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Re: Tan lejana como una estrella (+18) (Completa)
Capítulo 35: Determinación
Bella POV
“Bella, Edward estará bien” –
¿Cuántas veces no había escuchado ya lo mismo? ¿Cuántas? ¿Acaso no entendían que no había palabras para calmar este tipo de dolor? Apreté mis labios en un intento de sosegar el llanto y suspiré profundamente. El aire se quedó atorado en el pecho, lo expulsé con un fuerte gemido y me dejé caer, resbalando mi espalda por la pared, hacia el suelo. Nunca imaginé poder sentir un dolor así. Los brazos de Esme me envolvieron y me obligaron a ponerme, otra vez, de pie. Al cabo de unos minutos, el doctor llegó. Me obligué a salir de mi sopor para escuchar sus palabras.
“El señor Cullen se encuentra demasiado débil. No sabemos si es un avance, o no, el que haya regresado a la conciencia. Tenemos que esperar”
Esperar… ¿Esperar cuánto más? Aún si se trataba de un segundo o un minuto, ya no podía resistir un solo aliento más sin sus brazos alrededor de mí. Sentía miedo, un miedo lacerante y castigador. ¿Qué pasaba si Edward se iba? Me deshice rápidamente de aquella terrible posibilidad, pero el eco de mis pensamientos había dejado rastro en mi subconsciente… Mi cuerpo comenzó a temblar y las manos de Rose rápidamente se posaron sobre mis hombros
“Bella, tranquila” – murmuró, intentando arrastrarme hacia una silla. Me negué rotundamente, moviendo mi cabeza de derecha a izquierda
“Creo que lo mejor es llevarla a casa” – propuso Carlisle. Volví a negar, con más fuerza
“No quiero”
Pasamos muchas más horas en aquel lugar, sin recibir más noticias de Edward.
“Bella” – llamó Alice, ofreciéndome una taza de café – “Toma esto. No has ingerido alimento alguno”
“Gracias” – tomé la taza y di un sorbo a la negra bebida que llegó a mi estomago con una sensación ardiente.
“Bella, me imagino cómo te has de sentir, pero, ¿En realidad no sabes nada de quién mandó herir a Edward?” – preguntó Rose
Mentí, negando con la cabeza. El celular de amiga sonó.
“¿Qué pasó, Emmett?” – preguntó y guardó silencio, mientras la voz, al otro lado de la línea, decía algo que Alice y yo ignorábamos – “¿Hablas en serio?... Pero, ¿Cómo…?... Esa mujer esta loca... – su voz se había elevado dos octavas – ¿Cómo no lo había imaginado antes…?... Yo… Esta bien… Si… Nos vemos” – cerró la tapa de su diminuto teléfono con un fuerte movimiento.
“¿Sucede algo, Rose?” – preguntó Alice y la rubia tardó un poco en contestar
“Han atrapado a dos de los hombres que hirieron a Edward” – presté más atención a sus palabras – “Les han hecho confesar el por qué del agravio”
“¿Y qué han dicho?”
“Dicen que una mujer les pagó para ello. Dieron las características físicas y la dirección en la que los contrataron y coinciden, perfectamente, con Heidi Newton”
“Heidi Newton” – repitió Alice, completamente atónita – “¿Es eso posible?”
“¡Claro que lo es!” – exclamó Rose y, tomándome de las manos, con un tanto de brusquedad, comenzó a decirme – “¡Tú lo sabías, Bella!” – no contesté, bajé mi mirada hacia el suelo – “¿Por qué?” – preguntó ante mi silencio – “¿Acaso no quieres que esa tipa pague por lo que le hizo a Edward?”
“¿Pagar? ¿De qué forma? ¿Para qué?” – pregunté, mirándole a los ojos – “¿Acaso el estar encerrarla en una cárcel aliviara a mi novio? Qué bueno sería si, tras poner tras los barrotes a los asesinos, las personas revivieran, los daños se compusieran. De nada sirve si voy y la acuso. Eso no me quita, ni un solo poco, el dolor que siento y solamente conlleva a que yo me aleje de él”
Alice y Rose guardaron silencio por un breve momento y, después, ambas tomaron mis manos
“Bella…” – Susurró mi amiga – “Disculpa por gritarte… Pero, también entiende que ella merece recibir un castigo. Lo que ha hecho esa mujer no tiene nombre”
“He descubierto una cosa, Rose” – respondí – “Y es que la vida no siempre son como nos lo muestran las películas o las telenovelas. Los malos no siempre salen perdiendo, ni los buenos ganando… Todo depende del destino y nosotros nada podemos hacer para cambiarlo”
Los días siguieron su curso, terminando e iniciando cuando el reloj marcaba veinticuatro horas. Las visitas se volvieron a interrumpir. Edward volvió a decaer. Mis padres nunca me fueron a buscar… Y yo me hundía, cada vez más, en aquel terrible poso de soledad. Rose y la familia de Edward levantaron una acusación contra Heidi, pero, como era de esperarse: el dinero mueve montañas y no tardó mucho en comprobar que era “inocente”.
Poco me importó.
La poca esperanza se estaba extinguiendo y, cuando solo faltaba un aliento más para que me encontrara muerta en vida, el doctor se acercó hacia nosotros.
“El señor Cullen ha vuelto a despertar” – informó, con una sonrisa en su rostro – “Y esta llamando a la señorita Isabella Swan”
Me puse de pie, con un movimiento atropellado y me encaminé hacia la pequeña habitación. En cuanto traspase la puerta, su mirada se encontró con la mía. Prácticamente, corrí hacia él
“Bella” – susurró, secando mis mejillas con dedos temblorosos y débiles – “Cuánto te he hecho sufrir. Perdóname”
“Edward” – musité, tomando una de sus manos y apretándola contra mi rostro – “Tienes que recuperarte, por favor…”
Escuché como daba un profundo suspiro
“Cásate conmigo” – pidió – “Ahora mismo” – levanté mi mirada para verle – “No necesitamos un papel, ni testigos, ni mucho menos firmas para unirnos… basta con que tu y yo queramos estar juntos…”
“Eso es lo que más quiero”
Él sonrió y llevó mi mano hacia sus labios, para depositar un pequeño beso sobre ella. Entrelazó sus dedos con los míos e inspiró, profundamente, antes de comenzar a hablar.
“Creo que la improvisación no será nada romántico” – se disculpó – “Pero, espero que pueda resumir lo mejor posible todo lo que te quiero decir”
Esperé en silencio, con una pequeña sonrisa curvando mis labios.
“Mi niña, quiero estar junto a ti, los días o minutos que me queden de vida. Te ofrezco mi alma, mi destino y mi muerte. Tú eres dueña del buen y mal hombre que soy. Tú me motivas a seguir y me has enseñado a ser fuerte. Te amo, y me haces feliz con el simple hecho de existir… Isabella Swan, ¿Me aceptas como esposo, amigo, compañero y amante, por toda la eternidad?”
“Si, claro que aceptó” – musité.
Edward me dedicó otra pequeña sonrisa y sus ojos brillaron alegremente cuando se clavaron en los míos.
“Te quedaras conmigo, ¿Verdad?” – pregunté, en cuanto noté que sus parpados comenzaban a cerrarse
“Siempre estaré contigo”– prometió, dando un último suspiro.
JASPER POV
1 mes después
“¡Esto es el colmo!” – exclamó mi madre – “Primero, mi hija se casa con el bastardo de McCarty y, ahora, ¡Tu me vienes con la maravillosa noticia de que estas enamorado de una sirvienta!”
“Mamá, te prohíbo que te refieras así de Alice” – dije, sin perder la calma
“¡Esto es nefasto! ¡¿Dónde han quedado nuestros hijos?!” – terció mi padre
“¿Sus hijos?” – repetí, con ironía – “Para ustedes, ¿Qué significa el que nosotros seamos sus hijos? ¿Ir y estafar a las demás familias? ¿Eso es ser digno del apellido Hale?”
“Gracias a las estafas, como tú le llamas, has vivido en medio de todas estas comodidades” – recordó el señor de cabellos canos y mirada azul
“Pues tarde me vine dando cuenta de ello y, el saberlo, me avergüenza”
“Te daremos una segunda oportunidad, Jasper” – advirtió, haciendo un enorme fuerzo por controlar la voz – “Deja a esa muchachita, regresa a Colombia y nosotros olvidamos esta discusión”
“¿Y qué les hace pensar que pueda llegar a aceptar su proposición?” – desafié
“No queremos perder al único heredero que queda en la familia”
“Yo no quiero heredar dinero robado y ganado a base de traiciones. Es más, aún si no fuera ese el caso, yo no pienso dejar Alice, aunque así me ofrezcan duplicado el valor de esta herencia”
“Es tu decisión entonces” – replicó mi madre – “Si eso es lo que quieres…”
“Por supuesto que eso es lo que quiero” – afirmé, mirándole fijamente – “No es necesario que lo digan. Ya sé que me tengo que ir” – suspiré profundamente. Ya sabía que esto iba a pasar, pero, no creí poder sentirme más decepcionado de lo que ya estaba – “Adiós” – musité y di media vuelta, despidiéndome también de aquella lujosa casa.
Alice me esperaba, afuera del carro, y caminó hacia mí en cuanto me vio.
“Jazz, no era necesario…” – comenzó a decir, tomando mi rostro entre sus manos. Llevé uno de mis dedos hacia sus labios para que callara. Sabía lo que tenía planeado decir
“Te quiero” – susurré – “y no me arrepiento de lo que acabo de hacer. Si algo he aprendido a tu lado es que, todo esto: los lujos, los carros, el dinero, no valen la pena si tu no estas conmigo”
“Pero…”
“No te preocupes” – volví a interrumpir – “Todo estará bien. Ya lo tengo todo planeado y calculado – “aseguré con una gran sonrisa de suficiencia – “Tengo un departamento, el cual compré tiene años. Mis padres no saben de él. Viviré ahí, venderé el carro y conseguiré un trabajo, al mismo tiempo que terminaré los últimos años que me quedan en la universidad pública” -
“Vas a dejar tanto, solo por mí…”
“Por ti, dejaría mucho más” – aseguré y, antes de que pudiera volver a discutir, uní mis labios con los suyos – “¿Me acompañas? Iré al departamento a dejar esto” – señalé la pequeña maleta que había en el carro
“¿Cómo lograste sacar tu ropa?”
“Una de las muchachas me hizo ese favor”
“Eres listo” – apuntó, con una gran sonrisa
“Claro que lo soy” – dije, con falsa indignación – “Entonces, ¿Me acompañas o te voy a dejar a tu casa?”
“Te acompaño” – contestó ella, mientras abría la puerta del carro y se adentraba en él
“Parece que ya no te desagrada tanto el ir en un carro particular” - comenté, divertido, mientras manejaba
“La idea no me sigue gustado” – aclaró – “Pero, tu has sacrificado muchas cosas por mí. Me parece justo que yo haga lo mismo”
Llegamos al edificio donde estaba mi departamento. Bajé del carro y corrí hacia donde Alice estaba
“Supongo que, dentro de tu sacrificio, podrías agregar el permitirme, de vez en cuando, el tener tratos extraídamente cordiales contigo” – dije, mientras le tendía la mano para ayudarle a bajar.
Ella me dedicó una mirada envenenada por un momento
“Supongo que si” – acordó, sonriendo de vuelta y dándome su mano.
Caminamos juntos hacia el elevador y, cuando llegamos al interior del departamento, Alice viajó su vista por todo él.
“Que bonito” – susurró – “Pensé que me iba a encontrar con algo más ostentoso”
“Adoro la belleza sencilla y natural” – dije, abrazándola por la espalda y paseando mis brazos alrededor de su cintura – “Te adoro a ti, ¿No es prueba suficiente?”
