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Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
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Zafrina
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
KPOV
¿Cómo podían seguir existiendo formas de torturar mi consciencia aún más de lo que de por sí, ya estaba? ¿Por qué después de más de cien años continuaba ocurriendo esto?
Simplemente no podía ser cierto. Era imposible.
Aún ausente en este mundo y perdida en mis pensamientos que me llevaban décadas atrás en mis recuerdos, logré saciar el hambre, que antes me complicaba, en tiempo record. No hubo espacio ni siquiera para el remordimiento y el aborrecimiento de lo que estaba haciendo, y solo era consciente de ello cuando la tibia sangre fluía lentamente a través de mi garganta hacia mis venas, sin otorgarme nada de la satisfacción que normalmente me hubiese entregado. Como si solo fuera un placebo el que estuviera alimentándome en realidad.
Cuando mi sed se hubo calmado, sin siquiera querer contar los cadáveres que dejé atrás deambulé entre los árboles apoyándome en ellos en cada paso y cada traspié que daba, como si así tratara de mantener mi equilibrio, aunque en realidad no lo necesitara. Yo podía tener el mejor sentido del equilibrio a más de diez kilómetros a la redonda si solo había mortales, pero mi mente no parecía asimilarlo por completo.
Mirada ausente y pasos inciertos. Eso parecía ser en lo que estaba convertida.
Sin nada más que hacer allí, decidí volver a la casona. No podía hacerle frente a todo esto en estos momentos, incluso a pesar de que lo intentara de alguna manera, pero tampoco había algo más por hacer, que digamos. Mis acciones estaban completamente imposibilitadas.
Tal vez tendría que dejar que todo siguiera su camino. Tal vez debía dejar que mi travieso y cruel destino continuara con el curso de su traicionero juego conmigo.
Dejé a mi a veces compañero, y a veces enemigo bosque atrás y me interné a un hábitat completamente distinto. Uno en donde los senderos los hacían calles de cemento, los cálidos árboles los hacían un montón de edificaciones frías e inertes y su fauna solo lo hacían los mortales que no disfrutaban la vida que tenían. Lo único que seguía siendo igual entre las dos realidades, era el depredador.
Anduve a pasos lentos, pero no porque alguna situación lo ameritaba como otras veces, más bien porque la consternación y el ánimo no me daban para más.
Llegué en la parte lateral de la casona para subir hasta mi habitación, y de inmediato recordé al fotógrafo que había estado espiando a hurtadillas entre los arbustos antes de que saliera esa noche y la anterior. Al menos no se encontraba allí aún, lo que me daba una razón menos por la cual preocuparme.
Levanté mi vista para ubicar los puntos y escalar la muralla hacia la ventana, que se supone, estaría abierta para recibirme, pero de mi habitación se veía una escasa luz saliendo de su interior que no debía estar ahí.
Balthazar, pensé de inmediato. Al fin había venido como lo esperaba.
Fue la primera idea que se me vino a la cabeza, a pesar de que a estas alturas, no era el único vampiro que me conocía y que podría aparecer.
Con cierto temor por quien fuera el que estaba en mi habitación, escalé el muro hasta llegar a la ventana del tercer piso, y al escabullirme a través de ella, la primera imagen que vi fue la figura tan conocida de Robert de espaldas, sentado a la orilla de mi cama.
¿Cómo podía estar aquí después de cómo lo había tratado?
Yo no quería que se siguiera involucrando conmigo y por eso actuaba a la defensiva, pero mi protección no quitaba el hecho de haberlo tratado mal.
¿Qué haría con él?
Me apoyé en el umbral de la ventana reposando las manos por detrás de mi espalda antes de hablarle, y mientras que el aire fresco de la noche se filtraba tocando mis brazos desnudos.
De cierto me alegraba y me aliviaba que solo fuera él, pero a la vez lo hacía todo más complicado. ¿Por qué simplemente no lo dejaba así como se lo había pedido?
Suspiré en silencio.
—Robert —lo llamé de inmediato logrando que diera un pequeño salto sobre la cama por haberlo tomado desprevenido.
Su reacción me hizo sonreír inconscientemente. Se vio tan adorable cuando se avergonzó y luego trató de recuperar la compostura poniéndose rápidamente de pie para enfrentarme, pero no podía seguir rindiéndome ante él en cada momento que lo viera. Aún recordaba la intensidad de sus besos en mis labios hace un par de horas.
—¿Qué haces aquí? —exigí de inmediato sin darle tiempo para hablar.
Tomó una amplia bocanada de aire y resopló.
—Vine a saber de ti —dijo decididamente, dejando sobre la cama un libro que reconocí de inmediato a pesar de los años que habían pasado sin tener el valor de abrirlo—, y no me iré de aquí hasta que contestes a todas mis preguntas.
Reí con cierta ironía por lo que me decía. No a cualquiera se le ponía algo entre ceja y ceja tan decididamente, y menos se había atrevido a encararme así antes. No es que hubiese tenido la oportunidad tampoco, pero era tan distinta la manera en que él me trataba en comparación a cualquier otra persona con la que haya tenido algún tipo de contacto. Era como si incluso intentara protegerme.
—No te das por vencido, ¿verdad?
—¿Ahora? —comentó con despreocupación—. Realmente no.
Volví a sonreír sin ánimos, esta vez estando de espaldas a él para que no me viera hacerlo, mientras que cerraba la ventana asegurándome de que no pudiera entrar ningún rayo de luz por la mañana; algo que ya hacía todas las noches al volver.
—¿También entras por la ventana aquí? —preguntó con humor y recordé, además, que él tenía mis llaves.
—Así es —respondí sin darle mucha importancia y volteé nuevamente para encontrarme con sus ojos soñadores como aguamarina lanzando destellos por la luz de las velas.
Era tan perfecto. Su mandíbula firme se ubicaba cabalmente en su rostro enmarcando las facciones más atractivas que había conocido, una perfecta euritmia, y completamente acordes a aquel cuerpo seductor, incluso, cuando en esos momentos llevaba su ancha ropa deportiva.
Alejando el rumbo de los pensamientos que conseguía al pensar en él, seguí con lo importante mientras caminaba internándome aún más en mi habitación.
—¿Y de qué te servirá saber sobre mí? —le pregunté—. En algunas semanas… o incluso días yo me iré, y después de un tiempo, ni siquiera me recordarás —concluí con todo mi dolor, porque aunque ahora podría dolerle, más adelante ni siquiera lo recordaría.
Ventajas de ser mortal: la pérdida de memoria con el tiempo. Memoria frágil.
No decía nada por unos momentos mientras miraba hacia abajo con detenimiento, hasta que finalmente se dio por vencido en su silencio.
—Yo no quiero que te vayas.
Ya lo había dicho antes. Él me quería y yo lo quería, pero nada podía cambiar.
¿Por qué tenían que ocurrir las cosas así? ¿Por qué yo tenía que ser lo que soy?
—Eso no importa mucho —respondí inconscientemente.
Mi intención no fue el lastimarlo tras ver su expresión de decepción, pero solo era la verdad. Que me quisiera no bastaba para eliminar la gran diferencia entre nosotros, incluso si Balthazar no estuviera involucrado. Pero tal vez eso fuera lo mejor, tal vez tendría que mentirle para que se decidiera a no insistir y se alejara.
—Marianne dijo varias cosas anoche —soltó de pronto ignorando mi último comentario.
De nuevo Marianne. ¿Cómo podía ser ella?
—Dijiste que tenía un anillo como éste —indiqué recordando lo que me había comentado hace unas horas mientras le indicaba mi dedo pulgar y el anillo de oro blanco con el escudo en él—. ¿Podrías estar seguro?
Nadie además de mi padre y de mi hermana podría tener un anillo semejante, y si ese era el anillo, no podía ser nadie más que Marianne.
Pero ¿por qué-ahora?
—Estoy completamente seguro —respondió, y noté como el humor en el tono de su voz se tornaba más bajo—. Además, es la misma mujer de la fotografía.
“Fotografía”
Robert tomó el libro de cubierta burdeo con una mano y me lo entregó para que viera a que se refería, aunque no fuera necesario, ya que conocía de memoria lo que había en su interior.
Ese libro y las fotos en él, eran unas de las pocas cosas que pude obtener de mi hogar después del deceso de mi padre, y además, eran las que constantemente me acompañaban de forma incondicional a través eones solitarios.
Instintivamente me senté a la orilla de la cama y comencé a mirar la cubierta desgastada por los años. Me traían un sinfín de recuerdos, tanto dulces, como amargos. Tanto las noches en que mi padre se sentaba junto al fuego a leerme, como las circunstancias que me llevaron a tenerlo en mi poder.
—Quiero que me hables sobre ti —escuché de pronto.
Cuando me di cuenta nuevamente de esta realidad, noté que Robert se había sentado al otro extremo de la cama y me miraba fijamente desafiándome sin saberlo.
Bufé sin ánimos.
—No hay nada qué saber, ni mucho menos un por qué.
—El “por qué” es asunto mío —me reprochó calmadamente—. Y sí, hay muchas cosas que debo saber. Casi todo lo que se de ti, fue porque tu hermana aparece y me lo dice, la que por cierto, ni siquiera sabía de su existencia y de era como tú.
“Como yo”…
—Y si ella ya habló de mí, ¿no fue suficiente para ti?
—Por supuesto que no. Solo dijo que tu nombre era Katherine Jacobs, que tienes 127 años, que no se hablan hace más de cien años por ciertas diferencias familiares, y que…
—¡Diferencias familiares! —solté con incredulidad, interrumpiéndolo. Incluso llegaba a parecer cómico a pesar de que no me riera por ello—. ¿En serio fue eso lo que te dijo? ¿No te dijo nada más? —pregunté tras darme por vencida de que efectivamente era Marianne quien lo había visitado y nadie más.
—Bueno, dijo otras… cosas, pero no el por qué de que no se hablaran hace tanto tiempo —respondió—. De hecho, dijo que sería más interesante preguntártelo a ti.
¿Por que Marianne se presentaría después de tantos años ante un desconocido para ella para hablarle sobre mí? ¿De qué se trataba su juego?
—¿Y te parece esto interesante? —inquirí—. ¿Te parece interesante venir hasta aquí y enterarte de lo que sucedió entre nosotras? ¿Es solo eso?
—¡No! —se apresuró a responder—. No se trata de un interés banal, pero quiero saber qué te sucedió; que está sucediendo contigo ahora. Quiero conocerte y saber el por qué de que de la noche a la mañana decidas irte cuando fuiste tú quien me buscó.
—Una cosa no tiene nada que ver con la otra —le dije al ver su rostro confundido, logrando que se confundiera aún más.
—Entonces explícame. Cuéntame sobre ti. Quiero saber lo que ha sucedido para comprenderlo —insistió—. Y te prometo que dependiendo de las conclusiones que obtenga, me iré y no insistiré más.
¿Era eso lo mejor que podría conseguir?
Tal vez si se enteraba de la verdad sobre mí, se marcharía sin más daños colaterales.
—Ok. De acuerdo —dije dándome por vencida—. Te hablaré sobre mí. Te contaré mi historia.
Abrí el libro que tenía en las manos en la página que marcaban las fotos; donde estaba el poema “A Alguien en el Paraíso”. Las palabras que leía resonaban fuertemente con la voz de mi padre en lo más profundo de mi memoria en aquellas noches que solía leernos a Marianne y a mí.
Tú lo eras todo para mí, amor,
por quien mi alma languidecía.
Una verde isla en el mar, amor,
una fuente, un santuario
toda adornada con flores y frutos mágicos,
y todas las flores eran mías.
¿Cómo podían seguir existiendo formas de torturar mi consciencia aún más de lo que de por sí, ya estaba? ¿Por qué después de más de cien años continuaba ocurriendo esto?
Simplemente no podía ser cierto. Era imposible.
Aún ausente en este mundo y perdida en mis pensamientos que me llevaban décadas atrás en mis recuerdos, logré saciar el hambre, que antes me complicaba, en tiempo record. No hubo espacio ni siquiera para el remordimiento y el aborrecimiento de lo que estaba haciendo, y solo era consciente de ello cuando la tibia sangre fluía lentamente a través de mi garganta hacia mis venas, sin otorgarme nada de la satisfacción que normalmente me hubiese entregado. Como si solo fuera un placebo el que estuviera alimentándome en realidad.
Cuando mi sed se hubo calmado, sin siquiera querer contar los cadáveres que dejé atrás deambulé entre los árboles apoyándome en ellos en cada paso y cada traspié que daba, como si así tratara de mantener mi equilibrio, aunque en realidad no lo necesitara. Yo podía tener el mejor sentido del equilibrio a más de diez kilómetros a la redonda si solo había mortales, pero mi mente no parecía asimilarlo por completo.
Mirada ausente y pasos inciertos. Eso parecía ser en lo que estaba convertida.
Sin nada más que hacer allí, decidí volver a la casona. No podía hacerle frente a todo esto en estos momentos, incluso a pesar de que lo intentara de alguna manera, pero tampoco había algo más por hacer, que digamos. Mis acciones estaban completamente imposibilitadas.
Tal vez tendría que dejar que todo siguiera su camino. Tal vez debía dejar que mi travieso y cruel destino continuara con el curso de su traicionero juego conmigo.
Dejé a mi a veces compañero, y a veces enemigo bosque atrás y me interné a un hábitat completamente distinto. Uno en donde los senderos los hacían calles de cemento, los cálidos árboles los hacían un montón de edificaciones frías e inertes y su fauna solo lo hacían los mortales que no disfrutaban la vida que tenían. Lo único que seguía siendo igual entre las dos realidades, era el depredador.
Anduve a pasos lentos, pero no porque alguna situación lo ameritaba como otras veces, más bien porque la consternación y el ánimo no me daban para más.
Llegué en la parte lateral de la casona para subir hasta mi habitación, y de inmediato recordé al fotógrafo que había estado espiando a hurtadillas entre los arbustos antes de que saliera esa noche y la anterior. Al menos no se encontraba allí aún, lo que me daba una razón menos por la cual preocuparme.
Levanté mi vista para ubicar los puntos y escalar la muralla hacia la ventana, que se supone, estaría abierta para recibirme, pero de mi habitación se veía una escasa luz saliendo de su interior que no debía estar ahí.
Balthazar, pensé de inmediato. Al fin había venido como lo esperaba.
Fue la primera idea que se me vino a la cabeza, a pesar de que a estas alturas, no era el único vampiro que me conocía y que podría aparecer.
Con cierto temor por quien fuera el que estaba en mi habitación, escalé el muro hasta llegar a la ventana del tercer piso, y al escabullirme a través de ella, la primera imagen que vi fue la figura tan conocida de Robert de espaldas, sentado a la orilla de mi cama.
¿Cómo podía estar aquí después de cómo lo había tratado?
Yo no quería que se siguiera involucrando conmigo y por eso actuaba a la defensiva, pero mi protección no quitaba el hecho de haberlo tratado mal.
¿Qué haría con él?
Me apoyé en el umbral de la ventana reposando las manos por detrás de mi espalda antes de hablarle, y mientras que el aire fresco de la noche se filtraba tocando mis brazos desnudos.
De cierto me alegraba y me aliviaba que solo fuera él, pero a la vez lo hacía todo más complicado. ¿Por qué simplemente no lo dejaba así como se lo había pedido?
Suspiré en silencio.
—Robert —lo llamé de inmediato logrando que diera un pequeño salto sobre la cama por haberlo tomado desprevenido.
Su reacción me hizo sonreír inconscientemente. Se vio tan adorable cuando se avergonzó y luego trató de recuperar la compostura poniéndose rápidamente de pie para enfrentarme, pero no podía seguir rindiéndome ante él en cada momento que lo viera. Aún recordaba la intensidad de sus besos en mis labios hace un par de horas.
—¿Qué haces aquí? —exigí de inmediato sin darle tiempo para hablar.
Tomó una amplia bocanada de aire y resopló.
—Vine a saber de ti —dijo decididamente, dejando sobre la cama un libro que reconocí de inmediato a pesar de los años que habían pasado sin tener el valor de abrirlo—, y no me iré de aquí hasta que contestes a todas mis preguntas.
Reí con cierta ironía por lo que me decía. No a cualquiera se le ponía algo entre ceja y ceja tan decididamente, y menos se había atrevido a encararme así antes. No es que hubiese tenido la oportunidad tampoco, pero era tan distinta la manera en que él me trataba en comparación a cualquier otra persona con la que haya tenido algún tipo de contacto. Era como si incluso intentara protegerme.
—No te das por vencido, ¿verdad?
—¿Ahora? —comentó con despreocupación—. Realmente no.
Volví a sonreír sin ánimos, esta vez estando de espaldas a él para que no me viera hacerlo, mientras que cerraba la ventana asegurándome de que no pudiera entrar ningún rayo de luz por la mañana; algo que ya hacía todas las noches al volver.
—¿También entras por la ventana aquí? —preguntó con humor y recordé, además, que él tenía mis llaves.
