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Cowboy de mi corazón-Completada
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Pandy_Cullen
Atal
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Cowboy de mi corazón-Completada
Amigas, aquí les dejo el nuevo fic de nuestra amiga Sarah-Crish Cullen, la misma autora de "un cuento de hadas moderno"... aquí veremos en un nuevo escenario a nustros personajes preferidos, nuestra amiga nos tendrá una vez más comenetradas en esta linda historia...
Sinopsis: La vida en el rancho Killarney se ve alterada por la llegada de un nuevo miembro. ¿Podrá una joven y tímida chica romper la coraza de un hombre solitario y frío, enseñándole que el amor no es malo?
Prólogo
Huraño y solitario, frío cual témpano de hielo... esos eran los adjetivos que describían perfectamente a Edward Cullen, hijo pequeño del acaudalado y poderoso ranchero Carlisle Cullen, patriarca de una de las familias más ricas del sureste de Texas.
Edward siempre había jurado y perjurado que no permitiría que ninguna otra mujer volviera a destrozar su corazón... hasta que apareció ella, suave y delicada cómo el rocío, tímida e inocente, y con una serena belleza; nunca pensó que Bella Swan cambiaría su triste y amargada existencia. Su reticencia hacia las mujeres, sumada a los casi diez años que le sacaba a Bella opacaron unos extraños sentimientos que empezaron a aflorar en su interior.
Capítulo 1: La familia Cullen
Carlisle Cullen revisaba con paciencia y esmero los albaranes del último mes. Cansado de tanto papeleo, se reclinó contra la confortable silla giratoria de cuero, y dado que estaba sólo, apoyó los pies en la enorme mesa de caoba que presidía su despacho en la casa familiar.
Hacía casi ochenta años que su abuelo, también llamado Carlisle, había desembarcado en América procedente de Killarney, un pequeño pueblo campesino irlandés, en busca de una mejor calidad de vida y queriendo dejar atrás la pobreza y las desilusiones en las que vivía enclaustrada la Irlanda de aquellos años. Con innumerables esfuerzos y un gran sacrificio, compró un desvencijado rancho y un pequeño terreno adyacente a éste. Dado que no tuvo fortuna al probar con la agricultura, un vecino le previno que esas tierras eran buenas para el ganado. De modo que con el poco dinero que le quedaba, compró cuatro toros y tres vacas, y gracias a algunos sabios consejos, inició un negocio de cría de ganado, que en poco más de dos años dio sus primeros frutos.
Con el dinero que fue ahorrando en sus primeros años, pudo reformar la casa y el establo. El desvencijado rancho, de estilo colonial, y con un precioso porche sostenido por enormes columnas blancas, revivió de nuevo.
Gracias también a unas buenas inversiones en diferentes empresas, pudo ampliar los terrenos y adquirir más cabezas de ganado, de modo que el rancho Killarney, nombrado así en recuerdo de su patria chica, se convirtió en uno de los más importantes de la ciudad de Huntsville, a dos horas en coche de Houston y cerca de la frontera con el estado de Luisiana. Debido a que el precio de ganado se triplicó, manteniéndose en cotas altas durante varios años, en poco menos de quince años, la fortuna que llegó a amasar convirtió su rancho en uno de los más importantes del condado.
Su abuela, Hillary Monrow, provenía de un pequeño pueblo de Oklahoma, y también se había criado en un rancho; la conoció en una subasta de ganado a la que ella acudió con su padre. Desde ese primer encuentro, pasó más de un año, en el que sus visitas a la familia de ella se hicieron cada vez más frecuentes, ya fuera para hacer negocio... o para verla. Se casaron poco tiempo después, y tuvieron dos hijos, Patrick y Bárbara. El no llegó a conocer a su abuelo Carlisle, y la abuela murió cuándo el era apenas un niño.
Su tía Bárbara se casó con un prometedor abogado, trasladándose a San Diego, California, donde vivieron toda su vida; ambos habían fallecido ya, al igual que sus padres.
Al morir el abuelo su padre, Patrick Sinclaire Cullen, tomó las riendas del rancho, considerado ya uno de los mejores del país en lo referente a cría y venta de ganado para distintos sectores empresariales. El primitivo y diminuto establo enseguida se quedó pequeño, y en esos años fueron cuándo se construyeron los establos nuevos. El original quedó destinado a las oficinas. Su madre, Elizabeth, era hija de un comerciante de piensos alimenticios. Tenían un enorme almacén en las afueras de Hunstville; allí se conocieron y se enamoraron.
Tenía diecinueve años cuándo su padre murió, y el rancho pasó a sus manos. En aquella época el estaba en la universidad, y gracias a que tenían un número considerable de empleados, pudo terminar sus estudios antes de tomar las riendas del rancho. Actualmente, el rancho abarcaba tierras de más de 200 hectáreas de superficie, dónde paseaban y pastaban a sus anchas más de dos mil cabezas de ganado. Tenía personas de confianza a su lado, y dado que había aprendido el oficio prácticamente desde la cuna, siguió con la tradición familiar.
Soltó un pequeño suspiro mientras recordaba con nostalgia esos tiempos, ya lejanos; su mirada paseó lentamente por su despacho, deteniéndose en dos portarretratos de plata que descansaban en una pequeña mesita, en el lado derecho de la pared. No pudo evitar sonreír con pesar al observar uno de ellos; una mujer con el pelo color azabache y penetrantes ojos verdes sonreía delicadamente a la cámara.
-Qué guapa estaba en esa foto- dijo, perdido en sus pensamientos y en sus recuerdos. Había conocido a Meredith cuándo chocó con ella accidentalmente a la entrada de una tienda, en el pueblo. Se disculpó por su torpeza, y al hacerlo observó que esas esmeraldas que tenía por ojos tenían un brillo triste y apagado. Impulsivamente, la invitó a tomar un café, y allí sentados, ella le contó un poco su historia.
Meredith y su marido se habían mudado a Hunstville hacia dos años. El trabajaba en el despacho de abogacía del que era dueño Blake Jenkins, uno de sus amigos y abogado de los principales ganaderos del condado. Ella y Billy Black, su marido, tenían un hijo de tres años, llamado Jacob. Desgraciadamente, ocho meses después de su llegada a la localidad, a Billy le diagnosticaron leucemia, y murió seis meses después. El escuchó atentamente sus palabras, sosteniéndole una mano y consolándola lo mejor que pudo; ella y su marido mo tenían más familia.
Meredith estaba buscando un empleo, ya que la pensión de viudedad apenas le daba para llegar a fin de mes. Él, impresionado por su valentía, y un poco atraído por esa belleza morena, le comentó que estaba buscando una secretaria, para ocuparse de los papeleos de compra venta y otras labores administrativas. Le ofreció pasarse por las oficinas del rancho, y dos días después, ya tenía nueva secretaria. Al pequeño le encantaban los animales, y cada vez que Jake iba al rancho, Carlisle lo llevaba a los establos para que viera a los terneros recién nacidos o a los caballos.
Poco a poco Meredith fue recuperando la ilusión, forjando una gran amistad con Carlisle, y poco a poco esa amistad se transformó en amor. Un año y medio después de su accidental encuentro, Meredith y Carlisle contrajeron matrimonio, y los tres iniciaron en la casa principal del rancho Killarney su vida de casados. El pequeño Jacob adoraba a Carlisle; el sentimiento era mutuo por ambas partes, y aunque Jake conservó el apellido de su padre, lo crió cómo si fuera su propio hijo, al que que enseguida se sumaron tres hermanos más, Emmet, Jasper y Edward.
Su vista giró hacia el otro portarretratos. La instantánea pertenecía a la boda de su hijo Emmet con Rosalie, hija de otra de las poderosas familias de ganaderos de la ciudad, los Hale; rodeando a los novios estaban sus hermanos.
Desgraciadamente, Meredith no pudo estar presente en la boda de su hijo. Murió tres días después de haber dado a luz a Edward, tras un complicado y peligroso parto. Sus otros embarazos ya habían sido considerados embarazos de riesgo, teniendo que guardar reposo para que llegaran a buen término. Cuándo nació Jasper decidieron no tener más hijos, pero Edward vino de improviso... y esa vez, no pudo superarlo.
Sintió que una parte de su alma se iba con ella aquel día. Jake tenía ocho años, Emmet cuatro, Jasper dos y Edward apenas tres días. De la noche a la mañana se vio sólo, criando a cuatro niños. Hubo un momento en el que creyó enloquecer por los recuerdos; la había amado desde la primera vez que la vio, y se fue tan joven, con apenas treinta y dos años. Pero tuvo que sacar fuerzas de dónde no las tenía, sus pequeños le necesitaban; ellos fueron el motivo principal por el que seguir viviendo y luchando, y le prometió a Meredith que así lo haría. Con la inestimable ayuda de su madre, se ocupó del negocio y de lo más bonito que le había legado Merry, cómo la llamaba en la intimidad, sus hijos.
Habían pasado veintiocho años, y su madre, que crió sus nietos con un inmenso cariño, hacía tres que había fallecido. Estaba muy orgulloso de sus retoños, todos habían ido a la universidad y trabajaban en el rancho, a excepción de Emmet.
Jake ya tenía treinta y seis años; había heredado el pelo moreno de su madre, y tenía los ojos negros, rasgo de su padre biológico. Poco antes de que Merry muriera, ambos le habían explicado que su verdadero papá estaba en el cielo, por eso él no se apellidaba Cullen, aunque lo fuera a todos los efectos. Sorprendiendo a ambos, el pequeño lo tomó muy bien, presumiendo en el colegio de que tenía dos papás. Era un muchacho alegre y extrovertido, lo mismo que Emmet. También tenía el pelo negro de Meredith, pero sus ojos eran grises, al igual que los de Carlisle. Cómo Jake, ambos eran fuertes y corpulentos, y con un peculiar sentido del humor, rasgo que también heredó Jasper, pero éste, a diferencia de sus hermanos, tenía la cabellera rubia cómo él, clara herencia irlandesa, y los mismos ojos grises que su padre; era el que más se parecía a Carlisle, físicamente hablando, y también en su carácter y forma de ver la vida.
Edward, su hijo pequeño, era el único que había heredado los ojos verdes de su esposa. Su pelo cobrizo siempre estaba despeinado, y aunque Jasper y él no eran tan grandes cómo sus hermanos, también eran fuertes. Sin embrago, el carácter de su hijo pequeño le preocupaba sobremanera; pasó de ser un muchacho alegre y divertido a uno solitario y serio. Desde que rompió su compromiso con Jessica, su novia de toda la vida, se había envuelto en una especie de coraza, y era imposible traspasarla.
Jessica y el se gustaron desde niños, y en la adolescencia empezaron a salir. Ni cuándo el se fue a Harvard y ella a Darmouth, a proseguir sus estudios superiores, interrumpieron la relación. Al finalizar sus estudios universitarios, se comprometieron formalmente, pero un mes antes de la boda, con todo a punto para el gran día, Edward sorprendió a Jessica en la cama con otro hombre, ni más ni menos que con Mike Newton, único hijo del alcalde de Hunstville, y con el que Carlisle nunca se había llevado especialmente bien.
Obviamente, el compromiso se rompió, y cómo en todo pueblo pequeño, la noticia corrió cómo la pólvora. Jessica y Mike se casaron a las pocas semanas de aquello, abandonando Hunstville y trasladándose a Chicago, dónde éste había encontrado trabajo. Desde que ocurrió aquello, Edward cayó en una profunda depresión, de la que le costó mucho tiempo salir; consiguió superar su ruptura con Jessica, pero se cerró en banda a conocer a otras chicas, y de su interior nació una especial y cruel animadversión al cariño y al amor hacia el sexo opuesto. Muchas jóvenes de la localidad suspiraban por Edward Cullen, pero el las espantaba rápidamente, sin darles oportunidad alguna.
Unos golpes suaves en la puerta le sacaron de sus preocupaciones y recuerdos.
-Adelante- por el marco de la puerta apareció la figura de Esme.
-Siento interrumpirte- se excusó ella -Charlie te está buscando, está en el establo de los caballos- le informó. Carlisle la observó con una sonrisa cariñosa. Esme Platt era el ama de llaves de la casa desde hacía diez años, y un poco la que cuidaba de todos ellos desde que su madre no estaba. Era de complexión y estatura pequeñas, y con unas facciones delicadas y amables. Los ojos color ámbar de ella lo miraban con un deje de preocupación. Cerrando la puerta, se acercó a la mesa con cautela.
-¿Qué te ocurre?- apoyó una mano en su hombro, esperando a que hablara.
-Pensaba en los chicos- confesó serio -Edward me preocupa-. Esme suspiró, y el bajó las piernas de la mesa, tomando a Esme por la cintura y posándola en su regazo. Hacía mucho tiempo que entre ellos había algo más que una amistad, pero lo mantenían en el más absoluto de los secretos. Cierto que sus hijos eran ya adultos y lo entenderían de sobra, pero no querían habladurías y rumores; en el rancho trabajaban muchos vaqueros y otras personas, y ambos lo preferían así.
-Algún día abrirá los ojos, y volverá a enamorarse- le consoló ella -cuándo aparezca la chica adecuada- Carlisle suspiró preocupado.
-Ya no sé que pensar- musitó -sabía que le costaría superar lo de Jessica, pero no imaginaba que se cerraría en banda a las mujeres-.
-Conmigo se porta muy bien- rebatió ella -y con la señora Cope, la secretaria; con la señora Harris...- enumeró ella, divertida y acurrucándose en su pecho.
-Ya sé que se lleva bien con la asistenta y las mujeres mayores de cuarenta años- replicó Carlisle, rodando un poco los ojos -me refiero a conocer a chicas jóvenes, a enamorarse... si sigue así, va a quedarse muy solo- Esme le dio la razón.
-Era una broma; pero debes tener paciencia; te lo vuelo a decir, algún día conocerá a la adecuada-.
-Ojalá lleves razón- expresó Carlisle, estrechándola contra su pecho -no sé que haría sin ti, y sin tus ánimos y consejos- ella negó con la cabeza, dejando un pequeño beso en sus labios.
-No tienes que agradecerme nada; te quiero, y todo lo que me preocupa a ti, me preocupa a mi- le recordó ella, mirándole con cariño -sobre todo todo lo que se refiere a los chicos- Carlisle sonrió a la alusión de sus hijos.
-Yo también te quiero- le dijo a ella de vuelta -¿sabes qué quería Charlie?- interrogó. Esme negó con la cabeza.
-Será mejor que vaya, entonces- volvió a besarla y ambos se levantaron, saliendo del despacho y encaminándose a la puerta principal.
-¿Nadie ha respondido al anuncio que pusimos?- la señora Filding, la cocinera del rancho, se había jubilado hace un mes, y no encontraban una sustituta. La señora Harris y Esme se ocupaban de la limpieza y mantenimiento de la inmensa casa, pero la buena señora ya era muy mayor, y sólo iba tres veces a la semana.
-Nadie- confirmó con una pequeña mueca -esperaremos un poco más- se dijo para si misma. Carlisle asintió, despidiéndose de ella guiñándola un ojo y encaminándose hacia los establos, en busca de Charlie.
Charlie Swan era el capataz del rancho, su mano derecha y el segundo al mando. Llevaba siete años en el rancho Killarney, y llegó en el momento justo; cuándo Phill, el viejo capataz, se jubiló, Charlie llegó a Hunstville buscando trabajo. Toda su vida había trabajado con animales, de modo que después de entrevistar a varios candidatos, Charlie se quedó con el puesto. Aparte de saber todo lo referente a la crianza de ganado, también llevaba las cuentas y supervisaba los registros de los animales junto con los contables y administrativos.
Hombre serio y reservado dónde los haya, le costó entablar confianza con su jefe, pero una vez pasaron los primeros meses, forjaron una gran amistad dentro y fuera del trabajo. Poco sabía Carlisle sobre su vida anterior, pero era un hombre que había tenido mala suerte. Era dueño de un pequeño rancho en el norte de Texas, pero unas malas inversiones, sumadas a las deudas contraídas por el juego, hicieron que lo perdiera todo, de modo que tuvo que ponerse a trabajar para poder saldarlas. Carlisle no quiso ahondar en la herida, preguntándole por qué se había dejado arrastrar por el póquer; además, al empezar a trabajar en el rancho Killarney ya no jugaba, y poco a poco fue pagándole a sus acreedores.
Al llegar al establo, allí se encontró a su amigo, acompañado de Jasper.
-Hola Charlie, hijo- los saludó a ambos -¿qué ocurre?-.
-Hemos recibido el informe del veterinario- le contó Jasper -para iniciar la cría de caballos; podemos cruzarlos con las yeguas sin problemas-. Carlisle asintió contento, mirando a los tres ejemplares negros que habían adquirido recientemente. Observó que Concord, el caballo de Edward, no estaba en su habitáculo.
-¿Dónde está Edward?- preguntó.
-Está en los pastos de la ladera norte, dónde hemos trasladado a los toros que adquirimos el mes pesado- le informó su amigo.
-¿Y Jake?- siguió interrogando.
-Ha ido a Houston, a ver esa yegua de la que nos habló el señor Buried y tantear un poco el precio- Carlisle asintió, mirando los animales. Sus hijos estaban tan familiarizados en los negocios del rancho, que tenían carta blanca para tomar ciertas decisiones. Jake tenía mucha labia, y era el que normalmente se encargaba de interactuar con posibles clientes.
-¿Cuándo vais a empezar?- les preguntó, señalando de nuevo a los alazanes que tenían enfrente.
-Si todo va bien, en tres días trasladaremos aquí las yeguas y veremos qué ocurre- dijo Jasper.
-Me parece bien; por cierto, ¿este fin de semana te vas a Forks?- le preguntó Carlisle a Charlie. Siempre que podía, iba a ese pequeño pueblo en el estado de Washintong, pero nadie sabía si iba a visitar a alguien en concreto, o simplemente a descansar allí. Éste asintió con la cabeza, animado y contento.
-Te veré el lunes entonces; mañana por la mañana salgo para una reunión en Dallas, y no regresaré hasta el sábado por la noche- les informó a ambos -por lo tanto, espero que os comportéis- Jasper rodó los ojos a la mención de él y sus hermanos.
-Tranquilo papá; ¿sabes que tenemos treinta años?- le recordó su hijo con sorna -bueno, a excepción de Edward- musitó con una sonrisilla malévola.
Carlisle ignoró la última aclaración de su hijo y se dirigieron a la puerta de los establos, cuándo sintieron un golpe seco, seguido de un intenso grito de dolor. Al volver presurosos al interior, se encontraron a Charlie tirado en el suelo, con una mano apoyada en el antebrazo derecho y muy pálido.
-¡Charlie!- gritó Jasper asustado, arrollidándose junto a él.
-Llama a Sam y a los chicos- le instó su padre; Jasper salió corriendo, mientras que él intentaba sin éxito reanimar a su capataz.
-Vamos amigo, no puedes hacerme ésto- musitaba Carlisle, preso de la desesperación-.
-Carlisle... Isab... Isabella- Charlie abrió los ojos, respirando con dificultad mientras pronunciaba ese nombre de mujer. Su jefe, pensando que deliraba, le instó a que se tranquilizara.
-No hables Charlie, aguanta- le decía.
-Isabella... Forks- la suplicante mirada de su capataz le conmovió; cuándo intentó preguntarle quién era Isabella, Charlie ya había perdido el conocimiento.
-¡Maldita sea!- bramó, zarandeándole suavemente- ¡no me hagas ésto!- al momento su hijo Jasper entró corriendo, seguido por Sam, el segundo capataz, y por Quil y Embry, dos de los peones del rancho.
-Hemos llamado a una ambulancia- le contó Sam a su jefe -estará aquí en pocos minutos-.
Trataron de reanimarle, hasta que vieron a los sanitarios acercándose a ellos. Esme también había oído los gritos y había acudido al establo. Justo en el momento en que los sanitarios empezaron a revisarlo, oyeron los fuertes relinchos de un caballo. Edward, alertado por uno de de los vaqueros, también acudió a ver qué había sucedido. Todos miraban con la respiración contenida cómo examinaban a Charlie.
-Los síntomas apuntan a un infarto de miocardio- les informó el médico -debemos trasladarlo inmediatamente al hospital-.
-Por supuesto; mis hijos y yo les seguiremos en el coche- asintió Carlisle.
-Vamos papá- Edward ya estaba saliendo a por el vehículo; los sanitarios trataron de estabilizar a Charlie, pero cuándo lo estaban introduciendo en la ambulancia, el monitor de las constantes se alteró, y un pitido ensordecedor inundó los alrededores.
-¡Se está parando!; ¡mierda, hay que iniciar maniobra de recuperación!- el médico de la ambulancia daba órdenes e indicaciones a sus colegas. Jasper, Edward, Carlisle, Esme y los trabajadores esperaban al lado de la ambulancia, con el corazón en un puño... hasta que un pitido ligero y constante confirmó el fatal desenlace.
-¡Joder!- bufó Edward, resoplando incrédulo.
-Carlisle...- éste se giró hacia Esme, que empezaba a sollozar. El médico se acercó a ellos al de unos minutos.
-Ha sufrido otra parada; lo siento, no hemos podido hacer nada- les informó cabizbajo. Carlisle no dijo una sola palabra, mudo de la impresión y del dolor, mientras que los sanitarios tapaban el cuerpo inerte de su amigo y certificaban su muerte.
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Tres días después, Carlisle y sus hijos se encontraban en la pequeña casa que había ocupado Charlie, ordenando y revisando sus pertenencias. Debido a que no dejó testamento y no se le conocían parientes vivos, la familia Cullen se ocupó de todo, dándole sepultura en el cementerio de Hunstville.
-En los armarios apenas tiene algo de ropa- dijo Emmet, entrando en el minúsculo salón. Edward y Jake estaban indagando por los armarios del salón, pero aparte de libros y de una pequeña televisión, allí no había nada.
Carlisle no hacía más que dar vueltas y vueltas en su mente al nombre que había pronunciado Charlie antes de morir.
-¿Charlie os habló alguna vez de una tal Isabella?- interrogó a sus vástagos. Los hermanos se miraron entre ellos, sin saber de qué hablaba.
-¿Por qué preguntas eso, papá?- interrogó Jake, frunciendo el ceño.
-Fueron las últimas palabras que dijo, antes de que llegara la ambulancia; Isabella... Forks- rememoró.
-Bueno; siempre que podía iba allí- dijo Edward, encogiéndose de hombros.
-Puede que sea alguien de su familia- propuso Jasper, entrando al salón y posando una pequeña caja en la mesa.
-¿No crees que si tuviera algún familiar, lo sabríamos?- le espetó su hermano pequeño, rodando sus ojos verdes. Jasper, ignorando por completo a su hermano, abrió la pequeña caja de metal. En ella había papeles y varios documentos bancarios. Edward cogió uno al azar, leyéndolo detenidamente.
-Son los extractos de su cuenta bancaria- informó a su padre y hermanos; siguió leyendo, hasta que se topó con un dato relevante -es curioso; todos los meses se refleja una transferencia a una tal Lucy McAdams al banco estatal de Seattle-.
-Eso está cerca de Forks- inquirió Jasper. Su padre asintió, hasta que su hijo Jake le entregó un sobre cerrado. Iba dirigido a Carlisle Cullen y su familia.
-Parece una carta- dijo Jake.
-Vamos- ordenó su padre -coged la caja; la leeremos en casa, nos esperan para cenar- sus hijos salieron delante de él, preguntándose cada uno en sus mentes el contenido de esa misiva.
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Una vez que cenaron, y de que Esme y una muy embarazada Rosalie recogieran la mesa, Charlie se dispuso a abrir la carta. Esme iba a dejarlos a solas, pero Carlisle le hizo un gesto de negación con la cabeza, y volvió a sentarse.
-También eres parte de la familia- la afectuosa mirada que cruzaron hizo que sus hijos disimulasen la sonrisa a duras penas, mientras que Edward resoplaba en silencio; todos ellos estaba al tanto de lo que pasaba entre Esme y su padre, pero se lo pasaban pipa viéndoles disimular.
Carlisle se dispuso a leer, ante la expectación general.
Amigo Carlisle:
Si has tenido que abrir este sobre, es señal de que algo ha ocurrido, y ya no estoy en este mundo. Ante todo, te doy mi más sincero agradecimiento por haberme dado una oportunidad, cosa que no tuve antes de recalar en el rancho Killarney.
Sé que no soy muy dado a hablar de mi pasado, pero es necesario que lo haga para que entiendas lo que voy a pedirte.
Antes de que perdiera mi rancho, mi vida era lo que podía llamarse tranquila y feliz. Tenía una esposa, una hija y un negocio que iba viento en popa. Pero las cosas se complicaron en mi matrimonio, y eso me llevó a refugiarme en el alcohol y el juego para evadirme de los problemas; mi adicción fue tal, que llegué a apostar los ahorros de toda mi vida, incluso mi negocio y mi casa... y los perdí. Contraje importantes deudas, y gracias a qué me ofreciste empleo, pude ir saldándolas. Por suerte, todas las deudas económicas están liquidadas.
No estoy orgulloso de ello, ya que esa situación derivó en otra mucho peor. Renee, mi mujer, me abandonó, llevándose consigo a lo que más quiero en el mundo; mi pequeña Isabella.
Durante tres años no pude localizarlas, hasta unos meses antes de recalar en Hunstville; cuándo me llegaron los papeles del divorcio para firmarlos, pude averiguar que Renee había vuelto a Forks, su lugar de nacimiento. Fui allí sin pensarlo, y cómo padre, me entenderás; quería abrazar de nuevo a mi pequeña.
Al llegar allí, mi ex mujer no estaba; se había fugado con un tipo mucho más joven que ella, dejando a mi hija al cuidado de su abuela, Lucy. Dado que mi situación económica en ese momento no me permitía cuidar de mi hija cómo yo quería, llegué a un pacto con la madre de Renne. Ella tendría su custodia hasta que cumpliera dieciocho años, y yo las ayudaría económicamente, con la condición de que Isabella pudiera terminar el instituto.
Puede parecer sorprendente, pero esa es la verdad. Ahora os cuadrarán mis viajes a Forks, a dónde iba siempre que podía para ver a mi pequeña.
Amigo, sé que quizá no tenga derecho a pedirte lo que vas a leer a continuación; nunca te he pedido nada, de ahí mi atrevimiento.
Ve a ver a mi hija, y ayúdala. Lucy nunca ha querido a Isabella, y si se ha hecho cargo de ella todos estos años, ha sido única y exclusivamente por el dinero que le mandaba. Si yo falto, mi pequeña estará sola. Cómo padre que ha criado a cuatro hijos, sé que entiendes mis motivos y por la amistad que nos ha unido, espero que la ayudes. Es muy buena y dulce, y ella sabe de todos vosotros, ya que siempre que voy a verla, les hablo del rancho Killarney y de la familia Cullen.
Gracias de nuevo por todo; sois un ejemplo de familia... la misma que a mi me hubiera gustado que Isabella tuviera.
Jacob, Emmet, Jasper, Edward... sois unos hombres increíbles, y los hijos que todo hombre querría tener.
A Esme, Rosalie, la señora Harris, Sam, los vaqueros... gracias, por hacerme partícipe de la gran familia que es el rancho Killarney.
Carlisle, amigo mío; sé que lo que te pido es muy delicado, y más después de no haber mencionado nunca nada acerca de mi hija; tomes la decisión que tomes, de antemano te lo agradezco.
Gracias por todo, una vez más.
Charlie Swan.
Carlisle acabó la última línea de la carta, quedándose mudo de la impresión. Ahora entendía las últimas palabras de Charlie, y su mirada suplicante. Sus hijos no sabían qué decir, y Esme menos.
-¿Charlie tiene una hija?- preguntó Emmet, patidifuso, al cabo de unos minutos de asimilación.
-Eso parece- contestó Edward con una mueca perpleja -por lo menos, ahora entendemos las transferencias al banco estatal de Seattle-.
-¿Ninguno sabíais nada?- les interrogó su padre.
-Nada- contestó Jasper, en nombre de sus hermanos -y no creo que Sam y los chicos sepan algo tampoco; se les habría escapado alguna vez-.
-¿Qué vas a hacer?- interrogó Jake, que había permanecido callado. Su padre suspiró, tomando la palabra.
-No sabemos qué edad tiene, ni nada acerca de ella; pero habrá que decirle lo que ha pasado con su padre; eso para empezar-.
-Por supuesto- le dio la razón Esme. Rosalie, que había echado un vistazo a la caja, les tendió una foto que estaba en el fondo de ésta; en ella se veía a Charlie con una niña de unos once años, con el pelo castaño y ojos chocolate.
-Es ella- dijo Esme al momento -sus ojos son cómo los de su padre- la foto fue pasando de mano en mano.
-Mirad ahí dentro- señaló la caja -debe haber alguna dirección o teléfono-.
-Si no lo hay, se puede hablar con el banco de Seattle y dar con la casa de la abuela a través de él- propuso Edward, observando la fotografía de la pequeña -yo puedo encargarme-.
-¿La vas a traer aquí?- interrogó Rosalie a su suegro.
-Sería cómo tener una hermanita pequeña- exclamó Jake, cual niño pequeño. Su padre le hizo un gesto para que frenara su entusiasmo.
-Lo primero de todo es ir a verla, y explicarle lo que ha pasado; además, si Isabella sigue siendo menor de edad, su abuela tendrá todavía su custodia- les advirtió.
-La foto no parece reciente- observó Esme -y por lo que deja entrever la carta, me inclinó a pensar que Isabella ya estará en el instituto-.
Carlisle seguía en silencio, meditando las palabras y el ruego de su amigo. Sabía lo duro que era ser padre en solitario, y podía imaginar el sufrimiento de su capataz todos estos años, trabajando por y para su hija, y para colmo, no poder tenerla con él. Tomó de nuevo la palabra, informando a sus hijos que una vez averiguaran la dirección, iría a verla.
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Cuatro días después, y acompañado por Esme, se dirigían al coche que habían alquilado nada más aterrizar en el aeropuerto de Seattle. Finalmente dieron con la dirección de Lucy McAdmas, pero cómo no tenían teléfono, no pudieron advertirles su visita. Condujeron una hora por los verdes parajes de la Península Olimpic, hasta que se detuvieron en frente de una pequeña casa, vieja y destartalada. Ambos se miraron, un poco sorprendidos.
-Es aquí- confirmó Esme, después de revisar de nuevo la dirección en el papel. Salieron del coche y se encaminaron a la puerta; el jardín estaba en mal estado, y ni qué decir el porche y la fachada de la casa, que necesitaba urgentemente una buena mano de pintura y una reforma a fondo.
El timbre no funcionaba, de modo que llamaron con los nudillos. Al no obtener respuesta, volvieron a insistir, hasta que oyeron pasos apresurándose a la puerta. Se quedaron muy soprendidos; esperaban a una adolescente de unos quince años... pero no era tal.
Una chica, vestida con unos viejos vaqueros y una raída sudadera gris apareció en el marco de la puerta. A pesar de las viejas ropas que llevaba puesta, Carlisle y Esme se dieron cuenta de que era una joven muy bonita, de unos dieciocho o diecinueve años, de tez pálida y ojos chocolate grandes y expresivos. Su largo cabello castaño estaba recogido en una coleta.
-¿Les puedo ayudar en algo?- interpeló la joven, con un tono tímido y amable.
-¿Isabella?- preguntó Carlisle, sorprendido.
Espero les haya gustado el epílogo y el primer capítulo... y la imagen que es creación mía jejeje
dejen sus huellas... besos
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Última edición por Atal el 12/1/2012, 11:55 am, editado 1 vez
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Ataaaal!!!! esta increible el fanfiction!!!! quiero saber que pasaaa!
Perdon por no haber leido antes pero no habia tenido tiempo
Aaaa esta mujer escribe maravillas, ya me habia encantado "Un cuento de hadas moderno" y este se ve que va a estar buenisimooo... Estare esperando con ansias
Te quedo muy linda la imagen
Perdon por no haber leido antes pero no habia tenido tiempo
Aaaa esta mujer escribe maravillas, ya me habia encantado "Un cuento de hadas moderno" y este se ve que va a estar buenisimooo... Estare esperando con ansias
Te quedo muy linda la imagen
Pandy_Cullen- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Nuevo Capítulo, disfrutenlo aunque no comenten...
Capítulo 2: Isabella Swan
La muchacha observaba extrañada a la pareja de mediana edad que tenía enfrente. El hombre era alto, rubio y con unos bonitos ojos grises; y aunque ya pasaba de los cincuenta años, seguía conservando un atractivo y una naturalidad propias de alguien más joven. La mujer tenía una dulce sonrisa en su cara, y era algo más joven. Bella estudió sus ropas, se veía que eran gente adinerada.
-Sí, soy Isabella Swan- contestó, un poco sorprendida; su abuela y ella nunca tenían visitas.
-Soy Carlisle Cullen- se presentó el hombre; al momento la joven esbozó una pequeña sonrisa en su cara.
-Usted es el jefe de papá- el hombre asintió, dedicándole una sonrisa tranquilizadora -imagino que usted será Esme- se volvió a la mujer -papá me habla mucho de todos ustedes y del rancho; pasen por favor- la chica se hizo a un lado, cediéndoles la entrada. La casa estaba vieja, pero muy limpia y ordenada. La decoración era muy pobre, ya que tenían lo básico. Isabella les indicó que se sentaran en el sofá.
-¿Puedo ofrecerles un café?- les preguntó. Ambos asintieron, y vieron a la chica alejarse apresurada a la cocina, oyéndola trastear por ella.
-Pensaba que sería más joven- dijo Carlisle, observando a su alrededor.
-Yo también- concordó Esme -parece una joven educada y amable; es raro- musitó en voz alta -según las transferencias, Charlie les pasaba una buena suma de dinero al mes, y ésto- señaló a su alrededor -roza la miseria-.
-El dinero iba a nombre de la abuela- le recordó Carlisle- y según la carta, ésta no quiere a su nieta... le preguntaremos a Isabella, y veremos en que se lo gasta, pero me apuesto lo que sea a que la chica no recibe un sólo dólar; ¿cuándo fue la última vez que se ha comprado ropa?- meditó resignado, recordando los agujereados vaqueros que llevaba Isabella. Carlisle meneó la cabeza, haciendo una mueca desaprobatoria.
-¿Qué te preocupa?- Carlisle le tomó de la mano, acariciándola con el pulgar.
-¿Cómo se supone que voy a decirle que su padre ha muerto?- murmuró en voz baja, a modo de respuesta -es un golpe tremendo-.
-Lo sé- asintió Esme con pena -pero tenemos que hacerlo. Callaron al oír pasos acercándose. Esme se levantó a ayudar a la muchacha, que portaba una enorme bandeja con café y galletas.
Después de servirles el café, Isabella se sentó enfrente de ellos.
-¿Le ha ocurrido algo a papá?; hace días que no me llama- interrogó preocupada. Carlisle suspiró, dejando la taza encima de la mesa.
-Verás Isabella...- la muchacha lo cortó.
-Bella, por favor; todos los que me conocen me llaman así-.
-Bella... tu padre sufrió un infarto hace una semana, y...- en la cara de Bella se formó una mueca de horror.
-¡¿Qué?- exclamó horrorizada -¿por qué no me han avisado antes?- les reclamó, empezando a sollozar.
-No sabíamos que Charlie tenía una hija- intervino Esme, tranquilizadora -nos ha costado mucho localizarte-.
-Comprendo; ¿cómo está?, ¿puedo ir a verle?- suplicó angustiada.
-Verás Bella... tu padre no... tu padre no pudo superarlo- Carlisle no pudo sostener la mirada de la chica, que nada más oír esas palabras, ocultó su rostro con las dos manos, llorando desconsolada.
-Lo siento mucho, hija- dijo Carlisle apesadumbrado; le partió el corazón verla así. Esme se levantó inmediatamente, sentándose al lado de Bella y atrayéndola a sus brazos. Carlisle iba a decir algo, pero Esme le detuvo.
-Déjala que llore y se desahogue- el hombre asintió, levantándose y saliendo del salón, dejando a Bella un poco de intimidad.
-No puede ser- sollozaba Bella, llorando a lágrima viva -me he quedado sola, me he quedado sola...- Esme no decía nada, pero su corazón se estrujó al oír su lamento. No dijo nada, y simplemente la abrazó con más fuerza cuándo el llanto de Bella se hacía más fuerte. Poco a poco, y buen rato después, el llanto dio pasó a silenciosos hipidos. Bella levantó la cabeza y se apartó de Esme.
-¿Estás mejor?- le preguntó la mujer con cariño, tomándole una mano. Bella hizo un pequeño movimiento afirmativo con la cabeza, pero sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas.
-No puedo hacerme a la idea; me hubiera gustado estar a su lado, y poder despedirme y...- no pudo seguir, ya que su voz se quebró.
-Lo sé hija, lo sé- Esme no encontraba palabras que pudieran consolar a la joven. Carlisle entró de nuevo en el comedor, sentándose al lado de ellas. Bella le miró agradecida a través de sus empañados ojos.
-Muchas gracias por venir a verme, y decírmelo; no deberían haberse molestado, es un viaje muy largo y...- Carlisle meneó la cabeza.
-Teníamos que venir- explicó -Bella, hay ciertas cosas de las que tenemos que hablar- le dijo. La joven asintió, quitándose las lágrimas con la mano.
-¿Quieres que te prepare una tila?- se ofreció Esme. Bella meditó unos segundos.
-En verdad la necesito, pero puedo ir yo, no se moleste- iba a hacer amago de levantarse, pero Esme la retuvo sentada.
-Tranquila, yo iré-.
-Gracias- accedió Bella; estaba sorprendida, no se había topado con gente tan amable en su vida. Una vez se quedaron ella y Carlisle solos, el hombre tomó aire.
-¿Cómo es la relación con tu abuela?- preguntó sin más rodeos; Bella meditó la respuesta unos minutos, antes de contestar.
-No muy buena; mi madre y ella nunca se han llevado bien, y tampoco aprobó el matrimonio de mis padres. Cuándo mis padres se separaron, vinimos aquí- le explicó con una triste sonrisa en la cara -y mamá conoció a un tipo mucho más joven que ella, y se fue con él-.
-¿Por qué no te llevó con ella?- inquirió.
-Mamá tampoco se ocupó de mi demasiado; la abuela me ha contado muchas veces que ella nunca quiso tener hijos- negó con la cabeza -el único que me quiso era papá- susurró con pena -cuándo descubrió dónde estábamos, mamá ya se había ido-.
-¿Por qué no te llevó al rancho con él?- se preguntó Carlisle en voz alta.
-Cuándo usted contrató a papá- siguió explicando Bella -todavía debía grandes sumas de dinero, debido a las deudas que contrajo jugando al póquer- miró a Carlisle un poco avergonzada, pero éste la tranquilizó.
-Todos cometemos errores Bella; no se debe juzgar a nadie por su pasado- le explicó -y según tengo entendido, todas sus deudas económicas están saldadas-.
-Así es- confirmó Bella -pero entre ponerse al día con los pagos, y lo que le pasaba a la abuela, apenas le llegaba para comer- explicó con pena -y por eso, decidió que me quedara aquí con ella, y con el dinero que nos mandaba nos apañábamos; la abuela lo administra- le contó -además, ya iba a la escuela aquí, y quería que siguiera- Carlisle escuchaba con atención las palabras de Bella; tanto ella cómo su padre lo habían pasado mal. ¿Por qué no le pidió ayuda?; podría haberse llevado a Bella a Hunstville, y por lo menos podría haberla criado él, incluso podría haberle dado un adelanto, y así pagar la escuela de Bella allí, en Texas.
-Sé lo que está pensado, pero papá tenía su orgullo- adivinó la joven -no quería abusar más de usted; le dio una nueva oportunidad, y sé que le estará eternamente agradecido-.
-¿Tu abuela te da algo de ese dinero?- Bella negó con la cabeza.
-Parte de ese dinero se fue en mis estudios; he terminado el pasado junio- le contó -y hace dos semanas, cumplí diecinueve años-.
-Felicidades, aunque sea con retraso- Esme se acercó a ellos con una taza humeante en las manos, que entregó a Bella.
-Gracias, señora Esme- Bella sopló un poco, antes de tomar un sorbo y dejarla en la mesa.
-Llámame sólo Esme, y no me digas de usted- Bella asintió, esbozando una pequeña sonrisa.
-¿Qué piensas hacer, ahora que has terminado el instituto?- le preguntó de nuevo Carlisle.
-Nunca he pensado ir a la universidad; aunque he conseguido graduarme, no soy buena estudiante.. y me han denegado la beca- confesó, avergonzada -trabajo en una cafetería del pueblo, en la cocina; hace casi un año que estoy allí. No me pagan mucho, pero es una ayuda para la casa y...- la puerta de la calle se abrió, y una mujer de unos cincuenta y muchos años entró al salón. Vestía un un pantalón negro, con una blusa blanca de manga largas, y unos altísimos tacones... a simple vista, su ropa parecía bastante mejor que la de su nieta.
Su mirada arrogante se posó en las tres personas que estaban allí, sentadas en su salón.
-¿Quiénes son ustedes?- preguntó suspicaz.
-Soy Carlisle Cullen, el jefe de Charlie- se presentó; alzó la mano, pero la señora ni se molestó en tomarla. Eme se puso de pie, intentado aligerar el ambiente.
-Yo soy Esme Platt; trabajo para el señor Cullen- se presentó.
-¿Y qué desean?; ¿en qué lío se ha metido ahora ese inepto de Charlie?- preguntó de manera burlona, sentándose enfrente de ellos y encendiendo un cigarrillo.
Carlisle y Esme se quedaron parados ante la fría reacción de la mujer; volvieron a tomar asiento, dejando a Bella en medio de ellos. Los ojos de la chica volvieron a aguarse, a la mención de su padre.
-Verá señora McAdams... Charlie sufrió un infarto la semana pasada... murió antes de que pudiéramos trasladarlo al hospital- la mujer se sorprendió ante lo que le estaban contando.
-Vaya... no sé qué decir- murmuró, apartando la vista y dando una calada a su cigarrillo.
-Charlie me pidió que ayudara a Isabella- le explicó Carlisle -no sabíamos que tenía una hija, sino les habríamos avisado antes-.
-Isabella tiene un trabajo aquí- replicó la mujer -mi pensión de viudedad no da para mucho- la chica miró furibunda a su abuela.
-Si no te hubieras gastado en vicios el dinero que nos mandaba mi padre, otro gallo cantaría-. La mujer la fulminó con la mirada, apagando el cigarrillo en un cenicero.
-Cállate- la espetó de manera desagradable -te recuerdo que tu padre me cedió tu custodia, y me debes un respeto- Bella soltó una risa incrédula, antes de responder.
-Si, te cedió mi custodia... a cambio de recibir una cuantiosa suma de dinero todos los meses- le recordó Bella, con rabia contenida -y te recuerdo que ya soy mayor de edad, y ya no necesito tutor legal-.
La mujer se puso en pie, quedando delante de su nieta. Ésta se levantó también.
-¿Así me agradeces que te acogiera en mi casa, después de que tu madre te dejara tirada?- le preguntó con mala intención; -eres una desagradecida- le espetó con furia. Carlisle y Esme se levantaron, alarmados por lo que estaban viendo... ¿cómo podía Bella vivir con esta mujer?.
-No pienso trabajar para mantenerte a ti y a tus vicios- le espetó su nieta, llorando -y menos aun, que me sigas humillando y haciendo daño- la mujer la miraba divertida.
-¿Y dónde se supone que vas a ir?; tu trabajo de cocinera no te da para pagar el alquiler de un apartamento o una pensión- le recordó; al ver el silencio de Bella, la mujer celebró en voz baja su triunfo -de modo que cállate, y si quieres seguir aquí, más vale que me obedezcas- las lágrimas aparecieron de nuevo en el rostro de la chica. Esme la agarró de una mano, pidiéndole a Carlisle con la mirada que interviniese.
-No la hable en ese tono- le recriminó de buenas a la señora que tenía delante -acaba de saber que ha perdido a su padre- Lucy rodó los ojos, cómo si le importara un pimiento. Carlisle pasó por alto el gesto, volviéndose a Bella.
-¿Te gustaría venirte a Hunstville con nosotros?- la joven abrió los ojos por la sorpresa, ante tal propuesta. Lucy se alteró.
-¿Qué está diciendo?; ¡no puede llevársela así por así!- chilló cómo loca.
-Ella es mayor de edad- le recalcó Esme seriamente.
-Y por lo que veo, usted no la quiere en absoluto -intervino Carlisle de nuevo -si necesita ingresos extras, trabaje usted- le aconsejó con una sonrisa malévola.
-Per... pero señor Cullen, no puedo aceptarlo- tartamudeó la chica, alucinada.
-Bella- la llamó con cariño -tu padre me pidió, de alguna manera, que cuidara de ti- le dijo, pero ella negó con la cabeza, llorando de nuevo.
-Y yo le agradezco mucho su ofrecimiento- agradeció de corazón -pero no puedo aceptarlo; no puedo irrumpir así por así en su casa; ¿qué pensará su familia?-.
-Mis hijos estarán encantados de tenerte allí- le explicó -querían mucho a tu padre... todos le echamos de menos... y creo que se lo debo- ella le miró sin entender -mi mujer murió cuándo nació mi hijo pequeño, y sé lo que es criar sólo a los niños- le confesó -aunque mi madre me ayudó en ello, no es lo mismo; comprendo a tu padre, y comprendo el dolor que habrá sufrido todos estos años, por estar lejos de ti-. Bella seguía escuchando sus palabras... no creía que aun quedara gente buena en el mundo.
-Tu padre se convirtió en un buen amigo mío... y se lo debo- volvió a explicar.
-Si quieres, podemos ofrecerte un empleo en el rancho- le propuso Esme -has dicho que trabajabas en la cocina de una cafetería- le preguntó; Bella afirmó en silencio.
-La señora Filding, nuestra cocinera, se jubiló hace poco más de un mes- le explicó -podrías ocupar su lugar- Carlisle miró a Esme con una sonrisa aprobatoria.
-Por supuesto, vivirías en casa, cómo Esme -y tendrás un sueldo para tus gastos; podrás ahorrar, e ir a la universidad en el futuro...-.
-Te permitirá tener unos ahorros- srepitió Esme -y poder mirar al futuro un poco más tranquila-.
-Pero ante todo, no estarás sola- le recordó Carlisle -aunque trabajes allí, serías parte de la familia, al igual que Esme-.
Bella escuchaba con atención, pero también con una mueca de incredulidad en la cara... sería una oportunidad de empezar de nuevo; quizá podría estar allí durante un tiempo, y poder independizarse en un futuro.. su padre no exageraba cuándo hablaba de la generosidad de Carlisle Cullen, era un buen hombre.
-¿Y su familia?- inquirió preocupada.
-Antes de venir, hablé con mis hijos, y están más que de acuerdo con la decisión- le explicó.
-Ellos se esperan a una adolescente de quince años- dijo Esme con una risa -pero se alegrarán de tener nuevo miembro en la familia, y que además, sabe cocinar; comen cómo limas- rodó los ojos, resignada. Bella soltó una pequeña risilla ante el comentario, olvidando por unos segundos el dolor de la pérdida.
-¿Quieres pensalo un poco más?- le ofreció Carlisle. Su abuela, que se había mantenido en silencio, tomó la palabra.
-Si te vas con ellos y sale mal, no vuelvas con la cabeza gacha pidiendo ayuda- le advirtió.
-Tranquila, no volvería aquí aunque tuviera que arrastrarme- le desafió su nieta, en un acto de valentía -nunca te has preocupado por mi, y ahora que soy mayor de edad, ¿que más te da si me voy?- la mujer, alucinada ante el estallido de valentía de Bella, estampó su mano en la cara de la joven, abofeteándola fuertemente. Bella se llevó las manos a la cara, llorando de humillación. Carlise y Esme no daban crédito a lo que estaban viendo, pero ahora más que nunca, tenían clara una cosa: había que sacar a Bella de allí cómo fuera. Al ver el silencio sumiso de su nieta, dedujeron que no era la primera vez que la pegaba.
-Bella- la llamó Esme -vamos a recoger tus cosas; no permitiremos que te quedes un segundo más aquí- ésta asintió lentamente, dejando que Esme la sacara del salón, seguidas de Carlisle.
-Eso, vete de una vez... maldita mocosa- Carlisle, que oyó el comentario, iba a regresar al salón, a cantarle las cuarenta a esa mujer, pero Bella lo retuvo por el brazo.
-No, por favor- le pidió -sólo quiero irme de aquí-.
La habitación de la muchacha parecía una celda de prisión; sólo había una pequeña cama, pegada a la pared, una mesilla y un pequeño armario. En una maleta y una mochila cupieron todas las pertenencias de la joven; Esme iba doblando la ropa, dándose cuenta de que la mayoría estaba vieja y remendada. Carlisle metió unos pocos libros y una foto de Bella con su padre en la mochila. Una vez tuvieron todo preparado, Bella dejó la destartalada casa, sin mirar atrás. Esme la ayudó a meterse en el coche. Carlisle, después de cerrar el maletero, se volvió hacia Lucy McAdams, que desde el porche, le desafiaba con la mirada.
-No hace falta que le advierta que no quiero que vuelva a molestar a su nieta; y mucho menos, pedirle dinero- el tono frío y amenazador de aquel hombre hizo que la mujer se encogiera un poco. La mujer masculló algo ente dientes mientras se metía en el interior de la casa, dándole a Carlisle con la puerta en las narices.
-Bruja- maldecía Carlisle, yendo hacia el coche y poniéndose al volante. Bella, acurrucada en el asiento de atrás y en los brazos de Esme, cerró los ojos, respirando aliviada, dejando una vida pobre y miserable atrás, y sin ni siquiera volver la vista hacia la que había sido su casa hasta entonces.
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El vuelo a Houston no salía hasta el día siguiente por la tarde. Nada más llegar al lujoso hotel de Seattle, Carlisle pidió una habitación para Bella. La joven estaba apabullada, nunca había imaginado que pisaría un sitio tan lujoso en su vida.
Una vez acomodados, Bella llamó a su trabajo, comunicando a su jefe que lo dejaba y explicándole la situación y lo que le había ocurrido a su padre. El señor Perkins siempre se portó bien con ella, y le deseó buena suerte, alegando que la echarían de menos. Apenas pudo probar la cena, y se retiró pronto a la cama, cayendo agotada por todo lo vivido en el día.
A la mañana siguiente, se reunió con Carlisle y Esme en el comedor a la hora que habían quedado la noche anterior. Llevaba unos vaqueros negros y una blusa color azul, con unas deportivas; era lo más decente que tenía, y aun así, se sintió fuera de lugar; la gente que ocupaba esas mesas la observaba de arriba abajo. Esme se levantó, yendo a su encuentro y conduciéndola a la mesa.
-Buenos días hija; espero hayas descansado- la saludó con afecto Carlisle. La joven asintió lentamente; era obvio que estaba muy triste, y le costaría superar el fallecimiento de su padre.
Esme le sirvió un poco de café, y Bella comió con ganas, ya que el día anterior casi no había probado bocado. Mantuvieron una relajada conversación, y Carlisle y Esme aprovecharon para contarle cosas del rancho y el origen de éste.
-Te vas a llevar muy bien con los chicos; son muy simpáticos- la animó Esme.
-¿No están casados?- preguntó Bella extrañada -son mayores y...- soltó una risa vergonzosa, ya que Carlisle le había hablado de sus hijos y qué edad tenían.
-Sólo Emmet, el segundo- le respondió el hombre -te llevarás muy bien con Rosalie- le dijo.
-Emmet es el único que no trabaja en el rancho- relató Esme -es ingeniero informático; Rosalie es pediatra. Tiene un consultorio en el pueblo; ellos viven dentro del rancho, pero en una casa independiente-.
-Están esperando su primer hijo- expresó Carlisle con orgullo -dentro de tres meses, un nuevo miembro en la familia Cullen- Bella les escuchaba atenta; en verdad, eran una familia unida y feliz.
-Jasper y Jake son muy extrovertidos, y Emmet también- le contaba Esme -te reirás mucho con ellos.. pero tendrás que mantenerlos alejados de la nevera, o te dejarán sin provisiones- Bella rió ante el divertido comentario.
-¿Y su otro hijo...?- preguntó con curiosidad.
-Edward- le ayudó Carlisle.
-Eso, Edward-.
-Bueno...- Carlsile meditó antes de hablar -también es muy simpático... pero desde que su novia lo dejó, su carácter cambió -pero no temas, verás cómo te llevas muy bien con él también-. Bella no dijo nada al comentario, y Esme notó su silencio.
-Soy muy tímida- se adelantó Bella -siempre me ha costado hacer amigos, y entablar confianza con la gente- confesó, bajando la cabeza.
-Con calma, Bella; verás cómo todo va bien- la animó ésta. Al terminar el desayuno, Carlisle le entregó a Bella un papel, que ésta leyó con detenimiento.
-¿Y este dinero?- preguntó confusa.
-Eran los ahorros de tu padre; el banco, al no tener constancia de que tuviera familia, canceló la cuenta, y nos lo entregó a nosotros- le explicó -no es mucho, pero ese dinero es tuyo-.
-Puedes hacer con el lo que quieras- le siguió explicando Esme. Bella se mordió el labio inferior; eran apenas tres mil dólares... y una idea cruzó por su cabeza.
-Podría comprame algo de ropa nueva.. y querrí devolverle el importe del alojamiento- propuso con timidez; Carlisle y Esme vestían muy bien, y se sentía avergonzada de su ropa vieja, la mayoría de segunda mano.
-Por supuesto... excepto lo de la habitación- apoyaron Carlisle y Esme -además, necesitarás botas y vaqueros para salir a cabalgar- dijo éste -¿sabes montar a caballo, verdad?- los ojos de la chica se iluminaron.
-Soy hija de Charlie Swan- respondió contenta -mi padre me enseñó; me encantan los animales-.
Acompañada por Esme y Carlisle, Bella renovó su vestuario; Esme sonreía mientras ella se admiraba en el espejo, probándose un vestido azul. En ello se les fue la mañana, y por la tarde, por fin, abordaron el avión.
Bella, vestida con unos pantalones vaqueros nuevos, una camiseta blanca y unas bailarinas negras, sentía que los nervios crecían y crecían en la boca de su estómago... pero a la vez, respiraba aliviada; por fin le pasaba algo medianamente bueno, aunque para ello, su padre hubiera tenido que morir. En cierta manera, era cómo si él siguiera cuidando de ella, desde dónde quisiera que estuviese.
Casi cuatro horas después, el avión llegaba a su destino... y Bella al que sería su hogar a partir de ahora. Después de recoger el equipaje y pasar las puertas de llegada, Carlisle hizo a una seña a un hombre. Era moreno y fuerte, y vestía botas, vaqueros y una camisa de cuadros.
-Bienvenido a casa señor Cullen; Esme- saludó a ambos con educación -espero que hayan tenido un buen viaje-.
-Gracias Sam; ella es Isabella, la hija de Charlie- la muchacha, al lado de Esme, esbozó una tímida sonrisa.
-Es un placer conocerte; lamento mucho lo de tu padre-.
-Gracias; también es un placer conocerle- agradeció en voz baja.
-Bienvenida a Texas- el hombre, aunque parecía serio y callado, le inspiraba confianza.
-Sam era el segundo capataz- le explicó Carlisle -ahora sustituye a tu padre en el cargo de primer capataz- le siguió contando -¿cómo han ido las cosas estos dos días?- interpeló a su empleado, mientras se dirigían al coche.
-Jake y Edward tuvieron un altercado ayer- le contó Sam, con preocupación -uno de los toros de los Denali rompió el cerco y pasó a nuestros pastos -Carlisle emitió un bufido -corneó a varios de los terneros que estaba allí-.
-Maldito Eleazar- siseó cabreado -le previne hace tiempo que alejara a los toros de ese pasto, y los llevara a otro lejos de los terneros-.
-Eso mismo le recordaron Jake y Edward cuándo fueron a reclamarle; al parecer se encararon con James y Garret, y por poco se pegan allí mismo-.
-¿Los terneros...?- Sam le tranquilizó al momento.
-Hay algunos heridos, pero ninguno ha muerto-.
-Tendré que hablar con Eleazar seriamente; ésto ya pasa de castaño oscuro- murmuraba enfadado Carlisle de camino al coche. Esme y Bella, que iban detrás, iban escuchando atentamente la conversación de los hombres.
-¿Quiénes son los Denali?- le preguntó Bella.
-Nuestros vecinos; las familias no se llevan bien- le contó con una mueca de preocupación -Garret y James son los hijos de Eleazar- Bella escuchaba con curiosidad la historia.
-No son de fiar; siempre están jugando sucio- le dijo, con una mirada inquieta; Bella no quiso preguntar nada más, y caminó en silencio hacia el coche. Todavía les quedaban dos horas de camino hasta Hunstville; Bella miraba por la ventanilla, atónita del verde paisaje que les rodeaba.
-¿Qué te ocurre?- le dijo Esme.
-Pensaba que el paisaje de Texas era distinto -dijo ella, un poco asombrada -me lo esperaba de color amarillo, y desértico- confesó. Carlisle y Sam, desde los asientos delanteros, esbozaron una divertisa sonrisa.
-Y así es al oeste del estado- le explicó Esme -pero el este es verde y húmedo- le explicó.
-Por eso los ranchos texanos tienden a ubicarse en esta zona del estado- siguió relatando Sam.
Dos horas después, el coche pasó las barreras de entrada del rancho Killarney. Una imponente casa blanca de dos pisos, de estilo colonial, con la fachada y columnas blancas, y un espléndido porche apareció ante Bella. Se quedó contemplándola en silencio, impresionada.
-¿Te gusta?- le sondeó Esme al bajar.
-Es enorme, y muy bonita- dijo admirada. La enorme puerta de madera oscura estaba abierta, y cinco personas los recibieron en la entrada. Carlisle y Esme se adelantaron para abrazarles y saludarles. Una vez terminaron los saludos, Carlisle y Esme rodearon a Bella.
-Ella es Isabella, la hija de Charlie- les dijo Carlisle- Bella, ellos son Jake, Emmet, Jasper y Edward, mis hijos- los señaló de mayor a menor -y ella es Rosalie, la esposa de Emmet- Bella vio cómo la aludida, rubia, alta y guapísima, se adelantó para darle un suave abrazo.
-Bienvenida Bella- le dijo mientras la abrazaba -siento mucho lo de tu padre-.
-Gracias, es un placer conocerte- respondió con una pequeña sonrisa.
-Lo mismo digo; verás qué bien estás aquí- se apartó, volviendo al lado de su marido.
Bella se sentía intimidada ante cuatro chicos altos y fuertes, todos con vaqueros, botas con espuelas y camisas de cuadros, a excepción de Emmet, que llevaba un traje gris con corbata.
-Vaya- habló uno de ellos era alto, moreno y con ojos negros alegres y chispeantes -pensábamos que serías más joven- dijo con simpatía- soy Jake, el mayor... y la flor y nata de la familia- replicó orgulloso. Bella arqueó una ceja, mientras sus hermanos y su padre rodaban los ojos.
-¿Qué?- se encogió inocentemente de hombros -soy el relaciones públicas- se auto nombró -si alguno de ellos te hace rabiar, no dudes en pedirme ayuda- le dijo a Bella, guiñándola un ojo.
-Seguro- otro de los chicos, de melena rubia y ojos grises, muy parecido a Carlisle, se adelanto -no le hagas caso; soy Jasper- se presentó, tendiéndole una mano -sentimos mucho lo de tu padre, todos nosotros- señaló a sus hermanos.
-Gracias; es un placer conoceros- dijo con voz suave.
-Bienvenida al rancho Killarney- el que llevaba traje se adelantó, dándole un suave abrazo, al igual que Rose -soy Emmet; verás que bien estás aquí; y no le hagas caso a Jake... no te vamos a comer- dijo con una sonrisa pilla, pero a la vez cariñosa; Rose por poco le da un capón.
-Encantada; muchas gracias por el recibimiento- agradeció; su vista se posó inconscientemente en el hermano pequeño, sin duda, el más atractivo de los tres; sus ojos esmeraldas la observaban detenidamente, estudiándola de arriba abajo; Bella se sintió un poco intimidada por esa mirada. Su padre le lanzó una mirada de advertencia, y por fin habló.
-Soy Edward... lamento mucho lo de tu padre- su profundo tono de voz impresionó a la joven, que le hizo un pequeño gesto con la cabeza, sonriéndole tímida... pero el no le devolvió la sonrisa, al contrario, la miró de nuevo, frunciendo el ceño.
-Bien- Carlisle alivió la situación -Bella va a vivir con nosotros- les anunció.
-Ya lo sabíamos- replicó Jake, como si fuera obvio; su padre negó con la cabeza, suspirando resignado -déjame terminar- le pidió -va a ocupar el puesto de la señora Filding- les dijo.
-¿Sabes cocinar?- la pregunta de Jasper sonó un poco desesperada.
-Sí- dijo ella -he trabajado en la cocina de un restaurante- les explicó.
-Estupendo- Jake y Emmet se frotaban las manos, y Rosalie se dirigió a Bella.
-Son unos glotones- le dijo, ante el enfado de su marido y cuñados.
-Eso no es cierto... estamos en edad de crecimiento, y tenemos que alimentarnos bien- Bella reprimió una risa ante la contestación de Jake.
-Si con treinta y seis años todavía estás en edad de crecimiento, te llevamos a un congreso de medicina- le espetó Emmet, alzando una ceja, ante la divertida mirada del resto -ganaríamos una fortuna con el descubrimiento- Jasper y Edward ahogaron una carcajada, al igual que Esme, Rose y Bella. Carlisle resopló, dándose paciencia así mismo.
-Chicos- llamó su atención -sobra decir que Bella será parte de la familia, al igual que Esme, y aunque trabaje aquí, esta será su casa-.
-Eso se da por supuesto- dijo Jake, a lo que Jasper y Emmet asintieron, al igual que Rose. Edward se quedó callado, cómo era su costumbre... no sabía si la presencia de esa chica le incomodaba o no... pero había algo en ella que le perturbaba.
Después de ese rato de presentaciones, Emmet y Rose se despidieron.
-Rose está agotada- le dijo Emmet, pero mañana vendremos a cenar- le dijo a Bella.
-Haré algo especial, entonces- prometió con una pequeña sonrisa. Una vez partieron a su casa, Esme condujo a Bella a su habitación; estaba en el segundo piso, al otro lado del pasillo, dónde dormía la familia. Era una habitación espaciosa, decorada en tonos cafés, con una cama de matrimonio, una cómoda y dos mesillas. Un enorme armario reposaba frente a la cama. El mobiliario, en tonos claros, era moderno y de buena calidad. La habitación tenía un pequeño cuarto de baño; Bella nunca había tenido un cuarto así, y observaba maravillada cada rincón.
-¿Te gusta?- le preguntó Esme.
-Es enorme- dijo asombrada -me encanta-se asomó a la ventana, cubierta por unas cortinas blancas, desde dónde había una vista preciosa de los jardines traseros. Después de instalarse, con la compañía de Esme y los chicos, le enseñaron la casa. Era inmensa, y estaba exquisitamente decorada, con muebles de estilo colonial español. La cocina era espaciosa, moderna y equipada con los mejores aparatos.
-Vaya- decía Bella, cada vez que descubría otra habitación.
-¿Te ha gustado la casa?- le interrogó Jasper.
-Es preciosa- admiró Bella, adentrándose en la cocina; observó que Edward no había abierto la boca en todo el rato, y se quedó en el marco de la puerta, con los brazos cruzados.
-Mañana te enseñaremos el rancho- dijo éste, con una sonrisa de simpatía.
-¿Habéis cenado?- interrogó Esme a Jake. Éste asintió.
-Rose ha cocinado- dijo con un gracioso mohín -no tiene ni idea- le confesó a Bella, que le miraba divertida. Esme miró el reloj, y se dio cuenta de que ya pasaba de la media noche.
-Estoy agotada, me voy a dormir. Buenas noches chicos- se despidió de ellos -te veré mañana Bella, espero que descanses-.
-Buenas noches Esme- se despidió, quedándose con los tres chicos a solas. Jake y Jasper miraban a Esme subir las escaleras.
-Ya tardaba; papá hace rato que se ha ido a dormir- dijo Jake, ahogando una risita. Edward le lanzó una mirada reprobatoria, señalándole a Bella con la cabeza.
-Vamos Edward; ella va a formar parte de la familia, y se terminará enterando- Edward siseó entre dientes, mientras que Jasper le explicaba a Bella.
-Nuestra madre murió cuándo nació Edward- Bella asintió, ya que Esme y Carlisle le habían contado la historia -desde entonces, papá no ha rehecho su vida, hasta que apareció Esme a trabajar aquí, hace diez años- a Bella no le sorprendió la revelación.
-Si- dijo ella -me hablaron de ella, ¿se llamaba Mary o algó así, no?-.
-Meredith- le corrigió Edward, lanzándole una fría mirada; Bella se encogió un poco, debido al tono que utilizó.
-Claro, lo siento -se disculpó mordiéndose el labio inferior -me he confundido-.
-¿No puedes ser un poco más amable?- le regañó Jake a su hermano. Edward apartó la vista, pero se quedó quieto en su sitio, mirando de reojo a la joven.
-¿Por qué lo de vuestro padre y Esme es secreto?- interrogó de nuevo, intentando recomponerse.
-Ellos lo quieren mantener así- Jazz se encogió de hombros -piensan que no sabemos nada- rió malicioso.
-¿Cómo es que no te sorprende?- preguntó Jake.
-En el avión, mientras volvía del servicio, los vi abrazados- confesó Bella, con una media sonrisa -y al oírme llegar, se separaron de repente- se encogió de hombros -de modo que no hice ningún comentario-. Jake y Jasper rieron, incluso Edward no pudo evitar sonreír con disimulo.
-Pues ya eres cómplice del mayor secreto de la familia Cullen- le dijo Jake, rodeándole los hombros -suponemos que estarás cansada- Bella ahogó un bostezo.
-Un poco, ¿a qué hora os levantáis?, por tener el desayuno a tiempo-.
-A las ocho solemos bajar a desayunar- le dijo Jasper, pero Edward habló.
-¿Eres la cocinera, y Esme no te ha explicado los horarios de las comidas?- interrogó un poco brusco. Bella se quedó cortada, sin saber qué decir. Todos en la familia eran muy amables, pero Edward... estaba claro que, por alguna razón oculta, ella no le caía nada bien, y no lo disimulaba en absoluto.
-Mañana se lo preguntaré todo- se excusó agachando la cabeza, y se giro hacia Jake y Jasper- buenas noches chicos, que descanséis- esbozó una pequeña sonrisa a los dos.
-Buenas noches Bella- al salir por la puerta, pasó al lado de Edward sin mirarle, y él hizo lo propio.
-Estupendo- masculló Jasper, una vez que Bella subió las escaleras -¿tanto te cuesta ser amable?- le recriminó a su hermano pequeño -va a pensar que somos unos lunáticos-.
-Ella viene a trabajar aquí- dijo Edward -no la hemos adoptado, ni nada por el estilo-.
-¿Acaso no escuchaste antes a papá?- le espetó Jake -esa chica ha sufrido mucho, y está muy falta de cariño-.
-Y más ahora, que Charlie no está- le recordó Jasper. Edward recordó lo que les había contado su padre cuándo Bella y Esme subieron a la habitación de la joven; eso era cierto, había sufrido mucho, y la muerte de su padre había sido un mazazo para ella... pero no iba a decirlo en voz alta; ninguna mujer joven se merecía su compasión, fuera cual fuera el motivo.
-La vida te pone a prueba de vez en cuándo- se encogió de hombros.
-Edward- dijo Jake lentamente -¿cuando coño vas a convencerte que no todas las chicas son cómo Jessica?- le interrogó hastiado.
-No puedes ser así con todas las mujeres jóvenes que te conocen- le espetó Jasper -así que por el bien de todos, intenta ser un poco amable con ella- le advirtió severo. Sin decir una sola palabra acerca del tema, se dio la vuelta, dejando allí a sus hermanos y subiendo a su cuarto.
Tumbado en la cama, hizo un repaso mental de todo lo acontecido esa noche; e intentó buscar una explicación a por qué esa chica no le era indiferente. Ya habían destrozado su corazón una vez, y no permitiría que nadie volviera a hacerlo, se juró a si mismo, cerrando los ojos.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
gracias Atal por esta nueva historia ....ultimamente no tengo muchas ganas de leer pero me la guardo besitos para todas
xole- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Pobre Belllaaaaaaaaaa , que buenos son todos, menos Edward que es un cabezota!
Bueno ya vendra el romance, ahora veremos como todos los machos se la pelean
Esta bueniiiisimooo, estare esperando...
Gracias ATAL!!!
Bueno ya vendra el romance, ahora veremos como todos los machos se la pelean
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Gracias ATAL!!!
Pandy_Cullen- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
al fin aqui estoy de nuevo que gran historia nos has traido Atal me encanta .....espero leer mas pronto
xole- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Pucha atal! hace tanto que no te veo por el foro!!! extraño tus fic!
Busque esta historia en la net y realmente es buenisimaaaa! me encantaria actualizarla pero no se si puedo....
puedo?
Busque esta historia en la net y realmente es buenisimaaaa! me encantaria actualizarla pero no se si puedo....
puedo?
Pandy_Cullen- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
disculpen cuando van a subir mas capis los e esperasdo desde hace uuuuuuuuuuuuuuuuuuhh de tiempo suban porfabor siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
isabel- Cantidad de envíos : 23
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
quiero pedir miles de disculpas por mi desapacion... he estado un poco
ocupada y además en cuadro de depresion que no me daban ganas de nada...
pero espero me entiendan,...hoy publicaré dos capitulos espero les
guste y a los que les gusta espero ver sus comentarios...
ocupada y además en cuadro de depresion que no me daban ganas de nada...
pero espero me entiendan,...hoy publicaré dos capitulos espero les
guste y a los que les gusta espero ver sus comentarios...
Capítulo 3: Un día en el rancho Killarney
El despertador sacó a Bella de su reparador sueño a las siete en punto de
la mañana;
abrió los ojos lentamente, estirándose a sus anchas e
incorporándose de la cama. Nunca había dormido
en una cama tan amplia y
calentita, y había descansado más en estos dos últimos días que en toda
su vida. Volvió a tumbarse en la cama, haciendo un repaso mental a todo
lo que había sucedido hasta entonces.
Esbozó una sonrisa
divertida, acordándose de los hermanos Cullen y sus ocurrencias; en
verdad eran muy simpáticos... a excepción de Edward. Por lo que le
contaron Carlisle y Esme, le costó superar su ruptura con esa chica, y
desde entonces no permitía que ninguna mujer traspasara los límites
hacia su corazón... y eso la incluía a ella; no sabía por qué él la veía
cómo una amenaza; comparándose con él, era una niña, se llevaban casi
diez años... seguro que tendría a medio condado femenino babeando detrás
suyo, porque había que reconocer que era alto, fuerte... y muy guapo.
Sacudió la cabeza, desechando esos pensamientos; viendo el recibimiento
que tuvo por su parte, decidió que hablaría con él lo justo y necesario,
y punto.
Después de darse una ducha y arreglar un poco la habitación, se encaminó hacia la cocina; Esme ya estaba allí, café en mano.
-Buenos días Bella, ¿has dormido bien?-.
-Buenos
días a ti también Esme; he dormido muy bien, la cama es muy cómoda-
confesó tímida -ayer se me olvidó preguntarte los horarios de las
comidas- recordó la conversación con Edward, y cómo se lo recriminó.
-El
desayuno suele ser a las ocho; y los sábados y los domingos a las
nueve- le explicó -el almuerzo a la una y media, y la cena a las ocho y
media- le enumeró -los fines de semana no es tan estricto, pero entre
semana sí-.
-Me imagino que comen rápido y vuelven a los establos- adivinó Bella. Esme asintió con la cabeza.
-Hay
más de dos mil cabezas de ganado; y aunque están Sam y los peones, los
chicos siempre tienen algo que hacer- le explicó con una sonrisa.
-Mi
padre me contaba que siempre estaban de acá para allá- recordó con una
mueca de pena -Esme... me gustaría ir a ver a mi padre- le pidió,
intentando contener las lágrimas.
-Por supuesto, cielo; en cuánto
los chicos desayunen, iremos- le prometió. Bella le dio las gracias, y
con la ayuda de Esme, preparó el desayuno. Antes de que bajaran los
chicos, le enseñó la despensa y dónde se guardaban los utensilios y la
vajilla.
-Habrá que ir al pueblo a comprar- observó Esme -podemos
acercarnos después de ir a ver a tu padre -haz una lista con todo lo que
necesitas- Bella asintió, ya que ésta le había puesto al corriente de
los gustos culinarios de la familia, y la despensa estaba casi vacía.
Puso la mesa, con todo lo que había preparado, y una repleta cafetera.. A
las ocho menos cinco, el sonido de las espuelas la alertó de que
alguien se acercaba a la cocina. Carlisle y Jasper entraron en ella,
admirando la mesa con sorpresa y admiración.
-Wow, que festín-
exclamó Jazsper contento, frotándose las manos y mirando con hambre el
bacon, los huevos revueltos, las tostadas...
-¿Has descansado, Bella?- le preguntó Carlisle mientras ambos se sentaban a la mesa.
-Sí, gracias- agradeció la chica -¿café?- ambos asintieron, y mientras servía el café, una voz alegre resonó en la habitación.
-Buenos días por la mañana- canturreó Jake, que entró seguido de Edward -¿cómo dormiste, Bella?-.
-Buenos días- respondió ésta, contagiada por su entusiasmo -muy bien, gracias -¿queréis café?- interrogó a ambos hermanos.
-Sí,
por favor- agradeció Jake, sentándose en su sitio habitual, en la otra
cabecera de la mesa. Bella sirvió el café a Jacob, y después se volvió a
Edward.
-¿Quieres?- le señaló la cafetera; éste le contestó sin
apenas mirarla, con un gesto afirmativo con la cabeza, mientras untaba
mantequilla en una tostada. Bella rodó imperceptiblemente los ojos, y
una vez le puso el café, se quedó de pie, apoyada en la encimera de la
cocina, bebiendo el suyo.
-¿Dónde está Esme?- interrogó Jasper, después de servirse una buena ración de huevos revueltos.
-Está con la señora Harris arriba, ya ha desayunado- les informó. Carlisle se volvió hacia ella, señalándole una silla vacía.
-Siéntate y desayuna tranquila- le ordenó con cariño.
-Pensé que querríais desayunar en familia y...- Jake la interrumpió.
-Y tú también eres parte de ella-.
-Así
que siéntate- Jasper apartó la silla que estaba su lado, justo la que
quedaba enfrente de Edward. Al sentarse, pudo ver cómo sus ojos se
clavaban en ella, mirándola con el ceño fruncido, pero muy atentamente.
Bella intentó no ponerse nerviosa, y por suerte, una pregunta dirigida a
ella la distrajo.
-¿Quieres venir a ver el rancho?; podemos ensillarte un caballo- le propuso Jake.
-No puedo; tengo que ir al pueblo con Esme a hacer la compra- les contó -y a ver a mi padre- musitó con pena.
Algo
en el interior de Edward se contrajo al ver sus ojos, brillantes por
las lágrimas que querían salir de ellos... los ojos color café de esa
chica eran grandes y expresivos, y pensó en lo bonitos que se verían
cuándo la alegría brillara en ellos; suspiró para sus adentros,
interrogándose a qué demonios venían esos pensamientos, y siguió
desayunando en silencio.
-Por supuesto- la animó Carlisle, dedicándole una sonrisa de ánimo y comprensión, lo mismo que Jake y Jasper.
-Entonces vendrás por la tarde, y sin excusas- exclamó Jake, apuntándola con el dedo índice.
-¿Es una amenaza?- inquirió Bella divertida, alzando una ceja.
-Sip- respondió -sino te daremos la murga hasta que vengas- replicó satisfecho.
-O
te torturaremos a cosquillas hasta que aceptes- añadió Jasper, con una
sonrisa malévola. Bella se echó a reír... en esos momentos se disipaba
su tristeza, y el recuerdo de su padre no era tan doloroso.
-Pues
os va salir el tiro por la culata, porque no tengo una sola cosquilla-
les aclaró, riéndose, al igual que Carlisle, que seguía atento la
divertida conversación.
-Vaya- se lamento Jasper, con un falso puchero de pena.
-Entonces no pararemos hasta encontrar tus puntos débiles- exclamó Jake, frotándose cómicamente la barbilla.
-Entonces
yo pondré un candado a la nevera- replicó satisfecha, levantándose y
llevando su taza al fregadero. La cara de los dos hermanos era un poema,
y Carlisle a duras penas reprimía las risas mientras se levantaba.
-Eso es hija, imponte- le previno -tengo que irme, voy a hablar con Eleazar- informó a sus hijos.
-Te acompaño- Jake bebió su café a toda prisa -así te cuento lo ocurrido-.
-Sam
me lo ha explicado; pero después hablaremos los tres- su vista se giró
hacia Edward. Éste, que se había mantenido callado y apartado de la
conversación, alzó los ojos ante la seria mirada de su padre.
-Empezaron ellos; nosotros sólo fuimos a advertirles lo que había pasado y ent...- se defendió, pero Carlisle no le dejó hablar.
-Os
había dicho que no quería más peleas, ¿estamos?- ahora la advertencia
iba dirigida a los tres. Jasper y Jake asintieron, y Edward también,
resignado. Carlisle y Jake se marcharon; Jasper apuró su también su
café, alegando que el veterinario llegaría en media hora.
-Vamos a vacunar a los terneros que nacieron hace tres semanas- le informo a Bella.
-¿Nacieron muchos?- interrogó mientras recogía la mesa.
-Cuarenta
y cinco- respondió Jasper -y esperamos veinte más durante estas dos
semanas; por la tarde te llevaremos a verlos- le recordó. Bella asintió
contenta, le encantaba ver a los recién nacidos.
-Bien, me voy; ¿vas a ir a los pastos?- interrogó a su hermano. Edward levantó la cabeza para contestarle.
-Si; voy a trasladar a los sementales al pasto sur- le dijo a su hermano.
-¿No es un poco pronto para eso?- inquirió Jasper, poniéndose bien la camisa -todavía estamos a principios de octubre-.
-Papá
decía que no había que trasladar a los sementales a nuevos pastos hasta
que no hiciera frío- dijo Bella en voz alta, sin ningún ánimo de
contradecir a los hermanos. Edward la miró alucinado... ¿quién se creía
que era?.
-Te recuerdo que tu trabajo aquí es cocinar, no opinar
sobre lo que hacemos o dejamos de hacer- le espetó cabreado. Bella se
maldijo en silencio por haber abierto la boca.
-Lo siento, no pretendía pon...-
-¿No
pretendías, qué?- Edward se levantó de la mesa, mirándola intensamente.
La joven se encogió ante esa taladradora mirada, y agachó la cabeza,
sin saber dónde meterse.
-Edward... era un simple comentario-
intervino Jasper, conciliador -ella no pretendía cuestionarte, ¿verdad,
Bella?- se volvió hacia la chica, roja de la vergüenza.
-Clar...
claro que no- intervino con rapidez -era un comentario que solía hacer
mi padre, nada más- se disculpó de nuevo, nerviosa y retorciéndose las
manos. Edward soltó un pequeño siseo, mirándola con furia antes de darse
la vuelta y salir de la cocina.
Jasper observó atónito la
reacción de su hermano, sin poder creer lo que veían sus ojos... cierto
que su hermano no era muy sociable con las mujeres, pero nunca había
saltado de ese modo; simplemente se dedicaba a ignorarlas y punto. Su
vista se posó de nuevo en Bella, que estaba intentando retener las
lágrimas mientras metía los platos en el lavavajillas.
-Disculpa a mi hermano, Bella; sólo tiene un mal día- Bella suspiró, elevando su vista hacia él.
-No
debería haber dicho eso- se auto reprochó con pena -no quería
molestarlo; sé que por alguna razón, no le caigo bien- bajó la vista,
triste -quizá no haya sido buena idea venir aquí-.
-No digas eso-
Jasper la tomó por los hombros, reconfortándola -verás, mi hermano
sufrió mucho a cuenta de una chica y... -Bella le cortó.
-Carlisle y Esme me lo explicaron antes de venir; pero yo no pretendo...-.
-¿Te
lo han contado?- Bella asintió con la cabeza -es muy cabezota; piensan
que toda las mujeres te la juegan y terminan abandonándote- dijo con
resignación -ten paciencia Bella, es lo único que puedo decirte-.
-Gracias Jasper- agradeció Bella, esbozando una pequeña sonrisa -te veré a la hora de la comida-.
-¿Seguro que estarás bien?- inquirió preocupado; Bella afirmó con la cabeza.
-Hasta
la comida, entonces- una vez sola, Bella suspiró resignada mientras
boli y libreta en mano, se encaminó hasta la despensa, intentando
olvidar el encontronazo y concentrándose en la lista de la compra.
0o0o0o0o0o0o0
Esme
aparcó a las puertas del cementerio municipal. Bella se quedó quieta en
el asiento del copiloto, ahogando un sollozo que luchaba por salir de
su garganta. Nunca le habían gustado esos sitios, y no podía creer que
su padre ahora estuviera allí.
-Si no estás preparada, podemos
volver otro día- le ofreció Esme, apoyando su mano en el brazo
tembloroso de la chica. Bella negó con la cabeza, y sin decir una
palabra, cogió fuerzas para salir del coche.
Esme la condujo hasta
la tumba de Charlie, cubierta por una sencilla lápida gris, con el
nombre de su padre y su fecha de nacimiento y defunción.
-Papá- su
voz se quebró, y las lágrimas surcaron su rostro sin pudor alguno. Esme
apretó su brazo, en señal de consuelo; no sabía qué podía decirle ni
hacer para mitigar su dolor. Bella apoyó su cabeza en el hombro de Esme,
y así permaneció, en silencio, hasta que su llanto cesó.
-¿Estás mejor?- le preguntó ella.
-Más
o menos- contestó con un gesto de pena -gracias- tomó el pañuelo que
Esme le tendió -todavía no consigo hacerme a la idea- se mordió el labio
inferior, reprimiendo las lágrimas.
-Tienes que darte tiempo, hija- le dijo ésta -poco a poco- le palmeó la mano con afecto.
-Otro día traeré flores- dijo la joven en un hilo de voz.
-Te
acompañaré las veces que haga falta- le ofreció Esme -o puedes venir
las veces que quieras tu sola; ¿sabes conducir?- Bella afirmó con la
cabeza -entonces puedes cogerte mi coche, y venir cuándo quieras-.
-Sois demasiados buenos conmigo, y apenas me conocéis- musitó ésta, pensativa.
-Tu
padre y Carlisle eran muy amigos, Bella. Charlie hizo mucho por el
rancho, y sé que a él- señaló la tumba -no le gustaría verte en Forks,
sola y sufriendo-.
-Gracias por todo, Esme- agradeció de nuevo; se
sentía abrumada por cómo todos le habían abierto las puertas de su
hogar, eran muy buenos y cariñosos... excepto uno.
Unos minutos
después, abandonaron el cementerio, dirigiéndose hacia Hunstville, para
hacer la compra. Esme iba mostrándole los rincones del pueblo, incluso
tomaron un café y un bollo a media mañana. El resto se les fue haciendo
la compra, y casi ya tenía que empezar a preparar el almuerzo cuándo
llegaron al rancho. A toda prisa, ordenaron la comida, y Bella se
enfrascó en la elaboración de ésta.
-Voy a tender la ropa- le dijo Esme -¿seguro que no necesitas ayuda?-.
-Tranquila;
ésto ya está casi hecho- señaló el puré de patatas y los guisantes
-sólo queda el pollo, que está en el horno- Esme asintió, recordándola
que estaría en el patio trasero.
Cómo estaba casi todo preparado,
decidió hacer un pastel de manzana, recordando que Rose y Emmet venían a
cenar a la noche. También preparó la masa para hacer un bizcocho para
el desayuno del día siguiente. Se puso la radio, encontrando la
frecuencia de una emisora de música pop. Le encantaba cocinar, tenía un
don especial para ello; nadie le había enseñado. Había cocinado desde
que empezó el instituto, ya que su abuela no tenía ni idea; así que
ella, un buen día, agarró un libro de cocina, y probando y probando, al
final le pilló el tranquillo.
Estaba tan concentrada en el
bizcocho, y con la radio puesta, que no se percató de que unos pasos se
acercaban a la cocina. Edward se quedó parado en el marco de la puerta,
viéndola trastear por la estancia, canturreando partes de una canción
con una voz suave. La recorrió con la mirada; los vaqueros ajustados que
llevaba marcaban sus curvas; sus ojos admiraron su cintura de avispa,
sus piernas firmes, ni muy delgadas ni muy anchas. Estudió la forma de
su espalda, y cómo una cascada de tirabuzones castaños llegaba hasta su
cintura; ayer y esta mañana lo llevaba recogido.
Estaba tan ensimismado mirándola, que no se percató de que sus hermanos y su padre entraron por la puerta de casa.
-¿Qué
haces?- la voz de Jasper le sacó de su letargo. Bella se dio la vuelta,
quedándose parada al ver allí a su tormento de metro noventa y pelo
cobrizo.
-Acabo de llegar- mintió de forma descarada -hola- saludó a la chica, con tono seco.
-Hola- saludó Bella, en general -lo siento, me he entretenido y no he puesto la mesa-.
-No pasa nada; ¿qué es ésto?- inquirió Jake, metiendo el dedo en la masa -está muy bueno- alabó, después de saborearlo.
-Es
para el bizcocho de mañana- le explicó Bella -y es para el desayuno- le
recordó. Arqueó una ceja al ver el puchero lastimoso de Jake, y volvió a
negar, divertida. Se sorprendía a ella misma, ya que le costaba
entablar confianza con desconocidos, pero con los Cullen no tenía esa
sensación, y le gustaba.
-¿Necesitas ayuda?- le ofreció Jasper, viendo que Bella buscaba frenética el mantel y los cubiertos.
-No, puedo yo sola- al momento entró Esme por la cocina.
-Habéis llegado temprano- les dijo a modo de saludo -¿cómo ha ido la conversación con Eleazar?- le preguntó a Carlisle.
-Por
lo menos se ha disculpado por el incidente- le explicó éste -me ha
asegurado que no se volverá a repetir... y más le vale que sea así-
refunfuñó un poco cabreado.
-¿Has hablado también con Garret y James?- interrogó preocupada.
-No
estaban allí- se adelantó Jake a la contestación y encogiéndose de
hombros. Esme dirigió a Carlisle una mirada inquieta, pero éste la
tranquilizó.
-Tranquila, no pasará nada- a los chicos no les pasó
desapercibida la imperceptible sonrisa que Esme intercambió con su
padre, pero ignoraron el gesto, cómo siempre hacían. Cuándo volvieron la
cabeza al resto, Bella casi había terminado de poner la mesa, con la
colaboración de Jake y Jasper.
-Qué me aspen-. murmuró incrédulo -vosotros cooperando en la cocina- comentó con una sonrisa sarcástica.
-Gracias por tu apreciación, papá- agradeció Jasper, rodando los ojos.
-¿Qué
va a pensar Bella de nosotros?- preguntó Jake, ofendido -no le creas,
Bells- le guiñó un ojo a la joven, que rió divertida por el comentario.
Al volverse para colocar las servilletas, trastabilló con un cordón
suelto de sus converse, cayéndose éstas a los pies de Edward, que en ese
momento pasaba a su altura. Sin levantar la vista, murmuró una disculpa
en voz baja, ya que casi choca con él.
-Lo siento- se agachó
apresuradamente, y Edward hizo lo propio sin mirarla, para recogerlas.
Éste le tendió las que había recogido, y al tomarlas, sus dedos se
rozaron.
Una corriente eléctrica traspasó los dedos de Bella,
subiendo por todo su brazo... y lo mismo le ocurrió a Edward, que
levantó la mirada hacia el rostro de Bella; ésta lo miraba fijamente,
sin saber que es lo que había ocurrido. Sus ojos conectaron por unos
segundos; Bella se perdió en ese mar esmeralda, y él se dio cuenta, por
primera vez, que detrás de la tristeza por la pérdida de su padre, los
ojos chocolate de Bella llevaban impregnados una calidez y ternura que
le impactaron de inmediato... pero enseguida se recompuso, y su coraza
lo envolvió de nuevo.
-Ten más cuidado- el frío tono de Edward le devolvió a la realidad, y se puso de pie de inmediato.
-Gracias-
dijo Bella, apartando la vista de él y volviéndose a la mesa, para
colocar las servilletas. Sus dedos todavía le escocían, y en su estómago
apareció un revoloteo de mariposas, que lo inundaron por completo.
Intentando ignorar esa sensación, terminó de poner la mesa, y por fin,
pudieron sentarse a comer.
-Bien, ¿qué tenemos de menú?- interrogó Carlisle, sentado en la cabecera y admirando los alimentos.
-Puré de patatas, guisantes salteados y pollo horneado- enumeró Bella, satisfecha.
-Tiene una pinta estupenda- la animó Esme, sentada enfrente suyo.
La
comida transcurrió tranquila, en una relajada conversación, pero Bella
apenas levantó la vista del plato, todavía azorada por lo que había
ocurrido unos minutos atrás. Edward se percató de lo que le pasaba a
Bella, y dedujo que ella también había sentido esa corriente con el roce
de sus dedos.
-Estaba todo delicioso, eres una estupenda
cocinera- le felicitó Carlisle a Bella, una vez terminaron. Las mejillas
de Bella se tornaron de un color rosado, y bajó la cabeza, avergonzada.
-Reitero las palabras de mi padre, estaba todo buenísimo- dijo Jake, después de repetir pollo dos veces.
-Gracias-
sonrió con timidez, y se levantó para poner la cafetera, a la vez que
Esme se levantó para empezar a recoger. Una vez tomaron el café,
Carlisle y los chicos se levantaron para volver al trabajo.
-Ponte
las botas de montar- le recordó Jake -prometimos que esta tarde te
enseñaríamos el rancho-. Miró a Esme, que ya había recogido casi todo, y
el lavaplatos estaba en marcha.
-Ve- la animó con una sonrisa -ya casi está todo-.
-Voy arriba a cambiarme; gracias Esme- salió deprisa de la cocina.
-¡Te
esperamos en el establo!- oyó que le gritaba Jasper desde abajo. Los
chicos salieron, y Carlisle se acercó a Esme por detrás, rodeándole la
cintura.
-Por fin un poco de intimidad- ronroneó contra la suave
piel de su cuello, dejando un pequeño beso. La mujer rió divertida,
volviéndose y quedando frente a frente.
-Bella puede bajar en
cualquier momento- le reprochó con cariño, pero no protestó cuando
Carlisle dejó un pequeño beso en sus labios. Le rodeó el cuello,
dispuesta a devolverle el beso... pero unas espuelas resonaron,
acercándose.
-Oye papá... ¿sabes si Sam ha llamado para que
reparen la máquina de pienso?- Carlisle y Esme se separaron
sobresaltados al oír la voz de Jake. Esme se volvió hacia el fregadero, y
su padre se apartó cómo un resorte de ella.
-¿Qué decías?- preguntó a su hijo, que justo aparecía por la puerta de la cocina.
-Que si Sam ha llamado para que vengan a arreglar la máquina de pienso- repitió éste, mirando a ambos simultáneamente.
-Ehhh... sí.. creo que me lo ha comentado esta mañana- respondió, todavía un poco aturdido.
-Está bien; ¿vais a acercaros después?; vamos a llevar a Bella a ver los pastos- les ofreció.
-Tengo trabajo esperándome en el despacho- le respondió su padre -quizá un poco más tarde- le propuso.
-Yo también me acercaré a los establos después- dijo Esme volviéndose.
Jake
se despidió de ellos, y se fue rumbo a los establos, reprimiendo la
carcajada hasta que salió de la casa. Todavía seguía riéndose cuándo
llegó al encuentro de sus hermanos.
-¿Qué te hace tanta gracia?- preguntó Edward, ensillando su caballo.
-Por poco pillo a papá y a Esme en un arranque de pasión- les explicó. Jasper miró a su hermano, negando con la cabeza.
-Apuesto a qué volviste a la cocina sólo para ver si los cazabas- adivinó, con una ceja alzada.
-Pues
claro- respondió éste, cómo si fuera obvio -no entiendo por qué juegan
al escondite; no nos vamos a escandalizar- murmuró, buscando un caballo
apropiado para Bella.
-Deberías ensillar a Mistie; es la más
dócil- le aconsejó Jasper. Hizo caso a su hermano, y en ello estaba
cuándo la figura de Bella apareció por la puerta.
-Estoy un poco desentrenada- advirtió a los hermanos, mirando un poco precucada a los caballos.
-Tranquila,
iremos a tu paso- le prometió Jake -te presento a Mistie; es muy buena y
tranquila- Bella se acercó a la yegua parda, acariciándole el hocico.
-Es
muy bonita- admiró; hacía tiempo que no montaba, y ese pensamiento le
hizo acordarse de su padre, y cómo el le había enseñado a montar a
caballo. Los hermanos se dieron cuenta de su tristeza, y adivinaron lo
que pasaba por la cabeza de la chica.
-¿Vamos entonces?- dijo
Jasper, en un intento por alegrar un poco el ambiente; Bella asintió, y
con la ayuda de Jake, pronto estuvo encima de la grupa del caballo. Tomó
las riendas, encaminándose hacia la puerta, dónde estaban ya Edward y
Jasper encima de los suyos. Bella miró los caballos negros de raza
apaalosa que ambos montaban; los apaalosa eran la raza favorita de su
padre.
-Qué bonitos- dijo admirándolos con una sonrisa.
-Te
presento a Bings- le dijo Jasper, señalándole a su caballo -el de Edward
se llama Concord, y el de Jake Mr. Spock- Bella hizo una mueca extraña.
-¿Mr. Spock?- repitió -¿cómo el doctor Spock, de Star Treck?- preguntó.
-¿Qué tiene de malo?-inquirió Jake, poniéndose a su altura -me encanta Star Treck- le aclaró con una graciosa mueca.
-Nada, nada- contestó ésta de inmediato -¿no es un nombre un poco raro, para un caballo?-.
-Te lo dije- rebatió Jasper, mirando a su hermano mientras rodaba los ojos.
-¿Podemos dejar esta absurda conversación y marcharnos de una vez, por favor?- pidió Edward, con voz cansada.
-No
protestes tanto, ¿acaso tienes prisa?- le interrogó Jasper, mirándolo
con el ceño fruncido. Edward giró las riendas con maestría, saliendo del
establo, seguido del resto.