Sentí el temblor de su cuerpo al reírse nerviosamente. Llevé la punta de mi nariz por su cuello y las risitas cesaron para dar paso a una respiración profunda. Sabía que debía parar. No quería que Alice mal interpretara mis acciones y pensara que solamente la había llevado a ese lugar para estar con ella, pero, el olor de su perfume me estaba privando de la conciencia y me dificultaba pensar con claridad. Mis labios comenzaron a pasearse su cuello y bajaron por sus hombros. Apreté el agarre de su cintura y sentí como se estremecía bajó mi calor. Su cuerpo se giró para encararme y mi boca busco la suya, de manera ansiosa. Sus dedos se enrollaron en mi cabello y mis brazos se ciñeron a su delicada figura, pegando su pecho al mío de manera peligrosa…
Deslicé mis labios hacia su cuello. Comencé a acariciar esa parte tan inocente y suave de su figura. Me percaté de que sus manos se deshacían de mis cabellos y bajaban por mi espalda. Busqué sus labios otra vez y la comencé a besar intensamente. Ella suspiró y su aliento llegó a mi garganta, encendiendo un delicioso fuego que se extendió por toda mi sangre y me quemó la punta de los dedos.
“Te amo” – musité y, con mis propias palabras, caí en la realidad.
Me alejé de ella y mis desenfrenadas caricias cesaron. Esta pasión no era modo de demostrárselo… Ella se merecía más.
“¿Qué pasa?” – preguntó, al ver mi semblante sombrío
“Discúlpame” – me apresuré a decir – “Me dejé llevar, yo…” – sus labios me silenciaron y, sin dejar de besarme, me fue empujando hasta que caímos sobre uno de los sofás que se encontraban a pocos metros de ahí.
“Déjate llevar, entonces…” – musitó, con su cuerpo sobre el mío – “… y tómame”
Clavé mi mirada en la suya y, al ver en sus pupilas el mismo deseo que yo también sentía, me deshice de las inseguridades y comencé a humedecer sus labios con los míos. Mis manos se deslizaron por su cintura, la tela de su blusa me pareció molesta, así que decidí introducirlas debajo de ella y sentir así, la suave piel de su vientre plano. Me deleite con la perfección de su sencilla figura. Paseé, lentamente, la punta de mis dedos por su curva y un pequeño gemido salió de sus labios al momento en que se retorcía sobre mí. Mi cuerpo se estremeció por la excitación que aquel sonido provocó. Mis manos se volvieron más ansiosas y ya no se conformaban con tocar solamente esa parte. Mis labios descendieron por todo su cuello y llegaron a la entrada de sus pechos. Paseé mi lengua por en medio. Otro sonido excitante. No fui conciente del momento en que la había despojado de su blusa hasta que me encontré paseando mis labios sobre la tela de su sostén.
Su espalda se arqueó completamente hacia atrás y yo descendí por todo su estomago, dejando húmedos caminos sobre su blanquecina piel. Caímos al suelo. Mi boca saboreó el sabor de sus caderas y sus senos. Alice fue desabrochando, uno por uno, los botones de mi camisa y me estremecí ante el roce de sus manos sobre mi pecho. Mis dedos tocaron cada lugar que se les permitió y el fuego de sus caricias me consumía de una manera placentera.
Dirigí mis labios hacia los suyos cuando el momento había llegado. Podía sentir su respiración discontinua sobre mis parpados y sus piernas enrolladas en mi cintura. Suspiré profunda y entrecortadamente antes unirme con ella, lo hice de la manera más delicada que me fue posible. Un pequeño gritito me hizo vacilar y me moví hacia atrás, deshaciendo la distancia que había acortado.
“No, no” – musitó, reforzando el amarre de sus piernas – “Todo esta bien, no pares”
Volví a besarla, aunque no pude evitar temblar por la infinidad de emociones que sentía. Todas mis aventuras pasadas habían desaparecido por completo. Toda la experiencia como hombre se había disipado a su lado. En ese momento, me sentía igual que ella, alguien quien, por primera vez, hacía el amor. Y, ciertamente, era eso: por primera vez, me estaba entregando a una mujer por completo… Me comencé a mover lentamente. Mis caderas chocando con las suyas de manera pausada, su calida humedad turbándome los sentidos. Mis movimientos se aceleraron, el deseo se expandió por un camino sin límite, el cual alcanzamos juntos, llegando a la cima del edén entre intensos jadeos y temblores que sacudieron nuestros cuerpos.
Me dejé caer sobre ella cuando terminamos. Sus brazos enrollaron mi espalda desnuda y nuestros pechos quedaron unidos, uniendo nuestros frenéticos latidos, en uno solo…
EDWARD POV
“Con cuidado” – decía, una y otra vez, mi hermana, mientras me ayudaba a pararme de la cama – “¿Estas seguro de querer hacer esto? ¿No sería más fácil decirle a Bella la verdad?”
“No” – contesté, haciendo un pequeño gesto de dolor
“Cuando se entere que hoy has sido dada de alta, y no le hemos dicho nada, no solamente te traerá de vuelta al hospital otros tres meses, si no que, también, nos masacrara a todos”
Comencé a reír fuertemente, y me tuve que llevar una mano hacia donde estaban vendadas las heridas
“Esperemos que no sea así” – dije – “¿Estas seguro que todos han cumplido con su trabajo?”
“Si” – afirmó ella – “Emmett y Rose la llevaron a casa tiene más de tres horas”
“Bien. Entonces, vamos” – animé
Jasper ya no esperaba en un taxi y me ayudó para que pudiera subir
“Gracias” – gemí
“De nada, cuñado” – contestó, ganando que le dedicara una mirada envenenada
“Vamos, Edward” – dijo Alice, ante mi gesto – “¿Acaso Jazz no ha hecho grandes méritos para ganarse tu aprobación?”
“Supongo que si” – refunfuñé – “pero tampoco es para tanto. La advertencia que te hice, tiene tiempo, aún sigue en pie”
El rubio muchacho y mi hermana intercambiaron divertidas y sinuosas miradas, a las cuales preferí ignorar si no quería que las heridas se me abrieran a causa de una bilis. Mi humor mejoró al ver, después de tanto tiempo, mi casa. Me acomodé entre las muletas, lo mas silenciosamente que pude, y la ansiedad me invadió conforme mis pasos y se aproximaban hacia la puerta. Esme me hizo una seña con la mano, indicándome que podía acercarme.
Cojeé hacia el sillón, suponiendo que estaba dormida, y me incliné, con delicadeza, para poder ver su rostro. Sin embargo, respingué al ver que, quien estaba en aquel lugar, era…
“¿Emmett?” –
Mi amigo frunció sus labios, sin abrir sus ojos, simulado esperar un beso de mi parte. El solo imaginármelo hizo que mi estomago se revolviera.
“¿Dónde esta Bella?” – pregunté, completamente frustrado y, como respuesta, unos labios rozaron la parte trasera de mi cuello
“Sorpresa” – susurró, aquella voz tan familiar, cerca de mi oído.
Sonreí mientras que, con ayuda mis muletas, daba media vuelta para mirarla. Mis ojos se perdieron, por un instante, en la belleza de su rostro y la luz de su mirada
“Pensé que era yo el que tenía que decir esa palabra” – recordé
“Lo sentimos” – dijo mi hermana – “No podíamos traicionar a Bella de esa manera”
“Pero, a mí si”
“A ti si” – acordó la pequeña
Le dediqué una mirada divertidamente molesta. Un par de manos se situaron a ambos lados de mis mejillas y me hicieron volver el rostro
“No te olvides de mí” – reprochó Bella y paseé mis dedos por sus pómulos y bajé hasta su clavícula
“Sorpresa” – musité, robándole una sonrisa.
Me incliné para rozar su boca y ella correspondió el gesto de manera tierna…
“¡Oye!” – interrumpió Emmett – “Ese beso tenía que ser mío”
“Estas demente” – murmuré, sin dejar de besar a aquellos dulces y adictivos labios.
“Ey, les recuerdo que hay niños en esta casa” – señaló Alice – “Vayan a demostrar su amor a otro lado”
“Suena tentador” – volví a murmurar y apreté mis dedos en la cintura que sujetaban.
Bella rió por un momento y, después, alejó su boca de la mía. La miré, por un momento, de manera confusa, ante su repentino rechazo. Ella volvió a sonreír y se puso de puntitas para acercar sus labios a mi oído
“Me temo que tendremos que esperar un poco más” – susurró, de manera confidencial – “no creo que pasar toda la noche en vela, sea bueno para tu salud… Y no me pienso conformar con solo una noche”
Sonreí de manera nerviosa y pude percatarme que un ligero rubor empezaba a cubrir mis mejillas. El detalle no pasó desapercibido para Rose y Emmett
“¿Podrían dejar sus morbosidades para cuando estén sin publico?” – Propuso la rubia muchacha, quien acomodaba varios paltos sobre la mesa
La comida transcurrió de manera amena y, al entrar la noche, Rose y Emmett se fueron a su casa. Jasper y Alice salieron a dar un paseo y mis papas, junto con mis hermanos, se fueron a dormir.
Bella y yo quedamos solos, sentados afuera de la casa, contemplando la luna y las pocas estrellas que se lograban ver. El tener su cabeza – cuidadosamente recostada sobre mi pecho – hacía que olvidara, fácilmente, todo el sufrimiento vivido. Yo paseaba mis manos, una y otra vez, sobre sus cabellos y, ella suspiraba profundamente.
“No sabes lo feliz que me siento” – murmuró
“¿En verdad?” – pregunté
“Claro que si” – contestó ella, levantando la mirada y clavándola fijamente en mí – “¿Por qué lo dudas?”
“¿No extrañas a tu casa, a tus padres?”
“A mis padres, si” – confesó – “Son mi familia, sería imposible sentir lo contrario, pero, ciertamente, no me arrepiento de haberlos dejado. Lo volvería a hacer si fuera necesario para estar contigo, dejaría mi alma para permanecer a tu lado. ”
Tomé su rostro entre mis manos y acaricié mis labios con los suyos
“¿Qué hice para merecerte?” – pregunté, más para mí, que para ella
Nuestras bocas se separaron y Bella volvió a recostar – extremando cuidados – su cabeza en mi pecho y yo pasé mis brazos por sus hombros.
Lo peor había pasado. Ahora, lo único que nos quedaba era ver qué tan fuertes éramos para afrontar el futuro que se nos venía juntos y, aunque desconocía lo que el destino nos tenía deparado, me sentía valiente. Me sentía feliz…
“Bella, Edward estará bien” –
¿Cuántas veces no había escuchado ya lo mismo? ¿Cuántas? ¿Acaso no entendían que no había palabras para calmar este tipo de dolor? Apreté mis labios en un intento de sosegar el llanto y suspiré profundamente. El aire se quedó atorado en el pecho, lo expulsé con un fuerte gemido y me dejé caer, resbalando mi espalda por la pared, hacia el suelo. Nunca imaginé poder sentir un dolor así. Los brazos de Esme me envolvieron y me obligaron a ponerme, otra vez, de pie. Al cabo de unos minutos, el doctor llegó. Me obligué a salir de mi sopor para escuchar sus palabras.
“El señor Cullen se encuentra demasiado débil. No sabemos si es un avance, o no, el que haya regresado a la conciencia. Tenemos que esperar”
Esperar… ¿Esperar cuánto más? Aún si se trataba de un segundo o un minuto, ya no podía resistir un solo aliento más sin sus brazos alrededor de mí. Sentía miedo, un miedo lacerante y castigador. ¿Qué pasaba si Edward se iba? Me deshice rápidamente de aquella terrible posibilidad, pero el eco de mis pensamientos había dejado rastro en mi subconsciente… Mi cuerpo comenzó a temblar y las manos de Rose rápidamente se posaron sobre mis hombros
“Bella, tranquila” – murmuró, intentando arrastrarme hacia una silla. Me negué rotundamente, moviendo mi cabeza de derecha a izquierda
“Creo que lo mejor es llevarla a casa” – propuso Carlisle. Volví a negar, con más fuerza
“No quiero”
Pasamos muchas más horas en aquel lugar, sin recibir más noticias de Edward.
