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Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
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Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Amigas les traigo esta nueva historia que realmente me tiene en suspenso... aun no está terminada pero la utora sarah-crish cullen ha sido muy gentil en darme la utorización para poder publicarla en el foro.
Ella es de España tiene 24 añitos, esta casada y es técnico de laboratorio clínico, y trabajo en un hospital y por sobre todo es muy fanatica de la saga y todo lo q implica ella.
Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.
Sinopsis: Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.
Prólogo
-"Último aviso para los pasajeros del vuelo JKF8652 con destino Londres, embarquen por la puerta 3"-.
Aquella voz nasal anunciaba mi vuelo; reprimiendo inútilmente mis lágrimas, me giré para despedirme de mi padre.
-Es la hora papá- le dije mientras le daba un gran abrazo.
-Cuidate mucho Bells... te voy a extrañar hija- dijo con un nudo en la garganta.
-Yo también a ti papá...pero vendré en vacaciones, te lo prometo- le aseguré con las lágrimas ya por mi cara.
-Llama en cuanto llegues, no importa la hora que sea, y por favor, ten mucho cuidado- me advirtió cariñosamente.
-Descuida jefe Swan- añadí divertida, en un intento de alegrar un poco el ambiente.
Me giré para despedirme de Sue, la esposa de mi padre.
-Cuidate mucho Bella, y disfruta estos años en Europa, será una experiencia inolvidable- me dijo mientras me daba un abrazo lleno de cariño.
-Cuidaos mucho los dos, voy a echaros de menos- le respondí.
-Y nosotros a ti cielo, te esperamos en navidades- me dijo mientras besaba mi frente.
Me volví hacia mi padre para darle el último abrazo.
-Estamos tan orgullosos de ti Bella... y seguro que mamá lo está también- susurró emocionado.
-Lo sé papá, gracias por todo- le respondí.
-Te quiero pequeña- susurró, mientras me daba un beso en la frente.
-Y yo a vosotros- le dije mientras tomaba mi bolso y mi billete, dispuesta a iniciar mi vida universitaria en otro continente.
Miraba distraída la ventanilla del avión, mientras escuchaba música. En un intento por dormir, al cerrar mis ojos, mi vida fue pasando cual película de cine.
Me llamo Isabella Marie Swan, Bella para los amigos. Nací un trece de septiembre y dentro de una semana cumplo dieciocho años. El pueblo en el que nací se llama Forks, en el lluvioso estado de Washintong, casi en la frontera con Canadá. Me considero una buena chica, según la gente, y dulce y tímida hasta morir. Mis amigos en el instituto me decían que tenía un doctorado en sonrojos. A parte de eso, me gusta escuchar a la gente, y ayudarla en lo que pueda. Crecí en Forks junto con mis padres, Charlie Swan, jefe de policía de la zona, y mi madre Renne, enfermera en el hospital. Mi infancia fue normal y feliz, junto a mis padres y mis amigos, a los que conocí en el parvulario, siguiendo juntos en la escuela primaria y en el instituto.
Hasta que cumplí trece años todo fue bien, éramos una familia unida y feliz... pero ese año las cosas cambiaron. A mamá le encontraron un bulto en el pecho, que resultó ser un cáncer de mama. Recuerdo el día que me lo dijeron, una losa fría cayó sobre mí.
Mamá era la que más optimista era, siempre con una sonrisa para papá y para mi. Pero las intervenciones y la quimioterapia no llegaron a tiempo, el tumor ya estaba muy avanzado, y seis meses después mamá murió.
Caí en una profunda tristeza, y gracias a la ayuda de mis amigos y mi padre, que siempre me repetía que a mamá no le gustaría vernos tristes y deprimidos, conseguí sobrellevarlo, aunque no volví a ser la misma, y nunca lo sería; siempre me faltaría algo.
Papá hizo un esfuerzo todos esos años, mostrándose feliz e intentado seguir adelante, aunque ese halo de tristeza en sus ojos se internó en ellos de forma permanente...hasta que gracias a Sue, dos años después, comenzó de nuevo a sonreír. Sue trabajaba en la comisaría de Forks, en el archivo. Quedó viuda muy joven, y no tenía hijos. Siempre se llevaron muy bien, un día quedaron para tomar un café fuera de la comisaría...y las cosas cambiaron.
Al principio era un poco reacio a volver a salir con alguien, hasta que su amigo Billy y yo lo logramos convencer, animándolo para que volviera a salir de era una buena mujer, era atenta y cariñosa tanto con mi padre y conmigo, y jamás intentó sustituir el hueco que había dejado mi madre, porque según me dijo ella misma, el día que me dijeron que querían casarse, ella era alguien vital e irreemplazable en nuestras vidas; es más, la foto de mi madre con mi padre y conmigo, en la que yo tengo sólo unas horas de vida, sigue en el saló de que empezara mi penúltimo año de instituto, se casaron en una ceremonia civil e íntima. Me alegré mucho por ellos, y sobre todo por mi padre, ya que me dolía verle tan solo con sus recuerdos. Eso fue lo que me impulsó a aceptar la oportunidad de mi vida.
Al empezar el último año de instituto, mi padre me habló de unas becas para hijos de policía y cuerpos de seguridad estadounidenses. Había de varios tipos, desde becas para universidades en el país, hasta becas y subvenciones para poder estudiar la carrera en el extranjero.
Decidí rellenar una solicitud, animada por mi padre y Sue, pensando que, aparte de no perder nada, simplemente me concederían ayudas para una universidad americana o canadiense. Mi sueño era ir a Europa algún día, ya que me encantaba la historia y el arte; siempre que daban algún programa de viajes, si salía una ciudad europea, me quedaba embobada viéndolo.
Una vez envié todo, junto con mi expediente académico, que era bastante bueno, sólo quedaba esperar a los exámenes finales de mayo, para enviar mis calificaciones finales y mi certificado de graduación.
Una semana después de mi graduación, llegó un sobre enorme a casa. Nerviosa como nunca, lo abrí. Dentro había muchos papeles y folletos, pero la carta que había encima de todos ellos, me dejó sin respiración.
"A la atención de Isabella Marie Swan.
Estimada señorita:
Dado su brillante expediente académico, así cómo su intachable expediente de conducta, la Comisión de Seguridad Nacional tiene el placer de ofrecerle una beca completa para realizar sus estudios universitarios en las universidades que a continuación se detallan:
Universidad de Toronto (Canadá).
Universidad de Dartmouht (EEUU).
Universidad de Princeton (EEUU).
Universidad King´s College (Reino Unido).
Universidad de Aalborg (Dinamarca).
Le recordamos que debe darnos una respuesta antes del 20 de julio, para realizar las gestiones oportunas, así cómo para solicitar plaza en la carrera que pida. Le aconsejo que ponga varias opciones, por orden de preferencia.
Esperamos pronto su respuesta, para cualquier duda no dude en ponerse en contacto con Margaret Field, la persona que ha tramitado su solicitud.
Atentamente
Henrry G. Owen"
Me temblaban las piernas, mientras releía por quinta vez la carta, a la vez que mi padre y Sue me felicitaban y me abrazaban emocionados. Una vez me calmé, empecé a leer el resto del contenido del sobre, que eran folletos sobre las distintas universidades. Después de unos días pensando, decidí solicitar la carrera de derecho y relaciones internacionales en King´s College cómo primera opción; descarté Dinamarca por el idioma, aunque con pena, ya que Copenhague era una ciudad de ensueño, y dado que mi sueño de verdad era ir a Europa, me decidí por King´s College como primera opción.
Finalmente, la segunda semana de agosto trajo la tan ansiada respuesta. Mi solicitud fue aceptada en King´s College . Mi sueño se hacía realidad.
Mis estudios estaban completamente financiados hasta mi licenciatura, debiendo mantener mis excelentes notas, cosa que según mi padre, no iba a costarme trabajo alguno. Además de aquello, la beca me financiaba un pequeño apartamento al lado de la universidad, para compartir con otro alumno/alumna del programa de becas.
Días antes de partir, mi padre y Sue me entregaron un papel del banco estatal. Tuve que releerlo varias veces para poder asimilarlo. Era una cuenta abierta a mi nombre, con una gran suma de dinero para mis gastos, junto con una tarjeta de crédito. Una vez reaccioné, miré fijamente a mi padre, hasta que éste empezó a hablar.
-Verás Bells, llevaba algunos años ahorrando para la matrícula y los primeros años de la carrera...y dado que todo eso lo cubre la beca, Sue y yo queremos que ésto sea para ti- me explicó.
-Papá, es demasiado, no sé si está bien aceptarlo...-empecé a protestar, pero Sue me interrumpió.
-Bella, no debes preocuparte por nada- me interrumpió.
-Tengo un buen sueldo Bella, para algo soy jefe. A Sue y a mi no nos afectará... además, otra parte de ese dinero es del seguro de vida de mamá- me contó.
-Pero papá...- seguí protestando, pero Sue volvió a hablar.
-Tu padre guardó ese dinero para ti... creyó que a tu madre le gustaría- me explicó con cariño, mientras me limpiaba una lágrima.
No pude más que abrazarlos, mientras que les daba las gracias, a la vez que por dentro se las daba a mi madre.
-Tu madre estará feliz y orgullosa de ti Bells, de ver cómo su niña se ha convertido en una mujer luchadora y responsable... te mereces ir a Londes, es tu gran sueño- me dijo mi padre.
No pude responderle debido a la emoción...era demasiado para mi, no se si mi corazón lo aguantaría.
Mi partida quedó fijada para el 5 de septiembre; las clases no comenzaban hasta octubre. Iba a compartir apartamento con otra chica, sólo sabía de ella que se llamaba Rosalie Lilian Hale, y que vivía en Boston.
Poco a poco, en esas últimas semanas, fui recogiendo y empaquetando las cosas que me llevaría a Londres, entre ellas mis libros favoritos, algunos Cd de música, mi portátil nuevo, regalo de la abuela Swan tras mi graduación, y varias fotos, entre ellas la de mi madre, que descansaba en mi mesilla de noche, una de la boda de mi padre y Sue y en la que salíamos los tres abrazados, y otra con mis amigos del instituto, del día de la graduación, me encantaba esa foto, con los birretes puestos y enseñando nuestros diplomas. Suspiré mientras observaba las caras sonrientes de Angela, Jessica, Ben Mike, Austin...
Iba a echarlos de menos, sobre todo a Angela, mi mejor amiga desde que teníamos tres años. Ella y Ben, su novio, se marchaban a UCLA, la universidad de Los Ángeles. Jess se marchaba a Stanford, también en California, mientras que Mike y Austin se quedaban en Seattle. Me despedí de ellos con lágrimas en los ojos, prometiendo mantener el contacto. Aunque todos nos separábamos, yo era la que más lejos me marchaba.
La última noche que pasé en mi habitación apenas podía dormir; sabía que iba a volver en vacaciones y vendría a visitar a mi padre y Sue...pero un extraño sentimiento me cruzaba la mente. Tenía la impresión de que un nuevo hogar me esperaba, y que no volvería a vivir en Forks...y no podía imaginar cuánta razón tenía.
Ella es de España tiene 24 añitos, esta casada y es técnico de laboratorio clínico, y trabajo en un hospital y por sobre todo es muy fanatica de la saga y todo lo q implica ella.
Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.
Sinopsis: Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.
Prólogo
-"Último aviso para los pasajeros del vuelo JKF8652 con destino Londres, embarquen por la puerta 3"-.
Aquella voz nasal anunciaba mi vuelo; reprimiendo inútilmente mis lágrimas, me giré para despedirme de mi padre.
-Es la hora papá- le dije mientras le daba un gran abrazo.
-Cuidate mucho Bells... te voy a extrañar hija- dijo con un nudo en la garganta.
-Yo también a ti papá...pero vendré en vacaciones, te lo prometo- le aseguré con las lágrimas ya por mi cara.
-Llama en cuanto llegues, no importa la hora que sea, y por favor, ten mucho cuidado- me advirtió cariñosamente.
-Descuida jefe Swan- añadí divertida, en un intento de alegrar un poco el ambiente.
Me giré para despedirme de Sue, la esposa de mi padre.
-Cuidate mucho Bella, y disfruta estos años en Europa, será una experiencia inolvidable- me dijo mientras me daba un abrazo lleno de cariño.
-Cuidaos mucho los dos, voy a echaros de menos- le respondí.
-Y nosotros a ti cielo, te esperamos en navidades- me dijo mientras besaba mi frente.
Me volví hacia mi padre para darle el último abrazo.
-Estamos tan orgullosos de ti Bella... y seguro que mamá lo está también- susurró emocionado.
-Lo sé papá, gracias por todo- le respondí.
-Te quiero pequeña- susurró, mientras me daba un beso en la frente.
-Y yo a vosotros- le dije mientras tomaba mi bolso y mi billete, dispuesta a iniciar mi vida universitaria en otro continente.
Capítulo 1: Dulces y dolorosos recuerdos
Miraba distraída la ventanilla del avión, mientras escuchaba música. En un intento por dormir, al cerrar mis ojos, mi vida fue pasando cual película de cine.
Me llamo Isabella Marie Swan, Bella para los amigos. Nací un trece de septiembre y dentro de una semana cumplo dieciocho años. El pueblo en el que nací se llama Forks, en el lluvioso estado de Washintong, casi en la frontera con Canadá. Me considero una buena chica, según la gente, y dulce y tímida hasta morir. Mis amigos en el instituto me decían que tenía un doctorado en sonrojos. A parte de eso, me gusta escuchar a la gente, y ayudarla en lo que pueda. Crecí en Forks junto con mis padres, Charlie Swan, jefe de policía de la zona, y mi madre Renne, enfermera en el hospital. Mi infancia fue normal y feliz, junto a mis padres y mis amigos, a los que conocí en el parvulario, siguiendo juntos en la escuela primaria y en el instituto.
Hasta que cumplí trece años todo fue bien, éramos una familia unida y feliz... pero ese año las cosas cambiaron. A mamá le encontraron un bulto en el pecho, que resultó ser un cáncer de mama. Recuerdo el día que me lo dijeron, una losa fría cayó sobre mí.
Mamá era la que más optimista era, siempre con una sonrisa para papá y para mi. Pero las intervenciones y la quimioterapia no llegaron a tiempo, el tumor ya estaba muy avanzado, y seis meses después mamá murió.
Caí en una profunda tristeza, y gracias a la ayuda de mis amigos y mi padre, que siempre me repetía que a mamá no le gustaría vernos tristes y deprimidos, conseguí sobrellevarlo, aunque no volví a ser la misma, y nunca lo sería; siempre me faltaría algo.
Papá hizo un esfuerzo todos esos años, mostrándose feliz e intentado seguir adelante, aunque ese halo de tristeza en sus ojos se internó en ellos de forma permanente...hasta que gracias a Sue, dos años después, comenzó de nuevo a sonreír. Sue trabajaba en la comisaría de Forks, en el archivo. Quedó viuda muy joven, y no tenía hijos. Siempre se llevaron muy bien, un día quedaron para tomar un café fuera de la comisaría...y las cosas cambiaron.
Al principio era un poco reacio a volver a salir con alguien, hasta que su amigo Billy y yo lo logramos convencer, animándolo para que volviera a salir de era una buena mujer, era atenta y cariñosa tanto con mi padre y conmigo, y jamás intentó sustituir el hueco que había dejado mi madre, porque según me dijo ella misma, el día que me dijeron que querían casarse, ella era alguien vital e irreemplazable en nuestras vidas; es más, la foto de mi madre con mi padre y conmigo, en la que yo tengo sólo unas horas de vida, sigue en el saló de que empezara mi penúltimo año de instituto, se casaron en una ceremonia civil e íntima. Me alegré mucho por ellos, y sobre todo por mi padre, ya que me dolía verle tan solo con sus recuerdos. Eso fue lo que me impulsó a aceptar la oportunidad de mi vida.
Al empezar el último año de instituto, mi padre me habló de unas becas para hijos de policía y cuerpos de seguridad estadounidenses. Había de varios tipos, desde becas para universidades en el país, hasta becas y subvenciones para poder estudiar la carrera en el extranjero.
Decidí rellenar una solicitud, animada por mi padre y Sue, pensando que, aparte de no perder nada, simplemente me concederían ayudas para una universidad americana o canadiense. Mi sueño era ir a Europa algún día, ya que me encantaba la historia y el arte; siempre que daban algún programa de viajes, si salía una ciudad europea, me quedaba embobada viéndolo.
Una vez envié todo, junto con mi expediente académico, que era bastante bueno, sólo quedaba esperar a los exámenes finales de mayo, para enviar mis calificaciones finales y mi certificado de graduación.
Una semana después de mi graduación, llegó un sobre enorme a casa. Nerviosa como nunca, lo abrí. Dentro había muchos papeles y folletos, pero la carta que había encima de todos ellos, me dejó sin respiración.
"A la atención de Isabella Marie Swan.
Estimada señorita:
Dado su brillante expediente académico, así cómo su intachable expediente de conducta, la Comisión de Seguridad Nacional tiene el placer de ofrecerle una beca completa para realizar sus estudios universitarios en las universidades que a continuación se detallan:
Universidad de Toronto (Canadá).
Universidad de Dartmouht (EEUU).
Universidad de Princeton (EEUU).
Universidad King´s College (Reino Unido).
Universidad de Aalborg (Dinamarca).
Le recordamos que debe darnos una respuesta antes del 20 de julio, para realizar las gestiones oportunas, así cómo para solicitar plaza en la carrera que pida. Le aconsejo que ponga varias opciones, por orden de preferencia.
Esperamos pronto su respuesta, para cualquier duda no dude en ponerse en contacto con Margaret Field, la persona que ha tramitado su solicitud.
Atentamente
Henrry G. Owen"
Me temblaban las piernas, mientras releía por quinta vez la carta, a la vez que mi padre y Sue me felicitaban y me abrazaban emocionados. Una vez me calmé, empecé a leer el resto del contenido del sobre, que eran folletos sobre las distintas universidades. Después de unos días pensando, decidí solicitar la carrera de derecho y relaciones internacionales en King´s College cómo primera opción; descarté Dinamarca por el idioma, aunque con pena, ya que Copenhague era una ciudad de ensueño, y dado que mi sueño de verdad era ir a Europa, me decidí por King´s College como primera opción.
Finalmente, la segunda semana de agosto trajo la tan ansiada respuesta. Mi solicitud fue aceptada en King´s College . Mi sueño se hacía realidad.
Mis estudios estaban completamente financiados hasta mi licenciatura, debiendo mantener mis excelentes notas, cosa que según mi padre, no iba a costarme trabajo alguno. Además de aquello, la beca me financiaba un pequeño apartamento al lado de la universidad, para compartir con otro alumno/alumna del programa de becas.
Días antes de partir, mi padre y Sue me entregaron un papel del banco estatal. Tuve que releerlo varias veces para poder asimilarlo. Era una cuenta abierta a mi nombre, con una gran suma de dinero para mis gastos, junto con una tarjeta de crédito. Una vez reaccioné, miré fijamente a mi padre, hasta que éste empezó a hablar.
-Verás Bells, llevaba algunos años ahorrando para la matrícula y los primeros años de la carrera...y dado que todo eso lo cubre la beca, Sue y yo queremos que ésto sea para ti- me explicó.
-Papá, es demasiado, no sé si está bien aceptarlo...-empecé a protestar, pero Sue me interrumpió.
-Bella, no debes preocuparte por nada- me interrumpió.
-Tengo un buen sueldo Bella, para algo soy jefe. A Sue y a mi no nos afectará... además, otra parte de ese dinero es del seguro de vida de mamá- me contó.
-Pero papá...- seguí protestando, pero Sue volvió a hablar.
-Tu padre guardó ese dinero para ti... creyó que a tu madre le gustaría- me explicó con cariño, mientras me limpiaba una lágrima.
No pude más que abrazarlos, mientras que les daba las gracias, a la vez que por dentro se las daba a mi madre.
-Tu madre estará feliz y orgullosa de ti Bells, de ver cómo su niña se ha convertido en una mujer luchadora y responsable... te mereces ir a Londes, es tu gran sueño- me dijo mi padre.
No pude responderle debido a la emoción...era demasiado para mi, no se si mi corazón lo aguantaría.
Mi partida quedó fijada para el 5 de septiembre; las clases no comenzaban hasta octubre. Iba a compartir apartamento con otra chica, sólo sabía de ella que se llamaba Rosalie Lilian Hale, y que vivía en Boston.
Poco a poco, en esas últimas semanas, fui recogiendo y empaquetando las cosas que me llevaría a Londres, entre ellas mis libros favoritos, algunos Cd de música, mi portátil nuevo, regalo de la abuela Swan tras mi graduación, y varias fotos, entre ellas la de mi madre, que descansaba en mi mesilla de noche, una de la boda de mi padre y Sue y en la que salíamos los tres abrazados, y otra con mis amigos del instituto, del día de la graduación, me encantaba esa foto, con los birretes puestos y enseñando nuestros diplomas. Suspiré mientras observaba las caras sonrientes de Angela, Jessica, Ben Mike, Austin...
Iba a echarlos de menos, sobre todo a Angela, mi mejor amiga desde que teníamos tres años. Ella y Ben, su novio, se marchaban a UCLA, la universidad de Los Ángeles. Jess se marchaba a Stanford, también en California, mientras que Mike y Austin se quedaban en Seattle. Me despedí de ellos con lágrimas en los ojos, prometiendo mantener el contacto. Aunque todos nos separábamos, yo era la que más lejos me marchaba.
La última noche que pasé en mi habitación apenas podía dormir; sabía que iba a volver en vacaciones y vendría a visitar a mi padre y Sue...pero un extraño sentimiento me cruzaba la mente. Tenía la impresión de que un nuevo hogar me esperaba, y que no volvería a vivir en Forks...y no podía imaginar cuánta razón tenía.
Última edición por Atal el 26/6/2011, 11:10 pm, editado 1 vez
Atal- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Atalllll me vas ha matar.......... otra masssss
si algun dia mis comentarios no atinan con la historia es que ya me he vuelto loca y se me han cruzado todas ...........quedas advertida
si algun dia mis comentarios no atinan con la historia es que ya me he vuelto loca y se me han cruzado todas ...........quedas advertida
xole- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
y eso que vienen más estrenos ya que me han dado autorizacion para tres fic mas jajaja pobrecita
Atal- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
tres masss
definitivamente tu quieres matarme
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
que lindooo... una consulta..
ese es el titulo verdadero..¿?¿?
porque lo busco en la net
y no lo puedo encontrar xd
ese es el titulo verdadero..¿?¿?
porque lo busco en la net
y no lo puedo encontrar xd
nessie17- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
jajaj pillina¡¡¡ si ese es el nombre oroginal, pero siguela aqui jajaj aun no esta completa asi que estamos como a manos de lo publicado jajja
me alegro q te haya gustado, besitos
a y Xole me estan dando mas autorizaciones asi q se viene pa largo jajaja
me alegro q te haya gustado, besitos
a y Xole me estan dando mas autorizaciones asi q se viene pa largo jajaja
Atal- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
jajajaja.. lo siento es que soy asi..
= casi la mayoria de los fanfics
puestos aki ya los e terminado..
es que no me aguanto de esperar
ajjajajja xddd
= casi la mayoria de los fanfics
puestos aki ya los e terminado..
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nessie17- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
por eso despues no comentas¡¡¡ malilla y yo espero tus comentarios jajaj
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
jajajaja...es que me da una flojera comentar
xddd...pero en realidad todas las historias
que públicas son buenas (para que despues
no digas que comento ^^)
xddd...pero en realidad todas las historias
que públicas son buenas (para que despues
no digas que comento ^^)
nessie17- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Nessie nos salio medio tramposilla
Atal los espero todos
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Palabras de la autora
Aquí tenéis el segundo capítulo de esta historia, y de paso aprovecho para aclararos algo sobre el espacio de tiempo que va a pasar en el fic. En principio, la historia va a transcurrir durante los cinco años universitarios y los dos posteriores. Los primeros cinco capítulos serán durante el primer curso, en los que, ya os adelanto, que no va a pasar mucha cosa. La verdadera historia empezará en el segundo curso de universidad, por lo que éstos primeros capítulos los considero una especie de introducción a la historia, aparte de que, para mi gusto son necesarios para entender lo que va a pasar después.
Una voz gangosa me despertó de mis recuerdos, anunciando que en media hora el vuelo tomaba tierra en el aeropuerto de Heathrow. Una vez que recogí mis tres enormes maletas, y pasé todos los trámites de aduana, me dispuse a buscar un taxi, que me llevara a mi nueva casa.
El aire húmedo y el cielo encapotado, tan parecido a Forks, me dio la bienvenida a Londres.
Di la dirección al taxista, un nombre de unos sesenta años, muy agradable y simpático, el cuál me iba contando y explicando los monumentos; estaba fascinada, todo lo que había soñado visitar estaba allí, el Big Ben, el Parlamento, la Torre de Londres, la Catedral de St. Paul, Trafalgar Square, la abadía de Westminster... estaba flotando, no podía ser verdad.
Mi universidad y mi apartamento estaban en el centro de Londres, por lo que el viaje en taxi fue un poco largo. Pillamos un poco de atasco en el centro, por lo que me dediqué a observar un edificio impresionante, blanco y enorme, con una enorme verja que lo rodeaba, y custodiado con miles de guardias.
-¿Ese es el palacio de Buckingham?- pregunté al amable conductor.
-Exacto...hay es donde vive la familia real; ¿ves la bandera ondeando a lo alto?- me preguntó mientras yo asentía, a la vez que me siguió explicando.
-Cuándo está la bandera en lo alto del mástil, significa que los reyes están aquí; cuándo están de viaje o en el palacio de Windsor, su residencia de verano, no hay ninguna bandera- me explicaba animadamente, podría dedicarse a ser guía turístico.
-No podría vivir allí...tendría que usar un mapa permanentemente- musité.
El hombre reía suavemente, mientras continuaba contándome.
-Eso mismo pienso yo...incluso el rey lo mencionó un día en una entrevista, que a veces seguía perdiéndose ahí dentro- me relataba mientras los dos nos reíamos.
-El rey es una persona amable, ha impulsado muchas reformas y mejoras para la sociedad y ha hecho mucho por que el país prosperara.. es un buen hombre- me dijo el taxista.
-Me imagino que la gente lo admira mucho- le respondí.
-Así es, los ingleses admiramos y queremos a la familia real, la monarquía aquí es una tradición muy arraigada- me seguía relatando.
Después de sortear el atasco, por fin llegamos a la que sería mi nueva casa. Pagué al taxista, dándole una pequeña propina por ser tan amable y atento.
Ante mi se encontraba una casa antigua, con la fachada blanca. Los balcones y ventanales le daban un aire del siglo pasado. Por lo que me habían dicho, eran casa antiguas, reformadas por el gobierno y empleadas para estudiantes y personas mayores.
Mi apartamento se encontraba en el segundo piso, únicamente había un apartamento por piso. Me dirigí adentro, y para mi alivio, había un pequeño ascensor.
