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Cowboy de mi corazón-Completada
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Pandy_Cullen
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 16: Barbacoa estilo Cullen
-Buenos días preciosa- Bella sintió un suave cosquilleo en su nariz y en sus mejillas. Abrió lentamente sus ojos, encontrándose con las orbes esmeraldas de su novio mirándola con cariño. Parpadeó varias veces, intentando desperezarse por completo, pero al segundo sintió un agradable peso caer encima suyo. Sonrió complacida mientras abría sus brazos y Edward se acomodaba dentro de ellos, suspirando satisfecho y quedándose ambos en un cómodo y cómplice silencio.
Desde esa noche, en la que ambos se unieron de la manera más íntima posible, Bella sintió que algo había cambiado en su relación; ahora era mucho más profunda e íntima en todos los aspectos; y después de algunos meses en los que las inseguridades eran la tónica habitual en la personalidad de la joven, éstas parecían haber pasado a un segundo plano. Edward le había demostrado con creces lo que ella significaba para él, no sólo la inolvidable noche del prado, sino también en las que siguieron a partir de ésta.
-¿A qué le da vueltas esa cabecita tuya?- murmuró Edward, cómodamente apoyado en el pecho de su novia; ésta sonrió mientras sus dedos jugueteaban con su pelo cobrizo.
-A nada en particular- le respondió -ha pasado casi un mes y aparte de la universidad de Houston, ninguna otra ha dado señales de vida-.
-Todavía estamos dentro del plazo- le recordó su novio -además, muchas veces no llega la respuesta hasta principios de junio; y todavía estamos en mayo- Bella suspiró a modo de asentimiento, y cambió completamente de tema.
-¿Qué vais a hacer hoy?- indagó curiosa.
-Hoy viene Nessie a vacunar a los terneros recién nacidos; y también tenemos que actualizar la base de datos- su novia le escuchaba atenta; todo animal que entraba o nacía en el rancho era meticulosamente añadido al sistema informático, con su correspondiente ficha de datos -¿y tú?- inquirió curioso.
-Tengo que ir con Esme al pueblo, para comprar todo lo necesario para la barbacoa del sábado- le explicó -y después hacer la comida, ayudar a Esme con la limpieza...- empezó a enumerar. Todos los años por estas fechas, Carlisle y sus hijos organizaban una barbacoa para todos los trabajadores del rancho y algunos de los amigos más allegados a la familia.
-Verás qué bien te lo pasas- le animó Edward -espero que Jake y Jasper no terminen cantando una serenata, cómo el año pasado- Bella rió divertida, imaginándose a los hermanos, borrachos cómo una cuba y cantando hasta desafinar.
-Me gustaría verlos- admitió, todavía entre risas. Edward también rió, y levantando la cabeza observó a su pequeña; le encantaba verla reír, feliz y despreocupada. Su vista se posó en los labios entreabiertos de la joven, y no hubo manera de que se resistiese a besar esa boca pequeñita y suave.
Las manos de la joven se aferraron al cabello de su novio, abriendo automáticamente su boca para él y disfrutando de ese estupendo beso de buenos días. Edward se deleitaba con la suavidad de su piel; sentirla desnuda junto a él era una sensación indescriptible para él... los brazos de aquella pequeña se habían convertido en su hogar. Apretó su agarre contra la cintura de la joven, a la vez que un hormigueo de placer le recorrió a lo largo de todo su cuerpo cuándo sintió las piernas de Bella rodear su cadera y empezar a moverse contra su intimidad.
Ahí fue cuándo se nublaron todos sus sentidos, y el beso que compartían se volvió mucho más intenso; sintió las suaves manos de Bella recorrer su cuerpo con avidez, y la situación se caldeaba por momentos... hasta que unos insistentes golpes en la puerta terminaron por reventar esa íntima burbuja.
-¡Buenos días Bellie Bells!- la aludida rodó los ojos ante la mención de su nombre -hace un estupendo día de primavera, perfecto para trabajar en un rancho- canturreó Jake con voz divertida. Edward lanzaba dagas con los ojos en dirección a la puerta, maldiciendo a su hermano... definitivamente, no veía la hora de que Bella empezara el curso universitario y mudarse.
-Te esperamos abajo- le dijo el hermano mayor, conteniendo la risa -por cierto; buenos días a ti también, Eddie-.
La pareja oyó los pasos de Jake alejándose, y Bella soltó la carcajada, a la vez que su novio maldecía por lo bajo.
-Parece que tu mudanza de habitación ya es de conocimiento general- dijo inocentemente su novia, mordiéndose le labio para no reírse de la cara de póquer que tenía Edward. Aunque su ropa siguiera en su habitación de siempre, todas las noches se escabullía para abrazar a su pequeña mientras ambos dormían. La miró con una ceja arqueada, pero al final terminó riendo con ella.
-Creo que tenemos que prepararnos y bajar- le susurró con cariño contra sus labios; la joven asintió con un suspiro, y una vez dejó un casto beso en la boca de Bella, se levantó buscando su ropa interior y su pantalón de pijama; la vista de Bella voló al cuerpo de su novio, mordiéndose el labio y sonrojándose ligeramente, cómo hacía siempre que lo veía desnudo.
Meneando la cabeza bajó de su ensoñación, y estirándose perezosamente saltó de la cama con la sábana enrollada por su cuerpo. Buscó una muda de ropa interior en sus cajones, y de nuevo sintió los brazos de Edward rodeando su cintura.
-Podríamos compartir la ducha- le sugirió ella con voz melosa.
-No hay nada que me gustara más- concedió Edward, besando su cuello- pero creo que si nos encerramos ahí, no te dejaría salir en todo el día...- le dijo con voz ronca y dejando la frase inconclusa. A sus oídos llegó la divertida protesta de su pequeña, negó divertido y se despidió de ella con un beso en su cuello, que no hizo otra cosa que hacer sonreír a Bella, suspirando cual tonta enamorada y encaminándose hacia el baño.
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Una vez duchada y cambiada, Bella bajó los escalones y se apresuró hacia la cocina, dónde ya estaba Esme poniendo la mesa, y a Jake y Jasper cómodamente sentados alrededor de ésta, comentando unos papeles que tenían enfrente.
-Buenos días- canturreó Bella feliz.
-Buenos días hija- le devolvió Esme el saludo.
-Hola Bellie Bells- replicaron al unísono sus cuñados, sin despegar la vista de sus papeles. Bella rió divertida, y dirigiéndose hacia el mostrador, empezó a preparar los elementos necesarios para hacer tortitas. Al cabo de quince minutos aparecieron Carlisle y Edward por la puerta, saludando al resto y uniéndose a Jake y Jasper en su conversación. Unos minutos después todos estaban sentados en torno a la mesa, comentando el intenso día que tenían los chicos por delante.
-¿Has hablado con Jenkins?- interrogó Jasper a su padre.
-Ayer por la tarde- le confirmó éste, dejando su taza de café encima de la mesa -ha hablado con el abogado de Eleazar-.
-¿Y?- preguntó Edward, haciendo un gesto con la mano para que continuase.
-Bien; cómo ya sabréis, he intentado llegar a un acuerdo con los Denali, pero se niegan en redondo a hacerse cargo del arreglo de la cerca-.
-¿Por qué no me sorprende?- refunfuñó Jasper, cabreado.
-¿Qué aconseja Jenkins?- interrogó Esme, con un deje de preocupación en su voz.
-El ha intentado llegar a un acuerdo con el abogado de Eleazar; pero ni siquiera a eso acceden- suspiró resignado -de modo que no queda otra vía que demandarlos-.
-Deberíamos haberlo hecho la primera vez que ocurrió- siseó Jake. Bella miró preocupada a Edward; no sabía que represalias tomaría la tediosa familia, pero estaba segura de que no se lo tomarían muy bien.
-Tranquila- le intentó consolar Edward, acariciando su mano por debajo de la mesa -no es un juicio por asesinato, pero la ley de delimitación de tierras es severa en el estado de Texas- le explicó con cariño.
-Simplemente les obligarán a pagar el arreglo de la cerca, y puede que una pequeña multa- añadió Jake. Bella asintió un poco más tranquila... pero era nombrar a esos hermanos y un estremecimiento la recorría entera.
La conversación pasó a un tema más agradable, y así terminó el desayuno. Los chicos se levantaron de la mesa, y Bella acompañó a Edward fuera.
-¿Necesitas que te traiga algo del pueblo?- le ofreció ésta. Edward negó en silencio, rodeando la cintura de su pequeña estrellita y acercándola a él.
-Espero que tengas una buena mañana con Esme- le deseó.
-Y tú no te canses mucho- le dijo ella de vuelta, abrochando uno de los botones de su camisa de cuadros.
-Te veré a la hora de comer- se despidió Edward; su novia esbozó una de sus tímidas y preciosas sonrisas, y levantó la cabeza para darle un beso. El joven la alzó en sus brazos, para tener mejor acceso a su dulce boca.
No muy lejos de allí, Esme les observaba a través de una de las ventanas de la cocina con una sonrisa cómplice en su cara.
-¿Qué miras tan atenta?- los brazos de Carlisle la abrazaron por detrás.
-Míralos- le indicó ella con un gesto de cabeza -se les ve felices juntos- el patriarca posó la vista en la joven pareja, y asintió con un imperceptible movimiento de cabeza.
-Sí, se les ve felices juntos- repitió las palabras de la mujer -te confieso que al principio me preocupé; Bella es muy joven-.
-Pero se les ve muy enamorados- añadió ésta, tomando una de las manos de Carlisle y entrelazando sus dedos con los de él.
-Eso no lo puedo negar; además, te confieso que Bella, para la edad que tiene, es una joven muy madura, con la cabeza en su sitio- le explicó -me alegro que decidiera continuar sus estudios; Charlie estaría orgulloso- murmuró sonriendo con melancolía, recordando a su capataz y amigo.
-Sí, aunque los echaremos de menos cuándo ella y Edward se vayan- le recordó -otro de los chicos que abandona el nido-. Carlisle emitió un suspiro de paciencia... adoraba a sus hijos... pero ya iba siendo hora de que cada uno tuviera su vida y su familia.
-Con Jake y Jasper tenemos para rato- Esme rió ante las palabras de Carlisle -a veces creo que Bella tiene la edad de Jake y viceversa-.
-Tienes que reconocer que nos reímos mucho con ellos- rebatió ella, divertida ante la resignación de Carlisle, que decidió cambiar radicalmente de tema.
-Y ahora que nos han dejado solos... ¿no vas a darme un beso de buenos días?- indagó éste con voz juguetona, girando a la mujer para que quedara frente él.
-Ya te he dado uno- le rebatió riéndose -pero te doy otro encantada- susurró en voz baja. Los labios de ambos se encontraron a mitad de camino, y dejaron de tener noción de todo lo que pasaba a su alrededor por unos minutos, hasta que Esme fue deshaciendo poco a poco el beso.
-Debo ir con Bella al pueblo- le explicó jadeante -y un día nos pillarán- le recordó de nuevo.
-Es que no puedo contenerme- le reclamó éste, con voz profunda y sugerente; ella le dio un suave golpe en el brazo, gesto que sólo hizo que Carlisle sonriera malicioso.
-Me voy, luego nos vemos- se despidieron con un pequeño beso, para después dirigirse cada uno por un lado.
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A media tarde, Jasper y Edward todavía se encontraban en la nave de los terneros, y ayudados por dos peones del rancho, se dedicaban a pesarlos y anotar su fecha de nacimiento y otras características, paras que a Nessie le resultara más fácil su trabajo.
-¡Trae al siguiente, Jared!- le indicó Jasper al vaquero, mientras Edward tomaba notas a toda velocidad.
-Sólo quedan dos- suspiró aliviado Edward, poniéndose al lado de su hermano.
-Espero que antes de cenar acabemos con ésto- exclamó Jasper, quitándose el sudor de la frente -¿sabéis algo ya del resto de universidades?- se interesó éste.
-Todavía nada, a parte de lo que ya sabéis- le contestó su hermano pequeño.
-Me parecerá raro no verte día a día en el rancho- le dijo Jasper -pero creo que haces bien acompañándola- Edward sonrió ante el comentario de su hermano.
-Ahora que la he encontrado, no la puedo dejar escapar- le recalcó -¿sabes una cosa?- Jasper miró a su hermano con curiosidad, esperando a que continuara -Jake y tú podríais poner un consultorio sentimental... se os da bien hacer de celestinos- canturreó con una sonrisa inocente.
-Teníamos que hacer algo; dudo mucho que te hubieras acercado a Bella sin que hubiéramos intervenido- se encogió tranquilamente del hombros, sin intención alguna de arrepentimiento. Edward negó con la cabeza, y cambió de tema.
-¿Cómo van las cosas con Alice?- le preguntó interesado.
-Está mucho más tranquila- le explicó -pero es lógico que tenga miedo, ahora que Peter puede encontrarla-.
-Malditos Denali del demonio- murmuró el hermano pequeño entre dientes.
-Si Peter la encuentra quebrantará la orden de alejamiento que pesa sobre él- siguió explicándole su hermano -así que si es un poco sensato, se mantendrá alejado de ella-.
-No podemos relajarnos; ese tipo de hombres están obsesionados con sus víctimas- le recordó Edward. Jasper se estremeció; no podría soportar que le pasara algo. Cierto era que ahora Alice se mostraba más abierta y relajada en su presencia; incluso habían vuelto a sus divertidas batallas dialécticas.
-No le pasará nada; no si puedo impedirlo- dijo desviando al vista de su hermano- Edward palmeó el hombro de su hermano en señal de apoyo; justo en ese momento vieron a Jake parado en el marco de la puerta, agarrando a Nessie por la cintura y acercándola a él, para después besar suavemente sus labios.
-Buscaos una habitación y dejad de pervertirnos- se burló Jasper. La joven se puso roja y se ocultó bajo el abrazo de Jake, que miraba a sus hermanos con una ceja alzada. Edward contuvo la carcajada mientras observaba la cara de su hermano mayor.
-Cierra la boca Jasper- masculló Jake, ayudando a Nessie con su maletín a la vezs que se acercaban a ellos.
-Hola chicos- saludó la joven, un poco menos sonrojada; los hermanos la saludaron de vuelta.
-¿Has venido con Alice?- Jake y Edward sonrieron ante la pregunta de Jasper.
-Sí; se ha quedado en la nave de engorde, hablando con Sam- le indicó ésta, guiñándole imperceptiblemente un ojo.
-Voy para allá entonces, os veo luego- se despidió del resto, e ignorando las risitas de sus hermanos, salió rumbo hacia la nave de engorde. Se quedó apoyado en la entrada, observando a su pequeña amiga, que acariciaba el hocico de una de las reses y se dedicaba palabras en voz baja. Al momento, la suave música para piano de Chopin inundó el ambiente; rodando los ojos fue a su encuentro.
-¿Compartiendo secretos?- preguntó a modo de saludo; la joven le encaró, sonriendo mientras seguía acariciando al animal.
-Ellos son buenos confidentes para escuchar- se encogió la joven de hombros; Jasper sonrió divertido.
-¿Cómo has estado estos días?- indagó el joven; ambos empezaron a pasear al lado de las barreras de la seguridad de los animales.
-Bien; hemos tenido mucho trabajo en las oficinas- le explicó ésta -de modo que he estado ocupada, y me he distraído-.
-Eso está bien- concordó Jasper, mirándola sin descaro alguno. Los pantalones vaqueros negros se ajustaban a sus caderas, y la blusa negra que llevaba hacía juego con el color de su pelo, que estaba graciosamente peinado con las puntas disparadas hacia todas direcciones.
-¿Cómo han estado mis pequeñas amigas?- señaló a las vacas, que dormitaban plácidamente por todo el establo.
-Cómo puedes comprobar, no están extresadas- señaló con un gesto Jasper. La joven bufó para sus adentros, pero el joven Cullen la oyó, le encantaba hacerla rabiar.
-Pues los estudios del laboratorio van viento en popa; los resultados son buenísimos- contraatacó la joven -cuándo se mande la primera partida de reses al matadero, tendremos resultados definitivos-.
-¿Y después qué pasará?- preguntó Jasper.
-Se le dará opción a cada rancho el poder seguir con el experimento por su cuenta- dijo ella. Jasper asintió en silencio... eso haría que la joven no tuviera que pasarse tantas veces por el rancho cómo lo venía haciendo... y una sensación extraña se instaló en su pecho.
-Pero para eso faltan unos cuántos meses todavía- añadió Alice.
-Eso es cierto- concordó el joven. Continuaron hablando durante un buen rato, hasta que Nessie y Jake aparecieron por allí.
-Me tengo que ir, he venido con Nessie; mi coche está en el taller- le dijo Alice.
-Todavía no hemos acabado- Jasper soltó esa frase un poco desesperado; parecía un niño pequeño. Jake rodó los ojos, pero decidió echar un cable a su hermano.
-De hecho, iba a decirle a Nessie si quería salir a cenar; Alice podría quedarse aquí y después la llevas a casa- sugirió cómo si tal cosa.
-No hace falta- dijo Alice -puedo irme ahora con ella y así Jasper no tiene que coger su coche-.
-No es molestia- exclamó Jasper, esperanzado porque se quedara un rato más -así terminamos de hablar- Alice pareció dudar, pero Nessie también la animó.
-Quédate Alice- la guiñó un ojo. La joven miró de reojo al joven; por una parte quería quedarse con él... pero por otra, y aunque Jasper le gustara, no quería sufrir de nuevo si empezaban algo y no funcionaba. Finalmente aceptó, animada por Jake y Nessie. Se despidieron de ellos, y ellos continuaron su andadura por el rancho. Una cosa tenía que reconocer; aunque Japer fuera arrogante y bromista, se podía hablar con él de cualquier cosa. Le veía el lado divertido a todo, y sobre todo; la hacía reír, rasgo que a Alice le encantaba.
-Se está haciendo tarde- exclamó ella con sorpresa, después de mirar su reloj. Llevaban más de dos horas hablando y riendo sin parar.
-Vamos entonces- dijo el joven, poniéndose de pie -señorita- le ofreció su brazo galantemente, a la vez que hacía una pequeña reverencia.
-Qué galante- admiró divertida la joven -eres todo un caballero sureño- dijo admirada.
-Cómo buen texano- corroboró éste, de camino al garaje -hay muchas cosas de mi que todavía no sabes- murmuró en tono seductor.
-¿Ah, no?- inquirió ésta, mostrando un fingido desinterés mientras montaban en el coche.
-Si tú quisieras, te lo podría demostrar- insistió éste, con esa sonrisa torcida marca Cullen.
-Hum...- meditó la joven -antes respóndeme a una pregunta-.
-Lo que quieras- la animó a seguir el joven, sin despegar la vista de la carretera.
-¿Con cuántas mujeres has salido?- interrogó curiosa. Jasper esbozó una sonrisa traviesa.
-Eso es curiosear demasiado- la previno -pero voy a responderte- la joven morena se acomodó en su asiento, dispuesta a escuchar -no he salido con tantas- le reveló -solamente he tenido una novia seria, y eso fue en mis años universitarios-.
-¿Por qué se acabó?- éste se encogió de hombros.
-Rompimos al comienzo del último año; descubrimos que nos llevábamos mejor cómo amigos que cómo pareja- Alice le miraba expectante -discutíamos mucho, casi siempre por tonterías... pero ahí descubrimos que no pegábamos cómo pareja-.
-¿Cómo discutimos tú y yo?- preguntó la joven morena. Jasper negó con la cabeza.
-María era muy seria, y siempre me estaba regañando porque soy muy bromista; tú y yo tenemos debates muy interesantes, aunque sea de bromas-.
-De modo que chocabais en vuestros caracteres- dedujo sabiamente -¿lo pasate mal cuándo tomasteis la decisión de romper?-.
-Algo así;- confirmó éste -y respecto a tu segunda pregunta, al principio sí; estuvimos juntos casi cinco años- hizo una pausa -pero comprendimos que era mejor así, y antes de que llegara a más...- dejó la frase inconclusa, pero Alice captó perfectamente el significado.
-¿Sigues en contacto con ella?- Jasper afirmó con una sonrisa.
-Se ha convertido en una buena amiga; se casó hace cuatro años, tiene una niña y hace un año y medio se fueron los tres a vivir a Nueva York- algo en el interior de Alice se relajó al escuchar sus palabras; se veía que no sentía por ella nada más que una sincera y cariñosa amistad.
-¿Y después de María?- siguió interrogando.
-Después ha habido varias, lo reconozco- respondió sin pudor alguno -pero fueron citas sin importancia-.
-¿Sin importancia?- repitió Alice, enarcando una de sus perfectas cejas.
-En ninguna de ellas surgió la chispa- le aclaró éste, tomando la calle de la joven.
-¿Cómo sabías dónde vivo?- preguntó extrañada; no se había dado cuenta de que hacía rato que habían entrado en el pueblo.
-Tengo mis contactos- le reveló con voz misteriosa -cuándo algo o alguien me importa de verdad, me preocupo y hago mis averiguaciones- la joven abrió los ojos, sorprendida por ese comentario y sonrojándose ligeramente -¿vives en el mismo bloque de Nessie, cierto?- le aclaró el joven -se lo pregunte a Jake- le dijo, parando el motor y bajándose del coche. La ayudó galantemente a salir, y una vez en en portal, Alice se volvió hacia el joven.
-Muchas gracias por traerme- agradeció ésta, todavía flotando interiormente por esa frase que le había dedicado Jasper.
-Ha sido un placer- sonrió el joven, perdiéndose por unos segundos en los ojos de la joven. Alice desvió su mirada, incapaz de sostener la intensa mirada que le dedicaban esos bonitos ojos grises.
-Hasta luego- se dio la vuelta, dispuesta a entrar en su casa, pero una mano se posó suavemente en su brazo. Se giró, sintiendo miles de mariposas recorrer su estómago y mirando de nuevo a su improvisado chófer.
-El sábado celebramos la barbacoa anual para los empleados del rancho; Nessie también va, y me gustaría que tú me acompañaras- le pidió esperanzado, pero a la vez con cautela. La joven suspiró audiblemente, tomándose unos minutos para pensar.
-¿Nunca te rindes, verdad?- le cuestionó; llevaba más de un mes invitándola a salir... pero no estaba preparada; y lo que más le gustaba es que Jasper estaba siendo muy paciente, y si decía que no, no la presionaba. Jasper negó, sonriendo de manera seductora.
-Lucho por lo que me importa, ya te lo he dicho en el coche- Alice se quedó muda después de escucharle... en verdad el joven se preocupaba por ella... ¿y por qué no darle una oportunidad?. Se merecía volver a ser feliz, olvidar los malos recuerdos... y sentía una completa atracción por el hombre que tenía enfrente; la sentía desde el primer momento que pisó el rancho Killarney.
-Acepto- exclamó la joven, esbozando una pequeña sonrisa; Jasper sonrió de oreja a oreja, complacido por las palabras de Alice.
-Te prometo que no te arrepentirás; lo pasaremos muy bien- respondió éste contento -¿te paso a recoger el sábado a las siete?- la joven afirmó con la cabeza; titubeó un poco, pero lentamente se acercó a Jasper, dejando un suave beso en su mejilla. El joven Cullen cerró unos segundos los ojos, disfrutando de la cercanía de la joven y reprimiendo el impulso de girar la cara y posar sus labios contra los de ella. Alice se separó lentamente de él, levemente ruborizada.
-Hasta el sábado- le dijo, para después girarse y entrar en su bloque. Jasper se aseguró de que entraba en casa, y canturreando feliz se encaminó de nuevo hacia el coche.
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El sábado fue un día ajetreado para todos los habitantes del rancho. Los hermanos estuvieron toda la mañana y parte de la tarde preparando las enormes mesas y adecentando el patio trasero, lugar dónde se celebraría la fiesta. Esme, Rosalie y Bella se pasaron la mañana en la cocina, preparando los entrantes fríos y otras cosas que servirían esa noche.
Por fin, a eso de las siete y media, todo estaba preparado, y los empleados del rancho, junto a sus familias y varios de los amigos íntimos de la familia Cullen empezaron a llegar. En menos de una hora el patio trasero del rancho estaba atestado de gente; el tiempo acompañaba, y la noche prometía ser divertida y agradable.
-Está lleno de gente- le dijo Bella a su novio; éste asintió, mirando con cariño a su pequeña.
-Estás muy guapa- nada más decir esas palabras, el sonrojo tan característico de la joven invadió su rostro; su novio la miraba embelesado, estaba preciosa con ese vestido veraniego en tonos marrones y dorados, contrastando con su piel de porcelana, unas sandalias planas y su pelo recogido en una coleta alta, dejando algunos mechones sueltos.
-Adulador- le murmuró en voz baja, sacándole graciosamente la lengua. Su novió rió divertido ante el infantil gesto, y la agarró por la cintura, atrayéndola a su cuerpo. Justo en ese momento se acercaron el resto de los hermanos, con sus respectivas acompañantes.
-Esto está más concurrido que otros años- exclamó Emmet, frotándose las manos.
-Cierto- le dio la razón Jake -¿creéis que papá cambiará el discurso de bienvenida?.
-Carlisle siempre empieza el discurso con las mimas palabras- les aclaró Rosalie a Bella, Nessie y Alice.
-Queridos amigos- empezó Jasper, intentando imitar la voz de su padre -otro año más, nos reunimos aquí...- el resto rieron, divertidos por la imitación. Justo en ese momento, la música cesó, y los invitados se volvieron hacia su anfitrión. Carlisle carraspeó audiblemente antes de hablar.
-Queridos amigos- Alice sonrió mirando a Jasper y al resto de los hermanos -otro año más , nos reunimos aquí...-.
-Os lo dije; tenemos que escribirle otro discurso- exclamó Jake divertido en voz baja.
-Que lo haga Eddie, que es el que tiene más maña para eso de las palabras formales- sugirió Emmet, mirando a su hermano con una sonrisa socarrona.
-¿Queréis callaros los tres?- siseó Rose, mirándolos seria.
Una vez que terminó el discurso, la familia Cullen se mezcló con los invitados, saludándoles y deseando que pasaran una agradable velada. Carlisle se hizo el dueño y señor de la barbacoa, sirviendo hamburguesas y alitas de pollo a todo el que se acercaba.
-A tu padre sólo le falta el delantal- le dijo Alice a Jasper.
-Le regalaré uno por navidades- le devolvió éste por respuesta; la joven se lo estaba pasando muy bien en compañía de las chicas y el resto de los hermanos, y sobre todo con Jasper, del que apenas se separaba.
-¿Te apetece bailar?- la música había pasado a un ritmo más lento, y Alice aceptó encantada la invitación.
-¿Lo estás pasando bien?- interrogó el joven, rodeando su pequeña cintura.
-Muy bien- confirmó con una pequeña sonrisa.
-¿Entonces... eso quiere decir que habrá más citas?- Alice miró la cara inocente que puso Jasper, y rió divertida.
-Puede- se encogió de hombros -de momento, vas por buen camino- le tranquilizó, guiñándole un ojo; el joven Cullen sonrió complacido, y la acercó más a su cuerpo, girando lentamente por toda la pista. Distinguió a Jake y Nessie bailando muy pegados el uno al otro, y a Rose y Emmet charlando con Sam y Emily.
Edward y Bella estaban junto a la barbacoa, conversando con los padres de Rosalie y Esme, y vigilando que Carlisle no quemara la carne. En ese mismo instante Seth se acercó a ellos corriendo.
-¿Qué ocurre, Seth?- inquirió Edward.
-James y Garret Denali están entrado- al oír esos nombres, Edward se tensó, al igual que Carlisle, que no creía lo que estaba oyendo.
-¿Cómo se atreven?- masculló furioso Edward -Bella, quédate aquí-.
-¡Edward!- le llamó su padre, pero éste hizo caso omiso, y Bella fue a alertar a Emmet, que era el que estaba más cerca de ellos. Los pasos de Edward resonaban en el empedrado de la entrada; al llegar a la puerta principal, se encontró frente a frente con ellos.
-¿Qué diablos hacéis aquí?- les preguntó, rezumando ira con cada palabra.
-Tranquilo Cullen- se burló Garret -no queremos interrumpir vuestra estúpida fiesta-.
-Pues lo habéis hecho, de modo que ya os estáis largando de aquí- les previno, con los puños apretados a ambos lados de su costado.
-Pero antes le dices a tu querido abogado que se puede meter ésto por dónde le quepa- James sacó un papel del bolsillo trasero de su pantalón y lo agitó frente a su cara.
-Si hubierais cooperado, no habríamos llegado al extremo de tener que demandaros- contestó el hermano pequeño, cruzando sus brazos.
-Pues nos da igual; es responsabilidad de nuestro capataz lo que ocurrió, que lo pague él- contraatacó Garret.
-Pero cumplía órdenes directas; de modo que es vuestra responsabilidad- volvió a responder Edward -y ahora fuera de esta casa; todo lo que tenga que decirse acerca de este asunto lo decidirá un juez- justo en en ese momento llegó el resto de la familia.
-¿Qué diablos hacéis aquí?- Emmet se puso al lado de su hermano pequeño.
-Es de muy mala educación presentarse en una fiesta sin educación, chicos- canturreó Jake.
-Tranquilos; no pisaríamos vuestra casa por nada del mundo- exclamó James, con un gesto de desagrado en su cara. Bella maldijo para sus adentros... ésto se lo venía venir. Nessie y Alice permanecían en silencio, al lado de Rosalie y Esme. Carlisle se adelantó un paso, con el ceño fruncido y dándoles a los hermanos una mirada de advertencia.
-Fuera de mi casa- Bella nunca había escuchado a Carlisle tan enfadado -y decidle a vuestro padre que nos veremos en el juzgado-.
-Eso habrá que verlo, maldito carcamal- le encaró Garret, adelantándose un paso; pero Jake y Emmet se volvieron rápidamente.
-No insultes a mi padre- le amenazó Jake.
-¿Me estás amenazando, bastardo?- siguió provocando James.
Bella no vio lo que sucedió. Pero el grito de Nessie resonó en el ambiente, y en unos segundos vio que Jake y James estaban en el suelo, enzarzados en una pelea, y al resto de sus hermanos y a Garret intentando separarlos.
-¡Basta ya!- gritó Carlisle; finalmente consiguieron separarlos.
-Te vas a arrepentir de ésto- amenazó James a Jake, que se revolvía furioso en los brazos de Jasper y Edward; después de esas palabras, Garret y James se dieron media vuelta, escoltados por Sam y otros peones del rancho. Nessie se acercó a Jake, abrazándolo preocupada. Y conteniendo un sollozo.
-Deja que te revise esa herida- le pidió la joven; la respiración de Jake fue volviendo a su ritmo normal, y sin decir palabra alguna, se encaminó al interior de la casa, acompañado de su chica y seguidos por Rose y Emmet.
-Impresentables- murmuraba Jasper entre dientes; Alice le dio un apretón en el brazo, en señal de apoyo.
-Volvamos a la fiesta- dijo el patriarca, con voz seria y sin ningún tipo de réplica. Esme le acompañó, seguidos de Edward, Bella, Jasper y Alice.
-¿Te encuentras bien?- interrogó la joven castaña, preocupada.
-Sí cariño, no te preocupes- besó su frente -anda, volvamos; los invitados se estarán preguntando qué ha pasado-.
Bella asintió... ahora sí que tenían un problema, y bien desagradable. Sabía que esa denuncia tendría consecuencias fatales... y por desgracia, no se había equivocado.
-Buenos días preciosa- Bella sintió un suave cosquilleo en su nariz y en sus mejillas. Abrió lentamente sus ojos, encontrándose con las orbes esmeraldas de su novio mirándola con cariño. Parpadeó varias veces, intentando desperezarse por completo, pero al segundo sintió un agradable peso caer encima suyo. Sonrió complacida mientras abría sus brazos y Edward se acomodaba dentro de ellos, suspirando satisfecho y quedándose ambos en un cómodo y cómplice silencio.
Desde esa noche, en la que ambos se unieron de la manera más íntima posible, Bella sintió que algo había cambiado en su relación; ahora era mucho más profunda e íntima en todos los aspectos; y después de algunos meses en los que las inseguridades eran la tónica habitual en la personalidad de la joven, éstas parecían haber pasado a un segundo plano. Edward le había demostrado con creces lo que ella significaba para él, no sólo la inolvidable noche del prado, sino también en las que siguieron a partir de ésta.
-¿A qué le da vueltas esa cabecita tuya?- murmuró Edward, cómodamente apoyado en el pecho de su novia; ésta sonrió mientras sus dedos jugueteaban con su pelo cobrizo.
-A nada en particular- le respondió -ha pasado casi un mes y aparte de la universidad de Houston, ninguna otra ha dado señales de vida-.
-Todavía estamos dentro del plazo- le recordó su novio -además, muchas veces no llega la respuesta hasta principios de junio; y todavía estamos en mayo- Bella suspiró a modo de asentimiento, y cambió completamente de tema.
-¿Qué vais a hacer hoy?- indagó curiosa.
-Hoy viene Nessie a vacunar a los terneros recién nacidos; y también tenemos que actualizar la base de datos- su novia le escuchaba atenta; todo animal que entraba o nacía en el rancho era meticulosamente añadido al sistema informático, con su correspondiente ficha de datos -¿y tú?- inquirió curioso.
-Tengo que ir con Esme al pueblo, para comprar todo lo necesario para la barbacoa del sábado- le explicó -y después hacer la comida, ayudar a Esme con la limpieza...- empezó a enumerar. Todos los años por estas fechas, Carlisle y sus hijos organizaban una barbacoa para todos los trabajadores del rancho y algunos de los amigos más allegados a la familia.
-Verás qué bien te lo pasas- le animó Edward -espero que Jake y Jasper no terminen cantando una serenata, cómo el año pasado- Bella rió divertida, imaginándose a los hermanos, borrachos cómo una cuba y cantando hasta desafinar.
-Me gustaría verlos- admitió, todavía entre risas. Edward también rió, y levantando la cabeza observó a su pequeña; le encantaba verla reír, feliz y despreocupada. Su vista se posó en los labios entreabiertos de la joven, y no hubo manera de que se resistiese a besar esa boca pequeñita y suave.
Las manos de la joven se aferraron al cabello de su novio, abriendo automáticamente su boca para él y disfrutando de ese estupendo beso de buenos días. Edward se deleitaba con la suavidad de su piel; sentirla desnuda junto a él era una sensación indescriptible para él... los brazos de aquella pequeña se habían convertido en su hogar. Apretó su agarre contra la cintura de la joven, a la vez que un hormigueo de placer le recorrió a lo largo de todo su cuerpo cuándo sintió las piernas de Bella rodear su cadera y empezar a moverse contra su intimidad.
Ahí fue cuándo se nublaron todos sus sentidos, y el beso que compartían se volvió mucho más intenso; sintió las suaves manos de Bella recorrer su cuerpo con avidez, y la situación se caldeaba por momentos... hasta que unos insistentes golpes en la puerta terminaron por reventar esa íntima burbuja.
-¡Buenos días Bellie Bells!- la aludida rodó los ojos ante la mención de su nombre -hace un estupendo día de primavera, perfecto para trabajar en un rancho- canturreó Jake con voz divertida. Edward lanzaba dagas con los ojos en dirección a la puerta, maldiciendo a su hermano... definitivamente, no veía la hora de que Bella empezara el curso universitario y mudarse.
-Te esperamos abajo- le dijo el hermano mayor, conteniendo la risa -por cierto; buenos días a ti también, Eddie-.
La pareja oyó los pasos de Jake alejándose, y Bella soltó la carcajada, a la vez que su novio maldecía por lo bajo.
-Parece que tu mudanza de habitación ya es de conocimiento general- dijo inocentemente su novia, mordiéndose le labio para no reírse de la cara de póquer que tenía Edward. Aunque su ropa siguiera en su habitación de siempre, todas las noches se escabullía para abrazar a su pequeña mientras ambos dormían. La miró con una ceja arqueada, pero al final terminó riendo con ella.
-Creo que tenemos que prepararnos y bajar- le susurró con cariño contra sus labios; la joven asintió con un suspiro, y una vez dejó un casto beso en la boca de Bella, se levantó buscando su ropa interior y su pantalón de pijama; la vista de Bella voló al cuerpo de su novio, mordiéndose el labio y sonrojándose ligeramente, cómo hacía siempre que lo veía desnudo.
Meneando la cabeza bajó de su ensoñación, y estirándose perezosamente saltó de la cama con la sábana enrollada por su cuerpo. Buscó una muda de ropa interior en sus cajones, y de nuevo sintió los brazos de Edward rodeando su cintura.
-Podríamos compartir la ducha- le sugirió ella con voz melosa.
-No hay nada que me gustara más- concedió Edward, besando su cuello- pero creo que si nos encerramos ahí, no te dejaría salir en todo el día...- le dijo con voz ronca y dejando la frase inconclusa. A sus oídos llegó la divertida protesta de su pequeña, negó divertido y se despidió de ella con un beso en su cuello, que no hizo otra cosa que hacer sonreír a Bella, suspirando cual tonta enamorada y encaminándose hacia el baño.
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Una vez duchada y cambiada, Bella bajó los escalones y se apresuró hacia la cocina, dónde ya estaba Esme poniendo la mesa, y a Jake y Jasper cómodamente sentados alrededor de ésta, comentando unos papeles que tenían enfrente.
-Buenos días- canturreó Bella feliz.
-Buenos días hija- le devolvió Esme el saludo.
-Hola Bellie Bells- replicaron al unísono sus cuñados, sin despegar la vista de sus papeles. Bella rió divertida, y dirigiéndose hacia el mostrador, empezó a preparar los elementos necesarios para hacer tortitas. Al cabo de quince minutos aparecieron Carlisle y Edward por la puerta, saludando al resto y uniéndose a Jake y Jasper en su conversación. Unos minutos después todos estaban sentados en torno a la mesa, comentando el intenso día que tenían los chicos por delante.
-¿Has hablado con Jenkins?- interrogó Jasper a su padre.
-Ayer por la tarde- le confirmó éste, dejando su taza de café encima de la mesa -ha hablado con el abogado de Eleazar-.
-¿Y?- preguntó Edward, haciendo un gesto con la mano para que continuase.
-Bien; cómo ya sabréis, he intentado llegar a un acuerdo con los Denali, pero se niegan en redondo a hacerse cargo del arreglo de la cerca-.
-¿Por qué no me sorprende?- refunfuñó Jasper, cabreado.
-¿Qué aconseja Jenkins?- interrogó Esme, con un deje de preocupación en su voz.
-El ha intentado llegar a un acuerdo con el abogado de Eleazar; pero ni siquiera a eso acceden- suspiró resignado -de modo que no queda otra vía que demandarlos-.
-Deberíamos haberlo hecho la primera vez que ocurrió- siseó Jake. Bella miró preocupada a Edward; no sabía que represalias tomaría la tediosa familia, pero estaba segura de que no se lo tomarían muy bien.
-Tranquila- le intentó consolar Edward, acariciando su mano por debajo de la mesa -no es un juicio por asesinato, pero la ley de delimitación de tierras es severa en el estado de Texas- le explicó con cariño.
-Simplemente les obligarán a pagar el arreglo de la cerca, y puede que una pequeña multa- añadió Jake. Bella asintió un poco más tranquila... pero era nombrar a esos hermanos y un estremecimiento la recorría entera.
La conversación pasó a un tema más agradable, y así terminó el desayuno. Los chicos se levantaron de la mesa, y Bella acompañó a Edward fuera.
-¿Necesitas que te traiga algo del pueblo?- le ofreció ésta. Edward negó en silencio, rodeando la cintura de su pequeña estrellita y acercándola a él.
-Espero que tengas una buena mañana con Esme- le deseó.
-Y tú no te canses mucho- le dijo ella de vuelta, abrochando uno de los botones de su camisa de cuadros.
-Te veré a la hora de comer- se despidió Edward; su novia esbozó una de sus tímidas y preciosas sonrisas, y levantó la cabeza para darle un beso. El joven la alzó en sus brazos, para tener mejor acceso a su dulce boca.
No muy lejos de allí, Esme les observaba a través de una de las ventanas de la cocina con una sonrisa cómplice en su cara.
-¿Qué miras tan atenta?- los brazos de Carlisle la abrazaron por detrás.
-Míralos- le indicó ella con un gesto de cabeza -se les ve felices juntos- el patriarca posó la vista en la joven pareja, y asintió con un imperceptible movimiento de cabeza.
-Sí, se les ve felices juntos- repitió las palabras de la mujer -te confieso que al principio me preocupé; Bella es muy joven-.
-Pero se les ve muy enamorados- añadió ésta, tomando una de las manos de Carlisle y entrelazando sus dedos con los de él.
-Eso no lo puedo negar; además, te confieso que Bella, para la edad que tiene, es una joven muy madura, con la cabeza en su sitio- le explicó -me alegro que decidiera continuar sus estudios; Charlie estaría orgulloso- murmuró sonriendo con melancolía, recordando a su capataz y amigo.
-Sí, aunque los echaremos de menos cuándo ella y Edward se vayan- le recordó -otro de los chicos que abandona el nido-. Carlisle emitió un suspiro de paciencia... adoraba a sus hijos... pero ya iba siendo hora de que cada uno tuviera su vida y su familia.
-Con Jake y Jasper tenemos para rato- Esme rió ante las palabras de Carlisle -a veces creo que Bella tiene la edad de Jake y viceversa-.
-Tienes que reconocer que nos reímos mucho con ellos- rebatió ella, divertida ante la resignación de Carlisle, que decidió cambiar radicalmente de tema.
-Y ahora que nos han dejado solos... ¿no vas a darme un beso de buenos días?- indagó éste con voz juguetona, girando a la mujer para que quedara frente él.
-Ya te he dado uno- le rebatió riéndose -pero te doy otro encantada- susurró en voz baja. Los labios de ambos se encontraron a mitad de camino, y dejaron de tener noción de todo lo que pasaba a su alrededor por unos minutos, hasta que Esme fue deshaciendo poco a poco el beso.
-Debo ir con Bella al pueblo- le explicó jadeante -y un día nos pillarán- le recordó de nuevo.
-Es que no puedo contenerme- le reclamó éste, con voz profunda y sugerente; ella le dio un suave golpe en el brazo, gesto que sólo hizo que Carlisle sonriera malicioso.
-Me voy, luego nos vemos- se despidieron con un pequeño beso, para después dirigirse cada uno por un lado.
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A media tarde, Jasper y Edward todavía se encontraban en la nave de los terneros, y ayudados por dos peones del rancho, se dedicaban a pesarlos y anotar su fecha de nacimiento y otras características, paras que a Nessie le resultara más fácil su trabajo.
-¡Trae al siguiente, Jared!- le indicó Jasper al vaquero, mientras Edward tomaba notas a toda velocidad.
-Sólo quedan dos- suspiró aliviado Edward, poniéndose al lado de su hermano.
-Espero que antes de cenar acabemos con ésto- exclamó Jasper, quitándose el sudor de la frente -¿sabéis algo ya del resto de universidades?- se interesó éste.
-Todavía nada, a parte de lo que ya sabéis- le contestó su hermano pequeño.
-Me parecerá raro no verte día a día en el rancho- le dijo Jasper -pero creo que haces bien acompañándola- Edward sonrió ante el comentario de su hermano.
-Ahora que la he encontrado, no la puedo dejar escapar- le recalcó -¿sabes una cosa?- Jasper miró a su hermano con curiosidad, esperando a que continuara -Jake y tú podríais poner un consultorio sentimental... se os da bien hacer de celestinos- canturreó con una sonrisa inocente.
-Teníamos que hacer algo; dudo mucho que te hubieras acercado a Bella sin que hubiéramos intervenido- se encogió tranquilamente del hombros, sin intención alguna de arrepentimiento. Edward negó con la cabeza, y cambió de tema.
-¿Cómo van las cosas con Alice?- le preguntó interesado.
-Está mucho más tranquila- le explicó -pero es lógico que tenga miedo, ahora que Peter puede encontrarla-.
-Malditos Denali del demonio- murmuró el hermano pequeño entre dientes.
-Si Peter la encuentra quebrantará la orden de alejamiento que pesa sobre él- siguió explicándole su hermano -así que si es un poco sensato, se mantendrá alejado de ella-.
-No podemos relajarnos; ese tipo de hombres están obsesionados con sus víctimas- le recordó Edward. Jasper se estremeció; no podría soportar que le pasara algo. Cierto era que ahora Alice se mostraba más abierta y relajada en su presencia; incluso habían vuelto a sus divertidas batallas dialécticas.
-No le pasará nada; no si puedo impedirlo- dijo desviando al vista de su hermano- Edward palmeó el hombro de su hermano en señal de apoyo; justo en ese momento vieron a Jake parado en el marco de la puerta, agarrando a Nessie por la cintura y acercándola a él, para después besar suavemente sus labios.
-Buscaos una habitación y dejad de pervertirnos- se burló Jasper. La joven se puso roja y se ocultó bajo el abrazo de Jake, que miraba a sus hermanos con una ceja alzada. Edward contuvo la carcajada mientras observaba la cara de su hermano mayor.
-Cierra la boca Jasper- masculló Jake, ayudando a Nessie con su maletín a la vezs que se acercaban a ellos.
-Hola chicos- saludó la joven, un poco menos sonrojada; los hermanos la saludaron de vuelta.
-¿Has venido con Alice?- Jake y Edward sonrieron ante la pregunta de Jasper.
-Sí; se ha quedado en la nave de engorde, hablando con Sam- le indicó ésta, guiñándole imperceptiblemente un ojo.
-Voy para allá entonces, os veo luego- se despidió del resto, e ignorando las risitas de sus hermanos, salió rumbo hacia la nave de engorde. Se quedó apoyado en la entrada, observando a su pequeña amiga, que acariciaba el hocico de una de las reses y se dedicaba palabras en voz baja. Al momento, la suave música para piano de Chopin inundó el ambiente; rodando los ojos fue a su encuentro.
-¿Compartiendo secretos?- preguntó a modo de saludo; la joven le encaró, sonriendo mientras seguía acariciando al animal.
-Ellos son buenos confidentes para escuchar- se encogió la joven de hombros; Jasper sonrió divertido.
-¿Cómo has estado estos días?- indagó el joven; ambos empezaron a pasear al lado de las barreras de la seguridad de los animales.
-Bien; hemos tenido mucho trabajo en las oficinas- le explicó ésta -de modo que he estado ocupada, y me he distraído-.
-Eso está bien- concordó Jasper, mirándola sin descaro alguno. Los pantalones vaqueros negros se ajustaban a sus caderas, y la blusa negra que llevaba hacía juego con el color de su pelo, que estaba graciosamente peinado con las puntas disparadas hacia todas direcciones.
-¿Cómo han estado mis pequeñas amigas?- señaló a las vacas, que dormitaban plácidamente por todo el establo.
-Cómo puedes comprobar, no están extresadas- señaló con un gesto Jasper. La joven bufó para sus adentros, pero el joven Cullen la oyó, le encantaba hacerla rabiar.
-Pues los estudios del laboratorio van viento en popa; los resultados son buenísimos- contraatacó la joven -cuándo se mande la primera partida de reses al matadero, tendremos resultados definitivos-.
-¿Y después qué pasará?- preguntó Jasper.
-Se le dará opción a cada rancho el poder seguir con el experimento por su cuenta- dijo ella. Jasper asintió en silencio... eso haría que la joven no tuviera que pasarse tantas veces por el rancho cómo lo venía haciendo... y una sensación extraña se instaló en su pecho.
-Pero para eso faltan unos cuántos meses todavía- añadió Alice.
-Eso es cierto- concordó el joven. Continuaron hablando durante un buen rato, hasta que Nessie y Jake aparecieron por allí.
-Me tengo que ir, he venido con Nessie; mi coche está en el taller- le dijo Alice.
-Todavía no hemos acabado- Jasper soltó esa frase un poco desesperado; parecía un niño pequeño. Jake rodó los ojos, pero decidió echar un cable a su hermano.
-De hecho, iba a decirle a Nessie si quería salir a cenar; Alice podría quedarse aquí y después la llevas a casa- sugirió cómo si tal cosa.
-No hace falta- dijo Alice -puedo irme ahora con ella y así Jasper no tiene que coger su coche-.
-No es molestia- exclamó Jasper, esperanzado porque se quedara un rato más -así terminamos de hablar- Alice pareció dudar, pero Nessie también la animó.
-Quédate Alice- la guiñó un ojo. La joven miró de reojo al joven; por una parte quería quedarse con él... pero por otra, y aunque Jasper le gustara, no quería sufrir de nuevo si empezaban algo y no funcionaba. Finalmente aceptó, animada por Jake y Nessie. Se despidieron de ellos, y ellos continuaron su andadura por el rancho. Una cosa tenía que reconocer; aunque Japer fuera arrogante y bromista, se podía hablar con él de cualquier cosa. Le veía el lado divertido a todo, y sobre todo; la hacía reír, rasgo que a Alice le encantaba.
-Se está haciendo tarde- exclamó ella con sorpresa, después de mirar su reloj. Llevaban más de dos horas hablando y riendo sin parar.
-Vamos entonces- dijo el joven, poniéndose de pie -señorita- le ofreció su brazo galantemente, a la vez que hacía una pequeña reverencia.
-Qué galante- admiró divertida la joven -eres todo un caballero sureño- dijo admirada.
-Cómo buen texano- corroboró éste, de camino al garaje -hay muchas cosas de mi que todavía no sabes- murmuró en tono seductor.
-¿Ah, no?- inquirió ésta, mostrando un fingido desinterés mientras montaban en el coche.
-Si tú quisieras, te lo podría demostrar- insistió éste, con esa sonrisa torcida marca Cullen.
-Hum...- meditó la joven -antes respóndeme a una pregunta-.
-Lo que quieras- la animó a seguir el joven, sin despegar la vista de la carretera.
-¿Con cuántas mujeres has salido?- interrogó curiosa. Jasper esbozó una sonrisa traviesa.
-Eso es curiosear demasiado- la previno -pero voy a responderte- la joven morena se acomodó en su asiento, dispuesta a escuchar -no he salido con tantas- le reveló -solamente he tenido una novia seria, y eso fue en mis años universitarios-.
-¿Por qué se acabó?- éste se encogió de hombros.
-Rompimos al comienzo del último año; descubrimos que nos llevábamos mejor cómo amigos que cómo pareja- Alice le miraba expectante -discutíamos mucho, casi siempre por tonterías... pero ahí descubrimos que no pegábamos cómo pareja-.
-¿Cómo discutimos tú y yo?- preguntó la joven morena. Jasper negó con la cabeza.
-María era muy seria, y siempre me estaba regañando porque soy muy bromista; tú y yo tenemos debates muy interesantes, aunque sea de bromas-.
-De modo que chocabais en vuestros caracteres- dedujo sabiamente -¿lo pasate mal cuándo tomasteis la decisión de romper?-.
-Algo así;- confirmó éste -y respecto a tu segunda pregunta, al principio sí; estuvimos juntos casi cinco años- hizo una pausa -pero comprendimos que era mejor así, y antes de que llegara a más...- dejó la frase inconclusa, pero Alice captó perfectamente el significado.
-¿Sigues en contacto con ella?- Jasper afirmó con una sonrisa.
-Se ha convertido en una buena amiga; se casó hace cuatro años, tiene una niña y hace un año y medio se fueron los tres a vivir a Nueva York- algo en el interior de Alice se relajó al escuchar sus palabras; se veía que no sentía por ella nada más que una sincera y cariñosa amistad.
-¿Y después de María?- siguió interrogando.
-Después ha habido varias, lo reconozco- respondió sin pudor alguno -pero fueron citas sin importancia-.
-¿Sin importancia?- repitió Alice, enarcando una de sus perfectas cejas.
-En ninguna de ellas surgió la chispa- le aclaró éste, tomando la calle de la joven.
-¿Cómo sabías dónde vivo?- preguntó extrañada; no se había dado cuenta de que hacía rato que habían entrado en el pueblo.
-Tengo mis contactos- le reveló con voz misteriosa -cuándo algo o alguien me importa de verdad, me preocupo y hago mis averiguaciones- la joven abrió los ojos, sorprendida por ese comentario y sonrojándose ligeramente -¿vives en el mismo bloque de Nessie, cierto?- le aclaró el joven -se lo pregunte a Jake- le dijo, parando el motor y bajándose del coche. La ayudó galantemente a salir, y una vez en en portal, Alice se volvió hacia el joven.
-Muchas gracias por traerme- agradeció ésta, todavía flotando interiormente por esa frase que le había dedicado Jasper.
-Ha sido un placer- sonrió el joven, perdiéndose por unos segundos en los ojos de la joven. Alice desvió su mirada, incapaz de sostener la intensa mirada que le dedicaban esos bonitos ojos grises.
-Hasta luego- se dio la vuelta, dispuesta a entrar en su casa, pero una mano se posó suavemente en su brazo. Se giró, sintiendo miles de mariposas recorrer su estómago y mirando de nuevo a su improvisado chófer.
-El sábado celebramos la barbacoa anual para los empleados del rancho; Nessie también va, y me gustaría que tú me acompañaras- le pidió esperanzado, pero a la vez con cautela. La joven suspiró audiblemente, tomándose unos minutos para pensar.
-¿Nunca te rindes, verdad?- le cuestionó; llevaba más de un mes invitándola a salir... pero no estaba preparada; y lo que más le gustaba es que Jasper estaba siendo muy paciente, y si decía que no, no la presionaba. Jasper negó, sonriendo de manera seductora.
-Lucho por lo que me importa, ya te lo he dicho en el coche- Alice se quedó muda después de escucharle... en verdad el joven se preocupaba por ella... ¿y por qué no darle una oportunidad?. Se merecía volver a ser feliz, olvidar los malos recuerdos... y sentía una completa atracción por el hombre que tenía enfrente; la sentía desde el primer momento que pisó el rancho Killarney.
-Acepto- exclamó la joven, esbozando una pequeña sonrisa; Jasper sonrió de oreja a oreja, complacido por las palabras de Alice.
-Te prometo que no te arrepentirás; lo pasaremos muy bien- respondió éste contento -¿te paso a recoger el sábado a las siete?- la joven afirmó con la cabeza; titubeó un poco, pero lentamente se acercó a Jasper, dejando un suave beso en su mejilla. El joven Cullen cerró unos segundos los ojos, disfrutando de la cercanía de la joven y reprimiendo el impulso de girar la cara y posar sus labios contra los de ella. Alice se separó lentamente de él, levemente ruborizada.
-Hasta el sábado- le dijo, para después girarse y entrar en su bloque. Jasper se aseguró de que entraba en casa, y canturreando feliz se encaminó de nuevo hacia el coche.
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El sábado fue un día ajetreado para todos los habitantes del rancho. Los hermanos estuvieron toda la mañana y parte de la tarde preparando las enormes mesas y adecentando el patio trasero, lugar dónde se celebraría la fiesta. Esme, Rosalie y Bella se pasaron la mañana en la cocina, preparando los entrantes fríos y otras cosas que servirían esa noche.
Por fin, a eso de las siete y media, todo estaba preparado, y los empleados del rancho, junto a sus familias y varios de los amigos íntimos de la familia Cullen empezaron a llegar. En menos de una hora el patio trasero del rancho estaba atestado de gente; el tiempo acompañaba, y la noche prometía ser divertida y agradable.
-Está lleno de gente- le dijo Bella a su novio; éste asintió, mirando con cariño a su pequeña.
-Estás muy guapa- nada más decir esas palabras, el sonrojo tan característico de la joven invadió su rostro; su novio la miraba embelesado, estaba preciosa con ese vestido veraniego en tonos marrones y dorados, contrastando con su piel de porcelana, unas sandalias planas y su pelo recogido en una coleta alta, dejando algunos mechones sueltos.
-Adulador- le murmuró en voz baja, sacándole graciosamente la lengua. Su novió rió divertido ante el infantil gesto, y la agarró por la cintura, atrayéndola a su cuerpo. Justo en ese momento se acercaron el resto de los hermanos, con sus respectivas acompañantes.
-Esto está más concurrido que otros años- exclamó Emmet, frotándose las manos.
-Cierto- le dio la razón Jake -¿creéis que papá cambiará el discurso de bienvenida?.
-Carlisle siempre empieza el discurso con las mimas palabras- les aclaró Rosalie a Bella, Nessie y Alice.
-Queridos amigos- empezó Jasper, intentando imitar la voz de su padre -otro año más, nos reunimos aquí...- el resto rieron, divertidos por la imitación. Justo en ese momento, la música cesó, y los invitados se volvieron hacia su anfitrión. Carlisle carraspeó audiblemente antes de hablar.
-Queridos amigos- Alice sonrió mirando a Jasper y al resto de los hermanos -otro año más , nos reunimos aquí...-.
-Os lo dije; tenemos que escribirle otro discurso- exclamó Jake divertido en voz baja.
-Que lo haga Eddie, que es el que tiene más maña para eso de las palabras formales- sugirió Emmet, mirando a su hermano con una sonrisa socarrona.
-¿Queréis callaros los tres?- siseó Rose, mirándolos seria.
Una vez que terminó el discurso, la familia Cullen se mezcló con los invitados, saludándoles y deseando que pasaran una agradable velada. Carlisle se hizo el dueño y señor de la barbacoa, sirviendo hamburguesas y alitas de pollo a todo el que se acercaba.
-A tu padre sólo le falta el delantal- le dijo Alice a Jasper.
-Le regalaré uno por navidades- le devolvió éste por respuesta; la joven se lo estaba pasando muy bien en compañía de las chicas y el resto de los hermanos, y sobre todo con Jasper, del que apenas se separaba.
-¿Te apetece bailar?- la música había pasado a un ritmo más lento, y Alice aceptó encantada la invitación.
-¿Lo estás pasando bien?- interrogó el joven, rodeando su pequeña cintura.
-Muy bien- confirmó con una pequeña sonrisa.
-¿Entonces... eso quiere decir que habrá más citas?- Alice miró la cara inocente que puso Jasper, y rió divertida.
-Puede- se encogió de hombros -de momento, vas por buen camino- le tranquilizó, guiñándole un ojo; el joven Cullen sonrió complacido, y la acercó más a su cuerpo, girando lentamente por toda la pista. Distinguió a Jake y Nessie bailando muy pegados el uno al otro, y a Rose y Emmet charlando con Sam y Emily.
Edward y Bella estaban junto a la barbacoa, conversando con los padres de Rosalie y Esme, y vigilando que Carlisle no quemara la carne. En ese mismo instante Seth se acercó a ellos corriendo.
-¿Qué ocurre, Seth?- inquirió Edward.
-James y Garret Denali están entrado- al oír esos nombres, Edward se tensó, al igual que Carlisle, que no creía lo que estaba oyendo.
-¿Cómo se atreven?- masculló furioso Edward -Bella, quédate aquí-.
-¡Edward!- le llamó su padre, pero éste hizo caso omiso, y Bella fue a alertar a Emmet, que era el que estaba más cerca de ellos. Los pasos de Edward resonaban en el empedrado de la entrada; al llegar a la puerta principal, se encontró frente a frente con ellos.
-¿Qué diablos hacéis aquí?- les preguntó, rezumando ira con cada palabra.
-Tranquilo Cullen- se burló Garret -no queremos interrumpir vuestra estúpida fiesta-.
-Pues lo habéis hecho, de modo que ya os estáis largando de aquí- les previno, con los puños apretados a ambos lados de su costado.
-Pero antes le dices a tu querido abogado que se puede meter ésto por dónde le quepa- James sacó un papel del bolsillo trasero de su pantalón y lo agitó frente a su cara.
-Si hubierais cooperado, no habríamos llegado al extremo de tener que demandaros- contestó el hermano pequeño, cruzando sus brazos.
-Pues nos da igual; es responsabilidad de nuestro capataz lo que ocurrió, que lo pague él- contraatacó Garret.
-Pero cumplía órdenes directas; de modo que es vuestra responsabilidad- volvió a responder Edward -y ahora fuera de esta casa; todo lo que tenga que decirse acerca de este asunto lo decidirá un juez- justo en en ese momento llegó el resto de la familia.
-¿Qué diablos hacéis aquí?- Emmet se puso al lado de su hermano pequeño.
-Es de muy mala educación presentarse en una fiesta sin educación, chicos- canturreó Jake.
-Tranquilos; no pisaríamos vuestra casa por nada del mundo- exclamó James, con un gesto de desagrado en su cara. Bella maldijo para sus adentros... ésto se lo venía venir. Nessie y Alice permanecían en silencio, al lado de Rosalie y Esme. Carlisle se adelantó un paso, con el ceño fruncido y dándoles a los hermanos una mirada de advertencia.
-Fuera de mi casa- Bella nunca había escuchado a Carlisle tan enfadado -y decidle a vuestro padre que nos veremos en el juzgado-.
-Eso habrá que verlo, maldito carcamal- le encaró Garret, adelantándose un paso; pero Jake y Emmet se volvieron rápidamente.
-No insultes a mi padre- le amenazó Jake.
-¿Me estás amenazando, bastardo?- siguió provocando James.
Bella no vio lo que sucedió. Pero el grito de Nessie resonó en el ambiente, y en unos segundos vio que Jake y James estaban en el suelo, enzarzados en una pelea, y al resto de sus hermanos y a Garret intentando separarlos.
-¡Basta ya!- gritó Carlisle; finalmente consiguieron separarlos.
-Te vas a arrepentir de ésto- amenazó James a Jake, que se revolvía furioso en los brazos de Jasper y Edward; después de esas palabras, Garret y James se dieron media vuelta, escoltados por Sam y otros peones del rancho. Nessie se acercó a Jake, abrazándolo preocupada. Y conteniendo un sollozo.
-Deja que te revise esa herida- le pidió la joven; la respiración de Jake fue volviendo a su ritmo normal, y sin decir palabra alguna, se encaminó al interior de la casa, acompañado de su chica y seguidos por Rose y Emmet.
-Impresentables- murmuraba Jasper entre dientes; Alice le dio un apretón en el brazo, en señal de apoyo.
-Volvamos a la fiesta- dijo el patriarca, con voz seria y sin ningún tipo de réplica. Esme le acompañó, seguidos de Edward, Bella, Jasper y Alice.
-¿Te encuentras bien?- interrogó la joven castaña, preocupada.
-Sí cariño, no te preocupes- besó su frente -anda, volvamos; los invitados se estarán preguntando qué ha pasado-.
Bella asintió... ahora sí que tenían un problema, y bien desagradable. Sabía que esa denuncia tendría consecuencias fatales... y por desgracia, no se había equivocado.
Bueno espero les haya gustado estos capítulos...dejen sus huellas ... besos
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Ay me encanto gracias Atal, me encanta esta historia
cariños Nejix
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 17: Admitida
El domingo después de la fiesta transcurrió tranquilo, en parte porque Jake se fue con Nessie y no regresó hasta bien entrada la noche; ningún miembro de la familia sacó a relucir el tema de la pelea, no estaba el horno para bollos... pero el lunes fue otro cantar. Ese desayuno nada tuvo que ver con los que los habitantes del rancho Killarney empezaban otro día.
Carlisle, sentado a la cabecera de la mesa, permanecía callado, sumido en sus pensamientos y con el ceño levemente fruncido; a su lado, Esme trató de entablar conversación, pero finalmente optó por permanecer también callada; Edward y Bella intercambiaban miradas en silencio, al igual que Jasper; nadie se atrevía a romper el ambiente... pero todos ellos levantaron la cabeza cuándo Jake entró a la cocina.
-Buenos días- saludó éste a la familia; Bella le puso la taza de café enfrente, y ahí fue cuándo el patriarca habló.
-¿Cómo te encuentras?, ¿te duele?- le interrogó preocupado.
-Un poco, pero nada del otro mundo- se encogió de hombros, pero no pudo evitar una mueca de dolor, llevándose una de sus manos al labio inferior... ese maldito se lo había partido de un puñetazo, a parte del enorme hematoma que rodeaba su pómulo y ojo izquierdos.
-Malditos Denali- siseó Jasper, furioso -querían provocarnos y lo han conseguido-.
-Tú también hubieras saltado si te hubiesen insultado- se defendió el hermano mayor, cerrando el puño con rabia.
-No te echo la culpa- se apresuró a aclarar Jasper -en esos momentos cualquiera de nosotros hubiera perdido los nervios-.
-Si querían provocarnos, lo han conseguido- se lamentó Edward de nuevo.
-¿Y qué van a hacer?, ¿denunciarme?- exclamó Jake, dando un golpe en la mesa con su puño cerrado -que lo hagan, no me dan ningún miedo-.
-No te extrañe en absoluto que lo hagan- dijo Bella, atreviéndose a hablar -son capaces de eso y mucho más-.
-Los conocemos de sobra- añadió Edward -pero no se saldrán con la suya- le intentó tranquilizar éste, apresando sus dedos y apretándolos con cariño.
-De todas formas, hablaré con Jenkins para que esté informado- habló Carlisle -si te denuncian, tenemos que estar preparados- dijo en un tono que daba por finalizado el tema -vamos chicos, tenemos trabajo- se levantó de la mesa, gesto que imitó el resto de la familia. Bella y Edward se despidieron con un pequeño beso, y ella se quedó en la cocina con Esme.
Bella pasó la gran parte de la mañana en el piso superior, recogiendo las habitaciones y limpiando aquí y allá. La señora Harris había terminado por dejar el trabajo, de modo que ahora Esme y ella se repartían las tareas de la casa. Después de arreglar el piso superior, dejó a Esme terminando y se encaminó hacia la cocina, para empezar a preparar el almuerzo. En ello estaba cuándo por la ventana de la cocina vio la furgoneta del servicio postal. Secándose las manos con el trapo, salió al encuentro del señor Hicks.
-Buenos días- saludó la joven, dedicándole al simpático señor una pequeña sonrisa.
-Buenos días señorita Bella- le devolvió el saludo -aquí tiene- le pasó un fajo de sobres y papeles -hoy tiene carta-.
-¿De veras?- preguntó ésta nerviosa; revisó los sobres uno a uno, esperando ver en alguno de ellos el anagrama de alguna de las universidades... pero no encontró ninguno, y tampoco ninguna carta a su nombre.
-No hay ninguna- murmuró con el ceño fruncido, pero al regresar su vista al señor Hicks, vio que éste le tendía un sobre grande, de tamaño de un folio, y bastante abultado. El corazón de Bella latió nervioso mientras lo tomaba, y dándole las gracias al amable señor, entró en la casa, tropezándose y casi cayendo al suelo. Por suerte llegó sana y salva a la cocina, y lanzando el resto de la correspondencia sobre la encimera, se dispuso a estudiar el enorme sobre.
-Universidad estatal de San Antonio- leyó en voz baja; con manos temblorosas lo rasgó. Un gran número de papeles y folletos explicativos se esparcieron en la encimera; tomó la primera hoja, y con el corazón desbocado empezó a leer.
Según leía, una gran sonrisa se instaló en su cara, estaba admitida. Releyó de nuevo la carta, en la que en nombre del decano se le daba la bienvenida a la escuela universitaria de Enseñanza y Magisterio, adscrita a la universidad de San Antonio, y después echó un vistazo a los otros papeles. Había varios formularios para rellenar, así cómo el desglose de asignaturas obligatorias y de libre elección. También había otro en el que explicaban los diferentes cursos complementarios y seminarios, aparte de las fechas tope para entregar todo debidamente cumplimentado, y la fecha del comienzo de las clases.
Sin poder contener la emoción y la alegría, salió con paso apresurado de la casa, en busca de su novio, para darle la noticia.
-¿Sabes dónde está Edward?- interrogó a Seth, ya que se lo encontró nada más salir de la casa.
-Están todos en la nave de engorde- le informó con una sonrisa. Murmurando un apenas audible "gracias", salió disparada hacia allí. Efectivamente, tal y cómo le indicó el joven, se encontró a Edward en la nave de engorde, junto con sus hermanos y su padre. Sin apenas saludar al resto de los vaqueros, echó a correr hacia su novio, que oyendo los presurosos pasos, levantó la cabeza; al ver a su novia corriendo hacia él arqueó una ceja por la sorpresa, pero al verla agitar una hoja adivinó lo que pasaba, y se adelantó un paso para recibir a su pequeña, con esa sonrisa torcida que tanto le gustaba a ella.
-¡Me han aceptado!- chilló emocionada mientras se lanzaba a sus brazos -he recibido la carta de la universidad... ¡me han aceptado!-.
-Felicidades cariño- le felicitó Edward mientras la abrazaba con fuerza y dejaba un beso en sus labios; permanecieron abrazados durante unos minutos, hasta que la voz de Jasper les sacó de su burbuja particular.
-Déjala que ponga los pies en el suelo Eddie, y permite que felicite a mi cuñada- con un suspiro de paciencia, posó a su pequeña en el suelo, viendo cómo era acaparada por sus hermanos.
-Ya puedes ir preparando las maletas- sonrió ante las palabras de su padre, que le palmeaba el hombro en un gesto de felicitación -Charlie estaría orgulloso de ella- replicó con un deje de emoción. Quería a Bella cómo a una hija, y desde que estaba con Edward, más aún.
-Sí que lo estaría- le dio la razón a su padre. Sonrió de nuevo, ya que en ese momento sus hermanos liberaron a su novia y ésta se acercaba de nuevo a ellos.
-Enhorabuena hija mía- se adelantó Carlisle a abrazarla, gesto que ella correspondió feliz.
-Muchas gracias- agradeció de corazón la joven -todavía no puedo creerlo- musitó.
-¿Me dejas el papel?- le pidió Edward; su pequeña se lo tendió con una sonrisa, y descubrió contento que la universidad era la de San Antonio; por lo menos estarían cerca del rancho, y volverían los fines de semana a casa.
-San Antonio- anunció a sus padre y hermanos, esbozando una sonrisa satisfecha.
-Podréis venir los fines de semana- exclamó Jasper contento.
-¿Cómo lo vais a hacer?- interrogó Jake -¿buscaréis un apartamento, una casa...?-.
-Todavía hay que hablarlo- le interrumpió su hermano pequeño -¿has recibido los impresos de matriculación?- preguntó a su pequeña; al ver que asentía con la cabeza, la tomó de la mano, tirando de ella en dirección a la casa -vamos a verlos, entonces; os veo a la hora de la comida- se despidió del resto.
-¡Eh!- gritó Jake -¡todavía tenemos que terminar aquí!- pero Edward y Bella se perdieron en dirección a la casa.
-Terminaremos nosotros- anunció Carlisle -ellos tienen muchas cosas que decidir-.
Una vez acomodados en la mesa de la cocina, la pareja se concentró en leer minuciosamente todos y cada uno de los documentos restantes. Bella rellenó sus datos personales, dejando la elección de asignaturas para el final. Una idea cruzó por la mente de Edward.
-¿Quieres que vayamos unos días a San Antonio?- le ofreció; los ojos chocolate de su pequeña se agrandaron por la sorpresiva e improvisada invitación.
-¿Puedes escaquearte unos días?- preguntó con preocupación en sus ojos. Bastante hacía con irse con ella al comienzo del curso, y no quería que su trabajo en el rancho se viera más afectado.
-No habrá problema si para la semana que viene estoy de regreso- le aclaró -comienza la siega- le recordó -podríamos entregar tu matrícula, conocer un poco la ciudad dónde viviremos... estaríamos a solas...- murmuró la última frase en voz baja y tono ligeramente insinuante.
-Pensé que tú la conocías- contraatacó su pequeña, arqueando una de sus delineadas cejas.
-Sólo conozco el centro y el distrito financiero- le explicó divertido -además...¿no quieres pasar unos días a solas conmigo?- le preguntó mientras movía su silla y tomaba su carita entre sus manos.
-Claro que quiero- susurró Bella en voz baja, inclinando la cabeza y apoyándola en una de sus manos. Sonrió satisfecho y dejó un sonoro beso en los labios de la joven.
-Entonces hablaré con mi padre- replicó decidido -podríamos salir el miércoles por la tarde, y regresar el domingo- le propuso. Bella asintió con una sonrisa; cuatro días con Edward, fuera del rancho y solos... en verdad era una oferta para no rechazar.
-Y yo me dedicaré a dejar comida preparada para quién tú ya sabes- el joven rió divertido, asintiendo con la cabeza.
-Gracias por regalarnos estos días- susurró Bella emocionada, rodeando su cuello y abrazándole con fuerza. Su novio respondió encantado a su abrazo, acariciando su espalda lentamente; necesitaba un poco de intimidad con su pequeña... ambos la necesitaban.
0o0o0o0o0o0
Dos días después, la familia se despedía de ellos en la puerta principal. Ya que la distancia entre Huntsville y San Antonio eran apenas dos horas en coche, decidieron partir a última hora de la tarde, para que Edward dejara terminara todo el trabajo administrativo hasta el lunes, y poder disfrutar tranquilos.
Bella abrazó a Esme y Carlisle mientras que Edward terminaba de colocar el equipaje en el maletero del coche. Una vez lo cerró se acercó a sus hermanos.
-Disfrutad estos días al máximo- le aconsejó Emmet, palmeando su espalda.
-Pero tráenos a nuestra cocinera sana y salva- le advirtió Jake, intentando parecer serio. Edward rodó los ojos ante el comentario de su hermano mayor.
-No le hagas ni caso, Edward- le consoló Rosalie, mientras abrazaba a su cuñado -pasadlo muy bien-.
-Eso seguro- respondió contento -adiós Owen- se despidió de su sobrino, que desde los brazos de su madre miraba todo con los ojos cómo platos y batiendo sus pequeñas manitas.
-Si se porta mal contigo, llámanos y nos plantaremos allí en un momento- oyó que le decía Jasper a Bella. Su cuñada lo miraba con una ceja arqueada, negando divertida con la cabeza. Después de despedirse él también de su padre y Esme, por fin se metieron el coche y arrancaron.
-Al fin- exclamó cómicamente Edward -mis hermanos piensan que te secuestro- le dijo a su novia. Ella rió, divertida por el comentario.
-Puedes secuestrarme tantas veces cómo quieras- le devolvió ésta por respuesta, guiñándole un ojo y acomodándose en el asiento.
Después de un tranquilo y agradable viaje, la pareja llegó al hotel dónde se hospedarían estos días, el hotel Menger. Era un edificio antiguo en el centro de la ciudad, al lado de Alamo Square y de otros punto turísticos de interés. Mientras Edward arreglaba y formalizaba el registro, Bella se dedicaba a admirar la lujosa decoración que la rodeaba. Según le había contado su novio por el camino, este era el hotel dónde habitualmente se alojaban Edward y sus hermanos cúando tenían que atender algún negocio en la ciudad.
-¿Subimos?- le preguntó el joven , pasando una mano por su cintura.
-Claro- aceptó ésta.
Sus ojos se abrieron cómo platos al entrar en la pequeña suite que Edward había reservado. Era enorme, y decorada con muebles antiguos y de madera oscura, siguiendo el estilo de todo el edificio. Una enorme cama de matrimonio la presidía.
-¿Te gusta?- interrogó el joven, después de darle una propina al botones y despedirlo en la puerta.
-Es preciosa- exclamó la joven, admirada -pero estoy segura de que todo ésto cuesta muchísimo dinero- su novio suspiró resignado, rodeando su cintura.
-No tienes por qué preocuparte por eso- le explicó pacientemente -quería que nuestro primer viaje juntos fuera inolvidable para ti-.
-Y lo va a ser- respondió ella, poniéndose de puntillas y dejando un suave beso en sus labios -estoy contigo, con eso me basta- murmuró pegada a éstos. Edward la volvió a besar, pero lo que en principio comenzó cómo un tierno beso pronto se transformó en uno hambriento y voraz. Su pequeña abrió la boca para soltar un sexy gemido, y ahí fue cuándo Edward perdió la consciencia.
Sus manos aprisionaron más fuerte la cintura de su pequeña, pegándola aún más a su cuerpo. Sus delicadas y sinuosas curvas se amoldaron a su cuerpo de forma asombrosa; todavía se sorprendía de cómo Bella había nacido para encajar entre sus brazos.
-Edward- oyó la voz de su pequeña llamarle, mientras él recorría su cuello con sus labios -Edward- volvió a repetir, conteniendo la carcajada -tenemos que deshacer el equipaje y cenar- consiguió decir entre sus suspiros; su cuerpo era recorrido por una electrizante sensación, provocada por los besos que su novio le dedicaba... pero de repente sintió cómo el joven se separara de ella, y sin decir nada, simplemente recorriendo su cuerpo con una mirada de deseo, la cargó en brazos cómo a una novia, dirigiéndose a la cama y tumbándola delicadamente en ella.
-El equipaje puede esperar- le recordó mientras se posicionaba encima de ella -y el servicio de habitaciones funciona las veinticuatro horas- murmuró malicioso, acariciando suavemente su pierna por encima del pantalón. Bella se mordió el labio inferior, antes de hablar.
-Entonces...- dejó la frase a medias, ante la mirada interrogante de su novio -cállate y ven aquí- tiró de su cuello, acercando su cara y besando de nuevo sus labios. Edward le devolvió el beso sin resistencia alguna, subiendo la mano por su pierna y parando en su muslo, apretándolo con suavidad pero a la vez con firmeza.
Bella saboreaba el beso con ansias, y en un fluido movimiento sus manos se colaron por debajo de la camiseta de Edward; las yemas de sus dedos se deleitaban con los marcados músculos de los abdominales del joven, que ya respiraba entrecortadamente debido al beso y a las caricias que le prodigaba su pequeña. Sin abandonar sus labios ni un sólo momento, las grandes y fuertes manos del joven ascendieron por su cuerpo, dejando libres sus muslos y acercándose peligrosamente a sus pechos, los cuales apretó dulcemente por encima de su blusa.
-Ahhh... Edward- su voz era una súplica, siempre que la tocaba de esa manera se derretía entre sus brazos.
-Me vuelves loco Bella- le dijo entre besos; su pequeña se sonrojó ante tal afirmación, y a la vez que las bocas de ambos se daban una pequeña tregua, las pequeñas manos de su novia bajaron hasta el borde de la camiseta. La fue sacando lentamente, acariciando de nuevo su pecho en el proceso.
-¿Sabes que eso es tentarme, no?- murmuró con una sonrisa lasciva; su novia rió suavemente, tirando la camiseta al suelo y pasando sus manos por la extensa espalda de Edward. En unos pocos minutos, la blusa de Bella también descansaba en el suelo, y sin casi darse cuenta, Edward invirtió las posiciones de ambos, tumbándose en la cama y sentado a su novia encima suyo, a horcajadas; se incorporó, quedando sentado y dirigiendo sus manos a la espalda de su pequeña.
Los apetecibles pechos de la joven quedaron expuestos ante él en cuestión de segundos, y su boca y sus manos se deleitaron con su sabor y textura, acariciándolos y besándolos. Bella no pudo evitar enredar sus dedos en el pelo cobrizo de Edward, acercando su cabeza todo lo que podía a su cuerpo. Largos suspiros salían de su garganta ante tales caricias, pero cuándo los dientes de Edward apresaron su pezón y lo mordieron con suavidad, un profundo y ronco gemido atravesó sus labios, a la vez que echaba su cabeza hacia atrás, cerrando lo ojos y disfrutando de las sensaciones. Con un pequeño gesto de sus manos, la boca de su novio dejó sus senos, para subir por su cuello y morir en sus labios.
-Edward...- repetía su nombre una y otra vez, cada vez que la boca del joven le daba unos pocos segundos de descanso. Y otra vez, en un movimiento un poco brusco, rodeó el cuerpo de su pequeña para girarla y posarla debajo suyo.
-Me encanta que repitas mi nombre una y otra vez- susurró su novio contra sus labios. Las manos del joven bajaron sinuosamente por su cuerpo, pasando por su vientre y llegando al botón de sus pantalones. Se incorporó ligeramente, para quitarle los zapatos y el resto de su ropa. Contemplarla desnuda, debajo de él, era una de las cosas con las que más disfrutaba; se deleitaba con su piel suave y pálida, y adoraba ese rubor tan característico de Bella que aparecía en sus mejillas. Se posicionó de nuevo sobre ella, capturando de nuevo sus labios; su lengua exploraba cada uno de los rincones de la boca de su pequeña, y ella le devolvía el beso con la misma pasión e intensidad.
-Bella...- gemía sobre su cuello, mientras lo besaba lentamente; el roce de sus caderas y de sus partes más íntimas le estaba matando.
-Tienes demasiada ropa- dijo su novia, entre jadeos y respiraciones entrecortadas. Las manos de Bella le ayudaron a desabrochar los botones de sus vaqueros, y cuándo el también estuvo completamente desnudo, se posicionó sobre su pequeña, entrando de un solo golpe.
-¡Edward!- jadeó por la sorpresa.
-Lo siento, no podía aguantar un minuto más sin hacerte mía- se disculpó su novio, aunque en su cara y en sus ojos no se reflejaba culpabilidad alguna. Bella negó divertida con la cabeza, pero sus ojos se cerraron al sentir cómo Edward empezaba a entrar y salir dentro de ella... y ahí se dejó llevar.
Edward besaba y lamía cada parte de esa pálida piel que estaba a su alcance. La intimidad de su pequeña le recibía gustosa, era tan cálida y suave; los gemidos y suspiros de la joven, clamando por más o diciendo su nombre eran música celestial para sus oídos. Pronto pasó a un ritmo mucho más rápido e intenso, besando ferozmente a su pequeña, ahogando los gritos de ambos, que ya invadían la habitación.
-Ohhhh Edward... sí- repetía una y otra vez su novia; sus piernas enrollaban sus caderas, y al sentir que cada vez lo apresaban más y más fuerte, supo que enseguida terminaría.
-Déjalo ir, cariño- consiguió decirle -vamos, déjalo ir-.
-¡Edward- el grito de Bella, unido al estremecimiento que sacudió su pequeño cuerpo, hizo que el también terminara, cayendo desplomado encima de Bella, que lo acogió gustosa entre sus brazos.
Después de unos pocos minutos, salió del cálido interior de su novia, apoyándose en el colchón y atrayendo a su pequeña, que se acomodó satisfecha entre sus brazos.
-¿No tienes hambre?- le sondeó ésta, jugando con el escaso vello de su pecho.
-Un poco- concedió con una sonrisa -espero no haber sido demasiado brusco- dijo con cautela; Bella se apoyó en uno de sus codos, quedando de costado y mirándole extrañada por sus palabras.
-No has sido brusco Edward- le explicó -yo también tenía muchísimas ganas- susurró de manera insinuante e inclinándose para besar su boca otra vez. Iba a separarse de él, pero sintió la mano de su novio aprisionar su nuca, atrayéndola más cerca de el para profundizar más el beso.
-Pensaba que tenías hambre- murmuró con las mejillas sonrojadas e intentando coger un poco de aire.
-Y la tengo- le explicó éste, poniéndose de nuevo encima suyo, lo que ocasionó la suave risa de su pequeña -pero te recuerdo que el servicio de habitaciones funciona las veinticuatro horas- susurró malicioso, aprisionando de nuevo la boca de Bella y dejándose arrastrar por el deseo durante el resto de la noche.
Los siguientes días fueron cómo un sueño para Bella; poder disfrutar exclusivamente de Edward, sin que tuviera que salir de viaje de negocios o trabajar en el rancho. La mañana siguiente a su llegada, nada más levantarse, después de una intensa noche, fueron directamente a la universidad, para formalizar la matrícula. A pesar de que el plazo de inscripción acababa de abrirse hace relativamente poco, había bastante gente, de modo que esperaron pacientemente su turno.
Una vez terminaron con el papeleo, se dedicaron a recorrer el campus y los alrededores, disfrutando de un tiempo francamente veraniego. Los jardines que rodeaban el campus eran preciosos, y los edificios que componían las distintas facultades emergían majestuosamente, no en vano algunos tenían más de cien años de antigüedad. Localizaron enseguida el edificio dónde se impartirían las clases de Bella; ésta lo observaba con una pequeña sonrisa, pero también con un deje de nervios y preocupación. Al notar el silencio de su pequeña, no pudo evitar preguntarle.
-¿Qué pasa, cariño?-.
-Nada- intentó quitarle importancia la joven -es sólo que nunca he sido buena estudiante- expresó con pesar -me da un poco de miedo y respeto- confesó con una mueca de tristeza en su cara. Edward negó con la cabeza, poniéndose enfrente de ella y rodeando su delicado cuerpo.
-Lo vas a hacer muy bien- la animó con una sonrisa -yo te ayudaré en todo lo que pueda... aunque no sepa mucho de las asignaturas- Bella rió divertida ante la observación -pero estoy seguro de que podrás con ello tú solita- era increíble cómo la animaba y la apoyaba.
-Gracias- le agradeció con una pequeña sonrisa. Después de que Edward dejara un pequeño beso en sus labios, continuaron con el paseo por la ciudad. Incluso estudiaron con atención los alrededores del campus, dónde vieron que había una zona residencial, con casas y apartamentos.
El resto de los días se dedicaron a hacer turismo, y a conocer un poco la ciudad dónde ambos vivirían; era una ciudad bastante grande, con alrededor de dos millones de habitantes. Para Bella sería un cambio, ya que tanto Forks cómo Huntsville, aunque no eran poblaciones pequeñas, no sobrepasaban los cinco mil habitantes.
De la mano de su novio, recorrieron el centro histórico de San Antonio, visitaron dos de los museos más importantes y disfrutaron de veladas inolvidables, saliendo a cenar, al cine, a tomar una copa... y por supuesto, aprovecharon cada momento de intimidad para demostrarse su amor, cosa que no podían hacer tanto cómo quisieran en el rancho.
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El domingo por la tarde toda la familia les recibió en la puerta principal. Nada más salir del coche, Jake se adelantó para abrirle la puerta y atrapar a Bella en un abrazo de oso, lo mismo que hicieron Emmet y Jasper.
-Por fin has regresado- suspiró cómicamente el hermano mayor, ante el ruedo de ojos simultáneo de Carlisle y Edward.
-Ni que os hubierais muerto de hambre- exclamó Bella con paciencia y resignación -os dejé comida cómo para un regimiento-.
-Pero se terminó el viernes a la noche- protestó Jasper, con un infantil puchero. Bella miró a su cuñado cómo si le hubiera salido un tercer ojo en la frente.
-¿Toda?- murmuró alucinada -¿dónde metéis todo lo que coméis?- les interrogó con los brazos en jarras y mirando a sus cuñados de uno en uno.
-Parece que antes de la llegada de Bella apenas comíais- les reprochó Rosalie a los tres, después de que ésta y Esme saludaran a la joven.
-Increíble- decía Esme, conteniendo la carcajada.
-Eso- apoyó Carlisle -debería daros vergüenza- riñó a sus hijos cómo si fueran niños pequeños -no les hagas caso hija, ¿todo bien?- les interrogó a la pareja.
-Todo bien- afirmó Bella con una sonrisa -después te contaremos-.
-Estupendo- se frotó las manos Jake -Nessie y Alice vendrán después de cenar- les contó.
-Entonces prepararé postre especial- meditó Bella en voz alta.
-Pastel de chocolate- sugirió Jasper, relamiéndose los labios.
-Nop; mejor de manzana- le guiñó un ojo a Rosalie, que apoyó las palabras de Bella moviendo enérgicamente la cabeza. Después de que todos se adentraran en la casa, Bella se giró hacia su novio, que tenía una expresión de resignación en su cara.
-Son incorregibles- siseó -me preguntó que pasará el día que nos casemos y tengamos nuestra propia casa- meditó en voz alta.
-Seguramente... que les tendremos allí a diario- se encogió su pequeña de hombros, para después colgarse de su cuello.
-Ni hablar- exclamó horrorizado Edward -antes blindo las puertas y ventanas-.
-¿Harás eso a tus pobres hermanos?- se oyó la voz de Jake desde el interior -¡no tienes corazón!- su pequeña estalló en carcajadas ante el divertido lamento del hermano mayor de los Cullen.
-¡Cotilla!- le gritó Edward de vuelta, ante las risas de su novia -bienvenida a casa- le dijo a ésta, para después acompañarla en sus risas. Besó suavemente su frente antes de tomar su cintura y pasar hacia el interior de la casa... una casa de locos, pero su casa, al fin y al cabo.
El domingo después de la fiesta transcurrió tranquilo, en parte porque Jake se fue con Nessie y no regresó hasta bien entrada la noche; ningún miembro de la familia sacó a relucir el tema de la pelea, no estaba el horno para bollos... pero el lunes fue otro cantar. Ese desayuno nada tuvo que ver con los que los habitantes del rancho Killarney empezaban otro día.
Carlisle, sentado a la cabecera de la mesa, permanecía callado, sumido en sus pensamientos y con el ceño levemente fruncido; a su lado, Esme trató de entablar conversación, pero finalmente optó por permanecer también callada; Edward y Bella intercambiaban miradas en silencio, al igual que Jasper; nadie se atrevía a romper el ambiente... pero todos ellos levantaron la cabeza cuándo Jake entró a la cocina.
-Buenos días- saludó éste a la familia; Bella le puso la taza de café enfrente, y ahí fue cuándo el patriarca habló.
-¿Cómo te encuentras?, ¿te duele?- le interrogó preocupado.
-Un poco, pero nada del otro mundo- se encogió de hombros, pero no pudo evitar una mueca de dolor, llevándose una de sus manos al labio inferior... ese maldito se lo había partido de un puñetazo, a parte del enorme hematoma que rodeaba su pómulo y ojo izquierdos.
-Malditos Denali- siseó Jasper, furioso -querían provocarnos y lo han conseguido-.
-Tú también hubieras saltado si te hubiesen insultado- se defendió el hermano mayor, cerrando el puño con rabia.
-No te echo la culpa- se apresuró a aclarar Jasper -en esos momentos cualquiera de nosotros hubiera perdido los nervios-.
-Si querían provocarnos, lo han conseguido- se lamentó Edward de nuevo.
-¿Y qué van a hacer?, ¿denunciarme?- exclamó Jake, dando un golpe en la mesa con su puño cerrado -que lo hagan, no me dan ningún miedo-.
-No te extrañe en absoluto que lo hagan- dijo Bella, atreviéndose a hablar -son capaces de eso y mucho más-.
-Los conocemos de sobra- añadió Edward -pero no se saldrán con la suya- le intentó tranquilizar éste, apresando sus dedos y apretándolos con cariño.
-De todas formas, hablaré con Jenkins para que esté informado- habló Carlisle -si te denuncian, tenemos que estar preparados- dijo en un tono que daba por finalizado el tema -vamos chicos, tenemos trabajo- se levantó de la mesa, gesto que imitó el resto de la familia. Bella y Edward se despidieron con un pequeño beso, y ella se quedó en la cocina con Esme.
Bella pasó la gran parte de la mañana en el piso superior, recogiendo las habitaciones y limpiando aquí y allá. La señora Harris había terminado por dejar el trabajo, de modo que ahora Esme y ella se repartían las tareas de la casa. Después de arreglar el piso superior, dejó a Esme terminando y se encaminó hacia la cocina, para empezar a preparar el almuerzo. En ello estaba cuándo por la ventana de la cocina vio la furgoneta del servicio postal. Secándose las manos con el trapo, salió al encuentro del señor Hicks.
-Buenos días- saludó la joven, dedicándole al simpático señor una pequeña sonrisa.
-Buenos días señorita Bella- le devolvió el saludo -aquí tiene- le pasó un fajo de sobres y papeles -hoy tiene carta-.
-¿De veras?- preguntó ésta nerviosa; revisó los sobres uno a uno, esperando ver en alguno de ellos el anagrama de alguna de las universidades... pero no encontró ninguno, y tampoco ninguna carta a su nombre.
-No hay ninguna- murmuró con el ceño fruncido, pero al regresar su vista al señor Hicks, vio que éste le tendía un sobre grande, de tamaño de un folio, y bastante abultado. El corazón de Bella latió nervioso mientras lo tomaba, y dándole las gracias al amable señor, entró en la casa, tropezándose y casi cayendo al suelo. Por suerte llegó sana y salva a la cocina, y lanzando el resto de la correspondencia sobre la encimera, se dispuso a estudiar el enorme sobre.
-Universidad estatal de San Antonio- leyó en voz baja; con manos temblorosas lo rasgó. Un gran número de papeles y folletos explicativos se esparcieron en la encimera; tomó la primera hoja, y con el corazón desbocado empezó a leer.
Según leía, una gran sonrisa se instaló en su cara, estaba admitida. Releyó de nuevo la carta, en la que en nombre del decano se le daba la bienvenida a la escuela universitaria de Enseñanza y Magisterio, adscrita a la universidad de San Antonio, y después echó un vistazo a los otros papeles. Había varios formularios para rellenar, así cómo el desglose de asignaturas obligatorias y de libre elección. También había otro en el que explicaban los diferentes cursos complementarios y seminarios, aparte de las fechas tope para entregar todo debidamente cumplimentado, y la fecha del comienzo de las clases.
Sin poder contener la emoción y la alegría, salió con paso apresurado de la casa, en busca de su novio, para darle la noticia.
-¿Sabes dónde está Edward?- interrogó a Seth, ya que se lo encontró nada más salir de la casa.
-Están todos en la nave de engorde- le informó con una sonrisa. Murmurando un apenas audible "gracias", salió disparada hacia allí. Efectivamente, tal y cómo le indicó el joven, se encontró a Edward en la nave de engorde, junto con sus hermanos y su padre. Sin apenas saludar al resto de los vaqueros, echó a correr hacia su novio, que oyendo los presurosos pasos, levantó la cabeza; al ver a su novia corriendo hacia él arqueó una ceja por la sorpresa, pero al verla agitar una hoja adivinó lo que pasaba, y se adelantó un paso para recibir a su pequeña, con esa sonrisa torcida que tanto le gustaba a ella.
-¡Me han aceptado!- chilló emocionada mientras se lanzaba a sus brazos -he recibido la carta de la universidad... ¡me han aceptado!-.
-Felicidades cariño- le felicitó Edward mientras la abrazaba con fuerza y dejaba un beso en sus labios; permanecieron abrazados durante unos minutos, hasta que la voz de Jasper les sacó de su burbuja particular.
-Déjala que ponga los pies en el suelo Eddie, y permite que felicite a mi cuñada- con un suspiro de paciencia, posó a su pequeña en el suelo, viendo cómo era acaparada por sus hermanos.
-Ya puedes ir preparando las maletas- sonrió ante las palabras de su padre, que le palmeaba el hombro en un gesto de felicitación -Charlie estaría orgulloso de ella- replicó con un deje de emoción. Quería a Bella cómo a una hija, y desde que estaba con Edward, más aún.
-Sí que lo estaría- le dio la razón a su padre. Sonrió de nuevo, ya que en ese momento sus hermanos liberaron a su novia y ésta se acercaba de nuevo a ellos.
-Enhorabuena hija mía- se adelantó Carlisle a abrazarla, gesto que ella correspondió feliz.
-Muchas gracias- agradeció de corazón la joven -todavía no puedo creerlo- musitó.
-¿Me dejas el papel?- le pidió Edward; su pequeña se lo tendió con una sonrisa, y descubrió contento que la universidad era la de San Antonio; por lo menos estarían cerca del rancho, y volverían los fines de semana a casa.
-San Antonio- anunció a sus padre y hermanos, esbozando una sonrisa satisfecha.
-Podréis venir los fines de semana- exclamó Jasper contento.
-¿Cómo lo vais a hacer?- interrogó Jake -¿buscaréis un apartamento, una casa...?-.
-Todavía hay que hablarlo- le interrumpió su hermano pequeño -¿has recibido los impresos de matriculación?- preguntó a su pequeña; al ver que asentía con la cabeza, la tomó de la mano, tirando de ella en dirección a la casa -vamos a verlos, entonces; os veo a la hora de la comida- se despidió del resto.
-¡Eh!- gritó Jake -¡todavía tenemos que terminar aquí!- pero Edward y Bella se perdieron en dirección a la casa.
-Terminaremos nosotros- anunció Carlisle -ellos tienen muchas cosas que decidir-.
Una vez acomodados en la mesa de la cocina, la pareja se concentró en leer minuciosamente todos y cada uno de los documentos restantes. Bella rellenó sus datos personales, dejando la elección de asignaturas para el final. Una idea cruzó por la mente de Edward.
-¿Quieres que vayamos unos días a San Antonio?- le ofreció; los ojos chocolate de su pequeña se agrandaron por la sorpresiva e improvisada invitación.
-¿Puedes escaquearte unos días?- preguntó con preocupación en sus ojos. Bastante hacía con irse con ella al comienzo del curso, y no quería que su trabajo en el rancho se viera más afectado.
-No habrá problema si para la semana que viene estoy de regreso- le aclaró -comienza la siega- le recordó -podríamos entregar tu matrícula, conocer un poco la ciudad dónde viviremos... estaríamos a solas...- murmuró la última frase en voz baja y tono ligeramente insinuante.
-Pensé que tú la conocías- contraatacó su pequeña, arqueando una de sus delineadas cejas.
-Sólo conozco el centro y el distrito financiero- le explicó divertido -además...¿no quieres pasar unos días a solas conmigo?- le preguntó mientras movía su silla y tomaba su carita entre sus manos.
-Claro que quiero- susurró Bella en voz baja, inclinando la cabeza y apoyándola en una de sus manos. Sonrió satisfecho y dejó un sonoro beso en los labios de la joven.
-Entonces hablaré con mi padre- replicó decidido -podríamos salir el miércoles por la tarde, y regresar el domingo- le propuso. Bella asintió con una sonrisa; cuatro días con Edward, fuera del rancho y solos... en verdad era una oferta para no rechazar.
-Y yo me dedicaré a dejar comida preparada para quién tú ya sabes- el joven rió divertido, asintiendo con la cabeza.
-Gracias por regalarnos estos días- susurró Bella emocionada, rodeando su cuello y abrazándole con fuerza. Su novio respondió encantado a su abrazo, acariciando su espalda lentamente; necesitaba un poco de intimidad con su pequeña... ambos la necesitaban.
0o0o0o0o0o0
Dos días después, la familia se despedía de ellos en la puerta principal. Ya que la distancia entre Huntsville y San Antonio eran apenas dos horas en coche, decidieron partir a última hora de la tarde, para que Edward dejara terminara todo el trabajo administrativo hasta el lunes, y poder disfrutar tranquilos.
Bella abrazó a Esme y Carlisle mientras que Edward terminaba de colocar el equipaje en el maletero del coche. Una vez lo cerró se acercó a sus hermanos.
-Disfrutad estos días al máximo- le aconsejó Emmet, palmeando su espalda.
-Pero tráenos a nuestra cocinera sana y salva- le advirtió Jake, intentando parecer serio. Edward rodó los ojos ante el comentario de su hermano mayor.
-No le hagas ni caso, Edward- le consoló Rosalie, mientras abrazaba a su cuñado -pasadlo muy bien-.
-Eso seguro- respondió contento -adiós Owen- se despidió de su sobrino, que desde los brazos de su madre miraba todo con los ojos cómo platos y batiendo sus pequeñas manitas.
-Si se porta mal contigo, llámanos y nos plantaremos allí en un momento- oyó que le decía Jasper a Bella. Su cuñada lo miraba con una ceja arqueada, negando divertida con la cabeza. Después de despedirse él también de su padre y Esme, por fin se metieron el coche y arrancaron.
-Al fin- exclamó cómicamente Edward -mis hermanos piensan que te secuestro- le dijo a su novia. Ella rió, divertida por el comentario.
-Puedes secuestrarme tantas veces cómo quieras- le devolvió ésta por respuesta, guiñándole un ojo y acomodándose en el asiento.
Después de un tranquilo y agradable viaje, la pareja llegó al hotel dónde se hospedarían estos días, el hotel Menger. Era un edificio antiguo en el centro de la ciudad, al lado de Alamo Square y de otros punto turísticos de interés. Mientras Edward arreglaba y formalizaba el registro, Bella se dedicaba a admirar la lujosa decoración que la rodeaba. Según le había contado su novio por el camino, este era el hotel dónde habitualmente se alojaban Edward y sus hermanos cúando tenían que atender algún negocio en la ciudad.
-¿Subimos?- le preguntó el joven , pasando una mano por su cintura.
-Claro- aceptó ésta.
Sus ojos se abrieron cómo platos al entrar en la pequeña suite que Edward había reservado. Era enorme, y decorada con muebles antiguos y de madera oscura, siguiendo el estilo de todo el edificio. Una enorme cama de matrimonio la presidía.
-¿Te gusta?- interrogó el joven, después de darle una propina al botones y despedirlo en la puerta.
-Es preciosa- exclamó la joven, admirada -pero estoy segura de que todo ésto cuesta muchísimo dinero- su novio suspiró resignado, rodeando su cintura.
-No tienes por qué preocuparte por eso- le explicó pacientemente -quería que nuestro primer viaje juntos fuera inolvidable para ti-.
-Y lo va a ser- respondió ella, poniéndose de puntillas y dejando un suave beso en sus labios -estoy contigo, con eso me basta- murmuró pegada a éstos. Edward la volvió a besar, pero lo que en principio comenzó cómo un tierno beso pronto se transformó en uno hambriento y voraz. Su pequeña abrió la boca para soltar un sexy gemido, y ahí fue cuándo Edward perdió la consciencia.
Sus manos aprisionaron más fuerte la cintura de su pequeña, pegándola aún más a su cuerpo. Sus delicadas y sinuosas curvas se amoldaron a su cuerpo de forma asombrosa; todavía se sorprendía de cómo Bella había nacido para encajar entre sus brazos.
-Edward- oyó la voz de su pequeña llamarle, mientras él recorría su cuello con sus labios -Edward- volvió a repetir, conteniendo la carcajada -tenemos que deshacer el equipaje y cenar- consiguió decir entre sus suspiros; su cuerpo era recorrido por una electrizante sensación, provocada por los besos que su novio le dedicaba... pero de repente sintió cómo el joven se separara de ella, y sin decir nada, simplemente recorriendo su cuerpo con una mirada de deseo, la cargó en brazos cómo a una novia, dirigiéndose a la cama y tumbándola delicadamente en ella.
-El equipaje puede esperar- le recordó mientras se posicionaba encima de ella -y el servicio de habitaciones funciona las veinticuatro horas- murmuró malicioso, acariciando suavemente su pierna por encima del pantalón. Bella se mordió el labio inferior, antes de hablar.
-Entonces...- dejó la frase a medias, ante la mirada interrogante de su novio -cállate y ven aquí- tiró de su cuello, acercando su cara y besando de nuevo sus labios. Edward le devolvió el beso sin resistencia alguna, subiendo la mano por su pierna y parando en su muslo, apretándolo con suavidad pero a la vez con firmeza.
Bella saboreaba el beso con ansias, y en un fluido movimiento sus manos se colaron por debajo de la camiseta de Edward; las yemas de sus dedos se deleitaban con los marcados músculos de los abdominales del joven, que ya respiraba entrecortadamente debido al beso y a las caricias que le prodigaba su pequeña. Sin abandonar sus labios ni un sólo momento, las grandes y fuertes manos del joven ascendieron por su cuerpo, dejando libres sus muslos y acercándose peligrosamente a sus pechos, los cuales apretó dulcemente por encima de su blusa.
-Ahhh... Edward- su voz era una súplica, siempre que la tocaba de esa manera se derretía entre sus brazos.
-Me vuelves loco Bella- le dijo entre besos; su pequeña se sonrojó ante tal afirmación, y a la vez que las bocas de ambos se daban una pequeña tregua, las pequeñas manos de su novia bajaron hasta el borde de la camiseta. La fue sacando lentamente, acariciando de nuevo su pecho en el proceso.
-¿Sabes que eso es tentarme, no?- murmuró con una sonrisa lasciva; su novia rió suavemente, tirando la camiseta al suelo y pasando sus manos por la extensa espalda de Edward. En unos pocos minutos, la blusa de Bella también descansaba en el suelo, y sin casi darse cuenta, Edward invirtió las posiciones de ambos, tumbándose en la cama y sentado a su novia encima suyo, a horcajadas; se incorporó, quedando sentado y dirigiendo sus manos a la espalda de su pequeña.
Los apetecibles pechos de la joven quedaron expuestos ante él en cuestión de segundos, y su boca y sus manos se deleitaron con su sabor y textura, acariciándolos y besándolos. Bella no pudo evitar enredar sus dedos en el pelo cobrizo de Edward, acercando su cabeza todo lo que podía a su cuerpo. Largos suspiros salían de su garganta ante tales caricias, pero cuándo los dientes de Edward apresaron su pezón y lo mordieron con suavidad, un profundo y ronco gemido atravesó sus labios, a la vez que echaba su cabeza hacia atrás, cerrando lo ojos y disfrutando de las sensaciones. Con un pequeño gesto de sus manos, la boca de su novio dejó sus senos, para subir por su cuello y morir en sus labios.
-Edward...- repetía su nombre una y otra vez, cada vez que la boca del joven le daba unos pocos segundos de descanso. Y otra vez, en un movimiento un poco brusco, rodeó el cuerpo de su pequeña para girarla y posarla debajo suyo.
-Me encanta que repitas mi nombre una y otra vez- susurró su novio contra sus labios. Las manos del joven bajaron sinuosamente por su cuerpo, pasando por su vientre y llegando al botón de sus pantalones. Se incorporó ligeramente, para quitarle los zapatos y el resto de su ropa. Contemplarla desnuda, debajo de él, era una de las cosas con las que más disfrutaba; se deleitaba con su piel suave y pálida, y adoraba ese rubor tan característico de Bella que aparecía en sus mejillas. Se posicionó de nuevo sobre ella, capturando de nuevo sus labios; su lengua exploraba cada uno de los rincones de la boca de su pequeña, y ella le devolvía el beso con la misma pasión e intensidad.
-Bella...- gemía sobre su cuello, mientras lo besaba lentamente; el roce de sus caderas y de sus partes más íntimas le estaba matando.
-Tienes demasiada ropa- dijo su novia, entre jadeos y respiraciones entrecortadas. Las manos de Bella le ayudaron a desabrochar los botones de sus vaqueros, y cuándo el también estuvo completamente desnudo, se posicionó sobre su pequeña, entrando de un solo golpe.
-¡Edward!- jadeó por la sorpresa.
-Lo siento, no podía aguantar un minuto más sin hacerte mía- se disculpó su novio, aunque en su cara y en sus ojos no se reflejaba culpabilidad alguna. Bella negó divertida con la cabeza, pero sus ojos se cerraron al sentir cómo Edward empezaba a entrar y salir dentro de ella... y ahí se dejó llevar.
Edward besaba y lamía cada parte de esa pálida piel que estaba a su alcance. La intimidad de su pequeña le recibía gustosa, era tan cálida y suave; los gemidos y suspiros de la joven, clamando por más o diciendo su nombre eran música celestial para sus oídos. Pronto pasó a un ritmo mucho más rápido e intenso, besando ferozmente a su pequeña, ahogando los gritos de ambos, que ya invadían la habitación.
-Ohhhh Edward... sí- repetía una y otra vez su novia; sus piernas enrollaban sus caderas, y al sentir que cada vez lo apresaban más y más fuerte, supo que enseguida terminaría.
-Déjalo ir, cariño- consiguió decirle -vamos, déjalo ir-.
-¡Edward- el grito de Bella, unido al estremecimiento que sacudió su pequeño cuerpo, hizo que el también terminara, cayendo desplomado encima de Bella, que lo acogió gustosa entre sus brazos.
Después de unos pocos minutos, salió del cálido interior de su novia, apoyándose en el colchón y atrayendo a su pequeña, que se acomodó satisfecha entre sus brazos.
-¿No tienes hambre?- le sondeó ésta, jugando con el escaso vello de su pecho.
-Un poco- concedió con una sonrisa -espero no haber sido demasiado brusco- dijo con cautela; Bella se apoyó en uno de sus codos, quedando de costado y mirándole extrañada por sus palabras.
-No has sido brusco Edward- le explicó -yo también tenía muchísimas ganas- susurró de manera insinuante e inclinándose para besar su boca otra vez. Iba a separarse de él, pero sintió la mano de su novio aprisionar su nuca, atrayéndola más cerca de el para profundizar más el beso.
-Pensaba que tenías hambre- murmuró con las mejillas sonrojadas e intentando coger un poco de aire.
-Y la tengo- le explicó éste, poniéndose de nuevo encima suyo, lo que ocasionó la suave risa de su pequeña -pero te recuerdo que el servicio de habitaciones funciona las veinticuatro horas- susurró malicioso, aprisionando de nuevo la boca de Bella y dejándose arrastrar por el deseo durante el resto de la noche.
Los siguientes días fueron cómo un sueño para Bella; poder disfrutar exclusivamente de Edward, sin que tuviera que salir de viaje de negocios o trabajar en el rancho. La mañana siguiente a su llegada, nada más levantarse, después de una intensa noche, fueron directamente a la universidad, para formalizar la matrícula. A pesar de que el plazo de inscripción acababa de abrirse hace relativamente poco, había bastante gente, de modo que esperaron pacientemente su turno.
Una vez terminaron con el papeleo, se dedicaron a recorrer el campus y los alrededores, disfrutando de un tiempo francamente veraniego. Los jardines que rodeaban el campus eran preciosos, y los edificios que componían las distintas facultades emergían majestuosamente, no en vano algunos tenían más de cien años de antigüedad. Localizaron enseguida el edificio dónde se impartirían las clases de Bella; ésta lo observaba con una pequeña sonrisa, pero también con un deje de nervios y preocupación. Al notar el silencio de su pequeña, no pudo evitar preguntarle.
-¿Qué pasa, cariño?-.
-Nada- intentó quitarle importancia la joven -es sólo que nunca he sido buena estudiante- expresó con pesar -me da un poco de miedo y respeto- confesó con una mueca de tristeza en su cara. Edward negó con la cabeza, poniéndose enfrente de ella y rodeando su delicado cuerpo.
-Lo vas a hacer muy bien- la animó con una sonrisa -yo te ayudaré en todo lo que pueda... aunque no sepa mucho de las asignaturas- Bella rió divertida ante la observación -pero estoy seguro de que podrás con ello tú solita- era increíble cómo la animaba y la apoyaba.
-Gracias- le agradeció con una pequeña sonrisa. Después de que Edward dejara un pequeño beso en sus labios, continuaron con el paseo por la ciudad. Incluso estudiaron con atención los alrededores del campus, dónde vieron que había una zona residencial, con casas y apartamentos.
El resto de los días se dedicaron a hacer turismo, y a conocer un poco la ciudad dónde ambos vivirían; era una ciudad bastante grande, con alrededor de dos millones de habitantes. Para Bella sería un cambio, ya que tanto Forks cómo Huntsville, aunque no eran poblaciones pequeñas, no sobrepasaban los cinco mil habitantes.
De la mano de su novio, recorrieron el centro histórico de San Antonio, visitaron dos de los museos más importantes y disfrutaron de veladas inolvidables, saliendo a cenar, al cine, a tomar una copa... y por supuesto, aprovecharon cada momento de intimidad para demostrarse su amor, cosa que no podían hacer tanto cómo quisieran en el rancho.
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El domingo por la tarde toda la familia les recibió en la puerta principal. Nada más salir del coche, Jake se adelantó para abrirle la puerta y atrapar a Bella en un abrazo de oso, lo mismo que hicieron Emmet y Jasper.
-Por fin has regresado- suspiró cómicamente el hermano mayor, ante el ruedo de ojos simultáneo de Carlisle y Edward.
-Ni que os hubierais muerto de hambre- exclamó Bella con paciencia y resignación -os dejé comida cómo para un regimiento-.
-Pero se terminó el viernes a la noche- protestó Jasper, con un infantil puchero. Bella miró a su cuñado cómo si le hubiera salido un tercer ojo en la frente.
-¿Toda?- murmuró alucinada -¿dónde metéis todo lo que coméis?- les interrogó con los brazos en jarras y mirando a sus cuñados de uno en uno.
-Parece que antes de la llegada de Bella apenas comíais- les reprochó Rosalie a los tres, después de que ésta y Esme saludaran a la joven.
-Increíble- decía Esme, conteniendo la carcajada.
-Eso- apoyó Carlisle -debería daros vergüenza- riñó a sus hijos cómo si fueran niños pequeños -no les hagas caso hija, ¿todo bien?- les interrogó a la pareja.
-Todo bien- afirmó Bella con una sonrisa -después te contaremos-.
-Estupendo- se frotó las manos Jake -Nessie y Alice vendrán después de cenar- les contó.
-Entonces prepararé postre especial- meditó Bella en voz alta.
-Pastel de chocolate- sugirió Jasper, relamiéndose los labios.
-Nop; mejor de manzana- le guiñó un ojo a Rosalie, que apoyó las palabras de Bella moviendo enérgicamente la cabeza. Después de que todos se adentraran en la casa, Bella se giró hacia su novio, que tenía una expresión de resignación en su cara.
-Son incorregibles- siseó -me preguntó que pasará el día que nos casemos y tengamos nuestra propia casa- meditó en voz alta.
-Seguramente... que les tendremos allí a diario- se encogió su pequeña de hombros, para después colgarse de su cuello.
-Ni hablar- exclamó horrorizado Edward -antes blindo las puertas y ventanas-.
-¿Harás eso a tus pobres hermanos?- se oyó la voz de Jake desde el interior -¡no tienes corazón!- su pequeña estalló en carcajadas ante el divertido lamento del hermano mayor de los Cullen.
-¡Cotilla!- le gritó Edward de vuelta, ante las risas de su novia -bienvenida a casa- le dijo a ésta, para después acompañarla en sus risas. Besó suavemente su frente antes de tomar su cintura y pasar hacia el interior de la casa... una casa de locos, pero su casa, al fin y al cabo.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 18: Cullen vs Denali
-Este calor es sofocante- protestó Jasper, secándose el sudor de la frente.
-Y qué lo digas- le acompañó Edward en su queja; aún quedaban dos semanas para que junio llegara, pero el calor ese año era inaguantable.
-Por lo menos nosotros estamos cubiertos- exclamó Jasper con una risilla, señalando el establo donde se encontraban -Jake se debe estar acordando de nosotros en los pastos- Edward sonrió con disimulo, imaginando a Jake en plena siega, bajo el agobiante sol. Su hermano rió con él, pero una vocecilla traviesa los interrumpió.
-¿Que es tan divertido?- al darse los hermanos la vuelta, se encontraron con Alice Brandon, mirándoles entre divertida y curiosa.
-Nada- se encogió despreocupadamente de hombros Jasper -¿no me da ni siquiera un beso, señorita Brandon?- le preguntó en un susurro insinuante mientras se acercaba a ella; la joven se mordió el labio inferior, quedándose con la vista fija en el torso del joven, sin camisa debido al calor. Los músculos del joven se marcaban de una manera irresistible, y las gotas de sudor resbalaban por él. Pero se obligó a poner de nuevo sus pensamientos en la tierra, percatándose de la presencia del hermano menor.
-No creo que te merezcas un beso en estos instantes- habló mientras arqueaba una ceja y ponía los brazos en jarras -no oigo la música- les reprochó a los hermanos. Edward carraspeó ligeramente.
-Yo... ehhh... creo que Sam me necesita en el establo de los caballos- se disculpó con una patética excusa, para después salir y dejar a la pareja a solas.
-Creo que le has espantado- exclamó divertido Jasper -cuándo te pones seria eres de armas tomar- observó con ese tono arrogante que a veces le salía.
-Te aseguro que no quieres conocerme enfadada de verdad- contraatacó con voz resuelta la joven, cruzando los brazos; el joven sonrió pícaramente... le gustaba el carácter de esta mujer... toda ella le encantaba.
-¿Cómo tú por aquí?- le interrogó éste con interés -hoy no te esperaba hasta la hora de la comida... ¿ha pasado algo?- preguntó tensándose; Nessie y Alice estaban invitadas, para celebrar el cumpleaños de Rosalie con la familia.
-Tranquilo- le guiñó un ojo ésta -sólo he venido a traeros el primer cheque de beneficios por el estudio- dijo mientras sacaba de su bolso el papel pequeño y rectangular; Jasper se acercó, lanzando un sonoro silbido al ver la cantidad ahí impresa.
-Te dije que el estudio traería beneficios, y aparte hay que sumar que sois uno de los mayores proveedores de carne de vacuno del estado- le explicó la joven morena, con una sonrisa satisfecha. Jasper seguía mirando el cheque ensimismado, hasta que después de un largo minuto, por fin habló.
-No puedo creer que todo ésto se deba a que las vacas escuchen a Mozart- refunfuñó.
-Ya empezamos- exclamó Alice, con tono jocoso, elevando los brazos -al menos reconoce que el estudio da resultado- rodó los ojos al ver a Jasper arquear una ceja, así que siguió hablando -los análisis han sido fantásticos, y en los mataderos están encantados con la calidad de la carne-.
-Ehhh... tranquila preciosa- le pidió -aunque debo confesar que hasta gritando estás muy sexy- le susurró mientras se acercaba a ella, con paso suave y felino. El corazón de la joven volvió a latir a un ritmo desbocado, pero se obligó a serenarse... la discusión no había terminado.
-No me cambies de tema- le apuntó con el dedo índice -es usted un cabezota integral, señor Cullen- le acuso graciosamente, dirigiéndose a él en tercera persona.
-¿Tienes alguna fijación con la palabra integral?- preguntó el joven, con verdadera curiosidad -ya me has llamado asno integral, ahora cabezota integral- enumeró con una inocente sonrisa -podrías decirme al menos algo bonito con la dichosa palabrita-.
-¿Cómo qué?- indagó divertida la joven. Su corazón dio de nuevo un vuelco cuándo Jasper se fue acercando más a ella, hasta que quedaron tan juntos que apenas pasaba aire.
-Pues... encantador integral, amable integral... - la joven cerró los ojos, aturdida por el cálido aliento del joven, que cruzó su rostro de manera imparable. Jasper se deleitaba con los labios color frambuesa de Alice, y sin poder resistirlo más, se inclinó lentamente, agachando la cabeza y rozando por primera vez ese santuario.
Apenas fue un roce efímero, pero bastó para que Alice continuara con los ojos cerrados, disfrutando del cosquilleo que se había instalado por toda su boca... dios mío, en todos los años que pasó junto a Peter nunca experimentó nada parecido; además, hacía mucho tiempo que no la besaban, casi podría jurar que lo había olvidado por completo. Abrió lentamente los ojos, para encontrarse con la cara de ese hombre tan arrogante e irresistible, pero la reacción del joven la dejó anodadada.
-Disculpa si te molestó- los ojos grises de Jasper mostraban remordimiento y culpabilidad -no quiero que te sientas incómoda y...- ella lo interrumpió... dios... le había dado la impresión equivocada.
-No me ha molestado- inquirió suavemente, mientras esbozaba una pequeña y tímida sonrisa -besas muy bien- Jasper saltaba entusiasmado en su interior... ella también sintió ese escalofrío que a él le había recorrido todo el cuerpo; se moría por besarla otra vez, pero su sentido común le obligó a contenerse.
-¿Así que beso bien?- le preguntó con una sonrisilla malévola -lo tendré en cuenta para el futuro- Alice se puso roja, ya que no se había dado cuenta de que sus pensamientos habían escapado de su garganta en voz alta, de modo que intentó quitarle hierro al asunto.
-Bueno... tampoco ha sido para tanto- se encogió despreocupadamente de hombros.
-Hieres mi ego- exclamó el joven, con un penoso puchero.
-Tu ego no se puede herir- rodó los ojos la joven -eres demasiado altivo y arrogante- le acusó con una sonrisa.
-Son varios de mis encantos- siguió respondiendo éste, tan tranquilo. Alice resopló con paciencia... era cómo discutir con una pared, y ademas tenía respuesta para todo.
-Lo mejor será que lleve el cheque a la oficina- murmuró, dándose la vuelta -te veré a la hora de la comida- no pudo avanzar apenas dos pasos, ya que Jasper la agarró con suavidad de uno de sus brazos.
-¿No me das un besito de despedida?- interrogó con una sonrisa inocente.
-Nop- respondió resuelta; se acercó lentamente a él, quedando a escasos milímetros de su boca -no creo que tu ego resista uno de mis besos- le susurró de manera deliciosa e insinuante; la respuesta dejó al joven noqueado, y vio con incredulidad cómo la señorita Brandon se alejaba con graciosos pasos hacia la oficina.
-Alice uno, Jasper Cullen cero- el joven se dio la vuelta, encontrándose con Edward, que había visto y oído toda la conversación y no podía disimular la risa -sigue así, Romeo- le palmeó el hombro Edward, para después alejarse rumbo hacia la casa, dejando a Jasper refunfuñando entre dientes.
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Dos horas después, la mesa estaba preparada y las chicas esperaban a los hombres de la casa, enfrascadas en una divertida conversación.
-Espero que no se retrasen mucho más- dijo Nessie, mirando el reloj.
-Es extraño, ya deberían haber llegado- exclamó Esme preocupada mientras cogía a Owen en brazos.
-Habrán decidido esperar a Jake y a Carlisle- añadió Bella, mientras vigilaba el horno, cuidando que no se quemara el pollo. Justo en ese momento entraban Edward y Jasper por la puerta de la cocina.
-Hola a todas- saludaron ambos hermanos -hola preciosa- el hermano pequeño se acercó a Bella, dejando un pequeño beso en sus labios.
-¿Como ha ido la mañana?- preguntó a su novio.
-Han nacido cuatro terneros; a la tarde te llevo a verlos- su pequeña sonrió, asintiendo con la cabeza. Se giró un momento para felicitar a su cuñada e intentar coger en brazos a su sobrino, que en esos momentos era acaparado por los brazos de Jasper, con Alice a su lado haciéndole monerías al pequeño.
-Cada día pesas más- le decía Jasper a su sobrino.
-Si come cómo sus tíos seguro- exclamó Bella, arrancando las risas del personal.
-No le hagas caso a la tía Bellie Bells- reclamó Jasper mirando a su sobrino -ella no entiende que tenemos que alimentarnos-.
-El tema está en que Owen está en edad de crecimiento, no vosotros- apuntó Edward mientras le arrebataba el niño y lo acomodaba en sus brazos.
-Cómo si tu hicieras ayuno voluntario- se burló Jasper; las chicas seguían el intercambio de opiniones, mirándoles entre risas, pero un violento portazo cortó el distendido ambiente.
Todos vieron cómo Jake subía las escaleras, con paso apresurado. Nessie se quedó mirando cómo desaparecía por el piso superior, y de nuevo se oyó otro portazo.
-¿Ha pasado algo?- le susurró Bella a Edward, en voz baja.
-No tengo ni idea- le aclaró de vuelta, mientras le pasaba el niño a Esme. Justo en ese momento entraron por la puerta de la cocina Carlisle y Emmet, visiblemente enfadados.
-¿Pasa algo?- interrogó Jasper a su padre y hermano, visiblemente ansioso.
-Tu hermano ha recibido una citación judicial- anunció Carlisle. Esme jadeó por la sorpresa, lo mismo que el resto de las chicas, mientras que los puños de los hermanos se cerraban.
-Malditos Denali- siseó Jasper entre dientes.
-James lo ha denunciado por agresión- explicó Emmet.
-Él le provocó- refutó Edward.
-Pero tu hermano golpeó primero- le recordó Jasper -querían provocarle y lo han conseguido-.
-¿Cuándo es la cita?, ¿has hablado con Jenks?- interrogó Esme, asustada y preocupada.
-Pasado mañana, a las once y media de la mañana- le informó Carlisle -y sí, he llamado a Jenks; mañana por la mañana vendrá para hablar del tema-.
-Carlisle- susurró Nessie, conteniendo las lágrimas -¿él puede...?- dejó la frase inconclusa.
-Tranquila- la reconfortó éste -no puede ir a la cárcel por eso; además, no tiene antecedentes-.
-Y tenemos testigos de que James empezó la provocación- añadió Edward; la joven suspiró, pero no estaba del todo tranquila.
-Sube a verle si quieres; creo que la única persona a la que escucharía ahora mismo eres tú- le ofreció Carlisle. Ésta se disculpo, saliendo de la cocina. Subió presurosa los escalones, y al llegar a la habitación de Jake, tomó aire un momento antes de llamar; al no obtener respuesta, habló.
-Jake cariño, soy yo- llamó con voz suave. Al no obtener respuesta, decidió abrir la puerta lentamente. Ahí se encontró a Jake, sentado encima de la cama y con las manos en su cara -Jake- le llamó en voz baja, sentándose a su lado y pasando una mano por el brazo del joven -mírame, por favor- le suplicó ésta; al cabo de un minuto, éste levanto el rostro, encontrándose con los ojos color miel de su novia, que irradiaban de todo menos felicidad.
-Fui un estúpido- siseó cabreado -no debí haber entrado en sus provocaciones- se lamento, poniéndose de pie y paseando de un lado a otro de la habitación.
-No es tu culpa- exclamó ella -cualquiera hubiera perdido la paciencia- Jake resopló de nuevo frustrado de preocupación, pero se percató del gesto de preocupación que imperaba en la cara de Nessie. Se acuclilló ante ella, tomando sus manos.
-Lo siento cielo, pero cada vez que pienso que he caído en su trampa se me revuelven las tripas-.
-Piensa que todos estábamos allí, y vimos lo que pasó- le reconfortó. El joven esbozó una pequeña sonrisa.
-Gracias por animarme; tu apoyo es muy importante para mi- la joven sonrió a la vez que le abrazaba. Jake se puso de pie, con ella entre sus brazos, y la joven escondió la cara en su cuello.
-No me tienes que agradecer nada; te amo- los brazos de Jake se tensaron en torno al cuerpo de la joven -te amo, y siempre te apoyare en todo-.
Amor... esa palabra siempre le había infundido a Jake respeto y temor al mismo tiempo. Obviamente estaba muy a gusto con Nessie; a los ojos de todos actuaban cómo una pareja, aunque nunca hubiesen hablado claro de sus sentimientos. La joven percibió el silencio del joven, y levantó la vista.
-¿Te encuentras bien?- preguntó extrañada y preocupada.
-Claro claro- carraspeó el hermano mayor -será mejor que bajemos, la familia nos estará esperando- la liberó de su abrazo, para encaminarse hacia la puerta, pero la joven le tomó una mano impidiéndole que saliera.
-¿Qué te pasa, he dicho algo malo?- al observar el mutismo del joven, Nessie adivinó por dónde iban los tiros. En todos estos meses junto a Jake, se había dado cuenta de lo que le costaba abrir sus sentimientos. A ojos del resto de los habitantes de Hunstville eran una pareja en toda regla, y para los propios ojos de la joven veterinaria, también. Una ola de tristeza atravesó el cuerpo de la joven... ¿acaso él no sentía nada más que una mera atracción por ella?.
-Nessie, yo... -se pasó las manos por la cara y el pelo -ya sabes que no soy muy de palabras... pero ambos estamos bien, ¿no?-.
-Sí, claro que estamos bien- repitió ella, cruzándose de brazos -¿y eso a dónde nos lleva?-.
-¿Qué quieres decir?- interrogó Jake.
-¿Qué somos?... ¿qué soy para ti?- dijo ella, a modo de respuesta -¿somos una pareja ocasional, una pareja estable...?- empezó a enumerar.
-Somos una pareja que tiene química, y que se lleva muy bien- le contestó Jake, poniéndose serio.
-No te estoy preguntando eso- le cortó ella, frustrada y enfadada -Jake, tienes treinta y seis años; ¿no quieres hacer tu vida... tener una familia algún día?- la pregunta acabó en un susurro apenas imperceptible.
-Pensé que así estábamos bien- exclamó el joven, con la confusión escrita en su rostro. Nessie rió, desesperanzada por sus palabras.
-Para mi acostarse con alguien significa que hay un compromiso... una relación estable y unos sentimientos claros y definidos; y creo que nunca me has pedido que fuera tu novia-.
-Pensaba que no era necesario- refutó Jake; su tono de voz ya no era tan amable -y no sabía que estabas plandeándote cosas cómo matrimonio, hijos...- empezó a enumerar.
-Nunca sacaste el tema, y no quise agobiarte- le aclaró ella, ya sin poder contener las lágrimas. El corazón del hombre que estaba enfrente suyo sufrió un doloroso vuelco al verla llorar.
-No llores- le suplicó, dando un paso hacia delante e intentado abrazarla, pero ésta retrocedió, negando con la cabeza -Nessie, yo te quiero, te lo aseguro, per...- la joven le interrumpió.
-Cuándo nos volvimos a encontrar, no podía creerlo- sonrió sin ganas -no podía creer que el destino me pusiera de nuevo en el camino del hombre del que me enamoré perdidamente en Tucson – Jake se quedó mudo de la impresión, mirándola fijamente -tenía muy claro que lo ocurrido allí era pasajero; ambos teníamos nuestra vida en diferentes lugares... pero no pude evitar enamorarme de ti- musitó con la voz ahogada por las lágrimas.
-Nessie... yo te quiero, de veras que sí- dijo Jake -me siento muy a gusto contigo, per...- la joven no lo dejó terminar; estaba claro que él no compartía unos sentimientos tan fuertes cómo los de ella.
-Déjalo Jake- exclamó con un suspiro de pena -está visto que no compartimos ilusiones, ni sueños, ni nada...-.
-Eso no es cierto- refutó el joven -compartimos muchas cosas, y...-.
-Pero a veces no basta con que una pareja sea compatible en la cama- le explicó ella, cortándole -y no te voy a engañar; me gustaría casarme y tener hijos... y esperaba que algún día, fuese contigo-.
-Nessie...- Jake calló al ver el movimiento negativo de la cabeza de la joven.
-Adiós Jake- se despidió en voz muy muy baja, para después salir lentamente de la habitación. El joven se quedó quieto, mirando hacia la puerta... una opresión rara se instaló en su pecho, mientras veía alejarse a su única alegría en estos meses.
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Dos días después, Jacob Black esperaba junto a su abogado, su padre, Emmet , Edward y Bella para entrar en la sala número cuatro de los juzgados de Huntsville. Junto a ellos se encontraban Sam Ulley, Seth y otro de los vaqueros del rancho; ellos, junto a los hermanos y la joven eran los testigos del desagradable suceso. Jasper se había quedado al mando del rancho esa mañana, y Alice se ofreció a acompañarlo; Esme y Rosalie prefirieron esperar las noticias en casa, junto al pequeño Owen. Jake, infundado en un impoluto traje gris y una camisa blanca sin corbata, paseaba nervioso de un lado al otro del inmenso hall de los juzgados; mientras que Carlisle y Emmet intercambiaban impresiones con el abogado de la familia, Edward y Bella observaban preocupados al hermano mayor de los Cullen.
-Pobrecillo- murmuró Bella con pena -menudos días que lleva, se le ha juntado todo-.
-Sí; reconozco que lo está pasando mal- le dio la razón Edward -nunca había visto a Jake así-.
-Es extraño- añadió ella; su novio la miró sin entender -siempre se está riendo, haciendo bromas... y ahora apenas sonríe; ¿os ha contado algo de lo que pasó con Nessie?-.
-Nada- negó éste con la cabeza -aunque a él le guste cotillear sobre la vida amorosa de todos- Bella sonrió por el comentario -cuándo se trata de él no suelta prenda-.
-Nessie tampoco está mejor que él; Alice ha intentado hablar con ella, pero tampoco ha conseguido nada-.
-No se en que estará pensando mi hermano; de todas las chicas con las que ha salido es con la que más a gusto y feliz estaba-.
-Cada pareja es un mundo- le recordó su pequeña -todos vosotros os lleváis muy bien, seguro que tarde o temprano os lo acaba contando- Edward iba a contestarle, pero la voz de Jenks hizo que toda la familia centrara su atención en el abogado.
-Es la hora de entrar- les anunció. Carlisle y Jake pasaron primero, seguidos de Jenks, Emmet y los empleados del rancho, y finalmente Edward y Bella. Mientras que Jake y y el letrado de la familia se sentaban en su lugar, el resto ocuparon los bancos que estaban detrás. Pasados unos minutos, los hermanos Denali, con su padre Eleazar a la cabeza, hicieron su entrada en la sala.
Tanto James cómo Garret les sostuvieron la mirada mientras entraban; sus ojos destilaban orgullo y altivez. Bella observó atentamente al hombre moreno que entraba con ellos, con esos mismos ojos azules fríos y desangelados; era la primera vez que le veía en persona. Eleazar Denali tendría más o menos la edad de Carlisle, y por el rictus de su cara, el mismo carácter que sus hijos. A su lado caminaba una mujer bajita y morena, pero las arrugas alrededor de sus ojos delataban cansancio, incluso sufrimiento.
-Es Carmen, la mujer de Eleazar- le susurró su novio- Bella asintió con la cabeza -ella tiene otro carácter, pero desgraciadamente sus hijos no han heredado nada de ella- siguió explicándole.
-Pobrecita; tener que soportar las brabuconerías de su marido e hijos- murmuró la joven -por cierto, ¿por qué estamos aquí sentados?- Edward miró a su pequeña sin entender la pregunta -vamos a testificar, se supone que tendríamos que estar en otra sala- su novio sonrió, entendiendo la pregunta.
-No es un proceso penal- empezó a explicarse -es un proceso civil, lo que llaman un juicio ordinario; ya ves que sólo estamos nosotros y que no hay jurado- aludió señalando a su alrededor -si no se acata la sentencia o presentan un recurso, se podría llegar a un proceso penal, pero dudo mucho que se llegue a esos extremos-.
Justo en el momento en el que Bella iba a plantearle otra cuestión, el alguacil mandó poner en pie a la sala; el juez Banks, un hombre de unos sesenta años, con el pelo canoso y unas gafas de gruesa montura, hizo acto de presencia en la sala. Tenía fama de ser uno de los más serios del condado.
El proceso dio comienzo, y después de que los abogados de ambas partes expusieran los hechos, empezaron a llamar a los testigos. Por parte de James sólo estaba su hermano Garret, y después llegó el turno de los empleados y familia de Jake. James resoplaba frustrado y furioso cada vez que veía a alguno de los miembros del clan Cullen subir al estrado. Su abogado, un joven de mediana edad que atendía al nombre de Evan, trataba de tergiversar los hechos, pero la experiencia de Jenks, sumada a la veracidad de los acontecimientos, tiraba por tierra cada una de esas teorías. Bella se puso muy nerviosa con las preguntas de ese tedioso abogado, pero finalmente pudo dar su versión de los hechos; sintió durante todo el tiempo los ojos azules de James Denali mirándola de manera intimidante, y respiró aliviada cuándo su turno terminó.
James declaró con una pasividad y frialdad pasmosas; Bella estaba alucinada, no estaba en absoluto arrepentido. Jake permaneció tranquilo a lo largo de toda la vista, incluso en el momento de responder a las preguntas de ambos letrados. Después de un pequeño receso, todos volvieron a la sala, para escuchar la resolución del juez Banks.
-Después de escuchar y analizar los hechos y los testimonios, he llegado a una conclusión -se quitó las gafas y cruzó las manos encima del estrado -comprendo los motivos del señor Black, puesto que fue gravemente insultado y provocado... pero no puedo permitir que la gente se tome la justicia por su mano; dicho ésto, póngase en pie- Jake y James se levantaron de la silla, junto con sus abogados -condeno al señor Jacob Black a indemnizar a James Denali con una cantidad simbólica de quinientos dólares, en concepto de daños- Bella y Edward respiraron aliviados, lo mismo que el resto de la familia. Emmet le palmeó el hombro a su padre; se esperaban una cantidad mucho mayor.
-¡¿Quinientos dólares?- bramó furioso Eleazar, levantándose con rabia -es una vergüenza; ¡exigo un castigo mayor!- la familia Cullen le miraba asombrada... sólo a alguien cómo a Eleazar Denali se le ocurriría discutir la decisión de un juez.
-Le aseguro que no hay cabida a exigencias en mi tribunal- respondió con voz acerada el juez -y se lo advierto señor Denali, y ésto va también para sus dos hijos- les señaló con la cabeza -si siguen provocando de esa manera a todos los habitantes de Hunstville, aunque sean ustedes los que denuncian, no seré tan benevolente- les advirtió -recuerden que ésta es una población pequeña, y la mayoría nos conocemos- se giró, para hablar con Jake -en cuánto a usted, señor Black, intente controlar su temperamento y dialogar las cosas; si vuelvo a verle por aquí por un motivo similar, me veré obligado a imponerle una sanción más dura, y a tomar otra clase de medidas; se levanta la sesión-.
A la salida de los juzgados, todo el clan rodeó a Jake, felicitándole por la decisión y respirando aliviados.
-Hubo un momento en que me temí lo peor- exclamó Emmet -pero al final todo ha salido bien.
-Yo también- le dio la razón Bella -¿os habéis fijado en la sonrisita de suficiencia de James?- cuchicheó incrédula.
-Pensaría que iba a ganar- se burló Edward -así son los Denali, orgullosos hasta el último minuto- todo el grupo compartió la opinión del hermano pequeño, pero la conversación fue interrumpida-.
-Enhorabuena Cullen- exclamó burlón Eleazar -la próxima vez, dile a tu hijito del alma que se contenga- los hermanos cerraron filas alrededor de su padre.
-No voy a entrar en tus provocaciones- contestó tranquilamente el patriarca -vámonos- ordenó al grupo. La vista de James voló hacia la única figura femenina del grupo; Edward agarró su novia de la cintura, haciendo un amago de ponerla detrás suyo, en un gesto protector.
-Tranquilo Cullen- canturreó James -no la voy a romper por mirarla-.
-Pues más te vale que quites tu vista de ella- respondió éste, con los ojos relampagueantes de ira. Bella tembló... otra pelea no, por favor, y menos Edward.
-Descuida- le guiñó un ojo el hermano Denali, a modo de burla.
-Deja de provocar, ¿no has escuchado al juez?- le recordó Emmet cómo si hablara a un niño pequeño.
-Vámonos- ordenó de nuevo Carlisle -Denali... nos veremos pronto- se despidió, haciendo alusión al tema de la cerca.
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Una semana después, Jake paseaba por los pastos norte, los que más distanciados quedaban de la casa y los establos. Llevaba varios días con un sentimiento raro en su interior; huía de los animales, porque le recordaban a Nessie; pensaba constantemente en ella... y encima, no había estado a su lado el día de juicio. Pero no se lo echaba en cara en absoluto, al contrario. Sabía que la había herido, pero no podía imaginar que los sentimientos de ella fueran tan profundos.
Si él hubiera imaginado que durante aquellos días en Tucson ella escondía unos sentimientos tan fuertes por él, probablemente hubiera cortado la escasa relación de cinco días; y encima, ella aceptó lo que él le ofreció, hasta que se despidieron para no volverse a ver en casi tres años.
Pero la verdad era que él tampoco había podido olvidarla... ¿por qué demonios no le propuso seguir viéndose?; ahora se arrepentía, y no sabía cuánto. Todo, absolutamente todo, le recordaba a ella, y estos meses juntos habían sido los mejores de su vida. Bien es cierto que no era la primera chica con la que salía, pero sin duda, era la que más había calado en su corazón.
Claro que él querría una familia, le encantaban los niños... por unos momentos se imaginó abrazado a esa pelirroja que le había cautivado, contemplando con una sonrisa a una pequeña y divertida tropa diminuta correteando por el rancho.
¿Pero él estaba preparado para eso?; durante años había ejercido de segundo padre con sus hermanos, sobre todo con Edward. Casi no recordaba a su padre biológico, pero por lo que le contaba su madre de él, es que era una persona excepcional, y su nacimiento le llenó de alegría, sumado a que Billy tenía casi cuarenta años cuándo el nació, y pensaba que nuca sería padre. Y él tampoco era joven, estaba a punto de cumplir treinta y siete años, y siempre había pensado que la paternidad para él ya quedaba lejos; le hubiera gustado tenerlos muchos más joven... pero tampoco había encontrado a la persona adecuada para compartir ese regalo tan maravilloso de la vida.
El relincho de Mr. Spock le sacó de su letargo; empezaba a refrescar y el sol ya se ocultaba tras las copas de los árboles; era sábado, y él llevaba toda la tarde huyendo de todo y de todos, pero quería y necesitaba estar sólo; todos los sucesos acaecidos en los últimos días le habían agotado emocionalmente. Tomó las riendas, para hacer girar a su caballo, pero a lo lejos distinguió a tres jinetes que conocía a la perfección. Rodó los ojos mientras tiraba otra vez de las riendas, haciendo que Mr. Sopck detuviera de nuevo el paso, y esperando pacientemente a que sus hermanos llegaran a su altura.
-¿Se puede saber dónde te metes?- interrogó Emmet -por el amor de dios, es sábado -exclamó-.
¿Y qué?- refunfuñó Jake -¿hay alguna ley que permita no poder dar una vuelta a caballo los sábados a la tarde?- Edward y Jasper se miraron, resoplando con paciencia.
-Llevas una semana esquivando hasta a las vacas- volvió a decirle Emmet -¿qué te pasa?-.
-Nada- masculló entre dientes.
-Pues no lo parece- acotó Edward.
-Me parece que necesitas una sesión de psicología estilo hermanos Cullen- declaró Jasper, ante las sonrisas de Edward y Emmet, que apoyaron sus palabras.
-Ya empezamos- rodó los ojos el hermano mayor.
-¿Estás así por lo del juicio... o por Nessie?- preguntó sin más rodeos Edward. Jake se dio por vencido... parece mentira que no conociera a sus hermanos.
-¿Por qué os habéis peleado?- interrogó Jasper, verdaderamente preocupado por su hermano mayor.
-Digamos que... la he cagado- gimió.
-De eso ya nos habíamos percatado- rodó los ojos Emmet -pero queremos que nos digas que ha ocurrido exactamente-.
-Me dijo que me amaba y... y yo no supe que responderla- explicó, mirando hacia otro lado.
-Pensaba que erais una pareja formal- exclamó Jasper -o por lo menos, dabais esa impresión-.
-Ella también lo creía... tenía planes, ilusiones... y yo se lo he echado todo a perder-.
-¿Y por qué nunca lo hablasteis?- Emmet no entendía nada.
-Nunca sacamos el tema- se encogió levemente de hombros -pensaba que ya nunca encontraría a alguien con quién compartir mi vida... y qué más que un padre para mis hijos, sería un abuelo-.
-¿No quieres casarte y tener hijos?- preguntó directamente Jasper.
-Claro que quiero...pero pensaba que ya eso era una utopía...- Edward lo interrumpió.
-Hasta que Nessie apareció- Jake afirmó con la cabeza -pero no eres mayor para ser padre- le aclaró, rodando los ojos.
-¿Entonces... cual es el problema?- Emmet seguía sin entender nada de nada.
-Sus palabras me dejaron tan sorprendido en ese momento que no supe qué responderle -hizo una pequeña pausa, tomando aire -pensaba que el matrimonio ya no era para mi... pero me equivoqué; la echo de menos... mucho-.
-Vaya- musitó Jasper, claramente sorprendido -pensé que nunca llegaría este momento...-.
-Por fin te has enamorado- dijo Emmet, con una gran sonrisa -ya te ha costado; reconozco que me alegra que sea Nessie-.
-Cierto- apoyó Edward -¿os acordáis de Marla?- recordó entre risas a la cursi hija de los Limman.
-¿Y qué me decís de Samantha?- añadió Jasper -no era nada agraciada-.
-Tenía su atractivo- refutó Jake.
-Menos mal que no trajiste a ninguna de tus anteriores conquistas a casa... papá no lo hubiera resistido- los hermanos rompieron en risas; risas que animaron un poco el maltrecho corazón del hermano mayor. Una vez que las risas cesaron, decidieron encaminarse hacia casa, ya que se pronto sería la hora de la cena.
-Y ahora que has admitido que estás enamorado... más te vale que muevas el culo y hagas lo imposible por recuperarla- le previno Edward.
-¿Alguna idea?- preguntó sarcástico Jake.
-¿Hablar con ella?- añadió de nuevo Edward, cómo si fuera obvio -me parece increíble que el doctor Amor maquine planes para emparejar a todo el mundo, y que él no sepa qué hacer para conquistar a su chica- respondió pagado de si mismo, recordando lo sucedido con la que ahora era su novia. Jasper y Emmet estallaron en carcajadas al oír el comentario de su hermano pequeño. De esa guisa, y con Jake claramente más animado siguieron rumbo hacia la casa familiar.
Jake se empezó a devanar los sesos... había admitido algo muy difícil para él, y ahora tenía que ver cómo le explicaba a Nessie que la amaba con locura, y que la necesitaba más que respirar.
-Este calor es sofocante- protestó Jasper, secándose el sudor de la frente.
-Y qué lo digas- le acompañó Edward en su queja; aún quedaban dos semanas para que junio llegara, pero el calor ese año era inaguantable.
-Por lo menos nosotros estamos cubiertos- exclamó Jasper con una risilla, señalando el establo donde se encontraban -Jake se debe estar acordando de nosotros en los pastos- Edward sonrió con disimulo, imaginando a Jake en plena siega, bajo el agobiante sol. Su hermano rió con él, pero una vocecilla traviesa los interrumpió.
-¿Que es tan divertido?- al darse los hermanos la vuelta, se encontraron con Alice Brandon, mirándoles entre divertida y curiosa.
-Nada- se encogió despreocupadamente de hombros Jasper -¿no me da ni siquiera un beso, señorita Brandon?- le preguntó en un susurro insinuante mientras se acercaba a ella; la joven se mordió el labio inferior, quedándose con la vista fija en el torso del joven, sin camisa debido al calor. Los músculos del joven se marcaban de una manera irresistible, y las gotas de sudor resbalaban por él. Pero se obligó a poner de nuevo sus pensamientos en la tierra, percatándose de la presencia del hermano menor.
-No creo que te merezcas un beso en estos instantes- habló mientras arqueaba una ceja y ponía los brazos en jarras -no oigo la música- les reprochó a los hermanos. Edward carraspeó ligeramente.
-Yo... ehhh... creo que Sam me necesita en el establo de los caballos- se disculpó con una patética excusa, para después salir y dejar a la pareja a solas.
-Creo que le has espantado- exclamó divertido Jasper -cuándo te pones seria eres de armas tomar- observó con ese tono arrogante que a veces le salía.
-Te aseguro que no quieres conocerme enfadada de verdad- contraatacó con voz resuelta la joven, cruzando los brazos; el joven sonrió pícaramente... le gustaba el carácter de esta mujer... toda ella le encantaba.
-¿Cómo tú por aquí?- le interrogó éste con interés -hoy no te esperaba hasta la hora de la comida... ¿ha pasado algo?- preguntó tensándose; Nessie y Alice estaban invitadas, para celebrar el cumpleaños de Rosalie con la familia.
-Tranquilo- le guiñó un ojo ésta -sólo he venido a traeros el primer cheque de beneficios por el estudio- dijo mientras sacaba de su bolso el papel pequeño y rectangular; Jasper se acercó, lanzando un sonoro silbido al ver la cantidad ahí impresa.
-Te dije que el estudio traería beneficios, y aparte hay que sumar que sois uno de los mayores proveedores de carne de vacuno del estado- le explicó la joven morena, con una sonrisa satisfecha. Jasper seguía mirando el cheque ensimismado, hasta que después de un largo minuto, por fin habló.
-No puedo creer que todo ésto se deba a que las vacas escuchen a Mozart- refunfuñó.
-Ya empezamos- exclamó Alice, con tono jocoso, elevando los brazos -al menos reconoce que el estudio da resultado- rodó los ojos al ver a Jasper arquear una ceja, así que siguió hablando -los análisis han sido fantásticos, y en los mataderos están encantados con la calidad de la carne-.
-Ehhh... tranquila preciosa- le pidió -aunque debo confesar que hasta gritando estás muy sexy- le susurró mientras se acercaba a ella, con paso suave y felino. El corazón de la joven volvió a latir a un ritmo desbocado, pero se obligó a serenarse... la discusión no había terminado.
-No me cambies de tema- le apuntó con el dedo índice -es usted un cabezota integral, señor Cullen- le acuso graciosamente, dirigiéndose a él en tercera persona.
-¿Tienes alguna fijación con la palabra integral?- preguntó el joven, con verdadera curiosidad -ya me has llamado asno integral, ahora cabezota integral- enumeró con una inocente sonrisa -podrías decirme al menos algo bonito con la dichosa palabrita-.
-¿Cómo qué?- indagó divertida la joven. Su corazón dio de nuevo un vuelco cuándo Jasper se fue acercando más a ella, hasta que quedaron tan juntos que apenas pasaba aire.
-Pues... encantador integral, amable integral... - la joven cerró los ojos, aturdida por el cálido aliento del joven, que cruzó su rostro de manera imparable. Jasper se deleitaba con los labios color frambuesa de Alice, y sin poder resistirlo más, se inclinó lentamente, agachando la cabeza y rozando por primera vez ese santuario.
Apenas fue un roce efímero, pero bastó para que Alice continuara con los ojos cerrados, disfrutando del cosquilleo que se había instalado por toda su boca... dios mío, en todos los años que pasó junto a Peter nunca experimentó nada parecido; además, hacía mucho tiempo que no la besaban, casi podría jurar que lo había olvidado por completo. Abrió lentamente los ojos, para encontrarse con la cara de ese hombre tan arrogante e irresistible, pero la reacción del joven la dejó anodadada.
-Disculpa si te molestó- los ojos grises de Jasper mostraban remordimiento y culpabilidad -no quiero que te sientas incómoda y...- ella lo interrumpió... dios... le había dado la impresión equivocada.
-No me ha molestado- inquirió suavemente, mientras esbozaba una pequeña y tímida sonrisa -besas muy bien- Jasper saltaba entusiasmado en su interior... ella también sintió ese escalofrío que a él le había recorrido todo el cuerpo; se moría por besarla otra vez, pero su sentido común le obligó a contenerse.
-¿Así que beso bien?- le preguntó con una sonrisilla malévola -lo tendré en cuenta para el futuro- Alice se puso roja, ya que no se había dado cuenta de que sus pensamientos habían escapado de su garganta en voz alta, de modo que intentó quitarle hierro al asunto.
-Bueno... tampoco ha sido para tanto- se encogió despreocupadamente de hombros.
-Hieres mi ego- exclamó el joven, con un penoso puchero.
-Tu ego no se puede herir- rodó los ojos la joven -eres demasiado altivo y arrogante- le acusó con una sonrisa.
-Son varios de mis encantos- siguió respondiendo éste, tan tranquilo. Alice resopló con paciencia... era cómo discutir con una pared, y ademas tenía respuesta para todo.
-Lo mejor será que lleve el cheque a la oficina- murmuró, dándose la vuelta -te veré a la hora de la comida- no pudo avanzar apenas dos pasos, ya que Jasper la agarró con suavidad de uno de sus brazos.
-¿No me das un besito de despedida?- interrogó con una sonrisa inocente.
-Nop- respondió resuelta; se acercó lentamente a él, quedando a escasos milímetros de su boca -no creo que tu ego resista uno de mis besos- le susurró de manera deliciosa e insinuante; la respuesta dejó al joven noqueado, y vio con incredulidad cómo la señorita Brandon se alejaba con graciosos pasos hacia la oficina.
-Alice uno, Jasper Cullen cero- el joven se dio la vuelta, encontrándose con Edward, que había visto y oído toda la conversación y no podía disimular la risa -sigue así, Romeo- le palmeó el hombro Edward, para después alejarse rumbo hacia la casa, dejando a Jasper refunfuñando entre dientes.
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Dos horas después, la mesa estaba preparada y las chicas esperaban a los hombres de la casa, enfrascadas en una divertida conversación.
-Espero que no se retrasen mucho más- dijo Nessie, mirando el reloj.
-Es extraño, ya deberían haber llegado- exclamó Esme preocupada mientras cogía a Owen en brazos.
-Habrán decidido esperar a Jake y a Carlisle- añadió Bella, mientras vigilaba el horno, cuidando que no se quemara el pollo. Justo en ese momento entraban Edward y Jasper por la puerta de la cocina.
-Hola a todas- saludaron ambos hermanos -hola preciosa- el hermano pequeño se acercó a Bella, dejando un pequeño beso en sus labios.
-¿Como ha ido la mañana?- preguntó a su novio.
-Han nacido cuatro terneros; a la tarde te llevo a verlos- su pequeña sonrió, asintiendo con la cabeza. Se giró un momento para felicitar a su cuñada e intentar coger en brazos a su sobrino, que en esos momentos era acaparado por los brazos de Jasper, con Alice a su lado haciéndole monerías al pequeño.
-Cada día pesas más- le decía Jasper a su sobrino.
-Si come cómo sus tíos seguro- exclamó Bella, arrancando las risas del personal.
-No le hagas caso a la tía Bellie Bells- reclamó Jasper mirando a su sobrino -ella no entiende que tenemos que alimentarnos-.
-El tema está en que Owen está en edad de crecimiento, no vosotros- apuntó Edward mientras le arrebataba el niño y lo acomodaba en sus brazos.
-Cómo si tu hicieras ayuno voluntario- se burló Jasper; las chicas seguían el intercambio de opiniones, mirándoles entre risas, pero un violento portazo cortó el distendido ambiente.
Todos vieron cómo Jake subía las escaleras, con paso apresurado. Nessie se quedó mirando cómo desaparecía por el piso superior, y de nuevo se oyó otro portazo.
-¿Ha pasado algo?- le susurró Bella a Edward, en voz baja.
-No tengo ni idea- le aclaró de vuelta, mientras le pasaba el niño a Esme. Justo en ese momento entraron por la puerta de la cocina Carlisle y Emmet, visiblemente enfadados.
-¿Pasa algo?- interrogó Jasper a su padre y hermano, visiblemente ansioso.
-Tu hermano ha recibido una citación judicial- anunció Carlisle. Esme jadeó por la sorpresa, lo mismo que el resto de las chicas, mientras que los puños de los hermanos se cerraban.
-Malditos Denali- siseó Jasper entre dientes.
-James lo ha denunciado por agresión- explicó Emmet.
-Él le provocó- refutó Edward.
-Pero tu hermano golpeó primero- le recordó Jasper -querían provocarle y lo han conseguido-.
-¿Cuándo es la cita?, ¿has hablado con Jenks?- interrogó Esme, asustada y preocupada.
-Pasado mañana, a las once y media de la mañana- le informó Carlisle -y sí, he llamado a Jenks; mañana por la mañana vendrá para hablar del tema-.
-Carlisle- susurró Nessie, conteniendo las lágrimas -¿él puede...?- dejó la frase inconclusa.
-Tranquila- la reconfortó éste -no puede ir a la cárcel por eso; además, no tiene antecedentes-.
-Y tenemos testigos de que James empezó la provocación- añadió Edward; la joven suspiró, pero no estaba del todo tranquila.
-Sube a verle si quieres; creo que la única persona a la que escucharía ahora mismo eres tú- le ofreció Carlisle. Ésta se disculpo, saliendo de la cocina. Subió presurosa los escalones, y al llegar a la habitación de Jake, tomó aire un momento antes de llamar; al no obtener respuesta, habló.
-Jake cariño, soy yo- llamó con voz suave. Al no obtener respuesta, decidió abrir la puerta lentamente. Ahí se encontró a Jake, sentado encima de la cama y con las manos en su cara -Jake- le llamó en voz baja, sentándose a su lado y pasando una mano por el brazo del joven -mírame, por favor- le suplicó ésta; al cabo de un minuto, éste levanto el rostro, encontrándose con los ojos color miel de su novia, que irradiaban de todo menos felicidad.
-Fui un estúpido- siseó cabreado -no debí haber entrado en sus provocaciones- se lamento, poniéndose de pie y paseando de un lado a otro de la habitación.
-No es tu culpa- exclamó ella -cualquiera hubiera perdido la paciencia- Jake resopló de nuevo frustrado de preocupación, pero se percató del gesto de preocupación que imperaba en la cara de Nessie. Se acuclilló ante ella, tomando sus manos.
-Lo siento cielo, pero cada vez que pienso que he caído en su trampa se me revuelven las tripas-.
-Piensa que todos estábamos allí, y vimos lo que pasó- le reconfortó. El joven esbozó una pequeña sonrisa.
-Gracias por animarme; tu apoyo es muy importante para mi- la joven sonrió a la vez que le abrazaba. Jake se puso de pie, con ella entre sus brazos, y la joven escondió la cara en su cuello.
-No me tienes que agradecer nada; te amo- los brazos de Jake se tensaron en torno al cuerpo de la joven -te amo, y siempre te apoyare en todo-.
Amor... esa palabra siempre le había infundido a Jake respeto y temor al mismo tiempo. Obviamente estaba muy a gusto con Nessie; a los ojos de todos actuaban cómo una pareja, aunque nunca hubiesen hablado claro de sus sentimientos. La joven percibió el silencio del joven, y levantó la vista.
-¿Te encuentras bien?- preguntó extrañada y preocupada.
-Claro claro- carraspeó el hermano mayor -será mejor que bajemos, la familia nos estará esperando- la liberó de su abrazo, para encaminarse hacia la puerta, pero la joven le tomó una mano impidiéndole que saliera.
-¿Qué te pasa, he dicho algo malo?- al observar el mutismo del joven, Nessie adivinó por dónde iban los tiros. En todos estos meses junto a Jake, se había dado cuenta de lo que le costaba abrir sus sentimientos. A ojos del resto de los habitantes de Hunstville eran una pareja en toda regla, y para los propios ojos de la joven veterinaria, también. Una ola de tristeza atravesó el cuerpo de la joven... ¿acaso él no sentía nada más que una mera atracción por ella?.
-Nessie, yo... -se pasó las manos por la cara y el pelo -ya sabes que no soy muy de palabras... pero ambos estamos bien, ¿no?-.
-Sí, claro que estamos bien- repitió ella, cruzándose de brazos -¿y eso a dónde nos lleva?-.
-¿Qué quieres decir?- interrogó Jake.
-¿Qué somos?... ¿qué soy para ti?- dijo ella, a modo de respuesta -¿somos una pareja ocasional, una pareja estable...?- empezó a enumerar.
-Somos una pareja que tiene química, y que se lleva muy bien- le contestó Jake, poniéndose serio.
-No te estoy preguntando eso- le cortó ella, frustrada y enfadada -Jake, tienes treinta y seis años; ¿no quieres hacer tu vida... tener una familia algún día?- la pregunta acabó en un susurro apenas imperceptible.
-Pensé que así estábamos bien- exclamó el joven, con la confusión escrita en su rostro. Nessie rió, desesperanzada por sus palabras.
-Para mi acostarse con alguien significa que hay un compromiso... una relación estable y unos sentimientos claros y definidos; y creo que nunca me has pedido que fuera tu novia-.
-Pensaba que no era necesario- refutó Jake; su tono de voz ya no era tan amable -y no sabía que estabas plandeándote cosas cómo matrimonio, hijos...- empezó a enumerar.
-Nunca sacaste el tema, y no quise agobiarte- le aclaró ella, ya sin poder contener las lágrimas. El corazón del hombre que estaba enfrente suyo sufrió un doloroso vuelco al verla llorar.
-No llores- le suplicó, dando un paso hacia delante e intentado abrazarla, pero ésta retrocedió, negando con la cabeza -Nessie, yo te quiero, te lo aseguro, per...- la joven le interrumpió.
-Cuándo nos volvimos a encontrar, no podía creerlo- sonrió sin ganas -no podía creer que el destino me pusiera de nuevo en el camino del hombre del que me enamoré perdidamente en Tucson – Jake se quedó mudo de la impresión, mirándola fijamente -tenía muy claro que lo ocurrido allí era pasajero; ambos teníamos nuestra vida en diferentes lugares... pero no pude evitar enamorarme de ti- musitó con la voz ahogada por las lágrimas.
-Nessie... yo te quiero, de veras que sí- dijo Jake -me siento muy a gusto contigo, per...- la joven no lo dejó terminar; estaba claro que él no compartía unos sentimientos tan fuertes cómo los de ella.
-Déjalo Jake- exclamó con un suspiro de pena -está visto que no compartimos ilusiones, ni sueños, ni nada...-.
-Eso no es cierto- refutó el joven -compartimos muchas cosas, y...-.
-Pero a veces no basta con que una pareja sea compatible en la cama- le explicó ella, cortándole -y no te voy a engañar; me gustaría casarme y tener hijos... y esperaba que algún día, fuese contigo-.
-Nessie...- Jake calló al ver el movimiento negativo de la cabeza de la joven.
-Adiós Jake- se despidió en voz muy muy baja, para después salir lentamente de la habitación. El joven se quedó quieto, mirando hacia la puerta... una opresión rara se instaló en su pecho, mientras veía alejarse a su única alegría en estos meses.
