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Mensaje por Atal 14/9/2009, 11:06 pm

Me es grato contar con la autorización de Nallely escritora mexicana con seudónimo AnJuDark. Tenemos el agrado de publicar una de las 12 historias de su autoria.


Simnosis: Esta historia de amor comienza cuando Edward Cullen, un joven de bajos recursos económicos, entra a trabajar en la casa de los multimillonarios Swan. Ahí conocerá a Bella, la engreída heredera del matrimonio.

Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) Tanlejanacomounaestrell

"Tan lejana como una estrella"


Capítulo 1: Nuevo Trabajo

Y bien, ahí estaba: en mi primer día en la casa de los Swan.
Soy Edward Cullen y esta es mi historia.
Era un joven de 19 años en ese entonces. Tenía como padres a dos personas extraordinarias: Carlisle y Esme. Además, era hermano mayor de Alice, Jacob y Seth, de 16, 10 y 5 años respectivamente. Pertenecía a una familia muy humilde, pero unida. Mi madre trabajaba, desde hacía tres años, en la casa de los multimillonarios Swan, mientras que mi padre desempeñaba sus dotes de carpintero en una sencilla mueblería.
Había tomado la decisión de ayudarlos económicamente desde muy joven y, en los últimos cuatro años, había trabajado de cargador, repartidor y /o velador en una bodega, la cual habían clausurado tenía poco, dejándome desempleado.
Acababa de ingresar a la universidad pública de Forks para estudiar medicina, mi principal objetivo en aquellos momentos, el cual me provocaba gastos, los cuales, la beca que me había sido otorgada, no bastaba.
Tuve suerte de que, Simon, el chofer de los Swan, decidiera marcharse hacia otra ciudad, dejando su puesto vacante. Mi madre se apresuró a informarme y obtuve una entrevista con la señora Swan al día siguiente. Quién diría que ese sería el inicio de todo.
La señora Swan, una mujer de porte elegante y carácter engreído y altanero, me explicó en qué consistía el trabajo. Me dijo que, a diferencia de mi madre y hermana (quien tenía poco trabajaba en aquella mansión,) yo tendría que quedarme a dormir en la casa por si mis servicios hicieran falta durante la noche o alguna hora poco recurrida.
El trabajo era casi de medio tiempo (digo casi, por que, pese a que generalmente comenzaría a partir de las dos de la tarde, la señora dejo muy en claro que, si se me llegase a necesitar durante el día, ella no se hacía responsable de mis faltas en la escuela)
Acepté sin titubear ya que estaba acostumbrado al estudio autónomo y el dinero era realmente necesario para ayudar a mi familia para que mis hermanos continuaran con sus estudios. Al día siguiente, antes de llevar mis pertenencias (que no eran muchas) a lo que era mi nueva habitación (un pequeño lugar al fondo de un pasillo), me dirigí hacia la universidad y pedí hablar con el director para poder cambiar mi horario de manera que pudiera estudiar durante el día. No tuve problema con ello gracias a mi buen promedio.
Todo estaba listo. El inicio de una nueva vida.
Y ahora me encontraba frente a aquella dominante puerta. Frente a mi destino. Frente a todo lo que me enseñaría a vivir.
Mi madre me recibió segundos después de tocar el timbre. Me reconfortó verla ahí, aunque sabía que a partir de las cinco de la tarde, quedaría completamente solo en aquella residencia. Había visto, en muchas ocasiones, esa enorme y lujosa casa, pero jamás en mi vida había puesto un pie dentro de ella.
La mansión era más parecida a un castillo, inmensamente enorme y con adornos con los cuales mi familia y yo comeríamos por semanas. Esme me dirigió hacia la cocina, en donde me informó que, después de comer, vería a la señora Swan.
–Buenos días – saludé poniéndome de pie
–Llegas a tiempo, muchacho – dijo, ignorando mi saludo y examinándome con su altiva mirada – Espero siempre sea así, no me gustan las impuntualidades. Mi hija saldrá de la escuela en media hora – informó, sin más ni más – Ve a traerla. Que tu madre te de la dirección del colegio, aunque dudó mucho que te pierdas. Es el único de prestigió en todo este pueblo
Trabé los ojos sin que ella se diera cuenta. Si algo no soportaba era la soberbia. Y claro que sabía donde quedaba aquel ostentoso colegio de monjas. Era imposible no girar la vista cuando pasabas al lado de semejante construcción.
Asentí mientras tomaba las llaves que ella me proporcionaba y me dirigí hacia el garaje. Me quedé embelesado al ver a los tres lujosos autos deportivos pulcramente lustrados. El que manejaría era uno de color negro. Tomé el volante con un poco de vacilación. No era la primera vez que conducía, pero había una enorme diferencia entre las toscas camionetas y aquel carro. Aun así, no tuve problema alguno para ponerlo en marcha y dirigirme hacia mi destino.
Llegué a la dichosa escuela minutos antes de lo predicho. Escuché cuando la campana de salida sonó y una pequeña cantidad de jóvenes fue saliendo poco a poco, (la gente capaz de pagar semejante cuota era contada en Forks). No me preocupé por buscar a la hija de la señora ya que ni siquiera la conocía y mi madre me había dicho, antes de salir, que ella sería quien se acercaría al reconocer el automóvil. Esperé fuera del carro, con mis ojos fijos en las llaves mientras jugaba con ellas.
–Hola – saludó una voz suave.
Alcé mi vista y, por un momento, pensé que me había muerto y había despertado en el cielo. Aquella jovencita era más hermosa. Más que hermosa, era divina. Su largo y espeso cabello color caoba caía sobre su rostro, tan fino y pálido, que parecía de porcelana, sus inmensos ojos color chocolate estaban adornados por espesas y rizadas pestañas negras y sus mejillas tenían un ligero rubor rozado que contrastaba perfectamente con la blancura de su piel-
–Tu debes ser el hijo de Esme – continuó ante mi silencio. Su rostro tenía una sonrisa que dejaba a ver que era tan engreída como su madre – Yo soy Isabella Swan.
–Buenas tardes, señorita – saludé en cuanto me repuse del asombro.
Me apresuré a abrirle la puerta trasera de la camioneta e indiqué con mi mano que podía subir. Ella caminó sin vacilación y subió sin verme ni agradecer a mi gesto.
Llegamos a la casa en poco tiempo. Bajé rápidamente y abrí la puerta para que bajara. De nuevo, no obtuve un agradecimiento; pero me dedicó por varios segundos una mirada supervisora.
–Bella, súbete a cambiar. Tenemos una comida con los Hale – ordenó su madre mientras se acercaba.
Noté que el rostro de Isabella se ensombrecía mientras comenzaba a caminar hacia la puerta del recibidor
–Muchacho, ¡¿Pero qué esperas?! ¡Ayuda a mi hija con su mochila! – exclamó e inmediatamente tendí mi mano para coger el objeto que me habían indicado
La chica no discutió y se descolgó su ligeramente pesado bolso y me lo tendió
–Date prisa – indicó su madre – y tú muchacho, en cuanto dejes las cosas de mi hija en su recamara, bajas inmediatamente.
Asentí sin decir palabra alguna y seguí a la señorita Swan hasta el segundo piso. Ella tampoco dijo palabra alguna y, en cuanto llegamos al umbral de una enorme puerta, se detuvo
–Hasta aquí esta bien – su voz sonaba molesta – ¿No pretenderás que te voy a dejar pasar, o sí?
No contesté. Asentí, como lo hacía con su madre, y tendí la mochila para que la cogiera.
Lo último que hizo antes de dar media vuelta y cerrar la puerta frente a mis narices fue dedicarme una inmerecida mirada congelada.
Definitivamente, me encontraba trabajando en una casa en la que había tanta altanería como dinero.
*************************************
Conduje, siguiendo las indicaciones de la señora Swan, hasta una mansión, igual de grande y lujosa que la de los Swan. Estacioné el carro en el enorme garaje y bajé para cumplir con mi papel de abrir y cerrar la puerta para que las “patronas” tuvieran la facilidad de entrar o salir del coche.
–Regresa a la casa y a las diez vienes por nosotras – fue la última orden que obtuve.
Regresé a la casa y mi madre estaba ya fuera de ella, junto a mi hermana, listas para irse. Me despedí de ellas dándoles un beso y mandando saludos a mis hermanos y a papá.
Me encontraba en la cocina, bebiendo un vaso de agua cuando una chica, muy guapa y con uniforme, hizo acto de presencia. Se quedó parada por un segundo en el umbral de la puerta al verme y después siguió caminando mientras me dedicaba una amable sonrisa
–Hola – saludó – ¿Tu eres el nuevo chofer?
–Si – contesté sonriendo.
–No sabía que tendríamos un chofer tan joven y… apuesto
–Gracias por el cumplido – dije, mientras la miraba a los ojos – Tampoco sabía que tendría de compañera de turno a una mujer tan guapa
Con las mujeres, afortunadamente, siempre había tenido suerte y lo confieso: me encantaba jugar el papel del seductor. Aunque, generalmente, yo era el seducido y accedía encantado de la vida.
Mis padres muchas veces me habían reprendido ante esta actitud, pero era algo incontrolable en mí, eso sí: siempre les dejaba claro que yo no buscaba una relación seria y siempre les daba a elegir.
–Creo que tú y yo nos llevaremos muy bien. ¿Cómo te llamas?
–Edward Cullen – respondí mientras me ponía de pie y le tendía la mano
–Mi nombre es Tanya – informó la chica mientras correspondía mi gesto. Llevé su mano hacia mis labios y deposité un beso sobre ellas
–Mucho gusto – dije, volviéndola a mirar a los ojos
Le ofrecí asiento y nos pusimos a charlar sobre trivialidades en las cuales le comenté que era hijo de la cocinera y estudiaba medicina por las mañanas. Por mi parte, me enteré que ella trabajaba medio tiempo y, al igual que yo, se quedaba a dormir todos los días, a excepción de los miércoles, y que se encontraba estudiando tercer semestre de preparatoria.
La chica, además de guapa, era agradable. Nada mal para mis gustos, pensé, y por sus miradas, tal parecía ella pensaba lo mismo. El teléfono sonó y Tanya se apresuro a atender la llamada, segundos después me informó que era para mí, de parte de la señorita.
–¿Si? – dije en cuanto tuve la bocina del teléfono en mi oreja
–Ven por mí. Ahora mismo – fue la respuesta que obtuve.
–¿Pasa algo? – preguntó Tanya en cuanto entré a la cocina y cogí las llaves del carro
–La señorita quiere que vaya por ella – expliqué - Nos vemos – dije con voz suave
Ella no contestó, solo emitió una risita nerviosa.
En cuanto llegué a la casa de los Hale, visualice rápidamente a la señorita Isabella quien se encontraba en la acera de la carretera. Me detuve frente a ella y no tuve tiempo ni de bajarme por que ella caminó, a grandes zancadas, hacia la camioneta y se adentró violentamente en ella
–Te tardaste – casi gritó – Cuando te diga ahora mismo, es ahora mismo – la violencia de sus palabras me sacó que de quicio.
– Disculpe, señorita, pero yo no soy costal de arena para que me use de desquite ante sus problemas – solté, arrepintiéndome casi al instante.
Sabía que aquellas palabras podrían significar el despido en mi primer día de trabajo
–¿Qué has dicho? – el miedo incremento al oír el tono ofendido y, más enfadado aun, de su voz
–Lo siento señorita – me disculpé. No obtuve respuesta y manejé nervioso hacia la casa. Baje rápidamente del carro y en cuanto abrí la puerta, Isabella bajó y se posicionó frente a mí con gesto desafiante
–¿Qué sabes tú de mis problemas? – retó
–Le ruego me disculpe – volví a suplicar
–¿Sabes que te puedo despedir cuando yo quiera, verdad? – Sus palabras me hicieron temblar – Ten cuidado en como me hablas. Tú y yo, no somos iguales – recordó – Y noticia de última hora, criadito: si quiero que tú seas mi costal de arena, serás mi costal de arena. Para eso te paga mi mamá: para servirnos


Última edición por Siobhan O'Rourke el 2/10/2009, 9:49 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Atal 14/9/2009, 11:09 pm


CAPÍTULO 2: Mi Lugar, Tú lugar.


EDWARD POV
Pude sentir un ligero olor a alcohol en su aliento mientras hablaba. Tuve que morderme la lengua para no responderle como se merecía a aquella mimada jovencita y quedarme callado, aguantando sus groserías.
– Le ofrezco mis disculpas de nuevo – fue lo que dije. Tragándome el coraje ya que, si alguien debía disculpas aquí, era ella.
– Tus disculpas me valen… –
Empuñé mis manos y decidí alejarme antes de no poder controlar mi lengua y decirle un par de cosas, con las cuales, mi despido sería automático
– Como guste – dije entre dientes – si me permite, me retiro
Me dirigí de nueva cuenta a la cocina para tomar un vaso de agua y esperar a que el reloj marcara las diez. Mis dedos se apretaron en torno al cristal como única prueba de toda la rabia que me consumía. Maldita niña ricachona. ¿Qué se creía? Bien sabía que el dinero les robaba razón a la mayoría de las personas pero nunca pensé que fuera en medidas tan grandes.
– Llévale esto a mi hija – fue lo ultimo que me ordenó la señora en cuanto estuvimos dentro de la casa, tendiéndome una pequeña cajita de regalo
Subí hacia el cuarto de la “señorita gruñona” y estaba a punto de tocar la puerta cuando alcancé a escuchar un llanto proveniente de la misma habitación. Dudé dos segundos antes de tocar
–¿Quién? – preguntó una voz fingidamente clara
– Su madre me ha ordenado que le diera esto – dije, con voz ligeramente alta para que me pudiera a escuchar al otro lado de la puerta
No obtuve respuesta. Tras varios segundos, la puerta se abrió. Mis ojos visualizaron a una Isabella completamente despojada de todo maquillaje y caro accesorio. Sus enormes ojos chocolates estaban enrojecidos. Tendí el regalo y ella lo cogió sin decir palabra alguna. Mi mirada se perdió un momento en lo frágil que se veía. En lo bellamente frágil que se veía.
–¿Se encuentra bien? – quise saber. Por alguna extraña razón, me sentía preocupado por aquella soberbia muchachita
– No – contestó clavando sus ojos en los míos y antes de que pudiera decir algo más, cerró la puerta en mis narices
Bajé las escaleras aún con su imagen en mi cabeza, preguntándome si todas las niñas hermosas y millonarias serian así de extrañas y difíciles.
Los días pasaron sin ninguna controversia. Se volvió rutinario para mí el levantarme temprano para ir a la universidad y salirme de alguna clase para llegar a tiempo a mi trabajo, ir a traer a la señorita Isabella al colegio y atender sus ordenes, autoritarias y faltas de respeto o consideración. Aún así, en algunas ocasiones, la encontré con los ojos hinchados provocando que naciera en mí, una preocupación absurda e incontrolable. Así como la misma ardiente atracción que no iba aceptar de manera tan fácil.
Llevaba casi un mes trabajando en aquella lujosa casa y era extraño que no conocía aun al señor de esta. Cuando le pregunté a mi madre, me dijo que el señor Swan era un hombre importante y de muchos negocios y casi nunca se encontraba en su hogar debido a sus frecuentes y prolongados viajes.
Debido al buen sueldo, había podido comprar los libros necesarios y le había dado íntegramente la beca mensual a Esme. Todo iba bien, si se descartaba el hecho de que mi hígado se estaba pudriendo debido a todos los encontronazos que tenía, a diario, con la hija de la patrona. La chica realmente era rebelde y grosera. ¡La más grosera que haya conocido en toda una vida! No le podía decir nada para llamarle la atención. No le podía prohibir nada, por que ya tenía en la punta de la lengua la contestación que me dejaría completamente callado. Si llegaba tarde, de puro milagro no me mataba. Y no terminaba de recalcarme lo deficiente que era en mi trabajo durante todo el camino. Era importable. Más que insoportable, la chica era un verdadero demonio...
... Pero qué bellos y hechizantes ojos tenía...
Esa madrugada me encontraba en pleno periodo de exámenes y llevaba dos días sin dormir ni descansar un solo minuto. Me hallaba sentado, casi desparramado, en una de las sillas del comedor, tratando de relajar mi mente y mi vista para continuar leyendo. Era, aproximadamente, media noche y el sueño trataba de apoderarse de mí, cuando el sonido de unos pasos se escuchó detrás.
– Hola, Edward – saludó Tanya.
Levanté mi vista y el sueño se fue inmediatamente en cuanto vi el pequeño camisón que traía
– Tanya – dije, sin poder ocultar la sorpresa en mi voz.
–¿Sigues estudiando? – preguntó acercándose y sentándose en el borde de la mesa. Mi vista se dirigió hacia su pierna que había quedado descubierta – Te ves cansado. Deberías relajarte un poco
– Tal vez, necesito que alguien me de un masaje – susurré, mientras acercaba mi rostro al de ella.
Una sonrisa picara se dibujó en sus labios rellenos y sus brazos encarcelaron a mi cuello.
Sus labios se presionaron contra los míos de manera violenta y apasionada. No era la primera vez que la besaba, pero no había pasado nada más, ya que, al dejarle claro mis prioridades, ella había decidido dejar todo esto en una amistad. Noté con satisfacción que, tal parecía, se había decidido, al fin, en ser una muy buena y complaciente amiga.
Su cuerpo se pegó al mío y yo no vacilé en recostarla en la mesa. Mis manos se dirigieron hacia sus piernas y, con un gemido, me dijo que fuéramos a su cuarto.
No lo escuché dos veces...
Como anteriormente lo había dicho: me encantaban las mujeres y jamás, por nada del mundo, desperdiciaría una buena noche de pasión en brazos de una.
Me vestí y salí de su recamara en cuanto ella se quedó dormida. Me dirigí hacia la cocina para recoger mis libros e irme a estudiar a mí recamara. Las letras entrarían ahora con mucha más facilidad. O al menos eso pensaba, pues no esperaba encontrarme con lo que se venía.
Me quedé petrificado al ver de espaldas la silueta más fina que había visto en toda mi vida. Jamás me había fijado en el cuerpo de Bella ya que sus delicadas facciones era capaz de llamar tanto la atención, como para que su figura no fuera algo esencial; pero, en ese momento, había sido un crimen no bajar la vista de su rostro ya que su delgada blusa se pegaba a su cuerpo, como una segunda piel, y su diminuto bóxer dejaba ver sus piernas, tan exquisitas como ella
Mi atención a su cuerpo se rompió en cuanto vi que en su mano llevaba un frasco, e impacientemente se servía un vaso de agua y un puño de píldoras. Aterrorizado, me lancé hacia ella, quien emitió un grito, interrumpido por mi mano. Jamás la había tocado, pero en ese momento, estaba tan asustado que no tuve tiempo de pensar en mi atrevimiento. Giré su cuerpo, sin destapar su boca, para que me viera y dejara de forcejear. Sus ojos se abrieron como platos al verme y, en cuanto tuve seguro que no gritaría más, la liberé.
–¿Qué pensaba hacer? – pregunté, arrebatándole de las manos las pastillas sueltas y viendo la etiqueta del frasco
– No te importa. Lárgate – ordenó
– De acuerdo. Si no me va a dar explicaciones, iré ahora mismo a preguntarle a su madre si esta enferma
–¿Me estas amenazando? – inquirió ella, pero percibí miedo en su voz
– De ninguna manera. Una amenaza viene cuando hay temor, supongo que su mamá esta enterada de que usted necesita tomar once somníferos al mismo tiempo, así que no creo que haya problema.
Ella calló y desvío su mirada de la mía, dándome la respuesta que tanto temía con aquel silencio
– Señorita, ¿Qué tramaba hacer?
Su respuesta me dejo helado: sus brazos engancharon mi cintura y empezó a llorar con su rostro pegado a mi pecho.
Instintivamente, una de mis manos se dirigió hacia sus largos y suaves cabellos, acariciándolos. Ella no dio explicaciones y tampoco se las pedí. La abracé hasta que su llanto se convirtió en un pequeño sollozo.
Y ahí estaba otra vez aquella Bella, inofensiva y cautivadora, con sus ojitos irritados y su cuerpo temblando bajo mis manos.
Me acomodé en una silla para sentarla sobre mi regazo y acunarla como una pequeña bebé. El tiempo se me hizo inexistente con ella entre mis brazos. Era nuevo todo lo que sentía al tenerla así de cerca. Un instinto que me pedía protegerla, cuidarla...
Un hondo suspiro salió de su pecho. Fue entonces cuando supe que era conveniente que se fuera a su habitación. Estaba completamente dormida y no quise despertarla. La cargué lo más suavemente que pude y me dirigí escaleras arriba.
Dejé caer su cuerpo delicadamente sobre su ostentosa cama y me retiré. No sin antes perderme un breve instante en el camino que las lágrimas secas habían dejado sobre sus mejillas.
Fue imposible estudiar. Mi mente estaba completamente ocupada en el por qué Bella había querido hacer semejante estupidez. ¿Qué era lo que le tenía tan angustiada? ¿Quién la lastimaba tanto?
Al día siguiente, la mascara de frialdad y superioridad habían desaparecido de su rostro aquella tarde. Al momento de abrirle la puerta para que subiera y bajara del carro, ocultó su rostro con sus cabellos, evitando verme.
– Veo muy mal a la señorita Bella – dijo a mi madre y a mí, Alice una mañana – No ha probado bocado alguno, tiene días
– Pobre muchacha – lamentó mi mamá – Está tan flaquita que me da pena que no coma
–¿Siempre es así? – pregunté, tratando de sonar desinteresado
– Tiene un par de meses que empezó a comportarse diferente – contestó mi hermana – la señorita tiene su carácter, pero es buena, ¡Aquí la bruja es su mamá!, sabrá Dios que le hizo
– Alice, no tienes por que hablar así de la señora – reprendió mi madre
–¿Esa es la charola de su desayuno?
Mi hermana asintió
–¿Qué vas hacer, Edward? – preguntó mi madre al ver que salía de la cocina con la charola en manos
– Tal vez la señorita necesita motivación para comer
Caminé hacia la habitación, sin comprender aún el motivo que me había impulsado a moverme hacia allá.
– Adelante – ordenó Bella, sin preguntar antes quién había tocado
– Permiso – dije, apareciendo por la puerta, viendo, con contenida diversión, como ella se erguía de su cama y, con grandes zancadas, acortaba la distancia que nos separaba, posicionándose frente de mí, con gesto airado y menospreciante.
–¿Quién diablos te ha…?
– Usted señorita – contesté antes de que terminara de formular la pregunta – Hace cuatro segundos
Ella calló y yo reprimí una sonrisa.
– Dime qué se te ofrece y después desaparece de mi vista – ordenó, dando media vuelta, negándome otra vez el acceso a sus pupilas
– Mi madre me mandó para que le trajera el desayuno – informé mientras acomodaba la charola en una mesita que estaba por ahí.
– Ya le había dicho a Alice que no tengo apetito
– Si sigue sin comer, se va a enfermar –
Sus ojos me miraron con burla
–¿Qué? ¿El doctorcito mediocre viene a darme sermones sobre salud? – preguntó con fría y afilada voz, hiriendo mi ego
– No – contesté, con el mismo timbre de voz condescendiente – “El doctorcito mediocre viene por que le dan lastima las pacientes depresivas y anoréxicas”
– ¿Cómo te atreves? – inquirió, claramente molesta, mientras se giraba para verme con desprecio.
Sin embargo, esa vez, no sentí miedo, si no una gran satisfacción por no dejarme humillar. Ya era el momento de decirle sus verdades a esa niña malcriada.
– Me atrevo, por que usted me ha provocado
– Chanchito ¿se te olvida que tú y yo no somos iguales? – Preguntó con odio mientras se acercaba a mí – ¿Se te olvida que ahora mismo, si yo quiero, te puedo correr y dejarte sin dinero para que no puedas continuar con tu estúpida carrera?
– No sé por qué demora tanto en cumplir con sus amenazas – desafié.
– No lo hago, por que en primera: me das lastima – confesó – y, en segunda: será cuando YO quiera, no cuando tu así lo desees
–¿Le doy lastima? – Repetí, con la burla presente en mis palabras – ¡Vaya! ¡Pensé que la que daba lastima aquí, era usted!
Una fuerte cachetada fue lo que recibí como respuesta. Tenía pensado darle una de mis más duras y frías miradas a aquella petulante muchacha, pero no pude. Mi plan quedó completamente estropeado al ver que ella estaba llorando.
Inexplicable era la sensación que sentía cuando la veía en ese estado tan voluble. Era enfermiza la necesidad que me daba el querer consolarla y limpiar sus lágrimas.
– Lo siento – murmuré.
Esperé varios segundos por su reacción. Ni diez bofetadas, ni veinte mil palabras ofensivas que me hubiera podido dar, me hubieran hecho sentir así de fatal cuando despegó su mirada de mí, dio media vuelta y, con sus manos empuñadas a sus costados, murmuró
–Retírate, Cullen. Y deja de meterte en mi vida.
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Mensaje por Atal 14/9/2009, 11:12 pm