Bella iba entre Jake y Jasper, que le
mostraron la extensión del racho Killarnery, explicándole hasta dónde
llegaban sus tierras. Bella admiró los toros, vacas y terneros, que
pastaban a sus anchas en los diversos prados, cercados los unos de los
otros. Jake y Jasper se metieron en el de los toros, pero Bella se quedó
fuera; siempre le habían impresionado esos enormes animales, y las
afiladas cornamentas que coronaban sus testas.
-Mi padre me dijo que los descornabais- preguntó tímidamente a Edward, que se había quedado fuera con ella.
-Y
así es- contestó sin mirarla -pero sólo a los que nacen aquí; todos
éstos son adquiridos en subastas o comprados- le explicó escuetamente.
Bella
se percató de que Edward no tenía muchas ganas de hablarle, de modo que
se alejó de su lado, acercándose más a la barrera. Edward observó cómo
se alejaba, mirándola de reojo. Todavía no encontraba explicación alguna
a lo que había pasado a la hora de la comida... ni por qué esos ojos
habían calado tanto en su mente. Prosiguieron el paseo a caballo, y de
vuelta a los establos, le enseñaron a Bella los terneros recién nacidos;
ahí si que se atrevió a entrar; incluso alimentó con el biberón a uno
de ellos, que estaba un poco débil.
-Se te da bien- le dijo Jake, que estaba acuclillado a su lado, acariciando el lomo del becerro.
-Recuerdo
el rancho de mi padre, en Montana- le contó, mientras alimentaba al
pequeño -siempre que podía, me escabullía a verlos; me encantaba darles
de comer- le confesó.
-¿Te acuerdas mucho de él, verdad?- la joven asintió, con una mueca de tristeza.
-Todavía
me cuesta hacerme a la idea- bajó la vista al ternero, en un intento
por esconder sus ojos, vidriosos por la emoción. Jake le puso una mano
en el hombro, reconfortándola.
-Bella; mi padre nos contó tu
situación, y lo mal que te ha tratado tu abuela- déjame terminar- le
pidió -pero aquí nadie va a hacerte daño; lo único que queremos es que
olvides todo eso-.
-Sois demasiado buenos- repitió Bella una vez más, agradeciendo las palabras de Jake con una sonrisa sincera.
-Si
alguna vez quieres hablar, ya sabes que puedes contar conmigo; incluso
con Jasper y Emmet- añadió -soy un consejero estupendo; mi especialidad
es escuchar a las mujeres- Bella rió divertida.
-Qué modesto; ¿puedo hacerte una pregunta?-.
-Dispara-.
-¿Cómo es que no tienes novia?- preguntó sin más rodeos. Jake se encogió de hombros, en un gesto despreocupado.
-He
salido con varias; supongo que no ha aparecido la adecuada- le explicó
con simpatía y naturalidad -¿y tú?- interrogó malicioso -¿a cuántos
chicos has partido el corazón?- Bella se sonrojó ante la pregunta, ante
la diversión de Jake.
-Tuve un novio en el penúltimo año de instituto- confesó, roja cómo una amapola -pero nada serio- Jake la observaba divertido.
-Vale, vale- levantó las manos, en un gesto pacificador -por hoy es suficiente-.
-¿Significa eso que vas a seguir interrogándome?- preguntó Bella, alucinada.
-Nunca
hemos tenido una hermanita a quién proteger y espantarle los
moscones... de modo que mis hermanos y yo nos vamos a divertir- la picó
malicioso.
-Serás...- Bella le un pequeño manotazo en el hombro, y
ambos rieron divertidos, sin darse cuenta que unos ojos los escrutaban
desde la distancia.
La suave risa de la chica resonó en los oídos
de Edward... y muy en el fondo, sintió una punzada de alivio al verla
reír tan abiertamente... pero a la vez entrecerró los ojos, mirando cómo
compartía bromas y conferencias con su hermano mayor.
-¿Qué te pasa?- volvió la cabeza ante la pregunta de Jasper, que se había acercado a su lado.
-Nada- apartó su mirada, acercándose a uno de los terneros.
-Estás muy raro- meditó Jasper en voz alta, con el ceño fruncido.
-No me pasa nada- resopló, un poco enfadado. Jasper le miraba torciendo la boca, en un gesto de desacuerdo.
-No te lo crees ni tú- contestó -¿por qué has saltado así con Bella esta mañana?- le preguntó sin dar más rodeos.
-Ella
no es quién para decirnos cómo desempeñar nuestro trabajo- replicó,
abriendo el bebedero para los animales. Jasper resopló cabreado.
-Y
ella lo sabe, Edward; por el amor de dios, no lo dijo con mala
intención... ¿Edward?, ¿me estás escuchando?- preguntó; al volverse, se
dio cuenta de que su hermano se había alejado, sin hacerle caso...
volvió la cara, mirando en la misma dirección que Edward. Jake y Bella
reían divertidos, de seguro por alguna de las ocurrencias de su hermano.
Miró de reojo a su hermano pequeño, quedándose de piedra...¿eran
imaginaciones suyas... o Edward estaba celoso?.
-No puede ser- murmuró entre dientes, pero Edward lo oyó.
-¿Decías algo?- Jasper meneó la cabeza.
-Nada,
nada- ni por asomo iba decirle algo referente al tema -ésto se pone
interesante- celebró para sus adentros. Unos minutos después, Paul y
Jared, dos de los vaqueros, entraban en el establo.
-Disculpa Jasper; hay una mujer que pregunta por alguno de los gerentes- le informó Paul.
-¿Quién es?- interrogó extrañado; no esperaban a ningún comprador esa tarde.
-Dicen que viene de parte de la Comisión de ganaderos del condado- se explicó Jared, encogiéndose de hombros.
-¿Vosotros
habíais quedado con alguien?- preguntó a sus hermanos, que se habían
acercado, al igual que Bella. Edward y Jake negaron con la cabeza, de
modo que Jasper salió a su encuentro, con el resto detrás suyo.
Una
joven bajita y morena, con el pelo corto y ojos azul cielo miraba con
detenimiento a su alrededor. Vestía un caro traje de chaqueta color
cereza, y calzaba unos altísimos tacones negros.
-Soy Jasper
Cullen, ¿puedo ayudarla en algo?- inquirió con educación. La chica
frunció el ceño, mirando los papeles que sostenía en un brazo.
-Pensaba que el gerente del racho era... Carlisle Cullen-.
-Es
mi padre; mi padre y mis hermanos compartimos la gerencia del rancho-
le explicó. La joven se ajustó sus modernas gafas negras, ojeando unos
papeles, pero Jake se adelantó, saludando a la joven.
-Jacob Black- la joven lo miró por encima de sus gafas arqueando una ceja -hijastro de Carlisle -le aclaró.
-Edward Cullen- se presentó el otro hermano.
-Es
un placer; la Comisión ganadera del condado ha iniciado unos estudios
destinados a mejorar la calidad de la carne- les explicó sin más
preámbulos -según tengo entendido, ustedes crían ganado para los
mataderos-.
-Una parte de nuestro ganado- le recalcó Jasper
-¿quiere ver la nave de engorde?- la joven morena asintió, y Jasper,
caballeroso, le cedió el paso. Edward, Jake y Bella los siguieron a poca
distancia.
-¿Qué es la nave de engorde?- inquirió Bella, mirando a Jake.
-Es
dónde tenemos a las reses destinadas a la venta, bien sean mataderos o
empresas de alimentos privadas; vigilamos su dieta, hasta que llegan al
peso de matadero y son aptas para el consumo- Bella escuchaba
atentamente la explicación. Llegaron a otro de los establos; era
alargado e inmenso, y lleno de vacas.
-Veo que tienen mecanizado el sistema de alimentación- observó la joven, mirando los aparatos.
-También
contamos de la ayuda de veterinarios y nutricionistas- añadió Jake. La
chica se adentró en el establo, observando de cerca a las reses y
tropezando sin parar con sus zapatos de tacón.
-Se va a caer; no
es muy aconsejable meterse aquí con esos zapatos- la chica levantó la
vista, arqueando una ceja, ante la observación de Jasper, pero ignoró el
comentario.
-¿Por qué tienen ésto?- señaló una fila inmensa de
barras de metal, en las que la cabeza de los animales quedaba atrapada
entre dos hierros.
-Es para que cada una coma lo que se le echa, y después no se coma la comida del de al lado- le aclaró Jake.
-No les hace daño ni les apreta- añadió Edward -simplemente es para mantenerlas en su sitio-.
-Hay estudios que demuestran que es un método arcaico y en desuso- atacó la joven. Jasper abrió los ojos, sorprendido.
-Verá señorita...- dejó la frase inconclusa.
-Brandon, Alice Brandon- dijo ésta.
-Señorita
Brandon; puede que el sistema le parezca arcaico... pero le aseguro que
da muy buenos resultados- por la cara que puso Alice, Jasper supo que
no la había convencido.
-Según unos estudios recientes de la
universidad de Ohio, está comprobado que engancharles del cuello puede
causarles traumas psicológicos- los tres hermanos y Bella no daban
crédito a sus oídos.
-¿Perdón?- preguntó Jasper, alucinado por lo que oía.
-Comer así no beneficia en absoluto a los animales- respondió, pagada de sí misma.
-¿Y
qué pretende?; ¿qué les demos el pienso con cuchara?- contraatacó
Jasper, pegando un puntapié al suelo, con la punta de su bota.
-No
sería mala idea- sugirió con una sonrisa perversa -era una broma- les
aclaró de inmediato, pero a Jasper no le hizo ninguna gracia.
-Pues si conoce algún otro método para que el ganado se alimente... la escucho- la instó, cruzándose de brazos.
-Pueden instalar los comederos libres de los ganchos- sugirió, poniéndose bien las gafas.
-Si hacemos eso, no controlaremos lo qué comen, y el peso se puede disparar- respondió, pagado de si mismo.
-Pero
sería más beneficioso para el bienestar de los animales- Jasper se
agarró el puente de la nariz con los dedos, resoplando en voz baja.
-Los animales, gracias a dios, están muy bien cuidados- respondió con paciencia.
-No
lo dudo... me refiero a su bienestar psicológico... los animales
cuidados con esmero producen mejor carne; está científicamente
comprobado-. Edward la miraba cómo si estuviera loca, mientras que Jake
estaba rojo, intentando contener la carcajada. Bella miraba a la chica
alucinada.
-Mire, señorita Brandon; no tengo tiempo para ésto...
cuándo mis vacas necesiten un psiquiatra, tenga por seguro que la
llamaremos- la carcajada de Jake resonó en el establo Alice lo miró
furibunda, quitándose las gafas y yendo hacia la salida.
-Puede que se lo tome a broma; pero la comisión dice qué...- Jasper la interrumpió, ya sin paciencia alguna.
-No
me a convencer de que les ponga un comedor con música chill out para
que se relajen; me modo que encantado de conocerla y hasta otro día- se
despidió, ya en la puerta.
La pequeña mujer salió hecha una furia,
lanzando juramentos; iba tan distraída y tropezando con los tacones,
que por poco se cae al abrevadero de los caballos; consiguió mantener el
equilibrio para no caerse dentro. Las risotadas de Jake y Edward
llegaron a sus oídos.
-Y para la próxima vez, venga con algo menos
peligroso que esas trampas mortales; no se puede andar en un rancho con
tacones- le recomendó Jasper, cruzado de brazos y mirando con una
sonrisa malévola cómo se alejaba, mascullando algo nada agradable entre
dientes. Se volvió a Bella y a sus hermanos, que no podían parar de
reír.
-Sin comentarios- rodó los ojos, entrando de nuevo al establo, seguido de Edward.
-¿Siempre tenéis estas visitas tan extrañas?- preguntó Bella a Jake, que le limpiaba las lágrimas causadas por la risa.
-Bella- Jake la tomó de los hombros -bienvenida al rancho Killarnery- la joven castaña sonrió divertida, negando con la cabeza.
0o0o0o0o0o0o0
Después
del tour por el rancho, y de la peculiar visita; Bella dejó a los
hermanos terminar sus quehaceres, y ella volvió, para preparar la cena.
Horneó el pastel de manzana que había preparado al mediodía, y decidió
hacer un rissoto con setas y queso fundido cómo plato principal. Con la
ayuda de Esme, puso la mesa en el comedor, ya que venían Rosalie y Emmet
a cenar. Obviamente, el tema de conversación fue la visita de la
señorita Brandon. Emmet se doblaba de la risa, golpeando el puño en la
mesa.
-Os veo dándoles de comer a las vacas con cuchillo y tenedor- decía entre risas.
-Pobrecilla; parecía muy profesional- la defendió Bella, recordando el divertido intercambio de opiniones.
-Lo qué os habéis perdido- relataba Jake a Esme y a su padre.
-Espero que por lo menos le hayáis dicho, con educación -recalcó Carlisle -que no estamos interesados en esos estudios-.
-Dudo que vuelva a venir por aquí- respondió Jasper, pagado de si mismo... y sonriendo para sus adentros, recordando a la chica.
Después
del postre y del café, Bella se fue a recoger la cocina, con la ayuda
de Esme y Rosalie, que se fue con ellas, ya que los hombres se
enfrascaron en conversaciones de negocios.
-La cena estaba
deliciosa, Bella- la felicitó Rose -tienes que darme la receta de la
tarta de manzana; a Owen y a mi nos ha encantado- suspiró satisfecha,
tocándose la tripa.
-¿Es un niño?- preguntó con una sonrisa -no lo sabía, felicidades-.
-Emmet
está cómo loco- contestó feliz -por cierto; nos tendrás aquí todos los
sábados- le informó -sabes que Emmet y sus hermanos con co-propietarios
del rancho, junto con su padre- le aclaró, al ver su cara interrogante
-siempre viene a echar una mano... no puede vivir sin sus animales-
confesó divertida.
-Entonces menú especial para ti y para Owen los
sábados- resolvió satisfecha, ante la divertida mirada de Esme, que
seguía la conversación entre las jóvenes.
Después de un buen rato
de charla, Emmet y Rose se fueron a su casa; cuándo las luces se
apagaron en el rancho Killarney, Bella hacía un repaso mental a todo lo
vivido en el día. Se giró hacia la foto de su padre, y en silencio le
dio gracias, por brindarle la oportunidad de tener una familia, y
pertenecer a un lugar.
Con ese pensamiento se durmió satisfecha...
y cuándo estaba sumida en su sueño, unos ojos verdes y un pelo cobrizo
se colaron en su mente.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 4: Acción de gracias
La
vida en el rancho Killarney seguía su curso. Bella ya llevaba viviendo
allí casi un mes, y se había adaptado de maravilla. Su padre tenía
razón, eran una familia maravillosa, todos ellos; se llevaba muy bien
con los hermanos, incluso con Rose y Emmet, a los que fue conociendo más
en ese tiempo. Descubrió que Emmet era tan simpático y bromista cómo
Jake, incluso más; y con Rose había hecho muy buenas migas, cogiendo
confianza poco a poco. Jake la hacía reír a cada momento, y Jasper era
un encanto, amable y protector; en su compañía se sentía tranquila...
bueno, en realidad los hermanos mayores habían adoptado a Bella cómo una
hermanita pequeña, y prácticamente los tenía de guardaespaldas.
La
señoras Harris, Sam, los peones... todos ellos la habían abierto las
puertas de esa casa, y eso era un fuerte respaldo para que, poco a poco,
el recuerdo de su padre fuese menos doloroso. Carlisle y Esme la
trataban cómo a uno más de los hermanos... pero Edward era otro cantar.
En
todo este tiempo, prácticamente podía contar con los dedos de la mano
las palabras que ambos habían intercambiado. Por si acaso, Bella se
había guardado mucho de hacer algún tipo de comentario en su presencia
que pudiera molestarle. No entendía lo que pasaba por la cabeza del hijo
pequeño de Carlisle Cullen. A pesar de qué prácticamente la ignoraba,
había veces que tenía la sensación de que sus ojos verdes la miraban
cómo si quisieran traspasar su mente y saber que pasaba por su cabeza; y
eso la ponía muy nerviosa; se sentía intimidada en su presencia. Pero a
la vez, cada vez que esos charcos verdes se cruzaban con los suyos, un
placentero hormigueo la recorría de arriba abajo; se ponía nerviosa en
su presencia, pero intentaba esconder esa sensación; lo único que le
faltaba era qué el se diese cuenta y tuviera un motivo para atacarla.
En
las últimas tres semanas, Edward se había ausentado dos por motivos que
competían al rancho. Sus hermanos y su padre se quedaron muy extrañados
la noche en la que anunció que iría él a ver a unos cuántos clientes en
diversos ranchos y ciudades; normalmente era Jake el que se ocupaba de
esas cuestiones, pero nadie puso objeción alguna. De modo que esas dos
últimas semanas Bella se sintió un poco más relajada y tranquila.
Era
de noche, ya habían cenado hacía un buen rato. Carlisle y Esme estaban
en la cama, al igual que Jasper, y Jake había salido para tomar una copa
con algunos amigos del instituto. Ella se quedó un rato más en la
cocina, preparando galletas para el desayuno y otras cosas para la
comida del día siguiente. El reloj marcaba las doce cuándo Bella empezó a
recoger para irse a la cama... pero unos pasos detrás suyo hicieron que
su vista se girara hacia la puerta.
-¿Jake?, ¿eres tú?- preguntó,
intentando no elevar el tono de voz. Sus ojos se abrieron por la
sorpresa al ver a Edward parado en el umbral. Vestía un traje color
negro, con una camisa de color lavanda; Bella sintió que su corazón se
salía del pecho, nunca lo había visto así, y estaba guapísimo. Su voz
por poco se queda atorada en su garganta al intentar hablar.
-Hol...
hola Edward- intentó disimular sus nervios, pero de sus labios salió
una sonrisa nerviosa -ehhh... no te esperábamos hasta mañana por la
tarde- dijo a modo de pregunta.
-El cliente con el que tenía que
reunirme mañana ha tenido un contratiempo, de modo que la reunión se ha
cancelado- le explicó con su típico tono de voz monocorde y desganado.
Bella no pudo evitar mirarlo una vez más; los tres primeros botones de
la camisa de Edward estaban desabrochados, dándole un aire desenfadado, y
aunque la incipiente barba había empezado a aparecer por su rostro, eso
no le quitaba atractivo alguno, al contrario... pero la voz de Edward
le sacó de su mundo, haciéndola volver a la realidad.
-¿Qué
miras?- le preguntó mirándola con cara de interrogante. Bella maldijo
para sus adentros por su pésimo disimulo, poniéndose roja cómo una
amapola; pero intentó recuperar la compostura.
-¿Quieres que te
prepare algo de comer?- le ofreció lo más tranquila que le fue posible
-seguro que en el avión no has comido nada decente-.
-No me
vendría mal; sólo me han dado cacahuetes y un refresco- le explicó con
un tono un poco más amable del que solía utilizar. La chica asintió con
una sonrisa, y se volvió para prepararle un pequeño tentempié.
Edward
se sentó en la mesa, de espaldas a Bella, que rebuscaba algo en la
nevera. La miraba fijamente cómo iba de una punta a otra de la cocina,
cómo su pequeño y delicado cuerpo se movía con agilidad. Estudió, por
milésima vez desde que Bella llegara al rancho, la forma de su espalda y
su pequeña cintura; eran tan pequeña que podría rodearla con sus brazos
y si quisiera, darles dos vueltas.
Su pelo estaba recogido en una
alta coleta; a simple vista parecía suave y sedoso, y por un segundo,
se imaginó cómo sería comprobarlo en primera persona, hundiendo sus
dedos en esa cascada castaña. Tan absorto se quedó con ese pensamiento,
que no se dio cuenta de que Bella estaba enfrente suyo, con un plato en
una mano y un vaso de leche en otra.
-Si quieres puedo preparate
otra cosa- murmuró con voz tímida, poniéndole el plato con los sandwich
de jamón en su lugar, con las manos temblorosas.
-Así está bien,
gracias- el tono frío que utilizó hizo que Bella agachara la cabeza,
desilusionada de nuevo. Parecía que las cosas iban a ir bien esta noche,
o que al menos, sería un poco más amable con ella, pero se equivocaba.
Decidió que lo mejor que podía hacer era retirarse, y eso hizo.
-Si
no necesitas nada más, me voy a la cama- Edward levantó la vista de su
comida, haciéndole un movimiento con la cabeza a modo de despedida.
-Qué duermas bien- le deseó con una pequeña sonrisa cansada, para después salir de la cocina.
Edward
vio cómo subía las escaleras con pasos lentos y taciturnos; suspiró
frustrado consigo mismo, dejando lo que quedaba de su comida en el plato
y pasándose una mano por el pelo... ¿qué le pasaba? … ¿por qué se
comportaba así?; el mismo admitía para sus adentros que Bella no se
merecía esas contestaciones... podría ignorarla y punto; pero algo en su
interior le obligaba a sacar ese escudo de rudeza.
En la
oscuridad de su habitación, Bella daba vueltas de un lado para otro; en
todo el tiempo que llevaba en esa casa había estado buscando una
explicación... vale que a Edward le habían destrozado el corazón, y le
costaba confiar en las mujeres... ¿pero qué problema era ella?; era
imposible que él la viera cómo una amenaza... no tenía ni veinte años, y
no había nada especialmente atractivo o llamativo en su cuerpo que
pudiera atraer a los chicos. Recordó con una mueca de fastidio cómo
Mark, el único chico con el que había salido en el instituto, le decía
que era toda huesos.
No podía evitar sentirse atraída por Edward,
cualquier chica en su sano juicio lo estaría... pero tenía que pasar
página y quitar esos pensamientos de su cabeza.
Pero de nuevo, sumida en su sueño, volvió a ver esos ojos verdes.
0o0o0o0o0o0o0o0
A la mañana siguiente, todos se habían levantado menos Edward, que apareció en la cocina ya empezado el desayuno.
-Hola a todos- saludó en general.
-Buenos
días hijo- devolvió el saludo Carlisle -Bella nos ha dicho que
regresaste ayer por la noche; ¿cómo ha ido el viaje?- inquirió.
-Bien;
dos compradores van a venir a mediados del mes siguiente- les explicó,
cogiendo una tostada -están interesados en varios toros para cría-
explicó. Bella se levantó de su asiento, y le sirvió el café cómo él lo
solía tomar; ni ella le preguntó ni él le dijo gracias, cómo ya era
costumbre.
-¿Quieres una galleta?- le ofreció Esme -las ha hecho
Bella- le dijo. Miró a la aludida por unos segundos, desechando el
ofrecimiento. Bella siseó para sus adentros... no le iba a envenenar,
por dios.
-No tengo mucha hambre, gracias-.
-Mejor; así tocamos a más- le dijo Jake, arrebatándole la bandeja a Esme y poniéndosela al lado -están deliciosas-.
-No
seas acaparador- le reprochó Jasper, extendiendo la mano y cogiendo
tres galletas. Esme y Bella se miraron con un mueca de resignación.
-Mañana haré dos bandejas en vez de una- le explicó Bella, ante su mirada.
-Secundo la moción- aprobó Jasper. En ese momento, una divertida voz se coló por los muros de la casa.
-¿He
oído la palabra galletas?- Emmet apareció por la cocina; había cambiado
su traje por vaqueros y botas, al igual que el resto de sus hermanos.
-Buenos
días Emmet- le saludó su padre. Se adelantó para dar un beso en la
mejilla a Esme y revolverle el pelo a Bella antes de sentarse a la mesa.
-Hola Em- le saludó Jake -lo siento, pero tu turno para probar las galletas será otro día- sonrió de manera inocente.
-Gracias por tu generosidad, hermano- recalcó la última palabra con un mueca burlona mientras se sentaba.
-¿Quieres
café?- le preguntó ésta- no quedan tortillas- se dijo para si misma,
mirando la mesa -puedo hacerte unos huevos revueltos, o lo que quieras-
le ofreció.
-Me conformo con un par de tostadas, gracias Bells- la
joven se volvió para poner más pan de molde en la tostadora. Al cabo de
cinco minutos, Carlisle y Esme se levantaron de la mesa, yendo a sus
quehaceres y dejando a los cuatro hermanos en la cocina con Bella.
-¿Cómo está Rose?- se interesó Jasper. Emmet se encogió de hombros.
-Bien, pero se cansa mucho- explicó.
-Es normal; apenas le queda un mes y medio para dar a luz- explicó Jake, cómo si fuera obvio.
-Por
el momento, no hay falsas alarmas- dijo con una pequeña risa -mañana
vendrá para la cena; ¿qué tenemos de menú para Acción de gracias?-
interrogó a Bella, que se había vuelto a sentar a la mesa.
-Pavo
asado, puré de castañas, pastel de calabaza, panecillos rellenos, tarta
de arándanos... lo típico- le contestó Bella, con una sonrisa -y os lo
advierto- miró a los hermanos de uno en uno -no quiero que aparezcáis
por la cocina más que para desayunar y almorzar- Jake y Jasper la
miraron sorprendidos ante la divertida amenaza. Emmet, suspiraba
cómicamente.
-Chicos, chicos, chicos... ¿se puede saber qué habéis hecho?- instó a sus hermanos a confesar.
-¿Nosotros?- Jake se hizo el ofendido, cruzándose de brazos -nada- Bella le echó una mirada seria.
-El
otro día iba a preparar lasaña de carne con verduras para la cena-
Bella se volvió a Emmet, que la escuchaba divertido -dejé la mezcla con
la carne en la nevera, preparada... y cuándo fui a terminar de hacerla a
la tarde, el bol estaba en su sitio, tapadito con el mismo papel de
aluminio... y vacío- la carcajada de Emmet, no se hizo esperar, al igual
que la de Jasper.
-Jake, te han pillado- éste se volvió hacia Jasper, sorprendido.
-Traidor-
murmuró entre dientes -tenía hambre, y te juro que no sabía que eso era
para la lasaña y...- se intentó excusar, un poco avergonzado.
-Haberme llamado- contraatacó Bella -podría haberte preparado algo- le reprochó, un poco enfadada.
-Vamos Bells... no te enfades; te prometo que no volveré a hacerlo- el penoso puchero de Jake la hizo sonreír con disimulo.
-Perdonado-
concedió Bella levantándose y empezando a recoger la mesa. Los hermanos
se despidieron de ella y se fueron a sus respectivos trabajos, pero
Edward se quedó sentado, mirándola cómo recogía. Cinco minutos después,
Bella se atrevió a cortar el tenso y extraño silencio que reinaba en la
cocina.
-¿Te encuentras bien?- le preguntó, extrañada por su
actitud; normalmente, era el primero en levantarse de la mesa y huir
despavorido, y más si ella estaba por allí. Esas palabras sacaron a
Edward de su trance.
-No, nada- parecía nervioso e incómodo -¿qué vas a hacer ahora?- le interrogó súbitamente.
-Recoger
la cocina, y echar una mano a Esme- se encogió de hombros -y tengo que
empezar a preparar unas cosas para la cena de mañana- le explicó,
extrañada por su interés, pero a la vez sintió una punzada de alegría en
el corazón -¿y tú?- le devolvió la pregunta, con precaución.
-Hay
mucho trabajo en la nave de los terneros- le explicó -han nacido seis
esta semana- le contó, recordando cómo ella había disfrutado con ellos
el primer día.
-¿De veras?- la sonrisa de Bella iluminó su cara de
tal manera, que Edward sintió cómo el nudo que tenía en su estómago
apretaba más y más... cuándo sonreía, era una chica preciosa... y una
niña, dijo también su conciencia; y ese pensamiento fue el que le hizo
volver a la realidad.
-Qué tengas una buena mañana- dijo a modo de despedida, pero con un tono un poco más amigable.
-Igualmente-
se despidió Bella, que se quedó mirando cómo el salía hacia los
establos; suspiró aliviada... parecía que las cosas mejoraban, al menos
un poquito.
0o0o0o0o0o0o0
Bella
no paró durante el resto de la mañana y parte de la tarde. Había estado
ayudando a Esme, ya que la señora Harris estaba con un fuerte resfriado,
y no había podido ir al rancho; también se había ocupado del almuerzo y
una vez comieron y los chicos volvieron al trabajo, preparó varias
cosas para la cena de Acción de Gracias del día siguiente.
No pudo
evitar acordarse de su padre; siempre viajaba a Forks para pasar con
ella este día... y este año no estaría. Recordó con lágrimas silenciosas
cómo disfrutaba de este día con él, y lo que le gustaba la tarta de
arándanos. Unos pasos acercándose a la cocina hicieron que se
recompusiera rápidamente.
-¿Qué haces?- le preguntó Carlisle, acercándose a ella.
-La
mezcla de la tarta de arándanos para mañana- le explicó, intentando
esbozar una pequeña sonrisa, que no le llegó a los ojos. Carlisle
adivinó su pena, y le dolió verla así; en ese mes que llevaba con ellos,
esa chiquilla se había ganado los corazones de todos los miembros de la
familia.
-Iba a tomarme un café- le dijo -¿te apetece merendar
conmigo?- Bella asintió, y en pocos minutos tuvo la mesa preparada, con
café y dos porciones de bizcocho.
-Bueno, ¿qué tal tu primer mes
con esta familia de locos?- preguntó, queriendo hacer un esfuerzo porque
Bella se alegrara un poco.
-Muy bien- respondió ésta -son todos demasiado buenos y hospitalarios- confesó con una sonrisa.
-Por
nuestras venas corre sangre irlandesa, no podía ser de otro modo- le
aclaró con afecto -¿los chicos se portan bien?- la joven rió divertida.
-Son encantadores; a veces parecen niños pequeños-.
-En eso te doy la razón- el padre rodó los ojos, resignado, para luego reír junto a Bella -¿Y Edward?- preguntó con cautela.
-También bien- se encogió despreocupadamente de hombros -le cuesta más, es más tímido y...- mintió de buena fe.
-Sé
que al principio no fue especialmente amable- la interrumpió; Bella se
quedó sin saber qué decir, no sabía que Carlisle estaba al tanto -pero
verás cómo poco a poco la cosa va a mejor-.
-Seguro que sí- alegó
Bella un poco más contenta, acordándose de su breve pero amable
conversación de esta mañana. Pero a su recuerdo volvió la imagen de su
padre, y Carlisle notó su silencio.
-Mañana no será un día fácil,
¿cierto?- dedujo sabiamente; Bella volvió la cabeza, ya que no pudo
evitar que las lágrimas corrieran con sus mejillas.
-Hija; no
llores... comprendo que es difícil, y nada de lo que pueda decir podrá
mitigar ese dolor; pero el tiempo, poco a poco, hará que los recuerdos
no sean tan dolorosos- Bella le miraba bajo una mirada cristalina,
escuchándole.
-Recuerdo cuándo mi mujer murió... ya han pasado
veintiocho años- le contó con melancolía -me quedé sólo, y mis hijos se
quedaron sin su madre... eran tan pequeños... y Jake sin padre y sin
madre, técnicamente- Bella notó la emoción en el tono de voz de
Carlisle, que esbozó una sonrisa mezclada con pena -pero ella no habría
querido verme derrumbado, sobre todo por ellos... y aunque a ti te
parezca que te has quedado sola, no es así en absoluto -Bella levantó la
vista de su regazo, y se encontró con unos ojos grises que la miraban
con afecto y cariño.
-Puede que no seamos tu familia... pero
estamos aquí, y ya eres parte de ella- Bella seguía llorando, pero ahora
embargada de emoción -y nos duele verte así; queremos verte alegre, y
sonriendo; también queremos que te acuerdes de tu padre, por supuesto...
pero queremos que sean recuerdos buenos, y que cada vez que te acuerdes
de él, lo hagas con una sonrisa- le explicaba pacientemente; Bella se
sintió reconfortada por el cariño de sus palabras... pero no puedo
evitar romper en sollozos.
Carlisle sin decir una sola palabra, se
levantó y le abrió los joven se refugió en ellos y soltando toda esa
pena que llevaba en su interior; necesitaba llorar la pérdida de su
padre, y aunque se emocionaba muchas veces, realmente no se había
desahogado hasta ese mismo instante, en el que sus fuerzas flaquearon.
Los brazos de Carlisle la acogieron cómo si fuera su propia hija;
precisamente eso era lo que Bella necesitaba, un abrazo paternal y a la
vez, cariñoso. La dejó llorar en silencio, hasta que sintió que la
respiración de la joven se fue relajando.
-¿Mejor?- Bella se
irguió para mirarle; y aun con sus ojos rojos y desechos en llanto, le
dedico una pequeña pero sincera sonrisa.
-Gracias- musitó muy muy bajito.
-Siempre
que quieras- añadió, con lo que se ganó otra sonrisa por parte de la
joven -y ahora, descansa un rato; ¿quieres venir a ver a los terneros?-.
Asintió
con un pequeño gesto de cabeza, y ambos partieron hacia la nave. Allí
se encontraban Quil y Seth, acompañados por Jake y Jasper.
-¿Qué
te pasa?- le interrogó Jake nada más acercarse y percatándose de sus
ojos, todavía acuosos. Jake comprendió la mirada que le lanzó su padre, y
cogió a Bella por los hombros, acercándola a uno de los pesebres, dónde
reposaban dos terneros blancos con manchas marrones.
-Qué
bonitos- Bella se arrodilló ante ellos, acariciándoles el lomo. Vio cómo
Seth entraba en el habitáculo con un fardo de paja limpia, y le dirigía
una simpática sonrisa. Jake se levantó para ayudarle ante la mirada de
Bella.
-Los terneros deben tener el pesebre muy limpio- le explicó
-es vital para ellos; hasta dentro de una semana no se les puede poner
las vacunas y podrían contraer infecciones-.
-Deberías haber sido veterinario- exclamó Bella.
-Hubo un momento que lo pensé- admitió Jake -pero al final opté por ingeniería agrónoma, al igual que Jazz-.
-¿Y Edward también estudió eso?- Jake la miró con las cejas levantadas -¿qué?- se encogió de hombros.
-Nada-
le restó importancia éste -me sorprende que preguntes por Edward,
después de todo- musitó extrañado. Bella se encogió despreocupadamente
de hombros, pero a Jake no le pasó por alto el leve rubor que acudió a
las mejillas de la joven.
-Edward estudió administración y
dirección de empresas- le contó -ya sabes... números; ésto, a fin y al
cabo, es un negocio; y hay que saber dirigirlo- Bella escuchaba atenta
la conversación; tenía la idea que la gente que estudiaba administración
y dirección de empresas trabajaba en un rascacielos de oficinas,
vestidos con traje, y no en un rancho.
-Edward lleva la contabilidad junto con varias personas y mi padre, aparte de ayudar con los animales- le seguía relatando Jake.
-Debíais ser todos buenos estudiantes- le dijo -a mi no se me daba bien-.
-No
te creas... los más empollones han sido Jasper y Emmet- le confesó
-Edward y yo éramos mas vagos, aunque aprobáramos todas las asignaturas-
la chica se sorprendió ante esta afirmación.
-¿Emmet empollón?-
Jake asintió con la cabeza, mirando cómo Bella reía -no le pega- se
justificó. Iba a añadir algo más, pero en ese momento su padre se acercó
para preguntarle una cosa.
Bella decidió dejarles solos; en Forks
solía dar largos y relajantes paseos, y llegó a la conclusión de que
eso era lo que necesitaba. Con paso pausado pero constante, anduvo
tranquila y sosegada por esos pastos verdes, y con enormes pinos
coronando el paisaje. Pensó en lo mucho que necesitaba ese abrazo, tan
parecido a los que le daba su padre... pero sobre todo, llorar y
desahogarse de una vez por todas. Desde que se había enterado del
fallecimiento de su padre, y a pesar de que cada noche seguía llorando,
hasta hace un rato en la cocina parecía cómo si estuviera en shock, sin
haber asimilado todavía el trágico suceso. Ahora podía notar cómo se
sentía tranquila y en paz consigo misma... y ese pensamiento le dio de
bruces con la realidad; su padre no iba a volver, y debía hacerse a la
idea.
Bordeó los límites del racho, llegando a un pequeño prado;
estaba rodeado de árboles, y un pequeño manantial nacía de una de las
rocas más altas; los hermanos se lo habían enseñado el primer día. Se
sentó apoyada en uno de los troncos, imaginando lo bonito que se vería
ese pequeño prado en primavera y verano, cuajado de flores.
Cerró los ojos y trató de relajar su mente, pero la calma no duró mucho.
-Pero
mira qué tenemos aquí- abrió los ojos, sobresaltada por ese tono
burlón. Ante ellas, en sendos caballos, dos chicos que no conocía en
absoluto la miraban divertidos. Uno de ellos era rubio, y llevaba su
pelo recogido en una descuidada coleta; el otro tenía el pelo color
castaño oscuro; se parecían bastantes, y los dos vestían vaqueros y
botas, cómo los hermanos Cullen.
Bella se levantó, dispuesta a darse la vuelta, pero los hermanos se adelantaron, franqueándole el paso con los caballos.
-Esto
es propiedad privada- les dijo ella, seria y suspicaz; los hermanos se
echaron a reír, divertidos ante tal muestra de valor.
-Eso mismo
deberíamos decirte a ti- replicó el que llevaba coleta -me llamo James, y
él y es mi hermano Garret- le señaló con la cabeza.
-Tú no eres una Cullen, de modo que también estás en una propiedad privada- siguió hablando James.
-Trabajo para ellos- se explicó ella; los hermanos la miraron con cierta sorpresa.
-Qué callandito se lo tenían.- replicó Garret, mirándola descaradamente de arriba abajo.
-Así
que eres la nueva adquisición del rancho Killarney- siguió James -¿y
cómo le ha sentado a Edward el tener a una chica joven en casa?- formuló
riéndose -porque no estás nada mal- movió las cejas sugestivamente.
Bella se sintió incómoda, y se giró, decidida a irse, pero una vez más,
la cortaron el paso.
-¿Te comió la lengua el gato?- la increpó James -seguro que en nuestra casa te divertirías más que en esa-.
-¿No
dices nada?, que aburrida- rodó los ojos el otro hermano. Bella iba a
decir algo, pero el relincho de un caballo la hizo girarse. Edward se
acercaba al galope; su cara tenía un rictus tenso y serio; Bella sintió
alivio al verle, y rápidamente se alejó de los molestos intrusos.
-Fuera de aquí- se paró a la altura de los hermanos Denali -ahora- amenazó con voz baja y afilada.
-Tranquilo Cullen, no estábamos haciendo nada malo- se defendió James, alzando las manos.
-Sólo
queríamos conocer a tu nueva inquilina, ya nos vamos- Garret le hizo
una seña a James, y ambos se dieron la vuelta, adentrándose de nuevo en
sus tierras; a lo lejos resonabasn sus risotadas.
Bella dejó
escapar un suspiro de alivio, y no se dio cuenta de que Edward había
desmontado y se había acercado a ella; sus ojos relampagueaban furiosos.
-¿Qué
hacías aquí?; ¿y con ellos?- le interrogó; la joven se quedó atónita
ante esas preguntas...¿acaso Edward pensaba que se había acercado ella?,
¿pero no había visto que estaban molestándola?.
-Y... yo estaba
ahí sentada- le señaló el tronco con la mano -y de repente ellos
aparecieron y... -Edward no le dejó acabar la explicación.
-Deberías elegir a tus amistades con más cuidado- le espetó, mirándola furibundo.
-¿Perdona?-
Bella no podía creer lo que estaba escuchando -¡¿acaso crees que estaba
hablando con ellos tan tranquila?- le chilló -¡sé perfectamente que no
os lleváis bien con ellos... y yo no les invité a entrar en tu
propiedad, se autoinvitaron ellos solitos!-.
Edward se quedó
petrificado al oír los gritos de la joven, y se puso aún mas furioso;
iba a replicarle, pero Bella volvió a tomar la palabra.
-!Y estoy
bien, gracias por preguntar!- se dio al vuelta, dejándolo helado...
¿cómo se le pasaba a Edward por la cabeza que ella hiciese amistad con
esos idiotas, los mayores enemigos de los Cullen?; la rabia dio pasó a
lágrimas de rabia y de frustración... ¿por qué la trataba así?.
Edward
maldijo entre dientes, viendo cómo la chica se alejaba; se agarró el
puente de la nariz con los dedos, intentando tranquilizarse... si a él
le daba igual lo que Bella hiciera con su vida... ¿por qué la había
seguido al salir de los establos... y porqué había reaccionado así?.
Vale que James y Garret no eran santo de su devoción, pero no serían tan
tontos cómo para hacerle nada a la chica dentro de sus tierras.
Sin
poder explicar lo que le ocurría montó de nuevo el caballo,
espoleándolo y alejándose al galope entre las sombras de los árboles.
0o0o0o0o0o0o0
Durante
el resto del día y el siguiente, Bella se dedicó a ignorar
completamente a Edward. Le había dolido mucho que pensara que ella había
dado pie a esos dos impresentables; cada vez que recordaba las miradas
que le dedicaron los Denali de arriba abajo se le ponía un nudo en el
estómago; había algo en esos chicos que no le inspiraba confianza
alguna.
Y sabía que dijera lo que dijera, no iba a creerla, y cómo
no quería provocarlo y que volviera a las andadas, optó por pasar
olímpicamente de él.
Hoy era Acción de Gracias, y cenarían en
familia. Con la ayuda de Esme, terminó de preparar la comida y la mesa.
Subió a ducharse y a arreglarse a toda prisa, ya que en poco menos de
media hora llegaban Rosalie y Emmet. No sabía qué ponerse, de modo que
optó por un vestido azul oscuro, largo hasta la rodilla y con escote en
barco y mangas cortas abullonadas. Dejó su pelo suelto, apartándose dos
mechones a los lados con unas horquillas plateadas y con la ayuda de una
plancha, dio forma a sus rizos. Apenas se maquilló, sólo los ojos y un
poco de brillo en los labios.
No era muy dada a arreglarse, y no
se le daba bien; pero gracias a unos sabios trucos que le dio Rose una
tarde, pudo defenderse. Se miró al espejo, evaluándose y dándose el
visto bueno y después de calzarse unos zapatos negros con muy poquito
tacón, bajó al encuentro de la familia, que estaba reunida en el salón,
esperando a Emmet y Rosalie. Todos se volvieron al oírla llegar.
Carlisle y Esme la sonrieron con afecto y le hicieron un gesto con la
mano, para que se acercara.
-Qué guapa Bells- Jake la guió hasta
uno de los sofás, divertido por el sonrojo de la joven, sentádola entre
él y Jasper, ambos ataviados con traje, al igual que Edward.
-Qué elegantes- les dijo a los dos hermanos, mirándolos divertida.
-¿Qué te pensabas?, ¿qué sólo tenemos en el armario vaqueros y botas?- le preguntó Jake, ofendido.
-Pues
a veces lo parece- añadió Esme -porque no os quitáis las espuelas ni
para comer- Bella y Carlisle rieron divertidos el comentario, ante el
fastidio de los hermanos.
Edward miraba fijamente a Bella; desde
que había entrado al salón no había podido parar de contemplarla; ese
vestido marcaba sus curvas de una manera deliciosa; no pudo evitar
detener su vista en su delicado cuello, recreándose en su pálida piel...
tenía la sensación de que si pasara los dedos por ella, sería tan
suave... y sus labios... pequeñitos y de un color rosado, que en esos
momentos se curvaban hacia arriba, formando una preciosa y dulce
sonrisa; por unos momentos se preguntó cómo debían saber bajo los
suyos... pero el timbre de la puerta le devolvió a la realidad. Esme fue
a abrir a Rose y Emmet, que después de saludar a todos, se volvió hacia
la joven.
-Vaya Bells- Emmet la tomó de la mano, haciéndola girar -qué cambio; muy guapa, si señor-.
-Tampoco es para tanto- le quitó importancia ésta -sólo me he arreglado un poco más-.
-Pues estás genial Bella- le dijo Rosalie, acercándose despacio, debido a su ya abultada tripa -eres toda una mujercita-.
-Cierto- apoyó Esme, poniéndose al lado de las chicas.
Carlisle
y sus hijos se sentaron para hablar mientras ellas se iban a la cocina,
pero la cabeza de Edward no estaba en la conversación acerca de las
reses; en su mente sólo estaba ella, tan guapa e inocente... y cómo bien
había dicho su cuñada, toda una mujer...
La miró de reojo todo el
tiempo que ella estuvo yendo y viniendo de la cocina; cuándo Bella se
giraba de nuevo para salir, sentía que tenía unos ojos clavados en su
espalda, y eso le producía que un escalofrío la recorriera de arriba
abajo. Edward estaba guapísimo con un traje negro y la camisa blanca; su
pelo cómo siempre, era una maraña de mechones que iba de un lado para
otro, y a pesar le todo, le quedaba bien... sólo a él le podía quedar
bien el pelo despeinado... pero las palabras que le dirigió ayer por la
tarde, después del encontronazo con los Denali, la hicieron poner de
nuevo los pies en el suelo, esa voz cortante, y carente de sentimiento
alguno se le clavó a fuego en su memoria, y en sus retinas aun veía esas
esmeraldas verdes brillando por la ira y el enfado; un sentimiento de
tristeza la invadió ante la creencia de que él la odiaba, y terminó de
preparar la mesa en silencio.
-Chicos, a cenar- anunció Esme.
Todos tomaron asiento, y después de que Carlisle bendiciera la mesa, se
dispusieron a probar la suculenta cena que Bella había preparado con
tantos esmero.
-Wau- Emmet se frotaba las manos, sonriendo
satisfecho -no sé por dónde empezar- Rose rodó los ojos, sirviéndole una
porción del pastel de calabaza.
-¿Sólo ésto?- miró con el ceño fruncido la escasa ración que le había servido su mujer.
-Después
repetirás el pavo- se medio burló Rose -tienes que dejar algo para el
resto de comensales- los tres hermanos ahogaron una risita, y Emmet le
pegó un puntapié a Jake por debajo de la mesa.
-¡Ouch!- se quejó, dando un pequeño salto -¿por qué a mi y a ellos no?- protestó.
-Eras
el que estaba más a mano- se encogió de hombros Emmet, respondiéndole
tan tranquilo. Bella los miraba con una ceja arqueada, mientras que
Rosalie suspiraba con paciencia.
-Parece mentira que tengan más de treinta años-.
-Y qué lo digas hija, y qué lo digas- rezongó Carlisle al comentario de su nuera.
La
cena prosiguió, entretenida por las distendidas conversaciones y los
graciosos piques de los hermanos. Bella disfrutó mucho, participando en
la charla y riendo por las ocurrencias de Jake, Emmet y Jasper. No pudo
evitar algunas veces mirar en dirección a Edward, sentado justo enfrente
suyo, pero decidió ignorarlo. Edward intentó dirigirse a ella varias
veces, pero sus hermanos le interrumpían constantemente; y las veces que
le habló, ella le contestó con monosílabos o con gestos de cabeza. El
quería verla sonreír, y poder hablar y bromear con ella cómo lo hacían
sus hermanos; quería ver de nuevo su sonrisa, y en el fondo de su
corazón, admitía que quería ser él el causante de que ella sonriera.
Después
de recibir las felicitaciones de todos por lo buena que estaba la cena,
Esme y Bella recogieron mientras se hacía el café; una vez de tomarlo,
acompañado por la tarta de arándanos, dejaron a los chicos hablar entre
ellos, y mientras Esme y Rosalie ponían a funcionar el lavaplatos,
decidió ausentarse unos minutos, saliendo a tomar el aire.
Se fue
al jardín trasero, sentándose en uno de los bancos, enfrente del pequeño
estanque que había en el centro. Allí no pudo evitar elevar su mirada
al cielo; había echado mucho de menos a su padre esa noche; no lloró,
pero no pudo evitar esbozar una mueca triste.
Unos minutos
después, unos pasos detrás suyo interrumpieron su apacible silencio;
supuso que serían Esme o Rosalie, buscándola... pero se levantó
sorprendida, y a la vez con temor, al comprobar que era Edward.
-¿Qué
haces aquí tan sola?- le preguntó éste, una vez llegó a su altura -te
vas a enfriar- le indicó, ya que no llevaba puesta ninguna prenda de
abrigo. Un calorcito se instaló en el corazón de la muchacha... ojalá se
preocupara por ella de verdad.
-No tengo frío- la seca respuesta de Bella le dejó fuera de combate, pero no se amilanó.
-Tienes
la carne de gallina- dijo Edward, acercándose un poco más a ella. Bella
se encogió de hombros... en verdad hacía un poco de frío, y ella estaba
en manga corta; pero ya no sabía si tenía frío, o era la presencia de
Edward lo que provocaba eso. Repiró profundamente, dándose ánimo para
hablar.
-¿Esme me llama?- Edward negó con la cabeza -entonces te
dejo a solas- cuándo estaba de espaldas a él, su voz resonó cómo casi
cómo una súplica.
-No; no tienes por qué irte; verás, yo quería...
-Edward titubeó, buscado las palabras oportunas -ayer yo...- Bella no
le dejó seguir.
-No tienes por qué pedirme perdón- le dijo,
intentando esconder su pena y la rabia que le producía el encontronazo
de ayer -está visto que pasara lo que pasara... todo es culpa mía-
Edward iba a interrumpirla, pero no le dio tiempo.
-Desde que he
llegado a esta casa, todo lo que he hecho o dicho estaba mal, para ti-
le aclaró, mirándole fijamente. Bella tomó aire, intentando acompasar su
acelerado corazón.
-Ya sé que lo pasate mal después de lo de
Jessica- la cara de Edward mostró sorpresa cuándo mencionó ese nombre
-pero no todas somos cómo ella-.
-¿Quién te ha hablado de Jessica?- le interrogó enfadado -¿han sido mis hermanos?-.
-Eso da lo mismo, Edward; comprendo que lo pasaras mal, per...- Edward se acercó a ella, mirándola con rabia.
-No
hables de ella ni de cosas que no sabes- le espetó furioso; Bella se
encogió, un poco intimidada por su tono de voz -¿qué sabrás tú?; no eres
más que una niña-. Esas palabras hicieron que los ojos marrones de
Bella empezaran a escocer.
-Tranquilo- respiró profundamente -ya
sé que sólo soy una niña, y qué no se nada de la vida... pero yo tampoco
lo he tenido fácil- musitó, en voz baja y contenida -no volveré a
molestarte más- nada más decir eso, Bella se dio la vuelta, dejando
salir una pequeña lágrima por su mejilla y se adentró en la casa.
Edward
maldijo para sus adentros, dando una patada a una piedra. Se sentó en
el mismo sitio dónde ella se había sentado, apoyando sus codos en la
rodillas y pasándose las manos por el pelo, en un claro gesto de
nerviosismo.
¿Qué estaba ocurriendo?; esa chica estaba poniendo su
mundo patas arriba, y aunque no dejara de autoconvencerse que era una
niña... tenía muy claro que no lo era.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 5: Alice Brandon ataca de nuevo
Más
de dos semanas habían pasado desde el día de Acción de Gracias y desde
que Bella mantuvo esa conversación, si se le podía llamar así, con
Edward. Estaba más que comprobado que hiciera lo que hiciera, no
conseguiría llevarse bien con él; de modo que adoptó una actitud de fría
cortesía en su presencia; le daba los buenos días, servía las comidas y
se sentaba con el resto de la familia, tratando de ignorar la mirada
verde que la seguía a todas partes.
Esa actitud de Bella hizo que
Edward se enfureciera más consigo mismo, ya que en más de una ocasión
intentó hablar con ella, pero fue inútil. En presencia de la familia le
contestaba con educación, pero apenas lograba hilar tres palabras
seguidas; y Edward se había dado cuenta de que evitaba quedarse a solas
con él. Eso le provocaba sentimientos contradictorios; había veces que
se enfurecía y maldecía para sus adentros, y otras veces parecía que una
punzada de dolor se instalaba en su pecho... pero en el fondo de su
corazón sentía envidia de la relación que tenían sus hermanos con Bella.
Esa
joven le traía de cabeza cada día más... y no podía evitar mirarla de
reojo, observando cómo trasteaba por la cocina con movimientos ágiles y
silenciosos; cómo compartía confidencias con Esme, su preciosa sonrisa
cuándo asentía algo a lo que ésta le decía; su cara de concentración
cuándo preparaba la comida, arrugando la frente y haciendo una preciosa
mueca de desacuerdo cuándo probaba lo que estaba cocinando y no quedaba
conforme con el resultado...
-¿Te encuentras bien?- una voz le
sacó de su particular sueño -¿Edward?- al girarse, se topó de lleno con
la cara extrañada de Jasper, que lo miraba sin entender.
-Si-
respondió, meneando la cabeza -¿qué decías?- en realidad, no había
escuchado una sola palabra de lo que le había dicho su hermano. Jasper
rodó los ojos, ignorando la última pregunta de su hermano pequeño.
-Jake
me ha dicho que vas a irte una semana a San Antonio, a ese congreso de
ganaderos- le preguntó a Edward; éste arqueó una ceja, mirando a su
hermano de hito en hito.
-¿Qué tiene de malo?- interrogó éste, frunciendo el ceño. Jasper se encogió de hombros, aparentando normalidad.
-Nada,
nada- contestó Jasper con cautela -es que me parece raro; hace más de
un mes y medio que llegó la carta, y en un principio dijiste que no
irías-.
-Pues he cambiado de opinión- dijo Edward, volviéndose y
saliendo del establo. Jasper suspiró con frustración, siguiendo a su
hermano.
-No te enfades, Edward- intentó aplacarle Jasper; conocía
a la perfección los gestos de su hermano, y sabía que no tardaría en
enfadarse -simplemente me resulta raro; antes iba a Jake a los congresos
y a las reuniones de negocios, y desde hace un mes vas tú- observó -es
cómo si quisieras huir de aquí-.
-No creo que tenga nada de malo
salir un poco- se defendió Edward; al girar la vista se encontró con su
dulce tormento; Bella caminaba hacia el garaje, buscando algo en su
bolso. Jasper también giró la cabeza en esa dirección, y al instante
comprendió lo que pasaba. Decidió tentar a la suerte, y se giró de nuevo
hacia su hermano.
-¿Es por ella?- los ojos verdes de Edward se clavaron en su hermano, traspásandole con la mirada.
-No digas tonterías- masculló entre dientes; hizo ademán de darse la vuelta, pero su hermano le cortó el paso.
-Desde Acción de Gracias estáis los dos un poco raros- siguió relatando Jasper -¿ha pasado algo?-.
-Nada- respondió Edward, con tono seco y malhumorado. Jasper tuvo que insuflar aire, dándose valor a si mismo para hablar.
-No
es mala chica, Edward; es muy dulce y buena- le recordó su hermano -y
apuesto a que si dejaras de comportarte cómo un cabezota malhumorado, tu
también te llevarías muy bien con ella- Jasper prefirió dejar sus
sospechas y teorías para otra ocasión... pero sabía de sobra que había
algo más detrás de la actitud de su hermano.
-Parece que la niña se ha hecho la dueña y señora de la casa; todos la adoran- replicó Edward cabreado.
-Simplemente
se hace querer- le corrigió su hermano -y no pide nada a cambio; lo ha
pasado muy mal estos últimos meses- le volvió a recordar. Edward
simplemente se quedó callado; el sabía de sobra todo lo que Bella había
sufrido, y le hubiera gustado hacer un poco más pequeña esa pena que la
joven arrastraba. Sin decir una sola palabra, se alejó deprisa;
necesitaba estar solo.
Jasper se quedó plantado en el sitio, mirando cómo se alejaba. Justo en ese momento, Carlisle se acercaba a su posición.
-¿Qué ocurre, hijo?- le interpeló su padre, siguiendo con la mirada cómo Edward se alejaba.
-Nada,
tranquilo- le aclaró éste -ya sabes cómo es Edward- se encogió de
hombros, pero a su padre no le convenció esa explicación.
-Lleva
unas semanas muy raro- musitó preocupado -¿te ha dicho qué le pasa?; ¿no
tendrá nada que ver con Bella, verdad?- Jasper sonrió para sus
adentros... parecía que no era el único que se había dado cuenta.
-No,
no- mintió de forma descarada -simplemente hemos estado hablando del
congreso al que va a asistir en San Antonio- le empezó a relatar; por
suerte, su padre no hizo más preguntas, y ambos se dirigieron al establo
de los sementales, debatiendo sobre la subasta que tendría lugar en una
semana, y a la que querían asistir, para aumentar las cabezas de
ganado.
Carlisle se quedó detrás de la barrera; Jared y Quil
estaban intentando meter a uno de los toros hacia el pequeño habitáculo
que había dentro del establo, dónde el veterinario examinaba a los
animales. Jasper estaba ayudándolos, cuándo por la puerta apareció Sam.
-Buenos
días jefe- le saludó éste -la señora Cope espera en la oficina, para
firmar unos cheques- le explicó -no encuentro a Edward, sino se lo diría
a él- le aclaró Sam.
-Vamos entonces- le instó -¡Jasper!- su hijo
se volvió -voy con Sam a la oficina- le advirtió. Éste levantó la mano,
en señal de que lo había escuchado. Su padre y su segundo de a bordo
salieron, y el se concentró en ayudar a Jared y Quil para que el toro se
metiera por voluntad propia en el habitáculo. Pero el enorme animal,
negro cómo el carbón y más de quinientos kilos de peso, se dio la vuelta
tan tranquilamente, acercándose a la caja del pienso.
-Será...-
siseó cabreado Jasper; aunque ese toro era criado por ellos, y era
manso, se acercó con cautela, dándole pequeños golpes en el lomo, para
que el animal se diera la vuelta.
-¿De modo que así trata a sus animales?- interrogó una voz femenina, con un deje de desafío e incredulidad.
Jared
y Quil miraron rápidamente a su alrededor, buscando a la dueña de esa
voz. Jasper se volvió incrédulo, para encarar a Alice Brandon, que lo
miraba seriamente, y con una ceja alzada.
-La que faltaba- murmuró
entre dientes, acercándose al vallado mientras se limpiaba las manos
con un trapo. A la vez que se acercaba a la menuda mujer, lanzó una
fulminante mirada a Jake, que estaba detrás de la chica, conteniendo la
carcajada mientras salía del establo.
-Vaya, vaya, si es la
defensora del ganado por excelencia- la saludó burlón -¿qué le trae de
nuevo por aquí, señorita Brandon?- la joven se ajustó bien sus gafas,
buscando unos papeles; Jasper no pudo evitar observarla un momento; era
bajita y delgada, mas que Bella, incluso. Su frente, sus pómulos, su
pequeña y respingona naricilla... no estaba nada mal, pensó para sus
adentros.
Cuándo Alice levantó la vista, Jasper se percató del
azul de sus ojos... igual que el cielo de verano. Esta vez vestía un
traje chaqueta negro con pantalones, y otra vez zapatos de tacón.
-Ya
le dije una vez que es peligroso meterse aquí con esos zancos que
lleva- la chica bajó la mirada a su zapatos, negando con la cabeza.
-No
sabía que hoy tendría que venir aquí- se excusó -y además, visto cómo
me place- añadió, fulminando al chico de melena rubia con la mirada.
-Usted
misma- alzó las manos Jasper, en son de paz -si se cae y se tuerce un
tobillo, después no venga con quejas y reclamaciones- la avisó,
divertido ante el cabreo de la chica -pero no me ha respondido, ¿a qué
debemos el placer de su visita?-.
-La comisión de ganado quiere
hacerles una oferta para que lleven a cabo un plan de estudios, de forma
experimental- empezó a explicarle ella, con un divertido y chispeante
tono de voz -el estudio va dirigido a los animales destinados a consumo
humano- le relató ésta.
-¿Y en qué consiste exactamente?- inquirió Jasper, cruzándose de brazos.
-La
comisión se hará cargo de los cambios y reformas que precisen la
maquinaria y los establos- añadió rápidamente -sobre todo, para el
sistema de audio qu...- Jasper la interrumpió, abriendo los ojos por la
sorpresa.
-¿Otra vez?- la interrogó, hastiado -señorita Brandon,
ya le dije la primera vez que vino aquí...- la joven tomó de nuevo la
palabra.
-La mayoría de los ranchos del condado han aceptado
participar- le contó con una sonrisa persuasiva -sólo por tomar parte,
los beneficios económicos son a tener en cuenta, y ustedes simplemente
pondrían su ganado, sin perder una sola res-.
Jasper se agarró el puente de la nariz con los dedos, cerrando un momento los ojos... ésto era surrealista total.
-Mire,
señorita Brandon- recalcó su apellido con retintín, haciendo que ésta
frunciera el ceño -creo recordar que ya le dijimos que no- hizo hincapié
en la diminuta palabra- estábamos interesados en participar en ese
estudio-.
-Pero es muy bueno para los animales, y todos salimos
ganando- contraatacó ella de nuevo, cambiando su peso de una pierna a
otra.
-Señorita Brandon, ya le dije que mis vacas no necesitan
música para relajarse- bufó cabreado; Jasper pudo oír rechinar los
dientes de la joven.
-Señor Cullen, es usted más tozudo que un mulo- le recriminó -si me dejara explicarle todo con calma...-.
-¿Mulo,
yo?- preguntó Jasper, incrédulo y ofendido, cruzándose de brazos -si
usted hubiera entendido a la primera que no es no, ahora mismo no
tendríamos esta conversación; así que creo que la cabezota es usted-
resolvió satisfecho.
Los azules de la joven relampagueaban con furia... definitivamente, tendría que buscar otras vías.
-¿Desea
algo más?- la joven permaneció en silencio, lanzando dardos con los
ojos -entonces si me disculpa, tengo trabajo- la invitó a abandonar el
rancho. Alice se ajustó bien el bolso al hombro, dándose la vuelta
indignada. Jasper contuvo la risa, meneando la cabeza.
-Por ahí no
se sale- le indicó. La joven se dio la vuelta, caminando con pasos
furiosos hacia la salida, pero al pasar por la altura de Jasper, tropezó
con sus zapatos de tacón. Su corazón se aceleró cuándo sintió unos
fuertes y musculosos brazos sujetándole por la cintura y evitando que se
cayera por el arenoso suelo.
-Despacio- le recordó Jasper,
conteniendo la risa ante la mirada furibunda de la chica -no queremos
que nuestra psiquiatra ganadera sufra un percance- le dijo, todavía
sujetándola firmemente, y deleitándose con su pequeña cintura. Alice se
zafó con fuerza, mascullando cosas nada agradables y alejándose de
Jasper Cullen cómo si tuviera la peste.
-Tiene carácter- objetó
Jasper en voz alta, una vez se montó en su coche -de eso no hay duda-
conteniendo una risilla, regresó de nuevo al establo, para continuar con
su trabajo.
0o0o0o0o0o0o0
Bella
terminó de cargar las compras en el coche; por suerte, no había mucha
gente en el supermercado, de modo que a las once de la mañana ya había
terminado. Estaba cerrando el maletero, cuándo su teléfono móvil sonó;
Carlisle se lo había comprado, según él, por si acaso pasaba algo.
-¿Sí?- peguntó, ya que no tenía el número registrado.
-¿Bella?; Soy Rose- contestó esa voz amable y simpática.
-Hola Rose- la saludó animada -¿cómo estás?-.
-Bien, enorme cómo una bola- dijo ella divertida -he llamado al rancho, y me ha dicho Esme que estabas en el pueblo-.
-Sí, he venido a hacer la compra- le explicó la joven.
-Escucha, estoy en mi consulta, y no tengo más pacientes hasta dentro de una hora, ¿te apetece un café?- le ofreció.
-Claro- aceptó Bella de inmediato, ya que tenía tiempo de sobra -¿dónde quedamos?-.
-¿Conocés el café de Anne?; está en la plaza, al lado del banco- Bella asintió, quedando allí con ella en quince minutos.
Al
entrar por la puerta, ya estaba Rose sentada, café y porción de tarta
enfrente suya, alzando una mano para que la viera. Después de que Bella
tomara siento y ordenara su pedido, empezó la conversación.
-¿Cómo te encuentras?- se interesó Bella, alargando una mano y tocándole la tripa-
-Pesada y agotada- le explicó ésta -pero Emmet y yo estamos ansiosos por verle la carita- le contó con una gran sonrisa.
-Es lógico- le dio la razón Bella -no veo a Emmet cambiando pañales- meditó en voz alta.
-Pues
no le quedará otra que ayudarme- replicó satisfecha su mujer, con una
sonrisa cómplice. Bella sintió curiosidad, y no pudo evitar preguntarle a
su rubia amiga.
-¿Cómo os conocisteis Emmet y tú?- interrogó con una sonrisa tímida.
-Nos
conocemos desde siempre- le explicó esta, pinchando un trozo de tarta
con el tenedor -mi padre, Thomas Hale, es íntimo amigo de Carlisle desde
hace muchos años- Bella escuchaba atenta el relato de su amiga.
-Mi
familia también se dedica a la cría de ganado, y siempre tuvimos
relación con los Cullen; recuerdo cuándo íbamos al rancho, de visita-
rememoró con una sonrisa -antes, cuándo Carlisle y otros rancheros
criaban caballos pura sangre, se organizaban rodeos y fiestas en los
ranchos. Y yo recuerdo a Emmet y Jake subidos en los caballos, tratando
de domarlos-.
-¿En serio?, ¿ y Jasper y Edward también?- Rose meneó la cabeza.
-No,
sólo Emmet y Jake se atrevían- le aclaró -siempre sentimos una fuerte
atracción el uno por el otro- le confesó -de modo que cuándo yo tenía
dieciocho años, y Emmet veintitrés, empezamos a salir- le explicó -pero
no nos casamos hasta que yo terminé la carrera, hace un año y medio-.
-Tú único novio- adivinó Bella, sonriendo levemente.
-Sí, el único- admitió con una pequeña sonrisa -¿y tú?- interrogó Rose, sonriendo de forma pícara.
-Tuve
un novio en el penúltimo año de instituto- le contó -pero nada serio;
nunca he tenido muchos amigos- le confesó, bajando un poco la cabeza.
-¿Por timidez?- adivinó Rose.
-En
parte sí; nunca me ha sido fácil relacionarme con la gente; en el
instituto tuve que ausentarme muchas veces, por trabajo- Rose la animaba
a hablar con la mirada, y Bella se sintió segura con ella, de modo que
siguió -así que cuándo asistía a clase, tenía que esforzarme el triple
que otra gente, y eso no me dejaba mucho tiempo libre-.
-¿Y cómo conociste a ese chico?- preguntó intrigada.
-Mark
era el hermano mayor de Karen, mi amiga y compañera de clases; era un
año mayor que nosotras- le relató -iba muchas tardes a casa de Karen, a
que me dejara los apuntes o hacer los trabajos, y cuándo Karen no había
llegado, siempre hablábamos; también le conocía del instituto, pero no
íbamos al mismo curso- le aclaró de nuevo.
-De modo que de ahí surgió...- Rose dejó la frase inconclusa.
-Se
podría decir que sí- admitió Bella -al principio todo fue bien, nos
divertíamos mucho juntos, y me hacía reír- rememoró la joven, con una
sonrisa de nostalgia.
-¿Qué pasó?; no tienes que contármelo, si te
hace sentir mal o...- Bella la cortó, meneando la cabeza. Desde que
había acabado el instituto, había echado mucho de menos a Karen, y poder
hablar con alguien.
-Todo cambió desde el momento en el que le
dije que no estaba preparada para dar... ese paso, ya me entiendes-
Bella sintió que un calor repentino acudía a sus mejillas; Rose asintió
con la cabeza, adivinando por dónde iban los tiros.
-Y eso no le hizo gracia- adivinó.
-Simplemente
le expliqué que no estaba preparada... y desde ese día, todo cambió-
murmuró -antes era divertido, cariñoso... y de golpe y porrazo, todo se
fue al garete- Bella suspiró, recordando con pena esos momentos -siempre
que yo hacía o decía algo para que parara, resoplaba y se ponía
furioso; las últimas veces llegó a decirme que era una estrecha y una
mojigata... pero yo no estaba preparada- volvió a decir, buscando la
mirada de Rosalie.
-Eso es indiscutible, Bella; hay algunos imbéciles que no entienden que no es no- le dio totalmente la razón.
-Ahora
que lo pienso más fríamente, creo que fue una atracción adolescente; me
gustaba y todo eso... pero nunca sentí ese cosquilleo que sientes
cuándo tocas a la persona de la que de verdad te enamoras o...- Bella se
dio cuenta de que estaba hablando demasiado, así que trató de quitarle
importancia -o al menos eso dicen- se encogió de hombros. La sonrisa de
Rose hizo que arrugara el ceño.
-Eso significa que algo has
sentido, después de Mark- adivinó sabiamente su amiga -Bella, no es malo
que te sientas atraída por alguien- rió divertida -¿quién es, le
conozco?-.
-Ehhh... no, no- respondió de inmediato -sólo lo he oído, nada más- se volvió a excusar.
Rose
no se quedó muy conforme con esa explicación, pero no insistió más;
hacía muy poco que se conocían, y sabía que con el tiempo, Bella
acabaría soltándose. Cambiaron completamente de tema, y después de
terminarse el café, dieron un pequeño paseo de regreso a la consulta de
Rosalie. Allí le presentó a Jane, una chica joven que ejercía de
recepcionista, y a Doris, también joven y enfermera. Ambas la acogieron
con simpatía, incluso Jane sugirió que podrían quedar una tarde las
cuatro. Bella aceptó encantada, volviendo con una sonrisa al racho; por
fin parecía que tendría amigas de verdad, aparte de Karen.
0o0o0o0o0o0o0
Tres
días después, Bella se levantó un poco más temprano de lo habitual.
Cómo el resto de los habitantes del rancho aun dormían, decidió bajar en
pijama para poner el horno a calentar, y después subir y arreglarse.
Calzándose las zapatillas de casa, se deslizó con sigilo por el pasillo,
evitando hacer cualquier ruido... pero el sonido de una puerta
abriéndose hizo que parara en seco; se escudó en una de las esquinas del
hall superior, que daban a la escalinata, esbozando una sonrisilla
traviesa cuándo vio a Esme cerrar con cuidado la puerta de la habitación
de Carlisle, y dirigirse a la suya de puntillas.
-Vaya par-
murmuró divertida mientras entraba a la cocina y daba las luces. Una vez
puesto en marcha el horno, con el bizcocho dentro, aprovechó para poner
la cafetera, y así cuándo bajara ya estaría el café preparado.
Al
dar la vuelta para dirigirse arriba, se encontró con unos ojos verdes
clavados fijamente en ella; literalmente pegó un brinco, ya que no se
esperaba a nadie.
-Me has asustado- dijo ella con la respiración
entrecortada, poniéndose una mano a la altura de su corazón; recorrió a
Edward con la mirada, deleitándose de lo guapo que estaba con ese traje
negro y camisa blanca; todavía tenía el pelo húmedo de la ducha, y se
percató de que tenía el asa de una maleta agarrada.
-Perdona, no
quería asustarte- se disculpó él, esbozando una pequeña sonrisa -me voy a
San Antonio, el vuelo sale a las ocho en punto- le explicó. Bella
estaba un poco sorprendida... por primera vez, le dirigía una sonrisa...
y sin duda alguna, tenía una sonrisa torcida y sensual que quitaba el
aliento.
-Ahhh... es verdad; te vas a ese congreso de ganaderos-
recordó. Edward asintió con la cabeza, escaneándola disimuladamente con
la mirada... dios... esa camiseta de tirantes se pegaba a su cuerpo de
forma espectacular. No puedo evitar que sus ojos pararan en el escote de
Bella, que dejaba entrever el comienzo de unos pequeños pero bien
formados pechos. Tenía su largo cabello hecho una maraña, y sus ojos,
aun adormecidos, pugnaban por abrirse del todo... y sus mejillas,
arreboladas por la situación... definitivamente, era una delicia
contemplarla así. Sonrió para sus adentros, divertido por la timidez de
Bella.
-Bajaba a tomarme un café rápido- le explicó Edward -no esperaba encontrarme a nadie a estas horas-.
-Se
está haciendo- le indicó Bella, señalando la cafetera -en diez minutos
estará listo; si quieres algo de comer, puedo preparate algo...
¿Edward?- le llamó en un susurro. Éste agitó la cabeza, volviendo su
atención a la chica... por unos segundos, había fijado su vista en sus
labios... esa boca pequeña y rosada le atraía de tal manera, que por un
momento sintió el deseo de acortar la distancia que los separaba,
aprisionar su cuerpo entre sus brazos y probar esos labios que tal loco
le volvían...
-Ehhmmm... no tranquila, con el café es más que
suficiente; vete a vestirte si quieres- en verdad, no quería que Bella
se fuera, pero no encontró otra excusa para evitar hacer algo de lo que
después, seguro se arrepentía.
La joven asintió, esbozando una
sonrisa que no le llegó a los ojos; había albergado la esperanza de
poder hablar con él, de manera amistosa y amable, aunque sólo fuesen
unos pocos minutos.
-Qué tengas un buen viaje, y hasta la vuelta-
musitó, fingiendo una mueca amistosa. Edward notó un atisbo de tristeza
en su voz... y movido por un impulso involuntario, cuándo Bella pasó por
su lado, agarró con suavidad el brazo de la chica, instándola a parar.
El
corazón de Bella iba a salirse de su sitio... se quedó parada, de
espaldas a él, sin saber qué decir; Edward notó cómo la joven se
estremecía bajo su tacto... sus dedos se deleitaron unos segundos con la
suave y pálida piel de la chica... ¿eran imaginaciones suyas, o la
respiración de Bella estaba atorada en su garganta, al igual que la
suya?.
-Bella, yo... de veras siento todo lo que ocurrió en Acción
de Gracias- susurró en voz baja. Ella disfrutó de oír su nombre en sus
labios, con esa voz cálida y profunda. Sin encararle, asintió con un
pequeño gesto de cabeza.
-No pasa nada- le devolvió por repuesta;
sabía que a pesar de haberse disculpado, él no la quería allí, y que
tarde o temprano tendrían otro encontronazo... y lo que más le dolía a
ella... para él era una niña, una insignificante niña.
-Sé que no
tuviste la culpa de lo de James y Garret; pero después, cuándo
mencionaste a Jessica al día siguiente, reconozco que me pudo la rabia
y...- Bella le cortó, y despacio, se dio la vuelta. Su brazo aun sentía
el cosquilleo que le había producido la mano de Edward, y que éste
acababa de soltar.
-No debí mencionarla- admitió con culpa -sé que
lo pasaste muy mal por todo lo que ella te hizo- Bella estudió el
rostro de Edward, era una mezcla de pena y rabia contenida... ¿y si él
seguía enamorado de ella, muy en el fondo?.
-No importa- dijo él -hace mucho tiempo que lo superé-.
-Pues
no lo parece- comentó Bella casi en un murmullo inteligible -de todas
formas, si alguna vez necesitas hablar...- le ofreció con cautela, pero
la respuesta de Edward la dejó de nuevo fuera de combate.
-Lo
tendré en cuenta- Edward giró de nuevo su vista, esta vez al reloj que
colgaba de la pared -se hace tarde, voy a perder el avión-.
-Claro, perdona- se excusó la joven -hasta la vuelta- Edward observó cómo se alejaba, en dirección a las escaleras.
-Hasta la vuelta- susurró, viendo cómo su dulce tormento se perdía en el piso superior.
Dos
horas después de aquel encuentro, y después de que el resto de la
familia se hubiera ido al trabajo, Bella y Esme se enfrascaron en la
limpieza del piso inferior. La señora Harris no te había recuperado del
todo de su fuerte resfriado, me modo que no podía ir al rancho todavía.
Faltaban menos de dos semanas para que comenzaran las fiestas navideñas,
de modo que cuándo Esme le propuso montar el árbol, Bella afirmó con
una sonrisa de oreja a oreja. Su abuela detestaba esas tradiciones, y
nunca ponía ningún adorno. Con sumo cuidado, trasladaron desde el jardín
el pino natural que había adquirido Esme unos días antes, y después
bajaron las cajas de los adornos.
-Qué bonitas- admiró asombrada Bella, cogiendo una de las bolas; era de cristal, con adornos rojos y dorados.
-Son muy antiguas- le explicó Esme, buscando una rama libre para colgarla -pertenecieron a la abuela de Carlisle-.
Un
buen rato después, el abeto lucía adornado con miles de bolas y otros
adornos; Esme le cedió el "honor" a Bella de colocar el ángel en la
copa, lo que hizo la muchacha con una sonrisa.
-Perfecto- resolvió
satisfecha Esme, rodeando a Bella por los hombros -ahora poco a poco, a
llenarlo de regalos- sonrió divertida, al ver la cara de apuro de Bella
-en la familia es tradición hacer el amigo invisible, así todos tenemos
el mismo número de regalos- le explicó -y este año, tú también entrarás
en el sorteo-.
-No es necesario Esme, bastante habéis hecho ya y...-.
-De
eso nada, cuándo Edward vuelva, haremos el sorteo- replicó satisfecha
-el único que tendrá montones de regalos es Owen... si se decide a
nacer- rió divertida.
-Será la primera navidad de verdad que celebre en muchos años- dijo ella con un suspiro.
-Verás que bien lo pasamos- la animó Esme, con una sonrisa.
Por
primera vez en muchos años, Bella sintió alegría por la llegada de las
navidades; aunque su padre iba a verla y pasaban la Nochebuena y el día
de Navidad juntos, al tener a su abuela de mal humor todo el día no las
disfrutaban en absoluto; un año, incluso, se fueron a cenar ellos dos
solos a un restaurante, sólo por no soportar las muecas de aquella
mujer.
De nuevo se acordó de su padre con una mueca de pena... era
tan injusto... para que ella pudiera volver a sonreír y pertenecer a un
lugar, él hubiera tenido que marcharse.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Gracias Atal estuvieron geniales esperaba con ansias la actualizacion!!!
cariños Nejix
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Nejix- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
siiii es genial esta historiaaaaaaaaaaa!!! me encanta este edward es tan sexy!!!!!
Gracias atala por la actualizacion
Gracias atala por la actualizacion
Pandy_Cullen- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
esta muy padre la historia sigue asi y no tardes tanto en subir mas capis siiiiiiiiiiiiiiiii!!!!!!!!!!!!
isabel- Cantidad de envíos : 23
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Bueno amigas aquí les dejo algunos capítulos de esta historia de mi amiga Sarah-Crish Cullen, disfrutenla y dejen sus comentarios...
Capítulo 6: Bajo el muérdago
El frío llegó con un poco de retraso a Hunstville, pero cuándo hizo acto de presencia, lo hizo con todas las de la ley .Bella miraba asombrada cómo los copos de nieve cubrían los pastos del rancho Killarney a tan solo unos días de las celebraciones navideñas; jamás pensó ver nieve en el estado de Texas... y resulta que la zona sureste del estado texano tenía uno de los inviernos más crudos del país.
Edward regresaba a la noche, después de una larga semana en San Antonio. Bella estaba un poco nerviosa, pensando en el dichoso amigo invisible; ¿qué haría si le tocaba regalarle a Edward?; apenas conocía sus gustos, y seguro que comprara lo que comprara, no le gustaría, por el simple hecho de qué venía de ella. Esme ya estaba ideando hacer el sorteo, dado que hoy estarían todos los miembros de la familia a cenar, incluidos Emmet y Rosalie. ¿O qué pasaría si a Edward le tocaba ella en el sorteo?; aunque se habían despedido con cordialidad antes de que se fuera a ese congreso en San Antonio, Bella temía hacer o decir algo que pudiera volver a molestarlo.
Suspiró frustrada, tirando de la riendas para que Mistie girara en dirección al rancho. La mínima capa de nieve que había cubierto las tierras prácticamente se había derretido, de modo que Bella pudo disfrutar de un agradable paseo a caballo; le gustaba galopar, y sentir el aire frío golpeando su cara, y haciendo que sus mejillas se sonrojaran.
En poco menos de diez minutos llegó a los establos, y bajando con un pequeño saltito, tomó las bridas para conducir a Mistie a su sitio; allí se encontró con Jake, que la saludó contento.
-Bellie Bells- canturreó con una sonrisa -¿qué tal el paseo?-.
-Muy bien- le respondió la chica; Jake la observó detenidamente. En realidad, llevaba varios días haciéndolo, y ya la empezaba a conocer lo suficiente para saber que algo le rondaba por la cabeza.
-¿Estás triste?- le preguntó Jake sin rodeos. Bella ensanchó sus ojos, sorprendida por la pregunta.
-¿Por qué dices eso?- le interrogó, frunciendo levemente el ceño.
-Estás muy callada estos días- le explicó Jake -¿es por la llegada de las navidades?- siguió preguntando Jake, deduciendo que Bella estaría triste por no estar con su padre en unas fechas tan familiares.
-En parte- le explicó la joven, sonriendo con pena -pero tengo que acostumbrarme a su ausencia- Jake la rodeó por los hombros, intentando sonsacarle una pequeña sonrisa.
-Verás cómo lo pasamos muy bien todos- intentó animarla. Bella agradeció sus palabras con una sonrisa, y no pudo evitar preguntarle sobre la dichosa cuestión.
-Esme me ha contado que cada navidad hacéis lo del amigo invisible- dijo a modo de pregunta, pero intentando imprimir en su tono de voz un aire casual.
-Así es- empezó a explicarle Jake -es una tradición familiar de los Cullen- se encogió de hombros -pero lo más divertido para mi, es intentar averiguar quién ha regalado a quién- le explicó con una risa -además, este año tenemos un integrante más- le dijo mientras la miraba con una sonrrisilla malévola. Bella hizo un amago de sonrisa, no muy convencida con el sistema de regalos de la familia Cullen. Iba a preguntarle algo, cuándo Jasper se acercó corriendo hacia ellos,
-¿Qué ocurre?- preguntó Bella cuando el otro hermano paró enfrente de ellos, jadeando por la carrera.
-Rosalie está de parto, Emmet acaba de hablar con Esme- les informó.
-¿Ya?- preguntó incrédulo Jake -todavía faltan diez días para que salga de cuentas- murmuró con el ceño fruncido.
-El nacimiento de un niño no es una ciencia exacta- le recordó Bella, rodando los ojos -¿podemos ir?- se volvió hacia Jasper mientras le preguntaba; quería mucho a Rose, y le encantaban los niños.
-Para eso he venido a buscaros- les informó Jasper -papá y Esme salen ya para el hospital-.
-Pues no perdamos tiempo- expresó Jake; los tres se dirigieron hacia la casa, en dónde dos coches estaban ya preparados.
La media hora de trayecto desde el rancho Killarney hasta el hospital de Hunstville se hizo interminable, debido a que por la nevadas no podían acelerar mucho. Bella iba en el asiento trasero, en el coche que conducía Jasper; Jake iba de copiloto; por detrás, el coche en el que iban Carlisle y Esme les pisaba los talones. Por fin, aparcaron enfrente del pequeño hospital, y presurosos se dirigieron hasta la planta de maternidad, dónde encontraron a un muy histérico Emmet paseando de arriba a abajo, que nada más ver a su familia se acercó a ellos.
-¿Ya ha nacido?- interrogó Esme.
-Todavía no; el doctor la está revisando, a ver si ha conseguido dilatar algo más- les explicó.
-Nuestro sobrino se hace de rogar- refunfuñó Jake.
-¿Y Rose, cómo lo lleva?- interpeló Carlisle a su hijo.
-Desde que le pusieron la anestesia epidural bastante mejor- les explicó -por lo menos no tiene dolores- nada más decir la última palabra, un hombre con una bata blanca se acercó al pequeño grupo, indicándole a Emmet que había llegado el momento, y que por favor, lo acompañara. Éste voló hacia la habitación de su esposa, y el resto decidió irse a la sala de espera, después de desearle buena suerte.
Bella y Jasper fueron a por unos cafés y unos bollos, que todos agradecieron.
-¿Habéis avisado a Edward?- cayó de repente Jake, removiendo el contenido de su taza.
-Tiene el móvil apagado, ya habrá salido el vuelo- le explicó Esme -de todas formas, en una hora volveré a llamarle, no es un viaje largo- les explicó.
Todavía tuvieron que transcurrir cuarenta y cinco largos minutos; los cuales transcurrieron en medio de una divertida charla acerca del nuevo miembro que iba a ingresar en la familia. Justo en ese momento, la puerta de la sala se abrió, apareciendo Edward acompañado de un matrimonio de mediana edad. Después de saludarse todos, Carlisle le presentó a la pareja.
-Bella, ellos son Vincent y Patricia Hale, los padres de Rosalie- la joven les saludó con una pequeña sonrisa, estrechando sus manos. Patricia era una versión madura de Rosalie, con sus mismos ojos azules y su pelo rubio hasta los hombros.
-Es un placer conocerte, Bella; Rose nos ha hablado de ti- le dijo el hombre, con una mirada amable y una sonrisa simpática.
-El placer es mío- devolvió por respuesta. Esme y Patricia se sentaron en una esquina, mientras que Carlisle y Vincent se dirigían a la cafetería, acompañados por Jake y Jasper, iniciando una pequeña conversación. Bella se acercó a la ventana, observando que la noche ya había hecho acto de presencia. No sintió que alguien se acercaba a ella, hasta que el sujeto se paró a su lado.
-Hola; todavía no te había saludado- esa voz cálida y suave penetró en sus oídos, cual dulce caricia. Su vista se posó en Edward, que la miraba con simpatía. Cómo siempre, guapísimo con traje y camisa, y sin corbata, cómo era costumbre.
-Hola- devolvió con tono nervioso -¿cómo ha ido el congreso?- interrogó con su timidez y sonrojo característicos, cosa que a Edward le volvía loco.
-Un poco aburrido- le confesó con complicidad; ella sonrió tímida, agachando los ojos unos instantes -¿y cómo han ido las cosas por el rancho?- le preguntó, apoyándose en el cristal, con las manos en los bolsillos de sus pantalones.
Bella le empezó a relatar todo lo que había hecho, a menudo interrumpida por Edward, que le hacía preguntas en tono amigable. Se sentía extraño, pero a la vez era una sensación agradable, poder hablar con él así.
Edward la escuchaba ensimismado; interiormente, se recreaba y grababa en su memoria las graciosas muecas y expresiones que Bella utilizaba. El jersey de cuello alto que llevaba tapaba ese cuello de cisne que tan loco le volvía, y su cascada de rizos marrones enmarcaba ese rostro que tanto se le aparecía en sueños. Dios... si no fuera tan joven, se lamentaba una y otra vez.
Bella no podía evitar que su corazón de desbocara cada vez más; era increíble cómo el sonido de su voz, tan suave cómo un arrullo, la perturbaba. Inconscientemente, su vista se dirigía una y otra vez a hacia ese pelo cobrizo, hacia esa barbilla recta y pómulos exquisitamente delineados... hacia ese mar verde que eran sus ojos, que la invitaban a adentrarse en ellos de una manera enloquecedora.
Estaban tan enfrascados en la conversación, que sólo los gritos de júbilo y alegría de Jasper y Jake les consiguieron sacar de su trance. Cuándo giraron sus cabezas, vieron a los dos hermanos abalanzarse contra Emmet, ataviado con una bata verde y con un gorro del mismo color en la mano.
-¡Somos tíos!- aulló Jake, saltando cual niño pequeño y riendo feliz de la vida. Edward se acercó también a sus hermanos, uniéndose también al abrazo colectivo. El resto de los presentes les miraban con una gran sonrisa, parecían un equipo antes de salir al terreno de juego.
-Tranquilidad- pidió Emmet, una vez se liberó de sus hermanos.
-Dejadle que nos cuente- pidió Carlisle.
-Cuatro kilos de peso; cincuenta y un centímetros; diez dedos en las manos y otros diez en los pies- el resto reía divertido ante esto último -rubio cómo su madre y guapísimo- les explicó.
-Carlisle, amigo mío... ¡somos abuelos!- exclamó Vincent contento, mientras ambos se abrazaban y se palmeaban la espalda. Patricia y Esme, ésta última emocionada cómo si fuera la abuela paterna del niño, coparon de preguntas al feliz y estrenado papá.
Bella se sintió por feliz por Emmet y Rosalie, pero le daba la sensación de que era una intrusa en esa íntima celebración familiar. Cuándo iba a salir por la puerta, una mano morena y fuerte la tomó del brazo, haciendo que parara.
-¿A dónde te crees que vas?- la interrogó Emmet.
-Quería dejaros un momento de intimidad y...- Emmet la cortó, negando con la cabeza.
-¿No quieres ver a Owen?- le ofreció sonriendo -apuesto a que el pequeño se muere por conocer a su tía Bella- esas palabras hicieron que una sonrisa emocionada apareciera en la cara de la joven.
-No soy su tía- recalcó divertida.
-A todos los efectos lo eres- le recordó Emmet -aunque no lo seas técnicamente; eres como nuestra hermanita pequeña- Bella rió divertida, al igual que Carlisle, Esme y los padres de Rose.
-Gracias- agradeció al hermano, mientras que Esme la tomaba de los hombros, dirigiéndose a la habitación de Rosalie, seguidos por el resto.
-Y técnicamente, dentro de poco tiempo será su tía- murmuró divertido Jasper para si mismo... pero Jake escuchó el comentario. Agarró a Jasper del hombro, quedándose rezagados del grupo que caminaba por el pasillo del hospital.
-¿Cómo que dentro de poco?- interrogó a su hermano pequeño -¿me estás diciendo que te gusta Bella?- murmuró incrédulo. Jasper bufó resignado... ¿acaso era él el único que tenía ojos en el rancho?.
-Le tengo mucho cariño- admitió -pero no ese cariño- se apresuró a aclarar -no hablo de mi- esperó pacientemente a que su hermano mayor captara por dónde iban los tiros. Los ojos de Jake se agrandaron, relampagueando furiosos.
-¿Me estás contando que a Emmet le gusta Bella?; ¿y qué pasa con Rosalie?- siseó cabreado.
Jasper miraba a su hermano arqueando las cejas... ¿se podía ser mas tonto?.
-No, idiota- le sacó de la duda y se quedó callado, mientras que Jake procesaba la nueva información. Ahora los ojos negros de su hermano mostraban asombro... y una sonrisa pícara apareció en su cara.
-Vaya, vaya... con razón Edward está de lo más raro- dedujo por fin -pues yo creo que a Bella también le gusta... se sonroja demasiado y se pone muy nerviosa en su presencia-.
-Eso creo yo también- añadió Jasper, sonriendo divertido.
-¿Pero sabes que tu hermano no va a hacer nada al respecto, verdad?- siguió teorizando Jake -no lo va a admitir tan fácilmente... se llevan casi diez años- le recordó su hermano.
-Con eso ya contaba- respondió Jasper -pero...- se quedó callado, meditando lo que iba a decir.
-¿Pero qué?- le instó Jake.
-Sinceramente... creo que se está enamorando de ella... y sabes que el corazón no atiende a razones- meditó en voz alta -de modo que tendremos que actuar- resolvió satisfecho.
-Ésto se pone demasiado interesante- expresó Jake, cual niño pequeño, frotándose las manos -¿qué has pensado?-.
-Por el momento... hablaremos con Emmet a solas- le informó éste -y creo que habrá que vigilar eso del amigo invisible...- dejó la frase inconclusa, y la sonrisa de su hermano le indicó que sabía por dónde irían los tiros.
-Jazz, eres un genio- le palmeó el hombro Jake.
-¿Acaso lo dudas?- le devolvió por respuesta -pero ya hablaremos de eso más tarde; ahora vamos a conocer a nuestro sobrino- con la sonrisa cruzando sus caras, los hermanos se encaminaron hacia la habitación, dispuestos a conocer al nuevo miembro de la familia Cullen.
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Después de una intensa semana, la rutina volvió al rancho Killarney. Rosalie y el pequeño Owen ya estaban en su casa, y Bella y Esme pasaban allí largos ratos, ayudando a Rose. Los padres de Rosalie también iban con frecuencia, ya que se irían a Nueva York, a pasar las navidades con Peter, el hermano de Vincent; volverían para pasar el fin de año con ellos en Hunstville.
Por supuesto, en cuánto Rosalie estuvo en casa, y aprovechando una tarde en la que toda la familia estaba en casa de Emmet, Esme preparó los papelitos para hacer el sorteo... pero el lloriqueo de Owen hizo que dejara la tarea, levantándose para ayudar a Rosalie, que agotada, se había quedado medio adormilada en el sofá.
Con el mayor sigilo del mundo, Jasper se adentró en la cocina, y enseguida encontró los papeles con los nombres. Jake y Emmet, ya puesto al corriente de la situación y encantado de hacer de celestino, vigilaban que nadie se acercara.
-Date prisa- le advirtió Emmet -Esme volverá en cualquier momento-.
-Ya voy- masculló Jasper entre dientes; al encontrar los que ponían el nombre de su hermano y Bella, por detrás del papel hizo una pequeña marquita. Volvió a dejarlos en el bote, y salió disparado de la cocina, seguido de los dos hermanos.
-Bien, este es el plan- les recordó de nuevo -he marcado las papeletas con los nombres de Edward y Bella, y por si acaso, los he puesto al fondo del bote- instaremos a papá y a Esme para que cojan primero y...- la voz de Jake le interrumpió.
-Nosotros estamos advertidos de no coger esos- meditó ¿pero y si papá o Esme los cogen antes?- Emmet miró a Jasper, con una ceja alzada, apoyando la teoría de su hermano.
-Si eso ocurre, pensaremos un plan alternativo- resolvió -y ahora recordad, no debéis coged los que tienen la rayita pequeña por detrás, ¿estamos?-.
-Estamos- respondieron sus hermanos. Volvieron a acomodarse en el salón, dónde Bella tenía a Owen en brazos, meciéndolo con cariño, ante la atenta mirada de Carlisle y Esme.
Edward leía una revista, ajeno a todo. Cuándo el pequeño estuvo de nuevo en su cuna y Rosalie bajó, ya despierta, Esme fue a por el bote.
-Hora del sorteo- exclamó cual niña pequeña- le tendió el bote a Emmet, pero éste declinó el ofrecimiento.
-Primero el patriarca y después tú- le aclaró -para algo sois los mayores... no os ofendáis- pidió con una risilla, al ver sus caras de incredulidad.
-Gracias, hijo- replicó Carlisle con un poco de retintín. Ambos tomaron dos papelitos, y los hermanos sonrieron triunfantes al ver que no habían cogido los de Edward y Bella. Acto seguido, los hermanos se abalanzaron sobre el bote.
-Tranquilidad- les advirtió Esme -dejad que Edward y Bella se acerquen también- les reprendió. Rose tomó otro, y por fin los aludidos sacaron sus papeletas; los hermanos sonrieron para sus adentros... ambos tenían sus papeles con las marquitas; por el momento, el plan marchaba a las mil maravillas.
Jasper estudió las reacciones de ambos; para sus adentros, rezaba porque no hubieran cogido sus propios nombres; la cara de Edward no mostraba reacción alguna... pero el ver a Bella mordiéndose imperceptiblemente el labio inferior le hizo respirar aliviado. Intercambió una imperceptible mirada con Jake y Emmet, que también se habían percatado del asunto, y antes de que sirvieran la cena, los tres hermanos se escabulleron al estudio de Emmet, chocando las manos y haciendo gestos de victoria.
