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Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
wowwwww que dos capissssss . ..............que miedo me da Eleazar que va ha armar con esas fotos ...........bastante tienen ya con las de Jake como para enseñar esas ..........me temo que va ha intentar culpar a Bella de filtrar las fotos de la playa y asi romper su relacion
han estado geniales y muy largos .............espero massssss
han estado geniales y muy largos .............espero massssss
xole- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
en eso tengo el mismo temor
maldito felix ........... va qdar la crema cn las fotos en la playa
pobre bella su cuento de hadas se empiesa a terminar
maldito felix ........... va qdar la crema cn las fotos en la playa
pobre bella su cuento de hadas se empiesa a terminar
Elizabeth le françoise- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
porfis cuando subes mas me encanto la historia
esta full bonita
esta full bonita
MAJO- Cantidad de envíos : 27
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Maldito James....
eso es lo q odio de los periodistas el hecho de q sean famosos no significa q su intimidad le perteezca al mundo....
Gracias por los capitulos.... me encanta la historia...
cuando subes mas...
eso es lo q odio de los periodistas el hecho de q sean famosos no significa q su intimidad le perteezca al mundo....
Gracias por los capitulos.... me encanta la historia...
cuando subes mas...
LinaLuna93- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
wuaoooooooo.. me quede cortada.. quiero saber mássssssssss
NathalyUlrrich- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Recuerden que esta historia de nuestra amiga Sarah-Crish Cullen, yo solo la publico con su autorización.
Les dejo dos capítulos más...disfrútenlos
Les dejo dos capítulos más...disfrútenlos
Capítulo 22: Acoso y derribo
Mansión de los Platt; Surrey, este de Inglaterra. Finales de octubre.
Eleazar paseaba de un lado a otro de su despacho, mientras su mujer y Tanya ojeaban los periódicos. Las portadas de todo el mes tenían un nombre propio; Isabella Swan. Hacía casi un mes que la noticia había trascendido a los medios de comunicación, y sin quererlo, los periodistas del Daily Mirror se les habían adelantado. Y para enojo y asombro de la familia, palacio mandó un comunicado a todos los medios, confirmando la relación, y pidiendo respeto para el príncipe y su novia.
Se les veía juntos en contadas ocasiones, principalmente a la salida y entrada de la universidad. Ella no podía acompañarle a los actos oficiales hasta que estuvieran prometidos; por lo menos el protocolo de palacio se mantenía en todo su rigor.
Dado que la muchacha estaba prácticamente todos los días en el punto de mira, Eleazar esperaba que se descubriera algo escandaloso de su anterior vida en Forks... pero nada, ni una triste foto de una noche de inocente juerga adolescente. Su historial académico era intachable, al igual que su familia, discreta, humilde y sencilla. La gente de Forks, su lugar de nacimiento, había echo una piña en torno a los Swan y a su hija; cierto es que la prensa instaba a la gente a que hablara; pero los mínimos comentarios que se hacían eran resaltando la bondad y las cualidades de la joven y de su entorno familiar; y por supuesto, estaban pletóricos y orgullosos de que la futura reina hubiese nacido y criado en Forks.
Los debates y las reacciones no se hicieron esperar; los periodistas expertos en casas reales dieron una opinión positiva, aludiendo a que la mayoría de los herederos europeos se habían casado con muchachas normales y corrientes, sin título real, pero todas ellas bien educadas, inteligentes y con una buena formación académica y universitaria. Además, el precedente de su hermana Esme, que ni siquiera terminó la universidad, hacía ganar puntos a Bella entre los más reticentes. Esme es muy querida y respetada... y Bella llevaba el mismo camino.
Según se iban descubriendo cosas, cómo que se conocieron el primer día de universidad, y según misteriosas fuentes, que el príncipe se enamoró nada más verla, al igual que ella de él, la preciosa historia de amor caló hondo en los corazones de los ingleses de a pie, que apoyaban el romance.
Los monárquicos y políticos se mostraban prudentes a la hora de hacer algún comentario; algunos tenían sus reticencias, principalmente con el tema de que no era inglesa, pero nada más.
Los debates en los programas de corazón eran ya tónica habitual. Los periodistas que intentaban acercarse a ella salían escaldados, ya que palacio le había puesto seguridad. No salía sola bajo ningún concepto, y en un intento de protegerla más, se la habían llevado a vivir a palacio, cosa necesaria según explicaron, ya que toda la familia de Isabella estaba en EEUU.
Tanya bufaba mientras ojeaba las noticias.
-No lo puedo entender... los expertos en moda alaban su estilo sencillo y juvenil... pero si no sabe combinar ni los colores- murmuraba enojada.
-¿Esta niña no tiene un sólo defecto?- suspiraba Victoria a su lado, ojeando otra revista.
-Está claro que no esperábamos ésto- siseó su marido, apoyándose en la mesa con los brazos cruzados -nunca confirman estas cosas, y resulta que a Sam se le enciende la bombilla y lo hacen- terminó de decir.
-Pero no hablan nada de matrimonio, ni de compromiso- expresó Tanya, mirándole.
-Parece que no sabes cómo funciona ésto, sobrina- le reprochó su tía- no anunciarán nada hasta unos meses antes de casarse; para eso deben acabar la universidad, y están todavía en el tercer curso- le recordó.
Eleazar meditó unos segundos antes de hablar.
-Bien, en vista de que la niñita es más santurrona que una monja... vamos a seguir con el plan trazado al principio- resolvió.
Tanya y su tía se miraron, sonriendo socarronamente... el escándalo estaba servido.
0o0o0oo0o0o00o0
Mi vida había dado un giro de 360º. Cómo bien me contó Esme un tiempo atrás, en una de nuestras confidenciales charlas, pasé de ser alguien pequeño e insignificante en el mundo a no poder ir a comprar el pan a la vuelta de la esquina.Cada vez que ponía un pie fuera de la que ahora era mi casa, y aunque Emmet se había convertido en mi sombra, una nube de fotógrafos y periodistas me esperaban. Seguían mis pasos, sabían dónde encontrarme... era muy agobiante; ya había pasado más de un mes, y me daba miedo salir a la calle.
Cada día salía en televisión, principalmente a la entrada y salida de la universidad. La prensa se hacía eco de cada movimiento que hacía, cada paso que daba. A Edward también lo seguían, pero los periodistas, en su línea habitual, no le plantaban el micrófono delante. Intentábamos sobrellevarlo lo mejor posible, sin dejar que afectase nuestra relación de pareja. Una vez dentro de la seguridad de los muros de palacio, volvíamos a ser sólo Edward y Bella, no el príncipe de Gales y su novia.
Apenas encendía la televisión, pero había ojeado la prensa escrita. Habían conseguido fotos mías de cuándo era pequeña, fotos de mi madre... toda mi corta vida estaba reflejada en los periódicos. Sabía que antes o después ésto iba a salir a la luz... pero nos pilló tan de sorpresa que todavía no lo habíamos asimilado.
Escuchar opiniones y murmullos a tu alrededor se había convertido también en una constante en mi vida, sobre todo en la universidad. Cada vez que me veían junto a Edward, simplemente hablando con Rose y Emmet, o cuándo mi novio me acompañaba a mi aula, saltaban los murmullos y las miradas inquinas y escrutadoras. Admito que debe haber opiniones para todos los gustos... pero las críticas negativas, sin apenas conocerme, me dolían mucho; si esa gente supiera que yo era la primera en reconocer qué era inferior a Edward en todo... si supiesen lo que le dije aquella noche de hace más de un año, cuándo me dijo que me amaba... si ellos supieran el miedo que tenía de no saber hacerlo tan bien como lo hacía Esme.
El ruido de la televisión me sacó de mis pensamientos; era viernes y estaba en la habitación de Edward, esperando que volviera de un acto en el Museo de Historia Natural. Bueno, ahora nuestra habitación. La propia Esme dijo que era ridículo que durmiéramos en cuartos separados, que eso eran antiguallas, y cómo solo lo sabíamos nosotros... y toda la gente que trabajaba allí; pero la lealtad y la discreción eran elementos fundamentales para trabajar para la familia real.
Las noticias de las ocho ya habían acabado, de modo que busqué alguna película para ver. Pasaba los canales, hasta que escuché salir mi nombre de los labios de una periodista rubia y joven... la curiosidad pudo conmigo, y lo dejé.
-Buenas noches a todos; hoy en Sociedad inglesa tendremos un debate sobre la noticia bomba de estos últimos años. El noviazgo de nuestro príncipe heredero con la señorita Isabella Swan no ha dejado indiferente a nadie... ¿pero qué opina la gente de a pie?; ¿el hecho de que no sea inglesa es un fallo importante?; ¿las monarquías han avanzado con los tiempos?; ¿qué les parece que nuestro príncipe, por fin, se haya enamorado?. Intentaremos poner respuestas y debatir todos estas cuestiones, siempre desde la educación y el respeto, por supuesto. Para eso tenemos la colaboración de Arthur McCullighan y Rose Marie Lymman, periodistas expertos en temas de la monarquía; Amy Lamp y Carla Rangill, periodistas y habituales colaboradoras del programa, y Mathilde Ulman, experta en protocolo-.
Escuchaba atentamente, presa de los nervios. En ese momento entró Edward por la puerta, quitándose la chaqueta. Me levanté para ir a su encuentro.
-Hola mi vida- me estrechó entre sus brazos, levantándome del suelo -¿cómo estás?-.
-Bien- me miró serio, no muy convencido -de verdad- le aclaré con una sonrisa de ánimo. Asintió levemente,y después de darme un beso y dejarme al borde del colapso, fue a ducharse y a ponerse el pijama. Me senté en el sofá, y mi nombre volvió a sonar en esa caja llamada televisión.
-Pues yo me alegro de que el príncipe se haya enamorado por fin; además, hay que resaltar que desde un año, que es lo que deben llevar juntos, él se muestra más simpático y cercano- comentó Carla.
-Eso es verdad; ya no es tan tímido y retraído; en los actos oficiales es... más abierto; le pone más ilusión a la cosa- añadió la otra periodista.
-¿Es relevante, curioso... ehhh... no sé como describirlo... inapropiado... que no sea inglesa?; pongamos el caso de que Isabella hubiera nacido aquí, simplemente eso... ¿sería más aceptable para ciertos sectores ultramonárquicos?- cuestionó la presentadora.
-Mi opinión es que no; no tiene nada que ver que sea americana, sea inglesa o sea australiana; los ultramonárquicos, si por ellos fuera- enfatizó Arthur -los príncipes sólo se casarían con alguien de sangre real... y ya no estamos en el siglo XVI; los matrimonios ya no se conciertan, desde luego- explicó el hombre.
-A mucha gente el sistema monárquico le parece obsoleto o puede no estar de acuerdo con ello; por suerte, aquí la familia real es muy querida, y para que ambas conjuguen- explicaba Rose Marie –deben adaptarse a los nuevos tiempos, al igual que la sociedad y las costumbres. La gente no debe tener la imagen de la monarquía cómo un sistema absolutista y retrógrado, deben ver que son cercanos, amables... personas normales y corrientes-.
-Y por eso mismo, el príncipe Edward es un chico joven y de su tiempo, que se ha enamorado de una chica normal, sin títulos... ¿y qué?; tenemos el precedente de sus padres... y mirad ahora a la reina Esme- dijo Carla.
-Cabe añadir que la mayoría de los herederos europeos ya están casados; y ninguna de las mujeres que han elegido han nacido en un palacio, con el tratamiento de alteza real desde la cuna... y no ha pasado nada- recalcó Rose Marie.
-Además, la gente puede pensar que el casarse con un miembro de la familia real es la bomba y que todo es muy bonito... pero no señor; está el protocolo, deben aprenderlo al dedillo, el saber estar... simplemente el hecho de que tu vida quede expuesta a la opinión pública es algo muy difícil y complicado de llevar- explicó Rose Marie.
-A veces puede parecer una jaula de oro... y si no has nacido en este mundo cuesta adaptarse; y por suerte, Isabella parece tener el apoyo de los reyes- apostilló Amy.
-No todos han tenido la misma suerte, y algunos príncipes han tenido que luchar e imponerse a mucha gente para poder casarse con la mujer que aman- relataba Arthur.
-Hemos hablado antes del tema del protocolo; Mathide, ¿es muy complicado para alguien que viene de fuera, por así decirlo?- le preguntó la presentadora.
-Cada casa real tiene su protocolo y sus costumbres; por supuesto, es algo que debe aprender si en el futuro ella y el príncipe contraen matrimonio. Y no es fácil acostumbrarse. Por suerte, cuando el rey Carlisle subió al trono hubo muchas cosas que se cambiaron, de modo que el protocolo ya no es tan inflexible y rígido- explicaba la mujer.
-Signo de que los tiempos cambian- añadió Rose Marie, aludiendo a la modernización y cercanía de los miembros de la familia real.
-Sin embargo, está claro que deberá aprender- siguió diciendo la experta en protocolo.
-¿Es por eso que apenas se les ve juntos?; me refiero al hecho de que, desde que saltó la noticia, apenas se les ha visto a ellos, juntos, de la mano, cómo una pareja normal- preguntó la presentadora con interés.
-Y no se les verá juntos en público hasta que no se anuncie la boda, me refiero a muestras de afecto; estas fotos fueron sacadas en un viaje privado... y sí, salen besándose, de acuerdo...pero como una pareja de novios normal; les han pillado... llamémoslo mala organización, indiscreción, mala suerte... pero no pasa absolutamente nada por el hecho en sí- explicaba Mathilde.
-Es más, en las bodas reales hemos visto a los príncipes emocionarse, cogerse de la mano... a mi me parecen gestos espontáneos y bonitos- expresó Carla.
-Exactamente... y esos gestos cariñosos a mi me gustan- dijo Amy.
-A la gente le gusta eso... por muy realeza que sean, son seres humanos normales, que se enamoran, ríen, lloran, se emocionan...- enumeraba Arthur.
-¿Qué estás viendo?- no oí a mi novio, que se había sentado a mi lado. Puso atención, y después de descubrir que se referían a nosotros, hizo un mohín.
-Cariño, no quiero que veas esas cosas y te agobies más- me dijo preocupado. Asentí y cogí el mando, apagando el aparato.
-En el fondo sentía curiosidad, además no han dicho nada que no supiera antes- le expliqué, gateando hasta sentarme en su regazo. Rodeé su cuello con mis manos, acercándome para besarle. Sus labios y los míos se mecían suavemente, con ternura y amor. Bajó éstos por mi mentón, hasta que lograron su meta, ese punto de mi cuello que tan loca me volvía que besara.
-¿Sabes que me encanta tenerte aquí conmigo?- ronroneó sobre éste. Reí al sentir su aliento en él, por las cosquillas.
-Lo puedo imaginar... a mi también me gusta; somos como una pareja conviviendo- musité, levemente atontada.
-Bueno... teniendo en cuenta que vivimos con mis padres, con mi hermana, con Jasper, con el servicio...- enumeraba con voz juguetona y medio riéndose.
-Ya... pero tienes que admitir que el que tu habitación esté apartada es una ventaja- repuse divertida, juntando muestras frentes y riendo; adoraba estos momentos en los que podía tenerle así, conmigo, y que estuviéramos relajados y tranquilos.
Sus ojos dorados me miraban fijamente; cada vez que me observaba así sentía un escalofrío de la cabeza a los pies... parecía que me hacía el amor con solo mirarme, pero a la vez era cariñosa, tierna, protectora...
Su mano, afianzada en mi cadera, subió lentamente por mi espalda, de una forma tan sensual que sentí mi cuerpo deshacerse; mi piel se puso de gallina.
-¿Tienes frío?- me preguntó extrañado.
-No... ¿nunca lo has notado?; cada vez que me tocas así tiemblo; y es... es como si miles de imanes pasaran por mis venas, terminando de unirse en mi corazón, para que éste explote y de un vuelco y...- tanto me emocioné que no me di cuenta de lo que decía; al fijarme en su mirada, enmudecí, roja de vergüenza.
-Perd... perdona, yo... -giré la cara, pero el la volteó al momento, apoyando su mano en mi mejilla.
-No te avergüences Bella... yo también lo siento... y no puedes hacerte una idea de cuánto te quiero mi niña, puede que te suene cursi -rió avergonzado – pero no sé que sería de mi sin ti... y no creo que merezca todos los sacrificios que estás haciendo- musitó en voz baja. Suspiré, tomando aire.
-Edward... te lo dije hace un año; te lo dije hace un mes, cuándo nos pillaron... y te lo repito: claro que lo mereces... sé que a unos les gustaré, y a otros no. Y sí, agobia el que te estén esperando a la entrada y salida de la universidad; agobia el que te saquen más fotos que al Big Ben... echo de menos el poder salir a pasear tranquilamente por un parque, sola... me duele no poder acompañarte y ver cómo realizas tu "trabajo" -hice el gesto de las comillas con mis dedos -me gustaría vivirlo en primera persona, y no saber sólo la teoría; pero respeto el protocolo y las costumbres... y sé que todo tiene su recompensa y llegará- le expliqué jugueteando con sus dedos.
-Bella...-. Le puse un dedo en sus labios, para que me dejara continuar.
-Además, has cumplido lo que me prometiste, estar a mi lado... y no puedo pedirte más, porque ya lo has cumplido, ya lo cumples- me corregí.
Me besó en agradecimiento por las palabras; fue un beso corto y dulce. Me abracé a su cuello, escondiendo mi cara en él.
-Te quiero- susurré muy muy bajito; no dijo nada, simplemente me apretó más hacia él.
Me separé lentamente de él, y me vino una pregunta a la cabeza, sabía que era pronto, pero no pude evitar hacerla.
-¿Puedo hacerte una pregunta?- pregunté con cautela. Asintió, esperando interesado.
-¿Dónde se casan los príncipes de Gales?- se rió, besándome levemente.
-Pues por volumen de invitados, debe ser en un sitio grande- explicó, esperando mi reacción.
-Eso me lo imagino... Alice me ha enseñado fotos y videos por internet de cuándo habéis ido a otras bodas así- aclaré.
-Entonces parte de la teoría te la sabes- me devolvió.
-Ajá... por ejemplo, Alice dice que el día que se case, se casará en la Capilla de San Jorge, en Windsor-.
-Si, a ella y a Japer les gustaría que fuera allí... ¿y a ti?- me interrogó divertido -te advierto que no es lo mismo; una cosa es que se case un hijo o hija de los reyes... y otra que lo haga el heredero- aclaró.
-Eso quiero que me digas- suspiré rodando los ojos, ¿por qué le gustaba tanto hacerme rabiar?.
-¿Prefieres la Catedral de St. Paul o Westminster?-. Sopesé las opciones en mi mente.
-Las dos son enormes... y me dará muuuucha vergüenza hacer el paseo delante de tanta gente importante- respondí, con la cara ardiendo.
-Y no sabes las ganas que tengo de ver esa imagen, verte vestida de blanco, con una tiara de diamantes adornando tu cabeza, viniendo hacia mi... pero no has respondido a mi pregunta, así que no desvíes el tema- protestó divertido. Me mordí el labio inferior, meditando. Tenía claro cuál me gustaba más, pero me salí por la tangente.
-Te lo diré cuándo llegue el momento- respondí. Hizo un gesto con la cabeza, aceptándolo.
-Pero... - vi que acercaba peligrosamente a mi cuello, llenándolo de besos -¿no me vas a dar una pequeña pista?-.
-No me hagas chantaje- negué con la cabeza.
-¿Chantaje, yo?- preguntó de lo más ofendido -¿acaso no puedo besar a mi novia?- preguntó inocentemente. No me dio tiempo a responder, porque mi labio inferior terminó aprisionado entre los suyos. Lo mordía y lo acariciaba con su lengua, y eso era una tortura para mis nervios.
-Edward...- le advertí. Pero sus caricias y besos no pararon, de modo que no sé en qué momento terminé sentadas a horcajadas encima suyo. Lentamente subió la parte de arriba de mi pijama, acariciando toda la piel que dejaba a la vista, para terminar sacándolo por la cabeza.
Mis pechos, sin prenda alguna, quedaron a su su merced. No pude hacer otra cosa que arquear la espalda al sentir su boca en uno de ellos, devorándolo como si de un niño pequeño se tratase. Mis dedos se enredaron entre sus despeinados cabellos, atrayéndolo más hacia mí.
Mi respiración se convirtió en una sucesión de jadeos entrecortados, mezclado con mi voz, intentando decir alguna cosa coherente... pero no me salía nada, tan solo el repetir su nombre y una y otra vez, perdida en otro mundo.
Separé su cabeza de mis pechos, buscando su boca, necesitaba besarle; su boca y la mía enseguida comenzaron su particular guerra de amor, nuestros alientos eran uno; respiraba su aire, él respiraba el mío... Agarré el extremo de su camiseta, y en cuánto vio mis intenciones, se separó lo justo para sacársela el mismo. Paseé mis manos por su pecho, bajando lentamente, maravillándome por su suavidad, seguí bajando hasta su abdomen y estómago... notando la carne de gallina.
-Bella... me estás tentando- dijo contra mi clavícula. Levanté la cabeza, pero continuaba con mi particular tortura... cada vez más y más abajo.
-¿Acaso no puedo besar a mi novio?- pregunté con voz sugerente, justo en su oreja, besándola suavemente. Me miró un segundo, e inmediatamente me hizo un gesto con la cabeza para que me bajara de encima suyo. Extrañada y asombrada, hice lo que pidió, nunca me había apartado así. Iba a preguntarle que ocurría, pero no me dio tiempo, ya que el, en cuánto se puso de pie, volvió a aprisionarme entre sus brazos, besándome hasta dejarme sin respiración.
Sin deshacer el beso me cogió en volandas, camino a la cama.
-¿Pensabas que te ibas a librar?- me preguntó entre beso y beso -pues ni lo sueñes... eres mía, y te lo voy a demostrar- dijo con voz ronca. Excitada como nunca, no pude responderle con palabras, pero si con besos, y más besos, a cada cual más largo y ansioso.
Me posó en la cama como si fuera una frágil muñeca, mirando mi semi desnudez. Todavía de pie, me quitó los pantalones del pijama, y de paso se llevó el resto de mi ropa. Sin decir una sola palabra, terminó de quitarse la suya y se subió a la cama.
Sus manos fueron desde los dedos de mis pies hasta mi cadera, lentamente. Volvió a bajarlas, pero se pararon en mis muslos, separando lentamente mis piernas y posicionándose entre éstas; nuestros cuerpos encajaron con la pasmosa facilidad de siempre. Tomó mi cara con ambas manos, acercando la suya y repitiendo esos besos que me dejaban sin aliento, pero que a la vez hacían que mi corazón latiese por y para él. Sin más preámbulos, nuestros cuerpos se unieron de forma íntima. Su mirada se clavó en la mía, moviéndose lentamente, haciéndome el amor de forma delicada y tierna. Una de sus manos acariciaba y masajeaba uno de mis muslos, su boca acariciaba mis labios, mi cuello, mi garganta...
Mis manos tiraban de su rebelde pelo, y podía escuchar los jadeos que eso le producía; sabía que tiraba con algo de fuerza, pero el no se quejaba. No nos decíamos palabra alguna, nuestras miradas y besos hablaban en vez de nuestra voz. Sus movimientos cada vez eran más rápidos, y eso significaba que el final estaba por llegar; clavé mis uñas en su espalda, cerrando los ojos y viajando a un mundo paralelo, al que él no tardó en llegar.
Cayó exhausto encima mío, cerrando los ojos y apoyando su cabeza a la altura de mi corazón. Pasé las manos por su pelo, intentando que se tranquilizara y relajara. No sé cuánto tiempo permanecimos así, acurrucados en los brazos del otro. No abrí mis ojos hasta que lo sentí moverse de encima mío. Me volvió a aprisionar entre sus brazos, a la vez que echaba las sábanas por encima nuestro.
-Duerme cariño- me susurró en voz baja, dejando un suave beso en mi mejilla. Sonreí de vuelta, deseándole buenas noches en un murmullo y cerrando los ojos.
Me desperté a mitad de la noche, bañada en sudor y con la respiración agitada. Tuve una extraña pesadilla; intenté calmar los nervios, pero ya no dormí tranquila el resto de la noche, una rara opresión se había instalado en mi pecho.
Una semana me despedí de Edward; se iba de viaje dos semanas, en la que visitaría varios países asiáticos y del Medio Oriente. Me colgué de su cuello y lo abracé con fuerza... no se por qué, algo me decía que no estaba todo bien... y no me equivoqué.
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Sede central del Daily Mirror; principios de noviembre
Jacob Black se encontraba sólo en la redacción; sus compañeros habían salido a comer. Aunque todo el mundo, incluidos sus superiores, le habían felicitado por la exclusiva que había conseguido, no se sentía del todo tranquilo ni satisfecho con su trabajo. Sabía que había puesto a esa chica en el ojo del huracán, y comprendía lo que eso significaba para la vida de Isabella Swan.
Paul, su compañero de viaje en EEUU, le decía que no se lo tomara así, que tarde o temprano, si el príncipe se casaba con ella, tendría que salir a la luz. Desde que había salido la noticia, su compañero se había vuelto el perrito faldero de James. A él lo mandaron a cubrir otras noticias, y era Paul el que hacía guardia en la puerta del King´s College o de palacio, para captar una foto de Isabella.
Mordisqueaba un sándwich de atún, ojeando por el ordenador las fotos del reportaje que estaba haciendo, cuándo Philip, el conserje de la redacción, se acercó a su mesa con un sobre marrón oscuro.
-Jake, han traído ésto- dijo dejándolo encima de su mesa -no va dirigido a alguien en concreto, y cómo solo estás tú-. Éste lo cogió extrañado, no esperaba nada a su nombre, ni ninguno de sus compañeros le había dejado aviso de que esperaban algo.
-Gracias Philip- agradeció. Una vez el conserje se alejó de su mesa, tomó el extraño sobre entre las manos. No tenía remitente alguno, ni llevaba matasellos ni ningún otro indicio de procedencia. Al abrirlo y sacar el contenido, se atragantó con su propia saliva. Se levantó apresuradamente, encerrándose con seguro en el cuarto de revelado.
Una vez allí, estudió las fotos que tenía delante. Éstas mostraban al príncipe y a Isabella, en alguna playa perdida, en actitud cariñosa, en algunas fotos, demasiada. Leyó la fecha que aparecía en ellas... junio de ese mismo año. Extrañado, hizo una llamada al aeropuerto, averiguando que, efectivamente, un avión oficial salió para la isla de Mahe por esas fechas, aclarando que se trataba de un viaje privado de algún miembro de la familia real.
Estudió con detenimiento las fotos; como fotógrafo profesional, se notaba a simple vista que eran fotos privadas, sacadas por los propios protagonistas. Guardando las fotos de nuevo, buscó en internet imágenes del lugar. Comprobó que se trataba de un exclusivo y privado resort, con imponentes medidas de seguridad.
Enseguida ató cabos, y dedujo que alguien se había hecho con esas fotos... ¿quién quería poner en una situación delicada a los reales novios?. Tenía muy claro que si ésto se publicaba, el escándalo estaba servido. No estaban desnudos ni nada por el estilo, pero había ciertos gestos y actitudes bastante comprometedoras. En algún otro personaje famoso no pasaría nada... pero eran el príncipe de Gales y su novia.
Decidió guardar las fotos unos días; siempre había seguido al príncipe en cada paso que daba... pero para una vez que palacio confirmaba un noviazgo, no quería ser el causante de algo malo; bastante tenía la pobre chica encima, con medio país apoyándola y el otro cuestionándola.
Unos días después, James le llamó a su despacho. Por la mirada que le echó, sospechó que algo sabía de las dichosas fotografías.
-Jake; he recibido una comunicación de palacio, pidiendo que se retiren unas fotografías... privadas... por decirlo de alguna manera, del príncipe Edward y su novia; ¿sabes algo del asunto?- interrogó serio.
Al desviar su mirada, James se impacientó.
-Te prevengo que esas fotos están en todas las redacciones; Aro, del London Daily me ha llamado preguntando por las fotos. Todas las publicaciones del país tienen ese comunicado, y las fotos circulan por todas ellas- dijo cabreado.
-Llegaron aquí hace cinco días, estaba yo sólo en la redacción e ib...- un grito le interrumpió.
-¡¿Y cuándo pensabas informarme?-.
-Iba a hacerlo, pero...- no pudo seguir hablando.
-Soy tu superior inmediato, y debes informarme de algo así- le reprochó James serio y enfadado. Jake negó con la cabeza, bufando.
-¿Qué medidas se van a tomar?- sondeó a su jefe.
-¿Crees que voy a dejar que una exclusiva así se quede sin ver la luz?; ¿sabes los ejemplares que se venderán?-. Jake no daba crédito a lo que escuchaba.
-Aro, por supuesto no las va a publicar; su amistad con Sam es muy estrecha y cercana, pero si van a salir algunas de ellas en otras publicaciones- le explicó -por lo tanto, enséñame esas fotos y después te pones con ello, las quiero en portada, junto con un artículo- le ordenó.
Jake se levantó, tirando la silla a consecuencia del cabreo.
-¡¿Estás loco?; es un escándalo. Bastante hemos hecho con abrir la caja de pandora; ¿qué pasa si ésto les afectas?... ¡alguna de ellas son muy comprometidas!- exclamó furioso.
-Precisamente, por las informaciones que me han llegado, algunas si lo son... ¡por fin el principito se anima!- dijo con voz burlona -ahora, traeme esas fotos- instó de nuevo.
Una vez volvió al despacho con el sobre, observó la cara de regocijo de su jefe mientras observaba las instantáneas. Era inútil que se las negara, si pululaban por todos los lados, tarde o temprano las vería.
-Vaya vaya... menudas vacaciones... nunca pensé que Edward era tan... fogoso- murmuraba con una sonrisa de suficiencia -ten, las quiero todas en el artículo- le ordenó de nuevo.
Jake tomó aire, y por primera vez se reveló contra el hombre que le había dado una oportunidad nada más salir de la facultad de periodismo.
-No voy a escribir ningún artículo, y mucho menos publicar las fotos- dijo con voz firme -¿sabes las consecuencias, verdad?; los vas a poner en una situación horrible... y bastante tienen ya con el acoso y la presión a la que están sometidos- dijo desesperado y enfadado a la vez.
-Jake, esto es un negocio, y si esta noticia nos va a dar millones de ejemplares vendidos, eso es lo que debemos hacer- le contestó su jefe.
-No; y sé que en parte, lo haces por darle a Sam en las narices, es personal- se volvió a negar Jake, dándose la vuelta y saliendo por la puerta, pero su jefe volvió a llamarlo.
-Dale las fotos a Paul y que se encargue del artículo... y despeja tu mesa; estás despedido-.
Jake desafió la mirada desafiante de James, devolviéndosela, y sin decir una sola palabra, salió dando un fuerte portazo.
Atal- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Capítulo 23: No hay final feliz
Mansión de los Platt; Surrey, este de Inglaterra. Finales de noviembre
Eleazar y Victoria miraban las dichosas fotografías, la mayoría de ellas publicadas por toda la prensa sensacionalista del país. Hacía una semana que había saltado el escándalo... y las reacciones no se habían hecho esperar. Las opiniones eran diversas... pero para la gente conservadora y monárquica, era una vergüenza que el príncipe y su novia no guardaran un cierto decoro y respeto.
Los debates no se hicieron esperar; algunos culpaban a la prensa, por atreverse a publicar las instantáneas, de los que ellos llamaban, vida privada de la pareja. Otros simplemente no sabían que decir, cuestionando la procedencia de las fotografías. El debate estaba en si tenían una vida privada y otra pública. Algunos sectores conservadores no querían oír hablar de la relación, y mucho menos de una futura boda.
El acoso y persecución a la chica no se hizo esperar. A los periodistas ya les daba igual que llevara seguridad. La seguían a todas partes, preguntándole por las fotos de marras. La cara de ella reflejaba su angustia y sus nervios... y justo eso era lo que Eleazar y su familia quería. El acoso a su familia, en Forks, también fue más que evidente. Un par de veces, su padre llegó a increpar a los periodistas, pero no pasó nada más.
Las imágenes en la televisión les hizo levantar la vista de las publicaciones.
En ellas, se veía a una Isabella cabizbaja y asustada, agarrando fuertemente su bolso. Iba en compañía de Emmet y Rosalie. Se refugiaron en una tienda, a las que los periodistas entraron también, haciendo caso omiso a las advertencias de Emmet y sacándole fotos a distancia. Las dependientas la observaban curiosas y con interés, de mientras ella y Rose miraban los artículos.
Su cara era el reflejo de la angustia y el agobio que estaba viviendo. Edward estaba de viaje oficial, y todo el escándalo le había pillado en el extranjero; no regresaba hasta el viernes.
-No se la ve con buena cara- musitó Victoria. Su marido la miró, arqueando una ceja.
-Eso era lo que pretendíamos... y te puedo asegurar que Edward no estará muy contento cuándo regrese- dijo satisfecho. Su mujer lo miró sin comprender.
-¿Crees que no estarán cavilando a ver cómo se han conseguido esas fotos?; no te extrañe que discutan... y enfadados decimos muchas cosas de la que luego nos arrepentimos- siguió relatando.
Victoria asintió en silencio, mirando de nuevo la televisión.
El mundo se nos echó encima, por culpa de las fotos que nos sacamos en verano, mientras estábamos perdidos en nuestro paraíso particular. Había hablado con Edward un par de veces solamente, y lo único que me dijo fue que ya hablaríamos cuándo él regresara.
Apenas comía, y noté que, incluso en palacio, me dirigían miradas inquisitorias y de incredulidad... eso era lo que me daba más miedo... sólo Edward y yo teníamos esas fotos, cada uno en su portátil, ¿de dónde las habían sacado?.
Carlisle y Esme me dijeron que estuviera tranquila, que todo tendría una explicación. Sam llamó al resort en el que estuvimos, preguntando si habían notado algo sospechoso cuándo estuvimos allí, pero nada. Nuestros amigos, al igual que Alice y Jasper, no daban crédito; la única explicación, según Emmet, era que alguien había robado esas fotos, colándose en nuestros ordenadores... ¿pero quién?.
Ese viernes, estaba acostada, abrazada a una de las almohadas, llorando sin parar. Sin querer, Alice, haciendo zapping, encontró un programa en el que hablaban sobre nosotros... y las palabras con las que se dirigieron a mi me llegaron al corazón como una daga; llegaron incluso a cuestionar que yo había mandado las fotos a los periódicos. Mi cuñada bufó cabreada, insultando hasta al presidente de la BBC, qué cómo permitía que eso se cuestionara.
La puerta se abrió, y no me di cuenta, de que Edward había llegado. Lentamente se acercó a mi, con las manos en el bolsillo de los pantalones, serio y cabizbajo.
-Edward...- me levanté y me lancé en sus brazos, que me recibieron sin ánimo alguno.
-¿Cómo estás?- me preguntó. No pude hacer otra cosa que echarme a llorar.
-Tranquila- me consoló, acariciando mis rostro.
-¿Cómo han podido saberlo Edward?; ¿cómo tienen esas fotos?- pregunté entre lágrimas.
-No lo sé Bella... no lo sé- dijo pasándose una mano por el pelo, resoplando enfadado -voy a ver a mis padres- me dijo.
-Te acompaño- seguían todos en el salón, ya que después de lo que oí por la tele, me fui a mi cuarto... eran solo las nueve y media de la noche.
Después de saludar a todos, paseó de un lado a otro de la sala, cabreado.
-¿Cómo ha podido pasar ésto?- mascullaba entre dientes.
-Edward, no lo sabemos; a nosotros también nos ha pillado de sorpresa- le aclaró su hermana.
-¡Por el amor de dios Alice!, sólo Bella y yo sabíamos de la existencia de esas fotos. Sólo una- recalcó la palabra- está a la vista de todos, y es la que está en mi habitación, en un marco- le explicó.
Me quedé estática, no podía dejar de pensar en lo que acababa de decir.
-Edward, cálmate- ordenó su padre, serio.
-¡¿Cómo quieres que me tranquilice?; nos están cuestionando, diciendo que no son formas de comportarse... y no hemos hecho nada malo. Están poniendo en entredicho mi futuro papel sucediéndote y...- le corté, enfadada y cabreada.
-Perdona, a mi también me están poniendo al límite, insinuando incluso que alguien cercano ha filtrado las fotos- le respondí duramente.
-Ya lo sé- rodó los ojos -no me has dejado terminar- me siseó cabreado. Me encogí ante el tono de su voz, nunca me había hablado así.
-Basta- Esme estaba seria y enfadada -vais a deciros cosas de las que después os podéis arrepentir- nos advirtió.
-Está claro que alguien ha robado esas fotos, alguien que tiene acceso a los ordenadores- meditó en voz alta Emmet.
-Em; sólo Bella y yo sabemos la clave de acceso a nuestros portátiles- le dijo. Mis lágrimas ya no podían parar; él, directa o indirectamente, me estaba acusando.
-¿Estás insinuando que he sido yo?-.
-Bella... no sé que pensar, la verdad- dijo frustrado.
-¡¿Cómo te atreves a ni siquiera pensarlo?- le chilló su hermana. Rose le miraba alucinada, al igual que Jasper, que no daba crédito.
-¡¿Qué quieres que piense?; tenemos a la alguien que filtra la información, ¡¿Pero quién?- le gritó de vuelta.
-¡No le chilles a ella!- le encaré -¿cómo puedes pensar siquiera que he sido yo?- le reclamé con el corazón encogido.
-Bella, ¿cómo lo explicas entonces?- gimió -si de verdad hay un topo aquí, nos habríamos dado cuenta y...- no lo dejé terminar.
-Edward, no digas más, todo ha quedado muy claro... ya está, no discutas más con nadie. Me iré mañana mismo de aquí- mi corazón había dejado de latir según iba pronunciando las palabras.
-Bella, no tienes porq...- Edward vino hacia mi, pero me retiré un paso hacia atrás.
-¿A dónde irás hija?; aquí no tienes a nadie, no quiero que estés sola- dijo Esme preocupada.
-No te preocupes Esme, me las arreglaré- le dije quitándome las lágrimas de los ojos.
-¡¿Pero te estás oyendo?- me chilló Edward -tú misma te lo estás diciendo todo, yo no he dicho nada de dejarte- espetó cabreado.
-¡Deja de gritarme, maldita sea Edward!- los nervios acumulados, debido a los últimos acontecimientos, explotaron en ese mismo instante. Me miró con furia contenida.
-¡¿Cómo quieres que permanezca aquí... después de insinuar que yo he filtrado las fotos?- le pregunté -¿así confías en mi?-.
-No me chilles tú tampoco- me cortó, intentando calmarse.
-Perdona Edward, es qu...- me cortó de un manera fría y dolorosa.
-Príncipe Edward, y alteza real para ti... ¿me has dejado, no?- me aclaró mordaz y dolido.
-¡Edward!- el grito de Carlisle resonó en la habitación.
Mi corazón se paralizó ante esas palabras... cierto que los dos habíamos pedido los estribos... pero nunca me había hablado así... y muchos menos decirme que lo tratara por su titulo. Esas palabras se clavaron a fuego en mi alma, rompiéndola en pedazos. Miré a que había sido el amor de mi vida... y que siempre lo sería, antes de salir corriendo de aquella habitación, hecha un mar de lágrimas, y dejando parte de mi corazón en esa sala.
EDWARD PVO
-¡Edward!- el grito de mi padre resonó en la habitación. Al momento me percaté de mi error, dándome cuenta de lo que le había dicho a ni niña... ¡dios!, ¿cómo había sido capaz de decirle algo así?.
Quise salir a buscarla, pedirle perdón. Sabía que ella no había tenido nada que ver con el tema de las dichosas fotos... pero los nervios, el cansancio, la presión de todas estas semanas, sobre todo de esta última, nos sobrepasaron a ambos.
Hice ademán de salir, pero la autoritaria voz de mi padre me detuvo.
-Quédate aquí- mis padres me miraban con una mezcla de pena y de decepción, al igual que mi hermana, mi cuñado y nuestros amigos -dejadnos hablar a solas- les indicó. Salieron despacio, dirigiéndome una mirada asesina.
-Papá, mamá, yo lo sient...- mi padre me cortó, enfadado como nunca.
-¿Cómo te atreves a hablarle a Bella en ese tono?- interrogó seria mi madre.
-¿Y a pedirle qué te trate por tu título?- añadió mi padre, incrédulo.
-Yo no quería, los nervios me han jugado una mala pasada- expliqué, casi con lágrimas en los ojos.
-Nunca te he escuchado decirle a nadie que te tratara por tu título de esa manera... y lo que menos me esperaba era que se lo dijeras a Bella- reprochó mi madre, cruzando los brazos.
-Edward- mi padre resopló -precisamente, por el título y rango que ostentamos, por haber nacido con ciertos privilegios, debemos ser personas justas y humildes... y lo que has demostrado hace unos minutos deja mucho que desear- me dolieron sus palabras, pero decían la verdad.
-¿Cómo has podido pensar que Bella ha tenido algo que ver en todo este asunto?; sabes que lo está pasando mal, la miran con lupa... y ella está aguantando todo, por ti, por cómo te ama- me dijo seria.
-Y yo también la amo, más de lo que os podéis imaginar- les dije, ya sin poder contener las lágrimas -pero hemos perdido los nervios y...- mi madre me cortó.
-Has desconfiado de ella, directa o indirectamente, y no sé si lo podrás arreglar- dijo ella bajando la cabeza.
-Debo ir a hablar con ella- tenía que arreglar este estropicio, y por supuesto, suplicarle su perdón. No podía perderla, no podía vivir sin ella.
Antes de salir, me giré de nuevo, encarando a mis padres.
-Lo siento mucho- no sabía que más hacer o decir.
-No es a nosotros a quién debes pedir disculpas- dijo mi padre, con la decepción en su voz y en su cara.
Asentí, dándome la vuelta y corriendo hasta nuestra habitación, pero mi niña no estaba. Fui a la habitación de mi hermana, y desde allí escuché su llanto. Iba a entrar, toqué a la puerta, y salieron Emmet y Jasper.
-¿Cómo está?- pregunté desesperado.
-¿Cómo quieres que esté?- le va a dar un ataque de nervios- me dijo Emmet, cabreado.
-Edward, ¿por qué le has dicho eso?- Jasper me miraba consternado. Agaché mi mirada, incapaz de justificarme.
-Yo no quería Jazz, de verdad; los nervios me han jugado una mala pasada y...- me cortó.
-¿Tanto cómo para pensar que ha sido ella?- interrogó Emmet.
-¡No!, se que ella no ha tenido nada que ver... ¿pero quién ha hecho ésto?- pregunté, agarrándome el puente de mi nariz.
-No lo sé... y habrá que investigar... está claro que alguien ha robado esas fotos- resolvió Jasper, pensativo.
Asentí, tirando de mi pelo con fuerza.
-¿Puedo entrar?- le pregunté. Emmet entró para hablar con las chicas, y lo que escuché me rompió el corazón.
-No, por favor, no quiero verle- sollozaba ni niña, llorando a mares.
Emmet salió, negando con pena en la cara.
-Déjala dormir esta noche aquí; mañana podrás hablar con ella- me dijo Jazz, cogiéndome por los hombros y llevándome a mi habitación.
-No, quiero verla, por favor- le supliqué, pero Emmet volvió a negarse.
-Está muy nerviosa, si te ve se va a alterar más; opino como Jasper, déjala dormir y mañana habláis- asentí derrotado, quería verla, y estrecharla entre mis brazos, pero tampoco quería que se pusiera peor, de modo que me fui con Jasper.
Una vez en la soledad de nuestro cuarto, lloré y lloré, descargando toda la rabia y tristeza que tenía. Sabía que mis palabras le habían hecho mucho, mucho daño a mi amor. ¿Cómo fui capaz de dudar de ella ni siquiera un instante?; y lo pero, es que estaba más que seguro de que no me iba a perdonar tan fácilmente.
Apenas pegué ojo, y a eso de las seis de la mañana, conseguí conciliar un poco el sueño. No me desperté hasta las once de la mañana, y lo primero que hice nada más cambiarme, fue ir a buscar a Bella. El cuarto de mi hermana estaba vacío, de modo que me dirigí al salón. Allí estaban mis padres, y mi hermana y Jasper.
-Buenos días- saludé con la voz contenida.
-Buenos días- me devolvieron el saludo con voz baja y triste.
-¿Dónd... dónde está Bella?- apenas me salía la voz de la garganta. Mi madre me miró, reteniendo las lágrimas, e incapaz de sostenerme la mirada. Me giré a mi hermana, que me tendió un papel. Lo cogí con una mirada interrogante, y miré a Jasper y a mi padre, pidiendo una explicación.
-Ella se ha ido- las palabras de mi padre cayeron como una losa, enterrando mi muerto corazón en ese mismo instante.
-¿A dónde?, ¿dónde está?- pregunté desesperado.
-Se ha marchado a Forks- explicó escuetamente mi cuñado.
-Lee la nota, supongo que algo te explicará- dijo mi hermana. Asentí, saliendo de la sala. Me encerré en una de las salas de palacio, y con un nudo en la garganta, abrí el sobre.
"No sé que poner, ni qué decir... ni siquiera sé si esta decisión es la acertada.
Siempre dijiste que estarías a mi lado, y lo has estado durante todo este tiempo... hasta ayer. Cada palabra, cada grito... eran como un dardo, apuntando al centro de mi corazón... ese que, hasta ese momento, te pertenecía en su totalidad.
Sé que puede sonar tópico, y comprendo que no haya una explicación posible, pero yo no he hablado una palabra con la prensa, y mucho menos he tenido algo que ver con esas fotos. Lamento que tu imagen haya quedado en entredicho... la poca gente que aun no me criticaba, ahora se estarán frotando las manos; y pueden que el fondo tengan razón.
No sirvo para ésto, nunca estaré a la altura de tu familia, y mucho menos seré una digna sucesora de tu madre. Durante un año pensé que los cuentos de hadas en verdad existían... y estoy segura de qué existen... pero no para mi.
No temas, el habernos separado no significa que yo vaya a convertirme en primera plana de las publicaciones; por el amor que te tengo, y que siempre te tendré, jamás sacarán algo de mis labios, ni de los de mi familia y mi entorno.
No sé si después de navidades regresaré a Londres. Te aseguro que no volveré a molestarte, ni a perseguirte, ni nada. No te pido nada, ni siquiera que pienses en mí... aunque yo si piense en ti, a cada segundo de lo que resta de mi vida.
Dale las gracias a tus padres, a tu hermana, a Jasper, a Emmet... a Emily, a Sam, a Maguie, a Demetri... por haberse portado tan bien conmigo, y haberme abierto las puertas de vuestro hogar.
Te deseo toda la suerte del mundo, y que seas feliz. Sé que sabrás salir adelante con la tarea que tienes encomendada desde que naciste... y serás un buen rey, al igual que tu padre.
Gracias por todo este tiempo juntos, lo guardaré como mi más preciado tesoro en mis recuerdos.
Isabella Marie"
Dejé caer la carta de mis manos, llorando en silencio. No sé el tiempo que permanecí sentado en el suelo, con la cara entre mis manos. Un apretón en mi hombro me sacó de ese estado. Mi hermana me miraba con lágrimas; me abracé a ella, incapaz de decir nada coherente... sólo quería correr detrás de ella, y suplicarle su perdón, me arrastraría ante ella, y le pediría que se casara conmigo... y si ello implicaba renunciar al trono, no lo pensaría dos veces. No quería la vida que me tocaba vivir si no estaba ella a mi lado, apoyándome cómo siempre lo había hecho, animándome con su sonrisa, mirándome con sus preciosos ojos... esos ojos, que eran los míos.
-Tengo que ir a buscarla Alice, no puedo perderla- le dije desesperado.
-Edward, piénsalo bien, no puedes plantarte en Forks así por así... dudo mucho que Charlie quiera verte en estos instantes- dijo con voz triste.
-Todo este escándalo pasará Edward, dentro de varios días la gente hablará de otras noticias... pero te prometo que vamos a investigar a todo el mundo. Sam está hecho un furia, y no parará hasta encontrar a los culpables- me dijo Jasper.
-¿Y de qué va a servir... si ya no la voy a tener a mi lado?- dije levantándome y saliendo por la puerta. Jazz me tomó del brazo.
-Deja que pase las navidades en Forks, que se tranquilice... pero te prometo que lo vamos a descubrir todo- asentí levemente con la cabeza, para después encerrarme en mi habitación.
Sus cosas todavía estaban allí, apenas se había llevado nada., su aroma de frutas estaba por el aire.
Desde ese mismo instante, no volví a ser el mismo.
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El reflejo plateado de la luna se colaba por la ventana; con la cabeza apoyada en el cristal, lloraba; era la tónica habitual de todas las noches desde hace un mes. Llevaba un mes en mi casa, en Forks, encerrada y aislada del mundo. Los periodistas se enteraron de mi llegada, y franqueada por mi padre y Sue, y escondiéndome detrás de unas gafas grandes y oscuras, me sacaron del aerpuerto. Había destrozado la tarjeta de mi teléfono móvil, de modo que no estaba localizable.
Una vez en casa, entre lágrimas, simplemente expliqué a mi padre y a Sue que habíamos discutido, a cuenta de las dichosas fotos, y que obviamente, habíamos roto. No dijeron nada malo ni de Edward ni de su familia, simplemente me preguntaron si era definitivo y si lo había pensado bien. Afirmé con un sollozo, escapando a mi habitación y tirándome en la cama, de dónde no me levanté en casi dos semanas. Apenas comía, y había perdido peso. Mis ojeras y mi palidez eran más que evidentes, y mi padre y Sue llegaron a temer seriamente por mi salud... pero no quería ver ni oír hablar a nadie. Ni siquiera Ángela y Ben pudieron pasar de la puerta de mi cuarto.
Las pesadillas se convirtieron en una tónica habitual en mis sueños... más de una noche y padre o Sue me tranquilizaban en sus brazos... pero eran otros brazos los que yo necesitaba... y nunca volvería a sentirlos. Después de una monumental charla con ellos, decidí hacer de tripas corazón y salir a respirar aire puro, aunque fuese al jardín trasero de mi casa. Las imágenes del verano, en divertida charla con nuestros amigos, las barbacoas que celebrábamos en casa... todos esos recuerdos volvían a mi mente una y otra vez.
Pasé las navidades sin ánimo alguno; sólo recuerdo haberlo pasado así de mal el primer año en que faltó mi madre; en Nochebuena, a las once de la noche ya estaba en la cama,
La abuela Swan se quedó unos días con nosotros, y nada más verla, sólo pude arrodillarme a su lado en el suelo, y apoyar su cabeza en su regazo, volviendo a llorar. Ella simplemente peinaba mi cabello, con sus dedos.
-Isabella... sé que ahora lo ves todo negro... pero recuerda lo que os dije en verano; las grandes historias de amor tienen momentos dulces, y amargos- me decía con cariño.
-No sé que hacer abuela...- sollozaba.
-Está claro que ambos os queréis; y seguro que él se arrenpintió al instante de todo lo que te dijo . El amor no se esfuma de la noche a la mañana cielo; todo ésto os ha venido muy grande... pero creo que era una prueba de fuego, que ambos debíais pasar. La presión a la que estarás sometida cuándo te cases con él será mayor- la corté.
-¿Cómo puedes decir que nos casaremos abuela?; para mi eso ya es un imposible- le dije, escuchando crujir a mi corazón.
-Isabella... si os queréis, el tiempo se encargará de juntaros de nuevo. Si de verdad os amáis, ninguno podrá ser reemplazado en el corazón del otro. Tiene que pasar un tiempo, las aguas deben volver a su cauce... pero si hay amor del bueno, y sé que lo hay- dijo con una bonita sonrisa, levantándome la cara -sé que llegará el día en que correréis el uno a los brazos del otro- relataba con con cariño.
-¿Tú crees?- interrogaba en voz baja.
-Lo primero de todo, debes perdonarle desde tu corazón... pasará un tiempo, y sé que ambos lo pasaréis mal... pero estoy segura que ésto es sólo un punto y seguido- me explicó.
Medité las sabias palabras de mi abuela; no lo admitía, pero había perdonado todo lo que me había dicho esa fatídica noche; pero ambos nos habíamos gritado, y dicho cosas horribles... y no sabía si eso, por mucho que dijera mi abuelita, no se olvidaba de la noche a la mañana.
Una vez pasó la nochebuena y el día de Navidad, acompañada por Sue, fui a tomar un café con ella a la pequeña cafetería del pueblo; llevaba casi un mes encerrada en mi casa. Los murmullos y cuchicheos no se hicieron esperar, pero Sue agarró fuertemente mi brazo, impidiendo que saliera de allí corriendo.
La señora Stanley, la madre de Jessica, me dio una mirada cruel y burlona mientras nos servía los cafés. Sabía, por medio de Ang, los comentarios que había hecho una vez se conoció la noticia. La que pensé que era mi amiga se enojó conmigo, por no habérselo contado, y ahora se regodeaba de mi desgracia, y para colmo de males, no le hablaba ni a Ángela ni a Ben por el simple hecho de que ellos lo sabían. Todo se había vuelto del revés, y me culpé de que Ang y Jess ya no se hablaran. Mis otros amigos no opinaron mucho, pero no se atrevían a acercarse a mi.
Una vez con nuestro pedido servido, nos sentamos en una mesa alejada. Me quité las gafas de sol, perdiendo mi mirada en un punto fijo de la pared y dando vueltas mecánicamente al café. Había un tema pendiente, que mi padre, Sue y yo habíamos debatido muchas veces durante este tiempo, y era hora de decidirme.
-Cariño, ¿qué has pensado?- me interrogó Sue. Tomé aire.
-No quiero perder la beca, me gustaría continuar mis estudios- le dije; ella asintió con una sonrisa.
-Haces bien Bella... sé que es complicado, pero debes seguir, y recuperar un poco tu vida- alabó, suspirando aliviada.
-Voy a regresar a Londres- musité en voz baja.
-¿Estás segura?; sabes que puedes quedarte aquí, en América. Papá y yo estaríamos más tranquilos si estuvieras cerca de nosotros- me dijo preocupada.
Suspiré, mirando a la pared de nuevo.
-Lo sé. Pero aparte de... Edward...- dolía decir su nombre -tengo allí a Rose- le dije.
-¿Sabes que la prensa te acosará?- inquirió seria.
-Pasará. Sé que Sam ha enviado un comunicado, diciendo que nos tomábamos un tiempo de reflexión- dije con una triste sonrisa, era una manera fina para decir que habíamos terminado -y poco a poco dejaré de interesar a la gente- suspiré.
-Esme ha llamado, y Rosalie, y Alice... han preguntado por ti; están muy preocupados- me dijo con cautela. Mis ojos se abrieron por la sorpresa.
-¿Cuándo ha sido eso?-.
-Desde que llegaste aquí, varias veces- me explicó -no quisimos decirte nada, y supusimos que nos querrías hablar con ellos- aclaró.
-Ya- simplemente asentí. Todavía recuerdo las lágrimas de Alice y de Rosalie... las de Esme... y el abatimiento de Carlisle, Emmet y de Jazz al despedirme de ellos esa mañana, y cuándo entré un momento a mi habitación, a recoger en silencio, mientras el estaba dormido. Desde la puerta le lancé un pequeño beso, susurrándole "Te amo" por última vez.
-Edward tampoco está pasándolo nada bien; Esme está muy preocupada por el- me explicaba, pero interrumpí su conversación.
-Sue, por favor...- le dije, desviando mi cara, en un inútil intento de esconder mis lágrimas.
-Está bien Bella; es tu decisión. He hablado con la comisión que gestiona la beca, y han entendido tu situación. Trasladarán tu expediente a la universidad de Greenwich; también está en Londres, pero muy alejada del King´s College- me informó. Asentí con una pequeña sonrisa.
-Tal y como pediste, estudiarás en el turno de tarde; hay muchos menos alumnos, y estarás más tranquila. Vivirás en un pequeño apartamento en el propio campus- me dijo.
-Me parece bien- asentí, tomando un pequeño sorbo de café.
-Bella, ¿has pensado que al regresar a Londres, te acabará encontrando tarde o temprano?- le miré extrañada, no entendía la pregunta.
-¿Quién?-.
-Edward- respondió escuetamente.
-Sue, ni aunque me escondiera en el Polo Sur, tendría escapatoria; claro que tiene medios para encontrarme- dije rodando los ojos- además; Alice y Rose son mis amigas... y cuándo esté preparada, las veré de nuevo- musité.
Sue respetó mi decisión al igual que mi padre. Sabía que preferían tenerme con ellos, más cerca de casa... pero debía ser fuerte y dar la cara, no debía esconderme del resto del mundo... porque no había hecho nada malo, ni Edward tampoco. Simplemente éramos una pareja de novios, que habíamos roto.
Ángela por fin me convenció, unos días antes de que regresara a Londres, para que la acompañara a Port Ángeles, de compras y para, según ella, charlar con calma. Llevaba puesta la capucha de la sudadera, y no me quitaba las gafas de sol, no quería armar un revuelo si los periodistas estaban allí. Por suerte, era mediodía, y el centro comercial estaba casi vacío. Nos sentamos en una cafetería, antes de realizar las compras.
-¿Cómo estás?- no habíamos hablado en todas las vacaciones.
-Bueno... intento hacerme a la idea- musité bajando la cabeza.