“Bella” – llamó Alice, ofreciéndome una taza de café – “Toma esto. No has ingerido alimento alguno”
“Gracias” – tomé la taza y di un sorbo a la negra bebida que llegó a mi estomago con una sensación ardiente.
“Bella, me imagino cómo te has de sentir, pero, ¿En realidad no sabes nada de quién mandó herir a Edward?” – preguntó Rose
Mentí, negando con la cabeza. El celular de amiga sonó.
“¿Qué pasó, Emmett?” – preguntó y guardó silencio, mientras la voz, al otro lado de la línea, decía algo que Alice y yo ignorábamos – “¿Hablas en serio?... Pero, ¿Cómo…?... Esa mujer esta loca... – su voz se había elevado dos octavas – ¿Cómo no lo había imaginado antes…?... Yo… Esta bien… Si… Nos vemos” – cerró la tapa de su diminuto teléfono con un fuerte movimiento.
“¿Sucede algo, Rose?” – preguntó Alice y la rubia tardó un poco en contestar
“Han atrapado a dos de los hombres que hirieron a Edward” – presté más atención a sus palabras – “Les han hecho confesar el por qué del agravio”
“¿Y qué han dicho?”
“Dicen que una mujer les pagó para ello. Dieron las características físicas y la dirección en la que los contrataron y coinciden, perfectamente, con Heidi Newton”
“Heidi Newton” – repitió Alice, completamente atónita – “¿Es eso posible?”
“¡Claro que lo es!” – exclamó Rose y, tomándome de las manos, con un tanto de brusquedad, comenzó a decirme – “¡Tú lo sabías, Bella!” – no contesté, bajé mi mirada hacia el suelo – “¿Por qué?” – preguntó ante mi silencio – “¿Acaso no quieres que esa tipa pague por lo que le hizo a Edward?”
“¿Pagar? ¿De qué forma? ¿Para qué?” – pregunté, mirándole a los ojos – “¿Acaso el estar encerrarla en una cárcel aliviara a mi novio? Qué bueno sería si, tras poner tras los barrotes a los asesinos, las personas revivieran, los daños se compusieran. De nada sirve si voy y la acuso. Eso no me quita, ni un solo poco, el dolor que siento y solamente conlleva a que yo me aleje de él”
Alice y Rose guardaron silencio por un breve momento y, después, ambas tomaron mis manos
“Bella…” – Susurró mi amiga – “Disculpa por gritarte… Pero, también entiende que ella merece recibir un castigo. Lo que ha hecho esa mujer no tiene nombre”
“He descubierto una cosa, Rose” – respondí – “Y es que la vida no siempre son como nos lo muestran las películas o las telenovelas. Los malos no siempre salen perdiendo, ni los buenos ganando… Todo depende del destino y nosotros nada podemos hacer para cambiarlo”
Los días siguieron su curso, terminando e iniciando cuando el reloj marcaba veinticuatro horas. Las visitas se volvieron a interrumpir. Edward volvió a decaer. Mis padres nunca me fueron a buscar… Y yo me hundía, cada vez más, en aquel terrible poso de soledad. Rose y la familia de Edward levantaron una acusación contra Heidi, pero, como era de esperarse: el dinero mueve montañas y no tardó mucho en comprobar que era “inocente”.
Poco me importó.
La poca esperanza se estaba extinguiendo y, cuando solo faltaba un aliento más para que me encontrara muerta en vida, el doctor se acercó hacia nosotros.
“El señor Cullen ha vuelto a despertar” – informó, con una sonrisa en su rostro – “Y esta llamando a la señorita Isabella Swan”
Me puse de pie, con un movimiento atropellado y me encaminé hacia la pequeña habitación. En cuanto traspase la puerta, su mirada se encontró con la mía. Prácticamente, corrí hacia él
“Bella” – susurró, secando mis mejillas con dedos temblorosos y débiles – “Cuánto te he hecho sufrir. Perdóname”
“Edward” – musité, tomando una de sus manos y apretándola contra mi rostro – “Tienes que recuperarte, por favor…”
Escuché como daba un profundo suspiro
“Cásate conmigo” – pidió – “Ahora mismo” – levanté mi mirada para verle – “No necesitamos un papel, ni testigos, ni mucho menos firmas para unirnos… basta con que tu y yo queramos estar juntos…”
“Eso es lo que más quiero”
Él sonrió y llevó mi mano hacia sus labios, para depositar un pequeño beso sobre ella. Entrelazó sus dedos con los míos e inspiró, profundamente, antes de comenzar a hablar.
“Creo que la improvisación no será nada romántico” – se disculpó – “Pero, espero que pueda resumir lo mejor posible todo lo que te quiero decir”
Esperé en silencio, con una pequeña sonrisa curvando mis labios.
“Mi niña, quiero estar junto a ti, los días o minutos que me queden de vida. Te ofrezco mi alma, mi destino y mi muerte. Tú eres dueña del buen y mal hombre que soy. Tú me motivas a seguir y me has enseñado a ser fuerte. Te amo, y me haces feliz con el simple hecho de existir… Isabella Swan, ¿Me aceptas como esposo, amigo, compañero y amante, por toda la eternidad?”
“Si, claro que aceptó” – musité.
Edward me dedicó otra pequeña sonrisa y sus ojos brillaron alegremente cuando se clavaron en los míos.
“Te quedaras conmigo, ¿Verdad?” – pregunté, en cuanto noté que sus parpados comenzaban a cerrarse
“Siempre estaré contigo”– prometió, dando un último suspiro.
JASPER POV
1 mes después
“¡Esto es el colmo!” – exclamó mi madre – “Primero, mi hija se casa con el bastardo de McCarty y, ahora, ¡Tu me vienes con la maravillosa noticia de que estas enamorado de una sirvienta!”
“Mamá, te prohíbo que te refieras así de Alice” – dije, sin perder la calma
“¡Esto es nefasto! ¡¿Dónde han quedado nuestros hijos?!” – terció mi padre
“¿Sus hijos?” – repetí, con ironía – “Para ustedes, ¿Qué significa el que nosotros seamos sus hijos? ¿Ir y estafar a las demás familias? ¿Eso es ser digno del apellido Hale?”
“Gracias a las estafas, como tú le llamas, has vivido en medio de todas estas comodidades” – recordó el señor de cabellos canos y mirada azul
“Pues tarde me vine dando cuenta de ello y, el saberlo, me avergüenza”
“Te daremos una segunda oportunidad, Jasper” – advirtió, haciendo un enorme fuerzo por controlar la voz – “Deja a esa muchachita, regresa a Colombia y nosotros olvidamos esta discusión”
“¿Y qué les hace pensar que pueda llegar a aceptar su proposición?” – desafié
“No queremos perder al único heredero que queda en la familia”
“Yo no quiero heredar dinero robado y ganado a base de traiciones. Es más, aún si no fuera ese el caso, yo no pienso dejar Alice, aunque así me ofrezcan duplicado el valor de esta herencia”
“Es tu decisión entonces” – replicó mi madre – “Si eso es lo que quieres…”
“Por supuesto que eso es lo que quiero” – afirmé, mirándole fijamente – “No es necesario que lo digan. Ya sé que me tengo que ir” – suspiré profundamente. Ya sabía que esto iba a pasar, pero, no creí poder sentirme más decepcionado de lo que ya estaba – “Adiós” – musité y di media vuelta, despidiéndome también de aquella lujosa casa.
Alice me esperaba, afuera del carro, y caminó hacia mí en cuanto me vio.
“Jazz, no era necesario…” – comenzó a decir, tomando mi rostro entre sus manos. Llevé uno de mis dedos hacia sus labios para que callara. Sabía lo que tenía planeado decir
“Te quiero” – susurré – “y no me arrepiento de lo que acabo de hacer. Si algo he aprendido a tu lado es que, todo esto: los lujos, los carros, el dinero, no valen la pena si tu no estas conmigo”
“Pero…”
“No te preocupes” – volví a interrumpir – “Todo estará bien. Ya lo tengo todo planeado y calculado – “aseguré con una gran sonrisa de suficiencia – “Tengo un departamento, el cual compré tiene años. Mis padres no saben de él. Viviré ahí, venderé el carro y conseguiré un trabajo, al mismo tiempo que terminaré los últimos años que me quedan en la universidad pública” -
“Vas a dejar tanto, solo por mí…”
“Por ti, dejaría mucho más” – aseguré y, antes de que pudiera volver a discutir, uní mis labios con los suyos – “¿Me acompañas? Iré al departamento a dejar esto” – señalé la pequeña maleta que había en el carro
“¿Cómo lograste sacar tu ropa?”
“Una de las muchachas me hizo ese favor”
“Eres listo” – apuntó, con una gran sonrisa
“Claro que lo soy” – dije, con falsa indignación – “Entonces, ¿Me acompañas o te voy a dejar a tu casa?”
“Te acompaño” – contestó ella, mientras abría la puerta del carro y se adentraba en él
“Parece que ya no te desagrada tanto el ir en un carro particular” - comenté, divertido, mientras manejaba
“La idea no me sigue gustado” – aclaró – “Pero, tu has sacrificado muchas cosas por mí. Me parece justo que yo haga lo mismo”
Llegamos al edificio donde estaba mi departamento. Bajé del carro y corrí hacia donde Alice estaba
“Supongo que, dentro de tu sacrificio, podrías agregar el permitirme, de vez en cuando, el tener tratos extraídamente cordiales contigo” – dije, mientras le tendía la mano para ayudarle a bajar.
Ella me dedicó una mirada envenenada por un momento
“Supongo que si” – acordó, sonriendo de vuelta y dándome su mano.
Caminamos juntos hacia el elevador y, cuando llegamos al interior del departamento, Alice viajó su vista por todo él.
“Que bonito” – susurró – “Pensé que me iba a encontrar con algo más ostentoso”
“Adoro la belleza sencilla y natural” – dije, abrazándola por la espalda y paseando mis brazos alrededor de su cintura – “Te adoro a ti, ¿No es prueba suficiente?”
Sentí el temblor de su cuerpo al reírse nerviosamente. Llevé la punta de mi nariz por su cuello y las risitas cesaron para dar paso a una respiración profunda. Sabía que debía parar. No quería que Alice mal interpretara mis acciones y pensara que solamente la había llevado a ese lugar para estar con ella, pero, el olor de su perfume me estaba privando de la conciencia y me dificultaba pensar con claridad. Mis labios comenzaron a pasearse su cuello y bajaron por sus hombros. Apreté el agarre de su cintura y sentí como se estremecía bajó mi calor. Su cuerpo se giró para encararme y mi boca busco la suya, de manera ansiosa. Sus dedos se enrollaron en mi cabello y mis brazos se ciñeron a su delicada figura, pegando su pecho al mío de manera peligrosa…
Deslicé mis labios hacia su cuello. Comencé a acariciar esa parte tan inocente y suave de su figura. Me percaté de que sus manos se deshacían de mis cabellos y bajaban por mi espalda. Busqué sus labios otra vez y la comencé a besar intensamente. Ella suspiró y su aliento llegó a mi garganta, encendiendo un delicioso fuego que se extendió por toda mi sangre y me quemó la punta de los dedos.
“Te amo” – musité y, con mis propias palabras, caí en la realidad.
Me alejé de ella y mis desenfrenadas caricias cesaron. Esta pasión no era modo de demostrárselo… Ella se merecía más.
“¿Qué pasa?” – preguntó, al ver mi semblante sombrío
“Discúlpame” – me apresuré a decir – “Me dejé llevar, yo…” – sus labios me silenciaron y, sin dejar de besarme, me fue empujando hasta que caímos sobre uno de los sofás que se encontraban a pocos metros de ahí.