-Primera parte en marcha- exclamó Emmet entusiasmado.
-Veremos a ver cómo se las apañan- meditó Jake, rascándose la barbilla. Los hermanos esperaban que al tener que regalarse mutuamente, ambos intentarían averiguar, con cierto disimulo, los gustos del otro... y eso les obligaría a hablar.
Esa noche, ya de vuelta en el rancho, Bella daba vueltas y vueltas en su cama... ¿cómo podía tener tan mala suerte?; de todos los integrantes de la familia, le había tocado el que menos le entusiasmaba. Después de maldecir al menos treinta veces en voz baja, vino otra cuestión, ¿qué le compraba a Edward?; aunque ahora parecía que podían mantener una conversación más o menos civilizada, sentía verdadero pánico a la reacción de éste; aparte, otro tema eran los gustos de Edward... tendría que intentar averiguar algo al respecto.
A la mañana siguiente, mientras preparaba la mesa para el desayuno, seguía pensando en el dichoso amigo invisible; estaba tan distraída pensando en el tema, que no se dio cuenta de que alguien la observaba desde el marco de la puerta.
Edward miraba a su dulce tormento con el ceño fruncido; pero en el fondo, le hacía ilusión poder regalarle algo a Bella. Había pasado parte de la noche pensando... pero todavía no había dado con el regalo para ella.
-Buenos días- la saludó al fin; contuvo una risilla al ver cómo la chica, todavía de espaldas a él, pegaba un pequeño salto. Se giró con rapidez, llevándose una mano al corazón.
-Buenos días- respondió con esa voz tímida y dulce, tan peculiar de ella -me has asustado-.
-No era mi intención asustarte- se disculpó con esa sonrisa torcida que tanto le gustaba a Bella -¿necesitas ayuda?- se ofreció.
-Ya está todo, gracias- le dijo con amabilidad, señalando la mesa. Justo en ese momento, entró el resto de la familia, y la rutina del desayuno empezó cómo todos los días.
-Hoy no comeré en casa- anunció Carlisle, una vez terminaron el desayuno- comeré con Vincent y el señor Jenkins en el pueblo- les avisó.
-¿De que vais a tratar esta vez?- interrogó Edward, curioso.
-De los terrenos colindantes al lago- le respondió su padre -el señor Howard ha puesto un precio, y quiero consultarlo con Blake-.
-Llevamos años detrás de esos terrenos- le informó Edward a Bella, ante la cara de interrogante de la chica -están al lado de los pastos del sur... ¿quieres ir a verlos?- le ofreció. Bella saltó de gozo interiormente, pero contuvo sus ansias al responderle.
-Si no te importa llevarme- le dijo, un poco sonrojada y bajando la vista.
-No me importa- se encogió despreocupadamente de hombros, pero para sus adentros, no pudo reprimir una sonrisa de júbilo. La tendría para el sólo un rato... y podría hablar con ella.
-¿Venís con nosotros?- les preguntó la joven a Jasper y Jake. Éstos, que se habían percatado del ofrecimiento, declinaron la propuesta... el plan marchaba viento en popa,
Una vez se levantaron todos de la mesa, Bella se apresuró a recoger y a ponerse las botas de montar y un abrigo. Cuándo llegó a los establos, Edward ya había ensillado a Concord y a Mistie, y la esperaba con las riendas de ambos caballos en la mano. Una vez montaron, Edward la guió a un paso suave a través de los terrenos del rancho.
-¿Para qué queréis comprar ese terreno?- le preguntó, llena de curiosidad.
-Simplemente para unirlos a nuestros pastos y así hacerlos más grandes- le contó, mirando hacia el horizonte; el pequeño lago se abría en medio de unos árboles, ahora desnudos por el invierno.
-Es curioso- Edward se apoyó en la silla del caballo, echándose un poco hacia atrás -recuerdo haber venido muchas veces a este lago, de pequeño- le empezó a contar con una pequeña sonrisa.
-¿Con tus hermanos?- le preguntó la joven, girando las riendas y posicionando a Mistie más cerca del caballo de Edward.
-Sí- afirmó, recordando con una sonrisa -en esta pradera hemos jugado muchas veces a indios y vaqueros- le confesó con complicidad.
-Casi podría adivinar quienes eran los indios- dijo Bella con una risa -Jake y Emmet-.
-Adivinas bien- respondió Edward, negando con la cabeza y sonriendo divertido -Jasper y yo hacíamos de soldados de la confederación- Bella rió divertida, imaginando en su cabeza a los cuatro hermanos corriendo de un lado para otro. Había visto algunas de las fotos que estaban por la casa, de cuándo ellos eran pequeños.
-Ademas- prosiguió Edward -este era uno de los lugares favoritos de mi madre- Bella observó la reacción de Edward; su cara mostró un sentimiento de melancolía al mencionar a Meredith.
-Nunca te había oído nombrarla- le respondió ella, tímidamente.
-Yo no la conocí, y Jasper tenía apenas dos años- le explicó -Jake y Emmet se acuerdan más de ella-.
-¿Y no os han hablado de ella?- inquirió curiosa Bella.
-Algo sí- le dijo, con la vista fija en algún punto del paisaje -pero no me gusta hablar de ella- murmuró en voz baja. En un gesto de atrevimiento por su parte, Bella acercó a Mistie a Concord, y posó su mano en el brazo de Edward, haciendo que éste volviera su vista hacia ella. Ese roce mandó una descarga a todo su cuerpo, e hizo que en su estómago se formara un nudo imposible de soltar.
Su mirada, al principio, fue de total asombro y perplejidad... pero Bella creyó que se había enfadado, e hizo amago de retirar su agarre... pero la sorprendida ahora fue ella, ya que Edward capturó su mano con la suya... y no la soltó. Bella no alzó la vista de sus manos unidas, y Edward, dejando escapar un suspiro impreso de melancolía y tristeza, siguió hablando.
-En parte me siento culpable de su muerte- la joven levantó la vista, horrorizada ante esos pensamientos.
-No digas eso, Edward- le intentó reconfortar ella -tu familia no piensa eso, estoy segura de ello-.
-Ella sabía que el embarazo era muy arriesgado- siguió contándole en voz baja -y aun así, siguió adelante con ello... para que yo viniera a este mundo, ella pagó un precio muy alto- Bella sintió cómo apretaba dulcemente sus dedos; parecía que un ejército de pequeñas hormigas nacía de ella, ya que sentía un placentero cosquilleo por toda la mano y parte del brazo.
Bella no sabía qué decir; nunca lo había visto así, tan hundido y triste. Deseaba aplacar ese dolor fuera cómo fuese... pero no sabía qué hacer o decir.
-¿Sabes una cosa?- le preguntó de repente; Edward la encaró, mirando a través de esos ojos color café, esperando a que ella hablara -sé que no es lo mismo... pero si te sirve de consuelo, yo también tengo esa sensación- el silencio de Edward la instó a continuar -antes de venir aquí, no tenía nada... a excepción de mi padre- musitó con una triste sonrisa -y ahora tengo una familia- exclamó, mirándole con cariño -pero para que eso haya pasado... mi padre se ha tenido que ir- una furtiva lágrima escapó de sus ojos, y tuvo que apartar su mano de la de Edward para poder secársela.
-¿Le echas de menos, verdad?-.
-Mucho- admitió con una mueca de tristeza.
-Yo también hecho de menos a mi madre- confesó, suspirando ruidosamente -me hubiera gustado conocerla, y poder atesorar algunos recuerdos, cómo pueden hacerlo Jake y Emmet-.
-Puedes preguntarle a tus hermanos, o incluso, a tu padre- le ofreció Bella -seguro que estarán encantados de poder hablarte un poco de ella... y poder conocerla un poco más, aunque sea a través de ellos- Edward giró la cara, dedicándole una imperceptible sonrisa de agradecimiento.
-Nunca había hablado de ésto con nadie- confesó.
-¿Ni siquiera con...?- Bella no se atrevió a pronunciar su nombre, temerosa ante la reacción de Edward, pero gracias a dios, no se enfadó.
-Ni siquiera con ella- le sacó de la duda -ella nunca tenía tiempo para escuchar a nadie que no fuera ella misma- rezongó frustrado.
Bella decidió no hacer ningún comentario al respecto... pero una cosa tenía clara; esa chica no sabía lo que había dejado escapar. Aquella tarde Edward le había mostrado una faceta desconocida suya... y debajo de aquella coraza de hierro, se escondía un chico sensible, simpático y cariñoso.
Edward la miró de reojo mientras ella se acomodaba en la silla, poniéndose recta y tomando de nuevo las riendas. Sabía que al contarle ésto, había dejado una parte de sus personalidad al descubierto, la que siempre se escondía detrás de esa máscara de indiferencia... pero algo en su interior le impidió callar... y ella le había escuchado con tanto cariño...
-Bien- dijo éste, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos -todavía nos queda un rato de paseo- la joven afirmó con la cabeza, y reanudaron su marcha, hablando de otras cosas.
Dos horas después, dejaban a Mistie y Concord perfectamente ubicados en sus pesebres y comiendo pausadamente. Bella volvió a casa, ya que tenía que empezar a preparar la cena, y Edward fue reclamado por uno de los peones... pero la sonrisa no se borraba de la cara de la joven, cuándo él, antes de despedirse, le dio las gracias por haberle escuchado.
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Los días pasaron con rapidez, y Esme y Bella se sumieron en la preparación de las navidades. Cuándo Bella se quiso dar cuenta, ya era el día de Nochebuena, y desde primera hora de la mañana, con la ayuda de Esme y Rosalie, que se quedarían a dormir allí, se encerró en la cocina, preparando una de las cenas más importantes del año para la familia Cullen.Los chicos tenían mucho trabajo estos días, ya que la mayoría de los vaqueros habían regresado a sus casas para pasar tan señaladas fechas con la familia. Desde aquel paseo apenas pudo volver a hablar con Edward de la forma que habían hablado, pero siempre la saludaba con una pequeña sonrisa al entrar, o se despedía de ella guiñándola un ojo. Esos pequeños gestos hacían que el corazón de la joven saltase de alegría... sabía que nunca podría ser más que una especie de hermana pequeña, o una amiga... pero no podía evitar que ese chico calara cada vez más hondo dentro de su pecho.
-Bella, la salsa para el pavo ya está- la voz de Rosalie la sacó de su mundo; limpiándose las manos, probó un poco, asintiendo con la cabeza y ofreciéndole a Rose y Esme que la probaran.
-Deliciosa- alabó Esme.
-Ahora hay que taparla y dejarla reposar unas cuatro horas- les explicó -así quedará mejor- Rose se dispuso a ello, cuándo entraron los chicos y Carlisle en la cocina, para comer. Emmet portaba el cuco, dónde el pequeño Owen dormía plácidamente, ajeno a todos. Jake y Jasper no pudieron resistirse a husmear lo que habían preparado.
-¿Qué es ésto?- interrogó Jake, metiendo un dedo y saboreando una masa dulce, con sabor a chocolate- esta delici...¡ouch!- se quejó, cogiendo su dedo índice entre la mano derecha. El resto estalló en carcajadas ante la divertida imagen; Bella, armada con una cuchara de palo, le había dado un pequeño golpe.
-Ni se os ocurra- les amenazó a los cuatro hermanos, apuntándoles uno a uno con la cuchara -en cuánto comáis, os quiero fuera de la cocina, o no cenaremos esta noche- les advirtió.
-¿Y si queremos beber algo?- preguntó Emmet de forma inocente.
-Me lo pedís; pero os quiero a diez metros de la nevera y la comida- siguió amenazando Bella. Edward no pudo evitar esbozar una sonrisa, al ver a Bella, con su peculiar arma y regañándolos.
-Jooo... me has hecho daño- Jake puso un lamentable puchero -papá...- Carlsile lo cortó, negando con la cabeza.
-Estoy con Bella- dijo, ante la la fingida indignación de sus hijos mayores -sino no cenaremos- rodó los ojos con resignación.
Después de una divertida comida, los chicos se relajaron un rato en casa, y por fin, a eso de las siete y media, después de dejar casi todo preparado, Bella pudo subir a cambiarse. Se decidió por unos pantalones negros de vestir, un poco anchos, con una blusa de raso color lavanda. Después de maqillarse muy sutilmente y dejar sus rizos sueltos, se enfundó sus inseparables bailarinas negras y bajó al salón, dispuesta a encontrarse con el resto de la familia. Ayer por la noche con el mayor sigilo del mundo y la casa entera durmiendo, dejó sus regalos al pie del árbol. Para Owen había comprado un gracioso trajecito; un gracioso peto vaquero, con una minúscula camisa de cuadros, para que fuera a juego con su padre y sus tíos.
Para el regalo de Edward le había costado tiempo decidirse... tenía serias dudas de que aquello fuera a gustarle; pero no había encontrado otra alternativa, de modo que se arriesgó. Cuándo dejó sus regalos, no pudo evitar buscar el suyo... era una pequeña caja cuadrada, envuelta en papel dorado y un lazo rojo en un extremo; desde que lo vio, se preguntaba que contendría.
Se reunió con la familia en el salón. Los chicos se habían quitado sus vaqueros y sus botas, y hora iban enfundados en pantalones de vestir y camisas, sin chaqueta y sin corbatas. No pudo evitar posar su vista en Edward, vestido con un pantalón negro y la camisa, negra también, arremangada a la altura de los codos.
Edward la siguió disimuladamente con la mirada mientras se acercaba a Rosalie, que tenía a Owen en brazos. Su pelo estaba suelto, y al pasar por su lado, el aroma a fresas que desprendía le nubló los sentidos. Mientras se recreaba en esa bella visión, no se percató de que Jake le miraba de reojo, que para sus adentros sonreía satisfecho.
La cena se desarrolló en un ambiente agradable y hogareño; Bella, sentada entre Esme y Rosalie, participaba de forma desenfadada en la conversación, girando de vez en cuándo su vista hacia el otro extremo, dónde los ojos verdes de Edward la miraban con complicidad. Un par de veces sus ojos se encontraron, y mordiéndose el labio inferior y sonrojándose ligeramente, apartó la mirada.
Apenas sirvió el café y la tarta de chocolate, cuándo un muy exaltado Jake anunció que era la hora de abrir los regalos. Bella no pudo evitar la carcajada cuándo vio al mayor de los hermoso acomodándose en el suelo, al lado de los regalos, proclamándose un improvisado repartidor. Había muchos regalos para Owen , de modo que Rosalie y Emmet se pasaron casi media hora abriendo los regalos para su pequeño. Había ropa, juguetes... incluso un precioso caballito balancín, regalo del orgulloso abuelo Carlisle.
-Pero si apenas tiene un mes- rezongó Emmet.
-Enseguida pasará el tiempo y podrá jugar con él- protestó divertido el abuelo, cogiendo a su nieto en brazos -y dentro de un par de años, vendrá el de verdad- replicó satisfecho, hablándole al pequeño y acomodándolo en el pecho. Rosalie y Emmet suspiraron resignados... pero no podían evitar que malcriaran al primer nieto de la familia.
-Bien, ahora empieza el espectáculo- Jake se frotó las manos, cogiendo un paquete pequeño -papá- le tendió el paquete al Carlisle, y al abrirlo, descubrió unos gemelos de plata, muy modernos.
-Vaya, me encantan- dijo admirándolos -a quién haya sido, muchas gracias- Esme le guiñó imperceptiblemente un ojo, dejando constancia quién se los había comprado. El reparto siguió, y la familia fue abriendo los regalos; un perfume para Esme, un bolso de piel para Rose, varias recopilaciones de jazz para Jasper, que le encantaba ese estilo musical, un cinturón de piel para Jake... y un vale para una tele de plasma de última generación, para Emmet, que lo recibió con desorbitada alegría.
-¿Por qué te dejan el vale, y no la tele de plasma?- interrogó Jake, alzando una ceja.
-Porque era muy pesada, de modo que está en mi garaje- explicó tan pancho. Los ojos de Rosalie se salían de sus órbitas, mientras que el resto de la familia volvían sus caras, intentando sofocar la risa.
-¿Qué?- cogí mi propio nombre, de modo que me he auto regalado, cómo mandan las reglas- se encogió de hombros.
-¿Y cuánto nos ha costado tu auto regalo, cariño?- siseó Rosalie, con un cabreo impresionante.
-Bah, me hicieron un buen precio- le quitó importancia, con un gesto de su mano -de cuatro mil a tres mil quinientos dólares- replicó satisfecho. Jasper, rojo de la risa, no pudo evitar el ataque de risa que le sobrevino, y que el resto coreó. Jake se revolcaba por el suelo.
-Emmet, me parece que esta noche duermes en el sofá- consiguió decir Edward, quitándose una lágrima que caía de su ojo.
-¿Por qué voy a dormir en el sofá?- se giró hacia su esposa, con los brazos en jarras y mirándole con una de sus perfectas cejas arqueadas.
-Creo que sí, me toca sofá- murmuró en voz baja, rascándose la nuca y mirando hacia otro lado. Una vez que la familia se calmó, Jake siguió con el reparto de regalos. Había dejado a Edward y Bella para el final aposta, para poder estudiar sus reacciones.
Edward abrió el suyo, y su mirada se ilunimó al descubrir un enorme libro con fotografías antiguas, todas ellas de Irlanda y sus ciudades, pueblos y parajes.
-Who, qué sorpresa- musitó con una sonrisa -llevaba mucho tiempo buscando este libro-. Bella sonrió y suspiró aliviada para sus adentros; esa tarde, aparte de hablar de sus respectivas familias, Edward le había contado a Bella la curiosidad y las inmensas ganas que tenía de conocer la tierra de sus antepasados. Jake y Jasper se miraron con disimulo... Bella había acertado de lleno.
-¿No abres el tuyo?- le interrogó Esme a la joven. Los dedos de Bella rasgaron suavemente el papel, y su respiración se quedó atorada en la garganta al descubrir una caja de terciopelo negro, de joyería. Sus dedos se trabaron, hasta que pudo abrir la caja; en ella, reposaba un precioso colgante de plata, con una fina cadena del mismo material. El colgante representaba una estrella, con las puntas de plata y un reluciente y pequeño brillante en medio de éste. La joven se llevó las manos a la boca, admirando el que sin duda, era el regalo más bonito que había recibido en su vida.
-Waw... vaya vaya- admiró Carlisle, poniéndose a su lado, al igual que Esme y Rose, que lo tomó delicadamente entre sus manos. Los hermanos estaban estupefactos... jamás se les habría podido ocurrir, ni por todo el oro del mundo, que Edward le regalaría una joya a Bella. Sólo había hecho ese tipo de regalos a una persona... a Jessica.
Edward escrutó el rostro de la joven y pudo ver un atisbo de emoción en sus ojos. Días después de ese paseo a caballo, una noche después de cenar, se encontró con Bella en el jardín trasero de la casa, sentada en un banco y mirando el cielo estrellado; ella le confesó que de pequeña le encantaba poder sentarse a la luz de la luna, y ver las diminutas y relucientes estrellas que coronaban el cielo... así fue cómo supo qué regalarle.
-¿Quién habrá sido?- canturreó Jake, con fingida inocencia. Bella posó su vista en Carlisle y después en Esme, que negaron con una sonrisa. Fue recorriendo a cada miembro con la mirada, hasta que sus ojos se detuvieron en Edward... entonces recordó aquella noche en el jardín trasero. Los labios de Bella se abrieron, formando una pequeña o... no podía creerlo, se lo había regalado Edward.
-¿Te gusta?- le sondeó, sonriéndola.
-Es precioso... no sé qué decir- murmuró, todavía incrédula -muc... muchas gracias- tartamudeó, sonrojándose cómo una amapola.
-Me alegra que te guste; y muchas gracias por el libro- le guiñó un ojo, sonriéndola más abiertamente.
Jake y Jasper, que habían puesto especial atención a la escena, no podían creer lo que sus ojos veían. Se disculparon y salieron rumbo a la cocina, con la excusa de servirse otro café. Allí estaba Emmet, atacando de nuevo al pastel; entornando un poco la puerta, los tres se pusieron a cuchichear.
-Wau... nunca pensé que mis ojos verían lo que han visto esta noche- murmuró Jake, frotándose la barbilla.
-Le gusta Bella, no hay duda alguna- corroboró Emmet, sentándose con el plato y el tenedor en la mano.
-El plan no puede ir mejor- replicó Jasper, satisfecho cómo nunca.
-No te emociones Jazz- le advirtió Jake -puede que simplemente la vea cómo nosotros la vemos-.
-Jake, ¿tú estabas en la misma sala que nosotros?- replicó Emmet, con sorna. Jake rodó los ojos, ignorando a su hermano pequeño.
-Jake tiene razón, Emmet... por fin han conseguido llevarse bien; pero que admita que hay algo más...- meditó Jasper en voz alta.
-Veremos a ver cómo avanzan los acontecimientos por unos días- sentenció Jake -si ésto no avanza nada, podemos poner en marcha la segunda fase de tu plan...- dejó la frase inconclusa, y los hermanos chocaron las manos. Al salir los tres, de nuevo rumbo al salón, se fijaron que Edward y Bella estaban en el marco de la puerta, debajo del muérdago que Esme se empeñaba en colocar en cada rincón de la casa.
-Bendito muérdago- susurró Emmet a sus hermanos, al entrar en el salón -a ver cómo reaccionan...-. Jake y Jasper lo miraron con un interrogante mientras se acomodaban de nuevo en el salón. Carraspeando ligeramente, llamó la atención de los presentes.
-Chicos... ¿sabéis que estáis debajo del muérdago?- interrogó Emmet a Edward y Bella, que admiraban los regalos que habían recibido hace unos momentos. Jake le instó a que callara, ante el sonrojo de la muchacha y la ceja arqueada de Edward... peo era parte del plan, y debían ver la reacción de su hermano pequeño.
-¿Y?- interpeló éste, mirando a su hermano.
-Pues... eso; estáis debajo del muérdago... no sé si recordáis la tradición...-.
-Emmet- le reprochó Carlisle; lo único que faltaba era que Edward se enfadara y le diera uno de sus arrebatos de furia.
-¿Qué?- se encogió inocentemente de hombros, sin inmutarse lo más mínimo. Jasper observaba atento la reacción de su hermano... si sus sospechas se confirmaban y Edward lo hacía, pondría en marcha su otra parte del plan.
Bella sentía que su corazón iba a estallar de un momento a otro, imaginando esos labios suaves y finos envolviendo los suyos... pero sólo se quedaría en eso, en una imagen en su cabeza... Edward nunca la besaría. Sentía su penetrante mirada verde clavada en su rostro, escrutándola; apenas pudo levantar la cabeza... pero tuvo que alzarla, impresionada y helada por las palabras que escuchó salir de los labios de su amor secreto.
-Bueno... es una tradición... ¿por qué no?- las palabras brotaron con tanta naturalidad de la boca de Edward, Sabía que en cuánto su boca rozara a Bella, sería su perdición... pero no podía contenerse... no podía... llevaba casi dos meses viajando fuera del rancho, intentando no caer en el embrujo que esa chica le había lanzado... pero no podía. Bella cerró los ojos, sintiendo el suave y cálido aliento de Edward cada vez mas cerca de su cara, nublándole los sentidos... su corazón se colapsaba por momentos... cada vez estaban mas cerca el uno del otro...
Bella cerró los ojos, sintiendo cómo unos suaves y cálidos labios, se posaban dulcemente en su mejilla... pero muy, muy cerca de la comisura de sus labios... su piel ardía... toda ella se derretía bajo ese sutil y placentero contacto. Edward se maravilló con la tersura de su pálida piel, y cerrando también sus ojos, disfrutó de ese ínfimo pero anhelado contacto... sabía que sería su perdición... y efectivamente, lo había sido.
Cuándo Edward retiró sus labios, la familia, feliz y alucinada por el cambio para bien de Edward, estalló en aplausos y vítores. El joven estudió la reacción de Bella, que apenas podía levantar la vista del suelo, roja cómo un tomate. Bella necesitaba salir de esa sala, antes de que su corazón se parara, debido a la sorpresa.
-Voy un momento a la cocina- sus pasos apresurados no la llevaron a la cocina, sino al jardín, ante la atenta mirada de Edward y del resto de la familia. Todavía con la respiración agitada, llevó sus dedos hacia la zona que los labios de Edward habían presionado... pero no pudo evitar que una pequeña lágrima cruzase su rostro.
-Ojalá no fuera una tradición- susurró con pena.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 7: Ojalá fuera cierto
Edward se removía inquieto en la cama; los últimos acontecimientos de la noche le impedían conciliar el sueño... no sabía qué misteriosa fuerza le había impulsado para acceder a esa tradición.
Pero no se arrepentía en absoluto; en cuánto sus labios hicieron contacto con la nívea y delicada piel de Bella, un electrizante y a la vez maravilloso hormigueo se adueñó de cada célula de su cuerpo; sintió que su corazón, por primera vez en muchos años, palpitaba de nuevo, rebosante de vida... y todo por aquella chica, que se había ido adueñando, poco a poco, del cariño de todos los habitantes del rancho... y de él.
Su dulce tormento... eran tan frágil, tan delicada, tan joven... su conciencia le gritaba a voz en grito, atormentándolo sin descanso; se llevaban diez años, era prácticamente una niña que, por desgraciadas circunstancias de la vida, había crecido de repente, topándose de bruces con la cruda realidad... pero su corazón clamaba sin descanso por obtener su cariño, por obtenerla a ella entera.
Suspirando con paciencia, de nuevo se revolvió inquieto en la cama; siempre le oía decir a Esme que el corazón no atiende a razones, y ahora lo comprobaba en primera persona... pero la súbita huida de Bella le cayó cómo un jarro de agua fría; se quedó petrificado al verla salir despavorida, pero la familia no le dio más importancia a la cosa. Rodó los ojos ante los aplausos y vítores de sus hermanos, que le felicitaron, sin pudor alguno, por haberse acercado a alguien del sexo opuesto por su propia voluntad. Quiso correr detrás de ella, preguntarle si su atrevimiento la había molestado; cierto es que en las últimas semanas se habían acercado bastante, ya fuera hablando o haciendo cualquier otra cosa; sabía que su presencia no le era indiferente a Bella. Ella se comportaba con sus hermanos de otra manera, y aunque ella misma se encargara de disimularlo, ese sonrojo tan adorable en sus mejillas, o su repentino nerviosismo y tartamudez que se adueñaban de ella la delataban a todas luces.
Pero después de lo ocurrido hace unas horas, la ínfima esperanza que se había encendido en el interior de Edward se desvanecía por momentos.
Poco a poco, se fue quedando dormido, decidiendo antes de caer en la inconsciencia, que mañana le pediría disculpas si el beso la había molestado.
A la mañana siguiente, una ojerosa Bella encendió las luces de la cocina, dispuesta a preparar el desayuno de navidad sin muchos ánimos. La noche en vela le había pasado factura, y su cuerpo agradeció el café caliente y cargado que se preparó lo primero de todo.
Una tradición... la había besado simplemente por cumplir una tradición... por lo menos, había podido sentir por una vez esa descarga que sufrió su corazón nada más sus labios la rozaron; que sensación tan maravillosa...
El pequeño corazón de la joven se estrujó por la pena... amaba a Edward, ya no tenía duda alguna de ello... no sabía desde cuándo, puede que desde que entrara por primera vez en esa casa, desde que sus ojos lo vieron allí parado junto a sus hermanos... o puede que desde aquel paseo a caballo, dónde él destapó sus sentimientos, dónde el sostuvo su mano tanto rato mientras le hablaba de su madre.
Gimió con frustración, con rabia, con pena... ¿por qué tenía que enamorarse de él?; en comparación con él era una niña; Edward nunca pondría sus ojos en ella, ni la vería cómo algo más que una especie de hermanita pequeña, al igual que el resto de los hermanos Cullen... o puede que ni eso. Que alguien tan cerrado cómo Edward le hubiera abierto su corazón una vez no significaba que fuera a ser así siempre.
Así que después de estar toda la noche dándole vueltas a la cabeza, decidió que enterraría ese sentimiento en el fondo de su corazón, y no permitiría que saliera; dolía, y mucho, pero se conformaría con amarlo en silencio, y en cierta medida, cuidar en la distancia de él, escuchándole y animándole cómo ya lo había hecho.
-Buenos días Bella- la alegre voz de Esme hizo que la muchacha agitara la cabeza, saliendo de sus cavilaciones; esbozando una pequeña sonrisa, le devolvió el saludo.
-Buenos días Esme, feliz navidad-.
-Feliz navidad para ti también, Bella; ¿lo pasaste bien anoche, en la cena?- le interrogó mientras se servía otra taza de café.
-Muy bien- reconoció Bella, recordando lo divertida que estuvo la cena, animada por las ocurrencias de los hermanos -si te soy sincera, es la primera cena de nochebuena que he celebrado en muchos años-.
-Me alegra oír eso, hija- le respondió, devolviéndole la sonrisa -por cierto, el colgante es precioso- Bella elevó su mano, acariciando la estrella con sus dedos. Por lo menos, tendría siempre con ella un pedacito de Edward.
-Es muy bonito- alabó ella también.
-Me sorprendió de Edward, no lo puedo negar- meditó la mujer en voz alta -pero creo sin ninguna duda que es cómo una ofrenda de paz- Bella escuchaba atenta sus palabras -además, se os ve mucho mejor; por lo menos podéis llevar a cabo una conversación-.
-Eso es cierto- susurró Bella, bajando la mirada hacia su taza -bueno... voy a empezar con el desayuno-.
La sabia atención de Esme no pasó por alto el tono melancólico que, inconscientemente, había adquirido la voz de Bella. Hace unos días, los pilló hablando animadamente en el jardín, y lo que vieron sus ojos no ofrecía lugar a dudas. Y ayer, esa estrella de plata le confirmó que lo que vio esa tarde era cierto... solamente esperaba que tarde o temprano Edward cediera a su corazón y que por fin, fuera feliz.
En una animada charla, ambas prepararon el desayuno, y el resto de la familia bajó media hora después. El desayuno fue realmente incómodo, ya se sentía esa penetrante mirada verde fijamente en ella, observando cada uno de sus gestos.
Hoy no se trabajaba en el rancho, de modo que una vez terminaron, Bella se quedó recogiendo la cocina, mientras que el resto de la familia disfrutaba de su día libre. Emmet y Rosalie salieron a pasear con el pequeño Owen aprovechando que no hacía mucho frío; Carlisle y Esme se unieron a la pequeña familia, y Jake y Jasper se perdieron cada uno en sus aficiones.
No sintió los pasos que se acercaban a ella, y el suave toque en su hombro hizo que pegara un respingo, llevándose la mano al corazón y girando abruptamente.
-Lo siento, no quería asustarte- se disculpó Edward, con tono amigable.
-No pasa nada- le quitó importancia Bella; se quedó absorta mirándole, y los sucesos de la noche anterior golpearon su memoria, haciendo que esa ola de pena y desamor se instalaran en su cuerpo.
-¿Quieres dar un paseo conmigo?- le propuso, esbozando esa sonrisa tan bonita.
-Lo siento, tengo cosas que hacer por aquí todavía- se excusó Bella; nada le hubiese gustado más, pero no quería estar a solas con él, se ponía muy nerviosa... demasiado. Edward contuvo la mueca de desilusión, pero esbozó una pequeña sonrisa, que no le llegó a los ojos.
-No importa- tranquilizó a la joven -verás, Bella... yo quería pedirte disculpas por lo de ayer- le explicó con cautela.
-No pasa nada- se encogió indiferentemente de hombros -es una tradición... no hay por qué darle más vueltas al asunto- Edward escuchaba esas palabras, que se clavaban cómo flechas en su corazón... de nuevo se le rompía a pedazos.
-Claro- soltó con un sonoro suspiro -te veo en la comida- salió de la cocina cómo el alma que llevaba el diablo; necesitaba salir de aquella casa. Sin decir una sola palabra, enfiló hacia los establos, ensillando a Concord y saliendo al galope sin rumbo.
A través de la ventana de la cocina, Bella lo vio salir a toda velocidad, espoleando furiosamente a su caballo... no pudo verle la cara, y si lo hubiera hecho, se hubiera dado cuenta del rictus que imperaba en el rostro de Edward.
Cabalgó durante toda la mañana, sin rumbo fijo, hasta que paró enfrente del pequeño lago en el que ambos habían estado hace unos días; sus sospechas se confirmaban después de esa breve pero concisa conversación... ella no quería nada con él, aunque no le fuera indiferente. Su corazón volvió a sufrir un fuerte revés, y era igual o incluso, más intenso de lo que había sentido cuándo rompió su compromiso con Jessica.
Verla a partir de ahora sería una completa tortura; cada vez que la tenía delante, su cuerpo se consumía por el deseo... su mente volvió a recrear el delicado cuerpo e la joven, su piel de porcelana, sus estrechas caderas, la curvatura de sus pequeños pero bien formados pechos... notó que cierta parte de su anatomía despertaba, después de mucho tiempo dormida... dios... si sólo imaginarla era así... ¿cómo sería tocarla de verdad... y hacerle el amor hasta que ambos se consumieran?
Pero a los pocos segundos desechó ese pensamiento de su cabeza... no quería terminar de nuevo con el corazón hecho añicos... aunque ya lo tuviera.
Las fiestas navideñas siguieron su curso, y pasaron sin sobresalto alguno. En la celebración de nochevieja y año nuevo, Emmet y Rosalie no estuvieron presentes, ya que la pasaron con la familia de ella. De modo que cenaron únicamente Jake, Jasper, Edward, Carlisle y Esme, junto con Bella.
Desde el día de navidad, Bella y Edward apenas cruzaron palabra alguna, aunque cuándo se dirigían el uno al otro lo hacían con educación; por lo menos, las peleas quedaron en el olvido. Edward apenas podía cruzar más de dos palabras con ella a solas, ya que en cuánto la chica sentía su presencia, salia huyendo con cualquier excusa. Carlisle y Esme no notaron nada extraño, ya que esos días había mucho trabajo en el rancho, pero si los hermanos.
-¿No has notado raro a Edward desde navidad?- le interrogó Jasper a Jake, medio escondidos en el establo de los caballos.
-Pues ahora que lo dices... un poco- le dio la razón su hermano, apoyándose en una columna y cruzando los brazos -apenas se miran-.
-Cierto- aprobó Jasper -es cómo si se estuvieran escondiendo el uno del otro-.
-Siento decírtelo... pero nuestro plan de amañar el amigo invisible para acercarlos no está resultando- le recordó Jake, arqueando una ceja.
-Gracias por tu apreciación, Sherlock- rodó los ojos con fastidio -pero yo sigo en mis trece... estos dos suspiran en uno por el otro-.
-Ahí te doy la razón; el otro día pillé a Edward mirando a Bella mientras ponía la mesa con Esme- sonrió burlón -se le caía la baba-.
-¿Por que demonios no le confiesa lo que siente?- bufó Jasper, pegando con la punta de su bota en el suelo -Bella también le quiere, se le nota demasiado-.
-¿Te has parado a pensar que Bella no capta todas esas señales?- le aclaró Jake -es demasiado inocente... en parte estoy con Edward, es una niña- meditó en voz alta.
-Es mayor de edad- le recordó de vuelta su hermano -y puede que tengas razón, y que Bella no sepa captar esas señales, ni la del regalo... apenas ha salido con chicos, a excepción de ese medio novio que tuvo en el instituto-.
-¿Y eso nos lleva a...?- Jake hizo un gesto con la mano, instando a su hermano a continuar.
-Nos lleva a seguir con la segunda fase del plan- resolvió Jasper satisfecho.
-Te escucho-.
-Pasado mañana me voy con Edward a Montana durante dos semanas, a ese comité agrario- le empezó a explicar -y pienso sacarle el tema- Jake meditó antes de hablar.
-De poco te va servir; te lo va a negar y lo sabes... parece que no conoces a Edward- masculló entre dientes.
-Jake... ¿nunca has oído ese dicho... de que los niños y los borrachos siempre dicen las verdades?- le contestó Jasper a la vez que una amplia sonrisa malévola cruzaba su rostro. La carcajada del hermano mayor no se hizo esperar.
¿Vas a emborracharlo para que confiese?; pero si Edward apenas bebe- le recordó.
-Eso dejámelo a mi- replicó éste de vuelta.
-Vale doctor amor- se burló Jake de su hermano -y una vez que lo confiese... ¿qué diablos piensas hacer?; ¿raptarlos a ambos y encerrarlos en una habitación hasta que se declaren sus sentimientos?-.
-No, idiota... piensa un poco... si de algo peca tu hermano es de...- dejó la frase inconclusa, esperando a que Jake la completara.
-¿A qué te refieres?- preguntó confuso. Jasper rodó los ojos.
-Jake... ¿recuerdas que te conté cómo una vez que estabais tú y Bella hablando en los establos, te miraba cómo si quisiera fulminarte?- la mente de Jake seguía en blanco, de modo que Jasper siguió hablando.
-Celos- aquella simple palabra resultó iluminar la mente de Jake, que esbozó una sonrisa lobuna.
-De modo que tu plan es ponerle celoso hasta que confiese- resolvió éste.
-Sip- afirmó, pagado de si mismo -recuerda que Edward es celoso con lo que más quiere... cuándo el y Jessica eran novios, la protegía por encima de todo-.
-De modo que le vas a poner celoso y...- las palabras de Jake fueron interrumpidas por la voz de Emmet, que justo entonces se dejaba ver.
-Le vamos a poner a prueba... todos-.
-¿Lo sabías?-.
-Jazz me lo contó el otro día- le aclaró, secándose el sudor de la frente con la palma de la mano -en cuánto Edward vea que nos acercamos demasiado a Bella...-.
-Inocentemente- acotó Jasper, mirando a Jake -nadie va a seducir a nadie-.
-Eso lo daba por sentado- le recriminó Jake -me parece que nos vamos a divertir... contad conmigo- respondió satisfecho. Los tres hermanos chocaron sus manos, y Jazz sonrió para sus adentros... si dentro de unos meses no eran los tres testigos de la boda de Edward y Bella, dejaría que la encantadora señorita Brandon instalara un escenario en el establo para las reses, con una orquesta en directo.
Unos días después, Edward y Jasper se encontraban en Montana, dónde los congresos y seminarios ganaderos coparon la mayor parte de su atención. Después de cenar, Jasper sugirió a Edward acercarse al bar del hotel, a tomar una copa... a pesar de sus renuencias, finalmente aceptó, dejándole claro a Jasper que una copa y se subía a la habitación.
Después de que las bebidas estuvieran en la mesa, ambos se enfrascaron en un debate acerca de ampliar o no el establo para las reses preñadas. Sin darse cuenta, los minutos fueron pasando... y Edward, que se relajó considerablemente, no se dio cuenta de que su hermano iba pidiendo más copas según se las iban bebiendo. La conversación se vio interrumpida cuándo unas risas femeninas resonaron en el solitario bar del hotel. Dos chicas reían alegres mientras compartían confidencias. Edward giró la vista, observándolas. Una de ellas tenía el pelo color castaño, y le caía hasta media espalda... cómo su Bella.
-¿No están mal, verdad?- Edward giró de nuevo la vista hacia su hermano, que tenía una sonrisa cómplice en la cara.
-No- se encogió de hombros. Jasper notó el tono de voz de su hermano, afectado por el alcohol.
-Edward- le llamó con cautela -¿no crees que estás muy solo?-.
-Así estoy... hip... estoy muy bien, hermanito- arrastró las palabras.
-Son guapas- volvió a señalar a las chicas, pero éste apenas las miró -vamos Edward- le palmeó el hombro -no puedo creer que en todos estos años no te hayas fijado en ninguna- le intentó sonsacar.
-¿Y tú?- le recriminó Edward de vuelta -que yo sepa, tú tampoco tienes ninguna novia a la vista-.
-Tampoco he encontrado ninguna que me interese de verdad- musitó entre dientes, pero la imagen de la señorita Brandon apareció de repente en su cabeza.
-Pues estás mejor as... así- le consoló Edward, agarrando de nuevo el vaso -si te fijas en una que luego no te hac... hace caso es mucho peor- Jasper aplaudió para sus adentros, observando cómo su hermano bebía la copa de whisky casi de un trago.
-¿Por qué dices eso?- interrogó, muy interesado por el giro que tomaba la conversación.
-Por nada- Edward se puso de pie, y tuvo que agarrarse ala mesa, ya que se tambaleó ligeramente -he bebido demasiado, me voy a dormir-.
-Mierda- siseó Jasper, levantándose y dejando unos billetes en la mesa -Edward, espera- alcanzó a su hermano casi a la altura de los ascensores. Al intentar entrar en el interior, Edward por poco arrolla a una pareja que salía de éste, así que pasó un brazo por la cintura de su hermano.
-¿Sabes una cosa, pequeño Jazz?- le preguntó Edward, sonriendo y pasando su brazo por los hombros de su hermano, apoyándose -de hecho... yo sí que me he fijado en una... pero no me hace ni el más mínimo caso- Jazz suspiró resignado... su hermano estaba cómo una cuba, y conociendo los efectos que tenía el alcohol en él, mañana no se podría ni levantar de la cama... pero por otra parte, estaba a punto de confesar.
-No me puedo creer que alguien se resista a Edward Cullen- se burló inocentemente -¿la conozco?- preguntó cómo si tal cosa.
-Ah ah...- le señaló Edward con su dedo índice -es un secreto- soltó con una risita.
Jasper bufó cabreado mientas conducía a Edward a la habitación doble que ambos compartían. Normalmente pedían una para cada uno, pero esa vez no pudo ser, el hotel estaba al completo. Dejó caer a su hermano en la cama, y le quitó la chaqueta y los zapatos; Edward se quedó dormido nada más que su cabeza tocó la almohada.
Jasper se quitó la ropa e imitó a su hermano... había estado a punto de confesar... y por más que lo intentó desde el ascensor hasta la puerta de su cuarto, Edward le taladró los oídos con que era secreto.
Le costó conciliar el sueño, debido al café tan cargado que se había tomado después de cenar, y al cabo de un rato, sin conseguir dormirse, se levantó y se fue al pequeño salón que tenía la habitación. Vio la tele un rato, pero los anuncios comerciales no eran demasiado interesantes, de modo que la apagó y regresó de nuevo a la cama... cuándo un nombre salió de los labios de su hermano.
-Bella...- Edward se removió inquieto, dándose la vuelta y abrazando uno de los cojines que estaba en su cama.
-Edward, ¿estás bien?- le preguntó su hermano en un susurro, pero no recibió respuesta alguna... hasta que éste volvió a murmurar, perdido en sus sueños.
-Bella... mi Bella...- Jasper no insistió más, pero una sonrisa afloró en su cara, a la vez que cerraba los ojos. Mañana llamaría a casa... para informar a Jake; el plan estaba en marcha.
La semana pasaba tranquila en el rancho Killarney; después de las navidades volvió la frenética actividad de todos los días, y ahora que Jasper y Edward no estaban, apenas tenían un minuto de respiro.
Carlisle revisaba los albaranes y firmaba cheques sin parar... deseaba que Edward volviera de una vez, los números y los papeles no eran lo suyo. Un suave golpe en la puerta de su despacho le sacó de esa tediosa tarea.
-Pase- dijo en voz alta. Esbozó una sonrisa al ver la silueta de Esme, que lentamente cerró la puerta, acercándose a su mesa.
-Venía a ver si podía echarte una mano- se ofreció. Carlisle le abrió los brazos, y ella entendiendo el gesto, se sentó en su regazó, acurrucándose contra él y suspirando satisfecha.
-Apenas te veo estos días- se quejó ella.
-Yo también te hecho de menos- le respondió él, levantando su cara y besándola con ansias. Ella pasó las manos por su cuello, acercándola más hacia su cuerpo y devolviéndole el beso con ganas.
-Carlisle- le reprendió Esme, riendo contra sus labios -nos van a pillar-.
-Es que no puedo contenerme- le respondió éste, con voz ronca -siempre necesito más y más...-le explicó, subiendo una de sus manos hasta el contorno de su seno derecho, trazando su forma con uno de sus dedos. Esme jadeó por el toque, atacando sus labios de nuevo. Sin romper ese pasional beso, Carlisle introdujo una de sus manos debajo de la blusa de ella, acariciando la piel de su estómago... pero unos golpes en la puerta hicieron que Esme saltara de su regazo.
Carlisle esperó unos segundos para responder, atusándose el pelo y poniendo bien su camisa; miró a Esme, que después de imitar su gesto, le indicó que ya podía contestar, poniéndose a leer uno de los papeles que estaban por la mesa.
-Adelante- la cara de Bella asomó por el marco.
-Perdón por la interrupción- a la joven no se le pasó por alto el sonrojo de Esme, ni los labios hinchados de ambos; pero ahogando una risita, hizo cómo si no hubiera notado nada -está aquí la señorita Brandon- explicó -quiere hablar contigo-.
-Hazla pasar- le pidió con una sonrisa. Bella salió de la vista de ambos, y Esme soltó un sonoro suspiro de alivio.
-Por poco- Carlisle la observaba con una sonrisa, tomándole la mano.
-Perdona... pero eres irresistible- la piropeó divertido. Esme sonrió, dejando un pequeño y rápido beso en sus labios, antes de salir.
-Esta noche- le susurró, abriendo la puerta y saliendo. Justo en ese momento, Bella llegaba con la señorita Brandon.
-Adelante, por favor- le indicó amablemente el hombre, poniéndose de pie -creo que las otras veces ha hablado con mis hijos; soy Carlisle Cullen- le ofreció su mano, que la joven tomó, sonriendo educadamente.
-Alice Brandon, es un placer conocerle en persona por fin-.
-¿Quiere un té, café...-.
-Un café, si no es molestia- aceptó la joven, impolutamente vestida con un traje chaqueta gris y una blusa morada.
-Enseguida- Bella salió para preparar el tentempié, y ambos tomaron asiento.
-¿En qué puedo ayudarla, señorita Brandon?- inquirió amablemente.
-Verá, he estado hablando con su hijo Jasper un par de veces, y no sé si le habrá explicado la proposición que le hice- empezó a explicarle, sin más rodeos.
-Algo me comentó- le aclaró Carlisle -pero creo que mi hijo le dejó claro que no estamos interesados en ese tipo de estudios-.
-Pero casi todos los ranchos del condado han aceptado participar- contratacó Alice -ustedes sólo tendrían que poner su ganado y sus establos... y las condiciones económicas son a tener en cuenta-.
Una vez que Bella sirvió el café, Alice le explicó todo lo que le había contado anteriormente al hijo de Carlisle Cullen; éste abrió los ojos cuándo la señorita Brandon le dio la cifra que percibirían por "prestar", por así decirlo, su ganado e instalaciones para ese experimento... además, no suponía riesgo alguno para sus animales, y estarían puntualmente informados sobre los resultados del laboratorio, que analizarían las muestras de carne en el matadero.
-¿Doce mil dólares al mes por participar en el experimento?- preguntó una vez más, patidifuso.
-Eso es- le respondió Alice, esbozando una sonrisa -se ha invertido mucho dinero en estos estudios, y la comisión opina que es un precio justo, dado que invadimos su lugar de trabajo; aparte, si los resultados del laboratorio son favorables, esa cifra se incrementará sustancialmente-.
-Vaya... ¿y ésto se lo explicó a mi hijo Jasper?- preguntó éste, cruzando sus manos encima de la mesa.
-No me dejó terminar, de modo que no llegué a la cuestión de las cantidades- bufó cabreada la señorita Brandon, acordándose del asno integral que era Jasper Cullen. Carlisle meditó unos minutos, hasta que cogió su teléfono.
-He llamado a mi hijo- le aclaró a ésta, una vez colgó. Alice se revolvió inquieta, pero cuándo vio que solo Jake entraba, respiró con alivio.
-Creo que ya conoce a mi hijo Jake-.
-Así es, un placer verle de nuevo- saludó Alice.
-Un gusto volver a verla, señorita- Jake ahogó una carcajada, recordando la primera visita de la señorita Brandon al rancho. Una vez sentados los tres, Carlisle le relató a su hijo todo lo que la señorita Brandon le había explicado.
-Los beneficios son a tener en cuenta- murmuró pensativo, recostándose en la silla; miró a su padre, sonriendo complacido -podemos intentarlo-.
-Perdonen que me inmiscuya; ¿sus otros hijos no pondrán pegas?- interrogó temerosa.
-Bueno... técnicamente, soy el dueño- le aclaró Carlisle -y aunque mis hijos también tienen participaciones en el rancho...- Jake lo interrumpió, acabando la frase por él.
-La decisión final es suya- señaló a su padre con un divertido gesto, que hizo reír a la chica.
-Entonces...- interpeló ansiosa Alice.
-Aceptamos- Carlisle se puso en pie, gesto que imitaron Alice y Jake; le tendió la mano a la joven , que la estrechó complacida. Una vez aclarados los términos, la señorita Brandon quedó en volver dentro de dos días, con el contrato listo para firmar y el equipo para instalar el sistema de audio en los establos.
Una vez Alice Brandon abandonó el rancho, Carlisle llamó a Emmet, contándole su decisión, cosa que también hizo con Bella y Esme en la cena. Bella sonrió divertida ante el rumbo que tomaban los acontecimientos.
-De modo que al final los animales comerán y se relajarán al son de la música- expresó divertida, ya en la cocina, recogiendo y en compañía de Jake.
-Eso parece- le confirmó Jake -el inútil de mi hermano no la dejó terminar de explicarse... si hubiese escuchado tales cantidades, ya tendríamos ese sistema instalado en los establos- Bella cayó en la cuenta... ¿cual sería la reacción de Jasper?; pero Jake pareció leerle la mente.
-Te aseguro que nos lo vamos a pasar muy bien Bells- canturreó con una sonrisa -además, la señorita Brandon pasará dos veces a la semana por aquí, para supervisar el asunto-.
-No me quiero ni imaginar la reacción de Jasper- murmuró Bella, ante la diversión de Jake.
Una semana después, Jasper y Edward regresaron a casa; llegaron a media tarde, y cuándo cruzaron el umbral de la casa principal, se fijaron en el intenso silencio que reinaba en ella.
-Deben de estar en los establos- se encogió Edward de hombros. Subieron a cambiarse, y ya con los vaqueros y las botas, salieron al encuentro de la familia. Observaron que en la puerta había dos furgonetas blancas, que no pertenecían al rancho, y tampoco les eran conocidas. Bella y Esme estaban en la puerta, y ambas se acercaron a saludarles.
-Bellie Bells- expresó contento Jasper, levantándola del suelo y dándole un cariñoso abrazo; Edward, que estaba abrazando a Esme en esos instantes, se quedó clavado en el sitio, observando la efusividad de su hermano... y una punzada de pena asoló su interior cuándo Bella simplemente le dirigió un simple "hola Edward", que a poco atina a devolver. Después de saludar a Emmet, Jake y a su padre, Jasper se adentró en el establo, seguido de Edward y del resto, quedándose en la puerta, observando trabajar a unos hombres desconocidos, colocando algo en las paredes.
-¿Qué es todo ésto?- interrogó a Jake.
-Verás hijo... al final he decidido aceptar la propuesta de la señorita Brandon- le confirmó su padre, acercándose a él. Los ojos de Jasper se salieron de sus órbitas, mirando a su familia con cara de póquer.
-¿Cómo dices?- preguntó confuso.
Después de informarles sobre el acuerdo alcanzado con la señorita Brandon, y sobre todo, de las cantidades que percibirían, Edward, el encargado de las cuentas, soltó un silbido de admiración.
-Interesantes beneficios- musitó pensativo -nos vendrán muy bien- Jasperlse dirigió una mirada envenenada, ante la diversión de Jake y Emmet.
-Pero bueno... ¿nos hemos vuelto todos locos?- interrogó a su familia -no puedo creer que ahora nuestras vacas vayan a tener nanas para dormirse- inquirió, molesto.
-Vamos Jazz, no es para tanto- le intentó consolar Emmet.
-¿Qué será lo próximo, ponerles camas con sábanas de algodón egipcio?- siguió relatando, moviéndose de un lado para otro -pues yo sigo pensando que esos estudios no valen para nada... dudo mucho que la calidad de la carne dependa en si las vacas están o no menos extresadas-.
-Eso lo averiguaremos en unos dos meses, que se tomarán las primeras muestras- le informó su padre -la señorita Brandon pasará por aquí dos veces a la semana, para supervisar que todo vaya bien- Jasper se giró para mirar a su padre, incrédulo por lo que oía -y quiero que la ayudéis en todo lo que os pida-.
-Estupendo, magnífico- siseó cabreado; ahora tendría a la psiquiatra de los animales metida en el rancho... lo que le faltaba. Justo en ese momento, la música suave de Chopin resonó en el inmenso establo.
-Perfecto- alabó Sam, el capataz- se oye muy bien- dijo, ante la mirada furibunda de Jasper y el divertimento del resto los hermanos Cullen.
Edward observaba a Bella de reojo, colocada entre Jake y Emmet, comentado las novedades que iba a experimentar el rancho Killarney a partir de ahora. Oyó la suave risa de la chica... y una punzada de celos se instaló en su pecho... ¿por qué no podía ser él el causante de su alegría?
Edward se removía inquieto en la cama; los últimos acontecimientos de la noche le impedían conciliar el sueño... no sabía qué misteriosa fuerza le había impulsado para acceder a esa tradición.
Pero no se arrepentía en absoluto; en cuánto sus labios hicieron contacto con la nívea y delicada piel de Bella, un electrizante y a la vez maravilloso hormigueo se adueñó de cada célula de su cuerpo; sintió que su corazón, por primera vez en muchos años, palpitaba de nuevo, rebosante de vida... y todo por aquella chica, que se había ido adueñando, poco a poco, del cariño de todos los habitantes del rancho... y de él.
Su dulce tormento... eran tan frágil, tan delicada, tan joven... su conciencia le gritaba a voz en grito, atormentándolo sin descanso; se llevaban diez años, era prácticamente una niña que, por desgraciadas circunstancias de la vida, había crecido de repente, topándose de bruces con la cruda realidad... pero su corazón clamaba sin descanso por obtener su cariño, por obtenerla a ella entera.
Suspirando con paciencia, de nuevo se revolvió inquieto en la cama; siempre le oía decir a Esme que el corazón no atiende a razones, y ahora lo comprobaba en primera persona... pero la súbita huida de Bella le cayó cómo un jarro de agua fría; se quedó petrificado al verla salir despavorida, pero la familia no le dio más importancia a la cosa. Rodó los ojos ante los aplausos y vítores de sus hermanos, que le felicitaron, sin pudor alguno, por haberse acercado a alguien del sexo opuesto por su propia voluntad. Quiso correr detrás de ella, preguntarle si su atrevimiento la había molestado; cierto es que en las últimas semanas se habían acercado bastante, ya fuera hablando o haciendo cualquier otra cosa; sabía que su presencia no le era indiferente a Bella. Ella se comportaba con sus hermanos de otra manera, y aunque ella misma se encargara de disimularlo, ese sonrojo tan adorable en sus mejillas, o su repentino nerviosismo y tartamudez que se adueñaban de ella la delataban a todas luces.
Pero después de lo ocurrido hace unas horas, la ínfima esperanza que se había encendido en el interior de Edward se desvanecía por momentos.
Poco a poco, se fue quedando dormido, decidiendo antes de caer en la inconsciencia, que mañana le pediría disculpas si el beso la había molestado.
0o0o0o0o0o0o0
A la mañana siguiente, una ojerosa Bella encendió las luces de la cocina, dispuesta a preparar el desayuno de navidad sin muchos ánimos. La noche en vela le había pasado factura, y su cuerpo agradeció el café caliente y cargado que se preparó lo primero de todo.
Una tradición... la había besado simplemente por cumplir una tradición... por lo menos, había podido sentir por una vez esa descarga que sufrió su corazón nada más sus labios la rozaron; que sensación tan maravillosa...
El pequeño corazón de la joven se estrujó por la pena... amaba a Edward, ya no tenía duda alguna de ello... no sabía desde cuándo, puede que desde que entrara por primera vez en esa casa, desde que sus ojos lo vieron allí parado junto a sus hermanos... o puede que desde aquel paseo a caballo, dónde él destapó sus sentimientos, dónde el sostuvo su mano tanto rato mientras le hablaba de su madre.
Gimió con frustración, con rabia, con pena... ¿por qué tenía que enamorarse de él?; en comparación con él era una niña; Edward nunca pondría sus ojos en ella, ni la vería cómo algo más que una especie de hermanita pequeña, al igual que el resto de los hermanos Cullen... o puede que ni eso. Que alguien tan cerrado cómo Edward le hubiera abierto su corazón una vez no significaba que fuera a ser así siempre.
Así que después de estar toda la noche dándole vueltas a la cabeza, decidió que enterraría ese sentimiento en el fondo de su corazón, y no permitiría que saliera; dolía, y mucho, pero se conformaría con amarlo en silencio, y en cierta medida, cuidar en la distancia de él, escuchándole y animándole cómo ya lo había hecho.
-Buenos días Bella- la alegre voz de Esme hizo que la muchacha agitara la cabeza, saliendo de sus cavilaciones; esbozando una pequeña sonrisa, le devolvió el saludo.
-Buenos días Esme, feliz navidad-.
-Feliz navidad para ti también, Bella; ¿lo pasaste bien anoche, en la cena?- le interrogó mientras se servía otra taza de café.
-Muy bien- reconoció Bella, recordando lo divertida que estuvo la cena, animada por las ocurrencias de los hermanos -si te soy sincera, es la primera cena de nochebuena que he celebrado en muchos años-.
-Me alegra oír eso, hija- le respondió, devolviéndole la sonrisa -por cierto, el colgante es precioso- Bella elevó su mano, acariciando la estrella con sus dedos. Por lo menos, tendría siempre con ella un pedacito de Edward.
-Es muy bonito- alabó ella también.
-Me sorprendió de Edward, no lo puedo negar- meditó la mujer en voz alta -pero creo sin ninguna duda que es cómo una ofrenda de paz- Bella escuchaba atenta sus palabras -además, se os ve mucho mejor; por lo menos podéis llevar a cabo una conversación-.
-Eso es cierto- susurró Bella, bajando la mirada hacia su taza -bueno... voy a empezar con el desayuno-.
La sabia atención de Esme no pasó por alto el tono melancólico que, inconscientemente, había adquirido la voz de Bella. Hace unos días, los pilló hablando animadamente en el jardín, y lo que vieron sus ojos no ofrecía lugar a dudas. Y ayer, esa estrella de plata le confirmó que lo que vio esa tarde era cierto... solamente esperaba que tarde o temprano Edward cediera a su corazón y que por fin, fuera feliz.
En una animada charla, ambas prepararon el desayuno, y el resto de la familia bajó media hora después. El desayuno fue realmente incómodo, ya se sentía esa penetrante mirada verde fijamente en ella, observando cada uno de sus gestos.
Hoy no se trabajaba en el rancho, de modo que una vez terminaron, Bella se quedó recogiendo la cocina, mientras que el resto de la familia disfrutaba de su día libre. Emmet y Rosalie salieron a pasear con el pequeño Owen aprovechando que no hacía mucho frío; Carlisle y Esme se unieron a la pequeña familia, y Jake y Jasper se perdieron cada uno en sus aficiones.
No sintió los pasos que se acercaban a ella, y el suave toque en su hombro hizo que pegara un respingo, llevándose la mano al corazón y girando abruptamente.
-Lo siento, no quería asustarte- se disculpó Edward, con tono amigable.
-No pasa nada- le quitó importancia Bella; se quedó absorta mirándole, y los sucesos de la noche anterior golpearon su memoria, haciendo que esa ola de pena y desamor se instalaran en su cuerpo.
-¿Quieres dar un paseo conmigo?- le propuso, esbozando esa sonrisa tan bonita.
-Lo siento, tengo cosas que hacer por aquí todavía- se excusó Bella; nada le hubiese gustado más, pero no quería estar a solas con él, se ponía muy nerviosa... demasiado. Edward contuvo la mueca de desilusión, pero esbozó una pequeña sonrisa, que no le llegó a los ojos.
-No importa- tranquilizó a la joven -verás, Bella... yo quería pedirte disculpas por lo de ayer- le explicó con cautela.
-No pasa nada- se encogió indiferentemente de hombros -es una tradición... no hay por qué darle más vueltas al asunto- Edward escuchaba esas palabras, que se clavaban cómo flechas en su corazón... de nuevo se le rompía a pedazos.
-Claro- soltó con un sonoro suspiro -te veo en la comida- salió de la cocina cómo el alma que llevaba el diablo; necesitaba salir de aquella casa. Sin decir una sola palabra, enfiló hacia los establos, ensillando a Concord y saliendo al galope sin rumbo.
A través de la ventana de la cocina, Bella lo vio salir a toda velocidad, espoleando furiosamente a su caballo... no pudo verle la cara, y si lo hubiera hecho, se hubiera dado cuenta del rictus que imperaba en el rostro de Edward.
Cabalgó durante toda la mañana, sin rumbo fijo, hasta que paró enfrente del pequeño lago en el que ambos habían estado hace unos días; sus sospechas se confirmaban después de esa breve pero concisa conversación... ella no quería nada con él, aunque no le fuera indiferente. Su corazón volvió a sufrir un fuerte revés, y era igual o incluso, más intenso de lo que había sentido cuándo rompió su compromiso con Jessica.
Verla a partir de ahora sería una completa tortura; cada vez que la tenía delante, su cuerpo se consumía por el deseo... su mente volvió a recrear el delicado cuerpo e la joven, su piel de porcelana, sus estrechas caderas, la curvatura de sus pequeños pero bien formados pechos... notó que cierta parte de su anatomía despertaba, después de mucho tiempo dormida... dios... si sólo imaginarla era así... ¿cómo sería tocarla de verdad... y hacerle el amor hasta que ambos se consumieran?
Pero a los pocos segundos desechó ese pensamiento de su cabeza... no quería terminar de nuevo con el corazón hecho añicos... aunque ya lo tuviera.
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Las fiestas navideñas siguieron su curso, y pasaron sin sobresalto alguno. En la celebración de nochevieja y año nuevo, Emmet y Rosalie no estuvieron presentes, ya que la pasaron con la familia de ella. De modo que cenaron únicamente Jake, Jasper, Edward, Carlisle y Esme, junto con Bella.
Desde el día de navidad, Bella y Edward apenas cruzaron palabra alguna, aunque cuándo se dirigían el uno al otro lo hacían con educación; por lo menos, las peleas quedaron en el olvido. Edward apenas podía cruzar más de dos palabras con ella a solas, ya que en cuánto la chica sentía su presencia, salia huyendo con cualquier excusa. Carlisle y Esme no notaron nada extraño, ya que esos días había mucho trabajo en el rancho, pero si los hermanos.
-¿No has notado raro a Edward desde navidad?- le interrogó Jasper a Jake, medio escondidos en el establo de los caballos.
-Pues ahora que lo dices... un poco- le dio la razón su hermano, apoyándose en una columna y cruzando los brazos -apenas se miran-.
-Cierto- aprobó Jasper -es cómo si se estuvieran escondiendo el uno del otro-.
-Siento decírtelo... pero nuestro plan de amañar el amigo invisible para acercarlos no está resultando- le recordó Jake, arqueando una ceja.
-Gracias por tu apreciación, Sherlock- rodó los ojos con fastidio -pero yo sigo en mis trece... estos dos suspiran en uno por el otro-.
-Ahí te doy la razón; el otro día pillé a Edward mirando a Bella mientras ponía la mesa con Esme- sonrió burlón -se le caía la baba-.
-¿Por que demonios no le confiesa lo que siente?- bufó Jasper, pegando con la punta de su bota en el suelo -Bella también le quiere, se le nota demasiado-.
-¿Te has parado a pensar que Bella no capta todas esas señales?- le aclaró Jake -es demasiado inocente... en parte estoy con Edward, es una niña- meditó en voz alta.
-Es mayor de edad- le recordó de vuelta su hermano -y puede que tengas razón, y que Bella no sepa captar esas señales, ni la del regalo... apenas ha salido con chicos, a excepción de ese medio novio que tuvo en el instituto-.
-¿Y eso nos lleva a...?- Jake hizo un gesto con la mano, instando a su hermano a continuar.
-Nos lleva a seguir con la segunda fase del plan- resolvió Jasper satisfecho.
-Te escucho-.
-Pasado mañana me voy con Edward a Montana durante dos semanas, a ese comité agrario- le empezó a explicar -y pienso sacarle el tema- Jake meditó antes de hablar.
-De poco te va servir; te lo va a negar y lo sabes... parece que no conoces a Edward- masculló entre dientes.
-Jake... ¿nunca has oído ese dicho... de que los niños y los borrachos siempre dicen las verdades?- le contestó Jasper a la vez que una amplia sonrisa malévola cruzaba su rostro. La carcajada del hermano mayor no se hizo esperar.
¿Vas a emborracharlo para que confiese?; pero si Edward apenas bebe- le recordó.
-Eso dejámelo a mi- replicó éste de vuelta.
-Vale doctor amor- se burló Jake de su hermano -y una vez que lo confiese... ¿qué diablos piensas hacer?; ¿raptarlos a ambos y encerrarlos en una habitación hasta que se declaren sus sentimientos?-.
-No, idiota... piensa un poco... si de algo peca tu hermano es de...- dejó la frase inconclusa, esperando a que Jake la completara.
-¿A qué te refieres?- preguntó confuso. Jasper rodó los ojos.
-Jake... ¿recuerdas que te conté cómo una vez que estabais tú y Bella hablando en los establos, te miraba cómo si quisiera fulminarte?- la mente de Jake seguía en blanco, de modo que Jasper siguió hablando.
-Celos- aquella simple palabra resultó iluminar la mente de Jake, que esbozó una sonrisa lobuna.
-De modo que tu plan es ponerle celoso hasta que confiese- resolvió éste.
-Sip- afirmó, pagado de si mismo -recuerda que Edward es celoso con lo que más quiere... cuándo el y Jessica eran novios, la protegía por encima de todo-.
-De modo que le vas a poner celoso y...- las palabras de Jake fueron interrumpidas por la voz de Emmet, que justo entonces se dejaba ver.
-Le vamos a poner a prueba... todos-.
-¿Lo sabías?-.
-Jazz me lo contó el otro día- le aclaró, secándose el sudor de la frente con la palma de la mano -en cuánto Edward vea que nos acercamos demasiado a Bella...-.
-Inocentemente- acotó Jasper, mirando a Jake -nadie va a seducir a nadie-.
-Eso lo daba por sentado- le recriminó Jake -me parece que nos vamos a divertir... contad conmigo- respondió satisfecho. Los tres hermanos chocaron sus manos, y Jazz sonrió para sus adentros... si dentro de unos meses no eran los tres testigos de la boda de Edward y Bella, dejaría que la encantadora señorita Brandon instalara un escenario en el establo para las reses, con una orquesta en directo.
Unos días después, Edward y Jasper se encontraban en Montana, dónde los congresos y seminarios ganaderos coparon la mayor parte de su atención. Después de cenar, Jasper sugirió a Edward acercarse al bar del hotel, a tomar una copa... a pesar de sus renuencias, finalmente aceptó, dejándole claro a Jasper que una copa y se subía a la habitación.
Después de que las bebidas estuvieran en la mesa, ambos se enfrascaron en un debate acerca de ampliar o no el establo para las reses preñadas. Sin darse cuenta, los minutos fueron pasando... y Edward, que se relajó considerablemente, no se dio cuenta de que su hermano iba pidiendo más copas según se las iban bebiendo. La conversación se vio interrumpida cuándo unas risas femeninas resonaron en el solitario bar del hotel. Dos chicas reían alegres mientras compartían confidencias. Edward giró la vista, observándolas. Una de ellas tenía el pelo color castaño, y le caía hasta media espalda... cómo su Bella.
-¿No están mal, verdad?- Edward giró de nuevo la vista hacia su hermano, que tenía una sonrisa cómplice en la cara.
-No- se encogió de hombros. Jasper notó el tono de voz de su hermano, afectado por el alcohol.
-Edward- le llamó con cautela -¿no crees que estás muy solo?-.
-Así estoy... hip... estoy muy bien, hermanito- arrastró las palabras.
-Son guapas- volvió a señalar a las chicas, pero éste apenas las miró -vamos Edward- le palmeó el hombro -no puedo creer que en todos estos años no te hayas fijado en ninguna- le intentó sonsacar.
-¿Y tú?- le recriminó Edward de vuelta -que yo sepa, tú tampoco tienes ninguna novia a la vista-.
-Tampoco he encontrado ninguna que me interese de verdad- musitó entre dientes, pero la imagen de la señorita Brandon apareció de repente en su cabeza.
-Pues estás mejor as... así- le consoló Edward, agarrando de nuevo el vaso -si te fijas en una que luego no te hac... hace caso es mucho peor- Jasper aplaudió para sus adentros, observando cómo su hermano bebía la copa de whisky casi de un trago.
-¿Por qué dices eso?- interrogó, muy interesado por el giro que tomaba la conversación.
-Por nada- Edward se puso de pie, y tuvo que agarrarse ala mesa, ya que se tambaleó ligeramente -he bebido demasiado, me voy a dormir-.
-Mierda- siseó Jasper, levantándose y dejando unos billetes en la mesa -Edward, espera- alcanzó a su hermano casi a la altura de los ascensores. Al intentar entrar en el interior, Edward por poco arrolla a una pareja que salía de éste, así que pasó un brazo por la cintura de su hermano.
-¿Sabes una cosa, pequeño Jazz?- le preguntó Edward, sonriendo y pasando su brazo por los hombros de su hermano, apoyándose -de hecho... yo sí que me he fijado en una... pero no me hace ni el más mínimo caso- Jazz suspiró resignado... su hermano estaba cómo una cuba, y conociendo los efectos que tenía el alcohol en él, mañana no se podría ni levantar de la cama... pero por otra parte, estaba a punto de confesar.
-No me puedo creer que alguien se resista a Edward Cullen- se burló inocentemente -¿la conozco?- preguntó cómo si tal cosa.
-Ah ah...- le señaló Edward con su dedo índice -es un secreto- soltó con una risita.
Jasper bufó cabreado mientas conducía a Edward a la habitación doble que ambos compartían. Normalmente pedían una para cada uno, pero esa vez no pudo ser, el hotel estaba al completo. Dejó caer a su hermano en la cama, y le quitó la chaqueta y los zapatos; Edward se quedó dormido nada más que su cabeza tocó la almohada.
Jasper se quitó la ropa e imitó a su hermano... había estado a punto de confesar... y por más que lo intentó desde el ascensor hasta la puerta de su cuarto, Edward le taladró los oídos con que era secreto.
Le costó conciliar el sueño, debido al café tan cargado que se había tomado después de cenar, y al cabo de un rato, sin conseguir dormirse, se levantó y se fue al pequeño salón que tenía la habitación. Vio la tele un rato, pero los anuncios comerciales no eran demasiado interesantes, de modo que la apagó y regresó de nuevo a la cama... cuándo un nombre salió de los labios de su hermano.
-Bella...- Edward se removió inquieto, dándose la vuelta y abrazando uno de los cojines que estaba en su cama.
-Edward, ¿estás bien?- le preguntó su hermano en un susurro, pero no recibió respuesta alguna... hasta que éste volvió a murmurar, perdido en sus sueños.
-Bella... mi Bella...- Jasper no insistió más, pero una sonrisa afloró en su cara, a la vez que cerraba los ojos. Mañana llamaría a casa... para informar a Jake; el plan estaba en marcha.
0o0o0o0o0o0
La semana pasaba tranquila en el rancho Killarney; después de las navidades volvió la frenética actividad de todos los días, y ahora que Jasper y Edward no estaban, apenas tenían un minuto de respiro.
Carlisle revisaba los albaranes y firmaba cheques sin parar... deseaba que Edward volviera de una vez, los números y los papeles no eran lo suyo. Un suave golpe en la puerta de su despacho le sacó de esa tediosa tarea.
-Pase- dijo en voz alta. Esbozó una sonrisa al ver la silueta de Esme, que lentamente cerró la puerta, acercándose a su mesa.
-Venía a ver si podía echarte una mano- se ofreció. Carlisle le abrió los brazos, y ella entendiendo el gesto, se sentó en su regazó, acurrucándose contra él y suspirando satisfecha.
-Apenas te veo estos días- se quejó ella.
-Yo también te hecho de menos- le respondió él, levantando su cara y besándola con ansias. Ella pasó las manos por su cuello, acercándola más hacia su cuerpo y devolviéndole el beso con ganas.
-Carlisle- le reprendió Esme, riendo contra sus labios -nos van a pillar-.
-Es que no puedo contenerme- le respondió éste, con voz ronca -siempre necesito más y más...-le explicó, subiendo una de sus manos hasta el contorno de su seno derecho, trazando su forma con uno de sus dedos. Esme jadeó por el toque, atacando sus labios de nuevo. Sin romper ese pasional beso, Carlisle introdujo una de sus manos debajo de la blusa de ella, acariciando la piel de su estómago... pero unos golpes en la puerta hicieron que Esme saltara de su regazo.
Carlisle esperó unos segundos para responder, atusándose el pelo y poniendo bien su camisa; miró a Esme, que después de imitar su gesto, le indicó que ya podía contestar, poniéndose a leer uno de los papeles que estaban por la mesa.
-Adelante- la cara de Bella asomó por el marco.
-Perdón por la interrupción- a la joven no se le pasó por alto el sonrojo de Esme, ni los labios hinchados de ambos; pero ahogando una risita, hizo cómo si no hubiera notado nada -está aquí la señorita Brandon- explicó -quiere hablar contigo-.
-Hazla pasar- le pidió con una sonrisa. Bella salió de la vista de ambos, y Esme soltó un sonoro suspiro de alivio.
-Por poco- Carlisle la observaba con una sonrisa, tomándole la mano.
-Perdona... pero eres irresistible- la piropeó divertido. Esme sonrió, dejando un pequeño y rápido beso en sus labios, antes de salir.
-Esta noche- le susurró, abriendo la puerta y saliendo. Justo en ese momento, Bella llegaba con la señorita Brandon.
-Adelante, por favor- le indicó amablemente el hombre, poniéndose de pie -creo que las otras veces ha hablado con mis hijos; soy Carlisle Cullen- le ofreció su mano, que la joven tomó, sonriendo educadamente.
-Alice Brandon, es un placer conocerle en persona por fin-.
-¿Quiere un té, café...-.
-Un café, si no es molestia- aceptó la joven, impolutamente vestida con un traje chaqueta gris y una blusa morada.
-Enseguida- Bella salió para preparar el tentempié, y ambos tomaron asiento.
-¿En qué puedo ayudarla, señorita Brandon?- inquirió amablemente.
-Verá, he estado hablando con su hijo Jasper un par de veces, y no sé si le habrá explicado la proposición que le hice- empezó a explicarle, sin más rodeos.
-Algo me comentó- le aclaró Carlisle -pero creo que mi hijo le dejó claro que no estamos interesados en ese tipo de estudios-.
-Pero casi todos los ranchos del condado han aceptado participar- contratacó Alice -ustedes sólo tendrían que poner su ganado y sus establos... y las condiciones económicas son a tener en cuenta-.
Una vez que Bella sirvió el café, Alice le explicó todo lo que le había contado anteriormente al hijo de Carlisle Cullen; éste abrió los ojos cuándo la señorita Brandon le dio la cifra que percibirían por "prestar", por así decirlo, su ganado e instalaciones para ese experimento... además, no suponía riesgo alguno para sus animales, y estarían puntualmente informados sobre los resultados del laboratorio, que analizarían las muestras de carne en el matadero.
-¿Doce mil dólares al mes por participar en el experimento?- preguntó una vez más, patidifuso.
-Eso es- le respondió Alice, esbozando una sonrisa -se ha invertido mucho dinero en estos estudios, y la comisión opina que es un precio justo, dado que invadimos su lugar de trabajo; aparte, si los resultados del laboratorio son favorables, esa cifra se incrementará sustancialmente-.
-Vaya... ¿y ésto se lo explicó a mi hijo Jasper?- preguntó éste, cruzando sus manos encima de la mesa.
-No me dejó terminar, de modo que no llegué a la cuestión de las cantidades- bufó cabreada la señorita Brandon, acordándose del asno integral que era Jasper Cullen. Carlisle meditó unos minutos, hasta que cogió su teléfono.
-He llamado a mi hijo- le aclaró a ésta, una vez colgó. Alice se revolvió inquieta, pero cuándo vio que solo Jake entraba, respiró con alivio.
-Creo que ya conoce a mi hijo Jake-.
-Así es, un placer verle de nuevo- saludó Alice.
-Un gusto volver a verla, señorita- Jake ahogó una carcajada, recordando la primera visita de la señorita Brandon al rancho. Una vez sentados los tres, Carlisle le relató a su hijo todo lo que la señorita Brandon le había explicado.
-Los beneficios son a tener en cuenta- murmuró pensativo, recostándose en la silla; miró a su padre, sonriendo complacido -podemos intentarlo-.
-Perdonen que me inmiscuya; ¿sus otros hijos no pondrán pegas?- interrogó temerosa.
-Bueno... técnicamente, soy el dueño- le aclaró Carlisle -y aunque mis hijos también tienen participaciones en el rancho...- Jake lo interrumpió, acabando la frase por él.
-La decisión final es suya- señaló a su padre con un divertido gesto, que hizo reír a la chica.
-Entonces...- interpeló ansiosa Alice.
-Aceptamos- Carlisle se puso en pie, gesto que imitaron Alice y Jake; le tendió la mano a la joven , que la estrechó complacida. Una vez aclarados los términos, la señorita Brandon quedó en volver dentro de dos días, con el contrato listo para firmar y el equipo para instalar el sistema de audio en los establos.
Una vez Alice Brandon abandonó el rancho, Carlisle llamó a Emmet, contándole su decisión, cosa que también hizo con Bella y Esme en la cena. Bella sonrió divertida ante el rumbo que tomaban los acontecimientos.
-De modo que al final los animales comerán y se relajarán al son de la música- expresó divertida, ya en la cocina, recogiendo y en compañía de Jake.
-Eso parece- le confirmó Jake -el inútil de mi hermano no la dejó terminar de explicarse... si hubiese escuchado tales cantidades, ya tendríamos ese sistema instalado en los establos- Bella cayó en la cuenta... ¿cual sería la reacción de Jasper?; pero Jake pareció leerle la mente.
-Te aseguro que nos lo vamos a pasar muy bien Bells- canturreó con una sonrisa -además, la señorita Brandon pasará dos veces a la semana por aquí, para supervisar el asunto-.
-No me quiero ni imaginar la reacción de Jasper- murmuró Bella, ante la diversión de Jake.
0o0o0o0o0o0o0
Una semana después, Jasper y Edward regresaron a casa; llegaron a media tarde, y cuándo cruzaron el umbral de la casa principal, se fijaron en el intenso silencio que reinaba en ella.
-Deben de estar en los establos- se encogió Edward de hombros. Subieron a cambiarse, y ya con los vaqueros y las botas, salieron al encuentro de la familia. Observaron que en la puerta había dos furgonetas blancas, que no pertenecían al rancho, y tampoco les eran conocidas. Bella y Esme estaban en la puerta, y ambas se acercaron a saludarles.
-Bellie Bells- expresó contento Jasper, levantándola del suelo y dándole un cariñoso abrazo; Edward, que estaba abrazando a Esme en esos instantes, se quedó clavado en el sitio, observando la efusividad de su hermano... y una punzada de pena asoló su interior cuándo Bella simplemente le dirigió un simple "hola Edward", que a poco atina a devolver. Después de saludar a Emmet, Jake y a su padre, Jasper se adentró en el establo, seguido de Edward y del resto, quedándose en la puerta, observando trabajar a unos hombres desconocidos, colocando algo en las paredes.
-¿Qué es todo ésto?- interrogó a Jake.
-Verás hijo... al final he decidido aceptar la propuesta de la señorita Brandon- le confirmó su padre, acercándose a él. Los ojos de Jasper se salieron de sus órbitas, mirando a su familia con cara de póquer.
-¿Cómo dices?- preguntó confuso.
Después de informarles sobre el acuerdo alcanzado con la señorita Brandon, y sobre todo, de las cantidades que percibirían, Edward, el encargado de las cuentas, soltó un silbido de admiración.
-Interesantes beneficios- musitó pensativo -nos vendrán muy bien- Jasperlse dirigió una mirada envenenada, ante la diversión de Jake y Emmet.
-Pero bueno... ¿nos hemos vuelto todos locos?- interrogó a su familia -no puedo creer que ahora nuestras vacas vayan a tener nanas para dormirse- inquirió, molesto.
-Vamos Jazz, no es para tanto- le intentó consolar Emmet.
-¿Qué será lo próximo, ponerles camas con sábanas de algodón egipcio?- siguió relatando, moviéndose de un lado para otro -pues yo sigo pensando que esos estudios no valen para nada... dudo mucho que la calidad de la carne dependa en si las vacas están o no menos extresadas-.
-Eso lo averiguaremos en unos dos meses, que se tomarán las primeras muestras- le informó su padre -la señorita Brandon pasará por aquí dos veces a la semana, para supervisar que todo vaya bien- Jasper se giró para mirar a su padre, incrédulo por lo que oía -y quiero que la ayudéis en todo lo que os pida-.
-Estupendo, magnífico- siseó cabreado; ahora tendría a la psiquiatra de los animales metida en el rancho... lo que le faltaba. Justo en ese momento, la música suave de Chopin resonó en el inmenso establo.
-Perfecto- alabó Sam, el capataz- se oye muy bien- dijo, ante la mirada furibunda de Jasper y el divertimento del resto los hermanos Cullen.
Edward observaba a Bella de reojo, colocada entre Jake y Emmet, comentado las novedades que iba a experimentar el rancho Killarney a partir de ahora. Oyó la suave risa de la chica... y una punzada de celos se instaló en su pecho... ¿por qué no podía ser él el causante de su alegría?
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 8: ¿Eres tú?
El ajetreo cotidiano en el rancho Killarney de repente se vio amenizado por las suaves melodías que desprendían el sistema de audio colocado por todo el establo. La señorita Brandon llegó para poner el marcha el plan y explicarles a qué hora debían poner la música. Incluso Carlisle estuvo presente en la improvisada reunión... pero no así Jasper, que justo ese día se excusó diciendo que tenía un compromiso en San Antonio.
-¿Cómo va el experimento?- interrogó Bella a Jake una mañana, durante el desayuno. La familia estaba reunida en torno a la mesa, comentando las novedades de los últimos días.
-No lo sé Bells- se encogió éste de hombros -simplemente hay que poner la música cuándo comen y dejarla un rato más, hasta media tarde-.
-Claro... será que las vacas necesitan que les canten una nana para que duerman la siesta después de comer- siseó Jasper entre dientes antes de dar un bocado a la tostada que tenía en la mano. Edward contuvo la risotada, al igual que Jake y la propia Bella, pero a su padre no le hizo tanta gracia.
-Hijo... más te vale que cuándo la señorita Brandon venga a supervisar cómo va el asunto la música esté sonando- le advirtió serio -y espero que seas amable con ella- añadió.
-Soy la amabilidad en persona- rezongó éste.
-Seguro- contestó Edward mientras rodaba los ojos, lo que provocó que una sonrisa pugnase por salir de los labios de Bella.
-¿Cuándo va a venir?- preguntó la joven, refiriéndose a Alice.
-Mañana por la tarde- bufó Jasper.
-Vamos Jazz... no creo que un poco de música vaya a matar a los animales- le espetó Jake -a ti lo que te pasa es que no soportas a la señorita Brandon, y sobre todo que se haya salido con la suya-.
-Eso en parte- reconoció sin pudor alguno... pero no pudo evitar esbozar una sonrisa recordando el día en el Alice por poco se cae, y la sensación que le produjo tenerla en sus brazos esos pocos segundos -bien, me marcho- se levantó de la mesa, cogiendo otra tostada para el camino.
-Que tengas una buena mañana, Jasper- le deseó Esme.
-Qué tengáis un buen viaje- dijo, dirigiéndose a ella y a su padre. Después de despedirse de ellos, dio un pequeño beso a Bella en la mejilla, para después salir pitando hacia los establos.
Edward tuvo que tragarse su asombro... ¿desde cuándo se despedían sus hermanos de Bella con un beso?; cierto es que era un inocente beso en la mejilla, cómo el que das a una hermana pequeña... pero una sensación que no sabía descifrar se instalaba en su pecho... ¿por qué él no podía ni acercarse a Bella?.
Desde las navidades la joven le rehuía cómo si tuviera la lepra; todo la confianza que parecía haber ganado con ella se había esfumado de la noche a la mañana... incluso sus hermanos estaban cada día más cerca de ella... y eso le provocaba un sentimiento al que no podía poner nombre.
La familia, poco a poco, fue abandonando la cocina para empezar otra jornada laboral. Carlisle y Esme se marchaban a un rancho de un pueblo cercano, ya que iban a asistir a una subasta de ganado; los señores Hollister, los anfitriones, eran muy amigos de Carlisle Cullen y su familia desde hace mucho años, y no regresaban hasta el día diguiente por la mañana. Jake se despidió de Bella dándole un abrazo de oso, literalmente hablando, haciéndole prometer a la joven que después daría con Jasper y con él un paseo a caballo. Edward se quedó el último, y sus ojos se posaron en la graciosa figura de la joven, que iba de un lado para otro de la estancia, recogiendo y guardando cosas.
Bella era consciente de que los ojos de Edward estudiaban cada movimiento que hacía; lo venía notando desde hacía unas semanas, y esa mirada, aunque ella no le hiciera frente, deshacía de tal modo sus huesos y su coherencia que le era prácticamente imposible estar en la misma habitación que él.
-¿Necesitas ayuda?- se ofreció Edward cuándo vio que se subía a una silla para guardar algo en el altillo superior de la cocina.
-No, ya lo hago yo, muchas gracias- le agradeció ella, esbozando una pequeña sonrisa nerviosa. En su fuero interno su corazón bombeaba deprisa, y eso le ocurría cada vez que escuchaba esa voz... su voz.
Pero la mala suerte quiso que el cordón de la zapatilla de Bella, que estaba desabrochado, se interpusiera en el camino de la joven... o más bien entre sus pies, ya que al darse la vuelta lo pisó, haciendo que perdiera el equilibrio. La joven cerró los ojos, doliéndose por anticipado del tremendo golpazo con el que la iba a recibir el suelo... pero nunca llegó a éste. En lugar del duro linóleo sintió que estaba suspendida en el aire, y su sorpresa al abrir los ojos fue mayúscula cuándo se vio agarrada al cuello de Edward cómo si fuera una lapa; éste la había cogido a tiempo, impidiendo que se estrellase.
Edward la contemplaba fijamente, sin poder despegar sus ojos de los de ella, ahora a muy pocos milímetros... su cuerpo se estremecía mientras que prácticamente la acunaba en sus brazos... si girara un poco la cabeza y se acercara un poco más, sus labios se tocarían. Con una atisbo de alegría, se percató de que Bella tenía la piel erizada, y que respiraba entrecortadamente, y esperaba que fuese por algo más aparte del susto de la caída.
-¿Te encuentras bien?, ¿te has hecho daño?- le interrogó preocupado.
-Est... estoy bien- respondió su dulce tormento, intentando acompasar su respiración; nunca había estado tan cerca de él... su olor era una mezcla de colonia y cuero, absolutamente irresistible.
-¿Seguro que estás bien?- inquirió de nuevo, deleitándose con su precioso rostro y disfrutando de la cercanía de su cuerpo. Bella afirmó tímidamente con la cabeza.
-Seguro...- susurró en voz baja; sus manos seguían aferradas a su cuello, y uno de sus dedos tomó vida propia, atreviéndose a acariciar la suave piel de su cuello. La respiración de Edward se agitó considerablemente, al igual que ciertas partes de su anatomía... dios... si con sólo rozarla se sentía así, ¿cómo sería besarla... cómo sería amarla?.
-Bella...- pronunció en sus susurro ahogado -no tienes ni idea de...- dejó la frase inconclusa, y lentamente se fue acercando a su rostro, cerrando los ojos en el camino y disfrutando del aroma de fresas que desprendía. Bella sintió su corazón desbocarse cómo un caballo salvaje... no podía ser verdad... iba a besarla... iban a besarse... no podía permitirlo.
¿Por qué querría besarla, si para él no significaba nada?; su cabeza le decía que se apartara... pero el corazón y el deseo ganó la partida, y cuándo ella cerró los ojos, esperando ese beso, una voz conocida resonó desde la entrada de la casa.
-¡Bellie Bells!- la voz de Jake hizo que ambos abrieran los ojos de golpe, y que la joven pegara un respingo, saltado de los brazos de Edward. Ambos se quedaron estáticos, con la respiración todavía en su garganta y mirando a la puerta.
-¿Qué haces así todavía, Bells?- le preguntó Jake cuándo entró por la cocina -recuerda que te prometí que te llevaría al pueblo-.
-No es necesario Jake, puedo ir yo- le dijo por enésima vez desde la pasada noche; por suerte, el hermano mayor no pareció notar lo que había estado a punto de ocurrir unos segundos antes de su interrupción.
-Ya te dije que tengo que ir a ver al señor Jenkins, de modo que me pilla de camino- le respondió éste -además, todavía hay nieve en la carretera, y no quiero que conduzcas en esas condiciones-.
Bella rodó los ojos, suspirando con paciencia -eres peor que Jasper y Emmet juntos- musitó entre dientes -está bien, en diez minutos estoy en el garaje-.
-No tardes- le previno mientras salía, pero antes de salir se giró hacia su hermano -Edward, Jasper te espera en los establos de los terneros, y Sam-.
-Enseguida voy- respondió escuetamente; cuándo por fin su hermano salió por la puerta, se llevó las manos a su pelo, revolviéndolo nervioso. Si Jake no hubiera entrado en la cocina... observó a Bella, que de espaldas a él terminaba de recoger lo más deprisa que podía.
-Bella... yo...- empezó a decir Edward, sin poder acabar la frase -yo no...-.
-No pasa nada Edward- le cortó Bella, intentando a duras penas esconder las lágrimas; cerró el grifo de la cocina, y secándose las manos con un paño salió de allí apresuradamente, sin volver la vista atrás, y dejando al pequeño de los Cullen con la palabra en la boca.
Su estado de ánimo no mejoró cuándo fue al encuentro de Jake; en su habitación se había lavado la cara un par de veces, en un intento por ocultar las lágrimas. Eso lo consiguió, pero su silencio le chocó a Jake, que no pudo evitar preguntarle.
-¿Estás bien?-.
-Sí- musitó ella, pero ni siquiera la sonrisa que quería mostrar asomó por sus labios.
-¿Ha pasado algo antes de que yo llegara?- los brazos y las manos de Jake se tensaron a ambos lados del volante -¿Edward te ha dicho algo desagradable?- le preguntó de nuevo, poniéndose serio.
-No, no- se apresuró a contestar y vio que Jake se relajaba -¿por qué dices eso?-.
-Te has puesto colorada- le indicó Jake, esbozando por lo bajini una sonrisilla burlona -¿puedo hacerte una pregunta?. El gesto afirmativo de Bella le animó a continuar.
-¿Te gusta mi hermano?- interrogó sin más rodeos.
-¿Cóm... cómo dices?- el nerviosismo y la tartamudez de la muchacha respondieron a la pregunta de Jake por anticipado.
-Cuándo he entrado a la cocina os he visto un poco... ¿nerviosos, por así decirlo?- al ver el sonrojo de la joven, a duras penas pudo reprimir la carcajada -¿pensabas que no me había dado cuenta?-.
-¿Y por qué intuyes que ha pasado algo?- rebatió ella, cual niña pequeña.
-Vamos Bells; estabas roja cómo un tomate... no sé que ha pasado en esa habitación, pero mi hermano estaba contentillo- le explicó sin pudor alguno.
-¿Contentillo?- preguntó la joven arqueando una ceja. Jake negó con la cabeza... era tan inocente.
-Ya sabes... los hombres tenemos ciertas partes que reaccionan en determinadas situaciones- le aclaró. Bella ardió de la vergüenza, y deseó que se la tragara la tapicería del coche. Jake la miró sonriendo con malicia... por supuesto que allí había pasado algo, pero a Edward no se lo podría ni nombrar.
-¡Jake!- exclamó avergonzada.
-A los chicos se nos suele notar- le explicó entre risas.
-No tiene gracia- replicó la joven -además, yo no le gusto a tu hermano- le dijo, intentando sonar indiferente. Cuándo Jake aplacó la risa, la miró arqueando una ceja.
-Bella; puede que mi hermano no sea muy expresivo en cuánto a sus sentimientos- le explicó con paciencia -pero yo apostaría lo que sea a que le gustas... y mucho-.
-Eso es imposible Jake- dijo Bella en un suspiro -ahí fuera hay miles de chicas jóvenes y guapas- éste chasqueó la lengua, de forma desaprobatoria.
-Tú también eres joven, y guapa- rebatió, ante un nuevo sonrojo de la joven -tienes la autoestima por los suelos- murmuró entre dientes.
-Soy una niña para él- dijo en un triste susurro, casi que Jake tuvo que aguzar el oído para escucharla -además, a mi no me gusta tu hermano- replicó resuelta en un tono de voz más alto. La reacción de Jake la sorprendió, ya que se echó a reír a carcajadas.
-Si tú lo dices- se encogió levemente de hombros Jake; la joven no se dio cuenta de que ya habían llegado al pueblo, y que estaban aparcando cerca del mercado -bien Bells; en una hora te espero en la cafetería- le recordó.
-Está bien- contestó mientras abría la puerta y salía. Ese día el viento era gélido, y Bella no pudo evitar ajustarse la chaqueta en torno a su cuerpo -hasta luego Jake-.
-Hasta luego Bella- se despidió el hermano mayor de los Cullen -y no saques conclusiones precipitadas, Bells- ésta le miró arrugando en ceño, sin entender lo que quería decirle -¿nunca has oído eso de que el amor no tiene edad?- Bella abrió la boca para rechistar, pero para cuándo quiso decir algo, Jake ya se alejaba, silbando divertido en dirección al despacho del señor Jenkins.
Un par de días después de su viaje al pueblo, Bella no se quitaba de la cabeza la conversación que había mantenido con Jake en el coche... se auto reprendió mentalmente, ya que era obvio que sus sentimientos hacia Edward empezaban a ser de dominio público. Una y otra vez acudía a su mente la imagen de aquella mañana, en la que había estado en sus brazos, recordaba con un escalofrío cómo esas orbes esmeraldas la miraban con un brillo extraño y a la vez excitante... y la sensación de su aliento rozando sus labios...
Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que sólo el olor del pollo quemándose en el horno la sacó de sus cavilaciones. Corriendo se acercó al aparato, y por poco se quema cuándo intentó sacar la bandeja.
