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Mensaje por Atal 25/9/2009, 8:43 pm

Les traigo un nuevo fic con la utorización de la autora.

La chica tiene su nombre artístico como AnneDarcy es chilena de 19 años. Actualmente está haciendo la secuela de esta historia que leerán a continuación.

Tu nombre en el viento (Completo) Tunombreenelviento


Sinopsis:Luego de la escena en el salón de los espejos, Bella despierta sola en el hospital y no recuerda nada de su vida en Forks. Edward persuadido que será lo mejor, se aleja de Bella. Ya devuelta en el instituto descubre que puede leer sus pensamientos.


Prólogo

¡Hace ya tanto tiempo! Te creí tan distante,

Tan perdida en el hondo sendero del olvido,

Y ha bastado este aroma en el aire dormido,

Y estas sombras profundas y este vago claror de la luna en creciente,

Para que yo te tienda mi alma

A través de todo…

(Manuel Magallanes Moure)


Desperté adolorida, acalambrada y muy, muy triste. La pena se había apoderado de mí con solo abrir los ojos. Mi habitación estaba vacía. Y como si algo muy pesado se sentara encima mío, sentí la soledad invadiendo mi cuerpo hasta hacer estragos con mi alma. La soledad, que tanto me gustaba, ahora sólo me aterraba. No podía moverme. Vi mi pierna enyesada, respiraba con dificultad y en mi brazo una aterradora aguja me impedía moverme con libertad. Miré a mi alrededor, claramente estaba en un hospital aunque no me di cuenta de ello sino hasta que levanté la mirada. Estaba muy confundida y no recordaba cómo había llegado allí. Sentía que acababa de despertar de un sueño profundo, de esos con sueños de colores, de los que no quieres despertar y a los que nunca vuelves por más que lo intentes.

Miré la ventana con desagrado. La persiana dejaba entrar mucha luz y esta empezaba a marearme. Cerré los ojos. Una risa casi diabólica me estremeció apareciendo de repente en mis pensamientos. Sólo veía sombras, escuchaba esa risa y como el viento, un susurro que, con una dulce voz, acariciaba mi nombre.

Abrí los ojos nuevamente y las voces desaparecieron. Hice ademán de sacarme la intravenosa, pues ya tenía la mitad de brazo morado, cuando entró una enfermera.

-¿Cómo te sientes cariño?-me preguntó.

-Bien-acarició mi frente y extrañé a mi madre.

Como si la llamara con el pensamiento cuando la enfermera ya se iba apareció Renée con un vaso en la mano.

-¡Bella despertaste!

Asentí con la cabeza ante aquella obviedad.

-¿Qué me pasó mamá?

-Te caíste de las escaleras de un hotel camino a Phoenix. Te rompiste un pie y una par de costillas.

-Oh-si, bueno, siempre me caía. Aún cuando no existiera obstáculo alguno. Mis pies simplemente estaban mal diseñados y por ende pésimamente sincronizados. Conmigo no resultaba eso del “paso a pasito”. Paso a pasito, paso a pasito, paso al suelo.

Pero no recordaba nada.

-Por los calmantes-respondió mi madre cuando le pregunté al respecto.

-¿Cuánto tiempo tengo que estar aquí?

-Sólo una semana más. Llamé a Charlie y ya viene a verte. Le pedí que trajera todas tus cosas. No se lo tomó muy bien-comentó en tono confidente.

-¿Qué cosa?

-El que vuelvas a vivir conmigo. En casa.

-Pero mamá, tu recién te casaste. Necesitas tiempo para ti y yo estoy perfectamente en Forks.-¿cierto?

-¿Y por qué volvías a Phoenix, entonces?

-No lo se. No lo recuerdo.

Volví a mi casa. Entré en mi habitación. Parecía como si nunca la hubiera dejado y, sin embargo, ¡cuanto tiempo había pasado! Según mamá habían sido cerca de seis meses. Yo no…no recordaba casi nada de aquellos meses en Forks.

Según el doctor, un tipo de lo más lúgubre, debido al trauma tanto del accidente como del golpe, mi cabeza se había defendido borrando casi completamente los últimos meses de mi vida.

Recordaba por qué había ido a Foks, que había bajado del avión y que Charlie me esperaba en la radiopatrulla. Pero, ¿y todo lo demás?

Suspiré cansada pues el esfuerzo hacía que me doliera la cabeza. El médico también había dicho que no me preocupara mucho al respecto que los recuerdos volverían solos, eventualmente.

-¡¿Eventualmente?!

-Si, con el tiempo. No debes forzar la memoria. Ella poco a poco irá hilando las imágenes perdidas y recuperarás todo aquello que sea vital.

-¿Y el resto?

-Nunca se sabe con la memoria-dijo restándole importancia-pero considéralo una segunda oportunidad. Un comenzar de cero.

Bajé las escaleras y me encontré con Phil, quién diciendo:

-Campeona, saliste airosa de esta batalla.-chifló-¡Cielos chica, eres de hierro!.-desapareció con la sección de deportes bajo el brazo. Phil acababa de firmar con los Suns y dentro de poco partirían hacia Jacksonville.

Con mi madre habíamos, por fin, intercambiado los papeles. Se comportaba como toda una madre responsable y en extremo pendiente de mi comodidad. Hacía de todo para mantenerme contenta y lograr así que yo me fuera con ella hacia donde fuera que iban a irse. Pero yo, con el paso de los días, comprendí que mis sentimientos hacia aquélla casa ya no eran los de antes. Ya no podía llamarla hogar.

Me devolví, en medio de las escaleras, camino a mi cuarto con la sensación de que olvidaba algo. Hice lo que tantas otras veces había hecho desde que llegué del hospital. Revisé todas las cosas que había mandado Charlie una y otra vez. No me convencía, sentía que algo faltaba. Y lo extrañaba. Pero como siempre estaba todo ahí. Todo lo que había empacado para irme a Forks sin pensar que volvería tan luego.

Abrí una ventana, me sentía ahogada y hacía mucho calor. El aire tibio y la humedad hicieron que me sintiera atrapada, enjaulada. Presa fácil de la melancolía. Aunque no supiera por qué. Supuse que por mi condición era normal estar confundida y con el recuerdo, siempre, en la punta de la lengua sin poder retenerlo o revivirlo.

Aún así, no llevaba más de diez días con mamá y ya no aguantaba más.

-Todo aquello que sea vital-me había dicho el doctor. Ciertamente sentía que había perdido algo de suma importancia para seguir viviendo.


Última edición por Siobhan O'Rourke el 31/10/2009, 10:58 am, editado 1 vez
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Mensaje por Atal 25/9/2009, 8:45 pm

Capítulo I: En Forks


Diez días después y con el dolor de mi alma por dejar a mi madre, regresé a Forks.

Algo mucho más fuerte que mi amor por ella me alejaban de Phoenix y me atraían irresistiblemente a aquél lugar que siempre odié.

Charlie me recibió gustoso, feliz de haber sido elegido, y hasta me abrazó por un par de segundos. Se lo agradecí, aunque no se lo dije. Me hizo un breve recuento de mis días aquí. Iba al instituto, tenía auto (una chevy perfecta para movilizarme y pasar desapercibida), tenía amigos y todo marchaba de lo más bien.

Al llegar a casa lo primero que vi fue el monovolumen. Me dieron ganas de entrar en el y manejar por Forks con la radio al máximo. Pero aún estaba con la bota y hubiera sido precipitado.

Subí a mi habitación a acomodar mis cosas y escuché voces que venían desde abajo. No era la televisión así que bajé y me encontré con un viejo amigo de mi padre y su hijo.

-Billy-me recordó, me recibió una franca sonrisa y algo de preocupación en el rostro.

-¿Entonces, ya estas bien?-me preguntó.

-Si.

-¿Y es cierto que no recuerdas nada de tus últimos meses aquí?

Asentí con la cabeza y agregué:

-¡Me acabo de enterar de que tengo un auto!

Rió divertido y comentó que el auto había sido suyo y que ahora, por razones obvias (estaba en silla de ruedas) se lo había vendido a Charlie.

-Jacob lo arregló especialmente para ti-comentó orgulloso.

Jacob me miraba mientras Charlie y Billy conversaban como buscando la oportunidad de pronunciar palabra. Pero, u otra anécdota salía a flote o lo vencía la timidez.

Jacob era una de las pocas personas que recordaba de mis visitas a Forks, y era la única persona ahora con la que podría conversar. Lo invité a salir conmigo al patio y creo que se sintió algo aliviado de verse libre de recuerdos en los que no participaba.

Ya en el patio comenzamos a caminar, poco, debido a mi pie, y él me preguntó si estaba bien. Ya estaba cansada de aquella pregunta cuando era perfectamente visible, excepto por la bota, que estaba bien. En el sentido más literal de la palabra.

-¿Tu eres-quise molestarlo. Su cara cambió de expresión y antes de que pudiera dolerle le dije:-No, es broma. Si te recuerdo. Solíamos jugar juntos, ¿no te acuerdas?

-La desmemoriada eres tu- se burló.

Sonreí divertida. Qué cómoda me sentía hablando con él.

-Eras la única razón por la que venía a pasar las vacaciones aquí. O el único aliciente.-suspiré.

Sus ojos se abrieron, con un brillo especial. Al parecer, había metido la pata o tal vez, pensé, nuestra corta amistad si había sido verdadera.

Detrás de nosotros una gran rama de alguno de los árboles que cubrían el jardín cayó al suelo con gran estruendo.

-¡wow!-reí entre dientes algo nerviosa.

Jacob miró hacia arriba, entrecerrando los ojos y aconsejó que lo mejor era entrar a casa.

En la primera noche en Forks desperté sobresaltada a mitad de la noche. Un ruido me había despertado. Encendí la luz prestando atención a cada detalle y vi que uno de los libros se había caído de la repisa, frente a los pies de mi cama. Mi corazón dejó de agitarse pero ya no podía seguir durmiendo. Había despertado con un nudo en la garganta que empezaba a hacerme llorar. Me levanté para recoger el libro. Era una antología de Jane Austen que había encontrado en una feria de libros usados y que se había convertido en un tesoro para mi. Abrí al azar sus páginas sólo para tocar la suave porosidad de sus viejas y amarillentas hojas. Seguí pasando las hojas y encontré una pequeña flor amarilla aplastada entre ellas. La flor se deslizó hasta caer en mi mano y aquello me hizo sonreír. Esta pobre flor que había arrancado con tanto egoísmo de su hogar quizás se sentía tan perdida como yo.

-Pero ya te acostumbrarás-le dije volviendo a guardarla en el libro.-Y yo también-pensé.

Llegó el día en que me vi libre de la bota. El pie había sanado bien y ya no tenía ninguna molestia.

El verano en Forks era como era como el otoño en Phoenix. Corría una brisa cálida que hacía bailar mis cabellos y que corría por mi espalda erizando mi piel.

Los días eran todos amarillos, y al juntarse con el verde del paisaje, me recordaba las amarillentas hojas de mis libros favoritos. Por primera vez veía Forks con distintos ojos. La atmosfera era suave y romántica sin ser empalagosa. Comenzaba a agradarme.

El cielo en las noches era un espectáculo maravilloso. Un mar de estrellas lo cubría todo y la oscuridad de la noche, debido a lo mal iluminada que estaba Forks, construía el escenario perfecto para una velada estelar. La mayoría de las noches, cuando no volvía el frío, pasaba un rato en el patio. Llevaba una antigua lámpara de aceite para no matar la magia, me sentaba sobre una manta y observaba la noche avanzar.

Y por las tardes paseaba con mi monovolumen por Forks que parecía un pueblo fantasma gracias a la llegada del verano; o salía a caminar sola o con Jacob por los bosques; o íbamos a La push, y junto a su grupo, organizábamos siempre una expedición nueva. No es que yo tuviera espíritu aventurero pero ellos ya estaban acostumbrados a mi. La verdad me mimaban en exceso, y aunque me molestara, no había afectación en sus modales y comportamiento hacia mi, tan sólo eran buenas personas y buenos amigos de Jacob. Y yo me sentía muy bien con ellos.

Charlie pasaba casi todos los fines de semana en el lago, pescando, gracias al buen tiempo. A mi me encantaba estar sola y él lo sabía. La soledad para mi no era un castigo sino un regalo divino.

Había días en que unos terribles dolores de cabeza hervían mi cerebro agobiando mis tardes, por lo que agradecía no tener que hablar con nadie.

Una de aquéllas tardes una compañera del instituto se pasó por mi casa. Su nombre era Ángela Webber. Su rostro me inspiró ternura. La hice pasar y le pregunté si le podía ofrecer algo.

-Un vaso de agua-pidió.

-Bella, ¿te sientes mal?-preguntó-¿He venido en mal momento?-estaba algo avergonzada.

-No, para nada. Estoy bien, es sólo un pequeño dolor de cabeza, pero está todo bien. Es normal.

-Yo vengo llegando de mis vacaciones con mi familia y me enteré de que habías vuelto. Así que decidí venir a verte por si necesitas algo.

-Oh, gracias Ángela, eres muy amable. Mmm… ¿Hay algo que deba saber sobre el nuevo año escolar?

-Mmm… ¡Ah si! Tendrás que tomar tres clases más. Son electivas.

-¿Qué tomaste tu?

-Química, biología y literatura.

Lo consideré por un momento, mientras no fuera matemática… Y la literatura siempre me había gustado mucho.

-¿Te molestaría que tomara los mismos cursos?

-No-sus ojos se abrieron de contento-me encantaría tenerte de compañera.

-¿Ha venido alguien más del instituto a verte?

-No, solo tu.

Pareció decepcionada. Se quedó en silencio, mirando hacia el piso. Parecía debatirse con algo.

-¿Sucede algo?

Se disculpó.

–Me preguntaba si Edward Cullen ha venido a visitarte.

Negué con la cabeza, se extrañó de mi respuesta y lució más decepcionada que antes.

-¿Quién es el?

Levantó la mirada, abrumada.

-Eran compañeros en biología.


espero que la disfruten como yo
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Mensaje por Bbra 26/9/2009, 12:48 am

affraid atal como me haces esto pliss publica el resto Tu nombre en el viento (Completo) 931125
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Mensaje por Amanda McLeod 26/9/2009, 1:15 pm

Tu nombre en el viento (Completo) 931125 AAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!! no me puedes dejar asiii!!!!! plis plis plis continualaaaa!!! Tu nombre en el viento (Completo) 984394 no recuerda a Edward!!! aaaaaa!!!!
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Mensaje por Atal 27/9/2009, 5:30 pm

[justify]Capítulo II: Decisiones

Yo, que jamás había creído en el destino, veía en la distancia ahora, todos sus artificios para seguir con las historias que había ido construyendo desde el principio. No dejaba cabo suelto y no se salía del libreto. Yo había interrumpido el destino de Bella y aunque no podía arrepentirme por entrar en su vida, o salvarla cuando fue necesario, la indirecta era clara: No debía acercarme a ella.

El tiempo jamás había pasado tan monótonamente como en aquellos días de verano. Normalmente en vacaciones nos íbamos de “excursión” dentro del bosque, muy lejos de la civilización y las miradas curiosas. Pero esta vez, había rechazado el plan.

Si esta era la única manera de estar cerca de ella, de tenerla conmigo, iba a aprovechar cada segundo.

-¿Quién es usted?-había preguntado Bella al abrir los ojos, aún en el salón de los espejos. Su tono no demostraba miedo, pero sus ojos, que yo había aprendido a leer claramente, mostraban desconcierto y curiosidad. Alzó la mano para tocar mi mejilla y la retiró rápidamente. Sus ojos cambiaron de expresión y su rostro se puso más pálido de lo normal. El miedo empezó a consumirla y a alejarla de mi. Sentí el sabor en mi boca y comprendí que mi expresión también había cambiado y eso la había aterrado. Su barbilla temblaba pero me miraba en silencio.

Carlisle me alejó de ella, yo estaba luchando por controlarme, pero mi cuerpo me había delatado. Sus suaves ojos marrones me siguieron, y aún ahora, los veo observándome con aquella mirada de dolor, miedo y desesperanza.

-¿Quiénes son ustedes?-preguntó con terror antes de perder el conocimiento.

-No me recuerda-dije una y mil veces, sin comprender.

Carlisle aún me tenía aferrado del brazo, me miró con tristeza y luego miró a Bella.

El vio todo con mayor claridad.

Pasaron los días, me paseaba expectante cerca de su habitación en el hospital para saber, para verla despertar. Gracias a una de las enfermeras me enteré de la amnesia de Bella. Gracias a una conversación con su madre supe que no recordaba nada de su vida en Forks.

Entraba cuando dormía y permanecía un rato a su lado. Sus sueños no fueron nunca tranquilos y los calmantes no parecían ayudarla a calmar su dolor. El de sus heridas físicas pues las otras ya las estaba borrando el olvido.

Carlisle estaba al tanto de su estado y tenía noticias del hospital diariamente. Bella seguía sin recordar…me.

-Bella sin el estímulo adecuado probablemente no va a recordar lo que pasó esa noche. Su trauma fue más allá del golpe en la cabeza. Fue psicológico, su cabeza bloqueó todos los recuerdos que le estaban haciendo daño y le permitió una segunda oportunidad.

-No me hables como si fuera uno de tus pacientes, dime lo que en verdad piensas.

-Siempre he creído que todo ocurre por alguna razón. Cuado Bella llegó a tu vida agradecí a la vida por darte ese regalo, yo te conozco hijo, te lo merecías y te lo mereces. El amor es lo único que nos mantiene cuerdos y que nos hace sentir la eternidad como un regalo y no como una maldición. Bella te amó profundamente y tu sentiste ese amor, lo tuviste contigo y te acompañará para siempre. Pero creo, y perdóname Edward, por favor, que la vida tiene algo más planeado para Bella, algo muy distinto a nuestra vida y al estar escapando de alguno que decidió molestarla a ella para vengarse de nosotros. Ella es, ante todo, mortal.

Decidí observarla desde lejos, participar de su vida sin tener, en realidad, cabida en ella.

Por fin había conocido aquella sensación avasalladora por la que los humanos luchaban tanto. Mi eternidad tenía sentido, porque en algún momento de mi existencia había tenido la oportunidad de conocerla. Porque por un instante fue mío ese pedazo de cielo.

Los recuerdos, de los que ella había sido despojada tan abruptamente, serían para mí como la compañía que no había tenido en décadas. Ellos eran, después de todo, lo único que me quedaba de ella y ningún poder divino o terrenal podría quitármelos.

-Para siempre-me había dicho ella. Y para siempre estaría conmigo.

Su primera noche en Forks fui a verla dormir, como tantas otras veces había ido esperanzado. Ahora cruzaba su umbral sabiendo que cualquier esperanza que la incluyera era inútil. Su olor invadió mi cuerpo y me hizo sentir como si la sangre corriera por mis venas y mi corazón latiera para asegurarse que no me perdiera de ningún detalle. Su respiración era acompasada. Me senté frente a ella a observarla. Refrené mis impulsos de acercarme y besarla. No podía cometer ningún error.

Una hora había pasado desde que había llegado allí, yo estaba pasando las páginas por su antología de Jane Austen, que me recordaba una tarde en que un rayo de esperanza había golpeado mi muerto corazón y me había dado la ilusión que mi mente se negaba a creer fuera posible. Bella empezó a agitarse. No había despertado pero su ceño estaba fruncido y su respiración se fue alterando rítmicamente. Empezó a balbucear y con una sonrisa recordé todas las veces que me había declarado su amor en sueños. Pero al parecer, estaba teniendo una pesadilla. Desee con todas mis fuerzas poder consolarla, cobijarla en mis brazos y susurrarle al oído que todo estaba bien.

-Edward-dijo en un débil lamento.

Me sobresalté. Al levantarme el libro que tenía en el regazo cayó al suelo rompiendo el silencio que lo cubría todo. Todo pasó muy rápido pero creo que Bella no me vio. Unos instantes más tarde la luz de su pieza se encendió.

Me fui directo a casa y llegué a ella en cinco minutos. Los cinco minutos más largos que había experimentado en esta vida eterna. Busqué a Alice y cuando la encontré la miré suplicante, pero ella negó con la cabeza.

Seguí visitándola por las noches pero ya no me intranquilizaba cuando decía mi nombre. Era una pequeña broma del destino. Parecía ser que su subconsciente, su alma, mientras vagaba en sueños, buscaba la forma de rebelarse de la decisión tan arbitraria que había tomado su mente.

Una tarde en que corría un viento frío, Ángela había decidido visitar a Bella. Sentí curiosidad por saber si le iba a hablar de mí. Del grupo de amigos con los que se rodeó Bella el año anterior, Ángela era la única que me agradaba. Era la única que profesaba verdadera amistad por ella.

Bella la hizo pasar. Ambas se veían muy nerviosas. Bella porque no recordaba nada y no sabia cómo era Ángela y esta porque no sabía cómo llegar a Bella.

Escuché el principio de la conversación desde el porche de la casa. Bella se sentía realmente mal, el dolor de cabeza la había empezado a perseguir desde el amanecer.

Bella le sirvió un vaso de agua y se sentó junto a Ángela. Yo veía todo desde los ojos de ella.

-Bella, ¿te sientes bien? Tal vez no debí venir. Qué inoportuna. Se ve que no se siente nada bien. ¿He venido en mal momento?

Bella le dijo que no se preocupara y le regaló una de sus sonrisas para convencerla. Ángela pareció aliviarse.

Me escondí en los bosques, me senté en la copa de uno de los árboles que había frente a la casa de los Swan. Estaban hablando del instituto. Ángela estaba realmente encantada de que Bella escogiera los mismos electivos.

-¿Ha venido alguien más del instituto a verte?

-No, solo tu.

¿Qué? Pero si Jessica y Mike aún están aquí. No han salido de vacaciones. Seguramente no saben que Bella ha vuelto a Forks. De seguro que venían a verla si hubieran sabido. Les contaré. Creo que eso pondrá más contenta a Bella porque así no va a ser tan difícil pasar por el primer día de clases nuevamente. Edward Cullen de seguro ha venido para hacerla sentir más cómoda. Se nota que se preocupa por ella. Esa clase de amor…

¿Qué pensaría de mi Ángela cuando supiera que yo no me había aparecido por la vida de Bella?

Esta con un esfuerzo sobrehumano le había preguntado por mi. Y se había llevado una gran decepción al escuchar la respuesta. Estaba dolida conmigo y muy triste por Bella. Decidió que no me iba a volver a nombrar frente a ella nunca más.[justify]
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Mensaje por Atal 27/9/2009, 5:32 pm

Capítulo III: Libro abierto

Ángela les pidió a Jessica, Mike y al resto del grupo que no hablaran de mi delante de Bella. Ella me consideraba un infame por jugar así con su amiga. Yo también sentía que lo era, dejándola sola como si no me ocupara de ella. Estaba seguro, eso sí, que Jessica no me decepcionaría. Aprovecharía esta oportunidad para, con su venenosa lengua, humillar a Bella y sentirse ella mejor consigo misma. El año pasado la envidia y los celos no la habían dejado tranquila desde que se apareció Bella en Forks.

Mike Newton se alegraba de que yo fuera tan canalla. Pensó que ahora él podría aparecer como su salvador y ganarse por fin su atención.

Ángela estaba realmente arrepentida por lo que había hecho. Ben trataba de de convencerla que sus intenciones habían sido buenas, con el único objeto de proteger a Bella de mi indiferencia. Jamás pensó que al pedirles a sus amigos que no me nombraran había lanzado una bomba que no tardaría mucho en estallar pues todos cuchicheaban al respecto.

Bella aún no aparecía por la cafetería y todos estaban expectantes por vernos, a ella y a mi, en el mismo lugar. ¿Qué hará Edward Cullen? Se preguntaban.

Todos apostaban a que yo no me acercaría a ella y aprovecharía la grandiosa oportunidad de su pérdida de memoria para desligarme de ella. Para mi pesar, tendría que dejarlos ganar.

-Ahí viene-me advirtió Alice.

Bella entró con aire despreocupado y no notó que más de la mitad de la cafetería estaba pendiente de sus pasos. Se fue directo a la fila de la comida y cuando buscaba con la mirada donde sentarse Jessica la llamó, con tono amigable, y la invitó a sentarse con ellos.

-¿Estás bien?-preguntó Jasper. Asentí con la cabeza, a desgana.

Me acomodé para darles la espalda al resto de los alumnos que había en la cafetería. El cielo estaba brumoso pero hacía calor. Cómo odiaba esos días tan ambiguos.

Alice, frente a mi, observaba todo con tristeza. Junto con mis padres era la que más sufría por el giro tan inesperado que había tomado nuestra historia. Nuestra.

Aún cuando mi vista estaba fijada en el cielo, estaba pendiente de la conversación que se llevaba a cabo en la mesa de Bella. Jessica había comenzado gentil, preguntándole si se adecuaba bien a la vida en Forks, si el instituto o el estar con sus amigos no le había evocado algún recuerdo. Bella había dicho que no a lo último.

-¡Para! Esto es demasiado entretenido. Ella de verdad no recuerda nada de nada. Cómo se sentiría si le dijera que solía salir con uno de los tipos más guapos del instituto y que este ha aprovechado su amnesia para dejarla. Que todo había sido un juego y que él no se preocupa por ella…

Cerré mis manos en puño y respiré profundo. Dudaba que aquello fuera a calmarme pero debía hacer el intento.