CAPITULO 3: ASCO

BELLA POV
–¿Te has fijado en lo guapo que esta tu chofer? – preguntó Jessica en cuanto vio a Edward bajar del carro
–No – mentí, patéticamente, mientras caminaba.
Y es que realmente se tendría que estar completamente ciega como para no fijarse en ese tipo.
–¡¿Estas loca?! ¡Pero si es un bombón! – exclamó sin despegar la vista del muchacho.
Trabé los ojos, irritada
–Si tanto te gusta, ¿Por qué no vas y si lo dices? – propuse extrañamente exasperada. Jessica dejó de alardear sobre Edward conforme más nos acercábamos.
–Buenas tardes – saludó él, clavando sus verdes ojos en mí, mientras abría la puerta para que Jessica y yo pudiéramos subir.
Yo, como siempre, traté de ignorarlo lo más que pude. Aun no me lograba explicar por que no había pedido a mamá que lo corriera. Era tan… irritante. Seguramente era la lastima que me daba el pobre muchacho… o tal vez era el miedo a que dijera algo de las muchas cosas que sabía con el poco tiempo de conocerme
–¿A la casa de la señorita Jessica?
–No – contesté, de manera tajante – Iremos a la casa
–¡Bella, Rose y yo tenemos un trabajo! – agregó Jessica con voz animada.
Edward se limitó a asentir, sin despegar su vista sobre la carretera.
En cuanto llegamos a mi casa, Jess y yo subimos a mi recamara.
–Ay Bella – dijo, con un profundo suspiro en cuanto estuvimos a solas – Realmente que Edward es… guapísimo
–¿Podrías dejar de hablar, un solo minuto sobre mi chofer? – pedí, frunciéndole el ceño para manifestar mi desaprobación.
–¡Ash! ¡Este bien! ¿De que quieres hablar entonces? – Preguntó – Todavía falta para que Rose venga… ¡Hablando de Rose!... ¿Cuándo viene Jasper?
Volví a poner los ojos en blanco. Hubiera preferido seguir hablando sobre ese bastardo chofer en lugar del hermano gemelo de mi mejor amiga que, por cierto, se suponía llamar mi novio.
–No sé nada de él, Jess.
–¡Pero es tu novio!
– “Jessica” – reprendí, con voz afilada – Tiene AÑOS que no lo miro
–A tu mamá no parece importarle eso – recordó
–Lo sé. Pero tengo la esperanza de que él se niegue o que ya tenga a alguien más
–Lo dudo mucho… hasta donde sé, Jasper sigue siendo muy exigente a la hora de escoger alguna novia
–Tal vez cuando me vea ya no llene sus expectativas – dije con esperanza.
–¿Bromeas? – Inquirió mi amiga en medio de una sonora risotada – Si le gústate cuando estabas en plena pubertad, no dudes que le gustaras ahora.
–Qué “emoción” – repuse sarcásticamente
–Señorita, ¿Puedo entrar? – pidió Alice al otro lado de la puerta
–Si, Alice, pasa
–La señorita Rose ya vino – anunció.
Le dediqué una sonrisa amable. Alice era todo lo diferente a su hermano y me caía bien, si no fuera por que mi madre amenazó con correrla si se “entrometía” en mi vida, estoy segura que aquella niña sería una gran amiga
–Dile que suba – pedí, amablemente
–Ya le dije, pero quiere que usted baje… dice que tiene una sorpresa para usted
–¿Una sorpresa?” – Repitió Jessica con demasiada curiosidad – ¡Vamos, Bella!
Suspiré, de nueva cuenta, irritada. Jessica me caía bien pero a veces era demasiado animosa para mi gusto.
Bajé las escaleras y me reuní con Rose quien se encontraba a pies de estas
–Hola – saludé – ¿Qué pasa? Me dijo Alice que quería que bajara
– Así es – asintió la rubia, con una sonrisa – Mira quién vino
Un hombre alto, de cabello rubio que caía por encima de sus hombros, apareció ante mi vista. Mis ojos se abrieron como platos
–¡Jasper! – exclamó Jessica y éste le dedicó una sonrisa.
Yo seguía sin decir palabra alguna
–Hola, Bella – saludó el chico, dedicándome una sonrisa de lado, con la cual, hubiera arrancado los suspiros de innumerables chicas que se encontraran alrededor.
Pero yo me encontraba demasiado asombrada como para dejarme aturdir por un rostro bonito.
–No pensé que fueras a venir tan… pronto – lo siento, no pude decir nada más.
–Yo también me alegro de verte– repuso, sonriente. Me imagino que tratando de simular mi seca bienvenida
–Jazz, ¿Por qué no vas a la cocina a pedir una jarra con agua? – ofreció Rose para ayudarme a recuperar el aliento.
El chico no discutió y se marchó hacia donde le indicó su hermana.
–Gracias – dije sinceramente, mientras me dejaba caer sobre el sofá.
–Discúlpame, Bella – se apresuró a decir mi rubia amiga – No pensé que te lo fueras a tomar mal...
–No es eso, Rose… – calmé – lo siento es tu hermano y…
–No, Bella. Tú eres mi amiga y me preocupa lo que sientas… Además, Jasper me ha contado algunas cosas en el camino – confesó
–¿Qué te contó? – se adelantó a preguntar Jessica
–Digamos que Jasper ya tiene a alguien más – susurró Rose confidencialmente – Pero les cuento en cuanto se vaya. No tardará mucho. Solo venía a saludar
Jess y yo asentimos, esperando a que el gemelo de Rose apareciera por la puerta
JASPER POV
–Oye, ¿Podrías preparar una jarra de agua y cinco vasos? – le pedí a la chica con uniforme que se encontraba en la cocina, dándome la espalda.
–Seguro joven, en un momento – dijo mientras giraba su cuerpo.
Mis ojos se abrieron como platos, sin que lo pudiera evitar, al ver su rostro.
La chica era linda. Demasiado, para ser sincero. Sus rasgos eran muy finos, más que los de una muchacha de clase alta que se la pasa untándose cremas caras para “el cuidado de la piel”.
–¿Agua de limonada esta bien? – preguntó mientras sacaba los vasos de la lujosa alacena
–Si – respondí, aún sin dejar de contemplarla
–En seguida lo llevo – anunció, cuando vi que aun seguía en la cocina
–No – discutí – Esperaré
Me maravillé al ver la gracia con la que se movía de un lado a otro en la espaciosa cocina. Me extrañé al encontrarme en esta situación, ya que no solía perder el tiempo con cualquier muchachita y menos de esta forma.
¿Qué rayos me pasaba?... Tenía claro mi tipo de chica, o al menos eso creía. Jamás antes me había llamado la atención alguien de esta manera, al menos que se presentara frente a mí una jovencita guapa, rubia, de delineadas curvas, bien vestida, rica…
… Y esta niña era todo lo contrario.
Aunque no por eso dejaba de ser lo más sencillamente hermoso que había visto en mi vida. Su cabello era negro, al igual que sus ojos. Su cuerpo era pequeño, y resultaba frágil a la vista de toda persona… por sus facciones, podía calcularme a lo mucho unos diecisiete años…
–Aquí tiene, joven – dijo la chica rompiendo mis cavilaciones – ¿Quiere que llevé la charola? – preguntó al no ver ningún movimiento en mi cuerpo
–No – volví a discutir – Yo la llevaré – sostuve la charola y salí de la cocina.
Tras platicar un pequeño momento con las chicas, me retiré. No había en aquella plática que no hubiera escuchado ya antes: maquillaje, viajes, películas, grupos de rock… solía escuchar de ello todo el tiempo, hasta con Vanessa, mi novia que vivía en Colombia
Dejé a las vanidosas muchachas en su mundo y salí de aquella casa con el carro de Rose (Bella se había ofrecido en llevarla), eran aproximadamente las seis de la tarde. Manejé dos calles arriba y la vi de nuevo. Caminaba al lado de una señora. Ya no portaba el uniforme. Su ropa era sencilla, apostaría que de segunda mano, pero aún así pude notar que varias miradas masculinas se posaban en ella (incluyendo la mía). Traté de tomarle menos importancia y las rebasé. Aún así, mis ojos no pudo evitar posarse en ella, por el espejo retrovisor, hasta que la perdí de vista
BELLA POV
–Ya me dio flojera este trabajo – se quejó Jessica aventando su pluma a un lado.
–Tienes razón. No logro entender absolutamente nada – acordó Rose
–Odio las matemáticas – agregué
Las tres suspiramos profundamente y nos quedamos largo rato en silencio
–¡Bella! – soltó Jessica de repente – ¡Tu mamá no esta!
–Si. ¿Y eso qué?” – pregunté
–¿Todavía tienes la botella que no nos acabamos aquella noche? – Inquirió con voz juguetona y traviesa.
Capté al instante. Rose y yo le sonreímos. Me levanté rápidamente para ir a la cocina, en donde había escondido hasta debajo de un cajón de la alacena la botella de vodka. Rebusqué hasta el fondo hasta que mis manos tocaron su objetivo. Me levanté victoriosa, con la botella en mano
–¿Qué se supone que es eso? – preguntó aquella aterciopelada y molesta voz
–Edward… de veras, búscate algo mejor que hacer que vigilarme – pedí, de manera arrogante.
Su mirada se clavo en la mía.
–Deme eso – ordenó extendiendo la mano. Aferré la botella a mi pecho
–No – me negué con obstinación.
–Señorita, sus amigas tiene que irse hoy a su casa – recordó – Si sus madres se quejan que aquí fue donde se embriagaron, es muy probable que la señora me despida
–Y eso... ¿Debería importarme?
–Debería” – acordó, sosteniéndome la mirada con gesto airado – Recuerde que yo puedo soltar muchas cosas que a su madre le interesaría saber.
– No va a pasar nada, Edward – dije tratando de no exasperarme – Solo serán unas copitas. Si quieres, hasta puedes acompañarnos – traté de usar la persuasión para que accediera, pero su rostro era aún serio e inescrutable
–¡Edward! ¡Por favor! – Chillé – Te prometo que no pasará nada
Tras pasar casi un minuto en silencio, al final, suspiró vencido
–No me haré responsable de esto – amenazó antes de irse.
Lo contemplé mas de la cuenta. El garbo de Edward era algo a lo que no lograba acostumbrarme por mucho que me repetía que solo era un pobretón…
Salí disparada hacia la habitación, con el jugo de uva en una mano y la botella en la otra. Jessica y Rose celebraron dando mudas palmadas con las manos. No perdimos tiempo alguno, encendimos el aparato de música a todo volumen y comenzamos a tomar el líquido embriagante sin detenernos. Tras un par de horas la botella estaba ya vacía y nosotras muy mareadas
–Creo que ya… es hora de que nos vayamos – dijo Rose, meneando la cabeza, tratando de controlar el mareo
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Mensaje por Atal 14/9/2009, 11:12 pm

–Iré a llamar a Edward – anuncié, mientras me ponía de pie en medio de un bamboleo.
–Si quieres… voy yo – dijo Jess.
–I–ré yo – atajé, con voz firme
Bajé las escaleras a tropezones. Los escalones simplemente no estaban en donde suponía mi vista. Caminé hacia la cocina, gritando “Edward” desde la sala. Pero no obtenía nada más que silencio.
– “¡Edward!” – no contestaban. Ni siquiera la muchacha que se quedaba supliendo el turno de la tarde, así que decidí ir hacia la recamara de mi chofer.
–¡Ah! Ed-Edward...
Me quedé parada en el umbral de la puerta. Escuchando los gimoteos de una mujer.
Algo dentro de mí, me ordenó… me exigió abrir la puerta de tajo y, lo lamenté al instante, pues encontré a mi chofer en la cama, con la sirvienta que cubría el turno de la tarde. No recordaba su nombre.
–¡Bella! – exclamó el muchacho mientras se separaba bruscamente de la sudada mujer.
Esperaba que ninguno de los dos hubieran notado mi expresión un segundo antes de tornarla sarcástica y grosera
–Vaya, vaya – dije, contemplando fríamente los cuerpos desnudos cubiertos por las sabanas – Ya veo por que estuviste tan accesible…
–Señorita, por favor… – comenzó a decir la muchacha, a la cual silencié simplemente con la mirada.
–Apresúrate, Edward. Tengo prisa – ordené con una voz completamente desconocida para mí. Era una mezcla de furia, burla, frustración, amargura, condena, pena y fingida despreocupación…
–¿Te pasa algo? – preguntó Rose en cuanto me vio entrar al cuarto. Seguramente mi cara había retomado el gesto dolido que tuvo por un segundo al ver a Edward con aquella muchacha
– “No” – mentí. No encontraba palabras para describir lo que sentía. Sabía que era absurdo el sentirse molesta, dolida… más que absurdo, era algo estúpido. Edward no era nada mío y jamás lo sería. Obviamente
Tras esperar unos cuantos minutos bajamos (a como pudimos debido al mareo) y nos encontramos a Edward ya listo con el carro. Sus ojos se clavaron en mí, y yo le respondí la mirada de forma acusadora y burlona. Noté que Jessica le coqueteaba a la hora en que la ayudaba a subir del auto (la cerveza la hacía más atrevida) y que Rose lo contemplaba un buen rato
– Llévanos primero a la casa de Jessica – ordené. Edward se limitó a asentir y me echó otra ojeada por el retrovisor.
–¿Por qué a mi primero? – rezongó mi amiga
–Por que es la casa que nos queda más cerca – contesté
–Edward, ¿No quieres ir a trabajar a mi casa? – ofreció Jessica coquetamente.
Él aludido no pudo evitar emitir una pequeña risita.
Maldito Don Juan Pica Flores.
–Créeme, Jess –dije despectivamente - El servicio de Edward es completo… hasta ofrece espectáculos pornográficos gratis.
La sonrisa de esté se desvaneció
–Si es conmigo, con todo gusto – respondió Jessica mientras se acercaba hacia el chofer. Vi sus intenciones: quería acariciar su cabello o su rostro, la jalé antes de que tuviera oportunidad.
–¡Ya cálmate! – ordené, esperando que se interpretara que estuviera enojada por la dignidad de mi amiga y no por los celos que me invadían irracionalmente
– “¡Ash!, Bella. El hecho de que tu no quieras aprovechar a este mango no significa que yo no
–Esta bien – acordé tajantemente – allá tu si quieres probar saliva de chacha… creo que Edward estará muy complacido de terminar lo que yo interrumpí hace un momento. ¡Hubieran escuchado! Los gimoteos de la sirvienta se escuchaban hasta la sala.
Rose y Jessica abrieron los ojos ante mi comentario y vi como Edward apretaba con fuerza el volante. Nadie dijo ni una sola palabra más durante todo el camino, pero su rabiosa mirada se posó en mí de manera amenazante.
–¿Me puede decir por qué se empeña en hacerme la vida imposible? – preguntó en cuanto estuvimos a solas
– “¿Yo?” – inquirí de manera inocente mientras me auto señalaba con un dedo
– Si, usted – repitió, firmemente.
–Ay, Edward – suspiré, en un intento exagerado de demostrar apatía – Créeme que tengo mejores cosas que hacer que estar vigilando tu miserable vida
–Claro, como intentar suicidarse – repuso, levanté mi mirada, para aniquilarlo con ella
–¿Pero quién te crees…?
–¡No! – Interrumpió furioso – ¡¿Quién te crees TU para estar divulgando mi vida con tus amigas?!
Me quedé estática ante el tono de su voz… era incapaz de creer que un simple chofer me hablara de esa manera.
– Nadie te ha dado derecho de que me tutees – alegué – Respétame, por que no somos iguales y tal parece que eso se te esta olvidando conforme pasan los días
–Respeto se da a quien lo merece – dijo, con voz afilada – Y tu, Bella, lo menos que inspiras en mí es respeto
–¡Claro, claro! El hacer el amor con la sirvienta en la casa de la patrona no es muy educado que digamos – discutí
– Tampoco lo es el abrir la puerta sin antes tocar – protestó
– Al menos la hubieras llevado a otro lugar para “amarla”” – recomendé mientras a mi mente venía aquella grotesca imagen y los incómodos quejidos que había escuchado
– No la amo – confesó en un susurro
– ¿No? – pregunté, realmente curiosa y sin poder ocultar lo sorprendida que estaba ante su confesión. Él negó con la cabeza – ¿Entonces por qué…?
– Vamos, Bella – interrumpió divertido – ¿No me digas que eres de esas niñas fresas que piensan que solo el amor te mueve a tener sexo con un persona?
Agaché mi cabeza. Realmente ese había sido el motivo del por qué no me había acostado nunca antes con ningún chico. La idea parecía divertirlo, así que obviamente no lo admitiría frente a él
–Eres un idiota – acusé, con verdadero enojo. Sentí un poquito de lastima por la muchacha. Solo un poquito. Edward se encogió de hombros
–Eres un patán – volví a acusarlo.
No hizo gesto alguno, su mirada se clavo en la carretera – “Pero supongo que la estúpida es ella…” – concluí
–¿Tu nunca has hecho algo parecido? – preguntó
–Deja de tutearme – ordené, tratando de desviar el tema
–¿Lo has hecho o no? – insistió, ignorando fácilmente mi comentario anterior.
–¿Ser la idiota de un tipo? No – respondí. Con esa contestación no iba a mentir y él podía suponer lo que quisiera
– ¿Tanya es idiota? – inquirió en cuanto el carro paró en el garaje de mi casa
– Idiota es poco – aclaré – Mira que acostarte contigo es… lo más bajo que alguien pueda hacer – esperaba que no notara la nota de celos debajo de la frialdad de mis palabras
–¿Es mi imaginación o estas celosa? – ¡Maldición!
–¡Por favor, Edward! – Exclamé – No sueñes tanto – le recomendé mientras emprendía la marcha hacia la puerta de la sala. Huyendo, realmente. Ni bien había dado dos pasos hacia delante, sus brazos me acorralaron entre su cuerpo y el carro.
– ¿Y por qué no puedo soñar? – preguntó con voz peligrosamente seductora.
–Te estas pasando, chachito – advertí, concentrándome al máximo para no hacer manifiesto mi nerviosismo. Desgraciadamente mi voz se corto ligeramente
–¿La estoy haciendo temblar, señorita? – cuestionó, la suficiencia salía a borbotones de aquellas palabras. ¿Qué podía esperar? Era obvio que él muy idiota sabía que feo no era. Era claro que estaba consciente de que todas podían caer rendidas ante sus verdes e hipnóticos ojos, ante la miel y profundidad de su voz, ante la perfección de su rostro y de su alto y musculoso cuerpo…
– Solamente de asco – respondí desafiante, olvidándome de lo que momentos antes había pensando. Esperaba que se separara ante el veneno y crueldad de mis palabras, pero paso lo contrario.
Su cuerpo se apretó hacia al mío, dejando solo escasos milímetros entre nuestros labios. Inclinó su rostro para que su nariz rozara levemente mi cuello, y, después, subió lentamente, hasta mi mandíbula. Cerré los ojos ante el placer que me dio el tener su aliento contra mi piel.
– ¿Te sigo dando asco, Bella? – preguntó con su boca casi pegada a la mía
Ya no podía pensar coherentemente. ¿Quién podría resistirse ante semejante tentación? Moví mis manos hacia su cabeza, aferré mis dedos en su cabello y jalé su rostro hacia el mío para poder besarlo.
Él correspondió el beso de manera intensa. Moviendo sus labios contra los míos con fiereza. Me atrapó aún más contra el carro. Podía sentir la fuerza de su cuerpo sobre el mío. Su calor traspasando hasta mis huesos. Mis manos se deslizaron hacia su cintura. Quería que me apretara más. Quería sentir ese calor más cerca de mí.
En ese momento entendí como es que Tanya, y muchas otras más, no habían sido capaces de no dejarse llevar por él…
Pero yo no era Tanya…
Con una gran fuerza de voluntad, que emergió de no sé donde, llevé mis manos hacia su pecho y lo alejé. Sus ojos brillaban en la oscuridad, sus labios estaban húmedos y su respiración era un pequeño jadeo al compás del mío. Estuve a punto de volver a besarlo, solo a punto. Antes de que eso pasará, lo quité de mi camino y salí lo más rápido que mis pies lo permitieron
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Mensaje por Atal 14/9/2009, 11:16 pm

CAPITULO 4: COMPROMISO

EDWARD POV
“¡Alice, date prisa hija!” – exclamaba mi madre yendo de un lado a otro con varias cosas en la cocina – “¡Tenemos solo tres horas y no esta lista la comida ni la mesa!”
“Hola, mamá” – dije en cuanto llegué de la escuela y tomaba las llaves para ir a traer a Bella a la escuela – “¿Por qué tan apurada?”
“¡A la señora se le ocurrió hacer una fiesta de un momento a otro!” –
“¿Una fiesta?” – repetí, confundido.
“El señor viene de su viaje de negocios y la señora quiere recibirlo con una cena” - explicó mi interlocutora
Levanté las cejas por el asombro. Llevaba ya casi tres meses trabajando en ese lugar y, tal parecía, hasta esa noche, iba a tener el gusto de conocer al Sr. Swan
“¿Puedo ayudarlas en algo? Todavía falta media hora para ir a traer a Bella”
“Señorita, Isabella” – corrigió mi madre – “que no se te olvide que a la señora no le gustan ese tipo de confiancitas”
Suspiré mientras ponía mis ojos en blanco. Si la “señora” supiera que tenía pocas semanas su hija y yo nos habíamos besado.
Aun recordaba aquella imagen, tan clara como si hubiera sido ayer.
“¡Esto es injusto!” – entro quejándose Alice – “¿Dónde esta la otra muchacha cuando se le necesita?”
“Ella entra a las cinco” – informé
“No se a que viene, el trabajo es en el día” – volvió a refunfuñar mi hermana
“Calma, Alice” – dijo mi madre “La señora le habló para que viniera, no ha de tardar”
Tanya apareció justo en el momento en el que yo salía de ahí para ir a traer a Bella.
“¡Edward!” – saludó de forma demasiado entusiasta, rodeando mi cuello con sus brazos y besando ligeramente mis labios. Lo primero que hice fue apartarla rápidamente, mientras miraba a mi mamá. Ya me esperaba su mirada desaprobatoria
“Nos vemos, Tanya” – dije secamente – “Tengo que ir por la señorita”
Alice se adelantó a salir y me siguió hasta donde estaba el carro
“¿Otra de tus conquistas?” – preguntó con burlona desaprobación. Le dediqué una sonrisa inocente – “Ay, hermanito. ¿Cuándo vas a cambiar?”
“Vamos, no es nada” – alegué a mi favor – “ella sabe que… solo somos amigos”
“Si, seguramente.”- replicó, cruzando sus delgados bracitos sobre su pecho – “Ya la quiero ver llorando el siguiente mes, cuando se te pase el gusto”
“Vamos chaparra, no es para tanto” – tranquilicé –“Hasta ahora ninguna se ha suicidado por mi” – agregué mientras le volvía a sonreír, abriendo la puerta del automóvil.
**************************************
En cuanto llegué a la escuela, Bella ya me estaba esperando donde usualmente solía estacionar el carro. Desde aquella noche, su mirada era más gélida y su indiferencia más acentuada.
“Buenas tardes” – saludé con un asentimiento mientras subía a la parte trasera del carro. No contestó.
“No vamos a ir a la casa” – dijo ya adentro – “Llévame a Port Angeles, tengo que hacer algunas compras”
La miré por el retrovisor al escuchar extraño el timbre de su voz. Tenía los ojos hinchados y húmedos.
“¿Le pasa algo?” – pregunté en cuanto llegamos a un lujoso departamento de ropa
“No” – contestó. Aunque era obvio que me mentía.
Esperé afuera mientras Bella hacía sus compras. Imaginé que la causa principal era la fiesta que habría en pocas horas. Tras esperar cerca de una hora, Bella salió con dos bolsas en las manos. Me apresuré a ayudarla. Cuando llegamos, aún estaba mi mamá y Alice en la casa
“Alice, ¿Acaso no piensas ir a la escuela” – pregunté molesto
“No puedo dejar a mamá sola”
“Yo la ayudo, vete ya” – indiqué mientras la empujaba hacia la salida de la cocina, me sonrió agradecida y se fue, no sin antes darme un beso en la mejilla
“Gracias” – murmuró mientras se quitaba el mandil
“Alice” – llamó Bella, entrando al lugar.
“¿Si señorita?” – preguntó mi hermana de manera amable. Era claro que ambas se agradaban.
“¿Se te ha hecho tarde para ir a la escuela, verdad?”
“Solo un poco, señorita”
“Si quieres, te puedo llevar” – se ofreció. Mis ojos se abrieron por la sorpresa. Alice ya me había contado que Bella siempre había sido muy amable con ella, pero no podía creer que hasta ese grado.
“No señorita, gracias” – repuso mi hermana con una enorme sonrisa apenada.
“Vamos, Alice…” – insistió la otra muchacha… sin embargo,
“Bella” – la voz de la señora nos hizo saltar a los tres – “Deberías de estar arreglándote, en lugar de estar platicando con la servidumbre” – recomendó, mirándonos, a mi hermana y a mí, con desprecio.
El rostro amable de Bella se descompuso rápidamente en aquella mascara fría y petulante, tan característica de ella.
“Si, mamá” – acordó la muchacha y contemplé, con tristeza, el como se retiraba de mi vista.
“Edward” – llamó la patrona – “A las 7 te quiero listo, iremos a traer a mi esposo” – ordenó.
Ayudé en lo que pude a mi madre y a Tanya (evitando las insinuantes miradas y roces que me brindaba, estando Esme presente)
“Tanya, ¿Podrías hacerme favor de tranquilizarte mientras esta mi madre?” – inquirí molesto. Pero a la chica no parecía afectarle mi tono de voz. Acercó su cuerpo mientras me empujaba hacia la mesa y recorrió mi pecho con una de sus manos
“¿Acaso mamá no te deja tener novia?” –
“Tanya… tu y yo no somos…” –
“Ya lo sé” – interrumpió, sin que mis palabras (o la intención de mis palabras) le afectara - “¿Te veo hoy en la noche? Tiene días que no te visito”
Le sonreí de lado. Era algo que no podía evitar al pensar en la cama y en Tanya al mismo tiempo.
“Claro, pero ahora, compórtate, ¿Si?” – pedí de manera más amable. La chica asintió para después, inclinarse y rozar mis labios, restregando su cuerpo con el mío.
No lo pude evitar y, aprovechando de que no había nadie en la cocina, llevé mis manos hacia la parte más baja de su cintura y la apreté fuertemente contra mí. Sentí como una de sus piernas se comenzaba a entrelazar con una de las mías…
“¿Ustedes no se cansan de andar de calientes, verdad?” – interrumpió aquella voz tan familiar y dolorosa. Me separé bruscamente de mi amante, para verla y un suspiro ahogado se me fue en cuanto la vi.
Estaba hermosa. Su vestido color azul marino resaltaba cada delicada curva de su cuerpo. Solo una belleza de tal magnitud era capaz de dejarme mudo y embobado tanto tiempo.
“¿Qué?” – preguntó tajantemente – “¿La chacha te comió la lengua?”
Aquello me hubiera molestado si no la estuviera viendo con tanta idolatría. (Últimamente se le había dado por tratar más que mal a Tanya cuando estaba yo presente) Pero esa noche solo estaba para ella… para nadie más, así que los insultos quedaron, fácilmente, de lado.
“Mi mamá no podrá ir, todavía no se termina de arreglar, así que iremos tu y yo por mi papá” – indicó, y, rápidamente, abandonó el lugar.
Yo salí tras de ella como perro faldero, olvidándome de Tanya por completo.
En el viaje pude ver como Bella se secaba en dos ocasiones unas rebeldes lágrimas que caían por sus mejillas.
“No debería de estar llorando” – aconsejé – “tiene mucho que no ve a su padre, debería de estar feliz”
“Debería” – replicó con acritud – “Pero hay algo que me impide disfrutar el regreso de mi padre”
“No le gustan las fiestas” – afirmé
“Y en especial esta” –
“¿Por qué es tan mala?” – quise saber
“No tengo por que contarte mi vida, Edward” – contestó – “Yo no te ando preguntando sobre la chachita” –
“No debería referirse así de ella, se llama Tanya” – le recordé
“Me vale un comino si se llama Tanya o Simiona… no voy a malgastar mis neuronas en recordar a alguien tan insignificante”
“¿Entonces yo no soy insignificante?” – pregunté. Ella me cuestionó con la mirada – “Usted se aprendió mi nombre a la primera” – recordé, provocando que al instante, una delicada risa, seca y afilada, saliera de su pecho
“Vamos, Edward. Ya baja de tu nube” – aconsejó – “¿Acaso crees que tú, un simple chofer, podrías ejercer un poco de atracción en mí?”
Aquel comentario dolió. Pero luché por que no se hiciera evidente en mi rostro
“El beso que me dio hace semanas demostró todo lo contario” – dije a mi favor. Desde lo ocurrido, jamás habíamos tocado el tema. Así que no sabía que esperar de Bella. Esperé por largo rato antes de que ella hablara
“Te puedo besar otra vez, si quiero, y sigue no teniendo significado alguno” – contestó, al fin. Frené el coche
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Mensaje por Atal 14/9/2009, 11:17 pm