-Lo que me faltaba- dijo malhumorada y rechinando los dientes. Estudió el estropicio, y soltó un suspiro de alivio cuándo comprobó que no se había quemado del todo y todavía era comestible. Después de dejarlo en el horno, previamente apagado, se dispuso a dar los últimos toques a la sopa a la vez que a su cerebro acudían de nuevo la conversación con Jake.
¿Y si lo que sentía Edward por ella, si es que sentía algo, era pura y simple atracción o deseo por ella?; había oído hablar a las chicas del instituto acerca de esos temas, pero ella carecía de toda experiencia; con Mark no había llegado a ese punto, y cada vez que él insinuaba algo del tema, Bella lo rehuía con cualquier excusa. Puede que fuera una mojigata, cómo decía su ex novio, o puede que soñara con algo imposible... pero para ella, ese acto iba ligado al amor de una persona sentía por otra.
El timbre de la puerta la sacó de sus reflexiones; oyó que Esme abría, y después pasos acercándose a la cocina. En ella entraron Esme y Alice Brandon, charlando animadamente.
-Buenos días Bella- saludó la joven morena, con una sonrisa simpática y sincera.
-Hola Alice- respondió ésta -¿has venido para la supervisión semanal?-.
-Eso es mañana- le explicó -solamente vine a dejarle unos papeles al señor Cullen, pero Esme no me deja irme sin que me tome un café- sonrió a la mujer, que ya preparaba las tazas.
-Y un trozo de tarta de manzana, por supuesto- añadió Bella, indicándole que se sentara a la mesa. Justo en ese momento entraba Rosalie por la puerta.
-¿He oído tarta de manzana?; me quedo con vosotras -se giró hacia la chica morena, presentándose a si misma -tú debes de ser la famosa señorita Brandon; soy Rosalie Cullen, la esposa de Emmet-.
-Es un placer conocerte- dijo Alice con una sonrisa; después de las presentaciones, las cuatro mujeres estaban reunidas en torno a la mesa, sumergidas en una agradable charla.
-¿De modo que eres de Louissiana?- le preguntó Esme a Alice, después de que ésta les hablara un poco de su infancia.
-Así es- afirmó ella -chica sureña de pura raza- rió divertida.
-¿Y qué te trajo a Texas?- le preguntó Rose, antes de dar otro sorbo a su café.
-Encontré un buen puesto de trabajo en la Comisión de ganado- les explicó la joven -soy licenciada en bioquímica, y también estudié algunos años de veterinaria-.
-Impresionante currículo- alabó Esme.
-Gracias- dijo con su chispeante sonrisa de duende.
Bella sintió una punzada de envidia... si su abuela le hubiese dejado, ella podría haber estudiado más, incluso podría haber conseguido una beca para la universidad. Esme adivinó lo que pasaba por la mente de la joven, y dándole un codazo amistoso llamó su atención.
-Tú también podrías estudiar en un futuro- le dijo con una bella sonrisa maternal.
-Eso es cierto- la animó también Rose -podrías ir a una escuela de cocina, y en un futuro, abrir tu propio restaurante- sugirió.
-Apoyo eso- exclamó Alice -la tarta está deliciosa... y por lo que has contado, tienes un don para la cocina-.
-Ufffsss... cocino por hobby... y para alimentar a los cuatro hermanos Cullen- aclaró Bella con una gran sonrisa -no creo que pudiera con la presión de un restaurante o cafetería... me desquiciaría los nervios- el grupo de mujeres rió divertido ante el comentario.
-También podrías estudiar algo dedicado a los niños- siguió enumerando Rosalie -cuándo va a mi consulta, me ayuda mucho con ellos-.
-Me encantan los niños- exclamó ella contenta -pero creo que no valdría para estudiar enfermería; la medicina y yo somos incompatibles- rió con diversión.
-No tiene por qué ser enfermería- dijo Rosalie -pero podrías perfectamente estudiar para ser profesora de educación infantil-.
-Con los más pequeños- apoyó Alice. Bella se imaginó rodeada de niños, mirando los dibujos que los pequeños realizaban y enseñándoles las primeras letras del abecedario.
-Podría ser, en un futuro- murmuró pensativa.
La charla siguió su animado curso; incluso Rosalie invitó a Alice a cenar una noche en el pueblo, junto con Bella y Jane, su recepcionista. Ésta aceptó encantada, ya que apenas conocía a nadie en Hunstville. Viendo el entusiasmo de la joven, Rose organizó la salida para el viernes de la semana siguiente. Incluso Esme se apuntó, animada por la juventud. Rose, Bella y Esme acompañaron a la señorita Brandon a la puerta, despidiéndose de ella hasta el día siguiente, que volvería para supervisar el estudio.
A la mañana siguiente, casi al mediodía, Bella se animó a ir a echar un vistazo a los establos. Saludó a sam y al resto de los peones, que le indicaron dónde estaban los hermanos.
-Hola chicos- saludó animada; al momento se paró, conteniendo la risa mientras reconocía la melodía que sonaba por los altavoces.
-¿Beethoven?- preguntó, conteniendo la carcajada. Jasper la fulminó con la mirada.
-Esto es ridículo- siseaba furioso, yendo de un lado para otro del establo -las vacas comen cómo siempre lo han hecho-.
-Bueno...- sopesó Edward, echando un vistazo general a los animales -hay que reconocer que más tranquilas están; me refiero que no están mugiendo ansiosas y...- paró abruptamente al ver la expresión de su hermano Jasper.
-No lo puedo creer- murmuró entre dientes -¿también a ti te ha convencido la psiquiatra de vacas, cómo a papá?- le recriminó.
-Yo a lo único que pongo pegas es a la música- dijo Jake -es un tostón-.
-¿Cómo quieres tranquilizarlas entonces, poniendo AC/DC a todo volumen?- le picó Edward, lo que provocó las risas de todos los presentes, incluyendo a Bella. La risa de la joven hizo que algo se calentara en su pecho... tenía una sonrisa tan bonita... pero su cara cambió a una expresión inescrutable cuándo vio a Bella y Jasper compartir comentarios y confidencias... y el brazo de su hermano cómodamente posado en los hombros de su Bella.
Desde aquel suceso en la cocina, Bella estaba con él más esquiva que nunca; todavía tenía impregnado por el cuerpo el aroma tan característico de la joven... su pequeño y delicado cuerpo encajaba entre sus brazos cómo si hubiera sido creado a la medida... y sentir el calor que desprendía cada poro de su piel había bastado para que su deseo por ella aumentara más y más. En un intento por desechar esos pensamientos de su cabeza, murmuró una disculpa, saliendo del establo. Jazz arqueó una ceja al fijarse en la mueca de enojo que le lanzó su hermano con los ojos... definitivamente, el plan iba lento, pero por buen camino.
-Bien- dijo frotándose las manos -dado que la psiquiatra de vacas no vendrá hasta dentro de una hora, voy a apagar ésto- hizo un gesto con las manos, queriendo señalar la música que flotaba por el establo -se van a dormir hasta los chicos- dijo en alusión a los peones. Se encaminó para quitar la música, cuándo una voz le hizo detenerse en medio del camino.
-¿Saltándose las reglas del estudio, señor Cullen?- al girarse, se encontró con una imagen sorprendente; allí estaba la señorita Brandon, con los brazos en jarras y mirándole desafiante. Jasper la escaneó con la mirada; los vaqueros acampanados que lucía marcaban sus caderas, ni muy delgadas ni muy redondas, y los primeros botones de la camisa de cuadros blancos y rosas dejaban entrever un generoso escote.
-Vaya señorita Brandon- Jasper se acercó a ella con una sonrisa petulante en su cara -veo que ha abandonado las trampas mortales- observó, aludiendo a las botas que llevaba puestas -mi más sentido pésame; debe de haber sido difícil dejar los tacones en el armario- se medio burló de ella.
-Gracias por su interés por mi guardarropa- contestó sarcástica la joven -supongo que tengo más variedad que usted... ¿duerme con las espuelas puestas?- sonrió cándidamente mientras le hacía la pregunta. Bella negó divertida con la cabeza, mientras que Jake, sujetándose la tripa de la risa, se acercaba a ellos.
-Puedes jurarlo, Alice- le confesó entre carcajadas.
-¿Cómo estás, Jake?; hola Bellie- les saludó ella con simpatía. Jasper se quedó en medio de ellos, ¿desde cuándo era tan amigos la señorita Brandon y sus hermanos, e incluso Bella?.
-¿Dónde están Edward y Emmet?- inquirió curiosa.
-Emmet en su trabajo, y Edward acaba de marcharse- le informó su castaña amiga -bien, ¿qué te parece?- señaló con la mano extendida el establo -las vacas están felices y relajadas- expresó orgullosa.
-Y lo seguirán estando, si el señor Cullen no quita la música- objetó seria.
-Me gustaría saber cómo ha conseguido convencer a mi padre y a mis hermanos para acceder a esta locura- le espetó con socarronería.
-Si me hubiera dejado explicarme, lo sabría- le devolvió por respuesta -bien, voy a pasar adentro- la joven caminó hasta la barrera de seguridad, adentrándose en los habitáculos de los animales, seguida de cerca por Jasper y Jake.
-Tenga cuidado, no sea que alguna vaya a darle una coz- le advirtió Jasper, sonriendo con malicia -no parece que haya tratado mucho con animales-.
-Se equivoca, señor Cullen- devolvió con retintín -aparte de licenciada en bioquímica, estudié varios años de veterinaria- Jasper elevó las cejas, debido a la sorpresa.
-¿En serio?- preguntó Jake, claramente asombrado; Alice asintió con la cabeza, soriendo orgullosa.
-Pues para ser medio veterinaria, debería saber que no se puede venir a un rancho con tacones y trajes de Armani- le espetó Jasper. Alice le miró por encima de sus gafas de pasta.
-Cómo ya le dije una vez, Jasper- pronunció su nombre con sarcasmo -no sabía que tenia que venir aquí esos días... y le repito que visto cómo me place- nada más decir ésto y darse la vuelta, Jasper la taladró con los ojos... pero su vista se detuvo en su redondeado y firme trasero... dios... no estaba nada mal la chica.
-Utilizan pienso convencional- meditó la joven en voz alta, cogiendo una pequeña cantidad en su mano y observándolo.
-Nos da buen resultado- le explicó Jake -solemos complementar su dietas con proteínas dos veces por semana-.
-¿No han pensado en utilizar pienso ecológico?- indagó las joven -según los informes que tenemos, la soja que llevan esos piensos son beneficiosas para los animales, además de ser más económico-.
-Perdone, Alice- le interrumpió Jasper -pero en el contrato no decía nada acerca de variar la alimentación, y dudo mucho que las vacas necesiten regular su tracto intestinal-.
-Solamente preguntaba, Jasper- respondió entre dientes -es usted muy cabezota- susurró para sus adentros, pero Jasper la oyó.
-¿Cabezota yo?- interrogó indignado -aquí la única cabezota es usted-.
-Pobre de su mujer o novia... menuda le ha caído con usted- contestó Alice, realmente enfadada.
-No tengo novia, ni estoy casado... pero todas las mujeres con las que he salido coinciden en que soy encantador- dijo cruzándose de brazos y mirándola con descaro de arriba abajo, con una sonrisa -¿quiere comprobarlo por si misma?- le sugirió, moviendo sugestivamente las cejas.
Alice abrió desmesuradamente los ojos... ¿pero quién se creía que era?... eran tan socarrón, tan prepotente... y tan condenadamente atractivo; la camisa de cuadros desabrochada dejaba a la vista la camiseta blanca que llevaba por debajo, y se podía entrever que debajo de ella se escondía un fuerte y musculoso pecho; los ojos azul grisáceos la miraban con chulería... pero a la vez con curiosidad e interés.
-¿Cómo dice?- meneó la cabeza, incrédula por lo que acababa de oír.
-¿No quieres comprobar por ti misma lo encantador que puedo llegar a ser?- le repitió acercándose a ella, con tono seductor. Bella y Jake, que se habían quedado rezagados hablando con Embry y Seth, no se percataron de la conversación que mantenían.
-Ni en sus mejores sueños saldría con un tipo con usted- le respondió con suficiencia, quitándose las gafas de pasta negra. Jasper simplemente rió, alejándose de ella.
-Yo no estaría tan seguro- le guiñó un ojo, sonriendo abiertamente mientras se adelantaba y seguía observando a las reses. Esa chica lo sacaba de sus casillas, pero a la vez tenía algo que le resultaba irresistible.
-Señor Cullen... es usted un asno integral- respondió furiosa.
-Nunca me habían llamado asno integral- objetó pensativo -lo apuntaré en mi lista de piropos- dijo cómo si tal cosas. La joven morena inspiró, dándose a si misma paciencia... por un momento se planteó el mandar a otro compañero a que supervisara el proyecto, y no volver a poner un pie en el rancho Killarney jamás. El sonido de su móvil interrumpió su debate interno; habló unos minutos, para después colgar.
-Mi compañera va a venir, para tomar una muestra de sangre a varias de sus vacas- le informó -es parte del estudio-.
-Eso he leído- le aclaró Jasper -no tengo ningún problema con eso-.
Alice Brandon siguió su escrutinio en silencio, seguida por Jasper, hasta que el motor de un coche se oyó fuera del establo. Entró Sam por la puerta, acompañado de una joven de unos treinta años, de tez pálida y cabello castaño rojizo, recogido en una trenza. Sus ojos de color miel recorrieron el establo de arriba abajo, hasta que Alice y Jasper se acercaron a ella.
-Señor Cullen, le presento a mi compañera Vanessa Rale; es una de nuestras veterinarias-.
-Un placer conocerla- respondió Jasper con su mejor sonrisa, lo que hizo que Alice rodara los ojos.
-El gusto es mío; tienen un rancho precioso- alabó.
Jake se giró de inmediato, al escuchar esa voz que no oía desde hacía más de tres años... y su vista se quedó clavada en la joven que acababa de entrar... no era posible, no podía ser ella.
-¿Qué pasa Jake?- preguntó Bella, al verle con esa expresión; haciendo caso omiso a la pregunta de la joven, se acercó al pequeño grupo de personas. Los ojos de Vanessa no pudieron disimular la sorpresa.
-Le presento a mi hermano, Jacob Black- le indicó Jasper. El silencio era tal, que hasta Bella se acercó al pequeño grupo de personas.
-¿Nessie?- preguntó Jake, con el rostro perplejo -¿er... eres tú?- Jasper alzó una ceja, al ver a su hermano nervioso y tartamudenado.
-¿Jake?- devolvió la joven en respuesta, también con la sorpresa en su cara -¿qué haces tú aquí?-.
El ajetreo cotidiano en el rancho Killarney de repente se vio amenizado por las suaves melodías que desprendían el sistema de audio colocado por todo el establo. La señorita Brandon llegó para poner el marcha el plan y explicarles a qué hora debían poner la música. Incluso Carlisle estuvo presente en la improvisada reunión... pero no así Jasper, que justo ese día se excusó diciendo que tenía un compromiso en San Antonio.
-¿Cómo va el experimento?- interrogó Bella a Jake una mañana, durante el desayuno. La familia estaba reunida en torno a la mesa, comentando las novedades de los últimos días.
-No lo sé Bells- se encogió éste de hombros -simplemente hay que poner la música cuándo comen y dejarla un rato más, hasta media tarde-.
-Claro... será que las vacas necesitan que les canten una nana para que duerman la siesta después de comer- siseó Jasper entre dientes antes de dar un bocado a la tostada que tenía en la mano. Edward contuvo la risotada, al igual que Jake y la propia Bella, pero a su padre no le hizo tanta gracia.
-Hijo... más te vale que cuándo la señorita Brandon venga a supervisar cómo va el asunto la música esté sonando- le advirtió serio -y espero que seas amable con ella- añadió.
-Soy la amabilidad en persona- rezongó éste.
-Seguro- contestó Edward mientras rodaba los ojos, lo que provocó que una sonrisa pugnase por salir de los labios de Bella.
-¿Cuándo va a venir?- preguntó la joven, refiriéndose a Alice.
-Mañana por la tarde- bufó Jasper.
-Vamos Jazz... no creo que un poco de música vaya a matar a los animales- le espetó Jake -a ti lo que te pasa es que no soportas a la señorita Brandon, y sobre todo que se haya salido con la suya-.
-Eso en parte- reconoció sin pudor alguno... pero no pudo evitar esbozar una sonrisa recordando el día en el Alice por poco se cae, y la sensación que le produjo tenerla en sus brazos esos pocos segundos -bien, me marcho- se levantó de la mesa, cogiendo otra tostada para el camino.
-Que tengas una buena mañana, Jasper- le deseó Esme.
-Qué tengáis un buen viaje- dijo, dirigiéndose a ella y a su padre. Después de despedirse de ellos, dio un pequeño beso a Bella en la mejilla, para después salir pitando hacia los establos.
Edward tuvo que tragarse su asombro... ¿desde cuándo se despedían sus hermanos de Bella con un beso?; cierto es que era un inocente beso en la mejilla, cómo el que das a una hermana pequeña... pero una sensación que no sabía descifrar se instalaba en su pecho... ¿por qué él no podía ni acercarse a Bella?.
Desde las navidades la joven le rehuía cómo si tuviera la lepra; todo la confianza que parecía haber ganado con ella se había esfumado de la noche a la mañana... incluso sus hermanos estaban cada día más cerca de ella... y eso le provocaba un sentimiento al que no podía poner nombre.
La familia, poco a poco, fue abandonando la cocina para empezar otra jornada laboral. Carlisle y Esme se marchaban a un rancho de un pueblo cercano, ya que iban a asistir a una subasta de ganado; los señores Hollister, los anfitriones, eran muy amigos de Carlisle Cullen y su familia desde hace mucho años, y no regresaban hasta el día diguiente por la mañana. Jake se despidió de Bella dándole un abrazo de oso, literalmente hablando, haciéndole prometer a la joven que después daría con Jasper y con él un paseo a caballo. Edward se quedó el último, y sus ojos se posaron en la graciosa figura de la joven, que iba de un lado para otro de la estancia, recogiendo y guardando cosas.
Bella era consciente de que los ojos de Edward estudiaban cada movimiento que hacía; lo venía notando desde hacía unas semanas, y esa mirada, aunque ella no le hiciera frente, deshacía de tal modo sus huesos y su coherencia que le era prácticamente imposible estar en la misma habitación que él.
-¿Necesitas ayuda?- se ofreció Edward cuándo vio que se subía a una silla para guardar algo en el altillo superior de la cocina.
-No, ya lo hago yo, muchas gracias- le agradeció ella, esbozando una pequeña sonrisa nerviosa. En su fuero interno su corazón bombeaba deprisa, y eso le ocurría cada vez que escuchaba esa voz... su voz.
Pero la mala suerte quiso que el cordón de la zapatilla de Bella, que estaba desabrochado, se interpusiera en el camino de la joven... o más bien entre sus pies, ya que al darse la vuelta lo pisó, haciendo que perdiera el equilibrio. La joven cerró los ojos, doliéndose por anticipado del tremendo golpazo con el que la iba a recibir el suelo... pero nunca llegó a éste. En lugar del duro linóleo sintió que estaba suspendida en el aire, y su sorpresa al abrir los ojos fue mayúscula cuándo se vio agarrada al cuello de Edward cómo si fuera una lapa; éste la había cogido a tiempo, impidiendo que se estrellase.
Edward la contemplaba fijamente, sin poder despegar sus ojos de los de ella, ahora a muy pocos milímetros... su cuerpo se estremecía mientras que prácticamente la acunaba en sus brazos... si girara un poco la cabeza y se acercara un poco más, sus labios se tocarían. Con una atisbo de alegría, se percató de que Bella tenía la piel erizada, y que respiraba entrecortadamente, y esperaba que fuese por algo más aparte del susto de la caída.
-¿Te encuentras bien?, ¿te has hecho daño?- le interrogó preocupado.
-Est... estoy bien- respondió su dulce tormento, intentando acompasar su respiración; nunca había estado tan cerca de él... su olor era una mezcla de colonia y cuero, absolutamente irresistible.
-¿Seguro que estás bien?- inquirió de nuevo, deleitándose con su precioso rostro y disfrutando de la cercanía de su cuerpo. Bella afirmó tímidamente con la cabeza.
-Seguro...- susurró en voz baja; sus manos seguían aferradas a su cuello, y uno de sus dedos tomó vida propia, atreviéndose a acariciar la suave piel de su cuello. La respiración de Edward se agitó considerablemente, al igual que ciertas partes de su anatomía... dios... si con sólo rozarla se sentía así, ¿cómo sería besarla... cómo sería amarla?.
-Bella...- pronunció en sus susurro ahogado -no tienes ni idea de...- dejó la frase inconclusa, y lentamente se fue acercando a su rostro, cerrando los ojos en el camino y disfrutando del aroma de fresas que desprendía. Bella sintió su corazón desbocarse cómo un caballo salvaje... no podía ser verdad... iba a besarla... iban a besarse... no podía permitirlo.
¿Por qué querría besarla, si para él no significaba nada?; su cabeza le decía que se apartara... pero el corazón y el deseo ganó la partida, y cuándo ella cerró los ojos, esperando ese beso, una voz conocida resonó desde la entrada de la casa.
-¡Bellie Bells!- la voz de Jake hizo que ambos abrieran los ojos de golpe, y que la joven pegara un respingo, saltado de los brazos de Edward. Ambos se quedaron estáticos, con la respiración todavía en su garganta y mirando a la puerta.
-¿Qué haces así todavía, Bells?- le preguntó Jake cuándo entró por la cocina -recuerda que te prometí que te llevaría al pueblo-.
-No es necesario Jake, puedo ir yo- le dijo por enésima vez desde la pasada noche; por suerte, el hermano mayor no pareció notar lo que había estado a punto de ocurrir unos segundos antes de su interrupción.
-Ya te dije que tengo que ir a ver al señor Jenkins, de modo que me pilla de camino- le respondió éste -además, todavía hay nieve en la carretera, y no quiero que conduzcas en esas condiciones-.
Bella rodó los ojos, suspirando con paciencia -eres peor que Jasper y Emmet juntos- musitó entre dientes -está bien, en diez minutos estoy en el garaje-.
-No tardes- le previno mientras salía, pero antes de salir se giró hacia su hermano -Edward, Jasper te espera en los establos de los terneros, y Sam-.
-Enseguida voy- respondió escuetamente; cuándo por fin su hermano salió por la puerta, se llevó las manos a su pelo, revolviéndolo nervioso. Si Jake no hubiera entrado en la cocina... observó a Bella, que de espaldas a él terminaba de recoger lo más deprisa que podía.
-Bella... yo...- empezó a decir Edward, sin poder acabar la frase -yo no...-.
-No pasa nada Edward- le cortó Bella, intentando a duras penas esconder las lágrimas; cerró el grifo de la cocina, y secándose las manos con un paño salió de allí apresuradamente, sin volver la vista atrás, y dejando al pequeño de los Cullen con la palabra en la boca.
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Su estado de ánimo no mejoró cuándo fue al encuentro de Jake; en su habitación se había lavado la cara un par de veces, en un intento por ocultar las lágrimas. Eso lo consiguió, pero su silencio le chocó a Jake, que no pudo evitar preguntarle.
-¿Estás bien?-.
-Sí- musitó ella, pero ni siquiera la sonrisa que quería mostrar asomó por sus labios.
-¿Ha pasado algo antes de que yo llegara?- los brazos y las manos de Jake se tensaron a ambos lados del volante -¿Edward te ha dicho algo desagradable?- le preguntó de nuevo, poniéndose serio.
-No, no- se apresuró a contestar y vio que Jake se relajaba -¿por qué dices eso?-.
-Te has puesto colorada- le indicó Jake, esbozando por lo bajini una sonrisilla burlona -¿puedo hacerte una pregunta?. El gesto afirmativo de Bella le animó a continuar.
-¿Te gusta mi hermano?- interrogó sin más rodeos.
-¿Cóm... cómo dices?- el nerviosismo y la tartamudez de la muchacha respondieron a la pregunta de Jake por anticipado.
-Cuándo he entrado a la cocina os he visto un poco... ¿nerviosos, por así decirlo?- al ver el sonrojo de la joven, a duras penas pudo reprimir la carcajada -¿pensabas que no me había dado cuenta?-.
-¿Y por qué intuyes que ha pasado algo?- rebatió ella, cual niña pequeña.
-Vamos Bells; estabas roja cómo un tomate... no sé que ha pasado en esa habitación, pero mi hermano estaba contentillo- le explicó sin pudor alguno.
-¿Contentillo?- preguntó la joven arqueando una ceja. Jake negó con la cabeza... era tan inocente.
-Ya sabes... los hombres tenemos ciertas partes que reaccionan en determinadas situaciones- le aclaró. Bella ardió de la vergüenza, y deseó que se la tragara la tapicería del coche. Jake la miró sonriendo con malicia... por supuesto que allí había pasado algo, pero a Edward no se lo podría ni nombrar.
-¡Jake!- exclamó avergonzada.
-A los chicos se nos suele notar- le explicó entre risas.
-No tiene gracia- replicó la joven -además, yo no le gusto a tu hermano- le dijo, intentando sonar indiferente. Cuándo Jake aplacó la risa, la miró arqueando una ceja.
-Bella; puede que mi hermano no sea muy expresivo en cuánto a sus sentimientos- le explicó con paciencia -pero yo apostaría lo que sea a que le gustas... y mucho-.
-Eso es imposible Jake- dijo Bella en un suspiro -ahí fuera hay miles de chicas jóvenes y guapas- éste chasqueó la lengua, de forma desaprobatoria.
-Tú también eres joven, y guapa- rebatió, ante un nuevo sonrojo de la joven -tienes la autoestima por los suelos- murmuró entre dientes.
-Soy una niña para él- dijo en un triste susurro, casi que Jake tuvo que aguzar el oído para escucharla -además, a mi no me gusta tu hermano- replicó resuelta en un tono de voz más alto. La reacción de Jake la sorprendió, ya que se echó a reír a carcajadas.
-Si tú lo dices- se encogió levemente de hombros Jake; la joven no se dio cuenta de que ya habían llegado al pueblo, y que estaban aparcando cerca del mercado -bien Bells; en una hora te espero en la cafetería- le recordó.
-Está bien- contestó mientras abría la puerta y salía. Ese día el viento era gélido, y Bella no pudo evitar ajustarse la chaqueta en torno a su cuerpo -hasta luego Jake-.
-Hasta luego Bella- se despidió el hermano mayor de los Cullen -y no saques conclusiones precipitadas, Bells- ésta le miró arrugando en ceño, sin entender lo que quería decirle -¿nunca has oído eso de que el amor no tiene edad?- Bella abrió la boca para rechistar, pero para cuándo quiso decir algo, Jake ya se alejaba, silbando divertido en dirección al despacho del señor Jenkins.
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Un par de días después de su viaje al pueblo, Bella no se quitaba de la cabeza la conversación que había mantenido con Jake en el coche... se auto reprendió mentalmente, ya que era obvio que sus sentimientos hacia Edward empezaban a ser de dominio público. Una y otra vez acudía a su mente la imagen de aquella mañana, en la que había estado en sus brazos, recordaba con un escalofrío cómo esas orbes esmeraldas la miraban con un brillo extraño y a la vez excitante... y la sensación de su aliento rozando sus labios...
Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que sólo el olor del pollo quemándose en el horno la sacó de sus cavilaciones. Corriendo se acercó al aparato, y por poco se quema cuándo intentó sacar la bandeja.
-Lo que me faltaba- dijo malhumorada y rechinando los dientes. Estudió el estropicio, y soltó un suspiro de alivio cuándo comprobó que no se había quemado del todo y todavía era comestible. Después de dejarlo en el horno, previamente apagado, se dispuso a dar los últimos toques a la sopa a la vez que a su cerebro acudían de nuevo la conversación con Jake.
¿Y si lo que sentía Edward por ella, si es que sentía algo, era pura y simple atracción o deseo por ella?; había oído hablar a las chicas del instituto acerca de esos temas, pero ella carecía de toda experiencia; con Mark no había llegado a ese punto, y cada vez que él insinuaba algo del tema, Bella lo rehuía con cualquier excusa. Puede que fuera una mojigata, cómo decía su ex novio, o puede que soñara con algo imposible... pero para ella, ese acto iba ligado al amor de una persona sentía por otra.
El timbre de la puerta la sacó de sus reflexiones; oyó que Esme abría, y después pasos acercándose a la cocina. En ella entraron Esme y Alice Brandon, charlando animadamente.
-Buenos días Bella- saludó la joven morena, con una sonrisa simpática y sincera.
-Hola Alice- respondió ésta -¿has venido para la supervisión semanal?-.
-Eso es mañana- le explicó -solamente vine a dejarle unos papeles al señor Cullen, pero Esme no me deja irme sin que me tome un café- sonrió a la mujer, que ya preparaba las tazas.
-Y un trozo de tarta de manzana, por supuesto- añadió Bella, indicándole que se sentara a la mesa. Justo en ese momento entraba Rosalie por la puerta.
-¿He oído tarta de manzana?; me quedo con vosotras -se giró hacia la chica morena, presentándose a si misma -tú debes de ser la famosa señorita Brandon; soy Rosalie Cullen, la esposa de Emmet-.
-Es un placer conocerte- dijo Alice con una sonrisa; después de las presentaciones, las cuatro mujeres estaban reunidas en torno a la mesa, sumergidas en una agradable charla.
-¿De modo que eres de Louissiana?- le preguntó Esme a Alice, después de que ésta les hablara un poco de su infancia.
-Así es- afirmó ella -chica sureña de pura raza- rió divertida.
-¿Y qué te trajo a Texas?- le preguntó Rose, antes de dar otro sorbo a su café.
-Encontré un buen puesto de trabajo en la Comisión de ganado- les explicó la joven -soy licenciada en bioquímica, y también estudié algunos años de veterinaria-.
-Impresionante currículo- alabó Esme.
-Gracias- dijo con su chispeante sonrisa de duende.
Bella sintió una punzada de envidia... si su abuela le hubiese dejado, ella podría haber estudiado más, incluso podría haber conseguido una beca para la universidad. Esme adivinó lo que pasaba por la mente de la joven, y dándole un codazo amistoso llamó su atención.
-Tú también podrías estudiar en un futuro- le dijo con una bella sonrisa maternal.
-Eso es cierto- la animó también Rose -podrías ir a una escuela de cocina, y en un futuro, abrir tu propio restaurante- sugirió.
-Apoyo eso- exclamó Alice -la tarta está deliciosa... y por lo que has contado, tienes un don para la cocina-.
-Ufffsss... cocino por hobby... y para alimentar a los cuatro hermanos Cullen- aclaró Bella con una gran sonrisa -no creo que pudiera con la presión de un restaurante o cafetería... me desquiciaría los nervios- el grupo de mujeres rió divertido ante el comentario.
-También podrías estudiar algo dedicado a los niños- siguió enumerando Rosalie -cuándo va a mi consulta, me ayuda mucho con ellos-.
-Me encantan los niños- exclamó ella contenta -pero creo que no valdría para estudiar enfermería; la medicina y yo somos incompatibles- rió con diversión.
-No tiene por qué ser enfermería- dijo Rosalie -pero podrías perfectamente estudiar para ser profesora de educación infantil-.
-Con los más pequeños- apoyó Alice. Bella se imaginó rodeada de niños, mirando los dibujos que los pequeños realizaban y enseñándoles las primeras letras del abecedario.
-Podría ser, en un futuro- murmuró pensativa.
La charla siguió su animado curso; incluso Rosalie invitó a Alice a cenar una noche en el pueblo, junto con Bella y Jane, su recepcionista. Ésta aceptó encantada, ya que apenas conocía a nadie en Hunstville. Viendo el entusiasmo de la joven, Rose organizó la salida para el viernes de la semana siguiente. Incluso Esme se apuntó, animada por la juventud. Rose, Bella y Esme acompañaron a la señorita Brandon a la puerta, despidiéndose de ella hasta el día siguiente, que volvería para supervisar el estudio.
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A la mañana siguiente, casi al mediodía, Bella se animó a ir a echar un vistazo a los establos. Saludó a sam y al resto de los peones, que le indicaron dónde estaban los hermanos.
-Hola chicos- saludó animada; al momento se paró, conteniendo la risa mientras reconocía la melodía que sonaba por los altavoces.
-¿Beethoven?- preguntó, conteniendo la carcajada. Jasper la fulminó con la mirada.
-Esto es ridículo- siseaba furioso, yendo de un lado para otro del establo -las vacas comen cómo siempre lo han hecho-.
-Bueno...- sopesó Edward, echando un vistazo general a los animales -hay que reconocer que más tranquilas están; me refiero que no están mugiendo ansiosas y...- paró abruptamente al ver la expresión de su hermano Jasper.
-No lo puedo creer- murmuró entre dientes -¿también a ti te ha convencido la psiquiatra de vacas, cómo a papá?- le recriminó.
-Yo a lo único que pongo pegas es a la música- dijo Jake -es un tostón-.
-¿Cómo quieres tranquilizarlas entonces, poniendo AC/DC a todo volumen?- le picó Edward, lo que provocó las risas de todos los presentes, incluyendo a Bella. La risa de la joven hizo que algo se calentara en su pecho... tenía una sonrisa tan bonita... pero su cara cambió a una expresión inescrutable cuándo vio a Bella y Jasper compartir comentarios y confidencias... y el brazo de su hermano cómodamente posado en los hombros de su Bella.
Desde aquel suceso en la cocina, Bella estaba con él más esquiva que nunca; todavía tenía impregnado por el cuerpo el aroma tan característico de la joven... su pequeño y delicado cuerpo encajaba entre sus brazos cómo si hubiera sido creado a la medida... y sentir el calor que desprendía cada poro de su piel había bastado para que su deseo por ella aumentara más y más. En un intento por desechar esos pensamientos de su cabeza, murmuró una disculpa, saliendo del establo. Jazz arqueó una ceja al fijarse en la mueca de enojo que le lanzó su hermano con los ojos... definitivamente, el plan iba lento, pero por buen camino.
-Bien- dijo frotándose las manos -dado que la psiquiatra de vacas no vendrá hasta dentro de una hora, voy a apagar ésto- hizo un gesto con las manos, queriendo señalar la música que flotaba por el establo -se van a dormir hasta los chicos- dijo en alusión a los peones. Se encaminó para quitar la música, cuándo una voz le hizo detenerse en medio del camino.
-¿Saltándose las reglas del estudio, señor Cullen?- al girarse, se encontró con una imagen sorprendente; allí estaba la señorita Brandon, con los brazos en jarras y mirándole desafiante. Jasper la escaneó con la mirada; los vaqueros acampanados que lucía marcaban sus caderas, ni muy delgadas ni muy redondas, y los primeros botones de la camisa de cuadros blancos y rosas dejaban entrever un generoso escote.
-Vaya señorita Brandon- Jasper se acercó a ella con una sonrisa petulante en su cara -veo que ha abandonado las trampas mortales- observó, aludiendo a las botas que llevaba puestas -mi más sentido pésame; debe de haber sido difícil dejar los tacones en el armario- se medio burló de ella.
-Gracias por su interés por mi guardarropa- contestó sarcástica la joven -supongo que tengo más variedad que usted... ¿duerme con las espuelas puestas?- sonrió cándidamente mientras le hacía la pregunta. Bella negó divertida con la cabeza, mientras que Jake, sujetándose la tripa de la risa, se acercaba a ellos.
-Puedes jurarlo, Alice- le confesó entre carcajadas.
-¿Cómo estás, Jake?; hola Bellie- les saludó ella con simpatía. Jasper se quedó en medio de ellos, ¿desde cuándo era tan amigos la señorita Brandon y sus hermanos, e incluso Bella?.
-¿Dónde están Edward y Emmet?- inquirió curiosa.
-Emmet en su trabajo, y Edward acaba de marcharse- le informó su castaña amiga -bien, ¿qué te parece?- señaló con la mano extendida el establo -las vacas están felices y relajadas- expresó orgullosa.
-Y lo seguirán estando, si el señor Cullen no quita la música- objetó seria.
-Me gustaría saber cómo ha conseguido convencer a mi padre y a mis hermanos para acceder a esta locura- le espetó con socarronería.
-Si me hubiera dejado explicarme, lo sabría- le devolvió por respuesta -bien, voy a pasar adentro- la joven caminó hasta la barrera de seguridad, adentrándose en los habitáculos de los animales, seguida de cerca por Jasper y Jake.
-Tenga cuidado, no sea que alguna vaya a darle una coz- le advirtió Jasper, sonriendo con malicia -no parece que haya tratado mucho con animales-.
-Se equivoca, señor Cullen- devolvió con retintín -aparte de licenciada en bioquímica, estudié varios años de veterinaria- Jasper elevó las cejas, debido a la sorpresa.
-¿En serio?- preguntó Jake, claramente asombrado; Alice asintió con la cabeza, soriendo orgullosa.
-Pues para ser medio veterinaria, debería saber que no se puede venir a un rancho con tacones y trajes de Armani- le espetó Jasper. Alice le miró por encima de sus gafas de pasta.
-Cómo ya le dije una vez, Jasper- pronunció su nombre con sarcasmo -no sabía que tenia que venir aquí esos días... y le repito que visto cómo me place- nada más decir ésto y darse la vuelta, Jasper la taladró con los ojos... pero su vista se detuvo en su redondeado y firme trasero... dios... no estaba nada mal la chica.
-Utilizan pienso convencional- meditó la joven en voz alta, cogiendo una pequeña cantidad en su mano y observándolo.
-Nos da buen resultado- le explicó Jake -solemos complementar su dietas con proteínas dos veces por semana-.
-¿No han pensado en utilizar pienso ecológico?- indagó las joven -según los informes que tenemos, la soja que llevan esos piensos son beneficiosas para los animales, además de ser más económico-.
-Perdone, Alice- le interrumpió Jasper -pero en el contrato no decía nada acerca de variar la alimentación, y dudo mucho que las vacas necesiten regular su tracto intestinal-.
-Solamente preguntaba, Jasper- respondió entre dientes -es usted muy cabezota- susurró para sus adentros, pero Jasper la oyó.
-¿Cabezota yo?- interrogó indignado -aquí la única cabezota es usted-.
-Pobre de su mujer o novia... menuda le ha caído con usted- contestó Alice, realmente enfadada.
-No tengo novia, ni estoy casado... pero todas las mujeres con las que he salido coinciden en que soy encantador- dijo cruzándose de brazos y mirándola con descaro de arriba abajo, con una sonrisa -¿quiere comprobarlo por si misma?- le sugirió, moviendo sugestivamente las cejas.
Alice abrió desmesuradamente los ojos... ¿pero quién se creía que era?... eran tan socarrón, tan prepotente... y tan condenadamente atractivo; la camisa de cuadros desabrochada dejaba a la vista la camiseta blanca que llevaba por debajo, y se podía entrever que debajo de ella se escondía un fuerte y musculoso pecho; los ojos azul grisáceos la miraban con chulería... pero a la vez con curiosidad e interés.
-¿Cómo dice?- meneó la cabeza, incrédula por lo que acababa de oír.
-¿No quieres comprobar por ti misma lo encantador que puedo llegar a ser?- le repitió acercándose a ella, con tono seductor. Bella y Jake, que se habían quedado rezagados hablando con Embry y Seth, no se percataron de la conversación que mantenían.
-Ni en sus mejores sueños saldría con un tipo con usted- le respondió con suficiencia, quitándose las gafas de pasta negra. Jasper simplemente rió, alejándose de ella.
-Yo no estaría tan seguro- le guiñó un ojo, sonriendo abiertamente mientras se adelantaba y seguía observando a las reses. Esa chica lo sacaba de sus casillas, pero a la vez tenía algo que le resultaba irresistible.
-Señor Cullen... es usted un asno integral- respondió furiosa.
-Nunca me habían llamado asno integral- objetó pensativo -lo apuntaré en mi lista de piropos- dijo cómo si tal cosas. La joven morena inspiró, dándose a si misma paciencia... por un momento se planteó el mandar a otro compañero a que supervisara el proyecto, y no volver a poner un pie en el rancho Killarney jamás. El sonido de su móvil interrumpió su debate interno; habló unos minutos, para después colgar.
-Mi compañera va a venir, para tomar una muestra de sangre a varias de sus vacas- le informó -es parte del estudio-.
-Eso he leído- le aclaró Jasper -no tengo ningún problema con eso-.
Alice Brandon siguió su escrutinio en silencio, seguida por Jasper, hasta que el motor de un coche se oyó fuera del establo. Entró Sam por la puerta, acompañado de una joven de unos treinta años, de tez pálida y cabello castaño rojizo, recogido en una trenza. Sus ojos de color miel recorrieron el establo de arriba abajo, hasta que Alice y Jasper se acercaron a ella.
-Señor Cullen, le presento a mi compañera Vanessa Rale; es una de nuestras veterinarias-.
-Un placer conocerla- respondió Jasper con su mejor sonrisa, lo que hizo que Alice rodara los ojos.
-El gusto es mío; tienen un rancho precioso- alabó.
Jake se giró de inmediato, al escuchar esa voz que no oía desde hacía más de tres años... y su vista se quedó clavada en la joven que acababa de entrar... no era posible, no podía ser ella.
-¿Qué pasa Jake?- preguntó Bella, al verle con esa expresión; haciendo caso omiso a la pregunta de la joven, se acercó al pequeño grupo de personas. Los ojos de Vanessa no pudieron disimular la sorpresa.
-Le presento a mi hermano, Jacob Black- le indicó Jasper. El silencio era tal, que hasta Bella se acercó al pequeño grupo de personas.
-¿Nessie?- preguntó Jake, con el rostro perplejo -¿er... eres tú?- Jasper alzó una ceja, al ver a su hermano nervioso y tartamudenado.
-¿Jake?- devolvió la joven en respuesta, también con la sorpresa en su cara -¿qué haces tú aquí?-.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 9: Sorpresas
Jake no sabía cómo reaccionar... dios... era ella... la chica de la que nunca se pudo olvidar. Aunque hubieran pasado más de tres años, todavía podía escuchar los dulces gemidos, el estremecimiento de la pálida piel de la joven cuándo sus manos la recorrieron en una caricia infinita... la suavidad de sus labios bajo su boca... todavía podía sentir en sus hombros las pequeñas manos de la joven, clavándole sus uñas y arqueando su cuerpo hacia él, pidiéndole entre jadeos y suspiros ahogados que la hiciera suya. Volvió a mirarla de arriba abajo, completamente sumido en sus recuerdos... recuerdos maravillosos que se remontaban a un hotel en Tucson, Arizona... a un aburrida subasta de ganado a la que su padre no había podido acudir en el último momento.
Y allí estaba ella; todavía recordaba los vaqueros que llevaba, aquella sugerente y sencilla blusa roja, que dejaba entrever un generoso escote... su pelo largo y rizado, que en aquella ocasión cubría sus hombros y la mayor parte de su espalda.
Rememoró su primer encuentro, en aquella enorme explanada dónde se desarrollaba la subasta, y cómo ella, como veterinaria que era, daba el visto bueno a las reses que iban adquiriendo los distintos ganaderos. Al acercarse a ella, la joven lo saludó con jovialidad y una sonrisa de oreja a oreja. Era simpática y muy extrovertida... y congeniaron de inmediato.
La casualidad quiso que ambos estuvieran alojados en el mismo hotel, y esa misma noche coincidieron en el bar de éste, invitándole él a tomar una copa. Ese gesto se volvió rutina en las dos noches siguientes... hasta que en la tercera no pudieron reprimir más la atracción que sentían el uno por el otro.
Nessie miraba a Jake con un cúmulo de sensaciones indescriptibles en su pecho. Era él... el hombre por el cual perdió la cabeza durante una semana, el que la había hecho tocar el cielo con sus manos... Ella, que no acostumbraba a acostarse con hombres a quienes apenas conocía, se saltó su auto impuesta norma a causa de la atracción que producía en ella ese hombre moreno y fuerte, extrovertido y simpático cual niño de diez años.
A su cabeza también vino el momento en el cual la subasta terminó, y dado que por aquel entones residían en estados diferentes, decidieron que era mejor despedirse en ese instante.
Nessie clavó su vista en ese par de orbes de color ónice... aunque todo pasó hacía tres años, nunca lo había olvidado... y ahora el destino los volvía a juntar. Aclarándose la garganta, percatándose que el resto los miraba con cara de interrogante, se adelantó para saludar a Jake.
-Me alegra volver a verte- saludó con una vocecilla apenas perceptible, lo cual hizo que Alice arrugara el ceño, extrañada por la repentina timidez de su amiga.
-Lo mismo digo Nessie... ha pasado mucho tiempo- Jake se adelantó para darle dos besos, y el corazón de la joven latió más deprisa al sentir la mano de Jake en su cintura.
-Tres años- afirmó un poco... sonrojada, lo cual hizo que Jasper rodara mentalmente los ojos.
-¿Os conocéis?- le preguntó a su hermano, mirándole con las comisuras de los labios hacia arriba.
-Ehhh... si si- contestó Jake, saliendo de su aturdimiento -coincidimos hace tres años en una subasta en Tucson- explicó escuetamente. Jasper alzó una ceja, mirándole e instándole a continuar... pero Nessie se adelantó.
-En aquel entonces yo trabajaba allí- relató.
-Ya... - respondió simplemente Jasper -ella es Bella- le volvió hacia la muchacha, rodeándole los hombros, ya que vio por el rabillo del ojo que su hermano pequeño se acercaba.
-Es un placer- saludó la castaña a la chica.
-Lo mismo digo; ¿trabajas aquí?- le interrogó curiosa. Bella afirmó con la cabeza y una sonrisa.
-Soy la cocinera oficial del rancho- dijo con una pequeña sonrisa.
-Pero también es parte de la familia- añadió Jake -es cómo nuestra pequeña hermanita- Nessie asintió, mirando a la chica con una pequeña sonrisa.
-Y él es Edward, nuestro hermano pequeño- añadió Jasper cuándo su hermano se reunió con el grupo.
Edward saludó a la chica con un ligero apretón de manos, y sin saber cómo, se dio cuenta de que nada más llegar al grupo se había puesto al lado de Bella y su hermano. ¿Por qué sus hermanos no hacían más que abrazarla y pasarle el brazo por los hombros, y el no podía ni entrar a la habitación dónde ella se encontrara?; maldijo para sus adentros, frustrado y cabreado... hasta que la voz de Jasper le sacó de su trance.
-Bien... después de las presentaciones, creo que es hora de que sigamos la inspección-.
-Nessie tiene que sacar varias muestras de sangre- recordó Alice.
-Lo recordaba señorita Brandon, gracias- respondió Jasper con un evidente tono de sarcasmo.
-Pues parecía que se le había olvidado... debería tomar más vitamina E- contraatacó con una falsa sonrisa amistosa -va bien para la memoria de pez-.
Jasper taladró la imagen de la menuda mujer con la mirada, y conteniendo las palabras que quería salir de su garganta, delegó en su hermano la tarea de acompañar a las jóvenes visitantes, para salir del establo hecho una furia y siseando por lo bajo.
-Parece que se ha enfadado- murmuró Nessie, mirando a Alice con el ceño fruncido.
-Me da igual- replicó tan tranquila -es insoportable-.
Bella también se excusó, alegando que debía volver a la casa; Edward se iba a ofrecer para acompañarla, pero la inoportuna señora Cope lo reclamó desde la oficina, de modo que Nessie y Alice se quedaron en compañía de Jake, que las acompañó mientras realizaban su cometido. Una hora después Alice se despidió de Nessie y Jake, quedando en volver dentro de tres días. El joven acompañó a la veterinaria hasta su coche, aprovechando para hablar en el camino.
-Qué pequeño es el mundo- musitó la pelirroja, con una pequeña sonrisa -nunca me contaste que eras hijo adoptivo del dueño del rancho Killarney- le reprochó en bromas.
-Creo que esos días estábamos para pocas palabras- murmuró Jake, esbozando una sonrisa lobuna y mirándola con cierto descaro.
-¡Jake!- le reprendió la joven, muerta de vergüenza, pero ella también acabó riendo divertida y negando teatralmente con la cabeza, dándole la razón.
-Carlisle es mi padrastro; mi padre murió cuándo yo apenas tenía dos años- le empezó a relatar- mi madre y él se casaron unos años después-.
-Así que eres hermanastro de Jasper y Edward- replicó Nessie.
-Y de Emmet- la joven le miró extrañada- es el segundo de nosotros; no trabaja en el rancho, ya lo conocerás-.
-¿Es tan gruñón cómo Jasper?- reclamó divertida -Edward me ha parecido amable-.
-¿Jasper gruñón?- preguntó con una risa -te aseguro que no es así en absoluto; lo que pasa es que Alice y él no empezaron bien, y de ahí de mal en peor- le confesó.
-Vaya par- le dio la razón.
-Edward es un poco más callado, pero te llevarás bien con él.. y Emmet se parece mucho a mi, sobre todo en el sentido del humor- la joven le escuchaba con atención, y fijándose cómo se le iluminaban los ojos al hablar de sus hermanos, y de la esposa de Emmet y su pequeño sobrino.
-Se nota que los cuatro os lleváis muy bien- le contestó la joven.
-Eso es verdad- le dio la razón -¿sabes una cosa?- le preguntó en tono confidencial -odio la palabra hermanastro... para mi son mis hermanos, y Carlisle es mi padre a todos los efectos- la mirada de la joven le animó a continuar -apenas recuerdo a mi padre, y el me ha enseñado a ser mejor persona, el me ha cuidado... me lo ha dado todo- enumeró con una sonrisa afable.
Siguieron hablando de camino al coche de la joven, y una vez ésta guardó sus pertenencias en el asiento del copiloto, cerró la puerta y se apoyó en ella, al lado de Jake.
-¿Y qué hay de tu vida?; te hacía en Arizona- interrogó éste.
-Y así era hasta hace dos meses; mi contrato laboral terminó, y al poco tiempo, me ofrecieron participar en el estudio, dado que necesitaban veterinarios- relató la joven.
-¿Y tu familia?-.
-Mis padres siguen viviendo en Tucson, y ya sabes que no tengo hermanos ni hermanas- Jake asintió con la cabeza, era de las pocas cosas que sabía de la vida de la muchacha.
-¿Sólo tienes allí a tus padres?- la joven esbozó una sonrisa divertida, cruzándose de brazos.
-Así es- le explicó -aparte de mis padres y un par de amigas de la infancia, no he dejado a nadie importante-.
-Ya veo...- respondió Jake, girando la cabeza hacia otro lado y rezando para que Nessie no se percatara de la vergüenza, que estaba pasando... pero tenía necesidad de saber si estaba con alguien -¿dónde vives?-.
-Aquí en Hunstville; vivo en el mismo edificio que Alice, sólo que dos pisos más arriba- en la calle Hauffman esquina con Warton; ¿sabes dónde está el hotel Treasure Inn?- Jake afirmó en silencio -pues dos calles más abajo-.
-¿Y conoces a mucha gente en Hunstville?-.
-Sólo a Alice y a varios miembros de la comisión... y ahora también a ti- le dio un codazo amistoso mientras se lo decía.
Después de una amistosa charla, Jake veía alejarse el todoterreno rojo que conducía la joven, y con una sonrisa de oreja a oreja se adentró en la casa familiar, dónde ya estaban todos esperándole en la cocina, para empezar a cenar.
-¿Cómo es que conoces a la señorita Rale?- preguntó directamente Jasper a modo de saludo. Jake rodó los ojos, mientras se sentaba.
-¿Quién es la señorita Rale?- interrogó Esme con curiosidad.
-Una joven veterinaria que trabaja con la señorita Brandon- le aclaró Bella mientras se disponía a servir.
-Cómo ya he explicado antes, coincidí con ella hace tres años, en una subasta en Tucson; por aquel entonces ella trabajaba allí- explicó el aludido con tono ácido.
-No sabía que las subastas en Arizona eran tan interesantes- Bella disimuló una sonrisa por el comentario que Edward le dirigió a su hermano.
-¿Seguro que sólo la conoces de eso?- Jasper movió las cejas de modo sugestivo, lo que le hizo ganarse una patada en la espinilla por debajo de la mesa -vamos Jake, cuándo la has visto te has puesto a tartamudear-.
-Y rojo cómo la grana- añadió Edward. El hermano mayor bufó cabreado... ¿por qué no le podían dejar en paz?-.
-Ni me he puesto rojo ni he tartamudeado- contraatacó cual niño pequeño -simplemente me ha sorprendido verla aquí- se defendió.
-Seguro- contestó Jasper, haciendo un divertido mohín -tarde o temprano te lo sonsacaremos- replicó pagado de si mismo.
La cena fue una continua batalla de indirectas, dirigidas a Jake y a su recién descubierta amistad con la joven Nessie Rale, lo cual hizo que el mayor de los hermanos se levantara nada más terminar el postre, huyendo de aquel infierno.
-Parece que todavía tienen diez años- murmuró Carlisle, suspirando resignado. La mayoría de los habitantes del rancho ya se habían retirado a descansar, pero el prefirió salir a pasear, en compañía de Esme.
-Ya les conoces- le recordó Esme, afianzando su agarre a la cintura de Carlisle -parece que Jake tuvo algo con esa chica-.
-Por las insinuaciones de mis otros hijos, de eso no me cabe ninguna duda- contestó -y por la huida despavorida de Jacob de la mesa- añadió con una leve sonrisa. Esme rió ante el divertido comentario, mientras seguían paseando bajo las estrellas. Durante unos minutos pasearon en silencio, disfrutando simplemente de la compañía de la persona amada.
-¿En qué piensas?- preguntó Esme, con voz suave.
-En nada en particular- se encogió éste de hombros -¿cómo ves a Edward?; desde navidades está más huraño que nunca- Esme meditó acerca de contarle sus sospechas acerca de su hijo pequeño y de cierta joven castaña, pero prefirió callar por el momento.
-Yo le veo cómo siempre- mintió de forma piadosa -Carlisle, sé que te preocupas por él... pero un día aparecerá la chica que le haga creer de nuevo en el amor- le dijo.
-Aunque ya sean todos unos hombres, me preocupo demasiado- admitió, riendo ligeramente.
-Eso es porque eres su padre, y quieres lo mejor para ellos, y que sean felices; es normal; yo también me preocuparía si tuviera hijos-.
-Eso ya lo haces; bastante tienes con preocuparte de todos los habitantes de esta casa- le recordó. La mujer meneó la cabeza, contradiciendo sus palabras.
-Sois mi familia, no podría ser de otro modo-.
-Eres maravillosa- murmuró Carlisle, dejando un beso en su sien y rodeando los hombros de la mujer que le había devuelto la ilusión -es una razones por las que te quiero- susurró, parando de repente el paseo y rodeando a Esme entre sus brazos. Ésta cerró los ojos, suspirando satisfecha y disfrutando de unos valiosos minutos de la intimidad que ofrecía la oscuridad de la noche para abrazar al único hombre que había amado en su vida... y que amaba.
Las semanas pasaban rápidas para los habitantes del rancho Killarney, y febrero se instaló en el calendario. Ahora era una época tranquila de trabajo, y todos aprovechan la relativa calma que, con el comienzo de la primavera, se esfumaría, dejando paso a jornadas de traslado de ganado a los pastos del sur y otras tareas propias de la época.
Edward salía de las oficinas cuándo vio a su dulce tormento aparcar el coche en la puerta de casa, seguramente vendría del pueblo, después de hacer la compra. Dándose valor a si mismo, se acercó a ella.
-Hola Bella- saludó con una sonrisa amable. La joven murmuró un saludo mientras abría el maletero del coche, para sacar las bolsas.
-¿Noche movida?- interrogó con diversión, al ver que la joven no podía reprimir los bostezos.
-Ayer salí con Rose y Alice- le empezó a relatar -yo quería volverme a casa después de la cena, pero se empeñaron en tomar una copa- rodó levemente los ojos.
-Ya sabes lo que dicen; noches alegres, mañanas tristes- se encogió de hombros Edward -trae, ya cojo yo eso- a regañadientes, Bella le tendió un par de bolsas que pesaban bastante, y con él pisándole los talones, entraron en la casa. La joven podía sentir los ojos esmeraldas clavados fijamente en su espalda. Una vez llegaron a la cocina, por fin dejaron su cargamento encima de la mesa.
-Gracias- dijo la joven , casi en un susurro. Edward se apoyó en la encimera, cruzando los brazos y observándola, sopesando el preguntarle por qué huía constantemente de él. La miró por unos minutos, en silencio, mientras que la joven revoloteaba de un lado para otro de la cocina.
-¿Bella?- la llamó suavemente. La joven se dio la vuelta ante la mención de su nombre... deleitándose con el hombre que tenía enfrente. El hombre por el que interiormente suspiraba cada día más, aunque se intentara auto convencer de que aquello era imposible, que no podía ser. Esperó en silencio, observando para sus adentros lo guapo que estaba esa mañana con esos pantalones vaqueros desgastados y la camisa de cuadros en distintos tonos de verde, a juego con sus ojos.
-¿Puedo hacerte una pregunta?- la joven asintió con un imperceptible movimiento de cabeza, esperando y preguntándose mentalmente qué es lo que querría preguntarle Edward. El joven tomó aire, pero unos pasos apresurados hicieron que su vista se posara en la puerta, por dónde entraban sus hermanos. Bella aprovechó ese momento para echar una ojeada a la olla que previamente Esme había puesto en el fuego.
-Estoy hambriento- fue el saludo que Jake dedicó a los presentes –umhhh… que bien huele- alabó, olisqueando el aroma que flotaba en el ambiente. Edward murmuró una maldición por lo bajo, al ver a su otro hermano sentarse de forma despreocupada en una de las sillas… ¿por qué tenían que aparecer sus hermanos?; tenía tan mala suerte, que si se desatara una tormenta estaba seguro de que un rayo le caería encima. Jasper se dio cuenta de que Jake y él habían interrumpido algo importante.
-¿Pasa algo?- interrogó de forma despreocupada.
-No- respondió su hermano pequeño, de forma cortante.
-Pues lo parece- contestó Jake -¿no te habrá soltado ninguna de sus lindezas, verdad Bellie Bells?- interrogó a la joven , pasándole un brazo por los hombros. Edward resopló furioso al ver ese inocente gesto… y más aún cuando vio que la joven respondía a las bromas que su hermano le hacía.
-No me ha dicho nada- le respondió la joven entre risas -¿queréis algo de picar mientras se prepara el estofado?- preguntó, cambiando de tema.
-Algo de picar no estaría mal- aprobó Jasper –estamos caninos-.
-¿Cómo podéis tener hambre, si para desayunar os habéis comido entre los dos bandeja y media de galletas?- preguntó incrédula.
-Eso es porque estaban muy buenas- le dijo Jake guiñándola un ojo, gesto que hizo que la joven se sonrojara ligeramente.
-Deberíais aprender a cocinar- les propuso divertida -¿qué haréis el día que yo no esté aquí?-.
-Eso no va a pasar- contestó Jasper tan tranquilo.
-Si es necesario que te cases con alguno de nosotros, lo haremos- resolvió Jake tan tranquilo, mirando de reojo a Edward.
-¿Casarme con alguno de vosotros?- dijo Bella ahogando las carcajadas –no pienso casarme con un hombre que simplemente me quiera por mis artes culinarias- dijo en un tono mitad diversión, mitad reproche.
-Eso se puede arreglar- rebatió Jake, tomándola de la cintura con ambas manos y acercándose a ella de forma peligrosa; Jasper se reía por lo bajini observando la cara de su hermano Edward… dios… era increíble que Bella no se diera cuenta de que los celos le reconcomían de la cabeza a los pies.
-Isabella… ¿dejarás que empiece a conquistarte?- relató Jake de forma teatral; Bella le miraba con los brazos cruzados alrededor de su pecho y una ceja alzada, pero cuándo iba a pedirle que la soltara y que se dejara de tonterías, Edward salió de la cocina de forma brusca, alegando entre dientes que tenía trabajo pendiente. Bella se quedó mirando la puerta por dónde desapareció, arrugando el ceño… ¿qué le pasaba?... su hermano y ella simplemente estaban bromeando.
-¿Se ha enfadado?- preguntó a Jake, que ya la había dejado libre.
-Bah, no te preocupes; ya sabes cómo es Edward- la tranquilizó. Jasper, siempre atento a las reacciones de su hermano, no se quedó tan tranquilo. Había visto la expresión de su hermano, y sabía de sobras que estaba muy enfadado.
-¿De qué hablabais cuándo hemos entrado?- preguntó de forma desinteresada, tomando un pedazo de pan que había encima de la mesa.
-De nada importante- se encogió Bella de hombros –iba a preguntarme algo- explicó. Jake y Jasper intercambiaron una mirada imperceptible para la joven, pero ellos se entendieron sin decir una palabra.
-Bien… voy a cambiarme- Jake salió de la cocina, diciéndole a Bella y a su hermano que volvía enseguida; pero su destino no fue su habitación, sino que en vez de eso, se fue en busca de Edward. Lo encontró en los establos de los caballos, ensillando a Concord. Jake se percató del ceño fruncido que imperaba en la frente de su hermano.
-¿A dónde vas?- preguntó a Edward –casi es la hora de comer- le recordó. Pero su hermano pequeño no contestó, sino que se limitó a seguir preparando a su caballo.
-¿Se puede saber qué diantres te pasa?- le reclamó, acercándose a él, tomándole del brazo y girándole con fuerza.
-Suéltame- siseó Edward, zafándose de forma brusca de su brazo; Jake retrocedió un par de pasos, haciendo un gesto con las manos para que se calmara.
-Edward- le llamó –llevas una temporada muy rara; ¿qué te pasa?-.
-Nada- contestó de forma brusca.
-¿Tienes algún tipo de problema?- interrogó su hermano mayor. Edwards resopló, implorando en su mente que le dejara en paz… ¿problemas?... claro que tenía un problema… una preciosa joven de pelo castaño le estaba volviendo loco… y él no podía ni acercarse a ella.
-Nada que te incumba- contestó en voz baja y fría. Jake rodó los ojos, e impidiéndole el paso, decidió que ya era hora de que su hermano encarara el asunto.
-Bella me ha dicho que ibas a preguntarle algo- dijo con tono cauto. Aunque Edward no dijo nada, Jake vio cómo se tensaba.
-Nada importante- replicó; sin esperar a que Jake terminara su frase, se dispuso a montar en su caballo, pero el brazo de su hermano le detuvo.
-¿La quieres, verdad?- esas palabras dejaron a Edward patidifuso, pero no quería sufrir de nuevo otro desengaño… era mejor seguir negándolo y amarla en silencio, sin que nadie lo supiera. Pero parecía que su secreto era de dominio público, ya que su hermano lo había notado.
-Eso no es cierto- musitó entre dientes. Jake negó con la cabeza, esbozando una sonrisa burlona y casi soltando la carcajada enfrente de su hermano.
-¿Por eso te mueres de celos cada vez que Jasper o Emmet… o yo mismo, nos acercamos a ella?- el hermano pequeño maldijo en silencio… sus hermanos le conocían demasiado. Al no contestar, Jake sonrió para sus adentros… era ahora o nunca.
-¿Sabes una cosa?- Edward miró a su hermano, lanzándole dagas envenenadas con los ojos –es una chica preciosa… no me importaría conocerla mejor-.
-¿Y Nessie?; porque que sepamos, cada vez que viene al rancho no te despegas de ella- le reprochó molesto… ¿a su hermano le gustaba Bella?... lo que le faltaba.
-Nessie es una vieja amiga- le explicó burlón –pero quién sabe… quizá le proponga una cita a Bella… ¿crees que me diría que si?-.
-Es muy joven para ti- le recordó… y para mí también, pensó para sus adentros.
-Eso no tiene importancia- se encogió Jake de hombros –pero ya que a ti no parece importarte Bella... estaría bien que me dejaras el camino libre-.
-¡No te acerques a mi Bella!- explotó lleno de ira, y sin darse cuenta de ese mi posesivo que había salido de su boca, pero Jake sí que lo oyó.
-¿Acaso eres su dueño?- le reclamó su hermano, fingiendo un tono serio y autoritario.
-No soy su dueño; quizá se lo tengas que preguntar a ella, puesto que os lleváis muy bien- le contestó con frialdad.
-¿Nos llevamos bien?- inquirió Jake, sonriendo para sus adentros.
-Todo el mundo se lleva bien con ella… excepto yo- susurró con la voz contenida y apartando su vista hacia otro lado.
-Quizá si no la hubieras tratado tan mal cuándo vino a vivir con nosotros, otra cosa hubiera sido- le reprendió Jake, con voz severa.
-¡Y ya le he pedido perdón por eso miles de veces… pero ella huye en cuánto me acerco!- bramo cómo un loco.
-¡Si dejaras a un lado ese ridículo rechazo a conocer a alguien, te llevarías una sorpresa!- le gritó Jake de vuelta, encarándose con él. En ese mismo momento, toda la furia que Edward había estado conteniendo desde que aparecieron sus hermanos en la cocina, salió a flote.
-¡Eso es muy fácil!- le devolvió por repuesta -¡pero da la casualidad de que no puedo ni siquiera llevarme bien con ella… y me vuelvo loco de envidia cada vez que vosotros os acercáis a ella!- no se dio cuenta en qué momento había agarrado a su hermano por su camisa, y lo miraba con ojos relampagueantes de ira y enfado. Justo en ese momento, Jasper y su padre aparecieron, alertados por uno de los peones.
-¿Qué está pasando aquí?- interpeló serio y enfadado a sus hijos.
-Edward, suelta a Jake- le aconsejó Jasper, con tono prudente. Jake aprovechó un mínimo segundo en el que su hermano bajó la guardia para zafarse de su agarre. Carlisle miró a sus hijos con el rostro contraído en una mueca de enfado, y clavó sus ojos en Edward, que respiraba agitado.
-Sean cuales sean las diferencias que tengáis, no quiero peleas, ¿estamos?- los hermano asintieron levemente con la cabeza, aceptando la nada amable advertencia de su padre -creo que una de las cosas que os he enseñado es que las diferencias no se resuelven con las manos- les recriminó serio –sino hablando con calma-.
-No volverá a ocurrir- se disculpó Edward; su hermano mayor hizo un gesto afirmativo con la cabeza, corroborando las palabras de su hermano.
-Eso espero, hijos- sin decir una palabra más, Carlisle abandonó los establos, pero los tres hermanos se quedaron allí. Jasper y Jake miraban a Edward, que enfadado daba patadas al suelo con la punta de su bota.
-Edw…- murmuró Jasper, pero su hermano le interrumpió de nuevo.
-¿Era eso lo que querías escuchar?- le preguntó burlón a Jake –pero aparte del insignificante hecho de que es una niña, y de que me está volviendo loco, ella no quiere saber nada de mi –murmuró con voz contenida –cada vez que intento explicárselo, ella sale corriendo- Jasper miró a Jake arqueando una ceja.
-Sino se lo sonsacábamos ya no iba a confesar nunca- le murmuró su hermano mayor en voz baja.
-¿Por qué me da que tus métodos para sonsacar no son muy ortodoxos?- siseó Jasper entre dientes, deduciendo que su hermano habría hecho alguna insinuación sobre Bella nada amable.
-Simplemente le dije que me gustaría conocer mejor a Bella- se excusó Jake tan tranquilo. Jasper ignoró las palabras de su hermano, y se giró hacia Edward, que por suerte, no se había dado cuenta de la breve conversación de sus hermanos.
-¿No te has parado a pensar que Bella es muy inocente para captar todo eso?- le explicó Jasper.
-Es demasiado joven, per…- Jake fue interrumpido por Edward.
-Claro que lo sé… es una niña-.
-Aunque os llevéis casi diez años, sabes de sobra que no es una niña- le corrigió Jake –y ahora, espero que contestes bien a la primera pregunta que te he hecho- Edward miró a su hermano fijamente, incluso se planteó en salir corriendo para evitar ese interrogatorio, pero por otra parte, sabía que sus hermanos no le iban a dejar en paz.
-Claro que la quiero- musitó con voz tranquila, pero con un deje de melancolía y tristeza en su voz. Jasper y Jake se quedaron de piedra… por fin veían que las barreras que se había impuesto su hermano cedían.
-Eso no es malo, Edward- Jake se acercó con prudencia, y al ver que Edward estaba más calmado, se atrevió incluso a pasarle un brazo por los hombros –comprendo que pienses en la diferencia de edad…-.
-Pero ya sabes lo que dicen; el amor no atiende a esas cosas- terminó Jasper la frase de su hermano.
-Además… me apostaría el cuello a que ella siente los mismo- dijo Jake, pagado de si mismo. Edward miró a su hermano cómo si de repente le hubiera salido un tercer ojo.
-Creo que Bella ha malinterpretado ciertos actos y situaciones- se empezó a explicar Jasper.
-¿Cómo has llegado a esa conclusión?- interpeló Edward a su hermano, cruzándose de brazos.
-¿Nunca has notado lo nerviosa que se pone en tu presencia?- siguió explicándole Jasper –puede que piense que nunca te fijarás en ella, y por eso intenta huir de ti- Edward rió, por la barbaridad que había dicho su hermano.
-Es imposible no fijarse en ella- esbozó una sonrisa imperceptible en su cara, acordándose de su dulce tormento.
-Es obvio que la quieres- exclamó Jasper, acercándose a los dos y dándole a Edward un codazo amistoso en las costillas.
-Ella es lo opuesto a Jessica; es dulce y buena, siempre preocupándose por los demás- les explicó de forma inconsciente –y aparte de eso, es preciosa- musitó con un deje de pena.
-¿Y qué esperas para ir a por ella?- le reclamó Jake –demuéstrale que está equivocada, que de verdad la quieres…-.
-Sino alguien se te adelantará- le advirtió Jasper; esa frase de su hermano hizo que Edward mirara a Jake con una expresión indescifrable.
-No habla de mi- le tranquilizó Jake, rodando los ojos –puede que un día conozca a un chico cualquiera… y se enamore- Jasper lanzó una mirada de advertencia a Jake, para que no se le escapara nada acerca de la trampa que le habían preparado a Edward… benditos celos… desde luego, habían dado resultado.
-Si no le dices lo que sientes, ella nunca lo sabrá- le señaló Jake a Edward lo evidente –y la perderás- el maltrecho corazón de Edward se encogió ante las palabras de su hermano… hasta hace unos minutos se había resignado a adorarla en silencio… ¿sería posible que Bella huyera de él porque pensara que no sentía lo mismo que ella?.
Una pequeña ráfaga de esperanza iluminó su mente durante unos pocos segundos… y una vez terminó la charla con sus hermanos, decidió que necesitaba pensar lo que iba a hacer. Jasper y Jake lo vieron alejarse al galope, adentrándose en los prados del rancho. Una vez lo perdieron de vista, se giraron con expresión contenta, chocando sus manos y felicitándose porque el plan había dado sus frutos.
-Jazz, eres un genio- le felicitó Jake.
-Los celos son un arma imbatible, hermano- le recordó –vamos a contarle las novedades a Emmet- le ofreció, empezando a andar hacia la casa.
-Pero primero vamos a comer… el estofado que estaba preparando nuestra futura cuñada olía de maravilla- Jasper no pudo menos que sonreír ante la mención de la joven… su futura cuñada… esperaba que Edward hubiera abierto por fin los ojos, y que de verdad, luchara por ella.
Jake no sabía cómo reaccionar... dios... era ella... la chica de la que nunca se pudo olvidar. Aunque hubieran pasado más de tres años, todavía podía escuchar los dulces gemidos, el estremecimiento de la pálida piel de la joven cuándo sus manos la recorrieron en una caricia infinita... la suavidad de sus labios bajo su boca... todavía podía sentir en sus hombros las pequeñas manos de la joven, clavándole sus uñas y arqueando su cuerpo hacia él, pidiéndole entre jadeos y suspiros ahogados que la hiciera suya. Volvió a mirarla de arriba abajo, completamente sumido en sus recuerdos... recuerdos maravillosos que se remontaban a un hotel en Tucson, Arizona... a un aburrida subasta de ganado a la que su padre no había podido acudir en el último momento.
Y allí estaba ella; todavía recordaba los vaqueros que llevaba, aquella sugerente y sencilla blusa roja, que dejaba entrever un generoso escote... su pelo largo y rizado, que en aquella ocasión cubría sus hombros y la mayor parte de su espalda.
Rememoró su primer encuentro, en aquella enorme explanada dónde se desarrollaba la subasta, y cómo ella, como veterinaria que era, daba el visto bueno a las reses que iban adquiriendo los distintos ganaderos. Al acercarse a ella, la joven lo saludó con jovialidad y una sonrisa de oreja a oreja. Era simpática y muy extrovertida... y congeniaron de inmediato.
La casualidad quiso que ambos estuvieran alojados en el mismo hotel, y esa misma noche coincidieron en el bar de éste, invitándole él a tomar una copa. Ese gesto se volvió rutina en las dos noches siguientes... hasta que en la tercera no pudieron reprimir más la atracción que sentían el uno por el otro.
Nessie miraba a Jake con un cúmulo de sensaciones indescriptibles en su pecho. Era él... el hombre por el cual perdió la cabeza durante una semana, el que la había hecho tocar el cielo con sus manos... Ella, que no acostumbraba a acostarse con hombres a quienes apenas conocía, se saltó su auto impuesta norma a causa de la atracción que producía en ella ese hombre moreno y fuerte, extrovertido y simpático cual niño de diez años.
A su cabeza también vino el momento en el cual la subasta terminó, y dado que por aquel entones residían en estados diferentes, decidieron que era mejor despedirse en ese instante.
Nessie clavó su vista en ese par de orbes de color ónice... aunque todo pasó hacía tres años, nunca lo había olvidado... y ahora el destino los volvía a juntar. Aclarándose la garganta, percatándose que el resto los miraba con cara de interrogante, se adelantó para saludar a Jake.
-Me alegra volver a verte- saludó con una vocecilla apenas perceptible, lo cual hizo que Alice arrugara el ceño, extrañada por la repentina timidez de su amiga.
-Lo mismo digo Nessie... ha pasado mucho tiempo- Jake se adelantó para darle dos besos, y el corazón de la joven latió más deprisa al sentir la mano de Jake en su cintura.
-Tres años- afirmó un poco... sonrojada, lo cual hizo que Jasper rodara mentalmente los ojos.
-¿Os conocéis?- le preguntó a su hermano, mirándole con las comisuras de los labios hacia arriba.
-Ehhh... si si- contestó Jake, saliendo de su aturdimiento -coincidimos hace tres años en una subasta en Tucson- explicó escuetamente. Jasper alzó una ceja, mirándole e instándole a continuar... pero Nessie se adelantó.
-En aquel entonces yo trabajaba allí- relató.
-Ya... - respondió simplemente Jasper -ella es Bella- le volvió hacia la muchacha, rodeándole los hombros, ya que vio por el rabillo del ojo que su hermano pequeño se acercaba.
-Es un placer- saludó la castaña a la chica.
-Lo mismo digo; ¿trabajas aquí?- le interrogó curiosa. Bella afirmó con la cabeza y una sonrisa.
-Soy la cocinera oficial del rancho- dijo con una pequeña sonrisa.
-Pero también es parte de la familia- añadió Jake -es cómo nuestra pequeña hermanita- Nessie asintió, mirando a la chica con una pequeña sonrisa.
-Y él es Edward, nuestro hermano pequeño- añadió Jasper cuándo su hermano se reunió con el grupo.
Edward saludó a la chica con un ligero apretón de manos, y sin saber cómo, se dio cuenta de que nada más llegar al grupo se había puesto al lado de Bella y su hermano. ¿Por qué sus hermanos no hacían más que abrazarla y pasarle el brazo por los hombros, y el no podía ni entrar a la habitación dónde ella se encontrara?; maldijo para sus adentros, frustrado y cabreado... hasta que la voz de Jasper le sacó de su trance.
-Bien... después de las presentaciones, creo que es hora de que sigamos la inspección-.
-Nessie tiene que sacar varias muestras de sangre- recordó Alice.
-Lo recordaba señorita Brandon, gracias- respondió Jasper con un evidente tono de sarcasmo.
-Pues parecía que se le había olvidado... debería tomar más vitamina E- contraatacó con una falsa sonrisa amistosa -va bien para la memoria de pez-.
Jasper taladró la imagen de la menuda mujer con la mirada, y conteniendo las palabras que quería salir de su garganta, delegó en su hermano la tarea de acompañar a las jóvenes visitantes, para salir del establo hecho una furia y siseando por lo bajo.
-Parece que se ha enfadado- murmuró Nessie, mirando a Alice con el ceño fruncido.
-Me da igual- replicó tan tranquila -es insoportable-.
Bella también se excusó, alegando que debía volver a la casa; Edward se iba a ofrecer para acompañarla, pero la inoportuna señora Cope lo reclamó desde la oficina, de modo que Nessie y Alice se quedaron en compañía de Jake, que las acompañó mientras realizaban su cometido. Una hora después Alice se despidió de Nessie y Jake, quedando en volver dentro de tres días. El joven acompañó a la veterinaria hasta su coche, aprovechando para hablar en el camino.
-Qué pequeño es el mundo- musitó la pelirroja, con una pequeña sonrisa -nunca me contaste que eras hijo adoptivo del dueño del rancho Killarney- le reprochó en bromas.
-Creo que esos días estábamos para pocas palabras- murmuró Jake, esbozando una sonrisa lobuna y mirándola con cierto descaro.
-¡Jake!- le reprendió la joven, muerta de vergüenza, pero ella también acabó riendo divertida y negando teatralmente con la cabeza, dándole la razón.
-Carlisle es mi padrastro; mi padre murió cuándo yo apenas tenía dos años- le empezó a relatar- mi madre y él se casaron unos años después-.
-Así que eres hermanastro de Jasper y Edward- replicó Nessie.
-Y de Emmet- la joven le miró extrañada- es el segundo de nosotros; no trabaja en el rancho, ya lo conocerás-.
-¿Es tan gruñón cómo Jasper?- reclamó divertida -Edward me ha parecido amable-.
-¿Jasper gruñón?- preguntó con una risa -te aseguro que no es así en absoluto; lo que pasa es que Alice y él no empezaron bien, y de ahí de mal en peor- le confesó.
-Vaya par- le dio la razón.
-Edward es un poco más callado, pero te llevarás bien con él.. y Emmet se parece mucho a mi, sobre todo en el sentido del humor- la joven le escuchaba con atención, y fijándose cómo se le iluminaban los ojos al hablar de sus hermanos, y de la esposa de Emmet y su pequeño sobrino.
-Se nota que los cuatro os lleváis muy bien- le contestó la joven.
-Eso es verdad- le dio la razón -¿sabes una cosa?- le preguntó en tono confidencial -odio la palabra hermanastro... para mi son mis hermanos, y Carlisle es mi padre a todos los efectos- la mirada de la joven le animó a continuar -apenas recuerdo a mi padre, y el me ha enseñado a ser mejor persona, el me ha cuidado... me lo ha dado todo- enumeró con una sonrisa afable.
Siguieron hablando de camino al coche de la joven, y una vez ésta guardó sus pertenencias en el asiento del copiloto, cerró la puerta y se apoyó en ella, al lado de Jake.
-¿Y qué hay de tu vida?; te hacía en Arizona- interrogó éste.
-Y así era hasta hace dos meses; mi contrato laboral terminó, y al poco tiempo, me ofrecieron participar en el estudio, dado que necesitaban veterinarios- relató la joven.
-¿Y tu familia?-.
-Mis padres siguen viviendo en Tucson, y ya sabes que no tengo hermanos ni hermanas- Jake asintió con la cabeza, era de las pocas cosas que sabía de la vida de la muchacha.
-¿Sólo tienes allí a tus padres?- la joven esbozó una sonrisa divertida, cruzándose de brazos.
-Así es- le explicó -aparte de mis padres y un par de amigas de la infancia, no he dejado a nadie importante-.
-Ya veo...- respondió Jake, girando la cabeza hacia otro lado y rezando para que Nessie no se percatara de la vergüenza, que estaba pasando... pero tenía necesidad de saber si estaba con alguien -¿dónde vives?-.
-Aquí en Hunstville; vivo en el mismo edificio que Alice, sólo que dos pisos más arriba- en la calle Hauffman esquina con Warton; ¿sabes dónde está el hotel Treasure Inn?- Jake afirmó en silencio -pues dos calles más abajo-.
-¿Y conoces a mucha gente en Hunstville?-.
-Sólo a Alice y a varios miembros de la comisión... y ahora también a ti- le dio un codazo amistoso mientras se lo decía.
Después de una amistosa charla, Jake veía alejarse el todoterreno rojo que conducía la joven, y con una sonrisa de oreja a oreja se adentró en la casa familiar, dónde ya estaban todos esperándole en la cocina, para empezar a cenar.
-¿Cómo es que conoces a la señorita Rale?- preguntó directamente Jasper a modo de saludo. Jake rodó los ojos, mientras se sentaba.
-¿Quién es la señorita Rale?- interrogó Esme con curiosidad.
-Una joven veterinaria que trabaja con la señorita Brandon- le aclaró Bella mientras se disponía a servir.
-Cómo ya he explicado antes, coincidí con ella hace tres años, en una subasta en Tucson; por aquel entonces ella trabajaba allí- explicó el aludido con tono ácido.
-No sabía que las subastas en Arizona eran tan interesantes- Bella disimuló una sonrisa por el comentario que Edward le dirigió a su hermano.
-¿Seguro que sólo la conoces de eso?- Jasper movió las cejas de modo sugestivo, lo que le hizo ganarse una patada en la espinilla por debajo de la mesa -vamos Jake, cuándo la has visto te has puesto a tartamudear-.
-Y rojo cómo la grana- añadió Edward. El hermano mayor bufó cabreado... ¿por qué no le podían dejar en paz?-.
-Ni me he puesto rojo ni he tartamudeado- contraatacó cual niño pequeño -simplemente me ha sorprendido verla aquí- se defendió.
-Seguro- contestó Jasper, haciendo un divertido mohín -tarde o temprano te lo sonsacaremos- replicó pagado de si mismo.
La cena fue una continua batalla de indirectas, dirigidas a Jake y a su recién descubierta amistad con la joven Nessie Rale, lo cual hizo que el mayor de los hermanos se levantara nada más terminar el postre, huyendo de aquel infierno.
-Parece que todavía tienen diez años- murmuró Carlisle, suspirando resignado. La mayoría de los habitantes del rancho ya se habían retirado a descansar, pero el prefirió salir a pasear, en compañía de Esme.
-Ya les conoces- le recordó Esme, afianzando su agarre a la cintura de Carlisle -parece que Jake tuvo algo con esa chica-.
-Por las insinuaciones de mis otros hijos, de eso no me cabe ninguna duda- contestó -y por la huida despavorida de Jacob de la mesa- añadió con una leve sonrisa. Esme rió ante el divertido comentario, mientras seguían paseando bajo las estrellas. Durante unos minutos pasearon en silencio, disfrutando simplemente de la compañía de la persona amada.
-¿En qué piensas?- preguntó Esme, con voz suave.
-En nada en particular- se encogió éste de hombros -¿cómo ves a Edward?; desde navidades está más huraño que nunca- Esme meditó acerca de contarle sus sospechas acerca de su hijo pequeño y de cierta joven castaña, pero prefirió callar por el momento.
-Yo le veo cómo siempre- mintió de forma piadosa -Carlisle, sé que te preocupas por él... pero un día aparecerá la chica que le haga creer de nuevo en el amor- le dijo.
-Aunque ya sean todos unos hombres, me preocupo demasiado- admitió, riendo ligeramente.
-Eso es porque eres su padre, y quieres lo mejor para ellos, y que sean felices; es normal; yo también me preocuparía si tuviera hijos-.
-Eso ya lo haces; bastante tienes con preocuparte de todos los habitantes de esta casa- le recordó. La mujer meneó la cabeza, contradiciendo sus palabras.
-Sois mi familia, no podría ser de otro modo-.
-Eres maravillosa- murmuró Carlisle, dejando un beso en su sien y rodeando los hombros de la mujer que le había devuelto la ilusión -es una razones por las que te quiero- susurró, parando de repente el paseo y rodeando a Esme entre sus brazos. Ésta cerró los ojos, suspirando satisfecha y disfrutando de unos valiosos minutos de la intimidad que ofrecía la oscuridad de la noche para abrazar al único hombre que había amado en su vida... y que amaba.
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Las semanas pasaban rápidas para los habitantes del rancho Killarney, y febrero se instaló en el calendario. Ahora era una época tranquila de trabajo, y todos aprovechan la relativa calma que, con el comienzo de la primavera, se esfumaría, dejando paso a jornadas de traslado de ganado a los pastos del sur y otras tareas propias de la época.
Edward salía de las oficinas cuándo vio a su dulce tormento aparcar el coche en la puerta de casa, seguramente vendría del pueblo, después de hacer la compra. Dándose valor a si mismo, se acercó a ella.
-Hola Bella- saludó con una sonrisa amable. La joven murmuró un saludo mientras abría el maletero del coche, para sacar las bolsas.
-¿Noche movida?- interrogó con diversión, al ver que la joven no podía reprimir los bostezos.
-Ayer salí con Rose y Alice- le empezó a relatar -yo quería volverme a casa después de la cena, pero se empeñaron en tomar una copa- rodó levemente los ojos.
-Ya sabes lo que dicen; noches alegres, mañanas tristes- se encogió de hombros Edward -trae, ya cojo yo eso- a regañadientes, Bella le tendió un par de bolsas que pesaban bastante, y con él pisándole los talones, entraron en la casa. La joven podía sentir los ojos esmeraldas clavados fijamente en su espalda. Una vez llegaron a la cocina, por fin dejaron su cargamento encima de la mesa.
-Gracias- dijo la joven , casi en un susurro. Edward se apoyó en la encimera, cruzando los brazos y observándola, sopesando el preguntarle por qué huía constantemente de él. La miró por unos minutos, en silencio, mientras que la joven revoloteaba de un lado para otro de la cocina.
-¿Bella?- la llamó suavemente. La joven se dio la vuelta ante la mención de su nombre... deleitándose con el hombre que tenía enfrente. El hombre por el que interiormente suspiraba cada día más, aunque se intentara auto convencer de que aquello era imposible, que no podía ser. Esperó en silencio, observando para sus adentros lo guapo que estaba esa mañana con esos pantalones vaqueros desgastados y la camisa de cuadros en distintos tonos de verde, a juego con sus ojos.
-¿Puedo hacerte una pregunta?- la joven asintió con un imperceptible movimiento de cabeza, esperando y preguntándose mentalmente qué es lo que querría preguntarle Edward. El joven tomó aire, pero unos pasos apresurados hicieron que su vista se posara en la puerta, por dónde entraban sus hermanos. Bella aprovechó ese momento para echar una ojeada a la olla que previamente Esme había puesto en el fuego.
-Estoy hambriento- fue el saludo que Jake dedicó a los presentes –umhhh… que bien huele- alabó, olisqueando el aroma que flotaba en el ambiente. Edward murmuró una maldición por lo bajo, al ver a su otro hermano sentarse de forma despreocupada en una de las sillas… ¿por qué tenían que aparecer sus hermanos?; tenía tan mala suerte, que si se desatara una tormenta estaba seguro de que un rayo le caería encima. Jasper se dio cuenta de que Jake y él habían interrumpido algo importante.
-¿Pasa algo?- interrogó de forma despreocupada.
-No- respondió su hermano pequeño, de forma cortante.
-Pues lo parece- contestó Jake -¿no te habrá soltado ninguna de sus lindezas, verdad Bellie Bells?- interrogó a la joven , pasándole un brazo por los hombros. Edward resopló furioso al ver ese inocente gesto… y más aún cuando vio que la joven respondía a las bromas que su hermano le hacía.
-No me ha dicho nada- le respondió la joven entre risas -¿queréis algo de picar mientras se prepara el estofado?- preguntó, cambiando de tema.
-Algo de picar no estaría mal- aprobó Jasper –estamos caninos-.
-¿Cómo podéis tener hambre, si para desayunar os habéis comido entre los dos bandeja y media de galletas?- preguntó incrédula.
-Eso es porque estaban muy buenas- le dijo Jake guiñándola un ojo, gesto que hizo que la joven se sonrojara ligeramente.
-Deberíais aprender a cocinar- les propuso divertida -¿qué haréis el día que yo no esté aquí?-.
-Eso no va a pasar- contestó Jasper tan tranquilo.
-Si es necesario que te cases con alguno de nosotros, lo haremos- resolvió Jake tan tranquilo, mirando de reojo a Edward.
-¿Casarme con alguno de vosotros?- dijo Bella ahogando las carcajadas –no pienso casarme con un hombre que simplemente me quiera por mis artes culinarias- dijo en un tono mitad diversión, mitad reproche.
-Eso se puede arreglar- rebatió Jake, tomándola de la cintura con ambas manos y acercándose a ella de forma peligrosa; Jasper se reía por lo bajini observando la cara de su hermano Edward… dios… era increíble que Bella no se diera cuenta de que los celos le reconcomían de la cabeza a los pies.
-Isabella… ¿dejarás que empiece a conquistarte?- relató Jake de forma teatral; Bella le miraba con los brazos cruzados alrededor de su pecho y una ceja alzada, pero cuándo iba a pedirle que la soltara y que se dejara de tonterías, Edward salió de la cocina de forma brusca, alegando entre dientes que tenía trabajo pendiente. Bella se quedó mirando la puerta por dónde desapareció, arrugando el ceño… ¿qué le pasaba?... su hermano y ella simplemente estaban bromeando.
-¿Se ha enfadado?- preguntó a Jake, que ya la había dejado libre.
-Bah, no te preocupes; ya sabes cómo es Edward- la tranquilizó. Jasper, siempre atento a las reacciones de su hermano, no se quedó tan tranquilo. Había visto la expresión de su hermano, y sabía de sobras que estaba muy enfadado.
-¿De qué hablabais cuándo hemos entrado?- preguntó de forma desinteresada, tomando un pedazo de pan que había encima de la mesa.
-De nada importante- se encogió Bella de hombros –iba a preguntarme algo- explicó. Jake y Jasper intercambiaron una mirada imperceptible para la joven, pero ellos se entendieron sin decir una palabra.
-Bien… voy a cambiarme- Jake salió de la cocina, diciéndole a Bella y a su hermano que volvía enseguida; pero su destino no fue su habitación, sino que en vez de eso, se fue en busca de Edward. Lo encontró en los establos de los caballos, ensillando a Concord. Jake se percató del ceño fruncido que imperaba en la frente de su hermano.
-¿A dónde vas?- preguntó a Edward –casi es la hora de comer- le recordó. Pero su hermano pequeño no contestó, sino que se limitó a seguir preparando a su caballo.
-¿Se puede saber qué diantres te pasa?- le reclamó, acercándose a él, tomándole del brazo y girándole con fuerza.
-Suéltame- siseó Edward, zafándose de forma brusca de su brazo; Jake retrocedió un par de pasos, haciendo un gesto con las manos para que se calmara.
-Edward- le llamó –llevas una temporada muy rara; ¿qué te pasa?-.
-Nada- contestó de forma brusca.
-¿Tienes algún tipo de problema?- interrogó su hermano mayor. Edwards resopló, implorando en su mente que le dejara en paz… ¿problemas?... claro que tenía un problema… una preciosa joven de pelo castaño le estaba volviendo loco… y él no podía ni acercarse a ella.
-Nada que te incumba- contestó en voz baja y fría. Jake rodó los ojos, e impidiéndole el paso, decidió que ya era hora de que su hermano encarara el asunto.
-Bella me ha dicho que ibas a preguntarle algo- dijo con tono cauto. Aunque Edward no dijo nada, Jake vio cómo se tensaba.
-Nada importante- replicó; sin esperar a que Jake terminara su frase, se dispuso a montar en su caballo, pero el brazo de su hermano le detuvo.
-¿La quieres, verdad?- esas palabras dejaron a Edward patidifuso, pero no quería sufrir de nuevo otro desengaño… era mejor seguir negándolo y amarla en silencio, sin que nadie lo supiera. Pero parecía que su secreto era de dominio público, ya que su hermano lo había notado.
-Eso no es cierto- musitó entre dientes. Jake negó con la cabeza, esbozando una sonrisa burlona y casi soltando la carcajada enfrente de su hermano.
-¿Por eso te mueres de celos cada vez que Jasper o Emmet… o yo mismo, nos acercamos a ella?- el hermano pequeño maldijo en silencio… sus hermanos le conocían demasiado. Al no contestar, Jake sonrió para sus adentros… era ahora o nunca.
-¿Sabes una cosa?- Edward miró a su hermano, lanzándole dagas envenenadas con los ojos –es una chica preciosa… no me importaría conocerla mejor-.
-¿Y Nessie?; porque que sepamos, cada vez que viene al rancho no te despegas de ella- le reprochó molesto… ¿a su hermano le gustaba Bella?... lo que le faltaba.
-Nessie es una vieja amiga- le explicó burlón –pero quién sabe… quizá le proponga una cita a Bella… ¿crees que me diría que si?-.
-Es muy joven para ti- le recordó… y para mí también, pensó para sus adentros.
-Eso no tiene importancia- se encogió Jake de hombros –pero ya que a ti no parece importarte Bella... estaría bien que me dejaras el camino libre-.
-¡No te acerques a mi Bella!- explotó lleno de ira, y sin darse cuenta de ese mi posesivo que había salido de su boca, pero Jake sí que lo oyó.
-¿Acaso eres su dueño?- le reclamó su hermano, fingiendo un tono serio y autoritario.
-No soy su dueño; quizá se lo tengas que preguntar a ella, puesto que os lleváis muy bien- le contestó con frialdad.
-¿Nos llevamos bien?- inquirió Jake, sonriendo para sus adentros.
-Todo el mundo se lleva bien con ella… excepto yo- susurró con la voz contenida y apartando su vista hacia otro lado.
-Quizá si no la hubieras tratado tan mal cuándo vino a vivir con nosotros, otra cosa hubiera sido- le reprendió Jake, con voz severa.
-¡Y ya le he pedido perdón por eso miles de veces… pero ella huye en cuánto me acerco!- bramo cómo un loco.
-¡Si dejaras a un lado ese ridículo rechazo a conocer a alguien, te llevarías una sorpresa!- le gritó Jake de vuelta, encarándose con él. En ese mismo momento, toda la furia que Edward había estado conteniendo desde que aparecieron sus hermanos en la cocina, salió a flote.
-¡Eso es muy fácil!- le devolvió por repuesta -¡pero da la casualidad de que no puedo ni siquiera llevarme bien con ella… y me vuelvo loco de envidia cada vez que vosotros os acercáis a ella!- no se dio cuenta en qué momento había agarrado a su hermano por su camisa, y lo miraba con ojos relampagueantes de ira y enfado. Justo en ese momento, Jasper y su padre aparecieron, alertados por uno de los peones.
-¿Qué está pasando aquí?- interpeló serio y enfadado a sus hijos.
