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"CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
Historia Beteada por Gabriela (- Lady Ava'dore-)
Los personajes le pertenecen a Stephanie Meyer, y la historia es de propiedad de Tiwii... a quien agradezco enormemente que me alla dado su permiso para poder públicar está historia MARAVILLOSA... MIL GRACIAS TIWII
Los personajes le pertenecen a Stephanie Meyer, y la historia es de propiedad de Tiwii... a quien agradezco enormemente que me alla dado su permiso para poder públicar está historia MARAVILLOSA... MIL GRACIAS TIWII
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Edward Cullen es conocido por su mal carácter e intransigencia. Sus negocios y dinero lo son todo en la vida. Como lección de vida sufre de una extraña enfermedad que lo tiene al borde del precipicio, para tener un cuidado personalizado y estar bien atendido la enfermera Isabella Swan llega a prestar sus servicios, encontrándose con un hombre frió y sin escrúpulos. ¿Podrá Bella soportar sus humillaciones?.
1. TRABAJO PARTICULAR
—¡Enfermera Swan! ¡Rápido, a urgencias! —me dijo una de las enfermeras de la sala. Corrí hacia mi destino con la clara idea de salvar una vida más en éste día.
Mi trabajo es lo que mas amo en todo el mundo, no podría vivir sin tener toda la acción que representa el hospital. Estar cara a cara con la muerte todos los días era el golpe de adrenalina que siempre había estado buscando.
Mi nombre es Isabella Marie Swan, tengo veinticinco años y soy enfermera profesional desde hace dos, trabajo en el County General Hospital de Chicago. Aquí como en todo hospital público la vida es dura, muchas veces tenemos que hacer maravillas con un bisturí y un poco de vendas, la realidad que se vive a diario es muy diferente a la que presume el estado.
Cuando entré en la sala de traumas todo era un caos, cables por aquí, cables por allá y más de diez personas trabajando al unísono en un cuerpo.
—¿Qué tenemos? —pregunté, entrando en la sala y vistiéndome con la ropa de trauma, una bata y guantes desechables.
—Hombre de cuarenta y cinco años, balazo en el área cardio-respiratoria, saturación: setenta, pulso: 85/60 —dijo el interno.
—Perdemos el pulso —gritaron al momento que la maquina que marcaba los latidos comenzó a sonar avisando de la urgencia.
— ¡Comenzando compresiones! —me subí a uno de los pisos que siempre había al lado de las camillas y comencé a presionar su pecho, masajeando y bombeando sangre a su cerebro.
— ¡Bandeja de intubación! —un doctor se dispuso a entubarlo mientras una enfermera estaba lista para ventilar.
— ¡Ventilen! —gritó, pidiendo el vital elemento para mantener con vida a éste paciente.
—Detengan compresiones —solté su pecho y levante mis manos.
— ¡Bien! Tenemos pulso.
—Saturación subió a setenta y nueve.
—Sigan ventilando.
Salí de la sala ya que mi trabajo estaba hecho. Me sentía satisfecha con lo que hacia, sin duda salvar vidas y ayudar a otras era lo que mas quería hacer en la vida. Mi Hospital y mi carrera era una parte importante en mi vida.
—Bella —me llamó una voz conocida.
—Dime Ángela —ella era la jefa de las enfermeras y una amiga muy querida.
—La doctora Webber te llama a su oficina —la directora de la sala de urgencias me necesitaba ¡demonios! ¿Qué querría?
—¿A mí?
—Sí, a ti —soltó una risita—. Ve, que parece que te conviene.
—Está bien —asentí, dudando de la veracidad de sus palabras.
Me dirigí al sexto piso del hospital en donde estaban todas las oficinas de los directores y altos puestos. Salí del ascensor llena de miedo, no sabía que podría necesitar mi jefa, ella nunca me llamaba a no ser cuando nos daba los turnos o por alguna reunión de personal. Pasé donde estaba su secretaria, era una chica muy simpática, me miro con una cara divertida y anuncio mi llegada. A los pocos minutos me hizo pasar. La oficina de la doctora Weeber era enorme, tenía un escritorio de color caoba que siempre estaba lleno de papeles, ella era una mujer de pelo rubio y corto, de un carácter indomable, pero que tenía la cabeza más brillante de todo el hospital. Era autora de numerosas investigaciones en medicina de urgencia y además fue mi profesora en la facultad.
—Buenas tardes Isabella —saludó cortes, sin levantar la vista de la mesa.
—Buenas tardes doctora Webber.
—Me imagino que te debes estar preguntando que es lo que haces aquí.
—Sí —respondí segura.
—Bueno Isabella te mande a llamar porque te tengo una propuesta —ella levantó la vista y nuestras miradas se encontraron—, tengo un trabajo muy importante para ti.
—¿Un trabajo?
—Sí, un trabajo.
—¿Y de qué?
—De enfermera claro está. Lo que pasa es que tengo un muy buen amigo que esta enfermo, padece una extraña patología que lo ha imposibilitado de casi todo tipo de acciones. En este momento está en un hospital en Houston haciéndose un chequeo de rutina, pero con el paso de los meses su pronóstico no cambia y todavía no encuentran el significado de su mal.
—¿Y en qué consiste el trabajo?
—Bueno en ser su enfermera de cabecera, estarías constantemente apoyada de su medico de cabecera y del personal que hay en su casa. Él necesita a alguien que vaya todos los días y que tenga conocimientos en medicina de urgencias en caso que fuera necesario.
—¿Y porque me escogió a mi? Digo, en la urgencia hay enfermeras con más años de experiencia que yo.
—Eso lo sé, pero te escogí porque a pesar que tienes dos años en este hospital eres la mejor enfermera del departamento y tienes la mejor evaluación de tus superiores, además de que fuiste una de mis alumnas mas destacadas. Eso pesa y mucho, en casos como estos.
—Gracias —respondí con una sonrisa.
—Se me olvida decirte que el salario es demasiado bueno, mi amigo paga excelente a las personas que lo ayudan y ofreció una cantidad digamos exorbitante para contratar a la mejor enfermera del país.
—¿Exorbitante? —susurré, abriendo mis ojos.
—Sí, está de más decirte que mi amigo es muy rico, tiene negocios por todo el mundo y es un empresario con un futuro brillante, todos en el rubro conocen su nombre.
—¿Cuál es?
—Edward Cullen —entrecerré mis ojos y comencé a pensar, no me sonaba para nada, jamás lo había escuchado nombrar.
—No me suena su nombre —dije siendo sincera.
—Cuando conozcas todo lo que hace si que te sonara conocido —tosió—. Bueno Isabella el asunto es así: yo te doy hoy para que lo pienses y mañana temprano me das una respuesta.
—Está bien doctora Webber —asentí, saliendo de su oficina.
Mientras esperaba el ascensor comencé a recordar sus palabras, la paga era excelente y sólo me necesitaba en el día. Eran condiciones de trabajo a las cuales no accedía en el hospital, no negaba que amaba mi trabajo más que nada en el mundo, pero tener un horario mas flexible me serviría mucho, además tenía muchas cosas porque preocuparme y el dinero me hacía mucha falta, nos hacía mucha falta.
Llegué al primer piso que era el de urgencias, caminé por los pasillos y recordé cuando era sólo una estudiante, lo mucho que me había costado llegar hasta aquí, pero al fin lo había conseguido y hoy todo ese esfuerzo tenía su fruto. Mi jefa me consideraba una de las mejores y eso era algo que tenía que celebrar, la doctora Webber no se caracterizaba por alagar a su personal abiertamente, el escuchar de su boca que era «la mejor enfermera» era algo que me hacía sentir orgullosa.
—Y bien… ¿qué era? —preguntó mi amiga Ángela.
—Era para ofrecerme un trabajo particular.
—¿Trabajo particular? Te refieres a trabajar en una residencia.
—Sí —susurré.
—¿Y en donde? —preguntó con curiosidad.
—En la casa de un amigo de Webber, necesita que alguien preste servicios de enfermería.
—¡Wow! Si te lo pidió ella es porque es alguien realmente importante.
—¿Tú crees?
—¡Claro! Webber no hace esas cosas por nadie Bella.
—Bueno, me dio hasta mañana para pensarlo, así que creo que esta noche en casa lo meditare.
—Ojala que puedas y no tengas que nuevamente desvelarte.
—Ni me lo recuerdes que me baja de inmediato el sueño —dije cerrando mis ojos.
—Si aceptas espero que tu vida cambie para bien.
—Yo también, ojala que la entrada de más dinero me ayude.
Mi turno terminaba a las seis de la tarde, salí a las heladas calles de Chicago, era invierno y hacía un frió de los mil demonios. Pensé en pasar a comprar algo para llevar a la casa, ¿pero de que me servía si tampoco podría comer en paz? Llegué y el frío recibidor de nuestro pequeño departamento me recibió. Los gritos no se hicieron esperar, fui hasta la cocina y ahí estaba nuevamente la razón por la que me había desvelado la noche anterior: mi madrastra, Carmen.
—Y aquí viene la buena para nada de tu hija.
—Deja de jodernos la vida Carmen, ¿por qué demonios no te largas de aquí?
—Porque esta es mi casa maldita engreída y ustedes viven de mi caridad.
—Y tú vives de la nuestra porque si yo no te mantuviera no tendrías nada para comer, así que cierra esa maldita boca —dije enfrentándola.
—¡Bella! —susurró la voz débil de un hombre sentado en una silla de ruedas, baje la mirada y mis ojos brillaron al ver a mi padre tratando de parar nuestra pelea—. Amor por favor, ya no más, no más —dijo, casi rogándome.
—Sí papá, vamos a tu habitación, creo adivinar que no haz descansado en todo el día.
—Vamos cariño —dijo con su voz cansada.
Llevé la silla hasta el último cuarto del pasillo, entramos y cerré la puerta con pestillo ya que no quería ser molestada.
—Hola papito —salude a ese hombre de pelo blanco y bigote de igual color—. ¿Cómo pasaste el día?
—Como todos amorcito, como todos —todos los días en el apartamento las cosas eran igual.
Carmen y mi padre, Charlie Swan, se habían casado hace diecisiete años. En un principio papá estaba locamente enamorado de Carmen y puso ante ella todo lo que tenía, él era un prestigioso abogado y tenía muchísimo dinero. Se casaron al poco tiempo y Carmen se embarazo de mi pequeña hermanita, Kate. Ella, a diferencia de su madre, amaba a mi papá por sobre todas las cosas al igual que yo. El tiempo paso y hace cinco años papá tuvo un accidente vascular, dejándolo imposibilitado para trabajar y perdiendo la mayor parte de lo que tenía.
Carmen, acostumbrada al lujo, comenzó a gastarse todo lo que podía de las cuentas conjuntas de papá, hasta dejarnos en la banca rota. Yo estaba casi a la mitad de mi carrera cuando ella con un increíble cinismo me dijo que no había más dinero para pagar mi universidad, casi ardí en cólera, así que como pude me pagué mis estudios y saqué mi carrera adelante.
Lo que le paso a papá había sido tan grave que los médicos dijeron que jamás volvería a ser lo mismo, por lo que papá se sumió en una depresión muy fuerte. Cuando supimos que no teníamos ni un solo centavo, Carmen casi se murió de la vergüenza, tuvimos que mudarnos a un estrecho departamento que tenía ella antes de casarse con papá y aquí comenzó nuestro infierno. Kate creció en un ambiente lleno de peleas y disputas por dinero.
A penas salí de la universidad tuve que trabajar ya que no podíamos ni mantenernos, Carmen se negaba a trabajar alegando que ella no había nacido para eso. Mi pequeña Kate y papá pasaron mucha hambre, cosa que jamás me perdonare, es por eso que trabajo tanto y quiero salir adelante. Además, ellos son una razón mas por la que aceptaría ese trabajo, ya que si tenía dinero podría comprarle una casa a mi padre y hermana y dejarlos vivir tranquilos.
—No te preocupes papá, te prometo que todo cambiara, ya verás —dije, ahora mas convencida que nunca de aceptar ese trabajo, por mi familia y además por mi, tenia que sacar a Carmen de nuestra vida para siempre.
Una manita golpeando la puerta me indicaba quien era, abrí enseguida el pestillo para ver los hermosos ojos azules y el cabello rubio de mi pequeña Kate.
—Hola Bella —dijo lanzándose a mis brazos—, que bueno que estas aquí —se acunó en mis brazos e inhalo el aroma de mi ropa.
—Hola mi pequeña, dime ¿cómo fue tu día?
—Como siempre, fui a la escuela, volví y papá estaba solito, le hice algo de comer y después mamá llegó y como siempre nos encerró en la pieza hasta hace poco.
—Demonios —dije mordiendo mi labio inferior. La única razón de que estuviéramos ahí era porque no tenía suficiente dinero para rentar una casa y pagarle a una enfermera para que cuidara de papá. Pero sabía que con lo que iba a hacer ahora tendría muchas más posibilidades.
Salí de la habitación a preparar la comida para los tres, todos los días tenía que preparar algo, casi siempre lo dejaba escondido en al habitación, ya que si Carmen lo pillaba se lo comía todo, dejando a papa y a Kate sin comer. Ella casi siempre pasaba fuera de casa bebiendo o drogándose con sus amigas. Para conseguir dinero ella se había prostituido varias veces. A pesar de los años y del evidente deterioro de su piel, además de que me costara reconocerlo, ella seguía siendo hermosa, tenía la piel blanca como la porcelana y unos ojos y cabellos que destellaban con el sol. Esa era una de las razones por las que papá se había enamorado de ella, brillaba en cualquier parte.
—Espero que estés cocinando para todos, tengo hambre —dijo la mujer detrás de mí.
—Bueno entonces ándate a comer a la casa de tus proxenetas porque no te daré de lo que prepare —la sentí avanzar y me agarró fuerte del cabello.
—Mira maldita mocosa no vengas a insultarme así, tienen suerte que los deje aquí, podría echarlos a la calle muy rápido —forcejeamos y logré soltarme.
—No nos corres porque pagamos tus cuentas, además tu cuerpo de ramera barata no te da lo suficiente como para mantener tus vicios y darte alimento.
—Cállate mocosa del demonio —dijo avanzando hacia mí para pegarme. La noche anterior había intentado golpear a Kate y yo había salido en su defensa, nos peleamos muy fuerte y casi tuve que dormir con un ojo abierto para que no cometiera una locura nuevamente. Mi hermana era lo único que tenía aparte de papá, no dejaría que se perdiera como ella. Además, ella solo tenía dieciséis años, no permitiría que marcara su adolescencia con golpes y agresiones.
—Piérdete maldita imbécil o te juro que no respondo —le dije, agarrando una de las afiladas espátulas de la cocina, era de las que usas para retirar un huevo de la sartén.
—Ahora intentas matarme en mi propia casa, era lo que me faltaba, ¿sabes? Métete tu comida por donde mejor te caiga, yo me largo —dijo poniéndose un abrigo, segundos mas tarde la puerta se cerró haciendo retumbar los vidrios.
Ella era muy extraña, todavía no nos explicábamos porque demonios no se iba, aunque el departamento era de ella, la vida diaria era un completo infierno, si nada me amarrara aquí yo me habría marchado hace mucho.
Era casi media noche y ella no volvía, poco me importaba. Mire a mi lado y Kate dormía placidamente al igual que papá. No podía conciliar el sueño, la propuesta de Webber me daba vueltas y vueltas en mi cabeza. ¿Seria esta la gran oportunidad que estaba esperando?, ¿podría sacar a mi familia adelante? Esperaba que sí.
—Llegas temprano —me dijo John, uno de los internos de la sala de urgencias.
—Sí, al parecer me caí de la cama —respondí con una sonrisa.
—Oye ¿y qué le responderás a Webber?
—¡Wow! Las noticias vuelan —dije enarcando una ceja.
—Ya sabes tú que aquí todas son unas cotorras, además, Webber te andaba buscando hace unos minutos.
—¿Enserio?
—Sí, venía acompañada de unos tipos. Parecían guardaespaldas por los trajes oscuros y gafas, pero los maletines los hacían verse mas abogados.
—Entonces iré a verla —dije, poniéndome mi bata de enfermera.
—Buena suerte —me dijo concentrado en las fichas de ingreso.
Salí del ascensor nuevamente al sexto piso, llegué donde la secretaria y ésta me miro con ojos de suplica.
—Señorita Swan que bueno que viene, la doctora Webber la busca desde hace mucho tiempo.
—¿Enserio?
—Sí, pase por favor.
La secretaria me anunció y entré. En la oficina había tres personas, la doctora Webber sentada en su escritorio de siempre y dos hombres vestidos completamente de traje y que portaban maletines de cuero, tal como los había descrito John.
—Buenos días — saludé cortes.
—Buenos días —saludaron todos.
—Isabella te estábamos esperando, déjame presentarte al señor Tyler Williamson y al señor Patrick Odonell, ellos son los abogados y asesores legales de mi amigo Edward, el paciente del que te hable ayer.
—Oh… ya veo.
—Ellos han venido a saber tu respuesta —dijo la doctora con ojos serios.
—Eh si bien, bueno mi respuesta es sí —contesté nerviosa.
—Excelente señorita Swan —dijo uno de los hombres sonriéndose—, entonces tenemos algunas cosas que hacer.
—¿Cómo qué tipo de cosas? —dije con duda.
—Debe firmar unos papeles antes de comenzar el cuidado de Señor Cullen.
—¿Papeles?
—Sí, son documentos de protección a la privacidad y cosas así.
—Está bien.
—Entonces aquí están —me entregó una carpeta—. Léalos por favor y cuando este lista continuamos.
—De acuerdo.
Me senté en uno de los asientos de la oficina mientras las tres personas aguardaban pacientemente, me sentí observada y me molestaba bastante la sensación. Mis manos comenzaron a sudar al igual que mi frente, estaba nerviosa y sólo quería salir de allí.
Cuando por fin me pude concentrar el «contrato» decía que me comprometía a cuidar del señor Cullen en su residencia y lo acompañaría en cualquier situación en la que él me necesitara. Además de acuerdos de privacidad que me prohibían volver a emitir cualquier cosa que escuchara en su casa. Cuando llegué a la parte de las compensaciones monetarias mis ojos casi se salieron de orbita al ver la cantidad que se me ofrecía por sus cuidados, sin duda el señor Cullen sabía agradecer a las personas que cuidaban de él ya que poseía muchos ceros y puntos. Lo que no me gusto de todo esto es que decía que mis horas y días de trabajo podrían ser modificados de acuerdo a como el señor Cullen lo solicitara, pero creo que ya aclararía esa parte después.
—¿Y bien señorita Swan?, ¿está lista? —me preguntó uno de los abogados cuando ya había terminado de leer.
—Sí, ya lo estoy, ¿dónde firmo? —pregunté segura, el abogado me dio una sonrisa y me indicó donde era. Sellé nuestro acuerdo con mi firma.
—Bien señorita, entonces su primer día será el lunes de la próxima semana, el señor Cullen llegara al medio día de su viaje así que tiene que estar a esa hora en su residencia. Aquí le dejamos una tarjeta con los datos que necesitara para llegar y los teléfonos. Además, aquí esta su primer sueldo, el señor Cullen mandó su primera paga por adelantado. Espera que sea de su agrado la cantidad —observé el cheque y casi palidecí al ver que era mas de la suma acordada—, además, dijo que ha incluido un bono de agradecimiento por aceptar tan rápido.
—Muchas gracias —respondí tartamudeando.
—Nos vamos, que pasen buenos días —se despidieron los hombres.
Observé como se perdían entre los pasillos del hospital, había aceptado. Ahora era la nueva enfermera de cabecera de Edward Cullen y estaba segura que mi vida estaba a punto de cambiar. Por mí y por ellos, cuidaría a éste hombre todo el tiempo que fuera necesario.
Chicas aca les dejo el primer cap de una historia que en lo personal me FACINOOOO espero que les guste y comenten a ver que hago...
Besitos Ebys
Besitos Ebys
Última edición por Ebys Cullen el 15/6/2011, 11:37 am, editado 2 veces
Ebys Cullen- .
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
Oh se ve muy buena la historia !!!!
Cariños Nejix
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Nejix- .
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
ooo sii esta muy buena tienes que seguir..con los capis...pliis
Qamiila Quinteros- .
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"CORAZON DE HIERRO" (+18)
Historia Beteada por Gabriela (- Lady Ava'dore-)
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2. UN PACIENTE MUY SINGULAR
—¿Un trabajo nuevo? —preguntó mi padre.*
—Sí papá, es un nuevo puesto.
—¿Dónde?
—En una casa particular, seré la enfermera de cabecera de un «magnate» —dije, haciendo las comillas en el aire.
—Pero Bella, ¿no crees que estas desperdiciando la oportunidad de estar en el hospital?
—Tal vez sí papá, pero aquí me pagan mucho mas y eso es lo que necesito. Además, lo único que deseo es marcharme de aquí. Tú lo sabes.
—Claro que sí hija, lo sé ¿Y cuándo empiezas?
—Por lo que me dijeron mañana, pero aún no lo tengo muy claro.
—¿Y te irás a vivir a su casa?
—No, él necesita de alguien que lo cuide de día, creo. Yo pasare todos los días con él y en las noches me vendré con ustedes.
—Ya veo, ojala todo resulte bien hija mía.
—Lo será papá, ya verás que todo cambiara —dije con una sonrisa.
La puerta de la calle se cerró violentamente, indicándonos que Carmen había llegado. Cerré la puerta de mi habitación para quedarme sola con papá, no estaba dispuesta a soportar sus humillaciones.
—Carmen se va a morir cuando se entere de que nos vamos.
—Y a mí no me interesa, que se pudra papá, ella no se merece nuestra compasión.
—Lo sé, ojala que cuando podamos tener una mejor situación pueda iniciar los trámites del divorcio.
—Sí, eso también será una de mis metas, no quiero que estés unido a esa perra —dije, con un sabor amargo en mi boca.
Ese mismo día presente mi carta de renuncia al hospital y fue aceptada por mis superiores. La doctora Weeber hizo hincapié en que mi lugar estaría reservado para cuando necesitara volver, me sentí muy feliz de saber que aun podía contar con todos. Como era mi último día de trabajo me hicieron una despedida y me dieron recuerdos de parte de todos. Los extrañaría a rabiar, pero sabía que todo era para un bien común: mi familia.
Era de noche, pasadas las nueve, mi celular sonó, pero era un número desconocido.
—¿Diga?
—Buenas tardes, ¿la señorita Isabella Marie Swan?
—Sí, con ella, ¿quién habla?
—Mi nombre es William Lickwood y soy el mayordomo de la casa Cullen. La llamaba para concertar una cita con usted, necesito que se haga presente en ésta residencia para conocer todos los procesos y procedimientos que requiere el señor Cullen.
—Oh ya veo, sí, no se preocupe. Si quiere podría ir mañana temprano y así podríamos hablar.
—Claro, sería perfecto, el señor Cullen llega ésta semana de viaje así que le aseguro que pronto comenzara a trabajar aquí.
—Bien, entonces mañana a primera hora me paso por la casa.
Concertamos la cita y me dio los datos para llegar. Estaba nerviosa, mi trabajo empezaba ésta semana. La noche paso mas rápida de lo que pensaba, me desperté alrededor de las cinco de la mañana y no pude volver a dormir, mire a mi lado y el angelical rostro de Kathe me infundía aun mas ánimos, por ellos quería salir adelante, por ellos estaba aceptando este trabajo, tenía que sacarlos de ésta mierda.
—Buenos días, ¿es usted la señorita Swan? —me saludó un hombre que por el uniforme supe que era el mayordomo.
—Buenos días, soy Isabella Swan, ¿es usted el Señor William Lickwood?
—Mucho gusto señorita, pase a la sala —agradecí. Caminé con cuidado, la casa era enorme, pero cuando decía enorme creo que la misma palabra se quedaba corta, éste era realmente un palacio.
—¿Le gusta la casa? —preguntó con una sonrisa al ver mi expresión—. Ha pertenecido a la familia Cullen desde principios del siglo.
—Ya veo —susurré. Me condujo a través de un corredor, llegamos a una enorme sala en donde tomamos asiento.
—Ellos son de una alta estirpe, tienen nexos directos con la realeza inglesa.
—¿El señor Cullen es Ingles?
—Sí, lo es. Llego a éste país hace algunos años, cuando sus negocios se comenzaron a expandir. Su familia es originaria de Inglaterra, pero tenía parientes aquí en éste país, es por eso que ésta casa les pertenece.
—Wow —suspiré.
—Bueno señorita Swan, me imagino a lo que viene.
—Sí-sí… —tartamudeé—, quería saber en que consistía el trabajo.
—El trabajo es algo muy simple.
—¿Ah sí? —pregunté dudosa.
—Consiste en darle al señor Cullen todo lo que quiera, su estancia aquí es para propiciarle el cuidado necesario y todo lo que Señor Cullen necesite. Él debe levantarse de esa cama y debe hacerlo estando fuerte, pero no podrá lograrlo si no recibe los cuidados que necesita, la dedicación es fundamental. Usted está en ésta casa para cuidar y sacar al señor Cullen adelante.
—Entiendo.
—Sepa que no habríamos confiado su salud a nadie, yo lo conozco desde que es muy pequeño y no me agrada confiar algo tan importante como su vida a terceros, pero lamentablemente mis conocimientos de medicina son tan escasos y es por eso que le sugerí al señor que usted fuera contratada, además, viene con las mejores recomendaciones de la doctora Webber.
—Muchas gracias, pero dígame ¿el señor Cullen ya está aquí?
—No, el señor está de viaje y regresara el día domingo por la tarde, su trabajo comenzaría el día lunes a primera hora.
—No hay problema.
—Señorita Swan… —dijo, mirándome fijamente.
—Llámeme Bella por favor —en su rostro pude ver un pequeño atisbo de una sonrisa, pero desapareció de inmediato.
—Lo siento, aquí nos tratamos con propiedad, al señor Cullen no le gustan las confianzas. Si usted me permite la llamare Isabella —me pidió, sorprendida asentí—. Bueno, Señorita Isabella, debo recordarle que en el contrato que usted firmo existe una clausu…
—¿Cláusula de confidencialidad? —terminé la oración.
—Sí, es mi deber recordarle que todo lo que vea, escuche o haga en ésta casa no debe salir de su boca ya que si lo hiciera se arriesgaría a millonarias demandas.
El solo pensarlo mi cuerpo se tensó y un escalofrió atravesó por todas partes. ¿Qué tan terrible será lo que pasa en ésta casa? Edward Cullen, por lo que sabía, era uno de los hombres mas ricos de éste país. Tenía enormes empresas a lo largo de todo el mundo y era un magnate de los negocios, las revistas de economía lo definían como un hombre de hierro, el cual era un animal cuando se trataba de negocios o de finanzas. Iba a cuidar al Dios de los negocios.
La charla con el mayordomo, William Lickwood, fue muy agradable. Era un hombre muy serio y con modales de un duque, pero que sabía perfectamente cual era su lugar y además era fiel a su amo.
Era día sábado y tenía todo el fin de semana por delante, el señor Cullen llegaría el domingo y el lunes estaría comenzando con mis labores. Estaba nerviosa, no sabía que podía esperar. Camine rápidamente a la casa de la única persona que sabía calmarme y me conocía mejor que nadie.
—Rosalie, soy Bella —dije por el comunicador.
—Pasa —me dijo, y la puerta de su edificio se abrió.
Subí rápidamente por las escaleras y llegué a la puerta de su departamento, entré rápidamente, el departamento de mi amiga era hermoso, se notaba que había sido decorado por ella misma, su gusto estaba impregnado en cada pared.
Rosalie Lillian Hale era mi mejor amiga, nos conocimos en la escuela, pero nuestra amistad no comenzó como debía, de hecho, nosotras nos odiábamos, en un campamento escolar fue cuando tuvimos oportunidad de conocernos y desde allí que no nos separamos mas, de eso ya van casi siete u ocho años. Mi amiga es Arquitecto paisajista, tiene a su cargo una importante empresa de construccion de jardines, de hecho, ahora está llevando unos proyectos que son muy importantes, las familias más acaudaladas de la ciudad requieren de sus servicios.