“Déjate llevar, entonces…” – musitó, con su cuerpo sobre el mío – “… y tómame”
Clavé mi mirada en la suya y, al ver en sus pupilas el mismo deseo que yo también sentía, me deshice de las inseguridades y comencé a humedecer sus labios con los míos. Mis manos se deslizaron por su cintura, la tela de su blusa me pareció molesta, así que decidí introducirlas debajo de ella y sentir así, la suave piel de su vientre plano. Me deleite con la perfección de su sencilla figura. Paseé, lentamente, la punta de mis dedos por su curva y un pequeño gemido salió de sus labios al momento en que se retorcía sobre mí. Mi cuerpo se estremeció por la excitación que aquel sonido provocó. Mis manos se volvieron más ansiosas y ya no se conformaban con tocar solamente esa parte. Mis labios descendieron por todo su cuello y llegaron a la entrada de sus pechos. Paseé mi lengua por en medio. Otro sonido excitante. No fui conciente del momento en que la había despojado de su blusa hasta que me encontré paseando mis labios sobre la tela de su sostén.
Su espalda se arqueó completamente hacia atrás y yo descendí por todo su estomago, dejando húmedos caminos sobre su blanquecina piel. Caímos al suelo. Mi boca saboreó el sabor de sus caderas y sus senos. Alice fue desabrochando, uno por uno, los botones de mi camisa y me estremecí ante el roce de sus manos sobre mi pecho. Mis dedos tocaron cada lugar que se les permitió y el fuego de sus caricias me consumía de una manera placentera.
Dirigí mis labios hacia los suyos cuando el momento había llegado. Podía sentir su respiración discontinua sobre mis parpados y sus piernas enrolladas en mi cintura. Suspiré profunda y entrecortadamente antes unirme con ella, lo hice de la manera más delicada que me fue posible. Un pequeño gritito me hizo vacilar y me moví hacia atrás, deshaciendo la distancia que había acortado.
“No, no” – musitó, reforzando el amarre de sus piernas – “Todo esta bien, no pares”
Volví a besarla, aunque no pude evitar temblar por la infinidad de emociones que sentía. Todas mis aventuras pasadas habían desaparecido por completo. Toda la experiencia como hombre se había disipado a su lado. En ese momento, me sentía igual que ella, alguien quien, por primera vez, hacía el amor. Y, ciertamente, era eso: por primera vez, me estaba entregando a una mujer por completo… Me comencé a mover lentamente. Mis caderas chocando con las suyas de manera pausada, su calida humedad turbándome los sentidos. Mis movimientos se aceleraron, el deseo se expandió por un camino sin límite, el cual alcanzamos juntos, llegando a la cima del edén entre intensos jadeos y temblores que sacudieron nuestros cuerpos.
Me dejé caer sobre ella cuando terminamos. Sus brazos enrollaron mi espalda desnuda y nuestros pechos quedaron unidos, uniendo nuestros frenéticos latidos, en uno solo…
EDWARD POV
“Con cuidado” – decía, una y otra vez, mi hermana, mientras me ayudaba a pararme de la cama – “¿Estas seguro de querer hacer esto? ¿No sería más fácil decirle a Bella la verdad?”
“No” – contesté, haciendo un pequeño gesto de dolor
“Cuando se entere que hoy has sido dada de alta, y no le hemos dicho nada, no solamente te traerá de vuelta al hospital otros tres meses, si no que, también, nos masacrara a todos”
Comencé a reír fuertemente, y me tuve que llevar una mano hacia donde estaban vendadas las heridas
“Esperemos que no sea así” – dije – “¿Estas seguro que todos han cumplido con su trabajo?”
“Si” – afirmó ella – “Emmett y Rose la llevaron a casa tiene más de tres horas”
“Bien. Entonces, vamos” – animé
Jasper ya no esperaba en un taxi y me ayudó para que pudiera subir
“Gracias” – gemí
“De nada, cuñado” – contestó, ganando que le dedicara una mirada envenenada
“Vamos, Edward” – dijo Alice, ante mi gesto – “¿Acaso Jazz no ha hecho grandes méritos para ganarse tu aprobación?”
“Supongo que si” – refunfuñé – “pero tampoco es para tanto. La advertencia que te hice, tiene tiempo, aún sigue en pie”
El rubio muchacho y mi hermana intercambiaron divertidas y sinuosas miradas, a las cuales preferí ignorar si no quería que las heridas se me abrieran a causa de una bilis. Mi humor mejoró al ver, después de tanto tiempo, mi casa. Me acomodé entre las muletas, lo mas silenciosamente que pude, y la ansiedad me invadió conforme mis pasos y se aproximaban hacia la puerta. Esme me hizo una seña con la mano, indicándome que podía acercarme.
Cojeé hacia el sillón, suponiendo que estaba dormida, y me incliné, con delicadeza, para poder ver su rostro. Sin embargo, respingué al ver que, quien estaba en aquel lugar, era…
“¿Emmett?” –
Mi amigo frunció sus labios, sin abrir sus ojos, simulado esperar un beso de mi parte. El solo imaginármelo hizo que mi estomago se revolviera.
“¿Dónde esta Bella?” – pregunté, completamente frustrado y, como respuesta, unos labios rozaron la parte trasera de mi cuello
“Sorpresa” – susurró, aquella voz tan familiar, cerca de mi oído.
Sonreí mientras que, con ayuda mis muletas, daba media vuelta para mirarla. Mis ojos se perdieron, por un instante, en la belleza de su rostro y la luz de su mirada
“Pensé que era yo el que tenía que decir esa palabra” – recordé
“Lo sentimos” – dijo mi hermana – “No podíamos traicionar a Bella de esa manera”
“Pero, a mí si”
“A ti si” – acordó la pequeña
Le dediqué una mirada divertidamente molesta. Un par de manos se situaron a ambos lados de mis mejillas y me hicieron volver el rostro
“No te olvides de mí” – reprochó Bella y paseé mis dedos por sus pómulos y bajé hasta su clavícula
“Sorpresa” – musité, robándole una sonrisa.
Me incliné para rozar su boca y ella correspondió el gesto de manera tierna…
“¡Oye!” – interrumpió Emmett – “Ese beso tenía que ser mío”
“Estas demente” – murmuré, sin dejar de besar a aquellos dulces y adictivos labios.
“Ey, les recuerdo que hay niños en esta casa” – señaló Alice – “Vayan a demostrar su amor a otro lado”
“Suena tentador” – volví a murmurar y apreté mis dedos en la cintura que sujetaban.
Bella rió por un momento y, después, alejó su boca de la mía. La miré, por un momento, de manera confusa, ante su repentino rechazo. Ella volvió a sonreír y se puso de puntitas para acercar sus labios a mi oído
“Me temo que tendremos que esperar un poco más” – susurró, de manera confidencial – “no creo que pasar toda la noche en vela, sea bueno para tu salud… Y no me pienso conformar con solo una noche”
Sonreí de manera nerviosa y pude percatarme que un ligero rubor empezaba a cubrir mis mejillas. El detalle no pasó desapercibido para Rose y Emmett
“¿Podrían dejar sus morbosidades para cuando estén sin publico?” – Propuso la rubia muchacha, quien acomodaba varios paltos sobre la mesa
La comida transcurrió de manera amena y, al entrar la noche, Rose y Emmett se fueron a su casa. Jasper y Alice salieron a dar un paseo y mis papas, junto con mis hermanos, se fueron a dormir.
Bella y yo quedamos solos, sentados afuera de la casa, contemplando la luna y las pocas estrellas que se lograban ver. El tener su cabeza – cuidadosamente recostada sobre mi pecho – hacía que olvidara, fácilmente, todo el sufrimiento vivido. Yo paseaba mis manos, una y otra vez, sobre sus cabellos y, ella suspiraba profundamente.
“No sabes lo feliz que me siento” – murmuró
“¿En verdad?” – pregunté
“Claro que si” – contestó ella, levantando la mirada y clavándola fijamente en mí – “¿Por qué lo dudas?”
“¿No extrañas a tu casa, a tus padres?”
“A mis padres, si” – confesó – “Son mi familia, sería imposible sentir lo contrario, pero, ciertamente, no me arrepiento de haberlos dejado. Lo volvería a hacer si fuera necesario para estar contigo, dejaría mi alma para permanecer a tu lado. ”
Tomé su rostro entre mis manos y acaricié mis labios con los suyos
“¿Qué hice para merecerte?” – pregunté, más para mí, que para ella
Nuestras bocas se separaron y Bella volvió a recostar – extremando cuidados – su cabeza en mi pecho y yo pasé mis brazos por sus hombros.
Lo peor había pasado. Ahora, lo único que nos quedaba era ver qué tan fuertes éramos para afrontar el futuro que se nos venía juntos y, aunque desconocía lo que el destino nos tenía deparado, me sentía valiente. Me sentía feliz…
Solo falta el final alternativo y el final definitivo...solo esperen¡¡¡¡
gracias por sus comentarios
Atal- .
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Re: Tan lejana como una estrella (+18) (Completa)
que lindo jasper y alice se demostraron que se aman hay que envidia y edward al fin puede ser feñiz o bueno eso espero
Irina Denali- .
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Re: Tan lejana como una estrella (+18) (Completa)
por que siempre nos dejas asi¿?¿?...kiero leer el final ^^
nessie17- .
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Re: Tan lejana como una estrella (+18) (Completa)
q mala eres atal
Bbra- .
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Re: Tan lejana como una estrella (+18) (Completa)
les dejo el final alternativo...disfrutenlo
Capítulo 36: Fin alternativo
“Mi niña, quiero estar junto a ti, los días o minutos que me queden de vida. Te ofrezco mi alma, mi destino y mi muerte. Tú eres dueña del buen y mal hombre que soy. Tú me motivas a seguir y me has enseñado a ser fuerte. Te amo, y me haces feliz con el simple hecho de existir… Isabella Swan, ¿Me aceptas como esposo, amigo, compañero y amante, por toda la eternidad?”
“Si, claro que aceptó” – musité, con mis dedos aforrándose con fuerza a la fría y temblorosa mano de aquel hombre al que tanto amaba.
Edward me dedicó otra pequeña sonrisa y sus ojos brillaron alegremente cuando se clavaron en los míos. A pesar que su semblante lucía cansado, la belleza no le abandonaba. Un ángel jamás podría comparársele…
“Te quedaras conmigo, ¿Verdad?” – pregunté, en cuanto noté que sus parpados comenzaban a cerrarse
“Siempre estaré contigo”– prometió, dando un último suspiro…
… Y sus dedos dejaron de sujetarme.
Sentí como un temblor comenzaba a sacudir mi cuerpo de manera violenta. Me percaté que la respiración se me estaba dificultando y se negaba a llegar a mi pecho… Pude presenciar que lo único que podía ser capaz de hacer, era ahogarme con las lágrimas que comenzaban a caer de manera atropellada y se resbalaban por mis mejillas, llenando mi boca con un sabor salado que me quemaba los labios y me destrozaba la lengua.
“Ed… Edward” – musité, con mi mano aún pegada a la suya.
Intenté decir algo más, pero solo fui capaz de abrir mi boca y mantenerla abierta, como si me hubieran expulsado todo el aire con una fuerte patada dada directamente al estomago. Como si, de manera invisible, los hombres que le habían apuñalado acabaran de hacer lo mismo conmigo.
Qué lástima que no era así.
Cuánto hubiera dado por que en ese momento me hubieran arrancado la vida. Dejé caer mi rostro sobre su pecho y, al no escuchar latido alguno de su corazón, sentí como si me hubiesen desgarrado, parte tras parte, cada milímetro de mi piel. Mis temblores se intensificaron y, cada vez, sentía que el oxigeno se me extinguía un poco más. El cuarto me pareció un lugar muy pequeño - que se iba reduciendo conforme los segundos pasaban -. Las lágrimas me parecieron insignificantes. Los gemidos que comencé a proferir se me hicieron inaudibles… El mundo dejó de tener importancia.
