continuación...
*****
Sobrenatural, recordé, y reí por el recuerdo. Simplemente había sido mi excusa para conocerle. Nosotros si existíamos y yo quise que él supiera de mi existencia. Quise que creyera.
Vamos Katherine, no puedes ser tan patética…
¿Y si el patetismo era lo que me predominaba, qué importaba? Fue el patetismo el que me llevó a Robert y fue también el que me llevó a esperarlo en su apartamento aquella noche.
Cuando entró y me vio supe de inmediato que no podía seguir comparándolo con Thomas, porque definitivamente no era mi Thomas, aun así no dejó de importarme menos, por el contrario, quise conocerlo más. Estaba fascinada por dentro, aunque por fuera mi máscara era de solo una línea.
Hablé con él y él escuchó. Le dije indirectamente lo que yo era, pero no pareció entenderlo, así que decidí irme y finalmente lo descubrió. Con incredulidad, pero lo descubrió.
Y todo fue bien hasta que dijo “muérdeme”.
Me había ofrecido de su esencia y fui débil para negarme. Tonta y débil.
No había probado la sangre humana desde… desde aquella penosa decisión… la misma que me había llevado a estar en soledad y martirizándome. La misma que me había llevado a negarme a beber de humanos inocentes que eran engañados para beber un poco de sangre sin saber lo que les habían hecho, o en otras palabras, simplemente a tomarla contra su voluntad.
Pero allí estaba él; el de rostro afable, el de mirada soñadora y enternecedora, el que solo se negaba a ver. Allí. Tentándome… y la tentación fue mayor.
Tentación; cuna de la perdición. De mi perdición. Perdida en un mortal que ya no significaba lo mismo que la razón por la que lo había ido a ver, esto era algo real, algo presente. Perdida en un mortal que me ofreció de su sangre…
Me dijo que yo era una fanática… y si; lo era. Era una fanática de aquella mirada soñadora y sagaz.
Recordé aquel exquisito manjar bajando por mi garganta, corriendo por mis venas. Fuerte. Lleno de vida.
No quería detenerme y él no lo hizo fácil. Sentía su deseo que a su vez era el mío, pero de todas maneras lo logré. Pude refrenarme antes de acabar con su vida, o bueno, incluso antes de que fuera peligroso de algún modo para él, pero y si no me hubiera detenido a tiempo ¿Habría vuelto a cometer el mismo error de aquella vez? ¿Podría haberlo condenado a una existencia como lo mía?
No. jamás cometería el mismo error dos veces.
La sensación del exquisito e incandescente sabor de su esencia fue sublime, pero hubo algo antes que no podía dejar pasar. Solo actué al ver aquellos finos y sensuales labios tan cerca. No era necesario, pero así como fui débil para negarme a su sangre, también fui débil para dejar ir esa oportunidad... Y él lo disfrutó, pude sentir como lo disfrutó a pesar de que mis poderes no son tan fuertes como para conocer con exactitud la esencia del sentimiento que embarga al mortal.
Me separé de Robert y noté como no quería alejarse al igual que yo. Se resistía a retirarse, pero el peligro después de todo no era precisamente para mí.
>>¿Te volveré a ver? —había preguntado cuando me estaba marchando.
Después de pensarlo por unos momentos, mi mente solo gritaba que había sido uno de los peores errores de mi vida ir hasta él, que no lo volvería a ver más y que tenía suerte de todavía estar vivo, pero en ves de eso solo dije:
>>Tal vez… Si es que algún día vuelves a dudar de mi existencia, no dudes que estaré aquí para demostrarte lo contrario.
Me fui prometiéndome que no volvería a verlo más, pero no pude hacerlo. Otra vez fui débil. La noche siguiente quise verlo por última vez y fui hasta donde se supone que él estaría. Lo que nunca me imaginé fue que al verme quisiera llegar hasta mi… ¿no tenía miedo? Era claro que no, así que huí. Con un extraño caso de cobardía; huí.
Había olvidado el encendedor plateado que me había obsequiado Elizabeth hace bastantes años, cuando veía y se burlaba de mi hábito surgido en los 70’. Elizabeth fue la única amiga que tuve después de mi hermana, pero cuando le dije lo que realmente era, se alejó de mi aterrorizada, llamándome demonio y esas cosas. Aún así fue la única que por un tiempo estuvo conmigo y eso para mí fue importante, especial, pero no podía ir a recuperar el encendedor porque lo vería. Tal vez era preferible dejárselo para que lo utilizara con el obsequio que le había enviado.
Apagué el televisor para alejarme un momento de la imagen de Robert y salí a cazar, ya que el solo recuerdo de la exquisita sangre de aquel hombre de mirada soñadora había despertado mi deseo…
Dos meses. Fueron dos meses los que logré mantenerme alejada de Robert en persona. Lo veía de vez en cuando en la televisión haciendo noticia con su compañera o simplemente en revistas que compraba al ver su nombre en la portada, como toda una quinceañera de los 90’. Pero había algo distinto que pude notar en él de las veces que lo veía en entrevistas a cuando lo vi personalmente; Era mucho mejor.