—Así es —respondí sin darle mucha importancia y volteé nuevamente para encontrarme con sus ojos soñadores como aguamarina lanzando destellos por la luz de las velas.
Era tan perfecto. Su mandíbula firme se ubicaba cabalmente en su rostro enmarcando las facciones más atractivas que había conocido, una perfecta euritmia, y completamente acordes a aquel cuerpo seductor, incluso, cuando en esos momentos llevaba su ancha ropa deportiva.
Alejando el rumbo de los pensamientos que conseguía al pensar en él, seguí con lo importante mientras caminaba internándome aún más en mi habitación.
—¿Y de qué te servirá saber sobre mí? —le pregunté—. En algunas semanas… o incluso días yo me iré, y después de un tiempo, ni siquiera me recordarás —concluí con todo mi dolor, porque aunque ahora podría dolerle, más adelante ni siquiera lo recordaría.
Ventajas de ser mortal: la pérdida de memoria con el tiempo. Memoria frágil.
No decía nada por unos momentos mientras miraba hacia abajo con detenimiento, hasta que finalmente se dio por vencido en su silencio.
—Yo no quiero que te vayas.
Ya lo había dicho antes. Él me quería y yo lo quería, pero nada podía cambiar.
¿Por qué tenían que ocurrir las cosas así? ¿Por qué yo tenía que ser lo que soy?
—Eso no importa mucho —respondí inconscientemente.
Mi intención no fue el lastimarlo tras ver su expresión de decepción, pero solo era la verdad. Que me quisiera no bastaba para eliminar la gran diferencia entre nosotros, incluso si Balthazar no estuviera involucrado. Pero tal vez eso fuera lo mejor, tal vez tendría que mentirle para que se decidiera a no insistir y se alejara.
—Marianne dijo varias cosas anoche —soltó de pronto ignorando mi último comentario.
De nuevo Marianne. ¿Cómo podía ser ella?
—Dijiste que tenía un anillo como éste —indiqué recordando lo que me había comentado hace unas horas mientras le indicaba mi dedo pulgar y el anillo de oro blanco con el escudo en él—. ¿Podrías estar seguro?
Nadie además de mi padre y de mi hermana podría tener un anillo semejante, y si ese era el anillo, no podía ser nadie más que Marianne.
Pero ¿por qué-ahora?
—Estoy completamente seguro —respondió, y noté como el humor en el tono de su voz se tornaba más bajo—. Además, es la misma mujer de la fotografía.
“Fotografía”
Robert tomó el libro de cubierta burdeo con una mano y me lo entregó para que viera a que se refería, aunque no fuera necesario, ya que conocía de memoria lo que había en su interior.
Ese libro y las fotos en él, eran unas de las pocas cosas que pude obtener de mi hogar después del deceso de mi padre, y además, eran las que constantemente me acompañaban de forma incondicional a través eones solitarios.
Instintivamente me senté a la orilla de la cama y comencé a mirar la cubierta desgastada por los años. Me traían un sinfín de recuerdos, tanto dulces, como amargos. Tanto las noches en que mi padre se sentaba junto al fuego a leerme, como las circunstancias que me llevaron a tenerlo en mi poder.
—Quiero que me hables sobre ti —escuché de pronto.
Cuando me di cuenta nuevamente de esta realidad, noté que Robert se había sentado al otro extremo de la cama y me miraba fijamente desafiándome sin saberlo.
Bufé sin ánimos.
—No hay nada qué saber, ni mucho menos un por qué.
—El “por qué” es asunto mío —me reprochó calmadamente—. Y sí, hay muchas cosas que debo saber. Casi todo lo que se de ti, fue porque tu hermana aparece y me lo dice, la que por cierto, ni siquiera sabía de su existencia y de era como tú.
“Como yo”…
—Y si ella ya habló de mí, ¿no fue suficiente para ti?
—Por supuesto que no. Solo dijo que tu nombre era Katherine Jacobs, que tienes 127 años, que no se hablan hace más de cien años por ciertas diferencias familiares, y que…
—¡Diferencias familiares! —solté con incredulidad, interrumpiéndolo. Incluso llegaba a parecer cómico a pesar de que no me riera por ello—. ¿En serio fue eso lo que te dijo? ¿No te dijo nada más? —pregunté tras darme por vencida de que efectivamente era Marianne quien lo había visitado y nadie más.
—Bueno, dijo otras… cosas, pero no el por qué de que no se hablaran hace tanto tiempo —respondió—. De hecho, dijo que sería más interesante preguntártelo a ti.
¿Por que Marianne se presentaría después de tantos años ante un desconocido para ella para hablarle sobre mí? ¿De qué se trataba su juego?
—¿Y te parece esto interesante? —inquirí—. ¿Te parece interesante venir hasta aquí y enterarte de lo que sucedió entre nosotras? ¿Es solo eso?
—¡No! —se apresuró a responder—. No se trata de un interés banal, pero quiero saber qué te sucedió; que está sucediendo contigo ahora. Quiero conocerte y saber el por qué de que de la noche a la mañana decidas irte cuando fuiste tú quien me buscó.
—Una cosa no tiene nada que ver con la otra —le dije al ver su rostro confundido, logrando que se confundiera aún más.
—Entonces explícame. Cuéntame sobre ti. Quiero saber lo que ha sucedido para comprenderlo —insistió—. Y te prometo que dependiendo de las conclusiones que obtenga, me iré y no insistiré más.
¿Era eso lo mejor que podría conseguir?
Tal vez si se enteraba de la verdad sobre mí, se marcharía sin más daños colaterales.
—Ok. De acuerdo —dije dándome por vencida—. Te hablaré sobre mí. Te contaré mi historia.
Abrí el libro que tenía en las manos en la página que marcaban las fotos; donde estaba el poema “A Alguien en el Paraíso”. Las palabras que leía resonaban fuertemente con la voz de mi padre en lo más profundo de mi memoria en aquellas noches que solía leernos a Marianne y a mí.
Tú lo eras todo para mí, amor,
por quien mi alma languidecía.
Una verde isla en el mar, amor,
una fuente, un santuario
toda adornada con flores y frutos mágicos,
y todas las flores eran mías.
¡Ah, sueño demasiado brillante para durar!
¡Ah estrellada esperanza! que se elevó
¡mas para ser nublada!
Una voz desde fuera del futuro clama,
<< ¡Sigue! ¡Sigue!>> —pero sobre el pasado
(¡oscuro abismo!) mi espíritu vacilante yace
¡mudo, inmóvil, consternado!
Porque, ¡ah! ¡ah! Conmigo
¡la luz de la vida se ha ido!
<>
(este lenguaje sostiene el solemne mar
con la arena de la playa).
¡Florecerá el árbol golpeado por la tormenta!
o el águila herida habrá de elevarse.
Y todos mis días son trances,
y todos mis sueños nocturnos
están donde su oscuro ojo mira,
y donde brilla tu paso:
en que etéreas danzas,
por qué eternales corrientes.
¡Ah estrellada esperanza! que se elevó
¡mas para ser nublada!
Una voz desde fuera del futuro clama,
<< ¡Sigue! ¡Sigue!>> —pero sobre el pasado
(¡oscuro abismo!) mi espíritu vacilante yace
¡mudo, inmóvil, consternado!
Porque, ¡ah! ¡ah! Conmigo
¡la luz de la vida se ha ido!
<
(este lenguaje sostiene el solemne mar
con la arena de la playa).
¡Florecerá el árbol golpeado por la tormenta!
o el águila herida habrá de elevarse.
Y todos mis días son trances,
y todos mis sueños nocturnos
están donde su oscuro ojo mira,
y donde brilla tu paso:
en que etéreas danzas,
por qué eternales corrientes.
Zafrina- .
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
Cada vez que mi padre terminaba de leer ese poema, yo me podía imaginar que pensaba en mi madre y en el dolor que le había provocado perderla, incluso aunque él lograra darle un toque y sentido distinto a las palabras que recitaba, mismo sentido que yo adquirí cada vez que pensaba en ella al ver su imagen.
—Estos son mis padres —comencé indicando una de las fotos que tenía en mis manos—. Mi madre se llamaba Ángela y mi padre se llamaba Arthur —me detuve un momento en sus rostros —. Y la bebé que sostiene ella es Marianne, a los dos meses de que naciera —agregué antes de dejar el libro sobre la cama entre ambos.
No era capaz de levantar la vista hacia Robert, no quería sentirme vulnerable por ser esta la primera vez que hablaba ante alguien sobre lo que fue mi vida.
Jugueteaba con mis dedos y con las fotos buscando las palabras para continuar, pero no se me ocurría nada.
¿Qué más podía decirle?
Como él había reconocido a los personajes de la última fotografía, preferí evitarla y solo la dejé a un lado junto al libro que Robert miró atentamente antes de tomarlo.
—Entonces, este libro fue un obsequio de tu madre para tu padre —comentó.
También había leído la dedicatoria.
—Así es —afirmé—. Mi padre era un apasionado por la literatura; en especial de Poe; entre sus hijas y la vida de negocios que llevaba, claro. Este libro, por ser el último recuerdo de mi madre, él siempre lo cuidó como un tesoro hasta el día de su muerte…
Muerte que yo provoqué…
Una punzada de dolor me atravesó desde lo más profundo de mi pecho ante aquel pensamiento, y guardé silencio tomando un minuto para el tormento que arreciaba con fuerza entre recuerdos dolorosos, pero de inmediato su voz me sacó del suplicio.
—Continúa —dijo en voz baja.
¿Qué más podía decirle?, me seguía preguntando. Incluso me estaba arrepintiendo de haber accedido a hablarle sobre mí. No tenía ningún caso hacerlo.
—Insisto; no sé de qué te serviría saber.
Pero luego recordé que era para que se diera cuenta de lo que yo era.
—¿Hace cuánto tiempo me conoces? —lo desafié esperando su respuesta, mirando fijamente aquellas esmeraldas o a veces, aguamarinas, las que me habían hipnotizado desde la primera vez.
—Hace unos… cinco o seis meses —contestó frunciendo el ceño—, pero eso ¿qué tiene que ver?
—No —lo contradije y rehíce mi pregunta—. ¿Hace cuánto que “realmente” me conoces? —insistí, pero antes de que pudiera decirme algo, yo continué—. No puedes contestar, porque no me conoces. No sabes lo que soy realmente, ni tampoco lo que hecho y lo que he causado. Si supieras, no estarías aquí ahora.
Guardó silencio unos segundos mientras analizaba lo que le había dicho. Aún tenía tiempo de huir.
—Eso no podría suceder —dijo finalmente.
—Claro que sí, si supieras la verdad todo cambiaría.
—Entonces explícame. Cuéntame todo lo que ha sucedido y déjame decidir a mí lo que haré. Quiero saber de ti y quiero conocerte. Por favor, cuéntame lo que sucedió en tu vida.
—“Mi vida” —repetí con ironía—. Mi muerte, y lo que vino después…
Era complicado… ¿Por dónde debería comenzar?
Bueno, si. Por el comienzo, obviamente. Pero ¿qué comienzo?
RPOV
Por fin se abriría a mí. Por fin me contaría sobre su vida y comprendería lo que sucedía. Por fin podría ayudarla, incluso aunque no quisiera, según su barrera de reserva y su actitud cada vez más defensiva en el momento en que me acercaba un tanto a ella.
Escuchaba atentamente el preámbulo de la historia, inclusive cuando me advirtió no conocer quien era realmente y prácticamente, amenazarme al evidenciarme no saber lo que había hecho, y como si fuera algo por lo cual salir corriendo. Pero no sería así. Por muy grave que fuera lo que había sucedido, no sería un cobarde.
¿No se supone que el amor es incondicional?
—Entonces explícame —la incité—. Cuéntame todo lo que ha sucedido y déjame decidir a mí lo que haré. Quiero saber de ti y quiero conocerte. Por favor, cuéntame lo que sucedió en tu vida.
—“Mi vida” —repitió con melancólica ironía—. Mi muerte y lo que vino después… —replicó.
No podía saber lo que realmente significaban sus palabras esta vez. Siempre parecía referirse a más de una cosa cuando hablaba y esta no era la excepción. Pero no sabría nada hasta que ella no concluyera con todo lo que me diría, así que solo me dediqué a escucharla atento.
Dejé el libro nuevamente sobre la cama entre ambos y vi como cerraba sus potentes ojos azules tomando una amplia bocanada de aire. Cuando los abrió nuevamente, estaba decidida a hablar.
—Tal vez lo mejor que puedo hacer sería comenzar por el principio de todo —comenzó, mientras que solo escuchaba su suave voz inundando toda la habitación y las luces bañaban con contemplación su rostro—. Mi nombre es Katherine Annette Jacobs Deveroux. Annette por Annie, de un poema de Poe —comentó con una tenue sonrisa.
Y sí, era simpática la referencia de su padre por llamarla como el personaje de un poema, y se notaba que a ella le causaba la misma simpatía aunque su mirada tuviera tristeza por los años pasados hace tanto tiempo.
—A veces solo me llamaba Annie. “Pequeña Annie”, me decía, aunque a veces la gente que lo escuchara ni siquiera supiera a quien se estaba refiriendo —continuó sonriendo.
Se veía tan bella sonriendo. Si tan solo pudiera cambiar la tristeza en su mirada…
—Nací en el año 1981 en Nueva Orleans, Estados Unidos. Mis padres eran Arthur y Ángela Jacobs, y mi hermana mayor es Marianne, como ya la conoces —dijo sin mirarme, y al mencionar ese nombre su entonación comenzó a cambiar—. La llamaron Marianne Annabel. Annabel por otro personaje de un poema de Poe —¡vaya! Otra Annie—. Lo sé, mi padre era su fiel seguidor —agregó tratando de darle humor y así alegrar su tono de voz, pero no me engañaba.
Podría estar sonriendo muy ampliamente en medio de la función más cómica del mundo, pero si ella no estaba feliz, jamás me engañaría diciendo que estaba bien, y esto era algo similar.
—Mi madre murió al poco tiempo después de que naciera, aunque en realidad, nunca supe muy bien el por qué —suspiró hondamente—. No la recuerdo. Yo solo tenía unas cuantas semanas cuando falleció.
>>Pero mi padre siempre me hablaba de ella, y todos decían que me parecía mucho —estaba absolutamente de acuerdo—. Además, siempre miraba sus fotografías, y para mí, eso logró ser suficiente. Después estuvimos solo mi padre, Marianne y yo, y desde ese entonces que fuimos los más unidos que pudiesen existir, incluso más que cualquier otra familia que hubiera conocido.
Su boca volvió a curvarse en otra tenue sonrisa, pero sus ojos me seguían diciendo que le dolía recordar.
—Yo tomaba clases de piano y de violín desde que tuve seis años, y para mi cumpleaños en ese entonces, mi padre me obsequió el violín que está allí —me indicó apuntando el lugar en donde se encontraba aquel estuche que había sacado hace dos días cuando tocó aquella hermosa melodía para mí.
>>En realidad, amaba los dos instrumentos, pero el violín me permitía más libertad. No podía llevar el piano cuando viajábamos, tampoco sacarlo al jardín cuando quería, ni mucho menos subirlo a un árbol cuando jugaba —comentó riendo suavemente al igual que yo.
Incluso podía imaginármela de pequeña jugando arriba de un árbol y lo anecdótico que podía resultar verla con un violín en sus manos; simplemente adorable. Pero de inmediato esa imagen de la niña alegre sonriendo y jugando, pasó a la imagen de la hermosa mujer frente a mí, lastimada por fantasmas del pasado.
—Había veces en que, según mi padre, Marianne y yo nos perdíamos de su vista, pero solo podía encontrarnos siguiendo el sonido del violín —agregó.
>>Marianne siempre fue mi mejor amiga, además de ser mi única hermana. Siempre estábamos juntas y no íbamos a ningún lugar sin la compañía de la otra. De pequeñas, fueron extrañas las veces en que nos veían separadas, incluso tomando en cuenta de que ella era mayor que yo.
Su tono de voz me decía claramente: “añoranza”, incluso podía apostar en que ahora, a igual que yo, se preguntaba sobre cómo las cosas podían haber cambiado tanto entre ellas.
¿Qué habría sucedido para que todo llegara hasta este punto?
Eso solo lo averiguaría más adelante. De momento, seguía absorto en sus palabras ya que para mí, todo sobre ella tenía la misma importancia.
—Cuando crecimos, y como toda adolescente, necesitábamos algo de independencia. Y sí, nos independizamos un poco, pero solo un poco, porque seguíamos saliendo juntas y ella seguía siendo mi mejor amiga. Cumplí dieciocho, y ya estaba comprometida para casarme al año siguiente con un muchacho que trabajaba con mi padre en ese entonces. Era de una familia respetable y también un caballero…
—Thomas Delade —interrumpí con una punzada de celos.
Katherine frunció el ceño.
—¿Cómo lo sabes? —inquirió en voz baja, afectada por los recuerdos.