—¡Estoy en el estudio! ¿Cómo te fue? —preguntó.
—Creo que bien —le respondí al entrar—, tuve una entrevista con el mayordomo y me explicó como se hacían las cosas en la mansión Cullen —me senté en uno de los sillones que había en su estudio, mi amiga estaba dibujando unos planos.
—¿Pero te gustó?
—¿El trabajo? Sí claro, tu sabes cuales son mis motivos Rose, aunque no me guste me quedare allí, ganare una fortuna en un año.
—Sí, lo sé, ¿Carmen sigue siendo una perra?.
—Como siempre, ella no se cansa.
—¡Maldita mujer! —dijo Rose aventando el lápiz.
—Dímelo a mí —respondí con una sonrisa que no tenía nada de alegría.
—Bella cariño, ¿cuánto no te he ofrecido mi casa? —preguntó Rose, sentándose frente a mi.
—Millones de veces amiga, pero déjame decirte nuevamente lo que te digo siempre, sacare yo misma adelante a mi familia. Te juro que si no tuviera ésta oportunidad no habría pasado mucho en que no aceptara tu ayuda, pero como ves, ya puedo solucionar mi problema y además tener un trabajo excelente.
—Está bien Bella, pero si no pasa nada en un par de meses yo misma iré por Charlé y Kathe y me los traeré aquí.
—Te lo prometo —la abracé y me deje descansar en su abrazo, ella era la única que me entendía y sabía realmente como era mi vida.
Isabella Swan era muchas cosas, enfermera, introvertida, algo torpe y muy trabajadora, pero lo que siempre había sido y nadie podría discutirlo es mi perseverancia, luchare hasta el ultimo momento y si tengo que traer de vuelta a la vida a un hombre como Edward Cullen por mi familia, lo haré. El solo recordar su nombre me trajo una pregunta aun más consistente a mi mente: ¿quién es Edward Cullen?
—Rosalie, ¿tú sabes quién es Edward Cullen? —pregunté, ella me sonrió, pero en su cara se veía el desconcierto.
—¿Tu nuevo jefe? —dudó.
—Sí, pero me refiero, ¿sabes algo mas de él?
—A ver —pensó—, creo que está forrado en plata, es un hombre perseguido por las caza fortunas y creo que es ingles. Pero nada más.
—Bueno —pensé un poco—. ¿Me prestas tu laptop?
—Sí claro, está encima del buro de mi recamara —fui corriendo a su habitación y saqué su laptop rosada, era tan «Rose», tenía su estilo en cada cosa que le pertenecía.
—A ver, dame un lado —me dijo, cuando ya estaba instalada en su sofá prendiendo el aparato—. ¿Buscaras sobre Cullen?
—Sí —respondí, y ella se acomodó a mi lado.
—Entonces veamos —me quitó la laptop y comenzó a escribir.
—«Edward Cullen» —colocó en el buscador—. Ahora veremos quién es ese sujeto —presionó entre y mis ojos se abrieron como platos al ver la cantidad de información que había en la red sobre él, Rosalie se fue a la primera página y entro para verificar la información.
—Hay muchas cosas —dije, con el asombro que aún tenía.
—Sí, veo que es un hombre muy cotizado —se aclaró la garganta.
—Dice: —comencé a leer— «Edward Cullen, hombre de treinta y dos años de edad, nacionalidad inglesa, pero radicado hace algunos años en los Estados Unidos. Dueño de una de las multinacionales más famosas del mundo. Cullen es propietario de una fortuna que es difícil de calcular. Viene de una acaudalada familia residente en Londres, Inglaterra, es el mayor de dos hermanos, la que le sigue es la prestigiosa diseñadora de modas Alice Cullen. Entre sus bienes ésta una mansión en Londres junto a la de sus padres, una casa en Italia, una en Grecia, un chalet en los Alpes suizos y un departamento en New York. Además de Cullen Enterprise, Edward Cullen dirige o es accionista de muchas empresas. Para todas ellas tiene delegados o gente de confianza, los cuales las tienen a cargo»
—«En el ámbito amoroso —siguió Rose al ver que yo me quedaba callada— Edward Cullen es igual de rico que en dinero, esta demás decir que sus novias o acompañantes son todas modelos o cantantes famosas. Él se caracteriza por ser un amante de la belleza femenina y por tener a todas las mujeres a sus pies, muchas de ellas han saltado a la fama por verse vinculada en algún romance con él, lamentablemente todos no pasan de unas cuantas citas. Cullen también es conocido por cambiarlas rápidamente, es un hombre que no se deja amedrentar por ninguna, dicen que no ha nacido la mujer que pueda cambiar a éste magnate, ¿será cierto?»
—Wow —exclamé entre un suspiro.
—Espera hay mas, aquí dice «de clic para ver los álbumes de fotos» —Rosalie presionó sobre las imágenes y mi boca fue cayendo a medida que las imágenes se iban cargando.
—Es un…
—¡Dios! —Exclamó mi amiga—. ¡Trabajaras con un Dios Griego! —la sonrisa de Rosalie era innegable, mis ojos recorrían una y otra vez las fotografías de mi próximo jefe.
Edward Cullen era un hombre de piel clara como la cal, tenía unos ojos intensos que aunque estuvieran en una foto parecían estar penetrándote sólo con una mirada. Sus orbes y su piel daban aún mas realce al cabello cobrizo que se extendía en su cabeza, eso le daba el toque ideal. Por mis mejillas se extendió el molesto sonrojo usual en mí.
—¿Te gustó verdad? —preguntó Rose al ver mi reacción.
—¿A quién no? —pregunté—. Si el hombre tiene con que creerse ¿no?
—De todas maneras… creo que te será algo difícil estar en su habitación sin que te sonrojes —musitó divertida.
—Ya basta —le dije parándome—, él es mi jefe y por lo que veo ya tiene suficientes novias para divertirse como para «agregar» una más a su lista.
—En eso tienes razón —sentenció Rose cerrando su laptop—, pero bueno ya salimos de dudas, ya sabemos quien es Edward Cullen y a quien deberás enfrentarte el lunes.
—Sí —respondí—, creo que tienes razón, ojala que no lo arruine ésta maldita torpeza.
—Tranquila Bells lo harás bien, sólo relájate y actúa como en el hospital, no por nada eres la mejor enfermera del County General.
—Gracias —respondí, sentándome nuevamente.
Volví a mi «casa» por la noche, no podía jamás perderme una cena en casa ya que no sabía si mi hermana y papá habrían comido, tenía la costumbre de volver antes para asegurarme de que cenaran.
—¡Bella! —exclamó la alegre voz de mi hermana pequeña.
—¡Kate!, ¿Cómo estás pequeña?
—Muy bien.
—¿Y papá? —pregunté, al no verlo por ninguna parte.
—Está dormido, mamá salió en la tarde y no dijo si volvería, así que aprovechamos para comer y dormir tranquilos —el escuchar esas palabras siempre hacia que mi estomago se contrajera, ¿por qué mi familia tenía que esperar para dormir y comer? Como odiaba sentirme impotente.
—Ya todo esto quedara atrás pequeña —le dije abrazándola.
—Sé que tu nos llevaras lejos a donde podamos ser felices los tres —me dijo, correspondiendo mi cariño.
—Sí mi pequeñita, jamás nos separaremos.
Besé su frente y contuve las lágrimas de impotencia que amenazaban con salir, era un dolor muy grande tener que afrontar esto, cuando Kate era pequeña yo había tenido que pedir y algunas veces hasta robar para poder alimentarla, a Carmen no le importaba si ella comía o no, lo único importante era que no llorara y que ella pudiera dormir en paz. Tanta fue la desesperación por no saber como alimentarla que pensé en dejarla en un orfanato. Cuando llegue a la puerta con la pequeña Kate de solo tres años dormida en mis brazos la monja que estaba allí me extendió sus brazos para que yo se la entregara, ella inconcientemente y en un profundo sueño se pegó a mi cuerpo impidiendo que la apartara de mi, basto sólo eso para darme cuenta de que no importaba como lo hiciera, pero ella no podía separarse de mi lado, era mi hermana y al costo que fuera permanecería conmigo.
Fui por mi padre sumida en mis recuerdos y lo desperté para cenar, si Carmen no estaba teníamos la oportunidad de comer en familia y sobre una mesa, ya que siempre debíamos hacerlo en el suelo o arriba de las camas.
A las nueve de la noche papá y Kate cayeron rendidos en un sueño reparador. Ambos dormían placidamente, yo me quedé a planchar algunas cosas y a doblar otras, a eso de las once de la noche me fui a dormir. Estaba rendida, sólo quería descansar. Mi sueño se vio interrumpido a la mitad de la noche por un ruido en la cocina. Mire el reloj y eran las cuatro y doce de la madrugada, lentamente y sin despertar a mi padre y hermana me fui hacia la puerta, abrí con cuidado y casi palidecí al ver lo que pasaba afuera.
—¿Dónde demonios tiene el dinero la puta de tu hijastra? —preguntó una voz femenina.
—¡No lo sé! Hay que buscarlo, la perra trabaja en un hospital, así que gana muy bien.
—Entonces hay que seguir registrando —los cajones de las cómodas y los otros muebles eran desbaratados por Carmen y alguna de sus drogadictas amigas, ésta no era la primera vez que alguna me quería robar—. Busca en su cartera —le dijo a la otra mujer.
Ella comenzó a registrar mis cosas hasta que encontró mi billetera. Rápidamente metió sus manos dentro y registro todo lo que había.
—Aquí hay dinero —dijo, asegurando su victoria. Tomé el bate de Beisbol que había detrás de nuestra puerta y caminé lentamente por el pasillo.
—¿A dónde demonios crees que vas con mi dinero? —le dije, empuñando el bate y preparándolo para usarlo si fuera necesario.
—¡Demonios! —exclamó la mujer.
—¡Baja ese bate Bella! —dijo Carmen con sus ojos idos, estaba muy drogada.
—Deja mi dinero ahí y lárguense de la casa malditas drogadictas, si no quieren que les parta la cabeza.
—Mierda eres una grandísima… —dijo Carmen, pero empuñe aún más mi arma.
—Mucho cuidado con lo que dices mamita, si no quieres que te aplaste la única neurona que te queda.
—¡Vámonos de aquí! —dijo la otra mujer, y salió corriendo.
—Ésta me las pagas maldita.
—Cuidado con hacernos algo porque te juro que te mato desgraciada, ahora vete —le dije, y salió caminando tranquilamente, cerró la puerta con más fuerza de la habitual y desapareció entre las escaleras del edificio.
Volví a la habitación, Charlie y Kate seguían durmiendo placenteramente. No pude evitar pensar que algún día llegaría el día en el que podríamos dormir una noche de corrido y sin preocuparnos por los demás, ansiaba porque esos tiempos llegaran.
El día domingo Carmen no apareció en todo el día, sabía que cuando volviera la encararía por lo que paso, así que creo que decidió quedarse un rato mas vagando en las calles. Con mi familia vimos una película e hicimos algo de cabritas para acompañarla, Kate estaba feliz, el sueño de mi pequeña hermana era poder estudiar algo relacionado con la actuación o el modelaje, era preciosa, pero lo que nos detenía eran los recursos, yo no podía mantener una casa y pagarle los estudios. Ahora como tenía éste nuevo empleo esperaba que durara lo suficiente como para poder juntar algo de dinero aunque fuera para su primer año.
El día lunes por la mañana llegó mas rápido de lo que esperaba, me levante a las cinco de la mañana, la casa de Edward Cullen quedaba al otro lado de la ciudad y debía de tomar dos buses para llegar allí. Me desperté con más energía de lo acostumbrado, me metí a la ducha y disfrute por algunos minutos del agua caliente. Me puse mi traje que consistía en una falda hasta la rodilla, una chaquetilla que era un poco justa a mi cuerpo, además de mi toca de enfermera y mis zapatos blancos.
Rápidamente salí de la habitación y comprobé que Carmen aun no volvía, sonreí al pensar que mi padre y mi hermana pasarían un día más de tranquilidad. Preparé su desayuno y les deje todo en la habitación. Cuando ya eran las seis y cuarto salí de mi casa, tenía que estar en la puerta de su casa a las siete y cincuenta ya que mi trabajo comenzaba a las ocho a.m.
Me subí al primer bus y casi me quedo dormida en él, hice el trasbordo a las siete y veinticinco, el siguiente me dejaba a sólo unas calles de la mansión Cullen. Cuando eran diez para las ocho de la mañana toqué el timbre, era segunda vez que veía la casa y pareció impresionarme mas que la primera vez.
—Buenos días señorita ¿qué se le ofrece? —preguntó una amable señorita.
—Buenos días, soy Isabella Swan, la nueva enfermera.
—Oh, bienvenida señorita. Mi nombre es Rachel y estoy a su servicio —la encantadora niña estaba vestida con uniforme de servidumbre, al saludarme hizo una reverencia que me hizo sonrojarme.
—No tienes porque hacer eso —le dije nerviosa.
—Éstas son medidas de cortesía, al señor Cullen le gusta que las usemos.
—¿Enserio?
—Claro que sí, él es un hombre muy correcto y apegado a las costumbres inglesas.
—Oh —solté, con completo asombro.
—Señorita Swan —dijo una voz a mis espaldas, me giré y era el mayordomo.
—Señor Lickwood.
—Buenos días, espero que venga preparada para su primer día.
—Claro que sí, ¿el señor Cullen llego bien?
—Sí, está en perfectas condiciones en todo lo que cabe de su estado, la está esperando. En unas horas más tiene una entrevista con su médico de cabecera.
—Que bien —dije, sintiendo un ligero temblor en mis rodillas.
—Sígame por favor —me pidió, y asentí.
Mis piernas siguieron sintiendo los estragos de sus palabras, ese hombre estaba esperándome, no podía esperar a conocer a mi nuevo Jefe.
Ebys Cullen- .
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
Que odiosa es Carmen , ojala pronto salgan de ahi me encanta esta historia
cariños Nejix
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"CORAZÓN DE HIERRO" (+18)
Historia Beteada por Gabriela (- Lady Ava'dore-)
Los personajes le pertenecen a Stephanie Meyer, y la historia es de propiedad de Tiwii... a quien agradezco enormemente que me alla dado su permiso para poder públicar está historia MARAVILLOSA... MIL GRACIAS TIWII
Los personajes le pertenecen a Stephanie Meyer, y la historia es de propiedad de Tiwii... a quien agradezco enormemente que me alla dado su permiso para poder públicar está historia MARAVILLOSA... MIL GRACIAS TIWII
3. Edward Cullen
—¿Lista para comenzar? —me preguntó el mayordomo al pie de la escalera, mis piernas temblaron un poco, pero tenía la sensación de que éste sería un trabajo genial.
—Sí —le dije, y comenzamos a subir.
La mansión Cullen era extremadamente elegante, su decoración era hermosa, además, tenía un estilo clásico y único. Avanzamos por las enormes escaleras que daban al segundo piso, la mansión tenía en total tres pisos y un ático por lo que William me había dicho, era enorme. Llegamos al segundo piso y fuimos recibidos por un enorme corredor lleno de puertas, él me condujo a través de él, pero cuando llegamos al final descubrí que había otra escalera que teníamos que subir, llegamos al tercer piso y una amplia sala de estar nos recibía, tenía hermosos sillones y cuadros hermosos.
—Llegamos —dijo, deteniéndose ante dos puertas enormes—. Ésta es la habitación del señor Cullen. Espéreme aquí afuera por favor —me pidió gentilmente.
—Claro —respondí con la misma cortesía.
El señor Lickwood entró en la habitación del señor Cullen, retrocedí unos cuantos pasos y admire mi entorno, estaba en un lugar que parecía sacado de un cuento de hadas. La exquisita decoración me hacia transportarme a un mundo de magia y sueños, me sentía como una princesa en un castillo. El mayordomo tardo más de lo que pensaba, debía de estar preparando al señor Cullen, unos minutos más tarde tres mucamas subieron rápidamente las escaleras y se adentraron en la habitación. Me quedé pasmada viéndolas tan atentas y sumisas, cada una subió con la mirada pegada en el suelo y se metió rápidamente a la recamara. Cuando el reloj marcaba las ocho y media la puerta de la habitación se abrió y el señor Lickwood salió, acompañado de las tres mucamas, ellas bajaron con la misma rapidez y gracilidad las escaleras.
—Señorita Swan —me llamó.
—¿Sí?
—El Señor Cullen está listo para recibirla, pase por favor.
—Gracias.
Avancé con nerviosismo los pasos que me distanciaban de la habitación, cuando llegué al umbral de la puerta lo primero que pude ver es que era un cuarto algo sombrío, la decoración que había en él era bastante minimalista y poco acogedora por así decirlo. Lo primero que nos recibió fue nuevamente una pequeña salita de estar, al fondo había un hermoso arco de madera, caminamos por la salita y cuando llegamos a los pilares del arco mis ojos se abrieron de una manera que jamás había ocurrido.
En el medio de la habitación había una enorme cama, en ella, un señor. Fijé mis ojos en su rostro y casi sonreí al darme cuenta de que era más hermoso de lo que se veía en las revistas. Mis piernas me comenzaron a traicionar, puse mi mano en una de las maderas de los arcos, no sabía si el piso se movía o yo no podía mantener el equilibrio.
Edward Cullen estaba recostado en su cama, su brillante y cobrizo cabello estaba despeinado, traía puesta una polera de color blanco muy pegada a su cuerpo. Nuestros ojos se encontraron y sentí la potencia de su mirada, sus ojos de un color verde intenso me penetraron a penas se fijaron en mi. La mirada del señor Cullen me examinó de pies a cabeza. A pensar de que estábamos en presencia de su mayordomo no disimulo en potente escrutinio de su mirada, sus ojos recorrieron cada parte de mi cara y vestimenta, sin duda estaba revisando a una mas de su personal. Sus ojos eran tan poderosos que un ardor se dispersó por mis mejillas, sentía sus ojos en mí, sabía que me estaba examinando y eso me causaba diferente sensaciones. Cuando volvió a mi cara su rostro no mostraba ninguna expresión, sus facciones eran duras y parecía no conocer alguna otra postura, sus ojos denotaban la fuerte personalidad que tenía y el carácter que lo hacia tan famoso.
—Señor Cullen —interrumpió el mayordomo, pero él seguía con sus ojos puestos en mi—, le presento a la señorita Isabella Marie Swan, ella es la nueva enfermera que se hará cargo de su cuidado.
—Buenos días señor Cullen —saludé, con mis nervios a flor de piel, el hombre que seguía mirándome no tuvo ninguna reacción. Sus ojos aún estaban clavados en los míos, bajé mi vista a mis zapatos ya que me sentía cohibida, los siguientes tres segundos se me hicieron eternos. ¡Dios! ¿Cómo podría trabajar si él me miraba de esa manera? Parecía estar buscando algo en mis ojos, pero no podía saber que era.
—William —dijo, y de inmediato levanté la vista para fijarla en su rostro, la voz que salió de sus labios me llamó la atención, era suave y melodiosa.
—¿Sí, señor Cullen?
—¿Le has explicado a la señorita Swan las normas de ésta casa? —preguntó.
—Sí mi señor, ella ya esta al tanto de todo.
—Entonces llama a Emmett para que se entreviste con ella.
—Sí señor —respondió, haciendo una pequeña referencia ante él.
—Ahora déjanos solos —pidió amablemente al mayordomo, éste nuevamente hizo una reverencia y se retiró.
El silencio se hizo incomodo, el señor Cullen estaba recostado en su cama, sus manos descansaban sobre el hermoso edredón de color amarillo, sus ojos se notaban mas verdes ante el contraste de los colores. Su mirada no se suavizó ni un poco, seguía mirándome inquisitoriamente.
—¿Piensa quedarse ahí todo el día o comenzara a trabajar? —me preguntó, con su fría mirada y un tono altivo.
—Claro que no… disculpe.
Me sentí un tanto estúpida, con una torpeza que salía sólo cuando me ponía nerviosa. Mire de reojo hacia donde estaba él, Edward Cullen por primera vez mostró un atisbo de lo que podía ser una sonrisa, su boca se inclinó hacia un lado y me mostró que su cara no estaba congelada como había pensado. Cuando me di cuenta no sabía a donde ir, me paré en seco antes de salir, me giré lentamente y me enfrenté con su rostro nuevamente, el golpe fue durísimo, la intensidad de su cara me dejo perpleja, pero sabía que no podía demostrar que era débil, apreté mis puños y contuve mis nervios.
—¿A dónde debo ir señor Cullen? —pregunté, segura de mi misma.
—¿Dónde? Bueno, si lo dice por sus cosas señorita Swan, podría dejarlas por aquí, en la sala de estar estaría bien.
—Gracias —le dije sin ninguna expresión, si ese hombre quería ser rudo yo también podría serlo.
Dejé mis cosas sobre los cómodos sillones de la pequeña salita, sentía sus ojos fijos en mi espalda, me saqué el abrigo y lo dejé junto a mi bolso, tomé el otro en el que traía los implementos necesarios para trabajar y volví a la habitación. Edward Cullen me esperaba aún en el mismo lugar, pero su rostro había cambiado un poco, una mirada de superioridad fue la que me recibió.
—¿Dónde estudio usted? —preguntó, mientras acomodaba mis implementos en una mesa en donde habían cosas de hospital.
—Northwestern —dije con voz seria.
—Buena universidad, ¿la envió Kerry?
—¿La doctora Webber? Sí, ella me envió.
—Entonces usted debe ser una excelente enfermera, sólo me enviaría a la mejor de sus filas.
—Creo que soy buena trabajadora señor Cullen, nada más.
—Modesta también, ¿acaso tiene un ramillete de cualidades escondidas? —preguntó, en un tono que no me agrado mucho.
—Sólo trato de hacer mi trabajo señor Cullen —respondí, dejando escapar un suspiro, éste hombre tenía ínfulas de rey por donde se le mirase.
—Y dígame… ¿qué calificación sacó en la universidad? —dejé caer unas cuantas cosas que sujetaba en mis brazos, no podía creer que mi nuevo jefe se preocupara además por mis calificaciones en la universidad.
—Señor Cullen —le dije, controlando mis ganas de decirle unas cuantas cosas— La doctora Webber me envió porque pensaba que le sería de gran ayuda, lo que yo…
—No le permito que me levante la voz, ésta es mi casa y usted es mi enfermera, ocupe el lugar que le corresponde. Mucho cuidado con que sus insolencias sean diarias porque no lo permitiré —dijo en un tono que me hizo estremecer, Edward Cullen era un hombre muy duro e intransigente, sin duda él no soportaba las personas que lo trataban por igual.
—Disculpe mi atrevimiento, pero usted no…
—Le vuelvo a repetir y espero sea la ultima vez, no permitiré jamás que vuelva a ocupar ese tono en frente mío, mis enfermeras son lo que son, enfermeras y nada mas, ahora le pido de favor que vaya por mis medicamentos, deseo tomármelos —apreté mis puños con fuerza y en lo único que pude pensar fue en los rostros de papá y Kate, «vamos Bella… aguanta», dije para mí. Asentí débilmente y salí de la habitación.
Cuando estuve sola en el corredor parecía que me hubieran echado sal en una herida, la voz de ese hombre retumbaba en mi mente, una rabia incontenible amenazó con salir, la figura de William apareció subiendo las escaleras y evitó que explotara en gritos.
—Señorita Swan ¿algún problema? —me preguntó con un tono preocupado.
—No —le respondí— el señor Cullen quiere tomarse sus medicamentos, pero necesito hablar con su doctor antes de administrárselos.
—Claro, ahora la venía a llamar, el Doctor McCarty está aquí.
—Muchas gracias —le dije, y mordí mi labio inferior, mi estomago se revolvió sólo con el hecho de pesar que tendría que volver a entrar en su habitación.
Me armé de valor y entré nuevamente. Cuando llegué a su habitación Edward me esperaba en la misma posición que antes, pero una sonrisa despectiva y triunfal me esperaba en su rostro, apreté nuevamente los puños al sentir que una avalancha de rabia se venía sobre mí.
—¿Los trajo? —preguntó con soberbia.
—No señor, lo lamento, pero yo no puedo administrarle nada aún —su ceño se frunció.
—¿A caso no es enfermera?
—Sí señor, pero como usted sabe no podemos administrar nada sin la orden de un medico, usted debe saberlo ¿no? —casi solté una risa triunfal.
—Vaya —bufó—, entonces hubiera preferido a un doctor, ellos me habrían servido más —mis puños nuevamente se apretaron y la herida que causaron sus comentarios se llenó nuevamente de sal, apreté mis labios y sólo pude modular un «permiso» antes de salir de su habitación.
Bajé las escaleras rápidamente y fui en busca del doctor de cabecera de Cullen. Iba con mi estomago comprimido por la rabia que sentía, ¿quién demonios se creía ese sujeto para tratar a la gente así? Él no podía ser tan despectivo y soberbio con la gente. ¡Demonios!. Llegué al primer piso y en el recibidor había un hombre que sostenía un maletín, era alto y de cabello rubio, se giró y quedé sorprendida al ver su rostro. Era corpulento y además tenía dos ojos azules que destellaban en la oscuridad, cuando me vio bajar una pequeña sonrisa apareció en su rostro, mis labios se curvaron sin que lo pensara, el solo ver su rostro te hacía sonreír inmediatamente, era un hombre extremadamente apuesto.
—Buenos días —le salude, al tenerlo a sólo unos cuantos pasos.
—Buenos días —me respondió con una voz profunda y varonil—. ¿Es usted la enfermera Swan?
—Sí, lo soy, usted debe ser el doctor MCCarty —él asintió.
—Llámame Emmett por favor.
—Está bien, yo soy Bella entonces —ambos sonreímos.
—Doctor, si gusta puede hablar con la señorita Swan en la biblioteca.
—Claro, sígueme Bella.
—Gracias —le dije a Rachel, la mucama.
Emmett caminó con una gracia poco propia para alguien de su tamaño, llegamos a la biblioteca y el cerró la puerta a sus espaldas.
—Bueno, necesito que me explique la patología del señor Cullen —dije, sentándome en uno de los cómodos sillones.
—Bella, Edward Cullen antes de su enfermedad era el hombre más sano que he conocido, de sangre y cuerpo muy fuertes. Edward jamás se había enfermado antes.
—¿Cómo ocurrió?
—Hace algunos meses viajó a Londres a ver a su familia, su hermana había dado a luz a su primer hijo y Edward era el padrino del niño. Todo marchaba muy bien, cuando regresó fue el problema, en el avión se comenzó a sentir muy mal, tanto fue que cuando desembarco aquí en Chicago tuvo que ser trasladado de inmediato a un hospital. Yo lo recibí en la urgencia y venía bastante mal, en el auto que lo traslado perdió el conocimiento y su presión venía extremadamente alta.
—¿Tuvo un derrame? —pregunté casi en un susurro.
—No, es más que eso, lo que tiene es algo bastante extraño y muy poco común.
—¿En qué consiste?
—Edward puede realizar todo tipo de actividades como caminar, saltar, pensar, pero él tiene como unas crisis de conciencia, en el momento en que menos lo esperamos Edward pierde el conocimiento cayendo en un estado casi de coma.
—¡Dios! —susurré—. ¿Pero cómo puede ser eso?
—No lo sabemos, venimos recién llegando de Houston, se le practicaron exámenes de todos los tipos y ésta semana me llegaran los resultados.
—Es como si su cerebro se desconectara por un tiempo.
—Sí, así es —no podía creer que un hombre que al parecer tenía el control en todo lo que podía, fallaba en lo mas importante, en tener control sobre su propio cuerpo—. Entonces Bella, Edward podría hacer cualquier cosa, pero cuando pasan algunas horas su cerebro parece desconectarse de todo su entorno.
—¿Es por eso que no se levanta?.
—Sí, más o menos. Yo le recomendé hacer reposo ya que nos ha pasado que muchas veces ronda por la casa y pierde el conocimiento, lo que mas nos asusta es que le pase al lado de una escalera o tal vez en el jardín, es muy peligroso que ande por ahí solo.