“¿Qué haces?” – preguntó mirando la oscuridad por las ventanillas – “Esto no es el aeropuerto”
“Ya lo se” – admití – “Solo quiero dejar muy en claro que yo también la puedo besar otra vez y seguiría significando absolutamente nada”
Bajé del carro con un movimiento rápido y me adentré a la parte trasera de este. Cerré la puerta y tomé su rostro entre mis manos, sin darle oportunidad a ejercer el más mínimo rechazo. Esta vez fui yo quien comenzó el beso. Bella forcejeó ligeramente durante unos segundos antes de darse por vencida y dejar caer sus manos alrededor de mi cuello. La oscuridad de la noche, y la idea de saber que nadie nos podría ver, mandó a mi mente una señal para intensificar aquel contacto físico.
La besé con más pasión, sintiendo cada parte de su boca contra la mía, apretando su rostro con mis manos. Podía sentir como nuestras respiraciones se volvían mas intensas y en un movimiento automático e inesperado fue guiando su cuerpo para que se acostara completamente y yo quedara encima de ella. Mi boca se separó de la suya y resbaló por su cuello.
Para, Edward me ordenaba la poca conciencia lógica que tenía. Pero mis manos no obedecían en absoluto. Con un temblor, nunca antes sentido, se desplazaron por sus hombros hasta llegar a su cintura, pequeña y frágil. Mi boca seguía saboreando su cuello y comenzó a bajar un poco más. Una de sus manos aferraba mis cabellos y la otra mi espalda.
Comencé a bajar con los labios el fino tirante de su vestido, mientras escuchaba a Bella suspirar profunda y entrecortadamente.
¡DETENTE! Gritó una voz interior. Logrando que me separara de ella entre jadeos. La miré con deseo infrenable, pero sabía que esto no era lo correcto. Yo no merecía a Bella. Estuvimos en silencio mucho tiempo, mirándonos a los ojos con cautela.
Esto… no… significó nada… ¿Entendiste?... – preguntó ella mientras recuperaba la respiración
No significo nada, PARA TI
Me bajé de su cuerpo calido y me puse al volante de nuevo. Manjé con la vista puesta en la carretera pero con los pensamientos en la mujer que se encontraba en el asiento trasero.
Aceleré más. Estaba a punto de fracasar. Faltaba poco para decidirme parar el carro e ir de nuevo a besarla y hacerla mía. (Aunque, muy probablemente, Bella pararía. Seguramente ella me había estado siguiendo el juego todo este tiempo)
Llegamos al aeropuerto justo a tiempo (gracias a que rebase los 135 kilómetros por hora)
“¡Papá!” – exclamo Bella mientras se aventaba a un hombre alto y de aspecto recatado.
“Bella, cariño mío” – el hombre le hablaba con mucho amor a su hija mientras la cubría de besos
“Papi, como te he extrañado” –
“Yo también cariño. Yo también” – tras dos minutos de muestras de afecto, ambos caminaron en mi dirección
“Papá, él es el chofer” – escupió Bella la última palabra mientras me miraba de forma mordaz
“Mucho gusto, muchacho” – el señor me tendió la mano de manera amable. Le correspondí el gesto rápidamente.
“El gusto es mío, Sr. Swan” – dije. Tal parecía que la combinación de ese carácter tan explosivo de Bella se debía a la arrogancia de la madre y la cordialidad del padre
Llegamos a la casa. En el patio había ya varios lujosos carros estacionados. El rostro de Bella volvió a mostrarte triste y molesto
“Te siguen disgustando las fiestas” – comentó el padre divertido
“Esta, sin duda, se lleva el premio”
“¿Jasper Hale esta de regreso?” – inquirió
“Como me conoces, papá” – dijo Bella mientras lo abrazaba.
Entré por la cocina para evitar pasarme por la sala. Encontré a mi mamá aun ahí junto con Tanya que llevaba una charola con suculentas botanas
“Mamá, ya es muy tarde” – dije
“La señora me pegará las horas extras” – contestó con una sonrisa – “no nos caería nada mal el tener un dinerito extra… así podríamos celebrar tu cumpleaños”
“Mamá… no tienes por que preocuparte…”
“Tiene años que no celebramos tu cumpleaños” – interrumpió – “Siempre has sido el que se ha sacrificado para que nada les falte a tus hermanos pero, ¿Y tu qué?”
“Mi mejor regalo son ustedes” –
“Tú eres un regalo para nosotros” – dijo mi madre pellizcando una de mis mejillas – “Aunque seas un todo un Don Juan” – me acusó con su tierna mirada
Le sonreí de la misma forma con la cual le había sonreído a mi hermana
“Te quiero” – confesé
“Si, ya se que me quieres, pero eso no va a lograr que me olvide de sermonearte el día de tu descanso” – sonrió – “Ahora, ¿Podrías ayudarme a repartir todas estas botanas?”
“Claro” – tomé una de las charolas con comida y me dirigí hacia la sala. Varias personas vestidas de forma elegante se encontraban ya. Entre ellas distinguí a Jessica, (quien en cuanto me vio me saludó animadamente desde lejos) y a Rose. Busqué con la mirada a Bella. Se encontraba al lado de su madre y advertí que su mirada se posaba en mí.
La gente se aproximó y acabaron pronto con las botanas que sostenía…
BELLA POV
“¡Por Dios, Bella!” – exclamó una de mis compañeras de clase – “¿Quién es ese bombón?”
Trabé los ojos. Era la cuarta vez (excluyendo a Jessica) que me preguntaban acerca de Edward.
“Es mi chofer” – contesté de manera mucho más cortante
“¡¿Tu chofer? ¡¿A qué agencia vas?!” – quiso saber – “Para que le diga a mi mamá que vayamos en seguida”
“No lo contratamos en ninguna agencia, es el hijo de la cocinera” – repuse mientras posaba mis ojos en el susodicho.
Realmente no podía culparlas. Edward era… perfecto. Ninguno de los presentes le hacía justicia. Edward (vistiendo sencillamente el uniforme) superaba por mucho a todos los chicos con lujosos trajes y poses.
Todo lo de él era tan natural: la forma de moverse, la enigmática luz de sus ojos color verde, su cabello cobrizo y despeinado, sus labios al sonreír cordialmente… esos labios que tenía menos de tres horas acababa de saborear…
“¿Bella, me estas escuchando?” – preguntó mi madre rompiendo mis cavilaciones
“Perdón. ¿Qué?” –
“Ya es hora del brindis” – anunció con voz desperada. Caminé con desgana. Mi madre me jaló para que quedara justo al lado de Jasper.
“Hola, Bella” – saludó. Toda la noche no nos habíamos hablado (para gran frustración de Renne)
“Hola” – dije
El brindis comenzó
“Quiero agradecer a todos los presentes por haber venido” – comenzó a decir mi mamá – “Esta fiesta, como ya todos ustedes saben, fue por el regreso de mi esposo de su viaje a Madrid. Pero también hay un segundo motivo: el regreso del joven Jasper Hale” – todos aplaudieron y yo trabé los ojos. Estas cosas me aburrían – “Jasper, cariño, bienvenido” – Jasper asintió. Su rostro mostraba que tampoco le gustaba mucho el detallito de mi madre – “Espero que tu y mi hija sigan con su compromiso… ya sabes que eres como un hijo para nosotros y nada nos haría más feliz que verlos llegar al altar…”
Dejé de escuchar por que la mirada de Edward me había atrapado. ¿Cómo se había atrevido mi madre a mencionar tal blasfemia? ¿Cómo? si todavía Jasper y yo no habíamos vuelto a hablar sobre formalidades en nuestra “relación”
Me encontraba aturdida… mientras una desesperante angustia me llenaba por dentro. ¿Creería Edward aquellas palabras? ¿Debería importarme de esta manera tan absurda lo que él pensara? No. No debería. Pero lo hacía.
Jasper se mostraba tan confundido como yo. Los invitados no se dieron cuenta de nuestros rostros, tomando nuestro mutuo silencio como una afirmativa a la petición de mi madre. Aplaudieron y siguieron entre sus charlas artificiales, mientras yo no hallaba las horas para que todo esto terminara…
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Mensaje por Atal 14/9/2009, 11:19 pm

CAPITULO 5: REALIDAD

EDWARD POV
Gracias al cielo, la maldita fiesta había terminado. ¡Mierda! Las palabras que la señora había dicho aun resonaban una y otra vez en mi mente. ¡Que estupido había sido! ¡Que estupido era! ¿Por qué, maldita sea, me tenía que poner en este estado el saber que Bella estaba comprometida? Era lógico ¿No? ¿Qué esperaba? ¿Qué ella se fijara en mí? ¡Idiota! ¡Mil veces idiota!
Eso era más fuerte que yo y esa noche tenía dos opciones:
La primera: esperar a que viniera Tanya… y la segunda: ir a buscar a Bella a su recamara.
Mi conciencia, mi débil conciencia, sabía que la primera opción era más lógica y audaz… ¿Qué se suponía iba a ser yo en el cuarto de “la señorita”? ¡¿Qué?! ¿En que momento, Dios mío? ¿En qué momento fue a nacer en mí todo esto? ¿Y por qué sentir esto justamente por ella? Suspiré profundadamente mientras me cubría los ojos con mis brazos…
Y, aun sin saber muy bien con que objetivo, me paré de la cama y me dirigí hacia su cuarto… todo estaba ya oscuro, eran alrededor de la una de la mañana… seguramente estaba durmiendo ¿Qué iba a ser si estaba dormida? ¿Qué? Estaba completamente loco y aun sabiendo eso mis pies no frenaban.
Llegué a mi objetivo, ¿Qué tenía en especial esta niña que me hacía arriesgar hasta mi propio trabajo, sin el cual, simplemente no podría seguir estudiando? Sollozos, habían sollozos al otro lado de la puerta… ¿Tenía que tocar o me arriesgaría a ver si estaba abierta? Elegí, como siempre, la opción menos apropiada: la segunda. Estaba abierta ¡Maldita suerte! ¿Tan desgraciado era conmigo el destino como para ponerme todo, ante ella, de una manera tan fácil, tan… tentadora?
Ella se percató rápidamente de que su puerta estaba abierta, entre la oscuridad, vi su oscura silueta levantarse rápidamente de la cama. ¿Qué hacer? ¿Qué decir? ¿Irme? Eso sería lo único rescatable
“Edward ¿Qué haces aquí?” – preguntó susurrando con voz entrecortada. Cerré la puerta detrás de mí y le puse seguro, aún sin saber qué estaba haciendo – “Edward… sal de mi cuarto” – ordenó. No obedecí. Caminé hacia ella y en la oscuridad rocé su mejilla. Estaba húmeda y calida
“Esta llorando” – susurré – “¿Por qué?”
“¿Has venido a eso? ¿A preguntarme por qué lloro?” – No. Realmente no.
“Te vas a casar” – dije, ignorando su pregunta. Mi mano aun estaba sobre su mejilla. Ella no la había retirado
“¿Y si me caso qué? ¿Te tengo que pedir permiso?” –
“Por supuesto que no… solo pensé que tu llanto se debía a eso” – falsas esperanzas
“No finjas conocerme” – pidió con voz triste, mientras intentaba inclinar su rostro hacia abajo
“Intento conocerte” – confesé, sin poder contener la adoración que le tenía
“No me tutees” –
“¿Por qué no?” –
“Edward, ya dime que haces aquí” – imploró
“No lo se” – admití. ¿Qué más daba mostrarme débil ante ella? – “disculpe por molestarla…” – retiré mi mano de su mejilla y me di media vuelta, ¿Qué podía seguir haciendo ahí?
“No te vayas” – dijo mientras me jalaba del brazo y sus labios aprisionaban los míos. ¿Por qué hacia eso? ¿Por qué tenía que torturarme de esta manera tan hermosa? ¿Acaso no se daba cuenta de lo débil que era y lo mucho que ambos podíamos perder en este juego?
A mi no me importaba perder. Tome su cintura entre mis manos, solo una ligera blusa la cubría, sus labios se movían insistentes en la oscuridad. Moví una mano hacia sus cabellos, suaves y sedosos. Rocé sus mejillas, rocé su cuello, rocé sus hombros y sus brazos, mientras que a la vez, sentían sus manos moverse en mi espalda, provocando un cosquilleo en ella.
Mi mano se atrevió a descubrir su vientre plano y desnudo, suave y fina piel. ¿Por qué no paras esto Bella? Para, por que yo no podré hacerlo mi boca te desea, mi cuerpo te necesita, mi alma te adora…
Me guías. Irónica situación. Por primera vez tengo miedo. Tal vez es por que te quiero. Ahora nos encontramos en tu cama, mi cuerpo junto al tuyo, ¡Detén esto Bella! Mis manos ya no podrán controlarse más y comenzaran a deshacerse de lo que estorban… Detén esto, Bella y como una orden lo haces. Pones tus manos en mi pecho y me alejas.
Nos miramos con cautela, una vez más… Sentía su respiración entrecortada, una vez más…. Me duele estar tan lejos de ti… una vez más.
“Infiel” – susurré. No por él, si no por mí. Aunque yo no tenía ningún derecho de llamarle así ¿Qué era Bella de mí? Nada, más que la hija de la patrona
“Vete, Edward” – pidió. Obedecí. Obedecía cada palabra y cada mandato que ella me daba. Era un esclavo, un mendigo y ella, era mi diosa. Su peor castigo: provocarme el deseo de un amor que jamás podría tener.
Al llegar a mi recamara me asusté al ver una silueta femenina esperándome.
“¿Dónde estabas?” – preguntó Tanya.
“Fui a tomar un vaso de agua” – ella caminó hacia mi y me rodeó el cuello con sus brazos
“Te encanta hacerme esperar” –
“Claro que no” – susurré – “Ya no te haré esperar”
La rodeé con mis brazos y rápidamente la llevé hacia mi cama, en donde la besé y la desvestí con desesperación salvaje mientras buscaba en ella su calor. Busqué en cada milímetro de piel su piel y no encontré nada de ella…
Y es que nadie era como Bella…
***********************************
“¡Caray hombre!” – exclamó Emmet mientras me daba un manotazo en la espalda – “Te ves mal”
“No dormí bien anoche” – expliqué sin prestar mucha atención
“Yo te podría ayudar a dormir mejor” – ofreció Victoria mientras se sentaba en mis piernas. Los demás comenzaron aullar. Decidí ignorarla, no estaba de humor para andar con jueguitos seductores.
“¿Me vas a decir qué te pasa?” – pidió Emmet en cuanto estuvimos al fin solos
“Ya te dije que no dormí bien” –
“¡Vamos, Edward!, no soy idiota y soy tu amigo… te conozco. Algo te pasa”
Realmente me conocía bien. Emmet era mi amigo de años, un chico de familia muy acomodada, pero modesta. De las pocas (por no decir la única) que te encuentras en la vida, casi juraba que sus padres no tenían interacción alguna con las demás familias “de sociedad”.
“¿Tienes problemas económicos? Ya sabes que si se te ofrece te puedo ayudar…”
“No es eso, Emmet” – interrumpí – “Por ahora estoy bien, en el lugar en el que trabajo me pagan demasiado de manera considerable”
“¿Entonces?” – insistió
“La hija de la patrona” – dije suspirando derrotado. Emmet no lo iba a dejar pasar
“¿Qué tiene la hija de la patrona?” – inquirió sin entender aún. A veces me sorprendía lo poco observador que era para percibir los sentimientos de los demás
“Me estoy enamorando de ella” – confesé de manera atropellada. Mi amigo abrió los ojos, dilatados por la impresión
“¿Has dicho ENAMORANDO?” – asentí muy a mi pesar y él soltó una sonora carcajada – “¡Edward, no bromees! ¡¿Tu?! ¡¿Enamorado?!
“Si no te vas a tomar esto en serio…” – dije, exasperado, mientras me ponía de pie. La situación no me resultaba nada cómica
“Tranquilo, tranquilo” – Emmet me tomó por el hombro y me hizo retroceder. Me analizó varios segundos con la mirada – “En realidad parece que si estas enamorado”
“En realidad” – repetí
“Pero eso no es tan malo” – objetó y trabé los ojos
“Es la hija de la patrona” – le recordé – “¿Eso no es malo?” – mi amigo se quedó pensando por unos cuantos segundos.
“Dices que trabajas en la casa de los Swan, ¿No?” – asentí – “Tienes razón, es una familia muy conservadora e idealista… sobre todo la señora… a mi mamá le cae como patada de burro” – rió quedamente
“Lo sé…” – comencé a decir – “no me logro explicar por qué esa niñita me ha llegado a… a atrapar de esta manera”
“Es muy linda. La he visto de lejos” – admitió Emmet
“No es solamente su físico, Emmet” – aclaré mientras la recordaba – “Es su personalidad… creo que soy masoquista” – sonreí al acordarme cuando me pegó una cachetada y las humillaciones que había recibido de ella
“Estas enfermo, amigo” –
“No se que hacer”- admití
“¿Has pensado en decirle lo que sientes?”
“No… ¿Para qué? Ella me humillaría y… ¡Es claro que ella se burlaría de mis sentimientos!”
“¿Tan descorazonada es?” –
“No. Solo que… ella esta comprometida y es muy frívola… principalmente conmigo”
“Si esta comprometida, amigo, mejor ya ni luches” – recomendó con voz sabia.
Suspiré
“No es fácil” – discutí con voz apesadumbrada.
La tarde paso sin acontecimiento alguno (si descartamos que fuera por Bella a la escuela y una punzada de dolor me diera al verla)
La tardé pasaba tranquila. Me acomodé en la cocina para comenzar a trabajar en un reporte sobre las células humanas y sus funciones. Llevaba varias horas, ya casi finalizaba el trabajo (Gracias a que Tanya no se había parado por ahí)
“¡Si mamá!” – gritó Bella. Su voz provenía de la sala – “¡Ahorita le hablaré a Jasper para que salgamos!”
Apreté el lapicero con la mano. Traté de concentrarme en mi tarea
“Edward, vamos a salir” – anunció Bella y salió antes de que pudiera responderle. Me levanté, llevé mis cosas a mi recamara, cogí las llaves del carro y me dirigí hacia el.
Lo que me faltaba: tener que ir con Bella a sus citas amorosas. La chica subió al carro con gesto molesto
“¿A dónde?” – pregunté
“A donde tu quieras” – lo miré extrañado a trabes del retrovisor – “Llévame a donde sea, pero que este lejos de mi casa y de mi madre” – exigió.
Espero le haya gustado, son varios capitulo y la tengo completa, asi que a medida que vayan postenado voy publicando..jajajdisfrutenla Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 80198
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Mensaje por Bbra 15/9/2009, 11:07 pm

Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 142466 atal si es por mi publicalos todos de una vez Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 80198
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Mensaje por Irina Denali 15/9/2009, 11:09 pm

dime atal por que me odias tanto dime ............ Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 22750 por que simpre me dejas haci por que noooooooooooooooooo ....... si me enfermo de algo y me muero va hacer culpa tuya y quedara en tu conciencia y te jalare las pies por la noche haci te hallas cambiado de casa jajajajaja mentiras pero sube porfa pronto mas capitulos ya que tines la historia completa no creo que te cueste o si ???? porfa porfa siiiiiiiiii!!!!!! Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 80198 Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 80198 Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 80198 Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 142466 Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 678878 Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 678878 Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 599949 Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 76524 Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 76524 Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 997487
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Mensaje por Bbra 16/9/2009, 12:11 am

si atal plis apiadate de nosotras
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Mensaje por Atal 16/9/2009, 6:38 am

Aquí les dejo 5 capítulos más, jajaja de apoco es la emoción, gracias por los posteos, besitos


Capitulo 6: La otra cara de la moneda

EDWARD POV
Llevarla a donde yo quisiera…
Esa frase, mencionada por otra mujer, hubiera pegado a mi morbosa mente de manera rápida y tenebrosa… pero ella no era otra mujer… ¿Por qué me resultaba tan diferente esta chiquilla? ¿Por qué no podía verla solo como un cuerpo de deseo y placer? Yo sabía que quería más que eso, mucho más…
La deseaba, no lo iba a negar, pero era un deseo diferente. Un deseo amoroso, lleno de cuidado y miedo por mi parte. No le quería dañar, quería que ella fuera feliz. Desde que la conocí, un deseo infinito de protegerla me nació (no lo quería reconocer, pero así fue) haría todo lo que fuera (y ella me permitiera hacer) con tal de verla feliz. Pise más fuerte el acelerador. ¿A dónde podría llevarla? Por lo que había visto, Bella frecuentaba solo lugares de alta sociedad, lugares lujosos y muy selectos, solo para gente como ella: gente con dinero y status social elevado.
¿Quería Bella ir a algún lugar de aquellos? Jamás la había visto realmente feliz al mencionarlos, ni al salir ni al entrar de ellos… al contrario, siempre salía con su bello rostro cubierto de amargura, de soledad… ¿Entonces a dónde? Tampoco la podía llevar a lugares en los cuales yo frecuentaba: un mundo totalmente paralelo. Un mundo en el cual el contraste se tornaba blanco y negro. Como nuestras vidas. Seguramente se asustaría.
Aún así me arriesgué. ¿Qué podía pasar? Solo que ella viera con sus propios ojos otro tipo de vida, la cual ignoraba (y probablemente, ignoraría) por completo. La llevé a mi casa. La veía por el rabillo del ojo. Su rostro, (antes triste), se veía curioso al recorrer las oscuras y desoladas calles del barrio en donde solía vivir.
“¿Dónde es aquí?” – preguntó con voz baja, sin despegar la vista de la ventanilla. Seguí el rumbo de su mirada: una señora de edad avanzada tirada en el suelo, sin protección alguna de la fría noche
“Este, es el barrio en donde vivo. Espero no le moleste el que la lleve a mi casa. No se me ocurrió otro lugar a donde ir” – no hubo respuesta – “Si gusta, la puedo llevar a otro lugar” – ofrecí. Ella negó con la cabeza
“No” – se limitó a decir y siguió mirando a través de la ventanilla. Pocos minutos después llegamos a mi casa.
Las luces estaban encendidas. Detrás de la desgasta cortina se veía la sombra de mi madre y la de uno de mis hermanos. Seguramente estaban terminando de cenar. Estacioné el carro en un estrecho lugar junto a mi hogar. Ayudé a Bella a bajar del carro, su mirada estaba posada en mi casa.
“¿Tu casa?” – preguntó señalándola
“No esperaba a que fuera una mansión, ¿O si?” – pregunté sonriendo. Estaba seguro que probablemente, mi casa tenía el mismo tamaño que la sala de su mansión.
Ella me miró de forma acusadora, como si mi comentario no le causara gracia alguna. Ignoré su gesto y la guié hacia la única puerta que teníamos por entrada, la abrí y le indiqué con un gesto a que pasara. Ella dudó un segundo en la puerta y sus ojos se posaron en los míos.
“Siéntase en su casa” – indiqué con una sonrisa para infundirle confianza.
“Gracias” – contestó sonriendo levemente, y entró con la cabeza agachada.
“¡Edward!” – exclamó sorprendida mi madre al vernos entrar – “¡Señorita!”
“Buenas noches, Esme” – saludó Bella tímidamente levantando la vista. Analizó mi casa con la mirada
“La señorita comenzó a sentirse mal en el camino – me apresuré a decir - la casa nos quedaba cerca y decidí pasar para que le prepararas un té, de los que solo tu sabes cómo hacer para calmar los nervios” – mentí con convicción.
Había venido pensando en el camino que excusa darle a mi madre. Mi padre apareció en la pequeña sala, trayendo cargado en la espalda a Seth. Jacob aun estaba en la mesa mirando con extrañeza a Bella
“Buenas noches” – saludó mi padre con aquella sonrisa gentil tan suya. Bella volvió a saludar. Mi madre la invitó a sentarse mientras se adentraba en la cocina junto con mi padre, dispuesta a preparar el té. Encendí el viejo televisor
“Siento mucho no tener televisión de paga” – me disculpé en tono bromista.
Realmente quería descubrir en el rostro de Bella algún gesto de apatía o arrogancia, pero nunca fue así. Su mirada viajaba, una y otra vez, (tratando de ser disimulada, pero sus ojos eran demasiado expresivos y fáciles de leer, al menos para mí) y solo se tornaba extraña. Podría jurar que estaba maravillada
“Tu casa es muy bonita, Cullen” – comentó. La miré extrañado. Sabía que mi casa era bonita, toda mi familia estaba orgullosa y feliz de tenerla, puesto que a todos, nos había costado. Pero ni de lejos pensé que Bella podría verla de tal manera
“Gracias” – dije – “No pensé que le fuera parecer así”
“Las cosas no son como parecen” – comentó pero su voz ahora sonaba triste. Instintivamente, le tomé su mano entre las mías. Sus ojos se volvieron a los míos
“No quise ofenderla” –
“Eres afortunado ¿Sabes?” – dijo cambiando de tema y desviando la mirada para posarla en mis hermanos (Jacob y Seth) quienes se encontraban frente a nosotros, jugando. Seth se percató que era observado y le dedicó una calida sonrisa, carente de un diente, a Bella. La muchacha correspondió el gesto de manera automática y se acercó a mi hermano menor para tomarlo en brazos.
“Esta pesado” – comentó alegremente mientras adquiría equilibrio para mantenerse de pie
“Es por el que mamá tiene que cocinar al doble” – expliqué. Exagerando un poco.
“¿Tu eres la novia de Ebwar” – preguntó inocentemente mi hermano con sus enormes ojos llenos de curiosidad
“Este… no” – contestó Bella, se escuchaba apenada ya que mi mis padres habían entrando justo en aquel momento – “Edward es solo…”
“Su chofer” – interrumpí para completar la frase – “Trabajo en su casa, es hija de los patrones” – expliqué mientras tendía mis brazos para que Seth viniera conmigo y dejará libre los brazos de Bella.
“Aquí tiene su té, señorita” – dijo mi madre. Bella lo tomó agradeciéndole de manera sincera. Mis padres se sentaron en el sillón de frente. Mientras Bella bebía
“Muchas gracias, estuvo delicioso” – comentó Bella cuando terminó
“Con eso se sentirá mejor” – aseguró mi padre sonriendo mientras su brazo se pasaba por los hombros de mi madre – “Esme tiene un don con los tes, aparte de ser ricos, son milagrosos” – dijo orgulloso y besó coronilla de mi madre como siempre solía hacer.
“¿Y dónde esta Alice?” – preguntó Bella
“Todavía no regresa de la escuela” – contestó mi madre
“¡¿Todavía no?!... ¿No es peligroso para ella estar a estas horas aun en la calle? – su voz sonaba preocupada. Mis padres asintieron, dándole la razón.
“Se lo hemos dicho” – explicó mi padre con voz pausada y triste. Reflejo de la impotencia que sentía al tener que soportar el que Alice tuviera que arriesgarse solo por no poder darnos una vida más cómoda (una absurda culpa que él se auto imponía) - “Pero no quiere dejar de trabajar en su casa… dice que en algo es lo que nos ayuda”
“Podemos ir a traerla” – ofreció Bella al instante. Mis padres la miraron asombrada
“No tiene por que molestarse, señorita” – se apresuró a decir mi madre – “mi hija ya ha de venir en camino. Muchas gracias”
“No es ninguna molestia, sabe perfectamente que usted y su hija me agradan” – mi madre sonrió apenada.
“Gracias” – dijo mi padre. Seth comenzó a llorar. – “Llevaré a la cama a Seth, seguramente ya tiene sueño”
“Te acompaño” – ofreció mi madre – “En seguida volvemos”
“No se preocupe, ya nos vamos” – dijo Bella poniéndose de pie – “Muchas gracias, Esme – su mano se alargó para estrechar la de mi madre - Gracias…” –
“Carlisle” – informó mi padre con una sonrisa ya con Seth en los brazos