El doctor, junto con Emmett y Jasper me sacaron – prácticamente, me arrastraron – fuera del lugar. No recuerdo muy bien qué tanto fue lo que hice. Creo que pataleé, grité, gemí, imploré, súpliqué, lloré, musité... No sé, en realidad. Supongo que, en ese momento, no hubo actividad alguna que pudiera sosegar aquel dolor tan terrible y lacerante… De lo que si estoy segura, fue que, para mala suerte mía, no me desvanecí en ningún momento. Era extraño, pero, el dolor me mantuvo despierta. Si, era demasiado fuerte como para dejarme descanzar. sentí muchos brazos a mi alrededor, de nada sirvieron. El único calor capaz de brindarme paz se habían endurecido y enfriado… eternamente.
El ver a Edward metido en un ataúd no fue lo peor. No, lo peor fue ver como éste quedaba bajo tierra y con ello, sentir como la realidad te golpea y te grita:
Todo ha acabado
Todo ha llegado a un fin
Todo ha dejado de tener un sentido
Todo ha caído en un vacío, oscuro y sin fin…
… Así es como tu historia de amor termina…
Pero no…
No todo resultó ser verdad…
No todo había acabado y, algo, lejos de tener un fin, comenzaba a formarse, a dar inicio, dándome un nuevo sentido para vivir, salvándome del vacío y continuando nuestra historia de amor. Volviéndola eterna…
“Abuelita” – llamó el pequeño niño de cabello color cobre y grandes ojos verdes – “¿En qué terminó la historia que me estabas contando?”
Suspiré profundamente, antes de contestar
“El muchacho se marchó al cielo”
“Entonces, no cumplió su promesa” – refunfuñó y la manera en que fruncía el ceño la convertían en una perfecta reencarnación de él – “No me gusta… eso no es un final feliz”
“Claro que lo es” – discutí, acariciando sus cabellos – “Es un final muy feliz. Además, su promesa se cumplió”
“Pero él se fue…”
“Hay muchas formas de permanecer con alguien… A veces no podemos ver a esa persona, pero la sentimos cerca”
Mi pequeño nieto me miró, con su cabecita inclinada hacia la izquierda, diciéndome, de manera clara, que no lograba entender mis palabras
“Algún día sabrás de lo que te hablo” – prometí, mientras besaba su frente.
La puerta de mi casa se abrió
“Hemos llegado” – anunció mi hija, en compañía de su esposo – “¿Qué tal se portó esta pequeñito?”
“Muy bien” – respondí, al momento en que recibía un beso en mi mejilla
“Te vengo a ver en un par de horas. Tengo que ir a arreglar unos asuntos que tengo pendientes en mi trabajo” – asentí – “Me llevaré a Edward para que puedas descansar”
***************************************************************************************
Quedé sola en aquella pequeña casa...
Me levanté de mi sofá y caminé hacia mi recamara. Miré en el espejo al pálido y arrugado rostro que se presentaba frente a mí. A los ojos castaños, cubiertos con cierto brillo melancólico que nunca desapareció, al largo cabello que alguna vez tuvo color y fue espeso. Caminé hacia la pared, en donde una antigua guitarra reposaba colgada sobre ella. La tomé entre mis débiles brazos y, cuando estuve sentada sobre mi cama, paseé mis dedos sobre sus cuerdas - las cuales, desde que él se había ido, no habían emitido un conjunto de notas.
Cerré mis ojos y su rostro vino a mi mente…
Habían pasado cincuenta años desde que él se había ido y el pecho aún seguía doliendo al respirar.
Cinco décadas y su voz aún cantaba en mis oídos con la misma claridad como si él estuviera a mi lado, con sus brazos cubriendo mis hombros y sus ojos ardientes mirándome fijamente.
Una lágrima se derramó por mis mejillas marchitas.
Mis ojos no habían logrado secarse a pesar del tiempo. Nunca lo harían, siempre habrían lágrimas para bañar a mi alma del calvario que siempre la acobijaba…
Su ausencia aún seguía pesando sobre mi espalda y mis pies...
Su partida seguiría teniendo aquel sabor amargo en mi boca.
La privación de sus caricias siempre sería una eterna enfermedad que calcinaba mis huesos y provocaba un eterno vacío en mi estomago...
Siempre habría dolor en mi voz, en mis ojos, en mi aliento, por que siempre lo amaría con la misma infinita fuerza que en un pasado...
A pesar que, desde el día en que me anunciaron que estaba embarazada, me había mostrado fuerte y valiente, solo yo supe cuánto sufrimiento y angustia había reprimido todos estos años… Nunca podré describir lo que se siente el perder al ser amado. Nunca...
No había noche en la cual, recostada, sola sobre mi cama, no llorara su eterno recuerdo. No había minuto en el que, inconcientemente, mi mano se cerrara, al imaginar que aún se encontraría con otra que la cogería de manera tierna para llevarla hacia sus labios… no había suspiro que emitiera sin tener su nombre grabado en mi mente. No había momento en que mis ojos lo buscaran, con la vana esperanza de encontrarlo, por un milagro, frente a mí...
Edward Cullen…
Cuánto le debía. Todo lo que había aprendido – y seguía aprendiendo – de la vida era gracias a él.
Mi camisón blanco se encontraba completamente empapado para cuando abrí mis ojos. Me dejé caer sobre el colchon, con mis brazos enrollados alrededor de su guitarra e intenté dormir, acunándome por aquella cama en la que, una vez, hicimos el amor…
Sú voz comenzó a llenar la estancia. Mis labios comenzaron a moverse lentamente, tarareando, en compañía del viento, aquella canción que una vez me dedicó. Suspiré profundamente, al sentir como una frágil caricia se paseaba por mis mejillas...
Entonces, al abrir mis ojos, lo vi, como aquel sueño que hace años tuve.
Con su cabello despeinado, su rostro angulado y su mirada profunda y luminosa.
Algo extraño pasó. Algo que me hizo saber que no me encontraba en uno más de mis sueños: Pude mirarme... Y mi imagen volvía a tener una piel firme y lisa; un cabello espeso y castaño, y un brillo resplandeciente en mis pupilas
Edward caminó hacia mí y me tendió una mano. La tomé sin vacilación alguna y sentí paz, por primera vez en cincuenta años.
Me dedicó una de sus sonrisas retorcidas y me perdí en la selva verde de sus ojos. Definitivamente, mis recuerdos no le habían hecho justicia.
“Ya es momento de que estemos juntos” – susurró y una enorme sonrisa se extendió por mi rostro.
Comprobé que estaba llorando, llorando de dicha y felicidad, en el instante que sus dedos se estiraron para alcanzar mis mejillas. Su caricia fue ligera, tierna y dulce y me dejó aquel electrizante cosquilleó que nunca había podido olvidar. De una manera, supe que, al fin, había llegado a casa. A mi verdadero lugar. A mi único destino. A su lado.
“Juntos, por siempre” – acordé. Volví a cerrar mis ojos y dejé que sus brazos me envolvieran y me apretaran hacia él.
“Perdona que tuvieras que esperar tanto” – musitó, con tus labios pegados a mi cabello y, tras permanecer un momento juntos, me tomó de las manos y me guió, lentamente, por un largo sendero, en el cual, nos perdimos…
“Mi niña, quiero estar junto a ti, los días o minutos que me queden de vida. Te ofrezco mi alma, mi destino y mi muerte. Tú eres dueña del buen y mal hombre que soy. Tú me motivas a seguir y me has enseñado a ser fuerte. Te amo, y me haces feliz con el simple hecho de existir… Isabella Swan, ¿Me aceptas como esposo, amigo, compañero y amante, por toda la eternidad?”
“Si, claro que aceptó” – musité, con mis dedos aforrándose con fuerza a la fría y temblorosa mano de aquel hombre al que tanto amaba.
Edward me dedicó otra pequeña sonrisa y sus ojos brillaron alegremente cuando se clavaron en los míos. A pesar que su semblante lucía cansado, la belleza no le abandonaba. Un ángel jamás podría comparársele…
“Te quedaras conmigo, ¿Verdad?” – pregunté, en cuanto noté que sus parpados comenzaban a cerrarse
“Siempre estaré contigo”– prometió, dando un último suspiro…
… Y sus dedos dejaron de sujetarme.
Sentí como un temblor comenzaba a sacudir mi cuerpo de manera violenta. Me percaté que la respiración se me estaba dificultando y se negaba a llegar a mi pecho… Pude presenciar que lo único que podía ser capaz de hacer, era ahogarme con las lágrimas que comenzaban a caer de manera atropellada y se resbalaban por mis mejillas, llenando mi boca con un sabor salado que me quemaba los labios y me destrozaba la lengua.
“Ed… Edward” – musité, con mi mano aún pegada a la suya.
Intenté decir algo más, pero solo fui capaz de abrir mi boca y mantenerla abierta, como si me hubieran expulsado todo el aire con una fuerte patada dada directamente al estomago. Como si, de manera invisible, los hombres que le habían apuñalado acabaran de hacer lo mismo conmigo.
Qué lástima que no era así.
Cuánto hubiera dado por que en ese momento me hubieran arrancado la vida. Dejé caer mi rostro sobre su pecho y, al no escuchar latido alguno de su corazón, sentí como si me hubiesen desgarrado, parte tras parte, cada milímetro de mi piel. Mis temblores se intensificaron y, cada vez, sentía que el oxigeno se me extinguía un poco más. El cuarto me pareció un lugar muy pequeño - que se iba reduciendo conforme los segundos pasaban -. Las lágrimas me parecieron insignificantes. Los gemidos que comencé a proferir se me hicieron inaudibles… El mundo dejó de tener importancia.
El doctor, junto con Emmett y Jasper me sacaron – prácticamente, me arrastraron – fuera del lugar. No recuerdo muy bien qué tanto fue lo que hice. Creo que pataleé, grité, gemí, imploré, súpliqué, lloré, musité... No sé, en realidad. Supongo que, en ese momento, no hubo actividad alguna que pudiera sosegar aquel dolor tan terrible y lacerante… De lo que si estoy segura, fue que, para mala suerte mía, no me desvanecí en ningún momento. Era extraño, pero, el dolor me mantuvo despierta. Si, era demasiado fuerte como para dejarme descanzar. sentí muchos brazos a mi alrededor, de nada sirvieron. El único calor capaz de brindarme paz se habían endurecido y enfriado… eternamente.
El ver a Edward metido en un ataúd no fue lo peor. No, lo peor fue ver como éste quedaba bajo tierra y con ello, sentir como la realidad te golpea y te grita:
Todo ha acabado
Todo ha llegado a un fin
Todo ha dejado de tener un sentido
Todo ha caído en un vacío, oscuro y sin fin…
… Así es como tu historia de amor termina…
Pero no…
No todo resultó ser verdad…
No todo había acabado y, algo, lejos de tener un fin, comenzaba a formarse, a dar inicio, dándome un nuevo sentido para vivir, salvándome del vacío y continuando nuestra historia de amor. Volviéndola eterna…
“Abuelita” – llamó el pequeño niño de cabello color cobre y grandes ojos verdes – “¿En qué terminó la historia que me estabas contando?”
Suspiré profundamente, antes de contestar
“El muchacho se marchó al cielo”
“Entonces, no cumplió su promesa” – refunfuñó y la manera en que fruncía el ceño la convertían en una perfecta reencarnación de él – “No me gusta… eso no es un final feliz”
“Claro que lo es” – discutí, acariciando sus cabellos – “Es un final muy feliz. Además, su promesa se cumplió”
“Pero él se fue…”
“Hay muchas formas de permanecer con alguien… A veces no podemos ver a esa persona, pero la sentimos cerca”
Mi pequeño nieto me miró, con su cabecita inclinada hacia la izquierda, diciéndome, de manera clara, que no lograba entender mis palabras
“Algún día sabrás de lo que te hablo” – prometí, mientras besaba su frente.
La puerta de mi casa se abrió
“Hemos llegado” – anunció mi hija, en compañía de su esposo – “¿Qué tal se portó esta pequeñito?”