-Edward, suelta a Jake- le aconsejó Jasper, con tono prudente. Jake aprovechó un mínimo segundo en el que su hermano bajó la guardia para zafarse de su agarre. Carlisle miró a sus hijos con el rostro contraído en una mueca de enfado, y clavó sus ojos en Edward, que respiraba agitado.
-Sean cuales sean las diferencias que tengáis, no quiero peleas, ¿estamos?- los hermano asintieron levemente con la cabeza, aceptando la nada amable advertencia de su padre -creo que una de las cosas que os he enseñado es que las diferencias no se resuelven con las manos- les recriminó serio –sino hablando con calma-.
-No volverá a ocurrir- se disculpó Edward; su hermano mayor hizo un gesto afirmativo con la cabeza, corroborando las palabras de su hermano.
-Eso espero, hijos- sin decir una palabra más, Carlisle abandonó los establos, pero los tres hermanos se quedaron allí. Jasper y Jake miraban a Edward, que enfadado daba patadas al suelo con la punta de su bota.
-Edw…- murmuró Jasper, pero su hermano le interrumpió de nuevo.
-¿Era eso lo que querías escuchar?- le preguntó burlón a Jake –pero aparte del insignificante hecho de que es una niña, y de que me está volviendo loco, ella no quiere saber nada de mi –murmuró con voz contenida –cada vez que intento explicárselo, ella sale corriendo- Jasper miró a Jake arqueando una ceja.
-Sino se lo sonsacábamos ya no iba a confesar nunca- le murmuró su hermano mayor en voz baja.
-¿Por qué me da que tus métodos para sonsacar no son muy ortodoxos?- siseó Jasper entre dientes, deduciendo que su hermano habría hecho alguna insinuación sobre Bella nada amable.
-Simplemente le dije que me gustaría conocer mejor a Bella- se excusó Jake tan tranquilo. Jasper ignoró las palabras de su hermano, y se giró hacia Edward, que por suerte, no se había dado cuenta de la breve conversación de sus hermanos.
-¿No te has parado a pensar que Bella es muy inocente para captar todo eso?- le explicó Jasper.
-Es demasiado joven, per…- Jake fue interrumpido por Edward.
-Claro que lo sé… es una niña-.
-Aunque os llevéis casi diez años, sabes de sobra que no es una niña- le corrigió Jake –y ahora, espero que contestes bien a la primera pregunta que te he hecho- Edward miró a su hermano fijamente, incluso se planteó en salir corriendo para evitar ese interrogatorio, pero por otra parte, sabía que sus hermanos no le iban a dejar en paz.
-Claro que la quiero- musitó con voz tranquila, pero con un deje de melancolía y tristeza en su voz. Jasper y Jake se quedaron de piedra… por fin veían que las barreras que se había impuesto su hermano cedían.
-Eso no es malo, Edward- Jake se acercó con prudencia, y al ver que Edward estaba más calmado, se atrevió incluso a pasarle un brazo por los hombros –comprendo que pienses en la diferencia de edad…-.
-Pero ya sabes lo que dicen; el amor no atiende a esas cosas- terminó Jasper la frase de su hermano.
-Además… me apostaría el cuello a que ella siente los mismo- dijo Jake, pagado de si mismo. Edward miró a su hermano cómo si de repente le hubiera salido un tercer ojo.
-Creo que Bella ha malinterpretado ciertos actos y situaciones- se empezó a explicar Jasper.
-¿Cómo has llegado a esa conclusión?- interpeló Edward a su hermano, cruzándose de brazos.
-¿Nunca has notado lo nerviosa que se pone en tu presencia?- siguió explicándole Jasper –puede que piense que nunca te fijarás en ella, y por eso intenta huir de ti- Edward rió, por la barbaridad que había dicho su hermano.
-Es imposible no fijarse en ella- esbozó una sonrisa imperceptible en su cara, acordándose de su dulce tormento.
-Es obvio que la quieres- exclamó Jasper, acercándose a los dos y dándole a Edward un codazo amistoso en las costillas.
-Ella es lo opuesto a Jessica; es dulce y buena, siempre preocupándose por los demás- les explicó de forma inconsciente –y aparte de eso, es preciosa- musitó con un deje de pena.
-¿Y qué esperas para ir a por ella?- le reclamó Jake –demuéstrale que está equivocada, que de verdad la quieres…-.
-Sino alguien se te adelantará- le advirtió Jasper; esa frase de su hermano hizo que Edward mirara a Jake con una expresión indescifrable.
-No habla de mi- le tranquilizó Jake, rodando los ojos –puede que un día conozca a un chico cualquiera… y se enamore- Jasper lanzó una mirada de advertencia a Jake, para que no se le escapara nada acerca de la trampa que le habían preparado a Edward… benditos celos… desde luego, habían dado resultado.
-Si no le dices lo que sientes, ella nunca lo sabrá- le señaló Jake a Edward lo evidente –y la perderás- el maltrecho corazón de Edward se encogió ante las palabras de su hermano… hasta hace unos minutos se había resignado a adorarla en silencio… ¿sería posible que Bella huyera de él porque pensara que no sentía lo mismo que ella?.
Una pequeña ráfaga de esperanza iluminó su mente durante unos pocos segundos… y una vez terminó la charla con sus hermanos, decidió que necesitaba pensar lo que iba a hacer. Jasper y Jake lo vieron alejarse al galope, adentrándose en los prados del rancho. Una vez lo perdieron de vista, se giraron con expresión contenta, chocando sus manos y felicitándose porque el plan había dado sus frutos.
-Jazz, eres un genio- le felicitó Jake.
-Los celos son un arma imbatible, hermano- le recordó –vamos a contarle las novedades a Emmet- le ofreció, empezando a andar hacia la casa.
-Pero primero vamos a comer… el estofado que estaba preparando nuestra futura cuñada olía de maravilla- Jasper no pudo menos que sonreír ante la mención de la joven… su futura cuñada… esperaba que Edward hubiera abierto por fin los ojos, y que de verdad, luchara por ella.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 10: El comienzo de algo
Edward cabalgó durante más de media hora sin rumbo fijo, hasta que de pronto se encontró que había llegado al lugar dónde Bella solía pasear... aquel lugar dónde la vio con los tediosos hermanos Denali. Consciente de que Concord necesitaba un pequeño respiro, bajó del caballo, y después de asegurar las riendas en el delgado tronco de un árbol, se sentó en el suelo, apoyado en otro árbol mucho más grande y fuerte, y ahí se sumió en sus pensamientos.
Por su cabeza pasaban miles de cosas... esa conversación con Jake, a la que posteriormente se había unido Jasper, le había dejado fuera de combate... e inconscientemente y por primera vez en muchos años, había dejado salir a la luz sentimientos y emociones... sentimientos de los que era causante su dulce tormento. Después de esa reveladora charla, y aunque sus hermanos no lo dijeran en voz alta, sabía de sobra que Jake le había provocado para que todo eso que tan celosamente guardaba su corazón saliera a la luz... ¿tanto se le notaba?.
Aunque el había dicho que tenía envidia de que sus hermanos se llevaran tan bien con Bella, reconocía que envidia no era la palabra adecuada... sino celos.
Los celos, que tantos meses llevaban carcomiéndole por dentro cada vez que Bella seguía las bromas a sus hermanos... ellos la hacían sonreír, con ellos se sentía bien; y en el fondo de su corazón, el deseaba ser el causante de todo eso en la joven.
Meditó por unos minutos la afirmación de Jake, de que ella le correspondía; sí que era cierto que se ponía nerviosa en su presencia, y no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa al recrear en su mente las sonrojadas mejilla de Bella. Pero el atribuía ese sonrojo a su timidez con las personas con las que no tenía confianza... y él , para su desgracia, era una de ellos.
¿Y si Jazz y Jake tenían razón?, ¿y si Bella no captara todas esas señales?; era muy joven, y por lo poco que le habían contado sus hermanos, muy inexperta en el amor... conocía vagamente la existencia de un ex novio durante sus años de instituto, y por lo que pudo deducir por aquel entonces, apenas pasaron de unos simples besos. Uno de los aspectos a los que él más se aferraba sin duda era la diferencia de edad; puede que el futuro no se notara mucho... pero ahora esos diez años se convertían en un abismo grande. Ella prácticamente acababa de hacerse adulta, y él ya lo era hace mucho tiempo... pero cómo bien dijo Jake, cuándo te enamoras eso es insignificante.
Cerró los ojos, deleitándose con las imágenes que pasaba por su cabeza... en todas ellas salía su Bella... Bella riendo, Bella revoloteando por la cocina, Bella montada a caballo, Bella hablando con Rosalie y la señorita Brandon... Bella con el pequeño Owen en brazos...
Esa imagen hizo que su corazón latiera de forma desacompasada... y aunque estuvo a punto de casarse con Jessica, su ex prometida no quería oír hablar de bebés durante los primeros años de matrimonio, y el, ciego y enamorado de ella, estaba dispuesto a acatar ese deseo, desechando esas imágenes de su mente y posponiendo su deseo de formar una familia. Pero esa imagen de Bella hizo que esa visión resucitara... Bella con un pequeño entre sus brazos... y con una alianza rodeando su dedo corazón; una alianza que esperaba ponérsela él mismo, algún día.
Pero ahora no debía pensar en el futuro... debía pensar en el presente; y el presente pasaba por intentar acercarse a ella, ganarse su confianza y sobre todo, esperaba que su amor. Sabía que era muy inocente en esos temas, y debía ser cauteloso... si por él fuera, la apresaría entre sus brazos y la besaría hasta dejarla sin aliento... si ella le quisiera, pondría el mundo entero a sus pies. Todavía pensando en alguna forma de empezar a acercarse a ella, miró de forma distraída su reloj, levantándose de un salto y regresando al rancho de forma apresura, debido a la hora.
Maldijo para sus adentros cuándo entró por la puerta de la cocina y vio la estancia meticulosamente recogida y limpia; eran casi las tres y media de la tarde, y todos habían vuelto al trabajo. Rezongando enfadado, abrió la puerta de la nevera para prepararse un simple sándwich o alguna otra cosa, cuándo la voz que más le gustaba habló detrás de su espalda.
-Hola Edward- al girarse, no pudo evitar que las comisuras de sus labios se levantaran en una imperceptible sonrisa cuándo vio a Bella.
-Hola... es... esto... yo sólo iba a prepararme algo de comer; no es necesario qu...- la frase le salió cómo una disculpa, pero Bella le interrumpió.
-Puedo calentarte un poco de estofado- le propuso con timidez, apartando su vista de él; entonces Edward se dio cuenta de su sonrojo... y de cómo se mordía le labio inferior... bingo... ahí estaban los dichosos nervios.
-Eso estaría bien- le contestó, sonriéndola con cariño. El corazón de la joven se aceleró con ese simple gesto... dios... que sonrisa tan bonita. Bella le indicó que fuera a sentarse, y en unos pocos minutos, puso enfrente suyo un plato lleno a rebosar.
-Vaya- murmuró sorprendido -me sorprende que mis hermanos hayan dejado algo-.
-Al ver que no venías, te he guardado un poco- se encogió Bella de hombros -ellos no se han enterado- le confesó con una sonrisa divertida. El pecho de Edward se contrajo... por lo menos, se preocupaba por él de la misma manera que se preocupaba de todos los habitantes de esta casa, y no le extrañaba en absoluto... ella era así, siempre pensando en los demás. Al ver a la joven parada enfrente suyo, se reprochó para sus adentros... quizá ella tuviera cosas que hacer, en vez de estar ahí observando cómo comía.
-Si tienes algo que hacer, no es necesario que te quedes- no tenía intención alguna de echarla, al contrario... pero por la mueca de desilusión que puso su dulce tormento, tuvo que golpearse mentalmente para sus adentros.
-Entonces te dejo sol...- Bella iba a girar sobre sus talones, para dejarle comer tranquilo, pero un pequeño grito la detuvo.
-¡No!- contestó Edward -quédate por favor... a menos que no tengas nada más importante que hacer- Bella le miró sorprendida, y durante unos segundos se debatió entre salir por la puerta o lo que realmente quería... quedarse allí con él.
-No tengo nada mejor que hacer- respondió con una pequeña sonrisa. Edward asintió contento, y siguió comiendo mientras Bella se preparaba un café para sentarse con él a la mesa.
Dios... Bella se repetía en su cabeza lo masoquista que era... pero algo le impedía apartarse del todo de ese chico de pelo cobrizo, aunque ello conllevara por una aparte desilusión; desilusión porque nunca sería nada para él más que una empleada en su casa... y nunca podría tener ni siquiera esa complicidad que tenía con el resto de la familia. Quería a Carlisle cómo a un padre, envidiaba el no haber tenido una madre cómo lo era Esme para todos los habitantes de la casa, incluida ella, y se sentía protegida por los tres hermanos mayores, que cuidaban de ella cómo si fuera la hermanita pequeña.
Decidió que intentaría llevarse bien con él, o por lo menos no darle pie para un comportamiento hostil hacia ella.
-Edward- lo llamó con voz suave, mientras se sentaba a su lado -¿qué querías decirme antes de que entraran tus hermanos?- interrogó curiosa; ella no sabía por qué había huido de esa forma tan brusca de la cocina.
El aludido se quedó parado de la impresión... no creía que ella recordara eso, y por un momento se envaró, rezando para sus adentros para que nadie hubiera dicho nada acerca del encontronazo que había tenido con Jake... pero no tuvo tanta suerte.
-¿Por qué te has peleado con Jake?- preguntó la joven, con el ceño fruncido y tono de voz preocupado.
-¿Cómo te has enterado?- le devolvió en respuesta.
-Oí a tu padre comentárselo a Esme, pero no escuché los motivos- confesó avergonzada -y no me he atrevido a preguntarle a Jazz o a Jake- Edward respiró aliviado para sus adentros.
-Tranquila, no ha pasado nada, y ya lo hemos arreglado- Bella iba a replicar, pero al observar los ojos de Edward comprendió que no quería sacar el tema a relucir, así que tuvo que conformarse con esa respuesta.
-Peleas de hermanos sin importancia- la guiño un ojo tranquilizándola, ya que sabía que no se había quedado conforme.
-¿Seguro que lo habéis arreglado?- inquirió de nuevo.
-Si, tranquila por eso- le volvió a decir -te preocupas demasiado de todos nosotros-.
-No me gustaría que estuvierais peleados- musitó la joven, mordiéndose el labio inferior... dios... ese inocente gesto que hacía le encantaba.
-Lo entiendo por la parte que le toca a Jake... pero no por mi- musitó, dejando la cuchara y girándose para encararla directamente. Los ojitos cafés de la chica lo miraban sin entender a qué se refería. La vista de Edward bajó a lo largo de todo su rostro, deteniéndose en esos pequeños labios rosa pálido... si moviera ligeramente la cabeza, los tomaría sin piedad alguna, pero tuvo que apartar esos pensamientos de su cabeza... despacio... se recordó mentalmente. Bella achicó los ojos, y frunció de forma graciosa su pequeña naricita, dándose cuenta de las imperceptibles pecas que asomaban por su pálida piel.
-No entiendo esa última frase- le reclamó. Edward pasó su mano derecha por su pelo, desordenándolo más, si era posible.
-Después de cómo te he tratado, no merezco que te preocupes por mi- susurró éste en voz baja, pero Bella lo oyó.
-Claro que te lo mereces- murmuró ella con voz ahogada -todo el mundo se perece una oportunidad... sé que no empezamos con buen pie- sonrió con tristeza -pero nunca quise molestarte, ni hacer nada que pudiera...- Edward se quedó embobado escuchándola... ella no tenía nada por el que pedir perdón; al contrario, él había sido un patán terco y desagradable con ella.
-Bella- la llamó, pero la joven no levantaba la vista del suelo, así que en un acto reflejo y totalmente involuntario, tomó su pequeña mano, dándole un suave apretón para que le encarara. La joven percibió el hormigueo que le recorría los dedos de arriba abajo, y lo rápido que repiqueteaba su corazón; no podía evitarlo.
-No eres tú la que tiene que pedir disculpas- le explicó; al ver que la joven no levantaba su vista, el mismo lo hizo, posando delicadamente su dedo en la barbilla de la chica. Los ojos chocolate que siempre le acompañaban en su pensamiento brillaban a consecuencia de la mezcla de emociones que sentía Bella en esos instantes; después de perderse por unos segundos en esa cálida mirada, prosiguió hablando.
-Desde que llegaste a esta casa no he hecho otra cosa que tratarte mal- le dijo en tono mustio.
-No todo ha sido malo- le contradijo Bella con voz tímida, y en un impulso, su mano libre sacó de debajo de su jersey la estrella de plata que él le había regalado por navidades.
-Todavía la llevas- murmuró en un susurro Edward, sorprendido por ese descubrimiento.
-Nunca me la he quitado- le aclaró ella; Edward no pudo disimular la sonrisa que le habían provocado sus palabras. Bella le sonrió de vuelta -también recuerdo la conversación que tuvimos cuándo fuimos a ver los terrenos que quería comprar tu padre- le siguió relatando ella.
-Me acuerdo- le dio la razón Edward -me gustó mucho hablar contigo- le confesó con una pequeña sonrisa.
-A mi también- exclamó la joven, ya completamente sonrojada.
-¿Crees que podemos hacer borrón y cuenta nueva?- inquirió Edward esperanzado. La joven no daba crédito a lo que estaba escuchando... ¿Edward quería ser su amiga?; se quedó callada unos pocos minutos, debatiéndose interiormente.
Sabía que eso era únicamente lo que le podía ofrecer... pero era la única forma forma que tenía de estar cerca del hombre que quería con todo su corazón. Esbozó una tímida sonrisa, asintiendo con la cabeza. El corazón de Edward brincó con fuerzas e ilusiones renovadas... era un pequeño paso, pero muy importante para él, y al menos ya no huiría despavorida; lucharía por ganarse su corazón.
Las dos semanas siguientes fueron cómo un sueño para la joven pareja. Inmediatamente después de esa conversación en la cocina, ambos se fueron a dar un largo paseo, hablando de muchos aspectos desconocidos para ambos hasta ese momento.
Bella le descubrió una faceta de Charlie que desconocía mucha gente. Edward no imaginaba que el serio capataz fuera un cariñoso y compresivo padre; también le habló de su niñez, de su vida en Forks de sus años de instituto. En apenas dos semanas Edward descubrió sus gustos y manías, y ella hizo otro tanto con Edward, que hasta se atrevió a hablarle del tiempo que estuvo comprometido con Jessica. Habían tomado la costumbre de salir cada tarde después de comer, ya fuese a dar un paseo o a los establos de ganado, dónde estaban las crías recién nacidas.
Hacia allí se dirigían una tarde, cuándo vieron a Jazz y Jake escondidos tras una de las paredes del establo.
-¿Qué hacen?- interrogó Bella con el ceño fruncido, mirando a Edward.
-Cualquiera sabe- dijo con un deje de fastidio en su voz y rodando los ojos.
-¿Se puede saber qué hacéis aquí, escondidos cual delincuentes?- interrogó la joven, mirando a los hermanos con cara de póquer al acercarse a su altura.
-¡Shist!- siseó Jake con un gesto de su mano, indicándole que se callara.
-¿Qué demonios...?- Edward dejó la frase inconclusa, al asomarse para ver lo que sus hermanos veían con tanta atención. A lo lejos se veía cómo su padre y Esme compartían confidencias al oído, amorosamente abrazados. Negando con la cabeza, se volvió hacia sus hermanos mientras Bella también se asomaba.
-Un día nos pillarán cotilleando- les previno Edward.
-Al contrario; son ellos los que se esconden- corrigió Jake – de modo que nosotros los pillaremos-.
-Dejadles que disfruten de su secreto- dijo Bella volviendo la cara hacia los hermanos. Carlisle y Esme se veían muy enamorados, y formaban una bonita pareja; su mente recreó, por unos segundos, que eran Edward y ella, haciéndose arrumacos y confidencias al oído... meneó la cabeza, poniendo de nuevo los pies en la tierra... Edward no la veía más que cómo la veían el resto de los hermanos Cullen.
-Al fin alguien cuerdo en esta casa- siseó Edward entre dientes.
-Bella, desde que te llevas bien con Eddie, te has convertido en un muermo- le reprochó en bromas Jake, volviendo su vista hacia la posición de Esme y su padre. Justo en ese mismo instante, Carlisle miraba hacia los lados, asegurándose de que no había moros en la costa, para después inclinar su cabeza hacia Esme y besarla con ímpetu.
-Vaya, vaya- dijo Jake pensativo, pero con una sonrisa traviesa en su rostro -no sabía que papá era tan apasionado-.
Jazz y Bella ahogaron una carcajada, asomándose ellos también a contemplar el espectáculo; ni siquiera Edward pudo reprimir las ganas de echar un vistazo. Dada su estatura, se posicionó detrás de Bella, pegando literalmente su pecho a la espalda de ella.
Bella se percató de que inconscientemente se había apoyado en un cálido y musculoso pecho; miró hacia atrás, y la sonrisa que le regaló Edward casi la hace caer de bruces al suelo... el característico olor de Edward la invadió, y ella aprovechó para aspirarlo disimuladamente, llenando sus pulmones. El joven clavó sus ojos verdes en la nuca y el cuello de Bella, a la vista gracias a la coleta que llevaba, reprimiendo el impulso de besar su pálida piel. El calor de la chica y la cercanía de sus cuerpos bastó para que una íntima parte de su anatomía reaccionara de forma casi inmediata... dios mío... cómo la deseaba. Pero al momento reaccionó apartándose disimuladamente de ella, ya que no le apetecía que Bella, y por supuesto sus hermanos, se percataran de la engorrosa situación.
-Joder, no la deja ni respirar- murmuró Jake, que siguió contemplando el espectáculo sólo, ya que sus hermanos y Bella dejaron de espiar a la feliz pareja.
-¿A dónde ibais?- interrogó Jasper a Edward y Bella.
-A los establos de los terneros- le dijo ella. Jasper asintió con la cabeza a modo de respuesta y sonriendo complacido para sus adentros. Desde ese enfrentamiento en los establos, si se le podía llamar así, su hermano pequeño y él no habían tocado el tema... pero había visto un cambio muy grande en la actitud de su hermano para con Bella, y para él eso sólo significaba una cosa, había empezado a luchar por ella.
-Os acompaño, antes de que llegue la señorita Brandon- siseó con un resoplido de fastidio -Jake, deja de hacer de mirón y ven aquí-.
-Aburridos- rezongó el hermano mayor -ahora se ponía la cosa interesante- Jazz le dio un codazo, empujándole a salir.
Los cuatro se dirigieron en animada charla hasta el establo, y cual fue la sorpresa de Jake al encontrarse allí a Nessie, arrodillada junto a una de las reses.
-Vaya, no esperaba verte por aquí hasta la semana que viene- le dijo a modo de saludo.
-Hola chicos, hola Bellie- saludó ésta al grupo -Sam vino a pedirme ayuda, parece que esta amiga tiene problemas- les explicó preocupada.
-¿Qué le ocurre?- preguntó Jasper, agachándose a su lado.
-Parece que ha entrado en labor de parto, pero el ternero debe estar mal colocado- murmuró la joven, quitándose los guantes y pasándose la mano por su sudorosa frente.
Bella se apartó un poco, dejando espacio a los hermanos y la joven veterinaria. Un mugido lastimero salió de la boca del pobre animal, se veía que estaba sufriendo.
-Debemos ayudarla; supongo que sabréis lo que hay que hacer- instó a los hermanos. Los tres asintieron, y Edward salió un momento, metiéndose en el cobertizo de enfrente. Volvió al cabo de un minuto, con una soga gruesa en su mano.
-Sujetadla- ordenó Nessie mientras se ponía otros guantes; Jake y Edward apoyaron su cuerpo en el pobre animal, dejándole con poco espacio para moverse. Bella vio como la chica metía una de sus manos, girando el ternero y ayudándole a salir. Al de pocos minutos, las patas delanteras de éste asomaron al mundo exterior; la joven pelirroja actuó en décimas de segundo, atando con la cuerda las patas y tirando con fuerza, hasta que la pequeña criatura vio la luz. Era de color blanco, con manchas negras.
-Ya está, podéis soltarla- exclamó Nessie con una sonrisa. Desató al animal, que a pesar de tener unos mínimos segundos de vida, se puso de pie, trastabillando un par de veces en el intento.
-Me recuerda a cierta chica un poco torpe- se burló Edward con simpatía, mirando a Bella con una ceja arqueada. El joven no pudo reprimir una sonrisa al ver a su dulce tormento sacarle la lengua de forma graciosa; tan niña pero a la vez tan mujer... esa combinación le volvía loco.
Jake y Jasper intercambiaron una mirada cómplice al presenciar la escena; justo en ese momento entraba Emmet por el establo, remangándose las mangas de su camisa.
-Hola familia; ¿qué haces aquí?- le interrogó a Nessie,
-Echando una mano- se encogió resuelta de hombros.
-¿A la vaca o a mi hermano?- preguntó alzando las cejas de modo sugestivo.
-Cállate Emmet- murmuró Jake entre dientes. Al ver el ceño fruncido tanto de su hermano cómo de Nessie, decidió guardarse las bromas para otra ocasión.
-Jared y Paul nos reclaman- les dijo a sus hermanos. Edward y Jasper se despidieron de Nessie, y salieron hablando despreocupadamente por la puerta; Bella también se despidió de todos ellos y de la joven, alegando que tenía una enorme colada que tender. Edward la observó detenidamente mientras se alejaba, y sólo cuándo Emmet le repitió por tercera vez una pregunta, prestó atención.
-¿Decías algo?- el hermano negaba con la cabeza.
-Eddie, estás en la inopia- le dijo con una risa -¿cómo va el plan de conquista?- le interrogó sin más rodeos.
-Por lo menos ya no me evita- exclamó en voz baja.
-Estas semanas os habéis acercado mucho- le dijo Jasper, contento por que su hermano volviera a ser el que era hace unos años.
-Hemos hablado- replicó Edward, encogiéndose de hombros -poco a poco nos vamos conociendo y entendiendo-.
-¿Así que vas con la primera marcha metida?- se medio burló Emmet -deberías meter la segunda o tercera, a ver qué pasa-.
-Yo creo que hace bien en ir con calma- apoyó Jasper a su hermano pequeño. Emmet los miraba con los ojos como platos.
-Pues yo creo que debería lanzarse a por todas; Bella también le quiere- Edward rodó los ojos... ¿por qué su vida sentimental era tema a debatir en esta familia?.
-Agradezco vuestra preocupación por mi vida amorosa... pero dado que es mi futura relación con Bella la que está en juego, haré las cosas a mi manera- les contestó en tono mordaz.
-Qué poca acción- murmuró Emmet, resignado.
-Nosotros no te dimos la murga cuándo perseguías a Rosalie hasta ir al baño- le recordó Jasper. Edward miró a su hermano con una sonrisa socarrona, pero Emmet dejó pasar el comentario, volviéndose hacia la puerta.
-¡Jake!, ¿vienes de una vez?- interpeló a su hermano, cruzándose de brazos.
-Ir para allá, os veré allí- le dijo éste mientras ayudaba a recoger las pertenencias de Nessie. Emmet observó que la soga con la que habían sacado al ternero se le caía un par de veces de las manos, acción que la joven observaba divertida.
-Uno estancado y el otro más pavo que cuándo tenía quince años- siseó Emmet entre dientes, dándose la vuelta y yendo de nuevo hacia sus hermanos pequeños.
-Te acompaño a tu coche- le ofreció el joven a Nessie, gesto que ella aceptó encantada.
-¿Cómo has estado estos días?- le preguntó ella.
-Bien- se encogió de hombros -hemos estado relativamente tranquilos, pero ya sabes que enseguida llega la primavera- la chica afirmó con la cabeza.
-Es cuándo los ranchos tienen más trabajo- replicó cual lección de escuela -el otro día estuve en el rancho de los Denali- le contó.
-Qué alegría- rodó los ojos Jake.
-Sí, la verdad es que son un poco raros-.
-Yo mas bien diría bordes e imbéciles- la joven rió ante la contestación.
-Te doy la razón- asintió haciendo una mueca de desagrado con la cara. Al llegar al coche, y una vez Nessie guardó sus pertenencias, se volvió hacia Jake. Los ojos negros del joven ranchero volaron a lo largo de todo su rostro, para terminar fijándose en la boca pequeñita y rellena de la chica, que en un intento por disimular sus nervios, carraspeó para llamar la atención del joven.
-¿Irás a la fiesta que ofrece la comisión de ganaderos la semana que viene?- le preguntó.
-Por supuesto, vamos todos- le explicó Jake -incluidas Esme y Bella; Rosalie ya ha contratado canguro- dijo en alusión al pequeño Owen -ésto... tú... ¿tú irás?- Nessie movió la cabeza, en un gesto afirmativo.
-Te veré allí entonces, espero me reserves un baile- el corazón de la joven brincó de alegría al oír esas palabras... ¿pero por qué no le pedía directamente que fuera con ella?. Pero no se esperaba esa ese ofrecimiento del joven, de modo que respondió gustosa.
-Todos los que quieras- le dijo con un poco de vergüenza mientras se metía en el coche, y dejaba allí a un embobado Jake.
La semana pasó sin mayores altercados y el viernes, día de la fiesta, llegó.
-Es increíble- murmuró Bella, impresionada al ver la enorme carpa blanca, exquisitamente decorada con luces y mesas perfectamente dispuestas.
-La comisión se lo puede permitir- se encogió Carlisle de hombros.
-Sobre todo por la cuota anual que pagamos por pertenecer a ella- añadió Jasper.
Tú sí que estás increíble... se dijo Edward en su mente; desde que sus ojos vieron a Bella bajar las escaleras, enfundada en un sencillo pero elegante vestido negro a la altura de la rodilla y con unos elegantes zapatos de tacón también negros, en su mente no había otra cosa. El recogido que llevaba, obra de Rosalie, dejaba al descubierto su delgado y perfecto cuello, adornado por la estrella de plata. Estaba preciosa y muy sexy, y las miradas de varios hombres al verla entrar lo confirmaron
-Mira, ahí están Alice y Nessie- Rose la tomó del brazo para acercarse a ellas.
-Hola chicas- saludaron.
-¡Rose, Bella!- exclamó alborozada Alice -pensé que ya no veníais- suspiró la señorita Brandon, aliviada de ver aparecer a sus recientes amigas.
-La canguro se retrasó- se disculpó la joven rubia. Las cuatro amigas se dirigieron hacia una de las mesas, tomando cada una una copa y empezando a charlar.
-Hay muchísima gente- exclamó Nessie, mirando de un lado para otro.
-Las fiestas de la comisión atraen a casi todo Huntsville- les contó Rosalie -es de las más esperadas del año-. Durante un buen rato, Rose se entretuvo contándoles anécdotas de cosas sucedidas en las fiestas anteriores, pero Bella apenas le prestaba atención. Una y otra vez miraba de reojo al pequeño grupo que estaba en la otra punta del jardín. Los hermanos Cullen reían y bromeaban divertidos junto a varios jóvenes del pueblo. Reconoció entre ellos a varios amigos de Jake, que solían pasarse por el rancho. Y tampoco le pasó desapercibidas las miraditas que medio personal femenino lanzaba a Edward, y no le extrañaba. Estaba guapísimo con ese traje negro negro, y la camisa, también oscura, resaltaba su piel y el verde de sus ojos. Mordió su labio inferior, y la voz de Alice le sacó de sus cavilaciones.
-¿Bella, me estás oyendo?-.
-Ehh... claro... claro Alice- farfulló.
-¿A quién miras con tanto interés?- inquirió su rubia amiga, esbozando una sonrisa pícara.
-A nadie- mintió de forma descarada, y encogiéndose de hombros. Las tres chicas no le creyeron en absoluto; Rose iba a preguntarle por ciertos comentarios que había hecho Emmet, acerca de ella y de Edward, pero se los guardó al ver que su esposo se acercaba a ellas.
-¿Bailamos, Rosie?- le preguntó de forma galante. Ésta dedicó a las chicas una sonrisa de disculpa, tomando a su marido de la mano y saliendo a la pista.
-Hacen buena pareja- admiró Nessie.
-Sí- le dio la razón Bella, que justo en ese momento miró por encima del hombro de Nessie -me parece que tu joven Romeo se acerca- la joven la miró extrañada, y al darse la vuelta se encontró con que Jake se acercaba a su altura, acompañada de un hombre alto y rubio.
-Chicas, él es Peter, compañero de mis años de instituto -ellas son Alice, Nessie y Bella- les presentó.
-Es un placer- saludó cortesmente el aludido, dedicándole a Bella una sonrisa simpática. Conversaron durante unos minutos, hasta que la canción que estaba sonando en el ambiente terminó, dando paso a otra.
-Recuerda que me debes un baile- se dirigió Jake a Nessie.
-Todos los que quieras- le recordó la joven; los ojos del joven se iluminaron, disculpándose del resto y llevándose a la pelirroja al centro de la pista. Rodeó la cintura de la muchacha con sus manos, empezando a mecerse suavemente al son de la música.
-Nunca te había visto con traje y corbata- murmuró admirada -te queda bien-.
-Ehhh... gracias; tú también estás muy guapa- le devolvió el piropo -te queda muy bien el color rojo, hace juego con tu pelo-.
-Vaya, gracias. Nunca me lo habían dicho- agradeció la joven.
-La blusa que llevabas en Tucson el día de la subasta también era roja- murmuró en voz baja, pero Nessie lo escuchó perfectamente.
-¿Todavía te acuerdas?- inquirió sorprendida. En el corazón de la joven se instaló una punzada de alegría.
-Claro que me acuerdo; no he olvidado todo el tiempo que estuvimos juntos- le confesó él, bajando la vista hacia sus labios. La joven no pudo resistirse a apoyar la cabeza en su fuerte pecho, cerrando los ojos y disfrutando de la compañía.
-Yo tampoco- la frase salió en un tono tan bajo que ni siquiera su pareja de baile la oyó, pero no impidió que Jake la estrechase más entre sus brazos, enlazando una canción con otra.
Bella charlaba con Peter de forma cómoda, era un chico simpático y amable, con el que podía hablar con facilidad; Alice hace rato que se había encontrado con otra compañera de trabajo, y los había dejado solos.
-Jake me ha dicho que trabajas en el rancho- preguntó a la joven.
-Así, es, soy la cocinera oficial- le respondió ella.
-Entonces seguro que tendrás trabajo- le contestó de vuelta, riendo divertido -para alimentar a toda esa tropa se necesitará ayuda- la joven rió tímida ante el comentario, pero Edward, que no andaba muy alejado, volvió su vista. Sus ojos se achicaron al ver Peter tomar de la mano a Bella, para sacarla a la pista a bailar. Decidido, dejó su copa en la mesa, pero Jasper le tomó del hombro.
-Espera al menos que termine la canción- le recomendó. Edward asintió a regañadientes, pero cuándo terminó la canción y vio que Bella hacía amago de soltarse, Peter la retuvo de forma insistente.
-Estoy cansada, los tacones me están matando- se disculpó la joven.
-Sólo una más- pidió Peter con una sonrisa.
-Gracias, pero de verdad, prefiero sentarme- le repitió de nuevo la joven castaña... pero la mano de Peter no soltaba su brazo. Sin poder aguantarse las ganas, Edward se alejó de su hermano, para ir al rescate de Bella.
-¿Quieres salir a tomar el aire?- le propuso a la joven.
-Bella está conmigo, Edward- le espetó Peter muy serio.
-Y ella no quiere bailar más- le siseó con voz fría. Bella se alteró para sus adentros al ver los ojos de Edward brillar de enfado.
-Edward, no...- le suplicó con pena -Peter sólo se estaba despidiendo, ¿verdad?- la seria mirada chocolate de la joven hizo que éste desistiera de su intento. Se despidió de los dos, lanzándole a Edward una mirada poco amistosa.
-Gracias-murmuró sonrojada; el joven le dedicó un gesto afirmativo con la cabeza, y sin decir una palabra acompañó a Bella a sentarse, pero se mantuvo en silencio durante un buen rato. La joven lo miró extrañada, preguntándole.
-¿Qué pasa?- pero el gesto de negación de Edward, sin decir una sola palabra, hizo que no le volviera a preguntar en lo que quedaba de velada. Edward daba vueltas a todo lo sucedido... quizá se hubiera pasado un poco y los celos hubieran hecho acto de presencia, pero conocía lo bastante a Bella para haber advertido en su gesto la incomodidad por la insistencia del amigo de su hermano. Enfadado consigo mismo, y de que Bella pensara que era un celoso enfermizo, murmuró una disculpa, diciendo que necesitaba estar sólo, dejando allí a su dulce tormento.
-¿Qué le pasa a Edward?- preguntó Rosalie a Emmet, que alejados habían visto cómo Edward salía del recinto.
-Ni idea- se encogió su marido de hombros -puede que esté agobiado, hay muchísima gente y hace mucho calor aquí dentro- Rosalie iba a preguntarle si tenía algo que ver con Bella, pero justo en ese momento Esme la llamó, y dejó a su esposo y a su cuñado un momento.
-¿Qué diablos ha sido eso?- interrogó Jasper, una vez Rosalie se alejó lo sufiente.
-Celos, hermanito, estoy seguro de ello- Jasper iba a responder, cuándo una voz cantarina y demasiado familiar retumbó en sus tímpanos.
-Vaya señor Cullen, no le había reconocido sin los vaqueros ni las espuelas- al darse la vuelta Jasper, se encontró con Alice Brandon de frente.
-Pues ya ve, también tengo fondo de armario- le contestó con una sonrisa socarrona y escaneando el cuerpo de la joven, enfundado en un vestido de cóctel en tonos verdes muy muy ceñido, que remarcaba cada una de sus curvas. La joven morena iba a darse la vuelta, para dejarle con la palabra en la boca, pero una mano detuvo su paso.
-¿Qué quiere?- bufó molesta.
-¿Por qué no baila una canción conmigo?; y dejemos de tratarnos de usted, no somos tan viejos- la joven arqueó una perfecta ceja... ¿por qué era tan arrogante?. Pero la curiosidad pudo con ella, y accedió a bailar una canción con Jasper.
-¿Ves cómo no era tan difícil?- le reclamó el joven, divertido por la cara de resignación que tenía su pareja mientras empezaban a bailar -lo haces muy bien- alabó sorprendido.
-Lástima que yo no pueda decir lo mismo- contraatacó con retintín Alice. El hermano meneó la cabeza, revolviendo un poco su pelo rubio.
-Esas no son formas de tratar a tu pareja de baile-.
-Cuándo tu pareja de baile te hace una radiografía descarada con los ojos, si es forma- contestó molesta.
-Sólo estaba admirando tu vestido, que por cierto te queda muy bien- se medio disculpó Jasper -pero dejemos la moda para otro día-.
-¿Y de qué quiere hablar?-.
-¿Cuándo me vas a dejar demostrarte que puedo ser un perfecto caballero y vas a salir conmigo?- le preguntó sin rodeos.
-Cuándo dejes de decir que el estudio no vale para nada- contestó resuelta -y cuándo te comportes de forma amble conmigo cada vez que voy al rancho-.
-Eso sólo son tonterías; diferencias de opiniones... ¿sabes que del amor al odio apenas hay un paso?- le interrogó mientras la giraba repentinamente entre sus brazos y acercándola más a su cuerpo. La piel de la joven se estremeció ligeramente, pero mantuvo su fachada impasible.
-Tú y yo nunca vamos a llegar a eso-.
-Yo no estaría tan seguro, preciosa- dijo en un susurro Jasper, haciendo que el corazón de la joven se alterara -eres muy atractiva, y altiva... de mi tipo- expresó pagado de si mismo. Alice paró abruptamente de bailar, mirándole furiosa.
-Yo no soy altiva; eres tú el que eres un arrogante-.
-Tienes que reconocer que en el fondo te encanta- contestó divertido, esbozando una sonrisa torcida, muy parecida a la de Edward.
-No te soporto- masculló la joven entre dientes -y no pienso salir contigo ni aunque me paguen un millón de dólares-.
-No te saldrá tan caro- la tranquilizó éste, conteniendo la risa observando cómo la encantadora psiquiatra de vacas se alejaba con pasos agitados.
Después del incidente con el amigo de Jake y de que Edward abandonara repentinamente la fiesta, Bella no hizo otra cosa que darle vueltas a la cabeza; parecía que se había enfadado con ella... pero no había hecho nada malo.
Le dolía pensar que él se había enfadado con ella por esa tontería, justo ahora que llevaban bastante tiempo llevándose bien. Tuvo que volver con Carlisle y Esme, ya que Emmet y Rose se marcharon pronto y Jasper y Jake querían quedarse un poco más. Al aparcar en el garaje, se dio cuenta de que el volvo de Edward estaba aparcado en su sitio, y después de despedirse de Esme y Carlisle, se adentró con paso rápido en la casa, esperando encontrarlo en algún lado... pero nada.
Estaba terminando de ponerse la parte superior del pijama, cuándo el relinchar de un caballo llegó a sus oídos. Extrañada por las hora que era, se acercó a la ventana... y la imagen que vio la dejó perpleja.
Edward galopaba de un lado para otro, espoleando al caballo una y otra vez. Se había quitado el traje, y ahora llevaba sus acostumbrados vaqueros y botas... y la camisa medio desabrochada, dejando ver una pequeña parte de su pecho. Bella sintió que sus piernas se doblaban cual gelatina recién hecha al ver esa imagen tan sensual. Sin pensarlo dos veces, cambió su pijama por unos vaqueros y un jersey azul, y corrió escaleras abajo, decidida a preguntarle que es lo que le había hecho para molestarle. Al llegar a las escalinatas de la entrada, se quedó parada mirándole, y al percartarse éste de su presencia, la joven vio una mueca extraña en su cara.
Edward se sorprendió de verla allí, y tirando de las riendas para que Concord girase, se acercó a paso suave a ella. Su dulce tormento se mordía el labio y jugueteaba de forma nerviosa con sus dedos... evocó la imagen de Bella hace unas horas, tan guapa con aquel vestido...
Al pararse a su lado, la voz de la joven pronunció unas palabras que le dejaron clavado en el sitio.
-Yo... lo siento Edward- musitó triste. El cuerpo del joven ranchero se estremeció, no era su culpa, no quería verla triste... lo único que deseaba era estrecharla entre sus brazos, decirle que todo estaba bien... no podía soportarlo más... la necesitaba demasiado.
Sin decir una sola palabra, extendió su mano hacia Bella, invitándola a subir al caballo. Bella se quedó de piedra, debatiéndose si ir o no... pero la voz de terciopelo por fin habló.
-Por favor...- la voz de Edward nunca había sonado tan desesperada, pero dándose valor dio un paso hacia delante y tomando la mano que éste le ofrecía. Edward la ayudó a subir, y la aseguró en el caballo pasándole un brazo por su cintura y haciendo que la joven se apoyara en su pecho. Aprisionada entre sus brazos, con la mano que tenía libre tiró de las riendas, sumergiéndose ambos en la oscuridad y adentrándose en las bastas tierras del rancho.
Edward cabalgó durante más de media hora sin rumbo fijo, hasta que de pronto se encontró que había llegado al lugar dónde Bella solía pasear... aquel lugar dónde la vio con los tediosos hermanos Denali. Consciente de que Concord necesitaba un pequeño respiro, bajó del caballo, y después de asegurar las riendas en el delgado tronco de un árbol, se sentó en el suelo, apoyado en otro árbol mucho más grande y fuerte, y ahí se sumió en sus pensamientos.
Por su cabeza pasaban miles de cosas... esa conversación con Jake, a la que posteriormente se había unido Jasper, le había dejado fuera de combate... e inconscientemente y por primera vez en muchos años, había dejado salir a la luz sentimientos y emociones... sentimientos de los que era causante su dulce tormento. Después de esa reveladora charla, y aunque sus hermanos no lo dijeran en voz alta, sabía de sobra que Jake le había provocado para que todo eso que tan celosamente guardaba su corazón saliera a la luz... ¿tanto se le notaba?.
Aunque el había dicho que tenía envidia de que sus hermanos se llevaran tan bien con Bella, reconocía que envidia no era la palabra adecuada... sino celos.
Los celos, que tantos meses llevaban carcomiéndole por dentro cada vez que Bella seguía las bromas a sus hermanos... ellos la hacían sonreír, con ellos se sentía bien; y en el fondo de su corazón, el deseaba ser el causante de todo eso en la joven.
Meditó por unos minutos la afirmación de Jake, de que ella le correspondía; sí que era cierto que se ponía nerviosa en su presencia, y no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa al recrear en su mente las sonrojadas mejilla de Bella. Pero el atribuía ese sonrojo a su timidez con las personas con las que no tenía confianza... y él , para su desgracia, era una de ellos.
¿Y si Jazz y Jake tenían razón?, ¿y si Bella no captara todas esas señales?; era muy joven, y por lo poco que le habían contado sus hermanos, muy inexperta en el amor... conocía vagamente la existencia de un ex novio durante sus años de instituto, y por lo que pudo deducir por aquel entonces, apenas pasaron de unos simples besos. Uno de los aspectos a los que él más se aferraba sin duda era la diferencia de edad; puede que el futuro no se notara mucho... pero ahora esos diez años se convertían en un abismo grande. Ella prácticamente acababa de hacerse adulta, y él ya lo era hace mucho tiempo... pero cómo bien dijo Jake, cuándo te enamoras eso es insignificante.
Cerró los ojos, deleitándose con las imágenes que pasaba por su cabeza... en todas ellas salía su Bella... Bella riendo, Bella revoloteando por la cocina, Bella montada a caballo, Bella hablando con Rosalie y la señorita Brandon... Bella con el pequeño Owen en brazos...
Esa imagen hizo que su corazón latiera de forma desacompasada... y aunque estuvo a punto de casarse con Jessica, su ex prometida no quería oír hablar de bebés durante los primeros años de matrimonio, y el, ciego y enamorado de ella, estaba dispuesto a acatar ese deseo, desechando esas imágenes de su mente y posponiendo su deseo de formar una familia. Pero esa imagen de Bella hizo que esa visión resucitara... Bella con un pequeño entre sus brazos... y con una alianza rodeando su dedo corazón; una alianza que esperaba ponérsela él mismo, algún día.
Pero ahora no debía pensar en el futuro... debía pensar en el presente; y el presente pasaba por intentar acercarse a ella, ganarse su confianza y sobre todo, esperaba que su amor. Sabía que era muy inocente en esos temas, y debía ser cauteloso... si por él fuera, la apresaría entre sus brazos y la besaría hasta dejarla sin aliento... si ella le quisiera, pondría el mundo entero a sus pies. Todavía pensando en alguna forma de empezar a acercarse a ella, miró de forma distraída su reloj, levantándose de un salto y regresando al rancho de forma apresura, debido a la hora.
Maldijo para sus adentros cuándo entró por la puerta de la cocina y vio la estancia meticulosamente recogida y limpia; eran casi las tres y media de la tarde, y todos habían vuelto al trabajo. Rezongando enfadado, abrió la puerta de la nevera para prepararse un simple sándwich o alguna otra cosa, cuándo la voz que más le gustaba habló detrás de su espalda.
-Hola Edward- al girarse, no pudo evitar que las comisuras de sus labios se levantaran en una imperceptible sonrisa cuándo vio a Bella.
-Hola... es... esto... yo sólo iba a prepararme algo de comer; no es necesario qu...- la frase le salió cómo una disculpa, pero Bella le interrumpió.
-Puedo calentarte un poco de estofado- le propuso con timidez, apartando su vista de él; entonces Edward se dio cuenta de su sonrojo... y de cómo se mordía le labio inferior... bingo... ahí estaban los dichosos nervios.
-Eso estaría bien- le contestó, sonriéndola con cariño. El corazón de la joven se aceleró con ese simple gesto... dios... que sonrisa tan bonita. Bella le indicó que fuera a sentarse, y en unos pocos minutos, puso enfrente suyo un plato lleno a rebosar.
-Vaya- murmuró sorprendido -me sorprende que mis hermanos hayan dejado algo-.
-Al ver que no venías, te he guardado un poco- se encogió Bella de hombros -ellos no se han enterado- le confesó con una sonrisa divertida. El pecho de Edward se contrajo... por lo menos, se preocupaba por él de la misma manera que se preocupaba de todos los habitantes de esta casa, y no le extrañaba en absoluto... ella era así, siempre pensando en los demás. Al ver a la joven parada enfrente suyo, se reprochó para sus adentros... quizá ella tuviera cosas que hacer, en vez de estar ahí observando cómo comía.
-Si tienes algo que hacer, no es necesario que te quedes- no tenía intención alguna de echarla, al contrario... pero por la mueca de desilusión que puso su dulce tormento, tuvo que golpearse mentalmente para sus adentros.
-Entonces te dejo sol...- Bella iba a girar sobre sus talones, para dejarle comer tranquilo, pero un pequeño grito la detuvo.
-¡No!- contestó Edward -quédate por favor... a menos que no tengas nada más importante que hacer- Bella le miró sorprendida, y durante unos segundos se debatió entre salir por la puerta o lo que realmente quería... quedarse allí con él.
-No tengo nada mejor que hacer- respondió con una pequeña sonrisa. Edward asintió contento, y siguió comiendo mientras Bella se preparaba un café para sentarse con él a la mesa.
Dios... Bella se repetía en su cabeza lo masoquista que era... pero algo le impedía apartarse del todo de ese chico de pelo cobrizo, aunque ello conllevara por una aparte desilusión; desilusión porque nunca sería nada para él más que una empleada en su casa... y nunca podría tener ni siquiera esa complicidad que tenía con el resto de la familia. Quería a Carlisle cómo a un padre, envidiaba el no haber tenido una madre cómo lo era Esme para todos los habitantes de la casa, incluida ella, y se sentía protegida por los tres hermanos mayores, que cuidaban de ella cómo si fuera la hermanita pequeña.
Decidió que intentaría llevarse bien con él, o por lo menos no darle pie para un comportamiento hostil hacia ella.
-Edward- lo llamó con voz suave, mientras se sentaba a su lado -¿qué querías decirme antes de que entraran tus hermanos?- interrogó curiosa; ella no sabía por qué había huido de esa forma tan brusca de la cocina.
El aludido se quedó parado de la impresión... no creía que ella recordara eso, y por un momento se envaró, rezando para sus adentros para que nadie hubiera dicho nada acerca del encontronazo que había tenido con Jake... pero no tuvo tanta suerte.
-¿Por qué te has peleado con Jake?- preguntó la joven, con el ceño fruncido y tono de voz preocupado.
-¿Cómo te has enterado?- le devolvió en respuesta.
-Oí a tu padre comentárselo a Esme, pero no escuché los motivos- confesó avergonzada -y no me he atrevido a preguntarle a Jazz o a Jake- Edward respiró aliviado para sus adentros.
-Tranquila, no ha pasado nada, y ya lo hemos arreglado- Bella iba a replicar, pero al observar los ojos de Edward comprendió que no quería sacar el tema a relucir, así que tuvo que conformarse con esa respuesta.
-Peleas de hermanos sin importancia- la guiño un ojo tranquilizándola, ya que sabía que no se había quedado conforme.
-¿Seguro que lo habéis arreglado?- inquirió de nuevo.
-Si, tranquila por eso- le volvió a decir -te preocupas demasiado de todos nosotros-.
-No me gustaría que estuvierais peleados- musitó la joven, mordiéndose el labio inferior... dios... ese inocente gesto que hacía le encantaba.
-Lo entiendo por la parte que le toca a Jake... pero no por mi- musitó, dejando la cuchara y girándose para encararla directamente. Los ojitos cafés de la chica lo miraban sin entender a qué se refería. La vista de Edward bajó a lo largo de todo su rostro, deteniéndose en esos pequeños labios rosa pálido... si moviera ligeramente la cabeza, los tomaría sin piedad alguna, pero tuvo que apartar esos pensamientos de su cabeza... despacio... se recordó mentalmente. Bella achicó los ojos, y frunció de forma graciosa su pequeña naricita, dándose cuenta de las imperceptibles pecas que asomaban por su pálida piel.
-No entiendo esa última frase- le reclamó. Edward pasó su mano derecha por su pelo, desordenándolo más, si era posible.
-Después de cómo te he tratado, no merezco que te preocupes por mi- susurró éste en voz baja, pero Bella lo oyó.
-Claro que te lo mereces- murmuró ella con voz ahogada -todo el mundo se perece una oportunidad... sé que no empezamos con buen pie- sonrió con tristeza -pero nunca quise molestarte, ni hacer nada que pudiera...- Edward se quedó embobado escuchándola... ella no tenía nada por el que pedir perdón; al contrario, él había sido un patán terco y desagradable con ella.
-Bella- la llamó, pero la joven no levantaba la vista del suelo, así que en un acto reflejo y totalmente involuntario, tomó su pequeña mano, dándole un suave apretón para que le encarara. La joven percibió el hormigueo que le recorría los dedos de arriba abajo, y lo rápido que repiqueteaba su corazón; no podía evitarlo.
-No eres tú la que tiene que pedir disculpas- le explicó; al ver que la joven no levantaba su vista, el mismo lo hizo, posando delicadamente su dedo en la barbilla de la chica. Los ojos chocolate que siempre le acompañaban en su pensamiento brillaban a consecuencia de la mezcla de emociones que sentía Bella en esos instantes; después de perderse por unos segundos en esa cálida mirada, prosiguió hablando.
-Desde que llegaste a esta casa no he hecho otra cosa que tratarte mal- le dijo en tono mustio.
-No todo ha sido malo- le contradijo Bella con voz tímida, y en un impulso, su mano libre sacó de debajo de su jersey la estrella de plata que él le había regalado por navidades.
-Todavía la llevas- murmuró en un susurro Edward, sorprendido por ese descubrimiento.
-Nunca me la he quitado- le aclaró ella; Edward no pudo disimular la sonrisa que le habían provocado sus palabras. Bella le sonrió de vuelta -también recuerdo la conversación que tuvimos cuándo fuimos a ver los terrenos que quería comprar tu padre- le siguió relatando ella.
-Me acuerdo- le dio la razón Edward -me gustó mucho hablar contigo- le confesó con una pequeña sonrisa.
-A mi también- exclamó la joven, ya completamente sonrojada.
-¿Crees que podemos hacer borrón y cuenta nueva?- inquirió Edward esperanzado. La joven no daba crédito a lo que estaba escuchando... ¿Edward quería ser su amiga?; se quedó callada unos pocos minutos, debatiéndose interiormente.
Sabía que eso era únicamente lo que le podía ofrecer... pero era la única forma forma que tenía de estar cerca del hombre que quería con todo su corazón. Esbozó una tímida sonrisa, asintiendo con la cabeza. El corazón de Edward brincó con fuerzas e ilusiones renovadas... era un pequeño paso, pero muy importante para él, y al menos ya no huiría despavorida; lucharía por ganarse su corazón.
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Las dos semanas siguientes fueron cómo un sueño para la joven pareja. Inmediatamente después de esa conversación en la cocina, ambos se fueron a dar un largo paseo, hablando de muchos aspectos desconocidos para ambos hasta ese momento.
Bella le descubrió una faceta de Charlie que desconocía mucha gente. Edward no imaginaba que el serio capataz fuera un cariñoso y compresivo padre; también le habló de su niñez, de su vida en Forks de sus años de instituto. En apenas dos semanas Edward descubrió sus gustos y manías, y ella hizo otro tanto con Edward, que hasta se atrevió a hablarle del tiempo que estuvo comprometido con Jessica. Habían tomado la costumbre de salir cada tarde después de comer, ya fuese a dar un paseo o a los establos de ganado, dónde estaban las crías recién nacidas.
Hacia allí se dirigían una tarde, cuándo vieron a Jazz y Jake escondidos tras una de las paredes del establo.
-¿Qué hacen?- interrogó Bella con el ceño fruncido, mirando a Edward.
-Cualquiera sabe- dijo con un deje de fastidio en su voz y rodando los ojos.
-¿Se puede saber qué hacéis aquí, escondidos cual delincuentes?- interrogó la joven, mirando a los hermanos con cara de póquer al acercarse a su altura.
-¡Shist!- siseó Jake con un gesto de su mano, indicándole que se callara.
-¿Qué demonios...?- Edward dejó la frase inconclusa, al asomarse para ver lo que sus hermanos veían con tanta atención. A lo lejos se veía cómo su padre y Esme compartían confidencias al oído, amorosamente abrazados. Negando con la cabeza, se volvió hacia sus hermanos mientras Bella también se asomaba.
-Un día nos pillarán cotilleando- les previno Edward.
-Al contrario; son ellos los que se esconden- corrigió Jake – de modo que nosotros los pillaremos-.
-Dejadles que disfruten de su secreto- dijo Bella volviendo la cara hacia los hermanos. Carlisle y Esme se veían muy enamorados, y formaban una bonita pareja; su mente recreó, por unos segundos, que eran Edward y ella, haciéndose arrumacos y confidencias al oído... meneó la cabeza, poniendo de nuevo los pies en la tierra... Edward no la veía más que cómo la veían el resto de los hermanos Cullen.
-Al fin alguien cuerdo en esta casa- siseó Edward entre dientes.
-Bella, desde que te llevas bien con Eddie, te has convertido en un muermo- le reprochó en bromas Jake, volviendo su vista hacia la posición de Esme y su padre. Justo en ese mismo instante, Carlisle miraba hacia los lados, asegurándose de que no había moros en la costa, para después inclinar su cabeza hacia Esme y besarla con ímpetu.
-Vaya, vaya- dijo Jake pensativo, pero con una sonrisa traviesa en su rostro -no sabía que papá era tan apasionado-.
Jazz y Bella ahogaron una carcajada, asomándose ellos también a contemplar el espectáculo; ni siquiera Edward pudo reprimir las ganas de echar un vistazo. Dada su estatura, se posicionó detrás de Bella, pegando literalmente su pecho a la espalda de ella.
Bella se percató de que inconscientemente se había apoyado en un cálido y musculoso pecho; miró hacia atrás, y la sonrisa que le regaló Edward casi la hace caer de bruces al suelo... el característico olor de Edward la invadió, y ella aprovechó para aspirarlo disimuladamente, llenando sus pulmones. El joven clavó sus ojos verdes en la nuca y el cuello de Bella, a la vista gracias a la coleta que llevaba, reprimiendo el impulso de besar su pálida piel. El calor de la chica y la cercanía de sus cuerpos bastó para que una íntima parte de su anatomía reaccionara de forma casi inmediata... dios mío... cómo la deseaba. Pero al momento reaccionó apartándose disimuladamente de ella, ya que no le apetecía que Bella, y por supuesto sus hermanos, se percataran de la engorrosa situación.
-Joder, no la deja ni respirar- murmuró Jake, que siguió contemplando el espectáculo sólo, ya que sus hermanos y Bella dejaron de espiar a la feliz pareja.
-¿A dónde ibais?- interrogó Jasper a Edward y Bella.
-A los establos de los terneros- le dijo ella. Jasper asintió con la cabeza a modo de respuesta y sonriendo complacido para sus adentros. Desde ese enfrentamiento en los establos, si se le podía llamar así, su hermano pequeño y él no habían tocado el tema... pero había visto un cambio muy grande en la actitud de su hermano para con Bella, y para él eso sólo significaba una cosa, había empezado a luchar por ella.
-Os acompaño, antes de que llegue la señorita Brandon- siseó con un resoplido de fastidio -Jake, deja de hacer de mirón y ven aquí-.
-Aburridos- rezongó el hermano mayor -ahora se ponía la cosa interesante- Jazz le dio un codazo, empujándole a salir.
Los cuatro se dirigieron en animada charla hasta el establo, y cual fue la sorpresa de Jake al encontrarse allí a Nessie, arrodillada junto a una de las reses.
-Vaya, no esperaba verte por aquí hasta la semana que viene- le dijo a modo de saludo.
-Hola chicos, hola Bellie- saludó ésta al grupo -Sam vino a pedirme ayuda, parece que esta amiga tiene problemas- les explicó preocupada.
-¿Qué le ocurre?- preguntó Jasper, agachándose a su lado.
-Parece que ha entrado en labor de parto, pero el ternero debe estar mal colocado- murmuró la joven, quitándose los guantes y pasándose la mano por su sudorosa frente.
Bella se apartó un poco, dejando espacio a los hermanos y la joven veterinaria. Un mugido lastimero salió de la boca del pobre animal, se veía que estaba sufriendo.
-Debemos ayudarla; supongo que sabréis lo que hay que hacer- instó a los hermanos. Los tres asintieron, y Edward salió un momento, metiéndose en el cobertizo de enfrente. Volvió al cabo de un minuto, con una soga gruesa en su mano.
-Sujetadla- ordenó Nessie mientras se ponía otros guantes; Jake y Edward apoyaron su cuerpo en el pobre animal, dejándole con poco espacio para moverse. Bella vio como la chica metía una de sus manos, girando el ternero y ayudándole a salir. Al de pocos minutos, las patas delanteras de éste asomaron al mundo exterior; la joven pelirroja actuó en décimas de segundo, atando con la cuerda las patas y tirando con fuerza, hasta que la pequeña criatura vio la luz. Era de color blanco, con manchas negras.
-Ya está, podéis soltarla- exclamó Nessie con una sonrisa. Desató al animal, que a pesar de tener unos mínimos segundos de vida, se puso de pie, trastabillando un par de veces en el intento.
-Me recuerda a cierta chica un poco torpe- se burló Edward con simpatía, mirando a Bella con una ceja arqueada. El joven no pudo reprimir una sonrisa al ver a su dulce tormento sacarle la lengua de forma graciosa; tan niña pero a la vez tan mujer... esa combinación le volvía loco.
Jake y Jasper intercambiaron una mirada cómplice al presenciar la escena; justo en ese momento entraba Emmet por el establo, remangándose las mangas de su camisa.
-Hola familia; ¿qué haces aquí?- le interrogó a Nessie,
-Echando una mano- se encogió resuelta de hombros.
-¿A la vaca o a mi hermano?- preguntó alzando las cejas de modo sugestivo.
-Cállate Emmet- murmuró Jake entre dientes. Al ver el ceño fruncido tanto de su hermano cómo de Nessie, decidió guardarse las bromas para otra ocasión.
-Jared y Paul nos reclaman- les dijo a sus hermanos. Edward y Jasper se despidieron de Nessie, y salieron hablando despreocupadamente por la puerta; Bella también se despidió de todos ellos y de la joven, alegando que tenía una enorme colada que tender. Edward la observó detenidamente mientras se alejaba, y sólo cuándo Emmet le repitió por tercera vez una pregunta, prestó atención.
-¿Decías algo?- el hermano negaba con la cabeza.
-Eddie, estás en la inopia- le dijo con una risa -¿cómo va el plan de conquista?- le interrogó sin más rodeos.
-Por lo menos ya no me evita- exclamó en voz baja.
-Estas semanas os habéis acercado mucho- le dijo Jasper, contento por que su hermano volviera a ser el que era hace unos años.
-Hemos hablado- replicó Edward, encogiéndose de hombros -poco a poco nos vamos conociendo y entendiendo-.
-¿Así que vas con la primera marcha metida?- se medio burló Emmet -deberías meter la segunda o tercera, a ver qué pasa-.
-Yo creo que hace bien en ir con calma- apoyó Jasper a su hermano pequeño. Emmet los miraba con los ojos como platos.
-Pues yo creo que debería lanzarse a por todas; Bella también le quiere- Edward rodó los ojos... ¿por qué su vida sentimental era tema a debatir en esta familia?.
-Agradezco vuestra preocupación por mi vida amorosa... pero dado que es mi futura relación con Bella la que está en juego, haré las cosas a mi manera- les contestó en tono mordaz.
-Qué poca acción- murmuró Emmet, resignado.
-Nosotros no te dimos la murga cuándo perseguías a Rosalie hasta ir al baño- le recordó Jasper. Edward miró a su hermano con una sonrisa socarrona, pero Emmet dejó pasar el comentario, volviéndose hacia la puerta.
-¡Jake!, ¿vienes de una vez?- interpeló a su hermano, cruzándose de brazos.
-Ir para allá, os veré allí- le dijo éste mientras ayudaba a recoger las pertenencias de Nessie. Emmet observó que la soga con la que habían sacado al ternero se le caía un par de veces de las manos, acción que la joven observaba divertida.
-Uno estancado y el otro más pavo que cuándo tenía quince años- siseó Emmet entre dientes, dándose la vuelta y yendo de nuevo hacia sus hermanos pequeños.
-Te acompaño a tu coche- le ofreció el joven a Nessie, gesto que ella aceptó encantada.
-¿Cómo has estado estos días?- le preguntó ella.
-Bien- se encogió de hombros -hemos estado relativamente tranquilos, pero ya sabes que enseguida llega la primavera- la chica afirmó con la cabeza.
-Es cuándo los ranchos tienen más trabajo- replicó cual lección de escuela -el otro día estuve en el rancho de los Denali- le contó.
-Qué alegría- rodó los ojos Jake.
-Sí, la verdad es que son un poco raros-.
-Yo mas bien diría bordes e imbéciles- la joven rió ante la contestación.
-Te doy la razón- asintió haciendo una mueca de desagrado con la cara. Al llegar al coche, y una vez Nessie guardó sus pertenencias, se volvió hacia Jake. Los ojos negros del joven ranchero volaron a lo largo de todo su rostro, para terminar fijándose en la boca pequeñita y rellena de la chica, que en un intento por disimular sus nervios, carraspeó para llamar la atención del joven.
-¿Irás a la fiesta que ofrece la comisión de ganaderos la semana que viene?- le preguntó.
-Por supuesto, vamos todos- le explicó Jake -incluidas Esme y Bella; Rosalie ya ha contratado canguro- dijo en alusión al pequeño Owen -ésto... tú... ¿tú irás?- Nessie movió la cabeza, en un gesto afirmativo.
-Te veré allí entonces, espero me reserves un baile- el corazón de la joven brincó de alegría al oír esas palabras... ¿pero por qué no le pedía directamente que fuera con ella?. Pero no se esperaba esa ese ofrecimiento del joven, de modo que respondió gustosa.
-Todos los que quieras- le dijo con un poco de vergüenza mientras se metía en el coche, y dejaba allí a un embobado Jake.
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La semana pasó sin mayores altercados y el viernes, día de la fiesta, llegó.
-Es increíble- murmuró Bella, impresionada al ver la enorme carpa blanca, exquisitamente decorada con luces y mesas perfectamente dispuestas.
-La comisión se lo puede permitir- se encogió Carlisle de hombros.
-Sobre todo por la cuota anual que pagamos por pertenecer a ella- añadió Jasper.
Tú sí que estás increíble... se dijo Edward en su mente; desde que sus ojos vieron a Bella bajar las escaleras, enfundada en un sencillo pero elegante vestido negro a la altura de la rodilla y con unos elegantes zapatos de tacón también negros, en su mente no había otra cosa. El recogido que llevaba, obra de Rosalie, dejaba al descubierto su delgado y perfecto cuello, adornado por la estrella de plata. Estaba preciosa y muy sexy, y las miradas de varios hombres al verla entrar lo confirmaron
-Mira, ahí están Alice y Nessie- Rose la tomó del brazo para acercarse a ellas.
-Hola chicas- saludaron.
-¡Rose, Bella!- exclamó alborozada Alice -pensé que ya no veníais- suspiró la señorita Brandon, aliviada de ver aparecer a sus recientes amigas.
-La canguro se retrasó- se disculpó la joven rubia. Las cuatro amigas se dirigieron hacia una de las mesas, tomando cada una una copa y empezando a charlar.
-Hay muchísima gente- exclamó Nessie, mirando de un lado para otro.
-Las fiestas de la comisión atraen a casi todo Huntsville- les contó Rosalie -es de las más esperadas del año-. Durante un buen rato, Rose se entretuvo contándoles anécdotas de cosas sucedidas en las fiestas anteriores, pero Bella apenas le prestaba atención. Una y otra vez miraba de reojo al pequeño grupo que estaba en la otra punta del jardín. Los hermanos Cullen reían y bromeaban divertidos junto a varios jóvenes del pueblo. Reconoció entre ellos a varios amigos de Jake, que solían pasarse por el rancho. Y tampoco le pasó desapercibidas las miraditas que medio personal femenino lanzaba a Edward, y no le extrañaba. Estaba guapísimo con ese traje negro negro, y la camisa, también oscura, resaltaba su piel y el verde de sus ojos. Mordió su labio inferior, y la voz de Alice le sacó de sus cavilaciones.
-¿Bella, me estás oyendo?-.
-Ehh... claro... claro Alice- farfulló.
-¿A quién miras con tanto interés?- inquirió su rubia amiga, esbozando una sonrisa pícara.
-A nadie- mintió de forma descarada, y encogiéndose de hombros. Las tres chicas no le creyeron en absoluto; Rose iba a preguntarle por ciertos comentarios que había hecho Emmet, acerca de ella y de Edward, pero se los guardó al ver que su esposo se acercaba a ellas.
-¿Bailamos, Rosie?- le preguntó de forma galante. Ésta dedicó a las chicas una sonrisa de disculpa, tomando a su marido de la mano y saliendo a la pista.
-Hacen buena pareja- admiró Nessie.
-Sí- le dio la razón Bella, que justo en ese momento miró por encima del hombro de Nessie -me parece que tu joven Romeo se acerca- la joven la miró extrañada, y al darse la vuelta se encontró con que Jake se acercaba a su altura, acompañada de un hombre alto y rubio.
-Chicas, él es Peter, compañero de mis años de instituto -ellas son Alice, Nessie y Bella- les presentó.
-Es un placer- saludó cortesmente el aludido, dedicándole a Bella una sonrisa simpática. Conversaron durante unos minutos, hasta que la canción que estaba sonando en el ambiente terminó, dando paso a otra.
-Recuerda que me debes un baile- se dirigió Jake a Nessie.
-Todos los que quieras- le recordó la joven; los ojos del joven se iluminaron, disculpándose del resto y llevándose a la pelirroja al centro de la pista. Rodeó la cintura de la muchacha con sus manos, empezando a mecerse suavemente al son de la música.
-Nunca te había visto con traje y corbata- murmuró admirada -te queda bien-.
-Ehhh... gracias; tú también estás muy guapa- le devolvió el piropo -te queda muy bien el color rojo, hace juego con tu pelo-.
-Vaya, gracias. Nunca me lo habían dicho- agradeció la joven.
-La blusa que llevabas en Tucson el día de la subasta también era roja- murmuró en voz baja, pero Nessie lo escuchó perfectamente.
-¿Todavía te acuerdas?- inquirió sorprendida. En el corazón de la joven se instaló una punzada de alegría.
-Claro que me acuerdo; no he olvidado todo el tiempo que estuvimos juntos- le confesó él, bajando la vista hacia sus labios. La joven no pudo resistirse a apoyar la cabeza en su fuerte pecho, cerrando los ojos y disfrutando de la compañía.
-Yo tampoco- la frase salió en un tono tan bajo que ni siquiera su pareja de baile la oyó, pero no impidió que Jake la estrechase más entre sus brazos, enlazando una canción con otra.
Bella charlaba con Peter de forma cómoda, era un chico simpático y amable, con el que podía hablar con facilidad; Alice hace rato que se había encontrado con otra compañera de trabajo, y los había dejado solos.
-Jake me ha dicho que trabajas en el rancho- preguntó a la joven.
-Así, es, soy la cocinera oficial- le respondió ella.
-Entonces seguro que tendrás trabajo- le contestó de vuelta, riendo divertido -para alimentar a toda esa tropa se necesitará ayuda- la joven rió tímida ante el comentario, pero Edward, que no andaba muy alejado, volvió su vista. Sus ojos se achicaron al ver Peter tomar de la mano a Bella, para sacarla a la pista a bailar. Decidido, dejó su copa en la mesa, pero Jasper le tomó del hombro.
-Espera al menos que termine la canción- le recomendó. Edward asintió a regañadientes, pero cuándo terminó la canción y vio que Bella hacía amago de soltarse, Peter la retuvo de forma insistente.
-Estoy cansada, los tacones me están matando- se disculpó la joven.
-Sólo una más- pidió Peter con una sonrisa.
-Gracias, pero de verdad, prefiero sentarme- le repitió de nuevo la joven castaña... pero la mano de Peter no soltaba su brazo. Sin poder aguantarse las ganas, Edward se alejó de su hermano, para ir al rescate de Bella.
-¿Quieres salir a tomar el aire?- le propuso a la joven.
-Bella está conmigo, Edward- le espetó Peter muy serio.
-Y ella no quiere bailar más- le siseó con voz fría. Bella se alteró para sus adentros al ver los ojos de Edward brillar de enfado.
-Edward, no...- le suplicó con pena -Peter sólo se estaba despidiendo, ¿verdad?- la seria mirada chocolate de la joven hizo que éste desistiera de su intento. Se despidió de los dos, lanzándole a Edward una mirada poco amistosa.
-Gracias-murmuró sonrojada; el joven le dedicó un gesto afirmativo con la cabeza, y sin decir una palabra acompañó a Bella a sentarse, pero se mantuvo en silencio durante un buen rato. La joven lo miró extrañada, preguntándole.
-¿Qué pasa?- pero el gesto de negación de Edward, sin decir una sola palabra, hizo que no le volviera a preguntar en lo que quedaba de velada. Edward daba vueltas a todo lo sucedido... quizá se hubiera pasado un poco y los celos hubieran hecho acto de presencia, pero conocía lo bastante a Bella para haber advertido en su gesto la incomodidad por la insistencia del amigo de su hermano. Enfadado consigo mismo, y de que Bella pensara que era un celoso enfermizo, murmuró una disculpa, diciendo que necesitaba estar sólo, dejando allí a su dulce tormento.
-¿Qué le pasa a Edward?- preguntó Rosalie a Emmet, que alejados habían visto cómo Edward salía del recinto.
-Ni idea- se encogió su marido de hombros -puede que esté agobiado, hay muchísima gente y hace mucho calor aquí dentro- Rosalie iba a preguntarle si tenía algo que ver con Bella, pero justo en ese momento Esme la llamó, y dejó a su esposo y a su cuñado un momento.
-¿Qué diablos ha sido eso?- interrogó Jasper, una vez Rosalie se alejó lo sufiente.
-Celos, hermanito, estoy seguro de ello- Jasper iba a responder, cuándo una voz cantarina y demasiado familiar retumbó en sus tímpanos.
-Vaya señor Cullen, no le había reconocido sin los vaqueros ni las espuelas- al darse la vuelta Jasper, se encontró con Alice Brandon de frente.
-Pues ya ve, también tengo fondo de armario- le contestó con una sonrisa socarrona y escaneando el cuerpo de la joven, enfundado en un vestido de cóctel en tonos verdes muy muy ceñido, que remarcaba cada una de sus curvas. La joven morena iba a darse la vuelta, para dejarle con la palabra en la boca, pero una mano detuvo su paso.
-¿Qué quiere?- bufó molesta.
-¿Por qué no baila una canción conmigo?; y dejemos de tratarnos de usted, no somos tan viejos- la joven arqueó una perfecta ceja... ¿por qué era tan arrogante?. Pero la curiosidad pudo con ella, y accedió a bailar una canción con Jasper.
-¿Ves cómo no era tan difícil?- le reclamó el joven, divertido por la cara de resignación que tenía su pareja mientras empezaban a bailar -lo haces muy bien- alabó sorprendido.
-Lástima que yo no pueda decir lo mismo- contraatacó con retintín Alice. El hermano meneó la cabeza, revolviendo un poco su pelo rubio.
-Esas no son formas de tratar a tu pareja de baile-.
-Cuándo tu pareja de baile te hace una radiografía descarada con los ojos, si es forma- contestó molesta.
-Sólo estaba admirando tu vestido, que por cierto te queda muy bien- se medio disculpó Jasper -pero dejemos la moda para otro día-.
-¿Y de qué quiere hablar?-.
-¿Cuándo me vas a dejar demostrarte que puedo ser un perfecto caballero y vas a salir conmigo?- le preguntó sin rodeos.
-Cuándo dejes de decir que el estudio no vale para nada- contestó resuelta -y cuándo te comportes de forma amble conmigo cada vez que voy al rancho-.
-Eso sólo son tonterías; diferencias de opiniones... ¿sabes que del amor al odio apenas hay un paso?- le interrogó mientras la giraba repentinamente entre sus brazos y acercándola más a su cuerpo. La piel de la joven se estremeció ligeramente, pero mantuvo su fachada impasible.
-Tú y yo nunca vamos a llegar a eso-.
-Yo no estaría tan seguro, preciosa- dijo en un susurro Jasper, haciendo que el corazón de la joven se alterara -eres muy atractiva, y altiva... de mi tipo- expresó pagado de si mismo. Alice paró abruptamente de bailar, mirándole furiosa.
-Yo no soy altiva; eres tú el que eres un arrogante-.
-Tienes que reconocer que en el fondo te encanta- contestó divertido, esbozando una sonrisa torcida, muy parecida a la de Edward.
-No te soporto- masculló la joven entre dientes -y no pienso salir contigo ni aunque me paguen un millón de dólares-.
-No te saldrá tan caro- la tranquilizó éste, conteniendo la risa observando cómo la encantadora psiquiatra de vacas se alejaba con pasos agitados.
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Después del incidente con el amigo de Jake y de que Edward abandonara repentinamente la fiesta, Bella no hizo otra cosa que darle vueltas a la cabeza; parecía que se había enfadado con ella... pero no había hecho nada malo.
Le dolía pensar que él se había enfadado con ella por esa tontería, justo ahora que llevaban bastante tiempo llevándose bien. Tuvo que volver con Carlisle y Esme, ya que Emmet y Rose se marcharon pronto y Jasper y Jake querían quedarse un poco más. Al aparcar en el garaje, se dio cuenta de que el volvo de Edward estaba aparcado en su sitio, y después de despedirse de Esme y Carlisle, se adentró con paso rápido en la casa, esperando encontrarlo en algún lado... pero nada.
Estaba terminando de ponerse la parte superior del pijama, cuándo el relinchar de un caballo llegó a sus oídos. Extrañada por las hora que era, se acercó a la ventana... y la imagen que vio la dejó perpleja.
Edward galopaba de un lado para otro, espoleando al caballo una y otra vez. Se había quitado el traje, y ahora llevaba sus acostumbrados vaqueros y botas... y la camisa medio desabrochada, dejando ver una pequeña parte de su pecho. Bella sintió que sus piernas se doblaban cual gelatina recién hecha al ver esa imagen tan sensual. Sin pensarlo dos veces, cambió su pijama por unos vaqueros y un jersey azul, y corrió escaleras abajo, decidida a preguntarle que es lo que le había hecho para molestarle. Al llegar a las escalinatas de la entrada, se quedó parada mirándole, y al percartarse éste de su presencia, la joven vio una mueca extraña en su cara.
Edward se sorprendió de verla allí, y tirando de las riendas para que Concord girase, se acercó a paso suave a ella. Su dulce tormento se mordía el labio y jugueteaba de forma nerviosa con sus dedos... evocó la imagen de Bella hace unas horas, tan guapa con aquel vestido...
Al pararse a su lado, la voz de la joven pronunció unas palabras que le dejaron clavado en el sitio.
-Yo... lo siento Edward- musitó triste. El cuerpo del joven ranchero se estremeció, no era su culpa, no quería verla triste... lo único que deseaba era estrecharla entre sus brazos, decirle que todo estaba bien... no podía soportarlo más... la necesitaba demasiado.
Sin decir una sola palabra, extendió su mano hacia Bella, invitándola a subir al caballo. Bella se quedó de piedra, debatiéndose si ir o no... pero la voz de terciopelo por fin habló.
-Por favor...- la voz de Edward nunca había sonado tan desesperada, pero dándose valor dio un paso hacia delante y tomando la mano que éste le ofrecía. Edward la ayudó a subir, y la aseguró en el caballo pasándole un brazo por su cintura y haciendo que la joven se apoyara en su pecho. Aprisionada entre sus brazos, con la mano que tenía libre tiró de las riendas, sumergiéndose ambos en la oscuridad y adentrándose en las bastas tierras del rancho.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 11: Mi estrella
Con el corazón encogido de nervios e incertidumbre, Bella se mantuvo en silencio durante los veinte minutos que duró el trayecto desde la puerta principal del rancho hasta su destino final. Sintió que su respiración se volvía irregular cuándo se dio cuenta de que estaban llegando al lugar en el cual a ella le gustaba perderse, evadiéndose así del resto del mundo; el mismo lugar hacia dónde se había dirigido Edward después de la pelea con Jake, el lugar dónde había decidido luchar por el corazón de su dulce tormento.
Edward no aflojó el agarre la cintura de Bella en todo el camino, disfrutando de la cercanía de la joven y embriagándose de esa mezcla de fresas y lavanda, tan característico de ella. Su brazo izquierdo rodeaba con firmeza, pero a la vez con suavidad y delicadeza, la pequeña cintura de Bella, encarcelándola entre éste y su cuerpo para asegurarla en el caballo. Se quedó de piedra cuándo ella, al cabo de unos pocos minutos, se relajó completamente y descansó sobre su pecho... se veía tan vulnerable y delicada, tan pequeñita. Un cómodo y reconfortante silencio acaparó todo el camino hasta el lugar dónde el quería llegar... el sitio favorito de Bella.
Cuándo tiró de las riendas para frenar a Concord, Bella miró a su alrededor y después al cielo. Éste estaba cubierto por un manto de tintineantes y pequeñas estrellas; siguió mirando al iluminado cielo sumida en sus pensamientos... no se atrevía a romper el silencio que imperaba; estar entre los brazos de Edward le provocaba paz y tranquilidad, pero también estaba sorprendida... ¿por qué la había llevado allí?. Pero su corazón sufrió una descarga eléctrica cuándo notó que el brazo que apresaba su cintura de movía de su sitio, y que en ambos lados de su cadera unas fuertes manos la tomaban con firmeza y suavidad, ayudándole a darse la vuelta y quedando frente a frente con Edward. Justo en ese momento Concord se revolvió inquieto, y en un acto reflejo apoyó sus pequeñas manos en los hombros del joven.
-Perdona- murmuró, sonrojada por la vergüenza, pero la reacción de Edward la dejó todavía más descolocada, ya que el joven esbozó una pequeña sonrisa y la acercó un poco más a él, rodeándola con sus brazos y dejándolos de nuevo en la cintura de la joven.
El corazón de Bella palpitaba de forma furiosa, y no tenía intención alguna de relajarse, no podía... ni en sus mejores sueños había pensado que estaría tan cerca de Edward, que miraba fijamente la pequeña boca entreabierta de Bella. Tuvo que reprimir el impulso de tomar esos labios y dejarla sin sentido... pero antes debía hablar con ella.
Estaba buscando las palabras apropiadas, pero su dulce tormento se adelantó.
-Lo siento- susurró Bella con la voz ahogada y agachando la mirada. No sabía por qué Edward se había enfadado con ella, desapareciendo de forma abrupta de la fiesta; es su cara se formó una mueca de pena... ahora que las cosas iban muchísimo mejor, volvían al principio, y ella no podría soportar de nuevo la ira y el rechazo de Edward. Sintió que las lágrimas hacían acto de presencia en sus ojos, y cuándo un dedo alzó con delicadeza su mentón, una de ellas rodó suavemente por la mejilla de la joven.
-¿Por qué lo sientes?- el corazón de Edward se encogió al verla llorar; ella no se merecía eso, ella no merecía sufrir por un patán cómo él.
-Por lo de la fiesta... yo sólo estaba bail...- murmuró en voz baja. Edward comprendió por dónde iban los tiros, y negando con la cabeza, no la dejó continuar.
-Tú no has hecho nada, Bella- comenzó a explicarle -la culpa de todo este embrollo es mía... siempre lo ha sido-.
-Edward, hemos hablado de eso muchas veces- le recordó ella -y todo lo ocurrido en los primeros meses está arreglado y olvidado- musitó ella, mirándole fijamente.
-Eso ya lo sé... me refiero a mi comportamiento en la fiesta- le aclaró éste -tú no tienes culpa de nada- terminó de explicarse, mirando esos orbes color chocolate que tanto adoraba, esperando que ella captara el mensaje. Los ojos de la joven le miraban fijamente también, sin entender una palabra de lo que le estaba diciendo... pero la voz de Edward volvió a reclamar su atención.
-¿No lo entiendes, verdad?- dijo con un lánguido suspiro -cuándo vi que Peter te agarraba del brazo y no te soltaba... yo... no podía permitir que te hiciera nada-.
-¿Por qué?- atinó a decir Bella, después de un largo minuto de silencio, procesando todo lo que estaba sucediendo. Los ojos de Edward centellearon con un sentimiento indescifrable para ella.
-Porque no puedo permitir que nadie te haga daño- le empezó a explicar desviando su vista de la de ella por un momento, para después volver a posarla -porque durante meses no he sentido otra cosa que celos-.
Bella se quedó sin saber qué decir... ¿de qué estaba celoso Edward?, si el no sentía por ella nada más que un cariño fraternal.
-¿Cel...celoso?- artículo con dificultad -Edward...- el joven esbozo una triste sonrisa, negando con la cabeza.
-Es uno de mis muchos defectos- musitó con un hilo de voz -dios Bella, te juro que he intentado contenerme, sé que eres muy joven... pero no puedo más- la respiración de Bella se alteró con las últimas palabras que había pronunciado, ya que el agarre que sostenía su pequeña cintura se estrechó, acercándola más a él; sus caras quedaron tan cerca, que Bella sentía el dulce hálito que emanaba de la boca de Edward. Cerró los ojos un momento, recreando la increíble sensación de estar entre sus brazos, pero los abrió súbitamente de la impresión al sentir un toque suave y delicado en su boca. Presa de los nervios y muda de la impresión no atinó a devolver el beso, haciendo que Edward se apartara de ella, mirándola fijamente.
-Bella...- susurró casi para sus adentros; la respiración de la joven se volvió pesada e irregular... Edward la había besado, y no era un sueño; ¿acaso el también sentía lo que sentía ella por él?.
-Llevo mucho tiempo deseando hacerlo- le confesó el joven -sé que la diferencia de edad es considerable, y pensarás que estoy loco... per...- no pudo terminar la frase; las manos de Bella se posaron en su pecho, y sacando un valor que ella creía no tener, alzó la cara y junto de nuevo sus labios a los suyos.
Edward se sorprendió ante ese acto, tardando unos mínimos segundos en reaccionar, pero el dulce aliento de Bella se coló por su garganta, y dejando escapar un suave gemido, subió las manos por la espalda de la joven, hasta que una de ellas se enredó en su pelo, acercándola más hacia su cuerpo y empezando a responder a su beso. El suspiro que abandonó los labios de Bella hizo que algo se encendiera en su interior, y el beso se volvió mucho más intenso.
La joven no podía creer lo que estaba sucediendo, estaba besándola, estaba entre sus brazos... no se dio cuenta de que sus manos agarraban el pelo color bronce que tanto le gustaba, y cuándo la lengua de Edward acarició delicadamente su labio inferior, perdió la noción de todo lo que sucedía, abriendo automáticamente su boca para él.
Un cúmulo de sensaciones totalmente desconocidas para Bella se arremolinaron de repente en la boca de su estómago, haciendo que su cuerpo se estremeciera; Edward la besaba con desesperación, con ansias, con cariño... todo un torrente de emociones que ella correspondió; por suerte ambos estaban sentados encima de la grupa del caballo, porque el cuerpo de Bella no hacía más que temblar cómo una débil e indefensa hoja.
Edward se encontraba en el séptimo cielo; los labios de Bella eran suaves, cómo tantas veces los había imaginado... sintió un pequeño tirón en su pelo, lo que hizo que a duras penas evitara el siseo de placer que quería salir de su boca. Notó que Bella ya respiraba con dificultad, de modo que poco a poco se separó de ella; observó atentamente las reacciones de la joven, más sonrojada que nunca. No pudo evitar que una de sus manos se posara en su mejilla, pasando suavemente el pulgar por ella, y mandado placenteras descargas que recorrían el cuerpo de la joven. Al ver que sus ojitos estaban cerrados, la llamó.
-Bella- la joven los abrió, encontrándose con esas esmeraldas, que brillaban intensamente, más de lo que nunca había visto.
-Edward...- un dedo en los labios de la joven hizo que guardara silencio.
-Llevaba mucho tiempo queriendo hacer ésto- le confesó de nuevo, esbozando una pequeña sonrisa -desde el día que llegaste aquí, acompañada por mi padre y Esme- los ojos de la joven brillaron debido a las lágrimas que se acumulaban en ellos; Edward lo vio, y tomó con la otra mano la otra mejilla de la joven, enmarcando su bonito rostro.
-No llores cariño mío- le suplicó dejando un suave y casto beso en sus labios -sé que he cometido muchos errores, pero no voy a permitir que eso suceda de nuevo- la observó emocionado, tratando de buscar las palabras correctas. El corazón de Bella sintió una fuerte descarga al escuchar el apodo tan íntimo y cariñoso con el que se dirigió Edward a ella... su voz sonaba tan bonita cuándo la llamó cariño mío.
-¿T...tú... tú me quieres?- atinó a preguntar, con la voz temblorosa, cómo todo su cuerpo. Edward no pudo evitar sonreír, era tan inocente... pero esa inocencia le volvía loco hasta extremos insospechados.
-¿Quererte?- murmuró alucinado, repitiendo las palabras de la joven -sólo quererte no abarca todo lo que siento por ti- respondió con suavidad y dulzura -desde que apareciste en el rancho has iluminado de nuevo mi vida, cómo una estrella fugaz que pasa de repente, iluminándolo todo- al escuchar esas palabras, Bella llevó involuntariamente la mano a su cuello, acariciando la estrella de plata.
-Una vez me dijiste que te gustaba contemplar el cielo plagado de estrellas- le dijo él, pasando un dedo por el colgante -y tú te has convertido en mi estrella... por eso te la regalé- le confesó, buscando sus ojos, ya que Bella había vuelto a agachar la vista. No podía asimilar las palabras de Edward, y mucho menos que sintiera eso por ella. Adivinando los pensamientos de la joven, Edward continuó hablando.
-¿Recuerdas ese día, en el que me peleé con Jake?- la joven hizo un gesto afirmativo con la cabeza -ese día mis hermanos me abrieron los ojos, por así decirlo; y esa conversación hizo que mis sentimientos salieran a la luz- hizo una pausa, tomando con cuidado una de las manos de la joven -después vine aquí, necesitaba pensar; y entonces los muros que yo mismo me había impuesto cedieron. Pensé que nunca volvería a sentir esto por nadie... pero apareció mi estrella, con sus ojitos chocolate, con su pelo castaño, con su gran corazón...- susurró en voz baja y con una sonrisa -y desde esa tarde ya no me importó nada; me da igual que nos llevemos diez años... me da igual todo-.
-Per... pero soy muy joven para ti- murmuró ella -y no teng...-.
-Bella, ¿tú que sientes por mi?- la cortó Edward, mirándola fijamente. La joven agachó la cabeza, no tenía valor para decirle todo eso si su vista estaba conectada a la de él.
-Yo te quiero, no sé desde cuándo- murmuró roja de vergüenza -y me dolía tanto tu rechazo. Nunca pensé que tú sentías eso por mi, y simplemente me conformaba con poder llevarme bien contigo, al igual que me llevo con toda la familia. Sé que prácticamente soy una niña, y seguro que tú estarás acostumbrado a... bueno... ya... ya me entiendes... a alguien con más experiencia, y que haya vivido más, y...- Edward sonrió por las torpes palabras de la joven, y estrechándola con fuerza entre sus brazos, dejó un pequeño beso en su mejilla.
-Eso no me importa cariño- la tranquilizó -ese día que reflexioné, me prometí a mi mismo que poco a poco iría ganándome tu confianza y tu amor-.
-Y precisamente eso último ya lo tenías ganado- las palabras de Bella hicieron que el corazón de Edward latiera lleno de alegría y esperanzas, pero sabía acerca de las inseguridades y de la poca autoestima de Bella, y sería mejor ir despacio.
-Y por el resto, no te preocupes, iremos poco a poco- le dijo con una tierna sonrisa -solamente me importas tú- nada más terminar de decir la última palabra, Bella se volvió a colgar de su cuello, abrazándole con todas las fuerzas que tenía. Edward rió encantado, devolviéndole el abrazo con la misma intensidad y enterrando el rostro en el hueco de su cuello, inhalando su perfume y dejando pequeños besos en él.
-Dios Bella... tenía tantas ganas de tenerte así, de besarte... -murmuró con la voz ronca, separándose de su cuello y dejando pequeños besos por su cara -ya no podía aguantar más, si no te besaba y te confesaba lo que sentía iba a volverme loco-.
.Me alegra que lo hayas hecho- respondió la joven, con un poco más de confianza -¿y cómo vamos a hacerlo?- inquirió curiosa. La ceja arqueada de Edward le hizo explicárselo -es decir... ¿cómo vamos a mantener esto en secreto?-.
-¿Mantenerlo en secreto?- preguntó alucinado -dudo mucho que en mi casa se pueda tener un romance en secreto... ¡aquello es peor que un aeropuerto!- esa frase hizo que Bella riera divertida.
-Pues cierta pareja cree que les va bien de tapadillo- le contestó ella, aludiendo a Esme y Carlisle.
-Eso es cierto- respondió el joven, con una sonrisa cómplice -pero no pienso tenerte escondida, ahora eres mi chica- le recordó. Esa simple palabra hizo que el pecho de Bella se inflamara de emoción, y cómo no podía ser de otra manera, se puso roja de vergüenza y nervios.
-Pero guardaremos las formas delante de la familia por un tiempo- se apresuró a aclarar Edward, viendo la mueca de vergüenza de la joven -y por supuesto, no haremos nada que tu no quieras hasta que no estés preparada- el sonrojo de la joven aumentó, adivinando por dónde iban las palabras de Edward... ella era tan inexperta en esos... temas.
-Tranquila- susurró su ahora novio -poco a poco, ¿de acuerdo?- la joven asintió tímidamente, y en un acto reflejo característico de ella, mordió tímidamente su labio inferior.
-Adoro cuándo haces eso- siseó Edward, acercándose a ella y volviendo a tomar su boca en un apasionado beso. Esta vez fue Bella la que tímidamente rozó el labio inferior del joven con la lengua, y el gemido que escapó de la garganta de Edward provocó que una corriente, hasta ahora desconocida para ella, la recorriese de la cabeza a los pies, y la hizo desear mucho más.
Los labios de ambos apenas se despegaban unos segundos, no se daban tregua alguna: ni tampoco las manos de Edward, que recorrían con sumo cuidado la espalda y la cintura de la joven, incapaz de detenerse en algún punto concreto, y cuándo sintió a Bella estremecerse, deshizo poco a poco el beso, para que su dulce tormento pudiera recuperar el aire.