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Mensaje por Atal 16/9/2009, 6:39 am

“Carlisle” – repitió Bella y, al igual que mi madre, le tendió la mano – “Nos vemos luego”
“Hasta luego” – dijeron mis padres al unísono. Bella y yo salimos de mi casa. Ella se giró hacia mí, antes de entrar al carro
“Muchas gracias, Edward” – me dijo con voz suave – “Mira que el traerme a tu casa, fue el mejor lugar al que hubieras podido traerme”
“Me alegra que así haya sido, dudaba mucho que se sintiera a gusto en un lugar tan distinto de a los que usted esta acostumbrada” –
“Vaya que es realmente distinto” – acordó – “Tu casa es por mucho mejor a todos los lugares que he visitado” – alcé una ceja al oír esto, mirándolo incrédulo ante sus palabras
“Tu casa es… es un hogar” – explicó – “Es demasiado calida… demasiado tranquila y tu familia se ve que es tan unida… me gustaría estar en tu lugar, me gustaría que mi familia fuera así”
“No debe decir eso” – aconsejé tratando de animarla – “Usted tiene una familia…”
“Mi padre todo el tiempo esta de viaje” – interrumpió – “no tengo hermanos y mi madre es… ¡Bueno! Ya te abras dado cuenta del carácter que tiene… - asentí sin decir nada al respecto.
“¿Por eso todo el tiempo llora?” – quise saber.
“¿Te parece exagerado?” – preguntó – “Seguramente piensas que sí. Seguramente has de decir: que niña tan mimada y dramática ¿Qué más le puede pedir si tiene dinero y nunca se le ha negado nada?... – preferí no contestar, puesto que más de alguna vez había pensado de esa manera y no lo quería admitir en esos momentos. Me limité a rozar su mejilla con la yema de mis dedos.
De esta Bella me enamoraba cada vez más. De la Bella que se encontraba escondida detrás de su arrogancia y frivolidad. Lastima que era tan difícil y extrañó encontrarla.
“¿Quiere que la lleve ya a su casa?” – pregunté. Ella asintió. Después sus ojos se posaron en los míos. Y como solía pasar mi mente se sintió aturdida.
Solo pude cerrar mis ojos para sentir el leve y delicado roce de sus labios, sabiendo perfectamente que con cada uno de ellos aseguraba aun más mi entrada a un infierno personal.
JAPER POV
Manejar y manejar. ¿Qué más podía hacer en este pequeño pueblo? Era completamente aburrido, casi patético. Rodeaba las diferentes calles de Forks con mi carro, el parabrisas se movía lentamente de un lado a otro para despejar las pequeñas y breves gotas de lluvia que caían. Mi mente se dirigió por un momento hacia Bella: mi “prometida”, sonreí maliciosamente. Su madre estaba completamente loca y obsesionada con un compromiso que jamás se llevaría a cabo. En primera: por que Bella no estaba, ni en lo más mínimo, interesada en mí y en segunda: el sentimiento era reciproco.
No iba a negar que Bella era hermosa, pero chicas hermosas habían un montón; me caía bien, la veía como una amiga, alguien preciado pero hasta ahí.
Mi celular sonó. Era Vanessa.
“¡Hola, bebé!” – saludó la entusiasta voz al otro lado de la línea sin darme tiempo de contestar el típico “Hola”
“¿Qué tal, Vane?” – pregunté – “¿Cómo te va?”
“¡Perfect! – contestó – “Bueno… sería perfecto si tu estuvieras aquí… ¡Te extraño tanto, corazoncito!” – trabé los ojos. Le había dicho miles de veces que no me dijera así, pero parecía que estaba sorda para ese tipo de peticiones – “¿Tu no me extrañas?” – su voz sonaba empalagosa
“Claro…” – contesté. Para ser sincero, casi no me acordaba de ella estando acá.
“¿Estas ocupado, o algo por el estilo?” – inquirió por mi falta de entusiasmo en la charla. Iba a responderle que no, y a disculparme por mi actitud inventando cualquier estupido pretexto cuando la vi caminando sola por una desolada y oscura calle
“¿Sabes, Vane? Tengo un problema aquí en casa…” – me apresuré a mentir – “Te marcó en cuanto me desocupe, ¿Si?” –
“Pero me marcas” – ordenó. Me imaginé su rostro haciendo un puchero, como una niña de cinco años.
“Si” – aseguré e inmediatamente colgué. Pise el acelerador. Estaba seguro que era ella. Una parte inconciente, me decía lo absurdo que era el poder reconocerla a tal distancia y con solo una par de ocasiones de haberla visto. La ignoré fácilmente. La seguí a corta distancia, manejando detrás de ella.
¿Acaso estaba loca? Era demasiado tarde y ella sola, sin compañía ni protección. Sus pasos se tornaron más rápidos al percatarse de la presencia de mi carro a sus espaldas.
Aceleré hasta que mi carro quedo a la par de su cuerpo y su rostro se giró en un movimiento brusco, agresivo. Era claro que ella estaba completamente asustada y sabía al peligro que estaba sometida al caminar sola en aquella situación. Bajé las ventanillas polarizadas del carro para que me viera, antes de que se echara a correr, (podría apostar que estaba a punto de hacerlo). Cuando me vio su rostro se tranquilizó un poco, solo un poco.
“Hola” – saludé un poco divertido por la forma en que me miraba. No era la mirada que me otorgaba en la casa de los Swan: una mirada obediente y tímida. Esta vez, sus pupilas se tornaban cautelosas, precavidas y llenas de una acusación inmerecida
“Me dio un gran susto, joven” – señaló. Su voz igual era demasiado distinta.
“Lo siento” – dije sinceramente – “no fue mi intención… solo es que la calle esta muy desabitada y me pareció raro verte caminar sola, es peligroso”
“Lo se” – admitió aun con voz tajante – “Que tenga buena noche” – dijo mientras comenzaba a caminar, volví a acelerar el auto
“¿Vas a tu casa?” – noté en su rostro un nerviosismo muy parecido al pánico
“Así es” –
“Te puedo llevar, si gustas” - ofrecí
“No, gracias. No esta muy lejos”
“Vamos, ¿No pensarás que quiero hacerte daño, o si? – dejó de caminar al escuchar eso y su rostro se volvió para verme. Su mirada aún seguía siendo calculadora – “Sube” – pedí con sonrisa amable
“Le recuerdo que esta mochila pesa más de lo que aparenta” – amenazó señalando el bulto que traía sobre su espalda – “ya me ha servido anteriormente y no se han quedado con muy buenos recuerdos ni muy buena cara” – me hubiera reído. Si no hubiera sido por que había dicho ya me ha servido anteriormente
“Así que… has tenido malas experiencias” – dije en cuanto ella ya estaba en el asiento del copiloto. Me sorprendió mucho el que no haya hecho comentario alguno sobre lo lujoso que era el auto (como siempre, siempre, solía pasar)
“Unas tres… o cuatro” – contestó despreocupadamente – “me las he podido arreglar bastante bien”
“Te lo tomas demasiado a la ligera” – comenté ligeramente molesto (y sin comprender muy bien la razón… seguramente era por que no me gustaría que a mi hermana, Rosalie, le pasará algo similar) – “un día de estos, la suerte estará de tu lado y te pueden hacer daño”
“¡Ba!” – exclamó de manera despreocupada
“Tal vez eso es lo que buscas” – las palabras salieron cortantes, afiladas. Su mirada flameó en mi dirección
“Usted no tiene ni la más remota idea de lo que busco” – contestó completamente a la defensiva – “¿Usted que sabe de las necesidades que me obligan al estudiar de noche? Le recuerdo que no todos tenemos ni el dinero, ni las comodidades que poseen ustedes… Tampoco tengo un carro, ni siquiera una bicicleta, en la cual trasladarme para llegar más rápido a mi casa y no correr tanto peligro… No es que lo busque, joven, no sea idiota… aquí el caso es que no me queda otro remedio”
Me quedé por varios segundos mudo, sin poder decir algo. ¿Qué le podía decir? Sus palabras habían sido claras, pausadas, sin temor. Con una seguridad que en toda la vida había visto en una chica. Pero fuera de eso, estaba que, por primera vez, alguien me decía la verdad en mis narices… tan sincera, que me había llamado idiota…
“Lo siento joven” – dijo tras mi silencio – “pare el carro, iré caminando”
“¿Doblo hacia la izquierda o hacia la derecha?” – pregunté al llegar al final de aquel camino
“No es necesario…”
“Claro que no” – interrumpí – “Pero quiero hacerlo”
“A la izquierda” – indicó. Pocos metros después llegamos a un callejón, a lo lejos de este, se podían ver varias luces de las pequeñas y humildes casas que en el habían. Alice me indicó que estacionara el carro en la entrada
“Aquí esta bien” – dijo mientras abría la puerta para bajar
“Te llevaré hasta tu casa” – anuncié
“No quiero… no me agrada la idea de llegar a mi casa en esto”
“¿Esto?” – inquirí ofendido. ¡¿A mi carro ultimo modelo le llamaba ESTO?!” – creo que no conoces acerca de carros…
“En absoluto” – interrumpió tajantemente (tal parecía, aun seguía ofendida por mi comentario pasado) – “No se nada sobre carros, y ni me interesa saber” – abrió la puerta, bajó del carro y la somató fuertemente al cerrarla. Me quedé como idiota un buen rato
“¿No se piensa ir?” – preguntó tras no haber arrancado el auto
“Esperaba a que me dieras las gracias” – mentí en parte
“No le debo ni un solo agradecimiento… si toma en cuenta que esta noche me impidió encontrar lo que estaba buscando” – me dedicó otra mirada asesina. Estaba claro que mis palabras le habían ofendido de manera exagerada. Alice desapareció en aquel oscuro callejón, cuando ya no pude ver más su silueta, arranqué el carro y fui a casa.
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Mensaje por Atal 16/9/2009, 6:41 am

Capitulo 7: Tentando a la suerte

BELLA POV
“¡No lo puedo creer!” – exclamó Jessica con ofensiva incredibilidad – “¡Pudiste hacer la tarea!”
“Edward me ayudó” – admití mientras recordaba la noche pasada. Sonreí sin pensarlo ante las imágenes que vinieron a mi mente…
“Edward, necesito que me ayudes” – le había dicho en la tarde. Si quería ser completamente sincera conmigo misma, debía admitir que independientemente de la tarea, quería estar con él…
“¿En qué le puedo ayudar?” – había preguntado él con su típico comportamiento formal mientras se ponía de pie
“¿Tu sabes sobre matemáticas… verdad?” – él había asentido mientras yo le ponía sobre la mesa la serie de ejercicios que tenía por tarea. Él alzo una ceja, mirándome incrédulo mientras yo ponía mi mejor cara de arrogancia
“Los necesito para mañana” – informé mientras me disponía a salir de la cocina.
“Espera” – llamó mientras me tomaba del brazo y me traía de vuelta – “¿Pretendes que YO te haga la tarea?” – inquirió frunciéndome el ceño. Yo sonreí, era tan divertido verlo irritado…
“Cullen, debes decidirte” – recomendé mientras le miraba a los ojos – “una de dos: o me vas a tutear… o me vas a hablar de usted” – él bajó la mirada
“Lo siento, señorita” – trabé los ojos. ¿Acaso no entendía que me gustaba, me encantaba, que me llamara por mi nombre? La suavidad y dulzura de su voz al pronunciar mi nombre era algo que quería escuchar todo el tiempo
“No hay problema” – dije. Volvió a mirarme
“Pero yo no le voy a hacer la tarea” – discutió con voz firme – “es su responsabilidad, no la mía” – había sonreído en mi fuero interno. Esas eran las palabras que quería escuchar.
“Entonces… tendrás que explicarme cómo se resuelve esto” – traté de que mi voz sonara aburrida, pero dudo mucho que lo haya conseguido – “no tengo ni la menor idea…”
“En eso si puedo ayudarla” – acordó mientras tomaba entre sus manos mi libreta de pasta dura. La vio por unos cuantos segundos mientras alzaba sus cejas – “¿No puede resolver unas simples fracciones?” – preguntó con voz burlona y ofensiva… entrecerré mis ojos para verlo con furia
“No” – admití muy a pesar y una sonora carcajada salió de sus cuerdas vocales
“Estas a punto de terminar la preparatoria… y no sabes resolver algo tan simple que hasta un niño de primaria podría hacer” – seguía riéndose. Aquello era humillante. Ahora el chofer se burlaba de la patrona… le arranqué mi cuaderno de las manos y mi mirada asesina se agudizo
“Te vine a pedir ayuda… no a que te burles” – recalqué. Las carcajadas cesaron pero la sonrisa y la mirada burlona seguían presentes. Sus ojos verdes tenían un aspecto divino con aquel brillo divertido. Fijé mi vista en la mesa con tal de no perder concentración
“Lo siento, Bella” – se disculpó – “Claro que te ayudare”…
Habíamos pasado toda la tarde en la mesa de la cocina. Mamá había salido a una reunión con sus amigas de sociedad y papá se había ido otra vez de viaje, pero me sentí feliz a su lado (pese que a la mayoría del tiempo se había pasado riendo por mi poca habilidad para las cuentas)
“¡Ay bella que suerte tienes!” – la sonora exclamación de Jessica interrumpió mis recuerdos – “Tienes a un chofer que además de ser sorprendentemente guapo y amable, es inteligente” – mi amiga emitió un profundo suspiró.
“¿Alguien menciono al chofer de Isabella?” – preguntó una estridente voz, la cual sabía pertenecía a Irina.
“¡Si!” – chilló Jessica mientras yo ponía los ojos en blanco – “¡¿Verdad que es guapísimo?!”
“¿¡Guapo?!” – inquirió Irina con voz emocionada – “¡Por favor! ¡Ese hombre es mucho más que eso!” – apreté la pluma con más fuerza. Idiotas. Pensé y al momento mi imaginación voló hacia algo un poco sádico: Irina y Jessica estampadas en la pared, y yo riendo frente a ellas mientras les aplastaba sus cráneos…
“Bella” – llamó Irina. – “¿Por qué no llevas a Eddy contigo hoy a mi fiesta?” – ofreció
“No puedo llevar al chofer como compañero de un baile” – recordé siseado
“¡¿Por qué no?!” – inquirió Jess – “si te da vergüenza, yo lo puedo invitar”
“¡No!” – exclamé furiosa sin que lo pudiera evitar. Las dos chicas me miraron con los ojos dilatados de la impresión – “Jess, ¿Cómo se te ocurre querer invitar a ese?” – pregunté con veneno en la voz
“Ese es todo un hombre” – repuso Irina – “yo no dudaría dos veces en llevármelo a la cama… sería mi mejor regalo de cumpleaños” – las dos chicas rieron escandalosamente mientras en mi mente yo les gritaba solo una palabra: ¡ZORRAS! Sonreí a mi pesar para poder disimular la enorme furia que sentía
“¿Entonces que dices, Bella?” – insistió Jess – “¿Lo llevas tu o nosotras vamos por él a tu casa?”
“No es necesario” – dije – “Llevare a Edward al maldito baile”…
EDWARD POV
“Hola, Eddy” – saludó una chica al verme bajar de la camioneta. Lo miré extrañado, no recordaba haberla visto jamás y ella hasta sabía mi nombre. Aún así, la chica era guapa…
“Hola” – saludé sonriendo con cautela – “¿Nos conocemos?”
“Desgraciadamente no” – respondió la chica – “Pero podemos empezar desde hoy, ¿No crees?” – no pude evitar sonreír de lado.
“Claro” – respondí. Sentía algo demasiado fuerte por Bella, pero el placer por los cuerpos femeninos era algo que no podía controlar mucho aún. – “Podrías empezar por decirme tu nombre”
“Irina” – contestó – “Te vi en la fiesta de Isabella” – el solo hecho de escuchar su nombre me hacía sentir una sensación calida en el estomago
“¿La conoces?” – la respuesta era obvia, pero era una necesidad hablar de ella…
“Claro” – respondió sin darse cuenta de mis nuevas intenciones – “Vamos en las mismas clases” – Perfecto, pensé.
“Y… ¿Dónde esta ella ahora? Se supone que salen entonces a la misma hora”
“Esta con Jasper” – la respuesta hizo que mi sonrisa desapareciera al mismo momento en que mis ojos flamearan
“¿Jasper?” – pregunté
“Si” – afirmó – “Es su prometido, supongo que ya lo sabes” – asentí con la quijada tensa. Claro que lo sabía, pero era fácil olvidarse de eso cuando tienes a Bella todo el día junto a ti.
“¿Estudia él acá o…?”
“No. Vino por Rose y me imaginó que aprovecho para ver a Isabella” – la chica sonreía y yo me quemaba por dentro – “mira” – señaló – “ahí vienen” – y era cierto. Ella venía con él… sus ojos color chocolate se clavaron en mí pero yo giré mi rostro, evitándolos
“¡Edward!” – exclamó Jessica. – “Ya veo que no pierdes tiempo, Irina… seguramente ya lo invitaste para la fiesta de hoy”
“¿Fiesta?” – pregunté
“Hoy es mi cumpleaños” – informó Irina – “Y habrá una fiesta con ese motivo en mi casa… te espero ahí” – le correspondí la sonrisa insinuadora que me había regalado ¿Qué más daba esforzarse el ser fiel si ella estaba con él?
“Seguro” – respondí y no me alejé cuando la chica se me acercó más de lo debido
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Mensaje por Atal 16/9/2009, 6:42 am

“Edward ¿Qué esperas? Ya nos tenemos que ir” – dijo Bella mientras me jalaba de la manga de la camisa
“¡Nos vemos, Eddy!” – dijeron animosamente las dos chicas. Yo sonreí exagerando la picardía (aunque detestaba que me llamaran así)
“¿Podrías quitar tu cara de estupido?” – pidió Bella. La miré por el retrovisor
“¿Se puede saber qué le paso a la señorita que esta tan enojada?” – inquirí de manera formal
“No tengo por que darte explicaciones” –
“¿Se peleó con su novio?”
“¡Jasper no…!”… ¿Jasper no qué? – “Jasper y yo no peleamos” – dijo al fin. Mis manos se apretaron contra el volante. Decidí ya no discutir ¿Quién era yo más que un simple chofer?
“Te cambias” – ordenó en cuanto llegamos a la mansión – “iremos a la fiesta a las ocho de la noche” – asentí. Bella caminó hasta llegar a la puerta de la sala y dio media vuelta para verme – “¿Tienes ropa decente para que te pongas?”
“Toda ropa es decente, señorita” – respondí con la quijada alzada y voz afilada – “La marca es solo un lujo que ustedes se dan mientras otros mueren de hambre” – recordé. Su rostro se descompuso por un leve segundo, casi imperceptible, antes de retirarse.
Cuando entré en la cocina mamá me sirvió algo de comer y después se sentó frente a mí
“¿Pasa algo?” – pregunté al ver sus ojos llenos de tristeza. Ella negó con la cabeza pero a mí no me engañó e insistí hasta que me contó la razón de su pesadumbre
“Me lo hubieras dicho desde antes” – dije mientras le tomaba de la mano
“No, Edward” – dijo mi mamá con voz entrecortada – “Ya haces bastante con darnos lo de tu beca…”
“Y nada” – interrumpí mientras me paraba de la silla y me retiraba hacia mi recamara. Debajo de mi ropa había un pequeño paquete de billetes enrollados en donde tenía un poco de mis ahorros (el salario de los Swan era demasiado bueno). Regresé a la cocina en donde seguía mi madre y le tomé las manos para darle el dinero
“¡No, Edward!” – exclamó mi madre con lagrimas en los ojos – “¡No es justo, hijo!”
“Lo que no es justo es que no me digan lo que pasa” – discutí – “No quiero que se vuelva a repetir” – ordené de manera tierna mientras tomaba las manos de mi madre entre las mías – “a mis hermanos y a ustedes no les va a hacer falta absolutamente nada mientras este yo” – prometí
“En cuanto me paguen, te lo repondré” – negué con la cabeza – “gracias, hijo”
“¿Gracias de qué?” – pregunté – “Mañana es tu descanso, aprovecha para ir y comprarle el uniforme y los libros a mis hermanos”
Cuando el reloj marcó las ocho de la noche yo ya estaba esperando a Bella para llevarla al baile. Llevaba puesto el uniforme, realmente, esa era la ropa más nueva que tenía. Bella bajó y, como siempre, lucía hermosa. Me miró por largo rato, mientras, yo me sentí cohibido, pero traté de no demostrarlo
“¿El uniforme?” – preguntó levantando una de sus cejas
“No tengo nada mejor” – respondí sinceramente. Jamás me había avergonzado de no tener el dinero suficiente como para tener más de tres pantalones y cuatro camisas ¿Por qué habría de hacerlo ahora?
“Acompáñame” – pidió mientras me tomaba de la mano y me llevaba escaleras arriba. Entramos a una extensa habitación y yo me apresuré a encender la luz para no estar en la penumbra con ella.
Bella revoloteó en la habitación y se detuvo en un enorme clóset de caoba fina que. En sus manos sostenía una camisa color gris perla y en la otra un pantalón de vestir color negro. Lo mire incrédulo
“¿Qué te parece?” – preguntó enseñándome las prendas
“Excelente para cualquier otra persona menos yo” – respondí
“Edward, no te pongas difícil y pruébatelos” – dijo Bella mientras me aventaba la ropa - “Date prisa, no tengo tiempo para andar discutiendo contigo” – empuñé mis manos por el coraje, pero después se me ocurrió algo mucho mejor. Si Bella quería rapidez, rapidez le iba a brindar.
“Esta bien, señorita” – dije mientras llevaba mis manos hacia mi camisa y la empezaba a desabotonar. Los ojos de la muchacha se abrieron como platos en el momento en que arrojé la prenda hacia el suelo.
“¡Cullen!” – exclamó – “¿Qué diablos estas haciendo?”
“Obedecer sus ordenes” – respondí quitándome el cinturón – “¿Acaso no pidió que me diera prisa?”
“¡Estas loco!” – gritó con un susurró mientras caminaba hacia mi – “¡Eres un depravado! ¡Un enfermo!” – me controlé para no sonreír. Era tan divertido verla así de sonrojada y enojada a la vez. Moví mis manos para desabrochar el botón de mi pantalón mientras disfrutaba de su incomodidad
“¡Edward Cullen, ni te atrevas!” – sus manos me empujaron lo suficiente como para que mi espalda pegara a la pared y apagara la luz. Tal parecía había tropezado con mi camisa en el suelo. El cuarto quedó en penumbras y sus manos se sentían frías sobre mi pecho desnudo.
Tragué saliva con dificultad. Esto no estaba en mis planes. Mis manos, automáticamente, se apretaron en su cintura. Me estremecí cuando sus manos se movieron por mi pecho, dirigiéndose hacia mi estomago. No pude contenerme, tenía que calmar el repentino fuego que había nacido, y la besé. Sus brazos se enrollaron en mi cuello ¿Por qué hacia eso? ¿Por qué no paraba si sabía que estaba comprometida? ¿Por qué correspondía de esa manera si yo era el chofer? Su cuerpo se apretó contra el mío, en la espalda sentía la fría pared y enfrente sentía el más placido calor.
Mis manos se deslizaron hacia sus piernas y las descubrieron de la seda que las cubría. Después, la cargué de tal manera que tenía sus piernas quedaran enrolladas en mi cintura, cambie nuestras posiciones y ahora ella es la que estaba pegada hacia la pared. Bella jadeó entrecortadamente sin despegar sus labios de los míos cuando empujé levemente mi cadera hacia ella… no podía controlarme, la deseaba, aunque sabía que era prohibida, la quería para mí.
“Edward…” – susurró cuando mis labios besaban su cuello – “Edward… para” – sin embargo sus piernas apretaron más mi cintura, haciéndome difícil el hacerle caso. De repente, la luz se encendió
“¡¿Edward?!... ¡¿Señorita Bella?!” – exclamó mi hermana viéndome con los ojos saltones. Solté a Bella con cuidado para que no cayera mientras buscaba una buena excusa para explicar a mi hermana la ausencia de mi camisa, el pantalón desabrochado, el vestido de Bella arremangado hasta el inicio de sus piernas, la posición en la que nos había encontrado…
Sabía que no existían ni una.
“Alice…” – comenzamos a decir Bella y yo al mismo tiempo con las respiraciones aún agitadas. Mi hermana seguía con sus labios abiertos por la impresión
“Está bien” – dijo la pequeña en cuanto se recobró – “Yo no he visto nada” – pero la mirada que me dedicó antes de cerrar la puerta y dejarnos otra vez solos, no fue nada alentadora. Me giré para encarar a Bella.
Estuvimos largo rato en silencio que fue roto por ella
“Ponte esa ropa” – ordenó antes de salir rápidamente de aquella habitación. No tuve cara para no obedecerle. Afortunadamente, las prendas que usaba el señor Swan hace varios años me quedaban a mi medida…
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Mensaje por Atal 16/9/2009, 6:43 am