-Bella, todo se arreglará, ya lo verás- intentó animarme, cogiéndome de la mano.
-Ang; siento mucho el que te hayas enfadado con Jess por mi culpa, yo no...- me cortó con una sonrisa.
-Tranquila Bells, es un envidiosa, y no tien...- una voz nos cortó la conversación. La propia Jess estaba allí, con su madre al lado y mirándonos con una sonrisita de suficiencia.
-Vaya... pero si es la princesita despechada- dijo con burla y altivez en su voz.
-Déjala en paz- Ang se puso de pie, encarándose con ella.
-¿Qué pasa?; ¿la princesita no sabe defenderse sola?- canturreó con tono inocente.
-¿Cómo pudiste pensar que llegarías a casarte con él?; Bella, Bella Bella... -mi sangre hervía por momentos, pero me contuve, había visto a dos fotógrafos merodeando por el centro comercial -no eres lo suficiente buena para él- Ang, no aguantó más, y explotó.
-¡Déjanos tranquilas y lárgate de una santa vez!- bramó furiosa.
-Nunca pensé que irías tras un príncipe, querida... pero te ha salido el tiro por la culata- la señora Stanley sonreía con malicia. No pude más, y me levanté.
-No tenéis ni idea de lo que estoy pasando... y ahora os pido, por favor, que me dejéis, y no volvías a dirigirme la palabra- siseé en voz baja y amenazadora -vámonos de aquí Ang- cogí del brazo a mi amiga, alejándonos de aquellas dos víboras. Una vez las perdimos de vista, todavía retumbaban en mis oídos sus risitas de burla. Mis lágrimas volvieron, bañando mi rostro.
-Tienen razón Ang... siempre he sido inferior a Edward y siempre lo seré- sollocé con un nudo en la garganta.
Mi amiga me abrazó con cariño, consolándome.
-No quiero oírte decir esas cosas...- me reprendió con voz suave – sabes que eso nunca ha sido un impedimento para Edward, ni para su familia; y no las hagas caso, la envidia es muy mala; todavía no concibo cómo hemos aguantado a Jess tantos años- dijo extrañada, con una sonrisa traviesa.
Reí ante su comentario, agradeciéndole su consuelo.
-Gracias por defenderme... y respetarme; se que no me he portado bien el tiempo que he estado aquí y...- ella me cortó.
-Es normal Bells; Ben y yo pasábamos por tu casa, para preguntarles a tu padre y a Sue. Entendíamos que no quisieras ver a nadie- me reconfortó. Titubeó unos segundos.
-Bella, he hablado con Alice estos días... y con él; está igual o peor que tú y...-.
-No, Ang, no puedo hablar de él sin echarme a llorar- le supliqué. Mi amiga suspiró.
-De acuerdo, necesitas tiempo... poco a poco- me reconfortó -y ahora, vamosa dar un paseo... tenemos tarjetas que exprimir- me dijo, tirándome del brazo.
Pasamos un buen rato de tienda en tienda, mirando ropa y otros complementos. No tenía ánimos para comprarme nada, de modo que dejé a Ang en la cola de una de las tiendas, para pagar, mientras salí a sentarme en un banco. Enfrente de la tienda había una peluquería. Se me ocurrió una idea, y al salir Ang se la comenté.
-¿Me estás diciendo que vas a cortarte el pelo, en un intento de pasar desapercibida?; no lo veo- refunfuñó.
-Bueno... me vendría bien un cambio de look- medité -ya sé que los periodistas me van a reconocer igual- le medio di la razón. Mi amiga meditó unos instantes.
-Está bien, pero entraré contigo; hay ciertos límites que no te voy a dejar cruzar- dijo poniéndose de pie.
-¿Cómo cuales?- interrogué curiosa.
-Nada de teñirte- me reprochó seria -no te veo ni de rubia platino ni de morena- dijo. Asentí con una pequeña sonrisa.
Dos horas después miraba el resultado a través del espejo. Tampoco estaba tan cambiada, Ang no me dejó.
Mi melena, que antes me llegaba a más de la mitad de mi espalda, ahora apenas me llegaba a los hombros. Mis tirabuzones desaparecieron y ahora lucía una melena lisa. Ciertamente no había cambiado mucho, mi padre y Sue no dijeron nada, simplemente que me quedaba bien, y que me hacía falta un cambio.
Una vez en mi habitación, me estudié con detenimiento en el espejo. Había adelgazado mucho; las ojeras, menos visibles que otros días, todavía se marcaban en mi pálida piel, lo que hacía destacarlas más. Pasé mis dedos por mi pelo, cerrando los ojos y recordando cómo Edward siempre jugaba con él, agarrando mis tirabuzones con un dedo, enrollándolo y estirándolo.
Me senté en el alfeizar de la ventana , apoyando la cabeza en el cristal.
-Edward- suspiré con voz rota, llorando en silencio.
Mansión de los Platt; Surrey, este de Inglaterra. Finales de noviembre
Eleazar y Victoria miraban las dichosas fotografías, la mayoría de ellas publicadas por toda la prensa sensacionalista del país. Hacía una semana que había saltado el escándalo... y las reacciones no se habían hecho esperar. Las opiniones eran diversas... pero para la gente conservadora y monárquica, era una vergüenza que el príncipe y su novia no guardaran un cierto decoro y respeto.
Los debates no se hicieron esperar; algunos culpaban a la prensa, por atreverse a publicar las instantáneas, de los que ellos llamaban, vida privada de la pareja. Otros simplemente no sabían que decir, cuestionando la procedencia de las fotografías. El debate estaba en si tenían una vida privada y otra pública. Algunos sectores conservadores no querían oír hablar de la relación, y mucho menos de una futura boda.
El acoso y persecución a la chica no se hizo esperar. A los periodistas ya les daba igual que llevara seguridad. La seguían a todas partes, preguntándole por las fotos de marras. La cara de ella reflejaba su angustia y sus nervios... y justo eso era lo que Eleazar y su familia quería. El acoso a su familia, en Forks, también fue más que evidente. Un par de veces, su padre llegó a increpar a los periodistas, pero no pasó nada más.
Las imágenes en la televisión les hizo levantar la vista de las publicaciones.
En ellas, se veía a una Isabella cabizbaja y asustada, agarrando fuertemente su bolso. Iba en compañía de Emmet y Rosalie. Se refugiaron en una tienda, a las que los periodistas entraron también, haciendo caso omiso a las advertencias de Emmet y sacándole fotos a distancia. Las dependientas la observaban curiosas y con interés, de mientras ella y Rose miraban los artículos.
Su cara era el reflejo de la angustia y el agobio que estaba viviendo. Edward estaba de viaje oficial, y todo el escándalo le había pillado en el extranjero; no regresaba hasta el viernes.
-No se la ve con buena cara- musitó Victoria. Su marido la miró, arqueando una ceja.
-Eso era lo que pretendíamos... y te puedo asegurar que Edward no estará muy contento cuándo regrese- dijo satisfecho. Su mujer lo miró sin comprender.
-¿Crees que no estarán cavilando a ver cómo se han conseguido esas fotos?; no te extrañe que discutan... y enfadados decimos muchas cosas de la que luego nos arrepentimos- siguió relatando.
Victoria asintió en silencio, mirando de nuevo la televisión.
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El mundo se nos echó encima, por culpa de las fotos que nos sacamos en verano, mientras estábamos perdidos en nuestro paraíso particular. Había hablado con Edward un par de veces solamente, y lo único que me dijo fue que ya hablaríamos cuándo él regresara.
Apenas comía, y noté que, incluso en palacio, me dirigían miradas inquisitorias y de incredulidad... eso era lo que me daba más miedo... sólo Edward y yo teníamos esas fotos, cada uno en su portátil, ¿de dónde las habían sacado?.
Carlisle y Esme me dijeron que estuviera tranquila, que todo tendría una explicación. Sam llamó al resort en el que estuvimos, preguntando si habían notado algo sospechoso cuándo estuvimos allí, pero nada. Nuestros amigos, al igual que Alice y Jasper, no daban crédito; la única explicación, según Emmet, era que alguien había robado esas fotos, colándose en nuestros ordenadores... ¿pero quién?.
Ese viernes, estaba acostada, abrazada a una de las almohadas, llorando sin parar. Sin querer, Alice, haciendo zapping, encontró un programa en el que hablaban sobre nosotros... y las palabras con las que se dirigieron a mi me llegaron al corazón como una daga; llegaron incluso a cuestionar que yo había mandado las fotos a los periódicos. Mi cuñada bufó cabreada, insultando hasta al presidente de la BBC, qué cómo permitía que eso se cuestionara.
La puerta se abrió, y no me di cuenta, de que Edward había llegado. Lentamente se acercó a mi, con las manos en el bolsillo de los pantalones, serio y cabizbajo.
-Edward...- me levanté y me lancé en sus brazos, que me recibieron sin ánimo alguno.
-¿Cómo estás?- me preguntó. No pude hacer otra cosa que echarme a llorar.
-Tranquila- me consoló, acariciando mis rostro.
-¿Cómo han podido saberlo Edward?; ¿cómo tienen esas fotos?- pregunté entre lágrimas.
-No lo sé Bella... no lo sé- dijo pasándose una mano por el pelo, resoplando enfadado -voy a ver a mis padres- me dijo.
-Te acompaño- seguían todos en el salón, ya que después de lo que oí por la tele, me fui a mi cuarto... eran solo las nueve y media de la noche.
Después de saludar a todos, paseó de un lado a otro de la sala, cabreado.
-¿Cómo ha podido pasar ésto?- mascullaba entre dientes.
-Edward, no lo sabemos; a nosotros también nos ha pillado de sorpresa- le aclaró su hermana.
-¡Por el amor de dios Alice!, sólo Bella y yo sabíamos de la existencia de esas fotos. Sólo una- recalcó la palabra- está a la vista de todos, y es la que está en mi habitación, en un marco- le explicó.
Me quedé estática, no podía dejar de pensar en lo que acababa de decir.
-Edward, cálmate- ordenó su padre, serio.
-¡¿Cómo quieres que me tranquilice?; nos están cuestionando, diciendo que no son formas de comportarse... y no hemos hecho nada malo. Están poniendo en entredicho mi futuro papel sucediéndote y...- le corté, enfadada y cabreada.
-Perdona, a mi también me están poniendo al límite, insinuando incluso que alguien cercano ha filtrado las fotos- le respondí duramente.
-Ya lo sé- rodó los ojos -no me has dejado terminar- me siseó cabreado. Me encogí ante el tono de su voz, nunca me había hablado así.
-Basta- Esme estaba seria y enfadada -vais a deciros cosas de las que después os podéis arrepentir- nos advirtió.
-Está claro que alguien ha robado esas fotos, alguien que tiene acceso a los ordenadores- meditó en voz alta Emmet.
-Em; sólo Bella y yo sabemos la clave de acceso a nuestros portátiles- le dijo. Mis lágrimas ya no podían parar; él, directa o indirectamente, me estaba acusando.
-¿Estás insinuando que he sido yo?-.
-Bella... no sé que pensar, la verdad- dijo frustrado.
-¡¿Cómo te atreves a ni siquiera pensarlo?- le chilló su hermana. Rose le miraba alucinada, al igual que Jasper, que no daba crédito.
-¡¿Qué quieres que piense?; tenemos a la alguien que filtra la información, ¡¿Pero quién?- le gritó de vuelta.
-¡No le chilles a ella!- le encaré -¿cómo puedes pensar siquiera que he sido yo?- le reclamé con el corazón encogido.
-Bella, ¿cómo lo explicas entonces?- gimió -si de verdad hay un topo aquí, nos habríamos dado cuenta y...- no lo dejé terminar.
-Edward, no digas más, todo ha quedado muy claro... ya está, no discutas más con nadie. Me iré mañana mismo de aquí- mi corazón había dejado de latir según iba pronunciando las palabras.
-Bella, no tienes porq...- Edward vino hacia mi, pero me retiré un paso hacia atrás.
-¿A dónde irás hija?; aquí no tienes a nadie, no quiero que estés sola- dijo Esme preocupada.
-No te preocupes Esme, me las arreglaré- le dije quitándome las lágrimas de los ojos.
-¡¿Pero te estás oyendo?- me chilló Edward -tú misma te lo estás diciendo todo, yo no he dicho nada de dejarte- espetó cabreado.
-¡Deja de gritarme, maldita sea Edward!- los nervios acumulados, debido a los últimos acontecimientos, explotaron en ese mismo instante. Me miró con furia contenida.
-¡¿Cómo quieres que permanezca aquí... después de insinuar que yo he filtrado las fotos?- le pregunté -¿así confías en mi?-.
-No me chilles tú tampoco- me cortó, intentando calmarse.
-Perdona Edward, es qu...- me cortó de un manera fría y dolorosa.
-Príncipe Edward, y alteza real para ti... ¿me has dejado, no?- me aclaró mordaz y dolido.
-¡Edward!- el grito de Carlisle resonó en la habitación.
Mi corazón se paralizó ante esas palabras... cierto que los dos habíamos pedido los estribos... pero nunca me había hablado así... y muchos menos decirme que lo tratara por su titulo. Esas palabras se clavaron a fuego en mi alma, rompiéndola en pedazos. Miré a que había sido el amor de mi vida... y que siempre lo sería, antes de salir corriendo de aquella habitación, hecha un mar de lágrimas, y dejando parte de mi corazón en esa sala.
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EDWARD PVO
-¡Edward!- el grito de mi padre resonó en la habitación. Al momento me percaté de mi error, dándome cuenta de lo que le había dicho a ni niña... ¡dios!, ¿cómo había sido capaz de decirle algo así?.
Quise salir a buscarla, pedirle perdón. Sabía que ella no había tenido nada que ver con el tema de las dichosas fotos... pero los nervios, el cansancio, la presión de todas estas semanas, sobre todo de esta última, nos sobrepasaron a ambos.
Hice ademán de salir, pero la autoritaria voz de mi padre me detuvo.
-Quédate aquí- mis padres me miraban con una mezcla de pena y de decepción, al igual que mi hermana, mi cuñado y nuestros amigos -dejadnos hablar a solas- les indicó. Salieron despacio, dirigiéndome una mirada asesina.
-Papá, mamá, yo lo sient...- mi padre me cortó, enfadado como nunca.
-¿Cómo te atreves a hablarle a Bella en ese tono?- interrogó seria mi madre.
-¿Y a pedirle qué te trate por tu título?- añadió mi padre, incrédulo.
-Yo no quería, los nervios me han jugado una mala pasada- expliqué, casi con lágrimas en los ojos.
-Nunca te he escuchado decirle a nadie que te tratara por tu título de esa manera... y lo que menos me esperaba era que se lo dijeras a Bella- reprochó mi madre, cruzando los brazos.
-Edward- mi padre resopló -precisamente, por el título y rango que ostentamos, por haber nacido con ciertos privilegios, debemos ser personas justas y humildes... y lo que has demostrado hace unos minutos deja mucho que desear- me dolieron sus palabras, pero decían la verdad.
-¿Cómo has podido pensar que Bella ha tenido algo que ver en todo este asunto?; sabes que lo está pasando mal, la miran con lupa... y ella está aguantando todo, por ti, por cómo te ama- me dijo seria.
-Y yo también la amo, más de lo que os podéis imaginar- les dije, ya sin poder contener las lágrimas -pero hemos perdido los nervios y...- mi madre me cortó.
-Has desconfiado de ella, directa o indirectamente, y no sé si lo podrás arreglar- dijo ella bajando la cabeza.
-Debo ir a hablar con ella- tenía que arreglar este estropicio, y por supuesto, suplicarle su perdón. No podía perderla, no podía vivir sin ella.
Antes de salir, me giré de nuevo, encarando a mis padres.
-Lo siento mucho- no sabía que más hacer o decir.
-No es a nosotros a quién debes pedir disculpas- dijo mi padre, con la decepción en su voz y en su cara.
Asentí, dándome la vuelta y corriendo hasta nuestra habitación, pero mi niña no estaba. Fui a la habitación de mi hermana, y desde allí escuché su llanto. Iba a entrar, toqué a la puerta, y salieron Emmet y Jasper.
-¿Cómo está?- pregunté desesperado.
-¿Cómo quieres que esté?- le va a dar un ataque de nervios- me dijo Emmet, cabreado.
-Edward, ¿por qué le has dicho eso?- Jasper me miraba consternado. Agaché mi mirada, incapaz de justificarme.
-Yo no quería Jazz, de verdad; los nervios me han jugado una mala pasada y...- me cortó.
-¿Tanto cómo para pensar que ha sido ella?- interrogó Emmet.
-¡No!, se que ella no ha tenido nada que ver... ¿pero quién ha hecho ésto?- pregunté, agarrándome el puente de mi nariz.
-No lo sé... y habrá que investigar... está claro que alguien ha robado esas fotos- resolvió Jasper, pensativo.
Asentí, tirando de mi pelo con fuerza.
-¿Puedo entrar?- le pregunté. Emmet entró para hablar con las chicas, y lo que escuché me rompió el corazón.
-No, por favor, no quiero verle- sollozaba ni niña, llorando a mares.
Emmet salió, negando con pena en la cara.
-Déjala dormir esta noche aquí; mañana podrás hablar con ella- me dijo Jazz, cogiéndome por los hombros y llevándome a mi habitación.
-No, quiero verla, por favor- le supliqué, pero Emmet volvió a negarse.
-Está muy nerviosa, si te ve se va a alterar más; opino como Jasper, déjala dormir y mañana habláis- asentí derrotado, quería verla, y estrecharla entre mis brazos, pero tampoco quería que se pusiera peor, de modo que me fui con Jasper.
Una vez en la soledad de nuestro cuarto, lloré y lloré, descargando toda la rabia y tristeza que tenía. Sabía que mis palabras le habían hecho mucho, mucho daño a mi amor. ¿Cómo fui capaz de dudar de ella ni siquiera un instante?; y lo pero, es que estaba más que seguro de que no me iba a perdonar tan fácilmente.
Apenas pegué ojo, y a eso de las seis de la mañana, conseguí conciliar un poco el sueño. No me desperté hasta las once de la mañana, y lo primero que hice nada más cambiarme, fue ir a buscar a Bella. El cuarto de mi hermana estaba vacío, de modo que me dirigí al salón. Allí estaban mis padres, y mi hermana y Jasper.
-Buenos días- saludé con la voz contenida.
-Buenos días- me devolvieron el saludo con voz baja y triste.
-¿Dónd... dónde está Bella?- apenas me salía la voz de la garganta. Mi madre me miró, reteniendo las lágrimas, e incapaz de sostenerme la mirada. Me giré a mi hermana, que me tendió un papel. Lo cogí con una mirada interrogante, y miré a Jasper y a mi padre, pidiendo una explicación.
-Ella se ha ido- las palabras de mi padre cayeron como una losa, enterrando mi muerto corazón en ese mismo instante.
-¿A dónde?, ¿dónde está?- pregunté desesperado.
-Se ha marchado a Forks- explicó escuetamente mi cuñado.
-Lee la nota, supongo que algo te explicará- dijo mi hermana. Asentí, saliendo de la sala. Me encerré en una de las salas de palacio, y con un nudo en la garganta, abrí el sobre.
"No sé que poner, ni qué decir... ni siquiera sé si esta decisión es la acertada.
Siempre dijiste que estarías a mi lado, y lo has estado durante todo este tiempo... hasta ayer. Cada palabra, cada grito... eran como un dardo, apuntando al centro de mi corazón... ese que, hasta ese momento, te pertenecía en su totalidad.
Sé que puede sonar tópico, y comprendo que no haya una explicación posible, pero yo no he hablado una palabra con la prensa, y mucho menos he tenido algo que ver con esas fotos. Lamento que tu imagen haya quedado en entredicho... la poca gente que aun no me criticaba, ahora se estarán frotando las manos; y pueden que el fondo tengan razón.
No sirvo para ésto, nunca estaré a la altura de tu familia, y mucho menos seré una digna sucesora de tu madre. Durante un año pensé que los cuentos de hadas en verdad existían... y estoy segura de qué existen... pero no para mi.
No temas, el habernos separado no significa que yo vaya a convertirme en primera plana de las publicaciones; por el amor que te tengo, y que siempre te tendré, jamás sacarán algo de mis labios, ni de los de mi familia y mi entorno.
No sé si después de navidades regresaré a Londres. Te aseguro que no volveré a molestarte, ni a perseguirte, ni nada. No te pido nada, ni siquiera que pienses en mí... aunque yo si piense en ti, a cada segundo de lo que resta de mi vida.
Dale las gracias a tus padres, a tu hermana, a Jasper, a Emmet... a Emily, a Sam, a Maguie, a Demetri... por haberse portado tan bien conmigo, y haberme abierto las puertas de vuestro hogar.
Te deseo toda la suerte del mundo, y que seas feliz. Sé que sabrás salir adelante con la tarea que tienes encomendada desde que naciste... y serás un buen rey, al igual que tu padre.
Gracias por todo este tiempo juntos, lo guardaré como mi más preciado tesoro en mis recuerdos.
Isabella Marie"
Dejé caer la carta de mis manos, llorando en silencio. No sé el tiempo que permanecí sentado en el suelo, con la cara entre mis manos. Un apretón en mi hombro me sacó de ese estado. Mi hermana me miraba con lágrimas; me abracé a ella, incapaz de decir nada coherente... sólo quería correr detrás de ella, y suplicarle su perdón, me arrastraría ante ella, y le pediría que se casara conmigo... y si ello implicaba renunciar al trono, no lo pensaría dos veces. No quería la vida que me tocaba vivir si no estaba ella a mi lado, apoyándome cómo siempre lo había hecho, animándome con su sonrisa, mirándome con sus preciosos ojos... esos ojos, que eran los míos.
-Tengo que ir a buscarla Alice, no puedo perderla- le dije desesperado.
-Edward, piénsalo bien, no puedes plantarte en Forks así por así... dudo mucho que Charlie quiera verte en estos instantes- dijo con voz triste.
-Todo este escándalo pasará Edward, dentro de varios días la gente hablará de otras noticias... pero te prometo que vamos a investigar a todo el mundo. Sam está hecho un furia, y no parará hasta encontrar a los culpables- me dijo Jasper.
-¿Y de qué va a servir... si ya no la voy a tener a mi lado?- dije levantándome y saliendo por la puerta. Jazz me tomó del brazo.
-Deja que pase las navidades en Forks, que se tranquilice... pero te prometo que lo vamos a descubrir todo- asentí levemente con la cabeza, para después encerrarme en mi habitación.
Sus cosas todavía estaban allí, apenas se había llevado nada., su aroma de frutas estaba por el aire.
Desde ese mismo instante, no volví a ser el mismo.
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El reflejo plateado de la luna se colaba por la ventana; con la cabeza apoyada en el cristal, lloraba; era la tónica habitual de todas las noches desde hace un mes. Llevaba un mes en mi casa, en Forks, encerrada y aislada del mundo. Los periodistas se enteraron de mi llegada, y franqueada por mi padre y Sue, y escondiéndome detrás de unas gafas grandes y oscuras, me sacaron del aerpuerto. Había destrozado la tarjeta de mi teléfono móvil, de modo que no estaba localizable.
Una vez en casa, entre lágrimas, simplemente expliqué a mi padre y a Sue que habíamos discutido, a cuenta de las dichosas fotos, y que obviamente, habíamos roto. No dijeron nada malo ni de Edward ni de su familia, simplemente me preguntaron si era definitivo y si lo había pensado bien. Afirmé con un sollozo, escapando a mi habitación y tirándome en la cama, de dónde no me levanté en casi dos semanas. Apenas comía, y había perdido peso. Mis ojeras y mi palidez eran más que evidentes, y mi padre y Sue llegaron a temer seriamente por mi salud... pero no quería ver ni oír hablar a nadie. Ni siquiera Ángela y Ben pudieron pasar de la puerta de mi cuarto.
Las pesadillas se convirtieron en una tónica habitual en mis sueños... más de una noche y padre o Sue me tranquilizaban en sus brazos... pero eran otros brazos los que yo necesitaba... y nunca volvería a sentirlos. Después de una monumental charla con ellos, decidí hacer de tripas corazón y salir a respirar aire puro, aunque fuese al jardín trasero de mi casa. Las imágenes del verano, en divertida charla con nuestros amigos, las barbacoas que celebrábamos en casa... todos esos recuerdos volvían a mi mente una y otra vez.
Pasé las navidades sin ánimo alguno; sólo recuerdo haberlo pasado así de mal el primer año en que faltó mi madre; en Nochebuena, a las once de la noche ya estaba en la cama,
La abuela Swan se quedó unos días con nosotros, y nada más verla, sólo pude arrodillarme a su lado en el suelo, y apoyar su cabeza en su regazo, volviendo a llorar. Ella simplemente peinaba mi cabello, con sus dedos.
-Isabella... sé que ahora lo ves todo negro... pero recuerda lo que os dije en verano; las grandes historias de amor tienen momentos dulces, y amargos- me decía con cariño.
-No sé que hacer abuela...- sollozaba.
-Está claro que ambos os queréis; y seguro que él se arrenpintió al instante de todo lo que te dijo . El amor no se esfuma de la noche a la mañana cielo; todo ésto os ha venido muy grande... pero creo que era una prueba de fuego, que ambos debíais pasar. La presión a la que estarás sometida cuándo te cases con él será mayor- la corté.
-¿Cómo puedes decir que nos casaremos abuela?; para mi eso ya es un imposible- le dije, escuchando crujir a mi corazón.
-Isabella... si os queréis, el tiempo se encargará de juntaros de nuevo. Si de verdad os amáis, ninguno podrá ser reemplazado en el corazón del otro. Tiene que pasar un tiempo, las aguas deben volver a su cauce... pero si hay amor del bueno, y sé que lo hay- dijo con una bonita sonrisa, levantándome la cara -sé que llegará el día en que correréis el uno a los brazos del otro- relataba con con cariño.
-¿Tú crees?- interrogaba en voz baja.
-Lo primero de todo, debes perdonarle desde tu corazón... pasará un tiempo, y sé que ambos lo pasaréis mal... pero estoy segura que ésto es sólo un punto y seguido- me explicó.
Medité las sabias palabras de mi abuela; no lo admitía, pero había perdonado todo lo que me había dicho esa fatídica noche; pero ambos nos habíamos gritado, y dicho cosas horribles... y no sabía si eso, por mucho que dijera mi abuelita, no se olvidaba de la noche a la mañana.
Una vez pasó la nochebuena y el día de Navidad, acompañada por Sue, fui a tomar un café con ella a la pequeña cafetería del pueblo; llevaba casi un mes encerrada en mi casa. Los murmullos y cuchicheos no se hicieron esperar, pero Sue agarró fuertemente mi brazo, impidiendo que saliera de allí corriendo.
La señora Stanley, la madre de Jessica, me dio una mirada cruel y burlona mientras nos servía los cafés. Sabía, por medio de Ang, los comentarios que había hecho una vez se conoció la noticia. La que pensé que era mi amiga se enojó conmigo, por no habérselo contado, y ahora se regodeaba de mi desgracia, y para colmo de males, no le hablaba ni a Ángela ni a Ben por el simple hecho de que ellos lo sabían. Todo se había vuelto del revés, y me culpé de que Ang y Jess ya no se hablaran. Mis otros amigos no opinaron mucho, pero no se atrevían a acercarse a mi.
Una vez con nuestro pedido servido, nos sentamos en una mesa alejada. Me quité las gafas de sol, perdiendo mi mirada en un punto fijo de la pared y dando vueltas mecánicamente al café. Había un tema pendiente, que mi padre, Sue y yo habíamos debatido muchas veces durante este tiempo, y era hora de decidirme.
-Cariño, ¿qué has pensado?- me interrogó Sue. Tomé aire.
-No quiero perder la beca, me gustaría continuar mis estudios- le dije; ella asintió con una sonrisa.
-Haces bien Bella... sé que es complicado, pero debes seguir, y recuperar un poco tu vida- alabó, suspirando aliviada.
-Voy a regresar a Londres- musité en voz baja.
-¿Estás segura?; sabes que puedes quedarte aquí, en América. Papá y yo estaríamos más tranquilos si estuvieras cerca de nosotros- me dijo preocupada.
Suspiré, mirando a la pared de nuevo.
-Lo sé. Pero aparte de... Edward...- dolía decir su nombre -tengo allí a Rose- le dije.
-¿Sabes que la prensa te acosará?- inquirió seria.
-Pasará. Sé que Sam ha enviado un comunicado, diciendo que nos tomábamos un tiempo de reflexión- dije con una triste sonrisa, era una manera fina para decir que habíamos terminado -y poco a poco dejaré de interesar a la gente- suspiré.
-Esme ha llamado, y Rosalie, y Alice... han preguntado por ti; están muy preocupados- me dijo con cautela. Mis ojos se abrieron por la sorpresa.
-¿Cuándo ha sido eso?-.
-Desde que llegaste aquí, varias veces- me explicó -no quisimos decirte nada, y supusimos que nos querrías hablar con ellos- aclaró.
-Ya- simplemente asentí. Todavía recuerdo las lágrimas de Alice y de Rosalie... las de Esme... y el abatimiento de Carlisle, Emmet y de Jazz al despedirme de ellos esa mañana, y cuándo entré un momento a mi habitación, a recoger en silencio, mientras el estaba dormido. Desde la puerta le lancé un pequeño beso, susurrándole "Te amo" por última vez.
-Edward tampoco está pasándolo nada bien; Esme está muy preocupada por el- me explicaba, pero interrumpí su conversación.
-Sue, por favor...- le dije, desviando mi cara, en un inútil intento de esconder mis lágrimas.
-Está bien Bella; es tu decisión. He hablado con la comisión que gestiona la beca, y han entendido tu situación. Trasladarán tu expediente a la universidad de Greenwich; también está en Londres, pero muy alejada del King´s College- me informó. Asentí con una pequeña sonrisa.
-Tal y como pediste, estudiarás en el turno de tarde; hay muchos menos alumnos, y estarás más tranquila. Vivirás en un pequeño apartamento en el propio campus- me dijo.
-Me parece bien- asentí, tomando un pequeño sorbo de café.
-Bella, ¿has pensado que al regresar a Londres, te acabará encontrando tarde o temprano?- le miré extrañada, no entendía la pregunta.
-¿Quién?-.
-Edward- respondió escuetamente.
-Sue, ni aunque me escondiera en el Polo Sur, tendría escapatoria; claro que tiene medios para encontrarme- dije rodando los ojos- además; Alice y Rose son mis amigas... y cuándo esté preparada, las veré de nuevo- musité.
Sue respetó mi decisión al igual que mi padre. Sabía que preferían tenerme con ellos, más cerca de casa... pero debía ser fuerte y dar la cara, no debía esconderme del resto del mundo... porque no había hecho nada malo, ni Edward tampoco. Simplemente éramos una pareja de novios, que habíamos roto.
Ángela por fin me convenció, unos días antes de que regresara a Londres, para que la acompañara a Port Ángeles, de compras y para, según ella, charlar con calma. Llevaba puesta la capucha de la sudadera, y no me quitaba las gafas de sol, no quería armar un revuelo si los periodistas estaban allí. Por suerte, era mediodía, y el centro comercial estaba casi vacío. Nos sentamos en una cafetería, antes de realizar las compras.
-¿Cómo estás?- no habíamos hablado en todas las vacaciones.
-Bueno... intento hacerme a la idea- musité bajando la cabeza.
-Bella, todo se arreglará, ya lo verás- intentó animarme, cogiéndome de la mano.
-Ang; siento mucho el que te hayas enfadado con Jess por mi culpa, yo no...- me cortó con una sonrisa.
-Tranquila Bells, es un envidiosa, y no tien...- una voz nos cortó la conversación. La propia Jess estaba allí, con su madre al lado y mirándonos con una sonrisita de suficiencia.
-Vaya... pero si es la princesita despechada- dijo con burla y altivez en su voz.
-Déjala en paz- Ang se puso de pie, encarándose con ella.
-¿Qué pasa?; ¿la princesita no sabe defenderse sola?- canturreó con tono inocente.
-¿Cómo pudiste pensar que llegarías a casarte con él?; Bella, Bella Bella... -mi sangre hervía por momentos, pero me contuve, había visto a dos fotógrafos merodeando por el centro comercial -no eres lo suficiente buena para él- Ang, no aguantó más, y explotó.
-¡Déjanos tranquilas y lárgate de una santa vez!- bramó furiosa.
-Nunca pensé que irías tras un príncipe, querida... pero te ha salido el tiro por la culata- la señora Stanley sonreía con malicia. No pude más, y me levanté.
-No tenéis ni idea de lo que estoy pasando... y ahora os pido, por favor, que me dejéis, y no volvías a dirigirme la palabra- siseé en voz baja y amenazadora -vámonos de aquí Ang- cogí del brazo a mi amiga, alejándonos de aquellas dos víboras. Una vez las perdimos de vista, todavía retumbaban en mis oídos sus risitas de burla. Mis lágrimas volvieron, bañando mi rostro.
-Tienen razón Ang... siempre he sido inferior a Edward y siempre lo seré- sollocé con un nudo en la garganta.
Mi amiga me abrazó con cariño, consolándome.
-No quiero oírte decir esas cosas...- me reprendió con voz suave – sabes que eso nunca ha sido un impedimento para Edward, ni para su familia; y no las hagas caso, la envidia es muy mala; todavía no concibo cómo hemos aguantado a Jess tantos años- dijo extrañada, con una sonrisa traviesa.
Reí ante su comentario, agradeciéndole su consuelo.
-Gracias por defenderme... y respetarme; se que no me he portado bien el tiempo que he estado aquí y...- ella me cortó.
-Es normal Bells; Ben y yo pasábamos por tu casa, para preguntarles a tu padre y a Sue. Entendíamos que no quisieras ver a nadie- me reconfortó. Titubeó unos segundos.
-Bella, he hablado con Alice estos días... y con él; está igual o peor que tú y...-.
-No, Ang, no puedo hablar de él sin echarme a llorar- le supliqué. Mi amiga suspiró.
-De acuerdo, necesitas tiempo... poco a poco- me reconfortó -y ahora, vamosa dar un paseo... tenemos tarjetas que exprimir- me dijo, tirándome del brazo.
Pasamos un buen rato de tienda en tienda, mirando ropa y otros complementos. No tenía ánimos para comprarme nada, de modo que dejé a Ang en la cola de una de las tiendas, para pagar, mientras salí a sentarme en un banco. Enfrente de la tienda había una peluquería. Se me ocurrió una idea, y al salir Ang se la comenté.
-¿Me estás diciendo que vas a cortarte el pelo, en un intento de pasar desapercibida?; no lo veo- refunfuñó.
-Bueno... me vendría bien un cambio de look- medité -ya sé que los periodistas me van a reconocer igual- le medio di la razón. Mi amiga meditó unos instantes.
-Está bien, pero entraré contigo; hay ciertos límites que no te voy a dejar cruzar- dijo poniéndose de pie.
-¿Cómo cuales?- interrogué curiosa.
-Nada de teñirte- me reprochó seria -no te veo ni de rubia platino ni de morena- dijo. Asentí con una pequeña sonrisa.
Dos horas después miraba el resultado a través del espejo. Tampoco estaba tan cambiada, Ang no me dejó.
Mi melena, que antes me llegaba a más de la mitad de mi espalda, ahora apenas me llegaba a los hombros. Mis tirabuzones desaparecieron y ahora lucía una melena lisa. Ciertamente no había cambiado mucho, mi padre y Sue no dijeron nada, simplemente que me quedaba bien, y que me hacía falta un cambio.
Una vez en mi habitación, me estudié con detenimiento en el espejo. Había adelgazado mucho; las ojeras, menos visibles que otros días, todavía se marcaban en mi pálida piel, lo que hacía destacarlas más. Pasé mis dedos por mi pelo, cerrando los ojos y recordando cómo Edward siempre jugaba con él, agarrando mis tirabuzones con un dedo, enrollándolo y estirándolo.
Me senté en el alfeizar de la ventana , apoyando la cabeza en el cristal.
-Edward- suspiré con voz rota, llorando en silencio.
Atal- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
que tristeeeeeeeeee.. como se atreve a decirle eso a ella? a decirle que lo trate de ALTEZA?
NathalyUlrrich- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
si Nathaly eso de Alteza fue horrible por su parte .........engreido
pobre Bella que pena me da todo esto .......espero que se solucione
pobre Bella que pena me da todo esto .......espero que se solucione
xole- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
que?????? comop se atreve a insinuar que fue Bella...
me encanta Edward pero me saco de quisio....
solo espero que se ponga mejor....
me encanta Edward pero me saco de quisio....
solo espero que se ponga mejor....
LinaLuna93- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
opino igual que tu
como se atrece a creer que ella habia hecho eso......
y la vibora de jessica m saca de kisio...........
como se atrece a creer que ella habia hecho eso......
y la vibora de jessica m saca de kisio...........
Elizabeth le françoise- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Amigas aquí les dejo dos capítulos más...la autora les deja muchos cariños y saludos y agradecimientos por sus comentarios y por ser fieles a su historia...y yo les dejo un beso por leer y dejar sus huellas en el foro
Capítulo 24: Soledad
El nudo que tenía en el estómago se fue haciendo más y más notorio cuándo la voz de la azafata se escuchó en el avión, anunciando que en veinte minutos aterrizábamos en el aeropuerto de Heathrow. Antes de tomar el vuelo llamé a Rosalie, que suspiró aliviada y feliz por escuchar de nuevo mi voz. No le conté mucho, aclarándole que una vez llegara, respondería a sus preguntas. Lo único que le pedí fue que, por favor, recogiera todo lo que aun tenía en casa de Edward. No era mucho, apenas algo de ropa, unos CD´s y libros.
Las seis horas de vuelo se me hicieron interminables. Por suerte no tenía a nadie sentado a mi lado... pero algunas personas si me reconocieron; no se acercaron a hablarme, pero sentía miradas clavadas en mi espalda. Con mis ya inseparables gafas de sol permanentemente puestas, me coloqué los auriculares de mi Ipod, cerrando los ojos... y sumiéndome en mis recuerdos, cómo siempre que hacía cuándo estaba sola.
Una vez pasé los trámites de aduana, tras abrirse las puertas, divisé a Rosalie, que nada más verme, echó a correr hacia mi. Nos abrazamos durante algunos minutos, pero un flash, disparado por la cámara de un periodistas, nos hizo separarnos. Al momento, ya nos tenían rodeadas.
-¿Qué opina de el comunicado que ha mandado palacio, diciendo que se toman un tiempo de reflexión?- un chico joven me acercó tanto el micrófono, que casi me lo hace tragar.
-¿La separación es definitiva?- preguntó otra chica.
-¿Ha hablado con el príncipe?- la sola mención a Edward hizo que un nudo se instalara en mi garganta, y mis ocultos ojos se aguaron de nuevo. Rose me tomó del brazo, sacándome del medio de ese revuelo de periodistas.
-Dejadnos pasar, por favor- bufó exasperada, cargando una de mis maletas. A trompicones, conseguimos llegar la coche. Las preguntas retumbaban en mis oídos, una y otra vez.
-Emmet está dentro, súbete rápido- me susurró en voz baja. Hice lo que ordenó, y nada más cerrar las puerta, Emmet se dio la vuelta, dirigiéndome una sonrisa tranquilizadora.
-Hola Bella- alargó su mano, que yo tímidamente tomé. Al momento le dio un amistoso y tranquilizador apretón.
-Hola- murmuré, intentando esbozar una pequeña sonrisa. Rosalie subió al de pocos segundos, sentándose detrás, a mi lado, y el coche arrancó.
-Buitres, sólo les interesa la carnaza- siseaba enojada. Me quité las gafas, acostumbrándome a la luz.
-Bella... tu pelo...- dijo sorprendida –no me había dado cuenta-. Intenté restar importancia, queriendo sonar casual.
-Necesitaba cambiar de imagen, ¿estoy muy mal?- interrogué. Ella me sonrió con cariño, pasando los dedos por el.
-No, te queda muy bien; simplemente un poco más corto- suspiró, queriendo coger fuerzas -¿cómo estás?-.
-Lo intento... per...- mi voz se quebró. No sabía las lágrimas que había derramado en todo este tiempo, pero nunca se agotaban. Desde esa noche en la que salí corriendo, un extraño dolor se instaló permanente en mi pecho... y desgraciadamente, el remedio para eso sólo lo tenía una persona... él.
Rose nos dijo nada más, simplemente me abrazó con cariño, y en un silencio sepulcral el coche avanzó hasta el que sería mi nuevo hogar; antes de llegar, le había indicado mi dirección, y ella, muy amablemente, pasó a recoger las llaves y se ocupó de trasladar mis cosas. Paramos ante un edificio marrón, con la fachada con toques neoclásicos. Eran tres alturas, se suponía que mi apartamento estaba en el primer piso.
Rose y Emmet salieron primero; por suerte, parecía que habíamos despistado a la prensa. Me indicaron que podía bajar tranquila; mi amiga me rodeó los hombros con un brazo, en un gesto confortante, mientras nos adentrábamos en el edificio, seguidas por Emmet, que portaba mi equipaje. Una vez con la puerta cerrada, estudié con detenimiento ni nuevo y solitario hogar. Una cocina pequeñita, abierta al pequeño salón. Una encimera hacía las funciones de mesa y separaba un poco las estancias. Un diminuto cuarto de baño y mi dormitorio, no había nada más en la casa. Por lo menos, al igual que el apartamento que compartimos Rose y yo los dos primeros cursos, estaba reformado y bien equipado y decorado, con muebles funcionales y modernos.
Al volver a la sala, Rose estaba en la cocina, haciendo café. Me senté en le sofá, en silencio, mirando a mi alrededor, hasta que volvieron al salón, potando cada uno una bandeja.
-Hice la compra esta mañana- me explicó amablemente, mientras ponía un plato con galletas enfrente mío.
Cogí una, pero apenas le di dos bocados, la dejé de nuevo en el plato. Emmet rompió el silencio.
-¿Cómo te encuentras?-. Suspiré largo y tendido.
-No muy bien- respondí escuetamente, negando con la cabeza, agachándola.
-Algo sabemos, hemos hablado con Sue y con Ángela durante las navidades- me explicó.
-Me lo dijeron...- respiré de nuevo, tomando la taza de café que me ofrecía Rose -lamento mucho no haber llamado yo misma... pero no podía- musité.
-Tranquila por eso... es comprensible- me dijo Rosalie.
Les hablé de mi estancia en Forks, explicándoles mi estado y la decisión de volver, ellos me escuchaban atentos.
-Me alegra que hayas vuelto; no estábamos muy seguros- me dijo Em con un codazo amistoso.
-Daba igual que me quedara en América o que regresara, tengo asumido que los periodistas me van a dar la murga una temporada- expresé fastidiada, rodando los ojos.
Rose y Emmet, se miraron, interrogándose mutuamente en silencio si debían o no decirme algo.
-Alice y Jasper están muy preocupados... y tienen muchas ganas de verte- me dijo.
-También yo...- suspiré con pena.
-Carlisle y Esme también- añadió Emmet.
-Sé que Esme ha hablado con Sue; diles de mi parte que se lo agradezco... ellos ya no deberían preocuparse por mi y...- mi amigo me interrumpió, serio.
-No digas eso, sabes que te quieren mucho-.
-Ya lo sé Emmet... y yo también les quiero, y a Alice, y a Jazz...- me quedé callada, y en mi rostro se dibujó una mueca de pena.
-Y a Edward- apostilló mi amiga; mis ojos se aguaron de nuevo, quise negarlo... pero mi madre decía que era una pésima mentirosa, de modo que agaché las cabeza, queriendo ocultar mis lágrimas.
-Bella... puede que no quieras escuchar ésto, y estamos al tanto de lo mal que lo has pasado... y lo pasas... pero no te puedes hacer una idea de cómo está Edward- explicó Emmet. Desvié mi vista hacia otro lado, quitándome las lágrimas con mi mano.
-Emmet, por favor- no podía escuchar hablar de él... todavía no; me dolía mucho, y su desconfianza y ese alteza real todavía estaba muy presente en mi pensamiento.
-Está hecho polvo, apenas come, no sonríe... si supieras cómo se arrepintió al instante de todo lo que dijo- relataba con pena y desánimo Rosalie.
En el fondo, una parte de mi sabía que algo de razón llevaba... pero no podía.
-Sé que ambos perdimos los estribos esa noche- musité.
-Es normal Bella... la casa real no puede permitirse polémicas así; por supuesto, tenéis todo el derecho a una vida privada... y si nadie hubiera robado esas fotos, nada habría pasado- defendió Emmet.
-Además, no creas que no se está investigando el asunto; Sam está hecho un basilisco; nunca imaginó que dentro de los muros de palacio pudiera haber un chivato- relataba Rose.
-¿Y han averiguado algo?- interrogué curiosa -ya me da igual, el daño está hecho... pero supongo que Carlisle y Esme no estarán muy contentos con un topo en su propia casa- dije.
-Créeme que se tarde o temprano se sabrá- afirmó Emmet, pagado de si mismo. En ese momento, llamaron suavemente a la puerta. Miré a Rose con pavor... pero Emmet se levantó para abrir.
Alice y Jasper entraron en el piso; mi pequeña amiga estaba llorando.
-Bellie...- me acerqué a ellos, que me rodearon en un gran abrazo; abrazó que no tuve casi fuerzas para devolver.
Me soltaron un poco sorprendidos, pero les di una mirada tranquilizadora. Se sentaron conmigo, uno a cada lado, mientras Emmet y Rose preparaban más café. Después de responder a sus preguntas sobre mi estado de ánimo, y de reconocerme de arriba abajo, la pequeña duende chasqueó la lengua.
-Has adelgazado mucho, estás pálida... tu melena... Bellie, no se si estarás bien aquí, sola- dijo con verdadera preocupación en sus ojos.
Agarré su mano, palmeándola.
-Estaré bien, tranquila-.
-No sabíamos si venir o no- dijo Jasper con cautela.
-Que Edward y yo ya no estemos... juntos... no significa que rompa con mis amigos... pero me vendrá bien un cambio de aires- les expliqué -no significa, ni mucho menos, que deje de veros... pero necesito estar sola una temporada- murmuré.
-Bella- Rose me suplicaba con la mirada... pero no podía.
-No Rose... necesito pensar en todo lo que ha pasado... y el veros me trae demasiados recuerdos qu...- no pude seguir hablando, me derrumbé, llorando y llorando...
Alice me recogió en sus brazos, consolándome.
-Está bien, respetaremos lo que nos pides... pero llámanos de vez en cuándo- dijo triste.
-Claro, también podéis llamarme- intenté bromear, pero no salió así.
-Esperaremos el tiempo que necesites- me dijo Jasper, dándome una sonrisa de ánimo.
-Además, si estoy con vosotros... sé que tarde o temprano me lo cruzaré... y no podría soportarlo- sollocé.
-Bella, tenéis que hablar y arreglar ésto; enfadados decimos muchas cosas que no son ciertas y...-.
-Jasper, no puedo- tomé aire -y en fondo es lo mejor; debe encontrar a alguien que esté a su altura, en posición, educación...- Alice me interrumpió.
-No, Bella... si dices eso, es que no conoces a mi hermano-.
-No lo reconocía esa noche Alice... cada grito, cada palabra... me hizo mucho daño-.
-Y él es el primero que lo ha admitido, y lo está pagando muy caro- añadió Emmet.
-Bella, os amáis de una forma inexplicable... ¿o me estás diciendo que ya no le amas?- la pregunta de Jasper acabó por derrumbarme.
-Perdonad- me levante del sofá, encerrándome en el baño. Esas palabras hicieron que mi ánimo decayera hasta el más profundo de los subsuelos... claro que le amaba, y siempre le amaría.
Una parte de mi deseaba que todo ésto fuera una pesadilla, y despertar a su lado y que me tranquilizara cómo sólo el sabía hacerlo. Necesitaba sus abrazos, sus caricias, sus besos, sus palabras de cariño, sus miradas... lo necesitaba con urgencia.
Me apoyé en el lavabo con las dos manos, mirándome en el espejo. Cerré un momento los ojos, recodando la noche en la que se me declaró.
"Bella... Bella te quiero", aquellas palabras volvían a mi mente, junto con la primera vez que me besó. Sus suaves labios, contra los míos... pero los gritos y la desconfianza, junto a ese "y alteza real para ti" pasaron de nuevo por mi cabeza, haciendo que mi corazón estallase en pedazos una vez más.
Logré tranquilizarme, respirando pausadamente. Al salir, cuatro pares de ojos me miraban ansiosos. Les di una pequeña sonrisa, diciéndoles por favor que estuvieran tranquilos.
Se quedaron un rato más conmigo, hasta que se hizo la hora de la cena. Rose y yo preparamos algo rápido, después de cenar, se despidieron de mi con un gran abrazo, ya era muy tarde y debían regresar a casa. Les prometí que estaría bien, y ellos me dijeron que me llamarían en tres o cuatro días, para ver cómo iba.
Después de recoger y de deshacer las maletas, me aovillé en la cama. Estaba encogida, en posición fetal, intentando dormir... y mi último pensamiento antes de sucumbir a Morfeo, fue para él.
-Te quiero Edward- al salir esas palabras, una solitaria lágrima bajó por mi cara.
No lo había negado, porque no podía hacerlo... claro que le amaba, con todo mi ser... y ese sentimiento no desaparecería de la noche a la mañana.
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EDWARD PVO
Llevaba casi tres meses sumido en un pozo sin fondo; de la noche a la mañana había perdido a lo que más quería en el mundo, mi niña, mi Bella... si pudiera dar marcha atrás en el tiempo, y borrar aquella noche.
Todavía no entendía cómo pude decirle esas palabras... pero ambos estábamos nerviosos; llevábamos dos meses sometidos a un acoso imparable, y ella mucho más que yo. Por supuesto que ella no había filtrado esa fotos a la prensa, ¿pero quién querría hacernos tanto daño?. Hacíamos caso omiso a los rumores y a los comentarios; es más, mucha más gente de la que pensábamos, entre ellos sectores de la nobleza y monárquicos, indirectamente, nos apoyaron.
Pero la publicación de esas fotos colmó el vaso para las habladurías, los chismorreos y las críticas. Ambos teníamos asumidos que yo era un personaje público... pero también teníamos derecho a una vida privada, como dos jóvenes cualquiera de nuestra edad.
Durante todas las navidades, las peores de mi vida, releí una y otra vez la carta que me dejó; casi me la sabía de memoria.
"No sirvo para ésto, nunca estaré a la altura de tu familia, y mucho menos seré una digna sucesora de tu madre"... siempre considerándose poca cosa... y era yo el que no le llegaba a la suela del zapato.
"Te deseo toda la suerte del mundo, y que seas feliz. Sé que sabrás salir adelante con la tarea que tienes encomendada desde que naciste... y serás un buen rey, al igual que tu padre"... eso lo diría el futuro; pero lo que tenía claro es que no podría soportar esa tarea sin ella... al igual que el resto de los aspectos de mi vida privada. No podía vivir sin ella, sin ver sus preciosos ojitos, que desbordaban dulzura y cariño, sus adorables sonrojos, su carita... sus sabios consejos, sus palabras tranquilizadoras... ella era, por encima de todo, la mujer a la que amo, por la que renunciaría a todo ésto si ella me lo pidiese, si ello se traducía en estar a su lado.
En todo este tiempo apenas volví a sonreír, creí enloquecer... me faltaba mi mitad, mi compañera, mi amor... sé que mi madre, mi hermana y Rose llamaron a Forks repetidas veces, pero no consiguieron hablar con ella. Sue les iba informando acerca de su estado, pero lo poco que me contaron no pude soportarlo; podía adivinar su estado, y todo por mi culpa.
Quise tomar un avión y seguirla, pero entre todos, me hicieron desistir. Decían que necesitaba tiempo. Mi corazón dio un brinco de alegría cuándo supe que volvía a Londres. Rose me contó que había cambiado de universidad, ahora iría a Greenwich, y viviría allí, en un pequeño apartamento. Me dolía ese cambio, pero la entendía. No me hizo gracia que Sam mandara ese comunicado, y más sin ella saberlo antes, pero era mejor a qué empezaran las especulaciones de por qué ya no estaba aquí, en palacio.
La noche en que regresó quise ir a verla, casi tuvieron que retenerme a la fuerza, pero al final entré en razón. Alice me dijo que según como la viera, me mandaría un mensaje para poder ir... pero ese mensaje no llegó. Me contaron la conversación que mantuvieron con ella, palabra por palabra, y cómo la encontraron. No tuve que hacer muchos esfuerzos para imaginarlo, ya que al día siguiente la noticia de qué había vuelto acaparaba páginas en todas las revistas. Sus ojos permanecían escondidos, detrás de esas gafas de sol, estaba muy pálida, muy delgada... y su melena había desaparecido. Ahora no quedaba rastro de esos preciosos rizos castaños que adornaban sus puntas, pero aun con el pelo liso, que casi no cubría sus hombros, estaba preciosa... toda ella en si era preciosa, tanto por dentro como por fuera.
Jasper me dijo que ella, en ningún momento había dicho que no me amaba, pero necesitaba tiempo, para que las cosas se tranquilizaran, y ella poco a poco fuese saliendo a flote. Con todo el dolor de mi corazón, y por insistencia de mi familia y mis amigos, tuve que resignarme, tampoco la podía agobiar y que me terminara aborreciendo.
Durante estos tres meses estaba al tanto de cómo estaba. Mi hermana, Jazz, Rose y Emmet no la vieron mucho, por expresa petición de ella... pero alguna que otra vez sí, y me iban contando cómo estaba... y también sabía que, con timidez y cautela, alguna vez preguntaba por mi. La veía de vez en cuándo en las revistas y en la tele. Le hacían miles de preguntas... y ella en ningún momento habló, cómo bien sabía que ella haría. Aguantaba estoicamente que la persiguieran hasta la puerta de su casa. Una de las veces, que la fotografiaron sin ella darse cuenta, observé sus ojos. Estaban vacíos e inexpresivos... y tristes, la luz y el brillo que tenían, y que los hacían tan especiales, ya no estaba. Seguía muy delgada... pero igual de bonita y preciosa como siempre.
El 10 de febrero, aniversario de la muerte de su madre, me revolví inquieto en mi silla todo el día. Ese día estaba con mi padre, atendiendo una audiencia privada con el Primer ministro y varios consejeros del gobierno... pero mi mente estaba ausente de esa sala; quería estar con mi niña, como aquella vez hace un año, y acunarla entre mis brazos, consolarla, decirle que todo estaba bien y que yo estaba su lado...
Toda la confianza que había ganado en ese año en que Bella estuvo a mi lado, y que hacía que en los actos oficiales y viajes de estado fuese más abierto y espontáneo, desapareció de la noche a la mañana. Observaba las fotos que me hacían, y podía ver yo mismo cómo mis ojos se nublaban, cada vez más, a causa de la melancolía y de los recuerdos. Aunque debía poner buena fachada y sonreír, a veces no podía, era superior a mis fuerzas.
Mis padres y mi amigos intentaban animarme, sabía que estaban muy preocupados por ambos. Tenía días más o menos buenos, y otros no tanto... pero por la noche, sólo, la habitación era testigo de mis lágrimas... y sólo ella tenía el remedio. Más de una vez pensé en escaparme de palacio, sin que nadie lo notase, y esperar pacientemente a que saliera de su casa. Quería verla una vez más, aunque fuera de lejos.
Mi primer pensamiento nada más levantarme de la cama, era para ella, y el último del día, antes de cerrar los ojos, también.
Unos golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos. Me había quedado sentado al borde de la cama, con los brazos apoyados en las rodillas y mirando la foto que descansaba en mi mesilla, la foto de mi niña.
-Adelante- dije poniéndome de pie. Alice entró en la habitación, cerrando la puerta. Llevaba un vestido de fiesta color ocre oscuro, largo hasta los pies. La banda azul de la Orden del Elefante, máxima condecoración del reino de Dinamarca, cruzaba su pecho, y las placas y distinciones de Dinamarca e Inglaterra prendidas en el vestido. Una diadema de diamantes y zafiros adornaba su cabeza.
Mi mente voló hacia la imagen de mi niña, a todas las ocasiones en las que la había imaginado así... mi princesa.
-Edward, la cena está a punto de empezar- me dijo de forma cariñosa. Asentí, tenía ganas de ver a Christian, príncipe heredero de Dinamarca. Era uno de mis amigos, era abierto y simpático, y aunque era unos años mayor que yo, cuatro para ser exactos, nos llevábamos muy bien. Hace dos años, justo antes de que Bella y yo estuviésemos juntos, estuve en su boda con Maddeleine, una chica encantadora, y al igual que Bella, sin título de princesa desde la cuna.
Mi hermana se acercó y arregló un poco mi traje de gala, azul marino. Las condecoraciones de mis rangos militares pendían de él, al igual que las placas de Dinamarca e Inglaterra. Ajusté la banda azul danesa, que también cruzaba mi pecho, estirándola bien. Me observé en el espejo, pasando las manos por mi pelo, en un inútil intento de domarlo un poco; recordé con una sonrisa de melancolía cómo una vez que Bella estaba en palacio me ajustó bien la banda, mientras yo le iba señalando las placas y condecoraciones. Fue una de las poquísimas veces que me vio vestido así, en persona.
-"Esta -dijo señalándola- es la orden de la Jarretera"- su dedito pasó por la placa de rubíes y diamantes, recordando las clases de protocolo y todo lo que le enseñaba mi madre.