Al llegar allí, toqué el timbre, al momento sentí unos pasos apresurados llegar a la puerta.
Una chica guapísima, rubia y alta, con ojos azul eléctrico me recibió con una gran sonrisa.
-Me imagino que eres mi compañera Isabella- me dijo amablemente y se inclinó para darme dos besos.
-Así es, pero dime Bella por favor, supongo que tú eres Rosalie-le dije una vez le devolví el saludo.
-Llámame Rose...pero vamos pasa, deja que te ayude- dijo mientras se apartaba para que pudiera entrar y me ayudaba con las maletas.
Una vez dentro miré a mi alrededor. El apartamento no era muy grande, pero tampoco diminuto. La amplia sala de estar, con un precioso ventanal, daba al parque que había enfrente de la casa. Todo el suelo de la viviendo era de madera, menos el cuarto de baño y la cocina, lo que le daba un aspecto confortable. Los muebles modernos y nuevos.
La cocina estaba separada del salón por un mostrador, rodeado éste de dos taburetes altos. El cuarto de baño, de colores marrones claros y modernos muebles, estaba en medio de un pequeño pasillo, y a cada lado dos puertas.
-Te estaba esperando para ver los dormitorios y así poder elegir juntas- me explicó Rose con una sonrisa.
Asentí mientras abría una de las puertas. La amplia habitación, se un suave color lila, era luminosa y casi más grande que mi querida habitación de Forks. La espaciosa cama , con una mesilla al lado, estaba pegada a la pared. Enfrente había un enorme armario empotrado. Debajo de la ventana, una amplia mesa de estudios. Los muebles eran de madera de tono claro, y juveniles.
Rose y yo nos dirigimos al otro dormitorio, idéntico al mio, excepto el color de las paredes, pintadas de azul cielo.
Finalmente yo me quedé con la primera habitación, ya que el violeta era uno de mis colores favoritos, y Rose no tuvo inconveniente alguno.
Rose y yo decidimos salir a comprar varias cosas que necesitábamos, entre ellas sábanas y toallas, y de paso ir al súper. Estaba agotada, pero si aguantaba hasta la hora de acostarme, me acostumbraría al nuevo horario.
Una vez volvimos, ya había oscurecido, por lo que decidimos hacer sencillo de cenar. Después de recoger todo, nos fuimos a las habitaciones; simplemente coloqué el nórdico y la funda violeta que había adquirido, y me metí en la cama. Mañana ya tendríamos tiempo de ordenar el resto de la casa y de charlar más profundamente acerca de nosotras. Caí rendida en un profundo y reparador sueño.
A la mañana siguiente me desperté relativamente temprano; miré mi reloj, ya adaptado a la hora londinense, y vi que eran las nueve y media de la mañana. Me levanté de un salto de la cama, y me asomé a la ventana. Hacía un poco de frío, pero el cielo estaba despejado.
Salí para darme una ducha y vestirme, la casa estaba sumida en silencio, por lo que deduje que Rose aún no se había despertado.
Una vez duchada y enfundada en unos vaqueros y una camiseta, decidí preparar el desayuno.
Mientras estaba en ello oí a Rose dirigirse al baño; al aparecer ella por la sala ya había preparado café, tostadas y una macedonia de frutas.
-Buenos días- me saludó Rose mientras se estiraba, aún con el pelo húmedo.
-Buenos días Rose, ¿has descansado?- le pregunté mientras terminaba de poner la mesa.
-Si, la verdad es que lo necesitaba; vaya, gracias por el desayuno- me dijo mientras se sentaba y se ponía un café.
-Jajajja...de nada, ya te tocará a ti hacérmelo- le dije con una sonrisa malévola.
-Eso está hecho- agregó ella.
Una vez terminamos de desayunar, nos sentamos en el sofá, dispuestas a conocernos más.
-Háblame de ti, creo que eres de un pueblo del Estado de Washintong, ¿cierto?- me preguntó.
-Así es, se llama Forks, allí nací y crecí junto a mis padres- le conté mientras me sentaba en el sofá, con las piernas cruzadas.
-Mi padre se llama Charlie, es el jefe de policía; su mujer se llama Sue- le expliqué.
-¿Su mujer?- preguntó extrañada.
-Si, ella es la segunda mujer de mi padre- le seguía explicando.
-¿Y tu madre?, ¿están divorciados?- me preguntó extrañada.
Bajé la vista, mientras mi mirada se tornaba triste.
-Mi madre murió hace cinco años- le contesté con tristeza.
-Oh Bella, lo siento de veras- me dijo con tono de disculpa y pena en su voz. -Debí haber sido más delicada...- empezó a disculparse.
-No tranquila, no pasa nada; sólo es que me sigue costando hablar de ello- la intenté calmar.
Le conté de mi vida en Forks, así como de la enfermedad y muerte de mamá, ella me escuchaba atentamente, mientras asentía y seguía preguntando. No me era muy fácil abrirme a gente nueva, pero Rose me inspiraba confianza.
-¿Y que hay de ti Rose?; ya sabes casi todo de mi, hasta de los novios que nunca he tenido, te toca- la animé.
-Pues... nací en Nueva York, pero cuándo tenía dos años a mi padre lo trasladaron a Boston. Mi padre es agente del FBI y mi madre decoradora; tengo dos hermanas, son gemelas y este año empiezan el instituto, se llaman Kate e Irina-empezó a explicarme.
Pasamos casi toda la mañana en el sofá, hablando de nuestras vidas y de la que nos esperaba durante los próximos años. Rosalie se había matriculado en derecho civil, por lo que compartiríamos algunas clases.
El resto del mes pasó rápido. Hicimos turismo, aprovechando que durante el curso no tendríamos tanto tiempo, recorriendo los lugares más famosos de Londres, así como averiguando las diferentes zonas de tiendas, ya que a ambas nos encantaba la ropa y los complementos.
También aprovechamos para salir a cenar y tomar una copa el día de mi cumpleaños, para conocer el animado ambiente de Londres. Terminamos de tramitar los últimos papeleos en la universidad, y comprando los libros necesarios.
Rose y yo comparamos los horarios, compartíamos varias asignaturas, ya que el primer año era bastante general en todas las especializaciones de derecho. Era un alivio, aunque me había adaptado muy bien a Rose, y ella a mi, era bastante tímida en lo que a conocer gente se refiere.
Al contrario, Rosalie es atrevida, con un carácter fuerte, Sue y mi padre dicen que nos compenetraremos bien.
El último viernes antes de que empezaran las clases, íbamos a salir para aprovechar el final de las vacaciones; pero Rose se puso mala del estómago, así que nos quedamos en casa, tumbarradas en el sofá delante de la tele.
Pasaba los canales, sin encontrar nada interesante, hasta que dí con un programa de crónica rosa, es decir, de cotilleo puro y duro.
Lo dejé por insistencia de Rosalie, que le iban bastante ese tipo de programas. Yo tenía mi libro en mi regazo, mientras mi amiga escuchaba atentamente los cotilleos, hasta que la voz de la presentadora me hizo levantar la vista.
-"Cambiando de asunto, los reyes están de vuelta de su viaje oficial a Suecia y Noruega. Han sido una semana intensa para sus majestades, recorriendo varias ciudades nórdicas. Por otro lado, fuentes cercanas a la casa real aseguran que el príncipe heredero regresa a Londres, después de haber pasado dos años en la academia militar de Sandhurst, en Alemania. Según se ha hecho saber, el príncipe ya ha completado su formación militar, y va a empezar sus estudios universitarios en el king`s College de Londres"-.
-¿Has oído eso?, el príncipe va a estudiar en nuestra universidad- me dijo Rose asombrada.
-Si, eso parece...-respondí también asombrada, mientras me acordaba del taxista que me trajo a casa, lo que me contó sobre la familia real.
Mientras hablábamos sobre ello, empezaron a pasar imágenes de la familia real por la tele. Volvimos la vista hacia la televisión.
Una pareja apareció en la tele; él era alto y rubio, con ojos dorados y mirada amable, y ella bajita, con el pelo color caramelo, que le llegaba a los hombros, una mirada dulce y maternal nacía de unos preciosos ojos verde-azulados. Ambos estaban elegantemente vestidos, y ella lucía una impresionante tiara de brillantes; eran el Rey Carlisle II de Inglaterra y su esposa, la Reina Esme, según relataba el narrador.
Al instante, un chico apareció en el aparato, era alto, al igual que el rey; su pelo, de un extraño color bronce, tenía un ligero despeinado, lo que le hacía aún más atractivo. Y sus ojos eran preciosos, de un color dorado intenso; a su lado una chica bajita, con cara simpática y amable sonreía con educación a su lado. Su cabello, negro y cortito, estaba peinado a la moda, con las puntas hacia todos los lados. Sus ojos eran de un color verde-azulados, al igual que los de la Reina Esme.
Estaba alucinada, era un chico guapísimo...¿Era el príncipe?... El narrador nos sacó de dudas, eran el príncipe Edward y su hermana, la princesa Alice.
-Wow...no está nada mal- dijo Rosalie.
-La verdad es que es muy guapo- dije yo con la mirada puesta en el televisor.
-Si, aunque los prefiero morenos- dijo Rosalie, mientras se levantaba del sofá para prepararse una infusión, y de paso traerme un café.
Al regresar ella al sofá, el programa ya había terminado, y daba paso a una comedia romántica, que nos quedamos a ver.
Al acabar la película, nos despedimos mientras nos encaminamos a nuestros dormitorios. Me revolví en la cama, ya que el café que me había tomado no me dejaba conciliar el sueño. Cuándo por fin pude dormir, una melena cobriza se coló inconscientemente en mi mente.
PVO EDWARD
Me tumbé en la cama, el viaje había sido agotador. Después de dos intensos años en Alemania, por fin volvía a mi casa, con mi familia. Había echado mucho de menos a mis padres y al resto de mi familia. Mucha gente piensa que los reyes desatienden a sus hijos, con tantos compromisos y viajes al extranjero; por lo menos en mi caso no es así. Nuestros padres se han preocupado por nosotros, intentado pasar con mi hermana Alice y conmigo todo el tiempo que les era posible; siempre que estaban de viaje, todas las noches nos llamaban; incluso iban a hablar con los profesores cuándo era necesario. Por eso me costó irme a Alemania, ya que iba a casa una vez cada seis meses. No lo había pasado nada bien, la formación militar era dura y exigente, pero dada mi condición de futuro rey, era inevitable.
Ahora me tocaba iniciar mis estudios universitarios; dado el papel que asumiré en el futuro, estudiaré derecho y relaciones internacionales en el King´s College de Londres. Me ilusionaba empezar esta nueva etapa, aunque sea con dos años de retraso. Esperaba poder hacer amistades en la universidad; no tenía muchos amigos; a la gente le asustaba acercarse a mi, dado todo el follón que organizan los escoltas. Muchos príncipes herederos han estudiado en palacio con tutores privados, pero mis padres, Carlisle y Esme, decidieron mandarme a un colegio privado, para ser educado junto con otros niños, cosa que ahora agradezco, ya que mis padres expresaron su deseo de que fuera tratado como un alumno normal, sin ningún tipo de privilegio, para mis compañeros y profesores, simplemente era Edward Cullen.
En esa etapa de mi vida mi mejor amigo, Jasper Whitlock, hijo de los duques de Norfolk, fue mi compañero, ya que somos de la misma edad. Nos separamos cuándo yo me fui a Alemania, pero ahora iremos a la misma universidad, aunque el ya va a empezar su tercer año de arquitectura.
Aparte de Jasper, sólo tenía confianza con Emmet McArthy, un chico tres años mayor que yo, que vino conmigo a Alemania en calidad de mi escolta privado; el poder hablar con alguien en todo ese tiempo fue un alivio; hoy en día es uno de mis mejores amigos... aparte de seguirme cómo una sombra cada vez que ponía un pie fuera de palacio. Era divertido, alegre e incluso un poco bromista.
Días después de volver de Alemania, estaba desayunando, cuándo un duende moreno y bajito se plantó ante mi dando saltitos.
-¡Buenos días hermanito!- dijo una voz cantarina, mientras se sentaba a mi lado. Rodé los ojos, definitivamente mi hermana era hiperactiva.
-Buenos días Alice, veo que te has levantado con energía- añadí mientra la miraba divertido.
-Es que tengo muchas cosas que hacer; además Jasper me ha prometido que me llevaría de compras- dijo ella con tono alegre.
-Pobre, me compadezco de él- la piqué.
-Cuándo tu encuentres a tu chica, harás todo por ella- me dijo con fingida molestia.
Jasper y mi hermana eran novios desde hace un año y medio. Surgió cuándo yo me encontraba en Alemania. En realidad, no me sorprendió en absoluto, ya que ambos se gustaban desde niños. Me alegraba por ellos, se les veía muy felices juntos. Estábamos en medio de una divertida conversación, cuándo mis padres se nos unieron al desayuno.
-Buenos días hijos- nos saludó mi padre, mientras mi madre nos daba un beso a cada uno.
-Buenos días- respondimos Alice y yo a la vez. Al de poco rato, mi hermana se marchó, y yo me quedé hablando con mis padres.
-Bien hijo, ¿preparado para tu vida universitaria?- preguntó mi padre, mientras daba un sorbo a su taza de café.
-Tengo ganas de empezar, no lo niego- le respondí.
-Será una época estupenda, ya lo verás- me siguió diciendo, intentando animarme... pero no debí poner buena cara, ya que mi madre preguntó.
-¿Qué te preocupa Edward?-.
-Nada...bueno...es sólo que espero encajar bien allí... nadie suele hablarme mucho- le respondí apenado.
-Seguro que en cuánto tus compañeros te conozcan un poco harás amistad con ellos- me animó mi padre.
-Si los escoltas no los espantan- susurré con fastidio.
-Hijo, ya sabes cómo es ésto; no puedes salir sin protección- me recordó mi padre.
Tomé aire, para proseguir.
-Papá, ¿no podría ir yo en mi coche a clases?; me refiero a mi volvo, en vez de los coches oficiales...llaman demasiado la atención... y sin muchos guardaespaldas- le supliqué con esperanza.
-No sé Edward...-empezó a replicar mi padre, pero mi madre, comprensiva como ella sola, intercedió por mi.
-Bien...pero tendrás que ir con Emmet, el te acompañará y te esperará fuera de las clases- me advirtió ella.
Iba a preguntar un pensamiento que me rondaba, pero mi padre se adelantó.
-Seguridad ya ha hablado con el decano de la facultad; para los demás alumnos Emmet será otro compañero cualquiera, nadie sabrá que es un guardaespaldas- me explicó.
-Vaya...gracias papá, de verdad-.
******************
Seguí charlando con ellos un rato; al terminar decidí relajarme y disfrutar de los últimos días de vacaciones. Me dirigí a la sala de música; hacía mucho que no tocaba el piano, era mi afición favorita. Me senté en el banquillo, mientras mis dedos comenzaban con Claro de luna, de Debussy. Tocar me relajaba, y me ayudaba a pensar.
Por lo menos estaba agradecido de que durante mis años universitarios, mis padres me libraban de muchos compromisos oficiales; sólo tendría que acudir a los imprescindibles, y algún que otro viaje importante, sin que me afectara a mis estudios.
Además, estaba el asunto de mi vida amorosa. Cómo todo príncipe heredero, mi deber en un futuro era casarme y dar un nuevo sucesor a la corona. Mis padres no me agobiaban con ello, ni mi hermana Alice, sólo tenía veinte años.
Pero mi tío Eleazar, hermanastro de mi madre, y algunos monárquicos empedernidos, me soltaban indirectas cada vez que me veían. Por no hablar de la prensa, que me emparejaba con todas las princesas europeas solteras y jóvenes de las mejores familias inglesas.
Mi tío estaba empeñado en meterme por los ojos a una sobrina suya, llamada Tanya Denali. He de reconocer que es bastante atractiva... pero todo lo que tiene de guapa lo tiene de egoísta y soberbia.
Pensé en Alice y Jasper, y la vida que llevarán a partir de que ambos terminen sus estudios. Se casarán y tendrán una vida tranquila, al menos más tranquila que la mía. Jasper ejercería su profesión de arquitecto y mi hermana la suya, ya que empezaría estudios de historia de arte; aunque tuvieran que cumplir con las obligaciones de miembros de la familia real...eran afortunados.
Se que puede parecer egoísta, pero envidio el hecho de que ellos hayan podido elegir a qué dedicar sus vidas. Yo no podía elegir; amaba a mi país, eso estaba claro, y también tenía claro, desde muy pequeño, que debía prepararme para suceder a mi padre en un futuro.
Pero a la vez quería que la mujer que fuera mi esposa me ayudara y me apoyara en esa gran responsabilidad.... y por supuesto, conocer a esa chica maravillosa y enamorarme, jamás aceptaría un matrimonio concertado.
Ya había pasado un buen rato, y seguía sumido en mis pensamientos, tanto que sin darme cuenta había empezado a interpretar el nocturno de Chopin Número 2, cuándo una voz me sacó de mis cavilaciones.
-Edward...-me giré, terminando abruptamente la melodía; delante de mi estaba Emmet, con una sonrisa un tanto... ¿malévola?.
-¿Qué pasa Em?- le pregunté mientras me levantaba.
-Nada en particular...venía a darte los buenos días... y unos consejitos, universitarios- dijo éste con acento chistoso, mientras yo arqueaba la ceja, alucinado.
-¿Consejo...?, Emmet, ¿a que te refieres?- pregunté un poco molesto.
-Ya sabes, entras en un periodo importante de tu vida Eddie... -empezó a recitar con tono solemne.
-Em...pareces mi padre- dije con una sonrisa divertida, mientras cruzaba los brazos sobre mi pecho.
Ambos nos miramos, y nos echamos a reír a carcajadas.
-Bueno...verás que bien lo pasamos estos años...serán interesantes- dijo aún riéndose.
-Interesantes para ti... te recuerdo que yo, al menos, tendré que estudiar- le recordé divertido.
-Eddie, Eddie, Eddie...deberías relajarte y disfrutar de la vida...y de paso echarte una novia, no te vendría mal, se te quitaría esa cara agria- me contestó burlón.
-Claro...exceptuando el insignificante hecho de que por desgracia o no, soy el príncipe de Gales...¿qué chica amable, buena, generosa querría salir conmigo cómo una pareja normal?- bufé cabreado.
-Edward, ahora en serio...pues una que te quiera de verdad- me contestó resuelto.
-¿Tú crees que la encontraré algún día?- le cuestioné serio.
-Seguro; además me encantaría ser cómplice del noviazgo, ya que debe ser discreto al principio... nunca entenderé la manía de las casas reales de sólo anunciar compromisos matrimoniales y no noviazgos- dijo pensativo.
-Normas de la corte, no les des vueltas....y por cierto, cambiando de tema...¿qué tal con Lauren?- pregunté con una sonrisilla inocente, desviando el tema; ya estaba harto de que todos se ocuparan de mi vida amorosa, la verdad.
-He salido con ella un par de veces...pero entre tú y yo...-me dijo, haciéndome un gesto para que me acercara para decirme un secreto -sigo buscando a mi rubia despampanante- me confesó.
Ambos reímos, mientras nos dirigíamos al jardín, para seguir con la animada charla. Los días pasaron rápido, y sin darme cuenta, llegó el comienzo de las clases
Buenoa maigas les dejo dos capñitulos
eso es porque les daré un regalito...
besitos y no olviden de dejar sus comentarios
Aquí tenéis el segundo capítulo de esta historia, y de paso aprovecho para aclararos algo sobre el espacio de tiempo que va a pasar en el fic. En principio, la historia va a transcurrir durante los cinco años universitarios y los dos posteriores. Los primeros cinco capítulos serán durante el primer curso, en los que, ya os adelanto, que no va a pasar mucha cosa. La verdadera historia empezará en el segundo curso de universidad, por lo que éstos primeros capítulos los considero una especie de introducción a la historia, aparte de que, para mi gusto son necesarios para entender lo que va a pasar después.
Capítulo 2: Adiós Forks...hola Londres
Una voz gangosa me despertó de mis recuerdos, anunciando que en media hora el vuelo tomaba tierra en el aeropuerto de Heathrow. Una vez que recogí mis tres enormes maletas, y pasé todos los trámites de aduana, me dispuse a buscar un taxi, que me llevara a mi nueva casa.
El aire húmedo y el cielo encapotado, tan parecido a Forks, me dio la bienvenida a Londres.
Di la dirección al taxista, un nombre de unos sesenta años, muy agradable y simpático, el cuál me iba contando y explicando los monumentos; estaba fascinada, todo lo que había soñado visitar estaba allí, el Big Ben, el Parlamento, la Torre de Londres, la Catedral de St. Paul, Trafalgar Square, la abadía de Westminster... estaba flotando, no podía ser verdad.
Mi universidad y mi apartamento estaban en el centro de Londres, por lo que el viaje en taxi fue un poco largo. Pillamos un poco de atasco en el centro, por lo que me dediqué a observar un edificio impresionante, blanco y enorme, con una enorme verja que lo rodeaba, y custodiado con miles de guardias.
-¿Ese es el palacio de Buckingham?- pregunté al amable conductor.
-Exacto...hay es donde vive la familia real; ¿ves la bandera ondeando a lo alto?- me preguntó mientras yo asentía, a la vez que me siguió explicando.
-Cuándo está la bandera en lo alto del mástil, significa que los reyes están aquí; cuándo están de viaje o en el palacio de Windsor, su residencia de verano, no hay ninguna bandera- me explicaba animadamente, podría dedicarse a ser guía turístico.
-No podría vivir allí...tendría que usar un mapa permanentemente- musité.
El hombre reía suavemente, mientras continuaba contándome.
-Eso mismo pienso yo...incluso el rey lo mencionó un día en una entrevista, que a veces seguía perdiéndose ahí dentro- me relataba mientras los dos nos reíamos.
-El rey es una persona amable, ha impulsado muchas reformas y mejoras para la sociedad y ha hecho mucho por que el país prosperara.. es un buen hombre- me dijo el taxista.
-Me imagino que la gente lo admira mucho- le respondí.
-Así es, los ingleses admiramos y queremos a la familia real, la monarquía aquí es una tradición muy arraigada- me seguía relatando.
Después de sortear el atasco, por fin llegamos a la que sería mi nueva casa. Pagué al taxista, dándole una pequeña propina por ser tan amable y atento.
Ante mi se encontraba una casa antigua, con la fachada blanca. Los balcones y ventanales le daban un aire del siglo pasado. Por lo que me habían dicho, eran casa antiguas, reformadas por el gobierno y empleadas para estudiantes y personas mayores.
Mi apartamento se encontraba en el segundo piso, únicamente había un apartamento por piso. Me dirigí adentro, y para mi alivio, había un pequeño ascensor.
Al llegar allí, toqué el timbre, al momento sentí unos pasos apresurados llegar a la puerta.
Una chica guapísima, rubia y alta, con ojos azul eléctrico me recibió con una gran sonrisa.
-Me imagino que eres mi compañera Isabella- me dijo amablemente y se inclinó para darme dos besos.
-Así es, pero dime Bella por favor, supongo que tú eres Rosalie-le dije una vez le devolví el saludo.
-Llámame Rose...pero vamos pasa, deja que te ayude- dijo mientras se apartaba para que pudiera entrar y me ayudaba con las maletas.
Una vez dentro miré a mi alrededor. El apartamento no era muy grande, pero tampoco diminuto. La amplia sala de estar, con un precioso ventanal, daba al parque que había enfrente de la casa. Todo el suelo de la viviendo era de madera, menos el cuarto de baño y la cocina, lo que le daba un aspecto confortable. Los muebles modernos y nuevos.
La cocina estaba separada del salón por un mostrador, rodeado éste de dos taburetes altos. El cuarto de baño, de colores marrones claros y modernos muebles, estaba en medio de un pequeño pasillo, y a cada lado dos puertas.
-Te estaba esperando para ver los dormitorios y así poder elegir juntas- me explicó Rose con una sonrisa.
Asentí mientras abría una de las puertas. La amplia habitación, se un suave color lila, era luminosa y casi más grande que mi querida habitación de Forks. La espaciosa cama , con una mesilla al lado, estaba pegada a la pared. Enfrente había un enorme armario empotrado. Debajo de la ventana, una amplia mesa de estudios. Los muebles eran de madera de tono claro, y juveniles.
Rose y yo nos dirigimos al otro dormitorio, idéntico al mio, excepto el color de las paredes, pintadas de azul cielo.
Finalmente yo me quedé con la primera habitación, ya que el violeta era uno de mis colores favoritos, y Rose no tuvo inconveniente alguno.
Rose y yo decidimos salir a comprar varias cosas que necesitábamos, entre ellas sábanas y toallas, y de paso ir al súper. Estaba agotada, pero si aguantaba hasta la hora de acostarme, me acostumbraría al nuevo horario.
Una vez volvimos, ya había oscurecido, por lo que decidimos hacer sencillo de cenar. Después de recoger todo, nos fuimos a las habitaciones; simplemente coloqué el nórdico y la funda violeta que había adquirido, y me metí en la cama. Mañana ya tendríamos tiempo de ordenar el resto de la casa y de charlar más profundamente acerca de nosotras. Caí rendida en un profundo y reparador sueño.
A la mañana siguiente me desperté relativamente temprano; miré mi reloj, ya adaptado a la hora londinense, y vi que eran las nueve y media de la mañana. Me levanté de un salto de la cama, y me asomé a la ventana. Hacía un poco de frío, pero el cielo estaba despejado.
Salí para darme una ducha y vestirme, la casa estaba sumida en silencio, por lo que deduje que Rose aún no se había despertado.
Una vez duchada y enfundada en unos vaqueros y una camiseta, decidí preparar el desayuno.
Mientras estaba en ello oí a Rose dirigirse al baño; al aparecer ella por la sala ya había preparado café, tostadas y una macedonia de frutas.
-Buenos días- me saludó Rose mientras se estiraba, aún con el pelo húmedo.
-Buenos días Rose, ¿has descansado?- le pregunté mientras terminaba de poner la mesa.
-Si, la verdad es que lo necesitaba; vaya, gracias por el desayuno- me dijo mientras se sentaba y se ponía un café.
-Jajajja...de nada, ya te tocará a ti hacérmelo- le dije con una sonrisa malévola.
-Eso está hecho- agregó ella.
Una vez terminamos de desayunar, nos sentamos en el sofá, dispuestas a conocernos más.
-Háblame de ti, creo que eres de un pueblo del Estado de Washintong, ¿cierto?- me preguntó.
-Así es, se llama Forks, allí nací y crecí junto a mis padres- le conté mientras me sentaba en el sofá, con las piernas cruzadas.
-Mi padre se llama Charlie, es el jefe de policía; su mujer se llama Sue- le expliqué.
-¿Su mujer?- preguntó extrañada.
-Si, ella es la segunda mujer de mi padre- le seguía explicando.
-¿Y tu madre?, ¿están divorciados?- me preguntó extrañada.
Bajé la vista, mientras mi mirada se tornaba triste.
-Mi madre murió hace cinco años- le contesté con tristeza.