Capitulo 8: Invirtiendo papeles

EDWARD POV
Bajé las escaleras mirando hacia todos lados. La conciencia me remordía, ¿Cómo tenerla limpia si mi hermana me había visto besando a la hija de la patrona? Una luz llegó a mi mente en ese momento… miré el caro y ostentoso reloj de pared que se encontraba en la sala. Eran las siete y media de la noche ¿Qué hacia Alice a esas horas en la casa? Se suponía que debería de estar en clases…
Unos pasos detrás de mi provocaron que girara para ver de quien se trataba. Era mi hermana, que, por cierto, llevaba un vestido el cual usaba solo en las pocas ocasiones que ella llamaba “especiales”. Había sido un regalo por parte de papá el día de sus quince años. No fui capaz de mirarle a los ojos, sabía que estos podían ser peores que miles de palabras fluidas de sus labios
“La señorita Bella me pidió que la acompañara a la fiesta” – dijo respondiendo mi pregunta mental.¡Auch! su vocecilla era demasiado denunciante como para pasarla desapercibida
“Ahh…” - ¿Qué más podía decir? Mi hermana caminó hasta situarse a pocos pasos de mí, sus dedos agarraron un poco de tela de la camisa prestada que llevaba puesta y suspiró
“Eso ya es pasarse, Edward” – dijo con voz afilada. Me armé de valor para poder ver sus ojos. Sus pupilas eran frías, demasiado acusadoras como para poder soportarlas – “¿Sabes que si la señora se llega a enterar, nos despediría a todos, verdad? – cerré los ojos en un gesto de dolor ya que mi hermana tenía razón, mucha razón. Era demasiado lo que arriesgaba por Bella, lo preocupante aquí es que a mi parte egoísta no le importaba – “Edward… no nos podemos dar el lujo de quedarnos sin trabajo…”
“Lo se” – interrumpí con voz ronca
“¿Entonces por qué tienes que emplear tu jueguito de seductor justamente con ella, habiendo tantas por ahí?” – la misma pregunta me hago a cada minuto, Alice.
“Lo siento” – fue lo único que podía decirle
“No lo sientas, Edward” – repuso – “imagínate que no hubiera sido yo quien los encontró”
Y lo imaginé. Pero mi temor en ese momento no fue el quedarme sin trabajo, si no, quedarme sin ella. Aunque estaba claro que Bella no me miraba de la misma manera, al menos podía estar a su lado, y eso, para mí, ya era suficiente. Pasaría la vida eterna como su chofer solo para mirar todos los días a sus ojos color chocolate
“Edward, te lo pido por mamá, por papá y por nuestros hermanos, NO te le acerques más a la señorita” – mis ojos se clavaron de nuevo en los de ella. No me gustaba hacer promesas que sabía yo, no iba a cumplir
“La amo” – confesé al fin ya que en ese momento no podía darme el lujo de no ser sincero. Mi hermana abrió sus negros ojos más de lo normal, al momento en que su boquita se abría en una pequeña “O”
“¿Qué dices?” – preguntó frunciendo su ceño
“Lo que escuchaste, Alice” – contesté susurrando y evadiendo su mirada – “esto para mi no es ningún juego…”
“¡Es la hija de la patrona!” – recordó
“¡Lo sé!” – dije – “Pero no pude controlarlo…”
“Pues empieza desde ahora” – recomendó – “¡Si es necesario renuncia!... encontraras otro traba…”
“No puedo hacer eso, Alice” – dije mientras me dejaba caer sobre el sofá y ponía mi cabeza entre mis manos – “Lo he pensado tantas veces y… no puedo” – mi hermana se quedó varios segundos en silencio, sin decir nada, hasta que sentí su mano posada en mi hombro
“Edward…” – su voz ahora era tranquila, conciliadora. Seguramente había visto el dolor en mi rostro y eso la había hecho compadecerse de mi situación – “¡Vaya!” – exclamó con un suspiró – “siempre dije que cuando te fueras a enamorar las cosas no iban a resultarte fáciles pero… ni de loca pensé que tuvieran tal magnitud” – reímos sin felicidad
“Créeme que yo tampoco lo imaginé”
“Disculpa por alterarme…” – comenzó a decir mi hermana
“No” – interrumpí rápidamente – “Tienes todo el derecho de decirme lo que quieras… soy tonto, y no he pensado en ustedes, en lo mal que la pasaríamos todos si por esto nos llegaran a despedir”
“¿Tu y ella…?”
“No” – me apresuré a contestar – “Ella y yo no somos nada… más que ella la hija de la señora y yo el chofer… es patético ¿No crees? Arriesgar todo por algo que jamás podrá ser”
“Si en verdad la quieres” – dijo – “tendrás que luchar por ella”
“¿Luchar?... ¿Contra qué?” – pregunté más para mí que para ella – “aquí no hay ninguna batalla, no hay ninguna posibilidad”
“Bueno… por lo que vi ella también siente algo por ti” – animó. Volví a sonreír tristemente
“Por experiencia se que el deseo no recorre el mismo camino del amor” –
“Pero Bella…”
“Ella no siente nada por mi” – atajé – “bueno… esperemos encuentre rápidamente un poco de coherencia en mi mente para hacer lo correcto” – dije sonriendo – “Ahora dime ¿cómo es que Bella te ha invitado a la fiesta?” – pregunté para cambiar el tema
“Me dijo que quería llevar alguna compañía que no se la pasara viéndote y admirando lo atractivo que eres” – explicó mi hermana sonriendo – “me invitó y pues decidí saltarme las clases para ir con ella”
“Ya veo” – susurré. En ese momento unas pisadas que venían de las escaleras captó nuestra atención. Bella tampoco se atrevía a ver a los ojos a mi hermana, así que cuando indicó que ya era hora de irnos lo hizo en un bajo susurro y sin mirar hacia el frente
Llegamos a la fiesta.
La casa, como era de suponerse, era enorme y lujosa. Una estridente música resonaba en alguna parte de aquella mansión. Realmente, si algo no me gustaban eran las fiestas de este estilo, pese a todo lo que era: mujeriego y, ¡Vamos, lo admito! “rápido” con las mujeres, tenía un estilo muy conservador el cual me impedía disfrutar de este tipo de “diversiones”.
“¡Edward!” – exclamó una voz femenina que resonó entre la música. Era Jessica, quien ya tenían enrollado sus brazos alrededor de mi cuello. Me las ingenié para alejarla de manera educada. Bella le presentó a mi hermana, quien no se veía más cómoda que yo
Llegamos al jardín. Varias luces de colores inundaba a los cuerpos en movimiento y una enorme mesa se expandía de un lado, repleta de botanas y bebidas.
“¡Edward!” – exclamó la chica con la que había hablado hoy en la mañana. Realmente no recordaba su nombre – “¡que gusto que has venido!” – y me abrazó. Por el rabillo del ojo vi que mi hermana resoplaba irritada – “¿Y quién es ella?” – preguntó
“Mi hermana Alice” – informé. La chica sonrió alegremente
“¡Tu hermana!” – exclamó mientras besaba eufóricamente las anguladas mejillas de la pequeña – “Menos mal que no es tu novia”
Tras varias insinuaciones por parte de Jessica, Irina (ahora ya me había memorizado su nombre), y otras más, pasé las primeras horas con la mirada puesta en Bella y en Jasper.
Me sentía extraño puesto que me sentía incomodo al tener tanta atención femenina a mi alrededor. Solo quería que un par de ojos estuvieran posados en mí, el único par que ni siquiera se molestaba en dirigirse un segundo en mi dirección.
“Estas muy serio” – dijo Irina en cuanto quedamos solos
“Lo siento, estoy un poco cansado” – sus manos se posaron en mi pecho y se acercó más hacia mi. Instintivamente, di un paso hacia atrás, esquivándola
“Tengo algo que te hará sentir mejor” – dijo – “Espérame aquí” – caminó hacia la mesa en donde estaban los alimentos con un movimiento exagerado de caderas. No tardó mucho, en sus manos traía un vaso con una bebida un tanto extraña
“Lo siento, no bebo” – informé
“No contiene alcohol” – discutió mientras me tendía el vaso – “Anda, bebe, te hará sentir mejor” – sonrió angelicalmente y me convenció. El líquido sabía un tanto extraño, pero tenía razón, a los pocos minutos yo me sentía demasiado relajado, casi mareado.
“¿Más tranquilo?” – preguntó y asentí sonriendo tontamente, no sabía muy bien que es lo que me provocaba tanta gracia. Fui vagamente conciente de que nos habíamos sentado en uno de los sillones que habían sido acomodados a los alrededores y que las manos de Irina acariciaban mi rostro
“¿Te han dicho que eres demasiado atractivo” – susurró y yo cerré mis ojos en un intento de recobrar un poco de conciencia – “No me trajiste ningún regalo” – acusó
“Lo siento” – alcancé a decir casi somnoliento
“Pero todavía estas a tiempo de darme algo” – sus manos desabotonaron los dos primeros botones de mi camisa, intenté detenerla, pero realmente me sentía demasiado aturdido…
“Bella…” – susurré llamándola y después sentí unos labios pegados a los míos.
BELLA POV
“¡Vaya!” – exclamó Jessica – “Irina no pierde tiempo” – seguí el rumbo de su mirada y gruñí en mi fuero interno. Ella y Edward estaban sobre uno de los sofás, muy juntitos como para considerarlos decentes…
Por ese motivo había luchado conmigo todo el tiempo para no echarle una sola mirada. Había usado a Jasper, Rose y Alice para llenar mi atención, pero ya no pude más y tuve que verlos
Empuñé mis manos mientras unas absurdas lágrimas amenazaban con derramarse.
¡Era un estupida, una idiota, por haberme enamorada del imbecil ese!
Tragué saliva y me supo totalmente amarga, la mandíbula me temblaba
“Alice” – llamé
“¿Si?” –
“En seguido vuelvo” – informé y salí caminando a grandes zancadas en dirección hacia la acalorada parejita aún sin saber muy bien con qué objetivo. Era claro: era realmente una idiota masoquista
Irina estaba sobre él y lo besaba, casi se lo comía vivo, y él, por supuesto, no oponía ninguna resistencia
“¡Edward!” – llamé sin detenerme a pensar si los celos eran demasiado obvios. Irina se separó del muchacho
“¡Bella!” – dijo con voz quejumbrosa – “¡Interrumpes un gran momento!” – me dieron unas ganas enormes de agarrarla de los cabellos y dejarla calva
“Lo siento” – dije y estaba casi segura de que mi voz no ocultó la rabia que sentía – “pero me tengo que ir, ahora. ¡Edward, ya levántate!” – ordené pero este no me hizo caso.
Lo quedé mirando, esperando a que me dijera o hiciera algo, pero Cullen no se movía. Fue cuando me di cuenta de que algo no era normal en sus ojos color verde, ya que estaban idos… además de que su respiración no era muy normal que digamos y su rostro estaba más pálido de lo que de por si era
“¿Edward?” – llamé mientras me inclinaba hacia él para verlo mejor – “¡Irina! ¿Qué le has hecho a Edward?” – pregunté mientras veía como este sonreía de manera estupida, como si viera algo demasiado gracioso que los demás no podían apreciar
“Solo le di un poquito de polvo en su bebida” – dijo con voz inocente y atemorizada
“¡¿Qué le diste que?!” – exclamé casi histérica en su cara
“No fue mucho, lo juro” – empezó a explicar Irina y luego su mirada se poso en Edward – “¿Tu crees que exagere?”
“¡¿Qué si exageraste?!” – grité – “¡Eres un idiota! ¿Cómo lo vas a drogar?”
“Solo quería que se relajara, estaba muy… tenso” – le dediqué una mirada envenenada
“No todos tenemos tus métodos para relajarnos, Irina” – volví el rostro para ver a Edward, este tenía una mano levantada en el aire, como si quisiera alcanzar algo – “Se ve mal…” – argumenté preocupada
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Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) Empty Re: Tan lejana como una estrella (+18) (Completa)

Mensaje por Atal 16/9/2009, 6:44 am

“Puedo llamar a un doctor…”
“No, gracias” – contesté tajantemente – “lo llevaré a casa”
“Bella, en serio, no fue mi intención yo solo quería…”
“¿Tirártelo?” – interrumpí aun furiosa. La chica bajó la mirada avergonzada pero la ignoré. Me acerqué hacia Edward y le tomé el rostro entre mis manos, estaba sudando frío
“¿Edward?” – llamé – “¿Edward? ¿Me escuchas?” – no me contestó. Sentí una terrible desesperación de que algo malo le pudiera pasar – “¡Mierda!” – solté
“Bella, llevémoslo a mi recamara, le hablare a un doc…”
“¡Ya te dije que no!” – mis ojos estaban inundados de lagrimas que amenazaban con salir. Sentía todo: furia, preocupación, odio, remordimiento, celos… amor – “Si algo le pasa… ¡Juro! Que no te la acabas” – amenacé antes tomar a Edward entre mis brazos e intentar ponerlo de pie
Tras ver que iba a ser algo demasiado costoso, decidí primero decirle a Alice que nos teníamos que ir y pedirle a Jasper que la llevara a su casa. No podía permitir que ella viera a su hermano en esas condiciones, preocuparía a Esme y a su demás familia. Dejé a Edward recostado y caminé con los pies temblándome por los nervios y la angustia.
“¿Podrías llevar a Alice a su casa?” – vi en el rostro de la pequeña que no le parecía la idea pero traté de no darle importancia. Después me disculparía con ella, ya que, por lo que pude apreciar, Jasper no era muy de su agrado.
En cuanto me convencí de que Alice se había tragado toda la mentira que le había soltado, corrí hacia donde Edward estaba. Con todas mis fuerzas, lo llevé casi arrastrado hacia el carro, era un suerte de que el tener chofer fuera solo un lujo y que hubiera la suficiente cantidad de gente como para pasar inadvertidos.
El siguió soltando risitas injustificadas en todo el camino hacia la casa mientras yo lo veía con ojos realmente preocupados. Era una suerte de que mamá todavía siguiera de en su mini viaje. Abrí la puerta del copiloto y volví a soportar todo el peso que me era posible de Edward, apresurándome por llevarlo a su recamara.
El camino se me hizo muy largo. Edward pesaba más de lo que aparentaba, en cuanto logré visualizar su cama me dejé caer junto con él, mi cuerpo quedó sobre el suyo y, a pesar de que él estaba casi completamente inconciente, no pude evitar sentir una ráfaga de fuego en todo mi cuerpo. No me separé de él. Me quedé contemplando su rostro que, aun en ese estado, era hermoso y perfecto.
Pasé mis dedos por sus pómulos, sus parpados, sus cejas, su frente, su nariz, sus labios, memorizando cada detalle de estos. Cuando mis dedos se deslizaron por sus cabellos él suspiró profundamente. Volví a repetir la operación de acariciar cada parte de su rostro y cuando mis dedos rozaron lentamente sus labios, una de sus manos atrapó la mía. Me sobresalté, pero me calmé casi al instante, cuando vi que todavía seguía demasiado inconciente como para poder canalizar bien.
Acerqué mi rostro para poder rozar la punta de mi nariz sus parpados cerrados, inhalé su aliento y cerré los ojos para poder disfrutar mejor de la sensación. Entonces, lo besé. Estaba mal, lo sabía, me estaba aprovechando de su inconciencia, pero era una necesidad. Una necesidad que se incrementaba día con día y se hacía dolorosa. Mis labios se movían suavemente sobre los suyos, él parecía dormido, puesto que solo mi boca se movía sobre la suya.
Seguí besándolo aún así, ya que la miel de su saliva era algo demasiado vicioso que siempre me era difícil dejar de probar. Segundos después, sentí una fuerte mano apretar mi cintura, y al instante sus labios cobraron vida absorbiendo los míos. Me separé para verlo, sus ojos tenían un ligero perdimiento, pero me reconocían.
“Bella” – susurró mientras su mano atrapaba una de mis mejillas coloradas por la situación en la que nos encontrábamos – “mi Bella”- Algo me dijo que en ese momento las palabras sobraban, el corazón me gritó fuertemente lo mucho que lo amaba y lo mucho que lo deseaba.
Volví a atrapar sus labios con los míos, siendo aceptados plenamente. El beso subió de tono con cada segundo transcurrido, hasta el punto en que nuestras lenguas danzaban juntas y probaban cada rincón de nuestra boca. Inconcientemente, apreté más mi cuerpo hacia el suyo, y el correspondió con un pequeño gruñido, seguido de un movimiento el cual cambió nuestras posiciones.
Edward siguió besándome apasionadamente mientras yo enganchaba mis manos las raíces de su cabello, una de sus manos se deslizó suavemente por mis brazos y llegó hasta mi cintura al momento en que sus labios recorrían mi cuello, humedeciéndolo con sus besos.
Sentí mucho calor, y la necesidad de sentir aquellas manos piel a piel. Llevé mis dedos hacia su camisa y la comencé a desfajar, metí una mano debajo de la ropa y recorrí su espalda, perfectamente musculosa, para después explorar su abdomen. Su boca buscó nuevamente la mía con desesperación y yo correspondí de la misma manera.
No me dí cuenta a la hora en que mis piernas se habían abierto y tenía su cuerpo en medio de ellas, solo fui conciente de ello cuando sus manos me impulsaron para sentarme sobre él y sentí que se deslizaban por mis piernas, levantando el vestido hasta el comienzo de estas.
No me dio tiempo de ruborizarme por la posición en que nos encontrábamos, ya que su boca se deslizó de nuevo hacia mi cuello provocando que mi piel se erizara de puro placer. Comencé a desabotonar su camisa, me sorprendía la habilidad de mis manos puesto que jamás había hecho algo similar. Su pecho quedó descubierto y mi mano viajó memorizando cada ángulo de sus músculos, pude sentir que se estremecía ante mi tacto, pero no desistió de besarme. Con manos delicadas, bajó el tirante derecho de mi vestido y sus labios recorrieron cada centímetro de mi hombro, cerré los ojos en un intentó de controlar mi respiración. Su nariz recorrió mi clavícula y sus manos apretaron más mi espalda, provocando que mi pecho rozara el suyo, provocando que quisiera más de su calor, sin tela que lo censurara. Como si pudiera leerme la mente, sus manos fueron bajando lentamente el cierre de mi vestido, el ligero roce de sus dedos se sintieron como pequeñas descargas eléctricas que hicieron arquear mi espalda apenas unos milímetros.
El pudor me invadió cuando sus ojos se clavaron varios segundos en mis pechos, que eran cubiertos solamente por el sostén negro de encaje. Mis mejillas ardieron mientras sus fogosas pupilas se clavaban en las mías. El verde de sus ojos brillaba en aquella oscuridad y después una chispa de culpabilidad llegó a ellos.
“No puedo” – susurró – “No quiero que esto sea así…”
“Shh…” – interrumpí y tomé su rostro entre mis manos – “Te quiero” – confesé – “quiero ser tuya…” - una gloriosa de asombrosa felicidad atravesó por su rostro
“Yo también te quiero” – dijo con voz tan impregnada de ese amor, que no me quedó duda alguna de que así fuera. Volvimos a juntar nuestros labios, y mis manos se volvieron a pasear por su espalda
Sentí la yema de sus dedos pasearse por mi abdomen, ahora desnudo, y sentí mis piernas flácidas ante su contacto. Poco después, estos mismos, liberaron el broche de mi sostén, dejándome completamente descubierta. Gemí ligeramente cuando su boca se deslizó por mis pechos hasta capturar uno de mis pezones. Enterré mis uñas en su espalda e instintivamente comencé a mover mis caderas, sintiendo sobre la tela de mi ropa intima, y de su pantalón, la dureza de su sexo.
Edward me acomodó sobre la cama con un ligero gruñido y su boca atrapó la mía con un movimiento casi violento
“Detenme, Bella” – pidió susurrando contra mi boca, algo me dijo que en realidad lo deseaba, como respuesta, apreté mis piernas alrededor de sus caderas. Por nada del mundo iba a permitir que parara
Y no paró, su cuerpo empujó hacia dentro, despertando en mí el deseo de sentir lo que se asomaba en su pantalón con más naturalidad. Moví mis manos hacia abajo, rozando en el transcurso su abdomen y paseando mis dedos por su ombligo. Edward se retorció levemente y volvió a besar mis senos. Me ayudó a quitarse el cinturón y a desabrocharse el pantalón. Ahora los dos estábamos solo con una prenda, Edward comenzó a bajar sus labios hasta mi estomago. Besó el hueso de mi cadera, mientras sus manos recorrían cada centímetro de piel que estaba a su alcance, provocando que arqueara mi espalda y varios gemiditos salieran de mis labios.
Atrapé su rostro con mis manos y atraje su boca, necesitaba sentir su sabor en mi garganta, mis manos recorrían cada vez más avariciosas su cuerpo. Me las ingenié para poder posicionarme sobre él y acomodé mi cuerpo de tal manera de que nuestros miembros se rozaran, la fricción que provocaban me hacía sentir fuego en todo mi cuerpo. Examiné el cuerpo de Edward y besé cada rincón de su pecho, cada milímetro de su cuello, cada centímetro de sus brazos. Sus manos apretaban gentilmente cada parte que tocaban y su garganta emitía un sonido ronco realmente excitante que me incitaba a experimentar cada vez más. Con un movimiento completamente sensual me empujó hacia atrás para que las puntas de sus dedos se deslizaran desde mi cuello hasta mis caderas, arrastrando con ellas la última prenda que tenía. No pude evitar cohibirme puesto que era la primera vez que un hombre me veía desnuda, pero cuando sus manos me atrajeron para que su boca marcara la parte trasera de mi oreja, el aliento entrecortado que salía de su pecho me infundió el valor que me faltaba. Nuestras bocas se volvieron a encontrar, Edward volvió a cambiar nuestras posiciones y volvió a besar mis pechos con delicadeza.
Ahogué un grito cuando sentí su dureza rozarme, acto reflejó su cuerpo se separó levemente del mío y sus ojos me dijeron el miedo que sentía también él
“Lo siento” – dijo con ojos dilatados, los cuales expresaban su repentina inseguridad. Yo también me encontré repentinamente más nerviosa y asustada, pero el deseo y mi necesidad de él era más fuerte que cualquier temor, enrollé mis piernas en su cadera y lo atraje con ellas en señal a que prosiguiera
“No te preocupes” – susurré mientras le acariciaba su mejilla, fue hasta ese entonces en el que me di cuenta que ambos estábamos sudando, pese a que una fuerte llovizna caía afuera de la casa – “Hazlo” – pedí y antes de que pudiera protestar, silencié sus labios con mi boca
Una de sus manos acarició mi cintura y la apretó cuando comenzó a adentrarse, gemí cuando lo sentí entrar poco a poco. Mi cuerpo no tardó mucho en adaptarse a él, y el dolor se convirtió en un placer manifestado como una perfecta combinación de un fuego y hormigueó recorriendo cada fibra de mi piel. Me encontré moviendo rítmicamente mis caderas para incrementar la velocidad, ya que la fricción entre nuestros sexos resultaba placenteramente devastadora. Edward respondió de la misma manera. Hacia fuera, hacia dentro, hacia fuera, hacia dentro. Con cada segundo que pasaba sentía que no me era suficiente la cercanía de nuestros cuerpos ni lo intenso de nuestros besos. Comenzamos a gemir más profundamente tras varios minutos de esta interacción, cuando cada roce de su mano, cuando cada movimiento dentro de mí, cobró vida y sentidos hasta el máximo nivel.
“Edward” – gemí su nombre mientras mi cuerpo se tensaba alrededor del suyo. Él soltó otro gruñido, silenciado por mi boca, y después, tocamos el cielo, o el infierno… puesto que esta sensación era tan hermosa, como peligrosa, que no se le podía dar clasificación alguna
Dejó caer su cuerpo sobre mí, mientras besaba pausadamente mi hombro y su mano temblorosa se deslizaba de nueva cuenta por la curva de mi cintura. Por mi parte, yo me limité a acariciar su cabello color cobre, ligeramente humedecido, y mi otra mano acariciaba su espalda, haciendo movimientos circulares con la yema de mis dedos. Estuvimos varios minutos en silencio, mientras dábamos tiempo de que nuestras respiraciones entrecortadas adquirieran su ritmo normal. Sus labios volvieron a besarme, esta vez de manera pausada, después, se dejó caer a un lado, y yo rodé para posicionar mi cabeza sobre su pecho. Su mano acarició mi cabello y sentí sus ojos clavados en mi rostro, (repentinamente sonrojado), ya que al fin, había caído en la cuenta de lo que realmente había pasado, le devolví la mirada por encima de mis pestañas y, al encontrarme con sus deliciosos ojos color verde, oculté mi rostro en su pecho
Sentí el temblor de su cuerpo cuando rió.
“¿De qué te ríes?” – pregunté susurrando contra su piel. Él suspiró
“De lo irónico de la situación” – respondió
“Me siento como si te hubiera violado” – dije. Otra vez volvió a reír
“Ojala toda la gente violada tuviera la misma suerte que yo” – dijo mientras besaba la coronilla de mi cabeza – “¿Cómo te sientes?”
“Mejor no podría estar” – respondí sinceramente
“¿De veras?” – asentí – “Muchas gracias…” – dijo tras varios segundos en silencio
“¿De qué?” – pregunté mirándole a los ojos
“Por quererme” – volví a ocultar mi rostro en su pecho – “¿Qué?” – cuestionó por mi actitud
“¿Tu también me quieres?” – inquirí
“Esa palabra no me alcanza para describir lo que siento por ti, Bella” – sonreí sintiéndome plena, por primera vez en mi vida…
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Mensaje por Atal 16/9/2009, 6:45 am

