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Curando un corazón (+18) Completo
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alejandra_vazquez88
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Re: Curando un corazón (+18) Completo
Capítulo 20: bienvenida Mailin
Terminé de preparar la mesa del jardín, llena hasta los topes de comida y bebida. Edward había ido al aeropuerto junto con Emmet y Carlisle, para recoger a mi hermano y Leah, que volvían de Hanoi, la capital de Vietnam, con su pequeña Mailin.
Megan estaba histérica; por la mañana Edward y yo le habíamos explicado que hoy conocería a su primita, y la pobre se había pasado todo el día ordenando sus muñecas para que Mailin jugara con ellas.
-Bella, ya está todo listo- me dijo Esme, dejando una bandeja encima de la mesa. Esme y Rose se habían quedado conmigo para preparar todo. Jake y Leah habían encajado muy bien en la familia de Edward, y Esme estaba emocionada por ver a la niña, al igual que Rosalie. Hacía casi un mes de la boda de Seth y Leslie, y desde aquel instante Rosalie y Emmet ya eran pareja oficial, para alegría de todos, y sobre todo de Esme.
Se sentó conmigo en el jardín, observando como Rose y Megan jugaban juntas.
-Le encantan los niños- expliqué con una sonrisa, a lo que Esme asintió.
-Espero que las cosas entre ella y mi hijo vayan bien- suspiró divertida.
-Seguro Esme- sonreí, ya que ella no sabía todo por lo que habían pasado, esos piques, celos, los momentos divertidos... que aún estando ya juntos, se repetían constantemente.
Seguimos en animada charla, hasta que el ruido de la puerta hizo que nos levantáramos. Megan corrió hacia la entrada, buscando a su prima.
-Quero verla- dijo con uno de sus pucheros -tío lobo- tiró a mi hermano del pantalón; éste la cogió y la puso al lado de Leah, que llevaba a la pequeña en sus brazos. La miraba curiosa, pero a la vez con una pequeña sonrisa, mientras yo daba un corto beso a Edward y saludaba a Emmet y Carlisle.
Observamos a Megan, que la seguía mirando contenta.
-¿Qué te parece tu primita?- sondeó Jake.
-Mu chiquitina... ¿puede jugar mío?- interrogó curiosa.
-Cariño, ella todavía es muy pequeña, pero pronto jugaréis juntas- le explicaba Leah. Megan se quedó pensativa, para después contestar.
-¿Va a mimir en mi cuna?; yo se la dejo-.
Todos reímos, mientras Leah la seguía explicando.
-Mailin ya tiene su cuna... además, la tuya será para tu hermanito o hermanita-. Asintió después de meditar la respuesta. Me acerqué para ver a mi sobrina. Era una monada, morena de pelo y de piel, y sus ojos achinados eran preciosos. Rose y Esme se acercaron conmigo, mientras observaban a la recién llegada.
-Jake es preciosa- le dije a mi hermano, que asintió embobado, mirando a su niña. Leah me hizo un gesto para que la cogiera. La pequeña Mailin ni se inmutó en su sueño al cambiar de brazos. Sentí a Edward rodearme la cintura, mientras observaba también a la pequeña.
-¿Qué te parece?- le susurré.
-Muy guapa... nuestras pequeñas tendrán una compañera para jugar a las muñecas- repuso con una sonrisa traviesa. Rodé los ojos, mientras el resto se reía.
-Las apuestas apuntan a qué es niño, lo siento Edward- le informó Emmet.
-¿Habéis apostado?- pregunté incrédula, conteniendo la risa.
-Sip; Jasper, Jake, Seth, Alice, Tyler, Mandy y mi padre dicen que va a ser chico ,el resto- señaló a Esme, Rose y Leah- dicen que es niña, aparte del padre y de Megan- finalizó mirando a Edward.
-Pues yo me uno a vuestra predicción... creo que es chico- apunté entre risas.
-Eso espero cuñada... sino perderé cien dólares- añadió, para fastidio de Edward.
Mailin fue pasando por los brazos de todo el mundo, hasta que mi hermano la acomodó en su carrito, mientras el resto nos sentamos en la terraza, dispuestos a cenar. Megan no se apartó del lado de su prima, atenta por si se despertaba o hacía algún ruido.
-Creo que vamos a tener una buena niñera- dijo Edward, tratando de contener la risa. Asentí con la cabeza, esperaba que la niña no tuviera muchos celos cuándo llegara su hermanito o hermanita. Cenamos mientras Leah y Jake nos explicaban el viaje.
Después de cenar mi hermano y mi cuñada se disculparon, ya que estaban agotados del avión, y Edward se fue a llevarlos a casa. Carlisle y Esme me ayudaron a recoger, y me dispuse a subir a Megan a la cama.
-Quero con Rose- dijo cruzándose de brazos y con una graciosa mueca. Suspiré.
-Rosalie, alguien te llama. ¿Te importa?- le pasé a la niña, que la abrazó fuertemente.
-Para nada... vamos a la camita- le dijo a mi pequeña.
-Con el tío oso- apuntó con su dedito a Emmet. Ambos la subieron y mientras Rosalie la ponía el pijama, Emmet abría la cama.
-Centame un cuento- saltó, mirando a Emmet con una sonrisa. Rose rió por lo bajo, mientras yo observaba la escena divertida.
Edward llegó a mi lado, y le indiqué con dedo en mis labios que no dijera nada, mientras señalaba con la cabeza a su hermano.
-¿Qué cuento quieres?- le preguntó a la niña.
-Capeucita oja- respondió muy convencida. Emmet puso una mueca de disgusto.
-Ese no me lo sé, ¿no quieres otro?- cuestionó ante la carcajada de su novia.
-No- refunfuñó Megan, frunciendo los labios.
-Mira, me sé uno muy chulo de...- la protesta de Megan resonó en la habitación.
-No, quero capeucita oja- dijo cruzándose de brazos. Emmet suspiró frustrado, sentándose al borde de la cama.
-Mira, vamos a hacer un trato. Ahora te vas a dormir, que estás muy cansada... y yo me aprendo Caperucita roja y otro día vengo y te lo cuento, ¿te parece?- interrogó a la niña. Ésta meditó unos instantes, hasta que afirmó con la cabeza.
-Entonces a dormir- le dijo arropándola. Le dio un beso en la frente e hizo amago de levantarse, pero Megan lo volvió a llamar.
-Tío oso, dales un muah a las nenas- dijo señalando a las tres muñecas con las que Megan dormía. La cara de Emmet era todo un poema, a la vez que Edward y Rose contenían la carcajada. Refunfuñando, besó a las tres muñecas, antes de salir de la habitación, seguido por Rose.
-Rose, que te quede claro que tenemos que tener todo chicos- siseó. Su novia no pudo evitar darle una colleja.
Edward y yo nos acercamos a la niña, que iba cerrando los ojos.
-¿Me das un muah a mi también?- interrogué con una sonrisa. Se incorporó para darme un beso, y después le dio otro a mi tripa.
-Menas oches mami, menas oches bebé- dijo con su graciosa vocecilla. Edward y yo reímos ante la ocurrencia mientras éste se acercaba a la cama.
-Menas oches papi- le dio un sonoro beso en la mejilla, ante la sonrisa de Edward.
-Hasta mañana cariño- le susurró Edward mientras la tapaba de nuevo y le dejaba el chupete a mano.
Bajamos de nuevo al jardín, donde Esme, Carlisle, Emmet y Rose estaban sentados, ya con toda la mesa recogida. Edward se adentró en la cocina para hacer café y un té para mi.
-Bien cuñada... en veinte días te casas... ¿estás segura de querer soportar a mi hermano toda la vida?- interrogó Emmet, sonriendo con malicia.
-Recuérdame hacerle la misma pregunta a Rose dentro de un tiempo- mascullé entre dientes, a lo que Carlisle y Esme rieron divertidos.
-¿Cómo han ido los preparativos?- me preguntó mi suegro.
-Pues todo está listo; menú escogido, papeleo, el baile...- enumeré.
-El vestido, las flores...- añadió Rose.
-Todo está listo... hasta vuestros trajes- les señaló Esme a su marido y a su hijo.
-El viaje- dijo Edward acercándose con una enorme bandeja. Asentí contenta. Nos íbamos una semana a la playa, a Venice Beach, en Los Ángeles. Cierto que no salíamos de California, pero con mi embarazo prefería no arriesgarme a meterme en un avión, y lo único que quería era descansar. Nos hubiera gustado hacer turismo, pero me cansaba enseguida. El resto del permiso por boda lo pasaríamos en casa tranquilos, con la niña. El resto de las vacaciones las guardaríamos para diciembre, para cuándo naciera nuestro pequeñín.
-Todavía no puedo creer que no hayamos hecho despedida de soltero- gruñó Emmet.
-Em, ya te dije que debido a la boda, tenemos muchas guardias; además Jake no estaba...- empezó a explicarse Edward.
-Y yo con esta tripa me canso enseguida- apunté.
-Aburridos- masculló entre dientes, ganándose una mirada furiosa por parte de Rosalie.
-Eres un plasta- rezongó su novia con fastidio.
Nuestra familia se despidió temprano, ya que mañana teníamos que trabajar.
-Mañana operas conmigo cuñada- me recordó Emmet.
-Lo sé Em... todo preparado para la transposición interauricular del retorno venoso- canturreé igual que en una escuela.
-¿Qué anestésico suministrarás?- siguió preguntado.
-Iba a comentártelo mañana... creo que primero lo mejor es darle un relajante muscular rápido, y una vez dormido lo intubaré. Le administraré succinilcolina, puede haber complicaciones para intubarlo- expliqué pensativa -el paciente ha sufrido episodios anteriores de cierre y obstrucción de epiglotis.-
-Si, me parece adecuado- meditó en voz alta.
-Después lo mantendré con anestesia inhalatoria- seguí explicando.
-¿Sevoflurano?- apuntó. Asentí con la cabeza.
-No es muy recomendable mantenerlo con intravenosos de propofol... me preocupa la función renal- dije pensativa. Me dio la razón con un movimiento de cabeza.
-En fin, mañana terminaremos de hablar, buenas noches chicos- se despidió Emmet y el resto; después de cerrar la puerta de casa, observé a Edward, que me miraba con una sonrisa.
-¿Qué es tan divertido?- indagué mientras me acercaba a él.
-Todavía recuerdo tu primera operación, aquel paciente que perdimos, en lo asustada que estabas... y mírate ahora, toda una anestesista- me piropeó divertido.
-Parece que fue ayer- suspiré melancólica -y fue la primera vez que me besaste- recordé con una tímida sonrisa.
-Y que te dije que te quería- recordó a su vez. Asentí mientras me abrazaba a su cuerpo, quedándome pensativa.
-¿Crees que hemos ido muy deprisa?; no ha pasado un año de aquello y...- no me dejó terminar, ya que posó un dedo en mis labios.
-Bella... escúchame bien, nunca he estado más seguro de nada en toda mi vida; no quiero perder lo que la vida me ofrece; y algo o alguien os puso a ti y a Megan en mi camino... y no podría soportar perderos- me explicó dulcemente, acariciándome la mejilla con la palma de su mano.
Me sonrojé por sus palabras, y no pude evitar besarle suavemente.
-Yo tampoco puedo perderte- balbuceé una vez me separé de sus labios. Con esa sonrisa torcida, tan característica suya, volvió a besarme lenta y suavemente... hasta que el beso se tornó apasionado y desesperado. Metí mis manos por debajo de su camiseta, siguiendo con mis dedos las líneas de su pecho. Un jadeo salió de su boca, y rompiendo el beso, sin decir una palabra, me cogió en volandas, para subir a nuestra habitación.
Sus besos hicieron que no me diera cuenta de cuándo me posó en nuestra cama, y con el mayor cuidado del mundo, debido a mi ya notorio vientre, siguió besando cada rincón de mi cuerpo que sus ojos y sus labios descubrían. Lentamente fui quitando su camiseta, para volver a recorrer con mis dedos sus marcados abdominales, mientras que mis labios se posaba en el pequeño hueco entre su hombro y su cuello.
Desabrochó los botones de mi blusa despacio, queriendo alargar el tormento que suponía para mi. Deslizó sus manos por detrás, para deshacerse de mi sujetador... cuándo una pequeña vocecita se coló por el interfono de escucha que teníamos en nuestro dormitorio.
-Mami, mami... men mío- Edward y yo nos quedamos estáticos, suspirando con paciencia.
-Me parece que esta noche va a ser que no- dije medio riéndome. Edward sonrió con malicia, mientras me susurraba.
-Esto no ha terminado... ya te pillaré- me guiñó un ojo cómplice, dejándome levantar e ir al encuentro de Megan. Me volví a poner la blusa y salí hacia el cuarto de la niña, abrochándome los botones por el camino.
-¿Qué pasa cariño?- le pregunté mientras encendía la lámpara de la mesilla. Megan estaba sollozando, con los ojitos medio cerrados. Le puse la mano en la frente, y la noté caliente.
-Megan, ¿te duele algo?- pregunté extrañada.
-Duele- se tocó la tripa. La incorporé para sentarla en mi regazo, y en ese momento le dio una gran arcada, vomitando toda la cena.
-¡Edward!- chillé al interfono, para que me oyera. Al momento oí sus pasos por el pasillo.
-¿Qué ocurre?- preguntó acercándose a nosotras. Le señalé lo ocurrido, y se agachó para quedar cara a cara con la niña.
-Dice que le duele la tripa, creo que tiene un poco de fiebre- le expliqué. Le puso su mano en la frente. Hizo un movimiento afirmativo con la cabeza, confirmando mis sospechas.
-Papi, me duele- se quejó entre lágrimas, tocándose la tripa. Vimos que le daba otra arcada, y Edward corrió al baño con ella. Allí volvió a vomitar, mientras Edward la sujetaba con cuidado.
-Ya está cariño, ya está- le decía acariciándole la espalda.
-Duele- dijo entre lágrimas y señalándose de nuevo el estómago. Una vez la limpiamos, me dirigí a limpiar la habitación y a por ropa limpia para Megan. Me la encontré acurrucada en el regazo de Edward, llorando sin parar.
Una vez limpié el desorden y la cambiamos Edward la revisó.
-Quizá le haya sentado mal la cena, o se le ha cortado la digestión- sugerí mientras retiraba el termómetro, que confirmó que tenía unas décimas de fiebre.
-Puede ser... vamos a ver qué tal pasa la noche, pero no podemos darle nada para la fiebre con el estómago así; si mañana sigue igual la llevaremos al hospital- dijo una vez que terminó de reconocerla.
Edward hizo amago de meterla en su cama, pero Megan se aferró a su cuello.
-Quero con ti- hipó con lágrimas.
-Está bien, hoy duermes con papá y mamá- le dijo Edward.
-Y con el bebé- añadí para que sonriera un poco.
La llevamos a nuestra cama, y me metí al baño para ponerme el pijama. Edward y la niña ya estaban dentro cuándo salí.
-Men- dijo mi pequeña, tocando el colchón para que me metiese en la cama. Nada mas acostarme se abrazó a mi, mientras Edward nos miraba a las dos y le acariciaba la cabeza.
-Espero que se duerma un poco- suspiré.
-Veremos a ver- añadió Edward. Poco a poco sus ojitos se cerraron, respirando tranquila. -Se ha dormido- susurró en voz baja, para después mirarme -descansa tu también Bella, mañana tienes quirófano a primera hora- me dio un pequeño beso, sorteando a la pequeña, que estaba en medio de los dos.
-Hasta mañana- murmuré de vuelta. Poco a poco me quedé dormida, con una mano de Edward encima de mi tripa, dándole pequeñas caricias.
A la mañana siguiente, me costó una eternidad levantarme. Por suerte Megan pasó la noche medianamente bien, y se levantó sin fiebre, por lo que no tuvimos que llevarla al hospital.
Nada más poner un pie en el área quirúrgica, me encontré con Emmet.
-Buenos días Bella, ¿cómo está mi sobrino?- señaló mi vientre.
-Buenos días Em; pues éste está bien, la que está mala es Megan- respondí acariciando mi tripa.
Le conté las aventuras de la noche anterior; al terminar, Emmet me miraba preocupado.
-Bella, si no has descansado bien puedo llamar a Tyler y que te sustituya; no quiero que te pongas nerviosa- me dijo preocupado.
-Estoy bien Emmet, no te preocupes- le tranquilicé.
-Todavía nos quedan veinte minutos; mientras lo preparan te invito a un café- me dijo cogiéndome por los hombros.
-Que no esté muy cargado- advertí, apuntándole con mi dedo.
Estábamos en medio de una divertida charla acerca de la boda, cuándo Lauren entró a trompicones en la sala, blanca como la cal.
-Emmet, Bella... el paciente está entrando en parada- me quedé petrificada, dejando el café sin terminarlo y saliendo disparada para el quirófano, seguida por Emmet y Lauren.
-¿Cómo que está entrando en parada?- preguntó Emmet histérico.
-Cuándo Missy y yo entramos a preparar el instrumental, nos lo encontramos intubado y conectado a los monitores- me quedé estática en el sitio.
-¿Y se puede saber quién coño lo ha intubado, si la anestesista estaba conmigo?- bramó furioso mi cuñado.
-James- dijo rodando los ojos.
-¿Y cómo lo ha sedado?- pregunté confusa, cogiendo una mascarilla.
-No lo sé- suspiró frustrada.
-Yo a este tío me lo cargo- siseaba furioso Emmet.
Al entrar en el quirófano pude ver a Missy intentando quitar el tubo de respiración al paciente, ayudada por James, blanco como la cal. El monitor estaba muy alterado, y la función cardíaca disminuía por momentos. Emmet lo echó a un lado para sacarle el tubo, mientras yo le tomaba las constantes. Una vez estuvo el tubo fuera de su garganta, vi sangre alrededor de éste. Palidecí en un segundo.
-¡Joder!- bramó Emmet.
-Le has desgarrado la garganta... ¿por qué lo has intubado?; antes debía administrarle un relajante muscular- James me miraba en silencio, estaba inquieto y nervioso.
-¡Responde!; maldita sea Cam- siseó furioso Emmet.
-Yo... pensé que...- le corté llena de rabia.
-Deberías haberme esperado, podría haberte ayudado- le dije.
-Lauren, llama a Edward o a Mark... debemos suturar este estropicio- se volvió hacia James- fuera de mi quirófano ya-.
Éste salió hecho una furia. Mark vino enseguida, y le pusimos al corriente de la situación. Una vez medio arreglado el problema, trasladaron al paciente a cuidados intensivos, ya que la operación de corazón tuvo que ser aplazada hasta que se recuperase.
Entré con Tyler y la doctora Sanders en el departamento de cirugía, para hablar de lo que había ocurrido. Allí estaban Mark, su padre y jefe de cirugía, Emmet y Edward, y por supuesto James. Nada más entrar allí, Edward vino hacia mi, muy nervioso.
-¿Cómo estás?- me preguntó mientras me acercaba a una silla para que me sentara.
-Bien... ¿te lo han contado?- pregunté. Afirmó, y le oí mascullar entre dientes -éste se va a enterar-.
Una vez empezó la reunión, Emmet le relató a la doctora Sanders y al doctor Gills lo ocurrido.
-¿Sabes lo que has podido provocar?; el paciente podría haber sufrido una hemorragia interna- dijo muy seria mi jefa, mirando a James con el ceño fruncido.
-¿Alguien te dio orden de intubar al paciente, sin la presencia de un anestesista?- interrogó Edward muy serio. Al no escuchar respuesta alguna, Emmet se alteró.
-Contesta de una santa vez- le amenazó. Éste negó con la cabeza, suspirando derrotado.
-Sólo quería ir adelantando y... - no supo qué mas decir.
-Mira Cam, me tienes harto; no es la primera vez que haces lo que quieres- respondió Edward furioso.
-Esto no puede seguir así- suspiró frustrado Mark.
-Para intubar a un paciente debes estar bajo supervisión, si no está un anestesista presente o algún adjunto no puedes hacerlo- le dijo Tyler.
-Pero ella es residente- me señaló con una mano. Bufé para mis adentros... este tipo era tonto de verdad.
-Pero resulta, Cam, que ella es anestesista... y su principal ocupación es intubar a la gente- le explicó Emmet, mirándole entre molesto y burlón.
-Además, para administrar una anestesia, primero hay que leerse el preoperatorio del paciente- añadí enfadada.
-No me digas... doctora Swan- se burló James. Edward se adelantó un paso, enfadado.
-Mejor estate calladito- le recomendó.
-Ohhh... el doctor defiende a su mujercita- Edward le encaró, y rápidamente me levanté, tomando a mi novio del brazo.
-Si le hacen algo a ella por tu irresponsabilidad, te aseguro que no terminarás la residencia en ningún hospital de Norteamérica- la voz de Edward era fría como el hielo, filosa cual navaja.
-Por favor Edward- empecé a ponerme muy nerviosa. Me miró a los ojos, mientras yo negaba con mi cabeza. No debía caer en sus provocaciones, no merecía la pena.
-Basta, ésto se está convirtiendo en algo personal- gruñó el doctor Gills.
-Hace mucho tiempo que es personal, ¿no es cierto, Cam?- le preguntó Emmet.
-Basta- el doctor Gills estaba furioso. Se volvió para comentar algo a la doctora Sanders. Al de un minuto, volvió a tomar la palabra. Edward se quedó a mi lado, apartándose de James, con sus manos apoyadas en mis hombros.
-Bueno... cómo pueden ver, el asunto es grave, y debemos dar parte a la comisión de investigación. Ellos tomarán las diligencias oportunas, pero tened casi por seguro que habrá una exhausta investigación. Y por supuesto, hay que hablar con la familia y explicarles lo ocurrido- explicó muy serio a todos, pero mirando a James fijamente.
-Y os aseguro que no van a entender cómo al paciente se le ha tenido que suturar la epiglotis, cuándo el motivo de su operación era la reparación de un tabique coronario- agregó mi supervisora, muy enojada.
-Reza para que la familia no demande al hospital- Mark interpelaba al residente, con una mueca carente de emociones en su rostro.
Una vez se dio por concluida la reunión, Me fui a mi servicio, con Tyler, Edward, Emmet y Mark. Allí les relatamos a mis compañeros lo acontecido.
-Es indignante; ese residente hace lo que le bien en gana- dijo exasperado Seth.
-¿No le pasará nada a Bella, verdad?, ¿ni a ti?- interrogó Rose a Emmet, muy nerviosa. Éste le rodeó los hombros, en un gesto tranquilizador.
-Tranquila, ni ella ni yo estábamos en el quirófano- le explicó.
-Si los llaman, será meramente para declarar como testigos de que Cam No tenía autorización para llevar a cabo ese procedimiento- explicó Mark, recalcando el no.
Después de seguir hablando un rato, llegó la hora de marcharnos a casa. Lo único que quería realmente era darme un baño y poder relajar los nervios.
Los días fueron pasando... tanto Edward como la doctora Sanders me aconsejaron olvidarme del tema una temporada, alegando ésta que pasaría un tiempo hasta que se empezara a investigar a fondo el asunto.
Así que, por el bien de mi bebé y de mis nervios, eso hice. Bastante tenía con la boda prácticamente encima. Esos días pasaron entre las pruebas del vestido y los últimos preparativos. Toda la familia, así como Jake y Leah, estaban tanto o más nerviosos que nosotros. Obviamente, Jake era el padrino, de modo que nos pasamos un par de tardes ensayando el paseíllo hasta el altar, ante la atenta mirada de Alice, que se había autoproclamado organizadora del evento; definitivamente, se había equivocado de profesión.
La noche del miércoles me encontraba haciendo las maletas; a la mañana siguiente nos íbamos a Santa Cruz... el sábado era el gran día. Alice se encargaba de llevar los vestidos de casi todas en su inmenso coche, ya que el nuestro, con la sillita y la cuna de la niña, aparte de las maletas con la ropa, estaba ya lleno. Menos mal que el jeep de Emmet es como un tanque, pensaba para mis adentros. El y Rose, así como mi hermano y su familia y los padres de Edward, también viajaban mañana. Queríamos estar allí un par de días antes, para recibir a los invitados. La ventaja era que casi todo el mundo dormía en el hotel dónde se celebraba el convite, de modo que no perderíamos a nadie de vista.
El teléfono me sacó de mis ensoñaciones. Lo cogí, extrañada por la hora.
-¿Quién es?- silencio- ¿diga?- respondí confundida. Al ver que nadie contestaba, colgué. Seguí con la maleta, y Edward entró en la habitación, con Megan en brazos.
-¿Quién era?- preguntó curioso, mientras dejaba a pequeña encima de la cama.
-Se han debido equivocar, han colgado- me encogí de hombros despreocupada -¿podrías cerras esas dos?- le indiqué señalando un par de maletas.
No pasó ni un minuto, cuándo volvió a sonar el teléfono. Lo cogí de nuevo.
-¿Sí?, ¿quién es?- Edward me miraba interrogante, mientras yo fruncía el ceño... pero la voz que escuché al otro lado de la línea me dejó noqueada.
-Hola Bella- dijo simplemente.
-Mamá- exclamé asombrada, sentándome en la cama.
Terminé de preparar la mesa del jardín, llena hasta los topes de comida y bebida. Edward había ido al aeropuerto junto con Emmet y Carlisle, para recoger a mi hermano y Leah, que volvían de Hanoi, la capital de Vietnam, con su pequeña Mailin.
Megan estaba histérica; por la mañana Edward y yo le habíamos explicado que hoy conocería a su primita, y la pobre se había pasado todo el día ordenando sus muñecas para que Mailin jugara con ellas.
-Bella, ya está todo listo- me dijo Esme, dejando una bandeja encima de la mesa. Esme y Rose se habían quedado conmigo para preparar todo. Jake y Leah habían encajado muy bien en la familia de Edward, y Esme estaba emocionada por ver a la niña, al igual que Rosalie. Hacía casi un mes de la boda de Seth y Leslie, y desde aquel instante Rosalie y Emmet ya eran pareja oficial, para alegría de todos, y sobre todo de Esme.
Se sentó conmigo en el jardín, observando como Rose y Megan jugaban juntas.
-Le encantan los niños- expliqué con una sonrisa, a lo que Esme asintió.
-Espero que las cosas entre ella y mi hijo vayan bien- suspiró divertida.
-Seguro Esme- sonreí, ya que ella no sabía todo por lo que habían pasado, esos piques, celos, los momentos divertidos... que aún estando ya juntos, se repetían constantemente.
Seguimos en animada charla, hasta que el ruido de la puerta hizo que nos levantáramos. Megan corrió hacia la entrada, buscando a su prima.
-Quero verla- dijo con uno de sus pucheros -tío lobo- tiró a mi hermano del pantalón; éste la cogió y la puso al lado de Leah, que llevaba a la pequeña en sus brazos. La miraba curiosa, pero a la vez con una pequeña sonrisa, mientras yo daba un corto beso a Edward y saludaba a Emmet y Carlisle.
Observamos a Megan, que la seguía mirando contenta.
-¿Qué te parece tu primita?- sondeó Jake.
-Mu chiquitina... ¿puede jugar mío?- interrogó curiosa.
-Cariño, ella todavía es muy pequeña, pero pronto jugaréis juntas- le explicaba Leah. Megan se quedó pensativa, para después contestar.
-¿Va a mimir en mi cuna?; yo se la dejo-.
Todos reímos, mientras Leah la seguía explicando.
-Mailin ya tiene su cuna... además, la tuya será para tu hermanito o hermanita-. Asintió después de meditar la respuesta. Me acerqué para ver a mi sobrina. Era una monada, morena de pelo y de piel, y sus ojos achinados eran preciosos. Rose y Esme se acercaron conmigo, mientras observaban a la recién llegada.
-Jake es preciosa- le dije a mi hermano, que asintió embobado, mirando a su niña. Leah me hizo un gesto para que la cogiera. La pequeña Mailin ni se inmutó en su sueño al cambiar de brazos. Sentí a Edward rodearme la cintura, mientras observaba también a la pequeña.
-¿Qué te parece?- le susurré.
-Muy guapa... nuestras pequeñas tendrán una compañera para jugar a las muñecas- repuso con una sonrisa traviesa. Rodé los ojos, mientras el resto se reía.
-Las apuestas apuntan a qué es niño, lo siento Edward- le informó Emmet.
-¿Habéis apostado?- pregunté incrédula, conteniendo la risa.
-Sip; Jasper, Jake, Seth, Alice, Tyler, Mandy y mi padre dicen que va a ser chico ,el resto- señaló a Esme, Rose y Leah- dicen que es niña, aparte del padre y de Megan- finalizó mirando a Edward.
-Pues yo me uno a vuestra predicción... creo que es chico- apunté entre risas.
-Eso espero cuñada... sino perderé cien dólares- añadió, para fastidio de Edward.
Mailin fue pasando por los brazos de todo el mundo, hasta que mi hermano la acomodó en su carrito, mientras el resto nos sentamos en la terraza, dispuestos a cenar. Megan no se apartó del lado de su prima, atenta por si se despertaba o hacía algún ruido.
-Creo que vamos a tener una buena niñera- dijo Edward, tratando de contener la risa. Asentí con la cabeza, esperaba que la niña no tuviera muchos celos cuándo llegara su hermanito o hermanita. Cenamos mientras Leah y Jake nos explicaban el viaje.
Después de cenar mi hermano y mi cuñada se disculparon, ya que estaban agotados del avión, y Edward se fue a llevarlos a casa. Carlisle y Esme me ayudaron a recoger, y me dispuse a subir a Megan a la cama.
-Quero con Rose- dijo cruzándose de brazos y con una graciosa mueca. Suspiré.
-Rosalie, alguien te llama. ¿Te importa?- le pasé a la niña, que la abrazó fuertemente.
-Para nada... vamos a la camita- le dijo a mi pequeña.
-Con el tío oso- apuntó con su dedito a Emmet. Ambos la subieron y mientras Rosalie la ponía el pijama, Emmet abría la cama.
-Centame un cuento- saltó, mirando a Emmet con una sonrisa. Rose rió por lo bajo, mientras yo observaba la escena divertida.
Edward llegó a mi lado, y le indiqué con dedo en mis labios que no dijera nada, mientras señalaba con la cabeza a su hermano.
-¿Qué cuento quieres?- le preguntó a la niña.
-Capeucita oja- respondió muy convencida. Emmet puso una mueca de disgusto.
-Ese no me lo sé, ¿no quieres otro?- cuestionó ante la carcajada de su novia.
-No- refunfuñó Megan, frunciendo los labios.
-Mira, me sé uno muy chulo de...- la protesta de Megan resonó en la habitación.
-No, quero capeucita oja- dijo cruzándose de brazos. Emmet suspiró frustrado, sentándose al borde de la cama.
-Mira, vamos a hacer un trato. Ahora te vas a dormir, que estás muy cansada... y yo me aprendo Caperucita roja y otro día vengo y te lo cuento, ¿te parece?- interrogó a la niña. Ésta meditó unos instantes, hasta que afirmó con la cabeza.
-Entonces a dormir- le dijo arropándola. Le dio un beso en la frente e hizo amago de levantarse, pero Megan lo volvió a llamar.
-Tío oso, dales un muah a las nenas- dijo señalando a las tres muñecas con las que Megan dormía. La cara de Emmet era todo un poema, a la vez que Edward y Rose contenían la carcajada. Refunfuñando, besó a las tres muñecas, antes de salir de la habitación, seguido por Rose.
-Rose, que te quede claro que tenemos que tener todo chicos- siseó. Su novia no pudo evitar darle una colleja.
Edward y yo nos acercamos a la niña, que iba cerrando los ojos.
-¿Me das un muah a mi también?- interrogué con una sonrisa. Se incorporó para darme un beso, y después le dio otro a mi tripa.
-Menas oches mami, menas oches bebé- dijo con su graciosa vocecilla. Edward y yo reímos ante la ocurrencia mientras éste se acercaba a la cama.
-Menas oches papi- le dio un sonoro beso en la mejilla, ante la sonrisa de Edward.
-Hasta mañana cariño- le susurró Edward mientras la tapaba de nuevo y le dejaba el chupete a mano.
Bajamos de nuevo al jardín, donde Esme, Carlisle, Emmet y Rose estaban sentados, ya con toda la mesa recogida. Edward se adentró en la cocina para hacer café y un té para mi.
-Bien cuñada... en veinte días te casas... ¿estás segura de querer soportar a mi hermano toda la vida?- interrogó Emmet, sonriendo con malicia.
-Recuérdame hacerle la misma pregunta a Rose dentro de un tiempo- mascullé entre dientes, a lo que Carlisle y Esme rieron divertidos.
-¿Cómo han ido los preparativos?- me preguntó mi suegro.
-Pues todo está listo; menú escogido, papeleo, el baile...- enumeré.
-El vestido, las flores...- añadió Rose.
-Todo está listo... hasta vuestros trajes- les señaló Esme a su marido y a su hijo.
-El viaje- dijo Edward acercándose con una enorme bandeja. Asentí contenta. Nos íbamos una semana a la playa, a Venice Beach, en Los Ángeles. Cierto que no salíamos de California, pero con mi embarazo prefería no arriesgarme a meterme en un avión, y lo único que quería era descansar. Nos hubiera gustado hacer turismo, pero me cansaba enseguida. El resto del permiso por boda lo pasaríamos en casa tranquilos, con la niña. El resto de las vacaciones las guardaríamos para diciembre, para cuándo naciera nuestro pequeñín.
-Todavía no puedo creer que no hayamos hecho despedida de soltero- gruñó Emmet.
-Em, ya te dije que debido a la boda, tenemos muchas guardias; además Jake no estaba...- empezó a explicarse Edward.
-Y yo con esta tripa me canso enseguida- apunté.
-Aburridos- masculló entre dientes, ganándose una mirada furiosa por parte de Rosalie.
-Eres un plasta- rezongó su novia con fastidio.
Nuestra familia se despidió temprano, ya que mañana teníamos que trabajar.
-Mañana operas conmigo cuñada- me recordó Emmet.
-Lo sé Em... todo preparado para la transposición interauricular del retorno venoso- canturreé igual que en una escuela.
-¿Qué anestésico suministrarás?- siguió preguntado.
-Iba a comentártelo mañana... creo que primero lo mejor es darle un relajante muscular rápido, y una vez dormido lo intubaré. Le administraré succinilcolina, puede haber complicaciones para intubarlo- expliqué pensativa -el paciente ha sufrido episodios anteriores de cierre y obstrucción de epiglotis.-
-Si, me parece adecuado- meditó en voz alta.
-Después lo mantendré con anestesia inhalatoria- seguí explicando.
-¿Sevoflurano?- apuntó. Asentí con la cabeza.
-No es muy recomendable mantenerlo con intravenosos de propofol... me preocupa la función renal- dije pensativa. Me dio la razón con un movimiento de cabeza.
-En fin, mañana terminaremos de hablar, buenas noches chicos- se despidió Emmet y el resto; después de cerrar la puerta de casa, observé a Edward, que me miraba con una sonrisa.
-¿Qué es tan divertido?- indagué mientras me acercaba a él.
-Todavía recuerdo tu primera operación, aquel paciente que perdimos, en lo asustada que estabas... y mírate ahora, toda una anestesista- me piropeó divertido.
-Parece que fue ayer- suspiré melancólica -y fue la primera vez que me besaste- recordé con una tímida sonrisa.
-Y que te dije que te quería- recordó a su vez. Asentí mientras me abrazaba a su cuerpo, quedándome pensativa.
-¿Crees que hemos ido muy deprisa?; no ha pasado un año de aquello y...- no me dejó terminar, ya que posó un dedo en mis labios.
-Bella... escúchame bien, nunca he estado más seguro de nada en toda mi vida; no quiero perder lo que la vida me ofrece; y algo o alguien os puso a ti y a Megan en mi camino... y no podría soportar perderos- me explicó dulcemente, acariciándome la mejilla con la palma de su mano.
Me sonrojé por sus palabras, y no pude evitar besarle suavemente.
-Yo tampoco puedo perderte- balbuceé una vez me separé de sus labios. Con esa sonrisa torcida, tan característica suya, volvió a besarme lenta y suavemente... hasta que el beso se tornó apasionado y desesperado. Metí mis manos por debajo de su camiseta, siguiendo con mis dedos las líneas de su pecho. Un jadeo salió de su boca, y rompiendo el beso, sin decir una palabra, me cogió en volandas, para subir a nuestra habitación.
Sus besos hicieron que no me diera cuenta de cuándo me posó en nuestra cama, y con el mayor cuidado del mundo, debido a mi ya notorio vientre, siguió besando cada rincón de mi cuerpo que sus ojos y sus labios descubrían. Lentamente fui quitando su camiseta, para volver a recorrer con mis dedos sus marcados abdominales, mientras que mis labios se posaba en el pequeño hueco entre su hombro y su cuello.
Desabrochó los botones de mi blusa despacio, queriendo alargar el tormento que suponía para mi. Deslizó sus manos por detrás, para deshacerse de mi sujetador... cuándo una pequeña vocecita se coló por el interfono de escucha que teníamos en nuestro dormitorio.
-Mami, mami... men mío- Edward y yo nos quedamos estáticos, suspirando con paciencia.
-Me parece que esta noche va a ser que no- dije medio riéndome. Edward sonrió con malicia, mientras me susurraba.
-Esto no ha terminado... ya te pillaré- me guiñó un ojo cómplice, dejándome levantar e ir al encuentro de Megan. Me volví a poner la blusa y salí hacia el cuarto de la niña, abrochándome los botones por el camino.
-¿Qué pasa cariño?- le pregunté mientras encendía la lámpara de la mesilla. Megan estaba sollozando, con los ojitos medio cerrados. Le puse la mano en la frente, y la noté caliente.
-Megan, ¿te duele algo?- pregunté extrañada.
-Duele- se tocó la tripa. La incorporé para sentarla en mi regazo, y en ese momento le dio una gran arcada, vomitando toda la cena.
-¡Edward!- chillé al interfono, para que me oyera. Al momento oí sus pasos por el pasillo.
-¿Qué ocurre?- preguntó acercándose a nosotras. Le señalé lo ocurrido, y se agachó para quedar cara a cara con la niña.
-Dice que le duele la tripa, creo que tiene un poco de fiebre- le expliqué. Le puso su mano en la frente. Hizo un movimiento afirmativo con la cabeza, confirmando mis sospechas.
-Papi, me duele- se quejó entre lágrimas, tocándose la tripa. Vimos que le daba otra arcada, y Edward corrió al baño con ella. Allí volvió a vomitar, mientras Edward la sujetaba con cuidado.
-Ya está cariño, ya está- le decía acariciándole la espalda.
-Duele- dijo entre lágrimas y señalándose de nuevo el estómago. Una vez la limpiamos, me dirigí a limpiar la habitación y a por ropa limpia para Megan. Me la encontré acurrucada en el regazo de Edward, llorando sin parar.
Una vez limpié el desorden y la cambiamos Edward la revisó.
-Quizá le haya sentado mal la cena, o se le ha cortado la digestión- sugerí mientras retiraba el termómetro, que confirmó que tenía unas décimas de fiebre.
-Puede ser... vamos a ver qué tal pasa la noche, pero no podemos darle nada para la fiebre con el estómago así; si mañana sigue igual la llevaremos al hospital- dijo una vez que terminó de reconocerla.
Edward hizo amago de meterla en su cama, pero Megan se aferró a su cuello.
-Quero con ti- hipó con lágrimas.
-Está bien, hoy duermes con papá y mamá- le dijo Edward.
-Y con el bebé- añadí para que sonriera un poco.
La llevamos a nuestra cama, y me metí al baño para ponerme el pijama. Edward y la niña ya estaban dentro cuándo salí.
-Men- dijo mi pequeña, tocando el colchón para que me metiese en la cama. Nada mas acostarme se abrazó a mi, mientras Edward nos miraba a las dos y le acariciaba la cabeza.
-Espero que se duerma un poco- suspiré.
-Veremos a ver- añadió Edward. Poco a poco sus ojitos se cerraron, respirando tranquila. -Se ha dormido- susurró en voz baja, para después mirarme -descansa tu también Bella, mañana tienes quirófano a primera hora- me dio un pequeño beso, sorteando a la pequeña, que estaba en medio de los dos.
-Hasta mañana- murmuré de vuelta. Poco a poco me quedé dormida, con una mano de Edward encima de mi tripa, dándole pequeñas caricias.
A la mañana siguiente, me costó una eternidad levantarme. Por suerte Megan pasó la noche medianamente bien, y se levantó sin fiebre, por lo que no tuvimos que llevarla al hospital.
Nada más poner un pie en el área quirúrgica, me encontré con Emmet.
-Buenos días Bella, ¿cómo está mi sobrino?- señaló mi vientre.
-Buenos días Em; pues éste está bien, la que está mala es Megan- respondí acariciando mi tripa.
Le conté las aventuras de la noche anterior; al terminar, Emmet me miraba preocupado.
-Bella, si no has descansado bien puedo llamar a Tyler y que te sustituya; no quiero que te pongas nerviosa- me dijo preocupado.
-Estoy bien Emmet, no te preocupes- le tranquilicé.
-Todavía nos quedan veinte minutos; mientras lo preparan te invito a un café- me dijo cogiéndome por los hombros.
-Que no esté muy cargado- advertí, apuntándole con mi dedo.
Estábamos en medio de una divertida charla acerca de la boda, cuándo Lauren entró a trompicones en la sala, blanca como la cal.
-Emmet, Bella... el paciente está entrando en parada- me quedé petrificada, dejando el café sin terminarlo y saliendo disparada para el quirófano, seguida por Emmet y Lauren.
-¿Cómo que está entrando en parada?- preguntó Emmet histérico.
-Cuándo Missy y yo entramos a preparar el instrumental, nos lo encontramos intubado y conectado a los monitores- me quedé estática en el sitio.
-¿Y se puede saber quién coño lo ha intubado, si la anestesista estaba conmigo?- bramó furioso mi cuñado.
-James- dijo rodando los ojos.
-¿Y cómo lo ha sedado?- pregunté confusa, cogiendo una mascarilla.
-No lo sé- suspiró frustrada.
-Yo a este tío me lo cargo- siseaba furioso Emmet.
Al entrar en el quirófano pude ver a Missy intentando quitar el tubo de respiración al paciente, ayudada por James, blanco como la cal. El monitor estaba muy alterado, y la función cardíaca disminuía por momentos. Emmet lo echó a un lado para sacarle el tubo, mientras yo le tomaba las constantes. Una vez estuvo el tubo fuera de su garganta, vi sangre alrededor de éste. Palidecí en un segundo.
-¡Joder!- bramó Emmet.
-Le has desgarrado la garganta... ¿por qué lo has intubado?; antes debía administrarle un relajante muscular- James me miraba en silencio, estaba inquieto y nervioso.
-¡Responde!; maldita sea Cam- siseó furioso Emmet.
-Yo... pensé que...- le corté llena de rabia.
-Deberías haberme esperado, podría haberte ayudado- le dije.
-Lauren, llama a Edward o a Mark... debemos suturar este estropicio- se volvió hacia James- fuera de mi quirófano ya-.
Éste salió hecho una furia. Mark vino enseguida, y le pusimos al corriente de la situación. Una vez medio arreglado el problema, trasladaron al paciente a cuidados intensivos, ya que la operación de corazón tuvo que ser aplazada hasta que se recuperase.
Entré con Tyler y la doctora Sanders en el departamento de cirugía, para hablar de lo que había ocurrido. Allí estaban Mark, su padre y jefe de cirugía, Emmet y Edward, y por supuesto James. Nada más entrar allí, Edward vino hacia mi, muy nervioso.
-¿Cómo estás?- me preguntó mientras me acercaba a una silla para que me sentara.
-Bien... ¿te lo han contado?- pregunté. Afirmó, y le oí mascullar entre dientes -éste se va a enterar-.
Una vez empezó la reunión, Emmet le relató a la doctora Sanders y al doctor Gills lo ocurrido.
-¿Sabes lo que has podido provocar?; el paciente podría haber sufrido una hemorragia interna- dijo muy seria mi jefa, mirando a James con el ceño fruncido.
-¿Alguien te dio orden de intubar al paciente, sin la presencia de un anestesista?- interrogó Edward muy serio. Al no escuchar respuesta alguna, Emmet se alteró.
-Contesta de una santa vez- le amenazó. Éste negó con la cabeza, suspirando derrotado.
-Sólo quería ir adelantando y... - no supo qué mas decir.
-Mira Cam, me tienes harto; no es la primera vez que haces lo que quieres- respondió Edward furioso.
-Esto no puede seguir así- suspiró frustrado Mark.
-Para intubar a un paciente debes estar bajo supervisión, si no está un anestesista presente o algún adjunto no puedes hacerlo- le dijo Tyler.
-Pero ella es residente- me señaló con una mano. Bufé para mis adentros... este tipo era tonto de verdad.
-Pero resulta, Cam, que ella es anestesista... y su principal ocupación es intubar a la gente- le explicó Emmet, mirándole entre molesto y burlón.
-Además, para administrar una anestesia, primero hay que leerse el preoperatorio del paciente- añadí enfadada.
-No me digas... doctora Swan- se burló James. Edward se adelantó un paso, enfadado.
-Mejor estate calladito- le recomendó.
-Ohhh... el doctor defiende a su mujercita- Edward le encaró, y rápidamente me levanté, tomando a mi novio del brazo.