—¡Dios!, si que es un problema —susurré, Emmett me dio la razón y asintió.
—Entonces Bella, el tratamiento es el siguiente: Edward sólo está tomando en éste momento unos calmantes y relajantes. Lamentablemente no podemos administrarle nada más hasta que sepamos si esto se genera por alguna enfermedad.
—Entiendo.
—Tu deber en esta casa será acompañar a Edward y observar su condición, quise una enfermera ya que no sé si pueda tener algún tipo de crisis o algo por el estilo, además, necesito alguien experimentado en el caso de que se presente una emergencia.
—Sí, está bien.
—Ahora adminístrale sus medicamentos, en la planilla que está a los pies de su cama está todo su historial medico, ahí sabrás cuanto son los medicamentos y los procedimientos que se le debe hacer. Cada mañana deberás examinarlo completamente y registrar los cambios que tenga.
—Está bien —un escalofrió recorrió mi espalda, ¿tendría que tocarlo? ¡Dios! Tendría que aguantarme a ese hombre… como fuera.
—Entonces Bella, eso sería todo por ahora, cualquier cosa estoy a tu disposición, ahora vamos porque debo examinarlo.
—Vamos.
Salimos de la biblioteca, seguí al doctor por los largos corredores y escaleras de la casa Cullen. Cuando llegamos a su habitación, él, al igual que todos los demás, tocó la puerta y esperó a que se le permitiera pasar desde adentro.
—Adelante —contestó la aterciopelada pero decidida voz de Edward Cullen.
Entramos y él nos esperaba casi en la misma posición pero en su rostro había una sonrisa triunfadora, sin duda pensaba que me había humillado y en parte estaba en lo cierto.
—Buenos días Edward —lo llamó el doctor por su nombre.
—Buenos días Emmett, veo que has conocido a la enfermera Swan —dijo, mostrando esa maquiavélica sonrisa nuevamente—. ¿Qué tal?- preguntó con soltura.
—Es una excelente profesional Edward —respondió, mirándome con una dulce sonrisa la cual yo correspondí.
—Veo hace amigos muy rápido señorita Swan —lo quedé mirando y su semblante había cambiado, su ceño se había fruncido.
—Somos colegas —respondí, me giré y fui a ver el expediente, leí cuidadosamente todos los datos que podrían servirme para mi trabajo.
—Qué fácil es relacionarse —dijo con sarcasmo, lo mire y sus ojos estaban posados en los míos, después de unos segundos quitó su vista y la dirigió al doctor. Apreté el expediente en mis manos casi hasta el punto de estrujarlo, sin querer rechine los dientes—. ¿No has recibido mis exámenes?
—No Edward, estará la próxima semana —respondió muy cortés—. Bueno Bella, ahora examinare a Edward, asísteme por favor.
—Claro —respondí.
La mirada de Edward Cullen no me perdía de su vista, sus ojos los sentía clavados en mis movimientos.
—Acércate —me pidió el doctor, caminé lentamente y sintiendo cosas en todo mi cuerpo. Llegué hasta el borde de la cama, Emmett se subió a ella y se acercó a Edward, yo por el otro lado me quedé parada en la orilla y por primera vez en mi carrera no sabía qué hacer—. Vamos Bella ayúdame a palpar su vientre.
Asentí levemente, Edward tenía su vista fija en un punto, no miraba para ninguno de los dos lados. Se bajo un poco ya que estaba sentado y quedó en posición horizontal, Emmett descubrió su cuerpo y quedó expuesto ante nosotros. Levanté suavemente mis manos y las deposite en vientre.
—Súbele la camiseta, necesito que palpes directamente a la piel —me ordenó el doctor, mis manos se estremecieron.
—¿Te ayudo? —me preguntó esa voz aterciopelada, lo miré y sus ojos estaban un poco mas oscuros que antes. Asentí, él, con sus propias manos se sacó la polera y dejo al descubierto su torso, ¡Dios! Suspiré para mis adentros, ¡que abdomen!. Él se recostó nuevamente en la cama y tenía una extraña sonrisa, miré su delicada piel blanquecina y tuve las mas extrañas alucinaciones, mis dedos nuevamente se posaron en su piel y sentí una corriente de energía recorrer cada parte de mi cuerpo.
La mirada de Edward nuevamente estaba en la nada, mis manos comenzaron a palpar su estomago subiendo por la parte de su esófago hacia su pecho. Cuando llegué allí pude comprobar la dureza de sus pectorales, se sentía sus músculos duros y muy bien torneados. Miré de reojo hacia donde él estaba y sus ojos se habían cerrado, su respiración era acompasada y muy tranquila, parecía estar durmiendo.
—Bella —me dijo con voz alta Emmett, di un pequeño respingo.
—¿Sí?
—¿Cómo está el abdomen?
—Blando —dije apresuradamente.
—Bien, sigue entonces, auscúltalo por favor.
—Sí —respondí en un susurro.
Me giré y fui por el estetoscopio, Emmett hizo a Edward levantarse, se sentó nuevamente en la cama.
—Deje unas cosas en mi maletín, iré por ellas —dijo Emmett, y sentí un vacio en mi estomago, mi torpeza se hizo presente y sin querer deje caer el estetoscopio.
—Cuidado —me recrimino Edward—, ese fue un regalo para Emmett y sale caro.
—Lo siento —le dije levantándolo del suelo, Emmett salió de la habitación dejándonos solos. Sentía un millar de cosas y solamente había tocado su piel, no cabía duda de que mi nuevo jefe hacia perder la razón sólo con el contacto de su piel.
—¿Sabes ocupar eso? —me preguntó cuando me senté en la cama a su lado, por mi imprudencia no me di cuenta que quedamos a sólo centímetros de distancia, levanté mi cara y su rostro quedó a escasa distancia.
—Claro… que sí —respondí entrecortadamente.
—Entonces ocúpalo —me retó, mi ceño se frunció automáticamente y comencé mi labor. Me coloqué el estetoscopio y comencé a escuchar su corazón, por los sonidos que hacia parecía estar normal, me corrí hacia el lado para escuchar sus respiraciones, estuve un minuto haciéndolo cuando su calida mano se posó sobre la mía, levanté rápidamente la vista y sus hermosos y brillantes ojos verdes me miraban atentos.
—Mi corazón está aquí —me dijo en un susurro, su mano llevó la mía hacia el otro lado de su pecho y la presionó suavemente. Mi propio corazón comenzó a bombear muy rápidamente y mi cuerpo reacciono al contacto de su piel. El momento pareció ser eterno, su piel y la mía se sentían suaves, mi mente se puso en blanco y lo único que podía hacer era mirar sus ojos y su mano junto a la mía.
—¿Qué… que…? —intenté preguntar, la puerta se abrió y Edward me soltó de inmediato la mano.
—Lávate mejor tu cara, tienes una basura en tus ojos —me dijo con la misma voz fría que había tenido desde un principio, se separó de inmediato de mi. Emmett entró a la habitación ajeno a lo que había pasado, yo aun seguía ahí con el estetoscopio en mis manos y sin poder reaccionar, el cambio de su humor había sido impresionante.
—Vas a tener que recordarle a ésta señorita como se ocupa esto Emmett —dijo con sarcasmo en sus palabras.
—Edward, dale un respiro, es su primer día —dijo el médico tratando de ayudarme, reaccioné ante sus palabras, me paré rápidamente de la cama y lo miré.
—Su corazón parece estar muy bien al igual que su respiración, doctor —apreté con más fuerza de la necesaria el implemento que tenía entre mis manos. Me giré hacia una ventana y respiré como diez veces antes de volverme a girar, ambos hombres estaban enfrascados en una conversación de la cual yo no era parte.
La revisión siguió sin interrupciones, el doctor McCarty continuo examinando al señor Cullen y yo sólo fui participe en pequeñas cosas, cada vez que me ponía cerca de él recordaba lo que había sucedido, demonios, como odiaba cuando la gente me hacia algo así. Su comportamiento me dejo totalmente desconcertada. El examen físico terminó y el doctor se acerco a mí.
—Bella, adminístrale ahora los medicamentos, cuida muy bien las dosis ya que son bastante potentes.
—Claro que sí, no te preocupes.
—Vaya Emmett —dijo desde su cama—. ¡Que familiaridad!
El doctor se tomó su comentario mejor de lo que esperaba, por mi parte sentí una punzada en mi estomago, el sarcasmo y la altivez con la que decía las cosas me molestaba y bastante. Emmett se despidió del señor Cullen y me hizo acompañarlo hasta la puerta, cuando estuvimos fuera su rostro demostraba la compasión que sentía por mi.
—Siento que se porte así, pero te aseguro que Edward es una buena persona, sólo tienes que conocerlo un poco. Está así de frustrado y de mal genio porque todavía no se puede mejorar.
—¿No le gusta estar en casa? —pregunté, con un leve sarcasmo.
—A decir verdad no, Edward es una persona muy activa, en éste momento tiene a uno de sus hombres de confianza dirigiendo su patrimonio, pero aun así esta intranquilo, además de que él es un hombre de mundo.
—Entiendo —dije rodando los ojos.
—Sé que te parecerá un plomo, pero te aseguro que si llegas a conocerlo tu opinión cambiara.
—Eso espero ya que si no será un infierno estar con él —Emmett rió.
—Tranquila Bella, se paciente y veras como cambiara, mi único consejo es que jamás lo desafíes o desacates una de sus ordenes a menos que sea algo medico, ya que tu sabes mucho mas, pero en lo demás sigue al pie de la letra lo que dice y te aseguro que te evitaras disgustos y malos ratos.
—Está bien, lo intentare.
—Buena chica —sonrió—, ahora debo irme, aquí esta mi teléfono por si necesitas cualquier cosa, me llamas y vendré enseguida —me entregó una tarjeta que tenía su número de celular y el de su consulta.
—Muchas gracias —se la recibí y la puse en mi bolsillo.
Emmett se fue dejándome nuevamente sola con Edward, entré en la habitación y mis ojos se abrieron como platos al ver que no estaba en su cama.
—Señor Cullen —dije, y nadie respondió—, Señor Cullen —volví a llamar, pero nada sucedía, caminé hacia la alcoba y estaba completamente vacía, ahora que lo podía apreciar bien el ambiente estaba lleno de su aroma, era tan particular y tenía algo que me hacia querer olerlo siempre—,. Señor Cullen —llamé cuando estaba cerca de las puertas de lo que me imaginaba era su armario—, Señor Cullen —golpee.
—¡¿Acaso no puedo venir solo al baño?, ¡¿O hasta eso me van a controlar? —me gritó con una voz cargada de molestia y enojo. Di un salto y corrí hacia el final de la habitación. Miré a mi lado y estaba la mesa con las medicinas, comencé a preparar el cóctel de pastillas que tomaba a diario. Llené un vaso de agua y lo deje en su buró—. ¡Dios mío! Te convertirás en mi sombra —salió del baño y su ceño estaba completamente arqueado.
—Lo lamento mu…
—No quiero tus disculpas, remítete a hacer lo que te corresponde. Dame mis medicamentos —asentí sin ganas de volver a discutir algo con él, le pase sus medicamentos y rápidamente se los tomó, el vaso de agua se vació y me pidió un poco mas.
La luz de la ventana pegaba en su perfil, su perfecta nariz parecía destellar ante la luz del sol, sus largas pestañas y cobrizo cabello me alteraban a tal punto que mi corazón parecía salir por mi boca, sin duda las revistas tenían razón, él era todo un dios…. Un Dios Griego.
—Toma —me dijo, sacándome de mis pensamientos, recibí el vaso y lo dejé nuevamente en la mesa—. Guarda silencio, cada vez que tomo esto debo dormir ya que si no estas pastillas me marean.
—Está bien, le cerrare las cortinas.
Espere un «gracias» que nunca llegó. Junté las hermosas cortinas y me senté en uno de los sillones que había al frente de su cama, tomé su expediente y comencé a estudiarlo. A los pocos minutos lo miré y estaba profundamente dormido, sin poder evitarlo me acerqué hacia él y lo observe, su reparación era acompasada, su pecho subía y bajaba mientras de su boca salían pequeños suspiros. Miré sus carnosos labios, relamí los míos ante el impulso que tenía de tocarlos. Estaba completamente confundida, el tipo era un plomo, hace muchos años que no conocía a alguien tan desagradable como él, pero cuando lo mirabas así como yo lo hacía ahora parecías olvidarte de todo lo demás, su rostro angelical, sus carnosos labios o ese cuerpo que te hacia perder la cabeza a cualquiera producía que todos los enojos que él mismo te había provocado desaparecieran.
El señor Cullen paso la mayor parte del día durmiendo, si pudiera decirlo así, disfrute viéndolo dormir, era algo supremo, realmente si estaba tranquilo se veía como un hombre demasiado atractivo, lo malo es que al despertar ya sabía con lo que me iba a encontrar. A las seis de la tarde el mayordomo hizo su entrada.
—Señorita Swan —me llamó, levanté la vista del expediente y le respondí.
—Dígame.
—Su horario ya ha terminado, puede retirarse.
—Está bien —me paré y me fijé nuevamente en el hombre que dormía profundamente, si su belleza equivaliera a su carácter, sin duda sería el hombre mas atractivo en el mundo, por lo menos para mi.
Me levanté y accidentalmente dejé caer la carpeta, Edward se removió en su cama y comenzó a despertar lentamente. Una de sus manos talló uno de sus ojos, cuando su vista se acostumbró a la luz me miro extrañado
—¿Qué hora es? —preguntó con voz ronca y pastosa.
—Las seis en punto.
—¿Ya te vas? —preguntó.
—Sí señor, mi horario terminó —le respondí, él se sentó en la cama y miro el reloj que había encima de su buró.
—Desperté justo a tiempo —murmuró para él, pero alcance a oírlo. Se sentó en la orilla de la cama, me acerqué a él, pero no parecía necesitar ayuda, cuando se fue a parar todo su cuerpo se tambaleó, una de sus manos se fue involuntariamente a su cabeza, apretó su frente con mucha fuerza—. ¡Maldición! —dijo molesto, lo tomé por la cintura e intenté que se apoyara en mi, levanté mi vista y comprobé que era muchísimo mas alto que yo.
—Tómeselo con calma, debe ponerse de pie lentamente.
—No me dé órdenes —me dijo, y se soltó de mi agarre—. Que tenga buenas noches señorita Swan —dijo.
—Nos vemos mañana señor Cullen, que pase buenas noches —me despedí tomado mis cosas. Colgué mi delantal y comencé a caminar.
—Un momento —me detuvo, me giré y con mucho esfuerzo se agachó y recogió algo del suelo para mí.
—¡Vaya! —dijo mofándose—. Emmett no pierde el tiempo y veo que usted tampoco —mi cara no sé que expresión tomó que él parecía estar mas divertido, una sonrisa burlesca se posó en sus labios. Me extendió la tarjeta y la tomé, cuando vi que era entendí el porque se su comentario, de mis bolsillos se había caído la tarjeta en donde Emmett me dio su teléfono.
—Buenas noches —terminé, y salí de la habitación.
Cerré la puerta a mis espaldas y no pude evitar descansar en ella, se había terminado, mi primer día de trabajo ¡Al fin había acabado!. Casi sentí ganas de saltar porque el día había pasado, Edward Cullen podía ser el hombre más guapo del mundo, pero su temperamento definitivamente jugaba en su contra. Solté la manilla de la puerta y levanté mi vista, mis ojos se abrieron al encontrarme con tamaña sorpresa.
En la orilla de la escalera estaba parada una mujer, debo decir una impresionante mujer, tenía dos largas y enormes piernas que se coronaban con unas torneadas caderas, su cuerpo se veía perfecto a simple vista y que podría decir de su cara, tenía su cabello negro y dos resplandecientes ojos azules. Nuestras miradas se cruzaron, sentí una punzada de envidia al pasar por su lado, me sobrepasaba en muchos centímetros, miré hacia atrás y lo que mas me llamó la atención fue que entró directamente al cuarto de Edward Cullen, cuando la puerta estuvo cerrada el pestillo resonó en la inmensidad de la sala, mi rápida mente comenzó a maquinar diferentes teorías y la única palabra que saque en común fue «amante».
Me despedí del personal y salí de la mansión, afuera hacia un frió de los mil demonios, en las habitaciones tenían calefacción y no había sentido el frió real de las calles. Metí la mano en mi bolso y saqué mi celular.
—¿Cómo te fue? —preguntó la ansiosa voz de Rosalie.
—Necesito un café —le dije, desesperada por poder desahogar las angustias del día.
—Nos vemos donde siempre en treinta minutos.
—Está bien —respondí con la voz que me quedaba aun en mi cuerpo.
Me giré hacia la casa, se veía tan impresionante como siempre, en ella estaba el hombre mas duro del mundo. Edward Cullen tenía un alma de hielo, al parecer no había cosa que lo conmoviera, ni siquiera porque estaba enfermo suavizaba su comportamiento. Me toqué la frente y solté un suspiro, él estaba ahí y necesitaba de mis servicios al igual que yo necesitaba de mi pago, sabía que si aguantaba podría sacar a mi familia de esa mierda y lo iba a hacer.
Respiré profundamente y me encaminé a mi cita con Rose. Hoy podría ahogar todas mis penas y mañana sería un nuevo día, Edward Cullen no me vencería, no me dejaría amedrentar por él, soportaría todo por sacar a mi familia del infierno en el que vivíamos.
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
Aahh que buen capitulo!!!!!!!!!!!!!!!!!
me fascino pero quede con ganas de otro mas por fiss
besos Nejix
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Nejix- .
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
Nejix escribió:Aahh que buen capitulo!!!!!!!!!!!!!!!!!
me fascino pero quede con ganas de otro mas por fiss
besos Nejix
Uno más... pero lo subi ayer... ok ok ok... solo por que sos vos y por que me demore un chiquitin en subir este último ja ja ja
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"CORAZON DE HIERRO" (+18)
Historia Beteada por Gabriela (- Lady Ava'dore-)
Los personajes le pertenecen a Stephanie Meyer, y la historia es de propiedad de Tiwii... a quien agradezco enormemente que me alla dado su permiso para poder públicar está historia MARAVILLOSA... MIL GRACIAS TIWII
Los personajes le pertenecen a Stephanie Meyer, y la historia es de propiedad de Tiwii... a quien agradezco enormemente que me alla dado su permiso para poder públicar está historia MARAVILLOSA... MIL GRACIAS TIWII
4. RESISTENCIA
—No puedo creerlo —dijo la asombrada voz de Rosalie, levante mi vista y ella tenía sus puños apretados—. ¡Ese mal nacido te humilló todo el día!
—Lo sé, lo sé —acepté, escondiéndome nuevamente entre mis brazos.
—Bella, pero no puedes permitirlo —dijo, con un tono que demostraba claramente que estaba muy enfadada.
—¿Y qué quieres que haga? ¡Él es mi maldito boleto para salir de esa casa! —le dije, alzando mi voz y conteniendo mis lagrimas—. Aunque sea un maldito… tendré que aguantarlo.
—¡Dios Bella! ¡Caíste en la casa de un vampiro! —dijo con un poco de melodrama.
—Lo sé, pero eso ya no importa —la sola imagen de Carmen maltratando a mi familia me hacía resistir… tenía que resistir.
—¿Y qué vas a hacer?
—Nada ¿qué más? Mañana iré a trabajar y listo, asunto resuelto.
—Demonios Bella, esto más que un remedio parece la misma enfermedad, sales de la casa de una maldita para ir a meterte a la de otro.
—Sí, pero esto no es tan malo, Rose. Sólo tengo que asistirlo y obedecer, nada más.
—¡Dios! —dejo salir Rose con exasperación.
—No te preocupes amiga, estaré bien —mentí.
—Eso espero Bella, si no, te sacare del pelo de esa casa —su broma me hizo reír.
Hablamos un poco mas y cuando vi que el reloj marcaba las siete y media, me levanté precipitadamente, era la hora de cenar y debía hacerlo en casa y con mi familia.
—Llámame cualquier cosa ¿sabes que te apoyo verdad?
—Lo sé amiga, gracias.
—Cuídate Bella.
—Lo hare.
Nos dependimos con un fraternal abrazo y partí hacia el departamento. Las calles de Chicago estaban mas frías, ya entrada la noche el frío hacia estragos en cualquier parte de la ciudad, por una extraña razón me pregunté: ¿qué estará haciendo Edward Cullen en éste momento? Por la mujer que entró cuando yo me fui de su habitación ya podría imaginar lo que estaría pasando. Un escalofrió me recorrió la espalda. Caminé a la deriva por unas cuantas cuadras, llegué a la calle en donde vivíamos y casi palidecí al sentir a Kate gritar.
—Demonios —dije, subiendo rápidamente las escaleras, al subir a nuestro piso los gritos de dolor se hacían más fuertes, llegué a la puerta y la abrí como pude— ¡No! —grité horrorizada—. ¡Déjala!
—¡Bella! —el grito de dolor de Kate me partió el alma, corrí hacia donde estaba y no pude controlar lo que paso. Saqué de encima de mi hermana el cuerpo borracho y drogado de mi madrastra.
—¡¿Qué demonios te pasa, mal parida? —le grité a Carmen, miré su cara y sus ojos estaban completamente desorbitados
—Vete al demonio hija de puta, estaba pegándole a ésta atrevida porque no me hizo de cenar —me dijo, tambaleándose y poniendo una mano en la muralla.
—¡Te voy a matar! —le dije, abalanzándome contra ella.
Nuestra pelea comenzó con puñetazos y patadas, Carmen me rasguñó los brazos para tratar de soltarse, pero el instinto animal y de supervivencia que vivía dentro de mi se hizo presente, nadie iba a tocar a mi familia, nadie.
—¡Te juro que no volverás a tocarla! —le grité mientras le apretaba el cuello contra la muralla.
—¡Bella! —un grito ahogado salió de la garganta de mi padre. Busqué rápidamente su voz y lo vi tirado en un rincón, su frente estaba partida y había mucha sangre esparciéndose por su rostro.
—¡Papá! —grité sin poder contener las lágrimas de desesperación.
—¡Bella, ya para! Déjala —me pidió mi padre, miré el cuerpo convulsionante de Carme, ella se retorcía en el suelo tosiendo y buscando calmar su respiración.
—¡Maldita perra! —le grité cuando pude sentar a mi padre nuevamente en su silla de ruedas.
—Ésta me las pagas, maldita, te juro que me las pagas.
—Juro que si les vuelves a hacer algo te mato —acorté la distocia que nos separaba y con mi puño bien apretado le di en toda la quijada
—¡Puta! —me gritó, abalanzándose encima, sentí que caímos encima de algo muy duro, a los pocos segundos esa estructura también cedió llevándonos directamente al suelo. Carmen trataba de pegarme y de arañarme la cara constantemente, pero yo no la dejaba. Mientras estabamos forcejeando vi que Kate pasó rápidamente por al lado de nuestra pelea, unos segundos mas tarde sentimos un estruendo y Carmen cayó desmayada encima mío.
—¡Maldita! — grité, sacándomela de encima—. ¿Están todos bien?, ¿papá?, ¿Kate?
—Sí, yo lo estoy —dijo mi pequeña hermana con sus ojos llenos de lágrimas y dejándose caer en una silla.
—¡Dios mío! ¿Hasta cuándo será esto —gritó mi padre al cielo, mordí mi labio pensando en que esto había sido la gota que rebalsó el vaso, si de mi dependía que nos fuéramos, mas pronto que tarde estaríamos fuera de esta ratonera.
Saqué mi celular y marqué rápidamente a la policía, en menos de veinte minutos llegaron a la casa y semi inconciente se llevaron detenida a Carmen. Mi pequeña Kate caminó lentamente a mis brazos para buscar mi apoyo, lo único que pude hacer fue besarle el cabello y susurrarle un «lo siento». ¿Qué más podría hacer?. Después de todo el alboroto y habiéndonos librado de Carmen por algunas semanas les di de cenar y los acosté a dormir, hoy por lo menos tendríamos paz.
A la mañana siguiente le dije a Kate que no fuera a la escuela y que mejor se quedara con papá, ya que si Carmen volvía tendría que salir corriendo hacia la casa, el problema era que excusa daría en mi trabajo, pero de eso me preocupaba después.
A las ocho en punto estaba en la casa Cullen, toqué el timbre y una mucama que no conocía me abrió la puerta.
—Buenos días —me saludó muy educada.
—Buenos días, no nos conocemos, mi nombre es…
—Isabella Swan —terminó con una sonrisa—, no se preocupe señorita Swan, todas las mucamas de la casa hemos sido informadas de su presencia, pase por favor —hizo la pequeña reverencia y me concedió el paso. Me paré en el medio del hall de entrada y parecía más grande que el otro día.
—Gracias.
—Si gusta puede subir de inmediato hacia la habitación del señor, en éste momento se encuentra con el doctor, pero él la estaba esperando.
—Oh, qué bien —respondí con un fingido entusiasmo—, subiré enseguida.
Me encaminé por las largas escaleras de la mansión Cullen, se me hacia muy incomodo todas las formalidades que ocupaban en ésta casa, para ser un plomo de persona, Edward Cullen era un hombre con bastante educación. Acomodé mi ropa antes de entrar, por lo que paso anoche tenía unas cuantas marcas que no se borrarían por algunos días, solté un enorme suspiro, conté hasta diez y golpeé.
—Pase —me dijo la inconfundible voz de mi jefe.
Entré y la habitación seguía igual de lúgubre que el día de ayer, caminé por la sala de estar dejando mis cosas en los sofás, Emmett y Edward estaban sentados en la cama, Emmett examinaba a Edward, éste me quedó viendo con sus penetrantes ojos, muchos escalofríos siguieron la misma trayectoria que tenían sus ojos, produciéndome muchas sensaciones.
—Buenos días —saludó con su aterciopelada y sensual voz, ¡demonios! Su voz no era tan sensual.
—Buenos días —le respondí.
—Buenos días Bella —me saludó el doctor.
—Buenos días Emmett —respondí con un sonrojo, la mirada de Edward me los producía constantemente. Miré de reojo y él tenía sus ojos clavados en mí.
—¿Bella? —dijo, y me giré inconscientemente—. ¿Por qué la llamas así? —preguntó con desdén.
—Es el diminutivo de Isabella, ¿no Bella?
—Si es verdad.
—Oh —soltó con sarcasmo—, veo que se han hecho muy buenos «amigos» —dijo, recalcando la palabra.
—Claro, somos colegas, tú y yo también tenemos una excelente amistad —dijo Emmett, buscando su estetoscopio en el maletín.
—Pero nosotros somos hombres —agregó nuevamente con sarcasmo, Emmett al parecer no lo escucho porque siguió con su tarea, pero yo si lo había oído. Me giré y él estaba mirándome con una expresión bastante seria y tensionada.
—Bueno Edward, comencemos el día. ¿Bella? —me llamó el doctor—. Asísteme por favor.
—Claro.
Hicimos la misma ruina del otro día, Edward me seguía constantemente con sus ojos, sentía sus miradas muy pegadas a mi espalda. Al parecer le daba desconfianza mi trabajo ya que siempre observaba con mucho cuidado todos mis movimientos.
—¿Y todavía no llegan los exámenes? —preguntó de repente.
—No —le contestó Emmett—, e igual me urge verlos, ¿o has tenido ninguna crisis en la noche?
—No, espero no tenerlas, si no, tendré que necesitar los servicios de la señorita Swan todo el día y además en la noche —mi cuerpo de inmediato se tensó por completo.
—Por el momento no lo creo, espero que tu condición no empeore —miré a Edward y a pesar de que estaba sumido en una extraña enfermedad su semblante se veía igual que ayer, impenetrable.
—Esperemos que no —Emmett unos minutos mas tarde terminó el examen y se sentó a hablar con el señor Cullen.
—Bueno Edward, ahora que tenemos la presencia de Isabella no es tan necesario que yo venga todos los días.
—¿Te liberas de responsabilidades Emmett? —rió. ¿Qué le encontraba de chistoso a su comentario?