“Muy bien” – respondí, al momento en que recibía un beso en mi mejilla
“Te vengo a ver en un par de horas. Tengo que ir a arreglar unos asuntos que tengo pendientes en mi trabajo” – asentí – “Me llevaré a Edward para que puedas descansar”
***************************************************************************************
Quedé sola en aquella pequeña casa...
Me levanté de mi sofá y caminé hacia mi recamara. Miré en el espejo al pálido y arrugado rostro que se presentaba frente a mí. A los ojos castaños, cubiertos con cierto brillo melancólico que nunca desapareció, al largo cabello que alguna vez tuvo color y fue espeso. Caminé hacia la pared, en donde una antigua guitarra reposaba colgada sobre ella. La tomé entre mis débiles brazos y, cuando estuve sentada sobre mi cama, paseé mis dedos sobre sus cuerdas - las cuales, desde que él se había ido, no habían emitido un conjunto de notas.
Cerré mis ojos y su rostro vino a mi mente…
Habían pasado cincuenta años desde que él se había ido y el pecho aún seguía doliendo al respirar.
Cinco décadas y su voz aún cantaba en mis oídos con la misma claridad como si él estuviera a mi lado, con sus brazos cubriendo mis hombros y sus ojos ardientes mirándome fijamente.
Una lágrima se derramó por mis mejillas marchitas.
Mis ojos no habían logrado secarse a pesar del tiempo. Nunca lo harían, siempre habrían lágrimas para bañar a mi alma del calvario que siempre la acobijaba…
Su ausencia aún seguía pesando sobre mi espalda y mis pies...
Su partida seguiría teniendo aquel sabor amargo en mi boca.
La privación de sus caricias siempre sería una eterna enfermedad que calcinaba mis huesos y provocaba un eterno vacío en mi estomago...
Siempre habría dolor en mi voz, en mis ojos, en mi aliento, por que siempre lo amaría con la misma infinita fuerza que en un pasado...
A pesar que, desde el día en que me anunciaron que estaba embarazada, me había mostrado fuerte y valiente, solo yo supe cuánto sufrimiento y angustia había reprimido todos estos años… Nunca podré describir lo que se siente el perder al ser amado. Nunca...
No había noche en la cual, recostada, sola sobre mi cama, no llorara su eterno recuerdo. No había minuto en el que, inconcientemente, mi mano se cerrara, al imaginar que aún se encontraría con otra que la cogería de manera tierna para llevarla hacia sus labios… no había suspiro que emitiera sin tener su nombre grabado en mi mente. No había momento en que mis ojos lo buscaran, con la vana esperanza de encontrarlo, por un milagro, frente a mí...
Edward Cullen…
Cuánto le debía. Todo lo que había aprendido – y seguía aprendiendo – de la vida era gracias a él.
Mi camisón blanco se encontraba completamente empapado para cuando abrí mis ojos. Me dejé caer sobre el colchon, con mis brazos enrollados alrededor de su guitarra e intenté dormir, acunándome por aquella cama en la que, una vez, hicimos el amor…
Sú voz comenzó a llenar la estancia. Mis labios comenzaron a moverse lentamente, tarareando, en compañía del viento, aquella canción que una vez me dedicó. Suspiré profundamente, al sentir como una frágil caricia se paseaba por mis mejillas...
Entonces, al abrir mis ojos, lo vi, como aquel sueño que hace años tuve.
Con su cabello despeinado, su rostro angulado y su mirada profunda y luminosa.
Algo extraño pasó. Algo que me hizo saber que no me encontraba en uno más de mis sueños: Pude mirarme... Y mi imagen volvía a tener una piel firme y lisa; un cabello espeso y castaño, y un brillo resplandeciente en mis pupilas
Edward caminó hacia mí y me tendió una mano. La tomé sin vacilación alguna y sentí paz, por primera vez en cincuenta años.
Me dedicó una de sus sonrisas retorcidas y me perdí en la selva verde de sus ojos. Definitivamente, mis recuerdos no le habían hecho justicia.
“Ya es momento de que estemos juntos” – susurró y una enorme sonrisa se extendió por mi rostro.
Comprobé que estaba llorando, llorando de dicha y felicidad, en el instante que sus dedos se estiraron para alcanzar mis mejillas. Su caricia fue ligera, tierna y dulce y me dejó aquel electrizante cosquilleó que nunca había podido olvidar. De una manera, supe que, al fin, había llegado a casa. A mi verdadero lugar. A mi único destino. A su lado.
“Juntos, por siempre” – acordé. Volví a cerrar mis ojos y dejé que sus brazos me envolvieran y me apretaran hacia él.
“Perdona que tuvieras que esperar tanto” – musitó, con tus labios pegados a mi cabello y, tras permanecer un momento juntos, me tomó de las manos y me guió, lentamente, por un largo sendero, en el cual, nos perdimos…
FIN
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Re: Tan lejana como una estrella (+18) (Completa)
ese fin no me gusto mucho la verdad
atal no te tardes q a estas chicas les va a dar algo
atal no te tardes q a estas chicas les va a dar algo
Bbra- .
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Re: Tan lejana como una estrella (+18) (Completa)
no me demorare solo tienenq seguir comentando ijijij
Atal- .
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Re: Tan lejana como una estrella (+18) (Completa)
Este final es muy triste pon pronto el otro por FAVOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOR
vaneian08- .
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Re: Tan lejana como una estrella (+18) (Completa)
hay no como que se muere edward se que algun dia se tiene que morir pero no haci y pobre bella hasta que envejese no
quiero el otro final ojala ese si sea feliz verdad eso espero no te demores en subir el final definitivo
quiero el otro final ojala ese si sea feliz verdad eso espero no te demores en subir el final definitivo
Irina Denali- .
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Re: Tan lejana como una estrella (+18) (Completa)
amigas ha llegado el fin¡¡¡ espero que les guste, y gracias por sus comentarios durante la puiblicacion, proximamente seguire publicando mas historia de esta autora ya que tengo su autorizacion, besitos y disfruten del esperado final
Capítulo final
EPILOGO:
BELLA POV
“¡Edward! ¿A dónde me llevas?” – pregunté, sin poder evitar reír, mientras me veía jalada por aquel muchacho de cabellos color cobre
“Espera un momento y lo veras” – afirmó, sin dejar de caminar.
Todo aquello se me hacía realmente extraño. Podía sentir como mis pasos iban por superficies nada uniformes y unas cuantas ramas tronaban al ser pisadas por mis pies. Estaba segura que, de no haber sido por que Edward me llevaba muy bien sujetada de ambas manos, hubiera estampado mi rostro en el suelo, desde hacía mucho.
¿Qué le pasaba a mi novio – esposo? ¿Acaso, durante los cuatro años que llevábamos juntos no se había percatado que yo carecía completamente del sentido del equilibrio? A mi nariz comenzó a llegar un olor peculiar… muy fresco y húmedo. Fruncí el ceño y planté mis pies – lo más firmemente que pude – sobre la tierra para no dar ni un paso más.
“¿Qué ocurre?” – preguntó Edward
“No pienso caminar hasta que no me digas en dónde estamos y a dónde me llevas” – sentencié, esforzándome por mantenerme seria. Escuché como una pequeña risita salía de sus labios.
“Vamos, Bella, es una sorpresa”
“Sabes que no me gustan las sorpresas” – recordé – “Aparte, ¿Es necesario el tener que caminar con este pañuelo cubriéndome los ojos?” – me llevé las manos hacia el negro trapo, para poder arrebatármelo, pero, unas fuertes manos lo impidieron al instante.
“Falta poco” – prometió – “Solo dos minutos más”
Bufé, a modo de respuesta y crucé mis brazos sobre mi pecho. Sabía que era una actitud demasiado infantil pero ¡Vamos! Llevaba caminado alrededor de sesenta minutos – tropezando a cada treinta segundos – y con un trapo privándome de todo tipo de vista… ¿Qué esperaban? Edward podía ser un hombre completamente esplendido pero yo tenía mis límites…
“Bella, por favor” – suplicó, con aquel sonido suave y persuasivo de su voz con el que, sabía, me lograba convencer rápidamente.
Bien. Supongo que había mentido: ciertamente, yo no tenía límites para amar a ese muchacho…
Suspiré, de manera resignada, y dejé que me siguiera guiando.
Paramos al poco tiempo – tal y como él había prometido – y sentí como su cuerpo se situaba detrás de mí y, mientras una mano se enrollaba en mi cintura, la otra se dirigía hacia mi rostro para despejar mi vista.
“Sorpresa” – musitó, mientras mi mandíbula caía ligeramente y mis ojos no podían despegarse de aquella hermosa vista que tenían al frente.
Era el prado, nuestro prado, pero no era el mismo. Una mesa redonda y con un mantel blanco se ubicaba en el centro, a la luz de dos velas y la luna llena, que parecía una enorme bola plateada, adornaba el escenario de manera sorprendente – casi como si hubiera sido acomodada en aquel lugar de manera intencional .
“¿Te gusta?” –
“Es hermoso” – susurré.
Sus brazos me tomaron entre ellos y me llevaron cargada hacia una de las dos sillas que acompañaban a la mesa.
“¿Recuerdas? Hoy hace cinco años que te conocí. Justamente este día, entré a tu casa a trabajar”
Bajé la mirada ante el recuerdo que venía a mi mente. Si, era tan claro, tan real, como si hubiese sido ayer. El día en que, saliendo de aquel lujoso y caro instituto, busqué el carro con el que, usualmente, me iban a recoger y, de pronto, encontré a un ángel de ojos verdes.
“Supongo que los primeros meses te hice sufrir mucho” – admití, al evocar todas nuestras peleas, nuestros encuentros, nuestros arrebatos, nuestros insultos.
El rió y sus manos tomaron las mías.
“Me salvaste la vida”
“No, tu salvaste la mía” – discutí – “Siempre estuviste ahí, cuidándome a pesar de lo poco cordial que era… Me enseñaste muchas cosas que desconocía”
Me miró por un breve momento. Sus ojos brillaban como el fuego fundido que nunca – ni con el paso de los años – se extinguiría.
“¿Bailamos?” – preguntó
“No hay música”
“Eso se puede solucionar” –
Se puso de pie y me jaló hacia un lado. Enrolló sus brazos en mi cintura y yo puse mis manos sobre su hombro. Comenzó a balancearse, de derecha a izquierda, con movimientos lentos y pausados. Yo recosté mi cabeza sobre su pecho y cerré mis ojos. El silencio que se levantó fue reconfortante, mejor que cualquier otra música que hubiera podido haber para la ocasión. Solamente los grillos hicieron su pequeña y discreta orquesta… y yo, comencé a repasar todo lo vivido.
No era una mentira al decir que Edward había salvado mi vida – lo seguía haciendo – Nuestra historia fue algo que jamás me imaginé. Una historia que, a muchos, les parece simple, pero, solo nosotros sabemos lo complicada que fue. Las pruebas se pusieron una tras otras. Nuestros enemigos nos pegaron con fuerza: el orgullo, la envidia, el miedo, la ambición, los celos, el engaño… pero, hay un dicho que es muy cierto: “lo que no te mata, te hace más fuerte”… Y Edward y yo somos la muestra clara de ello.
Cinco años desde que nuestra historia había dado inicio…
Me resultaba un poco difícil de creer.
Tenía mucho que agradecer al destino por haber escrito mi vida de esta manera. No me arrepentía de nada en ella. Había conocido a gente maravillosa y a amigos inigualables. Había conocido a Rose y a Emmett – quienes, por cierto, serían padres en pocos meses – Había conocido a Jasper y Alice, que se casarían en tres semanas. Jasper había podido levantar una pequeña empresa de computadoras, la cual tenía muy buen éxito y Alice, tenía poco, había comenzado a estudiar ballet, gracias a una beca que se había ganado en una escuela de arte.