-"Eso es"- admití con una sonrisa.
-"Estás muy guapo"- me susurró al oído -"es la primera vez que te veo así vestido, en persona , cómo un auténtico príncipe".
-"Tú príncipe"- recalqué divertido, estrechándola entre mis brazos y besándola.
Suspiré resignado, guardando de nuevo esos recuerdos en mi corazón. La voz de Alice me sacó de mis sueños.
-¿Cómo estás?; esta semana apenas hemos coincidido- desde el domingo hasta el jueves estuve de viaje oficial en Luxemburgo, y volví ayer de madrugada.
-Bien- le regalé una pequeña sonrisa, que no me llegó a los ojos. Pero no le convenció en absoluto.
-Edward... tienes las tristeza tatuada en la cara- bufé frustrado.
-¿Cómo quieres que esté?- espeté sarcástico -hace más de tres meses que no la veo Alice, y me estoy volviendo loco- dije, desviando la mirada de la cara de mi hermana. Ella me miraba fijamente, esperando a que continuara.
-Te juro que lo intento Alice, intento pensar que todo va a arreglarse... pero pasa el tiempo y no quiere verme. Y no puedo dejar de pensar en ella ni un sólo instante- musité, dirigiéndome hacia la ventana, mirando a la nada. Mi hermana se acercó sigilosamente, poniendo su mano en mi hombro, dándole un ligero apretón.
-Edward, ya lo sé, y te entiendo... pero debes tener paciencia. Poco a poco va hablando de ti con mayor naturalidad, sin llorar ni emocionarse. Ella sabe qué debéis hablar, y lo haréis- dijo con convicción.
-¿Cuándo, Alice?; quizá ya sea demasiado tarde- murmuré en voz baja.
-No lo es Edward... ella no ha dejado que quererte, se le nota y sus palabras la delatan-.
-Ojalá fuera cierto- mi voz se había convertido en un susurro permanente.
-Edward... tienes que darle tiempo. Sabes que este mundo- dijo señalando a su alrededor- es difícil incluso para nosotros, y para ella, que no ha nacido en él, con más razón. Ya nadie se acuerda del escándalo de las fotos- me recordó.
-Sé que es difícil... y ella me dijo que aguantaría todo si yo estaba su lado... y le fallé, aquella maldita noche yo...- mi hermana me tomó del brazo.
-Metiste la pata, no lo puedo negar. Pero estoy segura de que todo se va a arreglar; tendrás que recuperar su confianza y ganártela, y eso llevará un tiempo- me advirtió.
Suspiré, asintiendo lentamente.
-¿Sam ha averiguado algo?- pregunté.
-Nada- meneó la cabeza. Ha estado preguntando a todo el mundo, y por lo menos, aquí nadie sabe nada. Lo único que hemos deducido es que las fotos se sustrajeron de tu portátil, porque Bella se llevó el suyo a Forks en verano -asentí con la cabeza, el mío no me lo había llevado ni siquiera a Windsor.
-¿Por qué supones que fue en verano?; las fotos salieron a finales de noviembre- le interrogué, cruzándome de brazos.
-Porque en verano no estábamos en Londres. Mientras nosotros estamos aquí dudo mucho que ese alguien se atreva a hacer algo así- aclaró -en verano la mayoría de la gente está de vacaciones, de modo que hay menos personal-.
-¿Y quién estaba aquí en esas fechas?; eso se sabe, basta con pedir la lista de las vacaciones del personal a Preston- Sir Preston Wells era el chambelán mayor de palacio, lo mismo que Angus en Windsor. Entre otras funciones, era el jefe de personal, quién organizaba a cada uno en sus funciones, a excepción del departamento de prensa, el territorio de Sam, y de el coronel Somerland, jefe de seguridad.
-Lo hemos hecho, y eso reduce la lista a 65 personas- normalmente, en total, trabajaban en palacio unas 140, desde Emily hasta personal de mantenimiento jardineros, doncellas, mayordomos...
Asentí, mañana hablaría con Sam, a ver si había averiguado cómo demonios habían llegado las fotos a las redacciones.
Unos golpes en la puerta interrumpieron nuestra conversación.
-Adelante- Félix entró, inclinando la cabeza.
-Con permiso, altezas. Sus majestades e invitados los esperan- nos previno.
-Gracias, enseguida vamos- volvió a salir por la puerta. Este hombre no me caía nada bien, y por alguna razón que desconocía, Bella no era de su agrado, ni siquiera yo mismo.
-¿Vamos?, tengo ganas de ver a Christian- le ofrecí el brazo a mi hermana, que lo tomó con una graciosa reverencia.
-Ha preguntado por ti, y Madde también- me explicaba mientras íbamos saliendo.
Fuimos en una divertida charla, hasta llegar a la sala contigua al salón del trono. Los asistentes a la cena, ya estaban allí, esperando que nosotros y nuestros agasajados entráramos.
Nada más aparecer por el salón, Christian se adelantó para saludarme.
-Edward, ¿cómo estás?- me abrazó, palmeándome el hombro.
-Voy tirando- respondí, intentando sonar animado. Me giré para saludar a su esposa y a sus padres, los reyes de Dinamarca. Conversamos unos minutos, hasta que Preston anunció al salón nuestra entrada.
-Después de la cena tenemos que hablar- me dijo apuntándome con el dedo.
Volví a ofrecer el brazo a mi hermana, entrado detrás de los reyes daneses y delante de Christian y su mujer. Una media hora después, después de dar la mano y recibir inclinaciones de cabeza de una inmensa fila de gente, pasamos al comedor.
Apenas presté atención al discurso de mi padre y de nuestro invitado. No cené mucho, y me dediqué a conversar con Madde y la mujer de nuestro primer ministro.
Una vez terminó el banquete, se sirvieron los cafés y las copas. La gente hacía grupos de tertulia en torno a las mesas. Mis padres y los padres de Christian departían con nuestro Primer ministro y el embajador danés en Londres, en una charla distendida e informal. Mi hermana, Madde y Jasper charlaban en otra mesa. Iba a dirigirme a ellos, pero Chris me interceptó a mitad de camino.
-Vamos un poco fuera, las paredes tienen oídos- una vez nos encontramos en uno de los balcones, ajenos a los chismosos, empezó el interrogatorio.
-Edward, ¿qué ha pasado?; vi las fotos cuándo saltó la noticia- me preguntó directamente.
-Los escándalos se propagan- siseé entre dientes.
-¿Cómo es posible que os pillaran en ese resort?; yo mismo estuve allí con Madde antes de nuestro compromiso, y mucha gente a la que conozco, y nunca...- no lo dejé terminar.
-Mi hermana y Jasper también han estado, y no pasó nada... esas fotos son hechas de nuestra cámara personal, y sólo las teníamos Bella y yo- le expliqué. Me miró boquiabierto, y le relaté la historia completa. El me escuchaba atentamente, sin interrumpirme.
-El asunto es serio... está claro que aquí hay alguien que filtra información- dijo.
-Ya lo sabemos, y en ello estamos, créeme-.
-De modo que ya no estáis juntos- negué con la cabeza, suspirando.
Le conté también lo que sucedió aquella noche. Mi voz alguna vez se atascaba en mi garganta, recordando aquellos sucesos.
-Lo lamento mucho amigo... no sabes la alegría que me diste cuándo me contaste que por fin estabais juntos... el príncipe sexy de pelo revuelto, por fin enamorado- rodé los ojos resignado, solían llamarme así muchas veces.
-La he perdido Chirs... no quiere verme- suspiré abatido.
-Edward, Alice tiene razón... dale tiempo. Si ella te sigue queriendo, tarde o temprano todo se arreglará. Sé que estás frustrado, furioso, pero debes tener paciencia... pero has tenido suerte, y no sabes cuánta- me dijo. Le miré extrañado.
-Mis padres, al principio, no aceptaban a Madde. Mi padre se opuso a que nos casáramos... hasta que poco a poco les fuimos demostrando que lo nuestro era serio, y que nos amábamos de verdad. Todo porque mientras éramos novios, una ex-pareja suya hizo unas declaraciones poco afortunadas, y pasó unas fotos suyas a la prensa un tanto... morbosas... parecido a lo que os ha ocurrido-.
-Nunca me lo habías contado- escuchaba asombrado.
-No era yo el que salía en las fotos... pero aun así, soportamos una fuerte presión y acoso. Pero poco a poco, conseguimos superarlo; no te niego que discutíamos, a cuenta de los nervios y el agobio... pero todo pasó, y gracias a sus esfuerzos y su personalidad, mis padres terminaron aceptándola. Ahora míralos, la adoran, una vez la han conocido. No sabes la suerte que tienes de que tus padres os apoyen desde el primer momento... y deduzco que para enamorarte, es una chica muy muy especial- me dijo con una sonrisa cómplice.
Asentí, relatándole cosas que sólo sabían Jasper y Emmet. Le hable de ella un buen rato.
-Te has enamorado de verdad; Edward, ten paciencia... pero no la dejes escapar. ¿Sabes lo difícil que es encontrar a una chica que nos quiera por ser simplemente unos hombres normales y corrientes, dejando de lado los títulos y los palacios?- me preguntó serio.
-Claro que lo sé... yo mismo se lo dije, que entendía que me dijera que no, por todo lo que ésto conlleva- recordé.
-Y ella lo ha soportado muy bien. Admito que te equivocaste esa noche, y tú mismo lo reconoces... pero también, a veces explotamos. Es muy difícil para ellas hacerse a este modo de vida... yo te digo la verdad; no podría soportarlo sin Madde- confesó.
-Lo mismo me pasa a mi... no quiero ésto si ella no está a mi lado- dije en voz baja.
-Entonces, ten paciencia... pero recupera a la Princesa de Gales... estaré esperando la invitación de boda- dijo divertido, dándome un amistoso codazo.
-Gracias por escucharme, amigo- agradecí.
-De nada... espero me llames y me cuentes cómo van las cosas... y por favor, pillad a quién haya hecho esto, y darle su merecido- añadió serio.
-De eso no te quepa duda; volvamos dentro- le indiqué, apoyando mi mano en su hombro.
Reconozco que me vino bien hablar con Chris, con alguien que había pasado por algo similar.
Una vez terminó la fiesta, y los invitados se marcharon, me cambié de ropa. No tenía sueño, de modo que con un pantalón de chándal y una sudadera salí a pasear por el jardín. Mis pies me llevaron a nuestro lugar secreto, ese sitio dónde nos escondíamos del resto del mundo. Me apoyé en el tronco del sauce, recordando las innumerables veces que había ido allí con ella, y la abrazaba en torno a mi cuerpo, y reíamos de cualquier cosa, las confidencias al oído... nuestros cuerpos juntos, entrelazados... nuestros besos.
Mis lágrimas cayeron por mi cara, susurrando su nombre, mirando al oscuro cielo.
-Te quiero Bella... te quiero... mi niña-.
Última edición por Atal el 23/7/2010, 6:05 pm, editado 1 vez
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Capítulo 25: Anhelo
Los días pasaban lentamente en el calendario, haciendo esa lentitud una tortura silenciosa y cruel.
El primer día en mi nueva universidad fue muy embarazoso. El turno de tarde era muy tranquilo, pero aun con eso, tenía sumido que los primeros días serían complicados y difíciles. Los profesores me dieron la bienvenida con una sonrisa, la mayoría de las veces compasiva, y sin mencionar algo de Edward o su familia, cosa que me alivió bastante.
Las aulas de Greenwich eran muy diferentes a las del King´s College, se parecían más a las de las universidades norteamericanas. Formaban un anfiteatro, y al inscribirme en el turno de tarde, la mitad de la clase estaba vacía. Me senté detrás de todos mis compañeros, sola. Percibía por el rabillo del ojo, mientras tomaba apuntes, cómo mis nuevos compañeros, se volteaban curiosos, observándome y murmurando en voz baja.
Cómo había aprendido en estos últimos meses, mi mente se cerró en torno a los cuchicheos, intentado poner atención a las lecciones que impartían los profesores.
Al ser un grupo reducido de alumnos, no teníamos que cambiar de clase. En los cambios no me levantaba de mi sitio, y en la media hora que teníamos de asueto, entre las siete y media y las ocho de la tarde, lo más lejos que iba era a la máquina de café, para volver a mi asiento, ponerme mis auriculares y repasar los apuntes o continuar con la lectura del libro que estuviese leyendo.
Mis compañeros, poco a poco, fueron acostumbrándose a mi presencia, pero me cerré tanto en mi misma, que no se atrevieron a traspasar la línea y decirme poco más que hola.
Los primeros días fueron un caos, más de una vez tuve que entrar corriendo al edificio, ya que los periodistas decidieron convertirse en mi sombra. La segunda semana tuve que esperar encerrada casi una hora en el baño, esperando que se marcharan y poder irme a mi casa, y ni por esas me libré de ellos, ya que alguno esperó pacientemente. Siempre había alguien del Daily Mirror, el primer periódico que sacó las fotos. También reconocía a Leah y Seth, del London Daily entre otros, el único periódico que no las público. Me hacía gracia, los que me seguían eran los mismos todos los días. Ellos eran muy amables y comprensivos, y si negaba con la cabeza, no insistían más y no seguían preguntándome.
Mi vida se convirtió en una rutina autómata y silenciosa. Por las mañanas me dedicaba a estudiar y poner un poco de orden en mi pequeña casita; sólo salía a hacer la compra y poco más. Desde las tres y media hasta las nueve y media de la noche, las clases ocupaban mi tiempo. Al regresar a casa, cenaba y me iba a la cama. Estuve más de un mes sin encender apenas la televisión... pero cada vez que pasaba por los quioscos y veía las portadas, y salía el, el nudo de mi garganta volvía a apretarme con fuerza, y las interminables lágrimas volvían a a asomar por mis ojos.
Una noche, puse la televisión. Estaba muy perdida con las noticias, podría hacer estallado una guerra atómica mundial y no me habría enterado. Carlisle y Esme salieron en éstas; ellos dos y Edward estaban de visita oficial en Moscú. Con un nudo en el estómago, levanté la vista de mi yogur, mirando fijamente a la pantalla.
Estaba tan guapo como siempre... pero le conocía a la perfección, y sus topacios dorados, esos que tantas veces me miraban, como decía Sue, con tanta devoción y amor, no coincidían con la sonrisa y el estado de ánimo que aparentaba enseñar. Mi mente voló al día que lo conocí, el primer día de universidad, con ese halo de tristeza, timidez, melancolía...
Sabía que el tampoco lo estaba pasando bien; las primeras veces veces que hablé con Alice o Rose, o vi a mis amigos, me abstuve de preguntar; la punzada que sentía en mi corazón sólo con oír su nombre y recordar todo lo que viví su lado, era el peor de los dolores. Pero poco a poco, fui viendo, observando cada aparición pública, cada reportaje en el que él salía, y estaba igual. Ojeaba por internet las ediciones digitales... no quería pararme enfrente de los quioscos y coger las revistas.
Puede parecer absurdo, pero era una forma de estar cerca de él.
La prensa volvió a sus absurdas quinielas a ver quién sería la futura princesa de Gales. Sorprendentemente, yo seguía en esa lista. Ver mi nombre entre los de señoritas de las mejores familias inglesas y algunas princesas europeas casaderas me parecía a la vez, increíble y absurdo. Nunca podría ser para él, y Edward merecía encontrar a una chica que lo quisiera de verdad, tanto cómo yo lo quería, por lo menos; pero a la vez que supiera estar a la altura de lo que implicaba casarse con un príncipe heredero.
Poco a poco fui preguntando por él, tímidamente, con cautela. Alice y Rose me contaban cómo le iba, cómo estaba... en el fondo de mi corazón, le había perdonado hacía mucho, mucho tiempo... ambos teníamos nuestra parte de culpa, los dos explotamos aquella noche... pero tenía miedo... ¿y si volvía con él, y sucedía lo mismo y volvía a culparme?. Mi confianza estaba rota y esparcida por los suelos.
Poco a poco el escándalo pasó a un segundo plano, y los periodistas se fueron olvidando, no del todo, de mi. De vez cuándo me seguían, pero de una manera más suave y educada. Ya no me preguntaban, la mayoría de las veces sólo querían una foto mía.
En abril, hablé con mi padre y Ángela y les comuniqué que estas vacaciones no viajaría a Forks. Uno de los profesores daba unas charlas sobre economía y subsistencia en países subdesarrollados. Mis notas habían bajado un poco, debido a los pésimos ánimos que tenía, y que mi concentración estaba en otro lugar. De modo que al saber que esas charlas, junto con un trabajo posterior, podrían servir, según el profesor, para mejorar nota, no lo dudé un instante, no podía perder la beca.
Total, eran sólo dos semanas, de modo que no me perdería mucho. En estos cuatro meses había hablado tanto con mi familia y con Ang varias veces a la semana; ellos, obviamente, seguían preocupados por mi, pero les iba tranquilizando, y respetaron mi decisión. Total, a mediados de junio regresaría a casa, hasta principios de septiembre, no faltaba tanto.
Lo repentino de la decisión hizo que no pudiera contáselo a los chicos. Alice y Jasper se iban unos días a París, con Garret y Kate, los primos segundos de Carlisle, y Rose volvía a Boston. De todos modo tampoco importaba mucho. Nada más regresar de vacaciones, y dado que poco a poco iba mejorando, les había invitado a cenar a mi casa, para celebrar el cumpleaños de Rose, y les volvería a ver. No quería que alteraran sus planes; bastante habían hecho por mi, habían tenido una paciencia infinita. Otros hubiesen desistido y habrían acabado aburridos... pero ellos no. Siempre estuvieron ahí, aguantaron mis días buenos y los días que no quería, siquiera, ponerme al teléfono.
También me decían que tenía que hablar con Edward, y tenían razón. Mi actitud de huir despavorida tampoco fue la correcta... pero tenía miedo. Sabía que si le veía de nuevo mis fuerzas flaquearían y me derrumbaría. Necesitaba, ansiaba, anhelaba sus besos, sus caricias, sus miradas cariñosas, que me contara sus cosas, nuestra intimidad... la manera en que se abrazaba a mi mientras dormíamos, sus burlas cariñosas por mis sonrojos... le necesitaba para vivir.
Estos cuatro meses sin tenerle a mi lado habían sido penosos e insoportables. No sabía vivir sin él, lo tenía más que admitido... pero si no confiaba en mi... ¿de qué servía?.
Todas las noches, antes de irme a dormir, me asomaba a la ventana, mirando al cielo y murmurando un "Buenas noches pequeño", con la vana esperanza de que le llegase...
Palacio de Buckingham. Principios de abril.
Jacob Black suspiraba con paciencia, esperando a que el rey Carlisle apareciera, para dar a conocer un nuevo decreto ley al que acababa de dar el visto bueno. Cierto que el sistema de gobierno británico podía parecer obsoleto, y aunque las leyes las dictara el Parlamento, debían pasar antes por el rey para su aprobación final.
Por suerte, y gracias al cielo, aún con la crisis laboral que reinaba en toda Europa, había conseguido trabajo apenas un mes después de James le echara del London Daily. Ahora trabajaba en el Daily Mail, publicación menos controvertida.
Se sentía tremendamente mal por Isabella y Edward. Las fotos que había publicado su anterior lugar de trabajo había desencadenado un escándalo sin precedentes, y aunque palacio no dijo nada al respecto, en el fondo se sabía que había sido la causa de la ruptura del príncipe y su novia. Aunque otras publicaciones también sacaron algunas de las fotos, no todas y las más suaves, la monumental bronca de Sam al que fue su jefe no se hizo esperar, vetando a su antiguo periódico. Sólo se les permitía acreditarse para este tipo de ruedas de prensa, con fines meramente políticos.
Al entrar en la sala, se posicionó dónde solía hacerlo siempre. Vio a Paul a lo lejos, que le dirigió un simple movimiento de cabeza por saludo.
Leah y Seth se acercaron a saludarle.
-Jake, cuánto tiempo- le saludó su compañera, dándole dos besos.
-¿Dónde has estado metido, rey de la exclusiva?- interrogó Seth con simpatía, dándole un amistoso codazo.
-Ya no cubro las ruedas de prensa de palacio, mi compañero que lo hace está de vacaciones, y he venido a sustituirle- les explicó.
-Oímos que te fuiste del Daily Mirror- me interrogó Leah. Sonrió enfadado.
-Me despidieron- abrieron sus ojos por la sorpresa, esperando una explicación.
-Me negué a publicar las fotos de marras... y eso que cuándo llegaron a la redacción yo mismo las recogí; incluso se las oculté a James unos días... hasta que Sam mandó la nota, y se enteró-.
-¿Te negaste a publicarlas?- Seth le miraba sorprendido.
-Bastante habíamos hecho con desvelar el secreto, y bastante tenían ellos encima... y si han roto, estoy seguro de que esas fotos tienen algo que ver- meditaba en voz alta.
-Eso seguro... en nuestro caso, Aro decidió no publicarlas- me contaba Seth.
-¿Crees que el príncipe puede pensar que la propia Isabella hizo llegar a esas fotos a las redacciones?- preguntaba Leah.
-No lo sé... pero que ésto les ha superado, seguro... además, cuándo palacio confirmó la relación, y se la trajo a vivir aquí, era que la cosa iba muy enserio...- Seth meditaba en voz alta.
-Y si lo que nos han contado es cierto, que ya llevaban un tiempo saliendo... no creo que fuera ella; bastante cuestionada estaba siendo ya. Además, tú eres el único de todos nosotros que los has visto en persona, allí en EEUU, ¿parecían enamorados de verdad, tal y cómo se apreciaba en las fotos?- preguntaba Leah -aparte de Paul- añadió.
-Yo lo que vi era una pareja normal y corriente; dos chicos jóvenes queriéndose, enamorados...- enumeró Jake.
-Está claro que alguien se ha hecho con esas fotos... ¿pero quién?- fueron interrumpidos por el murmullo que provocó la llegada del rey Carlisle a la sala, seguido de Sam.
Media hora después, la rueda de prensa finalizó. El rey se retiró, y ellos tres quedaron en verse fuera, en una cafetería que había cerca de palacio, para seguir debatiendo el tema. Jake recogía la cámara, cuándo un carraspeo hizo que se volviera. Sus ojos se abrieron al encontrase al duque de Norfolk enfrente de sus narices.
-Excelencia- se dirigió a Jasper por su título. Éste le tendió la mano, y Jake no dudó en estrechársela.
-Señor Black, disculpe que le moleste; no he podido evitar oír su conversación con sus compañeros, sobre lo de las fotografías, y querría hablar unos minutos con usted- le pidió amablemente.
-Por supuesto- aceptó Jake. Era inútil negarlo, sentía verdadera curiosidad por el tema.
Jasper le indicó que le siguiera; le condujo por dos galerías, hasta llegar a una zona de palacio que no conocía.
-Le ruego deje aquí fuera la grabadora y la cámara de fotos, por favor. A la salida se las devolveremos- uno de los escoltas, Quil, recordó el nombre, le cacheó de arriba abajo después de dejar sus pertenencias.
Después de un asentimiento por parte de Quil, le hizo pasar a una salita pequeña, con varios sillones. Seth y Leah estaba allí... y una persona a la que no contaba ver.
-Bienvenido señor Black, gracias por haber aceptado- la cantarina voz de la princesa Alice resonó en la habitación. Jake se acercó para estrecharle la mano, que ella le ofrecía con una sonrisa tranquilizadora.
-Alteza, es un honor conocerla en persona- saludó protocolariamente. La princesa le indicó que tomara asiento, y después de enviar a un empleado de servicio servir té y café, empezó la conversación.
-No he podido evitar oír lo que comentaban acerca de las fotografías publicadas a principios de diciembre, y quisiéramos saber cómo las recibieron- empezó Jasper.
-En nuestro caso, el conserje de planta se las entregó directamente a nuestro jefe, Aro- explicó Leah.
-¿Llevaban algún tipo de remitente, destinatario...?- interrogó la princesa.
-Nada en absoluto. Aros nos mandó llamar, ya que nosotros somos los que cubrimos las noticias concernientes a la casa real, preguntándonos si sabíamos algo acerca de éstas- siguió relatando la joven periodista.
-Llegaron en un sobre marrón, sin nada escrito... al preguntar por el sujeto quién las entregó, simplemente nos dijeron que no se trataba de ningún mensajero ni nada por el estilo- añadió Seth.
-¿Y en su caso, señor Black?- la princesa se volvió al preguntarle.
-El día que llegaron, estaba yo solo en la redacción; era la hora de comer, y al igual que a Leah y Seth, me las entregó el conserje; al no ir dirigidas a nadie concreto y dado que estaba yo sólo... pues yo me hice cargo- explicó, dejando la taza de café encima de la mesita.
-¿Se las entregó a su jefe?- inquirió Jasper curioso.
-Al abrir el contenido, me di cuenta a primera vista de que no eran fotos sacadas por profesionales. Eran fotos personales, sacadas con una cámara digital sencilla... y dada la costumbre de mi jefe... ex-jefe- se auto corrigió – a las polémicas y las exclusivas, decidí guardarlas a cal y canto- relató.
-¿Ex- jefe?- la princesa no entendía nada.
-Después le explicaré esa parte; cómo iba diciendo, las guardé unos días, pero al recibir el comunicado de Sam, y al hablar con otros colegas, me llamó a su despacho, preguntándome acerca del asunto... y me ordenó entregárselas- dijo frustrado.
-Ya...- meditaba Jasper en voz alta, instándole a continuar.
-Era inútil negárselas, si todas las redacciones tenían copias, le bastaba una llamada de teléfono para conseguirlas- apostilló Seth.
-James me mandó publicarlas... todas, junto con un breve artículo... pero me negué, y me despidió- Alice y Jasper estaba sorprendidos.
-¿Por qué se negó?; según creemos, usted y otro compañero fueron los que les siguieron hasta EEUU- preguntó la princesa.
-Por eso mismo... Isabella ya estaba en el ojo del huracán; la presión y el acoso eran agobiantes... y más desde que casa real confirmó la relación- explicó Jake.
-Cierto, nos pilló a todos de sorpresa, no nos lo esperábamos por nada del mundo- murmuró Leah.
Jasper tomó aire.
-Bien; lo que voy a contarles, por muy peliculero y rocambolesco que suene, es lo que creemos que pasó. Les ruego encarecidamente no publiquen nada de ésto ni digan una sola palabra- Leah, Seth y Jake se miraron sin entender nada, pero por supuesto aceptaron.
-Esas fotografías son de un viaje privado que el príncipe e Isabella realizaron a las Seychelles a mediados de junio. Fueron sacadas por la cámara de Isabella... y sólo ella y el príncipe tenían copias- relató Jasper.
-En sus ordenadores personales- aclaró la princesa.
Las caras de los periodistas era de asombro total, mientras la princesa y su novio (la casa real no había confirmado nada acerca de la princesa y el duque de Norfolk, pero su relación era un secreto a voces) iban relatando la procedencia de las fotos. Obviamente, la noche de la fuerte discusión se la saltaron.
-El asunto es muy grave- dijo Jake.
-Tienen alguien aquí que filtra información, no me cabe otra explicación- dijo Seth.
-¿Pero cómo pudieron acceder al ordenador personal de mi hermano?; en ese ordenador hay documentos muy importantes, su agenda...- enumeraba la princesa -¿por qué sólo esas fotos, si podían acceder a cosas más importantes?-.
-Está claro que buscaban eso precisamente. Deduzco que al tratarse de un viaje privado, nadie sabía nada, excepto gente de palacio- explicó Seth.
-¿Y cómo pudieron acceder?, me refiero a la contraseña- preguntó Jasper.
-Hace unos años, escribí un articulo acerca de eso; hoy en día existen microchips de última tecnología, capaces de desencriptar las claves de acceso- explicó Leah.
-Tienen el aspecto de un pen-drive, como los que se usan de almacenamiento de memoria. Se conectan a un puerto USB del aparato... y voilá, abren lo que sea- terminó de explicar Jake.
Alice y Jasper siguieron hablando unos minutos más, hasta que recopilaron suficiente información.
-Han sido muy amables, gracias por su ayuda- les agradeció la princesa con una sonrisa.
-De todas maneras, trataremos de averiguar algo acerca de cómo llegaron las fotos a las redacciones. Alguien debe recordar una cara, no sé... algo- dijo Leah, a lo que Jake y Seth asintieron también.
-Les estaríamos muy agradecidos. Cualquier cosa que averigüen, no duden en ponerse en contacto con Sam- agradeció Jasper.
-Y por favor, no comenten nada de ésto- rogó Alice.
-No se preocupe alteza... se ha hecho mucho daño a dos personas que se querían mucho, y no es justo- suspiró Leah con pena.
Una vez fuera de la sala, Alice y Jasper se miraron incrédulos.
-¿Cómo puede haber pasado ésto?- dijo Alice con pena y rabia a la vez.
-No lo sé tesoro... por lo que cuentan, esos cacharros no dejan huella... de modo que los informáticos no pueden rastrear nada- meditó Jasper, pensativo.
-Tenemos que hablar con mi padre, y con Preston... que registren a todo el mundo, que revuelvan todo el palacio si es necesario, puede que el que haya sido aun conserve el aparato... quiero a mi hermano feliz, y a mi cuñada de regreso- sollozaba. Jasper rodeó el cuerpecito de su novia, estrechándola con amor.
-Habrá que hacerlo... no tenemos otra cosa con la que tirar del hilo- meditó -no llores, todo se arreglará- la consoló, dejando un suave beso en sus labios.
-Pero aunque descubramos ésto, me da miedo que entre ellos no puedan arreglarse- musitó con pena.
-En eso no podemos intervenir cariño... pero estoy seguro de qué Edward lo va a intentar- la animó.
Ella asintió, dejando otro pequeño beso en los labios de Jasper y abrazándose a él.
EDWARD PVO
El viaje de regreso a casa se me hizo eterno y pesado; volvía de Roma, dónde había asistido a la Inauguración de nuevo edificio de la Embajada inglesa, y de recorrer otras ciudades. Me acordéde mucho de mi niña, de las ganas y la ilusión que le hacía conocer Italia...
Le pedí a mis padres poder quedarme este año en Londres, y no ir a pasar las vacaciones a Windsor. Al haber asistido a bastantes más compromisos oficiales que el año pasado, y por haber viajado más, tenía varios trabajos para la universidad pendientes, de modo que quería aprovechar estas dos semanas. Además Jasper y Alice estaban en París con Garret y Kate.
Y para qué engañarme, los recuerdos eran muy dolorosos. Hacía un año todo estaba bien, con ella a mi lado, con nuestras familias juntas; me vino a la cabeza la conversación que tuve con Charlie...
"-Edward, me caes bien; me siento halagado de cómo quieres a Bella, y de cómo la quiere tu familia... pero si la haces daño... "
Todo era por mi culpa, por no haber pensado un segundo mis palabras... si Bella y yo arreglábamos lo nuestro, cosa que estaba empezando a dudar, no sabría cómo mirarle a la cara.
Al llegar a casa me fui directamente a la cama, sin cenar. Los días pasaban lentos y tediosos; intenté concentrarme en la tarea que tenía pendiente... pero no podía. Estaba desesperado, necesitaba verla en persona, comprobar por mis propios ojos que ella estaba relativamente bien...
Paseé por los salones, con las manos metidas en los bolsillos de mis vaqueros, pensando y sumido en mis recuerdos; así era cómo había estado los últimos meses, sin apenas levantar cabeza. Me estaba volviendo loco entre esas cuatro paredes, necesitaba salir, airearme... y una idea cruzó por mi cabeza.
Hablé con Emmet, pidiéndole por favor que no dijera nada. Después de mucha insistencia por mi parte, a regañadientes accedió. Entré a mi cuarto, busqué una sudadera con capucha, y bajé directo al garaje. Por suerte ya era de noche, y los cristales de mi volvo estaban tintados. Me subí y arranqué.
Las calles no estaban muy concurridas; la mayoría de los londinenses, en esta época del año, estaban en sus lugares de vacaciones. Iba sin un destino concreto, solo daba vueltas.
Sin saber cómo, terminé enfrente de casa de Bella. Sabía su dirección, mi hermana me lo había dicho. Paré enfrente de su edificio, que estaba a unos cien metros del campus de Greenwich. Miré las ventanas del primer piso, dónde se supone estaba su apartamento. Todas las luces estaban apagadas, debía de haberse marchado a Forks por las vacaciones.
Paré el coche, aparcando en la acera de enfrente, un poco alejado del portal. Me quedé en silencio una media hora, allí sentado y sólo, observando la calle, con la mirada perdida en algún punto del edificio.
Unos pasos me sacaron de mis ensoñaciones; la calle estaba en completo silencio, de modo que se podía escuchar una aguja caer. Giré la cabeza... y mi corazón se encogió en mi pecho.
Era ella, mi niña... mi princesa.
Mis ojos parpadearon por la sorpresa, por un segundo creí estar sufriendo una alucinación, pero no, allí estaba ella, no se había ido a Forks. Me agazapé un poco en el asiento, observándola detenidamente.
Estaba muy delgada, se le notaba tanto en el cuerpo como en la cara. El pelo corto hacía que sus preciosa facciones estuviesen más acentuadas... pero seguía tan bonita y hermosa como siempre.
Andaba despacio, con el bolso marrón que le regaló mi hermana por su cumpleaños, y una pequeña carpeta bajo el brazo; su cara mostraba signos de cansancio, y sus ojos... habían perdido ese punto de dulzura y alegría que tenían... todo por mi bendita culpa.
Una vez enfiló el caminito hasta el portal del edificio, no lo pude evitar.
Bajé del coche, sigilosamente, acercándome a ella. Podía oír el repiqueteo de mi corazón en mi pecho, que parecía querer salirse de su lugar. Paró a un metro del portal, quitándose los cascos y buscando, lo que creía, las llaves en su bolso.
Mi voz se ahogó al pronunciar su nombre en un débil susurro.
-Bella-.
Su cuerpo se tensó, dejando caer las llaves al suelo, quedándose clavada en el sitio.
Los días pasaban lentamente en el calendario, haciendo esa lentitud una tortura silenciosa y cruel.
El primer día en mi nueva universidad fue muy embarazoso. El turno de tarde era muy tranquilo, pero aun con eso, tenía sumido que los primeros días serían complicados y difíciles. Los profesores me dieron la bienvenida con una sonrisa, la mayoría de las veces compasiva, y sin mencionar algo de Edward o su familia, cosa que me alivió bastante.
Las aulas de Greenwich eran muy diferentes a las del King´s College, se parecían más a las de las universidades norteamericanas. Formaban un anfiteatro, y al inscribirme en el turno de tarde, la mitad de la clase estaba vacía. Me senté detrás de todos mis compañeros, sola. Percibía por el rabillo del ojo, mientras tomaba apuntes, cómo mis nuevos compañeros, se volteaban curiosos, observándome y murmurando en voz baja.
Cómo había aprendido en estos últimos meses, mi mente se cerró en torno a los cuchicheos, intentado poner atención a las lecciones que impartían los profesores.
Al ser un grupo reducido de alumnos, no teníamos que cambiar de clase. En los cambios no me levantaba de mi sitio, y en la media hora que teníamos de asueto, entre las siete y media y las ocho de la tarde, lo más lejos que iba era a la máquina de café, para volver a mi asiento, ponerme mis auriculares y repasar los apuntes o continuar con la lectura del libro que estuviese leyendo.
Mis compañeros, poco a poco, fueron acostumbrándose a mi presencia, pero me cerré tanto en mi misma, que no se atrevieron a traspasar la línea y decirme poco más que hola.
Los primeros días fueron un caos, más de una vez tuve que entrar corriendo al edificio, ya que los periodistas decidieron convertirse en mi sombra. La segunda semana tuve que esperar encerrada casi una hora en el baño, esperando que se marcharan y poder irme a mi casa, y ni por esas me libré de ellos, ya que alguno esperó pacientemente. Siempre había alguien del Daily Mirror, el primer periódico que sacó las fotos. También reconocía a Leah y Seth, del London Daily entre otros, el único periódico que no las público. Me hacía gracia, los que me seguían eran los mismos todos los días. Ellos eran muy amables y comprensivos, y si negaba con la cabeza, no insistían más y no seguían preguntándome.
Mi vida se convirtió en una rutina autómata y silenciosa. Por las mañanas me dedicaba a estudiar y poner un poco de orden en mi pequeña casita; sólo salía a hacer la compra y poco más. Desde las tres y media hasta las nueve y media de la noche, las clases ocupaban mi tiempo. Al regresar a casa, cenaba y me iba a la cama. Estuve más de un mes sin encender apenas la televisión... pero cada vez que pasaba por los quioscos y veía las portadas, y salía el, el nudo de mi garganta volvía a apretarme con fuerza, y las interminables lágrimas volvían a a asomar por mis ojos.
Una noche, puse la televisión. Estaba muy perdida con las noticias, podría hacer estallado una guerra atómica mundial y no me habría enterado. Carlisle y Esme salieron en éstas; ellos dos y Edward estaban de visita oficial en Moscú. Con un nudo en el estómago, levanté la vista de mi yogur, mirando fijamente a la pantalla.
Estaba tan guapo como siempre... pero le conocía a la perfección, y sus topacios dorados, esos que tantas veces me miraban, como decía Sue, con tanta devoción y amor, no coincidían con la sonrisa y el estado de ánimo que aparentaba enseñar. Mi mente voló al día que lo conocí, el primer día de universidad, con ese halo de tristeza, timidez, melancolía...
Sabía que el tampoco lo estaba pasando bien; las primeras veces veces que hablé con Alice o Rose, o vi a mis amigos, me abstuve de preguntar; la punzada que sentía en mi corazón sólo con oír su nombre y recordar todo lo que viví su lado, era el peor de los dolores. Pero poco a poco, fui viendo, observando cada aparición pública, cada reportaje en el que él salía, y estaba igual. Ojeaba por internet las ediciones digitales... no quería pararme enfrente de los quioscos y coger las revistas.
Puede parecer absurdo, pero era una forma de estar cerca de él.
La prensa volvió a sus absurdas quinielas a ver quién sería la futura princesa de Gales. Sorprendentemente, yo seguía en esa lista. Ver mi nombre entre los de señoritas de las mejores familias inglesas y algunas princesas europeas casaderas me parecía a la vez, increíble y absurdo. Nunca podría ser para él, y Edward merecía encontrar a una chica que lo quisiera de verdad, tanto cómo yo lo quería, por lo menos; pero a la vez que supiera estar a la altura de lo que implicaba casarse con un príncipe heredero.
Poco a poco fui preguntando por él, tímidamente, con cautela. Alice y Rose me contaban cómo le iba, cómo estaba... en el fondo de mi corazón, le había perdonado hacía mucho, mucho tiempo... ambos teníamos nuestra parte de culpa, los dos explotamos aquella noche... pero tenía miedo... ¿y si volvía con él, y sucedía lo mismo y volvía a culparme?. Mi confianza estaba rota y esparcida por los suelos.
Poco a poco el escándalo pasó a un segundo plano, y los periodistas se fueron olvidando, no del todo, de mi. De vez cuándo me seguían, pero de una manera más suave y educada. Ya no me preguntaban, la mayoría de las veces sólo querían una foto mía.
En abril, hablé con mi padre y Ángela y les comuniqué que estas vacaciones no viajaría a Forks. Uno de los profesores daba unas charlas sobre economía y subsistencia en países subdesarrollados. Mis notas habían bajado un poco, debido a los pésimos ánimos que tenía, y que mi concentración estaba en otro lugar. De modo que al saber que esas charlas, junto con un trabajo posterior, podrían servir, según el profesor, para mejorar nota, no lo dudé un instante, no podía perder la beca.
Total, eran sólo dos semanas, de modo que no me perdería mucho. En estos cuatro meses había hablado tanto con mi familia y con Ang varias veces a la semana; ellos, obviamente, seguían preocupados por mi, pero les iba tranquilizando, y respetaron mi decisión. Total, a mediados de junio regresaría a casa, hasta principios de septiembre, no faltaba tanto.
Lo repentino de la decisión hizo que no pudiera contáselo a los chicos. Alice y Jasper se iban unos días a París, con Garret y Kate, los primos segundos de Carlisle, y Rose volvía a Boston. De todos modo tampoco importaba mucho. Nada más regresar de vacaciones, y dado que poco a poco iba mejorando, les había invitado a cenar a mi casa, para celebrar el cumpleaños de Rose, y les volvería a ver. No quería que alteraran sus planes; bastante habían hecho por mi, habían tenido una paciencia infinita. Otros hubiesen desistido y habrían acabado aburridos... pero ellos no. Siempre estuvieron ahí, aguantaron mis días buenos y los días que no quería, siquiera, ponerme al teléfono.
También me decían que tenía que hablar con Edward, y tenían razón. Mi actitud de huir despavorida tampoco fue la correcta... pero tenía miedo. Sabía que si le veía de nuevo mis fuerzas flaquearían y me derrumbaría. Necesitaba, ansiaba, anhelaba sus besos, sus caricias, sus miradas cariñosas, que me contara sus cosas, nuestra intimidad... la manera en que se abrazaba a mi mientras dormíamos, sus burlas cariñosas por mis sonrojos... le necesitaba para vivir.
Estos cuatro meses sin tenerle a mi lado habían sido penosos e insoportables. No sabía vivir sin él, lo tenía más que admitido... pero si no confiaba en mi... ¿de qué servía?.
Todas las noches, antes de irme a dormir, me asomaba a la ventana, mirando al cielo y murmurando un "Buenas noches pequeño", con la vana esperanza de que le llegase...
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Palacio de Buckingham. Principios de abril.
Jacob Black suspiraba con paciencia, esperando a que el rey Carlisle apareciera, para dar a conocer un nuevo decreto ley al que acababa de dar el visto bueno. Cierto que el sistema de gobierno británico podía parecer obsoleto, y aunque las leyes las dictara el Parlamento, debían pasar antes por el rey para su aprobación final.
Por suerte, y gracias al cielo, aún con la crisis laboral que reinaba en toda Europa, había conseguido trabajo apenas un mes después de James le echara del London Daily. Ahora trabajaba en el Daily Mail, publicación menos controvertida.
Se sentía tremendamente mal por Isabella y Edward. Las fotos que había publicado su anterior lugar de trabajo había desencadenado un escándalo sin precedentes, y aunque palacio no dijo nada al respecto, en el fondo se sabía que había sido la causa de la ruptura del príncipe y su novia. Aunque otras publicaciones también sacaron algunas de las fotos, no todas y las más suaves, la monumental bronca de Sam al que fue su jefe no se hizo esperar, vetando a su antiguo periódico. Sólo se les permitía acreditarse para este tipo de ruedas de prensa, con fines meramente políticos.
Al entrar en la sala, se posicionó dónde solía hacerlo siempre. Vio a Paul a lo lejos, que le dirigió un simple movimiento de cabeza por saludo.
Leah y Seth se acercaron a saludarle.
-Jake, cuánto tiempo- le saludó su compañera, dándole dos besos.
-¿Dónde has estado metido, rey de la exclusiva?- interrogó Seth con simpatía, dándole un amistoso codazo.
-Ya no cubro las ruedas de prensa de palacio, mi compañero que lo hace está de vacaciones, y he venido a sustituirle- les explicó.
-Oímos que te fuiste del Daily Mirror- me interrogó Leah. Sonrió enfadado.
-Me despidieron- abrieron sus ojos por la sorpresa, esperando una explicación.
-Me negué a publicar las fotos de marras... y eso que cuándo llegaron a la redacción yo mismo las recogí; incluso se las oculté a James unos días... hasta que Sam mandó la nota, y se enteró-.
-¿Te negaste a publicarlas?- Seth le miraba sorprendido.
-Bastante habíamos hecho con desvelar el secreto, y bastante tenían ellos encima... y si han roto, estoy seguro de que esas fotos tienen algo que ver- meditaba en voz alta.
-Eso seguro... en nuestro caso, Aro decidió no publicarlas- me contaba Seth.
-¿Crees que el príncipe puede pensar que la propia Isabella hizo llegar a esas fotos a las redacciones?- preguntaba Leah.
-No lo sé... pero que ésto les ha superado, seguro... además, cuándo palacio confirmó la relación, y se la trajo a vivir aquí, era que la cosa iba muy enserio...- Seth meditaba en voz alta.
-Y si lo que nos han contado es cierto, que ya llevaban un tiempo saliendo... no creo que fuera ella; bastante cuestionada estaba siendo ya. Además, tú eres el único de todos nosotros que los has visto en persona, allí en EEUU, ¿parecían enamorados de verdad, tal y cómo se apreciaba en las fotos?- preguntaba Leah -aparte de Paul- añadió.
-Yo lo que vi era una pareja normal y corriente; dos chicos jóvenes queriéndose, enamorados...- enumeró Jake.
-Está claro que alguien se ha hecho con esas fotos... ¿pero quién?- fueron interrumpidos por el murmullo que provocó la llegada del rey Carlisle a la sala, seguido de Sam.
Media hora después, la rueda de prensa finalizó. El rey se retiró, y ellos tres quedaron en verse fuera, en una cafetería que había cerca de palacio, para seguir debatiendo el tema. Jake recogía la cámara, cuándo un carraspeo hizo que se volviera. Sus ojos se abrieron al encontrase al duque de Norfolk enfrente de sus narices.
-Excelencia- se dirigió a Jasper por su título. Éste le tendió la mano, y Jake no dudó en estrechársela.
-Señor Black, disculpe que le moleste; no he podido evitar oír su conversación con sus compañeros, sobre lo de las fotografías, y querría hablar unos minutos con usted- le pidió amablemente.
-Por supuesto- aceptó Jake. Era inútil negarlo, sentía verdadera curiosidad por el tema.
Jasper le indicó que le siguiera; le condujo por dos galerías, hasta llegar a una zona de palacio que no conocía.
-Le ruego deje aquí fuera la grabadora y la cámara de fotos, por favor. A la salida se las devolveremos- uno de los escoltas, Quil, recordó el nombre, le cacheó de arriba abajo después de dejar sus pertenencias.
Después de un asentimiento por parte de Quil, le hizo pasar a una salita pequeña, con varios sillones. Seth y Leah estaba allí... y una persona a la que no contaba ver.
-Bienvenido señor Black, gracias por haber aceptado- la cantarina voz de la princesa Alice resonó en la habitación. Jake se acercó para estrecharle la mano, que ella le ofrecía con una sonrisa tranquilizadora.
-Alteza, es un honor conocerla en persona- saludó protocolariamente. La princesa le indicó que tomara asiento, y después de enviar a un empleado de servicio servir té y café, empezó la conversación.
-No he podido evitar oír lo que comentaban acerca de las fotografías publicadas a principios de diciembre, y quisiéramos saber cómo las recibieron- empezó Jasper.
-En nuestro caso, el conserje de planta se las entregó directamente a nuestro jefe, Aro- explicó Leah.
-¿Llevaban algún tipo de remitente, destinatario...?- interrogó la princesa.
-Nada en absoluto. Aros nos mandó llamar, ya que nosotros somos los que cubrimos las noticias concernientes a la casa real, preguntándonos si sabíamos algo acerca de éstas- siguió relatando la joven periodista.
-Llegaron en un sobre marrón, sin nada escrito... al preguntar por el sujeto quién las entregó, simplemente nos dijeron que no se trataba de ningún mensajero ni nada por el estilo- añadió Seth.
-¿Y en su caso, señor Black?- la princesa se volvió al preguntarle.
-El día que llegaron, estaba yo solo en la redacción; era la hora de comer, y al igual que a Leah y Seth, me las entregó el conserje; al no ir dirigidas a nadie concreto y dado que estaba yo sólo... pues yo me hice cargo- explicó, dejando la taza de café encima de la mesita.
-¿Se las entregó a su jefe?- inquirió Jasper curioso.
-Al abrir el contenido, me di cuenta a primera vista de que no eran fotos sacadas por profesionales. Eran fotos personales, sacadas con una cámara digital sencilla... y dada la costumbre de mi jefe... ex-jefe- se auto corrigió – a las polémicas y las exclusivas, decidí guardarlas a cal y canto- relató.
-¿Ex- jefe?- la princesa no entendía nada.
-Después le explicaré esa parte; cómo iba diciendo, las guardé unos días, pero al recibir el comunicado de Sam, y al hablar con otros colegas, me llamó a su despacho, preguntándome acerca del asunto... y me ordenó entregárselas- dijo frustrado.
-Ya...- meditaba Jasper en voz alta, instándole a continuar.
-Era inútil negárselas, si todas las redacciones tenían copias, le bastaba una llamada de teléfono para conseguirlas- apostilló Seth.
-James me mandó publicarlas... todas, junto con un breve artículo... pero me negué, y me despidió- Alice y Jasper estaba sorprendidos.
-¿Por qué se negó?; según creemos, usted y otro compañero fueron los que les siguieron hasta EEUU- preguntó la princesa.
-Por eso mismo... Isabella ya estaba en el ojo del huracán; la presión y el acoso eran agobiantes... y más desde que casa real confirmó la relación- explicó Jake.
-Cierto, nos pilló a todos de sorpresa, no nos lo esperábamos por nada del mundo- murmuró Leah.
Jasper tomó aire.
-Bien; lo que voy a contarles, por muy peliculero y rocambolesco que suene, es lo que creemos que pasó. Les ruego encarecidamente no publiquen nada de ésto ni digan una sola palabra- Leah, Seth y Jake se miraron sin entender nada, pero por supuesto aceptaron.
-Esas fotografías son de un viaje privado que el príncipe e Isabella realizaron a las Seychelles a mediados de junio. Fueron sacadas por la cámara de Isabella... y sólo ella y el príncipe tenían copias- relató Jasper.
-En sus ordenadores personales- aclaró la princesa.
Las caras de los periodistas era de asombro total, mientras la princesa y su novio (la casa real no había confirmado nada acerca de la princesa y el duque de Norfolk, pero su relación era un secreto a voces) iban relatando la procedencia de las fotos. Obviamente, la noche de la fuerte discusión se la saltaron.
-El asunto es muy grave- dijo Jake.
-Tienen alguien aquí que filtra información, no me cabe otra explicación- dijo Seth.
-¿Pero cómo pudieron acceder al ordenador personal de mi hermano?; en ese ordenador hay documentos muy importantes, su agenda...- enumeraba la princesa -¿por qué sólo esas fotos, si podían acceder a cosas más importantes?-.
-Está claro que buscaban eso precisamente. Deduzco que al tratarse de un viaje privado, nadie sabía nada, excepto gente de palacio- explicó Seth.
-¿Y cómo pudieron acceder?, me refiero a la contraseña- preguntó Jasper.
-Hace unos años, escribí un articulo acerca de eso; hoy en día existen microchips de última tecnología, capaces de desencriptar las claves de acceso- explicó Leah.
-Tienen el aspecto de un pen-drive, como los que se usan de almacenamiento de memoria. Se conectan a un puerto USB del aparato... y voilá, abren lo que sea- terminó de explicar Jake.
Alice y Jasper siguieron hablando unos minutos más, hasta que recopilaron suficiente información.
-Han sido muy amables, gracias por su ayuda- les agradeció la princesa con una sonrisa.
-De todas maneras, trataremos de averiguar algo acerca de cómo llegaron las fotos a las redacciones. Alguien debe recordar una cara, no sé... algo- dijo Leah, a lo que Jake y Seth asintieron también.
-Les estaríamos muy agradecidos. Cualquier cosa que averigüen, no duden en ponerse en contacto con Sam- agradeció Jasper.
-Y por favor, no comenten nada de ésto- rogó Alice.
-No se preocupe alteza... se ha hecho mucho daño a dos personas que se querían mucho, y no es justo- suspiró Leah con pena.
Una vez fuera de la sala, Alice y Jasper se miraron incrédulos.
-¿Cómo puede haber pasado ésto?- dijo Alice con pena y rabia a la vez.
-No lo sé tesoro... por lo que cuentan, esos cacharros no dejan huella... de modo que los informáticos no pueden rastrear nada- meditó Jasper, pensativo.
-Tenemos que hablar con mi padre, y con Preston... que registren a todo el mundo, que revuelvan todo el palacio si es necesario, puede que el que haya sido aun conserve el aparato... quiero a mi hermano feliz, y a mi cuñada de regreso- sollozaba. Jasper rodeó el cuerpecito de su novia, estrechándola con amor.
-Habrá que hacerlo... no tenemos otra cosa con la que tirar del hilo- meditó -no llores, todo se arreglará- la consoló, dejando un suave beso en sus labios.
-Pero aunque descubramos ésto, me da miedo que entre ellos no puedan arreglarse- musitó con pena.
-En eso no podemos intervenir cariño... pero estoy seguro de qué Edward lo va a intentar- la animó.
Ella asintió, dejando otro pequeño beso en los labios de Jasper y abrazándose a él.
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EDWARD PVO
El viaje de regreso a casa se me hizo eterno y pesado; volvía de Roma, dónde había asistido a la Inauguración de nuevo edificio de la Embajada inglesa, y de recorrer otras ciudades. Me acordéde mucho de mi niña, de las ganas y la ilusión que le hacía conocer Italia...
Le pedí a mis padres poder quedarme este año en Londres, y no ir a pasar las vacaciones a Windsor. Al haber asistido a bastantes más compromisos oficiales que el año pasado, y por haber viajado más, tenía varios trabajos para la universidad pendientes, de modo que quería aprovechar estas dos semanas. Además Jasper y Alice estaban en París con Garret y Kate.
Y para qué engañarme, los recuerdos eran muy dolorosos. Hacía un año todo estaba bien, con ella a mi lado, con nuestras familias juntas; me vino a la cabeza la conversación que tuve con Charlie...
"-Edward, me caes bien; me siento halagado de cómo quieres a Bella, y de cómo la quiere tu familia... pero si la haces daño... "
Todo era por mi culpa, por no haber pensado un segundo mis palabras... si Bella y yo arreglábamos lo nuestro, cosa que estaba empezando a dudar, no sabría cómo mirarle a la cara.
Al llegar a casa me fui directamente a la cama, sin cenar. Los días pasaban lentos y tediosos; intenté concentrarme en la tarea que tenía pendiente... pero no podía. Estaba desesperado, necesitaba verla en persona, comprobar por mis propios ojos que ella estaba relativamente bien...
Paseé por los salones, con las manos metidas en los bolsillos de mis vaqueros, pensando y sumido en mis recuerdos; así era cómo había estado los últimos meses, sin apenas levantar cabeza. Me estaba volviendo loco entre esas cuatro paredes, necesitaba salir, airearme... y una idea cruzó por mi cabeza.
Hablé con Emmet, pidiéndole por favor que no dijera nada. Después de mucha insistencia por mi parte, a regañadientes accedió. Entré a mi cuarto, busqué una sudadera con capucha, y bajé directo al garaje. Por suerte ya era de noche, y los cristales de mi volvo estaban tintados. Me subí y arranqué.
Las calles no estaban muy concurridas; la mayoría de los londinenses, en esta época del año, estaban en sus lugares de vacaciones. Iba sin un destino concreto, solo daba vueltas.
Sin saber cómo, terminé enfrente de casa de Bella. Sabía su dirección, mi hermana me lo había dicho. Paré enfrente de su edificio, que estaba a unos cien metros del campus de Greenwich. Miré las ventanas del primer piso, dónde se supone estaba su apartamento. Todas las luces estaban apagadas, debía de haberse marchado a Forks por las vacaciones.
Paré el coche, aparcando en la acera de enfrente, un poco alejado del portal. Me quedé en silencio una media hora, allí sentado y sólo, observando la calle, con la mirada perdida en algún punto del edificio.
Unos pasos me sacaron de mis ensoñaciones; la calle estaba en completo silencio, de modo que se podía escuchar una aguja caer. Giré la cabeza... y mi corazón se encogió en mi pecho.
Era ella, mi niña... mi princesa.
Mis ojos parpadearon por la sorpresa, por un segundo creí estar sufriendo una alucinación, pero no, allí estaba ella, no se había ido a Forks. Me agazapé un poco en el asiento, observándola detenidamente.
Estaba muy delgada, se le notaba tanto en el cuerpo como en la cara. El pelo corto hacía que sus preciosa facciones estuviesen más acentuadas... pero seguía tan bonita y hermosa como siempre.
Andaba despacio, con el bolso marrón que le regaló mi hermana por su cumpleaños, y una pequeña carpeta bajo el brazo; su cara mostraba signos de cansancio, y sus ojos... habían perdido ese punto de dulzura y alegría que tenían... todo por mi bendita culpa.
Una vez enfiló el caminito hasta el portal del edificio, no lo pude evitar.
Bajé del coche, sigilosamente, acercándome a ella. Podía oír el repiqueteo de mi corazón en mi pecho, que parecía querer salirse de su lugar. Paró a un metro del portal, quitándose los cascos y buscando, lo que creía, las llaves en su bolso.
Mi voz se ahogó al pronunciar su nombre en un débil susurro.
-Bella-.
Su cuerpo se tensó, dejando caer las llaves al suelo, quedándose clavada en el sitio.