—Claro que no amigo, lo que pasa es que Isabella es bastante capaz de mantenerte como estas ahora, ¿cierto Bella? —preguntó mirándome.
—Por supuesto —le contesté.
—Bien, si hasta para hablar son un equipo — mis puños se apretaron. ¿Por qué demonios tenía que ser tan prepotente?
—Como te decía, ahora vendré sólo una vez por semana, la comunicación con Bella será por intermedio de un teléfono, así que cualquier cosa me llaman y vendré enseguida.
—Claro doctor —respondí cortés, ganándome una mirada de ¿desprecio? de parte de Cullen.
La mañana pasó rápidamente, Emmett se quedó enseñándome algunas cosas y antes del almuerzo se fue, eran alrededor de las dos de la tarde, de pronto William entró estrepitosamente a la habitación rompiendo el incomodo silencio que se formaba entre los dos.
—¡Señor Cullen! —dijo con voz bastante fuerte desde la sala, caminó rápidamente hasta la cama y se acercó para hablarle a su oído, miré por sobre el libro de medicina que ojeaba las diferentes expresiones que tomaba el rostro de Edward. William le susurraba rápidamente algo al oído, él lo escuchaba con bastante atención.
—¡Maldita sea! ¿Cómo demonios paso esto?
—No lo sé señor —dijo, alzando un poco más la voz.
—Da lo mismo, la gente inepta siempre es igual. Dile a Frederick que me traiga los informes y los balances que los revisare aquí.
—Sí, señor —el hombre desapareció rápidamente de la habitación.
—Espero no se moleste si trabajo un poco —me dijo, enfocándose en mi rostro, mi cuerpo tuvo múltiples reacciones ante su mirada.
—No se preocupe señor Cullen, es su casa.
—Y usted es mi enfermera, sólo le estaba comentando —me respondió y se sentó en la cama para recibir los papeles.
Unos minutos más tarde entró un hombre, tenía aproximadamente unos cuarenta y cinco años de edad, era de estatura media. Su rostro venía completamente desencajado, sus ojos parecían estar en cualquier parte y sus facciones se notaban increíblemente tensas.
—Señor Cullen —dijo con un visible nerviosismo, miré a Edward y él sólo levantó su mano en señal de silencio, soltó un suspiro y comenzó a hablar.
—Respira —le aconsejó—, dime exactamente que pasó.
—Señor, lo lamento… los balances de éste mes no los alcanzaron a llevar a corrección, se presentaron tal cual en la junta de accionistas causando un enorme enojo en ellos.
—¡Demonios! —gritó de repente, haciéndome saltar—. ¿Para qué carajo les pago? ¡Explícame! —insistió.
—Para… para hacer bien nuestro trabajo —respondió en un susurro, el hombre tenía la vista perdida en sus zapatos.
—¡¿Entonces por qué demonios hacen las cosas mal? ¿Te das cuenta de que hemos perdido tiempo valioso en esto? ¡Exijo saber quién es el responsable! —demandó en un grito, ¡dios!, ¿así era siempre?
—Es… es… uno de los contadores —dijo nervioso.
—Entonces que sea removido de inmediato, no puedo trabajar con incompetentes —dijo finalmente, abrí mis ojos y lo miré, su rostro era tan duro como el concreto de la calle, ninguno de sus músculos se movía, parecía que a él realmente no le importaba lo que pasara con la persona que iba a despedir.
—Sí… sí señor —tartamudeó.
—Ahora déjame los papeles para revisarlos, antes de las cinco quiero que pasen por ellos.
—S…sí señor —sentenció, retirándose. Observé la figura del hombre y estaba completamente nervioso, casi en un estado de stress. Al contrario de su jefe que parecía estar disfrutando de lo que pasaba.
—¿Qué me ve? —me preguntó, sacándome de mis pensamientos, fijé mi vista y estaba observándome.
—Nada —respondí, tratando de distraerme.
—¿Piensa que soy muy duro? —me preguntó, dejándome pasmada con la pregunta.
—¿Las enfermeras podemos opinar —respondí, girándome hacia otro lado buscando la nada.
—Si yo se los pido claro que pueden.
—Siento decepcionarlo, pero eso no está dentro de mis funciones —le respondí, ganadme una mueca de disgusto, pero no me importaba, una pequeña sonrisa triunfal apareció en mis labios.
Minutos mas tarde se concentró en los papeles que le llevaron, pasó unas largas tres horas revisando todo lo que tenía, eran por lo menos unas doscientas hojas que leyó atentamente. Cuando iba casi terminando comenzó a removerse incomodo, constantemente se agarraba el cuello o se tallaba los ojos, creo que eran consecuencias de su enorme concentración, sin duda Edward Cullen era un adicto al trabajo.
—Demonios —dijo con visible frustración.
—¿Sucede algo? —le pregunté desde un rincón en donde leía.
—Mi cabeza y la vista me están matando, necesito terminar, pero me duele demasiado, ¡maldición!
—¿Puedo ayudarle en algo? —ofrecí, al parecer no esperaba mi propuesta ya que en sus ojos vi atisbo de asombro, por primera vez sus labios me mostraron lo que podría ser una sonrisa, una pequeña curvatura en ellos me lo demostraba.
—¿Podría hacerlo? —me contestó con otra pregunta.
—Claro señor, estoy aquí para asistirlo.
—Bien —me dijo visiblemente conforme—, entonces podría leerme estos balances en voz alta.
—Claro.
Cuando me fui a parar del sillón en el que estaba sentada mi torpeza se hizo presente, dejé caer accidentalmente los libros que tenía en el regazo, miré avergonzada al señor Cullen y él me miraba con unos ojos burlones.
—Lo siento —susurré, en menos de lo que pensé se había parado de la cama y estaba en frente mío tomando los libros, me agaché para ayudarle, levanté mi mirada, pero me encontré con sus ojos que miraban atentos mis brazos, mi chaqueta se había subido dejando ver los moretones y rasguños que tenía en mis brazos. Traté de taparme, pero él hablo antes de que lo consiguiera.
—¡Dios! —exclamó, al parecer pensó un momento y prosiguió—. ¡Bah! —dijo con sarcasmo—. Si tiene sexo masoquista y duro con su novio no tiene que avergonzarse, cada loco con su tema. Sólo dígale que no le deje tanta marca —se levantó y dejó los libros en su estante, mis puños se apretaron con violencia, ¿cómo demonios me decía eso?, ¿qué sabia el de mi? ¡Nada! Si le decía que anoche tuve que defender a mi familia de una maldita loca creo que no me creería. ¡Demonios! Mordí fuertemente mi labio conteniendo el impulso de lanzarle lo primero que pillara, ¡como odiaba a la gente burlesca!
—¿Necesita que le lea? —logré articular cegada por la rabia.
—Claro —respondió con una sonrisa burlona—, prosiga.
Me comí toda la rabia que tenía dentro, unas locas ganas de llorar se apoderaron de mi, ¿cómo podía ser tan patán? ¡Es un… un… desgraciado!, ¡maldita sea! Grité en mi mente.
Después de treinta eternos minutos parecía que no aguantaría más. Me excusé y salí al baño del servicio que estaba en ese piso. Entré rápidamente trabando la puerta con el pestillo, me deje resbalar en la puerta tratando de acallar los sollozos que tenía atrapados en mi garganta.
—Demonios —susurré llorando—. ¿Por qué tiene que pasar esto? —pregunté a la nada. ¿Por qué teníamos que vivir en ésta mierda?, ¿por qué éste hombre tenía que ser tan malo?. Lo único que deseaba era salir corriendo de aquí, no verlo nunca mas, pero las ganas disminuían de inmediato al recordar la escena de anoche: Kate siendo brutalmente maltratada por Carmen al igual que mi padre, no podía hacerles esto ¡tenía que soportar! Estaba segura de que dentro de poco me haría inmune a sus comentarios.
Lavé mi cara limpiando con cuidado mis ojos, las lágrimas corrieron un poco mi maquillaje, pero nada que no se pudiese arreglar, me compuse y traté de calmarme, si ese hombre se proponía hacerme estallar no lo conseguiría, yo era fuerte, tenía que ser fuerte, dos personas dependían de mi y no las iba a abandonar. Lavé mi rostro y respiré muchas veces antes de encaminarme nuevamente a la habitación. Caminé lentamente y al entrar me encontré con William parado al lado de la cama del señor Cullen hablando con él.
—Entonces dejémoslo así, Will. Ya sabes que hacer —le dijo, y sentí inmediatamente sus ojos en mi, levanté la vista y nuestras miradas se encontraron, por escasos segundos vi sus ojos brillar y una mueca que no pude distinguir apareció en su rostro, desvió sus ojos nuevamente hacia Will ignorándome por completo, vi que el llamaba por teléfono por una red interna que había en la casa. Minutos después él me habló.
—Señorita Swan —me dijo Will, levanté mis ojos y lo miré, de seguro los tenía rojos e hinchados ya que me ardían demasiado—. Ya son las seis, es hora de que se retire —Dios… ¡Al fin! Dije sólo para mí.
—Está bien —tomé mis cosas con mas velocidad que ayer y me despedí.
—Hasta mañana —dije, evitando los ojos de mi jefe.
—Hasta mañana señorita Swan —me dijo él en el mismo tono de siempre.
Salí rápidamente de la recamara, me paré afuera y nuevamente contuve las ganas de llorar, mordí mi lengua para no ceder ante las ganas, bajé lentamente las escalas, al llegar al segundo piso mi sorpresa fue grande. Por el pasillo de la mansión Cullen venía caminando una modelo, sí, lo era. Una mujer de enormes piernas y tan alta como un poste de luz caminaba con paso de pasarela por las dependencias de la casa, tenía unos ojos color verde intenso, jamás vi algo igual. En su enorme altura ni siquiera se dio cuenta de mí ya que paso con la vista fija en frente y subió por las escaleras hacia el tercer piso, mi boca se abrió un poco y no pude disimular la sorpresa. Nuevamente la palabra «amante» repicó en mi mente, ¿se vería todos los días con su amante? La pregunta me generó una enorme curiosidad, pero la mujer de ayer no era la misma de hoy, eso significaba que Edward Cullen tenía más de una amante. Claro… para alguien de su estatus eso se debe comparar a tener perros o coleccionar antigüedades.
Me despedí del servicio y salí casi corriendo del lugar, la casa era completamente hermosa, pero en el interior se veían muchas cosas que no encontrabas afuera. Por ejemplo, un hombre que era completamente hermoso por fuera, era el dios Apolo en versión terrenal, que con una sola mirada podría despertar hasta la mas ínfima de tus conexiones nerviosas, pero por dentro era el ser mas despiadado y cruel del mundo, si compráramos en tamaño ambas partes tenían el mismo peso, su belleza y su maldad eran iguales, coexistían las dos dentro de un solo cuerpo. En otra parte estaban esas mujeres, ¿quiénes serían?, ¿amigas?, ¿subordinadas?, ¿amantes? Quién sabe, quizás algún día sepa quienes son esas afroditas.
La semana pasó lenta y tortuosa, sin duda estar con Edward Cullen cada día era una prueba del cielo, su hermosura y su altanería eran dos enormes contrastes, el día viernes por la noche le imploré a Rose que saliéramos ya que por primera vez en mi vida necesitaba un trago.
—Ahora sí que pienso que estas mal —me dijo con sincero asombro. Estabamos en un pub cerca de la casa de Rose, su nombre era «Highlight». Estaba tan tensa que pedí un martín doble y seco, me lo bebí en unos segundos levantando el dedo para pedir el próximo—. Jamás te he visto beber así y mírate —me señaló—, una semana con ese plomo y estas perdiéndote, ¡demonios Bella!
—Ya no me regañes mas —le dije, mascando la aceituna de mi copa—, sabes que no hay nada mas que pueda hacer.
—Lo sé, pero igual no puedo evitarlo. ¿Cuánto estará Carmen en la cárcel? —me preguntó con duda.
—Por lo que dijo el abogado por lo menos un mes, la encerraron por agredir a una menor y a un minusválido.
—¡Me alegro! —dijo sirviéndose de su vaso—. Yo la habría dejado pudrirse allí
—Yo también —acepté con una sonrisa, miré el contenido de mi vaso y me perdí en el color de la copa. Unos segundos después una voz me sacó de mis pensamientos.
—¿Bella? —me giré hacia donde venía la voz y me sorprendí al ver quien era.
—¿Emmett? ¡Hola! —me paré del asiento a saludarlo, él me dio un beso en la mejilla y un abrazo.
—Espero que no te moleste saludarme así —me dijo con una sonrisa.
—Claro que no, además, no estamos en el trabajo.
—Es cierto —me dijo, pero sus ojos estaban puestos en mis espaldas, seguí la dirección de su mirada y veía a Rosalie, ella ni siquiera se había dado cuenta de su presencia por lo que no se volvió a mirar.
—¡Rose! —la llamé para que mirara, ella nos dedicó una mirada a ambos, le tomé la mano y la llevé a saludar.
—Emmett, quiero que conozcas a mi mejor amiga, Rosalie Hale. Rose el es Emmett McCarty, el doctor de cabecera de la misión Cullen.
—Hola —saludó—, mucho gusto —inclinó su mano y Emmett se la agarró para corresponder al saludo.
—Hola, es un placer conocerte —miré la cara de Emmett y estaba embobado mirando a Rose, sus ojos la recorrieron completamente, pero cuando me giré esperando la misma reacción en Rose, ella retiró la mano y dijo un suave «con permiso» y se fue a sentar nuevamente.
—Perdón, pero no estamos pasando por un buen día.
—No importa, pero ¡wow! Bella… es una belleza.
—¿Te gustó mi amiga? —pregunté divertido.
—¿Qué si no? Mírala, ¡es hermosa!.
—Bueno, tratare de ver si le gustaste, el lunes hablamos de ello.
—Me harías un favor Bella. Oye ¿y como te fue en ésta semana? No pude pasar por la casa Cullen.
—Sí, bien —contesté con el entusiasmo que me daba la situación.
—¿Edward te trata mal?
—¡No! —casi grite—. Es sólo que…. Él es un poco duro para tratar a las personas.
—Lo sé, a mi me pasaba lo mismo cuando lo conocí, pero déjame decirte algo Edward es un hombre muy bueno Bella, de verdad, cuando entras en el corazón o en la cabeza de Edward te darás cuenta de cómo es. Edward sin duda es un súper héroe en un traje Armani.
—Ver para creer —le dije, cruzándome de brazos y apoyándome en una sola pierna.
—Sí… es verdad. Yo tuve que verlo para creerlo, pero te aseguro que no pasara mucho tiempo en que veas algún cambio, sé que te sorprenderás
—Ojala Emmett, ojala.
—Bueno Bella, ya es hora de irme, unos amigos me esperan. ¡Cuídate y que estés bien! ¡Adiós Rosalie, un gusto! —le gritó Emmett, Rose sólo agitó su mano con gentileza, pero en sus ojos veía que no le había gustado Emmett—. Adiós Bella
—Adiós Emmett —le di un beso en la mejilla y volví con Rose.
Volví a donde estábamos sentadas, Rosalie sujetaba su vaso y tenía la vista perdida.
—¿Qué sucede? —le pregunté con un poco de ansia.
—Nada —contestó ella con voz tranquila.
—¿Acaso no te cayó bien Emmett? —le pregunté, conteniendo una risita.
—No —respondió seca—, sus ojos parecían devorarme, odio a los hombres así, me causan escalofríos —abrazó su cuerpo imitando un escalofrió.
—Eso es por lo hermosa que eres —mi amiga parecía una modelo, sus enormes ojos azules y su cabello dorado la hacían verse como un angelito.
—Ya dejemos de hablar de mí, entonces —suspiró—, ¿seguirás aguantando al plomo de Cullen?
—Claro que sí, sabes qué debo hacerlo.
—Lo sé y eso es lo que mas me afecta, que no tienes otra solución por el momento.
—No me interesa, con tal de ayudar a mi familia soy capaz de cualquier cosa.
—Recuerda que siempre tienes disponible mi casa, yo podría ayudarlos mientras se estabilizan.
—Gracias amiga —le agradecí con emoción, la abracé y nos sumergimos en una burbuja de amor fraterno.
Sabía que no podía desistir, mi familia dependía de ello, por el siguiente mes podríamos respirar en paz, Carmen estaba lejos y por lo menos podríamos estar tranquilos. Edward Cullen no debía vencerme, él no traspasaría mi barrera, no dejaría que su sarcasmo tocara mi corazón.
Ebys Cullen- .
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
Gracias graciaslinda Ebys eres un sol
me encanto el cap
besos Nejix
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
LO VOY A LEER ALTIRITO!!
Qamiila Quinteros- .
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
Chicas algo aparte...a esta historia yo le tengo mucho cariño por que es una de mis favoritas, la he leido varias, varias veces y que me Tiwii me alla dado el permiso de públicarla me hace muy feliz... y esa felicidad se incrementa si a ustedes les gusta tanto como a mí...
Besotes
Ebys
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
oooooo....ke pesado el señor Cullen...!!
por fa otro capiii!! pliis
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Qamiila Quinteros- .
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
Ebys!!! perdon por no haber leido ninguno de tus fics antes!!!!
pero no habia tenido mucho tiempo, ahora me puse al dia con este y me encanto!!!! quiero saber que pasa con el pesote de Edward
Gracias por la historia esta buenisima, estare esperando las actualizaciones
pero no habia tenido mucho tiempo, ahora me puse al dia con este y me encanto!!!! quiero saber que pasa con el pesote de Edward
Gracias por la historia esta buenisima, estare esperando las actualizaciones
Pandy_Cullen- .
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
Historia Beteada por Gabriela (- Lady Ava'dore-)
Los personajes le pertenecen a Stephanie Meyer, y la historia es de propiedad de Tiwii... a quien agradezco enormemente que me alla dado su permiso para poder públicar está historia MARAVILLOSA... MIL GRACIAS TIWII
Los personajes le pertenecen a Stephanie Meyer, y la historia es de propiedad de Tiwii... a quien agradezco enormemente que me alla dado su permiso para poder públicar está historia MARAVILLOSA... MIL GRACIAS TIWII
5.UN DIOS DEL SEXO
Así como nada habían pasado dos semanas desde que empecé a trabajar con Edward Cullen, no puedo decir que son las dos semanas más felices de mi vida, pero bueno… por lo menos ya lo aguantaba mejor. En casa las cosas marchaban excelentes, con Carmen por un mes en la cárcel estabamos en la gloria, mi padre y hermana estaban tranquilos y felices, se alimentaban, podían dormir todo lo que quisieran y lo mejor es que de nuevo podía escuchar sus risas. Pero por las noches las cosas eran diferentes, un maldito insomnio me estaba atacando, mi cabeza estaba llena de preocupaciones, Carmen, mi trabajo, mi familia, ¿Qué pasaría cuando Carmen volviera? ¿Seguiríamos teniendo paz? No lo creía, tenía que apresurar las cosas, si ella regresaba tendría que pedir un adelanto y sacar a mi familia de ésta casa cuanto antes.
—Buenos días —saludé a Margarite, otra de la decena de mucamas que había en ésta casa.
—Buenos días señorita Swan —me saludó como siempre—. El Señor Cullen no está en su habitación.
—¿Ah sí? ¿Pero donde está?
—En la biblioteca.
—Entonces iré por él —le dije con cierta autoridad.
—Pero señorita Swan —me llamó—. El señor pidió no ser molestado.
—Lo lamento, pero si a él le pasa algo es a mi a la que regañaran, no se preocupe que yo corro con la responsabilidad.
En éstas dos semanas he aprendido a manejar el carácter tan difícil y explosivo de mi jefe, por algunas razones discutimos ésta semana. A él no le gusta que se le controle ni que tampoco se le vigile a cada minuto, pero como le decía a la chica, si algo le pasa, es mi responsabilidad, tenía que evitar cualquier tipo de problema con él. Llegué a las puertas de la biblioteca y sentí de inmediato su voz, como ya era costumbre escucharlo, estaba enojado. Bastante enojado.
—¡Demonios! —gritó cuando abrí la puerta, la cerré detrás de mi y me quedé esperando a que me viera, estaba de espaldas a la enorme ventana, traía los usuales buzos o pijamas que ocupaba cuando estaba en su habitación, la polera se cernía perfectamente a toda su anatomía—. No me importa, Frederick, haz lo que tengas que hacer, pero el proyecto de Vancouver tiene que iniciar la próxima semana, no hay más plazos.
Comenzó a pasearse por toda la habitación, cuando levantó la vista y fijó sus ojos en mí, su ceño se frunció aún más, haciendo caso omiso a su enojo me senté en uno de los sillones del pequeño estar que había. Él siguió con su paseo, constantemente se pasaba las manos por su cabello, aunque era algo que hacía a menudo. Me detuve a contemplar su belleza. La polera que marcaba su cuerpo dejaba entrever el físico de atleta que tenía, su abdomen estaba perfectamente marcado al igual que la parte baja de su pelvis, me sonrojé al pensar que mas seguiría para abajo.
Si Edward Cullen tenía fama de ser un mujeriego y tenerlas a todas a sus pies entonces sus dotes en el arte del sexo tendrían que ser excepcionales. Yo era una mujer bastante madura, a mis veinticinco años había tenido un par de novios, pero Edward Cullen que sólo me llevaba siete años de diferencia me superaba en cientos, yo creo que miles de noviazgos. ¡Dios! Si hiciera dinero por sus noviazgos sería el doble de rico de lo que es ahora. Después de gruñir un poco más colgó inesperadamente y me miró con sus ojos cargados de molestia.
—¿Quién la autorizo para entrar?
—Nadie, sólo vine a comprobar que estaba bien —le respondí, parándome del sillón poniéndome a su altura, pero sólo de su carácter porque su cuerpo me superaba por varios centímetros de altura.
—Pues ya me vio, ahora lárguese —me dijo, girándose hacia la ventana.
—No puedo —le contesté con voz dura, igual a la de él.
—¿Cómo que no? ¡Le ordeno que se vaya y me deje solo! —me gritó, con sus ojos saliéndose de su cabeza.
—¡No puedo dejarlo solo! —respiré—. Mire señor Cullen, sé que para usted esto es incomodo, me refiero tener a alguien a su lado todo el tiempo…
—Por supuesto —replicó con sarcasmo.
—Lo sé, pero lamentablemente usted me esta pagando por esto, por mantenerlo seguro y porque nada malo le suceda, así que le pido de favor que coopere con esto, así lo dos saldremos ganando.
—Claro, si a mi me pasa algo usted ya no recibirá el cuantioso cheque que le pagó —me dijo, apreté mis puños hasta que los nudillos me quedaron blancos.
—Eso es obvio, usted tampoco trabaja por dulces señor Cullen, todos tenemos nuestro precio en ésta vida, todos —le dije, y él me miró con una expresión diferente en su rostro, pero que rápidamente la reemplazo por la cara dura y cincelada que tenía cuando peleaba.
—Bien, entonces quédese aquí. Debo hacer unas llamadas así que manténgase en silencio.
—Está bien, lo hare, pero después tenemos que ir a su habitación para hacerle su chequeo.
—¡Ya quiere tocarme! —me dijo con burla.
—Oh si señor, no sabe, esperé toda la noche para ponerle las manos encima —le dije, cruzándome de brazos con una sonrisa burlona.
—Veo que está sacando las garras señorita Swan —me dijo con visible sorpresa—, cuando llegó no decía ni pio y ahora contesta a todo lo que digo.
—Sólo expreso mi punto de vista señor Cullen ¿o eso no está dentro de mis funciones? —le pregunté con sarcasmo, recordando lo que le me dijo cuando llegué.
—Sí, ya que no quiero un bloque de concreto como enfermera, pero no abuse —me advirtió, volviendo a tomar el teléfono, rápidamente marcó un número, pero colgó antes de que alguien le contestara—. Señorita Swan —me llamó con tono serio, levanté mi cabeza para mirarlo.
—¿Dígame?
—Quiero avisarle que ahora su cheque será cancelado semana a semana.
—¡Ah! —dije confundida—. ¿Entonces mi salario se dividirá en las semanas del mes?
—No —respondió, levantando nuevamente el teléfono—. El salario que iba a ser mensual ahora será semanal, alégrese, le estoy subiendo el sueldo al triple.
—¿Qué? —dije en un grito, él sólo levantó su mano y me hizo guardar silencio, segundos después comenzó a hablar.
Pasamos la siguiente hora ahí dentro, no podía creerlo ¡me subió al triple el sueldo! ¿Pero por qué? Mi intuición me decía que no era precisamente por mi trabajo ya que él cuestionaba todas mis decisiones, ¡Dios! ¿Qué tramara éste hombre? Edward Cullen parecía otra persona cuando hablaba de negocios, hasta el momento solo conocía dos partes de él, el Edward Cullen presidente y dueño de su compañía, él que no tenía piedad con nada ni con nadie y el Edward Cullen de su casa, el que podía ser un verdadero fastidio si se lo proponía. Al cabo de unos minutos más, él colgó y me miró para hablarme.
—Ya terminé, vamos a mi habitación —me dijo, avanzando hacia la puerta.
—Claro, ya es hora de sus medicamentos.
El día pasó rápido, ahora por suerte todos los días eran así. El tener una relación de mas «confianza» me hacía sentirme un poco mas cómoda, estábamos comenzando la última semana del mes, estaba feliz porque sólo faltaba una semana para recibir mi sueldo, pero lo que mas me preocupaba era que quedaban sólo dos semanas para que Carmen volviera y eso me ponía mas tensa que nunca. A las seis en punto recogí todas mis cosas y comencé a alistarme, hoy estaba un poco apurada ya que debía pasar al centro por unos materiales que necesitaba Kate.
—¿Una cita? —me preguntó Cullen desde su cama, estaba sentado en ella y apoyado en un montón de almohadas. Parecía un dios en una nube, me giré ante su pregunta.
—¿Por qué lo dice?
—Por las prisas, jamás sale corriendo de ésta casa —eso es porque no ve de la puerta de su habitación para afuera, pensé.
—No, sólo tengo que hacer —dije, tomando todo rápidamente y encaminándome a la puerta.
—Buenas noches señor Cullen —le dije, girándome para verlo, sus ojos de un verde tan intenso como las hojas de los arboles me observaban intensamente.
—Buenas noches señorita Swan —respondió.
Salí de la habitación y comencé a bajar las escaleras, cuando iba por la mitad de la escalera que me hacía bajar al segundo piso la misma visión que había tendió todos los días desde que entré a trabajar aquí venía subiendo las escaleras, otra modelo.
Ésta era un poco diferente a las demás, por primera vez vi a una que tenía el cabello castaño, un color castaño oscuro, casi chocolate, sus ojos eran de un color café, pero menos intenso que su pelo. Ella me miró y me dio una picara sonrisa, ¡Dios! Ya podría imaginar lo que iba a pasar. Apuré el paso y salí de la casa.
Estaba parada en la estación de autobuses cuando decidí llamar a mi casa, debía saber como estaba todo, comencé a buscar mi celular, pero no estaba dentro de mi bolso. Desesperadamente me metí las manos en los bolsillos de mi falda y en mi chaquetilla, ¡no estaba!
—¡Demonios! —dije fuerte, haciendo que toda la gente me mirada. La única parte en la que podía estar era en la mansión.
Caminé nuevamente hacia aquella enorme casona, cuando llegué, Rachel estaba limpiando las perillas de las puertas.
—Señorita Swan —dijo con visible sorpresa—. ¿Ha olvidado algo?
—Sí, mi celular.
—Y tuvo que devolverse, que pena.
—No es problema.
Pasé por su lado y subí rápidamente las escaleras, lo único que esperaba era que el señor Cullen no se molestara por volver, tomaría mi celular y saldría corriendo nuevamente de allí. Subí hasta el tercer piso y no me encontré con nadie, me extrañó, ya que siempre hay gente en los pasillos de esa casa, ya sea limpiando como cambiando todo de lugar, al parecer Edward Cullen era un maniático de la limpieza. Llegué a la puerta y sentí ruido, abrí con cuidado para que no se molestara por interrumpir, pero me tensé de inmediato cuando pude ver lo que pasaba adentro.