Capitulo 9: Despertar

ASPER POV
“¿Nos vamos?” – pregunté
“Ya que” – respondió la muchacha con voz tajante y verdaderamente molesta. Torcí el gesto ¿Aún seguía molesta conmigo?
“Pues vamos, te guío hacia mi carro” – dije de manera cortes mientras le tendía le ofrecía mi brazo para que se agarrara de el.
“¿Qué?” - preguntó aterrada al ver mi gesto
“Te dije que te guiaría” – repuse mientras alzaba más mi brazo para hacerlo notorio. Ella lo miró por un rato con el ceño fruncido
“Y el hecho de que lleves tu brazo alzado… ¿Qué significa?” – cuestionó – “¿Es esa la dirección que debo tomar?” – se giró para ver el sentido que marcaba al punta de mi codo, suspiré derrotado mientras me daba por vencido
“Olvídalo” – replique mientras comenzaba a caminar – “vamos”
La chica me siguió a la par. Pude notar que varios de los hombres ahí presentes la veían. Y no los culpaba, Alice realmente se veía hermosa, pese a que su vestido era, por mucho, más sencillo que el resto. Pero bien dice el dicho: la mona aunque se vista de seda, mona se queda. Y esta no era la excepción, aquellos lujosos trajes no bastaban para opacar la delicada belleza de su rostro, ni lo grácil de sus movimientos, ni mucho menos, lo frágil de su delineado cuerpo.
Suspiré frustrado por hallarme, como siempre, contemplado la natural belleza de la chica. Estaba dispuesto a abrirle la puerta para que subiera, pero ella me detuvo con un gesto en la mano
“Yo puedo” – dijo mientras abría la puerta por su cuenta – “para eso tengo mis dos manos” – me encogí de hombros para ocultar mi enojo repentinamente mezclado con admiración y deslumbramiento. Ella era tan… distinta
En cuanto estuvimos en el carro, Alice adoptó una posición muy impropia de una dama, se sentó sobre sus piernas cruzadas en el asiento, la mire extrañado y ella se dio cuenta
“¿Qué?” – preguntó sin una pizca de congoja – “¿Te preocupa que ensucie tus asientos de piel?” – puse los ojos en blanco mientras me controlaba por no sonreír. Era tan absurda a veces
“Por supuesto que no” – contesté
“Que bien. Sería pecado que, teniendo tanto dinero, te doliera gastar un poquito más por mandar a lavar tu carro” – arranqué el carro. Con tan solo una vez, me había aprendido el camino hacia su casa, así que no le pregunté la dirección
“Parece que sigues molesta por lo que paso aquella noche” – comenté. Sentí sus ojos clavados en mí – “Hoy no fuiste a la escuela” – señalé tras no obtener respuesta
“Es bueno saltarse las clases de vez en cuando” – contestó
“no has contestado a mi primer pregunta” – otro largo silencio – “¿Puedo tomar eso como un si?” – la vi por el rabillo del ojo, iba con el rostro en dirección hacia la ventanilla – “Parece que eres un poquito rencorosa” – observé, sabía que con eso la haría explotar
“¿Rencorosa?” – inquirió con voz indignada – “es lógico que siga molesta. O mencióname sobre alguna chica que este orgullosa de que la llamen puta” – respigué al oír la palabra altisonante
“Yo… yo no te dije eso” – me defendí – “esa palabra es vulgar… y más para los labios de una dama” – esperaba a que se ofendiera, pero como siempre solía pasarme con ella, hizo lo contrario. Mi comentario le resultó gracioso
“Esa palabra es vulgar… y mas para los labios de una dama” – remedó burlonamente mis ultimas palabras – “¿Todos los riquillos aparentan ser así de persignados y santurrones?”
“No es que seamos santurrones” – salí en defensa – “ni mucho menos persignados…” – giré mi rostro para escupirle las palabras – “se trata de educación y morales” – todos mis intentos eran inútiles, esta chica no se cohibía por nada, levantó su quijada levemente, de forma defensiva
“¿Morales?” – preguntó con voz irónica – “¿Y tu crees que es moralista el ver como otros mueren de hambre mientras ustedes tiran la comida a la basura? ¿Crees que es de morales el que ustedes tengan a sus pies el mundo entero solo por tener billetes verdes mientras otros son marginados, discriminados, por no tener la misma suerte?” – otra vez, sus palabras pegaron fuerte – “discúlpame, pero a eso yo no le llamaría una persona moral”
“Nosotros no podemos vivir cargando las culpas ajenas” – era una frase aprendida de mis padres. Hubo un tiempo en el que yo pensaba igual que Alice, sin embargo, mi familia y amistades, me hicieron cambiar de ideas – “El hecho de que la gente prefiera pedir limosnas con tal de no trabajar, no es problema nuestro”
“Nosotros no pedimos limosnas, trabajamos, y aún así hay días en los que no tenemos ni para comer” – musitó – “pero claro” – repuso después otra vez con voz cargada de desprecio – “es obvio que ustedes no lo entenderían”
“Probablemente no” – admití ¿Qué caso tenía discutir si ciertamente ella tenía razón? – “Alice, ¿Cuántos años tienes?” – quise saber. Una duda que siempre había tenido desde el primer momento en que la había visto y, hasta el momento, no me dejaba en paz
“Dieciséis” – respondió algo cautelosa por el cambio de conversación. Dieciséis… demasiado joven como para pensar de esa manera. Demasiado joven como ejercer esa atracción en mí
“Psicológicamente, no aparentas esa edad” – le dije. Realmente, si me detenía a observarla bien, su físico no era nada despampanante, lo que la hacía atractiva era la finura de sus rasgos e inconcientes movimientos de bailarina. Su cuerpo era bonito, algo que jamás había visto. Era sencillo, pequeño y delicado, exactamente el cuerpo que se espera ver de una modelo de quince años.
“¿Soy demasiado infantil?” – quiso saber. Negué con la cabeza, un poco frustrado ¿cómo podía pensar eso?
“Nada de eso” – repuse – “al contrario, te me haces una persona muy madura, para tener dieciséis”
“Tal vez por que soy la mayor, después de mi hermano Edward”
“¿Edward? ¿Te refieres al chofer de Isabella? – asintió mientras me hacía a la idea.
“Mi mamá es la cocinera” – informó también – “mi padre trabaja en una carpintería, la mayoría de nuestros ingresos provienen de trabajar para los Swan, sin embargo…” – se detuvo de repente, movió su cabeza de derecha a izquierda con preocupación
“¿Ocurre algo?” – pregunté
“Nada” – sonrió tristemente. Llegamos al callejón en la que la había dejado anteriormente
“Supongo que esta vez tampoco quieres llegar en esto a tu casa” – le dije mientras recordaba la vez pasada
“Supones bien” – su mano se dirigió hacia la perilla de la puerta
“Espera” – pedí mientras, instintivamente, le tomaba una de sus manos. La retiré tan pronto como me di cuenta del movimiento – “¿Cómo mínimo me dejaras que te abra la puerta del carro?” – pedí – “me siento mal sin hacer eso” – justifiqué – “ya sabes, no es… normal, el que a una chica no le guste este tipo de atenciones” – lo pensó durante unos cuantos segundos y después suspiró derrotada
“Esta bien” – respondió – “pero date prisa, no pienso quedarme sentada aquí toda la noche” – me apresuré a bajar del carro, casi con movimientos torpes. Abrí la puerta sonriendo de oreja a oreja y le tendí la mano para ayudarla, tras pensar otros segundos, aceptó. El roce de su palma con la mía trajo consigo un sentimiento nuevo y desconocido que me dejó estático en el lugar, provocando que, al momento en que Alice se bajó completamente del carro, la distancia que nos separaba fuera mínima.
Mis manos no pidieron permiso, ni dieron explicaciones, se movieron instintivamente. Sin razonamiento coherente que las condujera, atraparon su rostro entre ellas y lo atrajeron hacia el mío para que la pudiera besar. Apenas mis labios rozaron los suyos, sentí la necesidad de tenerla más cerca y llevé mis manos hacia su pequeña cintura. Ante este movimiento, Alice me separó de ella con brusquedad y después solo sentí un ardor en la mejilla y un dolor en el estomago… ¡auch!
EDWARD POV
El veneno que hay en tu piel es tan dulce como la miel
Que me basta una caricia para estar a tu merced
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Mensaje por Atal 16/9/2009, 6:46 am

El cielo ya comenzaba a cambiar de negro a gris. La noche había terminado, había podido dormir poco después de lo pasado, la mujer que en mi cama estaba, me quitaba, además de la respiración, el sueño.
Llevé mis ojos, una vez más, hacia su cuerpo envuelto entre las sabanas. Su cabeza descansaba sobre mi pecho y su respiración era acompasada y tranquila. Tenía sus enormes, expresivos y hermosos ojos cerrados, dormía placidamente. Acaricié su espalda desnuda con mi mano al momento en que suspiraba.
Todo había cambiado tan rápido que hasta me daba miedo. No por mí, si no por ella. Mi amor era correspondido, y eso… no estaba bien. Ahora no la podía dejar, por más que quisiera, por más que me obligaran, y eso era preocupante. Estaba claro que yo no era digno de una persona como Bella. Ella era lejana, inalcanzable para mí, quien no podía ofrecerle ni la décima parte de las cosas a la que ella estaba acostumbrada. Imposible.
Cerré mis ojos, la verdad era dolorosa. El destino era injusto. Y la vida demasiado masoquista e impredecible. Ay, mi Bella. Habiendo tantos hombres con mejor vida que yo, te viniste a entregar a mi, tu chofer… y yo de idiota que no me pude frenar pero, ¿Qué se podía esperar de un ser tan egoísta?
“Te quiero. Quiero ser tuya…”
Aquellas palabras resonaban en mi cabeza como un canto de sirenas. Me amaba, lo sabía. Lo había sentido en cada una de sus delicadas caricias, en cada uno de sus besos, en cada movimiento, en cada respiración entrecortada, en cada susurró con el cual pronunciaba mi nombre. Me amaba… y claro que yo la amaba también. ¿Sería eso suficiente como para poder vencer nuestras enormes diferencias?
“Edward” – tocaron a la puerta provocando que la sangre huyera de mi rostro – “Edward, ¿Estas ahí?
Moví a Bella, delicadamente para que se despertará, ella abrió los ojos pesadamente mientras se incorporaba
“¿Qué pa…?”
“Shh” – puse mis dedos sobre sus labios – “Tanya esta afuera” – informé murmurando. El rostro de Bella se endureció al instante
“¿Qué quiere?” – preguntó, sonreí por el tono de su voz ¿Cómo era posible de que estuviera celosa y no preocupada de que nos pudieran descubrir?
“No lo se” – respondí sonriendo – “pero nos puede descubrir”
“¿Y qué quieres que haga?” – seguía molesta – “¿Qué me salga por la ventana o qué? ¿De qué te ríes?”
“Eres tan tonta, Bella” – susurré mientras la besaba – “¿Acaso no te das cuenta de que te amo? No podría jamás engañarte… no después de lo que ha pasado entre nosotros”
“tengo mis buenas razones para dudar de ti” – repuso ahora con voz triste.
“¡Edward!” – llamaron otra vez afuera y me levanté para asegurarme de que la chapa estuviera bien cerrada. Ya se cansaría de estar insistiendo y más tarde hablaría con ella
“Se que las tienes” – dije volviendome a acomodar a su lado– “me merezco el pensamiento que tienes de mi por que yo mismo lo he planteado, pero Bella, no pienso engañarte… nunca” – me miró por varios segundos con gesto serio, seguramente descubriendo si le era sincero a través de mis ojos
“Edward ¿por qué no abres?” – Bella suspiró frustrada y dirigió una mirada furiosa a la puerta
“¿Siempre es así?” – preguntó irritada. Reí entre dientes
“No lo sé” – contesté mientras acercaba mi rostro para besarla. Bella correspondió el beso de manera intensa, atrayéndome con ella hacia la cama. Y comenzamos de nuevo, dejándonos llevar e ignorando sin ningún esfuerzo a la chica que tocaba la puerta. Agradecí de que se fuera mucho antes de que ambos empezáramos a emitir entrecortadas respiraciones.
“Pasaría toda una vida de esta manera” – dijo Bella mientras me abrazaba, su respiración aún no se había controlado, así que acomodé nuestros cuerpos de manera en que yo pudiera recostar mi cabeza sobre su pecho. Su corazón latía desbocadamente. Sentí sus manos enterrarse entre mis cabellos y después bajar por mi espalda, me estremecí.
“¿Acostada con el chofer?” – inquirí sin despegar mi oído de su corazón
“Acostada con el amor de mi vida” – rectificó. Sonreí mientras depositaba un beso en su cuello
“Te amo” – le dije mirándola a los ojos. Sonrió calidamente en respuesta. Volvió su mirada hacia la ventana y suspiró con pesar
“Ya amaneció” – la abracé fuertemente puesto que sabía lo que eso significaba. Ella tenía que irse de mi cama, de mí. – “Te veo en un par de horas”
“¿No piensas dormir?” – cuestioné. Ella negó con la cabeza
“He dormido demasiado… y muy bien, por cierto” – afirmó mientras tocaba la punta de mi nariz con la yema de su dedo. Cuando se levantó no pude evitar mirarla. Era tan hermosa, tan perfecta.
“Eh… ¿Edward?” – llamó mientras se cubría con las sabanas
“¿Si?”
“¿Podrías… podrías dejar de verme tanto?” – pidió extremadamente sonrojada – “esto es… nuevo para mí y… me… me da pena”
“Si” – me apresuré a decir mientras sentía que mis mejillas también se ponían coloradas – “perdón, no es… no es mi intención… yo…” – me di cuenta de que estaba hablando puras incoherencias así que me limité a girar mi rostro en dirección contrario para no verle
“Gracias” – susurró tras un minuto mientras me daba un beso en mi cuello. Me giré para verla, ya se había puesto el vestido. Me paré, cubriéndome abajo con la sabana. Ella dirigió su mirada hacia esa parte y sonrió de manera picara – “creo que ya se el cómo cobrarme lo que acabas de hacer… ojo por ojo, diente por diente” – levanté las cejas anonado y muy apenado por sus palabras
Solo Bella podía llegar a cambiar de ser tan tímida a alguien tan atrevida en un segundo.
“¿Me vas a decir que a te causa mucho pudor el que te vean desnudo?” – preguntó ante mi silencio.
“En tu caso, si” – respondí. Ella rió y se acercó a mí, de manera sinuosa, sujetó un extremo de la sabana que me cubría y la jaló ligeramente – “¡Bella!” – exclamé apretando mis manos alrededor de la tela para que no cayera. Eso le divertía en gran medida, entrecerré los ojos de manera acusadora – “¿en verdad quieres jugar? - pregunté con tono amenazante. Ella sonrió ampliamente
“Los juegos serán cuando yo quiera, Cullen” – contestó mientras rozaba sus labios con los míos
“Ya veremos” – musité contra su boca.
Me quedé tirado sobre la cama largo rato. Con los pensamientos basados en ella…
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Mensaje por Atal 16/9/2009, 6:49 am


Capitulo 10: ya no veo

EDWARD POV
“Buenos días mamá” – saludé mientras cruzaba mis brazos alrededor de su cintura y le daba un beso en la mejilla a la mujer que se encontraba de espaldas preparando un desayuno
“¡Hijo!” – exclamó al tiempo que daba un brinco – “que susto me has dado” – se giró para verme y paso una mano por mi mejilla – “¡Qué feliz te miras!” – señaló, bajé la mirada sonriendo. Mi madre me conocía tan bien
“Lo estoy” – me miró fijamente por bastante tiempo. Poniéndome nervioso
“Alice me contó que ayer fueron a un fiesta con la señorita” – recordó sin dejar de verme – “y también me dijo que hasta con las niñitas de sociedad te la pasas coqueteando”
“No pasó nada” – le aseguré. Bueno, si pasó, pero no con esas niñitas, si no con la hija de la patrona, pero era claro que eso no le iba a decir
“Edward” – reprendió – “hijo, no quiero que te metas en problemas solo por cuestión de hormonas”
“Descuida, mamá” – le dije sonriendo de manera inocente – “créeme que esos tiempos ya pasaron” – ¡Y de qué manera!
Mi madre no creyó en mis palabras, pero ya no dijo más, suspiró pesadamente y sin decir más sobre el tema, siguió con sus labores…
“hola, Edward” – saludó mi hermana entrando por la cocina
“Alice” – contesté
“Dice la señorita Isabella que te quiere ver, esta en su recamara” – informó con mirada acusadora. Definitivamente, mi hermana iba a ser la única persona a la cual no podría engañar
“en seguida voy” – contesté aparentando indiferencia
“ya que vas hacia allá” – dijo mi madre – “¿podrías llevarle el desayuno?”
“claro”
Cuando toqué la puerta, no esperé a que me indicaran poder pasar. La tuve frente a mis ojos, recibiéndome con una sonrisa de oreja a oreja. Me apresuré a cerrar la puerta con seguro y, después de dejar la charola del desayuno sobre la mesita de noche, me lancé a sus brazos. Fuí recibido por un calido y pasional beso
“Te extrañé” – musité contra sus labios que temblaron al reír
“Que hombre tan más aprensivo” – murmuró sin dejar de besarme – “pero eso solo lo hace más perfecto”
“Tienes que desayunar” – le recordé mientras me separaba de ella y caminaba hacia la charola de comida
“No tengo hambre” – contestó mientras se sentaba de mala gana en su cama
“No, señorita” – dije tratando sonar autoritario – “usted va a comer” – me senté frente a ella y comencé a picar la fruta con un tenedor – “abre la boca” – le pedí mientras le ponía un pedazo de papaya en frente
BELLA POV
“Edward, de veras, no tengo hambre” – le dije mientras hacia un puchero y giraba mi rostro para evitar el trozo de papaya que tenía enfrente
“Bella, por favor” – suplicó mirandome de aquella manera en la que sus ojos verdes brillaban con una intensidad deliciosa con la cual era imposible resistirse. Con un suspiro de resignación, abrí la boca y la papaya entró en ella sin vacilación
“¿Ves que rica esta?” – dijo con una sonrisa de encanto
“Acompáñame” – le pedí mientras le arrebataba el tenedor y lo llevaba a su boca para que él también comiera. Tras vacilar un momento, aceptó.
“¿Sabes?” – pregunté cuando terminaba de tragar el ultimo pedazo de pan tostado que quedaba – “creo que me hace falta el postre”
“Para no haber tenido hambre hace un momento, estas muy antojadiza ¿No crees?” – repuso divertido mientras se paraba para dejar la charola en un lugar más seguro, después, regresó a mi lado y lo atrapé entre mis brazos
“Tengo hambre de ti” – le dije mientras lo empujaba hacia la cama y yo posicionaba mi cuerpo sobre el suyo
“Bella, puede venir alguien” – recordó sonriente
“Pues que vengan” – murmuré contra sus labios. Deslicé mis manos hacia sus cabellos, aún frescos por la ducha, y corté toda distancia entre su cuerpo y el mío. Sus manos viajaron hacia mi cintura y comenzaron a levantar la tela de mi blusa para poder tentar mi piel desnuda. Mi respiración comenzó a hacerse cada vez más pesada y con un ágil movimiento cambiamos de posición. Entre besos, comencé a desabrocharle la camisa y en pocos segundos tuve su cuerpo perfecto y desnudo frente a mí.
“Bella… es muy riesgoso” – susurraba contra mis labios – “puede venir alguien, deberíamos parar” – mas sin embargo, sus manos se deslizaban de mi cintura hacia más arriba, acariciando mis pechos sobre la tela del sostén. Comencé a gemir mientras mis manos apretaban su espalda
“Edward” – llamaron al otro lado de la puerta rompiendo nuestro momento – “te habla mamá”
“En seguida voy” – contestó con la respiración agitada. Sus ojos ardientes se centraron en mí – “tengo que ir” – dijo en forma de disculpa. Me reí
“Ve” – indiqué.
Tras darme un ligero beso y ponerse rápidamente la camisa que yacía ya en el suelo, salió de mí recamara. En cuanto mis ojos lo perdieron de vista, me dejé caer sobre el colchón y tomé mi almohada para apretarla contra mi rostro y poder sosegar un grito de alegría…
EDWARD POV
“¿Qué hacías hijo?” – cuestionó mi madre en cuanto me escuchó entrar – “¿Acaso le fuiste a dar de comer a la señorita en la boca?” – reí tontamente ante los nervios. Mi madre no tenía idea de lo ciertas que eran las palabras que mencionaba con tanto humor
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Mensaje por Atal 16/9/2009, 6:50 am

“Me estaba dando indicaciones de lo que haríamos hoy” – mentí
“¿Y qué harán?”
“¿Para qué me llamabas?” – cambié la conversación
“Quería que mi hicieras un favor” – dijo y agradecí de que no se diera cuenta de la esquivación al tema anterior – “ya no hay gas, ¿podrías cambiarlo?”
Hice lo que mi madre indicó. El tanque de gas se encontraba en el patio trasero de la cocina. Tras cambiarlo, me senté para platicar con mi madre mientras la ayudaba a picar las verduras para la merienda.
“Dentro de poco será tu cumpleaños” – recordó mi madre al momento en que Tanya entraba por la cocina
“¿De verdad?” – terció uniéndose a la platica – “¡Que bueno que lo menciona, Esme! Edward no me había dicho nada al respecto”
“A mi hijo no le gustan los regalos” – informó mi madre de forma amable, pero seria
“Al fin” – bufó mi hermana al entrar a la cocina y ver a Tanya con el uniforme – “pensé que te ibas a quedar acostada todo el día”
“no es muy tarde” – se defendió despreocupadamente la muchacha mientras caminaba hacia mi – “además, no pude dormir. Anoche estuve afuera del cuarto de tu hermano varios minutos, esperando a que me abriera, y nunca lo hizo” - Era sorprendente ver lo poco que le importaba la presencia de mi madre
“Tanya” – llamé mientras retiraba sus manos de mis cabellos – “no tienes por que decir esas cosas frente a todos”
“¿Y por qué no?” – repuso la chica – “es algo completamente natural lo que hacemos” – dirigí mi vista hacia mi madre y hacia mi hermana, quienes se veían molestas por lo descarado del asunto
“Tanya, tenemos que hablar” – recordé en ese momento
“De lo que quieras, cariño” – no sabía por donde empezar.
“A solas” – indiqué mientras me ponía de pie y con un gesto en la mano le indicaba a que saliera de la cocina. Tanya caminó de manera insinuante delante de mí.
“¿A solas?” – inquirió de forma seductora cuando estuvimos fuera de espectadores – “¿Qué te parece si vamos a mi recamara, o a la tuya para hablar mejor?” – la separé de manera educada, poniendo mis manos en sus hombros y empujándola hacia atrás – “Edward, ¿Qué pasa?” – preguntó ante mi gesto – “estas… extraño”
“Tanya” – comencé a decir, intentando encontrar las palabras adecuadas y menos hirientes – “esto… se acabo” – sus ojos se clavaron en los míos de manera violenta
“¿Qué?”
“Lo que oíste, no quiero que esto termine mal…”
“¿Hay alguien más?” – interrumpió
“Si” – contesté rápidamente
“pero… pero ¡¿Cómo?!” – soltó de repente – “si hace días…”
“Tanya” - interrumpí – “es lo mejor, de veras”
“¡No!” – exclamó – “tu no puedes hacerme esto, no me puedes dejar…”
“Nunca tuvimos nada serio” – le recordé – “no te estoy dejando, en ningún momento estuve contigo”
“¿Ósea que cuando estuve en tu cama…?”
“Siempre te dejé las cosas en claro” – me sentí mal por las lagrimas que empezaban a brotar de sus ojos – “Tanya, en realidad lo siento” – dije – “me he enamorado…”
“Pues ámala” – interceptó de manera violenta y se colgó de mí – “Ámala, yo no protestare de que estés con alguien más, seré discreta, lo prometo”
“Ese no es el punto, Tanya” – discutí mientras me liberaba de sus brazos enrollados en mi cuello – “estoy enamorado y no puedo, aunque quisiera, engañarla” – le sujeté fuertemente las muñecas a un costado de su cuerpo para que ya no insistieran en moverse – “lo siento, Tanya” – me volví a disculpar – “podemos seguir siendo amigos”
La chica asintió en medio de lágrimas y cuando vi que estaba más tranquila la solté. Ella aprovechó para lanzarse rápidamente a mis brazos, sin que yo pudiera hacer algo por evitarlo
“¡Pero que lindos!” – sentí que el mundo se me derrumbaba al escuchar esa voz. Tanya me soltó rápidamente – “¡Que bien se divierte la servidumbre en esta casa!”
“Lo siento, señorita” – comenzó a decir la muchacha con voz cortada
“Pues no lo sientas” – atajó Bella con suma frialdad – “aquí se te paga para que vengas a trabajar, no para andar agasajándote con el chofer”
“Señorita yo…”
“Vete a la cocina, Tanya” – ordenó Bella. En cuanto la chica desapareció se giró para verme de manera enfurecida
“Bella, te lo puedo explicar” –
“no hace falta” – contestó – “lo escuché todo” – sentí un enorme alivio al oír esas palabras
“De verdad, no pude hacer nada…” – comencé a decir mientras me acercaba hacia ella
“ya no digas mas” – ordenó mientras me frenaba con un gesto en la mano. Me quedé esperando a que dijera algo más por varios segundos – “¡De verdad que es una arrastrada!” – soltó al fin. Su expresión me hizo reír
“si sigues así de enojada te vas a arrugar” – le dije de manera divertida mientras la abrazaba
“No la soporto” – confesó mientras hundía su cabeza en mi pecho
“Ya tranquila, ya terminó todo” – aseguré mientras besaba la coronilla de su cabeza e inhalaba el perfume de su cabello
“Mira nada más” – aquella vocecilla nos hizo saltar por segunda vez en el día – “ay Edward, señorita” – dijo con un suspiró – “tengan más cuidado” – advirtió mientras seguía caminando – “no siempre se encontraran con ciegos en esta casa”
Bella y yo nos quedamos mirando por varios minutos, con los ojos dilatados por la sorpresa
“¿Tu hermana lo sabe?” –
“Supongo que si” – contesté – “pero no dirá nada”
“Lo se” – contestó Bellla - “¿Y si vamos a un lugar más privado?”
“A donde usted ordene, señorita” – le dije mientras hacía un gesto de obediencia muy utilizado en las películas del siglo pasado
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Mensaje por Irina Denali 16/9/2009, 9:54 am

me encanta esta historia aaaaa en esta historia me hacen ver copmo un drogadicta y regalada jajajaja no soy haci jajajaja pero hay atal profa pon los que faltan pronto no sabes lo que me gusta esta historia Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 80198 Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 80198 Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 676150 Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 76524 Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 997487
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Mensaje por Bbra 16/9/2009, 10:49 pm

affraid me encantoooooooooooooooooo es tan hot Tan lejana como una estrella  (+18) (Completa) 426992