Atal- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhh
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh
esta rebuenisisisisisiisisisisisisimo
que linda va a ser la recosiliasion
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
que tristeeeeeeeee
como pueden ser tan tontos?????
muchas gracias por la historia Atal, esta buenisima
pero no soporto la indesicion de ellos
como pueden ser tan tontos?????
muchas gracias por la historia Atal, esta buenisima
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LinaLuna93- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
no pede ser otra vez se acaba en lo mejor .....sabes como dejarnos con la incertidumbre
concuerdo contigo Lina su indecision es matadora .........espero que en este encuentro todo acabe arreglado .......gracias Atal por los capis
concuerdo contigo Lina su indecision es matadora .........espero que en este encuentro todo acabe arreglado .......gracias Atal por los capis
xole- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
espero se arreglen y que esten juntos de nuevoooooooooo
NathalyUlrrich- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Amigas, aquí les dejo cuatro capítulos, para que disfruten de una buena lectura jejejej besos y espero ver susu huellas...
Capítulo 26: Quiero y no puedo
-Bella-.
El temblor que se apoderó de mis manos hizo que las llaves de mi casa se cayeran al suelo. No me agaché para cogerlas.
Cerré los ojos, debatiéndome si deseaba que ésto fuera o no fuera un sueño. Esa voz aterciopelada y suave llegó a mis oídos como un leve arrullo para mi destrozado corazón. Permanecí unos minutos así, con los pies clavados en el suelo, sin atreverme a dar la cara, por miedo a que mi subconsciente me hubiera jugado una mala pasada.
-Bella-.
Mi nombre volvió a mis oídos; esa voz removió algo en mi interior. Mi corazón pareció insuflarse de vida, sólo con escuchar mi nombre salir de sus labios.
Lentamente me giré, al principio sin levantar la vista del suelo. Poco a poco, fui subiendo la vista... hasta toparme con su rostro.
Mi mirada se quedó clavada en la suya; sus topacios me miraban con una mezcla de nervios y sentimientos contenidos. Tímidamente, y pidiéndome permiso con la mirada, se acercó un poco más hacia mi posición. La distancia, aun palpable entre nosotros, estaba cargada de una electricidad inexplicable. Tuve que parpadear un par de veces, alejando la idea de arrojarme a sus brazos y besarle, no podía evitarlo... cómo ya le expliqué aquella vez en nuestra habitación de palacio, parecía que un imán tiraba de nosotros...
-Hola- mi voz quedó acalllada por un débil sollozo, que luchaba por contener en mi interior con todas mis fuerzas. Un amago de su característica sonrisa, aquella que tan loca me volvía, pugnó tímidamente por salir.
-¿Cómo estás?- me preguntó con verdadera preocupación, tanto en su cara como en sus ojos.
-Voy mejor- respondí simplemente, agachando la mirada; era incapaz de sostenérsela, era superior a mis fuerzas.
-Ésto, yo... verás...- se quitó la capucha de la sudadera, dejando al descubierto su sexy cabello, aquel en el que tantas veces había perdido mis dedos...
-¿Desea algo?- murmuré casi para mi, pero no tuve suerte, me oyó.
-Bella, no tienes que llamarme así y lo sabes- dijo desesperado. Mis lágrimas volvieron a aparecer, pero las ahuyenté de un manotazo.
-Tenemos que hablar- dijo simplemente. No dije nada por unos minutos, que él esperó pacientemente. Demasiado llevábamos así, y lo menos que podíamos hacer era terminar de una manera más o menos civilizada.
-Sí, me parece bien- afirmé con un pequeño gesto con la cabeza. Me agaché a por las llaves, pero el se me adelantó, y ya las había cogido por mi. Al dármelas, nuestras manos se rozaron unos pocos segundos... pero los suficientes para que volviera a sentir ese familiar hormigueo, que terminaba en mi estómago.
-Gra... gracias- conseguí decir. Me dedicó una pequeña sonrisa. Abrí el portal, y pasé yo primero, mientras el me sostenía la puerta.
No dijimos una palabra mientras subíamos. Al invitarle a pasar, pude ver cómo estudiaba mi pequeño apartamento, paseando su vista por todas las esquinas.
Fui un momento a mi cuarto, para dejar el abrigo y mi bolso. Tomé aire antes de volver al salón. Nada más aparecí por allí, su vista se posó en mi, mirándome fijamente. Le indiqué que se sentara, cosa que hizo en el sofá. Me senté un poco apartada de él, retorciendo nerviosamente mis manos, que sudaban a mares. Finalmente, conseguí decir alguna palabra.
-¿Cómo has estado?- su mirada se clavó en un punto de la pared, pasando las manos por su pelo, en un gesto nervioso.
-No muy bien... Bella yo...- tomó aire pesadamente – sé que no tengo perdón por lo que dije aquella noche, pero me puse muy nervioso y...- le corté.
-Yo también me puse muy nerviosa... siento haberme marchado así, tan de repente- dije con una pequeña mueca.
-No digas eso; no tienes culpa de nada... me porté cómo un verdadero patán- dijo con un deje de enfado en su voz.
-Los dos estábamos muy nerviosos, y perdimos los estribos- le respondí.
-Pero yo no tenía derecho a tratarte así... ¿cómo pude decirte todas esas cosas?- se levantó del sofá, dando pasos frenéticos por toda la sala.
-Edward...- antes de decir nada más se arrodilló enfrente mío, cogiendo mis manos y apretándolas con las suyas.
-Bella... sé que lo qué pasó esa noche fue horrible, y...- iba a replicar, pero me silencio con un dedo sobre mis labios- déjame terminar, por favor- asentí con un suspiro.
-Jamás me perdonaré todo el daño que te he hecho. Nunca desconfié de ti, se de sobra que no tienes nada que ver con el tema de las fotos. Soy consciente de todo el daño qué te he causado... pero te pido... no, te suplico que me perdones... una vez te dije que me daba igual quién fueras, porque siempre serías tú... y eso no ha cambiado- musitó agachando la cabeza.
-Edward...- murmuré, con las lágrimas cayendo por mi cara.
-Bella... te amo... te amo y te necesito en mi vida; estos meses han sido una condena para mi, y he tenido mucho miedo... miedo de perder a lo que más quiero en el mundo, y no sé si es demasiado tarde... desvió su mirada hacia nuestras manos, todavía unidas.
-Edward -tomé una bocanada de aire, intentado relajarme y poder hablar con coherencia – yo también debo pedir perdón; yo también te grité y me descontrolé... y en ese aspecto estás más que perdonado... pero...-.
-Bella, no...- me suplicaba.
-No confiaste en mí, y así no funciona una relación. ¿Qué ocurrirá si volvemos, y pasa algo parecido?; no podría volver a soportarlo. Además, debes encontrar a alguien qué esté a tu altura, que te acompañe y camine a tu lado en esa tarea a la que estás destinado y...- me cortó.
-No quiero esa tarea si no estás conmigo, caminando a mi lado- repitió mis palabras -sé que ahora mismo no puedes confiar en mi, pero te lo demostraré día a día... por favor... no me dejes- observé sus ojos, brillantes por las lágrimas; mi corazón sufrió un vuelco, no podía verle así, pero debía mantenerme firme.
-Edward; está claro que nunca podré estar a tu altura-.
-No digas eso Bella; claro que lo estás... ¿ya no me quieres?, ¿es por eso?- preguntó en un susurro. Al ver mi silencio, insistió de nuevo.
-¿Ya no me amas?- esta vez su tono era mucho más determinante y decidido. Me zafé de su agarre, levantándome del sofá. Sus manos cogieron mi cara, obligándome a mirarle.
-Bella; dime que ya no me amas- tuve que bajar mis ojos, y soltar la mayor mentira del universo.
-No te amo- casi no me pude escuchar a mí misma.
-Mírame a los ojos, y repítelo- me ordenó serio.
Miré por un momento sus ojos... y sollocé rendida. No podía decirle lo contrario... no sabía mentir.
-Eso da igual Edward... debes encontrar a alguien mejor- dije entre sollozos.
-No; tú eres la futura princesa de Gales... y eres la princesa de mi corazón... y hasta que me digas a los ojos que no me amas... no pararé hasta demostrártelo... y volveré a recuperar tu confianza- expresó muy decidido.
Sus pulgares acariciaban con suavidad mi cara; cada toque producía una descarga eléctrica, que iba directamente a mi corazón, que palpitaba furioso. Pero debía mantenerme firme en mi decisión.
-Edward... por favor...-.
-Bella... mi niña...- cuánto tiempo hacía que no me llamaba así... cuántos recuerdos... - sé que tienes miedo, qué estás asustada... pero prometí que siempre estaría a tu lado... y aunque te he fallado, lo seguiré estando- su voz cada vez tomaba un tono más serio y decidido. No sabía que hacer... ¿estaría preparada algún día, para afrontar lo que él me pedía?, ¿estaría a la altura de las circunstancias?...
-Bella...si para tenerte a mi lado, debo renunciar... lo haré-.
-¡Qué!, ¡estás loco!; ya lo dije una vez, jamás te pediría eso... ¡y no pienso consentirlo!- mi voz llegó a tener un tono de voz nada agradable y un volumen muy alto.
-No quiero ni puedo vivir sin ti, Isabella Marie Swan, y te lo vuelvo a repetir... haré que confíes de nuevo en mi- repuso serio y decidido.
-Edward...-.
-Hasta que me digas que no me amas estaré aquí, por y para ti-.
Medité unos minutos, en silencio, con su mirada posada fijamente en mí, atento a mi reacción. Al ver que no me salía ninguna palabra coherente, sonrió levemente...
Sí, me rendía... en mi fuero interno, no quería otra cosa que creerle y arrojarme a sus brazos... necesitaba abrazarle y besarle, casi tanto como respirar.
-Ojalá puedas hacerlo- susurré con voz contenida -recuperar nuestra confianza...- no pude seguir hablando, ya que pillándome completamente desprevenida, me besó. Me quedé estática unos segundos, debatiéndome en mi interior... pero mi corazón y mis sentimientos ganaron la pelea a mi razón, y no pude hacer otra cosa que corresponder a su beso, agarrando sus cabellos, atrayéndolo hacia mí, inhalando de nuevo su característico aroma, respirando su mismo aire...
El latido de mi corazón jamás había ido tan rápido, ni siquiera la primera vez que me besó, ni la primera vez que hicimos el amor... era como recuperar una parte mutilada de mi cuerpo.
Una de sus manos se enredó en mi pelo, y la otra rodeaba mi cintura, de forma posesiva. Viendo que mi respiración se agitaba por momentos, me liberó del beso, pero no de su agarre. La mano que tenía posada en mi pelo se movió, acariciándolo poco a poco.
-Estás muy guapa con el pelo así- murmuró con una pequeña sonrisa. Mi sonrojo le dio las gracias por anticipado.
-Edward... verás... no me malinterpretes- su ceño se frunció, y una expresión asustada cruzó su rostro -¡no!, tranquilo, no es lo que piensas- me miró sin entender.
-Me gustaría ir con más calma... poco a poco... y ver si las cosas funcionan; podemos hablar, charlar como dos viejos amigos, volver a vernos poco a poco... y si todo va bien, pues...- el terminó por mi.
-Se lo diremos al resto- asentí con la cabeza.
-No quiero que se vuelva a confirmar nada, y que luego pase algo y... - me apretó contra el, en un tierno abrazo. Cómo los había echado de menos... sus abrazos, tan protectores y amorosos... mi lugar estaba allí, rodeada por ellos.
-¿Eso incluye que podré iniciar mi plan de reconquista?- preguntó más relajado y alegre.
-Algo así... primero recuperaremos nuestra amistad y confianza... y el resto, si todo va bien...-.
-Tiempo al tiempo... ¿no me vas a dejar darte ni un besito?- interrogó juguetón; sonreí, indicándole mi mejilla.
-De momento aquí, el resto te lo tienes que ganar- rodó los ojos, resignado.
-Trato hecho... todo sea por tenerte de nuevo conmigo-.
Después de eso, se quedó un rato más, y mientras preparaba algo de cena, se sentó en la cocina, conmigo, haciéndome compañía. Me contó cómo estaban sus padres, Sam, Emily, Maguie... me habló de muchas cosas, de cómo había pasado estos meses, y yo hice otro tanto de lo mismo. Sus ojos, poco a poco, fueron recobrando ese brillo alegre y tierno que tanto echaba de menos. Nuestra conversación fue cómplice y distendida, llena de miradas furtivas y de leves roces involuntarios, por parte de ambos. Cada vez que su mano chocaba accidentalmente con la mía, esa familiar electricidad volvía a hacerse notar, tanto en mi cuerpo como en el ambiente.
A eso de las once, se puso de pie, cogiendo su chaqueta.
-Le prometí a Emmet que regresaría antes de medianoche- me explicó.
-¿Cómo has conseguido escaparte sin él?- interrogué curiosa.
-No le he dicho que venía... y si te digo la verdad, cuándo salí de mi casa no pensaba venir aquí- dijo con una pequeña sonrisa de disculpa -pero no podía evitarlo, necesitaba ver dónde vivías... y pensaba que estarías en Forks-.
-Estoy asistiendo a un seminario, para mejorar nota- le aclaré... pero otra cosa me vino a la cabeza -¿cómo vas a hacer para vernos sin que nadie se entere?; no quiero que te metas en problemas por salir sin escolta- interrogué preocupada.
-Eso déjamelo a mí- me guiñó un ojo con simpatía -te llamaré mañana- asentí con la cabeza.
-Edward -me miró esperando a que hablara -gracias... por haber venido... aunque sea involuntariamente-.
-Dulces sueños... mi princesa- susurró inclinándose sobre mi y dejando un suave beso en mi cara, pero muy cerca de la comisura de mis labios.
-Hasta mañana- suspiré con una tonta sonrisa en mi cara. Le vi mirar hacia todos los lados mientras bajaba las escaleras, y me despedí con la mano mientras observaba cómo arrancaba su coche, perdiéndose en la noche.
Me quedé un buen rato contemplando la calle vacía; ¿había echo lo correcto?... ¿podríamos recuperar lo que alguna vez tuvimos?... ¿estaría a mi lado, si volvíamos juntos?... ¿estaba preparada para afrontar todo lo que vendría en el futuro?...
Ni yo misma tenía las respuesta a esas preguntas.
Cafetería Starbucks, Oxford Street W1; finales de abril.
Jacob Black esperaba sentado en una mesa a que Leah y Seth Clearwater llegaran. Habían quedado en reunirse allí, para comentar lo que habían conseguido averiguar de las ya antológicas fotografías.
Por suerte, Seth y Leah fueron puntuales. Después de los pertinentes saludos, la conversación dio comienzo.
-Bien; en dos horas Sam Ulley nos espera en palacio, ¿habéis conseguido averiguar algo?- Jake fue directo al grano.
-No mucho; por lo que hemos podido averiguar, el sobre fue entregado en recepción por un hombre de mediana edad, bajito y regordete- empezó a relatar Seth.
-Es curioso, la misma operación se repitió en la recepción central del Daily Mirror- murmuró Jake, pensativo, dando un sorbo a su café -¿nadie recuerda su cara?- volvió a preguntar a sus compañeros de profesión.
-Según parece, una gorra tapaba parte de su rostro, y llevaba gafas de sol- añadió Leah.
-También coincide con la descripción que me dieron a mi; y por casualidad... ¿vestía un pantalón oscuro y una cazadora de piel marrón?-.
-Sí, exactamente lo mismo- confirmó ésta.
-¿A qué hora dejaron el sobre, más o menos?, ¿os lo han dicho?-.
-Más o menos a las doce y media, no han sabido decirnos la hora exacta; pero... si nos ha dicho el día; 6 de noviembre- explicó Seth.
-Yo estaba sólo cuándo me lo dieron... era la hora de comer... - Jake hacía sus cálculos mentalmente -calculo que sería sobre la una y media... dos de la tarde como mucho... y según los registros de entrada de mensajería, fue el 6 de noviembre- musitó.
-Eso indica que, obviamente, fue el mismo día- dijo Leah.
-Sí, de otro modo sería demasiada coincidencia...- exclamó pensativo Jake.
-Además; he llamado a otras redacciones, como el Times y el Daily Telegraph, siempre con cautela, por supuesto -apostilló Seth -y también me han confirmado que las fotos llegaron allí el mismo día que las recibimos nosotros- Jake asintió; también tenía también amigos en otras redacciones... y era una realidad que todos se conocían, a unos más que otros; sobre todo, los que cubrían la información concerniente a la familia real.
-De modo... que tenemos a un extraño repartiendo las exclusiva del siglo cual simple cartero... y sin pedir nada a cambio...- meditaba Jake en voz alta.
-Si hubiera querido vender esas fotos, le habrían pagado una fortuna... y nada de nada- decía Leah entre sorbo y sorbo.
-Entonces... que sepamos... ninguna redacción ha pagado por esas instantáneas... y a mi parecer, ese hombre era solo el mensajero, hay alguien más detrás de todo este embrollo- decía Seth.
-Si, apoyo esa teoría- afirmó Jake con rotundidad.
-Tenemos que contarle ésto a Sam; puede que alguien de palacio coincida con esa descripción- apuntó Leah.
Unas horas después; Sam y Jasper relataban la conversación que habían mantenido con los periodistas. Carlisle, Esme y su hija escucharon atentamente.
-No sé qué decir. Puede que vaya siendo hora de investigar de verdad- dijo Esme, pensativa.
-La descripción no concuerda con nadie de aquí... al menos no me viene nadie a la mente- meditaba Carlisle. El y su mujer conocían a sus empleados, tuvieran o no trato directo con los miembros de la familia, y a menudo preguntaban a Preston cuándo no veían al sujeto en algún tiempo, y estaban más o menos al tanto de lo que ocurría en su vida, preocupándose cuándo alguno tenía problemas.
Alices y Jasper también les volvieron a explicar la conversación que ellos mismos mantuvieron hace casi un mes con Jacob, Seth y Leah.
-Parece una teoría plausible... teniendo en cuenta que algo así debió pasar. Si las fotos estaban en los portátiles personales de Edward y Bella, es la única explicación posible- decía Sam, a lo que Alice y Jasper estuvieron de acuerdo.
Carlisle meditó profundamente, antes de hablar.
-Llamad a Preston- dijo finalmente. Una vez entre todos le pusieron al corriente del asunto, no daba crédito a sus oídos.
-Debemos intervenir majestad- dio la razón a los presentes.
-Tenenos que registrar los apartamentos de los empleados; me duele tener que hacer ésto... pero debemos investigar todas las vías- resolvió Carlisle -si hay un topo en mi casa, que filtra información a la prensa...- decía con la voz contenida.
-Se ha hecho mucho daño a dos personas que no se lo merecían en absoluto- murmuró Esme.
-¿Pero los empleados consentirán el que registremos sus habitaciones privadas?- interrogó Jasper preocupado.
-Podríamos decirles que van a realizar cambios en las tomas eléctricas; sé que puede parecer ilegal y mezquino... pero es la única forma- dijo Preston.
-Si encontramos algo será una pista; además, hay que tener en cuenta que hay empleados que no viven aquí- les recordó Esme.
-Primero nos ocuparemos de los que residen aquí; en caso de no encontrar nada, ya nos ocuparíamos de ese asunto- acabó Preston. Carlisle suspiró.
-Ojalá no tuviera que hacer ésto- decía consternado.
-Es la única vía- le decía su esposa, poniendo las manos en sus hombros, confortándole.
-Hablaré con el coronel Somerland, para que alerte a sus hombres- acabó finalmente Preston.
Todos se miraron nerviosos e inquietos, era un asunto nada agradable...
Poco a poco ese halo de tristeza y soledad iba desapareciendo. Hacía casi dos semanas que Edward y yo habíamos mantenido esa conversación. Era como si mi alma se hubiera quitado un peso de encima, me sentía mejor y cada vez esperaba más ansiosa nuestras charlas. Sólo nos habíamos visto en persona dos veces más, siempre en mi casa, y a altas horas de la madrugada. Lo comprendía, ya que eran las únicas horas en las que podía escabullirse sin montar un revuelo. Tomaba prestado el coche de Emmet, sin que él lo supiera, para poder traspasar la barrera de seguridad del palacio.
Poco a poco fui llamando más a los chicos; sé que Rosalie notó el cambio en mi estado de ánimo, pero no dijo nada. Alice y Jasper también se dieron cuenta del asunto, pero resté importancia al tema, aludiendo que estaba mucho mejor y que lo iba superando; si ellos supieran...
Ayer me llamó, y me informó de que sus padres habían mandado registrar las habitaciones de los empleados, de forma discreta. Me contó la conversación que tanto Alice, Jasper y Sam habían mantenido con los periodistas, y me iba informando de cada descubrimiento y averiguación que hacían.
También se despidió de mí, por dos semanas; se marchaba de visita oficial a varias ciudades orientales, entre ellas, Pekín, Sanghai, Tokio, etc... No puedo negar que me puso un poco triste, pero no quería que descuidara sus responsabilidades.
A la noche siguiente a la de su partida, al revisar la bandeja de entrada, vi que tenía un correo de Edward. Con una sonrisa en mi cara, lo abrí...
Terminé de leer el mensaje, con una pequeña sonrisa en el rostro y el corazón un poco encogido. Apagué el ordenador, y salí un rato a la terraza, con una sudadera, una silla y un café calentito.
Mirando a las estrellas, mi cerebro trabajaba a pleno rendimiento; el debate que tenía en mi interior era complicado. Una parte de mi deseaba recuperar al que fue mi novio, y volver a estar a su lado, con todo lo que eso implicaba...
Pero por otro lado, por mucho que me ilusionara, una parte de mi no estaba preparada para afrontar esa responsabilidad. Todos me decían, en el tiempo que estuvimos juntos, que el protocolo y el ritmo se aprende; Esme era mi gran maestra, y a la vez mi tercera madre, la segunda era Sue... Esme me apoyaba en todo, era quién mejor me entendía, pasó exactamente por lo mismo que yo...
Ella nos contó una vez que no podía pedirle a Carlisle que renunciara, pero que tampoco podía negar lo que sentía su corazón... y a mi me estaba pasando exactamente los mismo. Por mucho que intentara auto convencerme de que no era lo suficiente buena para él, algo me impedía negar y olvidar ese amor que sentía, aunque fuese por su bien... ese amor que durante unos mese creí que no me correspondía, y creí haber encerrado, junto con mis recuerdos, en el fondo de mi corazón y de mis pensamientos.
Capítulo 26: Quiero y no puedo
-Bella-.
El temblor que se apoderó de mis manos hizo que las llaves de mi casa se cayeran al suelo. No me agaché para cogerlas.
Cerré los ojos, debatiéndome si deseaba que ésto fuera o no fuera un sueño. Esa voz aterciopelada y suave llegó a mis oídos como un leve arrullo para mi destrozado corazón. Permanecí unos minutos así, con los pies clavados en el suelo, sin atreverme a dar la cara, por miedo a que mi subconsciente me hubiera jugado una mala pasada.
-Bella-.
Mi nombre volvió a mis oídos; esa voz removió algo en mi interior. Mi corazón pareció insuflarse de vida, sólo con escuchar mi nombre salir de sus labios.
Lentamente me giré, al principio sin levantar la vista del suelo. Poco a poco, fui subiendo la vista... hasta toparme con su rostro.
Mi mirada se quedó clavada en la suya; sus topacios me miraban con una mezcla de nervios y sentimientos contenidos. Tímidamente, y pidiéndome permiso con la mirada, se acercó un poco más hacia mi posición. La distancia, aun palpable entre nosotros, estaba cargada de una electricidad inexplicable. Tuve que parpadear un par de veces, alejando la idea de arrojarme a sus brazos y besarle, no podía evitarlo... cómo ya le expliqué aquella vez en nuestra habitación de palacio, parecía que un imán tiraba de nosotros...
-Hola- mi voz quedó acalllada por un débil sollozo, que luchaba por contener en mi interior con todas mis fuerzas. Un amago de su característica sonrisa, aquella que tan loca me volvía, pugnó tímidamente por salir.
-¿Cómo estás?- me preguntó con verdadera preocupación, tanto en su cara como en sus ojos.
-Voy mejor- respondí simplemente, agachando la mirada; era incapaz de sostenérsela, era superior a mis fuerzas.
-Ésto, yo... verás...- se quitó la capucha de la sudadera, dejando al descubierto su sexy cabello, aquel en el que tantas veces había perdido mis dedos...
-¿Desea algo?- murmuré casi para mi, pero no tuve suerte, me oyó.
-Bella, no tienes que llamarme así y lo sabes- dijo desesperado. Mis lágrimas volvieron a aparecer, pero las ahuyenté de un manotazo.
-Tenemos que hablar- dijo simplemente. No dije nada por unos minutos, que él esperó pacientemente. Demasiado llevábamos así, y lo menos que podíamos hacer era terminar de una manera más o menos civilizada.
-Sí, me parece bien- afirmé con un pequeño gesto con la cabeza. Me agaché a por las llaves, pero el se me adelantó, y ya las había cogido por mi. Al dármelas, nuestras manos se rozaron unos pocos segundos... pero los suficientes para que volviera a sentir ese familiar hormigueo, que terminaba en mi estómago.
-Gra... gracias- conseguí decir. Me dedicó una pequeña sonrisa. Abrí el portal, y pasé yo primero, mientras el me sostenía la puerta.
No dijimos una palabra mientras subíamos. Al invitarle a pasar, pude ver cómo estudiaba mi pequeño apartamento, paseando su vista por todas las esquinas.
Fui un momento a mi cuarto, para dejar el abrigo y mi bolso. Tomé aire antes de volver al salón. Nada más aparecí por allí, su vista se posó en mi, mirándome fijamente. Le indiqué que se sentara, cosa que hizo en el sofá. Me senté un poco apartada de él, retorciendo nerviosamente mis manos, que sudaban a mares. Finalmente, conseguí decir alguna palabra.
-¿Cómo has estado?- su mirada se clavó en un punto de la pared, pasando las manos por su pelo, en un gesto nervioso.
-No muy bien... Bella yo...- tomó aire pesadamente – sé que no tengo perdón por lo que dije aquella noche, pero me puse muy nervioso y...- le corté.
-Yo también me puse muy nerviosa... siento haberme marchado así, tan de repente- dije con una pequeña mueca.
-No digas eso; no tienes culpa de nada... me porté cómo un verdadero patán- dijo con un deje de enfado en su voz.
-Los dos estábamos muy nerviosos, y perdimos los estribos- le respondí.
-Pero yo no tenía derecho a tratarte así... ¿cómo pude decirte todas esas cosas?- se levantó del sofá, dando pasos frenéticos por toda la sala.
-Edward...- antes de decir nada más se arrodilló enfrente mío, cogiendo mis manos y apretándolas con las suyas.
-Bella... sé que lo qué pasó esa noche fue horrible, y...- iba a replicar, pero me silencio con un dedo sobre mis labios- déjame terminar, por favor- asentí con un suspiro.
-Jamás me perdonaré todo el daño que te he hecho. Nunca desconfié de ti, se de sobra que no tienes nada que ver con el tema de las fotos. Soy consciente de todo el daño qué te he causado... pero te pido... no, te suplico que me perdones... una vez te dije que me daba igual quién fueras, porque siempre serías tú... y eso no ha cambiado- musitó agachando la cabeza.
-Edward...- murmuré, con las lágrimas cayendo por mi cara.
-Bella... te amo... te amo y te necesito en mi vida; estos meses han sido una condena para mi, y he tenido mucho miedo... miedo de perder a lo que más quiero en el mundo, y no sé si es demasiado tarde... desvió su mirada hacia nuestras manos, todavía unidas.
-Edward -tomé una bocanada de aire, intentado relajarme y poder hablar con coherencia – yo también debo pedir perdón; yo también te grité y me descontrolé... y en ese aspecto estás más que perdonado... pero...-.
-Bella, no...- me suplicaba.
-No confiaste en mí, y así no funciona una relación. ¿Qué ocurrirá si volvemos, y pasa algo parecido?; no podría volver a soportarlo. Además, debes encontrar a alguien qué esté a tu altura, que te acompañe y camine a tu lado en esa tarea a la que estás destinado y...- me cortó.
-No quiero esa tarea si no estás conmigo, caminando a mi lado- repitió mis palabras -sé que ahora mismo no puedes confiar en mi, pero te lo demostraré día a día... por favor... no me dejes- observé sus ojos, brillantes por las lágrimas; mi corazón sufrió un vuelco, no podía verle así, pero debía mantenerme firme.
-Edward; está claro que nunca podré estar a tu altura-.
-No digas eso Bella; claro que lo estás... ¿ya no me quieres?, ¿es por eso?- preguntó en un susurro. Al ver mi silencio, insistió de nuevo.
-¿Ya no me amas?- esta vez su tono era mucho más determinante y decidido. Me zafé de su agarre, levantándome del sofá. Sus manos cogieron mi cara, obligándome a mirarle.
-Bella; dime que ya no me amas- tuve que bajar mis ojos, y soltar la mayor mentira del universo.
-No te amo- casi no me pude escuchar a mí misma.
-Mírame a los ojos, y repítelo- me ordenó serio.
Miré por un momento sus ojos... y sollocé rendida. No podía decirle lo contrario... no sabía mentir.
-Eso da igual Edward... debes encontrar a alguien mejor- dije entre sollozos.
-No; tú eres la futura princesa de Gales... y eres la princesa de mi corazón... y hasta que me digas a los ojos que no me amas... no pararé hasta demostrártelo... y volveré a recuperar tu confianza- expresó muy decidido.
Sus pulgares acariciaban con suavidad mi cara; cada toque producía una descarga eléctrica, que iba directamente a mi corazón, que palpitaba furioso. Pero debía mantenerme firme en mi decisión.
-Edward... por favor...-.
-Bella... mi niña...- cuánto tiempo hacía que no me llamaba así... cuántos recuerdos... - sé que tienes miedo, qué estás asustada... pero prometí que siempre estaría a tu lado... y aunque te he fallado, lo seguiré estando- su voz cada vez tomaba un tono más serio y decidido. No sabía que hacer... ¿estaría preparada algún día, para afrontar lo que él me pedía?, ¿estaría a la altura de las circunstancias?...
-Bella...si para tenerte a mi lado, debo renunciar... lo haré-.
-¡Qué!, ¡estás loco!; ya lo dije una vez, jamás te pediría eso... ¡y no pienso consentirlo!- mi voz llegó a tener un tono de voz nada agradable y un volumen muy alto.
-No quiero ni puedo vivir sin ti, Isabella Marie Swan, y te lo vuelvo a repetir... haré que confíes de nuevo en mi- repuso serio y decidido.
-Edward...-.
-Hasta que me digas que no me amas estaré aquí, por y para ti-.
Medité unos minutos, en silencio, con su mirada posada fijamente en mí, atento a mi reacción. Al ver que no me salía ninguna palabra coherente, sonrió levemente...
Sí, me rendía... en mi fuero interno, no quería otra cosa que creerle y arrojarme a sus brazos... necesitaba abrazarle y besarle, casi tanto como respirar.
-Ojalá puedas hacerlo- susurré con voz contenida -recuperar nuestra confianza...- no pude seguir hablando, ya que pillándome completamente desprevenida, me besó. Me quedé estática unos segundos, debatiéndome en mi interior... pero mi corazón y mis sentimientos ganaron la pelea a mi razón, y no pude hacer otra cosa que corresponder a su beso, agarrando sus cabellos, atrayéndolo hacia mí, inhalando de nuevo su característico aroma, respirando su mismo aire...
El latido de mi corazón jamás había ido tan rápido, ni siquiera la primera vez que me besó, ni la primera vez que hicimos el amor... era como recuperar una parte mutilada de mi cuerpo.
Una de sus manos se enredó en mi pelo, y la otra rodeaba mi cintura, de forma posesiva. Viendo que mi respiración se agitaba por momentos, me liberó del beso, pero no de su agarre. La mano que tenía posada en mi pelo se movió, acariciándolo poco a poco.
-Estás muy guapa con el pelo así- murmuró con una pequeña sonrisa. Mi sonrojo le dio las gracias por anticipado.
-Edward... verás... no me malinterpretes- su ceño se frunció, y una expresión asustada cruzó su rostro -¡no!, tranquilo, no es lo que piensas- me miró sin entender.
-Me gustaría ir con más calma... poco a poco... y ver si las cosas funcionan; podemos hablar, charlar como dos viejos amigos, volver a vernos poco a poco... y si todo va bien, pues...- el terminó por mi.
-Se lo diremos al resto- asentí con la cabeza.
-No quiero que se vuelva a confirmar nada, y que luego pase algo y... - me apretó contra el, en un tierno abrazo. Cómo los había echado de menos... sus abrazos, tan protectores y amorosos... mi lugar estaba allí, rodeada por ellos.
-¿Eso incluye que podré iniciar mi plan de reconquista?- preguntó más relajado y alegre.
-Algo así... primero recuperaremos nuestra amistad y confianza... y el resto, si todo va bien...-.
-Tiempo al tiempo... ¿no me vas a dejar darte ni un besito?- interrogó juguetón; sonreí, indicándole mi mejilla.
-De momento aquí, el resto te lo tienes que ganar- rodó los ojos, resignado.
-Trato hecho... todo sea por tenerte de nuevo conmigo-.
Después de eso, se quedó un rato más, y mientras preparaba algo de cena, se sentó en la cocina, conmigo, haciéndome compañía. Me contó cómo estaban sus padres, Sam, Emily, Maguie... me habló de muchas cosas, de cómo había pasado estos meses, y yo hice otro tanto de lo mismo. Sus ojos, poco a poco, fueron recobrando ese brillo alegre y tierno que tanto echaba de menos. Nuestra conversación fue cómplice y distendida, llena de miradas furtivas y de leves roces involuntarios, por parte de ambos. Cada vez que su mano chocaba accidentalmente con la mía, esa familiar electricidad volvía a hacerse notar, tanto en mi cuerpo como en el ambiente.
A eso de las once, se puso de pie, cogiendo su chaqueta.
-Le prometí a Emmet que regresaría antes de medianoche- me explicó.
-¿Cómo has conseguido escaparte sin él?- interrogué curiosa.
-No le he dicho que venía... y si te digo la verdad, cuándo salí de mi casa no pensaba venir aquí- dijo con una pequeña sonrisa de disculpa -pero no podía evitarlo, necesitaba ver dónde vivías... y pensaba que estarías en Forks-.
-Estoy asistiendo a un seminario, para mejorar nota- le aclaré... pero otra cosa me vino a la cabeza -¿cómo vas a hacer para vernos sin que nadie se entere?; no quiero que te metas en problemas por salir sin escolta- interrogué preocupada.
-Eso déjamelo a mí- me guiñó un ojo con simpatía -te llamaré mañana- asentí con la cabeza.
-Edward -me miró esperando a que hablara -gracias... por haber venido... aunque sea involuntariamente-.
-Dulces sueños... mi princesa- susurró inclinándose sobre mi y dejando un suave beso en mi cara, pero muy cerca de la comisura de mis labios.
-Hasta mañana- suspiré con una tonta sonrisa en mi cara. Le vi mirar hacia todos los lados mientras bajaba las escaleras, y me despedí con la mano mientras observaba cómo arrancaba su coche, perdiéndose en la noche.
Me quedé un buen rato contemplando la calle vacía; ¿había echo lo correcto?... ¿podríamos recuperar lo que alguna vez tuvimos?... ¿estaría a mi lado, si volvíamos juntos?... ¿estaba preparada para afrontar todo lo que vendría en el futuro?...
Ni yo misma tenía las respuesta a esas preguntas.
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Cafetería Starbucks, Oxford Street W1; finales de abril.
Jacob Black esperaba sentado en una mesa a que Leah y Seth Clearwater llegaran. Habían quedado en reunirse allí, para comentar lo que habían conseguido averiguar de las ya antológicas fotografías.
Por suerte, Seth y Leah fueron puntuales. Después de los pertinentes saludos, la conversación dio comienzo.
-Bien; en dos horas Sam Ulley nos espera en palacio, ¿habéis conseguido averiguar algo?- Jake fue directo al grano.
-No mucho; por lo que hemos podido averiguar, el sobre fue entregado en recepción por un hombre de mediana edad, bajito y regordete- empezó a relatar Seth.
-Es curioso, la misma operación se repitió en la recepción central del Daily Mirror- murmuró Jake, pensativo, dando un sorbo a su café -¿nadie recuerda su cara?- volvió a preguntar a sus compañeros de profesión.
-Según parece, una gorra tapaba parte de su rostro, y llevaba gafas de sol- añadió Leah.
-También coincide con la descripción que me dieron a mi; y por casualidad... ¿vestía un pantalón oscuro y una cazadora de piel marrón?-.
-Sí, exactamente lo mismo- confirmó ésta.
-¿A qué hora dejaron el sobre, más o menos?, ¿os lo han dicho?-.
-Más o menos a las doce y media, no han sabido decirnos la hora exacta; pero... si nos ha dicho el día; 6 de noviembre- explicó Seth.
-Yo estaba sólo cuándo me lo dieron... era la hora de comer... - Jake hacía sus cálculos mentalmente -calculo que sería sobre la una y media... dos de la tarde como mucho... y según los registros de entrada de mensajería, fue el 6 de noviembre- musitó.
-Eso indica que, obviamente, fue el mismo día- dijo Leah.
-Sí, de otro modo sería demasiada coincidencia...- exclamó pensativo Jake.
-Además; he llamado a otras redacciones, como el Times y el Daily Telegraph, siempre con cautela, por supuesto -apostilló Seth -y también me han confirmado que las fotos llegaron allí el mismo día que las recibimos nosotros- Jake asintió; también tenía también amigos en otras redacciones... y era una realidad que todos se conocían, a unos más que otros; sobre todo, los que cubrían la información concerniente a la familia real.
-De modo... que tenemos a un extraño repartiendo las exclusiva del siglo cual simple cartero... y sin pedir nada a cambio...- meditaba Jake en voz alta.
-Si hubiera querido vender esas fotos, le habrían pagado una fortuna... y nada de nada- decía Leah entre sorbo y sorbo.
-Entonces... que sepamos... ninguna redacción ha pagado por esas instantáneas... y a mi parecer, ese hombre era solo el mensajero, hay alguien más detrás de todo este embrollo- decía Seth.
-Si, apoyo esa teoría- afirmó Jake con rotundidad.
-Tenemos que contarle ésto a Sam; puede que alguien de palacio coincida con esa descripción- apuntó Leah.
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Unas horas después; Sam y Jasper relataban la conversación que habían mantenido con los periodistas. Carlisle, Esme y su hija escucharon atentamente.
-No sé qué decir. Puede que vaya siendo hora de investigar de verdad- dijo Esme, pensativa.
-La descripción no concuerda con nadie de aquí... al menos no me viene nadie a la mente- meditaba Carlisle. El y su mujer conocían a sus empleados, tuvieran o no trato directo con los miembros de la familia, y a menudo preguntaban a Preston cuándo no veían al sujeto en algún tiempo, y estaban más o menos al tanto de lo que ocurría en su vida, preocupándose cuándo alguno tenía problemas.
Alices y Jasper también les volvieron a explicar la conversación que ellos mismos mantuvieron hace casi un mes con Jacob, Seth y Leah.
-Parece una teoría plausible... teniendo en cuenta que algo así debió pasar. Si las fotos estaban en los portátiles personales de Edward y Bella, es la única explicación posible- decía Sam, a lo que Alice y Jasper estuvieron de acuerdo.
Carlisle meditó profundamente, antes de hablar.
-Llamad a Preston- dijo finalmente. Una vez entre todos le pusieron al corriente del asunto, no daba crédito a sus oídos.
-Debemos intervenir majestad- dio la razón a los presentes.
-Tenenos que registrar los apartamentos de los empleados; me duele tener que hacer ésto... pero debemos investigar todas las vías- resolvió Carlisle -si hay un topo en mi casa, que filtra información a la prensa...- decía con la voz contenida.
-Se ha hecho mucho daño a dos personas que no se lo merecían en absoluto- murmuró Esme.
-¿Pero los empleados consentirán el que registremos sus habitaciones privadas?- interrogó Jasper preocupado.
-Podríamos decirles que van a realizar cambios en las tomas eléctricas; sé que puede parecer ilegal y mezquino... pero es la única forma- dijo Preston.
-Si encontramos algo será una pista; además, hay que tener en cuenta que hay empleados que no viven aquí- les recordó Esme.
-Primero nos ocuparemos de los que residen aquí; en caso de no encontrar nada, ya nos ocuparíamos de ese asunto- acabó Preston. Carlisle suspiró.
-Ojalá no tuviera que hacer ésto- decía consternado.
-Es la única vía- le decía su esposa, poniendo las manos en sus hombros, confortándole.
-Hablaré con el coronel Somerland, para que alerte a sus hombres- acabó finalmente Preston.
Todos se miraron nerviosos e inquietos, era un asunto nada agradable...
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Poco a poco ese halo de tristeza y soledad iba desapareciendo. Hacía casi dos semanas que Edward y yo habíamos mantenido esa conversación. Era como si mi alma se hubiera quitado un peso de encima, me sentía mejor y cada vez esperaba más ansiosa nuestras charlas. Sólo nos habíamos visto en persona dos veces más, siempre en mi casa, y a altas horas de la madrugada. Lo comprendía, ya que eran las únicas horas en las que podía escabullirse sin montar un revuelo. Tomaba prestado el coche de Emmet, sin que él lo supiera, para poder traspasar la barrera de seguridad del palacio.
Poco a poco fui llamando más a los chicos; sé que Rosalie notó el cambio en mi estado de ánimo, pero no dijo nada. Alice y Jasper también se dieron cuenta del asunto, pero resté importancia al tema, aludiendo que estaba mucho mejor y que lo iba superando; si ellos supieran...
Ayer me llamó, y me informó de que sus padres habían mandado registrar las habitaciones de los empleados, de forma discreta. Me contó la conversación que tanto Alice, Jasper y Sam habían mantenido con los periodistas, y me iba informando de cada descubrimiento y averiguación que hacían.
También se despidió de mí, por dos semanas; se marchaba de visita oficial a varias ciudades orientales, entre ellas, Pekín, Sanghai, Tokio, etc... No puedo negar que me puso un poco triste, pero no quería que descuidara sus responsabilidades.
A la noche siguiente a la de su partida, al revisar la bandeja de entrada, vi que tenía un correo de Edward. Con una sonrisa en mi cara, lo abrí...
"Hola mi princesa.
Estamos sobrevolando algún lugar entre la Estepa rusa y la Estepa china; caminó de Pekín, mi primera parada.
Llegaremos en unas cuatro horas. Por suerte, nada más desembarcar, iré directo al hotel para poder descansar. Mañana tengo un día ajetreado; a las nueve y media reunión con el embajador inglés en China, y después debo ir a la inauguración de la London School of Bussines, adscrita directamente a las universidad de Cambridge.
Después de recorrer las instalaciones, la embajada inglesa ofrece una comida oficial, a las que están invitados personalidades y gente relevante inglesa que vive aquí.
Se supone que debía estar repasando el pequeño discurso que daré en ésta... pero como siempre, te colaste en mi pensamiento. Ojalá lo hubieras leído, cómo solías hacer cuándo estábamos juntos, y me dieras tu opinión.
Espero te encuentres bien, y no dudes que, en cuánto pueda, sacaré tiempo para llamarte; sabes que no puedo estar tranquilo mucho tiempo sin oír tu voz... y bastante que no la pude escuchar en cuatro largos meses.
Cuídate mucho, estudia (eso debería aplicármelo yo también, jeje)... acuérdate un poquito de este pesado príncipe, que siempre te lleva en su pensamiento.
Edward
P.D: Mañana te enviaré otro mail, y al día siguiente, y otro... así sucesivamente, hasta que pueda verte de nuevo".
Estamos sobrevolando algún lugar entre la Estepa rusa y la Estepa china; caminó de Pekín, mi primera parada.
Llegaremos en unas cuatro horas. Por suerte, nada más desembarcar, iré directo al hotel para poder descansar. Mañana tengo un día ajetreado; a las nueve y media reunión con el embajador inglés en China, y después debo ir a la inauguración de la London School of Bussines, adscrita directamente a las universidad de Cambridge.
Después de recorrer las instalaciones, la embajada inglesa ofrece una comida oficial, a las que están invitados personalidades y gente relevante inglesa que vive aquí.
Se supone que debía estar repasando el pequeño discurso que daré en ésta... pero como siempre, te colaste en mi pensamiento. Ojalá lo hubieras leído, cómo solías hacer cuándo estábamos juntos, y me dieras tu opinión.
Espero te encuentres bien, y no dudes que, en cuánto pueda, sacaré tiempo para llamarte; sabes que no puedo estar tranquilo mucho tiempo sin oír tu voz... y bastante que no la pude escuchar en cuatro largos meses.
Cuídate mucho, estudia (eso debería aplicármelo yo también, jeje)... acuérdate un poquito de este pesado príncipe, que siempre te lleva en su pensamiento.
Edward
P.D: Mañana te enviaré otro mail, y al día siguiente, y otro... así sucesivamente, hasta que pueda verte de nuevo".
Terminé de leer el mensaje, con una pequeña sonrisa en el rostro y el corazón un poco encogido. Apagué el ordenador, y salí un rato a la terraza, con una sudadera, una silla y un café calentito.
Mirando a las estrellas, mi cerebro trabajaba a pleno rendimiento; el debate que tenía en mi interior era complicado. Una parte de mi deseaba recuperar al que fue mi novio, y volver a estar a su lado, con todo lo que eso implicaba...
Pero por otro lado, por mucho que me ilusionara, una parte de mi no estaba preparada para afrontar esa responsabilidad. Todos me decían, en el tiempo que estuvimos juntos, que el protocolo y el ritmo se aprende; Esme era mi gran maestra, y a la vez mi tercera madre, la segunda era Sue... Esme me apoyaba en todo, era quién mejor me entendía, pasó exactamente por lo mismo que yo...
Ella nos contó una vez que no podía pedirle a Carlisle que renunciara, pero que tampoco podía negar lo que sentía su corazón... y a mi me estaba pasando exactamente los mismo. Por mucho que intentara auto convencerme de que no era lo suficiente buena para él, algo me impedía negar y olvidar ese amor que sentía, aunque fuese por su bien... ese amor que durante unos mese creí que no me correspondía, y creí haber encerrado, junto con mis recuerdos, en el fondo de mi corazón y de mis pensamientos.
Atal- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Capítulo 27: Sospechas
Mansión de los Platt; Surrey, este de Inglaterra.
Victoria se dedicaba a dar órdenes a gritos para que todo estuviera a punto en su casa. Hoy era 17 de mayo, cumpleaños de su marido, y habían invitado a Carlisle y su familia a comer. El único que no venía era Edward, ya que su viaje por varios países asiáticos se había tenido que alargar unos días más.
Por lo menos, no tendría que soportar a esa estúpida niñata americana y sus pretensiones de convertirse en princesa. Nunca pensó que el plan de su marido iba a funcionar tan bien. A pesar del estupor inicial por la confirmación de la relación, estaban seguros de que esas polémicas fotos habían sido el detonante para que la pareja rompiera. Se regodearon a lo grande, pensando en la vergüenza y bochorno que estarían pasando Sam y toda la familia, después de arriesgarse a confirmarlo. Ahora su sobrina tenía una oportunidad de conquistar a Edward, y llegar alto, muy alto...
Se escucharon ruidos de motores, ya habían llegado.
La familia venía en dos coches; del primero descendieron Carlisle y Esme, seguidos por dos corpulentos guardaespaldas. Alice y Jasper se bajaron del otro, conducido por el propio Jasper, y seguido de otro de esos insufribles gorilas vestidos de negro. Su marido y Tanya se reunieron con ella, para recibir a tan importantes invitados. Preston, el mayordomo que llevaba casi treinta años en su casa, se dispuso a abrir la puerta. Al menos tenían una cosa en común con la regia familia; sus mayordomos se llamaban igual, pensó sarcástica.
-Bienvenidos, nos alegra que hayáis podido venir; sabemos lo ocupados que estáis- Eleazar se adelantó para besar a su hermanastra y estrecharle la mano a su cuñado.
-Feliz cumpleaños- le felicitó Carlisle, intentando esbozar una sonrisa animada. No habían podido escaquearse de la invitación... pero quedaron que en cuánto tomaran el café, desaparecerían con cualquier excusa. Después de los saludos, y de charlar un rato en el salón, pasaron al comedor.
-Bien, contadnos... ¿cómo está Edward?- interrogó Victoria.
-Muy bien, al final el viaje se ha alargado más de lo previsto; no regresará hasta la semana que viene- explicó Alice.
-En los actos se le ve con buena cara... parece que ha sobrellevado muy bien su ruptura con... ¿cómo se llamaba?; ah sí, Isabella- comentó Eleazar en un tono demasiado... jocoso, por así decirlo.
-Sabes, querido tío,- sonrío Alice con fingida inocencia -que tenemos que poner buena fachada cuándo cumplimos con nuestras obligaciones- le explicó.
-Edward lo ha pasado muy mal... se querían mucho- explicó Esme, con pena contenida.
-Sobre todo ella... ha perdido la oportunidad de su vida- comentó Tanya entre dientes... pero Alice la oyó.
-¿Qué insinuás?- la paciencia de Alice se estaba terminando.
-Bueno... supongo que el que tu novio te deje es una faena... más si es un príncipe- dijo Tanya, como si fuera obvio.
-No tienes ni idea- siseó entre dientes.
-Basta- Esme cortó la desagradable conversación.
-Tanya, ya vale- Eleazar intentó aparentar una postura seria -cierto es que son jóvenes, a esa edad nada es predecible... además, ha sido su primera y única novia; no podía salir bien- dijo pagado de si mismo.
-¿Por qué no?- Jasper arqueó las cejas... menudo personaje era este Eleazar.
-Vamos, seamos honestos; ¿creéis que esa muchacha habría soportado la presión?- interrogó incrédulo – además, ni siquiera es inglesa; las reinas inglesas se distinguen por su porte, su saber estar... - Esme cortó a su hermano, muy enfadada.
-Yo era cómo Isabella, tampoco pertenecía al mundo de Carlisle; me pongo en el lugar de Bella y la comprendo a la perfección... pero no por ser inglesa, americana o japonesa se distingue una reina- dijo orgullosa.
-Si hay algo que caracteriza a Bella, es su discreción y su educación- añadió Carlisle, hastiándose de la conversación.
-¿Cuanto crees que tardará en hablar, contando las intimidades de la familia y su fastuoso año de posible futura princesita?- interrogó Victoria con gesto evidente.
-Bella nunca haría nada de eso; no la conocéis en absoluto- la defendió Alice.
-No sé por qué la defiendes tanto- masculló Tanya, rodando los ojos.
-¡Basta!, es suficiente... por favor- pidió Carlisle.
La conversación tomó otros derroteros, dejando a un lado el tema Bella-Edward. Una vez terminaron la comida, Carlisle, Esme, Eleazar y Victoria se quedaron en la salita, café en mano; Alice y Jasper prefirieron dar una vuelta por el jardín.
-¡¿Cómo pueden ser así?- murmuraba enojada.
-Ya los conoces tesoro. Tanya se cree que ahora que Bella ya no está, va a tener vía libre con Edward- expresó Jasper.
-No se lo cree ni ella... no puedo entender a qué hemos venido aquí- seguía muy enfadada.
-Llevaban varias semanas insistiendo para qué viniéramos... sabes que tus padres han venido por compromiso- le recordó con una pequeña sonrisa. Le dio un pequeño beso a su novio, sonriendo divertida.
-Menos mal que Edward está de viaje- dijo Jasper con alivio. Rieron ambos, juntando sus frentes... pero les interrumpieron.
-¿Qué hacéis?- Tanya se acercaba a la real pareja.
-Tomar un poco el aire- contestó secamente Alice.
-Verás, me gustaría disculparme... tampoco es justo que se machaque así a la pobre Bella- dijo con tono inocente. Los tres comenzaron a andar por los extensos jardines.
-La verdad, ni yo misma habría aguantado la presión... sacar a la luz fotos tan íntimas, ¿quién habrá podido colarse en los documentos personales de Edward?- canturreó curiosa e inocente, en voz baja... pero la oyeron.
Jasper se quedó noqueado con esa afirmación. Corría el rumor de que eran unas fotos robadas... pero nunca se publicó nada en la prensa sobre si esta afirmación era o no cierta... y mucho menos, que las fotos procedían del ordenador personal de Edward o de Bella... eso sólo lo sabían ellos.
-¿Cómo has dicho?- volvió a preguntar.
-¿El qué?- Tanya no entendía nada.
-¿Cómo sabes qué se las robaron a Edward?; eran fotos de pareja... también las podría tener Bella, y robárselas a ella... en el caso de que no fueran fotos profesionales- Alice la miraba fijamente.
-Bueno... se ve que no son fotos hechas por profesionales, son muy caseras... así que lo más lógico es que las hayan robado- dijo ella, frunciendo el ceño.
-¿No crees que sería más lógico y fácil robar a una estudiante normal y corriente que a un príncipe?- la pregunta de Jasper puso muy nerviosa a Tanya, pero intentó mantener la compostura.
-Sólo son teorías- dijo pagada de si misma. Jasper y Alice asintieron, y cambiaron completamente de tema... hasta salir de esa casa.
Una vez en el coche de vuelta, Jasper dejó conducir a Embry, y se sentó con Alice en el asiento trasero.
-¡Ella sabe algo!, ¡maldita sea!- Alice juraba y perjuraba en contra de su prima postiza.
-Cálmate- la instaba su novio.
-¡¿Cómo quieres qué me calme?, ¡ellos tienen algo que ver, estoy segura!, serán... -Alice no encontraba una palabra para definir a su "familia".
-Alice, tranquila- la apaciguó Jasper -pero una cosa está clara... algo sabe. Ha hecho esa afirmación muy segura de si misma- meditaba Jasper.
-Tenemos que contárselo a Edward, a Bella, a mis padres...- su novio la interrumpió.
-Alice; primero: no tenemos pruebas suficientes para acusarles directamente; segundo: si ellos tienen algo que ver, dudo mucho que ellos mismos se colaran en palacio, más aun si no estábamos allí alguno de nosotros...-.
-De modo que alguien, desde dentro, les ha ayudado- dedujo sabiamente la pequeña princesa, terminando la frase.
-Y tercero: es el hermanastro de tu madre, y tenemos que asegurarnos al cien por cien de que han sido ellos; no podemos acusarles a la ligera, piensa en tu madre, aunque haya momentos tensos entre ellos, para ella sería un palo tremendo... y por supesto, a Edward tampoco, hasta que estemos seguros, sino no sé de qué sería capaz- concluyó Jasper.
Alice meditó las palabras de su novio, asintiendo al final.
-Supongo que tienes razón-.
-Primero hay que esperar a ver si en el registro -Jasper hizo la señal de las comillas con los dedos en la última palabra -de las habitaciones encuentran algo; si lo encuentran, y Eleazar y familia tienen algo que ver, seguro que tarde o temprano nos llevará hasta ellos- le explicó.
-¿Recuerdas lo que nos contaron los periodistas, acerca del hombre que repartió las fotos por las redacciones?, ¿podría ser del entorno de Eleazar y Victoria?- interrogó la pequeña duende.
-Es una posibilidad... pero no podemos apostarnos de guardia a las puertas de su casa- le recordó con burla -no somos muy desconocidos... y conocen a los escoltas- añadió, adivinando el pensamiento de su pequeña novia, que de pronto, tuvo un flash de inspiración.
-Pero sé de alguien que puede ayudarnos-.
EDWARD PVO
"Hola mi niña.
Acabo de coger el avión de regreso. Como te conté ayer, los dos últimos días en Tokio han sido agotadores. Ayer fue la cena oficial en el Palacio Imperial; el emperador y su familia han sido muy amables y hospitalarios, pero el protocolo japonés es muy estricto y extraño, ya te contaré...
La sala del banquete estaba montada con pequeñas mesas redondas, y en cada una había un incensario que desprendía distintos olores (de verdad que mareaba). Yo presidía la segunda mesa, con la hija de los emperadores, que para colmo de males, no hablaba muy bien inglés. El menú, curioso pero muy rico, a base de verduras y pescado; te habría gustado.
Lo impresionante del palacio son sus jardines; había flores exóticas de todos los colores, e impresionantes cerezos en flor. Me acordé mucho de ti al ver las orquídeas, y de cómo te hubieras inclinado para admirarlas... pensé en robar unas cuántas y llevártelas, pero dudo mucho que hubieran resistido el viaje.
Al final te hice caso, y cambié esa parte del discurso que no te convencía. No sé cómo dices que no sirves para ésto, se te da mejor que a mi... hubiera dado cualquier cosa porque hubieses estado a mi lado estos días, y no puedes hacerte una idea de las ganas que tengo de tenerte frente a mis ojos, y comprobar en primera persona que estás bien.
Mañana iré a verte, a la misma hora. Hasta entonces, no hagas nada que yo no hiciese jejejej...
Edward.
P.D: Te llevaré el libro sobre derecho civil que me pediste; no se me olvida ; )"
Le di al botón de enviar, con una pequeña sonrisa, y me dispuse a comer algo y a echarme un sueño, tenía por delante más de siete horas de viaje.
Una vez cené, me acomodé en el asiento. Los ronquidos de Emmet y Demetri, que había sido designado mi asistente para los viajes internacionales, llegaron a mis oídos, de modo que decidí ponerme los auriculares, perdiéndome en mis pensamientos.
Diecinueve días había estado fuera, y diecinueve mails le había mandado a mi niña, contándole todo lo que había visto, lo que había echo... y ella me había respondido, antes o después, a todos ellos. La verdad es que tenía muy pocas esperanzas de que me respondiera, dado la decisión que habíamos tomado de ir con calma... pero la esperanza que guardaba en mi interior fue creciendo día a día, al leer cada correo que me andaba.