—¡Ah! —un gemido que recorrió todo mi cuerpo salió de la boca de la mujer que estaba arriba de la cama, Edward Cullen se estaba follando a aquella mujer.
La escena era digna de una súper producción pornográfica, la habitación estaba llena de las ropas de ambos tiradas por todas partes, arriba de la cama estaba la mujer apoyada en sus manos y rodillas, completamente desnuda, atrás estaba él, Edward Cullen, sus manos estaba en sus caderas y las presionaba fuerte contra la piel de ella. Los gemidos de placer llenaban por completo la habitación, mi cuerpo traicionero comenzó a reaccionar ante lo que estaba presenciando, la puerta no estaba completamente abierta, pero si me permitía mirar todo lo que sucedía dentro de la habitación.
—¡Edward! —gritó la mujer cuando él comenzó a embestir más rápido—. ¡Ah! ¡Ah! —gritó, extasiada por el placer que él le daba, miré el cuerpo de Cullen y era majestuoso, cada curva, cada parte estaba perfectamente marcada. Su torso se veía colosal ante cualquiera y su cara…. ¡dios! Su cara, completamente deformada por el placer que obtenía de éste encuentro. Mi cara comenzó a tomar un color rojizo y mi centro comenzó a palpitar, me estaba excitando, sólo con verlo ahí follando con otra mujer. El vaivén comenzó ser cada vez mas rápido, sus cuerpos se veían agotados y completamente excitados. La cara de Edward fue lo único que podía mirar, su rostro, su boca entreabierta soltando gemidos, la fuerza con la que embestía ese cuerpo.
—¡Ah! —un gritó cargado de placer se escuchó de sus labios cuando alcanzó el orgasmo, la mujer casi no podía hablar, cayó tirada en la cama sin poder reaccionar, por un instante vi algo que me perturbo aun mas, una enorme sonrisa apareció en su rostro, sus ojos estaban en la mujer, pero de repente subieron hasta la dirección en donde estaba yo, la sonrisa de el se hizo aun mas grande. ¡Me vio! Demonios, vio que los estaba observando.
Rápidamente y sin poder evitar la vergüenza, salí de allí, corrí lo mas rápido que pude. En sólo unos minutos llegué a la parada del autobús completamente horrorizada, vi a mi jefe teniendo sexo con una mujer y lo peor fue que me vio, ¡Dios!. Tomé el primer autobús que pasó y me dirigí al centro, la visita fue rápida, compre todo lo que debía y en un tiempo record llegué a mi casa.
—¡Bella! Regresaste pronto —me dijo la dulce voz de mi hermana cuando entré, ella estaba sentada en la mesa con papá listos para cenar.
—Sí —traté de componer mi expresión—. Volví pronto.
—¿Cenaras con nosotros? —me preguntó con una sonrisa.
—No —respondí en un susurro—. Me daré una ducha antes de cenar, comiencen sin mí, yo comeré mas tarde.
—Está bien —dijeron los dos al unisonó, ambos se enfrascaron en una charla que los mantenía sonriendo constantemente. Salí del letargo y yo también sonreí al verlos así de contentos.
Me fui a la habitación y dejé mis cosas, saqué una toalla y me encerré en el baño. Me apoyé contra el lavabo y dejé caer un poco mi cabeza. Ya sabía yo que todas esas mujeres eran sus amantes, pero ¿se las follaba todos los días? Lo más extraño de todo es que cada vez que veía a una era totalmente diferente a la del día anterior, al cerrar los ojos las imágenes venían solas a mi cabeza, yo había tenido sexo en mi vida, pero sin duda ver a ese hombre, a ese dios teniendo sexo marcaba un antes y un después en vida sexual.
Abrí la llave de la ducha, pues la temperatura en media ya que no quería muy caliente, lo que más necesitaba era una ducha un poco mas fría para calmar éste calor que sentía. Me desnudé y me metí de inmediato. El agua estaba tibia y hacía que mi cuerpo tuviera escalofríos. Cerré mis ojos para disfrutar del agua, pero fue lo peor que podría haber hecho.
Sin pedirlo las mismas imágenes se agolparon en mi mente, mi cuerpo a pesar de estar en contacto con el agua fría reaccionó de inmediato, la imagen de Edward embistiendo un cuerpo me hizo despertar el deseo nuevamente. Jaboneé mi cuerpo, pasando mis manos por toda mi piel, cuando llegué a mi zona intima ésta palpito ante el contacto, nuevamente la cara llena de placer y excitación de Edward apareció frente a mis ojos, aun tenía en mis oídos el sonido de sus gemidos, de su respiración entrecortada, el crujido de la cama cuando él la penetraba, todo lo que paso por mis ojos mientras los miraba volvió a mí en sólo unos segundos. Mi boca soltó un gemido que fue acallado con el agua.
No sé cuantos minutos estuve allí fantaseando con sus manos, pero no pude evitarlo, la atracción que sentía por él se acrecentó de manera alarmante el presenciar la escena de hoy día. ¿Cómo podría verle la cara mañana? Salí de la ducha y me vestí, aún sentía vestigios del placer que se produjo en mi cuerpo con sólo recordarlo. Cené tranquilamente y nos fuimos a dormir. Mañana estaba segura de que sería un largo día.
—Buenos días señorita Swan —me saludó Will.
—Buenos días señor Lickwood —saludé con cortesía.
—Espero que haya tenido unas buenas noches.
—Sí —respondí en un susurro.
Subí lentamente las escaleras, retardando lo que mas pudiese el encuentro con Edward Cullen. Dios, ¡¿cómo podría mirarlo a la cara? ¡El me había visto!
Llegué a la habitación no sin antes contar hasta veinte, golpeé y él me dio la entrada. Pasé hacia la habitación y todo parecía como el día anterior, él estaba sentado en su cama y observaba todos mis movimientos. Tal como siempre, dije para mí.
—Muy buenos días señorita Swan —me saludó, mas cortés que de costumbre.
—Bue… buenos días señor Cullen —le respondí tartamudeando.
—¿Cómo durmió? Me imagino que muy bien —me dijo con algo de sarcasmo en su voz, pasé a dejar mis cosas y en la mesa de centro vi mi celular.
—¡Mi celular! —dije en voz alta.
—Sí, William lo encontró hoy en la mañana y lo apagó, espero que tenga más cuidado con sus partencias, eso no habla bien de usted —apreté el aparato en mis manos.
—Sí señor, no se preocupe —respondí con visible molestia, pero aun sonriendo.
La mañana pasó muy lentamente, sentía a Cullen observarme todo el tiempo, creo que estaba pensando que comentaría algo, pero por nada del mundo abriría mi boca. Prefería evitarme la vergüenza. Al medio día llego Emmett, sacándonos de ese incomodo silencio.
—Buenas tardes Edward. Hola Bella.
—Buenas tardes Emmett.
—Hola — le saludé con la mano desde donde estaba.
—Edward, tengo los resultados de tus exámenes —le dijo, con un tono de preocupación en su voz—. Necesitamos hablar —le dijo, y de inmediato lo miré, él como siempre no demostró ninguna emoción en su rostro, lo único que pude ver fue que sus ojos brillaron con las palabras del doctor.
—Está bien, habla.
—¿Te molesta que Bella se quede? —le preguntó.
—No, de todos modos es mi enfermera e igual se va a enterar.
—Sí, bueno… —continuó Emmett—. Los resultados me llegaron hoy, debo decirte que tus exámenes, Edward, están completamente normales.
—¿Qué? —exclamamos los dos al unisonó, ambos nos miramos, yo me sonrojé, pero él sólo desvió sus ojos.
—No puedo creerlo —dijo un poco enojado.
—Sí, es verdad, míralo por ti mismo —le pasó los análisis y a la distancia pude ver que todos tenían la palabra «normal» en sus resultados.
—Pero si todo es normal entonces ¿qué demonios tengo?
—Estamos ante un complejo caso Edward, sin duda. No sé que mas podríamos practicarte, estamos en un país muy avanzado donde la medicina es la mejor del mundo y aun no podemos descubrir lo que te paso.
—¡Demonios! —dijo, lanzando los exámenes a la cama, se paró de ella y se comenzó a pasear. Mi vista se fue hacia su cuerpo, tuve que sacudir mi cabeza para alejar los malos pensamientos.
—Tranquilo amigo, sé que…
—¡¿Cómo demonios me pides que me calme? ¡Tú no eres el que tiene que estar encerrado todo el día!
—Sí, pero…
—¡Ya basta! No pienso hacer nada más. No estaré un día mas aquí en la casa, mañana regresare a la oficina —mi cuerpo se tensó de inmediato, ¿aquí acababa mi trabajo?
—Yo sabía que ibas a reaccionar así, es por eso que sólo tengo una condición para darte una alta provisoria.
—¿Cuál es?
—Que Isabella te siga acompañando —cambié mis ojos de Emmett a Edward, él me evaluó con la mirada y luego soltó un sonoro suspiro.
—¡Demonios! Está bien, todo con tal de que me dejes salir de aquí.
—Que te quede claro Edward que al primer atisbo de una recaída deberás volver al reposo, te recuerdo que en los dos meses que llevas en cama no has tenido ninguna recaída —antes de que yo llegara Edward ya llevaba un mes en ésta casa encerrado, yo sólo llegué a complementar el trabajo de Emmett.
—Está bien ¡Esta bien! Lo que sea con tal de salir.
—Bien, entonces te extenderé de inmediato el certificado, que te quede claro que será una alta provisional.
—Sí, ya entendí —dijo, apurando a Emmett. Él comenzó a escribir el certificado, antes de terminar me miró.
—Bella, mas tarde tomarle a Edward unos exámenes de sangre y mándalos a analizar.
—Claro —le dije.
Emmett le dio el certificado y después de darme unas cuantas indicaciones se retiró. Unas horas más tarde me dispuse a tomarle las muestras de sangre.
—¿Señor Cullen? —le llamé.
—Dígame —me dijo, sin levantar la vista del periódico que leía.
—Le tomare ahora las muestras de sangre.
—Está bien — me dijo, cerrando el periódico.
Se sentó en la cama y esperó a que le indicara lo que tenía que hacer, para éste tipo de cosas tenía el equipo necesario: una pequeña mesa plegable que ponía encima de la cama, las agujas, las botellas de muestras y la bandeja de acero para dejar todo, además del algodón y el alcohol.
—Bien, ponga su brazo en la mesa —le pedí, él obedeció de inmediato. Sentí una corriente extraña cuando la piel de su brazo rozó la mía.
—¿Así está bien? —preguntó, en una voz extrañamente sensual.
—Sí… así está bien —respondí, un tanto nerviosa.
Comencé a sacarle las muestras, él siempre me miraba atento a todo lo que realizaba, saqué dos frascos de sangre, le pasé el algodón para que se frotara en donde lo había pinchado, pero como siempre no le salió ni una gota de sangre, si no le hubiera extraído nunca, habría pensado que éste hombre era de piedra y no corría sangre por sus venas.
—No salió nada —dijo casi para él.
—No, como siempre usted sana bastante rápido —le respondí, tapando las muestras.
—Hoy no me respondió… —me dijo mirándome a los ojos.
—¿Qué cosa? —le pregunté, mientras etiquetaba los pequeños frasquitos.
—Si había dormido bien, con lo que anoche presencio puede que haya alterado algo en su dormir —me dijo, mi sorpresa fue imposible de disimular. Accidentalmente solté uno de los frascos de sangre que azotó contra la bandeja y se rompió.
—No no… no sé de qué me habla, ¡demonios! —le respondí, maldiciendo por el frasco que había perdido. Me paré rápidamente a buscar algo con que limpiar sin darle oportunidad para hablarme. ¡Dios mío! Si me había visto.
Sólo tomó unos segundos para que la situación se diera vuelta completamente cuando llegué a la mesa en donde tenía todos los implementos, antes de tomar un poco de papel secante sentí un cuerpo detrás del mío, aun mayor fue mi sorpresa cuando sentí los brazos de Edward pasar por mi cintura, estrechándome contra su cuerpo, mi boca soltó un gemido involuntario y mis manos cayeron a la mesa tratando de sujetarme de ella para no caer, la sensación de excitación que me provoco el movimiento fue completamente abrumadora.
—Ayer la vi —me dijo con esa sensual voz—. Estaba husmeando en la puerta, viste cuando estaba con Valery ¿cierto? —negué frenéticamente con mi cabeza—. No mientas —me dijo, pegándome bruscamente a su cuerpo, la tela de mi falda era tan delgada que podía sentir cada parte de su dura erección presionando contra mi trasero. Un gemido se soltó de mi boca, incrementando la tensión sexual que existía entre nosotros.
—Señor Cullen… ¿Qué… qué hace? —pregunté, mientras la excitación me envolvía cada vez mas.
—Nada, sólo le estoy preguntando algo, respóndame —me presionó aún mas contra su pene, mi cadera se fue hacia atrás haciendo aún mas frenético el contacto, mi cuerpo cayó un poco hacia la mesa, él podría perfectamente haberme penetrado en esta posición. ¡Que demonios estaba pensado!
—Ah… señorita Swan —respiró cerca de mi cabeza—. ¿Está nerviosa?
—Señor Cullen —solté en un susurro, tal vez lo estaba imaginando, pero sentía su potente erección palpitar contra mi piel, cuando me di cuenta de ese detalle mi centro comenzó a hacerlo al mismo ritmo, sus ávidas manos me agarraron y me hicieron girar enfrentándome contra sus ojos.
—Me llevé una gran sorpresa al verla observando —me dijo, con su halito golpeando en mi cara, olía a menta—, reconozco que ser observado por otra mujer aumento el placer —afirmó.
—¿Qué pretende? —pregunté en un susurro, excitada como jamás había pensado, mi centro comenzaba a sentir los estragos de su cuerpo, la humedad que se dispersaba rápidamente por él me delataba.
—¿Yo? Nada —me dijo, sus ojos examinaron mi cuerpo—. Nada, sólo quería preguntar algo, además de comprobar si la había afectado vernos. Ya veo que sí.
Antes de que pudiera replicar algo un golpe en la puerta nos hizo separarnos bruscamente. En sólo unos segundos Edward volvió a su cama y yo me giré violentamente hacia la mesa, comencé a ordenar todo lo que se había salido de su lugar, al poner mis manos sobre ella todo lo que había encima se desordeno.
—Señor Cullen, tiene una llamada —dijo Margarita.
—Gracias —le respondió él, tomando el teléfono—. ¿Diga? —contestó.
Mientras él hablaba por teléfono salí al baño, entré casi corriendo y me apoyé en la puerta, cerré mis ojos y solté todo ese deseo que había contenido. ¡Dios mío! Fue lo único que pude pensar. Caminé rápidamente hacia el lavabo, el espejo me mostraba una imagen que muy pocas veces había visto, mis mejillas estaban completamente rojas, mi cabello despeinado, mis ropas desordenadas y lo más importante: la cara de excitación no me la sacaba nadie.
—¿Cómo… cómo puede ser esto? —repliqué mirándome al espejo, mi mano se fue a mis labios y atravesó toda mi cara, las sensaciones que me había despertado ese hombre sólo con ponerme contra su cuerpo habían sido abrumadoras.
Desesperada, abrí el grifo y mojé mi cara tratando de disminuir el creciente deseo. Cuando al fin logre calmarme un poco volví a la habitación, pero ahora ya no había ni señas de lo que había pasado antes, Edward estaba paseándose de lado a lado y gritaba como loco.
—¡Demonios Frederick! —ya le tenía lastima al pobre—. ¡¿Cómo puede salir todo mal? Se nota que yo no estoy a cargo, pero mañana a primera hora estaré allí, si, prepara una junta de directores, debo hablar con todos ellos.
Caminé lentamente hacia la habitación, el reloj marcaba las seis de la tarde y era hora de salir, hoy más que nunca deseaba salir corriendo. Me giré para guardar mis cosas.
—No me interesa, ¡Maldita sea! Te dije que… ¡Ah! —un grito de dolor salió de los labios de Edward, el teléfono impactó contra el suelo y sus manos se fueron directamente a su cabeza, me giré rápidamente para ver qué pasaba.
—Señor Cullen —le dije, corriendo hacia él—. Señor Cullen ¿qué pasa?
—¡Ah! —un nuevo grito salió de su pecho, despertando todos mis sentidos—. Bella, me duele, ¡Ah! —volvió a gritar, agarrándose aun más la cabeza, su cara estaba totalmente crispada por el dolor que sentía. Cayó de rodillas al suelo, intenté sujetarlo, pero el peso de él me sobrepasó.
Corrí hacia una de las murallas y toqué el botón de emergencia que tenían en la casa. Si estaba teniendo un derrame o algo así teníamos que reaccionar rápido. Debía trasladarlo a un hospital.
—Edward, por favor —le pedí, tratando de levantarlo para llevarlo a la cama.
—¡Ah! —un grito aun más fuerte se desató, cuando estaba a punto de levantarse volvió a caer al suelo, pero esta vez desmayado.
Miré su cuerpo inerte en el suelo, mi corazón se detuvo y no pude evitar gritar.
—¡Edward! —dije, corriendo a socorrerlo, estaba teniendo nuevamente una crisis y no había podido hacer nada para evitarlo.
Ebys Cullen- .
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
¿Y?... ¿Ahora que piensan del Sr. Cullen?... y todavía falta... Las quiero chicas y ahora diganme si no aman esta historia tanto como yo... y eso que recien empieza, todavía falta lo mejor.
Ebys Cullen- .
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
aaaaaaaaaaaaaa Ebys!!!! estuvo buenisimo el capiii!!! ufff que calor me dioooo!
me encanta la mezcla de chico MALO-SEXY-BUENO en el fondo!!!
me rei mucho! pobre bella, este edward la lleva al limite, bueno a mi igual
Gracias estare esperando el proximo cap!!!
me encanta la mezcla de chico MALO-SEXY-BUENO en el fondo!!!
me rei mucho! pobre bella, este edward la lleva al limite, bueno a mi igual
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Pandy_Cullen- .
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
ehh bunisimo otro otro !!!!!! gracias linda Ebys
cariños nejix
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Nejix- .
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
esta buenisima esta historia
subemas capitulos porfavor no me dejes con esta incertidumbree
porfavor
subemas capitulos porfavor no me dejes con esta incertidumbree
porfavor
isabel- Cantidad de envíos : 23
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
ooooo....otrooo!! estubo muy bueno
miren lo que tenia guardado el señor Cullen...
miren lo que tenia guardado el señor Cullen...
Qamiila Quinteros- .
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
xfitas suban mas capitulos que me muero de curiosidad jajaja porfa porfa
isabel- Cantidad de envíos : 23
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"CORAZÓN DE HIERRO" (+18)
Historia Beteada por Gabriela (- Lady Ava'dore-)
Los personajes le pertenecen a Stephanie Meyer, y la historia es de propiedad de Tiwii... a quien agradezco enormemente que me alla dado su permiso para poder públicar está historia MARAVILLOSA... MIL GRACIAS TIWII
Los personajes le pertenecen a Stephanie Meyer, y la historia es de propiedad de Tiwii... a quien agradezco enormemente que me alla dado su permiso para poder públicar está historia MARAVILLOSA... MIL GRACIAS TIWII
6. DESEO INCONTROLABLE
—¡Edward! ¡Edward! —lo llamé, pero él por nada del mundo parecía querer despertar, moví su cuerpo y parecía sin vida, su piel estaba aún mas blanca que de costumbre y sus manos que hace pocos minutos las había sentido quemar en mi piel ahora estaban heladas. ¿Por qué había sucedido esto? No pude evitar preguntarme.
—¡Señor Cullen! —dijo la horrorizada voz de Will, se acercó lentamente a donde estábamos, yo estaba sentada en el suelo y Edward estaba con su cabeza apoyada en mi regazo—. ¿Qué le ha pasado? —me preguntó de inmediato.
—Estaba discutiendo con alguien por teléfono y de pronto le vino ésta crisis, pero no es momento para explicar ¡Llame a una ambulancia!
—Sí… sí —respondió atropelladamente. En menos de diez minutos estaba una unidad de rescate medico en la casona, subieron rápidamente hacia la habitación y comenzaron a trabajar en él.
—¡Atrás por favor! —nos dijeron cuando llegaron a nuestro lado.
—Yo soy su enfermera —le dije tratando de ayudar.
—Bien señorita, entonces infórmenos.
Mientras ellos lo inmovilizaban les conté rápidamente de la extraña patología que tenía Edward.
—Entonces lo llevaremos al St. Mathew, síganos por favor.
—Sí —respondí rápidamente, tomé mi abrigo del sofá y los seguí mientras lo bajaban inmovilizado en una camilla—. ¡Will! Encárgate de avisarle a quien creas correspondiente, después vete al hospital, tu sabes mejor que yo los aspectos legales del señor Cullen
—Sí señorita, el chofer ya está afuera esperándola.
Salí de la casa corriendo y me metí al auto, James, el Chofer de Edward, me esperaba atento afuera.
—Al St. Mathew —le dije antes de entrar, él sólo asintió y rápidamente se subió al auto, manejó a toda velocidad por las calles de Chicago, saqué mi celular y busqué rápidamente el número de Emmett.
—¡Bella! —me dijo alegre cuando contestó—. ¿Qué sucede?
—Edward acaba de tener una recaída —un silencio de sólo unos segundo se hizo en el teléfono.
—¡Mierda! —exclamó el doctor—. ¿A dónde lo llevaran?
—Al St. Mathew, ya casi estamos llegando.
—Bien, salgo de inmediato —ambos cortamos la comunicación. Mordí nerviosa una de mis uñas, tenía una opresión gigante en el pecho y lo único que quería era llorar, jamás me había pasado esto en el hospital, hasta en las peores situaciones sabía controlarme muy bien, pero por lo visto éste no era el caso.
Llegamos al estacionamiento, le pedí a James que se quedara cerca por si lo necesitaba, cuando sacaron a Edward de la ambulancia mi pecho se oprimió aun mas, venía mas pálido que cuando lo sacaron de la casa. Los paramédicos lo hicieron pasar a urgencias, pero un guardia me retuvo en la entrada.
—Lo siento, no puede pasar.
—Pero soy la enfermera del señor —le repliqué muy molesta.
—Lo siento, pero sólo familiares directos pueden pasar.
—¡Demonios! —grité exaltada, ganándome todas las miradas que había a mi alrededor. Caminé hacia donde había unos ventanales y ahí me quedé esperando.
Al pasar de los segundos, los minutos, mi cabeza iba generando diferentes ideas, sólo unos momentos más tarde casi me golpeé contra la pared por estar pensando cosas terribles. No sabía porque eran pero tenía un gran miedo de que a Edward le sucediera algo, yo no quería eso.
Mi traicionera mente también me mostró lo que habíamos pasado esa tarde, no habían pasado ni dos horas desde que él me había hecho experimentar tan exquisitos sentimientos. Él, un hombre de dinero, de poder, con clase, me había intentado seducir, no podía imaginar como él podría haberse fijado en mí. O tal vez yo era muy ilusa y sólo estaba jugando conmigo. Una tarde que sólo podría haber estado preso de un deseo contenido y yo era la única para ayudarlo a liberarse, debe haber estado ansioso de que llegara alguna de sus modelos.
Al cabo de una hora entró Emmett por la puerta de la urgencia, me vio, pero pasó directamente hacia la puerta por donde habían ingresado a Edward, comencé a pasearme por todo el lugar nerviosa por lo que sucedía, no tenía ni idea de cómo estaba, pero ansiaba tener noticias sobre él.
—Familiares del Señor Edward Cullen a informaciones por favor —la voz del alto parlante me hizo salir de mis pensamientos, miré el reloj de la pared y ya eran casi las nueve de la noche. Caminé rápidamente hacia donde se indicó, yo no era un familiar, pero tenía que saber cómo estaba.
—Buenas noches —saludé a la enfermera que estaba en el mesón—, mi nombre es Isabella Swan nece…
—Ah, señorita Swan, pasé por favor —mi cara demostró la sorpresa que tenía, la enfermera salió del mesón y me indicó que siguiera por el pasillo hasta el Box 5, agradecí y rápidamente me dirigí allá.
Atravesé el pasillo a zancadas, estaba nerviosa, mi cuerpo me traicionaba y demostraba todo el miedo que sentía ¿Por qué? Ni siquiera yo misma lo sabía, necesitaba ver a Edward y saber que estaba bien, sólo eso podría calmarme. Llegué al Box y mis ojos se clavaron en un cuerpo que estaba en la camilla.
—Edward —susurré sólo para mí, él estaba en una camilla, tan pálido como llego y con sus ojos cerrados, a su lado estaba Emmett rellenando una ficha—. Dios…
—Bella —Emmett levantó la vista y se paró a saludarme—, buenas noches —me dijo con un beso y abrazo.
—¿Qué ha pasado? ¿El señor Cullen está bien? —le pregunté con miedo de que la respuesta no fuera buena.
—Sí, por ahora lo está. Tuvo un fuerte colapso, pero no sabemos a qué se debió, dime ¿qué pasó antes de que esto pasara?
—Estábamos en su habitación y luego… —mi rápida mente me mostró en sólo unos segundos lo que yo trataba de omitir, mis ojos miraron a Emmett y los de él se posaron en los míos esperando una respuesta.
—Me puse… a discutir —interrumpió la voz de Edward desde la camilla, ambos nos giramos y no pude contener la alegría que tenía de ver que estaba bien, me acerqué lentamente hacia su cama, sus ojos estaban igual de intensos y su cara comenzaba a recuperar su tono normal.
—Hola —me saludó, y no pude reprimir la sonrisa.
—Hola —le respondí.
—Edward, amigo, ¿cómo estás? —le preguntó Emmett, adelantándose y poniéndose entre nosotros.
—Bien —le dijo, llevándose una mano a la frente—, pero no sabes cómo me duele la cabeza.
—Es normal, lo que tuviste hoy fue un fuerte colapso y por lo que me dices puede que haya sido provocado por una situación en la que te estresaste. Iré por la enfermera y el doctor de turno para que examinen tu condición.
—Está bien —le dijo con voz ronca, inmediatamente que Emmett se fuera sus ojos se fijaron en los mío—. Acércate —me pidió con el mismo tono de voz.
—¿Cómo se siente? —le pregunté mientras me paraba al lado de su cama.
—Mejor, aunque como les dije me duele muchísimo la cabeza, dime ¿dónde está Will?
—Llegó, pero se está encargando del papeleo, yo no entiendo de eso —respondí bajando mi mirada.
—Bien, no tienes porque, tú tienes que estar conmigo en éste momento, de lo demás que se encargue él —por una razón que no adiviné mis mejillas se tiñeron de rojo al escuchar esas palabras.
—¿Necesita algo? —le pregunté.
—Sí — me dijo serio—, acércate ya que no puedo gritar —acorté la poca distancia que me separaba de la cama, me incliné un poco para que pudiera hablarme—. Necesito un beso —susurró.
Giré mi cabeza para verlo, pero fue aun peor, en sólo unos segundos una de sus manos tomó mi muñeca atrayéndome hacia él, su otra mano se metió entre mi cabello y mi nuca pegándome aun mas a él. Cuando menos lo esperé nos estábamos besando, estaba probando de sus labios. El beso fue completamente pasional y lleno de lujuria, en sólo unos segundos mi cuerpo y cada partícula de mi ser reaccionaron ante sus labios, su cálida lengua se metió en mi boca haciendo estragos, no pude resistirme a besarlo, me era imposible.
—¿Qué hace? —le pregunté, mientras se separaba para dejar pequeños besos en mi boca, él me hizo callar.
—Bésame —me dijo, dejándome completamente desconcertada, sus manos siguieron agarrándose fuerte de mi muñeca y a mi nuca, sus labios nuevamente entraron en acción y el deseo que había contenido de la otra vez despertó con mayor fuerza que antes, me separé bruscamente de él para buscar aire, solté el poco que tenía dentro en un sonoro gemido. Sus besos comenzaron a bajar hacia mi cuello, sus labios me quemaban cada pedazo de piel que dejaban. Mi conciencia estaba escandalizada, estábamos en un hospital, separados de la gente sólo por una cortina, en cualquier momento podría entrar alguien y descubrirnos, pero eso al parecer a mi jefe no le importaba, porque sus caricias cada vez se hacían más intensas.