Luego vino ese día en que decidí pasar a tomarme un trago en aquel club que se veía discreto, pero todos mis esfuerzos se vinieron abajo cuando lo vi otra vez. Incluso sentí como el imposible surgir del calor en mi estómago volvía a aparecer de nuevo, a pesar de estar relativamente muerta y a pesar también de la compañía que había al lado de Robert: una mortal como debía ser.
Estaba bebiendo mucho y no dejó de preocuparme porque qué le pudiera ocurrir después. Lo miraba atenta, escuchando lo poco que le decía a su acompañante, a la cual al parecer, no tomaba mucho en cuenta, hasta que la mujer de pelo oscuro, su compañera de elenco y la cual estaba segura que había visto con el pelo rubio (esto de cambiarse de color de pelo me seguía pareciendo extraño a pesar de los años que llevaba viéndolo) se dio cuenta de mi mirada.
No me preocupó, en vez de eso tomé un lápiz y escribí una nota para él (una nota tonta si lo pensaba desde otro punto de vista a mis verdaderas intenciones), luego pedí un café para que se lo entregaran con la nota dejando ver mi propósito.
No tenía intenciones de que supiera que yo estaba allí, pero la mujer de pelo castaño (o rubio) que estaba a su lado se lo informó y por lo menos los cuatro que había allí directamente, dirigieron sus miradas hacia mí.
Lo peor fue cuando Robert se paró haciendo ademán de acercarse. Por fortuna aproveché el momento en que la “señorita” no lo soltaba, y huí. Otra vez huí.
Caminé. O corrí o volé, o lo que sea que había hecho en ese momento sin que ningún mortal lograra verme, hasta que sin darme cuenta mis movimientos me llevaron frente al apartamento de Robert, el mismo hombre del que había estado huyendo.
>>Mi encendedor, el regalo de Elizabeth, recordé mirando aquel balcón del quinto piso. Tal vez podría entrar y esperarlo para pedírselo… ya que estaba allí… (Decía una voz)
<>>Pero el encendedor era algo especial…
<Al final las dos voces llegaron a la misma pregunta, a la misma conclusión: ¿Qué podía hacer estando allí?... fui débil de nuevo. Y rompí mi promesa otra vez.
Escalé el muro hasta el quinto piso y lo esperé como lo había hecho antes; sentada en su cómodo diván de cuero negro, mientras fumaba un cigarrillo con la luz apagada, dándome la atmósfera de lo que profundamente era mi vida.
No tardó mucho. Finalmente llegó y mi impresión fue tan grande al sentir aquella emoción que emanaba de él tras abrir la puerta, que solo lo observé en silencio esperando. Y entonces fue cuando me vio, y avanzó diciendo mi nombre como si se alegrara de verme al fin… Tanto así como yo.
Todo era extraño. Incluso olvidé la excusa por la cual me había presentado sintiendo solo las emociones que emanaban de él; esperanza, alegría, deseos… Está bien, debí recordarme que mis poderes no eran fuertes por mi alimentación, pero creía que eso era lo que lograba sentir a través de Robert.
>>¿Y a qué se debe el honor de tu visita? Creí que te vería si volvía a dudar nuevamente de tu existencia, aunque debo reconocer que ya estaba planeando algo para que volviera a verte —dijo alegremente y noté como a pesar del intento de humor en sus palabras, todo era cierto, lo que ciertamente me sorprendió ¿de verdad estaba deseando volver a verme tanto como yo a él?
Sin premeditarlo le hice saber que yo lo sabía y luego creyó que podía leer mentes y se tensó al solo decirlo. Estaba nervioso. Adorablemente nervioso, por lo que me fue imposible resistir a ponerlo aún más nervioso mientras se defendía vagamente, diciendo que no debía confiar demasiado en lo que percibía. Y tal vez tenía razón; yo no era poderosa. Pero si podía oír sus latidos y ver todos los demás indicios en él: sus manos temblando, sus mirada confusa. Todo, hasta que finalmente se dio por vencido.
Estaba demasiado cerca de él. De su piel –la cual incluso llegué a tocar, de su aroma cálido, de su mirada soñadora color esmeralda y de su esencia de vida, que de inmediato tomé una distancia prudente para no sucumbir a una debilidad.
Se sorprendió por lo que podía hacer, pero yo me sorprendí aún más al notarme diciéndole como “funcionaba” lo que soy, sobre todo teniendo en cuenta que había perdido ya a una persona importante por lo que era -bueno, varias en realidad-, pero una persona importante en los últimos treinta años y ahora que lo pensaba así, el haber revelado ante él lo que era, no tenía ni sentido ni lógica a las consecuencias de los errores que ya había cometido antes. Solo tenía una vaga excusa para seguir viéndolo; curiosidad… y solo si es que era suficientemente válido.
>>¿Cómo te convertiste? —preguntó con la mirada fija en el suelo, llevándome a que recuerdos amargos volvieran a florecer.
>>También es fácil. Te muerden y ya está —mentí.