Me contaba cómo estaba, qué hacía en su día a día y las materias que habían dado en clase, y de paso, me las contaba un poco a mi, para que no perdiera mucho el hilo de las asignaturas.
Dentro de poco empezábamos los exámenes, y ambos debíamos estudiar a fondo. Sus notas habían bajado un poco, por todo lo acontecido estos meses, y yo, con tanto viaje y acto para arriba y abajo, también iba un poco atrasado.
Pero tenía miedo, ya que después de los exámenes se marcharía a Forks durante todo el verano. No veía a su familia desde navidades, y era comprensible que pasara allí todo el verano. Recordé con un poso de tristeza el verano anterior, juntos, lo bien que lo habíamos pasado, con nuestros amigos, con Charlie y con Sue... con la genuina abuela Swan... y con ella, aquel paseo por el mercadillo de Port Ángeles, cogidos de la mano, abrazados, felices y enamorados... que nos hubieran pillado allí me daba igual, porque estaba a mi lado.
Aunque ella no me lo hubiera dicho, también sabía que tenía miedo; miedo al papel que le tocaría asumir si nos casábamos, y contra eso no podía hacer nada. Aparte de recuperar su confianza y su amor no podía hacer otra cosa. Ella debía meditar y tomar la decisión.
Con estos pensamientos, y la música de Coldplay de fondo, enseguida caí en un profundo sueño. Al despertar, casi tres horas después, abrí de nuevo mi portátil, para terminar uno de los trabajos que tenía pendientes. Revisé la bandeja de entrada, y vi un mensaje de Bella, que abrí en un segundo.
"Hola Edward.
Me alegra mucho saber que la cena oficial fue bien, tenías serias dudas jajajja...
¿Ves cómo el discurso quedaba mucho mejor así?; seguro que has dejado el pabellón inglés muy alto.
¿Qué mareo con los inciensos, no?; menos mal que no estaba yo allí (ruedo mis ojos), sino habrías tenido que sacarme en volandas, odio los olores muy cargados y fuertes.
Tienes que contarme eso del protocolo japonés, tengo curiosidad... y qué envidia tu estancia en el Palacio Imperial de Tokio... y qué bonitos y espectaculares deben ser los jardines... tienes que describirme todo al detalle.
Gracias por acordarte de mi al ver las orquídeas... todavía recuerdo, nada más empezar a salir, cómo me torturaste durante más de dos horas hasta que lo averiguaste.
También te he echado mucho de menos, y tengo muchas ganas de verte. Mañana te espero, misma hora, mismo lugar ; )
Un beso, y feliz viaje de regreso.
Bella.
P.D: Yo te he guardado el análisis que hice sobre medios de reflote económico en países del tercer mundo, para que le eches un vistazo".
Después de un intenso viaje, por fin llegué a mi casa; al ser casi medianoche, me fui directamente a la cama, ya que a la mañana siguiente tenía clase... y una cita muy especial por la noche. Apenas vi a mi hermana y a Jasper, y justo mis padres se iban dos días a Edimburgo, a diversos compromisos, de modo que tenía el camino más despejado que otras veces.
A eso de la una de la madrugada, me levante, me vestí y bajé a hurtadillas a los garajes; cogí del pequeño armario de la pared las llaves del jeep de Emmet, y me dirigí hacia él. Estaba intentando abrirlo, cuándo un violento empujón me empotró contra el jeep.
-¡¿De modo que paseando gratis con mi coche?- reconocí la voz al instante, pero otro empujón me volvió a hacer perder el equilibrio cayendo de bruces contra el coche.
-Al menos podrías tener la decencia de llenar el depósito.. ¡y de dar la cara!- sentí que me daba la vuelta y me volteaba, agarrando mi sudadera con sus puños.
-¡Emmet, cálmate!, soy yo- le expliqué. Al momento me soltó, y me fui a dar una de las luces.
-¿Edward?- preguntó sorprendido -¿se puede saber qué coño haces aquí... cogiendo mi coche... ¡a la una de la mañana!- bramó. Le tapé la boca con la mano.
-No chilles; vas a despertar a todo el palacio- siseé. Una vez se calmó, y se recuperó de la sorpresa, volvió a hablar.
-¿De modo que eras tú el que cogía mi coche?- preguntó extrañado. Asentí, poniendo derecha mi chaqueta.
-¿Y se puede saber a dónde has estado yendo?; no debí haberte dejado salir aquella noche en vacaciones; ¿te das cuenta de la que se hubiera formado si te ocurre algo?- me reprochó serio.
Suspiré pesadamente, no podía decírselo; no quería arruinar la oportunidad que me había dado Bella.
-Edward, ¿qué pasa?- empezaba a preocuparse de verdad.
-Emmet, perdóname... pero no te puedo contar- dije desviando mi mirada de la suya.
-¿Estás metido en algún lío?; sabes que puedes confiar en mi- me dijo.
-No es eso... te prometo que en cuánto pueda te lo contaré... sólo guarda el secreto una noche más, por favor- supliqué medio desesperado. Meditó unos minutos, hasta que por fin accedió a regañadientes.
-Está bien; la próxima vez iré contigo, ¿trato hecho?- me ofreció su mano.
-Hecho, muchas gracias amigo- le agradecí de corazón.
-Estaré esperándote despierto, de modo que no llegues tarde- replicó serio.
-De acuerdo papá- rodé los ojos -te haré una llamada perdida- le dije montándome en el coche. Estaba arrancando, cuándo se despidió de mi de una manera peculiar.
-Saluda a Bella de mi parte... y no la cagues- me guiñó un ojo, animándome. Esbocé una sonrisa mientras sacaba el coche del garaje, rumbo a casa de mi niña.
Toqué suavemente a la puerta, y enseguida escuché sus pasitos apresurados. Me recibió con una gran sonrisa, y no pude resistir acortar la distancia y abrazarla con cuidado, parecía tan frágil y delicada.
-Hola mi niña- las dos últimas palabras las pronuncié en un susurro, casi para mi... y sentí el calor de su sonrojo, signo de que me había escuchado.
-Hola- musitó en voz baja, separándose demasiado pronto de mis brazos y dedicándome una de sus preciosas sonrisas. Le tendí el famoso libro, que ella agradeció con otra de sus sonrisas. lo tomó mientras entraba y me quitaba la chaqueta.
Pasamos a la sala, y ella se fue a la cocina, volviendo con galletas y leche caliente.
-Cuéntamelo todo- me ordenó, poniéndose cómoda.
Le relaté los pormenores del viaje, hablándole de las ciudades que había visitado, más detalladamente que en los mails, y las divertidas anécdotas que me habían ocurrido. Se reía a carcajada limpia cuándo le expliqué la costumbre de los japoneses de dar la mano e inclinar dos veces la cabeza.
-Las primeras veces pensé que querían decirme algo, de modo que volvía a agachar la cabeza, para dirigirme a ellos, y ellos volvían a repetir todo el saludo- le contaba divertido.
-Me hubiera gustado verlo en persona- dijo ella, todavía riéndose. Me hice el ofendido.
-Gracias por burlarte de este pobre inculto-.
-La próxima vez tienes que estudiarte algo más las costumbres antes de ir a un país extranjero- recalcó divertida.
-Lo tendré en cuenta- le devolví la respuesta con broma -y tú, ¿qué has hechos estas tres semanas?- interrogué, ya serio.
-Poca cosa, estudiar, hacer trabajos... y estudiar; he estado con Rose y Alice; estuvieron aquí hace unos días... por cierto, Rose sospecha de que tenemos algo entre manos- me confesó.
-¿Y qué le dijiste?- pregunté curioso.
-Sólo que habíamos hablado por teléfono -desvió su carita- pero es demasiado lista, y sospecha- dijo en un susurro.
-A mi me ha pillado Emmet saliendo del garaje- le confesé. Se sorprendió, abriendo sus ojitos.
-No le dije que venía a verte... pero lo adivinó- le expliqué. Esperé tenso su reacción, no quería que se enfadara, ni que pensara que había traicionado su confianza, pero no fue la que esperaba.
-¿No te habrás metido en problemas por mi culpa, verdad?- respiré tranquilo, y tímidamente, la tomé de la mano. En cuánto nuestras pieles hicieron contacto, ese peculiar hormigueo volvió a hacer acto de presencia. Ella no levantó su vista de nuestras manos unidas, mientras yo seguía hablando.
-No me importaría meterme en problemas, si ello significa que puedo verte- le confesé. Bajé la vista yo también, observando su pequeña manita entre las mías.
Alcé su cara con mi dedo por debajo de su barbilla, perdiéndome de nuevo en su mirada color café.
-Me estimas demasiado- exclamó, intentando sonar divertida, pero mi voz adquirió un tono que no daba lugar a replicas.
-No sólo te estimo Bella; conoces mis sentimientos- le dije.
-Edward... yo...- la silencié, poniendo un dedo sobre sus labios.
-No digas nada Bella... sabes que esperaré a que estés preparada y confíes de nuevo en mi-. Ella asintió, dedicándome otra de sus preciosas sonrisas.
A eso de las tres y media de la mañana, tuve que hacer acopio de fuerzas, no quería irme de su lado, pero al día siguiente ambos teníamos clase, y aunque Bella fuera por la tarde, sabía que solía madrugar. Me acompañó hasta la puerta mientras nos despedíamos.
-Hasta mañana Edward-.
-Hasta mañana- respondí de vuelta; estaba saliendo por la puerta, cuándo ella me llamó.
-Edward- me giré, esperando que dijera algo. Ella se mordió el labio inferior, y dudando se acercó a mi, dejando un suave beso en mi mejilla, pero que a la vez rozó la comisura de mis labios. Cerré mis ojos unos instantes, disfrutando de la maravillosa sensación.
-Gracias... por eso de que merece la pena meterse en líos por mi- murmuró con voz tímida.
Le guiñé un ojo, sonriéndole y dándome la vuelta, para regresar a casa.
Mansión de los Platt; Surrey, este de Inglaterra.
Victoria se dedicaba a dar órdenes a gritos para que todo estuviera a punto en su casa. Hoy era 17 de mayo, cumpleaños de su marido, y habían invitado a Carlisle y su familia a comer. El único que no venía era Edward, ya que su viaje por varios países asiáticos se había tenido que alargar unos días más.
Por lo menos, no tendría que soportar a esa estúpida niñata americana y sus pretensiones de convertirse en princesa. Nunca pensó que el plan de su marido iba a funcionar tan bien. A pesar del estupor inicial por la confirmación de la relación, estaban seguros de que esas polémicas fotos habían sido el detonante para que la pareja rompiera. Se regodearon a lo grande, pensando en la vergüenza y bochorno que estarían pasando Sam y toda la familia, después de arriesgarse a confirmarlo. Ahora su sobrina tenía una oportunidad de conquistar a Edward, y llegar alto, muy alto...
Se escucharon ruidos de motores, ya habían llegado.
La familia venía en dos coches; del primero descendieron Carlisle y Esme, seguidos por dos corpulentos guardaespaldas. Alice y Jasper se bajaron del otro, conducido por el propio Jasper, y seguido de otro de esos insufribles gorilas vestidos de negro. Su marido y Tanya se reunieron con ella, para recibir a tan importantes invitados. Preston, el mayordomo que llevaba casi treinta años en su casa, se dispuso a abrir la puerta. Al menos tenían una cosa en común con la regia familia; sus mayordomos se llamaban igual, pensó sarcástica.
-Bienvenidos, nos alegra que hayáis podido venir; sabemos lo ocupados que estáis- Eleazar se adelantó para besar a su hermanastra y estrecharle la mano a su cuñado.
-Feliz cumpleaños- le felicitó Carlisle, intentando esbozar una sonrisa animada. No habían podido escaquearse de la invitación... pero quedaron que en cuánto tomaran el café, desaparecerían con cualquier excusa. Después de los saludos, y de charlar un rato en el salón, pasaron al comedor.
-Bien, contadnos... ¿cómo está Edward?- interrogó Victoria.
-Muy bien, al final el viaje se ha alargado más de lo previsto; no regresará hasta la semana que viene- explicó Alice.
-En los actos se le ve con buena cara... parece que ha sobrellevado muy bien su ruptura con... ¿cómo se llamaba?; ah sí, Isabella- comentó Eleazar en un tono demasiado... jocoso, por así decirlo.
-Sabes, querido tío,- sonrío Alice con fingida inocencia -que tenemos que poner buena fachada cuándo cumplimos con nuestras obligaciones- le explicó.
-Edward lo ha pasado muy mal... se querían mucho- explicó Esme, con pena contenida.
-Sobre todo ella... ha perdido la oportunidad de su vida- comentó Tanya entre dientes... pero Alice la oyó.
-¿Qué insinuás?- la paciencia de Alice se estaba terminando.
-Bueno... supongo que el que tu novio te deje es una faena... más si es un príncipe- dijo Tanya, como si fuera obvio.
-No tienes ni idea- siseó entre dientes.
-Basta- Esme cortó la desagradable conversación.
-Tanya, ya vale- Eleazar intentó aparentar una postura seria -cierto es que son jóvenes, a esa edad nada es predecible... además, ha sido su primera y única novia; no podía salir bien- dijo pagado de si mismo.
-¿Por qué no?- Jasper arqueó las cejas... menudo personaje era este Eleazar.
-Vamos, seamos honestos; ¿creéis que esa muchacha habría soportado la presión?- interrogó incrédulo – además, ni siquiera es inglesa; las reinas inglesas se distinguen por su porte, su saber estar... - Esme cortó a su hermano, muy enfadada.
-Yo era cómo Isabella, tampoco pertenecía al mundo de Carlisle; me pongo en el lugar de Bella y la comprendo a la perfección... pero no por ser inglesa, americana o japonesa se distingue una reina- dijo orgullosa.
-Si hay algo que caracteriza a Bella, es su discreción y su educación- añadió Carlisle, hastiándose de la conversación.
-¿Cuanto crees que tardará en hablar, contando las intimidades de la familia y su fastuoso año de posible futura princesita?- interrogó Victoria con gesto evidente.
-Bella nunca haría nada de eso; no la conocéis en absoluto- la defendió Alice.
-No sé por qué la defiendes tanto- masculló Tanya, rodando los ojos.
-¡Basta!, es suficiente... por favor- pidió Carlisle.
La conversación tomó otros derroteros, dejando a un lado el tema Bella-Edward. Una vez terminaron la comida, Carlisle, Esme, Eleazar y Victoria se quedaron en la salita, café en mano; Alice y Jasper prefirieron dar una vuelta por el jardín.
-¡¿Cómo pueden ser así?- murmuraba enojada.
-Ya los conoces tesoro. Tanya se cree que ahora que Bella ya no está, va a tener vía libre con Edward- expresó Jasper.
-No se lo cree ni ella... no puedo entender a qué hemos venido aquí- seguía muy enfadada.
-Llevaban varias semanas insistiendo para qué viniéramos... sabes que tus padres han venido por compromiso- le recordó con una pequeña sonrisa. Le dio un pequeño beso a su novio, sonriendo divertida.
-Menos mal que Edward está de viaje- dijo Jasper con alivio. Rieron ambos, juntando sus frentes... pero les interrumpieron.
-¿Qué hacéis?- Tanya se acercaba a la real pareja.
-Tomar un poco el aire- contestó secamente Alice.
-Verás, me gustaría disculparme... tampoco es justo que se machaque así a la pobre Bella- dijo con tono inocente. Los tres comenzaron a andar por los extensos jardines.
-La verdad, ni yo misma habría aguantado la presión... sacar a la luz fotos tan íntimas, ¿quién habrá podido colarse en los documentos personales de Edward?- canturreó curiosa e inocente, en voz baja... pero la oyeron.
Jasper se quedó noqueado con esa afirmación. Corría el rumor de que eran unas fotos robadas... pero nunca se publicó nada en la prensa sobre si esta afirmación era o no cierta... y mucho menos, que las fotos procedían del ordenador personal de Edward o de Bella... eso sólo lo sabían ellos.
-¿Cómo has dicho?- volvió a preguntar.
-¿El qué?- Tanya no entendía nada.
-¿Cómo sabes qué se las robaron a Edward?; eran fotos de pareja... también las podría tener Bella, y robárselas a ella... en el caso de que no fueran fotos profesionales- Alice la miraba fijamente.
-Bueno... se ve que no son fotos hechas por profesionales, son muy caseras... así que lo más lógico es que las hayan robado- dijo ella, frunciendo el ceño.
-¿No crees que sería más lógico y fácil robar a una estudiante normal y corriente que a un príncipe?- la pregunta de Jasper puso muy nerviosa a Tanya, pero intentó mantener la compostura.
-Sólo son teorías- dijo pagada de si misma. Jasper y Alice asintieron, y cambiaron completamente de tema... hasta salir de esa casa.
Una vez en el coche de vuelta, Jasper dejó conducir a Embry, y se sentó con Alice en el asiento trasero.
-¡Ella sabe algo!, ¡maldita sea!- Alice juraba y perjuraba en contra de su prima postiza.
-Cálmate- la instaba su novio.
-¡¿Cómo quieres qué me calme?, ¡ellos tienen algo que ver, estoy segura!, serán... -Alice no encontraba una palabra para definir a su "familia".
-Alice, tranquila- la apaciguó Jasper -pero una cosa está clara... algo sabe. Ha hecho esa afirmación muy segura de si misma- meditaba Jasper.
-Tenemos que contárselo a Edward, a Bella, a mis padres...- su novio la interrumpió.
-Alice; primero: no tenemos pruebas suficientes para acusarles directamente; segundo: si ellos tienen algo que ver, dudo mucho que ellos mismos se colaran en palacio, más aun si no estábamos allí alguno de nosotros...-.
-De modo que alguien, desde dentro, les ha ayudado- dedujo sabiamente la pequeña princesa, terminando la frase.
-Y tercero: es el hermanastro de tu madre, y tenemos que asegurarnos al cien por cien de que han sido ellos; no podemos acusarles a la ligera, piensa en tu madre, aunque haya momentos tensos entre ellos, para ella sería un palo tremendo... y por supesto, a Edward tampoco, hasta que estemos seguros, sino no sé de qué sería capaz- concluyó Jasper.
Alice meditó las palabras de su novio, asintiendo al final.
-Supongo que tienes razón-.
-Primero hay que esperar a ver si en el registro -Jasper hizo la señal de las comillas con los dedos en la última palabra -de las habitaciones encuentran algo; si lo encuentran, y Eleazar y familia tienen algo que ver, seguro que tarde o temprano nos llevará hasta ellos- le explicó.
-¿Recuerdas lo que nos contaron los periodistas, acerca del hombre que repartió las fotos por las redacciones?, ¿podría ser del entorno de Eleazar y Victoria?- interrogó la pequeña duende.
-Es una posibilidad... pero no podemos apostarnos de guardia a las puertas de su casa- le recordó con burla -no somos muy desconocidos... y conocen a los escoltas- añadió, adivinando el pensamiento de su pequeña novia, que de pronto, tuvo un flash de inspiración.
-Pero sé de alguien que puede ayudarnos-.
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EDWARD PVO
"Hola mi niña.
Acabo de coger el avión de regreso. Como te conté ayer, los dos últimos días en Tokio han sido agotadores. Ayer fue la cena oficial en el Palacio Imperial; el emperador y su familia han sido muy amables y hospitalarios, pero el protocolo japonés es muy estricto y extraño, ya te contaré...
La sala del banquete estaba montada con pequeñas mesas redondas, y en cada una había un incensario que desprendía distintos olores (de verdad que mareaba). Yo presidía la segunda mesa, con la hija de los emperadores, que para colmo de males, no hablaba muy bien inglés. El menú, curioso pero muy rico, a base de verduras y pescado; te habría gustado.
Lo impresionante del palacio son sus jardines; había flores exóticas de todos los colores, e impresionantes cerezos en flor. Me acordé mucho de ti al ver las orquídeas, y de cómo te hubieras inclinado para admirarlas... pensé en robar unas cuántas y llevártelas, pero dudo mucho que hubieran resistido el viaje.
Al final te hice caso, y cambié esa parte del discurso que no te convencía. No sé cómo dices que no sirves para ésto, se te da mejor que a mi... hubiera dado cualquier cosa porque hubieses estado a mi lado estos días, y no puedes hacerte una idea de las ganas que tengo de tenerte frente a mis ojos, y comprobar en primera persona que estás bien.
Mañana iré a verte, a la misma hora. Hasta entonces, no hagas nada que yo no hiciese jejejej...
Edward.
P.D: Te llevaré el libro sobre derecho civil que me pediste; no se me olvida ; )"
Le di al botón de enviar, con una pequeña sonrisa, y me dispuse a comer algo y a echarme un sueño, tenía por delante más de siete horas de viaje.
Una vez cené, me acomodé en el asiento. Los ronquidos de Emmet y Demetri, que había sido designado mi asistente para los viajes internacionales, llegaron a mis oídos, de modo que decidí ponerme los auriculares, perdiéndome en mis pensamientos.
Diecinueve días había estado fuera, y diecinueve mails le había mandado a mi niña, contándole todo lo que había visto, lo que había echo... y ella me había respondido, antes o después, a todos ellos. La verdad es que tenía muy pocas esperanzas de que me respondiera, dado la decisión que habíamos tomado de ir con calma... pero la esperanza que guardaba en mi interior fue creciendo día a día, al leer cada correo que me andaba.
Me contaba cómo estaba, qué hacía en su día a día y las materias que habían dado en clase, y de paso, me las contaba un poco a mi, para que no perdiera mucho el hilo de las asignaturas.
Dentro de poco empezábamos los exámenes, y ambos debíamos estudiar a fondo. Sus notas habían bajado un poco, por todo lo acontecido estos meses, y yo, con tanto viaje y acto para arriba y abajo, también iba un poco atrasado.
Pero tenía miedo, ya que después de los exámenes se marcharía a Forks durante todo el verano. No veía a su familia desde navidades, y era comprensible que pasara allí todo el verano. Recordé con un poso de tristeza el verano anterior, juntos, lo bien que lo habíamos pasado, con nuestros amigos, con Charlie y con Sue... con la genuina abuela Swan... y con ella, aquel paseo por el mercadillo de Port Ángeles, cogidos de la mano, abrazados, felices y enamorados... que nos hubieran pillado allí me daba igual, porque estaba a mi lado.
Aunque ella no me lo hubiera dicho, también sabía que tenía miedo; miedo al papel que le tocaría asumir si nos casábamos, y contra eso no podía hacer nada. Aparte de recuperar su confianza y su amor no podía hacer otra cosa. Ella debía meditar y tomar la decisión.
Con estos pensamientos, y la música de Coldplay de fondo, enseguida caí en un profundo sueño. Al despertar, casi tres horas después, abrí de nuevo mi portátil, para terminar uno de los trabajos que tenía pendientes. Revisé la bandeja de entrada, y vi un mensaje de Bella, que abrí en un segundo.
"Hola Edward.
Me alegra mucho saber que la cena oficial fue bien, tenías serias dudas jajajja...
¿Ves cómo el discurso quedaba mucho mejor así?; seguro que has dejado el pabellón inglés muy alto.
¿Qué mareo con los inciensos, no?; menos mal que no estaba yo allí (ruedo mis ojos), sino habrías tenido que sacarme en volandas, odio los olores muy cargados y fuertes.
Tienes que contarme eso del protocolo japonés, tengo curiosidad... y qué envidia tu estancia en el Palacio Imperial de Tokio... y qué bonitos y espectaculares deben ser los jardines... tienes que describirme todo al detalle.
Gracias por acordarte de mi al ver las orquídeas... todavía recuerdo, nada más empezar a salir, cómo me torturaste durante más de dos horas hasta que lo averiguaste.
También te he echado mucho de menos, y tengo muchas ganas de verte. Mañana te espero, misma hora, mismo lugar ; )
Un beso, y feliz viaje de regreso.
Bella.
P.D: Yo te he guardado el análisis que hice sobre medios de reflote económico en países del tercer mundo, para que le eches un vistazo".
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Después de un intenso viaje, por fin llegué a mi casa; al ser casi medianoche, me fui directamente a la cama, ya que a la mañana siguiente tenía clase... y una cita muy especial por la noche. Apenas vi a mi hermana y a Jasper, y justo mis padres se iban dos días a Edimburgo, a diversos compromisos, de modo que tenía el camino más despejado que otras veces.
A eso de la una de la madrugada, me levante, me vestí y bajé a hurtadillas a los garajes; cogí del pequeño armario de la pared las llaves del jeep de Emmet, y me dirigí hacia él. Estaba intentando abrirlo, cuándo un violento empujón me empotró contra el jeep.
-¡¿De modo que paseando gratis con mi coche?- reconocí la voz al instante, pero otro empujón me volvió a hacer perder el equilibrio cayendo de bruces contra el coche.
-Al menos podrías tener la decencia de llenar el depósito.. ¡y de dar la cara!- sentí que me daba la vuelta y me volteaba, agarrando mi sudadera con sus puños.
-¡Emmet, cálmate!, soy yo- le expliqué. Al momento me soltó, y me fui a dar una de las luces.
-¿Edward?- preguntó sorprendido -¿se puede saber qué coño haces aquí... cogiendo mi coche... ¡a la una de la mañana!- bramó. Le tapé la boca con la mano.
-No chilles; vas a despertar a todo el palacio- siseé. Una vez se calmó, y se recuperó de la sorpresa, volvió a hablar.
-¿De modo que eras tú el que cogía mi coche?- preguntó extrañado. Asentí, poniendo derecha mi chaqueta.
-¿Y se puede saber a dónde has estado yendo?; no debí haberte dejado salir aquella noche en vacaciones; ¿te das cuenta de la que se hubiera formado si te ocurre algo?- me reprochó serio.
Suspiré pesadamente, no podía decírselo; no quería arruinar la oportunidad que me había dado Bella.
-Edward, ¿qué pasa?- empezaba a preocuparse de verdad.
-Emmet, perdóname... pero no te puedo contar- dije desviando mi mirada de la suya.
-¿Estás metido en algún lío?; sabes que puedes confiar en mi- me dijo.
-No es eso... te prometo que en cuánto pueda te lo contaré... sólo guarda el secreto una noche más, por favor- supliqué medio desesperado. Meditó unos minutos, hasta que por fin accedió a regañadientes.
-Está bien; la próxima vez iré contigo, ¿trato hecho?- me ofreció su mano.
-Hecho, muchas gracias amigo- le agradecí de corazón.
-Estaré esperándote despierto, de modo que no llegues tarde- replicó serio.
-De acuerdo papá- rodé los ojos -te haré una llamada perdida- le dije montándome en el coche. Estaba arrancando, cuándo se despidió de mi de una manera peculiar.
-Saluda a Bella de mi parte... y no la cagues- me guiñó un ojo, animándome. Esbocé una sonrisa mientras sacaba el coche del garaje, rumbo a casa de mi niña.
Toqué suavemente a la puerta, y enseguida escuché sus pasitos apresurados. Me recibió con una gran sonrisa, y no pude resistir acortar la distancia y abrazarla con cuidado, parecía tan frágil y delicada.
-Hola mi niña- las dos últimas palabras las pronuncié en un susurro, casi para mi... y sentí el calor de su sonrojo, signo de que me había escuchado.
-Hola- musitó en voz baja, separándose demasiado pronto de mis brazos y dedicándome una de sus preciosas sonrisas. Le tendí el famoso libro, que ella agradeció con otra de sus sonrisas. lo tomó mientras entraba y me quitaba la chaqueta.
Pasamos a la sala, y ella se fue a la cocina, volviendo con galletas y leche caliente.
-Cuéntamelo todo- me ordenó, poniéndose cómoda.
Le relaté los pormenores del viaje, hablándole de las ciudades que había visitado, más detalladamente que en los mails, y las divertidas anécdotas que me habían ocurrido. Se reía a carcajada limpia cuándo le expliqué la costumbre de los japoneses de dar la mano e inclinar dos veces la cabeza.
-Las primeras veces pensé que querían decirme algo, de modo que volvía a agachar la cabeza, para dirigirme a ellos, y ellos volvían a repetir todo el saludo- le contaba divertido.
-Me hubiera gustado verlo en persona- dijo ella, todavía riéndose. Me hice el ofendido.
-Gracias por burlarte de este pobre inculto-.
-La próxima vez tienes que estudiarte algo más las costumbres antes de ir a un país extranjero- recalcó divertida.
-Lo tendré en cuenta- le devolví la respuesta con broma -y tú, ¿qué has hechos estas tres semanas?- interrogué, ya serio.
-Poca cosa, estudiar, hacer trabajos... y estudiar; he estado con Rose y Alice; estuvieron aquí hace unos días... por cierto, Rose sospecha de que tenemos algo entre manos- me confesó.
-¿Y qué le dijiste?- pregunté curioso.
-Sólo que habíamos hablado por teléfono -desvió su carita- pero es demasiado lista, y sospecha- dijo en un susurro.
-A mi me ha pillado Emmet saliendo del garaje- le confesé. Se sorprendió, abriendo sus ojitos.
-No le dije que venía a verte... pero lo adivinó- le expliqué. Esperé tenso su reacción, no quería que se enfadara, ni que pensara que había traicionado su confianza, pero no fue la que esperaba.
-¿No te habrás metido en problemas por mi culpa, verdad?- respiré tranquilo, y tímidamente, la tomé de la mano. En cuánto nuestras pieles hicieron contacto, ese peculiar hormigueo volvió a hacer acto de presencia. Ella no levantó su vista de nuestras manos unidas, mientras yo seguía hablando.
-No me importaría meterme en problemas, si ello significa que puedo verte- le confesé. Bajé la vista yo también, observando su pequeña manita entre las mías.
Alcé su cara con mi dedo por debajo de su barbilla, perdiéndome de nuevo en su mirada color café.
-Me estimas demasiado- exclamó, intentando sonar divertida, pero mi voz adquirió un tono que no daba lugar a replicas.
-No sólo te estimo Bella; conoces mis sentimientos- le dije.
-Edward... yo...- la silencié, poniendo un dedo sobre sus labios.
-No digas nada Bella... sabes que esperaré a que estés preparada y confíes de nuevo en mi-. Ella asintió, dedicándome otra de sus preciosas sonrisas.
A eso de las tres y media de la mañana, tuve que hacer acopio de fuerzas, no quería irme de su lado, pero al día siguiente ambos teníamos clase, y aunque Bella fuera por la tarde, sabía que solía madrugar. Me acompañó hasta la puerta mientras nos despedíamos.
-Hasta mañana Edward-.
-Hasta mañana- respondí de vuelta; estaba saliendo por la puerta, cuándo ella me llamó.
-Edward- me giré, esperando que dijera algo. Ella se mordió el labio inferior, y dudando se acercó a mi, dejando un suave beso en mi mejilla, pero que a la vez rozó la comisura de mis labios. Cerré mis ojos unos instantes, disfrutando de la maravillosa sensación.
-Gracias... por eso de que merece la pena meterse en líos por mi- murmuró con voz tímida.
Le guiñé un ojo, sonriéndole y dándome la vuelta, para regresar a casa.
Atal- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Capítulo 28: Hallazgos asombrosos
El sonido de mi teléfono móvil me sacó del mundo de los sueños; a tientas lo cogí, sin ver quién era.
-¿Diga?- murmuré con voz pastosa y los ojos todavía cerrados.
-¡¿Cómo no nos contaste que te veías con Edward?- por debajo de la entusiasta voz de Rosalie, el chillido de la pequeña duende resonó en mis dormidos oídos... y terminó de despertarme.
Me incorporé en la cama, bostezando mientras oía los gritos de alegría de mis amigas.
-¿Cómo os habéis entera...- corté la frase a medias -vale, Emmet- suspiré, rodando los ojos.
-Si, el nos contó que ayer pilló a Edward escaqueándose... y hoy en el desayuno le ha preguntado por ti, y se ha puesto rojo como un tomate- contó Alice, ya que Rose había puesto el manos libres.
Reí ligeramente, mientras la imagen de Edward, rojo como un pimiento, venía a mi mente.
-Nunca lo habría pensado de mi hermano, escaparse de palacio... no puede ser más romántico-.
-Desde luego, será una historia preciosa para contar a vuestros nietos- apuntilló Rose.
-¿Tus padres se han enterado?; no quiero que tenga problemas por mi culpa- seguía con mi preocupación en mi cabeza.
-¡Nooo!, tranquila por eso. Emmet le ha prometido, bueno todos nosotros -aclaró- que guardaremos el secreto- dijo mi pequeña amiga.
-Queremos que nos lo cuentes todo... de modo que prepara el café, que salimos para allá- dijo Rosalie.
-¿No se supone qué tenéis clase?- recordé, arqueando una ceja... pero la línea ya se había cortado.
Suspirando, me levanté para ducharme y preparar el desayuno. Al de media hora, ya tenía a mis amigas en la puerta, con una bandeja de bollos y expectantes y ansiosas. Nos acomodamos en el sofá, en torno a la mesita pequeña. Alice, fiel a su costumbre, acaparó todos los cojines, sentándose en el suelo y apoyada en el sofá individual, mientras que Rose y yo doblamos las piernas en el sofá grande, enfrente de ella.
-Desembucha- el tono tan serio de Rosalie hizo que me riera por lo bajini.
Les conté la historia completa; ellas me escuchaban atentamente, mirándose con una sonrisa cómplice. Al terminar, me quedé callada, esperando su opinión.
-¿Y está funcionando su "plan de reconquista"?- preguntó Alice, después de dar un bocado a su bollo de crema.
-No creo que Edward necesite un plan de reconquista- dijo Rose, obvia. La miré sin entender.
-Bella... le has perdonado... y a mi no me engañas; nunca has dejado de quererle, ni un solo segundo- afirmó Rose, pagada de si misma. Desvié mi vista hacia el suelo, que de repente, se había convertido en lo más interesante del mundo.
-Bellie, ¿qué ocurre?- Alice gateó hacia mi, apoyando su cabeza en mis piernas. Luché por contener las lágrimas.
-Soy tan distinta a él Alice... y nunca podré estar a la altura de lo que se espera de mi-.
-Eso no es verdad, y lo sabes muy bien; todos te hemos apoyado y enseñado, y eres una excelente alumna- me dedicó una sonrisa de ánimo.
-Pero tienes miedo- la afirmación de Rosalie dio justo en el clavo. Asentí levemente, con la cabeza. Alice me tomó de la mano, apretándola gentilmente.
-Bellie, comprendo que puede dar miedo introducirse en este mundo; a veces es complicado para nosotros mismos... pero tienes todo el apoyo de la gente que te quiere; ya nadie se acuerda de esas fotos- me explicó
-¿Habéis averiguado algo?- pregunté curiosa, y queriendo dar a entender que quería zanjar el tema.
-Están en ello, te prometo que te pondré al corriente en cuánto tengamos confirmadas unas sospechas que hay por ahí- le di las gracias con una sonrisa.
-¿Y vosotras?, ¿qué me contáis?- intenté animarme un poco. Estuvimos hablando durante horas poniéndonos al día y charlando como en los viejos tiempos; aunque en esos meses las había visto, cierto que no era lo mismo, y ahora todo parecía que volvía a ser cómo antes de aquella noche.
Nos despedimos a la hora de comer; Alice debía volver a palacio, Rose a sus estudios... y yo hoy tenía que exponer un trabajo en una de las clases. Estaba muy nerviosa, y no hacía más que repasar una y otra vez los manoseados folios. Al final el temido momento llegó.
-Isabella Swan- la voz de la profesora me sacó de mis ensoñaciones. Un poco roja, por la vergüenza, me situé enfrente del improvisado atril, sin levantar la vista de los papeles.
Siempre me había dado muucha vergüenza a hablar en público... pero no me quedaba más remedio. Carraspeé, intentado aclararme la voz, pero se me quedó atorada en la garganta. Oí las risitas y cuchicheos de mis compañeros... y uno llegó a mis oídos, alto y claro.
-¿Y ella pretendía ser la princesa de Gales?- la muchacha escondía su sonrisa malévola.
-Ni siquiera sabe hablar en público...- me quedé estática, con la mirada gacha; no me di cuenta de que la señora Walford se había acercado a mi lado.
-¿Se encuentra bien, señorita Swan?- interrogó preocupada. Esas palabras hicieron que, de repente y sin saber cómo, levantase la mirada, mirando fijamente a mis compañeras. Ellas dejaron de reírse cuándo mi mirada se cruzó con la suya. Con una determinación que no sabía que poseía, me puse derecha, mirando al frente. Le hice un gesto afirmativo con la cabeza a mi profesora, que me dio la réplica para empezar.
-La organización diplomática comprende varios protocolos a seguir; en casos de...- mi voz era suave, pero a la vez segura y decidida. Apenas necesité mirar el papel más de dos veces, debido a que me sabía el texto de memoria, por haberlo leído un millón de veces; incluso me atreví a gesticular con las manos, dando énfasis a detalles importantes.
Nada más terminar de pronunciar la última palabra, la señorita Walford y mis compañeros empezaron a aplaudir, haciendo que me sonrojara ligeramente.
-Muy bien señorita Swan- me felicitó la profesora, mientras escribía algo en su cuaderno. Le di una tímida sonrisa de agradecimiento, volviendo a mi sitio, ya que la señora Walford revisó la lista, para llamar a otro de mis compañeros. Respiré aliviada y contenta conmigo misma... si le cuentan ésto al señor Berty, mi profesor de literatura en Forks, seguro que no se lo creería.
Al llegar a casa, lo primero que hice fue llamar a Edward, que respondió al segundo tono.
-Qué cerca estabas del teléfono- le dije a modo de saludo.
-Lo tenía aquí al lado; ¿cómo estás?- me preguntó. Su voz, cálida y aterciopelada, hizo que mi corazón palpitara deprisa.
-Bien; acabo de llegar a casa- le contaba mientras me dirigía a la cocina.
-¿Cómo ha ido la exposición del trabajo?-.
-Pues me salió muy bien; según la señora Walford, de los mejores que ha oído en mucho tiempo- decidí omitir los comentarios que hicieron mis compañeras.
-¿Lo ves?, estaba seguro de que lo harías muy bien- me reprendió en broma.
-¿Qué haces?- interrogué curiosa.
-He terminado un trabajo, y estoy viendo una película que bajé el otro día de internet- explicó divertido.
-Ahhh... por cierto, ¿sabes que las chicas se han plantado en mi casa, después de que Emmet se fuera de la lengua?-.
-Me lo suponía; ¿te has enfadado?- de repente, su tono de voz pasó de alegre y despreocupado a serio y demandante.
-No, sabía que tarde o temprano se tendrían que enterar... además, que el secreto haya durado más de un mes ha sido asombroso- murmuré de vuelta.
-Sí, demasiado... ahora cada vez que quiera verte me tendrá que acompañar... pero tranquila, se quedará abajo en el coche- me tranquilizó, sabiendo lo que pasaba por mi cabeza.
-Está bien- suspiré -¿vendrás mañana?- puse un tierno puchero, a pesar de que no me veía.
-Claro que sí... y no hace falta que me pongas caritas de cordero degollado- explicó divertido.
-Me conoces demasiado- murmuré sarcástica.
-¿Sabes que haría cualquier cosa por ti?, ¿y que iría a dónde tu me lo pidieses sin dudarlo un segundo, no?- me preguntó en un susurro ahogado.
Mi sonrojo se abrió paso, extendiéndose por toda mi cara, a la vez que una tímida sonrisa asomaba por mis labios.
-¿Bella, estás ahí?- su voz al otro lado del teléfono me devolvió a la tierra.
-Ehhhmmm... si, si- respondí, un poco nerviosa.
-Te veré mañana- dijo a modo de despedida.
-Hasta mañana- me despedí, quedándome con el teléfono en la mano, pensando. Me quedé estática unos minutos, hasta que mi estómago clamó por algo de comida. Después de una cena ligera, salí a la terraza, con mi inseparable café. Entre sorbo y sorbo, mi mente voló a recuerdos dulces y amargos.
Por mucho que intentara convencerme a mi misma, tal y cómo había dicho Rosalie esta mañana, no había dejar un sólo segundo de quererle.
Le amaba, más que a mi vida... pero las dificultades y los problemas hacían que no todo fuese un camino de rosas.
Tenía miedo, y mucho; miedo de no poder soportar esa presión... cómo me había ocurrido hoy en la exposición. Pero esa rabia contenida, después de todas las críticas recibidas, de todo ese acoso al que habíamos sido sometidos, hizo que un valor y aplomo, que no sabía que tenía, saliese a flote, y me enfrentase a ello... y lo más asombroso y curioso de todo, lo había conseguido y había sabido salir del atolladero.
Una parte ilusionada de mi mente pensó por unos segundos que sí podía, que sería capaz de estar a lado de Edward en su tarea, compartir todo eso con él... y sobre todo, de volver a estar a su lado.
Cada día que le veía cruzar la puerta de mi casa, hacía un esfuerzo tremendo por no abalanzarme contra sus labios, y besar esa boca tan sexy y suave. Las miradas que me dedicaba estaban llenas de tantos sentimientos contenidos... deseo, pasión, complicidad, cariño, ternura... amor. Su amor, que nunca dejó de ser mío... y mi corazón, del que él sería el dueño, pasara lo que pasara en el futuro...
EDWARD PVO
Estaba en mi habitación, con una taza de café encima de mi escritorio, al lado de los innumerables folios de apuntes, y varios libros abiertos encima de la mesa. Ya estábamos a principios de junio, y los exámenes finales habían llegado. Lo que más me fastidiaba es que no podía ver a mi niña tanto como antes, y para colmo de males, después de los exámenes se marchaba a Forks, y no podría verla hasta septiembre.
Este verano, mis padres habían aplazado sus vacaciones hasta agosto; en julio se iban de visita oficial a Australia y Nueva Zelanda... y yo iría con ellos, al igual que mi hermana. No regresaríamos hasta agosto a Londres...
Cada día soportaba menos el tener a mi niña tan cerca de mi, y tener que hacer un esfuerzo sobrehumano por no aprisionarla entre mis brazos y besar sus dulces labios, que sabían a frutas, como toda ella... la añoraba cada día más... y cómo me confirmó mi hermana, tenía miedo. Eso no se lo podía reprochar ni negar, a veces a mi también me asustaba este mundo. No sabía qué hacer para convencerla, ni que decirle. Pero una cosa tenía clara, no podría soportar una negativa por su parte; la necesitaba a mi lado como el aire que respiraba, cómo mi mujer...
Alice escuchaba mis lamentaciones, al igual que Rosalie y el resto, y sólo pudieron consolarme y animarme, alegando que Bella debía enfrentarse a sus miedos... y lo qué no podía hacer, bajo ningún concepto, era darle un ultimátum.
Unos suaves golpes en la puerta me distrajeron de mis pensamientos. Mi madre apareció, cerrando la puerta tras de sí y acercándose a mi altura.
-¿Cómo lo llevas?- me pasó un brazo por los hombros, mientras que con su mirada señalaba los libros y los apuntes.
-Espero que bien; he conseguido ponerme al día; no espero una matrícula de honor, pero bueno- me encogí de hombros, y de mi garganta salió un suspiro.
-¿Pensando en ella?- mi madre era demasiado intuitiva, y no pude menos que sonreír ante la mención a mi princesa.
-Si- admití .
-¿La echas de menos, verdad?- mi madre se sentó a mi lado, dispuesta a escucharme.
-Mucho; mamá, se que metí la pata esa noche... y no sé si la he perdido- negué con frustración.
-Alice me ha dicho que has estado viéndola- me dijo con una pequeña sonrisa.
-Parece que no se puede tener secretos- bufé enfadado.
-No te enfades con tu hermana cariño; además, me ha dicho que más o menos lo vais arreglando- dijo esperanzada.
-No lo sé mamá... ya no sé que pensar-.
-Tiene miedo Edward, y debes entenderlo; pero hay una cosa cierta- la miré sin entender lo que quería decir.
-Si ella te quiere tanto cómo tu la quieres a ella, y me consta que es así -recalcó- tarde o temprano volveréis a estar juntos, y no le importará la presión y la sacrificada vida que tendréis que llevar- me explicó.
-¿Tú crees?- pregunté esperanzado -te juro que estaba pensado plantarme en su casa y ponerme de rodillas... y pedirle que se casara conmigo- mi madre sonrió.
-No lo dudo, te conozco demasiado, pero tenéis que terminar los estudios- me recordó.
-La quiero a mi lado mamá, como princesa y lo más importante, cómo mi mujer- ella palmeó mi hombro, mirándome con cariño.
-Paciencia, y apóyala en todo, escúchala; es lo único que te puedo aconsejar- asentí con la cabeza.
-¿Papá?- interrogué curioso.
-Esta en la antecámara de su despacho; quiere vernos a todos allí- salimos de mi habitación, rumbo a la improvisada reunión. Allí estaban, aparte de él, Alice y Jasper, Emmet, Sam, Preston y el coronel Somerland.
-¿Y Rosalie?- pregunté a mi amigo.
-Está con Bella- me respondió. Me acerqué a mi padre, curioso.
-¿De qué va todo ésto?- el rostro de mi padre mostraba enfado y seriedad. Viendo el rictus de su cara, me acerqué a Jasper.
-¿Qué pasa?-.
-No lo sé... pero me da que han encontrado algo en los registros- me tensé, y puse la misma cara que mi padre.
Iba a preguntarle algo, pero al instante entraron varias personas del servicio. Miré sus caras una a una... y al verle ahí delante, caí en la cuenta. Pero me callé, y esperé a que Preston hablara.
-Señoras y señores; cómo ustedes saben, se les informó de que iban a hacer mejoras en sus residencias... pero no era así-. Mi padre tomó la palabra.
-Me costó mucho trabajo tomar esta decisión; nunca pensé que pudiera tener a una persona desleal trabajando para mi; pero por desgracia, es todo lo contrario-. Ellos se miraban sorprendidos.
-Las fotos publicadas en diciembre del príncipe Edward y la señorita Isabella, fueron sustraídas del ordenador personal de su alteza- me señaló con la mano. Los empleados se quedaron atónitos, sin poder creer lo que estaban oyendo.
-Son fotos personales, que sólo poseían ellos dos; cada uno tenía copia de esas fotos en sus portátiles personales. Hemos deducido que debió ser en verano, obviamente, dado que la familia no estaba en Londres- explicó Sam.
-La señorita Isabella se llevó su portátil a Forks, de modo que sólo quedó aquí el del príncipe Edward -Preston tomó la palabra; obviamente, la señorita Isabella no filtró esas fotos a la prensa, de modo que no nos queda otro remedio que pensar que alguien robó esas fotos- los empleados no daban crédito a lo que escuchaban.
-Y por supuesto, debe ser alguien cercano; no se puede acceder al palacio como quién va a una cafetería. Hemos registrado cada una de las habitaciones... y hemos hallado un aparato muy sospechoso- el coronel Somerland tomó la palabra, sacando un pen-drive de su bolsillo.
-Este pequeño aparato, a la vista puede parecer un simple pen de almacenamiento de datos... pues no; este artilugio lleva en su interior un microchip de alta tecnología, capaz de desencriptar claves y contraseñas de acceso- estaba alucinado, no podía creer lo que estaba escuchando.
-¿De modo que conectando eso a un ordenador... se pueden saber claves de acceso?- pregunté, con la vena de mi cuello hinchada de furia.
-Claves de acceso, contraseñas... absolutamente todo; es un aparato poco común. Sólo lo poseen departamentos de investigación oficiales y la policía científica- el coronel Somerland miró a mi padre, que tomó la palabra.
-¿Puede explicar porqué estaba en su habitación... Félix?- el aludido se quedó blanco como la cal ante la mención de su nombre. Mi madre le miraba fijamente, con los ojos entrecerrados, Emmet, Jasper y Alice con rabia contenida; el resto perplejidad.
¿Cómo no nos dimos cuenta antes?; no sabía porque, siempre había mirado a mi niña con mala cara, incluso se notaba que yo no le era simpático, y no sabía el motivo. Ni Bella ni yo mismo le habíamos hecho nada. Mis puños se fueron cerrando, sacando toda la rabia contenida durante meses. Por su culpa, había perdido a Bella, y me las iba a pagar. Me adelanté un paso, encarándole. El muy traidor me aguantó la mirada, con arrogancia y altivez.
-¿Por qué?- pregunté simplemente -¡¿qué te hemos hecho Bella y yo, para hacernos tanto daño?- interrogué, bramando a pleno pulmón.
-Todavía no pueden demostrar que eso sea mío- respondió con voz fría.
-¿Entonces cómo lo explicas?- la voz de mi padre, autoritaria como nunca, resonó en la habitación.
-¿Y todavía te atreves a negarlo?- Félix dio un paso adelante, acercándose a mi, pero Emmet le paró, poniendo su musculoso brazo entre nuestros cuerpos.
-Un paso más y te prometo que no lo cuentas- le advirtió, apuntándole con el dedo índice de su otra mano.
Félix tragó saliva, ante la mirada de Emmet, que no daba lugar a réplica alguna. Mi madre, saliendo se su estupor inicial, se dirigió a los otros empleados.
-¿Podrían dejarnos a solas, por favor?- Sam, el coronel Somerland y los compañeros de Félix, salieron, quedándonos el resto allí. Mi cuñado tomó la palabra.
-Féilx, sabemos que tú no vendiste esas fotos a la prensa- miré a mi cuñado interrogante, al igual que mis padres.
-¿Estás diciendo que hay más gente implicada?- la pregunta de mi madre se adelantó a la mía.
-Hemos estado hablando con periodistas, extraoficialmente, por supuesto; Sam está al tanto- explicó mi hermana.
-Jacob Black y Seth y Leah Clearwater nos estuvieron contando cómo llegaron esas fotos a las redacciones-.
-¿Black?- pregunté, rodando lo ojos, el que faltaba.
-No Edward, no pienses mal. El recibió las fotos en la redacción del Daily Mirror, y se dio cuenta al segundo que no eran fotos hechas por periodistas- explicó mi hermana a los presentes.
-Se negó a publicarlas, y le despidieron- añadió Jasper.
-En una de las ruedas de prensa que diste- Alice miró a papá- les oímos comentar algo acerca del tema, de modo que al terminar, hablamos con ellos-.
-Han estado investigando, y parece ser que las fotos las entregaron en mano, en las recepciones de las distintas sedes, por un mismo hombre- explicaba Jasper.
-Cuya descripción no coincide en absoluto con Félix- decía mi hermana, mirando con furia al aludido. Escuchaba alucinado la historia, y desde luego, mi hermana y Jasper se merecían un buen regalo. Estaba perdonada por haberle contado a mi madre mis encuentros con Bella.
-¿Por qué no me contasteis la parte de los periodistas?- interrogué confuso.
-Edward, queríamos confirmarlo antes de decir nada- se excusó la pequeña duende.
-¿Es cierto todo lo que se está contando aquí?- la pregunta de mi padre iba directamente al culpable, en parte. Permaneció en silencio, agachando la mirada; pocas veces había visto a mi padre así de enfadado.
-Responde a su majestad- la autoritaria voz de Preston resonó en mi habitación.
-Yo sólo fui el intermediario, para conseguir esas fotos- confesó en un murmullo. Mi paciencia estalló en pedazos.
-¿Por qué lo hiciste?, ¿te das cuenta de que has hecho mucho daño, a gente que no se lo merecía?- le preguntó mi madre.
-Tuvieron suerte y no les pillaron en ese exclusivo resort, pero el escándalo se hubiera montado igual si algún periodista hubiese hecho fotos allí- dijo sin venir a cuento.
-Ese no es el tema; si nos hubieran cazado los periodistas en Mahe, nos hubiéramos resignado y lo habríamos aceptado- bufaba cabreado, puedo jurar que mi nariz echaba humo -el quid de la cuestión, es que eran fotos personales, qué sólo poseíamos Bella y yo... y las robaste- le expliqué la diferencia con enfado y un tono sarcástico.
-Dinos quién está detrás de ésto... y te prometemos un trato justo. Por supuesto, estás despedido desde este mismo instante; no puedo tolerar a un empleado que traiciona la confianza de sus superiores- le dijo mi padre, muy serio.
-Y más aquí, que la discreción es fundamental- dijo mi madre. El silencio volvió a reinar en la habitación.
-¡Habla de una vez!- me acerqué de nuevo a el, con mis puños apretados, pero Emmet me apartó antes de llegar a su lado, tranquilizándome.
-Edward, tranquilo hijo- mi madre me miraba, pidiendo calma... y tenía razón... por más que quisiera partirle la cara, debía mantener la compostura. Al ver el silencio de Félix, mi padre tomó la palabra. Cogió el teléfono, apretando el botón de seguridad. Al momento el coronel Somerland, junto con Embry y Nick, entraron.
-Por favor, acompañen a Félix mientras recoge sus efectos personales, después llévenlo al despacho de Preston, que firme los documentos pertinentes y asegúrense de que cruza las puertas de esta casa- ordenó mi padre.
Félix se dio la vuelta, saliendo sin decir una palabra, y ni siquiera sin poder mirarnos a la cara. Una vez salieron, Sam entró, cerrando la puerta tras nosotros.
-No puedo creerlo- mi padre se dejó caer en la silla, completamente anonadado.
-Nunca nos había pasado nada igual- mi madre estaba consternada -creo que siempre hemos tratado bien a las personas que han venido a trabajar aquí- mi hermana se acercó a ella, reconfortándola.
-Pero no nos ha dicho nada, ¿cómo vamos a averiguar para quién trabajaba?- interrogué. Lo único que quería era saberlo, para romperle la cara, por todos estos meses de sufrimiento, tanto los míos como los de mi niña.
-Hemos pensado algo- dijo Jasper. Todos atendimos a su explicación.
-Obviamente, no podemos poner a policías ni a nadie de seguridad- relató.
-No son muy discretos... pero los periodistas saben camuflarse- dijo Alice, pagada de sí misma.
-Jacob, Seth y Leah nos han ayudado mucho, de modo que estarían dispuestos- terminó de explicar mi cuñado. Mis padres parecieron meditar unos minutos.
-¿Qué opinas?- interrogó mi padre a Sam.
-Ya que ellos nos han proporcionado información muy valiosa, y conocen más o menos el asunto, y no han dicho nada a nadie- aclaró - no me parece muy descabellado- meditó.
-Se le puede enseñar una foto de Félix, y que lo sigan; ya que no ha confesado, lo más lógico es que trate de ponerse en contacto con sus compinches, para advertirles- teoricé en voz alta.
-Es muy posible- aprobó Jasper... pero mi hermana y él se dedicaron una mirada extraña.
-Está bien; hablen con ellos... pero por favor, que no se sepa nada de ésto; sólo nos falta otro escándalo y un debate sobre a quién contratamos y metemos a nuestra casa- pidió mi padre, a lo que todos asentimos.
-Mañana mismo hablaré personalmente con ellos, junto con Sam- explicó Jasper.
Ellos se quedaron unos minutos más, y yo me fui a dar un paseo por los jardines. Necesitaba aire fresco, y digerir todo ésto que había ocurrido... y hablar con mi niña, necesitaba escuchar su voz.
Fui a mi cuarto y tomé el móvil. Una vez me acomodé en el suelo, con la espalda apoyada en el sauce, en el lugar dónde Bella y yo nos refugiábamos, marqué su número. Vi que tenía tres llamadas perdidas de ella. Tardó un poco en cogerme, pero al final lo hizo.
-Hola- su voz suave llenó mis oídos; hubiera dado cualquier cosa por tenerla enfrente mío, y comérmela a besos.
-Hola, siento no haberte cogido antes- me disculpé.
-Tranquilo; supuse que tendrías una reunión o que estarías estudiando- me tranquilizó. Su tono mostraba preocupación, la noté muy rara.
-¿Estás bien?, ¿Bella, qué pasa?- interrogué extrañado.
-Edward... me voy a Forks- dijo en un hilo de voz.
-Eso ya lo sé; te vas dentro de dos semanas- le recordé.
-Me voy mañana... a las seis de la mañana- mi corazón se paralizó en ese mismo instante.
-¿Por qué?- susurré.
-Mi padre ha tenido un accidente-.
-¡¿Qué?, ¿qué ha ocurrido?, ¿es grave?- me puse de pie de un salto, yendo hacia el interior de palacio.
-Se cayó mientras estaba pescando en los acantilados de la Push, se resbaló y se dio contra una de las rocas; tranquilo, no es nada grave, está bien; pero tiene una fractura muy fea en la pierna, y deben operarle para fijarla, pero por lo demás está bien- me explicó. Suspiré aliviado, por un momento me puse en lo peor.
-Vaya; ese tipo de accidentes no son graves, pero si muy engorrosos- comenté. Ella me dio la razón.
-Sí, y si encima el paciente no deja de refunfuñar por todo, peor todavía- me reí, imaginando a Charlie protestando cual niño pequeño, y llevando a todo el mundo de cabeza en el hospital.
-Me lo creo, pero tienes que admitir que es una buena señal; eso significa que está bien... ¿y tu examen de derecho penal?; lo tienes la semana que viene -le recordé.
-Verás, he estado hablando con ellos, y Sue va a necesitar ayuda con mi padre, también hay que estar pendiente de la abuela... y dado que lo llevo bastante mal, he decidido dejarlo para septiembre, es el único que me queda por hacer- me informó.
Me dolía perder esos días que me quedaban para poder verla en persona... pero también sabía que Bella no iba a estar tranquila, con su padre así. Necesitaba verla, contarle todo este tinglado, y por supuesto, despedirme de ella en persona,; una idea cruzó mi mente.