-Si le hacen algo a ella por tu irresponsabilidad, te aseguro que no terminarás la residencia en ningún hospital de Norteamérica- la voz de Edward era fría como el hielo, filosa cual navaja.
-Por favor Edward- empecé a ponerme muy nerviosa. Me miró a los ojos, mientras yo negaba con mi cabeza. No debía caer en sus provocaciones, no merecía la pena.
-Basta, ésto se está convirtiendo en algo personal- gruñó el doctor Gills.
-Hace mucho tiempo que es personal, ¿no es cierto, Cam?- le preguntó Emmet.
-Basta- el doctor Gills estaba furioso. Se volvió para comentar algo a la doctora Sanders. Al de un minuto, volvió a tomar la palabra. Edward se quedó a mi lado, apartándose de James, con sus manos apoyadas en mis hombros.
-Bueno... cómo pueden ver, el asunto es grave, y debemos dar parte a la comisión de investigación. Ellos tomarán las diligencias oportunas, pero tened casi por seguro que habrá una exhausta investigación. Y por supuesto, hay que hablar con la familia y explicarles lo ocurrido- explicó muy serio a todos, pero mirando a James fijamente.
-Y os aseguro que no van a entender cómo al paciente se le ha tenido que suturar la epiglotis, cuándo el motivo de su operación era la reparación de un tabique coronario- agregó mi supervisora, muy enojada.
-Reza para que la familia no demande al hospital- Mark interpelaba al residente, con una mueca carente de emociones en su rostro.
Una vez se dio por concluida la reunión, Me fui a mi servicio, con Tyler, Edward, Emmet y Mark. Allí les relatamos a mis compañeros lo acontecido.
-Es indignante; ese residente hace lo que le bien en gana- dijo exasperado Seth.
-¿No le pasará nada a Bella, verdad?, ¿ni a ti?- interrogó Rose a Emmet, muy nerviosa. Éste le rodeó los hombros, en un gesto tranquilizador.
-Tranquila, ni ella ni yo estábamos en el quirófano- le explicó.
-Si los llaman, será meramente para declarar como testigos de que Cam No tenía autorización para llevar a cabo ese procedimiento- explicó Mark, recalcando el no.
Después de seguir hablando un rato, llegó la hora de marcharnos a casa. Lo único que quería realmente era darme un baño y poder relajar los nervios.
Los días fueron pasando... tanto Edward como la doctora Sanders me aconsejaron olvidarme del tema una temporada, alegando ésta que pasaría un tiempo hasta que se empezara a investigar a fondo el asunto.
Así que, por el bien de mi bebé y de mis nervios, eso hice. Bastante tenía con la boda prácticamente encima. Esos días pasaron entre las pruebas del vestido y los últimos preparativos. Toda la familia, así como Jake y Leah, estaban tanto o más nerviosos que nosotros. Obviamente, Jake era el padrino, de modo que nos pasamos un par de tardes ensayando el paseíllo hasta el altar, ante la atenta mirada de Alice, que se había autoproclamado organizadora del evento; definitivamente, se había equivocado de profesión.
La noche del miércoles me encontraba haciendo las maletas; a la mañana siguiente nos íbamos a Santa Cruz... el sábado era el gran día. Alice se encargaba de llevar los vestidos de casi todas en su inmenso coche, ya que el nuestro, con la sillita y la cuna de la niña, aparte de las maletas con la ropa, estaba ya lleno. Menos mal que el jeep de Emmet es como un tanque, pensaba para mis adentros. El y Rose, así como mi hermano y su familia y los padres de Edward, también viajaban mañana. Queríamos estar allí un par de días antes, para recibir a los invitados. La ventaja era que casi todo el mundo dormía en el hotel dónde se celebraba el convite, de modo que no perderíamos a nadie de vista.
El teléfono me sacó de mis ensoñaciones. Lo cogí, extrañada por la hora.
-¿Quién es?- silencio- ¿diga?- respondí confundida. Al ver que nadie contestaba, colgué. Seguí con la maleta, y Edward entró en la habitación, con Megan en brazos.
-¿Quién era?- preguntó curioso, mientras dejaba a pequeña encima de la cama.
-Se han debido equivocar, han colgado- me encogí de hombros despreocupada -¿podrías cerras esas dos?- le indiqué señalando un par de maletas.
No pasó ni un minuto, cuándo volvió a sonar el teléfono. Lo cogí de nuevo.
-¿Sí?, ¿quién es?- Edward me miraba interrogante, mientras yo fruncía el ceño... pero la voz que escuché al otro lado de la línea me dejó noqueada.
-Hola Bella- dijo simplemente.
-Mamá- exclamé asombrada, sentándome en la cama.
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Re: Curando un corazón (+18) Completo
este James es imbecil ...........
que oportunos son los niños ..........a mi ya me ha pasado alguna vez
haber que quiere ahora mama Swan
que oportunos son los niños ..........a mi ya me ha pasado alguna vez
haber que quiere ahora mama Swan
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Re: Curando un corazón (+18) Completo
Les dejo dos capítulos para que disfruten...ya les queda poco para el termino...besos
Capítulo 21: Sé feliz, Bella...
El silencio reinó durante más de un minuto por la línea telefónica. No quería saber para qué me llamaba mi madre, dos días antes de mi boda... y después de la que organizó mi padre con su visita.
Edward observó mi rostro, y prefirió dejarme a solas. Cogió a Megan y salió sin hacer ruido, dándome una pequeña sonrisa de ánimo, que yo devolví en agradecimiento. Al fin, la voz de mi madre hizo acto de presencia.
-Bella... ¿cómo estás?- su tono de voz era suave... incluso pude oír cierto deje de inquietud.
-Bien- respondí, todavía algo sorprendida por su llamada.
-Me alegro- contestó con afecto. No pude evitar sonar cínica al responderla.
-¿De verdad te alegras?-.
-Bella... yo... tu padre me contó lo ocurrido cuándo estuvo en San Francisco... no puedo creer que llegara tan lejos... no pensé que te increparía de esa forma en tu estado y...- la corté, lo único que me faltaba era oír sus reproches, ya que seguro nos culparía a Jake y a mi por su sucedido.
-Si has llamado para defenderlo, no quiero continuar con está conversación; bastante me echó en cara en el embarazo de Megan... adiós mamá- iba a colgar pero su voz me detuvo.
-¡No!; por favor Bella... no pretendo excusarlo... jamás pensé que llegaría tan lejos y... -su suspiro se oyó por teléfono- quería disculparme- siguió con pesadumbre.
-Un poco tarde para eso mamá- contesté seria.
-Sólo quería disculparme, de verdad... y desearte que seas muy feliz Bella... el sábado te casas-.
-Sí -afirmé con una sonrisa- Edward es lo mejor que me ha pasado... aparte de mis hijos- le expliqué.
-Por lo poco que me ha contado tu padre, estoy segura de que Edward es una buena persona- respondió. Titubeó un poco para hacerme la siguiente pregunta... pero no pude evitar hacerle yo otra.
-¿Ya no piensas que le he engatusado para ejercer de padre con mi hija bastarda?- era lo que me había dicho la noche que le llamé, para decirles que me casaba. Su silencio, para mi, valió más que mil palabras... pero cambió de tema.
-¿Y Jake?-.
-Él y Leah están bien... son padres- le conté. Al ver el mutismo de mi madre, seguí hablando.
-Han adoptado una niña vietnamita; se llama Mailin- le conté.
-De modo... que tengo dos nietas- dijo en un murmullo. Estaba sorprendida... era la primera vez que mi madre se dirigía así a mi hija... pero preferí morderme la lengua.
-Tres en diciembre... todavía no sé lo que voy a tener- le recordé. Permaneció en silencio unos minutos, asimilando la información.
-Me... me alegro mucho por vosotros... bueno -se le notaba nerviosa -no te molesto más, supongo que estarás muy liada- dijo en tono de despedida.
-Adiós mamá-.
-Sé feliz, Bella... adiós- la línea se cortó.
Me quedé sentada en la cama, con el teléfono entre mis manos; no entendía el trasfondo de esa llamada... pero según me dijo Edward más tarde, al hablarlo con él, puede que simplemente quisiera felicitarme y desearme lo mejor. No me convenció mucho... pero había que reconocer que, por una vez, no me había increpado ni había intentado discutir.
Los días pasaron rápido... se acercaba el momento... y estaba muy nerviosa, ya era imposible negarlo. El día anterior a la boda, el viernes, cenamos con la gente que ya había llegado; por suerte, casi teníamos el hotel exclusivamente para nosotros, ya que no era muy grande. Nosotros estábamos allí desde el jueves, supervisando los últimos detalles... y poco a poco fuimos recibiendo a nuestros amigos y familiares.
La cena transcurrió entre risas y brindis, deseándonos lo mejor a Edward y a mi. Esa noche decidí retirarme temprano, ya que no sabía si podría conciliar el sueño; Edward dormiría en otra habitación, según él, para cumplir con la tradición. Me acompañó hasta la puerta, cargando a Megan, completamente dormida sobre su hombro. Una vez la dejó en la cama, se volvió para despedirse de mi.
-Intenta descansar cariño... y tranquila- me guiñó un ojo cómplice. Me acerqué para darle un casto beso en los labios.
-Descansa tú también... mañana tenemos una cita- exclamé expectante... y feliz.
-Cierto... ¿era a las siete de la tarde, verdad?- inquirió burlón. Negué con la cabeza, divertida, a la vez que me acercaba para volver a besarle.
-Te estaré esperando- murmuró con su frente pegada a la mía, una vez terminamos nuestro beso. Me acarició tiernamente la mejilla mientras se alejaba para darse la vuelta, camino del ascensor.
…Y aquí me encontraba, sentada frente al tocador de la habitación, mientras la peluquera del hotel terminaba de darle los últimos retoques a mi peinado. Apenas quedaban dos horas para la ceremonia... tan sólo faltaba ponerme el vestido, tarea en la que me ayudarían Rose, Leah y Alice. Esme se había marchado hace un rato, para ayudar a Edward y estar con él, cómo correspondía a la madrina. Mis cuñadas y mi amiga ya estaban vestidas. Rose de rojo hasta los pies (era su color fetiche) y su melena rubia cuidadosamente ordenada en unos bucles preciosos que le caían hasta media espalda; Alice, de verde botella, también largo, y palabra de honor; Leah, de diferentes tonos desde naranjas hasta marrones, y con un precioso recogido.
Mi maquillaje ya estaba listo, tal y cómo yo lo quería, sutil y discreto. Las suaves sombras melocotón y el rímel hacían mis ojos más grandes. Muy poco colorete (bastante tenía con el mío propio) y un suaves gloss, sin apenas color, cubrían mis labios.
-Mami gapa- me giré, observando a mi niña entrando de la mano de Leah, que la acababa de vestir en el salón de la habitación. Llevaba un vestido color marfil, con un precioso lazo de seda verde atado a la cintura, y zapatitos también en color marfil. Su pelito, que le llegaba por los hombros, estaba retirado de la cara por unas delicadas horquillas con unas diminutas flores en el mismo tono verde que el lazo. Intenté retener mis lágrimas, observando lo preciosa que estaba mi hija.
-Tu eres la que está guapa, cielo- le dije mientras la tomaba de las manos; no quise cogerla por miedo a arrugar el vestido. Ya no podía contener la emoción, y mis ojos se llenaron de lágrimas.
-NOOOOOO... prohibido llorar aquí- exclamó Alice.
-Eso... que bastante vamos a llorar todos luego- dijo Rose, a lo que Leah le dio la razón. Una vez la peluquera terminó, observé el resultado final. Mi pelo estaba recogido en un precioso moño a la altura de mi cuello, con algunos mechones sueltos, dándole un toque fresco y juvenil. En un lateral llevaba el tocado, que consistía en unas flores de organza.
Entre las tres pasaron el vestido por mi cabeza, con cuidado de no arruinar el maquillaje y el peinado. Éste se ajustó a mi cuerpo como un guante; no me dejaron mirarme al espejo hasta que no estuvo todo colocado.
El corte por debajo de mi pecho, hecho de un delicado encaje, realzaba mi busto, para después caer ligero, en innumerables capas de gasa y tul, hasta el suelo. No llevaba cola, y los tirantes, un poco anchos, hechos del mismo encaje que el del pecho, le daban un aire romántico; las innumerables capas de suave tela de la falda hacían que mi vientre apenas se notara... incluso si el embarazo estuviera menos avanzado podría jurar que no lo estaba. Pero mi bebé dio una pequeña patadita, haciéndose notar. Leah se agachó para atarme los zapatos... y ya estaba preparada. Megan me miraba alucinada.
-Como una pincesa- exclamó, pasando su pequeño dedo por la suave gasa de la falda. Me agaché a su altura, para abrazarla conmovida.
-Estás preciosa Bella- Leah empezaba a emocionarse -verás cuándo Edward te vea-.
-Se quedará pasmado- añadió Rose. Al momento tocaron a la puerta, y Alice fue a abrir.
Mi hermano, resplandeciente y orgulloso en su papel de padrino, y muy guapo con un traje oscuro y una flor en la solapa, apareció con Mailin en sus brazos, envuelta en un gracioso vestidito blanco y rosa. Leah cogió a su hija, y Jake se dirigió a nosotras.
-Pero que guapa está mi pequeña- le dijo a Megan. Al agacharse a su altura, ésta le dio un suave abrazo.
-Bells... estás radiante- me dijo una vez se levantó a mi altura.
Alice miró la hora, y nos puso sobreaviso.
-Chicos, tenemos que empezar a movernos- Rose cogió a Megan, que me dio un besito, para salir por la puerta, seguidas de mi cuñada y mi sobrina y de la propia Alice.
Nos quedamos solos unos momentos.
-Estás guapísimo- le piropeé, quitando una inexistente arruga de su chaqueta.
-Tú también hermanita...- se quedó unos instantes callado, meditando -no se me dan muy bien estas cosas -sonrió nervioso – sabes que siempre te apoyaré en tod...- no le dejé terminar.
-Jake... sin ti... no se qué hubiera sido de mi todos estos años... gracias- una pequeña lágrima asomó por mi ojo. Mi hermano alzó mi mentón con su dedo, obligándome a mirar sus ojos.
-¿Sabes?; ahora estoy tranquilo... Edward os cuida y os adora a Megan y a ti... no podías haber encontrado un hombre mejor Bells- dijo con una sonrisa.
-Ya lo sé... aunque tampoco podría tener un hermano mejor que el que tengo- repuse.
-Te quiero hermanita... y siempre me tendrás... en todo momento- aseguró serio y rotundo, pero a la vez emocionado.
-Lo mismo te digo- contesté mientras nos abrazábamos. Al separarnos, se giró y se fue al salón; volvió con un precioso y pequeño bouquet de tulipanes, de color amarillo pálido.
Sonreí emocionada mientras lo tomaba, mis amigas habían tomado nota de mis gustos. Jake me ofreció su brazo, que tomé casi temblando, por culpa de los nervios.
-Es la hora... debo entregarte sana y salva... sino cierta persona me colgará- bromeó, para que me me relajara un poco.
Respirando profundamente y fuertemente agarrada a su brazo, salimos camino de la iglesia... dispuesta a unirme al hombre más maravilloso del mundo.
En unos poco minutos ya habíamos bajado del coche, y estábamos a las puertas. El delicado olor de las flores que la adornaban llegó hasta mi. Respiré largo y tendido, cuándo los primeros acordes de la música me indicaron que era mi turno.
Avanzamos con paso lento, mientras dedicaba una pequeña sonrisa a toda la gente que nos quería y que estaban acompañándonos en este día... hasta que mis ojos se toparon con los suyos; estaba al lado de Esme, que lloraba emocionada. Como era de esperar, muy guapo, enfundado en un traje negro, y dedicándome una sonrisa que quitaba el aliento.
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EDWARD PVO
Mis nervios estaban a punto de estallar. Había llegado hace casi media hora, dando el brazo a mi madre, elegantísima con un traje color burdeos, con una chaquetilla a juego. Era una tarde calurosa y ya empezaba a atardecer, pero el mar, a sólo unos metros de la pequeña capilla, hacía que una suave brisa refrescara el ambiente. Me moría de ganas de ver a mis princesas, no podía aguantar más.
Dí la bienvenida a todo el mundo en la puerta de la iglesia. Casi todo mi servicio y el de Bella estaban aquí, con nosotros, aparte de la familia. Seth me guiñó un ojo cómplice al adentrarse en la iglesia, al igual que Tyler; todos iban acompañados por sus respectivas parejas.
Jasper y mi hermano se encargaban de acomodar a la gente ahí dentro, el murmullo y el jaleo llegaban hasta fuera... y eso que no llegábamos a cincuenta personas.
Una vez casi todo el mundo estuvo dentro, vi llegar a Leah con mi sobrina en brazos, en compañía de Alice y de Rose, que cargaba Megan. Mi hija, nada más verme, le hizo un gesto para que la bajara, para echar a correr hacia mi.
-Papi, papi- la recibí con los brazos abiertos.
-Pero que guapa está mi niña... pareces una princesa- le dije después de darle un beso; estaba guapísima con ese vestido.
-No... mami si es una pincesa- me dijo en voz baja, cual secreto de estado; sonreí embobado, mientras repasaba con ella la sorpresa para Bella.
-¿Recuerdas que cuándo el abuelo te diga tienes que acercarte y darme los anillos?- le susurré en voz baja. Ella asintió enérgicamente con la cabeza. Bella decía que era muy pequeña para eso, de modo que se pensaba que no lo iba a hacer.
Le di otro beso, antes de pasársela a mi padre, que entró con ella en brazos a la iglesia. Alice, Rose y Leah me desearon suerte y también se adentraron. Me giré hacia mi madre; su cara mostraba alegría y emoción. Sus ojos me miraban con orgullo y cariño; no hacía falta decirnos nada, mis padres ya me lo habían dicho antes de partir a la iglesia.
Le ofrecí mi brazo, entrando en la pequeña capilla; al llegar al altar me posicioné en mi lugar. Los primeros bancos estaban ocupados por mi padre, con Megan en brazos; a su lado Leah con mi sobrina; mi hermano y Rose, y Jasper y Alice, ya que Jasper firmaría como mi testigo, al igual que Alice por parte de Bella.
La impaciencia me carcomía por dentro... hasta que el órgano de la capilla empezó a sonar. Con quince minutos de retraso Bella, fuertemente agarrada al brazo de Jake, empezó a caminar por el pequeño pasillo. La espera había valido la pena... estaba seguro de que no recordaría con exactitud los detalles del vestido que llevaba... pero siempre recordaría lo preciosa que estaba mientras caminaba hacia mi, la luz que emanaba de sus ojos y sus mejillas sonrojadas a cuenta de sus nervios.
Nuestras miradas se encontraron, y por el gesto que apareció en su cara, supe que estaba intentando contener las lágrimas. Estaba tan embobado mirándola, que no me di cuenta de que ya habían llegado al altar. Jake se adelantó para abrazarme, y se retiró a su sitio. Le tendí la mano a mi novia, que la cogió temblorosa. Unidos avanzamos unos pasos, hasta quedar enfrente del sacerdote.
-Estás... uffsss... preciosa- murmuré en voz baja, mirándola fijamente.
-Tú también estás muy guapo- balbuceó, sonriendo levemente. Se giró, para entregarle el ramo a mi madre y se lo guardara durante la ceremonia.
Nuestras manos estuvieron unidas durante toda la misa, que gracias a la simpatía del sacerdote, fue amena y no muy larga. Apenas me di cuenta de cuándo llegamos a la parte del consentimiento.
Mi voz sonó clara al decir el sí, quiero; la de Bella, trémula y temblorosa... observé su cara, y sus lágrimas ya habían hecho acto de presencia. Mi mano quitó una que bajaba por su mejilla.
En el momento en que el sacerdote pidió los anillos, le indiqué a Bella que se girara y mirara al frente; nuestra hija se acercaba con un pequeño cojín, donde descansaban las sencillas alianzas. Nos agachamos a su altura, para recogerlas.
-Gracias cariño- le dijo Bella, besándola entre lágrimas. Le di otro beso, y se las entregué al cura. Éste le dio a Bella la mía, y sin apartar sus ojos de los míos, me la puso. Hice lo mismo con la suya, con una sonrisa que no me cabía en la cara. Por fin el cura dijo las palabras mágicas.
-Por el poder que me concede la iglesia yo os declaro marido y mujer; lo que dios ha unido, que no lo separe el hombre-.
Nuestras manos y miradas permanecían fijas el uno sobre el otro. La fui acercando a mi cuerpo, para terminar rodeando su cintura y por fin besar a mi esposa. Sus manos fueron directas a mi nuca y a mi pelo, acercándome más a ella. Ni los aplausos de la gente allí reunida consiguieron que nos separáramos en un largo minuto. Tuve que dejarla respirar, así que poco a poco me separé de sus labios, pero nuestras frentes permanecieron unidas.
-Te amo- susurró sólo para mi.
-Y yo a ti cariño... os amo a los tres- le susurré de vuelta, dando una pequeña caricia a su vientre y girando mi vista hacia Megan, que aplaudía desde los brazos de mi padre. Éste la posó en el suelo, y rápidamente corrió hacia nosotros. La tomé en brazos, mientras rodeaba la cintura de mi mujer con el otro. Le dimos cada uno un besito en la mejilla; ella nos abrazó como pudo a los dos a la vez, riendo contenta.
Esme le tendió el ramo a Bella, y nos guiñó un ojo cómplice. No nos dimos cuenta de que la gente había ido saliendo de la capilla.
Afiancé a Megan en mis brazos, y cogí la mano de Bella. A la salida los tres fuimos bombardeados por una lluvia de arroz y pétalos de rosa.
Bella me miraba con una sonrisa mientras se pegaba a mi cuerpo, Megan reía mientras la gente chillaba "vivan los novios" y aplaudía a rabiar.
Una vez pasó la peculiar lluvia, la gente se agolpó a nuestro alrededor, abrazándonos y felicitándonos sin parar. Recibimos la enhorabuena emocionada de nuestra familia, sobre todo de mis padres y de Jake y Leah. No recuerdo a cuánta gente abracé y agradecí su presencia... y eso que éramos pocos.
Ya en el hotel, nos acomodamos en el salón, adornado para la ocasión. En nuestra mesa estábamos acompañados por mis padres, mi hermano y Rose y Jake y Leah. Bella acomodó a la niña en su regazo, y la cena dio comienzo... es increíble lo que puede comer y beber la gente en una boda. Nuestra pequeña no tenía mucha hambre, de modo que enseguida se escapó para jugar con los hijos de Tyler y de mi compañero Mark. Bella la miró con una sonrisa.
-Me parece que hoy no va a cenar mucho- me dijo con una divertida mueca.
-Por una noche no creo que pase nada -musité con una sonrisa -¿cómo te encuentras?- puse una mano en su vientre; nuestro bebé se había contagiado de la alegría general, ya que no paraba de moverse.
-Agotada después de tantas emociones... pero feliz- hizo una pausa -no puedo creer que ya estemos casados- suspiró emocionada, mirando la alianza con una sonrisa.
-Por fin eres completamente mía- murmuré sobre sus labios, para después besarla. Al oír los silbidos y exclamaciones de la gente, entre ellas la de mi hermano y Jake, nos separamos.
-Compórtense, hay menores en la sala- se burló Emmet, y las risas generalizadas no se hicieron esperar.
La cena fue muy divertida; a petición de la gente, sobre todo de Emmet, Jake y Jasper, tuvimos que levantarnos y besarnos varias veces, a lo que accedimos sin que nos tuvieran que insistir mucho. Pasamos por las mesas, saludando de nuevo a la gente y conversando con todos de forma más tranquila.
Una vez terminaron la cena y los innumerables brindis, Bella se puso de pie, para entregar su ramo de novia. Alice y Mandy, sentadas en una mesa contigua, mandaron guardar silencio al salón.
-Al igual que le pasó a Leslie, no tengo ni hermanas ni primas a las que dárselo... pero desde hace poco tiempo tengo una nueva cuñada... y aunque todavía no lo es oficialmente, sé que lo será algún día; pero lo más importante... Rosalie, gracias por ser mi amiga- le dijo tendiéndole el ramo.
Rose se levantó para abrazarla, con lágrimas en su cara y observadas por Emmet, que tenía una gran sonrisa. Una vez se separaron, Bella le dirigió a mi hermano una sonrisa maliciosa.
-Bien... creo que debéis besaros- la gente coreó la idea.
-¡Vamos Emmet, que no se diga!- le interpeló Jasper a todo pulmón.
-¡Bésala Em!- animó Jake, riendo y aplaudiendo sin parar.
Mi hermano alzó una ceja, levantándose de la silla. Cogió a Rose por la cintura, e inclinándola sobre su brazo, le plantó un beso de película. Todos silbamos y aplaudimos la escena. Una vez liberó a Rose, se giró hacia mi.
-Supéralo hermanito- la carcajada general no se hizo esperar.
Pasamos al jardín, donde se celebraría el baile. Apenas hacía un poco de aire, lo cual nos venía de perlas para refrescarnos un poco.
En el dentro, una preciosa carpa, adornadas con flores y velas, hacía la veces de pista. Alrededor de ésta había varias mesas para que la gente pudiera sentarse y conversar mientras tomaban algo de beber. En una esquina, una improvisada barra de bar esperaba a la gente.
La música empezó a sonar, y tomé a Bella de la mano. Una preciosa balada de Celine Dion, una de las cantantes favoritas de mi mujer, llenó la estancia. Suavemente la atraje hacia mí, rodeándola todo lo que su tripa me dejaba, ella se acurrucó en mis brazos, con sus manos por mi cuello, y lentamente empezamos a girar.
-¿Está la señora Cullen disfrutando la velada?- le susurré. Esbozó una leve sonrisa al oír su nuevo apellido.
-Todavía me va costar acostumbrarme a eso de señora Cullen- confesó con una risa -ha salido todo perfecto- suspiró satisfecha.
-Cierto- afirmé mientras la miraba intensamente -te amo... cómo pensé que nunca volvería a amar a nadie... te amo, Isabella Cullen- murmuré acercándome a sus labios.
-Te amo- susurró contra mis labios, antes de que éstos se unieran en un beso lleno de emoción y cariño.
La canción terminó, dando paso a otra; Jake se acercó a nosotros.
-¿Me la prestas?- Bella me miró con una sonrisa antes de girarse hacia su hermano, para bailar con él, y yo saqué a bailar a mi madre.
-Estoy tan contenta Edward- me confesó.
-Yo también mamá... después de aquello pensé que no volvería a levantar cabeza y...- no pude seguir, ya que me interrumpió.
-No puedes hacerte una idea de lo orgullosos y felices que estamos tu padre y yo... has encontrado una mujer excepcional Edward- me explicó con cariño.
-Te he hecho abuela por partida doble- añadí divertido, a lo que ella asintió.
-Espero que seáis muy felices... ambos habéis sufrido mucho en la vida, y os lo merecéis tanto-.
-Gracias mamá- agradecí emocionado sus palabras; ellos habían sufrido por mi más que nadie. Seguí bailando con ella, hasta que la canción terminó.
Una hora después, la música lenta pasó a otro ritmo mucho más movido y moderno; después de bailar con Rose, Leah, Alice, Mandy... baile hasta con la jefa de mi mujer, me acerqué hasta una mesa, donde mis padres, el doctor Gills y su mujer y la doctora Sanders estaban enfrascados en una divertida tertulia.
Bella se acercó a mi, rodeándome con sus brazos. Le acaricié la espalda con cariño, observando ambos el espectáculo que había en el centro de la pista.
Mi hermano, Jake, Jasper y Seth, ya sin chaqueta y sin corbata, bailaban una pegadiza canción, cada uno con un vaso en la mano y moviéndose cual adolescentes en una discoteca. Sus respectivas mujeres y novias los miraban rodando los ojos.
Bella rió a mi lado, divertida por la escena. La cara de mis padres era de resignación absoluta.
-Parece que Emmet se ha coronado como el animador oficial- exclamó la doctora Sanders entre risas.
Las chicas vinieron a buscar a Bella, y la sacaron a la pista para, según ellas, menear un poco las caderas. Me uní a los chicos, que no paraban de hacerme insinuaciones sobre la noche de bodas.
La fiesta siguió hasta la madrugada, hasta que la música pasó de nuevo a un ritmo lento. Acerqué a Bella a mi cuerpo, que se abrazó a mi, apoyando su mejilla en mi pecho. La gente joven aún no se había retirado. Mis padres ya hacía un rato que se habían subido a dormir, con Megan y Mailin; el doctor Gills y su esposa y la doctora Sanders también se habían retirado ya, aludiendo que ya eran viejos y era el turno de la juventud.
-¿Cómo lo llevas?- pregunté aludiendo a su vientre, suponía que estaría agotada.
-Tranquilo... estoy cansada... pero todavía puedo hacer un esfuerzo para más tarde- me guiñó un ojo, dedicándome una provocativa mirada.
-Entonces tendremos que retirarnos enseguida... no sabes las ganas que tengo de arrancarte ese vestido, señora Cullen- sonreí maliciosamente. Ella me miró fijamente, sus ojos delataban el deseo que teníamos de poder retirarnos a nuestra habitación.
-¿Así que las hormonas sólo me afectan a mi?- preguntó burlona. Hice un gesto con mi cara, sopesando la respuesta.
-Creo que esta noche me están afectando también a mi- bromeé. Ella se inclinó, pegando su cara a la mía.
-¿Y a qué estamos esperando?- dijo muy muy bajito, mordiéndose el labio inferior.
Ese gesto fue mi perdición; sin decir una sola palabra, la tomé de la mano, adentrándonos en el hotel. En el ascensor no me pude contener más y ataqué sus labios, en un beso desenfrenado; su lengua invadió mi boca sin contemplaciones. Al llegar a nuestro piso, la cargué hasta la puerta de nuestra habitación. Ella rió al intentar abrir la puerta subida encima mío, por mi impaciencia, ya que recorría una y mil veces su cuello con mis labios y mi lengua.
Cerré con el pie, hasta adentrarme en la habitación y posarla en el suelo. Miré fijamente a mi mujer, que se puso de puntillas, agarrando mis cabellos para que bajara un poco la cabeza y besarla de nuevo. Fue un beso más calmado y reposado, lentamente sus manos fueron a las mangas de mi chaqueta, deslizándola hasta que cayó al suelo.
Sin dejar de besar sus suaves labios, empecé a buscar la cremallera de su vestido... pero unos golpes en la puerta hizo que nos volviéramos extrañados... pero al segundo Bella volvió a colocar sus manos en el primer botón de mi camisa.
-No vayas- balbuceó con la respiración entrecortada. Volví a mi tarea, buscando la dichosa cremallera... pero los golpes volvieron, más fuertes que la primera vez. Nos miramos algo preocupados.
-Tenemos que abrir, no sea que le pase algo a la niña- mi mujer asintió, y me encaminé hasta la puerta. Abrí preocupado... y mis ojos se abrieron desmesuradamente... no podía asimilar el espectáculo que tenía lugar frente a mis narices.
Si alguna vez tuve ganas de ahorcar a mi hermano... este era el momento perfecto.
Emmet, Jasper, Seth y Jake, sin chaqueta y sin corbata, y con unos enormes sombreros mejicanos, que no tenía ni idea de dónde los habían sacado, entraron como Pedro por su casa a la habitación.
-¿Qué tal Edward?- me saludó Jasper tan tranquilo; se tambaleaba ligeramente, y su aliento apestaba a alcohol.
-¿Se puede saber qué demonios hacéis?, largo de aquí ya- les ordené... no era posible que nos hicieran esto en nuestra noche de bodas.
La cara de Bella no tenía precio, mirando alternativamente a cada uno, ahogando las risas. Emmet se adelantó un paso, erigiéndose cual director de orquesta.
-Y uuuuuuuno, dosooooss... treeeeeeesssss...- levantó los brazos, empezando a cantar una ranchera. Jake y Seth simulaban tocar una guitarra imaginaria entre sus manos y haciéndole los coros a Emmet... y Jasper imitaba el rasgar de las cuerdas con la garganta, marcando el ritmo de la canción... la verdad es que era muy cómico. Mi mujer no pudo aguantar más, dejándose caer en la cama, sujetándose la tripa de la risa.
No me di cuenta de que la puerta seguía abierta, y entraron las respectivas novias y mujeres, pero ellos no se dieron cuenta.
Emmet seguía a lo suyo.
-Tarrrddde o temmmprano serrrrreeeeee tuyaaaaaaaa... mío tu seraaaassssssss- cantaba mi hermano, apenas se le entendía mucho, mañana tendría una resaca del demonio... al igual que los otros tres. Un golpecito en el hombro le hizo callarse de repente. Enmudeció al ver a Rosalie, roja de enfado y de vergüenza. Hizo un gesto a los chicos, como si de verdad estuviera parando la canción... y por poco de cae de bruces contra el suelo.
-Emmet... ¿se puede saber qué haces?-.
-Mejor dicho... ¿qué diantres hacéis aquí?- interrogó Leah en tono amenazador. Pude ver a Jake encogerse ligeramente.
-Vamos caramelito, no te enfades... estamos... hip... rondando a los novios- explicó Jasper a Alice, que golpeaba furioso su pie contra el suelo.
-Fuera de esta habitación ya, panda de tarugos- Rose cogió del brazo a Emmet, arrastrándolo a la puerta.
-No te enojes osita ... a Bella le ha gustado- rezongó cual niño pequeño.
-Ni osita ni osito ni nada... fuera de aquí ya- volvió a decirle.
Mi hermano iba a protestar... pero algo vio en la cara de Rose, ya que no dijo nada y salió de la habitación. Alice agarró a Jasper de la camisa, sacándolo de allí. Leah simplemente le hizo una seña con la cabeza a su marido, que salió sin decir ni pío. Leslie le dio una colleja a Seth mientras salían por la puerta.
Leah fue la última en salir, dándonos una mirada de disculpa y cerrando la puerta sin decir ni pío; aún se oía la divertida pelea por el pasillo.
Bella seguía sentada en la cama, riendo sin parar, y yo también terminé riendo, mientras me sentaba a su lado.
-Me los cargo a todos- intenté sonar serio, pero no podía. Bella se tumbó en la cama, todavía riendo.
-No te enfades Edward... tienes que reconocer que ha sido muy divertido- dijo ella, quitándose una lágrima, a cuenta de la risa.
Me posicioné a su lado, quedando mi cara a la altura de la suya.
-Me pregunto qué obsesión tendrá mi hermano con las rancheras- siseé entre dientes. Bella ya había parado de reír, y acercó su boca a la mía.
-Mañana se lo preguntamos... ¿por dónde íbamos?- preguntó sensualmente; sus ojos me devoraban, presos de la ansiedad.
-Creo que por aquí- murmuré, juntando nuestros labios y besándola, ya con impaciencia.
Esta vez ya no hubo más interrupciones. Conseguí quitar el vestido, dejando a mi esposa... mi esposa... sonaba demasiado bien, con un conjunto de lencería blanco con encaje. Como pude me deshice de mi ropa, y acomodé a Bella en la cama. Observé por un momento su cuerpo en silencio. Con cuidado pasé la mano por su barriguita, dándole suaves caricias.
-Cada día estoy más grande- protestó ligeramente. Negué con la cabeza.
-No digas eso... nunca has estado tan bonita y hermosa como ahora... - se sonrojó por lo que le dije, y se movió para quedar sentadas a horcajadas encima mío. Puse una mano en su espalda, recorriéndola de arriba a abajo. Mis manos se pararon en su sujetador, y sin decir una sola palabra, se lo quité.
-Túmbate- mi voz ya era ronca y baja; ella hizo lo que le dije, y lentamente fui deshaciéndome del resto de su lencería. Recorrí con la vista su cuerpo una última vez, antes de inclinarme sobre su cuello, besándolo suavemente.
Mis manos ya no pudieron estarse quietas, acariciando y recorriendo cada parte de su cuerpo. Ella tiró de mi pelo para acercame a su boca, impaciente por encontrarse con la mía. Apenas podíamos respirar, nuestras bocas no se daban tregua alguna.
-Te quiero- murmuraba entre beso y beso. Sus manos recorrían mi pecho; su tacto sobre mi piel era suave, pero a la vez quemaba.
-Yo te amo mi vida... te amo- mis palabras fueron reemplazadas por besos, que fueron desde sus labios hasta sus pechos. Ella agarraba y apretaba mis brazos con fuerza, gimiendo entrecortadamente.
La suave piel y el sabor dulce de sus pechos me volvieron loco. Los besé, lamí y succioné hasta la saciedad, no me cansaba de ellos, y no me cansaría nunca. Rocé con mi nariz y mis labios todo el camino desde sus senos hasta su parte más personal, deteniéndome un momento en su tripa, y regalándole un sonoro beso. Mis manos y mi boca la hicieron llegar a la cima del placer varias veces esa noche. Ella gemía y se retorcía debajo de mi, diciendo mi nombre una y otra vez, presa de la excitación.
Me empujó de nuevo para quedar nuestras cabezas a la par; el beso que me dio, unido al, movimiento de sus manos sobre mi intimidad, hizo que el que jadeara su nombre, con voz ronca y fiera, fuese yo.
Sus caricias sobre mi miembro, libre hace mucho rato de cualquier ropa, me hicieron perder la cordura.
-Bella... ahhhh...- ella me miró expectante, mientras se tumbaba de nuevo en la cama. Sin decir una sola palabra, me posicioné entre sus piernas, entrando lentamente, de una sola vez.
Callé el gemido que salía de su garganta con un profundo beso, que ella devolvió gustosa y entregada. Mis manos buscaron las suyas, y nuestros dedos de entrelazaron con fuerza. Cada gemido era silenciado por un beso, mientras nuestros cuerpos bailaban una danza en perfecta sincronía.
Hubo un momento en el que sentí a Bella alzar sus caderas. Ese pequeño gesto, unido a la profundidad del acto, conllevó que ahogara un grito en su cuello, a la vez que ella intensificaba el agarre de sus manos contra las mías, abandonándonos al placer absoluto.
Nos quedamos unos minutos en silencio, abrazados y dejando que nuestras respiraciones volvieran a normalizarse. Pude sentir un suave besito en mi cuello, me giré para encarar a Bella, que sonreía agotada.
-Ha sido increíble... todo el día lo ha sido- dijo ella con una pequeña sonrisa.
-Si, la verdad es que todo ha salido bien- le di la razón mientras nos acomodábamos en la cama, ya que empezaba a estar incómoda.
Ella se abrazó a mi, quedándose dormida enseguida. Observé con cariño a mi esposa... ella y Megan me habían salvado, devolviéndome la ilusión por la vida... y yo se lo agradecería con creces, como bien había dicho el sacerdote, todos los días de mi vida.
Capítulo 21: Sé feliz, Bella...
El silencio reinó durante más de un minuto por la línea telefónica. No quería saber para qué me llamaba mi madre, dos días antes de mi boda... y después de la que organizó mi padre con su visita.
Edward observó mi rostro, y prefirió dejarme a solas. Cogió a Megan y salió sin hacer ruido, dándome una pequeña sonrisa de ánimo, que yo devolví en agradecimiento. Al fin, la voz de mi madre hizo acto de presencia.
-Bella... ¿cómo estás?- su tono de voz era suave... incluso pude oír cierto deje de inquietud.
-Bien- respondí, todavía algo sorprendida por su llamada.
-Me alegro- contestó con afecto. No pude evitar sonar cínica al responderla.
-¿De verdad te alegras?-.
-Bella... yo... tu padre me contó lo ocurrido cuándo estuvo en San Francisco... no puedo creer que llegara tan lejos... no pensé que te increparía de esa forma en tu estado y...- la corté, lo único que me faltaba era oír sus reproches, ya que seguro nos culparía a Jake y a mi por su sucedido.
-Si has llamado para defenderlo, no quiero continuar con está conversación; bastante me echó en cara en el embarazo de Megan... adiós mamá- iba a colgar pero su voz me detuvo.
-¡No!; por favor Bella... no pretendo excusarlo... jamás pensé que llegaría tan lejos y... -su suspiro se oyó por teléfono- quería disculparme- siguió con pesadumbre.
-Un poco tarde para eso mamá- contesté seria.
-Sólo quería disculparme, de verdad... y desearte que seas muy feliz Bella... el sábado te casas-.
-Sí -afirmé con una sonrisa- Edward es lo mejor que me ha pasado... aparte de mis hijos- le expliqué.
-Por lo poco que me ha contado tu padre, estoy segura de que Edward es una buena persona- respondió. Titubeó un poco para hacerme la siguiente pregunta... pero no pude evitar hacerle yo otra.
-¿Ya no piensas que le he engatusado para ejercer de padre con mi hija bastarda?- era lo que me había dicho la noche que le llamé, para decirles que me casaba. Su silencio, para mi, valió más que mil palabras... pero cambió de tema.
-¿Y Jake?-.
-Él y Leah están bien... son padres- le conté. Al ver el mutismo de mi madre, seguí hablando.
-Han adoptado una niña vietnamita; se llama Mailin- le conté.
-De modo... que tengo dos nietas- dijo en un murmullo. Estaba sorprendida... era la primera vez que mi madre se dirigía así a mi hija... pero preferí morderme la lengua.
-Tres en diciembre... todavía no sé lo que voy a tener- le recordé. Permaneció en silencio unos minutos, asimilando la información.
-Me... me alegro mucho por vosotros... bueno -se le notaba nerviosa -no te molesto más, supongo que estarás muy liada- dijo en tono de despedida.
-Adiós mamá-.
-Sé feliz, Bella... adiós- la línea se cortó.
Me quedé sentada en la cama, con el teléfono entre mis manos; no entendía el trasfondo de esa llamada... pero según me dijo Edward más tarde, al hablarlo con él, puede que simplemente quisiera felicitarme y desearme lo mejor. No me convenció mucho... pero había que reconocer que, por una vez, no me había increpado ni había intentado discutir.
Los días pasaron rápido... se acercaba el momento... y estaba muy nerviosa, ya era imposible negarlo. El día anterior a la boda, el viernes, cenamos con la gente que ya había llegado; por suerte, casi teníamos el hotel exclusivamente para nosotros, ya que no era muy grande. Nosotros estábamos allí desde el jueves, supervisando los últimos detalles... y poco a poco fuimos recibiendo a nuestros amigos y familiares.
La cena transcurrió entre risas y brindis, deseándonos lo mejor a Edward y a mi. Esa noche decidí retirarme temprano, ya que no sabía si podría conciliar el sueño; Edward dormiría en otra habitación, según él, para cumplir con la tradición. Me acompañó hasta la puerta, cargando a Megan, completamente dormida sobre su hombro. Una vez la dejó en la cama, se volvió para despedirse de mi.
-Intenta descansar cariño... y tranquila- me guiñó un ojo cómplice. Me acerqué para darle un casto beso en los labios.
-Descansa tú también... mañana tenemos una cita- exclamé expectante... y feliz.
-Cierto... ¿era a las siete de la tarde, verdad?- inquirió burlón. Negué con la cabeza, divertida, a la vez que me acercaba para volver a besarle.
-Te estaré esperando- murmuró con su frente pegada a la mía, una vez terminamos nuestro beso. Me acarició tiernamente la mejilla mientras se alejaba para darse la vuelta, camino del ascensor.
…Y aquí me encontraba, sentada frente al tocador de la habitación, mientras la peluquera del hotel terminaba de darle los últimos retoques a mi peinado. Apenas quedaban dos horas para la ceremonia... tan sólo faltaba ponerme el vestido, tarea en la que me ayudarían Rose, Leah y Alice. Esme se había marchado hace un rato, para ayudar a Edward y estar con él, cómo correspondía a la madrina. Mis cuñadas y mi amiga ya estaban vestidas. Rose de rojo hasta los pies (era su color fetiche) y su melena rubia cuidadosamente ordenada en unos bucles preciosos que le caían hasta media espalda; Alice, de verde botella, también largo, y palabra de honor; Leah, de diferentes tonos desde naranjas hasta marrones, y con un precioso recogido.
Mi maquillaje ya estaba listo, tal y cómo yo lo quería, sutil y discreto. Las suaves sombras melocotón y el rímel hacían mis ojos más grandes. Muy poco colorete (bastante tenía con el mío propio) y un suaves gloss, sin apenas color, cubrían mis labios.
-Mami gapa- me giré, observando a mi niña entrando de la mano de Leah, que la acababa de vestir en el salón de la habitación. Llevaba un vestido color marfil, con un precioso lazo de seda verde atado a la cintura, y zapatitos también en color marfil. Su pelito, que le llegaba por los hombros, estaba retirado de la cara por unas delicadas horquillas con unas diminutas flores en el mismo tono verde que el lazo. Intenté retener mis lágrimas, observando lo preciosa que estaba mi hija.
-Tu eres la que está guapa, cielo- le dije mientras la tomaba de las manos; no quise cogerla por miedo a arrugar el vestido. Ya no podía contener la emoción, y mis ojos se llenaron de lágrimas.
-NOOOOOO... prohibido llorar aquí- exclamó Alice.
-Eso... que bastante vamos a llorar todos luego- dijo Rose, a lo que Leah le dio la razón. Una vez la peluquera terminó, observé el resultado final. Mi pelo estaba recogido en un precioso moño a la altura de mi cuello, con algunos mechones sueltos, dándole un toque fresco y juvenil. En un lateral llevaba el tocado, que consistía en unas flores de organza.