-Oh Bella, lo siento de veras- me dijo con tono de disculpa y pena en su voz. -Debí haber sido más delicada...- empezó a disculparse.
-No tranquila, no pasa nada; sólo es que me sigue costando hablar de ello- la intenté calmar.
Le conté de mi vida en Forks, así como de la enfermedad y muerte de mamá, ella me escuchaba atentamente, mientras asentía y seguía preguntando. No me era muy fácil abrirme a gente nueva, pero Rose me inspiraba confianza.
-¿Y que hay de ti Rose?; ya sabes casi todo de mi, hasta de los novios que nunca he tenido, te toca- la animé.
-Pues... nací en Nueva York, pero cuándo tenía dos años a mi padre lo trasladaron a Boston. Mi padre es agente del FBI y mi madre decoradora; tengo dos hermanas, son gemelas y este año empiezan el instituto, se llaman Kate e Irina-empezó a explicarme.
Pasamos casi toda la mañana en el sofá, hablando de nuestras vidas y de la que nos esperaba durante los próximos años. Rosalie se había matriculado en derecho civil, por lo que compartiríamos algunas clases.
El resto del mes pasó rápido. Hicimos turismo, aprovechando que durante el curso no tendríamos tanto tiempo, recorriendo los lugares más famosos de Londres, así como averiguando las diferentes zonas de tiendas, ya que a ambas nos encantaba la ropa y los complementos.
También aprovechamos para salir a cenar y tomar una copa el día de mi cumpleaños, para conocer el animado ambiente de Londres. Terminamos de tramitar los últimos papeleos en la universidad, y comprando los libros necesarios.
Rose y yo comparamos los horarios, compartíamos varias asignaturas, ya que el primer año era bastante general en todas las especializaciones de derecho. Era un alivio, aunque me había adaptado muy bien a Rose, y ella a mi, era bastante tímida en lo que a conocer gente se refiere.
Al contrario, Rosalie es atrevida, con un carácter fuerte, Sue y mi padre dicen que nos compenetraremos bien.
El último viernes antes de que empezaran las clases, íbamos a salir para aprovechar el final de las vacaciones; pero Rose se puso mala del estómago, así que nos quedamos en casa, tumbarradas en el sofá delante de la tele.
Pasaba los canales, sin encontrar nada interesante, hasta que dí con un programa de crónica rosa, es decir, de cotilleo puro y duro.
Lo dejé por insistencia de Rosalie, que le iban bastante ese tipo de programas. Yo tenía mi libro en mi regazo, mientras mi amiga escuchaba atentamente los cotilleos, hasta que la voz de la presentadora me hizo levantar la vista.
-"Cambiando de asunto, los reyes están de vuelta de su viaje oficial a Suecia y Noruega. Han sido una semana intensa para sus majestades, recorriendo varias ciudades nórdicas. Por otro lado, fuentes cercanas a la casa real aseguran que el príncipe heredero regresa a Londres, después de haber pasado dos años en la academia militar de Sandhurst, en Alemania. Según se ha hecho saber, el príncipe ya ha completado su formación militar, y va a empezar sus estudios universitarios en el king`s College de Londres"-.
-¿Has oído eso?, el príncipe va a estudiar en nuestra universidad- me dijo Rose asombrada.
-Si, eso parece...-respondí también asombrada, mientras me acordaba del taxista que me trajo a casa, lo que me contó sobre la familia real.
Mientras hablábamos sobre ello, empezaron a pasar imágenes de la familia real por la tele. Volvimos la vista hacia la televisión.
Una pareja apareció en la tele; él era alto y rubio, con ojos dorados y mirada amable, y ella bajita, con el pelo color caramelo, que le llegaba a los hombros, una mirada dulce y maternal nacía de unos preciosos ojos verde-azulados. Ambos estaban elegantemente vestidos, y ella lucía una impresionante tiara de brillantes; eran el Rey Carlisle II de Inglaterra y su esposa, la Reina Esme, según relataba el narrador.
Al instante, un chico apareció en el aparato, era alto, al igual que el rey; su pelo, de un extraño color bronce, tenía un ligero despeinado, lo que le hacía aún más atractivo. Y sus ojos eran preciosos, de un color dorado intenso; a su lado una chica bajita, con cara simpática y amable sonreía con educación a su lado. Su cabello, negro y cortito, estaba peinado a la moda, con las puntas hacia todos los lados. Sus ojos eran de un color verde-azulados, al igual que los de la Reina Esme.
Estaba alucinada, era un chico guapísimo...¿Era el príncipe?... El narrador nos sacó de dudas, eran el príncipe Edward y su hermana, la princesa Alice.
-Wow...no está nada mal- dijo Rosalie.
-La verdad es que es muy guapo- dije yo con la mirada puesta en el televisor.
-Si, aunque los prefiero morenos- dijo Rosalie, mientras se levantaba del sofá para prepararse una infusión, y de paso traerme un café.
Al regresar ella al sofá, el programa ya había terminado, y daba paso a una comedia romántica, que nos quedamos a ver.
Al acabar la película, nos despedimos mientras nos encaminamos a nuestros dormitorios. Me revolví en la cama, ya que el café que me había tomado no me dejaba conciliar el sueño. Cuándo por fin pude dormir, una melena cobriza se coló inconscientemente en mi mente.
Capítulo 3: Regreso al hogar
PVO EDWARD
Me tumbé en la cama, el viaje había sido agotador. Después de dos intensos años en Alemania, por fin volvía a mi casa, con mi familia. Había echado mucho de menos a mis padres y al resto de mi familia. Mucha gente piensa que los reyes desatienden a sus hijos, con tantos compromisos y viajes al extranjero; por lo menos en mi caso no es así. Nuestros padres se han preocupado por nosotros, intentado pasar con mi hermana Alice y conmigo todo el tiempo que les era posible; siempre que estaban de viaje, todas las noches nos llamaban; incluso iban a hablar con los profesores cuándo era necesario. Por eso me costó irme a Alemania, ya que iba a casa una vez cada seis meses. No lo había pasado nada bien, la formación militar era dura y exigente, pero dada mi condición de futuro rey, era inevitable.
Ahora me tocaba iniciar mis estudios universitarios; dado el papel que asumiré en el futuro, estudiaré derecho y relaciones internacionales en el King´s College de Londres. Me ilusionaba empezar esta nueva etapa, aunque sea con dos años de retraso. Esperaba poder hacer amistades en la universidad; no tenía muchos amigos; a la gente le asustaba acercarse a mi, dado todo el follón que organizan los escoltas. Muchos príncipes herederos han estudiado en palacio con tutores privados, pero mis padres, Carlisle y Esme, decidieron mandarme a un colegio privado, para ser educado junto con otros niños, cosa que ahora agradezco, ya que mis padres expresaron su deseo de que fuera tratado como un alumno normal, sin ningún tipo de privilegio, para mis compañeros y profesores, simplemente era Edward Cullen.
En esa etapa de mi vida mi mejor amigo, Jasper Whitlock, hijo de los duques de Norfolk, fue mi compañero, ya que somos de la misma edad. Nos separamos cuándo yo me fui a Alemania, pero ahora iremos a la misma universidad, aunque el ya va a empezar su tercer año de arquitectura.
Aparte de Jasper, sólo tenía confianza con Emmet McArthy, un chico tres años mayor que yo, que vino conmigo a Alemania en calidad de mi escolta privado; el poder hablar con alguien en todo ese tiempo fue un alivio; hoy en día es uno de mis mejores amigos... aparte de seguirme cómo una sombra cada vez que ponía un pie fuera de palacio. Era divertido, alegre e incluso un poco bromista.
Días después de volver de Alemania, estaba desayunando, cuándo un duende moreno y bajito se plantó ante mi dando saltitos.
-¡Buenos días hermanito!- dijo una voz cantarina, mientras se sentaba a mi lado. Rodé los ojos, definitivamente mi hermana era hiperactiva.
-Buenos días Alice, veo que te has levantado con energía- añadí mientra la miraba divertido.
-Es que tengo muchas cosas que hacer; además Jasper me ha prometido que me llevaría de compras- dijo ella con tono alegre.
-Pobre, me compadezco de él- la piqué.
-Cuándo tu encuentres a tu chica, harás todo por ella- me dijo con fingida molestia.
Jasper y mi hermana eran novios desde hace un año y medio. Surgió cuándo yo me encontraba en Alemania. En realidad, no me sorprendió en absoluto, ya que ambos se gustaban desde niños. Me alegraba por ellos, se les veía muy felices juntos. Estábamos en medio de una divertida conversación, cuándo mis padres se nos unieron al desayuno.
-Buenos días hijos- nos saludó mi padre, mientras mi madre nos daba un beso a cada uno.
-Buenos días- respondimos Alice y yo a la vez. Al de poco rato, mi hermana se marchó, y yo me quedé hablando con mis padres.
-Bien hijo, ¿preparado para tu vida universitaria?- preguntó mi padre, mientras daba un sorbo a su taza de café.
-Tengo ganas de empezar, no lo niego- le respondí.
-Será una época estupenda, ya lo verás- me siguió diciendo, intentando animarme... pero no debí poner buena cara, ya que mi madre preguntó.
-¿Qué te preocupa Edward?-.
-Nada...bueno...es sólo que espero encajar bien allí... nadie suele hablarme mucho- le respondí apenado.
-Seguro que en cuánto tus compañeros te conozcan un poco harás amistad con ellos- me animó mi padre.
-Si los escoltas no los espantan- susurré con fastidio.
-Hijo, ya sabes cómo es ésto; no puedes salir sin protección- me recordó mi padre.
Tomé aire, para proseguir.
-Papá, ¿no podría ir yo en mi coche a clases?; me refiero a mi volvo, en vez de los coches oficiales...llaman demasiado la atención... y sin muchos guardaespaldas- le supliqué con esperanza.
-No sé Edward...-empezó a replicar mi padre, pero mi madre, comprensiva como ella sola, intercedió por mi.
-Bien...pero tendrás que ir con Emmet, el te acompañará y te esperará fuera de las clases- me advirtió ella.
Iba a preguntar un pensamiento que me rondaba, pero mi padre se adelantó.
-Seguridad ya ha hablado con el decano de la facultad; para los demás alumnos Emmet será otro compañero cualquiera, nadie sabrá que es un guardaespaldas- me explicó.
-Vaya...gracias papá, de verdad-.
******************
Seguí charlando con ellos un rato; al terminar decidí relajarme y disfrutar de los últimos días de vacaciones. Me dirigí a la sala de música; hacía mucho que no tocaba el piano, era mi afición favorita. Me senté en el banquillo, mientras mis dedos comenzaban con Claro de luna, de Debussy. Tocar me relajaba, y me ayudaba a pensar.
Por lo menos estaba agradecido de que durante mis años universitarios, mis padres me libraban de muchos compromisos oficiales; sólo tendría que acudir a los imprescindibles, y algún que otro viaje importante, sin que me afectara a mis estudios.
Además, estaba el asunto de mi vida amorosa. Cómo todo príncipe heredero, mi deber en un futuro era casarme y dar un nuevo sucesor a la corona. Mis padres no me agobiaban con ello, ni mi hermana Alice, sólo tenía veinte años.
Pero mi tío Eleazar, hermanastro de mi madre, y algunos monárquicos empedernidos, me soltaban indirectas cada vez que me veían. Por no hablar de la prensa, que me emparejaba con todas las princesas europeas solteras y jóvenes de las mejores familias inglesas.
Mi tío estaba empeñado en meterme por los ojos a una sobrina suya, llamada Tanya Denali. He de reconocer que es bastante atractiva... pero todo lo que tiene de guapa lo tiene de egoísta y soberbia.
Pensé en Alice y Jasper, y la vida que llevarán a partir de que ambos terminen sus estudios. Se casarán y tendrán una vida tranquila, al menos más tranquila que la mía. Jasper ejercería su profesión de arquitecto y mi hermana la suya, ya que empezaría estudios de historia de arte; aunque tuvieran que cumplir con las obligaciones de miembros de la familia real...eran afortunados.
Se que puede parecer egoísta, pero envidio el hecho de que ellos hayan podido elegir a qué dedicar sus vidas. Yo no podía elegir; amaba a mi país, eso estaba claro, y también tenía claro, desde muy pequeño, que debía prepararme para suceder a mi padre en un futuro.
Pero a la vez quería que la mujer que fuera mi esposa me ayudara y me apoyara en esa gran responsabilidad.... y por supuesto, conocer a esa chica maravillosa y enamorarme, jamás aceptaría un matrimonio concertado.
Ya había pasado un buen rato, y seguía sumido en mis pensamientos, tanto que sin darme cuenta había empezado a interpretar el nocturno de Chopin Número 2, cuándo una voz me sacó de mis cavilaciones.
-Edward...-me giré, terminando abruptamente la melodía; delante de mi estaba Emmet, con una sonrisa un tanto... ¿malévola?.
-¿Qué pasa Em?- le pregunté mientras me levantaba.
-Nada en particular...venía a darte los buenos días... y unos consejitos, universitarios- dijo éste con acento chistoso, mientras yo arqueaba la ceja, alucinado.
-¿Consejo...?, Emmet, ¿a que te refieres?- pregunté un poco molesto.
-Ya sabes, entras en un periodo importante de tu vida Eddie... -empezó a recitar con tono solemne.
-Em...pareces mi padre- dije con una sonrisa divertida, mientras cruzaba los brazos sobre mi pecho.
Ambos nos miramos, y nos echamos a reír a carcajadas.
-Bueno...verás que bien lo pasamos estos años...serán interesantes- dijo aún riéndose.
-Interesantes para ti... te recuerdo que yo, al menos, tendré que estudiar- le recordé divertido.
-Eddie, Eddie, Eddie...deberías relajarte y disfrutar de la vida...y de paso echarte una novia, no te vendría mal, se te quitaría esa cara agria- me contestó burlón.
-Claro...exceptuando el insignificante hecho de que por desgracia o no, soy el príncipe de Gales...¿qué chica amable, buena, generosa querría salir conmigo cómo una pareja normal?- bufé cabreado.
-Edward, ahora en serio...pues una que te quiera de verdad- me contestó resuelto.
-¿Tú crees que la encontraré algún día?- le cuestioné serio.
-Seguro; además me encantaría ser cómplice del noviazgo, ya que debe ser discreto al principio... nunca entenderé la manía de las casas reales de sólo anunciar compromisos matrimoniales y no noviazgos- dijo pensativo.
-Normas de la corte, no les des vueltas....y por cierto, cambiando de tema...¿qué tal con Lauren?- pregunté con una sonrisilla inocente, desviando el tema; ya estaba harto de que todos se ocuparan de mi vida amorosa, la verdad.
-He salido con ella un par de veces...pero entre tú y yo...-me dijo, haciéndome un gesto para que me acercara para decirme un secreto -sigo buscando a mi rubia despampanante- me confesó.
Ambos reímos, mientras nos dirigíamos al jardín, para seguir con la animada charla. Los días pasaron rápido, y sin darme cuenta, llegó el comienzo de las clases
Buenoa maigas les dejo dos capñitulos
eso es porque les daré un regalito...
besitos y no olviden de dejar sus comentarios
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Edward el pricipe jajaja ya teno ganas de ver como se va ha liar esta historia ..................salir con un pricipe va ha ser muy complicado
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
mmm bueno amiga... quien no le gustaria salir con un principe y mas si es Edward
segun la autora me decia que con el tiempo no sera todo color de rosas...disfrutemos lo que hay jajaj
segun la autora me decia que con el tiempo no sera todo color de rosas...disfrutemos lo que hay jajaj
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
obio que querria salir con Edward aunque seria pastor de cabras estaria coladita por el
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
no se amiga... yo nose... la facha entra por la vista... y no se si fuera mendigo me fijaría en él... q prejuiciosa soy... q loca soy
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Capítulo 4: Primer día de clases
PVO EDWARD
Esa mañana me levanté animado. Terminé de ducharme y me puse unos vaqueros de talle bajo, junto con una camiseta blanca y una sudadera negra con capucha. Acabé de atarme mis inseparables puma marrones y me dirigí a desayunar. Alice ya estaba preparada también, y lo primero que hizo fue darme una mirada de la cabeza a los pies, queriendo aprobar lo que me había puesto.
Resoplando, me giré hacia ella.
-Alice...creo que para ir a clase no hace falta que saque el traje de gala- repuse un poco molesto.
-No...te ves bien, en serio- dijo con una sonrisa, aunque con un tono de voz nada conciso.
Decidí no darle más vueltas al tema, ya que si la contradecía, era capaz de mandarme a cambiar de ropa.
Emmet y Jasper ya nos esperaban para el desayuno. Mi hermana y su novio se iban en el coche de Jasper; aunque era la misma universidad sus facultades estaban ubicadas en otro lugar.
Le pedí a Emmet que me dejara conducir, adoraba la velocidad. La facultad de derecho estaba en el centro de Londres. Una vez encontré un sitio libre, apagué el motor del coche, mientras miraba a mi alrededor. La voz de mi amigo me sacó de mis pensamientos.
-¿Qué tienes a primera hora?- me preguntó curioso.
Revisé mi horario, sacándole de dudas.
-Pues...derecho constitucional y libertades fundamentales, en el aula 22- contesté resuelto.
-Pues vamos- dijo mientras salía del coche. Tomé aire y me bajé, empezando a caminar junto a él hacía el edificio; intenté no ponerme muy nervioso... pero siempre me intimida que me miren tanto, me pasa incluso en los actos oficiales.
Los estudiantes se volteaban con caras curiosas, y otras alucinadas, mientras me dirigía a la dichosa aula 22.
Una vez llegué a mi clase, Emmet se despidió de mi, diciéndome en un susurro que andaría cerca. Entré bajo la atenta mirada de los que iban a ser mis compañeros. Podía oír cuchicheos y murmullos a mi alrededor, mientras me dirigía hacia la mesa del profesor para entregar la ficha de mis datos, era un ritual a repetir en cada asignatura.
-Bienvenido a derecho constitucional alteza, soy el profesor Robert Delamore- me dijo dándome la mano.
-Un placer conocerle señor Delamore- repuse educadamente, mientras le extendía mi ficha.
-Gracias- me dijo mientras miraba la ficha. Iba a girarme para sentarme, cuándo me volví hacia el señor Delamore.
-Señor...me gustaría que no me tratara por mi título, llámeme simplemente cómo a cualquier otro alumno- prácticamente le rogué.
-Bien, lo comprendo, puede sentarse señor Cullen; por cierto, el decano quiere darle personalmente la bienvenida, le espera en su despacho al acabar las clases- me contestó con una amable sonrisa.
Le di las gracias, y me dirigí a una mesa libre al final de la clase. Los pupitres eran antiguos, y de dos personas, cómo en el colegio. Supuse que nadie se sentaría conmigo, así que saqué el libro de la asignatura y me puse a ojearlo. Los asientos se iban llenando, pero yo seguía sólo.
Diez minutos después, el señor Delamore empezó a presentarse, dando por iniciada la clase. Apenas llevaba cinco minutos explicando la asignatura, cuándo tocaron a la puerta.
-Pase- indicó el profesor.
Todos giramos la cabeza, para observar quién llegaba tarde el primer día de clase.
Esa fue la primera vez que la vi.
Una chica de aspecto tímido y completamente sonrojada entró, tendiéndole la ficha al profesor.
-Puede sentarse, pero que no se vuelva a repetir- la reprendió de forma amable. La chica asintió tímidamente, para después empezar a buscar con la mirada un sitio disponible.
La sentí mirarme con los ojos muy abiertos por la sorpresa, mientras poco a poco avanzó hacia mi mesa. Al momento eché una rápida mirada al resto del aula, comprendiendo que el único asiento que quedaba libre era a mi lado.
Aparté mi carpeta cuándo llegó a mi altura, me sonrió tímidamente y se sentó a mi lado. Un envolvente aroma afrutado me sacudió por completo, dejándome atontado.
Ella simplemente se sentó mirando al frente. Tuve ocasión de observarla de reojo... era simplemente preciosa.
Mi corazón empezó a latir como loco. Su carita tenía forma de corazón; sus ojos, marrones cual chocolate, tenían una mirada expresiva y dulce, enmarcados dentro de una cejas y unas pestañas perfectas. Su pelo, castaño y precioso, le caía por los hombros y la espalda, suavemente ondulado, con un flequillo ladeado largo. Su boca, roja y pequeñita. Su tono de piel era muy pálido, a excepción de sus mejillas, que estaban teñidas de un color rosáceo, era encantador.
Apenas me miraba, ya que su cabello se había convertido en una cortina involuntaria. Al de media hora el profesor nos indicó que abriéramos el libro para explicarnos un poco el temario. Al abrirlo por la página que nos indicaba el señor Delamore, me percaté de que ella no tenía el libro, así que carraspeando para llamar su atención, deslicé mi libro para que quedara en medio de los dos.
Ella se volteó para verme, y una sonrisa preciosa apareció en su cara. Me quedé sin respiración por un instante.
-Gracias- murmuró tímidamente; pareció dudar, hasta que me dijo su nombre.
-Me llamo Isabella...Isabella Swan- se presentó.
-Un placer conocerte Isabella, me llamo...-iba a seguir, pero me cortó.
-Príncipe Edward, encantada- balbuceó, mirando por un segundo al libro.
-Llámame sólo Edward, por favor, nada de príncipe ni alteza ni nada de eso- le pedí amablemente.
-Oh...vaya...pensé que tenía que llamaros así- balbuceó con vergüenza.
-No por favor, aquí soy un alumno más...o intento serlo-musité con un pequeño deje de tristeza.
Intenté que no se me notara el tono mustio que había adquirido, pero no funcionó.
-¿Por qué dice eso alt...emh... Edward?- me preguntó con verdadera curiosidad.
-Verás Isabella...- empecé a contestarle, pero ella me interrumpió.
-Bella por favor, así me llama todo el mundo- explicó ella.
-Bien, Bella... bueno... supongo que doy miedo... la gente piensa que ser miembro de la familia real no les da derecho a hablarme...- empecé a explicar, pero ella me interrumpió amablemente.
-Bueno... tienes que considerar que para ellos es difícil; a mi me cuesta horrores, incluso en este momento- dijo ella, desviando su sonrosada cara al libro por unos momentos, y mordiéndose el labio inferior.
-Créeme, se que debe intimidar... pero antes que príncipe, soy una persona normal y corriente- le contesté, esbozando una sonrisa. No era nada hablador con la gente que no tengo confianza...pero con ella no tenía esa sensación...era extraño.
Ella me sonrió de vuelta, cuándo nos volvimos a escuchar al señor Delamore.
-Bien señores, faltan veinte minutos para la siguiente clase; pueden conversar y conocer mejor a su pareja, ya que la persona que se sienta a su lado será su compañero durante todo el semestre. Con ella harán los trabajos en grupo. Esto se mantiene para las asignaturas de historia y teoría de las relaciones internacionales, teoría general del derecho y derechos humanos y cooperación al desarrollo, que se impartirán en este mismo aula, conmigo y con la profesora Grace Kininston, que se ocupará de la teoría general del derecho; gracias por su amabilidad- finalizó el profesor.
Me volteé para observar a Bella; quería saber todo sobre el pequeño ángel que se sentaba a mi lado.
-Bueno, ¿por qué no me cuentas algo sobre ti?; ¿no eres británica, me equivoco?- sabía de sobra que su inglés tenía un profundo acento americano, pero esperé a que ella empezara.
-Oh...eres muy observador- me contestó con otra se sus preciosas sonrisas, para después proseguir -soy americana; de un pueblo en el estado de Washintong, llamado Forks- empezó a relatar.
-¿Eso está en la costa Oeste?- pregunté curioso.
-Eso es, a menos de doscientos kilómetros está la frontera con Canadá; ¿has estado en EEUU?- me preguntó curiosa.
-Sólo en Nueva York y en Washintong D.C; fui con mis padres de visita oficial hace algunos años- le expliqué amablemente.
-Vaya... entonces has estado en la Casa Blanca- afirmó con una pequeña risa.
-Si, aún estaba Bush en el gobierno, creo que era en uno de sus primeros años de mandato...¿te digo una cosa?- me acerqué a ella en plan confidente, y casi podía sentir su dulce aliento en mi cara. Ella asintió ansiosa, así que proseguí.
-Me la esperaba más impresionante, incluso el despacho oval es un poco pequeño, parece más grande en las fotos- expliqué divertido.
Bella soltó una pequeña carcajada. Me encantaba verla reír, su sonrisa me enamoraba por momentos; no pude evitar el unirme a sus risas. Una vez nos calmamos, la seguí preguntando.
-¿Y qué te trae a estudiar aquí, tan lejos de tu hogar?-.
-Me concedieron una beca; mi padre es jefe de policía en Forks. La comisión de Seguridad Nacional sacó becas a concurso para hijos de los cuerpos de seguridad estadounidenses. Animada por mi padre, presenté la solicitud...y aquí estoy- me contó.
-¿Y esa beca es sólo para un semestre?-pregunté.
-No, es hasta finalizar los estudios...así que me esperan aquí unos años- me dijo.
-Vaya...espero que te guste Inglaterra, y que te sientas cómo en casa- deseé.
-Lo poco que he visto me encanta; Londres es una ciudad fascinante, además los ingleses son muy hospitalarios- me confesó.
Las dos horas restantes, ya que eran las asignaturas que teníamos con el señor Delamore, nos las pasamos hablando sobre nosotros. Me habló de su familia, de sus amigos del instituto y de su vida en Forks. También me habló de su compañera de piso, una chica llamada Rosalie, americana y también con una beca, cómo ella. Me enteré de que su apartamento estaba en George Street, zona bastante céntrica.
Había una cosa que no mencionó...y era a su madre. Hablaba de su padre y de una tal Sue, su esposa. No era buena señal, pero me atreví a preguntarle.
-Bella, ¿y tu madre?; no hablas de ella-.
Su cara se tornó en tristeza, y mi intuición no falló.
-Ella murió hace cinco años- balbuceó, mientras sus ojitos empezaban a brillar a causa de las lágrimas.
Me maldije a mi mismo por causarle dolor. Una chica tan bonita cómo ella no merece llorar.
-Lo siento mucho Bella- le dije con disgusto; no quería que ella estuviera triste. Ella asintió con una débil sonrisa, intentando borrar la culpa que me embargaba. No quise ahondar más en el tema, cuándo ella quisiese me lo contaría... o al menos eso esperaba.
-¿Y qué hay de ti?; seguro que tu vida es mucho más interesante que la mía- me preguntó un poco más animada.
-No sabría qué decirte- le contraataqué divertido.
-Seguro que conoces a mucha gente importante- dijo con algo de vergüenza.
-He conocido a gente importante y muy intimidante, pero no es para tanto créeme- repuse.
-A mi me daría mucha vergüenza...una curiosidad, ¿cuándo te encuentras con personas que no hablan inglés?; es decir, reyes de otros países o presidentes extranjeros...- no la dejé terminar la pregunta, ya sabía por dónde iba.
-Aparte del inglés, hablo francés, alemán y algo de portugués- le enumeré.