-¿Rose sigue allí?-.
-Si, quedó con Emmet que vendría a buscarla- me explicó.
-¿Te molesta que vaya?; me gustaría verte, y despedirme en persona... no te voy a ver en tres meses, y aunque estaremos en contacto, no será lo mismo- dije en un murmullo. Ella se quedó unos segundos callada... quizá no quería verme, pensé con pena para mis adentros.
-No, claro... yo también quiero verte antes de qué me vaya- dijo.
-Estaré allí en media hora- sin darle tiempo a decir nada más, colgué el teléfono, buscando a Emmet y a mi hermana. Seguían en el mismo sitio, charlando con Sam y mis padres. Les conté lo sucedido, y mi hermana y Jasper fueron a prepararse, ya que también querían despedirse de Bella. Mis padres y Sam me mandaron muchos besos y ánimos para ella.
-Mañana mismo llamaré a Sue- dijo mi madre, a lo que mi padre asintió preocupado. Les agradecí su gesto, y en quince minutos, salíamos en dos coches hacia la casa de mi niña.
El sonido de mi teléfono móvil me sacó del mundo de los sueños; a tientas lo cogí, sin ver quién era.
-¿Diga?- murmuré con voz pastosa y los ojos todavía cerrados.
-¡¿Cómo no nos contaste que te veías con Edward?- por debajo de la entusiasta voz de Rosalie, el chillido de la pequeña duende resonó en mis dormidos oídos... y terminó de despertarme.
Me incorporé en la cama, bostezando mientras oía los gritos de alegría de mis amigas.
-¿Cómo os habéis entera...- corté la frase a medias -vale, Emmet- suspiré, rodando los ojos.
-Si, el nos contó que ayer pilló a Edward escaqueándose... y hoy en el desayuno le ha preguntado por ti, y se ha puesto rojo como un tomate- contó Alice, ya que Rose había puesto el manos libres.
Reí ligeramente, mientras la imagen de Edward, rojo como un pimiento, venía a mi mente.
-Nunca lo habría pensado de mi hermano, escaparse de palacio... no puede ser más romántico-.
-Desde luego, será una historia preciosa para contar a vuestros nietos- apuntilló Rose.
-¿Tus padres se han enterado?; no quiero que tenga problemas por mi culpa- seguía con mi preocupación en mi cabeza.
-¡Nooo!, tranquila por eso. Emmet le ha prometido, bueno todos nosotros -aclaró- que guardaremos el secreto- dijo mi pequeña amiga.
-Queremos que nos lo cuentes todo... de modo que prepara el café, que salimos para allá- dijo Rosalie.
-¿No se supone qué tenéis clase?- recordé, arqueando una ceja... pero la línea ya se había cortado.
Suspirando, me levanté para ducharme y preparar el desayuno. Al de media hora, ya tenía a mis amigas en la puerta, con una bandeja de bollos y expectantes y ansiosas. Nos acomodamos en el sofá, en torno a la mesita pequeña. Alice, fiel a su costumbre, acaparó todos los cojines, sentándose en el suelo y apoyada en el sofá individual, mientras que Rose y yo doblamos las piernas en el sofá grande, enfrente de ella.
-Desembucha- el tono tan serio de Rosalie hizo que me riera por lo bajini.
Les conté la historia completa; ellas me escuchaban atentamente, mirándose con una sonrisa cómplice. Al terminar, me quedé callada, esperando su opinión.
-¿Y está funcionando su "plan de reconquista"?- preguntó Alice, después de dar un bocado a su bollo de crema.
-No creo que Edward necesite un plan de reconquista- dijo Rose, obvia. La miré sin entender.
-Bella... le has perdonado... y a mi no me engañas; nunca has dejado de quererle, ni un solo segundo- afirmó Rose, pagada de si misma. Desvié mi vista hacia el suelo, que de repente, se había convertido en lo más interesante del mundo.
-Bellie, ¿qué ocurre?- Alice gateó hacia mi, apoyando su cabeza en mis piernas. Luché por contener las lágrimas.
-Soy tan distinta a él Alice... y nunca podré estar a la altura de lo que se espera de mi-.
-Eso no es verdad, y lo sabes muy bien; todos te hemos apoyado y enseñado, y eres una excelente alumna- me dedicó una sonrisa de ánimo.
-Pero tienes miedo- la afirmación de Rosalie dio justo en el clavo. Asentí levemente, con la cabeza. Alice me tomó de la mano, apretándola gentilmente.
-Bellie, comprendo que puede dar miedo introducirse en este mundo; a veces es complicado para nosotros mismos... pero tienes todo el apoyo de la gente que te quiere; ya nadie se acuerda de esas fotos- me explicó
-¿Habéis averiguado algo?- pregunté curiosa, y queriendo dar a entender que quería zanjar el tema.
-Están en ello, te prometo que te pondré al corriente en cuánto tengamos confirmadas unas sospechas que hay por ahí- le di las gracias con una sonrisa.
-¿Y vosotras?, ¿qué me contáis?- intenté animarme un poco. Estuvimos hablando durante horas poniéndonos al día y charlando como en los viejos tiempos; aunque en esos meses las había visto, cierto que no era lo mismo, y ahora todo parecía que volvía a ser cómo antes de aquella noche.
Nos despedimos a la hora de comer; Alice debía volver a palacio, Rose a sus estudios... y yo hoy tenía que exponer un trabajo en una de las clases. Estaba muy nerviosa, y no hacía más que repasar una y otra vez los manoseados folios. Al final el temido momento llegó.
-Isabella Swan- la voz de la profesora me sacó de mis ensoñaciones. Un poco roja, por la vergüenza, me situé enfrente del improvisado atril, sin levantar la vista de los papeles.
Siempre me había dado muucha vergüenza a hablar en público... pero no me quedaba más remedio. Carraspeé, intentado aclararme la voz, pero se me quedó atorada en la garganta. Oí las risitas y cuchicheos de mis compañeros... y uno llegó a mis oídos, alto y claro.
-¿Y ella pretendía ser la princesa de Gales?- la muchacha escondía su sonrisa malévola.
-Ni siquiera sabe hablar en público...- me quedé estática, con la mirada gacha; no me di cuenta de que la señora Walford se había acercado a mi lado.
-¿Se encuentra bien, señorita Swan?- interrogó preocupada. Esas palabras hicieron que, de repente y sin saber cómo, levantase la mirada, mirando fijamente a mis compañeras. Ellas dejaron de reírse cuándo mi mirada se cruzó con la suya. Con una determinación que no sabía que poseía, me puse derecha, mirando al frente. Le hice un gesto afirmativo con la cabeza a mi profesora, que me dio la réplica para empezar.
-La organización diplomática comprende varios protocolos a seguir; en casos de...- mi voz era suave, pero a la vez segura y decidida. Apenas necesité mirar el papel más de dos veces, debido a que me sabía el texto de memoria, por haberlo leído un millón de veces; incluso me atreví a gesticular con las manos, dando énfasis a detalles importantes.
Nada más terminar de pronunciar la última palabra, la señorita Walford y mis compañeros empezaron a aplaudir, haciendo que me sonrojara ligeramente.
-Muy bien señorita Swan- me felicitó la profesora, mientras escribía algo en su cuaderno. Le di una tímida sonrisa de agradecimiento, volviendo a mi sitio, ya que la señora Walford revisó la lista, para llamar a otro de mis compañeros. Respiré aliviada y contenta conmigo misma... si le cuentan ésto al señor Berty, mi profesor de literatura en Forks, seguro que no se lo creería.
Al llegar a casa, lo primero que hice fue llamar a Edward, que respondió al segundo tono.
-Qué cerca estabas del teléfono- le dije a modo de saludo.
-Lo tenía aquí al lado; ¿cómo estás?- me preguntó. Su voz, cálida y aterciopelada, hizo que mi corazón palpitara deprisa.
-Bien; acabo de llegar a casa- le contaba mientras me dirigía a la cocina.
-¿Cómo ha ido la exposición del trabajo?-.
-Pues me salió muy bien; según la señora Walford, de los mejores que ha oído en mucho tiempo- decidí omitir los comentarios que hicieron mis compañeras.
-¿Lo ves?, estaba seguro de que lo harías muy bien- me reprendió en broma.
-¿Qué haces?- interrogué curiosa.
-He terminado un trabajo, y estoy viendo una película que bajé el otro día de internet- explicó divertido.
-Ahhh... por cierto, ¿sabes que las chicas se han plantado en mi casa, después de que Emmet se fuera de la lengua?-.
-Me lo suponía; ¿te has enfadado?- de repente, su tono de voz pasó de alegre y despreocupado a serio y demandante.
-No, sabía que tarde o temprano se tendrían que enterar... además, que el secreto haya durado más de un mes ha sido asombroso- murmuré de vuelta.
-Sí, demasiado... ahora cada vez que quiera verte me tendrá que acompañar... pero tranquila, se quedará abajo en el coche- me tranquilizó, sabiendo lo que pasaba por mi cabeza.
-Está bien- suspiré -¿vendrás mañana?- puse un tierno puchero, a pesar de que no me veía.
-Claro que sí... y no hace falta que me pongas caritas de cordero degollado- explicó divertido.
-Me conoces demasiado- murmuré sarcástica.
-¿Sabes que haría cualquier cosa por ti?, ¿y que iría a dónde tu me lo pidieses sin dudarlo un segundo, no?- me preguntó en un susurro ahogado.
Mi sonrojo se abrió paso, extendiéndose por toda mi cara, a la vez que una tímida sonrisa asomaba por mis labios.
-¿Bella, estás ahí?- su voz al otro lado del teléfono me devolvió a la tierra.
-Ehhhmmm... si, si- respondí, un poco nerviosa.
-Te veré mañana- dijo a modo de despedida.
-Hasta mañana- me despedí, quedándome con el teléfono en la mano, pensando. Me quedé estática unos minutos, hasta que mi estómago clamó por algo de comida. Después de una cena ligera, salí a la terraza, con mi inseparable café. Entre sorbo y sorbo, mi mente voló a recuerdos dulces y amargos.
Por mucho que intentara convencerme a mi misma, tal y cómo había dicho Rosalie esta mañana, no había dejar un sólo segundo de quererle.
Le amaba, más que a mi vida... pero las dificultades y los problemas hacían que no todo fuese un camino de rosas.
Tenía miedo, y mucho; miedo de no poder soportar esa presión... cómo me había ocurrido hoy en la exposición. Pero esa rabia contenida, después de todas las críticas recibidas, de todo ese acoso al que habíamos sido sometidos, hizo que un valor y aplomo, que no sabía que tenía, saliese a flote, y me enfrentase a ello... y lo más asombroso y curioso de todo, lo había conseguido y había sabido salir del atolladero.
Una parte ilusionada de mi mente pensó por unos segundos que sí podía, que sería capaz de estar a lado de Edward en su tarea, compartir todo eso con él... y sobre todo, de volver a estar a su lado.
Cada día que le veía cruzar la puerta de mi casa, hacía un esfuerzo tremendo por no abalanzarme contra sus labios, y besar esa boca tan sexy y suave. Las miradas que me dedicaba estaban llenas de tantos sentimientos contenidos... deseo, pasión, complicidad, cariño, ternura... amor. Su amor, que nunca dejó de ser mío... y mi corazón, del que él sería el dueño, pasara lo que pasara en el futuro...
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EDWARD PVO
Estaba en mi habitación, con una taza de café encima de mi escritorio, al lado de los innumerables folios de apuntes, y varios libros abiertos encima de la mesa. Ya estábamos a principios de junio, y los exámenes finales habían llegado. Lo que más me fastidiaba es que no podía ver a mi niña tanto como antes, y para colmo de males, después de los exámenes se marchaba a Forks, y no podría verla hasta septiembre.
Este verano, mis padres habían aplazado sus vacaciones hasta agosto; en julio se iban de visita oficial a Australia y Nueva Zelanda... y yo iría con ellos, al igual que mi hermana. No regresaríamos hasta agosto a Londres...
Cada día soportaba menos el tener a mi niña tan cerca de mi, y tener que hacer un esfuerzo sobrehumano por no aprisionarla entre mis brazos y besar sus dulces labios, que sabían a frutas, como toda ella... la añoraba cada día más... y cómo me confirmó mi hermana, tenía miedo. Eso no se lo podía reprochar ni negar, a veces a mi también me asustaba este mundo. No sabía qué hacer para convencerla, ni que decirle. Pero una cosa tenía clara, no podría soportar una negativa por su parte; la necesitaba a mi lado como el aire que respiraba, cómo mi mujer...
Alice escuchaba mis lamentaciones, al igual que Rosalie y el resto, y sólo pudieron consolarme y animarme, alegando que Bella debía enfrentarse a sus miedos... y lo qué no podía hacer, bajo ningún concepto, era darle un ultimátum.
Unos suaves golpes en la puerta me distrajeron de mis pensamientos. Mi madre apareció, cerrando la puerta tras de sí y acercándose a mi altura.
-¿Cómo lo llevas?- me pasó un brazo por los hombros, mientras que con su mirada señalaba los libros y los apuntes.
-Espero que bien; he conseguido ponerme al día; no espero una matrícula de honor, pero bueno- me encogí de hombros, y de mi garganta salió un suspiro.
-¿Pensando en ella?- mi madre era demasiado intuitiva, y no pude menos que sonreír ante la mención a mi princesa.
-Si- admití .
-¿La echas de menos, verdad?- mi madre se sentó a mi lado, dispuesta a escucharme.
-Mucho; mamá, se que metí la pata esa noche... y no sé si la he perdido- negué con frustración.
-Alice me ha dicho que has estado viéndola- me dijo con una pequeña sonrisa.
-Parece que no se puede tener secretos- bufé enfadado.
-No te enfades con tu hermana cariño; además, me ha dicho que más o menos lo vais arreglando- dijo esperanzada.
-No lo sé mamá... ya no sé que pensar-.
-Tiene miedo Edward, y debes entenderlo; pero hay una cosa cierta- la miré sin entender lo que quería decir.
-Si ella te quiere tanto cómo tu la quieres a ella, y me consta que es así -recalcó- tarde o temprano volveréis a estar juntos, y no le importará la presión y la sacrificada vida que tendréis que llevar- me explicó.
-¿Tú crees?- pregunté esperanzado -te juro que estaba pensado plantarme en su casa y ponerme de rodillas... y pedirle que se casara conmigo- mi madre sonrió.
-No lo dudo, te conozco demasiado, pero tenéis que terminar los estudios- me recordó.
-La quiero a mi lado mamá, como princesa y lo más importante, cómo mi mujer- ella palmeó mi hombro, mirándome con cariño.
-Paciencia, y apóyala en todo, escúchala; es lo único que te puedo aconsejar- asentí con la cabeza.
-¿Papá?- interrogué curioso.
-Esta en la antecámara de su despacho; quiere vernos a todos allí- salimos de mi habitación, rumbo a la improvisada reunión. Allí estaban, aparte de él, Alice y Jasper, Emmet, Sam, Preston y el coronel Somerland.
-¿Y Rosalie?- pregunté a mi amigo.
-Está con Bella- me respondió. Me acerqué a mi padre, curioso.
-¿De qué va todo ésto?- el rostro de mi padre mostraba enfado y seriedad. Viendo el rictus de su cara, me acerqué a Jasper.
-¿Qué pasa?-.
-No lo sé... pero me da que han encontrado algo en los registros- me tensé, y puse la misma cara que mi padre.
Iba a preguntarle algo, pero al instante entraron varias personas del servicio. Miré sus caras una a una... y al verle ahí delante, caí en la cuenta. Pero me callé, y esperé a que Preston hablara.
-Señoras y señores; cómo ustedes saben, se les informó de que iban a hacer mejoras en sus residencias... pero no era así-. Mi padre tomó la palabra.
-Me costó mucho trabajo tomar esta decisión; nunca pensé que pudiera tener a una persona desleal trabajando para mi; pero por desgracia, es todo lo contrario-. Ellos se miraban sorprendidos.
-Las fotos publicadas en diciembre del príncipe Edward y la señorita Isabella, fueron sustraídas del ordenador personal de su alteza- me señaló con la mano. Los empleados se quedaron atónitos, sin poder creer lo que estaban oyendo.
-Son fotos personales, que sólo poseían ellos dos; cada uno tenía copia de esas fotos en sus portátiles personales. Hemos deducido que debió ser en verano, obviamente, dado que la familia no estaba en Londres- explicó Sam.
-La señorita Isabella se llevó su portátil a Forks, de modo que sólo quedó aquí el del príncipe Edward -Preston tomó la palabra; obviamente, la señorita Isabella no filtró esas fotos a la prensa, de modo que no nos queda otro remedio que pensar que alguien robó esas fotos- los empleados no daban crédito a lo que escuchaban.
-Y por supuesto, debe ser alguien cercano; no se puede acceder al palacio como quién va a una cafetería. Hemos registrado cada una de las habitaciones... y hemos hallado un aparato muy sospechoso- el coronel Somerland tomó la palabra, sacando un pen-drive de su bolsillo.
-Este pequeño aparato, a la vista puede parecer un simple pen de almacenamiento de datos... pues no; este artilugio lleva en su interior un microchip de alta tecnología, capaz de desencriptar claves y contraseñas de acceso- estaba alucinado, no podía creer lo que estaba escuchando.
-¿De modo que conectando eso a un ordenador... se pueden saber claves de acceso?- pregunté, con la vena de mi cuello hinchada de furia.
-Claves de acceso, contraseñas... absolutamente todo; es un aparato poco común. Sólo lo poseen departamentos de investigación oficiales y la policía científica- el coronel Somerland miró a mi padre, que tomó la palabra.
-¿Puede explicar porqué estaba en su habitación... Félix?- el aludido se quedó blanco como la cal ante la mención de su nombre. Mi madre le miraba fijamente, con los ojos entrecerrados, Emmet, Jasper y Alice con rabia contenida; el resto perplejidad.
¿Cómo no nos dimos cuenta antes?; no sabía porque, siempre había mirado a mi niña con mala cara, incluso se notaba que yo no le era simpático, y no sabía el motivo. Ni Bella ni yo mismo le habíamos hecho nada. Mis puños se fueron cerrando, sacando toda la rabia contenida durante meses. Por su culpa, había perdido a Bella, y me las iba a pagar. Me adelanté un paso, encarándole. El muy traidor me aguantó la mirada, con arrogancia y altivez.
-¿Por qué?- pregunté simplemente -¡¿qué te hemos hecho Bella y yo, para hacernos tanto daño?- interrogué, bramando a pleno pulmón.
-Todavía no pueden demostrar que eso sea mío- respondió con voz fría.
-¿Entonces cómo lo explicas?- la voz de mi padre, autoritaria como nunca, resonó en la habitación.
-¿Y todavía te atreves a negarlo?- Félix dio un paso adelante, acercándose a mi, pero Emmet le paró, poniendo su musculoso brazo entre nuestros cuerpos.
-Un paso más y te prometo que no lo cuentas- le advirtió, apuntándole con el dedo índice de su otra mano.
Félix tragó saliva, ante la mirada de Emmet, que no daba lugar a réplica alguna. Mi madre, saliendo se su estupor inicial, se dirigió a los otros empleados.
-¿Podrían dejarnos a solas, por favor?- Sam, el coronel Somerland y los compañeros de Félix, salieron, quedándonos el resto allí. Mi cuñado tomó la palabra.
-Féilx, sabemos que tú no vendiste esas fotos a la prensa- miré a mi cuñado interrogante, al igual que mis padres.
-¿Estás diciendo que hay más gente implicada?- la pregunta de mi madre se adelantó a la mía.
-Hemos estado hablando con periodistas, extraoficialmente, por supuesto; Sam está al tanto- explicó mi hermana.
-Jacob Black y Seth y Leah Clearwater nos estuvieron contando cómo llegaron esas fotos a las redacciones-.
-¿Black?- pregunté, rodando lo ojos, el que faltaba.
-No Edward, no pienses mal. El recibió las fotos en la redacción del Daily Mirror, y se dio cuenta al segundo que no eran fotos hechas por periodistas- explicó mi hermana a los presentes.
-Se negó a publicarlas, y le despidieron- añadió Jasper.
-En una de las ruedas de prensa que diste- Alice miró a papá- les oímos comentar algo acerca del tema, de modo que al terminar, hablamos con ellos-.
-Han estado investigando, y parece ser que las fotos las entregaron en mano, en las recepciones de las distintas sedes, por un mismo hombre- explicaba Jasper.
-Cuya descripción no coincide en absoluto con Félix- decía mi hermana, mirando con furia al aludido. Escuchaba alucinado la historia, y desde luego, mi hermana y Jasper se merecían un buen regalo. Estaba perdonada por haberle contado a mi madre mis encuentros con Bella.
-¿Por qué no me contasteis la parte de los periodistas?- interrogué confuso.
-Edward, queríamos confirmarlo antes de decir nada- se excusó la pequeña duende.
-¿Es cierto todo lo que se está contando aquí?- la pregunta de mi padre iba directamente al culpable, en parte. Permaneció en silencio, agachando la mirada; pocas veces había visto a mi padre así de enfadado.
-Responde a su majestad- la autoritaria voz de Preston resonó en mi habitación.
-Yo sólo fui el intermediario, para conseguir esas fotos- confesó en un murmullo. Mi paciencia estalló en pedazos.
-¿Por qué lo hiciste?, ¿te das cuenta de que has hecho mucho daño, a gente que no se lo merecía?- le preguntó mi madre.
-Tuvieron suerte y no les pillaron en ese exclusivo resort, pero el escándalo se hubiera montado igual si algún periodista hubiese hecho fotos allí- dijo sin venir a cuento.
-Ese no es el tema; si nos hubieran cazado los periodistas en Mahe, nos hubiéramos resignado y lo habríamos aceptado- bufaba cabreado, puedo jurar que mi nariz echaba humo -el quid de la cuestión, es que eran fotos personales, qué sólo poseíamos Bella y yo... y las robaste- le expliqué la diferencia con enfado y un tono sarcástico.
-Dinos quién está detrás de ésto... y te prometemos un trato justo. Por supuesto, estás despedido desde este mismo instante; no puedo tolerar a un empleado que traiciona la confianza de sus superiores- le dijo mi padre, muy serio.
-Y más aquí, que la discreción es fundamental- dijo mi madre. El silencio volvió a reinar en la habitación.
-¡Habla de una vez!- me acerqué de nuevo a el, con mis puños apretados, pero Emmet me apartó antes de llegar a su lado, tranquilizándome.
-Edward, tranquilo hijo- mi madre me miraba, pidiendo calma... y tenía razón... por más que quisiera partirle la cara, debía mantener la compostura. Al ver el silencio de Félix, mi padre tomó la palabra. Cogió el teléfono, apretando el botón de seguridad. Al momento el coronel Somerland, junto con Embry y Nick, entraron.
-Por favor, acompañen a Félix mientras recoge sus efectos personales, después llévenlo al despacho de Preston, que firme los documentos pertinentes y asegúrense de que cruza las puertas de esta casa- ordenó mi padre.
Félix se dio la vuelta, saliendo sin decir una palabra, y ni siquiera sin poder mirarnos a la cara. Una vez salieron, Sam entró, cerrando la puerta tras nosotros.
-No puedo creerlo- mi padre se dejó caer en la silla, completamente anonadado.
-Nunca nos había pasado nada igual- mi madre estaba consternada -creo que siempre hemos tratado bien a las personas que han venido a trabajar aquí- mi hermana se acercó a ella, reconfortándola.
-Pero no nos ha dicho nada, ¿cómo vamos a averiguar para quién trabajaba?- interrogué. Lo único que quería era saberlo, para romperle la cara, por todos estos meses de sufrimiento, tanto los míos como los de mi niña.
-Hemos pensado algo- dijo Jasper. Todos atendimos a su explicación.
-Obviamente, no podemos poner a policías ni a nadie de seguridad- relató.
-No son muy discretos... pero los periodistas saben camuflarse- dijo Alice, pagada de sí misma.
-Jacob, Seth y Leah nos han ayudado mucho, de modo que estarían dispuestos- terminó de explicar mi cuñado. Mis padres parecieron meditar unos minutos.
-¿Qué opinas?- interrogó mi padre a Sam.
-Ya que ellos nos han proporcionado información muy valiosa, y conocen más o menos el asunto, y no han dicho nada a nadie- aclaró - no me parece muy descabellado- meditó.
-Se le puede enseñar una foto de Félix, y que lo sigan; ya que no ha confesado, lo más lógico es que trate de ponerse en contacto con sus compinches, para advertirles- teoricé en voz alta.
-Es muy posible- aprobó Jasper... pero mi hermana y él se dedicaron una mirada extraña.
-Está bien; hablen con ellos... pero por favor, que no se sepa nada de ésto; sólo nos falta otro escándalo y un debate sobre a quién contratamos y metemos a nuestra casa- pidió mi padre, a lo que todos asentimos.
-Mañana mismo hablaré personalmente con ellos, junto con Sam- explicó Jasper.
Ellos se quedaron unos minutos más, y yo me fui a dar un paseo por los jardines. Necesitaba aire fresco, y digerir todo ésto que había ocurrido... y hablar con mi niña, necesitaba escuchar su voz.
Fui a mi cuarto y tomé el móvil. Una vez me acomodé en el suelo, con la espalda apoyada en el sauce, en el lugar dónde Bella y yo nos refugiábamos, marqué su número. Vi que tenía tres llamadas perdidas de ella. Tardó un poco en cogerme, pero al final lo hizo.
-Hola- su voz suave llenó mis oídos; hubiera dado cualquier cosa por tenerla enfrente mío, y comérmela a besos.
-Hola, siento no haberte cogido antes- me disculpé.
-Tranquilo; supuse que tendrías una reunión o que estarías estudiando- me tranquilizó. Su tono mostraba preocupación, la noté muy rara.
-¿Estás bien?, ¿Bella, qué pasa?- interrogué extrañado.
-Edward... me voy a Forks- dijo en un hilo de voz.
-Eso ya lo sé; te vas dentro de dos semanas- le recordé.
-Me voy mañana... a las seis de la mañana- mi corazón se paralizó en ese mismo instante.
-¿Por qué?- susurré.
-Mi padre ha tenido un accidente-.
-¡¿Qué?, ¿qué ha ocurrido?, ¿es grave?- me puse de pie de un salto, yendo hacia el interior de palacio.
-Se cayó mientras estaba pescando en los acantilados de la Push, se resbaló y se dio contra una de las rocas; tranquilo, no es nada grave, está bien; pero tiene una fractura muy fea en la pierna, y deben operarle para fijarla, pero por lo demás está bien- me explicó. Suspiré aliviado, por un momento me puse en lo peor.
-Vaya; ese tipo de accidentes no son graves, pero si muy engorrosos- comenté. Ella me dio la razón.
-Sí, y si encima el paciente no deja de refunfuñar por todo, peor todavía- me reí, imaginando a Charlie protestando cual niño pequeño, y llevando a todo el mundo de cabeza en el hospital.
-Me lo creo, pero tienes que admitir que es una buena señal; eso significa que está bien... ¿y tu examen de derecho penal?; lo tienes la semana que viene -le recordé.
-Verás, he estado hablando con ellos, y Sue va a necesitar ayuda con mi padre, también hay que estar pendiente de la abuela... y dado que lo llevo bastante mal, he decidido dejarlo para septiembre, es el único que me queda por hacer- me informó.
Me dolía perder esos días que me quedaban para poder verla en persona... pero también sabía que Bella no iba a estar tranquila, con su padre así. Necesitaba verla, contarle todo este tinglado, y por supuesto, despedirme de ella en persona,; una idea cruzó mi mente.
-¿Rose sigue allí?-.
-Si, quedó con Emmet que vendría a buscarla- me explicó.
-¿Te molesta que vaya?; me gustaría verte, y despedirme en persona... no te voy a ver en tres meses, y aunque estaremos en contacto, no será lo mismo- dije en un murmullo. Ella se quedó unos segundos callada... quizá no quería verme, pensé con pena para mis adentros.
-No, claro... yo también quiero verte antes de qué me vaya- dijo.
-Estaré allí en media hora- sin darle tiempo a decir nada más, colgué el teléfono, buscando a Emmet y a mi hermana. Seguían en el mismo sitio, charlando con Sam y mis padres. Les conté lo sucedido, y mi hermana y Jasper fueron a prepararse, ya que también querían despedirse de Bella. Mis padres y Sam me mandaron muchos besos y ánimos para ella.
-Mañana mismo llamaré a Sue- dijo mi madre, a lo que mi padre asintió preocupado. Les agradecí su gesto, y en quince minutos, salíamos en dos coches hacia la casa de mi niña.
Atal- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Capítulo 29: Abriendo los ojos
Nada más abrir la puerta, la pequeña duende se tiró a mis bazos, sollozando.
-Bellie, no quiero que te vayas tan pronto- me dijo con un puchero.
-No me voy para siempre, pequeña duende; simplemente adelanto mi viaje dos semanas. Además, el ocho de septiembre tengo que estar de vuelta, para el examen- dije rodando los ojos. Emmet emitió un ligero carraspeo, ya que alice bloqueaba el paso y el resto estaban en el rellano de la escalera. Saludé a Emmet y Jazz con un beso en la mejilla, y Edward entró el último, con las manos en los bolsillos de sus vaqueros. Una sonrisa apareció tímidamente en mis labios, al igual que el rubor en smis mejillas. Dudando se acerquó a mi, besando mi mejilla y sintiendo un calor familiar.
-Hola- dije, azorada por la situación.
-Hola mi niñ...- se calló, al ver cuatro pares de ojos mirándonos con una sonrisilla inocente. Rodó los ojos, mientras yo cerraba la puerta y el resto se adentraba en el salón.
-Tengo cosas que contarte; hemos pillado al que robó las fotografías- me explicó, todavía en la entrada del piso. Mis ojos se abrieron por la sorpresa.
-¿De verdad?- asin tió, mientras me pasaba una mano por la espalda, indicándome que pasara a la sala; una vez allí, después de que les tranquilizara en persona, diciendo que mi padre estaba bien, me contaron todo lo que habían descubierto hoy.
-Entonces... aparte de Félix... ¿hay alguien más implicado?- pregunté con sorpresa y enfado en mi voz.
-Sí; y lo vamos a descubrir, créeme- me aseguró Jasper.
-Nunca le caí bien... pero no le hice nada, no le hicimos nada- sme auto corrigió, con voz consternada -¿por qué?- balbuceé, mientras una lágrima caía por mi mejilla. Edward se acercó para consolarlme, y sin poder evitarlo, me aferré con mis puños a su sudadera, escondiendo mi cara en su pecho y llorando.
-¿Por qué?- pregunté entre hipos llorosos. AEdward acariciaba mi espalda su espalda, intentando reconfortarme.
-No lo sé cariño-. No levanté su cara cuándo ne llamó así, pero esbocé una tímida y vergonzosa sonrisa.
-Pues por dinero, obviamente. No creo que lo hiciera gratis, sin sacar un sólo beneficio- masculló Rosalie entre dientes.
-Tarde o temprano todo saldrá a la luz, y pillaremos a los verdaderos capullos- siseaba Emmet.
Después de un rato más hablando, en el cual me quedé en sus brazos, los chicos se despidieron, queriéndonos dar un poco de intimidad. Volví a la sala y me sentó a su lado, suspirando.
-¿Sospechas de alguien?- pregunté en voz baja. Se pasó las manos por su desordenado pelo, intentando sacar algo en claro.
-No se me ocurre nadie en concreto... pero visto lo visto, puede ser cualquiera- meditó en voz alta.
-¿Me mantendrás informada?- interrogé, mordiéndome el labio.
-Claro qué si; te llamaré todos los días- me dijo con una pequeña sonrisa.
-Gracias- agradecí tiernamente.
-Es lo menos que puedo hacer... sólo espero enterarme pronto... para tener al culpable enfrente y partirle la cara- siseó enfadado.
-Tú no eres así, Edward- le reproché a buenas.
-¿Cómo quieres que sea con este asunto?; te recuerdo que quién haya sido nos la ha jugado- se levantó, paseando nervioso de un lado a otro.
-Cálmate, por favor- estaba muy nervioso y enfadado... pocas veces le había visto así.
-Bella, no puedo calmarme- se agachó de rodillas, quedando enfrente mío y tomando mis manos- por su culpa he perdido a lo más bonito que tenía a mi lado. Sé que no puedo ni debo pedirte ésto... pero no aguanto más- elevó una rodilla, quedándose con una hincada en el suelo. Me quedé sin respiración... ésto no podía estar sucediendo.
-Bella... no puedo vivir sin ti. Te quiero en mi vida, a mi lado. Sólo así podré compensarte por todo el daño que te hice esa noche... día a día, estando contigo. Sé que este mundo te asusta y te aterra; la presión, estar en el ojo del huracán... pero también sé que si me aceptas de nuevo, juntos podremos hacerle frente, y superarlo- agachó la mirada, mirando nuestras manos unidas. Una de mis lágrimas cayó encima de ellas; quería decirle algo, pero la voz no me salía.
-Sé que será difícil y complicado, y soy consciente de los sacrificios que tendrás que hacer... pero prometo estar a tu lado, ayudándote y queriéndote. Te amo, Isabella Swan- mi corazón se disparó, imaginándome la frase que veía después.
-No quiero que me respondas ahora. Sé que es una decisión complicada y difícil...- se paró, sacando de su bolsillo una cajita de terciopelo negro. Iba a abrirla, pero lo detuve con mis manos.
-Edward... yo te quiero, más de lo que te puedas imaginar... per...- me puso un dedo en mis labios, haciéndome callar.
-No digas nada; por favor. Sólo piénsalo- me susurró, con la voz contenida. Sin decir una palabra más, se levantó, guardando la caja de nuevo en su bolsillo y dirigiéndose a la entrada. Me quedé inmóvil, viendo cómo salía por esa puerta.
-Edward- lo llamé en un murmullo, que apenas se pudo escuchar en la habitación. Se volvió, girándose lentamente sobre sus talones. Me acerqué a él, con lágrimas en mi cara.
-Edward... debes encontrar a alguien que sepa estar a la altura- no pude mirar sus ojos, cristalinos por el llanto. Meneó la cabeza, queriendo ocultarlos.
-Bella... si el problema es que sea príncipe... estoy dispuesto a hacer ese sacrificio... porque sé que lo que ganaría sería mil veces mejor que un trono-.
La palabra sacrificio se clavó a fuego en mi memoria... yo no merecía tal consideración. Y él me leyó el pensamiento, ya que siguió hablando.
-Mereces todos los sacrificios que pueda hacer; tu corazón es el mejor reino que podría ganar- paralizada por sus palabras, lo siguiente que vino me pilló desprevenida. Su beso, demandante y furioso hizo que mi cuerpo ardiera y se consumiera. Las caricias que me brindaba estaban impregnadas de tantos sentimientos contenidos... mi corazón volvió a palpitar de vida, cada herida cicatrizaba de una forma alarmante, cómo si fuera inmortal.
Algo en mi interior decía que debía parar, aunque no lo quisiera en absoluto. Necesitaba esos besos para seguir viva... necesitaba a Edward.
Poco a poco fue deshaciendo ese desgarrador beso, pero no dejó de besar mis labios, con cortos y suaves toques, sus manos acariciaban mi cara, mi cuello... y yo también le correspondía, pese a que sabía que debía de detener esta locura, mi corazón ordenaba todo lo contrario, y le correspondí con la misma intensidad. Suavemente, se separó de mí, acariciando mi cara con sus manos.
-Adiós Bella- se dio la media vuelta, desapareciendo por las escaleras con paso presuroso. Me quedé tan pegada al suelo, que sólo pude correr hacia la ventana, viendo cómo se montaba en el coche, junto a Emmet, y desaparecía bajo la noche cálida de Londres.
Aledaños de la mansión de los Platt; Surrey, este de Inglaterra.
Jacob abrió la puerta del coche, haciendo que Seth saltase en su asiento, debido al susto. Todavía les costaba digerir lo que el duque de Norfolk les había contado acerca de los Platt. Jasper y la propia princesa Alice les habían encargado, bajo secreto de estado, por así decirlo, dos cosas. Que vigilaran a un tal Félix... y a los Platt.
Desde que palacio descubriera el dichoso aparatito desbloquea-ordenadores, cómo ellos lo había bautizado, y un empelado admitiera que era suyo, y que él había hecho el trabajo sucio, y las sospecha de la princesa, de que su propia familia estaba en el ajo, no hacían otra cosa que vigilar.; pero si el comentario de Tanya era tal y como les había explicado la princesa, estaba claro que algo sabía.
Jake le pasó su café y su sandwich de pavo a Seth, que lo atacó cual presa de caza. Jake meneaba la ensalada con el tenedor, dando pequeños sorbos a su coca-cola.
-Llevamos más de un mes montando guardia aquí; ¿crees que sacaremos algo en claro?- la pregunta de Seth hizo meditar a Jake.
-No lo sé... si la historia es tal y como nos la han contado, dudo mucho que sea mentira; es el hermano, quiero decir -hermanastro- se auto corrigió Jake -de la reina, y no pueden formular una acusación así por así si no tuvieran indicios- decía.
-Ese Platt es un pájaro de mal agüero... una cosa es cierta... no se lleva especialmente bien con la reina- contaba Seth. La prensa se hacía eco muchas veces de las excentricidades y salidas de tiesto de los Platt, que se creían que llevaban el título real tatuado en la frente. Más de una vez palacio tuvo que salir a maquillar ciertas actitudes y comentarios de la dichosa familia, y darles toques de atención.
-Llevan mucho tiempo desaparecidos de las revistas... demasiado- murmuraba Jake con el ceño fruncido; si te soy sincero, no te extrañe que ellos tengan algo que ver-.
-¿Qué motivos tendrían para hacerlo?- Seth no entendía nada.
-La sobrinita- Jake hizo un mohín al mencionar a Tanya -a la niña le ha gustado Edward siempre, ¿me comprendes?- Seth empezó a ver claro el tema.
-¿Crees que lo hicieron para que Tanya sedujera al príncipe?- Seth preguntó de nuevo.
-No lo sé; según lo que sabemos, creo que es más bien una venganza hacia Edward, por no caer en la redes de la niña. Ser hermanastro de la reina tiene sus ventajas... ¿te los imaginas como tíos de la reina, y para más inri, criada por ellos?- relataba Jake entre bocado y bocado -¿cómo crees que han conseguido la fortuna que tienen?- preguntó obvio y burlón a la vez.
-¿Te imaginas a Tanya de reina?- la mueca de Seth era de terror absoluto.
-No quiero ni pensarlo; ¿recuerdas cuándo la pillamos en ese pub de Londres con una amigas, tirada por los suelos y borracha como una cuba?- Seth tenía una sonrisa maliciosa.
-Si, era la fiesta por su dieciocho cumpleaños- recordaba Jake -la demanda que pusieron sus tíos al Daily Mirror fue de risa- rememoraba.
Ambos se rieron, hasta que el móvil de Seth los sacó de su divertida tertulia. Habló unos momentos, y colgó.
-Era Leah -le informó. Su hermana se había quedado en Londres, siguiendo los movimientos de Félix. Ellos, en el tiempo que llevaban allí, habían fotografiado a todo el mundo que entraba y salía de esa mansión... y todo el mundo parecía ser personal de servicio, nada interesante.
-¿Alguna novedad?-.
-Nada en absoluto; apenas sale de su casa nada más que para ver a su madre; está interna en una residencia geriátrica en Aylesbury, a una hora de Londres- le explicó.
-Habrá que seguir. Si todo el plan es cierto, no creo que Félix tarde en aparecer por aquí- ambos se miraron con paciencia, dispuestos a descubrir esta rocambolesca historia.
Forks; finales de julio
Llevaba más de un mes en mi casa, pero sólo de cuerpo presente. Parecía un espectro silencioso, vagando con su pena a cuestas como una condena.
Las primeras semanas fueron muy ajetreadas, con el ingreso y la operación de mi padre, que para colmo, no era un paciente fácil. Si la abuela Swan protestaba por todo, su hijo era exactamente igual, o peor, en cuánto al tema médico se refería.
El estar ocupada me vino bien, pues mi mente se despejaba y parecía distraerme... pero sola era otro cantar. No dejaba de pensar en esa noche, dónde Edward me pidió que me casara con él. Aunque no dijo las palabras exactas, esa cajita de terciopelo negro, de la cual no llegué a ver el contenido, era una soberana declaración de intenciones.
Una vez le vi partir desde la ventana, lloré y lloré, cómo nunca lo había hecho, ni siquiera la fatídica noche de diciembre.
Por supuesto que si no fuera un príncipe todo sería mucho mas fácil, muchísimo... pero una cosa tenía clara, no iba a dejar que diera ese tremendo disgusto a sus padres... y a todo un país.
Sacrificio... ¿acaso esa palabra podía ser más significativa?; yo no merecía que él hiciese eso por mi; prefería sacrificarme yo, renunciando a él y a su amor. Todos esos horribles chillidos y reproches de aquella noche estaban más que olvidados. Ambos teníamos nuestra parte de culpa... y mis sentimientos seguían ahí, intactos como el primer día.
Mi llegada a Forks fue seguida por los periodistas; no me persiguieron mucho esta vez, simplemente me tomaron un par de fotos, mientras iba enganchada del brazo de Sue, directa al aparcamiento. Una vez en mi casa, me reencontré con Ángela y Ben, y el resto de mi familia y amigos.
Ang, nada más verme, hizo un gesto negativo con la cabeza, señal de que había captado mi estado de ánimo; al igual que Sue, que me preguntó qué había pasado. Les expliqué que Edward y yo habíamos vuelto a hablarnos, como amigos, y que así estábamos bien. Les sorprendió, ya que no les había dicho nada, pero no me hicieron más preguntas.
La operación de mi padre fue bien, y en una semana estaba en casa... pero la parte dura, la rehabilitación, no había hecho más que empezar; el jefe Swan iba mejorando poco a poco... pero su actitud nos tenía fritas a Sue y a mi; era muy mal enfermo.
Rosalie vino a visitarme la tercera semana de julio. Mi padre y Sue se alegraron mucho por su visita, lo mismo que Ang. Mi amiga me preguntó una y mil veces qué pasó después de que ellos se fueran. Al preguntarle el por qué, me contó que Edward estaba muy pensativo, y que volvía a tener esa mirada de tristeza. Sue intentaba hablar conmigo, pero seguía cerrada en banda, con mis pensamientos cerrados a cal y canto... hasta que un día el tema, inevitablemente, salió.
Sue y mi padre habían ido a rehabilitación, y las chicas y yo estábamos en el jardín, sentadas en torno a la mesa. Al volver de la cocina con el refrigerio, vi que Rose se había levantado y alejado unos metros. Cinco minutos después colgó.
-¿Hablabas con Emmet?- interrogó Ángela. Asintió con una sonrisa.
-Si; ya están en la última parada de su viaje, en Melbourne- nos explicó.
-Alice me lo dijo la semana pasada- añadí. Mi mente, indudablemente, viajo hasta cierto chico de cabello color cobre. Suspiré pesadamente, mirando a la nada. Rose dejó el vaso con té helado encima de la mesa, con un ligero ruido.
-Se acabó. Bella, ¿qué pasó esa noche?- Ang la miraba sin entender una sola palabra, de modo que mi amiga le explicó toda la historia.
-¿Por qué crees que pasó algo esa noche?- interrogué con una ceja alzada. Mi rubia amiga rodó los ojos, se levantó y entró en casa; al salir llevaba mi portátil en las manos. Me mandó encenderlo, y una vez hecho, buscó y rebuscó, hasta que dio con la página web de la BBC. Buscó un video, y lo puso.
En el salía un reportaje de la familia real, en su visita a Australia. Vi a Carlisle y Esme, a la pequeña duende... y a él. Estaba muy serio, apenas sonreía; se veía tímido y retraído en los actos a los que asistía... y sus ojos, tristes y apagados. Una vez terminó el video, me quité disimuladamente una lágrima que luchaba por salir.
-Bella; en estos meses en los que habíais vuelto hablar, ambos estabais tan bien- dijo Rose -y no has hablado con él desde que llegaste, Emmet me lo ha dicho- añadió.
-Bella; suéltalo. Sea lo que sea, te está matando por dentro- expresó Ang, muy preocupada.
Suspiré, tomando aire... en verdad, necesitaba desahogarme.
-Me pidió que me casara con el- susurré en voz muy baja. Rose no me oyó... pero mi otra amiga sí.
-¡Bella!, ¿qué te dijo exactamente?-.
-Me dijo que no podía vivir sin mi... la verdad es que yo tampoco puedo- musité con pena -también me dijo que me amaba... que pasaríamos épocas difíciles y complicadas, pero que juntos podríamos con ello... y se arrodilló, sacando una pequeña cajita negra -por mis ojos ya caían lagrimones- pero no le dejé que la abriera-. Rose y Ang se miraban asombradas, y después su vita se posó en mi.
-¿Qué le contestaste?- Rosalie hizo la pregunta con un tono de voz suave y precavido.
-Qué debe encontrar a alguien más adecuado- respondí escuetamente.
-Bella; te quiere a ti, no quiere a nadie más- dijo Ang, un poco enfadada.
-¿Por qué te niegas el ser feliz?- dijo Rose, rodando los ojos y con cara enfadada. Me levanté, enfadada.
-¡Porque no quiero que renuncie a nada por mi!; no puede hacerle eso a sus padre- mascullé entre dientes.
Ang también se levantó, poniendo los brazos en jarras y fulminándome con la mirada.
-¿Me estás diciendo que renunciaría a su tarea, por llamarlo de alguna manera, si con ello puede estar contigo?; ¡estás ciega!- siseó enfadada.
-Tienes el amor en la palma de tu mano; la oportunidad de ser feliz... y te asusta que el chico al que amas sea un príncipe; eso es lo único que pasa aquí. Tienes miedo... pues te recuerdo que mientras estabais juntos estuviste aprendiendo el oficio, y no se te daba nada mal- apuntó Rose, seria.
Bajé mi mirada, ocultando las lágrimas.
-Tienes todo nuestro apoyo, el de su familia... se qué ese mundo es imponente y asusta... y seguro que tus padres también te apoyan- siguió diciendo Rose.
-Pero la decisión es tuya... y debes superar tus miedos. Lo de las fotos fue una guarrada, hablando mal -se disculpó -pero nadie se acuerda de eso... y sabías desde el principio lo que implicaba una relación con él, y cuándo se hizo público supiste manejar la situación- Ang hablaba, al igual que Rose... mi mente las oía a los lejos, como si fueran ecos repetitivos. Tenían razón, en el fondo lo sabía.
Días después, cuándo Rose ya había vuelto a Boston, Sue me pilló desprevenida en el jardín, escondiendo las lágrimas.
-¿Bella, estás llorando?, ¿qué te ocurre?- se sentó a mi lado, abrazándome y consolándome.
-Bella, hija; llevas así todo el verano; dime algo, por favor- hizo una pausa, suspirando derrotada -sólo quiero ayudarte- me dijo en voz baja.
Me aparté de ella, deprimida y contándole toda la historia. Su cara mostraba asombro. No dimos dimos cuenta ninguna de que mi padre se había quedado apoyado en el marco de la puerta, dando vueltas a su bastón y escuchándonos atentamente. Se acercó a nosotras.
-Bella, ¿te das cuenta del sacrificio que haría Edward por ti?- me interrogó, serio.
-Claro que lo sé... y es lo que no voy a consentir- repliqué. Mi padre y Sue se miraron, como meditando lo que iban a decir alguno de los dos.
-Bella... el amor tiene de todo... y entre una de esas cosas, está el sacrificio. Edward sacrificaría todo por ti, porque para el, estás por encima de todo; ¿tú no lo darías todo por el?, ¿lo qué sientes por él no merece un pequeño esfuerzo... y qué superes ciertos miedos?- me quedé paralizada, escuchando las palabras de mi padre... nunca le había oído decir nada semejante.
-¿Te da miedo acompañar a Edward en esa tarea, que desgraciadamente o no, tiene asignada desde que nació?- la pregunta de Sue era clara y concisa; asentí levemente, agachando mi mirada.
-¿Sabes la oportunidad que tienes, de ayudar a la gente desde ese puesto?; ¿de representar a un país?- las preguntas de Sue me hicieron sonreír levemente.
-A dos- corrigió divertido mi padre -te he educado lo mejor que he podido; creo que te conozco lo suficiente Bells... y sé de sobra que podrás con ello. ¿Que a uno les gustes y a otros no?; debe de haber opiniones de todos los colores, sino esta vida sería aburrida- me explicaba con cariño.
-Pero... es tan duro y complicado... es una gran responsabilidad- musité con pena.
-Que puedes afrontar perfectamente. Siempre te has desvivido por todos los que te rodean, sin esperar nada a cambio -tomó aire para continuar -y si decides seguir adelante, estoy seguro de que sabrás desenvolverte muy bien-.
-Y reitero lo que Esme te dijo un día; no debes dejar que las críticas te hagan daño. Si tú crees que algo que vas a hacer está bien, hazlo. No podemos contentar a todo el mundo- decía Sue.
-Y tienes lo más importante. El apoyo y el amor de Edward; estoy seguro de que junto a él, todo será más fácil. Él es el primero que confió en ti, siempre supo que había encontrado a la princesa de Gales- la voz de mi padre mostraba orgullo.
-Y a su mujer- terminó de decir Sue.
-Bella- mi padre me tomó de las manos, mirándome con una sonrisa -¿le amas?-.
-Claro que sí papá, más de lo que podéis imaginar- mi voz iba mezclada con pequeños sollozos.
De repente, unas palabras de la madre de Edward volvieron a mi mente.
"Pero tampoco podía negar a mi corazón, ni pedirle que renunciara a su destino". Aquella frase de Esme, que hace casi veinticinco años se vio en mi situación, hicieron que en unos pocos segundos, las imágenes pasaran en mi cabeza, al igual que una película. Comprendí en un segundo que lo más importante era mi felicidad, y la de Edward... y si para ello debía afrontar todo lo que me esperaba, me daba igual. Cómo decía Sue, el tenía encomendada una tarea desde el día que nació, y quería compartirla conmigo. Y me daba igual, sabía que aun tenía mucho que aprender... y el y todos me enseñarían... y lo intentaría hacer lo mejor posible... y estaría con el, a su lado.
Mi respiración se volvió pesada y errática... por la decisión que acababa de tomar. Pero tenía que verle, y decirle todo ésto en persona. Mi padre y Sue adivinaron mis intenciones, y esbozaron una sonrisa.
-Corre a buscarlo hija- abracé a mi padre y a Sue, emocionada y nerviosa. Me adentré rápidamente en casa, haciendo una pequeña maleta y buscando el pasaporte. Mi padre se sentó en la cama, ayudándome a meter todo lo que yo le iba pasando.
-Tranquila- decía con risa contenida. Rodé los ojos, mientras seguía con la cabeza dentro del armario. Una vez cerré el equipaje, Sue entró en la habitación.
-Ya tienes los billetes; sales en dos horas. El único problema es que no quedaban vuelos directos Seattle-Londres hasta dentro de dos días; de modo que debes hacer escala en Nueva York. No es mucho, hora y media entre vuelo y vuelo, podrás comer algo tranquila- me explicó.
-No importa-les agradecí de corazón -gracias por todo, y por apoyarme- les dije con emoción contenida.
-Eso siempre cariño- mi padre me abrazó con fuerza, cómo cuándo era una niña pequeña. Me soltó, saliendo de la habitación y dejándome a solas con Sue, a la que también abracé.
-Gracias por todo- mis lágrimas salieron, por fin, de mis ojos.
-Recuerda que siempre nos tendrás...y que esta siempre será tu casa; espero que traigas a los pequeños principitos a Forks- dijo con una risa, aludiendo a mis futuros hijos.
-Por supuesto... a casa de los abuelitos- le confesé en voz baja. Ella me miró, emocionada por la palabra abuelitos.
-No sé que habría sido de mi y de papá sin ti... desde que ella se fue...- ella me interrumpió.
-Lo sé Bells... no tienes que agradecerme nada -dijo ella, intentando no llorar; el claxon del coche nos alertó -tu padre ya está montado, vamos- bajamos la escalera corriendo, poniéndose Sue al volante y saliendo como una bala, rumbo al aeropuerto.
Llegamos un poco tarde, pero después de facturar el equipaje y de pasar los trámites, aun tuve unos minutos para despedirme de ellos.
-Llámanos en cuánto llegues- me dijo Sue -bueno, mejor dicho, en cuánto hables con él- se auto corrigió -tranquila, hablaré con Ang y con la abuela-.
Asentí mientras la abrazaba de nuevo. Me giré, mirando a mi padre.
-Cuídate Bells... dale recuerdos a mi yerno- dijo divertido. Reía nerviosa.
-Lo haré... gracias papá, por todo- me abracé fuertemente a él.
-Estamos tan orgullosos de ti hija... ojalá tu madre estuviera aquí- recordé, entre sonrisas y lágrimas, las palabras que me dijo Edward cuándo fuimos a verla al cementerio.
-Seguro que lo está viendo- repuse.
Cinco minutos después , anunciaron mi vuelo. Les di otro abrazo y me separé; los observaba mientras pasaba el control, y ellos me decían adiós con la mano. Le ofrecí mi tarjeta de embarque a la amable azafata, que inexplicablemente, me acompañó a mi sitio.
-9A, su asiento- miré a mi alrededor, y saqué el otro billete. Sue me había sacado los billetes en primera clase. Eran pequeños sofás individuales, en los que podías subir los pies para dormir, para estar más cómoda. La azafata me entregó una almohada y la carta del menú.
-En cuánto despeguemos, serviremos la comida- me dijo amablemente. Le di las gracias con una sonrisa, pero estaba muy nerviosa, y la llamé de nuevo.
-Perdone señorita, en Nueva York debo hacer escala, para después embarcar a Londres, ¿saldremos a tiempo?- le mostré el otro billete, a lo que ella asintió.
-No se preocupe, llevamos buen horario, no tendrá ningún problema... señorita Swan- me susurró con una sonrisa, guiñándome un ojo. Me puse roja, pero ella me sacó del apuro.
-No estaba segura de haberla reconocido antes, pero su nombre en el billete me ha sacado de dudas- confesó. Asentí con la cabeza, y me mordí el labio, presa de los nervios.
-Tranquila, no la molestará nadie, se lo prometo- me aseguró.
-Gracias- la chica, Karen, se alejó para acomodar a otros pasajeros.
El vuelo de dos horas a Nueva york cumplió los horarios, y una vez despegamos, le pedí a Karen la comida. Apenas pude comer nada, presa de los nervios. Sabía que ya habían regresado y estaban en Winsdor. No podía presentarme allí como cuando voy a casa de Ángela, de modo que una vez aterricé en Nueva York, llamé a Alice.
Pero su estupendo blackberry de última generación estaba apagado o fuera de cobertura, y Jasper lo mismo. Emmet estaba en su ciudad, y en unos días se iba a Boston con Rose. Lo intenté durante la hora y media que tenía entre vuelo y vuelo... pero nada. Quería darle a Edward una sorpresa... pero visto lo visto. En el avión tuve que apagarlo de nuevo, y lo seguí intentando nada más aterrizar en Heatrow. Mientras estaba en la cola de la aduana internacional, Jasper respondió a mis llamadas.
-¿Bella!, ¿pasa algo?- estaba muy preocupado.
-Verás Jazz... uhmmm... estoy en Londres- le expliqué.
-¿De verás?, ¡qué bien!; Alice tiene el móvil apagado, y yo antes lo tenía cargando, siento no haberlo oído- me explicó amablemente -espera que la llamo-.
-¡No!; no digas nadas... verás... necesito ver a Edward- dije en voz baja, sin que nadie me oyera. Iba a preguntarme, pero le corté.
-Necesito que vengas a buscarme, te lo explicaré todo en el coche, por favor- supliqué.
-Si es lo que me estoy imaginando... Bella, le vas a dar la mayor alegría de su vida- dijo feliz y contento- ¿has pasado aduana?- dijo moviéndose.
-No, estoy a punto- le informé.
-En media hora estoy allí- dijo.
-No digas nada, por favor- recordé.
-Tranquila por eso, espérame dónde solíamos quedar- colgó sin más.
En menos de la media hora prometida, divisé el coche. Para que Jasper no tuviera que salir, metí yo misma la maleta y entré corriendo. Me dio un pequeño abrazo, y por fin salimos del aeropuerto.
-¿Debo darte la enhorabuena?- me preguntó con una gran sonrisa. Reí avergonzada.
-No lo sé... tengo miedo Jazz. Casi no he hablado con el estos meses... creo que le hice daño- repuse con pena.
-Bella... no tienes que darme explicaciones. Emmet y yo sabemos qué pasó esa noche... y nosotros mismos le aconsejamos que no te agobiara. No dijimos nada a las chicas... hasta que tú se lo contaste a Rose, y ella a Alice. Pero no le hemos dicho nada a Edward ni a sus padres, así que cálmate- me explicó.
-Veo que aun con el océano de por medio, es imposible tener secretos- ataqué en broma. Jazz rió conmigo, pero siguió hablando.
-Bella, sé que estás asustada. Pero no estás sola; aparte de Edward, estamos nosotros, y te vamos a ayudar. No sabes lo que se te ha extrañado en esa casa, me incluyo -dijo burlón- lo vas a hacer muy bien, ya lo verás- se siguió animando.