También, por muy extraño que parezca, agradecía el haberme encontrado en el camino a Heidi… sin ella, no hubiera podido tener el valor de enfrentar a mi madre y, sin ella, no estuviera aquí, entre los brazos del hombre al que tanto amo y amaré. Ni Edward ni yo le guardábamos rencor. Sabíamos que las cosas caerían por su propio peso y así fue. Claro, su final no fue tan fuerte como en las películas, donde los villanos terminan desfigurados, masacrados, destripados, en la cárcel o qué sé yo. No, su historia no terminó de forma tan dramática, y doy gracias por ello, ya que, tal vez, con su nueva forma de vida, aprenda un poco de lo que no sabe del mundo real.
Su final, lo reduciré en una sola línea:
Los señores Hale estafaron a su familia y, prácticamente, los dejaron en la calle.
Eso es todo...
Y, olvidándome de ella, mejor regreso al personaje principal de mi historia: el chico de ojos verdes, cabello cobre, rostro pálido y angulado, sonrisa torcida y voz suave y varonil: Edward Cullen... o, mejor dicho Dr. Edward Cullen. Mi novio – esposo había terminado, tenía un año, la universidad y, tras ofrecer su servicio social en el hospital de Forks, le habían contratado por su buen desempeño en él. Ahora, nos encontrábamos viviendo en un pequeño departamento, un poco a las orillas de la ciudad, y yo me encontraba estudiando el segundo año de Diseño Grafico, además de trabajar, por las tardes, en la empresa de Jasper.
Se preguntaran qué pasó con Renne y Charlie, pues, desgraciadamente, ya nunca me buscaron. Tampoco sé mucho de ellos por que se fueron al extranjero tiene años, pero, espero que se encuentren bien. Al fin de cuentas, son mis padres, mi sangre, no les puedo guardar ni el más mínimo resentimiento. Aunque he de admitir que me decepcionaron. Nunca creí posible que las personas que te trajeron a la vida te pudieran dar la espalda de una manera tan rotunda.
Pero, no importa.
Eso solamente comprueba mi hipótesis de que los finales felices no existen del todo. Nunca habrá un “vivieron felices por siempre”, como se muestran en los cuentos de hadas. Mi vida junto a Edward aún tenía muchos caminos y retos que superar, pero, estábamos juntos para afrontar lo que se viniera… eso sí que era cierto.
“Bella, ¿En qué piensas?”
“En todo lo que hemos pasado…En mi vida pasado y en la actual”
“¿La extrañas?”
“Para nada” – contesté con la verdad.
Definitivamente, no extrañaba, ni un poco, todos los lujos que me llenaban en aquella ostentosa casa. Por nada dejaría de vivir en mi pequeño departamento. Ni loca renunciaría a todo lo que tengo en este momento al lado de Edward.
Si bien, esta historia no termina con una Bella siendo inmensamente rica, al lado de Edward Cullen, el exitoso empresario, y sus amigos multimillonarios a un lado de su mansión… de una cosa estoy completamente segura…
… Los finales reales son mucho mejores….
La vida no siempre es color rosa. Ella te tiende barajas sobre la mesa y, en muchas ocasiones, tienes que sacrificar algunas cosas para ganar otras mejores. A veces, no es así. No siempre puedes ganar, así como tampoco siempre vas a perder… Y, sobre todo, no todos contaran con la misma suerte que la mía. Yo, a lo único que tuve que renunciar, fue a una vida llena de innecesarias comodides y riquezas y gané, a cambio, al hombre perfectamente creado para mí. Él único capaz de complementarme y acompañarme el resto de mi destino.
Habrá ocasiones en las cuales harás grandes sacrificios y obtendrás tu recompensa después de mucho tiempo. O, peor aún, nunca obtendrás nada a cambio. Pero así es la vida: un juego de azar a la cual te tienes que enfrentar días tras días y, en su campo de batalla, tienes dos opciones: O morir fracasando, o aprender madurando…
Nuestro vals paró cuando Edward separó sus brazos de mi cintura
“¿Qué pasa?” – pregunté y, al segundo siguiente, lo tuve de rodillas frente a mí, sacando una pequeña cajita de terciopelo negro
“Isabella Swan ¿Te quieres casar conmigo?”
“Pensé que ya estábamos casados” – respondí, con una sonrisa, la cual él correspondió del mismo modo
“Supongo que no nos haría daño una segunda boda más real, en donde seas tú la que este vestida de blanco y no yo”
Me incliné y acomodé mis rodillas en el suelo, quedando frente a frente. Le tendí mi mano y él deslizó el anillo en mi dedo corazón
“¿Aceptas ser mi esposa, por segunda vez?”
“Claro que si. Acepto las veces que tu quieras” – respondí y sus manos buscaron mis mejillas y sus labios se acercaron a los míos, uniéndose en un delicado beso.
EDWARD POV
“¡Edward!” – escuché que exclamaba Bella desde la sala. Abandoné los oficios que estaba revisando y corrí hacia ella
“¿Qué pasa?” – pregunté, un tanto nervioso
“Ayúdame a ponerme de pie, por favor” – pidió, tendiéndome una de sus manos hacia el frente. Apreté mis labios para no estallar en una carcajada. Era tan curioso ver a mi esposa con su enorme panza. Ella se dio cuenta y me dedicó una mirada envenenada al mismo tiempo en que su ceño se fruncía – “¿Te quedarás viéndome o me ayudaras?” – preguntó, me manera brusca
“Lo siento” – dije, soltando una risita. La jalé hacia al frente, con delicadeza y, en cuanto estuvo de pie, dio media vuelta, me manera indignada, y me mostró la espalda.
Reí otra vez, sin poderlo evitar y rodeé su cuerpo con mis brazos
“Siempre luciras hermosa, así enojada” – susurré, cerca de su oído mientras mis manos acariciaban su estomago con delicadeza.
Ella bufó, como respuesta, y se mantuvo firme en su resolución de ignorarme. Besé dulcemente su mejilla.
“Te encanta recibir mimos, ¿Verdad?” – inquirí y sentí como, muy a su pesar, soltaba una risita.
Caminé para situarme frente a ella
“Ay” – gimió y, otra vez, me sobresalté – “Pegó una patadita” – explicó, con una sonrisa, para tranquilizarme.
Me hinqué para quedar a la altura de su estomago y, después de enrollarlo entre mis brazos, recargué mi cabeza sobre él. La mano de mi esposa acariciaba dulcemente mis cabellos y yo no paraba de depositar pequeños besos sobre su vientre. A los pocos minutos, Bella volvió a tomar asiento y yo la acompañé, sin despegar mis oídos de aquel bebé que venía en camino…
Cerré mis ojos y me dejé inundar de aquella paz tan infinita que sentía al estar ahí, sentado en mi pequeña casita, al lado de mi Bella y de mi hija – a la cual llamaríamos Rennesme, en nombre de Esme y Renne, aunque de esta ultima, teníamos años tras no saber de ella – frente a nuestra chimenea y escuchando como la constante e interminable lluvia de Forks, caía allá fuera, bañando nuestro diminuto jardín.
Bella paseaba sus dedos sobre mi rostro y cabello y, de un momento a otro, comenzó a cantar una nana. Las pataditas de nuestra bebé cesaron y yo comencé a quedarme dormido.
Y, entre sueños, seguía siendo dichoso…
Mi nombre es Edward Cullen, soy un hombre de veinticinco años de edad y esposo de Isabella Swan, la mujer más maravillosa que pudiera existir para mi alma y que, dentro de poco, me regalaría el tesoro más preciado que pudiera recibir.
Jamás creí poder sentirme tan completo y feliz…
No imaginé que mi eterna historia de amor comenzaría cuando, a fin de mi adolescencia, comencé a trabajar en una lujosa mansión y me enamoré de aquella pequeña muchachita engreída, con rostro de ángel y mirada endurecida, a la cual, mis ojos contemplaron como alguien lejano, resplandeciente e imposible… como una estrella.
Una estrella, la cual bajó desde su cielo solamente para permitirme acariciarla. Una estrella que se enamoró de su mendigo admirador, y fiel amante, y renunció a su lugar para bajar a la tierra y hacerme compañía. Una estrella la cual, aún con el paso de los años, siempre me iluminaría con su luz, salvándome de cualquier posible tiniebla que me pudiera llegar a envolver…
EPILOGO:
BELLA POV
“¡Edward! ¿A dónde me llevas?” – pregunté, sin poder evitar reír, mientras me veía jalada por aquel muchacho de cabellos color cobre
“Espera un momento y lo veras” – afirmó, sin dejar de caminar.
Todo aquello se me hacía realmente extraño. Podía sentir como mis pasos iban por superficies nada uniformes y unas cuantas ramas tronaban al ser pisadas por mis pies. Estaba segura que, de no haber sido por que Edward me llevaba muy bien sujetada de ambas manos, hubiera estampado mi rostro en el suelo, desde hacía mucho.
¿Qué le pasaba a mi novio – esposo? ¿Acaso, durante los cuatro años que llevábamos juntos no se había percatado que yo carecía completamente del sentido del equilibrio? A mi nariz comenzó a llegar un olor peculiar… muy fresco y húmedo. Fruncí el ceño y planté mis pies – lo más firmemente que pude – sobre la tierra para no dar ni un paso más.
“¿Qué ocurre?” – preguntó Edward
“No pienso caminar hasta que no me digas en dónde estamos y a dónde me llevas” – sentencié, esforzándome por mantenerme seria. Escuché como una pequeña risita salía de sus labios.
“Vamos, Bella, es una sorpresa”
“Sabes que no me gustan las sorpresas” – recordé – “Aparte, ¿Es necesario el tener que caminar con este pañuelo cubriéndome los ojos?” – me llevé las manos hacia el negro trapo, para poder arrebatármelo, pero, unas fuertes manos lo impidieron al instante.
“Falta poco” – prometió – “Solo dos minutos más”
Bufé, a modo de respuesta y crucé mis brazos sobre mi pecho. Sabía que era una actitud demasiado infantil pero ¡Vamos! Llevaba caminado alrededor de sesenta minutos – tropezando a cada treinta segundos – y con un trapo privándome de todo tipo de vista… ¿Qué esperaban? Edward podía ser un hombre completamente esplendido pero yo tenía mis límites…
“Bella, por favor” – suplicó, con aquel sonido suave y persuasivo de su voz con el que, sabía, me lograba convencer rápidamente.
Bien. Supongo que había mentido: ciertamente, yo no tenía límites para amar a ese muchacho…
Suspiré, de manera resignada, y dejé que me siguiera guiando.
Paramos al poco tiempo – tal y como él había prometido – y sentí como su cuerpo se situaba detrás de mí y, mientras una mano se enrollaba en mi cintura, la otra se dirigía hacia mi rostro para despejar mi vista.
“Sorpresa” – musitó, mientras mi mandíbula caía ligeramente y mis ojos no podían despegarse de aquella hermosa vista que tenían al frente.
Era el prado, nuestro prado, pero no era el mismo. Una mesa redonda y con un mantel blanco se ubicaba en el centro, a la luz de dos velas y la luna llena, que parecía una enorme bola plateada, adornaba el escenario de manera sorprendente – casi como si hubiera sido acomodada en aquel lugar de manera intencional .
“¿Te gusta?” –
“Es hermoso” – susurré.
Sus brazos me tomaron entre ellos y me llevaron cargada hacia una de las dos sillas que acompañaban a la mesa.
“¿Recuerdas? Hoy hace cinco años que te conocí. Justamente este día, entré a tu casa a trabajar”
Bajé la mirada ante el recuerdo que venía a mi mente. Si, era tan claro, tan real, como si hubiese sido ayer. El día en que, saliendo de aquel lujoso y caro instituto, busqué el carro con el que, usualmente, me iban a recoger y, de pronto, encontré a un ángel de ojos verdes.
“Supongo que los primeros meses te hice sufrir mucho” – admití, al evocar todas nuestras peleas, nuestros encuentros, nuestros arrebatos, nuestros insultos.
El rió y sus manos tomaron las mías.