Me miraba asombrada, mientras la observaba con una sonrisa.
Le conté cosas de mi vida, mi familia y mis dos años en Alemania. Me ahorré bastantes detalles, ya que no podía contar mis intimidades así por así...pero algo me decía en mi interior que no tenía nada de qué preocuparme, que ella no iba a hablar con ningún periodista.
Me hizo gracia que me confesara la primera vez que me vio fue en un programa de televisión...era curioso.
El tiempo pasó muy rápido, es más, a su lado se esfumaba. Por primera vez, me sentía a gusto con una chica, sin sentirme una presa a quién cazar.
Sonó el timbre; ahora sí que debíamos cambiar de clase; ambos teníamos ética, pero estábamos en clases separadas. Mientras recogíamos los apuntes y los libros, me giré para despedirme de Bella, además Emmet ya me estaba esperando en la puerta.
-Te veo mañana Bella- le dije mientras salíamos.
-Lo mismo digo Edward, ha sido un placer conocerte...compañero de fatigas- me dijo ella mientras me tendía la mano tímidamente y con otra de sus preciosas sonrisas.
-Lo mismo digo- le dije mientras tomaba la mano que me ofrecía.
Al sentir su manita suave y cálida entre la mía, un extraño hormigueo me recorrió el brazo, terminando éste en mi estómago. Me quedé paralizado, intentado encontrar una explicación.
No se si ella se dio cuenta de esa reacción, pero algo debió sentir ella también, ya que se soltó muy nerviosa.
La vi alejarse hacia su siguiente clase, mientras me la comía con la mirada, literalmente hablando. Sus vaqueros ajustados y su camiseta lila acentuaban sus preciosas curvas de mujer.
La voz de Emmet me sacó de mis pensamientos.
-Vaya Edward...haces amistades muy rápido- me dijo con voz socarrona, mientras me giraba hacia él.
-Emmet...- le advertí molesto.
-Vale vale... ya veremos a quién vienes a contar tus penas dentro de unos meses- me dijo con el mismo tono socarrón.
Me reí con el, a la vez que nos dirigíamos a mi siguiente clase. La mañana transcurrió tranquila; una vez finalizadas las clases nos dirigimos al despacho del decano, quién muy amablemente me dio la bienvenida a la universidad.
Al finalizar las clases, nos dirigíamos hacia el coche cuándo pude ver a varios fotógrafos esperando para retratar mi salida de la universidad; suspiré frustrado. Reconocí a Jacob Black y Paul Simons, del Daily Mirror, y a Seth Clearwater y su hermana Leah, del London Daily, entre otros.
Odiaba el Daily Mirror, sólo les interesaba sacar escándalos, no se molestaban en contrastar las noticias, y eso que con mi familia no se metían mucho, ya que palacio tiene controlada a la prensa; el London Daily era más moderado; por lo menos contrastaban los rumores antes de publicarlos.
Después de llegar a palacio y de responder al intenso interrogatorio que mi adorada familia me realizó, me acosté, deseando que llegaran las clases de nuevo para verla...para disfrutar de su preciosa sonrisa.
Esa fue la primera noche que soñé con Bella.
Capítulo 5: Los príncipes azules si existen
Me encaminé hacia la clase de ética, esa asignatura era una de las que compartía con Rosalie.
Entré en el aula 38, entregué mi ficha al profesor y me senté, guardando el sitio a mi lado para Rose.
Mi mente viajó a las tres horas anteriores, pensando en mi compañero...dios mío, el mismísimo príncipe de Inglaterra. No me había sentido más avergonzada en toda mi vida, encima de llegar tarde el primer día de clases, el único asiento libre era el de al lado suyo... No sabía cómo debía tratarle... en mi país no hay realeza; pensaba que tenía que llamarle alteza o algo así.Era muchísimo más guapo en persona que en la tele, y altísimo. Pero un halo de melancolía cruzaba sus ojos... me habló de su vida, y por lo que pude entrever de sus palabras, apenas tenía amigos, y le costaba mucho entablar confianza con gente que no conocía.
Podía ver lo solitaria que era su vida, quitando la relación con su familia; también me habló de sus obligaciones cómo príncipe, y de cómo se preparaba para suceder a su padre en el bajo esa fachada de melancolía había un chico tímido, al igual que yo, pero también dulce, simpático y afable. Su voz aterciopelada y suave era música celestial. Se comportaba cómo todo un caballero, e incluso, cuándo ya perdió un poco de su timidez, era bromista y alegre.
Su piel clara contrastaba con el brillo de sus ojos. Nunca había visto unos ojos dorados tan intensos; su rostro era simplemente perfecto, sus facciones bien marcadas y rectas. Su pelo, de un raro pero a la vez de un bonito color bronce, estaba despeinado a propósito, lo que le daba un toque sexy hasta morir, y esa sonrisa torcida...quitaba el aliento; era simplemente de ensueño. Seguía sumida en el mundo de Edward, cuándo una voz me hizo parpadear.
-Tierra llamando a Bella...-canturreó Rose, vacilándome mientras dejaba su bolso y carpeta encima de la mesa.
-Hola Rose, ¿cómo te fueron estas primeras horas?- le pregunté.
-Bien, no me quejo, he conocido a una chica llamada Carmen, será mi compañera en varias asignaturas; es española- me contaba animada, haciendo una pausa para después seguir, -¿y tu, cómo te ha ido?-.
-Bien...he conocido a mi compañero...se llama Edward- empecé a contarle con cautela.
-Vaya, cómo el príncipe...por cierto, todavía no le he visto; todo el mundo habla de él por los pasillos- añadió.
Me quedé callada, mientras mi rostro empezaba a arder.
-¿No me digas que está en algunas de tus clases?- me preguntó ansiosa.
-Esto...si...es mi compañero en tres asignaturas- susurré.
La cara de Rosalie no tenía precio.
Le estuve contado cómo, por casualidad, me había tocado sentarme a su lado.
-Vaya...es asombroso...¿es tan atractivo cómo en la tele?- me preguntó cuándo la señora Malbory se volvió hacia el pizarrón.
-Créeme, en persona lo es más...es un perfecto caballero, amable, educado...-empecé a numerar.
-Vaya...tienes suerte Bella- me dijo con una sonrisita.
No volvimos a tocar el tema; al acabar las clases decidimos ir a tomar un café y nos fuimos a casa. Después de cenar y de comentar las asignaturas y los profesores, me despedí de Rose, que se quedó viendo una película.
Una vez en la cama, no pude conciliar el sueño, no dejaba de pensar en ese chico que me había cautivado... y con el que había soñado desde aquella noche que lo vi en la televisión.
Repasé en mi mente la conversación que mantuvimos, y cómo admitía, en mi fuero interno, cual nerviosa me ponía cada vez que él me miraba. Incluso me acordé del escalofrío que recorrió cada hueso de mi cuerpo en el momento en el que sus manos se juntaron.
Por un momento imaginé cómo sería estar acurrucada entre esos brazos, y probar esos labios...
¡Dios Bella!... deja de montarte la película....seguramente el tendrá su vista en alguien más apropiado que una simple estudiante americana... es un príncipe y yo... nadie a su lado.
Definitivamente los príncipes azules si existen... aunque no para mi.
El primer trimestre fue pasando; las clases tomaron ritmo y enseguida me vi sumida en el mundo de las leyes. La verdad es que el temario era intenso. Las clases que no compartía con Rosalie las compartía con Edward. Se había ausentado un par de veces, ya que tuvo que ir a Bélgica y a Japón con sus padres, de viaje oficial. Nuestra relación era cada vez más estrecha, me contaba anécdotas de los lugares en los que había estado y de los que le gustaría visitar.
Yo le escuchaba maravillada, más bien me quedaba embelesada. El parecía a gusto también, ese halo de melancolía que tenían sus ojos iba desapareciendo poco a poco.
Un día lluvioso, en el que el señor Delamore nos dejó tiempo para escribir un ensayo que teníamos que hacer en pareja, le hice una pregunta que me rondaba desde hace tiempo por la cabeza.
-Edward, ¿puedo preguntarte algo?-.
-Claro, dime- me dijo mientras levantaba la vista del libro y me sonreía.
-¿Quién es ese chico qué te espera siempre al final de cada clase?- pregunté con curiosidad.
-Es Emmet- hizo una pausa, y me susurró en voz baja -es un guardaespaldas-.
-Ya...¿siempre tienes que llevar escoltas?- seguí preguntando, todavía un poco sorprendida.
-Si...es un poco engorroso, la verdad... pero siempre que salgo de palacio llevo seguridad, al igual que toda mi familia- me siguió contado.
Recordé mentalmente las imágenes y fotos que salían en las revistas, siempre seguido por hombres de negro, parecían los Men in Black.
Iba a decirle algo, cuándo el señor Delamore se dirigió a la clase.
-Bien, debo marcharme a un seminario, por lo que, dado que es viernes y es la última hora, pueden tomársela libre; gracias y que tengan buen fin de semana- nos dijo mientras recogía sus cosas de la mesa.
Se oyeron gritos de júbilo y los pasos presurosos de nuestros compañeros. En ese momento recibí un mensaje de Rosalie, parece ser que todos los profesores se marchaban al seminario.
-¿Quién es?- me preguntó Edward con... demasiada curiosidad.
-Es Rosalie, me espera en la cafetería de enfrente...¿quieres venir?- le invité.
Por una milésima de segundo sus ojos se iluminaron...pero algo le hizo click en la cabeza.
-No te preocupes Bella, no quiero molestar...- empezó, pero no le dejé continuar.
-No es ninguna molestia, le he hablado de ti a Rose, tiene ganas de conocerte en persona-.
Pareció titubear un poco, hasta que por fin asintió. Sacó su móvil y escribió un mensaje rápido. Al de un minuto apareció en la puerta Emmet.
-Vamos...espero que no os importe a Rose y a ti...-empezó a disculparse un poco avergonzado, mientras miraba a Emmet.
-Claro, no hay problema, además así le conozco- le contesté con una pequeña sonrisa, mientras llegábamos a la altura de Emmet. Era moreno, bastante atractivo...y simplemente enorme.
-Emmet, ella es Bella, mi compañera; Bella, el es Emmet, mi escolta privada... y uno de mis mejores amigos- dijo con un movimiento de manos.
No me dio tiempo a decir nada, ya que me dio un abrazo de oso que me dejó sin respiración; al notar el carraspeo de Edward, me dejó en el suelo, mientras me miraba sonriente.
-Un placer conocerte al fin Bella; Eddie no deja de hablar de ti, le tienes atontado...- dijo con una sonrisa traviesa.
-No me llames Eddie...- le reprendió molesto.
Pude sentir que mi rostro enrojecía furiosamente, mientras me mordía el labio inferior con nervios; Edward a mi lado, lo fulminaba con la mirada. Pero Emmet no se dio por aludido, y no dudó en pasarme un brazo por los hombros, mientras nos dirigíamos al encuentro de Rosalie.
Al llegar a la cafetería ella ya estaba sentada en una discreta mesa; no estaba muy llena. Preferíamos esa cafetería a la de la facultad. Nada más entrar nos alzó la mano en saludo. Emmet se quedó petrificado al verla.
-¿Esa es tu compañera de piso?- me preguntó mientras la escaneaba de arriba a abajo, mientras Edward no disimulaba su risa burlona.
-Si- contesté mientras intentaba sofocar la risa que me había contagiado Edward.
Avanzamos hasta la mesa, Rosalie nos miraba a Edward y a con una pequeña sonrisa.
-Hola Rose- saludé contenta.
-Hola Bella- me devolvió el saludo, para después encarar a Edward.
-Soy Rosalie Hale, es un placer alteza- le dijo con voz seria.
-Encantado; Bella me habla mucho de ti, y por favor, llámame sólo Edward – le dijo mientras le tendía una mano, que ésta aceptó con una sonrisa sincera.
Emmet carraspeó ligeramente para atraer la atención de Rosalie.
-Emmet McArthy a sus pies, bella dama- dijo con una sonrisa mientras le besaba el dorso de la mano, cual caballero inglés educado.
-Rosalie- dijo ella, con las cejas alzadas en señal de incredulidad.
Edward intentaba reprimir una risa, mientras yo rodaba los ojos; la verdad es que la situación era muy graciosa, ya que lo que sabía de Rose es que no le iban mucho las cursilerías.
Los chicos nos preguntaron que queríamos, una vez lo dijimos fueron a la barra a pedir nuestros cafés, mientras Rose y yo intercambiábamos impresiones.
-Edward es encantador...y mucho mejor al natural que en las fotos- apuntó ella.
-Me alegra que te haya caído bien; ¿no te importa que le haya invitado, verdad?; es que le veo tan solo siempre...- pregunté.
-Claro que no, no seas tonta...¿y quién el otro chico?- preguntó curiosa.
-Se llama Emmet, es... el escolta de Edward, no digas nada por favor- le susurré casi para el cuello de mi camisa.
-¿En serio?, ¿es un escolta?- dijo Rosalie con una risotada.
-¿Qué es tan gracioso?- preguntó Edward, tendiéndome un café y sentándose a mi lado.
-Nada, hablábamos de Emmet...¿así que eres un estilo agente 007?- dijo Rose son una sonrisa.
-James Bond al servicio de su majestad y al tuyo- replicó éste con una graciosa reverencia, mientras le pasaba su chocolate caliente.
Solté una carcajada, mientras Edward rodaba los ojos.
Los cuatro entablamos una animada conversación. Emmet literalmente daba saltos en su silla cuándo Rosalie le contó que su padre era un agente del FBI; definitivamente, Emmet veía mucho la televisión. De repente el móvil de Edward sonó, habló unos segundos y colgó.
-¿Algún problema?- preguntó Emmet.
-No, era Alice, quería saber dónde estábamos- nos explicó.
-¿Tu her...herm...hermana?- pregunté alucinada.
El asintió, mientras nos explicaba.
-Estudia historia del arte en nuestra universidad, su facultad está cerca de aquí- nos explicaba, cuándo una voz cantarina nos sobresaltó a todos.
-¡¡¡Holaaa!!!- dijo una chica bajita y morena que ya había visto varias veces en la televisión y en las revistas.
-Alice, ¿no deberías estar en clase?- le interrogó su hermano.
La aludida iba a responder, pero el chico que iba detrás de ella, alto y con una melena rubia, con ojos azules grisáceos como la noche, habló por ella.
-Ya sabes cómo es tu hermana, en cuánto se enteró de que estabas aquí quiso venirse- explicó.
-Vamos Edward, es viernes... por que me salte alguna clase no creo que se vaya a caer el mundo- añadió.
Edward suspiró moviendo la cabeza, mientras nos señalaba a Rose y a mi.
-Alice, Jasper, ella es Bella, mi compañera de clases, y Rosalie, su compañera de piso; chicas, ella es mi hermana Alice y Jasper, su novio- nos explicó. Rosalie y yo nos pusimos de pie, mientras dábamos dos besos a Jasper y Alice nos daba un abrazo, saltando emocionada.
Después de saludarlos, y de que Alice nos regañara por llamarle alteza, en eso era igual que Edward, nos empezó a preguntar a Rosalie y a mi.
-¿Os gusta Londres?-.
-Si, es una ciudad fascinante- le contestó Rosalie.
-Además hemos visitado algunos sitios, hemos salido de compras por Oxford Street y Regent Street...- empecé a enumerar, pero enseguida Alice me interrumpió, pegando brinquitos en su silla.
-¿Os gusta ir de compras?- preguntó emocionada.
-Si- respondimos a coro, ganándonos las risas de los chicos.
-¡Genial!, entonces tenemos que quedar para ir de compras; además os llevaré a conocer otras zonas; ¿tenéis planes para mañana?- nos preguntó.
La mirábamos alucinadas... ¿ir de compras con ella?; ¿pero ella podía salir tan normal por la calle?. Iba a replicar algo, pero viendo la carita de súplica que nos puso, no pudimos negarnos.
-No, no tenemos- contestó Rosalie.
-Perfecto entonces; podemos quedar desde por la mañana y comer algo por ahí- dijo emocionada.
Una vez que Alice trazó el plan, nos despedimos y cada uno se fue a su casa. La verdad es que ese sábado terminamos agotadas. Nos encantaban las compras... pero Alice nos fundía las energías. Rose y yo nos sentimos como unas princesas, porque nos llevó en uno de los coches oficiales, y custodiadas por Jasper, que tenía una paciencia infinita.
*************
El curso fue pasando, llegaron las vacaciones de navidad y también pasaron. Regresé a Forks, donde me reencontré con mi familia y mis amigos, que no hacían otra cosa que interrogarme acerca de Londres.
Una vez de vuelta, el curso pasó deprisa...superé los exámenes del primer año con éxito, y Rosalie también. Con Edward las cosas siguieron igual, nos llevábamos bien, cómo dos compañeros de clase.
Nos encontrábamos en casa, haciendo las maletas y recogiendo el apartamento, que no pisaríamos en tres meses. Rosalie se marchaba hoy por la tarde, y yo lo hacía mañana por la mañana.
Después de despedirme de ella en el aeropuerto con lágrimas en los ojos, prometiendo llamarla e incluso visitarla unos días en Boston o ella a mi en Forks, regresé de nuevo a casa.
Después de que ella se fuera, sentada en el sofá y con la televisión encendida, hice memoria de todo lo que había pasado ese curso, y por supuesto, pensando en él. Tenía asumido que Edward me gustaba, pero no podía ser.
Sólo Rosalie y Alice sabían lo que sentía. Recordé aquel interrogatorio que me hizo, unas semanas después de volver de las vacaciones de navidad.
Flash-back
-Bella, ¿puedo hacerte una pregunta?- me dijo.
-Dispara- respondí, temiendo mucho el tema que me iba a sacar.
-Te gusta, ¿verdad?-me preguntó con una sonrisa.
No respondí...¿tan obvio era? Diosssssss....
-Y qué mas da...no creo que el tenga ni tiempo ni ganas para fijarse en mi...yo no soy nada del otro mundo- dije con pena, y seguí -no creo que llegue a considerarme ni amiga, sólo somos compañeros de clase-concluí.
-Ya....-Rose me miraba un poco enfadada.
-¿Qué?-la interrogué.
-Bella, te quiero un montón...pero a veces me desesperas...¿por qué no vas a gustarle?; Alice y yo te lo decimos muchas veces, eres muy guapa...y creo...que no somos las únicas que lo pensamos- dijo esto último con una sonrisa de pilla.
-¿Qué quieres decir?- ahora la sorprendida era yo.
-Bella por Dios, pareces tonta...¿no has visto cómo te mira?-no la dejé acabar.
-Rose, no digas tonterías...sólo le veo durante las clases, y si quedamos todos para tomar un café- le respondí cansinamente, para después añadir-veo más a Alice que al el, prácticamente-.
-Desde el primer día que le conociste, cuándo hablabas de él en clase de ética te brillaban los ojos... y a él le cambia algo en la mirada cada vez que te observa- dijo ella muy convencida; al ver que no respondía siguió hablando -Bella...¿sabes cómo se llama eso?-.
-¿Cómo?- pregunté resignada, aunque conocía la respuesta, que era justo la que me dio.
-Eso es amor a primera vista, estoy convencida de que le gustas, sino hay cosas que no me cuadrarían-dijo ella.
-No lo sé... Rosalie, no es fácil- dije con los ojos humedecidos.
-¿Por qué?-preguntó.
-Rosalie, ¿sabes lo que supondría que él saliera conmigo... o con cualquier chica normal y corriente?; es un príncipe, que encima será rey algún día, y la chica que se case con el será...- iba a seguir, pero Rose me interrumpió.
-Será reina- dijo ella simplemente.
-Rosalie, las chicas como yo no están destinadas a ser reinas- dije negando con la cabeza.
-¿Y qué me dices de su madre?; Alice nos ha contado la historia de sus padres, y te la sabes tan bien como yo. Ella era como tú, como yo, como cualquier chica normal... y se enamoró de su padre y se casaron- me dijo, esperando que viera las similitudes. Al ver que no contestaba, ya que me había dejado sin argumentos, siguió hablando.
-Y sobre por qué le ibas a gustar, te daré dos razones...una: eres muuuy guapa; dos: aunque sea un príncipe, se puede enamorar de quién quiera, al fin y al cabo es un ser humano normal, sea ella princesa o no...así que no veo el motivo para que no te lo puedas creer-dijo acabando su discurso.
Iba a levantarse para irse a su cuarto, pero le hice una última pregunta.
-¿Alice sabe algo de ésto?- le pregunté suspicaz.
-Claro que lo sabe, pero tranquila, según me ha dicho, no le dice nada a su hermano- respondió tan pancha.
Gemí para mis adentros...lo que me faltaba.
Fin flash-back
Después de esa conversación, y viendo que mi actitud no cambiaba, Rose dejó de sacarme el tema, alegando que la venda de mis ojos se caería sola.
También pensé en Alice, en Jasper, en Emmet...nos habíamos convertido en una piña, y Alice se había convertido en una de nuestras mejores amigas. Al despedirnos de ella, nos hizo prometerle que la llamaríamos y que nada más regresar la avisaríamos. Emmet y Rose incluso habían salido algunas veces, pero sin llegar a nada serio.
Del que no pude despedirme fue de Edward, ya que le había surgido un viaje fuera de Londres. Me daba pena no haberme despedido de él.
Estaba apunto de marcharme a la cama, cuándo el timbre sonó. Extrañada abrí la puerta, encontrándome a Edward parado ante mi, con la respiración agitada.
-¿Edward?, ¿qué haces aquí?, ¿dónde está Emmet?- le pregunté extrañada; mi corazón casi sufre un paro cardíaco al verle vestido con un traje negro, una camisa blanca y una corbata dorada, estaba guapísimo.
-¿Puedo pasar?- me preguntó con una tímida sonrisa de nervios.
-Claro- contesté apartándome de la puerta.
-He venido a despedirme, Emmet está abajo esperándome- me explicó, estaba un poco... nervioso.
-Alice me dijo que no volvías hasta pasado mañana- aclaré confusa.
-Adelantaron el viaje de regreso, y Rosalie le dijo a Emmet que no te ibas hasta mañana- me explicó.
Nos quedamos los dos sumidos en un tenso silencio. Mi cara ardía de vergüenza, ya que me había pillado con un diminuto pijama de verano y el pelo recogido en una especie de moño.
-¿Com...como te ha ido en el viaje?- le pregunté, intentado encontrar un tema del que hablar- pregunté.
-Bastante bien, ha sido muy ajetreado- me dijo con esa sonrisa torcida y sexy que me volvía loca.
-Ya...bueno, ahora podrás descansar un poco, ¿no?- le pregunté de nuevo.
-Si, al menos eso espero; mis padres ya están en Windsor, y Alice y Jasper- me explicaba amablemente.
No era capaz de pronunciar palabra alguna, así que el volvió a hablar.
-Bueno, no te entretengo mas Bella que pases un buen verano- dijo a modo de despedida.
-Igualmente Edward, descansa y disfruta- le dije mientras le acompañaba a la puerta.
-Nos vemos en septiembre, pero te llamaré antes- me dijo volviéndose hacia mi.
-¿A mi? ¿Para?- pregunté extrañada...e ilusionada, para qué engañarnos.
-Para saber cómo estás y cómo te va- contestó él resuelto.
-¿Te preocupas así por todas las chicas?- pregunté con algo de sorna.
-Sólo por una- saltó él tan tranquilo, mientras me miraba con una sonrisa nerviosa y salía por la puerta y añadió -cuídate y hasta la vuelta- me dijo mientras se giraba y me daba dos besos a la vez me agarraba un poco la cintura.
Empezaban a flaquearme las piernas...mientras las mariposas de mi estómago se revolvían inquietas.
-Hasta la vuelta- conseguí decir, catatónica total.
Me quedé blanca...¿habría oído bien?
Me quedé plantada ante el marco de la puerta, viendo cómo mi príncipe particular bajaba por la escaleras. Suspiré como una tonta enamorada mientras me metía en la cama, iba a ser un largo verano...
Atal- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
y para mi una larga espera hasta que publiques el siguiente Atal
me encantan los cuentos de hadas y este de momento va por muy buen camino ......
me encantan los cuentos de hadas y este de momento va por muy buen camino ......
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Capítulo 6: Largo verano de incertidumbre
PVO EDWARD
El verano pasaba muy lento. Debía ser el único estudiante que estaba ansioso porque empezaran de nuevo las clases, y todo por volverla a ver.
Aquel día en el que me presenté en su casa, estaba dispuesto a confesarle de una vez por todas lo que mi corazón había guardado tantos meses... pero no pude, mis nervios y mis inseguridades ganaron de nuevo.
Suspiré frustrado, no sabía como iba a reaccionar. Emmet me decía que de una a vez por todas me lanzase a la piscina, que no tenía nada que perder. Tenía la sospecha, en mi fuero interno, de que Emmet, gracias a Rosalie, sabía algo más, pero por más que intentaba sonsacarle, nada, todo en vano... con lo bocazas que puede llegar a ser, en ésto no soltaba prenda, y mi hermana tampoco.
Ella, Bella y Rosalie se habían hecho muy amigas, cada dos por tres iban de compras, a comer... me alegraba por mi hermana, para ella había sido una alegría poder hacer amigas normales, según decía ella.
Ya estábamos a principios de agosto; hacía casi dos meses que no la veía, desde mediados de junio. Mi hermana y ella se comunicaban con frecuencia, incluso un par de veces que Alice la llamó estando yo presente, pude hablar con ella. Me encantaba escuchar su tímida vocecilla, hasta podía imaginarla sonrojada como un tomate al otro lado del teléfono.
Suspiré cual tonto enamorado, y reanudé la lectura de mi libro. Estaba sentado en uno de mis rincones favoritos de los jardines de Windsor; mi padre se había ido de pesca y mi madre suponía estaría leyendo o dibujando alguno de sus bocetos. Emmet estaba de vacaciones y se había ido a su ciudad, Cardiff, para visitar a su familia.
Oí pasos apresurados, y ante mi se plantó mi hermana, con el ceño fruncido y los labios rectos, mala señal, estaba enfadada.
-¡Esto es increíble!- siseaba cabreada mientras se sentaba a mi lado.
-¿Qué pasa?- pregunté sorprendido, ya que Alice no es de las personas que se enojan fácilmente.
Al ver que no contestaba y seguía mascullando por lo bajo, giré mi vista hacia Jasper, que se acercaba a nosotros, preguntándole con la mirada.
-Tenemos visita- contestó el aludido, haciendo un mohín.
-¿Quién?- pregunté curioso.
-Tío Eleazar y tía Victoria... y Tanya- bufó mi hermana.
Gemí para mis adentros...lo que nos faltaba.
-Llegan mañana- añadió Jasper.
Ahora entendía lo que pasaba; el tío Eleazar era hijo del primer matrimonio de mi abuelo materno. Desde que mi madre se casó con mi padre y se convirtió en princesa, y posteriormente reina, se había vuelto más insoportable aún. Él y la tía Victoria, su mujer, se las daban de importantes, aparte de que siempre tenían algo que decir o sacar en la prensa. Más de una vez mis padres les han llamado la atención, alegando que hablaran de su vida, pero no de la nuestra.