-Aunque le diga que sí, todavía nos quedan dos años de carrera- expliqué. Jasper meneó la cabeza.
-La mayor parte del último año, son créditos de prácticas, ya sea por el proyecto final o por prácticas de trabajo. Podéis sacaros las asignaturas este año... y terminar a finales de mayo- explicaba, mientras yo le escuchaba sorprendida -los exámenes de quinto año se hacen a finales de enero, si suspendes, tienes otra oportunidad en junio. No serían muchas más materias a las que añadir a las de cuarto curso, tres o cuatro, a lo sumo-.
-Vaya, no lo sabía- murmuré sorprendida.
-¿Crees que Edward plantó esa noche la rodilla en el suelo sin saber todo eso?; la única condición que tenéis es que acabéis los estudios- explicó pagado de si mismo.
Rodé los ojos, mientras los nervios me carcomían por dentro... ¿y si se había cansado de esperarme?.
-¿Crees que todo saldrá bien?- pregunté con miedo.
-Bella... no sabes el tiempo que lleva esperándote Edward... no comprendemos cómo habéis podido aguantar tanto tiempo así, queriéndoos y separados- iba a interrumpirle, pero alzó la mano -espera, no he terminado. Sabíamos que tenías miedo... y nadie puede culparte por eso-.
-Y lo tengo... pero ahora sé, más que nunca, que él estará conmigo- murmuré.
-Todos, tanto tu familia como nosotros. ¿Qué han dicho Charlie y Sue?- interrogó curioso.
-Ellos me han abierto los ojos- le relaté a Jasper la conversación con ellos. Me escuchaba asintiendo y haciendo preguntas, a lo que yo respondía.
-Me alegra que lo hayan hecho... y ahora -dijo aparcando- es el momento -me señaló con la mano el interior de los jardines, ¿cuándo habíamos llegado? -le encontrarás detrás del estanque pequeño, leyendo... alteza- murmuró divertido. Rodé los ojos mientras bajaba.
-Si me llamas eso en bromas, te haré llamármelo de verdad- bromeé, cerrando la puerta y casi echando a correr, con varios miembros del servicio mirándome boquiabiertos... pero con una gran sonrisa en sus caras.
Nada más abrir la puerta, la pequeña duende se tiró a mis bazos, sollozando.
-Bellie, no quiero que te vayas tan pronto- me dijo con un puchero.
-No me voy para siempre, pequeña duende; simplemente adelanto mi viaje dos semanas. Además, el ocho de septiembre tengo que estar de vuelta, para el examen- dije rodando los ojos. Emmet emitió un ligero carraspeo, ya que alice bloqueaba el paso y el resto estaban en el rellano de la escalera. Saludé a Emmet y Jazz con un beso en la mejilla, y Edward entró el último, con las manos en los bolsillos de sus vaqueros. Una sonrisa apareció tímidamente en mis labios, al igual que el rubor en smis mejillas. Dudando se acerquó a mi, besando mi mejilla y sintiendo un calor familiar.
-Hola- dije, azorada por la situación.
-Hola mi niñ...- se calló, al ver cuatro pares de ojos mirándonos con una sonrisilla inocente. Rodó los ojos, mientras yo cerraba la puerta y el resto se adentraba en el salón.
-Tengo cosas que contarte; hemos pillado al que robó las fotografías- me explicó, todavía en la entrada del piso. Mis ojos se abrieron por la sorpresa.
-¿De verdad?- asin tió, mientras me pasaba una mano por la espalda, indicándome que pasara a la sala; una vez allí, después de que les tranquilizara en persona, diciendo que mi padre estaba bien, me contaron todo lo que habían descubierto hoy.
-Entonces... aparte de Félix... ¿hay alguien más implicado?- pregunté con sorpresa y enfado en mi voz.
-Sí; y lo vamos a descubrir, créeme- me aseguró Jasper.
-Nunca le caí bien... pero no le hice nada, no le hicimos nada- sme auto corrigió, con voz consternada -¿por qué?- balbuceé, mientras una lágrima caía por mi mejilla. Edward se acercó para consolarlme, y sin poder evitarlo, me aferré con mis puños a su sudadera, escondiendo mi cara en su pecho y llorando.
-¿Por qué?- pregunté entre hipos llorosos. AEdward acariciaba mi espalda su espalda, intentando reconfortarme.
-No lo sé cariño-. No levanté su cara cuándo ne llamó así, pero esbocé una tímida y vergonzosa sonrisa.
-Pues por dinero, obviamente. No creo que lo hiciera gratis, sin sacar un sólo beneficio- masculló Rosalie entre dientes.
-Tarde o temprano todo saldrá a la luz, y pillaremos a los verdaderos capullos- siseaba Emmet.
Después de un rato más hablando, en el cual me quedé en sus brazos, los chicos se despidieron, queriéndonos dar un poco de intimidad. Volví a la sala y me sentó a su lado, suspirando.
-¿Sospechas de alguien?- pregunté en voz baja. Se pasó las manos por su desordenado pelo, intentando sacar algo en claro.
-No se me ocurre nadie en concreto... pero visto lo visto, puede ser cualquiera- meditó en voz alta.
-¿Me mantendrás informada?- interrogé, mordiéndome el labio.
-Claro qué si; te llamaré todos los días- me dijo con una pequeña sonrisa.
-Gracias- agradecí tiernamente.
-Es lo menos que puedo hacer... sólo espero enterarme pronto... para tener al culpable enfrente y partirle la cara- siseó enfadado.
-Tú no eres así, Edward- le reproché a buenas.
-¿Cómo quieres que sea con este asunto?; te recuerdo que quién haya sido nos la ha jugado- se levantó, paseando nervioso de un lado a otro.
-Cálmate, por favor- estaba muy nervioso y enfadado... pocas veces le había visto así.
-Bella, no puedo calmarme- se agachó de rodillas, quedando enfrente mío y tomando mis manos- por su culpa he perdido a lo más bonito que tenía a mi lado. Sé que no puedo ni debo pedirte ésto... pero no aguanto más- elevó una rodilla, quedándose con una hincada en el suelo. Me quedé sin respiración... ésto no podía estar sucediendo.
-Bella... no puedo vivir sin ti. Te quiero en mi vida, a mi lado. Sólo así podré compensarte por todo el daño que te hice esa noche... día a día, estando contigo. Sé que este mundo te asusta y te aterra; la presión, estar en el ojo del huracán... pero también sé que si me aceptas de nuevo, juntos podremos hacerle frente, y superarlo- agachó la mirada, mirando nuestras manos unidas. Una de mis lágrimas cayó encima de ellas; quería decirle algo, pero la voz no me salía.
-Sé que será difícil y complicado, y soy consciente de los sacrificios que tendrás que hacer... pero prometo estar a tu lado, ayudándote y queriéndote. Te amo, Isabella Swan- mi corazón se disparó, imaginándome la frase que veía después.
-No quiero que me respondas ahora. Sé que es una decisión complicada y difícil...- se paró, sacando de su bolsillo una cajita de terciopelo negro. Iba a abrirla, pero lo detuve con mis manos.
-Edward... yo te quiero, más de lo que te puedas imaginar... per...- me puso un dedo en mis labios, haciéndome callar.
-No digas nada; por favor. Sólo piénsalo- me susurró, con la voz contenida. Sin decir una palabra más, se levantó, guardando la caja de nuevo en su bolsillo y dirigiéndose a la entrada. Me quedé inmóvil, viendo cómo salía por esa puerta.
-Edward- lo llamé en un murmullo, que apenas se pudo escuchar en la habitación. Se volvió, girándose lentamente sobre sus talones. Me acerqué a él, con lágrimas en mi cara.
-Edward... debes encontrar a alguien que sepa estar a la altura- no pude mirar sus ojos, cristalinos por el llanto. Meneó la cabeza, queriendo ocultarlos.
-Bella... si el problema es que sea príncipe... estoy dispuesto a hacer ese sacrificio... porque sé que lo que ganaría sería mil veces mejor que un trono-.
La palabra sacrificio se clavó a fuego en mi memoria... yo no merecía tal consideración. Y él me leyó el pensamiento, ya que siguió hablando.
-Mereces todos los sacrificios que pueda hacer; tu corazón es el mejor reino que podría ganar- paralizada por sus palabras, lo siguiente que vino me pilló desprevenida. Su beso, demandante y furioso hizo que mi cuerpo ardiera y se consumiera. Las caricias que me brindaba estaban impregnadas de tantos sentimientos contenidos... mi corazón volvió a palpitar de vida, cada herida cicatrizaba de una forma alarmante, cómo si fuera inmortal.
Algo en mi interior decía que debía parar, aunque no lo quisiera en absoluto. Necesitaba esos besos para seguir viva... necesitaba a Edward.
Poco a poco fue deshaciendo ese desgarrador beso, pero no dejó de besar mis labios, con cortos y suaves toques, sus manos acariciaban mi cara, mi cuello... y yo también le correspondía, pese a que sabía que debía de detener esta locura, mi corazón ordenaba todo lo contrario, y le correspondí con la misma intensidad. Suavemente, se separó de mí, acariciando mi cara con sus manos.
-Adiós Bella- se dio la media vuelta, desapareciendo por las escaleras con paso presuroso. Me quedé tan pegada al suelo, que sólo pude correr hacia la ventana, viendo cómo se montaba en el coche, junto a Emmet, y desaparecía bajo la noche cálida de Londres.
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Aledaños de la mansión de los Platt; Surrey, este de Inglaterra.
Jacob abrió la puerta del coche, haciendo que Seth saltase en su asiento, debido al susto. Todavía les costaba digerir lo que el duque de Norfolk les había contado acerca de los Platt. Jasper y la propia princesa Alice les habían encargado, bajo secreto de estado, por así decirlo, dos cosas. Que vigilaran a un tal Félix... y a los Platt.
Desde que palacio descubriera el dichoso aparatito desbloquea-ordenadores, cómo ellos lo había bautizado, y un empelado admitiera que era suyo, y que él había hecho el trabajo sucio, y las sospecha de la princesa, de que su propia familia estaba en el ajo, no hacían otra cosa que vigilar.; pero si el comentario de Tanya era tal y como les había explicado la princesa, estaba claro que algo sabía.
Jake le pasó su café y su sandwich de pavo a Seth, que lo atacó cual presa de caza. Jake meneaba la ensalada con el tenedor, dando pequeños sorbos a su coca-cola.
-Llevamos más de un mes montando guardia aquí; ¿crees que sacaremos algo en claro?- la pregunta de Seth hizo meditar a Jake.
-No lo sé... si la historia es tal y como nos la han contado, dudo mucho que sea mentira; es el hermano, quiero decir -hermanastro- se auto corrigió Jake -de la reina, y no pueden formular una acusación así por así si no tuvieran indicios- decía.
-Ese Platt es un pájaro de mal agüero... una cosa es cierta... no se lleva especialmente bien con la reina- contaba Seth. La prensa se hacía eco muchas veces de las excentricidades y salidas de tiesto de los Platt, que se creían que llevaban el título real tatuado en la frente. Más de una vez palacio tuvo que salir a maquillar ciertas actitudes y comentarios de la dichosa familia, y darles toques de atención.
-Llevan mucho tiempo desaparecidos de las revistas... demasiado- murmuraba Jake con el ceño fruncido; si te soy sincero, no te extrañe que ellos tengan algo que ver-.
-¿Qué motivos tendrían para hacerlo?- Seth no entendía nada.
-La sobrinita- Jake hizo un mohín al mencionar a Tanya -a la niña le ha gustado Edward siempre, ¿me comprendes?- Seth empezó a ver claro el tema.
-¿Crees que lo hicieron para que Tanya sedujera al príncipe?- Seth preguntó de nuevo.
-No lo sé; según lo que sabemos, creo que es más bien una venganza hacia Edward, por no caer en la redes de la niña. Ser hermanastro de la reina tiene sus ventajas... ¿te los imaginas como tíos de la reina, y para más inri, criada por ellos?- relataba Jake entre bocado y bocado -¿cómo crees que han conseguido la fortuna que tienen?- preguntó obvio y burlón a la vez.
-¿Te imaginas a Tanya de reina?- la mueca de Seth era de terror absoluto.
-No quiero ni pensarlo; ¿recuerdas cuándo la pillamos en ese pub de Londres con una amigas, tirada por los suelos y borracha como una cuba?- Seth tenía una sonrisa maliciosa.
-Si, era la fiesta por su dieciocho cumpleaños- recordaba Jake -la demanda que pusieron sus tíos al Daily Mirror fue de risa- rememoraba.
Ambos se rieron, hasta que el móvil de Seth los sacó de su divertida tertulia. Habló unos momentos, y colgó.
-Era Leah -le informó. Su hermana se había quedado en Londres, siguiendo los movimientos de Félix. Ellos, en el tiempo que llevaban allí, habían fotografiado a todo el mundo que entraba y salía de esa mansión... y todo el mundo parecía ser personal de servicio, nada interesante.
-¿Alguna novedad?-.
-Nada en absoluto; apenas sale de su casa nada más que para ver a su madre; está interna en una residencia geriátrica en Aylesbury, a una hora de Londres- le explicó.
-Habrá que seguir. Si todo el plan es cierto, no creo que Félix tarde en aparecer por aquí- ambos se miraron con paciencia, dispuestos a descubrir esta rocambolesca historia.
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Forks; finales de julio
Llevaba más de un mes en mi casa, pero sólo de cuerpo presente. Parecía un espectro silencioso, vagando con su pena a cuestas como una condena.
Las primeras semanas fueron muy ajetreadas, con el ingreso y la operación de mi padre, que para colmo, no era un paciente fácil. Si la abuela Swan protestaba por todo, su hijo era exactamente igual, o peor, en cuánto al tema médico se refería.
El estar ocupada me vino bien, pues mi mente se despejaba y parecía distraerme... pero sola era otro cantar. No dejaba de pensar en esa noche, dónde Edward me pidió que me casara con él. Aunque no dijo las palabras exactas, esa cajita de terciopelo negro, de la cual no llegué a ver el contenido, era una soberana declaración de intenciones.
Una vez le vi partir desde la ventana, lloré y lloré, cómo nunca lo había hecho, ni siquiera la fatídica noche de diciembre.
Por supuesto que si no fuera un príncipe todo sería mucho mas fácil, muchísimo... pero una cosa tenía clara, no iba a dejar que diera ese tremendo disgusto a sus padres... y a todo un país.
Sacrificio... ¿acaso esa palabra podía ser más significativa?; yo no merecía que él hiciese eso por mi; prefería sacrificarme yo, renunciando a él y a su amor. Todos esos horribles chillidos y reproches de aquella noche estaban más que olvidados. Ambos teníamos nuestra parte de culpa... y mis sentimientos seguían ahí, intactos como el primer día.
Mi llegada a Forks fue seguida por los periodistas; no me persiguieron mucho esta vez, simplemente me tomaron un par de fotos, mientras iba enganchada del brazo de Sue, directa al aparcamiento. Una vez en mi casa, me reencontré con Ángela y Ben, y el resto de mi familia y amigos.
Ang, nada más verme, hizo un gesto negativo con la cabeza, señal de que había captado mi estado de ánimo; al igual que Sue, que me preguntó qué había pasado. Les expliqué que Edward y yo habíamos vuelto a hablarnos, como amigos, y que así estábamos bien. Les sorprendió, ya que no les había dicho nada, pero no me hicieron más preguntas.
La operación de mi padre fue bien, y en una semana estaba en casa... pero la parte dura, la rehabilitación, no había hecho más que empezar; el jefe Swan iba mejorando poco a poco... pero su actitud nos tenía fritas a Sue y a mi; era muy mal enfermo.
Rosalie vino a visitarme la tercera semana de julio. Mi padre y Sue se alegraron mucho por su visita, lo mismo que Ang. Mi amiga me preguntó una y mil veces qué pasó después de que ellos se fueran. Al preguntarle el por qué, me contó que Edward estaba muy pensativo, y que volvía a tener esa mirada de tristeza. Sue intentaba hablar conmigo, pero seguía cerrada en banda, con mis pensamientos cerrados a cal y canto... hasta que un día el tema, inevitablemente, salió.
Sue y mi padre habían ido a rehabilitación, y las chicas y yo estábamos en el jardín, sentadas en torno a la mesa. Al volver de la cocina con el refrigerio, vi que Rose se había levantado y alejado unos metros. Cinco minutos después colgó.
-¿Hablabas con Emmet?- interrogó Ángela. Asintió con una sonrisa.
-Si; ya están en la última parada de su viaje, en Melbourne- nos explicó.
-Alice me lo dijo la semana pasada- añadí. Mi mente, indudablemente, viajo hasta cierto chico de cabello color cobre. Suspiré pesadamente, mirando a la nada. Rose dejó el vaso con té helado encima de la mesa, con un ligero ruido.
-Se acabó. Bella, ¿qué pasó esa noche?- Ang la miraba sin entender una sola palabra, de modo que mi amiga le explicó toda la historia.
-¿Por qué crees que pasó algo esa noche?- interrogué con una ceja alzada. Mi rubia amiga rodó los ojos, se levantó y entró en casa; al salir llevaba mi portátil en las manos. Me mandó encenderlo, y una vez hecho, buscó y rebuscó, hasta que dio con la página web de la BBC. Buscó un video, y lo puso.
En el salía un reportaje de la familia real, en su visita a Australia. Vi a Carlisle y Esme, a la pequeña duende... y a él. Estaba muy serio, apenas sonreía; se veía tímido y retraído en los actos a los que asistía... y sus ojos, tristes y apagados. Una vez terminó el video, me quité disimuladamente una lágrima que luchaba por salir.
-Bella; en estos meses en los que habíais vuelto hablar, ambos estabais tan bien- dijo Rose -y no has hablado con él desde que llegaste, Emmet me lo ha dicho- añadió.
-Bella; suéltalo. Sea lo que sea, te está matando por dentro- expresó Ang, muy preocupada.
Suspiré, tomando aire... en verdad, necesitaba desahogarme.
-Me pidió que me casara con el- susurré en voz muy baja. Rose no me oyó... pero mi otra amiga sí.
-¡Bella!, ¿qué te dijo exactamente?-.
-Me dijo que no podía vivir sin mi... la verdad es que yo tampoco puedo- musité con pena -también me dijo que me amaba... que pasaríamos épocas difíciles y complicadas, pero que juntos podríamos con ello... y se arrodilló, sacando una pequeña cajita negra -por mis ojos ya caían lagrimones- pero no le dejé que la abriera-. Rose y Ang se miraban asombradas, y después su vita se posó en mi.
-¿Qué le contestaste?- Rosalie hizo la pregunta con un tono de voz suave y precavido.
-Qué debe encontrar a alguien más adecuado- respondí escuetamente.
-Bella; te quiere a ti, no quiere a nadie más- dijo Ang, un poco enfadada.
-¿Por qué te niegas el ser feliz?- dijo Rose, rodando los ojos y con cara enfadada. Me levanté, enfadada.
-¡Porque no quiero que renuncie a nada por mi!; no puede hacerle eso a sus padre- mascullé entre dientes.
Ang también se levantó, poniendo los brazos en jarras y fulminándome con la mirada.
-¿Me estás diciendo que renunciaría a su tarea, por llamarlo de alguna manera, si con ello puede estar contigo?; ¡estás ciega!- siseó enfadada.
-Tienes el amor en la palma de tu mano; la oportunidad de ser feliz... y te asusta que el chico al que amas sea un príncipe; eso es lo único que pasa aquí. Tienes miedo... pues te recuerdo que mientras estabais juntos estuviste aprendiendo el oficio, y no se te daba nada mal- apuntó Rose, seria.
Bajé mi mirada, ocultando las lágrimas.
-Tienes todo nuestro apoyo, el de su familia... se qué ese mundo es imponente y asusta... y seguro que tus padres también te apoyan- siguió diciendo Rose.
-Pero la decisión es tuya... y debes superar tus miedos. Lo de las fotos fue una guarrada, hablando mal -se disculpó -pero nadie se acuerda de eso... y sabías desde el principio lo que implicaba una relación con él, y cuándo se hizo público supiste manejar la situación- Ang hablaba, al igual que Rose... mi mente las oía a los lejos, como si fueran ecos repetitivos. Tenían razón, en el fondo lo sabía.
Días después, cuándo Rose ya había vuelto a Boston, Sue me pilló desprevenida en el jardín, escondiendo las lágrimas.
-¿Bella, estás llorando?, ¿qué te ocurre?- se sentó a mi lado, abrazándome y consolándome.
-Bella, hija; llevas así todo el verano; dime algo, por favor- hizo una pausa, suspirando derrotada -sólo quiero ayudarte- me dijo en voz baja.
Me aparté de ella, deprimida y contándole toda la historia. Su cara mostraba asombro. No dimos dimos cuenta ninguna de que mi padre se había quedado apoyado en el marco de la puerta, dando vueltas a su bastón y escuchándonos atentamente. Se acercó a nosotras.
-Bella, ¿te das cuenta del sacrificio que haría Edward por ti?- me interrogó, serio.
-Claro que lo sé... y es lo que no voy a consentir- repliqué. Mi padre y Sue se miraron, como meditando lo que iban a decir alguno de los dos.
-Bella... el amor tiene de todo... y entre una de esas cosas, está el sacrificio. Edward sacrificaría todo por ti, porque para el, estás por encima de todo; ¿tú no lo darías todo por el?, ¿lo qué sientes por él no merece un pequeño esfuerzo... y qué superes ciertos miedos?- me quedé paralizada, escuchando las palabras de mi padre... nunca le había oído decir nada semejante.
-¿Te da miedo acompañar a Edward en esa tarea, que desgraciadamente o no, tiene asignada desde que nació?- la pregunta de Sue era clara y concisa; asentí levemente, agachando mi mirada.
-¿Sabes la oportunidad que tienes, de ayudar a la gente desde ese puesto?; ¿de representar a un país?- las preguntas de Sue me hicieron sonreír levemente.
-A dos- corrigió divertido mi padre -te he educado lo mejor que he podido; creo que te conozco lo suficiente Bells... y sé de sobra que podrás con ello. ¿Que a uno les gustes y a otros no?; debe de haber opiniones de todos los colores, sino esta vida sería aburrida- me explicaba con cariño.
-Pero... es tan duro y complicado... es una gran responsabilidad- musité con pena.
-Que puedes afrontar perfectamente. Siempre te has desvivido por todos los que te rodean, sin esperar nada a cambio -tomó aire para continuar -y si decides seguir adelante, estoy seguro de que sabrás desenvolverte muy bien-.
-Y reitero lo que Esme te dijo un día; no debes dejar que las críticas te hagan daño. Si tú crees que algo que vas a hacer está bien, hazlo. No podemos contentar a todo el mundo- decía Sue.
-Y tienes lo más importante. El apoyo y el amor de Edward; estoy seguro de que junto a él, todo será más fácil. Él es el primero que confió en ti, siempre supo que había encontrado a la princesa de Gales- la voz de mi padre mostraba orgullo.
-Y a su mujer- terminó de decir Sue.
-Bella- mi padre me tomó de las manos, mirándome con una sonrisa -¿le amas?-.
-Claro que sí papá, más de lo que podéis imaginar- mi voz iba mezclada con pequeños sollozos.
De repente, unas palabras de la madre de Edward volvieron a mi mente.
"Pero tampoco podía negar a mi corazón, ni pedirle que renunciara a su destino". Aquella frase de Esme, que hace casi veinticinco años se vio en mi situación, hicieron que en unos pocos segundos, las imágenes pasaran en mi cabeza, al igual que una película. Comprendí en un segundo que lo más importante era mi felicidad, y la de Edward... y si para ello debía afrontar todo lo que me esperaba, me daba igual. Cómo decía Sue, el tenía encomendada una tarea desde el día que nació, y quería compartirla conmigo. Y me daba igual, sabía que aun tenía mucho que aprender... y el y todos me enseñarían... y lo intentaría hacer lo mejor posible... y estaría con el, a su lado.
Mi respiración se volvió pesada y errática... por la decisión que acababa de tomar. Pero tenía que verle, y decirle todo ésto en persona. Mi padre y Sue adivinaron mis intenciones, y esbozaron una sonrisa.
-Corre a buscarlo hija- abracé a mi padre y a Sue, emocionada y nerviosa. Me adentré rápidamente en casa, haciendo una pequeña maleta y buscando el pasaporte. Mi padre se sentó en la cama, ayudándome a meter todo lo que yo le iba pasando.
-Tranquila- decía con risa contenida. Rodé los ojos, mientras seguía con la cabeza dentro del armario. Una vez cerré el equipaje, Sue entró en la habitación.
-Ya tienes los billetes; sales en dos horas. El único problema es que no quedaban vuelos directos Seattle-Londres hasta dentro de dos días; de modo que debes hacer escala en Nueva York. No es mucho, hora y media entre vuelo y vuelo, podrás comer algo tranquila- me explicó.
-No importa-les agradecí de corazón -gracias por todo, y por apoyarme- les dije con emoción contenida.
-Eso siempre cariño- mi padre me abrazó con fuerza, cómo cuándo era una niña pequeña. Me soltó, saliendo de la habitación y dejándome a solas con Sue, a la que también abracé.
-Gracias por todo- mis lágrimas salieron, por fin, de mis ojos.
-Recuerda que siempre nos tendrás...y que esta siempre será tu casa; espero que traigas a los pequeños principitos a Forks- dijo con una risa, aludiendo a mis futuros hijos.
-Por supuesto... a casa de los abuelitos- le confesé en voz baja. Ella me miró, emocionada por la palabra abuelitos.
-No sé que habría sido de mi y de papá sin ti... desde que ella se fue...- ella me interrumpió.
-Lo sé Bells... no tienes que agradecerme nada -dijo ella, intentando no llorar; el claxon del coche nos alertó -tu padre ya está montado, vamos- bajamos la escalera corriendo, poniéndose Sue al volante y saliendo como una bala, rumbo al aeropuerto.
Llegamos un poco tarde, pero después de facturar el equipaje y de pasar los trámites, aun tuve unos minutos para despedirme de ellos.
-Llámanos en cuánto llegues- me dijo Sue -bueno, mejor dicho, en cuánto hables con él- se auto corrigió -tranquila, hablaré con Ang y con la abuela-.
Asentí mientras la abrazaba de nuevo. Me giré, mirando a mi padre.
-Cuídate Bells... dale recuerdos a mi yerno- dijo divertido. Reía nerviosa.
-Lo haré... gracias papá, por todo- me abracé fuertemente a él.
-Estamos tan orgullosos de ti hija... ojalá tu madre estuviera aquí- recordé, entre sonrisas y lágrimas, las palabras que me dijo Edward cuándo fuimos a verla al cementerio.
-Seguro que lo está viendo- repuse.
Cinco minutos después , anunciaron mi vuelo. Les di otro abrazo y me separé; los observaba mientras pasaba el control, y ellos me decían adiós con la mano. Le ofrecí mi tarjeta de embarque a la amable azafata, que inexplicablemente, me acompañó a mi sitio.
-9A, su asiento- miré a mi alrededor, y saqué el otro billete. Sue me había sacado los billetes en primera clase. Eran pequeños sofás individuales, en los que podías subir los pies para dormir, para estar más cómoda. La azafata me entregó una almohada y la carta del menú.
-En cuánto despeguemos, serviremos la comida- me dijo amablemente. Le di las gracias con una sonrisa, pero estaba muy nerviosa, y la llamé de nuevo.
-Perdone señorita, en Nueva York debo hacer escala, para después embarcar a Londres, ¿saldremos a tiempo?- le mostré el otro billete, a lo que ella asintió.
-No se preocupe, llevamos buen horario, no tendrá ningún problema... señorita Swan- me susurró con una sonrisa, guiñándome un ojo. Me puse roja, pero ella me sacó del apuro.
-No estaba segura de haberla reconocido antes, pero su nombre en el billete me ha sacado de dudas- confesó. Asentí con la cabeza, y me mordí el labio, presa de los nervios.
-Tranquila, no la molestará nadie, se lo prometo- me aseguró.
-Gracias- la chica, Karen, se alejó para acomodar a otros pasajeros.
El vuelo de dos horas a Nueva york cumplió los horarios, y una vez despegamos, le pedí a Karen la comida. Apenas pude comer nada, presa de los nervios. Sabía que ya habían regresado y estaban en Winsdor. No podía presentarme allí como cuando voy a casa de Ángela, de modo que una vez aterricé en Nueva York, llamé a Alice.
Pero su estupendo blackberry de última generación estaba apagado o fuera de cobertura, y Jasper lo mismo. Emmet estaba en su ciudad, y en unos días se iba a Boston con Rose. Lo intenté durante la hora y media que tenía entre vuelo y vuelo... pero nada. Quería darle a Edward una sorpresa... pero visto lo visto. En el avión tuve que apagarlo de nuevo, y lo seguí intentando nada más aterrizar en Heatrow. Mientras estaba en la cola de la aduana internacional, Jasper respondió a mis llamadas.
-¿Bella!, ¿pasa algo?- estaba muy preocupado.
-Verás Jazz... uhmmm... estoy en Londres- le expliqué.
-¿De verás?, ¡qué bien!; Alice tiene el móvil apagado, y yo antes lo tenía cargando, siento no haberlo oído- me explicó amablemente -espera que la llamo-.
-¡No!; no digas nadas... verás... necesito ver a Edward- dije en voz baja, sin que nadie me oyera. Iba a preguntarme, pero le corté.
-Necesito que vengas a buscarme, te lo explicaré todo en el coche, por favor- supliqué.
-Si es lo que me estoy imaginando... Bella, le vas a dar la mayor alegría de su vida- dijo feliz y contento- ¿has pasado aduana?- dijo moviéndose.
-No, estoy a punto- le informé.
-En media hora estoy allí- dijo.
-No digas nada, por favor- recordé.
-Tranquila por eso, espérame dónde solíamos quedar- colgó sin más.
En menos de la media hora prometida, divisé el coche. Para que Jasper no tuviera que salir, metí yo misma la maleta y entré corriendo. Me dio un pequeño abrazo, y por fin salimos del aeropuerto.
-¿Debo darte la enhorabuena?- me preguntó con una gran sonrisa. Reí avergonzada.
-No lo sé... tengo miedo Jazz. Casi no he hablado con el estos meses... creo que le hice daño- repuse con pena.
-Bella... no tienes que darme explicaciones. Emmet y yo sabemos qué pasó esa noche... y nosotros mismos le aconsejamos que no te agobiara. No dijimos nada a las chicas... hasta que tú se lo contaste a Rose, y ella a Alice. Pero no le hemos dicho nada a Edward ni a sus padres, así que cálmate- me explicó.
-Veo que aun con el océano de por medio, es imposible tener secretos- ataqué en broma. Jazz rió conmigo, pero siguió hablando.
-Bella, sé que estás asustada. Pero no estás sola; aparte de Edward, estamos nosotros, y te vamos a ayudar. No sabes lo que se te ha extrañado en esa casa, me incluyo -dijo burlón- lo vas a hacer muy bien, ya lo verás- se siguió animando.
-Aunque le diga que sí, todavía nos quedan dos años de carrera- expliqué. Jasper meneó la cabeza.
-La mayor parte del último año, son créditos de prácticas, ya sea por el proyecto final o por prácticas de trabajo. Podéis sacaros las asignaturas este año... y terminar a finales de mayo- explicaba, mientras yo le escuchaba sorprendida -los exámenes de quinto año se hacen a finales de enero, si suspendes, tienes otra oportunidad en junio. No serían muchas más materias a las que añadir a las de cuarto curso, tres o cuatro, a lo sumo-.
-Vaya, no lo sabía- murmuré sorprendida.
-¿Crees que Edward plantó esa noche la rodilla en el suelo sin saber todo eso?; la única condición que tenéis es que acabéis los estudios- explicó pagado de si mismo.
Rodé los ojos, mientras los nervios me carcomían por dentro... ¿y si se había cansado de esperarme?.
-¿Crees que todo saldrá bien?- pregunté con miedo.
-Bella... no sabes el tiempo que lleva esperándote Edward... no comprendemos cómo habéis podido aguantar tanto tiempo así, queriéndoos y separados- iba a interrumpirle, pero alzó la mano -espera, no he terminado. Sabíamos que tenías miedo... y nadie puede culparte por eso-.
-Y lo tengo... pero ahora sé, más que nunca, que él estará conmigo- murmuré.
-Todos, tanto tu familia como nosotros. ¿Qué han dicho Charlie y Sue?- interrogó curioso.
-Ellos me han abierto los ojos- le relaté a Jasper la conversación con ellos. Me escuchaba asintiendo y haciendo preguntas, a lo que yo respondía.
-Me alegra que lo hayan hecho... y ahora -dijo aparcando- es el momento -me señaló con la mano el interior de los jardines, ¿cuándo habíamos llegado? -le encontrarás detrás del estanque pequeño, leyendo... alteza- murmuró divertido. Rodé los ojos mientras bajaba.
-Si me llamas eso en bromas, te haré llamármelo de verdad- bromeé, cerrando la puerta y casi echando a correr, con varios miembros del servicio mirándome boquiabiertos... pero con una gran sonrisa en sus caras.
Atal- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Capítulo 30: Y sin ti, no puedo vivir
EDWARD PVO
El verano pasaba, lento y silencioso. No sé como conseguí acabar los exámenes, y aprobar todas las asignaturas. Mi mente volaba una y otra vez a la noche anterior a que Bella se fuera a Forks. Sabía que era una locura, pero tenía que intentarlo. La quería en mi vida, como mi mujer, y ya me daba igual todo lo demás.
Ni siquiera me dejó abrir la caja, donde reposaba el anillo. Sabía que tenía que pensarlo y meditarlo, y no debía agobiarla... pero esa negativa inicial hizo que mi corazón se resquebrajase en ese mismo instante.
Era todo tan difícil... no tenía la culpa de haber nacido príncipe, no es algo que yo hubiera elegido... pero las cosas eran así.
Mis padres, bueno, y todos, notaron que algo había cambiado en mi estado de ánimo. La visita oficial a Australia y Nueva Zelanda se me hizo interminable. Emmet y Jasper me acorralaron un día, y no me quedó otro remedio que confesar; necesitaba hablar, y que alguien me escuchara. Se quedaron pasmados cuándo les dije que le había pedido que se casara conmigo, pero entendieron por qué lo había hecho; era fácil y simple, no podía soportar estar sin ella un segundo más.
Jazz me dijo que tuviera paciencia, que no la agobiara y le dejara pensarlo. Esperar a septiembre se me hacía largo y difícil. Ella no quería que renunciara, pero vaya si estaba dispuesto a hacerlo, si con ello podía tenerla conmigo; me dolía por mis padres, tenían sus esperanzas puestas en mi, y aunque aun faltaba mucho para que yo tomara su relevo... si con ello ganaba a mi niña, me daba por satisfecho en esta vida. No me importaba sacrificar todo por lo que había sido educado... a mi niña tampoco la consideraba egoísta... puede que desde esa noche, en que la traté tan mal, considerara que no merecía sacrificio alguno por su parte... y no la culpaba.
Desde que me declaré a ella, hace casi dos años, he soñado con dos imágenes. Verla entrar el la iglesia, con un vestido de novia precioso y una diadema de brillantes, caminando hacia mi... y otra, vestida de fiesta, con la diadema, las bandas y las placas, de mi brazo; cumpliendo a la perfección con su papel de princesa, susurrándome o comentándome todo lo que veía a su alrededor. Esas imágenes cada vez se difuminaban más, queriendo desaparecer por completo.
Dejé el libro, no me enteraba de nada de lo que estaba leyendo. Saqué de mi bolsillo la cajita de terciopelo negro, observando su contenido. Mi padre me la cedió hace algunos años, para que se la diera a mi futura esposa; era una de las joyas de la Casa real inglesa, y era muy importante para él. Estudié la forma del anillo, al que había mandado hacer algunos cambios, para adaptarlo al estilo de Bella. Meneé la cabeza, cerrando de nuevo la cajita, e intentando retomar la lectura del libro.
Michael, uno de los jardineros, pasó por allí, y se acercó para saludarme. Me puse de pie, acercándome y quedando a su altura.
-Buenas tardes- saludé con una leve sonrisa.
-Buenas tardes alteza, hace una tarde calurosa, y eso que casi son las ocho de la tarde- dijo con voz cansada.
-Si, es un verano duro- expresé en voz baja, refiriéndome al calor... y a mis pensamientos -¿cómo está su familia?-.
-Todos muy bien; en septiembre nos iremos unos días de vacaciones a Glasgow; mi mujer echa de menos a su familia- me explicaba amablemente. Conversamos durante unos minutos... y pude ver cómo sus ojos se abrían por la sorpresa, mirando por encima de mi hombro.
-¿Se encuentra bien?- interrogué sin entender nada. Al no contestarme, insistí de nuevo -¿señor Bradford?-.
-Creo que tiene visita, con permiso- se alejó, con una ligera inclinación de cabeza. Le vi alejarse, y me indicó que me diera la vuelta.
Mis ojos debían estar jugándome una mala pasada, porque no podía creer la visión que tenía delante de mi. Mi niña, mi princesa, a sólo unos metros, mirándome con lágrimas y con una sonrisa. Mi corazón palpitó deprisa; quise correr hacia ella y abrazarla, y asegurarme de que no era un sueño... pero estaba tan paralizado que las piernas no me respondían... Mordiéndose el labio inferior, presa de sus nervios, como siempre, hizo lo que nunca esperé que hiciera... echar a correr hacia mi, abrazándome con fuerza y escondiendo su carita en mi cuello, cómo siempre había hecho. Al sentir su calor, su pequeño cuerpo amoldándose al mío, las descargas que siempre pasaban por mis venas cuándo la rozaba... entonces me di cuenta de que no era un sueño, y la estreché fuertemente entre mis brazos, sin dejarla que se alejara de mi un solo milímetro.
-Bella- la llamé, pero no respondió. Podía sentir sus espasmos, debido al llanto, y sus lágrimas por la piel de mi cuello; permanecimos así unos minutos; deseaba que el tiempo se detuviera en ese instante, para siempre... pero lo que escuché casi me hace caer de bruces al suelo.
-Sí... quiero- su voz, suave y dulce, pronunció lo que tanto tiempo llevaba esperando... mi cabeza empezó a dar vueltas, no podía haber escuchado bien.
-Bella- murmuré, sorprendido... y emocionado.
Ella levantó su rostro, mirándome con esos ojos que tanto había extrañado. Seguía amarrada a mi cuello, y juntó su frente con la mía.
-Perdóname Edward... tenía miedo... y lo tengo- dijo con la respiración agitada, muy nerviosa y tímida a la vez -no puedo permitir que renuncies... y si tu estás dispuesto a sacrificarlo todo... yo también-.
-Bella, cariño...- ella me silenció con uno de sus dedos, que besé suavemente, antes de que siguiera hablando.
-Me da igual lo que piensen de mi. Tengo el apoyo de mi familia, de la tuya, espero- rodó levemente los ojos- y el tuyo... sé que vas a ayudarme, al igual que yo a ti, en todo lo que pueda. Me has demostrado que me quieres, por encima de todo – sonreí como un tonto enamorado – y mi amor por ti también se merece un sacrificio, que supere mis miedos y que afrontemos juntos esa... tarea- la miraba emocionado, todavía sin poder creerlo. Mi pecho se infló de emoción y alegría... ella aceptaba casarse conmigo, con todo lo que conllevaba. Mis ojos se aguaron, intentado retener las lágrimas, ella se dio cuenta, y tímidamente me acarició la cara.
-Y la más importante de todas... te amo... y sin ti, no puedo vivir-. Ella bajó sus ojitos, roja como un tomate por lo que acababa de decirme. Al ver mi silencio, su cara cambió.
-No sé si es demasiado tarde, quiz...- no la dejé seguir hablando, ya que mis labios se posaron en los suyos, dejando que toda la emoción y alegría que me habían dado sus palabras, saliera en ese beso. Mi mente se quedó en blanco, sintiendo aquella anhelada sensación de sus labios, que necesitaba tanto como respirar. Me separé de ella cuándo noté que jadeaba.
-Bella... no te puedes hacer una idea de lo que siento en este instante. No se si merezco ese sacrificio que estás dispuesta a hacer... te prometo que nunca más estarás sola; yo estoy aquí, contigo... y vas a ser la mejor princesa que haya tenido Inglaterra... y lo más importante de todo... mi mujer- ella me miraba emocionada, sin dejar de llorar.
-No sabes lo que he esperado este momento; volver a tenerte entre mis brazos, y no dejarte ir... compensaré todo el daño que te hice y...- ella me calló de nuevo, besando brevemente mis labios.
-Eso ya lo has hecho, Edward- dijo una vez se separó de mi boca.
-Y lo seguiré haciendo... todos los días, durante el resto de mi vida. Gracias por perdonarme y darme otra oportunidad... te amo mi niña... te amo- esto último lo dije mientras volvía a juntar mis labios con los suyos. Ella me agarró del pelo, atrayéndome más hacia ella, y haciendo que el beso se volviera más intenso. Su lengua rozó la mía, y un escalofrío recorrió mi espalda, fortificando el agarre de mis brazos sobre su cintura, y levantándola en el aire, dando vueltas con ella. Cuándo me di cuenta de que casi la estaba ahogando, la dejé suavemente en el suelo, pero sin liberarla de mis brazos. Habíamos estado separados mucho tiempo, y no la quería soltar. Rebusqué con una mano en el bolsillo de mis vaqueros, sacando la cajita y mostrándosela.
-Creo que esto te pertenece desde ahora- dije con una pequeña sonrisa, mientras la abría y le enseñaba su contenido. Se llevó las dos manos a la boca, contemplando el anillo.
-¿Es de verdad?- preguntó alucinada. Me reí, asintiendo con la cabeza, mientras sacaba el anillo y se lo deslizaba por el dedo corazón de su mano izquierda. Encajaba a la perfección.
-Era el anillo de compromiso de mi abuela, la reina Elizabeth; mi padre me lo cedió hace unos años, esperando encontrar a su nueva dueña- le expliqué.
El diamante, de talla ovalada, descansaba en medio de dos aguamarinas, de similar forma y tamaño, todo ello rodeado por una sencilla montura de platino.
-Originalmente, el anillo tenía dos rubíes rodeando el diamante; mi padre me dio permiso para que el día que fuera necesario, hiciese cambios en él, respetando el diamante central- aclaré. Bella lo miraba absorta, con la respiración entrecortada.
-¿De tu abuela?; Edward, debe de tener un valor incalculable- decía sorprendida. Asentí con una sonrisa.
-Ya te expliqué una vez que lo tenía; pertenece a las joyas de la Casa real inglesa... ahora es tuyo. Cambié los rubíes por aguamarinas porque se que te encantan esas gemas... como la pulsera y los pendientes que te regalé-.
-Es impresionante... y precioso- murmuró emocionada. Le quité una lágrima que bajaba por su mejilla.
-Espero que lo lleves puesto- susurré.
-Nunca he llevado una joya así... dios... no sé qué decir- decía, roja como un tomatito.
-Solamente que lo llevarás siempre- le volví a decir.
-Eso por supuesto... tendré cuidado de no perderlo, de verdad; es un honor que haya sido de tu abuela, significa mucho para mi- decía con una pequeña sonrisa.
-No la llegué a conocer, pero era una mujer fuerte, luchadora y muy buena y querida por su pueblo... al igual que lo serás tu- le dije. Pasó sus manos por mi cintura, y le devolví el abrazo, dejando pequeños besos por su pelo, que ya había crecido un poco. Ahora le llegaba por debajo de los hombros, y en las puntas se empezaban a formar esos pequeños tirabuzones. Sonreí, más feliz de lo que jamás había estado en mi vida, y con ella aun en mis brazos, seguí preguntándole.
-¿Has venido sola desde Forks?- interrogué.
-Si... tuve una charla con Ang y Rose... y con mi padre y Sue; el fue quién me abrió los ojos... y me dijo que viviera a buscarte y decírtelo- me explicó. Desde ese momento, era esclavo del jefe Swan de por vida, nunca podría agradecérselo lo suficiente. Tendría que regalarle algo la próxima vez que lo viera.
-También me dijo que debía enfrentarme a mis miedos... y que tengo la oportunidad de hacer algo importante por Inglaterra y EEUU- me explicaba. La escuchaba con una sonrisa, cómo aquel día en que la conocí, en clase del señor Delamore.
-¿Has venido sola desde el aeropuerto?- seguí preguntando, con el ceño fruncido. Ella se separó de mi, mirándome con ojitos de culpa.
-Bueno, verás... llamé a tu hermana, y no cogía... de modo que llamé a Jasper; le pedí que no dijera nada, quería darte una sorpresa- dijo tímida. La abracé más todavía, dejando un pequeño beso en su mejilla.
-Pues lo has conseguido-.
-No sabía qué esperar... tenía miedo... quizá tu ya no...bueno, qué te habrías cansado de esperarme; cuándo te vi de espaldas, y te giraste... no pude hacer otra cosas que correr a tus brazos, aunque me rechazaras- susurró, con voz trémula.
-¿Rechazarte?; ni en broma... te hubiera esperado toda la vida, te lo aseguro- le dije, sorprendido -te lo dije muchas veces, y te lo vuelvo a decir... siempre serás tú- le aclaré, acariciando su cara con mi mano.
Ella simplemente asintió, apoyando su mejilla en mi pecho, y cerrando los ojos. Pude ver a Jazz a lo lejos, levantando el pulgar hacia arriba... y a mi hermana, con las manos cruzadas en el pecho, sorprendida.
-Cariño... me parece que tenemos audiencia- le dije en voz baja. Se giró, apareciendo una sonrisa en su cara, mientras mi hermana y Jasper se acercaban.
-Tanto blackberry de última generación y lo tienes apagado todo el día- le dijo Bella, rodando los ojos. Mi hermana alzó las manos.
-Perdón, perdón, perdón- canturreaba con un puchero, abrazando a mi novia con cariño.
-¿De modo que estáis de nuevo juntos?- preguntó de nuevo, pegando saltitos. Bella asintió, mirándome con con una pequeña sonrisa.
-¿Lleváis mucho ahí?- interrogué a mi cuñado.
-Sólo cinco minutos... y por cierto, enhorabuena- dijo, acercándose y abrazándome. Alice miraba a su novio sin entender nada. Después de dar un beso a Bella, Jazz cogió la mano dónde estaba el anillo, poniéndoselo enfrente.
-Nos perdimos el momento justo- explicó entre risas. Mi hermana abrió los ojos de la impresión.
-¡AAAHHHHHHH!- gritó; nos abrazó a los dos a la vez, y salió corriendo, en dirección a la casa.
-¡Mamá, papá!- chillaba como loca. Jasper la miraba con una ceja arqueada; Bella la observaba conteniendo la carcajada, y yo rodé mis ojos... ¿seguro que no hay ninguna enfermedad llamada hiperactividad?.
Seguíamos viendo cómo Alice realizaba un sprint hasta el interior de palacio, buscando a sus padres. De nuevo el miedo volvió a invadir mi cuerpo. Era tan feliz, con Edward a mi lado, y con todo lo sucedido los minutos anteriores, que no caí en ese pequeño detalle.
¿Qué pensarían?; ¿dejarían que hiciéramos dos cursos en uno, y poder casarnos?; mi novio notó el cambio de semblante de mi cara, y me miró preocupado.
-¿Qué pasa cariño?-.
-¿Qué opinarán tus padres?- pregunté con un hilo de voz... pero el esbozó una de sus sonrisas torcidas, que tanto me gustaban.
-Puedes preguntárselo tu misma- me hizo un gesto con la cabeza, indicando que mirara al frente.
Carlisle y Esme estaban frente a nosotros, atendiendo a lo que Alice les explicaba. Nos miraban con una gran sonrisa, y Esme me abrió los brazos. Me acerqué a ella, y me dio un abrazo cariñoso, de esos que daba mi madre.
-Bella, hija... qué alegría más grande- se le notaba que intentaba no llorar.
-Os he echado de menos, mucho- musité en voz baja.
-Y nosotros a ti; créeme, esta casa no ha sido la misma sin ti- dijo mi suegro, que también se acercó para abrazarme. Una vez me liberaron de los abrazos, me tomó la mano, observando ambos el anillo.
-Te queda muy bien; era de mi madre, espero que te guste- me contaba, con una gran sonrisa.
-Es precioso, y un honor llevarlo; significará mucho para ti- murmuré.
-Lo es, créeme- se quedó conmigo, mientras Esme abrazaba a Edward.
-Estamos tan contentos por vosotros- le decía, ya llorando a mares.
-¿Cómo estás?- la pregunta de Carlisle hizo que girara de nuevo la cabeza hacia él.
-Feliz... y muy asustada; verás... quería pediros disculpas, por haber huido despavorida esa noche. Sé que no estuvo bien y... -Esme se acercó de nuevo a nosotros, cogiendo mi mano.
-No nos debes ninguna disculpa, hija... pero estamos seguros de qué ambos habéis aprendido que no debéis culparos por errores ajenos; y que tenéis que hacer, a veces, oídos sordos a las críticas. Y en cuanto a ti -me dijo con una sonrisa – te entiendo más que nadie, pero no tienes que tener miedo; te vamos a ayudar a acostumbrarte a todo este mundo, todos- me aseguró.
-Gracias, de verdad- no sabía que decir ni qué hacer... en verdad me querían en esa casa. Observé que Edward se había alejado unos metros, con el móvil en la mano. Miré a Jazz, que me dijo que me acercara. Edward puso el manos libres... y los chillidos de Rose aparecieron.
-¡Bella!, ¿es cierto lo que me ha contado Emmet hace un segundo?- parecía que le iba a dar un ataque de histeria.
-Si... y creo que tienes parte de culpa, por decirlo así. Gracias a ti y a Ang, por abrirme los ojos- le dije al teléfono.
-Simplemente necesitabas un empujoncito. Ang me ha llamado hace un rato, contándome la conversación con tus padres. Creo que le debes mucho a Charlie; me alegro mucho, por los dos- dijo ella. Asentí, tenía que llamarlos y contarles las noticias.
-¿Te veré pronto?- pregunté.
-El uno de septiembre Emmet se reincorpora al trabajo... allí estaremos- me aseguró. Por cierto... sácale una foto al anillo y me la mandas- reí con ganas, como hacía tiempo que no me reía; Rose no cambiaría nunca.
-De acuerdo... mañana te llamo más tranquila- me despedí de ella, y Edward apretó la tecla, cortando la comunicación.
-¿Quieres llamar a casa?- me dijo. Asentí, y marcó el número de Forks, poniendo el manos libres.
-¿Sí?, ¿quién es?- la voz de Sue salió del pequeño aparatito.
-Hola Sue-.
-¡Charlie, tu hija está al teléfono, ven aquí ya!- gritó. Edward contuvo la carcajada, al igual que el resto.
-Dinos, estamos con el altavoz puesto- dijo al de un rato, ya que mi padre estaba muy torpe todavía -¿has visto a Edward, has hablado con el?- preguntó; si Rosalie se quedó al borde del infarto, Sue no era menos.
-Está aquí, a mi lado- el aludido pasó un brazo por mi cintura, acercándome a su cuerpo.
-¿Y bien?- esta vez era mi padre quien hablaba.
-Uffsss... papá... me voy a casar- solté.
-¡Bella, por dios!; cariño, no sabes lo felices que estamos, de que hayáis aclarado todo- dijo Sue, emocionada.
-Y de que seáis felices, por fin- la voz de mi padre volvió a resonar – Edward, ¿me escuchas?- le preguntó a mi novio.
-Aquí estoy, jefe Swan- respondió.
-Cuida a mi pequeña... ahora más que nunca- le ordenó, serio.
-No te preocupes; además os debo una disculpa a ambos, por hacer sufrir a Bella todos estos meses- dijo, poniéndose serio.
-Edward, todas las parejas pasan por momentos difíciles y complicados... y sabemos que, a partir de ahora, vais a afrontar todo lo que os venga- nos dijo sabiamente -¿recuerdas lo que hablamos, pequeña?- las palabras de mi padre dejaron a Edward fuera de combate.
-Si, papá... gracias por todo- murmuré en voz baja.
-Gracias jefe Swan- agradeció también Edward -no le he pedido la mano de su hija oficialmente- dijo cauteloso.
-Edward, dos cosas; primero: creo que si no te la doy, ciertas personas me muelen a palos- dijo con voz de misterio -empezando por mi madre- me reí, imaginando a mi abuelita - segundo: llámame Charlie-.
-Está bien... Charlie... por cierto, tu compañero de caza quiere hablar con vosotros, y mi madre- Esme nos hacía señas, para que le pasáramos el teléfono. Se alejaron, pero pudimos sentir los gritos y las risas de alegría. Miré a Edward, que me regaló un pequeño beso, que devolví con una gran sonrisa.
-¿Estás más tranquila?- me preguntó. Asentí con una sonrisa, mientras Alice me tomaba de las manos, dando saltitos.
-¡Tenemos tanto que hacer!... ufffssss... ¡Bella!... ¿te das cuentas que vais a casaros?- la miraba divertida, asintiendo con la cabeza.
-Me doy cuenta... supongo que la boda de un príncipe heredero no se prepara en un mes- dije, rodando los ojos. Edward sonrió por mi comentario, mientras que sus padres se acercaban de nuevo a nosotros.
-¿De qué habéis hablado tanto rato?- les preguntó curioso.
-Os lo explicaremos... pero ahora a la mesa... tenemos mucho que celebrar... y que hablar- el resto se adelantó; Edward y yo nos quedamos un poco rezagados, me volví a abrazar a él, escondiendo mi cara en su cuello.
-¿Qué piensas?- me susurró, pasando sus manos por mi espalda.
-Ufffsss... no lo sé... estoy cansada del viaje... agotada de los nervios... soy tu prometida- enumeré, todavía sin poder creérmelo.
-Eso último me gusta cómo suena- dijo divertido, estrechándome entre sus brazos.
-Soy muy feliz- dije en voz muy baja.
-Y yo también cariño, no te imaginas cuánto... podrás venir conmigo a los actos oficiales, de viaje de estado... pero sobre todo, quiero que estés tranquila, y que no te agobies, ¿de acuerdo?- me miró serio, esperando una respuesta. Suspiré afirmativamente.
-Buena chica- me dio un besito en la nariz, mientras tomaba mi mano, conduciéndome al comedor.
Nada más entrar allí, su familia nos esperaba de pie, al lado de la mesa, pero el servicio del castillo también estaba allí, capitaneados por Angus. Una ola de aplausos inundó la sala, felicitándonos. Me puse más roja que un tomate, agachando mi cara. Edward me rodeó con sus brazos.
-Te tienes que empezar a acostumbrar- me dijo en voz baja, mientras dejaba un beso en mi mejilla. Asentí nerviosa, alzando la cabeza y dedicando una pequeña sonrisa al resto. Angus se adelantó un paso, acercándose a nosotros.
-De parte de todos los empleados, enhorabuena alteza; señorita Isabella- nos ofreció su mano, que ambos estrechamos.
-Muchas gracias a todos, de verdad- dijo Edward, de parte de los dos. Por fin el servicio volvió a sus quehaceres, y nosotros pudimos sentarnos a cenar.
La cena transcurrió tranquila, entre risas cómplices y comentarios de todo tipo... sobre todo de Alice, que estaba revolucionada. Por primera vez en meses, logré terminarme toda la comida; la última vez que había comido era, por el cambio de horario, hace unas diez horas, y estaba muerta de hambre. Después pasamos al salón, dónde nos sirvieron el café y empezó la conversación.
-Bella, hemos hablado con tus padres. Nos han dicho que decidáis sin presión alguna cuándo queréis casaros, cosa con la que concordamos tu madre y yo- nos explicó Carlisle. Edward tomó aire, para hablar, pero Esme se le adelantó.
-Os decimos ésto, porque Jasper nos ha explicado qué podéis hacer el último año de carrera, junto con este curso. Si es así, hablaremos en septiembre con el rector de King´s College, para solucionarlo- nos siguió explicando. Miré a mi novio, que empezó a hablar.
-Veréis, cuándo le pedí a Bella en junio que se casara conmigo -sus padres abrieron los ojos, por la sorpresa -me rechazó, más o menos- aclaró con una mueca, cosa que hizo que su padre le sonriera comprensivamente -ya estaba informado de todo eso. Yo estoy más que dispuesto a hacerlo, pero si Bella quiere que esperemos otro año, esperaremos- terminó de decir, mirándome con una sonrisa... y supe que llegaba mi turno para decir algo.
-Yo también estoy dispuesta, ambos llevamos los cursos sin problemas, tengo que hacer un examen en septiembre, pero fue por lo de mi padre- expliqué. Edward me dio un beso en la mano, contento por mi decisión.
-Podéis hacerlo, estamos seguros- nos animó Jasper.
-Debíamos saberlo; si hacéis los dos cursos, es de suponer que os casaréis pronto, ¿queréis hacerlo oficial?- la pregunta de Esme me puso un poco nerviosa... pero Edward agarró mi mano, tranquilizándome.
-Si ella quiere, no tengo ninguna objeción a eso- dijo serio.
-Si se hace oficial... ¿podré acompañarle a algunos actos y viajes, verdad?- pregunté.
-Eso es; no tendréis que estar escondidos... podréis volver a la universidad juntos, estar en la misma clase... salir por ahí... con cuidado y con escolta, claro está- añadió Carlisle. Miré a Edward, que esperaba mi respuesta. Tenía que acostumbrarme a todo aquello... y así nos pareció que era el mejor modo.