Entre las tres pasaron el vestido por mi cabeza, con cuidado de no arruinar el maquillaje y el peinado. Éste se ajustó a mi cuerpo como un guante; no me dejaron mirarme al espejo hasta que no estuvo todo colocado.
El corte por debajo de mi pecho, hecho de un delicado encaje, realzaba mi busto, para después caer ligero, en innumerables capas de gasa y tul, hasta el suelo. No llevaba cola, y los tirantes, un poco anchos, hechos del mismo encaje que el del pecho, le daban un aire romántico; las innumerables capas de suave tela de la falda hacían que mi vientre apenas se notara... incluso si el embarazo estuviera menos avanzado podría jurar que no lo estaba. Pero mi bebé dio una pequeña patadita, haciéndose notar. Leah se agachó para atarme los zapatos... y ya estaba preparada. Megan me miraba alucinada.
-Como una pincesa- exclamó, pasando su pequeño dedo por la suave gasa de la falda. Me agaché a su altura, para abrazarla conmovida.
-Estás preciosa Bella- Leah empezaba a emocionarse -verás cuándo Edward te vea-.
-Se quedará pasmado- añadió Rose. Al momento tocaron a la puerta, y Alice fue a abrir.
Mi hermano, resplandeciente y orgulloso en su papel de padrino, y muy guapo con un traje oscuro y una flor en la solapa, apareció con Mailin en sus brazos, envuelta en un gracioso vestidito blanco y rosa. Leah cogió a su hija, y Jake se dirigió a nosotras.
-Pero que guapa está mi pequeña- le dijo a Megan. Al agacharse a su altura, ésta le dio un suave abrazo.
-Bells... estás radiante- me dijo una vez se levantó a mi altura.
Alice miró la hora, y nos puso sobreaviso.
-Chicos, tenemos que empezar a movernos- Rose cogió a Megan, que me dio un besito, para salir por la puerta, seguidas de mi cuñada y mi sobrina y de la propia Alice.
Nos quedamos solos unos momentos.
-Estás guapísimo- le piropeé, quitando una inexistente arruga de su chaqueta.
-Tú también hermanita...- se quedó unos instantes callado, meditando -no se me dan muy bien estas cosas -sonrió nervioso – sabes que siempre te apoyaré en tod...- no le dejé terminar.
-Jake... sin ti... no se qué hubiera sido de mi todos estos años... gracias- una pequeña lágrima asomó por mi ojo. Mi hermano alzó mi mentón con su dedo, obligándome a mirar sus ojos.
-¿Sabes?; ahora estoy tranquilo... Edward os cuida y os adora a Megan y a ti... no podías haber encontrado un hombre mejor Bells- dijo con una sonrisa.
-Ya lo sé... aunque tampoco podría tener un hermano mejor que el que tengo- repuse.
-Te quiero hermanita... y siempre me tendrás... en todo momento- aseguró serio y rotundo, pero a la vez emocionado.
-Lo mismo te digo- contesté mientras nos abrazábamos. Al separarnos, se giró y se fue al salón; volvió con un precioso y pequeño bouquet de tulipanes, de color amarillo pálido.
Sonreí emocionada mientras lo tomaba, mis amigas habían tomado nota de mis gustos. Jake me ofreció su brazo, que tomé casi temblando, por culpa de los nervios.
-Es la hora... debo entregarte sana y salva... sino cierta persona me colgará- bromeó, para que me me relajara un poco.
Respirando profundamente y fuertemente agarrada a su brazo, salimos camino de la iglesia... dispuesta a unirme al hombre más maravilloso del mundo.
En unos poco minutos ya habíamos bajado del coche, y estábamos a las puertas. El delicado olor de las flores que la adornaban llegó hasta mi. Respiré largo y tendido, cuándo los primeros acordes de la música me indicaron que era mi turno.
Avanzamos con paso lento, mientras dedicaba una pequeña sonrisa a toda la gente que nos quería y que estaban acompañándonos en este día... hasta que mis ojos se toparon con los suyos; estaba al lado de Esme, que lloraba emocionada. Como era de esperar, muy guapo, enfundado en un traje negro, y dedicándome una sonrisa que quitaba el aliento.
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EDWARD PVO
Mis nervios estaban a punto de estallar. Había llegado hace casi media hora, dando el brazo a mi madre, elegantísima con un traje color burdeos, con una chaquetilla a juego. Era una tarde calurosa y ya empezaba a atardecer, pero el mar, a sólo unos metros de la pequeña capilla, hacía que una suave brisa refrescara el ambiente. Me moría de ganas de ver a mis princesas, no podía aguantar más.
Dí la bienvenida a todo el mundo en la puerta de la iglesia. Casi todo mi servicio y el de Bella estaban aquí, con nosotros, aparte de la familia. Seth me guiñó un ojo cómplice al adentrarse en la iglesia, al igual que Tyler; todos iban acompañados por sus respectivas parejas.
Jasper y mi hermano se encargaban de acomodar a la gente ahí dentro, el murmullo y el jaleo llegaban hasta fuera... y eso que no llegábamos a cincuenta personas.
Una vez casi todo el mundo estuvo dentro, vi llegar a Leah con mi sobrina en brazos, en compañía de Alice y de Rose, que cargaba Megan. Mi hija, nada más verme, le hizo un gesto para que la bajara, para echar a correr hacia mi.
-Papi, papi- la recibí con los brazos abiertos.
-Pero que guapa está mi niña... pareces una princesa- le dije después de darle un beso; estaba guapísima con ese vestido.
-No... mami si es una pincesa- me dijo en voz baja, cual secreto de estado; sonreí embobado, mientras repasaba con ella la sorpresa para Bella.
-¿Recuerdas que cuándo el abuelo te diga tienes que acercarte y darme los anillos?- le susurré en voz baja. Ella asintió enérgicamente con la cabeza. Bella decía que era muy pequeña para eso, de modo que se pensaba que no lo iba a hacer.
Le di otro beso, antes de pasársela a mi padre, que entró con ella en brazos a la iglesia. Alice, Rose y Leah me desearon suerte y también se adentraron. Me giré hacia mi madre; su cara mostraba alegría y emoción. Sus ojos me miraban con orgullo y cariño; no hacía falta decirnos nada, mis padres ya me lo habían dicho antes de partir a la iglesia.
Le ofrecí mi brazo, entrando en la pequeña capilla; al llegar al altar me posicioné en mi lugar. Los primeros bancos estaban ocupados por mi padre, con Megan en brazos; a su lado Leah con mi sobrina; mi hermano y Rose, y Jasper y Alice, ya que Jasper firmaría como mi testigo, al igual que Alice por parte de Bella.
La impaciencia me carcomía por dentro... hasta que el órgano de la capilla empezó a sonar. Con quince minutos de retraso Bella, fuertemente agarrada al brazo de Jake, empezó a caminar por el pequeño pasillo. La espera había valido la pena... estaba seguro de que no recordaría con exactitud los detalles del vestido que llevaba... pero siempre recordaría lo preciosa que estaba mientras caminaba hacia mi, la luz que emanaba de sus ojos y sus mejillas sonrojadas a cuenta de sus nervios.
Nuestras miradas se encontraron, y por el gesto que apareció en su cara, supe que estaba intentando contener las lágrimas. Estaba tan embobado mirándola, que no me di cuenta de que ya habían llegado al altar. Jake se adelantó para abrazarme, y se retiró a su sitio. Le tendí la mano a mi novia, que la cogió temblorosa. Unidos avanzamos unos pasos, hasta quedar enfrente del sacerdote.
-Estás... uffsss... preciosa- murmuré en voz baja, mirándola fijamente.
-Tú también estás muy guapo- balbuceó, sonriendo levemente. Se giró, para entregarle el ramo a mi madre y se lo guardara durante la ceremonia.
Nuestras manos estuvieron unidas durante toda la misa, que gracias a la simpatía del sacerdote, fue amena y no muy larga. Apenas me di cuenta de cuándo llegamos a la parte del consentimiento.
Mi voz sonó clara al decir el sí, quiero; la de Bella, trémula y temblorosa... observé su cara, y sus lágrimas ya habían hecho acto de presencia. Mi mano quitó una que bajaba por su mejilla.
En el momento en que el sacerdote pidió los anillos, le indiqué a Bella que se girara y mirara al frente; nuestra hija se acercaba con un pequeño cojín, donde descansaban las sencillas alianzas. Nos agachamos a su altura, para recogerlas.
-Gracias cariño- le dijo Bella, besándola entre lágrimas. Le di otro beso, y se las entregué al cura. Éste le dio a Bella la mía, y sin apartar sus ojos de los míos, me la puso. Hice lo mismo con la suya, con una sonrisa que no me cabía en la cara. Por fin el cura dijo las palabras mágicas.
-Por el poder que me concede la iglesia yo os declaro marido y mujer; lo que dios ha unido, que no lo separe el hombre-.
Nuestras manos y miradas permanecían fijas el uno sobre el otro. La fui acercando a mi cuerpo, para terminar rodeando su cintura y por fin besar a mi esposa. Sus manos fueron directas a mi nuca y a mi pelo, acercándome más a ella. Ni los aplausos de la gente allí reunida consiguieron que nos separáramos en un largo minuto. Tuve que dejarla respirar, así que poco a poco me separé de sus labios, pero nuestras frentes permanecieron unidas.
-Te amo- susurró sólo para mi.
-Y yo a ti cariño... os amo a los tres- le susurré de vuelta, dando una pequeña caricia a su vientre y girando mi vista hacia Megan, que aplaudía desde los brazos de mi padre. Éste la posó en el suelo, y rápidamente corrió hacia nosotros. La tomé en brazos, mientras rodeaba la cintura de mi mujer con el otro. Le dimos cada uno un besito en la mejilla; ella nos abrazó como pudo a los dos a la vez, riendo contenta.
Esme le tendió el ramo a Bella, y nos guiñó un ojo cómplice. No nos dimos cuenta de que la gente había ido saliendo de la capilla.
Afiancé a Megan en mis brazos, y cogí la mano de Bella. A la salida los tres fuimos bombardeados por una lluvia de arroz y pétalos de rosa.
Bella me miraba con una sonrisa mientras se pegaba a mi cuerpo, Megan reía mientras la gente chillaba "vivan los novios" y aplaudía a rabiar.
Una vez pasó la peculiar lluvia, la gente se agolpó a nuestro alrededor, abrazándonos y felicitándonos sin parar. Recibimos la enhorabuena emocionada de nuestra familia, sobre todo de mis padres y de Jake y Leah. No recuerdo a cuánta gente abracé y agradecí su presencia... y eso que éramos pocos.
Ya en el hotel, nos acomodamos en el salón, adornado para la ocasión. En nuestra mesa estábamos acompañados por mis padres, mi hermano y Rose y Jake y Leah. Bella acomodó a la niña en su regazo, y la cena dio comienzo... es increíble lo que puede comer y beber la gente en una boda. Nuestra pequeña no tenía mucha hambre, de modo que enseguida se escapó para jugar con los hijos de Tyler y de mi compañero Mark. Bella la miró con una sonrisa.
-Me parece que hoy no va a cenar mucho- me dijo con una divertida mueca.
-Por una noche no creo que pase nada -musité con una sonrisa -¿cómo te encuentras?- puse una mano en su vientre; nuestro bebé se había contagiado de la alegría general, ya que no paraba de moverse.
-Agotada después de tantas emociones... pero feliz- hizo una pausa -no puedo creer que ya estemos casados- suspiró emocionada, mirando la alianza con una sonrisa.
-Por fin eres completamente mía- murmuré sobre sus labios, para después besarla. Al oír los silbidos y exclamaciones de la gente, entre ellas la de mi hermano y Jake, nos separamos.
-Compórtense, hay menores en la sala- se burló Emmet, y las risas generalizadas no se hicieron esperar.
La cena fue muy divertida; a petición de la gente, sobre todo de Emmet, Jake y Jasper, tuvimos que levantarnos y besarnos varias veces, a lo que accedimos sin que nos tuvieran que insistir mucho. Pasamos por las mesas, saludando de nuevo a la gente y conversando con todos de forma más tranquila.
Una vez terminaron la cena y los innumerables brindis, Bella se puso de pie, para entregar su ramo de novia. Alice y Mandy, sentadas en una mesa contigua, mandaron guardar silencio al salón.
-Al igual que le pasó a Leslie, no tengo ni hermanas ni primas a las que dárselo... pero desde hace poco tiempo tengo una nueva cuñada... y aunque todavía no lo es oficialmente, sé que lo será algún día; pero lo más importante... Rosalie, gracias por ser mi amiga- le dijo tendiéndole el ramo.
Rose se levantó para abrazarla, con lágrimas en su cara y observadas por Emmet, que tenía una gran sonrisa. Una vez se separaron, Bella le dirigió a mi hermano una sonrisa maliciosa.
-Bien... creo que debéis besaros- la gente coreó la idea.
-¡Vamos Emmet, que no se diga!- le interpeló Jasper a todo pulmón.
-¡Bésala Em!- animó Jake, riendo y aplaudiendo sin parar.
Mi hermano alzó una ceja, levantándose de la silla. Cogió a Rose por la cintura, e inclinándola sobre su brazo, le plantó un beso de película. Todos silbamos y aplaudimos la escena. Una vez liberó a Rose, se giró hacia mi.
-Supéralo hermanito- la carcajada general no se hizo esperar.
Pasamos al jardín, donde se celebraría el baile. Apenas hacía un poco de aire, lo cual nos venía de perlas para refrescarnos un poco.
En el dentro, una preciosa carpa, adornadas con flores y velas, hacía la veces de pista. Alrededor de ésta había varias mesas para que la gente pudiera sentarse y conversar mientras tomaban algo de beber. En una esquina, una improvisada barra de bar esperaba a la gente.
La música empezó a sonar, y tomé a Bella de la mano. Una preciosa balada de Celine Dion, una de las cantantes favoritas de mi mujer, llenó la estancia. Suavemente la atraje hacia mí, rodeándola todo lo que su tripa me dejaba, ella se acurrucó en mis brazos, con sus manos por mi cuello, y lentamente empezamos a girar.
-¿Está la señora Cullen disfrutando la velada?- le susurré. Esbozó una leve sonrisa al oír su nuevo apellido.
-Todavía me va costar acostumbrarme a eso de señora Cullen- confesó con una risa -ha salido todo perfecto- suspiró satisfecha.
-Cierto- afirmé mientras la miraba intensamente -te amo... cómo pensé que nunca volvería a amar a nadie... te amo, Isabella Cullen- murmuré acercándome a sus labios.
-Te amo- susurró contra mis labios, antes de que éstos se unieran en un beso lleno de emoción y cariño.
La canción terminó, dando paso a otra; Jake se acercó a nosotros.
-¿Me la prestas?- Bella me miró con una sonrisa antes de girarse hacia su hermano, para bailar con él, y yo saqué a bailar a mi madre.
-Estoy tan contenta Edward- me confesó.
-Yo también mamá... después de aquello pensé que no volvería a levantar cabeza y...- no pude seguir, ya que me interrumpió.
-No puedes hacerte una idea de lo orgullosos y felices que estamos tu padre y yo... has encontrado una mujer excepcional Edward- me explicó con cariño.
-Te he hecho abuela por partida doble- añadí divertido, a lo que ella asintió.
-Espero que seáis muy felices... ambos habéis sufrido mucho en la vida, y os lo merecéis tanto-.
-Gracias mamá- agradecí emocionado sus palabras; ellos habían sufrido por mi más que nadie. Seguí bailando con ella, hasta que la canción terminó.
Una hora después, la música lenta pasó a otro ritmo mucho más movido y moderno; después de bailar con Rose, Leah, Alice, Mandy... baile hasta con la jefa de mi mujer, me acerqué hasta una mesa, donde mis padres, el doctor Gills y su mujer y la doctora Sanders estaban enfrascados en una divertida tertulia.
Bella se acercó a mi, rodeándome con sus brazos. Le acaricié la espalda con cariño, observando ambos el espectáculo que había en el centro de la pista.
Mi hermano, Jake, Jasper y Seth, ya sin chaqueta y sin corbata, bailaban una pegadiza canción, cada uno con un vaso en la mano y moviéndose cual adolescentes en una discoteca. Sus respectivas mujeres y novias los miraban rodando los ojos.
Bella rió a mi lado, divertida por la escena. La cara de mis padres era de resignación absoluta.
-Parece que Emmet se ha coronado como el animador oficial- exclamó la doctora Sanders entre risas.
Las chicas vinieron a buscar a Bella, y la sacaron a la pista para, según ellas, menear un poco las caderas. Me uní a los chicos, que no paraban de hacerme insinuaciones sobre la noche de bodas.
La fiesta siguió hasta la madrugada, hasta que la música pasó de nuevo a un ritmo lento. Acerqué a Bella a mi cuerpo, que se abrazó a mi, apoyando su mejilla en mi pecho. La gente joven aún no se había retirado. Mis padres ya hacía un rato que se habían subido a dormir, con Megan y Mailin; el doctor Gills y su esposa y la doctora Sanders también se habían retirado ya, aludiendo que ya eran viejos y era el turno de la juventud.
-¿Cómo lo llevas?- pregunté aludiendo a su vientre, suponía que estaría agotada.
-Tranquilo... estoy cansada... pero todavía puedo hacer un esfuerzo para más tarde- me guiñó un ojo, dedicándome una provocativa mirada.
-Entonces tendremos que retirarnos enseguida... no sabes las ganas que tengo de arrancarte ese vestido, señora Cullen- sonreí maliciosamente. Ella me miró fijamente, sus ojos delataban el deseo que teníamos de poder retirarnos a nuestra habitación.
-¿Así que las hormonas sólo me afectan a mi?- preguntó burlona. Hice un gesto con mi cara, sopesando la respuesta.
-Creo que esta noche me están afectando también a mi- bromeé. Ella se inclinó, pegando su cara a la mía.
-¿Y a qué estamos esperando?- dijo muy muy bajito, mordiéndose el labio inferior.
Ese gesto fue mi perdición; sin decir una sola palabra, la tomé de la mano, adentrándonos en el hotel. En el ascensor no me pude contener más y ataqué sus labios, en un beso desenfrenado; su lengua invadió mi boca sin contemplaciones. Al llegar a nuestro piso, la cargué hasta la puerta de nuestra habitación. Ella rió al intentar abrir la puerta subida encima mío, por mi impaciencia, ya que recorría una y mil veces su cuello con mis labios y mi lengua.
Cerré con el pie, hasta adentrarme en la habitación y posarla en el suelo. Miré fijamente a mi mujer, que se puso de puntillas, agarrando mis cabellos para que bajara un poco la cabeza y besarla de nuevo. Fue un beso más calmado y reposado, lentamente sus manos fueron a las mangas de mi chaqueta, deslizándola hasta que cayó al suelo.
Sin dejar de besar sus suaves labios, empecé a buscar la cremallera de su vestido... pero unos golpes en la puerta hizo que nos volviéramos extrañados... pero al segundo Bella volvió a colocar sus manos en el primer botón de mi camisa.
-No vayas- balbuceó con la respiración entrecortada. Volví a mi tarea, buscando la dichosa cremallera... pero los golpes volvieron, más fuertes que la primera vez. Nos miramos algo preocupados.
-Tenemos que abrir, no sea que le pase algo a la niña- mi mujer asintió, y me encaminé hasta la puerta. Abrí preocupado... y mis ojos se abrieron desmesuradamente... no podía asimilar el espectáculo que tenía lugar frente a mis narices.
Si alguna vez tuve ganas de ahorcar a mi hermano... este era el momento perfecto.
Emmet, Jasper, Seth y Jake, sin chaqueta y sin corbata, y con unos enormes sombreros mejicanos, que no tenía ni idea de dónde los habían sacado, entraron como Pedro por su casa a la habitación.
-¿Qué tal Edward?- me saludó Jasper tan tranquilo; se tambaleaba ligeramente, y su aliento apestaba a alcohol.
-¿Se puede saber qué demonios hacéis?, largo de aquí ya- les ordené... no era posible que nos hicieran esto en nuestra noche de bodas.
La cara de Bella no tenía precio, mirando alternativamente a cada uno, ahogando las risas. Emmet se adelantó un paso, erigiéndose cual director de orquesta.
-Y uuuuuuuno, dosooooss... treeeeeeesssss...- levantó los brazos, empezando a cantar una ranchera. Jake y Seth simulaban tocar una guitarra imaginaria entre sus manos y haciéndole los coros a Emmet... y Jasper imitaba el rasgar de las cuerdas con la garganta, marcando el ritmo de la canción... la verdad es que era muy cómico. Mi mujer no pudo aguantar más, dejándose caer en la cama, sujetándose la tripa de la risa.
No me di cuenta de que la puerta seguía abierta, y entraron las respectivas novias y mujeres, pero ellos no se dieron cuenta.
Emmet seguía a lo suyo.
-Tarrrddde o temmmprano serrrrreeeeee tuyaaaaaaaa... mío tu seraaaassssssss- cantaba mi hermano, apenas se le entendía mucho, mañana tendría una resaca del demonio... al igual que los otros tres. Un golpecito en el hombro le hizo callarse de repente. Enmudeció al ver a Rosalie, roja de enfado y de vergüenza. Hizo un gesto a los chicos, como si de verdad estuviera parando la canción... y por poco de cae de bruces contra el suelo.
-Emmet... ¿se puede saber qué haces?-.
-Mejor dicho... ¿qué diantres hacéis aquí?- interrogó Leah en tono amenazador. Pude ver a Jake encogerse ligeramente.
-Vamos caramelito, no te enfades... estamos... hip... rondando a los novios- explicó Jasper a Alice, que golpeaba furioso su pie contra el suelo.
-Fuera de esta habitación ya, panda de tarugos- Rose cogió del brazo a Emmet, arrastrándolo a la puerta.
-No te enojes osita ... a Bella le ha gustado- rezongó cual niño pequeño.
-Ni osita ni osito ni nada... fuera de aquí ya- volvió a decirle.
Mi hermano iba a protestar... pero algo vio en la cara de Rose, ya que no dijo nada y salió de la habitación. Alice agarró a Jasper de la camisa, sacándolo de allí. Leah simplemente le hizo una seña con la cabeza a su marido, que salió sin decir ni pío. Leslie le dio una colleja a Seth mientras salían por la puerta.
Leah fue la última en salir, dándonos una mirada de disculpa y cerrando la puerta sin decir ni pío; aún se oía la divertida pelea por el pasillo.
Bella seguía sentada en la cama, riendo sin parar, y yo también terminé riendo, mientras me sentaba a su lado.
-Me los cargo a todos- intenté sonar serio, pero no podía. Bella se tumbó en la cama, todavía riendo.
-No te enfades Edward... tienes que reconocer que ha sido muy divertido- dijo ella, quitándose una lágrima, a cuenta de la risa.
Me posicioné a su lado, quedando mi cara a la altura de la suya.
-Me pregunto qué obsesión tendrá mi hermano con las rancheras- siseé entre dientes. Bella ya había parado de reír, y acercó su boca a la mía.
-Mañana se lo preguntamos... ¿por dónde íbamos?- preguntó sensualmente; sus ojos me devoraban, presos de la ansiedad.
-Creo que por aquí- murmuré, juntando nuestros labios y besándola, ya con impaciencia.
Esta vez ya no hubo más interrupciones. Conseguí quitar el vestido, dejando a mi esposa... mi esposa... sonaba demasiado bien, con un conjunto de lencería blanco con encaje. Como pude me deshice de mi ropa, y acomodé a Bella en la cama. Observé por un momento su cuerpo en silencio. Con cuidado pasé la mano por su barriguita, dándole suaves caricias.
-Cada día estoy más grande- protestó ligeramente. Negué con la cabeza.
-No digas eso... nunca has estado tan bonita y hermosa como ahora... - se sonrojó por lo que le dije, y se movió para quedar sentadas a horcajadas encima mío. Puse una mano en su espalda, recorriéndola de arriba a abajo. Mis manos se pararon en su sujetador, y sin decir una sola palabra, se lo quité.
-Túmbate- mi voz ya era ronca y baja; ella hizo lo que le dije, y lentamente fui deshaciéndome del resto de su lencería. Recorrí con la vista su cuerpo una última vez, antes de inclinarme sobre su cuello, besándolo suavemente.
Mis manos ya no pudieron estarse quietas, acariciando y recorriendo cada parte de su cuerpo. Ella tiró de mi pelo para acercame a su boca, impaciente por encontrarse con la mía. Apenas podíamos respirar, nuestras bocas no se daban tregua alguna.
-Te quiero- murmuraba entre beso y beso. Sus manos recorrían mi pecho; su tacto sobre mi piel era suave, pero a la vez quemaba.
-Yo te amo mi vida... te amo- mis palabras fueron reemplazadas por besos, que fueron desde sus labios hasta sus pechos. Ella agarraba y apretaba mis brazos con fuerza, gimiendo entrecortadamente.
La suave piel y el sabor dulce de sus pechos me volvieron loco. Los besé, lamí y succioné hasta la saciedad, no me cansaba de ellos, y no me cansaría nunca. Rocé con mi nariz y mis labios todo el camino desde sus senos hasta su parte más personal, deteniéndome un momento en su tripa, y regalándole un sonoro beso. Mis manos y mi boca la hicieron llegar a la cima del placer varias veces esa noche. Ella gemía y se retorcía debajo de mi, diciendo mi nombre una y otra vez, presa de la excitación.
Me empujó de nuevo para quedar nuestras cabezas a la par; el beso que me dio, unido al, movimiento de sus manos sobre mi intimidad, hizo que el que jadeara su nombre, con voz ronca y fiera, fuese yo.
Sus caricias sobre mi miembro, libre hace mucho rato de cualquier ropa, me hicieron perder la cordura.
-Bella... ahhhh...- ella me miró expectante, mientras se tumbaba de nuevo en la cama. Sin decir una sola palabra, me posicioné entre sus piernas, entrando lentamente, de una sola vez.
Callé el gemido que salía de su garganta con un profundo beso, que ella devolvió gustosa y entregada. Mis manos buscaron las suyas, y nuestros dedos de entrelazaron con fuerza. Cada gemido era silenciado por un beso, mientras nuestros cuerpos bailaban una danza en perfecta sincronía.
Hubo un momento en el que sentí a Bella alzar sus caderas. Ese pequeño gesto, unido a la profundidad del acto, conllevó que ahogara un grito en su cuello, a la vez que ella intensificaba el agarre de sus manos contra las mías, abandonándonos al placer absoluto.
Nos quedamos unos minutos en silencio, abrazados y dejando que nuestras respiraciones volvieran a normalizarse. Pude sentir un suave besito en mi cuello, me giré para encarar a Bella, que sonreía agotada.
-Ha sido increíble... todo el día lo ha sido- dijo ella con una pequeña sonrisa.
-Si, la verdad es que todo ha salido bien- le di la razón mientras nos acomodábamos en la cama, ya que empezaba a estar incómoda.
Ella se abrazó a mi, quedándose dormida enseguida. Observé con cariño a mi esposa... ella y Megan me habían salvado, devolviéndome la ilusión por la vida... y yo se lo agradecería con creces, como bien había dicho el sacerdote, todos los días de mi vida.
Atal- .
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Re: Curando un corazón (+18) Completo
Capítulo 22: Recién casados
Los destellos del sol, que se filtraban tímidamente por las persianas y cortinas, hizo que abriera lentamente los ojos. Estaba muy cansada, y eso que nos habíamos dormido muy tarde... pero ya no aguantaba mucho tiempo tumbada en la cama; mi tripa cada vez me hacía estar más incómoda, de modo que me estiré lentamente.
A mi lado, mi marido dormía profundamente... mi marido... qué raro, pero a la vez, que bien sonaba. Estaba tumbado poca abajo, y tan dormido que parecía que estaba en coma.
Decidí darme una ducha, y eso fue lo que hice. El agua caliente me relajó sobremanera. Una vez fuera, con el pelo húmedo y envuelta en un suave albornoz color beige, salí a la terraza, apoyándome en el barandilla. Bajé la cabeza, posando mi vista en los jardines internos del hotel. Ya no quedaba ni rastro de la carpa y las mesas dónde se había celebrado el baile.
Sonreí contenta y emocionada, recordando todo lo vivido el día anterior. La preciosa ceremonia... el brillo esmeralda de sus ojos cuándo me vio aparecer del brazo de mi hermano, caminando hacia él... el momento en el que mi niña nos acercó los anillos... saliendo de la iglesia, los tres juntos, cómo una familia de verdad... bueno, cuatro, contando a nuestro bebé.
La divertida cena y posterior baile... el momento mariachi de los chicos en nuestra suite... los "Te amo" que me dedicó una y otra vez Edward, a lo largo de toda la noche. Definitivamente, volvería a revivir ese día sin pensármelo dos veces... había sido un día emotivo, pero a la vez, divertidísimo.
Puede parecer que soy masoquista... pero en el fondo de mi corazón, y en el de Jake, ambos echamos de menos a nuestros padres. Pese a todo lo ocurrido y a la mala relación que tenemos, ellos son ante todo nuestros padres... y eso no cambiará nunca. Cierto que las cosas no se arreglarán del todo entre nosotros cuatro... pero era un sentimiento que no podía evitar.
Oí ruidos en el interior de la habitación, y la puerta del baño cerrándose. Entré para vestirme, y pude comprobar que Edward se había levantado. Decidí vestirme de mientras, ya que habíamos quedado con Esme y Carlisle para desayunar y recoger a la niña. Tal y cómo nos dijo Emmet, estábamos locos de atar... pero nos llevábamos a Megan a la playa con nosotros... la niña nunca había estado en una, y preferíamos estar con nuestra pequeña en unas más que merecidas vacaciones.
Edward salió ya vestido, con el cabello húmedo y todavía con cara de dormido. Se acercó a mi sonriendo, rodeándome con sus brazos.
-Buenos días señora Cullen- murmuró en voz baja, para después besarme tiernamente.
-Hola, ¿has descansado?- indagué mientras le pasaba una mano por el pelo. Afirmó con la cabeza, mientras su cara se perdía en mi cuello.
-He dormido demasiado bien... aunque todavía me dura el cansancio del día anterior- aclaró con voz divertida.
-Dímelo a mi...además hoy está revoltoso- le expliqué, aludiendo a mi tripa. Posó su mano en ella, sonriendo mientras sentía el movimiento del bebé.
-Si... se mueve mucho... creo que todavía le dura la fiesta de ayer- dijo divertido.
-O qué va a ser futbolista y está entrenando- contraataqué divertida.
-O también que nuestra princesita está practicando ballet- me devolvió con una sonrisa malévola.
Sonreí, negando divertida con la cabeza.
-Espero que al volver de vacaciones se deje ver de una vez por todas... me muero por saber quién gana las apuestas- musité.
-Esperemos... sino no nos quedará otra que robar un ecógrafo y verlo en casa. Parece que sabe cuándo vamos a la revisión y nos toma el pelo a propósito- refunfuñó Edward.
Reímos juntos, mientras escondía mi cara en su pecho.
-¿Qué pasa?- preguntó algo preocupado.
-Ayer fue el día más feliz de mi vida... gracias por hacerlo realidad- musité, mirando con una sonrisa el fino anillo de oro amarillo, que ya descansaba para siempre en el dedo corazón de mi mano derecha.
-Gracias a ti cariño... por aparecer tú y Megan en mi vida... y enseñarme que se puede volver a amar sin miedo a lo que pueda suceder- susurró en voz baja, levantándome la cara, para que pudiera mirarlo a los ojos.
Le di las gracias besándole lentamente, sin prisa. Permanecimos abrazados un buen rato, en uno de nuestros habituales y cómodos silencios... hasta que mi estómago reclamó comida.
-Vamos a desayunar... me muero por contarle a tus padres que tienen un hijo cantante- dije entre risas.
Bajamos a la terraza de la planta baja, allí divisamos a Esme y Carlisle, que tenía a Megan en brazos, dándole los cereales. Nada más vernos, se bajó y corrió hasta nosotros.
-Oa mami- me dijo abrazándose a mis piernas. Me agaché como pude, para quedar a su altura.
-Hola cielo, ¿te has portado bien con los abuelos?- ella asintió muy seria, después de darme un beso. Se volvió a Edward, levantándole los brazos para que la cogiera.
-Hola mi niña- le saludó mientras la cogía.
-¿Vamos a ir paya?- le preguntó con una sonrisa.
-En cuánto terminemos de desayunar, ¿tienes ganas de bañarte y de hacer castillos?- le interrogaba Edward mientras nos acercábamos a la mesa.
-Siiii- chilló emocionada.
-Buenos días- saludamos a Esme y Carlisle.
-Buenos días hijos- nos saludó Esme.
-¿No ha bajado nadie a desayunar?- interrogó Edward, pasándole a Carlisle la niña de vuelta.
-Sólo Leah, que ha bajado a recoger a la pequeña- me explicaba mi suegra.
-Espero que no os hayan dado mala noche- murmuré; ella negó con una sonrisa, explicándome después que ambas habían dormido toda la noche del tirón.
-¿Y vosotros... habéis descansado algo?- indagó Carlisle con una inocente sonrisa.
-Bueno... después de la serenata que nos ofrecieron... sí- expliqué. Pusieron cara de no entender nada, obviamente. Edward y yo les relatamos esa parte de nuestra noche de bodas. Esme miraba fijamente a Carlisle, que se partía de risa.
-No tiene gracia... ¿hemos criado a un payaso?- le preguntó Esme, arqueando una ceja.
-No sé a quién habrá salido, querida... pero tienes que reconocer que la última ocurrencia de tu hijo ha sido memorable- se giró a nosotros -¿por qué no me despertasteis?; no sabéis lo que hubiera dado por presenciarlo- nos dijo con falso reproche.
Seguimos comentado anécdotas divertidas de la boda... hasta que Rosalie y Emmet aparecieron. La cara de este último era de resaca total.
-Vaya... pero si está aquí Pancho Villa... ¿dónde has dejado a tus mariachis?- interrogó Carlisle, ahogando la carcajada.
Los bufidos de Esme y Rosalie, junto con la mirada vacilona de Edward y mía, hicieron encogerse al grandullón de mi cuñado.
-Buenos días- saludó Rose, ya más tranquila. Emmet simplemente nos hizo un gesto con la cabeza. Megan se bajó de las piernas de Carlisle y se dirigió a su tío.
-¿Tas malito, tío oso?- le preguntó con un tierno puchero.
-Si... me duele la cabeza- le respondió Emmet, mientras la sentaba en sus rodillas.
-Dile a papi que te cure, y al abelo... y a mami- le aconsejaba inocentemente.
-Se lo diré... de momento creo que necesito tres litros de café y una tortilla de aspirinas- musitó cerrando los ojos.
Después del desayuno nos despedimos de nuestra familia, rumbo a Los Ángeles. Edward había alquilado un pequeño bungalow, de modo que estaríamos tranquilos y a nuestro aire. Esa semana pasó muy muy rápido. Megan disfrutó de lo lindo en la playa, embadurnándose de arena de la cabeza a los pies y haciendo castillos con su cubo y su pala.
El primer día que la metimos en el agua se aferró al cuello de su padre, chillando y pataleando un poco... pero la convencimos, y una vez comprobó que flotaba con los manguitos que le habíamos comprado, parecía un pececito, no quería salir ni para comer.
Aparte de sol y playa, dimos varios paseos por la zona; incluso un día que estuvo nublado nos acercamos a recorrer los lugares turísticos de Los Ángeles, como el Paseo de las estrellas de Hollywood y otras zonas de interés.
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Nuestra particular luna de miel familiar y el verano pasaron en un suspiro. Eran mediados de septiembre, y faltaban menos de tres meses para verle la carita a nuestro hijo... o hija... porque estaba en una postura en la que, por más que el doctor Simmons movía el ecógrafo, no daba con sus partes.
Debido a lo avanzado de mi embarazo, mi tripa estaba inmensa, y a que tenía la tensión por los suelos, la doctora Sanders decidió no mandarme a operaciones largas; en parte lo agradecía, porque el más mínimo esfuerzo me agotaba. Había pasado días muy malos, debido a que con el calor me agobiaba y me hinchaba entera... como hoy.
Edward estaba en medio de una colostomía seccional con Tyler, y todavía le quedaba un buen rato. Estaba vigilando las constantes de uno de los pacientes que habían subido hace unas horas, cuándo la doctora Sanders me llamó a su despacho. Una vez tomé asiento, procedió a explicarme.
-Isabella, en diez días la comisión de investigación te llamará para que des tu versión de lo que ocurrió ese día en quirófano con el residente de cirugía James Cam- me tensé y me asusté, y mi jefa percibió mi nerviosismo.
-Tranquila Isabella, ya sabes que tú y Emmet vais en calidad de testigos; no estabais presentes en este momento, de modo que no pueden haceros nada- intentó tranquilizarme. Me revolví incómoda en el asiento, mientras ella seguía hablando.
-¿Quién forma esa comisión?- pregunté curiosa.
-En ella estamos, yo y el jefe de cirugía, varios adjuntos y los abogados del hospital y el de James -explicó amablemente.
-¿La familia puso una demanda?; como todo sucedió justo antes de la boda y de las vacaciones no nos hemos enterado de mucho- le aclaré.
-Por supuesto que la pusieron; es una falta muy grave. Ya veremos si después de ésto James consigue terminar la residencia... pero te aseguro que no será aquí- afirmó seria y segura en su tono de voz.
Después de charlar unos minutos más con ella, preguntándome por Megan y mi estado, salí y me senté en la salita. Sabía que no tenía nada que tener... pero estaba muy nerviosa. Al momento entraron Rose y Emmet por la puerta, y éste me tendió las solicitudes de los preoperatorios para firmarlas.
-Para la semana que viene tengo programadas una sutura de pared torácica por laceración y tres biopsias pulmonares, una de ellas pleural; quiero que me des tu opinión sobre una de ellas- me dijo indicando el historial. Lo leí por encima, arrugando el entrecejo.
-Bueno... está claro que anestesia venosa... veo que el paciente es diabético, tiene las transaminasas altas... está completito- le dije a mi cuñado.
-Si... por la diabetes tendremos que tener cuidado con las suturas, y después antibióticos por vena para evitar la infección- añadió mientras tomaba la taza de café que le había preparado Rosalie.
¿Quieres algo, Bella?- me ofreció amablemente.
-Un té, por favor- le supliqué con un puchero. Ella asintió con una carcajada.
-¿Has sabido algo de Alice?- le pregunté. Hoy estaban el la planta de obstetricia... después de más de dos años buscando un bebé, no les había quedado otro remedio que iniciar un tratamiento.
-No, pero deben estar por terminar. Jasper dijo que bajarían aquí después- me explicó.
-Por cierto... la doctora Sanders me ha dicho que en diez días nos llamarán para testificar- le expliqué a mi cuñado. Éste asintió con la cabeza.
-Me lo ha comentado Mark esta mañana... ese no termina la carrera de medicina... estaba jugando con fuego, y finalmente pasó lo que tenía que pasar- dijo cruzándose de brazos. Seguimos charlando sobre el asunto, hasta que Jasper y Alice aparecieron por la puerta.
-¿Cómo ha ido?- pregunté ansiosa. Quería mucho a Alice, y estaba muy preocupada.
-Todo bien... me han mandado unas inyecciones de estrógenos para favorecer la ovulación... y a deberear- dijo guiñando un ojo.
-Si en tres meses no se queda en estado, pensaríamos en otras vías- añadió su marido.
Alice y Jasper se despidieron, ya que tenían el día libre. Emmet se fue a cirugía y Rose y yo fuimos a las rondas que hacíamos cada 45 minutos.
-En principio las constantes están estables- murmuré revisando a un paciente- seguiremos con metamizol magnésico por vía intravenosa, diez miligramos- le indiqué a mi cuñada. Rose le inyectó el medicamento mientras yo lo apuntaba en el historial.
Un rato después, apareció Tyler con el paciente que había operado Edward.
-¿Cómo os ha ido?- indagué.
-Ninguna complicación, lo previsto; ¿puedes hacer la primera valoración?; Mark me espera con una urgencia en quirófano- me explicó.
Asentí mientras volvía a salir por la puerta. Menuda mañana de locos... empezaba a estar agotada... y eso que había dormido trece horas, parecía una marmota. Al de un rato el teléfono sonó. Oí a Rosalie hablar muy deprisa; al colgar, se giró hacia mí.
-Llaman de cirugía... necesitan un anestesista... a Mandy le queda media hora en neurocirugía- me explicó mientras buscaba el nombre de la paciente el la base de datos.
-Aquí está... Laura Mancini, 78 años... apendicectomía de urgencia en el quirófano tres- me explicó imprimiendo el historial.
Ojeé la analítica preperatoria.
-¿Quieres que llame a Mandy?- preguntó Rosalie. Negué con la cabeza.
-Yo voy, no te preocupes, no es muy larga la operación- la tranquilicé -cualquier cosa me llamas al busca-.
Al llegar a quirófano, saludé a las enfermeras mientras me dispuse a lavarme. Unas manos que conocía a la perfección me taparon los ojos, a la vez que una suave voz me susurraba al oído.
-Hola- saludé con una sonrisa. Me giré para quedar cara a cara con mi marido, que me recibió con un pequeño beso. Pude oír el suspiro melancólico de las enfermeras que estaban por allí.
-Creo que me he casado con el rompecorazones del hospital- murmuré divertida. Edward rodó los ojos mientras posaba su mano en mi vientre.
-No creo que sea para tanto... soy un hombre normal y corriente; creo que Emmet desata más pasiones que yo- me respondió burlón -¿cómo se está portando nuestro pequeñín?- preguntó, cambiando de tema.
-Hoy está muy tranquilo... como no he parado quieta un minuto, se habrá dormido con balanceo de mi tripa- le expliqué. Rió por mi explicación mientras se acercaba al lavamanos.
-¿No estás muy cansada para entrar?; puedo esperar a Mandy- sugirió un poco preocupado. Negué con la cabeza.
-No, tranquilo; es una operación simple, no deberíamos tardar mucho- le tranquilicé.
-Esperemos- dijo mientras se ponía los guantes, yo ya estaba preparada -¿lista?-.
-Vamos a ello-. Entramos a la sala; la paciente ya estaba allí, con las vías puestas y los sensores para las constantes colocados.
-Buenos días señora Mancini. Soy la anestesista, ¿cómo se encuentra?- le pregunté. Tenía el pelo cano, y unos ojos oscuros alegres y vivaces.
-Tranquila... pero este dolor es horrible; sufro desde hace muchos años problemas coronarios... y resulta que el apéndice duele más- susurró enojada.
-Es normal, una apendicitis es un dolor agudo que enseguida sube de intensidad, pero verá que cuándo despierte se sentirá mucho mejor- le contaba mientras inyectaba en su vía la anestesia.
-Por lo menos no puedo quejarme del servicio... el doctor Cullen es guapísimo- me susurró en plan confidente. Sonreí para mis adentros.
-No está mal- me encogí de hombros; detrás mío oí la risa de Missy, una de las enfermeras.
-Porque mis tres nietas ya tienen novio... sino haría de celestina- seguía relatando pícara. No pude menos que reírme.
-Bien señora Mancini... quiero que cuente del uno a diez, pero de mayor a menor; empezará a sentir una ligera somnolencia-.
No llegó al ocho y ya estaba completamente dormida. Una vez la intubé, di la señal a Edward para empezar.
-Preparados- le sonreía a través de la mascarilla, queriendo desearle buena suerte. Me guiñó un ojo, diciéndome que lo había entendido.
-Bien... bisturí-. Bajó la cabeza, concentrándose en su trabajo.
La operación pasó sin complicaciones; una vez acabamos, y preparaban a la paciente para subirla a reanimación, le conté a Edward lo que me había dicho la doctora Sanders. Me escuchaba atentamente.
-Cariño, no te va a pasar nada malo- me dijo tomándome de las manos.
-Ya lo sé... pero no puedo evitar estar preocupada- me cogió la cara entre sus suaves manos.
-Tranquila mi vida, no quiero que te pongas nerviosa... sabes que no te conviene- me regañó con dulzura.
Asentí suspirando, y cambié de tema.
-¿Sabes qué le las gustado a la señora Mancini?; me contó que sus nietas ya tienen novio, pero sino te querría de nieto político- le expliqué, conteniendo la risa.
-¿Y no le has dicho que estás felizmente casada con ese médico estupendo?- me devolvió divertido.
-No me ha dado tiempo- repuse cínica y divertida a la vez -vamos para reanimación, enseguida la subirán-.
Una vez evalué a la señora Mancini en reanimación, junto a Edward, le presenté a mi marido. Su cara era de una total sorpresa, pidiéndome disculpas por si me podía haber ofendido. Le sonreí restándole importancia al asunto, además, no todos los días te encuentras a un paciente tan simpático.
Esa semana pasó rápido, y llegó el día que Emmet y yo debíamos prestar declaración. Estábamos citados a las once y media de la mañana. Vimos salir a Missy y a Lauren, que habían declarado antes que nosotros.
-¿Cómo ha ido?- le pregunté a Lauren.
-Bien... los abogados de la familia han sido los más... inapelables, por decirlo de alguna manera- explicó ésta.
-Menos mal que por fin hoy termina todo- añadió Lauren con un suspiro de alivio.