-Me encanta besarte cariño- susurró sobre sus labios, haciéndole cosquillas con su aliento. La muchacha sonrió complacida, acurrucándose contra él, sin querer alejarse un sólo milímetro de Edward. La mano de éste acarició delicadamente su espalda, y sintió que besaba su cabeza.
Un bostezo involuntario salió de la boca de la joven, y Edward lo notó.
-Tenemos que volver cariño- le susurró al oído -es muy tarde- Bella asintió lentamente, de modo que cogió las riendas, haciendo que Concord girase y se encaminara rumbo a casa.
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La luz del sol hizo que Bella abriera los ojos lentamente; anoche ni se dio cuenta de bajar la persiana, todavía no podía creer los sucesos que habían ocurrido la noche anterior... Edward diciéndole que la quería, Edward besándola y abrazándola... no podía hacerse una idea que se él sintiera todo eso por ella, por una simple niña de apenas diecinueve años; se sentó encima de la cama, frotándose los ojos y poniendo orden en su cabeza. Recordaba cómo su padre le había dicho varias veces que el amor no atiende a razones lógicas la mayoría de las veces... por lo poco que le había contado Edward acerca de Jessica, eran completamente opuestas. Jessica era alta, atractiva y con estudios universitarios... y ella era una simple cocinera que apenas había podido acabar el instituto.
Se levantó encaminándose al baño y abriendo la ducha. Se miró al espejo... era tan simple, tan normal, que no entendía lo que Edward veía en ella, el era tan guapo y tal alto... y la quería a ella, era sorprendente.
Terminó de arreglarse y de enfundarse sus vaqueros y una camiseta con un jersey negro por encima. La casa todavía estaba sumida en el silencio cuándo encendió la luz de la cocina. Puso el café, siguiendo la rutina de cada mañana, y cuándo estaba trasteando con el pan de molde y la tostadora, unos fuertes y musculosos brazos la rodearon. Se sobresaltó un poco, pero sonrió al sentir un dulce cosquilleo en su oreja cuándo Edward la saludó.
-Buenos días cariño mío- la joven giró la cabeza, y ojos de Edward la recibieron brillando cómo nunca antes los había visto.
-Hola- murmuró en voz baja y ligeramente sonrojada. El joven se dio cuenta de su sonrojo, y sonrió para sus adentros.
-¿No me das un beso de buenos días?- preguntó Edward, con un penoso puchero de lástima, que hizo que Bella sonriera. Con timidez se acercó a su boca, y el joven acortó la distancia uniendo sus labios a los de ella, dejando un suave beso que a Bella le supo a gloria.
-Buenos días- susurró ella, después de que sus bocas se separaran. Todavía agarrado a su cintura, observó cómo su pequeña preparada las tostadas.
-¿Interesado en aprender a cocinar?- inquirió ella, curiosa.
-No viene mal saber de todo- le respondió él, dejando un beso en su cabeza -sobretodo para cuándo tú no estés- Bella se giró, quedando cara a cara con Edward y mirándole sin entender.
-No estarás toda la vida metida en la cocina; ¿o acaso has olvidado tu sueño de estudiar?- le recordó él, haciendo alusión a una conversación que mantuvieron hace unos días. El rostro de Bella se ensombreció; había retomado la ilusión de, algún día, continuar sus estudios... pero eso significaría irse del rancho Killarney.
-¿Qué pasa pequeña?- interrogó Edward preocupado, al percatarse del semblante de la joven.
-Es que... para estudiar tendría que irme a Dallas, o a Houston, o a San Antonio, y ahora que... bueno, yo...- Edward adivinó por dónde iban los tiros, y no la dejó continuar.
-No voy a dejar que desaproveches una oportunidad así- le previno un poco serio -y eso no va a cambiar aunque tú y yo estemos juntos-.
-Per... pero tendría que irme, y...-.
-Bella- sus manos enmarcaron el rostro de la joven , haciendo que le mirara directamente a los ojos -¿qué punto no te quedó claro anoche?; quiero estar contigo, dónde tú estés; no pienso separarme de ti, y si tú quieres ir a la universidad yo lo acataré- Bella le miraba sorprendida -el trabajo contable podría hacerlo a distancia, hoy en día con internet estás conectado con todo el mundo- le explicó -y si tengo que venir aquí, podría ser una vez cada una o dos semanas, unos dos o tres días a lo sumo- Bella no parecía muy convencida, pero Edward siguió hablando -me ha costado demasiado admitir lo que siento, y no pienso dejarte ir de mi lado; no podría vivir sin mi pequeña estrellita- le susurró con cariño; la joven lo escuchaba emocionada, por fin sentía que pertenecía a algún lugar, y ese lugar estaba con la familia Cullen, y por supuesto, junto a Edward. Escondió la cara en su pecho y abrazándole por la cintura.
-Gracias- murmuró con voz ahogada.
-No me las tienes que dar; cuándo quieras empezar, todo se verá y se hablará; no te preocupes por eso- Bella sentía que estaba dentro de un sueño... nunca podría haberse hecho imaginado que Edward estuviera dispuesto a dejar su casa, su vida, y todo por que ella fuera feliz y cumpliera sus sueños.
-¿Qué pasa cariño?- preguntó preocupado, quitando con uno de sus dedos la solitaria lágrima que caía por la mejilla de la joven; ni ella misma se dio cuenta.
-Todavía no puedo creerlo- susurró incrédula -es tan irreal que estés conmigo, que me cuesta hacerme a la idea- el negó con la cabeza, besando sus labios de nuevo.
-Pues te tienes que hacer a la idea- le aconsejó con una sonrisa torcida y atrayendo de nuevo su boca; esta vez el beso duró mucho más que los anteriores, y Edward gimió extasiado cuándo sintió que las manitas de Bella rodeaban su cuello y pasaba sus dedos por su pelo, dándole dulces y placenteros tirones.
Estaban tan metidos en su mundo que no se dieron cuenta de que tres pares de ojos los miraban desde el marco de la cocina; Esme y Carlisle no daban crédito a lo que veían, mientras que Jasper observaba la escena sonriendo complacido; por fin su hermano volvería a ser el que era. Al ver que la feliz pareja no se separaba, Carlisle carraspeó ligeramente. Jasper no pudo evitar soltar la carcajada al ver el bote que pegó Bella entre los brazos de su hermano. Edward rodó los ojos, maldiciendo en voz baja... definitivamente, en esta casa no había intimidad alguna; sopesó seriamente, por unos segundos, el mudarse.
-Papá, Esme, buenos días- Bella hizo amago de esconderse detrás de Edward, pero este la retuvo firmemente a su lado, pasándole un brazo por la cintura.
-Buen... buenos días- tartamudeó Bella, por supuesto roja cómo una amapola y con la mirada fija en un punto del suelo, que de repente se había convertido en lo más interesante del mundo. Esme los miraba con una sonrisa inmensa, pero Carlisle estaba serio.
-¿Y bien?- el patriarca Cullen se cruzó de brazos, mirando a la pareja y esperando una explicación. Edward tomó aire, dispuesto a explicarle a su padre la nueva situación.
-Eh... verás papa... bueno...- parecía un niño a que le habían pillado en una travesura, sin poder encontrar las palabras oportunas.
-Ven a mi despacho un momento- Esme y Jasper miraron a Carlisle incrédulos, al igual que Edward y Bella... por el amor de dios, los dos eran adultos. Le dirigió a Bella una mirada tranquilizadora y ambos salieron de la cocina.
-No te preocupes Bella, no pasará nada- Esme se acercó a ella, abrazándola con cariño -lo sabía, sabía que tarde o temprano Edward se daría cuenta- Bella la miró arrugando el ceño.
-Conozco lo suficiente a Edward, y debajo de toda esa fachada se le veía lo que sentía por ti-.
-Todos lo sabíamos- le aclaró Jasper, que se había mantenido en silencio -conocemos de sobra a mi hermano, y créeme, se le notaba demasiado- Bella los escuchaba atónita... estaba claro que ella había malinterpretado muchos gestos y situaciones... dios... no tener currículo amoroso realmente pasaba factura.
-Y no te preocupes por Carlisle- la consoló Esme -puede que la noticia le haya impactado, pero te aseguro que es el primero que se alegrará por vosotros-.
-Hacía mucho tiempo que no veía a mi hermano sonreír cómo en las últimas semanas- Jasper le dirigió una sonrisa cómplice, que Bella correspondió tímidamente -¿de modo que oficialmente... te puedo llamar cuñada?- preguntó con un sonrisa pilla.
-Sup... supongo- musitó Bella, retorciendo sus manos nerviosa... ¿qué estaría pasando en el despacho de Carlisle?
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-¿Quieres explicarme lo que he visto en la cocina?- interrogó Carlisle a su hijo nada más cerrar la puerta de su despacho. Edward pasó las manos por su pelo, nervioso; le había prometido a Bella guardar las formas delante de la familia durante un tiempo... y ahora el tema era vox pópuli.
-Papá, simplemente pasa que me he enamorado de ella- declaró con voz firme.
-Edward- empezó a decir su padre -no quiero que me malinterpretes; pero ella es muy joven y...-.
-Eso ya lo sé- murmuró Edward -¿crees que no he intentado evitarlo todos estos meses?- repuso sarcástico.
-Ella no es cómo Jessica, Edward- los ojos verdes del joven brillaron con enfado.
-Precisamente eso es una de las cosas que me ha enamorado de ella- le respondió, rodando los ojos cómo si fuera obvio -¿tal mal te parece que vuelva a ilusionarme?- le reprochó con pena.
-No hijo, no es eso- le aclaró inmediatamente Carlisle -sólo me ha sorprendido- le confesó pensativo -se ve que la quieres... y ella siente lo mismo- Edward por fin esbozó una pequeña sonrisa.
-Charlie me pidió que cuidara de Bella- le recordó de nuevo -y no quiero verla sufrir- le espetó serio. Al ver la cara asustada de su hijo pequeño, no pudo evitar sonreír divertido -era una broma, Edward- no pudo aguantar la carcajada al ver que el joven soltaba de golpe el aire contenido -estoy muy contento por los; sobre todo por ti- le explicó, palmeándole el hombro -sólo recuerda que es muy joven, y tomaos las cosas con calma- le volvió a decir.
-Ya lo sé, y tranquilo por eso- respondió Edward, visiblemente más relajado. Carlisle y él salieron de nuevo rumbo a la cocina; en su fuero interno, el patriarca Cullen respiró aliviado; por fin su hijo volvía a ser el que era.
Cuándo llegaron allí, el resto estaba esperándoles para desayunar. Bella interrogó a Edward con la mirada, pero el propio Carlisle se acercó a ella, dándole un pequeño abrazo.
-Ahora puedo llamarte hija con todas las de la ley- le dijo afectuoso -y si te hace algo malo, no dudes en pedirme ayuda- Bella sonrió divertida, mientras Edward se acercaba a ellos y la tomaba de la mano.
-Si este gruñón te hace rabiar, no dudes tampoco en pedir ayuda a tus estupendos cuñados- repitió Jasper las palabras de su padre, ganándose una mirada de advertencia por parte de Edward.
-No soy un gruñón- siseó fastidiado, ante la divertida mirada de todos. Bella se abrazó con timidez a él, sonriendo por el mosqueo de Edward.
-Bien familia, vamos a desayunar- anunció Carlisle, tomando asiento en el cabecero de la mesa. El resto imitó la acción, y una vez Bella y Esme sirvieron café a todos, Carlisle lanzó la pregunta del millón.
-¿Y JaKe?- interrogó a los chicos. Los hermanos y Bella se encogieron de hombros.
-Yo lo dejé en la fiesta- explicó Jasper, cogiendo un trozo de pan.
-Estará durmiendo, volvería tarde- musitó Bella, acomodada al lado de Edward -además, es sábado- les recordó.
Esme iba a decir algo, cuándo el mismo Jake apareció pro la puerta de la cocina, con el mismo traje de la fiesta y la chaqueta colgada al hombro. Venía silbando despreocupado y feliz. Edward, Bella y Jasper se miraron entre si, sonriendo con malicia.
-Buenos días familia, bonita mañana- les saludó mientras tomaba asiento. Carlisle miraba su hijo mayor con una ceja arqueada, ante la sonrisa mal disimulada de Esme. Al ver que todos le observaban, se dirigió a los comensales.
-¿Me he perdido algo?- preguntó confuso.
-¿Cómo has dejado a Nessie?- preguntó Jasper, arqueando ambas cejas. La mesa estalló en carcajadas al ver el rostro de Jake rojo como la grana, y todos oyeron el suspiro resignado de Carlisle.
-Peor que cuándo eran adolescentes- refunfuñaba entre dientes, pero contento de ver a todos los miembros de su familia feliz, después de mucho tiempo.
Con el corazón encogido de nervios e incertidumbre, Bella se mantuvo en silencio durante los veinte minutos que duró el trayecto desde la puerta principal del rancho hasta su destino final. Sintió que su respiración se volvía irregular cuándo se dio cuenta de que estaban llegando al lugar en el cual a ella le gustaba perderse, evadiéndose así del resto del mundo; el mismo lugar hacia dónde se había dirigido Edward después de la pelea con Jake, el lugar dónde había decidido luchar por el corazón de su dulce tormento.
Edward no aflojó el agarre la cintura de Bella en todo el camino, disfrutando de la cercanía de la joven y embriagándose de esa mezcla de fresas y lavanda, tan característico de ella. Su brazo izquierdo rodeaba con firmeza, pero a la vez con suavidad y delicadeza, la pequeña cintura de Bella, encarcelándola entre éste y su cuerpo para asegurarla en el caballo. Se quedó de piedra cuándo ella, al cabo de unos pocos minutos, se relajó completamente y descansó sobre su pecho... se veía tan vulnerable y delicada, tan pequeñita. Un cómodo y reconfortante silencio acaparó todo el camino hasta el lugar dónde el quería llegar... el sitio favorito de Bella.
Cuándo tiró de las riendas para frenar a Concord, Bella miró a su alrededor y después al cielo. Éste estaba cubierto por un manto de tintineantes y pequeñas estrellas; siguió mirando al iluminado cielo sumida en sus pensamientos... no se atrevía a romper el silencio que imperaba; estar entre los brazos de Edward le provocaba paz y tranquilidad, pero también estaba sorprendida... ¿por qué la había llevado allí?. Pero su corazón sufrió una descarga eléctrica cuándo notó que el brazo que apresaba su cintura de movía de su sitio, y que en ambos lados de su cadera unas fuertes manos la tomaban con firmeza y suavidad, ayudándole a darse la vuelta y quedando frente a frente con Edward. Justo en ese momento Concord se revolvió inquieto, y en un acto reflejo apoyó sus pequeñas manos en los hombros del joven.
-Perdona- murmuró, sonrojada por la vergüenza, pero la reacción de Edward la dejó todavía más descolocada, ya que el joven esbozó una pequeña sonrisa y la acercó un poco más a él, rodeándola con sus brazos y dejándolos de nuevo en la cintura de la joven.
El corazón de Bella palpitaba de forma furiosa, y no tenía intención alguna de relajarse, no podía... ni en sus mejores sueños había pensado que estaría tan cerca de Edward, que miraba fijamente la pequeña boca entreabierta de Bella. Tuvo que reprimir el impulso de tomar esos labios y dejarla sin sentido... pero antes debía hablar con ella.
Estaba buscando las palabras apropiadas, pero su dulce tormento se adelantó.
-Lo siento- susurró Bella con la voz ahogada y agachando la mirada. No sabía por qué Edward se había enfadado con ella, desapareciendo de forma abrupta de la fiesta; es su cara se formó una mueca de pena... ahora que las cosas iban muchísimo mejor, volvían al principio, y ella no podría soportar de nuevo la ira y el rechazo de Edward. Sintió que las lágrimas hacían acto de presencia en sus ojos, y cuándo un dedo alzó con delicadeza su mentón, una de ellas rodó suavemente por la mejilla de la joven.
-¿Por qué lo sientes?- el corazón de Edward se encogió al verla llorar; ella no se merecía eso, ella no merecía sufrir por un patán cómo él.
-Por lo de la fiesta... yo sólo estaba bail...- murmuró en voz baja. Edward comprendió por dónde iban los tiros, y negando con la cabeza, no la dejó continuar.
-Tú no has hecho nada, Bella- comenzó a explicarle -la culpa de todo este embrollo es mía... siempre lo ha sido-.
-Edward, hemos hablado de eso muchas veces- le recordó ella -y todo lo ocurrido en los primeros meses está arreglado y olvidado- musitó ella, mirándole fijamente.
-Eso ya lo sé... me refiero a mi comportamiento en la fiesta- le aclaró éste -tú no tienes culpa de nada- terminó de explicarse, mirando esos orbes color chocolate que tanto adoraba, esperando que ella captara el mensaje. Los ojos de la joven le miraban fijamente también, sin entender una palabra de lo que le estaba diciendo... pero la voz de Edward volvió a reclamar su atención.
-¿No lo entiendes, verdad?- dijo con un lánguido suspiro -cuándo vi que Peter te agarraba del brazo y no te soltaba... yo... no podía permitir que te hiciera nada-.
-¿Por qué?- atinó a decir Bella, después de un largo minuto de silencio, procesando todo lo que estaba sucediendo. Los ojos de Edward centellearon con un sentimiento indescifrable para ella.
-Porque no puedo permitir que nadie te haga daño- le empezó a explicar desviando su vista de la de ella por un momento, para después volver a posarla -porque durante meses no he sentido otra cosa que celos-.
Bella se quedó sin saber qué decir... ¿de qué estaba celoso Edward?, si el no sentía por ella nada más que un cariño fraternal.
-¿Cel...celoso?- artículo con dificultad -Edward...- el joven esbozo una triste sonrisa, negando con la cabeza.
-Es uno de mis muchos defectos- musitó con un hilo de voz -dios Bella, te juro que he intentado contenerme, sé que eres muy joven... pero no puedo más- la respiración de Bella se alteró con las últimas palabras que había pronunciado, ya que el agarre que sostenía su pequeña cintura se estrechó, acercándola más a él; sus caras quedaron tan cerca, que Bella sentía el dulce hálito que emanaba de la boca de Edward. Cerró los ojos un momento, recreando la increíble sensación de estar entre sus brazos, pero los abrió súbitamente de la impresión al sentir un toque suave y delicado en su boca. Presa de los nervios y muda de la impresión no atinó a devolver el beso, haciendo que Edward se apartara de ella, mirándola fijamente.
-Bella...- susurró casi para sus adentros; la respiración de la joven se volvió pesada e irregular... Edward la había besado, y no era un sueño; ¿acaso el también sentía lo que sentía ella por él?.
-Llevo mucho tiempo deseando hacerlo- le confesó el joven -sé que la diferencia de edad es considerable, y pensarás que estoy loco... per...- no pudo terminar la frase; las manos de Bella se posaron en su pecho, y sacando un valor que ella creía no tener, alzó la cara y junto de nuevo sus labios a los suyos.
Edward se sorprendió ante ese acto, tardando unos mínimos segundos en reaccionar, pero el dulce aliento de Bella se coló por su garganta, y dejando escapar un suave gemido, subió las manos por la espalda de la joven, hasta que una de ellas se enredó en su pelo, acercándola más hacia su cuerpo y empezando a responder a su beso. El suspiro que abandonó los labios de Bella hizo que algo se encendiera en su interior, y el beso se volvió mucho más intenso.
La joven no podía creer lo que estaba sucediendo, estaba besándola, estaba entre sus brazos... no se dio cuenta de que sus manos agarraban el pelo color bronce que tanto le gustaba, y cuándo la lengua de Edward acarició delicadamente su labio inferior, perdió la noción de todo lo que sucedía, abriendo automáticamente su boca para él.
Un cúmulo de sensaciones totalmente desconocidas para Bella se arremolinaron de repente en la boca de su estómago, haciendo que su cuerpo se estremeciera; Edward la besaba con desesperación, con ansias, con cariño... todo un torrente de emociones que ella correspondió; por suerte ambos estaban sentados encima de la grupa del caballo, porque el cuerpo de Bella no hacía más que temblar cómo una débil e indefensa hoja.
Edward se encontraba en el séptimo cielo; los labios de Bella eran suaves, cómo tantas veces los había imaginado... sintió un pequeño tirón en su pelo, lo que hizo que a duras penas evitara el siseo de placer que quería salir de su boca. Notó que Bella ya respiraba con dificultad, de modo que poco a poco se separó de ella; observó atentamente las reacciones de la joven, más sonrojada que nunca. No pudo evitar que una de sus manos se posara en su mejilla, pasando suavemente el pulgar por ella, y mandado placenteras descargas que recorrían el cuerpo de la joven. Al ver que sus ojitos estaban cerrados, la llamó.
-Bella- la joven los abrió, encontrándose con esas esmeraldas, que brillaban intensamente, más de lo que nunca había visto.
-Edward...- un dedo en los labios de la joven hizo que guardara silencio.
-Llevaba mucho tiempo queriendo hacer ésto- le confesó de nuevo, esbozando una pequeña sonrisa -desde el día que llegaste aquí, acompañada por mi padre y Esme- los ojos de la joven brillaron debido a las lágrimas que se acumulaban en ellos; Edward lo vio, y tomó con la otra mano la otra mejilla de la joven, enmarcando su bonito rostro.
-No llores cariño mío- le suplicó dejando un suave y casto beso en sus labios -sé que he cometido muchos errores, pero no voy a permitir que eso suceda de nuevo- la observó emocionado, tratando de buscar las palabras correctas. El corazón de Bella sintió una fuerte descarga al escuchar el apodo tan íntimo y cariñoso con el que se dirigió Edward a ella... su voz sonaba tan bonita cuándo la llamó cariño mío.
-¿T...tú... tú me quieres?- atinó a preguntar, con la voz temblorosa, cómo todo su cuerpo. Edward no pudo evitar sonreír, era tan inocente... pero esa inocencia le volvía loco hasta extremos insospechados.
-¿Quererte?- murmuró alucinado, repitiendo las palabras de la joven -sólo quererte no abarca todo lo que siento por ti- respondió con suavidad y dulzura -desde que apareciste en el rancho has iluminado de nuevo mi vida, cómo una estrella fugaz que pasa de repente, iluminándolo todo- al escuchar esas palabras, Bella llevó involuntariamente la mano a su cuello, acariciando la estrella de plata.
-Una vez me dijiste que te gustaba contemplar el cielo plagado de estrellas- le dijo él, pasando un dedo por el colgante -y tú te has convertido en mi estrella... por eso te la regalé- le confesó, buscando sus ojos, ya que Bella había vuelto a agachar la vista. No podía asimilar las palabras de Edward, y mucho menos que sintiera eso por ella. Adivinando los pensamientos de la joven, Edward continuó hablando.
-¿Recuerdas ese día, en el que me peleé con Jake?- la joven hizo un gesto afirmativo con la cabeza -ese día mis hermanos me abrieron los ojos, por así decirlo; y esa conversación hizo que mis sentimientos salieran a la luz- hizo una pausa, tomando con cuidado una de las manos de la joven -después vine aquí, necesitaba pensar; y entonces los muros que yo mismo me había impuesto cedieron. Pensé que nunca volvería a sentir esto por nadie... pero apareció mi estrella, con sus ojitos chocolate, con su pelo castaño, con su gran corazón...- susurró en voz baja y con una sonrisa -y desde esa tarde ya no me importó nada; me da igual que nos llevemos diez años... me da igual todo-.
-Per... pero soy muy joven para ti- murmuró ella -y no teng...-.
-Bella, ¿tú que sientes por mi?- la cortó Edward, mirándola fijamente. La joven agachó la cabeza, no tenía valor para decirle todo eso si su vista estaba conectada a la de él.
-Yo te quiero, no sé desde cuándo- murmuró roja de vergüenza -y me dolía tanto tu rechazo. Nunca pensé que tú sentías eso por mi, y simplemente me conformaba con poder llevarme bien contigo, al igual que me llevo con toda la familia. Sé que prácticamente soy una niña, y seguro que tú estarás acostumbrado a... bueno... ya... ya me entiendes... a alguien con más experiencia, y que haya vivido más, y...- Edward sonrió por las torpes palabras de la joven, y estrechándola con fuerza entre sus brazos, dejó un pequeño beso en su mejilla.
-Eso no me importa cariño- la tranquilizó -ese día que reflexioné, me prometí a mi mismo que poco a poco iría ganándome tu confianza y tu amor-.
-Y precisamente eso último ya lo tenías ganado- las palabras de Bella hicieron que el corazón de Edward latiera lleno de alegría y esperanzas, pero sabía acerca de las inseguridades y de la poca autoestima de Bella, y sería mejor ir despacio.
-Y por el resto, no te preocupes, iremos poco a poco- le dijo con una tierna sonrisa -solamente me importas tú- nada más terminar de decir la última palabra, Bella se volvió a colgar de su cuello, abrazándole con todas las fuerzas que tenía. Edward rió encantado, devolviéndole el abrazo con la misma intensidad y enterrando el rostro en el hueco de su cuello, inhalando su perfume y dejando pequeños besos en él.
-Dios Bella... tenía tantas ganas de tenerte así, de besarte... -murmuró con la voz ronca, separándose de su cuello y dejando pequeños besos por su cara -ya no podía aguantar más, si no te besaba y te confesaba lo que sentía iba a volverme loco-.
.Me alegra que lo hayas hecho- respondió la joven, con un poco más de confianza -¿y cómo vamos a hacerlo?- inquirió curiosa. La ceja arqueada de Edward le hizo explicárselo -es decir... ¿cómo vamos a mantener esto en secreto?-.
-¿Mantenerlo en secreto?- preguntó alucinado -dudo mucho que en mi casa se pueda tener un romance en secreto... ¡aquello es peor que un aeropuerto!- esa frase hizo que Bella riera divertida.
-Pues cierta pareja cree que les va bien de tapadillo- le contestó ella, aludiendo a Esme y Carlisle.
-Eso es cierto- respondió el joven, con una sonrisa cómplice -pero no pienso tenerte escondida, ahora eres mi chica- le recordó. Esa simple palabra hizo que el pecho de Bella se inflamara de emoción, y cómo no podía ser de otra manera, se puso roja de vergüenza y nervios.
-Pero guardaremos las formas delante de la familia por un tiempo- se apresuró a aclarar Edward, viendo la mueca de vergüenza de la joven -y por supuesto, no haremos nada que tu no quieras hasta que no estés preparada- el sonrojo de la joven aumentó, adivinando por dónde iban las palabras de Edward... ella era tan inexperta en esos... temas.
-Tranquila- susurró su ahora novio -poco a poco, ¿de acuerdo?- la joven asintió tímidamente, y en un acto reflejo característico de ella, mordió tímidamente su labio inferior.
-Adoro cuándo haces eso- siseó Edward, acercándose a ella y volviendo a tomar su boca en un apasionado beso. Esta vez fue Bella la que tímidamente rozó el labio inferior del joven con la lengua, y el gemido que escapó de la garganta de Edward provocó que una corriente, hasta ahora desconocida para ella, la recorriese de la cabeza a los pies, y la hizo desear mucho más.
Los labios de ambos apenas se despegaban unos segundos, no se daban tregua alguna: ni tampoco las manos de Edward, que recorrían con sumo cuidado la espalda y la cintura de la joven, incapaz de detenerse en algún punto concreto, y cuándo sintió a Bella estremecerse, deshizo poco a poco el beso, para que su dulce tormento pudiera recuperar el aire.
-Me encanta besarte cariño- susurró sobre sus labios, haciéndole cosquillas con su aliento. La muchacha sonrió complacida, acurrucándose contra él, sin querer alejarse un sólo milímetro de Edward. La mano de éste acarició delicadamente su espalda, y sintió que besaba su cabeza.
Un bostezo involuntario salió de la boca de la joven, y Edward lo notó.
-Tenemos que volver cariño- le susurró al oído -es muy tarde- Bella asintió lentamente, de modo que cogió las riendas, haciendo que Concord girase y se encaminara rumbo a casa.
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La luz del sol hizo que Bella abriera los ojos lentamente; anoche ni se dio cuenta de bajar la persiana, todavía no podía creer los sucesos que habían ocurrido la noche anterior... Edward diciéndole que la quería, Edward besándola y abrazándola... no podía hacerse una idea que se él sintiera todo eso por ella, por una simple niña de apenas diecinueve años; se sentó encima de la cama, frotándose los ojos y poniendo orden en su cabeza. Recordaba cómo su padre le había dicho varias veces que el amor no atiende a razones lógicas la mayoría de las veces... por lo poco que le había contado Edward acerca de Jessica, eran completamente opuestas. Jessica era alta, atractiva y con estudios universitarios... y ella era una simple cocinera que apenas había podido acabar el instituto.
Se levantó encaminándose al baño y abriendo la ducha. Se miró al espejo... era tan simple, tan normal, que no entendía lo que Edward veía en ella, el era tan guapo y tal alto... y la quería a ella, era sorprendente.
Terminó de arreglarse y de enfundarse sus vaqueros y una camiseta con un jersey negro por encima. La casa todavía estaba sumida en el silencio cuándo encendió la luz de la cocina. Puso el café, siguiendo la rutina de cada mañana, y cuándo estaba trasteando con el pan de molde y la tostadora, unos fuertes y musculosos brazos la rodearon. Se sobresaltó un poco, pero sonrió al sentir un dulce cosquilleo en su oreja cuándo Edward la saludó.
-Buenos días cariño mío- la joven giró la cabeza, y ojos de Edward la recibieron brillando cómo nunca antes los había visto.
-Hola- murmuró en voz baja y ligeramente sonrojada. El joven se dio cuenta de su sonrojo, y sonrió para sus adentros.
-¿No me das un beso de buenos días?- preguntó Edward, con un penoso puchero de lástima, que hizo que Bella sonriera. Con timidez se acercó a su boca, y el joven acortó la distancia uniendo sus labios a los de ella, dejando un suave beso que a Bella le supo a gloria.
-Buenos días- susurró ella, después de que sus bocas se separaran. Todavía agarrado a su cintura, observó cómo su pequeña preparada las tostadas.
-¿Interesado en aprender a cocinar?- inquirió ella, curiosa.
-No viene mal saber de todo- le respondió él, dejando un beso en su cabeza -sobretodo para cuándo tú no estés- Bella se giró, quedando cara a cara con Edward y mirándole sin entender.
-No estarás toda la vida metida en la cocina; ¿o acaso has olvidado tu sueño de estudiar?- le recordó él, haciendo alusión a una conversación que mantuvieron hace unos días. El rostro de Bella se ensombreció; había retomado la ilusión de, algún día, continuar sus estudios... pero eso significaría irse del rancho Killarney.
-¿Qué pasa pequeña?- interrogó Edward preocupado, al percatarse del semblante de la joven.
-Es que... para estudiar tendría que irme a Dallas, o a Houston, o a San Antonio, y ahora que... bueno, yo...- Edward adivinó por dónde iban los tiros, y no la dejó continuar.
-No voy a dejar que desaproveches una oportunidad así- le previno un poco serio -y eso no va a cambiar aunque tú y yo estemos juntos-.
-Per... pero tendría que irme, y...-.
-Bella- sus manos enmarcaron el rostro de la joven , haciendo que le mirara directamente a los ojos -¿qué punto no te quedó claro anoche?; quiero estar contigo, dónde tú estés; no pienso separarme de ti, y si tú quieres ir a la universidad yo lo acataré- Bella le miraba sorprendida -el trabajo contable podría hacerlo a distancia, hoy en día con internet estás conectado con todo el mundo- le explicó -y si tengo que venir aquí, podría ser una vez cada una o dos semanas, unos dos o tres días a lo sumo- Bella no parecía muy convencida, pero Edward siguió hablando -me ha costado demasiado admitir lo que siento, y no pienso dejarte ir de mi lado; no podría vivir sin mi pequeña estrellita- le susurró con cariño; la joven lo escuchaba emocionada, por fin sentía que pertenecía a algún lugar, y ese lugar estaba con la familia Cullen, y por supuesto, junto a Edward. Escondió la cara en su pecho y abrazándole por la cintura.
-Gracias- murmuró con voz ahogada.
-No me las tienes que dar; cuándo quieras empezar, todo se verá y se hablará; no te preocupes por eso- Bella sentía que estaba dentro de un sueño... nunca podría haberse hecho imaginado que Edward estuviera dispuesto a dejar su casa, su vida, y todo por que ella fuera feliz y cumpliera sus sueños.
-¿Qué pasa cariño?- preguntó preocupado, quitando con uno de sus dedos la solitaria lágrima que caía por la mejilla de la joven; ni ella misma se dio cuenta.
-Todavía no puedo creerlo- susurró incrédula -es tan irreal que estés conmigo, que me cuesta hacerme a la idea- el negó con la cabeza, besando sus labios de nuevo.
-Pues te tienes que hacer a la idea- le aconsejó con una sonrisa torcida y atrayendo de nuevo su boca; esta vez el beso duró mucho más que los anteriores, y Edward gimió extasiado cuándo sintió que las manitas de Bella rodeaban su cuello y pasaba sus dedos por su pelo, dándole dulces y placenteros tirones.
Estaban tan metidos en su mundo que no se dieron cuenta de que tres pares de ojos los miraban desde el marco de la cocina; Esme y Carlisle no daban crédito a lo que veían, mientras que Jasper observaba la escena sonriendo complacido; por fin su hermano volvería a ser el que era. Al ver que la feliz pareja no se separaba, Carlisle carraspeó ligeramente. Jasper no pudo evitar soltar la carcajada al ver el bote que pegó Bella entre los brazos de su hermano. Edward rodó los ojos, maldiciendo en voz baja... definitivamente, en esta casa no había intimidad alguna; sopesó seriamente, por unos segundos, el mudarse.
-Papá, Esme, buenos días- Bella hizo amago de esconderse detrás de Edward, pero este la retuvo firmemente a su lado, pasándole un brazo por la cintura.
-Buen... buenos días- tartamudeó Bella, por supuesto roja cómo una amapola y con la mirada fija en un punto del suelo, que de repente se había convertido en lo más interesante del mundo. Esme los miraba con una sonrisa inmensa, pero Carlisle estaba serio.
-¿Y bien?- el patriarca Cullen se cruzó de brazos, mirando a la pareja y esperando una explicación. Edward tomó aire, dispuesto a explicarle a su padre la nueva situación.
-Eh... verás papa... bueno...- parecía un niño a que le habían pillado en una travesura, sin poder encontrar las palabras oportunas.
-Ven a mi despacho un momento- Esme y Jasper miraron a Carlisle incrédulos, al igual que Edward y Bella... por el amor de dios, los dos eran adultos. Le dirigió a Bella una mirada tranquilizadora y ambos salieron de la cocina.
-No te preocupes Bella, no pasará nada- Esme se acercó a ella, abrazándola con cariño -lo sabía, sabía que tarde o temprano Edward se daría cuenta- Bella la miró arrugando el ceño.
-Conozco lo suficiente a Edward, y debajo de toda esa fachada se le veía lo que sentía por ti-.
-Todos lo sabíamos- le aclaró Jasper, que se había mantenido en silencio -conocemos de sobra a mi hermano, y créeme, se le notaba demasiado- Bella los escuchaba atónita... estaba claro que ella había malinterpretado muchos gestos y situaciones... dios... no tener currículo amoroso realmente pasaba factura.
-Y no te preocupes por Carlisle- la consoló Esme -puede que la noticia le haya impactado, pero te aseguro que es el primero que se alegrará por vosotros-.
-Hacía mucho tiempo que no veía a mi hermano sonreír cómo en las últimas semanas- Jasper le dirigió una sonrisa cómplice, que Bella correspondió tímidamente -¿de modo que oficialmente... te puedo llamar cuñada?- preguntó con un sonrisa pilla.
-Sup... supongo- musitó Bella, retorciendo sus manos nerviosa... ¿qué estaría pasando en el despacho de Carlisle?
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-¿Quieres explicarme lo que he visto en la cocina?- interrogó Carlisle a su hijo nada más cerrar la puerta de su despacho. Edward pasó las manos por su pelo, nervioso; le había prometido a Bella guardar las formas delante de la familia durante un tiempo... y ahora el tema era vox pópuli.
-Papá, simplemente pasa que me he enamorado de ella- declaró con voz firme.
-Edward- empezó a decir su padre -no quiero que me malinterpretes; pero ella es muy joven y...-.
-Eso ya lo sé- murmuró Edward -¿crees que no he intentado evitarlo todos estos meses?- repuso sarcástico.
-Ella no es cómo Jessica, Edward- los ojos verdes del joven brillaron con enfado.
-Precisamente eso es una de las cosas que me ha enamorado de ella- le respondió, rodando los ojos cómo si fuera obvio -¿tal mal te parece que vuelva a ilusionarme?- le reprochó con pena.
-No hijo, no es eso- le aclaró inmediatamente Carlisle -sólo me ha sorprendido- le confesó pensativo -se ve que la quieres... y ella siente lo mismo- Edward por fin esbozó una pequeña sonrisa.
-Charlie me pidió que cuidara de Bella- le recordó de nuevo -y no quiero verla sufrir- le espetó serio. Al ver la cara asustada de su hijo pequeño, no pudo evitar sonreír divertido -era una broma, Edward- no pudo aguantar la carcajada al ver que el joven soltaba de golpe el aire contenido -estoy muy contento por los; sobre todo por ti- le explicó, palmeándole el hombro -sólo recuerda que es muy joven, y tomaos las cosas con calma- le volvió a decir.
-Ya lo sé, y tranquilo por eso- respondió Edward, visiblemente más relajado. Carlisle y él salieron de nuevo rumbo a la cocina; en su fuero interno, el patriarca Cullen respiró aliviado; por fin su hijo volvía a ser el que era.
Cuándo llegaron allí, el resto estaba esperándoles para desayunar. Bella interrogó a Edward con la mirada, pero el propio Carlisle se acercó a ella, dándole un pequeño abrazo.
-Ahora puedo llamarte hija con todas las de la ley- le dijo afectuoso -y si te hace algo malo, no dudes en pedirme ayuda- Bella sonrió divertida, mientras Edward se acercaba a ellos y la tomaba de la mano.
-Si este gruñón te hace rabiar, no dudes tampoco en pedir ayuda a tus estupendos cuñados- repitió Jasper las palabras de su padre, ganándose una mirada de advertencia por parte de Edward.
-No soy un gruñón- siseó fastidiado, ante la divertida mirada de todos. Bella se abrazó con timidez a él, sonriendo por el mosqueo de Edward.
-Bien familia, vamos a desayunar- anunció Carlisle, tomando asiento en el cabecero de la mesa. El resto imitó la acción, y una vez Bella y Esme sirvieron café a todos, Carlisle lanzó la pregunta del millón.
-¿Y JaKe?- interrogó a los chicos. Los hermanos y Bella se encogieron de hombros.
-Yo lo dejé en la fiesta- explicó Jasper, cogiendo un trozo de pan.
-Estará durmiendo, volvería tarde- musitó Bella, acomodada al lado de Edward -además, es sábado- les recordó.
Esme iba a decir algo, cuándo el mismo Jake apareció pro la puerta de la cocina, con el mismo traje de la fiesta y la chaqueta colgada al hombro. Venía silbando despreocupado y feliz. Edward, Bella y Jasper se miraron entre si, sonriendo con malicia.
-Buenos días familia, bonita mañana- les saludó mientras tomaba asiento. Carlisle miraba su hijo mayor con una ceja arqueada, ante la sonrisa mal disimulada de Esme. Al ver que todos le observaban, se dirigió a los comensales.
-¿Me he perdido algo?- preguntó confuso.
-¿Cómo has dejado a Nessie?- preguntó Jasper, arqueando ambas cejas. La mesa estalló en carcajadas al ver el rostro de Jake rojo como la grana, y todos oyeron el suspiro resignado de Carlisle.
-Peor que cuándo eran adolescentes- refunfuñaba entre dientes, pero contento de ver a todos los miembros de su familia feliz, después de mucho tiempo.
Espero sus comentarios.... besos
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
gracias Atal por actualizar esta historia me encanta por fin estan juntos!!!!
cariños Nejix
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Amigas aquí les dejo cinco capítulos más,... me da penita que somos tantas y no comentan en los fic... pero en fin sé que hay mucas que solo leen..., besitos
Capítulo 12: Día de novedades
Jasper y Edward se apiadaron de Jake, y cuándo su padre y Esme terminaron su desayuno y se levantaron de la mesa, empezó el interrogatorio.
-¿Y bien?- preguntó Jasper cómo si tal cosa, sirviéndose otra taza de café.
-¿Y bien, qué?- repitió Jake, bufando cómo un toro encabritado.
-Pues eso, ¿cómo se dio la noche?- el hermano mayor giró la cara, incrédulo ante la pregunta de su hermano pequeño.
-¿Desde cuándo te interesas por algo que conlleva que una mujer esté por medio?- resolvió burlón y enfadado. Bella contuvo la carcajada, levantándose de la mesa y recogiendo los platos vacíos.
-Sólo me preocupo por mi hermano mayor- contestó inocentemente, esbozando una sonrisa satisfecha.
-Lo que hay entre Nessie y yo es asunto mío- respondió entre dientes.
-Vamos Jacob- gruñó Jasper -somos tus hermanos, y nos preocupamos por tu felicidad y paz interior-.
-Seguro- refutó éste -sois unos cotillas, y menos mal que no está Emmet- refunfuñó casi para sus adentros... pero no tuvo tanta suerte.
-Buenos días familia- Edward y Jasper rieron por lo bajo ante a cara de Jake, que veía incrédulo cómo Emmet y Rosalie aparecían por la cocina, con el pequeño Owen en brazos de su padre.
-Hablando del rey de Roma...- gimió Jake para sus adentros; lo suyo era mala suerte y lo demás tonterías.
-Hola chicos- saludó Bella, que se dirigió directa al pequeño, que a sus casi cuatro meses de edad miraba con los ojos muy abiertos a sus tíos.
-Hola Owen- canturreó la joven, cogiéndolo ella en brazos y sentándose al lado de Edward.
-Hola pequeño- le saludó éste, haciéndole cosquillas en la tripa. El pequeño sonrió encantado, haciendo unos graciosos gorjeos con la boca. Rosalie miraba a Edward con el ceño fruncido; aunque su cuñado adoraba a su sobrino, no era muy dado a muestras de cariño con él.
-¿Por qué estás vestido así?- interrogó Emmet a Jake, con el ceño fruncido -no me digas que acabas de volver a casa- exclamó mientras servía dos tazas de café para su mujer y para él.
-Digamos que, efectivamente, acaba de volver a casa- resolvió Jasper, estirando las piernas y cruzándolas.
-¿Estuviste con Nessie?- preguntó directamente Rose, con una sonrisa; al ver el ruedo de ojos de su cuñado, no pudo evitar la risa -lo sabía- corroboró satisfecha.
-No os despegasteis en toda la fiesta- apoyó Emmet las palabras de su mujer.
-Ya os he dicho que es asunto mío y no os importa- les advirtió serio.
-No te enfades- le intentó aplacar Edward.
-Vamos Jake- le intentó animar Rose -estoy harta de ser la única chica- Jasper sonrió con malicia, al ver el ligero sonrojo que repentinamente apareció en las mejillas de Bella. Éste echó una significativa mirada a Edward, instándole a contar las novedades al resto. Emmet se percató de lo que ocurría, y volvió la vista a su hermano pequeño.
-Me parece que tenemos más novedades- canturreó ansioso. Rosalie tomó a Owen en brazos, mirando a la joven con una mirada interrogativa.
Muerta de la vergüenza, Bella hizo amago de levantarse y ponerse a recoger la mesa, pero Edward tomó su muñeca con delicadeza, y con un ligero movimiento, la sentó en su regazo, rodeando su cintura. Emmet y su mujer no daban crédito a lo que veían, al igual que Jake, que se quedó parado de la impresión, con la taza de café suspendida entre sus dedos.
-Edward...- susurró Bella, muy nerviosa, pero éste negó con la cabeza, dejando un besito en su nariz.
-Ya te dije que no te iba a esconder- le recordó con una pequeña sonrisa, para después volverse al resto de los presentes.
-¿Esto es en serio?- preguntó Emmet.
-Y tan en serio- se adelantó Jasper a responder -deberíais haber visto la cara de papá y Esme cuándo los hemos pillado dándose los buenos días- Bella creyó morir ante ese comentario, y le pareció escuchar un siseo de enfado procedente de su novio.
-Por fin- alabó chistosamente Emmet, elevando los brazos al cielo -ya estabais tardando-.
-De modo que tenemos nuevo miembro en la familia- musitó Jake, mirando a la pareja con una gran sonrisa -me dejas más tranquilo, no tendré que casarme contigo para que te quedes en el rancho y sigas deleitándonos con esos platos que cocinas- Bella no pudo menos que echarse a reír, ya que debajo de esa broma, se veía la sincera alegría de que por fin, ella y Edward estuvieran juntos.
-Yo me casaré con ella, no hace falta que te sacrifiques- le devolvió la broma Edward, abrazando más el cuerpo de su pequeña; ella me miró con una ceja arqueada, y Edward no pudo hacer otra cosa que sonreír -algún día- le susurró, sólo para ella. Bella agachó la mirada, emocionada por esas palabras, pero su vista, inconscientemente, se posó en Rose, que permanecía demasiado callada. Ésta le devolvió una sonrisa que apenas le llegó a los ojos, pero no dijo nada.
Justo en ese momento, Sam entró por la puerta de la cocina, reclamando a los chicos; al parecer, los toros de los Denali habían vuelto a destrozar la cerca.
-Voy a cambiarme- Jake se levantó y subió presuroso las escaleras, en dirección hacia su cuarto. Jasper y Emmet salieron de la cocina, para ir a avisar a su padre.
-Será mejor que vaya yendo- Bella se levantó del regazo de Edward, mirándole preocupada.
-Tranquila- murmuró Edward, dejando un pequeño beso en su mejilla.
-No quiero que os peleéis con ellos- exclamó temerosa, conociendo las diferencias entre ambas familias y el carácter de sus ahora cuñados y novio.
-No te preocupes- le dijo de nuevo Edward -pero ésto ya pasa de castaño oscuro- siseó malhumorado.
-Después nos acercamos a los establos- dijo Rosalie, mirando a la pareja.
-Allí os esperaremos- aprobó Edward -hasta luego preciosa- se despidió de Bella con un pequeño beso. La joven se quedó mirando cómo salía de la cocina, con paso presuroso. Con un imperceptible suspiro de preocupación, se dispuso a recoger la cocina, ante la silenciosa mirada de Rosalie, que parecía meditar algo para sus adentros.
-¿Te pasa algo, Rose?- indagó la joven, con tono precavido. Su rubia amiga tomó aire, antes de hablar.
-Nada- se encogió de hombros -simplemente me ha sorprendido- dijo solamente; Bella se mordió el labio, adivinando a qué se refería.
-Ya sé que nunca te he contado nada de ésto- se explicó torpemente Bella -per...-.
-Bella, Bella- la interrumpió Rosalie -se notaba demasiado que había alguien rondando tu mente- le explicó ésta- y por ciertos comentarios que se le escaparon a mi marido... sólo tuve que atar cabos-.
Bella la escuchaba en silencio, mirándola sin saber qué hacer o decir. Pero Rose siguió hablando.
-¿Sabes?; en cierto modo lo sospechaba- hizo una pausa, buscando las palabras correctas -Jessica nunca lo quiso de verdad, y él se enamoró de ella ciegamente- rememoró con el ceño fruncido -eres justo lo que Edward necesita- Bella la miró interrogante, sin llegar a entender el significado de esas palabras.
-Edward es muy sobreprotector, y Jessica no podía soportar eso; ella era... mas libre, por así decirlo- le aclaró ésta.
-A mi me gusta sentirme cuidada y protegida- murmuró Bella en voz baja -nunca he sido importante para nadie, excepto para mi padre, y ahora vosotros- terminó de decir, ignorando el nudo que se formó en su garganta al recordar el abandono de su madre, y los años que estuvo bajo la tutela de su abuela.
-Es comprensible Bella- añadió Rosalie -nunca pensé que vería de nuevo a Edward ilusionado y feliz con alguien- le dijo con una sonrisa sincera -¿le quieres mucho, verdad?-.
-Claro que sí- murmuró Bella -pero a veces me siento tan inferior a su lado...- se auto reprochó con pena -no dejo de pensar que ha podido ver en una niña cómo yo-.
-Bella- Rosalie se acercó a ella, tomándole de los hombros -no eres una niña, eres una mujer; la mujer de la que Edward se ha enamorado- le recordó con cariño -créeme, no tienes nada que envidiarle a Jessica-.
-Per... pero soy muy inexperta en esos temas, y...- su rubia amiga negó con la cabeza, instándola a que le dejara seguir hablando.
-Bella, no se nace sabiendo eso; el amor se descubre poco a poco, y para eso hay que esperar a que aparezca la persona adecuada- hizo una pausa, escogiendo las palabras -podemos equivocarnos, cómo le pasó a Edward... pero si algo te puedo decir de los hermanos Cullen, y sobre todo de Edward, es que nunca jugarían con los sentimientos ajenos; deja que las cosas sucedan de un modo natural... y verás lo maravilloso que es-.
-Gracias por tus palabras- dijo la joven castaña, sonriendo tímida; en verdad agradecía que la familia hubiera aceptado la nueva situación tan bien.
-No me las tienes que dar... y ya sabes... puedo darte algunos consejitos picantes...- le guiñó un ojo Rosalie.
-¡Rose!- le reprochó, muerta de vergüenza y ya completamente sonrojada.
-Para eso están las amigas- canturreó de forma inocente; ambas jóvenes terminaron de recoger la cocina entre risas y una divertida conversación. Al de un rato, vieron que Esme entraba por la puerta de la cocina.
-¿Ya han vuelto?- le preguntó Rosalie, preocupada.
-No lo sé- musitó la mujer -iba a acercarme a los establos- les informó.
-Te acompañamos- resolvió Bella -nosotras hemos terminado por aquí-.
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Después de acomodar a Owen en su carrito, las tres emprendieron el camino; el día estaba soleado, pero estaban demasiado inquietas cómo para disfrutar del aire libre; cuándo el apellido Denali era nombrado en el rancho Killarney, era el equivalente a decir problemas.
Al acercarse al portón distinguieron a Emmet y Jasper, rodeados por Sam y varios de los peones. Rose se adelantó, caminando directa hacia su marido.
-¿Qué ha pasado?- interrogó ansiosa.
-Ha sido un descuido de su capataz- le explicó éste -papá y Jake han ido a casa de Eleazar, pero tanto él cómo sus hijos están fuera de la ciudad, y el capatazdice que no hablará sin la presencia de du jefe-.
Bella y Esme escuchaban atentas las noticias; la joven agarraba con fuerza el mango de la sillita de Owen, mientras que buscaba a Edward con la mirada.
-Han corneado a tres terneros- siguió relatando Jasper -uno de ellos está muy malherido-.
-¿Habéis llamado al doctor Johns?- preguntó Esme; el doctor Johns era el veterinario local de Huntsville.
-Jake ha llamado a Nessie; está de camino- contestó Emmet. Justo en ese momento Bella vio a Edward hablando con Jared y Paul. Se debatió entre ir a su encuentro o esperar a que terminara de hablar; pero él mismo, nada más verla, fue a su lado.
-¿Estás bien?- le preguntó nada más llegó a su lado -¿hay muchos desperfectos?-.
-Los toros han roto varios de los postes de la cerca; sólo arreglarlo supondrá más de tres mil dólares- resopló fastidiado -pero lo importante son los terneros-.
-Más le vale a esa maldita familia que pague los destrozos- siseó cabreado Jasper -deberíamos haberlos denunciado la primera vez que ocurrió-
Bella permanecía en silencio, escuchando a los dos hermanos; un escalofrío le recorrió la espalda al recordar su nada agradable encuentro con los hermanos Denali, al poco de llegar al rancho. Edward se dio cuenta de la cara contraída de su pequeña, e intentó tranquilizarla.
-Mi padre hablará con Eleazar, no pasará nada- Bella asintió, no muy convencida; sabía que tarde o temprano se montaría un buen lío. Ante la mirada sombrada de los peones, Edward rodeó suavemente la cintura de Bella, pero antes de que diera tiempo a los murmullos, un pequeño coche blanco apareció.
-Ahí llega Nessie- anunció Rosalie; la joven pelirroja bajó de un salto del coche, tomando su maletín y acercándose a ellos casi corriendo.
-Menos mal que has llegado- Jake se adelantó a todos y salió a su encuentro, cogiéndole el maletín en un acto reflejo y conduciéndola al interior.
-Es mejor que os quedéis fuera; si ven mucho jaleo, los terneros se revolverán inquietos- el resto acató las órdenes, y sólo Carlisle y Jake entraron con la joven.
Nada más ver a los animales magullados, la joven se arrodilló ante el que se suponía estaba peor. Aparte de magulladuras y golpes, en su pata trasera izquierda se veía una herida desgarrada, que sangraba. Jake observaba a la joven con una pequeña sonrisa, era increíble que alguien tan menudo y frágil pudiera agarrar a un animal hasta conseguir inmovilizarlo.
Carlsile miraba atento los gestos y las muecas de enfado que ponía Nessie, y observando de reojo a su hijo mayor... parecía que la joven había calado hondo en Jake. Unos minutos después, la sudorosa joven se quitaba los guantes manchados de sangre.
-Los golpes sanarán ellos solos- les informó, haciendo alusión a los otros dos terneros.
-¿Y ella?- preguntó Jake, señalando a la pequeña ternera, que respiraba con dificultad.
-El asta del toro ha desgarrado la piel y parte del músculo- Carlisle lanzó un juramento por lo bajo -no parece que haya hemorragia interna, ya que no ha perdido el conocimiento y reacciona a los estímulos- les explicó, poniéndose de pie y aceptando la toalla que le tendía Jake, con la que se secó las manos.
-¿Entonces se recuperará sin problemas?- interrogó Carlisle.
-Eso es; pero primero debo suturar esa herida; es bastante profunda, y no sanará por sus propios medios-.
-¿Necesitas ayuda?- se ofreció Jake.
-No hace falta, ya que debo administrarle un sedante; pero si quieres quedarte- propuso la joven, sintiendo cómo sus mejillas se encendían. Su mente recreaba los susurros y caricias que habían compartido hacía apenas unas horas... dios... estaba loca por él.
-Te echaré una mano encantado- dijo Jake, con una graciosa galantería; cuándo levantó la vista, le dirigió a Nessie una pícara sonrisa, que no pasó desapercibida para Carlsile,
-Os dejaré a solas- se despidió de ellos, dejándolos solos en el establo.
-Jake, ¿puedes sostenerla un minuto?- el joven asintió mientras observaba cómo Nessie preparaba una jeringa con un líquido transparente, y después sacaba las tijeras y la aguja de sutura.
-¿Qué es eso?- preguntó, señalando el contenido de la jeringuilla.
-Sólo es una pequeña dosis de procamina; lo utilizamos para anestesias locales- le explicó la joven. El animalillo profirió un quejido de dolor al notar la aguja, pero enseguida la anestesia hizo su efecto, quedándose tranquilo y relajado.
-Se te da bien- exclamó Jake con una risa, al ver a la joven suturar al animal con movimientos rápidos y precisos. Ella también rió ante la observación.
-Bueno... digamos que estudié cinco años para ésto- le aclaró burlona. Jake sonrió, negando con la cabeza y viendo cómo daba las puntadas finales, para después cubrir la herida con una venda elástica.
-Pues esta pequeña ya está lista- replicó satisfecha. Jake llamó a Sam y a otros dos peones, que llevaron al animal a un habitáculo aislado. Carllisle y sus hijos entraron también, y después de que Nessie les diera las últimas recomendaciones y recoger el pequeño desorden que se había organizado, salieron al exterior.
-¿Y Rosalie y Bells?- preguntó la joven, girando la cabeza y buscándolas con la mirada -quería saludarlas-.
-Owen tenía hambre- explicó Emmet -de modo que se han ido a casa-.
-Y ya va siendo hora de que los adultos también coman- anunció Carlisle -señorita Rale, muchísimas gracias por ayudarnos- agradeció.
-Encantada de ayudar en lo que sea- contestó Nessie, poniéndose la chaqueta.
-Quédese a comer con nosotros- le ofreció amablemente el patriarca Cullen.
-Es muy amable de su parte, señor Cullen, pero no quiero molestar; ya son mucho a la mesa y...-.
-De eso nada- le cortó Jasper.
-Insisto- volvió a decir Carlisle -usted nos ha ayudado mucho hoy, déjenos agradecérselo de alguna manera-.
Nessie miró a Jake unas milésimas de segundo; ella quería quedarse, pero al no salir palabra alguna de los labios del joven, quizá se sintiera incómodo... pero no fue así.
-Quédate, por favor- le rogó el joven.
-Además, Bellie Bells ha preparado una de sus especialidades- se relamió los labios Emmet.
-Es agradable tener una cuñada que cocina tan bien- expresó Jasper con voz resuelta.
-Aprovechad el tiempo que esté Bella en casa, porque llegará un día que sólo cocine para mi- contestó Edward tan tranquilo, metiéndose las manos en los bolsillos y caminando hacia la casa, riendo despreocupado.
-Acaparador- le pincharon Emmet y Japser entre risas; Carlisle suspiró con resignación, siguiendo a sus hijos, y Nessie y Jake fueron un segundo al coche de ésta, para dejar allí su maletín.
-¿De modo que tu hermano y Bella están juntos?- interrogó sorprendida, después de cerrar el coche.
-Sí- contestó resuelto -ya era hora... llevaban meses sin dar el paso-.
-Me alegro por ellos; hacen una pareja muy bonita- dijo la joven, con una sonrisa. Jake asintió con la cabeza, y al ver que Nessie tomaba el camino hacia la entrada principal de la casa, la agarró de la mano, desviándola. La muchacha se sorprendió ante el repentino gesto, pero dejó que la guiara sin chistar.
Al llegar al edificio de las oficinas, y por supuesto sin hacerle daño, la giró repentinamente, apoyando el cuerpo de la joven contra la pared y aprisionándola con el suyo propio.
-No te he dado un beso en condiciones cuándo has llegado- murmuró Jake con voz ronca, rodeando su pequeña cintura y pegándola a él.
-¿Y a qué estás esperado?- susurró la joven, acercándose a él y sintiendo que su corazón salía de su pecho cuando Jake aprisionó sus labios, dejando un profundo beso en ellos. La joven subió las manos por su fuerte pecho, en lo que pretendía ser una caricia cariñosa. Pero los pequeños dedos de la muchacha tuvieron el efecto contrario, ya que pudo sentir que la respiración de Jake se volvía entrecortada al sentir el contacto; las manos de éste encontraron el camino a seguir por debajo de la blusa de la joven; su piel se estremeció al sentir esas manos fuertes acariciar su estómago, y aún sin interrumpir el beso, rememoró los acontecimientos de la noche pasada... cómo bailaron durante toda la noche, el momento en el que él se ofreció a llevarla casa, el atrevimiento de ella al besarle cómo signo de despedida... y cómo ese beso pasó de suave y tierno a salvaje y ardiente.
Algo dentro de Jake se había encendido... no podía parar de besarla ni de tocarla. Estos tres años había vivido con su recuerdo, y anoche volvieron a revivir lo que pasó en Tucson... todavía sentía en su oído los jadeos y gemidos de Nessie, podía sentir la suave piel de la chica, que lo envolvía completamente.
Recodó su perfecto cuerpo desnudo junto al suyo cuándo, después de quitarle la ropa entre besos, la recostó con cuidado en la cama... sus pechos, su vientre, sus caderas... toda ella entregada por y para él... los suaves arañazos que ella imprimió en sus hombros, sus piernas entrelazadas de forma desordenada; sus cuerpos juntos, amándose durante toda la noche.
Cuándo la falta de aire los obligó a separarse, Jake alzó la mano, acariciando delicadamente su mejilla.
-Esta mañana te has ido muy temprano- le medio reprochó ella, intentando coger un poco de aire.
-Estabas dormida y no quería despertarte- le aclaró éste, esbozando una sonrisa -¿viste la nota que te dejé?- la joven asintió, todavía abrazada a él.
-Entonces... ¿quieres salir a cenar conmigo esta noche?- Nessie frunció la frente en un gracioso gesto, cosa que hizo reír al joven.
-No sé no sé... nunca me habían pedido una cita por medio de lápiz y papel- meditó cómicamente. Jake rió con ella, pero el repentino silencio que se instaló entre ambos empezó a inquietarle... dios... su padre tenía razón; parecía un adolescente de instituto.
-Está bien- dijo por fin la joven, que retuvo la carcajada al ver a Jake soltar el aire de repente.
-Pasaré a buscarte a las ocho- de dijo éste -y ahora será mejor que entremos en casa; se estarán preguntando dónde estamos- la joven asintió con la cabeza, y después de que Jake le diera un breve beso en los labios, retomaron el camino a la casa, dónde les esperaba una divertida comida familiar al estilo Cullen.
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-Por fin- suspiró Bella, cuándo cerró el lavavajillas y accionó el botón de encendido. Había sido un día agotador, ya que a la numerosa comida familiar había seguido una divertida sobremesa, que se prolongó hasta bien entrada la tarde.
Rosalie y Emmet hacía rato que se habían ido a casa, al igual que Jake, que esa noche cenaba fuera. Jasper también se había ido después de cenar, así que sólo quedaban en casa Carlisle y Esme, que veían una película en el salón, y Edward.
Apenas habían tenido tiempo de estar un rato a solas, aunque durante la comida y el resto de la tarde Edward apenas se apartó de su lado. Sonrió al recordar la animada charla y las bromas de los hermanos; nunca había visto al joven sonreír tanto, participando activamente en la conversación y en las risas. Había dado un cambio muy grande, y Bella quería verle siempre así; feliz, relajado y contento.
Justo cuándo apagaba la luz y salía por la puerta de la cocina, se encontró cara a cara con su novio.
-Hola- susurró la joven acercándose a él.
-Hola preciosa- Edward rodeó la pequeña cintura de su novia -¿has terminado?-.
-Ajam...- acertó a decir, acurrucándose entre sus brazos. El joven rió divertido, besándole suavemente la cabeza.
-Apenas hemos estado a solas- protestó ella, con voz lastimosa -te he echado de menos-.
-Yo también a ti- murmuró sobre su pelo -por eso he venido a buscarte; ¿quieres dar un paseo conmigo?-.
-Claro- aceptó encantada la joven. Después de subir y de ponerse una chaqueta, salieron a los inmensos jardines, y tomados de la mano, empezaron su paseo.
-Parece que todo ha terminado bien- suspiró la joven.
-Por hoy sí; por lo menos no ha muerto ningún animal- meditó Edward en voz alta -pero mi padre hablará seriamente con Eleazar-.
-Me lo suponía- rodó los ojos Bella.
-Pero no hablemos de eso- Edward se detuvo de repente, quedando frente a su pequeña -¿te ha dado vergüenza lo de esta mañana?- la interrogó con una sonrisa cómplice.
-Un poco- contestó ella, sintiendo un repentino calor en sus mejillas; el joven rió para sus adentros, adoraba verla así.
-Pues a mi me encanta que todos sepan que eres mi novia- exclamó, ante el sonrojo de la joven, cada vez era más notorio. Bella respondió con una pequeña sonrisa, y con paso tímido se acercó a él, rodeando su cuello con sus brazos y alzando la cabeza. El joven adivinó sus deseos, que eran los suyos propios, y agachó la cabeza, encontrándose sus bocas a medio camino.
Bella cerró los ojos, disfrutando de la suavidad y calidez de los labios de Edward... dios mío... la besaba de un modo que parecía que se iba a fundir en sus brazos. Su lengua se introdujo pausadamente, explorando su boca de un modo exquisito. Sintió que una de las manos de Edward acariciaba lentamente su cintura, y junto con la otra, que se desplazaba sinuosamente por su espalda, hizo que pegaran más cuerpos, volviéndose el beso mucho más tórrido y desenfrenado.
Edward sintió cómo Bella tomaba su pelo entre sus manos, empujando su cabeza hacia ella. La forma en la que Bella devolvió su beso hizo que algo dentro de él se encendiera, y su cuerpo empezara a reaccionar antes las caricias de su novia... pero no tenían ninguna prisa, quería hacer las cosas bien con Bella, y lentamente fue deshaciendo el beso.
La joven castaña arrugó la frente en un gracioso gesto de desacuerdo, cosa que hizo sonreír al ranchero.
-Besarte es adictivo- musitó ella, juntado su frente con la él.
-Toda tú eres adictiva- la respuesta de Edward hizo que se pusiera más roja que un tomate -y me encantan tus sonrojos- añadió, pasando su nariz por una de la mejillas de Bella.
-Pues a mi no me gustan- contraatacó ella, cual niña pequeña. Iba a seguir protestando, pero un reguero de besos que nació en su cuello y murió en sus labios hizo que se callara. Cuándo Edward la liberó de otro estupendo beso, que no de su abrazo, pudo ver un brillo especial en los ojos de su novio, que la observaban atentamente.
-Eres tan bonita- dijo en un murmullo -dios... no sé cómo he podido vivir sin ti todo este tiempo- las lágrimas cristalizaron los ojos de Bella al escuchar esas palabras... todavía no entendía cómo podía quererla de esa forma; pero si había algo de lo que estaba segura, es que ella compartía al cien por cien esa sensación. Escondió su cara en el hueco de su cuello, abrazándolo con fuerza y rogando para que ese sentimiento durara toda la vida.
-Te quiero- musitó suavemente, casi para ella... pero al sentir los brazos de Edward ciñéndose más fuerte en torno a su cuerpo, supo que la había escuchado.
-Yo también te quiero, mi pequeña estrellita- dijo éste en voz alta... y sintiendo, después de mucho años, cómo su corazón latía de nuevo por una persona.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 13: Encuentros desafortunados
El tiempo pareció detenerse por completo, formándose una burbuja alrededor de Edward y Bella; en esas dos semanas que llevaban juntos la joven tenía la sensación de estar viviendo un sueño... un sueño del que nunca querría despertar. Y a Edward parecía pasarle lo mismo; siempre tenía una sonrisa pintada en su boca, y sus ojos color esmeralda estaban más brillantes y vivos que nunca.
Todo el mundo en el rancho notó el cambio de carácter de Edward, y Sam y los peones más veteranos del rancho volvieron a ver a ese Edward alegre y tan bromista cómo sus hermanos.
-Te veo contento y feliz- le dijo Jake a su hermano pequeño; estaban en los pastos colindantes a las tierras de los Denali, montados en sus caballos y vigilando cómo varios de los peones conducían el ganado para marcarlo.
-Podría decirte lo mismo- le devolvió Edward por respuesta, sonriendo con malicia.
-Nessie y yo estamos a gusto el uno con el otro- sonrió imperceptiblemente, acordándose de la chica que ahora ocupaba su mente por completo -¿y tú?- volvió a preguntarle.
-Bella y yo estamos a gusto el uno con el otro- repitió las mismas palabras que su hermano, echándose a reír ante la mueca que puso Jake al escuchar la respuesta -ahora en serio- siguió hablando -ella es muy especial- sonrió pensando en su pequeña.
-Nunca te había visto así- expresó Jake un poco asombrado, sujetando las riendas de su caballo.
-La quiero cómo jamás he querido a nadie- musitó en voz muy baja, pero Jake lo escuchó perfectamente.
-¿Ni siquiera a Jessica?- preguntó con cautela. Edward sopesó su respuesta unos minutos, antes de contestar.
-Estaba muy enamorado de ella; te recuerdo que íbamos a casarnos- exclamó Edward -pero puede que estuviera ciego-.
-Lo estabas, créeme- rodó los ojos el hermano mayor, acordándose de la que estuvo a punto de ser su cuñada. Nunca contó con su simpatía, ni con la de Emmet y Jasper... pero era la novia de su hermano, y ante eso guardaron el debido respeto hacia ella durante los años que estuvieron juntos. Edward prefirió ignorar ese comentario de su hermano; eso pertenecía a su pasado... y ahora su presente y su futuro tenía un nombre, Bella.
Cada día que pasaba se enamoraba aún más de ella... era asombrosa, y ni ella misma parecía darse cuenta del efecto que ella ejercía sobre él. Adoraba llegar a la cocina y sorprenderla, abrazándola por la espalda y sintiendo entre sus brazos el gracioso bote que ella pegaba... sus sonrojos, tímidos e inocentes, le daban aún más belleza a la carita de su pequeña... sentir su cuerpo pegado al de él, cada curva de la joven castaña era una especie de tortura placentera para él; la deseaba, y mucho. Pero tenían que ir con calma, y él esperaría hasta que estuviera preparada para dar ese paso, aunque cada vez que besaba a Bella ésta se tirase a atacarle, metafóricamente hablando, y el debiera aplacarla con paciencia y cariño.
-Edward, ¿me estás escuchando?- preguntó por tercera vez Jake en menos de dos minutos -Eddieeeee- llamó con voz burlona.
-No me llames Eddie- refunfuñó éste, saliendo de su trance; su hermano había dicho la palabra mágica para que despertarse.
-Entonces baja de Bellalandia y contéstame- le devolvió su hermano mayor por respuesta -¿qué vais a hacer esta tarde?-.
-Bella quiere acercarse a centro comercial, para comprarle un regalo al hijo de Sam y Emily- le relató -quizá la invite a cenar, y después a tomar algo- Jake asintió con una sonrisa.
-Nessie y yo hemos quedado después de cenar, para tomar algo en el bar de Félix; podemos quedar allí- el bar de Félix era el local más concurrido por la juventud en Hunstville, sobre todo los viernes y sábados.
-Por mi no hay problema; después se lo diré a Bella- respondió.
-Estará encantada; ya era hora de que la sacaras del rancho-.
-Te recuerdo que el fin de semana pasado íbamos a salir, pero con el follón de la tormenta no pudimos- rememoró su hermano pequeño; la tormenta cayó con tanta fuerza que tuvieron que realojar a varias reses, ya que uno de los establos sufrió importantes desperfectos a consecuencia de la lluvia.
-Vale, tocado- suspiró cómicamente Jake; Edward rió divertido, hasta que sintió vibrar en el bolsillo de su pantalón su teléfono móvil. Habló unos segundos para después colgar y volverse hacia Jake.
-Hemos terminado hasta el lunes- informó -papá ya ha regresado, y nos esperan para comer-.
-Entonces vamos- Jake tomó las riendas, girando a su caballo y tomando el camino a casa, mientras que Edward advertía a los vaqueros que la jornada laboral del sábado llegaba a su fin.
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Bella y Esme terminaban de poner la mesa, cuándo escucharon cerrarse la puerta principal de la casa. Bella posó sus ojos en el marco de la puerta, esperando ver a Edward; apenas le había visto unos escasos minutos durante el desayuno, ya que debían terminar con el marcado de ganado sin más premura.
-Hola a todos- canturreó Jake, entrando en la cocina. Dio un beso en la mejilla a Esme y a Bella, y se encaminó hacia los fogones, olisqueando y destapando las ollas.
-Veamos que tenemos de menú...- canturreó cómo un niño pequeño, y llevando uno de sus dedos al interior para probar la salsa de las albóndigas. Iba a halagar el plato, pero una mano pequeña golpeó la suya, haciendo que le escociera.
-¡Ouch!- exclamó, apartando la mano del alcance de su atacante con un movimiento rápido.
-Eso por meter los dedos en mi comida- le regañó Bella, con una graciosa mueca y los brazos cruzados, mirándole fijamente. Carlisle y Esme, testigos mudos de la escena, sofocaron la carcajada que querían soltar.
-Sólo quería probar un poquito- se excusó inocentemente.
-Pues te esperas a que la sirva en la mesa- respondió la joven, rodando los ojos cómo si fuera obvio. Esme ya no podía parar de reír, y Carlisle miraba con gesto de fastidio y resignación a su hijo mayor. Justo en ese momento entraron Jasper y Edward, topándose de bruces con la escena.
-¿Nos hemos perdido algo?- preguntó Jasper al personal, después de saludar.
-Bella defiende su territorio- explicó su padre.
-¿Has vuelto a meter las narices en los fogones? interrogó Jasper, mirando a su hermano mayor -no escarmientas- suspiró divertido, tomando asiento.
-Sólo he probado un poquito- seguía refunfuñando el hermano mayor, imitando el gesto de su hermano y sentándose en su lugar habitual en la mesa -Eddie, menudo carácter se gasta tu chica-.
-Yo qué tú, no la enfadaría mucho; no vaya a ser que te deje a dieta- le devolvió por respuesta el pequeño de los Cullen, para después volverse y saludar a su pequeña -hola cariño- dejó un pequeño beso en sus labios, que Bella correspondió gustosa.
-Hola cowboy- susurró sobre éstos, una vez que se separaron -¿cómo ha ido la mañana?-.
-Bien; hemos terminado, y hasta el lunes no tenemos nada más- le informó con una pequeña sonrisa -soy todo tuyo por lo que resta del fin de semana- canturreó feliz, sin que nadie de la familia le escuchase. Bella sonrió feliz ante las palabras de su novio.
-Te tomaré la palabra- devolvió en respuesta, ligeramente sonrojada. Su novio asintió divertido, tomando asiento.
Bella y Esme se encargaron de servir la comida, que pasó sin novedades notables. Los hermanos respondieron a las preguntas de su padre acerca de cómo iba el marcado de los animales y otros temas en los que estaban inmersos. Al terminar el almuerzo, sirvieron el café, y después de recoger la cocina y de dejar algo de cena en el refrigerador para Carlisle y Esme, que eran los únicos que cenarían en la casa esa noche, Bella y Edward subieron a cambiarse de ropa para ir al centro comercial.
Edward esperó pacientemente a que su novia terminara de arreglarse, a la entrada de la casa y disfrutando de la tarde primaveral que hacía ese día. Los suaves y pequeños pasos de Bella le hicieron darse la vuelta, quedándose embobado mirando a su pequeña, vestida con unos vaqueros de color negro, una blusa en distintas tonalidades de violetas. Una cazadora de piel, también negra, y los botines del mismo color completaban su atuendo.
-Qué guapa- murmuró con una pequeña sonrisa; apenas llevaba maquillaje, y sus rizos castaños caían por sus hombros y su espalda; tomó un pequeño mechón entre sus dedos, disfrutando de su suavidad... era tan delicado y suave cómo había imaginado tantas veces. Bella desvió la vista de la cara de Edward; sonrojada por el espontáneo piropo y se dedicó a estudiar cómo iba él vestido. Los vaqueros oscuros le quedaban de maravilla, junto con esa camisa negra y la cazadora de piel en tonos marrones. Su pelo, todavía húmedo de la ducha, estaba tan desordenado cómo era habitual... cómo a ella le gustaba.
-Tú también estás muy bien- le devolvió con una sonrisa tímida y pequeña -se me hace raro no verte con las botas y las espuelas- dijo con una risa. Edward rió también, divertido por la ocurrencia y mirando los zapatos de vestir que llevaba.
-A pesar de lo que digan Esme y la señorita Brandon, tenemos más ropa- le recordó en bromas -y ahora vamos- le dijo tendiendo su mano hacia ella, que Bella no dudó entrelazar con la suya -tenemos más de media hora de coche hasta el centro comercial-.
Una vez acomodados en el espacioso volvo de Edward, el viaje transcurrió en medio de una divertida y relajada charla, comentando los sucesos de los últimos días.
-De modo que la señora Harris está resfriada- murmuró Edward.
-Eso parece; que no vendrá hasta que se recupere- contestó la joven. Edward asintió, sin apartar su vista de la carretera -de modo que yo ayudaré a Esme con la limpieza de la casa hasta que se recupere-.
-Vaya- susurró Edward, negando con la cabeza y sonriendo divertido -de modo que por fin vas a entrar en mi habitación- su vista se posó en Bella, que frunció el ceño, mirándole en desacuerdo.
-Te recuerdo que ya he entrado una vez- rememoró enojada -sólo para dejar la ropa planchada, y me echaste sin miramiento alguno- las dos últimas palabras las dijo en voz baja, recordando con cierta melancolía y tristeza los primeros días de la joven en el rancho Killarney, cuándo el que ahora era su novio ni la miraba directamente a la cara.
Él mismo se percató del silencio de su pequeña, y frenó el coche en un área de descanso que había en el camino. Bella le miró sin entender, y se quedó con la palabra en la boca cuándo Edward desabrochó su cinturón y después el de ella, para tomarla con cuidado y hacerla sentar en su regazo. Ambos quedaron con sus rostros prácticamente pegados, y el joven subió una de sus manos hacia la cara de la joven, acariciando su mejilla con la yema de sus dedos.
-Fui un completo imbécil- murmuró frustrado -no debí tratarte así-.
-Edward- siseó Bella entre dientes -eso está perdonado, olvidado y enterrado-.
-Ya lo sé... pero a veces no dejo de reprocharme la manera en que te traté- la mano que tenía libre buscó la de su novia, y cuándo la encontró, apretó cariñosamente sus dedos, gesto que ella devolvió.
-Eso me da igual- se encogió ésta de hombros -ahora estás conmigo... a veces me pareces tan irreal- escondió su cara, caliente y roja de los nervios, en el cuello de Edward; sintió que la piel de su novio se erizaba justo por esa zona.
Edward rodó los ojos mentalmente... era tan insegura; pero si era preciosa, dulce, inteligente... cualquier hombre con dos dedos de frente estaría loco por ella. Con un pequeño movimiento, la obligó a que lo mirase. Las manos de Bella se anclaron en la parte de atrás de su cuello.
-No sé por qué te ves de esa manera a ti misma- le reprochó con cariño -eres preciosa- sonrió al ver de nuevo cómo las mejillas de la joven tomaban de nuevo una tonalidad carmesí -tan inocente, tan tímida... -su novia le interrumpió.
-Tan niña...- suspiró con una mueca.
-Y a la vez tan mujer- murmuró su novio en su oreja, dejando un pequeño beso en el lóbulo de ésta; Bella cerró los ojos, y cómo si fuera un acto reflejo echó su cabeza para atrás, gesto que aprovechó Edward para llevar sus labios a su cuello y recorrerlo con besos. Los labios del joven cosquillearon al sentir la piel pálida de su novia bajo ellos, suave cómo la seda. La joven castaña siguió con los ojos cerrados, disfrutando de ese momento tan íntimo; la boca de Edward recorría su cuello con besos cortos y dulces, y sintió que su corazón se desbocaba cuándo una de sus fuertes manos se posó con firmeza en su pierna. Un placentero hormigueo la invadió a lo largo de todo su cuerpo, y no pudo reprimir un gemido. Con la respiración entrecortada buscó la boca de Edward, enredando los dedos en su pelo y acercándola a ella. Sus labios chocaron casi de forma brusca, librando sus lenguas una batalla sin fin.
El ambiente se caldeó de tal manera en el reducido espacio del volvo, que Edward tuvo que cortar el beso. Dios... el deseo de demostrarle a Bella todo lo que sentía por ella cada día crecía más y más; pero le había prometido a Bella, y a si mismo, que esperaría a que ella estuviera preparada... y además, no quería que ésto pasara en el interior de un incómodo coche.
Algo en el interior se contrajo en el cuerpo de Bella al sentir que su novio deshacía el beso de forma cariñosa; no quería pensar en la palabra rechazo... pero ella quería estar con él, y cada día que pasaba lo deseaba más. Desvió la vista hacia su regazo, pero los finos dedos de su novio alzaron delicadamente su mentón.
-No quiero que tu primera vez sea en el asiento trasero de un coche- le explicó con cariño -cuándo tenga que ser, quiero que sea especial para ambos... y sobre todo pata ti- la joven esbozó una sonrisa tímida, y aunque tuviera ganas de dar ese pequeño paso en su relación, sabía que debía esperar a que surgiera el momento. Asintió con un pequeño gesto de cabeza, lo que provocó que Edward sonriera, y dejara un pequeño beso en su nariz, y después en sus labios.
-Todavía nos queda un buen rato de camino hasta el centro comercial- su novia volvió a asentir, esta vez con un suspiro, para después volver a su asiento.
-Ponte el cinturón- le recordó, mirándola mientras encendía el coche.
-Sí, papá- refunfuñó entre dientes; su novio soltó una sonora carcajada, poniendo el coche en marcha y retomando el camino hacia el centro comercial.
La tarde pasó tranquila, y permanentemente agarrada de la mano de su novio, la pareja recorrió las tiendas infantiles, buscando el regalo perfecto para el hijo de Sam y Emily.
-¿Crees que le gustará?- le preguntó ilusionada a Edward, sosteniendo entre sus manos un gracioso juguete. Éste se encogió de hombros.
-No está mal; de todas formas, te recuerdo que Jessie cumple dos años, así que dudo mucho que vaya a apreciarlo-.
-Gracias por la opinión- le devolvió por respuesta, negando con la cabeza y acercándose para pagar, pero antes de que tuviera tiempo de revolver en interior de su bolso y coger su monedero, una mano se adelantó, sosteniendo entre sus dedos una reluciente tarjeta de crédito.
-Edward, no es necesario- exclamó Bella, pero su novio no le dio tiempo a réplica alguna.
-Así el regalo es de parte de los dos- le propuso -además, nunca me dejas comprarte nada- le recordó. Era tan terca en ese tema... pero ahora era su novia, y en esta cuestión no iba a permitir réplica alguna -de modo que al menos, déjame pagar ésto- Bella no pudo evitar ahogar la carcajada, al ver el cómico puchero que puso el joven.
-Está bien- cedió al fin -pero sólo por el pequeño Jessie- añadió. Edward se volvió hacia la dependienta, que mientras hacía su trabajo, estaba atenta a la divertida discusión de la pareja. Una vez le entregó la tarjeta de vuelta y el muñeco cuidadosamente envuelto, por fin salieron de la tienda.
-Y bien, ¿quieres mirar algo más?- le ofreció el joven, pasando su mano por la cintura y acercándola a él. Bella negó con la cabeza, desechando el ofrecimiento.
-Pero podríamos ir a comer algo, tengo hambre- exclamó ella; Edward consultó su reloj, asintiendo.
-Son casi las ocho- afirmó -podríamos cenar algo por aquí, y después regresar a Hunstville y tomar algo con Jake y Nessie; ellos van a estar en el bar de Félix- le explicó.
-Me parece bien- asintió la joven, con una sonrisa. Su novio la regaló un sonoro beso en los labios, encantado por la aceptación de su pequeña.
-Entonces no se hable más; ¿qué prefieres, comida japonesa, china, italiana... una hamburguesa y costillas?- enumeró.
-Creo que me quedo con la comida italiana- eligió después de unos segundos de meditación -pero invito yo-.
-Eso ya lo veremos- le picó de nuevo su novio, tirando de ella hacia la zona de los restaurantes y riendo para sus adentros, al ver la graciosa mueca de desacuerdo que puso su pequeña.
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Dos horas más tarde, y después de haber disfrutado de una estupenda cena, Edward aparcaba el coche en la calle del bar de Félix. La calle estaba a rebosar de automóviles, y al salir del volvo y encaminarse a la puerta, vieron el inmenso todo terreno de Jake aparcado a unos metros del coche de Edward. Al traspasar la puerta, buscaron con la mirada a Jake y Nessie, que desde la barra les hicieron una seña con la mano.
-Ahí están- le señaló Edward a su pequeña, y pasando una mano por su espalda, la condujo hasta dónde estaban. Bella se percató de las miradas extrañadas y ceños fruncidos a su paso, sobre todo de algunas féminas. Ver al pequeño de los Cullen en compañía femenina era toda una novedad, después de tanto tiempo.
-Hola chicos- saludó Nessie animada.
-Hola- devolvieron Edward y Bella al llegar a su posición; Jake se bajó del taburete y se lo ofreció a la joven, ya que el local estaba bastante concurrido y no quedaban asientos libres.
-Gracias grandullón- agradeció con una sonrisa; las chicas quedaron a la lado de la barra, con ambos jóvenes de pie a su lado. Después de que Jake pidiera unas cervezas para todos, empezaron una divertida conversación.
-¿Qué tal la tarde de compras?- interrogó Jake.
-Le hemos comprado el regalo a Jessie, y después hemos cenado- le explicó Bella.
-¿En Domenico´s?- interrogó Nessie -Jake y yo estuvimos allí hace un par de semanas, se come de maravilla-.
-Eso es cierto- corroboró Edward.
-Pero nada se compara a la comida de Bella- dijo el hermano mayor, sonriendo con inocencia.
-No me hagas la pelota- contraatacó ésta, ante las risas de Edward y Nessie.
-Reconozco que en eso te doy la razón- contestó Edward, dejando un beso en la mejilla de su novia, y ante el ceño fruncido de ésta. La charla continuó animadamente; hasta que una joven bajita y morena se acercó a ellos.
-Buenas noches a todos- canturreó Alice.
-Hola- saludaron las chicas -¿con quién has venido?- interrogó Bella.
-Con unas compañeras de trabajo- señaló a dos jóvenes que estaban en otro extremo de la barra, hablando con dos jóvenes -pero creo que ahora mismo están ocupadas- Edward rió negando con la cabeza, al igual que Jake.
-Puedes quedarte con nosotros- le ofreció Nessie.
-También estáis en pareja- señaló Alice, rodando los ojos.
-Vamos, quédate- le imploró Bella -esta semana no te he visto por el rancho-.
-Cierto- apoyó Edward; era extraño, ya que desde que habían empezado el famoso estudio, Alice era fiel a su cita en el rancho Killarney.
-Tuve que pedir unos días por asuntos personales- explicó escuetamente -un asunto familiar sin importancia-.
-¿Todo va bien?- interrogó Nessie, preocupada por el cambio de semblante de su amiga. Edward, Bella y Jake también la miraban.
-Todo va bien- esbozó una sonrisa tranquilizadora.
-Entonces brindemos por eso- exclamó Jake, alzando su botellín de cerveza, gesto que imitó el animado grupo entre risas, hasta que una voz demasiado conocida por todos les hizo darse la vuelta.
-¿Celebraciones familiares sin mi?- todos se giraron al oír la voz de Jasper.
-¿Qué haces aquí?- le preguntó Edward -pensaba que estabas con tus amigos-.
-Hemos ido a tomar algo, pero se han ido a casa- se encogió despreocupadamente de hombros -y al pasar con el coche por aquí, he visto los vuestros; de modo que he decidido parar y tomarme algo con mis hermanos y cuñadas- su vista se posó en la señorita Brandon, y sonrió con un deje de socarronería.
-Vaya... cuánto tiempo, Alice- la saludó con una graciosa reverencia -hace tiempo que no vas por el rancho; te empezaba a echar de menos-.
-Lamento no poder decir lo mismo- le devolvió ésta por respuesta, con una sonrisa maliciosa -¿cómo va el estudio?- preguntó girándose hacia Edward y Jake.
-Las vacas están muy tranquilas- informó Jake, ante la sonrisa divertida de Bella y Nessie.
-¿Cuándo tendremos los primeros resultados?- preguntó Edward a Alice.
-Espero la respuesta del laboratorio para finales de esta semana- le explicó ésta. Jasper iba a preguntar otra cuestión, cuándo una voz burlona le interrumpió.
-De modo que el rancho Killarney está también metido en ese estúpido estudio- los hermanos y las jóvenes se giraron en la dirección de esa voz, y Bella abrió los ojos con sorpresa y horror. Ante ellos estaban los hermanos Denali, mirando a los hermanos Cullen de forma desafiante.
-No es un estúpido estudio- masculló Alice entre dientes, mirando a James y Garret con los ojos entrecerrados; los hermanos sonrieron divertidos, ante la osadía y valentía de la pequeña morena.
-Todavía recuerdo cuándo fuiste a nuestro rancho para intentar convencernos -murmuró James, con una risa burlona -Peter tenía razón, intentas convencer a la gente a toda costa- Alice se puso pálida al oír el nombre que tanto dolor le había provocado en los últimos años.
-¿Estás bien?- Bella la tomó de los hombros, apartándola un poco de ellos y poniéndola entre ella y Nessie, que se habían levantado de sus asientos.
-¿No sabías que Peter y yo fuimos a la misma universidad?- siguió relatando James -se alegrará saber que estás aquí- los ojos de Alice le miraron con un deje de miedo.
-¿Quién es Peter, Alice?- interrogó Jake a la joven morena, preocupado por estado. Ésta abrió la boca para responder, pero lo único que salió de ella fue un sollozo. Al ver a la joven en ese estado, Jasper y Edward se giraron hacia los tediosos hermanos.
-Más os vale que os larguéis y nos dejéis en paz- siseó Edward, con la vena de la sien hinchándose de la furia contenida.
-Relájate Cullen, ahora no estamos en tu territorio- se burló Garret, avanzando un paso y encarándole,
-No estáis en posición de pedir nada- masculló el hermano pequeño -y dile a tu padre que nos debe tres mil ochocientos dólares del arreglo de la cerca-.
-Podéis esperar sentados, no vamos a pagaros- se adelantó James, acercándose a Edward y desafiándole con la mirada.
-Eso lo dirá un juez- intervino Jasper, posicionándose al lado de su hermano -y ahora, más os vale que os perdáis-.
-Os dejamos con vuestras amiguitas; le daré recuerdos a Peter de tu parte, Alice- los ojos de la joven estaban perdidos en algún punto del local, pero de ellos escaparon dos gruesas lágrimas.
-Déjala en paz- siseó Jasper, tomando de las solapas al hermano Denali. Garret iba a salir en defensa de su hermano, pero Edward y Jake le cortaron el paso.
-¿Qué está pasando aquí?- Félix, el dueño del local se acercaba al pequeño grupo, con cara de enfado.
-Nada Félix, ellos ya se iban; ¿verdad Garret?- la sugerencia que salió de los labios de Jake fue hecha en un tono nada amable. James se zafó del agarre de Jasper, y levantando las manos en un gesto de paz, se dieron la vuelta y salieron del local. Félix volvió a su posición detrás de la barra, y Bella y Nessie respiraron aliviadas cuándo sus novios y Jasper se acercaron a su lado de nuevo.
-¿Estás bien?- preguntó con preocupación; Edward le dedicó una pequeña sonrisa a su novia.
-Tranquila, no ha pasado nada- la tranquilizó, dejando un pequeño beso en el tope de su cabeza -¿cómo está Alice?-.
-Está con Nessie en el servició; está muy nerviosa- les explicó a los tres.
-¿Quién es Peter?- preguntó Jasper en voz alta.
-Es mi ex marido- todos se dieron la vuelta al escuchar la voz de la joven morena. Una mueca de sorpresa se instaló en sus rostros... sobre todo en el de Jasper; ninguno quiso preguntar nada más, pero en los ojos de Alice se reflejaban el temor y el miedo a ese nombre.
-¿Quieres qué te llevemos a casa?- le ofreció Jake, Alice asintió lentamente con la cabeza, y se despidieron del resto.
-Pobre Alice- murmuró Bella con pena en su rostro -en verdad se veía asustada-.
-Estaba aterrorizada- la corrigió Jasper; su mente hacía quinielas sobre qué podría haberle hecho el tal Peter. Unos minutos después, debido a lo acontecido esa noche, decidieron dar por concluida la velada, y regresaron al rancho, todavía preocupados por Alice.
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-¿Crees que estará bien?- preguntó Nessie a Jake, una vez dejaron a Alice en su apartamento y bajaron al suyo.
-Necesita estar sola y descansar, Ness; no creo que quiera hablar de eso esta noche- suspiró éste. La joven pelirroja asintió, y se giró para abrir la puerta, pero las manos del joven se posaron en sus caderas, girándola y aprisionándola entre su cuerpo y la puerta. Ella automáticamente llevó los labios hacia la boca de éste, dándole un beso que Jake no dudó en responder con todas sus ganas. Sintió que las manos de la joven desabrochaban los botones de su camisa.
-¿Te quedarás?- murmuró ésta sobre sus labios; Jake sonrió con malicia, bajando su boca y lamiendo y mordiendo el cuello de la joven con cuidado.
-¿Quieres que me quedé?- el aliento de éste le hizo cosquillas, y cuándo por fin terminó con la larga hilera de botones, sus manos fueron directas a los músculos de su estómago y abdomen; cuándo acarició con las yemas de sus dedos la uve que se formaba en su bajo vientre, Jake soltó un sonoro jadeo, levantando la cabeza y mirándola directamente a los ojos. Sin esperar una respuesta afirmativa por parte de la joven, la alzó con sus fuertes brazos, haciendo que ella le rodease la cadera con las piernas y una vez que ella le pasó las llaves y consiguió abrir la puerta, caminó directamente hacia su cuarto, y sin dejar de besarla, ambos cayeron sobre la cama, perdiéndose del resto del mundo y amándose durante el resto de la noche.
A la mañana siguiente Bella desayunó con Esme y Carlisle, ya que Edward y Jasper todavía estaban durmiendo. Los hermanos madrugaban incluso los sábados, de modo que el domingo aprovechaban para recuperar el sueño atrasado.
Una vez terminaron, Carlisle, que nunca descansaba, se despidió de ellas, alegando que en su despacho le esperaba una montaña de papeles. Esme también se fue a sus labores, de modo que Bella decidió ir a despertar a Edward y darle una sorpresa.
Entró con cuidado en la habitación, decorada en tonos claros; una enorme cama con el cabecero de metal la presidía, pero se dio cuenta de que estaba vacía, y todavía con las sábanas revueltas. Oyó unos ruidos en el baño, y supuso que se estaría duchando. Con sigilo se dio la vuelta, para salir de ahí, pero la voz de Edward hizo que se quedara con la mano suspendida en el aire, para ir a agarrar el pomo de la puerta.
-¿Buscabas a alguien?- la suave y sensual voz de su novio hizo que se le erizara hasta el último pelo de su cuerpo... pero eso quedó en nada cuándo se volvió para encararle.
La imagen de Edward, todavía apoyado en el marco de la puerta del cuarto del baño, con una toalla liada a sus caderas y el cuerpo y el cabello mojado, le hizo ponerse más roja que una amapola.
-¿Has venido a darme los buenos días?- le preguntó con su sonrisa torcida mientras se acercaba a ella; Bella no acertó a responder nada. Su vista estaba fija en el torso desnudo de su novio, en los marcados músculos y en la toalla que estaba suspendida en sus caderas, dejando entrever el comienzo de una marcada uve... Sólo salió de su trance cuándo Edward la rodeó con sus brazos y la acercó a su cuerpo.
-Bu... buenos días- tartamudeó nerviosa. Edward negó con la cabeza, sonriendo imperceptiblemente, y bajó su cabeza para buscar los labios de la joven.