—Marianne me lo dijo —contesté recordando aún más de la conversación de anoche—, y también me dijo que… bueno, que yo le recordaba a él.
—Si. Tiene razón —dijo de inmediato.
Sus palabras abrieron instantáneamente la molestia que creía sin sentido en mí, y eso que ni siquiera tuve que preguntar si acaso pensaba lo mismo. Ella misma respondió a eso.
—A mí también me recordabas a él en un principio —siguió—, aunque en realidad no se parecieran.
Me quedé en silencio unos segundos.
—¿Por eso viniste a mí? —reproché sin mirarla, pero no contestaba, así que alcé la vista para encontrarme con su mirada penetrante—. ¿Katherine? —insistí.
—Así es. Yo solo tenía curiosidad en un principio —soltó de prisa como si se disculpara, algo extraño, tomando en cuenta que se quería ir—, pero de inmediato supe que no eras como él.
—¿Por eso te vas? —inquirí sin mirarla de nuevo—, ¿porque no soy como él?
—¡No! ¡Por supuesto que no! —soltó—. No me iré por eso. No-no tiene nada que ver.
Extraño. Todo seguía siendo extraño.
—¿Lo querías? —pregunté después de unos segundos de silencio.
—Si, lo quería.
—¿Aún lo quieres?
—Por supuesto que sí… —respondió.
Entonces, ¿por qué seguía viniendo a mí? Si desde el primer momento se dio cuenta que yo no era como él, ¿por qué continuó apareciendo?
—Solo que mi cariño por él siempre fue distinto —agregó—. No tuve nunca un punto de mira ni un contexto diferente en mi vida que contrastara las cosas.
—¿A qué te refieres? —pregunté.
—Es solo que… Es solo que cuando crees… amar a alguien y de pronto… conoces algo mayor, simplemente no hay nada que hacer.
Conoció su punto de enfoque distinto…
—¿Significa que conociste algo más grande? —pregunté con una pequeña esperanza.
Su mirada me advirtió con nerviosismo, pero no respondía.
—¿Dónde me deja a mí aquello? —seguí insistiendo, pero tampoco respondía, así que le recordé tal cual como lo había hecho antes—. Este es el presente y yo estoy en él. ¿Lo que sientes por mí es más fuerte o no? —¿por qué no me respondía?—. Yo no soy como él, tú lo has dicho…
—Todo es distinto —interrumpió, pero en vez de aclararme, me confundió aún más—. Yo era humana cuando estaba comprometida y tampoco te conocía. Ahora todo ha cambiado completamente.
—¿Pero existe la posibilidad de que yo sea tu punto de mira distinto? ¿Podría llegar a ser distinto a ese Thomas de manera positiva?
Al percatarme de estar insistiendo tanto, me pareció que nunca antes lo había hecho por alguien.
—Definitivamente —contestó—. Tú eres el punto de mira más grande.
Bien. Valía la pena insistir. Pero eso no quitaba el hecho de que todo tuviera menos sentido.
—¿Por eso te irás, entonces, porque supuestamente me quieres más a mí? —pregunté con ironía.
—Robert, por favor. No confundas las cosas.
—Entonces, lo siento —me apresuré a decir—, continúa—. Quiero saber por qué te irás.
Su mirada se volvió más cautelosa de lo normal. Algo así como si se estuviera decidiendo en seguir hablando, pero aunque continuó hablando, resolviéndose así la expresión de lo que yo traducía, aquella mirada no cambió.
—De acuerdo —siguió tomando otro hondo respiro, advirtiendo el cambio en el hilo de sus pensamientos—. Una semana antes de desposarme era el cumpleaños de Marianne, así que esa mañana, salí a comprar un regalo para ella. En realidad no sé por qué esperé hasta el último momento para hacerlo, pero solo lo hice —me explicó—. El punto es que esa tarde yo volvía a casa para su fiesta, pero… —suspiró profundamente—, pero jamás pude llegar a casa.
Miraba a la distancia, muy lejos de aquí, mientras que sus dedos se movían nerviosamente entre ellos inconscientemente, pero de inmediato yo supe lo que había ocurrido. Supe a lo que se refería.
—Bal-Balthazar se llamaba el vampiro que me convirtió —dijo con dificultad y bastante resentimiento—. Con él estuve por bastantes años al no tener el valor suficiente para alejarme, incluso a pesar de que me había apartado de todo lo que yo quería en la vida en ese momento.
Había sufrido demasiado, yo lo sabía. Pero no creí que fuera de esa manera. Incluso me estaba arrepintiendo de acosarla tanto para que hablara. Le estaba haciendo daño.
—¿Recuerdas que una vez te dije que jamás había matado? —preguntó ausente del presente con una mueca de disgusto, pero no le pude contestar antes de que continuara hablando—. Te mentí. Yo maté a Thomas, maté a mi padre…
No podía creer lo que me estaba diciendo. Mi expresión era de completa incertidumbre, asombro e incredulidad. ¿Me estaba hablando en serio?
—Y también maté a Marianne —agregó.
No. Espera. Marianne estaba viva. Yo la había visto con mis propios.
—Yo desaparecí una semana antes de que contrajera matrimonio —siguió y parecía que ahora era un solo hilo en la historia, que no había más que sus palabras y sus recuerdos a la distancia—. Algunos pensaron que había muerto, e incluso otros que había huido. Y semanas después, me enteré de que Thomas se había suicidado, porque creyó que yo lo había abandonado por no quererlo —bufó.
Ok. Ella no lo mató literalmente, pero se sentía culpable de ello.
—Katherine, tú no tuviste la culpa —dije intentando reconfortarla, pero no pareció escucharme.
—No sabía como remediar lo que había causado y solo me apegaba a mi humanidad visitando a mi padre y a mi hermana desde las sombras, incluso a pesar de que Balthazar me lo prohibía. En ese entonces yo solo debía de tenerlo a él como mi única familia, o eso era lo que me decía, y por lo mismo, siempre tenía que salir a hurtadillas.
>>Mi familia ya no era como antes —continuó—. Ahora parecían estar en un luto permanente pues no sabían de mí, pero no podía acercármeles y decirles que estaba bien. Balthazar no me lo permitía y tenía miedo de que les pudiera hacer algo por mi culpa.
¿Quién había sido ese Balthazar que le había hecho tanto daño sin un por qué? ¿Cómo podía existir en la mente de alguien tanta maldad? Mi odio solo iba creciendo mientras su voz se impregnaba, cada vez más, con el rencor de cuando hablaba de él y del dolor que componía el porcentaje restante.
—Estos son mis padres —comencé indicando una de las fotos que tenía en mis manos—. Mi madre se llamaba Ángela y mi padre se llamaba Arthur —me detuve un momento en sus rostros —. Y la bebé que sostiene ella es Marianne, a los dos meses de que naciera —agregué antes de dejar el libro sobre la cama entre ambos.
No era capaz de levantar la vista hacia Robert, no quería sentirme vulnerable por ser esta la primera vez que hablaba ante alguien sobre lo que fue mi vida.
Jugueteaba con mis dedos y con las fotos buscando las palabras para continuar, pero no se me ocurría nada.
¿Qué más podía decirle?
Como él había reconocido a los personajes de la última fotografía, preferí evitarla y solo la dejé a un lado junto al libro que Robert miró atentamente antes de tomarlo.
—Entonces, este libro fue un obsequio de tu madre para tu padre —comentó.
También había leído la dedicatoria.
—Así es —afirmé—. Mi padre era un apasionado por la literatura; en especial de Poe; entre sus hijas y la vida de negocios que llevaba, claro. Este libro, por ser el último recuerdo de mi madre, él siempre lo cuidó como un tesoro hasta el día de su muerte…
Muerte que yo provoqué…
Una punzada de dolor me atravesó desde lo más profundo de mi pecho ante aquel pensamiento, y guardé silencio tomando un minuto para el tormento que arreciaba con fuerza entre recuerdos dolorosos, pero de inmediato su voz me sacó del suplicio.
—Continúa —dijo en voz baja.
¿Qué más podía decirle?, me seguía preguntando. Incluso me estaba arrepintiendo de haber accedido a hablarle sobre mí. No tenía ningún caso hacerlo.
—Insisto; no sé de qué te serviría saber.
Pero luego recordé que era para que se diera cuenta de lo que yo era.
—¿Hace cuánto tiempo me conoces? —lo desafié esperando su respuesta, mirando fijamente aquellas esmeraldas o a veces, aguamarinas, las que me habían hipnotizado desde la primera vez.
—Hace unos… cinco o seis meses —contestó frunciendo el ceño—, pero eso ¿qué tiene que ver?
—No —lo contradije y rehíce mi pregunta—. ¿Hace cuánto que “realmente” me conoces? —insistí, pero antes de que pudiera decirme algo, yo continué—. No puedes contestar, porque no me conoces. No sabes lo que soy realmente, ni tampoco lo que hecho y lo que he causado. Si supieras, no estarías aquí ahora.
Guardó silencio unos segundos mientras analizaba lo que le había dicho. Aún tenía tiempo de huir.
—Eso no podría suceder —dijo finalmente.
—Claro que sí, si supieras la verdad todo cambiaría.
—Entonces explícame. Cuéntame todo lo que ha sucedido y déjame decidir a mí lo que haré. Quiero saber de ti y quiero conocerte. Por favor, cuéntame lo que sucedió en tu vida.
—“Mi vida” —repetí con ironía—. Mi muerte, y lo que vino después…
Era complicado… ¿Por dónde debería comenzar?
Bueno, si. Por el comienzo, obviamente. Pero ¿qué comienzo?
RPOV
Por fin se abriría a mí. Por fin me contaría sobre su vida y comprendería lo que sucedía. Por fin podría ayudarla, incluso aunque no quisiera, según su barrera de reserva y su actitud cada vez más defensiva en el momento en que me acercaba un tanto a ella.
Escuchaba atentamente el preámbulo de la historia, inclusive cuando me advirtió no conocer quien era realmente y prácticamente, amenazarme al evidenciarme no saber lo que había hecho, y como si fuera algo por lo cual salir corriendo. Pero no sería así. Por muy grave que fuera lo que había sucedido, no sería un cobarde.
¿No se supone que el amor es incondicional?
—Entonces explícame —la incité—. Cuéntame todo lo que ha sucedido y déjame decidir a mí lo que haré. Quiero saber de ti y quiero conocerte. Por favor, cuéntame lo que sucedió en tu vida.
—“Mi vida” —repitió con melancólica ironía—. Mi muerte y lo que vino después… —replicó.
No podía saber lo que realmente significaban sus palabras esta vez. Siempre parecía referirse a más de una cosa cuando hablaba y esta no era la excepción. Pero no sabría nada hasta que ella no concluyera con todo lo que me diría, así que solo me dediqué a escucharla atento.
Dejé el libro nuevamente sobre la cama entre ambos y vi como cerraba sus potentes ojos azules tomando una amplia bocanada de aire. Cuando los abrió nuevamente, estaba decidida a hablar.
—Tal vez lo mejor que puedo hacer sería comenzar por el principio de todo —comenzó, mientras que solo escuchaba su suave voz inundando toda la habitación y las luces bañaban con contemplación su rostro—. Mi nombre es Katherine Annette Jacobs Deveroux. Annette por Annie, de un poema de Poe —comentó con una tenue sonrisa.
Y sí, era simpática la referencia de su padre por llamarla como el personaje de un poema, y se notaba que a ella le causaba la misma simpatía aunque su mirada tuviera tristeza por los años pasados hace tanto tiempo.
—A veces solo me llamaba Annie. “Pequeña Annie”, me decía, aunque a veces la gente que lo escuchara ni siquiera supiera a quien se estaba refiriendo —continuó sonriendo.
Se veía tan bella sonriendo. Si tan solo pudiera cambiar la tristeza en su mirada…
—Nací en el año 1981 en Nueva Orleans, Estados Unidos. Mis padres eran Arthur y Ángela Jacobs, y mi hermana mayor es Marianne, como ya la conoces —dijo sin mirarme, y al mencionar ese nombre su entonación comenzó a cambiar—. La llamaron Marianne Annabel. Annabel por otro personaje de un poema de Poe —¡vaya! Otra Annie—. Lo sé, mi padre era su fiel seguidor —agregó tratando de darle humor y así alegrar su tono de voz, pero no me engañaba.
Podría estar sonriendo muy ampliamente en medio de la función más cómica del mundo, pero si ella no estaba feliz, jamás me engañaría diciendo que estaba bien, y esto era algo similar.
—Mi madre murió al poco tiempo después de que naciera, aunque en realidad, nunca supe muy bien el por qué —suspiró hondamente—. No la recuerdo. Yo solo tenía unas cuantas semanas cuando falleció.
>>Pero mi padre siempre me hablaba de ella, y todos decían que me parecía mucho —estaba absolutamente de acuerdo—. Además, siempre miraba sus fotografías, y para mí, eso logró ser suficiente. Después estuvimos solo mi padre, Marianne y yo, y desde ese entonces que fuimos los más unidos que pudiesen existir, incluso más que cualquier otra familia que hubiera conocido.
Su boca volvió a curvarse en otra tenue sonrisa, pero sus ojos me seguían diciendo que le dolía recordar.
—Yo tomaba clases de piano y de violín desde que tuve seis años, y para mi cumpleaños en ese entonces, mi padre me obsequió el violín que está allí —me indicó apuntando el lugar en donde se encontraba aquel estuche que había sacado hace dos días cuando tocó aquella hermosa melodía para mí.
>>En realidad, amaba los dos instrumentos, pero el violín me permitía más libertad. No podía llevar el piano cuando viajábamos, tampoco sacarlo al jardín cuando quería, ni mucho menos subirlo a un árbol cuando jugaba —comentó riendo suavemente al igual que yo.
Incluso podía imaginármela de pequeña jugando arriba de un árbol y lo anecdótico que podía resultar verla con un violín en sus manos; simplemente adorable. Pero de inmediato esa imagen de la niña alegre sonriendo y jugando, pasó a la imagen de la hermosa mujer frente a mí, lastimada por fantasmas del pasado.
—Había veces en que, según mi padre, Marianne y yo nos perdíamos de su vista, pero solo podía encontrarnos siguiendo el sonido del violín —agregó.
>>Marianne siempre fue mi mejor amiga, además de ser mi única hermana. Siempre estábamos juntas y no íbamos a ningún lugar sin la compañía de la otra. De pequeñas, fueron extrañas las veces en que nos veían separadas, incluso tomando en cuenta de que ella era mayor que yo.
Su tono de voz me decía claramente: “añoranza”, incluso podía apostar en que ahora, a igual que yo, se preguntaba sobre cómo las cosas podían haber cambiado tanto entre ellas.
¿Qué habría sucedido para que todo llegara hasta este punto?
Eso solo lo averiguaría más adelante. De momento, seguía absorto en sus palabras ya que para mí, todo sobre ella tenía la misma importancia.
—Cuando crecimos, y como toda adolescente, necesitábamos algo de independencia. Y sí, nos independizamos un poco, pero solo un poco, porque seguíamos saliendo juntas y ella seguía siendo mi mejor amiga. Cumplí dieciocho, y ya estaba comprometida para casarme al año siguiente con un muchacho que trabajaba con mi padre en ese entonces. Era de una familia respetable y también un caballero…
—Thomas Delade —interrumpí con una punzada de celos.
Katherine frunció el ceño.
—¿Cómo lo sabes? —inquirió en voz baja, afectada por los recuerdos.
—Marianne me lo dijo —contesté recordando aún más de la conversación de anoche—, y también me dijo que… bueno, que yo le recordaba a él.
—Si. Tiene razón —dijo de inmediato.
Sus palabras abrieron instantáneamente la molestia que creía sin sentido en mí, y eso que ni siquiera tuve que preguntar si acaso pensaba lo mismo. Ella misma respondió a eso.
—A mí también me recordabas a él en un principio —siguió—, aunque en realidad no se parecieran.
Me quedé en silencio unos segundos.
—¿Por eso viniste a mí? —reproché sin mirarla, pero no contestaba, así que alcé la vista para encontrarme con su mirada penetrante—. ¿Katherine? —insistí.
—Así es. Yo solo tenía curiosidad en un principio —soltó de prisa como si se disculpara, algo extraño, tomando en cuenta que se quería ir—, pero de inmediato supe que no eras como él.
—¿Por eso te vas? —inquirí sin mirarla de nuevo—, ¿porque no soy como él?
—¡No! ¡Por supuesto que no! —soltó—. No me iré por eso. No-no tiene nada que ver.
Extraño. Todo seguía siendo extraño.
—¿Lo querías? —pregunté después de unos segundos de silencio.
—Si, lo quería.
—¿Aún lo quieres?
—Por supuesto que sí… —respondió.
Entonces, ¿por qué seguía viniendo a mí? Si desde el primer momento se dio cuenta que yo no era como él, ¿por qué continuó apareciendo?
—Solo que mi cariño por él siempre fue distinto —agregó—. No tuve nunca un punto de mira ni un contexto diferente en mi vida que contrastara las cosas.