Siempre fue un defensor a ultranza de la monarquía, y cada vez que me veía me daba la charla de que debía casarme y dar un sucesor a la corona... pero no con cualquier muchacha... sino con su sobrina.
Tanya era hija de una hermana de Victoria. Los padres de Tanya fallecieron en un accidente de tráfico cuándo ésta era muy pequeña, de modo que toda la vida ha vivido con ellos. Educada en los mejores internados de Londres, ahora estudiaba Economía en la universidad de Oxford, era un año mayor que Alice.
Pero la educación se la había dejado en los colegios, porque no conocía a chica más presumida, altanera y maleducada que ella.
-Estamos apañados- bufé exasperado, dando una patada a una pequeña piedra. Encima tendría que aguantar los intentos de mis tíos para que me fijara en su querida sobrina, no había cosa que más odiara en el mundo. Decidimos armarnos de paciencia, consolándonos de que sólo estarían diez días y después se marcharían.
************
Llevaban ya cinco días con nosotros... y era una pesadilla. Yo estaba prácticamente encerrado en mis habitaciones, huyendo de Tanya con cualquier excusa, lo mismo que Alice y Jazz. Me adelanté con paso apresurado al comedor, ya que era la hora de cenar.
-¡¡Eddie!!, ¿dónde has estado toda la tarde?- me preguntó la dueña de una voz chillona, que se me colgó del cuello. Mi hermana rodaba los ojos, mientras mi madre la miraba arqueando una ceja.
-Haciendo unas cosas... y no me llames Eddie- le dije, mientras muy sutilmente me zafaba de su agarre.
Llegó mi padre, y nos sentamos a la mesa. Me senté entre mi madre y Jasper, quedando Tanya justo enfrente mío. La cena transcurrió más o menos tranquila, hasta que en los postres mi tío abrió la boca.
-Tu padre me ha contado que has obtenido muy buenas notas en la universidad- me dijo mirándome fijamente.
-Si, la verdad es que estoy muy contento- le respondí educadamente.
-Estamos muy orgullosos de él- añadió mi madre con una sonrisa, que devolví.
-¿Y los asuntos del corazón?- interrogó mi tía, con bastante mala intención.
Me tensé, a la vez que Alice y Jasper. Tuve que dominar los nervios, para no perderlos, aún así le respondí entre dientes.
-Creo que es eso pertenece a mi intimidad-.
-¿Tienes novia?- preguntó Tanya; parecía que le iba a dar un ataque de ansiedad.
-No, no tengo... y el día que la tenga, será asunto mío y de ella- contesté mordaz.
-Espero que seas consciente y que elijas bien a la que será nuestra futura reina- soltó mi tía, mirando de reojo a Tanya.
Estaba empezando a cabrearme de verdad, pero no quería montar un espectáculo.
-Para poder tener una novia, primero tendré que enamorarme- siseé... aunque ya estaba enamorado.
-Debes sopesar la situación, y evitar caer en la tentación... cierto que en la universidad puedes encontrar a muchachas para distraerte...- empezó a hablar mi tío, pero corté la conversación.
-¿Qué estás insinuando?-.
-Quiero decir, que debes elegir con cuidado a tu esposa; debe ser inteligente, educada, con cultura...- empezó a enumerar.
Ya harto y enfadado de verdad, porque me estaba vendiendo a su querida sobrina, y casi insultando inconscientemente a mi Bella, medio grité.
-¡Ya basta!; el día que encuentre a la futura reina, ten por seguro que será todo eso que enumeras... pero sé que me casaré porque estaré enamorado de esa persona-.
-Eddie, vamos no te enfades- me dijo Tanya con voz melosa.
-Deja de llamarme Eddie- murmuré en voz baja y fría cómo el hielo. Si las miradas matasen , Alice la hubiera arrancado la cabeza en ese mismo instante.
-A veces hay que hacer un sacrificio por tu país; Carlisle, cuñado, ¿qué educación le das a tu hijo, que antepondría el amor de una mujer por el amor a su país?- replicó, sin duda para hacerme estallar.
No pude responder nada, me levanté furioso y salí, con Alice detrás mío, intentado calmarme. Pude oír a mi padre, en un tono muy autoritario, raro en él.
-Eleazar, te has extralimitado- dijo muy serio, para tomar aire y seguir -jamás, ¿me oyes?; jamás vuelvas a cuestionar cómo educo a mis hijos- siseó furioso, mientras se levantaba de la mesa.
-Hermano, no quiero que vuelvas a hablar de ese tema; mi hijo se casará con quién el elija- dijo mi madre muy enfadada, dejando clavados en su sitio a los tres tediosos invitados.
Me fui a mi habitación, cerrando la puerta de un portazo. Alice y Jasper vinieron para poder calmarme, mientras mi hermana me habló.
-Edward...nunca habías saltado de ese modo- me dijo sorprendida.
-¿Cómo quieres que no salte?, mi paciencia tiene un límite Alice- le repliqué enfadado.
Jasper, que se había mantenido en silencio, hasta ahora, habló por fin.
-Edward, no les hagas caso; ya sabemos cómo son- dijo resuelto.
Suspiré frustrado, mientras desviaba la mirada.
-Alice, cielo, ¿puedes dejarme hablar con Edward a solas?- le preguntó con cariño.
Ésta asintió, dándome un beso en la mejilla y guiñándole un ojo a su novio mientras salía de la habitación.
Jasper tomó, aire, mientras se sentaba a los pies de la cama, a la vez que yo iba de un lado al otro de la habitación, hecho una furia.
-Amigo, no les hagas caso- repitió de nuevo.
-Ya se que son unos cretinos...pero a veces es necesario reventar- musité en voz baja.
-Te entiendo; pero no les tomes en serio... serás un buen rey, al igual que tu padre, lo harás muy bien- me dijo, intentado animarme.
-Gracias Jazz- sonreí agradecido.
-Cambiando de tema... te has alterado mucho cuándo ha dicho lo de las distracciones en la universidad- dijo cómo si tal cosa.
Genial, otro que se empezaba a enterar del asunto; así que opté por lo de siempre... dar la callada por respuesta. Al ver que no respondía, pasó directo al ataque.
-¿Es guapa, eh?-oí que me preguntaba.
-¿Cómo? ¿Quién?- dije sorprendido.
-Quién va a ser...Bella -me dijo Alice en tono explicación para niños pequeños; ¿cuándo había entrado a la habitación?.
Suspiré...a ella no la podía engañar, ademas se me notaba demasiado -si, si que lo es-respondí con una sonrisa.
-Así que por eso cada vez que quedabas con Bella Y Rosalie me lo decías para encontrarme con vosotras- terminé de responder.
-Hermanito, me ofendes, ¿por quién me tomas?...¿acaso no crees en el destino?-me respondió con una sonrisa burlona.
También sonreí...que lista era.
-Vemos como la miras cuando estáis juntos, y Emmet también se da cuenta- Jasper hizo una pausa para seguir -la verdad, nunca te habíamos visto así de... como decirlo...¿pasmado?-.
No supe cómo responder a eso...¿tanto se nota?
-Y también vemos la química que tenéis estando juntos...y a ella le sucede lo mismo- siguió relatando Alice.
-Vale, tocado y hundido- respondí a regañadientes, no podía rebatir aquello.
Les conté varias cosas que no sabían, puesto que el rato que más nos veíamos era en clases; les hablé de su preciosa sonrisa, que prácticamente me idiotizaba, de cómo intentaba comprender un decreto de ley que yo le había explicado mil y una veces y me ponía un tierno puchero para que se lo volviera a explicar, y mil y una anécdotas más. También les conté que fui a despedirme de ella antes de que regresara a Forks. Alice sonreía cómplice, seguro que sabía cosas que yo no sabía.
-Estás enamorado hasta las trancas- dijo resuelta.
-Ufffsssss...yo qué se- respondí, intentado negar lo evidente.
Me miró arqueando las cejas...no la había convencido.
-Me encanta hablar con ella, se puede hablar de cualquier tema...es un cielo de chica...pero a veces le resulta difícil hablar de ciertos temas conmigo... sobre todo lo que se refiere a su madre... y yo sólo quiero escucharla y ayudarla a superarlo- dije y a continuación hice una pausa- ¿te ha contado algo acerca de su madre?- le pregunté a Alice.
-Se algo, pero no mucho. Quién mejor sabe eso es Rosalie -respondió ella.
-¿Crees que me lo contará algún día?-pregunté esperanzado.
-Si, estoy convencida de ello...pero no la agobies- me aconsejó.
-¿Cómo estás tan segura de ello?- repliqué.
-Porque estoy convencida de que, en su interior, y aunque nos lo niegue, ella también te quiere...tu igual no lo notas...pero te mira cómo tu la miras a ella...-dijo.
-Ojalá fuera verdad...- susurré, sin poder creérmelo.
-Edward, tienes que tener en cuenta que para ella no sería fácil; en el supuesto de que empezarais una relación... no podríais salir al cine ni a pasear como cualquier pareja normal; tendríais que veros a escondidas; la vida de palacio, para la gente de fuera, puede parecer un camino de rosas... pero está el protocolo, los actos oficiales, los viajes, la prensa...- empezó a enumerar Jasper, mientras yo asentía con pena... era pedirle demasiado, y en parte, me sentía culpable por ello.
-Pero en eso se la puede ayudar; mamá tampoco tenía ni idea... y mírala ahora- me animó Alice.
-Dale tiempo al tiempo, el sentimiento es mutuo, se os nota a la legua...- Y si de verdad os queréis, el tiempo lo dirá- dijo ella levantándose, mientras Jasper asentía, dándole la razón.
-Pero para eso tienes que decírselo- aclaró mi hermana.
Me dejaron sólo con mis pensamientos; era un poco tarde, así que decidí irme a dormir para olvidar esa maldita noche y soñar con ella... con mi princesa.
El verano pasaba tranquilo, y demasiado caluroso para Forks. Llevábamos unos días superando los treinta y cinco grados, el calor era inaguantable, no se podía salir al jardín sin que hirvieras de pies a cabeza.
Apenas quedaban unas semanas para regresar a Londres... y para volver a verle; añoraba esos ojos dorados tan bonitos y a la vez extraños, que a veces me observaban cómo si quisieran traspasarme el alma. Recordaba una y otra vez la noche antes de regresar a casa; parecía tan confuso y nervioso, para mis adentros tenía la tonta ilusión de qué no solo quería decirme adiós... pero claro, ésto no lo confesaba a nadie, me lo guardaba para mi.
Pensé que el verano en Forks, en mi casa y con mi familia y amigos, me distraería y no pensaría en el... pero sucedió exactamente todo lo contrario; cada día lo echaba más de menos. Había mantenido el contacto con Alice, e incluso un par de veces me había pasado a Edward para saludarle; escuchar esa voz me sacudía el corazón de una forma inimaginable.
También había mantenido el contacto con Rosalie; yo había ido una semana a Boston en julio, para conocer a su familia y visitar la ciudad. Los señores Hale fueron muy amables y simpáticos, y me acogieron en su casa como una hija más. También conocí a las hermanas gemelas de Rose, tan guapas como ella y muy revoltosas. Rosalie también había venido a Forks en agosto, y se ganó el cariño de Charlie y Sue, esta última feliz por tener a otra chica en casa.
Le presenté a mis amigos del instituto. Jessica y ella chocaban demasiado y no se llevaban demasiado bien, pero con Angela era otro cantar.
Rosalie se había convertido en alguien muy especial para mi, junto con Alice y Angela, eran mis mejores amigas.
Pero un día que fuimos a Port Angeles de compras y a cenar, a Rose no se le ocurrió otra cosa que mencionar a Edward. La fulminé con la mirada, ya que en cuánto Angela oyó el nombre, levantó la vista, muy interesada.
Flash-back
-¿Quién es Edward?- preguntó curiosa.
-Un chico que conocí en clase, es mi compañero en varias asignaturas- expliqué, lazándose a Rose una mirada de advertencia.
Pero Rose hizo caso omiso de mi aviso, y le contó la historia de principio a fin. Ángela estaba con la boca abierta, escuchando atentamente.
Una vez terminó, se giró para mirarme, mientras mis mejillas ya ardían de lo rojas que estaban. Se quedó en silencio unos minutos, meditando lo que iba a decir.
-Madre mía, no puedo creerlo... es tan romántico- dijo emocionada, con la mano en el pecho.
-Ángela... yo no soy para él; y en el remoto supuesto de yo le gustase, ¿no crees que me habría dicho o insinuado algo en todo un año?- pregunté.
Rosalie me miraba con el ceño fruncido.
-Y dale con éso, por enésima vez Bella, ¿por qué no vas a gustarle?- preguntó ofuscada.
-¿Por qué no?; puede que el chico sea tímido- añadió Ángela, apoyando la pregunta de Rose.
-Porque los príncipes no se casan con chicas como yo... se casan con princesas, o jóvenes de familias ricas y nobles- expliqué, cruzando los brazos, sólo me faltaba sacar la lengua, como una niña pequeña.
-Eso no es así y lo sabes...dios Bella, ¡no estamos en la Edad Media!- contestó resuelta Ángela. La miré arqueando una ceja.
-¿Desde cuándo lees prensa rosa y cotilleos?- le interrogué incrédula.
-Desde que empecé mi carrera; que fíjate tú, se llama periodismo- resopló con una mueca.
Iba a decir algo, pero Ángela siguió su discurso.
-No es que sea mi favorita... pero en Europa es muy común esa clase de periodismo, y ojeamos por Internet las ediciones digitales en algunas de las clases; creo que hasta he visto a la familia real inglesa alguna vez- inquirió pensativa.
-Vaya- sólo acerté a decir eso, hasta que Ángela volvió a hablar.
-¿Edward es el chico de cabello color cobre, no?- preguntó con una sonrisa.
-Si, el mismo- contestó Rosalie.
-Pues Bella, déjame decirte que tienes suerte, está buenísimo- concluyó.
Rosalie le contó nuestra amistad con Alice, y mi amiga nos escuchaba asombrada y maravillada, sin dejar de repetirme la suerte que tenía.
Fin flash-back
Rose y Ángela no volvieron a sacar el tema, viendo que cada vez que lo hacían refunfuñaba como una niña de cinco años.
Rosalie volvió a Boston para pasar las últimas semanas de vacaciones con sus padres, antes de regresar a Londres. Al final el día llegó, y después de despedirme de mis amigos, y de que Ángela me advirtiera de que la mantuviese al corriente, me encontraba ya en el aeropuerto de Seattle, despidiéndome de mi padre, Sue y la abuela Swan, de nuevo hasta las vacaciones de navidad.
Sue sospechaba de que algo me pasaba, y estaba convencida de que era por un chico. Pero viendo mi terquedad, desistió de sonsacarme algo a la tercera semana. Y por supuesto, a mi padre no le dije ni mu, por si las moscas.
Este año había decidido pasar mi cumpleaños con mi familia, así que mi partida a Londres se retrasó una semana. Rosalie ya estaba allí... y Edward, Alice y Jasper también habían regresado a Londres.
Mi corazón palpitaba furiosamente en mi pecho, mientras el taxista y Rosalie iban enfrascados en una animada conversación. Cada día se me hacía más difícil disimular lo que sentía, y no sabía como iba a enfrentarme al hecho de verle de nuevo. Sabía que le vería antes de que empezaran las clases... y no me podía imaginar lo que me esperaba.
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
que familia tan desagradable Tanya!!!!!!
los dos estan enamorados ........que ganas de ver el reencuentro
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Seguila , por favor , está muy buena ,y me tienee ree atrapada Quieroo saber como va a ser el reencuentro. !
Beeso
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Capítulo 7: Entre sedas y terciopelo
Nada más abrir la puerta del apartamento, un duendecillo revoltoso se tiró a mis brazos. La abracé fuerte, la había echado mucho de menos. Al separarnos del abrazo, por fin habló.
-Bienvenida de nuevo; es estupendo, ¡otra vez las tres juntas!- exclamó dando saltitos. Dibujé una sonrisa en mi mente, no podía entender cómo lo hacía para comportarse en los actos oficiales, aparecía siempre tan recatada y tan formal.
-Yo también me alegro de verte, te he echado de menos pequeña duende- la llamé por el apodo que le habíamos adjudicado Rosalie y yo.
A su lado, Jasper esperaba para saludarme y darme dos besos. Me dieron varios regalos de cumpleaños, que he de reconocer que me hicieron mucha ilusión. Una vez dejé mis maletas y me acomodé, salí hacia la cocina, dónde Rosalie y Alice preparaban unos sandwiches.
-No sabía que sabías cocinar- le dije a Alice sorprendida. Ésta me miró, rodando los ojos, mientras Jasper reía desde el salón, signo de que me había escuchado.
-Para tu información Bellie, sé cocinar y otras muchas cosas. Mamá me enseñó, es muy buena cocinera, y le gusta ir de vez en cuándo a la cocina con Emily- me explicaba.
-¿Quién es Emily?- preguntó Rose intrigada.
-Es la cocinera de palacio; mamá y ella se llevan muy bien- nos contó mientras sacaba las bebidas de la nevera.
Estábamos comiendo en el salón, hablando de cómo habíamos pasado las vacaciones. No quería hacerlo, pero la pregunta salió de mis labios.
-¿Y Edward?- pregunté fingiendo algo de desinterés.
Jasper esbozó una sonrisa divertida, aunque lo intentó disimular, mientras su novia empezó a contarme.
-Está en Brasil, ayer se fue. Hay unas conferencias sobre cooperación y desarrollo en Brasilia y van diferentes mandatarios europeos. Iba a ir mi padre, pero se ha puesto malo con gripe, así que le ha tocado a él. Después aprovechará para visitar Río de Janeiro, Sao Paulo y otras ciudades- me explicó amablemente
-Hay que mantener buenas relaciones diplomáticas- me dijo Jasper; rodé los ojos, mi carrera, fundamentalmente, iba enfocado a ese tema. El reía.
-Me lo imagino Jazz; estudio toda una carrera sólo de eso- le respondí divertida
-¿Por qué lo preguntas?- me interrogó Rosalie, inocentemente.
-Porque es mi compañero de clase... y me extraña no ver a Emmet rondando por aquí- le respondí con sorna.
Rosalie se puso roja como un tomate, mientras el resto nos echábamos a reír.
De repente, Alice habló de nuevo.
-¿Cómo pasaste tu cumpleaños?-.
-Pues bien, con mi familia; nada interesante- le respondí.
-Pues tengo una idea genial- dijo ella.
Gemí, cuándo Alice se pone a planear te puede volver loca.
-El próximo fin de semana lo celebraremos nosotros- dijo ella muy resuelta.
-Me parece una idea genial- dijo Rosalie, que se apuntaba a todo.
-Bien, ¿en dónde?- pregunté, pensando en nuestra casa o en ir a cenar algo por ahí.
-En mi casa- dijo ella simplemente.
Rosalie y yo la miramos estupefactas.
-¿Has dicho lo qué creo que has dicho?- preguntó Rose.
-¿En tu casa?- volví a preguntar patidifusa.
-¿Qué tiene de malo?- preguntó con el ceño fruncido.
-Hum... pues déjame pensar...¿tiene ver que el hecho de qué tu casa es el palacio de Buckingham?- le replicó Rose con un tono ácido.
-¿Y?- preguntó, alzando una ceja.
-Alice, ¿podemos entrar allí cómo si tal cosa?; además, no creo que a tus padres les haga mucha gracia- le advertí.
-Por partes: uno, claro que podéis entrar, más que nada por qué os invito yo, la princesa Mary Alice Cullen de Inglaterra- dijo ella con una sonrisilla traviesa, ya que nunca mencionaba su título de princesa -segundo: mis padres estarán encantados de conoceros... así que no quiero réplicas de ningún tipo- acabó resuelta.
Rose y yo nos miramos, para después asentir.
-Está bien, sólo si nos aseguras que no tendrás problemas por nuestra culpa- le advertí.
-¡Guay!; además os haré un tour privado por el palacio, os enseñaré salas que no están abiertas al público- dijo ella entusiasmada.
Debo reconocer que esa idea no me disgustaba en absoluto, ya que me encantaba visitar palacios y monumentos. Después de sopesarlo otra vez, le dijimos que si, quedando el jueves de la próxima semana.
Después de seguir hablando durante un rato, me levanté para ir a la cocina a fregar los platos, ya que ellas habían cocinado. Pude oír risitas y cuchicheos... ¿qué estarían tramando?; decidí pasar del asunto, ya que suponía que no me iba a hacer ninguna gracia.
Una pregunta atravesó mi mente... ¿estaría Edward allí?; Alice había comentado que el viaje sería largo, y que se marchó ayer, así que igual no lo veía hasta el comienzo de las clases.
Después de terminar mi tarea, me volví a reunir con ellos, hasta que entrada la noche se marcharon.
*************
La semana pasó deprisa; estuvimos bastante atareadas formalizando la matrícula del segundo curso, y sin mucha cosa interesante para hacer. Y sin que nos diéramos cuenta, llegó el jueves; no lo admitíamos, pero Rosalie y yo estábamos hechas un flan; no todos los días tu amiga te invita a su casa, que resultaba ser uno de los palacios más famosos de Europa.
La noche anterior nos avisó de que Jasper vendría a recogernos, mientras ella preparaba todo. Bajamos con nuestros enseres, y mientras atravesábamos Londres, íbamos en animada conversación.
-¿Y Edward y Emmet cuándo regresan?- preguntó Rosalie.
-Pues en principio el próximo martes, eso tengo entendido- respondió con amabilidad.
-Vaya- me salió en un suspiro de pena, a la vez que miraba por la ventana.
Ellos iban en los asientos delanteros, y parece ser que me oyeron, ya que se miraron con complicidad. Iba a protestar, pero al final decidí qué mejor estaba callada, y así permanecí.
Al de unos minutos, la impresionante fachada blanca apareció ante nuestras narices. Eran las once y veinte de la mañana, y había mucha gente apostada en la puerta, ya que en diez minutos era el famoso cambio de guardia.
Jasper giró por uno de los laterales, rodeando el palacio. Llegó a otra de las puertas, nada más aparecer el coche, la verja se abrió automáticamente, mientras el, muy amablemente, nos iba explicando todo.
-Hay cámaras y sensores de seguridad que reconocen las matrículas-.
Siguió por un pequeño camino, rodeado de árboles muy bien cuidados. Nos íbamos acercando al edificio. Paró el coche, y al bajarnos nos encontramos con una parte de los fantásticos jardines y la fachada interna del palacio.
Rose y yo mirábamos a nuestro alrededor, los jardines eran preciosos... y eso que no habíamos visto nada todavía.
Jasper nos condujo hasta una puerta de madera enorme, custodiada por dos oficiales. Uno de ellos al verle, lo saludó y abrió la puerta.
-Este es el ala oeste de palacio, hemos entrado por la puerta privada. Es la que utiliza la familia y el personal de servicio- nos explicó amablemente. Nos condujo por una escalinata de mármol, mucho más sencilla que la principal. Siguió explicándonos la historia.
-El palacio tiene tres alturas; la primera, a la altura de la calle, son las oficinas del personal que trabaja en palacio y los almacenes; la primera planta es la residencia de la familia y la segunda son pequeños departamentos para el personal que reside en palacio; Emmet vive allí- nos explicó mientras accedíamos al primer piso.
Después de dejar de subir escaleras, llegamos a un pequeño rellano. El suelo era de mármol, y los techos muy altos. Una lámpara de cristal colgaba del techo, pintado exquisitamente con frescos bellísimos.
Allí se encontraba Alice, que nada más llegar vino corriendo hacia nosotras.
-¡Por fin!- dijo emocionada, mientras le daba un tierno beso a Jasper.
-Esto es increíble- dijo Rosalie, mirando anonadada a su alrededor.
-Pues no habéis visto nada; venid conmigo, os enseñaré vuestras habitaciones, y enseguida iremos a comer- nos explicó mientras nos guiaba por los pasillos.
El lujo que había en esas habitaciones era inimaginable. Paredes forradas de seda, de las que colgaban retratos de anteriores reyes y valiosas obras de arte, elegantes y antiquísimos muebles las adornaban. Estaba asombrada, mirando de un lado para otro.
Alice giró en un pasillo, para acabar en otro largo, en dónde había varias puertas de madera.
-Esta es mi habitación- nos dijo abriendo la puerta e invitándonos a pasar.
Una sala de estar, amueblada muy coquetamente con elegantes muebles, daba paso al dormitorio, en el que había una cama enorme de madera clara con fina marquetería en ella, con una colcha diferentes tonos marrones y dorados. Al lado izquierdo de la cama había una puerta, que según nos contó, era el baño, y al lado derecho otra... su armario de ropa. También había un precioso tocador antiguo, a juego con la cama.
-¿Os gusta?- nos preguntó.
-Alice, es increíble... es como un sueño- le dijo Rosalie, embobada, a lo que yo asentí, dándole la razón.
Nos guió fuera de su habitación, para pararse enfrente. Había varias habitaciones en el pasillo. La de Rosalie estaba enfrente de la de ella, y la mía tres puerta más allá. Eran más pequeñas que las de ella, pero aún así muy elegantes, al igual que todo el palacio, y las dos con su propio cuarto de baño. Nos dejó unos minutos para acomodar nuestras cosas y arreglarnos para comer. Metí mi ropa en el armario y en las cómodas. Me daba miedo tocar aquellos muebles, estaba aturdida con tanta elegancia.
Decidí cambiarme de ropa, poniéndome unos vaqueros negros ajustados, con unas bailarinas planas y una camiseta blanca. Cogí una rebeca negra, ya que estaba algo destemplada.
Una vez acabé, me reuní en el cuarto de Alice, esperando a Rosalie. Mientras la esperábamos, salimos hacia el pasillo, que desembocaba en un pequeño salón, con unas vistas increíbles a los jardines.
-¿Qué te parece?- me preguntó con una sonrisa.
-Si te soy sincera, me siento aturdida... y casi fuera de lugar; no me malinterpretes, me encanta que nos hayas invitado... pero tanto lujo es apabullante- le dije en un suspiro.
-Te creo... pero tampoco es para tanto- me contestó, quitándole importancia.
Oímos la puerta de la habitación de Rosalie, que salía preparada para la comida. Nos guió por las diferentes habitaciones, hasta llegar a una habitación mucho más sencilla. Una mesa alargada, no muy grande, de madera oscura. Las paredes eran blancas, y de ellas colgaban pequeños cuadros de diferentes paisajes ingleses. El servicio de mesa era blanco y sencillo, nada ostentoso. Rose y yo nos sorprendimos, mientras observábamos a nuestro alrededor. Alice sin querer, nos sacó de dudas.
-Este es nuestro comedor privado; el comedor de gala sólo se usa para cenas de estado, cuándo vienen visitas- nos explicó mientras Jasper entraba por la puerta. Un ruido nos sobresaltó, ya que el ruido otra puerta, enfrente de la que habíamos traspasado, nos hizo girarnos. Una mujer morena y bajita, muy delgada, con un uniforme blanco y un pequeño delantal apareció con una sonrisa.