Por primera vez en mi existencia me alegré y agradecí la manera de ser de Mike. Si Jessica hubiera sido más inteligente no se hubiera molestado en trazar un plan para humillar a Bella a costa de nuestra historia. Hubiera visto que el descubrir la verdad la hubiera entristecido y así estaría más vulnerable a los encantos de Mike. ¿Dije encantos? Asco. Pero me refería a sus artificios y malos juegos para ganar el corazón de una muchacha. Semejante a un calavera. El estaba en la misma disputa que el semestre pasado. Preguntándose de qué podía hablarle a Bella para agradarle.

Jessica, en tanto, preparaba su ataque.

-Bella, ¿has escuchado de la familia Cullen?

Así que tantearía el terreno primero, disfrutaría de su venganza gota a gota. Alice me miraba con inquietud.

-¿Tan malo es?

-No necesito ser vidente para saber que aquella chica lo único que quiere es menospreciar a Bella a costa de su amnesia y de mi aparente indiferencia.

-Bella es fuerte, va a salir airosa de esta emboscada.-Sus ojos brillaron. Me dio algo de esperanza.

-Charlie admira mucho al Dr. Cullen-escuché que respondía Bella.

-¿Conoces a alguno de sus hijos?

-No.

Ángela tomó el brazo de Jessica, suplicante. Jessica no se dio por enterada, se apartó un poco de ella y nos apuntó, con muy poco disimulo. Yo veía todo desde la mirada de Alice y a momentos expresaba su desazón imaginando que iba y le decía toda la verdad a Bella y que esta, casi por magia recordaba todo. Y todo volvía a ser como antes.

-Alice, por favor.

-Lo siento.

Bella había seguido la dirección del dedo de Jessica. Alice seguía mirándola y cuando se encontró con la mirada curiosa de Bella, escondió la suya.

Jessica nos describió, uno por uno, y me dejó para el final.

-Su nombre es Edward. Es uno de los muchachos más atractivos del instituto y el más inalcanzable, aunque la verdad ustedes…

-No se por qué piensa que puede interesarme aquello. ¿No éramos amigas el año pasado? ¿No tuvo tiempo de conocerme?

La expresión “quedé helado” hubiera sido útil para describir la sorpresa que sentía en ese momento al oír su voz en mi cabeza. Me volví en mi asiento y la miré. Ella seguía mirándonos y su mirada pronto se encontró con la mía. Sus profundos ojos marrones invadieron mi cuerpo y llegaron a mi alma. ¿Será que tengo alma? La vi ahí, sentada, curiosa pero calmada, como si nada hubiera cambiado, como si de un momento a otro la pudiera tener a mi lado escuchando una de sus tantas teorías sobre mi persona.

Jessica siguió hablando pero Bella ya no le prestaba atención. Sus ojos seguían en los míos, aunque estaba seguro que era ella la que había atrapado mi mirada.

-Edward Cullen-dijo en su mente-Se ve muy triste, ¿qué le pasará? ¿Por qué nadie se acerca a él, por qué nadie lo consuela?

Suspiró.

-Si sigo mirándolo de esta manera pensará que soy mal educada. Aunque querría quedarme contemplándolo.

Desee que aquel momento no terminara jamás, pero ella se volvió.

Jessica ya se había callado, frustrada de que su juego no le hubiera resultado. Nadie le había seguido la cizaña y se hundía en el enfado.

Mike Newton despotricaba contra mí por mirar a Bella tan insistentemente. En su mente planeaba golpearme si osaba acercarme si quiera un poco a ella. En cuanto a mi, fue la única diversión que tuve en el día. Imaginarme a Mike intentando darme una paliza.

Luego de eso sólo existió para mí su mirada, acompañándome, cálida y abrasadoramente.


les dejo otros capitulos...disfruten y comenten Tu nombre en el viento (Completo) 80198
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Mensaje por Bbra 27/9/2009, 10:04 pm

affraid atal como me dejas asi tu me quieres matar verdad??
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Mensaje por Atal 27/9/2009, 10:36 pm

no es mi intension jejej Tu nombre en el viento (Completo) 275394 ya pondre mas soslo posteeen mas jajaj
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Mensaje por Atal 30/9/2009, 7:57 am

Capítulo IV: Empezar de cero


La alarma de mi celular sonó cerca de las siete de la mañana. El cielo estaba encapotado y temí que pudiera ponerse a llover de un momento a otro. Bajé para poner la tetera y subí para ducharme. Charlie ya se había marchado. Solía salir a las seis y media cada mañana. Y no es que la estación de policías quedara muy lejos. Sólo era algo maniaco por la puntualidad.

Salí de mi casa cuando quedaban veinticinco minutos para entrar a clases. Llegué al instituto cuando faltaban quince, y era perfecto pues debía pasar por secretaría para saber mi nuevo horario e inscribirme en los electivos. La señora que me recibió me dio la bienvenida con una sonrisa afectuosa y me contó que ella me había recibido el año anterior. Me entregó un papel con mi horario y me dijo que las clases electivas no comenzarían sino hasta la siguiente semana. En consecuencia, esta semana tendría todas las tardes libres.

Miré mi horario y ¡sorpresa, sorpresa! la primera clase de los lunes era educación física. ¿Quién había ideado este maquiavélico plan? Luego…si, más sufrimiento. Dos horas seguidas de matemáticas. Suspiré con desagrado y me fui al gimnasio. Al menos sabía dónde estaba.

El profesor nos hizo correr diez vueltas alrededor de la cancha. El tiempo seguía tan lindo, dijo, que sería un pecado no aprovecharlo. Me escondí tras un montón de compañeras y simulé como que también corría. Estaba concentradísima intentando manejar mis pies para que no se trabara uno con el otro cuando escuché que alguien decía mi nombre. Caí al suelo, por supuesto, y una muchacha que iba justo detrás mío se enredó con uno de mis pies y cayó a mi lado. Un muchacho rubio y un poco más alto que yo se acercó para ayudarnos. Y, mientras yo pedía perdón por mi torpeza, aquél chico tomaba mi mano. Ella no quiso escucharme mucho tiempo y se fue con el resto del grupo para completar las vueltas. Liberé mi mano de la del chico, algo incómoda.

-Gracias-le dije, esperando que se marchara.

-Soy Mike-dijo-el año pasado nos conocimos. Somos amigos.

-Ya.

-Si, solíamos reír mucho. Ya te acordarás de mi-alzó su mano y acarició mi mejilla.

Me alejé, le dije que debía seguir con esas vueltas y empecé a correr. Y literalmente corrí. No podía sentirme más orgullosa de mi misma. Al parecer, mi instinto de preservación había quedado intacto después de todo.

El dolor de cabeza, mi fiel compañero, volvió cuando estaba en matemáticas y dudaba que fuera por el golpe que me había dado…

Cuando fui a sentarme a la mesa de la cafetería, junto a Jessica y Ángela el dolor continuaba. La primera empezó la conversación y me mostró a unos muchachos sentados, alejados del resto de los alumnos, los Cullen. Jessica continuaba su perorata con mucho entusiasmo y yo lo único que quería era cerrar los ojos, pero no podía ser tan descortés con ella. Así que me volví para mirarlos tal y como ella quería.

Eran, los cinco, realmente bonitos y más blancos que la nieve. Como sacados de una pintura antigua. La muchacha de cabello castaño, llamada Alice, tenía un rostro de facciones finas y suaves como muñequita de porcelana. Su belleza angelical contrastaba en sobremanera con la belleza sensual de la chica llamada Rosalie, ella parecía estatua griega, curvilínea, la clase de chica por la que los hombres babean.

Quien más llamó mi atención fue un muchacho de cabello cobrizo. El miraba en mi dirección, con insistencia. Su mirada triste pegó hondo en mi escudo, ¿qué podría haberle pasado para encontrarse de esa manera? Mi corazón empezó a latir con fuerza cuando nuestras miradas se encontraron, me costaba mantener su mirada, quise sonreír para aliviarlo un poco pero en vez de eso me volví en dirección a mi mesa.

No me había dado cuenta, pero Jessica por fin se había callado. Y como por arte de magia el dolor de cabeza había desaparecido.

Cuando volví a casa quedaban aún un par de horas para que Charlie regresara. Prendí el ordenador para escribirle un mail a mi madre y contarle acerca de mi primer día. Qué contenta se pondría cuando le dijera que su hija por fin había hecho algunos amigos.

Leí el último mail que le había mandado a Renée luego de terminar el que recién había enviado. Estaba fechado hace cuatro meses y decía lo siguiente:

Mamá:

Los días pasan con total tranquilidad. Espero que esté saliendo bien todo por allá y se la estén pasando genial con Phil.

El instituto es, bueno, el instituto. Como te conté en alguno de los mails anteriores tengo amigos y cuando no tengo nada más que hacer yo sola, me junto con ellos. (Es broma)

Me estoy acostumbrando a vivir en Forks. Estoy muy contenta. Por fin he conocido gente que me acepta tal cual soy. Me tienen mucho cariño. No podría haber escogido un mejor momento para venir, es probable que de cualquier otra manera que hubieran ocurrido las cosas, yo no les conocería. Y sería una verdadera lástima. Y si, como te debes estar preguntando, es por un chico. Un chico muy especial que me hace olvidar que Forks es como es.

Cariños de Charlie y míos

(No, no es broma).

Revisé la bandeja de correos recibidos y enviados buscando una pista que me dijera quién era aquél misterioso muchacho. Jamás hubiera admitido cierto interés en alguien sino lo hubiera considerado verdadero.

Jamás me había enamorado y ya había olvidado a mi primer amor. ¡Esa es mi típica suerte! Cuando las cosas van saliendo bien algo debe arruinar mi alegría y hacerme ver que las cosas buenas no me pasan a mí.

Estaba entusiasmada y aterrada con la idea. Haber conocido a alguien tan importante y no poder recordarlo siquiera… No me imaginaba enamorada de ninguno de los chicos del instituto. ¡Oh, está bien! Si. Recién llevaba un día ahí.

Leí detenidamente cada correo, tanto enviado como recibido, pero nada.

La primera semana pasó sin mucha novedad. El sol parecía ya haberse retirado de Forks, el aire cálido llegaba sólo de noche y el instituto seguía con sus interminables clases de matemáticas. Aunque me había autoimpuesto mejorar mis notas parecía haber un abismo entre nosotras, pero no podía ser que la vida se me fuera, día a día, aterrada por la clase doble de matemáticas. Mientras antes nos entendiéramos, mejor. Y este era el último año, debíamos quedar en paz.

El jueves de aquella semana fue negro para mi. Llovía a cántaro y el dolor de cabeza era más fuerte que nunca. Estaba en clases de historia cuando tuve que salir para ir a la enfermería. Era superior a mi. Ya había aprendido a controlarlos. Un pequeño mareo, ver luces y sombras revoloteando a donde quiera que posara mis ojos, el zumbido de los oídos y como un rayo cayendo con rabia al suelo, el dolor de cabeza. Esta vez el rayo había caído enfurecido. Luego unos susurros, una risa burlesca y en un instante todo se calmaba con la llegada de una voz suave y arrulladora. Realmente, me estaba volviendo loca. Escuchar voces, cuando no las había por ningún lado debía significar algún tipo de trastorno. Sabía que aquellas voces no provenían de la clase porque el profesor Smith nos había mandado leer los primeros capítulos de la segunda guerra mundial en el libro de historia.

Había pedido ir al baño pero al verme, el profesor prefirió mandarme a la enfermería. Luego de asegurarle que podía ir sola me dejó salir. Cerré la puerta tras de mi y tuve que sentarme en el suelo de lo mareada que estaba. Las luces no me dejaban ver más allá de mis pies. Una gentil voz se acercó y poniéndose frente a mí, me ayudó a pararme.

-Gracias-le dije, aunque no podía saber quién era. Tan sólo la sentía a mi lado. Estaba heladísima así que le pregunté si se encontraba bien.

-Si-respondió-siempre he tenido mala circulación-su tono de voz se alzó hasta terminar la frase en una risa estridente.

-Ibas a la enfermería.

Asentí con la cabeza.

-Yo también voy. ¡Vamos!

La enfermera me tendió en una camilla y a la muchacha la sentó a mi lado. Supe quién era gracias a la enfermera. Ahora eran las sombras las que no me dejaban ver bien.

-Srta. Alice-le dijo-primera vez que la veo por estos lados.

-Tenía que haber una primera vez-contestó.

La enfermera cerró la puerta tras ella para dejarnos en el registro y yo me senté. Abrí los ojos. La habitación estaba en penumbras. Podía ver. La observé y respondí a su sonrisa.

-¿Qué tienes?-quiso saber.

-Jaqueca. Y todo lo que ello implica. Pero últimamente el dolor ha ido en aumento, la vista nublada y las voces en mi cabeza.

-¿Le has dicho a tu médico?

-No. Ni siquiera le he dicho a Charlie.

-Tu padre-no fue una pregunta. Asentí con la cabeza.

-Se suponía que con el tiempo el dolor iría disminuyendo hasta desaparecer.

-Pero no pasa.

-No.

-Deberías ir al médico, ¿dices que escuchas voces?

-Si-enrojecí-me estoy volviendo loca, ¿cierto?-intenté sonar divertida.

-Completamente. Podrías ir con Carlisle-comentó-no es su especialidad, pero él sabe un montón de cosas-cerró los ojos y se alejó un poco.

-¿Te sientes bien? ¿Te vas a desmayar?-me acerqué a ella.

-Estoy bien-dijo calmada, sin abrir los ojos-Te llevaré esta tarde a ver a Carlisle. Dime, ¿qué has escuchado?

La enfermera volvió a entrar y se disculpó por la demora, alguien se había cortado el dedo en el taller de carpintería.

Alice se levantó abruptamente, abrió una ventana y sacó medio cuerpo fuera.

-Srta. Alice, ¿a usted qué le pasa?

-Estoy mareada-dijo. La escuché inspirar profundamente. La enfermera me miró extrañada.

-Srta. Swan, ¿quiere irse a su casa?

-¿Puedo yo también irme?-preguntó con voz chillona Alice desde…el patio.

La enfermera salió nuevamente y me acerqué a la ventana. No había notado cómo ni cuándo había Alice salido, sin hacer ningún ruido. Me asomé por la ventana y allí estaba ella mirándome reprobatoriamente.

-¿Por qué te demoras tanto? ¡Vamos!

-¿Estas bien?-estaba algo preocupada por su salud mental.

-Si, vamos.-estaba entusiasmada.

Salí de la habitación y pasé por la oficina de la enfermera. Me entregó un papel con mi nombre y el de Alice que permitía que nos marcháramos. Pasé por mi sala para recoger mis cosas, Alice seguía mis pasos. Llegamos hasta la entrada del edificio, yo me dirigía hacia mi chevy cuando sentí que alguien me tiraba hacia el otro lado. Miré y encontré a Alice que tirándome del brazo de mi chaqueta podía moverme sin mucho esfuerzo. Tan frágil y delicada que parecía y sin embargo, ¡cuánta fuerza tenía!

-Tenemos que ir donde Carlisle-me dijo

-Debe estar ocupado-intenté zafarme-Aparte, no creo que sea para tanto. Con un paracetamol me arreglo.

-Estas mintiendo.

Me sonrojé. Ella se rió de mi y comentó que jamás había podido engañarla. No entendí. Me subió en su auto totalmente equipado, los asientos suaves de cuero negro y el motor…pensé con pena en mi monovolumen todo agotado y con carraspera, en cuanto escuché ese motor ronronear.

Llegamos al hospital en tiempo record. Alice no había dicho palabra durante el camino, parecía concentradísima con algo.

Cuando mi corazón volvió a latir ya estábamos delante de Carlisle. Alice se adelantó para susurrarle algo. No fui capaz de entender lo que hablaban. El Dr. Cullen tenía una mirada fría y estaba fija en mí. Parecía estudiarme con curiosidad. ¡Estaba segura de que había más amnésicos en el mundo! Me sonrojé. Respiré profundo y desvié la mirada. El Dr. Cullen, sin ser el padre de los chicos Cullen, tenía un aire a ellos. Y no era sólo que compartieran el mismo tono pálido de piel, sino que algo en su mirada, sus facciones, y hasta en cómo movía la boca, que me los recordaba. Aunque él, a diferencia de los chicos Cullen, se veía muy amable en su forma de tratar a los demás. Según mi padre agradaba a donde quiera que se presentara. Le agradaba a todos en Forks excepto al papá de Jacob. Las únicas peleas que yo conocía entre esos dos grandes amigos eran por causa de Carlisle Cullen y su familia.

El Dr. Cullen se acercó a mi y alargó su mano para que se la estrechara.

-Isabella Swan.

Respondí a su saludo. Su mano estaba fría como el hielo.

-Bella-le corregí.

-Bella-repitió con una pequeña sonrisa-Alice me ha contado que sufres de jaquecas y que esto se debe a un accidente que tuviste en el verano.

Asentí. Hasta los apartados Cullen sabían de mi patético accidente.

-Cuéntame cómo fue-pidió con gentileza.

-No lo recuerdo-dije luego de un momento-mi madre me contó que caí por unas escaleras.

-¿Cuál es tu último recuerdo? Antes de las brumas.

-En el aeropuerto, viendo a Charlie bajando de la radiopatrulla.-Contesté antes que las brumas se lo llevaran de nuevo.

-¿Cuánto tiempo llevas aquí en Forks?

-Cerca de dos meses.

-¿Sueñas? Me refiero a cuando duermes, ¿tienes sueños?

-No.

Alice seguía la conversación atenta, detrás del Dr. Cullen. A mi, con cada nueva pregunta se me iba el nerviosismo y la vergüenza.

-¿Cuándo te dio tu primera jaqueca? ¿La recuerdas?

-Al poco tiempo de haber llegado aquí.

-Y el estar aquí, ¿no te ha evocado ningún recuerdo?

-No.

-Alice me contó que escuchas voces, ¿qué escuchas?

La vergüenza me consumió, sentí como la sangre subía a mi rostro.

-Le parecerá ridículo. Yo lo encuentro sumamente absurdo.

Me miró con amabilidad.

-La primera vez que las oí fue al despertar en el hospital. Estaba mareada y cerré los ojos. Las voces llegaron a mi, llenando todos los espacios. Risas y voces. Bueno, una risa. Una risa cruel. La voz suave e intensa, como de hombre. No se lo que dice pero su tono me hace pensar que intenta calmarme. Y lo logra. Es cuando llega su voz, susurrando mi nombre, aunque más débil que el suspirar del viento, cuando el dolor y la confusión desaparecen y las brumas se hacen luz.-Jamás lo había tenido más claro, pero era la verdad.

La próxima vez que miré Alice me observaba con los ojos abiertos como platos y Carlisle le susurraba algo que no alcanzaba a escuchar.

-¿Usted no piensa que pueda ser un recuerdo?-dije pasados unos momentos, con algo de esperanza.

El Dr. Cullen me miró directo a los ojos, pero no pude leer en su cara lo que estos querían decirme. Respiró profundo.

-Tal vez.
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Mensaje por Atal 30/9/2009, 7:58 am

Capítulo V: Sueños y Malos entendidos


Después de haber salido del hospital no había tenido sueños al dormir. Si lo tenía, no los recordaba. Y se estaba convirtiendo en una costumbre molesta.

Pero, al despertar la mañana del lunes de la segunda semana de clases me llevé una sorpresa. Y no sólo por haber tenido mi primer sueño en meses. Fue uno de los sueños más nítidos que he tenido jamás. Estaba en la cafetería del instituto, sentada en la mesa que solía compartir con Ángela y Jessica, pero en ese momento estaba sola. Y parecía que no había nadie más en la cafetería. Me volví buscando alguna otra alma y encontraba al menor de los Cullen, que al percatarse de que lo estaba mirando había respondido a mi mirada. Su rostro estaba pálido y lucía triste. Las ojeras que siempre tenía estaban aún más marcadas porque ahora él parecía desolado. Su mirada había hecho que mi corazón se sintiera vivo y me dio el valor para pararme de mi asiento y acercarme a él. Al notarlo él había sonreído. Una débil sonrisa que empezaba a iluminar, poco a poco, su semblante.

Caminaba hacia su mesa pero esta parecía alejarse. O era que mis pies no se estaban moviendo como creía que lo hacían.

-Lo lamento, Bella-dijo con una áspera y exquisita voz.

Desperté. Encontré mi ventana abierta, el viento estaba frío e hizo que comenzara a tiritar.

En clase de matemáticas aún escuchaba su voz, que en la realidad jamás había escuchado, dejándome vulnerable.

A la salida de clases me encontré con Ángela. Nos saludamos. Ella como mi amiga tenía que saber algo del muchacho que aún no se aparecía para librarme de la impaciencia y del sopor. Yo no solía contar mis cosas a los demás. Mi mejor amiga era mi madre y a ella le contaba todo lo que me ocurría. Era ella con quien me desahogaba y a quién le contaba hasta el más ínfimo detalle de mi vida. Pero tal vez, el año pasado, al no tenerla tan cerca mío, yo había buscado esa intimidad en alguien más, y Ángela me inspiraba confianza. Caminábamos por el pasillo, estaba lleno.

-Ángela-empecé casi en un susurro-tu…yo-nos detuvimos. Cerré los ojos, avergonzada y solté con poca coherencia lo que quería saber:

-Sabes si salía yo con alguien el semestre pasado-Tal vez carecía ya de importancia, pero saberlo era como abrir una ventana para observar esa parte de mi que jamás había descubierto. Me mordí el labio, expectante. Abrí los ojos al no escuchar respuesta.

Ángela me miraba confundida y luego su mirada se perdió en los pasillos del colegio.

Estaba abstraída. Seguí su mirada. La tenía pegada a la espalda del chico Cullen. Mi corazón dio un salto al verle y recordé mi sueño. El hizo ademán, unos metros alejado de nosotras, de mirar hacia atrás.

-No-dijo Ángela dando un salto, decidida.

-Oh, vaya.-Bajé la mirada, avergonzada. Su rotunda negativa me había dolido y dejado sin aliento, como un inesperado golpe en el estómago.

En el almuerzo nos encontramos con Mike, Taylor, Jessica y un chico a quien no conocía. El, tomó una de mis manos y me acercó a él, rodeándome con sus brazos. Los demás, para cuando me fui a dar cuenta habían desaparecido.

-Perdón por no haberte visitado antes. Lamento que no recuerdes nada-dijo con tono protector. Intenté soltarme, busqué apoyo con la mirada…no había nadie a quien pedirle ayuda.

-Como bien dices-me solté-no recuerdo nada del año pasado, ¿Quién eres?

El chico dio un paso atrás y abrió los ojos, ofendido.

-Me llamó Eric-me informó, su rostro se puso rojo y sentí que el mío empezaría en cualquier momento a adoptar el mismo color. Puso una mano cerca de su pecho y comprendí. Era él. Mi corazón dio un débil salto, algo decepcionado, para ser sincera. El saberlo, mató toda la magia. No sentí nada de lo que pensé que sentiría al tenerlo cerca. ¿Y los fuegos artificiales? ¿Y la electricidad? Respiré profundo y le obsequié una sonrisa. El la respondió y volvió a abrazarme. No era ningún Fitzwilliam Darcy pero tendría que acostumbrarme. Mi corazón tenía que recordarlo. Cerca de mi oído puso su boca y estalló en una sonora carcajada. Me sobresalté y di un paso atrás.

-¿Estás bien?

-Lo siento, Bella-dijo, aún riéndose.

-Ya, deja la broma-la voz de Mike se acercó a nosotros, empujó a Eric y avergonzado me dijo: No creas nada de lo que te dijo.

-Estuve en un campamento de teatro durante el verano. Tenía que saber si había valido la pena-comentó el muchacho entre risas.

Sentí que algo caía al suelo y reconocí la vergüenza. Sin poder decir nada, porque nada se me ocurrió, me alejé de ellos a tropezones. Escuché que Eric gritaba a mis espaldas:

-¡Por favor, Bella!-pero no me volví.

Respiré profundo y al respirar sentí como los ojos se me llenaban de lágrimas de rabia.

Salí de la cafetería y me senté en una banca, frente a ella. Estaba chispeando, pero no me importó. Cerré los ojos un momento, mirando hacia arriba, dejando que las pocas gotas de lluvia cayeran en mi rostro. Cuando volví a darme cuenta me estaba riendo a carcajadas. Suspiré, ¡qué alivio!

Regresé a mi casa alegre por como había terminado el día. De paso por la cafetería de Sue me enteré que necesitaban a alguien más para trabajar. Y yo, necesitaba llenar mis aburridas tardes libres. Entré a mi casa tarareando, dejé la comida que había comprado en el mesón de cocina y subía para dejar mis cosas cuando Charlie me detuvo.

Levantó una ceja.

-¿Pasó algo?

Negué con la cabeza, confundida.

-Bajo enseguida.

Entré a mi habitación, tiré mi mochila sobre la cama y bajé para preparar la cena. Charlie seguía parado donde lo dejé y lo invité a sentarse.

-Empezaré a trabajar desde mañana en la cafetería de Sue-le informé.

Abrió una botella de cerveza y dejándola nuevamente sobre la mesa, asintió con la cabeza.

-Serán las tardes de los martes, viernes y sábados.

-¿Necesitas dinero?-pareció ofendido por no haber recurrido a él antes.

-No, para nada. Necesitaba hacer algo con esas tardes. El dinero es un bono extra.

-No dejes de lado los estudios.

-No lo haré, papá.

-Y dile a Sue que no te deje hasta muy tarde.

-Está bien-sonreí.

Charlie sonrió de vuelta y me miró como si nunca en su vida se hubiera detenido a observarme. Al parecer le gustó lo que vio porque empezó a contarme, muy animadamente, como había transcurrido su día.