—¿A qué te refieres? —pregunté.
—Es solo que… Es solo que cuando crees… amar a alguien y de pronto… conoces algo mayor, simplemente no hay nada que hacer.
Conoció su punto de enfoque distinto…
—¿Significa que conociste algo más grande? —pregunté con una pequeña esperanza.
Su mirada me advirtió con nerviosismo, pero no respondía.
—¿Dónde me deja a mí aquello? —seguí insistiendo, pero tampoco respondía, así que le recordé tal cual como lo había hecho antes—. Este es el presente y yo estoy en él. ¿Lo que sientes por mí es más fuerte o no? —¿por qué no me respondía?—. Yo no soy como él, tú lo has dicho…
—Todo es distinto —interrumpió, pero en vez de aclararme, me confundió aún más—. Yo era humana cuando estaba comprometida y tampoco te conocía. Ahora todo ha cambiado completamente.
—¿Pero existe la posibilidad de que yo sea tu punto de mira distinto? ¿Podría llegar a ser distinto a ese Thomas de manera positiva?
Al percatarme de estar insistiendo tanto, me pareció que nunca antes lo había hecho por alguien.
—Definitivamente —contestó—. Tú eres el punto de mira más grande.
Bien. Valía la pena insistir. Pero eso no quitaba el hecho de que todo tuviera menos sentido.
—¿Por eso te irás, entonces, porque supuestamente me quieres más a mí? —pregunté con ironía.
—Robert, por favor. No confundas las cosas.
—Entonces, lo siento —me apresuré a decir—, continúa—. Quiero saber por qué te irás.
Su mirada se volvió más cautelosa de lo normal. Algo así como si se estuviera decidiendo en seguir hablando, pero aunque continuó hablando, resolviéndose así la expresión de lo que yo traducía, aquella mirada no cambió.
—De acuerdo —siguió tomando otro hondo respiro, advirtiendo el cambio en el hilo de sus pensamientos—. Una semana antes de desposarme era el cumpleaños de Marianne, así que esa mañana, salí a comprar un regalo para ella. En realidad no sé por qué esperé hasta el último momento para hacerlo, pero solo lo hice —me explicó—. El punto es que esa tarde yo volvía a casa para su fiesta, pero… —suspiró profundamente—, pero jamás pude llegar a casa.
Miraba a la distancia, muy lejos de aquí, mientras que sus dedos se movían nerviosamente entre ellos inconscientemente, pero de inmediato yo supe lo que había ocurrido. Supe a lo que se refería.
—Bal-Balthazar se llamaba el vampiro que me convirtió —dijo con dificultad y bastante resentimiento—. Con él estuve por bastantes años al no tener el valor suficiente para alejarme, incluso a pesar de que me había apartado de todo lo que yo quería en la vida en ese momento.
Había sufrido demasiado, yo lo sabía. Pero no creí que fuera de esa manera. Incluso me estaba arrepintiendo de acosarla tanto para que hablara. Le estaba haciendo daño.
—¿Recuerdas que una vez te dije que jamás había matado? —preguntó ausente del presente con una mueca de disgusto, pero no le pude contestar antes de que continuara hablando—. Te mentí. Yo maté a Thomas, maté a mi padre…
No podía creer lo que me estaba diciendo. Mi expresión era de completa incertidumbre, asombro e incredulidad. ¿Me estaba hablando en serio?
—Y también maté a Marianne —agregó.
No. Espera. Marianne estaba viva. Yo la había visto con mis propios.
—Yo desaparecí una semana antes de que contrajera matrimonio —siguió y parecía que ahora era un solo hilo en la historia, que no había más que sus palabras y sus recuerdos a la distancia—. Algunos pensaron que había muerto, e incluso otros que había huido. Y semanas después, me enteré de que Thomas se había suicidado, porque creyó que yo lo había abandonado por no quererlo —bufó.
Ok. Ella no lo mató literalmente, pero se sentía culpable de ello.
—Katherine, tú no tuviste la culpa —dije intentando reconfortarla, pero no pareció escucharme.
—No sabía como remediar lo que había causado y solo me apegaba a mi humanidad visitando a mi padre y a mi hermana desde las sombras, incluso a pesar de que Balthazar me lo prohibía. En ese entonces yo solo debía de tenerlo a él como mi única familia, o eso era lo que me decía, y por lo mismo, siempre tenía que salir a hurtadillas.
>>Mi familia ya no era como antes —continuó—. Ahora parecían estar en un luto permanente pues no sabían de mí, pero no podía acercármeles y decirles que estaba bien. Balthazar no me lo permitía y tenía miedo de que les pudiera hacer algo por mi culpa.
¿Quién había sido ese Balthazar que le había hecho tanto daño sin un por qué? ¿Cómo podía existir en la mente de alguien tanta maldad? Mi odio solo iba creciendo mientras su voz se impregnaba, cada vez más, con el rencor de cuando hablaba de él y del dolor que componía el porcentaje restante.
Zafrina- .
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
—Una noche de las que me escapé de Balthazar, fui al cementerio a visitar la tumba de Thomas. Quería despedirme y entregarle mi anillo de compromiso —dijo alzando leve e inconscientemente una ceja, y claro, recordaba a Marianne cuando había comenzado a hablar sobre eso—, pero cuando llegué allí, vi a Marianne sentada a los pies del sepulcro. A pesar del peligro que significaba estar ahí, no pude contenerme las ansias que tenía de volver a hablar con ella y abrazarla.
Su voz se estaba quebrando, y por lo menos, desde mi punto de vista, me daba cuenta de los esfuerzos que hacía por contenerse. Su mirada estaba tan perdida, que ni siquiera notó cuando me coloqué a su lado y tomé su fría y suave mano entre las mías. De inmediato comenzó a acariciar mis dedos, pero como si no fuera consciente de que lo estuviera haciendo, más bien como si ya antes lo hubiera hecho.
Pero no me importaba, si por el momento eso era lo único que podía hacer por ella, lo haría.
KPOV
Las imágenes que pasaban en mi cabeza parecían ser sacadas de una película, o peor aún, como si estuvieran sucediendo en estos momentos frente a mí. Los rostros de mi padre, Thomas, Balthazar y por sobre todo, Marianne cuando vio que yo estaba viva, eran las imágenes que jamás olvidaría, como aquellas imágenes que parecían estar grabadas a fuego vivo en la memoria.
—Primero pareció estar aliviada al verme, pero luego comenzó a reprocharme el haber desaparecido —seguí hablando y recordando cada detalle—. Le expliqué como pude lo que ahora ocurría conmigo a pesar de que no debía, pero cuando supo lo que era… me tuvo miedo —el tan solo recordarlo, hizo que el dolor que sentí en ese momento volviere a mí—. Iba a decirme que no me acercara y que me alejara, estaba segura, pero antes de que pudiera decir cualquier cosa… Balthazar… Balthazar apareció de la nada y la mordió —concluí recordando todo—. Simplemente la mordió.
>>Todavía recuerdo la expresión de Balthazar distorsionándose por el placer que le daba poseerla, y todo por mi culpa. Solo mi culpa. A ella también la maté… —creo que mi voz estaba cambiando para convertirse en susurros—. Y cuando la dejó en el suelo desangrándose, lo único que dijo fue que ella… fue que ella no merecía mi cariño.
>>Maldito infeliz. ¿Qué se creía él al decidir algo así? Yo solo quería descuartizarlo con mis propias manos, pero sabía que no sería capaz —solté recordando claramente todo lo que había sentido aquella vez.
>>Me arrodillé junto a su cuerpo y noté que aún respiraba. Con dificultad, pero aún lo hacía —mi vista se nubló, pero las imágenes que seguían pasando por mi mente; no. De hecho, parecían cobrar cada vez más fuerza y mas intensidad.
¿Cómo saber la diferencia entre una buena y una mala decisión, sobre todo, cuando tienes tu mente completamente incapacitada para pensar con claridad?
Lamentablemente, eso solo te lo dicen las consecuencias de aquellas decisiones.
¿Y qué es lo peor de todo?
Lo peor de todo es seguir existiendo y viendo como pasan los años con sus respectivos resultados sobre tu consciencia, y aún más importante; sobre la vida de los que más quieres.
<<¿Quieres acabarla, bonita?>> —me preguntó Balthazar deleitándose de lo que había hecho—. Tiene una sangre deliciosa>>.
Quería encontrar pronto alguna idea que me dijera como asesinarlo, pero solo tenía a Marianne en mi mente viendo como se le iba la vida en un suspiro.
Entonces, sin pensarlo con detenimiento, hice lo que me condenó para el resto de mi existencia contra los últimos que me podían querer en la tierra.
Con mis propios colmillos abrí mi muñeca derecha y dejé que mi sangre se deslizara por su boca. Ella estaba muriendo, lo sabía, pero no podía hacer nada más por ella en esos momentos, tanto por mi desesperación, como por la ignorancia de lo que debía hacer. Estaba tan desesperada, que ni siquiera logré ver la diferencia entre intentar salvarla y condenarla a lo que a mí me habían condenado.
Levanté a mi hermana como pude llevándola conmigo hasta una choza que había reemplazado al granero que me recibió en un principio, mientras que Balthazar se paseaba a mi lado jactándose de todo lo que había hecho.
<<¿No te parece adorable, bonita?>> —me preguntó, pero como si solo le hablara al aire paseándose a mi alrededor con su cabello rubio brillando por el brillo de la luna—. ¿No seríamos una gran familia feliz? Tú, yo, y tu bella hermana. ¿Te gusta la idea?.
Yo no lo quería escuchar, pero se me hacía casi imposible teniéndolo a cada instante a mi lado hablándome al oído y susurrándome sus planes para nosotras, cruzándose en mi camino, y todo mientras se galardonaba de sus actos.
Seguí adelante con Marianne a cuestas y no le contesté en ningún momento. La tendí sobre la cama e intenté darle de mi sangre otra vez, aunque ni siquiera sabía si daría resultado. Lo único que yo quería era verla con vida.
Pasaron un par de horas, pero nada ocurría. No sabía como funcionaba esto, pero tampoco quería hablarle a mi creador ni preguntarle al respecto, y mucho menos pedirle que me ayudara. Sentía que si solo le decía una palabra, no iba a poder contenerme luego para lanzarme sobre él, logrando solo que acabara conmigo y no podía dejar a Marianne a su merced.
<<¿Sabes una cosa? —dijo de pronto recostándose en el umbral de la puerta. Pero no levanté la vista del lecho, no quería mirar aquellos negros ojos—. Creo que tu hermana se está tardando mucho y realmente me he aburrido, así que… cuando despierte, me avisas. Voy a dar un paseo antes del amanecer>> —pero antes de marcharse, se volteó y soltó sus palabras sin la más mínima importancia—. Ah, y solo si despierta.
Golpeé la cama conteniendo la furia de lo que eso significaba y Marianne aún no se despertaba, faltando solo unas cuantas horas para el alba.
¿Qué sucedería si jamás volvía a despertarse?
Justo cuando mis esperanzas se estaban desvaneciendo, finalmente sus ojos comenzaron a abrirse.
Estaba viva..., fue lo primero que pensé con júbilo en lo más profundo de mí, pero luego inconscientemente lo modifiqué: O por lo menos respiraba…
Marianne dio varias respiraciones dificultosas antes de que su mirada se encontrara con la mía, no solo mostrándome lo asustada y confundida que ella estaba, si no que también, lo asustada y confundida que quizás en un momento yo también estuve.
—Marianne, ¿estás bien? —le pregunté preocupada por como se encontraba, mientras que sostenía su mano entre las mías y acariciaba sus dedos como siempre lo hacía antes de estar… ¿muerta?
Su temperatura había bajado considerablemente, llegando incluso a estar a la mía, lo que en otras palabras me decía que había completado el cambio.
La había obligado a firmar el contrato que yo misma aborrecía.
<<¿Katherine?>> —me reconoció de inmediato mientras enderezaba su postura sobre la cama mirando todo el lugar, aún confundida.
La capa que la había protegido del frío de la noche, y la cual ahora se encontraba a un lado tirada sobre el suelo, había permitido cubrir cierta parte de su vestido blanco, pero aún así, no había sido capaz de protegerlo todo de las manchas de sangre que tenía en la parte superior, las cuales yo era capaz de percibir con mi olfato sin despertar ningún deseo en mí. Pero ella no parecía percatarse de la sangre que la cubría, solo actuaba como si no recordara nada.
No sabía si su reacción estaba bien o mal, porque teniendo en cuenta que yo recordaba perfectamente todo lo que había ocurrido y jamás había tenido alguna instrucción sobre las distintas reacciones frente al cambio, no podía saber qué era normal y que no… Y solo si es que había algo normal en todo este circo. Lo único que podía tener seguro, era que me aliviaba que aún me recordara.
Su mirada terminó de escrutar la choza y se detuvo en mí nuevamente.
—Hermana, ¿qué…? —comenzaba a preguntar, pero sus palabras murieron en un susurro inaudible antes de que sus ojos se ampliaran por el miedo y el resentimiento.
Ya había visto esa expresión en ella antes, hace solo unas horas cuando le había contado en lo que me había convertido y antes de que Balthazar nos encontrara…
Marianne apartó su mano de la mía en un brusco movimiento colocándose de pie al otro lado de la cama, que era lo que se interponía entre nosotras, pero el movimiento fue demasiado rápido para ella al no saber aún que estaba sucediendo. Su propia agilidad terminó por aterrorizarla aún más de lo que ya estaba.
<<¿Qu-qué me hiciste? —exigió lanzándome su odio desde el primer momento.
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<
¿En qué había pensado cuando le hice esto?
Olisqueó el aire a nuestro alrededor antes de mirar sus manos con detenimiento, como si nunca antes las hubiera visto así, pero sin alejar su actitud defensiva conmigo. Mientras más pendiente se fue volviendo su escrutinio, lo inevitable la golpeó.
Se percató de las manchas de sangre en su ropa.
<<¡Maldito monstruo! ¡Qué me hiciste! —soltó furiosa, con la mirada refulgiendo por la ira.
—Marianne, escúchame —le pedía por sobre las maldiciones que me lanzaba y que cada vez, una era peor que la anterior—, no podía dejarte morir. No así.
—¿Y quién diablos te crees que eres? ¡Qué te dio el derecho de convertirme en un monstruo!.
—No es así —le decía a modo de defensa.
Pero yo sabía que así era. Sabía que ella tenía razón y que yo era un monstruo, y no lo podía negar.
—¿Cómo que no es así? —increpó con sarcasmo—. ¡Así es! Ahora yo soy un monstruo como tú.
—Por favor, escúchame —seguía insistiendo.
—¡No! —me gritó con todas sus fuerzas—. ¡Tú estás muerta para mí! ¡Lo estuviste desde el primer día que desapareciste! ¡Ya no tengo ninguna maldita hermana!.
Comenzó a salir por la puerta.
—Detente —le pedí, aunque no quisiera escucharme y comprenderlo, no podía dejar que se fuera sin saber nada—. Solo faltan un par de horas para que amanezca>>.
No me hizo caso.
—¡No me sigas nunca más! ¡No vendré a ti nunca más! —gritó—. ¡TE ODIO!.
Eso fue lo último que escuché de ella tras ver como salía a toda prisa de la choza sin saber si la volvería a ver de nuevo: un “Te Odio”.
Caí de rodillas al suelo inerte, indefensa como nunca antes, y después de no sé cuánto tiempo, la profunda voz de Balthazar interrumpió mi absorto y ensimismado dolor y culpa.
—Tu hermanita es una mala agradecida, bonita. ¿Ves que no se merecía tu cariño?
Solo quise lanzarme sobre él y arrancarle el cuello con todas mis fuerzas, pero sabía que yo había sido la culpable. Yo había provocado todo esto al hablarle cuando sabía que no debía hacerlo. Si Balthazar no me hubiera visto con ella, no le habría hecho daño jamás y yo no habría cometido el mayor error de toda mi historia. Yo no la habría condenado a esto.
<<¿Cómo una decisión puede seguirte por el resto de tu existencia? ¿Cómo tan solo un buen deseo por alguien que amas pasa a convertirse en una maldición para esa persona?… Maldición que te persigue a donde sea que vayas como una espina invisible clavada en el pecho.
¿Cómo de la hija menor del viudo y respetable hacendado de Nueva Orleans pasé a ser una depredadora de las sombras? ¿Cómo de la perfecta y dulce futura esposa pasé a ser una criatura sin alma a la cual hay que temer? “¿Cómo de la querida hermana menor pasé a ser su condenación y el objeto de su más profundo odio?”>>
Y sus últimas palabras resonaban con potencia una y otra vez en mi cabeza.
“Te Odio”
§>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<§
Y, qué tal????
Pensaban que esto había sucedido en realidad????
En el cap. 10 no había contado que pasó con Marianne después de que Balthazar la mordiera, y eso fue lo que le dio el factor “¿WTF?” ( ) a todo el asunto de culpabilidad que se venía arrastrando desde el principio.