-Eso depende; si Cam admite su parte de culpa sería todo mucho más sencillo, sino...- Edward dejó la frase inconclusa.
-¿Si no es así, qué podría pasar?- interrogué.
-La comisión tendría que estudiar todos los testimonios, se alargaría más el proceso- terminó de explicarme.
Iba a añadir algo, cuándo un señor algo mayor, salió de la sala. Nos volvimos para mirarle.
-Doctor Cullen, doctora Cullen, deben pasar- Edward me dio un pequeño beso, murmurándome al oído que estuviese tranquila. Mi cuñado me abrió la puerta, cediéndome el paso.
Cual sala de juzgado, al fondo había una mesa alargada, donde reconocí a mi jefa, al jefe de Edward y otros muchos señores y señoras sentados a su lado, a los cuales no conocía en absoluto.
-Bien, doctor y doctora Cullen...- empezó a decir uno de los abogados del hospital, pero un hombre bajo, calvo, con unas gafas negras de pasta, le interrumpió.
-¿Acaso los testigos son familia?- preguntó como si le molestara.
-¿Quién es?- le pregunté a Emmet por lo bajini.
-Debe ser el abogado de Cam, por el tono en el que se dirige a nosotros no veo otra explicación-.
-Dudo que eso sea algo revelante, señor Field- habló el doctor Gills -de todos modos, si ellos quieren pueden responder- nos dijo señalándonos a ambos. Emmet asintió y tomó la palabra.
-Ella es la mujer de mi hermano- contestó simplemente. El abogado de James asintió, y empezó la testificación.
Nos hicieron relatar tanto a mi como a Emmet los hechos de ese día, recordando minuciosamente cada detalle. Una vez terminamos de hablar los dos, fue el turno de las preguntas.
-¿Es cierto que ustedes dos se fueron a desayunar mientras preparaban al paciente para ser intervenido?- interrogó Field.
-Teníamos veinte minutos antes de empezar la operación- contesté lo más tranquila que pude.
-Veinte minutos en los que dejaron a un residente sin supervisión- contraatacó.
-El doctor Cam tenía orden expresa de no hacer absolutamente nada hasta que no llegara su adjunto correspondiente, que es ese caso era yo- respondió Emmet muy serio.
-¿Tenía orden de intubar al paciente sin la supervisión de un anestesista, en este caso de la doctora Cullen?- interrogó una mujer de mediana edad, que me lanzó una mirada tranquilizadora.
-No, tampoco tenía esa autorización- respondí.
-¿Y si no se les permite intubar a los residentes... por qué debía hacerlo usted?- volvió a la carga el señor Field -tengo entendido que es residente de segundo año-.
-Porque yo soy residente de anestesiología, no de cirugía; estoy plenamente capacitada para intubar y reanimar sin supervisión a los pacientes; mi trabajo no es operar- respondí, enfrentando la molesta mirada del señor.
-¿Y quién le otorgó esos poderes?- preguntó; puede que fueran imaginaciones mías, pero noté cierto tono de burla en su voz.
-Mi supervisora, la doctora Sanders-. El abogado de giró para encararla.
-Es cierto- tomó aire para continuar -los residentes de anestesiología no siguen el mismo programa de residencia que un cirujano; ellos desde el primer momento están capacitados para intubar y reanimar a un paciente sin la supervisión de un adjunto- aclaró muy seria.
Eso pareció dejar al abogado de Cam sin muchos argumentos. Después de una media hora de extenso interrogatorio, nos dejaron escapar. Al salir nos cruzamos con Cam, que entraba por la puerta. Su testimonio era el último antes de que la comisión tomara una determinación.
Decidimos ir a mi servicio, dónde nos esperaban mis compañeros y Amy, la otra residente, que hoy me había sustituido.
Alice y Rose ya me tenían preparada una tila, me conocían demasiado. Al final de la mañana, la doctora Sanders entró en el servicio. Una vez de ponerse una taza de café, procedió a contarnos los hechos.
-Bien, al final James ha admitido su responsabilidad; de modo que la parte de la investigación queda archivada- nos dijo. Me abracé a Edward, soltando un suspiro de alivio; por fin terminaba este incómodo asunto.
-¿Qué medidas se van a tomar?- preguntó Jasper.
-En lo que respecta a Cam, la dirección ha decidido expulsarle del programa de residencia- Emmet asintió con la cabeza en señal de victoria. - además, no podrá retomarla hasta dentro de dos años, ya que ésto, obviamente, se reflejará en su expediente académico, y es una falta muy grave- terminó de explicar.
-¿La familia seguirá delante con la demanda?- preguntó Edward.
-Si, pero sólo llevarán a James a juicio; al confesar que desobedeció el hospital queda exento de responsabilidad- aclaró.
Una vez respondió al extenso interrogatorio, cada uno volvió a sus quehaceres, pero la doctora Sanders me llamó a un aparte, junto a Edward.
-Bella, se que esta semana has estado nerviosa y preocupada... ¿tenías guardia este fin de semana, verdad?- me preguntó. Asentí, no sabía a dónde quería llegar.
-Bien – giró la vista hacia mi marido -Edward, quiero que te la lleves a casa y que descanse todo el fin de semana- le ordenó.
Iba a replicar, pero ni ella ni Edward me dejaron hablar, de modo que me encontré con un fin de semana libre. Edward bajó a su servicio y cambió el turno con Mark.
-Hacía mucho que no teníamos un fin de semana completo libre- me explicó ya en el coche.
-Eso es cierto- asentí dándole la razón. En el fondo me apetecía descansar y desconectar unos días. Mi móvil interrumpió nuestra planeación del fin de semana. Me tensé al ver el número... era el de mi casa... en Forks.
-¿Sí?- contesté con cautela. Tenía miedo de que fuera mi padre, ya que desde el sonado encontronazo no había vuelto a hablar con él. Con mi madre si que había hablado un par de veces después de la boda, de manera cordial y educada; la última hace dos semanas, por mi veintiséis cumpleaños.
-Bella- respiré, era ella... pero su voz dejaba entrever que había estado llorando, y que estaba muy nerviosa.
-Mamá, ¿qué ocurre?- interrogué extrañada.
-Jake y tú debéis venir a Forks- dijo de forma apresurada.
-Per...- no me dio tiempo a preguntar nada, ya que siguió hablando, esta vez ya sin poder disimular su llorosa voz.
-Tu padre ha sufrido un infarto cerebral, está muy grave-.
Los destellos del sol, que se filtraban tímidamente por las persianas y cortinas, hizo que abriera lentamente los ojos. Estaba muy cansada, y eso que nos habíamos dormido muy tarde... pero ya no aguantaba mucho tiempo tumbada en la cama; mi tripa cada vez me hacía estar más incómoda, de modo que me estiré lentamente.
A mi lado, mi marido dormía profundamente... mi marido... qué raro, pero a la vez, que bien sonaba. Estaba tumbado poca abajo, y tan dormido que parecía que estaba en coma.
Decidí darme una ducha, y eso fue lo que hice. El agua caliente me relajó sobremanera. Una vez fuera, con el pelo húmedo y envuelta en un suave albornoz color beige, salí a la terraza, apoyándome en el barandilla. Bajé la cabeza, posando mi vista en los jardines internos del hotel. Ya no quedaba ni rastro de la carpa y las mesas dónde se había celebrado el baile.
Sonreí contenta y emocionada, recordando todo lo vivido el día anterior. La preciosa ceremonia... el brillo esmeralda de sus ojos cuándo me vio aparecer del brazo de mi hermano, caminando hacia él... el momento en el que mi niña nos acercó los anillos... saliendo de la iglesia, los tres juntos, cómo una familia de verdad... bueno, cuatro, contando a nuestro bebé.
La divertida cena y posterior baile... el momento mariachi de los chicos en nuestra suite... los "Te amo" que me dedicó una y otra vez Edward, a lo largo de toda la noche. Definitivamente, volvería a revivir ese día sin pensármelo dos veces... había sido un día emotivo, pero a la vez, divertidísimo.
Puede parecer que soy masoquista... pero en el fondo de mi corazón, y en el de Jake, ambos echamos de menos a nuestros padres. Pese a todo lo ocurrido y a la mala relación que tenemos, ellos son ante todo nuestros padres... y eso no cambiará nunca. Cierto que las cosas no se arreglarán del todo entre nosotros cuatro... pero era un sentimiento que no podía evitar.
Oí ruidos en el interior de la habitación, y la puerta del baño cerrándose. Entré para vestirme, y pude comprobar que Edward se había levantado. Decidí vestirme de mientras, ya que habíamos quedado con Esme y Carlisle para desayunar y recoger a la niña. Tal y cómo nos dijo Emmet, estábamos locos de atar... pero nos llevábamos a Megan a la playa con nosotros... la niña nunca había estado en una, y preferíamos estar con nuestra pequeña en unas más que merecidas vacaciones.
Edward salió ya vestido, con el cabello húmedo y todavía con cara de dormido. Se acercó a mi sonriendo, rodeándome con sus brazos.
-Buenos días señora Cullen- murmuró en voz baja, para después besarme tiernamente.
-Hola, ¿has descansado?- indagué mientras le pasaba una mano por el pelo. Afirmó con la cabeza, mientras su cara se perdía en mi cuello.
-He dormido demasiado bien... aunque todavía me dura el cansancio del día anterior- aclaró con voz divertida.
-Dímelo a mi...además hoy está revoltoso- le expliqué, aludiendo a mi tripa. Posó su mano en ella, sonriendo mientras sentía el movimiento del bebé.
-Si... se mueve mucho... creo que todavía le dura la fiesta de ayer- dijo divertido.
-O qué va a ser futbolista y está entrenando- contraataqué divertida.
-O también que nuestra princesita está practicando ballet- me devolvió con una sonrisa malévola.
Sonreí, negando divertida con la cabeza.
-Espero que al volver de vacaciones se deje ver de una vez por todas... me muero por saber quién gana las apuestas- musité.
-Esperemos... sino no nos quedará otra que robar un ecógrafo y verlo en casa. Parece que sabe cuándo vamos a la revisión y nos toma el pelo a propósito- refunfuñó Edward.
Reímos juntos, mientras escondía mi cara en su pecho.
-¿Qué pasa?- preguntó algo preocupado.
-Ayer fue el día más feliz de mi vida... gracias por hacerlo realidad- musité, mirando con una sonrisa el fino anillo de oro amarillo, que ya descansaba para siempre en el dedo corazón de mi mano derecha.
-Gracias a ti cariño... por aparecer tú y Megan en mi vida... y enseñarme que se puede volver a amar sin miedo a lo que pueda suceder- susurró en voz baja, levantándome la cara, para que pudiera mirarlo a los ojos.
Le di las gracias besándole lentamente, sin prisa. Permanecimos abrazados un buen rato, en uno de nuestros habituales y cómodos silencios... hasta que mi estómago reclamó comida.
-Vamos a desayunar... me muero por contarle a tus padres que tienen un hijo cantante- dije entre risas.
Bajamos a la terraza de la planta baja, allí divisamos a Esme y Carlisle, que tenía a Megan en brazos, dándole los cereales. Nada más vernos, se bajó y corrió hasta nosotros.
-Oa mami- me dijo abrazándose a mis piernas. Me agaché como pude, para quedar a su altura.
-Hola cielo, ¿te has portado bien con los abuelos?- ella asintió muy seria, después de darme un beso. Se volvió a Edward, levantándole los brazos para que la cogiera.
-Hola mi niña- le saludó mientras la cogía.
-¿Vamos a ir paya?- le preguntó con una sonrisa.
-En cuánto terminemos de desayunar, ¿tienes ganas de bañarte y de hacer castillos?- le interrogaba Edward mientras nos acercábamos a la mesa.
-Siiii- chilló emocionada.
-Buenos días- saludamos a Esme y Carlisle.
-Buenos días hijos- nos saludó Esme.
-¿No ha bajado nadie a desayunar?- interrogó Edward, pasándole a Carlisle la niña de vuelta.
-Sólo Leah, que ha bajado a recoger a la pequeña- me explicaba mi suegra.
-Espero que no os hayan dado mala noche- murmuré; ella negó con una sonrisa, explicándome después que ambas habían dormido toda la noche del tirón.
-¿Y vosotros... habéis descansado algo?- indagó Carlisle con una inocente sonrisa.
-Bueno... después de la serenata que nos ofrecieron... sí- expliqué. Pusieron cara de no entender nada, obviamente. Edward y yo les relatamos esa parte de nuestra noche de bodas. Esme miraba fijamente a Carlisle, que se partía de risa.
-No tiene gracia... ¿hemos criado a un payaso?- le preguntó Esme, arqueando una ceja.
-No sé a quién habrá salido, querida... pero tienes que reconocer que la última ocurrencia de tu hijo ha sido memorable- se giró a nosotros -¿por qué no me despertasteis?; no sabéis lo que hubiera dado por presenciarlo- nos dijo con falso reproche.
Seguimos comentado anécdotas divertidas de la boda... hasta que Rosalie y Emmet aparecieron. La cara de este último era de resaca total.
-Vaya... pero si está aquí Pancho Villa... ¿dónde has dejado a tus mariachis?- interrogó Carlisle, ahogando la carcajada.
Los bufidos de Esme y Rosalie, junto con la mirada vacilona de Edward y mía, hicieron encogerse al grandullón de mi cuñado.
-Buenos días- saludó Rose, ya más tranquila. Emmet simplemente nos hizo un gesto con la cabeza. Megan se bajó de las piernas de Carlisle y se dirigió a su tío.
-¿Tas malito, tío oso?- le preguntó con un tierno puchero.
-Si... me duele la cabeza- le respondió Emmet, mientras la sentaba en sus rodillas.
-Dile a papi que te cure, y al abelo... y a mami- le aconsejaba inocentemente.
-Se lo diré... de momento creo que necesito tres litros de café y una tortilla de aspirinas- musitó cerrando los ojos.
Después del desayuno nos despedimos de nuestra familia, rumbo a Los Ángeles. Edward había alquilado un pequeño bungalow, de modo que estaríamos tranquilos y a nuestro aire. Esa semana pasó muy muy rápido. Megan disfrutó de lo lindo en la playa, embadurnándose de arena de la cabeza a los pies y haciendo castillos con su cubo y su pala.
El primer día que la metimos en el agua se aferró al cuello de su padre, chillando y pataleando un poco... pero la convencimos, y una vez comprobó que flotaba con los manguitos que le habíamos comprado, parecía un pececito, no quería salir ni para comer.
Aparte de sol y playa, dimos varios paseos por la zona; incluso un día que estuvo nublado nos acercamos a recorrer los lugares turísticos de Los Ángeles, como el Paseo de las estrellas de Hollywood y otras zonas de interés.
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Nuestra particular luna de miel familiar y el verano pasaron en un suspiro. Eran mediados de septiembre, y faltaban menos de tres meses para verle la carita a nuestro hijo... o hija... porque estaba en una postura en la que, por más que el doctor Simmons movía el ecógrafo, no daba con sus partes.
Debido a lo avanzado de mi embarazo, mi tripa estaba inmensa, y a que tenía la tensión por los suelos, la doctora Sanders decidió no mandarme a operaciones largas; en parte lo agradecía, porque el más mínimo esfuerzo me agotaba. Había pasado días muy malos, debido a que con el calor me agobiaba y me hinchaba entera... como hoy.
Edward estaba en medio de una colostomía seccional con Tyler, y todavía le quedaba un buen rato. Estaba vigilando las constantes de uno de los pacientes que habían subido hace unas horas, cuándo la doctora Sanders me llamó a su despacho. Una vez tomé asiento, procedió a explicarme.
-Isabella, en diez días la comisión de investigación te llamará para que des tu versión de lo que ocurrió ese día en quirófano con el residente de cirugía James Cam- me tensé y me asusté, y mi jefa percibió mi nerviosismo.
-Tranquila Isabella, ya sabes que tú y Emmet vais en calidad de testigos; no estabais presentes en este momento, de modo que no pueden haceros nada- intentó tranquilizarme. Me revolví incómoda en el asiento, mientras ella seguía hablando.
-¿Quién forma esa comisión?- pregunté curiosa.
-En ella estamos, yo y el jefe de cirugía, varios adjuntos y los abogados del hospital y el de James -explicó amablemente.
-¿La familia puso una demanda?; como todo sucedió justo antes de la boda y de las vacaciones no nos hemos enterado de mucho- le aclaré.
-Por supuesto que la pusieron; es una falta muy grave. Ya veremos si después de ésto James consigue terminar la residencia... pero te aseguro que no será aquí- afirmó seria y segura en su tono de voz.
Después de charlar unos minutos más con ella, preguntándome por Megan y mi estado, salí y me senté en la salita. Sabía que no tenía nada que tener... pero estaba muy nerviosa. Al momento entraron Rose y Emmet por la puerta, y éste me tendió las solicitudes de los preoperatorios para firmarlas.
-Para la semana que viene tengo programadas una sutura de pared torácica por laceración y tres biopsias pulmonares, una de ellas pleural; quiero que me des tu opinión sobre una de ellas- me dijo indicando el historial. Lo leí por encima, arrugando el entrecejo.
-Bueno... está claro que anestesia venosa... veo que el paciente es diabético, tiene las transaminasas altas... está completito- le dije a mi cuñado.
-Si... por la diabetes tendremos que tener cuidado con las suturas, y después antibióticos por vena para evitar la infección- añadió mientras tomaba la taza de café que le había preparado Rosalie.
¿Quieres algo, Bella?- me ofreció amablemente.
-Un té, por favor- le supliqué con un puchero. Ella asintió con una carcajada.
-¿Has sabido algo de Alice?- le pregunté. Hoy estaban el la planta de obstetricia... después de más de dos años buscando un bebé, no les había quedado otro remedio que iniciar un tratamiento.
-No, pero deben estar por terminar. Jasper dijo que bajarían aquí después- me explicó.
-Por cierto... la doctora Sanders me ha dicho que en diez días nos llamarán para testificar- le expliqué a mi cuñado. Éste asintió con la cabeza.
-Me lo ha comentado Mark esta mañana... ese no termina la carrera de medicina... estaba jugando con fuego, y finalmente pasó lo que tenía que pasar- dijo cruzándose de brazos. Seguimos charlando sobre el asunto, hasta que Jasper y Alice aparecieron por la puerta.
-¿Cómo ha ido?- pregunté ansiosa. Quería mucho a Alice, y estaba muy preocupada.
-Todo bien... me han mandado unas inyecciones de estrógenos para favorecer la ovulación... y a deberear- dijo guiñando un ojo.
-Si en tres meses no se queda en estado, pensaríamos en otras vías- añadió su marido.
Alice y Jasper se despidieron, ya que tenían el día libre. Emmet se fue a cirugía y Rose y yo fuimos a las rondas que hacíamos cada 45 minutos.
-En principio las constantes están estables- murmuré revisando a un paciente- seguiremos con metamizol magnésico por vía intravenosa, diez miligramos- le indiqué a mi cuñada. Rose le inyectó el medicamento mientras yo lo apuntaba en el historial.
Un rato después, apareció Tyler con el paciente que había operado Edward.
-¿Cómo os ha ido?- indagué.
-Ninguna complicación, lo previsto; ¿puedes hacer la primera valoración?; Mark me espera con una urgencia en quirófano- me explicó.
Asentí mientras volvía a salir por la puerta. Menuda mañana de locos... empezaba a estar agotada... y eso que había dormido trece horas, parecía una marmota. Al de un rato el teléfono sonó. Oí a Rosalie hablar muy deprisa; al colgar, se giró hacia mí.
-Llaman de cirugía... necesitan un anestesista... a Mandy le queda media hora en neurocirugía- me explicó mientras buscaba el nombre de la paciente el la base de datos.
-Aquí está... Laura Mancini, 78 años... apendicectomía de urgencia en el quirófano tres- me explicó imprimiendo el historial.
Ojeé la analítica preperatoria.
-¿Quieres que llame a Mandy?- preguntó Rosalie. Negué con la cabeza.
-Yo voy, no te preocupes, no es muy larga la operación- la tranquilicé -cualquier cosa me llamas al busca-.
Al llegar a quirófano, saludé a las enfermeras mientras me dispuse a lavarme. Unas manos que conocía a la perfección me taparon los ojos, a la vez que una suave voz me susurraba al oído.
-Hola- saludé con una sonrisa. Me giré para quedar cara a cara con mi marido, que me recibió con un pequeño beso. Pude oír el suspiro melancólico de las enfermeras que estaban por allí.
-Creo que me he casado con el rompecorazones del hospital- murmuré divertida. Edward rodó los ojos mientras posaba su mano en mi vientre.
-No creo que sea para tanto... soy un hombre normal y corriente; creo que Emmet desata más pasiones que yo- me respondió burlón -¿cómo se está portando nuestro pequeñín?- preguntó, cambiando de tema.
-Hoy está muy tranquilo... como no he parado quieta un minuto, se habrá dormido con balanceo de mi tripa- le expliqué. Rió por mi explicación mientras se acercaba al lavamanos.
-¿No estás muy cansada para entrar?; puedo esperar a Mandy- sugirió un poco preocupado. Negué con la cabeza.
-No, tranquilo; es una operación simple, no deberíamos tardar mucho- le tranquilicé.
-Esperemos- dijo mientras se ponía los guantes, yo ya estaba preparada -¿lista?-.
-Vamos a ello-. Entramos a la sala; la paciente ya estaba allí, con las vías puestas y los sensores para las constantes colocados.
-Buenos días señora Mancini. Soy la anestesista, ¿cómo se encuentra?- le pregunté. Tenía el pelo cano, y unos ojos oscuros alegres y vivaces.
-Tranquila... pero este dolor es horrible; sufro desde hace muchos años problemas coronarios... y resulta que el apéndice duele más- susurró enojada.
-Es normal, una apendicitis es un dolor agudo que enseguida sube de intensidad, pero verá que cuándo despierte se sentirá mucho mejor- le contaba mientras inyectaba en su vía la anestesia.
-Por lo menos no puedo quejarme del servicio... el doctor Cullen es guapísimo- me susurró en plan confidente. Sonreí para mis adentros.
-No está mal- me encogí de hombros; detrás mío oí la risa de Missy, una de las enfermeras.
-Porque mis tres nietas ya tienen novio... sino haría de celestina- seguía relatando pícara. No pude menos que reírme.
-Bien señora Mancini... quiero que cuente del uno a diez, pero de mayor a menor; empezará a sentir una ligera somnolencia-.
No llegó al ocho y ya estaba completamente dormida. Una vez la intubé, di la señal a Edward para empezar.
-Preparados- le sonreía a través de la mascarilla, queriendo desearle buena suerte. Me guiñó un ojo, diciéndome que lo había entendido.
-Bien... bisturí-. Bajó la cabeza, concentrándose en su trabajo.
La operación pasó sin complicaciones; una vez acabamos, y preparaban a la paciente para subirla a reanimación, le conté a Edward lo que me había dicho la doctora Sanders. Me escuchaba atentamente.
-Cariño, no te va a pasar nada malo- me dijo tomándome de las manos.
-Ya lo sé... pero no puedo evitar estar preocupada- me cogió la cara entre sus suaves manos.
-Tranquila mi vida, no quiero que te pongas nerviosa... sabes que no te conviene- me regañó con dulzura.
Asentí suspirando, y cambié de tema.
-¿Sabes qué le las gustado a la señora Mancini?; me contó que sus nietas ya tienen novio, pero sino te querría de nieto político- le expliqué, conteniendo la risa.
-¿Y no le has dicho que estás felizmente casada con ese médico estupendo?- me devolvió divertido.
-No me ha dado tiempo- repuse cínica y divertida a la vez -vamos para reanimación, enseguida la subirán-.
Una vez evalué a la señora Mancini en reanimación, junto a Edward, le presenté a mi marido. Su cara era de una total sorpresa, pidiéndome disculpas por si me podía haber ofendido. Le sonreí restándole importancia al asunto, además, no todos los días te encuentras a un paciente tan simpático.
0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0
Esa semana pasó rápido, y llegó el día que Emmet y yo debíamos prestar declaración. Estábamos citados a las once y media de la mañana. Vimos salir a Missy y a Lauren, que habían declarado antes que nosotros.
-¿Cómo ha ido?- le pregunté a Lauren.
-Bien... los abogados de la familia han sido los más... inapelables, por decirlo de alguna manera- explicó ésta.
-Menos mal que por fin hoy termina todo- añadió Lauren con un suspiro de alivio.
-Eso depende; si Cam admite su parte de culpa sería todo mucho más sencillo, sino...- Edward dejó la frase inconclusa.
-¿Si no es así, qué podría pasar?- interrogué.
-La comisión tendría que estudiar todos los testimonios, se alargaría más el proceso- terminó de explicarme.
Iba a añadir algo, cuándo un señor algo mayor, salió de la sala. Nos volvimos para mirarle.
-Doctor Cullen, doctora Cullen, deben pasar- Edward me dio un pequeño beso, murmurándome al oído que estuviese tranquila. Mi cuñado me abrió la puerta, cediéndome el paso.
Cual sala de juzgado, al fondo había una mesa alargada, donde reconocí a mi jefa, al jefe de Edward y otros muchos señores y señoras sentados a su lado, a los cuales no conocía en absoluto.
-Bien, doctor y doctora Cullen...- empezó a decir uno de los abogados del hospital, pero un hombre bajo, calvo, con unas gafas negras de pasta, le interrumpió.
-¿Acaso los testigos son familia?- preguntó como si le molestara.
-¿Quién es?- le pregunté a Emmet por lo bajini.
-Debe ser el abogado de Cam, por el tono en el que se dirige a nosotros no veo otra explicación-.
-Dudo que eso sea algo revelante, señor Field- habló el doctor Gills -de todos modos, si ellos quieren pueden responder- nos dijo señalándonos a ambos. Emmet asintió y tomó la palabra.
-Ella es la mujer de mi hermano- contestó simplemente. El abogado de James asintió, y empezó la testificación.
Nos hicieron relatar tanto a mi como a Emmet los hechos de ese día, recordando minuciosamente cada detalle. Una vez terminamos de hablar los dos, fue el turno de las preguntas.
-¿Es cierto que ustedes dos se fueron a desayunar mientras preparaban al paciente para ser intervenido?- interrogó Field.
-Teníamos veinte minutos antes de empezar la operación- contesté lo más tranquila que pude.
-Veinte minutos en los que dejaron a un residente sin supervisión- contraatacó.
-El doctor Cam tenía orden expresa de no hacer absolutamente nada hasta que no llegara su adjunto correspondiente, que es ese caso era yo- respondió Emmet muy serio.
-¿Tenía orden de intubar al paciente sin la supervisión de un anestesista, en este caso de la doctora Cullen?- interrogó una mujer de mediana edad, que me lanzó una mirada tranquilizadora.
-No, tampoco tenía esa autorización- respondí.
-¿Y si no se les permite intubar a los residentes... por qué debía hacerlo usted?- volvió a la carga el señor Field -tengo entendido que es residente de segundo año-.
-Porque yo soy residente de anestesiología, no de cirugía; estoy plenamente capacitada para intubar y reanimar sin supervisión a los pacientes; mi trabajo no es operar- respondí, enfrentando la molesta mirada del señor.
-¿Y quién le otorgó esos poderes?- preguntó; puede que fueran imaginaciones mías, pero noté cierto tono de burla en su voz.
-Mi supervisora, la doctora Sanders-. El abogado de giró para encararla.
-Es cierto- tomó aire para continuar -los residentes de anestesiología no siguen el mismo programa de residencia que un cirujano; ellos desde el primer momento están capacitados para intubar y reanimar a un paciente sin la supervisión de un adjunto- aclaró muy seria.
Eso pareció dejar al abogado de Cam sin muchos argumentos. Después de una media hora de extenso interrogatorio, nos dejaron escapar. Al salir nos cruzamos con Cam, que entraba por la puerta. Su testimonio era el último antes de que la comisión tomara una determinación.
Decidimos ir a mi servicio, dónde nos esperaban mis compañeros y Amy, la otra residente, que hoy me había sustituido.
Alice y Rose ya me tenían preparada una tila, me conocían demasiado. Al final de la mañana, la doctora Sanders entró en el servicio. Una vez de ponerse una taza de café, procedió a contarnos los hechos.
-Bien, al final James ha admitido su responsabilidad; de modo que la parte de la investigación queda archivada- nos dijo. Me abracé a Edward, soltando un suspiro de alivio; por fin terminaba este incómodo asunto.
-¿Qué medidas se van a tomar?- preguntó Jasper.
-En lo que respecta a Cam, la dirección ha decidido expulsarle del programa de residencia- Emmet asintió con la cabeza en señal de victoria. - además, no podrá retomarla hasta dentro de dos años, ya que ésto, obviamente, se reflejará en su expediente académico, y es una falta muy grave- terminó de explicar.
-¿La familia seguirá delante con la demanda?- preguntó Edward.
-Si, pero sólo llevarán a James a juicio; al confesar que desobedeció el hospital queda exento de responsabilidad- aclaró.
Una vez respondió al extenso interrogatorio, cada uno volvió a sus quehaceres, pero la doctora Sanders me llamó a un aparte, junto a Edward.
-Bella, se que esta semana has estado nerviosa y preocupada... ¿tenías guardia este fin de semana, verdad?- me preguntó. Asentí, no sabía a dónde quería llegar.
-Bien – giró la vista hacia mi marido -Edward, quiero que te la lleves a casa y que descanse todo el fin de semana- le ordenó.
Iba a replicar, pero ni ella ni Edward me dejaron hablar, de modo que me encontré con un fin de semana libre. Edward bajó a su servicio y cambió el turno con Mark.
-Hacía mucho que no teníamos un fin de semana completo libre- me explicó ya en el coche.
-Eso es cierto- asentí dándole la razón. En el fondo me apetecía descansar y desconectar unos días. Mi móvil interrumpió nuestra planeación del fin de semana. Me tensé al ver el número... era el de mi casa... en Forks.
-¿Sí?- contesté con cautela. Tenía miedo de que fuera mi padre, ya que desde el sonado encontronazo no había vuelto a hablar con él. Con mi madre si que había hablado un par de veces después de la boda, de manera cordial y educada; la última hace dos semanas, por mi veintiséis cumpleaños.
-Bella- respiré, era ella... pero su voz dejaba entrever que había estado llorando, y que estaba muy nerviosa.
-Mamá, ¿qué ocurre?- interrogué extrañada.
-Jake y tú debéis venir a Forks- dijo de forma apresurada.
-Per...- no me dio tiempo a preguntar nada, ya que siguió hablando, esta vez ya sin poder disimular su llorosa voz.
-Tu padre ha sufrido un infarto cerebral, está muy grave-.
Atal- .
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Re: Curando un corazón (+18) Completo
gracias Atal por estos dos capis han estado genial
le pega mucho a Emmett ser tan payasete con los Mariachis ....
james tubo lo que se merece y vaya final de capi ........que mal royo lo del infarto cerebral ...pero despues de como se comporto Charlie no me da mucha pena que digamos
le pega mucho a Emmett ser tan payasete con los Mariachis ....
james tubo lo que se merece y vaya final de capi ........que mal royo lo del infarto cerebral ...pero despues de como se comporto Charlie no me da mucha pena que digamos
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Re: Curando un corazón (+18) Completo
si relamente se porto muy mal...quedan pocos capitulos para el final¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ me da penita porque es una de mis historia preferidas jajajaj
Atal- .
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Re: Curando un corazón (+18) Completo
todo tiene su fin ..........a mi ya no me da tanta pena porque cuando se acaba una ya estas tu subiendo otra que esta igual o mejor que la anterior .......
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Re: Curando un corazón (+18) Completo
gracias linda....he leido una re buenas pero no me han dado la autorizacion para publicarlas pero en fin insistire jejejej
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Re: Curando un corazón (+18) Completo
amigas les dejo dos capítulos más...estamos llegando casi al final solo faltan uno mas y el epilogo...disfruten esta hermosa historia... besos
Capítulo 23: Sentimientos enfrentados
-¿Cómo que un infarto cerebral?- conseguí reaccionar al de un minuto, volviendo a preguntarle a mi madre.
-Ayer por la tarde, cuando llegué a casa, me lo encontré en su despacho, tendido en el suelo y sin conocimiento; le trasladaron en ambulancia a Seattle; le han estado haciendo pruebas toda la noche, y hoy por la mañana han confirmado el resultado- hablaba atropelladamente y muy deprisa, apenas la entendía.
-¿Y sus constantes?; ¿le han hecho un TAC craneal?; ¿ha sufrido hipoxia cerebral?- empecé a bombardear a mi madre con preguntas.
-Bella, me lo han explicado más o menos, pero yo no soy médico... lo único que les he entendido es que no saben cuánto ha estado su cerebro sin oxígeno- mi madre, sin quererlo, confirmó mis sospechas acerca de la hipoxia -además, le mantienen completamente sedado en la UCI- siguió relatando.
El silencio reinó entre la línea de teléfono durante unos minutos... no podía ser que ahora ocurriera ésto... ¿es qué nunca íbamos a poder vivir tranquilos?.
-Bella... tu padre está muy mal, y los médicos no me dan muchas esperanzas; sé que no tengo derecho a pediros ésto... pero os ruego que vengáis- volvió a pedirme mi madre.
-Voy a llamar a Jake, te llamo después- colgué, con la mirada perdida. No me había dado cuenta de qué Edward había parado el coche, mirándome preocupado.
Le conté todo lo que me había dicho mi madre, entre lágrimas. Por muy mal que me lo haya echo pasar, era mi padre... y ni Jake ni yo éramos como ellos; por supuesto que iríamos, aunque tuviera que sedar a mi hermano y meterlo inconsciente en el avión.
-Tengo que ir a Forks- le dije al terminar de contarle lo sucedido. Edward simplemente asintió.
-Pero yo me voy contigo y con Jake; ni te plantees que te voy a dejar sola- apostilló serio. No pude hacer otra cosa que asentir, ya que por mucho que le dijera que no era necesario, no me iba a enfrascar en una discusión que de antemano tenía perdida.
Salimos pitando a casa de Carlisle y Esme; Edward les contó lo que ocurría... y yo hable con mi hermano. Se quedó en silencio unos momentos... pero obviamente no puso reparos en ir a nuestro antiguo hogar, diciéndome incluso que Leah y la niña venían también.
Después de una intensa charla con Edward y mis suegros, decidimos llevarnos también a Megan, ya que no sabíamos cuánto tiempo íbamos a estar allí. Mi marido se fue al hospital, para explicar lo que había pasado y pedir permiso en el trabajo, y yo reservé los billetes para el día siguiente a la mañana. Carlisle y Esme se ofrecieron a acompañarnos; les agradecí su preocupación, diciéndoles que si empeoraba o pasaba algo malo, inmediatamente los avisaría.
El vuelo hasta Seattle se hizo un poco largo, pero afortunadamente, lo aguanté bien, al igual que las niñas. Megan permaneció dormida casi todo el trayecto, en el regazo de Edward, y yo apoyada en su hombro.
-Tranquila mi vida... todo estará bien- me susurraba al oído; agradecía que hubiese venido conmigo, sus palabras me tranquilizaban.
Nada más aterrizar, la familia de Leah, que vivía en Seatlle, estaba allí para recibirnos. No les veía desde hacía tres años, desde la boda de mi hermano. Después de presentarles a mi marido y de que todos me tocaran la tripita, se ofrecieron a llevarnos hasta nuestra casa en Forks. Mi madre me había dicho que estaría allí, esperándonos para comer y después ir todos juntos al hospital.
Me puse muy nerviosa al volver esa fachada blanca. Todo estaba igual que cuándo me fui, hace ya más de un año. Al bajar, noté que mi hermano tenía la mirada fija en un punto indeterminado de la imponente casa; para él eran muchos recuerdos... hacía más de cuatro años desde la última vez que estuvo allí. Los hermanos de Leah nos ayudaron a descargar las cosas, marchándose rápidamente y quedando Jake y Leah con ellos por la tarde, en el hospital.
María nos recibió con lágrimas en los ojos. Ella llevaba trabajando toda la vida en nuestra casa, y era la que mejor sabía todo por lo que habíamos pasado Jake y yo.
-Bella...¡Jacob!- se apresuró a abrazarnos, sorprendida de ver allí a mi hermano. Le devolvimos el abrazo con cariño... aunque siempre permaneció en casa de mis padres, nos quería mucho.
-¿Cómo te encuentras Bells?- me preguntó, haciendo alusión a mi prominente tripa.
-Bien María, un poco cansada-.
-¿Y tú, hombrecito?- mi hermano sonrió, ella siempre le había llamado así.
-Estoy bien, como siempre- contestó. Edward y Leah se quedaron atrás, con las niñas en brazos. María les miró sorprendida.
-¡Qué alegría más grande!; habéis venido todos. Tu madre piensa que sólo veníais Jake y tu- nos explicó, acercándose a ellos.
-María, el es Edward, mi marido- le presenté. Ella, tan efusiva como siempre, le dio una cálida bienvenida.
-Es un placer conocerla- le dijo Edward con una pequeña sonrisa. Megan la miraba fijamente.
-¿No le dices hola a María?- le dijo mi marido a la niña. María miraba a mi hija con una gran sonrisa... la última vez que la vio tenía un mes y medio, antes de irnos a San Francisco.
-Oa- dijo con su peculiar vocecilla, un poco avergonzada. Después se giró hacia Leah, que tenía a Mailin en brazos. Después de abrazar a Leah, ya la conocía, cogió en brazos a la pequeña.
-Mi hombrecito es padre... felicidades Jacob, es muy guapa- mi hermano asintió orgulloso, rodeando a su mujer por los hombros. Mi cuñada estaba muy nerviosa; la última vez que vio a mi madre no fue precisamente un encuentro agradable. Nos hizo pasar adentro, explicándonos que mi madre estaba hablando por teléfono y que bajaba enseguida. La casa seguía igual que siempre; todo en su sitio, limpio, inmaculado...
-Le diré a Paul que suba luego el equipaje y...- mi madre apareció por la puerta de la sala. Parecía que le habían echado diez años encima de golpe. Nos miraba fijamente a los seis, sobre todo a las pequeñas. María decidió, sabiamente, dejarnos a solas.
-Bella, Jake... habéis venido- susurró.
-Claro que hemos venido- le dijo mi hermano.
-Y además... estáis aquí todos... pensé qu...- no se acercaba a nosotros para saludarnos, estaba muy sorprendida.
-Si las niñas te molestan aquí, podemos irnos a un hotel- le dije.
-¡No!; no por favor... aquí hay sitio de sobra para todos; ¿cómo estás Leah?- mi cuñada se envaró, pero al ver que mi madre no llevaba mala intención, como otras veces, se relajó.
-Muy bien señora Swan, lamento mucho todo lo qué ha ocurrido- expresó mi cuñada. Mi madre le dio las gracias, asintiendo con una pequeña sonrisa, y mirando fijamente a la hija de mi hermano.
-¿Cómo se llama?- le preguntó.
-Se llama Mailin, la adoptamos hace unos meses- le explicó Jake.
-Tu hermana me lo comentó, es muy guapa- le dijo. Parecía que iba a hacer un ademán por cogerla, pero bajó los brazos ante la mirada de mi hermano. Después se giró hacia donde estábamos nosotros.
-Mamá, te presento a Edward- ella asintió con un movimiento de cabeza, aceptando la mano que le ofrecía mi marido.
-Encantado de conocerla señora Swan; siento mucho lo que ha pasado-.
-Tenía ganas de conocerte; Bella me ha hablado mucho de ti- estaba sorprendida, mi madre era amable... supongo que la situación lo hacía así. Megan miraba todo a su alrededor, inquieta y cansada.
-Papá.. teno hambe- protestó arrugando el entrecejo. Mi madre rió divertida al escuchar la graciosa voz.
-Tiene las mismas expresiones que tú cuándo eras pequeña- me confesó; -¿cómo te encuentras?, ¿ya sabes que es?- me preguntó, señalando mi tripa.
-Está en mala posición y no podemos saberlo- le aclaré.
Un incómodo silencio se hizo presente en la habitación; no sabía qué decirle a mi madre, eran muchas cosas, muchos malos recuerdos...
-Voy a ver cómo va la comida... uhmmm... ¿os espero en media hora para comer?- nos preguntó con cautela.
Mi hermano y yo asentimos, y nos fuimos arriba, para acomodar a las niñas y deshacer el equipaje. Por suerte, mi antigua habitación tenía cama de matrimonio.
-¿No ha ido tan mal, verdad?- le pregunté a Edward. Éste suspiró mientras dejaba a Megan en el suelo, que se dirigió rauda hacia un oso de peluche que había junto a la almohada, el único recuerdo que quedaba de mi infancia allí.
-En principio no, se ha sorprendido mucho al vernos a todos aquí... pero creo que le ha hecho ilusión ver a las niñas; al fin y al cabo, son sus nietas- me explicó.
-También estará aturdida por todo lo que ha ocurrido con mi padre- añadí preocupada, sentándome a su lado. Me rodeó con sus brazos por los hombros.
-Tranquila cariño; no quiero que te pongas nerviosa antes de tiempo- dijo, aludiendo a que todavía tenía que ver a mi padre.
-Estoy preocupada; lo que hablamos por teléfono con el doctor Terry... no pude acabar la frase.
-Bella, todavía le están haciendo pruebas, pero... -se quedó callado. Ambos sabíamos que a mi padre le iban a quedar secuelas importantes... y que, casi seguro, no podría volver a ejercer su profesión. La puerta se abrió de repente, dejando entrever la figura de mi madre. Seguía rodeada por los brazos de Edward, que nos lo apartó en ningún momento.
-Perdón, pensé que os habríais acomodado en otra habitación- dijo avergonzada.
-No, aquí estaremos bien los tres, no te preocupes- le aclaré. Megan se acercó a ella, tirándole de la falda. Mi madre se agachó a su altura, esbozando una sonrisa.
-¿Qué deseas, pequeña?- le preguntó con un tono de voz cariñoso. Edward y yo mirábamos la escena en silencio.
-Awa; teno sez- hice ademán de levantarme para cogerla, pero mi madre se adelantó, cogiéndola en brazos.
-Vamos a la cocina con María- le dijo a Megan, pero me miró, pidiéndome permiso. Asentí alucinada... mi madre nunca había tratado así a mi hija. Edward me dio una sonrisa de ánimo, parecía de verdad que mi madre estaba ilusionada con las niñas.
Decidimos cambiarnos de ropa y organizarnos un poco en mi dormitorio, para la noche. Al bajar, nos encontramos a mi madre, todavía con Megan en brazos, charlando con Leah mientras le daba la papilla a Mailin. María revoloteaba de un lado a otro, poniendo la mesa. Megan extendió los brazos para que su padre la cogiera. Edward se acercó a mi madre con una sonrisa amable.
-Parece que tiene hambre- le dijo a ésta.
-¿Necesitáis ayuda?- nos ofreció.
Le agradecí el ofrecimiento, diciéndole que podíamos nosotros dos. Le puse un poco de la sopa de verduras que María había preparado, y efectivamente, tenía hambre, ya que se la tomó sin rechistar. Después de que las niñas terminaran de comer, ambas se quedaron dormidas. Las acostamos y bajamos a comer los mayores.
La comida pasó mayoritariamente en silencio, interrumpido solamente cuándo Jake o yo le preguntábamos a mi madre por cómo encontró a mi padre y cómo seguía su estado. Ella apenas pudo contarnos mucho, alegando que Edward y yo nos entenderíamos mejor con el médico que le estaba tratando. Después de un buen rato, nos fuimos rumbo al hospital. Leah se quedó en un parque que había enfrente con las niñas, ya que su familia se había acercado a verla.
Subí en el ascensor, franqueada por Jake y Edward en un completo silencio. El doctor Terry nos esperaba en la la unidad de cuidados intensivos, alertado de nuestra llegada.
-Supongo que son los hijos del doctor Swan- nos saludó.
-Jake Swan- le dijo mi hermano, estrechándole la mano.
-Isabella Cullen- le dije ofreciéndole mi mano; una vez la estrechó con cordialidad, le presenté a Edward, que repitió el gesto. Después de saludar a mi madre de nuevo, nos hizo pasar a los cuatro a un pequeño despacho, con una mesa y dos sillas. Mi madre y yo nos sentamos, permaneciendo Edward y Jake de pie.
-Bien, cómo ya les informé ayer, su padre ha sufrido una isquemia cerebral- empezó a relatar. Edward le aclaró a Jake en voz baja que ese era el nombre técnico del infarto cerebral.
-En el TAC se observa la obstrucción de la arteria cerebral media- nos dijo enseñándonos la prueba. Edward y yo nos acercamos.
-Ahí está- dijo mi marido, señalando el coágulo; Jake miraba sin entender nada.
-¿Qué quieres decir?- preguntó confuso.
-El coágulo ha taponado la arteria, de modo que una parte de su cerebro se ha quedado sin oxígeno y sin riego sanguíneo- le explicó.
-La arteria media cerebral es la rama principal de la carótida interna. Su territorio comprende áreas motoras, visión periférica, lenguaje...- acabé de explicarle.
-Es decir... que puede que esas funciones estén afectadas- resolvió con una mueca seria. Asentí, mientas el doctor Terry nos seguía explicando.