Subí a mi habitación para hacer mis deberes y luego de hacer cuentas de cómo había marchado el día, descubrí cuánto me gustaba la química.
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Mensaje por Bbra 30/9/2009, 11:58 pm

Tu nombre en el viento (Completo) 240478 q linda alice

pero edward debe hablarle tambien
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Mensaje por Atal 3/10/2009, 3:57 pm

Capítulo VI: Haciendo trampa


Bien sabía yo que era lo que mejor se me daba. Explotaba mi mejor habilidad hasta por diversión. Nada se me escapaba. O porque podía conocer los pensamientos de los demás o porque habían pocos que corrían tan rápido como yo. Pero mi presa de hoy no era precisamente un desafío. Estaba, de hecho, de lo más aburrido. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que me había alimentado. No quería alejarme de Forks, por Bella, mas era necesario y no tomaría más que un día. Había pedido a Jasper que me acompañara. Emmet ya había ido con Rosalie antes de entrar a clases.

Jasper estaba perdido en la espesura del bosque pero lo escuché y no lo iba a interrumpir mientras comía.

Estábamos a jueves. Durante la semana había sido atraído por esta nueva oportunidad que me daba la existencia. Al escucharla, la sentía a mi lado. Ella, su forma de ser, las cosas que decía y sus pensamientos eran una sola persona. Jamás había encontrado tanta naturalidad y falta de afectación en una personita. Oírla era como revivir los momentos que pasé con ella. La satisfacción de poder acompañarla de esta manera era más grande que el dolor que me causaba su ausencia. La soledad no me abrumaba tanto ahora que podía sentirla de esta manera. Y eso que me sentía en un pozo profundo y acaramelado, pero desolado y doloroso.

Me había quedado quieto, despertando aún más, mis despiertos sentidos. El venado que se convertiría en mi cena estaba nutriéndose sólo para mi. Dejaría que terminara. Busqué a Bella en los pensamientos de los alumnos de Forks, todavía me costaba trabajo escuchar su voz sin estar cerca de ella. Me salté a Rosalie y a Emmet porque ninguno de los dos podía ofrecerme lo que yo quería. Ángela leía un libro y Alice…

-¡Alice!-bramé enfadado.

-¿Qué ha pasado?-preguntó Jasper aterrado, llegando al punto a mi lado.

-No le ha pasado nada por el momento, relájate.-Mi tono sonó iracundo. Intenté controlarme mientras veía a Bella, con los ojos cerrados, al frente mío.

-Bella-susurré.

Jasper comenzó a reírse. Abrí los ojos, levanté una ceja interrogante. No hizo falta que lo dijera en voz alta. Alice le había pedido a Jasper que fuéramos de caza específicamente este día. El día de en que Bella tendría que ir a enfermería. Sería un encuentro casual. No se precisaban las presentaciones ni los silencios incómodos.

-¡Muy divertido!-exclamé.

-Desquítate con él-me dijo aludiendo al venado.- ¡Nos vemos!

La vi nuevamente. Alice la estaba acompañando. Bella estaba recostada. Alice intentaba desviar a Bella de sus pensamientos, por si, como había en efecto hecho, espiaba sus pensamientos. No era muy hábil, pero si muy creativa. Dejé de buscarlas porque ya era hora. El venado corría por el bosque sin un rumbo fijo. Le daría ventaja porque sino qué perdida de tiempo.

Un suave susurro llamó mi atención. Intenté hallar su procedencia pero no la ubiqué. Volví a escucharla, ahora más como una melodía formada en una voz aguda y femenina. El canto eran sólo sonidos entonados. El viento empezó a correr débil, primero, hasta desordenar mi desordenado cabello y mover con ímpetu las hojas de los árboles en derredor. La escuché en mi cabeza con total claridad, sentía que a mi lado alguien cantaba. Era una dulce melodía, que relajó todo mi cuerpo, de por si duro y alteró mis sentidos. Si no fuera porque lo añoraba cada cierto tiempo no hubiera reconocido, por el paso de los años, la sensación de letargo.

En un instante, se hizo el silencio. Levanté la mirada. Jasper estaba a mi lado.

-¿Has terminado ya?

-No, le estoy dando ventaja.

-¿Has estado cuatro horas dándole ventaja? Mira, yo se que es aburrido, pero termina luego. Quiero volver a casa.

-¿Cuatro horas? No, sólo han pasado un par de minutos-Jasper negó con la cabeza. ¿En qué me había perdido?

-¿No escuchaste una melodía?- se la describí, tal y como la había escuchado. Jasper volvió a negar con la cabeza.

-Era una voz femenina-insistí.

-No. ¿No habrá sido Alice intentando distraerte?

Negué con la cabeza.

-Ya no seguía el hilo de sus pensamientos.

Me miró extrañado.

-Deberías averiguarlo, pero ahora, por favor, acabemos con esto.-Me vi en sus pensamientos. Tenía por ojos dos pozos profundos.

Volvimos a casa al crepúsculo. Busqué a Alice, ella ya sabía que la había visto.

-No te voy a pedir perdón-empezó airosa-Fue sólo tu decisión y yo la extraño.

Sabía que lo hacía. Levanté una mano, indicándole que no me importaba, que no estaba enfadado. Me miró extrañada.

-No fue así como lo vi-agregó.

-¿Cómo esta?

-Hoy tuvo de nuevo una de sus jaquecas.

-Ya.

-Dice que escucha voces.

-¿Ah?

-¿No escuchaste toda nuestra conversación? Te perdiste la mejor parte.-Me lo enseñó. Paseé por todas las imágenes que me presentaba.

-¿La llevaste donde Carlisle?-volvía a estar molesto.

-Bella escucha voces, yo no puedo leer sus pensamientos-se defendió-y quería saber si había una pizca de recuerdos en aquellas voces. Si así era, yo le diría la verdad.

-Alice, por favor.

-No es fácil verla tan perdida cada día, ajena de todo, de todos. La he visto se siente como pez fuera del agua. Sabe que algo no está bien.

-¿Cómo crees que me siento yo? Tu la quieres, pero yo la amo. Tengo que estar cerca de ella cada día, sabiendo que no puedo acercarme. La veo buscando a sus amigos. Tengo presente a cada instante que cuando mira en mi dirección no me busca a mi, y no siente nada. Si sus ojos caen en los míos me obligo a retirar la mirada para no despertar en ella algún recuerdo y para no abrir más la herida que arde más y más, a cada segundo, como un maldito recordatorio de que el tiempo sigue pasando, indiferente de mi existencia pero no de la de ella. Me repito una y otra vez que es por su bien. Han pasado casi cinco meses y no le ha pasado nada malo. Conmigo a su lado es cuestión de segundos para que esté en peligro, conmigo a su lado la pierdo y la hiero a cada momento.

-La estás perdiendo de todas maneras. El tiempo pasa y pasará. No deberías ser tan egoísta.

-¿Egoísta?-pregunté escéptico.- ¿crees que soy egoísta por no desear nada más que su bien? Qué alegrías puede tener conmigo a sabiendas que no sólo ella está en peligro estando a mi lado, sino también toda su familia.

-¿Es que no entiendes? Eres egoísta contigo mismo. Ella va a seguir su camino y será feliz. Pero con otro. No feliz como cuando estaba a tu lado porque siempre va a sentir que le falta algo, pero lo suficiente como para ver pasar su vida satisfecha. ¿Por qué no te permites ser feliz? ¡Ella ha nacido para amarte! Con nosotros sólo hay uno. Una oportunidad.

-Lo sé.

Como cada noche estaba viendo a Bella dormir. Sus ropas subían y bajaban al ritmo de su respiración. Me senté a su lado. Acaricié, con cuidado, cada línea de su rostro. El tiempo vuela cuando uno se divierte… Ya había amanecido, despertaría en cualquier instante. Tomé su mano derecha, que colgaba fuera de la cama y besé su palma.

-Lo siento-por mí.

Cuando volví a casa para recoger el auto Jasper me detuvo con cara de querer iniciar una conversación. Al parecer, Alice le estaba enseñando a eludir sus pensamientos frente a mi, porque ahora su mayor preocupación era en qué silla sentarse.

Bufé, incrédulo.

-Alice es lo más importante que me ha pasado en la vida-comenzó.

-¿Te arrepientes de algo?

Se detuvo un instante y luego con una sonrisa añadió:

-De no haberla encontrado antes.

-Tienes cuan larga sea la eternidad para estar con ella.

-Lo se, lo se. Es que a veces siento que no es suficiente.

Asentí con la cabeza. Lo entendía bien. Se quedó en silencio un par de segundos pero parecía que no había terminado con lo que quería decir. La próxima vez que habló dijo lo siguiente:

-El esfuerzo, o cualquier sufrimiento que haya tenido que pasar y que a veces, aún debo enfrentar, para estar con ella y verla sonreír, vale la pena. El tiempo para nosotros es distinto que para el resto del mundo. Los años los sentimos como semanas, a veces días, pero a nuestro alrededor toda ha cambiado. Y a veces darse cuenta de cuánto ha pasado es como una herida mortal-ahora ya no hablaba de Alice.

Me levanté.

-Entiendo perfectamente lo que dices. Gracias.

Se levantó también. No le iba a dar la razón, dolía demasiado.

-¡Cabezota!-se alejó bufando entre dientes.

Cuando iba al instituto supongo que me iluminé. Siempre- me dije- se puede hacer trampa. Alice lo había hecho. Y si era lo suficientemente cauteloso, no habría peligro. Leía su rostro y ahora también sus pensamientos, sabría cuando detenerme. Prolongaría el engaño un poco más. Estaba claro ahora, muy irresponsablemente alegre, decidí hacer trampa.

Las clases se hicieron interminables mientras pensaba en la mejor manera para acercarme a Bella. El momento perfecto. Podía pedirle a Alice que me avisara cuando ella debiera ir a la enfermería. Pero deseché la idea en cuanto me la propuse. Era tortura que me hiciera ver, aún sin intención, la razón que tenía. El timbre sonó, despertándome de mi ensueño. Salí al pasillo para verla pasar. Y la escuché debatiéndose con preguntarle a Ángela por un chico. El chico no tenía nombre ni rostro en sus pensamientos, pero, ¡era un chico! Mordí mis dientes, con enfado.

-¿Sabes si salía yo con alguien el año pasado?

El corazón me dio un vuelco. Mierda. Pude escuchar a Ángela en su fuero interno preguntarse qué debía responder. Pensaba en decirle la verdad, de una vez y luego se le aparecían las consecuencias de ello. Me acerqué un poco más a ellas y vi que Bella estaba con los ojos cerrados. Estaba avergonzada. Me paré frente a Ángela y negué con la cabeza con elocuencia, ordenándole que dijera que no. Ángela me miró con odio y dijo, en su cabeza, palabras que no tenía idea pudiera conocer. Me alejé nuevamente. Escuché cómo le respondía con una negativa a Bella y dentro de esta vi cómo la imagen de mi sonrisa llamándola, se desvanecía en su interior. Quise dar media vuelta y mirarla, pero me contuve.

A la hora de química busqué la oportunidad que se negaba a aparecer. Tuve la secreta esperanza de que ella pudiera sentarse en mi grupo. Yo ya estaba allí cuando apareció. Venía riendo a carcajadas, sola. Entró y me miró, ruborizándose ligeramente. Se sentó en la mesa de al lado. Formaría grupo con otras personas. Se puso a garabatear en su cuaderno y en su mente tarareaba una canción. Era el momento, pero ¿qué podía decirle? ¿Te gusta la química? ¿Has leído a Chang? Bien sabía yo las respuestas a todas esas preguntas. Comencé a tararear la misma canción, pero en voz alta, esperando que con esto ella se acercara a mi y iniciara la conversación. Cuando miré en su dirección Bella estaba con los ojos cerrados y una pequeña sonrisa se dibujaba en su rostro. Y no pude saber qué era lo que estaba pensando. Tarareé más fuerte por si no me había escuchado, pero siguió en la misma posición. Su olor colmó mis sentidos, apaciguándome. Yo también cerré los ojos.

Poco a poco fueron llegando los demás alumnos. Finalmente llegó el profesor y empezó la clase. Ácido-Base. Un tema interesantísimo.

-Los indicadores, como el tornasol, cambian a los ácidos y las bases en distintos colores. Por esto, son una buena herramienta para identificar líquidos de los que nada sabemos. Si probáramos el tornasol en un ácido, ¿de qué color se pondría?

Nadie levantó la mano y parecía que muy pocos prestaban atención.

-Sr. Cullen-era conmigo.

-No tengo idea-respondí, aunque rojo era la respuesta. El profesor se extrañó de mi aparente ignorancia. Le preguntó entonces a Emmet, que era mi compañero, el único, de grupo. Negó con la cabeza, con la mente en blanco.

- A ver, aquí en el grupo del Sr. Newton-se dirigió a la mesa vecina. Newton desvió la mirada para que no le preguntaran a él. El, al igual que yo, había cambiado sus electivos cuando había conocido las elecciones de Bella, pero al parecer, no tenía idea en lo que se había metido.

-¿Srta. Swan?-Bella levantó la mirada, tímidamente. Pero con seguridad respondió:

-Rojo.-El profesor suspiró aliviado.

-¿Y con una base?

-Azul

-¿Y con el agua?-preguntó divertido.

-Supongo que nada.

-Me ha alegrado el día, Srta. Swan, se lo agradezco.
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Mensaje por Atal 3/10/2009, 3:59 pm

Capítulo VII: Frustración


Nos sentamos sin decir palabra. El día comenzaba a despedirse. El crepúsculo diría mi compañero. El fin de otro día, otra muerte. Dentro de unas horas, un nuevo día volvería a nacer. Luego de las sombras viene la luz. Si se cierra una puerta, se abre una ventana. Pero yo, pese a todas estas célebres frases de esperanza, sabía que al despuntar el sol nuevamente, estaría muerta. Sabía que si empezaba a hiperventilar, las lágrimas no me dejarían hablar. Intenté contener la respiración pero de igual forma los ojos se me inundaron de lágrimas. No lo miraba, tenía la vista nublada, pero lo sentía a mi lado. Estaba siendo lo bastante condescendiente como para esperar a que me compusiera. Desvié la mirada, hacia el tranquilo lago frente a nosotros. La única luz que teníamos provenía de la luna llena, cuya imagen se quebraba en el agua cada vez que un pájaro sobrevolaba por ella y superficialmente, la tocaba. Como en un saludo cortés. Dentro de toda la confusión en que vivía mi cabeza, noté como una lágrima bañaba mi rostro, bajaba por mi mejilla y terminaba cerca de mi boca. La sequé con disimulo y respiré profundo, influyéndome valor. Sentí que el alma me abandonaba antes de que pudiera comenzar a hablar. No me importó. Respiré profundo nuevamente y el aire quemó mis pulmones. Mis frías manos comenzaron a sudar. Alcé la vista. Las despedidas jamás se me habían dado bien, pero las prefería a escapar.

-Tu no vas a estar-comencé.-Y yo ya no te estaré buscando. Sabré cada día, al despertar, que ese día no va a ser el día. En que, caminando distraídamente por la calle, mi mirada va a caer en la tuya y nos reconoceremos. El día en que tu corazón latirá como nunca lo ha hecho y yo en respuesta te sonreiré. Sólo una calle nos separará y será cosa de esperar. Pero el sol será la barrera que te impida cruzar la calle. La luz del sol hará el esfuerzo que yo no puedo hacer. –Boté el aire, con cansancio, sintiéndome vacía.

-¿No puedo hacer nada para hacer que te quedes?

-No. Fue tu elección primero-le recordé dolida.-Uno de los dos debe irse, y tu familia no tiene la culpa de que esto no haya funcionado-torció la lengua en un taco-Debes estar tranquilo, yo ya no te molestaré más. Ya no tendrás que salvarme ni alejarte.

Me miró, entró en mí con sus ojos color ámbar.

-Y no te sientas culpable-retiré la mirada-no hay culpa sin sangre.

Puso sus manos sobre las mías, apretando mis muñecas. Subió por mis hombros, sus frías manos erizaron mi piel.

-¡Isabella Marie Swan!-me extrañé, él no solía llamarme así. Me sacudió con fuerza. Cerré los ojos para no ver su rostro tan cerca del mío.

-Papá, ¿qué haces aquí?

-Gritas como si te estuvieran matando. Vine a ver qué sucedía.

Observé a mi alrededor con detenimiento. Me encontraba en mi habitación. Estaba a salvo, ya no caía en espiral.

-¿Qué me pasó?-pasé mis manos por mis ojos, intentando alejar la niebla.

-Tuviste una pesadilla-se encogió de hombros. Miró mi ventana, con suspicacia y se levantó de un salto. La encontró abierta. Me miró confuso. Sacó medio cuerpo fuera mientras yo lo miraba desconcertada por mis propias visiones. Desapareció de mi habitación luego de cerrar mi ventana con brusquedad. Me encogí dentro de mi cama, aferrándome a mis piernas, me cubrí entera con la colcha y las lágrimas acudieron a mi desesperado llamado por desenredar el nudo que tenía en la garganta.

Aquél, fue el primer día en que Edward Cullen fue al restaurant. No había mucha gente cuando llegó. Ayudaba con los platos en la cocina por lo que no pude prepararme. Tragué con dificultad cuando vi que estaba sentado en mi sección. Me saqué los guantes, cogí mi lápiz y el taco de papel y no pude moverme.

Había escogido el sector más oscuro del local, sin embargo, donde quiera que se pusiese una luz parecía seguirlo. El estaba de espaldas a mí, por lo que no vio que había quedado petrificada al observarlo. Era frustrante la sensación que él provocaba en mí. Jamás había hablado con él, no le conocía de nada, pero parecía revivir cuando él estaba presente. Todo era pausas y tonos grises hasta que él aparecía. Sue me dio unas palmaditas en la espalda y al mismo tiempo parecía llevarme hacia su mesa. Me vi frente a él.

-Buenas tardes-pude decir. Le entregué la carta que Sue me había pasado con disimulo antes de llegar a su lado. Cuando volví para tomar su pedido, lo encontré leyendo pero no era el menú.

-¿No deseas sentarte en otra mesa, en un lugar más iluminado?-La frase había salido entera y es que todo el tiempo que había estado esperando para volver a su lado lo había usado para comerme las uñas, con nerviosismo, y luego para reprenderme por lo ridícula que me estaba comportando.

-No, estoy bien.-No levantó la mirada de su libro.

-¿Qué vas a querer?-me devolvió la carta y en una frase seca, respondió:

-Una coca-cola.

Cuando volví a casa, vi la camioneta de los Black estacionada junto a la radiopatrulla de Charlie. Me alegré. Hacía un tiempo ya que no veía a Jacob. Ambos habíamos empezado las clases. Y, al menos yo, recién ahora comenzaba a acostumbrarme a la rutina. Entré a la casa entusiasmada y pronto me llevé un chasco al buscar a Jacob y no encontrarlo.

-No vino-comentó Billy leyendo la decepción en mi rostro-no he podido convencerlo para que me acompañara, se quedó estudiando-hizo una mueca.

Asentí con la cabeza y subí a mi habitación. Me senté en la mecedora que había frente a mi cama y cerré los ojos con cansancio. Un aroma exquisito e inexplicable, tanto como indescriptible llenó mi habitación. Con los ojos aún cerrados, disfruté de la sensación que ese aroma había evocado en mí.

-No me recuerda-su voz estaba destrozada.

-No me recuerda-volvió a repetir con más sentimiento.

Llegó el silencio, abrí los ojos con un leve suspiro, me levanté de mi asiento y tomé un pequeño cuaderno, escondido entre los palos del catre de mi cama. Oh, si. Muy creativo. En las hojas de aquel cuaderno estaban plasmadas las pistas que de vez en cuando me daba mi cabeza para desentrañar el rompecabezas en el que se había convertido mi año anterior en Forks. Había anotado cada sueño, cada lágrima, cada voz y cada sensación que desencajaran con mi febril imaginación.

Desperté la mañana del sábado con el sonido de la bocina de un auto. Abrí los ojos casi por instinto, salté de mi cama mientras el corazón me daba un vuelco y una sonrisa, sin yo quererlo, se dibujaba en mi rostro. Me apresuré a ir a la ventana y casi caigo al abrirla. Una risa me recibió. Mi corazón rezongó, decepcionado. Callé su voz, moviendo la cabeza.

-¡Jacob!-exclamé sorprendida.

-Vamos a dar una vuelta-señaló el auto en el que estaba apoyado, con sonrisa cómplice.

-¡Lo terminaste!-era obvio.-Dame un momento, bajo enseguida.

Cerré la ventana, miré el reloj apoyado sobre mi mesita de noche. Eran cerca de las diez. Corrí a la ducha y cuando, con la mano limpiaba el vapor del espejo vi mi reflejo levantar una ceja. Con sorna me preguntó ¿a quién esperabas?

Tragué saliva, entrecerrando los ojos. Mi reflejo hizo lo mismo.

Al bajar, encontré a Charlie y a Jacob sentados, conversando. Ambos se levantaron al verme.

-¿Vamos?-apuré a Jacob. Asintió y se puso al punto a mi lado.

-Papá-le dije al salir-volveré después del trabajo.

-¿Cómo vas a volver?-me increpó. Mientras pensaba, Jacob se me adelantó y prometió traerme de vuelta.

-Si es así, está bien-nos miró casi con una sonrisa y una expresión que no pude descifrar y nos dejó partir.

Observé a Jacob, perpleja. El sol había salido sólo para que él lo tapara.

-¡Qué alto estás, Jake! Me dejaste pequeña.

-Siempre has sido una enana-me recordó abriéndome la puerta del copiloto. Era sorprendente lo que había crecido en tan sólo un para de meses. Encendió el auto. Lo miré. ¡Por Dios, qué mala observadora era!

-Te cortaste el pelo-se pasó una mano por su corta cabellera mientras iba marcha atrás- es más cómodo de esta manera.

Me refugié en mi larga y voluminosa melena.

-¡Qué frío debes sentir!

Rió por lo bajo, como de una broma privada que no llegué a comprender.

-¿Cómo has estado?-inquirí curiosa.

-Bien. ¿Cómo te ha tratado el instituto?

Me encogí de hombros.

-Bien-respondí.

-¿Nadie ha usado tu amnesia en tu contra?-Íbamos en sentido contrario al camino para ir a la reserva.

-¿A dónde vamos?-pregunté mientras recordaba el episodio con Eric.

-Ya verás-esperó mi respuesta.

-No-mentí.

-¿Qué ha sido de ti? ¿Algo nuevo aparte de la escuela?

Se volvió a mi con brusquedad, escrutó mi rostro y lo encontró expectante e inocente. Soltó un suspiro y volvió a mirarme, mientras doblaba a la derecha, en medio de la carretera, en medio de la nada. El auto soportó muy bien los desniveles del camino. Aún así yo me aferré a la manilla de la puerta. Jacob soltó una risita mientras me observaba de soslayo. Pese a esto, no se me había escapado el hecho de que no había respondido a mi pregunta.

-¿Qué hay?-le pregunté, queriendo sonsacarle la verdad.-¿Es una muchacha?

El auto se detuvo en una gran planicie. No me había detenido a mirar el paisaje, estábamos justo en medio de un páramo, de tierra arcillosa, rodeada, en un radio de seis metros o más, por árboles. Por las ramas de estos, los rayos de un alegre sol comenzaban a iluminar el lugar.

-Tendremos que esperar un par de horas-abrió mi puerta.

-¿Para qué?

-Para que tu amiguito se pose sobre nosotros con total majestuosidad-aludía al sol. Sonreí al notar que recordaba una de las pocas cosas que amaba en la vida. Nos apoyamos sobre unas piedras. La sombra nos cubría, pero el aire era cálido.

-¿Te molestaría que fuera una chica?-preguntó de pronto.

Me lo pensé.

-Si, por supuesto. Pero, si eres feliz…

-¿Por qué por supuesto?-su sonrisa era maliciosa y su mirada atenta.

-Porque te extrañaría-torcí el gesto-ya sabes lo egoísta que soy.

-¿Es que no tienes amigos?-quiso seguirme el juego.

Negué con la cabeza.

-Esto de la amnesia me tiene de inadaptada social.

-Ya lo eras de antes- me informó revolviendo con su mano mi cabello. Rozó mi mejilla antes de retirarla. Su mano y todo su cuerpo irradiaban calor. Como si fuera mi estufa personal, me acerqué un poco más a él.

-Bueno, ¿y entonces?

-No es una chica…o tal vez si-movió la cabeza, confundido.

-Lo lamento, pero no me gustaría estar en tus zapatos-me envolvió con la mirada y su rostro se volvió triste.

-Hay unas cuantas cosas que me gustaría que supieras. Y otras cuantas que pudieras recordar-ladeó la cabeza, con una sonrisa agotada.-Pero jamás has estado más segura como ahora, perdida y sin recuerdos. El mejor bálsamo para curar las heridas es el olvido y tu no tuviste que batallar mucho para conseguirlo. Eso me alegra.-Perdió su mirada en un lugar al que yo no podía llegar. Su voz se había vuelto un susurro a medida que iba hablando. No tenía idea de qué me estaba diciendo, pero aún así me estremecí con la imagen qué el tenía de mi falta de recuerdos. Y la verdad es que si, me sentía perdida en un mar de gente. Todos caminando en una dirección. Yo intentaba seguirlos hasta que me daba cuenta de que ese no era mi camino, y cambiaba de rumbo. O al menos intentaba hacerlo. Me vi como un pequeño salmón nadando contra la corriente. Luego, recordando lo patosa que era, se agregó a esa imagen un gran oso pardo esperando el momento en que saltara para cogerme y destrozarme con sus afilados dientes. Volví a estremecerme.