Alice le sonrió, mientras se acercaba a nosotros con una sonrisa.
-Hola pequeña, ¿no me presentas a tus amigas?- dijo volteándose para mirarnos.
-Ellas son Bella y Rosalie; Bella es compañera de clase de Edward, y Rose su compañera de piso; chicas, ella es Emily, la maravillosa mujer que se ocupa de que nos alimentemos bien en esta casa- nos explicó.
-No me hagas la pelota pequeña; bienvenidas chicas, un gusto conoceros, hemos oído hablar mucho de vosotras- nos dijo mientras nos daba un abrazo... y a mi me dirigía una mirada que no supe descifrar.
Estábamos conversando con ella, cuándo un hombre moreno y fuerte, tanto de cabello cómo de piel, se puso al lado de ella.
-Chicas, el es Sam Ulley, jefe de prensa y mi marido- nos presentó, mientras el hombre nos tendía la mano.
-Un placer conoceros- nos dijo con voz fuerte, pero a la vez amable. Una señora mayor, de unos cincuenta y algunos años, entró también en el comedor. Nos miró mientras se presentaba.
-Margaret Cope, llamadme Maguie; vosotras debéis ser Rosalie y Bella-.
-Si, un gusto conocerla- le contesté educadamente, mientras tomaba la mano que me tendía.
-Los mismo digo- murmuró Rosalie.
-No me tratéis de usted queridas... ¡no soy tan mayor!- nos dijo con fingida molestia, a la vez que nos dedicaba una sonrisa simpática.
-Ella es la que organiza nuestros compromisos y viajes al extranjero- nos explicó Alice.
-Yo y mi fiel equipo organiza a esta familia y su agenda- nos dijo guiñándonos un ojo.
-Estaríamos perdidos sin ti, Maguie- le dijo Alice, mientras le daba un besito en la mejilla.
-¿Os quedáis a comer con nosotros?- preguntó Jasper.
-Hemos comido ya; tus padres querían comer con vosotras y daros la bienvenida a palacio, pero llegan un poco tarde; nosotros debemos volver al trabajo; ha sido un placer conoceros- le dijo Sam.
Se despidieron de nosotros, que seguíamos esperando a los padres de Alice.
-Qué personas tan amables- murmuró Rosalie.
-Son las personas de confianza de mis padres; ellos suelen comer y cenar con nosotros normalmente- nos explicaba Alice. Sentimos un ligeros carraspeo a nuestras espaldas. Nuestra pequeña amiga se volvió, para después exclamar con alegría.
-¡Papá, mamá!-.
Rose y yo nos quedamos mudas mientras Alice saludaba a sus padres. El rey nos miraba divertido, mientras la reina se acercaba a nosotras. Esa mirada amable y maternal que se veía en las fotos y en las revistas se acentuaba más en vivo todavía.
Estaba roja de vergüenza; por el rabillo del ojo miré a Rosalie, que estaba igual que yo. ¿Cómo te comportas delante de los reyes de Inglaterra, por muy padres de tu amiga que sean?; la situación era surrealista total.
-Vosotras debéis ser Isabella Y Rosalie; por fin os conocemos. Hemos oído hablar mucho de vosotras durante todo este año. Ya era hora de que Alice os trajera; espero que no os vuelva muy locas- nos dijo con una bella sonrisa.
-Es un placer conocerla... majestad- balbuceó Rosalie. Nos dejó fuera de combate cuándo de acercó de nosotras y nos dio un suave abrazo.
-El placer es todo nuestro, y por favor, no nos tratéis de usted ni de majestad, Esme dice que le hace parecer vieja, ¿verdad querida?- nos dijo el rey, mientras rodeaba a su mujer por los hombros.
-¡Carlisle!- le reprendió, dándole un suave golpe en el brazo, a vez que todos reímos por la reacción.
-Muchas gracias por invitarnos- les agradecí con una pequeña sonrisa.
-Gracias a vosotras; no había visto a mis hijos tan felices en mucho tiempo. Por fin traen a sus amigos a casa- nos dijo Esme.
-Nada de agradecer, estáis en vuestra casa- nos dijo Carlisle amablemente.
La comida transcurrió en animada conversación, preguntándonos sobre nuestras familias, sobre nuestros estudios y si nos gustaba Londres. Una vez terminamos de comer, Carlisle nos preguntó amablemente.
-¿Qué planes tenéis para esta tarde?- .
-Había pensado en enseñarles el palacio- dijo Alice.
-Me gustaría acompañaros- dijo la reina con una sonrisa, a lo que Rose y yo asentimos.
-Y a mi, pero el deber me llama, tengo trabajo en el despacho. Divertíos y os veré por la noche- nos dijo Carlisle, que se despidió de nosotras con una sonrisa.
-Yo me retiro también, quiero leer un poco; así que tenéis tarde de chicas- nos dijo Jasper mientras salía detrás del rey.
Con los ojos como platos, recorrimos mil y una salas, a la cual más elegante y lujosa. Esme y Alice nos iban explicando la historia de las salas y explicando de quiénes eran los retratos que colgaban de las paredes, en su mayoría, los antecesores de Carlisle.
-La dinastía Cullen lleva en el trono casi cuatrocientos años- nos explicó Alice.
Vimos el salón del trono, el comedor de gala y el salón de baile, que según nos contaron, sólo eran utilizados para cenas y visitas importantes. Pegado a éstos varias salas, para recibir audiencias privadas.
-Nuestras habitaciones privadas están al lado de los dormitorios y del comedor dónde hemos comido; ahí hacemos la vida de familia; esas habitaciones, obviamente, no están abiertas al público- nos explicaba la reina.
-El palacio se abre a los visitantes durante los meses de verano- añadió Alice.
Pasamos por la biblioteca, dónde se conservaban auténticas piezas de museo. Mis manos tomaron un libro antiguo forrado con piel marrón. Al ver el título jadeé; era una edición de Cumbres Borrascosas, databa de 1847; era una maravilla.
También visitamos la capilla y el salón de música, una sala tapizada con seda de un suave color ocre, al igual que el sofá y las sillas y con un precioso piano en medio.
-Aquí viene mucho Edward a tocar- nos dijo Alice, mirándome fijamente.
Me sonrojé levemente, mientras mi corazón se puso a palpitar de forma furiosa, y sólo con la mención de su nombre.
Alice, Rosalie y Esme se adelantaron, diciendo que iban a ver los jardines. Me excusé, diciendo que las alcanzaría en un rato.
Me quedé mirando el enorme piano y las fotografías que había encima de él. Había fotos en blanco en negro bastante antiguas, de Carlisle y Esme, y de Alice, con un traje negro hasta los pies y una tiara de brillantes adornando su cabeza. Mi vista se posó en una, en la que cierto chico de pelo despeinado estaba con un traje de gala azul marino. Una banda roja le cruzaba el pecho, y varias condecoraciones pendían de su uniforme. Le había visto así vestido varias veces en las revistas y en la televisión.
Una voz suave y dulce me sacó de mis cavilaciones.
-En esa foto no salgo muy favorecido-.
Atal- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
que tramposillos .............como han engañado a Bella
espero que Edward se decida ya y empiecen ha estar juntos .............de verdad que es un cuento de hadas
espero que Edward se decida ya y empiecen ha estar juntos .............de verdad que es un cuento de hadas
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Capítulo 8: Volverte a ver
EDWARD PVO
Miraba distraído por la ventanilla del avión, deseando que este dichoso viaje terminara de una vez por todas. Alice me había llamado unos días antes para ver cómo estaba y para, muy inocentemente, informarme de que Rosalie y Bella irían a palacio, que ella las había invitado a quedarse hasta el domingo. Entonces mi hermana me habló de la idea que se le había ocurrido, para que pudiera hablar con ella.
*************
Flash-back
Estaba en la suite de mi hotel; me encontraba en Río de Janeiro; había estado en Brasilia en unas conferencias, y pasado mañana partía para Sao Paulo. Era agotador el ritmo que llevaban estos viajes. Me quité el traje y me metí en la ducha, para poder relajarme, aunque no creo que me hiciera falta. Con lo cansado que estaba, seguro que caería rendido a la cama.
A eso de las once de la noche, una vez cenamos Emmet y yo y éste se retiró a su habitación, cogí mi libro, dispuesto a relajarme un poco. Estaba quedándome dormido con el libro en la mano, cuándo mi móvil sonó. Medio adormilado lo cogí, para ver quién era.
-¿Alice?- pregunté con la voz pastosa.
-Hola hermanito, ¿cómo va todo?- preguntó con su voz cantarina.
-Bien, ¿pero pasa algo?- pregunté preocupado.
-No, ¿por qué iba a pasar algo?- preguntó de nuevo, haciéndose la niña buena.
-Alice... porque en Londres son...- miré el reloj de la mesilla, haciendo cálculos- las dos y media de la madrugada- repuse un poco enojado.
-¿Y?- inquirió inocentemente.
-¡Por todos los santos Alice!; es decir, agradezco que te preocupes por mi...¿pero no podías llamarme por la mañana?- pregunté.
-Vaya... yo qué te iba a contar que hoy he estado con cierta personita que te importa mucho...- empezó a canturrear; al momento me incorporé, sumamente interesado.
-¿Has visto a Bella?, ¿ya ha vuelto?- pregunté nervioso.
-Ahora sí que te interesa, ¿ehhh?- añadió con voz traviesa.
-Habla, pequeña duende- la insté.
-Ha llegado hoy al mediodía, y Jasper y yo hemos ido a darle una sorpresa a su apartamento- empezó a relatar.
Maldito viaje; si mi padre no hubiese cogido la gripe podría haber estado allí para recibirla.
-Hemos estado los cuatro juntos... incluso ha preguntado por ti- soltó.
-¿De verdad?- pregunté incrédulo y emocionado.
-Si, es cierto -hizo una pausa, mientras la oí suspirar -Edward, ¿por qué no se lo dices?; ella siente lo mismo, te lo aseguro. Además se me ha ocurrido una idea para que a ella no le quede otro remedio que escucharte- dijo con tono triunfante.
-No sé si quiero escucharla- respondí sarcástico, pero ella hizo caso omiso a mi observación.
-Voy a invitar a Bella y Rosalie a pasar unos días con nosotros; le diremos a Bella que regresas el martes, para que puedas sorprenderla, y de paso te confiesas- terminó ella con tono resuelto.
-No sé Alice... ¿crees que funcionará?, ¿y qué le sentará bien que le hagas una encerrona?- pregunté no muy convencido.
-De aquí no podrá huir tan fácil. Edward, lánzate de una vez y díselo; ese día en Windsor, cuándo pasó la pelea con los tíos, ya no podías negarlo- dijo ella.
-¿Y no recuerdas la otra parte de la conversación?; Alice, ¿y si ella me rechaza... o simplemente no puede soportar la presión?; no la culparía Alice- musité con pena.
-Edward... para que eso ocurra tienes que arriesgarte y decirle que la quieres; ¿así que... tenemos un plan?- preguntó ella, de seguro con una sonrisa de oreja a oreja.
Bufé, a mi hermana no le puedes llevar la contraria... pero todos tenían razón, debía de decírselo.
-Está bien, tenemos un plan- acepté, todavía con mis dudas.
-Y por cierto, hace unos días fue su cumpleaños... así que cómprale algo- me aconsejó.
-¿Cómo qué?, ¿alguna sugerencia?- pregunté confuso; sabía que había sido su cumpleaños, estuve tentado a llamarla, pero justo ese día tomaba el avión hacia Brasilia.
Alice pareció meditar su repuesta; si alguien podía aconsejarme en cuánto a compras, esa era ella.
-Pues... creo que deberías comprarle una joya -empezó a explicarme -no un anillo, pero quizá unos pendientes, un colgante, una pulsera...; por supuesto algo sencillo, a Bella no le gustan muy recargadas- añadió.
-Hermana, ¿te he dicho que te adoro?- le dije con una sonrisa.
-No demasiadas veces; por esta vez te ayudo, los próximos regalos tendrás que pensarlos tu- se mofó divertida.
-Lo tendré en cuenta- murmuré entre dientes.
-Tu serás el futuro rey de Inglaterra... pero yo soy la reina de las compras- añadió ella divertida. No pude hacer otra cosa que reírme con ella.
-Buenas noches hermanita- me despedí colgando el teléfono.
Fin flash-back
****************
Emmet iba a mi lado, y se había quedado completamente dormido. Aunque lo negara, sabía que tenía unas ganas tremendas de ver a Rosalie, estos dos se gustaban demasiado.
Por fin el avión tomó tierra, y nos dirigimos a casa. Nada más llegar, fui a saludar a mi padre, ya que quería que le pusiera al corriente de mi viaje y de la entrevista que mantuve con el embajador y el primer ministro. Me entretuve un buen rato, pero mi mente estaba ausente de ese despacho. Al salir de allí me encaminé hacia mis habitaciones; me encontré con Jasper.
-Edward, ¿qué tal tu viaje?- me saludó mientras me palmeaba el hombro.
-Bien, como todos los viajes; ¿cómo ha ido todo por aquí?- pregunté. Jasper, que no tenía un pelo de tonto, fue directamente al asunto que me interesaba.
-Por aquí todo bien, no sospecha nada; le hemos dicho que volvías el martes- me contó, guiñándome un ojo.
Me pasé las manos por mi desordenado pelo, visiblemente nervioso.
-Todo va a salir bien, tranquilo- me intentó animar.
-Espero que no se enfade por la encerrona que le hemos hecho- suspiré frustrado.
-Te dirá que sí, ya lo verás- repuso.
-Ojalá- musité.
Me dio ánimos, y se fue para avisar a Alice para que, sutilmente, desaparecieran un rato. Entré a mi habitación y quité el traje, para ponerme unos simples vaqueros y una camiseta roja.
Cogí la pequeña caja alargada y rectangular, y me la metí al bolsillo del pantalón. Siguiendo la sugerencia de mi hermana, le compré un "pequeño regalo". Todavía recuerdo, entre risas, la cara que se le había quedado a la señora que atendía la joyería del hotel, mirándome incrédula, mientras le pedía opinión a Emmet.
&&&&&&&&&&&&&&&
Al salir de allí, Jasper me esperaba en la puerta, diciéndome que estaba en la sala de música. Desde luego, si ésto salía bien, le estaría eternamente agradecido a la pequeña duende.
Caminé con pasos apresurados... y allí la encontré; me daba la espalda, y vi que entre en sus manos tenía una foto mía. Avancé silenciosamente, hasta pararme a unos metros detrás de ella, que no se había dado cuenta de mi presencia.
-En esa foto no salgo muy favorecido- dije suavemente, mientras ella se giraba lentamente.
Me miraba con una mezcla se sorpresa y vergüenza, cómo si la hubieran pillado haciendo una travesura.
-Edward... pensábamos que no volvías hasta el martes- musitó, poniéndose colorada.
-Hola Bella- la saludé mientras me acercaba a ella.
Me sonrió tímidamente, mientras se giraba para colocar el marco de la foto en su sitio.
Me dediqué a observarla, estaba tan bonita como siempre; mis dedos escocían, queriendo tocar ese rostro que tanto había extrañado estos meses.
-¿Cómo ha ido el verano?- me preguntó en voz baja, estaba muy cohibida y hasta un poco nerviosa.
-Bien, descansando; a excepción de este viaje que he tenido que hacer- le expliqué amablemente.
La invité a que se sentara en uno de los sillones, mientras le relaté brevemente mi estancia en Brasil. Ella me escuchaba con atención, mientras que a ratos me perdía en sus ojos.
-¿Y tú?- le interrogué, una vez que terminé mi relato.
Me contó cómo había pasado el verano, hablándome de su padre, de Sue y de Forks. La escuchaba embelesado; podría hacer el pino, y me tendría a sus pies.
Una vez terminó, volví a preguntarle, señalando a mi alrededor.
-¿Te gusta ésto?-.
-Es precioso... me da miedo hasta sentarme en una silla, por temor a romperla- me confesó.
No pude menos que echarme a reír, tenía salidas para todo.
-¡Oye!- me dijo con un pequeño enojo, para después proseguir -es increíble, tan grande, lujoso... a veces creo que hay que ser una princesa para entrar aquí- me confesó, mordiéndose el labio inferior.
-¿Y quién te ha dicho a ti que no eres una princesa?- le pregunté, mirándola fijamente.
Ella se quedó muda de la impresión; sin saber qué decir, mientras se ponía más roja todavía. Miró alrededor de la habitación, hasta que su vista se posó en el piano.
-Nunca me contaste que tocabas el piano- dijo a modo de pregunta y esquivando completamente el tema.
-Aprendí de niño... si hubiera podido elegir, hubiera estudiado música- le confesé.
Ella esbozó una sonrisa triste, y me volvió a hablar.
-Imagino que saber que serás rey algún día intimida- me susurró.
-Ya lo tengo asumido... debo ocuparme del negocio familiar- le contesté para hacerla sonreír de nuevo, no me gustaba verla triste.
Pero ella no sonrió, y empecé a ponerme nervioso. Pareció meditar lo que iba a decirme.
-¿Tocarías algo?- me dijo señalando el piano.
Sin decir una palabra, me dirigí a la banqueta, y le hice una señal para que me acompañara. Pareció dudar, hasta que por fin se levantó y se sentó a mi lado. Su particular aroma de frutas llegó a mi nariz, inspiré disimuladamente, y mis dedos empezaron con Claro de luna. A medida que la canción transcurría, ella cerró los ojos, escuchando atentamente. Bella me había contado que le gustaba mucho la música clásica.
Seguí disfrutando de su cercanía, mientras finalizaba la pieza.
Cuándo levanté la vista del piano, Bella seguía con los ojos cerrados, pero estaba llorando. Alarmado, la pregunté.
-¿Qué ocurre?-.
Ella abrió los ojos lentamente, y se secó las lágrimas con la mano.
-Nada... es que...perdona- me dijo, levantándose y saliendo a paso apresurado de la habitación.
Inmediatamente la seguí; no paró hasta llegar a los jardines; empezaba a caer la tarde; ¿cuánto tiempo llevábamos hablando?.
-¿Qué te pasa?; Bella...- la pregunté, conmovido.
La tomé del brazo y la giré. Su rostro estaba surcado de lágrimas.
-Bella por favor- prácticamente le rogué; odiaba verla triste.
-Perdona... es que esa canción la tocaba mi madre, era una de sus favoritas y...- su voz se quebró, llorando en silencio de nuevo.
No pude resistir el deseo de abrazarla y reconfortarla, y eso hice. Rodeé su delicado cuerpo, a la vez que mis pensamientos cobraban voz alta.
-No llores mi amor, no soporto verte llorar-.
Claro de luna me transportó a recuerdos agradables, pero también muy tristes y dolorosos para mi. Mi madre intentó enseñarme a tocar el piano; no conseguí aprender, pero me encantaba la música clásica.
Los recuerdos volvieron, y me volví a derrumbar, pensando en mi madre.
Caminé a paso apresurado hacia los jardines, sin darme cuenta de que Edward me seguía.
Paré enfrente de una de las fuentes, mientras volvía a llorar con fuerza. Ahora no sabía si lloraba por lo de mi madre o por lo que, intuía, Edward me estaba intentando decir durante toda la tarde.
Sentí que cogían mi brazo suavemente, girándome. Una corriente eléctrica me sacudió de lleno. Me encontré con la expresión preocupada de Edward.
-Bella por favor- me preguntaba desesperado.
-Perdona... es que esa canción la tocaba mi madre, era una de sus favoritas y...- mi voz se volvió a romper.
De repente, sentí unos brazos fuertes rodearme, mientras oí una voz que me decía muy muy bajito.
-No llores mi amor, no soporto verte llorar-.
Levanté la vista, mirando al dueño de esa voz bajo una cascada de lágrimas... ¿había oído bien?.
-¿Q...qu...qué has dicho?- pregunté con voz temblorosa.
-Por favor mi amor...no soporto verte llorar- contestó en voz baja.
Me quedé blanca; mi corazón se volvió loco, incluso me pitaban los oídos. Iba a pedirle que parara, pero no me dio tiempo, ya que siguió hablando, diciendo lo que creía que sólo pasaba en los cuentos de hadas.
-Bella... Bella te quiero- susurró mirándome fijamente.
Seguía aprisionada entre sus brazos, mientras intentaba asimilar lo que me decía... me quería... había soñado tantas veces que me lo decía. No pude hacer otra cosa que mirarle, mientras otra lágrima salía de mis ojos. Al ver que no respondía, siguió hablando.
-Te quiero, te quiero desde el primer momento en el que te vi aparecer en clase... y cada día que pasaba me fui enamorando más de ti. La noche antes de que te marcharas a Forks, fui a tu apartamento con la intención de decírtelo... pero no pude- me confesó.
-¿Por qué?- conseguí preguntar.
-Bella... yo no puedo ser un novio normal, que te puede llevar al cine o a cenar por ahí; no puede enterarse nadie, salvo el círculo íntimo, durante un tiempo. Sé que sería complicado y difícil, y no quiero obligarte a pasar por eso... y entenderé que no sientas lo mismo- musitó con pena.
Cerré mis ojos, mientras mis lágrimas ya salían de nuevo sin parar. En un movimiento involuntario, escondí mi cara en su pecho, y así, sin poder mirarle, le hablé.
-Yo también te quiero; y créeme que no me importaría exponerme a eso que dices- balbuceé casi para el cuello de mi camisa, pero me escuchó, ya que me dijo.
-Bella, mírame por favor-.
Levanté la vista, y sus ojos dorados se clavaron en los míos, con un pequeño atisbo de alegría, pero decidí terminar de hablar antes de que él pudiera decir nada.
-Edward... pero yo no soy lo bastante buena para ti, no soy ni princesa, ni noble... sé que en un futuro deberás casarte; deberías enamorarte de alguien que pueda ayudarte en la tarea de ser un buen rey, y que sepa desenvolverse en ésto...- no pude continuar, ya que me interrumpió de nuevo.
-Bella, me daría igual que fueras una princesa o una simple criada- me dijo con una sonrisa, para después continuar -porque siempre serás tú; tu eres lo que quiero... y la persona con quién quiero compartir mi vida-.
No podía creer lo que me estaba diciendo... ¿me estaba insinuando que, si todo iba bien, en un futuro, se casaría conmigo?. Al ver mi titubeo, prosiguió.
-Bella... incluso si naces príncipe o princesa, no naces sabiendo ser rey; cierto que es una gran responsabilidad, entrega y sacrificio... y yo soportaría mejor esa tarea si la mujer a la que amo estuviera a mi lado, compartiendo todo eso conmigo. El protocolo y el ritmo de palacio se aprende, yo te ayudaría ... al igual que Alice y Jasper, estoy seguro de ello- me explicó.
Mi mente trabajaba a una velocidad infernal... ¿realmente podría con todo ésto?; recordé una frase de mi madre: "Hay que arriesgarse en esta vida, y luchar por lo que se quiere. Si no lo intentas, siempre te quedarás con la duda de si podría haber salido bien".
Una cosa tenía clara, lo amaba con todo mi corazón... ¿y si a pesar de todo, los cuentos de hadas existían?; esbocé una tímida sonrisa, mientras le miraba; suspiré... había tomado una decisión.
-Edward... estoy dispuesta a hacer ese sacrificio, porque me engañaría a mi misma si no admitiera que te amo; sólo quiero que me prometas que si ésto sale bien- dije señalándonos a ambos -que estarás siempre ahí, a mi lado- dije agachando la cabeza.
Su reacción me sorprendió, ya que sin previo aviso, me cogió en volandas, mientras daba vueltas y me abrazaba. Escondí mi cara en su cuello, aspirando su dulce aroma, mientras reía y lloraba a la vez.
Ya tendríamos tiempo de hablar; ahora sólo quería estar entre sus brazos, me sentía tan segura y protegida en ellos.
Una vez me dejó en el suelo, sin soltar su agarre de mi cintura, me miró con ternura y amor; sus ojos tenían un brillo que nunca había visto.
-Bella... ten por seguro que siempre estaré ahí para ti, y de que voy a ocuparme de hacerte muy muy feliz... novia- dijo esta última palabra con una gran sonrisa.
"Novia"... que bien sonaba esa palabra dicha por él.
-Pues ahí va la primera petición de tu novia.- le dije, intentando poner un poner un puchero estilo Alice.
Me miró esperando, mientras su frente se apoyaba en la mía.
-Bésame de una vez, por favor-.
Esbozando una de esas sonrisas torcidas que tan loca me volvían, se fue acercando lentamente; nuestros labios se unieron en el beso más bonito que jamás me había imaginado; primero me besó dulcemente, y esas caricias que me daba no hacían justicia a lo que yo había imaginado tantas veces, era mucho mejor
Pude sentir que el beso se tornaba más profundo y yo lo seguí, agarrando su nuca y entrelazando los dedos en su suave pelo, mientras él me apretaba mas hacia él, con sus brazos en torno a mi cuerpo. Su boca se abrió, buscando mi lengua, y al encontrarse ambas, una mezcla de sentimientos salieron a la luz, ansiosos por salir desde el día que nuestras miradas se cruzaron por primera vez.
Un escalofrío recorrió mi espalda, besaba de maravilla... no sabía si habían pasado segundos o minutos, pero no quería que esa sensación terminara. Por desgracia teníamos que respirar, y él, poco a poco, fue deshaciendo el beso, dándome cortos y tiernos besos en la boca.
Unos aplausos y vítores hicieron que saliéramos de nuestra nube romántica. Al girarnos vimos a nuestros amigos; las chicas saltaban emocionadas, mientras Jasper y Emmet aplaudían y silbaban. Sus padres también estaban allí, mirándonos con una gran sonrisa. Me puse mas roja, si eso era posible, mientras escondía mi cara en su pecho, y el me besaba el pelo, mientras reía suavemente.
Capítulo 9: Reacciones
Estaba tan roja que podía jurar que la cabeza me iba a explotar. Alice y Rosalie se acercaron y me dieron un gran abrazo cada una, que yo devolví con una sonrisa cómplice, mientras los chicos le palmeaban el hombro a Edward.
-Pues si que había expectación- dije con fingido enojo, a la vez que ellos sonreían cómplices.
-Bella si tu supieras...- me dijo Alice con una sonrisa perversa.
-¿A qué te refieres?- pregunté, de repente muy interesada.
-Todos sabíamos que Edward regresaba hoy; así que antes de volver de Brasil le informamos que Rose y tú pasaríais aquí unos días... -me empezó a explicar Jasper.
-Y le dimos un empujoncito para que se declarara...llevamos un año entero siguiendo el culebrón; aquí el muchacho se ha pasado todo el verano agonizando por ti- añadió Emmet con su peculiar tono bromista.
Mis ojos salían de sus órbitas... ¿me habían tendido una trampa?. Al ver que no pronunciaba palabra alguna, Rosalie tomó la palabra.