Por eso que ella se lamentaba tanto por lo que había hecho, y decía que era el objeto del más profundo odio de su hermana.
Por eso que Marianne la odiaba tanto…
Pero bueno, aún quedan algunas cosas que no se han dicho y pronto se revelaran.
Son algunas noticias; tanto buenas, como malas…
Pero eso será más adelante, porque ahora solo están en mi cabeza, aún no las transcribo… jajaja
Uds. solo atentas a más.
Besos, cariños, y solo “sigan creyendo”
Pd: Ruego su más sincera comprensión porque tal vez no voy a poder seguir subiendo capítulos tan seguidos (aunque ya se notaba, o no? ), creo que pasaran muuuuuuuuuchos días para que suba otro, porque bueno, tengo la semana copada de trabajos.
Ahora solo me di el tiempo para escribirles este capítulo y que no quedaran con tanto suspenso, y también para que entendieran el por qué tantas cosas extrañas rondando la cabeza de Katherine…
Pero la historia sigue y va a tener un final, se los aseguro.
Bye, kiddos.
Gracias: Barbie y Atal, que son “siempre” las bellas que me dan ánimos, y ahora también a Yulibar, que se ha sumado al circulo “Diferente”
Y, qué tal????
Pensaban que esto había sucedido en realidad????
En el cap. 10 no había contado que pasó con Marianne después de que Balthazar la mordiera, y eso fue lo que le dio el factor “¿WTF?” ( ) a todo el asunto de culpabilidad que se venía arrastrando desde el principio.
Por eso que ella se lamentaba tanto por lo que había hecho, y decía que era el objeto del más profundo odio de su hermana.
Por eso que Marianne la odiaba tanto…
Pero bueno, aún quedan algunas cosas que no se han dicho y pronto se revelaran.
Son algunas noticias; tanto buenas, como malas…
Pero eso será más adelante, porque ahora solo están en mi cabeza, aún no las transcribo… jajaja
Uds. solo atentas a más.
Besos, cariños, y solo “sigan creyendo”
Pd: Ruego su más sincera comprensión porque tal vez no voy a poder seguir subiendo capítulos tan seguidos (aunque ya se notaba, o no? ), creo que pasaran muuuuuuuuuchos días para que suba otro, porque bueno, tengo la semana copada de trabajos.
Ahora solo me di el tiempo para escribirles este capítulo y que no quedaran con tanto suspenso, y también para que entendieran el por qué tantas cosas extrañas rondando la cabeza de Katherine…
Pero la historia sigue y va a tener un final, se los aseguro.
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
OMG OMG OMG mi querida kate te pasaste no me esperaba esto enserio quede sorprendida y anciosa por el otro capitulo pero tranquila que me agunto primero tu obligaciones vale y ademas sorprendete eres una maestra en la escritura te admiro que creatividad la tuya solo espero que sigas haci seen sei de la escritura
Irina Denali- .
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
ohh kate esta increible, concuerdo con yuli eres una maestra. Todo esta buenisimo la historia cada vez esta mejor
y bueno consentrate en tus tareas q nosotras esperamos no te preocupes
y bueno consentrate en tus tareas q nosotras esperamos no te preocupes
Bbra- .
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
muchas gracias por todo!!!!!!
uds. me dan animos para seguir!!!
se imaginaban que kathreine la habia convertido en realidad?????
uds. me dan animos para seguir!!!
se imaginaban que kathreine la habia convertido en realidad?????
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
amiga sorry todavia no me he puesto a leerla he tenido un monton de trabajo asi que ya lo haré, no lo dudes besitos
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
NO YO NO ME LO IMAGINABA PARA NADA la verdad es que me tomo de sorpresa tu juro que pense que la avia convertido baldazar que tenas ue de impactada es shock pero eso es bueno que nos sorprendas enserio quedo muy buena la historia y mas con el rumbo que a tomado
Irina Denali- .
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
si yo tambien me imagine q la habia convertido balthazar para mantener a kat a su lado o algo asi, me impresionas, le diste una vuelta increible y bueno cuando puedas pones el otro
Bbra- .
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
Siobhan O'Rourke escribió:amiga sorry todavia no me he puesto a leerla he tenido un monton de trabajo asi que ya lo haré, no lo dudes besitos
si atal, ya te estaba echando de menos...
pd: gracias... de nuevo!!!!!
Zafrina- .
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
bueno kate me sorprendiste mucho no me esperaba lo de mariane, ya quiero leer el siguiente
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
amiga, realmente te admiro mucho como escribes...ahora ya me la leí y de verdad que me he quedado con ganas de más, perdón el atraso pero ya te dije el porque...amiga sigue asi deleitandonos con esta historia que es original y muy bien escrita.
me dio pena Kriss se enamoró de verdad y Rob no la pesca ni en bajada
Pobre Katerine su vida no ha sido facil y ahora que encontro su verdadero amor teme q le hara daño y se quiere alejar...noooo no puede hacre eso...
bueno ojala cambien las cosas, besitos
me dio pena Kriss se enamoró de verdad y Rob no la pesca ni en bajada
Pobre Katerine su vida no ha sido facil y ahora que encontro su verdadero amor teme q le hara daño y se quiere alejar...noooo no puede hacre eso...
bueno ojala cambien las cosas, besitos
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
gracias de nuevo!!!!!
cuantas veces lo he hecho?????
pero no importa, se emrecen eso y mucho más!!! las quiero tanto...
y con respecto al otro capítulo, les digo que ya comencé a escribirlo y les doi el nombre del siguiente capítulo que se llamara "MOSTRUO"
adios y tenganme paciencia, si???
cuantas veces lo he hecho?????
pero no importa, se emrecen eso y mucho más!!! las quiero tanto...
y con respecto al otro capítulo, les digo que ya comencé a escribirlo y les doi el nombre del siguiente capítulo que se llamara "MOSTRUO"
adios y tenganme paciencia, si???
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
Siobhan O'Rourke escribió:me dio pena Kriss se enamoró de verdad y Rob no la pesca ni en bajada
siiiii por es amo esta historia
no te preocupes kate nosotras esperamos
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
amiga no sabes lo anciosa que estoy esperando el capitulo moustro enserio que me muerdo un codo de las ancias solo espero que puedas subir los proximos capitulos rapido jajajaja
Irina Denali- .
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
ATENCION
Se les Pide a los Autores de los Fics como tambien a los que publican, adjuntar una Imagen que represente el Fic y sinopsis, o prologo o prefacio (Esto es para publicarlos en el 2 portal)
Gracias
Atte: Administracion
Se les Pide a los Autores de los Fics como tambien a los que publican, adjuntar una Imagen que represente el Fic y sinopsis, o prologo o prefacio (Esto es para publicarlos en el 2 portal)
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
UNA PREGUNTA:
que les parece ella:
o ella:
aunque tambien... para marianne..
y balthazar... tengo tres candidatos...
que les parece ella:
o ella:
aunque tambien... para marianne..
y balthazar... tengo tres candidatos...
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
a mi me enctanto la chica
y para balthazar
puedo votarrr ??????
Jud Law
y para balthazar
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
para balthazar me gusta el ultimo, jeje ya lo veo como malo desde charmed
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
kate por que el abandono ya ancio leer tu historia publicala lo mas antes posible jajajaja muero por leerla jaja
Irina Denali- .
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
amiga me encanto la chika y el primero para baltazar osea Jud Law
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
lo siento chicas, pero he tenido mucho que hacer y por lo que estudio, me demanda mucho tiempo manual...
ademas, el ultimo tiempo he estado un pocobloqueada, ni se imaginan cuanto me ha costado el capitulo... pero ya tendra que salir...
jajaja... tenganme paciencia... si???
y con respecto a los actores que interpretaran los personajes (bueno, solo es para que tengan una imagen de ellos... nada importante) busque algunos y pronto se los presento formalmente
ademas, el ultimo tiempo he estado un pocobloqueada, ni se imaginan cuanto me ha costado el capitulo... pero ya tendra que salir...
jajaja... tenganme paciencia... si???
y con respecto a los actores que interpretaran los personajes (bueno, solo es para que tengan una imagen de ellos... nada importante) busque algunos y pronto se los presento formalmente
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
Actualización, por fin!!!!! Capítulo 15: Monstruo
Lamento haberme tardado tanto, chicas, pero en serio que no podía antes…
No sé, como que no me llegaba la inspiración. Estaba bloqueada…
Bueno, este es un capítulo que continúa inmediatamente después que el anterior, así que tal vez quieran leer de nuevo el 14 para continuar con este… Es que por lo menos yo tuve que hacerlo varias veces para poder seguir escribiendo :xd:
Espero que lo disfruten.
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Capítulo 15: MONSTRUO
Lamento haberme tardado tanto, chicas, pero en serio que no podía antes…
No sé, como que no me llegaba la inspiración. Estaba bloqueada…
Bueno, este es un capítulo que continúa inmediatamente después que el anterior, así que tal vez quieran leer de nuevo el 14 para continuar con este… Es que por lo menos yo tuve que hacerlo varias veces para poder seguir escribiendo :xd:
Espero que lo disfruten.
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Capítulo 15: MONSTRUO
RPOV
Lágrimas caían por las mejillas de Katherine sin detenerse, pero ella no parecía advertirlo, es más, ni siquiera estaba completamente seguro de que estuviera consciente que se encontraba conmigo y no realmente en sus recuerdos como su mirada empañada me lo decía. Aún así, no la solté en ningún momento y el producto salino de su llanto siguió cayendo sobre el dorso de mi mano posada en su regazo.
Tanto dolor. Tanto sufrimiento. Tanto suplicio. No creía que en la vida pudiese llegar a escuchar una historia tan inverosímil como ésta. Yo solo estuve en completo silencio el resto del relato captando cada palabra que decía, impactado por lo que había sucedido en realidad con ella. Era como si ahora comprendiera el por qué de toda su actitud, de su soledad y de la muralla que había erigido para protegerse de lo que antes ni siquiera me habría podido llegar a imaginar; la real dimensión de todo.
Entendía su angustia, entendía el por qué de que la sonrisa que había visto en ella en la fotografía ya no estuviera allí, y también entendía que necesitaba hacer algo por ella, pero ¿qué? ¿Cómo podría borrar tantos años de dolor?
Me contó, como yo quería, lo que había sucedido con Marianne, el por qué de que ella la odiara tanto, el por qué de que no se hablaran, y el por qué de que no quisiera volver a verla nunca más.
Pero ¿cómo ella no podía ver que Katherine solo lo hizo por salvarla? Además, su intención nunca fue condenarla como ella misma había dicho. ¿Por qué no podía perdonarla?
Nadie se merece vivir así…
Katherine se seguía culpando de todo lo que había sucedido y se martirizaba cada vez con más rabia, cuando el único culpable de todo era ese maldito monstruo con el nombre de Balthazar.
—Maté a mi propia hermana —siguió balbuceando con su mirada anegada en lágrimas y aún culpándose por solo querer ayudarla—… y… y también maté a mi propio padre.
¿Su padre? ¿Qué tenía que ver su padre en todo esto?
—El perdió a sus dos únicas hijas por mi culpa... Murió de dolor y solo... sin que yo pudiera hacer nada por él —dijo con su voz entrecortada muriendo en un lastimero susurro.
Ella no podía seguir viviendo con tanta culpa a cuestas sobre su consciencia. No cuando nunca la tuvo y jamás fueron sus intenciones causar lo que vino después por añadidura. Seguir atormentándose solo la lastimaría más, y si no curaba sus heridas, éstas solo se seguirían abriendo con el paso del tiempo. Tenía que superar, aunque fuera un poco, que lo que sucedió fue por algo, como también el de que yo la hubiera conocido. Después de la tormenta tenía que venir la calma…
—No. Tú no tienes ninguna culpa —le dije al tomar su rostro húmedo entre mis manos obligándola a que me mirara, y solo en ese momento creí ver luces de que se encontraba conmigo nuevamente.
Estaba asustada y me miraba con desesperación, tanto, que no era capaz de sostener mi mirada por mucho tiempo, pero luego tomó mis manos y con cierta dificultad las apartó de su rostro.
—Eso fue lo que sucedió —dijo haciendo esfuerzos enormes por contenerse, sin mucho éxito—. Ahora, ¿qué esperas para huir? —preguntó en un sollozo.
—Jamás huiría de ti. Lo que sucedió hace años no fue tu culpa —repetí limpiando sus lágrimas.
—¿Qué no fue mi culpa? ¡Es que no me escuchaste!
—Por supuesto que lo hice, pero no fue tu culpa, deja de acusarte —le respondí resueltamente—. Ya es tiempo de que esas heridas curen, y no pienso dejarte por eso —concluí con firmeza, y con las palabras y el tono más suave que pude encontrar dentro de lo enfurecido que me encontraba por lo que le habían hecho.
—¿Heridas? —repitió con ironía—. ¿Sabes la clase de heridas que un monstruo le causó a alguien más? ¿Crees que Marianne piensa lo mismo de las heridas que yo le causé? ¿Piensas que ella no piensa que yo tengo la culpa por convertirla en lo que es? —preguntaba con rabia—. Y ella tiene razón, yo tengo esa culpa… —terminó en un susurro.
No sabía como contestar a esto. No sabía realmente lo que Marianne pensaba, y Katherine se atribuía y lanzaba culpas una y otra vez.
—No hablo de las heridas que ella pudiese tener —dije finalmente contradiciéndola, buscando refutaciones que la pudiesen convencer—, ya que al final tiene que entender las cosas como sucedieron. Tal vez esté ahora cegada por el odio, pero eso no será por siempre… —o eso era lo que deseaba—. Yo realmente hablo de tus heridas —continué intentando reconfortar la culpa injustificada en su interior—. De sanar tus propias heridas para luego sanar las del resto. Perdónate a ti misma antes de que alguien más pueda hacerlo.
Ella solo bufó con amargura sin considerarlo.
—Aunque este no sea el caso, podría ser que las heridas hayan sanado hace mucho—dijo calmando sus lágrimas con esfuerzo, pero yo prefería aquellas lágrimas que trataba de impedir, antes que la amargura que la reemplazaba—, pero siempre queda la cicatriz que te recuerda en todo momento lo que fue, y ésta no será la excepción.
Ella tenía un punto. Yo mismo era de quienes una vez creyó lo mismo, pero eso cambió cuando la conocí; mis heridas del pasado habían cicatrizado y cuando recordaba lo que sufrí, ya no me importaba solo porque ella existía. Ahora, aunque me dijera que no se habían cicatrizado sus heridas, y aunque en este mismo momento pareciera que sus heridas se estaban abriendo más en vez de cerrarse, intentaría ser yo quién hiciera la diferencia. Intentaría por todos los medios posibles e imposibles que aquella regla que se había implantado desapareciera para ella como había desaparecido para mí, ya que sabía que no debía aplicarse a este caso. No a alguien inocente que no se lo merecía.
—Yo estaré aquí contigo para que esas heridas sanen —le dije poniendo todo mi cariño y mi apoyo en cada palabra—, y para cualquier cosa que tú necesites.
Me miraba sin entender lo que había dicho, o más bien, como si le estuviera hablando en un idioma desconocido que no era capaz, ni quería comprender, pero sin más, terminó rompiendo en llanto otra vez con más desesperación, a la vez que escondía, avergonzada, su rostro entre sus manos.
Pero ¿por qué lo hacía? ¿Por qué le avergonzaba sentir dolor? ¿Por qué le avergonzaba que pudiera conocerla con sus penas y sus alegrías (aunque al parecer no fueran muchas)?...
Claro, su coraza…
Al fin se había derrumbado la muralla que la protegía, y aunque nunca me imaginé que pudiera encontrar tanto dolor detrás, ahora se sentía desprotegida ante mí. Sus recuerdos la torturaran y ya no sabía como protegerse. El punto era que se sentía débil y vulnerable por quebrarse de aquella forma. Por eso lloraba.
La abracé apoyando su cabeza en mi pecho, absorbiendo el suave y dulce aroma de su cabello y su piel tan reconfortante como siempre… Pero ahora era yo quien debía reconfortarla, tenía que hacer lo que pudiera por aliviar su pena.
—Tranquila, cariño. Ahora yo estoy aquí —dije besando su frente y acariciando con una mano su espalda—. Ahora menos que nunca voy a hacer lo que me pides y ahora menos que nunca me iré de tu lado.
KPOV
Jamás creí que volvería a recordar con tanta nitidez lo que había sucedido hace ya tantos años, cuando yo misma había tratado de olvidarlo, sin mucho éxito por lo demás, y con cierto grado de egoísmo de mi parte, pero ¿qué más se podría esperar de un monstruo como yo? ¿Qué más se podría esperar de quien arruinó la vida de quienes más amaba?...
Y ahora, en este preciso momento, todo regresaba a mí como mi justo castigo por todo lo que causé. Todos los fantasmas del pasado que nunca se esfumaron, se hacían corpóreos cada vez con más fuerza para buscar su justificable venganza contra mí.