La cabeza de Bella dio vueltas cuándo los labios de ambos hicieron contacto; su corazón latía desbocado ante la sensación de la piel mojada de Edward cubriendo la suya, y en un acto involuntario, sus manos se posaron delicadamente en su pecho, y tomando vida propia, bajaron lentamente a lo largó de éste. Sus dedos exploraban de forma tímida cada recoveco de ese torso, incluso se atrevió a bajar un poco más, y llegó a la marcada uve que asomaba por la toalla. Sintió la dureza de esos desarrollados músculos a través de su tacto, y la respuesta de Edward no fue otra que pegarla más a su cuerpo, pasando una mano por su espalda; un gemido salió de la pequeña boca de la joven al notar una prominente dureza en su vientre. Subió las manos por el cuerpo de su novio, colgándose de su cuello y cómo si una fuerza desconocida se hubiera apoderado de ella, abrió los labios para él, permitiendo que la lengua de Edward se enredara con la suya.
Las manos del joven acariciaban la espalda y cintura de su pequeña con ansias; el menudo cuerpo de la joven, tan pegado al suyo, le estaba volviendo loco. Por un momento sopesó cogerla en brazos y tumbarla en la cama, y mostrarle todo lo que sentía por ella con su cuerpo... pero la realidad le golpeó al darse cuenta de que no estaban solos en casa. Cómo siempre tenía que hacer en estas situaciones, poco a poco fue deshaciendo el beso, y una vez liberó a Bella de sus labios, la retuvo firmemente contra él.
-Me gusta esta manera de darme los buenos días- expresó con una sonrisa pícara -pero no estamos solos en casa- la cara de Bella ardió de vergüenza, dándose cuenta del pequeño detalle que había pasado por alto. Escondió su carita en el pecho de Edward, pero siguió abrazada a él. El joven rió encantado ante la adorable timidez de su pequeña, y dejando un pequeño beso en su cabeza, volvió a hablarle.
-¿Te apetece dar un paseo a caballo?- Bella levantó la vista, asintiendo con una sonrisa y deshaciendo su agarre, para que el joven se pudiera vestir.
-Te espero abajo- susurró mientras salía y cerraba la puerta. El joven tomó aire de forma sonora, intentando relajarse; cada vez le costaba más poder controlarse... esa pequeña le había hechizado de tal manera que sabía que tarde o temprano no iba a poder controlarse. Con un largo suspiro pasó las manos por su pelo, hasta que se tranquilizó y se cambió de ropa, dispuesto a pasar lo que esperaba que fuera un agradable e inocente paseo con su novia.
El tiempo pareció detenerse por completo, formándose una burbuja alrededor de Edward y Bella; en esas dos semanas que llevaban juntos la joven tenía la sensación de estar viviendo un sueño... un sueño del que nunca querría despertar. Y a Edward parecía pasarle lo mismo; siempre tenía una sonrisa pintada en su boca, y sus ojos color esmeralda estaban más brillantes y vivos que nunca.
Todo el mundo en el rancho notó el cambio de carácter de Edward, y Sam y los peones más veteranos del rancho volvieron a ver a ese Edward alegre y tan bromista cómo sus hermanos.
-Te veo contento y feliz- le dijo Jake a su hermano pequeño; estaban en los pastos colindantes a las tierras de los Denali, montados en sus caballos y vigilando cómo varios de los peones conducían el ganado para marcarlo.
-Podría decirte lo mismo- le devolvió Edward por respuesta, sonriendo con malicia.
-Nessie y yo estamos a gusto el uno con el otro- sonrió imperceptiblemente, acordándose de la chica que ahora ocupaba su mente por completo -¿y tú?- volvió a preguntarle.
-Bella y yo estamos a gusto el uno con el otro- repitió las mismas palabras que su hermano, echándose a reír ante la mueca que puso Jake al escuchar la respuesta -ahora en serio- siguió hablando -ella es muy especial- sonrió pensando en su pequeña.
-Nunca te había visto así- expresó Jake un poco asombrado, sujetando las riendas de su caballo.
-La quiero cómo jamás he querido a nadie- musitó en voz muy baja, pero Jake lo escuchó perfectamente.
-¿Ni siquiera a Jessica?- preguntó con cautela. Edward sopesó su respuesta unos minutos, antes de contestar.
-Estaba muy enamorado de ella; te recuerdo que íbamos a casarnos- exclamó Edward -pero puede que estuviera ciego-.
-Lo estabas, créeme- rodó los ojos el hermano mayor, acordándose de la que estuvo a punto de ser su cuñada. Nunca contó con su simpatía, ni con la de Emmet y Jasper... pero era la novia de su hermano, y ante eso guardaron el debido respeto hacia ella durante los años que estuvieron juntos. Edward prefirió ignorar ese comentario de su hermano; eso pertenecía a su pasado... y ahora su presente y su futuro tenía un nombre, Bella.
Cada día que pasaba se enamoraba aún más de ella... era asombrosa, y ni ella misma parecía darse cuenta del efecto que ella ejercía sobre él. Adoraba llegar a la cocina y sorprenderla, abrazándola por la espalda y sintiendo entre sus brazos el gracioso bote que ella pegaba... sus sonrojos, tímidos e inocentes, le daban aún más belleza a la carita de su pequeña... sentir su cuerpo pegado al de él, cada curva de la joven castaña era una especie de tortura placentera para él; la deseaba, y mucho. Pero tenían que ir con calma, y él esperaría hasta que estuviera preparada para dar ese paso, aunque cada vez que besaba a Bella ésta se tirase a atacarle, metafóricamente hablando, y el debiera aplacarla con paciencia y cariño.
-Edward, ¿me estás escuchando?- preguntó por tercera vez Jake en menos de dos minutos -Eddieeeee- llamó con voz burlona.
-No me llames Eddie- refunfuñó éste, saliendo de su trance; su hermano había dicho la palabra mágica para que despertarse.
-Entonces baja de Bellalandia y contéstame- le devolvió su hermano mayor por respuesta -¿qué vais a hacer esta tarde?-.
-Bella quiere acercarse a centro comercial, para comprarle un regalo al hijo de Sam y Emily- le relató -quizá la invite a cenar, y después a tomar algo- Jake asintió con una sonrisa.
-Nessie y yo hemos quedado después de cenar, para tomar algo en el bar de Félix; podemos quedar allí- el bar de Félix era el local más concurrido por la juventud en Hunstville, sobre todo los viernes y sábados.
-Por mi no hay problema; después se lo diré a Bella- respondió.
-Estará encantada; ya era hora de que la sacaras del rancho-.
-Te recuerdo que el fin de semana pasado íbamos a salir, pero con el follón de la tormenta no pudimos- rememoró su hermano pequeño; la tormenta cayó con tanta fuerza que tuvieron que realojar a varias reses, ya que uno de los establos sufrió importantes desperfectos a consecuencia de la lluvia.
-Vale, tocado- suspiró cómicamente Jake; Edward rió divertido, hasta que sintió vibrar en el bolsillo de su pantalón su teléfono móvil. Habló unos segundos para después colgar y volverse hacia Jake.
-Hemos terminado hasta el lunes- informó -papá ya ha regresado, y nos esperan para comer-.
-Entonces vamos- Jake tomó las riendas, girando a su caballo y tomando el camino a casa, mientras que Edward advertía a los vaqueros que la jornada laboral del sábado llegaba a su fin.
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Bella y Esme terminaban de poner la mesa, cuándo escucharon cerrarse la puerta principal de la casa. Bella posó sus ojos en el marco de la puerta, esperando ver a Edward; apenas le había visto unos escasos minutos durante el desayuno, ya que debían terminar con el marcado de ganado sin más premura.
-Hola a todos- canturreó Jake, entrando en la cocina. Dio un beso en la mejilla a Esme y a Bella, y se encaminó hacia los fogones, olisqueando y destapando las ollas.
-Veamos que tenemos de menú...- canturreó cómo un niño pequeño, y llevando uno de sus dedos al interior para probar la salsa de las albóndigas. Iba a halagar el plato, pero una mano pequeña golpeó la suya, haciendo que le escociera.
-¡Ouch!- exclamó, apartando la mano del alcance de su atacante con un movimiento rápido.
-Eso por meter los dedos en mi comida- le regañó Bella, con una graciosa mueca y los brazos cruzados, mirándole fijamente. Carlisle y Esme, testigos mudos de la escena, sofocaron la carcajada que querían soltar.
-Sólo quería probar un poquito- se excusó inocentemente.
-Pues te esperas a que la sirva en la mesa- respondió la joven, rodando los ojos cómo si fuera obvio. Esme ya no podía parar de reír, y Carlisle miraba con gesto de fastidio y resignación a su hijo mayor. Justo en ese momento entraron Jasper y Edward, topándose de bruces con la escena.
-¿Nos hemos perdido algo?- preguntó Jasper al personal, después de saludar.
-Bella defiende su territorio- explicó su padre.
-¿Has vuelto a meter las narices en los fogones? interrogó Jasper, mirando a su hermano mayor -no escarmientas- suspiró divertido, tomando asiento.
-Sólo he probado un poquito- seguía refunfuñando el hermano mayor, imitando el gesto de su hermano y sentándose en su lugar habitual en la mesa -Eddie, menudo carácter se gasta tu chica-.
-Yo qué tú, no la enfadaría mucho; no vaya a ser que te deje a dieta- le devolvió por respuesta el pequeño de los Cullen, para después volverse y saludar a su pequeña -hola cariño- dejó un pequeño beso en sus labios, que Bella correspondió gustosa.
-Hola cowboy- susurró sobre éstos, una vez que se separaron -¿cómo ha ido la mañana?-.
-Bien; hemos terminado, y hasta el lunes no tenemos nada más- le informó con una pequeña sonrisa -soy todo tuyo por lo que resta del fin de semana- canturreó feliz, sin que nadie de la familia le escuchase. Bella sonrió feliz ante las palabras de su novio.
-Te tomaré la palabra- devolvió en respuesta, ligeramente sonrojada. Su novio asintió divertido, tomando asiento.
Bella y Esme se encargaron de servir la comida, que pasó sin novedades notables. Los hermanos respondieron a las preguntas de su padre acerca de cómo iba el marcado de los animales y otros temas en los que estaban inmersos. Al terminar el almuerzo, sirvieron el café, y después de recoger la cocina y de dejar algo de cena en el refrigerador para Carlisle y Esme, que eran los únicos que cenarían en la casa esa noche, Bella y Edward subieron a cambiarse de ropa para ir al centro comercial.
Edward esperó pacientemente a que su novia terminara de arreglarse, a la entrada de la casa y disfrutando de la tarde primaveral que hacía ese día. Los suaves y pequeños pasos de Bella le hicieron darse la vuelta, quedándose embobado mirando a su pequeña, vestida con unos vaqueros de color negro, una blusa en distintas tonalidades de violetas. Una cazadora de piel, también negra, y los botines del mismo color completaban su atuendo.
-Qué guapa- murmuró con una pequeña sonrisa; apenas llevaba maquillaje, y sus rizos castaños caían por sus hombros y su espalda; tomó un pequeño mechón entre sus dedos, disfrutando de su suavidad... era tan delicado y suave cómo había imaginado tantas veces. Bella desvió la vista de la cara de Edward; sonrojada por el espontáneo piropo y se dedicó a estudiar cómo iba él vestido. Los vaqueros oscuros le quedaban de maravilla, junto con esa camisa negra y la cazadora de piel en tonos marrones. Su pelo, todavía húmedo de la ducha, estaba tan desordenado cómo era habitual... cómo a ella le gustaba.
-Tú también estás muy bien- le devolvió con una sonrisa tímida y pequeña -se me hace raro no verte con las botas y las espuelas- dijo con una risa. Edward rió también, divertido por la ocurrencia y mirando los zapatos de vestir que llevaba.
-A pesar de lo que digan Esme y la señorita Brandon, tenemos más ropa- le recordó en bromas -y ahora vamos- le dijo tendiendo su mano hacia ella, que Bella no dudó entrelazar con la suya -tenemos más de media hora de coche hasta el centro comercial-.
Una vez acomodados en el espacioso volvo de Edward, el viaje transcurrió en medio de una divertida y relajada charla, comentando los sucesos de los últimos días.
-De modo que la señora Harris está resfriada- murmuró Edward.
-Eso parece; que no vendrá hasta que se recupere- contestó la joven. Edward asintió, sin apartar su vista de la carretera -de modo que yo ayudaré a Esme con la limpieza de la casa hasta que se recupere-.
-Vaya- susurró Edward, negando con la cabeza y sonriendo divertido -de modo que por fin vas a entrar en mi habitación- su vista se posó en Bella, que frunció el ceño, mirándole en desacuerdo.
-Te recuerdo que ya he entrado una vez- rememoró enojada -sólo para dejar la ropa planchada, y me echaste sin miramiento alguno- las dos últimas palabras las dijo en voz baja, recordando con cierta melancolía y tristeza los primeros días de la joven en el rancho Killarney, cuándo el que ahora era su novio ni la miraba directamente a la cara.
Él mismo se percató del silencio de su pequeña, y frenó el coche en un área de descanso que había en el camino. Bella le miró sin entender, y se quedó con la palabra en la boca cuándo Edward desabrochó su cinturón y después el de ella, para tomarla con cuidado y hacerla sentar en su regazo. Ambos quedaron con sus rostros prácticamente pegados, y el joven subió una de sus manos hacia la cara de la joven, acariciando su mejilla con la yema de sus dedos.
-Fui un completo imbécil- murmuró frustrado -no debí tratarte así-.
-Edward- siseó Bella entre dientes -eso está perdonado, olvidado y enterrado-.
-Ya lo sé... pero a veces no dejo de reprocharme la manera en que te traté- la mano que tenía libre buscó la de su novia, y cuándo la encontró, apretó cariñosamente sus dedos, gesto que ella devolvió.
-Eso me da igual- se encogió ésta de hombros -ahora estás conmigo... a veces me pareces tan irreal- escondió su cara, caliente y roja de los nervios, en el cuello de Edward; sintió que la piel de su novio se erizaba justo por esa zona.
Edward rodó los ojos mentalmente... era tan insegura; pero si era preciosa, dulce, inteligente... cualquier hombre con dos dedos de frente estaría loco por ella. Con un pequeño movimiento, la obligó a que lo mirase. Las manos de Bella se anclaron en la parte de atrás de su cuello.
-No sé por qué te ves de esa manera a ti misma- le reprochó con cariño -eres preciosa- sonrió al ver de nuevo cómo las mejillas de la joven tomaban de nuevo una tonalidad carmesí -tan inocente, tan tímida... -su novia le interrumpió.
-Tan niña...- suspiró con una mueca.
-Y a la vez tan mujer- murmuró su novio en su oreja, dejando un pequeño beso en el lóbulo de ésta; Bella cerró los ojos, y cómo si fuera un acto reflejo echó su cabeza para atrás, gesto que aprovechó Edward para llevar sus labios a su cuello y recorrerlo con besos. Los labios del joven cosquillearon al sentir la piel pálida de su novia bajo ellos, suave cómo la seda. La joven castaña siguió con los ojos cerrados, disfrutando de ese momento tan íntimo; la boca de Edward recorría su cuello con besos cortos y dulces, y sintió que su corazón se desbocaba cuándo una de sus fuertes manos se posó con firmeza en su pierna. Un placentero hormigueo la invadió a lo largo de todo su cuerpo, y no pudo reprimir un gemido. Con la respiración entrecortada buscó la boca de Edward, enredando los dedos en su pelo y acercándola a ella. Sus labios chocaron casi de forma brusca, librando sus lenguas una batalla sin fin.
El ambiente se caldeó de tal manera en el reducido espacio del volvo, que Edward tuvo que cortar el beso. Dios... el deseo de demostrarle a Bella todo lo que sentía por ella cada día crecía más y más; pero le había prometido a Bella, y a si mismo, que esperaría a que ella estuviera preparada... y además, no quería que ésto pasara en el interior de un incómodo coche.
Algo en el interior se contrajo en el cuerpo de Bella al sentir que su novio deshacía el beso de forma cariñosa; no quería pensar en la palabra rechazo... pero ella quería estar con él, y cada día que pasaba lo deseaba más. Desvió la vista hacia su regazo, pero los finos dedos de su novio alzaron delicadamente su mentón.
-No quiero que tu primera vez sea en el asiento trasero de un coche- le explicó con cariño -cuándo tenga que ser, quiero que sea especial para ambos... y sobre todo pata ti- la joven esbozó una sonrisa tímida, y aunque tuviera ganas de dar ese pequeño paso en su relación, sabía que debía esperar a que surgiera el momento. Asintió con un pequeño gesto de cabeza, lo que provocó que Edward sonriera, y dejara un pequeño beso en su nariz, y después en sus labios.
-Todavía nos queda un buen rato de camino hasta el centro comercial- su novia volvió a asentir, esta vez con un suspiro, para después volver a su asiento.
-Ponte el cinturón- le recordó, mirándola mientras encendía el coche.
-Sí, papá- refunfuñó entre dientes; su novio soltó una sonora carcajada, poniendo el coche en marcha y retomando el camino hacia el centro comercial.
La tarde pasó tranquila, y permanentemente agarrada de la mano de su novio, la pareja recorrió las tiendas infantiles, buscando el regalo perfecto para el hijo de Sam y Emily.
-¿Crees que le gustará?- le preguntó ilusionada a Edward, sosteniendo entre sus manos un gracioso juguete. Éste se encogió de hombros.
-No está mal; de todas formas, te recuerdo que Jessie cumple dos años, así que dudo mucho que vaya a apreciarlo-.
-Gracias por la opinión- le devolvió por respuesta, negando con la cabeza y acercándose para pagar, pero antes de que tuviera tiempo de revolver en interior de su bolso y coger su monedero, una mano se adelantó, sosteniendo entre sus dedos una reluciente tarjeta de crédito.
-Edward, no es necesario- exclamó Bella, pero su novio no le dio tiempo a réplica alguna.
-Así el regalo es de parte de los dos- le propuso -además, nunca me dejas comprarte nada- le recordó. Era tan terca en ese tema... pero ahora era su novia, y en esta cuestión no iba a permitir réplica alguna -de modo que al menos, déjame pagar ésto- Bella no pudo evitar ahogar la carcajada, al ver el cómico puchero que puso el joven.
-Está bien- cedió al fin -pero sólo por el pequeño Jessie- añadió. Edward se volvió hacia la dependienta, que mientras hacía su trabajo, estaba atenta a la divertida discusión de la pareja. Una vez le entregó la tarjeta de vuelta y el muñeco cuidadosamente envuelto, por fin salieron de la tienda.
-Y bien, ¿quieres mirar algo más?- le ofreció el joven, pasando su mano por la cintura y acercándola a él. Bella negó con la cabeza, desechando el ofrecimiento.
-Pero podríamos ir a comer algo, tengo hambre- exclamó ella; Edward consultó su reloj, asintiendo.
-Son casi las ocho- afirmó -podríamos cenar algo por aquí, y después regresar a Hunstville y tomar algo con Jake y Nessie; ellos van a estar en el bar de Félix- le explicó.
-Me parece bien- asintió la joven, con una sonrisa. Su novio la regaló un sonoro beso en los labios, encantado por la aceptación de su pequeña.
-Entonces no se hable más; ¿qué prefieres, comida japonesa, china, italiana... una hamburguesa y costillas?- enumeró.
-Creo que me quedo con la comida italiana- eligió después de unos segundos de meditación -pero invito yo-.
-Eso ya lo veremos- le picó de nuevo su novio, tirando de ella hacia la zona de los restaurantes y riendo para sus adentros, al ver la graciosa mueca de desacuerdo que puso su pequeña.
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Dos horas más tarde, y después de haber disfrutado de una estupenda cena, Edward aparcaba el coche en la calle del bar de Félix. La calle estaba a rebosar de automóviles, y al salir del volvo y encaminarse a la puerta, vieron el inmenso todo terreno de Jake aparcado a unos metros del coche de Edward. Al traspasar la puerta, buscaron con la mirada a Jake y Nessie, que desde la barra les hicieron una seña con la mano.
-Ahí están- le señaló Edward a su pequeña, y pasando una mano por su espalda, la condujo hasta dónde estaban. Bella se percató de las miradas extrañadas y ceños fruncidos a su paso, sobre todo de algunas féminas. Ver al pequeño de los Cullen en compañía femenina era toda una novedad, después de tanto tiempo.
-Hola chicos- saludó Nessie animada.
-Hola- devolvieron Edward y Bella al llegar a su posición; Jake se bajó del taburete y se lo ofreció a la joven, ya que el local estaba bastante concurrido y no quedaban asientos libres.
-Gracias grandullón- agradeció con una sonrisa; las chicas quedaron a la lado de la barra, con ambos jóvenes de pie a su lado. Después de que Jake pidiera unas cervezas para todos, empezaron una divertida conversación.
-¿Qué tal la tarde de compras?- interrogó Jake.
-Le hemos comprado el regalo a Jessie, y después hemos cenado- le explicó Bella.
-¿En Domenico´s?- interrogó Nessie -Jake y yo estuvimos allí hace un par de semanas, se come de maravilla-.
-Eso es cierto- corroboró Edward.
-Pero nada se compara a la comida de Bella- dijo el hermano mayor, sonriendo con inocencia.
-No me hagas la pelota- contraatacó ésta, ante las risas de Edward y Nessie.
-Reconozco que en eso te doy la razón- contestó Edward, dejando un beso en la mejilla de su novia, y ante el ceño fruncido de ésta. La charla continuó animadamente; hasta que una joven bajita y morena se acercó a ellos.
-Buenas noches a todos- canturreó Alice.
-Hola- saludaron las chicas -¿con quién has venido?- interrogó Bella.
-Con unas compañeras de trabajo- señaló a dos jóvenes que estaban en otro extremo de la barra, hablando con dos jóvenes -pero creo que ahora mismo están ocupadas- Edward rió negando con la cabeza, al igual que Jake.
-Puedes quedarte con nosotros- le ofreció Nessie.
-También estáis en pareja- señaló Alice, rodando los ojos.
-Vamos, quédate- le imploró Bella -esta semana no te he visto por el rancho-.
-Cierto- apoyó Edward; era extraño, ya que desde que habían empezado el famoso estudio, Alice era fiel a su cita en el rancho Killarney.
-Tuve que pedir unos días por asuntos personales- explicó escuetamente -un asunto familiar sin importancia-.
-¿Todo va bien?- interrogó Nessie, preocupada por el cambio de semblante de su amiga. Edward, Bella y Jake también la miraban.
-Todo va bien- esbozó una sonrisa tranquilizadora.
-Entonces brindemos por eso- exclamó Jake, alzando su botellín de cerveza, gesto que imitó el animado grupo entre risas, hasta que una voz demasiado conocida por todos les hizo darse la vuelta.
-¿Celebraciones familiares sin mi?- todos se giraron al oír la voz de Jasper.
-¿Qué haces aquí?- le preguntó Edward -pensaba que estabas con tus amigos-.
-Hemos ido a tomar algo, pero se han ido a casa- se encogió despreocupadamente de hombros -y al pasar con el coche por aquí, he visto los vuestros; de modo que he decidido parar y tomarme algo con mis hermanos y cuñadas- su vista se posó en la señorita Brandon, y sonrió con un deje de socarronería.
-Vaya... cuánto tiempo, Alice- la saludó con una graciosa reverencia -hace tiempo que no vas por el rancho; te empezaba a echar de menos-.
-Lamento no poder decir lo mismo- le devolvió ésta por respuesta, con una sonrisa maliciosa -¿cómo va el estudio?- preguntó girándose hacia Edward y Jake.
-Las vacas están muy tranquilas- informó Jake, ante la sonrisa divertida de Bella y Nessie.
-¿Cuándo tendremos los primeros resultados?- preguntó Edward a Alice.
-Espero la respuesta del laboratorio para finales de esta semana- le explicó ésta. Jasper iba a preguntar otra cuestión, cuándo una voz burlona le interrumpió.
-De modo que el rancho Killarney está también metido en ese estúpido estudio- los hermanos y las jóvenes se giraron en la dirección de esa voz, y Bella abrió los ojos con sorpresa y horror. Ante ellos estaban los hermanos Denali, mirando a los hermanos Cullen de forma desafiante.
-No es un estúpido estudio- masculló Alice entre dientes, mirando a James y Garret con los ojos entrecerrados; los hermanos sonrieron divertidos, ante la osadía y valentía de la pequeña morena.
-Todavía recuerdo cuándo fuiste a nuestro rancho para intentar convencernos -murmuró James, con una risa burlona -Peter tenía razón, intentas convencer a la gente a toda costa- Alice se puso pálida al oír el nombre que tanto dolor le había provocado en los últimos años.
-¿Estás bien?- Bella la tomó de los hombros, apartándola un poco de ellos y poniéndola entre ella y Nessie, que se habían levantado de sus asientos.
-¿No sabías que Peter y yo fuimos a la misma universidad?- siguió relatando James -se alegrará saber que estás aquí- los ojos de Alice le miraron con un deje de miedo.
-¿Quién es Peter, Alice?- interrogó Jake a la joven morena, preocupado por estado. Ésta abrió la boca para responder, pero lo único que salió de ella fue un sollozo. Al ver a la joven en ese estado, Jasper y Edward se giraron hacia los tediosos hermanos.
-Más os vale que os larguéis y nos dejéis en paz- siseó Edward, con la vena de la sien hinchándose de la furia contenida.
-Relájate Cullen, ahora no estamos en tu territorio- se burló Garret, avanzando un paso y encarándole,
-No estáis en posición de pedir nada- masculló el hermano pequeño -y dile a tu padre que nos debe tres mil ochocientos dólares del arreglo de la cerca-.
-Podéis esperar sentados, no vamos a pagaros- se adelantó James, acercándose a Edward y desafiándole con la mirada.
-Eso lo dirá un juez- intervino Jasper, posicionándose al lado de su hermano -y ahora, más os vale que os perdáis-.
-Os dejamos con vuestras amiguitas; le daré recuerdos a Peter de tu parte, Alice- los ojos de la joven estaban perdidos en algún punto del local, pero de ellos escaparon dos gruesas lágrimas.
-Déjala en paz- siseó Jasper, tomando de las solapas al hermano Denali. Garret iba a salir en defensa de su hermano, pero Edward y Jake le cortaron el paso.
-¿Qué está pasando aquí?- Félix, el dueño del local se acercaba al pequeño grupo, con cara de enfado.
-Nada Félix, ellos ya se iban; ¿verdad Garret?- la sugerencia que salió de los labios de Jake fue hecha en un tono nada amable. James se zafó del agarre de Jasper, y levantando las manos en un gesto de paz, se dieron la vuelta y salieron del local. Félix volvió a su posición detrás de la barra, y Bella y Nessie respiraron aliviadas cuándo sus novios y Jasper se acercaron a su lado de nuevo.
-¿Estás bien?- preguntó con preocupación; Edward le dedicó una pequeña sonrisa a su novia.
-Tranquila, no ha pasado nada- la tranquilizó, dejando un pequeño beso en el tope de su cabeza -¿cómo está Alice?-.
-Está con Nessie en el servició; está muy nerviosa- les explicó a los tres.
-¿Quién es Peter?- preguntó Jasper en voz alta.
-Es mi ex marido- todos se dieron la vuelta al escuchar la voz de la joven morena. Una mueca de sorpresa se instaló en sus rostros... sobre todo en el de Jasper; ninguno quiso preguntar nada más, pero en los ojos de Alice se reflejaban el temor y el miedo a ese nombre.
-¿Quieres qué te llevemos a casa?- le ofreció Jake, Alice asintió lentamente con la cabeza, y se despidieron del resto.
-Pobre Alice- murmuró Bella con pena en su rostro -en verdad se veía asustada-.
-Estaba aterrorizada- la corrigió Jasper; su mente hacía quinielas sobre qué podría haberle hecho el tal Peter. Unos minutos después, debido a lo acontecido esa noche, decidieron dar por concluida la velada, y regresaron al rancho, todavía preocupados por Alice.
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-¿Crees que estará bien?- preguntó Nessie a Jake, una vez dejaron a Alice en su apartamento y bajaron al suyo.
-Necesita estar sola y descansar, Ness; no creo que quiera hablar de eso esta noche- suspiró éste. La joven pelirroja asintió, y se giró para abrir la puerta, pero las manos del joven se posaron en sus caderas, girándola y aprisionándola entre su cuerpo y la puerta. Ella automáticamente llevó los labios hacia la boca de éste, dándole un beso que Jake no dudó en responder con todas sus ganas. Sintió que las manos de la joven desabrochaban los botones de su camisa.
-¿Te quedarás?- murmuró ésta sobre sus labios; Jake sonrió con malicia, bajando su boca y lamiendo y mordiendo el cuello de la joven con cuidado.
-¿Quieres que me quedé?- el aliento de éste le hizo cosquillas, y cuándo por fin terminó con la larga hilera de botones, sus manos fueron directas a los músculos de su estómago y abdomen; cuándo acarició con las yemas de sus dedos la uve que se formaba en su bajo vientre, Jake soltó un sonoro jadeo, levantando la cabeza y mirándola directamente a los ojos. Sin esperar una respuesta afirmativa por parte de la joven, la alzó con sus fuertes brazos, haciendo que ella le rodease la cadera con las piernas y una vez que ella le pasó las llaves y consiguió abrir la puerta, caminó directamente hacia su cuarto, y sin dejar de besarla, ambos cayeron sobre la cama, perdiéndose del resto del mundo y amándose durante el resto de la noche.
A la mañana siguiente Bella desayunó con Esme y Carlisle, ya que Edward y Jasper todavía estaban durmiendo. Los hermanos madrugaban incluso los sábados, de modo que el domingo aprovechaban para recuperar el sueño atrasado.
Una vez terminaron, Carlisle, que nunca descansaba, se despidió de ellas, alegando que en su despacho le esperaba una montaña de papeles. Esme también se fue a sus labores, de modo que Bella decidió ir a despertar a Edward y darle una sorpresa.
Entró con cuidado en la habitación, decorada en tonos claros; una enorme cama con el cabecero de metal la presidía, pero se dio cuenta de que estaba vacía, y todavía con las sábanas revueltas. Oyó unos ruidos en el baño, y supuso que se estaría duchando. Con sigilo se dio la vuelta, para salir de ahí, pero la voz de Edward hizo que se quedara con la mano suspendida en el aire, para ir a agarrar el pomo de la puerta.
-¿Buscabas a alguien?- la suave y sensual voz de su novio hizo que se le erizara hasta el último pelo de su cuerpo... pero eso quedó en nada cuándo se volvió para encararle.
La imagen de Edward, todavía apoyado en el marco de la puerta del cuarto del baño, con una toalla liada a sus caderas y el cuerpo y el cabello mojado, le hizo ponerse más roja que una amapola.
-¿Has venido a darme los buenos días?- le preguntó con su sonrisa torcida mientras se acercaba a ella; Bella no acertó a responder nada. Su vista estaba fija en el torso desnudo de su novio, en los marcados músculos y en la toalla que estaba suspendida en sus caderas, dejando entrever el comienzo de una marcada uve... Sólo salió de su trance cuándo Edward la rodeó con sus brazos y la acercó a su cuerpo.
-Bu... buenos días- tartamudeó nerviosa. Edward negó con la cabeza, sonriendo imperceptiblemente, y bajó su cabeza para buscar los labios de la joven.
La cabeza de Bella dio vueltas cuándo los labios de ambos hicieron contacto; su corazón latía desbocado ante la sensación de la piel mojada de Edward cubriendo la suya, y en un acto involuntario, sus manos se posaron delicadamente en su pecho, y tomando vida propia, bajaron lentamente a lo largó de éste. Sus dedos exploraban de forma tímida cada recoveco de ese torso, incluso se atrevió a bajar un poco más, y llegó a la marcada uve que asomaba por la toalla. Sintió la dureza de esos desarrollados músculos a través de su tacto, y la respuesta de Edward no fue otra que pegarla más a su cuerpo, pasando una mano por su espalda; un gemido salió de la pequeña boca de la joven al notar una prominente dureza en su vientre. Subió las manos por el cuerpo de su novio, colgándose de su cuello y cómo si una fuerza desconocida se hubiera apoderado de ella, abrió los labios para él, permitiendo que la lengua de Edward se enredara con la suya.
Las manos del joven acariciaban la espalda y cintura de su pequeña con ansias; el menudo cuerpo de la joven, tan pegado al suyo, le estaba volviendo loco. Por un momento sopesó cogerla en brazos y tumbarla en la cama, y mostrarle todo lo que sentía por ella con su cuerpo... pero la realidad le golpeó al darse cuenta de que no estaban solos en casa. Cómo siempre tenía que hacer en estas situaciones, poco a poco fue deshaciendo el beso, y una vez liberó a Bella de sus labios, la retuvo firmemente contra él.
-Me gusta esta manera de darme los buenos días- expresó con una sonrisa pícara -pero no estamos solos en casa- la cara de Bella ardió de vergüenza, dándose cuenta del pequeño detalle que había pasado por alto. Escondió su carita en el pecho de Edward, pero siguió abrazada a él. El joven rió encantado ante la adorable timidez de su pequeña, y dejando un pequeño beso en su cabeza, volvió a hablarle.
-¿Te apetece dar un paseo a caballo?- Bella levantó la vista, asintiendo con una sonrisa y deshaciendo su agarre, para que el joven se pudiera vestir.
-Te espero abajo- susurró mientras salía y cerraba la puerta. El joven tomó aire de forma sonora, intentando relajarse; cada vez le costaba más poder controlarse... esa pequeña le había hechizado de tal manera que sabía que tarde o temprano no iba a poder controlarse. Con un largo suspiro pasó las manos por su pelo, hasta que se tranquilizó y se cambió de ropa, dispuesto a pasar lo que esperaba que fuera un agradable e inocente paseo con su novia.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 14: Autocontrol
Bella bajó las escaleras, después de ponerse las botas de montar; todavía no podía borrar de sus retinas la imagen de su novio, con una toalla liada en sus caderas cómo única prenda y la parte superior de su cuerpo al descubierto... dios, las yemas de sus dedos aún cosquilleaban cómo cuándo acarició lentamente su cincelado pecho, hacía tan sólo unos pocos minutos.
Suspiró frustrada y resignada; sabía que Edward quería lo mejor para ella, y esperar a que estuviera totalmente preparada para dar ese paso... pero no podía evitar que la palabra rechazo se colara en su mente... ¿y si por más que Edward la quisiera, su cuerpo no le resultaba atractivo?
Con esos pensamientos rodando por su cabeza, se adentró en la cocina, para ir calentando el café de nuevo y hacerle una tortilla de queso a su novio, su desayuno preferido. Su mente seguía dando vueltas al dichoso asunto... si por algún casual remoto, llegaba a ese punto de intimidad con Edward pronto, ella no sabía qué hacer... y se negaba en redondo en pedirle consejo a Rosalie, se moriría de la vergüenza. Estaba tan metida en sus cavilaciones, que por poco se le pega la tortilla a la sartén; por suerte la sacó a tiempo de que el estropicio pasara a mayores, y colocó el plato en su sitio; justo en ese momento su novio entró por la puerta de la cocina.
-Hummmm... que bien huele- alabó éste, sonriendo a su pequeña en agradecimiento. Se sentó para saborear su desayuno; Bella decidió ponerse otro café, y esperó apoyada en la encimera, taza en mano, a que Edward terminara, pero el joven notó algo raro en la actitud de su novia, de modo que dejando el tenedor encima del plato, la llamó.
-Bella- ésta giró la cabeza, mirándole con una pequeña sonrisa, pero esa aparente alegría no llegó a sus ojos, y éste lo volvió a notar. Edward se levantó, dejando su plato en el fregadero y acercándose a su novia.
-¿Qué te pasa cariño?- interrogó preocupado; la joven castaña meneó la cabeza, diciéndole en silencio que no le ocurría nada.
Pero Edward no se quedó conforme con la respuesta, y adivinando las inquietudes y dudas de su pequeña, le quitó la taza de las manos, para después tomarla por la cintura y alzarla hasta sentarla en la encimera de la cocina. Se posicionó entre las piernas de la joven, acercándose más a ella y pasando las manos por la espalda de la joven.
-Cariño- suspiró frustrado -mírame, por favor- le suplicó en voz baja. Bella alzó la vista, para encontrarse con esas esmeraldas mirándola de una forma que hizo que su cuerpo de estremeciera.
-Bella... no sé que estará maquinando esa cabecita tuya; pero quiero que tengas una cosa muy clara- su novia le miraba fijamente, intentando frenar las reacciones que las caricias de Edward le provocaban a lo largo y ancho de su espalda -claro que te deseo, y mucho- le susurró mientras juntaba su frente contra la de su pequeña -y no sabes hasta qué punto tengo que controlarme últimamente- la joven castaña bajó la vista de nuevo, sonrojándose por el tema del que estaban hablando.
-¿Entonces... por qué no quieres estar conmigo?- murmuró en voz baja y con tono triste y apagado. Sintió la caricia de una de las manos de su novio en la mejilla, y al levantar de nuevo la vista se encontró con su rostro a centímetros del suyo.
-Bella...- volvió a suspirar -claro que quiero, es lo que más deseo en el mundo- le volvió a repetir -pero quiero hacer las cosas bien para los dos... y sobre todo para ti- le explicó con cariño -cuándo tenga que ocurrir, ocurrirá- su pequeña esbozó una pequeña sonrisa... se preocupaba mucho por ella, a veces demasiado... pero un pensamiento cruzó su mente, y fue incapaz de reternerlo.
-¿Quieres esperar hasta que nos casemos?- la pregunta dejó a Edward tan parado, que tras unos segundo de silencio, soltó una pequeña carcajada, estrechando aún más a su pequeña estrellita entre sus brazos.
-No creo que tenga tanto autocontrol cómo para esperar hasta ese día- murmuró divertido -pero si es lo qué tu quieres, no tengo problema alguno-.
-¡No!- exclamó súbitamente Bella, lo que provocó la risa divertida de Edward, y por consiguiente, que el sonrojo de Bella no llegara a desaparecer de su rostro.
-Tranquila- le susurró en voz baja, muy cerca de su oreja -todo llegará- su cálido aliento hizo que la piel de la joven se erizara -pero no quiero que pienses que no te deseo, porque eso es una vil mentira- Bella cerró los ojos, disfrutando de la sensación de los labios de su novio tan cerca de su cara; no pudo resistir el impulso de juntarlos con los suyos. Edward aceptó gustoso esa dulce invasión de su boca, y cómo si de un acto reflejo se tratara, pegó más a su novia a su cuerpo. El dulce hálito que provenía de la boca de Bella, junto con los pequeños gemidos de la joven le bastó para volverse loco y aprisionarla entre sus brazos, sin dejar que se separara un milímetro de él.
Bella se encontraba en el séptimo cielo; los labios de su novio se movían contra los de ella de forma suave y cariñosa, pero a la vez con firmeza y determinación... pero no pudo evitar un jadeo de sorpresa cuándo cierta parte íntima de la anatomía de Edward se rozó con la suya, debido a la postura en la que encontraban, y aún con la ropa de por medio, Bella sintió que una llama de fuego atravesaba su cuerpo, e inconscientemente, arqueó levemente su cuerpo, bajando sus manos a lo largo del pecho de Edward, pero sin el pudor y timidez que imperó cuándo subió a darle los buenos días.
Su novio recibió encantado esas caricias... y algo se encendió también en su fuero interno al notar ese contacto de sus partes más íntimas... dios... su autocontrol se estaba yendo directo a la alcantarilla... pero no podía parar de besarla. Sus manos, hasta ahora ancladas en su cintura, empezaron a a subir ellas solas por los costados de la joven castaña, llegando incluso a rozar, involuntariamente, el lateral de sus pechos. Dándose cuenta de su atrevimiento, y temiendo que su pequeña se sintiera cohibida, hizo un amago para separarse de ella, pero una manitas en su cuello se lo impidieron.
-No pares, por favor- le pidió entre jadeos, volviendo a posar sus labios en su boca y adentrándose con su lengua sin pudor alguno.
-Bella...- jadeó desesperado -no creo que pueda parar-.
-Eso es lo que quiero- le aclaró ella, dejando libre sus labios y dejando un reguero de besos por su cuello y por su pecho. El joven cerró los ojos, tomando suavemente la cabeza de Bella con sus manos, demostrando así con ese gesto cuánto le gustaban esas caricias. Iba a obligarla a levantar su cabeza, para besarla de nuevo, pero un ruido hizo que ambos se separaran, de repente. Ambos se miraron, con la respiración entrecortada y las mejillas sonrosadas; sus labios hinchados eran la prueba contundente de lo que habían sentido... y una confirmación para Edward... a su autocontrol no le quedaba mucho para desaparecer.
-¿Nos vamos?- interrogó a su novia -no quiero que aparezca nadie por aquí y nos pillen...- dejó la frase inconclusa, guiñándole un ojo a Bella de forma cómplice.
-Será lo mejor- rió ella, bajando de la encimera y tomando la mano que el joven le ofrecía, dispuesta a disfrutar de un agradable paseo a caballo.
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La semana pasaba tranquila para todos los habitantes del rancho. Los encuentros de Edward y Bella fueron más inocentes que el acontecido en la cocina, principalmente porque apenas estaban solos más que unos minutos al día y después de la cena. Abril se abría paso en el calendario, y eso en un rancho se traducía en la época en la que más compra venta de ganado se realizaba. El rancho Killarney se llenó de vendedores y compradores, y Carlisle y sus hijos atendían pacientemente a todo el que se acercaba allí, pero Jake y Edward tuvieron que viajar una semana a varios de los ranchos con los que habían llegado a un acuerdo, de modo que Bella y Edward se tuvieron que despedir por unos días. La joven no pudo ocultar la mueca de tristeza que asomó en su rostro cuándo se abrazó a su novio, pero sabía que ese era su trabajo, y no iba a permitir que descuidara sus obligaciones por estar con ella.
De eso ya habían pasado cuatro largos días; cuándo justo regresaba del pueblo la quinta mañana, se encontró con Alice Brandon, que en ese mismo instante aparcaba su pequeño coche en la parte trasera de los establos. No la había visto desde el incidente en el bar de Félix, y aunque la había llamado un par de veces por teléfono, no había recibido contestación alguna.
-¡Alice!- la llamó, elevando un par de octavas su tono de voz; la aludida se dio la vuelta, esbozando una pequeña sonrisa al ver a su castaña amiga. Bella se acercó a ella, y nada más verla se dio cuenta de su palidez y sus ojeras, señal de que apenas había descansado estos últimos días.
-Hola Bells- saludó con un amago de sonrisa.
-¿Cómo te encuentras?- inquirió ésta, preocupada -te he llamado un par de veces, pero debías estar en el trabajo-.
-Lo siento; en verdad oí los mensajes en el contestador- se disculpó cabizbaja -he tenido mucho trabajo estos días, y llegaba a casa agotada, y ad...- Bella la cortó, tranquilizando a su amiga.
-No pasa nada; después de lo ocurrido el pasado sábado, no quise agobiarte- le explicó con cariño -¿quieres tomarte una café?-.
-No me vendría nada mal, la verdad- meditó la joven morena, casi para sus adentros -pero no quiero hacer esperar a Jake, Edward y al resto- se intentó excusar.
-Edward y Jake están de viaje, y no regresan hasta dentro de dos días- le aclaró Bella -y Carlisle y Jasper han ido al ver al abogado esta mañana, para formalizar unos contratos; todavía no han regresado- Alice meditó la propuesta, hasta que finalmente aceptó el ofrecimiento. Juntas se encaminaron hacia la casa, dónde se encontraron con Rosalie y Esme, haciendo carantoñas al pequeño Owen.
-Qué bueno verte de nuevo Alice- la saludó Esme con una sonrisa cariñosa, lo mismo que Rosalie.
-¿Queréis uniros a la merienda?- interrogó Bella.
-Quedaos vosotras- les ofreció Esme - yo me llevaré a este pequeño a dar un paseo- dijo mientras cogía de brazos de su madre al pequeño Owen, profundamente dormido. Después de acomodarlo en su cochecito, se despidió de las chicas, deseándoles que tuvieran una buena tarde.
Una vez Bella sirvió el café y galletas y bizcocho, Rose clavó su mirada en la joven morena; ya que, inevitablemente, había escuchado lo que había sucedido la pasada noche.
-¿Te encuentras bien?- Alice no tuvo que meditar mucho su respuesta.
-Supongo que he tenido épocas mejores- respondió con un lánguido suspiro.
-Nunca nos habías dicho que estabas separada- dijo Bella con cautela, a modo de pregunta.
-Divorciada- corrigió -por eso me ausenté las pasadas semanas de mi trabajo, para ratificar la demanda de divorcio-.
-¿Te maltrató?- la pregunta tan directa de Rosalie, y que también se preguntaba Bella para sus adentros, hizo que la joven las mirara un poco sorprendida. Al ver su silencio, Bella se apresuró a tranquilizarla.
-No tienes que contarnos nada, si no quieres- la tomó de la mano, infundiéndole ánimo -pero tu cara de miedo cuándo esos impresentables los nombraron...- rememoró enfadada.
-Lo siento Alice, no pretendía ser tan brusca- se disculpó Rose.
-No pasa nada... - se quedó callada un minuto, escogiendo sus palabras -vine a Hunstville con la esperanza de iniciar una vida nueva, pero el pasado siempre vuelve, de una forma u otra- Bella y Rosalie escucharon con atención las palabras de su amiga.
-Conocí a Peter en el instituto- empezó a relatar -él llegó al empezar el último año; recuerdo la primera vez que lo vi... era muy atractivo- musitó en voz baja, con una triste sonrisa asomando en su cara. Bella le dedicó otra de vuelta, dándole valor para seguir.
-Enseguida ambos nos sentimos atraídos mutuamente, y a mediados de curso empezamos a tontear; me gustaba muchísimo, y poco a poco, fui enamorándome de él- rememoraba -y nos hicimos novios al graduarnos; el futuro no podía pintar de mejor forma; habíamos terminado el instituto, y los dos fuimos a la misma universidad-.
-¿Ahí fue dónde empezaron los problemas?- preguntó Rosalie; la joven meneó la cabeza, negando.
-Esos años fueron los mejores de mi vida; nuestros estudios iban bien, y Peter y yo nos queríamos; nos casamos cuándo estábamos en el último curso, y todo seguía bien. Al terminar la universidad nos fuimos a vivir a Portland, en Oregón. Yo conseguí trabajo en poco tiempo... a Peter le costó más; creo que ahí empezaron los problemas- murmuró sin poder retener las lágrimas.
-Tranquila- la reconfortó Rosalie.
-Se graduó el segundo de su promoción; todos los profesores lo decían, sería un prometedora abogado... pero por más que buscaba y buscaba, no encontró trabajo; desde ese momentos cayó en una profunda depresión, y ahí fue cuándo empezó a beber-.
-A todos nos cuesta empezar nada más salir de la universidad- comentó Rosalie.
-Eso es verdad- añadió Bella.
-Si algún defecto tenía Peter, era el orgullo- contaba Alice -no pudo soportar que la que llevara el dinero a casa fuese yo-.
-A eso yo lo llamo machismo- masculló ja joven rubia entre dientes.
-Jamás pensé que fuera a comportarse así... se hundió más en la bebida, debido a su depresión; las peleas se hicieron frecuentes, la convivencia se hizo insostenible... se hundió tanto en su miseria, que ya ni siquiera hacía el esfuerzo por encontrar un trabajo... hasta que una noche todo estalló y...- Alice bajó la cara, tapándose los ojos y llorando.
-Te pegó- iba a ser una pregunta, pero salió cómo una rotunda afirmación de los labios de Bella. La señorita Brandon hizo un imperceptible movimiento de cabeza, sin levantar la vista del suelo.
-La primera vez que sucedió me juró y perjuró que no volvería a hacerlo, pero...-.
-Pero eso no fue así- terminó Rosalie por ella.
-Cada vez iba a más- recordaba Alice entre lágrimas, cerrando los ojos y recordando los gritos, los golpes, las lágrimas que derramó por ese impresentable -cuándo ya no pude soportarlo más, le dije que debíamos separarnos-.
-¿Por qué aguantaste tanto?- musitó Bella, intentando no llorar por ver así a su amiga.
-Le quería- se encogió ésta se hombros -me costó mucho dar el paso, tenía que empezar de nuevo; no me lo puso nada fácil, me amenazó, decía que a él nadie le pegaba una patada en el trasero y le abandonaba; esa noche me dio la peor paliza de todas...- Bella no pudo soportarlo más, y atrapó a Alice en un fuerte abrazo, en un intento de consolarla. Rosalie también se acercó a ella, frotándole la espalda en un gesto cariñoso.
-Hace un año y medio que me fui de Portland, huyendo como una fugitiva- masculló ésta con rabia -ya no podía soportar las amenazas; aunque nos hubiéramos separado, no me dejaba en paz; nadie sabía que estaba aquí, a excepción de mis padres-.
-Tenía una orden de alejamiento- murmuró Rose, suspirando.
-La tiene; por eso aunque fuera a ratificar la demanda de divorcio, sus abogados no saben cómo encontrarme; eso lo dictaminó el juez- corrigió Alice -pero ahora Garret y James saben que estoy aquí; y...-.
-Tienes miedo de que te vuelva a encontrar- terminó por ella Rosalie.
-Si me encuentra de nuevo, no sé de lo que sería capaz...- no pudo seguir hablando, ya que un llanto nervioso e incontrolable se adueñó de su cuerpo.
-Alice, tranquila- la reconfortó Bella.
-No estás sola; nos tienes a nosotras, a Nessie, a los chicos... no estás sola- le susurraba Rosalie en voz baja.
Dejaron que se desahogara tranquila; ninguna se percató de que Jasper estaba apoyado en el marco de la puerta de la cocina, con los brazos cruzados y la rabia bullendo por cara poro de su cuerpo. Bella y él se miraron, hasta que su joven cuñada se acercó a su altura.
-¿Cuánto tiempo llevas ahí?- habló en voz baja.
-El suficiente para entender muchas cosas- siseó en voz baja -¿cómo ha podido soportarlo?- se preguntó casi para si mismo; llevaba toda la semana preguntándose qué le habría hecho el impresentable de su ex marido; y lamentablemente, sus sospechas no iban descaminadas.
-¿Cómo se puede ser tan ruin y miserable para hacerle eso a una mujer?- seguía siseando, lleno de rabia -ninguna mujer se merece que un hombre le ponga la mano encima- Alice levantó la cabeza del hombro de Rose, mirando fijamente al joven rubio. Éste se acercó a ella, agachándose a su altura.
-Nadie va a hacerte daño Alice- el tono cariñoso que utilizó no hizo otra cosa que emocionar a la joven, que aún entre lágrimas, intentó esbozar una pequeña sonrisa.
-Ahora nos tienes a nosotros- le recordó de nuevo Bella -no estás sola-.
-No sé qué decir... gracias- musitó en voz baja.
-No las tienes que dar- le aclaró Jasper, dedicándole una mirada cargada de sentimientos; Alice se perdió en esos preciosos ojos grises por unos pocos segundos... él era tan diferente a Peter. El joven Cullen sonrió de forma torcida, y en un intento de aligerar el ambiente, y sobre todo, de verla sonreír, sugirió que fueran hacia los establos.
-Lo había olvidado- se disculpó ella -ya tengo los primeros resultados del estudio- le contó, un poco más animada después de despedirse de las chicas y salir acompañada de Jasper. Éste rodó imperceptiblemente los ojos... seguía sin creer mucho en el dichoso estudio...pero ahora mismo haría cualquier cosa por verla sonreír cómo el duendecillo hiperactivo que era.
-La sangre analizada demuestra que hay un aumento considerable de aminoácidos esenciales- le relató la joven.
-Y eso se traduce... -Jasper hizo un gesto con la mano, instándola a continuar.
-Eso significa que sus músculos están más sanos y fuertes; y eso se traduce en carne de mejor calidad- le explicó la joven.
-Interesante- admitió Jasper, pero Alice negó con la cabeza, sonriendo pícara.
-Sigues sin tenerlas todas contigo- su acompañante le dedicó una sonrisa maliciosa, mientras se acercaban a la barrera de seguridad.
-Me cuesta creer que con sólo ponerles música se consiga una mejor producción alimentaria- meditó en voz alta.
-La música hace que se relajen, y las hormonas encargadas del relax fluyen en cantidades moderadas... eso hace que se produzca mayor cantidad de aminoácidos esenciales- el joven la escuchaba atentamente... pero sus ojos se perdían por el bonito rostro de la joven morena. Había algo en ella que le atraía de una manera sobrehumana; y echaba de menos esas batallas dialécticas tan divertidas que ambos habían intercambiado durante los últimos meses... pero ahora entendía que Alice no estaba bien, y él la quería ayudar a olvidar, la quería proteger de ese canalla.
-Entonces el estudio va viento en popa- aprobó éste -eso se merece una celebración, ¿no te parece?- miró directamente a Alice, elevando las cejas de modo sugestivo.
-¿Vuelves a insistir para que acepte una cita contigo?- respondió, un poco más animada, pero feliz de volver a escuchar ese tono arrogante que tan loca le volvía. En su fuero interno, deseaba darle una oportunidad, pero... tenía miedo. Jasper se giró hacia la joven, quedando enfrente de ella, e ignorando las miradas curiosas de los peones y vaqueros, con uno de sus dedos alzó el rostro de la joven, acariciando imperceptiblemente su barbilla.
-Yo no soy Peter; jamás te haría daño- Alice se quedó sin palabras, y sintió un escalofrío por todo su cuerpo causado por las palabras que le dedicó el joven Cullen. Suspiró largamente, sin saber qué contestar.
-Tengo formas para persuadirte- Jasper volvió a adoptar ese tono arrogante y chulesco, simplemente para verla rodar los ojos o que le diera una de sus divertidas contestaciones.
-¿Cómo cuales?- interrogó divertida.
-Bueno... puedo perseguirte cantando una horrible canción hasta que supliques que pare... canto muy mal- la joven no pudo evitar la carcajada.
-No sé si la artimaña te daría resultado- le devolvió por respuesta; Jasper sonrió ampliamente... esta era la señorita Brandon que el quería ver... la señorita Brandon que le atraía de una manera inexplicable.
-Ponme a prueba- se encogió éste, despreocupadamente de hombros.
-Ya veremos- accedió la joven.
-Te convenceré- afirmó pagado de si mismo, disfrutando de la suave risa de la chica y continuando con su paseo por el establo, con las notas del piano de una obra de Debussy flotando en el ambiente.
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Dos días después de la visita de Alice al rancho, la familia esperaba a Edward y Jake, que llegarían para la hora de la cena. Emmet y Jasper estaban enfrascados en un divertido debate sobre la final de la súper bowl, el mayor acontecimiento deportivo de la temporada que tendría lugar la semana que viene. Carlisle y Esme se deshacían en carantoñas con el pequeño Owen, que acomodado en su sillita, sonreía por las muecas y caras que ponía su abuelo. Bella y Rosalie terminaban de poner la mesa en la cocina, cuándo justo oyeron el motor de un coche.
-Ahí están- anunció Esme. Toda la familia salió al vestíbulo para recibirles. Primero entró Jake, que soltó la maleta en el suelo.
-Por fin en casa- exclamó con un cómico suspiro -estoy hambriento- protestó, después de saludar a todos.
-Menuda novedad- rió divertido Emmet -el día que no tengas hambre será un milagro- repuso burlón.
Bella rió divertida, pero se quedó rezagada cuándo Edward entró seguido de su hermano. Dejó que saludara primero a su padre y hermanos, pero fue el propio Edward el que se acercó a ella presurosamente, envolviéndola en sus brazos y levantándola del suelo en un abrazo. La joven escondió su rostro en su cuello, aspirando de nuevo la familiar esencia de Edward... había sido una semana muy larga para los dos.
-Hola cariño- susurró Edward en voz baja, sólo para ellos.
-Hola- devolvió la joven por respuesta -te he echado de menos-.
-Yo también, mi pequeña estrellita- Bella sonrió, aún con la cara escondida en su cuello. El joven sintió cómo su novia dejaba un pequeño besito en la base de su cuello, y ese gesto hizo que la estrechase más fuerte en su abrazo; cómo la había echado de menos. Separándose un poco de ella, dejó un pequeño y cariñoso beso en sus labios, que su pequeña correspondió de forma tímida.
-Edward bájala al suelo- exclamó Emmet burlón; rodando los ojos la liberó de su abrazo, ante la vergüenza de la joven.
-Después- le dijo Edward, tomándola de la mano y entrelazando sus dedos con los suyos. La joven asintió imperceptiblemente, y todos se dirigieron de nuevo a la cocina, dónde un suculento festín les esperaba.
Después de la cena y de que Edward y Jake pusieran a toda la familia al corriente de las novedades y los tratos que habían cerrado a lo largo de esa semana, Rosalie y Emmet partieron hacia su casa y el resto se retiró a descansar. Bella justo salía del baño cuándo la puerta de su habitación se abrió; la joven esbozó una sonrisa al ver a Edward cerrar sigilosamente la puerta tras de si, ataviado con un pantalón de pijama gris y una camiseta negra, que se pegaba de manera peligrosa a sus músculos. Sin pensarlo un sólo segundo, corrió hacia sus brazos, dónde su novio la recibió gustoso.
Sin decir una sola palabra, sus bocas se encontraron, reconociéndose de nuevo después de esa larga semana. Sus dedos se enredaron en el pelo cobrizo de Edward, agarrándolo con algo de fuerza y queriendo fundir su boca con la suya.
El joven respondió con avidez a ese demandante beso, sintiendo las insinuantes curvas del cuerpo de su pequeña amoldándose al suyo. Algo ardía en su interior, sus manos no paraban de acariciar la espalda y cintura de Bella, y sintió el gemido de la joven morir en su garganta. Con un pequeño movimiento, hizo que la joven enredara sus piernas en su cintura, y con ella encima caminó hasta que sus piernas tocaron el borde la cama. Con toda la delicadeza de la que fue capaz, la acomodó en ella, para justo después tumbarse a su lado y seguir besándola, hasta que no le quedó otro remedio que dejarla tomar un poco de aire. Los brazos de Bella rodeaban su cuello, y una de sus manos reposaba en el estómago de su novia, dándole una suave caricia.
-¿Me has echado de menos?- inquirió con su sonrisa torcida.
-Sabes que sí- rodó los ojos la joven, haciendo un gracioso gesto con la cara, que no hizo otra cosa que arrancar las risas de su novio.
-No te enfades- le dijo mientras la atraía hacia su pecho, dónde su pequeña se acurrucó -yo también te he echado mucho de menos- Bella sonrió de manera tímida al oír esas palabras -cada día se me hace más difícil separarme de tu lado-.
-Se me ha hecho eterna la semana- le confesó en un susurro casi imperceptible -pero ya estás de nuevo en casa- exclamó con una de sus preciosas sonrisas. Su novio dejó un besito en su pelo, y así, en esa postura, Bella le puso al día de todo lo acontecido esa semana, incluida la confesión de su joven amiga.
-¿Cómo puede haber gente así?- siseó enfadado -no hay acto más denigrante y rastrero que maltratar a alguien... y más si se supone que quieres a ese alguien más que nada en el mundo- sintió los ojos de su pequeña mirándole con una mezcla de asombro y admiración -me volvería loco si alguien te hiciera daño... no sé de lo que sería capaz-.
-Tú no eres cómo él, ni cómo esos hombres que se jactan de ello, orgullosos de su hombría- le dijo ella, seria y rotunda -no hay nadie que me cuide cómo tú lo haces- el joven sonrió complacido al escuchar las palabras de la joven. Cambiaron radicalmente de tema, hablando del viaje de Edward y otros asuntos, hasta que el joven sintió que a su novia se le cerraban los ojos, presa del sueño y del cansancio.
Iba a levantarse y arroparla, pero Bella agarró su camiseta con los puños, mirándole con un tierno puchero.
-¿Podrías quedarte a dormir conmigo?- le medio imploró, de forma tímida. El joven sonrió complacido, apartando las sábanas y metiéndose en la cama con ella. Sintió que su pequeña volvía a sus brazos, y la rodeó de nuevo entre ellos.
-Nada me gustaría más... duerme, mi pequeña estrellita- Bella sonrió feliz, escondiendo la cara en su pecho y cerrando sus ojos, sintiéndose segura junto a Edward... el velaría sus sueños.. él la cuidaría.
Bella bajó las escaleras, después de ponerse las botas de montar; todavía no podía borrar de sus retinas la imagen de su novio, con una toalla liada en sus caderas cómo única prenda y la parte superior de su cuerpo al descubierto... dios, las yemas de sus dedos aún cosquilleaban cómo cuándo acarició lentamente su cincelado pecho, hacía tan sólo unos pocos minutos.
Suspiró frustrada y resignada; sabía que Edward quería lo mejor para ella, y esperar a que estuviera totalmente preparada para dar ese paso... pero no podía evitar que la palabra rechazo se colara en su mente... ¿y si por más que Edward la quisiera, su cuerpo no le resultaba atractivo?
Con esos pensamientos rodando por su cabeza, se adentró en la cocina, para ir calentando el café de nuevo y hacerle una tortilla de queso a su novio, su desayuno preferido. Su mente seguía dando vueltas al dichoso asunto... si por algún casual remoto, llegaba a ese punto de intimidad con Edward pronto, ella no sabía qué hacer... y se negaba en redondo en pedirle consejo a Rosalie, se moriría de la vergüenza. Estaba tan metida en sus cavilaciones, que por poco se le pega la tortilla a la sartén; por suerte la sacó a tiempo de que el estropicio pasara a mayores, y colocó el plato en su sitio; justo en ese momento su novio entró por la puerta de la cocina.
-Hummmm... que bien huele- alabó éste, sonriendo a su pequeña en agradecimiento. Se sentó para saborear su desayuno; Bella decidió ponerse otro café, y esperó apoyada en la encimera, taza en mano, a que Edward terminara, pero el joven notó algo raro en la actitud de su novia, de modo que dejando el tenedor encima del plato, la llamó.
-Bella- ésta giró la cabeza, mirándole con una pequeña sonrisa, pero esa aparente alegría no llegó a sus ojos, y éste lo volvió a notar. Edward se levantó, dejando su plato en el fregadero y acercándose a su novia.
-¿Qué te pasa cariño?- interrogó preocupado; la joven castaña meneó la cabeza, diciéndole en silencio que no le ocurría nada.
Pero Edward no se quedó conforme con la respuesta, y adivinando las inquietudes y dudas de su pequeña, le quitó la taza de las manos, para después tomarla por la cintura y alzarla hasta sentarla en la encimera de la cocina. Se posicionó entre las piernas de la joven, acercándose más a ella y pasando las manos por la espalda de la joven.
-Cariño- suspiró frustrado -mírame, por favor- le suplicó en voz baja. Bella alzó la vista, para encontrarse con esas esmeraldas mirándola de una forma que hizo que su cuerpo de estremeciera.
-Bella... no sé que estará maquinando esa cabecita tuya; pero quiero que tengas una cosa muy clara- su novia le miraba fijamente, intentando frenar las reacciones que las caricias de Edward le provocaban a lo largo y ancho de su espalda -claro que te deseo, y mucho- le susurró mientras juntaba su frente contra la de su pequeña -y no sabes hasta qué punto tengo que controlarme últimamente- la joven castaña bajó la vista de nuevo, sonrojándose por el tema del que estaban hablando.
-¿Entonces... por qué no quieres estar conmigo?- murmuró en voz baja y con tono triste y apagado. Sintió la caricia de una de las manos de su novio en la mejilla, y al levantar de nuevo la vista se encontró con su rostro a centímetros del suyo.
-Bella...- volvió a suspirar -claro que quiero, es lo que más deseo en el mundo- le volvió a repetir -pero quiero hacer las cosas bien para los dos... y sobre todo para ti- le explicó con cariño -cuándo tenga que ocurrir, ocurrirá- su pequeña esbozó una pequeña sonrisa... se preocupaba mucho por ella, a veces demasiado... pero un pensamiento cruzó su mente, y fue incapaz de reternerlo.
-¿Quieres esperar hasta que nos casemos?- la pregunta dejó a Edward tan parado, que tras unos segundo de silencio, soltó una pequeña carcajada, estrechando aún más a su pequeña estrellita entre sus brazos.
-No creo que tenga tanto autocontrol cómo para esperar hasta ese día- murmuró divertido -pero si es lo qué tu quieres, no tengo problema alguno-.
-¡No!- exclamó súbitamente Bella, lo que provocó la risa divertida de Edward, y por consiguiente, que el sonrojo de Bella no llegara a desaparecer de su rostro.
-Tranquila- le susurró en voz baja, muy cerca de su oreja -todo llegará- su cálido aliento hizo que la piel de la joven se erizara -pero no quiero que pienses que no te deseo, porque eso es una vil mentira- Bella cerró los ojos, disfrutando de la sensación de los labios de su novio tan cerca de su cara; no pudo resistir el impulso de juntarlos con los suyos. Edward aceptó gustoso esa dulce invasión de su boca, y cómo si de un acto reflejo se tratara, pegó más a su novia a su cuerpo. El dulce hálito que provenía de la boca de Bella, junto con los pequeños gemidos de la joven le bastó para volverse loco y aprisionarla entre sus brazos, sin dejar que se separara un milímetro de él.
Bella se encontraba en el séptimo cielo; los labios de su novio se movían contra los de ella de forma suave y cariñosa, pero a la vez con firmeza y determinación... pero no pudo evitar un jadeo de sorpresa cuándo cierta parte íntima de la anatomía de Edward se rozó con la suya, debido a la postura en la que encontraban, y aún con la ropa de por medio, Bella sintió que una llama de fuego atravesaba su cuerpo, e inconscientemente, arqueó levemente su cuerpo, bajando sus manos a lo largo del pecho de Edward, pero sin el pudor y timidez que imperó cuándo subió a darle los buenos días.
Su novio recibió encantado esas caricias... y algo se encendió también en su fuero interno al notar ese contacto de sus partes más íntimas... dios... su autocontrol se estaba yendo directo a la alcantarilla... pero no podía parar de besarla. Sus manos, hasta ahora ancladas en su cintura, empezaron a a subir ellas solas por los costados de la joven castaña, llegando incluso a rozar, involuntariamente, el lateral de sus pechos. Dándose cuenta de su atrevimiento, y temiendo que su pequeña se sintiera cohibida, hizo un amago para separarse de ella, pero una manitas en su cuello se lo impidieron.
-No pares, por favor- le pidió entre jadeos, volviendo a posar sus labios en su boca y adentrándose con su lengua sin pudor alguno.
-Bella...- jadeó desesperado -no creo que pueda parar-.
-Eso es lo que quiero- le aclaró ella, dejando libre sus labios y dejando un reguero de besos por su cuello y por su pecho. El joven cerró los ojos, tomando suavemente la cabeza de Bella con sus manos, demostrando así con ese gesto cuánto le gustaban esas caricias. Iba a obligarla a levantar su cabeza, para besarla de nuevo, pero un ruido hizo que ambos se separaran, de repente. Ambos se miraron, con la respiración entrecortada y las mejillas sonrosadas; sus labios hinchados eran la prueba contundente de lo que habían sentido... y una confirmación para Edward... a su autocontrol no le quedaba mucho para desaparecer.
-¿Nos vamos?- interrogó a su novia -no quiero que aparezca nadie por aquí y nos pillen...- dejó la frase inconclusa, guiñándole un ojo a Bella de forma cómplice.
-Será lo mejor- rió ella, bajando de la encimera y tomando la mano que el joven le ofrecía, dispuesta a disfrutar de un agradable paseo a caballo.
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La semana pasaba tranquila para todos los habitantes del rancho. Los encuentros de Edward y Bella fueron más inocentes que el acontecido en la cocina, principalmente porque apenas estaban solos más que unos minutos al día y después de la cena. Abril se abría paso en el calendario, y eso en un rancho se traducía en la época en la que más compra venta de ganado se realizaba. El rancho Killarney se llenó de vendedores y compradores, y Carlisle y sus hijos atendían pacientemente a todo el que se acercaba allí, pero Jake y Edward tuvieron que viajar una semana a varios de los ranchos con los que habían llegado a un acuerdo, de modo que Bella y Edward se tuvieron que despedir por unos días. La joven no pudo ocultar la mueca de tristeza que asomó en su rostro cuándo se abrazó a su novio, pero sabía que ese era su trabajo, y no iba a permitir que descuidara sus obligaciones por estar con ella.
De eso ya habían pasado cuatro largos días; cuándo justo regresaba del pueblo la quinta mañana, se encontró con Alice Brandon, que en ese mismo instante aparcaba su pequeño coche en la parte trasera de los establos. No la había visto desde el incidente en el bar de Félix, y aunque la había llamado un par de veces por teléfono, no había recibido contestación alguna.
-¡Alice!- la llamó, elevando un par de octavas su tono de voz; la aludida se dio la vuelta, esbozando una pequeña sonrisa al ver a su castaña amiga. Bella se acercó a ella, y nada más verla se dio cuenta de su palidez y sus ojeras, señal de que apenas había descansado estos últimos días.
-Hola Bells- saludó con un amago de sonrisa.
-¿Cómo te encuentras?- inquirió ésta, preocupada -te he llamado un par de veces, pero debías estar en el trabajo-.
-Lo siento; en verdad oí los mensajes en el contestador- se disculpó cabizbaja -he tenido mucho trabajo estos días, y llegaba a casa agotada, y ad...- Bella la cortó, tranquilizando a su amiga.
-No pasa nada; después de lo ocurrido el pasado sábado, no quise agobiarte- le explicó con cariño -¿quieres tomarte una café?-.
-No me vendría nada mal, la verdad- meditó la joven morena, casi para sus adentros -pero no quiero hacer esperar a Jake, Edward y al resto- se intentó excusar.
-Edward y Jake están de viaje, y no regresan hasta dentro de dos días- le aclaró Bella -y Carlisle y Jasper han ido al ver al abogado esta mañana, para formalizar unos contratos; todavía no han regresado- Alice meditó la propuesta, hasta que finalmente aceptó el ofrecimiento. Juntas se encaminaron hacia la casa, dónde se encontraron con Rosalie y Esme, haciendo carantoñas al pequeño Owen.
-Qué bueno verte de nuevo Alice- la saludó Esme con una sonrisa cariñosa, lo mismo que Rosalie.
-¿Queréis uniros a la merienda?- interrogó Bella.
-Quedaos vosotras- les ofreció Esme - yo me llevaré a este pequeño a dar un paseo- dijo mientras cogía de brazos de su madre al pequeño Owen, profundamente dormido. Después de acomodarlo en su cochecito, se despidió de las chicas, deseándoles que tuvieran una buena tarde.
Una vez Bella sirvió el café y galletas y bizcocho, Rose clavó su mirada en la joven morena; ya que, inevitablemente, había escuchado lo que había sucedido la pasada noche.
-¿Te encuentras bien?- Alice no tuvo que meditar mucho su respuesta.
-Supongo que he tenido épocas mejores- respondió con un lánguido suspiro.
-Nunca nos habías dicho que estabas separada- dijo Bella con cautela, a modo de pregunta.
-Divorciada- corrigió -por eso me ausenté las pasadas semanas de mi trabajo, para ratificar la demanda de divorcio-.
-¿Te maltrató?- la pregunta tan directa de Rosalie, y que también se preguntaba Bella para sus adentros, hizo que la joven las mirara un poco sorprendida. Al ver su silencio, Bella se apresuró a tranquilizarla.
-No tienes que contarnos nada, si no quieres- la tomó de la mano, infundiéndole ánimo -pero tu cara de miedo cuándo esos impresentables los nombraron...- rememoró enfadada.
-Lo siento Alice, no pretendía ser tan brusca- se disculpó Rose.
-No pasa nada... - se quedó callada un minuto, escogiendo sus palabras -vine a Hunstville con la esperanza de iniciar una vida nueva, pero el pasado siempre vuelve, de una forma u otra- Bella y Rosalie escucharon con atención las palabras de su amiga.
-Conocí a Peter en el instituto- empezó a relatar -él llegó al empezar el último año; recuerdo la primera vez que lo vi... era muy atractivo- musitó en voz baja, con una triste sonrisa asomando en su cara. Bella le dedicó otra de vuelta, dándole valor para seguir.
-Enseguida ambos nos sentimos atraídos mutuamente, y a mediados de curso empezamos a tontear; me gustaba muchísimo, y poco a poco, fui enamorándome de él- rememoraba -y nos hicimos novios al graduarnos; el futuro no podía pintar de mejor forma; habíamos terminado el instituto, y los dos fuimos a la misma universidad-.
-¿Ahí fue dónde empezaron los problemas?- preguntó Rosalie; la joven meneó la cabeza, negando.
-Esos años fueron los mejores de mi vida; nuestros estudios iban bien, y Peter y yo nos queríamos; nos casamos cuándo estábamos en el último curso, y todo seguía bien. Al terminar la universidad nos fuimos a vivir a Portland, en Oregón. Yo conseguí trabajo en poco tiempo... a Peter le costó más; creo que ahí empezaron los problemas- murmuró sin poder retener las lágrimas.
-Tranquila- la reconfortó Rosalie.
-Se graduó el segundo de su promoción; todos los profesores lo decían, sería un prometedora abogado... pero por más que buscaba y buscaba, no encontró trabajo; desde ese momentos cayó en una profunda depresión, y ahí fue cuándo empezó a beber-.
-A todos nos cuesta empezar nada más salir de la universidad- comentó Rosalie.
-Eso es verdad- añadió Bella.
-Si algún defecto tenía Peter, era el orgullo- contaba Alice -no pudo soportar que la que llevara el dinero a casa fuese yo-.
-A eso yo lo llamo machismo- masculló ja joven rubia entre dientes.
-Jamás pensé que fuera a comportarse así... se hundió más en la bebida, debido a su depresión; las peleas se hicieron frecuentes, la convivencia se hizo insostenible... se hundió tanto en su miseria, que ya ni siquiera hacía el esfuerzo por encontrar un trabajo... hasta que una noche todo estalló y...- Alice bajó la cara, tapándose los ojos y llorando.
-Te pegó- iba a ser una pregunta, pero salió cómo una rotunda afirmación de los labios de Bella. La señorita Brandon hizo un imperceptible movimiento de cabeza, sin levantar la vista del suelo.
-La primera vez que sucedió me juró y perjuró que no volvería a hacerlo, pero...-.
-Pero eso no fue así- terminó Rosalie por ella.
-Cada vez iba a más- recordaba Alice entre lágrimas, cerrando los ojos y recordando los gritos, los golpes, las lágrimas que derramó por ese impresentable -cuándo ya no pude soportarlo más, le dije que debíamos separarnos-.
-¿Por qué aguantaste tanto?- musitó Bella, intentando no llorar por ver así a su amiga.
-Le quería- se encogió ésta se hombros -me costó mucho dar el paso, tenía que empezar de nuevo; no me lo puso nada fácil, me amenazó, decía que a él nadie le pegaba una patada en el trasero y le abandonaba; esa noche me dio la peor paliza de todas...- Bella no pudo soportarlo más, y atrapó a Alice en un fuerte abrazo, en un intento de consolarla. Rosalie también se acercó a ella, frotándole la espalda en un gesto cariñoso.
-Hace un año y medio que me fui de Portland, huyendo como una fugitiva- masculló ésta con rabia -ya no podía soportar las amenazas; aunque nos hubiéramos separado, no me dejaba en paz; nadie sabía que estaba aquí, a excepción de mis padres-.
-Tenía una orden de alejamiento- murmuró Rose, suspirando.
-La tiene; por eso aunque fuera a ratificar la demanda de divorcio, sus abogados no saben cómo encontrarme; eso lo dictaminó el juez- corrigió Alice -pero ahora Garret y James saben que estoy aquí; y...-.
-Tienes miedo de que te vuelva a encontrar- terminó por ella Rosalie.
-Si me encuentra de nuevo, no sé de lo que sería capaz...- no pudo seguir hablando, ya que un llanto nervioso e incontrolable se adueñó de su cuerpo.
-Alice, tranquila- la reconfortó Bella.
-No estás sola; nos tienes a nosotras, a Nessie, a los chicos... no estás sola- le susurraba Rosalie en voz baja.
Dejaron que se desahogara tranquila; ninguna se percató de que Jasper estaba apoyado en el marco de la puerta de la cocina, con los brazos cruzados y la rabia bullendo por cara poro de su cuerpo. Bella y él se miraron, hasta que su joven cuñada se acercó a su altura.
-¿Cuánto tiempo llevas ahí?- habló en voz baja.
-El suficiente para entender muchas cosas- siseó en voz baja -¿cómo ha podido soportarlo?- se preguntó casi para si mismo; llevaba toda la semana preguntándose qué le habría hecho el impresentable de su ex marido; y lamentablemente, sus sospechas no iban descaminadas.
-¿Cómo se puede ser tan ruin y miserable para hacerle eso a una mujer?- seguía siseando, lleno de rabia -ninguna mujer se merece que un hombre le ponga la mano encima- Alice levantó la cabeza del hombro de Rose, mirando fijamente al joven rubio. Éste se acercó a ella, agachándose a su altura.
-Nadie va a hacerte daño Alice- el tono cariñoso que utilizó no hizo otra cosa que emocionar a la joven, que aún entre lágrimas, intentó esbozar una pequeña sonrisa.
-Ahora nos tienes a nosotros- le recordó de nuevo Bella -no estás sola-.
-No sé qué decir... gracias- musitó en voz baja.
-No las tienes que dar- le aclaró Jasper, dedicándole una mirada cargada de sentimientos; Alice se perdió en esos preciosos ojos grises por unos pocos segundos... él era tan diferente a Peter. El joven Cullen sonrió de forma torcida, y en un intento de aligerar el ambiente, y sobre todo, de verla sonreír, sugirió que fueran hacia los establos.
-Lo había olvidado- se disculpó ella -ya tengo los primeros resultados del estudio- le contó, un poco más animada después de despedirse de las chicas y salir acompañada de Jasper. Éste rodó imperceptiblemente los ojos... seguía sin creer mucho en el dichoso estudio...pero ahora mismo haría cualquier cosa por verla sonreír cómo el duendecillo hiperactivo que era.
-La sangre analizada demuestra que hay un aumento considerable de aminoácidos esenciales- le relató la joven.
-Y eso se traduce... -Jasper hizo un gesto con la mano, instándola a continuar.
-Eso significa que sus músculos están más sanos y fuertes; y eso se traduce en carne de mejor calidad- le explicó la joven.
-Interesante- admitió Jasper, pero Alice negó con la cabeza, sonriendo pícara.
-Sigues sin tenerlas todas contigo- su acompañante le dedicó una sonrisa maliciosa, mientras se acercaban a la barrera de seguridad.
-Me cuesta creer que con sólo ponerles música se consiga una mejor producción alimentaria- meditó en voz alta.
-La música hace que se relajen, y las hormonas encargadas del relax fluyen en cantidades moderadas... eso hace que se produzca mayor cantidad de aminoácidos esenciales- el joven la escuchaba atentamente... pero sus ojos se perdían por el bonito rostro de la joven morena. Había algo en ella que le atraía de una manera sobrehumana; y echaba de menos esas batallas dialécticas tan divertidas que ambos habían intercambiado durante los últimos meses... pero ahora entendía que Alice no estaba bien, y él la quería ayudar a olvidar, la quería proteger de ese canalla.
-Entonces el estudio va viento en popa- aprobó éste -eso se merece una celebración, ¿no te parece?- miró directamente a Alice, elevando las cejas de modo sugestivo.
-¿Vuelves a insistir para que acepte una cita contigo?- respondió, un poco más animada, pero feliz de volver a escuchar ese tono arrogante que tan loca le volvía. En su fuero interno, deseaba darle una oportunidad, pero... tenía miedo. Jasper se giró hacia la joven, quedando enfrente de ella, e ignorando las miradas curiosas de los peones y vaqueros, con uno de sus dedos alzó el rostro de la joven, acariciando imperceptiblemente su barbilla.
-Yo no soy Peter; jamás te haría daño- Alice se quedó sin palabras, y sintió un escalofrío por todo su cuerpo causado por las palabras que le dedicó el joven Cullen. Suspiró largamente, sin saber qué contestar.
-Tengo formas para persuadirte- Jasper volvió a adoptar ese tono arrogante y chulesco, simplemente para verla rodar los ojos o que le diera una de sus divertidas contestaciones.
-¿Cómo cuales?- interrogó divertida.
-Bueno... puedo perseguirte cantando una horrible canción hasta que supliques que pare... canto muy mal- la joven no pudo evitar la carcajada.
-No sé si la artimaña te daría resultado- le devolvió por respuesta; Jasper sonrió ampliamente... esta era la señorita Brandon que el quería ver... la señorita Brandon que le atraía de una manera inexplicable.
-Ponme a prueba- se encogió éste, despreocupadamente de hombros.
-Ya veremos- accedió la joven.
-Te convenceré- afirmó pagado de si mismo, disfrutando de la suave risa de la chica y continuando con su paseo por el establo, con las notas del piano de una obra de Debussy flotando en el ambiente.
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Dos días después de la visita de Alice al rancho, la familia esperaba a Edward y Jake, que llegarían para la hora de la cena. Emmet y Jasper estaban enfrascados en un divertido debate sobre la final de la súper bowl, el mayor acontecimiento deportivo de la temporada que tendría lugar la semana que viene. Carlisle y Esme se deshacían en carantoñas con el pequeño Owen, que acomodado en su sillita, sonreía por las muecas y caras que ponía su abuelo. Bella y Rosalie terminaban de poner la mesa en la cocina, cuándo justo oyeron el motor de un coche.
-Ahí están- anunció Esme. Toda la familia salió al vestíbulo para recibirles. Primero entró Jake, que soltó la maleta en el suelo.
-Por fin en casa- exclamó con un cómico suspiro -estoy hambriento- protestó, después de saludar a todos.
-Menuda novedad- rió divertido Emmet -el día que no tengas hambre será un milagro- repuso burlón.
Bella rió divertida, pero se quedó rezagada cuándo Edward entró seguido de su hermano. Dejó que saludara primero a su padre y hermanos, pero fue el propio Edward el que se acercó a ella presurosamente, envolviéndola en sus brazos y levantándola del suelo en un abrazo. La joven escondió su rostro en su cuello, aspirando de nuevo la familiar esencia de Edward... había sido una semana muy larga para los dos.
-Hola cariño- susurró Edward en voz baja, sólo para ellos.
-Hola- devolvió la joven por respuesta -te he echado de menos-.
-Yo también, mi pequeña estrellita- Bella sonrió, aún con la cara escondida en su cuello. El joven sintió cómo su novia dejaba un pequeño besito en la base de su cuello, y ese gesto hizo que la estrechase más fuerte en su abrazo; cómo la había echado de menos. Separándose un poco de ella, dejó un pequeño y cariñoso beso en sus labios, que su pequeña correspondió de forma tímida.
-Edward bájala al suelo- exclamó Emmet burlón; rodando los ojos la liberó de su abrazo, ante la vergüenza de la joven.
-Después- le dijo Edward, tomándola de la mano y entrelazando sus dedos con los suyos. La joven asintió imperceptiblemente, y todos se dirigieron de nuevo a la cocina, dónde un suculento festín les esperaba.
Después de la cena y de que Edward y Jake pusieran a toda la familia al corriente de las novedades y los tratos que habían cerrado a lo largo de esa semana, Rosalie y Emmet partieron hacia su casa y el resto se retiró a descansar. Bella justo salía del baño cuándo la puerta de su habitación se abrió; la joven esbozó una sonrisa al ver a Edward cerrar sigilosamente la puerta tras de si, ataviado con un pantalón de pijama gris y una camiseta negra, que se pegaba de manera peligrosa a sus músculos. Sin pensarlo un sólo segundo, corrió hacia sus brazos, dónde su novio la recibió gustoso.
Sin decir una sola palabra, sus bocas se encontraron, reconociéndose de nuevo después de esa larga semana. Sus dedos se enredaron en el pelo cobrizo de Edward, agarrándolo con algo de fuerza y queriendo fundir su boca con la suya.
El joven respondió con avidez a ese demandante beso, sintiendo las insinuantes curvas del cuerpo de su pequeña amoldándose al suyo. Algo ardía en su interior, sus manos no paraban de acariciar la espalda y cintura de Bella, y sintió el gemido de la joven morir en su garganta. Con un pequeño movimiento, hizo que la joven enredara sus piernas en su cintura, y con ella encima caminó hasta que sus piernas tocaron el borde la cama. Con toda la delicadeza de la que fue capaz, la acomodó en ella, para justo después tumbarse a su lado y seguir besándola, hasta que no le quedó otro remedio que dejarla tomar un poco de aire. Los brazos de Bella rodeaban su cuello, y una de sus manos reposaba en el estómago de su novia, dándole una suave caricia.
-¿Me has echado de menos?- inquirió con su sonrisa torcida.
-Sabes que sí- rodó los ojos la joven, haciendo un gracioso gesto con la cara, que no hizo otra cosa que arrancar las risas de su novio.
-No te enfades- le dijo mientras la atraía hacia su pecho, dónde su pequeña se acurrucó -yo también te he echado mucho de menos- Bella sonrió de manera tímida al oír esas palabras -cada día se me hace más difícil separarme de tu lado-.
-Se me ha hecho eterna la semana- le confesó en un susurro casi imperceptible -pero ya estás de nuevo en casa- exclamó con una de sus preciosas sonrisas. Su novio dejó un besito en su pelo, y así, en esa postura, Bella le puso al día de todo lo acontecido esa semana, incluida la confesión de su joven amiga.
-¿Cómo puede haber gente así?- siseó enfadado -no hay acto más denigrante y rastrero que maltratar a alguien... y más si se supone que quieres a ese alguien más que nada en el mundo- sintió los ojos de su pequeña mirándole con una mezcla de asombro y admiración -me volvería loco si alguien te hiciera daño... no sé de lo que sería capaz-.
-Tú no eres cómo él, ni cómo esos hombres que se jactan de ello, orgullosos de su hombría- le dijo ella, seria y rotunda -no hay nadie que me cuide cómo tú lo haces- el joven sonrió complacido al escuchar las palabras de la joven. Cambiaron radicalmente de tema, hablando del viaje de Edward y otros asuntos, hasta que el joven sintió que a su novia se le cerraban los ojos, presa del sueño y del cansancio.
Iba a levantarse y arroparla, pero Bella agarró su camiseta con los puños, mirándole con un tierno puchero.
-¿Podrías quedarte a dormir conmigo?- le medio imploró, de forma tímida. El joven sonrió complacido, apartando las sábanas y metiéndose en la cama con ella. Sintió que su pequeña volvía a sus brazos, y la rodeó de nuevo entre ellos.
-Nada me gustaría más... duerme, mi pequeña estrellita- Bella sonrió feliz, escondiendo la cara en su pecho y cerrando sus ojos, sintiéndose segura junto a Edward... el velaría sus sueños.. él la cuidaría.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 15: Fuego ardiente
A partir de ese día, Bella durmió arropada por los brazos de su novio; cada noche , y después de que la casa se sumiera en el silencio, Edward se escabullía a la habitación de su pequeña, dónde ésta siempre le esperaba despierta. Bella adoraba esos momentos de intimidad con su novio, dónde las confidencias íntimas, caricias y besos eran el mejor reflejo del amor que se profesaban.
Abril pasaba rápido; con el trabajo que había en el rancho apenas tenían tiempo para pasar unos minutos juntos durante el día, pero esas noches eran cómo una recompensa para ellos. Una de esas noches, casi al final del mes, Edward y Bella mantuvieron una crucial conversación sobre un tema de vital importancia para ambos.
-¿Cómo van las solicitudes de las universidades?- interrogó éste a su novia, que se encontraba cómodamente acurrucada en su pecho.
-El miércoles mandé las últimas solicitudes; las primeras que mandé todavía no han contestado- le explicó con una mueca de resignación. Edward sonrió mientras besaba el tope de su cabeza.
-Hay que esperar cariño; todavía es pronto- le recordó -¿has decidido lo que vas a estudiar?-.
-Educación infantil- le reveló contenta -¿qué te parece?- sondeó con cautela.
-Creo que serás una profesora estupenda, te encantan los niños; pero no me tienes qué pedir opinión, tienes que estudiar lo que a ti te guste- le explicó. Bella sonrió complacida, escuchando las palabras del joven, era increíble cómo la apoyaba en todas sus decisiones. Con el dinero ahorrado estos meses, gracias a su trabajo, podía permitirse pagar la matrícula del primer año; Edward había insistido en hacerse cargo, pero fue una batalla perdida para el joven Cullen. De modo que llegaron a un acuerdo; ella se encargaría de pagar todo lo referente a la universidad, y Edward buscaría un apartamento dónde ambos se mudarían una vez empezara el año lectivo. El segundo año, si todo iba bien, ya verían lo que hacían.
-¿Tienes alguna preferencia en lo que a ciudades se refiere?- interrogó Edward a Bella.
-Me gustaría San Antonio; es la que más cerca está de Hunstville, apenas hay una hora y media en coche- le contó -estaríamos cerca del rancho, y podríamos venir los fines de semana-.
-Cierto- le dio la razón éste -pero ya sabes que si te aceptan en Dallas, incluso en Houston, no pasa absolutamente nada- le recordó, mirándola con una ceja arqueada.
-Sí papá, me acuerdo perfectamente- recitó cual niña de parvulario. Su novio rió, divertido por la mueca que puso su pequeña. En la oscuridad de la habitación continuaron hablando de su futuro, hasta que ambos se quedaron dormidos en brazos del otro.
Durante las dos semanas que siguieron, Bella esperó ansiosa las respuestas de las diferentes universidades; se llevó una pequeña desilusión al recibir la negativa de la universidad de Houston, pero había enviado multitud de solicitudes, y Edward la animó, diciéndole que no todas iban a ser respuestas favorables, y que había que ser pacientes. De eso hablaban mientras se dirigían en coche hacia el bar de Félix; era un sábado por la noche, y Emmet y Jake les esperaban allí, con sus respectivas parejas; Jasper había regresado de un viaje esa misma tarde, y prefirió quedarse en casa a descansar.
Edward tomó de la mano a su pequeña, adentrándose en el local y buscando a sus hermanos con la mirada. Los encontró sentados alrededor de una mesa, y ambos se dirigieron hacia allí.
-En verdad se nota que hay trabajo en los ranchos; el local no está muy lleno- le dijo a Edward, extrañada de ver tan poca gente en el bar un sábado por la noche.
-Mejor, así estaremos más tranquilos- respondió el joven, pasando una mano por su espalda y conduciéndola hacia la mesa.
-Hola chicos- saludó animada la joven castaña mientras tomaba asiento al lado de Rosalie.
-Ya era hora- rodó los ojos Emmet -pensábamos que ya no vendríais-.
-Papá se retrasó para la cena; además, el vuelo de Jasper se ha retrasado también, y ha llegado tarde- les explicó Edward, que tomó asiento al lado de su pequeña.
-Excusas- se burló malicioso Jake -seguro que os habéis perdido con el coche por algún paraje oscuro- movió las cejas de forma sugestiva, pero su cara cambió a una de sorpresa al sentir un fuerte manotazo en su nuca.
-Deja de avergonzar a la pobre Bella- le riñó Nessie, al ver la cara roja de la joven.
-Ella sabe que mis bromas son sin malicia- se excusó el mayor de los Cullen -¿verdad, cuñada?-.
-Bella; yo que tú, lo dejaba a dieta un par de días- le sugirió Emmet con una sonrisa malévola -verás que pronto se le quitan las ganas de bromear-.
-Es una posibilidad- meditó la joven en voz alta, dedicando a Jake una inocente sonrisa, pero la respuesta de Jake no llegó a salir de su boca, ya que uno de los camareros llegó a tomar nota del pedido. Una vez todos tuvieron sus bebidas en la mesa, los hermanos se enfrascaron en una charla acerca de varios asuntos pendientes del rancho, de modo que las chicas los dejaron hablar tranquilos.
-¿Sabéis algo de Alice?- interrogó Rosalie.
-La vi hace dos días, cuándo fue al rancho para continuar con el estudio- explicó Bella -desde entonces no la he visto-.
-Le dije que se viniera esta noche con nosotros, pero es excusó diciendo que estaba cansada- añadió Nessie -no quise insistir mucho-.
-¿Pero va mejor de ánimos?- siguió interrogando Rosalie -Owen ha estado enfermo esta semana, y entre eso y el trabajo apenas he tenido tiempo de llamarla-.
-Yo tampoco la he visto mucho entre semana, y eso que trabajamos en la misma empresa y vivimos en el mismo bloque- relató Nessie, dejando su vaso encima de la mesa.
-Me dijo Jake que has estado fuera hasta ayer; me extrañó no verte con Alice por el rancho- le dio la razón Bella.
-La comisión me mandó esta semana a Houston, a un congreso de veterinaria- siguió relatando con una mueca de fastidio -odio esas reuniones, las conferencias son soporíferas- las jóvenes rieron divertidas ante la cara de frustración de la joven.
-¿Qué es tan divertido?- interrogó Emmet; los chicos se habían girado hacia ellas, señal de que habían dado por concluida su conversación laboral.
-Nessie nos contaba cuánto le gustan los congresos de veterinaria- exclamó Bella, conteniendo la risa.
-Para otra vez deberías llevarte compañía- le sugirió Rose, con una sonrisa pícara y mirando a Jake.
-Tendré que tenerlo en cuenta para la próxima vez- contraatacó pensativa.
-Sabes que yo estoy dispuesto- se ofreció Jake, con una graciosa reverencia.
-Eso lo sabemos- rodó los ojos Edward, ante las carcajadas de los presentes.
-Habló el que se va a ir con su novia en otoño- le devolvió la jugada -¿has pensado en nosotros?- se llevó una mano al corazón cómicamente.
-Eso- apoyó Emmet -nos dejas sin cocinera- Edward y Bella se rieron ante los lastimosos pucheros de los hermanos mayores.
-Tenéis a Esme, a Rose, a Nessie...- enumeró la aludida -seguro que ellas no dejan que muráis de hambre-.
-Ellas no cocinan cómo tú- dijo Jake con un lánguido suspiro, ganándose una mirada intimidatoria de Rosalie y Nessie.
-No os ofendáis- intentó arreglar la situación -pero las albóndigas de Bella son insuperables-.
-Y su estofado de carne- añadió Emmet -pero tu comida es excelente también, cariño- añadió atropelladamente, viendo la mirada que le dirigía su esposa.
Edward y Bella ya no podían disimular las carcajadas... pero la divertida conversación se vio interrumpida por una voz femenina, que hacía mucho tiempo que no oían.
-Hola Edward- éste se dio la vuelta, mirando a la joven rubia que estaba frente ellos, esbozando una sonrisa entre tímida y nerviosa. Bella palideció para sus adentros... si en las fotos le había parecido alta y atractiva, al natural era aún mejor; miró a su novio de reojo. El rostro de Edward tenía una expresión indescifrable... y sus ojos miraban entrecerrados a la que una vez fue su prometida.
-Jessica- saludó con in movimiento imperceptible de cabeza.
-Vaya, pero si es Miss Petarda- saludó Rosalie, burlona y mordaz -¿a qué debemos el honor de tu visita?-.