-Bella... llevamos todo el curso pasado viéndoos suspirar el uno por el otro... así que en tu casa, el día que volviste, empezamos a trazar el plan- concluyó sonriente.
Estaba procesando la información, y sospesando seriamente aniquilar a mi amigos, hasta que Edward habló.
-Bella no te enfades; cuándo Alice me explicó el plan, por poco me la cargo- dijo mirándola divertido -pero había que reconocer que si intentaba hablar contigo en cualquier otro sitio saldrías corriendo- me explicó con un pequeño deje de culpa en su voz.
-Puede ser- admití incrédula, mientras el reía y me rodeaba la cintura.
-¿No estás enfadada?- me preguntó la pequeña duende. No podía enfadarme con ellos, después de lo que habían causado, estaba que iba a explotar de felicidad.
-No... pero os la devolveré- dije sonriente.
Todos rieron; sus padres se quedaron detrás de ellos, escuchando la divertida conversación con nuestros amigos. Al verlos de nuevo me tensé... ¿que pensarían?. Edward me miró, y siguió mi vista, poniéndose serio.
Ellos se acercaron, mientras Esme daba un beso en la mejilla a Edward.
-¿Y qué me decís de nosotros?; hemos guardado muy bien el secreto, creo que nos merecemos un óscar por la actuación- repuso Carlisle divertido.
-¿Lo sabíais?- preguntó mi novio, lanzándole una mirada furibunda a Alice.
-Tu hermana nos puso al corriente. Todo el palacio sabía que Edward regresaba hoy. He de admitir que me moría de ganas de conocer a la chica que ha enamorado a mi hijo- nos dijo Esme, mirándonos con picardía.
-Mamá...- suspiró pesadamente Edward, sonrojándose, mientras el resto reía.
-Bien; familia, hora de cenar- dijo Carlisle. El pequeño grupo fue andando hacia el comedor; Edward me tomó de la mano, mientras nuestros dedos se entrelazaban solos, a la vez que los seguíamos.
EDWARD PVO
Era el hombre más feliz del mundo; por fin le había dicho todo lo que mi corazón guardaba... y lo más asombroso y maravilloso de todo, la tenía entre mis brazos.
Ella me había explicado sus temores y dudas... y no la culpaba. Sabía que para ella sería un enorme sacrificio... pero me había dicho que sí, ella me correspondía; y yo haría todo por ayudarla y protegerla.
La cena transcurrió entre alegres charlas y risas. No le quitaba la vista de encima a mi novia... novia... sonaba demasiado bien para que fuera verdad. Ella me sonreía con complicidad, mientras que por debajo de la mesa nuestras manos se acariciaban. Una vez terminada la cena, nos dirigimos al salón para tomar el café.
Me senté a su lado, mientras que su manita seguía entre las mías; estaba muy sonrojada, ya que el resto nos miraba muchas veces de reojo, sonriendo.
-¿Qué vais a hacer esta noche?- preguntó mi madre, mirando a Alice.
-Nosotros cuatro vamos a salir a tomar algo por ahí; no volveremos tarde- respondió, y giró su vista hacia nosotros -suponemos que querréis un tiempo a solas; todavía tenéis mucho de que hablar- nos dijo mirándonos a Bella y a mi.
Asentí con la cabeza... tendría que hacerle un buen regalo a mi hermana.
******
Una vez se despidieron los cuatro, mi padre se dirigió a nosotros.
-Hijo... nos alegramos mucho por vosotros... pero tenemos que hablar- nos dijo.
Bella se tensó a mi lado, y me incliné hacia ella.
-Tranquila, no pasa nada- susurré mientras le daba un apretón a su mano, tranquilizándola.
Ella asintió con una tímida sonrisa, mientras se dirigía a mis padres.
-Entonces los dejo a solas, con permiso- hizo ademán de levantarse, pero mi mano la detuvo.
-No Bella, también debes estar presente- le aclaró mi madre.
-Tranquila, no es nada malo- añadió mi padre. Ella volvió a asentir, mientras se acomodaba de nuevo a mi lado.
-Bien... lo primero de todo, decirte que tu madre y yo estamos muy contentos- nos empezó a decir, pero Esme lo cortó.
-Y eso es porque jamás había visto a mi hijo tan feliz- aclaró con una sonrisa.
Miré a Bella, que me dedicó otra de sus preciosas sonrisas, y me giré para responderles.
-En eso os doy la razón. Supongo que os sorprenderíais cuándo Alice os lo contó...pero es así... la quiero muchísimo -al decir estas palabras ella apretó mi mano -sé que para ella no será fácil...- iba a seguir, pero la propia Bella me interrumpió.
-Pero el me ha prometido que estará a mi lado y me ayudará... puede que no sea la nuera que esperabais... ni puede que sea la apropiada para...- al decir ésto último agachó sus ojitos. Mi madre la ayudó.
-Bella... yo era una azafata de congresos; un día me mandaron para atender un acto oficial en la National Gallery; y cierto príncipe apareció por allí -dijo mirando a mi padre con una sonrisa cómplice -y nos enamoramos nada más vernos-.
-Al principio ella no quería saber nada- protestó mi padre con una graciosa mueca.
-Pero insistió tanto que no pude negarme; llegó incluso a decirme que renunciaría al trono- dijo ella rodando los ojos.
-Eso fue para acabar de convencerla, casi la tenía en el bote- aclaró él, a la vez que el resto nos echamos a reír.
-Pero tampoco podía negar a mi corazón, ni pedirle que renunciara a su destino; sé que estás asustada por todo lo que vendrá después... y te vamos a ayudar, créeme- la explicó con cariño.
Bella tomó aire, para hablar de nuevo.
-Yo jamás le pediría que renunciara a nada... sé que será un buen rey, se está preparando para ello – meditó un poco, para después seguir -sólo quiero que él sea feliz, y si yo llegara alguna vez a ser un problema, yo estaría dispuesta a...- no la dejé seguir.
-No Bella, no digas eso...no lo vas a ser, sácatelo de la cabeza- le regañé con cariño.
-Bella, nunca le hemos puesto pegas ni condiciones a Edward en cuánto a la persona con quién querría casarse... y no lo vamos a hacer contigo; lo único que queremos es que sea feliz, y tu eres su elección- añadió mi padre.
Ella los miró con lágrimas en los ojos, sin saber qué decir.
-Papá, mamá...gracias- terminé simplemente.
-No hay que darlas...bienvenida a la familia Bella- le dijo mi madre, mientras se levantaba y venía hacia ambos. Le dio un abrazo, que mi novia correspondió emocionada.
Mi padre hizo lo mismo, intentado tranquilizarla un poco, estaba muy nerviosa.
La rodeé con mis brazos, mientras la daba un suave beso en la frente, y la sonreía.
Mi madre siguió hablando.
-Sólo advertiros un par de cosas; lo primero de todo discreción, al menos por un tiempo; la prensa puede ser cruel y muy agobiante; en mi caso, al final era vox pópuli que era la novia del príncipe, y me perseguían a todos los lados- advirtió mi madre, a lo que yo asentí.
-Si soy sincero, eso es lo que más me preocupa; no quiero que la acosen y la persigan a todos los lados- expliqué.
-Palacio tiene la costumbre de no comentar los temas amorosos; oficialmente sólo se anuncian compromisos matrimoniales- aclaró mi padre. Bella asintió nerviosa.
-Nos veremos en mi apartamento después de las clases, cuándo Edward no tenga actos ni viajes- dijo ella.
-O también aquí; podrías pasar aquí los fines de semana. Emmet estará encantado de tener a Rosalie por aquí- sugerí.
-Me parece bien- aprobó mi padre.
-En cuánto a la segunda cuestión... estudias relaciones internacionales, al igual que Edward, así que algo enterada estás en cuánto a asuntos diplomáticos, eso ya lo llevas adelantado- empezó a decir Carlisle.
Ella afirmó enérgicamente con la cabeza.
-Todos te ayudaremos con el tema del protocolo- acabó mi madre, guiñándola un ojo.
Bella seguía sonrojada, y miraba a mis padres con una débil sonrisa.
-¿Podré decírselo a mi padre y a Sue?; podéis estar seguros de que no dirán nada- preguntó tímidamente.
-Claro que sí Bella; es más, nos gustaría conocerles en persona. Ya sabes que los padres de Jasper fallecieron siendo él un niño, y prácticamente se ha criado con nosotros. Me gustaría hacer migas con mi consuegro- expresó mi padre.
-Pues creo que os llevaríais bien, es un apasionado de la caza y pesca- dijo ella divertida, mientras mi madre reía y a mi padre se le iluminaban los ojos.
Sonreí por lo que había dicho mi novia... pero a mi me aterraba conocer al padre de Bella, por lo qué me había contado acerca de él, era muy sobreprotector con su única hija.
Nos despedimos de mis padres al poco rato, ya que se retiraban a descansar. Nada más salir por la puerta, Bella enterró su carita en mi pecho. Pude sentir el calor de su sonrojo.
La abracé con cariño, mientras la besaba en la cabeza.
-¿Sabes una cosa?- murmuró.
-Dime cariño- ella levantó la vista, mientras me miraba con sus preciosos ojos.
-No pensaba que tus padres me aceptarían tan bien- dijo haciendo una graciosa mueca de nervios.
-¿Por qué no?; eres un encanto de persona... y ya has oído a mi madre, ella tampoco pertenecía a este mundo; si hay alguien que no te lo iba a poner difícil eran ellos- la expliqué con cariño. Ella me escuchaba atentamente, mientras sus manos descansaban en mis brazos, ya que no había aflojado mi agarre de su cintura.
-Y ahora señorita, vamos a dar un paseo por los jardines, ¿quieres?- le propuse.
-Me parece bien, vamos- dijo ella.
No pude resistir la tentación de besarla, llevaba mucho tiempo deseando hacerlo, y no había podido hasta hoy. Sus pequeños labios, rojos y suaves, eran una tentación. Ella me rodeó el cuello con sus brazos, y no dudó en entreabrir su boca. Su aliento, cálido y dulce, me invadió los sentidos, perdiendo de nuevo la noción del tiempo. Una vez nos separamos, miré a mi novia. Tenía las mejillas sonrojadas y respiraba agitadamente, para no variar, y no pude hacer otra cosa que sonreír.
-¿Sabes que me encantan tus sonrojos?; además tienes de varios tipos; algún día te los explicaré- le expliqué divertido, mientras la rodeaba los hombros con mi brazo, saliendo hacia fuera.
Ella rodó los ojos, mientras nos dirigíamos a uno de mis rincones favoritos, dónde iba a menudo a pensar o simplemente, a estar solo cuándo quería algo de tranquilidad.
Me senté en el suelo, apoyado en el tronco de un roble centenario. Bella iba a sentarse a mi lado, pero la cogí de la manos y la empujé para que se sentara en mi regazo. Se acurrucó entre mis piernas, reposando su cabeza en el hueco de mi cuello. Tomé una de sus manos, que había dejado en su regazo, mientras sus dedos se entrelazaban con los míos, y con la otra acariciaba su largo pelo.
Después de la conversación con sus padres, me relajé un poco. Temía mucho su reacción, pero habían sido tan amables y compresivos que no me lo esperaba. Estaba acurrucada en los brazos de mi novio, que jugaba con un mechón de mis cabellos, hasta que oí que me preguntaba.
-¿En qué piensas?- levanté la vista, y nuestros ojos quedaron conectados a la misma altura, por la postura en la que nos encontrábamos.
-En todo lo que ha sucedido esta noche; jamás pensé que pudiera estar así, contigo- le conté, mientras el dejaba mi cabello y me acariciaba la espalda.
-Pues vas a tener que empezar a creértelo... por cierto, aunque sea con un poco de retraso... felicidades- me dijo muy bajito, mientras me daba un suave beso en el lóbulo de la oreja, que hizo que la carne se me pusiera de gallina.
-Gr... gracias- contesté aturdida. Me miraba divertido, mientras que sacaba algo del bolsillo de sus pantalones. Me tendió una pequeña caja alargada, a la vez que se sonrojaba ligeramente.
-Espero que te guste- murmuró con una tímida sonrisa.
-Edward, no tenías que haberme comprado nada- iba a seguir, pero me calló con un suave beso.
-¿Qué clase de novio sería si no le regalara nada a mi chica?- preguntó intentando poner un tono serio.
-Pero Edw...- volvió a callarme con otro beso.
-Pero nada; venga ábrelo- me animó mientras sus manos se afianzaban en mi cintura.
Abrí la pequeña caja, que mostraba una delicada pulsera plateada, con cinco pequeñas piedras redondas dispuestas a su alrededor, de un color azul clarito. Era muy bonita y sencilla. Me la quedé observando un buen rato, hasta que Edward me sacó de mis cavilaciones.
-¿No te gusta?- me preguntó con un pequeño deje de tristeza -si quieres la pued.... no lo dejé terminar, porque le besé en agradecimiento. Sus brazos me apretaron, más si era posible, mientras que una de mis manos le acarició la parte posterior de la cabeza; pude sentir cómo se le ponía la carne de gallina. De nuevo perdí la noción del tiempo. Podía pasarme horas besando a Edward. Cuándo ya sentí necesidad real de respirar, me alejé un poco. Sus ojos brillaban, debido a una mezcla de sentimientos que no pude identificar.
-Me encanta besarte- me dijo, dándome un suave beso en la punta de la nariz.
-Y a mi que lo hagas- murmuré bajito, pero me debió oír, ya que rió suavemente, a la vez que me daba otro besito en el cuello.
-Es preciosa Edward, muchas gracias- le agradecí mientras me ponía la pulsera y levantaba la muñeca, para que me la viese puesta.
-Te queda muy bien- afirmó, mirándome con una sonrisa.
-Es muy bonita, el color de las piedras es precioso- dije con admiración.
-Son aguamarinas- me soltó tan tranquilo. Volví mi cara alucinada, no entendía mucho de joyas... pero a Sue le encantaban; siempre que había exposiciones en Seattle o reportajes en la tele, se volvía loca. Gracias a ella, recordé que las aguamarinas eran piedras semipreciosas.
-Ya... y deduzco que la pulsera no es de plata, ¿verdad?- pregunté haciendo un mohín. Mi novio me miraba divertido, mientras movía la cabeza en señal de negación, sonriendo con malicia.
-Es de platino- dijo simplemente. Me quedé petrificada, mientras lo digería. Al ver que no pronunciaba palabra alguna, Edward siguió hablando.
-Bella... en esto no voy a ceder; cuándo quiera hacerle un regalo a mi princesa se lo haré; además me gusta verte refunfuñar, te hace aún mas adorable- me dijo con tono divertido. Rodé los ojos, mientras me volvía a acomodar en su pecho... ¿qué le respondía, sabiendo que el dinero no significaba nada para él?
Pero había otra pequeña conversación pendiente. Levanté la cabeza y suspirando, hablé.
-Edward, ¿qué va a pasar a partir de ahora?; es decir ¿cómo...- dejé la pregunta inconclusa, pero el sabía perfectamente por dónde iban los tiros.
-Bueno... me gustaría disfrutar de mi novia sin agobios; además tenemos que terminar los estudios. Según vengan los acontecimientos, se irá viendo. Y no quiero que te preocupes por nada, todo va a salir bien, ya lo verás cariño- me explicó con una sonrisa.
-Me encanta cuándo sonríes así- le dije mientras acariciaba su mejilla con mi mano, mientras recordaba el primer día que lo conocí, con esa mirada de tristeza.
-Pues tu eres la causante de ello- me respondió, mientras giraba su cara y besaba la palma de mi mano, que aún estaba en su cara.
-No sé que puedes ver en mi, con las princesas europeas tan guapas que hay, o chicas más apropiadas que yo- balbuceé bajito, mientras apartaba mi mirada de sus ojos. Esta vez, su mano en mi mentón me obligó a mirarlo de nuevo.
-Eres inteligente, buena, generosa, sabes escuchar y ayudar a la gente... eres preciosa... ¿te parece poco?- me dijo serio, al ver que respondía, siguió hablando -Eres lo más bonito que tengo alrededor, Bella- me susurró al oído.
-Creo que me tienes en un pedestal- exclamé sonrojada y un poco divertida, intentado animarle; el se sumó a mis risas, mientras me apretaba más, si era posible, en torno a su cuerpo. Una vez paramos de reír, se quedó mirándome fijamente.
-Te tendría en un altar si fuera preciso... Bella, no te puedes hacer una idea de lo que significas para mi- me confesó.
Lo miraba emocionada... ¿era posible querer tanto a una persona?. Nunca podría saberlo... cierto que nunca me había enamorado, pero tenía claro que jamás amaría a otra persona cómo le amo a él.
-¿Te he dicho que te quiero?- le pregunté mientras me iba acercando a él.
Hizo un gracioso gesto, pensando la respuesta, hasta que al final me respondió.
-Me lo dijiste hace... unas cuatro horas más o menos- me dijo con una sonrisa traviesa, mientras arqueaba una ceja.
-Te quiero- le respondí suavemente, mirando sus preciosos ojos.
-Yo te amo... eres mi vida- me respondió, mientras que nuestros labios se juntaban de nuevo.
No me importaba lo que iba a suceder a partir de ahora; sabía que pasaríamos épocas difíciles y complicadas...pero me daba igual, porque él iba a estar a mi lado... y con eso me bastaba.
EDWARD PVO
Miraba distraído por la ventanilla del avión, deseando que este dichoso viaje terminara de una vez por todas. Alice me había llamado unos días antes para ver cómo estaba y para, muy inocentemente, informarme de que Rosalie y Bella irían a palacio, que ella las había invitado a quedarse hasta el domingo. Entonces mi hermana me habló de la idea que se le había ocurrido, para que pudiera hablar con ella.
*************
Flash-back
Estaba en la suite de mi hotel; me encontraba en Río de Janeiro; había estado en Brasilia en unas conferencias, y pasado mañana partía para Sao Paulo. Era agotador el ritmo que llevaban estos viajes. Me quité el traje y me metí en la ducha, para poder relajarme, aunque no creo que me hiciera falta. Con lo cansado que estaba, seguro que caería rendido a la cama.
A eso de las once de la noche, una vez cenamos Emmet y yo y éste se retiró a su habitación, cogí mi libro, dispuesto a relajarme un poco. Estaba quedándome dormido con el libro en la mano, cuándo mi móvil sonó. Medio adormilado lo cogí, para ver quién era.
-¿Alice?- pregunté con la voz pastosa.
-Hola hermanito, ¿cómo va todo?- preguntó con su voz cantarina.
-Bien, ¿pero pasa algo?- pregunté preocupado.
-No, ¿por qué iba a pasar algo?- preguntó de nuevo, haciéndose la niña buena.
-Alice... porque en Londres son...- miré el reloj de la mesilla, haciendo cálculos- las dos y media de la madrugada- repuse un poco enojado.
-¿Y?- inquirió inocentemente.
-¡Por todos los santos Alice!; es decir, agradezco que te preocupes por mi...¿pero no podías llamarme por la mañana?- pregunté.
-Vaya... yo qué te iba a contar que hoy he estado con cierta personita que te importa mucho...- empezó a canturrear; al momento me incorporé, sumamente interesado.
-¿Has visto a Bella?, ¿ya ha vuelto?- pregunté nervioso.
-Ahora sí que te interesa, ¿ehhh?- añadió con voz traviesa.
-Habla, pequeña duende- la insté.
-Ha llegado hoy al mediodía, y Jasper y yo hemos ido a darle una sorpresa a su apartamento- empezó a relatar.
Maldito viaje; si mi padre no hubiese cogido la gripe podría haber estado allí para recibirla.
-Hemos estado los cuatro juntos... incluso ha preguntado por ti- soltó.
-¿De verdad?- pregunté incrédulo y emocionado.
-Si, es cierto -hizo una pausa, mientras la oí suspirar -Edward, ¿por qué no se lo dices?; ella siente lo mismo, te lo aseguro. Además se me ha ocurrido una idea para que a ella no le quede otro remedio que escucharte- dijo con tono triunfante.
-No sé si quiero escucharla- respondí sarcástico, pero ella hizo caso omiso a mi observación.
-Voy a invitar a Bella y Rosalie a pasar unos días con nosotros; le diremos a Bella que regresas el martes, para que puedas sorprenderla, y de paso te confiesas- terminó ella con tono resuelto.
-No sé Alice... ¿crees que funcionará?, ¿y qué le sentará bien que le hagas una encerrona?- pregunté no muy convencido.
-De aquí no podrá huir tan fácil. Edward, lánzate de una vez y díselo; ese día en Windsor, cuándo pasó la pelea con los tíos, ya no podías negarlo- dijo ella.
-¿Y no recuerdas la otra parte de la conversación?; Alice, ¿y si ella me rechaza... o simplemente no puede soportar la presión?; no la culparía Alice- musité con pena.
-Edward... para que eso ocurra tienes que arriesgarte y decirle que la quieres; ¿así que... tenemos un plan?- preguntó ella, de seguro con una sonrisa de oreja a oreja.
Bufé, a mi hermana no le puedes llevar la contraria... pero todos tenían razón, debía de decírselo.
-Está bien, tenemos un plan- acepté, todavía con mis dudas.
-Y por cierto, hace unos días fue su cumpleaños... así que cómprale algo- me aconsejó.
-¿Cómo qué?, ¿alguna sugerencia?- pregunté confuso; sabía que había sido su cumpleaños, estuve tentado a llamarla, pero justo ese día tomaba el avión hacia Brasilia.
Alice pareció meditar su repuesta; si alguien podía aconsejarme en cuánto a compras, esa era ella.
-Pues... creo que deberías comprarle una joya -empezó a explicarme -no un anillo, pero quizá unos pendientes, un colgante, una pulsera...; por supuesto algo sencillo, a Bella no le gustan muy recargadas- añadió.
-Hermana, ¿te he dicho que te adoro?- le dije con una sonrisa.
-No demasiadas veces; por esta vez te ayudo, los próximos regalos tendrás que pensarlos tu- se mofó divertida.
-Lo tendré en cuenta- murmuré entre dientes.
-Tu serás el futuro rey de Inglaterra... pero yo soy la reina de las compras- añadió ella divertida. No pude hacer otra cosa que reírme con ella.
-Buenas noches hermanita- me despedí colgando el teléfono.
Fin flash-back
****************
Emmet iba a mi lado, y se había quedado completamente dormido. Aunque lo negara, sabía que tenía unas ganas tremendas de ver a Rosalie, estos dos se gustaban demasiado.
Por fin el avión tomó tierra, y nos dirigimos a casa. Nada más llegar, fui a saludar a mi padre, ya que quería que le pusiera al corriente de mi viaje y de la entrevista que mantuve con el embajador y el primer ministro. Me entretuve un buen rato, pero mi mente estaba ausente de ese despacho. Al salir de allí me encaminé hacia mis habitaciones; me encontré con Jasper.
-Edward, ¿qué tal tu viaje?- me saludó mientras me palmeaba el hombro.
-Bien, como todos los viajes; ¿cómo ha ido todo por aquí?- pregunté. Jasper, que no tenía un pelo de tonto, fue directamente al asunto que me interesaba.
-Por aquí todo bien, no sospecha nada; le hemos dicho que volvías el martes- me contó, guiñándome un ojo.
Me pasé las manos por mi desordenado pelo, visiblemente nervioso.
-Todo va a salir bien, tranquilo- me intentó animar.
-Espero que no se enfade por la encerrona que le hemos hecho- suspiré frustrado.
-Te dirá que sí, ya lo verás- repuso.
-Ojalá- musité.
Me dio ánimos, y se fue para avisar a Alice para que, sutilmente, desaparecieran un rato. Entré a mi habitación y quité el traje, para ponerme unos simples vaqueros y una camiseta roja.
Cogí la pequeña caja alargada y rectangular, y me la metí al bolsillo del pantalón. Siguiendo la sugerencia de mi hermana, le compré un "pequeño regalo". Todavía recuerdo, entre risas, la cara que se le había quedado a la señora que atendía la joyería del hotel, mirándome incrédula, mientras le pedía opinión a Emmet.
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Al salir de allí, Jasper me esperaba en la puerta, diciéndome que estaba en la sala de música. Desde luego, si ésto salía bien, le estaría eternamente agradecido a la pequeña duende.
Caminé con pasos apresurados... y allí la encontré; me daba la espalda, y vi que entre en sus manos tenía una foto mía. Avancé silenciosamente, hasta pararme a unos metros detrás de ella, que no se había dado cuenta de mi presencia.
-En esa foto no salgo muy favorecido- dije suavemente, mientras ella se giraba lentamente.
Me miraba con una mezcla se sorpresa y vergüenza, cómo si la hubieran pillado haciendo una travesura.
-Edward... pensábamos que no volvías hasta el martes- musitó, poniéndose colorada.
-Hola Bella- la saludé mientras me acercaba a ella.
Me sonrió tímidamente, mientras se giraba para colocar el marco de la foto en su sitio.
Me dediqué a observarla, estaba tan bonita como siempre; mis dedos escocían, queriendo tocar ese rostro que tanto había extrañado estos meses.
-¿Cómo ha ido el verano?- me preguntó en voz baja, estaba muy cohibida y hasta un poco nerviosa.
-Bien, descansando; a excepción de este viaje que he tenido que hacer- le expliqué amablemente.
La invité a que se sentara en uno de los sillones, mientras le relaté brevemente mi estancia en Brasil. Ella me escuchaba con atención, mientras que a ratos me perdía en sus ojos.
-¿Y tú?- le interrogué, una vez que terminé mi relato.
Me contó cómo había pasado el verano, hablándome de su padre, de Sue y de Forks. La escuchaba embelesado; podría hacer el pino, y me tendría a sus pies.
Una vez terminó, volví a preguntarle, señalando a mi alrededor.
-¿Te gusta ésto?-.
-Es precioso... me da miedo hasta sentarme en una silla, por temor a romperla- me confesó.
No pude menos que echarme a reír, tenía salidas para todo.
-¡Oye!- me dijo con un pequeño enojo, para después proseguir -es increíble, tan grande, lujoso... a veces creo que hay que ser una princesa para entrar aquí- me confesó, mordiéndose el labio inferior.
-¿Y quién te ha dicho a ti que no eres una princesa?- le pregunté, mirándola fijamente.
Ella se quedó muda de la impresión; sin saber qué decir, mientras se ponía más roja todavía. Miró alrededor de la habitación, hasta que su vista se posó en el piano.
-Nunca me contaste que tocabas el piano- dijo a modo de pregunta y esquivando completamente el tema.
-Aprendí de niño... si hubiera podido elegir, hubiera estudiado música- le confesé.
Ella esbozó una sonrisa triste, y me volvió a hablar.
-Imagino que saber que serás rey algún día intimida- me susurró.
-Ya lo tengo asumido... debo ocuparme del negocio familiar- le contesté para hacerla sonreír de nuevo, no me gustaba verla triste.
Pero ella no sonrió, y empecé a ponerme nervioso. Pareció meditar lo que iba a decirme.
-¿Tocarías algo?- me dijo señalando el piano.