Pero él no era tonto y se dio cuenta de inmediato de la mentira, así que le di una breve explicación de lo que supuestamente ocurre cuando te trasforman y me sorprendí otra vez, al encontrar hablándole de lo que me habían hecho.
Me preguntó quién me había convertido, pero de lo último que yo quería hablar era sobre la bestia de Balthazar, así que cambié de tema, con lo que él mismo me recordó el por qué había ido hasta su apartamento de nuevo, o por lo menos por lo que yo quería creer.
Pensó que yo había ido a buscarlo al club esa noche pero cuando le dije la verdad… o prácticamente toda la verdad, incluso pude sentir un tipo de desencanto de su parte.
>>¿Estás desilusionado? —inquirí sonriendo, cubriendo todo rasgo de sorpresa y dolor que pudiera haber en mi.
>>No ¿Por qué debería estarlo? —respondió haciéndome ver que todo era ridículo.
¿Por qué tenía que malinterpretar todas las emociones que emanaban de él?
Me lo repetí de nuevo: NO SOY PODEROSA, por lo tanto podía equivocarme con facilidad.
>>Buen punto —comenté analizando que él decía —Tal vez tengas razón en lo de no fiarme en lo que percibo…
Cuando todavía hacía el intento de olvidar (o por lo menos dejar de lado) todos los recuerdos amargos, Robert saltó con una pregunta.
>>¿Duermes?
Aquello me hizo sonreír de momento, pero aún no podía dejar de pensar que todo esto era incorrecto aunque no quisiera irme. Y entonces hizo otra pregunta que logró que riera como hace tiempo no lo hacía. Y así hizo otra y otra hasta que llegó un momento en que soltó un comentario que hizo que volviera a sorprenderme, o más que eso, hizo que me diera cuenta que dejé que todo esto llegara demasiado lejos. No podía esperar más para salir de allí… algo tarde, eso sí.
Cuando me estaba retirando, me detuvo.
No supe si fueron sus palabras o el intenso deseo por algo que emanaba de él lo que hiso detenerme para mirarlo intensamente tratando de descubrir más allá de su mirada.
>> Hay algo que quieres, ¿qué es? —le pregunté segura porque aunque me equivocara en lo que percibía, su petición para que no me fuera y esperara era clarísima.
>>Tu encendedor —dijo después de unos momentos mientras aquella desconocida emoción iba creciendo. —Lo olvidas otra vez.
El regalo de Elizabeth. Lo que había ido a buscar ¿cómo pude olvidarlo de nuevo? Tal vez solo fue que no me imaginaba qué pudiera decir lo que me hizo olvidarlo. El punto es que estaba intrigada con él porque no creía que fuera aquello lo que diría al fin, pero posteriormente me di por vencida, ya que como él había dicho; no debía de confiarme mucho en lo que percibía.
>>Olvídalo —le contesté. —Puedes quedártelo.
Aquel encendedor, el que había sido tan importante para mí por bastantes años, ahora quería que fuera importante para él… aunque no lo supiera en realidad.
Elizabeth me abandonó, pero Robert no huyó…
Quise ignorar cualquier otra cosa que percibiera en esa habitación mientras me daba la vuelta nuevamente, y entonces me detuvo de nuevo.
>>Espera.
>>Dime —dije mirándolo aquellos maravillosos ojos con curiosidad.
—¿Volverás otra vez sin que sea necesario dudar de ti?
—¿Quieres que regrese? —inquirí sorprendida.
Si aquello era así, significaba que tal vez mis percepciones no habían sido tan erróneas ¿Qué pensar?
—Si —contestó automáticamente.
Era así… Quería verme otra vez… ¿Por qué?
—Entonces lo haré.
—Prométemelo —exigió firmemente.
Tan solo unas palabras…
—Te lo prometo —respondí arrepintiéndome en el mismo momento el haberlo dicho.
¿Cómo podía llegar a ser tan egoísta? Yo quería volver a verlo, pero él no se merecía todo esto. Ni siquiera se merecía que yo osara en molestarlo yendo y viniendo a mi antojo… pero ahora él lo había querido, lo que me ponía al borde del caos total.
Salté por el balcón sintiendo que debía alejarme lo más pronto posible de allí.
Robert se iba a Italia y tendría suficiente tiempo para hacerse la idea (y tenía la esperanza) de que pudiera arrepentirse de lo que me había pedido, porque ya estaba segura que no era lo suficientemente fuerte para alejarme de él a voluntad.
Subí el cuello de mi abrigo como acostumbraba y caminé lo más lento que pude hasta que no corría peligro de ser vista y me desvanecí entre la noche.
Prometí verlo, me hizo prometerlo…
Deambulé entre las sombras torturándome mentalmente por ser tan débil, hasta que llegué a las afueras de la ciudad y me adentré en el bosque como la verdadera depredadora que era.
Mi encuentro con Robert me había estimulado y acelerado.
Al sentir su presencia tan cerca… Al recordar el sabor de su sangre y su deseo. Deseo que se convirtió, también, en el mío.
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