-El equipo de neurocirugía ha estudiado la situación; al estar solo en el momento en el que ocurrió, no sabemos a ciencia cierta cuánto tiempo estuvo su cerebro sin oxígeno. Le hemos estabilizado y sedado, ya que según los estudios que le hemos hecho, puede haber riesgo de otro episodio- nos dijo.
-¿Le han puesto tratamiento con anticoagulantes?- preguntó Edward. El doctor asintió.
-Si, por supuesto; el coágulo es de casi dos centímetros de diámetro- nos aclaró.
-Demasiado grande- susurré horrorizada. Edward me cogió de la mano, viendo que me ponía muy nerviosa.
-Bella siéntate- me dijo Jake, llevándome de vuelta a la silla. Mi madre me miraba preocupada y asustada.
-Estoy bien mamá- dije restándole importancia, acariciando mi tripa y respirando tranquila.
-¿Cree que quedarán secuelas?- Edward hablaba con el médico de mientras.
-No lo podemos asegurar, como bien sabe... pero me temo que la parálisis del lado izquierdo sea irreversible- expresó el doctor.
-¿Y el habla y otras funciones?- seguía interrogando.
-Eso no lo sabremos hasta que se retire la sedación; si no se repiten nuevos microinfartos, en cuarenta y ocho horas lo iremos despertando; ahí se verán las consecuencias- nos dijo.
Estaba horrorizada; si mi padre despertaba, aunque algunas de sus funciones se vieran afectadas, el sabría de sobra en que estado se encontraría. El doctor Terry nos dejó a solas, intentado digerir las nada alentadoras noticias.
-Es horrible- dijo mi madre, a punto de llorar.
-Y lo triste, es que el sabrá perfectamente en que estado va a quedar- Edward me leyó el pensamiento. Jake lo miró sin comprender, al igual que mi madre.
-Es neurocirujano Jake, ésto- dije señalando su TAC cerebral- es su especialidad; no va a poder volver a ejercer la medicina; ¿sabes lo qué significa eso para un médico?- le intenté explicar -¿qué una enfermedad, que conoces al milímetro, te corte los pocos años de carrera que te quedan?-.
Jake y mi madre comprendieron la gravedad de lo que les contábamos... si mi padre superaba estas cuarenta y ocho horas, sería como si hubiera muerto en vida.
Una enfermera nos interrumpió, para acompañarnos hasta donde estaba mi padre. Mi madre dijo que prefería esperarnos fuera. Jake y yo entramos, y la imagen me impresionó mucho, más de que me imaginaba. Estaba tendido en esa fría e impersonal cama, pálido y demacrado, con muchos cables conectados a su cuerpo, principalmente en los brazos y la parte superior del tórax.
-¿Para qué es todo esto, Bells?- preguntó mi hermano angustiado, señalando los cables.
-Bueno, las vías intravenosas de los brazos le suministran suero, la sedación y los medicamentos; los sensores para las constantes vitales- le expliqué, señalando los cables que tenían a la altura de corazón- -se reflejan aquí- le indicaba en la pantalla sus latidos y su tensión arterial -por el momento está estable- corroboré, mirando la pantalla de nuevo.
-El tubo endotraqueal está conectado al respirador, le ayuda a ventilar- terminé de explicarle.
¿Crees que saldrá de ésta?- me preguntó.
-Ya has oído al médico Jake; hay que esperar- le contesté. Se quedó callado unos momentos, meditando qué decir.
-¿Sabes una cosa?; puede que suene cruel... pero ¿crees que el tiempo pone a cada uno en su sitio?- preguntó, mirándome fijamente.
-No lo sé Jake... nunca nos ha querido -dije con lágrimas en los ojos -pero nadie se merece ésto- terminé de decir.
-No llores Bells... aún todo lo que hemos vivido... es nuestro padre, y no le desearía nada malo- me consoló, abrazándome.
Jake salió un momento, para bajar a ver a Leah y a las niñas. Edward y mi madre entraron en la habitación. Al ver mis ojos rojos, se acercó preocupado.
-¿Estás bien cariño?- me interrogó, abrazándome por detrás. Una de sus manos se posó en mi tripa, haciendo círculos con su dedo.
-Si, estoy bien, no te preocupes -asentí con un suspiro, dándome la vuelta para mirarle cara a cara.
-Bella, deberíamos irnos a casa; aquí no podemos hacer nada, y quiero de descanses, debes estar agotada- me dijo serio. Iba a decir algo, pero mi madre se adelantó.
-Haz caso a Edward; no sé cómo te tienes en pie, con la paliza del viaje y después venir hasta aquí-. En el fondo, tenían razón, estaba reventada.
-¿Vienes con nosotros?- le pregunté a mi madre; justo en ese momento, entraba Jake en la habitación.
-Me quedaré un poco más- dijo ella, mirando a mi padre.
-¿Te vas a casa?- me preguntó. Asentí.
-¿Quieres que nos llevemos a Leah y a la niña?- preguntó Edward. Habíamos venido en dos coches, de modo que no había problema.
-Pues casi sí, Mailin ya está cansada de estar en el carro. Yo esperaré a mamá- dijo mi hermano -tranquila, si pasa algo os llamaré- me advirtió.
El trayecto hasta casa fue silencioso, ya estaba anocheciendo, y las niñas iban dormidas. Megan apenas se despertó para cenar y volver a dormirse. Mientras metía a Megan en la cama, oí llegar a mi madre y a Jake.
En la cocina, María nos había preparado una cena ligera. Nos sentamos los cinco a la mesa; no había ningún cambio en su estado, según nos explicó mi madre, de modo que nos fuimos a la cama una vez cenamos. Nada más acostarme, me abracé a Edward, llorando en silencio. Me rodeó con sus brazos, susurrándome palabras de consuelo e intentando animarme lo mejor que podía. Me dormí envuelta en sus brazos, y no supe nada más de mi hasta el día siguiente.
A pesar de que estaba agotada, ya no podía permanecer mucho tiempo en la cama. Mi enorme tripa de siete meses me impedía coger una buena postura. Abrí los ojos. Edward dormía profundamente a mi lado, ya que le había oído levantarse un par de veces en la noche para atender a Megan, pero no había tenido fuerzas ni para abrir los ojos.
Fue la propia Megan la que me terminó de espabilar, saliendo de la cama supletoria y acercándose a mi.
-Mami- me llamó. Me incorporé sentándome en la cama.
-Shhhsss, no despiertes a papá; ¿quieres desayunar?- asintió con la cabeza. Ambas nos pusimos las zapatillas y bajamos a la cocina. La ayudé a bajar despacito la inmensa escalera, de la mano, y llegamos a la cocina. María estaba preparando el desayuno.
-Buenos días María-.
-Buenos días a las dos; pensé que tardaríais más- nos dijo acerándose a nosotras.
-Megan se suele despertar temprano, y yo ya no aguanto mucho en la cama- ella asintió, posando una mano en mi vientre. Sonrió al notar el movimiento del bebé.
-Se mueve mucho, apenas para- le expliqué.
-A ve, a ve- mi hija alzó la mano, queriendo tocarme también la tripa. María y yo nos reímos, y ésta la sentó en el mostrador de la cocina. Le puse la manita debajo de la mía.
-¿Lo notas?- Megan me miraba extrañada.
-¿El bébe lloa?- preguntó.
-No cariño, no llora, lo que pasa es que se estira y da pataditas- le expliqué.
-Quere sali pa jugar mío- repuso con una gran sonrisa. María y yo nos echamos a reír.
-Me recuerda tanto a ti cuándo eras pequeña, tanto físicamente como en el carácter y en los gestos- dijo en un suspiro.
-Si, eso me dijo mi madre ayer- le contesté, desviando la mirada.
-Tu madre está muy contenta de teneros aquí a todos Bella; se acordó mucho de ti el diez de julio- me contó, esbocé una sonrisa, acordándome del día de mi boda.
-Yo también me acordé de ellos María, a pesar de todo- le respondí -Y Jake también- añadí. Al ver su cara, supe qué es lo que iba a decir -te he traído fotos, ¿pensabas que no verías a Jake de padrino?- su cara mostró una gran sonrisa.
-En cuánto demos de desayunar a esta señorita me las muestras- repuso satisfecha -fui a comprar ayer por la tarde cereales para las niñas, y galletas, no teníamos nada de eso- me dijo mientras se daba la vuelta.
Le di las gracias mientras sentaba a Megan en un taburete y le ponía el babero. María me acercó un bol con leche templada y cereales. Se los tomó sin rechistar, además de tres galletas de avena. Una vez desayunó la bajé, y se fue a explorar el salón, que estaba al lado de la cocina. Subí a por el álbum en un momento, y mientras yo tomaba café descafeínado y un croissant, María miraba detenidamente las fotos. Le iba explicando quién era cada uno, señalándole a los padres de Edward y a su hermano.
-Que guapísima estás hija... y tu hermano, debió ser una boda preciosa-. Asentí mientras seguía explicándole anécdotas de ese día. Justo en ese momento, mi madre entraba en la cocina, con mi hija en brazos.
-Buenos días- saludó con una sonrisa.
-Buenos días- saludamos María y yo.
-¿Has descansado?- me preguntó acercándose a mi -¿la niña ha estado cómoda?-.
-Si, no te preocupes- le agradecí. Sus ojos se iluminaron un poco al ver el álbum abierto en la mesa. Una vez María le sirvió el café, ésta salió un momento, y mi madre se sentó a mi lado, con Megan en sus rodillas.
-¿Puedo?- le acerqué las fotos. Cogí a la pequeña, mientras mi madre miraba las fotos en silencio. Las ojeaba minuciosamente.
-Abela Esme- dijo mi hija, señalando a la madre de Edward. Mi madre me miró sin comprender.
-Si cariño, la abuela- le dije acariciándole el pelo -son los padres de Edward- le expliqué a mi madre. Asintió en silencio, y siguió mirando las fotos.
-Qué guapos estáis en ésta- estudié la foto, iba camino del altar, del brazo de mi hermano.
-Si... estaba echa un flan- recordé.
-¿Podría..uhmmm... podría tener algunas copias?- me preguntó con prudencia.
-Claro, puedo encargarlas en Seatlle esta tarde; elige las que más te gusten- le ofrecí.
Eligió unas cuantas, entre ellas una de Jake y Leah con su hija, otra en la qué estábamos Edward y yo solos; a la salida de la iglesia, con Megan; una en la que posábamos Jake y yo, con Edward, Leah y las niñas, y en la estábamos Jake y yo entrando a la iglesia.
En ello estábamos, cuándo Edward entró por la cocina, aún en pijama.
-Buenos días cariño- me dio un pequeño beso -buenos días señora Swan- se giró hacia mi madre.
-Hola- saludé de vuelta, levantándome para ponerle un café. Se sentó al lado de mi madre, mientras cogía a la niña.
-Hola princesita-.
-Oa papá- Megan le rodeó el cuello con sus bracitos.
-Salís muy guapos- dijo mi madre, señalando las fotos.
-Fue un día bonito, y muy divertido- le respondió Edward.
-Tus padres deben querer mucho a Megan- dijo mi madre con una sonrisa triste.
-Para ellos es su nieta desde el primer momento en que la vieron- le expliqué a mi madre -no sé si lo sabes, Megan se apellida Cullen- mi madre estaba sorprendida.
-Le di mi apellido a la niña antes de casarnos- aclaró mi marido. Mi madre sopesó su siguiente frase.
-No lo sabía- musitó.
-Aunque no sea su padre biológico, la ha querido siempre cómo si lo fuera- le dije, mirando a Edward con una sonrisa.
-Eso se ve; gracias Edward, por cuidar de ellas y quererlas- mi madre estaba al borde de las lágrimas -siento mucho eso que dije... bueno... lo de que encontraste un padre para tu hija bastarda; tu padre no lo acep...- la corté.
-Mamá, déjalo; ya está- la actitud de mi madre estos días me sorprendía; nunca la había visto tan comprensiva y tan arrepentida.
Edward me guiñó un ojo mientras se sentaba al lado de mi madre. Nos preguntaba cosas de Megan y de nuestra vida en San Francisco. Al de menos de cinco minutos, Jake y Leah entraron en la cocina, con Mailin en brazos.
-¿Habéis descansado?- les preguntó mi madre.
-Si, la niña duerme como un lirón, en eso no tiene problemas- dije Leah. Megan bajó de las rodillas de Edward, acercándose a su prima y haciéndole cariños.
-Malin, amos a jugar- le decía una y otra vez.
Nada más entrar Jake y mi cuñada por la puerta, mi madre se quedó callada, olvidando la conversación que manteníamos los tres. De repente se puso muy nerviosa, algo la reconcomía por dentro.
-Quisiera contaros algo- nos dijo.
-Yo me llevo a las niñas fuera- nos ofreció María, que salió con ellas rumbo al jardín.
Mi madre tomó aire para empezar, pero no le salían las palabras.
-Quiero ante todo, pediros perdón; por todo lo que sucedió cuándo vuestro padre estuvo en San Francisco- empezó a relatar.
-Mamá, por favor- me dolía recordar ese episodio, y el susto de que le hubiera pasado algo a mi bebé.
-No quiero hablar de eso- siseó mi hermano, apartando su mirada de la mesa.
-Tenéis que saber por qué vuestro padre se ha comportado así con vosotros todos estos años- siguió explicando. Edward y Leah se miraron, e hicieron amago de dejarnos a solas, pero mi madre los paró.
-Quedaos, por favor- Edward me miró, buscando mi afirmación. Asentí con la cabeza, mientras tomaba su mano.
-Veréis... Charlie no es vuestro padre biológico- dijo mi madre, cerrando los ojos.
Se me congeló la respiración en ese instante; ¿ésto era una broma?... ¿por qué nunca nos dijeron nada?. Me quedé estática en mi sitio.
-¿Qué estás diciendo?- mi hermano se envaró. Las aletas de su nariz se ensancharon, bufando de rabia.
-¿Por qué nunca nos has dicho nada?- mis ojos se llenaron de lágrimas, mis hormonas me revolucionaban los sentimientos.
-Vuestro padre no quería- ella suspiró apenada -cuándo conocí a vuestro padre era un hombre maravilloso; atento, educado, simpático... me enamoré de él como una colegiala, que es lo que era- recordó con una sonrisa melancólica.
-Al empezar a salir, vuestro padre estaba empezando la residencia de medicina. Fue entonces cuándo empezó a destacar, centrándose en sus estudios y en su carrera. Cada día pasaba menos tiempo conmigo- nos seguía explicando. Los cuatros escuchábamos atentos, sin decir nada; mi hermano me miraba noqueado.
-En el último año de su residencia, me di cuenta de que el carácter de tu padre había cambiado, vivía por y para sus estudios, de modo que nos separamos. Y yo rehíce mi vida- nos explicó -entonces conocí a un muchacho honrado y noble; trabajaba de mensajero. Nos enamoramos nada más vernos... y al de pocos meses, me quedé embaraza de ti- dijo, mirando a Jake.
-Yo tenía apenas veinte años, estaba en plena carrera universitaria. No llegasteis a conocer a mis padres; ellos tenían dinero y una posición social importante... y nunca aceptaron esa relación-.
Edward me agarraba de la mano, dándole caricias por debajo de la mesa; apoyé mi cabeza en su hombro, siguiendo el relato de mi madre.
-Me echaron de casa, y obviamente me fui con él- recordaba con lágrimas en los ojos -fue un año maravilloso; tres meses después que tú nacieras -dijo mirando a mi hermano -tuvo un accidente mientras estaba trabajando... y murió- dijo cerrando los ojos. Leah se llevó la mano a la boca, horrorizada.
-Su furgoneta de reparto se salió de la calzada- dijo ella, en voz baja -desde que dejé la casa de mis padres, habíamos vivido con lo justo y necesario. Pedí ayuda a vuestros abuelos, ya estaba embarazada de ti- me sonrió triste -pero me la negaron... de modo que acudí a vuestro padre-.
Calló un momento, perdiéndose en sus recuerdos.
-¿Por qué?- preguntó mi hermano -¿por qué nunca hemos sabido nada de ésto?- le reprochaba enfadado. Leah le apretó en hombro, instándole a que dejara seguir hablando a mi madre.
-Vuestro padre me dijo que aun me amaba... y yo le creí. Se ofreció a criaros como hijos suyos, dándoos su apellido; pero nunca me perdonó que yo, en ese tiempo, hubiera estado con otro hombre-.
-No lo entiendo, se supone que estabais separados- le dije, confusa.
-Ya conoces el carácter de tu padre, celoso, posesivo, frío... -prosiguió el relato -me di cuenta de mi error cuándo tu naciste; por mucho que os hubiera reconocido como sus hijos, nunca os querría como tal- sollozó.
-No quiso tener hijos propios; y el se centró en su carrera y en sus conferencias. Sabía que tenía amantes en cada ciudad a la que iba... y yo, sobrepasada por la situación, os eché indirectamente la culpa a vosotros- explicó agachando la cabeza, avergonzada y humillada.
-¡Eso no es excusa!; ¡nosotros no teníamos culpa de nada!- bramó mi hermano, golpeando la mesa con el puño.
-Lo sé Jake... y créeme que he pagado mis errores con creces; me he perdido la vida de mis hijos- balbuceó en voz baja -reconozco que yo también busqué consuelo en brazos ajenos-.
-Pero la abuela Swan nos quería... y no éramos sus nietos- dije yo.
-Ella os quiso mucho, pero nunca quiso contradecir a su hijo- aclaró -vuestro padre me dijo al casarme con él que si os decía algo de ésto en el futuro, se desentendería de vosotros. Quería que tuvierais la mejor educación posible, un hogar y...- la corté.
-La educación la tuvimos... por eso mi padre me echó en cara el haberse ocupado de mi, de pagarme la carrera- respondí furiosa, recordando una vez más el incidente en nuestra casa.
-Cuándo te quedaste embarazada de Megan, cierto es que me enfadé mucho... porque al no saber quién era el padre, te vi sola, criando a tu hija... y no quería que cometieras mis errores, cosa que tu padre me echó en cara en ese momento- confesó.
-Sé que jugué con fuego esa noche... y me quemé... pero era mi vida, y yo decidí tener y criar sola a mi hija en ese momento- le respondí furiosa.
-Te juzgué mal Bella... y cuándo llamastes aquí, diciendo que te casabas y que estabas otra vez embarazada... no pensé que Edward adoptaría a Megan, y que la querría tanto... que os querría tanto; espero me disculpes, por haberte juzgado mal- Edward le dio una sonrisa de ánimo, asintiendo con la cabeza.
-¿Y la noche en que yo discutí con papá y me fui de casa?- le interrogó Jake.
-Tu padre nunca aceptó que no quisieras ir a la universidad... y no aceptó tu relación con Leah por...- no la dejó terminar.
-¿Por pertenecer ella a una familia normal y corriente?, ¿sin dinero?; pues déjame decirte que el dinero no da la felicidad... a la vista está- siseó furioso.
-Lo sé Jake... pero yo no quería que os faltara de nada...- mi hermano la cortó enfadado.
-Tú misma no has mirado otra cosa que el dinero y el que dirán ajeno... no me vengas con cuentos... y si tu te enamoraste de nuestro... padre...- mi hermano hizo una mueca extraña al decirlo- ¿por qué no me apoyaste?; el tampoco tenía dinero ni posición- rezongó cabreado. Leah aguantaba las lágrimas, tratando de calmarlo.
Mi madre agachó la cabeza, quitándose las lágrimas.
-Lo sé Jake... tú y tu hermana nunca tuvisteis culpa de nada... y yo cansada, hastiada de este infierno, la pagué con vosotros- admitió con voz rota.
-Por eso, aunque él te pedía el divorcio... -até cabos de muchas cosas.
-Tu padre quería el divorcio... pero si nos divorciábamos, no se haría cargo de vosotros... mis padres me desheredaron y podríamos haber acabado los tres en la calle...- la corté.
-No digas más- le pedí.
Respiré profundamente, asimilando todo lo que mi madre nos estaba diciendo. Ella había sufrido y aguantado lo que no está en los escritos... pero eso no me valía; ¿por qué nos trató también así... sin cariño, ni amor...?.
-¿Por qué nos lo cuentas?, ¿por qué ahora?- pregunté con un hilo de voz.
-Ayer, al veros todos aquí... a ver a mis nietas... se me encogió el corazón; me he perdido muchas cosas-.
-Demasiadas- dijo mi hermano, con tono sarcástico.
-Cuándo te llamé por teléfono, dos días antes de que te casaras... quería decirte tantas cosas...- sonrió triste- le insistí a tu padre que me dejara ir a Santa Cruz, quería veros, aunque fuera de lejos... pero no me dejó- explicó.
-Nos dijo que nos volviéramos a pisar esta casa, que ya teníamos otra familia- recordó mi hermano.
-Sé que los padres de Edward son una gente encantadora... y que os han acogido a todos en la familia- dijo señalándonos a los cuatro -eso le reventó a tu padre, me lo confesó-.
-¿Y si papá se recupera?; ¿le explicarás qué lo sabemos?- interrogué.
-Si- afirmó -y me da igual lo que piense- añadió. Suspiró, meditando las palabras que iba a decir a continuación.
-Sé que no se puede olvidar y perdonar fácilmente, pero no quiero perderme ver crecer a mis nietos... y recuperar un poco la relación con vosotros; la casa, desde ayer, parece otra- nos dijo con pena en su voz.
-No, no se puede- dijo mi hermano, con un hilo de voz -¿cómo se llamaba?- interrogó.
-¿Quién?- preguntó mi madre, sorbiéndose las lágrimas.
-Nuestro... padre biológico- le aclaró.
-Cómo tu... Jacob- .
-Necesito salir fuera- dije levantándome.
Salí al jardín, observando a María con las niñas. Lloré amargamente, por todo lo que había escuchado en la cocina. El corazón me oprimía el pecho, después de esa confesión de mi madre. Ella también había sufrido... pero no podía olvidar todo el infierno que había vivido de la noche a la mañana.
-Bella- me llamó mi hermano.
Me di la vuelta, abrazándole fuertemente. Ambos lloramos de rabia, de enfado, de incomprensión...
-No llores más Bells... no te conviene en tu estado- me dijo una vez nos separamos. Asentí con la cabeza, mirándole fijamente.
-¿Crees que podremos?- le pregunté simplemente.
-No lo sé Bells... no se puede olvidar todo de la noche a la mañana- hizo una pausa -¿tú que piensas?-.
-Creo lo mismo, pero podemos retomar la relación poco a poco, y dejar que vea a las niñas- le propuse.
-Me parece bien, poco a poco- dijo él. Me dio una sonrisa de ánimo, acercándose a las niñas. Mailin gateaba y Megan la seguía, también gateando.
Me quedé observando a mi hija y a mi sobrina jugar por el jardín, felices y ajenas a todo, hasta que sentí los brazos de mi marido rodearme. Entrelacé nuestras manos, unidas en mi vientre.
-¿Estás bien preciosa?- asentí con un suspiro, apoyando mi cabeza en su pecho.
-Asimilando y entiendo muchas cosas, muchas actitudes y situaciones- confesé. Me dio un beso en el pelo.
-Es normal cariño... ¿qué vais a hacer tú y Jake?- me interrogó. Me di la vuelta, abrazándome a su pecho.
-Jake y yo no somos cómo ellos... cierto que no se puede olvidar y perdonar de un día para otro -tomé aire -pero me gustaría que viera a las niñas, e intentar tener una relación cordial- le expliqué.
-Es vuestra decisión; a Megan le gustará tener otra abuela- me dijo con una dulce sonrisa.
-¿Te parece bien?- le pregunté con cautela, mordiéndome el labio inferior.
-Bella... si no lo intentáis y le dais otra oportunidad, conociéndoos a Jake y ti, os lo vais a reprochar siempre; no ha sido fácil para tu madre, explicaros todo eso... y no la intento disculpar... pero ella también lo ha pasado mal- me explicó.
-Lo sé-.
-Y además, tú lo has dicho, no sois como ella... y sé que con el tiempo las cosas irán mejor- me animó con una bella sonrisa.
Me perdí en sus ojos, que me miraban fijamente, con un amor y cariño que cada día crecía más, y más, y más...
-Gracias por estar a mi lado y apoyarme- le agradecí.
-Lo prometimos hace casi tres meses... en lo bueno y en lo malo- me recordó, guiñándome un ojo.
-Te amo- confesé en voz baja.
-Y yo a ti cariño- me dio un pequeño beso, apretándome en sus brazos todo lo que mi enrome barriga le permitía. Reímos por la situación, y no nos dimos cuenta de que mi madre nos observaba, con Leah a su lado, con los brazos entrelazados.
-¿Todo bien?- Leah señaló mi tripa. Asentí riéndome. Leah me guiñó un ojo, parece que ella y mi madre habían estado hablando dentro ellas dos solas.
Megan se acercó corriendo hacia nosotros.
-Mami, mami, tío lobo nos va a llevar a los columpos- dijo emocionada.
-Entonces habrá que vestirse- le dijo Edward.
-Pero quero awa- se quejó. Edward la cogió y la puso a nuestra altura.
-¿Se la pides a la abuela Renee?- le dije, señalándole a mi madre. Ella frunció la frente, pero enseguida asintió. La bajamos y se fue como una flecha hacia ella.
-Abela Enee... teno sez- mi madre me miró emocionada. Asentí con una sonrisa, observando como mi madre la cogía en brazos y le daba un beso, camino de la cocina.
El estado de mi padre mejoró. Tal y como nos había dicho el doctor Terry, a los dos días le retiraron la sedación, y poco a poco despertó... las secuelas no se tardaron en ver. Su lado izquierdo estaba paralizado totalmente, y de forma permanente. Apenas podía hablar, pero nos entendía y reaccionaba a ciertos estímulos.
Jake y yo hablamos con mi madre, a mi padre le darían el alta dentro de poco, dos semanas a lo mucho, y había que decidir qué hacíamos. Ella no quiso internarlo en una residencia, era su decisión y había que respetarla; pero mi padre iba a necesitar muchos cuidados, y María y ella no podrían solas.
Aconsejados por Carlisle y Edward, decidimos contratar a una enfermera, para que ayudara a mi madre y a María. En su despacho del piso inferior instalamos una cama articulada y todo lo necesario para que el estuviera cómodo. Los primeros días en casa fueron complicados; Jake y yo nos acercamos a hablarle un par de veces, pero siempre terminaba volviendo su vista hacia otro lado. Tal y como predijimos, aunque no pudiera hablar, conocía de sobra su estado, y lo que le pasaba, se le notaba.
Mi madre estaba feliz, ejerciendo de abuela y recuperando el tiempo con las niñas. Megan era una chiquilla abierta y cariñosa, y enseguida las cogió cariño, a ella y a María. Mi madre prometió ponerles un tobogán y columpios en el jardín, y una piscina por si veníamos en verano. En la repisa de la chimenea, enmarcadas y grandes, ahora reposaban las fotos que mi madre me pidió. Las colocó con mimo y cuidado, y la de Jake y yo caminando al altar estaba en su tocador, en el dormitorio.
Nos despedimos de ella con un cariñoso abrazo, teníamos que volver a San Francisco y a nuestros trabajos. Prometimos mantener el contacto, para saber del estado de mi padre y que ella estuviera al tanto de nosotros y de las niñas... y de la próxima llegada del nuevo miembro de la familia.
Capítulo 23: Sentimientos enfrentados
-¿Cómo que un infarto cerebral?- conseguí reaccionar al de un minuto, volviendo a preguntarle a mi madre.
-Ayer por la tarde, cuando llegué a casa, me lo encontré en su despacho, tendido en el suelo y sin conocimiento; le trasladaron en ambulancia a Seattle; le han estado haciendo pruebas toda la noche, y hoy por la mañana han confirmado el resultado- hablaba atropelladamente y muy deprisa, apenas la entendía.
-¿Y sus constantes?; ¿le han hecho un TAC craneal?; ¿ha sufrido hipoxia cerebral?- empecé a bombardear a mi madre con preguntas.
-Bella, me lo han explicado más o menos, pero yo no soy médico... lo único que les he entendido es que no saben cuánto ha estado su cerebro sin oxígeno- mi madre, sin quererlo, confirmó mis sospechas acerca de la hipoxia -además, le mantienen completamente sedado en la UCI- siguió relatando.
El silencio reinó entre la línea de teléfono durante unos minutos... no podía ser que ahora ocurriera ésto... ¿es qué nunca íbamos a poder vivir tranquilos?.
-Bella... tu padre está muy mal, y los médicos no me dan muchas esperanzas; sé que no tengo derecho a pediros ésto... pero os ruego que vengáis- volvió a pedirme mi madre.
-Voy a llamar a Jake, te llamo después- colgué, con la mirada perdida. No me había dado cuenta de qué Edward había parado el coche, mirándome preocupado.
Le conté todo lo que me había dicho mi madre, entre lágrimas. Por muy mal que me lo haya echo pasar, era mi padre... y ni Jake ni yo éramos como ellos; por supuesto que iríamos, aunque tuviera que sedar a mi hermano y meterlo inconsciente en el avión.
-Tengo que ir a Forks- le dije al terminar de contarle lo sucedido. Edward simplemente asintió.
-Pero yo me voy contigo y con Jake; ni te plantees que te voy a dejar sola- apostilló serio. No pude hacer otra cosa que asentir, ya que por mucho que le dijera que no era necesario, no me iba a enfrascar en una discusión que de antemano tenía perdida.
Salimos pitando a casa de Carlisle y Esme; Edward les contó lo que ocurría... y yo hable con mi hermano. Se quedó en silencio unos momentos... pero obviamente no puso reparos en ir a nuestro antiguo hogar, diciéndome incluso que Leah y la niña venían también.
Después de una intensa charla con Edward y mis suegros, decidimos llevarnos también a Megan, ya que no sabíamos cuánto tiempo íbamos a estar allí. Mi marido se fue al hospital, para explicar lo que había pasado y pedir permiso en el trabajo, y yo reservé los billetes para el día siguiente a la mañana. Carlisle y Esme se ofrecieron a acompañarnos; les agradecí su preocupación, diciéndoles que si empeoraba o pasaba algo malo, inmediatamente los avisaría.
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El vuelo hasta Seattle se hizo un poco largo, pero afortunadamente, lo aguanté bien, al igual que las niñas. Megan permaneció dormida casi todo el trayecto, en el regazo de Edward, y yo apoyada en su hombro.
-Tranquila mi vida... todo estará bien- me susurraba al oído; agradecía que hubiese venido conmigo, sus palabras me tranquilizaban.
Nada más aterrizar, la familia de Leah, que vivía en Seatlle, estaba allí para recibirnos. No les veía desde hacía tres años, desde la boda de mi hermano. Después de presentarles a mi marido y de que todos me tocaran la tripita, se ofrecieron a llevarnos hasta nuestra casa en Forks. Mi madre me había dicho que estaría allí, esperándonos para comer y después ir todos juntos al hospital.
Me puse muy nerviosa al volver esa fachada blanca. Todo estaba igual que cuándo me fui, hace ya más de un año. Al bajar, noté que mi hermano tenía la mirada fija en un punto indeterminado de la imponente casa; para él eran muchos recuerdos... hacía más de cuatro años desde la última vez que estuvo allí. Los hermanos de Leah nos ayudaron a descargar las cosas, marchándose rápidamente y quedando Jake y Leah con ellos por la tarde, en el hospital.
María nos recibió con lágrimas en los ojos. Ella llevaba trabajando toda la vida en nuestra casa, y era la que mejor sabía todo por lo que habíamos pasado Jake y yo.
-Bella...¡Jacob!- se apresuró a abrazarnos, sorprendida de ver allí a mi hermano. Le devolvimos el abrazo con cariño... aunque siempre permaneció en casa de mis padres, nos quería mucho.
-¿Cómo te encuentras Bells?- me preguntó, haciendo alusión a mi prominente tripa.
-Bien María, un poco cansada-.
-¿Y tú, hombrecito?- mi hermano sonrió, ella siempre le había llamado así.
-Estoy bien, como siempre- contestó. Edward y Leah se quedaron atrás, con las niñas en brazos. María les miró sorprendida.
-¡Qué alegría más grande!; habéis venido todos. Tu madre piensa que sólo veníais Jake y tu- nos explicó, acercándose a ellos.
-María, el es Edward, mi marido- le presenté. Ella, tan efusiva como siempre, le dio una cálida bienvenida.
-Es un placer conocerla- le dijo Edward con una pequeña sonrisa. Megan la miraba fijamente.
-¿No le dices hola a María?- le dijo mi marido a la niña. María miraba a mi hija con una gran sonrisa... la última vez que la vio tenía un mes y medio, antes de irnos a San Francisco.
-Oa- dijo con su peculiar vocecilla, un poco avergonzada. Después se giró hacia Leah, que tenía a Mailin en brazos. Después de abrazar a Leah, ya la conocía, cogió en brazos a la pequeña.
-Mi hombrecito es padre... felicidades Jacob, es muy guapa- mi hermano asintió orgulloso, rodeando a su mujer por los hombros. Mi cuñada estaba muy nerviosa; la última vez que vio a mi madre no fue precisamente un encuentro agradable. Nos hizo pasar adentro, explicándonos que mi madre estaba hablando por teléfono y que bajaba enseguida. La casa seguía igual que siempre; todo en su sitio, limpio, inmaculado...
-Le diré a Paul que suba luego el equipaje y...- mi madre apareció por la puerta de la sala. Parecía que le habían echado diez años encima de golpe. Nos miraba fijamente a los seis, sobre todo a las pequeñas. María decidió, sabiamente, dejarnos a solas.
-Bella, Jake... habéis venido- susurró.
-Claro que hemos venido- le dijo mi hermano.
-Y además... estáis aquí todos... pensé qu...- no se acercaba a nosotros para saludarnos, estaba muy sorprendida.
-Si las niñas te molestan aquí, podemos irnos a un hotel- le dije.
-¡No!; no por favor... aquí hay sitio de sobra para todos; ¿cómo estás Leah?- mi cuñada se envaró, pero al ver que mi madre no llevaba mala intención, como otras veces, se relajó.
-Muy bien señora Swan, lamento mucho todo lo qué ha ocurrido- expresó mi cuñada. Mi madre le dio las gracias, asintiendo con una pequeña sonrisa, y mirando fijamente a la hija de mi hermano.
-¿Cómo se llama?- le preguntó.
-Se llama Mailin, la adoptamos hace unos meses- le explicó Jake.
-Tu hermana me lo comentó, es muy guapa- le dijo. Parecía que iba a hacer un ademán por cogerla, pero bajó los brazos ante la mirada de mi hermano. Después se giró hacia donde estábamos nosotros.
-Mamá, te presento a Edward- ella asintió con un movimiento de cabeza, aceptando la mano que le ofrecía mi marido.
-Encantado de conocerla señora Swan; siento mucho lo que ha pasado-.
-Tenía ganas de conocerte; Bella me ha hablado mucho de ti- estaba sorprendida, mi madre era amable... supongo que la situación lo hacía así. Megan miraba todo a su alrededor, inquieta y cansada.
-Papá.. teno hambe- protestó arrugando el entrecejo. Mi madre rió divertida al escuchar la graciosa voz.
-Tiene las mismas expresiones que tú cuándo eras pequeña- me confesó; -¿cómo te encuentras?, ¿ya sabes que es?- me preguntó, señalando mi tripa.
-Está en mala posición y no podemos saberlo- le aclaré.
Un incómodo silencio se hizo presente en la habitación; no sabía qué decirle a mi madre, eran muchas cosas, muchos malos recuerdos...
-Voy a ver cómo va la comida... uhmmm... ¿os espero en media hora para comer?- nos preguntó con cautela.
Mi hermano y yo asentimos, y nos fuimos arriba, para acomodar a las niñas y deshacer el equipaje. Por suerte, mi antigua habitación tenía cama de matrimonio.
-¿No ha ido tan mal, verdad?- le pregunté a Edward. Éste suspiró mientras dejaba a Megan en el suelo, que se dirigió rauda hacia un oso de peluche que había junto a la almohada, el único recuerdo que quedaba de mi infancia allí.
-En principio no, se ha sorprendido mucho al vernos a todos aquí... pero creo que le ha hecho ilusión ver a las niñas; al fin y al cabo, son sus nietas- me explicó.
-También estará aturdida por todo lo que ha ocurrido con mi padre- añadí preocupada, sentándome a su lado. Me rodeó con sus brazos por los hombros.
-Tranquila cariño; no quiero que te pongas nerviosa antes de tiempo- dijo, aludiendo a que todavía tenía que ver a mi padre.
-Estoy preocupada; lo que hablamos por teléfono con el doctor Terry... no pude acabar la frase.
-Bella, todavía le están haciendo pruebas, pero... -se quedó callado. Ambos sabíamos que a mi padre le iban a quedar secuelas importantes... y que, casi seguro, no podría volver a ejercer su profesión. La puerta se abrió de repente, dejando entrever la figura de mi madre. Seguía rodeada por los brazos de Edward, que nos lo apartó en ningún momento.
-Perdón, pensé que os habríais acomodado en otra habitación- dijo avergonzada.
-No, aquí estaremos bien los tres, no te preocupes- le aclaré. Megan se acercó a ella, tirándole de la falda. Mi madre se agachó a su altura, esbozando una sonrisa.
-¿Qué deseas, pequeña?- le preguntó con un tono de voz cariñoso. Edward y yo mirábamos la escena en silencio.
-Awa; teno sez- hice ademán de levantarme para cogerla, pero mi madre se adelantó, cogiéndola en brazos.
-Vamos a la cocina con María- le dijo a Megan, pero me miró, pidiéndome permiso. Asentí alucinada... mi madre nunca había tratado así a mi hija. Edward me dio una sonrisa de ánimo, parecía de verdad que mi madre estaba ilusionada con las niñas.
Decidimos cambiarnos de ropa y organizarnos un poco en mi dormitorio, para la noche. Al bajar, nos encontramos a mi madre, todavía con Megan en brazos, charlando con Leah mientras le daba la papilla a Mailin. María revoloteaba de un lado a otro, poniendo la mesa. Megan extendió los brazos para que su padre la cogiera. Edward se acercó a mi madre con una sonrisa amable.
-Parece que tiene hambre- le dijo a ésta.
-¿Necesitáis ayuda?- nos ofreció.
Le agradecí el ofrecimiento, diciéndole que podíamos nosotros dos. Le puse un poco de la sopa de verduras que María había preparado, y efectivamente, tenía hambre, ya que se la tomó sin rechistar. Después de que las niñas terminaran de comer, ambas se quedaron dormidas. Las acostamos y bajamos a comer los mayores.
La comida pasó mayoritariamente en silencio, interrumpido solamente cuándo Jake o yo le preguntábamos a mi madre por cómo encontró a mi padre y cómo seguía su estado. Ella apenas pudo contarnos mucho, alegando que Edward y yo nos entenderíamos mejor con el médico que le estaba tratando. Después de un buen rato, nos fuimos rumbo al hospital. Leah se quedó en un parque que había enfrente con las niñas, ya que su familia se había acercado a verla.
Subí en el ascensor, franqueada por Jake y Edward en un completo silencio. El doctor Terry nos esperaba en la la unidad de cuidados intensivos, alertado de nuestra llegada.
-Supongo que son los hijos del doctor Swan- nos saludó.
-Jake Swan- le dijo mi hermano, estrechándole la mano.
-Isabella Cullen- le dije ofreciéndole mi mano; una vez la estrechó con cordialidad, le presenté a Edward, que repitió el gesto. Después de saludar a mi madre de nuevo, nos hizo pasar a los cuatro a un pequeño despacho, con una mesa y dos sillas. Mi madre y yo nos sentamos, permaneciendo Edward y Jake de pie.
-Bien, cómo ya les informé ayer, su padre ha sufrido una isquemia cerebral- empezó a relatar. Edward le aclaró a Jake en voz baja que ese era el nombre técnico del infarto cerebral.
-En el TAC se observa la obstrucción de la arteria cerebral media- nos dijo enseñándonos la prueba. Edward y yo nos acercamos.
-Ahí está- dijo mi marido, señalando el coágulo; Jake miraba sin entender nada.
-¿Qué quieres decir?- preguntó confuso.
-El coágulo ha taponado la arteria, de modo que una parte de su cerebro se ha quedado sin oxígeno y sin riego sanguíneo- le explicó.
-La arteria media cerebral es la rama principal de la carótida interna. Su territorio comprende áreas motoras, visión periférica, lenguaje...- acabé de explicarle.
-Es decir... que puede que esas funciones estén afectadas- resolvió con una mueca seria. Asentí, mientas el doctor Terry nos seguía explicando.
-El equipo de neurocirugía ha estudiado la situación; al estar solo en el momento en el que ocurrió, no sabemos a ciencia cierta cuánto tiempo estuvo su cerebro sin oxígeno. Le hemos estabilizado y sedado, ya que según los estudios que le hemos hecho, puede haber riesgo de otro episodio- nos dijo.
-¿Le han puesto tratamiento con anticoagulantes?- preguntó Edward. El doctor asintió.
-Si, por supuesto; el coágulo es de casi dos centímetros de diámetro- nos aclaró.
-Demasiado grande- susurré horrorizada. Edward me cogió de la mano, viendo que me ponía muy nerviosa.
-Bella siéntate- me dijo Jake, llevándome de vuelta a la silla. Mi madre me miraba preocupada y asustada.
-Estoy bien mamá- dije restándole importancia, acariciando mi tripa y respirando tranquila.
-¿Cree que quedarán secuelas?- Edward hablaba con el médico de mientras.
-No lo podemos asegurar, como bien sabe... pero me temo que la parálisis del lado izquierdo sea irreversible- expresó el doctor.
-¿Y el habla y otras funciones?- seguía interrogando.
-Eso no lo sabremos hasta que se retire la sedación; si no se repiten nuevos microinfartos, en cuarenta y ocho horas lo iremos despertando; ahí se verán las consecuencias- nos dijo.
Estaba horrorizada; si mi padre despertaba, aunque algunas de sus funciones se vieran afectadas, el sabría de sobra en que estado se encontraría. El doctor Terry nos dejó a solas, intentado digerir las nada alentadoras noticias.
-Es horrible- dijo mi madre, a punto de llorar.
-Y lo triste, es que el sabrá perfectamente en que estado va a quedar- Edward me leyó el pensamiento. Jake lo miró sin comprender, al igual que mi madre.
-Es neurocirujano Jake, ésto- dije señalando su TAC cerebral- es su especialidad; no va a poder volver a ejercer la medicina; ¿sabes lo qué significa eso para un médico?- le intenté explicar -¿qué una enfermedad, que conoces al milímetro, te corte los pocos años de carrera que te quedan?-.
Jake y mi madre comprendieron la gravedad de lo que les contábamos... si mi padre superaba estas cuarenta y ocho horas, sería como si hubiera muerto en vida.
Una enfermera nos interrumpió, para acompañarnos hasta donde estaba mi padre. Mi madre dijo que prefería esperarnos fuera. Jake y yo entramos, y la imagen me impresionó mucho, más de que me imaginaba. Estaba tendido en esa fría e impersonal cama, pálido y demacrado, con muchos cables conectados a su cuerpo, principalmente en los brazos y la parte superior del tórax.
-¿Para qué es todo esto, Bells?- preguntó mi hermano angustiado, señalando los cables.
-Bueno, las vías intravenosas de los brazos le suministran suero, la sedación y los medicamentos; los sensores para las constantes vitales- le expliqué, señalando los cables que tenían a la altura de corazón- -se reflejan aquí- le indicaba en la pantalla sus latidos y su tensión arterial -por el momento está estable- corroboré, mirando la pantalla de nuevo.
-El tubo endotraqueal está conectado al respirador, le ayuda a ventilar- terminé de explicarle.
¿Crees que saldrá de ésta?- me preguntó.
-Ya has oído al médico Jake; hay que esperar- le contesté. Se quedó callado unos momentos, meditando qué decir.
-¿Sabes una cosa?; puede que suene cruel... pero ¿crees que el tiempo pone a cada uno en su sitio?- preguntó, mirándome fijamente.
-No lo sé Jake... nunca nos ha querido -dije con lágrimas en los ojos -pero nadie se merece ésto- terminé de decir.
-No llores Bells... aún todo lo que hemos vivido... es nuestro padre, y no le desearía nada malo- me consoló, abrazándome.
Jake salió un momento, para bajar a ver a Leah y a las niñas. Edward y mi madre entraron en la habitación. Al ver mis ojos rojos, se acercó preocupado.
-¿Estás bien cariño?- me interrogó, abrazándome por detrás. Una de sus manos se posó en mi tripa, haciendo círculos con su dedo.
-Si, estoy bien, no te preocupes -asentí con un suspiro, dándome la vuelta para mirarle cara a cara.
-Bella, deberíamos irnos a casa; aquí no podemos hacer nada, y quiero de descanses, debes estar agotada- me dijo serio. Iba a decir algo, pero mi madre se adelantó.
-Haz caso a Edward; no sé cómo te tienes en pie, con la paliza del viaje y después venir hasta aquí-. En el fondo, tenían razón, estaba reventada.
-¿Vienes con nosotros?- le pregunté a mi madre; justo en ese momento, entraba Jake en la habitación.
-Me quedaré un poco más- dijo ella, mirando a mi padre.
-¿Te vas a casa?- me preguntó. Asentí.
-¿Quieres que nos llevemos a Leah y a la niña?- preguntó Edward. Habíamos venido en dos coches, de modo que no había problema.