Me soltó de la muñeca y de la nuca, pero rápidamente pegó sus manos a mi cintura, yo no me encontraba en la mejor posición posible, tenía medio cuerpo recostado arriba de la cama, nuestros pechos estaban uno sobre el otro sintiendo cada respiración que daba el otro. Me apretó contra su cuerpo y despertó sentimientos que jamás pensé descubrir sólo con un beso, su agarre era tan demandante y necesitado que con sólo sentirlo aprisionándome contra su cuerpo me hacía excitarme mas y mas.
—¡Ah! —gimió contra mi cuello, su lengua lamió todo lo que tenía a su paso, pero cuando justo sintió a alguien en el pasillo me soltó de inmediato empujándome fuera de la cama, mis piernas flaquearon por lo intenso de la situación. Sólo tuvimos unos segundos para mirarnos, pero me parecieron eternos, sus ojos me observaban de arriba hacia abajo, su pecho subía y bajaba frenéticamente, los labios de ambos estaban completamente hinchados por la precisión que hicimos al besarnos, una sonrisa torcida apareció en su rostro y me derritió por completo, mi corazón se agitó aun mas y mis mejillas se tiñeron de un color rojo intenso, lo miré y en su rostro sólo pude distinguir la lujuria.
—Bueno Edward —dijo Emmett corriendo la cortina—, el doctor vendrá enseguida. Bella —se refirió a mí, pero yo no podía hacer otra cosa más que mirarlo, él también me observaba con la misma sonrisa en su rostro. ¡Maldición! ¿Me estaba tentando?—, Bella —me llamó nuevamente.
—¿Sí? —pregunté.
—Es hora de que te vayas, es muy tarde y tu horario terminó, no es necesario que te quedes.
—Sí… sí, pero… —intenté replicar.
—Vete a casa y mañana pasare por la mansión a decirte lo que pasó —miré nuevamente a Edward y él no había cambiado su cara.
—¿Trajiste tus cosas al hospital?
—No —susurré—, pero no importa, me devolveré a la mansión a buscarlas.
—No —sentenció Edward—, dile a James que te lleve a tu casa, mañana él también irá a recogerte, no es necesario que te vayas a mi casa nuevamente, Emmett tiene razón, para ti fue bastante por hoy.
—Pero señor Cullen —intenté rebatirlo, aún me sentía un poco culpable por no haber podido hacer nada mas, de verdad me quería quedar, pero al contrario de eso necesitaba tener una seria charla con éste hombre, debía saber que estaba pasando por su cabeza para que hiciera todo esto.
—¡Ya basta! —me gritó, y se llevó de inmediato una mano a su cabeza—. ¡Maldita sea!
—Bella, no reclames por favor, acepta lo que dice Edward y vete a descansar, ya mañana hablaremos.
—Está bien —les dije—. Mañana nos vemos entonces.
—Buenas noches Bella.
—Buenas noches —se despidió Edward.
—Buenas noches a los dos.
Salí del Box con la sola idea de llegar a mi casa a bañarme con agua fría, éste hombre estaba jugando con mis sentimientos y al mismo tiempo con las reacciones de mi cuerpo. ¡Demonios! ¡Maldito cuerpo traicionero! Salí al estacionamiento y apenas James me vio abrió la puerta para mí. El auto comenzó a recorrer las calles de Chicago, hacía un frio de los mil demonios, toda la gente andaba con el mayor número de prendas posibles, cerré los ojos y me permití recordar el beso. Sin duda Edward Cullen era un besador nato o tal vez los años de experiencia le habían dado esa facultad. Toqué mi boca y la sentía arder ante el contacto con mis dedos, no podía evitar que ese beso me gustase, porque así fue, mi mundo se torció al sentir sus labios sobre los míos, tan suaves, tan cálidos, tan dulces… de sólo pensar en ellos o estar contra su cuerpo me hacía estremecer.
Al otro día James llego puntual a buscarme, por irme con él pude levantarme un poco más tarde ya que nos iríamos directo a la mansión, al llegar allá estaba todo en silencio, mis piernas temblaron con la sola idea de estar a solas con Edward, la tensión sexual que sentía se comenzaba a sentir en todas partes y al parecer él ya se había dado cuenta.
—Buenos días Señorita Swan —me saludó Will—, antes de que suba esto es para usted —en sus manos había un sobre, lo recibí.
—¿Qué es esto? —pregunté con duda.
—Es su paga, recuerde que ahora sus pagos serán semanales. En el sobre están las dos semanas que lleva trabajando aquí y está el cheque de ésta semana —me quedé plantada sin poder mover un sólo musculo, ¿de verdad me iba a pagar todas las semanas como me había dicho? Abrí el sobre y mis ojos se salieron de orbita cuando vi las cantidades que había marcadas en los cheques, los miré detenidamente y la firma inconfundible de mi jefe estaba allí.
—Pero… pero… esto es más de lo que tenía que recibir.
—El señor Cullen autorizó los montos y firmó los cheques, así que no hay nada incorrecto, esa es su paga ¿o es que a caso no la quiere?
—¡Sí! —exclamé, sin disimular la necesidad que tenía de éste dinero—. Es solo…
—No se preocupe, a todos nos ha pasado así, si su trabajo es importante y bien hecho el señor Cullen siempre la recompensará, él es un hombre muy generoso.
—Ya ve —le dije, perdiendo mis ojos nuevamente en los cheques.
—Bueno, no la detengo más, que pase buenos días —se despidió perdiéndose en los pasillos de la mansión.
Webber ya me lo había dicho, Edward Cullen era un hombre que sabía pagar por un servicio bien hecho. Entonces a él le gustaba como trabajaba porque si no… no sabía realmente que tenía en mente ese hombre.
Golpeé suavemente y entré, él estaba en el mismo lugar de siempre, pero ésta mañana se veía diferente, una sonrisa arrebatadoramente sexy se posaba en sus labios.
El día paso rápido, Emmett nos visitó en la mañana y estuvo todo el día allí, discutimos unos diagnósticos y se retiró después del medio día. La tarde paso casi igual, Edward durmió mucho debido a los medicamentos que le estaban dando, disfruté toda la tarde viendo como su angelical rostro descansaba, él podía verse como un ángel cuando dormía, muy diferente a lo que era la realidad. Cuando el reloj marcaba casi las seis de la tarde me salí de la habitación para ir al baño, Edward estaba en el suyo ya que quería darse una ducha. Rápidamente me lavé las manos y me arreglé para partir.
—Señor Cullen —lo llamé cuando estuve en su habitación.
—Me estoy bañando —gritó desde adentro, la puerta estaba abierta. ¡Qué descarado! Pensé. Sin necesidad de pensarlo dos veces me hice hacia atrás y me fui a una de las ventanas en donde él no pudiera verme, no quería por nada del mundo malos entendidos con él, por mucho que deseara que me tocara nuevamente. Sus manos sobre mi piel eran como la miel para las abejas, sólo me había enfrentado dos veces a esa situación y podría decir que me hice adicta a sus manos.
—¿Qué hace allí? —me preguntó extrañado, estaba sentada en una de las esquinas de la habitación, escondida detrás de un pilar que me dificultaba la visión hacia el baño. Él se asomo por aquel pilar y casi palidecí cuando vi su torso desnudo.
—Nada —respondí lo más normal que pude—, sólo estaba esperándolo, no quería importunarlo —por su rostro se extendió una sonrisa torcida que me estremeció todo mi cuerpo.
—¿Importunarme? —rió y caminó hacia su cama, se sentó en una de las orillas y se secó el cabello—. Bueno —me dijo pasando la toalla por su cabello, ¡Dios! Hasta cuando se seca, es sexy… Traté de mirar hacia otro lado, pero su suave voz llamó mi atención nuevamente—, se supone que hoy día yo debería haber vuelto a mi empresa, pero como tuve esa maldita crisis no pude.
—Es verdad.
—¿Pero sabe una cosa? No voy a dejar que ésta maldita enfermedad me deje imposibilitado, volveré a trabajar igual.
—¿Emmett sabe de esto? —le pregunté dudosa.
—No y no tengo porque explicarle —me respondió con un tono serio—, él mismo dijo que ni siquiera sabían que tenían, así que si no saben no tengo de que cuidarme ¿no cree? —volvió a sonreír, eran las primeras veces que lo veía sonreír tan abiertamente, me tenía embobada mirándolo.
—Si usted lo dice —le comenté mientras tomaba mis cosas encima de uno de los sillones, en unos cuantos segundos sentí una presencia al lado de mi cuerpo, me giré y di un respingo por verlo parado tan cerca de mí. Todo lo que tenía en mis manos cayó al suelo.
—¿Cuestiona mis decisiones, señorita Swan? —preguntó cerca de mi rostro.
—Señor… señor Cullen, aléjese —dije, tartamudeando y quitándole toda credibilidad a lo que decía.
—¿De verdad quiere que me aleje? —preguntó tomándome por la cintura.
—¿Qué pretende? —pregunté en un susurro mientras disfrutaba del aroma de su cuerpo, cerré mis ojos para grabarlo en mi mente.
—¿Acaso no es obvio? —respondió con otra pregunta, su nariz se acercó a mi cara y comenzó a trazar una línea sobre mi mejilla. Una de sus manos subió de mi cintura a mi espalda para presionarme contra su pecho.
—Por favor, ya basta —le pedí en un susurro contra su piel—, no juegue conmigo.
—No lo hago, pero —besó mi mejilla— esto es algo que los dos deseamos ¿no lo crees? Ah… —suspiró—. Bella…
Gracias a mi piel la enorme excitación que estaba sintiendo no exploto fuera de mi cuerpo, sus manos se sentían ardiendo contra la piel de mi espalda. Un golpe en la puerta nos hizo separarnos bruscamente, Edward parecía molesto por la intromisión, pero yo agradecía al cielo que alguien nos hubiera detenido, si no, no sabría que hubiera pasado.
—Señor Cullen —dijo Margarite por teléfono—, el Señor Black lo llama por teléfono.
—Ah —dijo con voz seria y un poco malhumorada—, deme ese teléfono —se lo quito de las manos. Sin pensarlo dos veces caminé a toda prisa hacia la puerta—. Señorita Swan —me gritó haciéndome pararme en el mismo momento, me giré y él sonreía, un calor que salió de la parte baja de mi estomago me quemó la piel—, recuerde que mañana deberá acompañarme a la empresa, así que venga con ropa casual —guardó silencio y sonrió más abiertamente—. Y mañana seguiremos con ésta conversación.
No pude responderle nada, me dejó helada. ¿Mañana seguiríamos? ¿Mañana volvería a besarme?, maldita sea… en que me estaba metiendo. Tenía una sonrisa pervertida dibujada en su rostro, me giré y salí a toda prisa de la habitación. Bajé las escaleras de la casa en sólo unos segundos. Sólo cuando uno de los grandes portones se cerró a mi espalda me sentí un poco más tranquila, ese hombre me trastornaba, había probado sólo dos veces sus labios y ya ansiaba mas, si alguna vez llegábamos a tener otro tipo de contacto eso sabría a gloria.
La noche no fue mejor, mis pensamientos eran morados por ese hombre que con sus besos me había llevado al cielo, me levanté de la cama y fui por un café, era media noche y hacía bastante frio. Me acerqué a la ventana, todo parecía tan tranquilo, no podía evitar que mi mente maquinara diferentes ideas con el cuerpo de Edward, no podía negar la enorme atracción sexual que tenía hacia él, poseía un cuerpo maravilloso, todo en él me invitaba a mirarlo.
—Esto es serio —dije en un susurro, con la vista pérdida en las luces de la ciudad pensé en lo que pasaba, sabía que no podía involucrarme mucho con él ya que era mi jefe y además éramos de dos mundos totalmente diferentes. Él era un magnate, yo una simple enfermera, no había manera de relacionarnos. Otro punto en ésta historia eran los sentimientos, no podía dejarme involucrar sentimentalmente con él, ya que sabía de sobra que él sólo jugaba con las mujeres que tenía y yo no sería agregada a la lista, debía tener cuidado.
En la mañana el día amaneció tan frio como la noche de ayer, le serví el desayuno a mi padre y hermana, comimos todos juntos y me despedí de ellos para ir al trabajo, cuando iba saliendo del edificio me encontré con una enorme sorpresa.
—Buenos días señorita Swan —me saludó James, el chofer de la mansión, estaba apoyado en el enorme mercedes de color negro, el auto de mi jefe.
—¿James? —pregunté atónita—. ¿Qué haces aquí?
—El señor Cullen me mandó por usted.
—¿Pero por qué? —pregunté asombrada por el «gesto»
—No lo sé —rió—, recuerde que yo sólo sigo ordenes, ¿nos vamos? —abrió la puerta del auto.
—Sí… sí claro —tartamudeé.
El camino fue muy tranquilo, llegamos a la casona y Will fue quien nos recibió.
—Buenos días —saludó con el mismo tono de voz de siempre.
—Buenos días —respondí.
—El señor Cullen la está esperando en el comedor, pase por favor.
Asentí y caminé en dirección al enorme comedor, al entrar contuve el aire por tan divina alucinación que había. Edward estaba sentado en la punta de la enorme mesa, llevaba un traje de color negro que acentuaba sus hermosos ojos, su cabello cobrizo seguía tan despeinado como siempre, estaba perfectamente afeitado y arreglado. Levantó la vista de su café y sonrió.
—Buenos días señorita Swan —me saludó con un tono vivo y sensual.
—Bue… buenos días señor Cullen —saludé atropelladamente.
—Hoy tendrá que acompañarme medio día a la oficina, pero no se preocupe que no será mucho.
—Está bien —le dije.
—Bueno ya es hora de irnos. ¿Will? —llamó con una suave voz, el mayordomo apareció de la nada y llegó al lado de su patrón—, iré a la oficina, cualquier cosa que necesiten me llaman allá.
—Sí señor.
—Si llama mi madre o hermana diles que me llamen a la oficina.
—Sí señor.
Dejó a Will atrás y se encaminó hacia la puerta, allí lo esperaba Rebecca con su abrigo y un portafolio. Él se pasó su enorme chaquetón y salió hacia el auto.
—Que pasen buen día, señor Cullen, señorita Swan —nos despidió. Él salió sin agradecerle a nadie, lo seguí rápidamente hasta el auto y entré.
—¿A dónde vamos señor? —le preguntó James.
—A la oficina, por favor —le respondió mirando por la ventana.
El viaje fue muy silencioso y algo tenso, estábamos sentados en el auto y sólo unos cuantos pasos nos separaban, sus manos descansaban en su regazo al igual que las mías, me sentía nerviosa por no saber que estaba pensando, casi de reojo miré hacia su lado y tenía la vista perdida en el paisaje mientras que yo me moría por no saber que sucedía. La tensión se incrementó cuando por accidente rocé una de sus piernas con mi rodilla, él giró su vista y me sonrió abiertamente yo no pude evitar sonrojarme furiosamente porque sabía lo que él estaba pensado, en su cara la palabra «sexo» estaba grabada con fuego.
Llegamos al enorme edificio que contenía sus oficinas, todo el mundo entraba y salía de él. James se bajó rápidamente para abrirnos la puerta, cuando la gente que estaba cerca se dio cuenta de quien venía en el auto todos se quedaron mirándonos, diferencie muchas caras y expresiones, la que predominaba era el miedo.
—Buenos días Señor Cullen —lo saludó una recepcionista, casi se abalanzó contra el escritorio para saludarlo, Edward no la saludó ni la miró, pero en la mujer centellaba el deseo en su mirada.
Subimos hasta el piso treinta del edificio, creo que era el último. Cuando el ascensor se abrió un enorme recibidor fue el que nos recibió, miré a mí alrededor y había unas cuantas oficinas, todas ellas se veían bastante espaciosas, sin duda estábamos en el piso de todos los gerentes. Edward caminó hacia donde había dos puertas gigantes, abrió una de ellas y me dejó pasar. Del otro lado estaba una señora de edad avanzada, tenía cabellos de color blanco muy marcados en su cabeza, las pequeñas arrugas en sus ojos denotaban su edad.
—Buenos días Irene —la saludó con tono suave, la mujer reconoció el tono de voz y levantó la cara asombrada.
—¡Dios mío! ¡Edward! —saludó efusivamente, me extraño que al mirarlo él tenía una dulce sonrisa en sus labios—. Hijo, por dios ¿por qué no me avisaste que volvías hoy día?
—Porque no lo sabía, ayer tuve una recaída, pero parece que ya estoy mejor —su tono de voz era dulce y suave, la mujer se paró a saludarlo de beso y abrazo los cuales él respondió sin problemas.
—Qué bueno que ya estás aquí, ¿y ella quien es? —preguntó refiriéndose a mí.
—Mi nombre es Isabella Swan, señora, mucho gusto —le dije extendiéndole mi mano, ella la recibió con una amplia sonrisa.
—Isabella es mi enfermera, me estará acompañando el tiempo que sea necesario. Más tarde ve a mi oficina para que redactes unos memos.
—Sí, claro.
Edward continuó su paso hacia la oficina y lo seguí, la mujer nos dio una dulce sonrisa que me dejó desconcertada.
—Irene era una de las secretarias de confianza de mi padre —dijo Edward sentándose en el sillón de su escritorio, miré alrededor y me maravillé por todo lo que había. Era una de las oficinas más grandes que había visto, tenía un enorme estar en el medio de ella, cuadros de pintores famosos por todas partes y en el medio estaba situado su escritorio, era de madera con una base de vidrio grueso. Caminé lentamente y dejé mi abrigo junto con mi bolso encima de uno de los sillones—. ¿Trajo implementos? —me preguntó mientras veía lo que tenía arriba del escritorio.
—Claro, si a usted le pasa algo deberé actuar rápidamente, además, lo que pasó la otra vez me pilló totalmente mal parada.
—Pero no fue su culpa, que yo esté fallado no significa que usted sea la culpable —sonreí, él me miró, pero sólo desvió su mirada hacia los papeles—. Tome asiento, nos quedan por lo menos unas cuatro horas más aquí —me dijo tomando el teléfono y llamando.
La mañana fue completamente ajetreada, no paso mucho tiempo antes de que la oficina se llenara de gente, directivos, accionistas, empleados y muchas personas más. Toda la mañana vi a Edward hablar con personas acerca de balances, dinero, reuniones, proyectos y diferentes cosas. Alrededor del medio día leía muy entretenida un libro, su voz muy cerca de mi oreja me sacó de mis cavilaciones.
—¿Está aburrida? —preguntó cerca de mi oído. El sólo sentir su halito cerca de mi piel hizo que se me erizaran los vellos.
—No —respondí en un susurro, giré mi cara y él estaba extremadamente cerca de mí, estaba apoyado en el brazo del sillón, sus ojos brillaban y su boca estaba entreabierta.
—Bésame —me volvió a pedir, dejándome helada.
—¿Qué? —le pregunté, pensando que había entendido mal.
—Bésame —me urgió, sin darme el chance para decir algo mas tomó mi rostro y lo acercó al suyo.
La pasión que generaron sus labios en los míos me dejó aturdida, éste no era un beso como cualquiera, era ansioso, necesitado, sentía su ansia por mis labios. Su boca se abrió para dar paso a su lengua, la mezcla de ambas me provocaba un calor intenso. Sus labios devoraban los míos rápidamente y sin darme permiso para escapar, sus manos sujetaban con fuerza mi cara. Cando el deseo ya fue incontrolable no me resistí mas y solté el libro que estaba leyendo, llevé mis manos hacia su cara y la sujete para profundizar más, me pareció verlo sonreír entre besos, pero creo que fue mi imaginación.
—Señor Cullen —gemí cerca de su boca, tomó mi cuerpo por la cintura y lo recostó sobre el sillón, sin perder permiso se recostó sobre mí sin hacerme daño. Ese día me había puesto una falda de traje y una blusa, no sé porque lo había hecho, tal vez para no verme como mamarracha. Sus manos siguieron las líneas de mis medias hacia los muslos y se adentraron por dentro de la falda, acarició mis muslos y apretó la carne de ellos.
Edward estaba arriba de mí, presionando mi cuerpo contra el de él. La interminable sesión de besos continuo, pronto soltó mis labios y trazó una línea hacia el cuello, bajó hasta mi pecho y me miro, no sé que estaba buscando en mi mirada, pero no me resistí y jalé sus cabellos contra mi pecho para que continuara, él sólo sonrió y siguió con su trabajo. Sus rápidos dedos comenzaron a soltar mis botones, a medida que la piel de mi pecho quedaba expuesta él iba besando todo a su paso, abrió completamente mi camisa y observó mis pechos. Cuando estaba dispuesto a continuar con su labor un golpe en la puerta nos hizo saltar de donde estábamos.
—¡Maldita Sea! —dijo parándose, la cara se me puso de todos colores, rápidamente abotoné mi camisa y me senté, él cuando vio que ya estaba todo en orden dio la entrada—. Esto acaba acá — susurró—. Pasa.
—Señor Cullen —le dijo un hombre de mediana edad—, necesitamos que revise unos gráficos.
—No —respondió con la voz ronca, se sujetó el tabique de la nariz y frunció el ceño—, no lo hare, envíamelos a mi casa y más tarde los veo, ahora me tengo que ir —sentenció, se giró sobre sus talones y fue por sus cosas, volvió a donde estaba yo y me agarró suavemente del brazo.
—Nos vamos —me dijo serio y con los ojos negros. Asentí nerviosa.
En el auto estaba aterrada, él no me había dirigido la palabra, nuevamente sucumbí ante sus besos y no sabía que podía pasar, ¿qué demonios estaba tramando? Cuando llegamos a la mansión James nos abrió la puerta, bajé lentamente, Edward al contrario bajó con el mismo ritmo con el que habíamos salido de la oficina, como si la vida dependiera de ello. Cuando estuvimos fuera del auto nuevamente me tomó del brazo y me metió a la casa.
—¿Qué pasa? ¡Me duele! —le dije mientras me arrastraba al recibidor.
—Cállate y sígueme —me pidió con la voz aún ronca. Will nos recibió en la puerta.
—Buenas tardes se…
—¡No quiero que nadie me moleste! ¡Le prohíbo subir al tercer piso! —exigió molesto, mientras pasaba conmigo a rastras hacia la escalera.
—Sí señor —el hombre alcanzó a responder cuando ya casi íbamos llegando al segundo piso. Edward estaba como cegado, caminaba exasperado por los pasillos de su casa.
—¿Qué demonios le pasa? —le pregunté cuando llegábamos al tercer piso, terminó de subir los escalones y rápidamente cruzó el hall que estaba antes de su habitación. Pasamos a velocidad sobrehumana y me metió en la habitación.
Cuando estuvimos allí me giré hacia él para preguntarle qué demonios pasaba, pero ni siquiera alcancé a suspirar porque él ya venía de camino hacia mí. Tomó mi cara con urgencia y me besó nuevamente.
—Señor Cullen —le dije tratando de separarme, él no me contestó y me pegó nuevamente a su cuerpo.
El forcejeo que comenzamos fue completamente excitante, entre besos y caricias traté de alejarme, pero mi cuerpo me pedía a gritos que no lo hiciera, sin poder resistirme más me rendí ante sus ataques. Pasé mis manos por su cuello y lo pegué aun mas a mí, nuestros cuerpos estaban completamente excitados, cada uno vibraba con el contacto del otro, sus labios bajaron frenéticos hacia mi cuello buscando besar mi piel, mis manos las llevé hacia su cabeza acercándolo aún más. Con fuerza bruta me abrió y sacó la camisa, al verme con el torso desnudo ante él sonrió de manera sensual, se pegó a mi pecho besando todo lo que podía a su paso, la urgencia y la rapidez con la que lo hacía me daba cuenta de la enorme excitación que sentía, igual a la que se formaba en mi.
—Señor Cullen —gemí cuando me sacó el brasier, dejando mis pechos al descubierto, tomó uno y lo devoró, mordió mi pezón para luego lamerlo.
—Edward —me corrigió contra mi piel—, no mas señor, sólo Edward —asentí mientras él devoraba mis pechos, mientras lo hacía con uno el otro era masajeado por su mano.
Ambos comenzamos a avanzar, mi espalda chocó contra una muralla, se hincó en el suelo y comenzó a bajar mi falda junto con todo lo demás, sólo quedaron mis zapatos de tacón y mis medias que se sujetaban a la mitad del muslo. Sus besos bajaron de mis pechos a mi abdomen, cuando llegaron a la parte baja del estomago no pude contener mas mis gemidos, sus manos rápidas acariciaban todo lo que tenían a su paso, mi espalda comenzó a arquearse de a poco.
Acarició la parte baja de mi vientre para luego comenzar a explorar mi centro. Sus dedos se fueron rápidamente hacia dentro, se levantó y comenzó a besarme en un ritmo frenético, miles de gemidos se desprendían de mi boca, su nombre comenzó a salir cargado del placer que él mismo me generaba. Sus manos me tomaron por la cintura para sentarme sobre él, sentada a ahorcadas avanzó lo que nos separaba de la cama y me tiró sobre ella, mi pelo quedó desparramado sobre el edredón de color dorado.
Me sentía excitada al máximo, tenía el cuerpo vibrando solo porque sabía lo que venía. Edward se paró en frente y sus ojos devoraron cada parte de mi cuerpo, una sonrisa sexy apareció en sus labios y rápidamente comenzó a sacarse la ropa. Todo lo que había pasado antes me había dejado un deseo por él, pero ahora podría decir que moriría si él no continuaba ahora mismo, lo necesitaba y sabía que él también.
Cuando estuvo desnudo ante mí, mis ojos se agrandaron al ver su cuerpo, era lo más hermoso que había visto, bajo los rayos de sol de medio día que entraban por los ventanales su piel parecía brillar. Se recostó sobre mí sin dañarme, la urgencia que había en sus movimientos seguía igual o más intensa que antes, besó mi cuerpo y me excitó sobremanera, no podía aguantarlo más, lo necesitaba conmigo. El deseo que había sentido en estos días no era nada comparado con lo que sentía ahora.
—Edward —gemí cuando sus caricias ya me estaban volviendo loca de placer.
—Dilo… ¿Qué quieres? —me dijo contra la piel de mis senos, su boca mordisqueaba uno de mis pezones y sus dedos se adentraban en mi centro penetrándome rápidamente.
—Te quiero —dije sin un ápice de vergüenza—, te quiero dentro —le rogué cuando pensaba que no podía sentir aun mas placer. Él sonrió y se posó sobre mi cuerpo, abrió mis piernas y sin ninguna contemplación me penetró, el dolor que sentí por unos momentos dio paso al placer más exquisito que podría haber sentido.
Mientras él me penetraba muy rápido y fuerte enredé mis piernas en sus caderas aprisionándolo contra mí, mi espalda se arqueaba constantemente, en un intento por desahogar el placer que sentía, tomé su cuello y lo atraje hacia mí, mi lengua y labios lamieron toda la miel que se extendía majestuosa ante mí. Mis besos y caricias llegaron hasta el lóbulo de su oreja, lo tomé con mis dientes y lo succioné, imaginando la parte de su cuerpo que me estaba proporcionando tamaño deseo, gemí de manera audible cuando él acrecentó su penetración haciéndola más rápida.
—Edward —mis gemidos iban entrelazados con su nombre, abrí mis ojos y su cara estaba desfiguraba por el placer que sabía estaba sintiendo. La penetración se detuvo y salió de mi cuerpo, en sólo unos segundos reaccioné y nos hice girar, quedando yo encima de él. Besé su cuello y bajé lamiendo todo a mi paso, devoré sus hombros y su pecho, sus manos acariciaban mi espalda acrecentando el fuego que sentía, me subí a horcajadas sobre él, su miembro erecto me penetro y produjo una descarga mayor de placer.