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Dos días después, Jacob Black esperaba junto a su abogado, su padre, Emmet , Edward y Bella para entrar en la sala número cuatro de los juzgados de Huntsville. Junto a ellos se encontraban Sam Ulley, Seth y otro de los vaqueros del rancho; ellos, junto a los hermanos y la joven eran los testigos del desagradable suceso. Jasper se había quedado al mando del rancho esa mañana, y Alice se ofreció a acompañarlo; Esme y Rosalie prefirieron esperar las noticias en casa, junto al pequeño Owen. Jake, infundado en un impoluto traje gris y una camisa blanca sin corbata, paseaba nervioso de un lado al otro del inmenso hall de los juzgados; mientras que Carlisle y Emmet intercambiaban impresiones con el abogado de la familia, Edward y Bella observaban preocupados al hermano mayor de los Cullen.
-Pobrecillo- murmuró Bella con pena -menudos días que lleva, se le ha juntado todo-.
-Sí; reconozco que lo está pasando mal- le dio la razón Edward -nunca había visto a Jake así-.
-Es extraño- añadió ella; su novio la miró sin entender -siempre se está riendo, haciendo bromas... y ahora apenas sonríe; ¿os ha contado algo de lo que pasó con Nessie?-.
-Nada- negó éste con la cabeza -aunque a él le guste cotillear sobre la vida amorosa de todos- Bella sonrió por el comentario -cuándo se trata de él no suelta prenda-.
-Nessie tampoco está mejor que él; Alice ha intentado hablar con ella, pero tampoco ha conseguido nada-.
-No se en que estará pensando mi hermano; de todas las chicas con las que ha salido es con la que más a gusto y feliz estaba-.
-Cada pareja es un mundo- le recordó su pequeña -todos vosotros os lleváis muy bien, seguro que tarde o temprano os lo acaba contando- Edward iba a contestarle, pero la voz de Jenks hizo que toda la familia centrara su atención en el abogado.
-Es la hora de entrar- les anunció. Carlisle y Jake pasaron primero, seguidos de Jenks, Emmet y los empleados del rancho, y finalmente Edward y Bella. Mientras que Jake y y el letrado de la familia se sentaban en su lugar, el resto ocuparon los bancos que estaban detrás. Pasados unos minutos, los hermanos Denali, con su padre Eleazar a la cabeza, hicieron su entrada en la sala.
Tanto James cómo Garret les sostuvieron la mirada mientras entraban; sus ojos destilaban orgullo y altivez. Bella observó atentamente al hombre moreno que entraba con ellos, con esos mismos ojos azules fríos y desangelados; era la primera vez que le veía en persona. Eleazar Denali tendría más o menos la edad de Carlisle, y por el rictus de su cara, el mismo carácter que sus hijos. A su lado caminaba una mujer bajita y morena, pero las arrugas alrededor de sus ojos delataban cansancio, incluso sufrimiento.
-Es Carmen, la mujer de Eleazar- le susurró su novio- Bella asintió con la cabeza -ella tiene otro carácter, pero desgraciadamente sus hijos no han heredado nada de ella- siguió explicándole.
-Pobrecita; tener que soportar las brabuconerías de su marido e hijos- murmuró la joven -por cierto, ¿por qué estamos aquí sentados?- Edward miró a su pequeña sin entender la pregunta -vamos a testificar, se supone que tendríamos que estar en otra sala- su novio sonrió, entendiendo la pregunta.
-No es un proceso penal- empezó a explicarse -es un proceso civil, lo que llaman un juicio ordinario; ya ves que sólo estamos nosotros y que no hay jurado- aludió señalando a su alrededor -si no se acata la sentencia o presentan un recurso, se podría llegar a un proceso penal, pero dudo mucho que se llegue a esos extremos-.
Justo en el momento en el que Bella iba a plantearle otra cuestión, el alguacil mandó poner en pie a la sala; el juez Banks, un hombre de unos sesenta años, con el pelo canoso y unas gafas de gruesa montura, hizo acto de presencia en la sala. Tenía fama de ser uno de los más serios del condado.
El proceso dio comienzo, y después de que los abogados de ambas partes expusieran los hechos, empezaron a llamar a los testigos. Por parte de James sólo estaba su hermano Garret, y después llegó el turno de los empleados y familia de Jake. James resoplaba frustrado y furioso cada vez que veía a alguno de los miembros del clan Cullen subir al estrado. Su abogado, un joven de mediana edad que atendía al nombre de Evan, trataba de tergiversar los hechos, pero la experiencia de Jenks, sumada a la veracidad de los acontecimientos, tiraba por tierra cada una de esas teorías. Bella se puso muy nerviosa con las preguntas de ese tedioso abogado, pero finalmente pudo dar su versión de los hechos; sintió durante todo el tiempo los ojos azules de James Denali mirándola de manera intimidante, y respiró aliviada cuándo su turno terminó.
James declaró con una pasividad y frialdad pasmosas; Bella estaba alucinada, no estaba en absoluto arrepentido. Jake permaneció tranquilo a lo largo de toda la vista, incluso en el momento de responder a las preguntas de ambos letrados. Después de un pequeño receso, todos volvieron a la sala, para escuchar la resolución del juez Banks.
-Después de escuchar y analizar los hechos y los testimonios, he llegado a una conclusión -se quitó las gafas y cruzó las manos encima del estrado -comprendo los motivos del señor Black, puesto que fue gravemente insultado y provocado... pero no puedo permitir que la gente se tome la justicia por su mano; dicho ésto, póngase en pie- Jake y James se levantaron de la silla, junto con sus abogados -condeno al señor Jacob Black a indemnizar a James Denali con una cantidad simbólica de quinientos dólares, en concepto de daños- Bella y Edward respiraron aliviados, lo mismo que el resto de la familia. Emmet le palmeó el hombro a su padre; se esperaban una cantidad mucho mayor.
-¡¿Quinientos dólares?- bramó furioso Eleazar, levantándose con rabia -es una vergüenza; ¡exigo un castigo mayor!- la familia Cullen le miraba asombrada... sólo a alguien cómo a Eleazar Denali se le ocurriría discutir la decisión de un juez.
-Le aseguro que no hay cabida a exigencias en mi tribunal- respondió con voz acerada el juez -y se lo advierto señor Denali, y ésto va también para sus dos hijos- les señaló con la cabeza -si siguen provocando de esa manera a todos los habitantes de Hunstville, aunque sean ustedes los que denuncian, no seré tan benevolente- les advirtió -recuerden que ésta es una población pequeña, y la mayoría nos conocemos- se giró, para hablar con Jake -en cuánto a usted, señor Black, intente controlar su temperamento y dialogar las cosas; si vuelvo a verle por aquí por un motivo similar, me veré obligado a imponerle una sanción más dura, y a tomar otra clase de medidas; se levanta la sesión-.
A la salida de los juzgados, todo el clan rodeó a Jake, felicitándole por la decisión y respirando aliviados.
-Hubo un momento en que me temí lo peor- exclamó Emmet -pero al final todo ha salido bien.
-Yo también- le dio la razón Bella -¿os habéis fijado en la sonrisita de suficiencia de James?- cuchicheó incrédula.
-Pensaría que iba a ganar- se burló Edward -así son los Denali, orgullosos hasta el último minuto- todo el grupo compartió la opinión del hermano pequeño, pero la conversación fue interrumpida-.
-Enhorabuena Cullen- exclamó burlón Eleazar -la próxima vez, dile a tu hijito del alma que se contenga- los hermanos cerraron filas alrededor de su padre.
-No voy a entrar en tus provocaciones- contestó tranquilamente el patriarca -vámonos- ordenó al grupo. La vista de James voló hacia la única figura femenina del grupo; Edward agarró su novia de la cintura, haciendo un amago de ponerla detrás suyo, en un gesto protector.
-Tranquilo Cullen- canturreó James -no la voy a romper por mirarla-.
-Pues más te vale que quites tu vista de ella- respondió éste, con los ojos relampagueantes de ira. Bella tembló... otra pelea no, por favor, y menos Edward.
-Descuida- le guiñó un ojo el hermano Denali, a modo de burla.
-Deja de provocar, ¿no has escuchado al juez?- le recordó Emmet cómo si hablara a un niño pequeño.
-Vámonos- ordenó de nuevo Carlisle -Denali... nos veremos pronto- se despidió, haciendo alusión al tema de la cerca.
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Una semana después, Jake paseaba por los pastos norte, los que más distanciados quedaban de la casa y los establos. Llevaba varios días con un sentimiento raro en su interior; huía de los animales, porque le recordaban a Nessie; pensaba constantemente en ella... y encima, no había estado a su lado el día de juicio. Pero no se lo echaba en cara en absoluto, al contrario. Sabía que la había herido, pero no podía imaginar que los sentimientos de ella fueran tan profundos.
Si él hubiera imaginado que durante aquellos días en Tucson ella escondía unos sentimientos tan fuertes por él, probablemente hubiera cortado la escasa relación de cinco días; y encima, ella aceptó lo que él le ofreció, hasta que se despidieron para no volverse a ver en casi tres años.
Pero la verdad era que él tampoco había podido olvidarla... ¿por qué demonios no le propuso seguir viéndose?; ahora se arrepentía, y no sabía cuánto. Todo, absolutamente todo, le recordaba a ella, y estos meses juntos habían sido los mejores de su vida. Bien es cierto que no era la primera chica con la que salía, pero sin duda, era la que más había calado en su corazón.
Claro que él querría una familia, le encantaban los niños... por unos momentos se imaginó abrazado a esa pelirroja que le había cautivado, contemplando con una sonrisa a una pequeña y divertida tropa diminuta correteando por el rancho.
¿Pero él estaba preparado para eso?; durante años había ejercido de segundo padre con sus hermanos, sobre todo con Edward. Casi no recordaba a su padre biológico, pero por lo que le contaba su madre de él, es que era una persona excepcional, y su nacimiento le llenó de alegría, sumado a que Billy tenía casi cuarenta años cuándo el nació, y pensaba que nuca sería padre. Y él tampoco era joven, estaba a punto de cumplir treinta y siete años, y siempre había pensado que la paternidad para él ya quedaba lejos; le hubiera gustado tenerlos muchos más joven... pero tampoco había encontrado a la persona adecuada para compartir ese regalo tan maravilloso de la vida.
El relincho de Mr. Spock le sacó de su letargo; empezaba a refrescar y el sol ya se ocultaba tras las copas de los árboles; era sábado, y él llevaba toda la tarde huyendo de todo y de todos, pero quería y necesitaba estar sólo; todos los sucesos acaecidos en los últimos días le habían agotado emocionalmente. Tomó las riendas, para hacer girar a su caballo, pero a lo lejos distinguió a tres jinetes que conocía a la perfección. Rodó los ojos mientras tiraba otra vez de las riendas, haciendo que Mr. Sopck detuviera de nuevo el paso, y esperando pacientemente a que sus hermanos llegaran a su altura.
-¿Se puede saber dónde te metes?- interrogó Emmet -por el amor de dios, es sábado -exclamó-.
¿Y qué?- refunfuñó Jake -¿hay alguna ley que permita no poder dar una vuelta a caballo los sábados a la tarde?- Edward y Jasper se miraron, resoplando con paciencia.
-Llevas una semana esquivando hasta a las vacas- volvió a decirle Emmet -¿qué te pasa?-.
-Nada- masculló entre dientes.
-Pues no lo parece- acotó Edward.
-Me parece que necesitas una sesión de psicología estilo hermanos Cullen- declaró Jasper, ante las sonrisas de Edward y Emmet, que apoyaron sus palabras.
-Ya empezamos- rodó los ojos el hermano mayor.
-¿Estás así por lo del juicio... o por Nessie?- preguntó sin más rodeos Edward. Jake se dio por vencido... parece mentira que no conociera a sus hermanos.
-¿Por qué os habéis peleado?- interrogó Jasper, verdaderamente preocupado por su hermano mayor.
-Digamos que... la he cagado- gimió.
-De eso ya nos habíamos percatado- rodó los ojos Emmet -pero queremos que nos digas que ha ocurrido exactamente-.
-Me dijo que me amaba y... y yo no supe que responderla- explicó, mirando hacia otro lado.
-Pensaba que erais una pareja formal- exclamó Jasper -o por lo menos, dabais esa impresión-.
-Ella también lo creía... tenía planes, ilusiones... y yo se lo he echado todo a perder-.
-¿Y por qué nunca lo hablasteis?- Emmet no entendía nada.
-Nunca sacamos el tema- se encogió levemente de hombros -pensaba que ya nunca encontraría a alguien con quién compartir mi vida... y qué más que un padre para mis hijos, sería un abuelo-.
-¿No quieres casarte y tener hijos?- preguntó directamente Jasper.
-Claro que quiero...pero pensaba que ya eso era una utopía...- Edward lo interrumpió.
-Hasta que Nessie apareció- Jake afirmó con la cabeza -pero no eres mayor para ser padre- le aclaró, rodando los ojos.
-¿Entonces... cual es el problema?- Emmet seguía sin entender nada de nada.
-Sus palabras me dejaron tan sorprendido en ese momento que no supe qué responderle -hizo una pequeña pausa, tomando aire -pensaba que el matrimonio ya no era para mi... pero me equivoqué; la echo de menos... mucho-.
-Vaya- musitó Jasper, claramente sorprendido -pensé que nunca llegaría este momento...-.
-Por fin te has enamorado- dijo Emmet, con una gran sonrisa -ya te ha costado; reconozco que me alegra que sea Nessie-.
-Cierto- apoyó Edward -¿os acordáis de Marla?- recordó entre risas a la cursi hija de los Limman.
-¿Y qué me decís de Samantha?- añadió Jasper -no era nada agraciada-.
-Tenía su atractivo- refutó Jake.
-Menos mal que no trajiste a ninguna de tus anteriores conquistas a casa... papá no lo hubiera resistido- los hermanos rompieron en risas; risas que animaron un poco el maltrecho corazón del hermano mayor. Una vez que las risas cesaron, decidieron encaminarse hacia casa, ya que se pronto sería la hora de la cena.
-Y ahora que has admitido que estás enamorado... más te vale que muevas el culo y hagas lo imposible por recuperarla- le previno Edward.
-¿Alguna idea?- preguntó sarcástico Jake.
-¿Hablar con ella?- añadió de nuevo Edward, cómo si fuera obvio -me parece increíble que el doctor Amor maquine planes para emparejar a todo el mundo, y que él no sepa qué hacer para conquistar a su chica- respondió pagado de si mismo, recordando lo sucedido con la que ahora era su novia. Jasper y Emmet estallaron en carcajadas al oír el comentario de su hermano pequeño. De esa guisa, y con Jake claramente más animado siguieron rumbo hacia la casa familiar.
Jake se empezó a devanar los sesos... había admitido algo muy difícil para él, y ahora tenía que ver cómo le explicaba a Nessie que la amaba con locura, y que la necesitaba más que respirar.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 19: Incertidumbre
-Jake está muy desanimado- murmuró Bella con tristeza, observando de lejos a su cuñado, que en esos momentos se alejaba en dirección a los pastos norte, justo en dirección contraria de dónde ellos se encontraban.
-Reconozco que nunca lo había visto así- le dio la razón Edward -nunca pensé que diría ésto... pero echo de menos hasta sus bromas y comentarios-.
La pareja disfrutaba de un agradable paseo a caballo bajo el crepúsculo. Edward llevaba a su pequeña entre sus brazos; aunque Bella había protestado en un principio, al final no le había ensillado a Mistie, y ambos iban cómodamente instalados sobre el lomo de Concord.
Habían pasado tres semanas desde el juicio y la separación de Jacob y Nessie, y el hermano mayor de los Cullen se tiraba de los pelos; ya no sabía qué hacer. La había llamado, se había presentado en su casa, aporreando la puerta... pero nadie salió. Se habían cruzado un par de veces por el pueblo, pero ella se había dado la vuelta, deshaciendo el camino por el que había venido para evitar encararlo. Estuvo a punto de seguirla, pero sabía que ella no quería hablar con él, la expresión dolida y triste del rostro de la joven se lo había confirmado; y aparte, no quería montar un espectáculo en mitad de la calle, ella no se lo hubiera perdonado.
Alice tampoco había sido de gran ayuda, más que nada porque la Comisión había mandado a Nessie a realizar una sustitución en Dallas, y había tenido que trasladarse allí por un mes. Tanto Alice cómo Rose y Bella habían conseguido hablar con ella un par de veces, pero aparte de notar su bajo estado de ánimo, apenas les mencionó al joven.
De modo que no le quedó otro remedio que esperar a que la joven regresara, y poder hablar con ella de forma tranquila y cara a cara.
-Ojalá puedan arreglarlo- susurró Bella con pena.
-Esperemos- resopló Edward, dejando un pequeño beso en el tope de su cabeza. Su pequeña iba a abrir la boca, pero los cascos de unos caballos hicieron que ambos volvieran sus cabezas. Aún en la lejanía vieron acercarse a Jasper y Alice. Edward tomó las riendas, para que Concord avanzara y saliera a su encuentro.
-Hola- saludó Bella a la pareja, y lo mismo hizo Edward.
-Hola chicos- saludó la joven morena, con una pequeña sonrisa -Bella, espero que no te importe que monte a Mistie- se medio disculpó.
-Para nada- añadió ésta, con una sonrisa -¿te quedarás a cenar, no?- Alice iba a hablar, pero Jasper tomó la palabra.
-Por supuesto que se queda- respondió cómo si fuera obvio -ya la había invitado antes; me duele que dudes de mi caballerosidad, Bellie Bells- la picó con cariño. Su cuñada rodó los ojos.
-Mis disculpas, Casanova- Edward soltó una gran carcajada ante la contestación de su novia, al igual que Alice. Después de ese divertido momento, las dos parejas decidieron seguir su paseo a caballo, enfrascados en una distendida charla.
-¿Sabes algo nuevo de Nessie?- interrogó Bella a su amiga. Ésta meneó la cabeza.
-Nada nuevo; hablé con ella hace un par de días- les empezó a contar -todavía le queda una semana en Dallas-.
-¿Y de ánimos, cómo va?- interrogó Edward.
-Mal- suspiró con pena y preocupación -no es la misma Nessie que conocimos; ni siquiera se molesta en disimular la tristeza de su voz-.
-Igual que Jake- meditó Jasper en voz alta.
-Si tan sólo ella le escuchara...- suspiró Bella.
-Si Jake no se da por vencido, tarde o temprano tendrá que escucharle- dijo Edward.
-Esperemos- murmuró Bella en voz baja.
El paseo siguió su curso, hasta que llegó la hora de la cena. Afortunadamente, y dado al intenso calor que asolaba a Texas, Bella ya había preparado con anterioridad la ensalada y otras cosas frías y refrescantes, y tenía todo listo. Cuándo los cuatro llegaron a la casa, Esme ya había preparado la enorme mesa de madera del patio trasero, y allí cenarían al fresco de la noche.
-Hola chicos- saludó Carlisle, dejando el periódico a un lado y levantándose para dar un beso a Bella y Alice -espero que hayáis disfrutado de vuestro paseo- las jóvenes asintieron con una sonrisa, para después adentrarse en la cocina, por si Esme necesitaba ayuda.
-Hola papá- saludó Edward, dejándose caer en una de las sillas, al igual que su hermano.
-¿Dónde está Jake?- interrogó Jasper.
-Hablando con un cliente por teléfono; vendrá enseguida- les informó. Al poco menos de un minuto, el hermano mayor de los Cullen hizo su aparición por el patio trasero de la casa.
-Hola- masculló en voz baja, cogiendo un botellín de cerveza para abrirlo.
-¿Cómo estás?- inquirió su padre, preocupado; éste no contestó, encogiéndose de hombros.
-No tienes buena cara- añadió Jasper, metiéndose en la conversación.
-No me digas- respondió sarcástico, mientras fulminaba con la mirada a su hermano.
-Sólo estamos preocupados por ti- medió su padre, intentando apaciguar los ánimos.
-Pues dejad de preocuparos- espetó de forma brusca -ya soy mayorcito-.
-Pues si eres mayorcito, demuéstralo- exclamó Edward.
-Habló el que no se atrevía a confesarle sus sentimientos a Bella- respondió Jake, totalmente enfadado.
-No la pagues conmigo- le previno Edward, levantándose enfadado y encarándolo -ninguno tenemos la culpa... y deja el tema de mi novia en paz; yo tenía mis razones... al igual que tú tienes tus razones para afrontar cómo creas conveniente el asunto de Nessie- intentó tranquilizarlo.
-Entonces dejad de preocuparos tanto- siseó Jake.
-Eres mi hijo- exclamó Carlisle, viendo que Edward iba a responderle de nuevo -y aunque se de sobra la edad que tenéis cada uno, no puedo evitar preocuparme por todos vosotros- Jake se quedó callado unos minutos, hasta que suspiró pesadamente.
-Lo siento Edward- se disculpó con su hermano pequeño, palmeando su hombro -se que todos os preocupáis por mi-.
-No pasa nada- le tranquilizó Edward, esbozando una sonrisa.
-Es la desesperación de no saber nada de ella- dijo el hermano mayor de los Cullen en voz baja; justo en ese momento aparecieron las mujeres. Jake posó sus ojos en Alice, esperando alguna noticia de su amada que no supiera ya. La joven morena negó con la cabeza.
-Lo único nuevo es que la semana que viene regresa de Dallas... pero nada más- le explicó.
Un ligero rayo de esperanza se instaló en el pecho de Jake... por fin regresaba, y rogaba a todos los santos habido y por haber que esta vez, ella quisiera escucharle.
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La semana pasó de forma lenta, torturando al joven ranchero... hasta que por fin, el sábado llegó. Sabía por Alice que ella regresaría por la tarde, de modo que después de una cena rápida con la familia, salió corriendo el dirección al garaje, arrancando su enorme todoterreno.
Durante todo el viaje se devanó los sesos, pensando la manera de explicarle sus sentimientos y arreglar este desaguisado que él solito había montado. Sus nervios recorrían a sus anchas su estómago... dios... nunca pensó que se pondría así de nervioso por ninguna mujer. No se dio cuenta de cuándo llegó al bloque de pisos dónde vivía, y aún después de apagar el motor, se quedó allí unos minutos, dándose valor así mismo. Con incertidumbre y el corazón rebotándole furiosamente, por fin salió. La calle estaba tranquila, ningún alma pasaba por allí en ese instante, así que sin pensalo de nuevo, subió con impaciencia.
De nuevo tras una respiración profunda, tocó suavemente la puerta; nadie le abrió, pero oyó movimiento por dentro de la casa, así que insistió de nuevo.
-Vamos Nessie- resoplaba impaciente. Al poco menos de un minuto, la puerta se abrió lentamente.
Los ojos de la joven se ensancharon, pero no a la sorpresa, sino más bien con un deje de temor; a Jake se le cayó el alma a los pies, al verla tan pálida y ojerosa, y con los ojos brillando a causa de las lágrimas, que Nessie no dejó de derramar a lo largo de todo este mes de separación. Respirando hondamente, la joven al fin habló.
-¿Qué quieres, Jake?-.
-Tenemos que hablar, Nessie- la joven negó con la cabeza, sin emitir sonido alguno -por favor- rogó el joven. Ésta lo miró por un largo minuto.
-Pensé que después de un mes, te darías por vencido-.
-Un Cullen nunca se da por vencido- contraatacó él, esbozando una pequeña sonrisa.
-Está bien- accedió ella, ignorando la sacudida que sufrió su corazón al ver esa sonrisa tan característica de la familia; abrió totalmente la puerta, para que el joven pasara. Al llegar al salón, Jake se encontró con un montón de cajas de cartón, apiladas en distintos rincones, y el apartamento prácticamente vacío.
-¿Estás de limpieza general?- le interrogó éste, con el ceño fruncido.
-Me mudo- aclaró la joven veterinaria, de modo seco.
-¿Cómo que te mudas?- preguntó frenético el ranchero, acercándose a ella.
-Vuelvo a Tucson con mis padres, es lo mejor- murmuró la joven, con las lágrimas surcando las mejillas. Jake la observaba atentamente... estaba muy delgada, pálida y ojerosa.
-Per... pero tu trabajo está aquí- respondió torpemente el joven -tu trabajo, tus amigos... y yo-.
-El trabajo es lo que menos me preocupa ahora- respondió ésta en voz baja, desviando su mirada para evitar encararlo.
-Nessie... por favor...- Jake tomó una de las temblorosas manos de la joven -siento mucho lo que te dije aquella noche... yo te quiero-.
-Yo también te quiero Jake, más de lo que te imaginas... pero no es suficiente- la respuesta dejó patidifuso al joven.
-¿Entonces por qué te vas?- preguntó confuso.
La respiración de la joven era irregular, sus nervios y sus hormonas estaban más alteradas que nunca... ojalá bastara con que la quisiera para que todo se arreglara.
-No quiero obligarte a nada que no quieras hacer, ni a imponerte algo en contra de tus principios- le explicó.
Jake empezó a pasearse por todo el salón, no entendía nada... dios... ¿qué rayos estaba pasando?.
-Nessie, por favor mi amor...- rogó de nuevo -tenía miedo al compromiso; pensé que eso para mi ya era un imposible... hasta que apareciste- tomó aire, para seguir hablando, pero vio que la joven negaba lentamente con la cabeza.
-No puedo imponerte mis sueños, ya que no son los tuyos... yo quiero una familia en el futuro- susurró, desviando su mirada para que no viera los nervios que repentinamente se instalaban en su expresión.
-Es cierto... no me había planteado ser padre... pero si eso ocurriera yo...- la joven lo cortó, dirigiéndose a la puerta y abriéndola.
-Por favor Jake... vete-.
-Nessie...-.
-No nos hagamos más daño, por favor- le rogó, llorando en silencio. Jake estaba derrotado... ella no quería escucharle, y él ya no sabía que decirle para intentar convencerla.
-¿Cuánd... cuándo te marchas?- preguntó el joven, con apenas un hilo de voz, parándose debajo del marco de la puerta.
-Mañana- contestó escuetamente, desviando su mirada; era incapaz de volver a mirarle a los ojos y no decirle lo que realmente pasaba. Pero él había dejado muy clara su postura, y ella no iba a condenarle a aceptar algo que no quería.
Sin poder mirarle otra vez, la joven se adentró hacia el interior del apartamento. Jake la siguió con la mirada, debatiéndose entre seguirla o no; había algo extraño en la actitud de la joven, y no conseguía averiguar que era lo que pasaba.
Una vez que Nessie no estuvo a su vista, salió apresuradamente de allí, cogiendo su coche y perdiéndose entre las calles del pueblo, y buscando un bar dónde no fuera muy conocido, para ahogar sus penas.
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A la mañana siguiente todos evitaron decirle a Jake la mala cara que tenía; finalmente había terminado en el bar de Félix, borracho cómo una cuba y lamentándose entre trago y trago.
El dueño, viendo el estado en el que se encontraba, llamó al rancho para que alguien viniera a buscarle; tuvieron que venir Edward y Jasper con el volvo del hermano pequeño, para que Jasper pudiera traerse el todoterreno de Jake, mientras que el hermano mayor de los Cullen iba en el asiento trasero, tumbado poca arriba y sin dejar de hablar y seguir lamentándose a si mismo.
-Buenos días Jake- saludó Bella, de forma precavida. Edward le había contado a su pequeña el viaje que le había dado su hermano desde el asiento trasero del coche.
-Hola- murmuró de vuelta, frotándose las sienes y sentándose.
-¿Café?- le ofreció ésta.
-Triple por favor... y una tortilla de aspirinas si es posible- masculló entre dientes. Después de que su cuñada le pusiese delante el humeante y cargado café, lo bebió en silencio, ignorando las miradas interrogantes del resto de la familia. Y en silencio se levantó, dirigiéndose hacia los establos, ensillando a Mr. Spock y perdiéndose por los pastos.
Cabalgó durante horas y horas, perdiendo la noción del tiempo, y con las palabras de Nessie viniendo a su mente una y otra vez... ¿qué habría querido decir ella... acaso no era suficiente con que él compartiera sus sentimientos?. Pero eso, aunque le dolía y mucho, ya no tenía importancia alguna... había perdido su gran oportunidad para ser feliz en la vida, y todo gracias a su miedo al compromiso.
-Jake- se dio la vuelta, agarrando las riendas de su caballo; enfrente de él estaba Edward, haciéndole un gesto a Concord para que se detuviera.
-¿Qué?- preguntó en voz baja y apesadumbrada; su hermano pequeño se sorprendió; por lo acontecido el día anterior, se imaginaba de lejos que la conversación con la joven no había ido nada bien; incluso se esperaba hostilidad y negación al sacar el tema, pero la tristeza estaba impresa en el tono de voz de su hermano.
-No te des por vencido, Jake- le empezó a decir Edward, pero éste negó con la cabeza, impidiendo que siguiera hablando.
-Ella se marcha- los ojos de su hermano pequeño se abrieron, debido a la sorpresa.
-¿Cómo que se marcha?, ¿a dónde?- interrogó extrañado.
-Regresa a Tucson- respondió, con tono seco.
-¿No hablaste con ella?- volvió a preguntar.
-¡Demonios Edward!- el grito fue tal que hasta los caballos se movieron, inquietos y nerviosos -claro que intenté hablar con ella... ¡pero no quiso escucharme!- bramó. Edward permanecía callado, esperando que siguiera hablando -le dije que la quería... pero para ella, eso no es suficiente- bajó la cabeza, pesaroso -ella tiene unos sueños; casarse, tener una familia... y ella piensa que no los comparto... -.
Edward seguía sumido en el silencio... intentando comprender el por qué la actitud de Nessie; ¿por qué querría volver con sus padres?. Aunque ellos dos se separaran, no lo consideraba motivo suficiente para dejar Hunstville, y el puesto de trabajo tan prometedor y bueno cómo el que ella tenía. No sabía que decirle a su hermano, pero no le gustaba que se rindiera con tanta facilidad.
-Jake- exclamó, con la mayor precaución que tuvo -ella está huyendo por algo que no sabemos; sólo se que si fuera Bella la que se marchara así, correría detrás de ella, y no me rendiría- hizo que Concord se acercara hasta el caballo de su hermano, y después de darle un apretón en el hombro, en señal de ánimo, se alejó en silencio.
El hermano mayor de los Cullen todavía digería las palabras de su hermano... ¿por qué Nessie huía de esa forma?... esa pregunta no dejó de rondar por su cabeza a lo largo de todo el día.
Ya en la noche, en la soledad de su dormitorio, dio vueltas y vueltas, sumido en un enorme insomnio... pero era un Cullen, y no era un cobarde. La decisión estaba tomada, mañana él también se iba a Tucson.
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A la mañana siguiente se levantó muchísimo más animado. Cambió los vaqueros y y las botas por un atuendo casual, y armado con una pequeña maleta, bajó a despedirse de su familia.
-¿A dónde vas?- interrogó Esme, al verle aparecer por la cocina, maleta en mano.
-A Tucson- Edward sonrió ampliamente, apoyando la decisión de su hermano; Bella también sonreía, apoyándole en silencio.
-Así se hace, hermano- le palmeó el hombro Jasper.
-¿Ya tienes el billete?- interrogó su padre; Jake lo miró sorprendido.
-¿No vas a decirme que estoy loco, o algo parecido?- Carlisle negó despacio con la cabeza.
-Es tu felicidad la que está en juego, hijo- le explicó con una sonrisa cómplice. Esas simples palabras de su padre eran el reflejo de todo el apoyo que le daba la familia.
-Jasper; ¿podrías llamar a Alice y pedirle que con cualquier excusa, averigüe si ya se ha ido?- le pidió.
-Por supuesto- canturreó con una sonrisilla maliciosa -es una ventaja que vivan en el mismo bloque de apartamentos- tarareó mientras se dirigía a la puerta, arrancando las risas del resto.
-¿No vas a sentarte a desayunar?- le ofreció su cuñada.
-Sólo quiero un café, gracias Bellie Bells- mientras se lo tomaba, Jasper hizo la llamada de teléfono, regresando al de pocos minutos.
-En su apartamento no abre nadie la puerta- exclamó Jasper, entrando por la cocina -y Alice no ha oído ni escuchado nada-.
-Eso quiere decir que ya se ha ido- añadió Edward -llamaremos al aeropuerto, para ver que vuelo puedes coger-.
Después de unos minutos, Jake se despedía de su familia; tenía dos horas en coche hasta Houston, además de otras casi dos horas de vuelo hasta Tucson; en su interior bullían sentimientos encontrados... pero una cosa tenía clara, tal y cómo le dijo a Jasper al despedirse de él en el aeropuerto... recuperara o no recuperara a Nessie, iba a por respuestas, y no volvería sin ellas.
Eran casi las cinco de la tarde cuándo por fin abrió la puerta de la habitación del hotel; había salido de Huntsville a las ocho y media de la mañana; en el aeropuerto tuvo que esperar casi tres horas para su vuelo, ya que no llegaba al anterior. Después de darse una ducha y de comer algo consistente, fue a recepción, pidiendo una guía telefónica y rezando para que no hubiera muchas familias con el apellido Rale. Para su fortuna, sólo había tres; una de ellas la descartó al instante, ya que suponía que el padre de su amada no se llamaba Martha Jane Rale; de modo que sólo le quedaban dos opciones.
-Dios... - se lamentaba de su memoria de pez; no recordaba si el padre de la joven se llama John o Stanley. Nessie lo le había hablado mucho de sus padres; no es que se llevaran mal... simplemente ellos tenían su vida allí y Nessie la tuvo en diversos estados, por motivos de trabajo, de modo que la joven los visitaba cuándo podía, que era muy pocas veces al año.
No sabía si llamar primero por teléfono, o si presentarse allí directamente. Si telefoneaba, corría el riesgo de que la joven le esquivara, de modo que optó el camino más rápido; se apuntó las dos direcciones, y salió a la puerta del hotel, tomando un taxi.
Le dio la primera dirección al taxista, indicándole que, por si las moscas, le esperara para llevarle a la otra. El vehículo paró a los quince minutos, en una zona residencial de clase media. Jake estudió la fachada de la casa, pintada de un color amarillo claro y la puerta y las ventanas blancas. Vio luz en el interior, y le indicó al taxista que ahora regresaba.
Al tocar el timbre, se encontró de cara con una cara muy familiar para él, pero con unos años más... había acertado.
-¿Señora Rale?- preguntó con precaución; la mujer asintió -me llamo Jacob Black; estoy buscando a su hija Vanessa, ¿vive aquí?-.
-Así es- afirmó la mujer, cerrando parcialmente la puerta con disimulo, y asomando simplemente su cabeza -mi hija no está en estos momentos- le explicó, en un tono frío y distante. El joven maldijo para sus adentros... no lo iba atener demasiado fácil.
-Escuche, señora Rale; no quiero hacerle daño, necesito hablar con ella- le suplicó, nervioso.
-Ya le he explicado que mi hija no está aquí- exclamó ésta, frenética, pero bajando sospechosamente el tono de voz.
-Por fav...- una voz que el joven conocía demasiado bien se escuchó desde el interior de la casa.
-¿Quién es, mamá?- la joven abrió la puerta, y sus ojos se abrieron cómo platos al ver ahí plantado al joven.
-¿Jake?- preguntó con sorpresa -¿qué estás haciendo aquí?-.
-Tienes que escucharme- le dijo éste, en un tono que no admitía replica alguna, pero la joven no estaba por la labor.
-Por favor; ya hemos hablado de ésto- suspiró ella, cansada y triste.
-Nessie... por favor- volvió a pedirle -además, tú has hablado... no yo- le recordó.
-Mamá, ¿podrías dejarnos a solas?- la mujer no quería moverse de allí, pero su hija le indicó con la mirada que se metiera dentro. A regañadientes, dejó sola a la pareja. La joven cerró la puerta tras de si. Se adelantó unos pasos, cubriéndose en un gesto involuntario con la bata que llevaba encima.
-¿Cómo se te ocurre presentarte aquí?- le reclamó, incrédula y enfadada. Aunque su mente y su corazón reclamaban a ese hombre, debía ser fuerte. Pero la acción del joven la dejó completamente desconcertada.
-¿Qué haces?- le preguntó, pegando un chillido involuntario al ver cómo Jake se arrodillaba ante ella, tomando una de sus manos entre las suyas.
-Nessie, te quiero... te necesito y...- el discurso fue interrumpido por el claxon del taxi. Jake madijo entre dientes, se había olvidado por completo de que seguía allí.
-No te muevas- se levantó para ir corriendo hasta el taxista, le pagó una buena cantidad, gracias a a que el cuenta kilómetros no había dejado de subir, y volvió hacia ella, que seguía mirándole con sorpresa.
-Nessie- murmuró de nuevo, tomando otra vez su mano -he sido un idiota... pero una cosa tengo clara... y es que te quiero... y te quiero en mi vida; llegó un momento en el que me resigné a estar sólo.. pero...-.
-Jake- susurró la joven, con los ojos llenos de lágrimas.
-Gracias a dios que te cruzaste en mi camino hace tres años, y hace unos meses; sería un completo idiota si dejara escapar a la mujer de la cual estoy enamorado... ¿te casarías conmigo?- le rogó, mostrándole una cajita negra, dónde relucía un sencillo anillo de oro blanco, con un diamante.
El corazón de la joven latía de forma acelerada... bajo ningún concepto esperó abrir la puerta de su casa, y encontrarse con el hombre que amaba, pidiéndole de rodillas que se casara con él. Los minutos que la joven pasó en silencio fueron una tortura para el joven ranchero texano.
-Dime algo, por favor- murmuró éste, ya con los nervios disparados. Al ver que la joven permanecía todavía en silencio, se levantó, frustrado consigo mismo.
-¿En verdad ésto es lo que quieres?- la pregunta de ella le descolocó -hace un mes no querías oír ni hablar de compromiso, ni de matrimonio, ni de hijos-.
-Por supuesto que es lo que quiero; hace un mes yo fui un completo idiota- reconoció éste -pero gracias a dios recapacité... me volví loco sin ti, sin estar a tu lado- sonrió con timidez, rodeando el cuerpo de la joven con sus brazos -ahí me di cuenta de que no podía vivir sin ti-.
Las lágrimas recorrían las mejillas de Nessie; en un gesto íntimo, lleno de cariño, Jake subió una de sus manos hasta la cara de ésta, quitándole una de ellas suavemente con el pulgar. En ese momento el joven se percató de las ojeras y de la palidez de su rostro... y sólo él era el culpable.
-Sé que te hecho mucho daño- empezó a decir el joven -y eso, por desgracia, ya no lo puedo cambiar; pero puedo arreglarlo... podemos arreglarlo si nos damos una oportunidad, para ser felices juntos... y quién sabe... quizá en un futuro podamos tener niños, y...- Nessie lo cortó.
-El niño ya está en camino... - murmuró.
Los brazos de Jake se tensaron en torno al cuerpo de la joven, quedándose blanco de la impresión y con la mirada perdida en el rostro de la que esperaba fuese su mujer.
-¿Jake?- interrogó con cautela Nessie, asustada por la palidez que se instalaba en la cara de éste. La soltó despacio, quedando frente a ella y bajando los ojos a su vientre... dónde ahora crecía su hijo.
-Por eso viniste aquí- meditaba en voz alta -ya estabas embarazada cuándo rompimos, ¿verdad?- la joven asintió, bajando la mirada hacia el suelo.
-Iba a decírtelo en unos días, cuándo me lo confirmara el doctor... pero la prueba de embarazo ya me dio positivo- le explicó en voz baja.
-Y yo diciéndote que no me planteaba una relación más seria... ¡dios!- exclamó, furioso consigo mismo -¿por qué no me lo dijiste ayer?-.
-No quería imponerte nada que no quisieras- le volvió a decir ésta -entiendo que estés enfadado, y que...- en un impulso, el ranchero la tomó en sus brazos, abrazándola con fuerza.
-Un hijo... pensaba que eso ya no se cumpliría para mi- murmuró, con la voz ahogada por la emoción -con razón me vas a decir que sí- le advirtió de manera cariñosa. Los ojos de la joven se volvieron a llenar de lágrimas.
-¿Entonces... lo quieres?- preguntó con voz trémula.
-Claro que lo quiero... y te quiero a ti... si yo lo hubiera sabido antes, no te habría dejado marchar- una sonrisa de felicidad se instaló en la cara de la joven, incapaz de creer el giro que habían tomado los acontecimientos; hace unos minutos se veía sola, volviendo a casa de sus padres... embarazada... y ahora el hombre del que estaba enamorada esperaba una respuesta; una simple palabra que daría paso a una familia.
-Sí... por supuesto que sí- la reacción de Jake al escuchar esas palabras fue inmediata, la tomó en sus brazos, estrechándola con fuerza y besándola con todo el amor que sentía por ella... y por el nuevo miembro del rancho Killarney, que ya estaba en camino.
-Jake está muy desanimado- murmuró Bella con tristeza, observando de lejos a su cuñado, que en esos momentos se alejaba en dirección a los pastos norte, justo en dirección contraria de dónde ellos se encontraban.
-Reconozco que nunca lo había visto así- le dio la razón Edward -nunca pensé que diría ésto... pero echo de menos hasta sus bromas y comentarios-.
La pareja disfrutaba de un agradable paseo a caballo bajo el crepúsculo. Edward llevaba a su pequeña entre sus brazos; aunque Bella había protestado en un principio, al final no le había ensillado a Mistie, y ambos iban cómodamente instalados sobre el lomo de Concord.
Habían pasado tres semanas desde el juicio y la separación de Jacob y Nessie, y el hermano mayor de los Cullen se tiraba de los pelos; ya no sabía qué hacer. La había llamado, se había presentado en su casa, aporreando la puerta... pero nadie salió. Se habían cruzado un par de veces por el pueblo, pero ella se había dado la vuelta, deshaciendo el camino por el que había venido para evitar encararlo. Estuvo a punto de seguirla, pero sabía que ella no quería hablar con él, la expresión dolida y triste del rostro de la joven se lo había confirmado; y aparte, no quería montar un espectáculo en mitad de la calle, ella no se lo hubiera perdonado.
Alice tampoco había sido de gran ayuda, más que nada porque la Comisión había mandado a Nessie a realizar una sustitución en Dallas, y había tenido que trasladarse allí por un mes. Tanto Alice cómo Rose y Bella habían conseguido hablar con ella un par de veces, pero aparte de notar su bajo estado de ánimo, apenas les mencionó al joven.
De modo que no le quedó otro remedio que esperar a que la joven regresara, y poder hablar con ella de forma tranquila y cara a cara.
-Ojalá puedan arreglarlo- susurró Bella con pena.
-Esperemos- resopló Edward, dejando un pequeño beso en el tope de su cabeza. Su pequeña iba a abrir la boca, pero los cascos de unos caballos hicieron que ambos volvieran sus cabezas. Aún en la lejanía vieron acercarse a Jasper y Alice. Edward tomó las riendas, para que Concord avanzara y saliera a su encuentro.
-Hola- saludó Bella a la pareja, y lo mismo hizo Edward.
-Hola chicos- saludó la joven morena, con una pequeña sonrisa -Bella, espero que no te importe que monte a Mistie- se medio disculpó.
-Para nada- añadió ésta, con una sonrisa -¿te quedarás a cenar, no?- Alice iba a hablar, pero Jasper tomó la palabra.
-Por supuesto que se queda- respondió cómo si fuera obvio -ya la había invitado antes; me duele que dudes de mi caballerosidad, Bellie Bells- la picó con cariño. Su cuñada rodó los ojos.
-Mis disculpas, Casanova- Edward soltó una gran carcajada ante la contestación de su novia, al igual que Alice. Después de ese divertido momento, las dos parejas decidieron seguir su paseo a caballo, enfrascados en una distendida charla.
-¿Sabes algo nuevo de Nessie?- interrogó Bella a su amiga. Ésta meneó la cabeza.
-Nada nuevo; hablé con ella hace un par de días- les empezó a contar -todavía le queda una semana en Dallas-.
-¿Y de ánimos, cómo va?- interrogó Edward.
-Mal- suspiró con pena y preocupación -no es la misma Nessie que conocimos; ni siquiera se molesta en disimular la tristeza de su voz-.
-Igual que Jake- meditó Jasper en voz alta.
-Si tan sólo ella le escuchara...- suspiró Bella.
-Si Jake no se da por vencido, tarde o temprano tendrá que escucharle- dijo Edward.
-Esperemos- murmuró Bella en voz baja.
El paseo siguió su curso, hasta que llegó la hora de la cena. Afortunadamente, y dado al intenso calor que asolaba a Texas, Bella ya había preparado con anterioridad la ensalada y otras cosas frías y refrescantes, y tenía todo listo. Cuándo los cuatro llegaron a la casa, Esme ya había preparado la enorme mesa de madera del patio trasero, y allí cenarían al fresco de la noche.
-Hola chicos- saludó Carlisle, dejando el periódico a un lado y levantándose para dar un beso a Bella y Alice -espero que hayáis disfrutado de vuestro paseo- las jóvenes asintieron con una sonrisa, para después adentrarse en la cocina, por si Esme necesitaba ayuda.
-Hola papá- saludó Edward, dejándose caer en una de las sillas, al igual que su hermano.
-¿Dónde está Jake?- interrogó Jasper.
-Hablando con un cliente por teléfono; vendrá enseguida- les informó. Al poco menos de un minuto, el hermano mayor de los Cullen hizo su aparición por el patio trasero de la casa.
-Hola- masculló en voz baja, cogiendo un botellín de cerveza para abrirlo.
-¿Cómo estás?- inquirió su padre, preocupado; éste no contestó, encogiéndose de hombros.
-No tienes buena cara- añadió Jasper, metiéndose en la conversación.
-No me digas- respondió sarcástico, mientras fulminaba con la mirada a su hermano.
-Sólo estamos preocupados por ti- medió su padre, intentando apaciguar los ánimos.
-Pues dejad de preocuparos- espetó de forma brusca -ya soy mayorcito-.
-Pues si eres mayorcito, demuéstralo- exclamó Edward.
-Habló el que no se atrevía a confesarle sus sentimientos a Bella- respondió Jake, totalmente enfadado.
-No la pagues conmigo- le previno Edward, levantándose enfadado y encarándolo -ninguno tenemos la culpa... y deja el tema de mi novia en paz; yo tenía mis razones... al igual que tú tienes tus razones para afrontar cómo creas conveniente el asunto de Nessie- intentó tranquilizarlo.
-Entonces dejad de preocuparos tanto- siseó Jake.
-Eres mi hijo- exclamó Carlisle, viendo que Edward iba a responderle de nuevo -y aunque se de sobra la edad que tenéis cada uno, no puedo evitar preocuparme por todos vosotros- Jake se quedó callado unos minutos, hasta que suspiró pesadamente.
-Lo siento Edward- se disculpó con su hermano pequeño, palmeando su hombro -se que todos os preocupáis por mi-.
-No pasa nada- le tranquilizó Edward, esbozando una sonrisa.
-Es la desesperación de no saber nada de ella- dijo el hermano mayor de los Cullen en voz baja; justo en ese momento aparecieron las mujeres. Jake posó sus ojos en Alice, esperando alguna noticia de su amada que no supiera ya. La joven morena negó con la cabeza.
-Lo único nuevo es que la semana que viene regresa de Dallas... pero nada más- le explicó.
Un ligero rayo de esperanza se instaló en el pecho de Jake... por fin regresaba, y rogaba a todos los santos habido y por haber que esta vez, ella quisiera escucharle.
0o0o0o0o0o0
La semana pasó de forma lenta, torturando al joven ranchero... hasta que por fin, el sábado llegó. Sabía por Alice que ella regresaría por la tarde, de modo que después de una cena rápida con la familia, salió corriendo el dirección al garaje, arrancando su enorme todoterreno.
Durante todo el viaje se devanó los sesos, pensando la manera de explicarle sus sentimientos y arreglar este desaguisado que él solito había montado. Sus nervios recorrían a sus anchas su estómago... dios... nunca pensó que se pondría así de nervioso por ninguna mujer. No se dio cuenta de cuándo llegó al bloque de pisos dónde vivía, y aún después de apagar el motor, se quedó allí unos minutos, dándose valor así mismo. Con incertidumbre y el corazón rebotándole furiosamente, por fin salió. La calle estaba tranquila, ningún alma pasaba por allí en ese instante, así que sin pensalo de nuevo, subió con impaciencia.
De nuevo tras una respiración profunda, tocó suavemente la puerta; nadie le abrió, pero oyó movimiento por dentro de la casa, así que insistió de nuevo.
-Vamos Nessie- resoplaba impaciente. Al poco menos de un minuto, la puerta se abrió lentamente.
Los ojos de la joven se ensancharon, pero no a la sorpresa, sino más bien con un deje de temor; a Jake se le cayó el alma a los pies, al verla tan pálida y ojerosa, y con los ojos brillando a causa de las lágrimas, que Nessie no dejó de derramar a lo largo de todo este mes de separación. Respirando hondamente, la joven al fin habló.
-¿Qué quieres, Jake?-.
-Tenemos que hablar, Nessie- la joven negó con la cabeza, sin emitir sonido alguno -por favor- rogó el joven. Ésta lo miró por un largo minuto.
-Pensé que después de un mes, te darías por vencido-.
-Un Cullen nunca se da por vencido- contraatacó él, esbozando una pequeña sonrisa.
-Está bien- accedió ella, ignorando la sacudida que sufrió su corazón al ver esa sonrisa tan característica de la familia; abrió totalmente la puerta, para que el joven pasara. Al llegar al salón, Jake se encontró con un montón de cajas de cartón, apiladas en distintos rincones, y el apartamento prácticamente vacío.
-¿Estás de limpieza general?- le interrogó éste, con el ceño fruncido.
-Me mudo- aclaró la joven veterinaria, de modo seco.
-¿Cómo que te mudas?- preguntó frenético el ranchero, acercándose a ella.
-Vuelvo a Tucson con mis padres, es lo mejor- murmuró la joven, con las lágrimas surcando las mejillas. Jake la observaba atentamente... estaba muy delgada, pálida y ojerosa.
-Per... pero tu trabajo está aquí- respondió torpemente el joven -tu trabajo, tus amigos... y yo-.
-El trabajo es lo que menos me preocupa ahora- respondió ésta en voz baja, desviando su mirada para evitar encararlo.
-Nessie... por favor...- Jake tomó una de las temblorosas manos de la joven -siento mucho lo que te dije aquella noche... yo te quiero-.
-Yo también te quiero Jake, más de lo que te imaginas... pero no es suficiente- la respuesta dejó patidifuso al joven.
-¿Entonces por qué te vas?- preguntó confuso.
La respiración de la joven era irregular, sus nervios y sus hormonas estaban más alteradas que nunca... ojalá bastara con que la quisiera para que todo se arreglara.
-No quiero obligarte a nada que no quieras hacer, ni a imponerte algo en contra de tus principios- le explicó.
Jake empezó a pasearse por todo el salón, no entendía nada... dios... ¿qué rayos estaba pasando?.
-Nessie, por favor mi amor...- rogó de nuevo -tenía miedo al compromiso; pensé que eso para mi ya era un imposible... hasta que apareciste- tomó aire, para seguir hablando, pero vio que la joven negaba lentamente con la cabeza.
-No puedo imponerte mis sueños, ya que no son los tuyos... yo quiero una familia en el futuro- susurró, desviando su mirada para que no viera los nervios que repentinamente se instalaban en su expresión.
-Es cierto... no me había planteado ser padre... pero si eso ocurriera yo...- la joven lo cortó, dirigiéndose a la puerta y abriéndola.
-Por favor Jake... vete-.
-Nessie...-.
-No nos hagamos más daño, por favor- le rogó, llorando en silencio. Jake estaba derrotado... ella no quería escucharle, y él ya no sabía que decirle para intentar convencerla.
-¿Cuánd... cuándo te marchas?- preguntó el joven, con apenas un hilo de voz, parándose debajo del marco de la puerta.
-Mañana- contestó escuetamente, desviando su mirada; era incapaz de volver a mirarle a los ojos y no decirle lo que realmente pasaba. Pero él había dejado muy clara su postura, y ella no iba a condenarle a aceptar algo que no quería.
Sin poder mirarle otra vez, la joven se adentró hacia el interior del apartamento. Jake la siguió con la mirada, debatiéndose entre seguirla o no; había algo extraño en la actitud de la joven, y no conseguía averiguar que era lo que pasaba.
Una vez que Nessie no estuvo a su vista, salió apresuradamente de allí, cogiendo su coche y perdiéndose entre las calles del pueblo, y buscando un bar dónde no fuera muy conocido, para ahogar sus penas.
0o0o0o0o0o0
A la mañana siguiente todos evitaron decirle a Jake la mala cara que tenía; finalmente había terminado en el bar de Félix, borracho cómo una cuba y lamentándose entre trago y trago.
El dueño, viendo el estado en el que se encontraba, llamó al rancho para que alguien viniera a buscarle; tuvieron que venir Edward y Jasper con el volvo del hermano pequeño, para que Jasper pudiera traerse el todoterreno de Jake, mientras que el hermano mayor de los Cullen iba en el asiento trasero, tumbado poca arriba y sin dejar de hablar y seguir lamentándose a si mismo.
-Buenos días Jake- saludó Bella, de forma precavida. Edward le había contado a su pequeña el viaje que le había dado su hermano desde el asiento trasero del coche.
-Hola- murmuró de vuelta, frotándose las sienes y sentándose.
-¿Café?- le ofreció ésta.
-Triple por favor... y una tortilla de aspirinas si es posible- masculló entre dientes. Después de que su cuñada le pusiese delante el humeante y cargado café, lo bebió en silencio, ignorando las miradas interrogantes del resto de la familia. Y en silencio se levantó, dirigiéndose hacia los establos, ensillando a Mr. Spock y perdiéndose por los pastos.
Cabalgó durante horas y horas, perdiendo la noción del tiempo, y con las palabras de Nessie viniendo a su mente una y otra vez... ¿qué habría querido decir ella... acaso no era suficiente con que él compartiera sus sentimientos?. Pero eso, aunque le dolía y mucho, ya no tenía importancia alguna... había perdido su gran oportunidad para ser feliz en la vida, y todo gracias a su miedo al compromiso.
-Jake- se dio la vuelta, agarrando las riendas de su caballo; enfrente de él estaba Edward, haciéndole un gesto a Concord para que se detuviera.
-¿Qué?- preguntó en voz baja y apesadumbrada; su hermano pequeño se sorprendió; por lo acontecido el día anterior, se imaginaba de lejos que la conversación con la joven no había ido nada bien; incluso se esperaba hostilidad y negación al sacar el tema, pero la tristeza estaba impresa en el tono de voz de su hermano.
-No te des por vencido, Jake- le empezó a decir Edward, pero éste negó con la cabeza, impidiendo que siguiera hablando.
-Ella se marcha- los ojos de su hermano pequeño se abrieron, debido a la sorpresa.
-¿Cómo que se marcha?, ¿a dónde?- interrogó extrañado.
-Regresa a Tucson- respondió, con tono seco.
-¿No hablaste con ella?- volvió a preguntar.
-¡Demonios Edward!- el grito fue tal que hasta los caballos se movieron, inquietos y nerviosos -claro que intenté hablar con ella... ¡pero no quiso escucharme!- bramó. Edward permanecía callado, esperando que siguiera hablando -le dije que la quería... pero para ella, eso no es suficiente- bajó la cabeza, pesaroso -ella tiene unos sueños; casarse, tener una familia... y ella piensa que no los comparto... -.
Edward seguía sumido en el silencio... intentando comprender el por qué la actitud de Nessie; ¿por qué querría volver con sus padres?. Aunque ellos dos se separaran, no lo consideraba motivo suficiente para dejar Hunstville, y el puesto de trabajo tan prometedor y bueno cómo el que ella tenía. No sabía que decirle a su hermano, pero no le gustaba que se rindiera con tanta facilidad.
-Jake- exclamó, con la mayor precaución que tuvo -ella está huyendo por algo que no sabemos; sólo se que si fuera Bella la que se marchara así, correría detrás de ella, y no me rendiría- hizo que Concord se acercara hasta el caballo de su hermano, y después de darle un apretón en el hombro, en señal de ánimo, se alejó en silencio.
El hermano mayor de los Cullen todavía digería las palabras de su hermano... ¿por qué Nessie huía de esa forma?... esa pregunta no dejó de rondar por su cabeza a lo largo de todo el día.
Ya en la noche, en la soledad de su dormitorio, dio vueltas y vueltas, sumido en un enorme insomnio... pero era un Cullen, y no era un cobarde. La decisión estaba tomada, mañana él también se iba a Tucson.
0o0o0o0o0o0
A la mañana siguiente se levantó muchísimo más animado. Cambió los vaqueros y y las botas por un atuendo casual, y armado con una pequeña maleta, bajó a despedirse de su familia.
-¿A dónde vas?- interrogó Esme, al verle aparecer por la cocina, maleta en mano.
-A Tucson- Edward sonrió ampliamente, apoyando la decisión de su hermano; Bella también sonreía, apoyándole en silencio.
-Así se hace, hermano- le palmeó el hombro Jasper.
-¿Ya tienes el billete?- interrogó su padre; Jake lo miró sorprendido.
-¿No vas a decirme que estoy loco, o algo parecido?- Carlisle negó despacio con la cabeza.
-Es tu felicidad la que está en juego, hijo- le explicó con una sonrisa cómplice. Esas simples palabras de su padre eran el reflejo de todo el apoyo que le daba la familia.
-Jasper; ¿podrías llamar a Alice y pedirle que con cualquier excusa, averigüe si ya se ha ido?- le pidió.
-Por supuesto- canturreó con una sonrisilla maliciosa -es una ventaja que vivan en el mismo bloque de apartamentos- tarareó mientras se dirigía a la puerta, arrancando las risas del resto.
-¿No vas a sentarte a desayunar?- le ofreció su cuñada.
-Sólo quiero un café, gracias Bellie Bells- mientras se lo tomaba, Jasper hizo la llamada de teléfono, regresando al de pocos minutos.
-En su apartamento no abre nadie la puerta- exclamó Jasper, entrando por la cocina -y Alice no ha oído ni escuchado nada-.
-Eso quiere decir que ya se ha ido- añadió Edward -llamaremos al aeropuerto, para ver que vuelo puedes coger-.
Después de unos minutos, Jake se despedía de su familia; tenía dos horas en coche hasta Houston, además de otras casi dos horas de vuelo hasta Tucson; en su interior bullían sentimientos encontrados... pero una cosa tenía clara, tal y cómo le dijo a Jasper al despedirse de él en el aeropuerto... recuperara o no recuperara a Nessie, iba a por respuestas, y no volvería sin ellas.
Eran casi las cinco de la tarde cuándo por fin abrió la puerta de la habitación del hotel; había salido de Huntsville a las ocho y media de la mañana; en el aeropuerto tuvo que esperar casi tres horas para su vuelo, ya que no llegaba al anterior. Después de darse una ducha y de comer algo consistente, fue a recepción, pidiendo una guía telefónica y rezando para que no hubiera muchas familias con el apellido Rale. Para su fortuna, sólo había tres; una de ellas la descartó al instante, ya que suponía que el padre de su amada no se llamaba Martha Jane Rale; de modo que sólo le quedaban dos opciones.
-Dios... - se lamentaba de su memoria de pez; no recordaba si el padre de la joven se llama John o Stanley. Nessie lo le había hablado mucho de sus padres; no es que se llevaran mal... simplemente ellos tenían su vida allí y Nessie la tuvo en diversos estados, por motivos de trabajo, de modo que la joven los visitaba cuándo podía, que era muy pocas veces al año.
No sabía si llamar primero por teléfono, o si presentarse allí directamente. Si telefoneaba, corría el riesgo de que la joven le esquivara, de modo que optó el camino más rápido; se apuntó las dos direcciones, y salió a la puerta del hotel, tomando un taxi.
Le dio la primera dirección al taxista, indicándole que, por si las moscas, le esperara para llevarle a la otra. El vehículo paró a los quince minutos, en una zona residencial de clase media. Jake estudió la fachada de la casa, pintada de un color amarillo claro y la puerta y las ventanas blancas. Vio luz en el interior, y le indicó al taxista que ahora regresaba.
Al tocar el timbre, se encontró de cara con una cara muy familiar para él, pero con unos años más... había acertado.
-¿Señora Rale?- preguntó con precaución; la mujer asintió -me llamo Jacob Black; estoy buscando a su hija Vanessa, ¿vive aquí?-.
-Así es- afirmó la mujer, cerrando parcialmente la puerta con disimulo, y asomando simplemente su cabeza -mi hija no está en estos momentos- le explicó, en un tono frío y distante. El joven maldijo para sus adentros... no lo iba atener demasiado fácil.
-Escuche, señora Rale; no quiero hacerle daño, necesito hablar con ella- le suplicó, nervioso.
-Ya le he explicado que mi hija no está aquí- exclamó ésta, frenética, pero bajando sospechosamente el tono de voz.
-Por fav...- una voz que el joven conocía demasiado bien se escuchó desde el interior de la casa.
-¿Quién es, mamá?- la joven abrió la puerta, y sus ojos se abrieron cómo platos al ver ahí plantado al joven.
-¿Jake?- preguntó con sorpresa -¿qué estás haciendo aquí?-.
-Tienes que escucharme- le dijo éste, en un tono que no admitía replica alguna, pero la joven no estaba por la labor.
-Por favor; ya hemos hablado de ésto- suspiró ella, cansada y triste.
-Nessie... por favor- volvió a pedirle -además, tú has hablado... no yo- le recordó.
-Mamá, ¿podrías dejarnos a solas?- la mujer no quería moverse de allí, pero su hija le indicó con la mirada que se metiera dentro. A regañadientes, dejó sola a la pareja. La joven cerró la puerta tras de si. Se adelantó unos pasos, cubriéndose en un gesto involuntario con la bata que llevaba encima.
-¿Cómo se te ocurre presentarte aquí?- le reclamó, incrédula y enfadada. Aunque su mente y su corazón reclamaban a ese hombre, debía ser fuerte. Pero la acción del joven la dejó completamente desconcertada.
-¿Qué haces?- le preguntó, pegando un chillido involuntario al ver cómo Jake se arrodillaba ante ella, tomando una de sus manos entre las suyas.
-Nessie, te quiero... te necesito y...- el discurso fue interrumpido por el claxon del taxi. Jake madijo entre dientes, se había olvidado por completo de que seguía allí.
-No te muevas- se levantó para ir corriendo hasta el taxista, le pagó una buena cantidad, gracias a a que el cuenta kilómetros no había dejado de subir, y volvió hacia ella, que seguía mirándole con sorpresa.
-Nessie- murmuró de nuevo, tomando otra vez su mano -he sido un idiota... pero una cosa tengo clara... y es que te quiero... y te quiero en mi vida; llegó un momento en el que me resigné a estar sólo.. pero...-.
-Jake- susurró la joven, con los ojos llenos de lágrimas.
-Gracias a dios que te cruzaste en mi camino hace tres años, y hace unos meses; sería un completo idiota si dejara escapar a la mujer de la cual estoy enamorado... ¿te casarías conmigo?- le rogó, mostrándole una cajita negra, dónde relucía un sencillo anillo de oro blanco, con un diamante.
El corazón de la joven latía de forma acelerada... bajo ningún concepto esperó abrir la puerta de su casa, y encontrarse con el hombre que amaba, pidiéndole de rodillas que se casara con él. Los minutos que la joven pasó en silencio fueron una tortura para el joven ranchero texano.
-Dime algo, por favor- murmuró éste, ya con los nervios disparados. Al ver que la joven permanecía todavía en silencio, se levantó, frustrado consigo mismo.
-¿En verdad ésto es lo que quieres?- la pregunta de ella le descolocó -hace un mes no querías oír ni hablar de compromiso, ni de matrimonio, ni de hijos-.
-Por supuesto que es lo que quiero; hace un mes yo fui un completo idiota- reconoció éste -pero gracias a dios recapacité... me volví loco sin ti, sin estar a tu lado- sonrió con timidez, rodeando el cuerpo de la joven con sus brazos -ahí me di cuenta de que no podía vivir sin ti-.
Las lágrimas recorrían las mejillas de Nessie; en un gesto íntimo, lleno de cariño, Jake subió una de sus manos hasta la cara de ésta, quitándole una de ellas suavemente con el pulgar. En ese momento el joven se percató de las ojeras y de la palidez de su rostro... y sólo él era el culpable.
-Sé que te hecho mucho daño- empezó a decir el joven -y eso, por desgracia, ya no lo puedo cambiar; pero puedo arreglarlo... podemos arreglarlo si nos damos una oportunidad, para ser felices juntos... y quién sabe... quizá en un futuro podamos tener niños, y...- Nessie lo cortó.
-El niño ya está en camino... - murmuró.
Los brazos de Jake se tensaron en torno al cuerpo de la joven, quedándose blanco de la impresión y con la mirada perdida en el rostro de la que esperaba fuese su mujer.
-¿Jake?- interrogó con cautela Nessie, asustada por la palidez que se instalaba en la cara de éste. La soltó despacio, quedando frente a ella y bajando los ojos a su vientre... dónde ahora crecía su hijo.
-Por eso viniste aquí- meditaba en voz alta -ya estabas embarazada cuándo rompimos, ¿verdad?- la joven asintió, bajando la mirada hacia el suelo.
-Iba a decírtelo en unos días, cuándo me lo confirmara el doctor... pero la prueba de embarazo ya me dio positivo- le explicó en voz baja.
-Y yo diciéndote que no me planteaba una relación más seria... ¡dios!- exclamó, furioso consigo mismo -¿por qué no me lo dijiste ayer?-.
-No quería imponerte nada que no quisieras- le volvió a decir ésta -entiendo que estés enfadado, y que...- en un impulso, el ranchero la tomó en sus brazos, abrazándola con fuerza.
-Un hijo... pensaba que eso ya no se cumpliría para mi- murmuró, con la voz ahogada por la emoción -con razón me vas a decir que sí- le advirtió de manera cariñosa. Los ojos de la joven se volvieron a llenar de lágrimas.
-¿Entonces... lo quieres?- preguntó con voz trémula.
-Claro que lo quiero... y te quiero a ti... si yo lo hubiera sabido antes, no te habría dejado marchar- una sonrisa de felicidad se instaló en la cara de la joven, incapaz de creer el giro que habían tomado los acontecimientos; hace unos minutos se veía sola, volviendo a casa de sus padres... embarazada... y ahora el hombre del que estaba enamorada esperaba una respuesta; una simple palabra que daría paso a una familia.
-Sí... por supuesto que sí- la reacción de Jake al escuchar esas palabras fue inmediata, la tomó en sus brazos, estrechándola con fuerza y besándola con todo el amor que sentía por ella... y por el nuevo miembro del rancho Killarney, que ya estaba en camino.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 20: Puntería óptima
-¿Creéis que tendremos anuncio oficial de boda?- preguntó Jasper, muerto de curiosidad.
-Parece ser- aprobó Edward -sino no es así... ¿para qué vendrían los padres de Nessie?-.
Bella asintió con la cabeza; hacía casi una semana que Jake se había ido a Tucson; no les había contado mucho, pero lo que si les dijo es que les esperaba una sorpresa a su vuelta. Carlisle y Esme se habían ido a buscarlos al aeropuerto de Houston, y los esperaban para cenar.
-Ya era hora de que Jake se casara- exclamó Emmet, cogiendo un botellín de cerveza y cruzando las piernas encima de la mesa.
-Será la gran noticia del pueblo durante lo que resta del verano- murmuró Rosalie, mientras cogía al pequeño Owen -los solteros de oro de Huntsville caen cómo moscas- dijo con una risita.
-¿Quienes son los solteros de oro?- preguntó curiosa Alice, dejando la bandeja y sentándose en el amplio patio del rancho, al igual que el resto de la familia.
-Los hermanos Cullen- dijo con una sonrisa maliciosa.
-Vaya- masculló Bella, entre dientes -medio condado nos debe odiar- Edward miró a su pequeña de manera insinuante, lo que provocó que ésta le diera un suave golpe en el pecho.
-Creído- le sacó graciosamente la lengua.
-No somos los solteros de oro- se defendió Jasper -pero sí los mas codiciados- añadió con voz sugerente y levantando las cejas, en un gesto seductor.
-El ego Cullen sale a relucir- le contestó Alice, mirándole entre retadora y divertida. El resto de los hermanos y sus respectivas parejas reían divertidas ante la batalla dialéctica que empezaba.
-Todavía no has comprobado de lo que es capaz mi ego, señorita Brandon- la picó Jasper.
-Y a este paso, no tendrás la oportunidad, así que te sugiero que te portes bien- le previno, intentando aparentar una postura seria.
-Uhhhhhhh- suspiró cómicamente Emmet -tiene carácter- le dijo a su hermano, conteniendo la risa.
-Eso es Alice- la animó Bella entre risas, chocando sus manos.
-Así se habla- replicó Rosalie, con una sonrisa de suficiencia. Todos reían divertidos, pero el ruido de dos coches hizo que todos se dirigieran a la puerta principal. Esperaron a que sus ocupantes bajaran; las chicas rodearon a Nessie, abrazándola sin parar; la habían echado mucho de menos.
-Hermano- Edward fue el primero que abrazó a Jake; la felicidad se reflejaba en el rostro del hermano mayor de los Cullen, que correspondió a los abrazos de todos. Una vez se separaron, Jake tomó la palabra.
-Señores Rale, ellos son mis hermanos y cuñadas; chicos, os presento a los padres de Nessie- presentó de manera general.
-Es un placer conoceros en persona; Jake y vuestro padre no dejan de habar de ninguno de vosotros- dijo el señor Rale, después de que él y su esposa saludaran a tan numeroso grupo.
-Cosas buenas, espero- contestó Jasper -si necesita averiguar trapos sucios de mi hermano, no dude en preguntarnos- la cara de Jake era todo un poema... sus hermanos no podían estarse calladitos.
-Conocemos todos y cada uno de sus secretos- añadió Edward, picando a su hermano mayor, ante las risas del resto.
-Lo tendré presente- rió el padre de la joven -Carlisle, menuda tropa tienes en casa-.
-No lo sabe usted bien- murmuró el patriarca, con cara de resignación -pero pasad, por favor; estáis en vuestra casa- todos se dirigieron hacia el patio, dónde ya estaba la mesa puesta, esperando a sus comensales.
La cena transcurría en medio de un divertido y relajado ambiente; Jake y Nessie decidieron esperar a los postres, para soltar la noticia. Desde que el joven supo que iba a ser padre, apenas podía parar de sonreír... los padres de su novia sabían que se iban a casar... pero no lo del embarazo.
Todavía recordaba la mirada inquisidora e interrogante cuándo la joven prácticamente le ordenó que pasara al interior de su casa, minutos después de que le contestara sí. Obviamente, Stanley y Kelly Ralle habían recibido a una hija dolida y deprimida, y se imaginaban que la causa era ese joven ranchero texano.
En ese momento, el carácter bromista y despreocupado del joven se esfumó cómo por arte de magia; sentía sobre su persona la mirada inquisidora de los que ahora eran sus suegros. Mientras, ella le explicaba a sus padres que habían estado saliendo por un tiempo en Huntsville, pero que habían tenido una pequeña diferencia de opiniones. Stanley y Kelly Rale no disimularon su sorpresa cuándo su hija mencionó que se iban a casar; le preguntaron si estaba completamente segura, a lo que la joven respondió de manera rotunda.
-Estoy completamente segura; le amo- su corazón brincó de felicidad al recordar las palabras de su ahora prometida; los señores Rale observaron los ojos de su hija, brillando de felicidad, y dieron su bendición a la pareja... y la bienvenida al joven a la familia Rale... pero las palabras de su suegro le dejaron descolocado.
-Muchas felicidades hijos... espero que pronto llenéis esta casa de nietos- esas palabras dejaron descolocado a Jake... pero por la mirada que le dedicó Nessie, comprendió que la joven no había dicho palabra alguna del embarazo. Ella le explicó, después de que sus padres les dejaran a solas de nuevo, que prefería decirlo a ambas familias a la vez.
-Bien- Carlisle rompió la concentración del joven; no se dio apenas cuenta de que Bella, Esme y Rose empezaban a retirar los platos... ¿ya iban por los postres? -suponemos que tenéis buenas noticias- exclamó feliz y jovial, mirando a su hijo mayor. Jake y Nessie se sonrieron, tomándose de las manos.
-Así es... le he pedido a Nessie que se case conmigo... y ella me ha dicho que sí- anunció. El resto de comensales estallaron en silbidos y aplausos, mientras que el patriarca se levantaba y abrazaba a su hijo.
-Enhorabuena hijo... que alegría tan grande- le susurró mientras le abrazaba.
-Así se hace, hermanito- le felicitó Emmet, imitando el gesto de su padre. Sus hermanos pequeños también le felicitaron, al igual que Esme, quién apenas podía retener las lágrimas.
-De modo que oficialmente, vas a ser una Cullen- dijo Jasper, acercándose a Nessie.
-Una Black- le corrigió ésta, sonriendo.
-Bah, Black y Cullen significan los mismo... bienvenida a esta familia de locos- la joven correspondió a los abrazos de sus cuñados y cuñadas.
-Por fin otra chica en la familia- exclamó Rosalie, a lo que Bella le dio la razón.
-Yo creo que ya somos cuatro- corrigió Nessie, mirando a Alice.
-Poco a poco- le previno ésta, sonriendo. Las jóvenes se arremolinaron en torno a la pelirroja, admirando el anillo.
-¿Cuándo será el feliz acontecimiento?- interrogó Edward a su hermano, una vez se sentaron todos, para degustar el postre que su pequeña había preparado.
-En unas tres semanas- les explicó -queremos una boda civil, pequeña e íntima-.
-Sólo familia y los más allegados- añadió Nessie.
-Qué prisas- se quejó de manera graciosa Jasper -con lo que me gustan las grandes celebraciones-.
-Dudo mucho que recuerdes algo de la nuestra- le picó Emmet -te bebiste hasta el agua de los floreros- Edward contuvo la carcajada, pero Bella y Alice no la pudieron reprimir.
-Gracias por tu discreción... esas cosas no se cuentan- se cruzó de brazos.
-A nosotros nos gusta así- se defendió Jake -y queremos casarnos antes de que termine el mes de agosto-.
-Cualquiera diría que Nessie está embarazada- refunfuñó Jasper entre dientes... pero el silencio que se instaló entre la pareja dejó a todos patidifusos.
-Jake...- le instó Edward a su hermano... pero el sonrojo de la joven confirmó las palabras de Jasper.
Emmet golpeó la mesa con el puño, soltando una pequeña carcajada. Los padres de la joven miraban interrogantes a su hija... y Carlisle miraba a su hijo, esperando qué dijera algo. Bella sonreía... otro sobrino... otro pequeño que corretearía por el rancho.
-Es cierto... esperamos familia; y antes de que nadie diga nada- advirtió, mirando al resto de comensales -cuándo le pedí que se casara conmigo, todavía no lo sabía; me lo dijo después- aclaró.
-¿Por qué no nos lo dijiste cuándo llegaste a casa?- le reclamó la señora Rale a su hija.
-Tenía cita con el médico para una revisión; iba a decíroslo después... pero...-.
-Pero apareció mi hermano, y todo se arregló- Nessie afirmó en silencio.
-Pues es una noticia estupenda- intervino Edward -otro miembro en la familia-.
-Dos- corrigió Jake, con una sonrisa de felicidad -la ecografía no dejaba lugar a dudas-.
-¿En serio?- preguntó Esme, llevándose las manos a la boca.
-Wau- silbó Jasper.
-No puedo creerlo- murmuraba Carlisle, todavía en trance -seré abuelo de gemelos-.
-O gemelas- añadió Rosalie. Todos se levantaron, para volver a felicitar a la pareja. Los padres de la joven, una vez recuperados del shock inicial, llenaron de besos a su hija, exultantes y felices por la noticia, al igual que Carlisle, que se fue hacia la cocina, a buscar dos botellas de champagne.
-Vaya vaya...- exclamó Edward -y pensar que jugando a los dardos no das nunca en la diana- dijo con una sonrisa maliciosa.
-Prometo no volver a dudar de tu puntería- juró Emmet de manera cómica -desde este momento, te has convertido en mi ídolo- Bella, Alice y Rosalie, incluso Nessie, no podían parar de reír, ante el sonrojo y el mosqueo de Jake.
-Calladitos estáis más monos- refunfuñaba el hermano mayor entre dientes.
-Vamos Jake, no te enfades... ¿nos apuntanos al campeonato de tiro de la feria de septiembre?- le preguntó Jasper, entre risas.
Justo en ese momento aparecía Carlisle, cargado con dos botellas de champagne y varias copas; Esme fue en su ayuda.
-Enhorabuena abuelo- le susurró con cariño, aprovechando que todavía estaban apartados del resto. Carlisle sonrió complacido, mirando a su familia, que hablaba y reía feliz, por el giro que habían tomado los acontecimientos.
-Espero que después me des la enhorabuena de esa forma que tú sabes...- Esme se sonrojó furiosamente ante la sugerente insinuación, pero se obligó a si misma a guardar la compostura.
-Carlisle, por favor- le reprendió en voz baja, mientras caminaban hacia la mesa. Éste simplemente le hizo un guiño cómplice, volviendo su vista hacia la mesa, dónde toda su familia estaba de celebración.
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Las dos semanas que precedieron a esa noche de noticias fueron las más frenéticas que se recordaban en el rancho desde la boda de Emmet. Nessie se mudó a la casa familiar, y sus padres también estaban alojados allí, ya que Carlisle no permitió de ninguna manera que se hospedaran en un hotel. La boda se celebraría en los jardines del rancho, al atardecer; Bella se ofreció a preparar el menú, con la ayuda de Esme, Rosalie y Alice; era su particular regalo a los novios, sobre todo para Jake. Los invitados apenas sobrepasaban la treintena; aparte de la familia y de los padres de Nessie, sólo estaban invitados Jenks y su esposa, los padres de Rosalie y Sam y los chicos que trabajaban en el rancho.
Durante esas dos semanas las conversaciones, sobre todo las femeninas, giraban en torno a vestidos blancos, menús de celebración y un largo etcétera de cuestiones relacionadas con la celebración del matrimonio.
Carlisle y Jake también hablaron con el arquitecto que idearía los planos para la futura casa de los recién casados, que al igual que la de Rosalie y Emmet, estaría dentro de las propiedades del rancho Killarney.
Por supuesto, también habría despedidas, tanto de soltero cómo de soltera. Nessie y Jake no querían, pero al final no les quedó más remedio que aceptar. Jake accedió a una cena con sus hermanos y los peones del rancho, y después irían a tomar unas copas, y punto.
La joven fue más dura de convencer que Jake, pero al final también tuvo que dar su brazo a torcer, y saldrían a cenar y a bailar una rato ellas cuatro y Jane, la recepcionista que trabajaba con Rosalie en su consultorio, y que había salido con las jóvenes alguna vez. La fecha de ambos eventos quedó fijada para el sábado anterior a la boda.
-Espero que no se os ocurra a venir a vigilarnos- le amenazó Rose a su marido, fulminándole con la mirada.
-¿Cómo piensas eso?- le reclamó éste, ofendido -nosotros también queremos divertirnos-.
-Precisamente porque os conozco, por eso lo digo- le contestó ésta. Rose le dejó con la palabra en la boca mientras se acercaba a su pequeño, que desde los brazos de Esme miraba curiosos el alboroto que reinaba en el hall de la casa.
-No des mucha guerra al abuelo Carlisle- le dijo a su pequeño, después de besarle unas cuantas veces.
-Pasadlo muy bien todos- les deseó el señor Rale.
-Tranquila hija; Owen estará muy bien aquí- la calmó Esme; era la primera vez que Rosalie dejaba a su bebé, y le costaba un poco.
-Tened cuidado- les previno Jasper a las chicas, a la vez que rodeaba la cintura de Alice con su brazo. La joven afirmó por décima vez con la cabeza; las cosas entre ellos iban despacio... pero iban por buen camino.
-En cuánto te sientas cansada, a casa- le ordenó Jake a Nessie, en un tono entre cariñoso y autoritario.
-Jake, tranquilo- le respondió ésta, con un suspiro de paciencia -sabes que no puedo beber-.
-No llegaremos tarde, prometido- acabó Bella por ella; Edward la abrazaba por detrás; su pequeña estaba preciosa con esos pantalones negros, sus zapatos de tacón del mismo color y el top de tirantes de color azul. Demasiado preciosa para su propia seguridad... pero se mordió la lengua. La dio la vuelta entre sus brazos, ganándose una de las sonrisas que más le gustaban.
-Espero que lo pases muy bien- le susurró, estrechándola más hacia su cuerpo.
-Y vosotros; seguro que disfrutáis de una noche sólo de hombres- murmuró ella, pasando los brazos por su cuello y dejando un pequeño beso en sus labios.
-Pero no bebas demasiado- le previno, en tono completamente serio -no estás acostumbrada, y te podría sentar mal-.
-Edward- suspiró cansada -ya sabes que el alcohol no me sienta muy bien, así que puedes estar tranquilo- le prometió.
-Y vosotros cuidadito- amenazó Alice a su pareja y cuñados -no sólo vais a ser vosotros los que nos prevengáis cómo a adolescentes- Carlisle y Stanley rieron ante el comentario de la joven.
Después de unos minutos más de recomendaciones y despedidas, por fin cada grupo se fue por su lado. Las chicas se dirigieron a un restaurante en el centro del pueblo, y los hermanos Cullen y el resto se fueron a un restaurante ubicado en la población vecina; después volverían a Hunstville para tomar algo.
Nessie y el resto disfrutaron de una agradable cena; aunque ella no pudiera probar el alcohol, se lo estaba pasando pipa, hablando de temas de mujeres y riendo sin parar. Jane se despidió de ellas nada más cenar, alegando que su marido se estaría volviendo loco con las niñas. Después de despedirla, se encaminaron hasta el pub irlandés que había en el pueblo.
-Estoy encantada- exclamaba Rosalie -desde que nació Owen, apenas piso la calle para ir al trabajo y a casa, y viceversa- las cuatro se encontraban en torno a una mesa, con las copas delante.
-Ya sabes lo que te espera, Ness- le previno Alice, con una sonrisa.
-Pero merece la pena- añadió Rosalie, esbozando una sonrisa mientras la imagen de su pequeño hacía eco en su mente. Bella las miraba con una pizca de envidia; le encantaban los niños, y en su interior deseaba que eso pasara con Edward algún día... pero primero debía estudiar, era muy joven.
-Pero basta de hablar de niños- exclamó Nessie, dando un sorbo a su refresco -esto es una despedida de soltera-.
-Cierto- alzó su copa Rosalie -y dado que vas a ingresar formalmente en la familia, bien está que las veteranas te demos algunos consejos- le explicó, señalándole a Bella.
-¿Consejos?- interrogó Nessie, mientras que Alice contenía la carcajada.
-No se ría tanto, señorita Brandon- la señaló graciosamente Bella con el dedo índice -que también van para usted-.
-¿Cómo van las cosas con Jasper?- le preguntó la homenajeada -veo que habéis avanzado mucho-.
-Salimos a menudo- les empezó a explicar -la verdad es que es sorprendente- Bella la escuchaba con una sonrisa -bajo toda esa socarronería y arrogancia...-.
-Cosa que te vuelve loca- puntualizó Rose, guiñándole un ojo. Alice rió divertida.
-Lo admito- se dio por vencida la joven morena -pero bajo todo eso se esconde un hombre atento y cariñoso... me trata muy bien, no me obliga a nada... y me hace sentir segura- Bella sonreía mientras la escuchaba, al igual que Rose y Nessie.
-Pero odio cuándo saca a relucir la sonrisita torcida para convencerme de algo- refunfuñó mientras rodaba los ojos.
-La marca de la casa- exclamó Rose entre dientes, pegando un sorbo a su bebida.
-¿Será algo que va en el paquete de los genes Cullen?- meditó Bella en voz alta, ante las risas de Nessie.
-Eso y el carácter bromista- añadió Alice.
-En ese aspecto, Jake se lleva la palma- apuntó Rosalie -aunque Emmet tampoco se queda corto-.
-Por no hablar de lo cotillas que son a veces- dijo Alice -Jasper me contó lo de Carlisle y Esme hace poco-.
-Jake me lo dijo también -saltó Nessie, con una sonrisa maliciosa.
-Tu novio siempre está al acecho, a ver si los pilla in fraganti- le confesó Rose a Nessie, a la vez que Bella reía a carcajada limpia.
-Me lo creo- rodó los ojos la aludida -seguro que el cotilleo también es una característica de los genes Cullen; esperemos que Owen y sus primitos no lo saquen- exclamó Nessie divertida, tocándose el vientre, todavía minúsculo a simple vista. Las jóvenes proseguían con la divertida charla; las copas también seguían su ritmo, y excepto Nessie, las jóvenes empezaban a notar los efectos del alcohol.
-Propongo un brindis- Rosalie se puso de pie, con su copa en la mano; Alice trastabilló ligeramente, y Bella soltó una sonora carcajada.
-Por nuestra amiga Nessie, que se une a esta familia de locos- la rubia intentó decir el pequeño discurso con algo de seriedad, pero Bella y Alice no estaban por la labor de contener las risas.
-Por el novio- añadió Alice -¿qué?; si el no va a buscarte no estarías aquí- le aclaró a Nessie, sin poder contener la risa.
-Por los hermanos Cullen- añadió Bella, trabándose un par de veces con la frase -porque sigan tan arrogantes cómo siempre- Alice asintió divertida, y las cuatro chocaron sonoramente sus vasos.
-Y ahora... hora de mover el esqueleto- anunció Rosalie.
-¿Y adónde vamos a ir?- interrogó Nessie.
-Podríamos ir al Mistic River- sugirió Bella, agarrando a Alice del brazo mientras salían del local -ponen buena música para bailar-.
-Es una buena idea- la secundó Rosalie.
-¿Seguro que no nos cruzaremos con ellos?- volvió a preguntar Nessie.
-Lo dudo, no les va mucho ese bar; seguro que terminan jugando al billar en el bar de Félix- Rose hizo un gesto despreocupado con la mano, de modo que hacia allí se dirigieron.
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Una hora después, los cuatro hermanos traspasaban las puertas del Mistic River. El local estaba a reventar, y la música sonaba a todo volumen. Sam y los muchachos se habían disculpado, alegando que ellos si que tenían trabajo al día siguiente.
Edward y Jasper se dirigieron a la barra, mientras que Jake y Emmet se entretenían con un conocido con el que se habían cruzado en la entrada. Pidieron las bebidas para todos mientras que sus hermanos se reunían con ellos.
-Creo que no entraba aquí desde mi época universitaria- exclamó Jake, animado.
-Entonces eso no ocurre desde la época neanderthal- comentó Jasper, arrancando las risas del resto.
-Muy gracioso hermanito- rodó los ojos Jake -ya llegarás a mi edad; y tú también- le dio un codazo a Edward, para que dejara de reírse.
-Así que reconoces que te haces mayor- se burló Emmet.
-Estoy en la flor de la vida; voy a casarme, voy a ser padre... ¿qué más puedo pedir?- exclamó alborozado.
-Brindo por eso- Emmet levantó su copa, seguido por el resto de sus hermanos. Después de dejar los vasos en en la barra, y de saludar a varias personas, con las que se encontraron; prosiguieron con la animada conversación.
-¿Qué creéis que están haciendo las chicas?- interrogó Edward, con una sonrisa maliciosa.
-Yo creo que Nessie estará en casa; se cansa con el mínimo esfuerzo- dijo Jake muy convencido.
-Y creo que Bella la habrá acompañado; no está acostumbrada a salir... y espero que no la hayan dejado beber mucho- refunfuñó.
-Pareces su padre- rodó los ojos Emmet, pero la contestación de su hermano pequeño hizo que se atragantara de la risa.
-Te aseguro que no soy su padre- le aclaró Edward, con una sonrisilla maliciosa. Jasper y Jake se carcajeaban de lo lindo, pero justo en ese momento apareció Phil, el hijo de Jenks, el abogado de su padre.
-¡Phil!- exclamó asombrado Emmet -te hacíamos en Dallas- el joven conocía a los Cullen desde que iban a la escuela primaria.
-Y así es- dijo el joven estrechando la mano a todos los hermanos -el martes salgo hacia Nueva York, y he pasado a ver a mis padres- les explicó -por cierto; enhorabuena- felicitó a Jake -mi padre me lo ha dicho... además he estado con Rosalie hace un rato-.
-¿Ah, sí?- preguntó interesado Jasper; Phil rió divertido, afirmando con la cabeza -también he conocido a tu futura esposa- le explicó a Jake -y a Bella y Alice; se lo están pasando muy bien- les explicó Phil.
-¿Y dónde las has visto?- interrogó Jake. Phil lo miró frunciendo el ceño.
-Están bailando en la pista... y muy animadamente, por cierto- Edward por poco se atraganta al oír las palabras de su amigo.
-¿Están aquí?- preguntó alucinado Emmet. Phil no podía parar de reír, señalándoles con la mano la parte izquierda de la pista, justo al lado opuesto en dónde ellos se encontraban.
Los hermanos se acercaron hacia la zona que les indicó su amigo... y efectivamente, allí estaban las cuatro, sumergidas en la música, y disfrutando y riendo despreocupadas.
Edward miraba a su pequeña sin poder creerlo; Bella movía sensualmente las caderas... dios... ¿dónde había aprendido a moverse así?. A su lado Emmet y Jasper vigilaban a sus respectivas parejas, que también bailaban de la manera más animada. Sólo Nessie se percató de que estaban allí su novio y sus cuñados.
-Joder- siseó entre dientes; se dirigió hacia el grupo, cruzando los brazos y visiblemente enfadada -¿se puede saber qué hacéis aquí?- fulminaba a su prometido con la mirada.
-¿Y vosotras?- se cruzó de brazos Jake.
-Hemos venido a bailar un rato- se defendió ella.
-No sabíamos que estabais aquí- se defendió Jasper, que miraba a Alice con una ceja alzada. En ese momento Bella se giró, y apareció una inmensa sonrisa en su cara.
-¡Eddieeeee!- se lanzó a sus brazos, colgándose de su cuello y abrazándole con fuerza.
-Hola cielo- le dijo éste, tomándole de la cintura; la joven dio un paso hacia atrás, pero por poco se cae de culo, al tropezarse con sus propios pies -¿te lo has pasado bien?- interrogó.
-Siiii- exclamó ella; se podía oler su aliento a alcohol a cinco metros de distancia. Edward entrecerró los ojos, mirándola serio.
-¿Estás borracha?- Bella puso una graciosa mueca, pensando su respuesta; y esbozando una sonrisa traviesa hizo un gesto con sus dedos índice y pulgar.
-Sólo un poquito- se disculpó cual niña buena -pero me alegro de qué estés aquí... tenía muuuchas ganas de verte- su tono de voz adquirió un tono sensual a la vez que pasaba su dedo índice por el torso del joven. Emmet y Jasper no podían parar de reír, para desgracia de su hermano pequeño.
-Está cómo una cuba... ¿de modo que a ella le dejas que te llame Eddie, ehhh?- le dijo Jake, conteniendo la risa. En ese momento se acercaban Rosalie y Alice.
-Ya tenían que venir ellos a fastidiarnos la fiesta- siseó la joven rubia.
-Va incluido en los genes Cullen el molestar- rodó los ojos Alice, mientras intentaba mantenerse derecha. Jasper y Emmet se pusieron serios al verlas.
-Me parece que no están en condiciones de replicar nada- Jasper miraba furioso a Alice -me parece que ha bebido demasiado, señorita Brandon- hizo un amago de acercarse a ella, pero ésta dio un paso atrás.
-Creo que la fiesta ha terminado- anunció Emmet -mañana vais a tener una resaca de campeonato-.
-Ni hablar- su esposa de cruzó de brazos -no pienso moverme de aquí-.
-Yo tampoco- la apoyó Alice. Nessie y Jake no podían parar de reír, al igual que Bella, que agarrada por Edward luchaba por no tambalearse.
-Rose- le advirtió Emmet -a casa ¡ya!-.
-No te lo crees ni tú- le encaró ésta.
-Rosalie Cullen... no me obligues a lo que tú ya sabes- la previno.
-No serás capaz- le respondió ésta, haciéndose la ofendida.
-¿El qué va a hacer?- susurró Nessie.
-Ya lo verás- contestó su prometido, disfrutando del espectáculo. Con un movimiento rápido, Emmet la tomó en brazos, empezando a andar hacia la salida.
-¡Bájame!; estás loco- chilló ésta, con todas sus fuerzas.
-Mañana me lo agradecerás, créeme- contestó Emmet, suspirando con paciencia.
-¡Bájala ahora mismo!- chilló de vuelta Alice; Jasper bufó, rodando los ojos y acercándose a ella; sin apenas darse cuenta, debido al alcohol que corría por su sangre, la joven se vio cargada cual saco de patatas. Tardó unos segundos en darse cuenta, y tuvo que retener la arcada que le producía ir bamboleándose, subida en el hombro de Jasper.
-¡Jasper Cullen, déjame en el suelo ahora!- gritó, dándole golpes en al espalda.
-Me parece que no está en condiciones de pensar con coherencia, señorita Brandon; de modo que nos vamos a casa- contestó tan tranquilo.
Edward agarró a Bella de la cintura, ayudándola a salir del local; la joven se desternillaba de risa, debido al follón organizado. Una vez fuera, Jasper dejó a Alice apoyada en el suelo, para poder buscar las llaves del coche.
-Eres un idiota integral- siseó la joven morena entre dientes, ya que la dejó de forma brusca en el suelo.
-Lo qué tu digas... pero sube al coche- cuando consiguieron meter a las jóvenes en los automóviles, Jake y Edward se fueron al rancho, mientras que Emmet y Rose se fueron a su casa y Alice y Jasper al apartamento de ésta.
Cuándo la entrada del rancho Killarney apareció ante sus narices, Edward suspiró aliviado. Su pequeña se pasó el viaje cantando una canción y hablando sin parar. Jake y Nessie bajaron primero, y Bella se empeñó en subir ella sola las escaleras... pero si ya de por si tenía poca coordinación, el alcohol la empeoraba.
-Terminarías antes si la subes en brazos- le sugirió Jake. Edward siseó por lo bajini... pero Jake tenía razón; la cargó en brazos, y se giró para encarar a su hermano y cuñada.
-Despídete Bella- ella sonrió, haciendo un gesto de despedida con la mano.
-Buenas nocheeeees- canturreó, sin dejar de reírse. Iban subiendo las escaleras, y Edward la tuvo que reprender un par de veces para que no hiciera mucho ruido.
-Vas a despertar a Owen- en el fondo, reconocía que era muy gracioso verla así; nunca la había visto reír de esa manera. Por fin, después de unos minutos de protesta, la dejó encima de su cama.
-No te muevas- le advirtió -voy a buscar un pijama qué ponerte- Bella se mordió el labio... ¿ponerle el pijama?; ni hablar. Se levantó con sigilo, y cómo Edward estaba de espaldas, rodeó su cintura con sus brazos.
-No estoy tan borracha... sólo un poco contentilla- susurró contra su espalda, a la vez que sus manos bajaron hasta el trasero de su novio. Este rió, negando con la cabeza y dándose la vuelta.
-¿Contetilla?- preguntó, arqueando una ceja; Bella movió afirmativamente la cabeza, y sin previo aviso, estampó sus labios en la boca de Edward, besándole con avidez.
Edward intentó contenerse, pero no pudo evitar rodear la cintura de su pequeña con sus brazos... le volvía loco verla tomar por una vez la iniciativa. Caminó con ella entre sus brazos hasta que toparon con la cama, cayendo ambos encima de ella.
-No hagas mucho ruido- le advirtió éste, besando su cuello y quitándole la chaqueta. Bella suspiró, agarrando los botones de su camisa y asintiendo en silencio.
-Creo que se va a pasar la borrachera- meditó en voz alta... iba a añadir algo más, pero las suaves manos de Edward se posaron en su estómago... y fue incapaz de decir nada más, y se dejó llevar por las caricias que le dedicaba su novio.
-¿Creéis que tendremos anuncio oficial de boda?- preguntó Jasper, muerto de curiosidad.
-Parece ser- aprobó Edward -sino no es así... ¿para qué vendrían los padres de Nessie?-.
Bella asintió con la cabeza; hacía casi una semana que Jake se había ido a Tucson; no les había contado mucho, pero lo que si les dijo es que les esperaba una sorpresa a su vuelta. Carlisle y Esme se habían ido a buscarlos al aeropuerto de Houston, y los esperaban para cenar.
-Ya era hora de que Jake se casara- exclamó Emmet, cogiendo un botellín de cerveza y cruzando las piernas encima de la mesa.
-Será la gran noticia del pueblo durante lo que resta del verano- murmuró Rosalie, mientras cogía al pequeño Owen -los solteros de oro de Huntsville caen cómo moscas- dijo con una risita.
-¿Quienes son los solteros de oro?- preguntó curiosa Alice, dejando la bandeja y sentándose en el amplio patio del rancho, al igual que el resto de la familia.
-Los hermanos Cullen- dijo con una sonrisa maliciosa.
-Vaya- masculló Bella, entre dientes -medio condado nos debe odiar- Edward miró a su pequeña de manera insinuante, lo que provocó que ésta le diera un suave golpe en el pecho.
-Creído- le sacó graciosamente la lengua.
-No somos los solteros de oro- se defendió Jasper -pero sí los mas codiciados- añadió con voz sugerente y levantando las cejas, en un gesto seductor.
-El ego Cullen sale a relucir- le contestó Alice, mirándole entre retadora y divertida. El resto de los hermanos y sus respectivas parejas reían divertidas ante la batalla dialéctica que empezaba.
-Todavía no has comprobado de lo que es capaz mi ego, señorita Brandon- la picó Jasper.
-Y a este paso, no tendrás la oportunidad, así que te sugiero que te portes bien- le previno, intentando aparentar una postura seria.
-Uhhhhhhh- suspiró cómicamente Emmet -tiene carácter- le dijo a su hermano, conteniendo la risa.
-Eso es Alice- la animó Bella entre risas, chocando sus manos.
-Así se habla- replicó Rosalie, con una sonrisa de suficiencia. Todos reían divertidos, pero el ruido de dos coches hizo que todos se dirigieran a la puerta principal. Esperaron a que sus ocupantes bajaran; las chicas rodearon a Nessie, abrazándola sin parar; la habían echado mucho de menos.
-Hermano- Edward fue el primero que abrazó a Jake; la felicidad se reflejaba en el rostro del hermano mayor de los Cullen, que correspondió a los abrazos de todos. Una vez se separaron, Jake tomó la palabra.
-Señores Rale, ellos son mis hermanos y cuñadas; chicos, os presento a los padres de Nessie- presentó de manera general.
-Es un placer conoceros en persona; Jake y vuestro padre no dejan de habar de ninguno de vosotros- dijo el señor Rale, después de que él y su esposa saludaran a tan numeroso grupo.
-Cosas buenas, espero- contestó Jasper -si necesita averiguar trapos sucios de mi hermano, no dude en preguntarnos- la cara de Jake era todo un poema... sus hermanos no podían estarse calladitos.
-Conocemos todos y cada uno de sus secretos- añadió Edward, picando a su hermano mayor, ante las risas del resto.
-Lo tendré presente- rió el padre de la joven -Carlisle, menuda tropa tienes en casa-.
-No lo sabe usted bien- murmuró el patriarca, con cara de resignación -pero pasad, por favor; estáis en vuestra casa- todos se dirigieron hacia el patio, dónde ya estaba la mesa puesta, esperando a sus comensales.
La cena transcurría en medio de un divertido y relajado ambiente; Jake y Nessie decidieron esperar a los postres, para soltar la noticia. Desde que el joven supo que iba a ser padre, apenas podía parar de sonreír... los padres de su novia sabían que se iban a casar... pero no lo del embarazo.
Todavía recordaba la mirada inquisidora e interrogante cuándo la joven prácticamente le ordenó que pasara al interior de su casa, minutos después de que le contestara sí. Obviamente, Stanley y Kelly Ralle habían recibido a una hija dolida y deprimida, y se imaginaban que la causa era ese joven ranchero texano.
En ese momento, el carácter bromista y despreocupado del joven se esfumó cómo por arte de magia; sentía sobre su persona la mirada inquisidora de los que ahora eran sus suegros. Mientras, ella le explicaba a sus padres que habían estado saliendo por un tiempo en Huntsville, pero que habían tenido una pequeña diferencia de opiniones. Stanley y Kelly Rale no disimularon su sorpresa cuándo su hija mencionó que se iban a casar; le preguntaron si estaba completamente segura, a lo que la joven respondió de manera rotunda.
-Estoy completamente segura; le amo- su corazón brincó de felicidad al recordar las palabras de su ahora prometida; los señores Rale observaron los ojos de su hija, brillando de felicidad, y dieron su bendición a la pareja... y la bienvenida al joven a la familia Rale... pero las palabras de su suegro le dejaron descolocado.
-Muchas felicidades hijos... espero que pronto llenéis esta casa de nietos- esas palabras dejaron descolocado a Jake... pero por la mirada que le dedicó Nessie, comprendió que la joven no había dicho palabra alguna del embarazo. Ella le explicó, después de que sus padres les dejaran a solas de nuevo, que prefería decirlo a ambas familias a la vez.
-Bien- Carlisle rompió la concentración del joven; no se dio apenas cuenta de que Bella, Esme y Rose empezaban a retirar los platos... ¿ya iban por los postres? -suponemos que tenéis buenas noticias- exclamó feliz y jovial, mirando a su hijo mayor. Jake y Nessie se sonrieron, tomándose de las manos.
-Así es... le he pedido a Nessie que se case conmigo... y ella me ha dicho que sí- anunció. El resto de comensales estallaron en silbidos y aplausos, mientras que el patriarca se levantaba y abrazaba a su hijo.
-Enhorabuena hijo... que alegría tan grande- le susurró mientras le abrazaba.
-Así se hace, hermanito- le felicitó Emmet, imitando el gesto de su padre. Sus hermanos pequeños también le felicitaron, al igual que Esme, quién apenas podía retener las lágrimas.
-De modo que oficialmente, vas a ser una Cullen- dijo Jasper, acercándose a Nessie.
-Una Black- le corrigió ésta, sonriendo.
-Bah, Black y Cullen significan los mismo... bienvenida a esta familia de locos- la joven correspondió a los abrazos de sus cuñados y cuñadas.
-Por fin otra chica en la familia- exclamó Rosalie, a lo que Bella le dio la razón.
-Yo creo que ya somos cuatro- corrigió Nessie, mirando a Alice.
-Poco a poco- le previno ésta, sonriendo. Las jóvenes se arremolinaron en torno a la pelirroja, admirando el anillo.
-¿Cuándo será el feliz acontecimiento?- interrogó Edward a su hermano, una vez se sentaron todos, para degustar el postre que su pequeña había preparado.
-En unas tres semanas- les explicó -queremos una boda civil, pequeña e íntima-.
-Sólo familia y los más allegados- añadió Nessie.
-Qué prisas- se quejó de manera graciosa Jasper -con lo que me gustan las grandes celebraciones-.
-Dudo mucho que recuerdes algo de la nuestra- le picó Emmet -te bebiste hasta el agua de los floreros- Edward contuvo la carcajada, pero Bella y Alice no la pudieron reprimir.
-Gracias por tu discreción... esas cosas no se cuentan- se cruzó de brazos.
-A nosotros nos gusta así- se defendió Jake -y queremos casarnos antes de que termine el mes de agosto-.
-Cualquiera diría que Nessie está embarazada- refunfuñó Jasper entre dientes... pero el silencio que se instaló entre la pareja dejó a todos patidifusos.
-Jake...- le instó Edward a su hermano... pero el sonrojo de la joven confirmó las palabras de Jasper.
Emmet golpeó la mesa con el puño, soltando una pequeña carcajada. Los padres de la joven miraban interrogantes a su hija... y Carlisle miraba a su hijo, esperando qué dijera algo. Bella sonreía... otro sobrino... otro pequeño que corretearía por el rancho.
-Es cierto... esperamos familia; y antes de que nadie diga nada- advirtió, mirando al resto de comensales -cuándo le pedí que se casara conmigo, todavía no lo sabía; me lo dijo después- aclaró.
-¿Por qué no nos lo dijiste cuándo llegaste a casa?- le reclamó la señora Rale a su hija.
-Tenía cita con el médico para una revisión; iba a decíroslo después... pero...-.
-Pero apareció mi hermano, y todo se arregló- Nessie afirmó en silencio.
-Pues es una noticia estupenda- intervino Edward -otro miembro en la familia-.
-Dos- corrigió Jake, con una sonrisa de felicidad -la ecografía no dejaba lugar a dudas-.
-¿En serio?- preguntó Esme, llevándose las manos a la boca.
-Wau- silbó Jasper.
-No puedo creerlo- murmuraba Carlisle, todavía en trance -seré abuelo de gemelos-.
-O gemelas- añadió Rosalie. Todos se levantaron, para volver a felicitar a la pareja. Los padres de la joven, una vez recuperados del shock inicial, llenaron de besos a su hija, exultantes y felices por la noticia, al igual que Carlisle, que se fue hacia la cocina, a buscar dos botellas de champagne.
-Vaya vaya...- exclamó Edward -y pensar que jugando a los dardos no das nunca en la diana- dijo con una sonrisa maliciosa.
-Prometo no volver a dudar de tu puntería- juró Emmet de manera cómica -desde este momento, te has convertido en mi ídolo- Bella, Alice y Rosalie, incluso Nessie, no podían parar de reír, ante el sonrojo y el mosqueo de Jake.
-Calladitos estáis más monos- refunfuñaba el hermano mayor entre dientes.
-Vamos Jake, no te enfades... ¿nos apuntanos al campeonato de tiro de la feria de septiembre?- le preguntó Jasper, entre risas.
Justo en ese momento aparecía Carlisle, cargado con dos botellas de champagne y varias copas; Esme fue en su ayuda.
-Enhorabuena abuelo- le susurró con cariño, aprovechando que todavía estaban apartados del resto. Carlisle sonrió complacido, mirando a su familia, que hablaba y reía feliz, por el giro que habían tomado los acontecimientos.
-Espero que después me des la enhorabuena de esa forma que tú sabes...- Esme se sonrojó furiosamente ante la sugerente insinuación, pero se obligó a si misma a guardar la compostura.
-Carlisle, por favor- le reprendió en voz baja, mientras caminaban hacia la mesa. Éste simplemente le hizo un guiño cómplice, volviendo su vista hacia la mesa, dónde toda su familia estaba de celebración.
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Las dos semanas que precedieron a esa noche de noticias fueron las más frenéticas que se recordaban en el rancho desde la boda de Emmet. Nessie se mudó a la casa familiar, y sus padres también estaban alojados allí, ya que Carlisle no permitió de ninguna manera que se hospedaran en un hotel. La boda se celebraría en los jardines del rancho, al atardecer; Bella se ofreció a preparar el menú, con la ayuda de Esme, Rosalie y Alice; era su particular regalo a los novios, sobre todo para Jake. Los invitados apenas sobrepasaban la treintena; aparte de la familia y de los padres de Nessie, sólo estaban invitados Jenks y su esposa, los padres de Rosalie y Sam y los chicos que trabajaban en el rancho.
Durante esas dos semanas las conversaciones, sobre todo las femeninas, giraban en torno a vestidos blancos, menús de celebración y un largo etcétera de cuestiones relacionadas con la celebración del matrimonio.
Carlisle y Jake también hablaron con el arquitecto que idearía los planos para la futura casa de los recién casados, que al igual que la de Rosalie y Emmet, estaría dentro de las propiedades del rancho Killarney.
Por supuesto, también habría despedidas, tanto de soltero cómo de soltera. Nessie y Jake no querían, pero al final no les quedó más remedio que aceptar. Jake accedió a una cena con sus hermanos y los peones del rancho, y después irían a tomar unas copas, y punto.
La joven fue más dura de convencer que Jake, pero al final también tuvo que dar su brazo a torcer, y saldrían a cenar y a bailar una rato ellas cuatro y Jane, la recepcionista que trabajaba con Rosalie en su consultorio, y que había salido con las jóvenes alguna vez. La fecha de ambos eventos quedó fijada para el sábado anterior a la boda.
-Espero que no se os ocurra a venir a vigilarnos- le amenazó Rose a su marido, fulminándole con la mirada.
-¿Cómo piensas eso?- le reclamó éste, ofendido -nosotros también queremos divertirnos-.
-Precisamente porque os conozco, por eso lo digo- le contestó ésta. Rose le dejó con la palabra en la boca mientras se acercaba a su pequeño, que desde los brazos de Esme miraba curiosos el alboroto que reinaba en el hall de la casa.
-No des mucha guerra al abuelo Carlisle- le dijo a su pequeño, después de besarle unas cuantas veces.
-Pasadlo muy bien todos- les deseó el señor Rale.
-Tranquila hija; Owen estará muy bien aquí- la calmó Esme; era la primera vez que Rosalie dejaba a su bebé, y le costaba un poco.
-Tened cuidado- les previno Jasper a las chicas, a la vez que rodeaba la cintura de Alice con su brazo. La joven afirmó por décima vez con la cabeza; las cosas entre ellos iban despacio... pero iban por buen camino.
-En cuánto te sientas cansada, a casa- le ordenó Jake a Nessie, en un tono entre cariñoso y autoritario.
-Jake, tranquilo- le respondió ésta, con un suspiro de paciencia -sabes que no puedo beber-.
-No llegaremos tarde, prometido- acabó Bella por ella; Edward la abrazaba por detrás; su pequeña estaba preciosa con esos pantalones negros, sus zapatos de tacón del mismo color y el top de tirantes de color azul. Demasiado preciosa para su propia seguridad... pero se mordió la lengua. La dio la vuelta entre sus brazos, ganándose una de las sonrisas que más le gustaban.
-Espero que lo pases muy bien- le susurró, estrechándola más hacia su cuerpo.
-Y vosotros; seguro que disfrutáis de una noche sólo de hombres- murmuró ella, pasando los brazos por su cuello y dejando un pequeño beso en sus labios.
-Pero no bebas demasiado- le previno, en tono completamente serio -no estás acostumbrada, y te podría sentar mal-.
-Edward- suspiró cansada -ya sabes que el alcohol no me sienta muy bien, así que puedes estar tranquilo- le prometió.
-Y vosotros cuidadito- amenazó Alice a su pareja y cuñados -no sólo vais a ser vosotros los que nos prevengáis cómo a adolescentes- Carlisle y Stanley rieron ante el comentario de la joven.
Después de unos minutos más de recomendaciones y despedidas, por fin cada grupo se fue por su lado. Las chicas se dirigieron a un restaurante en el centro del pueblo, y los hermanos Cullen y el resto se fueron a un restaurante ubicado en la población vecina; después volverían a Hunstville para tomar algo.
Nessie y el resto disfrutaron de una agradable cena; aunque ella no pudiera probar el alcohol, se lo estaba pasando pipa, hablando de temas de mujeres y riendo sin parar. Jane se despidió de ellas nada más cenar, alegando que su marido se estaría volviendo loco con las niñas. Después de despedirla, se encaminaron hasta el pub irlandés que había en el pueblo.
-Estoy encantada- exclamaba Rosalie -desde que nació Owen, apenas piso la calle para ir al trabajo y a casa, y viceversa- las cuatro se encontraban en torno a una mesa, con las copas delante.
-Ya sabes lo que te espera, Ness- le previno Alice, con una sonrisa.
-Pero merece la pena- añadió Rosalie, esbozando una sonrisa mientras la imagen de su pequeño hacía eco en su mente. Bella las miraba con una pizca de envidia; le encantaban los niños, y en su interior deseaba que eso pasara con Edward algún día... pero primero debía estudiar, era muy joven.
-Pero basta de hablar de niños- exclamó Nessie, dando un sorbo a su refresco -esto es una despedida de soltera-.
-Cierto- alzó su copa Rosalie -y dado que vas a ingresar formalmente en la familia, bien está que las veteranas te demos algunos consejos- le explicó, señalándole a Bella.
-¿Consejos?- interrogó Nessie, mientras que Alice contenía la carcajada.
-No se ría tanto, señorita Brandon- la señaló graciosamente Bella con el dedo índice -que también van para usted-.
-¿Cómo van las cosas con Jasper?- le preguntó la homenajeada -veo que habéis avanzado mucho-.
-Salimos a menudo- les empezó a explicar -la verdad es que es sorprendente- Bella la escuchaba con una sonrisa -bajo toda esa socarronería y arrogancia...-.
-Cosa que te vuelve loca- puntualizó Rose, guiñándole un ojo. Alice rió divertida.
-Lo admito- se dio por vencida la joven morena -pero bajo todo eso se esconde un hombre atento y cariñoso... me trata muy bien, no me obliga a nada... y me hace sentir segura- Bella sonreía mientras la escuchaba, al igual que Rose y Nessie.
-Pero odio cuándo saca a relucir la sonrisita torcida para convencerme de algo- refunfuñó mientras rodaba los ojos.
-La marca de la casa- exclamó Rose entre dientes, pegando un sorbo a su bebida.
-¿Será algo que va en el paquete de los genes Cullen?- meditó Bella en voz alta, ante las risas de Nessie.
-Eso y el carácter bromista- añadió Alice.
-En ese aspecto, Jake se lleva la palma- apuntó Rosalie -aunque Emmet tampoco se queda corto-.
-Por no hablar de lo cotillas que son a veces- dijo Alice -Jasper me contó lo de Carlisle y Esme hace poco-.
-Jake me lo dijo también -saltó Nessie, con una sonrisa maliciosa.
-Tu novio siempre está al acecho, a ver si los pilla in fraganti- le confesó Rose a Nessie, a la vez que Bella reía a carcajada limpia.
-Me lo creo- rodó los ojos la aludida -seguro que el cotilleo también es una característica de los genes Cullen; esperemos que Owen y sus primitos no lo saquen- exclamó Nessie divertida, tocándose el vientre, todavía minúsculo a simple vista. Las jóvenes proseguían con la divertida charla; las copas también seguían su ritmo, y excepto Nessie, las jóvenes empezaban a notar los efectos del alcohol.
-Propongo un brindis- Rosalie se puso de pie, con su copa en la mano; Alice trastabilló ligeramente, y Bella soltó una sonora carcajada.
-Por nuestra amiga Nessie, que se une a esta familia de locos- la rubia intentó decir el pequeño discurso con algo de seriedad, pero Bella y Alice no estaban por la labor de contener las risas.
-Por el novio- añadió Alice -¿qué?; si el no va a buscarte no estarías aquí- le aclaró a Nessie, sin poder contener la risa.
-Por los hermanos Cullen- añadió Bella, trabándose un par de veces con la frase -porque sigan tan arrogantes cómo siempre- Alice asintió divertida, y las cuatro chocaron sonoramente sus vasos.
-Y ahora... hora de mover el esqueleto- anunció Rosalie.
-¿Y adónde vamos a ir?- interrogó Nessie.
-Podríamos ir al Mistic River- sugirió Bella, agarrando a Alice del brazo mientras salían del local -ponen buena música para bailar-.
-Es una buena idea- la secundó Rosalie.
-¿Seguro que no nos cruzaremos con ellos?- volvió a preguntar Nessie.
-Lo dudo, no les va mucho ese bar; seguro que terminan jugando al billar en el bar de Félix- Rose hizo un gesto despreocupado con la mano, de modo que hacia allí se dirigieron.
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Una hora después, los cuatro hermanos traspasaban las puertas del Mistic River. El local estaba a reventar, y la música sonaba a todo volumen. Sam y los muchachos se habían disculpado, alegando que ellos si que tenían trabajo al día siguiente.
Edward y Jasper se dirigieron a la barra, mientras que Jake y Emmet se entretenían con un conocido con el que se habían cruzado en la entrada. Pidieron las bebidas para todos mientras que sus hermanos se reunían con ellos.
-Creo que no entraba aquí desde mi época universitaria- exclamó Jake, animado.
-Entonces eso no ocurre desde la época neanderthal- comentó Jasper, arrancando las risas del resto.
-Muy gracioso hermanito- rodó los ojos Jake -ya llegarás a mi edad; y tú también- le dio un codazo a Edward, para que dejara de reírse.
-Así que reconoces que te haces mayor- se burló Emmet.
-Estoy en la flor de la vida; voy a casarme, voy a ser padre... ¿qué más puedo pedir?- exclamó alborozado.
-Brindo por eso- Emmet levantó su copa, seguido por el resto de sus hermanos. Después de dejar los vasos en en la barra, y de saludar a varias personas, con las que se encontraron; prosiguieron con la animada conversación.
-¿Qué creéis que están haciendo las chicas?- interrogó Edward, con una sonrisa maliciosa.
-Yo creo que Nessie estará en casa; se cansa con el mínimo esfuerzo- dijo Jake muy convencido.
-Y creo que Bella la habrá acompañado; no está acostumbrada a salir... y espero que no la hayan dejado beber mucho- refunfuñó.
-Pareces su padre- rodó los ojos Emmet, pero la contestación de su hermano pequeño hizo que se atragantara de la risa.
-Te aseguro que no soy su padre- le aclaró Edward, con una sonrisilla maliciosa. Jasper y Jake se carcajeaban de lo lindo, pero justo en ese momento apareció Phil, el hijo de Jenks, el abogado de su padre.
-¡Phil!- exclamó asombrado Emmet -te hacíamos en Dallas- el joven conocía a los Cullen desde que iban a la escuela primaria.
-Y así es- dijo el joven estrechando la mano a todos los hermanos -el martes salgo hacia Nueva York, y he pasado a ver a mis padres- les explicó -por cierto; enhorabuena- felicitó a Jake -mi padre me lo ha dicho... además he estado con Rosalie hace un rato-.
-¿Ah, sí?- preguntó interesado Jasper; Phil rió divertido, afirmando con la cabeza -también he conocido a tu futura esposa- le explicó a Jake -y a Bella y Alice; se lo están pasando muy bien- les explicó Phil.
-¿Y dónde las has visto?- interrogó Jake. Phil lo miró frunciendo el ceño.
-Están bailando en la pista... y muy animadamente, por cierto- Edward por poco se atraganta al oír las palabras de su amigo.
-¿Están aquí?- preguntó alucinado Emmet. Phil no podía parar de reír, señalándoles con la mano la parte izquierda de la pista, justo al lado opuesto en dónde ellos se encontraban.
Los hermanos se acercaron hacia la zona que les indicó su amigo... y efectivamente, allí estaban las cuatro, sumergidas en la música, y disfrutando y riendo despreocupadas.
Edward miraba a su pequeña sin poder creerlo; Bella movía sensualmente las caderas... dios... ¿dónde había aprendido a moverse así?. A su lado Emmet y Jasper vigilaban a sus respectivas parejas, que también bailaban de la manera más animada. Sólo Nessie se percató de que estaban allí su novio y sus cuñados.
-Joder- siseó entre dientes; se dirigió hacia el grupo, cruzando los brazos y visiblemente enfadada -¿se puede saber qué hacéis aquí?- fulminaba a su prometido con la mirada.
-¿Y vosotras?- se cruzó de brazos Jake.
-Hemos venido a bailar un rato- se defendió ella.
-No sabíamos que estabais aquí- se defendió Jasper, que miraba a Alice con una ceja alzada. En ese momento Bella se giró, y apareció una inmensa sonrisa en su cara.
-¡Eddieeeee!- se lanzó a sus brazos, colgándose de su cuello y abrazándole con fuerza.
-Hola cielo- le dijo éste, tomándole de la cintura; la joven dio un paso hacia atrás, pero por poco se cae de culo, al tropezarse con sus propios pies -¿te lo has pasado bien?- interrogó.
-Siiii- exclamó ella; se podía oler su aliento a alcohol a cinco metros de distancia. Edward entrecerró los ojos, mirándola serio.
-¿Estás borracha?- Bella puso una graciosa mueca, pensando su respuesta; y esbozando una sonrisa traviesa hizo un gesto con sus dedos índice y pulgar.
-Sólo un poquito- se disculpó cual niña buena -pero me alegro de qué estés aquí... tenía muuuchas ganas de verte- su tono de voz adquirió un tono sensual a la vez que pasaba su dedo índice por el torso del joven. Emmet y Jasper no podían parar de reír, para desgracia de su hermano pequeño.
-Está cómo una cuba... ¿de modo que a ella le dejas que te llame Eddie, ehhh?- le dijo Jake, conteniendo la risa. En ese momento se acercaban Rosalie y Alice.
-Ya tenían que venir ellos a fastidiarnos la fiesta- siseó la joven rubia.
-Va incluido en los genes Cullen el molestar- rodó los ojos Alice, mientras intentaba mantenerse derecha. Jasper y Emmet se pusieron serios al verlas.
-Me parece que no están en condiciones de replicar nada- Jasper miraba furioso a Alice -me parece que ha bebido demasiado, señorita Brandon- hizo un amago de acercarse a ella, pero ésta dio un paso atrás.
-Creo que la fiesta ha terminado- anunció Emmet -mañana vais a tener una resaca de campeonato-.
-Ni hablar- su esposa de cruzó de brazos -no pienso moverme de aquí-.
-Yo tampoco- la apoyó Alice. Nessie y Jake no podían parar de reír, al igual que Bella, que agarrada por Edward luchaba por no tambalearse.
-Rose- le advirtió Emmet -a casa ¡ya!-.
-No te lo crees ni tú- le encaró ésta.
-Rosalie Cullen... no me obligues a lo que tú ya sabes- la previno.
-No serás capaz- le respondió ésta, haciéndose la ofendida.
-¿El qué va a hacer?- susurró Nessie.
-Ya lo verás- contestó su prometido, disfrutando del espectáculo. Con un movimiento rápido, Emmet la tomó en brazos, empezando a andar hacia la salida.
-¡Bájame!; estás loco- chilló ésta, con todas sus fuerzas.
-Mañana me lo agradecerás, créeme- contestó Emmet, suspirando con paciencia.
-¡Bájala ahora mismo!- chilló de vuelta Alice; Jasper bufó, rodando los ojos y acercándose a ella; sin apenas darse cuenta, debido al alcohol que corría por su sangre, la joven se vio cargada cual saco de patatas. Tardó unos segundos en darse cuenta, y tuvo que retener la arcada que le producía ir bamboleándose, subida en el hombro de Jasper.
-¡Jasper Cullen, déjame en el suelo ahora!- gritó, dándole golpes en al espalda.
-Me parece que no está en condiciones de pensar con coherencia, señorita Brandon; de modo que nos vamos a casa- contestó tan tranquilo.
Edward agarró a Bella de la cintura, ayudándola a salir del local; la joven se desternillaba de risa, debido al follón organizado. Una vez fuera, Jasper dejó a Alice apoyada en el suelo, para poder buscar las llaves del coche.
-Eres un idiota integral- siseó la joven morena entre dientes, ya que la dejó de forma brusca en el suelo.
-Lo qué tu digas... pero sube al coche- cuando consiguieron meter a las jóvenes en los automóviles, Jake y Edward se fueron al rancho, mientras que Emmet y Rose se fueron a su casa y Alice y Jasper al apartamento de ésta.
Cuándo la entrada del rancho Killarney apareció ante sus narices, Edward suspiró aliviado. Su pequeña se pasó el viaje cantando una canción y hablando sin parar. Jake y Nessie bajaron primero, y Bella se empeñó en subir ella sola las escaleras... pero si ya de por si tenía poca coordinación, el alcohol la empeoraba.
-Terminarías antes si la subes en brazos- le sugirió Jake. Edward siseó por lo bajini... pero Jake tenía razón; la cargó en brazos, y se giró para encarar a su hermano y cuñada.
-Despídete Bella- ella sonrió, haciendo un gesto de despedida con la mano.
-Buenas nocheeeees- canturreó, sin dejar de reírse. Iban subiendo las escaleras, y Edward la tuvo que reprender un par de veces para que no hiciera mucho ruido.
-Vas a despertar a Owen- en el fondo, reconocía que era muy gracioso verla así; nunca la había visto reír de esa manera. Por fin, después de unos minutos de protesta, la dejó encima de su cama.
-No te muevas- le advirtió -voy a buscar un pijama qué ponerte- Bella se mordió el labio... ¿ponerle el pijama?; ni hablar. Se levantó con sigilo, y cómo Edward estaba de espaldas, rodeó su cintura con sus brazos.
-No estoy tan borracha... sólo un poco contentilla- susurró contra su espalda, a la vez que sus manos bajaron hasta el trasero de su novio. Este rió, negando con la cabeza y dándose la vuelta.
-¿Contetilla?- preguntó, arqueando una ceja; Bella movió afirmativamente la cabeza, y sin previo aviso, estampó sus labios en la boca de Edward, besándole con avidez.
Edward intentó contenerse, pero no pudo evitar rodear la cintura de su pequeña con sus brazos... le volvía loco verla tomar por una vez la iniciativa. Caminó con ella entre sus brazos hasta que toparon con la cama, cayendo ambos encima de ella.
-No hagas mucho ruido- le advirtió éste, besando su cuello y quitándole la chaqueta. Bella suspiró, agarrando los botones de su camisa y asintiendo en silencio.
-Creo que se va a pasar la borrachera- meditó en voz alta... iba a añadir algo más, pero las suaves manos de Edward se posaron en su estómago... y fue incapaz de decir nada más, y se dejó llevar por las caricias que le dedicaba su novio.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 21: El final del verano
Edward abrió lentamente los ojos, y poco a poco fue desperezándose; apenas eran las nueve de la mañana; esperaba poder dormir un poco más, después de la ajetreada nochecita... pero su cuerpo parecía tener un despertador dentro.
Un pequeño suspiro hizo que girara la cabeza; sus ojos enfocaron la imagen de su pequeña, profundamente dormida y volviendo a suspirar a la vez que se acurrucaba contra él. Una pequeña sonrisa cruzó su cara mientras que la acomodaba delicadamente entre sus brazos. La admiró unos minutos, en completo silencio para no importunar su sueño; una de sus piernas rodeaba las suyas, y su pequeña mano descansaba cómodamente en su pecho.
Sabía que hoy sufriría las consecuencias del alcohol... pero una cosa era cierta; nunca podría olvidar la forma en la que hicieron el amor esa noche, con una mezcla de dulzura y pasión desaforada. Estaba claro que el alcohol desinhibía a su pequeña de manera asombrosa. Jamás la había visto así, y la imagen del cuerpo de su novia, moviéndose sensualmente encima de él... su cabeza hacia atrás, sus pechos rebotando... los gemidos y suspiros de ambos, que él mismo tuvo que acallar con besos... los te quiero que los dos se dedicaron entre esos besos... pero un pequeño susurro le sacó de sus recuerdos.
-¿En qué piensas?- giró la cabeza, para ver los preciosos ojos de su pequeña, todavía entrecerrados.
-En la noche tan increíble que pasamos- le susurró mientras tomaba su mano y depositaba un pequeño beso en ella; Bella sintió el sonrojo acudir a sus mejillas, y en un acto reflejo, escondió su rostro en el pecho de Edward, lo que provocó que éste riera por lo bajini.
-¿No estás enfadado conmigo?- le preguntó ésta, todavía con la cara escondida en su pecho. Edward la miró divertido, y con un pequeño gesto hizo que le mirara.
-¿Por qué tendría que estar enfadado?- le interrogó, intentando parecer serio.
-Bueno... ayer se me subió un poco el alcohol a la cabeza y...- confesó, avergonzada y mordiéndose el labio. Su novio rió divertido, estrechándola entre sus brazos.
-Reconozco que te encontré un poco... ¿cómo decías ayer?... contentilla- le respondió, encantado de ver a su pequeña muerta de la vergüenza.
-Dios- masculló ésta entre dientes, pero su novio la interrumpió.
-Bella; no pasa nada- la tranquilizó -todos nos hemos emborrachado alguna vez... además... puede que tenga que emborracharte alguna que otra vez más- le confesó divertido. Su pequeña frunció el ceño, sin entender lo que quería decir -anoche estabas desatada... el alcohol saca un lado de mi novia que no conocía-.
-¿Y qué lado es ese?- interrogó, con una ceja alzada.
-Lo que ocurrió una vez que llegamos a la habitación- le susurró, atrayéndola más hacia su cuerpo -fue increíble la manera en la hicimos el amor-.
-¿Ah, si?- exclamó ella, con tono bajo e insinuante -es una buena manera para quemar el alcohol... debo reconocer que sólo tengo un pequeño dolor de cabeza- exclamó con una pequeña sonrisa, pero al momento se disipó de su cara -pensé que te enfadarías conmigo... por el espectáculo que monté cuándo te vi-.
-¿Te acuerdas?- le preguntó, un poco sorprendido.
-Me vienen imágenes a la cabeza... ¿te llamé Eddie?- le interrogó extrañada. Edward no pudo hacer otra cosa que reír a carcajadas.
-Sip, me llamaste Eddie- respondió entre risas.
-Lo siento- se disculpó -se que no te gusta-.
-Bella- la llamó Edward para que lo mirara -no pasa nada... además, a ti te dejo que me llames Eddie de vez en cuándo- le murmuró en su oreja, dejando un pequeño beso en ella; ella rió complacida... se esperaba una pequeña bronca de su novio por haber bebido más de la cuenta.
-Además... creo que Rose y Alice se llevaron la palma en cuánto a dar el espectáculo- le recordó su novio, para después relatarle con pelos y señales los sucesos de la noche anterior. Su novia le escuchaba atenta, riendo divertida.
-Uffsss... no querría con Rosalie esta mañana- exclamó ella, con una mueca de diversión.
-Pues yo no querría estar en la piel de Jasper, créeme- bufó Edward.
-Cierto- le dio la razón Bella, ahogando una risita -¿y vuestra cena, cómo estuvo?-.
-Bien- se encogió éste de hombros -la comida deliciosa; después estuvimos charlando- le contó -¿y la vuestra?-.
-También bien; conversando- se relató.
-¿Y de qué hablasteis?- le preguntó interesado. Su pequeña le miró arqueando una ceja.
-Al final va a ser verdad que en los genes Cullen está incluido el gen cotilla- murmuró para si misma -cosas de chicas... nada interesante-.
-¿Nada interesante?- interrogó su novio, con una sonrisa maliciosa -eso del gen cotilla Cullen me interesa- replicó, haciéndose el ofendido -te he oído-.
-Simplemente hablamos del encanto que tiene esta familia... sobre todo sus miembros masculinos- le aclaró. Edward disfrutaba del sonrojo de su pequeña; pero sabía que no la iba a sonsacar nada más, de modo que decidió pasar a otro punto, atrayéndola hacia él y haciendo que se sentara a horcajadas encima suyo.
Contempló el maravilloso espectáculo que se exponía ante sus ojos... la nívea y suave piel de su pequeña le llamaba de una manera poderosa; Bella sonrió azorada mientras que sentía las manos de Edward por su cuello, por sus brazos, por su clavícula...
Se levantó para que sus rostros quedaran a la misma altura, y ambos quedaron sentados.
-Eres tan preciosa, cariño- susurró contra su cuello, dejando suaves mordiscos y lamidas. Bella cerró los ojos, las caricias que le dedicaba su novio todavía la hacían sonrojar, y más aún si iban acompañadas de palabras. Sus pequeñas manos se anclaron en la nuca de Edward, haciendo que levantara su cabeza.
Sin pronunciar palabra alguna estrelló los labios en la boca de su novio, gesto que éste correspondió de manera inmediata; sus manos acariciaban la espalda de su pequeña, a la vez que la estrechaba más contra él; ese pequeño movimiento propició que sus partes más recónditas e íntimas se rozaran, creando una deliciosa e insoportable fricción.
-Dios Bella...- siseó Edward -no sabes cómo me pones...-.
-¿Sabes de que hablamos también, ayer en la cena?- le dijo ella, echando su cuello hacia atrás y cerrando los ojos al sentir que uno de sus pezones era suavemente apretado. Edward levantó la cabeza, interesado por escuchar la respuesta.
-De lo bueno que es el sexo matutino- murmuró traviesa, contra sus labios. Éste arqueó una ceja, sonriendo con malicia y volviendo a deslizar sus labios por la piel de su cuello.
-Dime quién eres y qué has hecho con mi tímida novia- exclamó contra su piel. Ella sonrió complacida.
-Digamos que... voy cogiendo confianza- replicó satisfecha, pasando sus manos por los marcados músculos de su pecho.
-Me encanta esa confianza- ronroneó satisfecho -y el sexo matutino- esas palabras bastaron para que Bella se levantase levemente, apoyándose en sus hombros y deslizando su cuerpo a lo largo del miembro del joven, plenamente despierto desde hace mucho rato.
-Ahhh...- un lánguido suspiro brotó de la boca de Bella, pero fue interrumpido por los labios del joven ranchero, dejando en ellos un beso que la robó el poco aliento del que disponía. Otro sonoro jadeo salió involuntariamente de su garganta cuándo Edward dejó sus labios para besar delicadamente su hombro.
-Shiiiisssstttt- le previno el joven -no estamos solos- ella captó el mensaje, y tuvo que morderse el labio para contener los gemidos... menos mal que anoche se aseguró de echar el cerrojo.
Edward también tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para permanecer lo más callado que podía. Bella se movía de arriba abajo, lentamente... el placer se adueñó de tal forma de su cuerpo, que no pudo resistir agarrar la cintura de su pequeña, haciendo que se moviera más deprisa.
-Eso es cariño... así... así- repetía una y otra vez; sentía la cálida y húmeda estrechez de las paredes de su pequeña contrayéndose cada vez más fuerte contra su miembro; cegado de pasión, su boca recorría la parte superior de los senos de la joven, disfrutando del sabor de su piel y de su tersura.
-Edward... aaaahhh- gemía su nombre entre suspiros; su cuerpo se arqueaba cada vez más; apoyó las manos en los muslos de Edward y echó la cabeza hacia atrás mientras cerraba los ojos, ofreciéndoselo. Su vaivén cada vez iba tomando más y más rapidez... necesitaba liberar todo ese placer que recorría su cuerpo. Un escalofrío la recorrió entera al sentir la boca de Edward en uno de sus pechos y uno de sus dedos masajeando su centro de placer. Sintió cómo una familiar sensación se apoderaba de ella... necesitaba gritar, pero era consciente de que no podía... así que cuándo el orgasmo se apoderó de ella, mordió el cuello de Edward con fuerza, tanta que de seguro sus dientes le dejarían una pequeña marca. Se desplomó encima suyo, unos pocos segundos, pero sacó fuerzas para seguir moviéndose, y al cabo de un minuto un gruñido gutural le indicó que Edward también había llegado.
Con sus cuerpos sudorosos y más débiles que una hoja de papel, se tumbaron en la cama; Bella permanecía abrazada a Edward cómo una lapa, intentando encontrar aire que llevarse a los pulmones. Su novio tampoco estaba en mejores condiciones, pero poco a poco fue recuperándose; sintió cómo su pequeña se relajaba mientras él peinaba su larga melena con los dedos.
-¿Bella?- murmuró al cabo de unos minutos de reconfortante silencio.
-¿Hum?- ronroneó ésta, a modo de respuesta.
-¿Crees que podrías despertarme así todos los días?- inquirió con un tono de voz inocente.
-En San Antonio puede...- exclamó ella, riendo ligeramente; su novió también la acompañó en sus risas, estrechándola más entre sus brazos.
Pasó un buen rato hasta que consiguieron moverse y prepararse para bajar a desayunar. Al aparecer por la cocina, sólo estaban Jake y Emmet con sus respectivas parejas. Nessie estaba sentada al lado de su prometido y con Owen en su regazo. Emmet tenía dibujada una mueca de fastidio en su cara, mientras que su esposa estaba apoyada en la encimera, con el ceño fruncido y sujetando la taza del café.
-Buenos días- murmuró Bella con voz suave.
-Buenos días Bellie Bells... ¿cómo amaneciste?- le interrogó Jake con una sonrisa.
-Sólo me duele un poco la cabeza- le aclaró ésta.
-Qué suerte- masculló Rose entre dientes -yo ya llevo tres aspirinas- Jake soltó una pequeña carcajada, pero ante la mirada que recibió de Nessie, se recompuso, poniéndose serio.
-Hablando de lo de anoche... ¿cómo es que terminasteis en el Mistic River?- interrogó Rose a su marido y cuñados -nunca vais allí-.
-Se nos ocurrió- se encogió Edward de hombros; Bella le tendió una taza de café y el le abrió los brazos, para que se sentara encima de sus piernas, ya que ni Carlisle ni Esme, ni los padres de Nessie estaban allí.
-No íbamos en vuestra búsqueda, si eso es lo que pensáis- añadió Emmet. Pero Rose emitió un siseo por lo bajo, en desacuerdo con su esposo.
-Es cierto- se defendió Jake.
-No queríamos cortaros la fiesta- se excusó Edward -ella vino corriendo hacia mi- aclaró con una sonrisa, mirando a su pequeña.
-Estabas muy cómica ayer, cuñada- rió Jake -te pasaste todo el camino cantando- inquirió divertido, mirando cómo el rostro de la joven castaña enrojecía de manera furiosa.
-Seguro que Bella no ha atacado a Edward- siseó Emmet entre dientes.
-Sí que lo ha atacado- contradijo Jake -pero no de la manera que te habrá atacado Rosalie- aclaró con una sonrisa lobuna -¿eso que llevas en el cuello es un chupetón, Edward?- Nessie contuvo la sonrisa que quería asomar de sus labios, ante la vergüenza de la pobre Bella y el mosqueo de Edward.
-Lo siento- se disculpó en voz baja, mirando la marca rosada situada en el cuello de su novio.
-Tranquila- la reconfortó el joven, dejando un beso en su sien; decidió no contestar a su hermano y dejarlo pasar.
-¿Cómo creéis que le habrá ido a Jasper con Alice?- preguntó Nessie en voz alta, y echándole un cable a la más joven de sus cuñadas.
-Seguro que le ha cerrado la puerta en las narices- exclamó Emmet, con una carcajada.
-No me extrañaría en absoluto- replicó Rosalie, dejando la taza y sentándose en la mesa -cuándo los Cullen sacáis vuestro gen cavernícola, no hay quién os aguante- le dijo acusatoriamente a los hermanos.
-¿También tenemos gen cavernícola?- indagó Jake, mirando a Nessie.
-A veces os pega un brote de esos- le respondió su prometida, arrancando las risas de Rose y Bella. Justo en ese momento aparecía Jasper por la puerta, con aspecto cansado.
-Hola- masculló entre dientes, con tono molesto.
-¿Cómo has dejado a Alice?- interrogó Rose, con una sonrisa maliciosa.
-Pues la verdad es que no lo sé- respondió, tomando asiento y sirviéndose un café bien cargado.
-¿Y eso?- preguntó Edward, arqueando una ceja.
-En cuánto llegamos a su casa, me montó un follón impresionante- empezó a relatar- me llamó cavernícola, troglodita y no se cuántas palabras más- las risitas del resto no se hicieron esperar -después se encerró en su dormitorio y no me ha abierto la puerta-.
-Así que has pasado la noche en el sofá- adivinó Emmet, sin poder contener la risa. Jasper le lanzó una mueca.
-No la iba a dejar sola- se excusó.
-Tiene carácter- musitó pensativo Edward -al fin has encontrado a una mujer que te sabe hacer frente-.
-Y que sabe dejarte con la palabra en la boca- añadió Jake -ahora tendrás que ganarte su perdón-.
-Sería más fácil que las vacas aprendiesen a bailar que la señorita Brandon me perdonara- masculló entre dientes.
-Entonces creo que tienes un gran trabajo por delante- le palmeó el hombro Edward, ante las risas del resto.
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La semana pasó rápido, y llegó el sábado en el que se celebraba la boda; aunque la ceremonia se celebraría al atardecer, desde primera hora de la mañana el rancho era un completo caos. Bella, ayudada por las chicas, llevaba desde la siete de la mañana en la cocina, elaborando el menú y dándole las instrucciones a los camareros que lo servirían. Todo estaba listo para calentarlo y servirlo y la tarta, la única cosa que ella no había cocinado, había llegado también.
El jardín dónde se celebraría la ceremonia estaba precioso; habían puesto una pequeña pérgola cuajada de rosas blancas y amarillas, las mismas flores que adornaban el jardín. Cinco pequeñas filas con sillas blancas delimitaban un pequeño pasillo, cubierto por una alfombra también blanca. Justo enfrente habían ubicado las mesas dónde cenarían, al resguardo de un toldo enorme. Las mesas estaban situadas en círculos, y en el centro los ya esposos abrirían el baile, una vez entrada la noche.
Minutos antes de la siete de la tarde, llegaron los escasos treinta invitados que acompañarían a los novios en su gran día. Carlisle Cullen y sus hijos daban la bienvenida a la gente, elegantemente enfundados en sus trajes oscuros. Jake saludaba a todo el mundo con una sonrisa de nervios, los cuales se acentuaron cuándo el pastor le indicó que debía posicionarse en su sitio; los peones del rancho, con Sam y su mujer Emily a la cabeza, Jenks y su esposa, la señora Harris y su esposo, los padres de Rosalie... todos esperaban impacientes la llegada de la novia.
Kelly Rale retorcía su pañuelo, sonriendo emocionada al lado de Esme y Carlisle; los hermanos y sus parejas miraban expectantes hacia la puerta que comunicaba el interior de la casa por el jardín,
-¿Te he dicho que estás preciosa?- susurró Edward en el oído de su novia, dejando un beso justo detrás de su oreja. Bella llevaba un sencillo vestido color violeta, palabra de honor y falda recta hasta la rodilla. No llevaba joya alguna más que el colgante que le había regalado Edward las pasadas navidades; su pelo estaba recogido en un elaborado moño, con varios mechones sueltos, enmarcando su carita, con el mínimo maquillaje.
-Desde hace cinco minutos no- contestó ella, posando su mano encima de la de su novio, que permanecía en su cintura. A su derecha estaban Rosalie y Emmet, con un vestido negro y con el pequeño Owen en sus brazos; Jasper y Alice les franqueaban por el lado izquierdo.
Después de la ajetreada despedida de solteros y solteras, Alice se enfadó de tal manera con Jasper, que se negó a escuchar disculpa alguna que proviniera de boca del joven. Incluso una noche le dio con la puerta en las narices, no sin antes tirarle a la cara el ramo de flores que había dejado unas horas antes en su puerta; finalmente, la noche anterior a la boda consiguió hablar con ella, y accedió a acompañarle a la boda, aunque según la joven morena, aún no le había perdonado del todo.
Por fin, la música entonó la marcha nupcial, y Nessie hizo su aparición cogida fuertemente al brazo de su padre. Llevaba un sencillo vestido blanco con unos finos tirantes, largo hasta los pies, sin ningún encaje ni dibujo. Se ceñía perfectamente a su pecho, para después caer suelto. Sus rizos caían sobre su espalda formando una cascada pelirroja, sin ningún adorno en él. En su mano derecha portaba un pequeño ramo de margaritas blancas.
La emoción del momento, incentivada en parte por las hormonas, fue la causa de que antes de que llegara al lado de su novio sus ojos ya estuvieran cristalinos. La sonrisa que adornaba el rostro de Jake era inmensa, y besó delicadamente la mano de su prometida cuándo Stanley Rale le tendió la mano de ésta.
La ceremonia fue breve y emotiva; Bella miraba emocionada a la feliz pareja, a la vez que ellos pronunciaban sus votos. Estaba apoyada en el pecho de Edward y no pudo evitar en volver a recrear una imagen en su mente... la imagen dónde Edward y ella ocupaban el lugar de Nessie y Jake. Estaba tan absorta en sus pensamientos, que bajó a la tierra cuándo oyó los aplausos y silbidos de la gente; el ya matrimonio se estaba besando, después de que el pastor Adam los declarara marido y mujer.
-Ha sido una ceremonia preciosa- exclamó con una sonrisa emocionada. Su novio la besó suavemente en el tope de su cabeza.
-Sí que lo ha sido- le dio la razón éste -vamos a darles la enhorabuena- la agarró de la mano para adelantarse unos pasos. Jake la envolvió en un abrazo de oso.
-Felicidades grandullón- le dijo ésta entre risas.
-Gracias- le respondió éste. Edward se acercó a su hermano, y ella se volvió para abrazar a una emocionada Nessie.
-Enhorabuena- le dijo la joven castaña.
-Uffsss... todavía no puedo creerlo- decía la ya señora Black, riendo nerviosamente.
-Pues créetelo- le respondió Emmet por detrás de ellas -has retirado a mi hermanito del mercado-.
-Emmy- le llamó burlón el novio -¿podrías, por una vez, ser un poco serio?-.
-Soy serio- rezongó éste.
-Seguro- exclamó Carlisle, que se había acercado al grupo -felicidades hijo- abrazó con fuerza al mayor de sus retoños -mamá y Billy estarán orgullosos de ti, seguro- Jake sonrió, acordándose de su padre biológico y de su madre. Los hermanos, que hacían piña alrededor de los novios, también sonrieron con melancolía a la mención de Meredith Cullen.
Después de recibir los abrazos y felicitaciones de todos los presentes, el pequeño grupo se encaminó hacia la zona que habían habilitado para la cena y el baile. Bella recibió elogios de felicitación por la comida. Por petición expresa de Jake y Nessie, los cuatro hermanos y sus parejas compartieron mesa; justo al lado de la de Carlisle y Esme, los señores Rale, los padres de Rosalie y el matrimonio Jenks.
Comieron, bebieron, brindaron y rieron en una cena llena de animadas conversaciones y bromas por doquier, cómo no podía ser menos en la mesa de los hermanos Cullen. El padrino y padre de la novia dio un pequeño y emotivo discurso, arrancando lágrimas de emoción a su hija y aplausos al resto de los comensales. Bella no pudo evitar pensar quién la llevaría a ella al altar algún día... su padre, por desgracia, no podría hacerlo, y ahora no tenía más familia que los Cullen. Edward la miró de reojo cómo escuchaba emocionada el discurso de Stanley Rale, y la tomó de la mano, dándole un cariñoso apretón, gesto que ella agradeció con una de sus preciosas sonrisas.
La noche iba avanzando; el tiempo caluroso, cómo era normal en agosto en el estado de Texas, hizo que la velada prosiguiera sin problema alguno. Los novios abrieron el baile con un aromántica balada; a la segunda canción, casi todas las parejas salieron a la pista.
-¿Sigues enfadada conmigo?- indagó Jasper con cautela; Alice estaba deslumbrante, con un vestido en tonos grises y su melena negra graciosamente peinada, con las puntas hacia fuera. La respuesta de ésta fue una mirada cargada de enfado. El joven siseó para sus adentros... a veces no entendía a las mujeres.
-¿Necesitas que responda a eso?- le dijo a modo de respuesta la joven morena, enarcando una ceja.
-Reconoce por lo menos que si no llegamos a aparecer por allí, Nessie no hubiera podido con las tres- le recordó.
-¿Pero hacía falta que me sacaras del bar cómo un fardo de paja?- inquirió ésta, haciendo rechinar sus dientes.
-No estabas para razonar mucho en esos momentos- le volvió a recordar él. Alice se zafó se su agarre, alejándose de él. Jasper salió tras ella y la interceptó al final del jardín, dónde horas antes se había celebrado la ceremonia.
-Alice- la llamó; ésta permanecía de espaldas a él -Alice por favor... yo sólo quería cuidarte, y...- la joven le cortó, todavía de espaldas a él.
-Ese ataque tan posesivo me recordó mucho a Peter- murmuró ella, con rabia y pena mezcladas en su voz; el joven ranchero se quedó parado, sin saber qué decir -no me dejaba hacer nada... perdí a mis amigas- relataba ella, con pena en su voz -una vez me escapé para tomarme un café con ellas, y al llegar a cas...-.
-No hace falta que continúes- exclamó Jasper... la sangre le hervía por dentro, pues sabía lo que venía a continuación.
-Al llegar a casa me encerró en nuestro dormitorio, increpándome que quería abandonarle... me gritó- silenciosas lágrimas bajaban por las mejillas de la joven, cómo cada vez que revivía el horror de aquellos dos años -y también me...- Jasper no pudo soportarlo más, y con dos enormes zancadas se plantó delante de ella, abrazándola con fuerza.
-No llores por favor- le suplicó -yo no pretendía otra cosa que cuidarte y protegerte; reconozco que tanto mis hermanos cómo yo mismo somos un poco posesivos- se medio disculpó, con una pequeña sonrisa -pero Alice... no todos los hombres somos cómo el impresentable de tu ex marido-.
-Ya lo sé- hipó ella, agarrando fuertemente la solapa de la chaqueta del joven ranchero y escondiendo su cara en su pecho.
-Pero somos posesivos con lo que más queremos- le dijo con voz suave; Alice levantó sus ojos, y enseguida se encontraron con los grises de él.
La miraba con cariño, una mirada que Alice hacía mucho tiempo que no recibía. Aunque llevaban un tiempo saliendo, ella se había impuesto unos límites, sobre todo en el contacto físico y en muestras y palabras de cariño; y aunque Jasper no la obligaba a nada, a veces tenía que reprimir el impulso de cogerla en brazos y darle un beso de esos que te dejaban sin aliento. Era bellísima, y cuándo se derribaba un poco ese escudo de desconfianza y cautela, era extrovertida con todo el mundo... y ese genio que se gastaba le volvía loco... nunca se había topado con una mujer que le respondiera con el mismo sarcasmo, y eso le gustaba a rabiar.
La joven le miraba fijamente, perdiéndose en los hermosos ojos grises del joven... hacía tiempo que su corazón no repiqueteaba así de furioso por un hombre; en la cena las chicas la sonsacaron, y ella había admitido que estaba loca por Jasper Cullen... pero tenía tanto miedo. Maldijo una y mil veces a Peter... él la había hecho ser desconfiada y cerrada.
Pero hubo algo en las palabras del joven que hizo que su muralla se resquebrajara; tenía que aprender a confiar, todos los hombres no eran iguales.
-Alice- la llamó Jasper, sacándola de sus pensamientos -sólo quiero cuidar de ti- le susurró, acariciando su barbilla con un dedo -no quiero hacerte daño, tienes que creerme- lo intentó de nuevo; sabía que no debía presionarla... pero ya no podía aguantar más; si ella no sentía lo mismo por él, no la agobiaría. Esbozando una triste sonrisa se alejó de ella, dándole la espalda y volviendo a la fiesta.
Alice se quedó mirando cómo se alejaba... su cuerpo entero sentía la ausencia del joven, se estaba tan bien entre sus brazos. ¿Y si le daba una oportunidad... pero una oportunidad de verdad... de ser una auténtica pareja?; recordó las palabras que el joven le había dedicado hace escasos minutos... somos posesivos con lo que más queremos... y ella también le quería.
-¡Jasper!- echó a correr hacia él; al oír su voz, éste se dio la vuelta, y le abrió los brazos, dónde ella se refugió mientras se abrazaba a él.
-Sigue cuidándome- le dijo en voz baja; esbozando una sonrisa feliz, el joven asintió encantado, acercándose a los labios de la joven. Simplemente quería darle un pequeño beso, pero Alice no lo permitió, y no le dejó alejarse, abriendo su boca y acariciando con su lengua el labio inferior de Jasper. Sin poder creer lo que estaba sucediendo, automáticamente correspondió a los deseos de la que esperaba, era su novia oficial a partir de éste momento.
No lejos de allí, una pareja les observaba en la distancia, sonriendo encantados.
-Parece que le ha perdonado- le susurró Bella a su novio. Éste asintió, sonriendo divertido. Habían bailado durante casi toda la velada, y habían ido a dar un paseo, con las manos entrelazadas.
-Ven, vamos a dejarles intimidad- tiró de su pequeña, perdiendo a la pareja de vista.
-Ha sido un día precioso- suspiró Bella -a Jake y Nessie se les ve tan felices...-.
-Eso es cierto- corroboró Edward -te has emocionado mucho- le recordó; el sonrojo apareció en las mejillas de Bella, que se encogió ligeramente de hombros.
-Si te soy sincera, me dan un poco de envidia- Edward rodeó los hombros de su novia, dejando un pequeño beso en su frente.
-Te prometo que nuestra boda serán tan bonita cómo ésta- la consoló – pero primero tienes que estudiar- le recordó.
-Muchas chicas universitarias están casadas- contestó ella -pero tendré paciencia hasta que me lo pidas- bromeó.
-Eso dalo por hecho- le aseguró -Bella... eres muy joven, y quiero que disfrutes cómo cualquier joven de tu edad- le explicó.
-Disfruto- le aclaró ésta -salimos por ahí, hacemos muchas cosas... aunque nos llevemos casi diez años, nos compenetramos muy bien- Edward asintió, con una pequeña sonrisa... si por el fuera, se casaría mañana mismo... no podía concebir su futuro sin esa bella criatura en él; además, ella no tenía a nadie más que a ellos. El silencio del joven inquietó a la muchacha... quizá le había molestado.
-Perdona, no quería agobiarte- se disculpó.
-Bella- la atrajo hacia sus brazos -no me agobias; haremos un trato... veremos a ver cómo va el primer año de universidad... y después hablaremos; siempre me has oído decir que nos casaríamos algún día... y eso no va cambiar- hizo una pausa -todo llegará a su debido tiempo-.
-Me parece bien- aprobó ella -gracias por enterderlo-.
-Se que es importante para ti- le aclaró su novio -y también para mi... y no quiero que mi pequeña estrellita se ponga triste-.
-Tranquilo- le dijo ella, dejando un pequeño beso en sus labios y abrazándose a él. Sabía que todo tenía un momento, y debía ser paciente. Le importaba un comino lo que pensara la gente, hace mucho que dejó de hacerlo... pero su sueño seguía ahí, latente en su corazón.
Edward abrió lentamente los ojos, y poco a poco fue desperezándose; apenas eran las nueve de la mañana; esperaba poder dormir un poco más, después de la ajetreada nochecita... pero su cuerpo parecía tener un despertador dentro.
Un pequeño suspiro hizo que girara la cabeza; sus ojos enfocaron la imagen de su pequeña, profundamente dormida y volviendo a suspirar a la vez que se acurrucaba contra él. Una pequeña sonrisa cruzó su cara mientras que la acomodaba delicadamente entre sus brazos. La admiró unos minutos, en completo silencio para no importunar su sueño; una de sus piernas rodeaba las suyas, y su pequeña mano descansaba cómodamente en su pecho.
Sabía que hoy sufriría las consecuencias del alcohol... pero una cosa era cierta; nunca podría olvidar la forma en la que hicieron el amor esa noche, con una mezcla de dulzura y pasión desaforada. Estaba claro que el alcohol desinhibía a su pequeña de manera asombrosa. Jamás la había visto así, y la imagen del cuerpo de su novia, moviéndose sensualmente encima de él... su cabeza hacia atrás, sus pechos rebotando... los gemidos y suspiros de ambos, que él mismo tuvo que acallar con besos... los te quiero que los dos se dedicaron entre esos besos... pero un pequeño susurro le sacó de sus recuerdos.
-¿En qué piensas?- giró la cabeza, para ver los preciosos ojos de su pequeña, todavía entrecerrados.
-En la noche tan increíble que pasamos- le susurró mientras tomaba su mano y depositaba un pequeño beso en ella; Bella sintió el sonrojo acudir a sus mejillas, y en un acto reflejo, escondió su rostro en el pecho de Edward, lo que provocó que éste riera por lo bajini.
-¿No estás enfadado conmigo?- le preguntó ésta, todavía con la cara escondida en su pecho. Edward la miró divertido, y con un pequeño gesto hizo que le mirara.
-¿Por qué tendría que estar enfadado?- le interrogó, intentando parecer serio.
-Bueno... ayer se me subió un poco el alcohol a la cabeza y...- confesó, avergonzada y mordiéndose el labio. Su novio rió divertido, estrechándola entre sus brazos.
-Reconozco que te encontré un poco... ¿cómo decías ayer?... contentilla- le respondió, encantado de ver a su pequeña muerta de la vergüenza.
-Dios- masculló ésta entre dientes, pero su novio la interrumpió.
-Bella; no pasa nada- la tranquilizó -todos nos hemos emborrachado alguna vez... además... puede que tenga que emborracharte alguna que otra vez más- le confesó divertido. Su pequeña frunció el ceño, sin entender lo que quería decir -anoche estabas desatada... el alcohol saca un lado de mi novia que no conocía-.
-¿Y qué lado es ese?- interrogó, con una ceja alzada.
-Lo que ocurrió una vez que llegamos a la habitación- le susurró, atrayéndola más hacia su cuerpo -fue increíble la manera en la hicimos el amor-.
-¿Ah, si?- exclamó ella, con tono bajo e insinuante -es una buena manera para quemar el alcohol... debo reconocer que sólo tengo un pequeño dolor de cabeza- exclamó con una pequeña sonrisa, pero al momento se disipó de su cara -pensé que te enfadarías conmigo... por el espectáculo que monté cuándo te vi-.
-¿Te acuerdas?- le preguntó, un poco sorprendido.
-Me vienen imágenes a la cabeza... ¿te llamé Eddie?- le interrogó extrañada. Edward no pudo hacer otra cosa que reír a carcajadas.
-Sip, me llamaste Eddie- respondió entre risas.
-Lo siento- se disculpó -se que no te gusta-.
-Bella- la llamó Edward para que lo mirara -no pasa nada... además, a ti te dejo que me llames Eddie de vez en cuándo- le murmuró en su oreja, dejando un pequeño beso en ella; ella rió complacida... se esperaba una pequeña bronca de su novio por haber bebido más de la cuenta.
-Además... creo que Rose y Alice se llevaron la palma en cuánto a dar el espectáculo- le recordó su novio, para después relatarle con pelos y señales los sucesos de la noche anterior. Su novia le escuchaba atenta, riendo divertida.
-Uffsss... no querría con Rosalie esta mañana- exclamó ella, con una mueca de diversión.
-Pues yo no querría estar en la piel de Jasper, créeme- bufó Edward.
-Cierto- le dio la razón Bella, ahogando una risita -¿y vuestra cena, cómo estuvo?-.
-Bien- se encogió éste de hombros -la comida deliciosa; después estuvimos charlando- le contó -¿y la vuestra?-.
-También bien; conversando- se relató.
-¿Y de qué hablasteis?- le preguntó interesado. Su pequeña le miró arqueando una ceja.
-Al final va a ser verdad que en los genes Cullen está incluido el gen cotilla- murmuró para si misma -cosas de chicas... nada interesante-.
-¿Nada interesante?- interrogó su novio, con una sonrisa maliciosa -eso del gen cotilla Cullen me interesa- replicó, haciéndose el ofendido -te he oído-.
-Simplemente hablamos del encanto que tiene esta familia... sobre todo sus miembros masculinos- le aclaró. Edward disfrutaba del sonrojo de su pequeña; pero sabía que no la iba a sonsacar nada más, de modo que decidió pasar a otro punto, atrayéndola hacia él y haciendo que se sentara a horcajadas encima suyo.
Contempló el maravilloso espectáculo que se exponía ante sus ojos... la nívea y suave piel de su pequeña le llamaba de una manera poderosa; Bella sonrió azorada mientras que sentía las manos de Edward por su cuello, por sus brazos, por su clavícula...
Se levantó para que sus rostros quedaran a la misma altura, y ambos quedaron sentados.
-Eres tan preciosa, cariño- susurró contra su cuello, dejando suaves mordiscos y lamidas. Bella cerró los ojos, las caricias que le dedicaba su novio todavía la hacían sonrojar, y más aún si iban acompañadas de palabras. Sus pequeñas manos se anclaron en la nuca de Edward, haciendo que levantara su cabeza.
Sin pronunciar palabra alguna estrelló los labios en la boca de su novio, gesto que éste correspondió de manera inmediata; sus manos acariciaban la espalda de su pequeña, a la vez que la estrechaba más contra él; ese pequeño movimiento propició que sus partes más recónditas e íntimas se rozaran, creando una deliciosa e insoportable fricción.
-Dios Bella...- siseó Edward -no sabes cómo me pones...-.
-¿Sabes de que hablamos también, ayer en la cena?- le dijo ella, echando su cuello hacia atrás y cerrando los ojos al sentir que uno de sus pezones era suavemente apretado. Edward levantó la cabeza, interesado por escuchar la respuesta.