-Sabes que tarde o temprano recordaré absolutamente todo-retomé la conversación luego de varios minutos e intenté sonar segura. –Hay varias cosas que he recordado-agregué, pero fui muy poco convincente.

-¿Qué has recordado?-su voz fue curiosa y el tono imperioso.

-A una persona. Un hombre-se le crispó el rostro.-Aún no consigo dilucidar quién es-lo observé un momento, no pareció aliviarse.-Es un sueño recurrente.

-¿Sueños?-parecía escéptico-crees que son recuerdos, crees que es tu memoria la que vuelve sólo por ser un sueño frecuente.

-He escuchado esa voz antes-me defendí-desde que estaba en el hospital.

-Probablemente es una película que se te quedó pegada.

-¡No!-insistí con un poco de desesperación en la voz. Esas voces y mis sueños eran a lo único que me aferraba para salir a flote y sentir que mi vida iba a alguna parte.-He averiguado al respecto. La memoria una vez evocada, vuelve en flash-backs parecidos a los deja vù, o en sueños…

-O en voces-terminó mi frase.

-El Dr. Cullen aprobó mi teoría.

-¿El Dr. Cullen?-apretó los dientes con enfado.

-Si-susurré asustada.

-¿Cómo fue que fuiste a parar donde los Cullen?

-Alice, una compañera del instituto me llevó con él. Y no fueron todos los Cullen, sólo vi al Dr. Carlisle.-Observé a Jacob y di un paso hacia atrás. Su cuerpo emanaba aún más calor del que parecía normal y tenía sus manos cerradas con furia.-No me dijo nada nuevo-seguí hablando para darle tiempo de calmarse-pero aceptó como posible mi teoría sobre las voces.

Jacob cerró los ojos y agachó la cabeza, mientras respiraba con dificultad.

-¿Qué escuchas?-la voz le salió agarrotada.

-El tipo repite constantemente “no me recuerda” hasta que se le quiebra la voz.

Jacob asintió con la cabeza, lentamente. Alzó la vista al cielo y tomando mi mano caminamos hacia el centro del círculo. Era mediodía y el sol estaba sobre nosotros, brillando con todas sus fuerzas. Una sonrisa de satisfacción llegó para borrar el tenso momento en el que estábamos hasta hace unos segundos. La sonrisa de él, también fue alegre, pero con un deje de melancolía y un extraño brillo en los ojos.

Estiré los brazos hacia el cielo para absorber todo el sol que pudiera llevarme conmigo y con esto poder fijar la máxima cantidad de vitamina D que aceptara mi cuerpo.

-Extrañaba estos días-le conté-pero escapé de ellos. Me hacían daño allá en Phoenix. Sentía que debía volver.

Jacob me contemplaba con la cabeza ladeada hacia un lado. Me encogí de hombros. Estiró un brazo hacia mi. Le concedí mi mano y me acercó a él. Me rodeó con sus brazos y nos quedamos así, no se por cuánto tiempo, pero nada externo rompió nuestra mágica burbuja.

-Debo ir a dejarte-susurró, intentando mantener la atmosfera soporífera un poco más.

-El deber me llama-contesté sin alzar la voz.

Eran las dos. El restaurant comenzaría a llenarse hasta las cuatro y luego, no entraría ningún alma hasta las seis. Jacob había prometido pasar por mi a las nueve. Durante el camino de vuelta no había dicho palabra. Me tenía algo preocupada. Fue el primer día en que se me cayó la bandeja con un pedido. Al menos, dije para mi misma mientras limpiaba, no había ensuciado a la pareja que estaba atendiendo. Con enfado muy poco disimulado empecé a recoger las cosas, pero de hecho, era extraño que no hubiera ocurrido ya antes. Sue me tranquilizó asegurándome que todo estaba bien. Un simple accidente. Le podía pasar a cualquiera. Temí contarle que sólo yo me enredaba con mis propios pies al caminar.

Jacob llegó por mi cerca de las ocho y treinta. Su rostro mostraba enfado y sus ojos desorbitados, miraban ausentes. Me acerqué a él, en cuanto pude, se había sentado en la barra y le pregunté qué era lo que le pasaba. En respuesta pidió agua y hielo. Volví con su pedido, un vaso de agua que esperaba le saliera por las orejas y un pote rebosado con cubitos de hielo.

-¿Deseas algo más?-enarqué una ceja. No me prestó atención. Tomó un cubo de hielo, lo posó en la palma de la mano y cerrándola, el cubo se hizo agua, escurriéndose por su mano y mojando la mesa.

A las nueve en punto lo tomé del brazo y lo saqué del restaurant, con mucho esfuerzo.

-¿La cuenta?

-La casa invita-me puse frente a él. Abrió los ojos.

-¿Qué?

-¿Qué es lo que pasa?-contesté con el mismo tono de voz. Caminó hasta su auto y abrió la puerta del copiloto. Esperó a que entrara. Lo hice a regañadientes. Por primera vez con Jacob, me sentía sumamente incómoda.

-¿Qué ha pasado?

-Esta es, tal vez, la última vez que nos veamos.

-¡Qué! ¿Por qué?-estaba aterrada.

-Debo alejarme de ti. No es-bajó la mirada que antes posaba en mis ojos-saludable para mi esto.

-¿Esto?-su mirada que estaba ahora en mi boca, volvió a subir.

Durante la tarde había estado pensando en las enigmáticas frases de Jacob por la mañana. Les había estado dando vueltas una y otra vez.

-¿Hay algo que debería saber?-No desvió la mirada del camino, pero vi cómo fruncía el rostro.

-Si-dijo finalmente. Me quedé esperando.

-Dime-pedí.

-Estaré cuidándote-sonó a promesa-pero me será difícil verte. Se me hace difícil alejarme pero con el tiempo comprenderás por qué. Te extrañaré.-Me concedió una sonrisa.

-¿Me prometes que lo entenderé? ¿Me prometes que nos volveremos a ver?

-Si. A ambas.-Habíamos llegado ya a casa. No había nada más que decir. Hubiera sido egoísta pedirle que no se alejara. Yo no pedía darle lo que sus ojos me pedían, casi suplicantes. El lo sabía y me pedía que por favor, lo ayudara. Abrí la puerta del auto. Lo miré, intentando grabarme su rostro. La próxima vez que lo viera, no sería lo mismo.

-Te voy a extrañar-susurré. Cerré la puerta, despacio. Vi como su auto se alejaba por la carretera. Entré a casa, con desgana. Charlie estaba en el salón, frente al televisor.

-¿Cómo estuvo tu día?-me preguntó.

Disfracé con una sonrisa la pesadumbre que sentía sobre la espalda.

-Bien-respondí.

-¿A dónde te llevó Jacob?-sin duda Charlie escogía los peores días para ser un padre curioso.

-A un valle, por la carretera. Estuvimos tomando el sol.

-¿Se portó bien?-Lo miré extrañada y asentí.

-Ese muchacho está enamorado de ti-su tono me sonó a pregunta.

-No-negué con la cabeza-no, no.

-Con un solo no me bastaba-soltó una risa sospechosa mientras subía a mi habitación.

Me senté en mi cama y no tuve nada que hacer, excepto calentarme la cabeza preguntándome por qué. Jacob había insinuado que yo había sabido el por qué. Tenía que recordarlo, ¡maldita memoria!

La noche no sirvió para consolarme y al despertar la certeza de que tendría una prueba al día siguiente me obligaron a levantarme. No salí de casa y apenas dieron las nueve subí a mi habitación. Me acerqué a la ventana para mirar la noche y para que el aire húmedo tocara mi rostro pero me fue imposible abrirla. Abatida me tiré en mi cama deseando con todas mis fuerzas que el día siguiente fuera feriado.
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Mensaje por Atal 3/10/2009, 4:04 pm

Capítulo VIII: Cuentos de hadas


Esme me había pedido que tocara su canción y estaba frente a mí, escuchando, mientras yo la ejecutaba. Esperaba con ansias la llegada del nuevo día. A ningún humano le gustaban los lunes; nosotros no los sentíamos, pero ahora había aprendido a apreciarlos. Llevaba un par de días sin ver a Bella y la abstinencia me estaba descontrolando.

Luego de la última pesadilla de Bella y tras varios días de sospechas, Charlie había decidido cerrar con llave la ventana de la pieza de su hija. Dado que esta hablaba por las noches y últimamente lloraba, gemía y gritaba, su imaginación había volado y situó como culpables a varios muchachos a quienes vigilaba cuidadosamente aunque su hija jamás los nombrara. El último sospechoso era el voluble de Jacob. Frente a las dudas prefirió asegurarse sacando, también, la llave de debajo del alero. Y, como últimamente dormía, literalmente, con un ojo abierto, no había manera de entrar en la casa para acercarme a Bella. Ella, por su parte, no tenía idea de nada.

A mi me parecía que esto ya se estaba convirtiendo en un cuento de hadas. La dulce princesa Isabella permanecía encerrada en una torre, alejada de todo. Tanto por ignorar parte de su pasado como por desconocer lo que ocurría frente a sus narices, en el presente. Charlie podría ser el dragón furioso vigilando la torre, mientras Bella veía pasar sus días presa de un profundo sueño. Por lo tanto debía encontrar la manera de llegar a ella y, con un beso, despertarla y traerla devuelta, conmigo…para llegar al felices por siempre.

Los días en que Bella trabajaba, eran los días en que me pasaba por el restaurant. Llegaba cuando oscurecía y me sentaba en una mesa, alejada de la barra y la entrada. Era aquella, la sección que le tocaba atender. Escuchaba los latidos de su corazón al reconocerme y el golpeteo en su pecho era dulce melodía para mis oídos. Su corazón me reconocía pero su mente seguía sin hilar las inconexas imágenes que se atestaban en su cabeza.

El último sábado no pude acercarme, pues pasó todo su día con Jacob. Tampoco pude entrar al restaurant. Llegué cerca de las ocho. Iba a pie, observaba desde la entrada del bosque el momento preciso para entrar. Sin mucha gente pero que tampoco estuviera vacío para pasar desapercibido y obligarme a seguir las reglas, sin cometer ningún error. Porque, aunque estaba haciendo trampa, ya había creado mis normas.

Sentí que alguien se ponía frente a mi y al alzar la vista vi a Jacob Black. Rígido como una piedra, obstruyéndome la entrada del restaurant. Era más alto de lo que recordaba y al instante reconocí el por qué: Jacob era un licántropo. Probablemente estaba en el proceso de conversión o tal vez, ya había terminado. Me miró con desprecio y le devolví la mirada con indiferencia. No pude leerle el pensamiento por lo que tuve que esperar a que se decidiera a hablar. Enarqué una ceja, impaciente.

-¿Qué estás haciendo acá?-pero no esperó mi respuesta y prosiguió:

-¿Qué quieres? Recalcarle a Bella, con tu presencia, que la has abandonado.-pude observar el descontrol en el que estaban sus emociones, cerraba las manos en puño y los dientes le chirriaban.

Decidí que pasara lo que pasara, no le haría daño, pero ya me estaba hartando. Me enderecé pero no le ofrecí ninguna explicación.

-Yo se lo que hago. ¿Crees que tu así-aludía su actitud-como estás, le harás bien a ella? Al momento en que ella diga o haga algo que te disguste, te abalanzarás sobre ella e inconscientemente, la matarás.-Yo también me había descontrolado un poco al decir aquellas palabras y al imaginarme ese lamentable suceso. Me vi a escasos centímetros de su rostro, con los ojos inyectados de furia.-Se mucho sobre sus tropezones-terminé.

-Y nosotros sabemos que han vuelto a las andadas.-Podía sentir la ira brotar de su cuerpo.

-No se de qué me hablas. Ninguno de nosotros se ha pasado por territorio quileute desde el pacto. Puedes guardarte tus infantiles acusaciones.

-No me refería al pacto-dio un paso hacia mi-han pasado dos semanas y ya han muerto tres personas en los bosques de Forks. ¿Cómo crees que murieron, chupasangre?

Durante nuestro pequeño tête à tête había aguantado la respiración. El olor a lobo es especialmente nauseabundo.

-Ha de ser un grupo de paso. Gracias por la información, estaremos alerta.

-Nosotros ya nos estamos haciendo cargo.

-Claro, pueden seguir ustedes vigilando territorio quileute-levanté la mano en gesto despectivo-el resto es nuestro.

Soltó un taco enrabiado y empezó a respirar con rapidez, dilatando con fuerza las aletas de la nariz. Me hice a un lado, zanjando así la conversación, pero tomó con cautela mi brazo y mirándome, me comunicó:

-No vas a entrar. Aléjate ya de Bella. Todavía tiene posibilidades de ser feliz-su tono era resignado-déjala seguir con su vida-comprendí que él tampoco se consideraba adecuado para pertenecer a la vida de Bella, por lo que, dando media vuelta, desaparecí.

-¿Están listos?-apuré a mis hermanos para salir cuánto antes hacia el instituto. Rosalie no necesitaba arreglarse demasiado, Emmet no necesitaba hacer pesas, Alice y Jasper no necesitaban ver la televisión sin, en realidad, verla.

-Bella llegará tarde-me informó Alice sin despegar la vista del televisor, que estaba apagado.

Y yo, no necesitaba ser tan impaciente. Había visto y leído mucho sobre esa actitud por lo que me fue fácil reconocer y verme como un niño al que le han dicho que no. Me faltaba, solamente, cruzar los brazos y acercarlos con fuerza a mi pecho. Y refunfuñar.

-¿Por qué?

-Se le va a parar el auto, la batería.-Ahora me miró, con la cara reluciente y una sonrisa cómplice. –Creo que deberías pasar por ella.

-Si-solté con una sonrisa-creo lo mismo.

-No te preocupes-decía Alice mientras me alejaba rápidamente hacia el estacionamiento-yo me hago cargo de ellos.

Pasé dos veces cerca de su casa y a la tercera, cuando me encontraba a escasos metros, la escuché:

-¡No! Esto no puede estar pasando. Sabía que debía quedarme en casa.

Su auto había quedado parado a unos diez metros de su casa.

-¡No se nada de autos! ¿Qué te pasa, amigo mío? ¿Qué tienes? ¿Te has resfriado?

Paré frente a ella y observé como le hablaba, casi con dulzura, a su coche. Cerré la puerta al bajarme, para hacerle saber que me estaba aproximando. Abrió los ojos al reconocerme.

-¿Todo está bien?

Su voz se fue haciendo más débil mientras balbuceaba.

-No. Mi auto ha quedado varado una traición mortal, desconozco el procedimiento en este tipo de situaciones. Además debo llegar al instituto-miró el reloj.- ¡Ay no! Qué tarde es.

-No te preocupes, yo si se. Y por la hora, ya no se puede hacer nada, pero descuida yo te llevaré.

Cogí mi celular y llamé a un servicio de grúas. Bella me miraba con los ojos como platos y yo me reía a carcajadas por dentro. Di las señas del auto y la dirección. Si Bella me recordara no sería difícil empujar el auto y estacionarlo frente a su casa. Pero ahora, debía mantener las apariencias. ¡Qué aburrido ser humano! Tanta espera y nada de acción. Pero al menos, ahora, podía pasar tiempo junto a ella. Guardé el celular y me acerqué a su auto. Bella se acercó a mi, asustada de que pudiera hacerle algo al monovolumen y arruinarlo más.

-¿Puedo?-hice ademán de levantar el capó.-Se algo de autos.

Asintió con la cabeza, algo turbada. Hice una mueca al observar y juguetear un poco con las piezas, tenía que hacer algo de teatro para sonar convincente.

-¿Qué le pasa?-se acercó un poco más a mi. El viento hizo que su olor llegara a mí como una ola y me envolviera, transformando mi alrededor en brumas. Sólo la veía a ella, la sentía cerca, sentía su calidez, veía sus ojos buscándome y yo luchaba por no acercarme más y besar sus labios. Ella también sintió esa mágica corriente porque pestañeó rápidamente tratando de despabilarse al momento que pensaba:

-¡Wow! Mis rodillas ya no pueden conmigo-se aferró a la carrocería del auto y retiró la mirada, respirando profundo.

Hice como que no me había dado cuenta y respondí:

-Es la batería.

-¿Es muy malo?-hizo una mueca.

-Bueno-respiré profundo, extasiado-la batería es el alma del auto. –La verdad sólo hacía falta echar un poco más de agua destilada, pero Bella no se libraría de mi tan fácilmente.-Debes llevarlo con un mecánico.-Seguía riéndome.

-Ahora-añadí momentos después-¿deseas esperar la grúa o prefieres que nos vayamos?

Lo pensó un momento y la Bella responsable se impuso a su verdadero deseo.

Le abrí la puerta del copiloto y recordé que no le agradaba en lo absoluto. Encendí y observé como Bella miraba con fascinación el interior del volvo.

-Tu auto es hermoso-me dijo-¿Cómo le va con la velocidad?

-Le agrada la velocidad, sobre 120 se siente sumamente cómodo. Pero-me adelanté a su reacción-las leyes de Forks exigen conducir con una velocidad máxima de 60 kilómetros por hora.

Bella observó con curiosidad el tablero. Iba a sesenta. Ni uno más ni uno menos.

-No voy a arriesgarme a transgredir las normas en frente de la hija del capitán. Sonrió divertida y me miró descubriéndome por primera vez.

-Te agradezco que te hayas detenido a ayudarme. Lamento que estés llegando atrasado por mi culpa.

-Pierde cuidado.-Jamás me había divertido tanto manejando tan lento.

-Vamos a llegar mañana, perfecto.

Bostecé para reprimir una risa.

-De todas maneras creo que hoy no entraré a clases.

-¿Por qué?

Hice una mueca.

-No estudie nada para química. ¿Qué es lo que entra?

-Ácido-base, las teorías, los indicadores y baterías…reacciones reversibles ¿Qué le pasaba a mi auto?-me miró, con escrutinio.

-A los vasos les faltaba un poco de agua destilada-confesé.

-¿Un poco?

-Un poquito.-la miré inocente y me devolvió la mirada ceñuda, pero no estaba enojada. Tan solo estaba suspicaz. Apreté el acelerador a fondo para que no llevara sus conclusiones a un nivel poco conveniente y en cosa de dos minutos estuvimos en las puertas del instituto. Se detuvo al bajar para darme las gracias. Asentí con la cabeza, cerré la puerta del auto y me fui, devuelta a su casa. No había llegado ninguna grúa, porque yo no había llamado a ninguna. Me aseguré de que nadie me observaba y puse el auto frente a la casa, sin esfuerzo. Abrí el capó, observé la batería y un papel pareció volar de ella y se acercó a mi. Dos palabras en letra cursiva y femenina. De nada

Tendría que darle las gracias y no bastaría. Y pedirle perdón, a ella y a Jasper.

Al día siguiente Bella se acercó a mí con paso decidido pero con el corazón en la garganta y me ofreció ser mi tutora en química. La rechacé cortante y le caí terriblemente mal. Se alejó casi con taquicardia y con mi nombre en los labios.

Después de muchas noches sin dormir bien y recalcó muchas porque no sólo él tuvo que sufrirlas, Charlie decidió levantar la vigilancia y estaba ahora, profundamente dormido. Los ronquidos y lo regular de su respiración me dieron la oportunidad y el valor para entrar por su ventana. Me deslicé silenciosamente hasta el cuarto de su hija y al verla, no pude contener un impulso casi desesperado. Me acerqué a su cama, con paso decidido, me incliné y besé sus cálidos labios. Su respiración se detuvo, yo abrí los ojos y vi como ella entreabría también los suyos. Me recibió con una mirada somnolienta y una débil sonrisa comenzó a dibujarse, iluminando su rostro.

-Edward-susurró-te has demorado mucho, ¿dónde estabas?-en sus ojos leí el pánico.

Me sobresalté e hice ademán de alejarme pero Bella tomó mi mano con ternura. ¿Lo había recordado todo? Me senté nuevamente en su cama y la contemplé, maravillado.

-Te comieron la lengua-su mano subió a mi rostro y me observó con tristeza.

-Tu padre ha trancado la ventada-respondí.

-No debería suponer ningún obstáculo para ti.

-No ha dormido bien en semanas, pensaba que alguien venía cada noche para estar contigo.

Rió por lo bajo.

-No estaba muy desencaminado en sus suposiciones.-Suspiró y volvió a mirarme.-Vas a desaparecer cuando despierte-una lágrima cayó, rodando hasta mojar su almohada.

Me incliné hacia ella y bese sus párpados, bajé a sus mejillas que se sonrojaron al posar mis labios sobre ellas y terminé en su boca.

-¿Qué me pasó? Por qué no recuerdo nada-lucía confundida. Comprendí que su memoria estaba en una especie de limbo, debatiéndose por qué camino tomar. Suspiré derrotado.

-Quisiera poder estar en todos tus recuerdos, pero tu cabeza me borró antes de volver a verte.

Se estremeció con miedo.

-No-susurró con la cara constreñida del dolor.

-Cálmate Bella, mi dulce Bella.-sostuve su mano.-Debes volver a dormirte, te sentirás mejor al despertar.

-No estarás ahí.

-Estoy. Siempre estoy.

-No me dejes.

-Shh-intenté arrullarla-duerme Bella. Todo estará bien.

Me vi ahí, con el corazón destrozado, frente a una Bella que me recordaba y me amaba tanto como yo a ella, pero debía, noten mi suerte, alejarla, sabiendo que no me recordaría al despertar.

-Te amo-la observé nuevamente. Se había quedado dormida y tenía mi mano aferrada a su mejilla, como si se tratara de un oso de peluche.
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Mensaje por Atal 3/10/2009, 4:06 pm

Capítulo IX: Aniversario


-¡Bella!-me di vuelta para ver quien me llamaba. Aunque tenía una ligera idea. Su voz era totalmente distinta a cualquier chica que conociera. Tomando en cuenta además, que aún estaba de moda el sonsonete.

Alice me observó con detenimiento y luego miró más allá de la puerta.

-¿Llegas recién?

Asentí.

-Mi auto se descompuso a unas cuadras de mi casa.-¿Era mi idea o Alice reía divertida?

-Perdóname, Bella. No me mires así. Es que sólo a ti te pasan estas cosas.

-Si, es cierto-admití. Miré mi reloj, debería estar terminando educación física.

-¿Llegaste sola? ¿Te viniste caminando?

-No-musité.-Tu hermano me trajo-las manos empezaron a tiritarme, las escondí en los bolsillo de mi chaqueta. Lástima que no pudiera esconder también mi rostro ruborizado o acallar los latidos de mi corazón, saltando con violencia, amenazando con salirse de mi pecho.

-¡Oh! ¿Edward? Y, ¿dónde está?

-Volvió a su casa, supongo.

Alice lucía algo decepcionada.

-¿Fue agradable?

-No

Alzó la vista, sumamente extrañada.

-¿Te trató mal?-quiso saber.

-¡Por supuesto!-suspiré enfadada-¿Cómo es eso de quedarse parado allí y negarse a encender? Y además tan cerca de mi casa que parecía que se estaba burlando de mí...

Alice suspiró, paciente.

-Me refería a Edward.

-¡Ah!-qué vergüenza-Si-empezaría a balbucear en unos segundos-fue agradable-tosí, intentando alejar su imagen llegando en el momento oportuno, intentando alejar de mi pensamiento lo segura que me sentí a su lado y lo poco que quería llegar al instituto, lo poco que quería alejarme de él.- ¿Es algo raro en él?

Alice soltó una risotada, puso los ojos en blanco y dijo:

-¡No! Pero creo que hay mucha gente que, sin conocerlo, lo considera poco grato-ahora hablaba seriamente.

-Jamás he escuchado algo malo sobre él.

-¿Por qué no se quedó Edward?

Sonreí, preguntándome si debía delatar a su hermano o no. Hacer novillos no está muy bien considerado en algunas casas. Creo que en ninguna. Pero sentí que Alice terminaría enterándose de todas formas.

-¿No podrías ayudarlo?-pregunté

-¿Ciencias exactas?-hizo una mueca-¡yo no se nada de eso! Pero tu si.

-¡¿Yo?!-me atoré.

-¡Si!-su cara brillaba como ante una brillante idea-Edward siempre me habla de lo mucho que sabes y de lo bien que te va en química. Podrías ser algo así como su tutora.

-¿Ah, si?-me sentía azorada.

-Si-mal interpretó mi rostro-Edward es inteligente, no va a ser una carga.

Asentí con la cabeza, considerándolo. Alice cerró los ojos y frunció el ceño murmurando:

-Tonto y retonto-movía la cabeza de un lado para el otro.

-¿Alice?

Abrió los ojos y me miró con el rostro ausente, cayó en mi mirada y recordó que conversaba conmigo.

-¿Me prometes que lo intentarás? ¿Preguntarle e intentar ayudarlo?

-Si, está bien-prometí.

A la hora de almuerzo Jessica, Tyler y Eric conversaban animadamente sobre una celebración que se llevaría a cabo el viernes.

-El aniversario del instituto-me comentó Ángela.

Cada año se festejaban los nosecuantos años de la fundación del colegio con competencias, música y una gala final. Todo el año se coordinaba a partir de esa fecha.

-¡Genial, un día libre!-exclamé encantada, pensando en qué podría hacer con todo mi viernes.

-No puedes faltar-me dijo Mike.-Debes venir y luchar con nosotros por el mejor electivo. Este podría ser nuestro año.

Ya no se competía por alianzas, se competía por electivos.

-¿Cuáles son los premios?

Ninguno supo responderme.

En el restaurant, volví a tirar la bandeja con un pedido y luego llegó Edward. Al pasarle la carta, toqué su mano por accidente.