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Mensaje por Atal 17/9/2009, 7:42 pm

aqui les dejo otros 5 capitulos más¡¡¡


Capitulo 11: Remordimiento

EDWARD POV
“Buenos tardes” – saludó el joven de manera educada mientras yo lo asesinaba con la mirada
“Buenas tardes” – respondí – “¿En que le puedo ayudar?”
“¿Se encuentra Isabella en casa?” – asentí mientras empuñaba las manos – “¿Le podrías decir que… Jasper Hale la ha venido a visitar?”
“Seguro” – respondí mientras me daba la media vuelta y sentía que el chico me venía pisando los pies
Subí pisando fuertemente cada uno de los escalones. Tenía dos días desde que Bella y yo… ¿Qué palabra usar? ¿Confesado? Bien. Supongo que no hay palabra que pueda definir lo que ahora ella significaba para mí. No la veía como novia, ni como mujer, ni como amiga… si no una perfecta combinación de las tres. Dos días en los que yo había sido feliz entre sus brazos y sus besos, entre su atención y su cariño. Había sido tanta mi felicidad que se me había olvidado un punto importante: Bella estaba comprometida con el idiota que la esperaba abajo.
“¡Pase!” – indicó cuando toqué tres veces con los nudillos. Abrí la puerta, ella estaba acostada en su cama, con un cuaderno frente a ella y con su celular emitiendo una canción de moda – “¡Edward!” – exclamó al momento que se paraba enérgicamente para recibirme. Cerré la puerta detrás de mi y, segundos después, se me lanzó a los brazos – “¿Te pasa algo?” – preguntó cuando notó que mis labios estaban tensos
“Te esperan abajo” – informé mientras la veía a los ojos. ¿Y si todo esto era algo pasajero para ella? Sería muy probable que al elegir, ella preferiría a un ricachón que a mí, un chico que se la ha pasado viviendo al día con el dinero
“¿Quién?” – preguntó mientras fruncía el ceño – “Edward ¿Qué pasa?”
“Bella” – dije mientras le tomaba de las manos y dirigía mi vista hacia el suelo – “¿Qué sientes por mí?” – cuestioné y sentí que ella respingaba ante mi pregunta
“¿Por qué preguntas eso?” – respondió, yo esperé a que contestara la pregunta que le había formulado – “Edward, TE AMO” – dijo al notar mi silencio, remarcando las palabras con gran énfasis, como si fueran demasiado obvias – "pensé que todo había quedado claro… ¿A qué viene todo esto?”
“abajo esta… Jasper Hale” – dije dándole al nombre mi mayor tono de acidez posible. En cuanto terminé de decir el nombre, noté que Bella sonreía ampliamente. Yo la miré de forma inquisidora, a todo eso no le veía lo gracioso
“Es eso” – dijo con humor antes de echarse a reír – “Edward, a veces eres muy tonto” – suspiró y me miró fijamente antes de continuar – “pensé que te habías dado cuenta pero, Jasper y yo no tenemos NADA más que una amistad” – fruncí el ceño mientras recordaba todas las palabras de su madre claramente, las que había dicho aquella noche en la que yo me había dado cuenta de que la amaba: “el compromiso de Jasper Hale con Isabella Swan”, resumiéndolas.
“Pero tu mamá…”
“Mi madre esta obsesionada y, vaya, de más esta decir que esta loca” – interrumpió sonriendo tristemente – “su mayor sueño es que yo contraiga matrimonio con Jasper, por la suma de dinero que tiene su familia…” – paró de hablar. Supuse que, por más que yo había tratado de disimular, no había podido ocultar la pesadumbre que me daba el saber lo obvio: Renné Swan, evidentemente, no iba a querer al chofer como prometido de su hija
“Edward” – dijo mientras tomaba mi rostro entre sus manos – “No tengo nada que ver con Jasper” – volvió a decir – “yo te amo, a ti, a nadie más”
“Yo también te amo, Bella” – levanté mi mano para acariciar su mejilla – “y me da miedo sentir todo esto por ti, tengo miedo de perderte”
“Nunca va a pasar eso” – prometió solemnemente – “jamás. Siempre estaremos juntos” – sonreí ante sus palabras y pegué mi frente con la suya. Cerré mis ojos, olvidándome del mundo exterior que nos rodeaba, concentrándome solo en su delicioso aroma
“Te amo tanto, Bella” – le dije. Sus labios buscaron los míos y correspondí el beso con adoración. Casi se me estaba olvidando el motivo por el cual había venido a su habitación. Estaba seguro que a ella ya se le había olvidado, así que, a mi pesar, decidí recordárselo – “Te esperan abajo” – murmuré contra sus labios y ella se separó con un suspiro.
JASPER POV
¿Qué hacía en esa casa? Mi vista viajaba de un lado a otro en aquella inmensa y lujosa sala. ¿Dónde estaba ella? Y al decir “ella” no me refiero a Isabella, si no a ella, a Alice. Miré el reloj. Eran las tres de la tarde. Según mis cálculos, la chica aún no debería de haber salido de su trabajo. ¿O si?
¡Vamos!. Lo tengo que admitir: había venido a esta casa para verla. Era el único lugar en que me la podía encontrar de pura “casualidad”
“¡Eres un maldito aprovechado!” – me había dicho después de haberme pegado una cachetada y haberme metido un rodillazo en el estomago.
Instintivamente me llevé la mano hacia mi mejilla derecha ¡Aún podía sentir el ardor que aquellas pequeñas y, aparentemente, delicadas manos me habían causado!
Después sonreí. La niña tenía su carácter. ¡Y que carácter!... jamás había conocido a una chica con tales características… eso me intrigaba. Tan linda, tan delicada y tan salvaje a la vez, y sobre todo eso, la manera en que hablaba, ¡Qué manera de ver la vida! Tan distinta. La ropa y la moda estaban lejos de sus prioridades, y aún así era, por mucho, la más hermosa que haya visto jamás.
“Jasper” – saludó Bella mientras bajaba de la escalera. Se veía bien. Se veía radiante. Me alegré por ella. Desde que la conocía, Bella se había caracterizado por ser tan frívola como hermosa y pedante – “no te ofendas, pero me extraña tu presencia en mi casa” – ah, si. También por ser honestamente hiriente. Aunque no la culpaba, las veces en que había venido a su casa había sido para traer a Rose. Y esa vez, mi hermana no se encontraba a mi lado, es más: mi hermana no sabía que me encontraba acá
“Estaba por acá cerca y decidí pasar a saludarte” – mentira. Estaba en mi casa, recostado en mi cama viendo una película, cuando aquella niñita de cabello negro invadió mi mente y no salió de ahí. Su recuerdo había movido mis pies hacia la mansión de los Swan.
“Ah” – contestó Bella mientras me indicaba que me sentara – “Jasper… creo que tenemos que hablar y muy seriamente” – asentí. Esperando a que iniciara la conversación. Mientras tanto, mis ojos se dirigían constantemente hacia el pasillo en donde recordaba estaba la cocina. La quería ver. Necesitaba verla – “veras” – continuó con un suspiro – “yo sé que mi mamá se precipitó al hacer publico un compromiso que tu y yo no hemos… acordado” – comencé a prestar atención a sus palabras – “y no te voy a mentir, me gustas, eres un chico… guapo, codiciado por muchas, pero yo…”
“Yo no te gusto” – la ayudé a terminar. Los ojos de Bella me miraron de manera muy sorprendida por que me había comenzado a reír – “Bella, no te preocupes por eso” – le dije tratando de calmar la risa – “sin ofender, tu tampoco me gustas. Te quiero, pero es algo muy similar a lo que siento por Rose” – al terminar la chica me dedicó una mirada de… ¿Alivio? Bueno, eso me ofendió un poco ¿tan malo era pensar el tenerme como novio?
“Gracias, Jazz” – dijo con ojos brillosos. Me encogí de hombros, un poco extrañado. Isabella no era conocida precisamente por sus muestras de gratitud y afecto – “me consuela mucho el saber que todo esta claro entre nosotros”
“Lo difícil es que nuestros padres entiendan” – agregué un poco molesto por la veracidad de mis palabras – “se empeñan en ver amor en donde simplemente no lo hay” – Bella asintió, dándome la razón. De pronto se había entristecido. Me acerqué y la tomé de la mano – “¿Pasa algo, Bella?” – quise saber realmente preocupado. Había conocido a esta chica desde que éramos unos niños. Como le había dicho antes, siempre la había visto más como una hermana, que como una pareja.
Isabella estaba a punto de contestar a mi pregunta cuando una voz, demasiado familiar para mi gusto, nos interrumpió
“¡Edward!” – gritó la chica mientras se debatía en los brazos de su hermano, que se dirigía hacia la salida – “¡Bájame ahora mismo, Edward Cullen o morirás!” – amenazó. Bella carraspeó para llamar la atención de la pareja
“Siento esto, señorita” – comenzó a disculparse el chofer sin bajar a su hermana – “pero Alice no quiere ir a la escuela, así que tendre que obligarla”
“creo que eso, Cullen, no es excusa para tratar a una dama de esa manera” – reprendió Bella – “bájala ahora mismo” – el chico obedeció y su hermana, dándonos la espalda se comenzó a planchar en uniforme con las manos
“Gracias, señorita…” – comenzó a decir mientras se giraba y sus palabras se detuvieron al verme. Alcé mis cejas al encontrarme con sus ojos rabiosos. Ahora sabía que si mirada dolía cien veces más que sus golpes
“Hola, Alice” – saludé y sentí otra mirada venenosa posada en mí: la de su hermano. ¿Sabría él que había besado a su hermana sin su consentimiento?
“Buenas tardes, joven” – respondió la chica con voz seca.
“¿Por qué no quieres ir a la escuela?” – cuestionó Bella, ajena a que mis ojos estaban totalmente enfocados en la chica de uniforme
“Ya es tarde” – comenzó a explicar – “tengo quince minutos para llegar y… dudo mucho que lo logre, así que ¿para que me desgasto?”
“Si gustas, yo te puedo llevar” – ofrecí
“¡No!” – se adelantó a responder Edward con voz furiosa. Uhm. ¡Genial! Aparte de ser violenta, tenía a un hermano celoso ¿acaso también tendría un perro guardián?
“Edward” – reprendió Bella y el chico giró el rostro de manera indignada
“¿Qué dices, Alice?” – pregunté ignorando a su hermano
“No, gracias” – fue la respuesta que obtuve… Vaya. El látigo de su indiferencia también era muy doloroso
“Deberías de aceptar, Alice” - ¡gracias, Bella! ¡te adoro por apoyarme! – “así no faltarías a tus clases, recuerda que ahora, lo más importante son tus estudios” – Alice la miró por unos momentos, dejándose convencer por las palabras de su patrona
“Esta bien” – dijo con un suspiró de resignación. Al instante, me puse de pie. Escuché un gruñido, proveniente de Edward.
**********************************************************************
“¿Todavía sigues molesta?” – le pregunté en cuanto estuvimos en el carro. La niña llevaba puesto ahora una playera y un pantalón. No se había tardado ni dos minutos en cambiarse de ropa. Realmente sorprendente.
“Que quede claro que solo acepté por que no quiero faltar a clases” – dijo – “y si. Todavía estoy molesta”
“Te ofrecí mis disculpas esa misma noche” – recordé
“No necesito tus disculpas” – atajó fríamente – “las disculpas de ustedes carecen de valor y sinceridad”
“Alice, de verdad lo siento” – dije con toda la sinceridad impregnada en mi voz – “no quise…”
“Ustedes piensan que se pueden aprovechar de todo lo que se les ponga enfrente” – interrumpió – “pero las cosas no son así. No todas nos dejamos impactar por un par de ojos bonitos y un carro deportivo”
“no era esa mi intención” – aclaré tratando de mantenerme sereno – “en ningún momento quise aprovecharme de ti” – Alice bufó como respuesta. Decidí no decir más para no terminar peleando.
“Gracias” – dijo a regañadientes cuando estuvimos frente a su escuela: un edificio de mala muerte
“¿Puedo venir a traerte?” – pregunté – “me gustaría invitarte a cenar para poder disculparme”
“el respeto no se compra con una cena” – respondió mientras se bajaba del carro – “gracias” – volvió a decir mientras cerraba la puerta de un portazo.
BELLA POV
“¡Deja de burlarte y ayúdame!” – le dije a Edward mientras le daba un manotazo en la espalda
“Lo siento, Bella, pero realmente es cómico. Jamás había conocido a alguien tan malo para las matemáticas” – le miré de forma venenosa. Edward siguió riéndose mientras alargaba su brazo para cubrirme con él. Esme se acababa de ir, así que la cocina y la casa estaba relativamente sola para nosotros – “te quiero” – susurró con sus labios puestos en mi frente
“Lo sé” – respondí mientras enrollaba mis brazos en su cintura – “pero te burlas” – volvió a reír, mientras enterraba más mi rostro en su pecho. Me encantaba el perfume natural de su cuerpo, tan dulce.
“No me burlo” – aclaró – “solo… me parece cómica la situación”
“¡Edward!” – nos separamos bruscamente al oír la voz de aquella inútil que venía llamando a mi novio desde la sala – “buenas tardes señorita” – saludó al entrar en la cocina. No respondí. No tenía por qué ser educada con ella, además de que no quería -“Edward, ¿podemos hablar?” – me dieron ganas de lanzarme sobre ella.
“Tanya, querida” – le dije con el tono más pedante que pude – “¿Estas ciega o tu cabecita no trabaja bien?... pregunto por si no te has dado cuenta: Edward me esta ayudando ahora mismo con mi tarea” – agregué sin darle oportunidad a que respondiera
“Es solo un momento…”
“me importa poco si es un momento o dos” – interrumpí con voz ácida – “te esperas a que yo lo deje libre, ¿entendido?”
“si, señorita” – la miré de forma altanera hasta que desapareció de mi vista
“¡No la soporto!” – exclamé en cuanto quedamos solos otra vez. Los brazos de Edward me envolvieron
“No deberías tratarla así” – dijo y al instante me separé de él, con rechazo
“¿La estas defendiendo?” – pregunté indignada – “¿Defiendes a esa?”
“No estoy defiendo a nadie” – repuso con voz tranquila, pausada – “solo digo que ella merece respeto”
“¿Y por qué debería yo de respetar a una sirvienta?”
“Bueno, yo soy tu chofer, Bella” – me dieron ganas de auto darme una cachetada en ese momento.
“No quise decir eso…” – comencé a disculparme pero uno de sus dedos posados en mis labios me interrumpió
“No pasa nada” – dijo más podía leer tristeza en su mirada
“Edward, lo siento” – insistí – “no quise decir eso… es solo que no la soporto. Tu bien sabes que… Alice siempre me ha caído bien y nunca la he tratado así…”
“Bella, Bella” – calmó – “no pasó nada, en serio, no tienes por qué disculparte” – bajé la mirada, avergonzada. Lo menos que quería era que Edward se sintiera inferior a mí.
Levantó mi quijada tiernamente con la punta de su dedo, obligándome a verlo. Me sonrió de forma tranquilizadora y yo negué con la cabeza levemente. Después acercó su rostro hacia el mío y depositó un tierno beso en mis labios.
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Mensaje por Atal 17/9/2009, 7:46 pm

Capitulo 12: Nocturna

BELLA POV
“Isabella” - puse los ojos en blanco y emití un pesado suspiro cuando escuché la voz de mi madre en el primer piso. Una parte de mí se sintió mal por no alegrarme del regreso de Renné a la casa ¿No podía prologar más sus vacaciones? – “Isabella” – volvió a llamar con su tan ocasional paciencia
“Hola” – saludé sin muchos ánimos mientras bajaba las escaleras
“¿Pero qué manera es esa de recibir a tu madre?” – replicó molesta. Intenté sonreírle, pero la expresión fue demasiado falsa – “que hija tan más mal educada tengo” – se empezó a quejar mientras yo volvía suspirar pesadamente.
Tenía mis razones de sobra para no alegrarme del regreso de mi madre: la primera era que, desde hoy, tendría que volver a lidiar con sus continuas quejas. Decidí no poner atención a sus palabras y me fui a sentar a uno de los sillones de la sala, esperando a que se le pasara toda la habladuría. Solo lograba escuchar un zumbido emitido por sus labios al momento en que levantaba sus manos, exasperada.
“¿En dónde se mete la servidumbre cuando se le necesita?” – me preguntó indignada. Comprendí que los regaños ahora irían dirigidos hacia Esme, Alice y… y Edward – “¡¿Dónde esta el muchacho este?!” – volvió a preguntar – “¡¿El chofer?!”
“Se llama Edward, mamá” – le recordé
“Hija, realmente no me importa como se llame” – dijo con voz fría – “lo único que quiero es que venga para que suba mi equipaje a la recamara” – me mordí la lengua para no responderle – “¡Edward!” – gritó y gritó varias veces hasta que el muchacho apareció corriendo
“Disculpe, señora” – comenzó a decir – “mi hermana tenía problemas para acomodar unas cortinas y le estaba ayudando”
“Te mandé a que estacionaras el carro” – le recordó mi madre con voz afilada – “no a que fueras ayudar a tu hermana. Si no puede si quiera poner unas cortinas que me lo diga y conseguiré a alguien que si sea capaz” – mis ojos se clavaron fijamente en el rostro de mi novio, viendo como asentía y no reprochaba de las palabras de mi madre…
“Lo siento, señora” – se me hizo un nudo en la garganta. ¿Por qué pedía disculpas? ¿Desde cuando las personas piden disculpas por ser agredidas?... me sentí fatal al recordar las veces que Edward había hecho lo mismo conmigo. Realmente no era mejor que mi madre. Era un reflejo de ella.
“Sube las maletas a mi recamara” – ordenó mi madre – “y que sea deprisa, necesito darme un baño y descansar” – Edward volvió a asentir y mientras comenzaba a recoger el equipaje de mi madre me dedicó una mirada junto con una sonrisa casi imperceptible. El simple gesto me puso sumamente nerviosa.
Me puse de pie en cuanto el muchacho comenzó a subir por las escaleras.
“¿A dónde vas?” – preguntó mi madre
“A mi cuarto” – le mentí sin darme la vuelta.
Escuché como Renné se dejaba caer en el sofá. Deduje que entonces no sería tan arriesgado lo que iba a hacer. En cuanto Edward abrió la puerta de la habitación y metió las maletas, yo entré y aseguré la puerta a mis espaldas antes de lanzarme a sus brazos
“Bella, tu mamá esta abajo, puede subir en cualquier momento” – dijo mi novio con una sonrisa en los labios mientras me rodeaba con los brazos
“No creo que suba en este instante” – pegué mi rostro a su pecho e inhalé su perfume – “te extrañé” – le dije.
Había pasado todo el día sin él por que, rompiendo la rutina diaria, esta vez no me había ido a traer a la escuela, si no a mi madre al aeropuerto. Cada vez me pesaba más los minutos que estaba lejos de mí
“Yo también” – susurró y sus labios se juntaron con los míos. Me apreté hacia su torso. Desde aquel día, no habíamos estado juntos y mi cuerpo ya no soportaba la necesidad que tenía de él. Lo fui empujando poco a poco hacia la cama de mi mamá hasta que caímos en ella – “Bella, Bella” – llamó mientras me sujetaba las manos que empezaban a desfajar la camisa – “tu mamá esta abajo” – recordó con una sonrisa
Suspiré derrotada mientras hacía un puchero y él reía por mi reacción
“Será mejor que baje” – dijo mientras se incorporaba y me obligaba a hacer lo mismo. En cuanto estuvimos completamente de pie, rozó suavemente sus labios con los míos – “Me parece que la señorita tiene muchas ganas de ir a pasear más tarde” – murmuró contra mi boca y entendí en mensaje
“Ahora que recuerdo, ya no tengo ropa, necesito ir de compras urgentemente” – le seguí la corriente mientras nos seguíamos besando. Al fin, sus labios liberaron los míos y salió del cuarto, como si nada hubiera pasado ahí.
EDWARD POV
“Ahora si” – atajé a mi hermana, aprovechando de que mamá estaba arriba con la señora, recibiendo nuevas indicaciones
“¿Ahora si qué?” – retó y por un momento me vi cohibido por la dureza de su voz. Aún así, decidí continuar
“Me vas a decir de dónde conoces a este tal Jasper” – no fue una pregunta y ella lo supo. Alzó una ceja de manera escéptica
“Te recuerdo que yo también fui invitada a la fiesta de aquella noche, hermanito” – ignoré la insinuación de sus palabras, aunque no pude evitar sentirme un poco incomodo
“Según recuerdo, solo estuvimos ahí unas cuantas horas” – comencé a decir – “¿Eso fue suficiente como para haber adquirido ese tipo de confiancitas con aquel joven?”
“¿A qué te refieres con confiancitas?”
“Ayer te fuiste a la escuela en su carro” – recordé
“¡Ah!” – exclamó – “¿Ahora tengo un hermano celoso y posesivo?”
“No son celos” – me defendí, aunque era la verdad. Solo que en esta ocasión, más que celos era miedo: miedo a que mi hermana pudiera ser engañada por un tipo de esos – “ten cuidado, Alice” – aconsejé ya dejando de lado el tono denunciante de mi voz
“¿Cuidado?” – repitió mientras fruncía el ceño – “Edward ¿Qué estas pensando?”
“Me fije de como te veía” – solté – “no quiero que…”
“¡Edward!” – interrumpió mi hermana y su pequeño rostro se veía indignado – “¿Acaso piensas que yo podría ser lo suficientemente tonta como para no saber qué es lo que ustedes (los hombres) buscan?” – preguntó
“No es eso, Alice…”
“Hermanito” – volvió a interrumpir mientras atrapa mis ojos con los suyos – “he vivido contigo diecisiete años, y he aprendido mucho de ti” – hice una exagerada mueca de dolor ante sus palabras
“¿Eso fue un halago o un insulto?” – pregunté mientras sonreía y mi hermana correspondía el gesto del mismo modo
“Eso fue una verdad” – dijo mientras me pellizcaba una mejilla. De repente, me había sentido más tranquilo. Sabía que había sido muy idiota al desconfiar de la madurez y cordura de Alice (vamos, no todo el mundo iba a acabar como yo: perdidamente enamorado de una chica que no esta a tu alcance). Mi sonrisa se desvaneció ante ese pensamiento y mi hermana lo notó – “¿Te pasa algo?” – quiso saber.
Guardé silencio. Sabía que ella lo entendería y así fue. Se sentó frente a mí y su pequeña mano se paso por mi mejilla
“Desde esa noche tu y ella están juntos” – afirmó – “¿Acaso no era eso lo que querías? ¿No era eso lo que te entristecía: el no saber si ella te quería o no?” – seguí guardando silencio – “Ahora sabes que ella te quiere” – continuó – “Y eso…”
“Eso me alegra y me preocupa al mismo tiempo” – completé con un suspiro – “no la merezco, Alice”
“¿Por qué no?” – preguntó irritada – “¿cómo te atreves a decir eso?”
“Jamás podría darle lo que ella tiene” – reconocí tristemente – “tarde o temprano, ella se dará cuenta de lo que soy y…”
“¿De lo qué eres?” – interrumpió mi hermana – “¿Acaso no sabe perfectamente lo que eres? ¿No sabe ella de que eres un chico inteligente, bueno, maduro, responsable, caballeroso, educado?” – reí sin humor
“Vamos, Alice” – dije – “me lo voy a creer”
“Pues espero que así sea” – su gesto serio me dejo claro que no estaba bromeando – “Edward, tu vales mucho” – agregó mientras me tomaba de las manos – “no digas que no la mereces, por que no es cierto. Eres mucho más que cualquier riquillo rondando allá afuera, que te quede muy claro ”
“Gracias” – le dije sinceramente mientras me inclinaba para abrazarla. Nada mejor que tu hermana para darte consejos y levantarte el ánimo.[/justifi]
Infinito y fugaz
Tu oscuro mirar
Me abraza tu aroma
Me has de embrujar
me vuelvo ilusión
Me vuelvo inmortal
Y en mundos de olvido
Ni la soledad