-De lo bueno que es el sexo matutino- murmuró traviesa, contra sus labios. Éste arqueó una ceja, sonriendo con malicia y volviendo a deslizar sus labios por la piel de su cuello.
-Dime quién eres y qué has hecho con mi tímida novia- exclamó contra su piel. Ella sonrió complacida.
-Digamos que... voy cogiendo confianza- replicó satisfecha, pasando sus manos por los marcados músculos de su pecho.
-Me encanta esa confianza- ronroneó satisfecho -y el sexo matutino- esas palabras bastaron para que Bella se levantase levemente, apoyándose en sus hombros y deslizando su cuerpo a lo largo del miembro del joven, plenamente despierto desde hace mucho rato.
-Ahhh...- un lánguido suspiro brotó de la boca de Bella, pero fue interrumpido por los labios del joven ranchero, dejando en ellos un beso que la robó el poco aliento del que disponía. Otro sonoro jadeo salió involuntariamente de su garganta cuándo Edward dejó sus labios para besar delicadamente su hombro.
-Shiiiisssstttt- le previno el joven -no estamos solos- ella captó el mensaje, y tuvo que morderse el labio para contener los gemidos... menos mal que anoche se aseguró de echar el cerrojo.
Edward también tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para permanecer lo más callado que podía. Bella se movía de arriba abajo, lentamente... el placer se adueñó de tal forma de su cuerpo, que no pudo resistir agarrar la cintura de su pequeña, haciendo que se moviera más deprisa.
-Eso es cariño... así... así- repetía una y otra vez; sentía la cálida y húmeda estrechez de las paredes de su pequeña contrayéndose cada vez más fuerte contra su miembro; cegado de pasión, su boca recorría la parte superior de los senos de la joven, disfrutando del sabor de su piel y de su tersura.
-Edward... aaaahhh- gemía su nombre entre suspiros; su cuerpo se arqueaba cada vez más; apoyó las manos en los muslos de Edward y echó la cabeza hacia atrás mientras cerraba los ojos, ofreciéndoselo. Su vaivén cada vez iba tomando más y más rapidez... necesitaba liberar todo ese placer que recorría su cuerpo. Un escalofrío la recorrió entera al sentir la boca de Edward en uno de sus pechos y uno de sus dedos masajeando su centro de placer. Sintió cómo una familiar sensación se apoderaba de ella... necesitaba gritar, pero era consciente de que no podía... así que cuándo el orgasmo se apoderó de ella, mordió el cuello de Edward con fuerza, tanta que de seguro sus dientes le dejarían una pequeña marca. Se desplomó encima suyo, unos pocos segundos, pero sacó fuerzas para seguir moviéndose, y al cabo de un minuto un gruñido gutural le indicó que Edward también había llegado.
Con sus cuerpos sudorosos y más débiles que una hoja de papel, se tumbaron en la cama; Bella permanecía abrazada a Edward cómo una lapa, intentando encontrar aire que llevarse a los pulmones. Su novio tampoco estaba en mejores condiciones, pero poco a poco fue recuperándose; sintió cómo su pequeña se relajaba mientras él peinaba su larga melena con los dedos.
-¿Bella?- murmuró al cabo de unos minutos de reconfortante silencio.
-¿Hum?- ronroneó ésta, a modo de respuesta.
-¿Crees que podrías despertarme así todos los días?- inquirió con un tono de voz inocente.
-En San Antonio puede...- exclamó ella, riendo ligeramente; su novió también la acompañó en sus risas, estrechándola más entre sus brazos.
Pasó un buen rato hasta que consiguieron moverse y prepararse para bajar a desayunar. Al aparecer por la cocina, sólo estaban Jake y Emmet con sus respectivas parejas. Nessie estaba sentada al lado de su prometido y con Owen en su regazo. Emmet tenía dibujada una mueca de fastidio en su cara, mientras que su esposa estaba apoyada en la encimera, con el ceño fruncido y sujetando la taza del café.
-Buenos días- murmuró Bella con voz suave.
-Buenos días Bellie Bells... ¿cómo amaneciste?- le interrogó Jake con una sonrisa.
-Sólo me duele un poco la cabeza- le aclaró ésta.
-Qué suerte- masculló Rose entre dientes -yo ya llevo tres aspirinas- Jake soltó una pequeña carcajada, pero ante la mirada que recibió de Nessie, se recompuso, poniéndose serio.
-Hablando de lo de anoche... ¿cómo es que terminasteis en el Mistic River?- interrogó Rose a su marido y cuñados -nunca vais allí-.
-Se nos ocurrió- se encogió Edward de hombros; Bella le tendió una taza de café y el le abrió los brazos, para que se sentara encima de sus piernas, ya que ni Carlisle ni Esme, ni los padres de Nessie estaban allí.
-No íbamos en vuestra búsqueda, si eso es lo que pensáis- añadió Emmet. Pero Rose emitió un siseo por lo bajo, en desacuerdo con su esposo.
-Es cierto- se defendió Jake.
-No queríamos cortaros la fiesta- se excusó Edward -ella vino corriendo hacia mi- aclaró con una sonrisa, mirando a su pequeña.
-Estabas muy cómica ayer, cuñada- rió Jake -te pasaste todo el camino cantando- inquirió divertido, mirando cómo el rostro de la joven castaña enrojecía de manera furiosa.
-Seguro que Bella no ha atacado a Edward- siseó Emmet entre dientes.
-Sí que lo ha atacado- contradijo Jake -pero no de la manera que te habrá atacado Rosalie- aclaró con una sonrisa lobuna -¿eso que llevas en el cuello es un chupetón, Edward?- Nessie contuvo la sonrisa que quería asomar de sus labios, ante la vergüenza de la pobre Bella y el mosqueo de Edward.
-Lo siento- se disculpó en voz baja, mirando la marca rosada situada en el cuello de su novio.
-Tranquila- la reconfortó el joven, dejando un beso en su sien; decidió no contestar a su hermano y dejarlo pasar.
-¿Cómo creéis que le habrá ido a Jasper con Alice?- preguntó Nessie en voz alta, y echándole un cable a la más joven de sus cuñadas.
-Seguro que le ha cerrado la puerta en las narices- exclamó Emmet, con una carcajada.
-No me extrañaría en absoluto- replicó Rosalie, dejando la taza y sentándose en la mesa -cuándo los Cullen sacáis vuestro gen cavernícola, no hay quién os aguante- le dijo acusatoriamente a los hermanos.
-¿También tenemos gen cavernícola?- indagó Jake, mirando a Nessie.
-A veces os pega un brote de esos- le respondió su prometida, arrancando las risas de Rose y Bella. Justo en ese momento aparecía Jasper por la puerta, con aspecto cansado.
-Hola- masculló entre dientes, con tono molesto.
-¿Cómo has dejado a Alice?- interrogó Rose, con una sonrisa maliciosa.
-Pues la verdad es que no lo sé- respondió, tomando asiento y sirviéndose un café bien cargado.
-¿Y eso?- preguntó Edward, arqueando una ceja.
-En cuánto llegamos a su casa, me montó un follón impresionante- empezó a relatar- me llamó cavernícola, troglodita y no se cuántas palabras más- las risitas del resto no se hicieron esperar -después se encerró en su dormitorio y no me ha abierto la puerta-.
-Así que has pasado la noche en el sofá- adivinó Emmet, sin poder contener la risa. Jasper le lanzó una mueca.
-No la iba a dejar sola- se excusó.
-Tiene carácter- musitó pensativo Edward -al fin has encontrado a una mujer que te sabe hacer frente-.
-Y que sabe dejarte con la palabra en la boca- añadió Jake -ahora tendrás que ganarte su perdón-.
-Sería más fácil que las vacas aprendiesen a bailar que la señorita Brandon me perdonara- masculló entre dientes.
-Entonces creo que tienes un gran trabajo por delante- le palmeó el hombro Edward, ante las risas del resto.
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La semana pasó rápido, y llegó el sábado en el que se celebraba la boda; aunque la ceremonia se celebraría al atardecer, desde primera hora de la mañana el rancho era un completo caos. Bella, ayudada por las chicas, llevaba desde la siete de la mañana en la cocina, elaborando el menú y dándole las instrucciones a los camareros que lo servirían. Todo estaba listo para calentarlo y servirlo y la tarta, la única cosa que ella no había cocinado, había llegado también.
El jardín dónde se celebraría la ceremonia estaba precioso; habían puesto una pequeña pérgola cuajada de rosas blancas y amarillas, las mismas flores que adornaban el jardín. Cinco pequeñas filas con sillas blancas delimitaban un pequeño pasillo, cubierto por una alfombra también blanca. Justo enfrente habían ubicado las mesas dónde cenarían, al resguardo de un toldo enorme. Las mesas estaban situadas en círculos, y en el centro los ya esposos abrirían el baile, una vez entrada la noche.
Minutos antes de la siete de la tarde, llegaron los escasos treinta invitados que acompañarían a los novios en su gran día. Carlisle Cullen y sus hijos daban la bienvenida a la gente, elegantemente enfundados en sus trajes oscuros. Jake saludaba a todo el mundo con una sonrisa de nervios, los cuales se acentuaron cuándo el pastor le indicó que debía posicionarse en su sitio; los peones del rancho, con Sam y su mujer Emily a la cabeza, Jenks y su esposa, la señora Harris y su esposo, los padres de Rosalie... todos esperaban impacientes la llegada de la novia.
Kelly Rale retorcía su pañuelo, sonriendo emocionada al lado de Esme y Carlisle; los hermanos y sus parejas miraban expectantes hacia la puerta que comunicaba el interior de la casa por el jardín,
-¿Te he dicho que estás preciosa?- susurró Edward en el oído de su novia, dejando un beso justo detrás de su oreja. Bella llevaba un sencillo vestido color violeta, palabra de honor y falda recta hasta la rodilla. No llevaba joya alguna más que el colgante que le había regalado Edward las pasadas navidades; su pelo estaba recogido en un elaborado moño, con varios mechones sueltos, enmarcando su carita, con el mínimo maquillaje.
-Desde hace cinco minutos no- contestó ella, posando su mano encima de la de su novio, que permanecía en su cintura. A su derecha estaban Rosalie y Emmet, con un vestido negro y con el pequeño Owen en sus brazos; Jasper y Alice les franqueaban por el lado izquierdo.
Después de la ajetreada despedida de solteros y solteras, Alice se enfadó de tal manera con Jasper, que se negó a escuchar disculpa alguna que proviniera de boca del joven. Incluso una noche le dio con la puerta en las narices, no sin antes tirarle a la cara el ramo de flores que había dejado unas horas antes en su puerta; finalmente, la noche anterior a la boda consiguió hablar con ella, y accedió a acompañarle a la boda, aunque según la joven morena, aún no le había perdonado del todo.
Por fin, la música entonó la marcha nupcial, y Nessie hizo su aparición cogida fuertemente al brazo de su padre. Llevaba un sencillo vestido blanco con unos finos tirantes, largo hasta los pies, sin ningún encaje ni dibujo. Se ceñía perfectamente a su pecho, para después caer suelto. Sus rizos caían sobre su espalda formando una cascada pelirroja, sin ningún adorno en él. En su mano derecha portaba un pequeño ramo de margaritas blancas.
La emoción del momento, incentivada en parte por las hormonas, fue la causa de que antes de que llegara al lado de su novio sus ojos ya estuvieran cristalinos. La sonrisa que adornaba el rostro de Jake era inmensa, y besó delicadamente la mano de su prometida cuándo Stanley Rale le tendió la mano de ésta.
La ceremonia fue breve y emotiva; Bella miraba emocionada a la feliz pareja, a la vez que ellos pronunciaban sus votos. Estaba apoyada en el pecho de Edward y no pudo evitar en volver a recrear una imagen en su mente... la imagen dónde Edward y ella ocupaban el lugar de Nessie y Jake. Estaba tan absorta en sus pensamientos, que bajó a la tierra cuándo oyó los aplausos y silbidos de la gente; el ya matrimonio se estaba besando, después de que el pastor Adam los declarara marido y mujer.
-Ha sido una ceremonia preciosa- exclamó con una sonrisa emocionada. Su novio la besó suavemente en el tope de su cabeza.
-Sí que lo ha sido- le dio la razón éste -vamos a darles la enhorabuena- la agarró de la mano para adelantarse unos pasos. Jake la envolvió en un abrazo de oso.
-Felicidades grandullón- le dijo ésta entre risas.
-Gracias- le respondió éste. Edward se acercó a su hermano, y ella se volvió para abrazar a una emocionada Nessie.
-Enhorabuena- le dijo la joven castaña.
-Uffsss... todavía no puedo creerlo- decía la ya señora Black, riendo nerviosamente.
-Pues créetelo- le respondió Emmet por detrás de ellas -has retirado a mi hermanito del mercado-.
-Emmy- le llamó burlón el novio -¿podrías, por una vez, ser un poco serio?-.
-Soy serio- rezongó éste.
-Seguro- exclamó Carlisle, que se había acercado al grupo -felicidades hijo- abrazó con fuerza al mayor de sus retoños -mamá y Billy estarán orgullosos de ti, seguro- Jake sonrió, acordándose de su padre biológico y de su madre. Los hermanos, que hacían piña alrededor de los novios, también sonrieron con melancolía a la mención de Meredith Cullen.
Después de recibir los abrazos y felicitaciones de todos los presentes, el pequeño grupo se encaminó hacia la zona que habían habilitado para la cena y el baile. Bella recibió elogios de felicitación por la comida. Por petición expresa de Jake y Nessie, los cuatro hermanos y sus parejas compartieron mesa; justo al lado de la de Carlisle y Esme, los señores Rale, los padres de Rosalie y el matrimonio Jenks.
Comieron, bebieron, brindaron y rieron en una cena llena de animadas conversaciones y bromas por doquier, cómo no podía ser menos en la mesa de los hermanos Cullen. El padrino y padre de la novia dio un pequeño y emotivo discurso, arrancando lágrimas de emoción a su hija y aplausos al resto de los comensales. Bella no pudo evitar pensar quién la llevaría a ella al altar algún día... su padre, por desgracia, no podría hacerlo, y ahora no tenía más familia que los Cullen. Edward la miró de reojo cómo escuchaba emocionada el discurso de Stanley Rale, y la tomó de la mano, dándole un cariñoso apretón, gesto que ella agradeció con una de sus preciosas sonrisas.
La noche iba avanzando; el tiempo caluroso, cómo era normal en agosto en el estado de Texas, hizo que la velada prosiguiera sin problema alguno. Los novios abrieron el baile con un aromántica balada; a la segunda canción, casi todas las parejas salieron a la pista.
-¿Sigues enfadada conmigo?- indagó Jasper con cautela; Alice estaba deslumbrante, con un vestido en tonos grises y su melena negra graciosamente peinada, con las puntas hacia fuera. La respuesta de ésta fue una mirada cargada de enfado. El joven siseó para sus adentros... a veces no entendía a las mujeres.
-¿Necesitas que responda a eso?- le dijo a modo de respuesta la joven morena, enarcando una ceja.
-Reconoce por lo menos que si no llegamos a aparecer por allí, Nessie no hubiera podido con las tres- le recordó.
-¿Pero hacía falta que me sacaras del bar cómo un fardo de paja?- inquirió ésta, haciendo rechinar sus dientes.
-No estabas para razonar mucho en esos momentos- le volvió a recordar él. Alice se zafó se su agarre, alejándose de él. Jasper salió tras ella y la interceptó al final del jardín, dónde horas antes se había celebrado la ceremonia.
-Alice- la llamó; ésta permanecía de espaldas a él -Alice por favor... yo sólo quería cuidarte, y...- la joven le cortó, todavía de espaldas a él.
-Ese ataque tan posesivo me recordó mucho a Peter- murmuró ella, con rabia y pena mezcladas en su voz; el joven ranchero se quedó parado, sin saber qué decir -no me dejaba hacer nada... perdí a mis amigas- relataba ella, con pena en su voz -una vez me escapé para tomarme un café con ellas, y al llegar a cas...-.
-No hace falta que continúes- exclamó Jasper... la sangre le hervía por dentro, pues sabía lo que venía a continuación.
-Al llegar a casa me encerró en nuestro dormitorio, increpándome que quería abandonarle... me gritó- silenciosas lágrimas bajaban por las mejillas de la joven, cómo cada vez que revivía el horror de aquellos dos años -y también me...- Jasper no pudo soportarlo más, y con dos enormes zancadas se plantó delante de ella, abrazándola con fuerza.
-No llores por favor- le suplicó -yo no pretendía otra cosa que cuidarte y protegerte; reconozco que tanto mis hermanos cómo yo mismo somos un poco posesivos- se medio disculpó, con una pequeña sonrisa -pero Alice... no todos los hombres somos cómo el impresentable de tu ex marido-.
-Ya lo sé- hipó ella, agarrando fuertemente la solapa de la chaqueta del joven ranchero y escondiendo su cara en su pecho.
-Pero somos posesivos con lo que más queremos- le dijo con voz suave; Alice levantó sus ojos, y enseguida se encontraron con los grises de él.
La miraba con cariño, una mirada que Alice hacía mucho tiempo que no recibía. Aunque llevaban un tiempo saliendo, ella se había impuesto unos límites, sobre todo en el contacto físico y en muestras y palabras de cariño; y aunque Jasper no la obligaba a nada, a veces tenía que reprimir el impulso de cogerla en brazos y darle un beso de esos que te dejaban sin aliento. Era bellísima, y cuándo se derribaba un poco ese escudo de desconfianza y cautela, era extrovertida con todo el mundo... y ese genio que se gastaba le volvía loco... nunca se había topado con una mujer que le respondiera con el mismo sarcasmo, y eso le gustaba a rabiar.
La joven le miraba fijamente, perdiéndose en los hermosos ojos grises del joven... hacía tiempo que su corazón no repiqueteaba así de furioso por un hombre; en la cena las chicas la sonsacaron, y ella había admitido que estaba loca por Jasper Cullen... pero tenía tanto miedo. Maldijo una y mil veces a Peter... él la había hecho ser desconfiada y cerrada.
Pero hubo algo en las palabras del joven que hizo que su muralla se resquebrajara; tenía que aprender a confiar, todos los hombres no eran iguales.
-Alice- la llamó Jasper, sacándola de sus pensamientos -sólo quiero cuidar de ti- le susurró, acariciando su barbilla con un dedo -no quiero hacerte daño, tienes que creerme- lo intentó de nuevo; sabía que no debía presionarla... pero ya no podía aguantar más; si ella no sentía lo mismo por él, no la agobiaría. Esbozando una triste sonrisa se alejó de ella, dándole la espalda y volviendo a la fiesta.
Alice se quedó mirando cómo se alejaba... su cuerpo entero sentía la ausencia del joven, se estaba tan bien entre sus brazos. ¿Y si le daba una oportunidad... pero una oportunidad de verdad... de ser una auténtica pareja?; recordó las palabras que el joven le había dedicado hace escasos minutos... somos posesivos con lo que más queremos... y ella también le quería.
-¡Jasper!- echó a correr hacia él; al oír su voz, éste se dio la vuelta, y le abrió los brazos, dónde ella se refugió mientras se abrazaba a él.
-Sigue cuidándome- le dijo en voz baja; esbozando una sonrisa feliz, el joven asintió encantado, acercándose a los labios de la joven. Simplemente quería darle un pequeño beso, pero Alice no lo permitió, y no le dejó alejarse, abriendo su boca y acariciando con su lengua el labio inferior de Jasper. Sin poder creer lo que estaba sucediendo, automáticamente correspondió a los deseos de la que esperaba, era su novia oficial a partir de éste momento.
No lejos de allí, una pareja les observaba en la distancia, sonriendo encantados.
-Parece que le ha perdonado- le susurró Bella a su novio. Éste asintió, sonriendo divertido. Habían bailado durante casi toda la velada, y habían ido a dar un paseo, con las manos entrelazadas.
-Ven, vamos a dejarles intimidad- tiró de su pequeña, perdiendo a la pareja de vista.
-Ha sido un día precioso- suspiró Bella -a Jake y Nessie se les ve tan felices...-.
-Eso es cierto- corroboró Edward -te has emocionado mucho- le recordó; el sonrojo apareció en las mejillas de Bella, que se encogió ligeramente de hombros.
-Si te soy sincera, me dan un poco de envidia- Edward rodeó los hombros de su novia, dejando un pequeño beso en su frente.
-Te prometo que nuestra boda serán tan bonita cómo ésta- la consoló – pero primero tienes que estudiar- le recordó.
-Muchas chicas universitarias están casadas- contestó ella -pero tendré paciencia hasta que me lo pidas- bromeó.
-Eso dalo por hecho- le aseguró -Bella... eres muy joven, y quiero que disfrutes cómo cualquier joven de tu edad- le explicó.
-Disfruto- le aclaró ésta -salimos por ahí, hacemos muchas cosas... aunque nos llevemos casi diez años, nos compenetramos muy bien- Edward asintió, con una pequeña sonrisa... si por el fuera, se casaría mañana mismo... no podía concebir su futuro sin esa bella criatura en él; además, ella no tenía a nadie más que a ellos. El silencio del joven inquietó a la muchacha... quizá le había molestado.
-Perdona, no quería agobiarte- se disculpó.
-Bella- la atrajo hacia sus brazos -no me agobias; haremos un trato... veremos a ver cómo va el primer año de universidad... y después hablaremos; siempre me has oído decir que nos casaríamos algún día... y eso no va cambiar- hizo una pausa -todo llegará a su debido tiempo-.
-Me parece bien- aprobó ella -gracias por enterderlo-.
-Se que es importante para ti- le aclaró su novio -y también para mi... y no quiero que mi pequeña estrellita se ponga triste-.
-Tranquilo- le dijo ella, dejando un pequeño beso en sus labios y abrazándose a él. Sabía que todo tenía un momento, y debía ser paciente. Le importaba un comino lo que pensara la gente, hace mucho que dejó de hacerlo... pero su sueño seguía ahí, latente en su corazón.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 22: Nueva etapa
Después de ese sábado inolvidable del mes de agosto, la tranquilidad se instaló en el rancho Killarney. Dos días después de la celebración de sus esponsales, los flamantes señores Black cogieron un avión rumbo a Hawai, dónde les esperaban tres semanas de merecido y necesitado descanso.
Rosalie y Emmet también se tomaron unos días de vacaciones, aunque de menor duración, y partieron hacia las playas de California, dónde el pequeño Owen descubrió el mar y se dio su primer baño veraniego.
Dado que no podían dejar el rancho desatendido, Jasper y Edward se quedaron, después sería su turno para el descanso. Jasper y Alice no tenían intención alguna de irse a ningún sitio, pero a la vuelta de Emmet, disfrutaron de unos días tranquilos, dando paseos y saliendo al cine, a cenar; poco a poco y desde la boda, Alice fue abriéndose al joven, y permitiendo que la conquistara más aún, si era posible. Jasper sonreía cómo un tonto enamorado cuándo iban por las calles de Hunstville y ella, en un gesto espontáneo, le tomaba de la mano para caminar juntos. Ella se derretía entre sus brazos cada vez que la dejaba en su casa y la besaba hasta quedarse sin aliento... definitivamente, ese hombre arrogante le estaba devolviendo las ganas de vivir.
A principios de septiembre, Emmet tuvo que reincorporarse a su trabajo de informático, por lo que Jasper volvió a la rutina del rancho; Jake y Nessie ya habían regresado de su viaje de novios, retomando también sus respectivas jornadas laborales, por lo que fue el turno del hermano pequeño.
Edward y Bella se enfrascaron en la búsqueda del que sería su hogar. Las clases empezaban la primera semana de octubre, y querían estar allí unos días antes, instalándose tranquilos.
Su novio contrató los servicios de una agencia inmobiliaria, así que se pasaron allí tres días, viendo apartamentos. Finalmente lo encontraron; grande y luminoso, completamente amueblado y con tres dormitorios. Ya que Edward trabajaría la mayor parte del tiempo en casa, el apartamento estaba muy cerca de la facultad, tanto que en diez minutos a pie se llegaba. Después de acordar un precio de alquiler, que a Bella le pareció un poco elevado, su novio firmó el contrato y dejó la fianza; se sentía incómoda, Edward cargaba con todos los gastos del piso. Casi todo el dinero que Bella había ganado en el rancho se fue para pagar la matrícula. Pensó en buscarse un trabajo a media jornada, aunque fuera para contribuir un poco, pero Edward se negó en redondo, aludiendo que de lo único que tenía que preocuparse ella era de estudiar. Los hermanos Cullen tenían cada uno un tanto por ciento de las acciones del rancho... y era un hecho que el rancho originaba miles y miles de dólares al año. Si Edward quisiera, podría hasta comprarse un par de casas sin necesidad de pedir un crédito al banco.
Esa cuestión les acarreó la primera discusión más o menos fuerte desde que eran pareja; incluso una noche Edward se fue a dormir a su cuarto, realmente enfadado... él sólo quería que su pequeña estudiara y cumpliera sus ilusiones... y por el dinero no tenía que preocuparse... para eso estaba él; llevaba años trabajando y ahorrando, y no le importaba en absoluto compartirlo ahora con su novia; pero Bella no cedió, y se pasó dos días sin apenas hablarle.
La joven estaba que se moría por dentro; no le gustaba estar así con Edward... pero sentía que se estaba aprovechando de él y de su generosidad. Al tercer día se levantó más disgustada aún... era trece de septiembre, su cumpleaños. Cumplía veinte años, casi no se lo podía creer. Mientras se duchaba y vestía hizo un repaso mental de todo lo que le había sucedido en ese año... en otras dos semanas sería el primer aniversario de la muerte de su padre y de su llegada al rancho Killarney.
Desde que abandonó Forks, no había vuelto a tener noticias de su abuela; supuso que no la echaba de menos en absoluto, pero ella tampoco. Recordó su llegada al rancho, cómo la acogió toda la familia... la primera vez que vio a Edward, esos primeros meses tan difíciles en la convivencia de ambos, cómo poco a poco ambos fueron enamorándose perdidamente el uno del otro, el momento en el cual él se le declaró, bajo las estrellas... y también la primera vez que hicieron el amor... la dulzura y el cuidado de Edward esa noche.
También repasó, con una pequeña sonrisa, las vivencias con las chicas, los momentos divertidos que había pasado con ellas y por supuesto, con sus cuñados; los momentos felices de la boda de Jake y Nessie... en definitiva, había sido un año lleno de cambios en su vida.
Mientras bajaba las escaleras, se preguntó con pena si Edward la felicitaría por su cumpleaños... qué distinto era ese día al veinte de junio, día en el que despertó a su novio con un beso de felicitación por sus veintinueve primaveras. A Edward no le gustaba celebrar el día de su nacimiento, ya que eso trajo consecuencias fatales para la familia... pero entre todos lograron convencerlo, incluido su padre, pero sólo accedió a una cena en el rancho, íntima y familiar.
Y hoy también había cena en familia, para celebrar su cumpleaños y por así decirlo, su despedida temporal del rancho; dentro de una semana Edward y ella se mudaban a San Antonio. La mayoría de sus cosas ya estaban allí, junto con las de su novio; torres de cajas esperaban apiladas en su ahora casa para ser desembaladas.
Nada más atravesar la puerta de la cocina, unos brazos enormes la levantaron en el aire, en un gigantesco abrazo.
-¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliiizzzz...!- cantaba Jake, a la vez que la giraba en el aire. Bella reía divertida.
-Me voy a marear, déjame en el suelo- le pidió.
-Jake, no seas bruto- nada más oír las palabras de su esposa, éste posó a su cuñada en el suelo, pero la propia Nessie se adelantó para abrazarla y felicitarla.
-Felicidades Bells; de parte mía y de los renacuajos- le dijo divertida mientras se separaban y ambas miraban el vientre de la joven, que a pesar de haber entrado en el cuarto mes de gestación ya era notorio, al llevar dos.
-Muchas gracias a los dos- agradeció la joven, con una pequeña sonrisa. En ese momento entraron Carlisle, Esme y Jasper por la puerta.
-Muchas felicidades hija- le deseó Esme con uno de sus maternales abrazos, al igual que hizo Carlisle. Jasper también la felicitó... pero Bella echó de menos a una persona.
-Sam ha venido a buscar a Edward- Jake se adelantó a los pensamientos de Bella -vendrá dentro de unos minutos para desayunar- la joven asintió con una pequeña sonrisa, y se concentró en su tarea de preparar el desayuno, con la ayuda de Nessie y Esme. Preparó tortitas, una de sus especialidades, huevos revueltos, el café, té para Nessie y sacó un trozo de bizcocho que sobró del desayuno de ayer.
A los cinco minutos de estar sentados en la mesa, apareció Edward, que dio los buenos días de forma general. Bella se mordía el labio nerviosa mientras observaba cómo su novio tomaba asiento a su lado.
-Feliz cumpleaños- le susurró Edward, inclinándose hacia ella y dejando un suave beso en su mejilla. Su pequeña respiró aliviada... pensaba que al estar enfadados, no le felicitaría.
-Gracias- musitó de manera tímida y un poco sonrojada.
Esa fue la única vez que se dirigió a ella, ya que su novio se enfrascó con su padre y hermanos en los asuntos del rancho. Nessie y Esme se percataron de la escasa interacción de la pareja, pero esperaron a que los hombres se levantaran y se despidieran de ellas para preguntarle a la joven.
-¿Pasa algo?- interrogó Esme a Bella, realmente preocupada.
-¿Por?- interrogó a su vez Bella, levantándose y llevando platos al lavavajillas.
-Habéis estado un poco ausentes el uno del otro- le explicó Nessie a su cuñada -es más... lleváis unos días raros; ¿habéis discutido por algo?- Bella suspiró resignada, pero era cierto que se les notaba que estaban enfadados... pero no sabía si debía hablar de ello.
-A veces es bueno desahogarse- le recordó Esme, con una sonrisa tranquilizadora. Dándose por vencida, volvió a la mesa para tomar asiento entre ambas.
-¿Se nota demasiado, verdad?- preguntó con una mueca de tristeza.
-Bueno- sopesó Nessie -Edward no se corta en cuánto a muestras de cariño se refiere- Bella le dio la razón para sus adentros.
-¿Qué ha pasado, cielo?; sabes que puedes confiar en nosotras- la intentó animar Esme.
-No le diremos nada a los chicos, tranquila por eso- sonrió cuándo Nessie le guiñó un ojo, de manera cómplice.
-Edward carga con todo el asunto económico... y yo me siento una inútil y aprovechada- les explicó, abatida y cabizbaja. Nessie frunció el ceño, señal de que no entendía nada... pero Esme sabía por dónde iban los tiros, e intentó tranquilizar a Bella.
-Cariño... creo que es lógica la postura de Edward; tú bastante haces con pagar la matrícula de la universidad-.
-Pero siento que abuso- se quejó de nuevo la joven -si mi abuela no hubiera malgastado todo el dinero que nos mandaba mi padre...- siseó frustrada y rabiosa.
-Bella- la llamó Nessie, para que la mirara -no creo que Edward piense eso... y menos de ti; lo único que quiere es que seas feliz, y que estudies-.
-Además, sí tu no estuvieras con Edward y hubieses querido estudiar... ¿crees que Carlisle no hubiera hecho lo mismo?- la pregunta de Esme dejó fuera de combate a la joven castaña -Carlisle se prometió a si mismo, y a tu padre- le recordó -que él cuidaría de ti-.
-Sólo que ahora es Edward- Bella sonrió ante la aclaración de Nessie -háblalo con él, es lo mejor que puedes hacer-.
-Y no debes preocuparte por el tema económico- le explicó Esme -habla con Edward, con calma y tranquilidad; escucha su versión y sus motivos-.
Después de escuchar los consejos de ambas, Nessie se despidió para irse al trabajo, y Esme se fue al pueblo, para resolver diversas gestiones.
Cuándo terminó de recoger la cocina y de recoger su habitación y la de Edward, decidió ir a visitar a su padre. Iba siempre una vez al mes, pero desde la semana anterior a la boda y después, con la búsqueda de apartamento y mudanza apenas había tenido tiempo. Quería despedirse de él, contarle un poco la nueva vida que iba a empezar... y necesitaba reflexionar a solas sobre cómo pedirle disculpas a Edward, y explicarle su punto de vista.
Se cambió de ropa y se encaminó al garaje; cogió las llaves del volvo de Edward, y suavemente salió para coger la carretera que llevaba al cementerio. Compró unas flores en el establecimiento de enfrente, cómo siempre solía hacer, y se adentró hasta el lugar dónde reposaba Charlie.
Permaneció más de media hora frente a la lápida, contándole a su padre en voz casi inaudible los acontecimientos que estaban por suceder. También le habló de la discusión que había tenido con su novio, y por un momento deseó tener a su padre frente a ella; añoraba sus abrazos, su manera de dirigirse a ella... y por supuesto, sus consejos y su consuelo. Pero por desgracia, nadie tenía el poder de dar marcha atrás en el tiempo; ella recordó la única ocasión en que su padre y ella discutieron. Bella odiaba estar enfadada con la gente que quería, y más en este día tan especial que ella esperaba pasar junto con Edward.
Decidida, se despidió de su padre, para ir en busca de su novio e intentar aclarar la situación.
No tuvo que ir a buscarlo muy lejos, ya que nada más parar el motor en el garaje, se topó cara a cara con Edward. Respirando profundamente y dándose ánimos ella misma, se dispuso a bajar del automóvil... pero una mano fuerte y grande abrió la puerta por ella, para después ayudarla a salir.
El mismo Edward cerró la puerta del coche, y sin soltar la mano de su pequeña, hizo un movimiento para que ella quedara frente a sus ojos. El joven estudió el aspecto de su novia... se le notaba la tristeza a kilómetros; sus ojeras revelaban una, o quizá varias, noches de insomnio; él tampoco lo había pasado bien estos días pasados. Acostumbrado a dormir fuertemente agarrado a ella, sintió un vacío inmenso; y por supuesto, no podía estar enfadado con ella por más tiempo... hoy era el cumpleaños de su pequeña estrellita, y quería que ella estuviera contenta y feliz.
Bella le miraba con una mezcla de nerviosismo y expectación en sus ojos; venía pensando todo el camino cómo sacarle el tema... y ahora que lo tenía delante, no sabía ni por dónde empezar; de modo que optó por lo más fácil.
-Hola- susurró, sintiendo que la sangre subía a sus mejillas de manera alarmante.
-Hola- le contestó el joven de vuelta, con un amago de sonrisa -¿a dónde has ido?-.
-A ver a mi padre- le contestó ella -he cogido tu coche, espero que no te importe- dijo con cautela.
-Claro que no, cariño- el corazón de la joven se alteró al oír el apelativo con el que se dirigió a ella -sabes que no necesitas pedirme permiso para eso; todo lo mío es tuyo-.
Ahí estaban las palabras por las que tanto habían discutido estos días anteriores; agachó la mirada, pero Edward enseguida puso su dedo debajo de su barbilla, alzándole el mentón y haciendo que lo mirara.
-Ese es problema- musitó con pena -todo lo tuyo es mío y lo mío es tuyo...- recitó la típica frase -pero yo no tengo nada-.
-¿Qué quieres decir?- interpeló Edward -Bella...-.
-Tengo la sensación de que abuso de ti; renuncias a tu vida para venirte conmigo, lejos de tu hogar; te ocupas de buscar una casa- hizo una pausa, tomando aire -te vas a ocupar de todos los gastos que eso conlleva... y yo nada...- Edward la calló de la única forma que sabía... tomando su carita entre sus manos y besándola. Necesitaba sentir los tibios y suaves labios de su pequeña... demasiadas horas sin apenas tocarla, sin besarla... y necesitaba esas muestras de amor cómo el comer.
Bella cerró los ojos, dejándose llevar y se abrazó a él con fuerza, devolviéndole el beso; sus dedos se enredaban en el cabello cobrizo de su novio, desordenándolo más todavía, si era eso posible...sentía su corazón palpitar en su garganta, no quería separarse de él; pero la necesidad de respirar hizo que la pareja tuviera que romper el beso.
-Bella- Edward todavía jadeaba en busca de aire cuándo pronunció su nombre -no puedes decir que no tienes nada que ofrecerme- ella lo miró sin entender a dónde quería llegar -desde que has llegado aquí me has dado cosas que antes no tenía-.
-Edward...- éste la interrumpió de nuevo, negando con la cabeza y cogiendo una de las manos de su novia la posó en su pecho, a la altura de su corazón. La joven sintió una rápida pulsación a través de su palma.
-Me has dado ganas de vivir de nuevo; me has dado confianza, cariño, complicidad, amistad... amor; por eso mi corazón late de esa manera- Bella no esperaba para nada esas palabras; se esperaba reproches, diferencia de opiniones y por qué no, otra discusión. Se quedó tan sorprendida que abrió los labios, pero no acertó a articular palabra alguna. Edward miró fijamente esos ojos color chocolate, que empezaban a brillar debido a la emoción, y prosiguió explicándole.
-Tú eres la persona que me da todo eso, día a día... y mi deber es cuidar a esa personita tan maravillosa- su novia le escuchaba emocionada; seguía sin poder articular una sola palabra -no me importan las cosas materiales Bella; me importa lo que me das día a día-.
-Pero tu también me das esas cosas, Edward- consiguió decir con un hilo de voz -y bastante haces por mi... habéis hecho todos por mi- se corrigió ella misma -siempre me he sentido sola, el único que me quería un poco era mi padre... y se me hace muy raro que ahora venga alguien y me colme de cariño y atenciones, y siento que es abusar demasiado de la generosidad de las personas-.
-Bella, desde que estás conmigo es cómo si fuéramos uno solo; eres todo para mi... y es lógico que quiera darte lo mejor; si por mi fuera, te habría pagado hasta la universidad- la joven rodó levemente los ojos, lo que provocó que el joven sonriera divertido -sólo es dinero; el dinero que yo he ganado todos estos años, y quiero compartirlo con la persona que más quiero en el mundo- le siguió explicando.
-Es demasiado- musitó ella.
-Nada es demasiado cuándo se trata de ti; Bella por favor... no quiero que pasemos más tiempo enfadados- le medio suplicó.
-Yo tampoco- admitió la joven -intentaré hacerme a la idea... pero me costará- dijo con un puchero, que a Edward le pareció gracioso. Atrapó la fina cintura de su pequeña entre sus brazos, acercándola a él todo lo que pudo, tanto que hasta sus frentes se juntaron.
-Sólo tienes que preocuparte de estudiar estos tres años- le recordó él -no necesitas trabajar; además... ¿crees que mi padre va a dejar de pagarte tu sueldo?- le interrogó divertido.
-Pues debería- exclamó ella -ya no voy a trabajar más-.
-Es el regalo de cumpleaños de mi padre, Bella- le confesó. La joven abrió los ojos, sorprendida por tal confesión -recuerda la promesa que le hizo a tu padre; ayudarte y cuidarte... y aunque ahora compartamos esa tarea él y yo... no sería Carlisle Cullen si no la cumpliera-.
-¿Me va a dar dinero?- interrogó, todavía con la sorpresa todavía palpable en su cara.
-Te hemos abierto una cuenta a tu nombre; allí depositará cada mes una cantidad de dinero... y aparte, te he incluido en la mía, por si pasa algo y necesitas echar mano- le relató tan tranquilo.
Bella permaneció varios minutos en silencio, procesando la información... si discutir con Edward acerca de estos temas era perder el tiempo, con Carlisle Cullen era misión imposible; no conocía a un hombre tan generoso cómo a él. El patriarca no iba a ceder ni un ápice, al igual que su hijo.
-No puedo luchar contra los dos- se dio por vencida -pero en cuánto tenga un trabajo, una vez finalice la carrera, os lo devolveré centavo a centavo- le previno.
-Eso se verá cuándo llegue el momento- Edward sonrió, por fin ella cedía un poco, y se dejaba cuidar y mimar por alguien... su pequeña se merecía todo eso y más -¿significa eso que podemos hacer las paces?- le susurró contra sus labios.
-Por favor- le suplicó ella, rodeando su cuello con sus manos y bajando su cabeza, en busca de sus labios; labios que el joven ranchero no dudó en besar. Cogiéndola más fuerte por las caderas, la alzó lo suficiente hasta sentarla en el capó del coche, para poder quedar entre sus piernas.
La pareja se sumergió en una burbuja, no sabían el tiempo que pasaron en esa posición, sin apenas moverse... simplemente disfrutaban de todos los besos que no se habían dado esos días.
-Sólo una cosa más- le dijo Edward, mientras dejaba suaves besos por su barbilla -cuándo mi padre te entregue su regalo esta noche, pon cara de sorpresa- ella rió divertida.
-Chivato- susurró, de nuevo contra sus labios -me cobraré este secreto-.
-Y yo te lo pagaré encantando- le devolvió por respuesta; su pequeña escondió su cara en su cuello.
-No quiero que nos enfademos más... y perdóname por todos estos días- el aliento de la joven le produjo esas familiares cosquillas por su cuello.
-Te lo prometo, cariño mío- la tranquilizó, acariciando su espalda -y perdóname a mi también-.
-No tengo nada que perdonarte- le respondió con firmeza; las palabras que le había dedicado antes eran un regalo para ella... a pesar de los meses que llevaban juntos, a veces todavía le costaba creer que un hombre cómo Edward Cullen pudiera quererla de esa forma.
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La reconciliación de la pareja fue un hecho; por fin Bella pudo disfrutar de su cumpleaños tranquila. Nessie y Esme se lo notaron cuándo la joven entró por la puerta de la cocina, para dar los últimos retoques a la cena. Jasper se había ido a buscar a Alice, los chicos y Carlisle se habían ido a la ducha, para quitarse el olor a ganado y ponerse algo más decente que vestir. Rose y Emmet estaban de camino.
Tanto Nessie cómo Esme no preguntaron nada; sólo tenían que fijarse en los ojos de la joven, que tenían un brillo totalmente opuesto al de esta mañana.
Por fin toda la familia estuvo reunida, y la cena dio comienzo. Se respiraba un ambiente feliz y relajado, dónde los hijos de Carlisle Cullen, cómo no podía ser de otra manera, se encargaron de amenizar con bromas y divertidas conversaciones. En el momento de la tarta le cantaron el cumpleaños feliz, e incluso le pusieron una vela en su tarta, que por supuesto, no dudó en soplar. Estaba muerta de la vergüenza por ser el centro de atención... pero a la vez estaba emocionada; nunca había tenido una celebración de cumpleaños así.
Después llegó el momento de los regalos. Edward sonrió malicioso, pero a la vez con disimulo, cuándo su padre anunció en que consistía su regalo; definitivamente, su pequeña no tenía ningún futuro cómo actriz... pero parece ser que el resto no se percató de nada. Por parte de Esme recibió una cazadora de piel, muy estilosa y bastante cara, por lo que le dijo después Alice. Los hermanos le regalaron, en conjunto, un portátil de última generación, para sus trabajos y estudios. Las chicas le compraron, también entre las tres, una pulsera de plata preciosa, a juego con unos pendientes.
La joven agradeció los regalos, abrumada por el momento. Después de los agradecimientos las chicas sirvieron el café, y Jake hizo la pregunta que todo el mundo se hacía.
-¿Y Edward qué te ha regalado?- indagó con verdadera curiosidad. Bella giró la cara cómo un resorte; le había pedido expresamente a Edward que ni se le ocurriera comprarle nada... y por una vez, esperaba que sus protestas sirvieran para algo.
-No me ha regalado nada- se explicó tan tranquila -porque yo se lo pedí-.
-¿Es eso cierto?- preguntó Jasper a su hermano, mientras que rodeaba los hombros de Alice -no me lo creo-.
-Pues así es- dijo la joven castaña, muy convencida... pero cuándo enfocó a su novio, y vio su sonrisa maliciosa, gimió para sus adentros.
-Edward...- murmuró; pero su novio hizo caso omiso, y de alguno de sus bolsillos extrajo una pequeña caja, adornada con un lazo de raso.
-No te enfades- le dijo con un deje de súplica, a la vez que le tendía la caja.
-No tenías que comprarme nada- le recordó -pero muchas gracias- le dijo con una pequeña sonrisa.
-Feliz cumpleaños cariño- le respondió este, para después dejar un pequeño beso en sus labios. Cuándo la abrió y descubrió su contenido, se llevó una mano a la boca, ahogando un pequeño grito. Dentro de ésta descansaban unos preciosos pendientes de diamantes; eran muy sencillos, tan sólo las pequeñas piedras redondas.
-Te has pasado- le reprochó, todavía alucinada -pero son preciosos; muchas gracias- le dijo mientras se abrazaba a él.
-Me alegra que te gusten- susurró él en su oído, y devolviéndole el abrazo con fuerza; Edward respiró aliviado para sus adentros; sabía que le harían ilusión, aunque al principio su pequeña pusiera el grito en el cielo. Después de enseñárselos a las chicas y de que éstas elogiaran el buen gusto de Edward, llegó el otro motivo de celebración de la cena... la próxima mudanza de la pareja.
-Todavía no puedo creer que ya os vayáis- exclamó Rosalie, con un puchero de pena.
-Te vamos a echar de menos, Bellie- le dijo Nessie, tomándola de la mano.
-Y yo a vosotras- le respondió Bella.
-¿Y a mi no me vais a echar de menos?- preguntó Edward, haciendo una graciosa mueca.
-Admito que si- contestó Emmet -pero seguro que lo que no echamos de menos es tu cara de pasa a primera hora de la mañana-.
-Ni tu mal humor cuándo no te cuadren las cuentas- añadió Jasper, provocando las risas del resto.
-Ten hermanos para ésto- siseó el aludido entre dientes.
-Pero a Bellie Bells es otro cantar- canturreó Jake, con una sonrisa maliciosa.
-¿A mi o a mis guisos?- le devolvió ésta por respuesta.
-Ehhh- protestó Jake; pero al ver la cara de Bella lo admitió -vale, echaremos de menos tus comidas también-.
-Lo admitimos- reconoció Jasper -nos has acostumbrado demasiado bien-.
-Creo que ya tenemos el regalo perfecto para estas navidades- canturreó Alice, con su sonrisa pilla -un cursillo de cocina para los chicos- Carlisle soltó la carcajada al ver las caras de sus hijos, al igual que Edward.
-No te rías demasiado- le aconsejó Rosalie a su cuñado -que tú también vas incluido en el lote-.
-Yo tengo a la cocinera- dijo de forma posesiva, pero a la vez de broma, atrayendo a Bella a sus brazos. Su pequeña le miró arqueando una ceja.
-Pues tampoco te vendría mal- la respuesta de Bella hizo que toda la mesa estallara en risas ante la cara de póquer de Edward; Bella observaba a su familia... tanto ella cómo Edward los iban a echar de menos, aún sabiendo que volverían los fines de semana... pero era hora de afrontar una nueva etapa... y si era al lado de Edward, estaba dispuesta a todo.
Pero no pudo reprimir las lágrimas cuándo, una semana después, la familia en pleno despedía a la joven pareja. Carlisle no dejaba de darles consejos y recomendaciones tanto a su hijo cómo a ella; las chicas y Esme rodeaban a Bella, que tenía a Owen en brazos, dándole millones de besos en su sonrojada mejilla.
Los hermanos alzaron a la joven en brazos, abrazándola con fuerza y agradeciéndole, por supuesto, toda la comida que había dejado preparada.
-Cuidaos mucho hijo- Edward palmeó la espalda de su padre mientras le abrazaba.
-Tranquilo papá; estaremos bien- le aseguró éste. Carlisle se giró hacia Bella, que ya había soltado a Owen y se había despedido de las chicas y de Esme.
-Estudia mucho... y cuidaos- le murmuró su suegro, mientras la abrazaba.
-Ambos nos cuidaremos- le aseguró la joven -gracias por todo Carlisle-.
-No se merecen hija- le contestó con una sonrisa sincera.
-La próxima semana no vendremos, pero sí a la siguiente- recordó Edward a su familia.
Unos minutos después, el volvo de Edward traspasaba la reja principal del rancho, camino de San Antonio; Bella se apoyó en el hombro de su novio y cerró los ojos... ahora sí que empezaba una nueva etapa.
Después de ese sábado inolvidable del mes de agosto, la tranquilidad se instaló en el rancho Killarney. Dos días después de la celebración de sus esponsales, los flamantes señores Black cogieron un avión rumbo a Hawai, dónde les esperaban tres semanas de merecido y necesitado descanso.
Rosalie y Emmet también se tomaron unos días de vacaciones, aunque de menor duración, y partieron hacia las playas de California, dónde el pequeño Owen descubrió el mar y se dio su primer baño veraniego.
Dado que no podían dejar el rancho desatendido, Jasper y Edward se quedaron, después sería su turno para el descanso. Jasper y Alice no tenían intención alguna de irse a ningún sitio, pero a la vuelta de Emmet, disfrutaron de unos días tranquilos, dando paseos y saliendo al cine, a cenar; poco a poco y desde la boda, Alice fue abriéndose al joven, y permitiendo que la conquistara más aún, si era posible. Jasper sonreía cómo un tonto enamorado cuándo iban por las calles de Hunstville y ella, en un gesto espontáneo, le tomaba de la mano para caminar juntos. Ella se derretía entre sus brazos cada vez que la dejaba en su casa y la besaba hasta quedarse sin aliento... definitivamente, ese hombre arrogante le estaba devolviendo las ganas de vivir.
A principios de septiembre, Emmet tuvo que reincorporarse a su trabajo de informático, por lo que Jasper volvió a la rutina del rancho; Jake y Nessie ya habían regresado de su viaje de novios, retomando también sus respectivas jornadas laborales, por lo que fue el turno del hermano pequeño.
Edward y Bella se enfrascaron en la búsqueda del que sería su hogar. Las clases empezaban la primera semana de octubre, y querían estar allí unos días antes, instalándose tranquilos.
Su novio contrató los servicios de una agencia inmobiliaria, así que se pasaron allí tres días, viendo apartamentos. Finalmente lo encontraron; grande y luminoso, completamente amueblado y con tres dormitorios. Ya que Edward trabajaría la mayor parte del tiempo en casa, el apartamento estaba muy cerca de la facultad, tanto que en diez minutos a pie se llegaba. Después de acordar un precio de alquiler, que a Bella le pareció un poco elevado, su novio firmó el contrato y dejó la fianza; se sentía incómoda, Edward cargaba con todos los gastos del piso. Casi todo el dinero que Bella había ganado en el rancho se fue para pagar la matrícula. Pensó en buscarse un trabajo a media jornada, aunque fuera para contribuir un poco, pero Edward se negó en redondo, aludiendo que de lo único que tenía que preocuparse ella era de estudiar. Los hermanos Cullen tenían cada uno un tanto por ciento de las acciones del rancho... y era un hecho que el rancho originaba miles y miles de dólares al año. Si Edward quisiera, podría hasta comprarse un par de casas sin necesidad de pedir un crédito al banco.
Esa cuestión les acarreó la primera discusión más o menos fuerte desde que eran pareja; incluso una noche Edward se fue a dormir a su cuarto, realmente enfadado... él sólo quería que su pequeña estudiara y cumpliera sus ilusiones... y por el dinero no tenía que preocuparse... para eso estaba él; llevaba años trabajando y ahorrando, y no le importaba en absoluto compartirlo ahora con su novia; pero Bella no cedió, y se pasó dos días sin apenas hablarle.
La joven estaba que se moría por dentro; no le gustaba estar así con Edward... pero sentía que se estaba aprovechando de él y de su generosidad. Al tercer día se levantó más disgustada aún... era trece de septiembre, su cumpleaños. Cumplía veinte años, casi no se lo podía creer. Mientras se duchaba y vestía hizo un repaso mental de todo lo que le había sucedido en ese año... en otras dos semanas sería el primer aniversario de la muerte de su padre y de su llegada al rancho Killarney.
Desde que abandonó Forks, no había vuelto a tener noticias de su abuela; supuso que no la echaba de menos en absoluto, pero ella tampoco. Recordó su llegada al rancho, cómo la acogió toda la familia... la primera vez que vio a Edward, esos primeros meses tan difíciles en la convivencia de ambos, cómo poco a poco ambos fueron enamorándose perdidamente el uno del otro, el momento en el cual él se le declaró, bajo las estrellas... y también la primera vez que hicieron el amor... la dulzura y el cuidado de Edward esa noche.
También repasó, con una pequeña sonrisa, las vivencias con las chicas, los momentos divertidos que había pasado con ellas y por supuesto, con sus cuñados; los momentos felices de la boda de Jake y Nessie... en definitiva, había sido un año lleno de cambios en su vida.
Mientras bajaba las escaleras, se preguntó con pena si Edward la felicitaría por su cumpleaños... qué distinto era ese día al veinte de junio, día en el que despertó a su novio con un beso de felicitación por sus veintinueve primaveras. A Edward no le gustaba celebrar el día de su nacimiento, ya que eso trajo consecuencias fatales para la familia... pero entre todos lograron convencerlo, incluido su padre, pero sólo accedió a una cena en el rancho, íntima y familiar.
Y hoy también había cena en familia, para celebrar su cumpleaños y por así decirlo, su despedida temporal del rancho; dentro de una semana Edward y ella se mudaban a San Antonio. La mayoría de sus cosas ya estaban allí, junto con las de su novio; torres de cajas esperaban apiladas en su ahora casa para ser desembaladas.
Nada más atravesar la puerta de la cocina, unos brazos enormes la levantaron en el aire, en un gigantesco abrazo.
-¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliiizzzz...!- cantaba Jake, a la vez que la giraba en el aire. Bella reía divertida.
-Me voy a marear, déjame en el suelo- le pidió.
-Jake, no seas bruto- nada más oír las palabras de su esposa, éste posó a su cuñada en el suelo, pero la propia Nessie se adelantó para abrazarla y felicitarla.
-Felicidades Bells; de parte mía y de los renacuajos- le dijo divertida mientras se separaban y ambas miraban el vientre de la joven, que a pesar de haber entrado en el cuarto mes de gestación ya era notorio, al llevar dos.
-Muchas gracias a los dos- agradeció la joven, con una pequeña sonrisa. En ese momento entraron Carlisle, Esme y Jasper por la puerta.
-Muchas felicidades hija- le deseó Esme con uno de sus maternales abrazos, al igual que hizo Carlisle. Jasper también la felicitó... pero Bella echó de menos a una persona.
-Sam ha venido a buscar a Edward- Jake se adelantó a los pensamientos de Bella -vendrá dentro de unos minutos para desayunar- la joven asintió con una pequeña sonrisa, y se concentró en su tarea de preparar el desayuno, con la ayuda de Nessie y Esme. Preparó tortitas, una de sus especialidades, huevos revueltos, el café, té para Nessie y sacó un trozo de bizcocho que sobró del desayuno de ayer.
A los cinco minutos de estar sentados en la mesa, apareció Edward, que dio los buenos días de forma general. Bella se mordía el labio nerviosa mientras observaba cómo su novio tomaba asiento a su lado.
-Feliz cumpleaños- le susurró Edward, inclinándose hacia ella y dejando un suave beso en su mejilla. Su pequeña respiró aliviada... pensaba que al estar enfadados, no le felicitaría.
-Gracias- musitó de manera tímida y un poco sonrojada.
Esa fue la única vez que se dirigió a ella, ya que su novio se enfrascó con su padre y hermanos en los asuntos del rancho. Nessie y Esme se percataron de la escasa interacción de la pareja, pero esperaron a que los hombres se levantaran y se despidieran de ellas para preguntarle a la joven.
-¿Pasa algo?- interrogó Esme a Bella, realmente preocupada.
-¿Por?- interrogó a su vez Bella, levantándose y llevando platos al lavavajillas.
-Habéis estado un poco ausentes el uno del otro- le explicó Nessie a su cuñada -es más... lleváis unos días raros; ¿habéis discutido por algo?- Bella suspiró resignada, pero era cierto que se les notaba que estaban enfadados... pero no sabía si debía hablar de ello.
-A veces es bueno desahogarse- le recordó Esme, con una sonrisa tranquilizadora. Dándose por vencida, volvió a la mesa para tomar asiento entre ambas.
-¿Se nota demasiado, verdad?- preguntó con una mueca de tristeza.
-Bueno- sopesó Nessie -Edward no se corta en cuánto a muestras de cariño se refiere- Bella le dio la razón para sus adentros.
-¿Qué ha pasado, cielo?; sabes que puedes confiar en nosotras- la intentó animar Esme.
-No le diremos nada a los chicos, tranquila por eso- sonrió cuándo Nessie le guiñó un ojo, de manera cómplice.
-Edward carga con todo el asunto económico... y yo me siento una inútil y aprovechada- les explicó, abatida y cabizbaja. Nessie frunció el ceño, señal de que no entendía nada... pero Esme sabía por dónde iban los tiros, e intentó tranquilizar a Bella.
-Cariño... creo que es lógica la postura de Edward; tú bastante haces con pagar la matrícula de la universidad-.
-Pero siento que abuso- se quejó de nuevo la joven -si mi abuela no hubiera malgastado todo el dinero que nos mandaba mi padre...- siseó frustrada y rabiosa.
-Bella- la llamó Nessie, para que la mirara -no creo que Edward piense eso... y menos de ti; lo único que quiere es que seas feliz, y que estudies-.
-Además, sí tu no estuvieras con Edward y hubieses querido estudiar... ¿crees que Carlisle no hubiera hecho lo mismo?- la pregunta de Esme dejó fuera de combate a la joven castaña -Carlisle se prometió a si mismo, y a tu padre- le recordó -que él cuidaría de ti-.
-Sólo que ahora es Edward- Bella sonrió ante la aclaración de Nessie -háblalo con él, es lo mejor que puedes hacer-.
-Y no debes preocuparte por el tema económico- le explicó Esme -habla con Edward, con calma y tranquilidad; escucha su versión y sus motivos-.
Después de escuchar los consejos de ambas, Nessie se despidió para irse al trabajo, y Esme se fue al pueblo, para resolver diversas gestiones.
Cuándo terminó de recoger la cocina y de recoger su habitación y la de Edward, decidió ir a visitar a su padre. Iba siempre una vez al mes, pero desde la semana anterior a la boda y después, con la búsqueda de apartamento y mudanza apenas había tenido tiempo. Quería despedirse de él, contarle un poco la nueva vida que iba a empezar... y necesitaba reflexionar a solas sobre cómo pedirle disculpas a Edward, y explicarle su punto de vista.
Se cambió de ropa y se encaminó al garaje; cogió las llaves del volvo de Edward, y suavemente salió para coger la carretera que llevaba al cementerio. Compró unas flores en el establecimiento de enfrente, cómo siempre solía hacer, y se adentró hasta el lugar dónde reposaba Charlie.
Permaneció más de media hora frente a la lápida, contándole a su padre en voz casi inaudible los acontecimientos que estaban por suceder. También le habló de la discusión que había tenido con su novio, y por un momento deseó tener a su padre frente a ella; añoraba sus abrazos, su manera de dirigirse a ella... y por supuesto, sus consejos y su consuelo. Pero por desgracia, nadie tenía el poder de dar marcha atrás en el tiempo; ella recordó la única ocasión en que su padre y ella discutieron. Bella odiaba estar enfadada con la gente que quería, y más en este día tan especial que ella esperaba pasar junto con Edward.
Decidida, se despidió de su padre, para ir en busca de su novio e intentar aclarar la situación.
No tuvo que ir a buscarlo muy lejos, ya que nada más parar el motor en el garaje, se topó cara a cara con Edward. Respirando profundamente y dándose ánimos ella misma, se dispuso a bajar del automóvil... pero una mano fuerte y grande abrió la puerta por ella, para después ayudarla a salir.
El mismo Edward cerró la puerta del coche, y sin soltar la mano de su pequeña, hizo un movimiento para que ella quedara frente a sus ojos. El joven estudió el aspecto de su novia... se le notaba la tristeza a kilómetros; sus ojeras revelaban una, o quizá varias, noches de insomnio; él tampoco lo había pasado bien estos días pasados. Acostumbrado a dormir fuertemente agarrado a ella, sintió un vacío inmenso; y por supuesto, no podía estar enfadado con ella por más tiempo... hoy era el cumpleaños de su pequeña estrellita, y quería que ella estuviera contenta y feliz.
Bella le miraba con una mezcla de nerviosismo y expectación en sus ojos; venía pensando todo el camino cómo sacarle el tema... y ahora que lo tenía delante, no sabía ni por dónde empezar; de modo que optó por lo más fácil.
-Hola- susurró, sintiendo que la sangre subía a sus mejillas de manera alarmante.
-Hola- le contestó el joven de vuelta, con un amago de sonrisa -¿a dónde has ido?-.
-A ver a mi padre- le contestó ella -he cogido tu coche, espero que no te importe- dijo con cautela.
-Claro que no, cariño- el corazón de la joven se alteró al oír el apelativo con el que se dirigió a ella -sabes que no necesitas pedirme permiso para eso; todo lo mío es tuyo-.
Ahí estaban las palabras por las que tanto habían discutido estos días anteriores; agachó la mirada, pero Edward enseguida puso su dedo debajo de su barbilla, alzándole el mentón y haciendo que lo mirara.
-Ese es problema- musitó con pena -todo lo tuyo es mío y lo mío es tuyo...- recitó la típica frase -pero yo no tengo nada-.
-¿Qué quieres decir?- interpeló Edward -Bella...-.
-Tengo la sensación de que abuso de ti; renuncias a tu vida para venirte conmigo, lejos de tu hogar; te ocupas de buscar una casa- hizo una pausa, tomando aire -te vas a ocupar de todos los gastos que eso conlleva... y yo nada...- Edward la calló de la única forma que sabía... tomando su carita entre sus manos y besándola. Necesitaba sentir los tibios y suaves labios de su pequeña... demasiadas horas sin apenas tocarla, sin besarla... y necesitaba esas muestras de amor cómo el comer.
Bella cerró los ojos, dejándose llevar y se abrazó a él con fuerza, devolviéndole el beso; sus dedos se enredaban en el cabello cobrizo de su novio, desordenándolo más todavía, si era eso posible...sentía su corazón palpitar en su garganta, no quería separarse de él; pero la necesidad de respirar hizo que la pareja tuviera que romper el beso.
-Bella- Edward todavía jadeaba en busca de aire cuándo pronunció su nombre -no puedes decir que no tienes nada que ofrecerme- ella lo miró sin entender a dónde quería llegar -desde que has llegado aquí me has dado cosas que antes no tenía-.
-Edward...- éste la interrumpió de nuevo, negando con la cabeza y cogiendo una de las manos de su novia la posó en su pecho, a la altura de su corazón. La joven sintió una rápida pulsación a través de su palma.
-Me has dado ganas de vivir de nuevo; me has dado confianza, cariño, complicidad, amistad... amor; por eso mi corazón late de esa manera- Bella no esperaba para nada esas palabras; se esperaba reproches, diferencia de opiniones y por qué no, otra discusión. Se quedó tan sorprendida que abrió los labios, pero no acertó a articular palabra alguna. Edward miró fijamente esos ojos color chocolate, que empezaban a brillar debido a la emoción, y prosiguió explicándole.
-Tú eres la persona que me da todo eso, día a día... y mi deber es cuidar a esa personita tan maravillosa- su novia le escuchaba emocionada; seguía sin poder articular una sola palabra -no me importan las cosas materiales Bella; me importa lo que me das día a día-.
-Pero tu también me das esas cosas, Edward- consiguió decir con un hilo de voz -y bastante haces por mi... habéis hecho todos por mi- se corrigió ella misma -siempre me he sentido sola, el único que me quería un poco era mi padre... y se me hace muy raro que ahora venga alguien y me colme de cariño y atenciones, y siento que es abusar demasiado de la generosidad de las personas-.
-Bella, desde que estás conmigo es cómo si fuéramos uno solo; eres todo para mi... y es lógico que quiera darte lo mejor; si por mi fuera, te habría pagado hasta la universidad- la joven rodó levemente los ojos, lo que provocó que el joven sonriera divertido -sólo es dinero; el dinero que yo he ganado todos estos años, y quiero compartirlo con la persona que más quiero en el mundo- le siguió explicando.
-Es demasiado- musitó ella.
-Nada es demasiado cuándo se trata de ti; Bella por favor... no quiero que pasemos más tiempo enfadados- le medio suplicó.
-Yo tampoco- admitió la joven -intentaré hacerme a la idea... pero me costará- dijo con un puchero, que a Edward le pareció gracioso. Atrapó la fina cintura de su pequeña entre sus brazos, acercándola a él todo lo que pudo, tanto que hasta sus frentes se juntaron.
-Sólo tienes que preocuparte de estudiar estos tres años- le recordó él -no necesitas trabajar; además... ¿crees que mi padre va a dejar de pagarte tu sueldo?- le interrogó divertido.
-Pues debería- exclamó ella -ya no voy a trabajar más-.
-Es el regalo de cumpleaños de mi padre, Bella- le confesó. La joven abrió los ojos, sorprendida por tal confesión -recuerda la promesa que le hizo a tu padre; ayudarte y cuidarte... y aunque ahora compartamos esa tarea él y yo... no sería Carlisle Cullen si no la cumpliera-.
-¿Me va a dar dinero?- interrogó, todavía con la sorpresa todavía palpable en su cara.
-Te hemos abierto una cuenta a tu nombre; allí depositará cada mes una cantidad de dinero... y aparte, te he incluido en la mía, por si pasa algo y necesitas echar mano- le relató tan tranquilo.
Bella permaneció varios minutos en silencio, procesando la información... si discutir con Edward acerca de estos temas era perder el tiempo, con Carlisle Cullen era misión imposible; no conocía a un hombre tan generoso cómo a él. El patriarca no iba a ceder ni un ápice, al igual que su hijo.
-No puedo luchar contra los dos- se dio por vencida -pero en cuánto tenga un trabajo, una vez finalice la carrera, os lo devolveré centavo a centavo- le previno.
-Eso se verá cuándo llegue el momento- Edward sonrió, por fin ella cedía un poco, y se dejaba cuidar y mimar por alguien... su pequeña se merecía todo eso y más -¿significa eso que podemos hacer las paces?- le susurró contra sus labios.
-Por favor- le suplicó ella, rodeando su cuello con sus manos y bajando su cabeza, en busca de sus labios; labios que el joven ranchero no dudó en besar. Cogiéndola más fuerte por las caderas, la alzó lo suficiente hasta sentarla en el capó del coche, para poder quedar entre sus piernas.
La pareja se sumergió en una burbuja, no sabían el tiempo que pasaron en esa posición, sin apenas moverse... simplemente disfrutaban de todos los besos que no se habían dado esos días.
-Sólo una cosa más- le dijo Edward, mientras dejaba suaves besos por su barbilla -cuándo mi padre te entregue su regalo esta noche, pon cara de sorpresa- ella rió divertida.
-Chivato- susurró, de nuevo contra sus labios -me cobraré este secreto-.
-Y yo te lo pagaré encantando- le devolvió por respuesta; su pequeña escondió su cara en su cuello.
-No quiero que nos enfademos más... y perdóname por todos estos días- el aliento de la joven le produjo esas familiares cosquillas por su cuello.
-Te lo prometo, cariño mío- la tranquilizó, acariciando su espalda -y perdóname a mi también-.
-No tengo nada que perdonarte- le respondió con firmeza; las palabras que le había dedicado antes eran un regalo para ella... a pesar de los meses que llevaban juntos, a veces todavía le costaba creer que un hombre cómo Edward Cullen pudiera quererla de esa forma.
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La reconciliación de la pareja fue un hecho; por fin Bella pudo disfrutar de su cumpleaños tranquila. Nessie y Esme se lo notaron cuándo la joven entró por la puerta de la cocina, para dar los últimos retoques a la cena. Jasper se había ido a buscar a Alice, los chicos y Carlisle se habían ido a la ducha, para quitarse el olor a ganado y ponerse algo más decente que vestir. Rose y Emmet estaban de camino.
Tanto Nessie cómo Esme no preguntaron nada; sólo tenían que fijarse en los ojos de la joven, que tenían un brillo totalmente opuesto al de esta mañana.
Por fin toda la familia estuvo reunida, y la cena dio comienzo. Se respiraba un ambiente feliz y relajado, dónde los hijos de Carlisle Cullen, cómo no podía ser de otra manera, se encargaron de amenizar con bromas y divertidas conversaciones. En el momento de la tarta le cantaron el cumpleaños feliz, e incluso le pusieron una vela en su tarta, que por supuesto, no dudó en soplar. Estaba muerta de la vergüenza por ser el centro de atención... pero a la vez estaba emocionada; nunca había tenido una celebración de cumpleaños así.
Después llegó el momento de los regalos. Edward sonrió malicioso, pero a la vez con disimulo, cuándo su padre anunció en que consistía su regalo; definitivamente, su pequeña no tenía ningún futuro cómo actriz... pero parece ser que el resto no se percató de nada. Por parte de Esme recibió una cazadora de piel, muy estilosa y bastante cara, por lo que le dijo después Alice. Los hermanos le regalaron, en conjunto, un portátil de última generación, para sus trabajos y estudios. Las chicas le compraron, también entre las tres, una pulsera de plata preciosa, a juego con unos pendientes.
La joven agradeció los regalos, abrumada por el momento. Después de los agradecimientos las chicas sirvieron el café, y Jake hizo la pregunta que todo el mundo se hacía.
-¿Y Edward qué te ha regalado?- indagó con verdadera curiosidad. Bella giró la cara cómo un resorte; le había pedido expresamente a Edward que ni se le ocurriera comprarle nada... y por una vez, esperaba que sus protestas sirvieran para algo.
-No me ha regalado nada- se explicó tan tranquila -porque yo se lo pedí-.
-¿Es eso cierto?- preguntó Jasper a su hermano, mientras que rodeaba los hombros de Alice -no me lo creo-.
-Pues así es- dijo la joven castaña, muy convencida... pero cuándo enfocó a su novio, y vio su sonrisa maliciosa, gimió para sus adentros.
-Edward...- murmuró; pero su novio hizo caso omiso, y de alguno de sus bolsillos extrajo una pequeña caja, adornada con un lazo de raso.
-No te enfades- le dijo con un deje de súplica, a la vez que le tendía la caja.
-No tenías que comprarme nada- le recordó -pero muchas gracias- le dijo con una pequeña sonrisa.
-Feliz cumpleaños cariño- le respondió este, para después dejar un pequeño beso en sus labios. Cuándo la abrió y descubrió su contenido, se llevó una mano a la boca, ahogando un pequeño grito. Dentro de ésta descansaban unos preciosos pendientes de diamantes; eran muy sencillos, tan sólo las pequeñas piedras redondas.
-Te has pasado- le reprochó, todavía alucinada -pero son preciosos; muchas gracias- le dijo mientras se abrazaba a él.
-Me alegra que te gusten- susurró él en su oído, y devolviéndole el abrazo con fuerza; Edward respiró aliviado para sus adentros; sabía que le harían ilusión, aunque al principio su pequeña pusiera el grito en el cielo. Después de enseñárselos a las chicas y de que éstas elogiaran el buen gusto de Edward, llegó el otro motivo de celebración de la cena... la próxima mudanza de la pareja.
-Todavía no puedo creer que ya os vayáis- exclamó Rosalie, con un puchero de pena.
-Te vamos a echar de menos, Bellie- le dijo Nessie, tomándola de la mano.
-Y yo a vosotras- le respondió Bella.
-¿Y a mi no me vais a echar de menos?- preguntó Edward, haciendo una graciosa mueca.
-Admito que si- contestó Emmet -pero seguro que lo que no echamos de menos es tu cara de pasa a primera hora de la mañana-.
-Ni tu mal humor cuándo no te cuadren las cuentas- añadió Jasper, provocando las risas del resto.
-Ten hermanos para ésto- siseó el aludido entre dientes.
-Pero a Bellie Bells es otro cantar- canturreó Jake, con una sonrisa maliciosa.
-¿A mi o a mis guisos?- le devolvió ésta por respuesta.
-Ehhh- protestó Jake; pero al ver la cara de Bella lo admitió -vale, echaremos de menos tus comidas también-.
-Lo admitimos- reconoció Jasper -nos has acostumbrado demasiado bien-.
-Creo que ya tenemos el regalo perfecto para estas navidades- canturreó Alice, con su sonrisa pilla -un cursillo de cocina para los chicos- Carlisle soltó la carcajada al ver las caras de sus hijos, al igual que Edward.
-No te rías demasiado- le aconsejó Rosalie a su cuñado -que tú también vas incluido en el lote-.
-Yo tengo a la cocinera- dijo de forma posesiva, pero a la vez de broma, atrayendo a Bella a sus brazos. Su pequeña le miró arqueando una ceja.
-Pues tampoco te vendría mal- la respuesta de Bella hizo que toda la mesa estallara en risas ante la cara de póquer de Edward; Bella observaba a su familia... tanto ella cómo Edward los iban a echar de menos, aún sabiendo que volverían los fines de semana... pero era hora de afrontar una nueva etapa... y si era al lado de Edward, estaba dispuesta a todo.
Pero no pudo reprimir las lágrimas cuándo, una semana después, la familia en pleno despedía a la joven pareja. Carlisle no dejaba de darles consejos y recomendaciones tanto a su hijo cómo a ella; las chicas y Esme rodeaban a Bella, que tenía a Owen en brazos, dándole millones de besos en su sonrojada mejilla.
Los hermanos alzaron a la joven en brazos, abrazándola con fuerza y agradeciéndole, por supuesto, toda la comida que había dejado preparada.
-Cuidaos mucho hijo- Edward palmeó la espalda de su padre mientras le abrazaba.
-Tranquilo papá; estaremos bien- le aseguró éste. Carlisle se giró hacia Bella, que ya había soltado a Owen y se había despedido de las chicas y de Esme.
-Estudia mucho... y cuidaos- le murmuró su suegro, mientras la abrazaba.
-Ambos nos cuidaremos- le aseguró la joven -gracias por todo Carlisle-.
-No se merecen hija- le contestó con una sonrisa sincera.
-La próxima semana no vendremos, pero sí a la siguiente- recordó Edward a su familia.
Unos minutos después, el volvo de Edward traspasaba la reja principal del rancho, camino de San Antonio; Bella se apoyó en el hombro de su novio y cerró los ojos... ahora sí que empezaba una nueva etapa.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 23: Universitaria
Dos horas y unos pocos minutos después de su partida, la pareja por fin abría la puerta del apartamento; el viaje había sido muy tranquilo, pero en el interior de la joven todavía estaba la pena de dejar el rancho.
-Por fin estamos aquí- murmuró Bella mientras Edward introducía la llave en la cerradura.
-Por fin intimidad- replicó satisfecho; su novia hizo amago de pasar al interior, pero con un movimiento rápido, Edward cogió a su pequeña en volandas, y cual pareja de recién casados, cruzaron el umbral.
-¡Edward!- chilló la joven, ya que el gesto de su novio la pilló desprevenida -¿qué haces?- le preguntó con una risa.
-Cuándo una pareja llega a su nuevo hogar, es tradición que el hombre pase el umbral con su mujer en brazos- le explicó éste cómo si fuera obvio, pero con un deje de diversión en su voz, a la vez que con el pie cerraba la puerta principal de un empujón.
-Eso es para los recién casados- le aclaró ella, alzando una ceja.
-Bueno...- meditó el joven -podemos considerarlo un ensayo; además, me hacía mucha ilusión- Bella no pudo evitar reír al ver el puchero lastimoso que puso su novio.
-Eres un romántico- le contestó su pequeña, acomodándose en sus brazos y dándole un besito en el cuello.
-Bella...- advirtió Edward, serio -no me tientes- los labios de su pequeña hicieron que su piel cosquilleara de manera alarmante.
-Te recuerdo que tenemos pendiente una reconciliación- susurró mientras se acercaba a su boca; Edward correspondió a su beso gustoso y sin chistar; el dulce hálito de Bella hacía que besarla fuera un placer delicioso e irresistible... las piernas del joven empezaron a flaquear, debido a que cierta parte de su cuerpo empezaba a despertar, a causa de las caricias y besos que Bella dejaba en sus labios, en su mentón, en su cuello...
-Bella- el nombre de su pequeña salió de sus labios acompañado por un gemido; pero la joven hizo caso omiso de la advertencia de su novio, y una vez liberó de nuevo los labios de Edward, se dedicó a dejar pequeños besos por su barbilla, y de ahí fue bajando hasta que sus labios quedaron firmemente anclado en su cuello; la incipiente barba le hacía cosquillas... una de sus manos estaba apoyada en la parte de atrás de su cabeza, y el joven pudo sentir los dedos de su pequeña agarrando su cabello.
Incapaz ya de sostenerse en pie, y viendo que no iba a llegar al dormitorio, posó a Bella en la isleta central de la cocina.
-¿No vamos a la cama?- susurró su pequeña contra su cuello, mientras que sus manos se dirigían peligrosamente a los botones de su camisa.
-No creo que aguante hasta allí - contestó resuelto Edward, abriéndose hueco entre sus piernas y tomando los glúteos de Bella, acercándola al borde -además... nunca lo hemos hecho en una cocina- la joven se carcajeó divertida.
-Es verdad; en el rancho no podíamos hacer estas cosas- le contestó con voz baja y ronca, para después atraer los labios de su novio contra los suyos propios; el gemido de Edward se perdió en la garganta de su pequeña... sus lenguas danzaban al son de una melodía ardiente; se estaban besando cómo si no se hubieran visto en años.
Los dedos de Bella llegaron al último botón de la camisa del joven; lentamente fue deslizándola por sus hombros, dejando un placentero hormigueo en la piel del joven. Bella se mordió el labio, sonrojándose levemente cuándo recorrió con la mirada el torso desnudo del joven; sus dedos viajaron hasta los músculos que adornaban ese pecho, recorriendo su contorno una y otra vez.
Edward gimió extasiado ante ese contacto; su pequeño aliado hacía tiempo que ya había despertado, oprimiéndole hasta límites insospechados. De un movimiento brusco tiró de la camiseta de su pequeña, sacándosela por la cabeza y arrojándola al suelo. La visión de los pechos de Bella, envueltos en un sugerente sostén de encaje negro, hizo que un gruñido gutural resonase en la habitación... era un regalo para sus ojos, poder contemplar el cuerpo de su novia.
La joven seguía recorriendo el cuerpo de Edward con sus manos; le encantaba sentir su piel a través de las yemas de sus dedos, maravillarse con la firmeza de sus pectorales y de esa uve que seguía un tortuoso e insinuante camino, perdiéndose en el interior de esos vaqueros de talle bajo, que remarcaban las caderas del joven ranchero. Cuándo las pequeñas manos de Bella llegaron a esa parte tan íntima y sensible, sus gemidos pasaron a ser roncos gruñidos de excitación, sobresaltándose cuándo sintió el ruido de una cremallera bajando.
-Bella..- jadeó con fuerza -eres perversa, ¿lo sabías?- murmuró contra su cuello, el cual no pudo evitar morder al sentir la mano de su novia ya rodeando por completo su parte del cuerpo más íntima. Rápidamente se deshizo de ese sujetador, que poco dejaba a la imaginación, atacando con sus labios y su boca los pechos de la joven. Haciéndola recostarse por completo, recorrió su cuerpo una y otra vez. Bella gemía sin control alguno, mordiéndose el labio en algunas ocasiones para no chillar; sus dedos se enredaron en el pelo de Edward, desordenándolo aún más si era posible. Arqueaba su cuerpo, presa de olas y olas de placer.
-Edward... ahhhh... Edward...- repetía y una vez, rogándole que no parara. Pero el joven levantó su cabeza; la joven se incorporó ligeramente, apoyándose en sus codos. Los ojos esmeraldas del joven la recorrieron una vez más, brillando de deseo y lujuria; cuándo se quiso dar cuenta, le había quitado los pantalones y el resto de su ropa interior y zapatos, quedando completamente desnuda a su merced.
Edward se deleitó con la imagen de su pequeña por unos pocos segundos. Sus manos se anclaron en la pequeña cintura de la joven, para después subir por sus costados. El cuerpo de Bella se estremeció, cómo ocurría cada vez que Edward la tocaba de esa manera.
-Eres una delicia- murmuró el joven, para después capturar su labio inferior y succionarlo a sus anchas.
-Edward...- jadeó ésta -te necesito-.
-Paciencia cariño- hizo que se tumbara de nuevo -quiero que mi pequeña disfrute- susurró muy cerca de su boca; la joven cerró los ojos al sentir los labios de su novio bajar por su mentón, su cuello, el nacimiento de sus pechos; pegó un gracioso respingo cuándo clavó dulcemente sus dientes en su abdomen y pasó su lengua por su ombligo... pero al sentir sus manos acariciar sus pliegues, cerró los ojos con fuerza, formando una graciosa o con sus labios.
-Aaaahhhh, dios... - gimió; los largos dedos de Edward salían y entraban una y otra vez, a la vez que el pulgar masajeaba de forma magistral aquel centro lleno de nervios y sensibilidad; la joven subía y bajaba, cómo si estuviera en una montaña rusa, su cuerpo se tensaba y arqueaba cada vez más... lo que Edward le estaba provocando con esos pequeños movimientos era una sensación inigualable, y su cuerpo no tardó mucho en retorcerse bajo los espasmos del orgasmo.
Apenas tenía fuerzas para incorporarse, pero los brazos de Edward la sujetaron por detrás de su espalda; Bella seguía con los ojos cerrados, tratando de regular su respiración; sintió cómo Edward se acercaba a ella, y dejaba pequeños besos por su rostro, todavía envuelto por pequeñas gotitas de sudor.
-Ha sido fantástico- murmuró sobre la piel de su pecho; todavía temblorosa rodeó su cuello con sus brazos, abrazándose a él con fuerza. El repentino acercamiento provocó que las partes íntimas de ambos se rozaran, y eso bastó para que Edward no pudiera contenerse más.
-Bella...- gimió contra sus labios, para después devorarlos con besos -no puedo aguantar más- sin decir una sola palabra, la propia Bella tomó la iniciativa, terminando de bajarle los pantalones y la ropa interior incluida. Entró en ella con un rápido y fluido movimiento; la calidez del cuerpo de su pequeña era una de las cosas que más le gustaba... sentía que podía tocar el cielo en esos momentos.
-Edward...- dijo la joven, seguido de un sonoro suspiro; los lentos vaivenes de sus cuerpos enseguida pasaron a ser rápidos y alocados.
Ninguno podía parar de jadear y gemir, sumidos en un torrente de emociones y placer: jadeos que por parte de Edward fueron en aumento cuándo sintió las piernas de su pequeña cerrarse más en torno a sus caderas, apretándolo contra ella.
-Bella...- gemía sin nombre una y otra vez, y cuándo no lo hacía besaba cada parte del cuerpo de su novia que sus ojos descubrían.
-Déjalo ir...- siseó ella entre dientes -vamos cariño... déjalo-.
-Dios... ¡Bella!- algo explotó en su interior, y cuándo el todavía convulsionaba dentro de ella, Bella llegó al final ahogando un intenso gemido en los labios de Edward.
La joven cayó rendida en la encimera de la cocina, con el cuerpo de Edward cubriéndola por completo. Las piernas del joven temblaban de manera alarmante, ya que seguía de pie... pero los pequeños dedos de su pequeña peinando suavemente sus cabellos hicieron que poco a poco fuera recuperando el aire.
-Edward- le llamó suavemente.
-Dime cariño-.
-¿Nos hemos dejado las maletas en el rellano?- interrogó incrédula. El joven levantó la cabeza, mirando a su novia.
-Me parece que si- sonrió divertido, a la vez que la suave risa de Bella inundó la habitación... cómo adoraba verla reír de aquella manera.
-Deberíamos ir a por ellas... ¿qué pensarán los vecinos de nosotros si las ven ahí?-.
-No quiero moverme- protestó Edward cual niño pequeño -aquí se está muy bien- dijo mientras se acurrucaba en el pecho de su novia. Ella rió divertida ante tan penoso lamento.
-Edward...- le volvió a llamar -tenemos que deshacer las maletas, y algo de cena- le volvió a decir.
Una sonrisa maliciosa se posó en la boca del joven; se separó de su pequeña y se subió los pantalones en un rápido movimiento, Bella lo observaba con una ceja alzada, pero no pudo reprimir el pequeño grito cuándo su novio la volvió a tomar en brazos, dirigiéndose hacia dónde se suponía, estaba el dormitorio principal.
-¿Qué haces?- le reclamó divertida.
-Ya saldré luego a por las maletas... y pediremos algo para cenar; ahora vamos a inaugurar oficialmente nuestro cuarto- le explicó en voz baja y sugerente -y no pienso dejar que salgas de la cama más que lo justo y necesario; ¿no me has escuchado decirles a nuestra familia que este fin de semana no iríamos?- un hormigueo de placer se instaló en el cuerpo de la joven al escuchar semejante proposición salir de la boca de Edward... definitivamente, no estaba nada mal eso de inaugurar casas.
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Según fueron pasando los días, y después de esa peculiar celebración de bienvenida, la joven pareja se dispuso a organizar la casa. Salieron varias tardes, para comprar diversas cosas que les hacían falta, cómo ropa de cama, toallas y un sinfín de objetos que poco a poco, fueron haciendo más hogareño el apartamento. La casa estaba completamente amueblada, con un toque moderno y actual. Poco a poco las estanterías y cajones se fueron llenando de libros, fotos, Cds de música, la ropa y un largo etcétera. Bella estaba encantada con la cocina; era grande, espacios y muy moderna, con electrodomésticos de última generación; poco a poco fue colocando todos los utensilios en su área de trabajo, cómo la llamaba ella.
Tres días antes del comienzo de las clases, ya con todo preparado para ello, estaba preparando el almuerzo cuándo oyó voces en la entrada, y la puerta cerrándose. Edward apareció por la cocina.
-¿Ya han terminado?- le preguntó, mientras daba la vuelta a los filetes de ternera.
-Sip- contestó su novio -ya estamos conectados con el resto del mundo- exclamó satisfecho -ya funcionan tanto la línea de teléfono cómo el módem de internet-.
-De modo que ya podrás empezar a trabajar- comentó su pequeña.
-Mañana mismo- le dio la razón -así que vamos a inaugurar el teléfono; tengo que llamar a casa para darles el número, y el del fax- le explicó mientras cogía el inalámbrico y marcaba el número del rancho; al de seis tonos, cuándo ya estaba por colgar, por fin contestaron.
-Rancho Killarney- dijo una voz que conocía a la perfección.
-Hola Jake- saludó a su hermano.
-¡Edward!; por fin dais señales de vida- replicó burlón.
-Hablé con papá hace dos días, así que no exageres- contestó resignado el joven -¿cómo va todo por ahí?-.
-Sin novedades en el frente; nosotros estamos bien, papá y Esme también, Alice y Jasper también, Emmet y familia bien... las vacas y los toros están divinas- acabó de explicarle, con una risita divertida.
Hablaron durante unos minutos, mientras Bella ponía la mesa; le dio los números y un par de indicaciones más acerca de unos albaranes que se había olvidado. Su pequeño le tocó suavemente el brazo, para indicarle que la comida estaba ya en la mesa.
-Jake, te voy a tener que dejar; la comida espera en la mesa- le dijo, a modo de despedida.
-¿Qué tienes de menú?- le preguntó su hermano mayor.
-Pues...- echó un vistazo rápido -ensalada y filetes de ternera en salsa- le dijo, con el ceño fruncido -¿por qué...?-.
-Ahhhh... amo esos filetes en salsa que cocina mi pequeña cuñada- exclamó con un suspiro lastimoso.
-Te recuerdo que dejó comida en el congelador cómo para un batallón de artillería- suspiró Edward, dándose paciencia así mismo -deberías aprender a manejar el microondas- le aconsejó, sarcástico.
-No es lo mismo- protestó Jake -aaahhhh... esa tarta de manzana que preparaba...-.
- Y que seguro vuelve a preparar cuándo vayamos los fines de semana- respondió cansado Edward.
-Más os vale; sino iré yo mismo a buscar a Bellie Bells- respondió pagado de si mismo.
-Seguro- rodó los ojos su hermano pequeño -escucha Jake, te tengo que dejar, sino se enfriará la comida; dile a papá que le llamaré esta noche para hablar sobre el nuevo proveedor del pienso-.
-Está bien; dale un beso a Bella-.
-Otro para todos vosotros- finalmente cortó la llamada, y pudo sentarse a la mesa, dónde su pequeña ya le estaba esperando.
-¿Cómo va todo por allí?- interrogó su pequeña mientras servía la ensalada.
-Bien; creo que Jake echa de menos tu comida- le explicó, con una pequeña risa.
-Eso seguro- le dio la razón ésta, para después proseguir con el almuerzo en una animada charla.
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El primer día de clase llegó, y Bella no podía ocultar sus nervios. Su novio le había prometido que la acompañaría, para después dirigirse al centro a resolver unas cuestiones bancarias. Fuertemente agarrada a la mano de Edward, en menos de diez minutos llegaron a la facultad de magisterio. La joven miraba el imponente edificio mordiéndose el labio inferior; su novio notó su estado de nervios, y tomándole la otra mano hizo que le encarara.
-No estés nerviosa; lo vas a hacer muy bien- la animó; su pequeña esbozó una pequeña sonrisa, agradeciéndole sus palabras.
-Tengo clase hasta la una- le recordó -estaré enseguida para comer- Edward sonrió mientras negaba con la cabeza.
-Tranquila por eso; estaré en casa esperándote- la tranquilizó antes de inclinarse y besar suavemente sus labios.
-Gracias por animarme tanto- susurró su pequeña, escondiendo su cara en su cuello; sintió las manos del joven acariciando suavemente su espalda.
-Siempre estaré para ti- le recordó éste -que tengas un buen día- se despidió de ella, besando brevemente su boca de nuevo.
-Tú también- le deseó ésta, para después echar a andar hacia el interior del edificio. Edward la siguió con la mirada, y cuándo vio que pasaba la puerta se marchó rumbo al centro.
Los pasillos estaban atestados de alumnos; muchos de primer año, al igual que Bella. La joven sacó de su bolso la carpeta, intentado encontrar el horario y el número de aula que le correspondía a primera hora; finalmente pudo orientarse y llegar al aula 16, para su primera clase, sociología de la educación.
Tomó aire ruidosamente antes de traspasar el marco de la puerta; llegaba dos minutos antes de la hora, así que la clase estaba ya estaba bastante concurrida. Encontró una silla vacía y allí se sentó; justo en ese momento entraba el profesor.
Una hora después la joven abandonaba ese aula, para encaminarse a su siguiente clase con paso apresurado. El señor Hillmen, el profesor de sociología les había entretenido unos minutos más de la cuenta, y apenas tenía tiempo para llegar a la próxima asignatura, desarrollo psicomotor. Por suerte los salones de esas dos asignaturas estaban casi pegando, de modo que lo encontró sin problemas. Llegó a tiempo, y cuándo buscaba un sitio libre para sentarse, una chica morena, con el pelo liso y negro y claros rasgos nativos hizo una seña con su mano, en su dirección. Bella frunció el ceño... era imposible que la seña fuera dirigida para ella, no la conocía; miró hacia atrás, pensando que ese gesto iba dirigido a alguien que estaba detrás suyo, pero no había nadie.
La joven morena volvió a hacerle el gesto, y Bella se acercó a ella, extrañada.
-Hola- saludó jovialmente la chica al llegar a su altura -te he visto antes en clase de sociología; estabas sentada al lado de la ventana- le explicó. Bella asintió con una sonrisa tímida.
-Es verdad; me llamo Isabella Swan, pero todos me llaman Bella- se presentó con timidez.
-Yo me llamo Leah, Leah Tompson- se presentó de regreso -te he visto entrar y te he guardado un sitio- le explicó -si quieres sentarte- le ofreció.
-Claro- asintió contenta Bella, para después tomar asiento -no me había dado cuenta de que estábamos en la misma clase- se medio disculpó.
-No te preocupes; había mucha gente- la tranquilizó ésta -no tienes acento texano, ¿de dónde eres?-.
-De un pequeño pueblo del estado de Washintong, llamado Forks- le explicó -hace un año que vine a Texas- le relató escuetamente. Leah asintió, y ambas conversaron distendidamente hasta que entró en escena la señora Vods, la profesora. Leah resultó ser muy simpática y abierta, y a Bella no le costó mucho perder su timidez inicial; además, era bueno conocer a gente ya el primer día.
-Vaya- musitó la joven morena cuándo la señora Vods dio por finalizada la clase -esta profesora es un hueso-.
-Parece seria y exigente- le dio la razón Bella -yo ahora tengo hora libre- le dijo, cambiando de tema.
-¿En serio?; yo también- exclamó Leah -debemos revisar los horarios; creo que prácticamente son iguales-.
-Seguro que sí- contestó Bella con una sonrisa -¿vamos a tomar un café?- le propuso.
Las jóvenes se dirigieron a conocer ese rincón del campus vital para cualquier estudiante; la cafetería, que por cierto, estaba abarrotada de gente. Consiguieron encontrar una mesa vacía entre tal marea humana, y por fin pudieron acomodarse delante de dos deliciosos capuccinos.
Efectivamente, los horarios de ambas eran prácticamente idénticos, así que iban a coincidir en la mayoría, a excepción de una optativa, que Bella tenía los jueves por la tarde, y Leah los martes. El resto de los días sólo tenían clase hasta la una del mediodía.
-¿Vives cerca del campus, en alguna residencia?- interrogó Leah.
-Vivo en un apartamento en Jefferson Street- le explicó -está a diez minutos andando; -¿y tú?-.
-Mi marido y yo nos acabamos de mudar al barrio de Kendall- la joven castaña abrió los ojos por la sorpresa, y disimuladamente buscó la mano derecha de Leah; no se había fijado, pero efectivamente, en el dedo corazón destacaba una alianza de oro. Ésta adivinó los pensamientos de Bella.
-Sé que soy muy joven; tengo veintidós años- le explicó, adelantándose a la pregunta.
-Eso no tiene nada que ver- añadió Bella -cada uno tenemos unas circunstancias... y cada cual decide a qué edad quiere casarse y formar una familia-.
-Eso mismo pienso yo- aprobó Leah -un día te presentaré a Randall; trabaja en una empresa de construcción- le siguió contando -¿y tú?, ¿hay alguien en tu vida?- Bella sonrió cómplice.
-Se llama Edward; y también vivimos juntos- le contó -nos hemos mudado aquí desde Huntsville para que yo pueda estudiar-.
-¿A qué se dedica?-.
-Su familia tiene un rancho allí; él ahora va a trabajar desde casa, llevando la contabilidad y atendiendo a los clientes de esta zona- Leah la escuchaba atentamente, hasta que fueron interrumpidos. Al volverse se encontraron con una chica y dos chicos.
-Disculpad que os interrumpamos- se excusó uno de los jóvenes -os hemos visto en la clase de la señora Vods... -.
-No pasa nada- sonrió Leah.
-¿Queréis sentaros con nosotros?- les ofreció Bella; los chicos tomaron asiento, y enseguida entablaron conversación.
Los chicos se llamaban Henry y Zack; Henry era alto, rubio y muy simpático y afable; Zack también era alto, con el pelo castaño y un gran sentido del humor, cosa que a Bella le recordó sin duda alguna a sus cuñados.
La chica se llamaba Annie, y era guapísima; con unos rizos color castaño preciosos, y grandes ojos color avellana. Al principio se mostró un poco reservada, pero poco a poco se fue abriendo. Los cinco estudiaban la misma carrera, por lo que coincidirían en la mayoría de las clases. La charla se alargó un buen rato, y cuándo dio la hora los chicos se dirigieron a su siguiente asignatura.
Al mediodía Bella se despidió de sus nuevos compañeros para emprender el camino de regreso a casa. Deseaba ver a Edward y contarle todas las novedades e impresiones... pero al atravesar la verja principal del campus, lo vio apoyado en una pared, con las manos metidas en los bolsillos. Apresuró el paso para ir a su encuentro; Edward giró la cabeza, y apareció una sonrisa inmensa en su rostro mientras veía a su pequeña estrellita acercarse.
-Hola- musitó su pequeña nada más llegar a su altura, para después refugiarse en sus brazos.
-Hola cariño- la saludó de vuelta -¿cómo ha ido el primer día de clases?- interrogó con verdadera curiosidad.
-Muy bien; he conocido a la mayoría de los profesores... y he hecho migas con varios compañeros- le explicó contenta. Edward la escuchaba feliz; era tan tímida y retraída cuándo la conoció que le preocupaba que le costara adaptarse; pero parecía que había superado su primer día sin problemas.
-¿Y cómo es que te ha dado por venir a buscarme?; pensé que me esperarías en casa- le preguntó Bella, después de unos minutos de charla.
-Se me ha hecho tarde en el banco, y no he ido a casa; he venido directamente aquí- le explicó -y de paso, te invito a comer- le propuso.
-Me parece una idea estupenda- aprobó la joven, rodeando su cuello y besando sus labios, gesto que Edward correspondió gustoso. Cuándo se dio cuenta de que Bella le costaba respirar, fue separándose de ella, dejando tiernos y cortos besos en sus labios y rostro.
-Respira- murmuró en voz baja, viendo que su pequeña hacía esfuerzos por tomar aire. Ella fue a protestar, pero Edward la silencio con otro beso, para después tomar su mano y perderse ambos por la ciudad.
Dos horas y unos pocos minutos después de su partida, la pareja por fin abría la puerta del apartamento; el viaje había sido muy tranquilo, pero en el interior de la joven todavía estaba la pena de dejar el rancho.
-Por fin estamos aquí- murmuró Bella mientras Edward introducía la llave en la cerradura.
-Por fin intimidad- replicó satisfecho; su novia hizo amago de pasar al interior, pero con un movimiento rápido, Edward cogió a su pequeña en volandas, y cual pareja de recién casados, cruzaron el umbral.
-¡Edward!- chilló la joven, ya que el gesto de su novio la pilló desprevenida -¿qué haces?- le preguntó con una risa.
-Cuándo una pareja llega a su nuevo hogar, es tradición que el hombre pase el umbral con su mujer en brazos- le explicó éste cómo si fuera obvio, pero con un deje de diversión en su voz, a la vez que con el pie cerraba la puerta principal de un empujón.
-Eso es para los recién casados- le aclaró ella, alzando una ceja.
-Bueno...- meditó el joven -podemos considerarlo un ensayo; además, me hacía mucha ilusión- Bella no pudo evitar reír al ver el puchero lastimoso que puso su novio.
-Eres un romántico- le contestó su pequeña, acomodándose en sus brazos y dándole un besito en el cuello.
-Bella...- advirtió Edward, serio -no me tientes- los labios de su pequeña hicieron que su piel cosquilleara de manera alarmante.
-Te recuerdo que tenemos pendiente una reconciliación- susurró mientras se acercaba a su boca; Edward correspondió a su beso gustoso y sin chistar; el dulce hálito de Bella hacía que besarla fuera un placer delicioso e irresistible... las piernas del joven empezaron a flaquear, debido a que cierta parte de su cuerpo empezaba a despertar, a causa de las caricias y besos que Bella dejaba en sus labios, en su mentón, en su cuello...
-Bella- el nombre de su pequeña salió de sus labios acompañado por un gemido; pero la joven hizo caso omiso de la advertencia de su novio, y una vez liberó de nuevo los labios de Edward, se dedicó a dejar pequeños besos por su barbilla, y de ahí fue bajando hasta que sus labios quedaron firmemente anclado en su cuello; la incipiente barba le hacía cosquillas... una de sus manos estaba apoyada en la parte de atrás de su cabeza, y el joven pudo sentir los dedos de su pequeña agarrando su cabello.
Incapaz ya de sostenerse en pie, y viendo que no iba a llegar al dormitorio, posó a Bella en la isleta central de la cocina.
-¿No vamos a la cama?- susurró su pequeña contra su cuello, mientras que sus manos se dirigían peligrosamente a los botones de su camisa.
-No creo que aguante hasta allí - contestó resuelto Edward, abriéndose hueco entre sus piernas y tomando los glúteos de Bella, acercándola al borde -además... nunca lo hemos hecho en una cocina- la joven se carcajeó divertida.
-Es verdad; en el rancho no podíamos hacer estas cosas- le contestó con voz baja y ronca, para después atraer los labios de su novio contra los suyos propios; el gemido de Edward se perdió en la garganta de su pequeña... sus lenguas danzaban al son de una melodía ardiente; se estaban besando cómo si no se hubieran visto en años.
Los dedos de Bella llegaron al último botón de la camisa del joven; lentamente fue deslizándola por sus hombros, dejando un placentero hormigueo en la piel del joven. Bella se mordió el labio, sonrojándose levemente cuándo recorrió con la mirada el torso desnudo del joven; sus dedos viajaron hasta los músculos que adornaban ese pecho, recorriendo su contorno una y otra vez.
Edward gimió extasiado ante ese contacto; su pequeño aliado hacía tiempo que ya había despertado, oprimiéndole hasta límites insospechados. De un movimiento brusco tiró de la camiseta de su pequeña, sacándosela por la cabeza y arrojándola al suelo. La visión de los pechos de Bella, envueltos en un sugerente sostén de encaje negro, hizo que un gruñido gutural resonase en la habitación... era un regalo para sus ojos, poder contemplar el cuerpo de su novia.
La joven seguía recorriendo el cuerpo de Edward con sus manos; le encantaba sentir su piel a través de las yemas de sus dedos, maravillarse con la firmeza de sus pectorales y de esa uve que seguía un tortuoso e insinuante camino, perdiéndose en el interior de esos vaqueros de talle bajo, que remarcaban las caderas del joven ranchero. Cuándo las pequeñas manos de Bella llegaron a esa parte tan íntima y sensible, sus gemidos pasaron a ser roncos gruñidos de excitación, sobresaltándose cuándo sintió el ruido de una cremallera bajando.
-Bella..- jadeó con fuerza -eres perversa, ¿lo sabías?- murmuró contra su cuello, el cual no pudo evitar morder al sentir la mano de su novia ya rodeando por completo su parte del cuerpo más íntima. Rápidamente se deshizo de ese sujetador, que poco dejaba a la imaginación, atacando con sus labios y su boca los pechos de la joven. Haciéndola recostarse por completo, recorrió su cuerpo una y otra vez. Bella gemía sin control alguno, mordiéndose el labio en algunas ocasiones para no chillar; sus dedos se enredaron en el pelo de Edward, desordenándolo aún más si era posible. Arqueaba su cuerpo, presa de olas y olas de placer.
-Edward... ahhhh... Edward...- repetía y una vez, rogándole que no parara. Pero el joven levantó su cabeza; la joven se incorporó ligeramente, apoyándose en sus codos. Los ojos esmeraldas del joven la recorrieron una vez más, brillando de deseo y lujuria; cuándo se quiso dar cuenta, le había quitado los pantalones y el resto de su ropa interior y zapatos, quedando completamente desnuda a su merced.
Edward se deleitó con la imagen de su pequeña por unos pocos segundos. Sus manos se anclaron en la pequeña cintura de la joven, para después subir por sus costados. El cuerpo de Bella se estremeció, cómo ocurría cada vez que Edward la tocaba de esa manera.
-Eres una delicia- murmuró el joven, para después capturar su labio inferior y succionarlo a sus anchas.
-Edward...- jadeó ésta -te necesito-.
-Paciencia cariño- hizo que se tumbara de nuevo -quiero que mi pequeña disfrute- susurró muy cerca de su boca; la joven cerró los ojos al sentir los labios de su novio bajar por su mentón, su cuello, el nacimiento de sus pechos; pegó un gracioso respingo cuándo clavó dulcemente sus dientes en su abdomen y pasó su lengua por su ombligo... pero al sentir sus manos acariciar sus pliegues, cerró los ojos con fuerza, formando una graciosa o con sus labios.
-Aaaahhhh, dios... - gimió; los largos dedos de Edward salían y entraban una y otra vez, a la vez que el pulgar masajeaba de forma magistral aquel centro lleno de nervios y sensibilidad; la joven subía y bajaba, cómo si estuviera en una montaña rusa, su cuerpo se tensaba y arqueaba cada vez más... lo que Edward le estaba provocando con esos pequeños movimientos era una sensación inigualable, y su cuerpo no tardó mucho en retorcerse bajo los espasmos del orgasmo.
Apenas tenía fuerzas para incorporarse, pero los brazos de Edward la sujetaron por detrás de su espalda; Bella seguía con los ojos cerrados, tratando de regular su respiración; sintió cómo Edward se acercaba a ella, y dejaba pequeños besos por su rostro, todavía envuelto por pequeñas gotitas de sudor.
-Ha sido fantástico- murmuró sobre la piel de su pecho; todavía temblorosa rodeó su cuello con sus brazos, abrazándose a él con fuerza. El repentino acercamiento provocó que las partes íntimas de ambos se rozaran, y eso bastó para que Edward no pudiera contenerse más.
-Bella...- gimió contra sus labios, para después devorarlos con besos -no puedo aguantar más- sin decir una sola palabra, la propia Bella tomó la iniciativa, terminando de bajarle los pantalones y la ropa interior incluida. Entró en ella con un rápido y fluido movimiento; la calidez del cuerpo de su pequeña era una de las cosas que más le gustaba... sentía que podía tocar el cielo en esos momentos.
-Edward...- dijo la joven, seguido de un sonoro suspiro; los lentos vaivenes de sus cuerpos enseguida pasaron a ser rápidos y alocados.
Ninguno podía parar de jadear y gemir, sumidos en un torrente de emociones y placer: jadeos que por parte de Edward fueron en aumento cuándo sintió las piernas de su pequeña cerrarse más en torno a sus caderas, apretándolo contra ella.
-Bella...- gemía sin nombre una y otra vez, y cuándo no lo hacía besaba cada parte del cuerpo de su novia que sus ojos descubrían.
-Déjalo ir...- siseó ella entre dientes -vamos cariño... déjalo-.
-Dios... ¡Bella!- algo explotó en su interior, y cuándo el todavía convulsionaba dentro de ella, Bella llegó al final ahogando un intenso gemido en los labios de Edward.
La joven cayó rendida en la encimera de la cocina, con el cuerpo de Edward cubriéndola por completo. Las piernas del joven temblaban de manera alarmante, ya que seguía de pie... pero los pequeños dedos de su pequeña peinando suavemente sus cabellos hicieron que poco a poco fuera recuperando el aire.
-Edward- le llamó suavemente.
-Dime cariño-.
-¿Nos hemos dejado las maletas en el rellano?- interrogó incrédula. El joven levantó la cabeza, mirando a su novia.
-Me parece que si- sonrió divertido, a la vez que la suave risa de Bella inundó la habitación... cómo adoraba verla reír de aquella manera.
-Deberíamos ir a por ellas... ¿qué pensarán los vecinos de nosotros si las ven ahí?-.
-No quiero moverme- protestó Edward cual niño pequeño -aquí se está muy bien- dijo mientras se acurrucaba en el pecho de su novia. Ella rió divertida ante tan penoso lamento.
-Edward...- le volvió a llamar -tenemos que deshacer las maletas, y algo de cena- le volvió a decir.
Una sonrisa maliciosa se posó en la boca del joven; se separó de su pequeña y se subió los pantalones en un rápido movimiento, Bella lo observaba con una ceja alzada, pero no pudo reprimir el pequeño grito cuándo su novio la volvió a tomar en brazos, dirigiéndose hacia dónde se suponía, estaba el dormitorio principal.
-¿Qué haces?- le reclamó divertida.
-Ya saldré luego a por las maletas... y pediremos algo para cenar; ahora vamos a inaugurar oficialmente nuestro cuarto- le explicó en voz baja y sugerente -y no pienso dejar que salgas de la cama más que lo justo y necesario; ¿no me has escuchado decirles a nuestra familia que este fin de semana no iríamos?- un hormigueo de placer se instaló en el cuerpo de la joven al escuchar semejante proposición salir de la boca de Edward... definitivamente, no estaba nada mal eso de inaugurar casas.
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Según fueron pasando los días, y después de esa peculiar celebración de bienvenida, la joven pareja se dispuso a organizar la casa. Salieron varias tardes, para comprar diversas cosas que les hacían falta, cómo ropa de cama, toallas y un sinfín de objetos que poco a poco, fueron haciendo más hogareño el apartamento. La casa estaba completamente amueblada, con un toque moderno y actual. Poco a poco las estanterías y cajones se fueron llenando de libros, fotos, Cds de música, la ropa y un largo etcétera. Bella estaba encantada con la cocina; era grande, espacios y muy moderna, con electrodomésticos de última generación; poco a poco fue colocando todos los utensilios en su área de trabajo, cómo la llamaba ella.
Tres días antes del comienzo de las clases, ya con todo preparado para ello, estaba preparando el almuerzo cuándo oyó voces en la entrada, y la puerta cerrándose. Edward apareció por la cocina.
-¿Ya han terminado?- le preguntó, mientras daba la vuelta a los filetes de ternera.
-Sip- contestó su novio -ya estamos conectados con el resto del mundo- exclamó satisfecho -ya funcionan tanto la línea de teléfono cómo el módem de internet-.
-De modo que ya podrás empezar a trabajar- comentó su pequeña.
-Mañana mismo- le dio la razón -así que vamos a inaugurar el teléfono; tengo que llamar a casa para darles el número, y el del fax- le explicó mientras cogía el inalámbrico y marcaba el número del rancho; al de seis tonos, cuándo ya estaba por colgar, por fin contestaron.
-Rancho Killarney- dijo una voz que conocía a la perfección.
-Hola Jake- saludó a su hermano.
-¡Edward!; por fin dais señales de vida- replicó burlón.
-Hablé con papá hace dos días, así que no exageres- contestó resignado el joven -¿cómo va todo por ahí?-.
-Sin novedades en el frente; nosotros estamos bien, papá y Esme también, Alice y Jasper también, Emmet y familia bien... las vacas y los toros están divinas- acabó de explicarle, con una risita divertida.
Hablaron durante unos minutos, mientras Bella ponía la mesa; le dio los números y un par de indicaciones más acerca de unos albaranes que se había olvidado. Su pequeño le tocó suavemente el brazo, para indicarle que la comida estaba ya en la mesa.
-Jake, te voy a tener que dejar; la comida espera en la mesa- le dijo, a modo de despedida.
-¿Qué tienes de menú?- le preguntó su hermano mayor.
-Pues...- echó un vistazo rápido -ensalada y filetes de ternera en salsa- le dijo, con el ceño fruncido -¿por qué...?-.
-Ahhhh... amo esos filetes en salsa que cocina mi pequeña cuñada- exclamó con un suspiro lastimoso.
-Te recuerdo que dejó comida en el congelador cómo para un batallón de artillería- suspiró Edward, dándose paciencia así mismo -deberías aprender a manejar el microondas- le aconsejó, sarcástico.
-No es lo mismo- protestó Jake -aaahhhh... esa tarta de manzana que preparaba...-.
- Y que seguro vuelve a preparar cuándo vayamos los fines de semana- respondió cansado Edward.
-Más os vale; sino iré yo mismo a buscar a Bellie Bells- respondió pagado de si mismo.
-Seguro- rodó los ojos su hermano pequeño -escucha Jake, te tengo que dejar, sino se enfriará la comida; dile a papá que le llamaré esta noche para hablar sobre el nuevo proveedor del pienso-.
-Está bien; dale un beso a Bella-.
-Otro para todos vosotros- finalmente cortó la llamada, y pudo sentarse a la mesa, dónde su pequeña ya le estaba esperando.
-¿Cómo va todo por allí?- interrogó su pequeña mientras servía la ensalada.
-Bien; creo que Jake echa de menos tu comida- le explicó, con una pequeña risa.
-Eso seguro- le dio la razón ésta, para después proseguir con el almuerzo en una animada charla.
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El primer día de clase llegó, y Bella no podía ocultar sus nervios. Su novio le había prometido que la acompañaría, para después dirigirse al centro a resolver unas cuestiones bancarias. Fuertemente agarrada a la mano de Edward, en menos de diez minutos llegaron a la facultad de magisterio. La joven miraba el imponente edificio mordiéndose el labio inferior; su novio notó su estado de nervios, y tomándole la otra mano hizo que le encarara.
-No estés nerviosa; lo vas a hacer muy bien- la animó; su pequeña esbozó una pequeña sonrisa, agradeciéndole sus palabras.
-Tengo clase hasta la una- le recordó -estaré enseguida para comer- Edward sonrió mientras negaba con la cabeza.
-Tranquila por eso; estaré en casa esperándote- la tranquilizó antes de inclinarse y besar suavemente sus labios.
-Gracias por animarme tanto- susurró su pequeña, escondiendo su cara en su cuello; sintió las manos del joven acariciando suavemente su espalda.
-Siempre estaré para ti- le recordó éste -que tengas un buen día- se despidió de ella, besando brevemente su boca de nuevo.
-Tú también- le deseó ésta, para después echar a andar hacia el interior del edificio. Edward la siguió con la mirada, y cuándo vio que pasaba la puerta se marchó rumbo al centro.
Los pasillos estaban atestados de alumnos; muchos de primer año, al igual que Bella. La joven sacó de su bolso la carpeta, intentado encontrar el horario y el número de aula que le correspondía a primera hora; finalmente pudo orientarse y llegar al aula 16, para su primera clase, sociología de la educación.
Tomó aire ruidosamente antes de traspasar el marco de la puerta; llegaba dos minutos antes de la hora, así que la clase estaba ya estaba bastante concurrida. Encontró una silla vacía y allí se sentó; justo en ese momento entraba el profesor.
Una hora después la joven abandonaba ese aula, para encaminarse a su siguiente clase con paso apresurado. El señor Hillmen, el profesor de sociología les había entretenido unos minutos más de la cuenta, y apenas tenía tiempo para llegar a la próxima asignatura, desarrollo psicomotor. Por suerte los salones de esas dos asignaturas estaban casi pegando, de modo que lo encontró sin problemas. Llegó a tiempo, y cuándo buscaba un sitio libre para sentarse, una chica morena, con el pelo liso y negro y claros rasgos nativos hizo una seña con su mano, en su dirección. Bella frunció el ceño... era imposible que la seña fuera dirigida para ella, no la conocía; miró hacia atrás, pensando que ese gesto iba dirigido a alguien que estaba detrás suyo, pero no había nadie.
La joven morena volvió a hacerle el gesto, y Bella se acercó a ella, extrañada.
-Hola- saludó jovialmente la chica al llegar a su altura -te he visto antes en clase de sociología; estabas sentada al lado de la ventana- le explicó. Bella asintió con una sonrisa tímida.
-Es verdad; me llamo Isabella Swan, pero todos me llaman Bella- se presentó con timidez.
-Yo me llamo Leah, Leah Tompson- se presentó de regreso -te he visto entrar y te he guardado un sitio- le explicó -si quieres sentarte- le ofreció.
-Claro- asintió contenta Bella, para después tomar asiento -no me había dado cuenta de que estábamos en la misma clase- se medio disculpó.
-No te preocupes; había mucha gente- la tranquilizó ésta -no tienes acento texano, ¿de dónde eres?-.
-De un pequeño pueblo del estado de Washintong, llamado Forks- le explicó -hace un año que vine a Texas- le relató escuetamente. Leah asintió, y ambas conversaron distendidamente hasta que entró en escena la señora Vods, la profesora. Leah resultó ser muy simpática y abierta, y a Bella no le costó mucho perder su timidez inicial; además, era bueno conocer a gente ya el primer día.
-Vaya- musitó la joven morena cuándo la señora Vods dio por finalizada la clase -esta profesora es un hueso-.
-Parece seria y exigente- le dio la razón Bella -yo ahora tengo hora libre- le dijo, cambiando de tema.
-¿En serio?; yo también- exclamó Leah -debemos revisar los horarios; creo que prácticamente son iguales-.
-Seguro que sí- contestó Bella con una sonrisa -¿vamos a tomar un café?- le propuso.
Las jóvenes se dirigieron a conocer ese rincón del campus vital para cualquier estudiante; la cafetería, que por cierto, estaba abarrotada de gente. Consiguieron encontrar una mesa vacía entre tal marea humana, y por fin pudieron acomodarse delante de dos deliciosos capuccinos.
Efectivamente, los horarios de ambas eran prácticamente idénticos, así que iban a coincidir en la mayoría, a excepción de una optativa, que Bella tenía los jueves por la tarde, y Leah los martes. El resto de los días sólo tenían clase hasta la una del mediodía.
-¿Vives cerca del campus, en alguna residencia?- interrogó Leah.
-Vivo en un apartamento en Jefferson Street- le explicó -está a diez minutos andando; -¿y tú?-.
-Mi marido y yo nos acabamos de mudar al barrio de Kendall- la joven castaña abrió los ojos por la sorpresa, y disimuladamente buscó la mano derecha de Leah; no se había fijado, pero efectivamente, en el dedo corazón destacaba una alianza de oro. Ésta adivinó los pensamientos de Bella.
-Sé que soy muy joven; tengo veintidós años- le explicó, adelantándose a la pregunta.
-Eso no tiene nada que ver- añadió Bella -cada uno tenemos unas circunstancias... y cada cual decide a qué edad quiere casarse y formar una familia-.
-Eso mismo pienso yo- aprobó Leah -un día te presentaré a Randall; trabaja en una empresa de construcción- le siguió contando -¿y tú?, ¿hay alguien en tu vida?- Bella sonrió cómplice.
-Se llama Edward; y también vivimos juntos- le contó -nos hemos mudado aquí desde Huntsville para que yo pueda estudiar-.
-¿A qué se dedica?-.
-Su familia tiene un rancho allí; él ahora va a trabajar desde casa, llevando la contabilidad y atendiendo a los clientes de esta zona- Leah la escuchaba atentamente, hasta que fueron interrumpidos. Al volverse se encontraron con una chica y dos chicos.
-Disculpad que os interrumpamos- se excusó uno de los jóvenes -os hemos visto en la clase de la señora Vods... -.
-No pasa nada- sonrió Leah.
-¿Queréis sentaros con nosotros?- les ofreció Bella; los chicos tomaron asiento, y enseguida entablaron conversación.
Los chicos se llamaban Henry y Zack; Henry era alto, rubio y muy simpático y afable; Zack también era alto, con el pelo castaño y un gran sentido del humor, cosa que a Bella le recordó sin duda alguna a sus cuñados.
La chica se llamaba Annie, y era guapísima; con unos rizos color castaño preciosos, y grandes ojos color avellana. Al principio se mostró un poco reservada, pero poco a poco se fue abriendo. Los cinco estudiaban la misma carrera, por lo que coincidirían en la mayoría de las clases. La charla se alargó un buen rato, y cuándo dio la hora los chicos se dirigieron a su siguiente asignatura.
Al mediodía Bella se despidió de sus nuevos compañeros para emprender el camino de regreso a casa. Deseaba ver a Edward y contarle todas las novedades e impresiones... pero al atravesar la verja principal del campus, lo vio apoyado en una pared, con las manos metidas en los bolsillos. Apresuró el paso para ir a su encuentro; Edward giró la cabeza, y apareció una sonrisa inmensa en su rostro mientras veía a su pequeña estrellita acercarse.
-Hola- musitó su pequeña nada más llegar a su altura, para después refugiarse en sus brazos.
-Hola cariño- la saludó de vuelta -¿cómo ha ido el primer día de clases?- interrogó con verdadera curiosidad.
-Muy bien; he conocido a la mayoría de los profesores... y he hecho migas con varios compañeros- le explicó contenta. Edward la escuchaba feliz; era tan tímida y retraída cuándo la conoció que le preocupaba que le costara adaptarse; pero parecía que había superado su primer día sin problemas.
-¿Y cómo es que te ha dado por venir a buscarme?; pensé que me esperarías en casa- le preguntó Bella, después de unos minutos de charla.
-Se me ha hecho tarde en el banco, y no he ido a casa; he venido directamente aquí- le explicó -y de paso, te invito a comer- le propuso.
-Me parece una idea estupenda- aprobó la joven, rodeando su cuello y besando sus labios, gesto que Edward correspondió gustoso. Cuándo se dio cuenta de que Bella le costaba respirar, fue separándose de ella, dejando tiernos y cortos besos en sus labios y rostro.
-Respira- murmuró en voz baja, viendo que su pequeña hacía esfuerzos por tomar aire. Ella fue a protestar, pero Edward la silencio con otro beso, para después tomar su mano y perderse ambos por la ciudad.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 24: Costumbres y manías
El tiempo nunca pasó tan deprisa para Bella cómo lo hicieron estas últimas semanas; estaban sucediendo muchos cambios en su vida, y poco a poco iba asimilándolos. Los primeros días de universidad, que básicamente consistieron en la presentación y funcionamiento de las asignaturas, dejaron paso al auténtico comienzo de las clases, y sus horas se llenaron de apuntes y libros que leer, trabajos que presentar y otras actividades estudiantiles. El flamante ordenador portátil, regalo de sus cuñados, fue llenándose de miles de páginas escritas; aunque ya tenía hecha una lista con sus asignaturas favoritas y las que no le hacían tanta gracia, intentaba esforzarse al máximo en cada una de ellas.
La amistad con los compañeros que conoció el primer día se afianzó todavía más; con Leah enseguida cogió confianza, y ambas parecían siamesas dentro de lo muros de la facultad. Henry y Zack también eran muy simpáticos, y los cuatro solían desayunar juntos todos los días, en el intervalo de descanso entre las clases, incluso había días que se unía a ellos Cindy, la novia de Zack; ella estudiaba psicología, y las facultades estaban pegadas la una a la otra. Era una chica simpatiquísima, con el pelo corto y rubio cómo el color del heno, y unos preciosos ojos azules.
Annie, la otra chica que conoció el primer día se les solía unir a veces; no coincidían en todas las clases, por lo que había días en las que apenas la veían unos minutos; era muy observadora, y su forma de hablar a veces podía parecer hasta cortante y fría. Leah y Bella no terminaban de coger confianza con ella, algo había en esa chica que no les terminaba de convencer.
-¿Cómo habéis pasado el fin de semana?- la pregunta de Henry hizo que la joven castaña dejara sus meditaciones mentales, para concentrarse en la conversación y en el delicioso capuccinno que tenía delante de ella. Era el descanso entre tercera y cuarta hora, y ya estaba agotada; esta semana se le iba a hacer eterna.
-Descansado- contestó primero Leah -Randall ha doblado turnos durante toda la semana, y estaba agotado-.
-Pues Cindy y yo más de lo mismo- apuntó Zack -hoy exponía un trabajo oral, y se ha pasado ensayando conmigo todo el fin de semana- protestaba mientras rodaba los ojos, lo que provocó las risas del resto.
-¿Y tú Bella?- interrogó Leah -¿habéis ido Edward y tú a Huntsville este fin de semana?-.
-No- respondió ésta -Edward lleva desde el miércoles en Montana, en un congreso de ganaderos junto con su hermano Jasper- les relató -no regresa hasta el jueves-.
-¿Por qué no me llamaste?- le reprochó Leah con cariño -si llego a saber que estás sola, podríamos haber salido a dar un paseo, o a tomar un café- Bella se encogió de hombros, sonrojándose levemente.
-Tenía cosas que hacer en casa- se disculpó -además, tendrías ganas de ver a tu marido- le recordó, cosa que hizo que Leah sonriera.
-Hablando de Edward- interrumpió Annie -haber si nos lo presentas de una vez; llevamos más de un mes de clases y no le hemos visto, empiezo a pensar que no existe-.
-Viaja mucho, y además está muy liado con el trabajo- contestó la joven, rodando los ojos mentalmente... ¿por qué tenía que ser tan seca?.
-Podrías hablarnos un poco de él- añadió Zack, intentando cambiar de tema; a él tampoco le caía muy bien Annie.
-¿Y qué queréis saber?- interrogó Bella, divertida y un poco más relajada.
-Cuántos años tiene, qué ha estudiado...- empezó a enumerar el chico. Leah sonreía, pues ella ya conocía la historia.
-Si tiene hermanos disponibles- exclamó Cindy divertida, que justo en ese momento tomaba asiento.
-¿Me quieres cambiar por otro?- preguntó Zack a su novia, con el labio sobresaliendo en forma de puchero.
-Sólo si te portas mal- contestó divertida y resuelta -hola chicos- saludó al resto mientras se sentaba.
-¿Cómo ha ido la exposición?- le preguntó Henry.
-Parece que bien- se encogió la joven de hombros- veremos a ver la nota, la semana que viene-.
-Esa es mi chica- la jaleó su novio. Después de pedirse algo de beber, para desgracia de Bella, volvió a retomar la pregunta que le hizo.
-Cuéntanos algo de Edward- le pidió Cindy de nuevo.
-Bueno...- se mordió el labio, en un gesto pensativo -sabéis que su familia tiene un rancho en Huntsville; son cuatro hermanos y él es el pequeño- les empezó a relatar -y ninguno de ellos está libre- le aclaró divertida a la joven.
-¿Están casados?- preguntó Annie, que de repente prestaba atención.
-Sólo los mayores, Jake y Emmet; pero Jasper también tiene novia-.
-Háblanos de Edward; ya que nunca le vemos... así le conocemos un poco- le pidió Zack.
-Estudió Administración y dirección de empresas en Harvard- siguió explicando.
-¿Harvard?- preguntó asombrado Henry -wauuuuu... mi padre siempre ha dicho que el negocio de ganado da mucho dinero-.
-Todos los rancheros tienen mucho dinero- le aclaró Cindy -se nota que en Philadelphia no tenéis vacas- comentó divertida, lo que arrancó las risas del resto.
-Pues ha tenido suerte- añadió Annie -encontrar trabajo nada más terminar de estudiar es una suerte-.
-Trabaja en el rancho familiar, llevando las cuentas- le aclaró Bella -y terminó de estudiar hace ya un tiempo- Cindy y Annie se miraron extrañadas -Edward tiene veintinueve años-.
-¿Veintinueve?- repitió Annie, arqueando una ceja -¿os lleváis casi diez años?- preguntó asombrada; Bella asintió con la cabeza ante la estupefacta mirada de los presentes, a excepción de Leah.
-Wou...- exclamó Cindy -nunca me lo hubiera imaginado-.
-Yo tampoco- añadió Zack.
-¿Y cómo le conociste?- preguntó Henry.
-Mi padre era el capataz del rancho; falleció hace un año, de un infarto- les empezó a relatar -yo vivía con mi abuela materna en Forks... pero la relación no era buena- recordó con pena.
-Lo siento mucho- musitó Henry.
-No lo sabíamos- se excusó Annie.
-No pasa nada; no suelo hablar de ello- trató de quitarle importancia la joven castaña -el caso es que mi padre le pidió a Carlisle Cullen que me ayudara... y me ofreció un empleo en el rancho-.
-De modo que ahí fue cuándo os conocisteis- murmuró Cindy, a lo que Bella asintió con la cabeza.
-Vaya... eres una caja de sorpresas Bella- reconoció Annie, que ni por asomo se imaginaba que la vida de esa joven tímida e insignificante fuera tan ajetreada.
-Nos lo tienes que presentar, me muero por conocerle- exclamó Leah, emocionada.
-Y tú nos tienes que presentar a Randall- la interrumpió Zack; la aludida rodó los ojos.
-Ya me lo has dicho muchas veces; ya quedaremos alguna noche para tomar algo- le prometió.
Bella miró el reloj, y vio con asombro cómo apenas tenían tiempo de llegar a la siguiente clase; alertó a los chicos, que se despidieron apresuradamente para seguir con el horario.
Por fin el timbre anunció el fin de las clases; Bella y Leah se despidieron hasta el día siguiente. Al llegar al apartamento Bella se dejó caer pesadamente en el sofá. La casa estaba sumida en un tranquilo silencio... extrañaba a Edward ; recordó con una pequeña sonrisa cómo su novio había protestado hasta la saciedad cuándo Jasper le dijo de debían ir a ese congreso en Montana; pero Emmet no podía dejar su trabajo, y Jake debía quedarse en el rancho. Cómo no podía ser de otra manera, le dio una y mil recomendaciones antes de tomar el avión, y la llamaba al menos dos veces al día.
Después de unos minutos descansando, con los ojos cerrados, decidió que estaba muy cansada para cocinarse algo, así que tomó el teléfono y llamó al restaurante chino.
Media hora después, Bella saboreaba unos estupendos tallarines con gambas mientras ojeaba una revista. Tan concentrada estaba que su móvil sonó varias veces antes de cogerlo; se levantó apresurada, rebuscando en su bolso.
-¿Sí?- contestó una vez que lo encontró, sin fijarse quién la llamaba.
-Hola- sonrió complacida al escuchar la suave voz de Edward -¿dónde estabas?-.
-Estaba comiendo y tenía el móvil en el bolso- es excusó mientras se volvía a sentar a la mesa.
-Echo de memos tu comida- se quejó graciosamente -estoy harto de comer en restaurantes; ¿qué estás comiendo?- le preguntó con verdadera curiosidad.
-Ahora te pareces a tus hermanos- exclamó Bella, aguantando la risa -he pedido comida china-.
-¿La mejor cocinera del mundo no tiene ganas de cocinar?- preguntó entre risas.
-Cocinar para mi sola no es divertido- protestó ella, lo que hizo que ambos rieran.
-¿Cómo estás, cariño?- le preguntó Edward, ya poniéndose serio.
-Bien, pero te echo de menos- dijo la joven, con un suspiro.
-Y yo también; estoy deseando que termine este dichoso congreso, y poder regresar a casa- suspiró -pero no podremos estar a solar, al menos hasta el viernes- le recordó. Cierto, Jasper pasaría la noche en su apartamento, antes de volver al rancho a la mañana siguiente.
-¿Cómo está Jasper?- interrogó.
-Bien, deseando ver a su cocinera favorita; por cierto, te manda saludos. Lo tengo justo al lado-.
-Devuélveselos... y dile que le haré una cena especial el jueves por la noche- a lo lejos se escuchó un gracioso ¡gracias cuñada!, que hizo reír a Bella.
-¿Cómo te han ido las clases?- preguntó Edward con verdadera curiosidad.
-Bien, a excepción de la clase de la señora Vods- rodó cansinamente los ojos; durante los siguientes cinco minutos, ambos se contaron anécdotas de todo lo que les había ocurrido, hasta que Edward se tuvo que despedir.
-Cariño, en diez minutos comienza la siguiente reunión del congreso- le advirtió -¿qué vas a hacer esta tarde?-.
-Quedarme en casa- replicó sin dudarlo -quiero adelantar un trabajo, y descansar-.
-¿No sales con Leah, o con Cindy?- le propuso.
-Edward, estoy bien, cálmate- le paró amablemente Bella... definitivamente, Edward nunca cambiaría.
-Perdona cielo- es excusó su novio -es que no me gusta dejarte sola tantos días-.
-Pero es tu trabajo, y debes ir- le recordó -bastante has hecho con dejar el rancho y venir conmigo- musitó ella en voz baja.
-Y me iría contigo al fin del mundo, si fuera preciso- las palabras del joven hizo que se sonrojara profusamente... nunca terminaría de asimilar las cosas tan bonitas que le decía -cariño, tengo que irme, te llamaré a la noche, te quiero-.
-Yo también te quiero- le devolvió ella por respuesta -no te duermas en la reunión- le dijo burlona.
-Después te lo diré; hasta luego preciosa-.
-Hasta la noche- la joven colgó el teléfono con una sonrisa, deseando que el tiempo pasara deprisa hasta llegar al jueves.
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Por fin el ansiado jueves llegó; Bella se levantó animada, pensando que a la noche por fin estaría entre los brazos de Edward. La semana se le había hecho terriblemente larga y pesada. Dado que Edward había estado toda la semana fuera, este fin de semana tampoco irían a Hunstville... y aunque le encantaba volver a casa, en verdad que este fin de semana prefería quedarse con Edward en San Antonio. Jasper se iría a la mañana siguiente, mientras ella estaba en la universidad.
Leah la notó más contenta que de costumbre, pero no le preguntó nada; entendía perfectamente a Bella, y las ganas que tendría que ver a su novio, al igual que le pasaba a ella cuándo su marido se iba con la cuadrilla a trabajar fuera de la ciudad.
Al finalizar la última clase, se despidió rauda de sus compañeros, y decidió comer un bocadillo rápido para después dirigirse al mercado central; ubicado en el casco antiguo, era un edificio precioso, de la época victoriana, y dónde vendían la mejor carne de la ciudad; sabía de sobra que tanto él cómo Jasper vendrían hambrientos y deseosos de comida casera... sonrió mientras que, ya en casa, ordenaba todo y se ponía cómoda, para empezar a preparar la cena.
A eso de las siete de la tarde escuchó cómo introducían una llave en la cerradura de la puerta principal. Corrió presurosa a la entrada, para justo después abalanzarse en los brazos de su novio, que la recibió cariñosamente.
-Hola vaquero- susurró ella, con la cara escondida en su cuello, aspirando ese aroma tan familiar y ya necesitado para ella.
-¿Cómo está mi pequeña estrellita?- la joven sonrió a la mención de su íntimo y cómplice apodo.
-Bien; te he extrañado- suspiró -pero ya estás en casa- expresó contenta; sus labios iniciaron un camino de besos, pasando por su cuello, su barbilla tan firme y delineada, hasta que llegó a la boca de Edward, que devolvió el beso a su pequeña con ganas y un poco de fuerza... dios... cómo la había echado de menos todos estos días.
El tiempo desapareció para Bella, cómo siempre que le ocurría al estar entre los fuertes brazos de su novio... pero un ligero y familiar carraspeo hizo que Edward liberara los suaves labios de Bella.
-Antes de que ahogues a mi pequeña cuñada, déjame saludarla- Bella rió encantada, y en un segundo cambió de brazos, para abrazar a su cuñado.
-Me alegro de verte Jazz-.
-Y yo a ti Bellie Bells- la joven rió divertida, sólo sus cuñados y cuñadas la llamaban así -¿mi hermano se porta bien contigo?- le interrogó divertido, una vez la posó en el suelo. Bella rió divertida ante la mueca de Edward, que decidió rodar los ojos en silencio y se concentró en meter las maletas al interior de la casa.
-Me trata cómo a una reina- exclamó divertida- vuestra cocinera está a salvo- le tranquilizó.
Jasper y Edward decidieron darse una ducha, y quitarse el traje y la corbata, prenda a la que ninguno tenía especial simpatía. Bella dio los últimos toques a la cena y dispuso la mesa del comedor. Un buen rato después aparecieron ambos hermanos por la puerta del salón, más relajados gracias a la ducha, y con sus acostumbrados vaqueros y camisas de cuadros. Bella se mordió el labio cuándo Edward se pasó las manos por su pelo, todavía húmedo, desordenándolo más si eso era posible; la camisa de cuadros abierta dejaba ver la camiseta blanca que llevaba, resaltando su duro y firme pecho. Con una pequeña sonrisa se adentró de nuevo en la cocina, para comprobar si la carne ya estaba lo suficientemente hecha.
Edward dejó a Jasper un momento en el salón, y se apoyó en le marco de la puerta de la cocina; Bella tarareaba una canción mientras rebuscaba algo en un armario. Con paso felino y silencioso se acercó a ella por detrás.
-¿Necesitas ayuda?- susurró en su oído; la joven pegó un bote, debido al susto, lo que provocó que riera encantado.
-Ya está todo listo- le informó su pequeña, pegando su espalda en su pecho; las fuertes manos del joven acariciaban delicadamente su cintura, lo que condujo a que un pequeño escalofrío la recorriera de arriba abajo. Edward la giró, para poder besarla, pero la voz de Jasper cortó todo intento de seducción.
-Dejad los momentos íntimos para más tarde- Bella sonrió divertida, y se escapó del amarre de su novio, que cogió la botella de vino a regañadientes, para después dirigirse al salón. La cena transcurrió tranquila, amenizada por las ocurrencias de Jasper y el relato del, según ellos, inacabable y aburridísimo congreso de ganadería.
-Esos temas le van más a Jake; pero con Nessie así no quiere alejarse muchos días del rancho- dijo Jasper, aceptando la taza de café que le ofrecía Bella.
-Es lógico y normal- añadió Edward -por cierto cariño, la cena estaba estupenda- la felicitó, dejando un pequeño beso en su mejilla.
-Doy la razón a Edward- expresó su hermano, de manera rotunda.
-Seguro que Alice cocina estupendamente- contestó la joven. Jasper sonrió, acordándose de su señorita Brandon, cómo el la llamaba.
-No lo hace nada mal- reconoció -pero tú le das un toque especial-.
-Eso es secreto de la cocinera- replicó Bella -te he preparado un par de cosillas, para que te lleves- Jasper se frotó las manos, sonriendo satisfecho.
-Albóndigas con salsa de tomate y lasaña- añadió Edward -tienes los tuppers encima de la mesa de la cocina-.
-Entonces tendré que esconderlos, sobre todo el de albóndigas; no me fío de Jake- musitó pensativo -¿y galletas?- preguntó esperanzado a su cuñada.
-Eso lo prepararé allí, el próximo fin de semana que vaya al rancho- le aclaró.
-No hacéis otra cosa que pensar en comer- protestó Edward.
-La culpa es de Bella, por cocinar tan bien- contestó su hermano -y que conste que no me quejo, Alice se defiende... pero Nessie y Rose...- dejó la frase inconclusa, negando con la cabeza.
-Pues procura no comentarlo delante de Nessie, o sufrirás las consecuencias de las hormonas- le aconsejó Bella -¿ya sabe lo que son?- preguntó ilusionada.
-No que sepamos; creo que la semana que vienen van otra vez al médico- les relató.
Durante un buen rato Jasper respondió pacientemente a las preguntas de Bella; les contó cómo Owen ya gateaba a toda velocidad por toda la casa, para delicia de Esme y Carlisle; el empeño de Emmet en encargar un hermanito y la negativa rotunda de Rosalie acerca del tema, y también cómo iban las obras de la casa de Jake y Nessie; si todo salía según lo planeado, en navidades estaría acabada y podrían mudarse.
-¿Y lo del juicio?- preguntó Edward, poniéndose serio.
-Jenks cree que después de Acción de Gracias se empezará a mover más el asunto- les explicó -pero por lo demás, no hemos vuelto a tener ningún encontronazo con ellos, al menos que yo sepa- Bella se revolvió incómoda en su silla, ojalá esos indeseables no causaran más problemas.
-¿Cómo van las cosas con Alice?- cambió Edward de tema, observando el gesto de inquietud de su novia.
-Mucho mejor- sonrió Jasper -es una chica increíble- dijo con una sonrisa.
-Y te sabe llevar muy bien- acotó Edward -¿no ha tenido ningún problema con eso, verdad?- Jasper negó con la cabeza.
-No sabe absolutamente nada de ese impresentable- pronunció su hermano, poniéndose serio -y que no se le ocurra aparecer por allí, y se atreva siquiera a mirarla- siseó entre dientes.
-Tranquilo hermano; no le pasará nada- intentó animarle Edward. Jasper sonrió levemente, agradeciendo a su hermano pequeño sus palabras; ese tema era un lastre que no dejaba a Alice disfrutar de una vida del todo tranquila; el terror de que un día ese cabrón se presentara en Huntsville, y pudiera acercarse a su novia, hacía que le hirviera la sangre.
Por suerte, nada malo había ocurrido, y decidió cambiar radicalmente de tema.
-¿Cómo van las clases?- preguntó a su cuñada.
-Muy bien; la carrera me gusta mucho, aunque hay asignaturas que son muy pesadas- le contestó.
-¿Y los compañeros?- siguió interrogando el joven.
-Muy bien también; Leah y Cindy son estupendas, al igual que los chicos; hoy les he hablado de ti- contaba mientras miraba a Edward, que le sonrió con cariño.
-¿Y qué les has contado?- inquirió su novio, con auténtica curiosidad.
-Pues cómo no te conocen, me han preguntado a qué te dedicas, y esas cosas... y quieren conocerte- añadió. Edward arqueó una ceja, sorprendido.
-Vaya hermanito, tienes suerte- comentó Jasper -podrás vivir una segunda época de juergas universitarias-.
-Ya viví mi etapa de juergas universitarias, hermano- siseó fastidiado.
-Casi nada; eras un muermo, que te pasabas el día estudiando- expresó Jasper, divertido.
-Al contrario que tú, que eras conocido en todas las fiestas universitarias- Bella rió ante la cara de sorpresa de su cuñado.
-Tampoco era para tanto- le quitó hierro al asunto.
-Deberías preguntarle a papá- exclamó Edward, conteniendo la risa -seguro que no opina lo mismo-.
El divertido pique entre los hermanos siguió mientras Bella recogía la cocina; ella tenía clase al día siguiente, por lo que se despidió de Jasper, que volvía al rancho nada más levantarse y desayunar.
-Recuerda llevarte la comida- le dijo por enésima vez, mientras le abrazaba con cariño -y dales muchos besos a todos por allí-.
-Tranquila, se los daré; os veré allí la próxima semana- Jasper se retiró a la habitación de invitados, y la joven pareja decidió hacer lo mismo.
Una vez solos en su dormitorio, Edward la aprisionó entre la puerta y su cuerpo, besándola profundamente. La joven rodeó su cuello con sus manos, acercándola a ella todo lo que pudo, devolviéndole el beso con ganas, ya que en la entrada no pudieron saludarse en condiciones.
-Te he echado de menos; odio dormir solo- se quejó su novio, una vez la dejó respirar.
-Yo también- admitió ella -pero creo que vamos a tener que esperar a mañana- dijo con un gracioso mohín y aludiendo a que esa noche no estaban solos en casa.
-En eso llevas razón- admitió el joven -ahora que nos hemos acostumbrado a estar solos, somos un poco ruidosos- la divertida afirmación hizo sonrojar a su pequeña, de modo que después de besarla hasta dejarla prácticamente sin respiración, la liberó para que pudiera ponerse el pijama. Una vez acurrucados en la cama, Bella abordó de nuevo el tema de sus compañeros.
-Mañana los chicos han quedado a la tarde, para tomar algo- dijo cómo si tal cosa.
-¿No vas a ir?- le preguntó Edward, a la vez que pasaba un dedo por la suave piel de su pequeña.
-Acabas de llegar, y no te he visto en una semana entera- le recordó -podrías venir conmigo- le sugirió, levantando un poco la cabeza y mirándole con una sonrisa.
-Son tus compañeros cariño, y deberías pasarlo bien- le explicó -además, ¿qué pinto yo ahí?-.
-Pero yo quiero que vengas, eres mi novio- le rogó, con un puchero lastimoso -además así te conocen; pensaban que no existías, porque nunca te han visto-.
-Voy a buscarte muchas veces- le recordó éste.
-Pero siempre me esperas a la salida del campus, alejado de la puerta principal- contraatacó su pequeña -les he hablado de ti, y tienen mucha curiosidad por conocerte-.
-¿Y eso por qué?-.
-Les he contado acerca de ti; Annie casi se cae de culo cuándo se ha enterado de la edad que tienes- el joven sonrió, imaginando la escena; Bella le había hablado alguna vez de esa chica, y de lo seria y borde que era a veces.
-¿Y qué opinan acerca de eso?- preguntó Edward con cautela.
-Nada en absoluto, porque no tiene nada de malo- contestó ésta, un poco seria -el corazón no tiene en cuenta la edad de las personas de las que nos enamoramos-.
-Eso ya lo sé Bella; pero no quiero quitarte tiempo para que te puedas divertir, y disfrutar de estos años- volvió a repetir Edward.
-Y lo hago, pero también quiero disfrutarlos contigo- le explicó ella, pacientemente -pero si te vas a sentir incómodo, lo comprendo- musitó un poco triste.
Edward se percató del cambio de tono en las últimas palabras de su pequeña, y por nada del mundo quería verla triste... pero le daba cierto reparo el unirse a los compañeros de Bella; ¿qué pintaba él, con casi treinta años, en una reunión de universitarios de primer curso?.
Al ver que el silencio se adueñó de la habitación, Bella decidió dar por zanjado el tema, para no incomordarlo más.
-Es tarde Edward, y mañana tengo clase a las ocho y media- dijo ella -¿podrías apagar la luz?- le pidió mientras se levantaba de su pecho y se tapaba con las sábanas. El joven hizo lo que le pidió, y una vez la luz estuvo apagada volvió a atraer a Bella contra su pecho; ésta no puso resistencia, pero no dijo una palabra más, y al de pocos minutos sintió su respiración pausada y tranquila, señal de que ya estaba dormida.
Edward permaneció despierto varios minutos, observando el perfil de su pequeña... sabía que tarde o temprano este tema saldría; pero por ella decidió hacer un esfuerzo, bastante había sufrido durante sus primeros meses de estancia en Killarney por su actitud arisca e insoportable; sonrió satisfecho consigo mismo, imaginando la cara que pondría su pequeña mañana a la salida de clases.
El tiempo nunca pasó tan deprisa para Bella cómo lo hicieron estas últimas semanas; estaban sucediendo muchos cambios en su vida, y poco a poco iba asimilándolos. Los primeros días de universidad, que básicamente consistieron en la presentación y funcionamiento de las asignaturas, dejaron paso al auténtico comienzo de las clases, y sus horas se llenaron de apuntes y libros que leer, trabajos que presentar y otras actividades estudiantiles. El flamante ordenador portátil, regalo de sus cuñados, fue llenándose de miles de páginas escritas; aunque ya tenía hecha una lista con sus asignaturas favoritas y las que no le hacían tanta gracia, intentaba esforzarse al máximo en cada una de ellas.
La amistad con los compañeros que conoció el primer día se afianzó todavía más; con Leah enseguida cogió confianza, y ambas parecían siamesas dentro de lo muros de la facultad. Henry y Zack también eran muy simpáticos, y los cuatro solían desayunar juntos todos los días, en el intervalo de descanso entre las clases, incluso había días que se unía a ellos Cindy, la novia de Zack; ella estudiaba psicología, y las facultades estaban pegadas la una a la otra. Era una chica simpatiquísima, con el pelo corto y rubio cómo el color del heno, y unos preciosos ojos azules.
Annie, la otra chica que conoció el primer día se les solía unir a veces; no coincidían en todas las clases, por lo que había días en las que apenas la veían unos minutos; era muy observadora, y su forma de hablar a veces podía parecer hasta cortante y fría. Leah y Bella no terminaban de coger confianza con ella, algo había en esa chica que no les terminaba de convencer.
-¿Cómo habéis pasado el fin de semana?- la pregunta de Henry hizo que la joven castaña dejara sus meditaciones mentales, para concentrarse en la conversación y en el delicioso capuccinno que tenía delante de ella. Era el descanso entre tercera y cuarta hora, y ya estaba agotada; esta semana se le iba a hacer eterna.
-Descansado- contestó primero Leah -Randall ha doblado turnos durante toda la semana, y estaba agotado-.
-Pues Cindy y yo más de lo mismo- apuntó Zack -hoy exponía un trabajo oral, y se ha pasado ensayando conmigo todo el fin de semana- protestaba mientras rodaba los ojos, lo que provocó las risas del resto.
-¿Y tú Bella?- interrogó Leah -¿habéis ido Edward y tú a Huntsville este fin de semana?-.
-No- respondió ésta -Edward lleva desde el miércoles en Montana, en un congreso de ganaderos junto con su hermano Jasper- les relató -no regresa hasta el jueves-.
-¿Por qué no me llamaste?- le reprochó Leah con cariño -si llego a saber que estás sola, podríamos haber salido a dar un paseo, o a tomar un café- Bella se encogió de hombros, sonrojándose levemente.
-Tenía cosas que hacer en casa- se disculpó -además, tendrías ganas de ver a tu marido- le recordó, cosa que hizo que Leah sonriera.
-Hablando de Edward- interrumpió Annie -haber si nos lo presentas de una vez; llevamos más de un mes de clases y no le hemos visto, empiezo a pensar que no existe-.
-Viaja mucho, y además está muy liado con el trabajo- contestó la joven, rodando los ojos mentalmente... ¿por qué tenía que ser tan seca?.
-Podrías hablarnos un poco de él- añadió Zack, intentando cambiar de tema; a él tampoco le caía muy bien Annie.
-¿Y qué queréis saber?- interrogó Bella, divertida y un poco más relajada.
-Cuántos años tiene, qué ha estudiado...- empezó a enumerar el chico. Leah sonreía, pues ella ya conocía la historia.
-Si tiene hermanos disponibles- exclamó Cindy divertida, que justo en ese momento tomaba asiento.
-¿Me quieres cambiar por otro?- preguntó Zack a su novia, con el labio sobresaliendo en forma de puchero.
-Sólo si te portas mal- contestó divertida y resuelta -hola chicos- saludó al resto mientras se sentaba.
-¿Cómo ha ido la exposición?- le preguntó Henry.
-Parece que bien- se encogió la joven de hombros- veremos a ver la nota, la semana que viene-.
-Esa es mi chica- la jaleó su novio. Después de pedirse algo de beber, para desgracia de Bella, volvió a retomar la pregunta que le hizo.
-Cuéntanos algo de Edward- le pidió Cindy de nuevo.
-Bueno...- se mordió el labio, en un gesto pensativo -sabéis que su familia tiene un rancho en Huntsville; son cuatro hermanos y él es el pequeño- les empezó a relatar -y ninguno de ellos está libre- le aclaró divertida a la joven.
-¿Están casados?- preguntó Annie, que de repente prestaba atención.
-Sólo los mayores, Jake y Emmet; pero Jasper también tiene novia-.
-Háblanos de Edward; ya que nunca le vemos... así le conocemos un poco- le pidió Zack.
-Estudió Administración y dirección de empresas en Harvard- siguió explicando.
-¿Harvard?- preguntó asombrado Henry -wauuuuu... mi padre siempre ha dicho que el negocio de ganado da mucho dinero-.
-Todos los rancheros tienen mucho dinero- le aclaró Cindy -se nota que en Philadelphia no tenéis vacas- comentó divertida, lo que arrancó las risas del resto.
-Pues ha tenido suerte- añadió Annie -encontrar trabajo nada más terminar de estudiar es una suerte-.
-Trabaja en el rancho familiar, llevando las cuentas- le aclaró Bella -y terminó de estudiar hace ya un tiempo- Cindy y Annie se miraron extrañadas -Edward tiene veintinueve años-.
-¿Veintinueve?- repitió Annie, arqueando una ceja -¿os lleváis casi diez años?- preguntó asombrada; Bella asintió con la cabeza ante la estupefacta mirada de los presentes, a excepción de Leah.
-Wou...- exclamó Cindy -nunca me lo hubiera imaginado-.
-Yo tampoco- añadió Zack.
-¿Y cómo le conociste?- preguntó Henry.
-Mi padre era el capataz del rancho; falleció hace un año, de un infarto- les empezó a relatar -yo vivía con mi abuela materna en Forks... pero la relación no era buena- recordó con pena.
-Lo siento mucho- musitó Henry.
-No lo sabíamos- se excusó Annie.
-No pasa nada; no suelo hablar de ello- trató de quitarle importancia la joven castaña -el caso es que mi padre le pidió a Carlisle Cullen que me ayudara... y me ofreció un empleo en el rancho-.
-De modo que ahí fue cuándo os conocisteis- murmuró Cindy, a lo que Bella asintió con la cabeza.
-Vaya... eres una caja de sorpresas Bella- reconoció Annie, que ni por asomo se imaginaba que la vida de esa joven tímida e insignificante fuera tan ajetreada.
-Nos lo tienes que presentar, me muero por conocerle- exclamó Leah, emocionada.
-Y tú nos tienes que presentar a Randall- la interrumpió Zack; la aludida rodó los ojos.
-Ya me lo has dicho muchas veces; ya quedaremos alguna noche para tomar algo- le prometió.
Bella miró el reloj, y vio con asombro cómo apenas tenían tiempo de llegar a la siguiente clase; alertó a los chicos, que se despidieron apresuradamente para seguir con el horario.
Por fin el timbre anunció el fin de las clases; Bella y Leah se despidieron hasta el día siguiente. Al llegar al apartamento Bella se dejó caer pesadamente en el sofá. La casa estaba sumida en un tranquilo silencio... extrañaba a Edward ; recordó con una pequeña sonrisa cómo su novio había protestado hasta la saciedad cuándo Jasper le dijo de debían ir a ese congreso en Montana; pero Emmet no podía dejar su trabajo, y Jake debía quedarse en el rancho. Cómo no podía ser de otra manera, le dio una y mil recomendaciones antes de tomar el avión, y la llamaba al menos dos veces al día.
Después de unos minutos descansando, con los ojos cerrados, decidió que estaba muy cansada para cocinarse algo, así que tomó el teléfono y llamó al restaurante chino.
Media hora después, Bella saboreaba unos estupendos tallarines con gambas mientras ojeaba una revista. Tan concentrada estaba que su móvil sonó varias veces antes de cogerlo; se levantó apresurada, rebuscando en su bolso.
-¿Sí?- contestó una vez que lo encontró, sin fijarse quién la llamaba.
-Hola- sonrió complacida al escuchar la suave voz de Edward -¿dónde estabas?-.
-Estaba comiendo y tenía el móvil en el bolso- es excusó mientras se volvía a sentar a la mesa.
-Echo de memos tu comida- se quejó graciosamente -estoy harto de comer en restaurantes; ¿qué estás comiendo?- le preguntó con verdadera curiosidad.
-Ahora te pareces a tus hermanos- exclamó Bella, aguantando la risa -he pedido comida china-.
-¿La mejor cocinera del mundo no tiene ganas de cocinar?- preguntó entre risas.
-Cocinar para mi sola no es divertido- protestó ella, lo que hizo que ambos rieran.
-¿Cómo estás, cariño?- le preguntó Edward, ya poniéndose serio.
-Bien, pero te echo de menos- dijo la joven, con un suspiro.
-Y yo también; estoy deseando que termine este dichoso congreso, y poder regresar a casa- suspiró -pero no podremos estar a solar, al menos hasta el viernes- le recordó. Cierto, Jasper pasaría la noche en su apartamento, antes de volver al rancho a la mañana siguiente.
-¿Cómo está Jasper?- interrogó.
-Bien, deseando ver a su cocinera favorita; por cierto, te manda saludos. Lo tengo justo al lado-.
-Devuélveselos... y dile que le haré una cena especial el jueves por la noche- a lo lejos se escuchó un gracioso ¡gracias cuñada!, que hizo reír a Bella.
-¿Cómo te han ido las clases?- preguntó Edward con verdadera curiosidad.
-Bien, a excepción de la clase de la señora Vods- rodó cansinamente los ojos; durante los siguientes cinco minutos, ambos se contaron anécdotas de todo lo que les había ocurrido, hasta que Edward se tuvo que despedir.
-Cariño, en diez minutos comienza la siguiente reunión del congreso- le advirtió -¿qué vas a hacer esta tarde?-.
-Quedarme en casa- replicó sin dudarlo -quiero adelantar un trabajo, y descansar-.
-¿No sales con Leah, o con Cindy?- le propuso.
-Edward, estoy bien, cálmate- le paró amablemente Bella... definitivamente, Edward nunca cambiaría.
-Perdona cielo- es excusó su novio -es que no me gusta dejarte sola tantos días-.
-Pero es tu trabajo, y debes ir- le recordó -bastante has hecho con dejar el rancho y venir conmigo- musitó ella en voz baja.
-Y me iría contigo al fin del mundo, si fuera preciso- las palabras del joven hizo que se sonrojara profusamente... nunca terminaría de asimilar las cosas tan bonitas que le decía -cariño, tengo que irme, te llamaré a la noche, te quiero-.
-Yo también te quiero- le devolvió ella por respuesta -no te duermas en la reunión- le dijo burlona.
-Después te lo diré; hasta luego preciosa-.
-Hasta la noche- la joven colgó el teléfono con una sonrisa, deseando que el tiempo pasara deprisa hasta llegar al jueves.
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Por fin el ansiado jueves llegó; Bella se levantó animada, pensando que a la noche por fin estaría entre los brazos de Edward. La semana se le había hecho terriblemente larga y pesada. Dado que Edward había estado toda la semana fuera, este fin de semana tampoco irían a Hunstville... y aunque le encantaba volver a casa, en verdad que este fin de semana prefería quedarse con Edward en San Antonio. Jasper se iría a la mañana siguiente, mientras ella estaba en la universidad.
Leah la notó más contenta que de costumbre, pero no le preguntó nada; entendía perfectamente a Bella, y las ganas que tendría que ver a su novio, al igual que le pasaba a ella cuándo su marido se iba con la cuadrilla a trabajar fuera de la ciudad.
Al finalizar la última clase, se despidió rauda de sus compañeros, y decidió comer un bocadillo rápido para después dirigirse al mercado central; ubicado en el casco antiguo, era un edificio precioso, de la época victoriana, y dónde vendían la mejor carne de la ciudad; sabía de sobra que tanto él cómo Jasper vendrían hambrientos y deseosos de comida casera... sonrió mientras que, ya en casa, ordenaba todo y se ponía cómoda, para empezar a preparar la cena.
A eso de las siete de la tarde escuchó cómo introducían una llave en la cerradura de la puerta principal. Corrió presurosa a la entrada, para justo después abalanzarse en los brazos de su novio, que la recibió cariñosamente.
-Hola vaquero- susurró ella, con la cara escondida en su cuello, aspirando ese aroma tan familiar y ya necesitado para ella.
-¿Cómo está mi pequeña estrellita?- la joven sonrió a la mención de su íntimo y cómplice apodo.
-Bien; te he extrañado- suspiró -pero ya estás en casa- expresó contenta; sus labios iniciaron un camino de besos, pasando por su cuello, su barbilla tan firme y delineada, hasta que llegó a la boca de Edward, que devolvió el beso a su pequeña con ganas y un poco de fuerza... dios... cómo la había echado de menos todos estos días.
El tiempo desapareció para Bella, cómo siempre que le ocurría al estar entre los fuertes brazos de su novio... pero un ligero y familiar carraspeo hizo que Edward liberara los suaves labios de Bella.
-Antes de que ahogues a mi pequeña cuñada, déjame saludarla- Bella rió encantada, y en un segundo cambió de brazos, para abrazar a su cuñado.
-Me alegro de verte Jazz-.
-Y yo a ti Bellie Bells- la joven rió divertida, sólo sus cuñados y cuñadas la llamaban así -¿mi hermano se porta bien contigo?- le interrogó divertido, una vez la posó en el suelo. Bella rió divertida ante la mueca de Edward, que decidió rodar los ojos en silencio y se concentró en meter las maletas al interior de la casa.
-Me trata cómo a una reina- exclamó divertida- vuestra cocinera está a salvo- le tranquilizó.
Jasper y Edward decidieron darse una ducha, y quitarse el traje y la corbata, prenda a la que ninguno tenía especial simpatía. Bella dio los últimos toques a la cena y dispuso la mesa del comedor. Un buen rato después aparecieron ambos hermanos por la puerta del salón, más relajados gracias a la ducha, y con sus acostumbrados vaqueros y camisas de cuadros. Bella se mordió el labio cuándo Edward se pasó las manos por su pelo, todavía húmedo, desordenándolo más si eso era posible; la camisa de cuadros abierta dejaba ver la camiseta blanca que llevaba, resaltando su duro y firme pecho. Con una pequeña sonrisa se adentró de nuevo en la cocina, para comprobar si la carne ya estaba lo suficientemente hecha.
Edward dejó a Jasper un momento en el salón, y se apoyó en le marco de la puerta de la cocina; Bella tarareaba una canción mientras rebuscaba algo en un armario. Con paso felino y silencioso se acercó a ella por detrás.
-¿Necesitas ayuda?- susurró en su oído; la joven pegó un bote, debido al susto, lo que provocó que riera encantado.
-Ya está todo listo- le informó su pequeña, pegando su espalda en su pecho; las fuertes manos del joven acariciaban delicadamente su cintura, lo que condujo a que un pequeño escalofrío la recorriera de arriba abajo. Edward la giró, para poder besarla, pero la voz de Jasper cortó todo intento de seducción.
-Dejad los momentos íntimos para más tarde- Bella sonrió divertida, y se escapó del amarre de su novio, que cogió la botella de vino a regañadientes, para después dirigirse al salón. La cena transcurrió tranquila, amenizada por las ocurrencias de Jasper y el relato del, según ellos, inacabable y aburridísimo congreso de ganadería.
-Esos temas le van más a Jake; pero con Nessie así no quiere alejarse muchos días del rancho- dijo Jasper, aceptando la taza de café que le ofrecía Bella.
-Es lógico y normal- añadió Edward -por cierto cariño, la cena estaba estupenda- la felicitó, dejando un pequeño beso en su mejilla.
-Doy la razón a Edward- expresó su hermano, de manera rotunda.