-Yo también soy como tu-le dije. Me miró, sin comprender. Empecé a ruborizarme. Agradecí la poca luz que tenía el lugar en el que solía sentarse. No notaría lo roja que me estaba poniendo. Recordé la promesa que le había hecho a Alice. Me sonrojé aún más.

-Tengo también mala circulación en las manos. Toda la sangre…

-Se te va al rostro-terminó mi frase, alzando la vista.

Me mordí el labio, avergonzada. Me retiré, sin tomarle la orden.

A la mañana siguiente desperté con un sueño de lo más extraño. Manejaba hacia algún lugar del bosque y luego caminaba entre raíces y flores bajas, rodeada de gigantes árboles que no permitían el paso de mucha luz. Tropecé en varias ocasiones, pero seguí caminando, segura del lugar al que tanto quería llegar. Estaba cansada porque iba en subida pero sabía que lo que me esperaba era mucho mejor que cualquier contrariedad que tuviera por el largo y difícil camino recorrido. Mi corazón latía esperanzado porque pronto llegaría. Tomé aliento para caminar los últimos metros que me separaban de mi destino y…desperté.

El agua de la ducha salió totalmente fría por lo que me apresuré en vestirme para bajar y tomar algo caliente. Estábamos en otoño pero el clima era invernal. Tomé mi abrigo negro de la perchera y salí al gélido frío procurando controlar mis nervios al tiempo que intentaba no castañear los dientes. En el camino, ensayé lo que iba a decir, no podía ser tan difícil. No era una declaración. Eran solo cuatro palabras. Esperaría su respuesta y me iría luego de acordar qué día usaríamos para las clases. Y el lugar. Una biblioteca podía ser. Aunque tanto silencio se volvería incómodo y como nadie frecuentaba la biblioteca pública de Forks temía decir algo que no debía decir. Podía ser en el restaurant en el que trabajaba, pero solía estar llena en las horas que yo tendría libre y no podría concentrarme con todas las miradas en nuestra mesa. Dudaba que me miraran a mi. Lo mirarían a él y luego a mi, intentando descifrar por qué alguien como Edward compartía su tiempo con alguien como yo. Deseché la idea con desagrado. Podía ser en mi casa, Charlie nunca estaba y estaría en mi terreno, me sentiría cómoda. Conocía todas las vías de escape por si se me ocurría hablar demás o la situación se tornaba insostenible.

Me armé de valor y bajé del auto. Vi, unos metros más adelante, a Edward apoyado en su auto, con las manos en los bolsillos y la cabeza baja. Me acerqué a él, pensando que podría estar escuchando música, pero alzó la vista antes de que llegara a su lado. Me miró con curiosidad y el resto de su rostro fue indescifrable. Pese al nerviosismo que tenía, el mío no se había ruborizado.

-Hola-no esperé que contestara-me preguntaba si me dejarías ayudarte con química.

Bueno, esas no habían sido cuatro palabras y no era lo que había ensayado, pero habían cumplido con su objetivo. Empecé a jugar con los tirantes de mi mochila, mientras esperaba la respuesta.

-No.

Alcé la vista, confundida. No era así como me lo había imaginado.

-No necesito tu ayuda.

Se quedó mirándome, como preguntándose por qué seguía frente a él. La razón era que me costaba mover las piernas. De un momento a otro mis ojos se llenarían de lágrimas. Tragué con dificultad y me volví para entrar al instituto y perderme en algún corredor.

-Edward-susurré, cuando ya estaba lo bastante lejos de él. Apreté una de mis manos en puño y caminé rápidamente para desaparecer de su campo visual. Aunque dudaba que me estuviera observando.

En el camarín Ángela me preguntó qué me pasaba.

-Nada-respondí en un hilo de voz.

-Para nada, no hay como el ejercicio. Ayuda a botar cualquier frustración, pena o disgusto. Y calma los nervios.

El viernes llegó para alivio y consuelo de todos los estudiantes de aquel instituto. No sabía lo que me esperaba, y como siempre me habían desagradado las sorpresas no podía compartir las ansias ni el nerviosismo por aquel esperado día.

Me encontré con Jessica y junto a ella, entré. Cada sala estaba decorada ya según el electivo que representaba. El más lindo era la sala de literatura. Estaba disfrazada de teatro antiguo. Una cortina de terciopelo granate cubría la entrada y dentro las sillas se habían dispuesto en un semicírculo. Sobre el escenario unos muñecos representaban el final de Tristán e Isolda. Ella observaba el cuerpo casi sin vida de su amado. Un poco más atrás la observaba su esposo, el rey. El veía como las lágrimas bañaban el rostro de Isolda, poco después le contaría que aceptaba la realización de aquel amor callado. Tristán miraba a Isolda, con gesto débil y agotado pero le dedicaba una pequeña sonrisa, una esperanzadora sonrisa. Quizás sí había una oportunidad para ellos. No sería donde se encontraban ahora, pero algún día volverían a encontrarse sus almas y podrían disfrutar el uno del otro como nunca pudieron hacerlo en vida…

Salí de la habitación inmediatamente, la melancolía se había apoderado de mi y no podía seguir conteniéndome. Sentí como mía su batalla y la pena me consumió completamente.

Mike me encontró saliendo del baño, ya calmada. Me llevó a la sala de química porque la competencia iba a comenzar. El desafío era el siguiente: se debía escoger a una pareja del electivo para una prueba sorpresa. Teníamos que demostrar que éramos los mejores y que los alumnos que conformábamos el electivo disfrutábamos hasta más allá de la médula con Chang y Mcmurry.

Me escogieron a mí y me dieron la libertad de escoger a mi pareja. Recorrí la sala con la mirada y mis pies se detuvieron frente a Edward. El se acercó a mí y se ofreció para ser mi pareja.

-No, gracias. Ya había quedado con Mike-mentí mientras miraba ceñuda a Edward y Mike se ponía a mi lado con gesto protector.

Frente a nosotros el profesor y juez de la prueba dejó dos vasos precipitados. Ambos con la misma cantidad de líquido transparente. Debíamos averiguar cual era agua y cual HCl. Mike dio un paso hacia atrás y se rascó la cabeza mientras perdía la mirada en el líquido. Edward se había puesto al lado del juez, frente a nosotros y miraba divertido el comportamiento de mi pareja. Empecé a ponerme nerviosa. Tenía cinco minutos para deducir cual era cual.

-¿Puede darme papel pH?

El profesor negó con la cabeza.

-Debes averiguarlo con tus sentidos. El olfato, la visión, el tacto, el gusto…el que quieras.

Mike se abalanzó sobre un vaso con intención de hacer una prueba. Lo tomé del brazo, con fuerza y le dije:

-¡Estas loco! Si es ácido te quemarás todas las vías respiratorias. Si lo tocas-le advertí-te quemarás.

Pensé y volví a pensar en una manera de descubrir cual era cual. Al final del tiempo, me rendí:

-Lo siento, profesor, pero si estas son las condiciones no se me ocurre nada para reconocerlos. Sin implementos solo puedo ver pasar el tiempo y esperar a que el ácido se evapore, pero en cinco minutos no sacaré nada.

Edward me miraba con una sonrisa torcida, el profesor me miraba serio y el resto estaba tan o más nervioso que yo esperando que el segundo hablara. No respiré. Había echado todo a perder. El electivo perdería por mi culpa. Mantuve la mirada insistente de Edward, no dejaría que ganara esta vez. No le iba a dar el placer de verme derrotada y vulnerable ante él.

-Srta. Swan, ha hecho muy bien en alejar a su compañero del vaso. Sr. Newton, es muy ingenuo si piensa que dejaríamos que nuestros alumnos tocaran u olieran un ácido. Srta. Swan-volvió a dirigirse a mi, pero yo no le miraba, mis ojos deambulaban sobre los de Edward-¿quiere volver a dar su respuesta?

Ambos vasos contienen agua, pensé. Lo que le había dicho a Mike bastaba como pista.

-Ninguno de los vasos contiene HCl, profesor.

-Muy bien Srta. Swan, ha hecho ganar a su electivo.

Edward me sonrió, y me pareció que no había en el mundo una sonrisa más cálida que aquella, asintió con la cabeza levemente y yo hubiera preferido quedarme con su mirada en silencio a los abrazos y felicitaciones de mis compañeros de electivo.

Pese a esto el electivo ganador fue literatura. Gracias a Alice, que respondió a todas y cada una de las preguntas que le hizo el profesor encargado. Desde los antiguos clásicos a la actual ciencia ficción, Alice parecía haberse leídos todos los libros.

Supongo que si hubiera ganado carpintería los habrían llevado al aserradero, más nosotros, los literatos, iríamos al teatro.

Por la tarde serían las competencias deportivas. Como no me interesaban en lo más mínimo decidí irme. Camino al estacionamiento me encontré con Mike, que se acercaba a mí. Me detuve y lo esperé.

-¿Te vas?

Asentí con la cabeza.

-Mañana es la gala-me informó.

Ladeé la cabeza hacia un lado, sin comprender a donde quería llegar.

-Se acostumbra a ir en pareja. La vestimenta es semi formal…es como un baile.

-¡Ah! Ya veo.

-Deberíamos ser pareja. Lo hicimos muy bien en química, deberíamos repetirlo…

-No-lo detuve, confusa.

-¿Ya tienes pareja?-su tono era algo dominante.

-No-contesté, ahora molesta-no asistiré a la gala.-Me di media vuelta y me dirigí al auto.

-¡Bella!-se puso frente a mí.

Esperé.

-Salvaste mi vida. Allá en química, pude haberme calcinado, pero tu me salvaste.

-Mike, era agua. Ambos vasos tenían agua.

-Pero tu no lo sabías en ese entonces.

-Mike, déjalo ya. O desearé de verdad que alguno de esos vasos hubiera tenido ácido y que tu hubieras metido algo más que las narices.


Comenten si les gustó, o no jejej ya poh o si no, no sigo publicando nada Tu nombre en el viento (Completo) 80198
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Mensaje por Bbra 4/10/2009, 1:35 am

Tu nombre en el viento (Completo) 240478 q lindo edward y alice no se pueden mantener alejados
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Mensaje por Patriciaa 6/10/2009, 7:56 am

Siguee publicandooo!!! Tu nombre en el viento (Completo) 329100
no puedo esperar.. Tu nombre en el viento (Completo) 54995

Patriciaa

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Mensaje por Atal 7/10/2009, 5:18 am

Capítulo X: El encuentro


Desperté pero mi habitación seguía en penumbras. Alcé la vista para ver el reloj: marcaba las siete de la mañana. Como no quería seguir durmiendo, me levanté.

No tenía nada que hacer hasta el mediodía. Saqué mi cuaderno de debajo de mi cama y anoté algunas cosas en las que había estado pensando en sueños. Fue al mirar la página anterior cuando me vino la idea. Buscaría aquel lugar, tenía todas las anotaciones para llegar, el camino, el sendero y tenía el sueño fresco en mi memoria. Podía comparar el lugar con las imágenes de mi cabeza y averiguar si aquello era un recuerdo. Me entusiasmé y me dirigí al cuarto de baño en puntillas. Charlie aún dormía y por su salud que fuera así. Había estado llegando los últimos tres días sumamente tarde, y la falta de sueño agregado a la preocupación, hacían de su rostro un espectáculo triste de observar.

La ducha fue breve pues estaba ansiosa por salir. Desayuné lo suficiente para no sentirme fatigada a mitad de camino, me puse las zapatillas más gruesas que tenía, me abrigué con esmero y salí de casa después de dejarle una nota a Charlie en el refrigerador.

El monovolumen había quedado como nuevo luego de que Charlie arreglara la batería. Sin mucho esfuerzo, cabe mencionar.

Seguí el camino que había seguido en el sueño, pero a diferencia de aquella Bella yo no me sentía nada segura. Prendí la radio para darme valor. El camino estaba desierto, eran recién las ocho.

Conduje hacia los límites del pueblo, hacia el norte, y encontré una señal, la señal que buscaba.

Me dio un salto el corazón al comprobar que el camino se parecía mucho a lo visto en mi sueño. Giré a la derecha para tomar la vía 101 y comencé a sentirme segura.

A medida que avanzaba por el camino veía como en un par de metros el pavimento desaparecería completamente. Me adentraba a inicios de un gran y frondoso bosque.

Detuve el auto, miré por el espejo retrovisor, no había nadie. Me bajé con una ligera sensación de miedo. Sabía que este era el camino, sabía que llegaría a algún lugar pero temía perderme en el camino de vuelta. Cerré la puerta del auto con llave y me adelanté por las señas de madera. Llevaba cerca de quince minutos caminando por el sendero cuando me di cuenta de que estaba equivocada. Me detuve en seco, miré el suelo que pisaban mis pies, levanté la cabeza para mirar a mí alrededor. Esto había resultado demasiado fácil. Me devolví sobre mis pasos y llegué al inicio del camino. Mi camioneta estaba a unos cuantos metros. Una fría brisa comenzó a recorrer el lugar, crucé mis brazos sobre mi estómago para que el frío no me quitara el valor y comencé nuevamente por un camino ideado sólo por mis pies. Dejé que me guiaran y me adentré en la espesura del bosque. Al alzar la vista al cielo, las rendijas formadas por las ramas de los árboles dejaron entrever lo apagado que estaba el día.

Observé maravillada la creación de la naturaleza. Todo diseñado con un desorden tal, que el bosque, en su totalidad y, así como estaba, parecía perfecto. Respiré profundo para llenar mis pulmones de aquél ligero aroma que rozaba mis mejillas y reconocí, entre tantos otros, la lavanda. Caminé unos metros más adelante y la encontré. Corté unas ramitas, pensé en ponerlas en un posillo con agua para inundar mi habitación de aquel delicado olor.

Aún no encontraba nada que llamara mi atención tan urgentemente como para haber ideado y realizado este viaje. Anduve sobre raíces y esquivé ramas pero no podía hallar aquello por lo que mi corazón palpitaba emocionado.

El bosque, de pronto, se me hizo escalofriante. Un tenue sonido despertó mi lado más racional y me hizo darme vuelta instintivamente para, luego, salir corriendo en busca de mi auto y desaparecer de allí. Pero no pude escapar. Al darme vuelta, uno de mis pies se enredó en una maraña de raíces delgadas y caí lentamente, preparando todo mi cuerpo para recibir el menor daño posible. Pero de un instante a otro, y sin saber cómo, dejé de caer. Frente a mis ojos estaba mi pie encadenado, mi cabello caía sobre mis hombros, pero algo me aferraba de la cintura. Mi rostro estaba a escasos centímetros del suelo, sentí una incómoda sensación de vértigo y sentí que volaba. Pero aún estaba allí, mirándome el pie y más confundida a cada segundo que pasaba. No había pasado más de diez segundos en aquella posición, pero los sentido en cámara lenta. Mi cuerpo recuperó la verticalidad sin hacer yo ningún esfuerzo. De pronto, el mundo volvió a estar alineado frente a mis ojos.

-No deberías estar aquí-me informó una voz aterciopelada.

Observé a mí alrededor con curiosidad y encontré una espalda alejándose a paso cansino entre dos pinos hermanos. Mis pies comenzaron a caminar y a recorrer sus pasos. Mis pisadas resonaban estruendosamente en contraste con el silencio de sus pasos y del bosque en general. El no volvió a un lugar seguro. Fue adentrándose en el bosque hasta llegar a un punto en que el camino solo permitía hacer dos cosas: devolverse o subir por un estrecho camino hecho al azar por los troncos de los árboles.

El, en ningún momento, había mirado hacia atrás, pero estaba segura de que sabía que lo seguía.

La verdad, no podría, de ninguna manera, justificar la decisión de seguirlo por lo que agradecía su silencio y su aparente indiferencia hacia mi. Se detuvo en seco, a unos pasos de mí y se volvió para mirarme. Su cara estaba tensada, apretaba la mandíbula con aparente incomodidad pero se volvió a mirarme y alzó la mano para ayudarme a continuar.

El camino a seguir era solo uno por lo que no me perdería y si caía él podía volver a recogerme, por lo tanto, iría adelante. ¡Genial!, pensé. Será partícipe de cada uno de mis tropezones y de más de alguna de mis caídas. ¡¿En qué momento se me había ocurrido salir de casa y emprender este chiflado viaje?!

Tomé su mano e inicié nuevamente el recorrido con paso decidido, aunque por dentro tiritaba como jalea.

Luego de varias caídas y tropezones, como había previsto, aunque él no había intentado ayudarme como también había previsto en mis atolondrados pensamientos, llegamos a una pequeña planicie ubicada a una abrupta distancia del suelo. Podía ver las copas de algunos árboles pequeños y si alzaba la cabeza, sólo un poco, podía atisbar la copa de los más altos. Todos, apostados frente a mí quitándome todo el coraje de mirar hacia abajo. Edward caminó unos pasos adelante y se sentó. Levantó la mirada para que hiciera lo mismo y me senté a su lado. Forcé mis ojos para sólo mirar el suelo. Alzar la vista, sabiendo que él me observaba, hubiera sido peligroso. Aunque sólo observara sus largas piernas estiradas con descuido adornando el suelo.

Sentí su abrasadora mirada sobre mi cuerpo y comencé a respirar con dificultad. Gracias al cielo, el gorjeo de unos lejanos pájaros disimulaba el sonido de mi acelerado corazón. Luego de unos minutos, me obligué a mirarlo. El tenía los ojos cerrados. Una sonrisa se escapó y se dibujó en mi boca. Era completamente libre para admirarlo a gusto. ¿Sentiría mi mirada sobre él, como yo había sentido la suya unos segundos antes? Seguramente no.

Suspiré, algo frustrada, mientras seguía observándolo. Edward era, endemoniadamente atractivo. Sus ojos se abrieron sin poder retirar los míos a tiempo y me encontraron contemplándolo sin miramientos. Su maliciosa sonrisa dejó mi mente en blanco. Hasta mi conciencia balbuceaba. Entrecerré los ojos, algo molesta de que me hubiera descubierto.

Me preguntaba si él solía ir a aquel lugar con frecuencia. Parecía conocer perfectamente el camino y esperaba que fuera así porque sino, no imaginaba cómo iba a salir de allí.

Quise preguntarle si así era, pero temía que si respondía afirmativamente me cortara las alas para volver algún día a aquél lugar.

-¿Sueles pasear por el bosque?-preguntó.

Negué con la cabeza.

-¿No conocías este lugar?-parecía sumamente interesado.

-No-miré a mí alrededor y hasta con la presencia de Edward mi sueño se hacía realidad ante mis asombrados ojos.-Pero había visto este lugar en mis sueños.

Pegó sus ojos a los míos adentrándose en lo profundo de mi alma. Me estremecí y retiré la mirada.

-No debes caminar por los bosques y menos sola, ¿estás completamente loca?-Negó con la cabeza como si no pudiera comprender tanta estupidez en una sola persona. Me sobresalté al escuchar sus palabras y mi corazón aún intentaba huir despavorido cuando él dijo:

-Prométeme que no lo volverás hacer. Por favor.-su voz preocupada acarició mis oídos y apaciguó el efecto de sus anteriores palabras.

-Está bien-prometí, sin preguntarme por qué para él era tan importante que le hiciera esa promesa.

Para mi pesar, la ilusión no alcanzó a durar un día completo.

Llegué a mi casa, luego del trabajo, y encontré la casa oscura. Charlie aún no llegaba del trabajo y ya eran casi las diez. Entré a la casa, prendí las luces del porche, del salón y subí a mi habitación. Me tiré sobre la mecedora con cansancio y me saqué con dificultad las zapatillas, embetunadas con barro. Tomé una larga y relajante ducha y al terminar de vestirme y bajar a la cocina, Charlie aún no regresaba. Decidí esperarlo. Dos emociones completamente distintas se agolpaban en mi pecho y amenazaban con quitarme el sueño. La más reciente era la preocupación y el temor que sentía por mi padre. El siempre había sido trabajólico pero solía llamar para anunciarme que llegaría tarde. Esta semana no lo había hecho ni una sola vez. Y no imaginaba qué cosa pudiera ocuparlo tanto.

La segunda emoción mantenía mis mejillas ruborizadas. No había podido calmar mi pulso en toda la tarde y por eso quebré cinco platos mientras intentaba lavarlos. Sue ya no se compadecía de mí, ni me miraba con gesto maternal. Estaba comenzando a fastidiarse y con toda razón.

Los ojos caramelo de Edward penetrando en mi alma como si allí pertenecieran no habían dejado de perseguirme. El tono de su voz y la inflexión que le había dado a cada palabra no habían dejado de arrullarme. Aunque sólo habló para reprenderme.

Escuché la llave entrar por la cerradura y me di cuenta de que me había quedado dormida. Me levanté del sillón y vi mi reloj: eran las dos de la madrugada. La puerta se abrió y apareció Charlie con el rostro cansado y abatido. Se sorprendió al verme y me sonrió, bueno fue casi una sonrisa, en señal de saludo.

-¿Dónde estabas, papá?

-Trabajando-se tiró en el sillón del que yo me había levantado y cerró los ojos.

-¿Deseas comer algo?

-No-su voz era débil, llena de fatiga.-Me dormiré y olvidaré que no he almorzado.

-¿Por qué no has almorzado, papá? ¿Por qué no has llamado para decirme que llegarías tarde? No sabes lo preocupada que estaba. Y no ha sido sólo hoy, has estado actuando así toda la semana, ¿qué sucede?

Abrió los ojos y enarcó una ceja, mirándome casi divertido. Suspiró agotado y dijo:

-¡Vaya! No pensé jamás que serías la reencarnación de mi madre.

Esperé, sin celebrarle la broma.

-¡Ufa! Bella. No quería contarte porque eres muy asustadiza. Mira como te has puesto y ni siquiera he empezado a relatar lo que ha ocurrido.

Me senté frente a él y me contó:

-Un animal, aparentemente, ha estado matando gente en el bosque este último tiempo. Parece que baja por temporadas pero esta vez no se nos escapará.

-¿Esta vez?

-El año pasado ocurrió lo mismo. Seguimos su pista por un par de semanas y un día dejó de atacar. Pensé que nos habíamos librado de ese monstruo.

Se me erizó la piel.

-Bells, yo se que no eres temeraria, pero prométeme que por ningún motivo entrarás a esos bosques.

Escuché cómo en mi interior algo reventaba semejante a la explosión de una pompa de jabón y entonces la ilusión se esfumó, desapareciendo en el aire.
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Mensaje por Atal 7/10/2009, 5:20 am

Capítulo XI: Complicaciones


Carlisle y Esme se sentaron en las respectivas cabeceras de la gran mesa del salón que sólo ocupábamos para casos especiales o, como ahora, para reuniones urgentes.

La incertidumbre flotaba en el aire. Y no estábamos acostumbrados a sentirla. No, con alguien como Alice de nuestro lado. Pero esta vez, no sabíamos qué esperar.

-Si Alice no ha tenido ninguna pista y no los ha visto a lo largo del tiempo en el que se supone que han actuado, es posible que todo sea una gran mentira de los odiosos lobos para expulsarnos de Forks.-dijo Rosalie.

Negué con la cabeza. Apartando la posibilidad.

-¿Es que siempre tienes la razón?-inquirió picada.

No le hice caso. Miré a mi alrededor. Rosalie respiraba agitadamente, furiosa; Emmet, a su lado, miraba hacia Carlisle; Jasper sostenía la mano de Alice mientras esta, con los ojos cerrados intentaba tener una visión. Pero solo se veían brumas.

La preocupación se evidenciaba en el rostro de Jasper y en el de Esme.

-¿El licántropo no te dijo cuántos eran?

-No, Emmet.-respondí-sólo que la forma en que habían muerto…bueno, estaban totalmente desangrados.

Esme frunció el ceño. Para nosotros, que dedicábamos nuestra existencia al autocontrol para no hacer ni el más ínfimo daño a algún humano, estas muestras de lo que era nuestra verdadera naturaleza nos resultaban grotescas y hasta chocantes.

Alice empezó a negar con la cabeza, algo frustrada.

-Debemos vigilar el bosque-propuso Carlisle.

Alice se levantó.

-Yo voy primero.

Sin perder la calma, Carlisle la detuvo:

-Quiero que te quedes aquí.-Alice comenzó a protestar, odiaba sentirse inútil, pero Carlisle continuó-Edward irá con Jasper y Emmet irá conmigo. Alice, necesito que te quedes aquí, por si esto es una trampa. Tu serás la primera en enterarte. Apenas ocurra algo, van en nuestra ayuda.

Esme torció el gesto, preocupada de que la situación fuera tan grave como para necesitar de la ayuda de todos.

-Después de lo del año pasado-agregó Carlisle sin mirarme-no podemos tomar estas cosas a la ligera.

Nos levantamos. No quedaba nada más por decir. Caminamos con nuestras parejas hasta el umbral de la puerta de calle.

-Edward.

Era Alice. La miré, para hacerle saber que estaba escuchándola y luego posé los ojos en una ventana.

-Edward, por favor, cuídalo.

Asentí levemente con la cabeza.

Carlisle corroboró que cada uno tuviera un celular y partimos. Escuché que Alice decía:

-Tengo un mal presentimiento-y nos internamos en el bosque.

Era de madrugada cuando salimos. Y era una ventaja para rastrear al posible aquelarre. A esas horas ningún humano solía entrar en el bosque, a excepción de los turistas, que solían venir a acampar en las cercanías del pueblo. Pero la gran mayoría ya había sido asesinado.

Amanecía y ya habíamos recorrido casi por completo el bosque. Ralentizamos el paso porque aunque no habíamos escuchado ni visto nada, nos acercábamos indudablemente a la zona en la que se habían asentado los vampiros.

-Por acá.

Seguí a Jasper. El olor se hacía más fuerte a medida que nos aproximábamos.