Sin decir una palabra, me dirigí a la banqueta, y le hice una señal para que me acompañara. Pareció dudar, hasta que por fin se levantó y se sentó a mi lado. Su particular aroma de frutas llegó a mi nariz, inspiré disimuladamente, y mis dedos empezaron con Claro de luna. A medida que la canción transcurría, ella cerró los ojos, escuchando atentamente. Bella me había contado que le gustaba mucho la música clásica.
Seguí disfrutando de su cercanía, mientras finalizaba la pieza.
Cuándo levanté la vista del piano, Bella seguía con los ojos cerrados, pero estaba llorando. Alarmado, la pregunté.
-¿Qué ocurre?-.
Ella abrió los ojos lentamente, y se secó las lágrimas con la mano.
-Nada... es que...perdona- me dijo, levantándose y saliendo a paso apresurado de la habitación.
Inmediatamente la seguí; no paró hasta llegar a los jardines; empezaba a caer la tarde; ¿cuánto tiempo llevábamos hablando?.
-¿Qué te pasa?; Bella...- la pregunté, conmovido.
La tomé del brazo y la giré. Su rostro estaba surcado de lágrimas.
-Bella por favor- prácticamente le rogué; odiaba verla triste.
-Perdona... es que esa canción la tocaba mi madre, era una de sus favoritas y...- su voz se quebró, llorando en silencio de nuevo.
No pude resistir el deseo de abrazarla y reconfortarla, y eso hice. Rodeé su delicado cuerpo, a la vez que mis pensamientos cobraban voz alta.
-No llores mi amor, no soporto verte llorar-.
Claro de luna me transportó a recuerdos agradables, pero también muy tristes y dolorosos para mi. Mi madre intentó enseñarme a tocar el piano; no conseguí aprender, pero me encantaba la música clásica.
Los recuerdos volvieron, y me volví a derrumbar, pensando en mi madre.
Caminé a paso apresurado hacia los jardines, sin darme cuenta de que Edward me seguía.
Paré enfrente de una de las fuentes, mientras volvía a llorar con fuerza. Ahora no sabía si lloraba por lo de mi madre o por lo que, intuía, Edward me estaba intentando decir durante toda la tarde.
Sentí que cogían mi brazo suavemente, girándome. Una corriente eléctrica me sacudió de lleno. Me encontré con la expresión preocupada de Edward.
-Bella por favor- me preguntaba desesperado.
-Perdona... es que esa canción la tocaba mi madre, era una de sus favoritas y...- mi voz se volvió a romper.
De repente, sentí unos brazos fuertes rodearme, mientras oí una voz que me decía muy muy bajito.
-No llores mi amor, no soporto verte llorar-.
Levanté la vista, mirando al dueño de esa voz bajo una cascada de lágrimas... ¿había oído bien?.
-¿Q...qu...qué has dicho?- pregunté con voz temblorosa.
-Por favor mi amor...no soporto verte llorar- contestó en voz baja.
Me quedé blanca; mi corazón se volvió loco, incluso me pitaban los oídos. Iba a pedirle que parara, pero no me dio tiempo, ya que siguió hablando, diciendo lo que creía que sólo pasaba en los cuentos de hadas.
-Bella... Bella te quiero- susurró mirándome fijamente.
Seguía aprisionada entre sus brazos, mientras intentaba asimilar lo que me decía... me quería... había soñado tantas veces que me lo decía. No pude hacer otra cosa que mirarle, mientras otra lágrima salía de mis ojos. Al ver que no respondía, siguió hablando.
-Te quiero, te quiero desde el primer momento en el que te vi aparecer en clase... y cada día que pasaba me fui enamorando más de ti. La noche antes de que te marcharas a Forks, fui a tu apartamento con la intención de decírtelo... pero no pude- me confesó.
-¿Por qué?- conseguí preguntar.
-Bella... yo no puedo ser un novio normal, que te puede llevar al cine o a cenar por ahí; no puede enterarse nadie, salvo el círculo íntimo, durante un tiempo. Sé que sería complicado y difícil, y no quiero obligarte a pasar por eso... y entenderé que no sientas lo mismo- musitó con pena.
Cerré mis ojos, mientras mis lágrimas ya salían de nuevo sin parar. En un movimiento involuntario, escondí mi cara en su pecho, y así, sin poder mirarle, le hablé.
-Yo también te quiero; y créeme que no me importaría exponerme a eso que dices- balbuceé casi para el cuello de mi camisa, pero me escuchó, ya que me dijo.
-Bella, mírame por favor-.
Levanté la vista, y sus ojos dorados se clavaron en los míos, con un pequeño atisbo de alegría, pero decidí terminar de hablar antes de que él pudiera decir nada.
-Edward... pero yo no soy lo bastante buena para ti, no soy ni princesa, ni noble... sé que en un futuro deberás casarte; deberías enamorarte de alguien que pueda ayudarte en la tarea de ser un buen rey, y que sepa desenvolverse en ésto...- no pude continuar, ya que me interrumpió de nuevo.
-Bella, me daría igual que fueras una princesa o una simple criada- me dijo con una sonrisa, para después continuar -porque siempre serás tú; tu eres lo que quiero... y la persona con quién quiero compartir mi vida-.
No podía creer lo que me estaba diciendo... ¿me estaba insinuando que, si todo iba bien, en un futuro, se casaría conmigo?. Al ver mi titubeo, prosiguió.
-Bella... incluso si naces príncipe o princesa, no naces sabiendo ser rey; cierto que es una gran responsabilidad, entrega y sacrificio... y yo soportaría mejor esa tarea si la mujer a la que amo estuviera a mi lado, compartiendo todo eso conmigo. El protocolo y el ritmo de palacio se aprende, yo te ayudaría ... al igual que Alice y Jasper, estoy seguro de ello- me explicó.
Mi mente trabajaba a una velocidad infernal... ¿realmente podría con todo ésto?; recordé una frase de mi madre: "Hay que arriesgarse en esta vida, y luchar por lo que se quiere. Si no lo intentas, siempre te quedarás con la duda de si podría haber salido bien".
Una cosa tenía clara, lo amaba con todo mi corazón... ¿y si a pesar de todo, los cuentos de hadas existían?; esbocé una tímida sonrisa, mientras le miraba; suspiré... había tomado una decisión.
-Edward... estoy dispuesta a hacer ese sacrificio, porque me engañaría a mi misma si no admitiera que te amo; sólo quiero que me prometas que si ésto sale bien- dije señalándonos a ambos -que estarás siempre ahí, a mi lado- dije agachando la cabeza.
Su reacción me sorprendió, ya que sin previo aviso, me cogió en volandas, mientras daba vueltas y me abrazaba. Escondí mi cara en su cuello, aspirando su dulce aroma, mientras reía y lloraba a la vez.
Ya tendríamos tiempo de hablar; ahora sólo quería estar entre sus brazos, me sentía tan segura y protegida en ellos.
Una vez me dejó en el suelo, sin soltar su agarre de mi cintura, me miró con ternura y amor; sus ojos tenían un brillo que nunca había visto.
-Bella... ten por seguro que siempre estaré ahí para ti, y de que voy a ocuparme de hacerte muy muy feliz... novia- dijo esta última palabra con una gran sonrisa.
"Novia"... que bien sonaba esa palabra dicha por él.
-Pues ahí va la primera petición de tu novia.- le dije, intentando poner un poner un puchero estilo Alice.
Me miró esperando, mientras su frente se apoyaba en la mía.
-Bésame de una vez, por favor-.
Esbozando una de esas sonrisas torcidas que tan loca me volvían, se fue acercando lentamente; nuestros labios se unieron en el beso más bonito que jamás me había imaginado; primero me besó dulcemente, y esas caricias que me daba no hacían justicia a lo que yo había imaginado tantas veces, era mucho mejor
Pude sentir que el beso se tornaba más profundo y yo lo seguí, agarrando su nuca y entrelazando los dedos en su suave pelo, mientras él me apretaba mas hacia él, con sus brazos en torno a mi cuerpo. Su boca se abrió, buscando mi lengua, y al encontrarse ambas, una mezcla de sentimientos salieron a la luz, ansiosos por salir desde el día que nuestras miradas se cruzaron por primera vez.
Un escalofrío recorrió mi espalda, besaba de maravilla... no sabía si habían pasado segundos o minutos, pero no quería que esa sensación terminara. Por desgracia teníamos que respirar, y él, poco a poco, fue deshaciendo el beso, dándome cortos y tiernos besos en la boca.
Unos aplausos y vítores hicieron que saliéramos de nuestra nube romántica. Al girarnos vimos a nuestros amigos; las chicas saltaban emocionadas, mientras Jasper y Emmet aplaudían y silbaban. Sus padres también estaban allí, mirándonos con una gran sonrisa. Me puse mas roja, si eso era posible, mientras escondía mi cara en su pecho, y el me besaba el pelo, mientras reía suavemente.
Capítulo 9: Reacciones
Estaba tan roja que podía jurar que la cabeza me iba a explotar. Alice y Rosalie se acercaron y me dieron un gran abrazo cada una, que yo devolví con una sonrisa cómplice, mientras los chicos le palmeaban el hombro a Edward.
-Pues si que había expectación- dije con fingido enojo, a la vez que ellos sonreían cómplices.
-Bella si tu supieras...- me dijo Alice con una sonrisa perversa.
-¿A qué te refieres?- pregunté, de repente muy interesada.
-Todos sabíamos que Edward regresaba hoy; así que antes de volver de Brasil le informamos que Rose y tú pasaríais aquí unos días... -me empezó a explicar Jasper.
-Y le dimos un empujoncito para que se declarara...llevamos un año entero siguiendo el culebrón; aquí el muchacho se ha pasado todo el verano agonizando por ti- añadió Emmet con su peculiar tono bromista.
Mis ojos salían de sus órbitas... ¿me habían tendido una trampa?. Al ver que no pronunciaba palabra alguna, Rosalie tomó la palabra.
-Bella... llevamos todo el curso pasado viéndoos suspirar el uno por el otro... así que en tu casa, el día que volviste, empezamos a trazar el plan- concluyó sonriente.
Estaba procesando la información, y sospesando seriamente aniquilar a mi amigos, hasta que Edward habló.
-Bella no te enfades; cuándo Alice me explicó el plan, por poco me la cargo- dijo mirándola divertido -pero había que reconocer que si intentaba hablar contigo en cualquier otro sitio saldrías corriendo- me explicó con un pequeño deje de culpa en su voz.
-Puede ser- admití incrédula, mientras el reía y me rodeaba la cintura.
-¿No estás enfadada?- me preguntó la pequeña duende. No podía enfadarme con ellos, después de lo que habían causado, estaba que iba a explotar de felicidad.
-No... pero os la devolveré- dije sonriente.
Todos rieron; sus padres se quedaron detrás de ellos, escuchando la divertida conversación con nuestros amigos. Al verlos de nuevo me tensé... ¿que pensarían?. Edward me miró, y siguió mi vista, poniéndose serio.
Ellos se acercaron, mientras Esme daba un beso en la mejilla a Edward.
-¿Y qué me decís de nosotros?; hemos guardado muy bien el secreto, creo que nos merecemos un óscar por la actuación- repuso Carlisle divertido.
-¿Lo sabíais?- preguntó mi novio, lanzándole una mirada furibunda a Alice.
-Tu hermana nos puso al corriente. Todo el palacio sabía que Edward regresaba hoy. He de admitir que me moría de ganas de conocer a la chica que ha enamorado a mi hijo- nos dijo Esme, mirándonos con picardía.
-Mamá...- suspiró pesadamente Edward, sonrojándose, mientras el resto reía.
-Bien; familia, hora de cenar- dijo Carlisle. El pequeño grupo fue andando hacia el comedor; Edward me tomó de la mano, mientras nuestros dedos se entrelazaban solos, a la vez que los seguíamos.
EDWARD PVO
Era el hombre más feliz del mundo; por fin le había dicho todo lo que mi corazón guardaba... y lo más asombroso y maravilloso de todo, la tenía entre mis brazos.
Ella me había explicado sus temores y dudas... y no la culpaba. Sabía que para ella sería un enorme sacrificio... pero me había dicho que sí, ella me correspondía; y yo haría todo por ayudarla y protegerla.
La cena transcurrió entre alegres charlas y risas. No le quitaba la vista de encima a mi novia... novia... sonaba demasiado bien para que fuera verdad. Ella me sonreía con complicidad, mientras que por debajo de la mesa nuestras manos se acariciaban. Una vez terminada la cena, nos dirigimos al salón para tomar el café.
Me senté a su lado, mientras que su manita seguía entre las mías; estaba muy sonrojada, ya que el resto nos miraba muchas veces de reojo, sonriendo.
-¿Qué vais a hacer esta noche?- preguntó mi madre, mirando a Alice.
-Nosotros cuatro vamos a salir a tomar algo por ahí; no volveremos tarde- respondió, y giró su vista hacia nosotros -suponemos que querréis un tiempo a solas; todavía tenéis mucho de que hablar- nos dijo mirándonos a Bella y a mi.
Asentí con la cabeza... tendría que hacerle un buen regalo a mi hermana.
******
Una vez se despidieron los cuatro, mi padre se dirigió a nosotros.
-Hijo... nos alegramos mucho por vosotros... pero tenemos que hablar- nos dijo.
Bella se tensó a mi lado, y me incliné hacia ella.
-Tranquila, no pasa nada- susurré mientras le daba un apretón a su mano, tranquilizándola.
Ella asintió con una tímida sonrisa, mientras se dirigía a mis padres.
-Entonces los dejo a solas, con permiso- hizo ademán de levantarse, pero mi mano la detuvo.
-No Bella, también debes estar presente- le aclaró mi madre.
-Tranquila, no es nada malo- añadió mi padre. Ella volvió a asentir, mientras se acomodaba de nuevo a mi lado.
-Bien... lo primero de todo, decirte que tu madre y yo estamos muy contentos- nos empezó a decir, pero Esme lo cortó.
-Y eso es porque jamás había visto a mi hijo tan feliz- aclaró con una sonrisa.
Miré a Bella, que me dedicó otra de sus preciosas sonrisas, y me giré para responderles.
-En eso os doy la razón. Supongo que os sorprenderíais cuándo Alice os lo contó...pero es así... la quiero muchísimo -al decir estas palabras ella apretó mi mano -sé que para ella no será fácil...- iba a seguir, pero la propia Bella me interrumpió.
-Pero el me ha prometido que estará a mi lado y me ayudará... puede que no sea la nuera que esperabais... ni puede que sea la apropiada para...- al decir ésto último agachó sus ojitos. Mi madre la ayudó.
-Bella... yo era una azafata de congresos; un día me mandaron para atender un acto oficial en la National Gallery; y cierto príncipe apareció por allí -dijo mirando a mi padre con una sonrisa cómplice -y nos enamoramos nada más vernos-.
-Al principio ella no quería saber nada- protestó mi padre con una graciosa mueca.
-Pero insistió tanto que no pude negarme; llegó incluso a decirme que renunciaría al trono- dijo ella rodando los ojos.
-Eso fue para acabar de convencerla, casi la tenía en el bote- aclaró él, a la vez que el resto nos echamos a reír.
-Pero tampoco podía negar a mi corazón, ni pedirle que renunciara a su destino; sé que estás asustada por todo lo que vendrá después... y te vamos a ayudar, créeme- la explicó con cariño.
Bella tomó aire, para hablar de nuevo.
-Yo jamás le pediría que renunciara a nada... sé que será un buen rey, se está preparando para ello – meditó un poco, para después seguir -sólo quiero que él sea feliz, y si yo llegara alguna vez a ser un problema, yo estaría dispuesta a...- no la dejé seguir.
-No Bella, no digas eso...no lo vas a ser, sácatelo de la cabeza- le regañé con cariño.
-Bella, nunca le hemos puesto pegas ni condiciones a Edward en cuánto a la persona con quién querría casarse... y no lo vamos a hacer contigo; lo único que queremos es que sea feliz, y tu eres su elección- añadió mi padre.
Ella los miró con lágrimas en los ojos, sin saber qué decir.
-Papá, mamá...gracias- terminé simplemente.
-No hay que darlas...bienvenida a la familia Bella- le dijo mi madre, mientras se levantaba y venía hacia ambos. Le dio un abrazo, que mi novia correspondió emocionada.
Mi padre hizo lo mismo, intentado tranquilizarla un poco, estaba muy nerviosa.
La rodeé con mis brazos, mientras la daba un suave beso en la frente, y la sonreía.
Mi madre siguió hablando.
-Sólo advertiros un par de cosas; lo primero de todo discreción, al menos por un tiempo; la prensa puede ser cruel y muy agobiante; en mi caso, al final era vox pópuli que era la novia del príncipe, y me perseguían a todos los lados- advirtió mi madre, a lo que yo asentí.
-Si soy sincero, eso es lo que más me preocupa; no quiero que la acosen y la persigan a todos los lados- expliqué.
-Palacio tiene la costumbre de no comentar los temas amorosos; oficialmente sólo se anuncian compromisos matrimoniales- aclaró mi padre. Bella asintió nerviosa.
-Nos veremos en mi apartamento después de las clases, cuándo Edward no tenga actos ni viajes- dijo ella.
-O también aquí; podrías pasar aquí los fines de semana. Emmet estará encantado de tener a Rosalie por aquí- sugerí.
-Me parece bien- aprobó mi padre.
-En cuánto a la segunda cuestión... estudias relaciones internacionales, al igual que Edward, así que algo enterada estás en cuánto a asuntos diplomáticos, eso ya lo llevas adelantado- empezó a decir Carlisle.
Ella afirmó enérgicamente con la cabeza.
-Todos te ayudaremos con el tema del protocolo- acabó mi madre, guiñándola un ojo.
Bella seguía sonrojada, y miraba a mis padres con una débil sonrisa.
-¿Podré decírselo a mi padre y a Sue?; podéis estar seguros de que no dirán nada- preguntó tímidamente.
-Claro que sí Bella; es más, nos gustaría conocerles en persona. Ya sabes que los padres de Jasper fallecieron siendo él un niño, y prácticamente se ha criado con nosotros. Me gustaría hacer migas con mi consuegro- expresó mi padre.
-Pues creo que os llevaríais bien, es un apasionado de la caza y pesca- dijo ella divertida, mientras mi madre reía y a mi padre se le iluminaban los ojos.
Sonreí por lo que había dicho mi novia... pero a mi me aterraba conocer al padre de Bella, por lo qué me había contado acerca de él, era muy sobreprotector con su única hija.
Nos despedimos de mis padres al poco rato, ya que se retiraban a descansar. Nada más salir por la puerta, Bella enterró su carita en mi pecho. Pude sentir el calor de su sonrojo.
La abracé con cariño, mientras la besaba en la cabeza.
-¿Sabes una cosa?- murmuró.
-Dime cariño- ella levantó la vista, mientras me miraba con sus preciosos ojos.
-No pensaba que tus padres me aceptarían tan bien- dijo haciendo una graciosa mueca de nervios.
-¿Por qué no?; eres un encanto de persona... y ya has oído a mi madre, ella tampoco pertenecía a este mundo; si hay alguien que no te lo iba a poner difícil eran ellos- la expliqué con cariño. Ella me escuchaba atentamente, mientras sus manos descansaban en mis brazos, ya que no había aflojado mi agarre de su cintura.
-Y ahora señorita, vamos a dar un paseo por los jardines, ¿quieres?- le propuse.
-Me parece bien, vamos- dijo ella.
No pude resistir la tentación de besarla, llevaba mucho tiempo deseando hacerlo, y no había podido hasta hoy. Sus pequeños labios, rojos y suaves, eran una tentación. Ella me rodeó el cuello con sus brazos, y no dudó en entreabrir su boca. Su aliento, cálido y dulce, me invadió los sentidos, perdiendo de nuevo la noción del tiempo. Una vez nos separamos, miré a mi novia. Tenía las mejillas sonrojadas y respiraba agitadamente, para no variar, y no pude hacer otra cosa que sonreír.
-¿Sabes que me encantan tus sonrojos?; además tienes de varios tipos; algún día te los explicaré- le expliqué divertido, mientras la rodeaba los hombros con mi brazo, saliendo hacia fuera.
Ella rodó los ojos, mientras nos dirigíamos a uno de mis rincones favoritos, dónde iba a menudo a pensar o simplemente, a estar solo cuándo quería algo de tranquilidad.
Me senté en el suelo, apoyado en el tronco de un roble centenario. Bella iba a sentarse a mi lado, pero la cogí de la manos y la empujé para que se sentara en mi regazo. Se acurrucó entre mis piernas, reposando su cabeza en el hueco de mi cuello. Tomé una de sus manos, que había dejado en su regazo, mientras sus dedos se entrelazaban con los míos, y con la otra acariciaba su largo pelo.
Después de la conversación con sus padres, me relajé un poco. Temía mucho su reacción, pero habían sido tan amables y compresivos que no me lo esperaba. Estaba acurrucada en los brazos de mi novio, que jugaba con un mechón de mis cabellos, hasta que oí que me preguntaba.
-¿En qué piensas?- levanté la vista, y nuestros ojos quedaron conectados a la misma altura, por la postura en la que nos encontrábamos.
-En todo lo que ha sucedido esta noche; jamás pensé que pudiera estar así, contigo- le conté, mientras el dejaba mi cabello y me acariciaba la espalda.
-Pues vas a tener que empezar a creértelo... por cierto, aunque sea con un poco de retraso... felicidades- me dijo muy bajito, mientras me daba un suave beso en el lóbulo de la oreja, que hizo que la carne se me pusiera de gallina.
-Gr... gracias- contesté aturdida. Me miraba divertido, mientras que sacaba algo del bolsillo de sus pantalones. Me tendió una pequeña caja alargada, a la vez que se sonrojaba ligeramente.
-Espero que te guste- murmuró con una tímida sonrisa.
-Edward, no tenías que haberme comprado nada- iba a seguir, pero me calló con un suave beso.
-¿Qué clase de novio sería si no le regalara nada a mi chica?- preguntó intentando poner un tono serio.
-Pero Edw...- volvió a callarme con otro beso.
-Pero nada; venga ábrelo- me animó mientras sus manos se afianzaban en mi cintura.
Abrí la pequeña caja, que mostraba una delicada pulsera plateada, con cinco pequeñas piedras redondas dispuestas a su alrededor, de un color azul clarito. Era muy bonita y sencilla. Me la quedé observando un buen rato, hasta que Edward me sacó de mis cavilaciones.
-¿No te gusta?- me preguntó con un pequeño deje de tristeza -si quieres la pued.... no lo dejé terminar, porque le besé en agradecimiento. Sus brazos me apretaron, más si era posible, mientras que una de mis manos le acarició la parte posterior de la cabeza; pude sentir cómo se le ponía la carne de gallina. De nuevo perdí la noción del tiempo. Podía pasarme horas besando a Edward. Cuándo ya sentí necesidad real de respirar, me alejé un poco. Sus ojos brillaban, debido a una mezcla de sentimientos que no pude identificar.
-Me encanta besarte- me dijo, dándome un suave beso en la punta de la nariz.
-Y a mi que lo hagas- murmuré bajito, pero me debió oír, ya que rió suavemente, a la vez que me daba otro besito en el cuello.
-Es preciosa Edward, muchas gracias- le agradecí mientras me ponía la pulsera y levantaba la muñeca, para que me la viese puesta.
-Te queda muy bien- afirmó, mirándome con una sonrisa.
-Es muy bonita, el color de las piedras es precioso- dije con admiración.
-Son aguamarinas- me soltó tan tranquilo. Volví mi cara alucinada, no entendía mucho de joyas... pero a Sue le encantaban; siempre que había exposiciones en Seattle o reportajes en la tele, se volvía loca. Gracias a ella, recordé que las aguamarinas eran piedras semipreciosas.
-Ya... y deduzco que la pulsera no es de plata, ¿verdad?- pregunté haciendo un mohín. Mi novio me miraba divertido, mientras movía la cabeza en señal de negación, sonriendo con malicia.
-Es de platino- dijo simplemente. Me quedé petrificada, mientras lo digería. Al ver que no pronunciaba palabra alguna, Edward siguió hablando.
-Bella... en esto no voy a ceder; cuándo quiera hacerle un regalo a mi princesa se lo haré; además me gusta verte refunfuñar, te hace aún mas adorable- me dijo con tono divertido. Rodé los ojos, mientras me volvía a acomodar en su pecho... ¿qué le respondía, sabiendo que el dinero no significaba nada para él?
Pero había otra pequeña conversación pendiente. Levanté la cabeza y suspirando, hablé.
-Edward, ¿qué va a pasar a partir de ahora?; es decir ¿cómo...- dejé la pregunta inconclusa, pero el sabía perfectamente por dónde iban los tiros.
-Bueno... me gustaría disfrutar de mi novia sin agobios; además tenemos que terminar los estudios. Según vengan los acontecimientos, se irá viendo. Y no quiero que te preocupes por nada, todo va a salir bien, ya lo verás cariño- me explicó con una sonrisa.
-Me encanta cuándo sonríes así- le dije mientras acariciaba su mejilla con mi mano, mientras recordaba el primer día que lo conocí, con esa mirada de tristeza.
-Pues tu eres la causante de ello- me respondió, mientras giraba su cara y besaba la palma de mi mano, que aún estaba en su cara.
-No sé que puedes ver en mi, con las princesas europeas tan guapas que hay, o chicas más apropiadas que yo- balbuceé bajito, mientras apartaba mi mirada de sus ojos. Esta vez, su mano en mi mentón me obligó a mirarlo de nuevo.
-Eres inteligente, buena, generosa, sabes escuchar y ayudar a la gente... eres preciosa... ¿te parece poco?- me dijo serio, al ver que respondía, siguió hablando -Eres lo más bonito que tengo alrededor, Bella- me susurró al oído.
-Creo que me tienes en un pedestal- exclamé sonrojada y un poco divertida, intentado animarle; el se sumó a mis risas, mientras me apretaba más, si era posible, en torno a su cuerpo. Una vez paramos de reír, se quedó mirándome fijamente.
-Te tendría en un altar si fuera preciso... Bella, no te puedes hacer una idea de lo que significas para mi- me confesó.
Lo miraba emocionada... ¿era posible querer tanto a una persona?. Nunca podría saberlo... cierto que nunca me había enamorado, pero tenía claro que jamás amaría a otra persona cómo le amo a él.
-¿Te he dicho que te quiero?- le pregunté mientras me iba acercando a él.
Hizo un gracioso gesto, pensando la respuesta, hasta que al final me respondió.
-Me lo dijiste hace... unas cuatro horas más o menos- me dijo con una sonrisa traviesa, mientras arqueaba una ceja.
-Te quiero- le respondí suavemente, mirando sus preciosos ojos.
-Yo te amo... eres mi vida- me respondió, mientras que nuestros labios se juntaban de nuevo.
No me importaba lo que iba a suceder a partir de ahora; sabía que pasaríamos épocas difíciles y complicadas...pero me daba igual, porque él iba a estar a mi lado... y con eso me bastaba.
Atal- .
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Re: Un cuento de hadas moderno (+18) COMPLETO
Quee sigaa!!!
Maari
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