-Está bien- decidí finalmente.
-¿Segura?- volvió a insistir Edward. Asentí de nuevo, con un gesto de cabeza... pero una pregunta vino a mi mente.
-Ésto... ¿el Parlamento debe dar su autorización para la boda?; he leído que en algunos países, Holanda, Suecia... debe ser así- pregunté.
-Aquí no cariño; la ley de Gran Bretaña contempla un "consentimiento silencioso"; es decir, mi padre debe informar al Parlamento que contraeremos matrimonio, pero la auténtica autorización la da el rey; si el rey lo aprueba, el parlamento también- me explicó.
-Y por supuesto que lo apruebo- dijo Carlisle, en tono burlón y divertido. Esme miró a su marido, arqueando las cejas y riendo por su ocurrencia, al igual que el resto.
-Y... ¿quién costea la boda?- pregunté curiosa.
-El gobierno asigna los presupuestos de la Familia real cada año. Desde hace algunos años, también pagamos una serie de impuestos. Por supuesto, la boda saldrá de los presupuestos asignados a la familia... pero también hay que hablar con el ayuntamiento y el gobierno; la seguridad esos días, arreglos de calles, etc... eso sale de los presupuestos generales- explicó Esme.
-El rey asigna anualmente, de ese presupuesto, a cada miembro su "sueldo", llamémoslo así, a cada miembro de la familia, por la representación y el trabajo de los miembros de la corona; aparte del de los empleados y para el mantenimiento de su casa- me explicó Edward. Escuchaba atentamente, enterándome de cosas que había oído de pasada.
-Es así en todas las monarquías constitucionales- añadió Jasper.
-Ehmm... ¿religión?- pregunté dudosa. Edward me miró sorprendido.
-¿Por qué preguntas eso, cariño?-.
-Bueno... pertenecéis a la Iglesia Anglicana cuya máxima autoridad es el rey de Inglaterra- murmuré con algo de vergüenza.
-¿Sabes lo qué quiere decir eso?- Carlisle me miraba con una sonrisa.
-Significa que sois católicos...pero que no estáis bajo el mando, por así decirlo, de Roma- expliqué lo mejor que pude.
-Eso es- dijo Edward, asombrado -no sabía que lo supieras- me susurró en voz baja.
-Es el tiempo que estuvimos juntos, me informé- le confesé con una risita.
-Y tú... perteneces a la iglesia episcopaliana, que es una variante de la Iglesia Anglicana allí, en EEUU- explicó Carlisle- por lo tanto, no. Y aunque fueras católica por la Iglesia de Roma, hoy en día se pediría una dispensa papal. Eso de que hay que renunciar a la religión y adoptar la oficial del país, por casarse con un heredero al trono apenas se contempla en las leyes de sucesión de ningún país europeo, hoy en día- me explicaba con cariño.
-Además, a efectos de la Iglesia, eres anglicana, así que ningún problema- apuntó mi madre.
-¿Y mi nacionalidad?- seguí preguntando; todos allí me miraban divertidos... y de repente me dio mucha vergüenza -lo siento, os estoy friendo a preguntas-.
-No cielo, tranquila, es lógico y normal- Esme me sacó del apuro, al igual que Edward.
-Tendrás doble nacionalidad desde el momento en que te cases con Edward- me contó Carlisle.
-Y nuestros hijos también tendrán pasaporte americano- añadió, mirándome y volviendo a agarrar mi mano. Asentí, demasiada información... pero eran cosas que necesitaba aclarar.
-¿Habéis pensado en alguna fecha?, ¿alguna en especial?- inquirió Alice, curiosa.
-Yo no; personalmente, no tengo ninguna en mente... ¿tú quieres alguna en concreto?- me preguntó curioso.
Pero yo si tenía una... y me hacía mucha ilusión. No estaba segura, pero en el avión creía haber calculado bien.
-¿Alguien lleva un móvil?- Edward me tendió el suyo, y busqué el calendario... hasta que di con ella... y efectivamente, era sábado.
-¿Cual es?- preguntó la pequeña duende, ansiosa.
-El veintitrés de junio- dije en voz baja -mis padres se casaron ese día- recordé con una pequeña sonrisa , mirando mi anillo y acordándome de ella... de mi madre. Edward captó el mensaje, abrazándome con cariño.
-¿Qué te parece?- le pregunté.
-Me parece perfecto, mi niña- me consoló, sabiendo lo que pasaba por mi cabeza. Dejó un suave beso en mi cabeza, y me quedé acurrucada junto a el, con su brazo por mi cintura.
Esme se acercó a nosotros, sentándose a nuestro lado.
-Es una bonita fecha, hijos; y muy especial para ti . Seguro que a tu padre le hace muchísima ilusión- me dijo con cariño -además, para esas fechas, si todo va bien, ya habréis terminado los estudios- Edward asintió, mirándome fijamente.
-¿Qué?- pregunté extrañada... y ruborizada; cada vez que me miraba así, me salían los colores.
-Tres días después de mi veinticuatro cumpleaños... una bonita forma de celebrarlo- objetó con una sonrisa.
-Bien... entonces, si os parece bien, anunciaremos el compromiso a finales de septiembre, justo antes de qué comencéis las clases- explicó Carlisle.
-Dentro de mes y medio, más o menos- musitó Edward, pensativo.
-Está bien- acepté.
-También hemos hablado de eso con tus padres, y estarán aquí contigo, no te preocupes- dijo Esme.
-Aunque nosotros estamos solo para las fotos- dijo Alice, divertida – ese día te tocará hablar, Bellie, y a Edward- dijo divertida. Mi novio rodó los ojos.
-Gracias por la aclaración, pequeña saltamontes- repuso burlón. Me quedé pensativa... sería la primera vez que hablara ante los medios... menos mal que Edward estaría conmigo... tendría que ensayar.
Involuntariamente, un bostezo salió de mi boca... empezaba a notar los efectos del jet lag. Edward miró su reloj, y decidió que era hora de que nos retiráramos.
-Bella está cansada... podemos seguir mañana- dijo a modo de despedida. Nos desearon buenas noches, y salimos al pasillo, rumbo a la habitación de Edward... ahora nuestra.
-¿Te encuentras bien?- me preguntó en cuánto estuvimos a solas, pasando un brazo por mi cintura.
-Sí, claro que sí... siento el mareo de preguntas... pero quería saber- me disculpé, encogiéndome de hombros.
-No te disculpes, mi vida... es normal... y sabes que puedes preguntarnos lo que quieras, cualquier duda que te surja, por pequeña que sea- me reprochó con cariño.
Al fin llegamos a la puerta de nuestra habitación. Edward me cedió el paso, cerrando tras él. Vi que mi maleta ya estaba desecha, y mi ropa en el armario. Suspiré pesadamente, mientras Edward seguía apoyado en el marco de la puerta, mirándome fijamente... con el deseo escrito en su rostro. Demasiados meses separados, sin amarnos... sin apenas tocarnos... y esa distancia dolía, y mucho.
Me acerqué a él, lentamente, tomándole de los hombros. Bajó su cabeza a la altura de la mía, quedando nuestros ojos conectados a la misma altura. Sabía que estaba intentado contenerse, por la expresión de su cara. Esos topacios dorados me traspasaban el alma, leyéndola... y quería que leyera la necesidad que tenía de sus besos, de sus caricias... de él.
-Bella... yo...- parecía tímido y avergonzado.
-Shssss... por favor...- lo silencié, con uno de mis dedos, posándolo suavemente en sus labios, tan suaves como siempre. Me mordí el labio inferior, nerviosa como si fuera la primera vez.
-Te necesito- murmuré, inclinando mi cabeza hacia a un lado, cerrando los ojos y acortando los escasos centímetros que me separaban de sus labios. Se amoldaron a los míos perfectamente, primero suaves y tiernos, cómo pequeñas caricias de una pluma. Sus manos se anclaron en mi cintura, apretándome contra él, recibiendo el saludo de su intimidad, haciéndome saber que su cuerpo reaccionaba a mis caricias, cómo si nunca nos hubiéramos separado.
Apenas nos separábamos unos segundos, no dábamos tregua alguna al fuego que emanaban nuestros cuerpos. Cada caricia, cada beso, cada roce... hacían que nuestros cuerpos volvieran a sentir esas mágicas sensaciones, dormidas pero no extinguidas.
-Ed... Edward... por favor... no pares- le conseguí decir entre beso y beso.
-No sabes lo qué te he extrañado... y no puedes hacerte una idea de cuánto te necesito yo también- dijo contra la piel de mi cuello, a la vez que lo besaba.
Volví a su boca, esta vez besándole sin tregua alguna. Su lengua exploraba cada rincón de mi boca, sin dejar de acariciar un solo recoveco de ella.
Me colgué de su cuello, sin separarnos, y el me alzó en sus brazos. Mis piernas aprisionaron su cintura, sintiendo el placentero roce de nuestra intimidad. Conmigo en sus brazos empezó a andar, con una de sus manos recorriendo mi columna, y la otra posada en una de mis piernas.
Sin dejar de movernos, agarré el extremo de su camiseta, sacándola a trompicones. Su pecho, duro y firme, con cada músculo marcado, apareció ante mi. Lentamente bajé las manos por él, recordando la suavidad de su piel, cada lunar, cada rincón escondido.
Sentí que me posaba en una superficie dura, sentándome y quedando de pie entre mis piernas. Besaba y mordía cada una de las células de mi cuello, tiernamente, como una caricia. Su aliento me hacía cosquillas, y sus manos se fueron al borde de mi camiseta, haciéndola desaparecer. Mis labios volvieron a buscar los suyos, en una caricia incontenible por mi parte, moviendo mis manos desde su cuello hasta esa perfecta uve de su bajo vientre. Sus jadeos coparon la habitación en cuánto rocé con las yemas de mis dedos esa parte de su cuerpo.
-Ahhh... dios... ¿cómo puedes hacerme eso?- susurró en mi oído, dejando un suave beso en él -sabes que me encanta- dijo con un jadeo.
Sus manos, rápidas y concisas, se deshicieron de mi sujetador, pasando sus manos por mis pechos y mis sensibles pezones, que enseguida se endurecieron, debido al roce con sus dedos. Mi espalda se arqueó, en un movimiento involuntario, y tuve que apoyar mis manos en la mesa, inclinándome hacia atrás y ofreciéndole mi cuerpo, que el no dudó un sólo instante en besar con su boca, labios y dientes.
Al final terminé tumbada encima de la mesa, gimiendo y jadeando cosas incoherentes, enredando los dedos en el suave pelo de Edward y empujando su cabeza contra mis pechos, que no dejó un sólo segundo en paz. Si uno lo torturaba con su boca, el otro recibía caricias y tirones con sus dedos.
-Ed... ward... aaahhhhh... por favor- le suplicaba, nunca antes me había torturado de esa forma.
-¿Por favor, qué?- dijo mientras mordía uno de mis pezones, tirando suavemente de él, haciendo que un cosquilleo de placer me recorriese entera. Levantó la vista, acercándose a mi boca, que no tardé en morder suavemente, delineando con mi lengua su labio inferior, y tirando de él.
Nunca había visto sus ojos así, el deseo y la necesidad que teníamos el uno del otro se reflejaba en los ojos de ambos. Se irguió lentamente, y bajando suavemente su mano por todo mi cuerpo, llegó a mi cintura, que recorrió con un dedo, para terminar desabrochándome el pantalón y quitándolo de mi cuerpo, junto con la única prenda interior que quedaba. Me recorrió de arriba abajo con su mirada, inclinándose y dejando suaves besos en mi vientre y en mi ombligo. Su aliento me hizo cosquillas, haciendo que la carne se me erizara... y la vez me sonrojara, con una mezcla de pasión y vergüenza que nunca antes había sentido.
Me senté de nuevo, apoyando las manos en la parte trasera de su cabeza, lo atraje hacia mí, quedando nuestras bocas separadas apenas unos milímetros.
-Vamos a la cama- apenas salió de mi boca más que un ronroneo sexy, lo que hizo que sonriera de esa forma que tan de cabeza me traía.
Me levanté cómo pude, ya que mis cuerpo se había convertido en una masa gelatinosa y temblorosa. Completamente desnuda, tiré de él tomándole de la mano, y haciéndole que cayera sentado en el borde. Me agaché entre sus piernas, quitando lo que quedaba de su ropa.
El pequeño principito me dio la bienvenida mientras el se acomodaba en la cama. Con atrevimiento que yo no sabía que tenía para estas cosas, me deslicé por la cama, a gatas, parando a su altura. Estaba tumbado, y apartándome el pelo que caía por mi cara y mis hombros, atrajo mi cara hacia la suya, sonriendo de forma torcida.
-Eres una niña muy mala- me dijo con voz ronca, antes de estrellar sus labios en los míos, chupándolos y mordiéndolos sin hacerme daño, pero mandando olas de fuego y de placer por todo mi cuerpo.
-Yo no soy mala- dije en voz baja -simplemente hago disfrutar a mi prometido- murmuré contra sus labios, sonriendo pícara.
Lentamente me senté sobre el, a horcajadas, uniendo lentamente nuestros cuerpos. Sentí el jadeo que salió de su pecho, pero abrió los ojos, cayendo en la cuenta de algo, se incorporó, quedando sentado y mirándome con terror.
-Bella, cariño... no nos hemos protegido y...- le corté con un pequeño beso, mientras yo negaba con la cabeza.
-Tranquilo; no he dejado de tomar la pastillita. Sabes que me ayuda a regular la visita de todos los meses- le expliqué divertida. Sentí que se relajaba, pero no se volvió a tumbar, sino que se abrazó a mi, escondiendo su cara en mi cuello y regalándome besos en él. Sus manos pasaban por toda mi espalda, bajando y subiendo por ésta. Me agarré a sus hombros, tomando impulso y moviéndome lentamente. Sabía que eso le torturaba y le ponía al límite, no llevar, sólo en este aspecto, el control de la situación.
Su respiración se estrellaba en cada poro de mi piel, y al final, después de un buen rato de jadeos tortuosos y entrecortados, agarró mis nalgas, girándome y posando mi espalda en la cama. Le miré con cierta sorpresa y fingido enfado, mientras el sonreía, pagado de si mismo.
-Sip, definitivamente eres muy mala- susurró en mi oreja, lamiéndola despacio, a la vez que empezaba a moverse despacio.
-Ed... Edward... ahhh... más, más- conseguí que me salieran las palabras.
-¿Más, qué?- susurró en mi oído -me lo tienes que decir-.
-Más rápid... rápido- busqué su boca, necesitaba besarle, sino los gritos empezarían a salir por ella, y desgraciadamente, ahora no estábamos solos. Mis palabras fueron órdenes para él, ya que sus embestidas y empujones dentro de mi tomaron un ritmo atroz, haciendo que mi corazón empezara a bombear salvajemente. Esa corriente, tan familiar y añorada, nació en mi vientre, haciendo que me retorciera, presa de placer y de pasión.
-Si... sí... por favor... así, no pares, así- le decía una y otra vez, con los ojos cerrados y mi cara enterrada en su cuello.
-Cariño... me voy- decía, sudoroso y agitado. Al oír esas palabras, mi cuerpo abandonó todo atisbo de cordura, y las descargas por todo mi cuerpo no se hicieron esperar, llegando al punto máximo del placer casi a la vez. Me besó de una forma inexplicable, acallando los gritos que querían salir de nuestras bocas. Terminó desplomado encima de mí, sudoroso y jadeante, al igual que yo.
Todas las emociones vividas ese día, hicieron que mis ojos se volvieran acuosos. Hice un esfuerzo sobrehumano por evitar que salieran... pero levantó la vista, y se dio cuenta. Se sentó en la cama, con la espalda apoyada en el cabecero, y me atrajo hasta sus brazos. Acurrucada entre sus piernas, enredados entre las sábanas, me abrazó de esa forma que tanto me gustaba, dejando pequeños besos en mi cara.
-No llores más cariño... estamos aquí, juntos de nuevo... y vamos a olvidar estos meses anteriores- me decía. Sabía que lloraba de felicidad, y lentamente me fue meciendo y arrullando, hasta que el cansancio y las emociones pudieron conmigo, quedándome dormida en su pecho, segura y protegida... con él a mi lado.
EDWARD PVO
El verano pasaba, lento y silencioso. No sé como conseguí acabar los exámenes, y aprobar todas las asignaturas. Mi mente volaba una y otra vez a la noche anterior a que Bella se fuera a Forks. Sabía que era una locura, pero tenía que intentarlo. La quería en mi vida, como mi mujer, y ya me daba igual todo lo demás.
Ni siquiera me dejó abrir la caja, donde reposaba el anillo. Sabía que tenía que pensarlo y meditarlo, y no debía agobiarla... pero esa negativa inicial hizo que mi corazón se resquebrajase en ese mismo instante.
Era todo tan difícil... no tenía la culpa de haber nacido príncipe, no es algo que yo hubiera elegido... pero las cosas eran así.
Mis padres, bueno, y todos, notaron que algo había cambiado en mi estado de ánimo. La visita oficial a Australia y Nueva Zelanda se me hizo interminable. Emmet y Jasper me acorralaron un día, y no me quedó otro remedio que confesar; necesitaba hablar, y que alguien me escuchara. Se quedaron pasmados cuándo les dije que le había pedido que se casara conmigo, pero entendieron por qué lo había hecho; era fácil y simple, no podía soportar estar sin ella un segundo más.
Jazz me dijo que tuviera paciencia, que no la agobiara y le dejara pensarlo. Esperar a septiembre se me hacía largo y difícil. Ella no quería que renunciara, pero vaya si estaba dispuesto a hacerlo, si con ello podía tenerla conmigo; me dolía por mis padres, tenían sus esperanzas puestas en mi, y aunque aun faltaba mucho para que yo tomara su relevo... si con ello ganaba a mi niña, me daba por satisfecho en esta vida. No me importaba sacrificar todo por lo que había sido educado... a mi niña tampoco la consideraba egoísta... puede que desde esa noche, en que la traté tan mal, considerara que no merecía sacrificio alguno por su parte... y no la culpaba.
Desde que me declaré a ella, hace casi dos años, he soñado con dos imágenes. Verla entrar el la iglesia, con un vestido de novia precioso y una diadema de brillantes, caminando hacia mi... y otra, vestida de fiesta, con la diadema, las bandas y las placas, de mi brazo; cumpliendo a la perfección con su papel de princesa, susurrándome o comentándome todo lo que veía a su alrededor. Esas imágenes cada vez se difuminaban más, queriendo desaparecer por completo.
Dejé el libro, no me enteraba de nada de lo que estaba leyendo. Saqué de mi bolsillo la cajita de terciopelo negro, observando su contenido. Mi padre me la cedió hace algunos años, para que se la diera a mi futura esposa; era una de las joyas de la Casa real inglesa, y era muy importante para él. Estudié la forma del anillo, al que había mandado hacer algunos cambios, para adaptarlo al estilo de Bella. Meneé la cabeza, cerrando de nuevo la cajita, e intentando retomar la lectura del libro.
Michael, uno de los jardineros, pasó por allí, y se acercó para saludarme. Me puse de pie, acercándome y quedando a su altura.
-Buenas tardes- saludé con una leve sonrisa.
-Buenas tardes alteza, hace una tarde calurosa, y eso que casi son las ocho de la tarde- dijo con voz cansada.
-Si, es un verano duro- expresé en voz baja, refiriéndome al calor... y a mis pensamientos -¿cómo está su familia?-.
-Todos muy bien; en septiembre nos iremos unos días de vacaciones a Glasgow; mi mujer echa de menos a su familia- me explicaba amablemente. Conversamos durante unos minutos... y pude ver cómo sus ojos se abrían por la sorpresa, mirando por encima de mi hombro.
-¿Se encuentra bien?- interrogué sin entender nada. Al no contestarme, insistí de nuevo -¿señor Bradford?-.
-Creo que tiene visita, con permiso- se alejó, con una ligera inclinación de cabeza. Le vi alejarse, y me indicó que me diera la vuelta.
Mis ojos debían estar jugándome una mala pasada, porque no podía creer la visión que tenía delante de mi. Mi niña, mi princesa, a sólo unos metros, mirándome con lágrimas y con una sonrisa. Mi corazón palpitó deprisa; quise correr hacia ella y abrazarla, y asegurarme de que no era un sueño... pero estaba tan paralizado que las piernas no me respondían... Mordiéndose el labio inferior, presa de sus nervios, como siempre, hizo lo que nunca esperé que hiciera... echar a correr hacia mi, abrazándome con fuerza y escondiendo su carita en mi cuello, cómo siempre había hecho. Al sentir su calor, su pequeño cuerpo amoldándose al mío, las descargas que siempre pasaban por mis venas cuándo la rozaba... entonces me di cuenta de que no era un sueño, y la estreché fuertemente entre mis brazos, sin dejarla que se alejara de mi un solo milímetro.
-Bella- la llamé, pero no respondió. Podía sentir sus espasmos, debido al llanto, y sus lágrimas por la piel de mi cuello; permanecimos así unos minutos; deseaba que el tiempo se detuviera en ese instante, para siempre... pero lo que escuché casi me hace caer de bruces al suelo.
-Sí... quiero- su voz, suave y dulce, pronunció lo que tanto tiempo llevaba esperando... mi cabeza empezó a dar vueltas, no podía haber escuchado bien.
-Bella- murmuré, sorprendido... y emocionado.
Ella levantó su rostro, mirándome con esos ojos que tanto había extrañado. Seguía amarrada a mi cuello, y juntó su frente con la mía.
-Perdóname Edward... tenía miedo... y lo tengo- dijo con la respiración agitada, muy nerviosa y tímida a la vez -no puedo permitir que renuncies... y si tu estás dispuesto a sacrificarlo todo... yo también-.
-Bella, cariño...- ella me silenció con uno de sus dedos, que besé suavemente, antes de que siguiera hablando.
-Me da igual lo que piensen de mi. Tengo el apoyo de mi familia, de la tuya, espero- rodó levemente los ojos- y el tuyo... sé que vas a ayudarme, al igual que yo a ti, en todo lo que pueda. Me has demostrado que me quieres, por encima de todo – sonreí como un tonto enamorado – y mi amor por ti también se merece un sacrificio, que supere mis miedos y que afrontemos juntos esa... tarea- la miraba emocionado, todavía sin poder creerlo. Mi pecho se infló de emoción y alegría... ella aceptaba casarse conmigo, con todo lo que conllevaba. Mis ojos se aguaron, intentado retener las lágrimas, ella se dio cuenta, y tímidamente me acarició la cara.
-Y la más importante de todas... te amo... y sin ti, no puedo vivir-. Ella bajó sus ojitos, roja como un tomate por lo que acababa de decirme. Al ver mi silencio, su cara cambió.
-No sé si es demasiado tarde, quiz...- no la dejé seguir hablando, ya que mis labios se posaron en los suyos, dejando que toda la emoción y alegría que me habían dado sus palabras, saliera en ese beso. Mi mente se quedó en blanco, sintiendo aquella anhelada sensación de sus labios, que necesitaba tanto como respirar. Me separé de ella cuándo noté que jadeaba.
-Bella... no te puedes hacer una idea de lo que siento en este instante. No se si merezco ese sacrificio que estás dispuesta a hacer... te prometo que nunca más estarás sola; yo estoy aquí, contigo... y vas a ser la mejor princesa que haya tenido Inglaterra... y lo más importante de todo... mi mujer- ella me miraba emocionada, sin dejar de llorar.
-No sabes lo que he esperado este momento; volver a tenerte entre mis brazos, y no dejarte ir... compensaré todo el daño que te hice y...- ella me calló de nuevo, besando brevemente mis labios.
-Eso ya lo has hecho, Edward- dijo una vez se separó de mi boca.
-Y lo seguiré haciendo... todos los días, durante el resto de mi vida. Gracias por perdonarme y darme otra oportunidad... te amo mi niña... te amo- esto último lo dije mientras volvía a juntar mis labios con los suyos. Ella me agarró del pelo, atrayéndome más hacia ella, y haciendo que el beso se volviera más intenso. Su lengua rozó la mía, y un escalofrío recorrió mi espalda, fortificando el agarre de mis brazos sobre su cintura, y levantándola en el aire, dando vueltas con ella. Cuándo me di cuenta de que casi la estaba ahogando, la dejé suavemente en el suelo, pero sin liberarla de mis brazos. Habíamos estado separados mucho tiempo, y no la quería soltar. Rebusqué con una mano en el bolsillo de mis vaqueros, sacando la cajita y mostrándosela.
-Creo que esto te pertenece desde ahora- dije con una pequeña sonrisa, mientras la abría y le enseñaba su contenido. Se llevó las dos manos a la boca, contemplando el anillo.
-¿Es de verdad?- preguntó alucinada. Me reí, asintiendo con la cabeza, mientras sacaba el anillo y se lo deslizaba por el dedo corazón de su mano izquierda. Encajaba a la perfección.
-Era el anillo de compromiso de mi abuela, la reina Elizabeth; mi padre me lo cedió hace unos años, esperando encontrar a su nueva dueña- le expliqué.
El diamante, de talla ovalada, descansaba en medio de dos aguamarinas, de similar forma y tamaño, todo ello rodeado por una sencilla montura de platino.
-Originalmente, el anillo tenía dos rubíes rodeando el diamante; mi padre me dio permiso para que el día que fuera necesario, hiciese cambios en él, respetando el diamante central- aclaré. Bella lo miraba absorta, con la respiración entrecortada.
-¿De tu abuela?; Edward, debe de tener un valor incalculable- decía sorprendida. Asentí con una sonrisa.
-Ya te expliqué una vez que lo tenía; pertenece a las joyas de la Casa real inglesa... ahora es tuyo. Cambié los rubíes por aguamarinas porque se que te encantan esas gemas... como la pulsera y los pendientes que te regalé-.
-Es impresionante... y precioso- murmuró emocionada. Le quité una lágrima que bajaba por su mejilla.
-Espero que lo lleves puesto- susurré.
-Nunca he llevado una joya así... dios... no sé qué decir- decía, roja como un tomatito.
-Solamente que lo llevarás siempre- le volví a decir.
-Eso por supuesto... tendré cuidado de no perderlo, de verdad; es un honor que haya sido de tu abuela, significa mucho para mi- decía con una pequeña sonrisa.
-No la llegué a conocer, pero era una mujer fuerte, luchadora y muy buena y querida por su pueblo... al igual que lo serás tu- le dije. Pasó sus manos por mi cintura, y le devolví el abrazo, dejando pequeños besos por su pelo, que ya había crecido un poco. Ahora le llegaba por debajo de los hombros, y en las puntas se empezaban a formar esos pequeños tirabuzones. Sonreí, más feliz de lo que jamás había estado en mi vida, y con ella aun en mis brazos, seguí preguntándole.
-¿Has venido sola desde Forks?- interrogué.
-Si... tuve una charla con Ang y Rose... y con mi padre y Sue; el fue quién me abrió los ojos... y me dijo que viviera a buscarte y decírtelo- me explicó. Desde ese momento, era esclavo del jefe Swan de por vida, nunca podría agradecérselo lo suficiente. Tendría que regalarle algo la próxima vez que lo viera.
-También me dijo que debía enfrentarme a mis miedos... y que tengo la oportunidad de hacer algo importante por Inglaterra y EEUU- me explicaba. La escuchaba con una sonrisa, cómo aquel día en que la conocí, en clase del señor Delamore.
-¿Has venido sola desde el aeropuerto?- seguí preguntando, con el ceño fruncido. Ella se separó de mi, mirándome con ojitos de culpa.
-Bueno, verás... llamé a tu hermana, y no cogía... de modo que llamé a Jasper; le pedí que no dijera nada, quería darte una sorpresa- dijo tímida. La abracé más todavía, dejando un pequeño beso en su mejilla.
-Pues lo has conseguido-.
-No sabía qué esperar... tenía miedo... quizá tu ya no...bueno, qué te habrías cansado de esperarme; cuándo te vi de espaldas, y te giraste... no pude hacer otra cosas que correr a tus brazos, aunque me rechazaras- susurró, con voz trémula.
-¿Rechazarte?; ni en broma... te hubiera esperado toda la vida, te lo aseguro- le dije, sorprendido -te lo dije muchas veces, y te lo vuelvo a decir... siempre serás tú- le aclaré, acariciando su cara con mi mano.
Ella simplemente asintió, apoyando su mejilla en mi pecho, y cerrando los ojos. Pude ver a Jazz a lo lejos, levantando el pulgar hacia arriba... y a mi hermana, con las manos cruzadas en el pecho, sorprendida.
-Cariño... me parece que tenemos audiencia- le dije en voz baja. Se giró, apareciendo una sonrisa en su cara, mientras mi hermana y Jasper se acercaban.
-Tanto blackberry de última generación y lo tienes apagado todo el día- le dijo Bella, rodando los ojos. Mi hermana alzó las manos.
-Perdón, perdón, perdón- canturreaba con un puchero, abrazando a mi novia con cariño.
-¿De modo que estáis de nuevo juntos?- preguntó de nuevo, pegando saltitos. Bella asintió, mirándome con con una pequeña sonrisa.
-¿Lleváis mucho ahí?- interrogué a mi cuñado.
-Sólo cinco minutos... y por cierto, enhorabuena- dijo, acercándose y abrazándome. Alice miraba a su novio sin entender nada. Después de dar un beso a Bella, Jazz cogió la mano dónde estaba el anillo, poniéndoselo enfrente.
-Nos perdimos el momento justo- explicó entre risas. Mi hermana abrió los ojos de la impresión.
-¡AAAHHHHHHH!- gritó; nos abrazó a los dos a la vez, y salió corriendo, en dirección a la casa.
-¡Mamá, papá!- chillaba como loca. Jasper la miraba con una ceja arqueada; Bella la observaba conteniendo la carcajada, y yo rodé mis ojos... ¿seguro que no hay ninguna enfermedad llamada hiperactividad?.
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Seguíamos viendo cómo Alice realizaba un sprint hasta el interior de palacio, buscando a sus padres. De nuevo el miedo volvió a invadir mi cuerpo. Era tan feliz, con Edward a mi lado, y con todo lo sucedido los minutos anteriores, que no caí en ese pequeño detalle.
¿Qué pensarían?; ¿dejarían que hiciéramos dos cursos en uno, y poder casarnos?; mi novio notó el cambio de semblante de mi cara, y me miró preocupado.
-¿Qué pasa cariño?-.
-¿Qué opinarán tus padres?- pregunté con un hilo de voz... pero el esbozó una de sus sonrisas torcidas, que tanto me gustaban.
-Puedes preguntárselo tu misma- me hizo un gesto con la cabeza, indicando que mirara al frente.
Carlisle y Esme estaban frente a nosotros, atendiendo a lo que Alice les explicaba. Nos miraban con una gran sonrisa, y Esme me abrió los brazos. Me acerqué a ella, y me dio un abrazo cariñoso, de esos que daba mi madre.
-Bella, hija... qué alegría más grande- se le notaba que intentaba no llorar.
-Os he echado de menos, mucho- musité en voz baja.
-Y nosotros a ti; créeme, esta casa no ha sido la misma sin ti- dijo mi suegro, que también se acercó para abrazarme. Una vez me liberaron de los abrazos, me tomó la mano, observando ambos el anillo.
-Te queda muy bien; era de mi madre, espero que te guste- me contaba, con una gran sonrisa.
-Es precioso, y un honor llevarlo; significará mucho para ti- murmuré.
-Lo es, créeme- se quedó conmigo, mientras Esme abrazaba a Edward.
-Estamos tan contentos por vosotros- le decía, ya llorando a mares.
-¿Cómo estás?- la pregunta de Carlisle hizo que girara de nuevo la cabeza hacia él.
-Feliz... y muy asustada; verás... quería pediros disculpas, por haber huido despavorida esa noche. Sé que no estuvo bien y... -Esme se acercó de nuevo a nosotros, cogiendo mi mano.
-No nos debes ninguna disculpa, hija... pero estamos seguros de qué ambos habéis aprendido que no debéis culparos por errores ajenos; y que tenéis que hacer, a veces, oídos sordos a las críticas. Y en cuanto a ti -me dijo con una sonrisa – te entiendo más que nadie, pero no tienes que tener miedo; te vamos a ayudar a acostumbrarte a todo este mundo, todos- me aseguró.
-Gracias, de verdad- no sabía que decir ni qué hacer... en verdad me querían en esa casa. Observé que Edward se había alejado unos metros, con el móvil en la mano. Miré a Jazz, que me dijo que me acercara. Edward puso el manos libres... y los chillidos de Rose aparecieron.
-¡Bella!, ¿es cierto lo que me ha contado Emmet hace un segundo?- parecía que le iba a dar un ataque de histeria.
-Si... y creo que tienes parte de culpa, por decirlo así. Gracias a ti y a Ang, por abrirme los ojos- le dije al teléfono.
-Simplemente necesitabas un empujoncito. Ang me ha llamado hace un rato, contándome la conversación con tus padres. Creo que le debes mucho a Charlie; me alegro mucho, por los dos- dijo ella. Asentí, tenía que llamarlos y contarles las noticias.
-¿Te veré pronto?- pregunté.
-El uno de septiembre Emmet se reincorpora al trabajo... allí estaremos- me aseguró. Por cierto... sácale una foto al anillo y me la mandas- reí con ganas, como hacía tiempo que no me reía; Rose no cambiaría nunca.
-De acuerdo... mañana te llamo más tranquila- me despedí de ella, y Edward apretó la tecla, cortando la comunicación.
-¿Quieres llamar a casa?- me dijo. Asentí, y marcó el número de Forks, poniendo el manos libres.
-¿Sí?, ¿quién es?- la voz de Sue salió del pequeño aparatito.
-Hola Sue-.
-¡Charlie, tu hija está al teléfono, ven aquí ya!- gritó. Edward contuvo la carcajada, al igual que el resto.
-Dinos, estamos con el altavoz puesto- dijo al de un rato, ya que mi padre estaba muy torpe todavía -¿has visto a Edward, has hablado con el?- preguntó; si Rosalie se quedó al borde del infarto, Sue no era menos.
-Está aquí, a mi lado- el aludido pasó un brazo por mi cintura, acercándome a su cuerpo.
-¿Y bien?- esta vez era mi padre quien hablaba.
-Uffsss... papá... me voy a casar- solté.
-¡Bella, por dios!; cariño, no sabes lo felices que estamos, de que hayáis aclarado todo- dijo Sue, emocionada.
-Y de que seáis felices, por fin- la voz de mi padre volvió a resonar – Edward, ¿me escuchas?- le preguntó a mi novio.
-Aquí estoy, jefe Swan- respondió.
-Cuida a mi pequeña... ahora más que nunca- le ordenó, serio.
-No te preocupes; además os debo una disculpa a ambos, por hacer sufrir a Bella todos estos meses- dijo, poniéndose serio.
-Edward, todas las parejas pasan por momentos difíciles y complicados... y sabemos que, a partir de ahora, vais a afrontar todo lo que os venga- nos dijo sabiamente -¿recuerdas lo que hablamos, pequeña?- las palabras de mi padre dejaron a Edward fuera de combate.
-Si, papá... gracias por todo- murmuré en voz baja.
-Gracias jefe Swan- agradeció también Edward -no le he pedido la mano de su hija oficialmente- dijo cauteloso.
-Edward, dos cosas; primero: creo que si no te la doy, ciertas personas me muelen a palos- dijo con voz de misterio -empezando por mi madre- me reí, imaginando a mi abuelita - segundo: llámame Charlie-.
-Está bien... Charlie... por cierto, tu compañero de caza quiere hablar con vosotros, y mi madre- Esme nos hacía señas, para que le pasáramos el teléfono. Se alejaron, pero pudimos sentir los gritos y las risas de alegría. Miré a Edward, que me regaló un pequeño beso, que devolví con una gran sonrisa.
-¿Estás más tranquila?- me preguntó. Asentí con una sonrisa, mientras Alice me tomaba de las manos, dando saltitos.
-¡Tenemos tanto que hacer!... ufffssss... ¡Bella!... ¿te das cuentas que vais a casaros?- la miraba divertida, asintiendo con la cabeza.
-Me doy cuenta... supongo que la boda de un príncipe heredero no se prepara en un mes- dije, rodando los ojos. Edward sonrió por mi comentario, mientras que sus padres se acercaban de nuevo a nosotros.
-¿De qué habéis hablado tanto rato?- les preguntó curioso.
-Os lo explicaremos... pero ahora a la mesa... tenemos mucho que celebrar... y que hablar- el resto se adelantó; Edward y yo nos quedamos un poco rezagados, me volví a abrazar a él, escondiendo mi cara en su cuello.
-¿Qué piensas?- me susurró, pasando sus manos por mi espalda.
-Ufffsss... no lo sé... estoy cansada del viaje... agotada de los nervios... soy tu prometida- enumeré, todavía sin poder creérmelo.
-Eso último me gusta cómo suena- dijo divertido, estrechándome entre sus brazos.
-Soy muy feliz- dije en voz muy baja.
-Y yo también cariño, no te imaginas cuánto... podrás venir conmigo a los actos oficiales, de viaje de estado... pero sobre todo, quiero que estés tranquila, y que no te agobies, ¿de acuerdo?- me miró serio, esperando una respuesta. Suspiré afirmativamente.
-Buena chica- me dio un besito en la nariz, mientras tomaba mi mano, conduciéndome al comedor.
Nada más entrar allí, su familia nos esperaba de pie, al lado de la mesa, pero el servicio del castillo también estaba allí, capitaneados por Angus. Una ola de aplausos inundó la sala, felicitándonos. Me puse más roja que un tomate, agachando mi cara. Edward me rodeó con sus brazos.
-Te tienes que empezar a acostumbrar- me dijo en voz baja, mientras dejaba un beso en mi mejilla. Asentí nerviosa, alzando la cabeza y dedicando una pequeña sonrisa al resto. Angus se adelantó un paso, acercándose a nosotros.
-De parte de todos los empleados, enhorabuena alteza; señorita Isabella- nos ofreció su mano, que ambos estrechamos.
-Muchas gracias a todos, de verdad- dijo Edward, de parte de los dos. Por fin el servicio volvió a sus quehaceres, y nosotros pudimos sentarnos a cenar.
La cena transcurrió tranquila, entre risas cómplices y comentarios de todo tipo... sobre todo de Alice, que estaba revolucionada. Por primera vez en meses, logré terminarme toda la comida; la última vez que había comido era, por el cambio de horario, hace unas diez horas, y estaba muerta de hambre. Después pasamos al salón, dónde nos sirvieron el café y empezó la conversación.
-Bella, hemos hablado con tus padres. Nos han dicho que decidáis sin presión alguna cuándo queréis casaros, cosa con la que concordamos tu madre y yo- nos explicó Carlisle. Edward tomó aire, para hablar, pero Esme se le adelantó.
-Os decimos ésto, porque Jasper nos ha explicado qué podéis hacer el último año de carrera, junto con este curso. Si es así, hablaremos en septiembre con el rector de King´s College, para solucionarlo- nos siguió explicando. Miré a mi novio, que empezó a hablar.
-Veréis, cuándo le pedí a Bella en junio que se casara conmigo -sus padres abrieron los ojos, por la sorpresa -me rechazó, más o menos- aclaró con una mueca, cosa que hizo que su padre le sonriera comprensivamente -ya estaba informado de todo eso. Yo estoy más que dispuesto a hacerlo, pero si Bella quiere que esperemos otro año, esperaremos- terminó de decir, mirándome con una sonrisa... y supe que llegaba mi turno para decir algo.
-Yo también estoy dispuesta, ambos llevamos los cursos sin problemas, tengo que hacer un examen en septiembre, pero fue por lo de mi padre- expliqué. Edward me dio un beso en la mano, contento por mi decisión.
-Podéis hacerlo, estamos seguros- nos animó Jasper.
-Debíamos saberlo; si hacéis los dos cursos, es de suponer que os casaréis pronto, ¿queréis hacerlo oficial?- la pregunta de Esme me puso un poco nerviosa... pero Edward agarró mi mano, tranquilizándome.
-Si ella quiere, no tengo ninguna objeción a eso- dijo serio.
-Si se hace oficial... ¿podré acompañarle a algunos actos y viajes, verdad?- pregunté.
-Eso es; no tendréis que estar escondidos... podréis volver a la universidad juntos, estar en la misma clase... salir por ahí... con cuidado y con escolta, claro está- añadió Carlisle. Miré a Edward, que esperaba mi respuesta. Tenía que acostumbrarme a todo aquello... y así nos pareció que era el mejor modo.
-Está bien- decidí finalmente.
-¿Segura?- volvió a insistir Edward. Asentí de nuevo, con un gesto de cabeza... pero una pregunta vino a mi mente.
-Ésto... ¿el Parlamento debe dar su autorización para la boda?; he leído que en algunos países, Holanda, Suecia... debe ser así- pregunté.
-Aquí no cariño; la ley de Gran Bretaña contempla un "consentimiento silencioso"; es decir, mi padre debe informar al Parlamento que contraeremos matrimonio, pero la auténtica autorización la da el rey; si el rey lo aprueba, el parlamento también- me explicó.
-Y por supuesto que lo apruebo- dijo Carlisle, en tono burlón y divertido. Esme miró a su marido, arqueando las cejas y riendo por su ocurrencia, al igual que el resto.
-Y... ¿quién costea la boda?- pregunté curiosa.
-El gobierno asigna los presupuestos de la Familia real cada año. Desde hace algunos años, también pagamos una serie de impuestos. Por supuesto, la boda saldrá de los presupuestos asignados a la familia... pero también hay que hablar con el ayuntamiento y el gobierno; la seguridad esos días, arreglos de calles, etc... eso sale de los presupuestos generales- explicó Esme.
-El rey asigna anualmente, de ese presupuesto, a cada miembro su "sueldo", llamémoslo así, a cada miembro de la familia, por la representación y el trabajo de los miembros de la corona; aparte del de los empleados y para el mantenimiento de su casa- me explicó Edward. Escuchaba atentamente, enterándome de cosas que había oído de pasada.
-Es así en todas las monarquías constitucionales- añadió Jasper.
-Ehmm... ¿religión?- pregunté dudosa. Edward me miró sorprendido.
-¿Por qué preguntas eso, cariño?-.
-Bueno... pertenecéis a la Iglesia Anglicana cuya máxima autoridad es el rey de Inglaterra- murmuré con algo de vergüenza.
-¿Sabes lo qué quiere decir eso?- Carlisle me miraba con una sonrisa.
-Significa que sois católicos...pero que no estáis bajo el mando, por así decirlo, de Roma- expliqué lo mejor que pude.
-Eso es- dijo Edward, asombrado -no sabía que lo supieras- me susurró en voz baja.
-Es el tiempo que estuvimos juntos, me informé- le confesé con una risita.
-Y tú... perteneces a la iglesia episcopaliana, que es una variante de la Iglesia Anglicana allí, en EEUU- explicó Carlisle- por lo tanto, no. Y aunque fueras católica por la Iglesia de Roma, hoy en día se pediría una dispensa papal. Eso de que hay que renunciar a la religión y adoptar la oficial del país, por casarse con un heredero al trono apenas se contempla en las leyes de sucesión de ningún país europeo, hoy en día- me explicaba con cariño.
-Además, a efectos de la Iglesia, eres anglicana, así que ningún problema- apuntó mi madre.
-¿Y mi nacionalidad?- seguí preguntando; todos allí me miraban divertidos... y de repente me dio mucha vergüenza -lo siento, os estoy friendo a preguntas-.
-No cielo, tranquila, es lógico y normal- Esme me sacó del apuro, al igual que Edward.
-Tendrás doble nacionalidad desde el momento en que te cases con Edward- me contó Carlisle.
-Y nuestros hijos también tendrán pasaporte americano- añadió, mirándome y volviendo a agarrar mi mano. Asentí, demasiada información... pero eran cosas que necesitaba aclarar.
-¿Habéis pensado en alguna fecha?, ¿alguna en especial?- inquirió Alice, curiosa.
-Yo no; personalmente, no tengo ninguna en mente... ¿tú quieres alguna en concreto?- me preguntó curioso.
Pero yo si tenía una... y me hacía mucha ilusión. No estaba segura, pero en el avión creía haber calculado bien.
-¿Alguien lleva un móvil?- Edward me tendió el suyo, y busqué el calendario... hasta que di con ella... y efectivamente, era sábado.
-¿Cual es?- preguntó la pequeña duende, ansiosa.
-El veintitrés de junio- dije en voz baja -mis padres se casaron ese día- recordé con una pequeña sonrisa , mirando mi anillo y acordándome de ella... de mi madre. Edward captó el mensaje, abrazándome con cariño.
-¿Qué te parece?- le pregunté.
-Me parece perfecto, mi niña- me consoló, sabiendo lo que pasaba por mi cabeza. Dejó un suave beso en mi cabeza, y me quedé acurrucada junto a el, con su brazo por mi cintura.
Esme se acercó a nosotros, sentándose a nuestro lado.
-Es una bonita fecha, hijos; y muy especial para ti . Seguro que a tu padre le hace muchísima ilusión- me dijo con cariño -además, para esas fechas, si todo va bien, ya habréis terminado los estudios- Edward asintió, mirándome fijamente.
-¿Qué?- pregunté extrañada... y ruborizada; cada vez que me miraba así, me salían los colores.
-Tres días después de mi veinticuatro cumpleaños... una bonita forma de celebrarlo- objetó con una sonrisa.
-Bien... entonces, si os parece bien, anunciaremos el compromiso a finales de septiembre, justo antes de qué comencéis las clases- explicó Carlisle.
-Dentro de mes y medio, más o menos- musitó Edward, pensativo.
-Está bien- acepté.
-También hemos hablado de eso con tus padres, y estarán aquí contigo, no te preocupes- dijo Esme.
-Aunque nosotros estamos solo para las fotos- dijo Alice, divertida – ese día te tocará hablar, Bellie, y a Edward- dijo divertida. Mi novio rodó los ojos.
-Gracias por la aclaración, pequeña saltamontes- repuso burlón. Me quedé pensativa... sería la primera vez que hablara ante los medios... menos mal que Edward estaría conmigo... tendría que ensayar.
Involuntariamente, un bostezo salió de mi boca... empezaba a notar los efectos del jet lag. Edward miró su reloj, y decidió que era hora de que nos retiráramos.
-Bella está cansada... podemos seguir mañana- dijo a modo de despedida. Nos desearon buenas noches, y salimos al pasillo, rumbo a la habitación de Edward... ahora nuestra.
-¿Te encuentras bien?- me preguntó en cuánto estuvimos a solas, pasando un brazo por mi cintura.
-Sí, claro que sí... siento el mareo de preguntas... pero quería saber- me disculpé, encogiéndome de hombros.
-No te disculpes, mi vida... es normal... y sabes que puedes preguntarnos lo que quieras, cualquier duda que te surja, por pequeña que sea- me reprochó con cariño.
Al fin llegamos a la puerta de nuestra habitación. Edward me cedió el paso, cerrando tras él. Vi que mi maleta ya estaba desecha, y mi ropa en el armario. Suspiré pesadamente, mientras Edward seguía apoyado en el marco de la puerta, mirándome fijamente... con el deseo escrito en su rostro. Demasiados meses separados, sin amarnos... sin apenas tocarnos... y esa distancia dolía, y mucho.
Me acerqué a él, lentamente, tomándole de los hombros. Bajó su cabeza a la altura de la mía, quedando nuestros ojos conectados a la misma altura. Sabía que estaba intentado contenerse, por la expresión de su cara. Esos topacios dorados me traspasaban el alma, leyéndola... y quería que leyera la necesidad que tenía de sus besos, de sus caricias... de él.
-Bella... yo...- parecía tímido y avergonzado.
-Shssss... por favor...- lo silencié, con uno de mis dedos, posándolo suavemente en sus labios, tan suaves como siempre. Me mordí el labio inferior, nerviosa como si fuera la primera vez.
-Te necesito- murmuré, inclinando mi cabeza hacia a un lado, cerrando los ojos y acortando los escasos centímetros que me separaban de sus labios. Se amoldaron a los míos perfectamente, primero suaves y tiernos, cómo pequeñas caricias de una pluma. Sus manos se anclaron en mi cintura, apretándome contra él, recibiendo el saludo de su intimidad, haciéndome saber que su cuerpo reaccionaba a mis caricias, cómo si nunca nos hubiéramos separado.
Apenas nos separábamos unos segundos, no dábamos tregua alguna al fuego que emanaban nuestros cuerpos. Cada caricia, cada beso, cada roce... hacían que nuestros cuerpos volvieran a sentir esas mágicas sensaciones, dormidas pero no extinguidas.
-Ed... Edward... por favor... no pares- le conseguí decir entre beso y beso.
-No sabes lo qué te he extrañado... y no puedes hacerte una idea de cuánto te necesito yo también- dijo contra la piel de mi cuello, a la vez que lo besaba.
Volví a su boca, esta vez besándole sin tregua alguna. Su lengua exploraba cada rincón de mi boca, sin dejar de acariciar un solo recoveco de ella.
Me colgué de su cuello, sin separarnos, y el me alzó en sus brazos. Mis piernas aprisionaron su cintura, sintiendo el placentero roce de nuestra intimidad. Conmigo en sus brazos empezó a andar, con una de sus manos recorriendo mi columna, y la otra posada en una de mis piernas.
Sin dejar de movernos, agarré el extremo de su camiseta, sacándola a trompicones. Su pecho, duro y firme, con cada músculo marcado, apareció ante mi. Lentamente bajé las manos por él, recordando la suavidad de su piel, cada lunar, cada rincón escondido.
Sentí que me posaba en una superficie dura, sentándome y quedando de pie entre mis piernas. Besaba y mordía cada una de las células de mi cuello, tiernamente, como una caricia. Su aliento me hacía cosquillas, y sus manos se fueron al borde de mi camiseta, haciéndola desaparecer. Mis labios volvieron a buscar los suyos, en una caricia incontenible por mi parte, moviendo mis manos desde su cuello hasta esa perfecta uve de su bajo vientre. Sus jadeos coparon la habitación en cuánto rocé con las yemas de mis dedos esa parte de su cuerpo.
-Ahhh... dios... ¿cómo puedes hacerme eso?- susurró en mi oído, dejando un suave beso en él -sabes que me encanta- dijo con un jadeo.
Sus manos, rápidas y concisas, se deshicieron de mi sujetador, pasando sus manos por mis pechos y mis sensibles pezones, que enseguida se endurecieron, debido al roce con sus dedos. Mi espalda se arqueó, en un movimiento involuntario, y tuve que apoyar mis manos en la mesa, inclinándome hacia atrás y ofreciéndole mi cuerpo, que el no dudó un sólo instante en besar con su boca, labios y dientes.
Al final terminé tumbada encima de la mesa, gimiendo y jadeando cosas incoherentes, enredando los dedos en el suave pelo de Edward y empujando su cabeza contra mis pechos, que no dejó un sólo segundo en paz. Si uno lo torturaba con su boca, el otro recibía caricias y tirones con sus dedos.
-Ed... ward... aaahhhhh... por favor- le suplicaba, nunca antes me había torturado de esa forma.
-¿Por favor, qué?- dijo mientras mordía uno de mis pezones, tirando suavemente de él, haciendo que un cosquilleo de placer me recorriese entera. Levantó la vista, acercándose a mi boca, que no tardé en morder suavemente, delineando con mi lengua su labio inferior, y tirando de él.
Nunca había visto sus ojos así, el deseo y la necesidad que teníamos el uno del otro se reflejaba en los ojos de ambos. Se irguió lentamente, y bajando suavemente su mano por todo mi cuerpo, llegó a mi cintura, que recorrió con un dedo, para terminar desabrochándome el pantalón y quitándolo de mi cuerpo, junto con la única prenda interior que quedaba. Me recorrió de arriba abajo con su mirada, inclinándose y dejando suaves besos en mi vientre y en mi ombligo. Su aliento me hizo cosquillas, haciendo que la carne se me erizara... y la vez me sonrojara, con una mezcla de pasión y vergüenza que nunca antes había sentido.
Me senté de nuevo, apoyando las manos en la parte trasera de su cabeza, lo atraje hacia mí, quedando nuestras bocas separadas apenas unos milímetros.
-Vamos a la cama- apenas salió de mi boca más que un ronroneo sexy, lo que hizo que sonriera de esa forma que tan de cabeza me traía.
Me levanté cómo pude, ya que mis cuerpo se había convertido en una masa gelatinosa y temblorosa. Completamente desnuda, tiré de él tomándole de la mano, y haciéndole que cayera sentado en el borde. Me agaché entre sus piernas, quitando lo que quedaba de su ropa.
El pequeño principito me dio la bienvenida mientras el se acomodaba en la cama. Con atrevimiento que yo no sabía que tenía para estas cosas, me deslicé por la cama, a gatas, parando a su altura. Estaba tumbado, y apartándome el pelo que caía por mi cara y mis hombros, atrajo mi cara hacia la suya, sonriendo de forma torcida.
-Eres una niña muy mala- me dijo con voz ronca, antes de estrellar sus labios en los míos, chupándolos y mordiéndolos sin hacerme daño, pero mandando olas de fuego y de placer por todo mi cuerpo.
-Yo no soy mala- dije en voz baja -simplemente hago disfrutar a mi prometido- murmuré contra sus labios, sonriendo pícara.
Lentamente me senté sobre el, a horcajadas, uniendo lentamente nuestros cuerpos. Sentí el jadeo que salió de su pecho, pero abrió los ojos, cayendo en la cuenta de algo, se incorporó, quedando sentado y mirándome con terror.
-Bella, cariño... no nos hemos protegido y...- le corté con un pequeño beso, mientras yo negaba con la cabeza.
-Tranquilo; no he dejado de tomar la pastillita. Sabes que me ayuda a regular la visita de todos los meses- le expliqué divertida. Sentí que se relajaba, pero no se volvió a tumbar, sino que se abrazó a mi, escondiendo su cara en mi cuello y regalándome besos en él. Sus manos pasaban por toda mi espalda, bajando y subiendo por ésta. Me agarré a sus hombros, tomando impulso y moviéndome lentamente. Sabía que eso le torturaba y le ponía al límite, no llevar, sólo en este aspecto, el control de la situación.
Su respiración se estrellaba en cada poro de mi piel, y al final, después de un buen rato de jadeos tortuosos y entrecortados, agarró mis nalgas, girándome y posando mi espalda en la cama. Le miré con cierta sorpresa y fingido enfado, mientras el sonreía, pagado de si mismo.
-Sip, definitivamente eres muy mala- susurró en mi oreja, lamiéndola despacio, a la vez que empezaba a moverse despacio.
-Ed... Edward... ahhh... más, más- conseguí que me salieran las palabras.
-¿Más, qué?- susurró en mi oído -me lo tienes que decir-.
-Más rápid... rápido- busqué su boca, necesitaba besarle, sino los gritos empezarían a salir por ella, y desgraciadamente, ahora no estábamos solos. Mis palabras fueron órdenes para él, ya que sus embestidas y empujones dentro de mi tomaron un ritmo atroz, haciendo que mi corazón empezara a bombear salvajemente. Esa corriente, tan familiar y añorada, nació en mi vientre, haciendo que me retorciera, presa de placer y de pasión.
-Si... sí... por favor... así, no pares, así- le decía una y otra vez, con los ojos cerrados y mi cara enterrada en su cuello.
-Cariño... me voy- decía, sudoroso y agitado. Al oír esas palabras, mi cuerpo abandonó todo atisbo de cordura, y las descargas por todo mi cuerpo no se hicieron esperar, llegando al punto máximo del placer casi a la vez. Me besó de una forma inexplicable, acallando los gritos que querían salir de nuestras bocas. Terminó desplomado encima de mí, sudoroso y jadeante, al igual que yo.
Todas las emociones vividas ese día, hicieron que mis ojos se volvieran acuosos. Hice un esfuerzo sobrehumano por evitar que salieran... pero levantó la vista, y se dio cuenta. Se sentó en la cama, con la espalda apoyada en el cabecero, y me atrajo hasta sus brazos. Acurrucada entre sus piernas, enredados entre las sábanas, me abrazó de esa forma que tanto me gustaba, dejando pequeños besos en mi cara.
-No llores más cariño... estamos aquí, juntos de nuevo... y vamos a olvidar estos meses anteriores- me decía. Sabía que lloraba de felicidad, y lentamente me fue meciendo y arrullando, hasta que el cansancio y las emociones pudieron conmigo, quedándome dormida en su pecho, segura y protegida... con él a mi lado.
Atal- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
que lindooooooooooo por fin se reconciliaron... y que reconciliacion
gracias por subir estos caps Atal
gracias por subir estos caps Atal
LinaLuna93- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
que buenisimos capitulosss ........
definitivamente Tanya tiene la boca demasiado grande que bueno que se le escapo .
pobre Charlie y lo de su pierna ..........pero casi que me alegro asi Bella fue hasta alli y el le abrio los ojos..
jacob como siemprte un gran amigo ....
y como dice Lina que buenisima reconciliacion
que ganas de massss
definitivamente Tanya tiene la boca demasiado grande que bueno que se le escapo .
pobre Charlie y lo de su pierna ..........pero casi que me alegro asi Bella fue hasta alli y el le abrio los ojos..
jacob como siemprte un gran amigo ....
y como dice Lina que buenisima reconciliacion
que ganas de massss
xole- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
seeeeeee esta hermosa
la reconsiliacion
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Elizabeth le françoise- .
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