Frente a nosotros los restos de una fogata fue lo único que llamó nuestra atención. Allí el olor se perdía. Caminamos en círculo para ver si podíamos hilarlo nuevamente y el sonido de ramas moviéndose y rompiéndose como a causa de una gran ventisca nos hizo alzar la mirada. Frente a nuestros ojos el cuerpo sin vida de un hombre impactó estrepitosamente contra el suelo. Olí la sangre antes de poder verla. Las hojas y raíces que había en la tierra húmeda del suelo no habían amortiguado en nada el golpe y, ahora, veía cómo la sangre escurría entre el verdor del musgo y el cuero cabelludo del desafortunado humano. Me acerqué a Jasper, que en ese momento, miraba casi con lujuria la sangre correr libre, como de una vertiente. Estaba quieto, luchando internamente por la sed que podía ser saciada tan fácil y exquisitamente. El olor y la visión de la sangre habían despertando en mi el apetito. Lo hice a un lado mientras intentaba controlar a Jasper, sostuve sus brazos, aprisionándolos detrás de su espalda. El rostro ya le había cambiado completamente, jadeaba incesante y el aroma ácido de la ponzoña salió de su boca aturdiéndolo y atrayéndolo hacia su bocado.

Yo mismo sentí la boca seca.

-¡Jasper no!-le ordené, pero no me prestó atención. Todo su interés estaba en la sangre de la víctima. Luego, con un grito gutural y desenfrenado alzó los brazos y se soltó como si no estuviera haciendo ningún esfuerzo. La energía y la fuerza que da el olor de la sangre cuando se esta sediento son capaces de darle vigor hasta al más ocioso de los vampiros.

-No respires-me abalancé sobre él y chocamos contra un árbol, derribándolo a nuestro paso. En lo alto se escuchó el batir de alas y el gorjeo de pájaros escapando. Jasper arremetió contra mi en un esfuerzo desesperado por quedarse solo. Hacerlo entender con palabras, aludir a su lado racional, eran intentos inútiles, por lo que seguí enfrentándome con él por lo que fueron largos y penosos minutos… hasta que el sonido estridente de un celular nos detuvo a ambos y nos hizo despertar.

Jasper, que se había alejado unos metros de mi, me miraba suplicante. Sabía quién llamaba y yo también.

Contesté. Solo fui capaz de decir una palabra:

-Ven.

Jasper me dio la espalda, respirando entrecortadamente. Ya la sangre y la sed que lo habían hecho enloquecer hasta hace un momento no era lo que llenaba sus pensamientos. El rostro decepcionado de Alice se dibuja en su cabeza y lo torturaba sin darle un respiro.

-Ya déjalo, Jasper.

No se volvió a mirarme.

Cuando Alice nos encontró, ya estábamos lejos del lugar en el que había caído el cuerpo del humano. Nos habíamos quedado en silencio y le concedí toda la privacidad a Jasper que a mi me hubiera gustado tener si alguien pudiera leer mis pensamientos en un momento como este. La debilidad era algo con lo que nos teníamos que enfrentar cada día, pero el fallarle a alguien, que confía ciegamente en nosotros, para eso no estábamos preparados.

Alice se paró frente a Jasper, que rehusaba mirarla, y esperó. Esperó hasta que sus ojos se encontraron y al cruzarse se dijeron cosas que jamás hubieran podido expresar con palabras.

Caminé en sentido contrario. Necesitaba pensar por lo que luego de perderme de su vista, corrí sin rumbo fijo. La luz mortecina de la mañana se filtraba por el enmarañado de copas y ramas.

El peligro volvía a amenazar Forks. Lo vivido hace un par de horas era claramente un llamado de atención. Alguien quería ser encontrado y nosotros, ahora, estaríamos dispuestos a acorralarlo y a acabar con él. O con los que fueran.

Me paré en seco cuando escuché pisadas y el respirar agitado de una persona. Hubiera reconocido aquellos tropezones aún cuando no tuviera que leer sus pensamientos para confirmar su procedencia. Me adelanté unos metros y detrás de un árbol observé a Bella caminar decidida, pero con dificultad por el bosque. Una pequeña risita se me escapó y llegó para liberarme de la tensión que dominaba mis pasos y mi actual estado de ánimo. Bella la escuchó y se volvió, instintivamente, hacia donde yo estaba. No alcanzó a verme porque cuando se disponía a buscar el origen de aquel sonido uno de sus pies se enredó con unas malezas, que crecían con total rebeldía por el suelo, y se hubiera golpeado la cabeza con una roca cubierta de musgo si no la hubiera tomado por la cintura y devuelto el equilibrio.

Me alejé unos metros, pero sin intención de apartarme de ella. Sólo a Bella se le podía ocurrir iniciar una caminata por los amenazantes bosques de Forks. Su inconsciente buscaba y deseaba el peligro como no había visto en ningún otro humano. Lo peor de todo es que ella no se daba cuenta de nada. Para ella eran sólo coincidencias.

-No deberías estar aquí.-Reparó en mi y me reconoció. Le di la espalda y comencé a caminar, lo más lento que podían mis pies. No era nada fácil.

Bella comenzó a seguirme sin saber, en verdad, por qué. Mi vanidad se vio satisfecha al saber lo contenta que se había puesto con mi presencia.

No le hablé porque aunque una parte de mí se regodeaba en su compañía, la otra y la que me dominaba, estaba sumamente furiosa. Tanto por lo ocurrido con Jasper como por encontrarme con Bella en medio de la nada. ¿Qué se supone que estaba haciendo acá?

Me hundí en sus pensamientos. Se sentía cómoda y segura a mi lado. Aunque pedía a gritos que no me acercara a ella.

-No, Bella-se reprochaba-ya tienes las piernas entumecidas y el cosquilleo subió a tu estómago, ¿para qué vas a querer caerte frente a él por esta razón? Suficiente tienes con todas las trampas a las que se enfrentan tus pies normalmente como para darles una razón más para tropezar.

Llegamos a la entrada natural del prado donde, unos meses atrás, habíamos estado los dos descubriéndonos por primera vez, dejando el miedo atrás y aceptando que no podíamos seguir escapando del destino. Al menos eso era lo que había pensado en ese momento. Luego de semanas de evitarla, de faltar a clases para no verla, e intentar con todas mis fuerzas alejarme de ella, comprendí que me resultaría imposible. Que por más que me negara, estaba ya enamorado. Y ya nada podía hacer.

Me volví y alcé mi mano mientras retiraba todos esos recuerdos de mi cabeza. Aceptó mi ayuda a regañadientes y continuó caminando, conmigo siguiendo sus pasos.

-No te caigas, no te caigas, no te caigas.

Le pedía lo imposible a su lenta coordinación.

Finalmente el camino se abrió en una planicie, en lo alto del monte. Los árboles nos rodeaban y daban la sensación de estar flotando entre ellos. Las nubes, bajas debido a lo cargadas que estaban, formaban un pequeño techo sobre nuestras cabezas.

Me senté y miré a Bella para que me acompañara. Se sentó a mi lado y escondió la vista en el suelo. Me preguntaba si ella recordaba algo de la última vez que había estado con ella, en su habitación. Algo tendría que haber quedado de esa revelación, aunque fuera inconscientemente, tenía que recordarme un poco, hablé con ella, me reconoció…

La observé, aún mas frustrado que momentos atrás. Tenerla tan cerca y no poder acercarme más. Conversaciones, miradas, gestos y bromas habían quedado en el olvido. En lo profundo de su alma, guardados bajo siete llaves. Su corazón latía con fuerza, podía escucharlo. Cerré los ojos para invocar los momentos en que aquellos latidos, que ahora trotaban confusos sin razón aparente, se habían acelerado por mi.

¿Cuánto tiempo más podía dilatar esta situación? Cada día que pasaba alejaba a Bella más de mi. Llegaría el día en que ni un solo atisbo de recuerdo quedaría en su interior y su corazón terminaría por cansarse de evocar memorias que su mente no compartía y prescindiría del mío para siempre. Y era exacto lo que yo buscaba. Que su vida por fin despegara, llena de oportunidades y de alegrías y lejos, muy lejos de mí.

-Edward.- Abrí los ojos y la miré, pensando que me llamaba. Pero sólo había pensado en mi nombre, la había sorprendido mirándome. Devolvió mi divertida sonrisa con desagrado y perdió la mirada en el bosque.

-Desperté antes de poder llegar. Sabía que valía la pena pero jamás imaginé que aquel camino que inventó mi subconsciente me traería aquí. ¡Entonces sí era un recuerdo!

Pero,¿qué había venido a hacer aquí? Si Edward lo conoce también puede que sea un paseo solicitado. Alomejor la gente suele venir aquí. Es un lugar muy bonito. ¿Vendrá seguido? Me encantaría volver pero si me vuelvo a topar con él pensará que lo estoy siguiendo.

¿Pensaba en volver? ¡Pensaba volver a internarse en el bosque sola! ¡Bella!

-¿Sueles pasear por el bosque?-

Bella negó con la cabeza.

-¿No conocías este lugar?-Mas bien quería saber si no había evocado en ella alguna sensación desconocida como un inesperado y gran amor por mi. Sabía que no, ¡podía leer sus pensamientos! ¡Qué tortura! El año pasado me había frustrado por no saber qué pensaba y ahora estaba frustrado porque sabía con detalle todo lo que pasaba por su cabeza pero nada de ello resultaba una ilusión para mí.

-No-hizo una pausa mientras miraba con detalle cada lugar del bosque y luego posó nuevamente en mi su mirada. Una pequeña sonrisa adornó su rostro, llenándolo de esperanza, y agregó:

-Pero había visto este lugar en mis sueños. Mañana a no ser que llueva vendré de nuevo. Tengo el camino en la memoria, ahora tengo que saber por qué lo conozco y en qué circunstancias lo conocí. ¡Ah! No estaba tan loca después de todo. No todos mis sueños podían ser películas como dijo Jacob. Podría sacarle fotos al lugar y empezar a armar el puzzle…

-No debes caminar por los bosques y menos sola, ¿Estás completamente loca?-las palabras salieron llenas de disgusto y me costó terminar la frase, ahogado en un exasperado bufido. Intenté calmarme.

-Prométeme que no lo volverás a hacer.-Hice una pausa para volver a respirar, había logrado asustarla-Por favor.

-Está bien.-dijo, simple.
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Mensaje por Atal 7/10/2009, 5:21 am

Capítulo XII: Claro de luna


-Bells, yo se que no eres temeraria, pero prométeme que por ningún motivo entrarás a esos bosques.

-Está bien, papá, te lo prometo.-Era la segunda vez que hacía esa promesa. Debía ser algo muy serio para que todo el mundo estuviera tan asustado. Me dirigí a las escaleras y cuando iba en el quinto escalón me devolví.

-¿Qué tipo de animal crees que pudo haber sido? Un oso, un coyote, un puma, tal vez un lobo.

-No, los lobos sólo atacan cuando ponen en peligro sus manadas.

Asentí con la cabeza.

-Papá.

-¿Si, Bella?

-Prométeme que te cuidarás, intenta no hacer nada heroico.-La sola idea de que un animal pudiera hacerle daño me hizo estremecerme por completo. ¿En qué lugar había querido vivir?

Charlie soltó una risita y asintió con la cabeza.

-¿Mañana tienes que trabajar?

-Si, estaré todo el día afuera, así que pórtate bien-me advirtió con una ligera sonrisa en el rostro.

-Siempre.

Cerré la puerta de mi habitación luego de lavarme los dientes y escuché los cansados pasos de Charlie subir por la escalera y luego entrar a su cuarto.

Me tiré en mi cama pero no intenté cerrar los ojos. Ya no tenía sueño. Alejé las preocupaciones pensando en algo bueno. El gran descubrimiento. Había encontrado el camino de mi sueño y eso me llevó al prado sobre los árboles. La cercanía y seguridad que sentí en ese lugar, como la sensación de pertenencia que me hacían pensar del prado el lugar ideal para ver pasar las horas, abrieron un pequeño hueco en aquel lugar cercado por brumas y espinas en el que se encontraba la Bella que quizás cuántas cosas había vivido y a la que yo no conocía. Aún no era posible mirar con claridad, el pequeño orificio se asemejaba a un ojo de buey, pero estaba segura de que pronto llegaría el día en que derribaría la puerta y me vería libre de esta sensación de andar flotando en la nada, con una necesidad que no podía ser satisfecha y con una angustia cuyo origen desconocía.

Desee poder dormir para alcanzas más pedazos de mi frágil memoria. Pero en vez de eso, obtuve un fuerte dolor de cabeza, que aunque me obligó igualmente a cerrar los ojos, no me trajo ningún beneficio.

El miércoles Charlie partió más temprano que de costumbre hacia el trabajo. Me levanté luego de que se fue. Eran las cuatro y media. No había soñado absolutamente nada y eso no había ayudado mucho con mi estado de ánimo. Estaba esperanzada, pero era impaciente. Una peligrosa combinación para alguien que no tenía donde fundarlas. Me fui a la ducha y salí cuando el reloj marcaba las cinco. Suspiré aburrida. Al menos hoy no tendría clases. No en la mañana.

En los últimos días no había tenido ni un solo sueño, ninguna imagen extraña llegó a mi cabeza para aturdirla y la inercia comenzaba a consumirme. La inercia mental. No tenía ni una pizca de creatividad últimamente y debía entregar un trabajo para literatura mañana. Y ni siquiera lo había empezado. Ojee las hojas de mi cuaderno y escribí un par de líneas que estaba segura borraría al volver a leerlas. Pero eso me ayudó a pasar el tiempo.

Llegué, aún así, muy temprano al instituto.

El bus que nos llevaría hacia el teatro ya estaba estacionado frente a la puerta principal. Aún no sabíamos qué obra íbamos a ver. Cruzaba los dedos porque fuera un clásico. Sinceramente no entendía la actual forma de hacer teatro, supongo que prefería lo tradicional, lo encontraba mucho más apasionante y provocador.

Mike pasó a mi lado y me saludó asintiendo con la cabeza. Estaba dolido todavía por la última vez que habíamos hablado…

La próxima vez que me quise dar cuenta ya se había formado una fila frente a la puerta del bus. La profesora recogía las autorizaciones y el conductor con un trapo sucio limpiaba los espejos y el parabrisas.

-¡Hola, Bella!-me saludó entusiasta Ángela.

-Hola, Ang, ¿qué tal estás?

-Ansiosa. ¿Qué obra crees que podremos ver?

-Hace poco se estaba presentado “casa de muñecas”. Es probable que sea esa.

-A mi me gustaría ver “sueño de una noche de verano”.

-Y que todo haya sido sólo un sueño- pensé.- Una triste broma de tiranos aburridos y todo lo que se pensó era eterno e invencible no haya sido sino tan débil y frágil como la vida, como tu vida.-Negué con la cabeza, confusa. Las palabras parecían brotar y formarse en mi cabeza sin siquiera pensarlas ni imponerlas. La voz de aquel susurro sonaba dolida y quebrada.

-¿Pasa algo, Bella?-inquirió Ángela a mi lado.

-No-logré decir, cuando me vi libre de aquel dolor ajeno.

Subimos casi de últimas al bus y no encontramos asientos vacíos. Al menos no para irnos juntas. Ángela se fue a sentar a lado de un chico con lentes, en la primera fila y yo, luego de buscar y rebuscar, no tuve más remedio que sentarme con Mike Newton, en el último puesto. No levantó la vista al llegar a su lado ni dijo palabra durante la mitad del camino. Y por mí que así fuera, no tenía que mantener una conversación que ni deseaba empezar. Pero aún así, no pude soportar el vacío que planeó hacerme.

-¿Eh, Mike?

-¿Ah?-sonó más como un gruñido. No se volvió.

-Lamento lo que dije la última vez que hablamos. Me pillaste desprevenida, tengo muchas cosas en la cabeza últimamente. Si te herí, lo siento.

Mike se volvió, finalmente y con una sonrisa me concedió el ansiado perdón. Empecé a arrepentirme a los pocos segundos, al ver sus ojos posarse en los míos. No mantuve su mirada pues me incomodó. En vez de eso observé por la ventana, sumamente interesada del paisaje que pasaba frente a mis ojos.

-Bella.

-¿Si, Mike?-no desvié la mirada.

-Me agradas.

-Eso está muy bien, Mike. Tu también me agradas.

-El año pasado-empezó a balbucear-bueno, desde el año pasado, con Jessica y tu con-me volví, de forma brusca, con la pregunta en la cara.

-¿Si?

-Bueno-abrió los ojos-ambos sufrimos mucho.

En mi cabeza, entornaba los ojos, hacia más allá del cielo. Lentamente, abrí mi mochila mientras él seguía casi incoherentemente con su disertación, y saqué mi reproductor de música. Le ofrecí un audífono para que se quedara callado y lo logré, al menos por el resto del camino.

-Es una lástima que los jóvenes Cullen no hayan asistido.-comentó la profesora mientras entrábamos al teatro de Port Angels. Un teatro con sólo una sala.-Si no hubiera sido por Alice no habríamos ganado.

No me había dado cuenta de que faltaban. Una verdadera lástima que Alice, la más entusiasta del curso, no hubiera podido disfrutar de su logro.

Como no había mucho que ver en el salón principal del teatro, decidí entrar y esperar sentada el comienzo de la obra. Veríamos “Sueño de una noche de verano” por lo que Ángela, sentada a mi lado, esperaba ansiosa el comienzo de la obra.

-¿Qué quieres estudiar?-le pregunté.

Me miró con los ojos brillantes y algo ruborizada, contestó:

-Teatro.

Sonreí. Era la gente más tímida la que estudiaba teatro. Allí podían ser lo que no se atrevían en la vida real. Una máscara te permite hacer cosas que ni te imaginas, ya no eres tu por lo que no haces el ridículo.

-Eso es algo…liberador. ¿Participas de algún taller?

-Si, los fines de semana. Hemos hecho un par de obras-dijo algo humilde.

-Me gustaría mucho verte.

-¿Si?

Dos notas al unísono. Se me erizó la piel. El doble sonido se repetía en acordes dispersos, listos para desarmar a cualquiera. La mezcla entre agudos y graves detuvo mi respiración. Mi corazón latió con rapidez. El sonido era tan lejano como el recuerdo que intentaba alcanzar. Y el laberinto en el que me encontraba tan impetuoso que por no marearme preferí cerrar los ojos. La voz de Ángela se había convertido en un distante susurro. Mi barbilla comenzó a temblar, al igual que mis piernas. Por lo que agradecí estar sentada. Mi respiración comenzó a acompasarse al ritmo de la melodía. Pensé que iba a desmayarme cuando los acordes se hicieron cada vez más rápidos y yo, en consecuencia, empecé a hiperventilar. Estábamos en lo alto de la cima. El vértigo lo sentí como si estuviera en una montaña rusa. Esperando la caída. Esta por fin llegó pero no fue más fácil el descenso. Aún tenía los ojos cerrados apretadamente, pensé que si los abría, todo me daría vueltas.

-¿Bella?-volvía a la realidad.-¿Estás bien?

Asentí con la cabeza y lentamente abrí los ojos.

-¿Conocías esa canción?

¿La conocía?

-¿Sabes cómo se llama? Me ha parecido una melodía maravillosa.

-Claro de luna-respondí sin pensarlo y con la voz acartonada.

-¡Ah!-me dijo, con una sonrisa-perdón por haberte interrumpido, entonces.

Asentí con la cabeza, aturdida.

La obra comenzó al poco tiempo, pero no pude prestarle atención. Aquélla melodía aún ocupaba toda mi mente. Era una sensación avasalladora y mi corazón latía lleno de goce. No reconocí aquella emoción hasta que noté que, en realidad, era un sentimiento.

Llegamos a la hora de almuerzo y en el estacionamiento me encontré con Edward. Caminaba hacia su volvo con una gruesa carpeta en la mano. Me acerqué para preguntarle por Alice. Al menos fue eso lo que quise creer.

Me saludó mientras abría la puerta de su coche.

-¿Cómo está Alice?-supuse que estaría enferma.

-Está muy bien. Tú, ¿cómo estás? ¿Todo te ha marchado bien?-su tono era despreocupado.

Asentí. Sonrió y dijo:

-Me alegro.

-Pensé que se habían ido de viaje o algo así. Como ninguno de ustedes fue al teatro…Extrañamos mucho a Alice, gracias a ella pudimos ir.

-Si, Alice está de viaje. No va a volver.

-¡Oh! ¿Por qué?

Sentí su mirada fija en mí, pero pude controlarme. La idea de no volver a ver a Alice sirvió como escudo para otro tipo de emociones, un poco más demandantes.

-Se ganó una beca para estudiar en el extranjero y terminará allá el último curso.

-Y tu, ¿por qué no fuiste a ver la obra?

Me mostró la carpeta y respondió:

-Estaba haciendo unos trámites.

Un extraño dolor cayó sobre mí como un rayo y la angustia de un presentimiento amenazó con ahogarme.

-¿Tu también te vas?-No se de dónde había salido, pero enrojecí al escuchar el tono de aflicción que había tomado mi voz. Mantuve su mirada lo más que pude mientras él tensaba el rostro y entrecerraba los ojos. Mi barbilla comenzó a temblar, traicionándome, su rostro se volvió preocupado y sus ojos se abrieron con un brillo lleno de, lo que a mi me pareció, culpa.

-Si.

¿Lo había escuchado realmente? No le había visto mover la boca, pero eso fue lo que escuché.

Se iba. Ni la curiosidad por saber a dónde se iría me hizo quedarme más tiempo a su lado. Me di vuelta y comencé a caminar, lentamente, parecía que no llegaría nunca. Las puertas del instituto se veían tan lejanas como las nubes, al mirar el cielo, la sensación de cercanía no era más que un engaño.
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Mensaje por Atal 7/10/2009, 5:23 am

Capítulo XIII: Nuevos aires


Cuando volví a casa sabía qué debía hacer. No dejaría que el desconcierto me consumiera, preferí distraer mi mente. Me senté en la cocina para hacer mis deberes. La luz de allí era mucho mejor que la de mi pieza. Me sorprendió el sonido de la cerradura. Era aún temprano, considerando lo tarde que Charlie estaba llegando últimamente.

-Hola, princesa.

-Hola, papá, ¿Cómo te ha ido?

-No quieres saberlo-torció el gesto hasta llegar a una mueca llena de desagrado.

-¿Siguen los ataques?

-Si-desvió el tema-¿hay algo para comer?

Alcé la mirada, ¡se me había olvidado por completo!

-No, papá, lo siento.

Se sentó frente a mí luego de sacar una cerveza del refrigerador. Y me quedó mirando.

-¿Pasó algo?-pregunté, poniéndome nerviosa.

-¿Has estado llorando?

La pregunta me pilló de sorpresa, como un balde de agua fría. Empecé a tiritar sin darme cuenta.

-No.

Me levanté y me di vuelta para prepararle algo de cenar a Charlie y para esconder la cara. Disimuladamente pasé mi mano sobre mi rostro, y ahí las encontré, casi secas, dibujadas al desorden sobre la piel de mis mejillas. Respiré hondo y sentí el escalofrío típico que llega con el consuelo.

Luego de servirle la cena, me senté frente a él para acompañarlo mientras comía. Estaba aún muy confusa, pero lo bastante calmada para que no se preocupara.

Charlie comió en silencio. Podía notar que estaba enfadado por algo.

-Dime-pedí, intentando que se desahogara conmigo.

Soltó un taco y no levantó la mirada de su plato.

-Hoy encontramos a un guardia forestal entre las ramas de un árbol un tanto alto para que el ataque lo hubiera hecho un simple animal.

Se me sobrecogió el estómago.

-Murió de la misma forma que las otras víctimas.

Me llevé una mano a la boca.

-Esto es obra de un lunático y eso es mucho más peligroso que cualquier clase de animal.

Agradecí al cielo que Charlie hubiera regresado sano y salvo a casa. Pero al parecer, él no estaba del todo deacuerdo porque como si hubiera sabido lo que pensaba, añadió:

-Nos obligaron a salir del bosque. Tenemos que esperar el apoyo de los otros grupos regionales. Antes, no podemos hacer nada-soltó otro taco, iracundo.- ¿Qué se supone que están haciendo? Están matando gente a la espera de grupos especializados. ¡Ni que estuvieran esperando a los cazafantasmas! Yo no debería estar acá…-se levantó.

-¡Papá!

Empezó a dar vueltas por la habitación como león enjaulado.

-¡Papá!-notó que lo llamaba y se detuvo-aprovecha de descansar-intenté convencerlo-y así mañana podrás salir temprano y estar alerta. Debes cuidarte si quieres hacer bien tu trabajo-sabía que había ganado cuando su rostro se asimiló al de un niño siendo reprendido, viéndose acorralado y sin poder protestar.

Luego de lavar los platos, subí a mi habitación con mis cuadernos a cuestas. Charlie había prendido la televisión y no había nada en ella que pudiera interesarme. Por fin había terminado los deberes y el cansancio hizo que los parpados me pesaran más de la cuenta. Aún así no quería dormir. Me dirigí hacia la ventana e intenté abrirla haciendo un esfuerzo inútil. El sueño me siguió dominando. Pero no había nada, aparte del placer del descanso, que me tentara a cerrar los ojos. No podía ver en mis sueños lo que tanto anhelaba contemplar. Y temía que se me fuera la vida durmiendo, alejándome irremediablemente de este día. El último de Edward Cullen en Forks.

Jamás lo había tenido más claro como en ese momento, mientras aún intentaba abrir la ventana, y ya no servía de nada.

Tuve que resignarme con soñar con el frío viento de la noche rozándome el rostro pues no pude seguir escapando cuando vi el reloj y este marcó la una de la madrugada.