-Pues casi sí, Mailin ya está cansada de estar en el carro. Yo esperaré a mamá- dijo mi hermano -tranquila, si pasa algo os llamaré- me advirtió.
El trayecto hasta casa fue silencioso, ya estaba anocheciendo, y las niñas iban dormidas. Megan apenas se despertó para cenar y volver a dormirse. Mientras metía a Megan en la cama, oí llegar a mi madre y a Jake.
En la cocina, María nos había preparado una cena ligera. Nos sentamos los cinco a la mesa; no había ningún cambio en su estado, según nos explicó mi madre, de modo que nos fuimos a la cama una vez cenamos. Nada más acostarme, me abracé a Edward, llorando en silencio. Me rodeó con sus brazos, susurrándome palabras de consuelo e intentando animarme lo mejor que podía. Me dormí envuelta en sus brazos, y no supe nada más de mi hasta el día siguiente.
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A pesar de que estaba agotada, ya no podía permanecer mucho tiempo en la cama. Mi enorme tripa de siete meses me impedía coger una buena postura. Abrí los ojos. Edward dormía profundamente a mi lado, ya que le había oído levantarse un par de veces en la noche para atender a Megan, pero no había tenido fuerzas ni para abrir los ojos.
Fue la propia Megan la que me terminó de espabilar, saliendo de la cama supletoria y acercándose a mi.
-Mami- me llamó. Me incorporé sentándome en la cama.
-Shhhsss, no despiertes a papá; ¿quieres desayunar?- asintió con la cabeza. Ambas nos pusimos las zapatillas y bajamos a la cocina. La ayudé a bajar despacito la inmensa escalera, de la mano, y llegamos a la cocina. María estaba preparando el desayuno.
-Buenos días María-.
-Buenos días a las dos; pensé que tardaríais más- nos dijo acerándose a nosotras.
-Megan se suele despertar temprano, y yo ya no aguanto mucho en la cama- ella asintió, posando una mano en mi vientre. Sonrió al notar el movimiento del bebé.
-Se mueve mucho, apenas para- le expliqué.
-A ve, a ve- mi hija alzó la mano, queriendo tocarme también la tripa. María y yo nos reímos, y ésta la sentó en el mostrador de la cocina. Le puse la manita debajo de la mía.
-¿Lo notas?- Megan me miraba extrañada.
-¿El bébe lloa?- preguntó.
-No cariño, no llora, lo que pasa es que se estira y da pataditas- le expliqué.
-Quere sali pa jugar mío- repuso con una gran sonrisa. María y yo nos echamos a reír.
-Me recuerda tanto a ti cuándo eras pequeña, tanto físicamente como en el carácter y en los gestos- dijo en un suspiro.
-Si, eso me dijo mi madre ayer- le contesté, desviando la mirada.
-Tu madre está muy contenta de teneros aquí a todos Bella; se acordó mucho de ti el diez de julio- me contó, esbocé una sonrisa, acordándome del día de mi boda.
-Yo también me acordé de ellos María, a pesar de todo- le respondí -Y Jake también- añadí. Al ver su cara, supe qué es lo que iba a decir -te he traído fotos, ¿pensabas que no verías a Jake de padrino?- su cara mostró una gran sonrisa.
-En cuánto demos de desayunar a esta señorita me las muestras- repuso satisfecha -fui a comprar ayer por la tarde cereales para las niñas, y galletas, no teníamos nada de eso- me dijo mientras se daba la vuelta.
Le di las gracias mientras sentaba a Megan en un taburete y le ponía el babero. María me acercó un bol con leche templada y cereales. Se los tomó sin rechistar, además de tres galletas de avena. Una vez desayunó la bajé, y se fue a explorar el salón, que estaba al lado de la cocina. Subí a por el álbum en un momento, y mientras yo tomaba café descafeínado y un croissant, María miraba detenidamente las fotos. Le iba explicando quién era cada uno, señalándole a los padres de Edward y a su hermano.
-Que guapísima estás hija... y tu hermano, debió ser una boda preciosa-. Asentí mientras seguía explicándole anécdotas de ese día. Justo en ese momento, mi madre entraba en la cocina, con mi hija en brazos.
-Buenos días- saludó con una sonrisa.
-Buenos días- saludamos María y yo.
-¿Has descansado?- me preguntó acercándose a mi -¿la niña ha estado cómoda?-.
-Si, no te preocupes- le agradecí. Sus ojos se iluminaron un poco al ver el álbum abierto en la mesa. Una vez María le sirvió el café, ésta salió un momento, y mi madre se sentó a mi lado, con Megan en sus rodillas.
-¿Puedo?- le acerqué las fotos. Cogí a la pequeña, mientras mi madre miraba las fotos en silencio. Las ojeaba minuciosamente.
-Abela Esme- dijo mi hija, señalando a la madre de Edward. Mi madre me miró sin comprender.
-Si cariño, la abuela- le dije acariciándole el pelo -son los padres de Edward- le expliqué a mi madre. Asintió en silencio, y siguió mirando las fotos.
-Qué guapos estáis en ésta- estudié la foto, iba camino del altar, del brazo de mi hermano.
-Si... estaba echa un flan- recordé.
-¿Podría..uhmmm... podría tener algunas copias?- me preguntó con prudencia.
-Claro, puedo encargarlas en Seatlle esta tarde; elige las que más te gusten- le ofrecí.
Eligió unas cuantas, entre ellas una de Jake y Leah con su hija, otra en la qué estábamos Edward y yo solos; a la salida de la iglesia, con Megan; una en la que posábamos Jake y yo, con Edward, Leah y las niñas, y en la estábamos Jake y yo entrando a la iglesia.
En ello estábamos, cuándo Edward entró por la cocina, aún en pijama.
-Buenos días cariño- me dio un pequeño beso -buenos días señora Swan- se giró hacia mi madre.
-Hola- saludé de vuelta, levantándome para ponerle un café. Se sentó al lado de mi madre, mientras cogía a la niña.
-Hola princesita-.
-Oa papá- Megan le rodeó el cuello con sus bracitos.
-Salís muy guapos- dijo mi madre, señalando las fotos.
-Fue un día bonito, y muy divertido- le respondió Edward.
-Tus padres deben querer mucho a Megan- dijo mi madre con una sonrisa triste.
-Para ellos es su nieta desde el primer momento en que la vieron- le expliqué a mi madre -no sé si lo sabes, Megan se apellida Cullen- mi madre estaba sorprendida.
-Le di mi apellido a la niña antes de casarnos- aclaró mi marido. Mi madre sopesó su siguiente frase.
-No lo sabía- musitó.
-Aunque no sea su padre biológico, la ha querido siempre cómo si lo fuera- le dije, mirando a Edward con una sonrisa.
-Eso se ve; gracias Edward, por cuidar de ellas y quererlas- mi madre estaba al borde de las lágrimas -siento mucho eso que dije... bueno... lo de que encontraste un padre para tu hija bastarda; tu padre no lo acep...- la corté.
-Mamá, déjalo; ya está- la actitud de mi madre estos días me sorprendía; nunca la había visto tan comprensiva y tan arrepentida.
Edward me guiñó un ojo mientras se sentaba al lado de mi madre. Nos preguntaba cosas de Megan y de nuestra vida en San Francisco. Al de menos de cinco minutos, Jake y Leah entraron en la cocina, con Mailin en brazos.
-¿Habéis descansado?- les preguntó mi madre.
-Si, la niña duerme como un lirón, en eso no tiene problemas- dije Leah. Megan bajó de las rodillas de Edward, acercándose a su prima y haciéndole cariños.
-Malin, amos a jugar- le decía una y otra vez.
Nada más entrar Jake y mi cuñada por la puerta, mi madre se quedó callada, olvidando la conversación que manteníamos los tres. De repente se puso muy nerviosa, algo la reconcomía por dentro.
-Quisiera contaros algo- nos dijo.
-Yo me llevo a las niñas fuera- nos ofreció María, que salió con ellas rumbo al jardín.
Mi madre tomó aire para empezar, pero no le salían las palabras.
-Quiero ante todo, pediros perdón; por todo lo que sucedió cuándo vuestro padre estuvo en San Francisco- empezó a relatar.
-Mamá, por favor- me dolía recordar ese episodio, y el susto de que le hubiera pasado algo a mi bebé.
-No quiero hablar de eso- siseó mi hermano, apartando su mirada de la mesa.
-Tenéis que saber por qué vuestro padre se ha comportado así con vosotros todos estos años- siguió explicando. Edward y Leah se miraron, e hicieron amago de dejarnos a solas, pero mi madre los paró.
-Quedaos, por favor- Edward me miró, buscando mi afirmación. Asentí con la cabeza, mientras tomaba su mano.
-Veréis... Charlie no es vuestro padre biológico- dijo mi madre, cerrando los ojos.
Se me congeló la respiración en ese instante; ¿ésto era una broma?... ¿por qué nunca nos dijeron nada?. Me quedé estática en mi sitio.
-¿Qué estás diciendo?- mi hermano se envaró. Las aletas de su nariz se ensancharon, bufando de rabia.
-¿Por qué nunca nos has dicho nada?- mis ojos se llenaron de lágrimas, mis hormonas me revolucionaban los sentimientos.
-Vuestro padre no quería- ella suspiró apenada -cuándo conocí a vuestro padre era un hombre maravilloso; atento, educado, simpático... me enamoré de él como una colegiala, que es lo que era- recordó con una sonrisa melancólica.
-Al empezar a salir, vuestro padre estaba empezando la residencia de medicina. Fue entonces cuándo empezó a destacar, centrándose en sus estudios y en su carrera. Cada día pasaba menos tiempo conmigo- nos seguía explicando. Los cuatros escuchábamos atentos, sin decir nada; mi hermano me miraba noqueado.
-En el último año de su residencia, me di cuenta de que el carácter de tu padre había cambiado, vivía por y para sus estudios, de modo que nos separamos. Y yo rehíce mi vida- nos explicó -entonces conocí a un muchacho honrado y noble; trabajaba de mensajero. Nos enamoramos nada más vernos... y al de pocos meses, me quedé embaraza de ti- dijo, mirando a Jake.
-Yo tenía apenas veinte años, estaba en plena carrera universitaria. No llegasteis a conocer a mis padres; ellos tenían dinero y una posición social importante... y nunca aceptaron esa relación-.
Edward me agarraba de la mano, dándole caricias por debajo de la mesa; apoyé mi cabeza en su hombro, siguiendo el relato de mi madre.
-Me echaron de casa, y obviamente me fui con él- recordaba con lágrimas en los ojos -fue un año maravilloso; tres meses después que tú nacieras -dijo mirando a mi hermano -tuvo un accidente mientras estaba trabajando... y murió- dijo cerrando los ojos. Leah se llevó la mano a la boca, horrorizada.
-Su furgoneta de reparto se salió de la calzada- dijo ella, en voz baja -desde que dejé la casa de mis padres, habíamos vivido con lo justo y necesario. Pedí ayuda a vuestros abuelos, ya estaba embarazada de ti- me sonrió triste -pero me la negaron... de modo que acudí a vuestro padre-.
Calló un momento, perdiéndose en sus recuerdos.
-¿Por qué?- preguntó mi hermano -¿por qué nunca hemos sabido nada de ésto?- le reprochaba enfadado. Leah le apretó en hombro, instándole a que dejara seguir hablando a mi madre.
-Vuestro padre me dijo que aun me amaba... y yo le creí. Se ofreció a criaros como hijos suyos, dándoos su apellido; pero nunca me perdonó que yo, en ese tiempo, hubiera estado con otro hombre-.
-No lo entiendo, se supone que estabais separados- le dije, confusa.
-Ya conoces el carácter de tu padre, celoso, posesivo, frío... -prosiguió el relato -me di cuenta de mi error cuándo tu naciste; por mucho que os hubiera reconocido como sus hijos, nunca os querría como tal- sollozó.
-No quiso tener hijos propios; y el se centró en su carrera y en sus conferencias. Sabía que tenía amantes en cada ciudad a la que iba... y yo, sobrepasada por la situación, os eché indirectamente la culpa a vosotros- explicó agachando la cabeza, avergonzada y humillada.
-¡Eso no es excusa!; ¡nosotros no teníamos culpa de nada!- bramó mi hermano, golpeando la mesa con el puño.
-Lo sé Jake... y créeme que he pagado mis errores con creces; me he perdido la vida de mis hijos- balbuceó en voz baja -reconozco que yo también busqué consuelo en brazos ajenos-.
-Pero la abuela Swan nos quería... y no éramos sus nietos- dije yo.
-Ella os quiso mucho, pero nunca quiso contradecir a su hijo- aclaró -vuestro padre me dijo al casarme con él que si os decía algo de ésto en el futuro, se desentendería de vosotros. Quería que tuvierais la mejor educación posible, un hogar y...- la corté.
-La educación la tuvimos... por eso mi padre me echó en cara el haberse ocupado de mi, de pagarme la carrera- respondí furiosa, recordando una vez más el incidente en nuestra casa.
-Cuándo te quedaste embarazada de Megan, cierto es que me enfadé mucho... porque al no saber quién era el padre, te vi sola, criando a tu hija... y no quería que cometieras mis errores, cosa que tu padre me echó en cara en ese momento- confesó.
-Sé que jugué con fuego esa noche... y me quemé... pero era mi vida, y yo decidí tener y criar sola a mi hija en ese momento- le respondí furiosa.
-Te juzgué mal Bella... y cuándo llamastes aquí, diciendo que te casabas y que estabas otra vez embarazada... no pensé que Edward adoptaría a Megan, y que la querría tanto... que os querría tanto; espero me disculpes, por haberte juzgado mal- Edward le dio una sonrisa de ánimo, asintiendo con la cabeza.
-¿Y la noche en que yo discutí con papá y me fui de casa?- le interrogó Jake.
-Tu padre nunca aceptó que no quisieras ir a la universidad... y no aceptó tu relación con Leah por...- no la dejó terminar.
-¿Por pertenecer ella a una familia normal y corriente?, ¿sin dinero?; pues déjame decirte que el dinero no da la felicidad... a la vista está- siseó furioso.
-Lo sé Jake... pero yo no quería que os faltara de nada...- mi hermano la cortó enfadado.
-Tú misma no has mirado otra cosa que el dinero y el que dirán ajeno... no me vengas con cuentos... y si tu te enamoraste de nuestro... padre...- mi hermano hizo una mueca extraña al decirlo- ¿por qué no me apoyaste?; el tampoco tenía dinero ni posición- rezongó cabreado. Leah aguantaba las lágrimas, tratando de calmarlo.
Mi madre agachó la cabeza, quitándose las lágrimas.
-Lo sé Jake... tú y tu hermana nunca tuvisteis culpa de nada... y yo cansada, hastiada de este infierno, la pagué con vosotros- admitió con voz rota.
-Por eso, aunque él te pedía el divorcio... -até cabos de muchas cosas.
-Tu padre quería el divorcio... pero si nos divorciábamos, no se haría cargo de vosotros... mis padres me desheredaron y podríamos haber acabado los tres en la calle...- la corté.
-No digas más- le pedí.
Respiré profundamente, asimilando todo lo que mi madre nos estaba diciendo. Ella había sufrido y aguantado lo que no está en los escritos... pero eso no me valía; ¿por qué nos trató también así... sin cariño, ni amor...?.
-¿Por qué nos lo cuentas?, ¿por qué ahora?- pregunté con un hilo de voz.
-Ayer, al veros todos aquí... a ver a mis nietas... se me encogió el corazón; me he perdido muchas cosas-.
-Demasiadas- dijo mi hermano, con tono sarcástico.
-Cuándo te llamé por teléfono, dos días antes de que te casaras... quería decirte tantas cosas...- sonrió triste- le insistí a tu padre que me dejara ir a Santa Cruz, quería veros, aunque fuera de lejos... pero no me dejó- explicó.
-Nos dijo que nos volviéramos a pisar esta casa, que ya teníamos otra familia- recordó mi hermano.
-Sé que los padres de Edward son una gente encantadora... y que os han acogido a todos en la familia- dijo señalándonos a los cuatro -eso le reventó a tu padre, me lo confesó-.
-¿Y si papá se recupera?; ¿le explicarás qué lo sabemos?- interrogué.
-Si- afirmó -y me da igual lo que piense- añadió. Suspiró, meditando las palabras que iba a decir a continuación.
-Sé que no se puede olvidar y perdonar fácilmente, pero no quiero perderme ver crecer a mis nietos... y recuperar un poco la relación con vosotros; la casa, desde ayer, parece otra- nos dijo con pena en su voz.
-No, no se puede- dijo mi hermano, con un hilo de voz -¿cómo se llamaba?- interrogó.
-¿Quién?- preguntó mi madre, sorbiéndose las lágrimas.
-Nuestro... padre biológico- le aclaró.
-Cómo tu... Jacob- .
-Necesito salir fuera- dije levantándome.
Salí al jardín, observando a María con las niñas. Lloré amargamente, por todo lo que había escuchado en la cocina. El corazón me oprimía el pecho, después de esa confesión de mi madre. Ella también había sufrido... pero no podía olvidar todo el infierno que había vivido de la noche a la mañana.
-Bella- me llamó mi hermano.
Me di la vuelta, abrazándole fuertemente. Ambos lloramos de rabia, de enfado, de incomprensión...
-No llores más Bells... no te conviene en tu estado- me dijo una vez nos separamos. Asentí con la cabeza, mirándole fijamente.
-¿Crees que podremos?- le pregunté simplemente.
-No lo sé Bells... no se puede olvidar todo de la noche a la mañana- hizo una pausa -¿tú que piensas?-.
-Creo lo mismo, pero podemos retomar la relación poco a poco, y dejar que vea a las niñas- le propuse.
-Me parece bien, poco a poco- dijo él. Me dio una sonrisa de ánimo, acercándose a las niñas. Mailin gateaba y Megan la seguía, también gateando.
Me quedé observando a mi hija y a mi sobrina jugar por el jardín, felices y ajenas a todo, hasta que sentí los brazos de mi marido rodearme. Entrelacé nuestras manos, unidas en mi vientre.
-¿Estás bien preciosa?- asentí con un suspiro, apoyando mi cabeza en su pecho.
-Asimilando y entiendo muchas cosas, muchas actitudes y situaciones- confesé. Me dio un beso en el pelo.
-Es normal cariño... ¿qué vais a hacer tú y Jake?- me interrogó. Me di la vuelta, abrazándome a su pecho.
-Jake y yo no somos cómo ellos... cierto que no se puede olvidar y perdonar de un día para otro -tomé aire -pero me gustaría que viera a las niñas, e intentar tener una relación cordial- le expliqué.
-Es vuestra decisión; a Megan le gustará tener otra abuela- me dijo con una dulce sonrisa.
-¿Te parece bien?- le pregunté con cautela, mordiéndome el labio inferior.
-Bella... si no lo intentáis y le dais otra oportunidad, conociéndoos a Jake y ti, os lo vais a reprochar siempre; no ha sido fácil para tu madre, explicaros todo eso... y no la intento disculpar... pero ella también lo ha pasado mal- me explicó.
-Lo sé-.
-Y además, tú lo has dicho, no sois como ella... y sé que con el tiempo las cosas irán mejor- me animó con una bella sonrisa.
Me perdí en sus ojos, que me miraban fijamente, con un amor y cariño que cada día crecía más, y más, y más...
-Gracias por estar a mi lado y apoyarme- le agradecí.
-Lo prometimos hace casi tres meses... en lo bueno y en lo malo- me recordó, guiñándome un ojo.
-Te amo- confesé en voz baja.
-Y yo a ti cariño- me dio un pequeño beso, apretándome en sus brazos todo lo que mi enrome barriga le permitía. Reímos por la situación, y no nos dimos cuenta de que mi madre nos observaba, con Leah a su lado, con los brazos entrelazados.
-¿Todo bien?- Leah señaló mi tripa. Asentí riéndome. Leah me guiñó un ojo, parece que ella y mi madre habían estado hablando dentro ellas dos solas.
Megan se acercó corriendo hacia nosotros.
-Mami, mami, tío lobo nos va a llevar a los columpos- dijo emocionada.
-Entonces habrá que vestirse- le dijo Edward.
-Pero quero awa- se quejó. Edward la cogió y la puso a nuestra altura.
-¿Se la pides a la abuela Renee?- le dije, señalándole a mi madre. Ella frunció la frente, pero enseguida asintió. La bajamos y se fue como una flecha hacia ella.
-Abela Enee... teno sez- mi madre me miró emocionada. Asentí con una sonrisa, observando como mi madre la cogía en brazos y le daba un beso, camino de la cocina.
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El estado de mi padre mejoró. Tal y como nos había dicho el doctor Terry, a los dos días le retiraron la sedación, y poco a poco despertó... las secuelas no se tardaron en ver. Su lado izquierdo estaba paralizado totalmente, y de forma permanente. Apenas podía hablar, pero nos entendía y reaccionaba a ciertos estímulos.
Jake y yo hablamos con mi madre, a mi padre le darían el alta dentro de poco, dos semanas a lo mucho, y había que decidir qué hacíamos. Ella no quiso internarlo en una residencia, era su decisión y había que respetarla; pero mi padre iba a necesitar muchos cuidados, y María y ella no podrían solas.
Aconsejados por Carlisle y Edward, decidimos contratar a una enfermera, para que ayudara a mi madre y a María. En su despacho del piso inferior instalamos una cama articulada y todo lo necesario para que el estuviera cómodo. Los primeros días en casa fueron complicados; Jake y yo nos acercamos a hablarle un par de veces, pero siempre terminaba volviendo su vista hacia otro lado. Tal y como predijimos, aunque no pudiera hablar, conocía de sobra su estado, y lo que le pasaba, se le notaba.
Mi madre estaba feliz, ejerciendo de abuela y recuperando el tiempo con las niñas. Megan era una chiquilla abierta y cariñosa, y enseguida las cogió cariño, a ella y a María. Mi madre prometió ponerles un tobogán y columpios en el jardín, y una piscina por si veníamos en verano. En la repisa de la chimenea, enmarcadas y grandes, ahora reposaban las fotos que mi madre me pidió. Las colocó con mimo y cuidado, y la de Jake y yo caminando al altar estaba en su tocador, en el dormitorio.
Nos despedimos de ella con un cariñoso abrazo, teníamos que volver a San Francisco y a nuestros trabajos. Prometimos mantener el contacto, para saber del estado de mi padre y que ella estuviera al tanto de nosotros y de las niñas... y de la próxima llegada del nuevo miembro de la familia.
Última edición por Atal el 23/7/2010, 5:55 pm, editado 1 vez
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Re: Curando un corazón (+18) Completo
Capítulo 24: Una nueva vida
Más de un mes había pasado desde nuestra estancia en Forks; en todo este tiempo traté de asimilar todo lo que había sucedido; la enfermedad de mi padre, la confesión de mi madre...
Un cúmulo de verdades y confesiones que aún trataba de digerir, sobre todo la cuestión de mi padre biológico. Intenté ponerme en el lugar de mi madre; yo también me vi embarazada y sola... y ella aguantó y calló mucho, por no contradecir y enfadar a mi padre... pero podría haberme entendido, había pasado por lo mismo que yo... y por mucho que la relación con ella esté mejorando, todavía no podía olvidar ciertas cosas y actitudes que sufrimos Jake y yo en nuestra infancia... precisamente, los que menos culpa teníamos, éramos los que más habíamos sufrido.
Cierto es que ahora la relación era cordial, tirando a buena. Hablaba con ella una vez a la semana, para ver cómo iba mi padre, y ella estar pendiente de mi próximo parto y de cómo estábamos los tres. A mi hermano todavía le costaba hablar con ella de manera educada y calmada, pero poco a poco lo iba consiguiendo.
El ruido del agua hirviendo me devolvió a la tierra. Estaba preparando unos spaguettis con salsa boloñesa, comida favorita de Megan, por cierto. Apenas me faltaban tres semanas para salir de cuentas, y ya no sabía dónde meter mi redondo y enorme vientre. Debido a lo avanzado de mi embarazo, había cogido la baja laboral, aconsejada por todo el mundo, que ahora, a cada movimiento que hacía, ya los tenía pegados a mi como lapas.
Eché la pasta en la olla y me dispuse a buscar el orégano, cuándo Megan entró en la cocina, empujando su carrito de bebés, obviamente de juguete, con dos de sus muñecas dentro.
-Mia mami, los bebés mimen- me señaló a las muñecas, que las llevaba tapadas.
-¿Están durmiendo?; pues entonces no hay que hacer ruido- le dije poniéndome un dedo en los labios y bajando el tono de voz. Sonreí mientras ella asentía, llevándose su dedo a la boca.
-¿El bebé gande mime?- me susurró, señalando mi tripa con su manita.
-Pues...- busqué movimiento, pero ahora estaba de lo más tranquilo, cosa rara -si, está dormido- asentí con la cabeza. Una cosa tenía clara, sería un Swan de los pies a la cabeza... terco... o terca, porque seguíamos sin saber qué era, además ahora apenas podía moverse y cambiar de postura, de modo que tras la última visita al obstetra, al volver de Forks, desistimos por aburrimiento.
Finalmente, Esme y yo decidimos pintar la habitación de un color verde clarito, así servía tanto para niño o para niña. La cenefa de la habitación era muy graciosa, con animales. Por lo menos si era niña ya tendría la ropita... como fuera niño, ya me veía a Rose, Alice y Esme ir corriendo a las tiendas, porque preferí no arriesgarme y no comprar mucha; lo poco que compré eran bodies y pijamitas unisex, con gorritos y manoplas blancos y amarillos. Aparte de eso, todo estaba preparado para recibir al nuevo miembro de la familia.
-Mami, ¿cando vene papá?- preguntó mi pequeña. Iba a responderle, pero oí el ruido del motor del coche.
-Pues acaba de llegar- le dije, cogiéndola de la mano y saliendo al recibidor. Nada más abrir la puerta, corrió a los brazos de Edward.
-¡Oa papi!-.
-Pero si está aquí la princesa de la casa- dijo levantándola y elevándola por encima de su cabeza. Ella rió, agarrando su pelo en sus puñitos.
-¿Has jugado mucho?- le preguntó, todavía con ella en brazos. Asintió con la cabeza, mientras se acercaban a mi posición.
-¿Y para la otra princesa no hay beso?- pregunté con una sonrisa inocente.
-Hummm... creo que mamá está celosa- le dijo a la niña dijo con burla; me dio un pequeño beso, que devolví gustosa.
-¿Qué tal el día?- le interrogué camino de la cocina.
-Tranquilo; sólo tenía una operación programada, de modo que para las doce ya había terminado- me explicó.
-Es verdad, ¿cómo ha ido la trasposición esofágica?- pregunté interesada. Era un procedimiento poco común, que se hacía en contados hospitales del país.
-Bien, con el instrumental nuevo es coser y cantar. Hemos hecho turnos, junto con cardio- me explicaba, dejando a Megan en el suelo.
-De modo que has operado con Emmet- musité interesada.
Una vez la comida estuvo lista, dimos de comer a la pequeña, que cayó rendida en una tranquila siesta, y nos sentamos nosotros, pero el teléfono de mi marido interrumpió nuestra comida y el debate profesional que manteníamos. Habló durante unos minutos, colgando con expresión sorprendida. Le hice un gesto con la cabeza, preguntando quién era.
-Era el doctor Gills; ¿recuerdas el artículo que escribí hace unos meses?- me interrogó.
-¿El de los casos de hipocalcemia aguda en postoperarorios de cirugías de tiroides?- interrogué ansiosa. Le llevó muchas horas y meses hacer las comparativas y el estudio. Asintió con la cabeza.
-Van a publicarlo el mes que viene- me dijo, todavía asombrado.
-¡Edward!-; felicidades cariño- le abracé emocionada. Me apretó entre sus brazos.
-Es una gran noticia- le dije contenta y feliz, para nosotros los médicos era un gran reconocimiento que publicaran algún ensayo de nuestro puño y letra. Pero su cara cambió.
-¿Qué ocurre?-.
-Verás... el doctor Gills quiere que vaya con el a Nueva York, para exponer el caso- me explicó.
-¿A la convención de cirugía general?- interrogué.
-Ajá...-.
-¿Y qué problema hay?- no entendía nada.
-Pues que no te quiero dejar sola; estás apunto de dar a luz y...- lo corté.
-¿Cuándo sería eso?.
-Me tendría que ir mañana por la mañana, y regresar el viernes por la noche- me explicó. Hoy era lunes.
-Pues ya puedes hacer la maleta; Edward, me quedan tres semanas, y no tengo ni una sola contracción- rodé los ojos.
-Ni hablar Bella; mis padres no están -me recordó -y no quiero que estés sola con Megan... casi no te puedes ni mover- dijo. Cierto, Esme y Carlisle estaban en Sacramento, California, en las bodas de plata de unos amigos, y se quedaban toda la semana allí.
-¿Me estás llamando torpe?- mis lágrimas bajaron por mi cara. Estaba muy sensible y nerviosa... y las hormonas no ayudaban para nada.
Se pasó las manos por el pelo, nervioso.
-No quise decir eso cariño... per- no le dejé seguir hablando.
-Debes ir... además está Jake, Emmet... sola sola no estoy- hipé, poniendo un puchero, igual al los de mi hija.
-Está bien... pero que te quede claro que no te he llamado torpe- aclaró serio. Asentí cansada.
-Perdona... las hormonas- me intenté excusar. Me besó en la frente, asintiendo con una sonrisa.
Al final logré convencerle para que fuera, era una gran oportunidad... me costó lo mío, y aún así no se fue muy conforme.
Megan y yo lo llevamos al aeropuerto al día siguiente, quedando en que si pasaba algo le llamaría de inmediato. Regresamos a casa, y el día pasó tranquilo. Por la tarde Megan y yo fuimos a dar un paseo, ya que me convenía andar para que el bebé se terminar de encajar. Terminamos en el parque; Megan se dedicó a corretear y a jugar durante el resto de la tarde, mientras yo leía un libro.
Regresamos a casa casi a las ocho;después de conseguir que la pequeña se metiera a la bañera, estaba dándole su cena cuándo sonó el timbre de la puerta. Al abrirla me encontré con Emmet y Rosalie, parados en el umbral y con una pequeña maleta.
-Hola, qué sorpresa- dije después de darles dos besos.
-¿Dónde podemos acampar?- preguntó mi cuñado, agarrando la maleta y metiéndose dentro de casa. Miré a mi cuñada, que se encogió de hombros mientras me explicaba.
-Edward nos llamó ayer por la noche, y nos dijo que te vigiláramos- aclaró ésta.
-Ya... ¿y para eso tenéis que mudaros a mi casa?- pregunté incrédula.
-Eso mismo les dije anoche, pero ya conoces a los hermanos Cullen, parece mentira que sean médicos- contestó resignada. Rodé los ojos, hablaría con mi marido largo y tendido.
Les hice pasar, dirigiéndonos a la cocina, dónde Megan seguía sentada en su trona.
-¡Tía Ros, tío oso!- alzó sus bracitos y su tío la cogió. La llenaron de besos y de mimos, y Megan encantada de la vida, adoraba sus tíos.
Dejamos a Emmet con la niña, y Rose y yo subimos a preparar la habitación de invitados.
-¿Cómo te encuentras?- preguntó mientras poníamos las sábanas.
-Ni una sola contracción, así que me parece que tenenos para rato- suspiré con una sonrisa -cuéntame, ¿cómo va todo por el servicio?-.
-Pues sin mayores novedades; al menos hasta que cogí anteayer las vacaciones, el hospital no se ha caído- me explicó con una sonrisa.
-Puedo ir a trabajar perfectamente, no sé por qué tengo que estar en casa- siseé con fastidio. Rose me dio una seria mirada, así que opté por no seguir protestando. Siguió contándome las últimas novedades y cotilleos, hasta que oímos ruidos en la habitación de Megan. Al asomarnos, vimos a Em y a la pequeña, sentados en el suelo, cada uno con una muñeca entre sus brazos.
-Tene hambe, dale el bibe- le dijo a su tío, tendiéndole un biberón de juguete. Emmet rodó los ojos, mientras hacía lo que la niña le indicaba.
-Así no... despacito- le riñó Megan -le haces pupa a la nena-.
Rose y yo nos echamos a reír.
-Parece que el tío oso ha sucumbido al encanto de las muñecas, al fin- dije, burlándome de mi cuñado.
Emmet nos lanzó una mirada furibunda a su novia y a mi, que nos carcajeábamos de lo lindo.
-Vamos a ver qué preparamos de cena; intenta dormirla- le dijo Rose.
Una vez bajamos a la cocina, enterré mi cabeza en la nevera. No había ido a hacer la compra, de modo que optamos por pedir comida a domicilio. Pedimos comida thailandesa, y entre que la niña se durmió, cenamos y recogimos, nos dieron casi las once de las noche.
Al acomodarnos en el sofá, me di cuenta de que me había olvidado mi helado de chocolate. Me levanté y rebusqué por todo el congelador... pero no había, ¡mierda!. Volví a la sala y me senté con cara mustia. Rose dejó su café en la mesita, mirándome preocupada.
-¿Te ocurre algo Bella?-.
-No, es que no he ido a hacer la compra, y no tengo helado de chocolate, y siempre me apetece después de cenar- le expliqué con un puchero. Ella rió, girándose a su novio, que daba un sorbo a una cerveza.
-Emmet, ¿podrías acercarte a por helado?- los ojos de mi cuñado se abrieron de la sorpresa.
-Edward no me dijo que los antojos entraban dentro de las funciones- protestó, mirando la hora. Le puse carita de pena.
-Por fa Em... anda- junté las dos manos, cual niña de primera comunión. Rose arqueó una ceja, mirándole seria.
-Per... vale- se levantó, buscando las llaves del coche.
-De chocolate y almendras tostadas- le recordé.
-Y de fresa con nata- añadió Rose, con una inocente sonrisa.
Oímos los juramentos de mi cuñado, mientras cerraba la puerta. Al de una hora, apareció de nuevo por casa.
-¿Dónde has ido por los helados?, ¿al Polo Norte?- le preguntó Rosalie.
-En todos los sitios que he mirado no había; me he ido hasta la otra punta de la ciudad... para que luego digáis- rezongó cruzándose de brazos. Le dimos un beso en la mejilla, y nos sentamos a devorar las terrinas.
-Dejad algo para mañana... os vais a poner como una vaca- nos advirtió. Me quedé mirándolo con la cuchara en la boca. Rose por poco se lo carga.
-Ya sé que estoy muy gorda, pero es que tu sobrino o sobrina me mata de hambre- me intenté excusar, poniendo un puchero. No pude evitar que una lágrima cruzase mi cara.
-No llores Bella... ainsss... te afecta todo, no le hagas caso a este- me dijo Rose -ves, ¿por qué no estarás calladito?- bufó Rosalie.
-Perdona cuñada- dijo fastidiado. Asentí, y seguí devorando mi helado.
El miércoles y el jueves pasaron sin mayores complicaciones. Debo reconocer que era agradable tener un poco de compañía, aunque al hablar con Edward le medio eché la bronca, por tenerme con niñeras. Por mucho que le dije, lo pude sentir darme la razón rodando los ojos.
El viernes me despertó un doloroso calambre en los riñones. Ya era imposible que estuviera mucho en la cama, de modo que me levanté temprano. Hice el desayuno para todos... pero no se me pasaba, el calambre iba y venía, no era continuo, pero tenía el cuerpo raro.
Al principio pensé que eran contracciones, y sin que Emmet y Rose se percataran, fui al baño y con un espejo de mano me intenté mirar haber si había dilatado algo; podía sonar un poco raro... pero era una de las ventajas de ser médico. Al no ver nada anormal, más que los dos dichosos centímetros que llevaba dilatados desde hace unos días, bajé a la cocina, para reunirme con el resto. La mañana pasó tranquila, y decidí acostarme un rato después de comer. Debía de llevar una hora dormida, cuándo Rose entró en la habitación.
-Bella- me zarandeó con suavidad -Bella, ¿cómo estás?-.
Abrí un poco los ojos.
-Bien, necesitaba echarme un poco- la tranquilicé.
-Vamos a llevarnos a Megan un rato al parque, así descansas; si necesitas algo nos llamas. Estaremos por el barrio- asentí, dándole las gracias.
A eso de las seis de la tarde, el sonido del móvil me despertó. Extrañada lo cogí. Edward no podía ser, ya que había hablado al mediodía con el, justo antes de que cogiera el avión de vuelta. Por suerte, era mi madre. Estuve hablando un buen rato con ella, más de una hora. Al colgar eché una ojeada al reloj... las siete y media de la tarde. Emmet, Rose y la niña todavía no habían vuelto del parque. Bajé a la cocina, parecía que estaba bastante mejor, y ya no me dolían los riñones. Me senté en la silla, con un vaso de leche caliente y unas galletas, justo al acabar de merendar, oí la puerta. Megan estaba encima de los hombros de Emmet, riendo sin parar.
-¿Lo has pasado bien?- interrogué a mi pequeña.
-Tío oso me ha compao chuches- dijo con una sonrisa.
-¿De verdad?- interrogaba divertida. Me hacía mucha gracia oírla hablar.
Nos acomodamos en el sofá de la sala, mientras Megan y Emmet jugaban por el suelo.
-No sé quién es más niño- decía Rose, mirando a su novio con paciencia.
-Tienes que reconocer que será un padre estupendo- observé. Ella asintió con una pequeña sonrisa.
Después de un rato, Emmet subió a bañarla, y Rose y yo nos enfrascamos en la cena. Decidí hacer ensalada de pasta, con pollo relleno.
Ya teníamos todo en la mesa, cuándo sentí un dolor horrible sacudirme la columna. Ahogué un grito, agarrándome a la encimera.
-¡Bella!- Rose se acercó asustada, pero la tranquilicé.
-Tranquila, estoy...- no pude seguir hablando, ya que sentí líquido por mis piernas... estaba rompiendo aguas.
-...de parto- iba a decirle que estaba bien, pero me quedé con la palabra en la boca.
-¡Por dios!; si aún quedaban quince días- murmuró Rosalie, todavía paralizada.
-Díselo al que está aquí- le contesté burlona, señalando mi tripa.
-¡Emmet!- chilló nerviosa -¡Emmet!- éste apareció por la cocina, enojado.
-No chilles, que Megan está medio dormida; ¿qué pasa?-.
-Nos vamos al hospital, acaba de romper aguas- le dijo, señalándome.
Se quedó estático unos segundos, hasta que el chillido de Rosalie le hizo moverse.
-¡Saca el coche del garaje!, ¡muévete!- dicho y hecho, vi a Emmet histérico, dándonos órdenes y buscando las llaves del coche.
-Llévala al coche; voy arriba a por las maletas- desapareció pitando escaleras arriba.
-Hay...- una contracción me dejó sin habla unos minutos.
-Respira Bella, tranquila- Rose me sujetaba una mano, mientras yo intentaba hacer lo que me decía.
-Hay que llamar a mi hermano, la niña- le recordé. Asintió, cogiendo su móvil y marcando. Colgó y volvió a marcar, pero nada.
-No contestan- me dijo frustrada. Emmet llegó a nuestro lado.
-¿Qué pasa?, ¡¿por qué no estás en el coche?- preguntó a voces.
-No chilles- siseó su novia -hemos llamado a Jake para que vengan a buscar a Megan, pero no cogen- le explicó.
-¡Joder!- bramó -¿qué hacemos entonces?-.
-Nos la llevamos, no podemos dejarla aquí. Intentaré localizarles desde el hospital- le dijo.
Rose me ayudó a subir al coche, mientras Emmet volvía a buscar a la niña. Venía con ella en pijama y con un abrigo por encima.
-Mami- me llamó rascándose los ojitos.
-Tranquila cariño, el bebé va a nacer- le dije entre muecas de dolor.
-¿Va a sali ya?- preguntó emocionada. Asentí con una pequeña sonrisa, pero me vino otra contracción, y no pude evitar el chillido de dolor.
Emmet arrancó, mientras Rosalie, girada en el asiento delantero, tomaba mi mano, ayudándome a respirar.
-Eso es Bella, respira- me decía. Me fui calmando, pero las contracciones eran ya muy seguidas. Rose las iba controlando.
-Emmet, acelera; las tiene cada cuatro minutos... a este paso da a luz aquí- le dijo. El camino se me hizo interminable; encima, mi cuñado iba a todo gas, saltándose los semáforos y pillando todos los baches.
-¡Por el amor de dios Em!, ¿quieres ir con mas cuidado?- le chilló rose -así Bella, inspira, expira... muy bien- oímos una fuerte y gutural respiración... de Emmet.
-¡Tú no imbécil, ella!- le dijo su novia.
-¡Me estoy poniendo histérico!- dijo él, tomando la curva, ya veíamos el edificio.
Nada más aparcar, ya estaban Jasper y Alice esperándonos. Subieron conmigo, mientras Emmet y Rose se quedaban a tramitar mi ingreso e intentar localizar a todo el mundo.
Nada más llegar Sally, una de las matronas, tras revisarme, me pasó directamente a dilatación.
-Estás ya de cinco centímetros... ¿quieres epidural?- me preguntó. Asentí con una mueca, e inmediatamente entró Jasper a ponérmela.
-Tranquila- me dijo medio riéndose.
-Es desagradable que te la pongan- le aclaré con un mohín, acordándome de todas las parturientas a las que yo se la ponía.
Al de veinte minutos, la anestesia empezó su trabajo, y pude relajarme un poco. Jazz se quedó conmigo, y enseguida Alice, Rose y Emmet aparecieron por la habitación.
-¿Y la niña?- pregunté.
-Está con Seth y Leslie afuera- me aclaró Alice, mirando el monitor.
-¿Habéis localizado a alguien?- pregunté a Rosalie.
-Jake y Leah vienen para acá, estaban de cena con unos amigos. También hemos llamado a Esme y Carlisle, van a coger el primer avión que puedan- me explicó.
-¿Y Edward?- preguntó Jasper, revisando también el monitor.
-El móvil da apagado; todavía estará en el avión- contestó.
-Su vuelo aterriza en unos minutos, de todas formas sigo insistiendo- dijo ella.
Suspiré con paciencia, que nochecita para ponerme de parto.
EDWARD PVO
Estaba esperando al equipaje e intentando, sin ningún éxito, encender el teléfono... pero se había quedado sin batería.
Una vez salió mi maleta, cogí un taxi, rumbo a mi casa. Estaba seguro de que me esperaría una pequeña charla, por ponerle a Rose y Emmet de canguros... pero me daba igual lo que dijera. Había estado muy nervioso estos días, no quería separarme de ella en su estado... pero siempre que hablaba con ella me decía que estaba bien y que aun faltaban dos semanas.
Una vez pagué al taxista, abrí la puerta de casa. Reinaba un silencio sepulcral. Extrañado miré el reloj, eran sólo las once menos cuarto de la noche, un poco pronto para que estuvieran en la cama.
Fui encendiendo las luces, pero nada. Al llegar a la cocina y ver la mesa puesta, y la comida encima, un terror se apoderó de mi.
-Mierda- salí corriendo escalera arriba, no había nadie, ni siquiera la niña estaba en su cama. Sin decir una palabra y sin pensar, volé escaleras abajo, camino del garaje.
Mi coche no estaba; supuse que Emmet se lo había llevado al hospital para poder llevar a Megan en su silla, así que cogí el inmenso jeep de mi hermano, pisando el acelerador a fondo.
Llegué al hospital en un tiempo récord. Nada más verme Madison, me dijo el número de habitación de mi mujer. Abrí con un portazo... y estaban todos allí menos la cama y ella.
-¡Por fin!- alabó Alice, elevando los brazos.
-¡¿Se puede saber dónde coño metes el móvil?- chilló Emmet furioso.
-¡No tenía batería, listillo!; se me descargó en el avión- respondí histérico -¿dónde está Bella?, ¿y la niña?- pregunté nervioso.
-Edward, cálmate- me tranquilizó Jasper. -Megan está con Seth y Leslie, y a Bella ya la han metido al paritorio, así que ve a cambiarte- me ordenó. Bajé a mi taquilla, a ponerme mi pijama de trabajo. Una vez volví a maternidad, me encontré con Sally.
-Edward, gracias a dios, llegas justo a tiempo, vamos- me instó. Los chicos me desearon suerte, y me dispuse a seguir a Sally.
Al entrar Bella ya estaba empujando, con el doctor Simmons y Nancy, otra de las matronas. Me acerqué corriendo a la camilla.
-¡Bella!, cariño lo siento; me quedé sin batería y...-.
-No te preocupes- consiguió decir entre jadeos -llegas a tiempo; acabo de empezar a empujar- me dijo con una pequeña sonrisa.
Retiré un poco el sudor de su frente, y me posicioné detrás de ella, sujetando sus manos mientras hacia fuerza.
-Bien, cariño, bien- le animaba.
-Vamos Bella, ya casi está fuera la cabeza; un par de empujones más y está aquí- le dijo el doctor Simmons.
Mi mujer se incorporó un poco, y agarrándose a la camilla, soltó un pequeño grito mientras daba el último empujón con todas sus fuerzas. Menos mal que no le dolía, pero estaba exhausta del esfuerzo. Tomé su mano, y la ayudé a incorporarse un poco para favorecer la fuerza... y llegó.
Un llanto envolvió la habitación. Besé a Bella suavemente, mientras la ayudaba a recostarse de nuevo.