-Seguro que Alice cocina estupendamente- contestó la joven. Jasper sonrió, acordándose de su señorita Brandon, cómo el la llamaba.
-No lo hace nada mal- reconoció -pero tú le das un toque especial-.
-Eso es secreto de la cocinera- replicó Bella -te he preparado un par de cosillas, para que te lleves- Jasper se frotó las manos, sonriendo satisfecho.
-Albóndigas con salsa de tomate y lasaña- añadió Edward -tienes los tuppers encima de la mesa de la cocina-.
-Entonces tendré que esconderlos, sobre todo el de albóndigas; no me fío de Jake- musitó pensativo -¿y galletas?- preguntó esperanzado a su cuñada.
-Eso lo prepararé allí, el próximo fin de semana que vaya al rancho- le aclaró.
-No hacéis otra cosa que pensar en comer- protestó Edward.
-La culpa es de Bella, por cocinar tan bien- contestó su hermano -y que conste que no me quejo, Alice se defiende... pero Nessie y Rose...- dejó la frase inconclusa, negando con la cabeza.
-Pues procura no comentarlo delante de Nessie, o sufrirás las consecuencias de las hormonas- le aconsejó Bella -¿ya sabe lo que son?- preguntó ilusionada.
-No que sepamos; creo que la semana que vienen van otra vez al médico- les relató.
Durante un buen rato Jasper respondió pacientemente a las preguntas de Bella; les contó cómo Owen ya gateaba a toda velocidad por toda la casa, para delicia de Esme y Carlisle; el empeño de Emmet en encargar un hermanito y la negativa rotunda de Rosalie acerca del tema, y también cómo iban las obras de la casa de Jake y Nessie; si todo salía según lo planeado, en navidades estaría acabada y podrían mudarse.
-¿Y lo del juicio?- preguntó Edward, poniéndose serio.
-Jenks cree que después de Acción de Gracias se empezará a mover más el asunto- les explicó -pero por lo demás, no hemos vuelto a tener ningún encontronazo con ellos, al menos que yo sepa- Bella se revolvió incómoda en su silla, ojalá esos indeseables no causaran más problemas.
-¿Cómo van las cosas con Alice?- cambió Edward de tema, observando el gesto de inquietud de su novia.
-Mucho mejor- sonrió Jasper -es una chica increíble- dijo con una sonrisa.
-Y te sabe llevar muy bien- acotó Edward -¿no ha tenido ningún problema con eso, verdad?- Jasper negó con la cabeza.
-No sabe absolutamente nada de ese impresentable- pronunció su hermano, poniéndose serio -y que no se le ocurra aparecer por allí, y se atreva siquiera a mirarla- siseó entre dientes.
-Tranquilo hermano; no le pasará nada- intentó animarle Edward. Jasper sonrió levemente, agradeciendo a su hermano pequeño sus palabras; ese tema era un lastre que no dejaba a Alice disfrutar de una vida del todo tranquila; el terror de que un día ese cabrón se presentara en Huntsville, y pudiera acercarse a su novia, hacía que le hirviera la sangre.
Por suerte, nada malo había ocurrido, y decidió cambiar radicalmente de tema.
-¿Cómo van las clases?- preguntó a su cuñada.
-Muy bien; la carrera me gusta mucho, aunque hay asignaturas que son muy pesadas- le contestó.
-¿Y los compañeros?- siguió interrogando el joven.
-Muy bien también; Leah y Cindy son estupendas, al igual que los chicos; hoy les he hablado de ti- contaba mientras miraba a Edward, que le sonrió con cariño.
-¿Y qué les has contado?- inquirió su novio, con auténtica curiosidad.
-Pues cómo no te conocen, me han preguntado a qué te dedicas, y esas cosas... y quieren conocerte- añadió. Edward arqueó una ceja, sorprendido.
-Vaya hermanito, tienes suerte- comentó Jasper -podrás vivir una segunda época de juergas universitarias-.
-Ya viví mi etapa de juergas universitarias, hermano- siseó fastidiado.
-Casi nada; eras un muermo, que te pasabas el día estudiando- expresó Jasper, divertido.
-Al contrario que tú, que eras conocido en todas las fiestas universitarias- Bella rió ante la cara de sorpresa de su cuñado.
-Tampoco era para tanto- le quitó hierro al asunto.
-Deberías preguntarle a papá- exclamó Edward, conteniendo la risa -seguro que no opina lo mismo-.
El divertido pique entre los hermanos siguió mientras Bella recogía la cocina; ella tenía clase al día siguiente, por lo que se despidió de Jasper, que volvía al rancho nada más levantarse y desayunar.
-Recuerda llevarte la comida- le dijo por enésima vez, mientras le abrazaba con cariño -y dales muchos besos a todos por allí-.
-Tranquila, se los daré; os veré allí la próxima semana- Jasper se retiró a la habitación de invitados, y la joven pareja decidió hacer lo mismo.
Una vez solos en su dormitorio, Edward la aprisionó entre la puerta y su cuerpo, besándola profundamente. La joven rodeó su cuello con sus manos, acercándola a ella todo lo que pudo, devolviéndole el beso con ganas, ya que en la entrada no pudieron saludarse en condiciones.
-Te he echado de menos; odio dormir solo- se quejó su novio, una vez la dejó respirar.
-Yo también- admitió ella -pero creo que vamos a tener que esperar a mañana- dijo con un gracioso mohín y aludiendo a que esa noche no estaban solos en casa.
-En eso llevas razón- admitió el joven -ahora que nos hemos acostumbrado a estar solos, somos un poco ruidosos- la divertida afirmación hizo sonrojar a su pequeña, de modo que después de besarla hasta dejarla prácticamente sin respiración, la liberó para que pudiera ponerse el pijama. Una vez acurrucados en la cama, Bella abordó de nuevo el tema de sus compañeros.
-Mañana los chicos han quedado a la tarde, para tomar algo- dijo cómo si tal cosa.
-¿No vas a ir?- le preguntó Edward, a la vez que pasaba un dedo por la suave piel de su pequeña.
-Acabas de llegar, y no te he visto en una semana entera- le recordó -podrías venir conmigo- le sugirió, levantando un poco la cabeza y mirándole con una sonrisa.
-Son tus compañeros cariño, y deberías pasarlo bien- le explicó -además, ¿qué pinto yo ahí?-.
-Pero yo quiero que vengas, eres mi novio- le rogó, con un puchero lastimoso -además así te conocen; pensaban que no existías, porque nunca te han visto-.
-Voy a buscarte muchas veces- le recordó éste.
-Pero siempre me esperas a la salida del campus, alejado de la puerta principal- contraatacó su pequeña -les he hablado de ti, y tienen mucha curiosidad por conocerte-.
-¿Y eso por qué?-.
-Les he contado acerca de ti; Annie casi se cae de culo cuándo se ha enterado de la edad que tienes- el joven sonrió, imaginando la escena; Bella le había hablado alguna vez de esa chica, y de lo seria y borde que era a veces.
-¿Y qué opinan acerca de eso?- preguntó Edward con cautela.
-Nada en absoluto, porque no tiene nada de malo- contestó ésta, un poco seria -el corazón no tiene en cuenta la edad de las personas de las que nos enamoramos-.
-Eso ya lo sé Bella; pero no quiero quitarte tiempo para que te puedas divertir, y disfrutar de estos años- volvió a repetir Edward.
-Y lo hago, pero también quiero disfrutarlos contigo- le explicó ella, pacientemente -pero si te vas a sentir incómodo, lo comprendo- musitó un poco triste.
Edward se percató del cambio de tono en las últimas palabras de su pequeña, y por nada del mundo quería verla triste... pero le daba cierto reparo el unirse a los compañeros de Bella; ¿qué pintaba él, con casi treinta años, en una reunión de universitarios de primer curso?.
Al ver que el silencio se adueñó de la habitación, Bella decidió dar por zanjado el tema, para no incomordarlo más.
-Es tarde Edward, y mañana tengo clase a las ocho y media- dijo ella -¿podrías apagar la luz?- le pidió mientras se levantaba de su pecho y se tapaba con las sábanas. El joven hizo lo que le pidió, y una vez la luz estuvo apagada volvió a atraer a Bella contra su pecho; ésta no puso resistencia, pero no dijo una palabra más, y al de pocos minutos sintió su respiración pausada y tranquila, señal de que ya estaba dormida.
Edward permaneció despierto varios minutos, observando el perfil de su pequeña... sabía que tarde o temprano este tema saldría; pero por ella decidió hacer un esfuerzo, bastante había sufrido durante sus primeros meses de estancia en Killarney por su actitud arisca e insoportable; sonrió satisfecho consigo mismo, imaginando la cara que pondría su pequeña mañana a la salida de clases.
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 25: Recordando épocas pasadas
-¿Te ocurre algo, Bella?- la pregunta de su amiga hizo que bajase de nuevo a la tierra.
-No, ¿por qué lo dices?- intentó disimular con una sonrisa, pero Leah empezaba a conocer los estados de ánimo de Bella con un simple gesto o palabra.
-Bueno...- meditó la morena -llevamos tres horas de clase y has estado muy callada- le explicó, dándole una pequeña sonrisa.
-Lo siento- murmuró cabizbaja la joven.
-Tranquila- la guiñó un ojo ésta -esta noche nos relajaremos y nos lo pasaremos bien- intentó animarla -¿va a venir Edward?-.
-No creo- se disculpó disimuladamente -al haber estado fuera toda la semana, tiene mucho trabajo atrasado- Leah puso una mueca de fastidio.
-Vaya; me hubiera gustado conocerle... pero estoy segura de que habrá otras ocasiones- la animó.
-Eso espero- suspiró la joven castaña; pero algo en su interior le decía que eso sería prácticamente imposible; entendía a Edward, y que no le apeteciera estar rodeado de universitarios hormonales de primer año.
Pero por otro lado, él siempre estaba con que tenía que vivir y divertirse... y no terminaba de comprender por qué se sentía mal por ser algo más mayor; ella quería compartir todas esas experiencias con él... y tal y cómo le pasaba a ella, debería importarle un comino lo que dijera la gente. Hasta ahora no se había dado cuenta de lo que, a veces, pesaba la diferencia de edad; puede que dentro de unos años no se notara tanto... pero ahora esos casi diez años de diferencia pesaban cómo una losa.
Leah tenía sus sospechas, pero decidió no atosigar a Bella y no insistió más en el tema. Tomaron un café a la hora del receso, con la sola presencia de Henry, el cual no dejaba de repetir lo bien que se lo pasarían esta noche.
Las dos horas restantes pasaron relativamente pronto, y nada más sonar el timbre la gente huyó de allí lo más deprisa que les fue posible... cómo se notaba que era viernes al mediodía. Las dos jóvenes abandonaron el aula; Bella estaba nerviosa, ya que no había hablado con Edward desde la pasada noche, y cuándo ella se fue a sus clases tanto él como Jasper seguían dormidos; esperaba arreglar las cosas con él en casa, odiaba estar enfadada con él.
Justo se despedía de Leah en la entrada del campus, cuándo Henry, Zack y Cindy se acercaron a ellos.
-¿Animados para la salida de esta noche?- preguntó animado Zack.
-Tengo ganas de olvidarme de apuntes, libros y trabajos por unas horas- exclamó Henry, para después dirigirse a Leah y Bella -¿vendréis acompañadas, no?- les preguntó con una sonrisa cómplice.
-Randall y yo si que iremos, aunque no nos quedaremos mucho- confirmó Leah.
-Edward y yo no podemos ir- explicó Bella -tiene mucho trabajo atrasado-.
-Qué pena- se lamentó Cindy.
-Tenía mucha curiosidad por conocer a Edward- dijo Zack, con una mueca de fastidio. Justo en ese momento Annie se unió al grupo.
-¿Qué ocurre?- inquirió con verdadera curiosidad, después de saludar.
-Bella y Edward no pueden venir esta noche- le explicó Henry.
-Vaya- suspiró -es una pena- exclamó con una sonrisa un poco falsa -¿tu novio es ermitaño o algo parecido?- preguntó con cierta malicia.
-No, Annie- le respondió, inspirando profundamente para darse paciencia -simplemente está cansado después de una semana fuera, y además tiene mucho trabajo atrasado- la joven iba a añadir algo más, pero la mirada que le dirigió Bella hizo que se callara.
-Cambiando un poco de tema- dijo con un ligero movimiento de mano -hace apenas diez minutos me he cruzado con el chico más guapo que he visto en mi vida- contó jovial. Leah, Bella y Cindy rodaron los ojos, aburridas.
-¿Y dónde está esa pobre víctima inocente?- le preguntó Zack, ante las risas contenidas del resto. Desde que se habían conocido, el único tema del que sabía hablar la joven era la población estudiantil masculina de la universidad.
-Le he visto en la entrada; parecía un poco perdido y le he preguntado si necesitaba algo- respondió, con una sonrisa satisfecha -no debe ser estudiante, nunca le he visto por los pasillos- les contó, atusándose el pelo.
-¿Y qué te ha dicho él?- quiso saber Cindy.
-Ha sido un poco brusco- rodó ella los ojos -pero siempre se ha dicho que los más difíciles de atrapar son los más interesantes- acabó de contar, con una sonrisa que no presagiaba nada bueno.
-¿Y por casualidad... es alto, con el pelo despeinado... y lleva unos vaqueros oscuros y una cazadora de piel negra?- Bella frunció el ceño ante la pregunta de Zack... pero se mantuvo en silencio.
-¿Por?- inquirió la joven -¿le habías visto antes por aquí?- preguntó con verdadera curiosidad.
-No; simplemente te lo digo porque viene hacia aquí- se encogió de hombros; el grupo se dio la vuelta, a la vez que Annie sonreía de forma coqueta... pero los ojos de Bella se abrieron por la sorpresa. Edward se acercaba a ellos, guapísimo cómo era costumbre, y con la sonrisa torcida marca Cullen en su cara.
-¿Ese es?- le preguntó Cindy a Annie, que no podía apartar sus ojos de ese hombre; la joven simplemente asintió, haciéndole un gesto con la mano para que se acercara. Iba a decirle algo, pero se quedó con la palabra en la boca cuándo el joven de cabello cobrizo ni se dignó a mirarla... y su mandíbula por poco se cae al suelo cuándo aquel chico tan atractivo se dirigió directo hacia la insulsa y simple Isabella Swan.
El corazón de la joven castaña pegó un brinco cuándo su novio llegó a su altura; ¿qué diablos hacía Edward aquí?.
-Hola cariño- la saludó con esa sonrisa que hacía que casa célula de su cuerpo se activara; sin darle tiempo a pensar algo coherente qué decir, sintió que la mano de Edward rodeaba su cintura, para acercarla contra su cuerpo y posar sus labios en los de su pequeña, dándole un tierno beso.
-Edward...- susurró, incrédula por los que estaba pasando, pero el joven la interrumpió, dejando un pequeño y casto beso de nuevo en sus labios.
-¿No puedo venir a buscar a mi preciosa novia?- inquirió, con una sonrisa y de muy buen humor; dejando a Bella con la palabra en la boca, se giró hacia el resto -perdonad que os haya interrumpido-.
-No interrumpes- se apresuró a decir uno de ellos -soy Zack, y ella es mi novia Cindy- se presentó la joven pareja.
-Yo soy Leah- la joven morena se adelantó un paso -teníamos muchísimas ganas de conocerte- exclamó jovial, dándole una sonrisa cómplice a Bella.
-Encantado de conoceros; Bella me ha hablado mucho de todos vosotros- dijo después de las presentaciones. Henry, que se había mantenido en silencio, alzó la mano para estrechársela.
-Henry- simplemente dijo su nombre: Edward sólo asintió mientras se daban la mano, para después girarse a la única que le quedaba por conocer oficialmente.
-Seguro que tú eres Annie- adivinó conteniendo una sonrisa, mientra acercaba a Bella más a su cuerpo.
-Ehhh... si, soy Annie- murmuró, roja de vergüenza; Leah y el resto tuvieron también que retener la risa.
-Un placer conocerte también, antes se te ha caído este papel- le dijo Edward mientras le tendía lo que parecía ser la hoja de un block pequeño de notas. Annie frunció el ceño mientras lo cogía, a la vez que farfulló una pésima disculpa, para alejarse de allí.
-¿Qué era eso?- interrogó Bella a su novio, una vez que la tediosa muchacha estuvo lo suficientemente lejos.
-Su número de teléfono- suspiró resignado mientras rodaba los ojos. Se oyó chirriar los dientes de la joven castaña... maldita Annie. El resto no pudo menos que echarse a reír.
-Annie puede ser muy persistente- le aclaró Zack.
-Eres demasiado blando con esa palabra- le respondió Edward, ganándose una sonrisa por parte del joven.
-No creo que vuelva a molestarte; se lo has dejado muy claro- le tranquilizó Leah, dándole un codazo amistoso.
-Eso espero- murmuró Edward, que fijó su vista en su novia, que desde sus brazos seguía sumida en el silencio -tranquila- le susurró, dejando un pequeño beso en su sien, cosa que hizo que su pequeña esbozara una pequeña sonrisa.
-Bella nos ha dicho que no podéis venir esta noche- dijo Cindy, con pena.
-Edward tiene mucho trabajo, y...- empezó a explicar de nuevo Bella, pero Edward la interrumpió.
-Por supuesto que iremos- soltó él tan tranquilo, para alegría del resto y total asombro de su pequeña -me pondré al día con el trabajo el fin de semana-.
-Estupendo- se frotó las manos Zack.
-También vendrá mi marido- le explicó Leah, a lo que Edward asintió, animado.
-Entonces... ¿os va bien en el Blue River, a las ocho?- propuso Cindy.
-Allí estaremos- le confirmó Edward. Una vez se despidieron y cada uno se fue por su lado, Bella caminaba silenciosa de la mano de su novio, camino de su casa.
-¿Por qué lo has hecho?- inquirió, con un hilo de voz -se qué no te apetece- Edward detuvo sus pasos, para encarar a su pequeña y rodear su cintura con ambas manos.
-Porque no quiero que estemos enfadados- le explicó cariñosamente -tú mereces disfrutar de tus años universitarios, y no seré yo quién te lo impida-.
-Pero no quiero que hagas algo que no te apetece- le volvió a repetir, apartando su intensa mirada verde de ella.
-Ehhh preciosa- la llamó él -tú has conocido a mis amigos en Huntsville; creo que lo justo es que yo conozca a los tuyos- por fin su pequeña esbozó una pequeña sonrisa, y él suspiró satisfecho -no soporto estar enfadado contigo- le volvió a repetir, acariciando suavemente su barbilla con uno de sus dedos.
-Yo tampoco lo soporto- le confesó ella, abrazándose a él.
-Ya verás cómo lo pasamos bien- la animó él, dejando un pequeño beso en su pelo.
-Espero... mientras Annie no te acose- murmuró la joven, contra su pecho. Edward rió divertido.
-¿Sabes que celosa eres adorable?- le dijo, lo que provocó el sonrojo de la joven -tranquila por eso... tenías razón, es un poco rara-.
-Es una lagarta- siseó cabreada, lo que provocó que su novio riera a carcajada limpia.
-Yo no la definiría mejor- aprobó el joven -no tienes de qué preocuparte cariño- la volvió a tranquilizar -sólo me importas tú- Bella no pudo evitar emocionarse por esas palabras; tenía que reconocer que Annie era una chica muy atractiva, a pesar de su carácter; a veces seguía sin entender que había visto Edward en ella.
Pero sus pensamientos quedaron interrumpidos por el beso que le dio Edward, y ella le correspondió gustosa, dejando zanjado el tema y disfrutando de ese dulce momento.
0o0o0o0o0o0
Después de una agradable y tranquila tarde de reconciliación, pasaban cinco minutos de las ocho de la tarde cuándo traspasaban las puertas del Blue River; Edward sujetaba la puerta a su novia, guapísima con unos vaqueros azules y un top azul de escote asimétrico; por encima llevaba la chaqueta de piel que le había regalado Esme por su cumpleaños.
-¿Los ves?- le murmuró su pequeña al oído; el bar estaba bastante lleno, y la gente se agolpaba en torno a la barra.
-Creo que allí esta Leah- le indicó Edward con la mano; en efecto, en una esquina de la barra estaban Leah, Zack, Cindy y un chico al que no conocía, por lo que supuso que sería el marido de su amiga. Su novio la instó a que se dirigiera hacia allí, con una mano en la parte baja de su espalda.
-Hola chicos- saludó Bella.
-Edward, Bella- los saludó alegremente Leah -os presento a Randall, mi marido- el joven moreno, nativo al igual que su esposa, y tan grande cómo sus cuñados Emmet y Jake, se adelantó para saludarles.
-Es un placer- replicó con una sonrisa amistosa, para después estrechar la mano de Edward. Pidieron unas cervezas, y las chicas se juntaron en grupo.
-Bella, es guapísimo- fue lo primero que le soltó Cindy en cuánto los chicos se enfrascaron en una conversación sobre la liga de béisbol americana.
-Gracias- murmuró la joven, sonrojándose levemente.
-No me lo imaginaba así- dijo Leah -hacéis muy buena pareja-.
-Ya lo creo- le dio la razón Cindy -pero... ¿cuántos años dices que tiene?- Bella sonrió.
-Veintinueve- le recordó; Cindy la miró asintiendo, pero al ir a decir algo, una voz la interrumpió.
-¿Qué me he perdido?- interrogó Henry, que justo llegaba en ese momento.
-Nada interesante, hablamos de chicos- le aclaró Leah. Henry rodó los ojos, y dejando a las chicas se acercó a la barra, dónde Zack, Randall y Edward conversaban animadamente.
-¿Creéis que es muy mayor?- les preguntó a las chicas.
-Por supuesto que no, Bella- contestó Cindy, muy convencida -¿nunca has oído eso de que no hay edad para el amor?-.
-Bien dicho- alabó Leah -son algunos años de diferencia, eso no se puede obviar- murmuró pensativa -y es lógico que veáis ciertas cosas de manera diferente- le dio su opinión.
-Pero os compenetráis muy bien- añadió Cindy -¿su familia puso pegas al principio?-.
-Al contrario- rodó los ojos Bella -tengo tres cuñados que podrían rivalizar con Cupido- dijo con una sonrisa.
Les relató brevemente cómo fueron enamorándose; para ella era extraño, nunca había hablado de esos temas más que con Alice, Nessie y Rose... pero no se sintió incómoda. Leah y Cindy la escuchaban atentamente, soltando suspiros en diferentes partes del relato.
-Wau... - exclamaba Leah cada dos por tres.
-Es muy romántico- decía Cindy, con una sonrisa tonta -y se le nota a leguas que te adora-.
-¿Por?- preguntó Bella, alzando una ceja.
-Cada pocos minutos su mirada te busca- le explicó Leah.
-Pero no es una mirada de perro guardián- añadió Cindy.
-A veces no me extrañaría que lo fuera- rió Bella, en broma.
-Todos los hombres tienen un punto de celos- rodó los ojos Leah -pero su mirada se ilumina en cuánto te tiene frente a sus ojos- Bella se volvió a sonrojar, y dio un pequeño trago a su cerveza.
-Ese hombre te quiere Bella- exclamó Cindy -no hay más que observarle- Bella giró la vista unos segundos, para encontrarse con la mirada de su novio, que la sonreía con cariño. Ella le dio un asentimiento con la cabeza, diciéndole que todo estaba bien, para volverse a sus amigas.
-Bien; turno de Randall- exclamó divertida. Leah sonrió, y las chicas se entretuvieron un buen rato hablando de sus respectivos. Bella descubrió que ellos se llevaba cinco años, y que los padres de la joven, de buena posición económica, no aprobaron su relación con el hijo de un humilde empleado de la construcción y de una ama de casa.
-Nos casamos nosotros dos solos, con sus padres de testigos- les relató ella, poniendo una mueca de pena.
-¿Los echas de menos, verdad?- le preguntó Bella, dándole una mirada de ánimo.
-Mucho- suspiró ella -espero que algún día las cosas puedan arreglarse-.
-Seguro que sí- la animó Bella, dándole un apretón en el brazo, en señal de apoyo.
-Por cierto- dijo Cindy, cambiando de tema -¿Annie no iba a venir?- preguntó. Leah se carcajeó.
-No creo que venga, después del ridículo que ha hecho esta mañana-.
-Cierto- aprobó Cindy -deberías haber visto su cara cuándo Edward te ha besado-.
-Me lo imagino- rodó los ojos la joven castaña -espero que haya captado que Edward es mi novio-.
-Te aseguro que él mismo se lo ha dejado más que claro- espetó Leah -se lo merece por creerse que todos los hombres del planeta están a sus pies-.
Bella deseaba para sus adentros que así fuera; Edward se lo había dejado más que claro, y sabía que no soportaba a ese tipo de chicas... pero no se fiaba un pelo de ella; si ya no la tenía mucha simpatía, con lo ocurrido al mediodía Annie terminó por rematarlo. Siguieron en animada charla, cambiando radicalmente de tema, hasta que Bella sintió los brazos de Edward rodeándola por detrás.
-¿Todo bien por aquí?- interrogó en general, dirigiéndose a las chicas.
-Todo bien- respondió su pequeña.
-¿Cómo va el béisbol?- el joven rió ante la pregunta de Cindy.
-Randall y yo intentamos convencer a Zack de que los Cleveland Indians no tienen nada que hacer contra los Texas Rangers- le explicó divertido.
-Y no podrás hacer nada al respecto- rodó cómicamente los ojos su novia -es un fanático de los Cleveland- el grupo rió divertido.
-Nos hemos dado cuenta- dijo Edward -hemos conseguido una mesa, ¿os apetece comer algo?- las chicas asintieron, y guiadas por el joven tomaron asiento en una mesa grande, para disfrutar de una pequeña cena.
0o0o0o0o0o0
-Estoy agotada- se quejó Bella, abriendo la puerta de su dormitorio y sentándose en la cama, para quitarse las botas. Las lanzó lejos, y se tumbó unos segundo, cerrando suavemente los ojos. Estaba muy sorprendida; la velada había ido muchísimo mejor de lo que esperaba. Habían terminado cenando alitas de pollo y hamburguesas; y su novio parecía haber hecho muy buenas migas con el marido de Leah, Henry y Zack. Incluso, para sorpresa suya, les había invitado a cenar una noche en casa, alegando que su pequeña cocinaba de maravilla.
Sintió que la cama se hundía a su lado, y al abrir los ojos se topó con los orbes de Edward, que se había tumbado de lado, apoyado en uno de sus codos.
-¿Te has divertido?- le interrogó su novio, jugando con uno de sus rizos.
-Me lo he pasado muy bien- le confirmó su pequeña; por un momento se fijó en los ojos verdes del joven; Leah tenía razón, eran tan expresivos, y decían tantas cosas en silencio... se quedó callada unos instantes, perdida en ese mar esmeralda.
-¿Qué pasa?- le preguntó suavemente su novio, dejando su pelo y pasando su dedo por la mejilla.
-Nada... es una tontería- dijo Bella, pero su sonrojo la delató, y Edward siguió insistiendo.
-Leah dice que tus ojos brillan de un modo... especial, por así decirlo-.
-Eso pasa cada vez que te tengo frente a mí- murmuró, acercándose a sus labios. Dejó sobre ellos un suave beso, que a la joven le supo a gloria.
-Gracias por haber accedido- murmuró Bella, una vez dejó de besarla.
-No me tienes que agradecer nada, cariño- le contestó el joven -haría cualquier cosa por ti, es superior a mis fuerzas verte triste- su pequeña se emocionó ante sus palabras, y buscó de nuevo la boca de Edward.
Poco a poco y sin que ninguno se diera cuenta, el beso pasó a cotas más apasionadas; y cuándo Bella se separó de los labios de su novio, en un intento de llevar aire a sus pulmones, se percató de que Edward estaba entre sus piernas, y la aprisionaba contra en colchón. Pero éste, lejos de separarse, siguió dejando besos por toda su cara y su cuello, y la joven sintió la firme y familiar erección presionando su estómago.
Un conocido hormigueo la recorrió de la cabeza a los pies, lo que unido a los besos que Edward dejaba por toda su piel que estaba expuesta, hizo que se abandonara, quedando por completo a merced de su novio, que poco a poco fue quitándole la ropa.
En pocos minutos estaba sólo con su ropa interior, y Edward la contemplaba cómo si fuera la más valiosa pieza que jamás hubieran visto sus ojos. Sin dejar de maravillarse con la visión que tenía frente a sus ojos, el joven se incorporó para deshacerse él mismo de sus prendas.
-Eres preciosa- le decía una y otra vez mientras se volvía a tumbar sobre ella, y sus manos y labios recorrían sin tregua alguna su pálida piel de porcelana. Bella se estaba volviendo loca; la deliciosa fricción de sus cuerpos la estaba llevando a cotas insospechadas de placer, y aprovechó que Edward bajó la guardia unos segundos, para girarse y quedar ahora ella encima suyo, sentada.
Quitándose ella misma el sujetador, sus labios y manos se dedicaron a explorar con besos el pecho de Edward.
-Joder Bella- siseó con voz ronca, cuándo sus labios apresaron suavemente uno de sus pezones.
-Sólo disfruta- susurró Bella sobre su piel. Sus manos bajaban sinuosamente a lo largo de su cuerpo; delineó con su lengua cada músculo de su marcado abdomen, acarició sutilmente con sus manos las marcadas uves de sus caderas. Edward no paraba de gemir cosas sin sentido alguno; las manos y la boca de su pequeña le estaban llevando al límite, pero no pudo contener su sorpresa cuándo esas pequeñas manos siguieron bajando, agarrando su miembro firmemente.
-Dios Bella... eso se siente bien- siseó entre gemidos. La joven sonrió, complacida para sus adentros... y eso la animó a seguir acariciándolo, tanto con sus labios cómo con su boca.
Los gemidos roncos de Edward inundaron la habitación, y justo antes de explotar en un intenso orgasmo, apartó a su pequeña, girándola y dejándola tumbada sobre la cama, para fundirse con ella en un rápido movimiento.
-Edward...- repetía la joven con los ojos cerrados, mordiéndose el labio para evitar que gritos de placer saliesen de su garganta.
-Me vuelves loco Bella... - susurró, besando y mordisqueando el lóbulo de su oreja; su novia buscó con desesperación sus labios, a la vez que perdía sus dedos por su cabellos, tirando cada vez con más fuerza.
Edward sabía lo que ese gesto significaba, y aceleró aún más sus embestidas, llegando los dos prácticamente al mismo tiempo a un intenso orgasmo. Sus brazos apenas podían sostener el peso de su cuerpo, y cayó desplomado encima de Bella, sudoroso y con la respiración entrecortada. Ambos intentaban recuperar el ritmo regular de sus respiraciones, y Edward no pudo evitar cerrar los ojos al sentir los dedos de su pequeña retirar los rebeldes mechones que le cubrían la frente.
-Te quiero- oyó que le decía su pequeña.
-Yo también, mi pequeña estrellita, murmuró dejando un pequeño beso en el nacimiento de sus pechos, para después caer rendidos en un profundo sueño.
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El fin de semana pasó cómo una exhalación; la pareja se dedicó a disfrutar de la tranquilidad de su hogar, y de su mutua compañía.
La semana también pasó rápida, y el viernes a la tarde, después de despedirse de sus compañeros, cargaron las maletas en el volvo para dirigirse rumbo a Huntsville, para pasar la semana de las vacaciones por Acción de Gracias. Sólo era fiesta para todos el día señalado, pero los colegios, institutos y universidades disponían de una semana entera de vacaciones.
Charlaron animadamente a lo largo de todo el camino, y la sonrisa de la joven se ensanchó cuándo el coche traspasó la verja principal del rancho Killarney; le encantaba el bullicio y ajetreo de San Antonio... pero amaba volver al que consideraba su verdadero hogar. En la entrada principal del rancho toda la familia estaba reunida, para darles la bienvenida. Bella abrazó a Esme, a sus cuñadas y se deshizo en besos con el pequeño Owen, que había crecido una barbaridad.
-¡Bellie Bells!- Jake la levantó del suelo para abrazarla; Bella en verdad echaba de menos sus abrazos de oso, al igual que los de Emmet y Jasper.
-La vais a marear- les riñó Alice, que justo acababa de dar dos besos a Edward. Carlisle se quedó apartado, mirando a su hijo pequeño y a su novia con una sonrisa cómplice. Abrazó a Edward, y después se giró hacia la joven para repetir el gesto.
-Bienvenidos a casa, hijos- exclamó, feliz de ver a toda su familia reunida.
-¿Te ocurre algo, Bella?- la pregunta de su amiga hizo que bajase de nuevo a la tierra.
-No, ¿por qué lo dices?- intentó disimular con una sonrisa, pero Leah empezaba a conocer los estados de ánimo de Bella con un simple gesto o palabra.
-Bueno...- meditó la morena -llevamos tres horas de clase y has estado muy callada- le explicó, dándole una pequeña sonrisa.
-Lo siento- murmuró cabizbaja la joven.
-Tranquila- la guiñó un ojo ésta -esta noche nos relajaremos y nos lo pasaremos bien- intentó animarla -¿va a venir Edward?-.
-No creo- se disculpó disimuladamente -al haber estado fuera toda la semana, tiene mucho trabajo atrasado- Leah puso una mueca de fastidio.
-Vaya; me hubiera gustado conocerle... pero estoy segura de que habrá otras ocasiones- la animó.
-Eso espero- suspiró la joven castaña; pero algo en su interior le decía que eso sería prácticamente imposible; entendía a Edward, y que no le apeteciera estar rodeado de universitarios hormonales de primer año.
Pero por otro lado, él siempre estaba con que tenía que vivir y divertirse... y no terminaba de comprender por qué se sentía mal por ser algo más mayor; ella quería compartir todas esas experiencias con él... y tal y cómo le pasaba a ella, debería importarle un comino lo que dijera la gente. Hasta ahora no se había dado cuenta de lo que, a veces, pesaba la diferencia de edad; puede que dentro de unos años no se notara tanto... pero ahora esos casi diez años de diferencia pesaban cómo una losa.
Leah tenía sus sospechas, pero decidió no atosigar a Bella y no insistió más en el tema. Tomaron un café a la hora del receso, con la sola presencia de Henry, el cual no dejaba de repetir lo bien que se lo pasarían esta noche.
Las dos horas restantes pasaron relativamente pronto, y nada más sonar el timbre la gente huyó de allí lo más deprisa que les fue posible... cómo se notaba que era viernes al mediodía. Las dos jóvenes abandonaron el aula; Bella estaba nerviosa, ya que no había hablado con Edward desde la pasada noche, y cuándo ella se fue a sus clases tanto él como Jasper seguían dormidos; esperaba arreglar las cosas con él en casa, odiaba estar enfadada con él.
Justo se despedía de Leah en la entrada del campus, cuándo Henry, Zack y Cindy se acercaron a ellos.
-¿Animados para la salida de esta noche?- preguntó animado Zack.
-Tengo ganas de olvidarme de apuntes, libros y trabajos por unas horas- exclamó Henry, para después dirigirse a Leah y Bella -¿vendréis acompañadas, no?- les preguntó con una sonrisa cómplice.
-Randall y yo si que iremos, aunque no nos quedaremos mucho- confirmó Leah.
-Edward y yo no podemos ir- explicó Bella -tiene mucho trabajo atrasado-.
-Qué pena- se lamentó Cindy.
-Tenía mucha curiosidad por conocer a Edward- dijo Zack, con una mueca de fastidio. Justo en ese momento Annie se unió al grupo.
-¿Qué ocurre?- inquirió con verdadera curiosidad, después de saludar.
-Bella y Edward no pueden venir esta noche- le explicó Henry.
-Vaya- suspiró -es una pena- exclamó con una sonrisa un poco falsa -¿tu novio es ermitaño o algo parecido?- preguntó con cierta malicia.
-No, Annie- le respondió, inspirando profundamente para darse paciencia -simplemente está cansado después de una semana fuera, y además tiene mucho trabajo atrasado- la joven iba a añadir algo más, pero la mirada que le dirigió Bella hizo que se callara.
-Cambiando un poco de tema- dijo con un ligero movimiento de mano -hace apenas diez minutos me he cruzado con el chico más guapo que he visto en mi vida- contó jovial. Leah, Bella y Cindy rodaron los ojos, aburridas.
-¿Y dónde está esa pobre víctima inocente?- le preguntó Zack, ante las risas contenidas del resto. Desde que se habían conocido, el único tema del que sabía hablar la joven era la población estudiantil masculina de la universidad.
-Le he visto en la entrada; parecía un poco perdido y le he preguntado si necesitaba algo- respondió, con una sonrisa satisfecha -no debe ser estudiante, nunca le he visto por los pasillos- les contó, atusándose el pelo.
-¿Y qué te ha dicho él?- quiso saber Cindy.
-Ha sido un poco brusco- rodó ella los ojos -pero siempre se ha dicho que los más difíciles de atrapar son los más interesantes- acabó de contar, con una sonrisa que no presagiaba nada bueno.
-¿Y por casualidad... es alto, con el pelo despeinado... y lleva unos vaqueros oscuros y una cazadora de piel negra?- Bella frunció el ceño ante la pregunta de Zack... pero se mantuvo en silencio.
-¿Por?- inquirió la joven -¿le habías visto antes por aquí?- preguntó con verdadera curiosidad.
-No; simplemente te lo digo porque viene hacia aquí- se encogió de hombros; el grupo se dio la vuelta, a la vez que Annie sonreía de forma coqueta... pero los ojos de Bella se abrieron por la sorpresa. Edward se acercaba a ellos, guapísimo cómo era costumbre, y con la sonrisa torcida marca Cullen en su cara.
-¿Ese es?- le preguntó Cindy a Annie, que no podía apartar sus ojos de ese hombre; la joven simplemente asintió, haciéndole un gesto con la mano para que se acercara. Iba a decirle algo, pero se quedó con la palabra en la boca cuándo el joven de cabello cobrizo ni se dignó a mirarla... y su mandíbula por poco se cae al suelo cuándo aquel chico tan atractivo se dirigió directo hacia la insulsa y simple Isabella Swan.
El corazón de la joven castaña pegó un brinco cuándo su novio llegó a su altura; ¿qué diablos hacía Edward aquí?.
-Hola cariño- la saludó con esa sonrisa que hacía que casa célula de su cuerpo se activara; sin darle tiempo a pensar algo coherente qué decir, sintió que la mano de Edward rodeaba su cintura, para acercarla contra su cuerpo y posar sus labios en los de su pequeña, dándole un tierno beso.
-Edward...- susurró, incrédula por los que estaba pasando, pero el joven la interrumpió, dejando un pequeño y casto beso de nuevo en sus labios.
-¿No puedo venir a buscar a mi preciosa novia?- inquirió, con una sonrisa y de muy buen humor; dejando a Bella con la palabra en la boca, se giró hacia el resto -perdonad que os haya interrumpido-.
-No interrumpes- se apresuró a decir uno de ellos -soy Zack, y ella es mi novia Cindy- se presentó la joven pareja.
-Yo soy Leah- la joven morena se adelantó un paso -teníamos muchísimas ganas de conocerte- exclamó jovial, dándole una sonrisa cómplice a Bella.
-Encantado de conoceros; Bella me ha hablado mucho de todos vosotros- dijo después de las presentaciones. Henry, que se había mantenido en silencio, alzó la mano para estrechársela.
-Henry- simplemente dijo su nombre: Edward sólo asintió mientras se daban la mano, para después girarse a la única que le quedaba por conocer oficialmente.
-Seguro que tú eres Annie- adivinó conteniendo una sonrisa, mientra acercaba a Bella más a su cuerpo.
-Ehhh... si, soy Annie- murmuró, roja de vergüenza; Leah y el resto tuvieron también que retener la risa.
-Un placer conocerte también, antes se te ha caído este papel- le dijo Edward mientras le tendía lo que parecía ser la hoja de un block pequeño de notas. Annie frunció el ceño mientras lo cogía, a la vez que farfulló una pésima disculpa, para alejarse de allí.
-¿Qué era eso?- interrogó Bella a su novio, una vez que la tediosa muchacha estuvo lo suficientemente lejos.
-Su número de teléfono- suspiró resignado mientras rodaba los ojos. Se oyó chirriar los dientes de la joven castaña... maldita Annie. El resto no pudo menos que echarse a reír.
-Annie puede ser muy persistente- le aclaró Zack.
-Eres demasiado blando con esa palabra- le respondió Edward, ganándose una sonrisa por parte del joven.
-No creo que vuelva a molestarte; se lo has dejado muy claro- le tranquilizó Leah, dándole un codazo amistoso.
-Eso espero- murmuró Edward, que fijó su vista en su novia, que desde sus brazos seguía sumida en el silencio -tranquila- le susurró, dejando un pequeño beso en su sien, cosa que hizo que su pequeña esbozara una pequeña sonrisa.
-Bella nos ha dicho que no podéis venir esta noche- dijo Cindy, con pena.
-Edward tiene mucho trabajo, y...- empezó a explicar de nuevo Bella, pero Edward la interrumpió.
-Por supuesto que iremos- soltó él tan tranquilo, para alegría del resto y total asombro de su pequeña -me pondré al día con el trabajo el fin de semana-.
-Estupendo- se frotó las manos Zack.
-También vendrá mi marido- le explicó Leah, a lo que Edward asintió, animado.
-Entonces... ¿os va bien en el Blue River, a las ocho?- propuso Cindy.
-Allí estaremos- le confirmó Edward. Una vez se despidieron y cada uno se fue por su lado, Bella caminaba silenciosa de la mano de su novio, camino de su casa.
-¿Por qué lo has hecho?- inquirió, con un hilo de voz -se qué no te apetece- Edward detuvo sus pasos, para encarar a su pequeña y rodear su cintura con ambas manos.
-Porque no quiero que estemos enfadados- le explicó cariñosamente -tú mereces disfrutar de tus años universitarios, y no seré yo quién te lo impida-.
-Pero no quiero que hagas algo que no te apetece- le volvió a repetir, apartando su intensa mirada verde de ella.
-Ehhh preciosa- la llamó él -tú has conocido a mis amigos en Huntsville; creo que lo justo es que yo conozca a los tuyos- por fin su pequeña esbozó una pequeña sonrisa, y él suspiró satisfecho -no soporto estar enfadado contigo- le volvió a repetir, acariciando suavemente su barbilla con uno de sus dedos.
-Yo tampoco lo soporto- le confesó ella, abrazándose a él.
-Ya verás cómo lo pasamos bien- la animó él, dejando un pequeño beso en su pelo.
-Espero... mientras Annie no te acose- murmuró la joven, contra su pecho. Edward rió divertido.
-¿Sabes que celosa eres adorable?- le dijo, lo que provocó el sonrojo de la joven -tranquila por eso... tenías razón, es un poco rara-.
-Es una lagarta- siseó cabreada, lo que provocó que su novio riera a carcajada limpia.
-Yo no la definiría mejor- aprobó el joven -no tienes de qué preocuparte cariño- la volvió a tranquilizar -sólo me importas tú- Bella no pudo evitar emocionarse por esas palabras; tenía que reconocer que Annie era una chica muy atractiva, a pesar de su carácter; a veces seguía sin entender que había visto Edward en ella.
Pero sus pensamientos quedaron interrumpidos por el beso que le dio Edward, y ella le correspondió gustosa, dejando zanjado el tema y disfrutando de ese dulce momento.
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Después de una agradable y tranquila tarde de reconciliación, pasaban cinco minutos de las ocho de la tarde cuándo traspasaban las puertas del Blue River; Edward sujetaba la puerta a su novia, guapísima con unos vaqueros azules y un top azul de escote asimétrico; por encima llevaba la chaqueta de piel que le había regalado Esme por su cumpleaños.
-¿Los ves?- le murmuró su pequeña al oído; el bar estaba bastante lleno, y la gente se agolpaba en torno a la barra.
-Creo que allí esta Leah- le indicó Edward con la mano; en efecto, en una esquina de la barra estaban Leah, Zack, Cindy y un chico al que no conocía, por lo que supuso que sería el marido de su amiga. Su novio la instó a que se dirigiera hacia allí, con una mano en la parte baja de su espalda.
-Hola chicos- saludó Bella.
-Edward, Bella- los saludó alegremente Leah -os presento a Randall, mi marido- el joven moreno, nativo al igual que su esposa, y tan grande cómo sus cuñados Emmet y Jake, se adelantó para saludarles.
-Es un placer- replicó con una sonrisa amistosa, para después estrechar la mano de Edward. Pidieron unas cervezas, y las chicas se juntaron en grupo.
-Bella, es guapísimo- fue lo primero que le soltó Cindy en cuánto los chicos se enfrascaron en una conversación sobre la liga de béisbol americana.
-Gracias- murmuró la joven, sonrojándose levemente.
-No me lo imaginaba así- dijo Leah -hacéis muy buena pareja-.
-Ya lo creo- le dio la razón Cindy -pero... ¿cuántos años dices que tiene?- Bella sonrió.
-Veintinueve- le recordó; Cindy la miró asintiendo, pero al ir a decir algo, una voz la interrumpió.
-¿Qué me he perdido?- interrogó Henry, que justo llegaba en ese momento.
-Nada interesante, hablamos de chicos- le aclaró Leah. Henry rodó los ojos, y dejando a las chicas se acercó a la barra, dónde Zack, Randall y Edward conversaban animadamente.
-¿Creéis que es muy mayor?- les preguntó a las chicas.
-Por supuesto que no, Bella- contestó Cindy, muy convencida -¿nunca has oído eso de que no hay edad para el amor?-.
-Bien dicho- alabó Leah -son algunos años de diferencia, eso no se puede obviar- murmuró pensativa -y es lógico que veáis ciertas cosas de manera diferente- le dio su opinión.
-Pero os compenetráis muy bien- añadió Cindy -¿su familia puso pegas al principio?-.
-Al contrario- rodó los ojos Bella -tengo tres cuñados que podrían rivalizar con Cupido- dijo con una sonrisa.
Les relató brevemente cómo fueron enamorándose; para ella era extraño, nunca había hablado de esos temas más que con Alice, Nessie y Rose... pero no se sintió incómoda. Leah y Cindy la escuchaban atentamente, soltando suspiros en diferentes partes del relato.
-Wau... - exclamaba Leah cada dos por tres.
-Es muy romántico- decía Cindy, con una sonrisa tonta -y se le nota a leguas que te adora-.
-¿Por?- preguntó Bella, alzando una ceja.
-Cada pocos minutos su mirada te busca- le explicó Leah.
-Pero no es una mirada de perro guardián- añadió Cindy.
-A veces no me extrañaría que lo fuera- rió Bella, en broma.
-Todos los hombres tienen un punto de celos- rodó los ojos Leah -pero su mirada se ilumina en cuánto te tiene frente a sus ojos- Bella se volvió a sonrojar, y dio un pequeño trago a su cerveza.
-Ese hombre te quiere Bella- exclamó Cindy -no hay más que observarle- Bella giró la vista unos segundos, para encontrarse con la mirada de su novio, que la sonreía con cariño. Ella le dio un asentimiento con la cabeza, diciéndole que todo estaba bien, para volverse a sus amigas.
-Bien; turno de Randall- exclamó divertida. Leah sonrió, y las chicas se entretuvieron un buen rato hablando de sus respectivos. Bella descubrió que ellos se llevaba cinco años, y que los padres de la joven, de buena posición económica, no aprobaron su relación con el hijo de un humilde empleado de la construcción y de una ama de casa.
-Nos casamos nosotros dos solos, con sus padres de testigos- les relató ella, poniendo una mueca de pena.
-¿Los echas de menos, verdad?- le preguntó Bella, dándole una mirada de ánimo.
-Mucho- suspiró ella -espero que algún día las cosas puedan arreglarse-.
-Seguro que sí- la animó Bella, dándole un apretón en el brazo, en señal de apoyo.
-Por cierto- dijo Cindy, cambiando de tema -¿Annie no iba a venir?- preguntó. Leah se carcajeó.
-No creo que venga, después del ridículo que ha hecho esta mañana-.
-Cierto- aprobó Cindy -deberías haber visto su cara cuándo Edward te ha besado-.
-Me lo imagino- rodó los ojos la joven castaña -espero que haya captado que Edward es mi novio-.
-Te aseguro que él mismo se lo ha dejado más que claro- espetó Leah -se lo merece por creerse que todos los hombres del planeta están a sus pies-.
Bella deseaba para sus adentros que así fuera; Edward se lo había dejado más que claro, y sabía que no soportaba a ese tipo de chicas... pero no se fiaba un pelo de ella; si ya no la tenía mucha simpatía, con lo ocurrido al mediodía Annie terminó por rematarlo. Siguieron en animada charla, cambiando radicalmente de tema, hasta que Bella sintió los brazos de Edward rodeándola por detrás.
-¿Todo bien por aquí?- interrogó en general, dirigiéndose a las chicas.
-Todo bien- respondió su pequeña.
-¿Cómo va el béisbol?- el joven rió ante la pregunta de Cindy.
-Randall y yo intentamos convencer a Zack de que los Cleveland Indians no tienen nada que hacer contra los Texas Rangers- le explicó divertido.
-Y no podrás hacer nada al respecto- rodó cómicamente los ojos su novia -es un fanático de los Cleveland- el grupo rió divertido.
-Nos hemos dado cuenta- dijo Edward -hemos conseguido una mesa, ¿os apetece comer algo?- las chicas asintieron, y guiadas por el joven tomaron asiento en una mesa grande, para disfrutar de una pequeña cena.
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-Estoy agotada- se quejó Bella, abriendo la puerta de su dormitorio y sentándose en la cama, para quitarse las botas. Las lanzó lejos, y se tumbó unos segundo, cerrando suavemente los ojos. Estaba muy sorprendida; la velada había ido muchísimo mejor de lo que esperaba. Habían terminado cenando alitas de pollo y hamburguesas; y su novio parecía haber hecho muy buenas migas con el marido de Leah, Henry y Zack. Incluso, para sorpresa suya, les había invitado a cenar una noche en casa, alegando que su pequeña cocinaba de maravilla.
Sintió que la cama se hundía a su lado, y al abrir los ojos se topó con los orbes de Edward, que se había tumbado de lado, apoyado en uno de sus codos.
-¿Te has divertido?- le interrogó su novio, jugando con uno de sus rizos.
-Me lo he pasado muy bien- le confirmó su pequeña; por un momento se fijó en los ojos verdes del joven; Leah tenía razón, eran tan expresivos, y decían tantas cosas en silencio... se quedó callada unos instantes, perdida en ese mar esmeralda.
-¿Qué pasa?- le preguntó suavemente su novio, dejando su pelo y pasando su dedo por la mejilla.
-Nada... es una tontería- dijo Bella, pero su sonrojo la delató, y Edward siguió insistiendo.
-Leah dice que tus ojos brillan de un modo... especial, por así decirlo-.
-Eso pasa cada vez que te tengo frente a mí- murmuró, acercándose a sus labios. Dejó sobre ellos un suave beso, que a la joven le supo a gloria.
-Gracias por haber accedido- murmuró Bella, una vez dejó de besarla.
-No me tienes que agradecer nada, cariño- le contestó el joven -haría cualquier cosa por ti, es superior a mis fuerzas verte triste- su pequeña se emocionó ante sus palabras, y buscó de nuevo la boca de Edward.
Poco a poco y sin que ninguno se diera cuenta, el beso pasó a cotas más apasionadas; y cuándo Bella se separó de los labios de su novio, en un intento de llevar aire a sus pulmones, se percató de que Edward estaba entre sus piernas, y la aprisionaba contra en colchón. Pero éste, lejos de separarse, siguió dejando besos por toda su cara y su cuello, y la joven sintió la firme y familiar erección presionando su estómago.
Un conocido hormigueo la recorrió de la cabeza a los pies, lo que unido a los besos que Edward dejaba por toda su piel que estaba expuesta, hizo que se abandonara, quedando por completo a merced de su novio, que poco a poco fue quitándole la ropa.
En pocos minutos estaba sólo con su ropa interior, y Edward la contemplaba cómo si fuera la más valiosa pieza que jamás hubieran visto sus ojos. Sin dejar de maravillarse con la visión que tenía frente a sus ojos, el joven se incorporó para deshacerse él mismo de sus prendas.
-Eres preciosa- le decía una y otra vez mientras se volvía a tumbar sobre ella, y sus manos y labios recorrían sin tregua alguna su pálida piel de porcelana. Bella se estaba volviendo loca; la deliciosa fricción de sus cuerpos la estaba llevando a cotas insospechadas de placer, y aprovechó que Edward bajó la guardia unos segundos, para girarse y quedar ahora ella encima suyo, sentada.
Quitándose ella misma el sujetador, sus labios y manos se dedicaron a explorar con besos el pecho de Edward.
-Joder Bella- siseó con voz ronca, cuándo sus labios apresaron suavemente uno de sus pezones.
-Sólo disfruta- susurró Bella sobre su piel. Sus manos bajaban sinuosamente a lo largo de su cuerpo; delineó con su lengua cada músculo de su marcado abdomen, acarició sutilmente con sus manos las marcadas uves de sus caderas. Edward no paraba de gemir cosas sin sentido alguno; las manos y la boca de su pequeña le estaban llevando al límite, pero no pudo contener su sorpresa cuándo esas pequeñas manos siguieron bajando, agarrando su miembro firmemente.
-Dios Bella... eso se siente bien- siseó entre gemidos. La joven sonrió, complacida para sus adentros... y eso la animó a seguir acariciándolo, tanto con sus labios cómo con su boca.
Los gemidos roncos de Edward inundaron la habitación, y justo antes de explotar en un intenso orgasmo, apartó a su pequeña, girándola y dejándola tumbada sobre la cama, para fundirse con ella en un rápido movimiento.
-Edward...- repetía la joven con los ojos cerrados, mordiéndose el labio para evitar que gritos de placer saliesen de su garganta.
-Me vuelves loco Bella... - susurró, besando y mordisqueando el lóbulo de su oreja; su novia buscó con desesperación sus labios, a la vez que perdía sus dedos por su cabellos, tirando cada vez con más fuerza.
Edward sabía lo que ese gesto significaba, y aceleró aún más sus embestidas, llegando los dos prácticamente al mismo tiempo a un intenso orgasmo. Sus brazos apenas podían sostener el peso de su cuerpo, y cayó desplomado encima de Bella, sudoroso y con la respiración entrecortada. Ambos intentaban recuperar el ritmo regular de sus respiraciones, y Edward no pudo evitar cerrar los ojos al sentir los dedos de su pequeña retirar los rebeldes mechones que le cubrían la frente.
-Te quiero- oyó que le decía su pequeña.
-Yo también, mi pequeña estrellita, murmuró dejando un pequeño beso en el nacimiento de sus pechos, para después caer rendidos en un profundo sueño.
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El fin de semana pasó cómo una exhalación; la pareja se dedicó a disfrutar de la tranquilidad de su hogar, y de su mutua compañía.
La semana también pasó rápida, y el viernes a la tarde, después de despedirse de sus compañeros, cargaron las maletas en el volvo para dirigirse rumbo a Huntsville, para pasar la semana de las vacaciones por Acción de Gracias. Sólo era fiesta para todos el día señalado, pero los colegios, institutos y universidades disponían de una semana entera de vacaciones.
Charlaron animadamente a lo largo de todo el camino, y la sonrisa de la joven se ensanchó cuándo el coche traspasó la verja principal del rancho Killarney; le encantaba el bullicio y ajetreo de San Antonio... pero amaba volver al que consideraba su verdadero hogar. En la entrada principal del rancho toda la familia estaba reunida, para darles la bienvenida. Bella abrazó a Esme, a sus cuñadas y se deshizo en besos con el pequeño Owen, que había crecido una barbaridad.
-¡Bellie Bells!- Jake la levantó del suelo para abrazarla; Bella en verdad echaba de menos sus abrazos de oso, al igual que los de Emmet y Jasper.
-La vais a marear- les riñó Alice, que justo acababa de dar dos besos a Edward. Carlisle se quedó apartado, mirando a su hijo pequeño y a su novia con una sonrisa cómplice. Abrazó a Edward, y después se giró hacia la joven para repetir el gesto.
-Bienvenidos a casa, hijos- exclamó, feliz de ver a toda su familia reunida.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 26: Cullen vs Denali; segundo asalto
Bella se dio la vuelta, enredándose entre las sábanas y volviendo a cerrar los ojos; era agradable volver a casa, a su cama. Intentó conciliar de nuevo el sueño, pero acostumbrada cómo estaba a madrugar, acabó por abrir los ojos; se estiró perezosa en la cama, sintiendo el olor de las sábanas limpias, ese toque tan característico que sólo Esme sabía darles. Giró la cabeza, pero se encontró con las sábanas revueltas y la almohada ligeramente hundida; Edward ya se había levantado, y supuso que habría salido a cabalgar a lomos de Concord.
Decidió levantarse y preparar el desayuno para toda la familia. Ayer mientras cenaban, Jake y Jasper le rogaron encarecidamente que preparara galletas de canela, todo ello acompañado de cómicos lamentos y pucheros. Después de una reconfortante ducha, bajó en silencio las escaleras; apenas eran las ocho de la mañana, y la casa seguía sumida en la tranquilidad. Una vez en la cocina, pasó un buen rato atareada, preparando la masa; tan concentrada estaba que no sintió que unos pasos se acercaban a ella.
-Buenos días hija- giró para encontrarse con la sonrisa amable de Carlisle -¿qué haces despierta a estas horas?; es muy temprano-.
-Buenos días- respondió Bella -no tenía sueño, y he decidido bajar a preparar el desayuno- le explicó mientras se dirigía hacia el horno, con una bandeja en sus manos -además, los chicos querían galletas- le recordó con una risita.
-Me quedó claro en la cena- rodó los ojos, dándose paciencia así mismo; Bella le ofreció una taza de café, y ambos se sentaron en la mesa mientras esperaban al resto de la familia.
-¿Cómo van las clases?- le preguntó el patriarca.
-Muy bien- admitió con una sonrisa -la carrera me gusta mucho, y he hecho buenos amigos-.
-Me alegra oír eso, hija- Carlisle suspiró aliviado para sus adentros; al igual que a Edward, le preocupaba lo mucho que a Bella le costaba abrirse a la gente que no conocía; y aunque su hijo le había comentado algo, se quedó más tranquilo oyéndolo de la propia boca de la joven.
-Leah es muy simpática, y Cindy- le relató -el otro día Edward y yo estuvimos tomando algo con ellos- Carlisle la escuchaba atentamente mientras la joven hablaba sin parar; parecía que se había adaptado muy bien a la vida universitaria.
-¿Y con Edward?; ¿las cosas marchan bien entre vosotros?-.
-Muy bien- respondió antes de dar un sorbo a su taza de café, pero se quedó pensativa unos pocos minutos.
-¿Ocurre algo?- inquirió Carlisle. Justo en ese momento entraba Esme por la cocina, y después de saludar a ambos, se sentó con ellos a la mesa.
-Nada- sacudió ésta la cabeza; aunque la salida con los chicos había ido mejor de lo que esperaba, no podía quitarse de la cabeza la pequeña discusión previa que tuvo lugar la noche anterior... pero la sorpresa que le dio su novio al día siguiente hizo que el tema quedara olvidado y enterrado, aunque las palabras se recrearan de vez en cuándo en su cabeza -Esme, tenemos que ir a comprar para la cena de mañana- dijo cambiando de tema.
-En cuánto los chicos desayunen y se vayan a los establos haremos la lista e iremos; Nessie nos acompañará también; podemos tomar un café en el pueblo- Bella asintió feliz; echaba de menos a las chicas, y quería tener un ratito a solas con ellas.
Los tres mantuvieron una agradable charla hasta que la cocina se fue llenando de gente. Nessie llegó la primera, y enseguida se sentó al lado de Bella.
-¿Habéis descansado?- le preguntó Bella mientras posaba la mano en su vientre.
-He dormido cómo un tronco- le respondió ésta con una sonrisa cómplice -apenas me han dado guerra- dijo mientras miraba su redondeada tripita.
-Mis nietas se portan bien- replicó Carlisle cuan orgulloso abuelo; la noche anterior Jake y Nessie por fin pudieron anunciar a la familia que serían padres de dos preciosas niñas, y que ya tenían nombres, Claire y Valerie. Justo en ese momento aparecieron el orgulloso padre, Jasper y Edward para unirse al desayuno.
-¿Alguien ha nombrado a mis niñas?- interrogó Jake en tono jovial, dirigiéndose directamente hacia su esposa, para darle un beso -¿cómo estáis?-.
-Muy bien- le contestó su mujer- y tus niñas también; están de lo más tranquilas-.
-Aprovecha mientras sean pequeñas- le advirtió Jasper -cuándo sean adolescentes poco las verás- el entrecejo de Jake se arrugó, señal de que no entendía por dónde iba su hermano.
-Ya sabes- Jasper hizo un gesto con la mano -cuándo empiecen a salir con chicos y todo eso- Edward, que acababa de darle un beso a su novia, tuvo que tragarse la carcajada al oír a su hermano jurar entre dientes, en un modo nada agradable.
-Mis niñas no saldrán con chicos- repuso muy seguro de si mismo.
-Ya empezamos- rodó los ojos Nessie.
-Gen cavernícola Cullen saliendo a flote- repuso Bella, mirando a su cuñado con una sonrisa de suficiencia. Carlisle, sus otros dos hijos y Esme rieron divertidos.
-Hermano- llamó su atención Edward, palmeándole el hombro -te veo saliendo con ellas de fiesta-.
-¿Y por qué no?- soltó tan tranquilo -seré un padre moderno- repuso, satisfecho de si mismo.
-Dudo mucho que tus hijas compartan esa opinión- le dijo Nessie, con una mueca de paciencia; su marido iba a protestar, pero la alarma del horno resonó en el ambiente. La joven castaña se levantó, poniéndose las manoplas para no quemarse
-Galletas- se frotó las manos Jasper -espero que sean de canela-.
-Tragones- les reprendió Bella, mientras se acercaba a la mesa; nada más posar la bandeja Jake se abalanzó sobre las humeantes galletas.
-¡Ouch!- se quejó, aparatando rápidamente la mano -me he quemado-.
-Eso te pasa por ansioso- le reprendió su mujer.
-Espera a que se enfríen- murmuró Esme. Edward ayudó a su pequeña a sentarse, apartándole la silla. Todo el mundo empezó a servirse, y la pareja pudo hablar unos minutos.
-¿Has ido a dar un paseo?- le interrogó curiosa -seguro que Concord te echa mucho de menos- el joven negó con la cabeza.
-Hemos ido a los establos; Sam está de vacaciones y los chicos necesitaban que les echaran una mano- le contó; Bella asintió mientras sonreía, si había algo que Edward añorara, aparte de su familia, era a los animales -¿y tú por qué has madrugado tanto?; pensé que necesitarías descansar-.
-Me apetecía preparar el desayuno a la familia- le explicó su novia.
-Les mimas demasiado- se burló Edward, de bromas -¿qué vas a hacer más tarde?-.
-Tengo que ir con Esme al pueblo, a comprar lo de la cena de mañana; Nessie vendrá también, y llamaremos a Rose y Alice para que tomen un café con nosotras... si pueden escaquearse un rato- su novio asintió con una sonrisa.
-Nosotros tenemos trabajo en los establos- le empezó a explicar -hay que separar varias reses que ya han sido vendidas, y pesarlas para mandar la ficha al cliente-.
-Entonces estaréis atareados la mayor parte del día- medito su pequeña en voz alta.
-Nuestra intención es terminar hoy, para pasar el día de Acción de Gracias descansando; varios compradores vendrán a principios de la próxima semana a recogerlas-.
-¿Y el juicio?- Bella se mordió el labio inferior con nervios; su familia se volvía a enfrentar en los tribunales a la familia Denali, esta vez por el asunto de la dichosa cerca.
-Es el próximo jueves- Jasper se adelantó a que Edward contestara. Era una casualidad que se celebrara la vista la semana que estaban ellos en Huntsville; pero según les explicó Carlisle ayer, era pura coincidencia, ya que la citación del juzgado había llegado dos días antes al rancho.
-Espero que se solucione el asunto de una vez por todas- dijo Esme, con tono preocupado.
-Si su actitud hubiese sido otra, todo ésto se podría haber evitado- masculló Jake, furioso.
-Ellos se lo han buscado- murmuró Jasper. Bella y Nessie cruzaron sus miradas; con el carácter de sus respectivas parejas y las provocaciones de los Denali, sabían que el tema no quedaría zanjado, fuera cual fuera el veredicto.
Por suerte, el tema quedó arrinconado enseguida, ya que a nadie le apetecía hablar del tema. El desayuno terminó entre risas y una animada conversación, cómo era costumbre en esa casa. Los chicos se fueron hacia los establos, acompañados por su padre, mientras que Nessie, Esme y la propia Bella recogían para poder irse al pueblo.
El centro urbano de Huntsville estaba atestado de gente; los colegios e institutos tenían vacaciones, y el parque estaba a rebosar de niños correteando y jugando. Los comercios también estaban a tope de gente, realizando las últimas compras para la cena del día siguiente.
Tardaron un buen rato en hacer las compras, pero por fin a eso de las once y media de la mañana cerraban el maletero del coche, cargado hasta los topes. Este año se sumaban Alice y Nessie a la cena, por lo que había muchas cosas más que preparar.
-¿Está todo?- preguntó Esme, sacando de su bolso la lista y leyéndola de arriba a abajo de nuevo.
-Yo creo que sí- respondió Nessie -tenemos el pavo más grande de todo Texas- Bella rió divertida ante el comentario -tenemos el relleno, calabazas para el pastel, todo lo necesario para la tarta de arándanos...- empezó a enumerar con los dedos.
-Los panecillos de jengibre...- añadió Bella -yo creo que está todo, Esme- ambas jóvenes consiguieron que la buena mujer se olvidara de la comida, y después de cerrar el coche, fueron al encuentro de Alice y Rose, que las esperaban en la cafetería en la que solían quedar.
-Disculpad el retraso- exclamó Nessie después de que todas se saludaran.
-¿Mucha gente con las compras de última hora?- inquirió Rose.
-Muchísima- afirmó Bella -pensé que no terminaríamos nunca-.
-¿Y vosotras, mucho trabajo?- les preguntó Esme; pero la camarera vino a tomar nota del pedido. Una vez pidieron los cafés y los bollos, reanudaron la conversación.
-En la comisión apenas hay trabajo- les explicó Alice -mucha gente ha decidido coger vacaciones-.
-Pues yo tengo la agenda abarrotada- masculló Rosalie -en cuánto los niños tienen vacaciones la consulta se llena- una vez tuvieron el suculento desayuno delante, la conversación fluyó hacia otros asuntos.
-¿Qué tal por San Antonio?- interrogó la joven morena.
-Bien- se encogió de hombros Bella -las clases me van bien, al menos de momento-.
-Serás una maestra estupenda- la animó Esme.
-Te dejaré a las pequeñas para que te entrenes- dijo Nessie con una sonrisa.
-Y a Owen- añadió Rose.
-¿Y la convivencia, todo bien con Edward?- interrogó Alice de nuevo y cambiando radicalmente de tema.
-Muy bien- contestó Bella, con una sonrisa cómplice -no niego que a veces tenemos nuestras diferencias...-.
-La convivencia siempre es difícil al principio, por muy bien que te lleves con tu pareja- la interrumpió Rose.
-Adaptarse el uno al otro... a veces es todo un reto- le dio la razón Nessie, mientras cogía su croissant de chocolate.
-Cierto- aprobó Bella -creía que nos costaría más; pero nos hemos acostumbrado muy bien-.
-¿Y qué pasó al final con la salida con tus compañeros?- siguió interrogando Rose; Bella le había comentado el tema muy de pasada por teléfono. Les relató la pequeña discusión, si se le podía llamar así, que tuvieron la noche anterior. Las chicas la escuchaban atentas, y ni siquiera Esme pudo evitar esbozar una mueca de sorpresa y reírse cuándo la joven contó cómo su novio había mandado a Annie a freír espárragos.
-Cometió el mayor error del mundo- murmuró Rose -si hay algo que Edward no soporta es a ese tipo de chicas- Bella la escuchaba con una sonrisa; su cuñada conocía a su novio desde que era un niño, y lo más seguro es que hubiera presenciado alguna escena similar durante los años de instituto, antes de que saliera con Jessica.
-Daría lo que fuera por haber visto su cara- rió Nessie -le dejó más que claro que tiene dueña- hizo un movimiento sugestivo con las cejas en dirección a la joven castaña.
-Sí- repuso Bella, pero su sonrisa fue un amago, y Alice lo notó.
-¿Te preocupa esa discusión que tuvisteis, verdad?- Bella asintió a la pregunta en silencio.
-No debes preocuparte- la consoló Esme -es cierto que hay una diferencia de edad, pero creo que lo habéis sabido llevar muy bien-.
-Lo lleváis muy bien- corrigió Rose.
-A veces todavía me pregunto qué hace conmigo- susurró en voz baja.
-Ya puedes quitarte eso de la cabeza- la amenazó Nessie, apuntándola con el tenedor.
-Puede que tú no te des cuenta, pero cuándo te mira es...- Rose dejó la frase incompleta -no sé cómo describirlo-.
-Leah me dijo exactamente lo mismo- les confesó la joven.
-Pues entonces deja de preocuparte por eso- le aconsejó Alice -de lo que menos puedes dudar es de los sentimientos de Edward-.
-No dudo de sus sentimientos- aclaró la joven -supongo que soy insegura por naturaleza, eso es todo- suspiró con desgana.
-Todas las parejas discuten alguna vez- objetó Alice.
-Sobre todo vosotros- dijo Nessie con una risa, a lo que el resto de las chicas se unió.
-¿Y vosotros?- interrogó ahora la joven castaña -¿cómo van las cosas?-.
Alice esbozó una pequeña sonrisa mientras su mente dibujaba la imagen del que ya podía llamar su novio. Jasper Cullen, bajo toda esa fachada de arrogancia y socarronería, tenía un lado protector y cariñoso; y sólo él, con su paciencia infinita, había conseguido que el corazón de la joven morena volviera a ilusionarse, y sobre todo, a sentirse valorada y querida.
-No me puedo quejar- les indicó -aunque a veces me saque de quicio con nuestras discusiones- siseó mientras negaba con la cabeza.
-Pero te encanta, admítelo- la retó Rose, riendo divertida. Las chicas sonreían de manera pícara y cómplice.
-Reconozco que me encanta sacarle de sus casillas- admitió con una sonrisa malévola, y provocando las carcajadas de las chicas.
-Eres el complemento perfecto para Jasper- exclamó Esme, feliz por ver cómo los adolescentes y niños que ella había conocido hace más de diez años, tenían ya sus parejas y sus planes de vida y futuro juntos.
Después de ponerse al día en lo que a sus relaciones sentimentales se referían, Nessie se pasó una hora entera interrogando a Alice sobre la comisión y sus compañeros, ya que había decidido pasar lo que quedaba su embarazo, en casa, así cómo durante los primeros meses de vida de sus pequeñas.
Todavía permanecieron un buen rato en la cafetería, hasta que Jane avisó a Rose que tenía varios pacientes citados para dentro de un cuarto de hora; Alice se fue con Bella, Esme y Nessie al rancho, ya que había terminado su jornada laboral y pasaría allí el fin de semana.
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Dos horas después habían descargado toda la compra, y con la ayuda de Nessie, Bella terminó de preparar la comida. Esme había estado recogiendo en el piso de arriba, ayudada por Alice, que se negaba en redondo a ser una invitada sin nada que hacer en esa casa tan gigantesca. Carlisle estaba en su despacho, atendiendo múltiples llamadas y revisando las cuentas que Edward organizaba tan meticulosamente en San Antonio.
Por fin todo estaba dispuesto para comer, y Alice se dirigió hacia el establo, en busca de los chicos; por el camino se cruzó con Edward y Jake, que ya se dirigían hacia la casa.
-Hola chicos- saludó animada.
-Hola señorita Brandon- la saludó Jake cómicamente, rememorando sus primeros días en el rancho Killarney.
-¿Ya habéis acabado?- les preguntó.
-Me temo que no- le explicó Edward, con una mueca -tendremos que volver después de comer- la joven asintió, pero se extrañó que su novio no acompañara a sus hermanos.
-¿Y Jazz?-.
-En la nave de engorde- le señaló Jake con la cabeza -¿por qué tú puedes llamarle Jazz?- se preguntó a si mismo.
-Si no tuvieras la manía de acortar el nombre a todo el mundo sin su permiso...- dejó la frase inclusa su hermano Edward.
-A Bella le dejas que te llame Eddie- le devolvió con sorna.
-Bella es Bella... Jeyky- contestó burlón su hermano pequeño, ante la risa divertida de Alice, que se despidió de ellos para ir en busca de su novio; observó cómo Jake y Edward se encaminaban hacia la casa, con el hermano mayor refunfuñando por cómo le había llamado.
Según se iba aproximando a la nave, la música llegó a sus oídos; sonrió satisfecha. Aunque el experimento ya había concluido, con inmejorables resultados y beneficios, seguían poniéndoles la música a los animales. Descubrió con sorpresa que sonaban las notas de "I don´t wanna miss a thing", canción del grupo preferido de su novio, Aerosmith.
Se quedó parada en la puerta; a lo lejos vislumbró la silueta de Jasper, que recogía lo que parecía ser una de las sogas con las que inmovilizaban a las reses. Se acercó en silencio, y sonrió al oírlo tararear.
-Hola- saludó con suavidad, para no sobresaltarlo. El joven se giró, y recibió a su novia con una sonrisa torcida.
-Hola- le devolvió por respuesta mientras se acercaba a ella y la rodeaba con sus brazos -has salido muy pronto de trabajar-.
-Apenas había faena, de modo que he decidido venir con las chicas- le explicó; el joven ranchero asintió, y por un momento se perdió en los ojos azules de su novia, y estudió minuciosamente su rostro; la alegría volvía poco a poco a la joven. Su novia era muy expresiva, y sus estados se ánimo se podían adivinar con sólo mirarla. Alice alzó su cara, y los labios de Jasper salieron a su encuentro; el mundo exterior pasó a un segundo plano para la joven, que se perdió en esos besos, que la hacían sentirse amada, segura y protegida.
Aunque sus bocas se separaron al cabo de unos minutos, no lo hicieron sus cuerpos, y la joven permaneció fuertemente abrazada a Jasper. El joven se extrañó ante su silencio.
-¿Ha pasado algo?- interrogó con cautela; hacía sólo unas pocas semanas que la joven había recibido la ratificación de su sentencia de divorcio.
-No, tranquilo- se apresuró a calmarle; el cuerpo de Jasper se relajó, y sin decir una sola palabra, empezó a balancearse al ritmo de la balada.
-¿Y esta música?- preguntó su novia, con verdadera curiosidad.
-Estaba un poco harto de música clásica- protestó divertido.
-La música era para los animales, no para ti- le recordó ésta.
-Eso ya lo sé, señorita Brandon- la picó su novio -agradece que les haya puesto esta canción, y no una más movida; dios no quiera que las vacas se revolucionen- Alice se carcajeó divertida mientras se abrazaba más a su chico.
-Quién lo iba a decir- musitó ella contra su pecho.
-Quién me lo iba a decir a mi- corrigió Jasper -que terminaría bailando en un establo... y con una preciosa novia- susurró en su oído, para después dejar un pequeño beso en la frente de la joven. La piel de la joven se erizó de manera alarmante... era increíble; ni siquiera cuándo Peter y ella eran felices había sentido lo que sentía junto a ese hombre. Con unas simples palabras hacía que su corazón se acelerara.
Siguieron meciéndose lentamente, hasta que la canción enfiló sus notas finales. Alice miró a su novio con una pequeña sonrisa, gesto que fue correspondido por éste.
-Es hora de ir a comer- musitó, un poco sonrojada por la manera en que esos ojos grises la miraban -por eso venía a buscarte-.
-Vamos entonces- reclamó el joven -en verdad estoy hambriento-.
-Siempre pensando en lo mismo- murmuró la joven mientras rodaba los ojos -vamos, no sea que sufras un desvanecimiento- su novio rió divertido, dejando un fugaz beso en sus labios y tirando de su mano, para reunirse con el resto de la familia.
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El día de Acción de Gracias pasó tan rápido cómo llegó. La familia Cullen se reunió en torno a la mesa, presidida por un orgulloso Carlisle, que disfrutaba viendo la felicidad de sus cuatro hijos. Todos disfrutaron de la deliciosa cena que preparó el miembro más joven de la familia, que recibió toda clase de felicitaciones y elogios.
También disfrutaron de un fin de semana tranquilo en el rancho, y sobre todo Bella, que estaba feliz de que el domingo no tuvieran que volver a San Antonio. Ambos necesitaban estar con su familia más que un fin de semana.
Pero según iba llegando el día del juicio, el ambiente de la casa tornó del cotidiano ajetreo alegre a los nervios e incertidumbre. Carlisle y sus hijos no paraban de hablar con Jenks, repasaban la documentación que iban a presentar, y hablaban una y otra vez con Sam y varios de los peones que descubrieron el desastre.
El jueves Bella, Esme y Nessie esperaban pacientemente en el vestíbulo; ya llevaban casi dos horas de vista. Bella estaba sentada al lado de Nessie, y ambas se percataron en silencio de la mirada desafiante que James y Garret dirigieron a sus parejas y a Jasper y Emmet cuándo éstos llegaron. Eleazar, junto con su abogado, entró directamente en la sala, evitando cruzarse con la familia Cullen.
-¿Qué estará pasando ahí dentro?- susurró nerviosa Bella, mirando en dirección a la puerta.
-Están tardando demasiado- le dio la razón su cuñada; un poco apartadas de ellas, Esme hablaba con Rosalie, informándole de que no había ninguna novedad. Alice también había llamado unos minutos antes, ya que tenía una reunión importante en el trabajo y no pudo ir con ellos. Unos interminables minutos después, por fin las puertas se abrieron; las mujeres se levantaron veloces, acudiendo al encuentro de Carlisle y de sus hijos.
-Edward- murmuró nerviosa Bella, acercándose a su novio -¿qué ha pasado?- el joven pasó una de sus manos por su cintura, acercándola a él.
-Tranquila cariño; todo ha ido muy bien- la tranquilizó.
-¿Entonces...?- inquirió ansiosa Esme.
-El juez ha decretado que la responsabilidad es suya- les contó Jake.
-Y deben pargar los desperfectos, además de una considerable multa- terminó Jasper. Bella miró a Edward, que enseguida se lo explicó.
-Sus reses no deberían estar en esos pastos; está estipulado por ley que debe haber una determinada distancia entre los ganados de los diferentes ranchos-.
-Y por supuesto, sus toros no deberían haber estado ahí- concluyó Carlisle. La joven respiró aliviada, gesto que copió Nessie, pero una voz furiosa hizo que el alivio se esfumara de un plumazo.
-Todo este jaleo por una simple cerca- siseaba Eleazar, que se acercaba a ellos, escoltado por sus dos tediosos vástagos. Bella se pegó más al costado de su novio, que miraba con los ojos entrecerrados a los hermanos Denali. Jake, Emmet y Jasper permanecieron al lado de su padre, viendo cómo Eleazar se paraba frente al patriarca.
-Podríamos haberlo arreglado de otra manera, Eleazar- le recordó Carlisle -vosotros lo habéis querido así-.
-No vamos a daros un sólo centavo- masculló James.
-Ya has oído lo que ha dicho el juez- le recordó Jake, que estaba perdiendo la paciencia. Bella gimió para sus adentros... el asunto no estaba para nada terminado.
-Vosotros mismos- se encogió de hombros Jasper -pero yo que vosotros, pagaría para no tener problemas-.
-Puede que seas tú el que tenga problemas- el joven ranchero se envaró, debido a la amenaza de Garret.
-A nuestro amigo Peter no le va a hacer gracia saber que su mujer se divierte con otro- canturreó James. El cuerpo de Jasper tembló de rabia, y sus puños se cerraron con fuerza, conteniéndose para no estampárselo en la cara. Bella y Nessie se miraron asustadas, pensando en su amiga Alice.
-Sois unos miserables- les echó en cara Emmet. Carlisle miraba a Eleazar furioso... ¿cómo podían ser tan malvados?.
-No me mires así, Jasper; ésto te pasa por enredarte con la chica equivocada- siguió provocando James. El joven ya no pudo contener la furia y la rabia, y en un rápido movimiento estaba cara a cara con el mayor de los hermanos Denali.
-Si le pasa algo a Alice- hizo una pequeña pausa -si ese mal nacido la encuentra, lo pagará caro... y vosotros también- les amenazó, apuntándoles con un dedo.
Bella asistía horrorizada al enfrentamiento que se había montado en cuestión de minutos; dado que James seguía en sus trece, Edward y Jake tuvieron que sujetar a su hermano, que no podía pensar en otra cosa que en partirles la cara. Carlisle y Eleazar también discutían acaloradamente, la joven nunca le había visto gritar de esa manera.
-Ésto no va a terminar bien, de ninguna de las maneras- murmuró Esme, con pena y miedo mezclados en su voz... Nessie y Bella la miraban nerviosas e inquietas... ojalá la buena mujer se equivocara... pero ellas también sospechaban que los problemas habían comenzado de nuevo.
Bella se dio la vuelta, enredándose entre las sábanas y volviendo a cerrar los ojos; era agradable volver a casa, a su cama. Intentó conciliar de nuevo el sueño, pero acostumbrada cómo estaba a madrugar, acabó por abrir los ojos; se estiró perezosa en la cama, sintiendo el olor de las sábanas limpias, ese toque tan característico que sólo Esme sabía darles. Giró la cabeza, pero se encontró con las sábanas revueltas y la almohada ligeramente hundida; Edward ya se había levantado, y supuso que habría salido a cabalgar a lomos de Concord.
Decidió levantarse y preparar el desayuno para toda la familia. Ayer mientras cenaban, Jake y Jasper le rogaron encarecidamente que preparara galletas de canela, todo ello acompañado de cómicos lamentos y pucheros. Después de una reconfortante ducha, bajó en silencio las escaleras; apenas eran las ocho de la mañana, y la casa seguía sumida en la tranquilidad. Una vez en la cocina, pasó un buen rato atareada, preparando la masa; tan concentrada estaba que no sintió que unos pasos se acercaban a ella.
-Buenos días hija- giró para encontrarse con la sonrisa amable de Carlisle -¿qué haces despierta a estas horas?; es muy temprano-.
-Buenos días- respondió Bella -no tenía sueño, y he decidido bajar a preparar el desayuno- le explicó mientras se dirigía hacia el horno, con una bandeja en sus manos -además, los chicos querían galletas- le recordó con una risita.
-Me quedó claro en la cena- rodó los ojos, dándose paciencia así mismo; Bella le ofreció una taza de café, y ambos se sentaron en la mesa mientras esperaban al resto de la familia.
-¿Cómo van las clases?- le preguntó el patriarca.
-Muy bien- admitió con una sonrisa -la carrera me gusta mucho, y he hecho buenos amigos-.
-Me alegra oír eso, hija- Carlisle suspiró aliviado para sus adentros; al igual que a Edward, le preocupaba lo mucho que a Bella le costaba abrirse a la gente que no conocía; y aunque su hijo le había comentado algo, se quedó más tranquilo oyéndolo de la propia boca de la joven.
-Leah es muy simpática, y Cindy- le relató -el otro día Edward y yo estuvimos tomando algo con ellos- Carlisle la escuchaba atentamente mientras la joven hablaba sin parar; parecía que se había adaptado muy bien a la vida universitaria.
-¿Y con Edward?; ¿las cosas marchan bien entre vosotros?-.
-Muy bien- respondió antes de dar un sorbo a su taza de café, pero se quedó pensativa unos pocos minutos.
-¿Ocurre algo?- inquirió Carlisle. Justo en ese momento entraba Esme por la cocina, y después de saludar a ambos, se sentó con ellos a la mesa.
-Nada- sacudió ésta la cabeza; aunque la salida con los chicos había ido mejor de lo que esperaba, no podía quitarse de la cabeza la pequeña discusión previa que tuvo lugar la noche anterior... pero la sorpresa que le dio su novio al día siguiente hizo que el tema quedara olvidado y enterrado, aunque las palabras se recrearan de vez en cuándo en su cabeza -Esme, tenemos que ir a comprar para la cena de mañana- dijo cambiando de tema.
-En cuánto los chicos desayunen y se vayan a los establos haremos la lista e iremos; Nessie nos acompañará también; podemos tomar un café en el pueblo- Bella asintió feliz; echaba de menos a las chicas, y quería tener un ratito a solas con ellas.
Los tres mantuvieron una agradable charla hasta que la cocina se fue llenando de gente. Nessie llegó la primera, y enseguida se sentó al lado de Bella.
-¿Habéis descansado?- le preguntó Bella mientras posaba la mano en su vientre.
-He dormido cómo un tronco- le respondió ésta con una sonrisa cómplice -apenas me han dado guerra- dijo mientras miraba su redondeada tripita.
-Mis nietas se portan bien- replicó Carlisle cuan orgulloso abuelo; la noche anterior Jake y Nessie por fin pudieron anunciar a la familia que serían padres de dos preciosas niñas, y que ya tenían nombres, Claire y Valerie. Justo en ese momento aparecieron el orgulloso padre, Jasper y Edward para unirse al desayuno.
-¿Alguien ha nombrado a mis niñas?- interrogó Jake en tono jovial, dirigiéndose directamente hacia su esposa, para darle un beso -¿cómo estáis?-.
-Muy bien- le contestó su mujer- y tus niñas también; están de lo más tranquilas-.
-Aprovecha mientras sean pequeñas- le advirtió Jasper -cuándo sean adolescentes poco las verás- el entrecejo de Jake se arrugó, señal de que no entendía por dónde iba su hermano.
-Ya sabes- Jasper hizo un gesto con la mano -cuándo empiecen a salir con chicos y todo eso- Edward, que acababa de darle un beso a su novia, tuvo que tragarse la carcajada al oír a su hermano jurar entre dientes, en un modo nada agradable.
-Mis niñas no saldrán con chicos- repuso muy seguro de si mismo.
-Ya empezamos- rodó los ojos Nessie.
-Gen cavernícola Cullen saliendo a flote- repuso Bella, mirando a su cuñado con una sonrisa de suficiencia. Carlisle, sus otros dos hijos y Esme rieron divertidos.
-Hermano- llamó su atención Edward, palmeándole el hombro -te veo saliendo con ellas de fiesta-.
-¿Y por qué no?- soltó tan tranquilo -seré un padre moderno- repuso, satisfecho de si mismo.
-Dudo mucho que tus hijas compartan esa opinión- le dijo Nessie, con una mueca de paciencia; su marido iba a protestar, pero la alarma del horno resonó en el ambiente. La joven castaña se levantó, poniéndose las manoplas para no quemarse
-Galletas- se frotó las manos Jasper -espero que sean de canela-.
-Tragones- les reprendió Bella, mientras se acercaba a la mesa; nada más posar la bandeja Jake se abalanzó sobre las humeantes galletas.
-¡Ouch!- se quejó, aparatando rápidamente la mano -me he quemado-.
-Eso te pasa por ansioso- le reprendió su mujer.
-Espera a que se enfríen- murmuró Esme. Edward ayudó a su pequeña a sentarse, apartándole la silla. Todo el mundo empezó a servirse, y la pareja pudo hablar unos minutos.
-¿Has ido a dar un paseo?- le interrogó curiosa -seguro que Concord te echa mucho de menos- el joven negó con la cabeza.
-Hemos ido a los establos; Sam está de vacaciones y los chicos necesitaban que les echaran una mano- le contó; Bella asintió mientras sonreía, si había algo que Edward añorara, aparte de su familia, era a los animales -¿y tú por qué has madrugado tanto?; pensé que necesitarías descansar-.
-Me apetecía preparar el desayuno a la familia- le explicó su novia.
-Les mimas demasiado- se burló Edward, de bromas -¿qué vas a hacer más tarde?-.
-Tengo que ir con Esme al pueblo, a comprar lo de la cena de mañana; Nessie vendrá también, y llamaremos a Rose y Alice para que tomen un café con nosotras... si pueden escaquearse un rato- su novio asintió con una sonrisa.
-Nosotros tenemos trabajo en los establos- le empezó a explicar -hay que separar varias reses que ya han sido vendidas, y pesarlas para mandar la ficha al cliente-.
-Entonces estaréis atareados la mayor parte del día- medito su pequeña en voz alta.
-Nuestra intención es terminar hoy, para pasar el día de Acción de Gracias descansando; varios compradores vendrán a principios de la próxima semana a recogerlas-.
-¿Y el juicio?- Bella se mordió el labio inferior con nervios; su familia se volvía a enfrentar en los tribunales a la familia Denali, esta vez por el asunto de la dichosa cerca.
-Es el próximo jueves- Jasper se adelantó a que Edward contestara. Era una casualidad que se celebrara la vista la semana que estaban ellos en Huntsville; pero según les explicó Carlisle ayer, era pura coincidencia, ya que la citación del juzgado había llegado dos días antes al rancho.
-Espero que se solucione el asunto de una vez por todas- dijo Esme, con tono preocupado.
-Si su actitud hubiese sido otra, todo ésto se podría haber evitado- masculló Jake, furioso.
-Ellos se lo han buscado- murmuró Jasper. Bella y Nessie cruzaron sus miradas; con el carácter de sus respectivas parejas y las provocaciones de los Denali, sabían que el tema no quedaría zanjado, fuera cual fuera el veredicto.
Por suerte, el tema quedó arrinconado enseguida, ya que a nadie le apetecía hablar del tema. El desayuno terminó entre risas y una animada conversación, cómo era costumbre en esa casa. Los chicos se fueron hacia los establos, acompañados por su padre, mientras que Nessie, Esme y la propia Bella recogían para poder irse al pueblo.
El centro urbano de Huntsville estaba atestado de gente; los colegios e institutos tenían vacaciones, y el parque estaba a rebosar de niños correteando y jugando. Los comercios también estaban a tope de gente, realizando las últimas compras para la cena del día siguiente.
Tardaron un buen rato en hacer las compras, pero por fin a eso de las once y media de la mañana cerraban el maletero del coche, cargado hasta los topes. Este año se sumaban Alice y Nessie a la cena, por lo que había muchas cosas más que preparar.
-¿Está todo?- preguntó Esme, sacando de su bolso la lista y leyéndola de arriba a abajo de nuevo.
-Yo creo que sí- respondió Nessie -tenemos el pavo más grande de todo Texas- Bella rió divertida ante el comentario -tenemos el relleno, calabazas para el pastel, todo lo necesario para la tarta de arándanos...- empezó a enumerar con los dedos.
-Los panecillos de jengibre...- añadió Bella -yo creo que está todo, Esme- ambas jóvenes consiguieron que la buena mujer se olvidara de la comida, y después de cerrar el coche, fueron al encuentro de Alice y Rose, que las esperaban en la cafetería en la que solían quedar.
-Disculpad el retraso- exclamó Nessie después de que todas se saludaran.
-¿Mucha gente con las compras de última hora?- inquirió Rose.
-Muchísima- afirmó Bella -pensé que no terminaríamos nunca-.
-¿Y vosotras, mucho trabajo?- les preguntó Esme; pero la camarera vino a tomar nota del pedido. Una vez pidieron los cafés y los bollos, reanudaron la conversación.
-En la comisión apenas hay trabajo- les explicó Alice -mucha gente ha decidido coger vacaciones-.
-Pues yo tengo la agenda abarrotada- masculló Rosalie -en cuánto los niños tienen vacaciones la consulta se llena- una vez tuvieron el suculento desayuno delante, la conversación fluyó hacia otros asuntos.
-¿Qué tal por San Antonio?- interrogó la joven morena.
-Bien- se encogió de hombros Bella -las clases me van bien, al menos de momento-.
-Serás una maestra estupenda- la animó Esme.
-Te dejaré a las pequeñas para que te entrenes- dijo Nessie con una sonrisa.
-Y a Owen- añadió Rose.
-¿Y la convivencia, todo bien con Edward?- interrogó Alice de nuevo y cambiando radicalmente de tema.
-Muy bien- contestó Bella, con una sonrisa cómplice -no niego que a veces tenemos nuestras diferencias...-.
-La convivencia siempre es difícil al principio, por muy bien que te lleves con tu pareja- la interrumpió Rose.
-Adaptarse el uno al otro... a veces es todo un reto- le dio la razón Nessie, mientras cogía su croissant de chocolate.
-Cierto- aprobó Bella -creía que nos costaría más; pero nos hemos acostumbrado muy bien-.
-¿Y qué pasó al final con la salida con tus compañeros?- siguió interrogando Rose; Bella le había comentado el tema muy de pasada por teléfono. Les relató la pequeña discusión, si se le podía llamar así, que tuvieron la noche anterior. Las chicas la escuchaban atentas, y ni siquiera Esme pudo evitar esbozar una mueca de sorpresa y reírse cuándo la joven contó cómo su novio había mandado a Annie a freír espárragos.
-Cometió el mayor error del mundo- murmuró Rose -si hay algo que Edward no soporta es a ese tipo de chicas- Bella la escuchaba con una sonrisa; su cuñada conocía a su novio desde que era un niño, y lo más seguro es que hubiera presenciado alguna escena similar durante los años de instituto, antes de que saliera con Jessica.
-Daría lo que fuera por haber visto su cara- rió Nessie -le dejó más que claro que tiene dueña- hizo un movimiento sugestivo con las cejas en dirección a la joven castaña.
-Sí- repuso Bella, pero su sonrisa fue un amago, y Alice lo notó.
-¿Te preocupa esa discusión que tuvisteis, verdad?- Bella asintió a la pregunta en silencio.
-No debes preocuparte- la consoló Esme -es cierto que hay una diferencia de edad, pero creo que lo habéis sabido llevar muy bien-.
-Lo lleváis muy bien- corrigió Rose.
-A veces todavía me pregunto qué hace conmigo- susurró en voz baja.
-Ya puedes quitarte eso de la cabeza- la amenazó Nessie, apuntándola con el tenedor.
-Puede que tú no te des cuenta, pero cuándo te mira es...- Rose dejó la frase incompleta -no sé cómo describirlo-.
-Leah me dijo exactamente lo mismo- les confesó la joven.
-Pues entonces deja de preocuparte por eso- le aconsejó Alice -de lo que menos puedes dudar es de los sentimientos de Edward-.
-No dudo de sus sentimientos- aclaró la joven -supongo que soy insegura por naturaleza, eso es todo- suspiró con desgana.
-Todas las parejas discuten alguna vez- objetó Alice.
-Sobre todo vosotros- dijo Nessie con una risa, a lo que el resto de las chicas se unió.
-¿Y vosotros?- interrogó ahora la joven castaña -¿cómo van las cosas?-.
Alice esbozó una pequeña sonrisa mientras su mente dibujaba la imagen del que ya podía llamar su novio. Jasper Cullen, bajo toda esa fachada de arrogancia y socarronería, tenía un lado protector y cariñoso; y sólo él, con su paciencia infinita, había conseguido que el corazón de la joven morena volviera a ilusionarse, y sobre todo, a sentirse valorada y querida.
-No me puedo quejar- les indicó -aunque a veces me saque de quicio con nuestras discusiones- siseó mientras negaba con la cabeza.
-Pero te encanta, admítelo- la retó Rose, riendo divertida. Las chicas sonreían de manera pícara y cómplice.
-Reconozco que me encanta sacarle de sus casillas- admitió con una sonrisa malévola, y provocando las carcajadas de las chicas.
-Eres el complemento perfecto para Jasper- exclamó Esme, feliz por ver cómo los adolescentes y niños que ella había conocido hace más de diez años, tenían ya sus parejas y sus planes de vida y futuro juntos.
Después de ponerse al día en lo que a sus relaciones sentimentales se referían, Nessie se pasó una hora entera interrogando a Alice sobre la comisión y sus compañeros, ya que había decidido pasar lo que quedaba su embarazo, en casa, así cómo durante los primeros meses de vida de sus pequeñas.
Todavía permanecieron un buen rato en la cafetería, hasta que Jane avisó a Rose que tenía varios pacientes citados para dentro de un cuarto de hora; Alice se fue con Bella, Esme y Nessie al rancho, ya que había terminado su jornada laboral y pasaría allí el fin de semana.
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Dos horas después habían descargado toda la compra, y con la ayuda de Nessie, Bella terminó de preparar la comida. Esme había estado recogiendo en el piso de arriba, ayudada por Alice, que se negaba en redondo a ser una invitada sin nada que hacer en esa casa tan gigantesca. Carlisle estaba en su despacho, atendiendo múltiples llamadas y revisando las cuentas que Edward organizaba tan meticulosamente en San Antonio.
Por fin todo estaba dispuesto para comer, y Alice se dirigió hacia el establo, en busca de los chicos; por el camino se cruzó con Edward y Jake, que ya se dirigían hacia la casa.
-Hola chicos- saludó animada.
-Hola señorita Brandon- la saludó Jake cómicamente, rememorando sus primeros días en el rancho Killarney.
-¿Ya habéis acabado?- les preguntó.
-Me temo que no- le explicó Edward, con una mueca -tendremos que volver después de comer- la joven asintió, pero se extrañó que su novio no acompañara a sus hermanos.
-¿Y Jazz?-.
-En la nave de engorde- le señaló Jake con la cabeza -¿por qué tú puedes llamarle Jazz?- se preguntó a si mismo.
-Si no tuvieras la manía de acortar el nombre a todo el mundo sin su permiso...- dejó la frase inclusa su hermano Edward.
-A Bella le dejas que te llame Eddie- le devolvió con sorna.
-Bella es Bella... Jeyky- contestó burlón su hermano pequeño, ante la risa divertida de Alice, que se despidió de ellos para ir en busca de su novio; observó cómo Jake y Edward se encaminaban hacia la casa, con el hermano mayor refunfuñando por cómo le había llamado.
Según se iba aproximando a la nave, la música llegó a sus oídos; sonrió satisfecha. Aunque el experimento ya había concluido, con inmejorables resultados y beneficios, seguían poniéndoles la música a los animales. Descubrió con sorpresa que sonaban las notas de "I don´t wanna miss a thing", canción del grupo preferido de su novio, Aerosmith.
Se quedó parada en la puerta; a lo lejos vislumbró la silueta de Jasper, que recogía lo que parecía ser una de las sogas con las que inmovilizaban a las reses. Se acercó en silencio, y sonrió al oírlo tararear.
-Hola- saludó con suavidad, para no sobresaltarlo. El joven se giró, y recibió a su novia con una sonrisa torcida.
-Hola- le devolvió por respuesta mientras se acercaba a ella y la rodeaba con sus brazos -has salido muy pronto de trabajar-.
-Apenas había faena, de modo que he decidido venir con las chicas- le explicó; el joven ranchero asintió, y por un momento se perdió en los ojos azules de su novia, y estudió minuciosamente su rostro; la alegría volvía poco a poco a la joven. Su novia era muy expresiva, y sus estados se ánimo se podían adivinar con sólo mirarla. Alice alzó su cara, y los labios de Jasper salieron a su encuentro; el mundo exterior pasó a un segundo plano para la joven, que se perdió en esos besos, que la hacían sentirse amada, segura y protegida.
Aunque sus bocas se separaron al cabo de unos minutos, no lo hicieron sus cuerpos, y la joven permaneció fuertemente abrazada a Jasper. El joven se extrañó ante su silencio.
-¿Ha pasado algo?- interrogó con cautela; hacía sólo unas pocas semanas que la joven había recibido la ratificación de su sentencia de divorcio.
-No, tranquilo- se apresuró a calmarle; el cuerpo de Jasper se relajó, y sin decir una sola palabra, empezó a balancearse al ritmo de la balada.
-¿Y esta música?- preguntó su novia, con verdadera curiosidad.
-Estaba un poco harto de música clásica- protestó divertido.
-La música era para los animales, no para ti- le recordó ésta.
-Eso ya lo sé, señorita Brandon- la picó su novio -agradece que les haya puesto esta canción, y no una más movida; dios no quiera que las vacas se revolucionen- Alice se carcajeó divertida mientras se abrazaba más a su chico.
-Quién lo iba a decir- musitó ella contra su pecho.
-Quién me lo iba a decir a mi- corrigió Jasper -que terminaría bailando en un establo... y con una preciosa novia- susurró en su oído, para después dejar un pequeño beso en la frente de la joven. La piel de la joven se erizó de manera alarmante... era increíble; ni siquiera cuándo Peter y ella eran felices había sentido lo que sentía junto a ese hombre. Con unas simples palabras hacía que su corazón se acelerara.
Siguieron meciéndose lentamente, hasta que la canción enfiló sus notas finales. Alice miró a su novio con una pequeña sonrisa, gesto que fue correspondido por éste.
-Es hora de ir a comer- musitó, un poco sonrojada por la manera en que esos ojos grises la miraban -por eso venía a buscarte-.
-Vamos entonces- reclamó el joven -en verdad estoy hambriento-.
-Siempre pensando en lo mismo- murmuró la joven mientras rodaba los ojos -vamos, no sea que sufras un desvanecimiento- su novio rió divertido, dejando un fugaz beso en sus labios y tirando de su mano, para reunirse con el resto de la familia.
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El día de Acción de Gracias pasó tan rápido cómo llegó. La familia Cullen se reunió en torno a la mesa, presidida por un orgulloso Carlisle, que disfrutaba viendo la felicidad de sus cuatro hijos. Todos disfrutaron de la deliciosa cena que preparó el miembro más joven de la familia, que recibió toda clase de felicitaciones y elogios.
También disfrutaron de un fin de semana tranquilo en el rancho, y sobre todo Bella, que estaba feliz de que el domingo no tuvieran que volver a San Antonio. Ambos necesitaban estar con su familia más que un fin de semana.
Pero según iba llegando el día del juicio, el ambiente de la casa tornó del cotidiano ajetreo alegre a los nervios e incertidumbre. Carlisle y sus hijos no paraban de hablar con Jenks, repasaban la documentación que iban a presentar, y hablaban una y otra vez con Sam y varios de los peones que descubrieron el desastre.
El jueves Bella, Esme y Nessie esperaban pacientemente en el vestíbulo; ya llevaban casi dos horas de vista. Bella estaba sentada al lado de Nessie, y ambas se percataron en silencio de la mirada desafiante que James y Garret dirigieron a sus parejas y a Jasper y Emmet cuándo éstos llegaron. Eleazar, junto con su abogado, entró directamente en la sala, evitando cruzarse con la familia Cullen.
-¿Qué estará pasando ahí dentro?- susurró nerviosa Bella, mirando en dirección a la puerta.
-Están tardando demasiado- le dio la razón su cuñada; un poco apartadas de ellas, Esme hablaba con Rosalie, informándole de que no había ninguna novedad. Alice también había llamado unos minutos antes, ya que tenía una reunión importante en el trabajo y no pudo ir con ellos. Unos interminables minutos después, por fin las puertas se abrieron; las mujeres se levantaron veloces, acudiendo al encuentro de Carlisle y de sus hijos.
-Edward- murmuró nerviosa Bella, acercándose a su novio -¿qué ha pasado?- el joven pasó una de sus manos por su cintura, acercándola a él.
-Tranquila cariño; todo ha ido muy bien- la tranquilizó.
-¿Entonces...?- inquirió ansiosa Esme.
-El juez ha decretado que la responsabilidad es suya- les contó Jake.
-Y deben pargar los desperfectos, además de una considerable multa- terminó Jasper. Bella miró a Edward, que enseguida se lo explicó.
-Sus reses no deberían estar en esos pastos; está estipulado por ley que debe haber una determinada distancia entre los ganados de los diferentes ranchos-.
-Y por supuesto, sus toros no deberían haber estado ahí- concluyó Carlisle. La joven respiró aliviada, gesto que copió Nessie, pero una voz furiosa hizo que el alivio se esfumara de un plumazo.
-Todo este jaleo por una simple cerca- siseaba Eleazar, que se acercaba a ellos, escoltado por sus dos tediosos vástagos. Bella se pegó más al costado de su novio, que miraba con los ojos entrecerrados a los hermanos Denali. Jake, Emmet y Jasper permanecieron al lado de su padre, viendo cómo Eleazar se paraba frente al patriarca.
-Podríamos haberlo arreglado de otra manera, Eleazar- le recordó Carlisle -vosotros lo habéis querido así-.
-No vamos a daros un sólo centavo- masculló James.
-Ya has oído lo que ha dicho el juez- le recordó Jake, que estaba perdiendo la paciencia. Bella gimió para sus adentros... el asunto no estaba para nada terminado.
-Vosotros mismos- se encogió de hombros Jasper -pero yo que vosotros, pagaría para no tener problemas-.
-Puede que seas tú el que tenga problemas- el joven ranchero se envaró, debido a la amenaza de Garret.
-A nuestro amigo Peter no le va a hacer gracia saber que su mujer se divierte con otro- canturreó James. El cuerpo de Jasper tembló de rabia, y sus puños se cerraron con fuerza, conteniéndose para no estampárselo en la cara. Bella y Nessie se miraron asustadas, pensando en su amiga Alice.
-Sois unos miserables- les echó en cara Emmet. Carlisle miraba a Eleazar furioso... ¿cómo podían ser tan malvados?.
-No me mires así, Jasper; ésto te pasa por enredarte con la chica equivocada- siguió provocando James. El joven ya no pudo contener la furia y la rabia, y en un rápido movimiento estaba cara a cara con el mayor de los hermanos Denali.
-Si le pasa algo a Alice- hizo una pequeña pausa -si ese mal nacido la encuentra, lo pagará caro... y vosotros también- les amenazó, apuntándoles con un dedo.
Bella asistía horrorizada al enfrentamiento que se había montado en cuestión de minutos; dado que James seguía en sus trece, Edward y Jake tuvieron que sujetar a su hermano, que no podía pensar en otra cosa que en partirles la cara. Carlisle y Eleazar también discutían acaloradamente, la joven nunca le había visto gritar de esa manera.
-Ésto no va a terminar bien, de ninguna de las maneras- murmuró Esme, con pena y miedo mezclados en su voz... Nessie y Bella la miraban nerviosas e inquietas... ojalá la buena mujer se equivocara... pero ellas también sospechaban que los problemas habían comenzado de nuevo.
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 27: Amar y proteger es lo mismo
Jasper Cullen no pronunció palabra alguna una vez se resolvió, por así decirlo, la trifulca en el hall de los juzgados. La situación llegó a tal extremo, que a Emmet, Jake y Edward les costó un esfuerzo sobrehumano sujetar a su hermano, que lo veía todo rojo en esos momentos, y no atendía a razones.
Durante todo el camino no dijo nada; ni una palabra, ni un gesto... toda la rabia que sintió en aquellos tensos instantes se transformó en un sentimiento de ansiedad y pánico. Si esos impresentables, porque no tenía otro calificativo más amable para ellos, cumplían su amenaza y Peter se acercaba a su Alice... no respondería de sus actos.
La familia lo miraba preocupada mientras almorzaban en torno a la mesa; apenas acertó a llevarse a la boca un par de cucharadas de la sopa de verduras que Bella había preparado, y sin apenas probar la ternera guisada, se levantó silenciosamente de la mesa, subiendo a su dormitorio para cambiarse de ropa. En medio de una sarta de maldiciones y juramentos, lanzó el traje a la cama, para enfundarse sus vaqueros y botas, y encaminarse después rumbo a los establos. Ensilló a Bings, ante la atenta mirada de Sam y algunos peones, que con buen juicio decidieron no molestar al joven ranchero.
Espoleando al animal con un poco de fuerza, Jasper Cullen cabalgó durante más de una hora sin rumbo fijo, hasta que sintió que el animal bajaba un poco la intensidad del galope. Dándole un pequeño descanso, desmontó y se apoyó en el tronco de un árbol, pensando en todo lo acontecido.
¿Cómo podían ser tan vengativos?; nunca pensó que las rencillas entre ambas familias llegaran a ese punto. Ya no se conformaban con hacerles daño a ellos mismos, sino que extendían sus tentáculos hacia las personas que más querían... no podía hablar por Jessica, la ex prometida de su hermano, ya que ella se metió por propia voluntad en la cama de James... pero sabía que Nessie había tenido que lidiar con ellos, siempre por temas laborales, antes de que su relación con Jake se estabilizara, incluso una vez molestaron a Bella, justo cuándo ésta acababa de llegar al rancho.
Por lo que Alice le había contado acerca de su ex marido, sabía que era un tipo cruel y sin escrúpulos, pero esperaba que lo suficientemente inteligente cómo para no quebrantara la orden de alejamiento y se acercara a ella... porque entonces el que terminaría en la cárcel sería él mismo... dios... nunca había sido un hombre violento, pero la realidad era que ya no podía imaginar su vida sin la peculiar e irresistible señorita Brandon en ella.
Se revolvió inquieto contra el tronco del árbol dónde estaba apoyado, pensando en todas las posibilidades que tenía para proteger a su novia... y después de un buen rato, se levantó para regresar al rancho, con una firme decisión rondando por su cabeza.
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Nada más poner un pie en los establos, vislumbró la menuda figura de Alice, que silenciosamente acariciaba el hocico de un pequeño ternero. Todavía llevaba el pantalón de traje negro y la blusa blanca, pero observó con una pequeña sonrisa que lucía unas bailarinas planas por calzado.
La joven, al oír los pasos de Bings, se dio la vuelta; el joven se percató de la expresión mortificada de su rostro, y supo al instante que ella ya sabía lo que había pasado en los juzgados. Tomando aire de manera profunda, bajó de su caballo, y después de dejar al animal perfectamente acomodado, se volvió hacia su novia, que lo había estado observando en silencio todos esos interminables minutos.
-¿Te lo han contado, verdad?- le preguntó éste, acercándose lentamente hasta quedar frente a frente con la joven morena. Ella asintió silenciosamente, y el corazón de Jasper se estrujó al ver una pequeña lágrima bajar lentamente por su mejilla. Sin decir una sola palabra, la tomó de la cintura, para estrecharla fuertemente entre sus brazos, y ella misma se aferró a su cuello, sollozando cada vez más, hasta que explotó en un desgarrador llanto. El joven simplemente la refugió entre sus brazos, meciéndola con suavidad y dejando que descargara todos sus sentimientos en forma de lágrimas.
-Tengo que irme de aquí; no puede encontrarme- hipaba la joven; Jasper tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano por no replicar de manera brusca, y con tacto y suavidad la apartó de su abrazo, lo justo para poder quedar cara a cara.
-De ninguna manera, Alice- exclamó firme y rotundo -ahora no estás sola, no tienes que huir de nuevo- le explicó... no podía irse; quizá era egoísmo, pero no quería apartarse de su lado. Ella negó tristemente con la cabeza mientras miraba esos ojos grises que la habían cautivado.
-No lo entiendes, Jasper- murmuró pesarosa -Peter no se dará por vencido, y no sería la primera vez que quebranta la orden de alejamiento-.
-No voy a consentir que te pase algo- le dijo éste, muy serio -ni mi familia- añadió.
La joven se emocionó ante esas palabras; durante años se había sentido sola, y así había afrontado todo su matrimonio, hasta que la situación se hizo insostenible, y pidió ayuda a una asociación contra el maltrato. Sus padres sentían una adoración cegadora por Peter, y cuándo quisieron darse cuenta de la situación, su hija ya estaba muy herida física y psicológicamente. Pero ahora la situación cambiaba radicalmente ante sus ojos; tenía a Jasper, y detrás de él a todos los miembros de la familia Cullen... pero no podía permitir que ellos se metieran en problemas por ella.
-Alice, por favor cariño... sólo quiero protegerte- le rogó -no tienes nada que temer, ni ellos ni ese individuo se van a acercar a ti-.
-Tengo miedo- admitió, todavía llorando; Jasper la volvió a rodear con sus brazos, en un abrazo tranquilizador.
-Comprendo que estés asustada, cariño... pero te prometo que no se va a acercar a ti, y que no te va a hacer daño de nuevo- Alice se mantuvo en silencio, aferrándose a él, por lo que el joven ranchero prosiguió -no quiero que estés sola un sólo minuto-.
-¿Qué quieres decir?- exclamó la joven morena. Jasper tomó aire, dándose valor para decir lo que iba a decir.
-Quiero que vengas a casa una temporada- dijo serio y completamente convencido; su novia iba a abrir la boca, en un amago de protesta -déjame terminar- le advirtió éste, al ver la cara desconcertada de la joven -sólo hasta que estemos seguro de que pasa el peligro-.
-Jasper- suspiró frustrada -yo te lo agradezco mucho; pero creo que ya sois bastantes en casa, cómo para que yo me mude aquí. ¿Por qué no te trasladas tú a mi apartamento?- le ofreció; inexplicablemente y para sorpresa propia, la idea de sentirse acompañada y protegida hizo que un entrañable sentimiento la recorriera de la cabeza a los pies.
-Porque yo tendría que venir a trabajar al rancho, y ya sabes que no tenemos horario fijo- le recordó su novio -tú sales del trabajo a las cuatro, y pasarías mucho tiempo sola hasta que yo regresara por la noche-.
-Jasper... per...- el joven ignoró el intento de comentario de Alice, y siguió con su pequeño discurso.
-Aquí estarías siempre acompañada; están los chicos- dijo en alusión a Sam y al resto de los peones -Esme, mi hermano, Nessie... mi padre... ¿y qué pasaría si tengo que ausentarme por negocios?- le interrogó cual maestro de escuela -sabes que algunos de los viajes pueden durar más de una semana-.
-Jasper, escúchame- le pidió -yo te lo agradezco mucho, pero no puedo mudarme aquí así, cómo si nada; aquí vive más gente, a la que le puede incomodar mi presencia; sería dar mucho más trabajo, y...-.
-Alice, Alice...- intentó tranquilizarla el joven -tú no molestas- le recalcó cada palabra despacio -y sabes que ésta es tu casa- la joven sonrió levemente, desviando sus ojos -y creo que ya conoces de sobra a mi familia cómo para saber que ellos estarán encantados de que pases una temporada aquí- alzó el mentón de su novia, con uno de sus dedos.
-Supongo que es una batalla perdida, ¿cierto?- murmuró resignada.
-Supongo- repitió Jasper con una pequeña risa, que ella acompañó también; el joven suspiró para sus adentros al ver un pequeño atisbo de paz en los ojos de su novia... pero no podía relajarse en absoluto; sabía que ella no estaba para nada tranquila, y él se encargaría de que estuviera segura.
-Todavía me resulta raro que alguien me apoye y protega de esa forma- murmuró incrédula, casi para sus adentros.
-Puede que sea porque me he enamorado de ti, Alice Brandon- la respuesta del joven hizo que el corazón de ésta palpitara cómo nunca lo había hecho -y los Cullen protegemos lo que amamos-.
Jamás en su vida se habría esperado una declaración así por parte de Jasper Cullen; siempre tan arrogante, tan bromista... pero le había demostrado, durante todos estos meses que debajo de esa fachada socarrona se escondía un hombre bueno, leal y cariñoso... un hombre que había conseguido que, poco a poco, volviera a creer en el amor.
Emocionada por esas palabras, y rodeando su cuello con sus delgados brazos, por fin las palabras abandonaron la garganta de la joven morena.
-Yo también te amo... Jasper Cullen- murmuró contra sus labios, para después unir su boca a la de él, en un beso cargado de agradecimiento, ilusiones renovadas... y amor.
0o0o0o0o0o0
Los dos últimos días fueron bastante ajetreados en el rancho; Carlisle y toda la familia en pleno apoyaron al cien por cien la idea de Jasper, y a la joven señorita Brandon no le quedó otro remedio que aceptar tan generoso ofrecimiento. Acompañada por Nessie, Jake y su novio, empaquetó casi la totalidad de su ropa y objetos personales más necesarios. Pasó la tarde del viernes y la mayoría del sábado, mientras Jasper y sus hermanos estaban liados en los establos, acomodando su ropa y enseres en el dormitorio de su novio. Las chicas y Esme le ayudaron en la tarea, y sintió una sensación agradable al ver sus cosas mezcladas con las de su novio.
Bella estaba feliz, al igual que toda la familia, de que su amiga no hubiese puesto mucha resistencia; todos ellos se sentían más aliviados al ver a Alice segura entre los muros del rancho. Y la reciente incorporación a la familia fue celebrada con una copiosa cena que hizo las delicias de los hermanos, y que sirvió para que el patriarca Cullen diera uno de sus ya famosos discursos, dándole la bienvenida a Alice al que ahora sería su hogar. Las breves y concisas palabras de Carlisle emocionaron a las chicas, sobre todo a una muy hormonal y embarazada Nessie, y sirvió para que sus hijos hicieran bromas y chistes al estilo Cullen, para fastidio de Jasper y de su propio padre.
Pero las vacaciones por Acción de Gracias terminaban ese fin de semana, y el domingo dos de los miembros de la familia se despidieron para volver a San Antonio; Bella y Edward dijeron adiós a la familia con un poco de pena, pero les quedaba el consuelo de que apenas faltaban tres semanas para las vacaciones de navidad, y pasarían dos semanas enteras de nuevo en el rancho Killarney.
Una vez en carretera, Edward observó el rostro pensativo y preocupado de su pequeña; alargando su mano, entrelazó sus dedos con los de Bella, que giró su rostro para dedicarle una pequeña sonrisa.
-Tranquila cariño- susurró éste en voz baja -ella estará bien; en casa está protegida- Bella relajó su semblante, acomodándose en el asiento; la voz de su novio siempre conseguía calmarla y tranquilizarla.
-Ojalá- exclamó ella en un suspiro; permaneció algunos minutos en silencio, aferrando con firmeza la mano de Edward y admirando el paisaje, que dentro de unos pocos días estaría cubierto de nieve.
-¿Cómo llevas el trabajo?- Bella volvió su vista al escuchar la voz de su novio; él la sonrió con cariño... quería distraer a su pequeña, y que relajara su mente de todas las preocupaciones del rancho.
-Mi parte ya está casi terminada- le contó -mañana a la tarde quedaré con Leah para echar un vistazo a su parte, y le daremos los últimos retoques; espero que salga bien- soltó la última frase con un suspiro; aparte de presentar el trabajo, debían exponer oralmente una parte, y le preocupaba ese punto. Edward adivinó los pensamientos de su novia... le daba mucha vergüenza hablar ante tanta gente.
-Relájate- murmuró con una sonrisa -Leah y tú lo vais a hacer muy bien- la animó.
-Espero que la profesora Vods opine lo mismo- rodó la joven los ojos.
-Ensaya en casa- le sugirió Edward -yo me presto para ello; apuesto a que Leah también ensaya delante de Randall-.
-Eso es un hecho- exclamó Bella, casi a carcajadas -gracias por el ofrecimiento- le susurró, inclinándose y dejando un suave beso en la mejilla de su novio; siempre estaba ahí para ella, para ayudarla en todo lo que fuera.
-No me tienes que agradecer nada- le recordó éste, sintiendo todavía un pequeño hormigueo en la zona dónde la joven había posado sus labios.
-Entonces mañana por la noche empezaremos con los ensayos- repuso la joven -así que ya sabes... cambiaremos las actividades nocturnas- sugirió cómo si nada; y no pudo evitar reírse a carcajadas al ver la cara de circunstancias de Edward.
0o0o0o0o0o0
Los días volvieron a su rutina habitual, y la euforia por las vacaciones de Acción de Gracias dejaron paso a una nueva, en esta ocasión por la cercanía de las vacaciones navideñas, para las que restaban apenas un mes.
Después de más de una semana ensayando el trabajo, hoy era el día en el que Leah y Bella lo exponían. Su pequeña se había esforzado mucho; lo había repetido tantas veces que hasta el mismo podría repetir la exposición acerca de los modelos educativos casi tan bien cómo ella.
Esa mañana Bella se había levantado muy nerviosa, y su estómago apenas admitió alimento sólido alguno; era toda nervios, y Edward prometió ir a buscarla para saber de primera mano cómo había ido; además, en dos días tenía que partir hacia San Diego, en California, para atender a unos clientes. Jake le acompañaba, y tenían previsto su regreso una semana después, por lo que quería pasar todo el tiempo que pudiera junto a su pequeña.
Miró de nuevo su reloj con impaciencia, pero aún quedaban más de cinco minutos para la hora de salida. El frío ya había hecho acto de presencia en todo su esplendor, y decidió moverse para no quedarse congelado en el sitio. Dio una vuelta bordeando la entrada principal del campus, hasta que una voz interrumpió el pequeño paseo.
-Hola Edward- al girar su vista se topó de bruces con Henry; el ranchero se percató del tono de voz del joven, un poco seco e incluso con un toque de hostilidad, pero decidió morderse la lengua e ignorarlo.
-¿Qué tal, Henry?- le devolvió el saludo, de manera cortés.
-Supongo que vienes a buscar a Bella- dijo éste, cómo si tal cosa. Edward afirmó con la cabeza.
-Le prometí invitarla a comer- explicó de manera escueta... ¿por qué tenía que darle explicaciones?... se preguntó el ranchero para sus adentros; a Henry le daba igual lo que él y su pequeña hicieran o dejaran de hacer.
Ambos se sumergieron en un incómodo silencio; los pocos minutos que pasaron hasta que las clases finalizaron le parecieron milenios a Edward. Por suerte, la pequeña y perfecta silueta de su novia pronto apareció ante sus ojos; iba conversando con Leah, y por la expresión y la sonrisa que adornaba su rostro dedujo que todo había salido bien.
Iba a adelantarse unos pasos, para salir a su encuentro... pero Henry se adelantó, dirigiéndose directamente hacia su novia. Vio cómo ésta le explicaba algo, y para su sorpresa, Henry la abrazó de manera efusiva; se quedó congelado en su sitio, procesando lo que sus ojos estaban viendo, y debatiéndose qué hacer.
Pero por la reacción de su pequeña, supo que esa muestra de afecto lo le hizo ni pizca de gracia; el rostro de Bella se tornó de un color cereza intenso, y a los pocos segundos se zafó de manera firme de los brazos del joven. Aún así, no pudo evitar pensar cómo apartar a ese moscón de un manotazo... ¿quién se creía que era ese chico para tomarse esas confianzas con su novia?... de nuevo la lava denominada celos recorrió todas y cada una de las venas de su cuerpo, que en esos instantes era un cráter a punto de entrar en erupción. Pero se obligó a si mismo a tomar un par de respiraciones profundas, intentando sosegarse... y lo hizo en cuánto vio que su pequeña se acercaba a él con paso apresurado. La recibió con una cariñosa sonrisa y abriéndole los brazos.
La joven se colgó de su cuello, y él la estrechó firmemente contra su cuerpo; por encima del hombro de Bella pudo ver la mueca de fastidio que esbozó Henry.
-¡Un nueve Edward!- exclamó alborozada -¡la señora Vods nos ha puesto un nueve!-.
-Enhorabuena cariño- susurró en voz baja, dejando un pequeño beso en sus labios -sabía que lo haríais muy bien-.
-Estaba muy nerviosa- le confesó ésta, rodando cómicamente los ojos -pero cuándo Leah ha terminado su parte, y me ha tocado a mi... ufffssss... creo que nunca me había sonrojado tanto- el joven rió divertido ante la explicación de Bella.
-Pero lo ha hecho muy bien- dijo Leah, que se había acercado a ellos, junto con Henry.
-Parece que todo el mérito es mío... y sabes que eso no es cierto- rodó los ojos Bella; su novio sonrió para sus adentros... a su pequeña no le gustaban demasiado los halagos; quizá fuera por vergüenza, o porque nunca había sabido que era recibirlos.
-En cualquier caso, eso se merece una celebración; te invito a comer- le propuso mientras rodeaba la pequeña cintura de Bella; por el rabillo del ojo se dio cuenta de cómo Henry miraba atentamente ese gesto cómplice y cariñoso de la pareja, y no le gustó demasiado... pero decidió dejarlo pasar, y enfocarse en su novia.
-Entonces que lo paséis bien, chicos- les deseó Leah -me voy corriendo; Randall está en casa esta semana- les contó.
-Salúdalo de mi parte- le dijo Edward; la joven se despidió de la pareja, al igual que Henry.
El restaurante que había escogido Edward estaba bastante alejado de los alrededores del campus; por suerte, el reluciente volvo plateado los esperaba, perfectamente estacionado. Una vez subieron y se pusieron en camino, Bella se dio cuenta de que, desde que despidieron de los chicos, su novio se había sumido en un raro e inusual silencio.
-¿Pasa algo?- le preguntó en un murmullo, mirándole preocupada. Al oír la suave voz de su pequeña, la sonrisa volvió a instalarse en la cara del joven ranchero.
-Nada cariño- la tranquilizó, llevando una de sus manos desde el volante hasta el regazo de la joven, para envolver con cuidado una de las de su pequeña.
-Estás muy callado- volvió a insistir -¿te ha molestado el abrazo de Henry?- adivinó -de verdad que no era mi intención, Edward- empezó a disculparse -nunca se había comportado así, me ha pillado de sorpresa y yo no...- el joven la cortó de inmediato.
-Eso ya lo sé; se te veía muy incómoda- aclaró éste -no te preocupes por eso, olvídate de ello; vamos a celebrar que mi pequeña es una estudiante muy aplicada... y una magnífica oradora- la sugerencia de su novio hizo que Bella sonriera, a modo de asentamiento.
Aferrado firmemente a la mano de su novia, Edward esperaba que pudieran pasar un día tranquilo, y ellos dos solos; pero la reacción de Henry no se le iba de la cabeza; masculló para sus adentros, tragándose las palabras, y deseando que el tema no tuviera consecuencias mayores.
Jasper Cullen no pronunció palabra alguna una vez se resolvió, por así decirlo, la trifulca en el hall de los juzgados. La situación llegó a tal extremo, que a Emmet, Jake y Edward les costó un esfuerzo sobrehumano sujetar a su hermano, que lo veía todo rojo en esos momentos, y no atendía a razones.
Durante todo el camino no dijo nada; ni una palabra, ni un gesto... toda la rabia que sintió en aquellos tensos instantes se transformó en un sentimiento de ansiedad y pánico. Si esos impresentables, porque no tenía otro calificativo más amable para ellos, cumplían su amenaza y Peter se acercaba a su Alice... no respondería de sus actos.
La familia lo miraba preocupada mientras almorzaban en torno a la mesa; apenas acertó a llevarse a la boca un par de cucharadas de la sopa de verduras que Bella había preparado, y sin apenas probar la ternera guisada, se levantó silenciosamente de la mesa, subiendo a su dormitorio para cambiarse de ropa. En medio de una sarta de maldiciones y juramentos, lanzó el traje a la cama, para enfundarse sus vaqueros y botas, y encaminarse después rumbo a los establos. Ensilló a Bings, ante la atenta mirada de Sam y algunos peones, que con buen juicio decidieron no molestar al joven ranchero.
Espoleando al animal con un poco de fuerza, Jasper Cullen cabalgó durante más de una hora sin rumbo fijo, hasta que sintió que el animal bajaba un poco la intensidad del galope. Dándole un pequeño descanso, desmontó y se apoyó en el tronco de un árbol, pensando en todo lo acontecido.
¿Cómo podían ser tan vengativos?; nunca pensó que las rencillas entre ambas familias llegaran a ese punto. Ya no se conformaban con hacerles daño a ellos mismos, sino que extendían sus tentáculos hacia las personas que más querían... no podía hablar por Jessica, la ex prometida de su hermano, ya que ella se metió por propia voluntad en la cama de James... pero sabía que Nessie había tenido que lidiar con ellos, siempre por temas laborales, antes de que su relación con Jake se estabilizara, incluso una vez molestaron a Bella, justo cuándo ésta acababa de llegar al rancho.
Por lo que Alice le había contado acerca de su ex marido, sabía que era un tipo cruel y sin escrúpulos, pero esperaba que lo suficientemente inteligente cómo para no quebrantara la orden de alejamiento y se acercara a ella... porque entonces el que terminaría en la cárcel sería él mismo... dios... nunca había sido un hombre violento, pero la realidad era que ya no podía imaginar su vida sin la peculiar e irresistible señorita Brandon en ella.
Se revolvió inquieto contra el tronco del árbol dónde estaba apoyado, pensando en todas las posibilidades que tenía para proteger a su novia... y después de un buen rato, se levantó para regresar al rancho, con una firme decisión rondando por su cabeza.
0o0o0o0o0o0
Nada más poner un pie en los establos, vislumbró la menuda figura de Alice, que silenciosamente acariciaba el hocico de un pequeño ternero. Todavía llevaba el pantalón de traje negro y la blusa blanca, pero observó con una pequeña sonrisa que lucía unas bailarinas planas por calzado.
La joven, al oír los pasos de Bings, se dio la vuelta; el joven se percató de la expresión mortificada de su rostro, y supo al instante que ella ya sabía lo que había pasado en los juzgados. Tomando aire de manera profunda, bajó de su caballo, y después de dejar al animal perfectamente acomodado, se volvió hacia su novia, que lo había estado observando en silencio todos esos interminables minutos.
-¿Te lo han contado, verdad?- le preguntó éste, acercándose lentamente hasta quedar frente a frente con la joven morena. Ella asintió silenciosamente, y el corazón de Jasper se estrujó al ver una pequeña lágrima bajar lentamente por su mejilla. Sin decir una sola palabra, la tomó de la cintura, para estrecharla fuertemente entre sus brazos, y ella misma se aferró a su cuello, sollozando cada vez más, hasta que explotó en un desgarrador llanto. El joven simplemente la refugió entre sus brazos, meciéndola con suavidad y dejando que descargara todos sus sentimientos en forma de lágrimas.
-Tengo que irme de aquí; no puede encontrarme- hipaba la joven; Jasper tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano por no replicar de manera brusca, y con tacto y suavidad la apartó de su abrazo, lo justo para poder quedar cara a cara.
-De ninguna manera, Alice- exclamó firme y rotundo -ahora no estás sola, no tienes que huir de nuevo- le explicó... no podía irse; quizá era egoísmo, pero no quería apartarse de su lado. Ella negó tristemente con la cabeza mientras miraba esos ojos grises que la habían cautivado.
-No lo entiendes, Jasper- murmuró pesarosa -Peter no se dará por vencido, y no sería la primera vez que quebranta la orden de alejamiento-.
-No voy a consentir que te pase algo- le dijo éste, muy serio -ni mi familia- añadió.
La joven se emocionó ante esas palabras; durante años se había sentido sola, y así había afrontado todo su matrimonio, hasta que la situación se hizo insostenible, y pidió ayuda a una asociación contra el maltrato. Sus padres sentían una adoración cegadora por Peter, y cuándo quisieron darse cuenta de la situación, su hija ya estaba muy herida física y psicológicamente. Pero ahora la situación cambiaba radicalmente ante sus ojos; tenía a Jasper, y detrás de él a todos los miembros de la familia Cullen... pero no podía permitir que ellos se metieran en problemas por ella.
-Alice, por favor cariño... sólo quiero protegerte- le rogó -no tienes nada que temer, ni ellos ni ese individuo se van a acercar a ti-.
-Tengo miedo- admitió, todavía llorando; Jasper la volvió a rodear con sus brazos, en un abrazo tranquilizador.
-Comprendo que estés asustada, cariño... pero te prometo que no se va a acercar a ti, y que no te va a hacer daño de nuevo- Alice se mantuvo en silencio, aferrándose a él, por lo que el joven ranchero prosiguió -no quiero que estés sola un sólo minuto-.
-¿Qué quieres decir?- exclamó la joven morena. Jasper tomó aire, dándose valor para decir lo que iba a decir.
-Quiero que vengas a casa una temporada- dijo serio y completamente convencido; su novia iba a abrir la boca, en un amago de protesta -déjame terminar- le advirtió éste, al ver la cara desconcertada de la joven -sólo hasta que estemos seguro de que pasa el peligro-.
-Jasper- suspiró frustrada -yo te lo agradezco mucho; pero creo que ya sois bastantes en casa, cómo para que yo me mude aquí. ¿Por qué no te trasladas tú a mi apartamento?- le ofreció; inexplicablemente y para sorpresa propia, la idea de sentirse acompañada y protegida hizo que un entrañable sentimiento la recorriera de la cabeza a los pies.
-Porque yo tendría que venir a trabajar al rancho, y ya sabes que no tenemos horario fijo- le recordó su novio -tú sales del trabajo a las cuatro, y pasarías mucho tiempo sola hasta que yo regresara por la noche-.
-Jasper... per...- el joven ignoró el intento de comentario de Alice, y siguió con su pequeño discurso.
-Aquí estarías siempre acompañada; están los chicos- dijo en alusión a Sam y al resto de los peones -Esme, mi hermano, Nessie... mi padre... ¿y qué pasaría si tengo que ausentarme por negocios?- le interrogó cual maestro de escuela -sabes que algunos de los viajes pueden durar más de una semana-.
-Jasper, escúchame- le pidió -yo te lo agradezco mucho, pero no puedo mudarme aquí así, cómo si nada; aquí vive más gente, a la que le puede incomodar mi presencia; sería dar mucho más trabajo, y...-.
-Alice, Alice...- intentó tranquilizarla el joven -tú no molestas- le recalcó cada palabra despacio -y sabes que ésta es tu casa- la joven sonrió levemente, desviando sus ojos -y creo que ya conoces de sobra a mi familia cómo para saber que ellos estarán encantados de que pases una temporada aquí- alzó el mentón de su novia, con uno de sus dedos.
-Supongo que es una batalla perdida, ¿cierto?- murmuró resignada.
-Supongo- repitió Jasper con una pequeña risa, que ella acompañó también; el joven suspiró para sus adentros al ver un pequeño atisbo de paz en los ojos de su novia... pero no podía relajarse en absoluto; sabía que ella no estaba para nada tranquila, y él se encargaría de que estuviera segura.
-Todavía me resulta raro que alguien me apoye y protega de esa forma- murmuró incrédula, casi para sus adentros.
-Puede que sea porque me he enamorado de ti, Alice Brandon- la respuesta del joven hizo que el corazón de ésta palpitara cómo nunca lo había hecho -y los Cullen protegemos lo que amamos-.
Jamás en su vida se habría esperado una declaración así por parte de Jasper Cullen; siempre tan arrogante, tan bromista... pero le había demostrado, durante todos estos meses que debajo de esa fachada socarrona se escondía un hombre bueno, leal y cariñoso... un hombre que había conseguido que, poco a poco, volviera a creer en el amor.
Emocionada por esas palabras, y rodeando su cuello con sus delgados brazos, por fin las palabras abandonaron la garganta de la joven morena.
-Yo también te amo... Jasper Cullen- murmuró contra sus labios, para después unir su boca a la de él, en un beso cargado de agradecimiento, ilusiones renovadas... y amor.
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Los dos últimos días fueron bastante ajetreados en el rancho; Carlisle y toda la familia en pleno apoyaron al cien por cien la idea de Jasper, y a la joven señorita Brandon no le quedó otro remedio que aceptar tan generoso ofrecimiento. Acompañada por Nessie, Jake y su novio, empaquetó casi la totalidad de su ropa y objetos personales más necesarios. Pasó la tarde del viernes y la mayoría del sábado, mientras Jasper y sus hermanos estaban liados en los establos, acomodando su ropa y enseres en el dormitorio de su novio. Las chicas y Esme le ayudaron en la tarea, y sintió una sensación agradable al ver sus cosas mezcladas con las de su novio.
Bella estaba feliz, al igual que toda la familia, de que su amiga no hubiese puesto mucha resistencia; todos ellos se sentían más aliviados al ver a Alice segura entre los muros del rancho. Y la reciente incorporación a la familia fue celebrada con una copiosa cena que hizo las delicias de los hermanos, y que sirvió para que el patriarca Cullen diera uno de sus ya famosos discursos, dándole la bienvenida a Alice al que ahora sería su hogar. Las breves y concisas palabras de Carlisle emocionaron a las chicas, sobre todo a una muy hormonal y embarazada Nessie, y sirvió para que sus hijos hicieran bromas y chistes al estilo Cullen, para fastidio de Jasper y de su propio padre.
Pero las vacaciones por Acción de Gracias terminaban ese fin de semana, y el domingo dos de los miembros de la familia se despidieron para volver a San Antonio; Bella y Edward dijeron adiós a la familia con un poco de pena, pero les quedaba el consuelo de que apenas faltaban tres semanas para las vacaciones de navidad, y pasarían dos semanas enteras de nuevo en el rancho Killarney.
Una vez en carretera, Edward observó el rostro pensativo y preocupado de su pequeña; alargando su mano, entrelazó sus dedos con los de Bella, que giró su rostro para dedicarle una pequeña sonrisa.
-Tranquila cariño- susurró éste en voz baja -ella estará bien; en casa está protegida- Bella relajó su semblante, acomodándose en el asiento; la voz de su novio siempre conseguía calmarla y tranquilizarla.
-Ojalá- exclamó ella en un suspiro; permaneció algunos minutos en silencio, aferrando con firmeza la mano de Edward y admirando el paisaje, que dentro de unos pocos días estaría cubierto de nieve.
-¿Cómo llevas el trabajo?- Bella volvió su vista al escuchar la voz de su novio; él la sonrió con cariño... quería distraer a su pequeña, y que relajara su mente de todas las preocupaciones del rancho.
-Mi parte ya está casi terminada- le contó -mañana a la tarde quedaré con Leah para echar un vistazo a su parte, y le daremos los últimos retoques; espero que salga bien- soltó la última frase con un suspiro; aparte de presentar el trabajo, debían exponer oralmente una parte, y le preocupaba ese punto. Edward adivinó los pensamientos de su novia... le daba mucha vergüenza hablar ante tanta gente.
-Relájate- murmuró con una sonrisa -Leah y tú lo vais a hacer muy bien- la animó.
-Espero que la profesora Vods opine lo mismo- rodó la joven los ojos.
-Ensaya en casa- le sugirió Edward -yo me presto para ello; apuesto a que Leah también ensaya delante de Randall-.
-Eso es un hecho- exclamó Bella, casi a carcajadas -gracias por el ofrecimiento- le susurró, inclinándose y dejando un suave beso en la mejilla de su novio; siempre estaba ahí para ella, para ayudarla en todo lo que fuera.
-No me tienes que agradecer nada- le recordó éste, sintiendo todavía un pequeño hormigueo en la zona dónde la joven había posado sus labios.
-Entonces mañana por la noche empezaremos con los ensayos- repuso la joven -así que ya sabes... cambiaremos las actividades nocturnas- sugirió cómo si nada; y no pudo evitar reírse a carcajadas al ver la cara de circunstancias de Edward.
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Los días volvieron a su rutina habitual, y la euforia por las vacaciones de Acción de Gracias dejaron paso a una nueva, en esta ocasión por la cercanía de las vacaciones navideñas, para las que restaban apenas un mes.
Después de más de una semana ensayando el trabajo, hoy era el día en el que Leah y Bella lo exponían. Su pequeña se había esforzado mucho; lo había repetido tantas veces que hasta el mismo podría repetir la exposición acerca de los modelos educativos casi tan bien cómo ella.
Esa mañana Bella se había levantado muy nerviosa, y su estómago apenas admitió alimento sólido alguno; era toda nervios, y Edward prometió ir a buscarla para saber de primera mano cómo había ido; además, en dos días tenía que partir hacia San Diego, en California, para atender a unos clientes. Jake le acompañaba, y tenían previsto su regreso una semana después, por lo que quería pasar todo el tiempo que pudiera junto a su pequeña.
Miró de nuevo su reloj con impaciencia, pero aún quedaban más de cinco minutos para la hora de salida. El frío ya había hecho acto de presencia en todo su esplendor, y decidió moverse para no quedarse congelado en el sitio. Dio una vuelta bordeando la entrada principal del campus, hasta que una voz interrumpió el pequeño paseo.
-Hola Edward- al girar su vista se topó de bruces con Henry; el ranchero se percató del tono de voz del joven, un poco seco e incluso con un toque de hostilidad, pero decidió morderse la lengua e ignorarlo.
-¿Qué tal, Henry?- le devolvió el saludo, de manera cortés.
-Supongo que vienes a buscar a Bella- dijo éste, cómo si tal cosa. Edward afirmó con la cabeza.
-Le prometí invitarla a comer- explicó de manera escueta... ¿por qué tenía que darle explicaciones?... se preguntó el ranchero para sus adentros; a Henry le daba igual lo que él y su pequeña hicieran o dejaran de hacer.
Ambos se sumergieron en un incómodo silencio; los pocos minutos que pasaron hasta que las clases finalizaron le parecieron milenios a Edward. Por suerte, la pequeña y perfecta silueta de su novia pronto apareció ante sus ojos; iba conversando con Leah, y por la expresión y la sonrisa que adornaba su rostro dedujo que todo había salido bien.
Iba a adelantarse unos pasos, para salir a su encuentro... pero Henry se adelantó, dirigiéndose directamente hacia su novia. Vio cómo ésta le explicaba algo, y para su sorpresa, Henry la abrazó de manera efusiva; se quedó congelado en su sitio, procesando lo que sus ojos estaban viendo, y debatiéndose qué hacer.
Pero por la reacción de su pequeña, supo que esa muestra de afecto lo le hizo ni pizca de gracia; el rostro de Bella se tornó de un color cereza intenso, y a los pocos segundos se zafó de manera firme de los brazos del joven. Aún así, no pudo evitar pensar cómo apartar a ese moscón de un manotazo... ¿quién se creía que era ese chico para tomarse esas confianzas con su novia?... de nuevo la lava denominada celos recorrió todas y cada una de las venas de su cuerpo, que en esos instantes era un cráter a punto de entrar en erupción. Pero se obligó a si mismo a tomar un par de respiraciones profundas, intentando sosegarse... y lo hizo en cuánto vio que su pequeña se acercaba a él con paso apresurado. La recibió con una cariñosa sonrisa y abriéndole los brazos.
La joven se colgó de su cuello, y él la estrechó firmemente contra su cuerpo; por encima del hombro de Bella pudo ver la mueca de fastidio que esbozó Henry.
-¡Un nueve Edward!- exclamó alborozada -¡la señora Vods nos ha puesto un nueve!-.
-Enhorabuena cariño- susurró en voz baja, dejando un pequeño beso en sus labios -sabía que lo haríais muy bien-.
-Estaba muy nerviosa- le confesó ésta, rodando cómicamente los ojos -pero cuándo Leah ha terminado su parte, y me ha tocado a mi... ufffssss... creo que nunca me había sonrojado tanto- el joven rió divertido ante la explicación de Bella.
-Pero lo ha hecho muy bien- dijo Leah, que se había acercado a ellos, junto con Henry.
-Parece que todo el mérito es mío... y sabes que eso no es cierto- rodó los ojos Bella; su novio sonrió para sus adentros... a su pequeña no le gustaban demasiado los halagos; quizá fuera por vergüenza, o porque nunca había sabido que era recibirlos.
-En cualquier caso, eso se merece una celebración; te invito a comer- le propuso mientras rodeaba la pequeña cintura de Bella; por el rabillo del ojo se dio cuenta de cómo Henry miraba atentamente ese gesto cómplice y cariñoso de la pareja, y no le gustó demasiado... pero decidió dejarlo pasar, y enfocarse en su novia.
-Entonces que lo paséis bien, chicos- les deseó Leah -me voy corriendo; Randall está en casa esta semana- les contó.
-Salúdalo de mi parte- le dijo Edward; la joven se despidió de la pareja, al igual que Henry.
El restaurante que había escogido Edward estaba bastante alejado de los alrededores del campus; por suerte, el reluciente volvo plateado los esperaba, perfectamente estacionado. Una vez subieron y se pusieron en camino, Bella se dio cuenta de que, desde que despidieron de los chicos, su novio se había sumido en un raro e inusual silencio.
-¿Pasa algo?- le preguntó en un murmullo, mirándole preocupada. Al oír la suave voz de su pequeña, la sonrisa volvió a instalarse en la cara del joven ranchero.
-Nada cariño- la tranquilizó, llevando una de sus manos desde el volante hasta el regazo de la joven, para envolver con cuidado una de las de su pequeña.
-Estás muy callado- volvió a insistir -¿te ha molestado el abrazo de Henry?- adivinó -de verdad que no era mi intención, Edward- empezó a disculparse -nunca se había comportado así, me ha pillado de sorpresa y yo no...- el joven la cortó de inmediato.
-Eso ya lo sé; se te veía muy incómoda- aclaró éste -no te preocupes por eso, olvídate de ello; vamos a celebrar que mi pequeña es una estudiante muy aplicada... y una magnífica oradora- la sugerencia de su novio hizo que Bella sonriera, a modo de asentamiento.
Aferrado firmemente a la mano de su novia, Edward esperaba que pudieran pasar un día tranquilo, y ellos dos solos; pero la reacción de Henry no se le iba de la cabeza; masculló para sus adentros, tragándose las palabras, y deseando que el tema no tuviera consecuencias mayores.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 28: No codicies lo que no puedes tener
La semana pasó cómo una exhalación para la joven Isabella Swan; y para cuándo se quiso dar cuenta, despedía a Edward y a su cuñado Jake, que estaría fuera durante toda la semana, debido a los negocios del rancho. Después de que Jake la levantara por los aires, en un enorme abrazo de oso, fue el turno de despedirse de su novio.
-Cuídate mucho- susurró con los labios pegados al cuello del joven, que sintió una agradable sensación de cosquilleo en su piel, justo dónde chocó el aliento de su pequeña.
-Soy yo el que no me voy tranquilo, mi vida- respondió éste de vuelta, estrechándola con suavidad entre sus brazos -no me gusta dejarte sola tanto tiempo- era cierto, no le gustaba para nada esos viajes... antes eran su salvación para salir del rancho y dejar de pensar en su dulce tormento... pero ahora no llevaba nada bien dejar sola a su pequeña... más si cabe, desde que se percató, la semana pasada, de que Henry albergaba ciertos sentimientos por ella.
Bien es cierto que el asunto quedó ahí; por el bien de su relación con Bella, y el suyo propio, se obligó a mantener su vena celosa bajo control... confiaba en su pequeña, y en la relación que tenían; el problema radicaba en que no se fiaba en absoluto en ese chico. Esperaba que sus gestos y actitud le dejaran claro al Henry de las narices que Bella era su novia; y que ella, por asombroso que le siguiera pareciendo, lo había escogido a él.
Desechó a un lado esos pensamientos, por su propia salud, y con uno de sus dedos hizo que su pequeña le encarase; sin decir una sola palabra, bajó los labios al encuentro de los de su novia, y la besó hasta dejarla sin aliento. En circunstancias normales no haría ésto delante de su hermano, y era consciente de que tendría cachondeo hasta que aterrizaran en San diego... pero en esos instantes le daba igual; necesitaba embotarse de la esencia y del sabor de Bella, y demostrarle, aunque fuera en silencio, quién la cuidaría y amaría por el resto de sus días.
La joven castaña respondió gustosa y con el mismo ímpetu al beso que le regalaba Edward; pero cuándo se separaron, jadeantes, el matiz que adornaba los ojos de su novio la inquietó ligeramente.
-Edward, ¿qué va mal?- interrogó, mirándole preocupada; ese beso le había dejado un sabor que aún no conseguía descifrar.
-Nada en absoluto, cariño- respondió éste -¿no puedo besar a mi preciosa novia, a la que por cierto, no voy a ver en una semana?- inquirió con tono juguetón. Ella rió, negando con la cabeza, observando cómo Edward había sacado su sonrisa estilo Cullen a relucir.
No se habían dado cuenta de que Jake, en un intento de darles privacidad, se había introducido en el coche, y por la sonrisa de su cara Bella adivinó que hablaba con Nessie. Su novio la abrazó con fuerza una vez más.
-En cuánto nos instalemos en el hotel te llamo- le prometió.
-Cuídate mucho- le susurró ésta simplemente -se os va a hacer tarde- le indicó, deshaciéndose con cuidado de la cárcel en la que se habían convertido los brazos de su novio -Jake se va a impacientar- dijo con una risilla.
Dos minutos después, Bella veía cómo el volvo gris se perdía, camino del aeropuerto de Houston, para coger desde allí un vuelo directo a tierras californianas. El automóvil dobló la esquina, y la joven castaña emitió un profundo suspiro antes de adentrarse de nuevo en el edificio, deseando que la semana pasara lo más rápido posible.
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Fue un fin de semana extremadamente tranquilo; el mismo viernes en el que se fueron Edward y Jake bajó a hacer unas escasas compras al supermercado, y apenas salió para nada. Se dedicó a hacer las tareas de la casa, adelantar algún que otro trabajo de la universidad para tener las vacaciones un poco libres, y a tumbarse en el sofá a ver la televisión, leer o descansar.
El lunes Leah no acudió a clase, ya que ella y Randall debían ir a resolver los últimos papeleos de compra-venta de su casa. No vio a Henry ni a Anne, que desde su desafortunado encuentro con Edward apenas se dejaba ver unos pocos minutos. A los que si vio en la hora del café fue a Zack y a Cindy; cargando con su habitual capuccino y un delicioso bollo de canela, se dirigió a la mesa dónde la pareja se encontraba.
-¡Bella!- exclamó la joven rubia, con una inmensa sonrisa.
-Hola chicos- saludó ésta, dejando la bandeja y después su bolso, para después tomar asiento.
-¿Cómo van las clases?- interrogó Zack, masticando un enorme bollo de chocolate.
-No hables con la boca llena- le reprendió su novia, medio enfadada medio divertida; Bella rió con disimulo antes de contestar.
-Bueno... la clase de la señora Vods aburridísima, cómo siempre- bufó -desarrollo psicomotriz y expresión artística un poco más animadas- explicó dando vueltas a su café -¿y vosotros?-.
-Cómo siempre- se encogió de hombros Cindy -sin ninguna novedad-.
-Eso no es cierto- exclamó Zack; ambas chicas lo miraron sin entender de qué estaba hablando -¿no os habéis enterado?- preguntó asombrado. Bella negó con la cabeza.
-¿Enterarnos de qué, exactamente?- interrogó Cindy a su novio.
-De la fiesta que dan las facultades de Medicina y Biología- les empezó a relatar -es el viernes en el gimnasio principal. Quieren recaudar dinero para ampliar la biblioteca y adquirir material para los laboratorios-.
-¿Y de esa parte no debería encargarse la universidad?- objetó Cindy -bastante les pagamos con las matrículas y los cursos en sí-.
-Por lo visto lleva siendo un tema polémico desde el comienzo del curso- aclaró el joven -uno de mis compañeros de piso estudia medicina, y me ha ido contando el tema-.
-¿Y el decano ha dado el visto bueno?- preguntó ahora Bella, un poco sorprendida. Había visto al decano de la universidad en una ocasión; era un hombre que rondaría los sesenta años, de complexión delgada y el pelo cano... y con un rictus serio y aterrador en su cara; la joven castaña dudaba que le gustara cualquier tipo de diversión estudiantil.
-Parece ser que ha accedido- musitó Cindy.
-No le pareció mal que los alumnos organizaran una fiesta, a fin de recaudar fondos para el material; podríamos ir a ver qué se cuece por allí- sugirió animado. Cindy asintió entusiasmada, pero a Bella no es que le apeteciera mucho ir. Nunca había sido muy de fiestas universitarias, no le gustaban mucho las aglomeraciones de gente, y el alcohol no beneficiaba a su cordura en absoluto... todavía recordaba la despedida de soltera de Nessie.
-Vamos Bella, anímate- le pidió su amiga.
-Dile a Edward que venga- sugirió Zack.
-Está en San Diego con su hermano, y no regresa hasta el sábado- les recordó.
-Es verdad- cayó ésta en la cuenta -pero podrías venirte tú-.
-No sé...- decía Bella, claramente dubitativa; si fuera Leah con ella se lo pensaría. Pero en ese aspecto se parecían demasiado, ya que Leah huía, literalmente hablando, de ese tipo de fiestas.
-Vamos Bella- rogó de nuevo Cindy -saldríamos un rato y nos lo pasaríamos bien- la joven suspiró antes de responder.
-No sé...- seguía dubitativa; si hablaba con Edward seguro la animaba a ir... pero no le apetecía ni pizca.
-Tengo cuatro días para convencerte- aseguró su rubia amiga, muy pagada de si misma. Bella sonrió divertida, negando con la cabeza.
-Yo que tú, no cantaría victoria tan fácilmente- le advirtió su novio -esta hermosa joven no se dará por vencida hasta que no te arrastre a esa fiesta- dijo de manera teatral, para después dejar un pequeño beso en la mejilla de su novia.
-Ya veremos- fue lo último que dijo Bella acerca del tema... pero presentía que el asunto no estaba para nada finiquitado.
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Y su intuición no la engañó; el miércoles Leah y Randall se empeñaron en invitarla a cenar en su casa, dado que estaba sola. Compartieron una agradable charla en torno a un sencilla cena, y la conversación siguió en torno al café que vino a continuación.
-¿Cómo le va a Edward en San Diego?- le preguntó Randall.
-Han cerrado varias ventas de reses para crianza- les empezó a relatar la joven castaña -aparte de eso, agotados de ir de rancho en rancho, visitando a los clientes-.
-Es comprensible- le dio la razón Leah.
-Un rancho conlleva muchísimo trabajo- le dio la razón Randall a su mujer -la gente se piensa que las vacas y toros se cuidan solas; y no se dan cuenta de lo que implica un negocio de esa magnitud-.
-Los animales, los proveedores de pienso, la contabilidad...- enumeró Bella, asintiendo con una pequeña sonrisa.
-Exacto- aprobó Randall -hay que trabajar muy duro para sacar todo eso adelante, y si encima vienen tiempos malos... -dejó inconclusa la frase. Bella evocó lo que alguna vez le habían contado tanto Carlisle cómo alguno de sus cuñados, incluso Edward. El rancho Killarney también había pasado por muy malas épocas, y una vez estuvieron a punto de rozar la quiebra absoluta.
La joven miró su reloj, y descubrió con incredulidad que pasaban de las once de la noche.
-Dios; es tardísimo, y mañana tenemos clase a primera hora- exclamó, levantándose para ayudar a su amiga a recoger las tazas.
-Deja eso- la regañó la joven morena, con cariño -Randall, creo que deberíamos acercar a Bella a su casa, es muy tarde-.
-No os molestéis, puedo coger un taxi...- declinó ésta el ofrecimiento.
-Por supuesto que te llevaremos Bella- ahora el que habló fue el propio Randall -es muy tarde para que busques un taxi a estas horas... Edward no me lo perdonaría si te pasara algo- le dijo éste, esbozando una sonrisa malévola y divertida.
Esas fueron las palabras mágicas para la joven, y accedió a que sus amigos la acercaran hasta su casa. Justo antes de despedirse, Leah volvió a insistir con el tema de la fiesta. Para sorpresa de Bella, Leah iba a ir.
-Vamos Bella; será divertido- le suplicó -apuesto a que Edward te ha dicho que vayas y te diviertas-.
-"Por supuesto que debes ir, cariño; también te mereces salir y evadirte un poco de la rutina"- expresó con voz solemne -esas fueron sus palabras- les relató a la pareja, que la escuchaban divertidos.
-¿Lo ves?- dijo Leah, cómo si fuera lo más obvio del mundo -te prometo que volveremos pronto a casa- insistió de nuevo. La joven exhaló un suspiro cargado de paciencia.
-Cuándo Cindy y tú os aliáis, sois terribles- murmuró entre dientes; Randall seguía atento a la conversación de las chicas, sonriendo divertido y negando con la cabeza -está bien- Leah sonrió, en un gesto de clara victoria -sólo un rato, vemos el ambiente y nos volvemos; al día siguiente por la mañana regresa Edward y...- su amiga la interrumpió.
-Te prometo que a la mañana siguiente estarás fresca cómo una lechuga para recibir a tu hombre- juró, poniendo un tono de voz sexy, lo que provocó que los tres se echaran a reír.
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El dichoso día de la fiesta llegó; media facultad estaba más que emocionada por asistir a uno de los mayores eventos celebrados en el campus, palabras textuales de los estudiantes de la universidad de San Antonio.
Quedó con los chicos en la entrada del gimnasio dónde se celebraría la fiesta; de modo que a eso de las ocho de la tarde, empezó a arreglarse. Justo cuándo salía de la ducha, su móvil sonaba. Con paso apresurado se dirigió hacia el dormitorio, y esbozó una sonrisa antes de descolgar.
-Hola vaquero-.
-Hola preciosa, ¿cómo estás?- la suave voz de Edward, siempre tan cariñoso con ella, hizo que su corazón se encogiera de ternura y emoción.
-Bien; justo acabo de ducharme- le contó mientras se sentaba en la cama, envuelta en el albornoz y con una toalla en su cabeza.
-Daría lo que fuera por haber presenciado eso en directo- la joven sintió cómo enrojecía desde la raíz de su cabello hasta las uñas de sus pies... no podía evitarlo, era superior a sus fuerzas.
-¿Cómo va todo?- preguntó, en un intento por cambiar de tema. Edward se dio cuenta de sus intenciones, y rió divertido.
-Aún con el tiempo que llevamos de novios te sonrojas; eres adorable- parecía que la estaba viendo, envuelta en las toallas y con ese tono color cereza alojándose en la piel de su rostro y escote -estamos bien, pero muy cansados... y deseando llegar a casa- respondió a la pregunta de su pequeña.
-Yo también quiero que llegues- suspiró ella -te he echado mucho de menos-.
-Y yo cariño, no sabes cuánto -respondió el joven -pero ya no me iré más de viaje hasta dentro de un par de meses, por lo menos- le recordó. Ella sonrió mientras escuchaba sus palabras... era tan cariñoso y considerado.
-¿Cómo está Jake?-.
-Está aquí conmigo, te manda recuerdos -le dijo -y también tiene unas ganas locas de volver a casa con sus chicas- le relató.
-Es comprensible- le dio la razón Bella -dale recuerdos de mi parte-.
-Se los daré; y bien, ¿animada para la fiesta de esta noche?- inquirió el joven ranchero, cambiando de tema.
-No mucho, la verdad- contestó -creo que volveré pronto-.
-Cariño, te mereces salir y divertirte un poco- le medio reprochó Edward -Jake dice que te diviertas; y que si él estuviera allí, se iría contigo sin dudarlo -.
-Eso no lo dudo- rodó los ojos Bella; por detrás del teléfono se oían las risas de su cuñado... pero también se oía bastante jaleo -¿dónde estáis?; se oyen muchas voces- le preguntó, extrañada; para esa hora solían estar ya en el hotel.
-Hemos salido a cenar y a tomar algo- le explicó tan tranquilo su novio, aunque por detrás de él se oía la risilla pícara de Jake, que seguro estaría diciendo alguna de sus lindezas.
-Espero que lo paséis bien- les deseó la joven.
-Y yo espero que disfrutes de la fiesta; tengo que colgar cariño, ya vamos a sentarnos a cenar- se despidió -mañana antes de lo que piensas, estaré en casa-.
-Te espero- exclamó Bella, con una sonrisa de tonta enamorada en su cara -te quiero-.
-Y yo a ti cariño; hasta mañana- respondió el joven.
-Hasta mañana- Bella colgó el teléfono, impaciente por que las horas pasaran lo más rápido que fuera posible. En el fondo, reconocía que tenía cierta curiosidad por ir a su primera fiesta universitaria... y quizá todos, incluido su novio, tenían razón y también se merecía un poco de diversión.
Con ese pensamiento y un poco más animada acerca del tema, se levantó para terminar de prepararse. Una hora después, se estudiaba minuciosamente en el enorme espejo de la entrada. Se decantó por unos vaqueros ajustados, con botas altas por encima de ellos, negras y de tacón. Un top color esmeralda, uno de sus colores favoritos por razones obvias, se anudaba a su cuello. Completaba su atuendo la cazadora que le había regalado Esme, y la coleta alta y el sutil maquillaje hizo que se viera atractiva.
Una media hora después pagó al taxista y descendió del automóvil, y no tuvo que buscar mucho con la mirada para dar con sus amigos, que la esperaban.
-¡Bella, aquí!- llamó su atención Cindy, muy guapa con un vestido en tonos marrones y altísimos zapatos de tacón.
-¡Wow!- menudo cambio -alabó Zack -si yo fuera Edward y estuviera aquí, no te quitaría el ojo de encima- Bella rodó los ojos.
-No le hagas caso- le previno Leah -ahora vamos a divertirnos- con esa afirmación, el grupo entero se dirigió hacia el interior del gimnasio. Anne y Henry también estaban; ésta apenas le dirigió una mirada y un escueto hola. Henry se mantuvo callado, pero apenas podía apartar su vista de Bella.