Lloraba sin poder detenerme en los brazos de Robert, reconfortándome con su abrazo y su calidez, los cuales hacían que mi llanto se volviera aún más desesperado al estar consciente del tesoro que ponía en peligro por cada segundo que pasaba con él, logrando odiarme cada vez más.
Lo que sentía era incontrolable. Ni nada ni nadie podría ser capaz de callarme ahora. Había decidido hablar y sin querer, rompí la única barrera que podría mantenerlo alejado de mí y lo que sentía. Pero ya había sido muy tarde, sus palabras me lo dijeron.
—Tranquila, cariño. Ahora yo estoy aquí —dijo besando mi frente con el tipo de dulzura más grande que jamás había conocido, y que me derretía con cada caricia haciendo añicos cada partícula que me quedaba de voluntad—. Ahora menos que nunca voy a hacer lo que me pides y ahora menos que nunca me iré de tu lado.
Qué más quisiera yo que aquello fuera cierto. Poder estar con él por siempre y que nunca se fuera de mi lado, pero eso era definitivamente imposible, jamás podría tener ese derecho…
—¿Por qué? —solté en su pecho incontrolablemente maldiciendo mi destino por dentro por lograr que todo esto ocurriera—. ¿Por qué tuve que conocerte ahora?
Ahora… y no cuando vivía.
¿Por qué cuando creí que todo estaría bien, todo cambió? ¿Por qué el conocerlo conllevó desenterrar todos mis recuerdos de esta manera tan violenta y repentina?
¿Por qué tú hiciste salir todo de mí?
Siempre tuve el peso encima de lo que hice, pero ¿por qué ahora me dolió tanto? ¿Por qué no pude soportarlo más, consiguiendo derrumbarme entre sus brazos como una niña?
Despreciable, indefensa…
No creía que abrir el pasado de pronto causaría esto: Causar lo opuesto a mis intenciones.
¿Por qué no pude ser tan fuerte como lo fui antes, como lo fui hasta conocerte? ¡Por qué tuve que conocerte!
Si no lo hubiese conocido, nunca me hubiese importado tanto huir nuevamente de Balthazar, tal vez no habría sabido nada de Marianne como ahora conociendo nuevamente su desprecio, y tampoco me hubiese enamorado de él... Pero ¿cómo puedo culparlo, cuando la única culpable de todo esto soy yo?
¡Por qué tuve que llegar hasta ti!
¿Por qué un monstruo como yo; quien hizo lo que hizo y que causó lo que causó, tuvo que cruzarse en su camino, tuvo que enamorarse?
Robert estrechó su agarre contra mí, pero yo no era capaz de devolvérselo estando apoyada en su pecho sintiendo el enérgico palpitar de su corazón y mojando su ropa con mis lágrimas.
—Me conociste ahora, porque era el momento de que yo te amara —dijo contra mi oído—. Nuestro destino es estar juntos.
Lágrimas caían por las mejillas de Katherine sin detenerse, pero ella no parecía advertirlo, es más, ni siquiera estaba completamente seguro de que estuviera consciente que se encontraba conmigo y no realmente en sus recuerdos como su mirada empañada me lo decía. Aún así, no la solté en ningún momento y el producto salino de su llanto siguió cayendo sobre el dorso de mi mano posada en su regazo.
Tanto dolor. Tanto sufrimiento. Tanto suplicio. No creía que en la vida pudiese llegar a escuchar una historia tan inverosímil como ésta. Yo solo estuve en completo silencio el resto del relato captando cada palabra que decía, impactado por lo que había sucedido en realidad con ella. Era como si ahora comprendiera el por qué de toda su actitud, de su soledad y de la muralla que había erigido para protegerse de lo que antes ni siquiera me habría podido llegar a imaginar; la real dimensión de todo.
Entendía su angustia, entendía el por qué de que la sonrisa que había visto en ella en la fotografía ya no estuviera allí, y también entendía que necesitaba hacer algo por ella, pero ¿qué? ¿Cómo podría borrar tantos años de dolor?
Me contó, como yo quería, lo que había sucedido con Marianne, el por qué de que ella la odiara tanto, el por qué de que no se hablaran, y el por qué de que no quisiera volver a verla nunca más.
Pero ¿cómo ella no podía ver que Katherine solo lo hizo por salvarla? Además, su intención nunca fue condenarla como ella misma había dicho. ¿Por qué no podía perdonarla?
Nadie se merece vivir así…
Katherine se seguía culpando de todo lo que había sucedido y se martirizaba cada vez con más rabia, cuando el único culpable de todo era ese maldito monstruo con el nombre de Balthazar.
—Maté a mi propia hermana —siguió balbuceando con su mirada anegada en lágrimas y aún culpándose por solo querer ayudarla—… y… y también maté a mi propio padre.
¿Su padre? ¿Qué tenía que ver su padre en todo esto?
—El perdió a sus dos únicas hijas por mi culpa... Murió de dolor y solo... sin que yo pudiera hacer nada por él —dijo con su voz entrecortada muriendo en un lastimero susurro.
Ella no podía seguir viviendo con tanta culpa a cuestas sobre su consciencia. No cuando nunca la tuvo y jamás fueron sus intenciones causar lo que vino después por añadidura. Seguir atormentándose solo la lastimaría más, y si no curaba sus heridas, éstas solo se seguirían abriendo con el paso del tiempo. Tenía que superar, aunque fuera un poco, que lo que sucedió fue por algo, como también el de que yo la hubiera conocido. Después de la tormenta tenía que venir la calma…
—No. Tú no tienes ninguna culpa —le dije al tomar su rostro húmedo entre mis manos obligándola a que me mirara, y solo en ese momento creí ver luces de que se encontraba conmigo nuevamente.
Estaba asustada y me miraba con desesperación, tanto, que no era capaz de sostener mi mirada por mucho tiempo, pero luego tomó mis manos y con cierta dificultad las apartó de su rostro.
—Eso fue lo que sucedió —dijo haciendo esfuerzos enormes por contenerse, sin mucho éxito—. Ahora, ¿qué esperas para huir? —preguntó en un sollozo.
—Jamás huiría de ti. Lo que sucedió hace años no fue tu culpa —repetí limpiando sus lágrimas.
—¿Qué no fue mi culpa? ¡Es que no me escuchaste!
—Por supuesto que lo hice, pero no fue tu culpa, deja de acusarte —le respondí resueltamente—. Ya es tiempo de que esas heridas curen, y no pienso dejarte por eso —concluí con firmeza, y con las palabras y el tono más suave que pude encontrar dentro de lo enfurecido que me encontraba por lo que le habían hecho.
—¿Heridas? —repitió con ironía—. ¿Sabes la clase de heridas que un monstruo le causó a alguien más? ¿Crees que Marianne piensa lo mismo de las heridas que yo le causé? ¿Piensas que ella no piensa que yo tengo la culpa por convertirla en lo que es? —preguntaba con rabia—. Y ella tiene razón, yo tengo esa culpa… —terminó en un susurro.
No sabía como contestar a esto. No sabía realmente lo que Marianne pensaba, y Katherine se atribuía y lanzaba culpas una y otra vez.
—No hablo de las heridas que ella pudiese tener —dije finalmente contradiciéndola, buscando refutaciones que la pudiesen convencer—, ya que al final tiene que entender las cosas como sucedieron. Tal vez esté ahora cegada por el odio, pero eso no será por siempre… —o eso era lo que deseaba—. Yo realmente hablo de tus heridas —continué intentando reconfortar la culpa injustificada en su interior—. De sanar tus propias heridas para luego sanar las del resto. Perdónate a ti misma antes de que alguien más pueda hacerlo.
Ella solo bufó con amargura sin considerarlo.
—Aunque este no sea el caso, podría ser que las heridas hayan sanado hace mucho—dijo calmando sus lágrimas con esfuerzo, pero yo prefería aquellas lágrimas que trataba de impedir, antes que la amargura que la reemplazaba—, pero siempre queda la cicatriz que te recuerda en todo momento lo que fue, y ésta no será la excepción.
Ella tenía un punto. Yo mismo era de quienes una vez creyó lo mismo, pero eso cambió cuando la conocí; mis heridas del pasado habían cicatrizado y cuando recordaba lo que sufrí, ya no me importaba solo porque ella existía. Ahora, aunque me dijera que no se habían cicatrizado sus heridas, y aunque en este mismo momento pareciera que sus heridas se estaban abriendo más en vez de cerrarse, intentaría ser yo quién hiciera la diferencia. Intentaría por todos los medios posibles e imposibles que aquella regla que se había implantado desapareciera para ella como había desaparecido para mí, ya que sabía que no debía aplicarse a este caso. No a alguien inocente que no se lo merecía.
—Yo estaré aquí contigo para que esas heridas sanen —le dije poniendo todo mi cariño y mi apoyo en cada palabra—, y para cualquier cosa que tú necesites.
Me miraba sin entender lo que había dicho, o más bien, como si le estuviera hablando en un idioma desconocido que no era capaz, ni quería comprender, pero sin más, terminó rompiendo en llanto otra vez con más desesperación, a la vez que escondía, avergonzada, su rostro entre sus manos.
Pero ¿por qué lo hacía? ¿Por qué le avergonzaba sentir dolor? ¿Por qué le avergonzaba que pudiera conocerla con sus penas y sus alegrías (aunque al parecer no fueran muchas)?...
Claro, su coraza…
Al fin se había derrumbado la muralla que la protegía, y aunque nunca me imaginé que pudiera encontrar tanto dolor detrás, ahora se sentía desprotegida ante mí. Sus recuerdos la torturaran y ya no sabía como protegerse. El punto era que se sentía débil y vulnerable por quebrarse de aquella forma. Por eso lloraba.
La abracé apoyando su cabeza en mi pecho, absorbiendo el suave y dulce aroma de su cabello y su piel tan reconfortante como siempre… Pero ahora era yo quien debía reconfortarla, tenía que hacer lo que pudiera por aliviar su pena.
—Tranquila, cariño. Ahora yo estoy aquí —dije besando su frente y acariciando con una mano su espalda—. Ahora menos que nunca voy a hacer lo que me pides y ahora menos que nunca me iré de tu lado.
KPOV
Jamás creí que volvería a recordar con tanta nitidez lo que había sucedido hace ya tantos años, cuando yo misma había tratado de olvidarlo, sin mucho éxito por lo demás, y con cierto grado de egoísmo de mi parte, pero ¿qué más se podría esperar de un monstruo como yo? ¿Qué más se podría esperar de quien arruinó la vida de quienes más amaba?...
Y ahora, en este preciso momento, todo regresaba a mí como mi justo castigo por todo lo que causé. Todos los fantasmas del pasado que nunca se esfumaron, se hacían corpóreos cada vez con más fuerza para buscar su justificable venganza contra mí.
Lloraba sin poder detenerme en los brazos de Robert, reconfortándome con su abrazo y su calidez, los cuales hacían que mi llanto se volviera aún más desesperado al estar consciente del tesoro que ponía en peligro por cada segundo que pasaba con él, logrando odiarme cada vez más.
Lo que sentía era incontrolable. Ni nada ni nadie podría ser capaz de callarme ahora. Había decidido hablar y sin querer, rompí la única barrera que podría mantenerlo alejado de mí y lo que sentía. Pero ya había sido muy tarde, sus palabras me lo dijeron.
—Tranquila, cariño. Ahora yo estoy aquí —dijo besando mi frente con el tipo de dulzura más grande que jamás había conocido, y que me derretía con cada caricia haciendo añicos cada partícula que me quedaba de voluntad—. Ahora menos que nunca voy a hacer lo que me pides y ahora menos que nunca me iré de tu lado.
Qué más quisiera yo que aquello fuera cierto. Poder estar con él por siempre y que nunca se fuera de mi lado, pero eso era definitivamente imposible, jamás podría tener ese derecho…
—¿Por qué? —solté en su pecho incontrolablemente maldiciendo mi destino por dentro por lograr que todo esto ocurriera—. ¿Por qué tuve que conocerte ahora?
Ahora… y no cuando vivía.
¿Por qué cuando creí que todo estaría bien, todo cambió? ¿Por qué el conocerlo conllevó desenterrar todos mis recuerdos de esta manera tan violenta y repentina?
¿Por qué tú hiciste salir todo de mí?
Siempre tuve el peso encima de lo que hice, pero ¿por qué ahora me dolió tanto? ¿Por qué no pude soportarlo más, consiguiendo derrumbarme entre sus brazos como una niña?
Despreciable, indefensa…
No creía que abrir el pasado de pronto causaría esto: Causar lo opuesto a mis intenciones.
¿Por qué no pude ser tan fuerte como lo fui antes, como lo fui hasta conocerte? ¡Por qué tuve que conocerte!
Si no lo hubiese conocido, nunca me hubiese importado tanto huir nuevamente de Balthazar, tal vez no habría sabido nada de Marianne como ahora conociendo nuevamente su desprecio, y tampoco me hubiese enamorado de él... Pero ¿cómo puedo culparlo, cuando la única culpable de todo esto soy yo?
¡Por qué tuve que llegar hasta ti!
¿Por qué un monstruo como yo; quien hizo lo que hizo y que causó lo que causó, tuvo que cruzarse en su camino, tuvo que enamorarse?
Robert estrechó su agarre contra mí, pero yo no era capaz de devolvérselo estando apoyada en su pecho sintiendo el enérgico palpitar de su corazón y mojando su ropa con mis lágrimas.
—Me conociste ahora, porque era el momento de que yo te amara —dijo contra mi oído—. Nuestro destino es estar juntos.
Última edición por Zafrina el 16/9/2009, 4:56 pm, editado 1 vez
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
¿Nuestro destino es estar juntos?
Me alejé de él para mirarlo de frente, y aunque tenía la visión enturbiada por las lágrimas, sabía que su mirada me decía que había solo verdad en sus palabras, que hablaba de corazón. Sin pensarlo y en un acto incontrolable, me lancé sobre sus brazos para enterrar mi rostro en su pecho nuevamente, y esta vez, no quise soltarlo más, él lo era todo para mí…
—No merezco que me quieras —dije y la voz se me ahogaba. ¿Por qué no podía dejar de llorar?—, y yo no merezco quererte, tampoco.
—No digas eso, por favor —dijo mientras no dejaba de darme pequeños besos en la frente y me acunaba entre sus brazos como si fuera una niña—. Ya no llores más, amor. No mires atrás, tú estás a salvo ahora.
¿A salvo?
Desde que soy lo que soy, nunca creí que estaría alguna vez a salvo de nuevo, pero ¿podría ser que las cosas cambiaran? ¿Podría salvarme de mí misma? Era eso lo único que necesitaba…
Yo lo aferraba con fuerza y al instante me correspondió con la seguridad que jamás creí conseguir. Su abrazo era cálido y fuerte, y no existía nada a mi alrededor además de él, de hecho, creo que por un momento logré olvidar todo lo que sucedía además de nosotros, pero en el momento en que aquello llegó a mí de nuevo, decidí que no podía seguir haciéndole más daño, no más. Debía hacer lo que él se merecía, no más mentiras, solo la verdad, no tendría otro momento más que éste, ésta era mi única oportunidad.
—Robert —dije tras reunir todo el valor que pude—, hay algo que aún no te he dicho.
RPOV
—No merezco que me quieras —dijo tras lanzarse a mis brazos con ímpetu, como si se protegiera en mí mientras lloraba —, y yo no merezco quererte, tampoco.
Entre todo el conflicto, debo decir que me sentí culpable por sentirme feliz de lo que indirectamente me acababa de expresar y simplemente no pude dejar de sonreír con alivio mientras la abrazaba contra mí. A pesar de todo, era una confesión que traducía muchos de sus actos.
—No digas eso, por favor —dije dando besos en su frente, acunándola entre mis brazos como si ella fuera una niña y yo fuera quien la protegía
Si, ese quería ser yo. Quería ser quien la protegiera y la cuidara. Ahora ella era toda mi vida y jamás permitiría que volvieran a hacerle daño, ella lo era todo para mí
—Ya no llores más, amor —le pedí aferrándola contra mí—. No mires atrás, tú estás a salvo ahora.
Aunque en un momento su postura se tensó por un breve lapso de tiempo, luego se soltó rindiéndose antes de lo que sería, tal vez, la razón de muchas cosas que habían sucedido entre nosotros; tanto por la manera en que lo dijo y la forma de mirarme, porque era el mismo miedo que vi constantemente en estos últimos días.
—Robert, hay algo que aún no te he dicho —dijo antes de enderezarse en su postura para mirarme de frente con lágrimas que aún humedecían sus ojos y sus mejillas.
—Dime —le dije secando aquellas lágrimas que ya se detenían poco a poco—. Puedes decirme lo que sea, confía en mí.
Tomó airé, limpiando ella misma el resto de los residuos salinos de su rostro con decisión, y debo reconocer que aprecié esa nueva decisión en ella, porque no había tanto miedo como antes. Creo que incluso tenía un cierto toque de valentía.