El amanecer llegó, como una pesada pila de libros sobre el pecho. Había escapado todo lo que me había permitido mi cuerpo de la sensación de modorra que me obligaba a cerrar los ojos. Y ahora, despertando en esta insoportable realidad, hubiera preferido quedarme para siempre en el sueño… Sus labios pétreos presionaron los míos en un casto y dulce beso. Busqué su aliento, embriagador, abriendo mis labios, pero me rechazó con suma fuerza, apartándose de mí. En su rostro veía la lucha que estaba librando y me mordí el labio, culpable…Al menos había despertado con un dulce sabor en los labios y un mareo digno de un borracho. Era una sensación desconocida de la cual no quería escapar.

La sonrisita no se me despegó de los labios sino hasta que llegué al instituto. Y supe que no le vería más.

Mientras miraba por la ventana, en clase de matemáticas, traté de ver todo con mayor objetividad. Las nubes, indudablemente cargadas, me hicieron hacer una mueca.

- ¿Está en desacuerdo, Srta. Swan?-escuché que el profesor llamaba mi atención.

Observé la pizarra un segundo pues no tenía idea de qué estaban hablando. Áreas y volúmenes. Suficientes fórmulas como para de verdad hacer una mueca. Intenté salvarme…haciéndome la inocente.

-Trataba de imaginar una forma de aprender cada una de aquellas fórmulas-contesté.

-Está claro ahora que no prestaba atención a la clase.

Me ruboricé.

-Acabo de decirle a sus compañeros que no quiero que aprendan ninguna fórmula. Deseo que comprendan el por qué de cada parte de las mismas. Pero si usted desea trabajar sin ayuda, no tengo problema.

¡Ups!

El profesor volvió a hablar, esta vez sin tomarme en cuenta, y yo volví a mirar por la ventana.

Bueno, como decía, objetivamente. Todo había sucedido con demasiada rapidez. La gente no solía enamorarse de un día para el otro, de un completo extraño al que no iba a volver a ver en su vida. Menos aún si el completo extraño era sumamente atractivo y te dejaba con cero posibilidades de tener esperanza alguna.

O tal vez, si. La gente solía enamorarse de imposibles. Eran estos tipos de amor los que hacían suspirar y ver pasar los días con una sonrisa, prolongando así la caída.

Pero yo ya tenía suficiente tan sólo con querer recuperar mi memoria. Debía enfrentar la realidad tal cual era y luchar por salir adelante. Tampoco es que estuviera sufriendo mucho, pero sentía un ligero vacío en mi interior. Y se fue acrecentando a medida que pasaron los días y su imagen se fue borrando de los pasillos del instituto. Peor aún, ya no podía formar su rostro en mi cabeza.

-¿Bella?

Desperté y me encontré en el restaurant. Acababa de entregarle la carta a un nuevo cliente. Y no había reparado en quién era hasta que no llamó mi atención.

-¡Quil! ¿Qué tal estás?-intenté sonar entusiasta.

-Bien-no parecía muy convencido. Miró la carta con desánimo y volvió a mirarme, debatiéndose con algo.

-¿Cómo ha estado Jacob?-le pregunté.

-¡Ah! Entonces estamos muy bien, yo te iba a preguntar lo mismo.

-¿En serio? ¿No sabes nada de él? ¿Por qué? ¿Se han peleado?-eran muchas preguntas, pero estaba muy extrañada de que no supiera contarme sobre su mejor amigo.

Negó con la cabeza.

-Está…algo distante-sonaba dolido.-No hemos hablado casi en dos meses.

-Yo tampoco he hablado con él hace…creo que en la misma cantidad de tiempo.

Sue pasó a mi lado y miró a Quil y luego la carta que él sostenía sin mirar en sus manos.

-Quil-susurré luego que pasó-pídeme algo o sino Sue se va a enfadar. Pero tenemos que conversar.

Asintió con la cabeza y leyó la carta.

-Si quieres te voy a dejar a tu casa-agregué- y en el camino podemos seguir hablando.

Pareció más aliviado. Volví a la barra ofuscada y llena de curiosidad. ¿Qué podía haberle pasado a Jacob para alejarse así de sus amigos?

Vinieron a mi mente las suposiciones, ahora idiotas, que había hecho de la última vez que hablamos. Pensé…había pensado, ¡Oh! Había pensado que Jacob estaba enamorado de mí y que se alejaba por su bien. ¡Qué tonta había sido! ¡Quizás qué le había pasado! Y yo me alejé, sin preguntarme nada más. Le dejé ir. ¿Hasta dónde había llegado mi vanidad?

Retiré el plato de la mesa de Quil y me preguntó a qué hora salía.

-En media hora-contesté mirando mi reloj-¿Puedes esperarme?

-Si, vine sólo con la idea de verte a ti.-sabía a qué se refería.

-Me alegro que lo hayas hecho-le aseguré.

La conversación, aunque llena de intención, no nos llevó a nada. Quil me contó que antes de alejarse, Jacob se había comportado durante mucho tiempo de una manera extraña. Parecía querer escapar de algo, estaba irritable y pensaba que todo el mundo hablaba para atacarlo. Luego de eso había encontrado nuevos amigos y ni el tiempo de corresponder el saludo tenía cuando estaba con ellos.

-¡Y eso de cortarse el pelo!-había dicho Quil irritado-¡se ven todos iguales! Y andan todo el día, juntos por los bosques, como si estuvieran tramando algo.

-¿Algo como qué?

-No lo se y eso es lo frustrante. Si Jacob anda metido en algo turbio, quiero poder ayudarlo y sacarlo de allí, donde se metió.

-¿Crees que si voy a verlo me recibirá?

-Tenía la esperanza de que pudieras hacerlo entrar en razón.

Y yo tenía la esperanza de que me abrieran la puerta. Golpeé una vez más, con impaciencia.

-¡Entra!-la voz de Billy me aturdió, el nerviosismo me estaba ganando.

-Hola, Bella-dijo cortés-¿Todo bien? ¿Cómo anda Charlie?

-Preocupado por los asesinatos en el bosque.

-Si, ya lo creo. Ha sido un mes complicado.

-Y que lo digas. ¿Está Jacob?

-No, salió con sus amigos.

Enarqué una ceja, escéptica, cuando escuché la palabra “amigos” salir por la boca de Billy.

-¿Sabes dónde pueden estar?-intenté refrenar mi tono disgustado.

-No.

Asentí.

-¿Puedes decirle que he venido a verlo? Que me llamé por teléfono o algo.

-Claro, Bella.

Abrí la puerta con desaliento y me encontré frente a Jacob Black.

-¡Bella!-se le abrieron los ojos.

-Jacob-suspiré aliviada. Me acerqué para abrazarlo pero dio un paso atrás.

Cortada, le pregunté:

-¿Cómo has estado?

-Bien-miró hacia atrás pero no pude seguir su mirada. Además de ser más alto que yo, tapaba con su cuerpo toda la puerta.

-Vine a verte, necesito hablar contigo-siempre era mejor decir “necesito” y no “tengo” pues este último anticipaba problemas y posiblemente lo haría correr espantado y no quería eso.

Se puso serio y lo sentí distante.

-Por favor.

Se quitó de la puerta y pude ver a cuatro hombres, adolescentes, por la forma en que vestían, con las cabezas rapadas. A mis ojos los cuatro eran iguales. Lo único que los podía diferenciar era el porte y la masa muscular. Pero de rostro todos podían ser Jacob.

El los miró por un momento, con la duda en los ojos. ¿Les estaba pidiendo permiso?

Uno de los tipos, que se encontraba en el centro del pequeño grupo, se dio vuelta y el resto, al instante, se volvió para seguirlo.

-¿Ellos son tus amigos?-lo miré directo a los ojos.

El aún no despegaba la vista de la espalda de sus compañeros, que caminaron como si fueran marchando hasta desaparecer por el bosque.

-¿Cómo has estado, Bella?-preguntó con un tono más cálido. Cerró la puerta de su casa y caminó unos metros, alejándose de esta.

-Bien, pero te extrañaba.

Asintió con la cabeza, algo distraído.

-Jacob, ¿qué se supone que hacen tu y tus amigos?

-¿A qué te refieres?-Había logrado captar su atención.

-¿En qué andan?

-En nada muy interesante.

-Y si no es “nada muy interesante”, ¿por qué has dejado de lado a tus demás amistades? Quil me ha dicho que ya ni siquiera lo saludas. Está muy preocupado por ti.

-Créeme, Quil está mucho mejor de su lado del camino. No debe desear juntarse con nosotros.

-El no quiere entrar en tu grupo, él te quiere de vuelta. Y yo también.

-Bella, pensé que lo habíamos hablado.

-¡Y creí que lo entendía! Pero estaba muy, muy equivocada. Saqué conclusiones erróneas. Sino, no te hubiera dejado ir tan fácilmente.-comencé a ruborizarme y volví el rostro para que no lo notara.

-¿Qué pensabas?-preguntó preocupado.

-Te vas a reír.-susurré mientras buscaba una manera de desviar el tema.

-Dímelo.

-Bueno, como me dijiste que debías alejarte porque no era saludable para ti estar conmigo y agregaste que se te hacía difícil alejarte yo pensé que…sentías algo más que amistad por mi.-era la manera más suave de decirlo.

Jacob se acercó unos pasos y luego volvió a alejarse. Lo observé con curiosidad, estaba sonrojado, si eso era posible en su piel tostada. Los ojos le brillaban. ¿Tendría fiebre?

-¡Ah! No-dijo de pronto, acercándose nuevamente.-No-juntó las cejas, mas no hablaba conmigo. Soltó una risita.

-¿Entonces por qué te alejas?

-Necesitaba…nuevos aires.-dijo en un susurro.

-¡Oh!-sus palabras me dolieron profundamente. Yo pertenecía a la brisa equivocada.

-Está bien-dije rendida-pero, ¿no están haciendo nada malo, no?

-¿Por qué íbamos a hacer algo malo?

Me encogí de hombros, la verdad era improbable que Jacob hiciera algo malo. Aún juntándose con gente nueva y cambiando su forma de ser, Jacob siempre sería una buena persona. Esa era la esencia de su ser.

-Es feo que no te hayas despedido de Quil, deberías hablar con él.

-Si, creo que me he portado muy mal con él.

Me di media vuelta y comencé a caminar.

-¡Bella!-me llamó Jacob.

-¿Si?

-¿Has recordado algo últimamente?-parecía interesado.

-¿Entiendes de qué te hablo si nombro a Debussy?

-¿Y quién es ese?

Negué con la cabeza, restándole importancia.

-Mm...Cuídate.-Nuevos aires, repetí en mi cabeza con un tono ligeramente amargo. Esperaba que el ventarrón lo echara a volar. Seguí caminando con Jacob siguiendo mis pasos, con cara de no entender nada.

Entré a mi auto y desde la ventanilla me despedí.

-¿Eso es todo?-parecía decepcionado.

-¡Que lo pases de maravilla con tus nuevos amigos!-grité, acelerando.
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Tu nombre en el viento (Completo) Empty Re: Tu nombre en el viento (Completo)

Mensaje por Atal 7/10/2009, 5:25 am

Capítulo XIV: Noticias del pasado


-¡Bella!-me llamó Jessica desde su asiento en la cafetería. Yo estaba al lado de ella, pero por algún motivo consideró que era mejor gritarme en el oído para llamar mi atención. Salté en mi asiento y la miré enfadada.

-¿A dónde estás?-me preguntó, sin notar las chispas de odio que salían por mis ojos. Estaba reviviendo uno de los mejores sueños que había tenido jamás. Sólo en ellos podía reconstruir su rostro en mi cabeza. Al abrir los ojos lo perdía nuevamente.

-Debemos hacer algo contigo-dijo, luego que tuvo mi atención.

-¿Algo como qué?-pregunté atónita.

-Salir a alguna parte, debes divertirte.

-Si, Bella-me animó Ángela mientras yo negaba con la cabeza casi imperceptiblemente para que cerrara la boca-has estado muy preocupada por tu padre últimamente.-Suspiré aliviada en mi fuero interno. Nadie se había dado cuenta.

-¿Qué propones?-se sumó Mike a la conversación.

Jessica se regodeó unos minutos, disfrutando ser el centro de la conversación.

-Tengo unos primos universitarios que tienen

-¿Amigos universitarios?-agregó Mike, alzando una ceja. Jessica continuó como si no la hubieran interrumpido:

-Tienen una gran casa en las montañas. Con piscina y paseos para andar a caballo. Al final del camino, incluso, hay una pequeña cascada que es hermosa.

-¡Uy!-empezó Mike con tono ácido-parece el paraíso.

-No es necesario que vayas-terció Jessica.

El resto de la mesa nos sentíamos totalmente incómodos. Hacía casi dos semanas Mike y Jessica habían intentado volver. Duraron dos días.

-Veinticuatro horas en total-contestaba Jessica con cara de repugnancia. Ninguno de los dos había querido decir el por qué.

-A mi me parece una idea brillante-comentó Ángela esperando que alguien se le uniera para alivianar un poco el ambiente.

-Si-la apoyé. Ya qué importaba, no tenía nada que hacer.- ¿Cuándo podríamos ir, Jessica?

Esta desvió la mirada de Mike y respondió:

-Podríamos ir este mismo fin de semana. Según el tiempo va a haber sol.

El plan se había armado con sorprendente facilidad. Y Charlie no había tenido ningún reparo en dejarme ir.

-¿Estás seguro de que no me necesitas este fin de semana?-le pregunté por tercera vez. Esperaba que me dijera que no.

Me miró como comprendiendo lo que me proponía y entrecerrando los ojos me dijo:

-No, me parece muy buena idea que salgas con tus amigos. Necesitas divertirte.-Cualquiera diría que soy una amargada.

-Yo me divierto-respondí a la defensiva.

-Si, lo sé. Sola.

-Lo dices como si fuera algo malo.

-No es nada malo. Yo soy igual. Pero tú eres una adolescente y los adolescentes salen, se divierten y se comportan de manera estúpida por años. Para eso estamos los padres, para reírnos de sus aires de grandeza.

Se me vino a la cabeza Jacob y solté una risotada. Charlie se rió conmigo pensando que su comentario había sido el causante de la mía.

Abrí la boca para protestar, mas él me detuvo con un dedo, agregando:

-Es mi deseo que vayas.

-¿Y que haga algo estúpido?-seguí su juego ya rendida.

-Por supuesto, en todo este tiempo no he podido castigarte ni una sola vez. Y ya tengo un discurso preparado para cuando llegue la ocasión.

-Entonces cruza los dedos para que sea pronto.

Nos iríamos el viernes luego de clases. Sue ya me había despedido. Colmé su vasta paciencia acabando con toda la vajilla que tenía el restaurant. Últimamente iba de ensoñación en ensoñación y no podía concentrarme nada.

-Creo que sabes lo que voy a decirte-comenzó Sue con una mirada dulce.

Asentí con la cabeza.

-Lo siento-dije avergonzada mientras limpiaba el último desastre que había hecho.

-No te preocupes. Yo lo sentiré más, me agradaba tu compañía.

-Gracias-le había respondido, volviendo a ser una desempleada.

Bajé mi bolso y lo dejé al lado de la puerta. Fui a la cocina para llamar por teléfono a mi padre.

-Capitán Swan.

-¡Hola, papá!

-¿Ya te vas?

-Si.

-Pásalo muy bien, maneja con cuidado.

-Si, papá, cuídate mucho.

-Claro.

Colgó.

Se me hizo un nudo en la garganta. Los ataques habían disminuido sin encontrar al o a los responsables y la alarma había cesado. Aún así Charlie y su equipo seguían patrullando junto con los guardias forestales pero las pistas eran confusas y no podían hacer mucho con tal desinterés.

Manejé hasta la casa de Jessica que es desde donde partiría la caravana. Ya estaba allí el auto de Ben y con él estaba Ángela. Esta bajó de su auto para acercarse a mí. Ben permaneció en el auto con cara de pocos amigos. Con un gesto le pregunté a Ángela qué era lo que le pasaba.

-Ben se disgustó un poco cuando Jessica describió a sus primos. Cree que acepté el plan con demasiado entusiasmo-puso los ojos en blanco y yo la animé riéndome de lo ridículo de la situación.

Jessica salió a nuestro encuentro cargando una caja. Nos acercamos para ayudarla. Llevaríamos todos los víveres en mi auto. No eran más de tres horas de camino y como había predicho el hombre del tiempo, hasta el momento, había sol. Yo iría de última en la caravana debido al límite de velocidad que tenía el monovolumen.

Me hubiera encantado compartir con Jacob un viaje como éste. Estuve a punto de llamarlo, en varias ocasiones, pero sus palabras “necesitaba nuevos aires” resonaban en mi cabeza impidiéndome marcar.

El camino fue casi todo en subida y lleno de curvas por lo que nos demoramos un poco más de lo pensado. Llegamos cerca de las seis cuando el sol empezaba a ponerse.

Jessica no había mentido cuando había descrito a la casa como “grande” y “hermosa”.

Era el tipo de casa en el que me gustaría vivir al envejecer.

Frente a una abrupta quebrada la casa blanca se imponía con total majestuosidad. Un gran balcón en el segundo piso quedaba perfecto para ver los atardeceres. El primer piso estaba rodeado de amapolas rojas que crecían silvestres y se detenían en el camino de cemento que comenzaba en la puerta principal.

-¿Te ayudo con eso?

Le pasé una caja a Mike y lo seguí con otra para entrar a la casa. Unos chicos habían salido de esta al escucharnos llegar y estaban ayudando a Jessica a descargar los bolsos. A simple vista los muchachos eran bastante comunes. Ben podría respirar tranquilo. Una muchacha de aspecto frágil nos recibió en la puerta y nos condujo hacia la cocina.

Salí nuevamente para seguir descargando la camioneta y me crucé con Jessica que caminaba junto a un chico que era, por lo menos, dos cabezas más alto que ella. Se pararon frente a mi, ambos con una sonrisa.

-Bella-comenzó Jessica-él es mi primo David.

-Bella-repitió él acercando su mano para que se la estrechara.

-Mucho gusto, David-respondí, estrechando su mano.

-¿Te ayudo a descargar?-preguntó, cortés.

-No, yo ya estoy en eso-respondió Mike pasando a nuestro lado visiblemente molesto.

Jessica entornó los ojos con una mueca exagerada.

-¿Aquél es Mike?-preguntó su primo, incrédulo.

Jessica soltó un bufido.

-Ajá.

-¡Ay! Primita-ambos entraron a la casa y yo continué caminando hasta llegar a mi auto.

Como éramos tantos no nos costó arreglar todo y luego de media hora de haber llegado decidimos preparar una fogata para ver pasar la noche. El cielo, dijeron, estaría descubierto. Fui a mi habitación, la cual compartía, gracias al cielo, con Ángela. Me puse mis zapatillas pues iríamos más allá de la cascada para recoger leña. El tiempo seguía fresco por lo que me arreglé con un polerón. El grupo estaba formándose en el salón. Este, separado del pasillo por unas puertas de vidrio, estaba adornado de una manera bastante práctica y antigua. Una chimenea al fondo y arriba de ella un espejo de marco dorado le daba al salón el deje cálido que la falta de muebles le quitaba.

El primo de Jessica, David, se puso al centro del salón una vez que consideró que estábamos todos.

-Para los que aún no me conocen, mi nombre es David y soy el primo de Jessica. Esta es mi casa y van a respetarla por lo que es, una ancianita.-no sonrió, el sarcasmo sólo apareció en sus ojos.

-Esta noche se ha decidido que haremos una fogata en el patio, hay un buen lugar por allá-anunció apuntando con el dedo por una ventana-y, bueno, necesitamos leña. Lo mejor es, como somos tantos, ir en grupos o sino no acabaremos nunca.-Nos envolvió con la mirada y llamó a dos muchachos en los cuales no había reparado antes. Estos eran, sin ninguna duda, sus amigos.-El es Claude-indicó a un chico pelirrojo que estaba a su derecha-y este de aquí es Dean-el chico que estaba a su lado izquierdo era muy parecido a Ben, tal vez este debería dormir con un ojo abierto. El doble de Ben era universitario.- Danielle, ven-la instó con la mano.-La muchacha que nos había recibido en la puerta se acercó a él tímidamente.-Les presento a mi hermana, tiene sólo quince años así que no quiero ver a nadie rondándola lascivamente.-enarcó una ceja, haciéndose el enfadado. La chica, a su lado, rió por lo bajo.-Se cómo son los chicos de su edad, por lo tanto, quedan advertidos.

-¿Cuántos años tiene tu primo, Jess?-le susurré.

-23. El es el mayor, son cuatro. Paul y Robert están en la universidad, había quedado con ellos este fin de semana. No pudieron venir.

Formamos grupos e iniciamos la caminata. Al principio fuimos todos juntos y luego cada grupo se fue separando a medida que encontraban un lugar adecuado para recoger ramas. Ángela, Ben, David y yo seguimos caminando hasta llegar a la cascada.

Nos sentamos en unas lisas rocas que rodeaban la caída de agua.

David había dicho que no era necesario esforzarnos por buscar nada. Todo había sido una excusa para que el grupo empezara a conocerse. Si íbamos a pasar allí todo el fin de semana teníamos que hacer que valiera la pena.

-Además-añadió-detrás de las caballerizas tengo almacenado ya todo lo necesario para formar una fogata como Dios manda.

-Lo tenías todo muy bien planeado-observé.

Asintió.

-La casa pasa muy sola. Tenía que aprovechar la oportunidad.

-¿Vives aquí?-preguntó Ben, admirado.

-Así es. Terminé mis estudios el año pasado y me tomé un año sabático para ver qué camino tomar.

-Este lugar es perfecto para escribir un libro-dije, llena de envidia. El lugar era tan solitario como maravilloso.

David contestó con una ligera sonrisa y luego tomó una pequeña piedra y la tiró al pequeño estanque. La piedra dio tres botes antes de hundirse, meciéndose tranquilamente de un lado para el otro, hasta tocar el fondo.

Me alcé en mi puesto hacia el lago, observé mi reflejo en el y luego mi mente fue más allá trayéndome el único rostro que quería observar al lado mío. Con mi palma derecha acaricié la superficie del agua, temiendo que la ilusión desapareciera si osaba introducir mi mano en lo profundo para fundirme con él.

La caída de una nueva piedra rompió la tranquilidad del lago y la imagen, siguiendo las ondas de su roce, se fue.

Me quedé observando en el vacío por si decidía volver, mas no llegó su rostro. Donde antes refulgían dos ojos color ámbar, aparecieron dos grandes y apacibles ojos celestes. Levanté la vista y lo encontré a mi lado. No me había dado cuenta de su cercanía sino hasta que observé el reflejo de sus ojos observándome curiosos y animados. Se levantó para volver a su puesto, en una roca a pocos pasos de la mía.

-Pensé que habías encontrado algo sumamente interesante en lo profundo del estanque-me explicó.

-¿Por qué?

-Tu rostro pasó de la sorpresa a la fascinación en tan sólo unos segundos. Todo tu semblante cambió y aún ahora-dijo, desviando su mirada-te brillan los ojos.

Escondí yo también la mía y me encontré con la afable sonrisa de Ángela.

Me autoproclamé cocinera. Mientras los demás armaban todo y conseguían un buen fuego yo me puse a hacer emparedados. Danielle me observaba desde el umbral de la puerta decidiéndose entre cooperar o alejarse.

-¿Dónde guardan las cosas?-pregunté para iniciar la conversación.

Entró rápidamente a la cocina y me facilitó cada cosa que le pedí, pero no dijo palabra.

-¿Tu también vives aquí?

Asintió con la cabeza

-¿No vas al colegio?

Estaba terminando el primer semestre.

-Mi hermano me está enseñando este año-dijo luego de un momento.

-Así puedes disfrutar de esta casa-puse todo en una larga bandeja que me había facilitado Danielle.-Es preciosa. ¿Cuántos años tiene?

-Cerca de ciento y tantos años.

-¿Siempre ha pertenecido a tu familia?

Asintió con la cabeza. En ese momento David entró a la cocina. Una amplia sonrisa se extendió por su rostro al ver a su hermanita.

-Con permiso-dije pasando a su lado por el umbral para salir al patio. No alcancé a llegar a el, la comida se acabó antes de poder pasearla demasiado.

-Es como contigo-escuché la vocecita de Danielle desde el pasillo, mientras iba devuelta a la cocina. Era un largo pasillo.-No me resulta insoportable su compañía.

-Respiro aliviado, a mi también me dio una buena impresión. Al verla, al principio, pensé que…

-Yo también lo pensé al verla. Pero no, es tan cálida como tu.

Entré a la cocina nuevamente para proveerme de más comida.

-Isabella, no te preocupes por la comida.-dijo David- Si están hambrientos van a ser capaces de llegar a la comida. Aún si la pusiéramos arriba de la alacena-me mostró con un dedo un gran mueble de aspecto rústico escondido tras una puerta.-Sal y diviértete.

Unos gruesos troncos rodeaban la fogata y estaban dispuestos como asientos. Si me paraba frente a ella, las llamas aún eran más altas.

-¿Alguien sabe cantar?-preguntaba Tyler cuando me senté.

-¿Alguien trajo una guitarra?