“Me salvaste la vida”
“No, tu salvaste la mía” – discutí – “Siempre estuviste ahí, cuidándome a pesar de lo poco cordial que era… Me enseñaste muchas cosas que desconocía”
Me miró por un breve momento. Sus ojos brillaban como el fuego fundido que nunca – ni con el paso de los años – se extinguiría.
“¿Bailamos?” – preguntó
“No hay música”
“Eso se puede solucionar” –
Se puso de pie y me jaló hacia un lado. Enrolló sus brazos en mi cintura y yo puse mis manos sobre su hombro. Comenzó a balancearse, de derecha a izquierda, con movimientos lentos y pausados. Yo recosté mi cabeza sobre su pecho y cerré mis ojos. El silencio que se levantó fue reconfortante, mejor que cualquier otra música que hubiera podido haber para la ocasión. Solamente los grillos hicieron su pequeña y discreta orquesta… y yo, comencé a repasar todo lo vivido.
No era una mentira al decir que Edward había salvado mi vida – lo seguía haciendo – Nuestra historia fue algo que jamás me imaginé. Una historia que, a muchos, les parece simple, pero, solo nosotros sabemos lo complicada que fue. Las pruebas se pusieron una tras otras. Nuestros enemigos nos pegaron con fuerza: el orgullo, la envidia, el miedo, la ambición, los celos, el engaño… pero, hay un dicho que es muy cierto: “lo que no te mata, te hace más fuerte”… Y Edward y yo somos la muestra clara de ello.
Cinco años desde que nuestra historia había dado inicio…
Me resultaba un poco difícil de creer.
Tenía mucho que agradecer al destino por haber escrito mi vida de esta manera. No me arrepentía de nada en ella. Había conocido a gente maravillosa y a amigos inigualables. Había conocido a Rose y a Emmett – quienes, por cierto, serían padres en pocos meses – Había conocido a Jasper y Alice, que se casarían en tres semanas. Jasper había podido levantar una pequeña empresa de computadoras, la cual tenía muy buen éxito y Alice, tenía poco, había comenzado a estudiar ballet, gracias a una beca que se había ganado en una escuela de arte.
También, por muy extraño que parezca, agradecía el haberme encontrado en el camino a Heidi… sin ella, no hubiera podido tener el valor de enfrentar a mi madre y, sin ella, no estuviera aquí, entre los brazos del hombre al que tanto amo y amaré. Ni Edward ni yo le guardábamos rencor. Sabíamos que las cosas caerían por su propio peso y así fue. Claro, su final no fue tan fuerte como en las películas, donde los villanos terminan desfigurados, masacrados, destripados, en la cárcel o qué sé yo. No, su historia no terminó de forma tan dramática, y doy gracias por ello, ya que, tal vez, con su nueva forma de vida, aprenda un poco de lo que no sabe del mundo real.
Su final, lo reduciré en una sola línea:
Los señores Hale estafaron a su familia y, prácticamente, los dejaron en la calle.
Eso es todo...
Y, olvidándome de ella, mejor regreso al personaje principal de mi historia: el chico de ojos verdes, cabello cobre, rostro pálido y angulado, sonrisa torcida y voz suave y varonil: Edward Cullen... o, mejor dicho Dr. Edward Cullen. Mi novio – esposo había terminado, tenía un año, la universidad y, tras ofrecer su servicio social en el hospital de Forks, le habían contratado por su buen desempeño en él. Ahora, nos encontrábamos viviendo en un pequeño departamento, un poco a las orillas de la ciudad, y yo me encontraba estudiando el segundo año de Diseño Grafico, además de trabajar, por las tardes, en la empresa de Jasper.
Se preguntaran qué pasó con Renne y Charlie, pues, desgraciadamente, ya nunca me buscaron. Tampoco sé mucho de ellos por que se fueron al extranjero tiene años, pero, espero que se encuentren bien. Al fin de cuentas, son mis padres, mi sangre, no les puedo guardar ni el más mínimo resentimiento. Aunque he de admitir que me decepcionaron. Nunca creí posible que las personas que te trajeron a la vida te pudieran dar la espalda de una manera tan rotunda.
Pero, no importa.
Eso solamente comprueba mi hipótesis de que los finales felices no existen del todo. Nunca habrá un “vivieron felices por siempre”, como se muestran en los cuentos de hadas. Mi vida junto a Edward aún tenía muchos caminos y retos que superar, pero, estábamos juntos para afrontar lo que se viniera… eso sí que era cierto.
“Bella, ¿En qué piensas?”
“En todo lo que hemos pasado…En mi vida pasado y en la actual”
“¿La extrañas?”
“Para nada” – contesté con la verdad.
Definitivamente, no extrañaba, ni un poco, todos los lujos que me llenaban en aquella ostentosa casa. Por nada dejaría de vivir en mi pequeño departamento. Ni loca renunciaría a todo lo que tengo en este momento al lado de Edward.
Si bien, esta historia no termina con una Bella siendo inmensamente rica, al lado de Edward Cullen, el exitoso empresario, y sus amigos multimillonarios a un lado de su mansión… de una cosa estoy completamente segura…
… Los finales reales son mucho mejores….
La vida no siempre es color rosa. Ella te tiende barajas sobre la mesa y, en muchas ocasiones, tienes que sacrificar algunas cosas para ganar otras mejores. A veces, no es así. No siempre puedes ganar, así como tampoco siempre vas a perder… Y, sobre todo, no todos contaran con la misma suerte que la mía. Yo, a lo único que tuve que renunciar, fue a una vida llena de innecesarias comodides y riquezas y gané, a cambio, al hombre perfectamente creado para mí. Él único capaz de complementarme y acompañarme el resto de mi destino.
Habrá ocasiones en las cuales harás grandes sacrificios y obtendrás tu recompensa después de mucho tiempo. O, peor aún, nunca obtendrás nada a cambio. Pero así es la vida: un juego de azar a la cual te tienes que enfrentar días tras días y, en su campo de batalla, tienes dos opciones: O morir fracasando, o aprender madurando…
Nuestro vals paró cuando Edward separó sus brazos de mi cintura
“¿Qué pasa?” – pregunté y, al segundo siguiente, lo tuve de rodillas frente a mí, sacando una pequeña cajita de terciopelo negro
“Isabella Swan ¿Te quieres casar conmigo?”
“Pensé que ya estábamos casados” – respondí, con una sonrisa, la cual él correspondió del mismo modo
“Supongo que no nos haría daño una segunda boda más real, en donde seas tú la que este vestida de blanco y no yo”
Me incliné y acomodé mis rodillas en el suelo, quedando frente a frente. Le tendí mi mano y él deslizó el anillo en mi dedo corazón
“¿Aceptas ser mi esposa, por segunda vez?”
“Claro que si. Acepto las veces que tu quieras” – respondí y sus manos buscaron mis mejillas y sus labios se acercaron a los míos, uniéndose en un delicado beso.
EDWARD POV
“¡Edward!” – escuché que exclamaba Bella desde la sala. Abandoné los oficios que estaba revisando y corrí hacia ella
“¿Qué pasa?” – pregunté, un tanto nervioso
“Ayúdame a ponerme de pie, por favor” – pidió, tendiéndome una de sus manos hacia el frente. Apreté mis labios para no estallar en una carcajada. Era tan curioso ver a mi esposa con su enorme panza. Ella se dio cuenta y me dedicó una mirada envenenada al mismo tiempo en que su ceño se fruncía – “¿Te quedarás viéndome o me ayudaras?” – preguntó, me manera brusca
“Lo siento” – dije, soltando una risita. La jalé hacia al frente, con delicadeza y, en cuanto estuvo de pie, dio media vuelta, me manera indignada, y me mostró la espalda.
Reí otra vez, sin poderlo evitar y rodeé su cuerpo con mis brazos
“Siempre luciras hermosa, así enojada” – susurré, cerca de su oído mientras mis manos acariciaban su estomago con delicadeza.
Ella bufó, como respuesta, y se mantuvo firme en su resolución de ignorarme. Besé dulcemente su mejilla.
“Te encanta recibir mimos, ¿Verdad?” – inquirí y sentí como, muy a su pesar, soltaba una risita.
Caminé para situarme frente a ella
“Ay” – gimió y, otra vez, me sobresalté – “Pegó una patadita” – explicó, con una sonrisa, para tranquilizarme.
Me hinqué para quedar a la altura de su estomago y, después de enrollarlo entre mis brazos, recargué mi cabeza sobre él. La mano de mi esposa acariciaba dulcemente mis cabellos y yo no paraba de depositar pequeños besos sobre su vientre. A los pocos minutos, Bella volvió a tomar asiento y yo la acompañé, sin despegar mis oídos de aquel bebé que venía en camino…
Cerré mis ojos y me dejé inundar de aquella paz tan infinita que sentía al estar ahí, sentado en mi pequeña casita, al lado de mi Bella y de mi hija – a la cual llamaríamos Rennesme, en nombre de Esme y Renne, aunque de esta ultima, teníamos años tras no saber de ella – frente a nuestra chimenea y escuchando como la constante e interminable lluvia de Forks, caía allá fuera, bañando nuestro diminuto jardín.
Bella paseaba sus dedos sobre mi rostro y cabello y, de un momento a otro, comenzó a cantar una nana. Las pataditas de nuestra bebé cesaron y yo comencé a quedarme dormido.
Y, entre sueños, seguía siendo dichoso…
Mi nombre es Edward Cullen, soy un hombre de veinticinco años de edad y esposo de Isabella Swan, la mujer más maravillosa que pudiera existir para mi alma y que, dentro de poco, me regalaría el tesoro más preciado que pudiera recibir.
Jamás creí poder sentirme tan completo y feliz…
No imaginé que mi eterna historia de amor comenzaría cuando, a fin de mi adolescencia, comencé a trabajar en una lujosa mansión y me enamoré de aquella pequeña muchachita engreída, con rostro de ángel y mirada endurecida, a la cual, mis ojos contemplaron como alguien lejano, resplandeciente e imposible… como una estrella.
Una estrella, la cual bajó desde su cielo solamente para permitirme acariciarla. Una estrella que se enamoró de su mendigo admirador, y fiel amante, y renunció a su lugar para bajar a la tierra y hacerme compañía. Una estrella la cual, aún con el paso de los años, siempre me iluminaría con su luz, salvándome de cualquier posible tiniebla que me pudiera llegar a envolver…
FIN
Gracias¡¡¡¡
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Atal- .
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Re: Tan lejana como una estrella (+18) (Completa)
se acabo pero me gusto ya no puedo decir quiero mas por que se acabo pero me gusto el final este si me gusto jijiji
Irina Denali- .
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Re: Tan lejana como una estrella (+18) (Completa)
nooo como lloroo nooo
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Re: Tan lejana como una estrella (+18) (Completa)
tan bonito jja pero komollore
no es justo
felicidades!!!!!
no es justo
felicidades!!!!!
evan anthony- Cantidad de envíos : 17
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Re: Tan lejana como una estrella (+18) (Completa)
que gran historia me ha encatado y me quedo con los dos finales los dos son muy bellos ..........el alternativo es duro pero al final tambien consiguen acabar juntos ..........
Atal eres la mejor eligiendo historias
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Re: Tan lejana como una estrella (+18) (Completa)
Me encanto esta historia, claro que el primer final me hizo llorar a mares :(
Me encanta edward y bella!!! siempre juntos
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Re: Tan lejana como una estrella (+18) (Completa)
AWWWW MUY LINDA LO UNICO QUE NO ME GUSTO FUE QUE MURIERA EDWAR PERO ESTAN DE ACUERDO QUE FUE UN FINAL MUY DEL TIPO TITANIC..ME GUSTO MAS EL 2DO FINAL MUY LINDA
Grisss- .
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Re: Tan lejana como una estrella (+18) (Completa)
me en canto la historia llore como nunca es ta muy
linda
linda
sharon- Cantidad de envíos : 6
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