—Tú viniste aquí porque querías saber sobre mí… para poder entender el por qué de que me marchara de pronto… —comenzó diciendo con dificultad y yo asentí sin palabras.
Claro, era precisamente por eso, y porque quería que no se fuera, ¿pero es que acaso lo que me contó no era el motivo? ¿Aún había más?
—Comencé contándote sobre mí —continuó—, con la intención de que si sabías lo que había hecho no quisieras estar conmigo…
—Pero eso no ocurrirá —me apresuré a decir interrumpiéndola y tomando su mano entre las mías con suavidad.
—Pero ahora debes saber el por qué de que debiera irme —continuó ignorando mi interrupción.
—¿Te quieres marchar por Marianne? —pregunté lo primero que se me vino a la cabeza, aunque ya sabía que se había enterado de su presencia en la ciudad después de que me dijera que se quisiera ir.
—No es por Marianne —me respondió sin ánimos y sin mirarme, bajando su mirada a muestras manos que se encontraban unidas—, de hecho, ni siquiera se por qué ella decide aparecer justo ahora, además del hecho de cobrar su partida al fin.
De inmediato recordé las lascivas palabras que su hermana me había dicho cuando me fue a ver, pero no fui capaz de decírselo. Ésta vez fui yo quién bajó la mirada, pero avergonzado.
—Por mucho tiempo creí que había muerto —siguió hablando con demasiado dolor por creerse la culpable—, y por mucho que la busqué, nunca pude encontrarla. Y ahora aparece ante ti… no sé por qué… No sé cuáles son sus intenciones —concluyó llevándose la otra mano a la frente con hastío.
Yo tampoco sabía el por qué de que después de cien años apareciera, a menos que tomara en serio cuando dijo que sentía curiosidad porque su hermana se haya involucrado con alguien, pero de todas maneras, me sentía culpable.
—Katherine —dije reclamando su atención y tratando de enfocarla a lo que llevó a mencionar a Marianne de nuevo—, si no es Marianne el motivo de que quieras marcharte, ¿cuál es, entonces, la razón?
Volvió a levantar su mirada, viendo la desesperación contenida en sus ojos y la duda de nuevo de si debía hablar o no, y cuando creí que guardaría silencio permanente como siempre, me sorprendió respondiéndome finalmente.
—¿Recuerdas…? ¿Recuerdas el sábado cuando me dijiste lo de las fotos que habían tomado en el restaurante, y tú… temiste que si alguien sabía lo que yo era en realidad me pudiera suceder algo?
—Lo recuerdo —contesté reviviendo el momento, pero también lo que me había dicho momentos antes de que su hermana viniera—, pero tú también me dijiste que si alguien se dispusiera a revelarlo, nadie le creería. ¿Por qué ahora te preocupa eso?
Tomó un largo trago de aire con dificultad antes de seguir.
—Yo logré huir de Balthazar después de bastantes años —me dijo con su voz temblando—, pero hace aproximadamente sesenta años fui lo suficientemente tonta como para mezclarme con la demás gente de ésta manera, como ahora.
—¿Qué quieres decir con eso? —le pregunté confundido, sin entender a qué se refería.
—En ese tiempo, yo comencé a tocar violín en algunos salones de Boston —me explicó mientras movía sus dedos frenéticamente entre sí—. Gané cierta popularidad después de que la segunda guerra mundial terminara, pero fue tanto, que después de haber estado sin Balthazar por tantos años, él me encontró. Él… él me encontró porque decidí darme a conocer, como ahora.
El pánico se acrecentó en su expresión, y si terminaba de entender, ahora tenía miedo de que por las fotos, aquel monstruo la encontrara otra vez…
—Y aunque logré huir de nuevo después de los años —siguió, y ésta vez sus manos se frotaban entre sí—, lo que hizo la primera vez que me encontró… no-no quiero vivirlo de nuevo… No… —no terminó de hablar, pero sí comenzó a temblar, inconscientemente lo estaba haciendo.
Maldito infeliz. Si tuviera la oportunidad de ponerle las manos encima, yo… Si tan solo pudiera tenerlo entre mis manos…
La ira que sentía era inmensa y no parecía reconocerla del todo. Solo tenía un foco, un origen, y ni siquiera tenía un rostro. Solo era una idea falta de corporeidad, pero si de consecuencias dañinas que afectaban a “mi vida”.
Abracé a Katherine de nuevo, besando su frente antes de besar sus labios y hablarle.
—No temas, él no te encontrará —le dije entre un beso y otro que le daba, tratando de reconfortarla y hacerle saber que me tenía—. Yo te protegeré desde ahora.
—Tú no entiendes —dijo cuando estuvo libre de mi agarre—. Mi temor es mayor por ti, por lo que te pudiera hacer a ti para tenerme con él —me explicó con nerviosismo, ésta vez tomando mi rostro entre sus manos viendo como sus ojos comenzaban a brillar nuevamente producto de las lágrimas.
Solo tenía miedo por mí…
No. No podía permitir que se preocupara por mí. No tenía el derecho de aceptar esa preocupación cuando ella podía estar en peligro, era ella la verdadera persona en peligro. A mí no me importaba lo que me hicieran con tal de tenerla a salvo.
—Ya ves lo que le hizo a Marianne por mi culpa, por haberle hablado —continuó —. No quiero pensar en lo que te haría a ti por significar lo que significas para mí. Es por eso que debía irme, para que tú estuvieras a salvo. Se supone que yo te cuidaría hasta que él me encontrara, me aseguraría de que no te tocara y me lo llevaría lejos, pero…
—Sht… —la interrumpí cubriendo sus manos con las mías cuando noté que las notas en su voz se alzaban—. Ya no debes preocuparte por mí, soy yo quién debe cuidarte ahora, ¿recuerdas? Ya no estás sola —dije sonriéndole.
—Robert, tú no puedes protegerme de él, nadie puede —dijo con aflicción—. Si huí, fue porque no podía hacer nada más.
—Eso no puede ser —insistí —, además, tiene que haber un modo de que no te encuentre… —insistí, pero ella me interrumpió.
—Lo hay —contestó—, pero para eso debo irme y no te puedo dejar solo. No sabiendo que si te dejo aquí y él aparece, no descansará hasta que te haga daño por mi culpa.
Vaya, ese monstruo era un completo desquiciado.
—¿Y la policía? —pregunté, aunque ya tenía el presentimiento de que no funcionaría.
—La policía nunca podría encontrarlo, y si lo hiciera, solo serían más muertes… —respondió con pesar.
¿Muertes?… Cielos… ¿cómo podría deshacerme de él? Muertes era mucho más de lo que yo pensaba y más de lo que podía sopesar.
—Él es poderoso —continuó—. Es el vampiro más fuerte que alguna vez conocí y cuando incluso soy más fuerte que tú, ni siquiera así podría librarme de él.
Lo que decía era cierto. Ella era mucho más fuerte que yo, incluso a pesar de que no quisiera reconocerlo, pero era la verdad. Me superaba en fuerza y rapidez por mucho, lo que me consumía al estar incapacitado de hacer alguna cosa.
—Pero… vámonos, entonces —me apresuré a decir—. Vámonos juntos y huyamos. Yo te sigo a donde sea.
—No, Robert —me contradijo viendo la decepción en su mirar, pero por algo que no pude descifrar—. No puedo dejar que hagas eso, y a donde sea que vayas te reconocerían, además, tú tienes una vida aquí, un trabajo, una familia, amigos, y yo no puedo apartarte de los que quieres como me lo hicieron a mí…
—Pero tú eres quién quiero —la interrumpí al ver su frustración—. No me importa nada si no te tengo a mi lado.
—Robert, yo te quiero, por eso no me iré ahora, no te dejaré —dijo resueltamente después de unos segundos de sombría cavilación que me golpeó al ser las primeras palabras directas con que me hablaba—. Eres lo que más me importa en estos momentos y por eso haré hasta lo imposible por protegerte, y no permitiré que te hagan daño —se seguía preocupando por mí… —, pero para eso necesito que tú también me ayudes.
—Yo solo haré lo que sea para que tú estés a salvo.
Me alejé de él para mirarlo de frente, y aunque tenía la visión enturbiada por las lágrimas, sabía que su mirada me decía que había solo verdad en sus palabras, que hablaba de corazón. Sin pensarlo y en un acto incontrolable, me lancé sobre sus brazos para enterrar mi rostro en su pecho nuevamente, y esta vez, no quise soltarlo más, él lo era todo para mí…
—No merezco que me quieras —dije y la voz se me ahogaba. ¿Por qué no podía dejar de llorar?—, y yo no merezco quererte, tampoco.
—No digas eso, por favor —dijo mientras no dejaba de darme pequeños besos en la frente y me acunaba entre sus brazos como si fuera una niña—. Ya no llores más, amor. No mires atrás, tú estás a salvo ahora.
¿A salvo?
Desde que soy lo que soy, nunca creí que estaría alguna vez a salvo de nuevo, pero ¿podría ser que las cosas cambiaran? ¿Podría salvarme de mí misma? Era eso lo único que necesitaba…
Yo lo aferraba con fuerza y al instante me correspondió con la seguridad que jamás creí conseguir. Su abrazo era cálido y fuerte, y no existía nada a mi alrededor además de él, de hecho, creo que por un momento logré olvidar todo lo que sucedía además de nosotros, pero en el momento en que aquello llegó a mí de nuevo, decidí que no podía seguir haciéndole más daño, no más. Debía hacer lo que él se merecía, no más mentiras, solo la verdad, no tendría otro momento más que éste, ésta era mi única oportunidad.
—Robert —dije tras reunir todo el valor que pude—, hay algo que aún no te he dicho.
RPOV
—No merezco que me quieras —dijo tras lanzarse a mis brazos con ímpetu, como si se protegiera en mí mientras lloraba —, y yo no merezco quererte, tampoco.
Entre todo el conflicto, debo decir que me sentí culpable por sentirme feliz de lo que indirectamente me acababa de expresar y simplemente no pude dejar de sonreír con alivio mientras la abrazaba contra mí. A pesar de todo, era una confesión que traducía muchos de sus actos.
—No digas eso, por favor —dije dando besos en su frente, acunándola entre mis brazos como si ella fuera una niña y yo fuera quien la protegía
Si, ese quería ser yo. Quería ser quien la protegiera y la cuidara. Ahora ella era toda mi vida y jamás permitiría que volvieran a hacerle daño, ella lo era todo para mí
—Ya no llores más, amor —le pedí aferrándola contra mí—. No mires atrás, tú estás a salvo ahora.
Aunque en un momento su postura se tensó por un breve lapso de tiempo, luego se soltó rindiéndose antes de lo que sería, tal vez, la razón de muchas cosas que habían sucedido entre nosotros; tanto por la manera en que lo dijo y la forma de mirarme, porque era el mismo miedo que vi constantemente en estos últimos días.
—Robert, hay algo que aún no te he dicho —dijo antes de enderezarse en su postura para mirarme de frente con lágrimas que aún humedecían sus ojos y sus mejillas.
—Dime —le dije secando aquellas lágrimas que ya se detenían poco a poco—. Puedes decirme lo que sea, confía en mí.
Tomó airé, limpiando ella misma el resto de los residuos salinos de su rostro con decisión, y debo reconocer que aprecié esa nueva decisión en ella, porque no había tanto miedo como antes. Creo que incluso tenía un cierto toque de valentía.
—Tú viniste aquí porque querías saber sobre mí… para poder entender el por qué de que me marchara de pronto… —comenzó diciendo con dificultad y yo asentí sin palabras.
Claro, era precisamente por eso, y porque quería que no se fuera, ¿pero es que acaso lo que me contó no era el motivo? ¿Aún había más?
—Comencé contándote sobre mí —continuó—, con la intención de que si sabías lo que había hecho no quisieras estar conmigo…
—Pero eso no ocurrirá —me apresuré a decir interrumpiéndola y tomando su mano entre las mías con suavidad.
—Pero ahora debes saber el por qué de que debiera irme —continuó ignorando mi interrupción.
—¿Te quieres marchar por Marianne? —pregunté lo primero que se me vino a la cabeza, aunque ya sabía que se había enterado de su presencia en la ciudad después de que me dijera que se quisiera ir.
—No es por Marianne —me respondió sin ánimos y sin mirarme, bajando su mirada a muestras manos que se encontraban unidas—, de hecho, ni siquiera se por qué ella decide aparecer justo ahora, además del hecho de cobrar su partida al fin.
De inmediato recordé las lascivas palabras que su hermana me había dicho cuando me fue a ver, pero no fui capaz de decírselo. Ésta vez fui yo quién bajó la mirada, pero avergonzado.
—Por mucho tiempo creí que había muerto —siguió hablando con demasiado dolor por creerse la culpable—, y por mucho que la busqué, nunca pude encontrarla. Y ahora aparece ante ti… no sé por qué… No sé cuáles son sus intenciones —concluyó llevándose la otra mano a la frente con hastío.
Yo tampoco sabía el por qué de que después de cien años apareciera, a menos que tomara en serio cuando dijo que sentía curiosidad porque su hermana se haya involucrado con alguien, pero de todas maneras, me sentía culpable.
—Katherine —dije reclamando su atención y tratando de enfocarla a lo que llevó a mencionar a Marianne de nuevo—, si no es Marianne el motivo de que quieras marcharte, ¿cuál es, entonces, la razón?
Volvió a levantar su mirada, viendo la desesperación contenida en sus ojos y la duda de nuevo de si debía hablar o no, y cuando creí que guardaría silencio permanente como siempre, me sorprendió respondiéndome finalmente.
—¿Recuerdas…? ¿Recuerdas el sábado cuando me dijiste lo de las fotos que habían tomado en el restaurante, y tú… temiste que si alguien sabía lo que yo era en realidad me pudiera suceder algo?
—Lo recuerdo —contesté reviviendo el momento, pero también lo que me había dicho momentos antes de que su hermana viniera—, pero tú también me dijiste que si alguien se dispusiera a revelarlo, nadie le creería. ¿Por qué ahora te preocupa eso?
Tomó un largo trago de aire con dificultad antes de seguir.
—Yo logré huir de Balthazar después de bastantes años —me dijo con su voz temblando—, pero hace aproximadamente sesenta años fui lo suficientemente tonta como para mezclarme con la demás gente de ésta manera, como ahora.
—¿Qué quieres decir con eso? —le pregunté confundido, sin entender a qué se refería.
—En ese tiempo, yo comencé a tocar violín en algunos salones de Boston —me explicó mientras movía sus dedos frenéticamente entre sí—. Gané cierta popularidad después de que la segunda guerra mundial terminara, pero fue tanto, que después de haber estado sin Balthazar por tantos años, él me encontró. Él… él me encontró porque decidí darme a conocer, como ahora.
El pánico se acrecentó en su expresión, y si terminaba de entender, ahora tenía miedo de que por las fotos, aquel monstruo la encontrara otra vez…
—Y aunque logré huir de nuevo después de los años —siguió, y ésta vez sus manos se frotaban entre sí—, lo que hizo la primera vez que me encontró… no-no quiero vivirlo de nuevo… No… —no terminó de hablar, pero sí comenzó a temblar, inconscientemente lo estaba haciendo.
Maldito infeliz. Si tuviera la oportunidad de ponerle las manos encima, yo… Si tan solo pudiera tenerlo entre mis manos…
La ira que sentía era inmensa y no parecía reconocerla del todo. Solo tenía un foco, un origen, y ni siquiera tenía un rostro. Solo era una idea falta de corporeidad, pero si de consecuencias dañinas que afectaban a “mi vida”.
Abracé a Katherine de nuevo, besando su frente antes de besar sus labios y hablarle.
—No temas, él no te encontrará —le dije entre un beso y otro que le daba, tratando de reconfortarla y hacerle saber que me tenía—. Yo te protegeré desde ahora.
—Tú no entiendes —dijo cuando estuvo libre de mi agarre—. Mi temor es mayor por ti, por lo que te pudiera hacer a ti para tenerme con él —me explicó con nerviosismo, ésta vez tomando mi rostro entre sus manos viendo como sus ojos comenzaban a brillar nuevamente producto de las lágrimas.
Solo tenía miedo por mí…
No. No podía permitir que se preocupara por mí. No tenía el derecho de aceptar esa preocupación cuando ella podía estar en peligro, era ella la verdadera persona en peligro. A mí no me importaba lo que me hicieran con tal de tenerla a salvo.
—Ya ves lo que le hizo a Marianne por mi culpa, por haberle hablado —continuó —. No quiero pensar en lo que te haría a ti por significar lo que significas para mí. Es por eso que debía irme, para que tú estuvieras a salvo. Se supone que yo te cuidaría hasta que él me encontrara, me aseguraría de que no te tocara y me lo llevaría lejos, pero…
—Sht… —la interrumpí cubriendo sus manos con las mías cuando noté que las notas en su voz se alzaban—. Ya no debes preocuparte por mí, soy yo quién debe cuidarte ahora, ¿recuerdas? Ya no estás sola —dije sonriéndole.