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El gimnasio estaba a rebosar; la voz de había corrido de tal manera por el resto de facultades, que todos los alumnos de la inmensa Universidad estatal de San Antonio estaban allí congregados. En la pared norte habían instalado una inmensa barra para servir bebidas, y al fondo el DJ que había contratado la organización pinchaba sin parar las canciones de moda. El grupo entero se dirigió hacia la barra, dónde los chicos se encargaron de pedir unas cervezas para todos.
-Está a rebosar- exclamó Cindy, ya con la cerveza en la mano y meneándose ligeramente, al ritmo de la música.
-Podríamos acercanos un poco hacia el centro, para bailar un rato- propuso Anne. Leah y Bella desecharon el ofrecimiento, y observaron cómo las chicas se dirigían hacia la pista de baile. No se dieron cuenta de que Zack y Henry estaban detrás de ellas.
-Se nota que el equipo de baloncesto de la universidad está cerca- comentó Henry, señalándoles a un grupo de chicos altos y fuertes.
-Por eso Anne quería acercarse hacia esa zona- exclamó Leah, arrancando las carcajadas de Bella y de ambos jóvenes -será mejor que le eches un ojo a Cindy- le guiñó un ojo a Zack, en alusión al comentario, en broma, acerca de su novia.
-Me fío totalmente de ella- exclamó con solemnidad -es cómo cuándo admira por la televisión a alguno de los tíos que tanto os gustan- Bella contuvo la risa, ante la cara de Leah.
-Vosotros sí que babeáis cuándo veis a ciertas presentadoras y actrices- contestó la joven morena.
-Y a unas cuantas modelos- añadió Bella, con una sonrisa divertida. Eso desembocó en una pelea, sin maldad alguna, entre Zack y Leah. La joven castaña asistía en silencio al intecambio de opiniones; unos minutos después Henry se posicionó a su lado.
-Cuándo Leah se pone feminista no hay quién la gane- exclamó divertido, en voz alta a causa del intenso sonido de la música, y muy cerca de Bella.
-Eso es cierto- contestó ella, casi a voz en grito. Henry iba a hablarle de nuevo, pero justo en ese momento Bella se encontró con una compañera de clase, y mantuvieron una breve charla. Al terminar se giró de nuevo hacia el joven, que la recibió con una sonrisa inmensa en su cara.
-Era Cathy, una compañera de clase- le intentó decir, pero la música estaba tan alta que no se podía escuchar nada.
-¿Quieres salir un poco, a tomar el aire?- le hizo a Bella una señal con la mano, indicándole la puerta. La joven afirmó con la cabeza. Nada más salir, y aunque hacía frío, Bella respiró profundamente, y sintió una sensación de alivio cuándo el aire refrescó su cuerpo.
-¿Mejor?- interrogó el joven.
-Uuffssss...- resopló la joven, con una graciosa mueca -hacía demasiado calor ahí dentro-.
-Cierto- le dio la razón -no me van las aglomeraciones; ya sabes, el agobio de gente y todo eso-.
-A mi tampoco- admitió ésta -Leah y Cindy insistieron para que viniera-.
-Me alegro de que lo hayas hecho- Bella observó detenidamente al joven, que de repente se había acercado demasiado a ella -estás muy guapa esta noche-.
-Gracias- susurró, sintiéndose un poco incómoda.
-¿Puedo hacerte una pregunta?- Bella esperó en silencio, instándole a continuar.
-Verás... yo... ésto... quisiera saber si lo tuyo con Edward va en serio- pronunció torpemente Henry; la joven se quedó estática, mirándole con los ojos a punto de salirse de las órbitas.
-Henry... yo... ¿qué te hace pensar que lo mío con Edward es una simple aventura?- le reclamó, frunciendo el ceño y cabreándose.
-Vamos Bella; te lleva más de diez años, y ...-.
-¿Y qué?- exclamó ésta, elevando considerablemente el tono de voz -Henry, Edward es mi novio, y le quiero muchísimo; y tengo plena confianza en él, y en sus sentimientos e intenciones hacia mi- el corazón de Henry se constreñía con cada palabra de la joven.
-Bella... ¿quién te garantiza que no eres su capricho pasajero, y que no se cansará de ti tarde o temprano?- le preguntó el joven -Bella; tu me gustas mucho, y si tú quisieras yo podr...- la joven volvió a interrumpirle.
-Si todos supiéramos lo que va a pasar en el futuro, haríamos las cosas de otra manera, y tomaríamos otras decisiones- espetó, seria y dando un par de pasos hacia atrás -Henry- exclamó en un suspiro -eres un chico estupendo... pero no puedo verte de la forma que tú quieres que te vea. Quiero a Edward, y él me ha demostrado sus sentimientos con creces- el joven la escuchaba cabizbajo -no sabemos lo que ocurrirá en el futuro... pero de momento estamos juntos- el joven se tomó unos instantes, antes de hablar.
-Te estás equivocando Bella, ese hombre no es para ti- la paciencia de la joven se esfumó; ¿tanto le costaba a Henry asimilar una negativa?. Bella no quiso escuchar más, y de dio la vuelta, sin decir una sola palabra, pero una mano agarró su brazo, impidiéndole continuar.
-Suéltame, por favor- le exigió de manera calmada.
-Sólo te pido que me escuches- volvió a insistir.
-No hay nada que escuchar; tengo novio, y se llama Edward Cullen- siseó entre dientes -y te vuelvo a repetir que me sueltes-.
-Bella, yo...- una voz de hombre interrumpió a Henry... una voz que reconocería entre miles llegó a los oídos de la joven, y su corazón dio un brinco.
-Suéltala-.
Edward estaba a sólo unos metros de ellos; con los puños cerrados y la mandíbula tan apretada que Bella pensó que se le desencajaría. No la miraba a ella, miraba a henry directamente a los ojos, y vio chispas de furia brotar de ellos.
-Suelta a mi novia- el joven deshizo su agarre del brazo de la joven, y ésta se apresuró a su encuentro... pero la reacción de él la dejó desconcertada.
-Sube al coche- le ordenó sin apenas mirarla.
-¿Qué estás haciendo aquí?- se atrevió a preguntarle, con voz temblorosa.
-Cuándo hablamos esta tarde, Jake y yo estábamos en el aeropuerto; quería darte una sorpresa- le explicó sin dar más detalles -y ahora sube al coche, por favor- le volvió a repetir, esta vez con el tono de voz suavizado.
Bella decidió no empeorar las cosas, e hizo lo que su novio le pedía. Vio cómo avanzaba con paso lento hacia Henry, y bajó la ventanilla para intentar captar algo de lo que hablaban. Pudo distinguir la furia y la rabia contenida en la voz del ranchero.
-No te lo voy a decir más que una vez; Isabella Swan es mi novia, y no quiero que la vuelvas a increpar de esa forma, y mucho menos a insinuar que la quiero sólo para pasar el rato- Bella gimió para sus adentros... había escuchado toda la conversación, o buena parte de ella.
-No eres bueno para ella- le desafió éste, y la reacción de Edward no se hizo esperar. Le cogió por la chaqueta con los puños cerrados, y lo empujó hasta que la espalda del joven chocó contra la pared.
-No codicies lo que no puedes tener- le escupió, rabioso -no sabes nada acerca de mi; Bella es mi novia, y ella misma te lo ha dejado más que claro; no te vuelvas a acercar a ella, o no respondo de mis actos-.
-¿Es una amenaza?- le desafió el joven, nada atemorizado... ¿cómo podía seguir siendo así de prepotente?.
-Es una advertencia- le aclaró el joven de cabello cobrizo, antes de soltarle y dirigirse hacia el coche. Henry vio cómo le alejaba el volvo plateado, y con ellos todas sus ilusiones... no quería que las cosas se hubiesen torcido de esa manera... pero tenía que luchar por ella.
El viaje de regreso a casa estuvo sumido en el más absoluto de los silencios; Bella no había hecho nada... pero mucho se temía que, en cuánto entrasen por la puerta, el gen posesivo y celoso marca Cullen iba a despertar en todo su esplendor... y no podía hacerse una idea de lo nada equivocada que estaba.
La semana pasó cómo una exhalación para la joven Isabella Swan; y para cuándo se quiso dar cuenta, despedía a Edward y a su cuñado Jake, que estaría fuera durante toda la semana, debido a los negocios del rancho. Después de que Jake la levantara por los aires, en un enorme abrazo de oso, fue el turno de despedirse de su novio.
-Cuídate mucho- susurró con los labios pegados al cuello del joven, que sintió una agradable sensación de cosquilleo en su piel, justo dónde chocó el aliento de su pequeña.
-Soy yo el que no me voy tranquilo, mi vida- respondió éste de vuelta, estrechándola con suavidad entre sus brazos -no me gusta dejarte sola tanto tiempo- era cierto, no le gustaba para nada esos viajes... antes eran su salvación para salir del rancho y dejar de pensar en su dulce tormento... pero ahora no llevaba nada bien dejar sola a su pequeña... más si cabe, desde que se percató, la semana pasada, de que Henry albergaba ciertos sentimientos por ella.
Bien es cierto que el asunto quedó ahí; por el bien de su relación con Bella, y el suyo propio, se obligó a mantener su vena celosa bajo control... confiaba en su pequeña, y en la relación que tenían; el problema radicaba en que no se fiaba en absoluto en ese chico. Esperaba que sus gestos y actitud le dejaran claro al Henry de las narices que Bella era su novia; y que ella, por asombroso que le siguiera pareciendo, lo había escogido a él.
Desechó a un lado esos pensamientos, por su propia salud, y con uno de sus dedos hizo que su pequeña le encarase; sin decir una sola palabra, bajó los labios al encuentro de los de su novia, y la besó hasta dejarla sin aliento. En circunstancias normales no haría ésto delante de su hermano, y era consciente de que tendría cachondeo hasta que aterrizaran en San diego... pero en esos instantes le daba igual; necesitaba embotarse de la esencia y del sabor de Bella, y demostrarle, aunque fuera en silencio, quién la cuidaría y amaría por el resto de sus días.
La joven castaña respondió gustosa y con el mismo ímpetu al beso que le regalaba Edward; pero cuándo se separaron, jadeantes, el matiz que adornaba los ojos de su novio la inquietó ligeramente.
-Edward, ¿qué va mal?- interrogó, mirándole preocupada; ese beso le había dejado un sabor que aún no conseguía descifrar.
-Nada en absoluto, cariño- respondió éste -¿no puedo besar a mi preciosa novia, a la que por cierto, no voy a ver en una semana?- inquirió con tono juguetón. Ella rió, negando con la cabeza, observando cómo Edward había sacado su sonrisa estilo Cullen a relucir.
No se habían dado cuenta de que Jake, en un intento de darles privacidad, se había introducido en el coche, y por la sonrisa de su cara Bella adivinó que hablaba con Nessie. Su novio la abrazó con fuerza una vez más.
-En cuánto nos instalemos en el hotel te llamo- le prometió.
-Cuídate mucho- le susurró ésta simplemente -se os va a hacer tarde- le indicó, deshaciéndose con cuidado de la cárcel en la que se habían convertido los brazos de su novio -Jake se va a impacientar- dijo con una risilla.
Dos minutos después, Bella veía cómo el volvo gris se perdía, camino del aeropuerto de Houston, para coger desde allí un vuelo directo a tierras californianas. El automóvil dobló la esquina, y la joven castaña emitió un profundo suspiro antes de adentrarse de nuevo en el edificio, deseando que la semana pasara lo más rápido posible.
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Fue un fin de semana extremadamente tranquilo; el mismo viernes en el que se fueron Edward y Jake bajó a hacer unas escasas compras al supermercado, y apenas salió para nada. Se dedicó a hacer las tareas de la casa, adelantar algún que otro trabajo de la universidad para tener las vacaciones un poco libres, y a tumbarse en el sofá a ver la televisión, leer o descansar.
El lunes Leah no acudió a clase, ya que ella y Randall debían ir a resolver los últimos papeleos de compra-venta de su casa. No vio a Henry ni a Anne, que desde su desafortunado encuentro con Edward apenas se dejaba ver unos pocos minutos. A los que si vio en la hora del café fue a Zack y a Cindy; cargando con su habitual capuccino y un delicioso bollo de canela, se dirigió a la mesa dónde la pareja se encontraba.
-¡Bella!- exclamó la joven rubia, con una inmensa sonrisa.
-Hola chicos- saludó ésta, dejando la bandeja y después su bolso, para después tomar asiento.
-¿Cómo van las clases?- interrogó Zack, masticando un enorme bollo de chocolate.
-No hables con la boca llena- le reprendió su novia, medio enfadada medio divertida; Bella rió con disimulo antes de contestar.
-Bueno... la clase de la señora Vods aburridísima, cómo siempre- bufó -desarrollo psicomotriz y expresión artística un poco más animadas- explicó dando vueltas a su café -¿y vosotros?-.
-Cómo siempre- se encogió de hombros Cindy -sin ninguna novedad-.
-Eso no es cierto- exclamó Zack; ambas chicas lo miraron sin entender de qué estaba hablando -¿no os habéis enterado?- preguntó asombrado. Bella negó con la cabeza.
-¿Enterarnos de qué, exactamente?- interrogó Cindy a su novio.
-De la fiesta que dan las facultades de Medicina y Biología- les empezó a relatar -es el viernes en el gimnasio principal. Quieren recaudar dinero para ampliar la biblioteca y adquirir material para los laboratorios-.
-¿Y de esa parte no debería encargarse la universidad?- objetó Cindy -bastante les pagamos con las matrículas y los cursos en sí-.
-Por lo visto lleva siendo un tema polémico desde el comienzo del curso- aclaró el joven -uno de mis compañeros de piso estudia medicina, y me ha ido contando el tema-.
-¿Y el decano ha dado el visto bueno?- preguntó ahora Bella, un poco sorprendida. Había visto al decano de la universidad en una ocasión; era un hombre que rondaría los sesenta años, de complexión delgada y el pelo cano... y con un rictus serio y aterrador en su cara; la joven castaña dudaba que le gustara cualquier tipo de diversión estudiantil.
-Parece ser que ha accedido- musitó Cindy.
-No le pareció mal que los alumnos organizaran una fiesta, a fin de recaudar fondos para el material; podríamos ir a ver qué se cuece por allí- sugirió animado. Cindy asintió entusiasmada, pero a Bella no es que le apeteciera mucho ir. Nunca había sido muy de fiestas universitarias, no le gustaban mucho las aglomeraciones de gente, y el alcohol no beneficiaba a su cordura en absoluto... todavía recordaba la despedida de soltera de Nessie.
-Vamos Bella, anímate- le pidió su amiga.
-Dile a Edward que venga- sugirió Zack.
-Está en San Diego con su hermano, y no regresa hasta el sábado- les recordó.
-Es verdad- cayó ésta en la cuenta -pero podrías venirte tú-.
-No sé...- decía Bella, claramente dubitativa; si fuera Leah con ella se lo pensaría. Pero en ese aspecto se parecían demasiado, ya que Leah huía, literalmente hablando, de ese tipo de fiestas.
-Vamos Bella- rogó de nuevo Cindy -saldríamos un rato y nos lo pasaríamos bien- la joven suspiró antes de responder.
-No sé...- seguía dubitativa; si hablaba con Edward seguro la animaba a ir... pero no le apetecía ni pizca.
-Tengo cuatro días para convencerte- aseguró su rubia amiga, muy pagada de si misma. Bella sonrió divertida, negando con la cabeza.
-Yo que tú, no cantaría victoria tan fácilmente- le advirtió su novio -esta hermosa joven no se dará por vencida hasta que no te arrastre a esa fiesta- dijo de manera teatral, para después dejar un pequeño beso en la mejilla de su novia.
-Ya veremos- fue lo último que dijo Bella acerca del tema... pero presentía que el asunto no estaba para nada finiquitado.
0o0o0o0o0o0
Y su intuición no la engañó; el miércoles Leah y Randall se empeñaron en invitarla a cenar en su casa, dado que estaba sola. Compartieron una agradable charla en torno a un sencilla cena, y la conversación siguió en torno al café que vino a continuación.
-¿Cómo le va a Edward en San Diego?- le preguntó Randall.
-Han cerrado varias ventas de reses para crianza- les empezó a relatar la joven castaña -aparte de eso, agotados de ir de rancho en rancho, visitando a los clientes-.
-Es comprensible- le dio la razón Leah.
-Un rancho conlleva muchísimo trabajo- le dio la razón Randall a su mujer -la gente se piensa que las vacas y toros se cuidan solas; y no se dan cuenta de lo que implica un negocio de esa magnitud-.
-Los animales, los proveedores de pienso, la contabilidad...- enumeró Bella, asintiendo con una pequeña sonrisa.
-Exacto- aprobó Randall -hay que trabajar muy duro para sacar todo eso adelante, y si encima vienen tiempos malos... -dejó inconclusa la frase. Bella evocó lo que alguna vez le habían contado tanto Carlisle cómo alguno de sus cuñados, incluso Edward. El rancho Killarney también había pasado por muy malas épocas, y una vez estuvieron a punto de rozar la quiebra absoluta.
La joven miró su reloj, y descubrió con incredulidad que pasaban de las once de la noche.
-Dios; es tardísimo, y mañana tenemos clase a primera hora- exclamó, levantándose para ayudar a su amiga a recoger las tazas.
-Deja eso- la regañó la joven morena, con cariño -Randall, creo que deberíamos acercar a Bella a su casa, es muy tarde-.
-No os molestéis, puedo coger un taxi...- declinó ésta el ofrecimiento.
-Por supuesto que te llevaremos Bella- ahora el que habló fue el propio Randall -es muy tarde para que busques un taxi a estas horas... Edward no me lo perdonaría si te pasara algo- le dijo éste, esbozando una sonrisa malévola y divertida.
Esas fueron las palabras mágicas para la joven, y accedió a que sus amigos la acercaran hasta su casa. Justo antes de despedirse, Leah volvió a insistir con el tema de la fiesta. Para sorpresa de Bella, Leah iba a ir.
-Vamos Bella; será divertido- le suplicó -apuesto a que Edward te ha dicho que vayas y te diviertas-.
-"Por supuesto que debes ir, cariño; también te mereces salir y evadirte un poco de la rutina"- expresó con voz solemne -esas fueron sus palabras- les relató a la pareja, que la escuchaban divertidos.
-¿Lo ves?- dijo Leah, cómo si fuera lo más obvio del mundo -te prometo que volveremos pronto a casa- insistió de nuevo. La joven exhaló un suspiro cargado de paciencia.
-Cuándo Cindy y tú os aliáis, sois terribles- murmuró entre dientes; Randall seguía atento a la conversación de las chicas, sonriendo divertido y negando con la cabeza -está bien- Leah sonrió, en un gesto de clara victoria -sólo un rato, vemos el ambiente y nos volvemos; al día siguiente por la mañana regresa Edward y...- su amiga la interrumpió.
-Te prometo que a la mañana siguiente estarás fresca cómo una lechuga para recibir a tu hombre- juró, poniendo un tono de voz sexy, lo que provocó que los tres se echaran a reír.
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El dichoso día de la fiesta llegó; media facultad estaba más que emocionada por asistir a uno de los mayores eventos celebrados en el campus, palabras textuales de los estudiantes de la universidad de San Antonio.
Quedó con los chicos en la entrada del gimnasio dónde se celebraría la fiesta; de modo que a eso de las ocho de la tarde, empezó a arreglarse. Justo cuándo salía de la ducha, su móvil sonaba. Con paso apresurado se dirigió hacia el dormitorio, y esbozó una sonrisa antes de descolgar.
-Hola vaquero-.
-Hola preciosa, ¿cómo estás?- la suave voz de Edward, siempre tan cariñoso con ella, hizo que su corazón se encogiera de ternura y emoción.
-Bien; justo acabo de ducharme- le contó mientras se sentaba en la cama, envuelta en el albornoz y con una toalla en su cabeza.
-Daría lo que fuera por haber presenciado eso en directo- la joven sintió cómo enrojecía desde la raíz de su cabello hasta las uñas de sus pies... no podía evitarlo, era superior a sus fuerzas.
-¿Cómo va todo?- preguntó, en un intento por cambiar de tema. Edward se dio cuenta de sus intenciones, y rió divertido.
-Aún con el tiempo que llevamos de novios te sonrojas; eres adorable- parecía que la estaba viendo, envuelta en las toallas y con ese tono color cereza alojándose en la piel de su rostro y escote -estamos bien, pero muy cansados... y deseando llegar a casa- respondió a la pregunta de su pequeña.
-Yo también quiero que llegues- suspiró ella -te he echado mucho de menos-.
-Y yo cariño, no sabes cuánto -respondió el joven -pero ya no me iré más de viaje hasta dentro de un par de meses, por lo menos- le recordó. Ella sonrió mientras escuchaba sus palabras... era tan cariñoso y considerado.
-¿Cómo está Jake?-.
-Está aquí conmigo, te manda recuerdos -le dijo -y también tiene unas ganas locas de volver a casa con sus chicas- le relató.
-Es comprensible- le dio la razón Bella -dale recuerdos de mi parte-.
-Se los daré; y bien, ¿animada para la fiesta de esta noche?- inquirió el joven ranchero, cambiando de tema.
-No mucho, la verdad- contestó -creo que volveré pronto-.
-Cariño, te mereces salir y divertirte un poco- le medio reprochó Edward -Jake dice que te diviertas; y que si él estuviera allí, se iría contigo sin dudarlo -.
-Eso no lo dudo- rodó los ojos Bella; por detrás del teléfono se oían las risas de su cuñado... pero también se oía bastante jaleo -¿dónde estáis?; se oyen muchas voces- le preguntó, extrañada; para esa hora solían estar ya en el hotel.
-Hemos salido a cenar y a tomar algo- le explicó tan tranquilo su novio, aunque por detrás de él se oía la risilla pícara de Jake, que seguro estaría diciendo alguna de sus lindezas.
-Espero que lo paséis bien- les deseó la joven.
-Y yo espero que disfrutes de la fiesta; tengo que colgar cariño, ya vamos a sentarnos a cenar- se despidió -mañana antes de lo que piensas, estaré en casa-.
-Te espero- exclamó Bella, con una sonrisa de tonta enamorada en su cara -te quiero-.
-Y yo a ti cariño; hasta mañana- respondió el joven.
-Hasta mañana- Bella colgó el teléfono, impaciente por que las horas pasaran lo más rápido que fuera posible. En el fondo, reconocía que tenía cierta curiosidad por ir a su primera fiesta universitaria... y quizá todos, incluido su novio, tenían razón y también se merecía un poco de diversión.
Con ese pensamiento y un poco más animada acerca del tema, se levantó para terminar de prepararse. Una hora después, se estudiaba minuciosamente en el enorme espejo de la entrada. Se decantó por unos vaqueros ajustados, con botas altas por encima de ellos, negras y de tacón. Un top color esmeralda, uno de sus colores favoritos por razones obvias, se anudaba a su cuello. Completaba su atuendo la cazadora que le había regalado Esme, y la coleta alta y el sutil maquillaje hizo que se viera atractiva.
Una media hora después pagó al taxista y descendió del automóvil, y no tuvo que buscar mucho con la mirada para dar con sus amigos, que la esperaban.
-¡Bella, aquí!- llamó su atención Cindy, muy guapa con un vestido en tonos marrones y altísimos zapatos de tacón.
-¡Wow!- menudo cambio -alabó Zack -si yo fuera Edward y estuviera aquí, no te quitaría el ojo de encima- Bella rodó los ojos.
-No le hagas caso- le previno Leah -ahora vamos a divertirnos- con esa afirmación, el grupo entero se dirigió hacia el interior del gimnasio. Anne y Henry también estaban; ésta apenas le dirigió una mirada y un escueto hola. Henry se mantuvo callado, pero apenas podía apartar su vista de Bella.
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El gimnasio estaba a rebosar; la voz de había corrido de tal manera por el resto de facultades, que todos los alumnos de la inmensa Universidad estatal de San Antonio estaban allí congregados. En la pared norte habían instalado una inmensa barra para servir bebidas, y al fondo el DJ que había contratado la organización pinchaba sin parar las canciones de moda. El grupo entero se dirigió hacia la barra, dónde los chicos se encargaron de pedir unas cervezas para todos.
-Está a rebosar- exclamó Cindy, ya con la cerveza en la mano y meneándose ligeramente, al ritmo de la música.
-Podríamos acercanos un poco hacia el centro, para bailar un rato- propuso Anne. Leah y Bella desecharon el ofrecimiento, y observaron cómo las chicas se dirigían hacia la pista de baile. No se dieron cuenta de que Zack y Henry estaban detrás de ellas.
-Se nota que el equipo de baloncesto de la universidad está cerca- comentó Henry, señalándoles a un grupo de chicos altos y fuertes.
-Por eso Anne quería acercarse hacia esa zona- exclamó Leah, arrancando las carcajadas de Bella y de ambos jóvenes -será mejor que le eches un ojo a Cindy- le guiñó un ojo a Zack, en alusión al comentario, en broma, acerca de su novia.
-Me fío totalmente de ella- exclamó con solemnidad -es cómo cuándo admira por la televisión a alguno de los tíos que tanto os gustan- Bella contuvo la risa, ante la cara de Leah.
-Vosotros sí que babeáis cuándo veis a ciertas presentadoras y actrices- contestó la joven morena.
-Y a unas cuantas modelos- añadió Bella, con una sonrisa divertida. Eso desembocó en una pelea, sin maldad alguna, entre Zack y Leah. La joven castaña asistía en silencio al intecambio de opiniones; unos minutos después Henry se posicionó a su lado.
-Cuándo Leah se pone feminista no hay quién la gane- exclamó divertido, en voz alta a causa del intenso sonido de la música, y muy cerca de Bella.
-Eso es cierto- contestó ella, casi a voz en grito. Henry iba a hablarle de nuevo, pero justo en ese momento Bella se encontró con una compañera de clase, y mantuvieron una breve charla. Al terminar se giró de nuevo hacia el joven, que la recibió con una sonrisa inmensa en su cara.
-Era Cathy, una compañera de clase- le intentó decir, pero la música estaba tan alta que no se podía escuchar nada.
-¿Quieres salir un poco, a tomar el aire?- le hizo a Bella una señal con la mano, indicándole la puerta. La joven afirmó con la cabeza. Nada más salir, y aunque hacía frío, Bella respiró profundamente, y sintió una sensación de alivio cuándo el aire refrescó su cuerpo.
-¿Mejor?- interrogó el joven.
-Uuffssss...- resopló la joven, con una graciosa mueca -hacía demasiado calor ahí dentro-.
-Cierto- le dio la razón -no me van las aglomeraciones; ya sabes, el agobio de gente y todo eso-.
-A mi tampoco- admitió ésta -Leah y Cindy insistieron para que viniera-.
-Me alegro de que lo hayas hecho- Bella observó detenidamente al joven, que de repente se había acercado demasiado a ella -estás muy guapa esta noche-.
-Gracias- susurró, sintiéndose un poco incómoda.
-¿Puedo hacerte una pregunta?- Bella esperó en silencio, instándole a continuar.
-Verás... yo... ésto... quisiera saber si lo tuyo con Edward va en serio- pronunció torpemente Henry; la joven se quedó estática, mirándole con los ojos a punto de salirse de las órbitas.
-Henry... yo... ¿qué te hace pensar que lo mío con Edward es una simple aventura?- le reclamó, frunciendo el ceño y cabreándose.
-Vamos Bella; te lleva más de diez años, y ...-.
-¿Y qué?- exclamó ésta, elevando considerablemente el tono de voz -Henry, Edward es mi novio, y le quiero muchísimo; y tengo plena confianza en él, y en sus sentimientos e intenciones hacia mi- el corazón de Henry se constreñía con cada palabra de la joven.
-Bella... ¿quién te garantiza que no eres su capricho pasajero, y que no se cansará de ti tarde o temprano?- le preguntó el joven -Bella; tu me gustas mucho, y si tú quisieras yo podr...- la joven volvió a interrumpirle.
-Si todos supiéramos lo que va a pasar en el futuro, haríamos las cosas de otra manera, y tomaríamos otras decisiones- espetó, seria y dando un par de pasos hacia atrás -Henry- exclamó en un suspiro -eres un chico estupendo... pero no puedo verte de la forma que tú quieres que te vea. Quiero a Edward, y él me ha demostrado sus sentimientos con creces- el joven la escuchaba cabizbajo -no sabemos lo que ocurrirá en el futuro... pero de momento estamos juntos- el joven se tomó unos instantes, antes de hablar.
-Te estás equivocando Bella, ese hombre no es para ti- la paciencia de la joven se esfumó; ¿tanto le costaba a Henry asimilar una negativa?. Bella no quiso escuchar más, y de dio la vuelta, sin decir una sola palabra, pero una mano agarró su brazo, impidiéndole continuar.
-Suéltame, por favor- le exigió de manera calmada.
-Sólo te pido que me escuches- volvió a insistir.
-No hay nada que escuchar; tengo novio, y se llama Edward Cullen- siseó entre dientes -y te vuelvo a repetir que me sueltes-.
-Bella, yo...- una voz de hombre interrumpió a Henry... una voz que reconocería entre miles llegó a los oídos de la joven, y su corazón dio un brinco.
-Suéltala-.
Edward estaba a sólo unos metros de ellos; con los puños cerrados y la mandíbula tan apretada que Bella pensó que se le desencajaría. No la miraba a ella, miraba a henry directamente a los ojos, y vio chispas de furia brotar de ellos.
-Suelta a mi novia- el joven deshizo su agarre del brazo de la joven, y ésta se apresuró a su encuentro... pero la reacción de él la dejó desconcertada.
-Sube al coche- le ordenó sin apenas mirarla.
-¿Qué estás haciendo aquí?- se atrevió a preguntarle, con voz temblorosa.
-Cuándo hablamos esta tarde, Jake y yo estábamos en el aeropuerto; quería darte una sorpresa- le explicó sin dar más detalles -y ahora sube al coche, por favor- le volvió a repetir, esta vez con el tono de voz suavizado.
Bella decidió no empeorar las cosas, e hizo lo que su novio le pedía. Vio cómo avanzaba con paso lento hacia Henry, y bajó la ventanilla para intentar captar algo de lo que hablaban. Pudo distinguir la furia y la rabia contenida en la voz del ranchero.
-No te lo voy a decir más que una vez; Isabella Swan es mi novia, y no quiero que la vuelvas a increpar de esa forma, y mucho menos a insinuar que la quiero sólo para pasar el rato- Bella gimió para sus adentros... había escuchado toda la conversación, o buena parte de ella.
-No eres bueno para ella- le desafió éste, y la reacción de Edward no se hizo esperar. Le cogió por la chaqueta con los puños cerrados, y lo empujó hasta que la espalda del joven chocó contra la pared.
-No codicies lo que no puedes tener- le escupió, rabioso -no sabes nada acerca de mi; Bella es mi novia, y ella misma te lo ha dejado más que claro; no te vuelvas a acercar a ella, o no respondo de mis actos-.
-¿Es una amenaza?- le desafió el joven, nada atemorizado... ¿cómo podía seguir siendo así de prepotente?.
-Es una advertencia- le aclaró el joven de cabello cobrizo, antes de soltarle y dirigirse hacia el coche. Henry vio cómo le alejaba el volvo plateado, y con ellos todas sus ilusiones... no quería que las cosas se hubiesen torcido de esa manera... pero tenía que luchar por ella.
El viaje de regreso a casa estuvo sumido en el más absoluto de los silencios; Bella no había hecho nada... pero mucho se temía que, en cuánto entrasen por la puerta, el gen posesivo y celoso marca Cullen iba a despertar en todo su esplendor... y no podía hacerse una idea de lo nada equivocada que estaba.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 29: Miedo, celos y arrepentimiento
El viaje de vuelta hacia el apartamento era una sucesión de silencios encadenados, a cada cual más inquietante. La pareja mantuvo las distancias, cada uno de ellos sumidos en sus propios pensamientos.
Bella observaba las silenciosas calles de San Antonio a través de la ventanilla; retorcía una y otra vez sus dedos y se mordía el labio en un gesto inquietante. Edward había dejado más que claro que había escuchado la mayoría de la conversación... pero viéndole apretar los nudillos mientras agarraba el volante, su ceño fruncido y la mandíbula dibujando un rictus tenso y furioso, estaba más que segura de que una discusión se avecinaba.
El joven no le dirigió la palabra a su novia mientras aparcaba en el garaje, ni cuándo ambos tomaron el ascensor. Nada más cruzar el umbral la joven vio las maletas, todavía en el recibidor. Dedujo que Edward había pasado por casa antes de personarse en la fiesta. Se dio ánimos para sus adentros, y después de que un largo y pesado suspiro saliera de sus labios, se giró para encararle.
-Edward... yo...- no sabía por dónde empezar, y aunque las palabras se arremolinaban en su cabeza y en su garganta, pugnando por salir, no era capaz de articularlas. El joven la miraba con incertidumbre, y la castaña respiró un poco más aliviada al ver cómo las facciones de éste se suavizaron cuándo la miró -lo siento Edward- murmuró pesarosa y agachando la cabeza. Éste frunció el ceño, extrañado por las palabras de su pequeña; lentamente se acercó a ella, tomando sus pequeñas manos, que colgaban inertes de los costados de la joven.
-Bella- la llamó; su tono de voz no reflejaba en absoluto enfado; pero aún así, la joven era incapaz de mirar los ojos verdes que tan enamorada la tenían -Bella cariño...- la apremió de nuevo el joven, apretando con delicadeza una de sus manos -no tienes de qué disculparte; tú no has hecho nada malo- la joven por fin levantó los ojos, y su novio la sonrió cómo sólo sonreía para ella; respiró más tranquila, para poder tomar la palabra.
-Yo sólo intentaba explicárselo, Edward... me cae bien, es mi amigo... per...- el joven negó con la cabeza, interrumpiéndola.
-Ya lo sé cariño; sé que le has explicado la situación; pero ver cómo insistía, sin atender a razones- el tono del joven ranchero volvió a ser colérico y furibundo -y ver cómo te ha agarrado- terminó de mascullar, rabioso.
-No me ha hecho daño, simplemente me tomó por sorpresa-.
-Eso me es indiferente, Bella- contestó serio -no puedo permitir que nadie te haga daño o te toque sin tu consentimiento... per...- se quedó callado, y la joven lo miró extrañada.
-¿Qué pasa?; Edward...-.
-Aunque no me han gustado sus palabras... puede que tenga razón- los ojos de la joven se abrieron por la sorpresa; no podía creer lo que estaba escuchando.
-¿Se puede saber de qué estás hablando?- le reclamó, mosqueada.
-Él se acerca más a tu edad- empezó a enumerar -yo no pienso dejarte, porque tengo claro que no podría vivir sin ti- le explicó pesaroso, bajando ahora la mirada él -per...- la joven se soltó de su agarre, dándole la espalda. Se mantuvo en esa posición unos segundos, para darse la vuelta y quedando frente a él de nuevo.
-¿Esa es la percepción que te doy?- le reclamó furiosa -¿piensas que para mi ésto es un juego, un capricho inmaduro e infantil?-.
-Sé que ahora no lo es- espetó Edward; el enfado de Bella aumentó... ¿tanto miedo tenía de que ella le fuera a dejar?; ¿esa era la confianza que tenía en ella?-.
-¡¿Ahora?- gritó ésta -¿después de todo lo que hemos pasado, todavía te rondan por la cabeza esas estúpidas teorías?-.
-¡Yo sólo sé que eres joven, y te mereces disfrutar de tu juventud!- ahora el joven también gritaba -a veces pienso que te estoy cortando las alas-.
-¡Y la disfruto, y la quiero seguir disfrutando contigo!- respondió, ya hecha un mar de lágrimas.
El corazón de joven se apretujó de manera alarmante en su pecho; si había una cosa que odiara, era ver a su pequeña llorar; por una parte los celos le carcomían de ver a ese moscón molestarla una y otra vez... y por otro lado, tenía un miedo atroz a perderla. Sus debates internos fueron interrumpidos por los sollozos de su pequeña, que se había sentado en el sofá, cubriendo su rostro con las manos y ahogando las lágrimas.
-Bella...- se acercó con cautela a su novia, pero ésta alzó la cabeza, mirándole seria.
-¿Esa es la confianza que tienes en mi... en nuestra relación?- susurró con dolor -te repito por milésima vez que estoy disfrutando de mi juventud- negó dolida con la cabeza -y la estoy disfrutando de la manera que yo quiero... y esa es contigo-.
-Cariño.. yo no...- la muchacha levantó la mano, interrumpiéndole.
-Y yo decido cómo quiero vivir- le explicó, seria cómo nunca antes la había visto -y con quién quiero vivir mi vida... sabes que si me lo pidieras, estaría dispuesta a casarme contigo, independientemente de mi edad; no me importa el que dirán, hace mucho tiempo que dejó de importarme. Y nada ni nadie va a hacer cambiar un ápice mis sentimientos... excepto una persona-.
-Perdóname Bella- le suplicó -tú no tienes la culpa de nada- malditos temores y celos... pensó para sus adentros.
-Edward- llamó su atención para que le escuchara -la única persona que puede hacer que mis sentimientos cambien eres tú mismo; si no tienes la suficiente confianza en mi... en lo nuestro...- la joven dejó la frase inconclusa, negando pesarosa con la cabeza; se levantó sin decir una sola palabra, y se encaminó con paso lento hacia el dormitorio, pero se volvió una vez más, para hablarle -yo no soy Jessica, Edward... y lo último que quiero es hacerte daño-.
Edward la observaba sumido en el silencio; maldijo mentalmente para sus adentros al ver a su pequeña; estaba tan guapa esa noche... y sus malditos miedos y celos lo habían estropeado todo... pero había veces que no podía evitar que esos pensamientos le azotaran.
-Bella...- la llamó -lo siento cariño- susurró con la voz ahogada.
-No lo sientas Edward- contestó ella, en tono monocorde; soltando un lánguido suspiro, pronunció unas palabras que nunca creyó que iban a salir de sus labios -te agradecería que esta noche durmieras en el cuarto de invitados- los ojos de Edward se ensancharon, debido a lo que estaba escuchando; lo único que quería era abrazarla, besarla... y pedirle perdón por sus estúpidos miedos y celos, que hacían que su mente pensara tonterías.
Hizo un amago de seguirla, pero Bella cerró la puerta del dormitorio. Frustrado y furioso a la vez, en un acto reflexivo, dio media vuelta para salir del apartamento; necesitaba respirar aire fresco... y pensar.
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Durante más de dos horas, Edward vagó por las solitarias calles de San Antonio. Sus palabras habían hecho mucho daño a su pequeña, y se golpeaba mentalmente por ser tan estúpido. Pero de nuevo ese sentimiento de miedo había resucitado cual ave fénix; por supuesto que Bella no era cómo Jessica, gracias a dios.
Desde el principio sabía que la diferencia de edad era un escollo complicado de superar; hasta ahora lo habían llevado bien... pero había ocasiones en las que se sentía culpable. Aunque habían salido un par de veces con los amigos de su novia, otras veces en las que él no había podido o no le apetecía ir ella no había querido salir, y se quedaba en casa con él. Imaginaba los esfuerzos que Leah y el resto habrían empleado para convencerla de que fuera a la fiesta; hasta él mismo había insistido.
Y después estaba el asunto de Henry; había estudiado la forma en la que él miraba a su pequeña, y se notaba a leguas que sentía algo por ella. No le culpaba por ello; aunque su novia no se diera cuenta, era dulce y hermosa... muy hermosa; era tan dulce y buena con todos los que la rodeaban; cuándo quería sacaba un genio de fierecilla que a él le volvía loco... era amable, educada, y aunque ella no lo viera, muy valiente. Había sobrellevado con mucha entereza su niñez y adolescencia... el abandono de su madre, la separación forzosa de su padre, vivir con una abuela que no la quería en absoluto... sí, definitivamente, su pequeña era muy valiente.
Cualquier hombre con dos dedos de frente caería rendido a sus pies... pero jamás imaginó que, pese a las negativas de Bella, el otro imbécil siguiera erre que erre; puede que el Henry de los demonios fuera más apropiado para Bella por la edad... pero para desgracia del muchacho y su propia suerte, Bella era su novia. Y lo primero que debía hacer, con premura, era pedirle perdón por el dolor que le habían causado sus palabras.
Giró en redondo, para volver hacia el apartamento con paso apresurado; mientras subía en el ascensor le dio por mirar su reloj de pulsera, y descubrió con asombro que pasaban de las tres y media de la madrugada; maldijo entre dientes... su pequeña de seguro que estaba ya dormida. Con mucho cuidado abrió y cerró la puerta; decidió respetar sus deseos y de puntillas se dirigió hacia la habitación de invitados... pero al pasar por la puerta de su dormitorio, escuchó los sollozos de su novia.
Se quedó parado en mitad del pasillo, apoyando la frente en la fría madera; no soportaba oírla llorar, era superior a sus fuerzas. Con cuidado abrió la puerta, y a pesar de que la luz estaba apagada, pudo distinguir la figura de Bella, encogida cual bebé, abrazada a una de las almohadas, ahogando sus lágrimas en ella. Se le encogió todavía más el corazón al verla así, tan triste y hundida. Dándose valor a sí mismo, puesto que no estaba seguro de la reacción de su pequeña, avanzó despacio hacia ella, sentándose en el borde y acercando una de sus manos para acariciar la melena castaña.
-Bella...- el corazón de la joven pegó un brinco al escucharle; no le había oído entrar ni sentarse en la cama... pero no tenía fuerzas para volver a discutir de nuevo con su novio. No movió un músculo, pero sintió unas caricias cariñosas en su pelo.
-Cariño... lo siento- oyó que decía Edward -mírame al menos... por favor- quiso hacer oídos sordos a la petición de su novio -Bella... por favor- le volvió a pedir.
Bella se quedó inmóvil todavía unos pocos minutos; no quería hablar con él, no se lo merecía... ¿acaso no confiaba en ella?. Pero el tono de voz de Edward en verdad mostraba arrepentimiento; lentamente se incorporó, y su novio se sintió todavía más culpable al ver su carita congestionada, y sus preciosos ojos marrones rojos e hinchados.
-Cariño...- el joven no sabía que decir para amortiguar la expresión de dolor que surcaba ese rostro que tanto adoraba -no quise decir lo que dije- rodó los ojos para sus adentros... vaya explicación de pacotilla que le estaba dando a su novia.
-¿Por qué no confías en mi, Edward?- le reclamó ésta, dolida -¿acaso no te lo he demostrado esta noche?- preguntó, haciendo alusión a la explicación que le había dado a Henry hace unas pocas horas -¿no te parece suficiente todo lo que aguanté al llegar al rancho?- el joven ranchero la escuchaba, incapaz de mirarla a la cara... su pequeña tenía toda la razón del mundo, y merecía su actitud dolida y todos y cada uno de los reproches. Bella suspiró al ver el aspecto derrotado de Edward, y poniéndose de rodillas frente a él, siguió hablando.
-¿De qué tienes miedo, Edward?- le interrogó con suavidad. Éste levantó la vista, y esbozó una sonrisa tímida al ver cómo la expresión de su novia se había relajado; le miraba con cariño, animándole a explicarse.
-Supongo que tengo miedo a perderte- la joven abrió la boca, en una perfecta o, debido a la sorpresa... todavía le costaba digerir, y sabía que le pasaría siempre, qué vería Edward Cullen en ella. Él, que podía tener a cualquier mujer a sus pies con sólo un chasquido de sus dedos... asombrosamente, la había elegido a ella -muchas veces me he preguntado que pasaría si encontraras un chico de tu edad, cómo sería tu vida...- le explicó. Bella le escuchaba pacientemente, dejándole terminar su charla.
-Edward...- le interrumpió en una de las frases -no me vas a perder... no quiero estar con otro que no seas tú- alzó una de sus manos, pasándola por la mejilla del su novio; esté la tomó, besando la palma y manteniéndola de nuevo contra su cara -tienes que dejar de atormentarte con eso, tienes que confiar en mi, en mis sentimientos...- le pidió.
-Y lo hago Bella, créeme- suspiró frustrado -pero el verte allí con él... la forma en la que te ha agarrado...- masculló con rabia.
-La culpa ha sido mía Edward, no debí haber salido con él fuera del gimnasio- murmuró la joven, agachando de nuevo los ojos -debí haberme dado cuenta antes de sus intenciones- susurró, con rabia... ¿cómo había podido ser tan tonta, y no verlo antes?; el episodio del abrazo no hizo otra cosa que confirmarlo, pero no le dieron mayor importancia.
-No cariño, no tienes la culpa de nada- le volvió a repetir -pero no lo quiero cerca de ti- masculló enfadado. Bella sonrió divertida, acercándose a él y rodeando su cuello con sus manos.
-Celoso- susurró contra los labios de Edward.
-En lo que respecta a ti, sí- admitió el joven cómo si tal cosa -no quiero que nos enfademos cariño- admitió pesaroso, rodeando la cintura de su pequeña, haciendo que se sentara a horcajadas encima de él.
-Yo tampoco- admitió la joven; miró de nuevo los ojos verdes de Edward, y por fin vio algo de ese amor que siempre tenía cuándo ella estaba al alcance de su vista.
-Y aunque te lo diga un poco tarde, estabas preciosa esta noche... muy sexy con esos pantalones tan ajustados- la joven rió azorada, y su novio comprobó cómo sus mejillas se tornaban en un delicioso color cereza -adoro tus sonrojos- susurró el joven en voz baja, acercándose a la cara de su novia y acariciando su mejilla con sus labios y su nariz; el corazón de la joven se aceleró con ese simple gesto, y supo que era el momento de hacer las paces.
Retiró su cabeza para ir en busca de los labios de Edward, que no dudó un segundo en corresponder a los deseos de su pequeña. Las bocas de la pareja bailaron una danza perfectamente sincronizada, colapsada de multitud de sentimientos; las lenguas de cada uno se fundieron en la boca del otro... y cómo si fuera la primera vez que ambos se besaban y descubrían, el beso pasó a cotas más intensas. No se dieron cuenta del tiempo que pasó, estaban en una burbuja... estaban en su paraíso personal.
Edward dejó los labios de su pequeña, ávido de recorrer con los suyos propios otras partes de su nívea piel; Bella enredó los dedos en su pelo cobrizo, atrayendo la cabeza de Edward hacia ella. Lo quería tan cerca de ella cómo fuera posible.
-Perdóname cariño- atinaba a decir su novio, dejando cortos y amorosos besos en su barbilla y en su cuello, dejando una increíble sensación de hormigueo allá dónde sus labios tocaban la piel de la joven.
-No tengo nada que perdonarte mi amor- contestó ella en un jadeo -soy tuya- murmuró contra su boca.
-Mía- repitió Edward...-mía, mía... mía- recitaba una y otra vez mientras la empujaba suavemente contra el colchón. Se acomodó entre sus piernas, y su pequeña le facilitó la tarea, recibiéndole en un íntimo abrazo. Todavía con la ropa puesta, la pareja se besaba cómo si el mundo fuera a acabarse. La joven gimió de manera audible cuándo la mano de su novio colocó una de sus piernas encima de sus caderas, acariciando y amasando tiernamente su muslo en el proceso.
-Edward... hazme tuya- consiguió decir Bella, en un momento que Edward dejó de besarla -déjame demostrarte qué sólo eres tú- el joven se quedó estático unos segundos; se apoyó en sus codos, admirando obnubilado a su novia, entregándose a él sin reservas y temores; después del mal rato que la había hecho pasar, de todo lo que le había dicho, ella lo miraba con tanto amor y deseo a la vez, que le parecía increíble que ella fuera suya.
La joven se mordía nerviosa el labio inferior, esperando la reacción de Edward, que no fue otra que besarla de nuevo; la cabeza de Bella daba vueltas, y los suspiro abandonaban su garganta de manera alarmante. Lentamente sus pequeñas manos fueron a los botones de la camisa negra que llevaba; la desabrochó lo más rápido que pudo y la bajó lentamente, acariciando a la vez los fuertes brazos de Edward; la parte de arriba de su pijama tampoco tardó mucho en desaparecer, y Edward se recreó unos segundos en la visión que tenía delante de sus narices.
Los pechos de su novia, coronados por dos rosados e impacientes pezones, esperaban con verdaderas ansias sus caricias y todo lo que quisiera darles. Su boca pasó a recorrer su cuello de cisne, y sus grandes manos acunaron sus pechos a la vez; la joven sintió un escalofrío cuándo los expertos dedos del joven pellizcaron con moderada fuerza los pequeños botones rosas. Se retorcía de manera alarmante, frotaba su parte más íntima contra la del joven, y aunque todavía estaban vestidos de cintura para abajo, ese roce hizo que el bajo vientre de Edward mandara espasmos de placer directamente a su miembro, que cada vez crecía más.
-Bella... dios cariño, me enloqueces- jadeó directo en su oído, mordiendo suavemente el lóbulo de su oreja, apresándolo con sus dientes y tirando de él.
Se incorporó para quitarse el resto de ropa que le sobraba, y con los pantalones del pijama de su novia repitió la acción. Volvió a cernirse sobre ella, y ambos disfrutaron del contacto de sus pieles sin restricción alguna. Las manos de ambos dibujan patrones y dibujos en sus cuerpos, y sus labios saboreaban y transmitían la necesidad y el deseo que ambos sentían el uno del otro. Rodeándola fuertemente con sus brazos, Edward los giró a ambos en la cama, quedando él debajo de su pequeña. La boca de Bella se aventuró a recorrer su fuerte y cuadrada mandíbula, su cuello, sus maravillosos pectorales... mordió con sutileza sus pezones, ganándose un gruñido de satisfacción por parte de su novio, que acariciaba el cabello y la espalda de su pequeña con sus manos.
Pero los labios de Bella siguieron su camino, besando y lamiendo su piel; atravesó su estómago y su lengua le proporcionó unas placenteras cosquillas en la hendidura de su ombligo; se dio un festín, besando y mordiendo con cuidado, la magnífica uve que nacía de sus caderas y terminaba en esa parte excepcional de su anatomía. Siguió bajando, hasta encontrarse de bruces con toda su masculinidad, erguido y excitado hasta más no poder.
-Bella...- jadeó el joven, en un intento por llamar su atención; tenía tanta urgencia de ella que hizo un amago por darse la vuelta, aprisionar a su novia contra el colchón y enterrarse tan profundo en ella cómo fuera posible... pero ésta se adelantó, tomando su miembro con sus pequeñas manos, bombeándolo con firmeza. Las consecuencias de esas caricias no se hicieron esperar, Edward gruñía y gemía de manera audible, por lo que la joven prosiguió con su tarea, con sus manos y posteriormente, su boca.
El placer que recorría el cuerpo del joven era semejante a olas de fuego, que abrasaban todo a su paso; sintió calambres en la zona de su bajo vientre, y en un impulso, agarró los brazos de su novia por sorpresa, tumbándola y entrando en ella de una sola vez.
-Ooooohhhh...-gimió Bella, cerrando fuertemente los ojos; la masculinidad de Edward la llenaba por completo; entraba y salía de su cuerpo, para volver a clavarse una y otra vez de manera lenta y tortuosa, arrancando gemidos y espasmos del cuerpo de su pequeña. Dios... era cómo entrar en su hogar... el hogar que le ofrecía el cuerpo de Bella.
-Mía...- susurraba Edward en su oído, entrelazando las manos de ambos por encima de la cabeza de Bella.
-Tuya mi amor... tuya...ahhhhh... sí- jadeaba palabras entrecortadas, que no hacían otra cosa que excitar todavía más al joven -más fuerte Edward... más duro...- le pidió ésta, incapaz de soportar el placer que llegaba a cada rincón de su cuerpo. El lento y delicado vaivén dejó paso a uno desenfrenado; la fuerza con la que el joven se cernía sobre ella hizo que los pliegues de la joven se contrajeran con fuerza, anuncio incipiente del orgasmo. Entonces ambos se dejaron llevar, y en pocos minutos ambos gritaban el nombre del otro, convulsionándose y llegando a un clímax increíble y placentero.
Pudieron pasar minutos, quizá horas... estaban agotados y sudorosos, con los ojos cerrados e intentando regular sus respiraciones; Edward descansaba su cabeza entre los pechos de Bella, y ella acariciaba sus musculosos brazos. El joven salió de ella con cuidado, y sin decir una sola palabra, su pequeña se acurrucó entre sus brazos, escondiendo su rostro en el cuello del joven y respirando su aroma.
-Te quiero Edward, nunca más lo dudes- le susurró ella en voz baja, dejando un pequeño beso en su cuello.
-Yo también te quiero, cariño mío- la joven sonrió emocionada, cerrando los ojos y dejándose guiar hacia el camino de los sueños.
Su novio acariciaba la suave piel de su espalda, y la arrimó más a su lado.. mientras tuviera a su pequeña entre sus brazos, respiraba tranquilo... ese era su hogar, y dónde quería permanecer durante el resto de su vida.
0o0o0o0o0o0
Los días que siguieron a esa noche fueron relativamente tranquilos; a la mañana siguiente hablaron de nuevo del tema, con calma y tranquilos, sin discutir ni elevar el tono de voz. Ambos repitieron una y otra vez su parte de culpa, y se prometieron, para el futuro, aclarar y hablar los malentendidos.
Bella afrontó, por fin, la última semana de clases antes de las vacaciones de navidad; el viernes, justo después de la última clase, le contó a Leah su repentina desaparición de la fiesta, y el encontronazo de Edward y Henry. La morena se mostró sorprendida, ya que el joven no había dicho ni una palabra al volver al interior del gimnasio, y comprendió perfectamente la actitud de Edward, más aún después de la negativa amable y firme de su amiga.
-No lo comentes al resto, por favor- le rogó la joven castaña. Por lo que le había contado Zack, Henry había regresado a casa una semana antes, adelantando las vacaciones; y en verdad lo prefería así.
-Tranquila Bells, no saldrá una sola palabra de mi boca- le aseguró Leah -es increíble- decía, incrédula -si quieres un consejo Bells- la joven asintió con la cabeza -si Henry no puede aceptar la amistad que le ofreces, corta por lo sano; sino tu relación con Edward se verá afectada-.
-Y eso es algo que no estoy dispuesta a permitir- exclamó con firmeza; todavía no habían cerrado el tema, pero vieron el volvo plateado aparcar frente a la verja de entrada.
-Es puntual- dijo Leah con una sonrisa -¿te has despedido del resto?- Bella asintió; de aquí se iban directamente a Huntsville, a pasar las vacaciones de navidad. Edward bajó del coche, acercándose a ellas con una sonrisa... y buscando con la mirada por si el tal Henry estaba revoloteando alrededor de su novia. aunque Bella le había dicho que no había asisitido a clase durante toda la semana, no se fiaba en absoluto.
-Hola mi vida- besó castamente sus labios -hola Leah- se dirigió hacia ella con una sonrisa.
-Hola Edward, ¿preparado para el viaje?- interrogó esta última.
-Todo liso; y no, no me he dejado ninguna de las bolsas que dejaste preparadas- se adelantó Edward a la pregunta de su pequeña. Se despidieron de su amiga, deseándole unas felices navidades y mandándole recuerdos a Randall.
El viaje transcurrió tranquilo; y después de una parada para tomar un café y estirar un poco las piernas, la sonrisa se dibujó en el rostro de Bella al traspasar la verja del rancho Killarney, y aumentó todavía más cuándo vio a toda la familia en la escalinata de la entrada, esperando para darles la bienvenida. Apenas le dio tiempo a Edward de quitar la llave del contacto, cuándo Jake se abalanzó hacia la puerta del copiloto, para sacar a su novia prácticamente en volandas y darle uno de sus abrazos.
-¡Por fin!- exclamó su hermano, dando vueltas con Bella -ahora comeremos cómo es debido- soltó por su boca mientras dejaba a Bella en el suelo. Edward y su novia le miraron con una ceja arqueada cada uno, ante las risas de la familia.
-Hijo, bienvenido a casa- le palmeó el hombro Carlisle a su hijo, e intentando contener la carcajada.
El viaje de vuelta hacia el apartamento era una sucesión de silencios encadenados, a cada cual más inquietante. La pareja mantuvo las distancias, cada uno de ellos sumidos en sus propios pensamientos.
Bella observaba las silenciosas calles de San Antonio a través de la ventanilla; retorcía una y otra vez sus dedos y se mordía el labio en un gesto inquietante. Edward había dejado más que claro que había escuchado la mayoría de la conversación... pero viéndole apretar los nudillos mientras agarraba el volante, su ceño fruncido y la mandíbula dibujando un rictus tenso y furioso, estaba más que segura de que una discusión se avecinaba.
El joven no le dirigió la palabra a su novia mientras aparcaba en el garaje, ni cuándo ambos tomaron el ascensor. Nada más cruzar el umbral la joven vio las maletas, todavía en el recibidor. Dedujo que Edward había pasado por casa antes de personarse en la fiesta. Se dio ánimos para sus adentros, y después de que un largo y pesado suspiro saliera de sus labios, se giró para encararle.
-Edward... yo...- no sabía por dónde empezar, y aunque las palabras se arremolinaban en su cabeza y en su garganta, pugnando por salir, no era capaz de articularlas. El joven la miraba con incertidumbre, y la castaña respiró un poco más aliviada al ver cómo las facciones de éste se suavizaron cuándo la miró -lo siento Edward- murmuró pesarosa y agachando la cabeza. Éste frunció el ceño, extrañado por las palabras de su pequeña; lentamente se acercó a ella, tomando sus pequeñas manos, que colgaban inertes de los costados de la joven.
-Bella- la llamó; su tono de voz no reflejaba en absoluto enfado; pero aún así, la joven era incapaz de mirar los ojos verdes que tan enamorada la tenían -Bella cariño...- la apremió de nuevo el joven, apretando con delicadeza una de sus manos -no tienes de qué disculparte; tú no has hecho nada malo- la joven por fin levantó los ojos, y su novio la sonrió cómo sólo sonreía para ella; respiró más tranquila, para poder tomar la palabra.
-Yo sólo intentaba explicárselo, Edward... me cae bien, es mi amigo... per...- el joven negó con la cabeza, interrumpiéndola.
-Ya lo sé cariño; sé que le has explicado la situación; pero ver cómo insistía, sin atender a razones- el tono del joven ranchero volvió a ser colérico y furibundo -y ver cómo te ha agarrado- terminó de mascullar, rabioso.
-No me ha hecho daño, simplemente me tomó por sorpresa-.
-Eso me es indiferente, Bella- contestó serio -no puedo permitir que nadie te haga daño o te toque sin tu consentimiento... per...- se quedó callado, y la joven lo miró extrañada.
-¿Qué pasa?; Edward...-.
-Aunque no me han gustado sus palabras... puede que tenga razón- los ojos de la joven se abrieron por la sorpresa; no podía creer lo que estaba escuchando.
-¿Se puede saber de qué estás hablando?- le reclamó, mosqueada.
-Él se acerca más a tu edad- empezó a enumerar -yo no pienso dejarte, porque tengo claro que no podría vivir sin ti- le explicó pesaroso, bajando ahora la mirada él -per...- la joven se soltó de su agarre, dándole la espalda. Se mantuvo en esa posición unos segundos, para darse la vuelta y quedando frente a él de nuevo.
-¿Esa es la percepción que te doy?- le reclamó furiosa -¿piensas que para mi ésto es un juego, un capricho inmaduro e infantil?-.
-Sé que ahora no lo es- espetó Edward; el enfado de Bella aumentó... ¿tanto miedo tenía de que ella le fuera a dejar?; ¿esa era la confianza que tenía en ella?-.
-¡¿Ahora?- gritó ésta -¿después de todo lo que hemos pasado, todavía te rondan por la cabeza esas estúpidas teorías?-.
-¡Yo sólo sé que eres joven, y te mereces disfrutar de tu juventud!- ahora el joven también gritaba -a veces pienso que te estoy cortando las alas-.
-¡Y la disfruto, y la quiero seguir disfrutando contigo!- respondió, ya hecha un mar de lágrimas.
El corazón de joven se apretujó de manera alarmante en su pecho; si había una cosa que odiara, era ver a su pequeña llorar; por una parte los celos le carcomían de ver a ese moscón molestarla una y otra vez... y por otro lado, tenía un miedo atroz a perderla. Sus debates internos fueron interrumpidos por los sollozos de su pequeña, que se había sentado en el sofá, cubriendo su rostro con las manos y ahogando las lágrimas.
-Bella...- se acercó con cautela a su novia, pero ésta alzó la cabeza, mirándole seria.
-¿Esa es la confianza que tienes en mi... en nuestra relación?- susurró con dolor -te repito por milésima vez que estoy disfrutando de mi juventud- negó dolida con la cabeza -y la estoy disfrutando de la manera que yo quiero... y esa es contigo-.
-Cariño.. yo no...- la muchacha levantó la mano, interrumpiéndole.
-Y yo decido cómo quiero vivir- le explicó, seria cómo nunca antes la había visto -y con quién quiero vivir mi vida... sabes que si me lo pidieras, estaría dispuesta a casarme contigo, independientemente de mi edad; no me importa el que dirán, hace mucho tiempo que dejó de importarme. Y nada ni nadie va a hacer cambiar un ápice mis sentimientos... excepto una persona-.
-Perdóname Bella- le suplicó -tú no tienes la culpa de nada- malditos temores y celos... pensó para sus adentros.
-Edward- llamó su atención para que le escuchara -la única persona que puede hacer que mis sentimientos cambien eres tú mismo; si no tienes la suficiente confianza en mi... en lo nuestro...- la joven dejó la frase inconclusa, negando pesarosa con la cabeza; se levantó sin decir una sola palabra, y se encaminó con paso lento hacia el dormitorio, pero se volvió una vez más, para hablarle -yo no soy Jessica, Edward... y lo último que quiero es hacerte daño-.
Edward la observaba sumido en el silencio; maldijo mentalmente para sus adentros al ver a su pequeña; estaba tan guapa esa noche... y sus malditos miedos y celos lo habían estropeado todo... pero había veces que no podía evitar que esos pensamientos le azotaran.
-Bella...- la llamó -lo siento cariño- susurró con la voz ahogada.
-No lo sientas Edward- contestó ella, en tono monocorde; soltando un lánguido suspiro, pronunció unas palabras que nunca creyó que iban a salir de sus labios -te agradecería que esta noche durmieras en el cuarto de invitados- los ojos de Edward se ensancharon, debido a lo que estaba escuchando; lo único que quería era abrazarla, besarla... y pedirle perdón por sus estúpidos miedos y celos, que hacían que su mente pensara tonterías.
Hizo un amago de seguirla, pero Bella cerró la puerta del dormitorio. Frustrado y furioso a la vez, en un acto reflexivo, dio media vuelta para salir del apartamento; necesitaba respirar aire fresco... y pensar.
0o0o0o0o0o0
Durante más de dos horas, Edward vagó por las solitarias calles de San Antonio. Sus palabras habían hecho mucho daño a su pequeña, y se golpeaba mentalmente por ser tan estúpido. Pero de nuevo ese sentimiento de miedo había resucitado cual ave fénix; por supuesto que Bella no era cómo Jessica, gracias a dios.
Desde el principio sabía que la diferencia de edad era un escollo complicado de superar; hasta ahora lo habían llevado bien... pero había ocasiones en las que se sentía culpable. Aunque habían salido un par de veces con los amigos de su novia, otras veces en las que él no había podido o no le apetecía ir ella no había querido salir, y se quedaba en casa con él. Imaginaba los esfuerzos que Leah y el resto habrían empleado para convencerla de que fuera a la fiesta; hasta él mismo había insistido.
Y después estaba el asunto de Henry; había estudiado la forma en la que él miraba a su pequeña, y se notaba a leguas que sentía algo por ella. No le culpaba por ello; aunque su novia no se diera cuenta, era dulce y hermosa... muy hermosa; era tan dulce y buena con todos los que la rodeaban; cuándo quería sacaba un genio de fierecilla que a él le volvía loco... era amable, educada, y aunque ella no lo viera, muy valiente. Había sobrellevado con mucha entereza su niñez y adolescencia... el abandono de su madre, la separación forzosa de su padre, vivir con una abuela que no la quería en absoluto... sí, definitivamente, su pequeña era muy valiente.
Cualquier hombre con dos dedos de frente caería rendido a sus pies... pero jamás imaginó que, pese a las negativas de Bella, el otro imbécil siguiera erre que erre; puede que el Henry de los demonios fuera más apropiado para Bella por la edad... pero para desgracia del muchacho y su propia suerte, Bella era su novia. Y lo primero que debía hacer, con premura, era pedirle perdón por el dolor que le habían causado sus palabras.
Giró en redondo, para volver hacia el apartamento con paso apresurado; mientras subía en el ascensor le dio por mirar su reloj de pulsera, y descubrió con asombro que pasaban de las tres y media de la madrugada; maldijo entre dientes... su pequeña de seguro que estaba ya dormida. Con mucho cuidado abrió y cerró la puerta; decidió respetar sus deseos y de puntillas se dirigió hacia la habitación de invitados... pero al pasar por la puerta de su dormitorio, escuchó los sollozos de su novia.
Se quedó parado en mitad del pasillo, apoyando la frente en la fría madera; no soportaba oírla llorar, era superior a sus fuerzas. Con cuidado abrió la puerta, y a pesar de que la luz estaba apagada, pudo distinguir la figura de Bella, encogida cual bebé, abrazada a una de las almohadas, ahogando sus lágrimas en ella. Se le encogió todavía más el corazón al verla así, tan triste y hundida. Dándose valor a sí mismo, puesto que no estaba seguro de la reacción de su pequeña, avanzó despacio hacia ella, sentándose en el borde y acercando una de sus manos para acariciar la melena castaña.
-Bella...- el corazón de la joven pegó un brinco al escucharle; no le había oído entrar ni sentarse en la cama... pero no tenía fuerzas para volver a discutir de nuevo con su novio. No movió un músculo, pero sintió unas caricias cariñosas en su pelo.
-Cariño... lo siento- oyó que decía Edward -mírame al menos... por favor- quiso hacer oídos sordos a la petición de su novio -Bella... por favor- le volvió a pedir.
Bella se quedó inmóvil todavía unos pocos minutos; no quería hablar con él, no se lo merecía... ¿acaso no confiaba en ella?. Pero el tono de voz de Edward en verdad mostraba arrepentimiento; lentamente se incorporó, y su novio se sintió todavía más culpable al ver su carita congestionada, y sus preciosos ojos marrones rojos e hinchados.
-Cariño...- el joven no sabía que decir para amortiguar la expresión de dolor que surcaba ese rostro que tanto adoraba -no quise decir lo que dije- rodó los ojos para sus adentros... vaya explicación de pacotilla que le estaba dando a su novia.
-¿Por qué no confías en mi, Edward?- le reclamó ésta, dolida -¿acaso no te lo he demostrado esta noche?- preguntó, haciendo alusión a la explicación que le había dado a Henry hace unas pocas horas -¿no te parece suficiente todo lo que aguanté al llegar al rancho?- el joven ranchero la escuchaba, incapaz de mirarla a la cara... su pequeña tenía toda la razón del mundo, y merecía su actitud dolida y todos y cada uno de los reproches. Bella suspiró al ver el aspecto derrotado de Edward, y poniéndose de rodillas frente a él, siguió hablando.
-¿De qué tienes miedo, Edward?- le interrogó con suavidad. Éste levantó la vista, y esbozó una sonrisa tímida al ver cómo la expresión de su novia se había relajado; le miraba con cariño, animándole a explicarse.
-Supongo que tengo miedo a perderte- la joven abrió la boca, en una perfecta o, debido a la sorpresa... todavía le costaba digerir, y sabía que le pasaría siempre, qué vería Edward Cullen en ella. Él, que podía tener a cualquier mujer a sus pies con sólo un chasquido de sus dedos... asombrosamente, la había elegido a ella -muchas veces me he preguntado que pasaría si encontraras un chico de tu edad, cómo sería tu vida...- le explicó. Bella le escuchaba pacientemente, dejándole terminar su charla.
-Edward...- le interrumpió en una de las frases -no me vas a perder... no quiero estar con otro que no seas tú- alzó una de sus manos, pasándola por la mejilla del su novio; esté la tomó, besando la palma y manteniéndola de nuevo contra su cara -tienes que dejar de atormentarte con eso, tienes que confiar en mi, en mis sentimientos...- le pidió.
-Y lo hago Bella, créeme- suspiró frustrado -pero el verte allí con él... la forma en la que te ha agarrado...- masculló con rabia.
-La culpa ha sido mía Edward, no debí haber salido con él fuera del gimnasio- murmuró la joven, agachando de nuevo los ojos -debí haberme dado cuenta antes de sus intenciones- susurró, con rabia... ¿cómo había podido ser tan tonta, y no verlo antes?; el episodio del abrazo no hizo otra cosa que confirmarlo, pero no le dieron mayor importancia.
-No cariño, no tienes la culpa de nada- le volvió a repetir -pero no lo quiero cerca de ti- masculló enfadado. Bella sonrió divertida, acercándose a él y rodeando su cuello con sus manos.
-Celoso- susurró contra los labios de Edward.
-En lo que respecta a ti, sí- admitió el joven cómo si tal cosa -no quiero que nos enfademos cariño- admitió pesaroso, rodeando la cintura de su pequeña, haciendo que se sentara a horcajadas encima de él.
-Yo tampoco- admitió la joven; miró de nuevo los ojos verdes de Edward, y por fin vio algo de ese amor que siempre tenía cuándo ella estaba al alcance de su vista.
-Y aunque te lo diga un poco tarde, estabas preciosa esta noche... muy sexy con esos pantalones tan ajustados- la joven rió azorada, y su novio comprobó cómo sus mejillas se tornaban en un delicioso color cereza -adoro tus sonrojos- susurró el joven en voz baja, acercándose a la cara de su novia y acariciando su mejilla con sus labios y su nariz; el corazón de la joven se aceleró con ese simple gesto, y supo que era el momento de hacer las paces.
Retiró su cabeza para ir en busca de los labios de Edward, que no dudó un segundo en corresponder a los deseos de su pequeña. Las bocas de la pareja bailaron una danza perfectamente sincronizada, colapsada de multitud de sentimientos; las lenguas de cada uno se fundieron en la boca del otro... y cómo si fuera la primera vez que ambos se besaban y descubrían, el beso pasó a cotas más intensas. No se dieron cuenta del tiempo que pasó, estaban en una burbuja... estaban en su paraíso personal.
Edward dejó los labios de su pequeña, ávido de recorrer con los suyos propios otras partes de su nívea piel; Bella enredó los dedos en su pelo cobrizo, atrayendo la cabeza de Edward hacia ella. Lo quería tan cerca de ella cómo fuera posible.
-Perdóname cariño- atinaba a decir su novio, dejando cortos y amorosos besos en su barbilla y en su cuello, dejando una increíble sensación de hormigueo allá dónde sus labios tocaban la piel de la joven.
-No tengo nada que perdonarte mi amor- contestó ella en un jadeo -soy tuya- murmuró contra su boca.
-Mía- repitió Edward...-mía, mía... mía- recitaba una y otra vez mientras la empujaba suavemente contra el colchón. Se acomodó entre sus piernas, y su pequeña le facilitó la tarea, recibiéndole en un íntimo abrazo. Todavía con la ropa puesta, la pareja se besaba cómo si el mundo fuera a acabarse. La joven gimió de manera audible cuándo la mano de su novio colocó una de sus piernas encima de sus caderas, acariciando y amasando tiernamente su muslo en el proceso.
-Edward... hazme tuya- consiguió decir Bella, en un momento que Edward dejó de besarla -déjame demostrarte qué sólo eres tú- el joven se quedó estático unos segundos; se apoyó en sus codos, admirando obnubilado a su novia, entregándose a él sin reservas y temores; después del mal rato que la había hecho pasar, de todo lo que le había dicho, ella lo miraba con tanto amor y deseo a la vez, que le parecía increíble que ella fuera suya.
La joven se mordía nerviosa el labio inferior, esperando la reacción de Edward, que no fue otra que besarla de nuevo; la cabeza de Bella daba vueltas, y los suspiro abandonaban su garganta de manera alarmante. Lentamente sus pequeñas manos fueron a los botones de la camisa negra que llevaba; la desabrochó lo más rápido que pudo y la bajó lentamente, acariciando a la vez los fuertes brazos de Edward; la parte de arriba de su pijama tampoco tardó mucho en desaparecer, y Edward se recreó unos segundos en la visión que tenía delante de sus narices.
Los pechos de su novia, coronados por dos rosados e impacientes pezones, esperaban con verdaderas ansias sus caricias y todo lo que quisiera darles. Su boca pasó a recorrer su cuello de cisne, y sus grandes manos acunaron sus pechos a la vez; la joven sintió un escalofrío cuándo los expertos dedos del joven pellizcaron con moderada fuerza los pequeños botones rosas. Se retorcía de manera alarmante, frotaba su parte más íntima contra la del joven, y aunque todavía estaban vestidos de cintura para abajo, ese roce hizo que el bajo vientre de Edward mandara espasmos de placer directamente a su miembro, que cada vez crecía más.
-Bella... dios cariño, me enloqueces- jadeó directo en su oído, mordiendo suavemente el lóbulo de su oreja, apresándolo con sus dientes y tirando de él.
Se incorporó para quitarse el resto de ropa que le sobraba, y con los pantalones del pijama de su novia repitió la acción. Volvió a cernirse sobre ella, y ambos disfrutaron del contacto de sus pieles sin restricción alguna. Las manos de ambos dibujan patrones y dibujos en sus cuerpos, y sus labios saboreaban y transmitían la necesidad y el deseo que ambos sentían el uno del otro. Rodeándola fuertemente con sus brazos, Edward los giró a ambos en la cama, quedando él debajo de su pequeña. La boca de Bella se aventuró a recorrer su fuerte y cuadrada mandíbula, su cuello, sus maravillosos pectorales... mordió con sutileza sus pezones, ganándose un gruñido de satisfacción por parte de su novio, que acariciaba el cabello y la espalda de su pequeña con sus manos.
Pero los labios de Bella siguieron su camino, besando y lamiendo su piel; atravesó su estómago y su lengua le proporcionó unas placenteras cosquillas en la hendidura de su ombligo; se dio un festín, besando y mordiendo con cuidado, la magnífica uve que nacía de sus caderas y terminaba en esa parte excepcional de su anatomía. Siguió bajando, hasta encontrarse de bruces con toda su masculinidad, erguido y excitado hasta más no poder.
-Bella...- jadeó el joven, en un intento por llamar su atención; tenía tanta urgencia de ella que hizo un amago por darse la vuelta, aprisionar a su novia contra el colchón y enterrarse tan profundo en ella cómo fuera posible... pero ésta se adelantó, tomando su miembro con sus pequeñas manos, bombeándolo con firmeza. Las consecuencias de esas caricias no se hicieron esperar, Edward gruñía y gemía de manera audible, por lo que la joven prosiguió con su tarea, con sus manos y posteriormente, su boca.
El placer que recorría el cuerpo del joven era semejante a olas de fuego, que abrasaban todo a su paso; sintió calambres en la zona de su bajo vientre, y en un impulso, agarró los brazos de su novia por sorpresa, tumbándola y entrando en ella de una sola vez.
-Ooooohhhh...-gimió Bella, cerrando fuertemente los ojos; la masculinidad de Edward la llenaba por completo; entraba y salía de su cuerpo, para volver a clavarse una y otra vez de manera lenta y tortuosa, arrancando gemidos y espasmos del cuerpo de su pequeña. Dios... era cómo entrar en su hogar... el hogar que le ofrecía el cuerpo de Bella.
-Mía...- susurraba Edward en su oído, entrelazando las manos de ambos por encima de la cabeza de Bella.
-Tuya mi amor... tuya...ahhhhh... sí- jadeaba palabras entrecortadas, que no hacían otra cosa que excitar todavía más al joven -más fuerte Edward... más duro...- le pidió ésta, incapaz de soportar el placer que llegaba a cada rincón de su cuerpo. El lento y delicado vaivén dejó paso a uno desenfrenado; la fuerza con la que el joven se cernía sobre ella hizo que los pliegues de la joven se contrajeran con fuerza, anuncio incipiente del orgasmo. Entonces ambos se dejaron llevar, y en pocos minutos ambos gritaban el nombre del otro, convulsionándose y llegando a un clímax increíble y placentero.
Pudieron pasar minutos, quizá horas... estaban agotados y sudorosos, con los ojos cerrados e intentando regular sus respiraciones; Edward descansaba su cabeza entre los pechos de Bella, y ella acariciaba sus musculosos brazos. El joven salió de ella con cuidado, y sin decir una sola palabra, su pequeña se acurrucó entre sus brazos, escondiendo su rostro en el cuello del joven y respirando su aroma.
-Te quiero Edward, nunca más lo dudes- le susurró ella en voz baja, dejando un pequeño beso en su cuello.
-Yo también te quiero, cariño mío- la joven sonrió emocionada, cerrando los ojos y dejándose guiar hacia el camino de los sueños.
Su novio acariciaba la suave piel de su espalda, y la arrimó más a su lado.. mientras tuviera a su pequeña entre sus brazos, respiraba tranquilo... ese era su hogar, y dónde quería permanecer durante el resto de su vida.
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Los días que siguieron a esa noche fueron relativamente tranquilos; a la mañana siguiente hablaron de nuevo del tema, con calma y tranquilos, sin discutir ni elevar el tono de voz. Ambos repitieron una y otra vez su parte de culpa, y se prometieron, para el futuro, aclarar y hablar los malentendidos.
Bella afrontó, por fin, la última semana de clases antes de las vacaciones de navidad; el viernes, justo después de la última clase, le contó a Leah su repentina desaparición de la fiesta, y el encontronazo de Edward y Henry. La morena se mostró sorprendida, ya que el joven no había dicho ni una palabra al volver al interior del gimnasio, y comprendió perfectamente la actitud de Edward, más aún después de la negativa amable y firme de su amiga.
-No lo comentes al resto, por favor- le rogó la joven castaña. Por lo que le había contado Zack, Henry había regresado a casa una semana antes, adelantando las vacaciones; y en verdad lo prefería así.
-Tranquila Bells, no saldrá una sola palabra de mi boca- le aseguró Leah -es increíble- decía, incrédula -si quieres un consejo Bells- la joven asintió con la cabeza -si Henry no puede aceptar la amistad que le ofreces, corta por lo sano; sino tu relación con Edward se verá afectada-.
-Y eso es algo que no estoy dispuesta a permitir- exclamó con firmeza; todavía no habían cerrado el tema, pero vieron el volvo plateado aparcar frente a la verja de entrada.
-Es puntual- dijo Leah con una sonrisa -¿te has despedido del resto?- Bella asintió; de aquí se iban directamente a Huntsville, a pasar las vacaciones de navidad. Edward bajó del coche, acercándose a ellas con una sonrisa... y buscando con la mirada por si el tal Henry estaba revoloteando alrededor de su novia. aunque Bella le había dicho que no había asisitido a clase durante toda la semana, no se fiaba en absoluto.
-Hola mi vida- besó castamente sus labios -hola Leah- se dirigió hacia ella con una sonrisa.
-Hola Edward, ¿preparado para el viaje?- interrogó esta última.
-Todo liso; y no, no me he dejado ninguna de las bolsas que dejaste preparadas- se adelantó Edward a la pregunta de su pequeña. Se despidieron de su amiga, deseándole unas felices navidades y mandándole recuerdos a Randall.
El viaje transcurrió tranquilo; y después de una parada para tomar un café y estirar un poco las piernas, la sonrisa se dibujó en el rostro de Bella al traspasar la verja del rancho Killarney, y aumentó todavía más cuándo vio a toda la familia en la escalinata de la entrada, esperando para darles la bienvenida. Apenas le dio tiempo a Edward de quitar la llave del contacto, cuándo Jake se abalanzó hacia la puerta del copiloto, para sacar a su novia prácticamente en volandas y darle uno de sus abrazos.
-¡Por fin!- exclamó su hermano, dando vueltas con Bella -ahora comeremos cómo es debido- soltó por su boca mientras dejaba a Bella en el suelo. Edward y su novia le miraron con una ceja arqueada cada uno, ante las risas de la familia.
-Hijo, bienvenido a casa- le palmeó el hombro Carlisle a su hijo, e intentando contener la carcajada.
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 30: Mil y una maneras de trinchar el pavo
El rancho se vio envuelto en el ajetreo habitual propio de las fiestas navideñas; todos notaron el delicioso aroma que brotaba del interior de la cocina, y eso sólo ocurría cuándo Bella estaba en casa; y aunque Esme y el resto de las chicas se defendieran en la materia.. no era lo mismo.
Los días previos a la cena de Nochebuena transcurrieron tranquilos, excepto para los hermanos. Carlisle insistía en que sus trabajadores debían pasar estas fechas con la familia, de modo que sus hijos se organizaban entre ellos para atender al ganado. Entretanto, Bella y las chicas se afanaban en las últimas compras y en tener todo listo para las celebraciones.
Y la cena de Nochebuena llegó; la joven castaña, ayudada por Esme y el resto de sus cuñadas preparó un elaborado menú, para alegría de sus glotones cuñados. Poco antes de la cena, y con la mesa ya esperando a los comensales, todos se reunieron en el salón, cómodamente sentados y rodeando al pequeño Owen, que jugaba feliz en su mantita de juegos.
-¿Cómo van esas clases, Bellie Bells?- le preguntó Jake, sentado al lado de Nessie -¿ya has aprendido la primera regla de los maestros?- la interpelada arqueó una ceja, sin entender la pregunta.
-Ya sabes, eso de poner faltas de asistencia y puntos negativos- le aclaró su cuñado, con una pequeña risa.
-Seguro que tú eras el alumno estrella en eso- rodó los ojos Nessie, ante la sonrisa cómplice de Bella.
-Todavía no, Jake... pero creo que para eso no tenemos una asignatura concreta-.
-Ya lo creo que era el experto en eso- afirmó Emmet, ante las risas contenidas del resto -seguro que la maestra Watson todavía te recuerda con cariño- expresó burlón. Alice, Rose y la propia Nessie sofocaron la carcajada, aunque con poco éxito.
-Heyyyyy- exclamó el aludido, con cara ofendida -simplemente era un poco travieso-. Ahora era su padre el que le miraba con una ceja alzada.
-¿Un poco?- repitió Carlisle, estupefacto -todavía recuerdo las innumerables veces que tuve que acudir a hablar con tu maestra y el director-.
-Ahhhhh- Jasper dejó escapar un cómico suspiro melancólico -me preguntó que será del señor Romstey-.
-Seguro que estará muy feliz, disfrutando de su jubilación- le pinchó Alice a su novio -con alumnos cómo vosotros, se la habrá ganado a pulso- Bella y Rose rieron abiertamente, ante la cara que pusieron los hermanos.
-Espero que las peques sean más tranquilas- dijo Nessie, acariciando su ya más que notorio vientre.
-Owen lo es- dijo Rose, mirando con cariño a su hijo -los genes Cullen del carácter no han hecho acto de presencia... todavía-.
-Pues será lo único, porque es clavado a Emmet- afirmó Esme; el niño, con el pelo moreno, hoyuelos y ojos azules, buscó con la mirada a su padre al escuchar su nombre.
-Dadá- pronunció con su vocecilla infantil y señalándole con el dedito, lo que causó las delicias de toda la familia.
Bella admiraba al pequeño con una sonrisa inmensa adornando su rostro... se preguntó cómo sería el pequeño o pequeña que Edward y ella tendrían en el futuro... ¿tendría el cabello indomable, al igual que su padre, y con ese inusual tono cobrizo?... ¿o bien heredaría el color café de su pelo y ojos...? Tan ensimismada se quedó mientras observaba el juego de su pequeño sobrino, que perdió un poco la noción del tiempo, hasta que la voz de su novio la devolvió a la tierra.
-¿Dónde estaba tu mente?- le susurró Edward en voz baja, tomando una de sus manos.
-Nada- se encogió su pequeña de hombros -estaba pensando...- exclamó con un pequeño suspiro; Edward le iba a preguntar acerca de ello, pero la voz de Esme se le adelantó.
-Va siendo hora de sentarse- automáticamente todos se levantaron, para acomodarse en torno a la enorme mesa; Edward lo dejó pasar... y con un pequeño tirón de su brazo ayudó a Bella a levantarse del sofá.
La mesa lucía espléndidamente adornada y repleta de los suculentos platos que Bella y las chicas habían preparado con tanto esmero.
-Tiene todo una pinta estupenda, hija- la felicitó Carlisle.
-Nuestra Bella es toda una chef- la piropeó Alice, guiñandole un ojo. Los deliciosos entrantes empezaron a desaparecer de las fuentes y platos, y llegó la hora de trinchar el enorme pavo que Esme y Bella transportaron desde la cocina.
-Es más grande que el del Día de Acción de Gracias- exclamó alborozado Jasper.
-Pero el relleno y las salsas son distintas- le aclaró Bella con una sonrisa.
-Tiene una pinta estupenda, cariño- alabó Edward, dejando un pequeño beso en la mejilla de su pequeña cuándo ésta tomó asiento a su lado. Carlisle se puso de pie, y toda la familia esperaba que el patriarca trinchara el pavo, pero en vez de agarrar el cuchillo, carraspeó.
-Discurso- anunció Emmet, frotándose las manos, ante la sonrisa general del resto.
-No es otro discurso, querido hijo- le aclaró, mordaz -simplemente este año quería ceder a Jake el honor de trinchar el pavo, dado que pronto será cabeza de familia-.
-¿Por qué yo no tuve ese honor?- resopló Emmet, ofendido y a la vez divertido.
-¿Por qué tu hijo nació antes de navidad?- le recordó Edward, con una sonrisa burlona.
-Increíble- negaba con la cabeza Rosalie, armándose de paciencia.
-Será un honor- aceptó Jake, levantándose y poniéndose al lado de su padre; cogió los utensilios y se dispuso a pinchar, pero se quedó en un vano intento.
-Lo estás haciendo mal- le advirtió Jasper; su hermano mayor le miró, frunciendo el ceño.
-¿Por qué?- interrogó confuso.
-Tienes que pincharlo por medio, y filetearlo de manera horizontal- contestó de nuevo su hermano.
-¿Y qué mas da?- protestó Jake.
-Si lo cortas de manera horizontal a la cabeza, destrozarás las alas- le dio la razón Edward a Jasper.
-Pues papá siempre empieza a cortarlo por las alas- añadió Emmet. Los cuatro hermanos se enzarzaron en un divertido intercambio de opiniones.
-Ni que hubiera que hacer un doctorado para trinchar un pavo- exclamó Nessie, mirando con fastidio a su marido.
-En esta familia, parece ser que así es- contestó Alice, frustrada y mirando a Jasper, que se había levantado y le indicaba a Jake cómo cortarlo.
-Estos chicos... - suspiraba Esme, cruzándose de brazos – a este paso se va a enfriar-. Bella y el resto de la familia eran mudos testigos del insólito debate que se había organizado... y todo por un pavo...definitivamente, esta casa era divertidísima.
-Señor, dame paciencia- siseó entre dientes Carlisle... en qué hora se le había ocurrido la genial idea.
0o0o0o0o0o0
Dos horas después del divertido incidente, las chicas estaban en la cocina, sentadas en torno a la mesa y riendo a carcajadas a cuenta del dichoso pavo. Afortunadamente, y para asombro de unos cuantos, habían conseguido terminar de cenar y ahora los chicos estaban en medio de una partida de póker. El pequeño Owen hacía rato que dormía, y las chicas decidieron reunirse ellas solitas.
-¿Cómo va todo?; no hemos podido hablar a solas todos éstos días- le preguntó Esme a Bella. La joven sabía a lo que se refería, y llevaba todos estos días en el rancho debatiéndose en contarles a las chicas o no el encontronazo de Edward y Henry; ella misma se lo había contado por encima a Esme por teléfono, hace unos días.
-¿Todo bien con Edward?- inquirió Rosalie, mirando preocupada a la más joven de sus cuñadas; ella sabía acerca de ese lado celoso que a veces era superior a las fuerzas de su cuñado.
-Todo va bien- la tranquilizó Bella, pero Rose no se quedó del todo satisfecha.
-¿Ha pasado algo?- la animó a hablar Nessie.
-Sabes que estamos para escucharte; las cuñadas unidas jamás serán vencidas- recitó Alice de manera graciosa, haciendo reír suavemente al resto.
Esme le infundió ánimos con su mirada y una pequeña sonrisa, de modo que les relató de manera breve el incidente del día de la dichosa fiesta. Las jóvenes la escuchaban atentas, abriendo los ojos muchas veces, debido a las palabras de la joven castaña.
-Vaya- murmuró Rose -¿es que ese niñato no sabe lo que significa la palabra no?-.
-Parece ser que no se dio por aludido- siseó Bella entre dientes -y lo peor de todo fue que Edward y yo tuvimos una buena bronca gracias a él-.
-Cuándo se obcecan en algo, no atienden a razones- murmuraba Alice, furiosa; por todo lo que le había tocado vivir, odiaba a ese tipo de hombres.
-Leah te dio un buen consejo, Bella- reconoció Nessie, dando vueltas a su infusión -si te vuelve a decir algo incómodo o a molestar, corta por lo sano-.
-Lo sé- contestó la joven castaña -espero de verdad que haya entendido que las cosas son así-.
-Edward se lo dejó bien clarito, créeme- comentó Rose.
-Pero me preocupa Edward y sus temores- les confesó la joven, con tono apesadumbrado -a veces es cómo sino creyera en mis sentimientos-.
-Eso lo provocan los celos, Bellie- le explicó Rosalie.
-Te quiere tanto que tiene miedo a perderte- añadió Esme, sonriéndole con cariño -Jessica le hizo mucho daño- hizo una pausa, meditando y escogiendo muy bien sus palabras -y aunque hayan pasado años de aquello, él todavía tiene sus temores-.
-Lo comprendo- susurró la joven castaña, con un poso de tristeza en su voz -simplemente quiero que entienda que conmigo no tiene nada que temer-.
-Y lo entenderá Bella; pero para que eso suceda, debía enfrentarse de nuevo a una relación; el no duda de tus sentimientos... pero debes tener en cuenta que se juntan muchas cosas- dijo Alice.
-Sus temores, pensar que te convendría alguien más cercano a tu edad...- enumeró Esme.
-Pero tú, y sólo tú- recalcó Nessie -debes demostrarle lo equivocado que está... hacerle ver que no tiene nada que temer-.
-Y tus palabras el otro día lo reafirman- le dijo Rose, guiñándole un ojo de manera cómplice.
-El tiempo hará que esos miedos desaparezcan; ya verás Bella- la animó Esme.
-Ojalá sea así- susurró la joven; desde que arreglaron sus diferencias, habían vuelto a estar bien... pero Bella rogaba por que no le diera otro ataque de celos, porque eso supondría otra discusión -supongo que todas las parejas tienen baches que superar- expresó con una pequeña sonrisa.
-Y si los dos ponéis de vuestra parte, los superareis- le dijo Nessie -¿lo ves?; hasta tus pequeñas sobrinas me dan la razón- dijo con una risa mientras se tocaba parte superior de su vientre, dónde una de las pequeñas había dado una patadita. Las manos de todas las allí congregadas se movieron para posarse en el vientre de Nessie, y Bella sonrió cuándo sintió otra patadita.
-Se mueven muchísimo- les contó la joven, enderezando un poco la espalda.
-¿Ya has planeado la decoración de su habitación?- le interrogó Alice.
-Mas o menos- contestó -pero las obras de la casa van un poco atrasadas; y hasta que no terminen no podemos hacer nada- murmuró con fastidio.
-¿Para cuándo tenéis previsto la mudanza?- Bella por fin se pudo relajar un poco ante la pregunta de Rosalie, y disfrutó del giro que había tomado la charla. Le encantaba hablar con sus cuñadas, y pedirles consejo... y aunque allí tenía a Leah, no era lo mismo.
-Nos gustaría hacerlo antes de que yo diese a luz, pero no sé si será posible-.
-Jake y Carlisle deberían hablar con el contratista- opinó Esme en voz alta -y que al menos justificara el retraso; os dijeron que estaría terminada para últimos de enero-.
-Se lo dije a Jake la semana pasada- le explicó -pero con el lío de las navidades, no creo que vayamos a ver al contratista hasta que pasen las fiestas-.
La conversación siguió desarrollándose en torno a la casa y a las futuras integrantes de la familia Cullen, hasta que Emmet apareció por la cocina, levantando los brazos y estirándose.
-¿Cómo va la partida?- se interesó su mujer.
-Jake y mi padre nos están desplumando- les contó con un gracioso mohín -se están haciendo de oro- Bella y Alice rieron ante la cara de circunstancias de su cuñado.
-Cada nochebuena el mismo cantar- rió Esme -menos mal que las deudas quedan en familia-.
-Me alivia recordarlo- declaró Emmet, abriendo el refrigerador y sacando unas cervezas, para después volver a dirigirse al salón.
0o0o0o0o0o0
A la mañana siguiente, Bella abrió lentamente los ojos a eso de las nueve de la mañana. Al final la tertulia de las chicas se alargó hasta bien entrada la madrugada, incluso se acostaron más tarde que los chicos. Parpadeó un par de veces y se estiró de manera perezosa; para haberse acostado casi a las cuatro de la mañana, se había despertado relativamente pronto.
Giró la cabeza, para toparse con la graciosa estampa de Edward, acostado poca abajo y abrazando la almohada cómo si su vida dependiera de ello. La joven observó con una pequeña sonrisa el respirar tranquilo de Edward, con los labios entreabiertos. Sin querer despertarlo, saltó silenciosamente de la cama, y en pijama se dirigió hacia la cocina, en busca de su necesario café matutino... o chocolate, cómo era la tradicón en el rancho Killarney el día de Navidad.
La casa estaba sumida en el más absoluto de los silencios, señal inequívoca de que todo el mundo estaba todavía durmiendo. Mientras bajaba las escaleras iba organizándose mentalmente para preparar la comida... pero al llegar al amplio hall de la casa, se dio cuenta de que la luz de la cocina estaba encendida; extrañada, apresuró el paso, y se quedó apoyada en el marco de la puerta, mirando cómo Alice trasteaba en los fogones.
-Buenos días- la saludó -la joven morena se giró al escuchar la voz de su cuñada -¿preparando el desayuno?- interrogó con una sonrisa.
-Al menos intentándolo- contestó, riendo suavemente; Bella se acercó a ella, y el olor a tostadas hizo que su estómago gruñera.
-Huele muy bien- alabó.
-Al menos me defiendo- se encogió la joven morena de hombros -pero no puedo igualar tu tortilla de queso-.
-Te enseñaré, no te preocupes- le prometió Bella; después de preparar tostadas para todo el que se fuera levantando, y una enorme jarra de chocolate caliente, las jóvenes se sentaron, disfrutando del festín.
-Ayer apenas hablamos de ti- le dijo Bella, mirándola -¿cómo va todo?-.
-Bien; ahora tenemos mucho trabajo en la Comisión- empezó a relatarle.
-¿Y cómo te tratan en esta casa?- le volvió a preguntar Bella, con una sonrisa cómplice, que la joven morena correspondió.
-Demasiado bien- le guiñó un ojo -Esme y Carlisle son un encanto... y Jake y Nessie; nunca pensé que esta casa fuera tan divertida- le confesó con una risa.
-En eso llevas razón- dijo Bella -¿no sabes nada de él, verdad?- interrogó, ya con tono serio y preocupada, refiriéndose al ex marido de Alice.
-Nada- negó con la cabeza -puede que los Denali sólo dijeran eso para provocar a Jasper- meditó en voz alta.
-Pero no hay que fiarse- advirtió Bella.
-Eso es cierto- afirmó la joven -¿sabes una cosa?- la joven castaña le dedicó una sonrisa, instándole a continuar -jamás pensé que después de todo lo que me ha ocurrido, fuera a confiar en alguien de nuevo- el brillo en la mirada de Alice cambió al hablar de su novio -es estupendo, y me cuida tanto...-.
-¿Te volverías a casar, si él te lo pidiese?- la joven morena la miró, esbozando una pequeña sonrisa.
-Si te soy sincera, hace unos meses te habría dicho que no; y creo que todavía no estoy preparada para dar ese paso- confesó -pero nunca puedes decir de ese agua no beberé... ¿y tú?- le preguntó de vuelta -¿te casarías con Edward si él te lo pidiera?-.
-Sí- respondió de manera rotunda -sé que soy muy joven, per...-.
-Eso da lo mismo; cada uno tiene unas circunstancias, y unos deseos- le cortó Alice -y si eso es lo que ambos queréis, adelante con ello- interrumpió su pequeño discurso unos segundos -¿Edward quiere dar ese paso, después de lo de Jessica?-.
-Siempre dice que algún día lo haremos- se encogió de hombros. Sus ojos se tornaron melancólicos, y Alice adivinó los pensamientos de Bella.
-Todo llega- le recordó, dándole un ligero apretón en la mano -y estoy segura de que ese día no está muy lejano- Bella la miró extrañada; su amiga y cuñada parecía muy pagada de si misma al hacer esa afirmación -créeme, tengo un sexto sentido para esas cosas... hazme caso- la joven castaña rodó los ojos, gesto que hizo que las dos estallaran en carcajadas.
Pocos minutos después, escucharon ruidos por encima de sus cabezas, y ambos se levantaron de la mesa, dispuestas a preparar el resto de la mesa.
0o0o0o0o0o0
Los días pasaron, y con ellos el día de Navidad. Los peones volvieron a sus quehaceres, y el rancho poco a poco recuperaba la rutina. Después de días comiendo, descansando y abriendo regalos, la familia se dispersó para la celebración de Nochevieja y Año Nuevo.
Nessie y Jake viajaron hasta Tucson, para pasar unos días con los padres de la joven; Alice y Jasper hicieron lo propio, al igual que Emmet y Rosalie, que cenarían en casa de los señores Hale. Por lo tanto, Carlisle, Esme, Edward y Bella disfrutaron de una agradable e íntima cena, y la joven recibió gustosa el beso que le dio Edward, justo después de medianoche.
-¿Quieres ir a un sitio conmigo?- le susurró el joven a su pequeña, que sentada al lado suyo, había apoyado la cabeza en su hombro. Ésta levantó la vista, frunciendo el ceño de manera graciosa.
-¿A estas horas?-.
-A estas horas- repitió las palabras su novio; Bella iba a decir algo, pero la sonrisa que le dedicó Edward hizo que se levantara de manera decidida. Subió rauda al dormitorio, y tomó su chaqueta y la de Edward, que ya la esperaba en el hall, con las llaves del volvo en la mano.
-¿A dónde vamos?- le interrogó extrañada, pero el joven simplemente la tomó de la mano, tirando de ella hacia el exterior.
-¡Edward!- exclamó divertida, ya que la condujo hacia los garajes con paso apresurado. Éste paró, rodeándole los hombros y señalándole una de las ventanas de la casa. La sonrisa apareció en el rostro de la joven, a ver a Carlisle rodear el cuerpo de Esme con sus brazos, para empezar a mecerse con suavidad, suponiendo la pareja que al son de una canción.
-También se merecen un poco de intimidad- inquirió Edward, divertido.
-Cierto- le dio la razón su pequeña -también se lo merec... ¡Edward!- chilló sorprendida, ya que su novio la cogió en brazos, pillándola por sorpresa -¿a dónde vamos?- le volvió a preguntar, pasando los brazos por su cuello y aferrándose a él.
-Ya lo verás- respondió simplemente éste; Bella se acurrucó en sus brazos, dejando que la llevara hacia el garaje; por ella podrían irse al fin del mundo. Se metieron en el coche, y quince minutos después, ambos estaban frente al lago.
La joven se bajó del coche, acercándose a la orilla y admirando el paisaje. Las estrellas que poblaban el cielo invernal creaban unos reflejos plateados en la superficie... este sitio le traía a la muchacha los recuerdos más bonitos de su relación. Sonrió para sus adentros, y sintió los brazos de Edward rodear su cintura y pegarla a su fuerte pecho.
Besó con delicadeza los cabellos de su pequeña, deleitándose con su olor y suavidad. Habían pasado una temporada difícil, y aunque habían pasado casi dos semanas desde la tremenda discusión que habían tenido, todavía recordaba el disgusto tan grande que se llevó su pequeña.
-Bella- la llamó, prácticamente en voz baja; ésta se volvió, pasando los brazos por su cuello y alzando la cabeza, buscando los labios de Edward, que inmediatamente salieron a su encuentro. Sus bocas se acariciaron con paciencia y ternura, y Bella quería atesorar todas esas sensaciones. Estaba tan guapo, con el traje y la camisa negra... y estos días, con el trabajo del rancho, apenas habían hablado de sus cosas. Cuándo Edward vio que Bella necesitaba tomar aire, poco a poco liberó la boca de la joven, que se acurrucó en su brazos, suspirando satisfecha.
-Feliz año nuevo, cariño- murmuró ésta, con los ojos cerrados.
-Feliz año nuevo, mi pequeña estrellita- la joven levantó la vista, levemente ruborizada.
-Hacía mucho que no me llamabas así- confesó, mordiéndose el labio inferior; su novio negó con la cabeza mientras que con su pulgar liberaba y acariciaba a la vez ese labio tan suave.
-Nunca has dejarlo de serlo- le aclaró, lo que hizo que el sonrojo de su novia aumentara considerablemente -quería estar a solas contigo, y poder besarte sin tener que mirar de reojo que nadie nos espíe- ésta rió ante la divertida mueca que puso el joven.
-En estas ocasiones es cuándo echo de menos San Antonio- repuso ésta; Edward rió, estrechándola más fuerte entre sus brazos. Cuánto tiempo hacía que no veía reírse así, feliz y despreocupada, sin pelear un día no y dos sí.
-Cariño... siento mucho lo ocurrido las últimas semanas- la joven abrió los ojos, debido a la sorpresa -lo último que quiero es que no seas feliz, y a veces creo que no lo eres- susurró de manera casi imperceptible y desviando sus ojos verdes de los de ella. Su pequeña le miraba conmovida; él también lo había pasado mal, y ya conocía lo suficiente a Edward cómo para darse cuenta de lo callado y pensativo que había estado los últimos días. Respirando profundamente, buscó la palabras adecuadas.
-Edward... sé que tienes miedo- tragó saliva antes de continuar -y poco a poco iremos superando los obstáculos- le animó su pequeña.
-Juntos- susurró éste, tomándola de las manos.
-Juntos- repitió su pequeña; una suave melodía empezó a sonar, prominente del equipo de música del automóvil. La joven miró en la dirección de dónde venía el sonido, sonriendo levemente. Edward la contemplaba embelesado... su pequeña era tan bonita. Arrullados por las notas musicales, tomó suavemente su cintura, haciendo que se recostara en su pecho.
-¿Bailas?- le ofreció, dejando un suave beso en su mejilla. Sin decir una sola palabra, los brazos de la joven rodearon su cuello de nuevo. El espacio entre sus cuerpos se estrechó... y así, lentamente, sin decir una sola palabra más en toda la noche, disfrutaron de su intimidad y mutua compañía; dejando los problemas a un lado y concentrándose en ellos mismos.
El rancho se vio envuelto en el ajetreo habitual propio de las fiestas navideñas; todos notaron el delicioso aroma que brotaba del interior de la cocina, y eso sólo ocurría cuándo Bella estaba en casa; y aunque Esme y el resto de las chicas se defendieran en la materia.. no era lo mismo.
Los días previos a la cena de Nochebuena transcurrieron tranquilos, excepto para los hermanos. Carlisle insistía en que sus trabajadores debían pasar estas fechas con la familia, de modo que sus hijos se organizaban entre ellos para atender al ganado. Entretanto, Bella y las chicas se afanaban en las últimas compras y en tener todo listo para las celebraciones.
Y la cena de Nochebuena llegó; la joven castaña, ayudada por Esme y el resto de sus cuñadas preparó un elaborado menú, para alegría de sus glotones cuñados. Poco antes de la cena, y con la mesa ya esperando a los comensales, todos se reunieron en el salón, cómodamente sentados y rodeando al pequeño Owen, que jugaba feliz en su mantita de juegos.
-¿Cómo van esas clases, Bellie Bells?- le preguntó Jake, sentado al lado de Nessie -¿ya has aprendido la primera regla de los maestros?- la interpelada arqueó una ceja, sin entender la pregunta.
-Ya sabes, eso de poner faltas de asistencia y puntos negativos- le aclaró su cuñado, con una pequeña risa.
-Seguro que tú eras el alumno estrella en eso- rodó los ojos Nessie, ante la sonrisa cómplice de Bella.
-Todavía no, Jake... pero creo que para eso no tenemos una asignatura concreta-.
-Ya lo creo que era el experto en eso- afirmó Emmet, ante las risas contenidas del resto -seguro que la maestra Watson todavía te recuerda con cariño- expresó burlón. Alice, Rose y la propia Nessie sofocaron la carcajada, aunque con poco éxito.
-Heyyyyy- exclamó el aludido, con cara ofendida -simplemente era un poco travieso-. Ahora era su padre el que le miraba con una ceja alzada.
-¿Un poco?- repitió Carlisle, estupefacto -todavía recuerdo las innumerables veces que tuve que acudir a hablar con tu maestra y el director-.
-Ahhhhh- Jasper dejó escapar un cómico suspiro melancólico -me preguntó que será del señor Romstey-.
-Seguro que estará muy feliz, disfrutando de su jubilación- le pinchó Alice a su novio -con alumnos cómo vosotros, se la habrá ganado a pulso- Bella y Rose rieron abiertamente, ante la cara que pusieron los hermanos.
-Espero que las peques sean más tranquilas- dijo Nessie, acariciando su ya más que notorio vientre.
-Owen lo es- dijo Rose, mirando con cariño a su hijo -los genes Cullen del carácter no han hecho acto de presencia... todavía-.
-Pues será lo único, porque es clavado a Emmet- afirmó Esme; el niño, con el pelo moreno, hoyuelos y ojos azules, buscó con la mirada a su padre al escuchar su nombre.
-Dadá- pronunció con su vocecilla infantil y señalándole con el dedito, lo que causó las delicias de toda la familia.
Bella admiraba al pequeño con una sonrisa inmensa adornando su rostro... se preguntó cómo sería el pequeño o pequeña que Edward y ella tendrían en el futuro... ¿tendría el cabello indomable, al igual que su padre, y con ese inusual tono cobrizo?... ¿o bien heredaría el color café de su pelo y ojos...? Tan ensimismada se quedó mientras observaba el juego de su pequeño sobrino, que perdió un poco la noción del tiempo, hasta que la voz de su novio la devolvió a la tierra.
-¿Dónde estaba tu mente?- le susurró Edward en voz baja, tomando una de sus manos.
-Nada- se encogió su pequeña de hombros -estaba pensando...- exclamó con un pequeño suspiro; Edward le iba a preguntar acerca de ello, pero la voz de Esme se le adelantó.
-Va siendo hora de sentarse- automáticamente todos se levantaron, para acomodarse en torno a la enorme mesa; Edward lo dejó pasar... y con un pequeño tirón de su brazo ayudó a Bella a levantarse del sofá.
La mesa lucía espléndidamente adornada y repleta de los suculentos platos que Bella y las chicas habían preparado con tanto esmero.
-Tiene todo una pinta estupenda, hija- la felicitó Carlisle.
-Nuestra Bella es toda una chef- la piropeó Alice, guiñandole un ojo. Los deliciosos entrantes empezaron a desaparecer de las fuentes y platos, y llegó la hora de trinchar el enorme pavo que Esme y Bella transportaron desde la cocina.
-Es más grande que el del Día de Acción de Gracias- exclamó alborozado Jasper.
-Pero el relleno y las salsas son distintas- le aclaró Bella con una sonrisa.
-Tiene una pinta estupenda, cariño- alabó Edward, dejando un pequeño beso en la mejilla de su pequeña cuándo ésta tomó asiento a su lado. Carlisle se puso de pie, y toda la familia esperaba que el patriarca trinchara el pavo, pero en vez de agarrar el cuchillo, carraspeó.
-Discurso- anunció Emmet, frotándose las manos, ante la sonrisa general del resto.
-No es otro discurso, querido hijo- le aclaró, mordaz -simplemente este año quería ceder a Jake el honor de trinchar el pavo, dado que pronto será cabeza de familia-.
-¿Por qué yo no tuve ese honor?- resopló Emmet, ofendido y a la vez divertido.
-¿Por qué tu hijo nació antes de navidad?- le recordó Edward, con una sonrisa burlona.
-Increíble- negaba con la cabeza Rosalie, armándose de paciencia.
-Será un honor- aceptó Jake, levantándose y poniéndose al lado de su padre; cogió los utensilios y se dispuso a pinchar, pero se quedó en un vano intento.
-Lo estás haciendo mal- le advirtió Jasper; su hermano mayor le miró, frunciendo el ceño.
-¿Por qué?- interrogó confuso.
-Tienes que pincharlo por medio, y filetearlo de manera horizontal- contestó de nuevo su hermano.
-¿Y qué mas da?- protestó Jake.
-Si lo cortas de manera horizontal a la cabeza, destrozarás las alas- le dio la razón Edward a Jasper.
-Pues papá siempre empieza a cortarlo por las alas- añadió Emmet. Los cuatro hermanos se enzarzaron en un divertido intercambio de opiniones.
-Ni que hubiera que hacer un doctorado para trinchar un pavo- exclamó Nessie, mirando con fastidio a su marido.
-En esta familia, parece ser que así es- contestó Alice, frustrada y mirando a Jasper, que se había levantado y le indicaba a Jake cómo cortarlo.
-Estos chicos... - suspiraba Esme, cruzándose de brazos – a este paso se va a enfriar-. Bella y el resto de la familia eran mudos testigos del insólito debate que se había organizado... y todo por un pavo...definitivamente, esta casa era divertidísima.
-Señor, dame paciencia- siseó entre dientes Carlisle... en qué hora se le había ocurrido la genial idea.
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Dos horas después del divertido incidente, las chicas estaban en la cocina, sentadas en torno a la mesa y riendo a carcajadas a cuenta del dichoso pavo. Afortunadamente, y para asombro de unos cuantos, habían conseguido terminar de cenar y ahora los chicos estaban en medio de una partida de póker. El pequeño Owen hacía rato que dormía, y las chicas decidieron reunirse ellas solitas.
-¿Cómo va todo?; no hemos podido hablar a solas todos éstos días- le preguntó Esme a Bella. La joven sabía a lo que se refería, y llevaba todos estos días en el rancho debatiéndose en contarles a las chicas o no el encontronazo de Edward y Henry; ella misma se lo había contado por encima a Esme por teléfono, hace unos días.
-¿Todo bien con Edward?- inquirió Rosalie, mirando preocupada a la más joven de sus cuñadas; ella sabía acerca de ese lado celoso que a veces era superior a las fuerzas de su cuñado.
-Todo va bien- la tranquilizó Bella, pero Rose no se quedó del todo satisfecha.
-¿Ha pasado algo?- la animó a hablar Nessie.
-Sabes que estamos para escucharte; las cuñadas unidas jamás serán vencidas- recitó Alice de manera graciosa, haciendo reír suavemente al resto.
Esme le infundió ánimos con su mirada y una pequeña sonrisa, de modo que les relató de manera breve el incidente del día de la dichosa fiesta. Las jóvenes la escuchaban atentas, abriendo los ojos muchas veces, debido a las palabras de la joven castaña.
-Vaya- murmuró Rose -¿es que ese niñato no sabe lo que significa la palabra no?-.
-Parece ser que no se dio por aludido- siseó Bella entre dientes -y lo peor de todo fue que Edward y yo tuvimos una buena bronca gracias a él-.
-Cuándo se obcecan en algo, no atienden a razones- murmuraba Alice, furiosa; por todo lo que le había tocado vivir, odiaba a ese tipo de hombres.
-Leah te dio un buen consejo, Bella- reconoció Nessie, dando vueltas a su infusión -si te vuelve a decir algo incómodo o a molestar, corta por lo sano-.
-Lo sé- contestó la joven castaña -espero de verdad que haya entendido que las cosas son así-.
-Edward se lo dejó bien clarito, créeme- comentó Rose.
-Pero me preocupa Edward y sus temores- les confesó la joven, con tono apesadumbrado -a veces es cómo sino creyera en mis sentimientos-.
-Eso lo provocan los celos, Bellie- le explicó Rosalie.
-Te quiere tanto que tiene miedo a perderte- añadió Esme, sonriéndole con cariño -Jessica le hizo mucho daño- hizo una pausa, meditando y escogiendo muy bien sus palabras -y aunque hayan pasado años de aquello, él todavía tiene sus temores-.
-Lo comprendo- susurró la joven castaña, con un poso de tristeza en su voz -simplemente quiero que entienda que conmigo no tiene nada que temer-.
-Y lo entenderá Bella; pero para que eso suceda, debía enfrentarse de nuevo a una relación; el no duda de tus sentimientos... pero debes tener en cuenta que se juntan muchas cosas- dijo Alice.
-Sus temores, pensar que te convendría alguien más cercano a tu edad...- enumeró Esme.
-Pero tú, y sólo tú- recalcó Nessie -debes demostrarle lo equivocado que está... hacerle ver que no tiene nada que temer-.
-Y tus palabras el otro día lo reafirman- le dijo Rose, guiñándole un ojo de manera cómplice.
-El tiempo hará que esos miedos desaparezcan; ya verás Bella- la animó Esme.
-Ojalá sea así- susurró la joven; desde que arreglaron sus diferencias, habían vuelto a estar bien... pero Bella rogaba por que no le diera otro ataque de celos, porque eso supondría otra discusión -supongo que todas las parejas tienen baches que superar- expresó con una pequeña sonrisa.
-Y si los dos ponéis de vuestra parte, los superareis- le dijo Nessie -¿lo ves?; hasta tus pequeñas sobrinas me dan la razón- dijo con una risa mientras se tocaba parte superior de su vientre, dónde una de las pequeñas había dado una patadita. Las manos de todas las allí congregadas se movieron para posarse en el vientre de Nessie, y Bella sonrió cuándo sintió otra patadita.
-Se mueven muchísimo- les contó la joven, enderezando un poco la espalda.
-¿Ya has planeado la decoración de su habitación?- le interrogó Alice.
-Mas o menos- contestó -pero las obras de la casa van un poco atrasadas; y hasta que no terminen no podemos hacer nada- murmuró con fastidio.
-¿Para cuándo tenéis previsto la mudanza?- Bella por fin se pudo relajar un poco ante la pregunta de Rosalie, y disfrutó del giro que había tomado la charla. Le encantaba hablar con sus cuñadas, y pedirles consejo... y aunque allí tenía a Leah, no era lo mismo.
-Nos gustaría hacerlo antes de que yo diese a luz, pero no sé si será posible-.
-Jake y Carlisle deberían hablar con el contratista- opinó Esme en voz alta -y que al menos justificara el retraso; os dijeron que estaría terminada para últimos de enero-.
-Se lo dije a Jake la semana pasada- le explicó -pero con el lío de las navidades, no creo que vayamos a ver al contratista hasta que pasen las fiestas-.
La conversación siguió desarrollándose en torno a la casa y a las futuras integrantes de la familia Cullen, hasta que Emmet apareció por la cocina, levantando los brazos y estirándose.
-¿Cómo va la partida?- se interesó su mujer.
-Jake y mi padre nos están desplumando- les contó con un gracioso mohín -se están haciendo de oro- Bella y Alice rieron ante la cara de circunstancias de su cuñado.
-Cada nochebuena el mismo cantar- rió Esme -menos mal que las deudas quedan en familia-.
-Me alivia recordarlo- declaró Emmet, abriendo el refrigerador y sacando unas cervezas, para después volver a dirigirse al salón.
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A la mañana siguiente, Bella abrió lentamente los ojos a eso de las nueve de la mañana. Al final la tertulia de las chicas se alargó hasta bien entrada la madrugada, incluso se acostaron más tarde que los chicos. Parpadeó un par de veces y se estiró de manera perezosa; para haberse acostado casi a las cuatro de la mañana, se había despertado relativamente pronto.
Giró la cabeza, para toparse con la graciosa estampa de Edward, acostado poca abajo y abrazando la almohada cómo si su vida dependiera de ello. La joven observó con una pequeña sonrisa el respirar tranquilo de Edward, con los labios entreabiertos. Sin querer despertarlo, saltó silenciosamente de la cama, y en pijama se dirigió hacia la cocina, en busca de su necesario café matutino... o chocolate, cómo era la tradicón en el rancho Killarney el día de Navidad.
La casa estaba sumida en el más absoluto de los silencios, señal inequívoca de que todo el mundo estaba todavía durmiendo. Mientras bajaba las escaleras iba organizándose mentalmente para preparar la comida... pero al llegar al amplio hall de la casa, se dio cuenta de que la luz de la cocina estaba encendida; extrañada, apresuró el paso, y se quedó apoyada en el marco de la puerta, mirando cómo Alice trasteaba en los fogones.
-Buenos días- la saludó -la joven morena se giró al escuchar la voz de su cuñada -¿preparando el desayuno?- interrogó con una sonrisa.
-Al menos intentándolo- contestó, riendo suavemente; Bella se acercó a ella, y el olor a tostadas hizo que su estómago gruñera.
-Huele muy bien- alabó.
-Al menos me defiendo- se encogió la joven morena de hombros -pero no puedo igualar tu tortilla de queso-.
-Te enseñaré, no te preocupes- le prometió Bella; después de preparar tostadas para todo el que se fuera levantando, y una enorme jarra de chocolate caliente, las jóvenes se sentaron, disfrutando del festín.
-Ayer apenas hablamos de ti- le dijo Bella, mirándola -¿cómo va todo?-.
-Bien; ahora tenemos mucho trabajo en la Comisión- empezó a relatarle.
-¿Y cómo te tratan en esta casa?- le volvió a preguntar Bella, con una sonrisa cómplice, que la joven morena correspondió.
-Demasiado bien- le guiñó un ojo -Esme y Carlisle son un encanto... y Jake y Nessie; nunca pensé que esta casa fuera tan divertida- le confesó con una risa.
-En eso llevas razón- dijo Bella -¿no sabes nada de él, verdad?- interrogó, ya con tono serio y preocupada, refiriéndose al ex marido de Alice.
-Nada- negó con la cabeza -puede que los Denali sólo dijeran eso para provocar a Jasper- meditó en voz alta.
-Pero no hay que fiarse- advirtió Bella.
-Eso es cierto- afirmó la joven -¿sabes una cosa?- la joven castaña le dedicó una sonrisa, instándole a continuar -jamás pensé que después de todo lo que me ha ocurrido, fuera a confiar en alguien de nuevo- el brillo en la mirada de Alice cambió al hablar de su novio -es estupendo, y me cuida tanto...-.
-¿Te volverías a casar, si él te lo pidiese?- la joven morena la miró, esbozando una pequeña sonrisa.
-Si te soy sincera, hace unos meses te habría dicho que no; y creo que todavía no estoy preparada para dar ese paso- confesó -pero nunca puedes decir de ese agua no beberé... ¿y tú?- le preguntó de vuelta -¿te casarías con Edward si él te lo pidiera?-.
-Sí- respondió de manera rotunda -sé que soy muy joven, per...-.
-Eso da lo mismo; cada uno tiene unas circunstancias, y unos deseos- le cortó Alice -y si eso es lo que ambos queréis, adelante con ello- interrumpió su pequeño discurso unos segundos -¿Edward quiere dar ese paso, después de lo de Jessica?-.
-Siempre dice que algún día lo haremos- se encogió de hombros. Sus ojos se tornaron melancólicos, y Alice adivinó los pensamientos de Bella.
-Todo llega- le recordó, dándole un ligero apretón en la mano -y estoy segura de que ese día no está muy lejano- Bella la miró extrañada; su amiga y cuñada parecía muy pagada de si misma al hacer esa afirmación -créeme, tengo un sexto sentido para esas cosas... hazme caso- la joven castaña rodó los ojos, gesto que hizo que las dos estallaran en carcajadas.
Pocos minutos después, escucharon ruidos por encima de sus cabezas, y ambos se levantaron de la mesa, dispuestas a preparar el resto de la mesa.
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Los días pasaron, y con ellos el día de Navidad. Los peones volvieron a sus quehaceres, y el rancho poco a poco recuperaba la rutina. Después de días comiendo, descansando y abriendo regalos, la familia se dispersó para la celebración de Nochevieja y Año Nuevo.
Nessie y Jake viajaron hasta Tucson, para pasar unos días con los padres de la joven; Alice y Jasper hicieron lo propio, al igual que Emmet y Rosalie, que cenarían en casa de los señores Hale. Por lo tanto, Carlisle, Esme, Edward y Bella disfrutaron de una agradable e íntima cena, y la joven recibió gustosa el beso que le dio Edward, justo después de medianoche.
-¿Quieres ir a un sitio conmigo?- le susurró el joven a su pequeña, que sentada al lado suyo, había apoyado la cabeza en su hombro. Ésta levantó la vista, frunciendo el ceño de manera graciosa.
-¿A estas horas?-.
-A estas horas- repitió las palabras su novio; Bella iba a decir algo, pero la sonrisa que le dedicó Edward hizo que se levantara de manera decidida. Subió rauda al dormitorio, y tomó su chaqueta y la de Edward, que ya la esperaba en el hall, con las llaves del volvo en la mano.
-¿A dónde vamos?- le interrogó extrañada, pero el joven simplemente la tomó de la mano, tirando de ella hacia el exterior.
-¡Edward!- exclamó divertida, ya que la condujo hacia los garajes con paso apresurado. Éste paró, rodeándole los hombros y señalándole una de las ventanas de la casa. La sonrisa apareció en el rostro de la joven, a ver a Carlisle rodear el cuerpo de Esme con sus brazos, para empezar a mecerse con suavidad, suponiendo la pareja que al son de una canción.
-También se merecen un poco de intimidad- inquirió Edward, divertido.
-Cierto- le dio la razón su pequeña -también se lo merec... ¡Edward!- chilló sorprendida, ya que su novio la cogió en brazos, pillándola por sorpresa -¿a dónde vamos?- le volvió a preguntar, pasando los brazos por su cuello y aferrándose a él.
-Ya lo verás- respondió simplemente éste; Bella se acurrucó en sus brazos, dejando que la llevara hacia el garaje; por ella podrían irse al fin del mundo. Se metieron en el coche, y quince minutos después, ambos estaban frente al lago.
La joven se bajó del coche, acercándose a la orilla y admirando el paisaje. Las estrellas que poblaban el cielo invernal creaban unos reflejos plateados en la superficie... este sitio le traía a la muchacha los recuerdos más bonitos de su relación. Sonrió para sus adentros, y sintió los brazos de Edward rodear su cintura y pegarla a su fuerte pecho.
Besó con delicadeza los cabellos de su pequeña, deleitándose con su olor y suavidad. Habían pasado una temporada difícil, y aunque habían pasado casi dos semanas desde la tremenda discusión que habían tenido, todavía recordaba el disgusto tan grande que se llevó su pequeña.
-Bella- la llamó, prácticamente en voz baja; ésta se volvió, pasando los brazos por su cuello y alzando la cabeza, buscando los labios de Edward, que inmediatamente salieron a su encuentro. Sus bocas se acariciaron con paciencia y ternura, y Bella quería atesorar todas esas sensaciones. Estaba tan guapo, con el traje y la camisa negra... y estos días, con el trabajo del rancho, apenas habían hablado de sus cosas. Cuándo Edward vio que Bella necesitaba tomar aire, poco a poco liberó la boca de la joven, que se acurrucó en su brazos, suspirando satisfecha.
-Feliz año nuevo, cariño- murmuró ésta, con los ojos cerrados.
-Feliz año nuevo, mi pequeña estrellita- la joven levantó la vista, levemente ruborizada.
-Hacía mucho que no me llamabas así- confesó, mordiéndose el labio inferior; su novio negó con la cabeza mientras que con su pulgar liberaba y acariciaba a la vez ese labio tan suave.
-Nunca has dejarlo de serlo- le aclaró, lo que hizo que el sonrojo de su novia aumentara considerablemente -quería estar a solas contigo, y poder besarte sin tener que mirar de reojo que nadie nos espíe- ésta rió ante la divertida mueca que puso el joven.
-En estas ocasiones es cuándo echo de menos San Antonio- repuso ésta; Edward rió, estrechándola más fuerte entre sus brazos. Cuánto tiempo hacía que no veía reírse así, feliz y despreocupada, sin pelear un día no y dos sí.
-Cariño... siento mucho lo ocurrido las últimas semanas- la joven abrió los ojos, debido a la sorpresa -lo último que quiero es que no seas feliz, y a veces creo que no lo eres- susurró de manera casi imperceptible y desviando sus ojos verdes de los de ella. Su pequeña le miraba conmovida; él también lo había pasado mal, y ya conocía lo suficiente a Edward cómo para darse cuenta de lo callado y pensativo que había estado los últimos días. Respirando profundamente, buscó la palabras adecuadas.
-Edward... sé que tienes miedo- tragó saliva antes de continuar -y poco a poco iremos superando los obstáculos- le animó su pequeña.
-Juntos- susurró éste, tomándola de las manos.
-Juntos- repitió su pequeña; una suave melodía empezó a sonar, prominente del equipo de música del automóvil. La joven miró en la dirección de dónde venía el sonido, sonriendo levemente. Edward la contemplaba embelesado... su pequeña era tan bonita. Arrullados por las notas musicales, tomó suavemente su cintura, haciendo que se recostara en su pecho.
-¿Bailas?- le ofreció, dejando un suave beso en su mejilla. Sin decir una sola palabra, los brazos de la joven rodearon su cuello de nuevo. El espacio entre sus cuerpos se estrechó... y así, lentamente, sin decir una sola palabra más en toda la noche, disfrutaron de su intimidad y mutua compañía; dejando los problemas a un lado y concentrándose en ellos mismos.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 31: Rutina
Las vacaciones finalizaron, y eso supuso volver a acostumbrarse a la rutina. Los días de celebraciones en familia dieron paso a la vuelta a los respectivos trabajos, y en el caso de Bella se traducía en la vuelta a la facultad. Por un lado tenía muchísimas ganas de volver a ver a Leah, a Zack, a Cindy...
Pero por otro tenía un nerviosismo que intentó controlar, sobre todo en presencia de Edward. No había vuelto a ver a Henry prácticamente desde la maldita noche de la fiesta, y esperaba que, de una vez por todas, hubiese entendido la negativa. Era un buen chico, no quería hacerle daño... pero no podía ofrecerle más que una sincera amistad.
Apenas dos días después de regresar a San Antonio, Edward tuvo que ausentarse un par de días, para ir a visitar dos empresas de alimentación que, informadas de la excelente calidad de la carne de las reses que criaban en el rancho, estaban interesados en hacer negocio. De modo que el miércoles por la mañana, después de besarla durante varios minutos, Edward se marchó a regañadientes; no le gustaba dejar sola a su pequeña... y además era la primera vez que se separaban después de la última discusión.
Silenciosamente Bella se dirigió hacia la facultad, dónde Leah ya la esperaba justo en la entrada.
-Buenos días- saludó la morena, con una sonrisa-.
-Hola Leah- contestó ésta de vuelta, intentado ahogar un bostezo que finalmente se escapó. Su amiga rió divertida ante tal imagen.
-¿Edward no te ha dejado dormir?- insinuó con voz sugerente, a la vez que elevaba las cejas.
-Muy graciosa- rodó los ojos la joven, pero sus mejillas se tornaron en un suave color cereza, delatándola – y sip, digamos que tuvimos una despedida en condiciones- terminó de explicarle. Leah rió suavemente, y ambas echaron a andar hacia los pasillos.
-¿Cómo van las cosas?- interrogó; le preocupaba mucho Bella.
-De momento las aguas están calmadas- respondió con un largo suspiro.
-Jessica le hizo mucho daño, Bells; es lógico que tenga inseguridades... y si a eso sumamos los celos...- Leah dejó la frase inconclusa.
-Lo sé, es una combinación peligrosa- le dio ésta la razón -sólo espero que aprenda a confiar en mi- Leah negó con la cabeza mientras dejaba el bolso encima de la mesa; la joven castaña ni se dio cuenta del momento en el que habían entrado en el aula.
-No es que desconfíe de ti, Bella- le aclaró -simplemente debe superar sus miedos, para poder embarcaros en un futuro juntos... y sé que poco a poco, lo lograrás- le guiñó el ojo, en señal de ánimo. Bella agradeció las sabias palabras de Leah con una sonrisa, y ambas pusieron su atención a la clase que acababa de empezar.
Las tres primeras horas pasaron lenta y tediosas; apenas tuvieron que tomar más que unas cuantas notas, y al final del segundo periodo Bella apenas podía disimular los bostezos, y poco le faltó para pegar un bote de alegría al escuchar el timbre que daba fin a la tercera hora.
-Alguien está ansiosa- se carcajeó su amiga, observando cómo Bella metía con relativa prisa sus cosas en el bolso, para después colgárselo al hombro.
-Necesito doble ración de café- le aclaró a Leah, cogiéndola del brazo y encaminándose hacia su sitio predilecto en esos instantes... la cafetería. Al entrar se fijaron en que no estaba muy llena; se notaba a leguas la proximidad de los primeros parciales. Después de pedir el improvisado desayuno, no pasaron ni cinco minutos cuándo Annie se acercó a su mesa.
-Hola chicas- saludó simplemente. Desde aquella vez en la que Edward había ido a buscarla, apenas habían coincidido. Su facultad era la que más alejada estaba de las del resto de los chicos, y últimamente parecía que había hecho nuevas amistades por allí.
-Cuánto tiempo- murmuró Leah, alzando una ceja.
-Demasiado- añadió Bella -hacía mucho que no venías a desayunar con nosotras- le dirigió una sonrisa amistosa, y para su sorpresa, Annie se la devolvió.
-He estado muy liada con varios trabajos, y ahora con los exámenes- les explicó mientras añadía azúcar a su infusión -hay un par de asignaturas que se me están atragantando-.
Las tres jóvenes mantuvieron una charla tranquila y distendida. Leah y Bella se dirigían miradas sorprendidas... la chica estaba demasiado simpática. La joven castaña se apuntó mentalmente comentarlo después con su amiga; estaban comentado algo referente a los trabajos que debían hacer en sus respectivas carreras, hasta que fueron interrumpidas.
-Hola chicas- Bella respiró profundamente, dándose paciencia, al oír el saludo que Henry dirigió a la mesa.
-Hola- saludó cordial Leah, al igual que Annie. El joven sonrió cortés, y su vista se posó en Bella.
-Hola Henry- respondió de manera educada.
-¿Cómo lleváis los exámenes?- les preguntó, pero sin tomar asiento.
-Con paciencia- se encogió de hombros Leah.
-Sip; a mi me han adelantado dos para dentro de diez días- rodó los ojos Annie. Henry asintió, y su vista se volvió a posar en Bella, que ojeaba distraída un libro.
-¿Y tú Bella, cómo lo llevas?-.
-Bien- respondió, levantando la vista del libro -todo controlado-.
-¿Y cómo llevas psicología de la educación?; sé que esa asignatura te cuesta- era la única clase que ambos compartían; la joven castaña rodó los ojos mentalmente; pensaba que su actitud distraída era lo suficientemente clara de que no quería hablar con él... pero parecía ser que no.
-Poco a poco- dijo, con un leve deje de molestia en su voz.
-Si quieres te puedo pasar mis apuntes; tengo resumidos los últimos temas... incluso podemos quedar para comentarlos- Bella ya no puedo evitar rechinar los dientes; Leah carraspeó, intentando aligerar el ambiente, mientras que Annie miraba sin comprender una sola palabra.
-No es necesario Henry- exclamó, ya con marcada molestia en su voz -si me disculpáis, tengo que irme- se levantó de manera apresurada, y salió de la cafetería cómo alma que lleva el diablo.
Caminó tan deprisa que no sabía a dónde se dirigía... dios... ¿es que este chico no había aprendido la lección?; se paró en mitad del pasillo, mirando a su alrededor; había recorrido los pasillos velozmente, y un poco más y atraviesa el campus de norte a sur. Dios... y encima la última clase era precisamente la que compartía con Henry.
Se dirigió hacia la entrada del campus, y tomó asiento en uno de los múltiples bancos que rodeaban los jardines y la fachada principal. Necesitaba aire fresco que le despejara la mente, y poder tranquilizar un poco sus nervios. Lo único que quería era que ese chico entendiera que no quería tener más problemas por su causa, y que su corazón ya estaba ocupado; nunca pensó en tener que enfrentarse a una situación así, y no era nada agradable.
Poco a poco fue calmándose; miró hacia la entrada del edificio. El timbre anunciando el cuarto periodo hacía rato que había sonado, pero lo único que le apetecía era irse a casa a descansar. Si se topaba de nuevo con Henry en el día de hoy iba a terminar por responderle de manera grosera, y no tenía ganas de volver a discutir.
Rebuscando en el bolso, dio con su teléfono móvil. Lo tenía en silencio y no se había dado cuenta de desactivarlo en el descanso. Revisándolo, se dio cuenta de que tenía un mensaje de Leah, diciéndole que permaneciera tranquila y que se marchara a casa, que ella le dejaría mañana los apuntes; ella y la joven morena parecía que tenía una especie de telepatía mental. Le escribió otro de vuelta, pidiéndole que no se preocupara por ella y que mañana se verían.
Vio también un mensaje de Edward, y al leerlo no pudo sino esbozar una sonrisa.
"Hola mi pequeña estrellita; espero que las clases
no se estén haciendo pesadas. Te añoro demasiado"
No se lo pensó dos veces, y apretó el botón de llamada; al tercer tono la voz que tanto amaba se escuchó al otro lado de la línea.
-Hola cariño-.
-Edward- exclamó, feliz y aliviada a la vez -¿cómo va todo?-.
-Bien cielo; si todo sigue su curso, mañana por la noche estaré de vuelta en casa- le explicó con cariño -estoy en un rancho precioso en un pueblo a sesenta kilómetros de Dallas, te encantaría ver el criadero de caballos que tienen-.
-Cuándo pasen los exámenes me gustaría acompañarte en uno de tus viajes- le confesó.
-¿Y tus clases?- inquirió Edward, divertido -y hablando de clases... pensaba que a estas horas estarías en ello- exclamó extrañado. Su pequeña sólo faltaba cuándo no se encontraba bien.
-Estoy en la facultad... bueno, saliendo de ella- le explicó -he venido a las tres primeras horas; pero lleva toda la mañana doliéndome la cabeza, y Leah me ha dicho que me vaya a descansar- aparte de que, gracias a dios, no había pasado nada, lo pensaba contarle a Edward el encuentro con Henry; sería capaz de volver y encararle de nuevo. Y lo que menos quería era otro altercado.
-Oh cariño, siento no estar allí para cuidarte; haz caso a Leah, vete a casa y métete en la cama- le ordenó con cariño, preocupado por ella. La joven rió suavemente.
-De acuerdo papá- exclamó cual niña pequeña -no tienes de que preocuparte-.
-Ya lo sé, pero no puedo evitarlo- respondió su novio, con tono serio -ahora tengo que colgar, te llamaré en un par de horas, cuándo finalice la visita... y tómate algo para el dolor-.
-No te preocupes; espero que la reunión no se haga muy pesada- le deseó.
-Después te cuento; un beso pequeña... te quiero-.
-Y yo también... hasta dentro de un rato- la comunicación se cortó, y Bella guardó el móvil con una pequeña sonrisa en su cara. Siempre preocupado por ella, pendiente de ella y de sus necesidades... no podía esperar a que regresara a casa.
Echó a andar, y justo cuándo traspasaba la salida, oyó que alguien gritaba su nombre.
-¡Bella, Bella!- al girarse vio con sorpresa cómo Annie se acercaba a ella, a paso apresurado.
-Hola- la saludó cuándo la tuvo sólo unos pasos.
-Hola Annie, ¿ya te vas a casa?-.
-Ha finalizado la cuarta hora, y hoy no tengo más clases- dios... había transcurrido más de una hora desde que había abandonado la cafetería de manera precipitada, y ni se había dado cuenta.
-Eso está bien- respondió, esbozando una cordial sonrisa -yo también me iba a casa-.
-¿No has ido a clase?- le preguntó, extrañada. La joven castaña negó con la cabeza.
-Me dolía la cabeza, y he preferido salir a despejarme; y para una hora que queda, prefiero irme a descansar- le explicó.
-¿Puedo acompañarte un rato?- le ofreció Annie.
-Claro, ¿por qué no?- a Bella se costaba asimilar la nueva actitud de la muchacha para con ella; era de las que opinaba que la gente puede cambiar y merecer otra oportunidad... a excepción de algunas.
-¿Puedo preguntarte algo?- inquirió la joven, después de unos minutos paseando en completo silencio.
-Claro- respondió la joven castaña, dispuesta a escucharla.
-¿Por qué has huido despavorida de la cafetería?- Bella suspiró; no quería hablar del tema con ella.
-No me encontraba bien- mintió de nuevo.
-Parecías molesta- siguió insistiendo Annie; al ver que la aludida desviaba su vista de ella, comprendió lo que le pasaba.
-Escucha Bella; se que nuestra relación no ha sido la mejor- paró un momento, buscando las palabras exactas -es cierto que ambas somos distintas, y tenemos formas diferentes de ver las cosas- Bella la escuchaba atenta, sin saber a dónde quería llegar.
-Bueno...- se encogió Bella de hombros -no podemos agradar a todo el mundo-.
-Sé que desde el día que Edward vino a buscarte, no he sido la personas más simpática para ti- Annie esbozó una mueca de disculpa -pero me dejó muy clarito quién es su dueña- Bella la miraba fijamente -y aunque te parezca mentira, no soy de esa clase de chicas-.
-Annie...- murmuró Bella, pero ésta la cortó.
-Una cosa es que vea a un chico y piense... caramba, está buenísimo, e intente conocerlo- hizo una divertida mueca con la cara, que hizo sonreír a la joven castaña -y otra que me meta en medio de una pareja- aclaró, ya con tono serio -siento lo que pasó ese día, Bella... de haber sabido que era Edward... -dejó la frase inconclusa.
La joven observó a la joven, sin saber qué decir; la cara y los ojos de Annie reflejaban verdadero arrepentimiento, y sus palabras parecían llevar impresas una disculpa verdadera. Pero su acompañante continuó con su explicación.
-Tuve un novio durante casi cuatro años, se llamaba Kyle, bueno se llama- aclaró con rapidez -teníamos una relación normal, cómo cualquier pareja, nos queríamos... hasta que una tercera persona se metió por medio- Bella abrió un poco los ojos, sorprendida por la revelación.
-Lo lamento- dijo con pesar.
-Me costó mucho, pero conseguí superarlo; sé que parte de la culpa la tiene esa tercera persona... pero la diferencia entre Kyle y Edward es evidente; yo no debía merecer tanto la pena, o Kyle no debía quereme lo suficiente- le relataba Annie.
-Me alegra que lo hayas superado-.
-Por eso tengo una regla, y es no meterme en medio de una pareja- resumió -me haría muy feliz que aceptaras mis disculpas... te aseguro que no tengo intención alguna de perseguir a Edward- le guiñó un ojo, de forma amistosa -no espero que lleguemos a tener la relación que tienes con Leah o Cindy... pero me gustaría que nos llevásemos bien-.
-Disculpas aceptadas- contestó Bella, acompañando sus palabras con una sonrisa sincera -ojalá uno que yo me sé tuviera ese mismo principio- masculló furiosa; lo hizo en voz baja... pero llegó perfectamente a los oídos de Annie.
-Eso va por Henry... ¿me equivoco?- afirmó con cautela.
-No te equivocas- resopló frustrada; le resumió el incidente de la fiesta; la joven le escuchaba atentamente, sorprendiéndose palabra tras palabra que salía de la boca de Bella.
-Se le notaba demasiado que le gustabas... pero nunca pensé que se entrometiera de esa forma, sabiendo que tenías pareja- murmuró pensativa -y comprendo que estés molesta; y la reacción de Edward-.
-Pues me parece que no entendió la indirecta- masculló la joven castaña, entre dientes.
-Tendrá que entenderlo, por su propio bien y por el de todos- añadió Annie -¿saben los chicos algo de ésto?-.
-Sólo Leah- le respondió -Henry volvió a la fiesta cómo si nada-.
-Entonces no comentaré nada delante de Zack y Cindy, no te preocupes... pero no dejes que ésto afecte a tu relación con Edward- le dijo, a modo de consejo.
-Eso espero- la mente de Bella voló hacia los gritos y reproches que ambos se dedicaron esa noche; aunque intentaba arrinconarlos en una esquina, la actitud despreocupada de Henry había hecho que se volvieran a instalar de nuevo, recordándolos.
-No te agobies, y espera a ver cómo van las cosas- le aconsejó; siguieron hablando unos minutos, hasta que Annie consultó su reloj -son casi la una y media de la tarde; mis padres no llegan hasta la noche... ¿qué te parece si comemos por ahí?- le ofreció. El estómago de Bella clamó en señal de asentimiento... tenía muchísima hambre.
-Me parece bien; Edward está de viaje, y no regresa hasta mañana... y es un fastidio comer sola- aceptó de buena gana.
-¿Te hacen unas hamburguesas y alitas de pollo?- sugirió la joven.
-Un menú muy ranchero- aprobó Bella entre risas -mis cuñados aplaudirían tu elección-.
Ambas se dirigieron a la hamburguesería, cambiando radicalmente de tema y dispuestas a disfrutar de los placeres de la comida texana.
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La comida resultó terminar bien, y Bella se alegró de haber podido limar asperezas con Annie, y de haberse concedido una segunda oportunidad. Pero la actitud despreocupada y pasiva de Henry hicieron que su sangre volviera a hervir de manera furiosa, y cuándo traspasó el umbral del apartamento, en verdad le dolía la cabeza.
Justo en ese momento recibió la llamada de Edward; después de explicarle su encuentro con Annie y su recién nacida amistad, y de que su novio se sorprendiera, decidió tomarse un analgésico y meterse en la cama.
Despertó pasadas las nueve de la noche... y peor que cuándo se había acostado. Ya no sólo le dolía la cabeza, sino cada músculo de su cuerpo, y su garganta ardía en llamas. Le llevaba molestando un par de días, pero pensó que sería un leve catarro. Hizo un esfuerzo por levantarse de la cama, y con pasos torpes se dirigió a la cocina, a prepararse un vaso de leche caliente.
Haciendo un esfuerzo logró tomárselo, y decidió tomarse otra pastilla y volver a la cama, no sin antes tomar el termómetro; esperó pacientemente al ruidito que avisaba de que ya podía retirarlo.
-Mierda...- gimió frustrada, al constatar que efectivamente, tenía fiebre; ahora sí que se perdería un par de días de clase.
Mandó un mensaje a Leah, para advertirle y que mañana no se preocupara al no verla aparecer por allí. Inmediatamente su amiga la llamó, y después de repetirle hasta la saciedad que no hacía falta que fuera con ella, que se las arreglaría sola, consiguió convercerla... pero tuvo que colgar al ver que tenía otra llamada entrante.
-Edward...- murmuró, con evidente esfuerzo.
-¡Cariño!, ¿te encuentras bien?- le preguntó alarmado cuándo escuchó la voz quebrada de su pequeña.
-Tengo fiebre, y me duele muchísimo la garganta... creo que tengo gripe- le contó con fastidio, tumbándose de nuevo en la cama; pudo sentir a su novio chasquear la lengua.
-Bella cariño, puedo adelantar mi regreso a casa- le propuso -no quiero que estés sola- le dijo, preocupado. Su novia suspiró con paciencia... se preguntaba cuándo tardaría el gen sobreprotector Cullen en hacer acto de presencia, y no había tardado ni un minuto desde que iniciaron la conversación.
-No es necesario, Edward; además, no puedes cancelar las reuniones- le recordó, cómo si fuera obvio.
-Sólo me queda reunirme con el último cliente; veré si puedo adelantarla a la mañana, y estar en casa a primera hora de la tarde- musitó el joven, cómo si hablara para consigo mismo.
-Eso está mejor- aprobó su novia; en el fondo reconocía que le encantaba esa vena protectora que corría por las venas de Edward, pero no iba permitir que desatendiera por ella su trabajo.
Continuaron hablando un buen rato, prácticamente hasta que los ojos de Bella se cerraron.
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Al día siguiente Bella apenas notó mejoría; al intentar incorporarse, su cabeza parecía querer estallar, cómo si tuviera un millón de agujas clavadas; y aunque parecía que la fiebre no había subido, el salir de debajo de las mantas le provocaba escalofríos.
Después de poder llegar al baño, decidió tumbarse en el sofá. Necesitaba cambiar de postura... pero no aguantó mucho tiempo sentada, de modo que arropada hasta el cuello se tumbó a ver un poco la tele. No pasó mucho tiempo hasta que se quedó dormida de nuevo.
Un par de horas después, Edward entraba por la puerta de casa; dejó la maleta en el vestíbulo y se dirigió al salón, alertado por el sonido de la televisión. Ahí se encontró a su pequeña, con los ojos cerrados y acurrucada bajo la manta. Se agachó a su lado, mirándola con una pequeña sonrisa y pasado su mano por su cara y frente, comprobando su temperatura. Su novia se estremeció, y lentamente abrió los ojos, enfocándole despacio.
-Edward...- susurró con voz rasposa, y volviendo a cerrar los ojos unos segundos.
-Cariño...- la llamó -¿cómo te encuentras?- inquirió preocupado.
-Mal- resopló mientras hacía un puchero; Edward rió divertido ante la estampa, y se inclinó para, suavemente, besar sus labios. Quemaban, señal de que la fiebre todavía era alta.
-Tienes mucha fiebre, cariño- le dijo una vez se separó de ella -te voy a llevar a la cama; ¿has tomado la medicina?- le preguntó mientras la alzaba en sus brazos.
-No... mi estómago está cerrado- Edward le dedicó una mirada reprobatoria.
-Debes tomar algo, aunque sea para poder tomar la medicación, y beber para no deshidratarte- le decía cómo si fuera médico -te calentaré un vaso de leche y te la tomarás con unas galletas-.
-Está bien- refunfuñó; su novio rió en voz baja mientras dejaba un beso en su cabeza; la posó delicadamente en la cama y la arropó hasta el cuello.
-Ahora mismo regreso-.
-No creo que pueda irme a ningún sitio- le aclaró con una pequeña mueca.
-Estar enferma te hace protestar por todo- sonrió Edward, apartándole el pelo de la frente, pegajosa y sudorosa.
-Lo sé, y lo siento- se disculpó ésta.
-No te preocupes cielo; en unos pocos días estarás mejor, ya lo verás- su pequeña simplemente asintió con la cabeza, y tapándola de nuevo salió de la habitación.
Ya en la cocina, se afanó en preparar el vaso de leche para llevárselo lo más rápido posible; consiguió que se tomara toda, pero apenas mordisqueó una de las galletas. Edward no insistió más, y dejando el vaso y el plato en la mesilla, se tumbó encima de la cama, rodeando el cuerpo de Bella con sus brazos. La joven se pegó a su cuerpo tanto cómo pudo.
-Te he echado de menos- murmuró ahogando un bostezo.
-Y yo a ti cielo, estaba muy preocupado- le recordó; no soportaba ver a su pequeña tan débil, parecía un animalillo indefenso, aferrándose a él.
-¿Cómo han ido las reuniones?, ¿vais a suministrar ganado a esos ranchos?- inquirió, curiosa.
-Con el primero que visité hemos cerrado el acuerdo- le contó animado -el segundo todavía está pensando la oferta-.
-Es estupendo, cariño- murmuró ésta, pero a la vez un bostezo involuntario abandonó su boca.
-Tienes que dormir- le dijo mientras besaba suavemente su frente -necesitas descansar- le volvió a decir.
-No quiero- espetó cual niña pequeña -cuéntame cosas de ese rancho que tenía caballos- le pidió con un tierno puchero. Su novio rió suavemente... su pequeña era demasiado cabezota, pero accedió a sus deseos.
Le relató su viaje hasta que sintió cómo se relajaba entre sus brazos; la observó dormir, le gustaba hacerlo. Con mucho cuidado se deshizo de su agarre, y dejando otro beso en su frente, se encaminó de nuevo a la cocina, para recoger todo y prepararse algo de comer.
Una vez comió y dejó la cocina reluciente, cómo siempre la tenía Bella, deshizo el equipaje y se duchó y cambió de ropa; salió sin hacer ruido, y comprobó que su pequeña dormía tranquila; su respiración no era tan agitada, y el analgésico para la fiebre había hecho su trabajo, ya que comprobó que le había bajado.
Volvió a tumbarse en la cama; inmediatamente su pequeña se dio la vuelta, abrazándose a él de nuevo. El cansancio del viaje se iba notando, y con ella entre sus brazos, cerró los ojos, en un intento por descansar un poco.
-Edward...- abrió un ojo al escuchar su nombre,pero enseguida se dio cuenta de que Bella estaba completamente dormida. Sonriendo, besó suavemente su pelo, antes de que el sueño le envolviera a él también por completo.
Las vacaciones finalizaron, y eso supuso volver a acostumbrarse a la rutina. Los días de celebraciones en familia dieron paso a la vuelta a los respectivos trabajos, y en el caso de Bella se traducía en la vuelta a la facultad. Por un lado tenía muchísimas ganas de volver a ver a Leah, a Zack, a Cindy...
Pero por otro tenía un nerviosismo que intentó controlar, sobre todo en presencia de Edward. No había vuelto a ver a Henry prácticamente desde la maldita noche de la fiesta, y esperaba que, de una vez por todas, hubiese entendido la negativa. Era un buen chico, no quería hacerle daño... pero no podía ofrecerle más que una sincera amistad.
Apenas dos días después de regresar a San Antonio, Edward tuvo que ausentarse un par de días, para ir a visitar dos empresas de alimentación que, informadas de la excelente calidad de la carne de las reses que criaban en el rancho, estaban interesados en hacer negocio. De modo que el miércoles por la mañana, después de besarla durante varios minutos, Edward se marchó a regañadientes; no le gustaba dejar sola a su pequeña... y además era la primera vez que se separaban después de la última discusión.
Silenciosamente Bella se dirigió hacia la facultad, dónde Leah ya la esperaba justo en la entrada.
-Buenos días- saludó la morena, con una sonrisa-.
-Hola Leah- contestó ésta de vuelta, intentado ahogar un bostezo que finalmente se escapó. Su amiga rió divertida ante tal imagen.
-¿Edward no te ha dejado dormir?- insinuó con voz sugerente, a la vez que elevaba las cejas.
-Muy graciosa- rodó los ojos la joven, pero sus mejillas se tornaron en un suave color cereza, delatándola – y sip, digamos que tuvimos una despedida en condiciones- terminó de explicarle. Leah rió suavemente, y ambas echaron a andar hacia los pasillos.
-¿Cómo van las cosas?- interrogó; le preocupaba mucho Bella.
-De momento las aguas están calmadas- respondió con un largo suspiro.
-Jessica le hizo mucho daño, Bells; es lógico que tenga inseguridades... y si a eso sumamos los celos...- Leah dejó la frase inconclusa.
-Lo sé, es una combinación peligrosa- le dio ésta la razón -sólo espero que aprenda a confiar en mi- Leah negó con la cabeza mientras dejaba el bolso encima de la mesa; la joven castaña ni se dio cuenta del momento en el que habían entrado en el aula.
-No es que desconfíe de ti, Bella- le aclaró -simplemente debe superar sus miedos, para poder embarcaros en un futuro juntos... y sé que poco a poco, lo lograrás- le guiñó el ojo, en señal de ánimo. Bella agradeció las sabias palabras de Leah con una sonrisa, y ambas pusieron su atención a la clase que acababa de empezar.
Las tres primeras horas pasaron lenta y tediosas; apenas tuvieron que tomar más que unas cuantas notas, y al final del segundo periodo Bella apenas podía disimular los bostezos, y poco le faltó para pegar un bote de alegría al escuchar el timbre que daba fin a la tercera hora.
-Alguien está ansiosa- se carcajeó su amiga, observando cómo Bella metía con relativa prisa sus cosas en el bolso, para después colgárselo al hombro.
-Necesito doble ración de café- le aclaró a Leah, cogiéndola del brazo y encaminándose hacia su sitio predilecto en esos instantes... la cafetería. Al entrar se fijaron en que no estaba muy llena; se notaba a leguas la proximidad de los primeros parciales. Después de pedir el improvisado desayuno, no pasaron ni cinco minutos cuándo Annie se acercó a su mesa.
-Hola chicas- saludó simplemente. Desde aquella vez en la que Edward había ido a buscarla, apenas habían coincidido. Su facultad era la que más alejada estaba de las del resto de los chicos, y últimamente parecía que había hecho nuevas amistades por allí.
-Cuánto tiempo- murmuró Leah, alzando una ceja.
-Demasiado- añadió Bella -hacía mucho que no venías a desayunar con nosotras- le dirigió una sonrisa amistosa, y para su sorpresa, Annie se la devolvió.
-He estado muy liada con varios trabajos, y ahora con los exámenes- les explicó mientras añadía azúcar a su infusión -hay un par de asignaturas que se me están atragantando-.
Las tres jóvenes mantuvieron una charla tranquila y distendida. Leah y Bella se dirigían miradas sorprendidas... la chica estaba demasiado simpática. La joven castaña se apuntó mentalmente comentarlo después con su amiga; estaban comentado algo referente a los trabajos que debían hacer en sus respectivas carreras, hasta que fueron interrumpidas.
-Hola chicas- Bella respiró profundamente, dándose paciencia, al oír el saludo que Henry dirigió a la mesa.
-Hola- saludó cordial Leah, al igual que Annie. El joven sonrió cortés, y su vista se posó en Bella.
-Hola Henry- respondió de manera educada.
-¿Cómo lleváis los exámenes?- les preguntó, pero sin tomar asiento.
-Con paciencia- se encogió de hombros Leah.
-Sip; a mi me han adelantado dos para dentro de diez días- rodó los ojos Annie. Henry asintió, y su vista se volvió a posar en Bella, que ojeaba distraída un libro.
-¿Y tú Bella, cómo lo llevas?-.
-Bien- respondió, levantando la vista del libro -todo controlado-.
-¿Y cómo llevas psicología de la educación?; sé que esa asignatura te cuesta- era la única clase que ambos compartían; la joven castaña rodó los ojos mentalmente; pensaba que su actitud distraída era lo suficientemente clara de que no quería hablar con él... pero parecía ser que no.
-Poco a poco- dijo, con un leve deje de molestia en su voz.
-Si quieres te puedo pasar mis apuntes; tengo resumidos los últimos temas... incluso podemos quedar para comentarlos- Bella ya no puedo evitar rechinar los dientes; Leah carraspeó, intentando aligerar el ambiente, mientras que Annie miraba sin comprender una sola palabra.
-No es necesario Henry- exclamó, ya con marcada molestia en su voz -si me disculpáis, tengo que irme- se levantó de manera apresurada, y salió de la cafetería cómo alma que lleva el diablo.
Caminó tan deprisa que no sabía a dónde se dirigía... dios... ¿es que este chico no había aprendido la lección?; se paró en mitad del pasillo, mirando a su alrededor; había recorrido los pasillos velozmente, y un poco más y atraviesa el campus de norte a sur. Dios... y encima la última clase era precisamente la que compartía con Henry.
Se dirigió hacia la entrada del campus, y tomó asiento en uno de los múltiples bancos que rodeaban los jardines y la fachada principal. Necesitaba aire fresco que le despejara la mente, y poder tranquilizar un poco sus nervios. Lo único que quería era que ese chico entendiera que no quería tener más problemas por su causa, y que su corazón ya estaba ocupado; nunca pensó en tener que enfrentarse a una situación así, y no era nada agradable.
Poco a poco fue calmándose; miró hacia la entrada del edificio. El timbre anunciando el cuarto periodo hacía rato que había sonado, pero lo único que le apetecía era irse a casa a descansar. Si se topaba de nuevo con Henry en el día de hoy iba a terminar por responderle de manera grosera, y no tenía ganas de volver a discutir.
Rebuscando en el bolso, dio con su teléfono móvil. Lo tenía en silencio y no se había dado cuenta de desactivarlo en el descanso. Revisándolo, se dio cuenta de que tenía un mensaje de Leah, diciéndole que permaneciera tranquila y que se marchara a casa, que ella le dejaría mañana los apuntes; ella y la joven morena parecía que tenía una especie de telepatía mental. Le escribió otro de vuelta, pidiéndole que no se preocupara por ella y que mañana se verían.
Vio también un mensaje de Edward, y al leerlo no pudo sino esbozar una sonrisa.
"Hola mi pequeña estrellita; espero que las clases
no se estén haciendo pesadas. Te añoro demasiado"
No se lo pensó dos veces, y apretó el botón de llamada; al tercer tono la voz que tanto amaba se escuchó al otro lado de la línea.
-Hola cariño-.
-Edward- exclamó, feliz y aliviada a la vez -¿cómo va todo?-.
-Bien cielo; si todo sigue su curso, mañana por la noche estaré de vuelta en casa- le explicó con cariño -estoy en un rancho precioso en un pueblo a sesenta kilómetros de Dallas, te encantaría ver el criadero de caballos que tienen-.
-Cuándo pasen los exámenes me gustaría acompañarte en uno de tus viajes- le confesó.
-¿Y tus clases?- inquirió Edward, divertido -y hablando de clases... pensaba que a estas horas estarías en ello- exclamó extrañado. Su pequeña sólo faltaba cuándo no se encontraba bien.
-Estoy en la facultad... bueno, saliendo de ella- le explicó -he venido a las tres primeras horas; pero lleva toda la mañana doliéndome la cabeza, y Leah me ha dicho que me vaya a descansar- aparte de que, gracias a dios, no había pasado nada, lo pensaba contarle a Edward el encuentro con Henry; sería capaz de volver y encararle de nuevo. Y lo que menos quería era otro altercado.
-Oh cariño, siento no estar allí para cuidarte; haz caso a Leah, vete a casa y métete en la cama- le ordenó con cariño, preocupado por ella. La joven rió suavemente.
-De acuerdo papá- exclamó cual niña pequeña -no tienes de que preocuparte-.
-Ya lo sé, pero no puedo evitarlo- respondió su novio, con tono serio -ahora tengo que colgar, te llamaré en un par de horas, cuándo finalice la visita... y tómate algo para el dolor-.
-No te preocupes; espero que la reunión no se haga muy pesada- le deseó.
-Después te cuento; un beso pequeña... te quiero-.
-Y yo también... hasta dentro de un rato- la comunicación se cortó, y Bella guardó el móvil con una pequeña sonrisa en su cara. Siempre preocupado por ella, pendiente de ella y de sus necesidades... no podía esperar a que regresara a casa.
Echó a andar, y justo cuándo traspasaba la salida, oyó que alguien gritaba su nombre.
-¡Bella, Bella!- al girarse vio con sorpresa cómo Annie se acercaba a ella, a paso apresurado.
-Hola- la saludó cuándo la tuvo sólo unos pasos.
-Hola Annie, ¿ya te vas a casa?-.
-Ha finalizado la cuarta hora, y hoy no tengo más clases- dios... había transcurrido más de una hora desde que había abandonado la cafetería de manera precipitada, y ni se había dado cuenta.
-Eso está bien- respondió, esbozando una cordial sonrisa -yo también me iba a casa-.
-¿No has ido a clase?- le preguntó, extrañada. La joven castaña negó con la cabeza.
-Me dolía la cabeza, y he preferido salir a despejarme; y para una hora que queda, prefiero irme a descansar- le explicó.
-¿Puedo acompañarte un rato?- le ofreció Annie.
-Claro, ¿por qué no?- a Bella se costaba asimilar la nueva actitud de la muchacha para con ella; era de las que opinaba que la gente puede cambiar y merecer otra oportunidad... a excepción de algunas.
-¿Puedo preguntarte algo?- inquirió la joven, después de unos minutos paseando en completo silencio.
-Claro- respondió la joven castaña, dispuesta a escucharla.
-¿Por qué has huido despavorida de la cafetería?- Bella suspiró; no quería hablar del tema con ella.
-No me encontraba bien- mintió de nuevo.
-Parecías molesta- siguió insistiendo Annie; al ver que la aludida desviaba su vista de ella, comprendió lo que le pasaba.