-Pero si es la gran Rosalie Hale- le devolvió la respuesta burlona -oh, perdona... ahora eres Rosalie Cullen-.
-Creo que no estás en posición de ser sarcástica- le recordó Emmet.
-Sólo quería saludar a Edward- se defendió ella. Bella permanecía callada, mirando a la escultural joven que había estado a punto de casarse con Edward... dios... ellas dos eran polos opuestos, literalmente hablando... ¿cómo podía Edward estar ahora con ella?... Jessica tenía cuerpo, belleza, estilo... en cierto modo hacían muy buena pareja.
-Pues ya me has saludado, si nos disculpas, esto es una reunión privada- le respondió éste, rodeando a Bella por la cintura y acercándola más a su cuerpo. Jessica se dio cuenta del gesto, y en su cara se dibujó una mueca de sorpresa.
-Reunión privada y familiar- aclaró Jake, mirándola con una sonrisa de suficiencia -y creo que tú ya no eres parte de la familia-.
-Habló el grandullón- masculló molesta – ya me extrañaba que estuvieras tan calladito, Jacob- pronunció su nombre con retintín.
-Ya me conoces- contestó resuelto y tranquilo, rodeando los hombros de Nessie -no puedo evitarlo- Jessica rodó los ojos, pero no le dirigió contestación alguna, y su vista se posó de nuevo en el que una vez había sido su prometido.
-¿Te importaría que habláramos un momento... a solas?- remarcó las últimas palabras, mirando a Emmet y Jake con desagrado.
-No creo que tengamos nada de que hablar- respondió Edward con voz fría y cortante. Bella miraba a Jessica de reojo, apretando los dedos de Edward en un gesto involuntario.
-No voy a ocuparte más que unos pocos minutos- respondió la joven airada – y estate tranquila, no voy a robártelo- le dijo a Bella con una sonrisa burlona. La joven castaña iba a contestarle, pero Edward resopló sonoramente mientras se ponía de pie; lo que menos quería es que Jessica montara uno de sus numeritos.
-Ahora vuelvo- les dijo al resto; Bella miró a su novio preocupada, pero Edward negó imperceptiblemente con la cabeza, diciéndole en silencio que no pasaba nada. Vio cómo ambos se dirigían hacia la salida.
-Tranquila Bella, Edward no creo que tarde mucho en despacharla- la tranquilizó Jake. Bella asintió con una tímida sonrisa; no tenía duda alguna en lo referente a Edward... pero el ver a la mismísima Jessica en persona hizo que su autoestima, de por si baja, estuviera ahora en el subsuelo... ¿cómo podría competir alguna vez con ella?.
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Edward la siguió hasta la entrada, y una vez ambos salieron al exterior, esperó pacientemente a que ella empezara a hablar. Al ver el titubeo de la joven, resopló mientras se agarraba el puente de la nariz.
-¿Vas a hablar o no?- le espetó, perdiendo la paciencia. La joven le miró apenada y dolida.
-Sólo quería saludarte, y preguntarte cómo estabas- contestó con cautela.
-Pues muy bien, cómo puedes comprobar- respondió serio.
-Ya veo- murmuró ella -¿cómo está tu padre, y Esme, y Jasp...- el joven la cortó de malas maneras.
-Todos están muy bien-.
-Edward- suspiró frustrada -yo... ésto...- hizo una pausa, meditando muy bien sus palabras -yo sólo quería pedirte perdón, por cómo sucedió todo- Edward guardó silencio, escuchando las sorprendentes disculpas de Jessica -sé que lo que hice estuvo mal, muy mal... per...-.
-¿Todavía tienes un pero?- le preguntó, incrédulo y mordaz -te recuerdo que íbamos a casarnos; si no estabas segura, o incluso si querías parar la boda, sólo debiste hablar conmigo, y no acostarte con ese impresentable a mis espaldas-.
-No metas a mi esposo en ésto- respondió ofuscada.
-¿Qué no le meta?- se carcajeó incrédulo, haciendo que las personas que estaban ahí volvieran la vista, curiosas por lo que pasaba -te recuerdo que fue con el con quién te pillé en la cama-.
-Reconozco que lo que hice estuvo mal- admitió ella -pero nuestra relación estaba mal, Edward... y si hubiéramos seguido adelante con la boda, no habría funcionado-.
-Es posible- concedió Edward -pero esa no fue la mejor forma de decirme que no nuestro no funcionaba-.
-Por eso mismo quiero pedirte perdón- siguió relatando ella, pero Edward no la dejó terminar.
-¿Sabes?, estuve hundido mucho tiempo... pero hoy agradezco que pasara eso- la joven le miraba sin entender -porque gracias a eso, me di cuenta de cómo eres realmente-.
-Edward...-.
-Nunca me quisiste de verdad- acusó él.
-Al principio fuimos muy felices- rebatió ella.
-Eso no lo pongo en duda; pero fuiste cambiando- la joven ya no pudo retener la rabia.
-Eras un completo y obsesivo celoso- siseó Jessica entre dientes -a mi me gustaba salir, no servía para pasarme el día encerrada en un rancho-.
-Nunca tuviste queja alguna- dijo burlón -y sé que ese encuentro con Mike no fue el primero- la joven abrió los ojos, sorprendida e indignada -después de nuestra ruptura, me enteré de los encuentros que tuviste con Tyler, Austin... con James Denali-.
-Eso es ment...-.
-No trates de negarlo Jessica; ahora sé cómo te entretenías mientras yo tenía que ausentarme por negocios- respondió el joven, cruzando los brazos bajo su pecho -y créeme que ya le partí la cara a James por eso, aunque él lo negara cómo lo estás haciendo tú-.
-Tus empleados son muy cotillas- siseó ella -deberíais tener cuidado con quién contratáis-.
-Es lo que tiene liarse con alguien a la vista de miradas indiscretas- la joven bajó la vista... era inútil intentar negarlo... pero ahora ya daba igual.
-Siento mucho el daño que te hice- se disculpó ella de nuevo.
-No lo sientas; hace mucho tiempo que dejó de dolerme; me sirvió para abrirme los ojos, y ver la clase de persona que eras- un incómodo silencio se instaló entre ellos; Edward miró hacia una de las cristaleras, y vio la carita de su pequeña... gracias a ella, la vida le sonreía de nuevo. Iba a volver adentro, sin despedirse de la tediosa joven que tenía enfrente; quería tranquilizarla, y decirle que todo estaba bien... pero una mano en su brazo se lo impidió.
-Esa chica... ¿es tu novia?- interrogó con cautela.
-Sí- contestó él -es la hija de Charlie-.
-¿Charlie tenía una hija?- preguntó asombrada, acordándose del hombre serio y taciturno que iba de un lado a otro del rancho. Edwarsd afirmó con la cabeza, pero le dirigió una mirada Jessica, que ésta interpretó bien, y no hizo comentario alguno acerca de eso, pero no pudo evitar que un pensamiento que rondaba por su cabeza saliera al exterior.
-Parece muy joven, ¿cuántos años tiene?- interrogó.
-Diecinueve- respondió con tranquilidad.
-Vaya Edward... no sabía que te gustaban tan jóvenes- comentó con una sonrisa burlona.
-Hay muchas cosas de mi que no sabes; y ahora, te agradecería que me soltaras- le advirtió en voz baja; la joven reconoció ese tono furioso, y decidió no tentar a su suerte... sabía que era muy difícil que él la perdonara, y no le extrañaba... le había hecho mucho daño, y ella lo sabía.
-Adiós Edward, espero que las cosas te vayan muy bien- se despidió mientras le soltaba el brazo. El joven hizo un movimiento imperceptible con la cabeza a modo de despedida, y se adentró de nuevo en el local.
Al acercarse a la mesa vislumbró las caras interrogantes de sus hermanos y cuñadas, y la preocupación escrita en el rostro de su novia.
-¿Qué te ha dicho?- preguntó Jake -habéis estado hablando un buen rato- Bella no se atrevía a levantar la vista de su regazo, dónde jugueteaba nerviosa con sus dedos.
-Sólo quería disculparse, y preguntarme cómo me iba- relató con el ceño fruncido.
-Un poco tarde para pedir disculpas- masculló Rose, molesta.
-No creo que vuelva a molestarnos- Edward decidió zanjar el asunto, y todo su interés se posó en Bella; notó que estaba callada y cabizbaja... tenía expresión triste.
-¿Te encuentras bien, cariño?- preguntó preocupado, tomándola de la cintura y acercándola a su lado. Bella afirmó imperceptiblemente con la cabeza, pero sin levantar la vista de su regazo -Bella- la llamó en un susurro.
Al no obtener respuesta alguna por parte de la joven, puso un dedo debajo de la barbilla de Bella, obligándola a mirarlo. Los ojos de ambos se encontraron, y Edward percibió tristeza e inquietud en los ojos chocolate de su pequeña.
-No ha pasado nada cariño, no tienes por qué estar triste ni preocupada- Bella afirmó con una pequeña sonrisa... pero esa alegría no llegó a sus ojos, y Edward se preocupó todavía más.
-¿Quieres ir a casa?- le ofreció; a él también se le habían quitado las ganas de seguir allí.
-Sí,por favor- le pidió en un susurro. Sus hermanos y Rose y Nessie, que habían presenciado la íntima conversación en silencio, no hicieron comentario alguno, y no les insistieron para que se quedaran.
Una vez se despidieron de ellos, y ya dentro del coche, un incómodo silencio se instaló entre ellos; ninguno dijo nada hasta que Edward apagó el motor, ya en el garaje.
-¿Qué te pasa, cariño?- le preguntó por enésima vez, desabrochándose el cinturón y volviéndose hacia ella.
-Nada- negó Bella con la cabeza, pero Edward resopló incómodo.
-Bella; no hecho otra cosa que escuchar lo que ella tenía que decirme- le explicó -y te aseguro que no he sido muy amable con ella-.
-Eso ya lo sé, Edward- respondió la joven -confío en ti, y no tienes que darme explicación alguna-.
-Claro que te las tengo que dar; eres mi novia- le recordó con una sonrisa y llevando una de sus manos a su mejilla -¿entonces, qué te pasa?-.
-Me ha impresionado verla en persona- le confesó la joven, con un poco de vergüenza -es muy guapa- musitó, desviando su mirada de nuevo. Edward rodó los ojos, adivinando por dónde venía la preocupación y los temores de su pequeña.
-Ella es muy atractiva- le dio la razón -pero es una belleza fría... tú , en cambio, destilas ternura y cariño... eres cálida- le susurró -y eres preciosa, Bella; no tienes nada que envidiarle a Jessica-.
La joven escuchó sus palabras en silencio... ¿entonces por qué no quería estar con ella?... ¿por qué no quería hacer el amor con ella?... ¿y si eso de esperar a que ella estuviera preparada era sólo una excusa?; levantó la vista, mirándole fijamente.
-Bella, por favor- suspiró derrotado -ya no sé cómo decírtelo- murmuró cansado.
-No quiero que me lo digas con palabras- dijo ella con voz temblorosa y las lágrimas asomando por sus ojos -quiero que me lo demuestres... físicamente- terminó de decir. Edward la miraba de hito en hito -yo te quiero, Edward... y quiero estar contigo- le dijo bajo una mirada suplicante, llena de lágrimas.
-Cariño, yo también quiero, créeme, per...- la rabia bulló en el interior de la joven, y bajó repentinamente del coche, dando un portazo. Edward tardó casi un minuto en reaccionar, pero cuándo lo hizo bajó de un salto del coche, interceptando a su novia y deteniéndola.
-Bella- la llamó serio; la joven no paró su caminar, y a Edward no le quedó otro remedio que seguirla y tomarla de la mano para que parara -Bella, por favor...- la joven se dio la vuelta, mirándole fijamente.
-¿Por favor qué, Edward?- interrogó enfadada -¿cómo crees que me siento?- le espetó, rechinando su dientes.
-Bella, yo...- la joven castaña lo volvió a interrumpir.
-Me dices que me quieres, que me deseas... pero no haces más que darme largas- le espetó enfadada -sé que soy muy joven, y muy inexperta en ese tema- dijo con pena y rabia a la vez -y puede que no te sepa dar lo que ella te daba-.
-Bella, eso no es cierto- le rebatió Edward, enfadado consigo mismo por verla llorar.
-Entonces demuéstramelo- le imploró Bella; al ver que Edward no contestaba, se zafó suavemente del agarre de su novio.
-Buenas noches, Edward- musitó en voz baja. Se dio la vuelta, y bajo la escrutadora mirada de su novio, se adentró en la casa.
Cuándo se cerró la puerta principal, Edward pasó la mano por su pelo, resoplando frustrado. Él simplemente quería hacer las cosas bien con su pequeña... dios... se moría por estar con ella, y marcarla cómo suya para siempre; cada vez que ella le tocaba, aunque fuera de forma inocente, algo en su interior se encendía. Si ella supiera lo loco que se volvía cada vez que ella le besaba... cada noche que su cuerpo se pegaba al suyo, cuándo sentía el calor que emanaba su pequeño cuerpo, y que tan loco le volvía...
Levantó la vista, enfocando la ventana de la joven... la luz estaba apagada; si estuvieran solos en casa, iría directo hacia su cuarto, y le explicaría con besos y caricias lo que ella le provocaba; pero cómo siempre ocurría, no estaban solos en la casa... ¿cómo diablos lo hacían Esme y su padre?, se preguntó para sus adentros, hasta que la lógica le golpeó, acordándose de que el cuarto de su padre estaba bastante más alejado del resto, casi en la otra punta de los otros dormitorios.
Cansado y enfadado consigo mismo, decidió entrar también en la casa; al pasar frente al dormitorio de su pequeña, abrió la puerta con cuidado; Bella estaba hecha un ovillo, y su respiración era acompasada, señal de que ya se había dormido. Acarició su espesa melena castaña, hundiendo los dedos en él, disfrutando de su suavidad. Su pequeña se revolvió inquieta, quedando poca arriba y destapándose en el camino.
Al quedar la sábana por debajo de su cintura, Edward se recreó en su delicada figura, cubierta por una minúscula camiseta de tirantes; su vista recorrió las formas de su rostro, su esbelto y delicado cuello... pasó un dedo por él, deleitándose una vez más con la suavidad de su piel; sus ojos siguieron recorriendo el cuerpo de su novia... sus clavículas, su escote, las formas de sus senos... recodó cómo solamente hace unas pocas noches, las caricias habían sobrepasado todos lo límites impuestos por él mismo, y aunque fuera con el sostén de por medio, disfrutó de esas deliciosas y delicadas cumbres de su novia... sintió un calor repentino, y cierta parte de su anatomía empezaba a reaccionar de forma contundente; así que para no tentar al diablo, dejó un pequeño beso en la frente de Bella, y decidió irse a dormir a su cuarto.
Una vez en la soledad de su habitación, dio vueltas y vueltas en la cama, sin poder dormir y pensando en cómo demostrarle a Bella que estaba totalmente equivocada; mejor dicho, se devanó los sesos buscando sorprender a su pequeña, puesto que sabía de sobra cómo debía demostrarle todo lo que sentía... hasta que una idea cruzó por su mente. Con una sonrisa satisfecha, se sumió en sus sueños... mañana tenía trabajo.
A la mañana siguiente, una pálida y ojerosa Bella abrió los ojos, y descubrió con una mueca de tristeza qué había dormido sola. Edward se había enfadado con ella de nuevo, estaba segura de eso; pero ella no podía evitar sentirse inferior a Jessica; esa chica era el sueño de cualquier hombre, y no ella.
Su reacción de ayer por la noche quizá había sido desmedida... pero se moría de ganas de que Edward la amara por completo; pero lo primero de todo, y lo que más le importaba, no quería estar enfadada con Edward, así que todavía en pijama, salió hacia su habitación. Entró sin hacer ruido, pero allí se encontró la cama vacía, con las sábanas revueltas. Extrañada, miró el reloj; apenas eran las nueve y media de la mañana, y era domingo... qué raro... pensó para sus adentros.
Volvió a su habitación, para darse una ducha y bajar rauda a la cocina; allí se encontró con Esme, apoyada en la encimera y con la taza de café entre sus manos; al ver a la joven, le dedicó una sonrisa cariñosa, cómo siempre hacía.
-Buenos días Esme- saludó.
-Buenos días hija, ¿descansaste?- interrogó.
-Sí- dijo no muy convencida, pero camuflándolo con una sonrisa -¿dónde están los chicos?- interrogó curiosa y preocupada a la vez.
-Sam ha llamado a las ocho de la mañana- le empezó a relatar -al parecer, las máquinas que dispensan el pienso se han averiado, y han ido todos a la nave de engorde-.
-Vaya- lamentó ella; eso significaría que no vería a Edward en toda la mañana, y probablemente en parte de la tarde -qué mala suerte, y justo en domingo-.
-Si, ha sido mala suerte- corroboró ésta -pero los animales tienen que comer, sea domingo u otro día cualquiera- le explicó con una sonrisa.
-Eso es verdad- le dio la razón Bella -espero que puedan arreglarlo- suspiró -y deberíais haberme llamado- protestó con un puchero -podría haberme levantado y preparado el desayuno-.
-Jake y Jasper iban a hacerlo- le explicó Esme con una risa- pero Edward les ha advertido que te dejaran dormir; que después, a media mañana, vendrían a tomar un tentempié- Bella sonrió mientras se servía una taza de café... la cuidaban demasiado en esa casa. Esme notó el silencio de la joven, y las ojeras que resaltaban en su pálida piel.
-¿Has dormido bien?; te noto cansada- dijo ésta,acercándose a ella. Bella resopló para sus adentros... no sabía disimular en absoluto.
-¿Quieres hablar?- le ofreció; Bella meditó el ofrecimiento unos segundos, hasta que al final aceptó.
-Ayer nos encontramos con Jessica- murmuró en voz baja. Esme abrió los ojos, sorprendida con la revelación, pero dejó que la joven continuara hablando -quería saludar a Edward, y habló con él unos minutos a solas-.
-¿Ocurrió algo más?- cuestionó la buena mujer; Bella negó con la cabeza.
-Simplemente quería saludarlo- se encogió de hombros -hablaron fuera unos minutos, y por la cara de Edward, no fue una conversación agradable-.
-Eso es comprensible; no se veían desde lo ocurrido- musitó pensativa la buena mujer.
-Es muy guapa- pensó Bella en voz alta, pero Esme lo oyó.
-Es muy guapa, es cierto- le dio la razón Esme -pero Edward ahora no es capaz de mirar a una mujer que no seas tú- Bella se sonrojó ante el comentario, y la buena mujer le sonrió con cariño.
-No debes tener esas inseguridades, corazón; Edward te quiere muchísimo-.
-Ya lo sé... pero es sorprendente- Esme la miró sin entender -Jessica y yo somos totalmente opuestas, y a veces todavía me resulta increíble que esté conmigo-.
-En eso sólo el corazón sabe las razones; Edward te vio y se enamoró de ti; y estoy segura de que vio algo más aparte de tu apariencia física- Bella esbozó una pequeña sonrisa, agradeciéndole con ese pequeño gesto sus palabras.
-Y no debes hacer comparaciones Bella; tú también eres hermosa; seguro que si le preguntamos a Edward, dirá lo mismo- la joven castaña rió divertida por la obviedad.
-Eso espero- exclamó con una pequeña risa, a la que se sumó la propia Esme.
-Nunca dudes de los sentimientos de Edward por ti- le dijo, tomándole de la mano -gracias a ti, ha recuperado la ilusión... y todo llega- Bella la miró extrañada, sin entender el comentario, pero Esme simplemente le guiñó un ojo, de manera cómplice, dejándola en la cocina, sumida en sus pensamientos y cavilando la manera de abordar a Edward, para hablar de lo sucedido la noche pasada, y arreglar las cosas.
Pero apenas le vio una hora escasa en la comida, ya que la avería era bastante más seria de lo que presentían al principio. Tuvieron que llamar a Emmet para que les echara una mano, ya que debían hacer un apaño provisional hasta el martes que vinieran a repararla los mecánicos. Los hermanos y Carlisle apenas pararon para comer, y en menos de una hora ya se iban de nuevo.
-¿Os queda mucho?- le preguntó mientras le acompañaba a la puerta, una vez comieron.
-Todavía tenemos para un rato- le explicó él -pero para la hora de la cena estará solucionado- le explicó con una sonrisa -¿te encuentras mejor?- le interrogó preocupado. Bella agachó los ojos, emitiendo un suspiro.
-Edward... yo... en serio siento lo de anoche- se explicó atropelladamente -no dudo de ti, en absoluto, y no quiero qu...- Edward la interrumpió, tomándole de la mano.
-No pasa nada; es normal que reaccionaras así al encontrarte con Jessica- Bella se mordía el labio, nerviosa. Edward iba a añadir algo más, pero una voz le interrumpió.
-Vamos Edward, a ver si terminamos de una vez- le instó Jasper, saliendo por la puerta. El joven le dedicó a su pequeña una mirada de disculpa.
-A la noche hablamos- la joven asintió tímidamente; levantó la cabeza, dirigiéndose hacia la boca de su novio y dejando allí un pequeño beso, que el joven correspondió encantado.
-Hasta luego preciosa- nada más darse la vuelta, una sonrisa apareció en el rostro del joven; esperaba que lo que había planeado para esa noche, sorprendiera a su pequeña.
Los hermanos se demoraron toda la tarde con las reparaciones, de modo que no aparecieron por la casa hasta la hora de la cena. Bella había estado un poco más tranquila, y había pasado la tarde ayudando a Esme con la plancha; después ambas se habían sentado en el salón, Bella libro en mano y Esme viendo una película.
La cena transcurrió tranquila, y en cuánto Bella terminó de recoger la cocina, esperó pacientemente a que Edward se duchara y se pusiera ropa limpia; iba a proponerle ir a dar un paseo, y poder estar un rato a solas.
Pero después de más de media hora, empezó a preguntarse por qué tardaba tanto. Extrañada y cansada de dar vueltas por la cocina, decidió subir a la habitación de éste. Su sorpresa fue mayúscula al encontrarse la luz apagada y la habitación perfectamente ordenada; y por supuesto, sin rastro alguno de su novio.
¿Edward?- preguntó mientras accionaba el interruptor de la luz; se acercó con cautela a la puerta del cuarto del baño, pero la encontró entornada y con la luz apagada, señal de que tampoco había nadie.
-Qué raro...- murmuró con voz distraída -quizá haya tenido que salir de nuevo- iba a girarse y salir de la habitación, pero algo rojo llamó su atención. Una rosa roja reposaba en la cama, resaltando sobre la colcha blanca; a su lado, un papel doblado. Bella esbozó una tímida sonrisa mientras olía la flor, para después coger el papel y desdoblarlo; reconoció la pulcra caligrafía de Edward, y ansiosa leyó la escueta nota.
Bella no podía quitar la sonrisa de su cara, y tomando la rosa en una de sus manos, salió cómo una exhalación por la puerta, bajando las escaleras de dos en dos, tan deprisa que por poco se cae. Salió tan rápido hacia los establos, que no se dio cuenta de coger una chaqueta; pero la noche era inusualmente cálida, cómo lo llevaba siendo toda la semana.
Entró deprisa en el establo, dispuesta a ensillar a Mistie, pero paró de repente al encontrarse a Edward, que la miraba con una sonrisa misteriosa.
-Veo que has aceptado mi invitación- le dijo con esa sonrisa torcida que tanto le gustaba a Bella.
-¿Cómo sabrías que vendría aquí?- interrogó tímida y sonrojada como una amapola. El joven se acercó a ella, tomándola de la cintura y acercándole a él.
-No iba a permitir que fueras a nuestro lugar secreto sola, a estas horas de la noche- le explicó, mirándola fijamente -así que supuse que vendrías aquí o al garaje, para coger uno de los coches; te vi salir de la casa y vi que te dirigías hacia aquí- Bella negó con la cabeza, pero a la vez esbozó una sonrisa.
-Gracias por la rosa, me encanta; es preciosa- le agradeció.
-No es ni la mitad de bonita qué tú- susurró el joven sobre sus labios, dejando un pequeño beso en ellos. El lánguido suspiro que salió de la garganta de la joven resonó en las paredes del establo.
-Siento lo de ayer, no deb...- Edward negó con la cabeza, haciendo que se callara.
-Después hablamos... ahora vámonos de aquí- condujo a Bella hasta su caballo, y una vez la ayudó a subir, él hizo lo mismo, pero antes de salir deslizó un pañuelo por ojos de su pequeña, riendo divertido ante el respingo que ésta dio.
-¿Edward, que haces?- interrogó extrañada.
-Shiisssstttt... es parte de la sorpresa- susurró en su oído; la piel de Bella se erizó al sentir el aliento de Edwards tan cerca de su piel; éste, regalándole un dulce beso en la base de su cuello, tiró de las riendas para que Concord avanzase.
Durante todo el trayecto se mantuvieron en silencio... pero el corazón de Bella repiqueteaba ruidosamente; el fuerte brazo de Edward rodeaba por entero su cintura, y que su aliento golpeando una y otra vez su cuello no ayudaba para nada a que se tranquilizara. Cada vez que hacía alguna pregunta, sentía el cuerpo de su novio sacudirse de la risa, y por respuesta obtenía un beso en sus cabellos, de modo que al cuarto intento desistió de preguntar más. Veinte minutos después, Bella supuso que llegaron a su prado, ya que Concord aminoró la velocidad.
-No te muevas- susurró Edward, dejando un pequeño beso en el lóbulo de su oreja; Bella respiró profundamente antes de asentir con la cabeza. Se percató de que Edward bajó de la grupa del caballo, y oyó pasos presurosos de un lado a otro. Se sentía tonta encima de una caballo y con los ojos vendados, pero la curiosidad la reconcomía, de modo que esperó pacientemente, hasta que una manos tomaron con delicadeza su cintura, posándola cuidadosamente en el suelo.
-¿Ya está?- preguntó divertida; su novio le tomó de ambas manos, conduciéndola con cuidado para que no tropezara. Unos metros más adelante, sintió que Edward se ponía a su espalda, y tomaba el nudo del pañuelo.
-¿Preparada?- el gesto afirmativo de la joven fue la señal, y cuándo la venda cayó de sus ojos y enfocó su vista, se llevó ambas manos a su boca, soltando un jadeo por la impresión.
Estaban en su lugar secreto, aquel en el que Edward le confesó lo que sentía por ella. La luna mandaba destellos plateados que se reflejaban en el lago; gracias a que la primavera ya había llegado, las flores asomaban tímidamente, y las copas de los árboles rebosaban, llenas de hojas verdes.
Pero lo que le dejó sin aliento fue el precioso camino trazado con pequeñas y tintineantes velas, para terminar en un círculo, también rodeado por las pequeñas lucecitas; en medio de éste, una improvisada cama, hecha con un suave y mullido edredón de plumas blanco, con miles de pétalos rojos cubriéndola. Estaba totalmente asombrada; su corazón no podía dejar de latir, sentía un cúmulo de sensaciones atoradas en su pecho, y no fue consciente de nada hasta que Edward la rodeó con sus brazos.
-¿Te gusta?- preguntó en voz baja. La joven se dio la vuelta lentamente, mirándole emocionada.
-Es precioso Edward; yo... yo no sé que decir...- balbuceó con voz torpe, casi tartamudeando. El joven sonrió a su pequeña con cariño, abrazando su pequeña cintura.
-Bella- hizo una pausa, tomando aire -te debo una disculpa, por lo de ayer; sé que el encontrarte con Jessica así, de esa manera, no fue agradable-.
-Yo también te debo una disculpa- murmuró ella en voz baja -no debí enfadarme así... tú no hiciste nada- bajó los ojos, ocultando las lágrimas que afloraban en sus ojos chocolate, pero el dedo de Edward alzó su cara.
-Bella... no tienes por que pedir perdón, y no quiero verte llorar... ni tampoco quiero que pienses que no te deseo- la joven sintió que sus mejillas volvían a sonrojarse, pero Edward no le dejó que apartara sus ojos de él.
-Edward...- susurró en voz baja.
-No tienes que compararte con Jessica... porque no tienes absolutamente nada que envidiarle; eres preciosa, eres inteligente, eres buena y cariñosa... eres muchas cosas que ella no es- hizo una pausa, sopesando las palabras -y si tu quieres y me dejas esta noche, te lo voy a demostrar- la joven sintió que su respiración se paralizaba.
-¿Qu... qué me vas a demostrar?- consiguió preguntar, muerta de nervios.
-Lo mucho que te amo... y lo mucho que te deseo- la voz de Edward se tornó ronca y profunda y sus ojos esmeralda ardían impregnados de un sentimiento que Bella nunca había visto... pero esa mirada hizo que un fuego ardiente recorriera de la cabeza a los pies, provocando en ella que una sensación que no supo describir se instalara en su vientre.
-Po... por eso...- miró a su alrededor, deteniendo su vista en la improvisada cama.
-Quería que tu primera vez fuera especial, y que la recordaras siempre- por primera vez en su vida, le pareció ver un ligero rubor en las mejillas del joven; llevó una de sus manos hacia su cara, acariciando suavemente su mejilla, gesto que encantó a Edward, que ladeó la cabeza y apoyó su mejilla en la palma de la mano de su pequeña.
-Edward... yo...- no pudo decir nada más, ya que la boca de Edward buscó sus labios, y cuándo ambas bocas se encontraron, ya no hubo palabras.
Los brazos de Bella se enredaron alrededor del cuello de Edward, acercándolo más a ella; su lengua, tímida y cautelosa, se abrió paso adentrándose en la boca de su novio. Eso provocó que Edward gimiera audiblemente, y que todo su autocontrol desapareciera; la forma en la que Bella le estaba besando le volvió loco, y tras unos pocos segundos de asimilación, pasó una mano por su espalda, pegándola más a su cuerpo y haciendo que el beso se tornara más profundo y desesperado. Sus lenguas luchaban entre ellas por llevar el control de la situación; los puños de Bella se aferraban a su cabello, y esos suaves tirones que le daba provocaba que escalofríos de placer recorrieran su columna vertebral.
Sus manos cobraron vida propia, y dejaron la cintura de su novia para iniciar su paseo por los costados de la joven, provocando que unos graciosos y sexys gemidos brotaran de la garganta de ésta. A duras penas consiguió separarse de ella.
-Ven conmigo- murmuró sobre sus labios; observó la reacción de su pequeña; sus labios hinchados y húmedos, de un apetecible color rojo muy suave, sus mejillas arreboladas y coronadas por unos adorables coloretes, y su respiración errática y dificultosa.
-Ed... Edward... yo... yo no sé qué debo hacer- dijo en un tímido susurro, pero Edward negó con la cabeza, tomándola en brazos cómo a una novia.
-Tranquila por eso... esta noche es sólo para ti, mi amor- su novia sonrió emocionada, escondiendo su cara en el hueco de su cuello y depositando pequeños besitos en esa zona de piel que quedaba libre por debajo de su camisa. Edward sintió que sus piernas flaqueaban mientras se dirigía a la improvisada cama, y con todo el cuidado del que fue capaz la depositó cómo si fuera lo más delicado del mundo. El manto de estrellas que cubría el cielo, el lugar, las velas, los pétalos de rosa... no podía ser más romántico el momento y el lugar.
Edward se tumbó a su lado, apoyado en un su brazo y mirando el rostro de su pequeña; uno de sus dedos pasó suavemente por la cara de Bella, recorriendo en una sutil caricia su frente, la suave piel de sus párpados, su pequeña y graciosa nariz, sus mejillas...
-Eres tan bonita- susurró casi para él, que seguía deleitándose con la piel de porcelana de su pequeña. Ésta, que había permanecido con los ojos cerrados, disfrutando de tan agradable sensación, los abrió lentamente, dedicándole una mirada suplicante a su novio. Sin decir una sola palabra, arremetió de nuevo contra la dulce boca de su pequeña, y poco a poco fue posicionándose encima de ella. Por instinto, Bella abrió las piernas, para que Edward se acomodara mejor; los brazos de éste quedaron a ambos lados de la cabeza de la joven, y pronto sus labios abandonaron su boca, para bajarlos por su cuello, saboreando el dulce sabor de la piel de Bella, deleitándose con su suavidad.
-Edward...- suspiró la joven, enredando los dedos en el pelo cobrizo de él.
-Sabes tan bien, Bella... me vuelves loco- exclamó con voz ronca, antes de volver a estrellar su boca contra la de ella; la joven aceptó gustosa ese nuevo beso, y cerrando de nuevo los ojos, disfrutó de las sensaciones que invadían su cuerpo, tan insoportables y tan placenteras a la vez.
Edward se volvía loco por momentos... esa parte tan íntima de su anatomía cada vez apretaba más y más... lentamente y con mucha cautela, sus manos agarraron el borde del jersey de Bella, levantándolo lentamente hasta que consiguió sacarlo por la cabeza de la joven. Pero las manos de Bella no se quedaron rezagadas, y torpemente, fue desabrochando pacientemente los botones de la camisa, hasta que él mismo la ayudo y se deshizo de ella.
Miró embelesado el cuerpo de la joven, sus deliciosas curvas y sus senos, todavía cubiertos con un sujetador de encaje blanco. Posó una de sus manos en su vientre, provocando que Bella se estremeciera ante su toque y contuviera la respiración cuándo esa misma mano buscó el botón de sus vaqueros. Los bajó lentamente, quitándole también las deportivas de camino.
En un abrir y cerrar de ojos, la joven estaba en ropa interior, toda expuesta para él. La respiración de la muchacha era errática y pesada, pero sintió que el sonrojo volvía a sus mejillas al verse tan expuesta. Cuándo Edward recorrió con sus manos toda la piel expuesta, sintió un placentero hormigueo recorrerla de arriba abajo, su piel se estremecía bajo las yemas de sus dedos hasta límites insospechados, y de pronto, sus pequeñas manitas empezaron a recorrer con timidez el duro pecho de Edward.
-Eso es cariño, tócame- le dijo éste en voz baja, encantando por sentir las manos de Bella en su cuerpo; alentada por su novio, sus manos se deslizaron por aquel torso con un poco más de seguridad; podía sentir los gemidos tan sexys que brotaban de la garganta de Edward, señal de que le encantaban esas caricias. Edward no abandonaba el cuello y el escote de su pequeña, besándolo y lamiendo la vena del cuello, justo dónde su pulso se desbocaba por momentos.
-Bella, arquea la espalda- la joven lo hizo sin rechistar, y después de una rápida maniobra, sus pechos quedaron al descubierto. El joven se deleitó, admirando esos pequeños y suaves montículos que nadie más, a excepción de él, había visto. Bella sintió la mirada abrasadora de Edward recorrerla de arriba abajo, y una súbita ola de vergüenza y timidez se apoderó de nuevo de ella, haciendo amago de cubrirse; pero Edward negó con la cabeza, atrapando sus muñecas y posándolas a ambos lados de su cabeza.
-No te cubras cariño... eres preciosa- le volvió a repetir -y estás conmigo- le recordó. Ésta pareció relajarse ante esas palabras... la trataba con tanta delicadeza, con tanto cariño... con tanto amor.
-¿Estás bien?- inquirió Edward, un poco preocupado; la joven asintió tímidamente, alzando su cuello y besándole... pero los labios del joven pronto abandonaron esa parte de su cuerpo, para ir bajando por sus mentón y por su escote hasta llegar a su pecho izquierdo.
-Ahhh...- un suspiro escapó de los labios de la joven, que inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, invadida por un torrente de placenteras sensaciones. La boca de Edward hacía cosas inimaginables en sus pechos, y su espalda de arqueó cuándo uno de sus pezones se vio atrapado entre los labios de su novio.
-Ahhh... dios- gemía palabras incoherentes, y Edward estaba encantado de cómo reaccionaba ella a sus caricias; siguió entretenido en esas deliciosas cumbres, dándoles caricias, besos y lamidas por doquier; las caderas de Bella se sacudían en un movimiento que le estaba volviendo loco, y ya sin poder soportarlo más, dejó un torrente de besos en sus costillas, en su estómago, su ombligo...
-Edward, bésame- demandó suplicante y jadeante; su novio accedió gustoso a su petición, y rápidamente subió por su cuerpo, para volver a tomar los suaves labios y devorarlos. Las manos de Bella se volvieron a aferrar a su cuello y a su cabello, empujándole contra ella y respondiendo con ansias.
-Bella- jadeó Edward, cuándo los labios de la joven bajaron por su mentón y con su cuello -dios cariño, me encantas-.
-Quiero más Edward- le pidió ansiosa y excitada cómo nunca -sigue por favor- le imploró entre jadeos. Esas palabras enloquecieron al joven, que se apartó un momento para despojarse de sus botas y pantalones. Bella se mordió el labio, en un gesto de timidez e inocencia al verle completamente desnudo... dios... era magnífico. Las manos de Edward fueron al borde de la única prenda que le quedaba puesta, bajándola lentamente y descubriendo el centro de su feminidad.
Ya no había inseguridades, ya no había timidez... quería que Edward la hiciera suya; un excitante hormigueo se había instalado en su bajo vientre, y podía sentir que estaba mojada, muy mojada... hecho que corroboró el joven cuándo se volvió a posicionar sobre ella y sus dedos palparon delicadamente el centro de la joven. No pudo reprimir el jadeo de sorpresa al sentir los largos dedos del joven acariciando esa parte de su cuerpo... cerró los ojos de nuevo, perdiéndose en un mar de sensaciones.
-Estás tan húmeda, tan caliente... - le susurraba éste beso y beso; su dedo pulgar trazó sinuosos círculos en ese hinchado botón de placer, y cuándo lo pellizcó con delicadeza, ahogó el grito que quiso salir de los labios de su pequeña.
-Aaaahhh... ooohhhh...- Bella gemía descontroladamente, sin pudor alguno. Edward siguió acariciándola, hasta que sintió que las uñas de Bella se clavaban con fuerza en sus hombros y gritaba su nombre.
-Aaahhhh... sí así... más por favor- clamaba su pequeña, de modo que incrementó la intensidad de sus dedos, hasta que una fuerte convulsión sacudió a su novia de arriba abajo; poco a poco retiró su mano, y observó la imagen de su pequeña, todavía temblando del orgasmo que acababa de recorrerla e intentando regularizar su respiración. Su perlado cuerpo estaba cubierto por una fina capa de sudor, y su apetecible boca entreabierta le llamaba a gritos, pidiendo ser besada de nuevo, de modo que eso hizo, pero tranquila y pausadamente, dejándola recuperarse.
-Edward... - murmuraba la joven, deslizando sus manos por el pecho de Edward, deleitándose con cada músculo que sobresalía. Los sexos de ambos se rozaban el uno contra el otro, y eso, unido a los dedos de su pequeña, que bajaban sinuosamente por su bajo vientre, por sus caderas, hizo que empezara a gemir.
-Bella... si sigues por ese camino, no aguantaré mucho sin hacerte mía- dijo entre dientes; no podía aguantar esas caricias que recorrían la marcada uve de sus caderas.
-Eso es lo que quiero- le respondió ella, para después volver a besarle. Edward no necesitó ninguna otra señal, y sin dejar sus labios en ningún momento, guió su miembro hacia la entrada de la joven. Sintió su pequeño cuerpo tensarse, debido a los nervios.
-Tranquila mi amor- la reconfortó, dejando pequeños besos por toda su cara -intentaré tener cuidado- Bella aspiró profundamente, y sintió cómo sus paredes recibían a Edward, hasta que la barrera de su inocencia frenó la incursión. Emitió un ruidito de protesta, y su novio se detuvo.
-Sólo dolerá un momento- la intentó reconfortar -seré muy cuidadoso- su pequeña esbozó una pequeña sonrisa, agradeciéndole sus palabras.
-Te amo- le dijo ella, subiendo las manos hasta sus cabellos; Edward sonrió de manera torcida.
-Te amo... mi pequeña estrellita- susurró contra sus labios, para después besarlos y adentrarse en ella de un solo empujón.
Bella sintió un doloroso calambre recorrer su bajo vientre, y ahogando un chillido de dolor, escondió su cara en el cuello de Edward, que tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano por permanecer quieto, para no hacerle más daño. La calidez y la estrechez de Bella le estaban volviendo loco. Al cabo de unos pocos minutos sintió que el cuerpo de su novia no estaba tan tenso, y lentamente volvió a salir para adentrarse en ella.
-Ohhhh dios, cariño... - siseó con un gemido -eres tan estrecha- Bella se aferró a su ancha espalda, y alzó un poco más sus caderas, chocando con las de su novio, que no pudo reprimir un jadeo de placer ante ese gesto. Lentamente volvió a salir para adentrarse en ella, iniciando ambos un sensual baile con sus cuerpos.
Bella cerró los ojos de nuevo, disfrutando de las oleadas de placer que se clavaban en su cuerpo cada vez que Edward entraba de nuevo en ella, recorría su inmensa espalda con sus manos, hundiendo sus dedos en si piel.
-Te quiero- le dijo ella, con esa voz suave y dulce.
-Y yo también cariño... te quiero mucho- le murmuraba de vuelta su novio, buscando una de sus manos y entrelazando sus dedos con los de ella.
No hubo más palabras; sus cuerpos hablaron por los dos; las arremetidas de Edward, constantes y suaves, fueron adquiriendo fuerza y velocidad, llevándolos a ambos a un mundo paralelo, dónde sólo existían ellos dos.
-Edward..- repetía ella una y otra vez, arqueando su cuerpo, incapaz de decir algo coherente. El roce de sus cuerpos, sudorosos y exhaustos, el calor que emanaba de ellos, hicieron que Edward empujase cada vez más adentro, sintiendo una añorada espiral de placer arremolinarse en su bajo vientre. Las cálidas paredes de su novia apretaron su miembro, y supo que ambos estaban por llegar.
-Ohhh dios... Bella... Bella- busco los labios de la joven, que besó hasta saciedad hasta que Bella lo sintió convulsionar y estremecerse entre sus brazos; la joven sintió un fuego atravesando su cuerpo de la cabeza a los pies, pero el grito que pugnaba por salir de su garganta murió en los labios de Edward; su piel estaba completamente erizada, y recibió de buena gana a Edward, que jadeante y sudoroso se desplomó en sus brazos. Cerró los ojos, disfrutando de ese momento tan íntimo; todavía no se hacía a la idea de lo que acababa de suceder. Edward levantó la cabeza al cabo de unos minutos; sonrió mientras contemplaba a su pequeña, todavía intentando recuperar la respiración, y sonrojada hasta el extremo.
-¿Estás bien?- le preguntó; la joven afirmó levemente con la cabeza, sonriendo y apartando de su frente un mechón de pelo. Le devolvió la sonrisa, dejando un pequeño besito en su nariz.
-Ahora eres completamente mía- le susurró en voz baja.
-Sólo tuya- afirmó Bella, abrazándose a él y escondiendo la cara en su cuello.
-Para siempre- sonrió al escuchar las palabras de Edward.
-Para siempre... se repitió para sus adentros.
A partir de ese día, Bella durmió arropada por los brazos de su novio; cada noche , y después de que la casa se sumiera en el silencio, Edward se escabullía a la habitación de su pequeña, dónde ésta siempre le esperaba despierta. Bella adoraba esos momentos de intimidad con su novio, dónde las confidencias íntimas, caricias y besos eran el mejor reflejo del amor que se profesaban.
Abril pasaba rápido; con el trabajo que había en el rancho apenas tenían tiempo para pasar unos minutos juntos durante el día, pero esas noches eran cómo una recompensa para ellos. Una de esas noches, casi al final del mes, Edward y Bella mantuvieron una crucial conversación sobre un tema de vital importancia para ambos.
-¿Cómo van las solicitudes de las universidades?- interrogó éste a su novia, que se encontraba cómodamente acurrucada en su pecho.
-El miércoles mandé las últimas solicitudes; las primeras que mandé todavía no han contestado- le explicó con una mueca de resignación. Edward sonrió mientras besaba el tope de su cabeza.
-Hay que esperar cariño; todavía es pronto- le recordó -¿has decidido lo que vas a estudiar?-.
-Educación infantil- le reveló contenta -¿qué te parece?- sondeó con cautela.
-Creo que serás una profesora estupenda, te encantan los niños; pero no me tienes qué pedir opinión, tienes que estudiar lo que a ti te guste- le explicó. Bella sonrió complacida, escuchando las palabras del joven, era increíble cómo la apoyaba en todas sus decisiones. Con el dinero ahorrado estos meses, gracias a su trabajo, podía permitirse pagar la matrícula del primer año; Edward había insistido en hacerse cargo, pero fue una batalla perdida para el joven Cullen. De modo que llegaron a un acuerdo; ella se encargaría de pagar todo lo referente a la universidad, y Edward buscaría un apartamento dónde ambos se mudarían una vez empezara el año lectivo. El segundo año, si todo iba bien, ya verían lo que hacían.
-¿Tienes alguna preferencia en lo que a ciudades se refiere?- interrogó Edward a Bella.
-Me gustaría San Antonio; es la que más cerca está de Hunstville, apenas hay una hora y media en coche- le contó -estaríamos cerca del rancho, y podríamos venir los fines de semana-.
-Cierto- le dio la razón éste -pero ya sabes que si te aceptan en Dallas, incluso en Houston, no pasa absolutamente nada- le recordó, mirándola con una ceja arqueada.
-Sí papá, me acuerdo perfectamente- recitó cual niña de parvulario. Su novio rió, divertido por la mueca que puso su pequeña. En la oscuridad de la habitación continuaron hablando de su futuro, hasta que ambos se quedaron dormidos en brazos del otro.
Durante las dos semanas que siguieron, Bella esperó ansiosa las respuestas de las diferentes universidades; se llevó una pequeña desilusión al recibir la negativa de la universidad de Houston, pero había enviado multitud de solicitudes, y Edward la animó, diciéndole que no todas iban a ser respuestas favorables, y que había que ser pacientes. De eso hablaban mientras se dirigían en coche hacia el bar de Félix; era un sábado por la noche, y Emmet y Jake les esperaban allí, con sus respectivas parejas; Jasper había regresado de un viaje esa misma tarde, y prefirió quedarse en casa a descansar.
Edward tomó de la mano a su pequeña, adentrándose en el local y buscando a sus hermanos con la mirada. Los encontró sentados alrededor de una mesa, y ambos se dirigieron hacia allí.
-En verdad se nota que hay trabajo en los ranchos; el local no está muy lleno- le dijo a Edward, extrañada de ver tan poca gente en el bar un sábado por la noche.
-Mejor, así estaremos más tranquilos- respondió el joven, pasando una mano por su espalda y conduciéndola hacia la mesa.
-Hola chicos- saludó animada la joven castaña mientras tomaba asiento al lado de Rosalie.
-Ya era hora- rodó los ojos Emmet -pensábamos que ya no vendríais-.
-Papá se retrasó para la cena; además, el vuelo de Jasper se ha retrasado también, y ha llegado tarde- les explicó Edward, que tomó asiento al lado de su pequeña.
-Excusas- se burló malicioso Jake -seguro que os habéis perdido con el coche por algún paraje oscuro- movió las cejas de forma sugestiva, pero su cara cambió a una de sorpresa al sentir un fuerte manotazo en su nuca.
-Deja de avergonzar a la pobre Bella- le riñó Nessie, al ver la cara roja de la joven.
-Ella sabe que mis bromas son sin malicia- se excusó el mayor de los Cullen -¿verdad, cuñada?-.
-Bella; yo que tú, lo dejaba a dieta un par de días- le sugirió Emmet con una sonrisa malévola -verás que pronto se le quitan las ganas de bromear-.
-Es una posibilidad- meditó la joven en voz alta, dedicando a Jake una inocente sonrisa, pero la respuesta de Jake no llegó a salir de su boca, ya que uno de los camareros llegó a tomar nota del pedido. Una vez todos tuvieron sus bebidas en la mesa, los hermanos se enfrascaron en una charla acerca de varios asuntos pendientes del rancho, de modo que las chicas los dejaron hablar tranquilos.
-¿Sabéis algo de Alice?- interrogó Rosalie.
-La vi hace dos días, cuándo fue al rancho para continuar con el estudio- explicó Bella -desde entonces no la he visto-.
-Le dije que se viniera esta noche con nosotros, pero es excusó diciendo que estaba cansada- añadió Nessie -no quise insistir mucho-.
-¿Pero va mejor de ánimos?- siguió interrogando Rosalie -Owen ha estado enfermo esta semana, y entre eso y el trabajo apenas he tenido tiempo de llamarla-.
-Yo tampoco la he visto mucho entre semana, y eso que trabajamos en la misma empresa y vivimos en el mismo bloque- relató Nessie, dejando su vaso encima de la mesa.
-Me dijo Jake que has estado fuera hasta ayer; me extrañó no verte con Alice por el rancho- le dio la razón Bella.
-La comisión me mandó esta semana a Houston, a un congreso de veterinaria- siguió relatando con una mueca de fastidio -odio esas reuniones, las conferencias son soporíferas- las jóvenes rieron divertidas ante la cara de frustración de la joven.
-¿Qué es tan divertido?- interrogó Emmet; los chicos se habían girado hacia ellas, señal de que habían dado por concluida su conversación laboral.
-Nessie nos contaba cuánto le gustan los congresos de veterinaria- exclamó Bella, conteniendo la risa.
-Para otra vez deberías llevarte compañía- le sugirió Rose, con una sonrisa pícara y mirando a Jake.
-Tendré que tenerlo en cuenta para la próxima vez- contraatacó pensativa.
-Sabes que yo estoy dispuesto- se ofreció Jake, con una graciosa reverencia.
-Eso lo sabemos- rodó los ojos Edward, ante las carcajadas de los presentes.
-Habló el que se va a ir con su novia en otoño- le devolvió la jugada -¿has pensado en nosotros?- se llevó una mano al corazón cómicamente.
-Eso- apoyó Emmet -nos dejas sin cocinera- Edward y Bella se rieron ante los lastimosos pucheros de los hermanos mayores.
-Tenéis a Esme, a Rose, a Nessie...- enumeró la aludida -seguro que ellas no dejan que muráis de hambre-.
-Ellas no cocinan cómo tú- dijo Jake con un lánguido suspiro, ganándose una mirada intimidatoria de Rosalie y Nessie.
-No os ofendáis- intentó arreglar la situación -pero las albóndigas de Bella son insuperables-.
-Y su estofado de carne- añadió Emmet -pero tu comida es excelente también, cariño- añadió atropelladamente, viendo la mirada que le dirigía su esposa.
Edward y Bella ya no podían disimular las carcajadas... pero la divertida conversación se vio interrumpida por una voz femenina, que hacía mucho tiempo que no oían.
-Hola Edward- éste se dio la vuelta, mirando a la joven rubia que estaba frente ellos, esbozando una sonrisa entre tímida y nerviosa. Bella palideció para sus adentros... si en las fotos le había parecido alta y atractiva, al natural era aún mejor; miró a su novio de reojo. El rostro de Edward tenía una expresión indescifrable... y sus ojos miraban entrecerrados a la que una vez fue su prometida.
-Jessica- saludó con in movimiento imperceptible de cabeza.
-Vaya, pero si es Miss Petarda- saludó Rosalie, burlona y mordaz -¿a qué debemos el honor de tu visita?-.
-Pero si es la gran Rosalie Hale- le devolvió la respuesta burlona -oh, perdona... ahora eres Rosalie Cullen-.
-Creo que no estás en posición de ser sarcástica- le recordó Emmet.
-Sólo quería saludar a Edward- se defendió ella. Bella permanecía callada, mirando a la escultural joven que había estado a punto de casarse con Edward... dios... ellas dos eran polos opuestos, literalmente hablando... ¿cómo podía Edward estar ahora con ella?... Jessica tenía cuerpo, belleza, estilo... en cierto modo hacían muy buena pareja.
-Pues ya me has saludado, si nos disculpas, esto es una reunión privada- le respondió éste, rodeando a Bella por la cintura y acercándola más a su cuerpo. Jessica se dio cuenta del gesto, y en su cara se dibujó una mueca de sorpresa.
-Reunión privada y familiar- aclaró Jake, mirándola con una sonrisa de suficiencia -y creo que tú ya no eres parte de la familia-.
-Habló el grandullón- masculló molesta – ya me extrañaba que estuvieras tan calladito, Jacob- pronunció su nombre con retintín.
-Ya me conoces- contestó resuelto y tranquilo, rodeando los hombros de Nessie -no puedo evitarlo- Jessica rodó los ojos, pero no le dirigió contestación alguna, y su vista se posó de nuevo en el que una vez había sido su prometido.
-¿Te importaría que habláramos un momento... a solas?- remarcó las últimas palabras, mirando a Emmet y Jake con desagrado.
-No creo que tengamos nada de que hablar- respondió Edward con voz fría y cortante. Bella miraba a Jessica de reojo, apretando los dedos de Edward en un gesto involuntario.
-No voy a ocuparte más que unos pocos minutos- respondió la joven airada – y estate tranquila, no voy a robártelo- le dijo a Bella con una sonrisa burlona. La joven castaña iba a contestarle, pero Edward resopló sonoramente mientras se ponía de pie; lo que menos quería es que Jessica montara uno de sus numeritos.
-Ahora vuelvo- les dijo al resto; Bella miró a su novio preocupada, pero Edward negó imperceptiblemente con la cabeza, diciéndole en silencio que no pasaba nada. Vio cómo ambos se dirigían hacia la salida.
-Tranquila Bella, Edward no creo que tarde mucho en despacharla- la tranquilizó Jake. Bella asintió con una tímida sonrisa; no tenía duda alguna en lo referente a Edward... pero el ver a la mismísima Jessica en persona hizo que su autoestima, de por si baja, estuviera ahora en el subsuelo... ¿cómo podría competir alguna vez con ella?.
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Edward la siguió hasta la entrada, y una vez ambos salieron al exterior, esperó pacientemente a que ella empezara a hablar. Al ver el titubeo de la joven, resopló mientras se agarraba el puente de la nariz.
-¿Vas a hablar o no?- le espetó, perdiendo la paciencia. La joven le miró apenada y dolida.
-Sólo quería saludarte, y preguntarte cómo estabas- contestó con cautela.
-Pues muy bien, cómo puedes comprobar- respondió serio.
-Ya veo- murmuró ella -¿cómo está tu padre, y Esme, y Jasp...- el joven la cortó de malas maneras.
-Todos están muy bien-.
-Edward- suspiró frustrada -yo... ésto...- hizo una pausa, meditando muy bien sus palabras -yo sólo quería pedirte perdón, por cómo sucedió todo- Edward guardó silencio, escuchando las sorprendentes disculpas de Jessica -sé que lo que hice estuvo mal, muy mal... per...-.
-¿Todavía tienes un pero?- le preguntó, incrédulo y mordaz -te recuerdo que íbamos a casarnos; si no estabas segura, o incluso si querías parar la boda, sólo debiste hablar conmigo, y no acostarte con ese impresentable a mis espaldas-.
-No metas a mi esposo en ésto- respondió ofuscada.
-¿Qué no le meta?- se carcajeó incrédulo, haciendo que las personas que estaban ahí volvieran la vista, curiosas por lo que pasaba -te recuerdo que fue con el con quién te pillé en la cama-.
-Reconozco que lo que hice estuvo mal- admitió ella -pero nuestra relación estaba mal, Edward... y si hubiéramos seguido adelante con la boda, no habría funcionado-.
-Es posible- concedió Edward -pero esa no fue la mejor forma de decirme que no nuestro no funcionaba-.
-Por eso mismo quiero pedirte perdón- siguió relatando ella, pero Edward no la dejó terminar.
-¿Sabes?, estuve hundido mucho tiempo... pero hoy agradezco que pasara eso- la joven le miraba sin entender -porque gracias a eso, me di cuenta de cómo eres realmente-.
-Edward...-.
-Nunca me quisiste de verdad- acusó él.
-Al principio fuimos muy felices- rebatió ella.
-Eso no lo pongo en duda; pero fuiste cambiando- la joven ya no pudo retener la rabia.
-Eras un completo y obsesivo celoso- siseó Jessica entre dientes -a mi me gustaba salir, no servía para pasarme el día encerrada en un rancho-.
-Nunca tuviste queja alguna- dijo burlón -y sé que ese encuentro con Mike no fue el primero- la joven abrió los ojos, sorprendida e indignada -después de nuestra ruptura, me enteré de los encuentros que tuviste con Tyler, Austin... con James Denali-.
-Eso es ment...-.
-No trates de negarlo Jessica; ahora sé cómo te entretenías mientras yo tenía que ausentarme por negocios- respondió el joven, cruzando los brazos bajo su pecho -y créeme que ya le partí la cara a James por eso, aunque él lo negara cómo lo estás haciendo tú-.
-Tus empleados son muy cotillas- siseó ella -deberíais tener cuidado con quién contratáis-.
-Es lo que tiene liarse con alguien a la vista de miradas indiscretas- la joven bajó la vista... era inútil intentar negarlo... pero ahora ya daba igual.
-Siento mucho el daño que te hice- se disculpó ella de nuevo.
-No lo sientas; hace mucho tiempo que dejó de dolerme; me sirvió para abrirme los ojos, y ver la clase de persona que eras- un incómodo silencio se instaló entre ellos; Edward miró hacia una de las cristaleras, y vio la carita de su pequeña... gracias a ella, la vida le sonreía de nuevo. Iba a volver adentro, sin despedirse de la tediosa joven que tenía enfrente; quería tranquilizarla, y decirle que todo estaba bien... pero una mano en su brazo se lo impidió.
-Esa chica... ¿es tu novia?- interrogó con cautela.
-Sí- contestó él -es la hija de Charlie-.
-¿Charlie tenía una hija?- preguntó asombrada, acordándose del hombre serio y taciturno que iba de un lado a otro del rancho. Edwarsd afirmó con la cabeza, pero le dirigió una mirada Jessica, que ésta interpretó bien, y no hizo comentario alguno acerca de eso, pero no pudo evitar que un pensamiento que rondaba por su cabeza saliera al exterior.
-Parece muy joven, ¿cuántos años tiene?- interrogó.
-Diecinueve- respondió con tranquilidad.
-Vaya Edward... no sabía que te gustaban tan jóvenes- comentó con una sonrisa burlona.
-Hay muchas cosas de mi que no sabes; y ahora, te agradecería que me soltaras- le advirtió en voz baja; la joven reconoció ese tono furioso, y decidió no tentar a su suerte... sabía que era muy difícil que él la perdonara, y no le extrañaba... le había hecho mucho daño, y ella lo sabía.
-Adiós Edward, espero que las cosas te vayan muy bien- se despidió mientras le soltaba el brazo. El joven hizo un movimiento imperceptible con la cabeza a modo de despedida, y se adentró de nuevo en el local.
Al acercarse a la mesa vislumbró las caras interrogantes de sus hermanos y cuñadas, y la preocupación escrita en el rostro de su novia.
-¿Qué te ha dicho?- preguntó Jake -habéis estado hablando un buen rato- Bella no se atrevía a levantar la vista de su regazo, dónde jugueteaba nerviosa con sus dedos.
-Sólo quería disculparse, y preguntarme cómo me iba- relató con el ceño fruncido.
-Un poco tarde para pedir disculpas- masculló Rose, molesta.
-No creo que vuelva a molestarnos- Edward decidió zanjar el asunto, y todo su interés se posó en Bella; notó que estaba callada y cabizbaja... tenía expresión triste.
-¿Te encuentras bien, cariño?- preguntó preocupado, tomándola de la cintura y acercándola a su lado. Bella afirmó imperceptiblemente con la cabeza, pero sin levantar la vista de su regazo -Bella- la llamó en un susurro.
Al no obtener respuesta alguna por parte de la joven, puso un dedo debajo de la barbilla de Bella, obligándola a mirarlo. Los ojos de ambos se encontraron, y Edward percibió tristeza e inquietud en los ojos chocolate de su pequeña.
-No ha pasado nada cariño, no tienes por qué estar triste ni preocupada- Bella afirmó con una pequeña sonrisa... pero esa alegría no llegó a sus ojos, y Edward se preocupó todavía más.
-¿Quieres ir a casa?- le ofreció; a él también se le habían quitado las ganas de seguir allí.
-Sí,por favor- le pidió en un susurro. Sus hermanos y Rose y Nessie, que habían presenciado la íntima conversación en silencio, no hicieron comentario alguno, y no les insistieron para que se quedaran.
Una vez se despidieron de ellos, y ya dentro del coche, un incómodo silencio se instaló entre ellos; ninguno dijo nada hasta que Edward apagó el motor, ya en el garaje.
-¿Qué te pasa, cariño?- le preguntó por enésima vez, desabrochándose el cinturón y volviéndose hacia ella.
-Nada- negó Bella con la cabeza, pero Edward resopló incómodo.
-Bella; no hecho otra cosa que escuchar lo que ella tenía que decirme- le explicó -y te aseguro que no he sido muy amable con ella-.
-Eso ya lo sé, Edward- respondió la joven -confío en ti, y no tienes que darme explicación alguna-.
-Claro que te las tengo que dar; eres mi novia- le recordó con una sonrisa y llevando una de sus manos a su mejilla -¿entonces, qué te pasa?-.
-Me ha impresionado verla en persona- le confesó la joven, con un poco de vergüenza -es muy guapa- musitó, desviando su mirada de nuevo. Edward rodó los ojos, adivinando por dónde venía la preocupación y los temores de su pequeña.
-Ella es muy atractiva- le dio la razón -pero es una belleza fría... tú , en cambio, destilas ternura y cariño... eres cálida- le susurró -y eres preciosa, Bella; no tienes nada que envidiarle a Jessica-.
La joven escuchó sus palabras en silencio... ¿entonces por qué no quería estar con ella?... ¿por qué no quería hacer el amor con ella?... ¿y si eso de esperar a que ella estuviera preparada era sólo una excusa?; levantó la vista, mirándole fijamente.
-Bella, por favor- suspiró derrotado -ya no sé cómo decírtelo- murmuró cansado.
-No quiero que me lo digas con palabras- dijo ella con voz temblorosa y las lágrimas asomando por sus ojos -quiero que me lo demuestres... físicamente- terminó de decir. Edward la miraba de hito en hito -yo te quiero, Edward... y quiero estar contigo- le dijo bajo una mirada suplicante, llena de lágrimas.
-Cariño, yo también quiero, créeme, per...- la rabia bulló en el interior de la joven, y bajó repentinamente del coche, dando un portazo. Edward tardó casi un minuto en reaccionar, pero cuándo lo hizo bajó de un salto del coche, interceptando a su novia y deteniéndola.
-Bella- la llamó serio; la joven no paró su caminar, y a Edward no le quedó otro remedio que seguirla y tomarla de la mano para que parara -Bella, por favor...- la joven se dio la vuelta, mirándole fijamente.
-¿Por favor qué, Edward?- interrogó enfadada -¿cómo crees que me siento?- le espetó, rechinando su dientes.
-Bella, yo...- la joven castaña lo volvió a interrumpir.
-Me dices que me quieres, que me deseas... pero no haces más que darme largas- le espetó enfadada -sé que soy muy joven, y muy inexperta en ese tema- dijo con pena y rabia a la vez -y puede que no te sepa dar lo que ella te daba-.
-Bella, eso no es cierto- le rebatió Edward, enfadado consigo mismo por verla llorar.
-Entonces demuéstramelo- le imploró Bella; al ver que Edward no contestaba, se zafó suavemente del agarre de su novio.
-Buenas noches, Edward- musitó en voz baja. Se dio la vuelta, y bajo la escrutadora mirada de su novio, se adentró en la casa.
Cuándo se cerró la puerta principal, Edward pasó la mano por su pelo, resoplando frustrado. Él simplemente quería hacer las cosas bien con su pequeña... dios... se moría por estar con ella, y marcarla cómo suya para siempre; cada vez que ella le tocaba, aunque fuera de forma inocente, algo en su interior se encendía. Si ella supiera lo loco que se volvía cada vez que ella le besaba... cada noche que su cuerpo se pegaba al suyo, cuándo sentía el calor que emanaba su pequeño cuerpo, y que tan loco le volvía...
Levantó la vista, enfocando la ventana de la joven... la luz estaba apagada; si estuvieran solos en casa, iría directo hacia su cuarto, y le explicaría con besos y caricias lo que ella le provocaba; pero cómo siempre ocurría, no estaban solos en la casa... ¿cómo diablos lo hacían Esme y su padre?, se preguntó para sus adentros, hasta que la lógica le golpeó, acordándose de que el cuarto de su padre estaba bastante más alejado del resto, casi en la otra punta de los otros dormitorios.
Cansado y enfadado consigo mismo, decidió entrar también en la casa; al pasar frente al dormitorio de su pequeña, abrió la puerta con cuidado; Bella estaba hecha un ovillo, y su respiración era acompasada, señal de que ya se había dormido. Acarició su espesa melena castaña, hundiendo los dedos en él, disfrutando de su suavidad. Su pequeña se revolvió inquieta, quedando poca arriba y destapándose en el camino.
Al quedar la sábana por debajo de su cintura, Edward se recreó en su delicada figura, cubierta por una minúscula camiseta de tirantes; su vista recorrió las formas de su rostro, su esbelto y delicado cuello... pasó un dedo por él, deleitándose una vez más con la suavidad de su piel; sus ojos siguieron recorriendo el cuerpo de su novia... sus clavículas, su escote, las formas de sus senos... recodó cómo solamente hace unas pocas noches, las caricias habían sobrepasado todos lo límites impuestos por él mismo, y aunque fuera con el sostén de por medio, disfrutó de esas deliciosas y delicadas cumbres de su novia... sintió un calor repentino, y cierta parte de su anatomía empezaba a reaccionar de forma contundente; así que para no tentar al diablo, dejó un pequeño beso en la frente de Bella, y decidió irse a dormir a su cuarto.
Una vez en la soledad de su habitación, dio vueltas y vueltas en la cama, sin poder dormir y pensando en cómo demostrarle a Bella que estaba totalmente equivocada; mejor dicho, se devanó los sesos buscando sorprender a su pequeña, puesto que sabía de sobra cómo debía demostrarle todo lo que sentía... hasta que una idea cruzó por su mente. Con una sonrisa satisfecha, se sumió en sus sueños... mañana tenía trabajo.
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A la mañana siguiente, una pálida y ojerosa Bella abrió los ojos, y descubrió con una mueca de tristeza qué había dormido sola. Edward se había enfadado con ella de nuevo, estaba segura de eso; pero ella no podía evitar sentirse inferior a Jessica; esa chica era el sueño de cualquier hombre, y no ella.
Su reacción de ayer por la noche quizá había sido desmedida... pero se moría de ganas de que Edward la amara por completo; pero lo primero de todo, y lo que más le importaba, no quería estar enfadada con Edward, así que todavía en pijama, salió hacia su habitación. Entró sin hacer ruido, pero allí se encontró la cama vacía, con las sábanas revueltas. Extrañada, miró el reloj; apenas eran las nueve y media de la mañana, y era domingo... qué raro... pensó para sus adentros.
Volvió a su habitación, para darse una ducha y bajar rauda a la cocina; allí se encontró con Esme, apoyada en la encimera y con la taza de café entre sus manos; al ver a la joven, le dedicó una sonrisa cariñosa, cómo siempre hacía.
-Buenos días Esme- saludó.
-Buenos días hija, ¿descansaste?- interrogó.
-Sí- dijo no muy convencida, pero camuflándolo con una sonrisa -¿dónde están los chicos?- interrogó curiosa y preocupada a la vez.
-Sam ha llamado a las ocho de la mañana- le empezó a relatar -al parecer, las máquinas que dispensan el pienso se han averiado, y han ido todos a la nave de engorde-.
-Vaya- lamentó ella; eso significaría que no vería a Edward en toda la mañana, y probablemente en parte de la tarde -qué mala suerte, y justo en domingo-.
-Si, ha sido mala suerte- corroboró ésta -pero los animales tienen que comer, sea domingo u otro día cualquiera- le explicó con una sonrisa.
-Eso es verdad- le dio la razón Bella -espero que puedan arreglarlo- suspiró -y deberíais haberme llamado- protestó con un puchero -podría haberme levantado y preparado el desayuno-.
-Jake y Jasper iban a hacerlo- le explicó Esme con una risa- pero Edward les ha advertido que te dejaran dormir; que después, a media mañana, vendrían a tomar un tentempié- Bella sonrió mientras se servía una taza de café... la cuidaban demasiado en esa casa. Esme notó el silencio de la joven, y las ojeras que resaltaban en su pálida piel.
-¿Has dormido bien?; te noto cansada- dijo ésta,acercándose a ella. Bella resopló para sus adentros... no sabía disimular en absoluto.
-¿Quieres hablar?- le ofreció; Bella meditó el ofrecimiento unos segundos, hasta que al final aceptó.
-Ayer nos encontramos con Jessica- murmuró en voz baja. Esme abrió los ojos, sorprendida con la revelación, pero dejó que la joven continuara hablando -quería saludar a Edward, y habló con él unos minutos a solas-.
-¿Ocurrió algo más?- cuestionó la buena mujer; Bella negó con la cabeza.
-Simplemente quería saludarlo- se encogió de hombros -hablaron fuera unos minutos, y por la cara de Edward, no fue una conversación agradable-.
-Eso es comprensible; no se veían desde lo ocurrido- musitó pensativa la buena mujer.
-Es muy guapa- pensó Bella en voz alta, pero Esme lo oyó.
-Es muy guapa, es cierto- le dio la razón Esme -pero Edward ahora no es capaz de mirar a una mujer que no seas tú- Bella se sonrojó ante el comentario, y la buena mujer le sonrió con cariño.
-No debes tener esas inseguridades, corazón; Edward te quiere muchísimo-.
-Ya lo sé... pero es sorprendente- Esme la miró sin entender -Jessica y yo somos totalmente opuestas, y a veces todavía me resulta increíble que esté conmigo-.
-En eso sólo el corazón sabe las razones; Edward te vio y se enamoró de ti; y estoy segura de que vio algo más aparte de tu apariencia física- Bella esbozó una pequeña sonrisa, agradeciéndole con ese pequeño gesto sus palabras.
-Y no debes hacer comparaciones Bella; tú también eres hermosa; seguro que si le preguntamos a Edward, dirá lo mismo- la joven castaña rió divertida por la obviedad.
-Eso espero- exclamó con una pequeña risa, a la que se sumó la propia Esme.
-Nunca dudes de los sentimientos de Edward por ti- le dijo, tomándole de la mano -gracias a ti, ha recuperado la ilusión... y todo llega- Bella la miró extrañada, sin entender el comentario, pero Esme simplemente le guiñó un ojo, de manera cómplice, dejándola en la cocina, sumida en sus pensamientos y cavilando la manera de abordar a Edward, para hablar de lo sucedido la noche pasada, y arreglar las cosas.
Pero apenas le vio una hora escasa en la comida, ya que la avería era bastante más seria de lo que presentían al principio. Tuvieron que llamar a Emmet para que les echara una mano, ya que debían hacer un apaño provisional hasta el martes que vinieran a repararla los mecánicos. Los hermanos y Carlisle apenas pararon para comer, y en menos de una hora ya se iban de nuevo.
-¿Os queda mucho?- le preguntó mientras le acompañaba a la puerta, una vez comieron.
-Todavía tenemos para un rato- le explicó él -pero para la hora de la cena estará solucionado- le explicó con una sonrisa -¿te encuentras mejor?- le interrogó preocupado. Bella agachó los ojos, emitiendo un suspiro.
-Edward... yo... en serio siento lo de anoche- se explicó atropelladamente -no dudo de ti, en absoluto, y no quiero qu...- Edward la interrumpió, tomándole de la mano.
-No pasa nada; es normal que reaccionaras así al encontrarte con Jessica- Bella se mordía el labio, nerviosa. Edward iba a añadir algo más, pero una voz le interrumpió.
-Vamos Edward, a ver si terminamos de una vez- le instó Jasper, saliendo por la puerta. El joven le dedicó a su pequeña una mirada de disculpa.
-A la noche hablamos- la joven asintió tímidamente; levantó la cabeza, dirigiéndose hacia la boca de su novio y dejando allí un pequeño beso, que el joven correspondió encantado.
-Hasta luego preciosa- nada más darse la vuelta, una sonrisa apareció en el rostro del joven; esperaba que lo que había planeado para esa noche, sorprendiera a su pequeña.
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Los hermanos se demoraron toda la tarde con las reparaciones, de modo que no aparecieron por la casa hasta la hora de la cena. Bella había estado un poco más tranquila, y había pasado la tarde ayudando a Esme con la plancha; después ambas se habían sentado en el salón, Bella libro en mano y Esme viendo una película.
La cena transcurrió tranquila, y en cuánto Bella terminó de recoger la cocina, esperó pacientemente a que Edward se duchara y se pusiera ropa limpia; iba a proponerle ir a dar un paseo, y poder estar un rato a solas.
Pero después de más de media hora, empezó a preguntarse por qué tardaba tanto. Extrañada y cansada de dar vueltas por la cocina, decidió subir a la habitación de éste. Su sorpresa fue mayúscula al encontrarse la luz apagada y la habitación perfectamente ordenada; y por supuesto, sin rastro alguno de su novio.
¿Edward?- preguntó mientras accionaba el interruptor de la luz; se acercó con cautela a la puerta del cuarto del baño, pero la encontró entornada y con la luz apagada, señal de que tampoco había nadie.
-Qué raro...- murmuró con voz distraída -quizá haya tenido que salir de nuevo- iba a girarse y salir de la habitación, pero algo rojo llamó su atención. Una rosa roja reposaba en la cama, resaltando sobre la colcha blanca; a su lado, un papel doblado. Bella esbozó una tímida sonrisa mientras olía la flor, para después coger el papel y desdoblarlo; reconoció la pulcra caligrafía de Edward, y ansiosa leyó la escueta nota.
"No se me ocurrió otra forma
de demostrarte cuánto me importas
y lo mucho que te quiero.
Sí tu quieres, ven a nuestro
lugar secreto...
Edward"
de demostrarte cuánto me importas
y lo mucho que te quiero.
Sí tu quieres, ven a nuestro
lugar secreto...
Edward"
Bella no podía quitar la sonrisa de su cara, y tomando la rosa en una de sus manos, salió cómo una exhalación por la puerta, bajando las escaleras de dos en dos, tan deprisa que por poco se cae. Salió tan rápido hacia los establos, que no se dio cuenta de coger una chaqueta; pero la noche era inusualmente cálida, cómo lo llevaba siendo toda la semana.
Entró deprisa en el establo, dispuesta a ensillar a Mistie, pero paró de repente al encontrarse a Edward, que la miraba con una sonrisa misteriosa.
-Veo que has aceptado mi invitación- le dijo con esa sonrisa torcida que tanto le gustaba a Bella.
-¿Cómo sabrías que vendría aquí?- interrogó tímida y sonrojada como una amapola. El joven se acercó a ella, tomándola de la cintura y acercándole a él.
-No iba a permitir que fueras a nuestro lugar secreto sola, a estas horas de la noche- le explicó, mirándola fijamente -así que supuse que vendrías aquí o al garaje, para coger uno de los coches; te vi salir de la casa y vi que te dirigías hacia aquí- Bella negó con la cabeza, pero a la vez esbozó una sonrisa.
-Gracias por la rosa, me encanta; es preciosa- le agradeció.
-No es ni la mitad de bonita qué tú- susurró el joven sobre sus labios, dejando un pequeño beso en ellos. El lánguido suspiro que salió de la garganta de la joven resonó en las paredes del establo.
-Siento lo de ayer, no deb...- Edward negó con la cabeza, haciendo que se callara.
-Después hablamos... ahora vámonos de aquí- condujo a Bella hasta su caballo, y una vez la ayudó a subir, él hizo lo mismo, pero antes de salir deslizó un pañuelo por ojos de su pequeña, riendo divertido ante el respingo que ésta dio.
-¿Edward, que haces?- interrogó extrañada.
-Shiisssstttt... es parte de la sorpresa- susurró en su oído; la piel de Bella se erizó al sentir el aliento de Edwards tan cerca de su piel; éste, regalándole un dulce beso en la base de su cuello, tiró de las riendas para que Concord avanzase.
Durante todo el trayecto se mantuvieron en silencio... pero el corazón de Bella repiqueteaba ruidosamente; el fuerte brazo de Edward rodeaba por entero su cintura, y que su aliento golpeando una y otra vez su cuello no ayudaba para nada a que se tranquilizara. Cada vez que hacía alguna pregunta, sentía el cuerpo de su novio sacudirse de la risa, y por respuesta obtenía un beso en sus cabellos, de modo que al cuarto intento desistió de preguntar más. Veinte minutos después, Bella supuso que llegaron a su prado, ya que Concord aminoró la velocidad.
-No te muevas- susurró Edward, dejando un pequeño beso en el lóbulo de su oreja; Bella respiró profundamente antes de asentir con la cabeza. Se percató de que Edward bajó de la grupa del caballo, y oyó pasos presurosos de un lado a otro. Se sentía tonta encima de una caballo y con los ojos vendados, pero la curiosidad la reconcomía, de modo que esperó pacientemente, hasta que una manos tomaron con delicadeza su cintura, posándola cuidadosamente en el suelo.
-¿Ya está?- preguntó divertida; su novio le tomó de ambas manos, conduciéndola con cuidado para que no tropezara. Unos metros más adelante, sintió que Edward se ponía a su espalda, y tomaba el nudo del pañuelo.
-¿Preparada?- el gesto afirmativo de la joven fue la señal, y cuándo la venda cayó de sus ojos y enfocó su vista, se llevó ambas manos a su boca, soltando un jadeo por la impresión.
Estaban en su lugar secreto, aquel en el que Edward le confesó lo que sentía por ella. La luna mandaba destellos plateados que se reflejaban en el lago; gracias a que la primavera ya había llegado, las flores asomaban tímidamente, y las copas de los árboles rebosaban, llenas de hojas verdes.
Pero lo que le dejó sin aliento fue el precioso camino trazado con pequeñas y tintineantes velas, para terminar en un círculo, también rodeado por las pequeñas lucecitas; en medio de éste, una improvisada cama, hecha con un suave y mullido edredón de plumas blanco, con miles de pétalos rojos cubriéndola. Estaba totalmente asombrada; su corazón no podía dejar de latir, sentía un cúmulo de sensaciones atoradas en su pecho, y no fue consciente de nada hasta que Edward la rodeó con sus brazos.
-¿Te gusta?- preguntó en voz baja. La joven se dio la vuelta lentamente, mirándole emocionada.
-Es precioso Edward; yo... yo no sé que decir...- balbuceó con voz torpe, casi tartamudeando. El joven sonrió a su pequeña con cariño, abrazando su pequeña cintura.
-Bella- hizo una pausa, tomando aire -te debo una disculpa, por lo de ayer; sé que el encontrarte con Jessica así, de esa manera, no fue agradable-.
-Yo también te debo una disculpa- murmuró ella en voz baja -no debí enfadarme así... tú no hiciste nada- bajó los ojos, ocultando las lágrimas que afloraban en sus ojos chocolate, pero el dedo de Edward alzó su cara.
-Bella... no tienes por que pedir perdón, y no quiero verte llorar... ni tampoco quiero que pienses que no te deseo- la joven sintió que sus mejillas volvían a sonrojarse, pero Edward no le dejó que apartara sus ojos de él.
-Edward...- susurró en voz baja.
-No tienes que compararte con Jessica... porque no tienes absolutamente nada que envidiarle; eres preciosa, eres inteligente, eres buena y cariñosa... eres muchas cosas que ella no es- hizo una pausa, sopesando las palabras -y si tu quieres y me dejas esta noche, te lo voy a demostrar- la joven sintió que su respiración se paralizaba.
-¿Qu... qué me vas a demostrar?- consiguió preguntar, muerta de nervios.
-Lo mucho que te amo... y lo mucho que te deseo- la voz de Edward se tornó ronca y profunda y sus ojos esmeralda ardían impregnados de un sentimiento que Bella nunca había visto... pero esa mirada hizo que un fuego ardiente recorriera de la cabeza a los pies, provocando en ella que una sensación que no supo describir se instalara en su vientre.
-Po... por eso...- miró a su alrededor, deteniendo su vista en la improvisada cama.
-Quería que tu primera vez fuera especial, y que la recordaras siempre- por primera vez en su vida, le pareció ver un ligero rubor en las mejillas del joven; llevó una de sus manos hacia su cara, acariciando suavemente su mejilla, gesto que encantó a Edward, que ladeó la cabeza y apoyó su mejilla en la palma de la mano de su pequeña.
-Edward... yo...- no pudo decir nada más, ya que la boca de Edward buscó sus labios, y cuándo ambas bocas se encontraron, ya no hubo palabras.
Los brazos de Bella se enredaron alrededor del cuello de Edward, acercándolo más a ella; su lengua, tímida y cautelosa, se abrió paso adentrándose en la boca de su novio. Eso provocó que Edward gimiera audiblemente, y que todo su autocontrol desapareciera; la forma en la que Bella le estaba besando le volvió loco, y tras unos pocos segundos de asimilación, pasó una mano por su espalda, pegándola más a su cuerpo y haciendo que el beso se tornara más profundo y desesperado. Sus lenguas luchaban entre ellas por llevar el control de la situación; los puños de Bella se aferraban a su cabello, y esos suaves tirones que le daba provocaba que escalofríos de placer recorrieran su columna vertebral.
Sus manos cobraron vida propia, y dejaron la cintura de su novia para iniciar su paseo por los costados de la joven, provocando que unos graciosos y sexys gemidos brotaran de la garganta de ésta. A duras penas consiguió separarse de ella.
-Ven conmigo- murmuró sobre sus labios; observó la reacción de su pequeña; sus labios hinchados y húmedos, de un apetecible color rojo muy suave, sus mejillas arreboladas y coronadas por unos adorables coloretes, y su respiración errática y dificultosa.
-Ed... Edward... yo... yo no sé qué debo hacer- dijo en un tímido susurro, pero Edward negó con la cabeza, tomándola en brazos cómo a una novia.
-Tranquila por eso... esta noche es sólo para ti, mi amor- su novia sonrió emocionada, escondiendo su cara en el hueco de su cuello y depositando pequeños besitos en esa zona de piel que quedaba libre por debajo de su camisa. Edward sintió que sus piernas flaqueaban mientras se dirigía a la improvisada cama, y con todo el cuidado del que fue capaz la depositó cómo si fuera lo más delicado del mundo. El manto de estrellas que cubría el cielo, el lugar, las velas, los pétalos de rosa... no podía ser más romántico el momento y el lugar.
Edward se tumbó a su lado, apoyado en un su brazo y mirando el rostro de su pequeña; uno de sus dedos pasó suavemente por la cara de Bella, recorriendo en una sutil caricia su frente, la suave piel de sus párpados, su pequeña y graciosa nariz, sus mejillas...
-Eres tan bonita- susurró casi para él, que seguía deleitándose con la piel de porcelana de su pequeña. Ésta, que había permanecido con los ojos cerrados, disfrutando de tan agradable sensación, los abrió lentamente, dedicándole una mirada suplicante a su novio. Sin decir una sola palabra, arremetió de nuevo contra la dulce boca de su pequeña, y poco a poco fue posicionándose encima de ella. Por instinto, Bella abrió las piernas, para que Edward se acomodara mejor; los brazos de éste quedaron a ambos lados de la cabeza de la joven, y pronto sus labios abandonaron su boca, para bajarlos por su cuello, saboreando el dulce sabor de la piel de Bella, deleitándose con su suavidad.
-Edward...- suspiró la joven, enredando los dedos en el pelo cobrizo de él.
-Sabes tan bien, Bella... me vuelves loco- exclamó con voz ronca, antes de volver a estrellar su boca contra la de ella; la joven aceptó gustosa ese nuevo beso, y cerrando de nuevo los ojos, disfrutó de las sensaciones que invadían su cuerpo, tan insoportables y tan placenteras a la vez.
Edward se volvía loco por momentos... esa parte tan íntima de su anatomía cada vez apretaba más y más... lentamente y con mucha cautela, sus manos agarraron el borde del jersey de Bella, levantándolo lentamente hasta que consiguió sacarlo por la cabeza de la joven. Pero las manos de Bella no se quedaron rezagadas, y torpemente, fue desabrochando pacientemente los botones de la camisa, hasta que él mismo la ayudo y se deshizo de ella.
Miró embelesado el cuerpo de la joven, sus deliciosas curvas y sus senos, todavía cubiertos con un sujetador de encaje blanco. Posó una de sus manos en su vientre, provocando que Bella se estremeciera ante su toque y contuviera la respiración cuándo esa misma mano buscó el botón de sus vaqueros. Los bajó lentamente, quitándole también las deportivas de camino.
En un abrir y cerrar de ojos, la joven estaba en ropa interior, toda expuesta para él. La respiración de la muchacha era errática y pesada, pero sintió que el sonrojo volvía a sus mejillas al verse tan expuesta. Cuándo Edward recorrió con sus manos toda la piel expuesta, sintió un placentero hormigueo recorrerla de arriba abajo, su piel se estremecía bajo las yemas de sus dedos hasta límites insospechados, y de pronto, sus pequeñas manitas empezaron a recorrer con timidez el duro pecho de Edward.
-Eso es cariño, tócame- le dijo éste en voz baja, encantando por sentir las manos de Bella en su cuerpo; alentada por su novio, sus manos se deslizaron por aquel torso con un poco más de seguridad; podía sentir los gemidos tan sexys que brotaban de la garganta de Edward, señal de que le encantaban esas caricias. Edward no abandonaba el cuello y el escote de su pequeña, besándolo y lamiendo la vena del cuello, justo dónde su pulso se desbocaba por momentos.
-Bella, arquea la espalda- la joven lo hizo sin rechistar, y después de una rápida maniobra, sus pechos quedaron al descubierto. El joven se deleitó, admirando esos pequeños y suaves montículos que nadie más, a excepción de él, había visto. Bella sintió la mirada abrasadora de Edward recorrerla de arriba abajo, y una súbita ola de vergüenza y timidez se apoderó de nuevo de ella, haciendo amago de cubrirse; pero Edward negó con la cabeza, atrapando sus muñecas y posándolas a ambos lados de su cabeza.
-No te cubras cariño... eres preciosa- le volvió a repetir -y estás conmigo- le recordó. Ésta pareció relajarse ante esas palabras... la trataba con tanta delicadeza, con tanto cariño... con tanto amor.
-¿Estás bien?- inquirió Edward, un poco preocupado; la joven asintió tímidamente, alzando su cuello y besándole... pero los labios del joven pronto abandonaron esa parte de su cuerpo, para ir bajando por sus mentón y por su escote hasta llegar a su pecho izquierdo.
-Ahhh...- un suspiro escapó de los labios de la joven, que inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, invadida por un torrente de placenteras sensaciones. La boca de Edward hacía cosas inimaginables en sus pechos, y su espalda de arqueó cuándo uno de sus pezones se vio atrapado entre los labios de su novio.
-Ahhh... dios- gemía palabras incoherentes, y Edward estaba encantado de cómo reaccionaba ella a sus caricias; siguió entretenido en esas deliciosas cumbres, dándoles caricias, besos y lamidas por doquier; las caderas de Bella se sacudían en un movimiento que le estaba volviendo loco, y ya sin poder soportarlo más, dejó un torrente de besos en sus costillas, en su estómago, su ombligo...
-Edward, bésame- demandó suplicante y jadeante; su novio accedió gustoso a su petición, y rápidamente subió por su cuerpo, para volver a tomar los suaves labios y devorarlos. Las manos de Bella se volvieron a aferrar a su cuello y a su cabello, empujándole contra ella y respondiendo con ansias.
-Bella- jadeó Edward, cuándo los labios de la joven bajaron por su mentón y con su cuello -dios cariño, me encantas-.
-Quiero más Edward- le pidió ansiosa y excitada cómo nunca -sigue por favor- le imploró entre jadeos. Esas palabras enloquecieron al joven, que se apartó un momento para despojarse de sus botas y pantalones. Bella se mordió el labio, en un gesto de timidez e inocencia al verle completamente desnudo... dios... era magnífico. Las manos de Edward fueron al borde de la única prenda que le quedaba puesta, bajándola lentamente y descubriendo el centro de su feminidad.
Ya no había inseguridades, ya no había timidez... quería que Edward la hiciera suya; un excitante hormigueo se había instalado en su bajo vientre, y podía sentir que estaba mojada, muy mojada... hecho que corroboró el joven cuándo se volvió a posicionar sobre ella y sus dedos palparon delicadamente el centro de la joven. No pudo reprimir el jadeo de sorpresa al sentir los largos dedos del joven acariciando esa parte de su cuerpo... cerró los ojos de nuevo, perdiéndose en un mar de sensaciones.
-Estás tan húmeda, tan caliente... - le susurraba éste beso y beso; su dedo pulgar trazó sinuosos círculos en ese hinchado botón de placer, y cuándo lo pellizcó con delicadeza, ahogó el grito que quiso salir de los labios de su pequeña.
-Aaaahhh... ooohhhh...- Bella gemía descontroladamente, sin pudor alguno. Edward siguió acariciándola, hasta que sintió que las uñas de Bella se clavaban con fuerza en sus hombros y gritaba su nombre.
-Aaahhhh... sí así... más por favor- clamaba su pequeña, de modo que incrementó la intensidad de sus dedos, hasta que una fuerte convulsión sacudió a su novia de arriba abajo; poco a poco retiró su mano, y observó la imagen de su pequeña, todavía temblando del orgasmo que acababa de recorrerla e intentando regularizar su respiración. Su perlado cuerpo estaba cubierto por una fina capa de sudor, y su apetecible boca entreabierta le llamaba a gritos, pidiendo ser besada de nuevo, de modo que eso hizo, pero tranquila y pausadamente, dejándola recuperarse.
-Edward... - murmuraba la joven, deslizando sus manos por el pecho de Edward, deleitándose con cada músculo que sobresalía. Los sexos de ambos se rozaban el uno contra el otro, y eso, unido a los dedos de su pequeña, que bajaban sinuosamente por su bajo vientre, por sus caderas, hizo que empezara a gemir.
-Bella... si sigues por ese camino, no aguantaré mucho sin hacerte mía- dijo entre dientes; no podía aguantar esas caricias que recorrían la marcada uve de sus caderas.
-Eso es lo que quiero- le respondió ella, para después volver a besarle. Edward no necesitó ninguna otra señal, y sin dejar sus labios en ningún momento, guió su miembro hacia la entrada de la joven. Sintió su pequeño cuerpo tensarse, debido a los nervios.
-Tranquila mi amor- la reconfortó, dejando pequeños besos por toda su cara -intentaré tener cuidado- Bella aspiró profundamente, y sintió cómo sus paredes recibían a Edward, hasta que la barrera de su inocencia frenó la incursión. Emitió un ruidito de protesta, y su novio se detuvo.
-Sólo dolerá un momento- la intentó reconfortar -seré muy cuidadoso- su pequeña esbozó una pequeña sonrisa, agradeciéndole sus palabras.
-Te amo- le dijo ella, subiendo las manos hasta sus cabellos; Edward sonrió de manera torcida.
-Te amo... mi pequeña estrellita- susurró contra sus labios, para después besarlos y adentrarse en ella de un solo empujón.
Bella sintió un doloroso calambre recorrer su bajo vientre, y ahogando un chillido de dolor, escondió su cara en el cuello de Edward, que tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano por permanecer quieto, para no hacerle más daño. La calidez y la estrechez de Bella le estaban volviendo loco. Al cabo de unos pocos minutos sintió que el cuerpo de su novia no estaba tan tenso, y lentamente volvió a salir para adentrarse en ella.
-Ohhhh dios, cariño... - siseó con un gemido -eres tan estrecha- Bella se aferró a su ancha espalda, y alzó un poco más sus caderas, chocando con las de su novio, que no pudo reprimir un jadeo de placer ante ese gesto. Lentamente volvió a salir para adentrarse en ella, iniciando ambos un sensual baile con sus cuerpos.
Bella cerró los ojos de nuevo, disfrutando de las oleadas de placer que se clavaban en su cuerpo cada vez que Edward entraba de nuevo en ella, recorría su inmensa espalda con sus manos, hundiendo sus dedos en si piel.
-Te quiero- le dijo ella, con esa voz suave y dulce.
-Y yo también cariño... te quiero mucho- le murmuraba de vuelta su novio, buscando una de sus manos y entrelazando sus dedos con los de ella.
No hubo más palabras; sus cuerpos hablaron por los dos; las arremetidas de Edward, constantes y suaves, fueron adquiriendo fuerza y velocidad, llevándolos a ambos a un mundo paralelo, dónde sólo existían ellos dos.
-Edward..- repetía ella una y otra vez, arqueando su cuerpo, incapaz de decir algo coherente. El roce de sus cuerpos, sudorosos y exhaustos, el calor que emanaba de ellos, hicieron que Edward empujase cada vez más adentro, sintiendo una añorada espiral de placer arremolinarse en su bajo vientre. Las cálidas paredes de su novia apretaron su miembro, y supo que ambos estaban por llegar.
-Ohhh dios... Bella... Bella- busco los labios de la joven, que besó hasta saciedad hasta que Bella lo sintió convulsionar y estremecerse entre sus brazos; la joven sintió un fuego atravesando su cuerpo de la cabeza a los pies, pero el grito que pugnaba por salir de su garganta murió en los labios de Edward; su piel estaba completamente erizada, y recibió de buena gana a Edward, que jadeante y sudoroso se desplomó en sus brazos. Cerró los ojos, disfrutando de ese momento tan íntimo; todavía no se hacía a la idea de lo que acababa de suceder. Edward levantó la cabeza al cabo de unos minutos; sonrió mientras contemplaba a su pequeña, todavía intentando recuperar la respiración, y sonrojada hasta el extremo.
-¿Estás bien?- le preguntó; la joven afirmó levemente con la cabeza, sonriendo y apartando de su frente un mechón de pelo. Le devolvió la sonrisa, dejando un pequeño besito en su nariz.
-Ahora eres completamente mía- le susurró en voz baja.
-Sólo tuya- afirmó Bella, abrazándose a él y escondiendo la cara en su cuello.
-Para siempre- sonrió al escuchar las palabras de Edward.
-Para siempre... se repitió para sus adentros.
Atal- .
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6/8/2014, 3:25 pm por Sammy17
» Saludos desde BOLIVIA
18/11/2013, 1:07 pm por silan
» necesito ayuda
29/9/2013, 7:32 pm por an.dii.995
» Emmm hola :) me acabo de unir mucho gusto :3
10/8/2013, 12:23 am por emy1718
» ¿Tu piel es tan suave como parece? (M +18)
17/7/2013, 5:49 pm por Qamiila Quinteros
» Soy nueva :D
25/6/2013, 5:08 pm por valeria maria delosantos
» Soy Nuevo en el Foro y ahora que hago ???
6/6/2013, 10:49 am por bella_1996
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26/5/2013, 1:44 pm por isvilce
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25/5/2013, 2:23 pm por isvilce