Sus manos se fueron a mis caderas y me levantaron para ayudarme con la penetración, el roce que se creaba entre mi centro y su piel me hacían excitarme más, se enderezó y se pegó a mi pecho, mis senos quedaban a la altura de su boca, cosa que él supo aprovechar de inmediato, el vaivén se hizo más intenso y una burbuja de placer se formó en mi parte baje baja del estomago, el orgasmo estaba cerca. Mis movimientos se hicieron más rápidos al igual que los de él, sus manos me presionaron contra su erección haciendo mi profunda la penetración.
—¡Ah! Bella —gimió contra mi piel—, Bella —volvió a gemir, pero más fuerte, sólo basto escucharlo gemir mi nombre para que el orgasmo diera rienda suelta al placer, el ritmo fue frenético, ambos alcanzamos el clímax envueltos en una burbuja llena de gemidos y caricias.
Edward cayó desplomado en la cama conmigo encima de él, ambos nos seguíamos moviendo debido a lo intenso del orgasmo, su respiración era errática y sus ojos estaban cerrados. Estaba exhausta, esto jamás lo había sentido, no sé cómo ni cuándo, pero me quedé dormida encima de su pecho, exhausta y satisfecha.
Un ruido en el pasillo me hizo sobresaltarme, levanté la cabeza y aún seguía en el mismo lugar, estaba sobre el pecho de Edward, ambos estábamos tapados con el edredón de color dorado, él estaba plácidamente dormido su rostro se notaba descansado y al parecer tenía un buen sueño ya que una pequeña sonrisa se vislumbraba en sus labios. Sacudí mi cabeza y me levanté sin hacer mucho ruido, miré el reloj de la pared y marcaba las nueve de la noche.
—Demonios —dije, y Edward se removió en la cama, me tapé la boca y guardé silencio para que no se despertara, tomé mis ropas que estaban tiradas por toda la habitación, me vestí rápidamente y salí de allí.
La mansión Cullen por las noches estaba completamente deshabitada, salí de allí sin ser vista, el frio de la noche impactó de lleno en mis mejillas que aún estaban sonrojadas, ¿qué demonios había hecho? ¡Me había acostado con Edward Cullen!
Sabía que esto me traería consecuencias y era algo que no podría negar, había pasado la noche más increíble del mundo, pero con un hombre que tenía el corazón tan frio como el hierro, un hombre que no tendría contemplaciones conmigo y que definitivamente no me incluiría en su vida. Él sólo había saciado su deseo conmigo y eso era algo que tendría que aceptar, no quería verme involucrada con alguien que ni siquiera sabía amar.
Quiero pedirles mil disculpas por el retraso pero... se me complica un poco subir los cap por que mi marido esta de vacaciones y lo estoy atendiendo un poquito mas... pero les prometo que a partir de la semana que viene ya todo vuelve a su curso normal. Ahora subo este para que se vayan entreteniendo y mas tarde subo otro. Aparte les cuento que estoy escribiendo mi primer finc y eso tambien me esta llevando un poco mas de tiempo...
MIL DISCULPASSSS CHICASSSS!!!!!!!!
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Ebys Cullen- .
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"CORAZÓN DE HIERRO" (+18)
Historia Beteada por Gabriela (- Lady Ava'dore-)
Los personajes le pertenecen a Stephanie Meyer, y la historia es de propiedad de Tiwii... a quien agradezco enormemente que me alla dado su permiso para poder públicar está historia MARAVILLOSA... MIL GRACIAS TIWII
Los personajes le pertenecen a Stephanie Meyer, y la historia es de propiedad de Tiwii... a quien agradezco enormemente que me alla dado su permiso para poder públicar está historia MARAVILLOSA... MIL GRACIAS TIWII
7. CAMBIOS
—¿Qué fue lo que hiciste? —preguntó Rosalie incrédula.
—Ayer me acosté con Edward Cullen —repetí escondida entre mis brazos, ya se me hacia una costumbre cuando hablaba de él.
—¡Dios mío, Bella! —se dejó caer en uno de sus sillones.
Era día sábado por la mañana, la noche anterior fue la más excitante pero aterradora de mi vida, la noche anterior Edward Cullen derribó todas mis barreras y me hizo suya.
—Bella, Bella, Bella —decía Rosalie sin poder creerlo—. Dios Bella, ahora sí que estás en problemas.
—Lo sé —acepté con pesar—, pero lo hecho, hecho esta, ya no puedo arrepentirme, no puedo retroceder el tiempo.
—Demonios Bella, ¿pero como paso esto?, ¿no se supone que lo odiabas?, ¿qué él te odiaba? ¿¡Cuando demonios te enamoraste de él! —preguntó exaltada.
—A ver Rose —la detuve antes de que se hiciera una mala impresión—, yo no estoy enamorada de él, no amo a Edward Cullen.
—¿Entonces por qué demonios te acostaste con él? —mi cara expresaba toda la confusión que tenía.
—Por… ¿atracción? ¡No lo sé! —agité mi cabeza—. Realmente creo que no lo sé, cuando estoy con él es como… como una fuerza que me lleva hacia donde está. Su mirada, sus manos, su piel… ¡Maldita sea! —grité exasperada.
—Si eso no es amor no sé que es —dijo mi amiga soltando un suspiro.
—¡Claro que no es amor! ¡Yo sé lo que es amor! Edward Cullen es un gigoló, un hombre de mundo, eso debe ser lo que me atrae, su intensidad, su pasión, eso no es amor.
—Bueno Bella piensa lo que quieras, jamás pensé que terminarías en la cama con ese tipo, yo no te critico, no soy quien para hacerlo, pero lo que más te pido es que tengas cuidado amiga, ten mucho cuidado con lo que haces, presiento que esto te traerá más tristezas que alegrías.
—Yo también lo pienso —sentí la tristeza y desolación de mi corazón.
—Bueno —continuó Rosalie—. ¿Iremos a buscar casas?
—Sí, dejé a mi papá con Kate, debo buscar cuanto antes algo donde vivir ya que Carmen saldrá pronto de la cárcel. Ahora que tengo mi sueldo puedo rentar en cualquier parte.
—Entonces vamos enseguida —me dijo tomando su bolso, me puse de pie y nos encaminamos hacia el periódico de la ciudad, ahí había millones de anuncios en donde se rentaban casas.
Fuimos en el auto de mi amiga, ella tenía un espectacular convertible de color rojo brillante, era completamente hermoso. Llegamos al periódico y nos fuimos directamente a la parte de los anuncios. Había enormes diarios murales con todos los anuncios de la semana.
—A ver —comenzó a buscar Rose—, propiedades —su dedo siguió todos los anuncios hasta que dio con lo que buscábamos—. Mira Bella, aquí está la parte en donde se rentan casas y apartamentos.
—Entonces ahí busquemos —comencé a mirar detenidamente cada anuncio, cuando íbamos por la mitad me sorprendió un enorme anuncio que destacaba de todos los demás.
—Mira —me dijo Rosalie—, ahí rentan una casa, dice: «Se renta casa en las afueras de la ciudad, cerca de Nothing Hill. La casa está en perfectas condiciones, tiene cuatro cuartos, amplios espacios y mucha iluminación. Los interesados llamar al Buffete de Abogados: Parnavich y Asociados»
—Nothing Hill es donde trabajo, ahí está la casa de Cullen —le dije restándole importancia—. Me quedaría cerca del trabajo.
—¡Bella! —me llamó la atención Rosalie—. Mira la renta, es bajísima. Wow, es una ganga —me dijo emocionada, miré el precio y era una completa ridiculez por tamaña propiedad—. Tenemos que llamar.
—Está bien.
—A ver, díctame el número —mi amiga sacó su BlackBerry del bolsillo y comenzó a discar.
—No creo que este abierto un buffete en día sábado —dije dudosa.
—Parnavich & Asociados, buenos días —Rosalie me hizo callar.
—Buenos días, mire, estamos en el Chicago Sometimes y estamos viendo un anuncio que hay por la renta de una propiedad.
—Sí. A ver, espéreme un momento, la comunico —el tono de espera salió al teléfono.
—Dios Bella cruza los dedos, ojala te resulte —me dijo mi amiga emocionada, estuvo esperando como dos minutos y la comunicaron. Ella de inmediato me pasó el teléfono.
—Buenos días —respondió la voz grave de un hombre—. ¿Con quién hablo?
—Buenos días, mi nombre es Isabella Swan y estoy interesada en la renta de una propiedad que ustedes tienen a cargo.
—¡Oh! Sí señorita Swan, no hay problema, ¿desea ver la propiedad?
—Claro, si se puede.
—Sí, por supuesto. ¿Cuándo desea verla?
—¿Podría ser ahora mismo? La verdad es que me urge.
—No hay problema, nos vemos en una hora, la dirección del anuncio es la real.
—Bien, entonces nos vemos allá, adiós.
—Adiós.
—¡Rose, me dijo que sí! —las dos comenzamos a dar saltitos y a gritar, ganándonos las miradas de todas las personas a nuestro alrededor—. Ahora anotemos la dirección y vayamos a conocer la casa.
—Está bien.
Anotamos rápidamente la dirección y nos dirigimos a toda velocidad hacia la casa. Mientras íbamos por la carretera rogaba a Dios porque saliera todo bien y nos pudiéramos marchar de ese departamento, estaba harta de estar ahí y lo mejor de todo es que podría sacar a mi padre y hermana de ese infierno. Llegamos a la calle que nos indicaba el anuncio y comenzamos a buscar.
—Veamos, veamos —dijo Rosalie buscando el número.
—No creo que sea aquí, las casas son hermosas ¡Y enormes! —le dije cuando vi una casa que parecía de ensueños.
—Mira, ahí está —dijo mi amiga señalando la última casa de la corrida, la más grande de todas, era un sueño, el sueño de cualquier familia. Nos bajamos y un hombre alto y de tez morena nos esperaba en la puerta de afuera.
—Buenos días. ¿Señorita Swan?
—Sí, soy yo —le dije extendiéndole mi mano—. Buenos días.
—Mi nombre es Alexis Parnavich y soy abogado, mi buffete está encargado de esta propiedad.
—Encontramos este anuncio en el periódico y llamaba la atención porque la casa es enorme y el precio en la que está a la renta es módico.
—Sí, los dueños de esta casa no quieren rentarla en más, ellos viven fuera del país y la renta de esta propiedad va para una entidad benéfica.
—Que interesante —dijo mi amiga—, sin duda eso nos beneficia mucho —el abogado nos dio una amable sonrisa.
—Bueno ¿pasamos?
—Sí, claro —respondí feliz.
Abrió los enormes portones, la entrada parecía impenetrable, sonreí al ver que todo era muy seguro, el barrio parecía demasiado tranquilo. Entramos en el jardín y era como un parque, tenía enormes arboles, bancas y una pileta en la entrada, las flores se extendían a todo lo largo del suelo, el césped era tupido y de un color verde intenso.
—¡Qué hermoso! —exclamó Rosalie.
—Y solo esperen a verla por dentro.
Cuando abrió las puertas casi quede sin aire, la casa era sacada de un cuento, tenía solamente un piso, pero todo parecía hecho por los mejores diseñadores del país. Una sala de estar fue la que nos recibió, tenía una chimenea casi del porte de la mitad de la pared, el piso era de madera flotante, era tan hermoso que el reflejo de mi cara totalmente asombrada se veía en él. El abogado nos dio un tour por la casa, cada vez que atravesábamos un cuarto me enamoraba mas de ella, no podía ni siquiera pensar en que esta casa costara lo que me había dicho ¡era una burla!
—¿Y qué le parece?, ¿le gustó la propiedad?
—¿Qué si me gusto? ¡Dios mío! Esa casa es un sueño —le dije mientras la observaba ya desde afuera.
—Que bueno señorita, ¿tiene alguna duda?
—Sí, la verdad. ¿Los muebles que están dentro se los llevaran si me quedo con la casa?
—No, son inmobiliario, vienen con la renta de la casa —mi pecho ya no podía contener mas felicidad, la casa estaba provista de muchas cosas que no teníamos, además de otras que podríamos botar porque tendríamos esas nuevas.
—Esto es demasiado, ¿está seguro que me está hablando del precio correcto?
—Se lo aseguro. Bueno, si está dispuesta a pagar lo que decía el anuncio la casa es suya, podría firmar los papeles ahora mismo si quiere.
—¿De verdad? —pregunté casi llorando por la emoción.
—Claro que sí, la propiedad hace mucho que no se renta y los dueños estarán felices de que alguien la ocupe.
—¡Dios! Entonces ¡Sí! ¡La quiero! —casi grité, Rose me abrazó y no pude contener las lagrimas, sin duda la vida me estaba sonriendo, después de todo lo que había pasado la vida nos daba una oportunidad para ser felices
—Entonces hoy en la tarde vaya al Bufete, está en el centro de la ciudad. Pase y firmaremos los papeles, tiene que dar el primer pago y le paso de inmediato las llaves.
—Sí, sí, sí —asentí energéticamente—. No se preocupe, ahí estaré.
—Nos vemos señorita —el hombre se despidió y se fue en un lujoso auto. Rosalie y yo nos miramos y ambas soltamos un enorme grito al mismo tiempo.
—¡Bella! ¡Al fin! —nos abrazamos como nunca lo habíamos hecho, ambas sabíamos que esta casa era el comienzo a una nueva vida, era nuestra nueva oportunidad para vivir.
—No puedo creerlo —la emoción que sentía no la pude reprimir, comencé a llorar como hace tiempo no lo hacía. Estaba feliz, quería saltar por todas partes, pero no podía evitar la emoción, tanto había pasado y ahora era tiempo de dejar todo atrás. Lleve mis manos a la cara tratando de contener toda la emoción y la pena a la vez, ha sido tanto lo que hemos pasado que tener un respiro parecía un sueño muy lejano.
—Ya Bella, no llores —me dijo Rose rodeándome con sus brazos—. No te preocupes, ¿vez? Tienes un jefe que es una mierda, pero aun así la vida te sonríe.
—Sí, no sabes todo lo que siento en este momento —sin poder evitarlo imagine a Kate sentada en esos hermosos jardines y a mi padre disfrutando del sol de la tarde—. Rose, no puedo creer que esto sea verdad.
—Pues créelo porque es así, ahora vamos a tu casa para que comencemos a empacar todo.
—Sí, vamos —sequé mis lagrimas y nos fuimos a toda velocidad a mi casa.
Cuando llegamos no pude evitar contarles de inmediato a mi padre y a Kate, las caras de ellos eran de total asombro, lo que siguió fue lo que me imaginaba que pasaría.
—Bella, ¿de verdad nos sacaras de aquí? —preguntó Kate con sus ojos hinchados, estaba reprimiendo las lagrimas.
—Sí mi pequeña, se los prometí y así lo haremos, desde mañana viviremos en una casa nueva y tendremos todo lo que siempre hemos querido.
—No puedo creerlo —dijo mi padre llorando, tenía su vista fija en un punto, pero las lágrimas caían sin control sobre sus mejillas, me acerqué a él y se las sequé con mis manos.
—Créelo papá, créelo. Al fin tendremos una vida tranquila.
—Bella, mi pequeña —me dijo, y sus brazos me rodearon. Kate se acercó a nosotros y se unió a nuestro abrazo. Me sentía en una nube, no podía evitarlo, mi familia al fin estaría fuera de esta pesadilla. Mire a Rose y ella nos observa, sus mejillas al igual que las de todos nosotros estaban bañadas en lagrimas.
—Bueno, pero basta de llorar, hoy es un excelente día. Papá, Kate —les dije separándome de ellos y secando sus lágrimas—, ya no quiero que vuelvan a llorar nunca más, necesito que empaquen todas las cosas que quieran llevarse, lo demás déjenlo aquí, la casa donde nos iremos tiene algunos muebles y lo demás lo comprare nuevo, así que sólo lleven lo necesario.
—Sí Bella —me dijo Kate, ella inmediatamente se fue a la habitación a empacar.
—Ahora papá, iré a firmar los papeles de la casa y a entregar el depósito, así que no te preocupes, Rosalie se quedara contigo y con Kate empacando.
—Sí Charlie, no te preocupes, yo me quedo.
—Está bien hija, gracias Rose —le dijo mi padre agradeciendo su gesto, él en este estado de emoción se veía aun mas demacrado, los años no habían pasado en vano para él, pero tenía fe de que con una vida más tranquila su condición mejorara un poco más.
Salí del apartamento como rayo, tomé un taxi hacia el centro y en sólo unos minutos llegué al buffete. En la recepción pregunté por el abogado y una señorita muy amable me condujo hasta su oficina. El trámite duró al menos dos horas, ya que tenían que hacerme los contratos, y además, los pagares. Las condiciones para rentar la casa eran muy simples y no había problema para cumplir alguna. Cuando ya todo había terminado le entregué el dinero al hombre y él me pasó las llaves, parecía que me había vuelto el alma al cuerpo, esa que perdí cuando comenzaron los problemas en mi casa. Cerramos todo el trato y salí casi brincando de su oficina, nos despedimos y me prometió ir al siguiente mes para recoger la renta, yo acepté feliz.
Caminando por las calles de Chicago encontré una oficina de mudanzas, renté un camión y lo pedí para las tres de la tarde, teníamos algunas cosas que llevar y no quería que Kate hiciera fuerza tratando de ayudarme. Cuando ya todo estaba listo volví al apartamento y mi pequeña hermana ya tenía todo listo.
—Ya tengo todo preparado —me dijo, me enternecí al ver que sólo llevaba dos maletas pequeñas, mi padre tenía un poco mas de cosas, pero la mayoría eran medicamentos.
—Que bueno, ¿llevaste todo?, ¿no se te queda nada? Porque después de esto no podremos volver aquí.
—Sí, no te preocupes Bella, me encargué de que guardaran todo lo necesario.
Mientras Rose ayudaba a papá a ordenar lo que llevaba fui a empacar lo mío, no era mucho la verdad, pero tenía cosas con mucho valor sentimental. Guardé todo en una maleta y la llevé al estar. Ayudé a papá a bañarse y a cambiarse de ropa, no quería que llegara todo desarreglado a su nuevo hogar. Kate también hizo lo mismo, cuando ya eran las dos me metí a la ducha y me cambié. A las tres de la tarde en punto el camión se paró fuera del edificio.
—Buenos días señorita, somos de la mudanza, ¿es usted la señorita Swan?
—Sí, pasen por favor.
Le indiqué al hombre lo que tenían que hacer y sacar, ellos comenzaron a trabajar rápidamente, eran solo algunos muebles y adornos, lo demás lo dejaríamos todo. En la casa nueva había camas, cocina, mesones, mesa, sillas, sillones… Parecía hecha para nosotros, sin duda era un regalo del cielo. Cuando ya todo estaba preparado nos quedamos los tres solos en el espacio casi vacío.
—Esto me parece un sueño —dijo mi padre nuevamente emocionado.
—Lo sé, a mí también —dijo Kate.
—Debo reconocer que aquí pasamos penas, pero también algunas alegrías —les dije, ambos asintieron—. Por lo menos lo que nunca pudieron derribar fue nuestra unión, siempre estuvimos juntos y eso jamás debe cambiar.
—Claro que no, ahora más que nunca seremos una familia —Kate me abrazó—. Y todo gracias a ti hermanita, eres la mejor del mundo.
—Gracias al ángel guardián que tenemos en el cielo, ese que nos cuida y que nos está dando esta oportunidad —les dije conteniendo nuevamente la emoción—. Pero bueno, es hora de irnos —tomé la silla de ruedas de papá y la conduje hacia el pequeño balcón que había frente a la puerta, entré nuevamente y miré a mi alrededor—. Adiós, maldito infierno, espero jamás verte nuevamente ardiendo.
Salí del departamento y cerré la puerta, esperaba que ese ángel me ayudara a que mi promesa se cumpliera, aquí jamás volveríamos, eso podría jurarlo.
—Bien, vámonos —le dije a mi familia. Los hombres de la mudanza ayudaron a bajar a mi padre y a subirlo al convertible de Rose.
A medida que íbamos avanzando a través de la ciudad Kate y papá cada vez se asombraban mas, cuando entramos al barrio en donde se situaba la casa una hermosa «o» se formó en sus bocas.
—¿De verdad viviremos aquí? —preguntó por enésima vez Kate cuando estábamos doblando en nuestra calle.
—Sí, ésta es la calle, miren —les dije indicando la casa—, es allí en donde viviremos. Ambos contuvieron el aire en sus pulmones—. Y si les causa eso esperen a verla por dentro.
Ambos asintieron, pero lo único que podían hacer era ver era la casa. Rose aparcó justo delante de la acera y nuevamente los hombres de la mudanza nos ayudaron con mi papá, cuando ya todos estaban fuera abrí el portón de entrada.
—¡Wow! —gritó Kate cuando vio el jardín—. ¡Bella, esto es maravilloso!
—Lo es —respondí con entusiasmo, empujé la silla de papá hasta la puerta, saqué las llaves y me giré hacia ellos—. Bienvenidos a su nueva vida —abrí la puerta y ellos entraron, no cambiaría por nada las caras de felicidad que pusieron.
Cuando el reloj marcaba las siete de la tarde ya estábamos completamente instalados, la casa era de pasillos muy amplios y no tenía ninguna escala, puesto que papá podía deambular por todas partes. Él estaba feliz, se sentó contemplando el vivaz fuego que salía de la chimenea. Cuando era pequeña recuerdo que vivíamos en una casa como esta, llena de lujos y de amor, por sobre todo llena de amor.
La noche cayó de repente, como era de esperarse ahora cada uno teníamos una habitación, mi papá estaba en la primera ya que tenía baño propio. La segunda era ocupada por Kate ya que era de un color rosa intenso. y la mía era la de enfrente, era del mismo tamaño que las otras, pero de un color azul cielo. La otra habitación que quedaba libre parecía un estudio, ya que tenía un enorme escritorio y varios estantes con muchísimos libros. Por primera vez en años dormí muy bien.
El fin de semana pasó perfecto, Rosalie nos acompañó todo el domingo y se quedó con nosotros a cenar, estar con personas agradables nos ayudaba a estar mucho más tranquilos. Como esta semana era de cambios, le permití a Kate que faltara a clases, además, tendría que cambiarla de colegio ya que su antigua escuela le quedaba muy lejos, además de contratar a alguien para que hiciera la limpieza en la casa y ayudara a papá en el día. Sin duda comenzábamos una nueva vida.
El lunes llegó sin darnos cuenta, en la mañana les dejé preparados los alimentos del día y me fui a trabajar. La suerte de vivir aquí es que podía irme caminando hacia mi trabajo. Disfruté con el aire fresco de la mañana. Cuando estaba en la calle de la mansión el miedo súbitamente me embargó, no había visto a Edward en dos días, ¿qué estará pensando?... ¿después de saciar su deseo me echaría a la calle? Entré en el perímetro de la casa con la cabeza llena de dudas, estaba segura de que todas estas dudas serían respondidas pronto.
—Buenos días señorita Swan —me saludó Will tan amable como siempre.
—Buenos días señor Lickwood, ¿cómo ha pasado su fin de semana?
—Excelente, señorita Swan ¿y usted?
—Mejor que nunca —y todo se lo debía a mi nuevo hogar.
—El señor Cullen está en el comedor esperándola.
—Bien —respondí, con mi cuerpo temblando por el miedo—. Gracias —le dije mientras me dirigía hacia allá.
Will adelantó sus pasos y caminó un poco más adelante, entró en el comedor antes que yo anunciando mi llegada.
—La señorita Swan, señor —le dijo, e ingresé en el lugar, la mirada de Edward me penetró al instante, esos intensos ojos verdes me evaluaron tanto que casi me hice hacia atrás de la vergüenza. Mis manos sudaron frio y por mi piel se extendió un molesto temblor.
—Buenos días —me saludó con su voz grave, tomó un sorbo más de su café y se puso de pie sin esperar mi respuesta. La reacción había sido como esperaba, tan fría como un tempano de hielo—. Prepara mi auto Will.
—Sí, señor —respondió el mayordomo, perdiéndose entre los pasillos. Iba a decirle algo, cualquier cosa, pero él no me dejo, sus pasos se dirigieron hacia el hall de la casa. Tomó su maletín y me miró.
—Espero que venga preparada, hoy estaremos todo el día en la oficina —él pareció mirarme unos segundos más, como evaluándome con la vista, un escalofrió recorrió mi cuerpo al mismo tiempo que su mirada—. Y espero se cuide por lo que paso el viernes, no quiero un hijo bastardo en esta parte del mundo —ni siquiera alcancé a formular mis respuesta, él ya iba de camino hacia el auto.
La ira que creció dentro de mi fue casi insostenible ¿Quién demonios me pensaba?, ¿una embaucadora capaz de atarlo con un bebé? ¡Demonios! Caminé rápidamente hacia la puerta y él ya estaba subiéndose a su auto, me subí apresuradamente y el silencio mas incomodo de mi vida invadió el espacio.
—A la oficina James —le dijo en su usual tono de voz. Hoy no había sonrisas ni miradas pervertidas, nada, sólo la distancia que parecía un acantilado entre nosotros y ahora se acrecentaba aun mas con su comentario. En parte estaba agradecida, así no mezclábamos aun más las relaciones, agradecía su frialdad, así todos los deseos que tenía por él se apagaban con ese intenso frio.
Llegamos a la oficina casi igual que el viernes, nos recibió la amable secretaria de Edward, Irene, toda una dulce persona, con ella él se comporto como la otra vez, siempre amable y cordial, ni parecía la misma persona con la que salí de la casa. Entramos en la oficina y el silencio inundó nuevamente, el espacio era tan grande que parecía haber eco.
Me senté en el sillón, resignada por tener que esperar a que el día acabara para salir corriendo de allí, sabía que Edward me observaba en ciertos momentos porque sentía sus ojos en mi piel. Al estar con él se había establecido una maldita conexión entre nosotros y me odiaba por eso, no quería tener nada con el, pero mi cuerpo pensaba todo lo contrario.
La mañana pasó normal, la oficina llena de gente entrando y saliendo, Edward sumido en un montón de papeles, a veces gritaba otras no, era raro verlo aquí, en su entorno real ¿a caso de esta forma actuaba todos los días? No me extrañaba porque su cerebro se le desconectaba de repente, ya que estar sometido a todo este estrés de verdad debe abrumarte.
Cuando la hora marcaba pasado del medio día, me dedique a mirarlo un momento. Me asusté al ver que sus dos manos estaban en su frente y cerraba sus ojos con gran fuerza, se notaba que algo malo pasaba ya que las líneas de su frente estaban aun más marcadas que antes. Dejé el libro que leía encima de la mesa y me acerqué a él.
—Señor Cullen ¿está bien —le pregunte, acercándome cada vez más. Sin proponérmelo estaba parada justo a su lado, él levantó la cabeza y creo que se sorprendió de que estuviera tan cerca ya que dio un muy imperceptible respingo y se puso de pie.
—No, estoy bien —tal vez se puso de pie muy rápido porque se tambaleó un poco, pero lo alcancé a sostener. Como un niño que debía cuidar lo llevé hacia los sofás, él, con una resignación que me impresionó, me hizo caso y aceptó sin chistar, se recostó sobre los enormes sillones y se llevó una mano a la cabeza—. Esto es peor de lo que imaginaba.
—¿Le duele la cabeza? —él asintió—. ¿Mucho? —volvió a asentir.
—No sé qué demonios pasa conmigo —dijo algo enojado.
—Creo que su sistema nervioso le está pasando la cuenta.
—¿A qué se refiere? —preguntó, mirándome por primera vez a los ojos.
—A que —comencé a tartamudear, sentir su mirada era una cosa, pero verlo a la cara era otra muy diferente— su sistema esta tan estresado y colapsado que creo que es por eso que su cerebro se «desconecta» del cuerpo.
—Una interesante teoría —bufó y me molesté.