-Muy bien cariño- le dije en voz baja. Ella me sonrió, cansada y agotada. Sally se acercó con un bultito, envuelto en una mantita blanca, que me tendió con una gran sonrisa.
-Enhorabuena Edward... es un niño precioso-. Mis lágrimas ya habían hecho acto de presencia, al igual que las de Bella.
Mi hijo... nuestro pequeño milagro... tenía los ojitos cerrados, y el poco pelo que tenía era de color cobrizo, al igual que el mío. Besé su carita y sus manitas, hablándole.
-De modo que eras chico- Bella rió, mirándonos a los dos, también ella lloraba -pues si que te has hecho de rogar campeón- seguía diciéndole mientras me acercaba a Bella y posaba al niño en su pecho.
-Hola cariño- le saludó, acariciándole una de sus manitas y besando su blanda cabecita -eres tan guapo como papá- le decía.
Me agaché a su lado, regalándole a mi mujer un beso.
-Gracias por este regalo Bella, gracias- le susurré emocionado.
-Te quiero- contestó mientras apoyaba su cara en mi cuello.
-Y yo a ti cariño- miraba embobado a mi mujer y a mi pequeño
-¿No estás desilusionado?; con eso de qué querías una niña- dijo ella. La corté con otro beso.
-No podría estar más feliz de lo que estoy ahora mismo... además... ¿quién ha dicho que no iremos a por la niña?- pregunté con una gran sonrisa.
El doctor Simmons y las matronas rieron por mi comentario, y se acercaron a darnos la enhorabuena.
-¿Cómo se llama?- preguntó Sally, rellenando la partida de nacimiento. Miré a Bella, para que desvelara el misterio.
-Ethan... Ethan Cullen- dijo, mirándome y buscando mi aprobación. Asentí, me gustaba el nombre, y sonaba bien.
Salí para informar a todos, de mientras terminarían de revisar al niño y de preparar a Bella para llevarla de vuelta a su habitación. Nada más verme, se acercaron corriendo. Jake y Leah ya habían llegado.
-¿Qué es?-.
.¿Cómo está Bella?- las preguntas se agolpaban. Levanté las manos pidiendo calma.
-Todo ha salido bien, los dos están perfectos- dije con una sonrisa de oreja a oreja -y es un chico... Ethan- terminé de decir. El chillido de alegría de mi hermano y de Jake no se hizo esperar, mientras chocaban las manos y las chicas me rodearon para abrazarme.
Una vez me felicitaron todos, y mientras llevaban a Bella a su habitación, me fui al servicio de Bella, dónde Seth y Leslie estaban con mi hija. Nada más entrar, se acercaron corriendo.
-¿Cómo ha ido?- preguntó Leslie.
-Los dos están estupendamente bien, y... - me giré hacia Seth -creo que has ganado una apuesta, es un niño- le expliqué con una sonrisa
-¡Felicidades papá!- Seth me abrazó, al igual que Leslie y el resto de servicio.
-¿Megan?- pregunté después de los abrazos. Leslie me condujo a la salita, dónde la pequeña estaba dormida, tapada en el sofá con una manta. Le di un beso en la frente, pero se despertó.
-Hola princesita- saludé mientras la cogía en brazos.
-¡Papi!, ¿onde ta el bebé?- me preguntó ansiosa.
-Enseguida te llevo; tienes un hermanito, se llama Ethan- le expliqué.
-¿Es un nene?- preguntó arrugando el ceño. Asentí, sentándome con ella en brazos.
-Pero da igual que sea nene o nena, porque lo vas a querer mucho, ¿verdad?- ella asintió con la cabeza.
-Quero ver al bebé, ¿como se llama?- volvió a decir.
-Ethan- le dije.
-Ean- repitió curiosa.
-Eso es, ahora vamos a ver a mamá- me fui con ella en brazos, y por el camino me encontré a mis padres, que llegaban corriendo.
-Abela Esme- dijo mi pequeña, señalándola con su dedito.
-¿Ya ha nacido?- preguntó mi madre ansiosa.
-Si, tenéis un nieto guapísimo- les informé, después de saludarles. Mis padres me abrazaron emocionados, y los cuatro nos fuimos a la habitación de Bella. Todos estaban allí, en torno a la cunita.
Mis padres se acercaron, embobados con el pequeño.
-Carlisle- mi madre no podía hablar, presa de las lágrimas, con el pequeño en brazos. Mi padre sonreía como nunca, al lado de Emmet.
Megan miraba fijamente a su hermano, y mi madre se lo dio a Bella. Dejé a la niña encima de la cama, y salieron un momento, dejándonos intimidad. Me senté al lado de Bella, mirando a mi pequeño campeón.
-¿Qué te parece?- le preguntamos a la niña.
-Mu chiquitín- dijo ella, que lo miraba de arriba abajo, sonriendo.
-¿Quieres darle un beso?- le preguntó Bella. Sin decir nada, se inclinó, dejando un muah, como ella decía, en su manita.
Bella y yo observamos la escena con una sonrisa. Los cuatro encima de la cama, con Megan haciéndole carantoñas a su hermano. Abracé a mi mujer, besando su cabeza... y agradeciéndole a la vida por todo lo que ahora tenía; una mujer estupenda, a la que amaba con locura, y dos hijos preciosos... no podía pedir nada más.
Más de un mes había pasado desde nuestra estancia en Forks; en todo este tiempo traté de asimilar todo lo que había sucedido; la enfermedad de mi padre, la confesión de mi madre...
Un cúmulo de verdades y confesiones que aún trataba de digerir, sobre todo la cuestión de mi padre biológico. Intenté ponerme en el lugar de mi madre; yo también me vi embarazada y sola... y ella aguantó y calló mucho, por no contradecir y enfadar a mi padre... pero podría haberme entendido, había pasado por lo mismo que yo... y por mucho que la relación con ella esté mejorando, todavía no podía olvidar ciertas cosas y actitudes que sufrimos Jake y yo en nuestra infancia... precisamente, los que menos culpa teníamos, éramos los que más habíamos sufrido.
Cierto es que ahora la relación era cordial, tirando a buena. Hablaba con ella una vez a la semana, para ver cómo iba mi padre, y ella estar pendiente de mi próximo parto y de cómo estábamos los tres. A mi hermano todavía le costaba hablar con ella de manera educada y calmada, pero poco a poco lo iba consiguiendo.
El ruido del agua hirviendo me devolvió a la tierra. Estaba preparando unos spaguettis con salsa boloñesa, comida favorita de Megan, por cierto. Apenas me faltaban tres semanas para salir de cuentas, y ya no sabía dónde meter mi redondo y enorme vientre. Debido a lo avanzado de mi embarazo, había cogido la baja laboral, aconsejada por todo el mundo, que ahora, a cada movimiento que hacía, ya los tenía pegados a mi como lapas.
Eché la pasta en la olla y me dispuse a buscar el orégano, cuándo Megan entró en la cocina, empujando su carrito de bebés, obviamente de juguete, con dos de sus muñecas dentro.
-Mia mami, los bebés mimen- me señaló a las muñecas, que las llevaba tapadas.
-¿Están durmiendo?; pues entonces no hay que hacer ruido- le dije poniéndome un dedo en los labios y bajando el tono de voz. Sonreí mientras ella asentía, llevándose su dedo a la boca.
-¿El bebé gande mime?- me susurró, señalando mi tripa con su manita.
-Pues...- busqué movimiento, pero ahora estaba de lo más tranquilo, cosa rara -si, está dormido- asentí con la cabeza. Una cosa tenía clara, sería un Swan de los pies a la cabeza... terco... o terca, porque seguíamos sin saber qué era, además ahora apenas podía moverse y cambiar de postura, de modo que tras la última visita al obstetra, al volver de Forks, desistimos por aburrimiento.
Finalmente, Esme y yo decidimos pintar la habitación de un color verde clarito, así servía tanto para niño o para niña. La cenefa de la habitación era muy graciosa, con animales. Por lo menos si era niña ya tendría la ropita... como fuera niño, ya me veía a Rose, Alice y Esme ir corriendo a las tiendas, porque preferí no arriesgarme y no comprar mucha; lo poco que compré eran bodies y pijamitas unisex, con gorritos y manoplas blancos y amarillos. Aparte de eso, todo estaba preparado para recibir al nuevo miembro de la familia.
-Mami, ¿cando vene papá?- preguntó mi pequeña. Iba a responderle, pero oí el ruido del motor del coche.
-Pues acaba de llegar- le dije, cogiéndola de la mano y saliendo al recibidor. Nada más abrir la puerta, corrió a los brazos de Edward.
-¡Oa papi!-.
-Pero si está aquí la princesa de la casa- dijo levantándola y elevándola por encima de su cabeza. Ella rió, agarrando su pelo en sus puñitos.
-¿Has jugado mucho?- le preguntó, todavía con ella en brazos. Asintió con la cabeza, mientras se acercaban a mi posición.
-¿Y para la otra princesa no hay beso?- pregunté con una sonrisa inocente.
-Hummm... creo que mamá está celosa- le dijo a la niña dijo con burla; me dio un pequeño beso, que devolví gustosa.
-¿Qué tal el día?- le interrogué camino de la cocina.
-Tranquilo; sólo tenía una operación programada, de modo que para las doce ya había terminado- me explicó.
-Es verdad, ¿cómo ha ido la trasposición esofágica?- pregunté interesada. Era un procedimiento poco común, que se hacía en contados hospitales del país.
-Bien, con el instrumental nuevo es coser y cantar. Hemos hecho turnos, junto con cardio- me explicaba, dejando a Megan en el suelo.
-De modo que has operado con Emmet- musité interesada.
Una vez la comida estuvo lista, dimos de comer a la pequeña, que cayó rendida en una tranquila siesta, y nos sentamos nosotros, pero el teléfono de mi marido interrumpió nuestra comida y el debate profesional que manteníamos. Habló durante unos minutos, colgando con expresión sorprendida. Le hice un gesto con la cabeza, preguntando quién era.
-Era el doctor Gills; ¿recuerdas el artículo que escribí hace unos meses?- me interrogó.
-¿El de los casos de hipocalcemia aguda en postoperarorios de cirugías de tiroides?- interrogué ansiosa. Le llevó muchas horas y meses hacer las comparativas y el estudio. Asintió con la cabeza.
-Van a publicarlo el mes que viene- me dijo, todavía asombrado.
-¡Edward!-; felicidades cariño- le abracé emocionada. Me apretó entre sus brazos.
-Es una gran noticia- le dije contenta y feliz, para nosotros los médicos era un gran reconocimiento que publicaran algún ensayo de nuestro puño y letra. Pero su cara cambió.
-¿Qué ocurre?-.
-Verás... el doctor Gills quiere que vaya con el a Nueva York, para exponer el caso- me explicó.
-¿A la convención de cirugía general?- interrogué.
-Ajá...-.
-¿Y qué problema hay?- no entendía nada.
-Pues que no te quiero dejar sola; estás apunto de dar a luz y...- lo corté.
-¿Cuándo sería eso?.
-Me tendría que ir mañana por la mañana, y regresar el viernes por la noche- me explicó. Hoy era lunes.
-Pues ya puedes hacer la maleta; Edward, me quedan tres semanas, y no tengo ni una sola contracción- rodé los ojos.
-Ni hablar Bella; mis padres no están -me recordó -y no quiero que estés sola con Megan... casi no te puedes ni mover- dijo. Cierto, Esme y Carlisle estaban en Sacramento, California, en las bodas de plata de unos amigos, y se quedaban toda la semana allí.
-¿Me estás llamando torpe?- mis lágrimas bajaron por mi cara. Estaba muy sensible y nerviosa... y las hormonas no ayudaban para nada.
Se pasó las manos por el pelo, nervioso.
-No quise decir eso cariño... per- no le dejé seguir hablando.
-Debes ir... además está Jake, Emmet... sola sola no estoy- hipé, poniendo un puchero, igual al los de mi hija.
-Está bien... pero que te quede claro que no te he llamado torpe- aclaró serio. Asentí cansada.
-Perdona... las hormonas- me intenté excusar. Me besó en la frente, asintiendo con una sonrisa.
Al final logré convencerle para que fuera, era una gran oportunidad... me costó lo mío, y aún así no se fue muy conforme.
Megan y yo lo llevamos al aeropuerto al día siguiente, quedando en que si pasaba algo le llamaría de inmediato. Regresamos a casa, y el día pasó tranquilo. Por la tarde Megan y yo fuimos a dar un paseo, ya que me convenía andar para que el bebé se terminar de encajar. Terminamos en el parque; Megan se dedicó a corretear y a jugar durante el resto de la tarde, mientras yo leía un libro.
Regresamos a casa casi a las ocho;después de conseguir que la pequeña se metiera a la bañera, estaba dándole su cena cuándo sonó el timbre de la puerta. Al abrirla me encontré con Emmet y Rosalie, parados en el umbral y con una pequeña maleta.
-Hola, qué sorpresa- dije después de darles dos besos.
-¿Dónde podemos acampar?- preguntó mi cuñado, agarrando la maleta y metiéndose dentro de casa. Miré a mi cuñada, que se encogió de hombros mientras me explicaba.
-Edward nos llamó ayer por la noche, y nos dijo que te vigiláramos- aclaró ésta.
-Ya... ¿y para eso tenéis que mudaros a mi casa?- pregunté incrédula.
-Eso mismo les dije anoche, pero ya conoces a los hermanos Cullen, parece mentira que sean médicos- contestó resignada. Rodé los ojos, hablaría con mi marido largo y tendido.
Les hice pasar, dirigiéndonos a la cocina, dónde Megan seguía sentada en su trona.
-¡Tía Ros, tío oso!- alzó sus bracitos y su tío la cogió. La llenaron de besos y de mimos, y Megan encantada de la vida, adoraba sus tíos.
Dejamos a Emmet con la niña, y Rose y yo subimos a preparar la habitación de invitados.
-¿Cómo te encuentras?- preguntó mientras poníamos las sábanas.
-Ni una sola contracción, así que me parece que tenenos para rato- suspiré con una sonrisa -cuéntame, ¿cómo va todo por el servicio?-.
-Pues sin mayores novedades; al menos hasta que cogí anteayer las vacaciones, el hospital no se ha caído- me explicó con una sonrisa.
-Puedo ir a trabajar perfectamente, no sé por qué tengo que estar en casa- siseé con fastidio. Rose me dio una seria mirada, así que opté por no seguir protestando. Siguió contándome las últimas novedades y cotilleos, hasta que oímos ruidos en la habitación de Megan. Al asomarnos, vimos a Em y a la pequeña, sentados en el suelo, cada uno con una muñeca entre sus brazos.
-Tene hambe, dale el bibe- le dijo a su tío, tendiéndole un biberón de juguete. Emmet rodó los ojos, mientras hacía lo que la niña le indicaba.
-Así no... despacito- le riñó Megan -le haces pupa a la nena-.
Rose y yo nos echamos a reír.
-Parece que el tío oso ha sucumbido al encanto de las muñecas, al fin- dije, burlándome de mi cuñado.
Emmet nos lanzó una mirada furibunda a su novia y a mi, que nos carcajeábamos de lo lindo.
-Vamos a ver qué preparamos de cena; intenta dormirla- le dijo Rose.
Una vez bajamos a la cocina, enterré mi cabeza en la nevera. No había ido a hacer la compra, de modo que optamos por pedir comida a domicilio. Pedimos comida thailandesa, y entre que la niña se durmió, cenamos y recogimos, nos dieron casi las once de las noche.
Al acomodarnos en el sofá, me di cuenta de que me había olvidado mi helado de chocolate. Me levanté y rebusqué por todo el congelador... pero no había, ¡mierda!. Volví a la sala y me senté con cara mustia. Rose dejó su café en la mesita, mirándome preocupada.
-¿Te ocurre algo Bella?-.
-No, es que no he ido a hacer la compra, y no tengo helado de chocolate, y siempre me apetece después de cenar- le expliqué con un puchero. Ella rió, girándose a su novio, que daba un sorbo a una cerveza.
-Emmet, ¿podrías acercarte a por helado?- los ojos de mi cuñado se abrieron de la sorpresa.
-Edward no me dijo que los antojos entraban dentro de las funciones- protestó, mirando la hora. Le puse carita de pena.
-Por fa Em... anda- junté las dos manos, cual niña de primera comunión. Rose arqueó una ceja, mirándole seria.
-Per... vale- se levantó, buscando las llaves del coche.
-De chocolate y almendras tostadas- le recordé.
-Y de fresa con nata- añadió Rose, con una inocente sonrisa.
Oímos los juramentos de mi cuñado, mientras cerraba la puerta. Al de una hora, apareció de nuevo por casa.
-¿Dónde has ido por los helados?, ¿al Polo Norte?- le preguntó Rosalie.
-En todos los sitios que he mirado no había; me he ido hasta la otra punta de la ciudad... para que luego digáis- rezongó cruzándose de brazos. Le dimos un beso en la mejilla, y nos sentamos a devorar las terrinas.
-Dejad algo para mañana... os vais a poner como una vaca- nos advirtió. Me quedé mirándolo con la cuchara en la boca. Rose por poco se lo carga.
-Ya sé que estoy muy gorda, pero es que tu sobrino o sobrina me mata de hambre- me intenté excusar, poniendo un puchero. No pude evitar que una lágrima cruzase mi cara.
-No llores Bella... ainsss... te afecta todo, no le hagas caso a este- me dijo Rose -ves, ¿por qué no estarás calladito?- bufó Rosalie.
-Perdona cuñada- dijo fastidiado. Asentí, y seguí devorando mi helado.
El miércoles y el jueves pasaron sin mayores complicaciones. Debo reconocer que era agradable tener un poco de compañía, aunque al hablar con Edward le medio eché la bronca, por tenerme con niñeras. Por mucho que le dije, lo pude sentir darme la razón rodando los ojos.
El viernes me despertó un doloroso calambre en los riñones. Ya era imposible que estuviera mucho en la cama, de modo que me levanté temprano. Hice el desayuno para todos... pero no se me pasaba, el calambre iba y venía, no era continuo, pero tenía el cuerpo raro.
Al principio pensé que eran contracciones, y sin que Emmet y Rose se percataran, fui al baño y con un espejo de mano me intenté mirar haber si había dilatado algo; podía sonar un poco raro... pero era una de las ventajas de ser médico. Al no ver nada anormal, más que los dos dichosos centímetros que llevaba dilatados desde hace unos días, bajé a la cocina, para reunirme con el resto. La mañana pasó tranquila, y decidí acostarme un rato después de comer. Debía de llevar una hora dormida, cuándo Rose entró en la habitación.
-Bella- me zarandeó con suavidad -Bella, ¿cómo estás?-.
Abrí un poco los ojos.
-Bien, necesitaba echarme un poco- la tranquilicé.
-Vamos a llevarnos a Megan un rato al parque, así descansas; si necesitas algo nos llamas. Estaremos por el barrio- asentí, dándole las gracias.
A eso de las seis de la tarde, el sonido del móvil me despertó. Extrañada lo cogí. Edward no podía ser, ya que había hablado al mediodía con el, justo antes de que cogiera el avión de vuelta. Por suerte, era mi madre. Estuve hablando un buen rato con ella, más de una hora. Al colgar eché una ojeada al reloj... las siete y media de la tarde. Emmet, Rose y la niña todavía no habían vuelto del parque. Bajé a la cocina, parecía que estaba bastante mejor, y ya no me dolían los riñones. Me senté en la silla, con un vaso de leche caliente y unas galletas, justo al acabar de merendar, oí la puerta. Megan estaba encima de los hombros de Emmet, riendo sin parar.
-¿Lo has pasado bien?- interrogué a mi pequeña.
-Tío oso me ha compao chuches- dijo con una sonrisa.
-¿De verdad?- interrogaba divertida. Me hacía mucha gracia oírla hablar.
Nos acomodamos en el sofá de la sala, mientras Megan y Emmet jugaban por el suelo.
-No sé quién es más niño- decía Rose, mirando a su novio con paciencia.
-Tienes que reconocer que será un padre estupendo- observé. Ella asintió con una pequeña sonrisa.
Después de un rato, Emmet subió a bañarla, y Rose y yo nos enfrascamos en la cena. Decidí hacer ensalada de pasta, con pollo relleno.
Ya teníamos todo en la mesa, cuándo sentí un dolor horrible sacudirme la columna. Ahogué un grito, agarrándome a la encimera.
-¡Bella!- Rose se acercó asustada, pero la tranquilicé.
-Tranquila, estoy...- no pude seguir hablando, ya que sentí líquido por mis piernas... estaba rompiendo aguas.
-...de parto- iba a decirle que estaba bien, pero me quedé con la palabra en la boca.
-¡Por dios!; si aún quedaban quince días- murmuró Rosalie, todavía paralizada.
-Díselo al que está aquí- le contesté burlona, señalando mi tripa.
-¡Emmet!- chilló nerviosa -¡Emmet!- éste apareció por la cocina, enojado.
-No chilles, que Megan está medio dormida; ¿qué pasa?-.
-Nos vamos al hospital, acaba de romper aguas- le dijo, señalándome.
Se quedó estático unos segundos, hasta que el chillido de Rosalie le hizo moverse.
-¡Saca el coche del garaje!, ¡muévete!- dicho y hecho, vi a Emmet histérico, dándonos órdenes y buscando las llaves del coche.
-Llévala al coche; voy arriba a por las maletas- desapareció pitando escaleras arriba.
-Hay...- una contracción me dejó sin habla unos minutos.
-Respira Bella, tranquila- Rose me sujetaba una mano, mientras yo intentaba hacer lo que me decía.
-Hay que llamar a mi hermano, la niña- le recordé. Asintió, cogiendo su móvil y marcando. Colgó y volvió a marcar, pero nada.
-No contestan- me dijo frustrada. Emmet llegó a nuestro lado.
-¿Qué pasa?, ¡¿por qué no estás en el coche?- preguntó a voces.
-No chilles- siseó su novia -hemos llamado a Jake para que vengan a buscar a Megan, pero no cogen- le explicó.
-¡Joder!- bramó -¿qué hacemos entonces?-.
-Nos la llevamos, no podemos dejarla aquí. Intentaré localizarles desde el hospital- le dijo.
Rose me ayudó a subir al coche, mientras Emmet volvía a buscar a la niña. Venía con ella en pijama y con un abrigo por encima.
-Mami- me llamó rascándose los ojitos.
-Tranquila cariño, el bebé va a nacer- le dije entre muecas de dolor.
-¿Va a sali ya?- preguntó emocionada. Asentí con una pequeña sonrisa, pero me vino otra contracción, y no pude evitar el chillido de dolor.
Emmet arrancó, mientras Rosalie, girada en el asiento delantero, tomaba mi mano, ayudándome a respirar.
-Eso es Bella, respira- me decía. Me fui calmando, pero las contracciones eran ya muy seguidas. Rose las iba controlando.
-Emmet, acelera; las tiene cada cuatro minutos... a este paso da a luz aquí- le dijo. El camino se me hizo interminable; encima, mi cuñado iba a todo gas, saltándose los semáforos y pillando todos los baches.
-¡Por el amor de dios Em!, ¿quieres ir con mas cuidado?- le chilló rose -así Bella, inspira, expira... muy bien- oímos una fuerte y gutural respiración... de Emmet.
-¡Tú no imbécil, ella!- le dijo su novia.
-¡Me estoy poniendo histérico!- dijo él, tomando la curva, ya veíamos el edificio.
Nada más aparcar, ya estaban Jasper y Alice esperándonos. Subieron conmigo, mientras Emmet y Rose se quedaban a tramitar mi ingreso e intentar localizar a todo el mundo.
Nada más llegar Sally, una de las matronas, tras revisarme, me pasó directamente a dilatación.
-Estás ya de cinco centímetros... ¿quieres epidural?- me preguntó. Asentí con una mueca, e inmediatamente entró Jasper a ponérmela.
-Tranquila- me dijo medio riéndose.
-Es desagradable que te la pongan- le aclaré con un mohín, acordándome de todas las parturientas a las que yo se la ponía.
Al de veinte minutos, la anestesia empezó su trabajo, y pude relajarme un poco. Jazz se quedó conmigo, y enseguida Alice, Rose y Emmet aparecieron por la habitación.
-¿Y la niña?- pregunté.
-Está con Seth y Leslie afuera- me aclaró Alice, mirando el monitor.
-¿Habéis localizado a alguien?- pregunté a Rosalie.
-Jake y Leah vienen para acá, estaban de cena con unos amigos. También hemos llamado a Esme y Carlisle, van a coger el primer avión que puedan- me explicó.
-¿Y Edward?- preguntó Jasper, revisando también el monitor.
-El móvil da apagado; todavía estará en el avión- contestó.
-Su vuelo aterriza en unos minutos, de todas formas sigo insistiendo- dijo ella.
Suspiré con paciencia, que nochecita para ponerme de parto.
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EDWARD PVO
Estaba esperando al equipaje e intentando, sin ningún éxito, encender el teléfono... pero se había quedado sin batería.
Una vez salió mi maleta, cogí un taxi, rumbo a mi casa. Estaba seguro de que me esperaría una pequeña charla, por ponerle a Rose y Emmet de canguros... pero me daba igual lo que dijera. Había estado muy nervioso estos días, no quería separarme de ella en su estado... pero siempre que hablaba con ella me decía que estaba bien y que aun faltaban dos semanas.
Una vez pagué al taxista, abrí la puerta de casa. Reinaba un silencio sepulcral. Extrañado miré el reloj, eran sólo las once menos cuarto de la noche, un poco pronto para que estuvieran en la cama.
Fui encendiendo las luces, pero nada. Al llegar a la cocina y ver la mesa puesta, y la comida encima, un terror se apoderó de mi.
-Mierda- salí corriendo escalera arriba, no había nadie, ni siquiera la niña estaba en su cama. Sin decir una palabra y sin pensar, volé escaleras abajo, camino del garaje.
Mi coche no estaba; supuse que Emmet se lo había llevado al hospital para poder llevar a Megan en su silla, así que cogí el inmenso jeep de mi hermano, pisando el acelerador a fondo.
Llegué al hospital en un tiempo récord. Nada más verme Madison, me dijo el número de habitación de mi mujer. Abrí con un portazo... y estaban todos allí menos la cama y ella.
-¡Por fin!- alabó Alice, elevando los brazos.
-¡¿Se puede saber dónde coño metes el móvil?- chilló Emmet furioso.
-¡No tenía batería, listillo!; se me descargó en el avión- respondí histérico -¿dónde está Bella?, ¿y la niña?- pregunté nervioso.
-Edward, cálmate- me tranquilizó Jasper. -Megan está con Seth y Leslie, y a Bella ya la han metido al paritorio, así que ve a cambiarte- me ordenó. Bajé a mi taquilla, a ponerme mi pijama de trabajo. Una vez volví a maternidad, me encontré con Sally.
-Edward, gracias a dios, llegas justo a tiempo, vamos- me instó. Los chicos me desearon suerte, y me dispuse a seguir a Sally.
Al entrar Bella ya estaba empujando, con el doctor Simmons y Nancy, otra de las matronas. Me acerqué corriendo a la camilla.
-¡Bella!, cariño lo siento; me quedé sin batería y...-.
-No te preocupes- consiguió decir entre jadeos -llegas a tiempo; acabo de empezar a empujar- me dijo con una pequeña sonrisa.
Retiré un poco el sudor de su frente, y me posicioné detrás de ella, sujetando sus manos mientras hacia fuerza.
-Bien, cariño, bien- le animaba.
-Vamos Bella, ya casi está fuera la cabeza; un par de empujones más y está aquí- le dijo el doctor Simmons.
Mi mujer se incorporó un poco, y agarrándose a la camilla, soltó un pequeño grito mientras daba el último empujón con todas sus fuerzas. Menos mal que no le dolía, pero estaba exhausta del esfuerzo. Tomé su mano, y la ayudé a incorporarse un poco para favorecer la fuerza... y llegó.
Un llanto envolvió la habitación. Besé a Bella suavemente, mientras la ayudaba a recostarse de nuevo.
-Muy bien cariño- le dije en voz baja. Ella me sonrió, cansada y agotada. Sally se acercó con un bultito, envuelto en una mantita blanca, que me tendió con una gran sonrisa.
-Enhorabuena Edward... es un niño precioso-. Mis lágrimas ya habían hecho acto de presencia, al igual que las de Bella.
Mi hijo... nuestro pequeño milagro... tenía los ojitos cerrados, y el poco pelo que tenía era de color cobrizo, al igual que el mío. Besé su carita y sus manitas, hablándole.
-De modo que eras chico- Bella rió, mirándonos a los dos, también ella lloraba -pues si que te has hecho de rogar campeón- seguía diciéndole mientras me acercaba a Bella y posaba al niño en su pecho.
-Hola cariño- le saludó, acariciándole una de sus manitas y besando su blanda cabecita -eres tan guapo como papá- le decía.
Me agaché a su lado, regalándole a mi mujer un beso.
-Gracias por este regalo Bella, gracias- le susurré emocionado.
-Te quiero- contestó mientras apoyaba su cara en mi cuello.
-Y yo a ti cariño- miraba embobado a mi mujer y a mi pequeño
-¿No estás desilusionado?; con eso de qué querías una niña- dijo ella. La corté con otro beso.
-No podría estar más feliz de lo que estoy ahora mismo... además... ¿quién ha dicho que no iremos a por la niña?- pregunté con una gran sonrisa.
El doctor Simmons y las matronas rieron por mi comentario, y se acercaron a darnos la enhorabuena.
-¿Cómo se llama?- preguntó Sally, rellenando la partida de nacimiento. Miré a Bella, para que desvelara el misterio.
-Ethan... Ethan Cullen- dijo, mirándome y buscando mi aprobación. Asentí, me gustaba el nombre, y sonaba bien.
Salí para informar a todos, de mientras terminarían de revisar al niño y de preparar a Bella para llevarla de vuelta a su habitación. Nada más verme, se acercaron corriendo. Jake y Leah ya habían llegado.
-¿Qué es?-.
.¿Cómo está Bella?- las preguntas se agolpaban. Levanté las manos pidiendo calma.
-Todo ha salido bien, los dos están perfectos- dije con una sonrisa de oreja a oreja -y es un chico... Ethan- terminé de decir. El chillido de alegría de mi hermano y de Jake no se hizo esperar, mientras chocaban las manos y las chicas me rodearon para abrazarme.
Una vez me felicitaron todos, y mientras llevaban a Bella a su habitación, me fui al servicio de Bella, dónde Seth y Leslie estaban con mi hija. Nada más entrar, se acercaron corriendo.
-¿Cómo ha ido?- preguntó Leslie.
-Los dos están estupendamente bien, y... - me giré hacia Seth -creo que has ganado una apuesta, es un niño- le expliqué con una sonrisa
-¡Felicidades papá!- Seth me abrazó, al igual que Leslie y el resto de servicio.
-¿Megan?- pregunté después de los abrazos. Leslie me condujo a la salita, dónde la pequeña estaba dormida, tapada en el sofá con una manta. Le di un beso en la frente, pero se despertó.
-Hola princesita- saludé mientras la cogía en brazos.
-¡Papi!, ¿onde ta el bebé?- me preguntó ansiosa.
-Enseguida te llevo; tienes un hermanito, se llama Ethan- le expliqué.
-¿Es un nene?- preguntó arrugando el ceño. Asentí, sentándome con ella en brazos.
-Pero da igual que sea nene o nena, porque lo vas a querer mucho, ¿verdad?- ella asintió con la cabeza.
-Quero ver al bebé, ¿como se llama?- volvió a decir.
-Ethan- le dije.
-Ean- repitió curiosa.
-Eso es, ahora vamos a ver a mamá- me fui con ella en brazos, y por el camino me encontré a mis padres, que llegaban corriendo.
-Abela Esme- dijo mi pequeña, señalándola con su dedito.
-¿Ya ha nacido?- preguntó mi madre ansiosa.
-Si, tenéis un nieto guapísimo- les informé, después de saludarles. Mis padres me abrazaron emocionados, y los cuatro nos fuimos a la habitación de Bella. Todos estaban allí, en torno a la cunita.
Mis padres se acercaron, embobados con el pequeño.
-Carlisle- mi madre no podía hablar, presa de las lágrimas, con el pequeño en brazos. Mi padre sonreía como nunca, al lado de Emmet.
Megan miraba fijamente a su hermano, y mi madre se lo dio a Bella. Dejé a la niña encima de la cama, y salieron un momento, dejándonos intimidad. Me senté al lado de Bella, mirando a mi pequeño campeón.
-¿Qué te parece?- le preguntamos a la niña.
-Mu chiquitín- dijo ella, que lo miraba de arriba abajo, sonriendo.
-¿Quieres darle un beso?- le preguntó Bella. Sin decir nada, se inclinó, dejando un muah, como ella decía, en su manita.
Bella y yo observamos la escena con una sonrisa. Los cuatro encima de la cama, con Megan haciéndole carantoñas a su hermano. Abracé a mi mujer, besando su cabeza... y agradeciéndole a la vida por todo lo que ahora tenía; una mujer estupenda, a la que amaba con locura, y dos hijos preciosos... no podía pedir nada más.
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Re: Curando un corazón (+18) Completo
que pasada de historia la de Renee ........lo tubo que pasar fatal pero no es excusa del todo ella no se porto bien con sus hijos ....pero bueno hay que saber perdonar y ella lo esta intentando
Emmett es genial me hace reir un monton ......ya son uno mas que ganas de saber como acaba
Emmett es genial me hace reir un monton ......ya son uno mas que ganas de saber como acaba
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Re: Curando un corazón (+18) Completo
Amigas aquí les dejo el último capítulo y el epílogo...muchas gracias por apoyar este fic...la autora esta muy feliz por su apoyo...espero sus huellas
Capítulo 25: Una casa de locos
Eché una mirada al salón de mi casa, el suelo estaba cubierto de juguetes. Aprovechando que los pequeños estaban en su siesta, recogí poco a poco, y pude sentarme media hora en el sofá, cerrando los ojos.
Edward no había podido venir a comer, se le había hecho tarde y además tenía algo de trabajo atrasado.
El tiempo pasó muy deprisa desde aquel 22 de noviembre, día del nacimiento de Ethan. La semana pasada había cumplido cuatro meses, y era un niño sano y guapísimo. Tenía el pelo rizado, y de color bronce, con unos ojos verdes increíbles; en resumen, era Edward en miniatura. También tenía su mal humor Swan, eso lo había heredado de mi y de Megan. La pequeña estaba encantada con su bebé de verdad, como decía ella, pero también con unos pocos de celos en contadas ocasiones.
Las navidades las pasamos todos juntos, en familia. Mi hermano se fue en Nochebuena con la familia de Leah a Seattle, y también pasó por Forks unos días, para visitar a mi madre. Nosotros las pasamos con Emmet, Esme y Carlisle aquí, en San Francisco, puesto que Ethan todavía era muy pequeño para viajar. Fueron unas navidades tranquilas y familiares. Megan se volvió loca el día de Navidad, abriendo regalos, tanto los de ella como los de Ethan, ya que según ella, el era muy chiquitín y no podía. Sus abuelos y tíos la colmaron de regalos... no sabíamos ya dónde meter tanta muñeca.
La pequeña era cada día mas adorable y mimosa, sobre todo con su padre. Además, estábamos en lo cierto que tendríamos una niñera estupenda, ya que en cuánto su hermano hacía el más mínimo movimiento, allí estaba ella, atenta.
El llanto de mi niño me despertó. Miré el reloj, las cinco menos cuarto de la tarde, hora de su merienda, no fallaba. Subí deprisa, no quería que Megan se despertara con el llanto de su hermano. Me acerqué a la cuna, cogiéndole en brazos.
-No llores cariño, ¿tienes hambre?- le preguntaba mientras me acomodaba en la mecedora que había en la habitación.
Una vez mi pecho estuvo libre de ropa, se agarró automáticamente a él, comiendo pausadamente. Miraba con una sonrisa a mi pequeño.
-Pues si que tenías hambre campeón... espero que de mayor comas igual de bien- le decía divertida, mientras le quitaba la manita de la nariz y se la acariciaba.
-¿Continuarás la tradición Cullen y serás médico, igual que papá, el abuelo Carlisle, el bisabuelo, el tío Em...?- le preguntaba divertida. Más de una vez, había oído decir a mi suegro que la tradición médica de los Cullen ya tenía sucesor.
De vez en cuándo me miraba fijamente, incluso aun enganchado a mi pecho intentaba esbozar una pequeña sonrisa.
-Espero que si no quieres ser médico, al menos no salgas futbolista; me dabas muchas pataditas cuándo estabas dentro de mí... en todo caso jugador de baloncesto; sino a tu padre y a tus tíos les matas del disgusto- decía con una risa... pero otra risa aterciopelada hizo que levantara la vista.
Edward estaba apoyado en el umbral de la puerta, con los brazos cruzados a la altura de su pecho y mirándonos divertido.
-Hola, ¿hace cuánto estás ahí?- pregunté, poniendo la cabecita de mi niño en mi hombro, para que expulsara los gases.
-Desde lo de tradición médica de los Cullen- dijo acercándose.
-Le estaba aconsejando sobre su futuro- repliqué divertida. Mi marido negó con la cabeza, sonriendo divertido mientras se agachaba para besarme.
-¿Cómo ha ido el día?- pregunté una vez liberó mis labios.
-Ajetreado, pero al menos me he conseguido ponerme al día con los informes... por fin viernes y un fin de semana sin guardias- murmuró divertido Le pasé al niño mientras me sacaba el otro pecho.
-¿Cómo está mi campeón?, ¿no le has dado mucha guerra a mamá, verdad?- le decía, acomodándolo en sus brazos y acariciando su espalda en círculos.
-No da guerra... excepto cuándo quiere comer, ya sabes...- me interrumpió divertido.
-Mal humor Swan- le decía a nuestro hijo.
-Algo tenía que sacar de mi- me encogí de hombros divertida y resuelta a la vez. Me pasó de nuevo a Ethan después de darle un besito en la mejilla, que volvió a su tarea de merendar.
Edward se agachó a nuestro lado, cogiéndole la manita y haciéndole monerías.
-Se te cae la baba- le murmuré con una risa.
-Y bien orgulloso que estoy de ello- me devolvió con un deje de broma en su voz. Negué divertida, bajando la cabeza de nuevo a Ethan.
-¿Megan?- preguntó.
-Todavía en la siesta... no ha parado quieta; quería meter a Ethan en su carrito de juguete y pasearle por toda la casa- le expliqué.
-Me lo creo- dijo con una sonrisa.
-Tu madre ha venido esta mañana, para traer lo de la fiesta de cumpleaños- le recordé. En una semana, nuestra pequeña cumplía dos añitos; suspiré con melancolía.
-¿Qué pasa mi amor?- me interrogó Edward.
-Ha pasado todo muy deprisa; parce que fue ayer cuándo la tuve por primera vez en mis brazos- le expliqué.
-Sí... todavía recuerdo la primera vez que la vi, cuándo nos encontramos en el parque- añadió.
Asentí, recordando aquel encuentro fortuito... la manera en que la tenía en brazos, sonriéndola con cariño... todo lo que me contó de Sophie, cómo me abrió su corazón... y yo le abrí el mío...
A veces hablábamos de ella, pero ya no era doloroso cómo antes... al contrario de lo que pudiera pensar la gente, no me molestaba en absoluto. Desde nuestro reencuentro, la noche en que me pidió matrimonio y le di la noticia del embarazo de Ethan, me había demostrado con creces el amor que me profesaba, tanto a mi, como a Megan cómo a nuestro pequeño...
-¿Qué?- interrogó curioso; me había quedado tan absorta mirándole que no me había dado cuenta. Negué con la cabeza, con una sonrisa, sintiendo el sonrojo que aparecía en mis mejillas.
-Te quiero- susurré suavemente.
-Y yo a ti cariño- alzó un poco la cabeza, inclinándose y dándome un suave beso, que correspondí gustosa... hasta que una cabecita castaña se coló por el marco de la puerta.
-¡Papá!- Megan se tiró a los brazos de Edward, que la atrapó riendo.
-Hola princesita- le dijo después de darle un beso.
-Oa Ean- se puso delante de su hermano, acariciándole una manita -¿ta comendo?- preguntó curiosa.
-Sí, está merendando, ¿tú quieres merendar?- le interrogué.
Afirmó con la cabeza, de modo que Edward se la llevó a la cocina, entre risas. Después de que Ethan terminara su merienda, y de cambiarle el pañal, bajamos también.
Dejé al niño en su sillita, acercándome a ellos dos.
-Tienes que terminarte el yogur- le decía su padre -sino la semana que viene no vendrá nadie a tu cumpleaños- fueron las palabras mágicas, en un minuto ya había terminado y estaba al lado de su hermano, enseñándole un juguete.
EDWARD PVO
La casa nunca había estado tan concurrida. Era siete de abril, y mi pequeña princesa cumplía dos añitos. Los primeros en aparecer por casa fueron mis padres, cargados de regalos, que Megan abrió en dos segundos, chillando de alegría a cada descubrimiento.
-¡Las alitas de Campailla!- dijo emocionada, mientras mi madre le ponía las alas en la espalda, y le daba la varita.
Poco a poco fueron apareciendo mi hermano, Rose, Jake, Leah, Mailin, Alice, Jasper, Tyler y su familia, Mark y la suya... en total éramos seis niños y nueve adultos. Megan abrió ansiosa los regalos, entre los que había, además de muñecas, por supuesto, una cocinita de juguete, regalo de mi hermano y Rosalie; un disfraz de la Bella durmiente, regalo de Alice y Jasper, y una cuna de juguete con varios vestidos para muñecas, de parte de Jake y Leah.
Una vez merendaron los peques, y Megan apagó las velas bajo la sonrisa y alegría de todos, los niños salieron a jugar al jardín, aprovechando los mayores para tomar algo. Mi madre y Bella iban de un lado para otro, atendiendo a todo el mundo. Agradecíamos muchísimo su ayuda, siempre estaba cuándo la necesitábamos; mis padres se desvivían por y para sus nietos.
Tyler y Mark y sus familias se retiraron pronto, y el resto se quedó a cenar, además, esa noche había partido de baloncesto. Vi que mi hermano sacaba una caja de una bolsa, y se dirigió hacia mi padre, que tenía a Ethan en brazos.
-Mira lo que te ha comprado el tío oso- canturreaba mientras desenvolvía el paquete, que resultó ser una camiseta de baloncesto en miniatura,. Mi padre soltó las carcajadas... hasta que Jake habló.
-¡¿Cómo demonios le compras una camiseta de los Boston Celtics?- preguntó asombrado. Mi hijo seguía las voces, meneando la cabeza de un lado para otro.
-Es su primer partido de baloncesto en familia- dijo mi hermano muy solemne. Jake rodó los ojos, al igual que yo.
-Yo también le he traído una- exclamó Jasper, sacando de no sé dónde otra mini camiseta... de los San Antonio Spurs. La cara de Jake no tenía precio.
-Pero bueno, ¿se puede saber qué es ésto?; Ethan será de los Lakers, al igual que su papá y el tío lobo, ¿verdad campeón?- le preguntaba a mi hijo, que se reía de las caras que le ponía su tío.
-Ah no...- decía Jasper.
-De eso nada, hay que educarle con cabeza...- protestó mi hermano.
-¿Crees que va a entender algo de lo que le expliques?- pregunté burlón. Rose y Alice miraban a sus respectivas parejas con una ceja alzada.
-Además, Ethan ya tiene su camiseta de los Lakers, ¿verdad campeón?- objetó Jake.
Bella, mi madre reían a carcajada limpia, mientras que el resto de las chicas rodaba los ojos y mascullaban juramentos no muy agradables, dirigidos a nosotros.
Después de lograr imponerme, nos sentamos a ver el partido, sin ponerle ninguna de las camisetas al pequeño. Después pensaría una manera de hacerlas desaparecer, no lo decía en voz alta... ¿mi hijo con una camiseta de los Boston Celtics, nuestro rival directo en los play-offs?, ¿y la de los San Antonio Spurs?; ni hablar.
Emmet se sentó en medio del sofá, cogiendo a Ethan en brazos, señalándole el televisor y explicándole las jugadas.
-¿Ves Ethan?; si defendemos con dos jugadores más adelantados habrá un setenta y cinco por ciento de posibilidades de que Bryant no haga un mate- le indicaba.
-¿Desde cuándo te has erigido como seleccionador nacional?- le preguntó Jasper, con la cerveza en la mano.
-Tonterías; a Bryant no se le puede parar de ninguna de las maneras; está comprobado- añadió Jake, mirando a mi hermano con una sonrisa burlona.
-Ni te lo crees, amigo- resopló mi hermano, rodando los ojos.
-Tiene razón Em, Bryant es imparable- objeté con una sonrisa. Mi hermano de dirigió a mi hijo, mirándole cual maestro de escuela.
-Ethan, deja que te diga una cosa... cuándo seas mayor y quieras consejo, dirígete al tío oso-. Cogí a mi hijo en brazos, mirando a mi hermano alucinado.
-Ethan; fiate de los mayores todo lo que quieras... pero el tío oso no cuenta-.
Las carcajadas de mi padre, Jasper y Jake no se hicieron esperar, al igual que las de las chicas, sentadas en torno a la mesa del salón.