-Escucha Bella; se que nuestra relación no ha sido la mejor- paró un momento, buscando las palabras exactas -es cierto que ambas somos distintas, y tenemos formas diferentes de ver las cosas- Bella la escuchaba atenta, sin saber a dónde quería llegar.
-Bueno...- se encogió Bella de hombros -no podemos agradar a todo el mundo-.
-Sé que desde el día que Edward vino a buscarte, no he sido la personas más simpática para ti- Annie esbozó una mueca de disculpa -pero me dejó muy clarito quién es su dueña- Bella la miraba fijamente -y aunque te parezca mentira, no soy de esa clase de chicas-.
-Annie...- murmuró Bella, pero ésta la cortó.
-Una cosa es que vea a un chico y piense... caramba, está buenísimo, e intente conocerlo- hizo una divertida mueca con la cara, que hizo sonreír a la joven castaña -y otra que me meta en medio de una pareja- aclaró, ya con tono serio -siento lo que pasó ese día, Bella... de haber sabido que era Edward... -dejó la frase inconclusa.
La joven observó a la joven, sin saber qué decir; la cara y los ojos de Annie reflejaban verdadero arrepentimiento, y sus palabras parecían llevar impresas una disculpa verdadera. Pero su acompañante continuó con su explicación.
-Tuve un novio durante casi cuatro años, se llamaba Kyle, bueno se llama- aclaró con rapidez -teníamos una relación normal, cómo cualquier pareja, nos queríamos... hasta que una tercera persona se metió por medio- Bella abrió un poco los ojos, sorprendida por la revelación.
-Lo lamento- dijo con pesar.
-Me costó mucho, pero conseguí superarlo; sé que parte de la culpa la tiene esa tercera persona... pero la diferencia entre Kyle y Edward es evidente; yo no debía merecer tanto la pena, o Kyle no debía quereme lo suficiente- le relataba Annie.
-Me alegra que lo hayas superado-.
-Por eso tengo una regla, y es no meterme en medio de una pareja- resumió -me haría muy feliz que aceptaras mis disculpas... te aseguro que no tengo intención alguna de perseguir a Edward- le guiñó un ojo, de forma amistosa -no espero que lleguemos a tener la relación que tienes con Leah o Cindy... pero me gustaría que nos llevásemos bien-.
-Disculpas aceptadas- contestó Bella, acompañando sus palabras con una sonrisa sincera -ojalá uno que yo me sé tuviera ese mismo principio- masculló furiosa; lo hizo en voz baja... pero llegó perfectamente a los oídos de Annie.
-Eso va por Henry... ¿me equivoco?- afirmó con cautela.
-No te equivocas- resopló frustrada; le resumió el incidente de la fiesta; la joven le escuchaba atentamente, sorprendiéndose palabra tras palabra que salía de la boca de Bella.
-Se le notaba demasiado que le gustabas... pero nunca pensé que se entrometiera de esa forma, sabiendo que tenías pareja- murmuró pensativa -y comprendo que estés molesta; y la reacción de Edward-.
-Pues me parece que no entendió la indirecta- masculló la joven castaña, entre dientes.
-Tendrá que entenderlo, por su propio bien y por el de todos- añadió Annie -¿saben los chicos algo de ésto?-.
-Sólo Leah- le respondió -Henry volvió a la fiesta cómo si nada-.
-Entonces no comentaré nada delante de Zack y Cindy, no te preocupes... pero no dejes que ésto afecte a tu relación con Edward- le dijo, a modo de consejo.
-Eso espero- la mente de Bella voló hacia los gritos y reproches que ambos se dedicaron esa noche; aunque intentaba arrinconarlos en una esquina, la actitud despreocupada de Henry había hecho que se volvieran a instalar de nuevo, recordándolos.
-No te agobies, y espera a ver cómo van las cosas- le aconsejó; siguieron hablando unos minutos, hasta que Annie consultó su reloj -son casi la una y media de la tarde; mis padres no llegan hasta la noche... ¿qué te parece si comemos por ahí?- le ofreció. El estómago de Bella clamó en señal de asentimiento... tenía muchísima hambre.
-Me parece bien; Edward está de viaje, y no regresa hasta mañana... y es un fastidio comer sola- aceptó de buena gana.
-¿Te hacen unas hamburguesas y alitas de pollo?- sugirió la joven.
-Un menú muy ranchero- aprobó Bella entre risas -mis cuñados aplaudirían tu elección-.
Ambas se dirigieron a la hamburguesería, cambiando radicalmente de tema y dispuestas a disfrutar de los placeres de la comida texana.
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La comida resultó terminar bien, y Bella se alegró de haber podido limar asperezas con Annie, y de haberse concedido una segunda oportunidad. Pero la actitud despreocupada y pasiva de Henry hicieron que su sangre volviera a hervir de manera furiosa, y cuándo traspasó el umbral del apartamento, en verdad le dolía la cabeza.
Justo en ese momento recibió la llamada de Edward; después de explicarle su encuentro con Annie y su recién nacida amistad, y de que su novio se sorprendiera, decidió tomarse un analgésico y meterse en la cama.
Despertó pasadas las nueve de la noche... y peor que cuándo se había acostado. Ya no sólo le dolía la cabeza, sino cada músculo de su cuerpo, y su garganta ardía en llamas. Le llevaba molestando un par de días, pero pensó que sería un leve catarro. Hizo un esfuerzo por levantarse de la cama, y con pasos torpes se dirigió a la cocina, a prepararse un vaso de leche caliente.
Haciendo un esfuerzo logró tomárselo, y decidió tomarse otra pastilla y volver a la cama, no sin antes tomar el termómetro; esperó pacientemente al ruidito que avisaba de que ya podía retirarlo.
-Mierda...- gimió frustrada, al constatar que efectivamente, tenía fiebre; ahora sí que se perdería un par de días de clase.
Mandó un mensaje a Leah, para advertirle y que mañana no se preocupara al no verla aparecer por allí. Inmediatamente su amiga la llamó, y después de repetirle hasta la saciedad que no hacía falta que fuera con ella, que se las arreglaría sola, consiguió convercerla... pero tuvo que colgar al ver que tenía otra llamada entrante.
-Edward...- murmuró, con evidente esfuerzo.
-¡Cariño!, ¿te encuentras bien?- le preguntó alarmado cuándo escuchó la voz quebrada de su pequeña.
-Tengo fiebre, y me duele muchísimo la garganta... creo que tengo gripe- le contó con fastidio, tumbándose de nuevo en la cama; pudo sentir a su novio chasquear la lengua.
-Bella cariño, puedo adelantar mi regreso a casa- le propuso -no quiero que estés sola- le dijo, preocupado. Su novia suspiró con paciencia... se preguntaba cuándo tardaría el gen sobreprotector Cullen en hacer acto de presencia, y no había tardado ni un minuto desde que iniciaron la conversación.
-No es necesario, Edward; además, no puedes cancelar las reuniones- le recordó, cómo si fuera obvio.
-Sólo me queda reunirme con el último cliente; veré si puedo adelantarla a la mañana, y estar en casa a primera hora de la tarde- musitó el joven, cómo si hablara para consigo mismo.
-Eso está mejor- aprobó su novia; en el fondo reconocía que le encantaba esa vena protectora que corría por las venas de Edward, pero no iba permitir que desatendiera por ella su trabajo.
Continuaron hablando un buen rato, prácticamente hasta que los ojos de Bella se cerraron.
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Al día siguiente Bella apenas notó mejoría; al intentar incorporarse, su cabeza parecía querer estallar, cómo si tuviera un millón de agujas clavadas; y aunque parecía que la fiebre no había subido, el salir de debajo de las mantas le provocaba escalofríos.
Después de poder llegar al baño, decidió tumbarse en el sofá. Necesitaba cambiar de postura... pero no aguantó mucho tiempo sentada, de modo que arropada hasta el cuello se tumbó a ver un poco la tele. No pasó mucho tiempo hasta que se quedó dormida de nuevo.
Un par de horas después, Edward entraba por la puerta de casa; dejó la maleta en el vestíbulo y se dirigió al salón, alertado por el sonido de la televisión. Ahí se encontró a su pequeña, con los ojos cerrados y acurrucada bajo la manta. Se agachó a su lado, mirándola con una pequeña sonrisa y pasado su mano por su cara y frente, comprobando su temperatura. Su novia se estremeció, y lentamente abrió los ojos, enfocándole despacio.
-Edward...- susurró con voz rasposa, y volviendo a cerrar los ojos unos segundos.
-Cariño...- la llamó -¿cómo te encuentras?- inquirió preocupado.
-Mal- resopló mientras hacía un puchero; Edward rió divertido ante la estampa, y se inclinó para, suavemente, besar sus labios. Quemaban, señal de que la fiebre todavía era alta.
-Tienes mucha fiebre, cariño- le dijo una vez se separó de ella -te voy a llevar a la cama; ¿has tomado la medicina?- le preguntó mientras la alzaba en sus brazos.
-No... mi estómago está cerrado- Edward le dedicó una mirada reprobatoria.
-Debes tomar algo, aunque sea para poder tomar la medicación, y beber para no deshidratarte- le decía cómo si fuera médico -te calentaré un vaso de leche y te la tomarás con unas galletas-.
-Está bien- refunfuñó; su novio rió en voz baja mientras dejaba un beso en su cabeza; la posó delicadamente en la cama y la arropó hasta el cuello.
-Ahora mismo regreso-.
-No creo que pueda irme a ningún sitio- le aclaró con una pequeña mueca.
-Estar enferma te hace protestar por todo- sonrió Edward, apartándole el pelo de la frente, pegajosa y sudorosa.
-Lo sé, y lo siento- se disculpó ésta.
-No te preocupes cielo; en unos pocos días estarás mejor, ya lo verás- su pequeña simplemente asintió con la cabeza, y tapándola de nuevo salió de la habitación.
Ya en la cocina, se afanó en preparar el vaso de leche para llevárselo lo más rápido posible; consiguió que se tomara toda, pero apenas mordisqueó una de las galletas. Edward no insistió más, y dejando el vaso y el plato en la mesilla, se tumbó encima de la cama, rodeando el cuerpo de Bella con sus brazos. La joven se pegó a su cuerpo tanto cómo pudo.
-Te he echado de menos- murmuró ahogando un bostezo.
-Y yo a ti cielo, estaba muy preocupado- le recordó; no soportaba ver a su pequeña tan débil, parecía un animalillo indefenso, aferrándose a él.
-¿Cómo han ido las reuniones?, ¿vais a suministrar ganado a esos ranchos?- inquirió, curiosa.
-Con el primero que visité hemos cerrado el acuerdo- le contó animado -el segundo todavía está pensando la oferta-.
-Es estupendo, cariño- murmuró ésta, pero a la vez un bostezo involuntario abandonó su boca.
-Tienes que dormir- le dijo mientras besaba suavemente su frente -necesitas descansar- le volvió a decir.
-No quiero- espetó cual niña pequeña -cuéntame cosas de ese rancho que tenía caballos- le pidió con un tierno puchero. Su novio rió suavemente... su pequeña era demasiado cabezota, pero accedió a sus deseos.
Le relató su viaje hasta que sintió cómo se relajaba entre sus brazos; la observó dormir, le gustaba hacerlo. Con mucho cuidado se deshizo de su agarre, y dejando otro beso en su frente, se encaminó de nuevo a la cocina, para recoger todo y prepararse algo de comer.
Una vez comió y dejó la cocina reluciente, cómo siempre la tenía Bella, deshizo el equipaje y se duchó y cambió de ropa; salió sin hacer ruido, y comprobó que su pequeña dormía tranquila; su respiración no era tan agitada, y el analgésico para la fiebre había hecho su trabajo, ya que comprobó que le había bajado.
Volvió a tumbarse en la cama; inmediatamente su pequeña se dio la vuelta, abrazándose a él de nuevo. El cansancio del viaje se iba notando, y con ella entre sus brazos, cerró los ojos, en un intento por descansar un poco.
-Edward...- abrió un ojo al escuchar su nombre,pero enseguida se dio cuenta de que Bella estaba completamente dormida. Sonriendo, besó suavemente su pelo, antes de que el sueño le envolviera a él también por completo.
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 32: Sentimientos a flor de piel
El teléfono sacó a Bella de su letargo; había cogido la gripe con tanta fuerza que llevaba cuatro días sin apenas salir de la cama; y aunque había ratos que se encontraba mejor, su sobreprotector novio apenas la dejaba levantarse, a pesar de sus ruegos. Edward se desvivía por y para ella; incluso se había encargado él mismo de las comidas, que para sorpresa de la joven, resultó que podía defenderse con platos sencillos y no muy elaborados.
-Hola Leah- saludó a su amiga nada más descolgar.
-Hola Bells, ¿cómo lo llevas?- le interrogó; el sábado Randall y ella se habían acercado a visitarla y a llevarle una deliciosa sopa de verduras, que la joven y Edward agradecieron.
-Al menos ya no tengo fiebre- resopló, incorporándose y apoyando la cabeza en el cabecero -pero todavía estoy muy cansada- le contó, con la voz congestionada -mi cabeza todavía tiene momentos que quiere explotar- su amiga rió divertida ante el relato.
-La has pillado bien, y es lógico que todavía estés débil- le recordó.
-Odio estar así, me siento una completa inútil- refunfuñó.
-Te aseguro que yo daría todo por estar unos días de relax, y más con un enfermero tan guapo- se burló -aunque el mío fuese moreno de piel y cabello- añadió, en alusión a su marido. Bella rió divertida.
-¿Cómo van las clases?, ¿me he perdido algo?- cambió de tema.
-Absolutamente nada interesante; ya sabes que la semana que viene empiezan los parciales, de modo que medio campus está encerrado en la facultad o en sus casas estudiando-.
-Pues yo estaba pensando en ir mañana- meditó la joven castaña en voz alta; justo en ese momento entraba Edward por la puerta, y negó en silencio con la cabeza a la vez que sonreía, ya que había escuchado perfectamente las palabras de su novia.
Ésta simplemente rodó los ojos, casi sin prestar atención a lo que su amiga le contaba; iba a protestarle a su novio, cuándo oyó sonar el teléfono fijo. De nuevo se quedó sola en el dormitorio, y volvió a prestarle atención a Leah.
-¿Qué decías?; es que estaba aquí Edward- se disculpó.
-Te decía que no fueras tonta; quédate en casa esta semana, te recuperas bien y aprovechas para estudiar- le repitió la joven morena.
-Edward me ha dicho lo mismo, más o menos- la contestación de Bella hizo reír a la joven -puede que ambos tengáis razón; llevo días sin acercarme a los libros- murmuró pensativa -¿cómo está el resto?- cambió radicalmente de tema.
-Bien; todos te mandan recuerdos; apenas los he visto- Leah hizo una pausa -me crucé con Henry ayer, en el cambio de clase-.
-Qué alegría- siseó irónica.
-Sólo me preguntó a ver cómo estabas, tranquila- le dijo ésta, al escuchar la medio protesta de Bella -no ha comentado nada del día que huiste despavorida de la cafetería-.
-Pues espero que le haya quedado claro- la joven morena pudo oír rechinar los dientes de Bella desde el otro lado del teléfono.
-¿Se lo has dicho a Edward?- preguntó ésta, con tono serio.
-No- contestó con un suspiro – no fue nada, y no quiero que volvamos a discutir... y menos que se enfurezca y peleen- le explicó.
-Tampoco pasó nada grave- le dio la razón -de todos modos, yo se lo contaría; si se entera por otros medios en verdad se va a enfadar-.
-Ya lo sé... pero tengo miedo- murmuró, con la voz contenida.
-Si no se lo cuentas acabarás discutiendo con él de nuevo- volvió a repetirle Leah -piénsalo, Bells-.
-Lo haré, te lo prometo- contestó. Su amiga rió suavemente al escuchar el tono lastimero de Bella.
-Ahora te tengo que dejar, Randall me está esperando para ir a dar un paseo-.
-Ya veo cómo estudias- murmuró Bella con una risilla.
-Simplemente es un paréntesis; necesito levantar la vista o tendré pesadillas con la señora Vods- dijo resignada su amiga.
-Entonces ve, no hagas esperar a Randall- le aconsejó la joven castaña; justo en ese momento Edward entraba en la habitación; le dedicó una pequeña sonrisa mientras se sentaba en la cama y acomodaba su cabeza en el regazo de su pequeña.
-Y tú hazme caso; no quiero verte por la facultad hasta el próximo martes, para hacer el primer examen- le advirtió Leah; Bella rodó los ojos, a la vez que pasaba sus dedos por los mechones cobrizos de su novio.
-Está bien; diviértete- le deseó, a modo de despedida.
-Que te mejores Bells, te llamo en un par de días- la comunicación se cortó, y después de dejar el móvil encima de la mesilla, sus ojos se posaron en Edward, que estaba cómodamente instalado en su regazo.
La pareja permaneció en un cómodo e íntimo silencio, y la joven sopesó las palabras de su amiga, debatiéndose entre contarle a Edward el incidente del otro día o no.
-Estás muy callada- Bella volvió su vista al rostro de Edward, que había abierto los ojos y la miraba con cariño -¿cómo está Leah?-.
-Bien- se encogió de hombros su pequeña -me ha dicho que me quede en casa hasta el día del examen-.
-¿Lo ves?- la medio picó Edward, incorporándose y quedando sus rostros muy cerca del uno del otro -es mejor que te recuperes por completo, cariño-.
-Ya lo sé... pero me frustra estar así, sin apenas poder salir de la cama- se volvió a quejar, cruzándose de brazos. Su novio rió divertido por la expresión de su novia.
-¿Cómo están los chicos?- interrogó éste, de forma casual.
-Según Leah, todos estudiando... apenas los ha visto- le explicó; Edward observó con disimulo cómo empezaba a retorcer los dedos de sus manos; de repente se había puesto muy nerviosa.
-¿Qué pasa, cariño?- le demandó, con verdadera preocupación en su voz; vio cómo su pequeña sonreía, pero esquivaba sus ojos verdes.
-Nada- murmuró nerviosa -es una tontería-.
-Pues parece preocuparte- volvió a insistir su novio. La joven suspiró frustrada para sus adentros; se debatió durante un minuto... pero se rindió; decidió contárselo.
-Verás...- empezó a relatar -el día que me puse enferma...- tomó una lenta bocanada de aire -estaba con Leah y Annie en la cafetería... y apareció Henry- miró a su novio a través de sus pestañas, y pudo ver que cuadraba su recta mandíbula, en un gesto serio.
El joven mantuvo una fachada serena, pero por dentro estaba que se lo llevaban los demonios; si ese impresentable había vuelto a molestar a su pequeña, se iba a encargar personalmente de recordarle un par de puntos importantes de su pasada charla.
Pero por otro lado, estaba un poco decepcionado... ¿por qué no se lo había contado antes?; ¿tanto miedo le tenía su novia?.
-¿Te molestó?- inquirió de manera suave, pero firme -Bella...- la llamó, ya que la joven seguía esquivando su mirada.
-Se acercó a la mesa; simplemente nos preguntó de manera general cómo llevábamos los exámenes- hizo una pequeña pausa, sopesando delicadamente sus palabras -después me preguntó cómo llevaba la asignatura en la que coincidimos; le dije que bien... y después me ofreció ayuda- Edward la escuchaba pacientemente, pero su ceño llevaba varios minutos arrugado -le dije que no era necesario... pero siguió insistiendo, incluso insinuó que podríamos quedar para estudiar- la joven pudo escuchar perfectamente cómo los dientes de Edward rechinaban entre ellos.
-Continúa- Bella se encogió ante en tono contenido de su novio.
-Le dije que no- murmuró la joven -me enfadé tanto que salí de allí corriendo; no sé que problema tiene con entender las negativas-.
Edward permaneció unos minutos en silencio, sopesando todo lo que su pequeña le había contado. Se llevo los dedos índice y pulgar al puente de su nariz, tratando de calmarse.
-¿Por qué no me lo contaste antes?- le reclamó; su tono no reflejaba enfado, sino decepción.
-Tenía mucho miedo por tu reacción- musitó, sintiendo sus ojos aguarse -y no quería que te enfadaras; en realidad no pasó nada y...- Edward la silenció poniendo un dedo en sus labios.
-No me hubiera enfadado contigo Bella- le aclaró -sé que cuándo se trata de ti me vuelvo muy sobreprotector... pero no puedo evitarlo- se disculpó con una sonrisa triste.
-Edward...- susurró, llevando una de sus manos a la cara de su novio -no pasó nada, y...- éste la cortó.
-No pasa nada, Bella- negó con la cabeza -simplemente me duele que no hayas confiado en mi lo suficiente; sé que la otra vez lo pagué contigo, y no lo merecías- le explicó suavemente -y entiendo tu temor a mi reacción... pero no puedo evitar que me duela-.
-Edward, yo confío en ti... tienes que creerme- le dijo Bella, tomándole el rostro con desesperación -si hubiera ocurrido algo más grave te lo habría dicho sin dudarlo- el corazón del joven se encogió al ver una furtiva lágrima cruzar su mejilla.
-No llores cariño- la consoló, atrayéndola a sus brazos; su pequeña se acurrucó dentro de ellos, pegándose a su cuerpo todo lo que podía -no voy a enfadarme contigo... pero no puedo permitir que ese imbécil siga con lo mismo, y más cuándo tú le has dicho que no por activa y por pasiva- masculló, ahora con verdadera furia emanando de sus ojos verdes.
-Lo siento mucho Edward- sollozó la joven -te he dado la sensación de que no confío en ti... y eso no es verdad... no me extraña que no quieras casarte conmigo- susurró en voz baja, pero las palabras llegaron a oídos de su novio.
La palabra resonó en su cabeza; sabía que era lo que más anhelaba su pequeña estrellita, pero era muy joven... y el no quería quitarle esa libertad tan pronto. Por otro lado, en su interior, todavía estaba muy presente lo que sucedió con su anterior pareja.
Había soportado la vergüenza y la humillación de tener que anular todos los preparativos, de soportar los comentarios y cuchicheos, ya que su ex huyó de Hunstville con ese impresentable dos días después de descubrirlos juntos, dejándole a él para que diera la cara ante todos.
Sabía que su pequeña no era así... pero simplemente quería que ambos estuvieran seguros de ese paso tan importante. Debía terminar sus estudios, convertirse en la magnífica profesora que estaba seguro que sería...
-Yo no he dicho que no quiera casarme contigo- le corrigió; su pequeña levantó la cabeza, mirándole de forma tímida -y eso se verá a su tiempo-.
-Leah tiene un año más que yo, y está casada- le recordó de manera inocente -y eso no le impide disfrutar de la vida y continuar con sus estudios-.
-Randall y Leah tendrían sus motivos para hacerlo- discrepó Edward.
-¿Y has pensado que yo quiera pertenecer a alguien por siempre?, ¿que quiera ser tu mujer?- le cuestionó Bella -siempre me he sentido sola Edward.; creo en el matrimonio, y si ahora me llevaras a Las Vegas, aceptaría gustosa-.
-¿Quieres que nos case Elvis?- le intentó quitar hierro al asunto el joven, sonriendo divertido. Ella sonrió de vuelta, negando con la cabeza.
-Solamente quiero pertenecerte de todas las maneras posibles- susurró Bella, escondiendo su cara en el pecho de su novio; a pesar de su camisa, pudo sentir el sonrojo que se formaba en sus mejillas.
-Ya me pertecenes, pequeña... al igual que yo te pertenezco; de eso no tengas duda alguna- el corazón de su novia se emocionó ante esas palabras -te prometo que iremos hablando del tema- juró de manera solemne, dejando un pequeño beso en su frente -y en cuánto a Henry... - dejó la frase inconclusa, y su pequeña se terminó de concluirla.
-Si me vuelve a molestar te lo diré, sea lo que sea- le contestó con absoluta convicción -¿me perdonas?- suplicó con un tierno puchero.
-No tengo nada que perdonarte- corrigió su novio, dejando un suave beso en sus labios, que su pequeña devolvió con entusiasmo.
Unos minutos después, cuándo la taponada nariz de Bella no resistió más, la liberó para que tomara aire; le encantaba observarla después de haberla besado, cómo sus mejillas se tornaban de ese delicioso color cereza, y la graciosa forma que tenía de regular su respiración. Se acomodó mejor, todavía con ella entre sus brazos, dejando pequeños besos en su cara y en su pelo.
-¿Quién ha llamado antes, mientras yo hablaba con Leah?- interrogó curiosa, jugando con los botones de su camisa.
-Era Esme, quería saber cómo te encontrabas- le explicó -pero creo que lo que intentaba averiguar era a ver si te estaba cuidando bien- resopló.
-¿Y eso?- inquirió la joven, con una risa divertida.
-Me ha preguntado si te he dejado descansar, si me he ocupado de las tareas de la casa...- empezó a enumerar.
-Espero que le hayas dicho que has sido un enfermero estupendo- dijo la joven, dejando un beso justo dónde reposaba su corazón.
-Y un amo de casa estupendo- añadió Edward, sonriendo divertido.
-Cierto- aprobó la joven -creo que tendré que cambiar mi regalo para las siguientes navidades... ¡sabes hacer un huevo frito!- exclamó, ya riendo sin pudor alguno -ya no tiene sentido que te regale un curso de cocina; eso lo dejaremos para tus hermanos-.
Edward no pudo hacer otra cosa que acompañarla en sus risas, abrazándola con cariño y acariciando sus pequeñas manos. Por un segundo se imaginó jugando con la alianza que tanto anhelaba su pequeña... y tenía que reconocer una cosa, la idea no le disgustaba en absoluto.
0o0o0o0o0o0
Las tres semanas siguientes pasaron a una velocidad asombrosa; el mes de febrero se implantó en el calendario, y eso para los estudiantes se traducía en los parciales de mitad de curso.
Totalmente recuperada de su gripe, la joven se enfrascó de lleno en la tarea de estudiar; los exámenes fueron más duros de lo que se había imaginado, pero se armó de paciencia y se puso a la tarea. Apenas fue a clase más que a las imprescindibles, ya que los profesores suspendieron momentáneamente el temario hasta la conclusión de los parciales.
Para ella y Leah los exámenes empezaron al final de la segunda semana de enero; por suerte para las jóvenes estudiantes, las fechas de las ocho asignaturas de las que debían examinarse estaban bastante espaciadas las unas de las otras, de modo que pudieron preparar y estudiar el temario de cada una con bastante tranquilidad.
Edward no había tenido que viajar en todo ese tiempo, y mientras su pequeña estrellita se dedicaba a estudiar, él se había ocupado de todas las tareas de la casa, había ido a comprar... Bella estaba segura de que si Esme se presentara ahora de visita, de seguro se caería al suelo, muerta de la impresión.
-¡Bella!- levantó la vista, al ver a Leah corriendo hasta su posición; por fin habían realizado el último examen, y ya podían descansar y respirar tranquilas.
-¿Cómo te ha ido?- le interrogó ansiosa.
-No ha sido tan difícil- suspiró aliviada ésta -pensé que la señora Vods lo pondría mucho más difícil-.
-Yo también- admitió la joven castaña -por fin hemos terminado, no puedo creerlo-.
-Yo tampoco- admitió Leah -¿qué planes tienes para nuestra recién recuperada libertad?- Bella rió ante la divertida frase.
-Mañana nos vamos a Hunstville; Nessie está a un mes de dar a luz, y desde navidades no hemos estado allí-.
-Mucho tiempo- admitió su amiga -¿os quedáis hasta el domingo?- ésta asintió con la cabeza; aunque era miércoles, no le importaba perder dos días enteros de clase. Además, lo prefería; no había visto a Henry en todo el tiempo que estuvieron de exámenes, de modo que se pudo relajar un poco, y dejar de pensar en el tema le vino bien para concentrarse... pero no le apetecía en absoluto volver a cruzárselo.
Ambas se encaminaron hacia la salida, cuándo sonó el móvil de Leah; hablo durante unos segundos, para después preguntarle a la joven.
-Es Cindy; ella y Zack han terminado también, y me han preguntado si vamos a tomar un café- Bella afirmó con la cabeza, mientras que sacaba su móvil, para mandarle un mensaje a Edward, tal y cómo le prometió que haría al finalizar el examen, y de paso le dijo que iría a tomar un café con los chicos.
Quince minutos después subían los peldaños del Cavern, la taberna irlandesa que estaba cerca del campus. Zack y Cindy ya estaban allí, de modo que después de tomar sus cafés, se acomodaron junto a ellos.
-¿Qué planes tenéis para estos días?- preguntó Bella a la pareja.
-Dormir- respondió de manera inmediata Zack, provocando la risa de las chicas.
-Tirarme en el sofá, ver todos los capítulos de las series que tengo atrasadas y atiborrarme de helado de chocolate y comida basura- enumeró Cindy con una sonrisa satisfecha en su cara.
-Muy post exámenes- refutó Leah.
-Y por supuesto, no pisar el campus hasta el próximo lunes- terminó de decir Zack.
-Ya somos cuatro- exclamó Bella divertida -Edward y yo nos vamos mañana a Hunstville, y Leah creo que tampoco va a dar señales de vida hasta el lunes-.
-¿Quién no va a dar señales de vida?- el grupo levantó la cabeza, para ver de pie al lado suyo a Annie y Henry.
-Todos nosotros- explicó Zack -nos vamos a tomar lo que queda de semana de descanso-.
-Pues añadirme a la lista- suspiró Annie, sentándose al lado de Bella. Se percató de que los ojos de Henry recorrían la menuda figura de Bella, que incómoda apartaba la mirada.
-Me lo he encontrado a la entrada de la cafetería- le dijo a ésta en voz baja -Cindy me ha llamado, y me imagino que a él lo habrá llamado Zack- Bella le dio una sonrisa amistosa a Annie.
-No te preocupes, todo está bien- pero la joven castaña no se sentía cómoda en absoluto.
Intentó ignorar esa mirada, y se centró en la conversación que sus amigos tenían entre manos; por unos minutos todo permaneció tranquilo, hasta que Henry le habló.
-¿Y tú, que vas a hacer estos días?-.
-Edward y yo nos vamos mañana a ver a nuestra familia- le explicó, de manera cordial.
-De modo que no vas a ir a clase- contestó.
-No, no voy a ir- se encogió de hombros de manera despreocupada.
-Te pasare los apuntes de psicología infantil- dijo de manera despreocupada, aludiendo de nuevo a la clase que ellos compartían. Bella rodó los ojos, pero se mantuvo serena.
-No será necesario Henry, gracias- se disculpó de la mesa, para ir al baño.
Permaneció varios minutos encerrada allí; no soportaba esas miradas que le dedicaba ese chico... tenían un significado que no llegaba a entender, y a veces incluso le daba miedo. Por un segundo se planteó seriamente si se estaba volviendo paranoica.
Resopló y abrió el grifo, refrescándose la cara e intentando calmarse. Decidió que era hora de volver a casa, así que abrió la puerta, con la intención de despedirse de los chicos.
Pero al abrirla se encontró con Henry, apoyado despreocupadamente en la pared. Se cruzó de brazos, mirándole de manera muy seria.
-¿Qué estás haciendo aquí?- le reclamó.
-Sólo querías saber si te encontrabas bien- le explicó éste.
-Me encuentro perfectamente, y ahora si me disculpas, tengo que irme- dejó al joven con la palabra en la boca, y se fue rápidamente hacia la mesa.
-Leah, ¿podrías pasarme el bolso y la carpeta?- le preguntó mientras se ponía el abrigo.
-Claro... ¿va todo bien?- interrogó preocupada.
-No te has terminado el café- apuntó Zack a su taza, casi intacta.
-Tengo que volver a casa- se disculpó de manera torpe -disfrutad de estos días de descanso, chicos; nos vemos el lunes- se despidió de manera apresurada, dejando a más de uno con la boca abierta. Nada más poner un pie en la calle, sintió cómo la agarraban de su brazo izquierdo, impidiéndole seguir.
-Bella, por favor... -le rogó Henry.
Ya no pudo más; estaba harta de toda esta situación; estaba harta de la insistencia de este chico, hasta de que por su culpa, Edward y ella estuvieran discutiendo; hasta de que no pudiera disfrutar de sus amigos...
-¡Por favor, qué!- le reclamó, con un tremendo grito -¡¿no entiendes que no quiero nada contigo?-.
-No grites- le dijo éste, serio, ya que la gente se había vuelto al oír las voces; incluso Leah y los demás se habían quedado parados a unos metros, puesto que ella y Annie se había levantado nada más ver que Henry seguír a su amiga.
-¡No se te ocurra decirme que no grite!- siseó enfadada y furiosa cómo pocas veces -te lo dejé bien claro el día, de la fiesta... y Edward también- Zack y Cindy presenciaban atónitos la escena, sin saber de qué iba el tema.
-¿De modo que tu rancherito está celoso?- inquirió burlón, para provocarla.
-No le llames así- le amenazó -Edward está furioso por todo eso que vio... te dejé bien claro que yo quiero a Edward, y que no siento nada por ti-.
-Él no te conviene- le volvió a decir.
-Pero es que yo no quiero nada contigo, ¿entiendes?... ¡nada!- chilló de nuevo -yo quiero a Edward, y yo decido lo que me conviene- repitió.
-Pero Bell...- intentó que no se fuera, pero la joven forcejeó ligeramente para soltarse de su agarre.
Pero su mala fortuna y sus dos pies izquierdos no fueron sus mayores aliados, ya que al darse la vuelta tropezó en los escalones de acceso en la entrada, cayendo prácticamente rodando por ellos.
-¡Bella!- chilló Leah, bajando a toda prisa y yendo en auxilio de su amiga, al igual que Cindy y Annie.
La joven permaneció tendida poca abajo un largo minuto... le dolía todo el cuerpo, y sobre todo la muñeca izquierda. Intentó incorporarse, pero al apoyar el brazo izquierdo un dolor intenso la recorrió de arriba abajo.
-¿Te has hecho daño?- le preguntó frenética Annie, ayudándole a levantarse.
-Mi brazo- gimió de dolor, agarrándose fuertemente la muñeca. Entre Annie y Cindy le ayudaron a sentarse en uno de los escalones, y revisaron dónde decía que le dolía.
-Deberíamos ir a urgencias; puede que te la hayas roto- murmuró Cindy. La joven juró para sus adentros, lo que le faltaba. Vio que Henry se arrodillaba a su lado, y por instinto se echó para atrás.
-Bella, lo siento, no pretendía...-.
-No me toques- le amenazó; el joven nunca había visto esos ojos marrones brillar con tanta furia y enfado.
-Mejor haz caso a Bella y apártate- Henry escuchó atónito las palabras de Zack, pero se apartó a un lado sin decir nada.
La impotencia y la rabia, mezclada con el dolor, hizo que Bella se pusiera a temblar y a llorar. ¿Y ahora qué le decía a Edward?... ¿por qué este chico no entendía las cosas?
-He llamado a Edward- anunció Leah, que se había mantenido alejada de los chicos por unos minutos.
-¿Se lo has contado?- susurró temblorosa.
-He tenido que hacerlo Bells, ésto ya pasa de castaño oscuro- murmuró enfadada, y dirigiéndole a Henry una mirada intimidatoria. Intentó tranquilizarse, pero no podía controlar ni sus nervios ni los sollozos. Arropada por las chicas, observó de reojo cómo Zack increpaba a Henry, llamándole de todo. Se mordía el labio tan fuerte que pensó que sus dientes lo atravesarían... no sabía de lo que Edward sería capaz.
-Tranquila Bella- la intentaba consolar Annie; los minutos pasaron demasiado lentos, hasta que oyó cómo un coche frenaba en seco. Levantó los ojos, y salió disparada al encuentro de Edward, que salía y azotaba con furia la puerta del automóvil.
-¡Bella!... ¿estás bien, cariño?- preguntó frenético cuándo ambos estuvieron frente a frente. Su pequeña no pudo pronunciar palabra alguna, y se aferró a él, llorando y temblando histérica. Edward la estrechó entre sus brazos, cuidando de no hacerle daño en el brazo.
-Intenté decírselo, pero no me deja en paz- hipó desconsolada -no me deja en paz y ya estoy harta-.
Los ojos verdes del joven se enfocaron en Henry, que apartado miraba consternado a la pareja. Sin decir una sola palabra, besó a su pequeña en la frente, pero al encarar de nuevo al joven una expresión de auténtica furia se instaló en su cara; se separó de su pequeña y fue directo hacia Henry.
Bella observaba todo a cámara lenta; vio los puños de Edward a cada costado de su cuerpo, y su mandíbula tensa... sus ojos lanzaban dagas envenenadas en dirección a Henry; éste se echó para atrás, pero eso no impidió que uno de los puños de su novio impactara contra la mueca desafiante del joven.
-¡Edward, no!- chilló horrorizada.
El teléfono sacó a Bella de su letargo; había cogido la gripe con tanta fuerza que llevaba cuatro días sin apenas salir de la cama; y aunque había ratos que se encontraba mejor, su sobreprotector novio apenas la dejaba levantarse, a pesar de sus ruegos. Edward se desvivía por y para ella; incluso se había encargado él mismo de las comidas, que para sorpresa de la joven, resultó que podía defenderse con platos sencillos y no muy elaborados.
-Hola Leah- saludó a su amiga nada más descolgar.
-Hola Bells, ¿cómo lo llevas?- le interrogó; el sábado Randall y ella se habían acercado a visitarla y a llevarle una deliciosa sopa de verduras, que la joven y Edward agradecieron.
-Al menos ya no tengo fiebre- resopló, incorporándose y apoyando la cabeza en el cabecero -pero todavía estoy muy cansada- le contó, con la voz congestionada -mi cabeza todavía tiene momentos que quiere explotar- su amiga rió divertida ante el relato.
-La has pillado bien, y es lógico que todavía estés débil- le recordó.
-Odio estar así, me siento una completa inútil- refunfuñó.
-Te aseguro que yo daría todo por estar unos días de relax, y más con un enfermero tan guapo- se burló -aunque el mío fuese moreno de piel y cabello- añadió, en alusión a su marido. Bella rió divertida.
-¿Cómo van las clases?, ¿me he perdido algo?- cambió de tema.
-Absolutamente nada interesante; ya sabes que la semana que viene empiezan los parciales, de modo que medio campus está encerrado en la facultad o en sus casas estudiando-.
-Pues yo estaba pensando en ir mañana- meditó la joven castaña en voz alta; justo en ese momento entraba Edward por la puerta, y negó en silencio con la cabeza a la vez que sonreía, ya que había escuchado perfectamente las palabras de su novia.
Ésta simplemente rodó los ojos, casi sin prestar atención a lo que su amiga le contaba; iba a protestarle a su novio, cuándo oyó sonar el teléfono fijo. De nuevo se quedó sola en el dormitorio, y volvió a prestarle atención a Leah.
-¿Qué decías?; es que estaba aquí Edward- se disculpó.
-Te decía que no fueras tonta; quédate en casa esta semana, te recuperas bien y aprovechas para estudiar- le repitió la joven morena.
-Edward me ha dicho lo mismo, más o menos- la contestación de Bella hizo reír a la joven -puede que ambos tengáis razón; llevo días sin acercarme a los libros- murmuró pensativa -¿cómo está el resto?- cambió radicalmente de tema.
-Bien; todos te mandan recuerdos; apenas los he visto- Leah hizo una pausa -me crucé con Henry ayer, en el cambio de clase-.
-Qué alegría- siseó irónica.
-Sólo me preguntó a ver cómo estabas, tranquila- le dijo ésta, al escuchar la medio protesta de Bella -no ha comentado nada del día que huiste despavorida de la cafetería-.
-Pues espero que le haya quedado claro- la joven morena pudo oír rechinar los dientes de Bella desde el otro lado del teléfono.
-¿Se lo has dicho a Edward?- preguntó ésta, con tono serio.
-No- contestó con un suspiro – no fue nada, y no quiero que volvamos a discutir... y menos que se enfurezca y peleen- le explicó.
-Tampoco pasó nada grave- le dio la razón -de todos modos, yo se lo contaría; si se entera por otros medios en verdad se va a enfadar-.
-Ya lo sé... pero tengo miedo- murmuró, con la voz contenida.
-Si no se lo cuentas acabarás discutiendo con él de nuevo- volvió a repetirle Leah -piénsalo, Bells-.
-Lo haré, te lo prometo- contestó. Su amiga rió suavemente al escuchar el tono lastimero de Bella.
-Ahora te tengo que dejar, Randall me está esperando para ir a dar un paseo-.
-Ya veo cómo estudias- murmuró Bella con una risilla.
-Simplemente es un paréntesis; necesito levantar la vista o tendré pesadillas con la señora Vods- dijo resignada su amiga.
-Entonces ve, no hagas esperar a Randall- le aconsejó la joven castaña; justo en ese momento Edward entraba en la habitación; le dedicó una pequeña sonrisa mientras se sentaba en la cama y acomodaba su cabeza en el regazo de su pequeña.
-Y tú hazme caso; no quiero verte por la facultad hasta el próximo martes, para hacer el primer examen- le advirtió Leah; Bella rodó los ojos, a la vez que pasaba sus dedos por los mechones cobrizos de su novio.
-Está bien; diviértete- le deseó, a modo de despedida.
-Que te mejores Bells, te llamo en un par de días- la comunicación se cortó, y después de dejar el móvil encima de la mesilla, sus ojos se posaron en Edward, que estaba cómodamente instalado en su regazo.
La pareja permaneció en un cómodo e íntimo silencio, y la joven sopesó las palabras de su amiga, debatiéndose entre contarle a Edward el incidente del otro día o no.
-Estás muy callada- Bella volvió su vista al rostro de Edward, que había abierto los ojos y la miraba con cariño -¿cómo está Leah?-.
-Bien- se encogió de hombros su pequeña -me ha dicho que me quede en casa hasta el día del examen-.
-¿Lo ves?- la medio picó Edward, incorporándose y quedando sus rostros muy cerca del uno del otro -es mejor que te recuperes por completo, cariño-.
-Ya lo sé... pero me frustra estar así, sin apenas poder salir de la cama- se volvió a quejar, cruzándose de brazos. Su novio rió divertido por la expresión de su novia.
-¿Cómo están los chicos?- interrogó éste, de forma casual.
-Según Leah, todos estudiando... apenas los ha visto- le explicó; Edward observó con disimulo cómo empezaba a retorcer los dedos de sus manos; de repente se había puesto muy nerviosa.
-¿Qué pasa, cariño?- le demandó, con verdadera preocupación en su voz; vio cómo su pequeña sonreía, pero esquivaba sus ojos verdes.
-Nada- murmuró nerviosa -es una tontería-.
-Pues parece preocuparte- volvió a insistir su novio. La joven suspiró frustrada para sus adentros; se debatió durante un minuto... pero se rindió; decidió contárselo.
-Verás...- empezó a relatar -el día que me puse enferma...- tomó una lenta bocanada de aire -estaba con Leah y Annie en la cafetería... y apareció Henry- miró a su novio a través de sus pestañas, y pudo ver que cuadraba su recta mandíbula, en un gesto serio.
El joven mantuvo una fachada serena, pero por dentro estaba que se lo llevaban los demonios; si ese impresentable había vuelto a molestar a su pequeña, se iba a encargar personalmente de recordarle un par de puntos importantes de su pasada charla.
Pero por otro lado, estaba un poco decepcionado... ¿por qué no se lo había contado antes?; ¿tanto miedo le tenía su novia?.
-¿Te molestó?- inquirió de manera suave, pero firme -Bella...- la llamó, ya que la joven seguía esquivando su mirada.
-Se acercó a la mesa; simplemente nos preguntó de manera general cómo llevábamos los exámenes- hizo una pequeña pausa, sopesando delicadamente sus palabras -después me preguntó cómo llevaba la asignatura en la que coincidimos; le dije que bien... y después me ofreció ayuda- Edward la escuchaba pacientemente, pero su ceño llevaba varios minutos arrugado -le dije que no era necesario... pero siguió insistiendo, incluso insinuó que podríamos quedar para estudiar- la joven pudo escuchar perfectamente cómo los dientes de Edward rechinaban entre ellos.
-Continúa- Bella se encogió ante en tono contenido de su novio.
-Le dije que no- murmuró la joven -me enfadé tanto que salí de allí corriendo; no sé que problema tiene con entender las negativas-.
Edward permaneció unos minutos en silencio, sopesando todo lo que su pequeña le había contado. Se llevo los dedos índice y pulgar al puente de su nariz, tratando de calmarse.
-¿Por qué no me lo contaste antes?- le reclamó; su tono no reflejaba enfado, sino decepción.
-Tenía mucho miedo por tu reacción- musitó, sintiendo sus ojos aguarse -y no quería que te enfadaras; en realidad no pasó nada y...- Edward la silenció poniendo un dedo en sus labios.
-No me hubiera enfadado contigo Bella- le aclaró -sé que cuándo se trata de ti me vuelvo muy sobreprotector... pero no puedo evitarlo- se disculpó con una sonrisa triste.
-Edward...- susurró, llevando una de sus manos a la cara de su novio -no pasó nada, y...- éste la cortó.
-No pasa nada, Bella- negó con la cabeza -simplemente me duele que no hayas confiado en mi lo suficiente; sé que la otra vez lo pagué contigo, y no lo merecías- le explicó suavemente -y entiendo tu temor a mi reacción... pero no puedo evitar que me duela-.
-Edward, yo confío en ti... tienes que creerme- le dijo Bella, tomándole el rostro con desesperación -si hubiera ocurrido algo más grave te lo habría dicho sin dudarlo- el corazón del joven se encogió al ver una furtiva lágrima cruzar su mejilla.
-No llores cariño- la consoló, atrayéndola a sus brazos; su pequeña se acurrucó dentro de ellos, pegándose a su cuerpo todo lo que podía -no voy a enfadarme contigo... pero no puedo permitir que ese imbécil siga con lo mismo, y más cuándo tú le has dicho que no por activa y por pasiva- masculló, ahora con verdadera furia emanando de sus ojos verdes.
-Lo siento mucho Edward- sollozó la joven -te he dado la sensación de que no confío en ti... y eso no es verdad... no me extraña que no quieras casarte conmigo- susurró en voz baja, pero las palabras llegaron a oídos de su novio.
La palabra resonó en su cabeza; sabía que era lo que más anhelaba su pequeña estrellita, pero era muy joven... y el no quería quitarle esa libertad tan pronto. Por otro lado, en su interior, todavía estaba muy presente lo que sucedió con su anterior pareja.
Había soportado la vergüenza y la humillación de tener que anular todos los preparativos, de soportar los comentarios y cuchicheos, ya que su ex huyó de Hunstville con ese impresentable dos días después de descubrirlos juntos, dejándole a él para que diera la cara ante todos.
Sabía que su pequeña no era así... pero simplemente quería que ambos estuvieran seguros de ese paso tan importante. Debía terminar sus estudios, convertirse en la magnífica profesora que estaba seguro que sería...
-Yo no he dicho que no quiera casarme contigo- le corrigió; su pequeña levantó la cabeza, mirándole de forma tímida -y eso se verá a su tiempo-.
-Leah tiene un año más que yo, y está casada- le recordó de manera inocente -y eso no le impide disfrutar de la vida y continuar con sus estudios-.
-Randall y Leah tendrían sus motivos para hacerlo- discrepó Edward.
-¿Y has pensado que yo quiera pertenecer a alguien por siempre?, ¿que quiera ser tu mujer?- le cuestionó Bella -siempre me he sentido sola Edward.; creo en el matrimonio, y si ahora me llevaras a Las Vegas, aceptaría gustosa-.
-¿Quieres que nos case Elvis?- le intentó quitar hierro al asunto el joven, sonriendo divertido. Ella sonrió de vuelta, negando con la cabeza.
-Solamente quiero pertenecerte de todas las maneras posibles- susurró Bella, escondiendo su cara en el pecho de su novio; a pesar de su camisa, pudo sentir el sonrojo que se formaba en sus mejillas.
-Ya me pertecenes, pequeña... al igual que yo te pertenezco; de eso no tengas duda alguna- el corazón de su novia se emocionó ante esas palabras -te prometo que iremos hablando del tema- juró de manera solemne, dejando un pequeño beso en su frente -y en cuánto a Henry... - dejó la frase inconclusa, y su pequeña se terminó de concluirla.
-Si me vuelve a molestar te lo diré, sea lo que sea- le contestó con absoluta convicción -¿me perdonas?- suplicó con un tierno puchero.
-No tengo nada que perdonarte- corrigió su novio, dejando un suave beso en sus labios, que su pequeña devolvió con entusiasmo.
Unos minutos después, cuándo la taponada nariz de Bella no resistió más, la liberó para que tomara aire; le encantaba observarla después de haberla besado, cómo sus mejillas se tornaban de ese delicioso color cereza, y la graciosa forma que tenía de regular su respiración. Se acomodó mejor, todavía con ella entre sus brazos, dejando pequeños besos en su cara y en su pelo.
-¿Quién ha llamado antes, mientras yo hablaba con Leah?- interrogó curiosa, jugando con los botones de su camisa.
-Era Esme, quería saber cómo te encontrabas- le explicó -pero creo que lo que intentaba averiguar era a ver si te estaba cuidando bien- resopló.
-¿Y eso?- inquirió la joven, con una risa divertida.
-Me ha preguntado si te he dejado descansar, si me he ocupado de las tareas de la casa...- empezó a enumerar.
-Espero que le hayas dicho que has sido un enfermero estupendo- dijo la joven, dejando un beso justo dónde reposaba su corazón.
-Y un amo de casa estupendo- añadió Edward, sonriendo divertido.
-Cierto- aprobó la joven -creo que tendré que cambiar mi regalo para las siguientes navidades... ¡sabes hacer un huevo frito!- exclamó, ya riendo sin pudor alguno -ya no tiene sentido que te regale un curso de cocina; eso lo dejaremos para tus hermanos-.
Edward no pudo hacer otra cosa que acompañarla en sus risas, abrazándola con cariño y acariciando sus pequeñas manos. Por un segundo se imaginó jugando con la alianza que tanto anhelaba su pequeña... y tenía que reconocer una cosa, la idea no le disgustaba en absoluto.
0o0o0o0o0o0
Las tres semanas siguientes pasaron a una velocidad asombrosa; el mes de febrero se implantó en el calendario, y eso para los estudiantes se traducía en los parciales de mitad de curso.
Totalmente recuperada de su gripe, la joven se enfrascó de lleno en la tarea de estudiar; los exámenes fueron más duros de lo que se había imaginado, pero se armó de paciencia y se puso a la tarea. Apenas fue a clase más que a las imprescindibles, ya que los profesores suspendieron momentáneamente el temario hasta la conclusión de los parciales.
Para ella y Leah los exámenes empezaron al final de la segunda semana de enero; por suerte para las jóvenes estudiantes, las fechas de las ocho asignaturas de las que debían examinarse estaban bastante espaciadas las unas de las otras, de modo que pudieron preparar y estudiar el temario de cada una con bastante tranquilidad.
Edward no había tenido que viajar en todo ese tiempo, y mientras su pequeña estrellita se dedicaba a estudiar, él se había ocupado de todas las tareas de la casa, había ido a comprar... Bella estaba segura de que si Esme se presentara ahora de visita, de seguro se caería al suelo, muerta de la impresión.
-¡Bella!- levantó la vista, al ver a Leah corriendo hasta su posición; por fin habían realizado el último examen, y ya podían descansar y respirar tranquilas.
-¿Cómo te ha ido?- le interrogó ansiosa.
-No ha sido tan difícil- suspiró aliviada ésta -pensé que la señora Vods lo pondría mucho más difícil-.
-Yo también- admitió la joven castaña -por fin hemos terminado, no puedo creerlo-.
-Yo tampoco- admitió Leah -¿qué planes tienes para nuestra recién recuperada libertad?- Bella rió ante la divertida frase.
-Mañana nos vamos a Hunstville; Nessie está a un mes de dar a luz, y desde navidades no hemos estado allí-.
-Mucho tiempo- admitió su amiga -¿os quedáis hasta el domingo?- ésta asintió con la cabeza; aunque era miércoles, no le importaba perder dos días enteros de clase. Además, lo prefería; no había visto a Henry en todo el tiempo que estuvieron de exámenes, de modo que se pudo relajar un poco, y dejar de pensar en el tema le vino bien para concentrarse... pero no le apetecía en absoluto volver a cruzárselo.
Ambas se encaminaron hacia la salida, cuándo sonó el móvil de Leah; hablo durante unos segundos, para después preguntarle a la joven.
-Es Cindy; ella y Zack han terminado también, y me han preguntado si vamos a tomar un café- Bella afirmó con la cabeza, mientras que sacaba su móvil, para mandarle un mensaje a Edward, tal y cómo le prometió que haría al finalizar el examen, y de paso le dijo que iría a tomar un café con los chicos.
Quince minutos después subían los peldaños del Cavern, la taberna irlandesa que estaba cerca del campus. Zack y Cindy ya estaban allí, de modo que después de tomar sus cafés, se acomodaron junto a ellos.
-¿Qué planes tenéis para estos días?- preguntó Bella a la pareja.
-Dormir- respondió de manera inmediata Zack, provocando la risa de las chicas.
-Tirarme en el sofá, ver todos los capítulos de las series que tengo atrasadas y atiborrarme de helado de chocolate y comida basura- enumeró Cindy con una sonrisa satisfecha en su cara.
-Muy post exámenes- refutó Leah.
-Y por supuesto, no pisar el campus hasta el próximo lunes- terminó de decir Zack.
-Ya somos cuatro- exclamó Bella divertida -Edward y yo nos vamos mañana a Hunstville, y Leah creo que tampoco va a dar señales de vida hasta el lunes-.
-¿Quién no va a dar señales de vida?- el grupo levantó la cabeza, para ver de pie al lado suyo a Annie y Henry.
-Todos nosotros- explicó Zack -nos vamos a tomar lo que queda de semana de descanso-.
-Pues añadirme a la lista- suspiró Annie, sentándose al lado de Bella. Se percató de que los ojos de Henry recorrían la menuda figura de Bella, que incómoda apartaba la mirada.
-Me lo he encontrado a la entrada de la cafetería- le dijo a ésta en voz baja -Cindy me ha llamado, y me imagino que a él lo habrá llamado Zack- Bella le dio una sonrisa amistosa a Annie.
-No te preocupes, todo está bien- pero la joven castaña no se sentía cómoda en absoluto.
Intentó ignorar esa mirada, y se centró en la conversación que sus amigos tenían entre manos; por unos minutos todo permaneció tranquilo, hasta que Henry le habló.
-¿Y tú, que vas a hacer estos días?-.
-Edward y yo nos vamos mañana a ver a nuestra familia- le explicó, de manera cordial.
-De modo que no vas a ir a clase- contestó.
-No, no voy a ir- se encogió de hombros de manera despreocupada.
-Te pasare los apuntes de psicología infantil- dijo de manera despreocupada, aludiendo de nuevo a la clase que ellos compartían. Bella rodó los ojos, pero se mantuvo serena.
-No será necesario Henry, gracias- se disculpó de la mesa, para ir al baño.
Permaneció varios minutos encerrada allí; no soportaba esas miradas que le dedicaba ese chico... tenían un significado que no llegaba a entender, y a veces incluso le daba miedo. Por un segundo se planteó seriamente si se estaba volviendo paranoica.
Resopló y abrió el grifo, refrescándose la cara e intentando calmarse. Decidió que era hora de volver a casa, así que abrió la puerta, con la intención de despedirse de los chicos.
Pero al abrirla se encontró con Henry, apoyado despreocupadamente en la pared. Se cruzó de brazos, mirándole de manera muy seria.
-¿Qué estás haciendo aquí?- le reclamó.
-Sólo querías saber si te encontrabas bien- le explicó éste.
-Me encuentro perfectamente, y ahora si me disculpas, tengo que irme- dejó al joven con la palabra en la boca, y se fue rápidamente hacia la mesa.
-Leah, ¿podrías pasarme el bolso y la carpeta?- le preguntó mientras se ponía el abrigo.
-Claro... ¿va todo bien?- interrogó preocupada.
-No te has terminado el café- apuntó Zack a su taza, casi intacta.
-Tengo que volver a casa- se disculpó de manera torpe -disfrutad de estos días de descanso, chicos; nos vemos el lunes- se despidió de manera apresurada, dejando a más de uno con la boca abierta. Nada más poner un pie en la calle, sintió cómo la agarraban de su brazo izquierdo, impidiéndole seguir.
-Bella, por favor... -le rogó Henry.
Ya no pudo más; estaba harta de toda esta situación; estaba harta de la insistencia de este chico, hasta de que por su culpa, Edward y ella estuvieran discutiendo; hasta de que no pudiera disfrutar de sus amigos...
-¡Por favor, qué!- le reclamó, con un tremendo grito -¡¿no entiendes que no quiero nada contigo?-.
-No grites- le dijo éste, serio, ya que la gente se había vuelto al oír las voces; incluso Leah y los demás se habían quedado parados a unos metros, puesto que ella y Annie se había levantado nada más ver que Henry seguír a su amiga.
-¡No se te ocurra decirme que no grite!- siseó enfadada y furiosa cómo pocas veces -te lo dejé bien claro el día, de la fiesta... y Edward también- Zack y Cindy presenciaban atónitos la escena, sin saber de qué iba el tema.
-¿De modo que tu rancherito está celoso?- inquirió burlón, para provocarla.
-No le llames así- le amenazó -Edward está furioso por todo eso que vio... te dejé bien claro que yo quiero a Edward, y que no siento nada por ti-.
-Él no te conviene- le volvió a decir.
-Pero es que yo no quiero nada contigo, ¿entiendes?... ¡nada!- chilló de nuevo -yo quiero a Edward, y yo decido lo que me conviene- repitió.
-Pero Bell...- intentó que no se fuera, pero la joven forcejeó ligeramente para soltarse de su agarre.
Pero su mala fortuna y sus dos pies izquierdos no fueron sus mayores aliados, ya que al darse la vuelta tropezó en los escalones de acceso en la entrada, cayendo prácticamente rodando por ellos.
-¡Bella!- chilló Leah, bajando a toda prisa y yendo en auxilio de su amiga, al igual que Cindy y Annie.
La joven permaneció tendida poca abajo un largo minuto... le dolía todo el cuerpo, y sobre todo la muñeca izquierda. Intentó incorporarse, pero al apoyar el brazo izquierdo un dolor intenso la recorrió de arriba abajo.
-¿Te has hecho daño?- le preguntó frenética Annie, ayudándole a levantarse.
-Mi brazo- gimió de dolor, agarrándose fuertemente la muñeca. Entre Annie y Cindy le ayudaron a sentarse en uno de los escalones, y revisaron dónde decía que le dolía.
-Deberíamos ir a urgencias; puede que te la hayas roto- murmuró Cindy. La joven juró para sus adentros, lo que le faltaba. Vio que Henry se arrodillaba a su lado, y por instinto se echó para atrás.
-Bella, lo siento, no pretendía...-.
-No me toques- le amenazó; el joven nunca había visto esos ojos marrones brillar con tanta furia y enfado.
-Mejor haz caso a Bella y apártate- Henry escuchó atónito las palabras de Zack, pero se apartó a un lado sin decir nada.
La impotencia y la rabia, mezclada con el dolor, hizo que Bella se pusiera a temblar y a llorar. ¿Y ahora qué le decía a Edward?... ¿por qué este chico no entendía las cosas?
-He llamado a Edward- anunció Leah, que se había mantenido alejada de los chicos por unos minutos.
-¿Se lo has contado?- susurró temblorosa.
-He tenido que hacerlo Bells, ésto ya pasa de castaño oscuro- murmuró enfadada, y dirigiéndole a Henry una mirada intimidatoria. Intentó tranquilizarse, pero no podía controlar ni sus nervios ni los sollozos. Arropada por las chicas, observó de reojo cómo Zack increpaba a Henry, llamándole de todo. Se mordía el labio tan fuerte que pensó que sus dientes lo atravesarían... no sabía de lo que Edward sería capaz.
-Tranquila Bella- la intentaba consolar Annie; los minutos pasaron demasiado lentos, hasta que oyó cómo un coche frenaba en seco. Levantó los ojos, y salió disparada al encuentro de Edward, que salía y azotaba con furia la puerta del automóvil.
-¡Bella!... ¿estás bien, cariño?- preguntó frenético cuándo ambos estuvieron frente a frente. Su pequeña no pudo pronunciar palabra alguna, y se aferró a él, llorando y temblando histérica. Edward la estrechó entre sus brazos, cuidando de no hacerle daño en el brazo.
-Intenté decírselo, pero no me deja en paz- hipó desconsolada -no me deja en paz y ya estoy harta-.
Los ojos verdes del joven se enfocaron en Henry, que apartado miraba consternado a la pareja. Sin decir una sola palabra, besó a su pequeña en la frente, pero al encarar de nuevo al joven una expresión de auténtica furia se instaló en su cara; se separó de su pequeña y fue directo hacia Henry.
Bella observaba todo a cámara lenta; vio los puños de Edward a cada costado de su cuerpo, y su mandíbula tensa... sus ojos lanzaban dagas envenenadas en dirección a Henry; éste se echó para atrás, pero eso no impidió que uno de los puños de su novio impactara contra la mueca desafiante del joven.
-¡Edward, no!- chilló horrorizada.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 33: La familia crece
Presa del susto y del horror, Bella se quedó paralizada mientras observaba cómo Edward, cegado por la furia, golpeaba de manera certera la mandíbula de Henry. Annie y Cindy la rodearon inmediatamente, pidiéndole que se calmara, mientras que Zack intentaba apartar y tranquilizar a su novio, ayudado por Leah.
-¡¿Qué le has hecho!- rugió Edward, después de propinarle el puñetazo; Henry ya se había puesto en pie, y frotaba con su mano derecha el borde de su boca, que sangraba ligeramente.
-Sólo intentaba hablar con ella; no quería que nada de ésto pasara- contestó a duras penas.
-Te dije que te apartaras de ella- siseó el joven ranchero -te lo advertí- le volvió a amenazar, encarándole de nuevo -¡eres un maldito acosador!- gritó a la vez que volvía a abalanzarse sobre él, pero Zack fue más rápido y lo agarró con fuerza de los hombros.
-Edward no- trató de razonar con él -a golpes sólo vas a conseguir meterte en problemas-.
Un pequeño grupo de curiosos se agolpó alrededor, murmurando y cuchicheando. Edward tomó un par de respiraciones profundas, intentado que el aire frío despejara su mente y sus pulmones. Giró la cabeza para encontrándose con los ojos color café de su pequeña; aunque estaban totalmente abnegados en lágrimas, éstos le suplicaban de manera silenciosa que parara. Dedicándole una ínfima sonrisa tranquilizadora, se volvió de nuevo hacia Henry.
-No te lo voy a volver a repetir- le dijo directamente; su novia se encogió de la impresión. Hacía mucho que no escuchaba este tono de voz, tan bajo y a la vez tan amenazante -ni se te ocurra volver a acercarte a ella- su contrincante no era capaz de sostener esa mirada verde, llena de odio y rencor -ni se te ocurra volver a molestarla... o te aseguro que la próxima vez lo lamentarás de verdad-.
-No hace falta que me amenaces- acertó a responder el joven, tocándose de nuevo el labio magullado.
-Cállate Henry- le aconsejó Zack, muy serio -es mejor que te vayas- le sugirió.
El tedioso joven iba a protestar de nuevo; sabía que todo había estallado de manera estrepitosa, y ahora era imposible razonar con el furioso novio de Bella. Sabía que era una batalla perdida... pero la quería tanto que debía luchar por ella. Pero con lo sucedido hoy, literalmente la había cagado.
-Está bien- suspiró derrotado -sólo quiero que sepas que no quería hacerle daño- le volvió a decir a Edward. Pero el joven ranchero no le escuchó, y se apresuró raudo a buscar a su pequeña.
Bella todavía lloraba; su estado de nervios apenas había mejorado, y sus ojos rojos e hinchados seguían descargando lágrimas. Rodeada por sus amigas, intentaban sin éxito consolarla y tranquilizarla... pero estaba completamente paralizada; nunca jamás había visto a Edward así, ni siquiera cuándo los Denali le habían provocado a él o a sus hermanos. Sus ojos verdes lanzaban verdaderas chispas de odio... pero en cuánto los ojos de ambos hicieron contacto, ese odio cambió en milésimas de segundos.
La imagen de su pequeña, con la tristeza impresa en sus ojos llorosos, hizo que el corazón de Edward se encogiera. Cabizbaja y pesarosa, y sosteniendo su maltrecha muñeca, no hizo amago de movimiento alguno.
Tomando una profunda respiración, se acercó a ella con cautela. Leah le dio una pequeña sonrisa de ánimo, y junto a Cindy y Annie, se retiraron cuándo el joven llegó a la altura de Bella. Ésta no pudo evitar cerrar los ojos al sentir un dulce cosquilleo en la mejilla. Los dedos de Edward trazaban una dulce caricia, tan tranquilizadora cómo reconfortarte. Disfrutó de las sensaciones durante un largo minuto, con los ojos todavía cerrados, hasta que esa voz habló.
-¿Estás bien?- susurró su novio, sólo para ellos dos.
-Estoy asustada- le contestó ésta, todavía ahogando un pequeño sollozo -y me duele- la vista del joven se posó en su muñeca, visiblemente inflamada.
-Maldito imbécil- masculló casi para sus adentros; si había algo que no podía permitir, es que nada ni nadie dañara a su Bella; la furia brotó de nuevo en su interior... pero se obligó a sí mismo a tranquilizarse -cariño, tenemos que ir al hospital; necesitas que te revisen la muñeca-.
Su pequeña asintió lentamente con la cabeza, y por fin se movió de su sitio, pasando su brazo sano por la cintura de Edward, que no dudó un segundo en devolverle el gesto y la rodeó con delicadeza los hombros, conduciéndola hacia el coche. Leah y Annie no dudaron en meterse a la parte trasera del volvo también.
-Os acompañamos- les dijo Leah, una vez estuvieron montados en el coche. Bella se dio la vuelta, dándoles las gracias en silencio; Edward simplemente permaneció en silencio mientras arrancaba el coche, camino del hospital.
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-Tardan demasiado- se quejó Annie, mirando su reloj y resoplando.
-Las urgencias están colapsadas- explicó Leah, soltando un suspiro de paciencia. Enfrente de ellas, un nervioso Edward paseaba de un lado a otro de la sala, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
-Edward, cálmate y siéntate- le dijo la joven morena por cuarta vez. Finalmente decidió hacerle caso; justo en ese momento el móvil de Annie sonó.
-Es Cindy- les reveló una vez vio el identificador de llamadas -querrán saber algo de Bella; de vuelta traeré unos cafés- les dijo mientras se levantaba de su asiento.
-Gracias- le dijo Leah; una vez ésta se alejó para contestar al teléfono, sus ojos negros se posaron de nuevo en el novio de su amiga. Tenía una expresión inescrutable en su cara, y los codos apoyados en las rodillas.
-Ella estará bien, Edward- le intentó animar.
-¿Qué sucedió exactamente?- le interrogó éste, pero sin mirarla a la cara.
-Nosotros habíamos quedado con los chicos en el pub; supongo que Zack se lo diría a Henry- le empezó a relatar -Zack y Cindy no sabían nada de lo que ocurría- Edward la escuchaba en silencio, y por fin su vista se levantó hacia ella, animándole a la joven a continuar.
-Bella estaba con nosotros, tranquila... pero se levantó al baño y él la siguió- los puños de Edward volvieron a endurecerse -no sabemos qué fue lo que le dijo allí, pero cuándo Bells volvió a la mesa, ni siquiera se sentó, y se despidió para irse- justo en ese momento, Annie regresaban con los cafés, los cuales agradecieron tanto Edward cómo Leah.
-Gracias- le dijo éste, mientras Annie tomaba asiento al lado de su amiga.
-Entonces vimos cómo Henry la seguía hasta la entrada- siguió relatando ésta – y allí ya Bella explotó-.
-Ella le dejó muy claro que quería que la dejara en paz- continuó el relato Annie -Bella esta histérica, chillando... entonces Henry intentó sujetarla, y ella al intentar zafarse, tropezó con los escalones- de nuevo la furia se instaló en el pecho de Edward... ¿cómo se atrevía ese asqueroso a ponerle siquiera una mano encima a su pequeña?.
-Comprendo que estés furioso, Edward- le intentó calmar Leah.
-Jamás había reaccionado así- exclamó, frustrado y enfadado -pero no soy un loco que se lía a golpes con el primero que se cruza...- dejó la frase inconclusa; ni los hermanos Denali le habían provocado tantas ganas de estampar su puño a alguien.
-Tu reacción está más que justificada, Edward- le cortó Annie.
-Randall hubiera reaccionado de la misma manera, te lo aseguro-añadió Leah.
-Henry se lo estaba buscando- masculló Annie entre dientes.
-Pero puede denunciarme- expresó Edward, en tono monocorde.
-No creo que lo haga- dijo Leah, muy convencida de si misma. El joven la miró, esperando su explicación, pero Annie se adelantó.
-Por la cuenta que le trae, sabrá mantener las distancias a partir de ahora; recuerda que Bella podría también denunciarlo-.
-Ella es demasiado buena con las personas cómo para hacer eso- susurró el joven, pensando en su amor.
-Te aseguro que ha captado la indirecta- volvió a decirle Annie -he hablado con Cindy; Zack y ella le han acompañado a casa- Leah frunció el ceño -y os aseguro que Henry está soportando la charla de su vida- murmuró con una sonrisa maliciosa -Zack se está encargando de ello- Justo en ese momento, un hombre de mediana edad, con una bata blanca se acercó a ellos.
-Soy el doctor Allen- se presentó, estrechando la mano de Edward -¿son los familiares de Isabella Swan?.
-Soy su novio- le reveló éste -¿cómo se encuentra?- interrogó; la preocupación corroía todo su cuerpo.
-Por suerte, su muñeca no está rota... pero la torcedura es bastante seria- les empezó a relatar -también le hemos dado un tranquilizante, estaba muy nerviosa; ella me ha explicado que tropezó y calló por unas escaleras-.
-Así es- corroboró la versión Leah -tuvo una discusión con un compañero de universidad- el médico miraba a los tres de hito en hito. Al ver que el doctor Allen se mantenía en silencio, la mente del joven Cullen se puso a dar vueltas... ésto no le podía estar pasando a él.
-¿No estará insinuando que Edward es el responsable?- exclamó Annie, adelántándose al novio de su amiga. Edward iba a replicar, pero el médico les sonrió de manera tranquilizadora.
-Les ruego se calmen, por favor- pidió con un gesto con sus manos -la señorita Swan me ha contado su versión, y coincide al completo con la de ustedes- el joven ranchero soltó ruidosamente el aire retenido por la impresión, al igual que las chicas -les ruego me perdonen... pero el maltrato está a la orden del día, y en caso de que se produzca, nuestro deber es dar parte a las autoridades-.
-Lo entendemos- aseguró Edward, acordándose de Alice -es perfectamente comprensible, y su trabajo- añadió.
-Cómo les iba diciendo; la torcedura es de segundo grado; no precisa enyesar... pero tendrá que mantenerla en un cabestrillo y en reposo durante un par de semanas... y también debe permanecer tranquila en ese tiempo; está muy nerviosa y afectada-.
-Por supuesto- le dio la razón Edward, con la preocupación impresa en su cara.
-No hará falta ni que vaya a clases, le llevaremos los apuntes- añadió Annie, a lo que Leah asintió.
-Le he recetado analgésicos para el dolor... y un valium, al menos para que descanse esta noche-.
Después de hacerles unas pocas recomendaciones finales, Annie y Leah se quedaron mientras Edward seguía al doctor hacia el box dónde estaba su pequeña. Estaba tumbada en la camilla, con el brazo izquierdo en un cabestrillo. Tenía los ojos cerrados, pero su ceño ligeramente arrugado desvelaba que no estaba descansando.
Se acercó con cautela a la camilla, y tomó con delicadeza su mano sana, pasando sus dedos por su palma, en una leve caricia. Los ojos de su novia tardaron bastante en enfocarle; debido al tranquilizante.
-Edward...- le llamó, con un susurro ronco.
-Estoy aquí, cariño- le dijo a la vez que se sentaba a su lado -¿cómo estás, te duele?- interrogó preocupado. Bella afirmó en silencio, a la vez que su novio maldecía de nuevo para sus adentros. Parecía un cervatillo desvalido, y sus ojos lucían todavía con miedo.
-Bella... cariño, lo siento- ésta abrió completamente los ojos -yo no soy violento...- dijo con rabia contenida -pero no puedo permitir que nadie te haga daño, y...- no era capaz de sostenerle la mirada, y a la joven no se le ocurrió otra cosa que incorporarse y besarle dulcemente en la boca, para que guardara silencio.
El joven se sorprendió ante ese contacto... pero no puedo evitar suspirar de alivio contra los suaves labios de su pequeña; se sentía horrible consigo mismo, y no le extrañaría en absoluto que Bella pensara que era un lunático violento. Pero las reacciones de su pequeña siempre le tomaban por sorpresa... y era una de las miles de cosas que adoraba de ella.
Correspondió a ese tierno gesto sin pensarlo, tomando su suave rostro entre sus manos. Los labios de ambos bailaban entre ellos de manera lenta y perfecta... eran cómo si fueran piezas de un rompecabezas, separados durante años y que el destino, puede que de la manera más dolorosa para ella, hubiera empeñado en juntar.
Muy a su pesar, tuvo que liberar a su pequeña para que tomara aire, pero ella se aferró cómo pudo a él; necesitaba la protección que sólo los brazos de Edward le podían dar. El joven sonrió con ternura a mientras imprimía caricias protectoras a lo largo de su espalda.
-Vamos a casa cariño, necesitas descansar- le susurró, dejando un pequeño beso en su mejilla.
-¿Ya podemos irnos?- preguntó ésta, sin moverse de su posición.
-Ya tengo todos los papeles del alta; el doctor Allen dice que tienes que estar un par de semanas en reposo- le explicó -de modo que nada de clases ni de ir a casa- Bella levantó el rostro, poniendo una adorable mueca de protesta.
-En el rancho no te dejarían en paz... y conociéndote, seguro te pondrías a cocinar- ella sonrió, al acordarse de sus cuñados.
-Es posible- concordó -pero me hacía ilusión ir a casa estos días-.
-Veremos a ver cómo estás la próxima semana... pero de momento los primeros días en casa, descansando- negoció Edward, conteniendo la sonrisa al observar el puchero de su novia.
-Está bien- resopló.
Edward la ayudó a levantarse de la camilla, y con su brazo posado de manera protectora sobre sus hombros, se dirigieron hacia la salida, en busca de Leah y Annie.
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Los primeros días en casa Bella se los pasó literalmente acostada entre el sofá y la cama; a pesar de repetirle a Edward una y otra vez que podía hacer un montón de cosas, su novio no admitía réplica alguna. En el fondo le encantaba; su novio la trataba cómo una auténtica reina; tal y cómo pasó cuándo tuvo gripe, Edward la cuidaba y se ocupaba de la casa.
Bella estudió la actitud y los gestos de su novio durante los últimos días. Aunque éste ponía buena cara todas las veces que se dirigía a ella, las veces que él estaba sumido en sus pensamientos tenía un poso de preocupación e inquietud en sus ojos.
Ella había pensado en todo lo ocurrido esa tarde; todavía podía sentir el estremecimiento de miedo que atravesó su cuerpo cuándo vio a Edward abalanzarse contra Henry; cuándo se acercó a ella para llevarla al hospital estaba en shock... quizá su novio había malinterpretado esa actitud inicial suya, y por eso en el box de urgencias se había disculpado con ella. Conocía a Edward tanto o más que a si misma... y sabía que sus temores a que le viera cómo un completo celoso desquiciado y agresivo le aterraban y le carcomían por dentro. Pero ella le había explicado por activa y por pasiva que tenía un motivo para hacerlo... y que proteger a lo que más se quería no era malo. El culpable de todo ésto era el imbécil de Henry.
No habían vuelto a saber nada de él, y no tenía interés alguno en averiguarlo. Leah, Randall y el resto de los chicos se habían apenas hace una hora. Habían compartido una divertida tarde todos ellos, y por lo que les había contado Zack, Henry no pensaba denunciar a Edward. Estaba muy apenado y arrepentido por todo lo que había pasado, y le había asegurado que a partir de ahora mantendría las distancias con Bella, para que no se sintiera incómoda. Ella suspiró ligeramente aliviada, lo mismo que Edward... esperaba de verdad que eso fuera así en el futuro.
Oyó que el teléfono fijo sonaba, y a Edward contestar en la cocina. Se levantó con pereza para ir al baño; aunque le costaba todavía mover el brazo izquierdo, poco a poco se iba defendiendo ella sola. Al volver al salón, Edward le esperaba con una sonrisa inmensa plantada en su cara. Su corazón brincó... adoraba ver esa sonrisa despreocupada y feliz.
-¿Qué ocurre?- inquirió mientras se acercaba a él; Edward simplemente rodeó sus caderas con sus brazos, sin dejar de esbozar esa sonrisa. Esbozó una mueca pensativa, hasta que Bella arqueó una ceja, obligándole a hablar.
-Ya que estos días ha sido una buena enferma... ¿quieres ir a Hunstville unos días?- la sonrisa de Bella apareció en su rostro.
-Estoy deseando ir a casa- respondió contenta. Podían haberse ido durante todo el periodo de su recuperación... pero reconocía que en San Antonio habían estado muy tranquilos.
-Me alegro que tengas ganas... porque hay unas pequeñas deseando conocer a su tía Bella- le reveló Edward. En el rostro de su pequeña apareció una inmensa sonrisa -era Esme... Nessie se puso de parto ayer de madrugada... y acaban de nacer hace dos horas-.
-Ohhh por dios- susurró su pequeña -ya están aquí- murmuró emocionada y feliz -se han adelantado dos semanas- exclamó.
-Impacientes cómo su padre- rodó los ojos Edward, pero también sonriendo -saldremos mañana por la mañana, ¿te parece bien?- le ofreció.
-Perfecto- asintió contenta -voy a llamar a Nessie... y a hacer las maletas- exclamó alborozada, soltándose del agarre de su novio y dirigiéndose hacia el dormitorio, tarareando contenta.
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El viaje hasta Hunstville se le hizo eterno... pero valió la pena; tenía unas ganas inmensas de ver a todos, y conocer a sus recién estrenadas sobrinitas. Se dirigieron directamente al hospital, y al llegar a la habitación de Nessie se encontraron allí con toda la familia.
-Hola a todos- saludó Edward de manera general. Esme y un muy feliz y orgulloso abuelo enseguida salieron a su encuentro.
-Hola hijos- los abrazó el patriarca -¿cómo te encuentras, hija?- inquirió, mirando con preocupación el brazo de Bella.
-Mucho mejor- les tranquilizó, después de soltar a Esme de su abrazo.
-Deberíais haber venido antes- les reprochó con cariño la buena mujer -Bella habría estado más vigilada en casa, y más cómoda y acompañada-.
-Edward me ha cuidado muy bien- aclaró la joven -incluso ha cocinado- dijo la última frase mirando a sus cuñados, que también se habían acercado.
-¿Edward con un delantal?- eso tengo que verlo -expresó Jasper con sorpresa; su novio miró a su hermano con una ceja arqueada, después de saludar a Emmet, Alice y Rose.
-Deberías aprender de mi- recitó burlón.
-Y que lo digas- rodó los ojos Alice, ante las risas del resto. Después de los saludos, Bella y Edward se acercaron a la cama, dónde Nessie estaba instalada.
-¿Cómo te encuentras?- interrogó la joven castaña a su cuñada, después de saludarlos a ambos.
-Eso debería preguntártelo yo a ti- contestó Nessie, señalando su brazo.
-Estoy mucho mejor- le informó Bella; los ojos de Edward estaban fijos en las dos cunitas. Dentro de ellas, las pequeñas Claire y Valerie Black dormían tranquilas, ajenas al jaleo familiar.
Bella se acercó, mirando embobada; eran tan pequeñitas... tenían el pelo moreno, al igual que su padre, pero la forma de la cara era de Nessie.
-Ni se inmutan- le dijo Edward a Bella.
-Al igual que su padre, duermen cómo un tronco- dijo Nessie, inclinándose hacia una de las cunas, pasando su dedo por la mejilla de su hija.
-Son preciosas- dijo Edward, a lo que Bella afirmó con la cabeza.
-Por supuesto que son preciosas, son mis princesas- canturreó una voz desde la puerta. El orgulloso padre entraba justo en ese momento en la habitación.
Edward se adelantó, dándole un fuerte abrazo; Bella también se acercó. Nunca había visto a Jake tan feliz.
-Enhorabuena hermano- le palmeó el hombro su novio.
-Son preciosas, Jake... eres padre por fin- añadió Bella. Su cuñado se abstuvo de darle uno de sus abrazos de oso, viendo su muñeca lastimada, pero aun así lo hizo con suavidad.
-Muchas gracias, chicos- les agradeció -¿cómo va tu brazo?- se interesó.
-Mejor; Tengo un buen enfermero- le explicó mientras rodeaba la cintura de Edward con su brazo sano.
-Ainsssss, cuñada...- exclamó Emmet -mira que tropezarte- dijo negando con la cabeza. Edward y ella decidieron no contar nada de lo sucedido; era una cosa de ellos, cómo pareja... y Bella no quería que sus cuñados se presentaran en San Antonio para ayudar a su hermano a ajustar cuentas con Henry.
-Accidentes que ocurren- se excusó Bella -no podré cocinar mucho, todavía no puedo moverla bien-.
-Por eso no tienes que preocuparte- añadió Rose.
-Sabes que lo primero eres tú- le guiñó un ojo Jasper, que Bella correspondió con una sonrisa.
Después de unos minutos de animada conversación, una de las gemelas lloriqueó, reclamando atención. Jake se adelantó para cogerla en brazos; a Bella le pareció una imagen muy tierna y graciosa, ver a la pequeña perdida entre los fuertes brazos de su padre.
-Ya está Claire, ya pasó... ¿tienes hambre?- la arrulló con voz suave.
-Esa es Valerie- rodó los ojos su mujer. Jake frunció el ceño, hasta que después de observar a su hija con atención, afirmó con la cabeza.
-Cierto- le dio la razón.
-¿Cómo las distingues?- preguntó Alice con verdadera curiosidad; las niñas eran cómo dos gotas de agua.
-Claire tiene un pequeño hoyuelo en la mejilla izquierda, aunque muy imperceptible- se explicó la joven a la vez que su marido le pasaba a la pequeña -Valerie llora con menos intensidad, y sus mejillas están más sonrojadas que las de su hermana- todos estudiaron las caritas de las niñas con atención, puesto que nada más pasársela a su madre, Jake cogió a su hermana en brazos.
-Pues yo no veo las diferencias- se quejó Emmet.
-Según vayan creciendo, las iremos distinguiendo- explicó pacientemente Carlisle.
-Debíamos ponerles baberos con sus nombres todo el día, así no habrá problemas- sugirió Jasper, ante la mirada de su novia.
-¿Sabéis?- hizo la pregunta de manera general Edward -eso de tener una hermano o hermano gemelo está genial- las chicas y Carlisle lo miraban sin entender.
-Cierto- aprobó Emmet -podrán turnase para hacer los exámenes sin que los profesores se den cuenta- sus hermanos ahogaron la carcajada, ante la ceja alzada de su padre.
-Podrán intercambiarse los chicos- sugirió Jasper cómo sin tal cosa. Nessie rió, ya que a la mención de la palabra chicos a su esposo le cambio la cara.
-¿Chicos?- repitió Jake, cruzándose de brazos -hablaremos de ese tema cuándo tengan... - calló un momento, para hacer cuentas mentales... -¿cincuenta años?- ofreció cómo si tal cosa, desatando las carcajadas contenidas del resto de su familia.
Presa del susto y del horror, Bella se quedó paralizada mientras observaba cómo Edward, cegado por la furia, golpeaba de manera certera la mandíbula de Henry. Annie y Cindy la rodearon inmediatamente, pidiéndole que se calmara, mientras que Zack intentaba apartar y tranquilizar a su novio, ayudado por Leah.
-¡¿Qué le has hecho!- rugió Edward, después de propinarle el puñetazo; Henry ya se había puesto en pie, y frotaba con su mano derecha el borde de su boca, que sangraba ligeramente.
-Sólo intentaba hablar con ella; no quería que nada de ésto pasara- contestó a duras penas.
-Te dije que te apartaras de ella- siseó el joven ranchero -te lo advertí- le volvió a amenazar, encarándole de nuevo -¡eres un maldito acosador!- gritó a la vez que volvía a abalanzarse sobre él, pero Zack fue más rápido y lo agarró con fuerza de los hombros.
-Edward no- trató de razonar con él -a golpes sólo vas a conseguir meterte en problemas-.
Un pequeño grupo de curiosos se agolpó alrededor, murmurando y cuchicheando. Edward tomó un par de respiraciones profundas, intentado que el aire frío despejara su mente y sus pulmones. Giró la cabeza para encontrándose con los ojos color café de su pequeña; aunque estaban totalmente abnegados en lágrimas, éstos le suplicaban de manera silenciosa que parara. Dedicándole una ínfima sonrisa tranquilizadora, se volvió de nuevo hacia Henry.
-No te lo voy a volver a repetir- le dijo directamente; su novia se encogió de la impresión. Hacía mucho que no escuchaba este tono de voz, tan bajo y a la vez tan amenazante -ni se te ocurra volver a acercarte a ella- su contrincante no era capaz de sostener esa mirada verde, llena de odio y rencor -ni se te ocurra volver a molestarla... o te aseguro que la próxima vez lo lamentarás de verdad-.
-No hace falta que me amenaces- acertó a responder el joven, tocándose de nuevo el labio magullado.
-Cállate Henry- le aconsejó Zack, muy serio -es mejor que te vayas- le sugirió.
El tedioso joven iba a protestar de nuevo; sabía que todo había estallado de manera estrepitosa, y ahora era imposible razonar con el furioso novio de Bella. Sabía que era una batalla perdida... pero la quería tanto que debía luchar por ella. Pero con lo sucedido hoy, literalmente la había cagado.
-Está bien- suspiró derrotado -sólo quiero que sepas que no quería hacerle daño- le volvió a decir a Edward. Pero el joven ranchero no le escuchó, y se apresuró raudo a buscar a su pequeña.
Bella todavía lloraba; su estado de nervios apenas había mejorado, y sus ojos rojos e hinchados seguían descargando lágrimas. Rodeada por sus amigas, intentaban sin éxito consolarla y tranquilizarla... pero estaba completamente paralizada; nunca jamás había visto a Edward así, ni siquiera cuándo los Denali le habían provocado a él o a sus hermanos. Sus ojos verdes lanzaban verdaderas chispas de odio... pero en cuánto los ojos de ambos hicieron contacto, ese odio cambió en milésimas de segundos.
La imagen de su pequeña, con la tristeza impresa en sus ojos llorosos, hizo que el corazón de Edward se encogiera. Cabizbaja y pesarosa, y sosteniendo su maltrecha muñeca, no hizo amago de movimiento alguno.
Tomando una profunda respiración, se acercó a ella con cautela. Leah le dio una pequeña sonrisa de ánimo, y junto a Cindy y Annie, se retiraron cuándo el joven llegó a la altura de Bella. Ésta no pudo evitar cerrar los ojos al sentir un dulce cosquilleo en la mejilla. Los dedos de Edward trazaban una dulce caricia, tan tranquilizadora cómo reconfortarte. Disfrutó de las sensaciones durante un largo minuto, con los ojos todavía cerrados, hasta que esa voz habló.
-¿Estás bien?- susurró su novio, sólo para ellos dos.
-Estoy asustada- le contestó ésta, todavía ahogando un pequeño sollozo -y me duele- la vista del joven se posó en su muñeca, visiblemente inflamada.
-Maldito imbécil- masculló casi para sus adentros; si había algo que no podía permitir, es que nada ni nadie dañara a su Bella; la furia brotó de nuevo en su interior... pero se obligó a sí mismo a tranquilizarse -cariño, tenemos que ir al hospital; necesitas que te revisen la muñeca-.
Su pequeña asintió lentamente con la cabeza, y por fin se movió de su sitio, pasando su brazo sano por la cintura de Edward, que no dudó un segundo en devolverle el gesto y la rodeó con delicadeza los hombros, conduciéndola hacia el coche. Leah y Annie no dudaron en meterse a la parte trasera del volvo también.
-Os acompañamos- les dijo Leah, una vez estuvieron montados en el coche. Bella se dio la vuelta, dándoles las gracias en silencio; Edward simplemente permaneció en silencio mientras arrancaba el coche, camino del hospital.
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-Tardan demasiado- se quejó Annie, mirando su reloj y resoplando.
-Las urgencias están colapsadas- explicó Leah, soltando un suspiro de paciencia. Enfrente de ellas, un nervioso Edward paseaba de un lado a otro de la sala, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
-Edward, cálmate y siéntate- le dijo la joven morena por cuarta vez. Finalmente decidió hacerle caso; justo en ese momento el móvil de Annie sonó.
-Es Cindy- les reveló una vez vio el identificador de llamadas -querrán saber algo de Bella; de vuelta traeré unos cafés- les dijo mientras se levantaba de su asiento.
-Gracias- le dijo Leah; una vez ésta se alejó para contestar al teléfono, sus ojos negros se posaron de nuevo en el novio de su amiga. Tenía una expresión inescrutable en su cara, y los codos apoyados en las rodillas.
-Ella estará bien, Edward- le intentó animar.
-¿Qué sucedió exactamente?- le interrogó éste, pero sin mirarla a la cara.
-Nosotros habíamos quedado con los chicos en el pub; supongo que Zack se lo diría a Henry- le empezó a relatar -Zack y Cindy no sabían nada de lo que ocurría- Edward la escuchaba en silencio, y por fin su vista se levantó hacia ella, animándole a la joven a continuar.
-Bella estaba con nosotros, tranquila... pero se levantó al baño y él la siguió- los puños de Edward volvieron a endurecerse -no sabemos qué fue lo que le dijo allí, pero cuándo Bells volvió a la mesa, ni siquiera se sentó, y se despidió para irse- justo en ese momento, Annie regresaban con los cafés, los cuales agradecieron tanto Edward cómo Leah.
-Gracias- le dijo éste, mientras Annie tomaba asiento al lado de su amiga.
-Entonces vimos cómo Henry la seguía hasta la entrada- siguió relatando ésta – y allí ya Bella explotó-.
-Ella le dejó muy claro que quería que la dejara en paz- continuó el relato Annie -Bella esta histérica, chillando... entonces Henry intentó sujetarla, y ella al intentar zafarse, tropezó con los escalones- de nuevo la furia se instaló en el pecho de Edward... ¿cómo se atrevía ese asqueroso a ponerle siquiera una mano encima a su pequeña?.
-Comprendo que estés furioso, Edward- le intentó calmar Leah.
-Jamás había reaccionado así- exclamó, frustrado y enfadado -pero no soy un loco que se lía a golpes con el primero que se cruza...- dejó la frase inconclusa; ni los hermanos Denali le habían provocado tantas ganas de estampar su puño a alguien.
-Tu reacción está más que justificada, Edward- le cortó Annie.
-Randall hubiera reaccionado de la misma manera, te lo aseguro-añadió Leah.
-Henry se lo estaba buscando- masculló Annie entre dientes.
-Pero puede denunciarme- expresó Edward, en tono monocorde.
-No creo que lo haga- dijo Leah, muy convencida de si misma. El joven la miró, esperando su explicación, pero Annie se adelantó.
-Por la cuenta que le trae, sabrá mantener las distancias a partir de ahora; recuerda que Bella podría también denunciarlo-.
-Ella es demasiado buena con las personas cómo para hacer eso- susurró el joven, pensando en su amor.
-Te aseguro que ha captado la indirecta- volvió a decirle Annie -he hablado con Cindy; Zack y ella le han acompañado a casa- Leah frunció el ceño -y os aseguro que Henry está soportando la charla de su vida- murmuró con una sonrisa maliciosa -Zack se está encargando de ello- Justo en ese momento, un hombre de mediana edad, con una bata blanca se acercó a ellos.
-Soy el doctor Allen- se presentó, estrechando la mano de Edward -¿son los familiares de Isabella Swan?.
-Soy su novio- le reveló éste -¿cómo se encuentra?- interrogó; la preocupación corroía todo su cuerpo.
-Por suerte, su muñeca no está rota... pero la torcedura es bastante seria- les empezó a relatar -también le hemos dado un tranquilizante, estaba muy nerviosa; ella me ha explicado que tropezó y calló por unas escaleras-.
-Así es- corroboró la versión Leah -tuvo una discusión con un compañero de universidad- el médico miraba a los tres de hito en hito. Al ver que el doctor Allen se mantenía en silencio, la mente del joven Cullen se puso a dar vueltas... ésto no le podía estar pasando a él.
-¿No estará insinuando que Edward es el responsable?- exclamó Annie, adelántándose al novio de su amiga. Edward iba a replicar, pero el médico les sonrió de manera tranquilizadora.
-Les ruego se calmen, por favor- pidió con un gesto con sus manos -la señorita Swan me ha contado su versión, y coincide al completo con la de ustedes- el joven ranchero soltó ruidosamente el aire retenido por la impresión, al igual que las chicas -les ruego me perdonen... pero el maltrato está a la orden del día, y en caso de que se produzca, nuestro deber es dar parte a las autoridades-.
-Lo entendemos- aseguró Edward, acordándose de Alice -es perfectamente comprensible, y su trabajo- añadió.
-Cómo les iba diciendo; la torcedura es de segundo grado; no precisa enyesar... pero tendrá que mantenerla en un cabestrillo y en reposo durante un par de semanas... y también debe permanecer tranquila en ese tiempo; está muy nerviosa y afectada-.
-Por supuesto- le dio la razón Edward, con la preocupación impresa en su cara.
-No hará falta ni que vaya a clases, le llevaremos los apuntes- añadió Annie, a lo que Leah asintió.
-Le he recetado analgésicos para el dolor... y un valium, al menos para que descanse esta noche-.
Después de hacerles unas pocas recomendaciones finales, Annie y Leah se quedaron mientras Edward seguía al doctor hacia el box dónde estaba su pequeña. Estaba tumbada en la camilla, con el brazo izquierdo en un cabestrillo. Tenía los ojos cerrados, pero su ceño ligeramente arrugado desvelaba que no estaba descansando.
Se acercó con cautela a la camilla, y tomó con delicadeza su mano sana, pasando sus dedos por su palma, en una leve caricia. Los ojos de su novia tardaron bastante en enfocarle; debido al tranquilizante.
-Edward...- le llamó, con un susurro ronco.
-Estoy aquí, cariño- le dijo a la vez que se sentaba a su lado -¿cómo estás, te duele?- interrogó preocupado. Bella afirmó en silencio, a la vez que su novio maldecía de nuevo para sus adentros. Parecía un cervatillo desvalido, y sus ojos lucían todavía con miedo.
-Bella... cariño, lo siento- ésta abrió completamente los ojos -yo no soy violento...- dijo con rabia contenida -pero no puedo permitir que nadie te haga daño, y...- no era capaz de sostenerle la mirada, y a la joven no se le ocurrió otra cosa que incorporarse y besarle dulcemente en la boca, para que guardara silencio.
El joven se sorprendió ante ese contacto... pero no puedo evitar suspirar de alivio contra los suaves labios de su pequeña; se sentía horrible consigo mismo, y no le extrañaría en absoluto que Bella pensara que era un lunático violento. Pero las reacciones de su pequeña siempre le tomaban por sorpresa... y era una de las miles de cosas que adoraba de ella.
Correspondió a ese tierno gesto sin pensarlo, tomando su suave rostro entre sus manos. Los labios de ambos bailaban entre ellos de manera lenta y perfecta... eran cómo si fueran piezas de un rompecabezas, separados durante años y que el destino, puede que de la manera más dolorosa para ella, hubiera empeñado en juntar.
Muy a su pesar, tuvo que liberar a su pequeña para que tomara aire, pero ella se aferró cómo pudo a él; necesitaba la protección que sólo los brazos de Edward le podían dar. El joven sonrió con ternura a mientras imprimía caricias protectoras a lo largo de su espalda.
-Vamos a casa cariño, necesitas descansar- le susurró, dejando un pequeño beso en su mejilla.
-¿Ya podemos irnos?- preguntó ésta, sin moverse de su posición.
-Ya tengo todos los papeles del alta; el doctor Allen dice que tienes que estar un par de semanas en reposo- le explicó -de modo que nada de clases ni de ir a casa- Bella levantó el rostro, poniendo una adorable mueca de protesta.
-En el rancho no te dejarían en paz... y conociéndote, seguro te pondrías a cocinar- ella sonrió, al acordarse de sus cuñados.
-Es posible- concordó -pero me hacía ilusión ir a casa estos días-.
-Veremos a ver cómo estás la próxima semana... pero de momento los primeros días en casa, descansando- negoció Edward, conteniendo la sonrisa al observar el puchero de su novia.
-Está bien- resopló.
Edward la ayudó a levantarse de la camilla, y con su brazo posado de manera protectora sobre sus hombros, se dirigieron hacia la salida, en busca de Leah y Annie.
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Los primeros días en casa Bella se los pasó literalmente acostada entre el sofá y la cama; a pesar de repetirle a Edward una y otra vez que podía hacer un montón de cosas, su novio no admitía réplica alguna. En el fondo le encantaba; su novio la trataba cómo una auténtica reina; tal y cómo pasó cuándo tuvo gripe, Edward la cuidaba y se ocupaba de la casa.
Bella estudió la actitud y los gestos de su novio durante los últimos días. Aunque éste ponía buena cara todas las veces que se dirigía a ella, las veces que él estaba sumido en sus pensamientos tenía un poso de preocupación e inquietud en sus ojos.
Ella había pensado en todo lo ocurrido esa tarde; todavía podía sentir el estremecimiento de miedo que atravesó su cuerpo cuándo vio a Edward abalanzarse contra Henry; cuándo se acercó a ella para llevarla al hospital estaba en shock... quizá su novio había malinterpretado esa actitud inicial suya, y por eso en el box de urgencias se había disculpado con ella. Conocía a Edward tanto o más que a si misma... y sabía que sus temores a que le viera cómo un completo celoso desquiciado y agresivo le aterraban y le carcomían por dentro. Pero ella le había explicado por activa y por pasiva que tenía un motivo para hacerlo... y que proteger a lo que más se quería no era malo. El culpable de todo ésto era el imbécil de Henry.
No habían vuelto a saber nada de él, y no tenía interés alguno en averiguarlo. Leah, Randall y el resto de los chicos se habían apenas hace una hora. Habían compartido una divertida tarde todos ellos, y por lo que les había contado Zack, Henry no pensaba denunciar a Edward. Estaba muy apenado y arrepentido por todo lo que había pasado, y le había asegurado que a partir de ahora mantendría las distancias con Bella, para que no se sintiera incómoda. Ella suspiró ligeramente aliviada, lo mismo que Edward... esperaba de verdad que eso fuera así en el futuro.
Oyó que el teléfono fijo sonaba, y a Edward contestar en la cocina. Se levantó con pereza para ir al baño; aunque le costaba todavía mover el brazo izquierdo, poco a poco se iba defendiendo ella sola. Al volver al salón, Edward le esperaba con una sonrisa inmensa plantada en su cara. Su corazón brincó... adoraba ver esa sonrisa despreocupada y feliz.
-¿Qué ocurre?- inquirió mientras se acercaba a él; Edward simplemente rodeó sus caderas con sus brazos, sin dejar de esbozar esa sonrisa. Esbozó una mueca pensativa, hasta que Bella arqueó una ceja, obligándole a hablar.
-Ya que estos días ha sido una buena enferma... ¿quieres ir a Hunstville unos días?- la sonrisa de Bella apareció en su rostro.
-Estoy deseando ir a casa- respondió contenta. Podían haberse ido durante todo el periodo de su recuperación... pero reconocía que en San Antonio habían estado muy tranquilos.
-Me alegro que tengas ganas... porque hay unas pequeñas deseando conocer a su tía Bella- le reveló Edward. En el rostro de su pequeña apareció una inmensa sonrisa -era Esme... Nessie se puso de parto ayer de madrugada... y acaban de nacer hace dos horas-.
-Ohhh por dios- susurró su pequeña -ya están aquí- murmuró emocionada y feliz -se han adelantado dos semanas- exclamó.
-Impacientes cómo su padre- rodó los ojos Edward, pero también sonriendo -saldremos mañana por la mañana, ¿te parece bien?- le ofreció.
-Perfecto- asintió contenta -voy a llamar a Nessie... y a hacer las maletas- exclamó alborozada, soltándose del agarre de su novio y dirigiéndose hacia el dormitorio, tarareando contenta.
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El viaje hasta Hunstville se le hizo eterno... pero valió la pena; tenía unas ganas inmensas de ver a todos, y conocer a sus recién estrenadas sobrinitas. Se dirigieron directamente al hospital, y al llegar a la habitación de Nessie se encontraron allí con toda la familia.
-Hola a todos- saludó Edward de manera general. Esme y un muy feliz y orgulloso abuelo enseguida salieron a su encuentro.
-Hola hijos- los abrazó el patriarca -¿cómo te encuentras, hija?- inquirió, mirando con preocupación el brazo de Bella.
-Mucho mejor- les tranquilizó, después de soltar a Esme de su abrazo.
-Deberíais haber venido antes- les reprochó con cariño la buena mujer -Bella habría estado más vigilada en casa, y más cómoda y acompañada-.
-Edward me ha cuidado muy bien- aclaró la joven -incluso ha cocinado- dijo la última frase mirando a sus cuñados, que también se habían acercado.
-¿Edward con un delantal?- eso tengo que verlo -expresó Jasper con sorpresa; su novio miró a su hermano con una ceja arqueada, después de saludar a Emmet, Alice y Rose.
-Deberías aprender de mi- recitó burlón.
-Y que lo digas- rodó los ojos Alice, ante las risas del resto. Después de los saludos, Bella y Edward se acercaron a la cama, dónde Nessie estaba instalada.
-¿Cómo te encuentras?- interrogó la joven castaña a su cuñada, después de saludarlos a ambos.
-Eso debería preguntártelo yo a ti- contestó Nessie, señalando su brazo.
-Estoy mucho mejor- le informó Bella; los ojos de Edward estaban fijos en las dos cunitas. Dentro de ellas, las pequeñas Claire y Valerie Black dormían tranquilas, ajenas al jaleo familiar.
Bella se acercó, mirando embobada; eran tan pequeñitas... tenían el pelo moreno, al igual que su padre, pero la forma de la cara era de Nessie.
-Ni se inmutan- le dijo Edward a Bella.
-Al igual que su padre, duermen cómo un tronco- dijo Nessie, inclinándose hacia una de las cunas, pasando su dedo por la mejilla de su hija.
-Son preciosas- dijo Edward, a lo que Bella afirmó con la cabeza.
-Por supuesto que son preciosas, son mis princesas- canturreó una voz desde la puerta. El orgulloso padre entraba justo en ese momento en la habitación.
Edward se adelantó, dándole un fuerte abrazo; Bella también se acercó. Nunca había visto a Jake tan feliz.
-Enhorabuena hermano- le palmeó el hombro su novio.
-Son preciosas, Jake... eres padre por fin- añadió Bella. Su cuñado se abstuvo de darle uno de sus abrazos de oso, viendo su muñeca lastimada, pero aun así lo hizo con suavidad.
-Muchas gracias, chicos- les agradeció -¿cómo va tu brazo?- se interesó.
-Mejor; Tengo un buen enfermero- le explicó mientras rodeaba la cintura de Edward con su brazo sano.
-Ainsssss, cuñada...- exclamó Emmet -mira que tropezarte- dijo negando con la cabeza. Edward y ella decidieron no contar nada de lo sucedido; era una cosa de ellos, cómo pareja... y Bella no quería que sus cuñados se presentaran en San Antonio para ayudar a su hermano a ajustar cuentas con Henry.
-Accidentes que ocurren- se excusó Bella -no podré cocinar mucho, todavía no puedo moverla bien-.
-Por eso no tienes que preocuparte- añadió Rose.
-Sabes que lo primero eres tú- le guiñó un ojo Jasper, que Bella correspondió con una sonrisa.
Después de unos minutos de animada conversación, una de las gemelas lloriqueó, reclamando atención. Jake se adelantó para cogerla en brazos; a Bella le pareció una imagen muy tierna y graciosa, ver a la pequeña perdida entre los fuertes brazos de su padre.
-Ya está Claire, ya pasó... ¿tienes hambre?- la arrulló con voz suave.
-Esa es Valerie- rodó los ojos su mujer. Jake frunció el ceño, hasta que después de observar a su hija con atención, afirmó con la cabeza.
-Cierto- le dio la razón.
-¿Cómo las distingues?- preguntó Alice con verdadera curiosidad; las niñas eran cómo dos gotas de agua.
-Claire tiene un pequeño hoyuelo en la mejilla izquierda, aunque muy imperceptible- se explicó la joven a la vez que su marido le pasaba a la pequeña -Valerie llora con menos intensidad, y sus mejillas están más sonrojadas que las de su hermana- todos estudiaron las caritas de las niñas con atención, puesto que nada más pasársela a su madre, Jake cogió a su hermana en brazos.
-Pues yo no veo las diferencias- se quejó Emmet.
-Según vayan creciendo, las iremos distinguiendo- explicó pacientemente Carlisle.
-Debíamos ponerles baberos con sus nombres todo el día, así no habrá problemas- sugirió Jasper, ante la mirada de su novia.
-¿Sabéis?- hizo la pregunta de manera general Edward -eso de tener una hermano o hermano gemelo está genial- las chicas y Carlisle lo miraban sin entender.
-Cierto- aprobó Emmet -podrán turnase para hacer los exámenes sin que los profesores se den cuenta- sus hermanos ahogaron la carcajada, ante la ceja alzada de su padre.
-Podrán intercambiarse los chicos- sugirió Jasper cómo sin tal cosa. Nessie rió, ya que a la mención de la palabra chicos a su esposo le cambio la cara.
-¿Chicos?- repitió Jake, cruzándose de brazos -hablaremos de ese tema cuándo tengan... - calló un momento, para hacer cuentas mentales... -¿cincuenta años?- ofreció cómo si tal cosa, desatando las carcajadas contenidas del resto de su familia.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 34: Aguas turbias
Los días que precedieron al nacimiento de las pequeñas fueron de lo más ajetreados para los habitantes del rancho Killarney. Una semana después de su nacimiento, tanto las pequeñas cómo su madre ya estaban en casa, para alegría de la familia entera y de Jake.
Bella y Edward decidieron quedarse unos días más; dado que con la mano todavía convaleciente no iría a clase, su novio podría aprovechar para echar una mano en las tareas del rancho, y ayudarían a los nuevos padres a instalarse de forma definitiva en su casa.
La nueva morada de la familia Black por fin estaba terminada; al igual que Rosalie y Emmet, vivían dentro de las propiedades del rancho y a quince minutos en coche de la casa principal. La adelantada venida al mundo de las pequeñas les había pillado con los muebles a medio montar; a eso se dedicaron los hermanos Cullen; ayudados por el resto de la familia y varios de los peones, trasladaron todos los enseres de la pareja... pero el ajetreo era inmenso.
Nessie y Alice estaban guardando la ropita de las niñas en su armario, mientras que Bella sostenía a Claire con su brazo sano, sentada en la cama y haciéndole mimos a la pequeña; Rosalie, cómo buena pediatra, terminaba de revisar a Valerie.
-Pues esta pequeña ya está lista- la arrulló su rubia tía, mientras la cogía en brazos.
-¿No es muy raro que no se le haya caído todavía el cordón del ombliguito?- interrogó Nessie, acercándose a ella -a Claire se le cayó ayer-.
-Es perfectamente normal- la tranquilizó su cuñada -de normal tardan de dos a tres semanas desde su nacimiento, pero ella- señaló a la pequeña que Bella tenía en brazos- se ha adelantado-.
-Claire siempre se adelanta- dijo su madre, con una sonrisa -es la primera en despertarse, en protestar para comer...-.
-En eso se parece al padre- rodó los ojos Alice, lo que provocó las risas del resto. Rosalie le pasó la pequeña Valerie a su madre.
-Tu turno, pequeña Claire- canturreó mientras se la arrebataba a Bella de los brazos y la posaba delicadamente en la cama. La bebé, plenamente despierta, movía de forma graciosa sus manitas y deditos.
-Parece que esta pequeña también ha heredado los ojos de su padre- observó Bella, fijándose con más atención en los pequeños ojitos, todavía sin color definido, pero oscuros.
-Valerie también- añadió Alice, que ahora la tenía en brazos -parece que los genes Black y Cullen ya tienen plenas herederas-.
Las jóvenes seguían con la divertida charla, pero Bella sólo tenía ojos para sus diminutas sobrinas. Desde que las había visto por primera vez, sus pensamientos se perdían en cómo sería tener un pequeño o pequeña con Edward; pero en el fondo de su corazón sabía que para que esa ilusión se cumpliera todavía quedaban unos años por delante. El tema de los niños, a diferencia del matrimonio, sí que lo habían hablado más frecuentemente... y ambos estaban de acuerdo en que debía terminar su carrera.
En esa semana y media que llevaban en el rancho, la joven había observado a Edward en silencio; no habían tocado de nuevo el tema de Henry y lo sucedido aquella tarde, pero muchas veces había visto rondar la preocupación y la incertidumbre en los ojos de su novio. Estaba muy callado... sobre todo con ella.
Bella le había oído decir a su padre muchas veces que los ojos son la ventana del alma; y que sí conocías lo suficientemente a una persona, podías saber que pasaba por su mente con tan sólo fijarte en sus ojos... y la joven reconocía todas y cada una de las inquietudes de su novio con tan sólo mirarle; podía distinguir el color jade oscuro de los momentos de íntima pasión... las pequeñas, prácticamente imperceptibles a simple vista, motitas de color miel que se arremolinaban en ellos cuándo estaba feliz y relajado... el reflejo brillante que se apoderaba de ellos cuándo los orbes de ambos se cruzaban... pero también podía ver la preocupación y la incertidumbre en sus ojos... el verde se tornaba más apagado, casi opaco, por la falta de brillo. Y así lucían desde hacía varios días.
Un suave lloriqueo la devolvió a ala tierra; la pequeña Claire protestaba mientras que su tía Rose la envolvía en una mantita blanca y rosa.
-Las niñas están estupendas, Nessie- se dirigió a su cuñada -la próxima semana te espero en el consultorio, para pesarlas- las chicas volvieron a retomar la charla, pero Bella de nuevo se quedó callada; su cabeza no hacía más que dar vueltas... hasta que la voz de Alice le sacó del trance.
-Bella... ¿estás bien?- le interrogó preocupada.
-Estás ausente- añadió Nessie -¿todavía te molesta la mano?-.
-A veces, pero sólo cuándo la muevo durante un buen rato- se encogió de hombros.
-Por lo menos ya enseguida te libras del cabestrillo- apuntó Rose, cogiendo su muñeca con suavidad y revisándola.
-Eso espero- musitó con un suspiro de paciencia -me siento una inútil total; ni siquiera he podido cocinar bien... y enseguida tendré que retomar las clases- pensó mientras que un escalofrío recorría su columna vertebral... ¿mantendría su palabra Henry, y en verdad la dejaría en paz?.
-¿Cuándo tenéis pensado regresa a San Antonio?- interrogó de nuevo Nessie.
-El domingo; así que esta semana todavía estaremos aquí- le contestó.
La conversación se vio interrumpida por el jaleo que escucharon el el piso inferior; los chicos habían llegado con otro viaje de cajas y maletas. Bajaron a su encuentro; Esme estaba en la cocina, de modo que Bella acudió en su ayuda; aunque no pudiera cocinar bien, le gustaba estar ahí. En ella se encontró a Edward y Jasper, cogiendo una cerveza de la nevera.
-¿Habéis terminado?- interrogó a la vez que se acercaba a su novio.
-Sí- le aclaró -no puedo creer que Jake tenga tantos cachivaches- refunfuñó.
-Ehhhh- exclamó el aludido, entrando también en la cocina -veremos a ver qué ocurre cuándo tengamos que trasladar tus montañas de discos y libros-.
-No me puedo creer que todavía guardes los cómics que leías cuándo tenías seis años- negó con la cabeza Jasper, que miraba por encima del hombro de Esme qué había de comer.
-Y todos los DVD´s de Star Treck- dijo la voz de Emmet, que entraba con su hijo en brazos -yo creo que algunos los tienes repetidos-.
-Alto ahí... nadie se mete con el Dr. Spock en mi presencia- relató éste, divertido y a la vez ofendido. Jasper, Emmet y Edward rieron; el más pequeño de los hermanos miró a su pequeña, que le sonreía con cariño.
-¿Por qué sonríes así?- su pequeña negó con la cabeza.
-No es nada... me gusta verte así... llevas días muy callado- susurró en voz baja, sólo para él. El joven suspiró... definitivamente, no se le escapaba nada. Dejando el botellín de cerveza en la encimera, tomó la mano sana de su novia.
-¿Quieres pasear?- le ofreció de manera, seria, pero amable. El tono de voz que usó hizo que una desazón extraña la recorriera de arriba abajo. Se tragó sus nervios y asintió en silencio; Edward se disculpó de todos, alegando que regresarían para la comida a tiempo.
Caminaron tomados de la mano, sumidos en unos de sus habituales silencios... pero éste no era uno de los íntimos y reconfortantes de los que pareja disfrutaba. Bella sabía que su novio estaba nervioso, porque jugaba y retorcía sus dedos sin parar; incapaz de quedarse tranquila, paró de sopetón, poniéndose frente a Edward.
-¿Qué te pasa?- era la pregunta estrella en su subconsciente... pero si no la sacaba a relucir explotaría. Su novio la miró fijamente, extrañado y sorprendido por la interrupción del paseo. Negó con la cabeza, pero cuándo fue a contestar su pequeña se volvió a adelantar, dejándole con la palabra en la boca -si vas a dejarme, prefiero que me lo sueltes ya...- murmuró con la voz contenida, y lágrimas en los ojos.
Las palabras de su pequeña hicieron que sus ojos se abrieran de manera desmesurada... ¿acaso le había dado esa impresión?... ¿dejarla?... ¿por qué pensaba eso?...
-Bella...- la llamó con suavidad, intentando que los ojos cafés que tanto amaba lo miraran -¿por qué dices eso?-.
-No lo sé, Edward; lo único que sé es que desde que pasó... aquello- ni quería pronunciar el nombre de ese idiota -estás callado, pensativo... desde que llegamos al rancho apenas me hablas...- le explicó con un susurro de pena, pero Edward la calló cómo sólo el sabía hacerlo.
Sus labios se posaron en los de su pequeña, envolviéndolos con ternura y calidez; Bella se aferró a su cuello, devolviéndole gustosa ese beso, aferrándose a él con todas sus fuerzas. Era cómo si una inexplicable sensación se hubiera apoderado de su cuerpo, y el sólo pensar que Edward y ella pudieran separarse le causaba una sensación y pena que quería alejar de su mente a toda costa. Las bocas y los besos que la pareja se prodigaba hablaban por ellos solos; el joven la estrechaba entre sus brazos, disfrutando de esa calidez que desprendía todo su cuerpo... ¿cómo podía ella, pensar por una mínima fracción de segundos, que quería alejarla de su lado?...
Lamentablemente para ambos, necesitaban coger aire, y Edward empezó a bajar la intensidad del beso; cuándo sus labios se despegaron de los de ella, se deleitó con el espectáculo que tenía frente a él... le encantaba ver la expresión tímida y adorable de Bella cada vez que la besaba.
-Bella...- la volvió a llamar con suavidad de nuevo -por supuesto que no voy a dejarte- musitó en voz baja, desviando su vista de la de ella. El ceño fruncido de su pequeña llegó a sus ojos -es sólo que lo ocurrido en las últimas me ha dado mucho que pensar... me siento mal conmigo mismo, y la reacción que tuve- le explicó.
-Edward... -exclamó, abrazándole de nuevo -¿por qué no hablaste conmigo antes?- le reclamó, acurrucándose contra su pecho.
-No quería preocuparte- le contestó -quería que disfrutaras estos días en casa, con las chicas y las pequeñas- su pequeña levantó la cabeza, negando y de nuevo con el ceño fruncido.
-Pero aun así deberías haberlo hablado conmigo- le volvió a repetir -estaba muy preocupada por ti, y verte así me recordó cuándo vine a vivir aquí; siempre tan encerrado en tus pensamientos- le explicó ella -sólo quiero que sepas que me puedes contar lo que te pasa, siempre -recalcó la última palabra.
-Eres maravillosa, ¿lo sabes, no?- ella negó de nuevo con la cabeza, sonrojándose de nuevo.
-Eres mi novio- le recordó, con una de las sonrisas que el joven amaba -y lo que te preocupa a ti, me preocupa a mi-. Edward simplemente la abrazó... era tan diferente a Jessica; ahora no podía entender que es lo que le había llevado a enamorarse tan perdidademente de esa niña mimada y caprichosa; Bella era la generosidad y dulzura en persona, siempre anteponiendo a todos ante ella misma...
-Perdóname cariño- le rogó, tomando sus manos y entrelazando sus dedos -confío en ti... lo que pasa es que no quería preocuparte- se volvió a disculpar -pero jamás pienses que quiero dejarte, porque eso no es así-.
Bella escuchó atentamente lo que Edward le decía, y no pudo hacer otra cosa que soltar un suspiro de alivio; durante todos esos días había visto la preocupación rondar los ojos de su novio, y por fin se lo había contado. El joven notó que su pequeña se relajaba, y junto su frente a la de ella, en un íntimo gesto.
-Sabes que no podría vivir sin ti- dijo en voz muy baja.
-A mi me pasa lo mismo- reconoció ella -pero Edward... somos una pareja, y debemos compartir nuestros problemas y preocupaciones- paró, meditando cuidadosamente sus palabras -sólo quiero que confíes en mi-.
-Ya lo sé mi amor, y lo siento mucho- respondió éste, entendiendo cómo se sentía su pequeña, y en lo mal que lo habría pasado estos últimos días.
Volvió a estrechar a su pequeña entre sus brazos, permaneciendo así a lo largo de todo el paseo; por primera vez en todos esos días hablaron de lo ocurrido con tranquilidad; Bella le confesó a su novio que estaba nerviosa por volver a la facultad; en el fondo tenía miedo a que la promesa de Henry quedara en saco roto.
-Pero por otro lado, me fastidia que por un imbécil no pueda estar tranquila en clase- refunfuñó enfadada.
-Yo te llevaré y te recogeré- afirmó muy rotundamente su novio -no pienso dejar que se te vuelva a acercar- siseó con voz afilada. Bella rodó los ojos, no muy conforme.
-No es necesario; y te recuerdo que dentro de tres semanas tienes que irte de viaje- le recordó.
-Pero te acompañaré cuándo esté allí... y si yo no estoy, quiero que te pegues a Leah y los chicos cómo una lapa- la vena sobreprotectora Cullen estaba saliendo en todo su esplendor.
-Está bien- dijo, dándose por vencida -pero sólo las primeras semanas; sino hay problemas dejarás que vaya yo por mi propio pie a las clases- trató de negociar, de manera divertida. El joven rió encantado, acercándola más a su cuerpo.
-Deberías venir conmigo de viaje de negocios- refutó con diversión en su voz -se te da bien negociar y regatear- ella se carcajeó -no tenía constancia de esa habilidad tuya- se burló éste, con cariño.
-Quizá haya cosas de mi que todavía no sabes, vaquero- murmuró de manera que a Edward se le antojo cómo una invitación íntima y sensual.
-Entonces estaré encantado de descubrirlas- susurró contra su oreja, dejando un suave beso debajo de ella; sintió que el cuerpo de Bella se estremecía con esa caricia.
-Tramposo- le acusó ella, con una simpática mueca; el joven rió encantado, dejando un pequeño beso en los labios de su pequeña y continuando con el paseo.
0o0o0o0o0o0
Los días de esa semana pasaron demasiado rápido, y el domingo se acercaba de manera alarmante en el calendario. Edward y Bella regresaba el domingo a San Antonio; ella debía retomar sus clases, para encarar la última etapa antes de los exámenes finales de primer año.
El esguince de su muñeca prácticamente había sanado; ya no necesitaba el cabestrillo, y pudo volver a tomar las riendas de la cocina familiar. Por lo que el viernes anterior a su partida, decidieron inaugurar oficialmente la casa de la familia Black con una cena para toda la familia. Los padres de Nessie habían viajado desde Tucson para conocer a sus nietas, de modo que no podían desaprovechar la ocasión.
-La cena estaba deliciosa, Bella- la felicitó la madre de Nessie.
-Cierto- aprobó Carlisle -cada día te superas más-.
-No es para tanto- le quitó importancia Bella, un poco sonrojada por tanto halago y recogiendo los platos, con la ayuda de Esme y sus cuñadas -además, antes de que yo viniera a vivir aquí estos glotones se alimentaban- dijo con una risa, señalando a Jake, Emmet y Jasper.
-¿Glotones?- repitió Jake, alzando una ceja -el trabajo en el rancho requiere muchas energías-.
-Seguro- rodó los ojos su padre.
Stanley Rale contenía la carcajada, al ver la cara de resignación de su consuegro; ellos dos se dirigieron al salón, para seguir con la charla que ambos se traían entre manos.
Esme y Nessie se afanaban en meter los platos al lavavajillas, aprovechando que las pequeñas aún no se habían despertado para su toma. Owen dormía plácidamente en uno de los dormitorios desde antes de la cena, de modo que disfrutaron de una cena tranquila.
-Podríamos salir a tomar algo al bar de Félix- sugirió Emmet a sus hermanos, que fueron los únicos que se quedaron en la mesa.
-Apoyo la moción; hace mucho que no salimos todos juntos- añadió Edward. Jake puso una pequeña mueca de fastidio.
-Os recordamos que Nessie y yo tenemos dos recién nacidas, así que no podemos-.
-Pero nosotros seis sí podemos- apuntó Jasper, mirando a sus hermanos -podéis dejar que Owen duerma en casa de papá- sugirió a Emmet. Justo en ese momento las chicas entraban por la puerta.
-¿De qué habláis?- interrogó Bella, sentándose al lado de su novio.
-De qué podríamos salir a tomar algo- le reveló éste.
-¡Qué buena idea!- exclamó Rose -podemos dejar a Owen con Carlisle y Esme-.
-Eso mismo he dicho yo- afirmó Jasper, pagado de si mismo.
-Pero nosotros no podemos- protestó Jake, cual niño pequeño, ante la mirada de paciencia de Nessie.
-Cuándo las peques crezcan un poco, podremos hacerlo- le dijo ésta -pero deja que ellos vayan; Edward y Bella se van pasado mañana-.
-Cierto, y no podremos venir en casi un mes- añadió Edward.
-No le hagáis caso- les tranquilizó Nessie con un gesto -además, en cuánto una de sus hijas haga el mínimo movimiento ya estará pegado a la cuna- el resto se carcajeó, divertido por las palabras de la joven... en verdad la imagen niñera de Jake resultaba muy cómica -id y beberos una copa a nuestra salud-.
-Eso dalo por hecho- se frotó las manos Emmet.
-Podríamos ir al Mistic River, a bailar un poco- sugirió Rose, cómo si nada.
-¡Siiiiiii!- chilló Alice, dando unos graciosos saltitos en el regazo de su novio.
-Ahhh no, de ninguna manera- dijo Emmet -¿acaso no os acordáis de la despedida de soltera de la señora Black?- interrogó a su mujer.
-Bella seguro que no recuerda nada- exclamó Jake, dando una sonora carcajada -todavía puedo verla colgándose de su cuello- señaló a Edward -y llamándole Eddie-.
-Para una vez que me emborracho- murmuró la aludida entre dientes, ante la mirada divertida de Edward.
-Si no hubierais aparecido por allí no habríais dado el espectáculo- masculló Rose, cruzándose de brazos.
-Por enésima vez, Rosie- suspiró Emmet con cansancio, agarrándose con los dedos el puente de la nariz -no os estábamos siguiendo- Carlisle, Esme y los padres de Nessie eran testigos mudos del divertido intercambio de opiniones.
-Veo que aunque hayan pasado más de seis meses, el asunto colea- murmuró divertida Esme.
-Cómo niños- protestaba Carlisle, con cara de resignación -cómo niños...-.
0o0o0o0o0o0
Dos horas después, y con la polémica medio zanjada, Emmet, Jasper y Edward Cullen y sus respectivas parejas estaban tranquilamente acomodados en torno a una mesa en el bar de Félix.
-Está lleno- dijo Bella, mirando a su alrededor.
-Estamos mejor aquí sentados que de pie en el Mistic River- dijo Emmet mordaz, mirando a su esposa, que le dedico una mirada desdeñosa.
-Vamos chicos, no os enfadéis- intentó apaciguar los ánimos Edward.
-Relájemonos y disfrutemos- apoyó Jasper las palabras de su hermano. Los ánimos se apaciguaron, y estaban en medio de una divertida charla hasta que dos chicas se acercaron a la mesa, saludando a Alice.
-¡Kayla, Lisa!- exclamó la joven morena, poniéndose de pie y dándoles dos besos -¿qué hacéis aquí?-.
-Hemos venido a tomar algo, pero ya nos íbamos- le informó una de ellas, bajita y con el pelo corto y castaño. Alice se giró hacia la mesa.
-Ellas son Kayla y Lisa; trabajan con Nessie y conmigo en la comisión- le explicó a su familia -ellos son mis cuñados y él- señaló a su pareja -es Jasper Cullen, mi novio- presentó de manera general.
-De modo que también sois los cuñados de Ness- dijo una de ellas -¿cómo están ella y las pequeñas?-.
-Están preciosas- contestó Bella.
-Y nos cuesta horrores distinguirlas- añadió Emmet, lo que arrancó las risas generales. Charlaron con ellos unos momentos, y después Alice fue con ellas hasta la puerta.
Siguió hablando con ellas unos minutos, hasta que se despidió de ellas. Se dio la vuelta para volver a entrar, pero una desagradable voz hizo que detuviera sus pasos.
-Vaya, vaya...- se giró, topándose de bruces con James y Garret Denali.
-Pero si es una de las integrantes de la amorosa familia Cullen- exclamó James, abriendo la boca en un gesto exagerado y sorprendido.
-Qué desagradable sorpresa- masculló Alice, cruzándose de brazos -llevabais tiempo sin dar la lata-.
-¿Nos habéis echado de menos?- dijo Garret, llevándose una mano al corazón -en el fondo los Cullen no pueden vivir sin nosotros-.
-Pues espero que sigáis así, y nos dejéis en paz- les medio amenazó, dándose la vuelta, pero de nuevo la voz de James Denali la detuvo.
-Qué mal educada... ¿no saludas a nuestro amigo?- el corazón de la joven pareció detenerse -creo que ya os conocéis-.
Alice Brandon sintió que su respiración se colapsaba por momentos; y la piel se le puso de gallina al escuchar la voz que tanto dolor le había costado borrar. Intentando que el aire desatascara sus pulmones, se giró lentamente.
Estaba mucho más delgado que la última vez que lo vio; pero sus ojos marrones seguían destilando ese orgullo y posesividad, tan característicos de él. Por mucho que recordara, no podía recordar absolutamente nada del Peter que la enamoró.
Pero ya estaban divorciados... y ya no era esa chica tímida y retraída en la que se convirtió una vez empezó ese calvario de matrimonio... ya no eran nada, y había una sentencia en firme que lo demostraba.
-Sois unos miserables- les dijo a los Denali, mirándolos con rabia y dolor.
-Hola Alice- el tono de voz de su ex marido seguía siendo altanero -¿no te alegras de verme?-.
-¡Vete al infierno!- gritó, dando un paso hacia atrás cuándo Peter hizo amago de acercarse a ella.
-A mi no me levantes la voz- amenazó éste -¿pensabas que ibas a irte de rositas, después de haberme amargado la vida?-.
-¿Amargarte la vida?- repitió incrédula -¿sigues sin reconocer el daño que me hiciste, verdad?- le reclamó, con los ojos llenos de lágrimas. Los hermanos Denali se habían metido hacia el bar, dejándolos solos.
-Te dije que no importara dónde te escondieras- le recordó Peter -y me paso la sentencia de divorcio por donde quiera; hiciste un juramento y eres mi mujer-.
-¡Vete a la mierda!- chilló Alice, pero en un movimiento fluido su ex marido la tomó del brazo, impidiéndola alejarse.
Tembló cuándo sintió las manazas de ese indeseable tocarla, y se encogió de miedo al ver de nuevo esa mirada amenazadora y violenta.
-Te estás saltando la orden de alejamiento- dijo ella entre sollozos -Peter por favor... suéltame- le imploró.
-¿Qué pasa?, ¿no está por aquí ese rancherito tuyo para defenderte?- se burló de ella con crueldad -no vales tanto, querida-.
De nuevo hiriéndola y humillándola... todo el cuerpo de Alice Brandon temblaba de miedo. Había algunos curiosos que miraban con cara sorprendida a la pareja... pero nadie hacia algo para detener al hombre, que seguía lanzando improperios contra la que un día fue su esposa.
-Todas las mujeres sois iguales... si vuestros padres os hubieran enseñado que al esposo se le respeta y obedece, otro gallo hubiera cantado- la joven ya no tenía fuerzas para decir nada, pero sintió que la mano que sujetaba su brazo se soltaba de su cuerpo, y eran reemplazadas por las manos de Rose y Bella. Sin pensarlo se abalanzó a los brazos de sus cuñadas, llorando histérica, mientras que los chicos apartaban a Jasper, que tenía agarrado a Peter por la solapas de su chaqueta.
-¿Cómo te atreves a volver a poner tus asquerosas manos encima de mi novia?- dijo el joven Cullen, con una voz más afilada que un cuchillo.
-Ella es mi mujer- le enfrentó éste, intentando zafarse de su agarre.
-Ella ya no es nada tuyo- le recordó Jasper -bastante ha sufrido después de todo lo que tú le has hecho- Peter sonrió de manera cínica, antes de contestar.
-¿Ella es buena en la cama, verdad?- la mandíbula del ranchero se apretó -todavía puedo sentir sus manos recorriendo mi espalda, gimiendo cómo una gatita en celo... hum...- cerró los ojos, deleitándose con su recuerdo -¿contigo también lo hace?-.
Jasper no pudo controlarse... ¿cómo se atrevía este maltratador a hablar así de su novia?... después de todo el daño y sufrimiento que la había causado...
En un gesto rápido cómo la velocidad de la luz se zafó del agarré de sus hermanos, y su puño se estrelló de manera fulminante contra la nariz de Peter, que no pudo reaccionar debido a la sorpresa, cayó hacia atrás, quedando sentado en el suelo.
-¡Jasper, no!- le previno Edward, intentado sujetarle... pero sabía que era una batalla perdida; él mismo le habría reventado a Henry la nariz a puñetazos hace pocos días. Por suerte, Rosalie había llamado a la policía, y debían estar al caer.
-Me has roto la nariz, maldito cabrón- masculló Peter desde el suelo; el joven rubio se agachó a su lado, con el puño de nuevo en posición de ataque... pero se contuvo en el último segundo, pero eso no impidió dejarle una advertencia.
-No se te ocurra volver a tocarla, mirarla... -dijo lentamente -la policía está a punto de llegar- Peter le miró, no creyendo sus palabras -¿de veras crees que no sabemos que te has saltado la orden de alejamiento?- una sonrisa cruel adornó sus labios -si vuelves a respirar el mismo aire que ella, te aseguro que no lo contarás-.
-Hazle caso- se burló Emmet -es que el que peor genio tiene de todos nosotros-.
-Más te vale que te olvides de Alice Brandon- le repitió de nuevo Japser.
Justo en ese momento, el sonido del coche patrulla resonó. Mucha gente se había congregado alrededor de la pelea. Edward y Emmet se encargaron de sujetar a Peter mientras los agentes salían del coche y se acercaban a ellos.
Alice se soltó de los brazos de Bella, para echar a correr hacia su novio, que la refugió en torno a su cuerpo, mientras ella no podía parar de llorar.
-Shiiisssttttt- la consolaba Jasper -ya pasó mi amor... no volverá a acercarse a ti- con la menuda señorita Brandon entre sus brazos, vio cómo Peter le dirigía una mirada amenzante mientras lo esposaban y metían en el coche, rumbo a comisaría.
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Casi dos horas después, una agotada Alice terminaba de formalizar la correspondiente denuncia en la comisaría local de Hunstville. Con la chaqueta de Jasper sobre sus hombros, firmaba lo que esperaba fuera, la carta de libertad para vivir feliz y tranquila. Con un suspiro de alivio le tendió el último papel al comisario, un hombre de mediana edad, cordial y cercano con la gente. Uuna vez los revisó, se dirigió a la pareja que tenía enfrente.
-¿Seguro que ésto es suficiente para procesarlo?- interrogó Jasper.
-Absolutamente seguro- le volvió a asegurar el comisario Hawkes -es la segunda vez que quebranta la orden de alejamiento; de ésta no saldrá tan fácil- Jasper pasó uno de sus brazos por los hombros de su novia, que todavía impresionada y asustada por todo lo acontecido, temblaba cómo una hoja.
-Espero que de verdad todo haya terminado- susurró, cansada y agotada. Se apoyó en el hombro de Jasper, cerrando los ojos, y pudo sentir un suave y tierno beso en su frente.
-No tiene que preocuparse de nada, señorita Brandon- repitió de nuevo Hawkes -va a estar encerrado una buena temporada, le aseguro que su abogado no tiene nada que hacer, ha quebrantado la orden del juez-. Después de unos minutos, la joven pareja se dirigía a la salida, fuertemente abrazada.
-No puedo creer que esta pesadilla haya terminado- susurró con voz todavía trémula.
-No volverá a hacerte daño Alice- le aseguró Jasper -te aseguro que le hubiera matado- masculló rabioso.
-Él estaba con esos impresentables de los Denali- le relató ella.
-Emmet estaba en la barra cuándo ellos se acercaron, pero ni se miraron- le empezó a contar -pero al ver que no volvías, Rose se levantó a buscarte; te vio con él y vino corriendo a avisarnos-.
-Me pregunto dónde se habrán metido...- meditó la joven en voz alta.
-Según le ha contado Félix a Edward, en cuánto han oído las sirenas de los coches de policía han salido corriendo- rodó los ojos su novio -pero ya me encargaré de darles su merecido- dijo con los dientes apretados.
-No, por favor- le imploró la joven -Peter ya está detenido... y no quiero que te metas en más problemas por mi culpa- el joven suspiró, parándose un momento y poniéndose frente a ella.
-Creo que defender y cuidar a la persona que más quieres implica a veces meterse en problemas- le contestó -nadie te va a hacer daño otra vez-.
Alice asintió con un leve gesto de cabeza; sintió que los brazos de su novio la rodeaban con cariño, y un suave beso en sus labios.
-Vamos a casa- le dijo éste en voz baja; con una pequeña sonrisa en su cara, a modo de asentimiento salieron en busca del resto de la familia, que les esperaba fuera de la comisaría.
Por primera vez en mucho tiempo, Alice Brandon durmió tranquila, sin ese temor que la azotaba cada dos por tres... Peter al fin pagaría por todos los años de dolor que le había causado; volvería a pasear por la calle sin tener que andar mirando de reojo, podría disfrutar de la vida... una vida que había empezado hace unos meses con el joven que dormía a su lado.
Los días que precedieron al nacimiento de las pequeñas fueron de lo más ajetreados para los habitantes del rancho Killarney. Una semana después de su nacimiento, tanto las pequeñas cómo su madre ya estaban en casa, para alegría de la familia entera y de Jake.
Bella y Edward decidieron quedarse unos días más; dado que con la mano todavía convaleciente no iría a clase, su novio podría aprovechar para echar una mano en las tareas del rancho, y ayudarían a los nuevos padres a instalarse de forma definitiva en su casa.
La nueva morada de la familia Black por fin estaba terminada; al igual que Rosalie y Emmet, vivían dentro de las propiedades del rancho y a quince minutos en coche de la casa principal. La adelantada venida al mundo de las pequeñas les había pillado con los muebles a medio montar; a eso se dedicaron los hermanos Cullen; ayudados por el resto de la familia y varios de los peones, trasladaron todos los enseres de la pareja... pero el ajetreo era inmenso.
Nessie y Alice estaban guardando la ropita de las niñas en su armario, mientras que Bella sostenía a Claire con su brazo sano, sentada en la cama y haciéndole mimos a la pequeña; Rosalie, cómo buena pediatra, terminaba de revisar a Valerie.
-Pues esta pequeña ya está lista- la arrulló su rubia tía, mientras la cogía en brazos.
-¿No es muy raro que no se le haya caído todavía el cordón del ombliguito?- interrogó Nessie, acercándose a ella -a Claire se le cayó ayer-.
-Es perfectamente normal- la tranquilizó su cuñada -de normal tardan de dos a tres semanas desde su nacimiento, pero ella- señaló a la pequeña que Bella tenía en brazos- se ha adelantado-.
-Claire siempre se adelanta- dijo su madre, con una sonrisa -es la primera en despertarse, en protestar para comer...-.
-En eso se parece al padre- rodó los ojos Alice, lo que provocó las risas del resto. Rosalie le pasó la pequeña Valerie a su madre.
-Tu turno, pequeña Claire- canturreó mientras se la arrebataba a Bella de los brazos y la posaba delicadamente en la cama. La bebé, plenamente despierta, movía de forma graciosa sus manitas y deditos.
-Parece que esta pequeña también ha heredado los ojos de su padre- observó Bella, fijándose con más atención en los pequeños ojitos, todavía sin color definido, pero oscuros.
-Valerie también- añadió Alice, que ahora la tenía en brazos -parece que los genes Black y Cullen ya tienen plenas herederas-.
Las jóvenes seguían con la divertida charla, pero Bella sólo tenía ojos para sus diminutas sobrinas. Desde que las había visto por primera vez, sus pensamientos se perdían en cómo sería tener un pequeño o pequeña con Edward; pero en el fondo de su corazón sabía que para que esa ilusión se cumpliera todavía quedaban unos años por delante. El tema de los niños, a diferencia del matrimonio, sí que lo habían hablado más frecuentemente... y ambos estaban de acuerdo en que debía terminar su carrera.
En esa semana y media que llevaban en el rancho, la joven había observado a Edward en silencio; no habían tocado de nuevo el tema de Henry y lo sucedido aquella tarde, pero muchas veces había visto rondar la preocupación y la incertidumbre en los ojos de su novio. Estaba muy callado... sobre todo con ella.
Bella le había oído decir a su padre muchas veces que los ojos son la ventana del alma; y que sí conocías lo suficientemente a una persona, podías saber que pasaba por su mente con tan sólo fijarte en sus ojos... y la joven reconocía todas y cada una de las inquietudes de su novio con tan sólo mirarle; podía distinguir el color jade oscuro de los momentos de íntima pasión... las pequeñas, prácticamente imperceptibles a simple vista, motitas de color miel que se arremolinaban en ellos cuándo estaba feliz y relajado... el reflejo brillante que se apoderaba de ellos cuándo los orbes de ambos se cruzaban... pero también podía ver la preocupación y la incertidumbre en sus ojos... el verde se tornaba más apagado, casi opaco, por la falta de brillo. Y así lucían desde hacía varios días.
Un suave lloriqueo la devolvió a ala tierra; la pequeña Claire protestaba mientras que su tía Rose la envolvía en una mantita blanca y rosa.
-Las niñas están estupendas, Nessie- se dirigió a su cuñada -la próxima semana te espero en el consultorio, para pesarlas- las chicas volvieron a retomar la charla, pero Bella de nuevo se quedó callada; su cabeza no hacía más que dar vueltas... hasta que la voz de Alice le sacó del trance.
-Bella... ¿estás bien?- le interrogó preocupada.
-Estás ausente- añadió Nessie -¿todavía te molesta la mano?-.
-A veces, pero sólo cuándo la muevo durante un buen rato- se encogió de hombros.
-Por lo menos ya enseguida te libras del cabestrillo- apuntó Rose, cogiendo su muñeca con suavidad y revisándola.
-Eso espero- musitó con un suspiro de paciencia -me siento una inútil total; ni siquiera he podido cocinar bien... y enseguida tendré que retomar las clases- pensó mientras que un escalofrío recorría su columna vertebral... ¿mantendría su palabra Henry, y en verdad la dejaría en paz?.
-¿Cuándo tenéis pensado regresa a San Antonio?- interrogó de nuevo Nessie.
-El domingo; así que esta semana todavía estaremos aquí- le contestó.
La conversación se vio interrumpida por el jaleo que escucharon el el piso inferior; los chicos habían llegado con otro viaje de cajas y maletas. Bajaron a su encuentro; Esme estaba en la cocina, de modo que Bella acudió en su ayuda; aunque no pudiera cocinar bien, le gustaba estar ahí. En ella se encontró a Edward y Jasper, cogiendo una cerveza de la nevera.
-¿Habéis terminado?- interrogó a la vez que se acercaba a su novio.
-Sí- le aclaró -no puedo creer que Jake tenga tantos cachivaches- refunfuñó.
-Ehhhh- exclamó el aludido, entrando también en la cocina -veremos a ver qué ocurre cuándo tengamos que trasladar tus montañas de discos y libros-.
-No me puedo creer que todavía guardes los cómics que leías cuándo tenías seis años- negó con la cabeza Jasper, que miraba por encima del hombro de Esme qué había de comer.
-Y todos los DVD´s de Star Treck- dijo la voz de Emmet, que entraba con su hijo en brazos -yo creo que algunos los tienes repetidos-.
-Alto ahí... nadie se mete con el Dr. Spock en mi presencia- relató éste, divertido y a la vez ofendido. Jasper, Emmet y Edward rieron; el más pequeño de los hermanos miró a su pequeña, que le sonreía con cariño.
-¿Por qué sonríes así?- su pequeña negó con la cabeza.
-No es nada... me gusta verte así... llevas días muy callado- susurró en voz baja, sólo para él. El joven suspiró... definitivamente, no se le escapaba nada. Dejando el botellín de cerveza en la encimera, tomó la mano sana de su novia.
-¿Quieres pasear?- le ofreció de manera, seria, pero amable. El tono de voz que usó hizo que una desazón extraña la recorriera de arriba abajo. Se tragó sus nervios y asintió en silencio; Edward se disculpó de todos, alegando que regresarían para la comida a tiempo.
Caminaron tomados de la mano, sumidos en unos de sus habituales silencios... pero éste no era uno de los íntimos y reconfortantes de los que pareja disfrutaba. Bella sabía que su novio estaba nervioso, porque jugaba y retorcía sus dedos sin parar; incapaz de quedarse tranquila, paró de sopetón, poniéndose frente a Edward.
-¿Qué te pasa?- era la pregunta estrella en su subconsciente... pero si no la sacaba a relucir explotaría. Su novio la miró fijamente, extrañado y sorprendido por la interrupción del paseo. Negó con la cabeza, pero cuándo fue a contestar su pequeña se volvió a adelantar, dejándole con la palabra en la boca -si vas a dejarme, prefiero que me lo sueltes ya...- murmuró con la voz contenida, y lágrimas en los ojos.
Las palabras de su pequeña hicieron que sus ojos se abrieran de manera desmesurada... ¿acaso le había dado esa impresión?... ¿dejarla?... ¿por qué pensaba eso?...
-Bella...- la llamó con suavidad, intentando que los ojos cafés que tanto amaba lo miraran -¿por qué dices eso?-.
-No lo sé, Edward; lo único que sé es que desde que pasó... aquello- ni quería pronunciar el nombre de ese idiota -estás callado, pensativo... desde que llegamos al rancho apenas me hablas...- le explicó con un susurro de pena, pero Edward la calló cómo sólo el sabía hacerlo.
Sus labios se posaron en los de su pequeña, envolviéndolos con ternura y calidez; Bella se aferró a su cuello, devolviéndole gustosa ese beso, aferrándose a él con todas sus fuerzas. Era cómo si una inexplicable sensación se hubiera apoderado de su cuerpo, y el sólo pensar que Edward y ella pudieran separarse le causaba una sensación y pena que quería alejar de su mente a toda costa. Las bocas y los besos que la pareja se prodigaba hablaban por ellos solos; el joven la estrechaba entre sus brazos, disfrutando de esa calidez que desprendía todo su cuerpo... ¿cómo podía ella, pensar por una mínima fracción de segundos, que quería alejarla de su lado?...
Lamentablemente para ambos, necesitaban coger aire, y Edward empezó a bajar la intensidad del beso; cuándo sus labios se despegaron de los de ella, se deleitó con el espectáculo que tenía frente a él... le encantaba ver la expresión tímida y adorable de Bella cada vez que la besaba.
-Bella...- la volvió a llamar con suavidad de nuevo -por supuesto que no voy a dejarte- musitó en voz baja, desviando su vista de la de ella. El ceño fruncido de su pequeña llegó a sus ojos -es sólo que lo ocurrido en las últimas me ha dado mucho que pensar... me siento mal conmigo mismo, y la reacción que tuve- le explicó.
-Edward... -exclamó, abrazándole de nuevo -¿por qué no hablaste conmigo antes?- le reclamó, acurrucándose contra su pecho.
-No quería preocuparte- le contestó -quería que disfrutaras estos días en casa, con las chicas y las pequeñas- su pequeña levantó la cabeza, negando y de nuevo con el ceño fruncido.
-Pero aun así deberías haberlo hablado conmigo- le volvió a repetir -estaba muy preocupada por ti, y verte así me recordó cuándo vine a vivir aquí; siempre tan encerrado en tus pensamientos- le explicó ella -sólo quiero que sepas que me puedes contar lo que te pasa, siempre -recalcó la última palabra.
-Eres maravillosa, ¿lo sabes, no?- ella negó de nuevo con la cabeza, sonrojándose de nuevo.
-Eres mi novio- le recordó, con una de las sonrisas que el joven amaba -y lo que te preocupa a ti, me preocupa a mi-. Edward simplemente la abrazó... era tan diferente a Jessica; ahora no podía entender que es lo que le había llevado a enamorarse tan perdidademente de esa niña mimada y caprichosa; Bella era la generosidad y dulzura en persona, siempre anteponiendo a todos ante ella misma...
-Perdóname cariño- le rogó, tomando sus manos y entrelazando sus dedos -confío en ti... lo que pasa es que no quería preocuparte- se volvió a disculpar -pero jamás pienses que quiero dejarte, porque eso no es así-.
Bella escuchó atentamente lo que Edward le decía, y no pudo hacer otra cosa que soltar un suspiro de alivio; durante todos esos días había visto la preocupación rondar los ojos de su novio, y por fin se lo había contado. El joven notó que su pequeña se relajaba, y junto su frente a la de ella, en un íntimo gesto.
-Sabes que no podría vivir sin ti- dijo en voz muy baja.
-A mi me pasa lo mismo- reconoció ella -pero Edward... somos una pareja, y debemos compartir nuestros problemas y preocupaciones- paró, meditando cuidadosamente sus palabras -sólo quiero que confíes en mi-.
-Ya lo sé mi amor, y lo siento mucho- respondió éste, entendiendo cómo se sentía su pequeña, y en lo mal que lo habría pasado estos últimos días.
Volvió a estrechar a su pequeña entre sus brazos, permaneciendo así a lo largo de todo el paseo; por primera vez en todos esos días hablaron de lo ocurrido con tranquilidad; Bella le confesó a su novio que estaba nerviosa por volver a la facultad; en el fondo tenía miedo a que la promesa de Henry quedara en saco roto.
-Pero por otro lado, me fastidia que por un imbécil no pueda estar tranquila en clase- refunfuñó enfadada.
-Yo te llevaré y te recogeré- afirmó muy rotundamente su novio -no pienso dejar que se te vuelva a acercar- siseó con voz afilada. Bella rodó los ojos, no muy conforme.
-No es necesario; y te recuerdo que dentro de tres semanas tienes que irte de viaje- le recordó.
-Pero te acompañaré cuándo esté allí... y si yo no estoy, quiero que te pegues a Leah y los chicos cómo una lapa- la vena sobreprotectora Cullen estaba saliendo en todo su esplendor.
-Está bien- dijo, dándose por vencida -pero sólo las primeras semanas; sino hay problemas dejarás que vaya yo por mi propio pie a las clases- trató de negociar, de manera divertida. El joven rió encantado, acercándola más a su cuerpo.
-Deberías venir conmigo de viaje de negocios- refutó con diversión en su voz -se te da bien negociar y regatear- ella se carcajeó -no tenía constancia de esa habilidad tuya- se burló éste, con cariño.
-Quizá haya cosas de mi que todavía no sabes, vaquero- murmuró de manera que a Edward se le antojo cómo una invitación íntima y sensual.
-Entonces estaré encantado de descubrirlas- susurró contra su oreja, dejando un suave beso debajo de ella; sintió que el cuerpo de Bella se estremecía con esa caricia.
-Tramposo- le acusó ella, con una simpática mueca; el joven rió encantado, dejando un pequeño beso en los labios de su pequeña y continuando con el paseo.
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Los días de esa semana pasaron demasiado rápido, y el domingo se acercaba de manera alarmante en el calendario. Edward y Bella regresaba el domingo a San Antonio; ella debía retomar sus clases, para encarar la última etapa antes de los exámenes finales de primer año.
El esguince de su muñeca prácticamente había sanado; ya no necesitaba el cabestrillo, y pudo volver a tomar las riendas de la cocina familiar. Por lo que el viernes anterior a su partida, decidieron inaugurar oficialmente la casa de la familia Black con una cena para toda la familia. Los padres de Nessie habían viajado desde Tucson para conocer a sus nietas, de modo que no podían desaprovechar la ocasión.
-La cena estaba deliciosa, Bella- la felicitó la madre de Nessie.
-Cierto- aprobó Carlisle -cada día te superas más-.
-No es para tanto- le quitó importancia Bella, un poco sonrojada por tanto halago y recogiendo los platos, con la ayuda de Esme y sus cuñadas -además, antes de que yo viniera a vivir aquí estos glotones se alimentaban- dijo con una risa, señalando a Jake, Emmet y Jasper.
-¿Glotones?- repitió Jake, alzando una ceja -el trabajo en el rancho requiere muchas energías-.
-Seguro- rodó los ojos su padre.
Stanley Rale contenía la carcajada, al ver la cara de resignación de su consuegro; ellos dos se dirigieron al salón, para seguir con la charla que ambos se traían entre manos.
Esme y Nessie se afanaban en meter los platos al lavavajillas, aprovechando que las pequeñas aún no se habían despertado para su toma. Owen dormía plácidamente en uno de los dormitorios desde antes de la cena, de modo que disfrutaron de una cena tranquila.
-Podríamos salir a tomar algo al bar de Félix- sugirió Emmet a sus hermanos, que fueron los únicos que se quedaron en la mesa.
-Apoyo la moción; hace mucho que no salimos todos juntos- añadió Edward. Jake puso una pequeña mueca de fastidio.
-Os recordamos que Nessie y yo tenemos dos recién nacidas, así que no podemos-.
-Pero nosotros seis sí podemos- apuntó Jasper, mirando a sus hermanos -podéis dejar que Owen duerma en casa de papá- sugirió a Emmet. Justo en ese momento las chicas entraban por la puerta.
-¿De qué habláis?- interrogó Bella, sentándose al lado de su novio.
-De qué podríamos salir a tomar algo- le reveló éste.
-¡Qué buena idea!- exclamó Rose -podemos dejar a Owen con Carlisle y Esme-.
-Eso mismo he dicho yo- afirmó Jasper, pagado de si mismo.
-Pero nosotros no podemos- protestó Jake, cual niño pequeño, ante la mirada de paciencia de Nessie.
-Cuándo las peques crezcan un poco, podremos hacerlo- le dijo ésta -pero deja que ellos vayan; Edward y Bella se van pasado mañana-.
-Cierto, y no podremos venir en casi un mes- añadió Edward.
-No le hagáis caso- les tranquilizó Nessie con un gesto -además, en cuánto una de sus hijas haga el mínimo movimiento ya estará pegado a la cuna- el resto se carcajeó, divertido por las palabras de la joven... en verdad la imagen niñera de Jake resultaba muy cómica -id y beberos una copa a nuestra salud-.
-Eso dalo por hecho- se frotó las manos Emmet.
-Podríamos ir al Mistic River, a bailar un poco- sugirió Rose, cómo si nada.
-¡Siiiiiii!- chilló Alice, dando unos graciosos saltitos en el regazo de su novio.
-Ahhh no, de ninguna manera- dijo Emmet -¿acaso no os acordáis de la despedida de soltera de la señora Black?- interrogó a su mujer.
-Bella seguro que no recuerda nada- exclamó Jake, dando una sonora carcajada -todavía puedo verla colgándose de su cuello- señaló a Edward -y llamándole Eddie-.
-Para una vez que me emborracho- murmuró la aludida entre dientes, ante la mirada divertida de Edward.
-Si no hubierais aparecido por allí no habríais dado el espectáculo- masculló Rose, cruzándose de brazos.
-Por enésima vez, Rosie- suspiró Emmet con cansancio, agarrándose con los dedos el puente de la nariz -no os estábamos siguiendo- Carlisle, Esme y los padres de Nessie eran testigos mudos del divertido intercambio de opiniones.
-Veo que aunque hayan pasado más de seis meses, el asunto colea- murmuró divertida Esme.
-Cómo niños- protestaba Carlisle, con cara de resignación -cómo niños...-.
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Dos horas después, y con la polémica medio zanjada, Emmet, Jasper y Edward Cullen y sus respectivas parejas estaban tranquilamente acomodados en torno a una mesa en el bar de Félix.
-Está lleno- dijo Bella, mirando a su alrededor.
-Estamos mejor aquí sentados que de pie en el Mistic River- dijo Emmet mordaz, mirando a su esposa, que le dedico una mirada desdeñosa.
-Vamos chicos, no os enfadéis- intentó apaciguar los ánimos Edward.
-Relájemonos y disfrutemos- apoyó Jasper las palabras de su hermano. Los ánimos se apaciguaron, y estaban en medio de una divertida charla hasta que dos chicas se acercaron a la mesa, saludando a Alice.
-¡Kayla, Lisa!- exclamó la joven morena, poniéndose de pie y dándoles dos besos -¿qué hacéis aquí?-.
-Hemos venido a tomar algo, pero ya nos íbamos- le informó una de ellas, bajita y con el pelo corto y castaño. Alice se giró hacia la mesa.
-Ellas son Kayla y Lisa; trabajan con Nessie y conmigo en la comisión- le explicó a su familia -ellos son mis cuñados y él- señaló a su pareja -es Jasper Cullen, mi novio- presentó de manera general.
-De modo que también sois los cuñados de Ness- dijo una de ellas -¿cómo están ella y las pequeñas?-.
-Están preciosas- contestó Bella.
-Y nos cuesta horrores distinguirlas- añadió Emmet, lo que arrancó las risas generales. Charlaron con ellos unos momentos, y después Alice fue con ellas hasta la puerta.
Siguió hablando con ellas unos minutos, hasta que se despidió de ellas. Se dio la vuelta para volver a entrar, pero una desagradable voz hizo que detuviera sus pasos.
-Vaya, vaya...- se giró, topándose de bruces con James y Garret Denali.
-Pero si es una de las integrantes de la amorosa familia Cullen- exclamó James, abriendo la boca en un gesto exagerado y sorprendido.
-Qué desagradable sorpresa- masculló Alice, cruzándose de brazos -llevabais tiempo sin dar la lata-.
-¿Nos habéis echado de menos?- dijo Garret, llevándose una mano al corazón -en el fondo los Cullen no pueden vivir sin nosotros-.
-Pues espero que sigáis así, y nos dejéis en paz- les medio amenazó, dándose la vuelta, pero de nuevo la voz de James Denali la detuvo.
-Qué mal educada... ¿no saludas a nuestro amigo?- el corazón de la joven pareció detenerse -creo que ya os conocéis-.
Alice Brandon sintió que su respiración se colapsaba por momentos; y la piel se le puso de gallina al escuchar la voz que tanto dolor le había costado borrar. Intentando que el aire desatascara sus pulmones, se giró lentamente.
Estaba mucho más delgado que la última vez que lo vio; pero sus ojos marrones seguían destilando ese orgullo y posesividad, tan característicos de él. Por mucho que recordara, no podía recordar absolutamente nada del Peter que la enamoró.
Pero ya estaban divorciados... y ya no era esa chica tímida y retraída en la que se convirtió una vez empezó ese calvario de matrimonio... ya no eran nada, y había una sentencia en firme que lo demostraba.
-Sois unos miserables- les dijo a los Denali, mirándolos con rabia y dolor.
-Hola Alice- el tono de voz de su ex marido seguía siendo altanero -¿no te alegras de verme?-.
-¡Vete al infierno!- gritó, dando un paso hacia atrás cuándo Peter hizo amago de acercarse a ella.
-A mi no me levantes la voz- amenazó éste -¿pensabas que ibas a irte de rositas, después de haberme amargado la vida?-.
-¿Amargarte la vida?- repitió incrédula -¿sigues sin reconocer el daño que me hiciste, verdad?- le reclamó, con los ojos llenos de lágrimas. Los hermanos Denali se habían metido hacia el bar, dejándolos solos.
-Te dije que no importara dónde te escondieras- le recordó Peter -y me paso la sentencia de divorcio por donde quiera; hiciste un juramento y eres mi mujer-.
-¡Vete a la mierda!- chilló Alice, pero en un movimiento fluido su ex marido la tomó del brazo, impidiéndola alejarse.
Tembló cuándo sintió las manazas de ese indeseable tocarla, y se encogió de miedo al ver de nuevo esa mirada amenazadora y violenta.
-Te estás saltando la orden de alejamiento- dijo ella entre sollozos -Peter por favor... suéltame- le imploró.
-¿Qué pasa?, ¿no está por aquí ese rancherito tuyo para defenderte?- se burló de ella con crueldad -no vales tanto, querida-.
De nuevo hiriéndola y humillándola... todo el cuerpo de Alice Brandon temblaba de miedo. Había algunos curiosos que miraban con cara sorprendida a la pareja... pero nadie hacia algo para detener al hombre, que seguía lanzando improperios contra la que un día fue su esposa.
-Todas las mujeres sois iguales... si vuestros padres os hubieran enseñado que al esposo se le respeta y obedece, otro gallo hubiera cantado- la joven ya no tenía fuerzas para decir nada, pero sintió que la mano que sujetaba su brazo se soltaba de su cuerpo, y eran reemplazadas por las manos de Rose y Bella. Sin pensarlo se abalanzó a los brazos de sus cuñadas, llorando histérica, mientras que los chicos apartaban a Jasper, que tenía agarrado a Peter por la solapas de su chaqueta.
-¿Cómo te atreves a volver a poner tus asquerosas manos encima de mi novia?- dijo el joven Cullen, con una voz más afilada que un cuchillo.
-Ella es mi mujer- le enfrentó éste, intentando zafarse de su agarre.
-Ella ya no es nada tuyo- le recordó Jasper -bastante ha sufrido después de todo lo que tú le has hecho- Peter sonrió de manera cínica, antes de contestar.
-¿Ella es buena en la cama, verdad?- la mandíbula del ranchero se apretó -todavía puedo sentir sus manos recorriendo mi espalda, gimiendo cómo una gatita en celo... hum...- cerró los ojos, deleitándose con su recuerdo -¿contigo también lo hace?-.
Jasper no pudo controlarse... ¿cómo se atrevía este maltratador a hablar así de su novia?... después de todo el daño y sufrimiento que la había causado...
En un gesto rápido cómo la velocidad de la luz se zafó del agarré de sus hermanos, y su puño se estrelló de manera fulminante contra la nariz de Peter, que no pudo reaccionar debido a la sorpresa, cayó hacia atrás, quedando sentado en el suelo.
-¡Jasper, no!- le previno Edward, intentado sujetarle... pero sabía que era una batalla perdida; él mismo le habría reventado a Henry la nariz a puñetazos hace pocos días. Por suerte, Rosalie había llamado a la policía, y debían estar al caer.
-Me has roto la nariz, maldito cabrón- masculló Peter desde el suelo; el joven rubio se agachó a su lado, con el puño de nuevo en posición de ataque... pero se contuvo en el último segundo, pero eso no impidió dejarle una advertencia.