—Es sólo una acotación señor, me he dado cuenta de que cada vez que usted se enfrenta a algún tipo de estrés su cerebro reacciona de esa manera. Espéreme aquí, iré por una de sus pastillas
Me aleje de él hacia donde estaba mi bolso, ahí traía todo lo que él podría necesitar, pastillas, analgésicos, números de emergencia, cualquier cosa que fuera necesaria. Tomé dos capsulas de un frasco y caminé nuevamente hacia él.
—¿Podría ir por un jugo, por favor? El sabor de estas me desagrada.
—Claro, le diré a Irene que me ayude con eso, vuelvo enseguida.
Caminé afuera de la oficina y le pregunté a Irene en donde podría sacar un jugo para él. Por lo que había observado le gustaban los sabores tradicionales, ella me indicó una cafetería que estaba a solo unos pasos de la oficina de Edward, era de uso exclusivo de la presidencia y de los gerentes de la compañía. Caminé hacia el lugar y estaba vacío, tenía una decoración muy elegante, unas cuantas mesas dispersas por el lugar y una alegre mesera esperando por la orden.
—Buenos días señorita —me saludó con su cantarina voz—. ¿Qué desea?
—Quiero dos jugos de frutas porfavor, uno de naranja y el otro de durazno.
—Enseguida —me dijo, y se perdió en el mesón a prepararlos.
Escuché como hacía los jugos, pero sin darme cuenta mi mente comenzó a divagar en otras cosas, miré hacia la oficina de Edward y no podía creer encontrarme aquí. Estaba en su oficina, a solo días de haber tenido relaciones y no parecía haber cambiado nada. Una parte de mi estaba feliz ya que no tendría que dar explicaciones, pero había una pequeña porción de mi mente que realmente le disgustaba esta situación, ¿seria así con todas sus parejas? Porque por lo que decían los medios habían sido muchas. Mujeres de diferentes partes, de diferentes razas, con una elegancia que rebalsaba sus poros, con dinero a destajos, pero todas con solo una característica en común: hermosas, detestablemente bellas. ¿Qué habrá pensado mientras estaba conmigo? Me estremecía de solo pensarlo, yo, la sirvienta, la enfermera, una persona sin clase ni apellido. ¿Habría disfrutado? Luego estaba la barbaridad que me había dicho hoy en la mañana «un hijo bastardo en esta parte del planeta», ¡demonios! Si algún día estaba embarazada el padre de mi hijo jamás podría pensar así.
Edward Cullen era un hombre frio hasta la medula, nada en él era cálido, al menos no cuando estaba normal, ya que cuando era un hombre dispuesto a saciar su deseo era otra la historia. Sacudí mi cabeza y traté de no alimentar más esas dudas que jamás serían respondidas. Miré de reojo hacia un lado y un hombre me observaba de manera curiosa.
—Buenas tardes —me saludó, ¿tardes? Miré el reloj y ya eran casi la una de la tarde, ¡llevaba mucho aquí! Sólo pensando, miré hacia delante y los jugos estaban quizás hace mucho tiempo sobre la mesa.
—Bue… Buenas tardes —saludé al joven. El chico era completamente hermoso, tenía un cabello negro azabache y muy corto, sus ojos eran de un color extraño, tornasol, su piel era de un color muy blanco, casi tanto como la de Edward. Me erguí y él lo hizo conmigo, era unos cuantos centímetros más alto que yo.
—Nunca te había visto por aquí, ¿eres nueva?
—No —respondí—, bueno, a decir verdad sí, éste es sólo el segundo día que vengo.
—¿ Y en qué departamento estas?
—Estoy con Ed… con el señor Cullen. Soy su enfermera de cabecera.
—Wow, una enfermera. Bastante perdida andas entonces, debes sentirte como un pez fuera del agua.
—Algo así —reí. Las empresas, las finanzas y ese tipo de cosas nunca habían sido lo mío.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó ansioso mientras sus ojos me evaluaban.
—Isabella, pero todos me dicen Bella… ¿Y el tuyo?
—Aro —respondió una voz grave a mis espaldas, la reconocí de inmediato, todo mi cuerpo tembló ante el tono duro de su voz. Me giré y ahí estaba él mirándonos atentos, pero con su cara completamente disgustada.
—Se… señor Cullen —tartamudeé.
—¿Cómo estas Aro? —preguntó Edward, ignorándome por completo.
—Bien Cullen, mejor que tu al parecer. Bueno, más tarde me paso por tu oficina para que hablemos, nos vemos linda Bella —dijo tan fresco como una lechuga, el tipo salió de la cafetería y pude ver el cuerpo de Edward temblar, demonios ¿estaba enfadado?
—Señor Cullen —traté de disculparme.
—A mi oficina, ¡ahora! —su tono se elevó unos cuantos tonos más arriba haciéndome saltar.
No respondí nada, tomé mis jugos y me fui hacia la oficina, sentía sus pasos pegados a mis espaldas, entré y un portazo nos siguió.
—No quiero que hable con nadie de esta oficina.
—Pero… pero —intenté replicar.
—¡Nadie! —gritó, golpeando el escritorio, una de sus manos voló rápidamente hacia su cabeza, se dejo caer en su sillón de cuero y masajeo sus sienes—. Usted no vino aquí a entablar amistad, señorita Swan, está aquí por mí, y le agradecería que se concentrara en su cometido.
—Sí señor —respondí con mis puños temblando de ira, él no podía prohibirme eso, no podía ser sorda y muda sólo porque él me mandara, mordí mi lengua y recordé mi casa, todo esto había sido por el trabajo que tenía, así que una vez más me contuve.
Él tomo las pastillas y el vaso de jugo de durazno, como yo había presagiado. Se tomó los analgésicos y continuó trabajando. Por la tarde ya no hablamos nada mas, el aire se sentía totalmente tenso y casi parecía palparse.
Cuando eran los seis Edward me dijo que tendríamos que quedarnos un poco más, había unos proyectos que tenía que autorizar y no podían esperar hasta mañana, asentí sin poder negarme. Unos minutos más tarde vi como todas las oficinas del piso iban siendo desocupadas, la jornada de trabajo había terminado y todos se retiraban a sus casas, excepto nosotros. Los empleados de aseo hicieron rápidamente su cometido, limpiaron con gran eficacia todas las oficinas, hasta ellos querían marcharse pronto. Una hora más tarde los vi desaparecer. Cuando el reloj marcaba las ocho con diez de la noche el timbre del ascensor al fondo del pasillo sonó, miré por la ventana y la figura de un hombre venía caminando hacia la oficina de Edward. Golpeó sólo una vez y entró, me sorprendí al ver que Aro, el tipo que conocí en la cafetería, entró muy campante hacia donde estaba mi jefe.
—¿Se puede? —preguntó con el mismo tono con el que se había despedido de mí—. ¡Wow! Ni con tus malestares se te quita lo adicto al trabajo Cullen —miró hacia donde estaba yo y una sonrisa amplia se desató por su cara—. ¡Pero qué crimen! Y mas encima arrastras a esta pobre criatura a tu estrés —miré a Edward y era solo cosa de tiempo que lo echara de la habitación, sus ojos estaban rojos de ira y sus puños estaban apretados.
—Dime qué demonios quieres.
—Sólo te traía las correcciones de los balances que me entregaron, están listos para ser presentados mañana, ¿vez? Te ahorré trabajo, ahora podrás dejar que esta pequeña se vaya a dormir —dijo mirando fijamente a mis ojos, una mirada lasciva me observó.
—Esto no es asunto tuyo, gracias por los balances, ahora vete.
—Creo que no eres un buen jefe, bueno, siempre lo he pensado —él lo reto, ¡demonios! Iba a arder Troya en esta oficina. No sabía cuantos segundos más la ira de Edward iba a ser contenida. Miré su rostro y estaba completamente crispado por la rabia—. Tal vez debería ofrecerme para llevarla yo a casa, pobre, parece que no ha dormido bien, pero podríamos hacer algo para solucionar eso ¿no crees? —me miró y sus ojos me desnudaron, sentí el suelo temblar y un grito incontrolable se desató del pecho de mi Jefe.
—¡Vete al demonio, Vulturi!, ¡no te quiero ver aquí!, ¡lárgate o te saco a patadas! —Edward caminó hacia él, sabía que estaba dispuesto a golpearlo, había que ser idiota para no darse cuenta. En un rápido movimiento me atravesé en su camino, puse mis manos en su pecho tratando de contenerlo, sus ojos chispeaban de pura furia.
—¡Por Dios, Cullen! Tan intolerante como siempre —dijo casi soltando una risita maliciosa—. Bueno, para otra vez será linda Bella, la invitación sigue en pie.
—¡Lárgate! —gruñó Edward desde el fondo de su pecho.
—Ya ya, está bien —le dijo levantando los brazos y saliendo, como una burla el tipo soltó una risotada mientras cambia nuevamente al pasillo, ¿pero quién demonios era este chico?, ¿por qué Edward no había podido echarlo a patadas a la calle? Cada día mi jefe me parecía más misterioso.
El tiempo se detuvo ante nosotros, todo lo que escuchaba eran las erráticas respiraciones de Edward, miré su cara y tenía la vista perdida en cualquier parte, pero aun se notaba la furia que intentaba contener. Sus puños estaban tan apretados que la piel sobre ellos estaba blanca, bajé mis manos hacia ellos y los envolví intentando apaciguarlos.
—Cálmese, por favor —le pedí en un susurro.
—¿Está contenta? —me preguntó con la voz gélida—. Por haberle coqueteado ahora tendrá a ese imbécil detrás de usted —me dijo soltándose de mi agarre, su cuerpo parecía estremecerse con cada palabra. Su espalda estaba tan rígida que se notaban de inmediato las oscilaciones de su piel.
—¿Esta diciéndome que esto es mi culpa? —pregunté asombrada.
—Claro que lo es, no debería andar coqueteando con todos los hombres que conoce —apreté mis puños, ahora los míos estaban más blancos que los de él. Me mordí la lengua, apreté mis dientes e intenté contenerme todo lo que pude, pero esto me sobrepaso, la rabia salió casi expulsada de mi boca.
—¿Y quién demonios se cree usted para tratarme así? —no me iba a arrepentir de esto, él podría ser muchas cosas adinerado, poderoso, altivo, pero jamás dejaría que me pisoteara, eso nunca.
—No me hable en ese tono —se giró y avanzó unos pasos hacia mí. La furia que contenía estaba asomándose cada vez más en su rostro. Ambos estábamos en un estado muy inestable, en cualquier momento la ira de alguno se desataría.
—Y usted no me ofenda, no porque sea mi jefe dejare que me hable en ese tono. Nadie puede prohibirme lo que yo haga con mi vida. ¡Porque es mía!
—¿Entonces está feliz de que ese maldito se le quiera tirar encima? —no respondí, sabía la respuesta, pero él me había dejado atontada con esa pregunta. ¿Cuándo habíamos llegado a este nivel de confianza?—. No me responda —rió con amargura—, el que calla otorga —me dijo dándome una mirada de desprecio.
—No…
—¿No qué? —se acercó con rapidez—. ¿No quiere que la ofenda?, ¿pero que mas ofendida puede estar si usted misma hace que los demás la piensen así? Tan… tan… —calló, una de sus manos se acercó a mi rostro, me quedé estática esperando un contacto. Su gélido dedo atravesó mi pómulo, enviando descargas a todo mi cuerpo, cerré mis ojos e intenté controlar el impulso de saltar encima de él.
—Ya basta —le dije separándome de él, su dedo quedó suspendido en el aire, sus ojos me miraban y recorrían mi cuerpo haciéndome estremecer, mi mente me mostró esos mismos ojos el día que estuvimos juntos, me miraban de la misma manera, con tanto deseo en ellos. Su rostro cambió de repente y se crispó nuevamente, como si mi lejanía lo hubiera molestado.
—Entonces, sí estás feliz, quieres que él te invite a salir ¿verdad?, ¿acaso quieres terminar en su cama tal como lo hiciste en la mía? —dijo dé repente, y no pude detener mi mano, se estampo con fuerza en su mejilla haciendo que se tambaleara y perdiera un poco el equilibrio.
El silencio llenó la sala, lo único que hacía eco era el golpe de mi mano contra su rostro, sus ojos se ensancharon por la sorpresa de mi «ataque», mi respiración se aceleró a niveles insospechados al igual que el latido de mi corazón. La mano que había servido de arma palpitaba con fuerza y comenzaba a doler por el impacto, los siguientes segundos fueron eternos, ambos seguíamos parados allí, solo mirándonos. El pecho de Edward subía y bajaba con fuerza, la mejilla que había sido mi victima tomó un color rojo intenso y estaba segura de que le dolía tanto como mi mano lo hacía. Decidí que era momento de irme, si seguía aquí terminaría perdiendo aun mas mi trabajo, porque estaba segura de que después de esto ya no tenía donde volver mañana. Estaba por girarme para salir cuando su mano me detuvo.
(Aqui va la cancion, Quitale los espacios) , http : / / www . youtube . com / watch?v=8kJfTzj76Hg)
—Suélteme —le dije casi al borde de las lagrimas, la ira que tenía sólo podía dejarla salir así, en un sollozo, él ya me había ofendido demasiado y no seguiría soportándolo. Cuando pensé que él me soltaría apretó aun mas su agarre haciéndolo casi doloroso, sentía sus dedos tan apretados contra mi muñeca que faltaba poco para que su piel se fundiera con la mía. Comencé a forcejear, lo único que deseaba era salir de esa oficina y no volver más, pero mis intentos se vieron acallados por lo que jamás pensé que vendría, un beso, un ansioso y necesitado beso.
Su mano me atrajo hacia su cuerpo, ni siquiera dándome tiempo para respirar se adueñó de mis labios, la fuerza y la necesidad con la que me besaba me hacía sentir todo lo que él pasaba por dentro, sentía que ambos podríamos descargar la rabia en esto, pero no era así, él me había ofendido y no podía dejar que me humillara nuevamente.
—Suélteme —le dije forcejeando para que me soltara—. Ya basta, me hace daño —me resistí contra sus labios, él apretó aun mas su agarre y su cuerpo se fundió contra el mío, el calor de su piel era tan intenso que la sensación de calor me atravesó por completo. Sus labios desesperados buscaban los míos que se negaban a ceder
—No te soltare- —me dijo—. Te necesito —confesó, dejándome pasmada en sus brazos ¿él me necesitaba?, ¿a mí? Reaccioné de inmediato, eso era una mentira, él no me necesitaba precisamente a mí.
—Tú no me quieres a mí, búscate a una de tus modelos para descargar tus deseos en ellas, yo no me prestare para tu juego.
—¡Bella! —gritó cuando aun estábamos forcejeando, él para atraerme más y yo para soltarme y salir corriendo antes de que fuera presa del deseo. Su nombre en mis labios no paso inadvertido, tuve que contar con todo mi autocontrol para no rendirme ante él—. No te vayas —me pidió.
—No me pidas eso, quiero irme —le dije mintiéndole, mi piel me pedía a gritos que cediera, si me quedaba sería el comienzo de mi fin.
—No te vayas —se acercó nuevamente y fundió sus labios contra los míos, mi instinto de supervivencia me decía que corriera, pero mi cuerpo no lo escuchaba, el forcejeo aun estaba presente. Intenté liberarme de los brazos de mi captor, pero él no me dejo, sus manos se pegaron a mi espalda y casi a tientas entre las tenues luces de su oficina atravesó el espacio que nos separaba de la muralla y me aprisiono contra ella, dejándome sin posibilidades de escapar.
—Edward, déjame —le pedí en el último intento consiente que tenía antes de dejarme vencer.
—No quiero, no quiero que te vayas. Quédate conmigo —me pidió, o más bien me exigió, su boca no me dio más tregua y se adentró en la mía imposibilitándome la huida. Unos cuantos golpes en su espalda y todo acabó, los puños cerrados se abrieron y mis dedos se fundieron en la tela de su chaqueta presionándolo aun más contra mí.
—¿A qué estás jugando? —le pregunté, los besos y caricias eran demandantes y llenos de deseo.
—No sé, ni yo mismo me lo explico —me dijo besándome la boca. Bajó desde mi mentón hacia la piel que se extendía hacia abajo—. Tu piel… —lamió mi cuello— es tan adictiva —confesó, haciéndome sonreír, cerré mis ojos y disfruté de sus caricias.
—Edward —gemí cuando el placer apareció en todo mi ser.
—Eso —me dijo tocando mi cuerpo—, gime para mí —me pidió—. Mi nombre en tus labios me vuelve loco —volvió a confesar, sus rápidas y ansiosas caricias me acrecentaban aun más el deseo que intentaba sin mucho éxito contener.
—Edward —volví a decir cuando sus manos abrieron con fuerza mi camisa, haciendo saltar unos cuantos botones. Sus ojos lívidos y llenos de deseo miraron mis pechos devorándolos, sus manos sacaron mi camisa y todo lo demás, nuevamente quedé en frente de él sólo con mis medias, bragas y tacones. Nuestras respiraciones se hacían cada vez más rápidas y sonoras—. Edward —gemí cuando él comenzó a besar mi pecho, llevándose uno de mis pezones a su boca— alguien puede… vernos ¡Ah! —mordió el pequeño botón que coronaba mi seno.
—Nadie vendrá… estamos solos —dijo mientras degustaba mi piel, un suspiro de alivio se soltó de mi pecho. Sus caricias eran tan demandantes y necesitas que sólo bastaron unos minutos más para perder el control de mis actos, nuevamente había caído en las redes de Edward.
Sus manos recorrían mi piel explorando todo a su paso, mis temblorosos dedos comenzaron a desprenderlo a él también de su traje, algo impaciente por mi lentitud Edward se sacó todo, casi rasgando la tela de su camisa y su pantalón. Su urgencia me hacía excitarme a niveles insospechados.
—Eres hermosa —dijo contra la piel de mi abdomen, iba dejando un camino de besos y mordidas mientras intentaba llegar a mis bragas, sabía que no era el mejor momento, pero tenía que intentarlo.
—¿Por qué me… odias tanto? —le pregunté mientras ahogaba mis gemidos en las palabras.
—¿Odiarte? —me dijo poniéndose nuevamente de pie. Su boca se fue a mi mejilla, deposito unos cuantos besos mas y de pronto se me quedó viendo, mi cuerpo temblaba por el frio de la habitación, pero por dentro estaba ardiendo por sus caricias, él soltó una risa, negó con su cabeza y siguió trabajando contra mi piel—. Lo que odio es desearte de esta forma —se pegó contra mi dejándome sentir la excitación de su cuerpo.
—¿De verdad me deseas? —le pregunté mientras sentía el calor de su piel y la potente excitación.
—Sí, no hay manera de esconderlo.
—Entonces no hay porque reprimirse —le dije sin remordimientos.
—Lo mismo digo —dijo con una sonrisa , sus labios devoraron los míos con la misma urgencia que antes, sus brazos me tomaron a tientas y me sentaron ahorcadas sobre sus caderas. Caminó conmigo hacia los enormes sillones de la sala de estar y nos recostamos sobre ellos, tenía ese imponente cuerpo encima del mío, Edward acariciaba con sus cálidos dedos cada centímetro de mi piel. Mi espalda se arqueó al sentirlo devorar mis senos, mis manos atrajeron su cabeza más hacia mí para hacer más prolongado el contacto.
El placer que me daba este hombre jamás lo había experimentado con nadie más, casi sentí desfallecer cuando el sacó presurosamente mis bragas y se puso en mi entrada. Sin contemplaciones se adentró en mi, ambos gemimos contra nuestras bocas, los besos acallaban el mar de gemidos de placer que querían ser expulsados de lo más profundo de nuestros pechos, el vaivén que llevaba Edward era fuerte y me hacía pegarme a su cuerpo, sentía que si no me sujetaba de esos fuertes hombros sus embestidas podrían partir mi cuerpo por la mitad.
—Eres maravillosa —me dijo mientras me penetraba fuertemente—, no sabes… no sabes ¡Ah! —gimió contra mi piel, su respiración era frentica al igual que sus embestidas.
—Edward —lo llamé cuando sentía que mi orgasmo estaba cerca.
—Jamás desearas a nadie como a mí —me dijo, y no pude hacer nada contra eso, no podía, lo deseaba, lo quería conmigo, quería que estuviera siempre aquí, dentro de mí.
—Ni tú a otra mujer —me aventuré, sabía que estaba jugando con fuego, pero la conexión que teníamos cuando estábamos así era increíble.
—Nunca… —me respondió, haciéndome arquear por lo dura de sus embestidas—. Jamás.
—Edward —gemí una y otra vez con ansia cuando su ritmo se hizo casi bestial, su cuerpo se abrazaba al mío cubriéndonos a ambos con una pequeña capa de sudor, entraba y salía con gran pasión de mi cuerpo, me sentía en las nubes, me apreté mas contra él para que el roce fuera más intenso y no me arrepentí de ello, la fricción que se creó entre nosotros me llevo al éxtasis, grité muy fuerte su nombre cuando el orgasmo me arrasó, sólo unos segundos más tarde Edward convulsionó sobre mi cuerpo obteniendo su propia descarga.
Ambos nos quedamos en aquel lugar, solo disfrutando del momento, mi cuerpo estaba pegado al de él, su cara se reposó sobre mis pechos y besó la piel que ahí se extendía, sus dedos acariciaron mis brazos dándole un toque completamente dulce al momento. ¿Pero de qué demonios estaba hablando? No podía permitirme sentir… la palabra sentimientos tenía que quedar fuera de este universo paralelo, uno donde sólo se divisaba el sexo como horizonte. Me removí incomoda por lo que estaba pensando, él apretó un poco su agarre y levanto la cabeza para fijar sus ojos en mi, aun lo sentía dentro de mi cuerpo.
—Esta vez no te irás en la oscuridad —me dijo serio, casi como una reprimenda.
—¿No? —pregunté, riéndome por lo extraña que era esta situación, este hombre tenía dos caras una, de hombre duro y otra de enardecido amante. Nunca sabía con cuál de las dos me podría encontrar—. Debo irme, ya es tarde —le dije, intentando ponerme de pie, su enorme cuerpo estaba encima del mío y me impedía pararme.
—No te vayas —me pidió besando mi cuello, aunque recién había palpado el placer con mis manos el deseo parecía emerger nuevamente.
—Edward —susurré, mientras el acariciaba mi muslo con una de sus manos—, es tarde, debo irme —él detuvo el ataque contra mi piel y lentamente salió de mi, cuando vi su figura me fijé que el mismo deseo que había sentido con esa caricia se demostraba en una de las partes visibles de cuerpo.
Ambos nos vestimos en silencio, recogí con prisas la ropa que estaba regada por el suelo y me vestí, antes de que pudiera terminar de ponerme mi blusa un cuerpo se pegó a mi espalda, las manos de Edward rodearon nuevamente mi cintura pegándome contra su entrepierna, el deseo había retornado y estaba dispuesto a saciarlo.
—De verdad debo irme —le dije cuando él comenzó a sacar mi ropa nuevamente.
—Lo sé, pero no quiero —me dijo mientras mordía mi hombro, detuvo su incesante caricia, al parecer había recordado algo, ya que dio un suave beso contra mi piel y dejo que me siguiera vistiendo. Cuando ya estuve lista al igual que él abandonamos la oficina, el lugar estaba hecho un desastre.
—Parece que paso un tornado —le dije mientras esperábamos el ascensor.
—Todos los días en la mañana pasan los encargados del aseo a ver que todo esté en orden, se darán cuenta y mandaran a ordenar —él parecía tan seguro de sí mismo, me permití observarlo descaradamente por unos minutos, la suave punta de su nariz apuntaba hacia el techo, sus ojos seguían con ansias el marcador del ascensor mientras subía lentamente, piso por piso, sus mejillas aun sonrosadas por lo que había pasado hace algunos minutos delataban lo intenso de nuestro encuentro. Sin duda Edward Cullen era dos hombres totalmente diferentes. El ascensor llego y nos subimos, el silencio se produjo casi sin pensarlo, pero esta vez no era incomodo, al contrario, hasta parecíamos disfrutar solamente de estar en ese espacio cerrado, los dos solos y en silencio.
Salimos del edificio Cullen y James nos estaba esperando, sus ojos nos evaluaron y soltó una pequeña risita casi imperceptible.
—¿James sabe dónde vives? —me preguntó, sacándome de mis cavilaciones.
—Sí… sí… —respondí.
—Bien, entonces James —lo llamó— iremos a dejar a la señorita Swan primero.
—Sí jefe —le respondió el rubio conductor.
Ambos subimos al coche, el silencio aun estaba presente, pero era muy diferente al de esta mañana, podría decir que era un silencio pacifico. James comenzó a andar por las calles de la ciudad, cuando me di cuenta él se estaba dirigiendo a mi antiguo barrio, me apresuré a corregirlo.
—James —lo llamé con apremio.
—Dígame señorita Swan.
—Ya no vivo donde me fue a dejar la otra vez, vaya hacia Nothing Hill, déjeme en las casas que están cerca del parque.
—Sí señorita —asintió y cambió el rumbo.
Miré de reojo a Edward y él sólo observaba hacia fuera, en ningún momento establecimos algún contacto o cruzamos una palabra, esta iba ser la reacción después de algún encuentro, un total silencio. Cuando llegamos al parque James aparco el auto.
—Dile el número de la casa —me exigió Edward.
—Pero no, si puedo bajar aquí, no sé…
—Díselo —me ordenó. James nos observaba curioso desde el asiento de adelante.
—Calle Rhode Moon, #4460
—Está bien, conozco la calle —asintió James, el auto comenzó a tomar el real rumbo hacia mi casa, no quise replicarle nada al hombre que estaba junto a mí, no iba a hacer partícipe a James de una «pelea» entre jefe y empleada, o mejor dicho, una pelea entre jefe y amante.
Llegamos a la casa, James aparcó exactamente afuera del enorme portón. Las luces estaban apagadas, así que asumí que papá y Kate estaban dormidos.
—¿Es aquí señorita? —preguntó mirándome por el espejo.
—Sí, aquí es —le indiqué, él se comenzó a bajar del auto para ayudarme a salir.
—Buenas noches y gracias por traerme —me dirigí a Edward en la voz más neutral que podía. James rodeó el auto y abrió la puerta. Al no escuchar ninguna respuesta quise salir, cuando estaba dispuesta a hacerlo la mano de Edward me hizo girar, la otra buscó mi cintura y me atrajo hacia él. Me besó con la misma intensidad y deseo que antes, sus labios comieron de los míos, dándome un placer exquisito, acarició suavemente mi cara con la yema de sus dedos, llegando a mis labios.
—Hermosa —susurró, pasando sus dedos por mi boca. Se separó un poco de mí y me miró con la intensidad vivida de sus ojos—. Buenas noches señorita Swan —me dijo y sonrió.
—Adiós —le dije, aun en shock por su repentina reacción.
—Mañana continuaremos esta conversación —me dijo antes de que saliera del auto, un escalofrió de felicidad y de miedo recorrió mi piel.
—Buenas noches señorita Swan —dijo James cerrando la puerta y subiéndose al auto.
Me quedé quieta en ese lugar, no sabía cómo reaccionar, el auto partió y se perdió entre las colinas de Nothing Hill, mi nuevo hogar. Edward Cullen había comenzado un juego que no sabía hasta donde podía llegar, si esto seguía, más temprano que tarde me metería en problemas, no sabía hasta que punto podía llegar sin meter los sentimientos en esta erótica locura.
Lo prometido es deuda espero que me perdonen por la demora.... 2 cap subidos el mismo día
Ebys Cullen- .
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
Buenisimooooo Ebys! me encanta esta historia!
que bueno que estes empezando a escribir tu propio fic! yo tengo el mio en mi cabecita! aun no logro escribirlo! espero un dia hacerlo
estare esperando con ansias la actualizacion
que bueno que estes empezando a escribir tu propio fic! yo tengo el mio en mi cabecita! aun no logro escribirlo! espero un dia hacerlo
estare esperando con ansias la actualizacion
Pandy_Cullen- .
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Re: "CORAZON DE HIERRO"(18+) COMPLETO
Estuvieron geniales los cap gracias linda Ebys
espero pronto leer tu fic
cariños Nejix
espero pronto leer tu fic
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Nejix- .
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