-¿Me estás llamando inmaduro?; mamá, ¿podrías dejar de reírte y defenderme un poco, dado que ni mi preciosa novia sale en mi defensa?- taladraba a Rose con la mirada, que no dejaba de reírse.
Mi madre le miró arqueando una ceja. Mi padre disimulaba la carcajada.
-Emmet- mi madre se puso una mano en el corazón -te quiero enormemente... pero tienes treinta y cinco años y...- mi hermano la miró sin entender.
-Va siendo hora de que te vayas de casa- terminó la frase mi padre. La carcajada general no se hizo esperar, mientras mi hermano se cruzaba de brazos, muy ofendido.
-¿Estás echando de casa a tu hijo predilecto, al que siempre te hace reír, al que...- mi madre lo cortó.
-Bueno... ¿no crees que es hora de volar del nido?- le preguntó con una sonrisa inocente.
-Rosalie, osita... ¿serías tan amable de darme asilo en tu casa, dado que mi familia me repudia públicamente?- las carcajadas no se hicieron esperar, debido a la divertida conversación. Mi hermano puso cara de cordero degollado.
Megan y Mailin se acercaron al sofá. Jake cogió a su pequeña, y mi hija se subió a las rodillas de Emmet.
-¿Tas tiste, tio oso?- le preguntó inocentemente.
-Nadie me quiere- protestó cual niño mimado y pequeño, con los brazos cruzados y un puchero mimoso.
-Yo te quero mucho- le dijo mi hija seria.
-¿Veis?; por fin alguien dice algo coherente en esta casa- la alzó en sus brazos, mientras Megan reía divertida.
-Una niña de dos años- indicó Jasper, con tono obvio y sarcástico.
-¿Etoces venes jugar mío y Malin?; los bebés tenen que comer- le dijo ilusionada, señalando a sus muñecas, esparcidas por todo el salón.
-Ahora estoy viendo el partido, cuándo termine jugamos- le dijo mi hermano de vuelta.
Mi hija arrugó el ceño, dándole con su varita mágica e la cabeza.
-Pos ya no te quero- se bajó se sus rodillas muy ofendida, mientras que el resto de los presentes no podíamos parar de reír.
-Chaquetera- murmuraba mi hermano entre dientes, sin quitar la vista del televisor.
Tres horas después, todo el mundo se había ido a su casa. Decidimos recoger todo al día siguiente, y nos dedicamos a bañar y acostar a los niños.
Megan cayó agotada, después de tantas emociones y regalos... Bella la acostó en su cama, y ni aun dormida soltó la varita que le había regalado mi madre.
Mientras mi mujer le contaba el cuento de antes de dormir a la pequeña, yo me dediqué a pasear con Ethan por toda su habitación; había dormido un rato por la tarde, de modo que tenía ganas de juerga.
Casi una hora después, sus ojos se fueron cerrando despacito, y por fin pude dejarlo en la cuna. Estaba tapándolo cuándo Bella llegó a mi lado.
-¿Se ha dormido?- preguntó en voz baja.
-Si, le ha costado un poco- respondí.
Mi mujer le metió la manita bajo las mantas, mirándole con una sonrisa.
-Buenas noches campeón- susurró en voz, baja, pasando un dedo por su carita. Nos dirigimos a nuestro cuarto, estábamos rendidos.
Me metí en ropa interior a la cama, ni me molesté en ponerme en pijama. Observé a Bella desnudarse para ponerse el suyo. Su cuerpo ya había vuelto a la normalidad después del parto de Ethan; solamente sus caderas, un poco más redondeadas, dejaban entrever que había pasado por dos embarazos.
Bella se metió en la cama, acurrucándose en mis brazos mientras suspiraba cansada.
-Tus hijos me funden las energías- dijo divertida.
-Me lo creo... pero yo tenía pensado otro método para bajar calorías- murmuré en voz baja. Mi mujer alzó la cabeza, y pillándola desprevenida, capturé sus labios en un beso demandante y ansioso. Sus manos fueron a mi cuello y a mi nuca, acercándome más hacia ella. Lentamente me posicioné encima de ella, sin dejar de besar sus labios en ningún momento.
-Ed... Edward- susurró mi esposa. Levanté mis ojos, para observarla detenidamente. Se mordía el labio inferior, en un gesto nervioso, pero a la vez sensual y provocativo. Sin decirnos nada, fui despojándola de su pijama, mientras ella hacía desaparecer mi ropa interior.
-No sé para qué te lo has puesto- susurré divertido; ella me miro pícara, conteniendo la risa.
-Me gusta que me lo quites tú- sus mejillas y su cuello se pusieron rojos, por la vergüenza.
-¿Ah, si?- interogué, mientras iba bajando por su pecho y su estómago, haciendo círculos con mi lengua y besando ese camino que dejaba mi saliva.
No contestó, pero sus gemidos dejaron entrever que le gustaba lo que le estaba haciendo.
Ella relajó su espalda, quedando completamente tumbada en el colchón. Mis manos y mis labios besaban cada parte de su cuerpo, desde sus labios hasta sus pies, deteniéndose varias veces en ese pequeño botón de placer que guardaba su intimidad. Agarró fuertemente mis hombros, clavándome las uñas y arañándome los brazos.
-Edward, te necesito ya- demandó con los ojos cerrados, mordiéndose de nuevo el labio inferior, acallando así las ganas de gritar.
Posiciónandome sobre ella, entré de una sola vez, besándola sin tregua, cosa que no dejé de hacer en ningún momento. Sus piernas aprisionaron mis caderas, que se movían al compás de las suyas, haciendo que el acto fuese mucho más placentero.
-Edward... ahhh...- gemía cuándo dejaba de besar unos instantes su pequeña boca. Por la fuerza con la que me agarraba, supe que estaba a punto de terminar.
-Vente comnigo, cariño- le dije al oído
Sus jadeos y los míos fueron de la mano, hasta que ambos llegamos al culmen.
Caí rendido encima de ella, besando la pálida piel de su pecho. Sus manos fueron a mi pelo, retirándolo de la frente con una suave caricia. Besé de nuevo el pecho de mi esposa, justo dónde estaba su corazón; aquél que ella me había entregado para siempre, junto con su amor incondicional.
Levanté la cabeza, poniéndola a la altura de la suya, mirando fijamente esos ojos café, tan expresivos y tiernos a la vez.
-¿Sabes una cosa?- ella negó con la cabeza.
-Te equivocaste de especialidad- me miraba extrañada, esperando una explicación.
-Si- afirmé con una pequeña sonrisa -deberías haber sido cardióloga-.
-¿Y eso por qué?- interrogó de nuevo, dejando su mano en mi mejilla. Miré a la mujer que tenía delante; a mi amiga, mi compañera, mi mujer, la madre de mis hjios... mi amor.
-Porque conseguiste recomponer un corazón hecho añicos... y eso no lo hace todo el mundo- ella desvió su mirada de la mía, ruborizándose. Le di un pequeño beso en la mejilla, sintiendo el calor que emanaba su sonrojo.
-Porque curaste mi corazón- terminé de decirle, para después besarla de nuevo, esta vez en los labios; beso que ella correspondió, despacio y suavemente.
-Te amo- sus ojos brillaban, intentando contener las lágrimas.
-Y yo a ti Bella... para siempre-.
Capítulo 25: Una casa de locos
Eché una mirada al salón de mi casa, el suelo estaba cubierto de juguetes. Aprovechando que los pequeños estaban en su siesta, recogí poco a poco, y pude sentarme media hora en el sofá, cerrando los ojos.
Edward no había podido venir a comer, se le había hecho tarde y además tenía algo de trabajo atrasado.
El tiempo pasó muy deprisa desde aquel 22 de noviembre, día del nacimiento de Ethan. La semana pasada había cumplido cuatro meses, y era un niño sano y guapísimo. Tenía el pelo rizado, y de color bronce, con unos ojos verdes increíbles; en resumen, era Edward en miniatura. También tenía su mal humor Swan, eso lo había heredado de mi y de Megan. La pequeña estaba encantada con su bebé de verdad, como decía ella, pero también con unos pocos de celos en contadas ocasiones.
Las navidades las pasamos todos juntos, en familia. Mi hermano se fue en Nochebuena con la familia de Leah a Seattle, y también pasó por Forks unos días, para visitar a mi madre. Nosotros las pasamos con Emmet, Esme y Carlisle aquí, en San Francisco, puesto que Ethan todavía era muy pequeño para viajar. Fueron unas navidades tranquilas y familiares. Megan se volvió loca el día de Navidad, abriendo regalos, tanto los de ella como los de Ethan, ya que según ella, el era muy chiquitín y no podía. Sus abuelos y tíos la colmaron de regalos... no sabíamos ya dónde meter tanta muñeca.
La pequeña era cada día mas adorable y mimosa, sobre todo con su padre. Además, estábamos en lo cierto que tendríamos una niñera estupenda, ya que en cuánto su hermano hacía el más mínimo movimiento, allí estaba ella, atenta.
El llanto de mi niño me despertó. Miré el reloj, las cinco menos cuarto de la tarde, hora de su merienda, no fallaba. Subí deprisa, no quería que Megan se despertara con el llanto de su hermano. Me acerqué a la cuna, cogiéndole en brazos.
-No llores cariño, ¿tienes hambre?- le preguntaba mientras me acomodaba en la mecedora que había en la habitación.
Una vez mi pecho estuvo libre de ropa, se agarró automáticamente a él, comiendo pausadamente. Miraba con una sonrisa a mi pequeño.
-Pues si que tenías hambre campeón... espero que de mayor comas igual de bien- le decía divertida, mientras le quitaba la manita de la nariz y se la acariciaba.
-¿Continuarás la tradición Cullen y serás médico, igual que papá, el abuelo Carlisle, el bisabuelo, el tío Em...?- le preguntaba divertida. Más de una vez, había oído decir a mi suegro que la tradición médica de los Cullen ya tenía sucesor.
De vez en cuándo me miraba fijamente, incluso aun enganchado a mi pecho intentaba esbozar una pequeña sonrisa.
-Espero que si no quieres ser médico, al menos no salgas futbolista; me dabas muchas pataditas cuándo estabas dentro de mí... en todo caso jugador de baloncesto; sino a tu padre y a tus tíos les matas del disgusto- decía con una risa... pero otra risa aterciopelada hizo que levantara la vista.
Edward estaba apoyado en el umbral de la puerta, con los brazos cruzados a la altura de su pecho y mirándonos divertido.
-Hola, ¿hace cuánto estás ahí?- pregunté, poniendo la cabecita de mi niño en mi hombro, para que expulsara los gases.
-Desde lo de tradición médica de los Cullen- dijo acercándose.
-Le estaba aconsejando sobre su futuro- repliqué divertida. Mi marido negó con la cabeza, sonriendo divertido mientras se agachaba para besarme.
-¿Cómo ha ido el día?- pregunté una vez liberó mis labios.
-Ajetreado, pero al menos me he conseguido ponerme al día con los informes... por fin viernes y un fin de semana sin guardias- murmuró divertido Le pasé al niño mientras me sacaba el otro pecho.
-¿Cómo está mi campeón?, ¿no le has dado mucha guerra a mamá, verdad?- le decía, acomodándolo en sus brazos y acariciando su espalda en círculos.
-No da guerra... excepto cuándo quiere comer, ya sabes...- me interrumpió divertido.
-Mal humor Swan- le decía a nuestro hijo.
-Algo tenía que sacar de mi- me encogí de hombros divertida y resuelta a la vez. Me pasó de nuevo a Ethan después de darle un besito en la mejilla, que volvió a su tarea de merendar.
Edward se agachó a nuestro lado, cogiéndole la manita y haciéndole monerías.
-Se te cae la baba- le murmuré con una risa.
-Y bien orgulloso que estoy de ello- me devolvió con un deje de broma en su voz. Negué divertida, bajando la cabeza de nuevo a Ethan.
-¿Megan?- preguntó.
-Todavía en la siesta... no ha parado quieta; quería meter a Ethan en su carrito de juguete y pasearle por toda la casa- le expliqué.
-Me lo creo- dijo con una sonrisa.
-Tu madre ha venido esta mañana, para traer lo de la fiesta de cumpleaños- le recordé. En una semana, nuestra pequeña cumplía dos añitos; suspiré con melancolía.
-¿Qué pasa mi amor?- me interrogó Edward.
-Ha pasado todo muy deprisa; parce que fue ayer cuándo la tuve por primera vez en mis brazos- le expliqué.
-Sí... todavía recuerdo la primera vez que la vi, cuándo nos encontramos en el parque- añadió.
Asentí, recordando aquel encuentro fortuito... la manera en que la tenía en brazos, sonriéndola con cariño... todo lo que me contó de Sophie, cómo me abrió su corazón... y yo le abrí el mío...
A veces hablábamos de ella, pero ya no era doloroso cómo antes... al contrario de lo que pudiera pensar la gente, no me molestaba en absoluto. Desde nuestro reencuentro, la noche en que me pidió matrimonio y le di la noticia del embarazo de Ethan, me había demostrado con creces el amor que me profesaba, tanto a mi, como a Megan cómo a nuestro pequeño...
-¿Qué?- interrogó curioso; me había quedado tan absorta mirándole que no me había dado cuenta. Negué con la cabeza, con una sonrisa, sintiendo el sonrojo que aparecía en mis mejillas.
-Te quiero- susurré suavemente.
-Y yo a ti cariño- alzó un poco la cabeza, inclinándose y dándome un suave beso, que correspondí gustosa... hasta que una cabecita castaña se coló por el marco de la puerta.
-¡Papá!- Megan se tiró a los brazos de Edward, que la atrapó riendo.
-Hola princesita- le dijo después de darle un beso.
-Oa Ean- se puso delante de su hermano, acariciándole una manita -¿ta comendo?- preguntó curiosa.
-Sí, está merendando, ¿tú quieres merendar?- le interrogué.
Afirmó con la cabeza, de modo que Edward se la llevó a la cocina, entre risas. Después de que Ethan terminara su merienda, y de cambiarle el pañal, bajamos también.
Dejé al niño en su sillita, acercándome a ellos dos.
-Tienes que terminarte el yogur- le decía su padre -sino la semana que viene no vendrá nadie a tu cumpleaños- fueron las palabras mágicas, en un minuto ya había terminado y estaba al lado de su hermano, enseñándole un juguete.
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EDWARD PVO
La casa nunca había estado tan concurrida. Era siete de abril, y mi pequeña princesa cumplía dos añitos. Los primeros en aparecer por casa fueron mis padres, cargados de regalos, que Megan abrió en dos segundos, chillando de alegría a cada descubrimiento.
-¡Las alitas de Campailla!- dijo emocionada, mientras mi madre le ponía las alas en la espalda, y le daba la varita.
Poco a poco fueron apareciendo mi hermano, Rose, Jake, Leah, Mailin, Alice, Jasper, Tyler y su familia, Mark y la suya... en total éramos seis niños y nueve adultos. Megan abrió ansiosa los regalos, entre los que había, además de muñecas, por supuesto, una cocinita de juguete, regalo de mi hermano y Rosalie; un disfraz de la Bella durmiente, regalo de Alice y Jasper, y una cuna de juguete con varios vestidos para muñecas, de parte de Jake y Leah.
Una vez merendaron los peques, y Megan apagó las velas bajo la sonrisa y alegría de todos, los niños salieron a jugar al jardín, aprovechando los mayores para tomar algo. Mi madre y Bella iban de un lado para otro, atendiendo a todo el mundo. Agradecíamos muchísimo su ayuda, siempre estaba cuándo la necesitábamos; mis padres se desvivían por y para sus nietos.
Tyler y Mark y sus familias se retiraron pronto, y el resto se quedó a cenar, además, esa noche había partido de baloncesto. Vi que mi hermano sacaba una caja de una bolsa, y se dirigió hacia mi padre, que tenía a Ethan en brazos.
-Mira lo que te ha comprado el tío oso- canturreaba mientras desenvolvía el paquete, que resultó ser una camiseta de baloncesto en miniatura,. Mi padre soltó las carcajadas... hasta que Jake habló.
-¡¿Cómo demonios le compras una camiseta de los Boston Celtics?- preguntó asombrado. Mi hijo seguía las voces, meneando la cabeza de un lado para otro.
-Es su primer partido de baloncesto en familia- dijo mi hermano muy solemne. Jake rodó los ojos, al igual que yo.
-Yo también le he traído una- exclamó Jasper, sacando de no sé dónde otra mini camiseta... de los San Antonio Spurs. La cara de Jake no tenía precio.
-Pero bueno, ¿se puede saber qué es ésto?; Ethan será de los Lakers, al igual que su papá y el tío lobo, ¿verdad campeón?- le preguntaba a mi hijo, que se reía de las caras que le ponía su tío.
-Ah no...- decía Jasper.
-De eso nada, hay que educarle con cabeza...- protestó mi hermano.
-¿Crees que va a entender algo de lo que le expliques?- pregunté burlón. Rose y Alice miraban a sus respectivas parejas con una ceja alzada.
-Además, Ethan ya tiene su camiseta de los Lakers, ¿verdad campeón?- objetó Jake.
Bella, mi madre reían a carcajada limpia, mientras que el resto de las chicas rodaba los ojos y mascullaban juramentos no muy agradables, dirigidos a nosotros.
Después de lograr imponerme, nos sentamos a ver el partido, sin ponerle ninguna de las camisetas al pequeño. Después pensaría una manera de hacerlas desaparecer, no lo decía en voz alta... ¿mi hijo con una camiseta de los Boston Celtics, nuestro rival directo en los play-offs?, ¿y la de los San Antonio Spurs?; ni hablar.
Emmet se sentó en medio del sofá, cogiendo a Ethan en brazos, señalándole el televisor y explicándole las jugadas.
-¿Ves Ethan?; si defendemos con dos jugadores más adelantados habrá un setenta y cinco por ciento de posibilidades de que Bryant no haga un mate- le indicaba.
-¿Desde cuándo te has erigido como seleccionador nacional?- le preguntó Jasper, con la cerveza en la mano.
-Tonterías; a Bryant no se le puede parar de ninguna de las maneras; está comprobado- añadió Jake, mirando a mi hermano con una sonrisa burlona.
-Ni te lo crees, amigo- resopló mi hermano, rodando los ojos.
-Tiene razón Em, Bryant es imparable- objeté con una sonrisa. Mi hermano de dirigió a mi hijo, mirándole cual maestro de escuela.
-Ethan, deja que te diga una cosa... cuándo seas mayor y quieras consejo, dirígete al tío oso-. Cogí a mi hijo en brazos, mirando a mi hermano alucinado.
-Ethan; fiate de los mayores todo lo que quieras... pero el tío oso no cuenta-.
Las carcajadas de mi padre, Jasper y Jake no se hicieron esperar, al igual que las de las chicas, sentadas en torno a la mesa del salón.
-¿Me estás llamando inmaduro?; mamá, ¿podrías dejar de reírte y defenderme un poco, dado que ni mi preciosa novia sale en mi defensa?- taladraba a Rose con la mirada, que no dejaba de reírse.
Mi madre le miró arqueando una ceja. Mi padre disimulaba la carcajada.
-Emmet- mi madre se puso una mano en el corazón -te quiero enormemente... pero tienes treinta y cinco años y...- mi hermano la miró sin entender.
-Va siendo hora de que te vayas de casa- terminó la frase mi padre. La carcajada general no se hizo esperar, mientras mi hermano se cruzaba de brazos, muy ofendido.
-¿Estás echando de casa a tu hijo predilecto, al que siempre te hace reír, al que...- mi madre lo cortó.
-Bueno... ¿no crees que es hora de volar del nido?- le preguntó con una sonrisa inocente.
-Rosalie, osita... ¿serías tan amable de darme asilo en tu casa, dado que mi familia me repudia públicamente?- las carcajadas no se hicieron esperar, debido a la divertida conversación. Mi hermano puso cara de cordero degollado.
Megan y Mailin se acercaron al sofá. Jake cogió a su pequeña, y mi hija se subió a las rodillas de Emmet.
-¿Tas tiste, tio oso?- le preguntó inocentemente.
-Nadie me quiere- protestó cual niño mimado y pequeño, con los brazos cruzados y un puchero mimoso.
-Yo te quero mucho- le dijo mi hija seria.
-¿Veis?; por fin alguien dice algo coherente en esta casa- la alzó en sus brazos, mientras Megan reía divertida.
-Una niña de dos años- indicó Jasper, con tono obvio y sarcástico.
-¿Etoces venes jugar mío y Malin?; los bebés tenen que comer- le dijo ilusionada, señalando a sus muñecas, esparcidas por todo el salón.
-Ahora estoy viendo el partido, cuándo termine jugamos- le dijo mi hermano de vuelta.
Mi hija arrugó el ceño, dándole con su varita mágica e la cabeza.
-Pos ya no te quero- se bajó se sus rodillas muy ofendida, mientras que el resto de los presentes no podíamos parar de reír.
-Chaquetera- murmuraba mi hermano entre dientes, sin quitar la vista del televisor.
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Tres horas después, todo el mundo se había ido a su casa. Decidimos recoger todo al día siguiente, y nos dedicamos a bañar y acostar a los niños.
Megan cayó agotada, después de tantas emociones y regalos... Bella la acostó en su cama, y ni aun dormida soltó la varita que le había regalado mi madre.
Mientras mi mujer le contaba el cuento de antes de dormir a la pequeña, yo me dediqué a pasear con Ethan por toda su habitación; había dormido un rato por la tarde, de modo que tenía ganas de juerga.
Casi una hora después, sus ojos se fueron cerrando despacito, y por fin pude dejarlo en la cuna. Estaba tapándolo cuándo Bella llegó a mi lado.
-¿Se ha dormido?- preguntó en voz baja.
-Si, le ha costado un poco- respondí.
Mi mujer le metió la manita bajo las mantas, mirándole con una sonrisa.
-Buenas noches campeón- susurró en voz, baja, pasando un dedo por su carita. Nos dirigimos a nuestro cuarto, estábamos rendidos.
Me metí en ropa interior a la cama, ni me molesté en ponerme en pijama. Observé a Bella desnudarse para ponerse el suyo. Su cuerpo ya había vuelto a la normalidad después del parto de Ethan; solamente sus caderas, un poco más redondeadas, dejaban entrever que había pasado por dos embarazos.
Bella se metió en la cama, acurrucándose en mis brazos mientras suspiraba cansada.
-Tus hijos me funden las energías- dijo divertida.
-Me lo creo... pero yo tenía pensado otro método para bajar calorías- murmuré en voz baja. Mi mujer alzó la cabeza, y pillándola desprevenida, capturé sus labios en un beso demandante y ansioso. Sus manos fueron a mi cuello y a mi nuca, acercándome más hacia ella. Lentamente me posicioné encima de ella, sin dejar de besar sus labios en ningún momento.
-Ed... Edward- susurró mi esposa. Levanté mis ojos, para observarla detenidamente. Se mordía el labio inferior, en un gesto nervioso, pero a la vez sensual y provocativo. Sin decirnos nada, fui despojándola de su pijama, mientras ella hacía desaparecer mi ropa interior.
-No sé para qué te lo has puesto- susurré divertido; ella me miro pícara, conteniendo la risa.
-Me gusta que me lo quites tú- sus mejillas y su cuello se pusieron rojos, por la vergüenza.
-¿Ah, si?- interogué, mientras iba bajando por su pecho y su estómago, haciendo círculos con mi lengua y besando ese camino que dejaba mi saliva.
No contestó, pero sus gemidos dejaron entrever que le gustaba lo que le estaba haciendo.
Ella relajó su espalda, quedando completamente tumbada en el colchón. Mis manos y mis labios besaban cada parte de su cuerpo, desde sus labios hasta sus pies, deteniéndose varias veces en ese pequeño botón de placer que guardaba su intimidad. Agarró fuertemente mis hombros, clavándome las uñas y arañándome los brazos.
-Edward, te necesito ya- demandó con los ojos cerrados, mordiéndose de nuevo el labio inferior, acallando así las ganas de gritar.
Posiciónandome sobre ella, entré de una sola vez, besándola sin tregua, cosa que no dejé de hacer en ningún momento. Sus piernas aprisionaron mis caderas, que se movían al compás de las suyas, haciendo que el acto fuese mucho más placentero.
-Edward... ahhh...- gemía cuándo dejaba de besar unos instantes su pequeña boca. Por la fuerza con la que me agarraba, supe que estaba a punto de terminar.
-Vente comnigo, cariño- le dije al oído
Sus jadeos y los míos fueron de la mano, hasta que ambos llegamos al culmen.
Caí rendido encima de ella, besando la pálida piel de su pecho. Sus manos fueron a mi pelo, retirándolo de la frente con una suave caricia. Besé de nuevo el pecho de mi esposa, justo dónde estaba su corazón; aquél que ella me había entregado para siempre, junto con su amor incondicional.
Levanté la cabeza, poniéndola a la altura de la suya, mirando fijamente esos ojos café, tan expresivos y tiernos a la vez.
-¿Sabes una cosa?- ella negó con la cabeza.
-Te equivocaste de especialidad- me miraba extrañada, esperando una explicación.
-Si- afirmé con una pequeña sonrisa -deberías haber sido cardióloga-.
-¿Y eso por qué?- interrogó de nuevo, dejando su mano en mi mejilla. Miré a la mujer que tenía delante; a mi amiga, mi compañera, mi mujer, la madre de mis hjios... mi amor.
-Porque conseguiste recomponer un corazón hecho añicos... y eso no lo hace todo el mundo- ella desvió su mirada de la mía, ruborizándose. Le di un pequeño beso en la mejilla, sintiendo el calor que emanaba su sonrojo.
-Porque curaste mi corazón- terminé de decirle, para después besarla de nuevo, esta vez en los labios; beso que ella correspondió, despacio y suavemente.
-Te amo- sus ojos brillaban, intentando contener las lágrimas.
-Y yo a ti Bella... para siempre-.
FIN
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Re: Curando un corazón (+18) Completo
Epílogo
Seis años después...
-¿Te falta mucho?- interrogué a mi marido, una vez salimos del quirófano.
-No; pero debo quedarme para planificar los cuadrantes de la semana que viene; a lo sumo una hora o así-.
-¿Quieres qué te espere, o voy yendo a casa de tus padres?- pregunté mientras entrábamos en mi servicio.
-Vete yendo si quieres; cómo nos quedamos a cenar en casa de mis padres igual nos da- asentí de acuerdo.
-No tardes mucho- susurré; Edward me dedicó una de sus torcidas y sexys sonrisas, mientras se inclinaba para besarme.
-Prometido; hasta luego preciosa- observé cómo se alejaba, apoyada en el marco de la puerta. Dentro de dos meses celebraríamos nuestro séptimo aniversario de boda. No podía creer que el tiempo hubiera pasado tan rápido. Cada día seguía sorprendiéndome... y nuestro amor seguía fortaleciéndose día a día, con cada mirada, cada sonrisa, cada charla, cada discusión...
Eché una última ojeada a los preoperatorios del día siguiente. Hace un año y medio, por fin, terminé mi residencia... y ahora era anestesista adjunta del North-Union. Todavía recuerdo con una sonrisa el primer día que llegué, y vi por primera vez a todos mis compañeros.
Los roces y conflictos que hubo al principio con el equipo que llegó del San´t Anne´s Memorial, estaban más que superados; en parte, gracias a que Heather se marchó a Phoenix al casarse con un médico de allí; con los demás, las cosas iban muy bien. La que también se había ido del North-Union era Mandy. Ella había terminado su residencia hace tres años, y le habían ofrecido una buena oferta de trabajo en otro de los hospitales de San Francisco. La veíamos siempre que podíamos, o ella se pasaba a vernos.
Tyler, Ángela, la doctora Sanders... todos seguían igual que siempre. Seth y Leslie eran padres de un niño de cuatro años, llamado Ian.
Alice y Jasper, compañeros y nuestros mejores amigos, por fin cumplieron su sueño de formar una familia. Después de más de un año y medio de tratamiento, la pequeña Nathalie colmó de alegría a sus padres; y dos años después, con la esperanza ya perdida, Alice quedó embarazada de forma natural, y el pequeño Mathew completó la familia. Me despedí de ellos, que también terminaban su turno, y gracias a dios, el autobús vino enseguida. Edward se quedaba el coche, el mío lo tenía mi hermano en el taller.
El sábado comeríamos con ellos; habían pasado una semana de vacaciones en Forks, en casa de mis padres. Mi padre falleció hace un año, después de estar cinco años postrado en una cama articulada, sin poder moverse y hablar, como consecuencia del infarto cerebral que sufrió. Jake y yo no conseguimos perdonarle del todo, pero su muerte nos afectó mucho; mi madre le cuidó hasta el último día de su vida. Habíamos conseguido retomar la relación con ella, y en verano íbamos a Forks; a Edward le encantaba la tranquilidad y el clima del lugar, más llevadero que San Francisco, y los niños disfrutaban mucho allí, con María y mi madre, feliz y orgullosa abuela... de cinco nietos.
Cuándo Ethan tenía un año, y dado que Leah, médicamente inexplicable, no se quedaba embarazada, volvieron a iniciar los trámites de adopción, ya que no querían que Mailin se criara sola. El nuevo miembro de la familia fue una preciosa niña, también vietnamita, llamada Sarah.
El viaje en autobús, gracias a dios, fue rápido, y enseguida llegué a casa de mis suegros. Nada más tocar el timbre, oí carreras y risas por detrás de la puerta. Megan abrió, lanzándose a mis brazos; ya tenía ocho años, y cada día que pasaba crecía más y más, poco a poco se iba convirtiendo en una señorita... y era el ojito derecho de su padre, que seguía llamándola princesita. Él y Megan tenían una complicidad especial. Todavía no le habíamos explicado que Edward no era su padre biológico, era muy pequeña aun, pero siempre tuvimos claro que cuándo lo pudiera entender se lo contaríamos. Edward, en contadas ocasiones, tenía sus temores... pero yo sabía que eso no cambiaría la relación que tenían; ella no había conocido otro padre más que él.
-Hola mamá- me saludó alegremente.
-Hola, ¿qué tal el cole?- interrogué después de darle un beso y mientras Esme salía a darme la bienvenida. Las tres fuimos directas a la cocina, hasta que un torbellino con el pelo color cobre se abalanzó sobre mí.
-¡Mamá!- cogí en brazos a Ethan, que ya con seis años y medio, pesaba lo suyo.
-Hola campeón, ¿qué has hecho en el cole?- le interrogué.
-Estamos aprendiendo a sumar con decimales y...- Megan le cortó, sonriendo con malicia.
-Pero la señorita Straund le ha castigado- suspiré con paciencia.
-Ethan, ¿qué has hecho?- miraba a mi hijo con una ceja arqueada. Era muy extrovertido y cariñoso... pero un auténtico torbellino, inquieto y revoltoso, que nos traía locos a su padre y a mi.; juntar a Emmet, Jake y Ethan más de dos horas en una misma habitación era totalmente desaconsejable, a veces los tíos eran peor que el sobrino.
-Es que Daniel me insultó- se justificó, encogiéndose de hombros y poniendo uno de los pucheros que había visto hacer a Edward y Emmet.
Después de darle una pequeña regañina, y dado que ya había terminado su tarea, le di permiso para salir al jardín. Allí estaba Carlisle, ejerciendo de orgulloso abuelo. Lo saludé con una sonrisa, cuándo otro terremoto de cabellos revueltos, pero esta vez de color castaño, y con unos familiares ojos verdes, corrió hacia mí.
-¡Mami, mami!- alcé en brazos a mi pequeño Adrien, colmándole de besos. Tenía dos añitos, y era tímido y adorable. Esta vez fue un niño buscado y deseado... y se vio desde la segunda ecografía que era un chico, de modo que no tuvimos ninguna sorpresa. Edward estaba más que encantado y feliz con sus campeones y su princesita... pero cómo decía su hermano, parecían que tenían los bichitos cambiados, ya que Edward quería niñas, y Emmet niños... pues todo al revés.
Emmet y Rosalie se casaron dos años después que nosotros... y eran padres de unas preciosas muñequitas de tres años, rubias y de ojos azules. Dos gemelas idénticas a su madre, llamadas Eileen y Aslhey. Al momento de saberse el doble embarazo de Rose, mi cuñado literalmente se volvió loco, llenando su casa de balones de baloncesto, de rugby, de coches de juguete... incluso puso una canasta en el jardín.
El día que le dijeron que eran dos niñas, nadie pudo contener las carcajadas, empezando por su esposa. Ahora babeaba con sus reinas, cómo el las llamaba, y gruñía a sus compañeros de colegio si se acercaban mucho a ellas.
Esme, Carlisle y yo nos sentamos en el jardín, tomando un café, mientras mis hijos se acomodaban en la sala, para ver los dibujos animados. Cada vez que nos juntábamos todos en casa de Esme, a lo que la mayoría de las veces se unían mi hermano, o con Jasper y Seth y sus respectivas familias, las casas parecía una guardería.
Mi suegro me preguntaba con frecuencia por el hospital; hacía pocos meses que se había retirado, y ahora tanto él como Esme se dedicaban a consentir a sus nietos; la verdad es que no se qué haríamos sin su ayuda, eran estupendos.
Media hora después, oímos el timbre, y cómo Megan y Ethan corrían a abrir la puerta. Oí que saludaban a Edward, que apareció al de cinco minutos por la terraza, con Adrien en sus brazos. Su padre le susurraba al oído, y el pequeño, con las mejillas sonrosadas, asentía tímidamente. Después de saludar a sus padres y de darme un pequeño beso, se sentó con el niño encima suyo.
-¿Cómo se han portado?- preguntó a su madre.
-Son unos angelitos- le dijo ella.
-Han castigado a Ethan en el cole- de expliqué con una pequeña sonrisa.
-¿Por qué no me sorprende?- murmuró divertido -se ha peleado con alguien- dedujo sabiamente. Asentí con la cabeza.
-Igualito que Emmet a su edad- decía su padre, divertido.
-Por los menos él ha salido más tranquilo, ¿verdad cariño?- le decía Edward a Adrien, ganándose una tímida sonrisa por parte del pequeño.
-¿Va a veni el tío oso?- interrogó a su abuela.
-Deben estar al llegar- le explicó Esme; mi hijo asintió, bajándose del regazo de su padre y subiéndose en el columpio; al de un rato aparecieron Megan y Ethan, que fueron a reunirse con su hermano.
Esme y Carlisle se metieron a la cocina, para empezar a preparar la cena. Edward y yo nos quedamos de pie, mirando a nuestros tres hijos.
-No se cansan nunca- murmuré divertida. Edward negaba con la cabeza, rodeándome con sus brazos.
-Y lo que lo digas... pero es bonito verlos crecer- añadió con una sonrisa
Suspiré de nuevo, asintiendo, cerrando los ojos y pasando mis manos por los brazos de mi marido, que me rodeaban la cintura. Sentí que besaba mi cabeza, y sonreí enamorada... siempre me decía que yo había curado su corazón... al igual que él lo hizo con el mío.
Seis años después...
-¿Te falta mucho?- interrogué a mi marido, una vez salimos del quirófano.
-No; pero debo quedarme para planificar los cuadrantes de la semana que viene; a lo sumo una hora o así-.
-¿Quieres qué te espere, o voy yendo a casa de tus padres?- pregunté mientras entrábamos en mi servicio.
-Vete yendo si quieres; cómo nos quedamos a cenar en casa de mis padres igual nos da- asentí de acuerdo.
-No tardes mucho- susurré; Edward me dedicó una de sus torcidas y sexys sonrisas, mientras se inclinaba para besarme.
-Prometido; hasta luego preciosa- observé cómo se alejaba, apoyada en el marco de la puerta. Dentro de dos meses celebraríamos nuestro séptimo aniversario de boda. No podía creer que el tiempo hubiera pasado tan rápido. Cada día seguía sorprendiéndome... y nuestro amor seguía fortaleciéndose día a día, con cada mirada, cada sonrisa, cada charla, cada discusión...
Eché una última ojeada a los preoperatorios del día siguiente. Hace un año y medio, por fin, terminé mi residencia... y ahora era anestesista adjunta del North-Union. Todavía recuerdo con una sonrisa el primer día que llegué, y vi por primera vez a todos mis compañeros.
Los roces y conflictos que hubo al principio con el equipo que llegó del San´t Anne´s Memorial, estaban más que superados; en parte, gracias a que Heather se marchó a Phoenix al casarse con un médico de allí; con los demás, las cosas iban muy bien. La que también se había ido del North-Union era Mandy. Ella había terminado su residencia hace tres años, y le habían ofrecido una buena oferta de trabajo en otro de los hospitales de San Francisco. La veíamos siempre que podíamos, o ella se pasaba a vernos.
Tyler, Ángela, la doctora Sanders... todos seguían igual que siempre. Seth y Leslie eran padres de un niño de cuatro años, llamado Ian.
Alice y Jasper, compañeros y nuestros mejores amigos, por fin cumplieron su sueño de formar una familia. Después de más de un año y medio de tratamiento, la pequeña Nathalie colmó de alegría a sus padres; y dos años después, con la esperanza ya perdida, Alice quedó embarazada de forma natural, y el pequeño Mathew completó la familia. Me despedí de ellos, que también terminaban su turno, y gracias a dios, el autobús vino enseguida. Edward se quedaba el coche, el mío lo tenía mi hermano en el taller.
El sábado comeríamos con ellos; habían pasado una semana de vacaciones en Forks, en casa de mis padres. Mi padre falleció hace un año, después de estar cinco años postrado en una cama articulada, sin poder moverse y hablar, como consecuencia del infarto cerebral que sufrió. Jake y yo no conseguimos perdonarle del todo, pero su muerte nos afectó mucho; mi madre le cuidó hasta el último día de su vida. Habíamos conseguido retomar la relación con ella, y en verano íbamos a Forks; a Edward le encantaba la tranquilidad y el clima del lugar, más llevadero que San Francisco, y los niños disfrutaban mucho allí, con María y mi madre, feliz y orgullosa abuela... de cinco nietos.
Cuándo Ethan tenía un año, y dado que Leah, médicamente inexplicable, no se quedaba embarazada, volvieron a iniciar los trámites de adopción, ya que no querían que Mailin se criara sola. El nuevo miembro de la familia fue una preciosa niña, también vietnamita, llamada Sarah.
El viaje en autobús, gracias a dios, fue rápido, y enseguida llegué a casa de mis suegros. Nada más tocar el timbre, oí carreras y risas por detrás de la puerta. Megan abrió, lanzándose a mis brazos; ya tenía ocho años, y cada día que pasaba crecía más y más, poco a poco se iba convirtiendo en una señorita... y era el ojito derecho de su padre, que seguía llamándola princesita. Él y Megan tenían una complicidad especial. Todavía no le habíamos explicado que Edward no era su padre biológico, era muy pequeña aun, pero siempre tuvimos claro que cuándo lo pudiera entender se lo contaríamos. Edward, en contadas ocasiones, tenía sus temores... pero yo sabía que eso no cambiaría la relación que tenían; ella no había conocido otro padre más que él.
-Hola mamá- me saludó alegremente.
-Hola, ¿qué tal el cole?- interrogué después de darle un beso y mientras Esme salía a darme la bienvenida. Las tres fuimos directas a la cocina, hasta que un torbellino con el pelo color cobre se abalanzó sobre mí.
-¡Mamá!- cogí en brazos a Ethan, que ya con seis años y medio, pesaba lo suyo.
-Hola campeón, ¿qué has hecho en el cole?- le interrogué.
-Estamos aprendiendo a sumar con decimales y...- Megan le cortó, sonriendo con malicia.
-Pero la señorita Straund le ha castigado- suspiré con paciencia.
-Ethan, ¿qué has hecho?- miraba a mi hijo con una ceja arqueada. Era muy extrovertido y cariñoso... pero un auténtico torbellino, inquieto y revoltoso, que nos traía locos a su padre y a mi.; juntar a Emmet, Jake y Ethan más de dos horas en una misma habitación era totalmente desaconsejable, a veces los tíos eran peor que el sobrino.
-Es que Daniel me insultó- se justificó, encogiéndose de hombros y poniendo uno de los pucheros que había visto hacer a Edward y Emmet.
Después de darle una pequeña regañina, y dado que ya había terminado su tarea, le di permiso para salir al jardín. Allí estaba Carlisle, ejerciendo de orgulloso abuelo. Lo saludé con una sonrisa, cuándo otro terremoto de cabellos revueltos, pero esta vez de color castaño, y con unos familiares ojos verdes, corrió hacia mí.
-¡Mami, mami!- alcé en brazos a mi pequeño Adrien, colmándole de besos. Tenía dos añitos, y era tímido y adorable. Esta vez fue un niño buscado y deseado... y se vio desde la segunda ecografía que era un chico, de modo que no tuvimos ninguna sorpresa. Edward estaba más que encantado y feliz con sus campeones y su princesita... pero cómo decía su hermano, parecían que tenían los bichitos cambiados, ya que Edward quería niñas, y Emmet niños... pues todo al revés.
Emmet y Rosalie se casaron dos años después que nosotros... y eran padres de unas preciosas muñequitas de tres años, rubias y de ojos azules. Dos gemelas idénticas a su madre, llamadas Eileen y Aslhey. Al momento de saberse el doble embarazo de Rose, mi cuñado literalmente se volvió loco, llenando su casa de balones de baloncesto, de rugby, de coches de juguete... incluso puso una canasta en el jardín.
El día que le dijeron que eran dos niñas, nadie pudo contener las carcajadas, empezando por su esposa. Ahora babeaba con sus reinas, cómo el las llamaba, y gruñía a sus compañeros de colegio si se acercaban mucho a ellas.
Esme, Carlisle y yo nos sentamos en el jardín, tomando un café, mientras mis hijos se acomodaban en la sala, para ver los dibujos animados. Cada vez que nos juntábamos todos en casa de Esme, a lo que la mayoría de las veces se unían mi hermano, o con Jasper y Seth y sus respectivas familias, las casas parecía una guardería.
Mi suegro me preguntaba con frecuencia por el hospital; hacía pocos meses que se había retirado, y ahora tanto él como Esme se dedicaban a consentir a sus nietos; la verdad es que no se qué haríamos sin su ayuda, eran estupendos.
Media hora después, oímos el timbre, y cómo Megan y Ethan corrían a abrir la puerta. Oí que saludaban a Edward, que apareció al de cinco minutos por la terraza, con Adrien en sus brazos. Su padre le susurraba al oído, y el pequeño, con las mejillas sonrosadas, asentía tímidamente. Después de saludar a sus padres y de darme un pequeño beso, se sentó con el niño encima suyo.
-¿Cómo se han portado?- preguntó a su madre.
-Son unos angelitos- le dijo ella.
-Han castigado a Ethan en el cole- de expliqué con una pequeña sonrisa.
-¿Por qué no me sorprende?- murmuró divertido -se ha peleado con alguien- dedujo sabiamente. Asentí con la cabeza.
-Igualito que Emmet a su edad- decía su padre, divertido.
-Por los menos él ha salido más tranquilo, ¿verdad cariño?- le decía Edward a Adrien, ganándose una tímida sonrisa por parte del pequeño.
-¿Va a veni el tío oso?- interrogó a su abuela.
-Deben estar al llegar- le explicó Esme; mi hijo asintió, bajándose del regazo de su padre y subiéndose en el columpio; al de un rato aparecieron Megan y Ethan, que fueron a reunirse con su hermano.
Esme y Carlisle se metieron a la cocina, para empezar a preparar la cena. Edward y yo nos quedamos de pie, mirando a nuestros tres hijos.
-No se cansan nunca- murmuré divertida. Edward negaba con la cabeza, rodeándome con sus brazos.
-Y lo que lo digas... pero es bonito verlos crecer- añadió con una sonrisa
Suspiré de nuevo, asintiendo, cerrando los ojos y pasando mis manos por los brazos de mi marido, que me rodeaban la cintura. Sentí que besaba mi cabeza, y sonreí enamorada... siempre me decía que yo había curado su corazón... al igual que él lo hizo con el mío.
Palabras de la autora:
Atal; gracias amiga, por apoyar mi historia y considerarla lo suficiente buena e interesante para llevarla a tu foro. Un besazo muy muy fuerte para mis lectoras de allí, y por supuesto, otro para ti, amiga.
Atal; gracias amiga, por apoyar mi historia y considerarla lo suficiente buena e interesante para llevarla a tu foro. Un besazo muy muy fuerte para mis lectoras de allí, y por supuesto, otro para ti, amiga.
Atal- .
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Re: Curando un corazón (+18) Completo
que tiernoooooooo
me imagino a Emmet como loco decorando la casa
que bien que todo termino bien...
Gracias de nuevo, mi queridisima Atal...
me imagino a Emmet como loco decorando la casa
que bien que todo termino bien...
Gracias de nuevo, mi queridisima Atal...
LinaLuna93- .
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Re: Curando un corazón (+18) Completo
pobre Emmett .....aunque el feliz con sus nenas
que buen final .....ha sido una historia genial .........gracias Atal por conseguirnos estas historias
xole- .
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Re: Curando un corazón (+18) Completo
olla ke bonitto pues penas
acabo de dar con este sitio
pero la verdad muy bonito
jaja una secuela esatria
bien felicidades esta muy
bonito la verdad no me
canso de decirlo bueno
me voy biie..
acabo de dar con este sitio
pero la verdad muy bonito
jaja una secuela esatria
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bonito la verdad no me
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evan anthony- Cantidad de envíos : 17
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