-No se te ocurra volver a tocarla, mirarla... -dijo lentamente -la policía está a punto de llegar- Peter le miró, no creyendo sus palabras -¿de veras crees que no sabemos que te has saltado la orden de alejamiento?- una sonrisa cruel adornó sus labios -si vuelves a respirar el mismo aire que ella, te aseguro que no lo contarás-.
-Hazle caso- se burló Emmet -es que el que peor genio tiene de todos nosotros-.
-Más te vale que te olvides de Alice Brandon- le repitió de nuevo Japser.
Justo en ese momento, el sonido del coche patrulla resonó. Mucha gente se había congregado alrededor de la pelea. Edward y Emmet se encargaron de sujetar a Peter mientras los agentes salían del coche y se acercaban a ellos.
Alice se soltó de los brazos de Bella, para echar a correr hacia su novio, que la refugió en torno a su cuerpo, mientras ella no podía parar de llorar.
-Shiiisssttttt- la consolaba Jasper -ya pasó mi amor... no volverá a acercarse a ti- con la menuda señorita Brandon entre sus brazos, vio cómo Peter le dirigía una mirada amenzante mientras lo esposaban y metían en el coche, rumbo a comisaría.
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Casi dos horas después, una agotada Alice terminaba de formalizar la correspondiente denuncia en la comisaría local de Hunstville. Con la chaqueta de Jasper sobre sus hombros, firmaba lo que esperaba fuera, la carta de libertad para vivir feliz y tranquila. Con un suspiro de alivio le tendió el último papel al comisario, un hombre de mediana edad, cordial y cercano con la gente. Uuna vez los revisó, se dirigió a la pareja que tenía enfrente.
-¿Seguro que ésto es suficiente para procesarlo?- interrogó Jasper.
-Absolutamente seguro- le volvió a asegurar el comisario Hawkes -es la segunda vez que quebranta la orden de alejamiento; de ésta no saldrá tan fácil- Jasper pasó uno de sus brazos por los hombros de su novia, que todavía impresionada y asustada por todo lo acontecido, temblaba cómo una hoja.
-Espero que de verdad todo haya terminado- susurró, cansada y agotada. Se apoyó en el hombro de Jasper, cerrando los ojos, y pudo sentir un suave y tierno beso en su frente.
-No tiene que preocuparse de nada, señorita Brandon- repitió de nuevo Hawkes -va a estar encerrado una buena temporada, le aseguro que su abogado no tiene nada que hacer, ha quebrantado la orden del juez-. Después de unos minutos, la joven pareja se dirigía a la salida, fuertemente abrazada.
-No puedo creer que esta pesadilla haya terminado- susurró con voz todavía trémula.
-No volverá a hacerte daño Alice- le aseguró Jasper -te aseguro que le hubiera matado- masculló rabioso.
-Él estaba con esos impresentables de los Denali- le relató ella.
-Emmet estaba en la barra cuándo ellos se acercaron, pero ni se miraron- le empezó a contar -pero al ver que no volvías, Rose se levantó a buscarte; te vio con él y vino corriendo a avisarnos-.
-Me pregunto dónde se habrán metido...- meditó la joven en voz alta.
-Según le ha contado Félix a Edward, en cuánto han oído las sirenas de los coches de policía han salido corriendo- rodó los ojos su novio -pero ya me encargaré de darles su merecido- dijo con los dientes apretados.
-No, por favor- le imploró la joven -Peter ya está detenido... y no quiero que te metas en más problemas por mi culpa- el joven suspiró, parándose un momento y poniéndose frente a ella.
-Creo que defender y cuidar a la persona que más quieres implica a veces meterse en problemas- le contestó -nadie te va a hacer daño otra vez-.
Alice asintió con un leve gesto de cabeza; sintió que los brazos de su novio la rodeaban con cariño, y un suave beso en sus labios.
-Vamos a casa- le dijo éste en voz baja; con una pequeña sonrisa en su cara, a modo de asentimiento salieron en busca del resto de la familia, que les esperaba fuera de la comisaría.
Por primera vez en mucho tiempo, Alice Brandon durmió tranquila, sin ese temor que la azotaba cada dos por tres... Peter al fin pagaría por todos los años de dolor que le había causado; volvería a pasear por la calle sin tener que andar mirando de reojo, podría disfrutar de la vida... una vida que había empezado hace unos meses con el joven que dormía a su lado.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 35: Rencores del pasado
Carlisle Cullen meditaba en el silencio que le ofrecía su despacho; todavía intentaba digerir y asimilar lo que le habían contado sus hijos en el desayuno, ante las lágrimas de humillación e impotencia de Alice, a la que ya consideraba miembro de su familia por pleno derecho.
Incapaz de entenderlo, se levantó del confortable sillón de cuero, y con los brazos cruzados en torno al pecho, se acercó a una de las amplias ventanas, desde dónde se podía ver, en la lejanía, las tierras de los Denali. Frunció el ceño, pensado, buscando algo que le explicara el por qué de la actitud hostil y furiosa de Eleazar y sus hijos; negando con la cabeza, derrotado y sin encontrar explicación alguna, sus manos pasaron a su espalda, sin dejar de contemplar en ningún momento el basto paisaje texano.
A su mente vinieron imágenes de su infancia y juventud; Eleazar y él, siendo apenas unos niños, jugando con un balón que su propia madre había remendado una y otra vez, debido a los pinchazos... ellos dos escondiéndose para espiar, en la incipiente adolescencia, a la hija del capataz del Rancho Killarney en esa época... el baile anual de ganaderos, en el cuál Eleazar se pasó la noche persiguiendo a una esquiva Carmen, y él observaba divertido la escena... la sincera alegría que destilaban los ojos del matrimonio Denali el día que Meredith y él contrajeron matrimonio...
Dios... ¿dónde habían quedado esos momentos?, ¿en qué punto se torció todo?... ¿sería posible que todo viniera por esa estúpida subasta de tierras?; ¿o por el contrario todo venía por el premio que ganó su ganadería, dejando a Eleazar en el tercer puesto?. Todo eso había ocurrido hace muchísimos años, ni siquiera Jasper y Edward habían nacido todavía.
Desde entonces su amistad se volatilizó de la noche a la mañana. Carmen dejó de hablar a Meredith sin explicación alguna; incluso en una reunión de la Convención anual de ganaderos, en un intento de arreglar las cosas, Eleazar le negó el saludo, delante de todos los habitantes de Hunstville.
Estaba tan absorto en sus pensamientos que no sintió la puerta abrirse, ni esos pasos suaves y silenciosos que se acercaban a su espalda... pero una caricia en su brazo hizo que las comisuras de su boca se curvaran ligeramente hacia arriba; aunque tuviera los ojos vendados, reconocería ese tacto entre una multitud. Al darse la vuelta los ojos color avellana de Esme le mostraron la visible preocupación, reflejo de toda la incertidumbre que imperaba en la familia.
-¿En qué piensas?- le preguntó con cautela; Carlisle negó con la cabeza en silencio, pero abrió sus brazos, acercando a Esme a su cuerpo; su sólo toque le estremeció, pero a la vez hizo que respirara tranquilo y aliviado.
-¿Por qué, Esme?- musitó frustrado -¿qué les puede llevar a hacer tanto daño?- sintió cómo su fiel compañera se encogía levemente de hombros, meditando cuidadosamente las palabras.
-En verdad... no lo sé, Carlisle- expresó con visible preocupación -cuándo yo entré a trabajar aquí vuestra relación ya estaba rota y deteriorada-.
-Sigo sin entenderlo, Esme- masculló con furia contenida -podría entenderlo si sus ataques, por llamar a esta situación de alguna manera, fueran hacia mi... pero no puedo tolerar que hagan daño a mis hijos... a Alice, ¿qué culpa tiene ella?-.
-Los hijos son el reflejo de los padres, en la mayoría de los casos- suspiró Esme -por esa regla de tres, Garret y James han heredado la rabia y el odio hacia los chicos- Carlisle no dijo nada, simplemente se abrazó más a la mujer que le había devuelto la alegría, agradeciéndole en silencio muchas cosas.
Pero Esme era demasiado sabía... o simplemente conocía tanto a esta familia que sabía que algo se cocía en la cabeza de Carlisle; aunque durante el desayuno había prohibido de manera tajante a su hijo Jasper ir a ajustar cuentas con los Denali, intuía que eso lo iba a hacer él mismo.
-Vas a ir a ver a Eleazar, ¿me equivoco?- la mirada que le dirigió éste no le dejó lugar a dudas -Carlisle, por favor, no vayas...- le pidió, asustada.
-No puedo dejarlo pasar- le cortó él -han rebasado sus límites y mi paciencia; esta situación tiene que terminar- siseó; Esme notó el cambio en el tono de voz, y percibió odio y rencor en él... nada propio del hombre del que estaba profundamente enamorada. Sabía que nada de lo que dijera le iba a detener; la sangre irlandesa que corría por sus venas impregnaba en él lo que las chicas llamaban el gen troglodita Cullen... proteger a a la familia.
-¿Tendrás cuidado?- le pidió ésta, en un susurró ahogado -prométeme que las cosas no irán más allá de las palabras- le suplicó, con los ojos vidriosos.
-Lo intentaré- dijo éste, con un suspiro resignado -sabes que no es mi estilo; las cosas deben hablarse y discutirse- Esme permaneció un largo minuto en silencio, hasta que por fin asintió con un imperceptible movimiento de cabeza. Carlisle la volvió a acercar a su cuerpo, y dejó un suave y silencioso beso en sus labios; beso que Esme no dudó en profundizar, aferrándose con fuerza a sus hombros.
-Ten cuidado- le suplicó, separándose escasos milímetros de su boca, para después besar de nuevo a Carlisle.
-Te preocupas demasiado- le susurró éste de forma cómplice, intentando sonsacarle una pequeña sonrisa -volveré pronto-.
Esme observó en silencio cómo se apartaba de ella y salía del despacho. Se acercó a la ventana, y un suspiro resignado salió de sus labios mientras veía el todoterreno, con Carlisle al volante, atravesar la verja principal del rancho.
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El corto trayecto que delimitaban ambas propiedades se hizo eterno para el patriarca de la familia. Hacía más de treinta años que no pisaba esas tierras, y un cúmulo de nervios y sentimientos contradictorios se adueñaban de la boca de su estómago. Siempre que Eleazar y él habían tenido que resolver alguno de sus acostumbrados problemas, solían reunirse en el despacho de Jenks.
Miró al su alrededor, todavía apoyado en la puerta del coche nada más cerrarlo; y aunque era sábado, a diferencia de su rancho, el silencio y la tranquilidad imperaban en el ambiente. Extrañado por tanta calma, se dirigió hacia la puerta de la casa principal.
Tuvo que llamar dos veces antes de Carmen abriera la puerta. La esposa de Eleazar Denali abrió los ojos debido a la sorpresa. Sabía, por boca de uno de los peones de su rancho lo que había sucedido, pero no pensó que acudiría el mismo Carlisle en persona.
-Carlisle- saludó, seria pero amable.
-Hola Carmen- le devolvió el saludo -¿cómo estás?-.
-Bien- contestó, de forma un poco más afable -enhorabuena por las pequeñas- le felicitó, en alusión a las niñas de Jake -he oído que tanto ellas cómo su madre ya están en casa-.
-Gracias- le dijo con una pequeña sonrisa -Carmen, necesito hablar con tu marido- al ver que la mujer no contestaba, insistió de nuevo -es importante-.
-Está en el establo- dijo al fin, haciendo un leve gesto con la cabeza en esa dirección. Carlisle asintió en silencio, pero cuándo estaba girando la voz de la mujer hizo que se detuviera de manera abrupta.
-¿Es cierto que Peter maltrataba a esa chica?- la pregunta pilló desprevenido a Carlisle, pero se volvió para contestarla.
-Ellos estuvieron casados... y él la maltrató, tanto psicológica cómo físicamente- hizo una pequeña pausa -tenía una orden de alejamiento- los ojos de Carmen se volvieron a abrir, debido a la sorpresa. Sus hijos conocían a Peter desde su época universitaria, pero por lo menos ellos no sabían nada de ésto.
-Dios mío...- susurró horrorizada, llevándose una mano a la boca -no tenía ni idea... Carlisle lo lamento mucho- murmuró, arrepentida -te aseguro que Eleazar no sabe nada tampoco-.
-No es tu culpa, Carmen; no te martirices- las palabras no parecían consolar a la mujer; pero ella no tenía la culpa de que su marido e hijos fueran así de crueles; bastante había hecho ella durante muchos años, y lo seguía haciendo, apaciguando los ánimos para que las cosas no pasaran a mayores.
Dirigiéndole una mirada tranquilizadora, y sin saber qué decir o hacer para aplacar el dolor de esa mujer, salió de allí en dirección a los establos.
Y efectivamente allí estaba el que fuera su amigo, apoyado en una de las vallas de seguridad, admirando y estudiando a la vez a las reses. Inspirando profundamente, se fue acercando a su altura con pasos cautelosos, carraspeando ligeramente para hacerse notar.
La cara de Eleazar no mostró ninguna emoción cuándo se dio la vuelta, y volvió a darle la espalda. El patriarca Cullen resopló frustrado, pero no desistió en su empeño y siguió caminando hacia su posición, para quedar también apoyado en la valla.
Un tenso silencio se adueñó del ambiente; Eleazar parecía ni inmutarse con su presencia, y Carlisle esperaba pacientemente a que dijera algo... hasta que por fin uno de ellos habló.
-¿Qué tripa se te ha roto, Carlisle?- preguntó de manera desdeñosa.
-Lo sabes perfectamente- le contestó, rechinando los dientes -la última ocurrencia de tus hijos ya pasa de castaño oscuro-.
-Peter es un amigo de Garret y James; y mis hijos pueden traer a sus amigos a su casa- le espetó de manera furibunda -¿o también vas a decirme a quién debo o no dejar entrar en mi casa?-.
-¿Sabías lo que pasaba?- le reclamó -¿sabías que Alice fue la esposa de Peter?; ¿sabías que la maltrató?-.
-No lo sabíamos ni Carmen ni yo- corroboró las palabras de su mujer -se conocen desde la universidad, pero al vivir en estados diferentes no llegamos a conocer a la joven con la que se había casado- le explicó.
-Pero aun ellos estando al tanto de la situación, trajeron aquí a Peter- siguió discutiendo Carlisle -tus hijos sabían todo... incluyendo lo sucedido en el matrimonio, la orden de alejamiento... y todavía con eso, lo traen aquí para que encuentre a Alice-.
Eleazar no articulaba palabra alguna... pero era cierto que sus hijos habían rebasado los límites de la decencia; pero eran sus hijos, y aquí el culpable de todo era Peter.
-Puedes ahorrarte el discurso, Carlisle- espetó de repente, cortando lo siguiente que su ex amigo iba a decir -no apruebo en absoluto lo que han hecho mis hijos, y ya se lo hecho saber a ellos-.
-No se trata sólo de eso, Eleazar- negó con la cabeza -toda esta guerra absurda tiene que terminar- éste le miró duramente, sin podre creer lo que oía.
-¿Ahora vienes a hacer las paces?- le echó en cara -¡eras mi mejor amigo, y no me apoyaste cuándo quise irme!-.
-Así que es eso...- replicó Carlisle -¿no me perdonas que diera la razón a tu padre, verdad?-.
-Yo no quería dedicarme a ésto- negó con la cabeza Eleazar -quería irme a recorrer mundo, no quería estar encerrado en un rancho... y tú te pusiste a favor de mi padre-.
-Sólo expresé mi opinión de lo que pensaba... porque tú mismo me la pediste- aclaró Carlisle -Carmen tampoco quería marcharse- le recordó. Eleazar lo miró con rencor, alejándose un par de pasos; pero no se alejó mucho, ya que se dio la vuelta, para volver a enfrentar a Carlisle.
-Desde ese día mi padre te ponía de ejemplo para todo- masculló con rabia -Carlisle ésto, Carlisle lo otro... - se burló -eras el hijo perfecto, el ganadero perfecto...- apartó su vista, sonriendo con socarronería.
-Eso no fue culpa mía- le echó en cara -si querías irte, haberlo hecho sin escuchar a nadie, y sin pedir opinión-.
-¡Mi padre me amenazó con desheredarme!- bramó furioso -sólo te pedí un poco de apoyo... y te pusiste de su parte-.
Carlisle Cullen negó con la cabeza; no iba a conseguir nada. Demasiados años de envidias y rencores para poder olvidar... pero había venido con un firme propósito, y no se iba a dar por vencido tan fácilmente.
-Sé que las cosas entre nosotros no se van a arreglar... y dejando a un lado los problemas laborales que hemos tenido- empezó a decir, haciendo alusión al asunto de la cerca y del ganado -sólo he venido a advertirte que si algún miembro de mi familia vuelve a sufrir por causa de algún Denali, no seré tan paciente-.
-¿Eso es una amenaza?- le encaró Eleazar.
-Sí, es una amenaza- recalcó la palabra con furia -deja a mi familia en paz, o te prometo que me verás realmente enfadado-.
-Ya te he dicho que no apruebo lo que han hecho mis hijos-.
-No me refiero sólo a lo ocurrido ayer; mis hijos saltan cuándo los tuyos les provocan; no los disculpo en absoluto... pero espero que tus hijos piensen y recapaciten lo que han hecho; no se puede hacer tanto daño de manera intencionada- tomó aire, meditando cuidadosamente sus palabras -vives anclado en el pasado; todo eso pasó hace más de treinta años... déjalo ya-.
Con estas dos últimas palabras, y con su cometido realizado, Carlisle Cullen se dio la vuelta para volver a casa, dejando a Eleazar sumido de nuevo en el silencio. Era una conversación pendiente desde hace muchos años, y por lo menos la conciencia del propietario del rancho Killarney quedó más o menos tranquila.
No esperaba que las cosas mejoraran entre ellos.. pero al menos deseaba que ambas familias pudieran convivir en paz, sin más peleas de por medio.
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Al día siguiente toda la familia despedía a Edward y Bella, que después de casi tres semanas volvían a San Antonio. Habían sido unos días estupendos, todos reunidos y disfrutando de las nuevas integrantes de la familia... pero el brazo de Bella ya estaba prácticamente recuperado, y no podía perder más clases; eran los primeros días de marzo, y la recta final del curso ya estaba en todo su apogeo.
La familia permaneció en la entrada del rancho hasta que el volvo plateado cruzó la verja principal. Después de eso Jake y Emmet con sus respectivas familias se retiraron a sus casas, y sólo quedaron Alice y Jasper en la puerta.
La joven parecía estar bien después del encontronazo del viernes, y había estado tranquila estos dos últimos días. Por lo que les había dicho el abogado de Alice esa misma mañana, el juez había decretado prisión sin fianza al ser reincidente, por lo que hasta que se celebrara el juicio permanecería encerrado.
-¿Te da pena que se vayan?- le preguntó Jasper, pasándole un brazo por los hombros.
-Sí, un poco...- se encogió de hombros -me gusta que estemos toda la familia reunida; supongo que en ese aspecto ya soy una Cullen- objetó con una sonrisa. Jasper también rió, dejando un pequeño beso en su frente.
-Tengo que ir al establo, a ver si los chicos han reparado una de las puertas; ¿quieres venir y ver a tus amigas?- le ofreció.
-Por supuesto- exclamó contenta -les pondré un poco de música mientras estamos por allí- tuvo que contener la risa debido a la mueca que puso su novio, pero decidió no tomarle más el pelo y ambos se encaminaron hacia uno de los establos, hablando tranquilos y relajados.
Una vez allí, mientras Jasper supervisaba el arreglo hecho por los peones, Alice se adentró sin ningún problema en los pesebres, acercándose a las vacas sin pizca de miedo y pasando su mano por encima del lomo de los terneros recién nacidos. Alzó la cabeza con una sonrisa cuándo las primeras notas de piano inundaron el establo.
-Has mejorado en cuánto a tus gustos musicales- observando cómo su novio se acercaba a ella y se agachaba a su lado.
-Lo tomaré cómo un cumplido- contestó con esa sonrisa marca Cullen; algo había cambiado en los ojos de su señorita Brandon desde la noche del viernes. El mar azul de sus ojos estaba tranquilo y sosegado, y lucían con un brillo de expectación y felicidad.
-¿Te ha contado algo tu padre acerca de la visita que hizo a los Denali?- interrogó mordiéndose el labio. El joven meneó la cabeza.
-Casi nada; simplemente me dijo que había hablado con Eleazar... y que tanto él cómo Carmen se sentían mal por lo que habían hecho sus adorados hijos- masculló con rabia.
-¿Crees que por fin nos dejarán en paz?- volvió a preguntarle.
-Más les vale que nos dejen tranquilos, a toda la familia- añadió éste -pero ya los pillaré algún día- se prometió a si mismo- Alice le miró fijamente, pero su novio no le devolvía la mirada. Sabía lo que se estaba cociendo en su mente, y no le gustaba nada.
-Jazz- le llamó, pero al no recibir respuesta alguna, tomó con ambas manos el rostro del joven, haciendo que le mirara.
-Prométeme que nada de peleas- su novio iba a protestar, pero no le dejó articular palabra alguna -escúchame- le pidió, muy seria -el problema de Peter se ha acabado; por fin, después de años soy libre; no quiero más problemas, más disgustos, más peleas... -suspiró cansada -a partir de ahora, quiero vivir tranquila, disfrutar de esta nueva etapa de mi vida-.
Jasper se quedó en silencio, mirando con atención a su novia antes de levantarse y quitar con suavidad las manos de Alice de su cara.
-Aunque todo haya terminado, no quiero que te vayas de aquí- le dijo, de espaldas a ella. Su novia sonrió, poniéndose ella también de pie y acercándose de nuevo a él.
-Pero no puedo abusar más de la hospitalidad de tu padre, de toda tu familia...-.
-No abusas Alice; eres parte de esta familia- le aclaró, dándose la vuelta y tomándola por la cintura -me he acostumbrado a tenerte aquí, a dormir abrazado a tu cuerpo todas las noches- tomó aire, para después seguir -sé que durante años te has sentido muy sola, y no quiero que vuelvas a estarlo-.
-Y no lo estoy, Jazz... estoy contigo, y con eso me basta; aparte de toda tu familia- sonrió cómplice entre sus brazos -te prometo que lo pensaré... y buscaremos una solución- le guiñó un ojo.
Se besaron despacio, disfrutando de unos valiosos segundos de intimidad que toda pareja necesitaba. Las notas del piano ayudaban a que ambos se perdieran en los brazos del otro, y Alice se colgó de su cuello, acercándose más a él y profundizando el beso de manera frenética. El joven ranchero sintió un escalofrío recorrer su espalda, y una necesidad creciente se adueñó de la boca de su estómago. Con un imperceptible gesto hizo que su novia rodeara su cintura con sus piernas, y sin separarse un sólo milímetro de sus labios, caminó con ella hasta la parte trasera del establo.
En todo el trayecto las pequeñas manos de Alice se aferraban a su cuello y a su cabello; el beso hacía rato que dejó de ser suave. Era cómo si una imperiosa necesidad se hubiera apoderado de ellos, no podían despegarse el uno del otro. Ni siquiera se dio cuenta de cuándo Jasper la había tumbado encima de las alpacas de heno, con él encima suyo, besando cada parte de su rostro y cuello.
-Jasper- murmuró cuándo se dio cuenta de dónde estaban -nos pueden ver...-.
-Estamos en la parte trasera, y te recuerdo que es domingo; los peones tienen fiesta hasta mañana- le aclaró de manera juguetona, besándola de nuevo -desde que te vi por primera vez atravesar la puerta del establo- su novia sonrió, acordándose de su primera visita al rancho Killarney -no pensé en otra cosa que tumbarte aquí y hacerte mía- le reveló, para después volver a besarla.
Las palabras se perdieron, y la pareja se perdió en ese mundo paralelo del amor y del placer. Con una lentitud pasmosa los jóvenes se deshacían de la ropa del otro, y una vez que ambos quedaron desnudos, Jasper se dedicó a acariciar y besar todas y cada una de las partes del cuerpo de su novia. Besaba y lamía su boca, su cuello, el nacimientos de sus pechos, sus pezones, su plano estómago... le encantaba pasar sus labios por la piel de seda de su particular señorita Brandon, cómo él la llamaba algunas veces.
Ella por su parte, recibía gustosa esas caricias... era increíble todo lo que ese hombre le hacía sentir con unos simples besos.
-Jazz...- gemía ella sin parar, echando su cabeza hacia atrás y cerrando los ojos; sus manos se enredaban en los mechones rubios, o se deslizaban por sus brazos, por su espalda, por su pecho... los jadeos de Jasper morían en la piel de ella, cómo los besos y las caricias que depositaba a lo largo y ancho de todo su cuerpo, y que nunca se cansaría de ofrecerle.
-Dios Alice...- murmuraba contra su cuello -no sabes lo que me haces... oohhh dios- jadeó sintió las manos de su novia recorrer su bajo vientre, acechando esa parte de su anatomía que necesitaba atención de inmediato.
Apoyándose en sus codos, y con un movimiento de su pelvis, entró en ella de forma lenta y delicada; los ojos de su novia se cerraron, y el gemido de Alice fue acallado por los labios de Jasper, recogiendo con ellos todos y cada uno de los suspiros que brotaban de la garganta de su novia.
Juntos iniciaron un baile lento y delicioso, en el que los cuerpos de ambos expresaban en silencio todos y cada uno de los sentimientos que se decían día a día; las palabras y los tiernos besos cotidianos quedaban arrinconados cuándo hacían el amor de esa manera.
Cada caricia, cada movimiento... Alice atesoraba todas y cada una de esas sensaciones; sensaciones que jamás había experimentado, y que la hacían sentirse especial, sentirse amada... y así, juntos, llegaron al final de ese baile íntimo, en medio de una espiral de sensaciones.
Ninguna palabra salió de la boca de la pareja, pero seguían sobrando; acurrucada junto a su pecho, todavía desnuda y sudorosa, y con el pelo lleno de paja, Alice cerró los ojos, con una sonrisa feliz en su rostro; nada ni nadie la podría separar de ese hombre.
0o0o0o0o0o0
La rutina volvió a la vida de Edward y Bella. La joven estaba feliz de volver a reencontrarse con todos sus amigos. Quería a Leah cómo a una hermana, el mismo sentimiento que profesaba a sus alocadas y adorables cuñadas.
Tal y cómo prometió Edward, la acompañaba a la facultad y la recogía a la salida. Al principio protestó de nuevo por la idea, pero también comprendía la postura de su novio, así que decidió darle la razón y no protestar. El primer día lo pasó con una sensación rara en el estómago; no quería encontrarse con Henry, y volver a discutir. Por lo que le habían contado Leah y el resto, apenas le veían, y ya no se reunía con ellos para tomar el acostumbrado café en el receso de clases.
Cindy y Annie estaban muy enfadadas con él, al igual que su joven amiga; incluso le decían a Bella que debería haberlo denunciado por acoso la tarde en la que la situación estalló. Pero ella no quería eso; no le deseaba nada malo; lo único que esperaba es que la dejara en paz, y entendiera que jamás habría nada entre ellos.
La primera semana pasó sin altercado alguno... ni siquiera se lo encontró, por lo que estuvo relativamente tranquila... hasta el lunes.
Estaba en la entrada esperando a Edward; ya se había despedido de Leah y del resto de los chicos, y resoplaba mientras miraba el reloj. Esa mañana su novio tenía una una reunión en el centro financiero, y por el mensaje que había llegado a su teléfono móvil, estaba metido en un atasco en el centro.
Cuándo iba a sentarse en un banco, una voz la saludó por detrás suyo.
-Hola Bella- al darse la vuelta se encontró con Henry, mirándola con una mezcla de arrepentimiento y pena.
-Henry- saludó simplemente, con un pequeño movimiento de cabeza. El silencio se hizo denso e incómodo entre ellos, hasta que el joven por fin habló.
-Me alegra ver que estás recuperada-.
-Gracias- agradeció simplemente, para volver a mirar de nuevo hacia la entrada... dios... ¿dónde estaba Edward?
-Bella...- la joven rodó los ojos, volviéndose hacia Henry.
-¿Qué es lo que quieres?- le reclamó, visiblemente molesta. Éste tomó aire, sabía que la joven no se lo pondría nada fácil.
-Sólo quería disculparme por lo que pasó... y también decirte que no tienes de qué preocuparte- la expresión de Bella se relajó, aunque de manera imperceptible -no volveré a molestarte-.
-Gracias- le dijo, con una pequeña sonrisa de agradecimiento. El joven le devolvió la sonrisa, metiéndose las manos en los bolsillos.
-Dile a Edward que lo siento también... aunque no me guste, es tu decisión y tu relación... y yo no volveré a entrometerme-.
-Eso no te incumbe, Henry- contestó ella, de manera firme -agradezco de todo corazón tus disculpas... pero nada más-.
-Lo comprendo- asintió éste, sonriendo con pena -espero que todo os vaya muy bien, Bella-.
-Yo también- le respondió -espero que encuentres a alguien que te haga feliz- Henry asintió taciturno.
-Cuídate- le dijo a modo de despedida, antes de alejarse y perderse entre la multitud de estudiantes.
La joven no pudo reprimir el suspiro de alivio que salió involuntariamente de su garganta. No le deseaba nada malo, y en verdad parecía que había aprendido la lección. Sonriendo relajada, al girar la cabeza se encontró con Edward apoyado en el volvo, con los brazos cruzados en torno a su pecho. Su sonrisa se ensanchó al ver a su amor allí, y con paso apresurado salió a su encuentro.
Pero a medida que se acercaba a su posición, se percató del rictus serio que imperaba en su rostro... y de las chispas furiosas que emanaban sus ojos color esmeralda. El corazón de Bella se estremeció de manera alarmante... pero intentando mantener la calma, llegó a su altura. Pero cuándo estuvo frente a él, en vez de un saludo y del beso que siempre le daba, su voz cortante y cabreada se clavó en el centro del su alma.
-¿Qué hacías hablando con él?-.
Carlisle Cullen meditaba en el silencio que le ofrecía su despacho; todavía intentaba digerir y asimilar lo que le habían contado sus hijos en el desayuno, ante las lágrimas de humillación e impotencia de Alice, a la que ya consideraba miembro de su familia por pleno derecho.
Incapaz de entenderlo, se levantó del confortable sillón de cuero, y con los brazos cruzados en torno al pecho, se acercó a una de las amplias ventanas, desde dónde se podía ver, en la lejanía, las tierras de los Denali. Frunció el ceño, pensado, buscando algo que le explicara el por qué de la actitud hostil y furiosa de Eleazar y sus hijos; negando con la cabeza, derrotado y sin encontrar explicación alguna, sus manos pasaron a su espalda, sin dejar de contemplar en ningún momento el basto paisaje texano.
A su mente vinieron imágenes de su infancia y juventud; Eleazar y él, siendo apenas unos niños, jugando con un balón que su propia madre había remendado una y otra vez, debido a los pinchazos... ellos dos escondiéndose para espiar, en la incipiente adolescencia, a la hija del capataz del Rancho Killarney en esa época... el baile anual de ganaderos, en el cuál Eleazar se pasó la noche persiguiendo a una esquiva Carmen, y él observaba divertido la escena... la sincera alegría que destilaban los ojos del matrimonio Denali el día que Meredith y él contrajeron matrimonio...
Dios... ¿dónde habían quedado esos momentos?, ¿en qué punto se torció todo?... ¿sería posible que todo viniera por esa estúpida subasta de tierras?; ¿o por el contrario todo venía por el premio que ganó su ganadería, dejando a Eleazar en el tercer puesto?. Todo eso había ocurrido hace muchísimos años, ni siquiera Jasper y Edward habían nacido todavía.
Desde entonces su amistad se volatilizó de la noche a la mañana. Carmen dejó de hablar a Meredith sin explicación alguna; incluso en una reunión de la Convención anual de ganaderos, en un intento de arreglar las cosas, Eleazar le negó el saludo, delante de todos los habitantes de Hunstville.
Estaba tan absorto en sus pensamientos que no sintió la puerta abrirse, ni esos pasos suaves y silenciosos que se acercaban a su espalda... pero una caricia en su brazo hizo que las comisuras de su boca se curvaran ligeramente hacia arriba; aunque tuviera los ojos vendados, reconocería ese tacto entre una multitud. Al darse la vuelta los ojos color avellana de Esme le mostraron la visible preocupación, reflejo de toda la incertidumbre que imperaba en la familia.
-¿En qué piensas?- le preguntó con cautela; Carlisle negó con la cabeza en silencio, pero abrió sus brazos, acercando a Esme a su cuerpo; su sólo toque le estremeció, pero a la vez hizo que respirara tranquilo y aliviado.
-¿Por qué, Esme?- musitó frustrado -¿qué les puede llevar a hacer tanto daño?- sintió cómo su fiel compañera se encogía levemente de hombros, meditando cuidadosamente las palabras.
-En verdad... no lo sé, Carlisle- expresó con visible preocupación -cuándo yo entré a trabajar aquí vuestra relación ya estaba rota y deteriorada-.
-Sigo sin entenderlo, Esme- masculló con furia contenida -podría entenderlo si sus ataques, por llamar a esta situación de alguna manera, fueran hacia mi... pero no puedo tolerar que hagan daño a mis hijos... a Alice, ¿qué culpa tiene ella?-.
-Los hijos son el reflejo de los padres, en la mayoría de los casos- suspiró Esme -por esa regla de tres, Garret y James han heredado la rabia y el odio hacia los chicos- Carlisle no dijo nada, simplemente se abrazó más a la mujer que le había devuelto la alegría, agradeciéndole en silencio muchas cosas.
Pero Esme era demasiado sabía... o simplemente conocía tanto a esta familia que sabía que algo se cocía en la cabeza de Carlisle; aunque durante el desayuno había prohibido de manera tajante a su hijo Jasper ir a ajustar cuentas con los Denali, intuía que eso lo iba a hacer él mismo.
-Vas a ir a ver a Eleazar, ¿me equivoco?- la mirada que le dirigió éste no le dejó lugar a dudas -Carlisle, por favor, no vayas...- le pidió, asustada.
-No puedo dejarlo pasar- le cortó él -han rebasado sus límites y mi paciencia; esta situación tiene que terminar- siseó; Esme notó el cambio en el tono de voz, y percibió odio y rencor en él... nada propio del hombre del que estaba profundamente enamorada. Sabía que nada de lo que dijera le iba a detener; la sangre irlandesa que corría por sus venas impregnaba en él lo que las chicas llamaban el gen troglodita Cullen... proteger a a la familia.
-¿Tendrás cuidado?- le pidió ésta, en un susurró ahogado -prométeme que las cosas no irán más allá de las palabras- le suplicó, con los ojos vidriosos.
-Lo intentaré- dijo éste, con un suspiro resignado -sabes que no es mi estilo; las cosas deben hablarse y discutirse- Esme permaneció un largo minuto en silencio, hasta que por fin asintió con un imperceptible movimiento de cabeza. Carlisle la volvió a acercar a su cuerpo, y dejó un suave y silencioso beso en sus labios; beso que Esme no dudó en profundizar, aferrándose con fuerza a sus hombros.
-Ten cuidado- le suplicó, separándose escasos milímetros de su boca, para después besar de nuevo a Carlisle.
-Te preocupas demasiado- le susurró éste de forma cómplice, intentando sonsacarle una pequeña sonrisa -volveré pronto-.
Esme observó en silencio cómo se apartaba de ella y salía del despacho. Se acercó a la ventana, y un suspiro resignado salió de sus labios mientras veía el todoterreno, con Carlisle al volante, atravesar la verja principal del rancho.
0o0o0o0o0o0
El corto trayecto que delimitaban ambas propiedades se hizo eterno para el patriarca de la familia. Hacía más de treinta años que no pisaba esas tierras, y un cúmulo de nervios y sentimientos contradictorios se adueñaban de la boca de su estómago. Siempre que Eleazar y él habían tenido que resolver alguno de sus acostumbrados problemas, solían reunirse en el despacho de Jenks.
Miró al su alrededor, todavía apoyado en la puerta del coche nada más cerrarlo; y aunque era sábado, a diferencia de su rancho, el silencio y la tranquilidad imperaban en el ambiente. Extrañado por tanta calma, se dirigió hacia la puerta de la casa principal.
Tuvo que llamar dos veces antes de Carmen abriera la puerta. La esposa de Eleazar Denali abrió los ojos debido a la sorpresa. Sabía, por boca de uno de los peones de su rancho lo que había sucedido, pero no pensó que acudiría el mismo Carlisle en persona.
-Carlisle- saludó, seria pero amable.
-Hola Carmen- le devolvió el saludo -¿cómo estás?-.
-Bien- contestó, de forma un poco más afable -enhorabuena por las pequeñas- le felicitó, en alusión a las niñas de Jake -he oído que tanto ellas cómo su madre ya están en casa-.
-Gracias- le dijo con una pequeña sonrisa -Carmen, necesito hablar con tu marido- al ver que la mujer no contestaba, insistió de nuevo -es importante-.
-Está en el establo- dijo al fin, haciendo un leve gesto con la cabeza en esa dirección. Carlisle asintió en silencio, pero cuándo estaba girando la voz de la mujer hizo que se detuviera de manera abrupta.
-¿Es cierto que Peter maltrataba a esa chica?- la pregunta pilló desprevenido a Carlisle, pero se volvió para contestarla.
-Ellos estuvieron casados... y él la maltrató, tanto psicológica cómo físicamente- hizo una pequeña pausa -tenía una orden de alejamiento- los ojos de Carmen se volvieron a abrir, debido a la sorpresa. Sus hijos conocían a Peter desde su época universitaria, pero por lo menos ellos no sabían nada de ésto.
-Dios mío...- susurró horrorizada, llevándose una mano a la boca -no tenía ni idea... Carlisle lo lamento mucho- murmuró, arrepentida -te aseguro que Eleazar no sabe nada tampoco-.
-No es tu culpa, Carmen; no te martirices- las palabras no parecían consolar a la mujer; pero ella no tenía la culpa de que su marido e hijos fueran así de crueles; bastante había hecho ella durante muchos años, y lo seguía haciendo, apaciguando los ánimos para que las cosas no pasaran a mayores.
Dirigiéndole una mirada tranquilizadora, y sin saber qué decir o hacer para aplacar el dolor de esa mujer, salió de allí en dirección a los establos.
Y efectivamente allí estaba el que fuera su amigo, apoyado en una de las vallas de seguridad, admirando y estudiando a la vez a las reses. Inspirando profundamente, se fue acercando a su altura con pasos cautelosos, carraspeando ligeramente para hacerse notar.
La cara de Eleazar no mostró ninguna emoción cuándo se dio la vuelta, y volvió a darle la espalda. El patriarca Cullen resopló frustrado, pero no desistió en su empeño y siguió caminando hacia su posición, para quedar también apoyado en la valla.
Un tenso silencio se adueñó del ambiente; Eleazar parecía ni inmutarse con su presencia, y Carlisle esperaba pacientemente a que dijera algo... hasta que por fin uno de ellos habló.
-¿Qué tripa se te ha roto, Carlisle?- preguntó de manera desdeñosa.
-Lo sabes perfectamente- le contestó, rechinando los dientes -la última ocurrencia de tus hijos ya pasa de castaño oscuro-.
-Peter es un amigo de Garret y James; y mis hijos pueden traer a sus amigos a su casa- le espetó de manera furibunda -¿o también vas a decirme a quién debo o no dejar entrar en mi casa?-.
-¿Sabías lo que pasaba?- le reclamó -¿sabías que Alice fue la esposa de Peter?; ¿sabías que la maltrató?-.
-No lo sabíamos ni Carmen ni yo- corroboró las palabras de su mujer -se conocen desde la universidad, pero al vivir en estados diferentes no llegamos a conocer a la joven con la que se había casado- le explicó.
-Pero aun ellos estando al tanto de la situación, trajeron aquí a Peter- siguió discutiendo Carlisle -tus hijos sabían todo... incluyendo lo sucedido en el matrimonio, la orden de alejamiento... y todavía con eso, lo traen aquí para que encuentre a Alice-.
Eleazar no articulaba palabra alguna... pero era cierto que sus hijos habían rebasado los límites de la decencia; pero eran sus hijos, y aquí el culpable de todo era Peter.
-Puedes ahorrarte el discurso, Carlisle- espetó de repente, cortando lo siguiente que su ex amigo iba a decir -no apruebo en absoluto lo que han hecho mis hijos, y ya se lo hecho saber a ellos-.
-No se trata sólo de eso, Eleazar- negó con la cabeza -toda esta guerra absurda tiene que terminar- éste le miró duramente, sin podre creer lo que oía.
-¿Ahora vienes a hacer las paces?- le echó en cara -¡eras mi mejor amigo, y no me apoyaste cuándo quise irme!-.
-Así que es eso...- replicó Carlisle -¿no me perdonas que diera la razón a tu padre, verdad?-.
-Yo no quería dedicarme a ésto- negó con la cabeza Eleazar -quería irme a recorrer mundo, no quería estar encerrado en un rancho... y tú te pusiste a favor de mi padre-.
-Sólo expresé mi opinión de lo que pensaba... porque tú mismo me la pediste- aclaró Carlisle -Carmen tampoco quería marcharse- le recordó. Eleazar lo miró con rencor, alejándose un par de pasos; pero no se alejó mucho, ya que se dio la vuelta, para volver a enfrentar a Carlisle.
-Desde ese día mi padre te ponía de ejemplo para todo- masculló con rabia -Carlisle ésto, Carlisle lo otro... - se burló -eras el hijo perfecto, el ganadero perfecto...- apartó su vista, sonriendo con socarronería.
-Eso no fue culpa mía- le echó en cara -si querías irte, haberlo hecho sin escuchar a nadie, y sin pedir opinión-.
-¡Mi padre me amenazó con desheredarme!- bramó furioso -sólo te pedí un poco de apoyo... y te pusiste de su parte-.
Carlisle Cullen negó con la cabeza; no iba a conseguir nada. Demasiados años de envidias y rencores para poder olvidar... pero había venido con un firme propósito, y no se iba a dar por vencido tan fácilmente.
-Sé que las cosas entre nosotros no se van a arreglar... y dejando a un lado los problemas laborales que hemos tenido- empezó a decir, haciendo alusión al asunto de la cerca y del ganado -sólo he venido a advertirte que si algún miembro de mi familia vuelve a sufrir por causa de algún Denali, no seré tan paciente-.
-¿Eso es una amenaza?- le encaró Eleazar.
-Sí, es una amenaza- recalcó la palabra con furia -deja a mi familia en paz, o te prometo que me verás realmente enfadado-.
-Ya te he dicho que no apruebo lo que han hecho mis hijos-.
-No me refiero sólo a lo ocurrido ayer; mis hijos saltan cuándo los tuyos les provocan; no los disculpo en absoluto... pero espero que tus hijos piensen y recapaciten lo que han hecho; no se puede hacer tanto daño de manera intencionada- tomó aire, meditando cuidadosamente sus palabras -vives anclado en el pasado; todo eso pasó hace más de treinta años... déjalo ya-.
Con estas dos últimas palabras, y con su cometido realizado, Carlisle Cullen se dio la vuelta para volver a casa, dejando a Eleazar sumido de nuevo en el silencio. Era una conversación pendiente desde hace muchos años, y por lo menos la conciencia del propietario del rancho Killarney quedó más o menos tranquila.
No esperaba que las cosas mejoraran entre ellos.. pero al menos deseaba que ambas familias pudieran convivir en paz, sin más peleas de por medio.
0o0o0o0o0o0
Al día siguiente toda la familia despedía a Edward y Bella, que después de casi tres semanas volvían a San Antonio. Habían sido unos días estupendos, todos reunidos y disfrutando de las nuevas integrantes de la familia... pero el brazo de Bella ya estaba prácticamente recuperado, y no podía perder más clases; eran los primeros días de marzo, y la recta final del curso ya estaba en todo su apogeo.
La familia permaneció en la entrada del rancho hasta que el volvo plateado cruzó la verja principal. Después de eso Jake y Emmet con sus respectivas familias se retiraron a sus casas, y sólo quedaron Alice y Jasper en la puerta.
La joven parecía estar bien después del encontronazo del viernes, y había estado tranquila estos dos últimos días. Por lo que les había dicho el abogado de Alice esa misma mañana, el juez había decretado prisión sin fianza al ser reincidente, por lo que hasta que se celebrara el juicio permanecería encerrado.
-¿Te da pena que se vayan?- le preguntó Jasper, pasándole un brazo por los hombros.
-Sí, un poco...- se encogió de hombros -me gusta que estemos toda la familia reunida; supongo que en ese aspecto ya soy una Cullen- objetó con una sonrisa. Jasper también rió, dejando un pequeño beso en su frente.
-Tengo que ir al establo, a ver si los chicos han reparado una de las puertas; ¿quieres venir y ver a tus amigas?- le ofreció.
-Por supuesto- exclamó contenta -les pondré un poco de música mientras estamos por allí- tuvo que contener la risa debido a la mueca que puso su novio, pero decidió no tomarle más el pelo y ambos se encaminaron hacia uno de los establos, hablando tranquilos y relajados.
Una vez allí, mientras Jasper supervisaba el arreglo hecho por los peones, Alice se adentró sin ningún problema en los pesebres, acercándose a las vacas sin pizca de miedo y pasando su mano por encima del lomo de los terneros recién nacidos. Alzó la cabeza con una sonrisa cuándo las primeras notas de piano inundaron el establo.
-Has mejorado en cuánto a tus gustos musicales- observando cómo su novio se acercaba a ella y se agachaba a su lado.
-Lo tomaré cómo un cumplido- contestó con esa sonrisa marca Cullen; algo había cambiado en los ojos de su señorita Brandon desde la noche del viernes. El mar azul de sus ojos estaba tranquilo y sosegado, y lucían con un brillo de expectación y felicidad.
-¿Te ha contado algo tu padre acerca de la visita que hizo a los Denali?- interrogó mordiéndose el labio. El joven meneó la cabeza.
-Casi nada; simplemente me dijo que había hablado con Eleazar... y que tanto él cómo Carmen se sentían mal por lo que habían hecho sus adorados hijos- masculló con rabia.
-¿Crees que por fin nos dejarán en paz?- volvió a preguntarle.
-Más les vale que nos dejen tranquilos, a toda la familia- añadió éste -pero ya los pillaré algún día- se prometió a si mismo- Alice le miró fijamente, pero su novio no le devolvía la mirada. Sabía lo que se estaba cociendo en su mente, y no le gustaba nada.
-Jazz- le llamó, pero al no recibir respuesta alguna, tomó con ambas manos el rostro del joven, haciendo que le mirara.
-Prométeme que nada de peleas- su novio iba a protestar, pero no le dejó articular palabra alguna -escúchame- le pidió, muy seria -el problema de Peter se ha acabado; por fin, después de años soy libre; no quiero más problemas, más disgustos, más peleas... -suspiró cansada -a partir de ahora, quiero vivir tranquila, disfrutar de esta nueva etapa de mi vida-.
Jasper se quedó en silencio, mirando con atención a su novia antes de levantarse y quitar con suavidad las manos de Alice de su cara.
-Aunque todo haya terminado, no quiero que te vayas de aquí- le dijo, de espaldas a ella. Su novia sonrió, poniéndose ella también de pie y acercándose de nuevo a él.
-Pero no puedo abusar más de la hospitalidad de tu padre, de toda tu familia...-.
-No abusas Alice; eres parte de esta familia- le aclaró, dándose la vuelta y tomándola por la cintura -me he acostumbrado a tenerte aquí, a dormir abrazado a tu cuerpo todas las noches- tomó aire, para después seguir -sé que durante años te has sentido muy sola, y no quiero que vuelvas a estarlo-.
-Y no lo estoy, Jazz... estoy contigo, y con eso me basta; aparte de toda tu familia- sonrió cómplice entre sus brazos -te prometo que lo pensaré... y buscaremos una solución- le guiñó un ojo.
Se besaron despacio, disfrutando de unos valiosos segundos de intimidad que toda pareja necesitaba. Las notas del piano ayudaban a que ambos se perdieran en los brazos del otro, y Alice se colgó de su cuello, acercándose más a él y profundizando el beso de manera frenética. El joven ranchero sintió un escalofrío recorrer su espalda, y una necesidad creciente se adueñó de la boca de su estómago. Con un imperceptible gesto hizo que su novia rodeara su cintura con sus piernas, y sin separarse un sólo milímetro de sus labios, caminó con ella hasta la parte trasera del establo.
En todo el trayecto las pequeñas manos de Alice se aferraban a su cuello y a su cabello; el beso hacía rato que dejó de ser suave. Era cómo si una imperiosa necesidad se hubiera apoderado de ellos, no podían despegarse el uno del otro. Ni siquiera se dio cuenta de cuándo Jasper la había tumbado encima de las alpacas de heno, con él encima suyo, besando cada parte de su rostro y cuello.
-Jasper- murmuró cuándo se dio cuenta de dónde estaban -nos pueden ver...-.
-Estamos en la parte trasera, y te recuerdo que es domingo; los peones tienen fiesta hasta mañana- le aclaró de manera juguetona, besándola de nuevo -desde que te vi por primera vez atravesar la puerta del establo- su novia sonrió, acordándose de su primera visita al rancho Killarney -no pensé en otra cosa que tumbarte aquí y hacerte mía- le reveló, para después volver a besarla.
Las palabras se perdieron, y la pareja se perdió en ese mundo paralelo del amor y del placer. Con una lentitud pasmosa los jóvenes se deshacían de la ropa del otro, y una vez que ambos quedaron desnudos, Jasper se dedicó a acariciar y besar todas y cada una de las partes del cuerpo de su novia. Besaba y lamía su boca, su cuello, el nacimientos de sus pechos, sus pezones, su plano estómago... le encantaba pasar sus labios por la piel de seda de su particular señorita Brandon, cómo él la llamaba algunas veces.
Ella por su parte, recibía gustosa esas caricias... era increíble todo lo que ese hombre le hacía sentir con unos simples besos.
-Jazz...- gemía ella sin parar, echando su cabeza hacia atrás y cerrando los ojos; sus manos se enredaban en los mechones rubios, o se deslizaban por sus brazos, por su espalda, por su pecho... los jadeos de Jasper morían en la piel de ella, cómo los besos y las caricias que depositaba a lo largo y ancho de todo su cuerpo, y que nunca se cansaría de ofrecerle.
-Dios Alice...- murmuraba contra su cuello -no sabes lo que me haces... oohhh dios- jadeó sintió las manos de su novia recorrer su bajo vientre, acechando esa parte de su anatomía que necesitaba atención de inmediato.
Apoyándose en sus codos, y con un movimiento de su pelvis, entró en ella de forma lenta y delicada; los ojos de su novia se cerraron, y el gemido de Alice fue acallado por los labios de Jasper, recogiendo con ellos todos y cada uno de los suspiros que brotaban de la garganta de su novia.
Juntos iniciaron un baile lento y delicioso, en el que los cuerpos de ambos expresaban en silencio todos y cada uno de los sentimientos que se decían día a día; las palabras y los tiernos besos cotidianos quedaban arrinconados cuándo hacían el amor de esa manera.
Cada caricia, cada movimiento... Alice atesoraba todas y cada una de esas sensaciones; sensaciones que jamás había experimentado, y que la hacían sentirse especial, sentirse amada... y así, juntos, llegaron al final de ese baile íntimo, en medio de una espiral de sensaciones.
Ninguna palabra salió de la boca de la pareja, pero seguían sobrando; acurrucada junto a su pecho, todavía desnuda y sudorosa, y con el pelo lleno de paja, Alice cerró los ojos, con una sonrisa feliz en su rostro; nada ni nadie la podría separar de ese hombre.
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La rutina volvió a la vida de Edward y Bella. La joven estaba feliz de volver a reencontrarse con todos sus amigos. Quería a Leah cómo a una hermana, el mismo sentimiento que profesaba a sus alocadas y adorables cuñadas.
Tal y cómo prometió Edward, la acompañaba a la facultad y la recogía a la salida. Al principio protestó de nuevo por la idea, pero también comprendía la postura de su novio, así que decidió darle la razón y no protestar. El primer día lo pasó con una sensación rara en el estómago; no quería encontrarse con Henry, y volver a discutir. Por lo que le habían contado Leah y el resto, apenas le veían, y ya no se reunía con ellos para tomar el acostumbrado café en el receso de clases.
Cindy y Annie estaban muy enfadadas con él, al igual que su joven amiga; incluso le decían a Bella que debería haberlo denunciado por acoso la tarde en la que la situación estalló. Pero ella no quería eso; no le deseaba nada malo; lo único que esperaba es que la dejara en paz, y entendiera que jamás habría nada entre ellos.
La primera semana pasó sin altercado alguno... ni siquiera se lo encontró, por lo que estuvo relativamente tranquila... hasta el lunes.
Estaba en la entrada esperando a Edward; ya se había despedido de Leah y del resto de los chicos, y resoplaba mientras miraba el reloj. Esa mañana su novio tenía una una reunión en el centro financiero, y por el mensaje que había llegado a su teléfono móvil, estaba metido en un atasco en el centro.
Cuándo iba a sentarse en un banco, una voz la saludó por detrás suyo.
-Hola Bella- al darse la vuelta se encontró con Henry, mirándola con una mezcla de arrepentimiento y pena.
-Henry- saludó simplemente, con un pequeño movimiento de cabeza. El silencio se hizo denso e incómodo entre ellos, hasta que el joven por fin habló.
-Me alegra ver que estás recuperada-.
-Gracias- agradeció simplemente, para volver a mirar de nuevo hacia la entrada... dios... ¿dónde estaba Edward?
-Bella...- la joven rodó los ojos, volviéndose hacia Henry.
-¿Qué es lo que quieres?- le reclamó, visiblemente molesta. Éste tomó aire, sabía que la joven no se lo pondría nada fácil.
-Sólo quería disculparme por lo que pasó... y también decirte que no tienes de qué preocuparte- la expresión de Bella se relajó, aunque de manera imperceptible -no volveré a molestarte-.
-Gracias- le dijo, con una pequeña sonrisa de agradecimiento. El joven le devolvió la sonrisa, metiéndose las manos en los bolsillos.
-Dile a Edward que lo siento también... aunque no me guste, es tu decisión y tu relación... y yo no volveré a entrometerme-.
-Eso no te incumbe, Henry- contestó ella, de manera firme -agradezco de todo corazón tus disculpas... pero nada más-.
-Lo comprendo- asintió éste, sonriendo con pena -espero que todo os vaya muy bien, Bella-.
-Yo también- le respondió -espero que encuentres a alguien que te haga feliz- Henry asintió taciturno.
-Cuídate- le dijo a modo de despedida, antes de alejarse y perderse entre la multitud de estudiantes.
La joven no pudo reprimir el suspiro de alivio que salió involuntariamente de su garganta. No le deseaba nada malo, y en verdad parecía que había aprendido la lección. Sonriendo relajada, al girar la cabeza se encontró con Edward apoyado en el volvo, con los brazos cruzados en torno a su pecho. Su sonrisa se ensanchó al ver a su amor allí, y con paso apresurado salió a su encuentro.
Pero a medida que se acercaba a su posición, se percató del rictus serio que imperaba en su rostro... y de las chispas furiosas que emanaban sus ojos color esmeralda. El corazón de Bella se estremeció de manera alarmante... pero intentando mantener la calma, llegó a su altura. Pero cuándo estuvo frente a él, en vez de un saludo y del beso que siempre le daba, su voz cortante y cabreada se clavó en el centro del su alma.
-¿Qué hacías hablando con él?-.
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Fecha de inscripción : 21/03/2009
Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 36: Negación
El tono de voz que salió de la boca de Edward hizo que el corazón y las venas se le helaran de manera súbita. Dio un paso hacia atrás, pensando en la posibilidad de que su novio pensara que Henry la estaba molestando, y que en realidad el enfado no fuera con ella.
-Edward... yo te estaba esperando, y Henr...-
-Sube al coche- la cortó del tal manera, que tardó unos mínimos segundos en reaccionar; soltando un suspiro ahogado e intentando controlar las lágrimas, hizo lo que le decía con toda la dignidad que pudo.
El denso silencio que imperó en el corto trayecto a casa se podía cortar con un cuchillo. La atmósfera que se respiraba dentro del volvo era de todo menos cómoda y confortable. Bella se mantuvo durante todo el camino con la mirada fija en la ventanilla, pero apenas se recreaba en las bulliciosas calles de San Antonio. Su cuerpo estaba tenso, ya que su espalda no estaba apoyada en el asiento, debido a la tensión que campaba a lo largo de todo su cuerpo. Sus manos iban entrelazadas en su regazo, sin saber qué hacer con ellas y apretándose fuertemente la una a la otra.
Miró a Edward varias veces de reojo; su mandíbula ligeramente alzada y apretada se había convertido en su forma habitual en los últimos tiempos; su vista fija en la calzada y en el tráfico le impedían a su novia fijarse en sus ojos... pero podía hacerse una idea de cómo lucirían. Incapaz de soportarlo más, desesperada por que le dirigiera la palabra, aunque fuera para gritar, se atrevió a pronunciar su nombre.
-Edward...- musitó en un susurro apenas imperceptible para el oído humano; al no obtener reacción alguna por parte del joven , lo intentó de nuevo -Edward, dime algo por favor, lo que sea- le suplicó.
-En casa hablaremos- el tono de voz parecía que se había suavizado, y cuándo Bella levantó la vista, ya que no quería encararlo, respiró para sus adentros al observar que la mirada que le dedicó no era la que esperaba. Los ojos verdes la miraron con suavidad, incluso se atrevería a decir que con cariño y ternura. Asintió a la vez que un suspiro de alivio salió de sus labios.
El resto del camino permanecieron sumidos de nuevo en el silencio... pero ya no era un silencio tenso e incómodo, o al menos eso le parecía a Bella. Y no pudo evitar sonreír cuándo, ya en el garaje, le tomó de la mano para salir del coche, y la atrapó con ternura contra la suya mientras subían en el ascensor.
Una vez pasaron el umbral de la puerta principal, y sin soltar su mano un sólo instante, Edward la condujo al salón, sentándose en el sofá y arrastrando con ella a su pequeña. Bella dio un gritito ahogado, ya que apenas le dio tiempo a soltar el bolso y la carpeta.
-¡Edward!- exclamó, debido a la sorpresa; iba a seguir hablando, cuándo los labios de su novio acallaron los suyos con un repentino beso.
Los brazos del joven la apresaron hacia su cuerpo, sintiendo cada una de las curvas de su pequeña fundirse con él; impactada por esa reacción que no se esperaba en absoluto, le echó los brazos al cuello, y respondió al beso de manera desesperada. Las bocas de ambos reflejaron la necesidad que tenía la pareja del uno del otro...en estas últimas semanas en el rancho, debido a trabajo y a la lesión de Bella, apenas habían disfrutado de su intimidad.
Pero Bella sabía que antes de eso había una conversación pendiente, y con toda la delicadeza que pudo rompió el beso, pero sus manos no abandonaron en ningún momento el cuello de su novio. Meditó por un largo minuto cómo sacar el tema, pero una vez más Edward se adelantó.
-Perdóname- le pidió, acompañando la palabra con una mirada de arrepentimiento; la joven abrió los ojos, debido a la sorpresa que le acusaron esas palabras -no debí hablarte en ese tono-.
-No pasa nada- intentó suavizar el asunto -Edward, Henry simplemente se estaba disculpando por lo que pasó; me ha asegurado que no volverá a molestarnos-.
Su novio escuchó con atención el relato de los hechos, y aunque permanecía con el rictus serio y tenso, no interrumpió a su pequeña. Bien es cierto que no había pasado nada, pero cuándo vio a ese imbécil al lado de su pequeña, pensando que de nuevo la podía hacer daño, le hirvió tanto la sangre que no hubiera dudado un segundo en plantarse de nuevo frente a él y propinarle otro puñetazo.
-Espero que sus palabras sean verdad; no lo quiero volver a ver cera de ti- siseó, un poco enfadado -perdóname cariño- le pidió de nuevo -no quería hablarte así- murmuró con un suspiro de frustración.
-No pasa nada, Edward- sintió que la pequeña mano de su novia acariciaba su cabello lentamente.
-Sí que pasa, Bella- le corrigió éste, frunciendo el ceño -no puedo permitir que mi carácter te haga daño- hizo una pequeña pausa -me sorprende lo bien que has reaccionado a todo ésto-.
-¿Por qué dices eso?- le reclamó su novia, frunciendo ella ahora la frente.
-Cuándo esa tarde pasó aquello- empezó a explicarle- pensarías que soy un lunático violento... y no te culparía por ello- susurró enfadado consigo mismo -pero admito que el pronto que tengo a veces me puede; pero hoy no te merecías esa contestación-.
El silencio se adueñó de nuevo de la pareja; la cabeza de Bella trabajaba de manera frenética, tratando de buscar las palabras adecuadas.
-Edward... ¿por qué no puedes ver que yo te quiero así, tal cómo eres?- le dijo ella, después de un largo minuto de silencio.
-A veces me sigue sorprendiendo que lo hagas- contestó su novio, desviando su mirada de ella. Bella rodó los ojos ante tales palabras.
-¿Por qué cuestionas una y otra vez mis sentimientos?- le reclamó, herida de nuevo; no podía creer que volvieran a tener esta conversación. Se deshizo de su agarre para levantarse y ponerse frente a él, con los brazos en jarras y mirándole enfadada -nunca pensé que fueras tan inseguro-.
-A veces no puedo evitar serlo- le devolvió éste por respuesta, poniéndose él también de pie, pero dirigiéndose a la ventana y dándole la espalda.
-No te entiendo- le dijo ella, esperando que le aclarara esas palabras -¿es por lo qué pasó con Jessica?- preguntó con cautela.
-¿Recuerdas cuándo nos la encontramos en el bar de Félix, estando con mis hermanos?- ella asintió con un leve movimiento de cabeza, ya que se había acercado hasta quedar de nuevo frente a su vista -ella me dijo que era un celoso compulsivo-.
-Bueno... un poquito celoso si eres- le dio la razón a sus palabras, con una pequeña sonrisa -tanto tus hermanos cómo tú los sois con vuestras parejas- añadió, sin saber hacía dónde iba el rumbo de esa conversación.
-Puede que me lo buscara yo mismo... - murmuró pesaroso -puede que mi carácter termine espantado y alejando de mi a las personas que más quiero- Bella se quedó pegada en el sitio, incrédula por lo que acababa de escuchar.
-¿Me estás diciendo que tu carácter provocó que Jessica buscara consuelo en brazos ajenos?- susurró, atónita y cabreada a la vez -Edward, mírame por favor...- le pidió -tú la querías... y por muchas diferencias que tuvierais, no justifica lo que hizo... de ninguna manera- expresó de manera tajante.
El joven permaneció en silencio, pero no levantaba la vista del suelo; Bella nunca lo había visto así, tan vulnerable; sus ojos reflejaban un temor que la joven no entendía en absoluto. Había oído muchas veces decir a su padre que toda persona tenía un lado vulnerable, aunque tuviera una fachada o un corazón de hierro... y Edward Cullen no era una excepción. Jamás imaginó que ese duro ranchero, al que conoció hace casi dos años, tuviera tanto miedo e inseguridad.
Intentó buscar las palabras correctas, para no herirle más... pero a la vez la rabia que bullía en su interior le reclamaba que le echara en cara el por qué no confiaba en ella. Desde que habían llegado a San Antonio, su relación pendía de un hilo... y había ocasiones en que ese hilo estaba a punto de romperse.
-Edward- habló por fin, tomando una profunda respiración para poder calmarse -los problemas de una pareja no se resuelven buscando consuelo en brazos ajenos- recitó lo más tranquila que pudo -ella no te quería lo suficiente si te hizo eso; pero ella es tu pasado... ahora estás conmigo... y te quiero- bajó la voz ante esas últimas palabras -conmigo no tienes nada que temer; te quiero y te acepto cómo eres... con todas tus cualidades y defectos-.
-Eso mismo me decía ella...- musitó cabizbajo.
Ya estaba igual que en otras ocasiones; no la estaba escuchando... ¿por qué le costaba tanto confiar en sus sentimientos?.
-¿Crees que ésto?- hizo un movimiento con la mano, señalando a ambos -¿es un capricho de una niñita de veinte años?- le reclamó, ya sin preocuparse de maquillar el tono enfadado -¿crees que estoy contigo para pasar el rato?- él la miró intentando explicarse, pero no le dejó pronunciar palabra alguna -te lo dije una vez, Edward... yo no soy Jessica... y sigues dudando acerca de mis sentimientos... sigues teniendo miedo-.
-¡Tengo miedo a perderte!- bramó el joven, haciendo que la joven palideciera -¡tengo miedo de que conozcas a alguien más acorde a tu edad!, ¡tengo miedo a todo lo que se cuece aquí dentro!- se golpeó el pecho, a la altura del corazón -claro que tengo miedo... porque no puedo imaginar el vivir sin ti- dijo en voz baja.
Las lágrimas ya rodaban por la mejillas de la joven sin controlo alguno, porque no encontraba la manera de hacerle entender que no tenía que imaginarse eso... ella estaría siempre a su lado... ¿en qué momento había tornado la situación?; recordó con nostalgia los primeros meses de su relación, dónde ella estaba hecha un mar de dudas e inseguridades... pero si hay algo que ella jamás cuestionó, fueron sus sentimientos, ni los de su novio.
-Entonces no pienses en algo que no sabes si va a ocurrir- contestó ella, frustrada y dolida, muy dolida -intento demostrártelo día a día... pero toda esa confianza necesita una base... y esa base pasa por que te creas de una vez mis sentimientos-.
-Bella... perdóname- en ningún momento quiso chillarla de esa manera; en verdad que no sabía cómo acertar... menudo día llevaba, no hacía más que meter la pata, y hacer sufrir a su pequeña. Quiso coger una de sus manos, pero Bella negó con la cabeza, dando un pequeño paso hacia atrás. El corazón de Edward se contrajo de dolor ante ese gesto... pero la había vuelto a cagar, literalmente hablando.
-No tengo nada que perdonarte, Edward- habló la joven, con lentitud y ahogando un sollozo; Edward nunca la había visto así de herida y enfadada con él -sólo tienes que dejar atrás esos ridículos miedos... y es algo que sólo tú puedes hacer-.
-Bella...- susurró, pero la joven le volvió a cortar.
-Necesitas pensar, Edward; y yo también lo necesito- los ojos del joven se abrieron desorbitados, y su novia entendió lo que estaba pasando por su cabeza -no es lo que te estás imaginando; simplemente voy a irme unos días a casa de Leah-.
-Bella, no- le pidió, de manera desesperada -por favor...- la muchacha iba a replicar... pero cuándo miró en los ojos de Edward, el temor que vio reflejado en éstos; a ella misma se le partía el corazón con las palabras que había dicho -pasado mañana me voy de viaje... y...- la voz de su novio se quebró; ella tampoco quería separarse de él, y había olvidado por completo el dichoso viaje. Quedándose en silencio unos minutos, que al joven le parecieron horas, decidió finalmente que no tenía ningún sentido el irse a cada de Leah.
-Está bien...- suspiro, cansada y derrotada; los ojos de su novio se iluminaron débilmente -pero necesito tiempo para pensar... y tú también- Edward asintió derrotado a la petición de su pequeña.
En completo silencio, la joven le dirigió una sonrisa que no llegó a sus ojos, para después darse la vuelta y encerrarse en su habitación. Desde esa posición, el joven pudo oír su llanto salir de manera incontrolada, eso que ella había estado guardando durante toda la discusión.
Si había algo que Edward no soportaba, eran las lágrimas de su novia, y más si él era el causante; maldiciendo para sus adentros, pegó un puñetazo a la pared, de un acto de desesperación. Pero respetaría su petición, y le daría su espacio... no le quedaba otro remedio.
0o0o0o0o0o0
El mes de marzo de aquel año se convirtió en un mes que tanto Bella cómo Edward borrarían del calendario sin titubear. Los dos días que precedieron a la pelea fueron tensos y tristes, sobre todo muy tristes. El joven intentó por todos los medios hablar con ella, pero cada vez que se dirigía a su novia sacando el tema a colación, los ojos de Bella le hacían desistir.
Derrotado y hundido, se despidió de su pequeña de manera precavida, pero respiró esperanzado y aliviado al ver cómo ella correspondió a su abrazo, aferrándose a él con ansia.
-Cuídate mucho, y dale un beso a Jasper y a tu padre de mi parte- le dijo ella, con la cara pegada en el hueco de su cuello. Edward se reuniría con ellos en Detroit. Además se iba por más de una semana; diez días que a la joven se le harían interminables.
-Se lo daré de tu parte; y tu también debes cuidarte- le contestó su novio de vuelta, estrechándola entre sus brazos. Ella ronroneó de manera imperceptible, disfrutando de esa cercanía.
-Te quiero- le dijo ella, levantando sus ojos y mirándole de manera tímida. Edward sonrió, y con precaución se acercó a su pequeña, dejando un suave y tierno beso en sus labios; beso que Bella no dudó en corresponder.
-Te amo- susurró contra sus labios, provocando de nuevo la pequeña sonrisa de su novia -hasta la vuelta- Bella se quedó estática en su sitio, mirando en silencio cómo tomaba la maleta y salía por la puerta... en verdad iban a ser unos largos días.
La rutina de la joven durante el tiempo que Edward estuvo fuera se tradujo en clases, estudios y trabajos pendientes de entregar; y aunque se sumergió de lleno en esa estresante rutina, también le dio tiempo para meditar y reflexionar acerca de lo ocurrido. Por las noches, sintiendo un vacío en la cama, el tema la desveló de manera incontrolable.
Había hablado con Leah, o mejor dicho, su morena amiga le había sonsacado qué le pasaba, a raíz de la cara de la joven al día siguiente de la pelea. Incluso una noche, después de cenar e incapaz de controlar las lágrimas, terminó por llamar a Rosalie, contándole su penosa vida amorosa, omitiendo el incidente en el que salió lesionada, por supuesto.
Rose prometió que no comentaría nada, ni a su marido y al resto de la familia... pero no pudo evitar soltar un par de maldiciones contra el más pequeño de su cuñados. Tanto ella cómo Leah terminaron dándole el mismo consejo, y ese no era otro que el tiempo le demostraría a Edward que ella le quería de verdad... y que debían poner claras las cosas. Su cuñada incluso le preguntó si estaban pensando en darse un tiempo, cosa que Bella negó categóricamente. La mayoría, por no decir, la totalidad de las parejas pasaban por épocas mejores y peores, y se podían resolver sin llegar a la necesidad de una separación. Si Edward tenía un miedo espantoso a perderla, ella tampoco se quedaba atrás; no podía imaginarse sola de nuevo, y ese sentimiento le provocaba un estremecimiento de la cabeza a los pies.
Pero la suerte se alió en contra de la pareja, ya que al finalizar el viaje a Detroit, su suegro insistió en visitar unas granjas situadas en Chicago; de modo que el viaje se alargaba cuatro días más.
La pareja había hablado a diario por teléfono; los primeros días Edward esperaba con la respiración contenida para oír una sola palabra de Bella... pero a pesar de esos comienzos de conversaciones, la cosas iban fluyendo bien, y el joven colgaba el teléfono con una sonrisa de oreja, y con unas ganas tremendas de abrazar a su novia.
0o0o0o0o0o0
Edward saltó del taxi en cuánto le hubo pagado al conductor; mientras éste sacaba las maletas del maletero, echó una mirada expectante a la entrada del bloque de apartamentos, subiendo hasta toparse con una de las ventanas que pertenecían a su piso.
Las dos semanas que llevaba sin ver a su pequeña se habían convertido en una tortura para él; si de normal le costaba horrores separarse de ella, por las circunstancias en las que se tuvo que ir le provocaron una amarga sensación.
Su padre y su hermano le notaron un poco distante y muy callado, pero no quiso mencionarles el tema, ya que se ganaría una buena reprimenda por hacer llorar y sufrir a su pequeña... y con razón. Cuándo Bella sugirió que ella se iba a casa de Leah unos días, sintió cómo la desesperación y el pánico se apoderaban de cada uno de sus huesos... el sólo pensar que podía perderla le aterraba de manera alarmante.
Pero estos días también le habían servido para reflexionar; sabía que debía controlar sus celos. Pero era algo que le costaría mucho tener a ralla; desde que, por culpa de ese impresentable, su estrellita salió lastimada, era cómo si una fuerza sobrenatural se hubiera apoderado de él, una fuerza que le hacía cuidarla y protegerla en exceso. Pero por otro lado, y a pesar de que su novia le había dicho, en incontables ocasiones que se casaría con él sin dudarlo... se sentía culpable, por así decirlo.
Él era el primero que no quería perderla... pero tampoco quería robarle su vida y su juventud... y no le extrañaría que ella un día lo mandara a la porra, debido a su carácter. Así que después de varios días de lamentaciones, y de pensar en ello, cómo Bella le había dicho, llegó de nuevo a su casa con una determinación: no volver a hacer sufrir a su pequeña, dejarle explicarse ante situaciones cómo las del otro día... y dar gracias a quién fuera por haber puesto a Isabella Swan en su vida, porque nada ni nadie se la iba a arrebatar.
Sus dedos temblaban mientras metía la llave para abrir la puerta principal. Nada más poner un pie en su apartamento, un olor dulce llegó a sus fosas nasales; respiró una y otra vez, reconociendo la esencia de la canela y el aroma inconfundible del guiso de carne y patatas que tan bien cocinaba su novia.
-¿Bella?- la llamó con suavidad, pero no obtuvo respuesta alguna, así que soltando la maleta en el recibidor, siguió el rastro de la canela hasta la cocina. Allí se apoyó en el marco de la puerta, esbozando una sonrisa al ver a su pequeña trastear con la comida, tarareando una canción casi para ella misma.
Sus ojos vagaron a lo largo de todo el cuerpo de la joven, ataviada con unos pantalones cortos que apenas cubrían sus muslos y una camiseta de tirantes. La desordenada cola de caballo que apresaba sus cabellos dejaba a la vista la tersa piel de su cuello, viéndose más pálido por la luz de la campana extractora. Sus pies estaban descalzos, y cuándo se movían para buscar algo, lo hacían de manera silenciosa. Se quedó absorto mirándola, perdiendo la noción del tiempo... hasta que ella se dio la vuelta.
No le había oído entrar... pero allí estaba por fin, en casa después de dos largas semanas. La respiración se le atoró al verle ahí parado, mirándola cómo si fuera el más asombroso descubrimiento. Llevaba todo el día en una nube, y deseando correr a sus brazos, y eso fue lo que hizo.
-Edward...- susurró mientras sus cuerpos se juntaban; al verla avanzar hacia él, el joven ranchero pareció salir de su letargo, y ser aferró a Bella cómo si la vida le fuera en ello -estás aquí...- susurraba ella contra la piel de su cuello, volviendo a deleitarse con ese olor único que emanaba de su piel.
-Hola cariño- soltó él con un suspiro de alivio y de alegría al mismo tiempo -te he echado mucho de menos-.
-Y yo a ti- contestó ella de vuelta -lamento mucho todo lo que pasó, yo...- su novio no la dejó seguir.
-Cariño- la llamó para que le mirase; los ojos color chocolate por fin se encontraron con los suyos, y veía en ellos expectación, y a la vez temor, esperando a que hablara -si aquí hay alguien que debe pedir perdón, ese soy yo- susurró frustrado y rabioso consigo mismo -no era mi intención poner en duda lo que sientes- esbozó una sonrisa incrédula -a veces, todavía me pregunto qué viste en este ranchero gruñón, irascible e inseguro... pero es real, estás conmigo... y no puedo perderte-.
-Y no me vas a perder, Edward- le recalcó su pequeña, cogiendo su rostro con sus manos y enmarcándolo -hemos estado hablando mucho estos días acerca de lo que pasó... simplemente quiero que me prometas que nunca más te enfadarás de esa manera conmigo- suplicó, con los ojos brillantes.
-Te lo prometo- juró éste, mirándola serio -dios Bella... no sabes cómo te he echado de menos- se abrazó de nuevo a ella, pasando sus manos por su espalda, en una caricia que a la joven le supo a gloria.
-Yo también a ti, yo también...- repetía la joven una y otra vez; la cercanía de sus cuerpos y las caricias que Edward imprimía a lo largo y ancho y su espalda y su cuello estaban encendiendo un fuego que llevaba apagado muchos días. Apenas habían tenido intimidad desde que fueron a San Antonio, a conocer a sus pequeñas sobrinas... de eso casi hacía un mes, y la necesidad de sentirle eral tal, que dolía. Necesitaba sentirse querida, amada... le necesitaba con urgencia.
Deshaciendo ligeramente su abrazo, su boca se estrelló contra la de Edward de manera salvaje y furiosa, lamiendo directamente su labio inferior y adentrándose. Esperaba no haber sido demasiado brusca, pero sonrió para sus adentros cuándo su novio le devolvió el beso de la misma manera. Sus labios iniciaron un baile frenético, devorándose el uno al otro con desesperación.
-Edward...- susurraba su pequeña los pocos segundos que dejaba de besarla.
-Te necesito... te necesito ahora...- murmuró su novio, cogiéndola en brazos y dirigiéndose al dormitorio.
Sin dejar de recorrer con sus labios su cuello y su barbilla, la posó en la cama con toda la delicadeza que le fue posible; no dejó de mirar los preciosos ojos de su pequeña mientras se deshacía de su cazadora y de su camisa. Bella imitó la acción, y pronto se vio libre de su camiseta y de su sostén, lo que provocó la sonrisa malévola de su novio.
Tumbándose con suavidad encima de ella, sus labios dejaron impresos besos y caricias a lo largo de todo su cuerpo; la joven gimió con fuerza al sentir su pezón ser retorcido, estirado y levemente mordido. Sus dedos se enredaron con fuerza en los cabellos de Edward, incluso sabía que aveces le hacía daño, debido a los tirones que le propinaba, pero él parecía no darse cuenta.
Pero la lengua rebelde de su novio pronto abandonó sus pechos, y con ella dibujó un sensual y excitante camino, deteniéndose breves segundos en el pequeño ombligo de la joven.
-Ahhhh...- gimió la joven, encantada con las excitantes cosquillas que le producía esa caricia.
-Eres tan suave- murmuraba Edward contra su piel, pasando suavemente sus dedos por su pequeña cintura y bajando hacia sus caderas, llevándose consigo los pequeños pantalones que apenas dejaban nada a la imaginación. Con una lentitud interminable fue dejándola completamente desnuda, y no pudo reprimir el gemido al sentir que Edward se posicionaba entre sus piernas, mordiendo con cuidado y dulzura la cara interna de su muslo izquierdo.
-Ohhhh...- cerró los ojos, incapaz de soportar el placer que le producía de nuevo la lengua de su novio recorrer su intimidad, y el nombre del joven salió de sus labios casi en un grito cuándo sintió ese pequeño montículo de placer ser apresado -ahh...si ahí... justo ahí...- chillaba, presa de un placer que no podía aguantar.
-Sabes demasiado bien- susurraba Edward -dios Bella, me encantas...- decía contra su centro de placer, provocando que un hormigueo delicioso recorriera el cuerpo de la joven. Adoraba verla con los ojos cerrados, incapaz de estarse quieta y mordiéndose el labio para evitar, aunque fuera prácticamente imposible, que los gemidos y jadeos salieran de su garganta.
Sintió que el cuerpo de su novia se tensaba, y sabiendo que no aguantaría mucho más, en un fluido movimiento Edward se deshizo del resto de su ropa. Una vez completamente desnudo, de nuevo recorrió con besos el cuerpo de Bella, hasta que llegó a sus labios, y sin dejar de besarlos, entró suavemente en ella.
-Bella...- consiguió decir en un sonoro jadeo, sintiendo cómo sus paredes lo recibían; la joven abrió los ojos un momento, y se recreó con el espectáculo que veían sus ojos, la mandíbula de su novio, tensa y apretada, sus ojos cerrados y los labios entreabiertos, respirando entrecortadamente a la vez que se hundía en ella una y otra vez.
-Bésame, Edward...- le suplicó mientras rodeaba su cuello y lo volvía a tumbar encima de ella; en cuánto sus labios volvieron a ser uno solo, las palabras pasaron a un segundo plano, y la pareja se sumergió en ese mundo al cual sólo ellos podían llegar.
Pudieron ser segundos, minutos u horas... pero el tiempo pareció detenerse mientras ellos seguían gozando de su intimidad cómo pareja... hasta que sintió cómo las embestidas de su novio se volvían más urgentes y frenéticas, hasta que ambos prácticamente llegaron a la cumbre a la vez, en los brazos del otro. Jadeantes y sudorosos apenas se movieron; el joven se desplomó encima de su novia, y ésta acarició lentamente sus cabellos a la vez que ambos intentaban tomar aire.
Al fin Edward consiguió moverse, y después de acomodarse en el colchón atrajo a Bella a su pecho, aprisionándola de nuevo en la cárcel de sus brazos.
-¿Estas bien?- murmuró mientras le acariciaba el pelo.
-Demasiado bien- le corrigió ésta con una pequeña sonrisa, pasando las yemas de su dedos por el pecho del joven -te he echado mucho de menos- le volvió a decir.
-Yo también a ti, mi pequeña estrellita- susurró éste de vuelta -no puedo soportar que discutamos- su pequeña giró la cabeza, para encontrarse con la expresión torturada y triste de Edward.
-Todas las parejas tienen malas épocas- le explicó con cariño -pero estoy segura de que podremos con ella-.
-Juntos- afirmó éste, abrazándola más fuerte. El suspiro de la joven apenas fue perceptible para éste... la esperanza de que las cosas irían mejor se instaló en su corazón, y deseó con todas sus fuerzas que así fuera de ahora en adelante.
El tono de voz que salió de la boca de Edward hizo que el corazón y las venas se le helaran de manera súbita. Dio un paso hacia atrás, pensando en la posibilidad de que su novio pensara que Henry la estaba molestando, y que en realidad el enfado no fuera con ella.
-Edward... yo te estaba esperando, y Henr...-
-Sube al coche- la cortó del tal manera, que tardó unos mínimos segundos en reaccionar; soltando un suspiro ahogado e intentando controlar las lágrimas, hizo lo que le decía con toda la dignidad que pudo.
El denso silencio que imperó en el corto trayecto a casa se podía cortar con un cuchillo. La atmósfera que se respiraba dentro del volvo era de todo menos cómoda y confortable. Bella se mantuvo durante todo el camino con la mirada fija en la ventanilla, pero apenas se recreaba en las bulliciosas calles de San Antonio. Su cuerpo estaba tenso, ya que su espalda no estaba apoyada en el asiento, debido a la tensión que campaba a lo largo de todo su cuerpo. Sus manos iban entrelazadas en su regazo, sin saber qué hacer con ellas y apretándose fuertemente la una a la otra.
Miró a Edward varias veces de reojo; su mandíbula ligeramente alzada y apretada se había convertido en su forma habitual en los últimos tiempos; su vista fija en la calzada y en el tráfico le impedían a su novia fijarse en sus ojos... pero podía hacerse una idea de cómo lucirían. Incapaz de soportarlo más, desesperada por que le dirigiera la palabra, aunque fuera para gritar, se atrevió a pronunciar su nombre.
-Edward...- musitó en un susurro apenas imperceptible para el oído humano; al no obtener reacción alguna por parte del joven , lo intentó de nuevo -Edward, dime algo por favor, lo que sea- le suplicó.
-En casa hablaremos- el tono de voz parecía que se había suavizado, y cuándo Bella levantó la vista, ya que no quería encararlo, respiró para sus adentros al observar que la mirada que le dedicó no era la que esperaba. Los ojos verdes la miraron con suavidad, incluso se atrevería a decir que con cariño y ternura. Asintió a la vez que un suspiro de alivio salió de sus labios.
El resto del camino permanecieron sumidos de nuevo en el silencio... pero ya no era un silencio tenso e incómodo, o al menos eso le parecía a Bella. Y no pudo evitar sonreír cuándo, ya en el garaje, le tomó de la mano para salir del coche, y la atrapó con ternura contra la suya mientras subían en el ascensor.
Una vez pasaron el umbral de la puerta principal, y sin soltar su mano un sólo instante, Edward la condujo al salón, sentándose en el sofá y arrastrando con ella a su pequeña. Bella dio un gritito ahogado, ya que apenas le dio tiempo a soltar el bolso y la carpeta.
-¡Edward!- exclamó, debido a la sorpresa; iba a seguir hablando, cuándo los labios de su novio acallaron los suyos con un repentino beso.
Los brazos del joven la apresaron hacia su cuerpo, sintiendo cada una de las curvas de su pequeña fundirse con él; impactada por esa reacción que no se esperaba en absoluto, le echó los brazos al cuello, y respondió al beso de manera desesperada. Las bocas de ambos reflejaron la necesidad que tenía la pareja del uno del otro...en estas últimas semanas en el rancho, debido a trabajo y a la lesión de Bella, apenas habían disfrutado de su intimidad.
Pero Bella sabía que antes de eso había una conversación pendiente, y con toda la delicadeza que pudo rompió el beso, pero sus manos no abandonaron en ningún momento el cuello de su novio. Meditó por un largo minuto cómo sacar el tema, pero una vez más Edward se adelantó.
-Perdóname- le pidió, acompañando la palabra con una mirada de arrepentimiento; la joven abrió los ojos, debido a la sorpresa que le acusaron esas palabras -no debí hablarte en ese tono-.
-No pasa nada- intentó suavizar el asunto -Edward, Henry simplemente se estaba disculpando por lo que pasó; me ha asegurado que no volverá a molestarnos-.
Su novio escuchó con atención el relato de los hechos, y aunque permanecía con el rictus serio y tenso, no interrumpió a su pequeña. Bien es cierto que no había pasado nada, pero cuándo vio a ese imbécil al lado de su pequeña, pensando que de nuevo la podía hacer daño, le hirvió tanto la sangre que no hubiera dudado un segundo en plantarse de nuevo frente a él y propinarle otro puñetazo.
-Espero que sus palabras sean verdad; no lo quiero volver a ver cera de ti- siseó, un poco enfadado -perdóname cariño- le pidió de nuevo -no quería hablarte así- murmuró con un suspiro de frustración.
-No pasa nada, Edward- sintió que la pequeña mano de su novia acariciaba su cabello lentamente.
-Sí que pasa, Bella- le corrigió éste, frunciendo el ceño -no puedo permitir que mi carácter te haga daño- hizo una pequeña pausa -me sorprende lo bien que has reaccionado a todo ésto-.
-¿Por qué dices eso?- le reclamó su novia, frunciendo ella ahora la frente.
-Cuándo esa tarde pasó aquello- empezó a explicarle- pensarías que soy un lunático violento... y no te culparía por ello- susurró enfadado consigo mismo -pero admito que el pronto que tengo a veces me puede; pero hoy no te merecías esa contestación-.
El silencio se adueñó de nuevo de la pareja; la cabeza de Bella trabajaba de manera frenética, tratando de buscar las palabras adecuadas.
-Edward... ¿por qué no puedes ver que yo te quiero así, tal cómo eres?- le dijo ella, después de un largo minuto de silencio.
-A veces me sigue sorprendiendo que lo hagas- contestó su novio, desviando su mirada de ella. Bella rodó los ojos ante tales palabras.
-¿Por qué cuestionas una y otra vez mis sentimientos?- le reclamó, herida de nuevo; no podía creer que volvieran a tener esta conversación. Se deshizo de su agarre para levantarse y ponerse frente a él, con los brazos en jarras y mirándole enfadada -nunca pensé que fueras tan inseguro-.
-A veces no puedo evitar serlo- le devolvió éste por respuesta, poniéndose él también de pie, pero dirigiéndose a la ventana y dándole la espalda.
-No te entiendo- le dijo ella, esperando que le aclarara esas palabras -¿es por lo qué pasó con Jessica?- preguntó con cautela.
-¿Recuerdas cuándo nos la encontramos en el bar de Félix, estando con mis hermanos?- ella asintió con un leve movimiento de cabeza, ya que se había acercado hasta quedar de nuevo frente a su vista -ella me dijo que era un celoso compulsivo-.
-Bueno... un poquito celoso si eres- le dio la razón a sus palabras, con una pequeña sonrisa -tanto tus hermanos cómo tú los sois con vuestras parejas- añadió, sin saber hacía dónde iba el rumbo de esa conversación.
-Puede que me lo buscara yo mismo... - murmuró pesaroso -puede que mi carácter termine espantado y alejando de mi a las personas que más quiero- Bella se quedó pegada en el sitio, incrédula por lo que acababa de escuchar.
-¿Me estás diciendo que tu carácter provocó que Jessica buscara consuelo en brazos ajenos?- susurró, atónita y cabreada a la vez -Edward, mírame por favor...- le pidió -tú la querías... y por muchas diferencias que tuvierais, no justifica lo que hizo... de ninguna manera- expresó de manera tajante.
El joven permaneció en silencio, pero no levantaba la vista del suelo; Bella nunca lo había visto así, tan vulnerable; sus ojos reflejaban un temor que la joven no entendía en absoluto. Había oído muchas veces decir a su padre que toda persona tenía un lado vulnerable, aunque tuviera una fachada o un corazón de hierro... y Edward Cullen no era una excepción. Jamás imaginó que ese duro ranchero, al que conoció hace casi dos años, tuviera tanto miedo e inseguridad.
Intentó buscar las palabras correctas, para no herirle más... pero a la vez la rabia que bullía en su interior le reclamaba que le echara en cara el por qué no confiaba en ella. Desde que habían llegado a San Antonio, su relación pendía de un hilo... y había ocasiones en que ese hilo estaba a punto de romperse.
-Edward- habló por fin, tomando una profunda respiración para poder calmarse -los problemas de una pareja no se resuelven buscando consuelo en brazos ajenos- recitó lo más tranquila que pudo -ella no te quería lo suficiente si te hizo eso; pero ella es tu pasado... ahora estás conmigo... y te quiero- bajó la voz ante esas últimas palabras -conmigo no tienes nada que temer; te quiero y te acepto cómo eres... con todas tus cualidades y defectos-.
-Eso mismo me decía ella...- musitó cabizbajo.
Ya estaba igual que en otras ocasiones; no la estaba escuchando... ¿por qué le costaba tanto confiar en sus sentimientos?.
-¿Crees que ésto?- hizo un movimiento con la mano, señalando a ambos -¿es un capricho de una niñita de veinte años?- le reclamó, ya sin preocuparse de maquillar el tono enfadado -¿crees que estoy contigo para pasar el rato?- él la miró intentando explicarse, pero no le dejó pronunciar palabra alguna -te lo dije una vez, Edward... yo no soy Jessica... y sigues dudando acerca de mis sentimientos... sigues teniendo miedo-.
-¡Tengo miedo a perderte!- bramó el joven, haciendo que la joven palideciera -¡tengo miedo de que conozcas a alguien más acorde a tu edad!, ¡tengo miedo a todo lo que se cuece aquí dentro!- se golpeó el pecho, a la altura del corazón -claro que tengo miedo... porque no puedo imaginar el vivir sin ti- dijo en voz baja.
Las lágrimas ya rodaban por la mejillas de la joven sin controlo alguno, porque no encontraba la manera de hacerle entender que no tenía que imaginarse eso... ella estaría siempre a su lado... ¿en qué momento había tornado la situación?; recordó con nostalgia los primeros meses de su relación, dónde ella estaba hecha un mar de dudas e inseguridades... pero si hay algo que ella jamás cuestionó, fueron sus sentimientos, ni los de su novio.
-Entonces no pienses en algo que no sabes si va a ocurrir- contestó ella, frustrada y dolida, muy dolida -intento demostrártelo día a día... pero toda esa confianza necesita una base... y esa base pasa por que te creas de una vez mis sentimientos-.
-Bella... perdóname- en ningún momento quiso chillarla de esa manera; en verdad que no sabía cómo acertar... menudo día llevaba, no hacía más que meter la pata, y hacer sufrir a su pequeña. Quiso coger una de sus manos, pero Bella negó con la cabeza, dando un pequeño paso hacia atrás. El corazón de Edward se contrajo de dolor ante ese gesto... pero la había vuelto a cagar, literalmente hablando.
-No tengo nada que perdonarte, Edward- habló la joven, con lentitud y ahogando un sollozo; Edward nunca la había visto así de herida y enfadada con él -sólo tienes que dejar atrás esos ridículos miedos... y es algo que sólo tú puedes hacer-.
-Bella...- susurró, pero la joven le volvió a cortar.
-Necesitas pensar, Edward; y yo también lo necesito- los ojos del joven se abrieron desorbitados, y su novia entendió lo que estaba pasando por su cabeza -no es lo que te estás imaginando; simplemente voy a irme unos días a casa de Leah-.
-Bella, no- le pidió, de manera desesperada -por favor...- la muchacha iba a replicar... pero cuándo miró en los ojos de Edward, el temor que vio reflejado en éstos; a ella misma se le partía el corazón con las palabras que había dicho -pasado mañana me voy de viaje... y...- la voz de su novio se quebró; ella tampoco quería separarse de él, y había olvidado por completo el dichoso viaje. Quedándose en silencio unos minutos, que al joven le parecieron horas, decidió finalmente que no tenía ningún sentido el irse a cada de Leah.
-Está bien...- suspiro, cansada y derrotada; los ojos de su novio se iluminaron débilmente -pero necesito tiempo para pensar... y tú también- Edward asintió derrotado a la petición de su pequeña.
En completo silencio, la joven le dirigió una sonrisa que no llegó a sus ojos, para después darse la vuelta y encerrarse en su habitación. Desde esa posición, el joven pudo oír su llanto salir de manera incontrolada, eso que ella había estado guardando durante toda la discusión.
Si había algo que Edward no soportaba, eran las lágrimas de su novia, y más si él era el causante; maldiciendo para sus adentros, pegó un puñetazo a la pared, de un acto de desesperación. Pero respetaría su petición, y le daría su espacio... no le quedaba otro remedio.
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El mes de marzo de aquel año se convirtió en un mes que tanto Bella cómo Edward borrarían del calendario sin titubear. Los dos días que precedieron a la pelea fueron tensos y tristes, sobre todo muy tristes. El joven intentó por todos los medios hablar con ella, pero cada vez que se dirigía a su novia sacando el tema a colación, los ojos de Bella le hacían desistir.
Derrotado y hundido, se despidió de su pequeña de manera precavida, pero respiró esperanzado y aliviado al ver cómo ella correspondió a su abrazo, aferrándose a él con ansia.
-Cuídate mucho, y dale un beso a Jasper y a tu padre de mi parte- le dijo ella, con la cara pegada en el hueco de su cuello. Edward se reuniría con ellos en Detroit. Además se iba por más de una semana; diez días que a la joven se le harían interminables.
-Se lo daré de tu parte; y tu también debes cuidarte- le contestó su novio de vuelta, estrechándola entre sus brazos. Ella ronroneó de manera imperceptible, disfrutando de esa cercanía.
-Te quiero- le dijo ella, levantando sus ojos y mirándole de manera tímida. Edward sonrió, y con precaución se acercó a su pequeña, dejando un suave y tierno beso en sus labios; beso que Bella no dudó en corresponder.
-Te amo- susurró contra sus labios, provocando de nuevo la pequeña sonrisa de su novia -hasta la vuelta- Bella se quedó estática en su sitio, mirando en silencio cómo tomaba la maleta y salía por la puerta... en verdad iban a ser unos largos días.
La rutina de la joven durante el tiempo que Edward estuvo fuera se tradujo en clases, estudios y trabajos pendientes de entregar; y aunque se sumergió de lleno en esa estresante rutina, también le dio tiempo para meditar y reflexionar acerca de lo ocurrido. Por las noches, sintiendo un vacío en la cama, el tema la desveló de manera incontrolable.
Había hablado con Leah, o mejor dicho, su morena amiga le había sonsacado qué le pasaba, a raíz de la cara de la joven al día siguiente de la pelea. Incluso una noche, después de cenar e incapaz de controlar las lágrimas, terminó por llamar a Rosalie, contándole su penosa vida amorosa, omitiendo el incidente en el que salió lesionada, por supuesto.
Rose prometió que no comentaría nada, ni a su marido y al resto de la familia... pero no pudo evitar soltar un par de maldiciones contra el más pequeño de su cuñados. Tanto ella cómo Leah terminaron dándole el mismo consejo, y ese no era otro que el tiempo le demostraría a Edward que ella le quería de verdad... y que debían poner claras las cosas. Su cuñada incluso le preguntó si estaban pensando en darse un tiempo, cosa que Bella negó categóricamente. La mayoría, por no decir, la totalidad de las parejas pasaban por épocas mejores y peores, y se podían resolver sin llegar a la necesidad de una separación. Si Edward tenía un miedo espantoso a perderla, ella tampoco se quedaba atrás; no podía imaginarse sola de nuevo, y ese sentimiento le provocaba un estremecimiento de la cabeza a los pies.
Pero la suerte se alió en contra de la pareja, ya que al finalizar el viaje a Detroit, su suegro insistió en visitar unas granjas situadas en Chicago; de modo que el viaje se alargaba cuatro días más.
La pareja había hablado a diario por teléfono; los primeros días Edward esperaba con la respiración contenida para oír una sola palabra de Bella... pero a pesar de esos comienzos de conversaciones, la cosas iban fluyendo bien, y el joven colgaba el teléfono con una sonrisa de oreja, y con unas ganas tremendas de abrazar a su novia.
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Edward saltó del taxi en cuánto le hubo pagado al conductor; mientras éste sacaba las maletas del maletero, echó una mirada expectante a la entrada del bloque de apartamentos, subiendo hasta toparse con una de las ventanas que pertenecían a su piso.
Las dos semanas que llevaba sin ver a su pequeña se habían convertido en una tortura para él; si de normal le costaba horrores separarse de ella, por las circunstancias en las que se tuvo que ir le provocaron una amarga sensación.
Su padre y su hermano le notaron un poco distante y muy callado, pero no quiso mencionarles el tema, ya que se ganaría una buena reprimenda por hacer llorar y sufrir a su pequeña... y con razón. Cuándo Bella sugirió que ella se iba a casa de Leah unos días, sintió cómo la desesperación y el pánico se apoderaban de cada uno de sus huesos... el sólo pensar que podía perderla le aterraba de manera alarmante.
Pero estos días también le habían servido para reflexionar; sabía que debía controlar sus celos. Pero era algo que le costaría mucho tener a ralla; desde que, por culpa de ese impresentable, su estrellita salió lastimada, era cómo si una fuerza sobrenatural se hubiera apoderado de él, una fuerza que le hacía cuidarla y protegerla en exceso. Pero por otro lado, y a pesar de que su novia le había dicho, en incontables ocasiones que se casaría con él sin dudarlo... se sentía culpable, por así decirlo.
Él era el primero que no quería perderla... pero tampoco quería robarle su vida y su juventud... y no le extrañaría que ella un día lo mandara a la porra, debido a su carácter. Así que después de varios días de lamentaciones, y de pensar en ello, cómo Bella le había dicho, llegó de nuevo a su casa con una determinación: no volver a hacer sufrir a su pequeña, dejarle explicarse ante situaciones cómo las del otro día... y dar gracias a quién fuera por haber puesto a Isabella Swan en su vida, porque nada ni nadie se la iba a arrebatar.
Sus dedos temblaban mientras metía la llave para abrir la puerta principal. Nada más poner un pie en su apartamento, un olor dulce llegó a sus fosas nasales; respiró una y otra vez, reconociendo la esencia de la canela y el aroma inconfundible del guiso de carne y patatas que tan bien cocinaba su novia.
-¿Bella?- la llamó con suavidad, pero no obtuvo respuesta alguna, así que soltando la maleta en el recibidor, siguió el rastro de la canela hasta la cocina. Allí se apoyó en el marco de la puerta, esbozando una sonrisa al ver a su pequeña trastear con la comida, tarareando una canción casi para ella misma.
Sus ojos vagaron a lo largo de todo el cuerpo de la joven, ataviada con unos pantalones cortos que apenas cubrían sus muslos y una camiseta de tirantes. La desordenada cola de caballo que apresaba sus cabellos dejaba a la vista la tersa piel de su cuello, viéndose más pálido por la luz de la campana extractora. Sus pies estaban descalzos, y cuándo se movían para buscar algo, lo hacían de manera silenciosa. Se quedó absorto mirándola, perdiendo la noción del tiempo... hasta que ella se dio la vuelta.
No le había oído entrar... pero allí estaba por fin, en casa después de dos largas semanas. La respiración se le atoró al verle ahí parado, mirándola cómo si fuera el más asombroso descubrimiento. Llevaba todo el día en una nube, y deseando correr a sus brazos, y eso fue lo que hizo.
-Edward...- susurró mientras sus cuerpos se juntaban; al verla avanzar hacia él, el joven ranchero pareció salir de su letargo, y ser aferró a Bella cómo si la vida le fuera en ello -estás aquí...- susurraba ella contra la piel de su cuello, volviendo a deleitarse con ese olor único que emanaba de su piel.
-Hola cariño- soltó él con un suspiro de alivio y de alegría al mismo tiempo -te he echado mucho de menos-.
-Y yo a ti- contestó ella de vuelta -lamento mucho todo lo que pasó, yo...- su novio no la dejó seguir.
-Cariño- la llamó para que le mirase; los ojos color chocolate por fin se encontraron con los suyos, y veía en ellos expectación, y a la vez temor, esperando a que hablara -si aquí hay alguien que debe pedir perdón, ese soy yo- susurró frustrado y rabioso consigo mismo -no era mi intención poner en duda lo que sientes- esbozó una sonrisa incrédula -a veces, todavía me pregunto qué viste en este ranchero gruñón, irascible e inseguro... pero es real, estás conmigo... y no puedo perderte-.
-Y no me vas a perder, Edward- le recalcó su pequeña, cogiendo su rostro con sus manos y enmarcándolo -hemos estado hablando mucho estos días acerca de lo que pasó... simplemente quiero que me prometas que nunca más te enfadarás de esa manera conmigo- suplicó, con los ojos brillantes.
-Te lo prometo- juró éste, mirándola serio -dios Bella... no sabes cómo te he echado de menos- se abrazó de nuevo a ella, pasando sus manos por su espalda, en una caricia que a la joven le supo a gloria.
-Yo también a ti, yo también...- repetía la joven una y otra vez; la cercanía de sus cuerpos y las caricias que Edward imprimía a lo largo y ancho y su espalda y su cuello estaban encendiendo un fuego que llevaba apagado muchos días. Apenas habían tenido intimidad desde que fueron a San Antonio, a conocer a sus pequeñas sobrinas... de eso casi hacía un mes, y la necesidad de sentirle eral tal, que dolía. Necesitaba sentirse querida, amada... le necesitaba con urgencia.
Deshaciendo ligeramente su abrazo, su boca se estrelló contra la de Edward de manera salvaje y furiosa, lamiendo directamente su labio inferior y adentrándose. Esperaba no haber sido demasiado brusca, pero sonrió para sus adentros cuándo su novio le devolvió el beso de la misma manera. Sus labios iniciaron un baile frenético, devorándose el uno al otro con desesperación.
-Edward...- susurraba su pequeña los pocos segundos que dejaba de besarla.
-Te necesito... te necesito ahora...- murmuró su novio, cogiéndola en brazos y dirigiéndose al dormitorio.
Sin dejar de recorrer con sus labios su cuello y su barbilla, la posó en la cama con toda la delicadeza que le fue posible; no dejó de mirar los preciosos ojos de su pequeña mientras se deshacía de su cazadora y de su camisa. Bella imitó la acción, y pronto se vio libre de su camiseta y de su sostén, lo que provocó la sonrisa malévola de su novio.
Tumbándose con suavidad encima de ella, sus labios dejaron impresos besos y caricias a lo largo de todo su cuerpo; la joven gimió con fuerza al sentir su pezón ser retorcido, estirado y levemente mordido. Sus dedos se enredaron con fuerza en los cabellos de Edward, incluso sabía que aveces le hacía daño, debido a los tirones que le propinaba, pero él parecía no darse cuenta.
Pero la lengua rebelde de su novio pronto abandonó sus pechos, y con ella dibujó un sensual y excitante camino, deteniéndose breves segundos en el pequeño ombligo de la joven.
-Ahhhh...- gimió la joven, encantada con las excitantes cosquillas que le producía esa caricia.
-Eres tan suave- murmuraba Edward contra su piel, pasando suavemente sus dedos por su pequeña cintura y bajando hacia sus caderas, llevándose consigo los pequeños pantalones que apenas dejaban nada a la imaginación. Con una lentitud interminable fue dejándola completamente desnuda, y no pudo reprimir el gemido al sentir que Edward se posicionaba entre sus piernas, mordiendo con cuidado y dulzura la cara interna de su muslo izquierdo.
-Ohhhh...- cerró los ojos, incapaz de soportar el placer que le producía de nuevo la lengua de su novio recorrer su intimidad, y el nombre del joven salió de sus labios casi en un grito cuándo sintió ese pequeño montículo de placer ser apresado -ahh...si ahí... justo ahí...- chillaba, presa de un placer que no podía aguantar.
-Sabes demasiado bien- susurraba Edward -dios Bella, me encantas...- decía contra su centro de placer, provocando que un hormigueo delicioso recorriera el cuerpo de la joven. Adoraba verla con los ojos cerrados, incapaz de estarse quieta y mordiéndose el labio para evitar, aunque fuera prácticamente imposible, que los gemidos y jadeos salieran de su garganta.
Sintió que el cuerpo de su novia se tensaba, y sabiendo que no aguantaría mucho más, en un fluido movimiento Edward se deshizo del resto de su ropa. Una vez completamente desnudo, de nuevo recorrió con besos el cuerpo de Bella, hasta que llegó a sus labios, y sin dejar de besarlos, entró suavemente en ella.
-Bella...- consiguió decir en un sonoro jadeo, sintiendo cómo sus paredes lo recibían; la joven abrió los ojos un momento, y se recreó con el espectáculo que veían sus ojos, la mandíbula de su novio, tensa y apretada, sus ojos cerrados y los labios entreabiertos, respirando entrecortadamente a la vez que se hundía en ella una y otra vez.
-Bésame, Edward...- le suplicó mientras rodeaba su cuello y lo volvía a tumbar encima de ella; en cuánto sus labios volvieron a ser uno solo, las palabras pasaron a un segundo plano, y la pareja se sumergió en ese mundo al cual sólo ellos podían llegar.
Pudieron ser segundos, minutos u horas... pero el tiempo pareció detenerse mientras ellos seguían gozando de su intimidad cómo pareja... hasta que sintió cómo las embestidas de su novio se volvían más urgentes y frenéticas, hasta que ambos prácticamente llegaron a la cumbre a la vez, en los brazos del otro. Jadeantes y sudorosos apenas se movieron; el joven se desplomó encima de su novia, y ésta acarició lentamente sus cabellos a la vez que ambos intentaban tomar aire.
Al fin Edward consiguió moverse, y después de acomodarse en el colchón atrajo a Bella a su pecho, aprisionándola de nuevo en la cárcel de sus brazos.
-¿Estas bien?- murmuró mientras le acariciaba el pelo.
-Demasiado bien- le corrigió ésta con una pequeña sonrisa, pasando las yemas de su dedos por el pecho del joven -te he echado mucho de menos- le volvió a decir.
-Yo también a ti, mi pequeña estrellita- susurró éste de vuelta -no puedo soportar que discutamos- su pequeña giró la cabeza, para encontrarse con la expresión torturada y triste de Edward.
-Todas las parejas tienen malas épocas- le explicó con cariño -pero estoy segura de que podremos con ella-.
-Juntos- afirmó éste, abrazándola más fuerte. El suspiro de la joven apenas fue perceptible para éste... la esperanza de que las cosas irían mejor se instaló en su corazón, y deseó con todas sus fuerzas que así fuera de ahora en adelante.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 37: Espejismos
-Bella, ¿te encuentras bien?- la pregunta de Leah hizo que la mente de la joven castaña bajara de nuevo a la tierra. Otras dos semanas habían pasado desde que Edward volviera de su último viaje, y ambos sellaran una relativa reconciliación.
Relativa en el sentido de que, aunque todo este tiempo había permanecido tranquilo y ellos no habían discutido, volvía a sentir a Edward ausente y perdido en sus pensamientos. Cuándo él pensaba que ella no la miraba, o sentía que estaba solo, Bella podía vislumbrar, otra vez, el atisbo de preocupación y desasosiego en sus orbes esmeraldas.
-Perdona- murmuró ésta, meneando ligeramente la cabeza, cómo auto despertándose de un pesado e incómodo sueño.
-Tranquila- le quitó importancia Leah -¿cómo van las cosas?- interrogó con cautela; sabía que su amiga y compañera no estaba pasando por uno de sus mejores momentos.
-Bueno...- se encogió ligeramente de hombros -las cosas están más o menos en calma- escogió cuidadosamente sus palabras, antes de seguir -pero tengo una sensación rara; llámalo presentimiento si quieres, de que es algo así...-.
-Cómo una relativa calma antes de la tempestad- acabó su morena amiga la frase por ella; ésta afirmó con la cabeza y en absoluto silencio -¿Edward no te ha dicho nada?-.
-Ni palabra- suspiró frustrada -y aunque me ponga buena cara, sé que algo se cuece en su mente-.
-Tiene que pensar muchas en muchas cosas, Bella... tú misma se lo dijiste- le recordó su morena amiga -hay personas a las que les cuesta abrirse y compartir sus inquietudes; y todos no reaccionamos igual ante las situaciones- le explicó.
-¿Por qué tiene tanto miedo?- susurró su castaña amiga, con voz trémula -antes no dudaba así... desde lo de Henry está muy cambiado- Leah escuchaba con atención el desasosiego de su compañera; no podía creer que la pareja hubiese llegado a esta situación, pocas veces se había encontrado con personas tan enamoradas el uno del otro
Con un pequeño gesto, hizo que la siguiera fuera del campus, conduciéndola a un parque cercano y comprando dos cafés para poder tomarlos al aire libre. La primavera empezaba a hacerse notar, cómo era habitual en los primeros días del mes de abril. Bella siguió a su amiga con una ceja alzada, permaneciendo muda a lo largo de todo el trayecto, hasta que la hizo sentarse en uno de los bancos; al ser más del mediodía, el sol brillaba tímidamente, haciendo el ambiente un poco más caluroso.
-¿Nos vamos a saltar la última clase?- interrogó Bella, con una pequeña sonrisa.
-Caso de extrema urgencia- se excusó su amiga, sonriéndola de manera cómplice y ofreciéndole uno de los cafés -y ahora, empieza a desahogarte-.
-Cómo he dicho antes; no entiendo por qué duda tanto de mis sentimientos... ¿tan herido le dejó Jessica?-.
-Bella- llamó la atención Leah -era una persona muy importante para él, claro que Jessica le hizo mucho daño... y aunque pareciera que lo tenía superado, no era cierto... pero lo va haciendo-.
-No lo sé- exclamó ésta, frustrada -durante los primero meses de relación la cosa iba muy bien- rebatió.
-Y a eso debes añadir también que lo ocurrido con Henry no ha ayudado en absoluto- la previno -no ha sido una situación agradable para nadie, y eso también os ha pasado factura-.
-Lo sé- admitió la joven castaña; desde aquella vez que se lo encontró mientras esperaba a Edward, no se lo había vuelto a cruzar por la universidad, y por lo que le comentó un día Zack, el joven había cambiado de horario la asignatura en la que antes coincidían. Así que en ese aspecto estaba mucho más tranquila, y ese nerviosismo que se adueñaba de su cuerpo cada vez que traspasaba la puerta del campus había desaparecido -al menos en ese sentido, las aguas han vuelto a su cauce- exclamó, seguido de un pequeño suspiro.
-Gracias a dios- le dio la razón Leah -ya podéis pasar esa página-.
-Pero ese no es el problema; parece que a veces le da la razón a las palabras de Henry- masculló, enfadada y pesarosa la mismo tiempo.
-¿Qué quieres decir?- preguntó su amiga, frunciendo el ceño, señal de que no entendía nada.
-No dejaba de decir que quizá tuviera razón- se explicó -es cómo si estuviera esperando que alguien más... acorde a mi edad, aparezca y yo lo abandone...-.
-Bella- la interrumpió -eso tiene un nombre, y se llama miedo; yo no creo que dude de lo que sientes por él, sino que le aterra que un día te puedas alejar de él; toda relación es complicada, y más cuándo hay una diferencia de edad considerable-.
-Y eso me demuestra que no confía en mi; yo nunca le haría eso... si me quiere a su lado para siempre, ¿por qué no quiere casarse conmigo?-.
-Yo creo que sí que quiere; tú misma me has contado muchas veces que antes lo mencionaba con frecuencia-.
-Antes de venirnos a San Antonio- le aclaró con una mueca de pena, recordando aquellos tiempos que parecían tan lejanos.
-Pues yo, en parte, entiendo su postura; eres muy joven Bella, y es lógico que quiera que disfrutes de tu juventud- la joven castaña iba a protestar, pero Leah se lo impidió -déjame terminar- le medio ordenó, alzando la mano -ya sé que me vas a decir que yo me casé con tu edad y todo eso; es cierto que se pueden conjugar ambas cosas... pero para dar ese paso, hay que estar muy seguro; eso debéis conversarlo, pero...-.
-Antes debe superar sus miedos- terminó Bella por ella, esbozando una triste sonrisa. Su amiga le sonrió de vuelta, apretando de manera cariñosa su brazo.
-Y estoy segura de que vas a ayudarle, pero Bella, créeme que tarde o temprano todo eso pasará-.
-Ojalá- sonrió, pero no le llegó la alegría a los ojos -gracias por escucharme, Leah- le agradeció, sincera.
-No se merecen; tú me has escuchado y has estado ahí siempre que lo he necesitado- le agradeció de vuelta -y ahora vayámonos a casa... es casi la hora de comer-.
Bella miró la hora, sorprendida de que se hubiera hecho tan tarde, y se despidió de su amiga hasta el lunes. De camino a casa pensó que quizá podría proponerle a Edward que hicieran algo juntos. Su novio llevaba días sepultado debajo de una montaña de albaranes y contratos pendientes, aparte de estar un poco gruñón con su padre.
Edward había acabado por sucumbir ante una de las sugerencias de Alice, y llevaba más de dos semanas intercambiando opiniones con su padre y hermanos acerca de cambiar la dieta del ganado. Jake y Emmet habían escuchado pacientemente las explicaciones de su hermano pequeño, incluso le apoyaban, pero Jasper y su padre no las tenían todas consigo.
Bella no sabía si Edward no estaba bien de ánimos, o en verdad Carlisle no estaba para nada convencido del nuevo cambio, y eso se traducía en cansancio y agobio; de modo que su mente se puso a dar vueltas para encontrar un plan para que se relajara, ambos lo necesitaban. Ella misma necesitaba un respiro después de entregar todos los trabajos que tenía pendientes.
Según cerraba la puerta de casa, escuchó a Edward hablando por teléfono; dejando el bolso y el abrigo encima de la mesa, se encaminó hacia el estudio. Allí se encontró con la figura de su novio, pegado al teléfono y agarrándose fuertemente el puente de la nariz.
-Está bien, papá- oyó que decía -iré a ver ese rancho y la fábrica- Bella rodó interiormente los ojos... otra vez de viaje. Sabía que era su trabajo, pero por una vez no quería que su novio se marchara. Oyó que Edward se despedía y colgaba el teléfono mosqueado; su vista se posó de nuevo en la pantalla del ordenador, ya que no se había dado cuenta de la presencia de su novia.
-Hola- susurró Bella, sonriéndole de manera tenue; el saludo sacó al joven de su letargo, levantándose de inmediato para ir a su encuentro.
-Hola cariño- le dijo antes de inclinarse y besar suavemente sus labios -no te he oído entrar-.
-No quería interrumpirte- se excusó -¿cómo están todos en casa?-.
-Bien- se encogió de hombros Edward -la semana que viene tengo que viajar- rodó los ojos en señal de fastidio -mi padre todavía no está muy convencido con lo del cambio del alimento, y quiere que haga un informe y un presupuesto detallado-.
-¿Y a dónde tendrías que ir?- le preguntó, a la vez que una idea se cocía en su cabeza.
-A un granja que utiliza el pienso ecológico que dice Alice, y después a la fábrica dónde se produce- le explicó éste, sentándose de nuevo y arrastrando a su pequeña hacia sus piernas. Con un movimiento de mano, le señaló la pantalla del ordenador; en la pantalla se reflejaba una dirección, que la joven leyó despacio.
-Burlintong- leyó -¿dónde está eso?- al hacer la pregunta volvió su vista hacia Edward, que sonreía divertido al ver la mueca de su pequeña.
-En Iowa- le aclaró -tendría que coger un avión; sólo son dos horas de vuelo, y tengo que hablar con el gerente de la granja, para concretar la cita- su novia se quedó pensativa, hasta que una idea cruzó por su mente.
-¿Puedo ir contigo?- le pidió -había pensado que este fin de semana podríamos hacer algo juntos, y relajarnos un poco, y...- habló de manera torpe, retorciéndose las manos. Edward se la quedó mirando, sorprendido por esa petición.
-Perderías clase, Bella- le advirtió -incluso si los dueños pudieran recibirme mañana, o incluso el domingo, hasta el lunes no iría a la fábrica- la desilusión hizo acto de presencia en los ojos de su novia, pero inmediatamente la borró, para asentir con una pequeña sonrisa.
-Sólo sería un día, dos a lo sumo; pero lo entiendo- Edward se quedó pensando unos minutos, sumido en su silencio; Bella nunca le había acompañado, y reconocía que le hacía ilusión, pero no quería que por su culpa perdiera clases, ahora que estaba en la recta final del curso.
-Bella...- su novia negó con la cabeza, levantándose de su regazo.
-No pasa nada; voy a preparar la comida- se disculpó para después salir del estudio, rumbo a la cocina.
El joven ranchero la observó en silencio, pero cuándo su novia cerró la puerta tras de si, se frotó la cara, en un gesto molesto.
-Joder- siseó entre dientes; sabía que había metido la pata de nuevo, y aunque Bella le hubiera quitado importancia, sabía que la vuelto a herir. Resoplando enfadado, se acercó a la ventana. Desde que habían tenido esa tremenda discusión sentía que, poco a poco, estaba perdiendo a su pequeña.
No era el sólo el hecho de no haber discutido en todo este tiempo, pero había algo que no estaba bien... él mismo se daba cuenta. Puede que su mutismo fuera una de las causas, pero era una de las cosas que iba con su carácter. Siempre se guardaba para él sus problemas y preocupaciones, los demás no merecían sufrir ni preocuparse. Pero por otro lado, hace un mes se prometió así mismo que no iba a permitir que su novia volviera a sufrir.
Esbozando una media sonrisa traviesa, volvió a su mesa, cogiendo el teléfono. Después de veinte minutos de conversación, colgó el teléfono con una sonrisa satisfecha. Oía a su pequeña trastear en la cocina, y un olor delicioso llegó a sus fosas nasales; su estómago se removió inquieto, pero continuó con sus investigaciones a través de internet. Tan concentrado estaba que apenas levantó la vista de la pantalla del ordenador hasta que su pequeña regresó al estudio.
-La comida está lista- anunció; se iba a dar la vuelta, pero la voz de Edward la detuvo.
-Mira ésto, Bella- le pidió; al darse la vuelta vio una sonrisilla asomando por los labios de éste; extrañada, se acercó a su posición y de nuevo la mano de su novio hizo que se sentara en sus rodillas.
-¿Qué es ésto?- le preguntó, mirando a la pantalla sin entender nada.
-Hoteles en Burlintong- le explicó -ya que vas a venir conmigo, me gustaría que lo eligieras- los ojos de Bella se abrieron por la sorpresa, pero poco a poco apareció una inmensa sonrisa en su cara -he hablado con los de la granja, y mañana por la mañana podemos pasarnos por allí-.
-¿De verdad que puedo ir contigo?- Edward asintió complacido, viendo por fin, después de días, los ojos de su pequeña brillar alegres -¡gracias!- exclamó, antes de abrazarse a su cuello y dejar un sonoro beso en sus labios -te prometo que no te molestaré, sé que ésto es tu trabajo-.
-Tú nunca molestas, cariño- le corrigió, enmarcando su cara y acariciando sus mejillas -tienes razón, nos merecemos un descanso... y aunque tenga que trabajar, también tendremos tiempo para nosotros- Bella agradeció sus palabras besándole con ansias, gesto que el joven devolvió, acercándola un poco más a su cuerpo.
-Gracias- volvió a repetirle ésta, una vez que sus labios se separaron y juntado sus frentes -¿a qué hora nos vamos?-.
-Eso lo averiguaremos en unos minutos- le explicó Edward, entrando en la página web de American Airlines; finalmente consiguieron pasajes para esa misma noche, fijando la vuelta para el lunes por la tarde; hubieran querido quedarse más días, pero la joven sabía que no podía perder tantas clases.
-Voy a avisar a Leah; no tardes, la comida se va a enfriar- le previno su pequeña, con una sonrisa permanente en su cara; Edward la miraba complacido y feliz... serían unos días muy especiales para ellos.
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A la mañana siguiente, la pareja intentaba encontrar el camino que llevaba a la granja. Edward maldecía entre dientes, mientras su pequeña echaba una ojeada, por quinta vez, al mapa de la zona.
-Edward, te dije que era la I-198, dirección Fort Madison, y sin dejar esa carretera encontraríamos el desvío hacia la granja- repitió su novia por cuarta vez e intentando contener la risa, al ser testigo del mosqueo de su novio.
-¿No pone el kilómetro de desvío?- preguntó éste, buscando un sitio seguro para dar la vuelta.
-No- frunció el ceño su pequeña -menuda porquería de mapa; con lo que cuesta alquilar el coche, podrían incluir mejores mapas de la zona- refunfuñó.
Edward rió divertido ante el comentario de su novia. Habían desembarcado ayer en Des Moines, capital del estado de Iowa, para después conducir casi dos horas hasta llegar a Burlintong. El pueblo era pequeño, pero Bella estaba encantada con sus casas blancas y las calles antiguas. El hotel era un edificio de ladrillo color rojo, totalmente reformado. El joven hacía mucho que no veía sonreír así a su pequeña, y cada vez se convencía más de que el viaje había sido una buena idea.
Después de más de una hora dando vueltas, por fin dieron con el dichoso desvío y pudieron acceder a la granja. Al bajar del coche, Bella mirada admirada hacia todos los lados; si el rancho de Carlisle era grande, éste era inmenso. Cientos de reses pastaban tranquilamente por los prados delimitados. Se encontraban justo a la entrada de una casa enorme, más grande que la casa principal del rancho Killarney y de ladrillos color rojizo, cómo era habitual en la zona.
-Wau...- exclamó la joven asombrada, una vez que salió del coche -es enorme- Edward sonreía mientras la cogía por la cintura, pegándola a su costado.
-No está nada mal- le dio la razón, dejando un pequeño beso en su sien; justo en ese momento un hombre de unos sesenta años, seguido de un joven de edad similar a Edward se acercaron a ellos.
-Usted debe ser Edward Cullen- se dirigió hacia la pareja -soy August Wilman- Bella vio cómo estrechaban sus manos, a modo de saludo.
-Un placer conocerle; su rancho es increíble- respondió el joven Cullen.
-Gracias- el hombre esbozó una sonrisa cordial y simpática -le presento a mi hijo Ryan- el joven, moreno y tan alto cómo los hermanos Cullen, y con ojos color castaño, de adelantó un paso.
-Es un placer conocerte; hemos oído hablar maravillas del rancho Killarney- al igual que su padre, era un joven muy amable y simpático.
-Gracias por lo que me toca- respondió Edward, sonriendo -ella es Isabella, mi novia- presentó, mirando a su pequeña.
-Estamos encantados de recibirla aquí, considérense en su casa- la saludó August.
-Muchas gracias- agradeció la joven, con una tímida sonrisa.
-Bienvenida- se dirigió Ryan a ella -mi esposa lamenta no estar aquí, pero su padre no está muy bien de salud, y ha ido a visitarlo-.
-Espero que no sea nada grave- frunció ligeramente el ceño Bella.
-Achaques propios de la edad- se explicó el joven -pero afortunadamente, nada alarmante- le restó importancia.
Después de los obligados saludos y de compartir un agradable café en el amplio salón, los cuatro se encaminaron rumbo a los establos. La maquinaría para dispensar el alimento era prácticamente similar a la que tenía el rancho Killarney, y Edward no hacía más que preguntar acerca de las ventajas y desventajas del famoso pienso ecológico.
-Principalmente tiene menos grasas que el pienso convencional, lo que hace que su alimentación sea más sana- Bella, cómodamente agarrada al brazo de su novio, también prestaba atención a las explicaciones.
-De modo que para el ganado destinado al consumo también es beneficioso- meditó Edward en voz alta.
-El tanto por ciento de grasas saturadas es menor- concordó August.
-¿Eso es bueno, no?- interrogó Bella a su novio, en voz baja.
-Muy bueno- asintió éste, guiñándola un ojo -mi padre estará muy satisfecho con el informe- exclamó con una sonrisa. Prosiguieron el agradable paseo, hasta que Ryan se dirigió a ella.
-¿No te molesta el olor del ganado?- preguntó -Rachel, mi esposa, apenas pisa los establos- inquirió divertido, provocando la risa de la pareja.
-Estoy acostumbrada; mi padre fue durante algunos años el capataz de Killarney; y antes de eso tuvo su propio rancho-.
-Así que también entiende de este mundo- exclamó August. La joven se sonrojó, sonriendo de forma tímida.
-Tampoco mucho- le quitó importancia -era el trabajo de mi padre, y ahora lo es el de novio; sé que un rancho implica muchísimo trabajo, y conlleva un gran esfuerzo sacarlo adelante- contaba mientras apretaba ligeramente el brazo de su pareja.
Después de casi dos horas la visita concluyó. Se despidieron de los dueños, agradeciendo su tiempo y su amabilidad; Edward quedó en seguir en contacto para futuros negocios, ya que había visto unas reses en las que seguro, su padre estaría interesado en adquirir.
-La visita ha ido muy bien- exclamó contenta su pequeña, ya acomodados en un acogedor restaurante; dado que tenían libres casi dos días, decidieron hacer un poco de turismo por la zona -tu padre no pondrá muchas pegas en cuánto le cuentes y lea los informes-.
-Eso espero- suspiró éste, atrapando la pequeña mano de Bella y acariciando sus dedos -mi padre nunca había puesto tantas pegas a una sugerencia- le explicó -es perro viejo, y le cuesta adaptarse a los cambios- su pequeña meneó la cabeza, en desaprobación.
-Estoy segura de que en ésto te hará cambiar de opinión; es una buena idea Edward, que ayudará al rancho- el joven la miraba sonriendo -Emmet y Jake también te apoyan-.
-Tú me apoyas- la corrigió Edward -más que nadie -cualquier otra chica me hubiera mandado a la porra hace mucho- exclamó en broma; Bella rodó los ojos para sus adentros -creo que mis hermanos tienen razón... soy un poco gruñón-.
-Pero eres mi gruñón- contestó su pequeña, ganándose una sonrisa y un beso en los labios, que duró muy poco para su gusto, ya que el camarero interrumpió justo en ese instante para dejar sus platos frente a ellos.
Los días pasaron demasiado rápidos para la pareja, pero fueron inolvidables. Recorrieron la zona, descansaron, disfrutaron de su mutua compañía... era agradable de poder disfrutar el uno del otro, sin discusiones de por medio. Parecía que esos días habían borrado esa sombra de preocupación en los ojos de su novio, y esas orbes esmeraldas que tanto amaba lucían de nuevo alegres y felices.
En su visita a la fábrica, horas antes de coger el avión, y al igual que pasó el sábado en la granja, su pequeña estrellita permaneció en todo momento a su lado, haciendo incluso preguntas al gerente que los acompañó. Edward estaba sorprendido, nunca la había visto tan implicada en los asuntos que concernían al rancho, y sabía que ella lo hacía para apoyarle en este nuevo proyecto, para darle ánimos y estar a su lado.
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Al regreso de su periplo por Iowa, las cosas siguieron tranquilas; de nuevo los negocios y los estudios reclamaron casi la totalidad de atención de la pareja. Después de redactar el extenso informe, incluyendo un detallado presupuesto con las cantidades y precios a servir; una semana después Edward viajó a Hunstville, y cómo bien había predicho su pequeña, su padre se mostró sorprendido y complacido con lo que le contó.
Satisfecho y contento de que su padre y sus hermanos llegaran a un acuerdo acerca del cambio de alimentación, nada más volver a San Antonio abrazó y besó con efusividad a su novia, agradeciéndole su apoyo. Bella sonreía feliz mientras le escuchaba; esperaba que poco a poco, el joven ranchero se diera cuenta de que ella le apoyaría en todo, y que podía compartir sus preocupaciones con ella, fueran las que fueran.
Los días seguían pasando en el calendario; había veces que las semanas parecían interminables, y otras pasaban sin que apenas se diesen cuenta. Mayo había aparecido en todo su esplendor, y eso se tradujo en un constante goteo de viajes de Edward a Hunstville. Era la época del año en la que más trabajo había en los ranchos, y comprendió perfectamente a su novio, pidiéndole que estuviera tranquilo y que no se preocupara por eso.
Había fines de semana en los que ella le acompañaba, pero mayo también era un mes complicado para los universitarios. Ya habían salido las fechas de los exámenes finales, y era hora de ponerse manos a la obra con ello. De esta cuestión se quejaba una noche a Rosalie, que se puso con ella al teléfono cuándo se despidió de Esme; Edward hacía rato que había vuelto de Hunstville, y llevaba una hora profundamente dormido, preso del cansancio de los últimos días.
-En serio Rose, no sé si podré con ello- musitó frustrada.
-Tranquilízate, Bells- de seguro su cuñada estaría rodando los ojos -a todos nos pasa lo mismo el primer año de universidad; seguro que Nessie te habrá soltado el mismo sermón- indagó su cuñada, riendo levemente.
-Exactamente ha pronunciado las mismas palabras, hace dos doras- le sacó de dudas la joven castaña, con una mueca de fastidio cruzando su rostro.
-Lo hiciste maravillosamente bien en los parciales de febrero- le recordó Rosalie -apuesto a que te lo han repetido mil veces, y el primero cierto ranchero de pelo desordenado- sonrió a la mención de su novio.
-Es estupendo, me apoya en todo- le confesó, con la sonrisa bailando todavía en su rostro; su cuñada captó la ilusión en su tono de voz.
-Las cosas van mejor entre vosotros, ¿me equivoco?-.
-No te equivocas- contestó Bella de inmediato -las cosas han mejorado mucho; no siempre estamos de acuerdo en todo... per...- Rosalie interrumpió su frase.
-Cómo todos los matrimonios y parejas, Bella- le explicó con un suspiro -habéis pasado una mala época, no le des más vueltas; según nos contaste en tu última visita, todo seguía bien- la joven se había puesto al día con todas sus cuñadas en su última visita al rancho; sabían todo lo ocurrido, excepto lo que realmente sucedió con su lesión se muñeca.
-Y sigue bien- le dio la razón -no he vuelto a saber nada de Henry; y en cuánto a Edward, se va abriendo más, incluso creo que su carácter ha mejorado, ya no es tan gruñón- dijo ahogando una risa, que su cuñada no pudo reprimir.
Prosiguieron con la charla un buen rato, cambiando completamente de tema; justo en el momento en el que Rosalie le contaba la última travesura de Owen, que ya había desarrollado según su madre, el gen Cullen revoltoso, vio que tenía una llamada entrante. No reconoció el número, pero pensó que quizá pudiera ser para Edward, por asuntos laborales.
-Rose, hay otra llamada entrante; tengo que dejarte- se despidió, después de repetirle que la llamaría en cuánto pudiera, y pulsó la tecla.
-¿Diga?- preguntó con el ceño fruncido.
-Ehhh... hola; ¿es la residencia de Edward Cullen?- una voz masculina, que no conocía de nada salió del auricular.
-Es aquí- contestó ella -pero ahora mismo no se puede poner, ¿quiere que le deje algún recado?-.
-No se preocupe; soy Alec Tilerman, un antiguo compañero de Harvard- la joven hizo memoria, y al de pocos segundos dio con el nombre, ya que Edward le había hablado de su compañero de universidad -he llamado al rancho, y me han dado este número-.
-Edward me ha hablado de ti; soy Isabella, su novia- le aclaró -está durmiendo, ha llegado esta misma tarde de viaje; ¿quieres que lo despierte?-.
-No, por favor; sólo quería decirle que estoy en Dallas, y había pensado en acercarme a Hunstville para vernos- le explicó el joven.
-Podrías venir aquí, a San Antonio- le propuso ésta -estoy segura de que Edward estará contento de verte-.
-Entonces tranquila; mañana le llamaré y hablaremos; encantado de conocerte Isabella- se despidió; el joven era muy amable y simpático, tal y cómo le había contado su novio varias veces.
-Igualmente Alec, hasta pronto- se despidió ella también.
Tal y cómo Bella había predicho, a Edward le hizo mucha ilusión la llamada de su compañero de universidad, y no perdió el tiempo en invitarlo a cenar. Así que tres días después de la llamada, la joven por fin conocía al amigo de su novio. De la misma edad que Edward, no muy alto y rostro y carácter simpático. Vivía en Nueva York, y estaba de viaje de negocios por varias ciudades del estado de Texas.
Al venir un día entre semana, Edward sugirió que se acercara al apartamento para cenar y ponerse al día con sus respectivas vidas; aunque mantenían el contacto, no se veían con la frecuencia que querían.
-La cena estaba estupenda, cariño- la felicitó su novio, una vez dieron buena cuenta del postre.
-Cocinas de maravilla- se maravilló Alec.
-Gracias- exclamó, un poco sonrojada ante tanto halago -¿tomaréis café, verdad?- ambos jóvenes asintieron, de modo que fue un momento a la cocina, para volver al comedor dos minutos después, cargando una bandeja. Alec y Edward conversaban animadamente, y decidió dejarles a solas. Su novio frunció el ceño cuándo vio que se ponía a recoger la mesa.
-¿No quieres tomar café?- la joven negó con la cabeza, sonriendo.
-No me apetece mucho; además, creo que tenéis que poneros al día, así que aprovecharé y recogeré un poco por la cocina-.
-No cariño, siéntate con nosotros; yo te ayudo luego- le propuso éste, pero Bella negó de nuevo con la cabeza.
-Quédate Bella, todavía tengo que contarte los trapos sucios de tu novio en su época universitaria- le dijo Alec con voz de misterio, lo que arrancó las risas de ambos, y que las cejas de Edward se arquearan.
-No, en serio; recogeré un poco y luego vengo- por más que insistieron Bella se enfrascó en la cocina, sonriendo mientras le llegaban las risas procedentes del comedor.
Cuándo iba a regresar a por más platos, una frase que salió de la boca de Alec hizo que se detuviera en el pasillo, justo al lado de la puerta. Sabía que no estaba bien espiar conversaciones ajenas, pero no pudo evitar quedarse ahí parada.
-Bella es estupenda, Edward- oyó que le decía Alec.
-Sí que lo es- corroboró éste, sonriendo complacido.
-Y muy distinta a Jessica- añadió el joven rubio, conteniendo una mueca y ganándose un leve puñetazo en el hombro por parte de Edward -¿qué?- se frotó la zona golpeada -sabes que nunca terminé de tragarla, por muy buena que estuviera-.
-No eras el único- rodó los ojos su novio; iba a apostillar algo más, pero Alec le interrumpió.
-No te enfades, Edward; pero has tenido suerte, por encontrarla a ella- el joven volvió a sonreír, ante la nueva mención de su pequeña -reconozco que me sorprendí al conocerla, es muy joven-.
-Lo sé- le tranquilizó Edward, debido a la cara de disculpa que puso nada más decir la última frase.
-Me alegra que hayas rehecho tu vida- le felicitó su amigo -y la edad no tiene por qué ser un obstáculo, para nada-.
-Pero es complicado, a veces- Bella arrugó el ceño, escuchando muy interesada -a veces me sorprendo, y me pregunto qué hace conmigo- la mueca de Bella no se hizo esperar, pero no le dio demasiada importancia al comentario.
-Te quiere- se encogió de hombros Alec -y eso te debería bastar para darte cuenta-.
-Lo sé; te aseguro que ella ha tenido motivos más que sufiecientes para mandarme a paseo- de nuevo Bella rodó los ojos, mientras le escuchaba -a veces pienso que hubiera pasado si no la hubiera conocido...-.
-Eso no lo puedes saber, Edward -le interrumpió Alec ahora -debes olvidar el pasado, dejar de pensar en lo que pudo haber sido; podrías haberte casado con Jessica, podrías no haberte casado con ella, haber conocido a otra persona... ¿quién lo sabe?- hizo una pequeña pausa, para después continuar -sé que has superado lo de esa chica, sino no estarías con Bella- la mencionada se quedó parada, esperando la contestación de su novio.
-Superado lo tengo- contestó éste -amo a Bella, de eso no tengo dudas- la sonrisa emocionada surcó el rostro de la joven.
-Espero la invitación de boda, entonces- bromeó Alec.
-Eso todavía tardará un tiempo; ella es muy joven... y no quiero atarla a un matrimonio tan pronto- meditó Edward en voz alta; el corazón de Bella se contrajo por la pena al oír esas palabras
-¿Ella quiere casarse?- interrogó de vuelta el joven rubio. Edward afirmó con la cabeza, antes de responder, pero de nuevo Alec se adelantó -¿y tú?- la respiración se contuvo en los pulmones de la joven.
Edward suspiró, permaneciendo callado unos minutos, sopesando la respuesta -sabes que soy un hombre tradicional pasa esas cosas- le recordó; Alce hizo un gesto afirmativo -pero cómo te vuelvo a repetir, no quiero atarla tan pronto-.
-Un matrimonio no es atar a una persona, Edward- le recordó su amigo -y sé que Jessica al principio no quería casarse... pero al final aceptó- esa revelación dejó a Bella fuera de combate.
-Y ya ves cómo terminó el asunto...- esa respuesta de su novio hizo que el corazón de la joven se hiciera jirones en tan sólo unos segundo... ¿era posible que siguiera pensando que lo ocurrido con Jessica era culpa suya?... ¿en verdad Edward continuaba con eso... de que para ella era un capricho casarse con él?.
Derrotada y hundida se encerró en la cocina, sin querer seguir escuchando, y dónde sus lágrimas ya hicieron acto de presencia... jamás pensó que la sombra de Jessica iba a estar tan presente en su relación; si bien su novio no se negaba, había algo que no le dejaba seguir adelante con ello. Y no era la cuestión de querer casarse o no... el problema era que Edward seguía sin confiar y creer en sus sentimientos, y eso para ella era letal.
A lo lejos se oyeron las risas de ambos jóvenes, y supuso que habían cambiado radicalmente de tema. Se concentró en recoger a toda prisa, escondiendo su pena y sus lágrimas; lo único que quería era encerrarse y llorar, lo necesitaba. Tuvo que entretenerse en la cocina, limpiando varias veces los fogones para poder calmarse e ir a despedirse al salón aparentando tranquilidad.
-¿Has terminado, cariño?- le preguntó; su corazón se constriñó al oír ese apelativo cariñoso... pero el dolor que le habían causado sus palabras lo tiñeron de frustración y pena.
-Sí- consiguió decir, esbozando un atisbo de sonrisa -venía a despedirme, es tarde y mañana tengo clase- se excusó. Edward frunció el ceño, algo le pasaba a su pequeña estrellita, sus ojos estaban rojos y un poco hinchados.
-Es cierto, soy un desconsiderado- se disculpó Alec, haciendo un amago de levantarse -además, es tarde-.
-No, por favor- le detuvo la joven -quedaos vosotros y disfrutad-.
-¿Estás segura?- le preguntó su novio -¿Bella, te encuentras bien?-.
-Sí- susurró, con voz ahogada -sólo estoy cansada- haciendo un esfuerzo sobrehumano, se acercó a Alec, para despedirse de él -ha sido un placer conocerte-.
-Lo mismo para mi- contestó éste -le he dicho a Edward que en verano tenéis que venir a Nueva York, Melissa estará encantada de conocerte- dijo, aludiendo a su esposa.
-A mi también me gustaría; bueno chicos, que disfrutéis de la tertulia- la seca y corta despedida no dejó tranquilo al joven ranchero; pero cuándo iba a preguntarle de nuevo, Bella se dio la vuelta, desapareciendo rumbo a su habitación.
Allí, en la oscuridad, y una vez acurrucada en la cama, Bella descargó toda su frustración y rabia... todo este tiempo en el que ambos volvían a ser la enamorada pareja del rancho había sido un espejismo... y no sabía si podría recuperarse de esa nueva desilusión.
Agotada por el llanto, cayó en un pesado sueño... pero con una opresión rara y asfixiante en su pecho.
-Bella, ¿te encuentras bien?- la pregunta de Leah hizo que la mente de la joven castaña bajara de nuevo a la tierra. Otras dos semanas habían pasado desde que Edward volviera de su último viaje, y ambos sellaran una relativa reconciliación.
Relativa en el sentido de que, aunque todo este tiempo había permanecido tranquilo y ellos no habían discutido, volvía a sentir a Edward ausente y perdido en sus pensamientos. Cuándo él pensaba que ella no la miraba, o sentía que estaba solo, Bella podía vislumbrar, otra vez, el atisbo de preocupación y desasosiego en sus orbes esmeraldas.
-Perdona- murmuró ésta, meneando ligeramente la cabeza, cómo auto despertándose de un pesado e incómodo sueño.
-Tranquila- le quitó importancia Leah -¿cómo van las cosas?- interrogó con cautela; sabía que su amiga y compañera no estaba pasando por uno de sus mejores momentos.
-Bueno...- se encogió ligeramente de hombros -las cosas están más o menos en calma- escogió cuidadosamente sus palabras, antes de seguir -pero tengo una sensación rara; llámalo presentimiento si quieres, de que es algo así...-.
-Cómo una relativa calma antes de la tempestad- acabó su morena amiga la frase por ella; ésta afirmó con la cabeza y en absoluto silencio -¿Edward no te ha dicho nada?-.
-Ni palabra- suspiró frustrada -y aunque me ponga buena cara, sé que algo se cuece en su mente-.
-Tiene que pensar muchas en muchas cosas, Bella... tú misma se lo dijiste- le recordó su morena amiga -hay personas a las que les cuesta abrirse y compartir sus inquietudes; y todos no reaccionamos igual ante las situaciones- le explicó.
-¿Por qué tiene tanto miedo?- susurró su castaña amiga, con voz trémula -antes no dudaba así... desde lo de Henry está muy cambiado- Leah escuchaba con atención el desasosiego de su compañera; no podía creer que la pareja hubiese llegado a esta situación, pocas veces se había encontrado con personas tan enamoradas el uno del otro
Con un pequeño gesto, hizo que la siguiera fuera del campus, conduciéndola a un parque cercano y comprando dos cafés para poder tomarlos al aire libre. La primavera empezaba a hacerse notar, cómo era habitual en los primeros días del mes de abril. Bella siguió a su amiga con una ceja alzada, permaneciendo muda a lo largo de todo el trayecto, hasta que la hizo sentarse en uno de los bancos; al ser más del mediodía, el sol brillaba tímidamente, haciendo el ambiente un poco más caluroso.
-¿Nos vamos a saltar la última clase?- interrogó Bella, con una pequeña sonrisa.
-Caso de extrema urgencia- se excusó su amiga, sonriéndola de manera cómplice y ofreciéndole uno de los cafés -y ahora, empieza a desahogarte-.
-Cómo he dicho antes; no entiendo por qué duda tanto de mis sentimientos... ¿tan herido le dejó Jessica?-.
-Bella- llamó la atención Leah -era una persona muy importante para él, claro que Jessica le hizo mucho daño... y aunque pareciera que lo tenía superado, no era cierto... pero lo va haciendo-.
-No lo sé- exclamó ésta, frustrada -durante los primero meses de relación la cosa iba muy bien- rebatió.
-Y a eso debes añadir también que lo ocurrido con Henry no ha ayudado en absoluto- la previno -no ha sido una situación agradable para nadie, y eso también os ha pasado factura-.
-Lo sé- admitió la joven castaña; desde aquella vez que se lo encontró mientras esperaba a Edward, no se lo había vuelto a cruzar por la universidad, y por lo que le comentó un día Zack, el joven había cambiado de horario la asignatura en la que antes coincidían. Así que en ese aspecto estaba mucho más tranquila, y ese nerviosismo que se adueñaba de su cuerpo cada vez que traspasaba la puerta del campus había desaparecido -al menos en ese sentido, las aguas han vuelto a su cauce- exclamó, seguido de un pequeño suspiro.
-Gracias a dios- le dio la razón Leah -ya podéis pasar esa página-.
-Pero ese no es el problema; parece que a veces le da la razón a las palabras de Henry- masculló, enfadada y pesarosa la mismo tiempo.
-¿Qué quieres decir?- preguntó su amiga, frunciendo el ceño, señal de que no entendía nada.
-No dejaba de decir que quizá tuviera razón- se explicó -es cómo si estuviera esperando que alguien más... acorde a mi edad, aparezca y yo lo abandone...-.
-Bella- la interrumpió -eso tiene un nombre, y se llama miedo; yo no creo que dude de lo que sientes por él, sino que le aterra que un día te puedas alejar de él; toda relación es complicada, y más cuándo hay una diferencia de edad considerable-.
-Y eso me demuestra que no confía en mi; yo nunca le haría eso... si me quiere a su lado para siempre, ¿por qué no quiere casarse conmigo?-.
-Yo creo que sí que quiere; tú misma me has contado muchas veces que antes lo mencionaba con frecuencia-.
-Antes de venirnos a San Antonio- le aclaró con una mueca de pena, recordando aquellos tiempos que parecían tan lejanos.
-Pues yo, en parte, entiendo su postura; eres muy joven Bella, y es lógico que quiera que disfrutes de tu juventud- la joven castaña iba a protestar, pero Leah se lo impidió -déjame terminar- le medio ordenó, alzando la mano -ya sé que me vas a decir que yo me casé con tu edad y todo eso; es cierto que se pueden conjugar ambas cosas... pero para dar ese paso, hay que estar muy seguro; eso debéis conversarlo, pero...-.
-Antes debe superar sus miedos- terminó Bella por ella, esbozando una triste sonrisa. Su amiga le sonrió de vuelta, apretando de manera cariñosa su brazo.
-Y estoy segura de que vas a ayudarle, pero Bella, créeme que tarde o temprano todo eso pasará-.
-Ojalá- sonrió, pero no le llegó la alegría a los ojos -gracias por escucharme, Leah- le agradeció, sincera.
-No se merecen; tú me has escuchado y has estado ahí siempre que lo he necesitado- le agradeció de vuelta -y ahora vayámonos a casa... es casi la hora de comer-.
Bella miró la hora, sorprendida de que se hubiera hecho tan tarde, y se despidió de su amiga hasta el lunes. De camino a casa pensó que quizá podría proponerle a Edward que hicieran algo juntos. Su novio llevaba días sepultado debajo de una montaña de albaranes y contratos pendientes, aparte de estar un poco gruñón con su padre.
Edward había acabado por sucumbir ante una de las sugerencias de Alice, y llevaba más de dos semanas intercambiando opiniones con su padre y hermanos acerca de cambiar la dieta del ganado. Jake y Emmet habían escuchado pacientemente las explicaciones de su hermano pequeño, incluso le apoyaban, pero Jasper y su padre no las tenían todas consigo.
Bella no sabía si Edward no estaba bien de ánimos, o en verdad Carlisle no estaba para nada convencido del nuevo cambio, y eso se traducía en cansancio y agobio; de modo que su mente se puso a dar vueltas para encontrar un plan para que se relajara, ambos lo necesitaban. Ella misma necesitaba un respiro después de entregar todos los trabajos que tenía pendientes.
Según cerraba la puerta de casa, escuchó a Edward hablando por teléfono; dejando el bolso y el abrigo encima de la mesa, se encaminó hacia el estudio. Allí se encontró con la figura de su novio, pegado al teléfono y agarrándose fuertemente el puente de la nariz.
-Está bien, papá- oyó que decía -iré a ver ese rancho y la fábrica- Bella rodó interiormente los ojos... otra vez de viaje. Sabía que era su trabajo, pero por una vez no quería que su novio se marchara. Oyó que Edward se despedía y colgaba el teléfono mosqueado; su vista se posó de nuevo en la pantalla del ordenador, ya que no se había dado cuenta de la presencia de su novia.
-Hola- susurró Bella, sonriéndole de manera tenue; el saludo sacó al joven de su letargo, levantándose de inmediato para ir a su encuentro.
-Hola cariño- le dijo antes de inclinarse y besar suavemente sus labios -no te he oído entrar-.
-No quería interrumpirte- se excusó -¿cómo están todos en casa?-.
-Bien- se encogió de hombros Edward -la semana que viene tengo que viajar- rodó los ojos en señal de fastidio -mi padre todavía no está muy convencido con lo del cambio del alimento, y quiere que haga un informe y un presupuesto detallado-.
-¿Y a dónde tendrías que ir?- le preguntó, a la vez que una idea se cocía en su cabeza.
-A un granja que utiliza el pienso ecológico que dice Alice, y después a la fábrica dónde se produce- le explicó éste, sentándose de nuevo y arrastrando a su pequeña hacia sus piernas. Con un movimiento de mano, le señaló la pantalla del ordenador; en la pantalla se reflejaba una dirección, que la joven leyó despacio.
-Burlintong- leyó -¿dónde está eso?- al hacer la pregunta volvió su vista hacia Edward, que sonreía divertido al ver la mueca de su pequeña.
-En Iowa- le aclaró -tendría que coger un avión; sólo son dos horas de vuelo, y tengo que hablar con el gerente de la granja, para concretar la cita- su novia se quedó pensativa, hasta que una idea cruzó por su mente.
-¿Puedo ir contigo?- le pidió -había pensado que este fin de semana podríamos hacer algo juntos, y relajarnos un poco, y...- habló de manera torpe, retorciéndose las manos. Edward se la quedó mirando, sorprendido por esa petición.
-Perderías clase, Bella- le advirtió -incluso si los dueños pudieran recibirme mañana, o incluso el domingo, hasta el lunes no iría a la fábrica- la desilusión hizo acto de presencia en los ojos de su novia, pero inmediatamente la borró, para asentir con una pequeña sonrisa.
-Sólo sería un día, dos a lo sumo; pero lo entiendo- Edward se quedó pensando unos minutos, sumido en su silencio; Bella nunca le había acompañado, y reconocía que le hacía ilusión, pero no quería que por su culpa perdiera clases, ahora que estaba en la recta final del curso.
-Bella...- su novia negó con la cabeza, levantándose de su regazo.
-No pasa nada; voy a preparar la comida- se disculpó para después salir del estudio, rumbo a la cocina.
El joven ranchero la observó en silencio, pero cuándo su novia cerró la puerta tras de si, se frotó la cara, en un gesto molesto.
-Joder- siseó entre dientes; sabía que había metido la pata de nuevo, y aunque Bella le hubiera quitado importancia, sabía que la vuelto a herir. Resoplando enfadado, se acercó a la ventana. Desde que habían tenido esa tremenda discusión sentía que, poco a poco, estaba perdiendo a su pequeña.
No era el sólo el hecho de no haber discutido en todo este tiempo, pero había algo que no estaba bien... él mismo se daba cuenta. Puede que su mutismo fuera una de las causas, pero era una de las cosas que iba con su carácter. Siempre se guardaba para él sus problemas y preocupaciones, los demás no merecían sufrir ni preocuparse. Pero por otro lado, hace un mes se prometió así mismo que no iba a permitir que su novia volviera a sufrir.
Esbozando una media sonrisa traviesa, volvió a su mesa, cogiendo el teléfono. Después de veinte minutos de conversación, colgó el teléfono con una sonrisa satisfecha. Oía a su pequeña trastear en la cocina, y un olor delicioso llegó a sus fosas nasales; su estómago se removió inquieto, pero continuó con sus investigaciones a través de internet. Tan concentrado estaba que apenas levantó la vista de la pantalla del ordenador hasta que su pequeña regresó al estudio.
-La comida está lista- anunció; se iba a dar la vuelta, pero la voz de Edward la detuvo.
-Mira ésto, Bella- le pidió; al darse la vuelta vio una sonrisilla asomando por los labios de éste; extrañada, se acercó a su posición y de nuevo la mano de su novio hizo que se sentara en sus rodillas.
-¿Qué es ésto?- le preguntó, mirando a la pantalla sin entender nada.
-Hoteles en Burlintong- le explicó -ya que vas a venir conmigo, me gustaría que lo eligieras- los ojos de Bella se abrieron por la sorpresa, pero poco a poco apareció una inmensa sonrisa en su cara -he hablado con los de la granja, y mañana por la mañana podemos pasarnos por allí-.
-¿De verdad que puedo ir contigo?- Edward asintió complacido, viendo por fin, después de días, los ojos de su pequeña brillar alegres -¡gracias!- exclamó, antes de abrazarse a su cuello y dejar un sonoro beso en sus labios -te prometo que no te molestaré, sé que ésto es tu trabajo-.
-Tú nunca molestas, cariño- le corrigió, enmarcando su cara y acariciando sus mejillas -tienes razón, nos merecemos un descanso... y aunque tenga que trabajar, también tendremos tiempo para nosotros- Bella agradeció sus palabras besándole con ansias, gesto que el joven devolvió, acercándola un poco más a su cuerpo.
-Gracias- volvió a repetirle ésta, una vez que sus labios se separaron y juntado sus frentes -¿a qué hora nos vamos?-.
-Eso lo averiguaremos en unos minutos- le explicó Edward, entrando en la página web de American Airlines; finalmente consiguieron pasajes para esa misma noche, fijando la vuelta para el lunes por la tarde; hubieran querido quedarse más días, pero la joven sabía que no podía perder tantas clases.
-Voy a avisar a Leah; no tardes, la comida se va a enfriar- le previno su pequeña, con una sonrisa permanente en su cara; Edward la miraba complacido y feliz... serían unos días muy especiales para ellos.
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A la mañana siguiente, la pareja intentaba encontrar el camino que llevaba a la granja. Edward maldecía entre dientes, mientras su pequeña echaba una ojeada, por quinta vez, al mapa de la zona.
-Edward, te dije que era la I-198, dirección Fort Madison, y sin dejar esa carretera encontraríamos el desvío hacia la granja- repitió su novia por cuarta vez e intentando contener la risa, al ser testigo del mosqueo de su novio.
-¿No pone el kilómetro de desvío?- preguntó éste, buscando un sitio seguro para dar la vuelta.
-No- frunció el ceño su pequeña -menuda porquería de mapa; con lo que cuesta alquilar el coche, podrían incluir mejores mapas de la zona- refunfuñó.
Edward rió divertido ante el comentario de su novia. Habían desembarcado ayer en Des Moines, capital del estado de Iowa, para después conducir casi dos horas hasta llegar a Burlintong. El pueblo era pequeño, pero Bella estaba encantada con sus casas blancas y las calles antiguas. El hotel era un edificio de ladrillo color rojo, totalmente reformado. El joven hacía mucho que no veía sonreír así a su pequeña, y cada vez se convencía más de que el viaje había sido una buena idea.
Después de más de una hora dando vueltas, por fin dieron con el dichoso desvío y pudieron acceder a la granja. Al bajar del coche, Bella mirada admirada hacia todos los lados; si el rancho de Carlisle era grande, éste era inmenso. Cientos de reses pastaban tranquilamente por los prados delimitados. Se encontraban justo a la entrada de una casa enorme, más grande que la casa principal del rancho Killarney y de ladrillos color rojizo, cómo era habitual en la zona.
-Wau...- exclamó la joven asombrada, una vez que salió del coche -es enorme- Edward sonreía mientras la cogía por la cintura, pegándola a su costado.
-No está nada mal- le dio la razón, dejando un pequeño beso en su sien; justo en ese momento un hombre de unos sesenta años, seguido de un joven de edad similar a Edward se acercaron a ellos.
-Usted debe ser Edward Cullen- se dirigió hacia la pareja -soy August Wilman- Bella vio cómo estrechaban sus manos, a modo de saludo.
-Un placer conocerle; su rancho es increíble- respondió el joven Cullen.
-Gracias- el hombre esbozó una sonrisa cordial y simpática -le presento a mi hijo Ryan- el joven, moreno y tan alto cómo los hermanos Cullen, y con ojos color castaño, de adelantó un paso.
-Es un placer conocerte; hemos oído hablar maravillas del rancho Killarney- al igual que su padre, era un joven muy amable y simpático.
-Gracias por lo que me toca- respondió Edward, sonriendo -ella es Isabella, mi novia- presentó, mirando a su pequeña.
-Estamos encantados de recibirla aquí, considérense en su casa- la saludó August.
-Muchas gracias- agradeció la joven, con una tímida sonrisa.
-Bienvenida- se dirigió Ryan a ella -mi esposa lamenta no estar aquí, pero su padre no está muy bien de salud, y ha ido a visitarlo-.
-Espero que no sea nada grave- frunció ligeramente el ceño Bella.
-Achaques propios de la edad- se explicó el joven -pero afortunadamente, nada alarmante- le restó importancia.
Después de los obligados saludos y de compartir un agradable café en el amplio salón, los cuatro se encaminaron rumbo a los establos. La maquinaría para dispensar el alimento era prácticamente similar a la que tenía el rancho Killarney, y Edward no hacía más que preguntar acerca de las ventajas y desventajas del famoso pienso ecológico.
-Principalmente tiene menos grasas que el pienso convencional, lo que hace que su alimentación sea más sana- Bella, cómodamente agarrada al brazo de su novio, también prestaba atención a las explicaciones.
-De modo que para el ganado destinado al consumo también es beneficioso- meditó Edward en voz alta.
-El tanto por ciento de grasas saturadas es menor- concordó August.
-¿Eso es bueno, no?- interrogó Bella a su novio, en voz baja.
-Muy bueno- asintió éste, guiñándola un ojo -mi padre estará muy satisfecho con el informe- exclamó con una sonrisa. Prosiguieron el agradable paseo, hasta que Ryan se dirigió a ella.
-¿No te molesta el olor del ganado?- preguntó -Rachel, mi esposa, apenas pisa los establos- inquirió divertido, provocando la risa de la pareja.
-Estoy acostumbrada; mi padre fue durante algunos años el capataz de Killarney; y antes de eso tuvo su propio rancho-.
-Así que también entiende de este mundo- exclamó August. La joven se sonrojó, sonriendo de forma tímida.
-Tampoco mucho- le quitó importancia -era el trabajo de mi padre, y ahora lo es el de novio; sé que un rancho implica muchísimo trabajo, y conlleva un gran esfuerzo sacarlo adelante- contaba mientras apretaba ligeramente el brazo de su pareja.
Después de casi dos horas la visita concluyó. Se despidieron de los dueños, agradeciendo su tiempo y su amabilidad; Edward quedó en seguir en contacto para futuros negocios, ya que había visto unas reses en las que seguro, su padre estaría interesado en adquirir.
-La visita ha ido muy bien- exclamó contenta su pequeña, ya acomodados en un acogedor restaurante; dado que tenían libres casi dos días, decidieron hacer un poco de turismo por la zona -tu padre no pondrá muchas pegas en cuánto le cuentes y lea los informes-.
-Eso espero- suspiró éste, atrapando la pequeña mano de Bella y acariciando sus dedos -mi padre nunca había puesto tantas pegas a una sugerencia- le explicó -es perro viejo, y le cuesta adaptarse a los cambios- su pequeña meneó la cabeza, en desaprobación.
-Estoy segura de que en ésto te hará cambiar de opinión; es una buena idea Edward, que ayudará al rancho- el joven la miraba sonriendo -Emmet y Jake también te apoyan-.
-Tú me apoyas- la corrigió Edward -más que nadie -cualquier otra chica me hubiera mandado a la porra hace mucho- exclamó en broma; Bella rodó los ojos para sus adentros -creo que mis hermanos tienen razón... soy un poco gruñón-.
-Pero eres mi gruñón- contestó su pequeña, ganándose una sonrisa y un beso en los labios, que duró muy poco para su gusto, ya que el camarero interrumpió justo en ese instante para dejar sus platos frente a ellos.