[justifi]Nocturna, Anabantha
“¿Ya esta listo el carro, Cullen?” – preguntó Bella con voz inexpresiva, pero con los ojos brillantes mientras bajaba por las escaleras.
“Si, señorita”
“¿A dónde vas, Isabella?” – quiso saber su madre que venía detrás de ella
“Necesito comprar ropa” – mintió la muchacha con seguridad. Yo me vi obligado a bajar la mirada, sentía que en cualquier momento la señora se iba a dar cuenta de que su hija le mentía para escaparse con el chofer – “no tardaremos” – aseguró la muchacha y salió del lugar sin dar oportunidad a la mujer de protestar.
“¿A dónde vamos?” – me preguntó Bella ya cuando estábamos en el carro, lejos de la entrada de su casa. Sonreí mientras sus manos se deslizaban por mi rostro
“Quiero que conozcas un lugar” – le dije – “no es un lugar lujoso” – me apresuré a decir y vi como ella ponía los ojos en blanco ante lo dicho
“No me importa” – aseguró mientras se inclinaba para besar mi hombro – “solo quiero estar contigo, no importa dónde” – sonreí mientras miraba hacia la carretera.
No tardamos mucho en llegar a nuestro destino. Desde hacía mucho había querido llevarla hacia ese lugar.
“¿Esto qué es?” – preguntó con asombro
“Es un prado” – contesté mientras le tomaba de la mano – “¿No te gusta?” – de repente, me sentí ansioso
“¿Cómo no me va a gustar?” – respondió sin despegar la mirada del lugar desabitado iluminado solamente por la luna llena que se alzaba sobre nosotros – “es hermoso” – me tranquilicé – “jamás había escuchado hablar de un lugar así en Forks”
“Es por que, hasta donde sé, solamente mi familia y yo lo conocemos” – alardeé sin poder evitarlo – “Si te das cuenta, estamos en medio del bosque” – agregué y ella viajó su mirada hacia nuestro alrededor
“Cierto” – murmuró para ella – “no me había dado cuenta” – dijo ya en voz alta y ambos reímos por su falta de concentración. Solté su mano y me encaminé hacia el auto para bajar un par de mantas (las cuales había metido a escondidas desde la tarde)
“No querrás sentarte en la hierva fría y húmeda” – apunté mientras la tomaba de las manos y la guiaba para que se sentara junto a mí.
“¿Desde cuando conocen este lugar?” – inquirió cuando ya estábamos sentados
“Desde que yo era pequeño… lo encontramos por casualidad un día que mi papá nos había traído a pasear… y yo me perdí. Me encontraron llorando en este lugar, estaba muy asustado” – Bella rió ampliamente y se dejó caer de espaldas sobre la manta.
Mis ojos no pudieron evitar recorrer su figura bañada por los reflejos de la luna y, como si se tratara de un impulso infrenable, me acerqué a ella para besarla. Sentí sus manos entrelazarse en mis cabellos y su cuerpo buscar el mío. Me arrastré sin soltar sus labios hasta que quedé en una posición más cómoda. Una de mis manos se movió hacia su pequeña cintura.
Me sentía nervioso, exactamente igual a como me había sentido la primera y la segunda vez que habíamos hecho el amor. No me atrevía a seguir tocando aquel cuerpo, era algo demasiado sagrado como para poder profanarlo. Ella me ayudó al cabo de varios minutos, cuando se dio cuenta de mi vacilación: dirigió mi mano debajo de la tela de su blusa para que pudiera tentar la suave piel de esta y la siguió guiando hasta que pude sentir la tela de su sostén.
“Edward” – murmuró contra mis labios – “necesito sentirte” – como anteriormente había pasado, con un simple juego de palabras logró romper toda mi resolución
Y es que también yo la deseaba. También mi cuerpo la necesitaba y la aclamaba. El fuego que tanto había tratado de controlar se expandió por toda mi sangre y llegó a cada una mis articulaciones. Mi boca se volvió ansiosa, al igual que mis manos las cuales habían empezado a recorrer cada rincón de su cuerpo y empezaban a deshacerse de lo que les estorbaba.
Bella comenzó a jugar con los botones de mi camisa, quitándolos uno por uno, mientras en el transcurso, sus manos recorrían mi pecho, enviando descargas eléctricas con cada roce de sus dedos sobre mi piel. Mi boca abandonó la suya para poder saborear el resto de su figura. Se deslizaron por su cuello, por sus hombros, hasta llegar a la entrada de sus senos en donde los besé por encima del encaje de la prenda que los cubría. Bella se arqueó ligeramente mientras se deshacía completamente de mi camisa. Me estremecí cuando el viento helado de la noche se encontró con mi piel acalorada.
Mis manos viajaron hacia sus pechos y se metieron debajo del sostén, sintiendo la textura de sus pezones endurecerse entre mis dedos. Bella comenzó a respirar entrecortadamente y jaló mi rostro para poder atrapar mis labios contra los suyos. Nuestras lenguas danzaron deseosas por un largo momento, en el cual, yo había posicionado mi cuerpo sobre el suyo y mis caderas estaba en medio de sus piernas. Sus manos viajaban por toda mi espalda y por todo mi abdomen hasta que bajaron hasta la altura de mis caderas y comenzó a quitarme el cinturón. Yo hice lo mismo con la única prenda que cubría la parte superior de su cuerpo. Mis labios se deslizaron deseosos por esa zona que subía y bajaba al ritmo de su profunda respiración.
Mis manos se movieron debajo de su cuerpo y apretaba, con la yema de mis dedos, su espalda arqueada. No me di cuenta a la hora en que habíamos cambiado de posición y tenía a Bella sobre mí. Me maravillé con la hermosura y perfección de su cuerpo semi-desnudo, su cabello cayendo como una espesa cortina adornando la palidez de su piel que contrastaba perfectamente con la noche. Deslicé lentamente mis dedos (apenas y rozando su piel) desde su hombro hasta sus caderas. Me dedicó una sonrisa tímida que me invitó a mover mi cuerpo hacia delante para poder acortar la distancia.
Mis labios recorrieron su cuello, y lo que pude de su cintura, mientras mis manos parecían no tener la suficiente fuerza para apretar más su pecho contra el mío y sentir su desnudez. Enloquecí cuando Bella dejó caer su cuerpo hacia atrás con los ojos cerrados, atrayéndome con ella en el movimiento. Nuestras respiraciones se habían convertido ya en pequeños jadeos, su mano se pasó por mi frente, de manera tierna, retirando algunos cabellos que caían sobre ella
“Estas sudando” – señaló entrecortadamente. Mi mano igual recorrió su rostro y mis dedos se pasaron por sus húmedos labios
“Tu también” – dije antes de volver a capturar su boca con la mía. Nos deshicimos de la ropa que sobraba y yo pensaba de el corazón me iba a explotar en cualquier momento.
Sentía fuego por todas partes y este no paraba de aumentar.
No paraba y no me cansaba de recorrer la piel excitada de Bella. Olvidé hasta mi nombre. Solo existía ella y yo, su fiel prisionero.
Mi lengua recorrió la parte media de su espalda mientras mis manos se deslizaban gentilmente por sus bustos. Giró su cuerpo para volver a encararme y me tiró sobre la manta. Intenté reprimir los resoplidos que salían de mi pecho sin tener ningún éxito. Sus labios se deslizaron humedeciendo cada parte que estos tocaban.
Estaba completamente turbado ante sus roces. Mi necesidad de ella creció, provocando que a que volviera a jugar con nuestras figuras para poder estar sobre ella. Me estremecí cuando sus piernas apretaron mi cadera y atrajeron más mi cuerpo hacia el suyo
“Por favor” – pidió con los ojos cerrados y nerviosamente comencé a adentrarme, con mucho cuidado, en ella.
Sentí sus manos apretar con fuerza mi espalda con cada movimiento que emitían nuestras caderas. Por mi parte, con cada milímetro que invadía, era como si mi piel estuviera recibiendo fuertes descargas de electricidad, combinadas con el más exquisito placer sentido jamás. Cuando sentí que ya no le podría causar daño, comencé a acelerar el movimiento. Bella me jaló hacia la altura de su pecho, el cual comencé a besar al momento en que mis manos se aferraban a sus brazos. Mi boca buscó ansiosa la suya para sosegar los gemidos que ambos habíamos comenzado a emitir por la sensación de fogosidad que comenzaba a crecer con cada movimiento de nuestros miembros.
Tras varios minutos, sentí como mis músculos se tensaban al mismo momento en que las piernas y los brazos de Bella cubrían mi cuerpo y lo apretaban fuertemente hacia el suyo. Nos quedamos estáticos disfrutando del clímax, jadeando descontroladamente. Y después, me dejé caer, con el corazón acelerado y sintiendo el cuerpo demasiado tembloroso. Estaba seguro que si en ese momento me hubiera querido poner de pie, simplemente no hubiera podido.
Recargué mi cabeza en el pecho de mi novia y cerré los ojos mientras me deleitaba por el sonido de su corazón. Sus manos se movieron hacia mis cabellos y se movieron entre ellos
“Te amo” – murmuró Bella casi sin aliento
Atal
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Mensaje por Atal 17/9/2009, 7:47 pm

Capitulo 13: Cautela

BELLA POV
“¡No!” – exclamó Rose con sus hermosos ojos dilatados por el asombro – “¡No te creo, Bella! ¡Júrame que no me estas jugando ninguna broma!”
“¡Te lo juro, Rose!” – dije mientras me sentía flotar entre las nubes – “es verdad todo lo que te he dicho” – mientras soñaba despierta, escuché como mi amiga se empezaba a partir de la risa – “¡Rose!” – reprendí – “¿De qué te ríes?”
“Lo… lo siento, Bella” – logró decir entre risas – “es solo que… nunca pensé… nunca pensé verte así de enamorada y mucho menos imaginé que ese sentimiento viniera a ser despertado por tu…”
“¡Shhh!” – interrumpí y mi amiga guardó silencio rápidamente
“Lo siento” – susurró mientras se tapaba la boca con una de sus manos.
“No te preocupes” – dije mientras mi imborrable sonrisa salía a flote otra vez. Mi amiga me examinó por varios segundos
“Realmente luces… diferente” – su sonrisa se desvaneció - “pero, Bella, ¿Ya te diste cuenta de quien te has enamorado?”
“Por supuesto que si” – contesté – “me he enamorado de Edward Cullen” – el tono que mi voz tuvo al pronunciar ese nombre fue extraño hasta para mí
“Edward Cullen” – repitió mi amiga ya sin humor – “tu chofer, Bella” – recordó y mi sonrisa se vino abajo
“Eso no me importa” – defendí sabiendo que ese comentario no salía precisamente por mí
“A ti no. Pero… ¿y a tu mamá?” – bajé la mirada. Ese era realmente el problema. No podía ni si quiera el imaginarme lo que mi madre haría si se enterara de que su rebelde hija estaba locamente enamorada del hijo de la cocinera
“Mi mamá no tiene por que enterarse” – Rose hizo una mueca pero la ignoré – “Edward y yo podemos esperar hasta que él termine su carrera y se reciba como doctor…”
“¿Y eso cuánto tiempo va a tomar?” – interrumpió mi amiga – “¿Cinco, seis años? ¿Van a poder soportar estar escondiéndose todo el tiempo? También ten en cuenta que no en cuanto salga de la escuela va a ser un millonario… probablemente nunca lo sea”
“Lo quiero…” – fue lo único que pude decir ya que, desgraciadamente, sabía que tenía razón. Mi amiga percibió la repentina tristeza de mi voz y me tomó las manos con un ligero apretón
“Si lo quieres…entonces, ya te las ingenieras para estar con él” – me sonrió de manera alentadora.
“Gracias, Rose” – le dije mientras la abrazaba – “necesitaba contárselo a alguien, ¿Y quien mejor que tu?”
“Ya sabes que puedes confiar en mí, Bella… ¡Pero cuéntame!” – exigió cambiando bruscamente el humor de la conversación – “Dime detalle a detalle lo que pasó, ¿Desde cuando andas con él?”
“Desde la noche en la que se celebró la fiesta de Lauren” – conté de manera tímida
“¿Desde ese día?... ¿Y por qué me lo dices hasta ahora?” – quiso saber fingiendo indignación. Me encogí de hombros como respuesta. Mi amiga suspiró de manera exasperada – “Ok. Te perdonaré por esta vez. Pero cuéntame” – volvió a exigir y sus ojos brillaron de la excitación – “¿Cómo se te declaro? ¿Qué le dijiste?” – me quedé en silencio, con la boca abierta puesto que nuestra declaración había sido algo demasiado… ¿intensa? Como para contarla sin sentirse apenada
“¿No me quieres contar?” – inquirió mi amiga con tristeza al pensar que no le tenía la suficiente confianza
“No es eso, Rose” – dije mientras bajaba la mirada y comenzaba a balbucear – “Es solo que… es un poco decoroso para mí el contarte el cómo se dieron los hechos”
“¡Ay, Bella!” – exclamó – “¿Por qué decoroso? ¡Ni que te hubieras acostado con él esa misma noche!” – agaché aún más la cabeza, sentía las mejillas completamente rojas. Rose no paso desapercibida mi reacción y pude sentir como la respiración se le había cortado – “¡NOO!” – soltó obligándome a levantar la vista. Tenía la boca abierta y los ojos ligeramente salidos de su orbita por la impresión – “¿Te acostaste con él?” – preguntó con voz aguda y muy bajita. Yo me limité a asentir, incapaz de mirarle a los ojos
Hubo un largo silencio entre nosotras, roto por el ruido de los alumnos que iban y venían por el patio de la escuela.
“¿Le entregaste tu virginidad a Edward Cullen?” – pareció más una afirmación que una pregunta, así que no contesté ni hice señales de hacerlo. Tras otro silencio mi amiga se echó a reír escandalosamente, lo cual me hizo odiarla en ese instante
“No soy tu bufón” – le dije molesta mientras fruncía el ceño y desviaba la mirada, aún me sentía demasiado avergonzada
Rosalie se siguió burlando por el resto del día. No lo hubiera soportado si no fuera por que realmente ella era la única verdadera amiga que tenía en todo ese pueblo. Cuando faltaba poco para las tres de la tarde, mis ojos no podían despegarse del reloj de pared que colgaba de la pared del aula de clases. El solo pensar que ya faltaba poco para verlo, me ponía los nervios de punta
******************************
“Hola” – saludó en cuanto me vio. Cada vez me costaba controlar más mis emociones para no lanzarme en ese mismo instante en sus brazos y besarlo. Me limité a dedicarle una enorme sonrisa, la cual dejaba claro lo muy feliz que me hacía el tenerlo a mi lado.
Claro estaba que lo único que aún no podía (ni creía posible) controlar eran los malditos celos que me daba al ver como todas las mujeres (y hasta podría jurar que más de algún hombre) ahí presentes se lo comían con la mirada. Poco me faltaba para decirles “Quítenle los ojos de encima, es mío, estupidas” pero, obvia (y lastimosamente) no podía.
“Te juro que un día de estos voy a descuartizar a todas y no dejaré a ni una sola con vida” – me quejé con Rose mientras subíamos al carro y Edward esperaba para cerrarnos las puertas
“Bueno… realmente Edward es un tipo realmente atractivo” – recordó Rose aún divertida por todas las cosas de las que se había enterado hoy – “demasiado apuesto y galante, aún portando el uniforme de chofer. Ese es el precio que se tiene que pagar al amar y ser amada por alguien casi perfecto”
Me enfurruñé en mi asiento mientras contemplaba como Edward se acomodaba frente al volante… suspiré para mis adentros ¿Cómo era posible que existiera un hombre como él en la tierra? Jamás lo imaginé. Para mí, esa clase de seres solo existían en las novelas románticas o en los cuentos de hadas
“¿A la casa de la señorita, Rose?” – preguntó mi novio y asentí. Cuando llegamos a la mansión de los Hale, bajé del auto junto con mi amiga y Edward, como solía ser, se quedaba esperándome junto al carro
“Pasa, Edward” – invitó Rose con una amable sonrisa, provocando que nuestros ojos se abrieran de la sorpresa – “no puedo dejar al novio de mi amiga fuera de la casa, no es cortés” – justificó, pero nosotros no nos movíamos de nuestros lugares” – “no se preocupen, nadie más que las sirvientas estan en casa” – agregó guiñándonos un ojo y en ese momento tomé de la tiesa mano a mi novio y lo guié hacia la entrada con una enorme sonrisa en los labios. La rubia y exquisita muchacha iba tres pasos delante de nosotros
“¿Se lo dijiste?” – asentí, despreocupada y el muchacho ya no dijo más. Al entrar, Rose nos indicó a que tomáramos asiento y subió a su habitación. Cuando bajó, ya no traía puesto el uniforme, si no un bonito y cómodo atuendo. Podía sentir que Edward estaba incomodo, así que le di un fuerte apretón de manos para calmarle, sus ojos se dirigieron a mi dirección y aproveché para rozar suavemente sus labios, él correspondió el gesto con cautela
“Rose” – llamé a mi amiga que veía la escena de manera amable
“Dime, Bella”
“¿Tienes planes para el sábado en la noche?” – negó – “¿Te gustaría salir con Edward y conmigo?” – mi amiga frunció el ceño al mismo instante que el chico que tenía al lado – “puedes llevar a un amigo” – propuse ignorando los gestos, para que aceptara y ella volvió a negar
“Todos mis amigos, son conocidos tuyos, Bella. No creo que sea conveniente” – fruncí los labios. Tenía razón
“Tu podrías invitar a un chico” – le dije a mi novio y el lo pensó – “Tengo ganas de ir a la Push” – informé con grandes deseos, sabía que de esa manera, Edward no se iba a negar. Y así fue
“Podría invitar a Emmet” – dijo con voz bajita
“¡Entonces ya todo esta listo!” – me apresure a decir – “¡El sábado nos vamos a la Push!” – Rose se mordió el labio pero no protestó
ALICE POV
Al salir de la escuela pude notar que una pequeña multitud de alumnos estaba reunida en un mismo lugar. Me pregunté vagamente el por qué, más no le di importancia. Ya era noche y tenía que apresurarme si no quería caminar por calles más desoladas de lo habitual.
Estaba dispuesta a acelerar el paso, cuando el gritó de una de mis amigas llamó por mi nombre
“¡Alice!” – exclamó emocionada – “¿Ya viste el carrazo que esta estacionado ahí?” – señaló la dirección en donde estaba el tumulto de gente. Negué con la cabeza de manera despreocupada
“¡El tipo que la maneja parece una estrella de cine!” – siguió
“Charlotte, créeme que lo único que me interesa ahora es irme rápido a mi casa” – dije sin evitar sonreír por su actitud infantil. Mi amiga me hizo un puchero, pero ya no insistió más.
Reanudé mi marcha y, cuando doblé en la primera esquina, las fuertes luces y el sonido de un claxon detrás de mí, me hicieron girar. Abrí la boca al ver ese carro pararse a mi lado. No lo podía creer. Mi primera reacción fue fruncir el ceño mientras veía como la ventanilla automática del deportivo bajaba para dejar a mi vista a aquel pedante riquillo de ojos color miel
“Hola” – saludó de manera despreocupada. Lo miré por otro segundo y después vi a mí alrededor. Varias alumnas me observaban de manera acusadora. No quería ni imaginar lo que sus lenguas soltaban en ese momento y, para acabarla de matar, Charlotte (Tras recuperarse de su ataque de hiperventilación) había decidido venir hacia mí.
Deposité otra vez mi atención en el joven que se encontraba dentro del carro
“¿Se puede saber que haces aquí?” – pregunté con voz acida. Él hizo una mueca, la cual lo hizo verse realmente encantador… Encantador, pero aún así sigue siendo un riquillo patán
“Creo que nunca podré acostumbrarme a tus bienvenidas tan calurosas” – dijo el con tono sarcástico. Puse los ojos en blanco
“No tengo tiempo para andar perdiéndolo contigo” – repuse – “tengo que irme ya, o tal vez, no encuentre por las calles quien me quiera violar” – comencé a caminar y mi amiga me alcanzó
“Hola” – saludó la chica de manera entusiasta
“Hola” – respondió el chico
“Soy amiga de Alice” – volví a trabar los ojos – “¿Y tu eres…?”
“Un amigo también” – bufé fuertemente al escuchar la palabra, seguía caminando y mi amiga y el carro seguían avanzando a mi ritmo
“¿La has venido a traer?” – preguntó la chica
“Si, pero ella se niega rotundamente a subir”
“¡¿Por qué?!” – mi amiga me jaló del brazo obligándome a parar – “¿Por qué no te quieres ir con él, Ali?”
“Por que no se me da la gana” – respondí tratando de contenerme – “ya déjenme en paz”
“¿Siempre es así de testaruda?” – preguntó Jasper.
“A veces es peor” – contestó mi amiga – “Ali, deberías de aceptar, ya es muy tarde” – negué con la cabeza, exasperada
“Deberías hacerle caso a tu amiga” – aconsejó el rubiecito mientras aceleraba el carro y lo situaba frente a mí, tapándome el paso.
“Mueve tu carro si no quieres pagar la compostura de una patada en el” – advertí. Lo que más me molestaba era que mi enfurecimiento parecía divertirle enormemente.
No lo pensé dos veces. Acumulé todas las fuerzas necesarias en mi pierna y la impulsé para darle un buen golpe con el pie a la puerta de su flamante deportivo
“¡Alice!” – exclamó mi amiga completamente aterrorizada – “¡¿Qué has hecho, Alice?!” – casi no le prestaba atención a Charlotte ya que mis ojos se encontraban mirando fijamente a Jasper, quien tenía la expresión descompuesta en una mascara que paso de la sorpresa a la furia, y de la furia al humor
“¿Te harás a un lado o necesito pegar otra patada?” - ¿Cómo era posible que un tipo así me llegara a irritar tanto?
“Creo que tienes un ligero complejo de yegua” – dijo sonriendo burlonamente mientras se bajaba del carro. Examinó brevemente el rayón que había provocado mi desgastado tenis y se encogió de hombros - “aunque te falta fuerza para serlo, eso no es nada” – lo asesiné con la mirada
“Que suerte tienes” – murmuró mi amiga
“Charlotte, creo que ya es tarde” – me alegré que la muchacha entendiera la indirecta y se marchará minutos después.
“¿Qué quieres?” – pregunté cuando al fin quedamos solos, cruzandome de brazos
“Remediar mi error” – respondió borrando la sonrisa de su rostro – “pero tu no me das la oportunidad de demostrarte que en realidad siento lo que paso aquella noche”
“Y dale con lo mismo” – refunfuñé – “Si te dejo “remediar” tu error ¿Me dejarás de molestar?” – esperé una respuesta por varios segundos
“¿Por qué me odias tanto?” – la pregunta me tomó desprevenida. No tenía una respuesta para ello, dejándome en silencio – “¿Y bien?” – insistió
“No te odio” – contesté
“Entonces ¿Por qué me tratas así?” – antes de que pudiera responderle, el claxon de un coche sonó – “Acepta que te lleve a tu casa” – pidió mientras le hacía señas al señor en el volante – “necesito platicar contigo” – asentí (Sin saber muy bien por qué) y esperé a que moviera su auto para dejar el camino libre
“¿Decías?” – insistió cuando ya ibamos en camino. Respiré derrotada, no lo iba a dejar pasar
“No te odio.... solo me desagradas” – me apresuré a decir – “eso es todo”
“Solo te desagrado” – repitió con voz irónica – “Vaya… ¡Eso es reconfortante!” – el sarcasmo fluyo en gran medida que me hizo reír – “¿Y por qué te desagrado?”
“Por lo superficial que eres”
“No sabría decir si eres sincera o cínica” - mi sonrisa se expandió
“Sincera” – afirmé – “el cínico eres tu”
“¿Por qué?”
“¿Te crees Adela Micha o qué?” – inquirí exasperada (bueno, más bien nerviosa, pero no lo iba a admitir). Él rió por lo bajo **
“Lo siento… es solo que no puedo dejar de preguntarme por que te empeñas en comportarte de esa manera tan cortante conmigo” – guardé silencio. Era lo mejor que podía hacer ya que yo tampoco tenía una explicación lógica por mi manera de tratarlo – “¿Entonces si aceptaras mi invitación para cenar?” – preguntó tras varios segundos de espera.
Suspiré de manera pesada mientras le echaba una ojeada al desgastado reloj que me había regalado mi mamá hacía tres años
“Ya es demasiado tarde” – dije mientras levantaba la mirada de las manecillas que se movían constantemente – “tengo que ir a mi casa, de lo contrario mis padres se preocuparan” – expliqué
“Puedes llamarles por teléfono y avisar que llegaras en un par de horas” – propuso y puse los ojos en blanco
“No tengo celular” – informé con pesimismo
“Ah… lo siento, no fue mi intención…” – sus palabras parecían sinceras – “si gustas, te puedo prestar el mío” – sacó un pequeño objeto plateado de aspecto fino y me lo tendió. No lo tomé
“Gracias” – articulé con un gesto el cual dejaba en claro que no iba a aceptar su “favor” bajo ninguna circunstancia – “no hace falta”
Jasper suspiró mientras su mirada se perdía en la carretera
“Por favor, Alice, acepta mi invitación” – levanté una de mis cejas con escepticismo
“¿Me estas rogando?” – inquirí
“No” – se apresuró a contradecir el muchacho – “por supuesto que no te estoy rogando”
“Entonces limítate a llevarme a mi casa” – aconsejé - “o si gustas, para el carro y me voy caminando” – como respuesta, el carro aceleró violentamente. Sentí vértigo al pensar que nos podríamos estrellar pero no lo hice manifiesto.
“Servida” – soltó en cuanto estuvimos en la entrada del callejón frente a mi casa
“Gracias” – le dije mientras intentaba abrir la puerta del carro. No pude. Lo intente otra vez y obtuve el mismo resultado – “Esto no abre” – acusé sin dejar de luchar con la puerta. Escuché una leve risita detrás de mí y con eso supe qué era lo que pasaba – “¿Podrías hacerme el favor de abrir la puerta?” – la pregunta se escuchó más como amenaza, pero a él no pareció asustarle en lo absoluto
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