—Robert, tú no puedes protegerme de él, nadie puede —dijo con aflicción—. Si huí, fue porque no podía hacer nada más.
—Eso no puede ser —insistí —, además, tiene que haber un modo de que no te encuentre… —insistí, pero ella me interrumpió.
—Lo hay —contestó—, pero para eso debo irme y no te puedo dejar solo. No sabiendo que si te dejo aquí y él aparece, no descansará hasta que te haga daño por mi culpa.
Vaya, ese monstruo era un completo desquiciado.
—¿Y la policía? —pregunté, aunque ya tenía el presentimiento de que no funcionaría.
—La policía nunca podría encontrarlo, y si lo hiciera, solo serían más muertes… —respondió con pesar.
¿Muertes?… Cielos… ¿cómo podría deshacerme de él? Muertes era mucho más de lo que yo pensaba y más de lo que podía sopesar.
—Él es poderoso —continuó—. Es el vampiro más fuerte que alguna vez conocí y cuando incluso soy más fuerte que tú, ni siquiera así podría librarme de él.
Lo que decía era cierto. Ella era mucho más fuerte que yo, incluso a pesar de que no quisiera reconocerlo, pero era la verdad. Me superaba en fuerza y rapidez por mucho, lo que me consumía al estar incapacitado de hacer alguna cosa.
—Pero… vámonos, entonces —me apresuré a decir—. Vámonos juntos y huyamos. Yo te sigo a donde sea.
—No, Robert —me contradijo viendo la decepción en su mirar, pero por algo que no pude descifrar—. No puedo dejar que hagas eso, y a donde sea que vayas te reconocerían, además, tú tienes una vida aquí, un trabajo, una familia, amigos, y yo no puedo apartarte de los que quieres como me lo hicieron a mí…
—Pero tú eres quién quiero —la interrumpí al ver su frustración—. No me importa nada si no te tengo a mi lado.
—Robert, yo te quiero, por eso no me iré ahora, no te dejaré —dijo resueltamente después de unos segundos de sombría cavilación que me golpeó al ser las primeras palabras directas con que me hablaba—. Eres lo que más me importa en estos momentos y por eso haré hasta lo imposible por protegerte, y no permitiré que te hagan daño —se seguía preocupando por mí… —, pero para eso necesito que tú también me ayudes.
—Yo solo haré lo que sea para que tú estés a salvo.
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Re: Una Historia Diferente (Fanfiction sobre Rob) (+18)
KPOV
No dejaría a Robert solo. Jamás permitiría que le hicieran daño aunque eso significara morir en el acto. Ahora que él sabía toda la verdad, podría tener algún punto a mi favor para su seguridad. Tal vez él lo hiciera más fácil.
El hecho de que Marianne hubiese aparecido no sé por qué trayendo tantos recuerdos que creí almacenados con llave, no significaba que tuviera que descuidar lo que me llevaba a abandonar la ciudad en un futuro tal vez no muy lejano, y las lágrimas que ahora había logrado controlar, aunque no así el dolor, no serían impedimento tampoco.
—Robert, yo te quiero —dije finalmente—, por eso no me iré ahora, no te dejaré. Eres lo que más me importa en estos momentos y por eso haré hasta lo imposible por protegerte, y no permitiré que te hagan daño —continué resueltamente—, pero para eso necesito que tú también me ayudes.
—Yo solo haré lo que sea para que tú estés a salvo.
“Yo” estar a salvo, me seguía repitiendo. Tal vez este sería un mundo mejor sin mí, y yo no importaba, lo que si importaba, era mantener a Robert a salvo de lo que yo le había traído a su tranquila vida. Si ahora podía compensar en algo lo que causé, no lo dudaría.
Tomé un hondo respiro antes de continuar. Ya tenía que terminarse el momento de llorar como un bebé, no podía derrumbarme mientras aún Robert podía estar en peligro por mi culpa. No tenía derecho ahora de sufrir teniéndolo conmigo.
—Primero necesito que dejes de salir de noche solo, como a trotar, por ejemplo, hasta que todo esto acabe —le dije conteniéndome y tratando de que mi voz sonara lo más firme posible tras haberme quebrado sin poder controlarlo, logrando que frunciera el ceño.
—¿Hasta que todo esto acabe? —inquirió y entendí de inmediato el sentido en el tono de su voz.
—Robert, yo no puedo prometerte nada además del tiempo que pueda permanecer a tu lado —le dije conteniendo otra vez las lágrimas que ahora pareciera que salían con más facilidad que antes; como nunca creí—. Y si eso llegase a significar que tu seguridad sea amenazada, haré lo que sea que tenga que hacer para remediarlo, aunque para eso me tenga que alejar de ti.
Robert guardó silencio mientras miraba el dosel blanco que colgaba de la cama, y comenzó a jugar con las puntas de la tela entre sus dedos, pero no decía nada, estaba absorto en pensamientos que no era capaz de descifrar.
—¿Hay algo que pueda hacer para que eso no suceda? —preguntó finalmente tras levantarse de la cama y afirmarse en uno de los barrotes que sujetaban el dosel.
—No lo hay —reafirmé, aunque hubiese querido con todo mi ser darle otra respuesta—. Si él me encuentra, no hay nada que ni tú ni yo podamos hacer.
—¿Y si… y si te vas de una vez? —preguntó algo molesto tras un largo suspiro con resignación apretando sus finos labios al igual que uno de sus puños—. No quiero que vuelva a encontrarte, y si para eso es necesario que te marches, yo no intentaré detenerte.
—No —dije firmemente—. En eso no hay discusión. Aunque al principio también lo pensé, sé que no es correcto. No pienso dejarte solo ahora, así que no vuelvas a mencionar nada parecido, ¿me oíste?
Mi enfado duró solo unos segundos después de que Robert prácticamente me dijera que lo llevara a la boca del león y lo dejara solo. No podía seguir repitiendo esas cosas. Si Balthazar aparecía, solo en ese momento me iría y me aseguraría de que él nunca se acercara a Robert.
Él pasó una mano por su cabello despeinado y resopló antes de volver a quedarse en silencio por largo tiempo dándose la vuelta para caminar por la habitación, hasta que sin preverlo, se dio vuelta para mirarme y pude ver como esbozaba una tenue sonrisa con sus finos labios, que aunque esa sonrisa y esa luz no llegaron a sus ojos, no dejaron de descolocarme.
—¿Tienes algo de whisky? —preguntó de pronto inocentemente logrando que mis labios se curvaran en otra tenue sonrisa junto a la de él, y aunque ninguno de los dos podría estar realmente feliz por lo que acabábamos de hablar, mi sonrisa era porque ya no me quedaba nada más por hacer. Había regañado, había gritado, me había enojado, había llorado, y ya solo me quedaba reír.
Cualquiera que hubiese visto esta situación desde afuera; escuchando todos los inconvenientes que tendríamos desde ahora, y lo complicado y casi imposible (o más de lo normal, claro) que se había vuelto permanecer junto a él, estoy más que segura que no hubiese podido entender nada. La única convicción que tenía, era saber que él se sentía igual que yo; que sonreía sin ánimos porque “no sabía que más hacer”.
Tomé mi cabeza entre mis manos y resoplé sin ánimos también, dándome por vencida… Bueno, ésta era una manera distinta de enfrentar las cosas a como estaba acostumbrada. De haber estado sola, lo más seguro es que me hubiese ido al bosque de nuevo y hubiese comenzado a atormentarme como estaba acostumbrada, pero ahora él estaba conmigo; el monstruo que yo era tenía una compañía que le restaba importancia a todos los problemas que yo tenía. Balthazar y Marianne pasaron a un segundo plano al ver sus esmeraldas mirándome fijamente.
Y pensar que hace solo unos minutos estaba desgarrándome de dolor otra vez y muriéndome de miedo por todo lo que amenazaba por alcanzarme, y una simple pregunta podía cambiar todo el humor: “¿Tienes algo de whisky?”… Aunque bueno, no era precisamente la pregunta, fue quién hizo la pegunta y su mera compañía; Fue el saber que ya no estaba sola en este mundo.
Me levanté pasando junto a él para buscar la botella de whisky que estaba en el mueble y antes de que pudiera alcanzarla, al llegar a su lado me rodeó la cintura atrapándome de pronto entre sus brazos.
—¿Ya comiste? —me preguntó rozando su barbilla rasposa en mi frente con tanta suavidad, que me hacía cosquillas.
—Si, lo hice —le respondí disfrutando el tenue contacto siendo prisionera una vez más de sus brazos, y sin entender su preocupación, ya que siendo realista, jamás se habían preocupado por mí en demasiado tiempo.
—Entonces no hay ningún peligro si hago esto —soltó antes de besarme.
Creí que volvería a llorar al sentir sus labios presionándose contra los míos, pero esta vez no era por ningún dolor del pasado que me atormentaba, si no que más bien, era de felicidad al sentirme completa. Podía no tener un montón de cosas y estar privada de las otras, pero solo estando con él me sentía completa. Además de un monstruo, me sentía completa y… feliz.
Ahora sabía que el mundo podría estarse acabando en estos precisos momentos, pero el solo hecho de que él estuviera a mi lado, significaba que ya no me importaba nada más que él…
RPOV
No había ninguna posibilidad de que si el monstruo de Balthazar apareciera pudiera hacerle frente, y la única manera de que no le hiciera daño a Katherine era que ella se fuera lo antes posible, aunque eso significaría también, que no la vería nunca más… Y yo ni siquiera tenía oportunidad de marcharme con ella, según su propia resolución. Katherine me decía que en otras palabras; si yo estaba junto a ella, Balthazar la encontraría por la atención que yo atraería… y lo peor de todo es que tenía razón.
—No pienso dejarte solo ahora, así que no vuelvas a mencionar nada parecido —refutó molesta—, ¿me oíste?
Me lo había dejado bien en claro. No se iba a ir mientras ese monstruo no viniera y no la encontrara, porque no me dejaría desprotegido…
Genial. Perfecto. Me sentía un inútil y una completa basura. Pero, ¿cómo no sentirse una basura cuando ni siquiera puedes proteger a la chica que amas? Y es ella quién; corriendo todo el peligro que corre, sufriendo todo lo que sufre ¿lo único que hace es asegurarse que tú estés bien? Y todo esto seguía significando una sola cosa: que el asunto de marcharse seguía en pie. La única diferencia era que ahora ya conocía muy bien el por qué. Pero también sabía que no era correcto que me sintiera feliz en el fondo, porque no son, precisamente, noticias que recibes todos los días, ni noticias que te hagan sonreír… Pero ¿qué pasaría si él jamás aparecía? O si era aún mejor, ¿si él estaba muerto?
En el preciso momento que pensé todas esas cosas, sinceramente no supe quién era más un monstruo en esos momentos; si él, quien hizo todo lo que hizo, o yo, quien ya estaba pensando en matar… Pero es que él no se merecía otra cosa. Sabía que aún existía la pena de muerte en algunos países para quienes hacían cosas como las que él hizo. Y además, quien le provocó tanto dolor y miedo a Katherine no merecía menos.
Me di la vuelta antes de caminar por la habitación un par de pasos pensando y analizando todas mis posibilidades para resolver esto, y que para ser sincero, se resumían a un número elevado a cero. Pero lo que sí pude resolver, fue que ambos estábamos atados de manos para cualquier plan que se nos pudiera ocurrir de momento.
¡Cielos! Esto sí que era complicado. Al menos ahora era completamente partícipe de la vida de Katherine…
Tras un suspiro, y decidir y convencerme de que aunque dijera que no había forma de deshacerse de él, yo encontraría aquella forma. Además, yo le había prometido a ella que la protegería… Pero de momento, deseando siempre que Balthazar no apareciera nunca, o lo que es mejor, que estuviera muerto sin la posibilidad de que le hiciera daño a alguien más; solo había que esperar. Y entonces, sin controlarlo, ni planearlo, al darme la vuelta para mirarla, sonreí… pero lo que fue aún más incomprensible de todo, fue lo que le dije.
—¿Tienes algo de whisky? —pregunté siendo lo primero que se me vino a la cabeza al instante.
Ya había pasado el minuto en que la vi llorar y sufrir por su pasado. Se desahogó, mientras que yo esperaba que aliviara en algo su peso, y al verla y darme cuenta que las lágrimas se habían consumido, ahora al menos logré que sonriera conmigo y resoplara con divertimiento (aunque con algo se frustración) por sentir que no sabía que más hacer.
Son algo así como esos momentos que te ríes solo por nerviosismo, pienso yo…
Tomó su rostro entre sus manos antes de levantarse y dirigirse a donde de seguro guardaba el whisky haciéndole caso a la tontería que había dicho, pero mientras pasaba a mi lado, la atrapé de la cintura rozando su frente con mis labios.
—¿Comiste? —inquirí recordando lo de hace unas horas, cuando huyó de mí tras decirme que no se había alimentado hace días, o eso se suponía.
—Si, lo hice —respondió en voz baja sin moverse, pero sin notar una señal que me dijera que se quería apartar de mi abrazo.
—Entonces no hay ningún peligro si hago esto —concluí antes de besarla.
Rozaba sus labios con suavidad una y otra vez sintiendo su lengua moverse al mismo ritmo de la mía en completa sincronización, mientras que sus fríos labios enviaban escalofríos de placer por todo mi cuerpo notando más intensidad bajando en la línea de mi espalda, y sobre todo, en mi estómago, con ese nerviosismo constante que nunca se iba ni cambiaba, solo aumentaba cada vez más. Pero además, por primera vez sentí que era totalmente correspondido… o tal vez era el hecho de que tenía sus palabras como garantía de que me quería en realidad… En fin, lo que sea que me diera aquella sensación, me hacía disfrutar cada momento como si fuera el último, como decía Cindy…
Aunque éste momento si podría ser el último…
Al pensar en eso, de inmediato me bajó una especie de desesperación que me tomó desprevenido por tanta intensidad. No quería que se fuera jamás de mi lado, pero también me sentía un egoísta por pensar de esa manera cuando, estando conmigo, podrían hacerle daño. Si hubiese tenido más cuidado al invitarla a cenar, jamás nos habrían fotografiado y ella no estaría pasando por todo este miedo e incertidumbre.
—¿Robert, estás bien? —escuché de pronto y al darme cuenta, había dejado de besar a Katherine y ella me estaba mirando fijamente.
—Lo estoy —logré decir no muy convencido antes de abrazarla con fuerza contra mí, absorbiendo su dulce aroma reconfortante con una necesidad irrefrenable que antes no podía entender del todo.
Como al principio creí que eran solo asuntos de ella y que no me quería, y ahora sabía que no era así y que era por algo mucho más peligroso, había cierto tormento que no podía calmar, por lo mismo, solo fui capaz de dirigirle una sonrisa para que no se preocupara por mí.
—¿Traes el whisky? —pregunté dejando que siguiera su camino antes de sentarme en el sillón claro que había utilizado antes.
Katherine volvió a los segundos después y se sentó en la codera del sillón junto a mí entregándome uno de los dos vasos que llevaba en la mano.
Solo me percaté del primer sorbo del licor, y luego estuvimos en silencio unos momentos mirando el suelo, cada uno inserto en sus propios pensamientos y divagaciones.
Aún no abandonaba la idea de encontrar una solución pronta para que estuviera bien, eso estaba claro, pero de momento recordé otra cosa que tal vez ayudaría a que alivianara una de las tantas cargas que Katherine llevaba a cuestas.
—Ahora que Marianne está en la cuidad —comencé llamando su atención, percibiendo como su postura se tensaba de inmediato—, ¿pensarás en hablar con ella?
Suspiró sonoramente antes de contestarme.
—Si ella… fue hasta ti y no vino a mí, no creo que sus intensiones sean querer hablar conmigo —respondió con pesar logrando que cierta punzada de remordimiento volviera a mí.
—Tal vez yo pueda intentar hacer que te escuche… —insistí.
—¿Tú? —inquirió extrañada—. ¿Por qué tú? Me dijiste que no sabías dónde estaba, ¿acaso dijo que volvería a verte? ¿Dijo algo más? —concluyó algo agitada y con expectación, y aunque mi nerviosismo no disminuía, traté de ignorar sus últimas preguntas y continué.
—No dijo mucho, pero sí me dijo que antes ya te había encontrado varias veces y que solamente no había querido hablar contigo —respondí viendo su cara de decepción por lo que le decía, así que me apresuré a continuar—, pero el hecho de que ahora haya querido hacerte saber que estaba con vida, ¿no te dice algo?
—Tal vez quiere vengarse… —comentó sin ánimos.
—No seas pesimista —increpé ignorando lo que dijo con cierto temor de que pudiera ser cierto—. Como te dije antes, el que las cosas estén pasando en estos momentos, tiene que tener un por qué, y si tu hermana sale… “a la luz” ahora —por no encontrar otra forma de mencionarlo, aunque fue ella quien se refirió así de Katherine—, aquello también tiene que tener una respuesta y un sentido.
Zafrina- .
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