Los días pasaron demasiado rápidos para la pareja, pero fueron inolvidables. Recorrieron la zona, descansaron, disfrutaron de su mutua compañía... era agradable de poder disfrutar el uno del otro, sin discusiones de por medio. Parecía que esos días habían borrado esa sombra de preocupación en los ojos de su novio, y esas orbes esmeraldas que tanto amaba lucían de nuevo alegres y felices.
En su visita a la fábrica, horas antes de coger el avión, y al igual que pasó el sábado en la granja, su pequeña estrellita permaneció en todo momento a su lado, haciendo incluso preguntas al gerente que los acompañó. Edward estaba sorprendido, nunca la había visto tan implicada en los asuntos que concernían al rancho, y sabía que ella lo hacía para apoyarle en este nuevo proyecto, para darle ánimos y estar a su lado.
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Al regreso de su periplo por Iowa, las cosas siguieron tranquilas; de nuevo los negocios y los estudios reclamaron casi la totalidad de atención de la pareja. Después de redactar el extenso informe, incluyendo un detallado presupuesto con las cantidades y precios a servir; una semana después Edward viajó a Hunstville, y cómo bien había predicho su pequeña, su padre se mostró sorprendido y complacido con lo que le contó.
Satisfecho y contento de que su padre y sus hermanos llegaran a un acuerdo acerca del cambio de alimentación, nada más volver a San Antonio abrazó y besó con efusividad a su novia, agradeciéndole su apoyo. Bella sonreía feliz mientras le escuchaba; esperaba que poco a poco, el joven ranchero se diera cuenta de que ella le apoyaría en todo, y que podía compartir sus preocupaciones con ella, fueran las que fueran.
Los días seguían pasando en el calendario; había veces que las semanas parecían interminables, y otras pasaban sin que apenas se diesen cuenta. Mayo había aparecido en todo su esplendor, y eso se tradujo en un constante goteo de viajes de Edward a Hunstville. Era la época del año en la que más trabajo había en los ranchos, y comprendió perfectamente a su novio, pidiéndole que estuviera tranquilo y que no se preocupara por eso.
Había fines de semana en los que ella le acompañaba, pero mayo también era un mes complicado para los universitarios. Ya habían salido las fechas de los exámenes finales, y era hora de ponerse manos a la obra con ello. De esta cuestión se quejaba una noche a Rosalie, que se puso con ella al teléfono cuándo se despidió de Esme; Edward hacía rato que había vuelto de Hunstville, y llevaba una hora profundamente dormido, preso del cansancio de los últimos días.
-En serio Rose, no sé si podré con ello- musitó frustrada.
-Tranquilízate, Bells- de seguro su cuñada estaría rodando los ojos -a todos nos pasa lo mismo el primer año de universidad; seguro que Nessie te habrá soltado el mismo sermón- indagó su cuñada, riendo levemente.
-Exactamente ha pronunciado las mismas palabras, hace dos doras- le sacó de dudas la joven castaña, con una mueca de fastidio cruzando su rostro.
-Lo hiciste maravillosamente bien en los parciales de febrero- le recordó Rosalie -apuesto a que te lo han repetido mil veces, y el primero cierto ranchero de pelo desordenado- sonrió a la mención de su novio.
-Es estupendo, me apoya en todo- le confesó, con la sonrisa bailando todavía en su rostro; su cuñada captó la ilusión en su tono de voz.
-Las cosas van mejor entre vosotros, ¿me equivoco?-.
-No te equivocas- contestó Bella de inmediato -las cosas han mejorado mucho; no siempre estamos de acuerdo en todo... per...- Rosalie interrumpió su frase.
-Cómo todos los matrimonios y parejas, Bella- le explicó con un suspiro -habéis pasado una mala época, no le des más vueltas; según nos contaste en tu última visita, todo seguía bien- la joven se había puesto al día con todas sus cuñadas en su última visita al rancho; sabían todo lo ocurrido, excepto lo que realmente sucedió con su lesión se muñeca.
-Y sigue bien- le dio la razón -no he vuelto a saber nada de Henry; y en cuánto a Edward, se va abriendo más, incluso creo que su carácter ha mejorado, ya no es tan gruñón- dijo ahogando una risa, que su cuñada no pudo reprimir.
Prosiguieron con la charla un buen rato, cambiando completamente de tema; justo en el momento en el que Rosalie le contaba la última travesura de Owen, que ya había desarrollado según su madre, el gen Cullen revoltoso, vio que tenía una llamada entrante. No reconoció el número, pero pensó que quizá pudiera ser para Edward, por asuntos laborales.
-Rose, hay otra llamada entrante; tengo que dejarte- se despidió, después de repetirle que la llamaría en cuánto pudiera, y pulsó la tecla.
-¿Diga?- preguntó con el ceño fruncido.
-Ehhh... hola; ¿es la residencia de Edward Cullen?- una voz masculina, que no conocía de nada salió del auricular.
-Es aquí- contestó ella -pero ahora mismo no se puede poner, ¿quiere que le deje algún recado?-.
-No se preocupe; soy Alec Tilerman, un antiguo compañero de Harvard- la joven hizo memoria, y al de pocos segundos dio con el nombre, ya que Edward le había hablado de su compañero de universidad -he llamado al rancho, y me han dado este número-.
-Edward me ha hablado de ti; soy Isabella, su novia- le aclaró -está durmiendo, ha llegado esta misma tarde de viaje; ¿quieres que lo despierte?-.
-No, por favor; sólo quería decirle que estoy en Dallas, y había pensado en acercarme a Hunstville para vernos- le explicó el joven.
-Podrías venir aquí, a San Antonio- le propuso ésta -estoy segura de que Edward estará contento de verte-.
-Entonces tranquila; mañana le llamaré y hablaremos; encantado de conocerte Isabella- se despidió; el joven era muy amable y simpático, tal y cómo le había contado su novio varias veces.
-Igualmente Alec, hasta pronto- se despidió ella también.
Tal y cómo Bella había predicho, a Edward le hizo mucha ilusión la llamada de su compañero de universidad, y no perdió el tiempo en invitarlo a cenar. Así que tres días después de la llamada, la joven por fin conocía al amigo de su novio. De la misma edad que Edward, no muy alto y rostro y carácter simpático. Vivía en Nueva York, y estaba de viaje de negocios por varias ciudades del estado de Texas.
Al venir un día entre semana, Edward sugirió que se acercara al apartamento para cenar y ponerse al día con sus respectivas vidas; aunque mantenían el contacto, no se veían con la frecuencia que querían.
-La cena estaba estupenda, cariño- la felicitó su novio, una vez dieron buena cuenta del postre.
-Cocinas de maravilla- se maravilló Alec.
-Gracias- exclamó, un poco sonrojada ante tanto halago -¿tomaréis café, verdad?- ambos jóvenes asintieron, de modo que fue un momento a la cocina, para volver al comedor dos minutos después, cargando una bandeja. Alec y Edward conversaban animadamente, y decidió dejarles a solas. Su novio frunció el ceño cuándo vio que se ponía a recoger la mesa.
-¿No quieres tomar café?- la joven negó con la cabeza, sonriendo.
-No me apetece mucho; además, creo que tenéis que poneros al día, así que aprovecharé y recogeré un poco por la cocina-.
-No cariño, siéntate con nosotros; yo te ayudo luego- le propuso éste, pero Bella negó de nuevo con la cabeza.
-Quédate Bella, todavía tengo que contarte los trapos sucios de tu novio en su época universitaria- le dijo Alec con voz de misterio, lo que arrancó las risas de ambos, y que las cejas de Edward se arquearan.
-No, en serio; recogeré un poco y luego vengo- por más que insistieron Bella se enfrascó en la cocina, sonriendo mientras le llegaban las risas procedentes del comedor.
Cuándo iba a regresar a por más platos, una frase que salió de la boca de Alec hizo que se detuviera en el pasillo, justo al lado de la puerta. Sabía que no estaba bien espiar conversaciones ajenas, pero no pudo evitar quedarse ahí parada.
-Bella es estupenda, Edward- oyó que le decía Alec.
-Sí que lo es- corroboró éste, sonriendo complacido.
-Y muy distinta a Jessica- añadió el joven rubio, conteniendo una mueca y ganándose un leve puñetazo en el hombro por parte de Edward -¿qué?- se frotó la zona golpeada -sabes que nunca terminé de tragarla, por muy buena que estuviera-.
-No eras el único- rodó los ojos su novio; iba a apostillar algo más, pero Alec le interrumpió.
-No te enfades, Edward; pero has tenido suerte, por encontrarla a ella- el joven volvió a sonreír, ante la nueva mención de su pequeña -reconozco que me sorprendí al conocerla, es muy joven-.
-Lo sé- le tranquilizó Edward, debido a la cara de disculpa que puso nada más decir la última frase.
-Me alegra que hayas rehecho tu vida- le felicitó su amigo -y la edad no tiene por qué ser un obstáculo, para nada-.
-Pero es complicado, a veces- Bella arrugó el ceño, escuchando muy interesada -a veces me sorprendo, y me pregunto qué hace conmigo- la mueca de Bella no se hizo esperar, pero no le dio demasiada importancia al comentario.
-Te quiere- se encogió de hombros Alec -y eso te debería bastar para darte cuenta-.
-Lo sé; te aseguro que ella ha tenido motivos más que sufiecientes para mandarme a paseo- de nuevo Bella rodó los ojos, mientras le escuchaba -a veces pienso que hubiera pasado si no la hubiera conocido...-.
-Eso no lo puedes saber, Edward -le interrumpió Alec ahora -debes olvidar el pasado, dejar de pensar en lo que pudo haber sido; podrías haberte casado con Jessica, podrías no haberte casado con ella, haber conocido a otra persona... ¿quién lo sabe?- hizo una pequeña pausa, para después continuar -sé que has superado lo de esa chica, sino no estarías con Bella- la mencionada se quedó parada, esperando la contestación de su novio.
-Superado lo tengo- contestó éste -amo a Bella, de eso no tengo dudas- la sonrisa emocionada surcó el rostro de la joven.
-Espero la invitación de boda, entonces- bromeó Alec.
-Eso todavía tardará un tiempo; ella es muy joven... y no quiero atarla a un matrimonio tan pronto- meditó Edward en voz alta; el corazón de Bella se contrajo por la pena al oír esas palabras
-¿Ella quiere casarse?- interrogó de vuelta el joven rubio. Edward afirmó con la cabeza, antes de responder, pero de nuevo Alec se adelantó -¿y tú?- la respiración se contuvo en los pulmones de la joven.
Edward suspiró, permaneciendo callado unos minutos, sopesando la respuesta -sabes que soy un hombre tradicional pasa esas cosas- le recordó; Alce hizo un gesto afirmativo -pero cómo te vuelvo a repetir, no quiero atarla tan pronto-.
-Un matrimonio no es atar a una persona, Edward- le recordó su amigo -y sé que Jessica al principio no quería casarse... pero al final aceptó- esa revelación dejó a Bella fuera de combate.
-Y ya ves cómo terminó el asunto...- esa respuesta de su novio hizo que el corazón de la joven se hiciera jirones en tan sólo unos segundo... ¿era posible que siguiera pensando que lo ocurrido con Jessica era culpa suya?... ¿en verdad Edward continuaba con eso... de que para ella era un capricho casarse con él?.
Derrotada y hundida se encerró en la cocina, sin querer seguir escuchando, y dónde sus lágrimas ya hicieron acto de presencia... jamás pensó que la sombra de Jessica iba a estar tan presente en su relación; si bien su novio no se negaba, había algo que no le dejaba seguir adelante con ello. Y no era la cuestión de querer casarse o no... el problema era que Edward seguía sin confiar y creer en sus sentimientos, y eso para ella era letal.
A lo lejos se oyeron las risas de ambos jóvenes, y supuso que habían cambiado radicalmente de tema. Se concentró en recoger a toda prisa, escondiendo su pena y sus lágrimas; lo único que quería era encerrarse y llorar, lo necesitaba. Tuvo que entretenerse en la cocina, limpiando varias veces los fogones para poder calmarse e ir a despedirse al salón aparentando tranquilidad.
-¿Has terminado, cariño?- le preguntó; su corazón se constriñó al oír ese apelativo cariñoso... pero el dolor que le habían causado sus palabras lo tiñeron de frustración y pena.
-Sí- consiguió decir, esbozando un atisbo de sonrisa -venía a despedirme, es tarde y mañana tengo clase- se excusó. Edward frunció el ceño, algo le pasaba a su pequeña estrellita, sus ojos estaban rojos y un poco hinchados.
-Es cierto, soy un desconsiderado- se disculpó Alec, haciendo un amago de levantarse -además, es tarde-.
-No, por favor- le detuvo la joven -quedaos vosotros y disfrutad-.
-¿Estás segura?- le preguntó su novio -¿Bella, te encuentras bien?-.
-Sí- susurró, con voz ahogada -sólo estoy cansada- haciendo un esfuerzo sobrehumano, se acercó a Alec, para despedirse de él -ha sido un placer conocerte-.
-Lo mismo para mi- contestó éste -le he dicho a Edward que en verano tenéis que venir a Nueva York, Melissa estará encantada de conocerte- dijo, aludiendo a su esposa.
-A mi también me gustaría; bueno chicos, que disfrutéis de la tertulia- la seca y corta despedida no dejó tranquilo al joven ranchero; pero cuándo iba a preguntarle de nuevo, Bella se dio la vuelta, desapareciendo rumbo a su habitación.
Allí, en la oscuridad, y una vez acurrucada en la cama, Bella descargó toda su frustración y rabia... todo este tiempo en el que ambos volvían a ser la enamorada pareja del rancho había sido un espejismo... y no sabía si podría recuperarse de esa nueva desilusión.
Agotada por el llanto, cayó en un pesado sueño... pero con una opresión rara y asfixiante en su pecho.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 38: Dolor
Después de una larga noche con un sueño pesado e intranquilo, la joven Isabella Swan intentaba ser lo más silenciosa que podía mientras se preparaba para ir a clase. De seguro Leah le preguntaría por sus ojos rojos e hinchados, y las manchas púrpuras que empezaban a aparecer por debajo de ellos. Edward no tardó mucho tiempo en reunirse con ella, pero la joven permaneció con los ojos cerrados al sentir su mano en el hombro, y su voz de terciopelo pronunciar su nombre en voz muy baja, hasta que dejó de insistir, con la creencia de que estaba profundamente dormida.
Respirando profundamente, tomó una fina rebeca gris del armario y se giró para enfrentar su imagen en el espejo; estudió con detenimiento su rostro, pero poco le importó la imagen que se reflejaba en él, eso se podía reparar... pero ya no sabía si su corazón volvería a latir alegre y feliz. Aunque cerró un momento los ojos, queriendo borrar todo lo que se veía en el espejo, no pudo contener la solitaria lágrima que surcó lentamente su mejilla.
Con un imperceptible suspiro abrió los ojos, para agarrar su cabello en una cola de caballo; mientras lo hacía, el reflejo del espejo le devolvió la imagen de Edward, profundamente dormido; no le extrañaba en absoluto que aún lo hiciera; eran apenas las siete de la mañana. Necesitaba despejar su mente y pasear, antes de entrar a clase a las nueve... necesitaba salir de esa casa, necesitaba estar sola.
Salió por la puerta después de dejarle una nota al lado de la cafetera, poniendo la excusa de que pasaría por la biblioteca antes de ir a clases. Mayo ya era un mes caluroso en el sur, pero aunque hacía una temperatura bastante agradable para ser la primera hora de la mañana, no se quitó la chaqueta; sentía escalofríos por todo el cuerpo.
Andando con pasos lentos y pesados, llegó al pequeño parque en el que sus amigas de San Antonio y ella se solían reunir, para escapar del agobio de la facultad. Sin tocar el café que se había comprado, cerró los ojos un momento, haciendo un esfuerzo por borrar la noche pasada; todas las palabras que habían salido de la boca de su novio la habían herido de una manera cómo nunca lo habían hecho.
Pero aparte de herirla, un sentimiento de derrota se estaba instalando en su pecho, y eso era lo que más le aterraba; parecía que Edward seguía anclado en el pasado... y contra eso ella no podía luchar. Nunca pensó que las heridas continuaran sangrando, y de esa manera. Tenía más que constatado y asumido que era muy distinta a Jessica, pero parecía que eso no era suficiente; nada de lo que había hecho hasta ahora era suficiente.
El sonido del móvil le devolvió a la realidad; al echar un vistazo a la pantalla y ver el nombre de su novio su pulso se disparó; tragando saliva ruidosamente se debatió entre cogerlo o no... pero por más que esperó unos minutos, la llamada paraba para volver a sonar, así que terminó por descolgar.
-Hola- susurró, haciendo un esfuerzo porque su voz sonara normal.
-Cariño, ¿dónde estás?- exclamó, preocupado. Sabía que su pequeña no estaba bien; ayer se retiró de manera apresurada, y sus ojos reflejaban tristeza. Pero cuándo Alec se marchó y él fue en su busca, ya estaba completamente dormida.
-Cómo te dije en la nota, he preferido pasarme ahora por la biblioteca- le explicó.
-La he visto, pero me ha extrañado que no me lo dijeras ayer- contestó el joven, no muy convencido .
-Perdona, se me pasaría- contestó de manera distraía Bella -es tarde, y tengo que ir a clase- se excusó; Edward sabía que algo pasaba, pocas veces estaba tan esquiva.
-¿Te encuentras bien?- interrogó, con visible preocupación en su voz -¿Bella, qué te ocurre?-.
-Nada- mintió lo mejor que pudo, pero sabía que era pésima en el tema -Edward, tengo que colgar; nos veremos luego-.
-Qué tengas una buena mañana... te quiero- se despidió el joven, completamente desconcertado. Oír esas palabras le provocó un nudo en la garganta, pero a la vez otra punzada de desolación en su pecho; de nuevo otra lágrima cayó por su mejilla, que rápidamente quitó con el dorso de su mano.
-Yo también- acertó a contestar, reprimiendo el sollozo y colgando rápido el teléfono.
Todavía tuvo que permanecer sentada unos minutos, tratando de controlar sus lágrimas; temía el interrogatorio de Leah, Cindy y Annie... no, definitivamente no podía ir a clase. Le mandó un mensaje a su morena amiga, y unos minutos después se levantó del banco, dejando que sus pies la guiaran por las calles de la ciudad, sin rumbo fijo.
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Edward paseaba cómo un león enjaulado por el salón; había ido a buscar a Bella a la universidad; se extrañó por la tardanza, y al ver a Leah se acercó a ella corriendo, preguntándole por su novia. Ésta abrió los ojos por la sorpresa, y le explicó el mensaje que le había mandado a primera hora de la mañana; el joven ranchero no entendía qué estaba ocurriendo; por sugerencia de Leah se acercó a la biblioteca, quizá había decidido quedarse ahí para estudiar... pero tampoco estaba allí. Llamaba a su móvil una y otra vez, pero lo único que conseguía era que le pasara directamente con el buzón de voz.
Desesperado, regresó a casa para coger el coche; recorrió todas y cada una de las calles que se abrían a su paso, pero nada. Volvió a hablar de nuevo con Leah, preguntándole si sabía algo de ella, pero nada; ésta lo intentó tranquilizar, pero ella también estaba muy nerviosa, y le sugirió ir a la policía, aunque ambos bien sabían que no harían nada hasta pasadas veinticuatro horas.
Se estaba volviendo loco; las manecillas del reloj ya pasaban de las siete de la tarde... ella salía de la universidad a la una, incluso había llamado a los hospitales, preguntando si había ingresado alguien que atendiera al nombre de Isabella Swan, y para su alivio no tenían constancia en ninguno de ellos... dios... dónde podría estar su pequeña, ¿le habría pasado algo?; no podía imaginarse lo que sería su vida si ella no estaba, simplemente no podía... ella era una parte vital de su corazón, sin ella no podía vivir.
Preso de los nervios, justo cuándo tomaba las llaves del coche para volver a buscarla, la cerradura de la puerta principal giró de manera lenta. Su corazón se paralizó, al igual que todo su cuerpo, al ver a su pequeña entrar con pasos cautelosos y lentos al salón. Apenas levantaba sus ojos del suelo, no podía enfrentarlo.
-Hola- susurró prácticamente en voz baja. En ese momento su novio reaccionó, corriendo a su lado y estrechándola contra su pecho.
-Bella, Bella, Bella...- no cesaba de repetir su nombre; la joven se limitó a cerrar los ojos, envolviendo su cintura tímidamente. Aún con todo lo ocurrido, y sin saber qué iba a ser de ellos, los brazos de Edward eran su refugio -dios, cariño; ¿estás bien?- le preguntó antes de separarse lo suficiente para poder tomar su rostro entre sus manos y acercar sus labios a los suyos, besándola de manera desesperada.
Puede que estuviera siendo un poco sobreprotector y paranoico, pero la angustia y la desesperación que había experimentado las pasadas seis horas había sido superior a él; dejó de importarle el resto del mundo cuándo la vio atravesar la puerta de casa, y durante unos minutos se deleitó con la suavidad y calidez de sus labios; pero su novia rompió demasiado pronto el beso, incluso se dio cuenta de que no le correspondía de la misma manera.
-¿Qué te pasa?; desde ayer estás muy rara- le dijo éste, estudiando con cuidado su rostro; los ojos hinchados y rojos la delataban. Bella, que había permanecido en silencio, trataba de encontrar las palabras adecuadas; había pasado todo el día paseando y pensando... pensando muchas cosas, y buscando la forma de enfrentar a Edward sin que las cosas resultaran desastrosas para la pareja -he ido a buscarte a la salida, y al no verte le pregunté a Leah- le sorprendían las palabra de su novio; venía preparada para una monumental bronca, pero también era consciente, al ver su actitud, de que le había hecho pasar unas horas muy angustiosas.
-Lo siento- susurró, con los ojos bañados en lágrimas -se agotó la batería de móvil, y no...yo...- el joven se asustó al ver su llanto, y rápidamente la atrajo de nuevo hacia su pecho, dejando suaves y pequeños besos en su cabeza.
-Tranquila cariño, ya estás en casa... - pero de nuevo su pequeña se apartó con sutileza de su abrazo, dejando al joven desconcertado por su actitud.
-Voy a llamar a Leah, estará preocupada- se metió a su habitación, permaneciendo encerrada veinte minutos, que al joven se le hicieron interminables.
Por todos los santos, ¿qué estaba ocurriendo?; ¿acaso ese impresentable de Henry se le había vuelto a acercar?... no entendía nada, Bella nunca se había comportado así, y su mutismo le estaba volviendo loco. Pero antes de empezar a sacar conclusiones, decidió esperar pacientemente a que ella colgara el teléfono.
Con mucha cautela llamó con suavidad a la puerta, en el momento en que se dejaron de escuchar ruidos. No obtuvo respuesta... pero sus nervios se empezaban a alterar, así que sin poder aguantarlo más, abrió lentamente la puerta. La imagen que enfocaron sus ojos hizo que su corazón se encogiera de dolor. Su pequeña estaba tendida en la cama, acurrucada en posición fetal... y llorando en silencio.
-Bella...- murmuró, rodeando la cama y sentándose frente a ella -por favor cariño... dime algo- le imploró, acariciando su pelo con ternura -¿por qué lloras, alguien te ha hecho daño?- era increíble cómo su tacto podía relajar su cuerpo, pero tenia que tranquilizarse ante de poder decir algo coherente.
-Sólo necesitaba pensar- murmuró con voz temblorosa, y alzando su vista para ver a Edward -no quería preocuparos así... lo siento mucho- su voz se quebró, y las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos. La reacción de su novio fue rodearla de nuevo con sus brazos.
-Ya mi amor... cálmate; sólo estábamos preocupados por ti- le recordó -si te hubiera pasado algo, yo...- el joven dejó la frase inconclusa -pero quiero que me cuentes qué te ocurre, y no me digas que nada, porque sé que desde ayer estás muy rara- Bella suspiró, pero si seguía entre sus brazos no sería capaz de pronunciar palabra alguna. Lentamente se deshizo de su agarre, quedando sentada y apoyada en el cabecero.
-Llevo todo el día pensando... pensando en ésto- hizo un gesto, señalando a ambos; el joven la miró sin entender, y cómo a su novia no se ocurría otra explicación mejor, decidió confesar la verdad -ayer, mientras volvía de la cocina, os escuché hablar a Alec y a ti-.
Edward permanecía callado, pero su ceño se frunció al escuchar sus palabras; Bella no era de las personas que espiaban conversaciones ajenas.
-¿Y exactamente, qué escuchaste?- le preguntó, con el tono de voz un poco serio.
-Qué importan las palabras exactas, Edward...- murmuró la joven, en un suspiro -sigues sin creer en mis sentimientos, y sig...-.
-Eso no es cierto, y lo sabes- contraatacó su novio, con tono de voz sereno pero firme. En ese momento algo explotó en el interior de la joven; toda la rabia y frustración de las horas pasadas, del día de ayer... todas las discusiones de los últimos meses se arremolinaron en su cabeza, creando un huracán de furia. Con un movimiento rápido se levantó, quedando de pie frente a él.
-¡Lo único que sé es que parece que sigues enamorado de ella!- gritó, con la cara de nuevo llena de lágrimas -sé que te afectó lo que pasó, pero yo no soy ella... ¡no lo soy!- volvió a chillar.
-¿Cómo puedes insinuar que sigo enamorado de ella?- le reclamó, dolido y alucinado por lo que estaba escuchando -sé que estos meses lo hemos pasado mal... per...-.
-¡Por supuesto que lo he pasado mal!- exclamó -eres muy joven, no quiero casarme contigo, puedes conocer a alguien más acorde con tu edad..- imitó su voz y los gestos; su novio la escuchaba con atención, y también distinguía el dolor por debajo de ese tono furioso.
¿Acaso le había dado esa impresión?; ¿después de lo que costó admitir sus sentimientos por ella?... meneando la cabeza de manera frustrada, por fin habló.
-Bella..- lentamente se levantó , quedando frente a ella -no siento nada por Jessica, nada...- le aseguró lentamente, sin levantar el tono de voz -y nunca he dicho que no quiera casarme contigo- aclaró.
-Pues lo parece... la sombra de Jessica planea sobre nosotros; y no puedo evitar sentirme comparada con ella- susurró ella, con dolor -te he apoyado, y he intentado estar a tu lado... intentar que ésto funcione- esas palabras se estaban clavando en el corazón de Edward, pero más lo hacía el dolor de su pequeña estrellita.
-Sólo quería hacer lo correcto para nosotros... lo correcto para ti- le explicó, con un deje indescifrable -pero parece que no lo he hecho bien- Bella se quedó quieta, mirándole fijamente -sólo quería que Charlie se sintiera orgulloso de su pequeña Isabella, que creciera feliz, que disfrutase de la vida...- enumeró, bajando la voz.
-¿Por qué crees que no disfruto de mi vida?- le interrogó Bella -sé que soy joven, y a ojos de mucha gente puedo parecer una niña... pero sé lo que quiero- el joven la interrumpió, acercándose a ella y tomando su cara con ambas manos.
-Claro que no eres una niña- le contradijo -eres más fuerte y valiente que la mayoría de las personas que conozco, y todo lo que has luchado en tu vida te ha hecho madurar más rápido- le partía el corazón ver los ojos de su pequeña derramar lágrimas... y por todo el dolor y rabia que destilaban sus palabras anteriores, sabía que él era el causante de ellas.
En ese momento se dio cuenta de la interpretación que ella había dado a sus palabras de la noche pasada... y su actitud equivocada de todos estos meses; creía estar haciendo lo correcto, pero no había tenido en cuenta los deseos de su pequeña... y todos esos ridículos miedos que habían habitado en él habían desembocado en que su estrellita creía que no la quería, y eso era algo que había calado en él. El dolor de hace tan sólo unas horas, con Bella desaparecida... no quería volver a pasar por eso, simplemente no podía.
-Edward... yo... yo no sé que más puedo hacer, estoy cansada...- le dijo ella, en un susurro ahogado.
-No tienes que hacer nada, Bella; le corrigió Edward -la culpa es mía... y el que pienses que yo sigo enamorado de Jessica lo demuestra-.
-Edward, sé que me quieres... quizá esas no hayan sido las palabras acertadas, per...- de nuevo la interrumpió.
-Tengo un miedo atroz a perderte, Bella- le confesó de nuevo -no digo que lo de Jessica fuera culpa mía, pero puede que tanto ella cómo yo cometiéramos errores que terminaron mal... y contigo- dejó de acariciar sus mejillas, para tomar sus manos -simplemente quería hacer lo correcto, pero está claro que lo he estropeado todo- ella lo miró sin entender -y todo por mis estúpidas creencias y miedos... pero si hay una cosa cierta, y es que te amo, más que a mi propia vida-.
-Edward...- atinó a pronunciar su nombre -¿y si ésto no funciona?- le preguntó, aferrándose a él con todas sus fuerzas, cómo si el joven fuera a desaparecer de su lado de un momento a otro.
-No digas eso Bella... vamos a arreglarlo, sea cómo sea vamos a superar ésto- le intentaba consolar éste, abrazando con fuerza a su pequeña.
No podrían decir exactamente el tiempo que ambos permanecieron abrazados, pudieron ser segundos, minutos, horas... habían creado una burbuja alrededor suyo, pero que ambos tuvieron que romper, para tomar una dolorosa pero necesaria decisión.
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Dos días después de esa noche, que tanto Bella y Edward desearían borrar de sus vidas, la joven se abrazaba con desesperación a su novio.
-Edward, no tienes que marcharte- le suplicó de nuevo.
-Debo hacerlo, cariño- le recordó -hay mucho trabajo en el rancho... y no quiero que mi presencia te impida concentrarte en los exámenes- al ver el silencio de su pequeña, siguió hablando -sólo serán dos semanas... y ambos tendremos tiempo suficiente para pensar en todo lo que ha pasado, y para que tomes la decisión que creas oportuna- le explicaba, intentado poner buena cara. Tanto Bella como él sabían que el rancho se las podían arreglar sin Edward... pero quizá fuera lo mejor.
Habían pasado esos dos días hablando, fue necesario hacerlo. Edward le había explicado varias cosas que ella no entendía, muchas de ellas detalles relacionados en su relación con Jessica. Se sorprendió al saber que ella y Edward habían pasado por momentos muy complicados; para Bella, el problema residía en dos partes fundamentales.
Por un lado, a Jessica no le gustaba que su prometido se pasara la vida metido en un rancho; su egoísmo era tal que hasta una vez le insinuó que quizá estuviera bien si el negocio hubiera llegado a ser exclusivamente suyo. Por supuesto, eso había enfurecido a Edward en aquella época, ya que la familia era uno de los valores en los que se sostenía el clan Cullen. Tampoco le gustaba vivir dentro de los límites del rancho; de hecho, una vez Edward la convenció para que aceptara su anillo, estuvo a punto de alquilar un apartamento en el centro de Hunstville.
Por el relato de su novio, supo que le había rechazado innumerables veces, alegando que ella no valía para pasarse la vida encerrada en un rancho, oliendo a vaca y a estiércol todo el tiempo... pero el joven, cegado por ella desde que eran unos adolescentes, se lo pidió una y mil veces; también captó al momento las intenciones de la que pudo haber sido la señora Cullen, no trabajar y aprovechar todo el dinero que generaba eso que ella tanto odiaba, el rancho. Bella sólo llegó a una conclusión, lo cínica y falsa que era.
Y otro punto, y no vemos importante... los celos y la posesividad del joven ranchero. Bella sabía que eso formaba parte de su carácter, pero era algo que había sobrepasado a Edward cuándo explotó el asunto de Henry. Por lo que pudo sacar de ese relato también, a Jessica le gustaba mucho las fiestas y la vida social... y el coqueteo con los hombres. Ella lo escuchó atentamente, y Edward supo apreciar la diferencia entre Jessica y ella, ya que menos esa vez en el baile, la noche en la que se declaró, habían ido a fiestas y reuniones y nunca jamás le había impedido hablar con nadie... pero aparte de eso había una gran diferencia entre ellas: esta chica se metía en camas ajenas, cosa de la que su novio se enteró tarde y de la peor manera posible, dándose de bruces con la realidad.
Hasta esa noche en la que encontró a su prometida en la cama con Mike Newton, y la venda cayó de sus ojos, él había tratado por todas las maneras posibles de salvar esa relación; pero al menos, parecía que él se había convencido que no fue culpa suya él que Jessica fuera de cama en cama, y que aunque él a veces la presionara y agobiara, ese no era motivo para hacer lo que hizo.
De ahí la joven castaña entendió a la percepción esa frase que le repitió constantemente hace dos noches... quería hacer las cosas bien para ella, para ellos. El joven se tomó su tiempo también, escuchando a su pequeña... maldiciéndose para sus adentros todo el dolor que le había causado; si tan sólo se hubiera dado cuenta, sin estar cegado por esos celos y miedos... ella no era Jessica, ella le apoyaba en todo, le aconsejaba, le escuchaba, soportaba su agrio carácter y su protección, a veces excesiva, pero que la joven aceptaba, ya que él era así y no lo podía remediar; y lo que con Jessica le costó sudor y lágrimas conseguir, su pequeña se lo ofrecía, y siempre con una sonrisa para él, con una palabra de aliento... ¿cómo había podido estar tan cerrado en banda, pensado que ella podría irse con otro hombre, más acorde con su edad?... no debía tener miedo, ella le había estado mostrando, día a día, que iba a estar a su lado.
Pero quizá fuera demasiado tarde, y el temor a perderla era inmenso, aterrador... pero en el fondo se lo merecía; por eso, y dado que Bella empezaba sus exámenes, decidió dejarle su espacio. Sabía que si él merodeaba por ahí no se concentraría, y ella podría pensar en todo lo que tenía en su cabeza. Y aunque su pequeña al principio se negó en redondo, señal que le daba una ligera esperanza, él también necesitaba pensar... pensar en una manera de solucionar ésto, y de ver otra vez la sonrisa que le había devuelto vida a su corazón.
El silencio volvió a predominar mientras duraba el abrazo de la joven pareja. Aunque sabía que Edward la llamaría todos los días, no se quedaba del todo tranquila. Después de unos tediosos minutos, el joven volvió a tomar la palabra.
-Lamento mucho que las cosas hayan llegado a este punto, Bella- le dijo otra vez.
-No lo sientas Edward; creías que era lo mejor... yo lamento haberte agobiado tanto con el tema de la boda... me gustaba cómo sonaba eso de ser la futura señora Cullen- se disculpó, con voz pesarosa. El joven sonrió con tristeza, murmurando en su oído.
-Siempre fuiste la futura señora Cullen... sólo que yo pensaba que eso estaba muy lejano todavía- ella se separó, para encarar sus ojos; esos océanos verdes en los que se evadía del mundo lucían tristes y apagados -tengo que irme cariño, sino se me hará de noche- le dijo, con voz suave.
-Claro- asintió la joven, esbozando una sonrisa de tristeza -llámame en cuánto llegues- le volvió a repetir.
-Tranquila por eso- le aseguró, antes de dejar un pequeño y delicado beso en su frente -cuídate mucho-.
-Tú también, por favor- Edward sonrió ante la frase de su pequeña.
Pero nada más cerrar el joven la puerta tras de sí, apoyó su espalda en ella, descargando de nuevo una cascada de lágrimas que ya no creía tener... un sollozo desalentador brotó del interior de su pecho a la vez que sus piernas la traicionaban. Resbaló hasta quedar sentada en el suelo, con las rodillas pegadas a su pecho y escondiendo su cara entre sus manos.
-Te quiero...- susurró a la soledad de su apartamento, con la nula esperanza de que llegara a oídos de su ranchero.
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Las cosas no fueron fáciles para el joven Edward Cullen. Toda su familia se sorprendió de su llegada, ya que no les había avisado de que iría a ayudar. Trató de poner su mejor máscara, pero por dentro su alma y su corazón morían... y la cura para todo eso se encontraba en San Antonio.
Pero según fueron pasando los días, y aunque hablaba con su pequeña estrellita todos los días, sus esperanzas de que ella pudiera perdonarlo, y volver a ser lo que eran se desvanecían. Por un lado evitaban todo lo posible hablar del tema, y por otro no quería molestarla; ella ahora se debía a sus exámenes, y por lo que le había relatado uno de los días, el primero que tuvo le había salido muy mal... y sabía que eso era por su culpa, y por toda la situación que los envolvía.
Todas las tardes se perdía, a lomos de Concord, por las extensas tierras del rancho... y siempre terminaba en el mismo lugar; el lugar dónde él admitió, hace más de un año, lo que esa joven de apenas diecinueve años le provocaba; el lugar dónde esa noche le abrió su corazón y le ofreció su amor... el mágico lugar bajo las estrellas dónde ellos fueron un único ser...
Y allí se lamentaba en silencio, evocando todos y cada uno de los momentos que habían vivido: recordó la opresión rara que sintió en el pecho la primera vez que la vio, franqueada por su padre y Esme cuándo la sacaron de casa de su abuela, en Forks... sonreía melancólico al recordar cómo siempre se adelantaba a la hora de las comidas, para poder observarla en silencio unos minutos antes... también evocaba, enfadado consigo mismo, las malas contestaciones que le dio durante sus primeros meses de estancia allí... su risa cuándo escuchaba alguna broma de sus hermanos... la vez que se emborrachó, durante la despedida de soltera de Nessie, estaba tan graciosa... eran sus más preciados recuerdos, y los atesoraba muy dentro de él, cómo si lo que fuera a quedar de su pequeña estrellita simplemente fueran recuerdos.
La desesperación por no estar a su lado, sumada a la frustración que bullía en su mente, ya que según él, no daba con ninguna solución para que Bella le perdonara, hizo que ese carácter huraño y solitario regresara en todo su esplendor. Toda la familia se dio cuenta de que algo había pasado... hasta Sam y los peones notaron la vuelta de ese ranchero solitario y malhumorado.
-¿Qué diantres le pasa a Edward?- masculló Jake, una semana después de que llegara Edward a Hunstville. Estaba en el establo con sus hermanos; Nessie revisaba a varias de las reses, mientras que Alice tomaba meticulosa nota de todo lo que ella iba diciendo. Rose estaba apoyada al otro lado de la valla, desde dónde el pequeño Owen miraba con atención a los animales.
-Está muy raro- concordó Emmet, cruzándose de brazos, en un gesto pensativo.
-E inaguantable- rodó los ojos Jasper -ayer le tuve que parar los pies, le gritaba a Seth de una manera que no era normal-.
-Yo apuesto a que se ha peleado con Bella- exclamó Nessie, que se acercaba al pequeño grupo, acompañada de Alice.
-Es muy posible- añadió Emmet.
-Es cómo si el Edward cerrado y distante hubiese vuelto- musitó Rosalie, en voz alta. Aunque su castaña cuñada les había comentado los problemas que habían tenido, ahora parecía que las cosas estaban calmadas... al menos ellas no sabían nada nuevo.
-Ayer lo estuve comentando con Esme, está muy preocupada- dijo Alice, poniéndose al lado de Jasper y pasando un brazo por su cintura, gesto que el joven devolvió.
-Papá también se ha dado cuenta- habló ahora Jake -ayer me preguntó si sabía qué le ocurría-.
-¿Seguro que Bella no os ha dicho nada?- las chicas negaron con la cabeza a la pregunta de Emmet.
-Yo hablé con ella hace tres días- empezó a relatar Alice -sí es cierto que no la noté muy animada, pero lo achaqué a los nervios por los exámenes-.
-Pues a mi me parece muy raro que no haya venido el fin de semana- meditaba Emmet en voz alta.
-Está de exámenes, Em- rodó los ojos Rosalie, aludiendo a las palabras de la joven morena. Pero Jasper permanecía callado, analizando para sus adentros; conocía lo suficiente a su hermano pequeño cómo para saber qué algo había pasado... algo que para él, sin duda, tenía que ver con Bella.
-Pues yo creo que aquí pasa algo- dijo Nessie -¿os habéis fijado en su mirada?; está llena de tristeza, y apenas sonríe-.
-Cierto- concordó su marido -tenemos que hablar con él-.
-¿Olvidas que tu hermano no es muy dado a compartir sus problemas?- le recordó Emmet con una mueca desaprobatoria -no nos va a contar nada, y lo sabéis de sobra-.
-¿Quién no va a contar nada?- todos se giraron sobresaltados al escuchar la voz interrogante de Edward, que se acercaba al grupo. Saludó con un pequeño gesto de cabeza, y el saludo más cariñoso se lo llevó su pequeño sobrino, que ajeno a los problemas adultos, seguía con la atención puesta a los animales.
-¿Cómo está Bella?- Jasper fue directo al grano, ante el ruedo de ojos de Emmet y las mirada de cautela de las chicas.
-Bien- se encogió de hombros e ignorando la sacudida que su corazón sufrió, al escuchar ese nombre.
-¿Va a venir el fin de semana?- saltó Jake, con voz despreocupada, pero analizando atentamente a su hermano.
-No creo que venga antes de que termine los exámenes, tiene que estudiar- le recordó, serio pero sin deje de enfado en su voz.
-¿Pero ella está bien?- siguió preguntando Alice -hablé con ella, y la noté rara- el ranchero de pelo cobrizo siseó para sus adentros... definitivamente en esa casa no había intimidad.
-¿Qué es ésto, un interrogatorio?- le devolvió la pregunta, a modo de respuesta, ya visiblemente molesto.
-Relájate- le advirtió Japser, que no le gustó para nada ese tono que había usado con su novia.
Edward se pasó la mano por su cara, desesperado y cabreado consigo mismo; pero nadie tenía la culpa de lo sucedido, y sabía que esas no eran formas de contestar a nadie.
-Disculpa, Alice- musitó, apesadumbrado -no tengo un buen día-.
-Yo diría que no has tenido un buen día... desde que llegaste, hace exactamente una semana- apostilló Jake -¿qué te ocurre, Edward?-.
-Estás ausente, y triste; Carlisle y Esme se han dado cuenta también- intervino Nessie, con cautela. El gesto de Edward fue desviar la mirada, para contestar después.
-Simplemente estoy cansado- se disculpó.
-Pues tu cansancio no es para pagarlo con Seth- le medio reprochó Jasper.
-Y ya me disculpé por eso- exclamó Edward, mirándole con una ceja arqueada. Rosalie, que se había mantenido callada hasta el momento, habló.
-¿Te has peleado con Bella, me equivoco?- seis pares de ojos giraron en su dirección, esperando una respuesta por parte del joven.
-Eso no os incumbe- fue su esclarecedora respuesta.
-Nos incumbe cuándo te vemos vagar por las esquinas cómo alma en pena- se metió Nessie.
-Estás peor que en la época que pasaste a causa de ya sabes quién- rodó los ojos Emmet.
-¿Qué ha ocurrido?- interrogó Jake, de manera precavida -necesitas desahogarte, y lo sabes- añadió.
El suspiro frustrado que salió de los labios de Edward se pudo oír a lo largo y ancho de todo el establo. Sabía que las intenciones de sus hermanos eran buenas, y puede que en verdad, necesitara hablar con alguien.
-Ocurre que soy un completo imbécil- murmuró, enfadado consigo mismo.
-No será para tanto- le restó importancia Jasper -todas las parejas tienen sus diferencias- pero la mirada que me dedicó Edward hizo que su ceño se frunciera... la cosa no era tan simple.
Derrotado y con el ánimo por los suelos, les relató sus últimos meses de convivencia en San Antonio, y todos y cada uno de los errores que había cometido con su pequeña. Las tres parejas le escuchaban con atención y sorpresa; las chicas no hacían más que recordar en sus mentes las palabras de Bella, del último fin de semana que estuvo en el rancho.
-Joder- exclamó Jasper, rodando los ojos, una vez que su hermano terminó de hablar.
-Has metido la pata hasta el fondo- suspiró Emmet, negando con la cabeza.
-Totalmente- afirmó Jake, mirando a su hermano y cruzándose de brazos -¿cómo has podido dudar de ella de esa manera?- le reclamó.
-¿Y crees que no lo sé?- alzó ligeramente la voz el aludido - no dudé de sus sentimeintso, ya se lo expliqué; pero no hay un maldito día que no me culpe por ello... y no la culparía si decide que ya no quiere estar conmigo... ni casarse- ésto último lo dijo casi para sus adentros, pero llegó a oídos de uno de los hermanos.
-Pues yo, en parte- puntualizó Nessie -comprendo su postura... aunque se haya equivocado en algunas cosas- dijo, en un intento por consolar a su cuñado pequeño.
-¿Qué vas a hacer?- le interrogó Jake, de manera seria -porque imagino que estarás estrujándote los sesos para arreglar ésto-.
-No hago otra cosa- refutó Edward -pero no sé si ésto se arregla con otra charla y promesas a largo plazo... la estoy perdiendo, o puede que ya la haya perdido-.
Los siete permanecieron unos minutos en silencio, sin atreverse a decir algo que pudiera mortificarle más. Sus hermanos nunca le habían visto tan derrotado y hundido... estaba enamorado de ella hasta las trancas; ni siquiera en sus peores épocas con la innombrable le habían visto de esa manera. Los pensamientos de las chicas estaban con la joven castaña, sufriendo en la distancia con ella.
-¿Por qué no le das una sorpresa que no pueda olvidar?- sugirió Alice – prepárale algo especial, y que vea todo lo que ella significa para ti-.
-¿Cómo cual?- preguntó Edward -demasiadas promesas he roto ya...- se agarró el puente de la nariz con los dedos.
-Regálale algo inolvidable- propuso Emmet -un viaje, una joya... no sé-.
-Sabes que Bella no comulga con ese tipo de cosas- le recordó Nessie, lo que fue acompañado por una mirada significativa de Edward, corroborando sus palabras. Pero Jasper, que había permanecido callado durante el debate de la sorpresa, empezó a darle vueltas a una palabra que había dicho antes su hermano, y aunque había pasado desapercibida para el resto, si había llegado a sus oídos. Al segundo desechó la ocurrencia de su mente... era un auténtica locura... ¿o no?; después de unos minutos de echar cálculos mentales, al fin le dejaron hablar.
-Centrémonos- pidió al grupo, que seguía proponiendo soluciones -¿qué es lo que más ilusión le haría a Bella?- todos quedaron callados unos segundos, hasta que los ojos de las chicas se abrieron por la sorpresa.
-No te sigo- frunció el ceño Jake, al igual que Emmet. Edward permanecía con una ceja alzada, sin entender a dónde quería llegar.
-Piensa un poco, Edward- le pidió su rubio hermano... y efectivamente, adivinó.
-¿Y de qué serviría?- exclamó, con una inmensa tristeza -se va a negar en redondo, y más después de lo que ha pasado estos últimos días- Jake y Emmet por fin captaron por dónde iban los tiros.
-Entonces tendrás que arriesgarte, y saltarte la manera tradicional- los ojos de Edward se salieron de sus órbitas.
-¡Estás loco!- medio chilló -eso la espantaría, y lo sabes-.
-Créeme Edward; te ama tanto o más de lo que tú la amas a ella- le dijo Rose, a modo de explicación, y absolutamente encantada con la idea, al igual que sus cuñadas.
-No se va a negar- apostilló Alice, a lo que Nessie asintió con la cabeza.
-Es una locura, y un riesgo muy grand...- Jasper le interrumpió.
-Un riesgo que tendrás que enfrentar, dejando atrás esas inseguridades-.
La cabeza de Edward parecía un polvorín a punto de explotar; era una locura... pero... ¿y si sus hermanos tenían razón?; era la última baza que tenía para no perder a su pequeña... hacerla feliz, de una buena vez. Él mismo había vivido un auténtico infierno la fatídica tarde de la discusión, creyendo por un pequeño espacio de tiempo que no volvería a verla. Y sabía que su padre se negaría en redondo.
Pero de nuevo se llevó la sorpresa cuándo, horas después, su padre terminó por aceptar la sorpresa para su pequeña. Le previno los riesgos que corría, pero admiró la valentía de su hijo pequeño, y al igual que Esme, echaría una mano en lo que hiciera falta... todo era poco, su hijo se jugaba todo a una carta... y ésto tenía que salir bien.
Después de una larga noche con un sueño pesado e intranquilo, la joven Isabella Swan intentaba ser lo más silenciosa que podía mientras se preparaba para ir a clase. De seguro Leah le preguntaría por sus ojos rojos e hinchados, y las manchas púrpuras que empezaban a aparecer por debajo de ellos. Edward no tardó mucho tiempo en reunirse con ella, pero la joven permaneció con los ojos cerrados al sentir su mano en el hombro, y su voz de terciopelo pronunciar su nombre en voz muy baja, hasta que dejó de insistir, con la creencia de que estaba profundamente dormida.
Respirando profundamente, tomó una fina rebeca gris del armario y se giró para enfrentar su imagen en el espejo; estudió con detenimiento su rostro, pero poco le importó la imagen que se reflejaba en él, eso se podía reparar... pero ya no sabía si su corazón volvería a latir alegre y feliz. Aunque cerró un momento los ojos, queriendo borrar todo lo que se veía en el espejo, no pudo contener la solitaria lágrima que surcó lentamente su mejilla.
Con un imperceptible suspiro abrió los ojos, para agarrar su cabello en una cola de caballo; mientras lo hacía, el reflejo del espejo le devolvió la imagen de Edward, profundamente dormido; no le extrañaba en absoluto que aún lo hiciera; eran apenas las siete de la mañana. Necesitaba despejar su mente y pasear, antes de entrar a clase a las nueve... necesitaba salir de esa casa, necesitaba estar sola.
Salió por la puerta después de dejarle una nota al lado de la cafetera, poniendo la excusa de que pasaría por la biblioteca antes de ir a clases. Mayo ya era un mes caluroso en el sur, pero aunque hacía una temperatura bastante agradable para ser la primera hora de la mañana, no se quitó la chaqueta; sentía escalofríos por todo el cuerpo.
Andando con pasos lentos y pesados, llegó al pequeño parque en el que sus amigas de San Antonio y ella se solían reunir, para escapar del agobio de la facultad. Sin tocar el café que se había comprado, cerró los ojos un momento, haciendo un esfuerzo por borrar la noche pasada; todas las palabras que habían salido de la boca de su novio la habían herido de una manera cómo nunca lo habían hecho.
Pero aparte de herirla, un sentimiento de derrota se estaba instalando en su pecho, y eso era lo que más le aterraba; parecía que Edward seguía anclado en el pasado... y contra eso ella no podía luchar. Nunca pensó que las heridas continuaran sangrando, y de esa manera. Tenía más que constatado y asumido que era muy distinta a Jessica, pero parecía que eso no era suficiente; nada de lo que había hecho hasta ahora era suficiente.
El sonido del móvil le devolvió a la realidad; al echar un vistazo a la pantalla y ver el nombre de su novio su pulso se disparó; tragando saliva ruidosamente se debatió entre cogerlo o no... pero por más que esperó unos minutos, la llamada paraba para volver a sonar, así que terminó por descolgar.
-Hola- susurró, haciendo un esfuerzo porque su voz sonara normal.
-Cariño, ¿dónde estás?- exclamó, preocupado. Sabía que su pequeña no estaba bien; ayer se retiró de manera apresurada, y sus ojos reflejaban tristeza. Pero cuándo Alec se marchó y él fue en su busca, ya estaba completamente dormida.
-Cómo te dije en la nota, he preferido pasarme ahora por la biblioteca- le explicó.
-La he visto, pero me ha extrañado que no me lo dijeras ayer- contestó el joven, no muy convencido .
-Perdona, se me pasaría- contestó de manera distraía Bella -es tarde, y tengo que ir a clase- se excusó; Edward sabía que algo pasaba, pocas veces estaba tan esquiva.
-¿Te encuentras bien?- interrogó, con visible preocupación en su voz -¿Bella, qué te ocurre?-.
-Nada- mintió lo mejor que pudo, pero sabía que era pésima en el tema -Edward, tengo que colgar; nos veremos luego-.
-Qué tengas una buena mañana... te quiero- se despidió el joven, completamente desconcertado. Oír esas palabras le provocó un nudo en la garganta, pero a la vez otra punzada de desolación en su pecho; de nuevo otra lágrima cayó por su mejilla, que rápidamente quitó con el dorso de su mano.
-Yo también- acertó a contestar, reprimiendo el sollozo y colgando rápido el teléfono.
Todavía tuvo que permanecer sentada unos minutos, tratando de controlar sus lágrimas; temía el interrogatorio de Leah, Cindy y Annie... no, definitivamente no podía ir a clase. Le mandó un mensaje a su morena amiga, y unos minutos después se levantó del banco, dejando que sus pies la guiaran por las calles de la ciudad, sin rumbo fijo.
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Edward paseaba cómo un león enjaulado por el salón; había ido a buscar a Bella a la universidad; se extrañó por la tardanza, y al ver a Leah se acercó a ella corriendo, preguntándole por su novia. Ésta abrió los ojos por la sorpresa, y le explicó el mensaje que le había mandado a primera hora de la mañana; el joven ranchero no entendía qué estaba ocurriendo; por sugerencia de Leah se acercó a la biblioteca, quizá había decidido quedarse ahí para estudiar... pero tampoco estaba allí. Llamaba a su móvil una y otra vez, pero lo único que conseguía era que le pasara directamente con el buzón de voz.
Desesperado, regresó a casa para coger el coche; recorrió todas y cada una de las calles que se abrían a su paso, pero nada. Volvió a hablar de nuevo con Leah, preguntándole si sabía algo de ella, pero nada; ésta lo intentó tranquilizar, pero ella también estaba muy nerviosa, y le sugirió ir a la policía, aunque ambos bien sabían que no harían nada hasta pasadas veinticuatro horas.
Se estaba volviendo loco; las manecillas del reloj ya pasaban de las siete de la tarde... ella salía de la universidad a la una, incluso había llamado a los hospitales, preguntando si había ingresado alguien que atendiera al nombre de Isabella Swan, y para su alivio no tenían constancia en ninguno de ellos... dios... dónde podría estar su pequeña, ¿le habría pasado algo?; no podía imaginarse lo que sería su vida si ella no estaba, simplemente no podía... ella era una parte vital de su corazón, sin ella no podía vivir.
Preso de los nervios, justo cuándo tomaba las llaves del coche para volver a buscarla, la cerradura de la puerta principal giró de manera lenta. Su corazón se paralizó, al igual que todo su cuerpo, al ver a su pequeña entrar con pasos cautelosos y lentos al salón. Apenas levantaba sus ojos del suelo, no podía enfrentarlo.
-Hola- susurró prácticamente en voz baja. En ese momento su novio reaccionó, corriendo a su lado y estrechándola contra su pecho.
-Bella, Bella, Bella...- no cesaba de repetir su nombre; la joven se limitó a cerrar los ojos, envolviendo su cintura tímidamente. Aún con todo lo ocurrido, y sin saber qué iba a ser de ellos, los brazos de Edward eran su refugio -dios, cariño; ¿estás bien?- le preguntó antes de separarse lo suficiente para poder tomar su rostro entre sus manos y acercar sus labios a los suyos, besándola de manera desesperada.
Puede que estuviera siendo un poco sobreprotector y paranoico, pero la angustia y la desesperación que había experimentado las pasadas seis horas había sido superior a él; dejó de importarle el resto del mundo cuándo la vio atravesar la puerta de casa, y durante unos minutos se deleitó con la suavidad y calidez de sus labios; pero su novia rompió demasiado pronto el beso, incluso se dio cuenta de que no le correspondía de la misma manera.
-¿Qué te pasa?; desde ayer estás muy rara- le dijo éste, estudiando con cuidado su rostro; los ojos hinchados y rojos la delataban. Bella, que había permanecido en silencio, trataba de encontrar las palabras adecuadas; había pasado todo el día paseando y pensando... pensando muchas cosas, y buscando la forma de enfrentar a Edward sin que las cosas resultaran desastrosas para la pareja -he ido a buscarte a la salida, y al no verte le pregunté a Leah- le sorprendían las palabra de su novio; venía preparada para una monumental bronca, pero también era consciente, al ver su actitud, de que le había hecho pasar unas horas muy angustiosas.
-Lo siento- susurró, con los ojos bañados en lágrimas -se agotó la batería de móvil, y no...yo...- el joven se asustó al ver su llanto, y rápidamente la atrajo de nuevo hacia su pecho, dejando suaves y pequeños besos en su cabeza.
-Tranquila cariño, ya estás en casa... - pero de nuevo su pequeña se apartó con sutileza de su abrazo, dejando al joven desconcertado por su actitud.
-Voy a llamar a Leah, estará preocupada- se metió a su habitación, permaneciendo encerrada veinte minutos, que al joven se le hicieron interminables.
Por todos los santos, ¿qué estaba ocurriendo?; ¿acaso ese impresentable de Henry se le había vuelto a acercar?... no entendía nada, Bella nunca se había comportado así, y su mutismo le estaba volviendo loco. Pero antes de empezar a sacar conclusiones, decidió esperar pacientemente a que ella colgara el teléfono.
Con mucha cautela llamó con suavidad a la puerta, en el momento en que se dejaron de escuchar ruidos. No obtuvo respuesta... pero sus nervios se empezaban a alterar, así que sin poder aguantarlo más, abrió lentamente la puerta. La imagen que enfocaron sus ojos hizo que su corazón se encogiera de dolor. Su pequeña estaba tendida en la cama, acurrucada en posición fetal... y llorando en silencio.
-Bella...- murmuró, rodeando la cama y sentándose frente a ella -por favor cariño... dime algo- le imploró, acariciando su pelo con ternura -¿por qué lloras, alguien te ha hecho daño?- era increíble cómo su tacto podía relajar su cuerpo, pero tenia que tranquilizarse ante de poder decir algo coherente.
-Sólo necesitaba pensar- murmuró con voz temblorosa, y alzando su vista para ver a Edward -no quería preocuparos así... lo siento mucho- su voz se quebró, y las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos. La reacción de su novio fue rodearla de nuevo con sus brazos.
-Ya mi amor... cálmate; sólo estábamos preocupados por ti- le recordó -si te hubiera pasado algo, yo...- el joven dejó la frase inconclusa -pero quiero que me cuentes qué te ocurre, y no me digas que nada, porque sé que desde ayer estás muy rara- Bella suspiró, pero si seguía entre sus brazos no sería capaz de pronunciar palabra alguna. Lentamente se deshizo de su agarre, quedando sentada y apoyada en el cabecero.
-Llevo todo el día pensando... pensando en ésto- hizo un gesto, señalando a ambos; el joven la miró sin entender, y cómo a su novia no se ocurría otra explicación mejor, decidió confesar la verdad -ayer, mientras volvía de la cocina, os escuché hablar a Alec y a ti-.
Edward permanecía callado, pero su ceño se frunció al escuchar sus palabras; Bella no era de las personas que espiaban conversaciones ajenas.
-¿Y exactamente, qué escuchaste?- le preguntó, con el tono de voz un poco serio.
-Qué importan las palabras exactas, Edward...- murmuró la joven, en un suspiro -sigues sin creer en mis sentimientos, y sig...-.
-Eso no es cierto, y lo sabes- contraatacó su novio, con tono de voz sereno pero firme. En ese momento algo explotó en el interior de la joven; toda la rabia y frustración de las horas pasadas, del día de ayer... todas las discusiones de los últimos meses se arremolinaron en su cabeza, creando un huracán de furia. Con un movimiento rápido se levantó, quedando de pie frente a él.
-¡Lo único que sé es que parece que sigues enamorado de ella!- gritó, con la cara de nuevo llena de lágrimas -sé que te afectó lo que pasó, pero yo no soy ella... ¡no lo soy!- volvió a chillar.
-¿Cómo puedes insinuar que sigo enamorado de ella?- le reclamó, dolido y alucinado por lo que estaba escuchando -sé que estos meses lo hemos pasado mal... per...-.
-¡Por supuesto que lo he pasado mal!- exclamó -eres muy joven, no quiero casarme contigo, puedes conocer a alguien más acorde con tu edad..- imitó su voz y los gestos; su novio la escuchaba con atención, y también distinguía el dolor por debajo de ese tono furioso.
¿Acaso le había dado esa impresión?; ¿después de lo que costó admitir sus sentimientos por ella?... meneando la cabeza de manera frustrada, por fin habló.
-Bella..- lentamente se levantó , quedando frente a ella -no siento nada por Jessica, nada...- le aseguró lentamente, sin levantar el tono de voz -y nunca he dicho que no quiera casarme contigo- aclaró.
-Pues lo parece... la sombra de Jessica planea sobre nosotros; y no puedo evitar sentirme comparada con ella- susurró ella, con dolor -te he apoyado, y he intentado estar a tu lado... intentar que ésto funcione- esas palabras se estaban clavando en el corazón de Edward, pero más lo hacía el dolor de su pequeña estrellita.
-Sólo quería hacer lo correcto para nosotros... lo correcto para ti- le explicó, con un deje indescifrable -pero parece que no lo he hecho bien- Bella se quedó quieta, mirándole fijamente -sólo quería que Charlie se sintiera orgulloso de su pequeña Isabella, que creciera feliz, que disfrutase de la vida...- enumeró, bajando la voz.
-¿Por qué crees que no disfruto de mi vida?- le interrogó Bella -sé que soy joven, y a ojos de mucha gente puedo parecer una niña... pero sé lo que quiero- el joven la interrumpió, acercándose a ella y tomando su cara con ambas manos.
-Claro que no eres una niña- le contradijo -eres más fuerte y valiente que la mayoría de las personas que conozco, y todo lo que has luchado en tu vida te ha hecho madurar más rápido- le partía el corazón ver los ojos de su pequeña derramar lágrimas... y por todo el dolor y rabia que destilaban sus palabras anteriores, sabía que él era el causante de ellas.
En ese momento se dio cuenta de la interpretación que ella había dado a sus palabras de la noche pasada... y su actitud equivocada de todos estos meses; creía estar haciendo lo correcto, pero no había tenido en cuenta los deseos de su pequeña... y todos esos ridículos miedos que habían habitado en él habían desembocado en que su estrellita creía que no la quería, y eso era algo que había calado en él. El dolor de hace tan sólo unas horas, con Bella desaparecida... no quería volver a pasar por eso, simplemente no podía.
-Edward... yo... yo no sé que más puedo hacer, estoy cansada...- le dijo ella, en un susurro ahogado.
-No tienes que hacer nada, Bella; le corrigió Edward -la culpa es mía... y el que pienses que yo sigo enamorado de Jessica lo demuestra-.
-Edward, sé que me quieres... quizá esas no hayan sido las palabras acertadas, per...- de nuevo la interrumpió.
-Tengo un miedo atroz a perderte, Bella- le confesó de nuevo -no digo que lo de Jessica fuera culpa mía, pero puede que tanto ella cómo yo cometiéramos errores que terminaron mal... y contigo- dejó de acariciar sus mejillas, para tomar sus manos -simplemente quería hacer lo correcto, pero está claro que lo he estropeado todo- ella lo miró sin entender -y todo por mis estúpidas creencias y miedos... pero si hay una cosa cierta, y es que te amo, más que a mi propia vida-.
-Edward...- atinó a pronunciar su nombre -¿y si ésto no funciona?- le preguntó, aferrándose a él con todas sus fuerzas, cómo si el joven fuera a desaparecer de su lado de un momento a otro.
-No digas eso Bella... vamos a arreglarlo, sea cómo sea vamos a superar ésto- le intentaba consolar éste, abrazando con fuerza a su pequeña.
No podrían decir exactamente el tiempo que ambos permanecieron abrazados, pudieron ser segundos, minutos, horas... habían creado una burbuja alrededor suyo, pero que ambos tuvieron que romper, para tomar una dolorosa pero necesaria decisión.
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Dos días después de esa noche, que tanto Bella y Edward desearían borrar de sus vidas, la joven se abrazaba con desesperación a su novio.
-Edward, no tienes que marcharte- le suplicó de nuevo.
-Debo hacerlo, cariño- le recordó -hay mucho trabajo en el rancho... y no quiero que mi presencia te impida concentrarte en los exámenes- al ver el silencio de su pequeña, siguió hablando -sólo serán dos semanas... y ambos tendremos tiempo suficiente para pensar en todo lo que ha pasado, y para que tomes la decisión que creas oportuna- le explicaba, intentado poner buena cara. Tanto Bella como él sabían que el rancho se las podían arreglar sin Edward... pero quizá fuera lo mejor.
Habían pasado esos dos días hablando, fue necesario hacerlo. Edward le había explicado varias cosas que ella no entendía, muchas de ellas detalles relacionados en su relación con Jessica. Se sorprendió al saber que ella y Edward habían pasado por momentos muy complicados; para Bella, el problema residía en dos partes fundamentales.
Por un lado, a Jessica no le gustaba que su prometido se pasara la vida metido en un rancho; su egoísmo era tal que hasta una vez le insinuó que quizá estuviera bien si el negocio hubiera llegado a ser exclusivamente suyo. Por supuesto, eso había enfurecido a Edward en aquella época, ya que la familia era uno de los valores en los que se sostenía el clan Cullen. Tampoco le gustaba vivir dentro de los límites del rancho; de hecho, una vez Edward la convenció para que aceptara su anillo, estuvo a punto de alquilar un apartamento en el centro de Hunstville.
Por el relato de su novio, supo que le había rechazado innumerables veces, alegando que ella no valía para pasarse la vida encerrada en un rancho, oliendo a vaca y a estiércol todo el tiempo... pero el joven, cegado por ella desde que eran unos adolescentes, se lo pidió una y mil veces; también captó al momento las intenciones de la que pudo haber sido la señora Cullen, no trabajar y aprovechar todo el dinero que generaba eso que ella tanto odiaba, el rancho. Bella sólo llegó a una conclusión, lo cínica y falsa que era.
Y otro punto, y no vemos importante... los celos y la posesividad del joven ranchero. Bella sabía que eso formaba parte de su carácter, pero era algo que había sobrepasado a Edward cuándo explotó el asunto de Henry. Por lo que pudo sacar de ese relato también, a Jessica le gustaba mucho las fiestas y la vida social... y el coqueteo con los hombres. Ella lo escuchó atentamente, y Edward supo apreciar la diferencia entre Jessica y ella, ya que menos esa vez en el baile, la noche en la que se declaró, habían ido a fiestas y reuniones y nunca jamás le había impedido hablar con nadie... pero aparte de eso había una gran diferencia entre ellas: esta chica se metía en camas ajenas, cosa de la que su novio se enteró tarde y de la peor manera posible, dándose de bruces con la realidad.
Hasta esa noche en la que encontró a su prometida en la cama con Mike Newton, y la venda cayó de sus ojos, él había tratado por todas las maneras posibles de salvar esa relación; pero al menos, parecía que él se había convencido que no fue culpa suya él que Jessica fuera de cama en cama, y que aunque él a veces la presionara y agobiara, ese no era motivo para hacer lo que hizo.
De ahí la joven castaña entendió a la percepción esa frase que le repitió constantemente hace dos noches... quería hacer las cosas bien para ella, para ellos. El joven se tomó su tiempo también, escuchando a su pequeña... maldiciéndose para sus adentros todo el dolor que le había causado; si tan sólo se hubiera dado cuenta, sin estar cegado por esos celos y miedos... ella no era Jessica, ella le apoyaba en todo, le aconsejaba, le escuchaba, soportaba su agrio carácter y su protección, a veces excesiva, pero que la joven aceptaba, ya que él era así y no lo podía remediar; y lo que con Jessica le costó sudor y lágrimas conseguir, su pequeña se lo ofrecía, y siempre con una sonrisa para él, con una palabra de aliento... ¿cómo había podido estar tan cerrado en banda, pensado que ella podría irse con otro hombre, más acorde con su edad?... no debía tener miedo, ella le había estado mostrando, día a día, que iba a estar a su lado.
Pero quizá fuera demasiado tarde, y el temor a perderla era inmenso, aterrador... pero en el fondo se lo merecía; por eso, y dado que Bella empezaba sus exámenes, decidió dejarle su espacio. Sabía que si él merodeaba por ahí no se concentraría, y ella podría pensar en todo lo que tenía en su cabeza. Y aunque su pequeña al principio se negó en redondo, señal que le daba una ligera esperanza, él también necesitaba pensar... pensar en una manera de solucionar ésto, y de ver otra vez la sonrisa que le había devuelto vida a su corazón.
El silencio volvió a predominar mientras duraba el abrazo de la joven pareja. Aunque sabía que Edward la llamaría todos los días, no se quedaba del todo tranquila. Después de unos tediosos minutos, el joven volvió a tomar la palabra.
-Lamento mucho que las cosas hayan llegado a este punto, Bella- le dijo otra vez.
-No lo sientas Edward; creías que era lo mejor... yo lamento haberte agobiado tanto con el tema de la boda... me gustaba cómo sonaba eso de ser la futura señora Cullen- se disculpó, con voz pesarosa. El joven sonrió con tristeza, murmurando en su oído.
-Siempre fuiste la futura señora Cullen... sólo que yo pensaba que eso estaba muy lejano todavía- ella se separó, para encarar sus ojos; esos océanos verdes en los que se evadía del mundo lucían tristes y apagados -tengo que irme cariño, sino se me hará de noche- le dijo, con voz suave.
-Claro- asintió la joven, esbozando una sonrisa de tristeza -llámame en cuánto llegues- le volvió a repetir.
-Tranquila por eso- le aseguró, antes de dejar un pequeño y delicado beso en su frente -cuídate mucho-.
-Tú también, por favor- Edward sonrió ante la frase de su pequeña.
Pero nada más cerrar el joven la puerta tras de sí, apoyó su espalda en ella, descargando de nuevo una cascada de lágrimas que ya no creía tener... un sollozo desalentador brotó del interior de su pecho a la vez que sus piernas la traicionaban. Resbaló hasta quedar sentada en el suelo, con las rodillas pegadas a su pecho y escondiendo su cara entre sus manos.
-Te quiero...- susurró a la soledad de su apartamento, con la nula esperanza de que llegara a oídos de su ranchero.
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Las cosas no fueron fáciles para el joven Edward Cullen. Toda su familia se sorprendió de su llegada, ya que no les había avisado de que iría a ayudar. Trató de poner su mejor máscara, pero por dentro su alma y su corazón morían... y la cura para todo eso se encontraba en San Antonio.
Pero según fueron pasando los días, y aunque hablaba con su pequeña estrellita todos los días, sus esperanzas de que ella pudiera perdonarlo, y volver a ser lo que eran se desvanecían. Por un lado evitaban todo lo posible hablar del tema, y por otro no quería molestarla; ella ahora se debía a sus exámenes, y por lo que le había relatado uno de los días, el primero que tuvo le había salido muy mal... y sabía que eso era por su culpa, y por toda la situación que los envolvía.
Todas las tardes se perdía, a lomos de Concord, por las extensas tierras del rancho... y siempre terminaba en el mismo lugar; el lugar dónde él admitió, hace más de un año, lo que esa joven de apenas diecinueve años le provocaba; el lugar dónde esa noche le abrió su corazón y le ofreció su amor... el mágico lugar bajo las estrellas dónde ellos fueron un único ser...
Y allí se lamentaba en silencio, evocando todos y cada uno de los momentos que habían vivido: recordó la opresión rara que sintió en el pecho la primera vez que la vio, franqueada por su padre y Esme cuándo la sacaron de casa de su abuela, en Forks... sonreía melancólico al recordar cómo siempre se adelantaba a la hora de las comidas, para poder observarla en silencio unos minutos antes... también evocaba, enfadado consigo mismo, las malas contestaciones que le dio durante sus primeros meses de estancia allí... su risa cuándo escuchaba alguna broma de sus hermanos... la vez que se emborrachó, durante la despedida de soltera de Nessie, estaba tan graciosa... eran sus más preciados recuerdos, y los atesoraba muy dentro de él, cómo si lo que fuera a quedar de su pequeña estrellita simplemente fueran recuerdos.
La desesperación por no estar a su lado, sumada a la frustración que bullía en su mente, ya que según él, no daba con ninguna solución para que Bella le perdonara, hizo que ese carácter huraño y solitario regresara en todo su esplendor. Toda la familia se dio cuenta de que algo había pasado... hasta Sam y los peones notaron la vuelta de ese ranchero solitario y malhumorado.
-¿Qué diantres le pasa a Edward?- masculló Jake, una semana después de que llegara Edward a Hunstville. Estaba en el establo con sus hermanos; Nessie revisaba a varias de las reses, mientras que Alice tomaba meticulosa nota de todo lo que ella iba diciendo. Rose estaba apoyada al otro lado de la valla, desde dónde el pequeño Owen miraba con atención a los animales.
-Está muy raro- concordó Emmet, cruzándose de brazos, en un gesto pensativo.
-E inaguantable- rodó los ojos Jasper -ayer le tuve que parar los pies, le gritaba a Seth de una manera que no era normal-.
-Yo apuesto a que se ha peleado con Bella- exclamó Nessie, que se acercaba al pequeño grupo, acompañada de Alice.
-Es muy posible- añadió Emmet.
-Es cómo si el Edward cerrado y distante hubiese vuelto- musitó Rosalie, en voz alta. Aunque su castaña cuñada les había comentado los problemas que habían tenido, ahora parecía que las cosas estaban calmadas... al menos ellas no sabían nada nuevo.
-Ayer lo estuve comentando con Esme, está muy preocupada- dijo Alice, poniéndose al lado de Jasper y pasando un brazo por su cintura, gesto que el joven devolvió.
-Papá también se ha dado cuenta- habló ahora Jake -ayer me preguntó si sabía qué le ocurría-.
-¿Seguro que Bella no os ha dicho nada?- las chicas negaron con la cabeza a la pregunta de Emmet.
-Yo hablé con ella hace tres días- empezó a relatar Alice -sí es cierto que no la noté muy animada, pero lo achaqué a los nervios por los exámenes-.
-Pues a mi me parece muy raro que no haya venido el fin de semana- meditaba Emmet en voz alta.
-Está de exámenes, Em- rodó los ojos Rosalie, aludiendo a las palabras de la joven morena. Pero Jasper permanecía callado, analizando para sus adentros; conocía lo suficiente a su hermano pequeño cómo para saber qué algo había pasado... algo que para él, sin duda, tenía que ver con Bella.
-Pues yo creo que aquí pasa algo- dijo Nessie -¿os habéis fijado en su mirada?; está llena de tristeza, y apenas sonríe-.
-Cierto- concordó su marido -tenemos que hablar con él-.
-¿Olvidas que tu hermano no es muy dado a compartir sus problemas?- le recordó Emmet con una mueca desaprobatoria -no nos va a contar nada, y lo sabéis de sobra-.
-¿Quién no va a contar nada?- todos se giraron sobresaltados al escuchar la voz interrogante de Edward, que se acercaba al grupo. Saludó con un pequeño gesto de cabeza, y el saludo más cariñoso se lo llevó su pequeño sobrino, que ajeno a los problemas adultos, seguía con la atención puesta a los animales.
-¿Cómo está Bella?- Jasper fue directo al grano, ante el ruedo de ojos de Emmet y las mirada de cautela de las chicas.
-Bien- se encogió de hombros e ignorando la sacudida que su corazón sufrió, al escuchar ese nombre.
-¿Va a venir el fin de semana?- saltó Jake, con voz despreocupada, pero analizando atentamente a su hermano.
-No creo que venga antes de que termine los exámenes, tiene que estudiar- le recordó, serio pero sin deje de enfado en su voz.
-¿Pero ella está bien?- siguió preguntando Alice -hablé con ella, y la noté rara- el ranchero de pelo cobrizo siseó para sus adentros... definitivamente en esa casa no había intimidad.
-¿Qué es ésto, un interrogatorio?- le devolvió la pregunta, a modo de respuesta, ya visiblemente molesto.
-Relájate- le advirtió Japser, que no le gustó para nada ese tono que había usado con su novia.
Edward se pasó la mano por su cara, desesperado y cabreado consigo mismo; pero nadie tenía la culpa de lo sucedido, y sabía que esas no eran formas de contestar a nadie.
-Disculpa, Alice- musitó, apesadumbrado -no tengo un buen día-.
-Yo diría que no has tenido un buen día... desde que llegaste, hace exactamente una semana- apostilló Jake -¿qué te ocurre, Edward?-.
-Estás ausente, y triste; Carlisle y Esme se han dado cuenta también- intervino Nessie, con cautela. El gesto de Edward fue desviar la mirada, para contestar después.
-Simplemente estoy cansado- se disculpó.
-Pues tu cansancio no es para pagarlo con Seth- le medio reprochó Jasper.
-Y ya me disculpé por eso- exclamó Edward, mirándole con una ceja arqueada. Rosalie, que se había mantenido callada hasta el momento, habló.
-¿Te has peleado con Bella, me equivoco?- seis pares de ojos giraron en su dirección, esperando una respuesta por parte del joven.
-Eso no os incumbe- fue su esclarecedora respuesta.
-Nos incumbe cuándo te vemos vagar por las esquinas cómo alma en pena- se metió Nessie.
-Estás peor que en la época que pasaste a causa de ya sabes quién- rodó los ojos Emmet.
-¿Qué ha ocurrido?- interrogó Jake, de manera precavida -necesitas desahogarte, y lo sabes- añadió.
El suspiro frustrado que salió de los labios de Edward se pudo oír a lo largo y ancho de todo el establo. Sabía que las intenciones de sus hermanos eran buenas, y puede que en verdad, necesitara hablar con alguien.
-Ocurre que soy un completo imbécil- murmuró, enfadado consigo mismo.
-No será para tanto- le restó importancia Jasper -todas las parejas tienen sus diferencias- pero la mirada que me dedicó Edward hizo que su ceño se frunciera... la cosa no era tan simple.
Derrotado y con el ánimo por los suelos, les relató sus últimos meses de convivencia en San Antonio, y todos y cada uno de los errores que había cometido con su pequeña. Las tres parejas le escuchaban con atención y sorpresa; las chicas no hacían más que recordar en sus mentes las palabras de Bella, del último fin de semana que estuvo en el rancho.
-Joder- exclamó Jasper, rodando los ojos, una vez que su hermano terminó de hablar.
-Has metido la pata hasta el fondo- suspiró Emmet, negando con la cabeza.
-Totalmente- afirmó Jake, mirando a su hermano y cruzándose de brazos -¿cómo has podido dudar de ella de esa manera?- le reclamó.
-¿Y crees que no lo sé?- alzó ligeramente la voz el aludido - no dudé de sus sentimeintso, ya se lo expliqué; pero no hay un maldito día que no me culpe por ello... y no la culparía si decide que ya no quiere estar conmigo... ni casarse- ésto último lo dijo casi para sus adentros, pero llegó a oídos de uno de los hermanos.
-Pues yo, en parte- puntualizó Nessie -comprendo su postura... aunque se haya equivocado en algunas cosas- dijo, en un intento por consolar a su cuñado pequeño.
-¿Qué vas a hacer?- le interrogó Jake, de manera seria -porque imagino que estarás estrujándote los sesos para arreglar ésto-.
-No hago otra cosa- refutó Edward -pero no sé si ésto se arregla con otra charla y promesas a largo plazo... la estoy perdiendo, o puede que ya la haya perdido-.
Los siete permanecieron unos minutos en silencio, sin atreverse a decir algo que pudiera mortificarle más. Sus hermanos nunca le habían visto tan derrotado y hundido... estaba enamorado de ella hasta las trancas; ni siquiera en sus peores épocas con la innombrable le habían visto de esa manera. Los pensamientos de las chicas estaban con la joven castaña, sufriendo en la distancia con ella.
-¿Por qué no le das una sorpresa que no pueda olvidar?- sugirió Alice – prepárale algo especial, y que vea todo lo que ella significa para ti-.
-¿Cómo cual?- preguntó Edward -demasiadas promesas he roto ya...- se agarró el puente de la nariz con los dedos.
-Regálale algo inolvidable- propuso Emmet -un viaje, una joya... no sé-.
-Sabes que Bella no comulga con ese tipo de cosas- le recordó Nessie, lo que fue acompañado por una mirada significativa de Edward, corroborando sus palabras. Pero Jasper, que había permanecido callado durante el debate de la sorpresa, empezó a darle vueltas a una palabra que había dicho antes su hermano, y aunque había pasado desapercibida para el resto, si había llegado a sus oídos. Al segundo desechó la ocurrencia de su mente... era un auténtica locura... ¿o no?; después de unos minutos de echar cálculos mentales, al fin le dejaron hablar.
-Centrémonos- pidió al grupo, que seguía proponiendo soluciones -¿qué es lo que más ilusión le haría a Bella?- todos quedaron callados unos segundos, hasta que los ojos de las chicas se abrieron por la sorpresa.
-No te sigo- frunció el ceño Jake, al igual que Emmet. Edward permanecía con una ceja alzada, sin entender a dónde quería llegar.
-Piensa un poco, Edward- le pidió su rubio hermano... y efectivamente, adivinó.
-¿Y de qué serviría?- exclamó, con una inmensa tristeza -se va a negar en redondo, y más después de lo que ha pasado estos últimos días- Jake y Emmet por fin captaron por dónde iban los tiros.
-Entonces tendrás que arriesgarte, y saltarte la manera tradicional- los ojos de Edward se salieron de sus órbitas.
-¡Estás loco!- medio chilló -eso la espantaría, y lo sabes-.
-Créeme Edward; te ama tanto o más de lo que tú la amas a ella- le dijo Rose, a modo de explicación, y absolutamente encantada con la idea, al igual que sus cuñadas.
-No se va a negar- apostilló Alice, a lo que Nessie asintió con la cabeza.
-Es una locura, y un riesgo muy grand...- Jasper le interrumpió.
-Un riesgo que tendrás que enfrentar, dejando atrás esas inseguridades-.
La cabeza de Edward parecía un polvorín a punto de explotar; era una locura... pero... ¿y si sus hermanos tenían razón?; era la última baza que tenía para no perder a su pequeña... hacerla feliz, de una buena vez. Él mismo había vivido un auténtico infierno la fatídica tarde de la discusión, creyendo por un pequeño espacio de tiempo que no volvería a verla. Y sabía que su padre se negaría en redondo.
Pero de nuevo se llevó la sorpresa cuándo, horas después, su padre terminó por aceptar la sorpresa para su pequeña. Le previno los riesgos que corría, pero admiró la valentía de su hijo pequeño, y al igual que Esme, echaría una mano en lo que hiciera falta... todo era poco, su hijo se jugaba todo a una carta... y ésto tenía que salir bien.
Atal- .
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Re: Cowboy de mi corazón-Completada
Capítulo 39: Promesa eterna
Los nervios se instalaron de manera permanente en el estómago de Edward Cullen durante la semana que duraron los preparativos de la sorpresa. Un cúmulo de sensaciones campaban a lo largo y ancho de todo su cuerpo, que iban desde la expectación, pasando por la ilusión y llegaban hasta la tristeza y desolación, en el caso de que todo saliera mal; no hacía más que rezar para sus adentros, esperando que no fuera demasiado tarde.
Quedaban solamente unas horas, y entonces pondría en marcha el plan. Ya acostado en la cama, después de otra jornada de trabajo y de preparativos, giró levemente su cabeza, encontrándose con el hueco vacío; llevaba dos semanas en Hunstville, y cuándo su pequeña le preguntaba si ya volvía a San Antonio, un dolor se instalaba de nuevo en su interior, culpándose porque, aunque ella lo escondiera, sabía que estaba triste; le había tenido que poner un sin fin de excusas, alegando el inmenso trabajo que tenía en el rancho. Solamente esperaba que todo el esfuerzo valiera la pena, para ambos.
Cómo si en verdad la hubiera invocado, su móvil vibró, desplazándose por la superficie de la mesilla; sonrió con ternura al ver el nombre que tanto amaba.
-¿Qué haces despierta a estas horas?- contestó al momento; su pequeña, al otro lado de la línea, se relajó al escuchar, por fin, su voz.
-No podía dormir- le confesó -espero no haberte despertado- se medio disculpó, ya que pasaba de la medianoche.
-No me has despertado- le aclaró, incorporándose y quedando apoyado en el cabecero de la cama -y aunque lo hubieses hecho, no hubiera pasado nada- Bella no pudo evitar sonreír.
-¿Qué has hecho hoy?- le interrogó, curiosa.
-Papeleo- le contó Edward, cosa que en parte, era verdad; la señora Cope, la eterna secretaria del rancho Killarney, se había jubilado hacía apenas un mes, y todavía no encontraban sustituto o sustituta -¿y tú?-.
-Estudiar- dijo con un suspiro cansado -pero ya ha llegado un momento en el que no veía las palabras, de lo cansada que estaba- le confesó; el joven rió suavemente, imaginando la mueca de frustración de su pequeña.
-Debes descansar más, cariño- le dijo -por lo menos, hasta el próximo viernes estás libre, ¿me equivoco?- preguntó, con una sonrisa, ya que conocía perfectamente la respuesta; se sabía su horario de exámenes de arriba a abajo.
-Cierto- le sacó de dudas la joven, sin sospechar nada -hasta la siguiente semana no tengo el próximo examen- durante varios minutos ese fue el tema de conversación. El primer examen lo había suspendido, por lo que esa asignatura le quedaba pendiente para septiembre; pero gracias a dios, los tres que había hecho después de ese estaban aprobados.
-¿Cómo están todos?- preguntó Bella, cambiando de tema.
-Bien- se encogió de hombros -te mandan muchos besos-.
-Tengo muchas ganas de verlos- suspiró; si su pequeña tan sólo supiera que mañana los iba a ver... pensó para sus adentros y sonriendo.
-Pronto cariño, pronto- la intentó reconfortar -¿y a mi, tienes ganas de verme?- le preguntó de manera desinteresada... pero por dentro los nervios le corroían.
-Más que a ninguno- la respuesta de Bella le hizo sonreír -te echo mucho de menos... y además tenemos que hablar- susurró ella.
-Yo también a ti cariño... más de lo que te puedas imaginar- le confesó el joven -y te aseguro que hablaremos en cuánto regrese- le prometió otra vez, cómo había hecho todas las noches desde que había llegado al rancho.
-No puedo esperar a que llegue el domingo- exclamó ella. El joven sonrió cómplice... a veces le daban ganas de confesarle que sería antes, pero no podía descubrir la sorpresa; así que de nuevo soltó otra mentira piadosa.
-Yo tampoco puedo esperar a que sea domingo, mi amor- contestó.
Unos minutos después, la pareja se despedía. Bella cayó rendida en un profundo y sosegado sueño, presa del cansancio de los últimos días... pero a dos horas de San Antonio, un joven de pelo cobrizo era incapaz de conciliar el sueño, muerto de los nervios... mañana era el día.
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Y por fin el sábado, día uno de junio, había llegado. Era una bonita fecha, y tanto la familia Cullen cómo Edward esperaban que fuera inolvidable. La actividad fue constante desde primera hora de la mañana... todos en la familia estaban ocupados, excepto cierto joven, que en un intento por aplacar los nervios, y mandado por sus hiperactivas cuñadas, había ido a dar un paseo, terminando apoyado en la valla de uno de los pastos, observando a los animales, los únicos ajenos a todo lo que se cocía en Killarney.
No podía esperar a tener frente a él a su pequeña estrellita, se moría por tenerla por fin, frente a sus ojos, y estrecharla entre sus brazos... el simple hecho de imaginarse que podría no volver a verla hacía que un escalofrío aterrador recorriera su cuerpo.
-¿Nervioso?- por poco pega un bote, ya que no había escuchado los pasos de su padre, que se había acercado hasta su posición, con el pequeño Owen en brazos.
-Mucho- admitió, con una sonrisa nerviosa -¿te han proclamado niñero del día?- bromeó.
-Eso parece; hay mucho follón ahí dentro, y he pensado que un paseo le sentaría bien- le aclaró; justo en ese momento, el pequeño abrió los brazos en dirección al joven.
-Tío Ward- le llamó; éste no dudó en arrebatárselo a su padre, para acomodarlo dentro de sus brazos.
-¿Qué pasa, colega?- le arrulló graciosamente. Carlisle observaba atento la escena, sonriendo complacido.
-Se te dan bien los niños- objetó su padre.
-Se hace lo que se puede- confesó entre risas; en un futuro no muy lejano esperaba que pudiera abrazar a un pequeño o pequeña de pelo castaño y ojos chocolate.
-¿Has hablado con Bella hoy?- siguió interrogando.
-Ayer por la noche- le contó -parece que está un poco mejor de ánimos- musitó para si mismo. Carlisle Cullen asintió con una sonrisa; permaneció callado unos minutos, rumiando cómo sacarle el tema sin que su hijo se pusiera más histérico de lo que ya estaba.
-Hijo, me siento obligado a hacerte esta pregunta -Edward asintió, mirando a su padre, esperando a que continuara -¿estás tú también seguro de todo ésto...?- dejó la pregunta inconclusa, pero el joven entendió a la perfección.
-He cometido muchos errores, papá; le he hecho mucho daño a la persona que más quiero en el mundo- empezó a relatar- después de todo lo que ha pasado, lo único que quiero es pasar página, empezar de nuevo... y pasar lo me quede de vida a su lado; no hago ésto sólo por ella... lo hago por los dos- terminó de responder, con una firmeza y un aplomo que sorprendió a Carlisle.
-Todos nos equivocamos, hijo- le intentó reconfortar, acercándose a él y palmeándole el hombro -no lo hiciste con mala intención, Edward; simplemente pensaste que era lo mejor-.
-No puedo perderla, papá- susurró, tragando saliva de manera pesada... ¿y si no salía bien?; su pequeña tenía todo el derecho a mandarle a paseo, después de todo lo ocurrido. El patriarca suspiró, deseando poder decirle con rotundidad que todo iba a salir bien... pero tenía que ser sincero con su hijo.
-No te voy a engañar, Edward; es una posibilidad que está ahí- habló éste con franqueza -pero cómo tu bien dijiste cuándo me pusiste al tanto... es un riesgo que asumiste en el momento que decidiste hacer ésto; pero debes confiar en que todo va a salir bien, ya lo verás- le animó de nuevo.
El joven, todavía con su sobrino en brazos, asintió imperceptiblemente con la cabeza... no sabía cómo iba a enfrentar que Bella se negara, no quería pensar en ello. Pero la suerte estaba echada, y lo único que le quedaba era que las horas pasaran lo más rápido que fuera posible. La protesta de su pequeño sobrino, revolviéndose inquieto, le sacó de sus cavilaciones.
-Creo que este muchachito tiene hambre- exclamó con una sonrisa.
-Cierto- aprobó su padre -vamos, ya es más de mediodía- ambos emprendieron el camino de regreso a la casa principal -Edward- le llamó, parando ambos su caminar -seguro que mamá está orgullosa de ti- los ojos del joven, iguales a los de su madre, se aguaron a la mención de la mujer que dio su vida para que él llegara a este mundo. A su memoria vino esa conversación que sostuvo con su pequeña, antes de que se convirtiera en su novia, en la cual ella le animó a preguntar a su padre y hermanos mayores por ella... y eso fue lo que hizo desde entonces, para poder tener algunos recuerdos de ella.
-Eso espero- murmuró en voz baja.
Su padre simplemente sonrió, y dándole un apretón cariñoso en el hombro, retomaron el camino hacia la casa. Los nervios le subieron hasta la garganta al ver que Alice y Rosalie se montaban en el coche. La joven morena levantó el pulgar, para después sonreírle... ahora sí que empezaba la sorpresa.
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Bella intentaba concentrarse, pero cada vez que empezaba a leer un párrafo de los apuntes, en su mente se colaba otra imagen completamente diferente; Edward.
Hacía casi dos semanas que su novio, después de la fuerte discusión que ambos mantuvieron, se había marchado al rancho. Le había dicho, por activa y por pasiva, que no había razón para ello, pero finalmente también se auto convenció de que era lo mejor; y aunque lo anhelara con el corazón y el alma, a veces para pensar y reflexionar había que tomar un poco de distancia, por mucho que ésta doliera.
Apenas hablaban una vez por la noches, y en esas cortas y simples conversaciones ambos evitaban el tema a toda costa, escudándose en que querían hablarlo de frente; desde hacía unos días notaba a su novio muy raro, era una mezcla extraña de expectación y nervios. Pero cada vez que le preguntaba qué le pasaba, siempre terminaba diciéndole que no se preocupara, que todo estaba bien y que hablarían cuándo él regresara.
Pero el corazón de la joven no estaba para nada tranquilo; la actitud de su novio la tenía en vilo, no entendía que se estaba cociendo en la cabeza de su ranchero. Más de dos semanas habían pasado desde aquello; la pelea había sido demasiado para su estado de ánimo, y sin duda las hirientes palabras que se dedicaron mutuamente habían hecho mella en lo más profundo de su corazón.
Los gritos, los reproches... los miedos y las inseguridades de su novio ya llegaban a un punto que se antojaba insostenible... dios... ¿tan herido estaba todavía, aunque todo eso formara parte de su pasado?... no podía creer que pensara que lo iba abandonar... llevaba meses demostrándole que podía confiar en ella y en sus sentimientos, que siempre estaría a su lado. Pero cuándo su novio por fin se sinceró y sacó todo lo que llevaba dentro, comprendió su postura, y sus motivos.
No se dio cuenta de que una lágrima había escapado de sus ojos, ya permanente hinchados y con ojeras; demasiadas noches ya de desvelos, dando vueltas a su mente, rebuscando la solución, luchando por Edward y por ella misma, echándole de menos... luchando por ellos dos, y por ese amor que seguía latente cómo el primer día... pero ya las fuerzas y la convicción de que todo se iba a arreglar flaqueaban cada día que pasaba, de manera alarmante; pero no podía rendirse, no se iba a dar por vencida... sólo esperaba que llegara el día de mañana, para poder verle, echarse en sus brazos y decirle todo lo que su corazón guardaba.
Incapaz de concentrarse, cerró la carpeta con un sonoro suspiro; posó la vista en el reloj de la pared, y vio con asombro que ya eran las dos del mediodía. Su estómago rugió furioso; llevaba varios días sin comer bien, y ya el hambre pasaba factura. No tenía ánimos de hacer ningún plato elaborado, ni siquiera de poner la sartén en el fuego, de modo que se decidió por unos simples sandwiches de jamón y queso, con un buen vaso de leche. Justo cuándo estaba acomodando la bandeja encima de sus piernas, el timbre de la casa empezó a sonar de manera compulsiva. Extrañada, ya que no esperaba visita alguna, tuvo que volver a ponerse de pie, pasando primero por la mesa para dejar la bandeja. Pensó en Leah, en Cindy o Annie... pero la habrían avisado antes de ir.
Tuvo que apresurarse, ya que el timbre no cesaba de sonar; ni siquiera se paró a mirar por la mirilla, cómo era su costumbre. Cuándo abrió la puerta, dos pares de brazos la rodearon, abrazándola con efusividad.
-¡Bella!- chilló Alice, reventándole prácticamente el tímpano del oído derecho. Los brazos de Rosalie también la rodeaban.
-Per... pero...- la joven obviamente les devolvió el abrazo, pero estaba tan atónita que las palabras no querían salir de su garganta.
-¿No te alegras de ver a tus cuñadas?- la picó Rose, en tono bromista.
-Claro que me alegro- contestó, una vez la liberaron del abrazo -menuda sorpresa- exclamó; hacía mas de un mes que no las veía, y las echaba de menos... el teléfono no era suficiente -¿qué hacéis aquí?, ¿ha pasado algo en el rancho?, ¿Edward está bien?- preguntó frenética.
-Tranquila; todos están bien en Hunstville- le aclaró Alice -simplemente hemos venido a pasar el fin de semana contigo- iba a abrir la boca, pero Rose se adelantó.
-Tienes que estudiar, lo sabemos; Edward nos lo ha recordado- rodó los ojos -pero nos apetecía verte, y los chicos están demasiado ocupados... y sabemos que hasta dentro de una semana no tienes el próximo examen- añadió, a modo aclaratorio -así que no tienes escapatoria; puedes tomarte un día o dos de descanso- Bella escuchó su discurso con las cejas arqueadas... pero no pudo más que esbozar una sonrisa.
La joven las invitó a pasar al salón, y una vez se acomodaron en el sofá, Bella se fue a la cocina a preparar café, ya que según le explicaron, habían almorzado ya. Necesitaba algo de distracción, salir y despejarse... así que mientras trasteaba por la cocina decidió dar un respiro a sus exámenes y a los problemas, y disfrutar del fin de semanas con sus cuñadas.
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Dos horas después, las chicas charlaban animadas y divertidas. Bella les sometió a un intensivo interrogatorio, sobre todo de cómo estaban todos en el rancho. Rose y Alice respondían pacientemente a sus preguntas. Bella evitó con una sonrisa nerviosa cuándo le preguntaron acerca de Edward y de cómo habían ido las cosas; hizo un esfuerzo sobrehumano porque no se le quebrase la voz al responder que todo iba bien.
Las jóvenes se percataron de la tristeza que emanaba de los ojos de su cuñada, y dándose una significativa mirada de manera disimulada, cambiaron radicalmente de tema.
-Bien- habló Alice -ahora te vas a cambiar y vamos a salir- le dijo a Bella. Ésta la miró frunciendo el ceño... pero necesitaba respirar aire puro, llevaba muchos días encerrada en casa, y le pareció una buena idea; sin apenas rechistar, cambió sus pantalones cortos por unos vaqueros y una camiseta; se quitó la goma que recogía su pelo, y decidió que más o menos, estaba un poco decente, así que volvió al salón, dónde Rose y Alice cuchicheaban en voz baja.
-¿Pero... a dónde vamos?, ¿y dónde está vuestro equipaje?- la pregunta le vino a la cabeza de manera súbita; le parecía muy raro que no llevaran cinco maletas cada una.
-Lo subiremos después- le quitó importancia al tema Rose, haciendo un gesto con la mano -tenemos una sorpresa para ti- le desveló, moviendo las cejas de forma sugestiva.
-¿Una sorpresa?- preguntó extrañada.
-Sip- respondió ahora la joven morena, pagada de si misma -de modo que...- dejó la frase inconclusa mientras sacaba algo negro de su bolso, acercándose a ella.
-Alice-... le previno, alejándose unos pasos hacia atrás -¿pero qué demonios...?- exclamó, la ver que su cuñada la vendaba los ojos -no tiene gracia- refunfuñó. Intentó deshacerse del pañuelo, pero Rose le apartó las manos, que ya casi desarmaban el nudo.
-Bellie- exclamó Alice en un suspiro -llevamos varios días preparándote la sorpresa, así que se buena y déjanos hacer- la joven castaña negó, sonriendo divertida con la cabeza... de seguro que la cara de Alice dibujaba un gracioso puchero.
-Pero prohibido tocar el pañuelo- añadió Rosalie.
-Está bien, me rindo- dijo con fastidio y bajando los hombros, envuelta en la más completa oscuridad. Pudo sentir el gesto de júbilo que seguro sus dos maquiavélicas cuñadas estaban esbozando, junto a los grititos de alegría. Sintió cómo la conducían hacia la calle, después de haber cerrado la casa y de que Rose hubiese cogido su bolso.
-Confía en nosotras- la intentó tranquilizar Alice mientras la ayudaba a meterse en el asiento trasero del coche -será una tarde inolvidable-.
-¿Tarde de chicas?- interrogó de nuevo, cruzándose de brazos y hundiéndose en el asiento -¿qué tiene eso de inolvidable?-.
-Disfrutar de la sorpresa que tus cuñadas te han preparado con tanto cariño- respondió Alice con un teatral gesto de firmeza... pero con una sonrisa cómplice surcando su rostro.
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El viaje duró poco menos que dos horas, según los cálculos mentales de Bella. Al principio se asustó al ver que tardaban tanto, pero la tranquilizaron explicándole que lo que tenían preparado para ella estaba en una población a dos horas de San Antonio.
Por fin, sintió que el vehículo aminoraba la velocidad, hasta detenerse por completo. Cuándo Rose o Alice abrieron su puerta y la ayudaron a salir, se encontró con que en la distancia se escuchaba jaleo; supuso que estarían en el centro urbano de dónde quiera que se encontraran. Dio un respingo al sentir las manos de sus cuñadas tomarla cada una de un brazo.
-Tranquila- le dijo Alice -es para ayudarte a subir los escalones; hay bastantes- le advirtió. Sintió cómo entraban al interior de un edificio, andaban unos pocos pasos más y luego más escalones, bastantes más que a la entrada.
-¿Dónde estamos?- les reclamó, intrigada de verdad.
-Ya estamos llegando- le murmuró Rose, en voz baja. Oyó perfectamente cómo abrían una puerta y la introducían en una habitación. Por fin soltaron sus brazos, y finalmente oyó las palabras mágicas.
-Ya puedes quitarte la venda- con demasiada premura lanzó sus manos a la parte posterior de su cabeza, librándose por fin del pañuelo... y al enfocar su vista, abrió los ojos cómo platos, sin poder creerlo.
Estaba en su habitación, en el rancho. Esme y Nessie se habían unido al grupo, y la miraban con una sonrisa inmensa. Ambas estaban elegantemente vestidas... cómo si fueran a ir a una fiesta.
-Pero... ¿qué está ocurriendo?- murmuraba, incrédula y sin entender nada, mirando de hito en hito a las cuatro mujeres, que no hacían otra cosa que sonreír emocionadas.
-Bella... simplemente tienes que dejar que te preparemos- esa fue toda la explicación que Alice le dio. Seguía aturullada, sin entender nada en absoluto; la cabeza le daba vueltas y no era capaz de pronunciar una sola palabra coherente... pero sus ojos se abrieron aún más, si eso era posible, al ver encima de la cama un vestido largo, con escote palabra de honor; no tenía más adorno que unas delicadas piedras de cristal debajo del pecho... y era de color blanco. A su lado, cuidadosamente extendido, un velo de tul.
Su respiración se volvió errática y pesada; a la vez que su mente intentaba procesar lo que estaba ocurriendo, las mariposas acamparon en su estómago, revoloteando de manera incansable... ¿Acaso se habían vuelto locos todos los habitantes de esta casa?; no encontraba explicación alguna a lo que estaba sucediendo... hasta que Esme la sacó de su mutismo, acercándose a ella y tomando una de sus manos.
-Bella... ¿tú amas a Edward, verdad?- la pregunta la dejó fuera de combate, pero respondió de manera inmediata.
-Claro que sí, Esme; a pesar de nuestra última discusión, yo...- sus palabras se quebraron, y una solitaria lágrima recorrió su mejilla.
-Con eso es suficiente; Edward te explicará el resto- terminó de decir Esme.
Rose y Alice salieron de la habitación, y guiada por Nessie y la propia Esme, se convirtió en una emocionada y patidifusa marioneta. Le obligaron a ducharse, y después de eso Nessie se ocupó de su cabello. Simplemente lo dejó suelto, recogiéndole una pequeña parte atrás, y realzando las suaves ondas de los mechones que caían por su cara y sus hombros. Alice volvió a la habitación para aplicarle el maquillaje, ya cambiada y con un vestido de fiesta en tonos verdes. Cuándo ésta decidió que ya estaba lista, y después de colocarse un precioso conjunto de ropa interior de encaje, Esme y Nessie la ayudaron a colocarse el vestido... era increíble, le quedaba cómo un guante... ¿cómo lo habían conseguido?.
Incluso la ayudaron a subirse en los zapatos de tacón, de raso blanco; la dejaron mirarse al espejo mientras colocaban el velo. Sus ojos se aguaron al ver la imagen que le devolvió el reflejo... ¿era posible que la sorpresa fuese su propia boda?... ¿cómo habían podido organizar todo ésto?... ¿por qué así?.
-Estás preciosa hija- la voz de Esme la sacó de sus cavilaciones -pero es la hora, y debemos empezar a bajar-.
-Vamos Bellie- le dijo Nessie, también visiblemente emocionada -alguien te espera abajo-.
-No puedo creerlo- susurró emocionada, y todavía incrédula -¿pero Edward sabe todo ésto?- atinó a preguntar; su pregunta hizo sonreír al pequeño grupo que se encontraba en su habitación.
-Por supuesto; bastante tenemos con una novia sorprendida- la afirmación de Alice la hizo reír de manera suave.
El corazón de la joven se desbocaba según bajaba por la enorme escalera de madera. La condujeron hacia el salón... y no pudo evitar sollozar al ver ahí a todos sus cuñados y sobrinos, capitaneados por Carlisle Cullen; estaban guapísimos enfundados en sus trajes.
-Guaauuuuu- exclamó Emmet; llevaba en brazos a Owen, graciosamente conjuntado con los hombres con su mini tracejito.
-Impresionante... Eddie se va a caer de culo- dijo Jake, que llevaba a su pequeña Claire en brazos; Valerie dormía plácidamente en el cochecito.
-Hija mía- Carlisle tomó la palabra -se que esta locura de mis hijos es inexplicable... pero no puedo evitar el sentirme emocionado también-.
-¿Por qué, Carlisle?- consiguió hilar la pregunta Bella. Le temblaba todo el cuerpo, y los nervios se habían instalado de tal manera en su estómago que apenas podía respirar.
-Puede que Edward haya cometido muchos errores, sobre todo en estos últimos meses- le explicó su suegro con paciencia, tomándole una mano -pero si hay algo que tiene claro, es que no puede vivir sin ti... - hizo una pequeña pausa -pero eso es algo que él te va a decir en unos minutos... si tú quieres- la joven entendió sus palabras a la perfección... su felicidad, y la de su novio estaba a sólo unos pasos; comprendió en milésimas de segundo que Edward había entendido, por fin todo lo que ella le había intentado hacer ver todo estos meses.
-Sí, quiero- admitió con un nudo en su garganta.
-Eso es después de unos minutos, Bells- el comentario de Jake hizo reír a la familia.
-Entonces todos a su sitio- las chicas fueron saliendo, deseándole suerte; Esme le tendió un pequeño ramo de peonias blancas, que la joven colocó entre sus temblorosas manos, más emocionada todavía, y le dio un cariñoso abrazo antes de salir hacia el jardín.
En esos mínimos segundos que estuvo sola, cerró los ojos; tomando una profunda respiración e intentando controlar sus nervios... pero no pudo evitar acordarse de una persona que viviría este día con alegría y orgullo... su padre. La pena invadió, por unos instantes, su corazón, ya que no la podría llevar al altar, cómo seguro hubiese sido la mayor ilusión de Charlie Swan. Un carraspeo le hizo alzar la vista; Jasper se acercaba a su lado, con las manos cruzadas detrás de su espalda, y sonriendo con simpatía.
-Ya que tu padre, desgraciadamente no puede- Bella sollozó en voz baja -espero me concedas el honor de entregarte a mi hermano- ésta le miró sorprendida.
-Pensaba que sería Carlisle- meditó pensativa. Jasper negó acercándose a ella y haciendo que cogiera su brazo.
-Cuándo tuvimos que daros algún que otro empujoncito- recalcó graciosamente la palabra empujoncito -me prometí a mi mismo que te acompañaría al altar- le guiño un ojo de manera cómplice. Bella sonrió mientras afianzaba su agarre.
-Entonces debes completar la misión; deberías dedicarte a este negocio... Cupido- exclamó divertida. El joven se carcajeó suavemente, para después conducirla a la parte trasera del inmenso salón, desde dónde se accedía a los jardines.
-¿Preparada?- la joven tomó aire, y simplemente pudo asentir con la cabeza, y con su corazón a punto de explotar, dio el primer paso.
Al atravesar la puerta, un jadeo involuntario salió de su pecho. El jardín estaba incluso más bonito que en la boda de Jake y Nessie. Pequeñas hileras con sillas tapizadas en blanco delimitaban el pasillo hacia un precioso altar, cubierto con las mismas flores que formaban su ramo; no sabía de dónde provenía la música que le estaba acompañanado en ese paseo tan importante... pero era preciosa.
Según se iba acercando a los invitados, se topó con las miradas y sonrisas emocionadas de todos los peones de rancho, con Sam y Emily a la cabeza, de los señores Hale, de Jenks y su familia... abrió la boca cuándo vio a todos y cada uno de sus amigos de San Antonio, y su boca formó una perfecta o en el momento en el cual Leah le guiñó un ojo... dios mío, ellos también estaban en el ajo. Distinguió en la primera fila a la que ella consideraba su familia. Carlisle y sus cuñados sonreían... Esme y sus cuñadas hacían un esfuerzo por retener las lágrimas.
Y finalmente, los ojos verdes que tanto amaba se cruzaron con los suyos. Edward la esperaba debajo del arco de flores, con el juez Bramstein al frente. Estaba impresionante con ese traje negro... y nervioso, porque no hacía otra cosa que retorcerse las manos.
El joven ranchero miraba embelesado a su pequeña, acercándose a él; su corazón hacía días que había dejado de temer, y las inseguridades quedaron enterradas. Ahora que la tenía delante suyo, se golpeaba mentalmente por haber querido retrasar ese instante... estaba tan bonita que dolía, y supo con certeza que jamás vería una imagen tan hermosa cómo la que estaban viendo sus ojos en ese instante; lo único que esperaba es que Bella le perdonase todo, desde los horribles meses pasados hasta su atrevimiento por haber organizado, junto a sus hermanos, todo ésto.
Por fin, después de un largo minuto, su preciosa novia se acercaba a su posición; Jasper se adelantó, fundiéndose ambos en un emotivo abrazo.
-Ya la tienes aquí- le murmuró en voz baja; besó con galantería sureña la pequeña mano de Bella justo antes de retirarse a su sitio, y posicionarse al lado de Alice.
-Edward...- susurró la joven; no se dio cuenta del momento exacto en el que sus ojos habían empezado a aguarse, y las lágrimas ya caían por su cara sin control alguno; también estaba sonrojada hasta la médula, debido a los nervios, cosa de la que se percató su novio al verla mordisquear suavemente su labio inferior. Después de dos horribles e interminables semanas, por fin la tenía frente a él; simplemente sonrió, tomando su delicada mano y llevándola a su pecho, posándola en su corazón.
-Estás preciosa... pareces un ángel- le susurró, sólo para ella; el vestido acentuaba sus curvas de una manera deliciosa, y el velo se fundía en perfecta armonía con su melena, enmarcando su rostro.
-Edward...- repetía una y otra vez, sollozando sin parar -¿por qué...?- el joven sonrió con pena, mirándola con una intensidad que la hizo estremecer.
-Antes que nada, quiero pedirte perdón... por todos estos últimos meses- le empezó a explicar -los celos y los miedos me cegaron hasta tal punto que no me daba cuenta de...- Bella apretó dulcemente su mano, instándole a continuar -no me daba cuenta de todo lo que hacías por estar a mi lado, todo lo que luchaste por nosotros... y yo siempre estropeándolo todo- siseó rabioso.
-Edward, no te atormentes más- le pidió, con voz entrecortada.
-No te puedes hacer una idea de cuan arrepentido estoy- se paró, tomando aire de manera profunda -pero lo único que tengo claro es que no puedo vivir sin ti, sin tus besos, sin tus palabras de consuelo, sin escuchar tus risas por las ocurrencias de mis hermanos- Bella sonrió de manera dulce, e incluso pudo oír las risillas de sus cuñados -sin eschucharte tararear canciones cuándo cocinas... sin que la primera imagen del día sea ver tus ojos abriéndose después de toda una noche- sonrió levemente; sus ojos no abandonaron en ningún momento los de su pequeña -no te puedo garantizar que será fácil, simplemente te puedo ofrecer aventurarnos en la vida... juntos... -tuvo que parar, para poder tomar aire y tranquilizarse a sí mismo -soy consciente de que me he equivocado, Bella... y estás en todo tu derecho a negarte; pero si decides aceptar... no quiero esperar un sólo segundo más para hacerte mi esposa- quitó con su pulgar la lágrima que resbalaba lentamente por la mejilla de su novia -¿quieres casarte conmigo... mi pequeña estrellita?-.
La respiración de la joven seguía siendo errática y pesada; no podía creer todo lo que estaba sucediendo, y las palabras que le había dedicado su novio habían llegado hasta el centro de su alma. Su mano, enlazada con la de Edward y posada en su pecho, sentía los latidos de su corazón; sus ojos, que le dedicaban un sinfín de sentimientos y emociones... sólo recordaba una única vez haberlos visto brillar de es manera, y esa era la noche en la que le confesó su amor.
No tenía miedo... ya no lo tenía, y sus palabras le liberaron de otro temor que había acudido a su mente... no hacía ésto sólo por ella, lo hacía por los dos.
El escaso minuto que ella permaneció en silencio fue el más largo de la vida del joven Cullen; su corazón sentía a la vez alivio, al decirle todo lo que su corazón guardaba; y por otro lado expectación y ansiedad; si hubiera mirado de reojo, se habría percatado de que su familia contenía la respiración, también... hasta que por fin, la suave voz de Bella cortó el extraño silencio.
-Sí- susurró simplemente, en un murmullo apenas imperceptible.
Todos los presentes soltaron el aire de golpe; la sonrisa que surcó el rostro del patriarca Cullen era fiel reflejo de los sentimientos de todos los componentes de su familia... después de tantos años, su hijo había encontrado la felicidad, y aunque había cometido errores, había reaccionado a tiempo. Esme y las chicas sonreían emocionadas, y los hermanos tuvieron que contener las ganas de aplaudir y jalear a su hermano.
Ella había aceptado, le había dicho sí... la mente de Edward daba vueltas, procesando esa simple palabra que le abría el cielo... su pequeña le perdonaba, le daba otra oportunidad.
-Bella...- murmuró, casi en voz baja. Las manos de ambos seguían apoyadas a la altura de su corazón, así que lentamente la apartó de ahí, para poder llevarla a sus labios. Después de depositar un pequeño beso en ella, su pequeña no la bajó, sino que permaneció unos segundos más, acariciando su mejilla, gesto que fue correspondido por el joven, bajando levemente su cabeza y disfrutando de esa sutil caricia.
Sin decir una sola palabra, Bella agarró con fuerza su ramo de novia, y una vez que su mano dejó la mejilla de Edward, se la tendió con una pequeña sonrisa. El joven correspondió a su gesto, y con sus dedos entrelazados subieron el pequeño escalón, quedando frente al juez Bramstein, que guiñándoles un ojo, comenzó la ceremonia.
Bella estaban tan nerviosa, que apenas prestó atención a las primeras palabra del celebrante. Sus ojos no podían despegarse de los de su novio... estaban tan guapo con ese traje, con el pelo más revuelto que de costumbre, señal de que había pasado las manos por él una y otra vez. Sentía un dulce cosquilleo en sus dedos, ya que Edward los acariciaba y les daba apretones cariñosos, cosa que ella agradecía con tímidas sonrisas... pero su mueca cambió a una de nervios al escuchar unas palabras del oficiante.
-Ahora los novios pronunciarán sus votos; Edward, cuándo quieras- la pareja se giró, quedando frente a frente. Los corazones de ambos latían al unísono, y justo en ese instante, Bella agachó la vista, incapaz de sostener la mirada esmeralda que Edward le dedicaba; los ojos de su novio la miraban con cariño, con adoración, con orgullo... con un amor tan inmenso que por unos instantes, hizo estremecer su espina dorsal. Vio cómo el joven respiraba profundamente, antes de empezar a hablar.
-Isabella... mi Bella; siempre pensé que tenía una vida normal, con los altibajos y situaciones normales que se dan en su transcurso... pero estaba equivocado, me faltaba algo. De repente apareció una pequeña estrellita, poniendo mi mundo y mi corazón patas arriba- de nuevo una lágrima resbaló por la mejilla de la joven, que el propio Edward se encargó de recoger con uno de sus dedos -no quiero hacer un discurso, enumerando y repitiendo todas las promesas que estoy más que dispuesto a cumplir...tan sólo decirte que quiero caminar junto a ti, en ese maravilloso paseo llamado vida; vendrán tiempos mejores y tiempos peores, pero juntos podremos hacer frente a todo lo que venga- hizo una pequeña pausa, haciendo que su novia le volviese a mirar -no tengo otra cosa para ofrecerte que mi corazón...y si tú lo aceptas, es tuyo- terminó de pronunciar, sin despegar su mano de la de su pequeña.
Los ojos de la joven castaña derramaban lágrimas sin control alguno... le parecía que nunca había escuchado discurso más hermoso que el que Edward había pronunciado. Aunque no fueran unos votos engalanados y pomposos, para ella eran más que suficientes. Su estómago se contraía, a causas de sus nervios.; ella no había preparado votos algunos... pero sabía exactamente qué tenía que decir, nunca había tenido nada tan claro.
Los apenas treinta invitados esperaban expectantes las improvisadas palabras de la novia; sentía cómo los ojos de todos los allí presentes se giraban hacia ella, esperando. Cerró los ojos apenas unos segundos, hasta que por fin ordenó las ideas en su cabeza.
-Edward- nada más pronunciar la primera palabra sintió el familiar rubor de los nervios apoderarse de sus mejillas -no he tenido tiempo de preparar nada -suaves risas resonaron en el ambiente, dándole la razón -así que sólo puedo decir que acepto gustosa esa proposición; caminaré contigo a lo largo de ese emocionante paseo, afrontando juntos todo lo que venga... tú me ofreces algo muy valioso para mi, cómo es tu corazón- se paró, tomando aire suavemente -no puedo aceptar algo que ya me pertenece... al igual que el mío te pertenece desde la primera vez que te vi- una sonrisa llena de cariño apareció en los labios del joven, que había escuchado embelesado a su pequeña... cuándo pensaba que no podía amarla más, de nuevo se volvía a equivocar. La habría besado allí mismo hasta dejarla sin aliento, pero la voz de juez Bramstein se adelantó.
-Edward Cullen, ¿aceptas recibir por esposa a Isabella Swan?-.
-Acepto- exclamó de manera rotunda y pletórica.
-Isabella Swan, ¿aceptas recibir por esposo a Edward Cullen?-.
-Acepto- contestó ella, suavemente, pero también con aplomo.
El celebrante levantó la vista, para hacer una seña imperceptible. Justo en ese momento Emmet se adelantó, con el pequeño Owen en brazos, que agarraba en su puñito un pequeño saco de terciopelo rojo. La sonrisa de los novios no tardó en aparecer, ya que el pequeño se negaba a soltarlo, hasta que su padre se lo quitó de las manos, para entregárselo a Edward.
Esme también se había adelantado un paso, tendiéndole a Bella otra pequeña bolsita, de iguales características que la que su sobrino portaba. La joven comprendió de que se trataba, así que le tuvo que tender el ramo antes de que volviera a su posición. Con cuidado la abrió, sacando la alianza, para deslizarla en el dedo corazón de la mano derecha de su novio. Edward repitió el proceso, pero la joven no pudo evitar jadear al ver que deslizaba no uno, sino dos anillos a la vez. Su pequeña alianza era igual que la de Edward, pero junto a ella reposaba un anillo con un pequeño diamante.
-¿Pensabas que no tendrías anillo de compromiso?- le susurró Edward, en voz baja, guiñándole un ojo. Ella sólo acertó a morderse el labio, negando divertida con la cabeza, pero de nuevo el juez Bremstein habló.
-Por el poder que me confiere el estado de Texas, yo os declaro marido y mujer- al fin las palabras que tanto anhelaban escuchar pusieron el punto y final a la ceremonia.
Edward llevó las manos al rostro de su pequeña, acunándolo con ternura y devoción... su esposa... suya... de nuevo los orbes chocolates de su mujer se cristalizaron... no era un sueño, era su Edward... y acababan de casarse, era su marido. Lentamente se acercó a él, y la pareja junto sus frentes, mirándose intensamente a los ojos.
-Sin miedos...-acertó a pronunciar Bella.
-Sin inseguridades...- continuó la frase el joven.
-Sólos tú y yo...- susurró ella, con voz quebrada.
-Y nuestro amor...- terminó Edward -te amo, mi vida-.
-Te amo- exclamó ella, antes de que sus labios se juntaran en un beso cargado de miles de sentimientos y sensaciones.
El mundo desapareció para el recién estrenado matrimonio; las manos del joven bajaron hasta la cintura de Bella, estrechándola entre sus brazos... dos insufribles semanas sin poder disfrutar de ella, y más después de lo que acababa ocurrir, la necesitaba de manera alarmante; ésta posó sus manos en su pecho, profundizando el beso y sin acordarse de que estaba frente a treinta pares de ojos, que compartían la felicidad de la enamorada pareja.
-¡Siiii!- exclamó Jasper, volviéndose a su hermano Jake y chocando las manos en señal de triunfo, a la vez que el gentío rompía en aplausos; la sonrisa de Carlisle no podía ser más intensa, y las chicas y Esme se limpiaban las furtivas lágrimas, al igual que Leah, Cindy y Annie.
Pero ni aún así se pudo romper, durante varios minutos, la burbuja que envolvía a Edward Cullen y a su esposa.
Los nervios se instalaron de manera permanente en el estómago de Edward Cullen durante la semana que duraron los preparativos de la sorpresa. Un cúmulo de sensaciones campaban a lo largo y ancho de todo su cuerpo, que iban desde la expectación, pasando por la ilusión y llegaban hasta la tristeza y desolación, en el caso de que todo saliera mal; no hacía más que rezar para sus adentros, esperando que no fuera demasiado tarde.
Quedaban solamente unas horas, y entonces pondría en marcha el plan. Ya acostado en la cama, después de otra jornada de trabajo y de preparativos, giró levemente su cabeza, encontrándose con el hueco vacío; llevaba dos semanas en Hunstville, y cuándo su pequeña le preguntaba si ya volvía a San Antonio, un dolor se instalaba de nuevo en su interior, culpándose porque, aunque ella lo escondiera, sabía que estaba triste; le había tenido que poner un sin fin de excusas, alegando el inmenso trabajo que tenía en el rancho. Solamente esperaba que todo el esfuerzo valiera la pena, para ambos.
Cómo si en verdad la hubiera invocado, su móvil vibró, desplazándose por la superficie de la mesilla; sonrió con ternura al ver el nombre que tanto amaba.
-¿Qué haces despierta a estas horas?- contestó al momento; su pequeña, al otro lado de la línea, se relajó al escuchar, por fin, su voz.
-No podía dormir- le confesó -espero no haberte despertado- se medio disculpó, ya que pasaba de la medianoche.
-No me has despertado- le aclaró, incorporándose y quedando apoyado en el cabecero de la cama -y aunque lo hubieses hecho, no hubiera pasado nada- Bella no pudo evitar sonreír.
-¿Qué has hecho hoy?- le interrogó, curiosa.
-Papeleo- le contó Edward, cosa que en parte, era verdad; la señora Cope, la eterna secretaria del rancho Killarney, se había jubilado hacía apenas un mes, y todavía no encontraban sustituto o sustituta -¿y tú?-.
-Estudiar- dijo con un suspiro cansado -pero ya ha llegado un momento en el que no veía las palabras, de lo cansada que estaba- le confesó; el joven rió suavemente, imaginando la mueca de frustración de su pequeña.
-Debes descansar más, cariño- le dijo -por lo menos, hasta el próximo viernes estás libre, ¿me equivoco?- preguntó, con una sonrisa, ya que conocía perfectamente la respuesta; se sabía su horario de exámenes de arriba a abajo.
-Cierto- le sacó de dudas la joven, sin sospechar nada -hasta la siguiente semana no tengo el próximo examen- durante varios minutos ese fue el tema de conversación. El primer examen lo había suspendido, por lo que esa asignatura le quedaba pendiente para septiembre; pero gracias a dios, los tres que había hecho después de ese estaban aprobados.
-¿Cómo están todos?- preguntó Bella, cambiando de tema.
-Bien- se encogió de hombros -te mandan muchos besos-.
-Tengo muchas ganas de verlos- suspiró; si su pequeña tan sólo supiera que mañana los iba a ver... pensó para sus adentros y sonriendo.
-Pronto cariño, pronto- la intentó reconfortar -¿y a mi, tienes ganas de verme?- le preguntó de manera desinteresada... pero por dentro los nervios le corroían.
-Más que a ninguno- la respuesta de Bella le hizo sonreír -te echo mucho de menos... y además tenemos que hablar- susurró ella.
-Yo también a ti cariño... más de lo que te puedas imaginar- le confesó el joven -y te aseguro que hablaremos en cuánto regrese- le prometió otra vez, cómo había hecho todas las noches desde que había llegado al rancho.
-No puedo esperar a que llegue el domingo- exclamó ella. El joven sonrió cómplice... a veces le daban ganas de confesarle que sería antes, pero no podía descubrir la sorpresa; así que de nuevo soltó otra mentira piadosa.
-Yo tampoco puedo esperar a que sea domingo, mi amor- contestó.
Unos minutos después, la pareja se despedía. Bella cayó rendida en un profundo y sosegado sueño, presa del cansancio de los últimos días... pero a dos horas de San Antonio, un joven de pelo cobrizo era incapaz de conciliar el sueño, muerto de los nervios... mañana era el día.
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Y por fin el sábado, día uno de junio, había llegado. Era una bonita fecha, y tanto la familia Cullen cómo Edward esperaban que fuera inolvidable. La actividad fue constante desde primera hora de la mañana... todos en la familia estaban ocupados, excepto cierto joven, que en un intento por aplacar los nervios, y mandado por sus hiperactivas cuñadas, había ido a dar un paseo, terminando apoyado en la valla de uno de los pastos, observando a los animales, los únicos ajenos a todo lo que se cocía en Killarney.
No podía esperar a tener frente a él a su pequeña estrellita, se moría por tenerla por fin, frente a sus ojos, y estrecharla entre sus brazos... el simple hecho de imaginarse que podría no volver a verla hacía que un escalofrío aterrador recorriera su cuerpo.
-¿Nervioso?- por poco pega un bote, ya que no había escuchado los pasos de su padre, que se había acercado hasta su posición, con el pequeño Owen en brazos.
-Mucho- admitió, con una sonrisa nerviosa -¿te han proclamado niñero del día?- bromeó.
-Eso parece; hay mucho follón ahí dentro, y he pensado que un paseo le sentaría bien- le aclaró; justo en ese momento, el pequeño abrió los brazos en dirección al joven.
-Tío Ward- le llamó; éste no dudó en arrebatárselo a su padre, para acomodarlo dentro de sus brazos.
-¿Qué pasa, colega?- le arrulló graciosamente. Carlisle observaba atento la escena, sonriendo complacido.
-Se te dan bien los niños- objetó su padre.
-Se hace lo que se puede- confesó entre risas; en un futuro no muy lejano esperaba que pudiera abrazar a un pequeño o pequeña de pelo castaño y ojos chocolate.
-¿Has hablado con Bella hoy?- siguió interrogando.
-Ayer por la noche- le contó -parece que está un poco mejor de ánimos- musitó para si mismo. Carlisle Cullen asintió con una sonrisa; permaneció callado unos minutos, rumiando cómo sacarle el tema sin que su hijo se pusiera más histérico de lo que ya estaba.
-Hijo, me siento obligado a hacerte esta pregunta -Edward asintió, mirando a su padre, esperando a que continuara -¿estás tú también seguro de todo ésto...?- dejó la pregunta inconclusa, pero el joven entendió a la perfección.
-He cometido muchos errores, papá; le he hecho mucho daño a la persona que más quiero en el mundo- empezó a relatar- después de todo lo que ha pasado, lo único que quiero es pasar página, empezar de nuevo... y pasar lo me quede de vida a su lado; no hago ésto sólo por ella... lo hago por los dos- terminó de responder, con una firmeza y un aplomo que sorprendió a Carlisle.
-Todos nos equivocamos, hijo- le intentó reconfortar, acercándose a él y palmeándole el hombro -no lo hiciste con mala intención, Edward; simplemente pensaste que era lo mejor-.
-No puedo perderla, papá- susurró, tragando saliva de manera pesada... ¿y si no salía bien?; su pequeña tenía todo el derecho a mandarle a paseo, después de todo lo ocurrido. El patriarca suspiró, deseando poder decirle con rotundidad que todo iba a salir bien... pero tenía que ser sincero con su hijo.
-No te voy a engañar, Edward; es una posibilidad que está ahí- habló éste con franqueza -pero cómo tu bien dijiste cuándo me pusiste al tanto... es un riesgo que asumiste en el momento que decidiste hacer ésto; pero debes confiar en que todo va a salir bien, ya lo verás- le animó de nuevo.
El joven, todavía con su sobrino en brazos, asintió imperceptiblemente con la cabeza... no sabía cómo iba a enfrentar que Bella se negara, no quería pensar en ello. Pero la suerte estaba echada, y lo único que le quedaba era que las horas pasaran lo más rápido que fuera posible. La protesta de su pequeño sobrino, revolviéndose inquieto, le sacó de sus cavilaciones.
-Creo que este muchachito tiene hambre- exclamó con una sonrisa.
-Cierto- aprobó su padre -vamos, ya es más de mediodía- ambos emprendieron el camino de regreso a la casa principal -Edward- le llamó, parando ambos su caminar -seguro que mamá está orgullosa de ti- los ojos del joven, iguales a los de su madre, se aguaron a la mención de la mujer que dio su vida para que él llegara a este mundo. A su memoria vino esa conversación que sostuvo con su pequeña, antes de que se convirtiera en su novia, en la cual ella le animó a preguntar a su padre y hermanos mayores por ella... y eso fue lo que hizo desde entonces, para poder tener algunos recuerdos de ella.
-Eso espero- murmuró en voz baja.
Su padre simplemente sonrió, y dándole un apretón cariñoso en el hombro, retomaron el camino hacia la casa. Los nervios le subieron hasta la garganta al ver que Alice y Rosalie se montaban en el coche. La joven morena levantó el pulgar, para después sonreírle... ahora sí que empezaba la sorpresa.
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Bella intentaba concentrarse, pero cada vez que empezaba a leer un párrafo de los apuntes, en su mente se colaba otra imagen completamente diferente; Edward.
Hacía casi dos semanas que su novio, después de la fuerte discusión que ambos mantuvieron, se había marchado al rancho. Le había dicho, por activa y por pasiva, que no había razón para ello, pero finalmente también se auto convenció de que era lo mejor; y aunque lo anhelara con el corazón y el alma, a veces para pensar y reflexionar había que tomar un poco de distancia, por mucho que ésta doliera.
Apenas hablaban una vez por la noches, y en esas cortas y simples conversaciones ambos evitaban el tema a toda costa, escudándose en que querían hablarlo de frente; desde hacía unos días notaba a su novio muy raro, era una mezcla extraña de expectación y nervios. Pero cada vez que le preguntaba qué le pasaba, siempre terminaba diciéndole que no se preocupara, que todo estaba bien y que hablarían cuándo él regresara.
Pero el corazón de la joven no estaba para nada tranquilo; la actitud de su novio la tenía en vilo, no entendía que se estaba cociendo en la cabeza de su ranchero. Más de dos semanas habían pasado desde aquello; la pelea había sido demasiado para su estado de ánimo, y sin duda las hirientes palabras que se dedicaron mutuamente habían hecho mella en lo más profundo de su corazón.
Los gritos, los reproches... los miedos y las inseguridades de su novio ya llegaban a un punto que se antojaba insostenible... dios... ¿tan herido estaba todavía, aunque todo eso formara parte de su pasado?... no podía creer que pensara que lo iba abandonar... llevaba meses demostrándole que podía confiar en ella y en sus sentimientos, que siempre estaría a su lado. Pero cuándo su novio por fin se sinceró y sacó todo lo que llevaba dentro, comprendió su postura, y sus motivos.
No se dio cuenta de que una lágrima había escapado de sus ojos, ya permanente hinchados y con ojeras; demasiadas noches ya de desvelos, dando vueltas a su mente, rebuscando la solución, luchando por Edward y por ella misma, echándole de menos... luchando por ellos dos, y por ese amor que seguía latente cómo el primer día... pero ya las fuerzas y la convicción de que todo se iba a arreglar flaqueaban cada día que pasaba, de manera alarmante; pero no podía rendirse, no se iba a dar por vencida... sólo esperaba que llegara el día de mañana, para poder verle, echarse en sus brazos y decirle todo lo que su corazón guardaba.
Incapaz de concentrarse, cerró la carpeta con un sonoro suspiro; posó la vista en el reloj de la pared, y vio con asombro que ya eran las dos del mediodía. Su estómago rugió furioso; llevaba varios días sin comer bien, y ya el hambre pasaba factura. No tenía ánimos de hacer ningún plato elaborado, ni siquiera de poner la sartén en el fuego, de modo que se decidió por unos simples sandwiches de jamón y queso, con un buen vaso de leche. Justo cuándo estaba acomodando la bandeja encima de sus piernas, el timbre de la casa empezó a sonar de manera compulsiva. Extrañada, ya que no esperaba visita alguna, tuvo que volver a ponerse de pie, pasando primero por la mesa para dejar la bandeja. Pensó en Leah, en Cindy o Annie... pero la habrían avisado antes de ir.
Tuvo que apresurarse, ya que el timbre no cesaba de sonar; ni siquiera se paró a mirar por la mirilla, cómo era su costumbre. Cuándo abrió la puerta, dos pares de brazos la rodearon, abrazándola con efusividad.
-¡Bella!- chilló Alice, reventándole prácticamente el tímpano del oído derecho. Los brazos de Rosalie también la rodeaban.
-Per... pero...- la joven obviamente les devolvió el abrazo, pero estaba tan atónita que las palabras no querían salir de su garganta.
-¿No te alegras de ver a tus cuñadas?- la picó Rose, en tono bromista.
-Claro que me alegro- contestó, una vez la liberaron del abrazo -menuda sorpresa- exclamó; hacía mas de un mes que no las veía, y las echaba de menos... el teléfono no era suficiente -¿qué hacéis aquí?, ¿ha pasado algo en el rancho?, ¿Edward está bien?- preguntó frenética.
-Tranquila; todos están bien en Hunstville- le aclaró Alice -simplemente hemos venido a pasar el fin de semana contigo- iba a abrir la boca, pero Rose se adelantó.
-Tienes que estudiar, lo sabemos; Edward nos lo ha recordado- rodó los ojos -pero nos apetecía verte, y los chicos están demasiado ocupados... y sabemos que hasta dentro de una semana no tienes el próximo examen- añadió, a modo aclaratorio -así que no tienes escapatoria; puedes tomarte un día o dos de descanso- Bella escuchó su discurso con las cejas arqueadas... pero no pudo más que esbozar una sonrisa.
La joven las invitó a pasar al salón, y una vez se acomodaron en el sofá, Bella se fue a la cocina a preparar café, ya que según le explicaron, habían almorzado ya. Necesitaba algo de distracción, salir y despejarse... así que mientras trasteaba por la cocina decidió dar un respiro a sus exámenes y a los problemas, y disfrutar del fin de semanas con sus cuñadas.
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Dos horas después, las chicas charlaban animadas y divertidas. Bella les sometió a un intensivo interrogatorio, sobre todo de cómo estaban todos en el rancho. Rose y Alice respondían pacientemente a sus preguntas. Bella evitó con una sonrisa nerviosa cuándo le preguntaron acerca de Edward y de cómo habían ido las cosas; hizo un esfuerzo sobrehumano porque no se le quebrase la voz al responder que todo iba bien.
Las jóvenes se percataron de la tristeza que emanaba de los ojos de su cuñada, y dándose una significativa mirada de manera disimulada, cambiaron radicalmente de tema.
-Bien- habló Alice -ahora te vas a cambiar y vamos a salir- le dijo a Bella. Ésta la miró frunciendo el ceño... pero necesitaba respirar aire puro, llevaba muchos días encerrada en casa, y le pareció una buena idea; sin apenas rechistar, cambió sus pantalones cortos por unos vaqueros y una camiseta; se quitó la goma que recogía su pelo, y decidió que más o menos, estaba un poco decente, así que volvió al salón, dónde Rose y Alice cuchicheaban en voz baja.
-¿Pero... a dónde vamos?, ¿y dónde está vuestro equipaje?- la pregunta le vino a la cabeza de manera súbita; le parecía muy raro que no llevaran cinco maletas cada una.
-Lo subiremos después- le quitó importancia al tema Rose, haciendo un gesto con la mano -tenemos una sorpresa para ti- le desveló, moviendo las cejas de forma sugestiva.
-¿Una sorpresa?- preguntó extrañada.
-Sip- respondió ahora la joven morena, pagada de si misma -de modo que...- dejó la frase inconclusa mientras sacaba algo negro de su bolso, acercándose a ella.
-Alice-... le previno, alejándose unos pasos hacia atrás -¿pero qué demonios...?- exclamó, la ver que su cuñada la vendaba los ojos -no tiene gracia- refunfuñó. Intentó deshacerse del pañuelo, pero Rose le apartó las manos, que ya casi desarmaban el nudo.
-Bellie- exclamó Alice en un suspiro -llevamos varios días preparándote la sorpresa, así que se buena y déjanos hacer- la joven castaña negó, sonriendo divertida con la cabeza... de seguro que la cara de Alice dibujaba un gracioso puchero.
-Pero prohibido tocar el pañuelo- añadió Rosalie.
-Está bien, me rindo- dijo con fastidio y bajando los hombros, envuelta en la más completa oscuridad. Pudo sentir el gesto de júbilo que seguro sus dos maquiavélicas cuñadas estaban esbozando, junto a los grititos de alegría. Sintió cómo la conducían hacia la calle, después de haber cerrado la casa y de que Rose hubiese cogido su bolso.
-Confía en nosotras- la intentó tranquilizar Alice mientras la ayudaba a meterse en el asiento trasero del coche -será una tarde inolvidable-.
-¿Tarde de chicas?- interrogó de nuevo, cruzándose de brazos y hundiéndose en el asiento -¿qué tiene eso de inolvidable?-.
-Disfrutar de la sorpresa que tus cuñadas te han preparado con tanto cariño- respondió Alice con un teatral gesto de firmeza... pero con una sonrisa cómplice surcando su rostro.
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El viaje duró poco menos que dos horas, según los cálculos mentales de Bella. Al principio se asustó al ver que tardaban tanto, pero la tranquilizaron explicándole que lo que tenían preparado para ella estaba en una población a dos horas de San Antonio.
Por fin, sintió que el vehículo aminoraba la velocidad, hasta detenerse por completo. Cuándo Rose o Alice abrieron su puerta y la ayudaron a salir, se encontró con que en la distancia se escuchaba jaleo; supuso que estarían en el centro urbano de dónde quiera que se encontraran. Dio un respingo al sentir las manos de sus cuñadas tomarla cada una de un brazo.
-Tranquila- le dijo Alice -es para ayudarte a subir los escalones; hay bastantes- le advirtió. Sintió cómo entraban al interior de un edificio, andaban unos pocos pasos más y luego más escalones, bastantes más que a la entrada.
-¿Dónde estamos?- les reclamó, intrigada de verdad.
-Ya estamos llegando- le murmuró Rose, en voz baja. Oyó perfectamente cómo abrían una puerta y la introducían en una habitación. Por fin soltaron sus brazos, y finalmente oyó las palabras mágicas.
-Ya puedes quitarte la venda- con demasiada premura lanzó sus manos a la parte posterior de su cabeza, librándose por fin del pañuelo... y al enfocar su vista, abrió los ojos cómo platos, sin poder creerlo.
Estaba en su habitación, en el rancho. Esme y Nessie se habían unido al grupo, y la miraban con una sonrisa inmensa. Ambas estaban elegantemente vestidas... cómo si fueran a ir a una fiesta.
-Pero... ¿qué está ocurriendo?- murmuraba, incrédula y sin entender nada, mirando de hito en hito a las cuatro mujeres, que no hacían otra cosa que sonreír emocionadas.
-Bella... simplemente tienes que dejar que te preparemos- esa fue toda la explicación que Alice le dio. Seguía aturullada, sin entender nada en absoluto; la cabeza le daba vueltas y no era capaz de pronunciar una sola palabra coherente... pero sus ojos se abrieron aún más, si eso era posible, al ver encima de la cama un vestido largo, con escote palabra de honor; no tenía más adorno que unas delicadas piedras de cristal debajo del pecho... y era de color blanco. A su lado, cuidadosamente extendido, un velo de tul.
Su respiración se volvió errática y pesada; a la vez que su mente intentaba procesar lo que estaba ocurriendo, las mariposas acamparon en su estómago, revoloteando de manera incansable... ¿Acaso se habían vuelto locos todos los habitantes de esta casa?; no encontraba explicación alguna a lo que estaba sucediendo... hasta que Esme la sacó de su mutismo, acercándose a ella y tomando una de sus manos.
-Bella... ¿tú amas a Edward, verdad?- la pregunta la dejó fuera de combate, pero respondió de manera inmediata.
-Claro que sí, Esme; a pesar de nuestra última discusión, yo...- sus palabras se quebraron, y una solitaria lágrima recorrió su mejilla.
-Con eso es suficiente; Edward te explicará el resto- terminó de decir Esme.
Rose y Alice salieron de la habitación, y guiada por Nessie y la propia Esme, se convirtió en una emocionada y patidifusa marioneta. Le obligaron a ducharse, y después de eso Nessie se ocupó de su cabello. Simplemente lo dejó suelto, recogiéndole una pequeña parte atrás, y realzando las suaves ondas de los mechones que caían por su cara y sus hombros. Alice volvió a la habitación para aplicarle el maquillaje, ya cambiada y con un vestido de fiesta en tonos verdes. Cuándo ésta decidió que ya estaba lista, y después de colocarse un precioso conjunto de ropa interior de encaje, Esme y Nessie la ayudaron a colocarse el vestido... era increíble, le quedaba cómo un guante... ¿cómo lo habían conseguido?.
Incluso la ayudaron a subirse en los zapatos de tacón, de raso blanco; la dejaron mirarse al espejo mientras colocaban el velo. Sus ojos se aguaron al ver la imagen que le devolvió el reflejo... ¿era posible que la sorpresa fuese su propia boda?... ¿cómo habían podido organizar todo ésto?... ¿por qué así?.
-Estás preciosa hija- la voz de Esme la sacó de sus cavilaciones -pero es la hora, y debemos empezar a bajar-.
-Vamos Bellie- le dijo Nessie, también visiblemente emocionada -alguien te espera abajo-.
-No puedo creerlo- susurró emocionada, y todavía incrédula -¿pero Edward sabe todo ésto?- atinó a preguntar; su pregunta hizo sonreír al pequeño grupo que se encontraba en su habitación.
-Por supuesto; bastante tenemos con una novia sorprendida- la afirmación de Alice la hizo reír de manera suave.
El corazón de la joven se desbocaba según bajaba por la enorme escalera de madera. La condujeron hacia el salón... y no pudo evitar sollozar al ver ahí a todos sus cuñados y sobrinos, capitaneados por Carlisle Cullen; estaban guapísimos enfundados en sus trajes.
-Guaauuuuu- exclamó Emmet; llevaba en brazos a Owen, graciosamente conjuntado con los hombres con su mini tracejito.
-Impresionante... Eddie se va a caer de culo- dijo Jake, que llevaba a su pequeña Claire en brazos; Valerie dormía plácidamente en el cochecito.
-Hija mía- Carlisle tomó la palabra -se que esta locura de mis hijos es inexplicable... pero no puedo evitar el sentirme emocionado también-.
-¿Por qué, Carlisle?- consiguió hilar la pregunta Bella. Le temblaba todo el cuerpo, y los nervios se habían instalado de tal manera en su estómago que apenas podía respirar.
-Puede que Edward haya cometido muchos errores, sobre todo en estos últimos meses- le explicó su suegro con paciencia, tomándole una mano -pero si hay algo que tiene claro, es que no puede vivir sin ti... - hizo una pequeña pausa -pero eso es algo que él te va a decir en unos minutos... si tú quieres- la joven entendió sus palabras a la perfección... su felicidad, y la de su novio estaba a sólo unos pasos; comprendió en milésimas de segundo que Edward había entendido, por fin todo lo que ella le había intentado hacer ver todo estos meses.
-Sí, quiero- admitió con un nudo en su garganta.
-Eso es después de unos minutos, Bells- el comentario de Jake hizo reír a la familia.
-Entonces todos a su sitio- las chicas fueron saliendo, deseándole suerte; Esme le tendió un pequeño ramo de peonias blancas, que la joven colocó entre sus temblorosas manos, más emocionada todavía, y le dio un cariñoso abrazo antes de salir hacia el jardín.
En esos mínimos segundos que estuvo sola, cerró los ojos; tomando una profunda respiración e intentando controlar sus nervios... pero no pudo evitar acordarse de una persona que viviría este día con alegría y orgullo... su padre. La pena invadió, por unos instantes, su corazón, ya que no la podría llevar al altar, cómo seguro hubiese sido la mayor ilusión de Charlie Swan. Un carraspeo le hizo alzar la vista; Jasper se acercaba a su lado, con las manos cruzadas detrás de su espalda, y sonriendo con simpatía.
-Ya que tu padre, desgraciadamente no puede- Bella sollozó en voz baja -espero me concedas el honor de entregarte a mi hermano- ésta le miró sorprendida.
-Pensaba que sería Carlisle- meditó pensativa. Jasper negó acercándose a ella y haciendo que cogiera su brazo.
-Cuándo tuvimos que daros algún que otro empujoncito- recalcó graciosamente la palabra empujoncito -me prometí a mi mismo que te acompañaría al altar- le guiño un ojo de manera cómplice. Bella sonrió mientras afianzaba su agarre.
-Entonces debes completar la misión; deberías dedicarte a este negocio... Cupido- exclamó divertida. El joven se carcajeó suavemente, para después conducirla a la parte trasera del inmenso salón, desde dónde se accedía a los jardines.
-¿Preparada?- la joven tomó aire, y simplemente pudo asentir con la cabeza, y con su corazón a punto de explotar, dio el primer paso.
Al atravesar la puerta, un jadeo involuntario salió de su pecho. El jardín estaba incluso más bonito que en la boda de Jake y Nessie. Pequeñas hileras con sillas tapizadas en blanco delimitaban el pasillo hacia un precioso altar, cubierto con las mismas flores que formaban su ramo; no sabía de dónde provenía la música que le estaba acompañanado en ese paseo tan importante... pero era preciosa.
Según se iba acercando a los invitados, se topó con las miradas y sonrisas emocionadas de todos los peones de rancho, con Sam y Emily a la cabeza, de los señores Hale, de Jenks y su familia... abrió la boca cuándo vio a todos y cada uno de sus amigos de San Antonio, y su boca formó una perfecta o en el momento en el cual Leah le guiñó un ojo... dios mío, ellos también estaban en el ajo. Distinguió en la primera fila a la que ella consideraba su familia. Carlisle y sus cuñados sonreían... Esme y sus cuñadas hacían un esfuerzo por retener las lágrimas.
Y finalmente, los ojos verdes que tanto amaba se cruzaron con los suyos. Edward la esperaba debajo del arco de flores, con el juez Bramstein al frente. Estaba impresionante con ese traje negro... y nervioso, porque no hacía otra cosa que retorcerse las manos.
El joven ranchero miraba embelesado a su pequeña, acercándose a él; su corazón hacía días que había dejado de temer, y las inseguridades quedaron enterradas. Ahora que la tenía delante suyo, se golpeaba mentalmente por haber querido retrasar ese instante... estaba tan bonita que dolía, y supo con certeza que jamás vería una imagen tan hermosa cómo la que estaban viendo sus ojos en ese instante; lo único que esperaba es que Bella le perdonase todo, desde los horribles meses pasados hasta su atrevimiento por haber organizado, junto a sus hermanos, todo ésto.
Por fin, después de un largo minuto, su preciosa novia se acercaba a su posición; Jasper se adelantó, fundiéndose ambos en un emotivo abrazo.
-Ya la tienes aquí- le murmuró en voz baja; besó con galantería sureña la pequeña mano de Bella justo antes de retirarse a su sitio, y posicionarse al lado de Alice.
-Edward...- susurró la joven; no se dio cuenta del momento exacto en el que sus ojos habían empezado a aguarse, y las lágrimas ya caían por su cara sin control alguno; también estaba sonrojada hasta la médula, debido a los nervios, cosa de la que se percató su novio al verla mordisquear suavemente su labio inferior. Después de dos horribles e interminables semanas, por fin la tenía frente a él; simplemente sonrió, tomando su delicada mano y llevándola a su pecho, posándola en su corazón.
-Estás preciosa... pareces un ángel- le susurró, sólo para ella; el vestido acentuaba sus curvas de una manera deliciosa, y el velo se fundía en perfecta armonía con su melena, enmarcando su rostro.
-Edward...- repetía una y otra vez, sollozando sin parar -¿por qué...?- el joven sonrió con pena, mirándola con una intensidad que la hizo estremecer.
-Antes que nada, quiero pedirte perdón... por todos estos últimos meses- le empezó a explicar -los celos y los miedos me cegaron hasta tal punto que no me daba cuenta de...- Bella apretó dulcemente su mano, instándole a continuar -no me daba cuenta de todo lo que hacías por estar a mi lado, todo lo que luchaste por nosotros... y yo siempre estropeándolo todo- siseó rabioso.
-Edward, no te atormentes más- le pidió, con voz entrecortada.
-No te puedes hacer una idea de cuan arrepentido estoy- se paró, tomando aire de manera profunda -pero lo único que tengo claro es que no puedo vivir sin ti, sin tus besos, sin tus palabras de consuelo, sin escuchar tus risas por las ocurrencias de mis hermanos- Bella sonrió de manera dulce, e incluso pudo oír las risillas de sus cuñados -sin eschucharte tararear canciones cuándo cocinas... sin que la primera imagen del día sea ver tus ojos abriéndose después de toda una noche- sonrió levemente; sus ojos no abandonaron en ningún momento los de su pequeña -no te puedo garantizar que será fácil, simplemente te puedo ofrecer aventurarnos en la vida... juntos... -tuvo que parar, para poder tomar aire y tranquilizarse a sí mismo -soy consciente de que me he equivocado, Bella... y estás en todo tu derecho a negarte; pero si decides aceptar... no quiero esperar un sólo segundo más para hacerte mi esposa- quitó con su pulgar la lágrima que resbalaba lentamente por la mejilla de su novia -¿quieres casarte conmigo... mi pequeña estrellita?-.
La respiración de la joven seguía siendo errática y pesada; no podía creer todo lo que estaba sucediendo, y las palabras que le había dedicado su novio habían llegado hasta el centro de su alma. Su mano, enlazada con la de Edward y posada en su pecho, sentía los latidos de su corazón; sus ojos, que le dedicaban un sinfín de sentimientos y emociones... sólo recordaba una única vez haberlos visto brillar de es manera, y esa era la noche en la que le confesó su amor.
No tenía miedo... ya no lo tenía, y sus palabras le liberaron de otro temor que había acudido a su mente... no hacía ésto sólo por ella, lo hacía por los dos.
El escaso minuto que ella permaneció en silencio fue el más largo de la vida del joven Cullen; su corazón sentía a la vez alivio, al decirle todo lo que su corazón guardaba; y por otro lado expectación y ansiedad; si hubiera mirado de reojo, se habría percatado de que su familia contenía la respiración, también... hasta que por fin, la suave voz de Bella cortó el extraño silencio.
-Sí- susurró simplemente, en un murmullo apenas imperceptible.
Todos los presentes soltaron el aire de golpe; la sonrisa que surcó el rostro del patriarca Cullen era fiel reflejo de los sentimientos de todos los componentes de su familia... después de tantos años, su hijo había encontrado la felicidad, y aunque había cometido errores, había reaccionado a tiempo. Esme y las chicas sonreían emocionadas, y los hermanos tuvieron que contener las ganas de aplaudir y jalear a su hermano.
Ella había aceptado, le había dicho sí... la mente de Edward daba vueltas, procesando esa simple palabra que le abría el cielo... su pequeña le perdonaba, le daba otra oportunidad.
-Bella...- murmuró, casi en voz baja. Las manos de ambos seguían apoyadas a la altura de su corazón, así que lentamente la apartó de ahí, para poder llevarla a sus labios. Después de depositar un pequeño beso en ella, su pequeña no la bajó, sino que permaneció unos segundos más, acariciando su mejilla, gesto que fue correspondido por el joven, bajando levemente su cabeza y disfrutando de esa sutil caricia.
Sin decir una sola palabra, Bella agarró con fuerza su ramo de novia, y una vez que su mano dejó la mejilla de Edward, se la tendió con una pequeña sonrisa. El joven correspondió a su gesto, y con sus dedos entrelazados subieron el pequeño escalón, quedando frente al juez Bramstein, que guiñándoles un ojo, comenzó la ceremonia.
Bella estaban tan nerviosa, que apenas prestó atención a las primeras palabra del celebrante. Sus ojos no podían despegarse de los de su novio... estaban tan guapo con ese traje, con el pelo más revuelto que de costumbre, señal de que había pasado las manos por él una y otra vez. Sentía un dulce cosquilleo en sus dedos, ya que Edward los acariciaba y les daba apretones cariñosos, cosa que ella agradecía con tímidas sonrisas... pero su mueca cambió a una de nervios al escuchar unas palabras del oficiante.
-Ahora los novios pronunciarán sus votos; Edward, cuándo quieras- la pareja se giró, quedando frente a frente. Los corazones de ambos latían al unísono, y justo en ese instante, Bella agachó la vista, incapaz de sostener la mirada esmeralda que Edward le dedicaba; los ojos de su novio la miraban con cariño, con adoración, con orgullo... con un amor tan inmenso que por unos instantes, hizo estremecer su espina dorsal. Vio cómo el joven respiraba profundamente, antes de empezar a hablar.
-Isabella... mi Bella; siempre pensé que tenía una vida normal, con los altibajos y situaciones normales que se dan en su transcurso... pero estaba equivocado, me faltaba algo. De repente apareció una pequeña estrellita, poniendo mi mundo y mi corazón patas arriba- de nuevo una lágrima resbaló por la mejilla de la joven, que el propio Edward se encargó de recoger con uno de sus dedos -no quiero hacer un discurso, enumerando y repitiendo todas las promesas que estoy más que dispuesto a cumplir...tan sólo decirte que quiero caminar junto a ti, en ese maravilloso paseo llamado vida; vendrán tiempos mejores y tiempos peores, pero juntos podremos hacer frente a todo lo que venga- hizo una pequeña pausa, haciendo que su novia le volviese a mirar -no tengo otra cosa para ofrecerte que mi corazón...y si tú lo aceptas, es tuyo- terminó de pronunciar, sin despegar su mano de la de su pequeña.
Los ojos de la joven castaña derramaban lágrimas sin control alguno... le parecía que nunca había escuchado discurso más hermoso que el que Edward había pronunciado. Aunque no fueran unos votos engalanados y pomposos, para ella eran más que suficientes. Su estómago se contraía, a causas de sus nervios.; ella no había preparado votos algunos... pero sabía exactamente qué tenía que decir, nunca había tenido nada tan claro.
Los apenas treinta invitados esperaban expectantes las improvisadas palabras de la novia; sentía cómo los ojos de todos los allí presentes se giraban hacia ella, esperando. Cerró los ojos apenas unos segundos, hasta que por fin ordenó las ideas en su cabeza.
-Edward- nada más pronunciar la primera palabra sintió el familiar rubor de los nervios apoderarse de sus mejillas -no he tenido tiempo de preparar nada -suaves risas resonaron en el ambiente, dándole la razón -así que sólo puedo decir que acepto gustosa esa proposición; caminaré contigo a lo largo de ese emocionante paseo, afrontando juntos todo lo que venga... tú me ofreces algo muy valioso para mi, cómo es tu corazón- se paró, tomando aire suavemente -no puedo aceptar algo que ya me pertenece... al igual que el mío te pertenece desde la primera vez que te vi- una sonrisa llena de cariño apareció en los labios del joven, que había escuchado embelesado a su pequeña... cuándo pensaba que no podía amarla más, de nuevo se volvía a equivocar. La habría besado allí mismo hasta dejarla sin aliento, pero la voz de juez Bramstein se adelantó.
-Edward Cullen, ¿aceptas recibir por esposa a Isabella Swan?-.
-Acepto- exclamó de manera rotunda y pletórica.
-Isabella Swan, ¿aceptas recibir por esposo a Edward Cullen?-.
-Acepto- contestó ella, suavemente, pero también con aplomo.
El celebrante levantó la vista, para hacer una seña imperceptible. Justo en ese momento Emmet se adelantó, con el pequeño Owen en brazos, que agarraba en su puñito un pequeño saco de terciopelo rojo. La sonrisa de los novios no tardó en aparecer, ya que el pequeño se negaba a soltarlo, hasta que su padre se lo quitó de las manos, para entregárselo a Edward.
Esme también se había adelantado un paso, tendiéndole a Bella otra pequeña bolsita, de iguales características que la que su sobrino portaba. La joven comprendió de que se trataba, así que le tuvo que tender el ramo antes de que volviera a su posición. Con cuidado la abrió, sacando la alianza, para deslizarla en el dedo corazón de la mano derecha de su novio. Edward repitió el proceso, pero la joven no pudo evitar jadear al ver que deslizaba no uno, sino dos anillos a la vez. Su pequeña alianza era igual que la de Edward, pero junto a ella reposaba un anillo con un pequeño diamante.
-¿Pensabas que no tendrías anillo de compromiso?- le susurró Edward, en voz baja, guiñándole un ojo. Ella sólo acertó a morderse el labio, negando divertida con la cabeza, pero de nuevo el juez Bremstein habló.
-Por el poder que me confiere el estado de Texas, yo os declaro marido y mujer- al fin las palabras que tanto anhelaban escuchar pusieron el punto y final a la ceremonia.
Edward llevó las manos al rostro de su pequeña, acunándolo con ternura y devoción... su esposa... suya... de nuevo los orbes chocolates de su mujer se cristalizaron... no era un sueño, era su Edward... y acababan de casarse, era su marido. Lentamente se acercó a él, y la pareja junto sus frentes, mirándose intensamente a los ojos.
-Sin miedos...-acertó a pronunciar Bella.
-Sin inseguridades...- continuó la frase el joven.
-Sólos tú y yo...- susurró ella, con voz quebrada.
-Y nuestro amor...- terminó Edward -te amo, mi vida-.
-Te amo- exclamó ella, antes de que sus labios se juntaran en un beso cargado de miles de sentimientos y sensaciones.
El mundo desapareció para el recién estrenado matrimonio; las manos del joven bajaron hasta la cintura de Bella, estrechándola entre sus brazos... dos insufribles semanas sin poder disfrutar de ella, y más después de lo que acababa ocurrir, la necesitaba de manera alarmante; ésta posó sus manos en su pecho, profundizando el beso y sin acordarse de que estaba frente a treinta pares de ojos, que compartían la felicidad de la enamorada pareja.
-¡Siiii!- exclamó Jasper, volviéndose a su hermano Jake y chocando las manos en señal de triunfo, a la vez que el gentío rompía en aplausos; la sonrisa de Carlisle no podía ser más intensa, y las chicas y Esme se limpiaban las furtivas lágrimas, al igual que Leah, Cindy y Annie.
Pero ni aún así se pudo romper, durante varios minutos, la burbuja que envolvía a Edward Cullen y a su esposa.
Atal- .
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6/8/2014, 3:25 pm por Sammy17
» Saludos desde BOLIVIA
18/11/2013, 1:07 pm por silan
» necesito ayuda
29/9/2013, 7:32 pm por an.dii.995
» Emmm hola :) me acabo de unir mucho gusto :3
10/8/2013, 12:23 am por emy1718
» ¿Tu piel es tan suave como parece? (M +18)
17/7/2013, 5:49 pm por Qamiila Quinteros
» Soy nueva :D
25/6/2013, 5:08 pm por valeria maria delosantos
» Soy Nuevo en el Foro y ahora que hago ???
6/6/2013, 10:49 am por bella_1996
» Dakota Fanning / Michael Sheen - Imagenes/Videos de Paparazzi / Estudio/ Eventos etc.
26/5/2013, 1:44 pm por isvilce
» Ashley Greene - Imagenes/Videos de Paparazzi / Estudio/ Eventos etc.
26/5/2013, 1:43 pm por isvilce
» 'Hold on to me'
26/5/2013, 1:39 pm por isvilce
» MAP TO THE STARS
26/5/2013, 1:37 pm por isvilce
» Taylor Lautner - Imagenes/Videos de Paparazzi / Estudio/ Eventos etc.
25/5/2013, 2:43 pm por isvilce
» Kristen Stewart
25/5/2013, 2:30 pm por isvilce
» Imagenes/Videos Paparazzi
25/5/2013, 2:25 pm por isvilce
» Kristen Stewart - Imagenes/Videos de Paparazzi / Estudio/ Eventos etc.
25/5/2013, 2:23 pm por isvilce