Observé la hoguera y seguí el camino de las llamas hasta llegar casi al lado del cielo. Las estrellas empezaban a adornarlo y el sonido de los insectos mezclado con el murmullo de la noche, formaban una liviana atmosfera. Tanto que no eran ni las diez y mis parpados empezaron a cerrarse, pesados. Observé a mi alrededor, mientras intentaba pelear con ellos. Nadie se daría cuenta si me iba, sigilosamente, hasta la casa. Mis piernas convirtieron mis pensamientos en convicción y me llevaron al interior de la gran casa blanca. Estaba oscura, de una manera siniestra. Las risas y las voces de mis compañeros se oían lejanas y transfiguradas gracias al viento. Como no sabía dónde estaba el interruptor, me apegué a la pared para seguir el camino hacia mi habitación.

-¿Quién…

-¡Ah!-salté.

-¿Isabella?

No reconocí la voz. Mi nombre había resonado débil por la casa pero parecía un eco sobrecogedor.

-Soy yo, Danielle.

Respiré tranquila.

-¿Cómo es que no estas en la fogata?

-Tenía frío-respondió, aún lejana.

-¿Dónde estas, Danielle? No te veo.

-¡Oh!-escuché una risita, avergonzada y luego se hizo la luz.

Me encontré a mitad del pasillo, frente a la puerta de mi habitación.

-¿Puedes acompañarme un momento, Isabella?

Ahora escuchaba con total claridad su voz, es realmente impresionante lo que puede confundirnos el miedo. Venía del salón. La encontré sentada en un sillón de cuero café. Pareciera que este se estaba comiendo a la niña, era gigantesco. Danielle me recibió con una sonrisa. Me indicó que me sentara junto a ella.

-¿Por qué has vuelto? ¿No te estás divirtiendo?

-Si, lo estaba pasando de maravilla…hasta que se me empezaron a cerrar solos los ojos.

-Si, eso es lo que más amo de la vida-dijo con tono nostálgico-dormir.

-Y soñar-agregué.

-También.

Me quedó mirando, explorando mi rostro.

-Deberías irte a dormir, Isabella.

-Buenas noches, Danielle. Que duermas bien.

Apenas salí del salón se cortaron las luces.

Habían preparado una excursión a caballo para llegar a lo alto de las montañas. Rechacé el plan pretextando el número insuficiente de caballos. Luego de una primera ronda de insistencia, mis amigos partieron felices al verse librados de tener que cederme su puesto.

Me senté en el balcón del segundo piso, con la idea de escribir algunas cosas en mi cuaderno de recuerdos, pero luego de ver el espectacular paisaje que se formaba frente a mí, me perdí en el y junto con eso perdí la noción del tiempo. El mar, extrañamente lejano, se veía apacible.

-¡Te has quedado!

Me di vuelta y David se acercó a mi lado. Mi mirada se fijó en las gruesas y largas botas que tenía puestas.

-¿Por qué te has quedado?

-No se montar a caballo. Esta vista es espectacular-cambié el tema.

Sus ojos se entrecerraron.

-Ven, acompáñame.

Me guió hasta las caballerizas y comprendí lo que quería.

-Tu tampoco fuiste-le acusé.

Rió divertido al ver mi expresión.

-Alguien debía preparar el almuerzo. Van a llegar hambrientos.

Tomó mi mano y me puso frente a un caballo, color negro. El caballo nos miró por un segundo y luego escondió la cabeza para pastar. Alcé mi mano para acariciarlo, David soltó mi mano, y yo jugueteé con el cabello color fuego del potro hasta que levantó la cabeza.

-¡Ah! Muy bien.-dijo David a mi lado.

-¿Ah?

-Pensé que te asustaban los caballos.

-No.

-¿No quisieras que te enseñara a montar?

Lo miré un momento, intentando decidirme. Asentí con la cabeza, temía perder la seguridad de mi decisión si usaba las palabras.

Lo más difícil fue subirme. El caballo no parecía querer cooperar y cada vez que ponía un pie en el estribo el se alejaba. Cuando estuve sentada y cómoda David me entregó las riendas y caminó junto a mí indicándome lo que debía hacer. Pareció fácil, al principio, recorrer unos pocos metros.

-¿Puedo ir más rápido?

-De poder, se puede. Prefiero que no lo hagas. No todavía.

-Está bien-había pensado recorrer una senda de casi medio kilómetro, era tentador probar mis nuevos conocimientos con un poco de velocidad. Qué extraño en mí.

Anduvimos ese tramo en silencio y con moderación, por mi parte. David siempre estuvo a mi lado, pendiente supongo, de que me pudiera caer.

-Dentro de esos caminos que nombraste ayer-alzó la mirada, sin comprender-sobre cómo continuar tu vida.

-¡Ah, si!

-¿Qué has considerado?

Su respuesta podía ser inspiradora para mi, que tampoco tenía idea de cómo continuaría mi vida luego de salir del instituto. Quedaba sólo un semestre de clases y debía empezar a considerar mis posibilidades, si es que las tenía.

-Este último tiempo, enseñándole a Danielle, me he dado cuenta de lo mucho que me gustaría ser profesor.

-Y de qué ramo te gustaría enseñar.

-Matemáticas.

Hice una mueca, él en respuesta se rió con ganas.

-Entonces, ¿no hay otro camino?

-Lo hubo, pero al parecer ya me iluminé.

El día transcurrió con total tranquilidad y jovialidad pero yo parecía ajena a todo. La mayoría se pasó la tarde en la piscina. El día estaba exquisito, con esos calores que sólo aparecían milagrosamente en el norte.

Yo pasé mi tarde en la cascada, sentada en la misma roca que el día anterior y esperé, con el corazón en vilo esperé. Pero nunca apareció.

La luz del nuevo día inundó la habitación y me pegó de lleno en la cara. Me tapé los ojos con una mano mientras protestaba por lo rápido que pasa el tiempo cuando uno duerme. En la mejor parte, tus ojos se abren. Y se vuelve a perder. Frustrante.

-Bueno días, Bella-me recibió Ángela.

-Buenas, ¿cómo dormiste?

-Bien, estaba cansadísima, ¿tu?

-Bien.

-¿No tuviste pesadillas?

-No, para nada-contesté reprimiendo una sonrisa.

Juntó las cejas y se levantó de la cama.

-¿Tuviste pesadillas?-le pregunté intrigada.

-No.-Llegó a la puerta y se volvió.

-¿Sabías que hablas mientras duermes?

Sabía que comenzaría a ruborizarme en cualquier momento, y crucé los dedos bajo la sábana para que Ang sólo hubiera escuchado incomprensibles murmullos.

-Creo haberlo escuchado antes. ¿Qué dije esta vez?

Ángela se sentó cerca de mis piernas y lo pensó un momento.

-Repetiste un nombre, anoche también. ¿Has tenido algún recuerdo del año pasado?

Negué con la cabeza.

-¡Oh!-sus ojos se abrieron y comenzaron a brillar.-Ya veo.

-¿Qué dije? ¿Sonaba a recuerdo?-me entusiasmé.

El nerviosismo se evidenciaba en su rostro y estaba segura que en el mío también. Mantuvo la mirada en mis frazadas lo que me pareció un minuto eterno.

-Bueno, nombraste al chico Cullen.

Mi sangre dejó de nutrir el resto de mi cuerpo y se concentró toda en mi rostro, sentí las manos dormidas.

-Edward-dije, bajando la mirada.

Ángela asintió con la cabeza.

-No le conozco de nada-admití avergonzada.-Es poco probable que sea un recuerdo.

Ángela inclinó la cabeza a un lado y respiró profundo.

-Ustedes se conocían del año pasado.

-¿En serio? ¿Éramos amigos?

-Creo que algo más-suspiró.-Lamento no habértelo dicho antes.

-¡Oh, Ángela! Debes decirme la verdad.-La sangre había vuelto a su curso y mi corazón latía con rapidez.

-Ustedes salieron un tiempo. Tu te veías tan feliz-dijo casi melancólicamente-y luego del accidente…

-El no se apareció por mi vida-Recordaba ahora, con total claridad la vez que Ángela lo había nombrado. La primera vez que había escuchado ese nombre.

Ángela asintió lentamente con la cabeza.

-Pensé que lo mejor era, si no lo recordabas, que no supieras de él. No debí tomar esa clase de decisión…-la pobre Ángela se culpaba de todo.

-No, Ángela, gracias. Tu intención fue buena. No recuerdo nada de mi vida con él, por lo que puede que me hayas hecho un favor-intenté sonar convincente y tomármelo a la broma, al menos para calmar a Ángela y saber así un poco más. Fue inútil, se me quebró la voz y la vista se me empañó. Tenía escasos segundos para salir de esa habitación y buscar un lugar donde esconderme.

-Si te sirve de consuelo-agregó-lo he observado durante todo el semestre y él ha sufrido tanto o más que tu.-Levanté la vista, extrañada, pero ella había salido de la habitación, comprendiendo, quizás, que quería estar sola. Una sola lágrima rodó por mi mejilla antes de tapar mi rostro con las sábanas y desear con todas mis fuerzas estar soñando.

Alguien tocó a la puerta y me sobresalté. No, no había sido un sueño. La verdad volvió a caer sobre mí impidiéndome respirar y por ende, responder. Volvieron a tocar. Me levanté, con miedo a que me vieran mal. Me pasé las manos por la cara para secar las lágrimas que habían mojado mi rostro casi por completo.

-¿Quién?-logré decir.

-Soy Danielle, Isabella. ¿Estás bien?

La pieza no tenía espejo por lo que no podía saber cómo estaba mi rostro. Aún así abrí la puerta intentando sonar lo más serena posible.

-Buenas…-miré la hora en mi reloj-¡tardes! Lo siento tanto, se me fueron las horas.

-Es mejor que descanses.

-¿Uh?

-Ángela nos contó que habías despertado con jaqueca. Es una lástima que no puedas aprovechar tu último día.

-No, ya-Ángela había mentido por mi, entonces esto era serio de veras.-ya me siento mucho mejor. ¿Qué planean hacer?

-Los chicos ya salieron-me dijo-estamos solas en casa. Yo venía a preguntarte si querías algo para comer.

-No, la verdad es que no. Muchas gracias. ¿Tu quieres hacer algo?

-Me apetece andar a caballo, ¿te gustaría acompañarme?

-¡Claro!-soné lo bastante entusiasta como para sacarle una sonrisa-Ayer tu hermano me estuvo enseñando algunas cosas.

-Si, lo se.

-¿Me esperas un momento? Me tomo una ducha y vuelvo.

-Iré a preparar los caballos.

La vi alejarse por el iluminado pasillo y luego salir de casa con paso grácil. Suspiré agotada y con eso se reavivó el dolor y el desconcierto. No entendía nada. Claro, entendía lo esencial. Edward me había dejado a la menor oportunidad. ¡Y qué oportunidad! No le podía haber salido mejor. Los pedazos de mi corazón caían uno a uno y se iban por el desagüe de la bañera, junto con el agua. Me estaba dando una ducha helada para despertar y poder pensar con claridad. Jamás volvería a ser objetiva respecto a este tema. ¡Hombre atormentador! ¡Sonrisa estúpida! ¡Corazón de pacotilla! Si ya le había olvidado, ¿para qué caer nuevamente? Pero no, el sentimiento siempre había estado allí. Primero como una necesidad insatisfecha y luego como una certeza inevitable. Mi corazón jamás había dejado de llamarlo. Y aún así no podía recordar absolutamente nada.
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Mensaje por Atal 7/10/2009, 5:28 am

Capítulo XV: Cautiva


El sol, que me había cegado al despertar, había desaparecido completamente cuando salí para juntarme con Danielle. El viento, que rodeaba el lugar, era calido y ahogante, pero aún así el cielo estaba cubierto. Seguramente, por la noche llovería. Cuando llegué, Danielle ya estaba arriba de su caballo, el cual se movía de un lado para el otro, moviendo la cabeza con nerviosismo. Ella se veía bastante segura allí arriba del pardusco caballo, pero temí que en un momento de descuido el caballo pudiera botarla, la muchacha parecía tan frágil como un vaso de vidrio tambaleándose en la orilla de una mesa. Leyó la preocupación en mi rostro:

-No te preocupes, el estará bien-lo hizo caminar unos pasos y se devolvió para que la siguiera.

Danielle me había preparado el mismo caballo que había usado el día anterior en mis clases con David. Fue más fácil esta vez subirme pues el corcel pareció reconocerme.

-¿Por dónde te gustaría pasear?-le pregunté, al salir de las caballerizas.

-Quisiera sentir el aire tibio por mi rostro, hace mucho tiempo que no montaba y quisiera algo de velocidad.

-En cuanto a la velocidad, me tienes de aliada.

-Entonces, sígueme.-El caballo pardo trotó rápidamente como si en eso se le fuera la vida, levantando una gran nube de polvo a su paso. La seguí, lo más rápido que me permitía la prudencia y mi corazón volvió a latir vivo y lleno de energías.

Llegamos al final del camino que lindaba con la carretera. Danielle bajó para abrir una cerca y luego de pasar seguimos por el oeste. El camino, completamente de tierra, estaba bordeado por ambos costados por largos eucaliptos que dejaban un fresco aroma rondando en el aire.

-¿Siempre has vivido en Forks?-preguntó en una pausa mientras dejábamos que una gran camioneta nos orillara para pasar.

-Nací allí y luego me fui. Hace un año y algo volví.

-¿Cómo es?

-Verde, húmedo y frío.

-¿Y eso te gusta?

-La verdad, no. Pero ya no me quedaré mucho tiempo, el próximo año, con algo de suerte, entraré a la universidad y me encargaré de que sea en un lugar soleado.

-¿No extrañarás nada de Forks?

-A mi padre.

-¿Tu no eres de Forks? Pensé que eran de allí.-pregunté luego de un momento.

-Si, éramos-remarcó con tristeza el pasado de la palabra-Cuando mis padres murieron-se le torció la cara en un gesto lleno de dolor-nos fuimos de Forks. Mis hermanos ya estaban en la universidad, no fue un cambio brusco para ellos.

-Pero si para ti, lo siento muchísimo.

-Si, yo también. No era su culpa-se le ahogaron las palabras. Levantó la vista para mirarme. No lloraba y sus ojos centelleantes me recordaron, por lo profundos, los ambarinos caramelos que adornaban el rostro pálido del odioso Cullen. No, no le odiaba, no podía hacerlo, pero el pensar en él era como sentir mil cuchillas cruzándome el cuerpo con descuido y tirria. Suspiré.

-¡No, Isabella! No debes ponerte triste, ellos están mucho mejor ahora. Son los que nos quedamos los que sufrimos con su ausencia. No hay mejor regalo que la muerte.-La miré desorientada, no pude responderle.

Seguimos en silencio y llegamos a un extenso pastizal. A mi caballo le gustó la idea y relinchó, lleno de felicidad.

-Para ellos este es el paraíso.

-Me gustaría contentarme con tan poco-respondí.

Danielle sonrió y con un ligero golpe su caballo comenzó a trotar.

La imité y mi caballo, con menos gracia, comenzó a correr gustoso. El viento hacía volar mis cabellos y tuve que detenerme en varias ocasiones porque me nublaba la visión.

Daba una vuelta a lo ancho del pastizal cuando un trueno asustó a mi caballo y este, levantándose en sus dos patas delanteras me dejó caer. Me agarré con fuerza a la crin, alarmada. Siempre había pensado que no les dolía que le tiraran el pelo, pero cuando mis manos cogieron, en un desesperado intento, su cabello y lo tiraron, el caballo saltó con más energía botándome completamente al suelo. Caí a su lado, con los ojos cerrados y excepto por un insignificante golpe en la espalda parecía estar completamente bien. Sentía la adrenalina fluyendo al cien en mi interior, pero abrí los ojos y el miedo volvió. Sus dos patas delanteras, se alzaban amenazadoras sobre mi cuerpo, que parecía patéticamente más pequeño. Instintivamente, en los escasos segundos que me quedaban, me llevé los brazos a la cara y apreté los ojos con fuerza. Un extraño y estrepitoso sonido llamó mi atención, distrayéndome completamente. Una mezcla entre vidrios rotos y un auto frenando en seco sobre la acera, la cual no existía en este escenario.

Nada de lo que pasó por mi cabeza me pareció factible. ¿Todo había pasado ya? ¿Era este mi último recuerdo? Ojala Edward Cullen llorara mucho frente a mi tumba, que al menos obtuviera eso. Era lo justo…

Retiré los brazos de mi rostro y abrí los ojos. La lluvia, en la cual no había reparado antes, caía finamente sobre el pastizal. Frente a mi, no había más que lluvia. Me senté, con un poco de esfuerzo, y busqué por todos lados mi caballo y a Danielle. ¿Me habría visto caer? Tras varias y dolorosas quejas logré ponerme en pie.

-¡Danielle!-grité sintiendo una patada en mis pulmones. Pegué los brazos a mi pecho y la busqué, lentamente, pues el dolor aumentaba con el movimiento. No pude hallarla. Ni mi caballo ni el suyo, no había ni un alma en ese horrible pastizal. La lluvia había adelantado el atardecer, estaba oscureciendo y no tenía idea de qué debía hacer.

Logré atisbar el inicio del camino, el lugar por donde habíamos venido. Caminé más rápido, las rodillas me temblaban a causa del miedo.

-¡Danielle!-esperé.

Sólo se escuchaba el caer de la lluvia. Suspiré aliviada al recordar a mis compañeros. Miré mi reloj, eran las cinco. En una hora más tendríamos que irnos, ese era el plan. Y tendrían que salir a buscarme cuando vieran que no llegaba y que Danielle también faltaba. Esa idea logró calmarme. Llegué al angosto camino de tierra bordeado por eucaliptos, cruzaba los dedos porque alguien viniera a mi encuentro. El insignificante golpe me dolía más de lo que había llegado a aceptar en un comienzo.

Me senté en un pequeño tronco cuando llegué al cerco. Limpié, sin mucho resultado, mis pantalones llenos de barro y al alzar la vista un cegador foco parecía acercarse más y más. Era una camioneta, qué alivio. ¡Era mi camioneta! Me paré en medio del camino y moví los brazos con furia. No paraba de caer. Sino hubiera tenido la barbilla temblándome de pena y miedo, me hubiera largado a reír. Primero me enteraba de lo de Edward y yo. Pensar en aquello hacía revolotear las mariposas que frecuentaban mi estómago, y no sabían hacer otra cosa desde el aniversario del instituto... Segundo, me caía del caballo y perdía a Danielle. Y debía volver a su casa, sin ella. Tercero, me habían robado el monovolumen y tenía al ladrón frente a mis narices. ¿Es que este día podía ir peor?

Conseguí que el auto se detuviera frente a mí. Las luces se atenuaron y reconocí al conductor. Respiré aliviada.

David se bajó del auto y corrió a mi encuentro.

-Danielle-dije, una y otra vez, no podía formar oraciones aunque en mi cabeza estas salían a borbotones.

David puso sus brazos sobre mis hombros y me miró, con ojo clínico.

-No se donde está-logré decir al fin.

-Danielle está bien-dijo, restándole importancia.

Siguió observándome.

-¿Cómo te sientes?

-Bien.

-¿Dónde te has golpeado?

-En la espalda.

Sin darme mucha cuenta, había dejado de llover.

-¿Dónde está Danielle? ¿Llegó a la casa?

-Ella me mandó a buscarte. Me contó lo que había sucedido.

Asentí con la cabeza.

-¡Auch!

La próxima vez que supe de mí, estaba recostada en una amplia cama. Pero me había quedado dormida sobre mi estómago. Me volví y una bolsita con hielo cayó al lado de mis pies. Me llevé la mano a la cabeza inconscientemente. El dolor apareció junto al roce de mi palma, palpitante. No reconocí el lugar. La lluvia caía sin tregua en el exterior, podía sentirla chocar en mi ventana. Todo estaba muy oscuro y estaba sola. A lo lejos, el murmullo de una conversación, en mi habitación el aire gélido entrando por la ventana mal cerrada. Me acurruqué como pude entre las sábanas. Sentí miedo, no sabía donde estaba.

-Tienes que vivir tu vida y dejar de preocuparte por mí. Ya he hecho suficiente daño como para terminar extinguiendo tu existencia también.

-¿Cómo sabes que estarás bien?

-No puedo estar peor-la vocecita se mofaba con tono cínico-Conoce a los Cullen. Los ha nombrado toda la noche. Es mi única oportunidad.

Cerré los ojos mientras el viento, con un siseo espectral desfiguraba los sonidos y formaba extensas oraciones. Mi cuerpo se relajó por completo. Ni siquiera me sobresalté al escuchar aquel apellido. Parecía todo tan lejano e irreal, tan distante y creado únicamente para sentirme aún más desorientada. No le presté atención.

Me sumí en un extraño sopor y mi mente vagó sin rumbo, adentrándose en mi inconsciente sin siquiera rozarlo. El viento seguía dialogando indiferente de mi presencia. Las frases pasaron y las dejé partir pues no comprendía sus significados.

-Siempre pensé que eran una leyenda.

Volví a caer, alejándome del frío, del dolor y de aquella ahuecada voz.

Me pareció que habían transcurrido días cuando la volví a escuchar.

-La lluvia la salvó, no sería más que un recuerdo a estas horas sino se larga a llover.

-¡Qué triste!-pensé- ¡qué sólo se quedan los muertos!

-¡Isabella!-alguien me llamaba, sentí su frío roce y protestando, desperté.

Me incorporé en la cama, observando todo a mí alrededor. Me detuve en una pequeña niña, que no tendría más de doce años. Ella me sonreía y a mi me ardía la espalda.

-Danielle-suspiré, con la voz llena de sueño.

-Espero que te sientas mejor.

-Me caí del caballo, pero no fue para tanto-intentaba recordar, pero todo era negro.

-Te cortaste la cabeza, una herida externa, nada de mucha importancia, pero te desmayaste al ver la sangre.

Hice una mueca de asco.

-No deberías avergonzarte de tu sangre.

-¿Dónde están todos?-sentía que llevaba allí un mes entero.

-Partieron ayer, por el colegio. Los convencimos de que estarías mejor si reposabas unas cuántas horas. Ángela ha llamado hace unos momentos para saber cómo estabas y para avisarte que tu padre está enterado de la situación.

-Charlie-susurré.-Danielle, debo irme.

Asintió.

-Después del almuerzo, David te llevará. No puedes manejar.

-¿Puedo ducharme?-le pregunté. De pronto me sentía aprisionada, la muchacha de rostro angelical ya no me caía nada bien.

-Si, claro.

Salió de la habitación y volvió con una toalla. La dejó sobre mi cama y desapareció.

Me costó ponerme en pie, no sabía si por haber estado acostada tanto tiempo o por el golpe en la espalda. Cuando estuve en pie, todo me daba vueltas. Pensé en sentarme y esperar, pero deseaba volver a mi casa, deseaba fervientemente salir de allí.

Como le pasa a todo aquel que espera, las horas se alargaron, indiferentes de mi deseo o de mi dolor. Gracias al ocio, volví a caer en las conjeturas infantiles que incluían a Edward. Invité a cada uno de los recuerdos que tenía de él y los senté frente a mí, en la oscura habitación que me servía de celda. No se escuchaba nada en esa gran casa. Ni voces ni pasos, sólo el ir y venir de mi respiración y el tic-tac de mi reloj. Ambos sonidos pronto se fundieron con el silencio y no los oí más.

En lo poco que había compartido con él, siempre se mostró frío e inasequible. La primera vez que lo vi me llamó la atención su mirada insistente, me sorprendió lo mucho que me gustaba que sus ojos entraran en mí y reposaran junto a mi corazón.

Poco pude fantasear pues cuando menos la esperaba, Danielle entró en la habitación y se sentó a mi lado.

-¿No te parece genial haber faltado a clases?-preguntó, llena de entusiasmo.

-Si, pero me gustaría estar en casa. Mi padre me necesita.

Quedamos en silencio. A ella parecíale sentar muy bien mantenerse callada y quieta, muy quieta. En cambio yo, era un manojo de nervios. Tamborilee mis dedos sobre mi pierna hasta que David tocó la puerta.

-Isabella, está todo listo.

-Pero, ¿mis cosas?

-Danielle ya las ha arreglado por ti. ¿Puedes caminar?-sus ojos azules se acercaron a mi rostro y me ofrecieron una sonrisa. Consideré la opción oculta en aquella pregunta. Preferí caminar, aún si me demoraba tres horas en cada escalón. Pese a esto, cuando llegamos a la camioneta me tomó en sus brazos y me sentó con cuidado en el asiento del copiloto. Abrí la ventanilla para despedirme de Danielle.

-Me agradó mucho conocerte-dijo.

-Muchas gracias y perdón por las molestias.

David que ya había entrado al auto me aseguró que no había sido así en lo absoluto.

-¿No le asusta a Danielle quedarse sola?-pregunté cuando ya la casa era sólo un punto blanco entre las montañas.

-No, este sector es muy seguro. Danielle disfruta estando sola.

-Isabella-me llamó luego de un rato-¿conoces a los Cullen?

-Si.

De vuelta el camino se hacía mucho más rápido, aunque tanta curva me traía mareada. David esperó que especificara. Respiré profundo.

-Conozco al Dr. Carlisle y a sus hijos. Van, al igual que tu prima y yo, al instituto de Forks.

Abrió los ojos, el azul brilló de escepticismo.

-¿Doctor? ¿Estás segura?

Asentí con la cabeza, ofendida.

Pareció desilusionado y triste. No volvió a hablar durante todo el camino.
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Mensaje por Amapola 7/10/2009, 8:13 pm

Qué alegrpia ver este fin por aquí, el capi Cuentos de hadas es uno de mis favoritos.
Adoro a este Edward Tu nombre en el viento (Completo) 426992
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Mensaje por Bbra 7/10/2009, 10:46 pm

ese david es medio sospechoso, ademas xq la hermana no ayudo a bella en lugar de ir a decirle a el q lo hiciera
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